La obra de Cesare Beccaria, De los Delitos y de las Penas, es una obra monumental del
pensamiento criminológico y jurídico del siglo XVII, y a mi juicio y que aun a día de hoy
mantiene cierta vigencia en muchos de sus postulados, por lo que se puede afirmar que es una
resulta necesario hablar sobre el origen de la sanción para poder fundar una teoría coherente
sobre el Derecho Penal, que es lo que el milanés terminó haciendo sin proponerse, de ahí en
buena medida proviene la importancia de su obra: al realizar este análisis parte de la limitación
de derechos que hace cada individuo en nombre de proteger la vida y la propiedad de cada quien
y de evitar aquel estado de la necesidad en el que cada persona tuviera que cuidar su vida y su
propiedad con sus propias manos. Esta es, en resumidas cuentas la necesidad de Estado de la que
hablan filósofos políticos del siglo XVII como Hobbes y Locke y que, de una manera u otra,
De ahí que considere, siguiendo la línea de movimientos contemporáneos con esta obra
como lo fueron el Liberalismo y la Ilustración, que las penas son producto de un contrato social,
mediante el cual, se busca tanto el bienestar individual como un bien en la colectividad, de ahí
que el ser humano acepte de buen grado tanto las limitaciones en el ejercicio de sus derechos,
abriendo camino a un Derecho Penal en el que la función de castigar y reprimir esté asociada
indivisiblemente a la idea del Estado desligándolo de la autoridad de Dios o del Rey. De esta
manera Beccaria se convierte en uno de los primeros exponentes del Derecho Penal
Contemporáneo, en el que los castigos y las penas son dictadas por el Estado en el ejercicio de
las funciones otorgadas al mismo por todos los ciudadanos, mediante la Constitución y las Leyes.
Beccaria bien dice en el Capítulo 3 de su obra que “solo las leyes pueden decretar las
cual se consagra que “Ninguna persona podrá ser sancionada por actos u omisiones que no
fueren previstos como delitos, faltas o infracciones en leyes preexistentes”., texto que transcribe
de manera casi literal el Código Penal Venezolano cuya última reforma data de 2005.
disponer en su obra que “todo miembro particular se halla ligado a la sociedad, esta lo está
también con cada uno de ellos por un contrato que de su naturaleza obliga a las dos partes. Esta
obligación, que descendiendo desde el trono llega hasta las más humildes chozas y que liga
igualmente al más grande y al más miserable entre los hombres...”, principio que se encuentra
expresar el texto constitucional de manera precisa la igualdad, no solo como un principio sino
como un derecho y una garantía a ser cubierta por el Estado expresando el texto Constitucional
que “todas las personas son iguales ante la ley.” Con esto, Beccaria rompe definitivamente con
el concepto anterior a la igualdad de las personas ante la Ley, puesto que en la antigüedad, los
delitos y las penas estaban íntimamente asociados a la clase social, al estar los peores castigos y
desfavorecidas; y especialmente las mujeres, como bien lo demuestra el caso de Juana de Arco.
Al afirmar Beccaria que las penas que deben ser iguales para todas las personas, ya sea
que el delito es cometido por un noble o que lo realice el más miserable de los hombres, se está
partiendo de un principio legal fundado en los valores liberales y de la ilustración con lo cual se
sostiene el pensamiento de que Beccaria era un autor que estaba bastante influenciado por los
tiempos que estaba viviendo, cosa que se puede reafirmar con las citas a autores como
Montiesquieu que realiza Beccaria a lo largo de su obra. Argumenta el autor, que toda distinción
entre los seres humanos basada en los honores, o en las riquezas, requiere como condición, la
igualdad fundada sobre las leyes, que consideran a todos los súbditos como igualmente
Beccaria, estableció que “debe haber una proporcionalidad entre los delitos y las penas”.
De esta manera, se debe establecer que el criterio para definir cuan grave es un delito y
diferenciarlo de la gravedad del otro; debe estar fundada en el daño social producido por cada
uno de ellos, lo contrario sería injusto y socialmente perjudicial, porque ante delitos de igual
pena y de diferente gravedad, el delincuente se inclinará casi siempre por el más grave, que
probablemente le reportará mayor beneficio. En este aparte, el autor hace referencia al Principio
de Proporcionalidad, en el cual se busca que la norma penal sea aplicable a la persona solo como
el último recurso disponible para poder proteger los bienes jurídicos tutelados por el Derecho,
tales como la vida, la libertad, la propiedad, el honor, la dignidad humana, entre otros.
Así mismo, Beccaria desarrolló el elemento teleológico de las penas al argumentar que
“el fin de las penas no es atormentar y afligir a un ente sensible, ni deshacer un delito ya
cometido. El fin es impedir al reo causar nuevos daños a sus ciudadanos y retraer a los demás
de la comisión de otros iguales”. Es decir que la pena no debe perseguir como fin único reprimir
a la persona que haya cometido un hecho tipificado como delito, sino que debe buscar aleccionar
a terceras personas para que se abstengan de cometer la conducta sancionada por el Derecho
Penal, este fin educativo de la pena bien lo expresa Beccaria al considerar que “es mejor evitar
los delitos que castigarlos. He aquí el fin principal de una buena legislación”. En este sentido, es
importante rescatar que a día de hoy, se intenta cumplir con este objetivo por medio de políticas
públicas diseñadas para buscar la prevención del delito, por encima de la represión de quienes
cometen hechos delictivos. De igual forma el Sistema Penal Venezolano en sus aspectos
procesales establece alternativas a la prosecución del proceso entre las cuales destacan el
principio de oportunidad, los acuerdos reparatorios y la suspensión condicional del proceso como
vías extraordinarias para la reparación del daño cometido mediante el delito a la sociedad.
El autor fue uno de los grandes defensores del abolicionismo de la pena de muerte, al
considerar en su obra, que la pena de muerte es injusta, innecesaria y menos eficaz que otra
menos cruel, más benigna y que hiciese por sí misma, que el delincuente se abstuviera de
delinquir. Beccaria fue enfático en aseverar que no es la intensidad de la pena lo que hace mayor
efecto sobre el ánimo humano, sino su duración ya que la pena de muerte produce una fuerte
impresión en la sociedad, pero no durante mucho tiempo ya que el hombre termina perdiendo el
miedo a morir y continúa delinquiendo de todos modos, haciendo esto que pierda todo efecto la
pena capital; pero en cambio las penas moderadas y justas son un recordatorio ejemplificador
para la sociedad. De igual forma las penas no por ser más crueles son más eficaces, siendo más
eficaz para la sociedad, una pena moderada y de segura aplicación que otra cruel. Esto influenció
el movimiento abolicionista que vió su cúspide en 1873, año en el que en Venezuela quedó
proscrita la pena de muerte hasta la actualidad, poniendo la Constitución del año 1999 un límite
sino cuando la necesidad obliga”, el mismo resultó ser un partidario de un sistema penal en el
encarcelarla solo si hubiera una posibilidad de fuga o un peligro cierto de que no pudiera llegarse
a la verdad por vía de entorpecer la investigación del delito cometido; cuestiones que a día de
hoy siguen siendo muy vigentes, dado que en la Constitución de 1999 se recoge la libertad como
una garantía establecida por el Estado en el artículo 44, así como también se establece que solo
podrá ser retirada la libertad individual de la persona, cuando hubiera una orden judicial o una
medida cautelar preventiva privativa de libertad desarrollada en el Decreto con Rango, Fuerza y
Valor de Código Orgánico Procesal Penal como un medio para poder garantizar que el juicio
continúe cuando exista peligro de fuga de parte del imputado o el temor fundado de que pueda
De igual forma Beccaria, manifestó que: “sean públicos los juicios y públicas las pruebas
del delito, para que la opinión que acaso es el solo cimiento de la sociedad, imponga un freno a
la fuerza y a las pasiones, para que el pueblo diga: nosotros no somos esclavos, sino
defendidos”. Es decir, fue defensor de que tanto los juicios fuesen públicos en el sentido del
acceso de las personas a la toma de decisiones llevada a cabo por el Juez decisor, así como
también el acceso a las pruebas mediante las cuales se recoge la culpabilidad o la inocencia del
acusado, de esta manera, Beccaria influenció de manera decisiva una práctica penal en la cual se
llevaban a cabo numerosos atropellos por medio de juicios sumarios llevados en secreto y en
donde el acusado no podía controlar ni defenderse de las pruebas mediante las cuales se obtenía
público, así como la publicidad del expediente penal, salvo en los casos en los que por razones
ciertas acciones.
Para concluir, se puede afirmar que la obra del milanés Cesare Beccaria, influenciaron no
principio, sino que fueron más allá, no solo por vía del fenómeno de la codificación, la cual
terminó también influenciada por esta obra, sino también por vía de los cambios sociales y de la
evolución de la Ciencia criminológica, la cual le debe mucho a este autor. Sus ideas, a día de
hoy, son muy seguidas en cuenta por el Derecho, al punto de que en Venezuela, fue el primer
país del mundo en abolir la pena de muerte de su catálogo de penas disponibles, así como en el
resto del mundo, cada día son menos los países que aun la aplican como mecanismo sancionador
ante ciertos y determinados delitos. De igual manera a nivel procesal y procedimental, Beccaria
ha influido casi a nivel mundial llevando a que sus principios sean enarbolados como bandera de
los Derechos Humanos en materia del Proceso Penal, lo cual resulta importante rescatar de un
autor que, aun escribiendo para la sociedad europea del siglo XVIII, sigue siendo vigente y una