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28/01/2019

VALORACIÓN DE LA PRUEBA

ÍNDICE
I. CONCEPTO
II. LA VALORACIÓN DE LA PRUEBA EN EL ORDEN PENAL Y LA ADMISIÓN, O NO, DE UNA PRUEBA DE CARGO
III. LA VALORACIÓN DE LA PRUEBA EN LA CONFRONTACIÓN DE TESTIMONIOS. LA VALORACIÓN DEL
TESTIMONIO DE LA VÍCTIMA
IV. LA VIABILIDAD DE LA PRUEBA PERICIAL EN RELACIÓN A LA VERACIDAD SOBRE LA DECLARACIÓN DE LA
VÍCTIMA
V. CONSIDERACIONES BÁSICAS CUANDO SE PLANTEA EN UN RECURSO DE APELACIÓN O CASACIÓN QUE HA
EXISTIDO ERROR EN LA VALORACIÓN DE LA PRUEBA EFECTUADA POR UN JUEZ

I. CONCEPTO

Por esta expresión se entiende la especial función que tienen los jueces de proceder al análisis del resultado que ha
supuesto la celebración de un juicio con relación a la prueba que en este se ha practicado. Supone una misión del
juez o tribunal de análisis de la prueba que se ha practicado.

II. LA VALORACIÓN DE LA PRUEBA EN EL ORDEN PENAL Y LA ADMISIÓN, O NO, DE UNA PRUEBA DE CARGO

En el orden penal, sobre todo, suele ser habitual que se alegue en los recursos de apelación ante sentencias
dictadas por jueces de lo penal, o de casación ante el Tribunal Supremo frente a sentencias dictadas por las
Audiencias Provinciales el error en la valoración de la prueba como principal motivo del recurso.

En esta importantísima función que tiene el juez de valorar la prueba tiene que expresar con claridad el por qué de
su convicción de que los hechos se produjeron tal como se narran en la sentencia.

Además, como suele ser práctica habitual que se alegue el error en esta valoración de la prueba como motivo de los
recursos de apelación y casación, debe recordarse que constituye doctrina jurisprudencial reiterada la que señala que,
cuando la cuestión debatida por la vía del recurso de apelación es la valoración de la prueba llevada a cabo por el
Juez "a quo" en uso de las facultades que le confieren los artículos 741 y 973 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal y
sobre la base de la actividad desarrollada en el juicio, debe partirse, como principio y por regla general, de la
singular autoridad de la que goza la apreciación probatoria realizada por el Juez ante el que se ha celebrado el juicio,
núcleo del proceso penal y en el que adquieren plena efectividad los principios de inmediación, contradicción y
oralidad, a través de los cuales se satisface la exigencia constitucional de que el acusado sea sometido a un proceso
público con todas las garantías (artículo 24.2 de la Constitución), pudiendo el juzgador de instancia, desde su
privilegiada y exclusiva posición, intervenir de modo directo en la actividad probatoria y apreciar personalmente sus
resultados, así como la forma de expresarse y conducirse las personas que en él declaran (acusados y testigos) en su
narración de los hechos y la razón del conocimiento de éstos, ventajas de las que, en cambio, carece el Tribunal
llamado a revisar dicha valoración en segunda instancia. De ahí que el uso que haya hecho el Juez de su facultad de
libre apreciación o apreciación en conciencia de las pruebas practicadas en el juicio (reconocida en el artículo 741
citado) y plenamente compatible con el derecho a la presunción de inocencia y a la tutela judicial efectiva, siempre
que tal proceso valorativo se motive o razone adecuadamente en la sentencia (Sentencias del Tribunal Constitucional
de 17 de diciembre de 1985, 23 de junio de 1986, 13 de mayo de 1987, y 2 de julio de 1990, entre otras),
únicamente debe ser rectificado, bien cuando en realidad sea ficticio por no existir el correspondiente soporte
probatorio, vulnerándose entonces incluso la presunción de inocencia, o bien cuando un ponderado y detenido
examen de las actuaciones ponga de relieve un manifiesto y claro error del juzgador "a quo" de tal magnitud y
diafanidad que haga necesaria, con criterios objetivos y sin el riesgo de incurrir en discutibles y subjetivas
interpretaciones del componente probatorio existente en los autos, una modificación de la realidad fáctica
establecida en la resolución apelada.

Más concretamente, la jurisprudencia del Tribunal Supremo ha venido exigiendo, a fin de acoger el error en la

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apreciación de las pruebas, que exista en la narración descriptiva supuestos inexactos, que el error sea evidente,
notorio y de importancia (Sentencia del Tribunal Supremo de 11 de febrero de 1994), que haya existido en la prueba
un error de significación suficiente para modificar el sentido del fallo (Sentencia del Tribunal Supremo de 5 de febrero
de 1994).

III. LA VALORACIÓN DE LA PRUEBA EN LA CONFRONTACIÓN DE TESTIMONIOS. LA VALORACIÓN DEL


TESTIMONIO DE LA VÍCTIMA

Es misión fundamental del juez el ponderar en su valoración de la prueba las declaraciones que las partes o testigos
realicen en el juicio oral. Así, tanto el Tribunal Supremo como el Tribunal Constitucional han declarado Sentencias TC
229/91, 283/1993, 164/1998 que cuando existen dos versiones contradictorias, el juzgador puede conferir mayor
credibilidad a uno u otro de los testimonios, porque ello forma parte de la valoración judicial de la prueba, lo que
realiza con total libertad y con el solo límite que señala el artículo 741 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal. Por otra
parte, el testimonio de la víctima conforme a una consolidada doctrina de esta Sala, es prueba apta para enervar la
presunción de inocencia.

Puede ocurrir, y generalmente es así, que la declaración de la víctima es contradictoria con la del acusado u otros
testigos que puede plantear la defensa. Así, en muchos casos la declaración de la víctima es la única de la que
dispone el juez o tribunal para tomar su decisión acerca de si es suficiente para enervar la presunción de inocencia.

Este supuesto se suele dar en muchos casos en el proceso penal, sobre todo en supuestos de violencia de género o
en abusos sexuales de los que no se desprendan evidencias físicas que puedan actuar como pruebas médicas acerca
de la realidad del delito cometido. Se trata en estos casos de llegar a una misión de confrontar la declaración del
acusado con la de la víctima, pero para ello el Tribunal Supremo fija unos criterios consolidados que son tenidos en
cuenta por el tribunal, así como reiteradamente alegados en los recursos de apelación o casación contra las
sentencias que se interponen por jueces de lo penal o secciones penales de las Audiencias Provinciales. Sin embargo,
hay que fijar unos criterios previos en orden a valorar la declaración de la víctima como prueba atendiendo a los
criterios de valoración que marca el Tribunal Supremo, a saber:

1. La declaración de la víctima no es prueba indiciaria sino prueba directa, y ha sido admitida como prueba
de cargo tanto por la doctrina del Tribunal Supremo (Sentencias TS 706/2000, 313/2002, 1317/2004), como
del Tribunal Constitucional (Sentencias 201/89, 173/90, 229/91).
2. La existencia de la declaración de la víctima no siempre se convierte por sí misma y automáticamente en
prueba de cargo suficiente, pues, como todas, esta sometida a la valoración del Tribunal sentenciador.
3. El Tribunal Supremo parte de la consideración de que las declaraciones de la víctima no son asimilables
totalmente a las de un tercero, por ello cuando el Tribunal Constitucional, respetando con buen criterio el
ámbito de exclusividad de la potestad jurisdiccional penal constitucionalmente atribuido a jueces y
tribunales ordinarios, señala que la declaración de la víctima o denunciante puede ser prueba hábil para
desvirtuar la presunción de inocencia, incumbiendo su valoración al tribunal sentenciador, ello no significa,
desde luego, que con dicha declaración quede automáticamente desvirtuada la presunción de inocencia en
el sentido de que se invierta la carga de la prueba, dándose ya por probada la acusación e incumbiendo al
acusado desvirtuar su presunta presunción de certeza de la acusación formulada, sino únicamente que
dicha prueba no es inhábil a los efectos de su valoración como una prueba más por el tribunal sentenciador,
el cual debe aplicar, obviamente en esta valoración, criterios de razonabilidad que tengan en cuenta la
especial naturaleza de la referida prueba.
4. Las declaraciones de la víctima o perjudicado tienen valor de prueba testifical, siempre que se
practiquen con las debidas garantías y son hábiles por si solas para desvirtuar la presunción constitucional
de inocencia, y de manera específica en los delitos en que por las circunstancias en que se cometen no
suele concurrir la presencia de otros testigos (Sentencias del Tribunal Supremo 30 de enero de 1999 y 28 de
enero y 15 diciembre de 1995).
5. Cuando es la única prueba de cargo exige -como ha dicho la Sentencia del Tribunal Supremo 29 de abril
de 1997- una cuidada y prudente valoración por el tribunal sentenciador, ponderando su credibilidad en
relación con todos los factores subjetivos y objetivos que concurran en la causa, precisando la Sentencia
del Tribunal Supremo 29 de abril de 1999 con que no basta la sola afirmación de confianza con la
declaración testimonial cuando aparece como prueba única.

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6. La situación límite de riesgo para el derecho constitucional de presunción de inocencia se produce


cuando la única prueba de cargo la constituye la declaración de la supuesta víctima del delito. (Sentencia
del Tribunal Supremo 29 de diciembre de 1997) y el riesgo se hace extremo si la supuesta víctima es
precisamente quien inició el proceso, mediante la correspondiente denuncia o querella, haciéndose más
acentuado aún si ejerce la acusación, pues en tal caso se constituye en única prueba de la acusación el
propio acusador.

Pues bien, lo que el juez o tribunal penal debe valorar cuando analiza la declaración de la víctima y la previsible
contradicción con la prestada por el acusado en el plenario negando los hechos se centra en comprobar si le ha
llegado a su convicción que la declaración es veraz, teniendo en consideración que la declaración de la víctima puede
ser hábil para desvirtuar la presunción de inocencia, atendiendo a que el marco de clandestinidad en que se producen
determinados delitos, significadamente contra la libertad sexual, impide en ocasiones disponer de otras pruebas. En
consecuencia, ha de resaltarse que para fundamentar una sentencia condenatoria en dicha única prueba es necesario
que el tribunal valore expresamente la comprobación de la concurrencia de las siguientes notas o requisitos:

a) Ausencia de incredibilidad subjetiva, derivada de las relaciones acusador/acusado que pudieran conducir
a la deducción de la existencia de un móvil de resentimiento, enemistad, venganza, enfrentamiento,
interés o de cualquier índole que prive a la declaración de la aptitud necesaria para generar certidumbre.
b) Verosimilitud, es decir constatación de la concurrencia de corroboraciones periféricas de carácter
objetivo, que avalen lo que no es propiamente un testimonio, -declaración de conocimiento prestada por
una persona ajena al proceso- sino una declaración de parte, en cuanto que la víctima puede personarse
como parte acusadora particular o perjudicada civilmente en el procedimiento (artículos 109 y 110 Ley
procesal penal); en definitiva es fundamental la constatación objetiva de la existencia del hecho.
c) Persistencia en la incriminación: ésta debe ser prolongada en el tiempo, plural, sin ambigüedades ni
contradicciones, pues constituyendo la única prueba enfrentada a la negativa del acusado, que proclama su
inocencia, prácticamente la única posibilidad de evitar la indefensión de éste es permitirle que cuestione
eficazmente dicha declaración, poniendo de relieve aquellas contradicciones que señalen su inveracidad.
Sentencias del Tribunal Supremo, entre otras, de 28 de Septiembre de 1988, 26 de Mayo y 5 de Junio de
1992, 8 de Noviembre de 1994, 27 de Abril y 11 de Octubre de 1995, 3 y 15 de Abril de 1996, 16 Febrero
1.998, 8 Junio 1.998 y 20 Octubre 1.999-. El testimonio de la víctima de un delito tiene aptitud y suficiencia
para enervar el Principio de Presunción de Inocencia siempre y cuando no existan razones objetivas que
invaliden sus afirmaciones o provoquen dudas en el Juzgador y le impidan formar su convicción, incluido el
aspecto de credibilidad cuya valoración corresponde al Tribunal de instancia (Sentencias de 5 de marzo y 14
de mayo de 1994 y 22 de marzo de 1995).

IV. LA VIABILIDAD DE LA PRUEBA PERICIAL EN RELACIÓN A LA VERACIDAD SOBRE LA DECLARACIÓN DE LA


VÍCTIMA

Es necesario dedicar un especial apartado acerca de una cuestión fundamental que debe estudiarse de forma
separada con relación a la valoración de la declaración de la víctima, como lo es la posibilidad de procederse por las
partes a la proposición y práctica de una prueba pericial psicológica de la víctima del delito con el fin de determinar
su grado de sinceridad, lo que suele llevarse a cabo, generalmente, por las defensas cuando la declaración de la
víctima tiene un signo altamente incriminador del acusado y estas desean hacer valer las dudas en el tribunal
mediante un examen de aquella por un perito en psicología que, previo examen de la misma, proceda a realizar un
informe en el que se hagan constar las precisiones básicas que determinen el grado de veracidad que contiene la
declaración de la víctima.

Por ello, sobre la procedencia de admisión por el juez o tribunal penal de la proposición de una prueba pericial acerca
de la valoración del testimonio de un testigo-víctima hay que señalar que últimamente se está poniendo en práctica
la proposición de periciales que tienden a realizar un estudio psicológico de la víctima para emitir el perito un
informe tendente a analizar si la declaración que ha realizado la víctima ante las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad o
ante el juez instructor es veraz o puede estar rodeada de inveracidad. Se trata de ofrecer al juez o tribunal
información con relación a los rasgos psicológicos del testigo que pueden llevarle, no a mentir directamente, sino a
entender que los hechos han ocurrido de una manera distinta a la realidad que se expone. El problema surge con

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relación a si ello es misión del juez o puede ser objeto de prueba pericial; es decir, el grado de aceptación de esta
prueba que puede incidir en una función que correspondería al juez o tribunal penal, como lo es la valoración de la
prueba atendiendo a los principios o reglas generales que hemos venido exponiendo en los puntos precedentes.

V. CONSIDERACIONES BÁSICAS CUANDO SE PLANTEA EN UN RECURSO DE APELACIÓN O CASACIÓN QUE HA


EXISTIDO ERROR EN LA VALORACIÓN DE LA PRUEBA EFECTUADA POR UN JUEZ

Habrán de tenerse en cuenta las siguientes consideraciones:

a) Que si bien el recurso de apelación constituye el mecanismo que posibilita un nuevo examen de la causa
y posibilita el control del Tribunal superior sobre la determinación de los hechos probados y sobre la
aplicación del derecho objetivo efectuadas en la primera instancia, lo que en principio no revestiría especial
problemática respecto de la aplicación del derecho llevada a cabo en la primera instancia no cabe, por el
contrario, efectuar igual afirmación en lo que respecta a la revisión en vía de apelación de la apreciación
probatoria efectuada en primera instancia. La razón estriba en la más que asentada doctrina jurisprudencial
según la cual cuando la cuestión debatida en apelación es la valoración de la prueba llevada a cabo por el
Juzgador de instancia en uso de las facultades que le confiere nuestro Ordenamiento Jurídico (artículos 741
y 973 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal y artículo 117.3 de la Constitución Española), y sobre la base de
la actividad desarrollada en el juicio oral, la observancia de los principios de inmediación, contradicción y
oralidad a que esa actividad se somete conducen a que, por lo general, deba reconocerse singular autoridad
a la apreciación de las pruebas hecha por el Juez a cuya presencia se practicaron. Y ello, porque es dicho
Juzgador a quo quien goza del privilegio de intervenir en la práctica de la prueba y de valorar correctamente
su resultado, apreciando personal y directamente las pruebas ya sean las de la instrucción, las anticipadas,
las preconstituidas, o las del artículo 730 de la Ley Procesal Penal, todo lo cual, sin duda alguna tiene una
trascendencia fundamental en lo que afecta a la prueba testifical (modo de narrar los hechos, expresión,
comportamiento, dudas, rectificaciones, vacilaciones, seguridad, coherencia etc.) y a la del examen del
acusado, y no tanto respecto de la valoración del contenido de documentos o informes periciales, pues en
principio nada obstaría una nueva valoración de los mismos en la segunda instancia.
b) De las ventajas antes aludidas y derivadas de los principios enunciados carece el Tribunal de apelación
el cual, obligado a revisar la prueba en segunda instancia, debe respetar -en principio-, el uso que se haya
hecho en la instancia de la facultad de apreciar en conciencia las pruebas practicadas (facultad plenamente
compatible con los principios de presunción de inocencia y tutela judicial efectiva) siempre y cuando tal
proceso valorativo se haya motivado y razonado adecuadamente en la sentencia (Sentencias del Tribunal
Constitucional 17/12/85; 23/6/86; 13/5/87; 2/7/90 entre otras)
c) Consecuentemente con lo manifestado es que sólo cabe revisar la apreciación probatoria hecha por el
Juez de instancia en los siguientes casos:

1º cuando aquélla apreciación no dependa sustancialmente de la percepción directa o


inmediación que el Juez tuvo con exclusividad, es decir, cuando no dependa de la credibilidad de
los testimonios o declaraciones oídos solamente por el Juzgador.
2º cuando con carácter previo al proceso valorativo no exista prueba objetiva de cargo
válidamente practicada, en cuyo caso se vulnera el principio de presunción de inocencia.
3º cuando un ponderado y detenido examen de las actuaciones ponga de relieve un manifiesto
y claro error del Juzgador de instancia de tal magnitud -razonamiento absurdo, ilógico, irracional
o arbitrario-, que haga necesaria, empleando criterios objetivos y no interpretaciones discutibles
y subjetivas, una modificación de los hechos declarados probados en la sentencia (Sentencias
del Tribunal Supremo 29/12/93 y Sentencia del Tribunal Constitucional 1/3/93).

Labor de rectificación esta última que además será más difícil cuanto más dependa la
valoración probatoria a examinar de la percepción directa que se tiene en la instancia, pero no
imposible cuando las pruebas valoradas se hayan practicado sin observancia de los principios
constitucionales o de legalidad ordinaria. Es por ello por lo que si la prueba ha respetado los
principios de constitucionalidad y legalidad ordinaria y su interpretación no llega a
conclusiones notoriamente ilógicas o incongruentes por contrarias a las evidencias de su

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resultado, el Tribunal superior que debe resolver un recurso no debe alterar las apreciaciones
llevadas a cabo por el Juzgador que dictó la sentencia recurrida en la valoración de la misma
pues una cosa es el derecho a la presunción de inocencia y otra distinta el derecho al acierto
del Juez cuando interpreta la norma y valora la prueba.

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