1870.
La Unificación de Italia fue el proceso histórico que a lo largo del siglo XIX llevó a la unión de
los diversos estados en que estaba dividida la península Itálica, en su mayor parte vinculados a
dinastías consideradas «no italianas» como los Habsburgo o los Borbones.
La existencia de una lengua común era la base de las peticiones de unidad. En todas las
revoluciones de la primera mitad del siglo XIX se produjeron revueltas nacionalistas, pero no
tuvieron éxito. Finalmente, la iniciativa de la unificación partió del reino de Piamonte, en
especial de su primer ministro Cavour, que logró que el emperador francés Napoleón III
apoyara las demandas italianas.
En 1815, tras el Congreso de Viena, Italia quedó dividida en ocho países: Reino de Piamonte-
Cerdeña, Lombardía, Véneto (bajo dominio austriaco), los Ducados (Parma, Lucca, Módena y
Toscana), los Estados Pontificios (Las Marcas, Las Legaciones y la Ciudad de Roma) y el Reino
de las Dos Sicilias (Nápoles y Sicilia).
En este contexto, destaca la influencia austriaca que se extenderá por el norte y el centro de
Italia.
Los distintos colores representan el orden en que se fueron anexionando las distintas
provincias.
La Unificación de Italia supuso el paso de ocho pequeños estados a uno solo, unidad que se
mantiene hasta la actualidad.