En primer lugar, el arte puede ser considerado como pulsion vital de fuerzas
antagonicas: lo apolineo y lo dionisiaco. Esto queda determinado por la adopción
de las deidades helénicas de Apolo y Dionisos, para significar que la evolución del
arte está ligada a esta dualidad, de manera similar como la generación lo está a la
dualidad de los sexos. Ambas fuerzas son antagónicas, constantemente se
excitan entre sí para procrear nuevos frutos cada vez más enérgicos, sobre los
cuales la palabra Arte tiende un puente.
El reconocimiento del arte como afirmación nos permite otra nueva vía
conectiva con el Juego. Ese principio constructor-destructor que caracteriza la
acción lúdica, es esencialmente inocente. Sólo en el niño y en el artista puede
sucederse la propia infantilidad del Zeus heracliteano, que expresa el juego del
fuego, como principio cósmico de la realidad y como símbolo eminente de la
naturaleza y de la vida.