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INTERVENCIÓN DE TERCEROS, EXTROMISIÓN Y SUCESIÓN PROCESAL – BRYAN GUERE

CAPITULO VI
INTERVENCION DE TERCEROS, EXTROMISION Y SUCESION
PROCESAL
1. CONCEPTO DE INTERVENCION DE TERCEROS

A juicio de Eduardo Vallejo, “la intervención de terceros tiene lugar cuando se incorporan
al proceso personas distintas de los litigantes originarios” (VALLEJO, 1970: 44).

Lorca Navarrete considera que la intervención de terceros “… tiene lugar cuando a las
partes originarias se unen otras hallándose en trámite la instancia procesal” (LORCA
NAVARRETE, 2000: 150).

Lino Palacio asevera que “... la intervención de terceros tiene lugar cuando, durante el
desarrollo del proceso, y sea en forma espontánea o provocada, se incorporan a él personas
distintas a las partes originarias con el objeto de hacer valer derechos o intereses propios,
aunque vinculados a la causa o al objeto de la pretensión” (PALACIO, 1983, Tomo III: 225-226).

A decir de Liebman, la intervención “... es el ingreso de un tercero en un proceso


pendiente. Puede ser la consecuencia de un acto del tercero, que de su espontánea voluntad
interviene en el proceso pendiente entre otros (intervención voluntaria), o bien puede ser
provocada por la llamada del tercero al proceso por obra de una de las partes, la cual provea a
ello ya sea porque considere tener un interés en tal sentido, ya sea para cumplir una orden del
juez (intervención coactiva)” (LIEBMAN, 1980: 80-81).

El Código Procesal Civil regula la intervención de terceros en el Capítulo VII (“Intervención


de terceros, extromisión y sucesión procesal”) del Título II (“Comparecencia al proceso”) de la
Sección Segunda (“Sujetos del proceso”).

La Corte Suprema de Justicia de la República, en relación a la intervención de terceros en


general, ha establecido lo siguiente:

- “... En materia de intervención la doctrina se viene refiriendo a intervención principal


(interés propio y autónomo del tercero contrapuesto al de las demás partes), intervención
litisconsorcial (interés directo compartido con alguna de las partes) e intervención adhesiva
simple (interés indirecto para evitar los efectos reflejos de la sentencia)...” (Casación Nro.
1302004 / Tumbes, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 01-08-2005, pág. 14411).

- “... Es facultad discrecional del Juez determinar la integración de terceros al proceso...”


(Casación Nro. 2687-2008 / Ica, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 02-12-2008, pág.
23458).

- “... La resolución que incorpora a un tercero en la relación procesal no es impugnable, salvo


que se deniegue su apersonamiento según lo dispone el artículo ciento uno segundo
párrafo [del] Código Procesal Civil...” (Casación Nro. 2488-03 / Lima, publicada en el Diario
Oficial El Peruano el 30-04-2004, págs. 11863-11864).

- “... La presentación de un escrito expresando la devolución de cédulas de notificación no


puede constituir un apersonamiento de tercero al proceso, toda vez que para ello [...] se
requiere acreditar no sólo interés y legitimidad para participar en él, sino que además
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deberá de ser admitido como tercero legitimado mediante el auto correspondiente...”


(Casación Nro. 2071-2001 / Cajamarca, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 02-12-
2003, págs. 11255-11256).

- “... Todo lo actuado con intervención de una persona jurídica ajena al proceso, como lo es
el Banco [...], se encuentra viciado de nulidad; en consecuencia, resultan insubsistentes los
actos procesales desarrollados en tales condiciones, pues no cumplen con la finalidad para
el cual estaban destinados, estando al principio de finalidad incumplida previsto en la
segunda parte del primer párrafo del artículo ciento setentiuno del Código Procesal Civil;
[...] la infracción procesal se verifica en esta causa cuando el A quo autoriza la intervención
de un tercero ajeno al proceso, a quien no le asiste el derecho a la tutela jurisdiccional
efectiva, por no haber intervenido en la relación jurídica sustantiva ni haber sido
incorporado debidamente en autos, por lo que carecen de eficacia y validez los actos
procesales que otorgan inmotivadamente legitimidad activa al Banco...” (Casación Nro.
2096-03 / Lima, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 30-09-2004, págs. 12725-12726).

- “... Al haberse incorporado al proceso a persona ajena a la relación jurídico-material, se ha


incurrido en contravención de normas que garantizan el derecho al debido proceso...”
(Casación Nro. 1959-2003 / Lima, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 28-02-2005,
pág. 13578).

- “... Conforme se ha establecido en autos la demandada figura como soltera en la ficha


registral [...], no resultando válida la incorporación al proceso del conviviente de la
impugnante, por cuanto [...] no ha intervenido en la relación sustantiva...” (Casación Nro.
3773-2002 / Lima, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 28-02-2005, pág. 13599).

- “... Tanto la sentencia impugnada como la apelada se pronuncian otorgando derechos a


personas que no han sido parte ni terceros legitimados en el proceso, razón por la cual
aquellas se encuentran afectadas de nulidad, al haber infringido las formas esenciales para
la validez de los actos procesales; [...] por tanto, la infracción procesal se verifica en esta
causa cuando el A quo declara fundada la demanda a favor de terceros ajenos al proceso, a
quienes no les asiste el derecho a la tutela jurisdiccional efectiva, por no haber intervenido
en la relación jurídica sustantiva ni haber sido incorporados al proceso...” (Casación Nro.
2322-03 / Lima, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 30-09-2004, págs. 12744-12745).

2. REQUISITOS DE LA INTERVENCION DE TERCEROS

Lino Palacio afirma que “... la admisibilidad de la intervención de terceros, en términos


generales, se halla supeditada a la concurrencia de dos requisitos básicos que son: 1°) La
existencia de un proceso pendiente entre dos o más sujetos; 2°) La circunstancia de que el
tercero sea una persona distinta a dichos sujetos, o, en otras palabras, que no haya asumido
aún la condición de parte en el proceso...” (PALACIO, 1983, Tomo III: 228).

Gimeno Sendra expresa sobre el tema lo siguiente:

“Son (…) presupuestos de la intervención procesal: a) de un lado, la existencia de un


proceso pendiente, en virtud de la interposición de una demanda, que, al haber sido
admitida, haya generado los efectos propios de la litispendencia (…), y b) la
intervención de un tercero en dicho proceso, entendiendo por tal concepto no quien,
como es el caso del testigo, nada tiene que ver con el objeto litigioso, sino una parte
material no formal, esto es, distinta al demandante y demandado, ya personados en
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el proceso, que ostente la titularidad de un derecho subjetivo o un interés ‘directo y


legítimo’ o, lo que es lo mismo, que goce de legitimación, ordinaria o extraordinaria.

(…)
Pero el tercero (…) ha de gozar de (…) interés jurídico. No ostenta, por tanto, dicho
interés quien nada tiene que ver con la relación jurídica material debatida.

(…)

El tercero ha de ostentar, pues, una legitimación ordinaria o extraordinaria, que (…)


(se) la concreta en el ‘interés directo y legítimo en el resultado del pleito’. Dicha
legitimación puede, por consiguiente, consistir en la titularidad del derecho subjetivo
que se discute en el proceso o en la existencia de un interés directo en el proceso,
surgido en la circunstancia de poder experimentar, como consecuencia de los futuros
efectos directos o reflejos de la sentencia, un perjuicio o beneficio patrimonial o
moral” (GIMENO SENDRA, 2007, Tomo I: 165-166).

El artículo 101 del Código Procesal Civil, en su primer párrafo, hace referencia a los
requisitos exigidos para las intervenciones (coadyuvante, litisconsorcial y excluyente o
principal) de los terceros en el proceso, desprendiéndose de dicho precepto legal lo siguiente:

A) Los terceros para intervenir en el proceso deben contar con interés para obrar.

Al respecto, el artículo VI del Título Preliminar del Código Civil preceptúa que para
ejercitar o contestar una acción es necesario tener legítimo interés económico o
moral y que el interés moral autoriza la acción sólo cuando se refiere directamente al
agente o a su familia, salvo disposición expresa de la ley. El interés para obrar supone,
pues, la alegación de la existencia de interés económico o moral en el sujeto procesal.
El interés económico, dicho sea de paso, es el que se relaciona con el aumento o
disminución del patrimonio de un sujeto; el interés moral es uno de naturaleza
extrapatrimonial, ligado más bien a los valores subjetivos de la persona.

B) La solicitud de intervención en el proceso planteada por el tercero debe reunir, en lo que


resulte pertinente, los requisitos y anexos contemplados para la demanda en los
artículos 424 y 425 del Código Procesal Civil.

Se deberá acompañar u ofrecer en la solicitud, sobre todo, los medios de prueba que
acrediten el interés del tercero para intervenir en la litis y el derecho que esgrime
para hacerlo.
3. TRAMITE COMUN DE LAS INTERVENCIONES DE TERCEROS

El artículo 101 del Código Procesal Civil, en su último párrafo, norma lo relativo al trámite
que siguen las intervenciones (coadyuvante, litisconsorcial y excluyente o principal) de los
terceros en el proceso, infiriéndose del citado numeral lo siguiente:

- Si el órgano jurisdiccional aprueba la solicitud de intervención del tercero en el proceso,


éste se incorporará al proceso en el estado en que se encuentre al tiempo de su
intervención, lo cual significa que a causa de la aludida intervención no se retrotrae
ninguna etapa procesal o, en otras palabras, no cabe la repetición de los actos
procesales ya desarrollados.

- El órgano jurisdiccional se encuentra autorizado para denegar de plano (esto es, sin
mayor trámite) la solicitud de intervención del tercero en el proceso, pudiendo ser
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impugnada la resolución judicial que resuelva en ese sentido (no ocurriendo lo propio
tratándose de la resolución que admite el pedido de intervención del tercero, la misma
que es irrecurrible).

4. INTERVENCION DE TERCEROS: CLASIFICACION

Rodríguez Garcés, en lo concerniente a las clases de tercerías (intervenciones de terceros),


apunta lo siguiente:

“... Los terceros pueden intervenir en el juicio voluntaria o forzadamente. La


concurrencia voluntaria de terceros al pleito puede hacerse como coadyuvante, como
excluyente o como independiente.

La doctrina distingue entre la intervención voluntaria y la intervención forzada o


llamamiento de terceros al pleito.

La intervención forzada es el llamamiento de terceros al pleito, en forma obligada, a


requisición del demandante o del demandado, cuando se quiere extender a un
tercero los efectos del juicio y de la cosa juzgada que produzca la sentencia dictada en
él.

Es condición indispensable que el tercero se encuentre en cierta relación jurídica con


el demandante o demandado y que su intervención tenga alguna conexión con la
cuestión que es materia del pleito. El llamamiento del tercero al pleito implica obligar
a intervenir en él a una persona que pudo ser litisconsorte de alguna de las partes.

(...)
La intervención voluntaria es aquella que permite a un tercero concurrir cuando lo
estime conveniente a un pleito, iniciado por otras personas, en el que tiene un
derecho comprometido.

La doctrina distingue tres clases de intervención voluntaria de terceros:


a) La intervención adhesiva de terceros; b) la intervención principal; y c) la oposición
de tercero” (RODRIGUEZ GARCES, 1967, Tomo I: 58-60). Aldo Bacre señala al respecto lo
siguiente:

“De acuerdo (a) que la intervención responda a la libre y espontánea determinación del
tercero, o a una citación judicial dispuesta de oficio o a petición de una de las partes
originarias, se la denomina, respectivamente, voluntaria u obligada. A su vez, la primera
admite diversas modalidades:

- principal o excluyente;

- adhesiva simple o coadyuvante;

- adhesiva autónoma o litisconsorcial;

- sustituyente.

(...) En cuanto a la intervención coactiva u obligada subsume a las siguientes hipótesis:

- la denuncia del litigio;


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- la citación de evicción;

- la citación en garantía;

- el llamamiento a pleito del tercero pretendiente; y

- la indicación del poseedor mediato” (BACRE, 1996, Tomo II: 176-177).

5. INTERVENCION VOLUNTARIA DE TERCEROS

5.1 Definición

Beatriz Quintero y Eugenio Prieto dicen de la intervención de terceros voluntaria que “en
este género de intervención queda a voluntad del tercero intervenir o no y para hacerlo no
tiene que esperar llamado alguno de parte o del juez. El elemento específico que lo distingue
no reposa en el deseo de intervenir, con citación o sin ella, sino en el grado de afectación que
el proceso que discurre le depare en su esfera jurídica, bien porque ostente titularidad del
litigio que se debate en el proceso, excluyente o coincidente, total o parcial, bien porque otra
relación sustancial no debatida y de la cual es titular se vea afectada jurídicamente con el
resultado del proceso” (QUINTERO; y PRIETO, 1995, Tomo II: 116).

Lorca Navarrete manifiesta sobre la intervención voluntaria de terceros que:

“… Tiene lugar a través de una decisión voluntaria del tercero de unirse a la instancia procesal
ya promovida y de la que, hasta ese momento, era un tercero ‘extraño’.

Con su ‘entrada’ en la instancia ‘integra’ voluntariamente con su aportación, el contradictorio


ya preexistente” (LORCA NAVARRETE, 2000: 151).

Lorca Navarrete destaca que las características de la intervención voluntaria son las que
describe a continuación:

a) El carácter voluntario de la intervención por unión.

(…) No se impone la intervención; se permite al tercero poder ser


admitido.

b) La unión del tercero al proceso que se esté tramitando.


La unión del tercero a la instancia que se esté tramitando se hace
depender de que ‘se encuentre pendiente un proceso’ y, a su vez, de
que se lleve a cabo ‘como demandante y demandado’; lo que parece
excluir la unión del tercero a las instancias ad quem y la ubicación del
tercero por unión solo en la instancia a quo.
(…)
(…) La unión del tercero como demandante o demandado al proceso
que ‘se encuentre pendiente’ debe ser entendida no como un
supuesto de exclusión del tercero en instancias ad quem; cuanto más
bien el origen conceptual y funcional de la unión del tercero al proceso
que ‘se encuentre pendiente’ que luego podrá, en su caso, devenir
como recurrente y recurrido.
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c) La justificación objetiva de la unión del tercero.

Consiste en la acreditación de un interés directo y legítimo en el resultado


del proceso…” (LORCA NAVARRETE, 2000: 151-152).
5.2 Clases

Lino Palacio nos informa que “las leyes que reglamentan esta institución, como así
también la doctrina que la explica, distinguen entre dos tipos básicos de intervención
voluntaria: la principal, o excluyente, y la adhesiva. Esta última, a su vez, suele subclasificarse
en intervención adhesiva simple o dependiente e intervención adhesiva litisconsorcial o
autónoma” (PALACIO, 1983, Tomo III: 231).

Gimeno Sendra refiere que “en la intervención voluntaria, (…) el tercero decide
voluntariamente intervenir en un proceso ya iniciado. Dicha intervención (…) puede ser
‘litisconsorcial’, si el tercero es titular del derecho o interés que en él se discute o ‘adhesiva’,
cuando su derecho depende del bien o derecho litigioso del que es titular la parte principal”
(GIMENO SENDRA, 2007, Tomo I: 166).

5.2.1 Intervención coadyuvante o adhesiva simple

Lino Palacio asevera que la intervención adhesiva simple o coadyuvante “... se verifica
cuando un tercero, en razón de tener un interés jurídico coincidente con el derecho alegado
por cualquiera de las partes originarias, participa en el proceso con el objeto de coadyuvar al
éxito de la pretensión o de la oposición” (PALACIO, 1983, Tomo III: 237).

Andrés de la Oliva y Miguel Ángel Fernández anotan que “... se habla de intervención
adhesiva cuando un tercero, hasta entonces ajeno al litigio, solicita y obtiene del Juez la
entrada en un proceso pendiente entre otras personas. La intervención adhesiva supone, por
definición, que el tercero interviniente apoya la posición jurídica de una de las partes (sea del
actor o la del demandado)” (DE LA OLIVA; y FERNANDEZ, 1990, Volumen I: 478).

Gimeno Sendra destaca que “en la intervención adhesiva (o coadyuvante) no existe (…)
cotitularidad, sino una relación jurídica subordinada a la relación jurídico material debatida en
el proceso y de la que es titular el tercero, quien está interesado en al (sic -léase en la-)
defensa de aquélla, pues de su reconocimiento depende su relación subordinada. Los efectos
de la sentencia no se extenderán, pues, directamente sobre el tercero, sino de forma refleja…”
(GIMENO SENDRA, 2007, Tomo I: 168).

En relación al tema, Calamandrei sostiene que “... característica fundamental de esta


intervención ad adiuvandum es que con ella el interviniente no propone una nueva demanda
que amplíe la materia contenciosa, sino que se limita a mediar en la causa pendiente entre las
partes principales, que es la que queda aún después de la intervención, como única causa del
proceso, así sea con el agregado de un nuevo contradictor. El tercero no interviene para hacer
valer un derecho suyo en posición autónoma, sino simplemente ‘para sostener las razones de
alguna de las partes’ contra la otra, es decir, para ayudar a una de las partes principales a
hacer valer su derecho frente a la otra (o para hacer que se rechace la pretensión de la otra):
el interviniente, pues, combate por el derecho ajeno, para hacer que triunfen las razones de la
parte a la cual se adhiere, contra el adversario de ella, en quien sólo por eso ve el interviniente
a su propio adversario. El interviniente por adhesión debe tomar necesariamente partido, es
decir, debe declararse a favor de una de las partes en contra de la otra: de ese modo entra él
en el proceso al lado de la parte ayudada, en calidad de litisconsorte auxiliar que la
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contraparte debe aceptar como contradictor agregado...” (CALAMANDREI, 1962, Volumen II:
320-321).

Serra Domínguez, en lo que concierne a la intervención adhesiva simple (coadyuvante),


manifiesta lo siguiente:

“... La intervención adhesiva strictu sensu se produce en aquellos casos en que la


intervención del tercero tiene por exclusivo objeto la defensa procesal de una de las
partes, aun sin ostentar derecho alguno autónomo de acción ni resultar directamente
perjudicado por la sentencia, fundada exclusivamente en una relación jurídica entre la
parte ayudada y el tercero, que puede resultar afectado en forma refleja por los
efectos de la sentencia.

(...)

La intervención adhesiva del tercero es el único remedio para impedir la producción


de efectos perjudiciales. Mientras en las restantes intervenciones, el tercero era
poseedor de una acción autónoma que podía discutir en otro proceso, pidiendo acto
seguido la acumulación o amparándose en la sentencia dictada en el segundo
proceso, con lo que los fines de la intervención era principalmente los de economía
procesal (intervención litisconsorcial) o evitar sentencias contradictorias (intervención
principal), el interviniente adhesivo carece de otro remedio que no sea su actuación
en el curso del proceso para contribuir a la formación de una sentencia que puede
constituir un presupuesto privilegiado del nacimiento o la extinción de un deber o de
un derecho hacia la parte vencida, o puede convertir en ineficaz el derecho poseído
respecto de la parte vencida. De ahí el interés en contribuir a la defensa de dicha
parte para evitar que se forme en el proceso una sentencia que por su apariencia
externa y por su carácter coactivo es susceptible de perjudicarle” (SERRA
DOMINGUEZ, 1969: 243-245).

El Código Procesal Civil, en su artículo 97, regula lo relativo a la intervención coadyuvante


en estos términos:
“Quien tenga con una de las partes una relación jurídica sustancial, a la que no deban
extenderse los efectos de la sentencia que resuelva las pretensiones controvertidas
en el proceso, pero que pueda ser afectada desfavorablemente si dicha parte es
vencida, puede intervenir en el proceso como coadyuvante de ella.

Esta intervención puede admitirse incluso durante el trámite en segunda


instancia.

El coadyuvante puede realizar los actos procesales que no estén en oposición a la


parte que ayuda y no impliquen disposición del derecho discutido”.

Stiglitz estima como efectos procesales de la intervención adhesiva (coadyuvante) los que
se indican a continuación:

“a) El interviniente adhesivo es parte en sentido procesal; su actividad se desarrolla y


agota en el proceso, aunque para adquirir aquella calidad es menester que
judicialmente su ingreso sea aceptado.

b) Su condición es accesoria, secundaria o coadyuvante, pues si bien es cierto que su


intervención finaliza con el debate, ella, en su ejercicio procesal, posee limitaciones.
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c) No puede actuar en el proceso en forma incompatible o perjudicial al interés del


principal que apoya.

d) Toma el proceso en la situación en que se encuentre en el momento de su intervención.

e) No puede modificar ni ampliar la litis contestatio o el objeto del litigio.

f) La sentencia vincula al interviniente adhesivo, en el sentido de que no puede discutir


en un nuevo juicio sus conclusiones, aunque la cosa juzgada no le obligue directamente
ni le imponga prestación alguna.

g) No pudiendo ser vencido en un proceso que no le afecta no puede ser cargado con las
costas generales del proceso, sino únicamente con las que se haya causado a su
instancia” (STIGLITZ, 1970: 157).

Devis Echandía sostiene que son efectos procesales de la intervención coadyuvante los
que se señalan seguidamente:

1°) El interviniente ingresa al proceso una vez que su solicitud es aceptada por el juez, y
conserva esa calidad mientras no le sea revocada en virtud del recurso (...).

2°) El coadyuvante es parte en el proceso, aunque de condición secundaria o accesoria, ya que


tiene el derecho a interponer recursos, a pedir pruebas, a proponer nulidades y actúa hasta la
terminación del proceso (...).

3°) El coadyuvante toma el proceso en la situación en que se encuentre en el momento de su


intervención.

4°) No puede modificar ni ampliar la litis contestatio o el objeto del litigio, ya que no introduce
una pretensión propia para que sobre ella exista una decisión.

5°) No puede actuar en el proceso en contradicción con la parte coadyuvada, lo que es


consecuencia de su condición de parte accesoria o secundaria y de la circunstancia de no
introducir una litis propia en el proceso (...)

6°) No puede interponer recursos que el coadyuvado no desee o en disconformidad con éste,
porque entonces haya una actuación procesal contraria a la de la parte principal.

7°) Puede ejecutar todos los actos procesales propios de las partes, con las limitaciones
señaladas en los dos puntos anteriores (...), siempre que en esas actividades no incurra en
contradicción con la actitud asumida por la parte coadyuvada; pero puede suplir el silencio o el
abandono de ésta.

8°) Sus actos se estiman en favor de la parte coadyuvada, aun cuando los ejecute en su propio
nombre y sin tener el carácter de representante de ésta (...).

9°) No puede ser testigo ni perito, como resultado de su condición de parte accesoria.

10°) Puede desistir libremente de su intervención y debe ser condenado en costas, si lo hace,
ya que su participación en el proceso es puramente voluntaria.

11°) La sentencia lo vincula, en el sentido de que no pueda discutir en un nuevo proceso sus
conclusiones, ni siquiera cuando con base en ella la parte coadyuvada le instaura
posteriormente un proceso.
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12°) Goza de autonomía en cuanto a capacidad o representación, y debe reunir los requisitos
generales para que ambas aparezcan en debida forma.

13°) Debe sufrir la condena en costas y soportar las expensas, cuando haya recurrido o
solicitado diligencias, copias, etc. En el caso de que el recurso haya sido conjunto con el
coadyuvado, deben dividirse las costas por iguales partes...” (DEVIS ECHANDIA, 1985, Tomo II:
405-408).

La Corte Suprema de Justicia de la República, en relación a la intervención coadyuvante o


adhesiva simple, ha establecido lo siguiente:

- “... El artículo 97 del Código Procesal Civil regula [...] la intervención coadyuvante que
debe ser solicitada oportunamente por la persona interesada, cuya actuación está
limitada a la defensa de la parte que coadyuva...” (Casación Nro. 943-2007 / La Libertad,
publicada en el Diario Oficial El Peruano el 03-07-2007, págs. 19951-19952).

- “... El recurrente fundamenta la [...] afectación al debido proceso en el sentido que las
instancias de mérito no han cumplido con integrar al proceso [sobre ineficacia de acto
jurídico de anticipo de herencia respecto a un inmueble] al tercero, en este caso, su hija
[...], quien tenía capacidad procesal para haber sido válidamente emplazada desde el
admisorio de la demanda, pues a la fecha en que se admite la presente acción su citada
hija ya había cumplido los dieciocho años de edad. [...] Que, el artículo noventisiete del
Código Procesal Civil regula la intervención coadyuvante estableciendo que quien tenga
con una de las partes una relación jurídica sustancial, a la que no deban extenderse los
efectos de la sentencia que resuelva las pretensiones controvertidas en el proceso,
pero que pueda ser afectada desfavorablemente si dicha parte es vencida, puede
intervenir en el proceso como coadyuvante de ella; esta intervención puede admitirse
incluso durante el trámite en segunda instancia. [...] Que, de las copias del testimonio
de anticipo de herencia [...], aparece inserta la partida de nacimiento de la hija de los
demandados, [...] a la fecha de expedición del auto admisorio [...] ya contaba con la
mayoría de edad, razón por la cual debió ser emplazada con la demanda, ya sea a
petición de parte o de oficio, de conformidad con lo establecido en el precitado artículo
noventisiete del Código Adjetivo [C.P.C.]. [...] Que, al no haber procedido así las
instancias de mérito, se ha incurrido en causal de nulidad que vicia el proceso,
configurándose la [...] contravención al debido proceso...” (Casación Nro. 853-2000 /
Callao, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 30-01-2001, pág. 6841).

- “... En los casos en que intervenga un tercero al cual la sentencia no va a afectar


directamente, no pueda ser considerada [sic -léase no puede ser considerado-] como
denunciado civilmente sino que la figura correcta es la intervención coadyuvante a que
se refiere el artículo noventisiete del Código Adjetivo [C.P.C.]...” (Casación Nro. 692-01
/ Ica, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 05-11-2001, págs. 7908-7909).

- “... El segundo párrafo del artículo 11 del Texto Unico Ordenado de la Ley Orgánica del
Poder Judicial dispone que la interposición de un medio de impugnación constituye un
acto voluntario del justiciable, de lo que se desprende que para que el tercero
coadyuvante pueda impugnar válidamente una resolución, que a su criterio le causa
agravio, ésta previamente debe ser recurrida por la parte a quien coadyuva y, no
habiéndose verificado dicha condición, la recurrente no se encuentra legitimada para
recurrir vía casación de la sentencia de vista...” (Casación Nro. 1729- 2003 / Arequipa,
publicada en el Diario Oficial El Peruano el 30-06-2004, pág. 12259).
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5.2.2 Intervención litisconsorcial o adhesiva autónoma

Armenta Deu estima que “mediante la intervención litisconsorcial el tercero se introduce


en una relación procesal que él mismo podría haber constituido inicialmente como
litisconsorte, necesario o voluntario. Sería el caso, por ejemplo, del acreedor solidario que no
demandó y el deudor solidario que no fue demandado” (ARMENTA DEU, 2004: 106). Dicha
autora precisa que “el interviniente litisconsorcial trata de defender derechos propios, sin
ejercitar una pretensión diferente a la ya ejercitada por el demandante” (ARMENTA DEU,
2004: 106).

Lino Palacio señala al respecto que:

“... En la llamada intervención adhesiva autónoma o litisconsorcial, el ingreso del


tercero en el proceso pendiente tiene por objeto hacer valer un derecho propio frente
a alguna de las partes originarias, adhiriendo a la calidad (actora o demandada)
asumida por la otra u otras.

(...) La característica esencial de este tipo de intervención (...), está dada por la
circunstancia de que el tercero habría gozado de legitimación procesal propia para
demandar o ser demandado originariamente en el proceso al cual ingresa, sea a título
individual o conjuntamente con la parte a cuya posición adhiere...” (PALACIO, 1983,
Tomo III: 243).

Serra Domínguez concibe a la intervención litisconsorcial como “... aquella en la que un


tercero interviene en un proceso para defender derechos propios que se discuten en el
proceso, y que son similares, en todo o en parte, a los afirmados por una de las partes en
litigio. Tiene por objeto evitar la extensión de los efectos de la sentencia” (SERRA DOMINGUEZ,
1969: 213). El indicado autor español añade que la intervención litisconsorcial es “... la
introducción en un proceso pendiente entre dos o más partes de un tercero que alega un
derecho propio, discutido en el proceso y defendido ya por alguna de las partes en litigio”
(SERRA DOMINGUEZ, 1969: 221). Dicho autor preciso, por último, que “el interviniente hubiera
podido ser parte, podría haber formulado demanda o haber sido demandado por o contra
alguna o algunas de las partes que figuran en el proceso Es más, en ciertos casos debía ser
demandado forzosamente para la correcta constitución de la relación procesal. Su distinción
respecto de las partes radica únicamente en el momento de su intervención: originaria en el
primer caso y sucesiva en la segunda” (SERRA DOMINGUEZ, 1969: 221).

A decir de Lorca Navarrete:

“Implica (la intervención litisconsorcial) que cualquier tercero puede intervenir en


una instancia procesal para hacer valer, respecto de alguna de las partes, un interés
legítimo que afecta a su objeto o que deriva de la instancia misma.

Es una intervención litisconsorcial en la medida en que el interviniente no desea tanto actuar


adhesivamente cuanto más bien conseguir una ventaja propia y, por tanto, la
satisfacción de un interés directo y legítimo en el resultado del proceso.

Para ello no se sitúa dependiente, junto con la parte ya presente en la instancia


procesal en contra del adversario común.
INTERVENCIÓN DE TERCEROS, EXTROMISIÓN Y SUCESIÓN PROCESAL – BRYAN GUERE

La interviniente se tipifica ‘como un amigo de viaje’ litisconsorcial, pero no


dependiente, que reporta beneficios recíprocos. Si se observa bien, se trata de un
litisconsorcio voluntario sobrevenido” (LORCA NAVARRETE, 2000: 161-162).

El Código Procesal Civil, en su artículo 98, regula lo concerniente a la intervención


litisconsorcial en estos términos:

“Quien se considere titular de una relación jurídica sustancial a la que


presumiblemente deban extenderse los efectos de una sentencia, y que por tal razón
estuviera legitimado para demandar o haber sido demandado en el proceso, puede
intervenir como litisconsorte de una parte, con las mismas facultades de ésta.
Esta intervención puede ocurrir incluso durante el trámite en segunda instancia”.

En lo que se refiere a la intervención litisconsorcial, debe tenerse presente, además, lo


normado en el Capítulo VI (“Litisconsorcio”) del Título II (“Comparecencia al proceso”) de la
Sección Segunda (“Sujetos del proceso”) del Código Procesal Civil, en los arts. 92 al 96
(numerales éstos que fueron examinados en el Capítulo V de la obra, por lo que nos remitimos
a lo señalado en dicho Capítulo).

Calamandrei, en lo que atañe a los efectos de la intervención litisconsorcial, refiere lo


siguiente:

“Al igual que la intervención principal, la litisconsorcial puede ampliar, en el proceso


en que tiene lugar, los límites objetivos de la materia del litigio: ya que con ella
propone el tercero en el proceso pendiente entre las partes principales una nueva
demanda, dirigida a hacer valer, contra alguna de ellas, un derecho suyo ‘relativo al
objeto o dependiente del título deducido en el mismo proceso’; se produce así,
mediante esta intervención, una reunión (subsiguiente o sobreañadida) de dos causas
conexas por el objeto o por el título: la originaria entre las partes principales y la
propuesta por el tercero contra una de ellas. Bajo este aspecto, pues, los efectos de la
intervención litisconsorcial son similares a los de la intervención principal. Pero la
diferencia es ésta: que, mientras con la intervención principal el interviniente
propone simultáneamente dos demandas dirigidas cada una de ellas contra uno de
los originarios competidores (en forma que las causas reunidas vienen a ser tres), con
la intervención litisconsorcial el tercero propone una sola demanda, dirigida contra
uno de los contendientes, en forma que las causas reunidas en el único proceso
vienen a ser dos, la que pende entre las partes originarias y la que pende entre el
interviniente y una de ellas. De este modo, el tercero interviniente, al entrar en el
proceso entre las partes originarias como contradictor de una sola de ellas, puede
venir a encontrarse con la otra en coincidencia de intereses contra el adversario
común: posición que recuerda la que en la intervención por adhesión (simple) se
verifica entre la parte ayudadora y la parte ayudada frente al adversario de ésta. Pero
en realidad la posición es muy distinta: al paso que el interviniente por adhesión
(simple), que entra en juicio para hacer valer un derecho ajeno, no tiene legitimación
autónoma y no podría hacerlo valer por sí solo en un proceso separado en que no
estuviese al lado del legitimado principal, al interviniente litisconsorcial le pertenece
la legitimación principal sobre el propio derecho y, por consiguiente, su posición
procesal no es ni subordinada ni suplementaria, sino que tiene, aun frente a la parte
con la cual puede encontrarse en coincidencia de intereses, la plena autonomía
procesal de un litisconsorte (y de ahí sus denominaciones de interviniente autónomo)
INTERVENCIÓN DE TERCEROS, EXTROMISIÓN Y SUCESIÓN PROCESAL – BRYAN GUERE

” (CALAMANDREI, 1962, Volumen II : 327-328).


Atilio González, acerca de los efectos de la sentencia definitiva con relación al
interviniente litisconsorcial, enseña lo siguiente:

“... El tercero litisconsorte se encuentra plenamente afectado por la sentencia


definitiva, de un modo directo (eficacia directa de la cosa juzgada).

De ahí que la decisión judicial respecto del derecho subjetivo de las partes originarias
es, simultáneamente, resolución atinente al ‘derecho subjetivo’ del tercero
litisconsorcial, pues éste es cotitular de la misma ‘relación sustancial’ invocada por
aquellas.

Lo que discute la doctrina es lo concerniente a si la ejecutabilidad concreta de la


condena dictada contra el tercero opera en el mismo proceso en el que aconteció su
intervención, en otro autónomo de éste; en orden a salvaguardar el ‘principio de
congruencia’: En aquél el actor no pretendió la condena contra el tercero y si el juez
la dispone violaría el ‘principio de congruencia’, bajo sanción de nulidad” (GONZALEZ,
1998: 398).

5.2.3 Intervención excluyente o principal

Gómez de Liaño González y Pérez-Cruz Martín consideran que la intervención principal “...
es la entrada de un tercero en un proceso pendiente con una pretensión opuesta total o
parcialmente a la que ya son objeto del proceso, presentando una naturaleza peculiar próxima
a la acumulación sucesiva de acciones, porque el proceso resulta objetivamente modificado
por la nueva pretensión incompatible con las iniciales…” (GOMEZ DE LIAÑO GONZALEZ; y
PEREZ-CRUZ MARTIN, 2000, Tomo I: 304).

Lorca Navarrete pone de manifiesto que “a este tipo de intervención (principal) le


caracteriza la actuación principal del tercero en relación con todas las partes ya preexistentes
en la instancia procesal para hacer valer su interés directo y legítimo en el resultado del
proceso que surge como incompatible con los ya deducidos en la instancia en un ‘encuentro a
tres’” (LORCA NAVARRETE, 2000: 161).

Lino Palacio dice de la intervención principal o excluyente que:


“... Este tipo de intervención (ad infrigendum iura utriusque competitoris) tiene lugar
cuando un tercero se incorpora a un proceso pendiente a fin de interponer, frente a
las partes originarias, una pretensión incompatible con la deducida por el sujeto
activo.

(...) El tipo de intervención analizado constituye un supuesto de acumulación


sucesiva por inserción de pretensiones (...). El tercero, en efecto, interpone una
pretensión frente a las partes originarias, quienes vienen de tal manera a integrar un
litisconsorcio pasivo. Dicha pretensión, además, debe ser incompatible con la
pretensión originaria en lo que atañe al objeto, siendo indiferente la falta de
identidad entre la causa de ambas pretensiones...” (PALACIO, 1983, Tomo III: 231-
233).

En palabras de Serra Domínguez, la intervención principal (o excluyente) “... tiene lugar


cuando el tercero interviene en el proceso proponiendo una pretensión conexa con la
controvertida entre las partes, pero incompatible con ésta. La intervención tiene en este caso
por fin lograr la economía procesal, evitando sentencias contradictorias...” (SERRA
INTERVENCIÓN DE TERCEROS, EXTROMISIÓN Y SUCESIÓN PROCESAL – BRYAN GUERE

DOMINGUEZ, 1969: 213). Dicho autor agrega que “... mediante la intervención principal no se
modifican únicamente los sujetos del proceso, sino también y muy principalmente el propio
objeto del mismo. A la primitiva pretensión deducida entre las partes originarias se unen dos
nuevas pretensiones, en las que actúan como parte actora el interviniente y como
demandados el primitivo demandante y el primitivo demandado. Si se produce una
modificación subjetiva es simplemente por el hecho de la intervención, pero lo esencial de la
institución (...) es el planteamiento de nuevas controversias en un único proceso. Sólo así se
pueden explicar los dos fines de la institución: conseguir una economía procesal tramitando en
un solo proceso tres pretensiones distintas, y evitar las sentencias contradictorias que en otro
caso se producirían. De ahí que entre las dos concepciones sobre la naturaleza jurídica de la
institución (...): construir la intervención principal como una simple ampliación del objeto del
primer proceso o construirla como una acumulación subjetiva de pretensiones, nos inclinamos
decididamente por la primera concepción única que logra explicar satisfactoriamente todos los
matices de la intervención principal” (SERRA DOMINGUEZ, 1969: 215-216).

Beatriz Quintero y Eugenio Prieto, con relación a la intervención principal (o excluyente),


opinan de este modo:

“El interviniente principal hace actuar una razón propia o nueva, una relación jurídica
sustancial nueva conexa por objeto o petitum con la que se discute en el proceso y de
la cual es titular. Deduce una litis propia y no disputada en el proceso. A esta
intervención se le denomina igualmente excluyente o ad excludendum. Los
intervinientes ad excludendum tienen en el proceso un interés que se opone a cada
una de las partes iniciales; desde cuando llegan al proceso se caracterizan como
partes principales sucesivas, con la totalidad de los poderes procesales y sustanciales,
atinentes a la propia relación sustancial que acumulan.

El tercero que interviene estructura su propia pretensión en la demanda o escrito de


intervención excluyente, y la dirige en contra de las partes iniciales, actor y opositor,
o demandante y demandado; de este modo las partes iniciales asumen la condición
de codemandados en correspondencia con la relación sustancial que les incoa el
interviniente ad excludendum. Se produce así una acumulación de pretensiones
plurilateral subjetiva, conexa por identidad de objeto o petitum. Son pretensiones
incompatibles y lógicamente sólo una puede triunfar: la de la parte demandante
inicial o la del interviniente ad excludendum contra las partes originarias. El
interviniente de este linaje reclama total o parcialmente el objeto, la cosa, el derecho
litigioso, por considerar que es a él y no a otro a quien le pertenece.

(…) Las partes iniciales frente a esta pretensión que se acumula, ocupan la posición
de demandados o resistentes y a ellas incumben, en lo que a la relación sustancial
nueva respecta, los poderes sustanciales y procesales del demandado en el proceso,
pero actúan con perfecta autonomía, como lo hacen los litisconsortes voluntarios; y la
actividad de una sola parte no perjudica a la otra ni la beneficia, porque frente a cada
una el interviniente ad excludendum defiende una postura distinta: frente al
demandante debate el derecho sustancial reclamado por éste, y frente al demandado
controvierte cualquier excepción sustancial que éste hubiere propuesto. El doble
aspecto ha hecho expresar a algunos autores que son tres las pretensiones que se
acumulan cuando quiera que se presente una intervención de este tipo: la inicial del
demandante contra el demandado, la pretensión del interviniente ad excludendum
INTERVENCIÓN DE TERCEROS, EXTROMISIÓN Y SUCESIÓN PROCESAL – BRYAN GUERE

contra el demandante y la pretensión del mismo interviniente contra el demandado


inicial…” (QUINTERO; y PRIETO, 1995, Tomo II: 117-118).

El Código Procesal Civil, en su artículo 99, regula lo concerniente a la intervención


excluyente o principal de esta manera:

“Quien pretenda, en todo o en parte, ser declarado titular del derecho discutido,
puede intervenir formulando su exigencia contra demandante y demandado.
Esta intervención sólo será admisible antes de la expedición de sentencia en primera
instancia.

El excluyente actuará como una parte más en el proceso. Si ofreciera prueba, ésta se
sujetará al trámite propio del proceso en que comparece, otorgándose similares
facultades probatorias a las partes.

La intervención del excluyente no suspende el proceso, pero sí la expedición de la


sentencia”.

Para Schönke, son efectos de la intervención principal (o excluyente) los que indica a
continuación:

1. Las partes del proceso principal pasan a ser litisconsortes (...).

2. Los dos procesos del interviniente principal contra el demandante y contra el


demandado del proceso principal son tramitados y decididos en común.

3. La tramitación del proceso principal puede, a instancia de parte (...) o de oficio (...), ser
suspendida hasta la decisión firme sobre la intervención principal.

4. La intervención principal no lleva consigo una extensión de la cosa juzgada. La


sentencia del proceso motivado por la intervención surte efectos solamente entre el
interviniente principal y el demandante y demandado del mismo, mas no entre estos
dos últimos” (SCHÖNKE, 1950: 104).

Al respecto, Atilio González afirma que “... el tercero excluyente resulta plenamente
afectado, de un modo directo, por la cosa juzgada emergente de la sentencia definitiva...”
(GONZALEZ, 1998: 394). Dicho autor agrega que:

“... La sentencia definitiva que se dicte será única y contendrá tres (3)
pronunciamientos:

• uno, entre el actor y el demandado originarios.

• otro, entre el actor inicial primus petitor y el tercero excluyente.

• por último, entre el tercero excluyente y el demandado primigenio” (GONZALEZ,


1998: 394).

5.2.4 Intervención excluyente de propiedad: El proceso abreviado de tercería de


propiedad

La tercería de propiedad (o de dominio o excluyente de propiedad) es el proceso dirigido a


acreditar el dominio de un bien sobre el cual recae una medida cautelar dictada en otro
proceso, para así lograr su desafectación por haber sido dicha medida indebidamente
INTERVENCIÓN DE TERCEROS, EXTROMISIÓN Y SUCESIÓN PROCESAL – BRYAN GUERE

solicitada y decretada. La tercería de propiedad también opera a efectos de lograr la


desafectación de bienes sobre los que pesa algún derecho real de garantía, siempre y cuando
el derecho de propiedad del tercerista se encuentre inscrito con anterioridad al citado derecho
real de garantía.

Para Enrique Falcón, la tercería de dominio es aquella “... en la que el tercerista reclama la
propiedad de la cosa embargada...” (FALCON, 1978: 86).

En opinión de Alsina, “... teniendo por objeto la protección del dominio, la tercería
importa (...) el ejercicio de la acción reivindicatoria cuando en un proceso se afectan los
derechos del propietario...” (ALSINA, 1962, Tomo V: 551).

Prieto-Castro y Ferrándiz pone de relieve lo siguiente: “... Objeto procesal de la demanda


de tercería de dominio es una actio reivindicatoria ex iure dominii, y objeto material es la
exclusión del embargo de los bienes del actor, la declaración de libertad de los mismos y su
reintegración a él” (PRIETO-CASTRO Y FERRANDIZ, 1983, Volumen 2: 230).

Conforme a nuestro ordenamiento jurídico, la tercería (en general) es un asunto


contencioso que se tramita en proceso abreviado (art. 486 -inc. 5)- del C.P.C.) y que se
encuentra regulado en el Sub-Capítulo 5° (“Tercería”) del Capítulo II (“Disposiciones
especiales”) del Título II (“Proceso abreviado”) de la Sección Quinta (“Procesos contenciosos”)
del Código Procesal Civil, en los arts. 533 al 539.

El primer párrafo del artículo 100 del Código Procesal Civil establece que puede intervenir
en un proceso quien pretende se le reconozca su derecho en oposición a los litigantes, como
consecuencia de alguna medida cautelar ejecutada sobre un bien de su propiedad o sobre el
cual tuviera un mejor derecho que el titular de la medida cautelar. Dicho numeral trata, pues,
del proceso de tercería de propiedad, según se deriva de su contenido y del trámite en vía
abreviada y como proceso de tercería que se le asigna en su último párrafo.

Advertimos que para la procedencia de la tercería de propiedad el título del demandante


(tercerista) debe ser anterior a la fecha de la decisión cautelar cuestionada, porque de ser
posterior aquél asume la carga que implica la medida preventiva (salvo que estuviese
amparado por el principio de la buena fe registral, de ser el caso).
En opinión de Prieto-Castro y Ferrándiz, “... la interposición de la demanda de tercería no
produce el efecto de suspender pura y simplemente el procedimiento, sino que se sustancia en
pieza separada, no produciéndose tal suspensión más que a partir del momento en que se
fuese a entrar en la realización de los bienes que constituyen su objeto, y después del cual la
tercería de dominio carece de finalidad...” (PRIETO-CASTRO Y FERRANDIZ, 1983, Volumen 2:
232).

Sobre el particular, Lino Palacio refiere lo siguiente:

“La interposición de la tercería de dominio comporta, en principio, una facultad del


titular del dominio, quien, por una parte, puede limitarse a requerir el levantamiento
del embargo en el supuesto de encontrarse en condiciones de acreditar en forma
efectiva y fehaciente la existencia de su derecho (...), y, por otra parte, no pierde la
propiedad de un bien inmueble aun en la hipótesis de que él se venda en el proceso
principal, ya que la circunstancia de no interponer la pretensión de tercería no obsta a
su derecho de reivindicarlo frente al tercer adquirente, en tanto no se haya operado
la prescripción. Si se trata, en cambio, de bienes muebles, la interposición de la
INTERVENCIÓN DE TERCEROS, EXTROMISIÓN Y SUCESIÓN PROCESAL – BRYAN GUERE

tercería de dominio resulta necesaria en la medida en que la eventual pretensión


reivindicatoria puede fracasar frente a un adquirente de buena fe, salvo que aquéllos
hayan sido robados o perdidos...” (PALACIO, 1983, Tomo III: 298).

El citado jurista argentino señala, además, lo siguiente:

“... La suspensión de los trámites del proceso principal reviste el carácter de una
medida cautelar, ya que si aquéllos continuaran una vez dispuesta la venta de los
bienes embargados, carecería de toda virtualidad la sentencia que eventualmente
reconociere el derecho del tercerista. Por ello, asimismo, la suspensión debe
considerarse limitada a la subasta de los bienes que fueron objeto de la tercería, no
extendiéndose a otros que son ajenos a ésta.

(...)

(...) La suspensión comienza desde que resulta consentida o ejecutoriada la orden de


venta de los bienes (no pudiéndose hacer efectivas, por lo tanto, las medidas
dispuestas en la respectiva providencia: publicación de edictos, valuación de los
bienes, etc.), y concluye una vez que se encuentra firme la sentencia dictada en la
tercería. Asimismo, durante el plazo de suspensión de los procedimientos el tercerista
tiene derecho a requerir el cumplimiento de medidas cautelares con relación al bien o
bienes embargados.
(...) Como se ha visto, la suspensión del procedimiento principal no procede, y cabe,
por lo tanto, hacer efectiva la orden de venta de los bienes, en el supuesto de que
éstos se hallen sujetos a desvalorización o desaparición o irroguen excesivos gastos
de conservación, quedando el producto de la venta afectado a las resultas de la
tercería...” (PALACIO, 1983, Tomo III: 300-301).

Podetti, acerca de los efectos de la tercería de dominio (o de propiedad), expone lo


siguiente:

“La suspensión de los procedimientos, que, con ciertos recaudos, autorizan las leyes
procesales (...), cuando se deduce una tercería de dominio en juicio ejecutivo, no es
total. En primer lugar, ella sólo puede producirse llegado el juicio ejecutivo a cierta
etapa en su sustanciación, sentencia de remate ejecutoriada (...) y cesa en sus efectos
si la tercería es rechazada.

En segundo lugar, la suspensión sólo procede respecto a los bienes que son motivo
de la tercería, ya que la suspensión, como toda medida precautoria, tiene por objeto
evitar un daño o sea en este caso, la subasta de bienes que pueden no pertenecer al
deudor (...). La prosecución del juicio ejecutivo en este supuesto, podría, a su vez
influir sobre la tercería. En efecto, si la venta de los bienes embargados, ajenos a la
tercería, diese un producido suficiente para cubrir el capital reclamado y las costas de
la ejecución, el embargo sobre los bienes que motivan la tercería no tendría ya razón
de ser y si el demandado-ejecutado se allanó a la tercería, el juez sólo debería
pronunciarse sobre dicho allanamiento y sobre las costas.

En tercer lugar ‘la deducción de cualquier tercería será bastante fundamento para
que se amplíe y mejore el embargo, si el actor lo solicitare’ (...).

En cuarto lugar, debe considerarse limitada la suspensión de los procedimientos, en


cuanto ella no impide que se tomen medidas sobre la guarda, conservación o venta,
INTERVENCIÓN DE TERCEROS, EXTROMISIÓN Y SUCESIÓN PROCESAL – BRYAN GUERE

en casos especiales, de los bienes embargados y sobre regulación de honorarios de


los profesionales” (PODETTI, 1949: 150-151).

El artículo 536 del Código Procesal Civil regula lo concerniente a los efectos de la tercería
de propiedad de esta manera:

“Admitida la tercería de propiedad, se suspenderá el proceso si estuviera en la etapa


de ejecución, aunque esté consentida o ejecutoriada la resolución que ordena la
venta de los bienes, salvo que estén sujetos a deterioro, corrupción o desaparición o
que su conservación resulte excesivamente onerosa. En estos casos, el producto de la
venta queda afectado al resultado de la tercería.

El tercerista puede obtener la suspensión de la medida cautelar o de la ejecución del


bien afectado, si la garantía otorgada es suficiente a criterio del Juez, en caso no
pruebe que los bienes son de su propiedad”.

El artículo 539 del Código Procesal Civil versa sobre la suspensión de la medida cautelar
sin plantear tercería, señalando que:

“El perjudicado por una medida cautelar dictada en proceso en que no es parte,
puede pedir su suspensión sin interponer tercería, anexando título de propiedad
registrado. Del pedido se corre traslado a las partes. Si se suspende la medida, la
resolución es irrecurrible. En caso contrario, el interesado puede interponer tercería,
de acuerdo al Artículo 533° [del C.P.C.]”.

5.2.5 Intervención de derecho preferente: El proceso abreviado de tercería de derecho


preferente

La tercería de derecho preferente (o de prelación o de pago o de mejor derecho) es


aquella que tiene por finalidad reclamar el pago preferencial de una acreencia, una vez
realizados los bienes que fueron objeto de medida cautelar o para la ejecución. Este derecho
de preferencia puede derivar de alguna situación legal o judicial de carácter especial que
determina un crédito privilegiado en comparación a otro frente a ciertos bienes. Pueden
reclamar dicho pago preferencial, por ejemplo, el acreedor hipotecario, la persona en cuyo
favor se constituyó la garantía mobiliaria, el primer embargante, etc.

En palabras de Enrique Falcón, la tercería de mejor derecho es aquella “... en la que el


tercerista pretende tener un crédito que debe ser pagado con preferencia al del ejecutante,
con el producido de la venta del bien embargado” (FALCON, 1978: 86).

Prieto-Castro y Ferrándiz concibe a la tercería de mejor derecho como la “... actuación en


un proceso de ejecución de un tercero que alega su derecho a ser reintegrado del crédito que
ostente con preferencia al acreedor de la ejecución y con cargo a los bienes realizados”
(PRIETO-CASTRO Y FERRANDIZ, 1983, Volumen 2: 233).

Podetti afirma que la tercería de mejor derecho “se trata (...) de una tercería en interés
propio, originario, directo y excluyente...” (PODETTI, 1949: 203). Dicho tratadista argentino
añade que “la tercería de mejor derecho protege, en primer lugar, el amplio sector de los
privilegios, subsidiariamente y en casos especiales, los derechos reales de garantía y a falta de
unos y de otros, la preferencia legal del embargo” (PODETTI, 1949: 205).

Según nuestro ordenamiento jurídico, la tercería (en general) es un asunto contencioso


que se tramita en proceso abreviado (art. 486 -inc. 5)- del C.P.C.) Y que se encuentra regulado
INTERVENCIÓN DE TERCEROS, EXTROMISIÓN Y SUCESIÓN PROCESAL – BRYAN GUERE

en el Sub-Capítulo 5° (“Tercería”) del Capítulo II (“Disposiciones especiales”) del Título II


(“Proceso abreviado”) de la Sección Quinta (“Procesos contenciosos”) del Código Procesal Civil,
en los arts. 533 al 539.

El segundo párrafo del artículo 100 del Código Procesal Civil trata lo concerniente a la
intervención en un proceso de quien pretende se le reconozca derecho preferente respecto de
lo obtenido en la ejecución forzada. Su texto se refiere entonces al proceso de tercería de
derecho preferente, disponiendo precisamente dicho numeral en su último párrafo el trámite
en vía abreviada y como proceso de tercería para tal intervención. Como se aprecia, la
pretensión del tercerista preferente es autónoma en relación al proceso que la motiva, por lo
que no se ventila en trámite incidental sino en vía de acción.

A decir de Podetti:

- “El primer efecto que produce la deducción de una tercería de mejor derecho ‘prima
facie’ procedente, es la suspensión del pago en el juicio principal” (PODETTI, 1949: 231).

- “Otro efecto que produce la deducción de una tercería de mejor derecho, a la cual se
le ha dado curso, es la posibilidad, para el ejecutante, de pedir ampliación de
embargo...” (PODETTI, 1949: 235).

Máximo Castro, en lo relativo a los efectos de la tercería de mejor derecho (tercería de


derecho preferente), anota que “si (...) lo que se reclama es solamente un derecho de
preferencia en el pago, entonces podrá llegarse hasta la venta de la cosa embargada, y lo
único que se suspenderá hasta la terminación del juicio de tercería es el pago, pues sólo
entonces se sabrá quién tiene mejor derecho...” (CASTRO, 1931, Tomo Tercero: 129). Máximo
Castro pone de relieve que “... si el precio obtenido en la venta permite pagar al tercerista y al
ejecutante, la tercería habrá dejado de tener su importancia; pero de cualquier modo debe
suspenderse el pago hasta que se resuelva la tercería” (CASTRO, 1931, Tomo Tercero: 129).

Lino Palacio, al estudiar los efectos de la tercería de mejor derecho (tercería de derecho
preferente), enseña lo siguiente:

“... Esta clase de tercería no obsta a la realización de la subasta judicial del bien
embargado ni a la entrega de éste al acreedor, pues en ella no se trata de obtener el
levantamiento del embargo sino de decidir la preferencia en el pago requerida por el
tercerista (...).
(...) La suspensión se opera desde que el comprador ha depositado el precio obtenido
en la subasta del bien y termina cuando se encuentra firme la sentencia dictada en la
tercería. Pero la suspensión no se verifica, y procede en consecuencia efectuar el
pago al embargante, si éste otorga la fianza (para responder a las resultas de la
tercería)...” (PALACIO, 1983, Tomo III: 318).

Los efectos de la tercería de derecho preferente se encuentran regulados en el artículo


537 del Código Procesal Civil, cuyo texto es como sigue:

“Admitida la tercería de derecho preferente, se suspende el pago al acreedor hasta


que se decida en definitiva sobre la preferencia, salvo que el tercerista otorgue
garantía suficiente a criterio del Juez para responder por el capital, intereses, costas,
costos y multas.
INTERVENCIÓN DE TERCEROS, EXTROMISIÓN Y SUCESIÓN PROCESAL – BRYAN GUERE

El tercerista puede intervenir en las actuaciones relacionadas con el remate del


bien”.

6. INTERVENCION PROVOCADA, COACTIVA U OBLIGADA DE TERCEROS

6.1 Concepto

Rocco define a la intervención coactiva de terceros (llamada también intervención


provocada o forzada u obligada o necesaria) como “... aquella intervención que se produce, no
por espontánea voluntad del sujeto, sino porque surge una situación en que la voluntad del
sujeto se ve constreñida a participar en el juicio pendiente” (ROCCO, 1976, Volumen II: 131-
132).

Gimeno Sendra refiere que “en la intervención provocada, el tercero interviene como
consecuencia de una denuncia de la existencia del proceso efectuada por alguna de las partes.
Puede ser, pues, provocada a instancia del demandante (…) o del demandado…” (GIMENO
SENDRA, 2007, Tomo I: 166).

Sobre el particular, Lino Palacio asevera que:

“... En términos generales, la intervención coactiva u obligada se verifica cuando, sea


a petición de cualquiera de las partes originarias, o de oficio, se dispone la citación de
un tercero para que participe en el proceso pendiente y la sentencia a dictar en él
pueda serle eventualmente opuesta.
(...)

(...) Pese a la denominación acordada a este tipo de intervención, la comparecencia


del tercero no implica un deber sino una simple facultad jurídica cuya falta de
ejercicio, sin embargo, también lo expone al riesgo de ser alcanzado por los efectos
de la sentencia que se dicte en el proceso al que fue citado” (PALACIO, 1983, Tomo III:
246-247).

Andrés de la Oliva y Miguel Ángel Fernández, acerca de la intervención provocada de


terceros, apuntan que:

“... Se habla de intervención provocada cuando una persona, hasta entonces ajena al
litigio, entra a formar parte de él como consecuencia de la ‘llamada’ que le dirige
alguna de las partes procesales. La llamada al tercero (que es, en definitiva, la simple
comunicación de la existencia del proceso) se denomina litis denuntiatio.

(...) La intervención provocada no es nunca una intervención ‘forzosa’. El ‘provocado’


no tiene la obligación o deber de comparecer, sino la carga de hacerlo, en la medida
en que de su incomparecencia podrían parársele perjuicios. La llamada al tercero, que
puede hacerla tanto el actor como el demandado, suele realizarse bien para que el
tercero auxilie a quien es parte demandada, bien simplemente para crear el supuesto
de hecho del que dependen otros derechos (de garantía, saneamiento, etc.)” (DE LA
OLIVA; y FERNANDEZ, 1990, Volumen I: 482-483).

Aldo Bacre anota sobre el tema que “el concepto de intervención obligada de terceros es
equívoco. En realidad, el tercero intervendrá en el proceso si lo desea, y su falta de respuesta a
la citación no permite declararlo rebelde, ya que ella se efectúa al solo fin de anoticiarlo de la
existencia del juicio, por los efectos que pudiera tener la sentencia en un futuro proceso
INTERVENCIÓN DE TERCEROS, EXTROMISIÓN Y SUCESIÓN PROCESAL – BRYAN GUERE

contra él. Se trata más bien, de una carga procesal para el citante (alguna de las partes), toda
vez que considere que con alguna persona en principio ajena al pleito existe comunidad de
controversia. (...) no existe obligación de comparecer, por lo que una más correcta expresión
sería (...) intervención coactiva” (BACRE, 1996, Tomo II: 184).

6.2 Clases

En opinión de Lino Palacio:

“... Corresponde diferenciar tres tipos básicos de intervención coactiva, todos los
cuales son susceptibles de ser encuadrados (...) bajo la designación genérica de
‘denuncia de la litis’ (litisdenuntiatio).
Tales tipos son: 1°) La citación del sujeto pasivo de una eventual pretensión regresiva
o del colegitimado. Dentro de la primera hipótesis cabe a su vez distinguir los casos
comunes de pretensiones regresivas, de la llamada ‘citación de evicción o
saneamiento’ (...); 2°) La citación del legitimado para intervenir (nominatio auctoris);
3°) La citación del tercero pretendiente” (PALACIO, 1983, Tomo III: 247-248).

A criterio de Rocco:

“La intervención coactiva puede ocurrir de dos modos, a saber: previa instancia o
requerimiento de una parte, dirigida al juez, con la cual llama al proceso a un sujeto
que ha permanecido extraño a la litis; o bien, por espontánea iniciativa del juez,
quien, reconociendo la causa común a otro sujeto que no está originariamente en
litis, ordena su comparecencia en juicio.

La primera forma de intervención se denomina intervención coactiva a instancia de


parte, mientras que la segunda forma se llama intervención coactiva iussu iudicis
(integración del juez)” (ROCCO, 1976, Volumen II: 132).

El mencionado jurista italiano precisa que son casos de intervención coactiva a instancia
de parte:

“1°) la litisdenuntiatio en materia de evicción;

2°) la nominatio auctoris (...);

3°) el llamamiento en causa del tercero pretendiente (...);

4°) el llamamiento en garantía...” (ROCCO, 1976, Volumen II: 132).

6.2.1 Intervención de terceros a instancia de parte

Rocco, en lo que atañe a la intervención de terceros a instancia de parte, predica lo


siguiente:

“... Condición de la intervención coactiva (a instancia de parte) es que la causa sea


común a aquel que llama en juicio y a aquel que es llamado a juicio (...). Este requisito
no consiste en un mero interés del que llama y que es llamado, sino sobre todo en
que la relación sustancial que se discute entre actor y demandado sea común al
tercero, o por lo menos, sea conexa por identidad de título o de sujeto, o del uno y
del otro, con otra relación en que el sujeto extraño se encuentre con el actor o con el
demandado.
INTERVENCIÓN DE TERCEROS, EXTROMISIÓN Y SUCESIÓN PROCESAL – BRYAN GUERE

En el primer caso, el que era extraño al juicio hubiera podido o debido asumir la
posición de un litisconsorte necesario (...); en el segundo caso, el tercero extraño
hubiera podido asumir la posición de litisconsorte simple, ya que habría podido ser
actor o demandado en un juicio separado” (ROCCO, 1976, Volumen II: 132).

6.2.2 Intervención de terceros por orden del Juez

Al respecto, Liebman anota lo siguiente:

“... La ley ha querido dar al juez el poder de solicitar la llamada en causa del tercero
en los mismos casos en que podía ser provocada por una de las partes por su
espontánea voluntad (...). La orden de intervención es, por consiguiente, en sustancia
una invitación a las partes a llamar al tercero con la implícita advertencia de que el
juez no está dispuesto a decidir la causa mientras el tercero no haya sido llamado (...).
Las razones de oportunidad, que pueden inducir al juez a ordenar la intervención son
las acostumbradas: interés del tercero a tutelar sus razones, indirectamente
envueltas en el proceso, economía de los juicios, unidad y uniformidad de decisiones
sobre relaciones conexas. En virtud de la orden de intervención el tercero se
convierte en litisconsorte necesario.

(...) La llamada del tercero significa solamente extensión al tercero de la eficacia de la


sentencia que se pronuncie entre las partes originarias, a través de una implícita
demanda de declaración de certeza en relación a él de los puntos perjudiciales
eventualmente relevantes para su situación (...). Se comprende que permanece
abierta la posibilidad de ulteriores demandas de las partes o del tercero” (LIEBMAN,
1980: 86-87).

Micheli, acerca de la intervención de terceros por orden del Juez, predica lo siguiente:

“... ‘El juez, cuando considere oportuno que el proceso se desarrolle frente a un
tercero al cual es común la causa, ordena su intervención’. Presupuesto de tal
intervención jussu judicis es siempre la comunidad de causa, entendida como
identidad de elementos objetivos, individualizantes de la acción (...), pero la misma no
crea sin embargo en el juez el deber de llamar en causa al tercero, sino el poder de
hacerlo, si lo considera oportuno. Ahora bien, aun cuando no sea fácil establecer en
abstracto las hipótesis en que tal oportunidad puede ser contemplada por el juez, es
de observar que mediante la intervención en examen, el juez crea un verdadero y
propio litisconsorcio necesario en hipótesis en las cuales el mismo no está previsto
por la ley; de ello se sigue que si ninguna de las partes provee a llamar en causa al
tercero, indicado por el juez, mediante citación, el proceso no puede proseguir y la
causa es cancelada del registro (...). Con tal llamamiento en causa jussu judicis que (...)
no puede servir para una finalidad meramente instructoria (ya que para tal finalidad
es suficiente llamar al tercero como testigo), el juez puede hacer necesaria la
participación en el proceso de sujetos que tienen una legitimación igual a la de las
partes originarias, respecto del objeto de la controversia y que las partes mismas no
han creído deber llamar en juicio; de este modo, el juez tiende a evitar un conflicto
práctico de fallos (...), ya que el tercero podría ser parte en otro juicio con una de las
partes en el proceso actual, y obtener un pronunciamiento diverso respecto del
alcanzado en este último (...).
INTERVENCIÓN DE TERCEROS, EXTROMISIÓN Y SUCESIÓN PROCESAL – BRYAN GUERE

También el interviniente coaccionado jussu judicis debe ser considerado como parte
en el proceso por efecto del solo llamamiento, aun cuando después las partes
originarias no formulen respecto de él ninguna instancia, ya que su posición
sustancial le hace que quede sujeto sin más a la eficacia de la cosa juzgada de la
sentencia que se emitirá en aquel proceso. Es este, pues, un caso en que un sujeto
queda envuelto (por decir así) en un proceso civil, no obstante su voluntad en sentido
contrario. Se trata, por consiguiente, de hipótesis totalmente excepcionales respecto
de los principios generales (...); excepción me parece, sólo en parte justificada por la
exigencia de evitar conflictos prácticos entre fallos y en la estrecha conexión entre el
objeto de la controversia, llevada ante el juez, y la posición jurídica del tercero
llamado en causa por orden de dicho juez” (MICHELI, 1970, Volumen I: 236-237).

6.2.3 Litisdenunciación

Para Goldschmidt, “... la litisdenunciación ‘litis denuntiatio’ es el aviso dado por una parte
a un tercero de la pendencia de un proceso, dejando al arbitrio del mismo el acudir en auxilio
del denunciante en calidad de interviniente adhesivo (...), el entrar en la causa como
interviniente principal (...), o el aceptar el proceso en calidad de demandado...”
(GOLDSCHMIDT, 1936: 450).

En opinión de Liebman, “... la llamada en causa del tercero es (...) ante todo un medio
para llevar al conocimiento del tercero la existencia del proceso (litisdenuntiatio) y permitirle
intervenir, medio que en estos casos se hace posible por la coincidencia del interés del tercero
con el interés de la parte que lo llama. Pero, naturalmente, nadie puede ser constreñido a
proponer demandas contra su voluntad. Por eso la llamada en causa, en sí y por sí, coloca al
tercero en la situación de asistir al proceso permaneciendo al margen del mismo; todo lo que
se puede admitir es que la llamada implique la proposición de una demanda de declaración de
certeza respecto del tercero, la cual extienda también a él los efectos de la sentencia que haya
de pronunciarse sobre la causa originaria entre las partes principales, de modo que valga
también para él la declaración de certeza de los puntos de hecho y de derecho que son
comunes también a su relación o que constituye una prejudicial de éste. En tal modo, el
tercero se convierte, a estos efectos limitados, en parte. Lo que no excluye que una de las
partes (el que llama a su adversario) pueda proponer también otra demanda contra el
intervenido y que éste la pueda proponer contra una o ambas partes. Por ejemplo, en el caso
de la garantía, la parte, además de llamar en causa al garante, puede proponer en el mismo
proceso en vía eventual (esto es, para el caso de resultar vencido en la demanda principal) la
demanda de regreso contra él (llamada en garantía)” (LIEBMAN, 1980: 85-86).

6.2.3.1 Denuncia civil o citación del colegitimado pasivo

En relación al tema, Rodríguez Garcés apunta que:

“... El demandado puede pedir la citación de otras personas en contra de quienes


procede también la acción ejercitada en contra de él.

Si se demanda a uno solo de los deudores de la obligación solidaria o de obligación


indivisible la acción entablada procede también en contra de los demás deudores que
no han sido demandados. En tales casos el demandado puede solicitar, dentro del
término de emplazamiento, que se les cite al juicio.

El objeto de la citación es que afecten también a ellos los resultados del pleito.
INTERVENCIÓN DE TERCEROS, EXTROMISIÓN Y SUCESIÓN PROCESAL – BRYAN GUERE

Si la persona citada no comparece al juicio le afectan sus resultados tal como si


hubiere litigado en él. Se encuentra en la misma situación que el demandado
rebelde” (RODRIGUEZ GARCES, 1967, Tomo I: 69-70).

El Código Procesal Civil, en su artículo 102, regula lo concerniente a la denuncia civil,


estableciendo que el demandado que considere que otra persona, además de él o en su lugar,
tiene alguna obligación o responsabilidad en el derecho discutido, debe denunciarlo indicando
su nombre y domicilio, a fin de que se le notifique del inicio del proceso.

Se puede apreciar que, conforme a nuestro ordenamiento jurídico procesal, la denuncia


civil se configura cuando la persona contra la cual es dirigida la demanda hace notar al
juzgador (generalmente en el escrito en que formula excepciones o contesta la demanda) que
carece de legitimidad para obrar (vale decir, que no integra la relación jurídica material objeto
de debate judicial) y que es otra persona (respecto de la cual deberá señalar su nombre y
domicilio para que sea emplazada), en vez de ella, a quien debe atribuírsele la condición de
parte demandada. La referida institución jurídica también se configura en el supuesto de
existir otro colegitimado pasivo, en cuyo caso el demandado se lo hace saber al magistrado
(generalmente en el escrito de contestación de demanda), identificando a aquél y señalando
su dirección domiciliaria a efecto de su debido emplazamiento.

El artículo 103 del Código Procesal Civil norma el trámite y efectos de la denuncia civil,
desprendiéndose de dicho precepto legal lo siguiente:

- Si el órgano jurisdiccional considera procedente la denuncia civil formulada por la persona


contra la cual se ha dirigido la demanda, dispondrá el emplazamiento al sujeto denunciado
(concediéndole un plazo no mayor de diez días para que intervenga en el proceso), el mismo
que debe producirse con las mismas formalidades previstas para la notificación de la
demanda.

- La admisión de la denuncia civil formulada por la persona contra la cual se ha dirigido la


demanda trae como consecuencia la suspensión del proceso hasta que se produzca el
emplazamiento al denunciado civil.

- El denunciado civil tendrá la calidad de litisconsorte del demandado denunciante e iguales


facultades procesales que este último.

- La sentencia que se expida en el proceso en que tuvo lugar la denuncia civil, además de la
cuestión litigiosa existente entre la parte demandante y demandada, resolverá lo
concerniente a la relación sustancial que hubiere entre el demandado denunciante y el
denunciado civil.

La Corte Suprema de Justicia de la República, en relación a la denuncia civil o citación del


colegitimado pasivo, ha establecido lo siguiente:

- “... La intervención del denunciado civil es un típico caso de intervención obligada, dicha
intervención es considerada como una especie de llamamiento a terceros a pleito. Es el
mecanismo procesal mediante el cual una parte integra a un tercero al proceso, respecto
de quien tiene determinados intereses -presentes o futuros- respecto de la misma relación
sustantiva o de otra conectada jurídicamente a esta última con la que se discute en el
proceso...” (Casación Nro. 1932-2003 / La Libertad, publicada en el Diario Oficial El Peruano
el 02-08-2004, pág. 12520).
INTERVENCIÓN DE TERCEROS, EXTROMISIÓN Y SUCESIÓN PROCESAL – BRYAN GUERE

- “... El numeral ciento dos del Código Procesal Civil [...] faculta al demandado a denunciar en
el proceso a la persona que además de él o en su lugar, tiene alguna obligación o
responsabilidad en el derecho discutido, indicando su nombre y domicilio a fin que se le
notifique del inicio del proceso; [...] en tal virtud, a través de éste pedido [sic -léase este
pedido-] se permite incorporar al proceso a un tercero que no habiendo sido demandado,
asuma las obligaciones o responsabilidades que surjan del derecho discutido, de tal manera
que sean emplazados con la demanda y entablen una relación procesal con el demandante,
no así con el denunciante que puede conservar su condición de codemandado o ser excluido
del proceso...” (Casación Nro. 5254-2006 / Lima Norte, publicada en el Diario Oficial El
Peruano el 02-09-2008, pág. 22686).

- “... La denuncia civil consagrada en el Artículo ciento dos del Código Procesal Civil permite
incorporar al proceso a un tercero que no habiendo sido demandado expresamente, asuma
las obligaciones o responsabilidades que surjan del derecho discutido, de tal manera que
sean emplazados con la demanda y entablen relación procesal con el demandante, no así
con el denunciante que puede conservar su condición de codemandado o ser excluido del
proceso” (Casación Nro. 678-96 / Lima, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 21-04-
1998, págs. 733-734).

- “... La denuncia civil está regulada en el artículo ciento dos del Código Procesal Civil, el
mismo que establece que solamente procederá denunciar civilmente a otra persona si es
que ésta, además de él o en su lugar, tiene alguna obligación o responsabilidad en el
derecho discutido; es decir, la norma acotada exige que para que una persona sea
denunciada civilmente debe tener la calidad de parte pasiva, resultando obligada a lo que
se decida en la sentencia, pues la denunciada civilmente es considerada como un
litisconsorte necesario dado que integra la parte pasiva de la relación jurídico material...”
(Casación Nro. 692-01 / Ica, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 05-11-2001, págs.
7908-7909).

- “... Las partes tienen facultad para formular denuncia civil cuando corresponda, conforme
al Artículo ciento dos del Código Procesal Civil, por lo que su omisión no puede sustentar
un pedido de nulidad...” (Casación Nro. 100-2000 / Tacna, publicada el 09-04-2000, pág.
5056).

- “... No existiendo prohibición alguna de que la denuncia civil se encuentre contenida en la


contestación de demanda, ni mucho menos mandato imperativo de que deba formularse
en escrito aparte, ésta debe entenderse como válidamente efectuada en la forma realizada
en autos [esto es, dentro de los fundamentos de hecho del escrito de contestación de
demanda], máxime si es obligación de los Magistrados analizar, evaluar y merituar cada uno
de los fundamentos expuestos por las partes en litigio...” (Casación Nro. 1805-00 /
Ayacucho, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 30-07-2003, págs. 10753-10754).
-
- “... Resultaba necesario, a efectos de establecer adecuadamente una relación jurídica
procesal válida y poder emitir un pronunciamiento válido sobre el fondo de la controversia,
resolver la denuncia civil formulada, determinando si él [...] demandado tiene o no alguna
obligación o responsabilidad en el derecho discutido, o si la mencionada obligación o
responsabilidad debía ser compartida con la [...] denunciada. [...] dicha omisión resulta una
clara transgresión al principio de la observación del debido proceso, [...] principio cuyo
estricto cumplimiento debe ser velado por esta Suprema Sala, y que se materializa en el
hecho de no haberse emitido pronunciamiento respecto de un pedido expreso de una de
INTERVENCIÓN DE TERCEROS, EXTROMISIÓN Y SUCESIÓN PROCESAL – BRYAN GUERE

las partes en conflicto...” (Casación Nro. 1805-00 / Ayacucho, publicada en el Diario Oficial
El Peruano el 30-07-2003, págs. 10753-10754).

- “... Al ser incorrecta la inclusión de [...] en calidad de denunciado civilmente, tampoco


resultaba factible emitir pronunciamiento sobre la relación sustancial entre el denunciante
y el denunciado civilmente pues ello es exigible en el caso que el denunciado civilmente
tenga realmente la calidad de parte pasiva en el proceso, lo cual no ha sucedido en el
presente caso; [...] no obstante ello, la Sala de revisión si [sic -léase sí-] ha incurrido en causal
de nulidad al no haberse pronunciado en la sentencia de vista respecto a la solicitud de
extromisión planteada [...]; por consiguiente, se ha infringido lo dispuesto en el artículo
ciento veintidós inciso cuarto del Código Procesal Civil, debiendo por ende declararse nula
la sentencia de vista, a fin de que la Sala de mérito se pronuncie sobre el pedido de
extromisión del proceso...” (Casación Nro. 692-01 / Ica, publicada en el Diario Oficial El
Peruano el 05-11-2001, págs. 7908-7909).

- “... Conforme al Artículo ciento tres del Código Procesal Civil, es efecto de la denuncia civil
una vez admitida aquella (sic), la suspensión del proceso. (...) Que, la suspensión a que alude
la ley busca la integración de la relación procesal con el denunciado civil, por lo que hasta
que no se integre dicho litis consorte, el proceso se encuentra suspendido” (Casación Nro.
2805-99 / Callao, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 19-08-2000, pág. 6005).

- “... Con la denuncia civil se estaría desnaturalizando los fines de la acción ejecutiva...”
(Casación Nro. 2543-99 / Lima, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 18-01-2000, pág.
4576).

6.2.3.2 Llamamiento en garantía o aseguramiento de pretensión futura

El pedido de aseguramiento de pretensión futura que hace una de las partes a efecto de
que se emplace a un tercero para que en el mismo proceso el juzgador se pronuncie además
sobre la pretensión (indemnizatoria o de repetición de lo que eventualmente se pague en
ejecución de sentencia) que aquélla tuviera contra dicho tercero, es un caso de intervención
obligada o provocada de terceros, conocido en la doctrina también como citación o
llamamiento en garantía.

Véscovi, en cuanto a la llamada o citación en garantía, enseña que:

“... Comprende la circunstancia en la cual una de las partes, normalmente el reo, pide
la citación (y emplazamiento) de un tercero para que concurra a defenderlo y
eventualmente sea condenado. Inclusive, muchas veces ese tercero entra en el
proceso y puede sustituir a la parte.

Este fenómeno es la consecuencia de que, en virtud de las normas de derecho


sustancial, el tercero (llamado) es el verdadero responsable (caso de la citación de
evicción), o la parte (demandada), en el caso de ser condenada, tendría, a su vez, una
acción (de regreso) contra ese tercero. Como el caso del dueño del vehículo que llama
al que lo conducía, por ser el verdadero responsable del accidente (su empleado,
aquel a quien le prestó el vehículo, se lo robó, el asegurador, etc.)” (VESCOVI, 1999:
177).

Montero Aroca, Gómez Colomer, Montón Redondo y Barona Vilar estiman que mediante
la llamada en garantía “una parte (normalmente el demandado) provoca la intervención en el
proceso de un hasta entonces tercero, que debe garantizar al llamante de los resultados del
INTERVENCIÓN DE TERCEROS, EXTROMISIÓN Y SUCESIÓN PROCESAL – BRYAN GUERE

mismo. La llamada puede ser formal o simple” (MONTERO AROCA; GOMEZ COLOMER;
MONTON REDONDO; y BARONA VILAR, 2003, Tomo II: 92). Tales autores añaden que:

“En la llamada formal el tercero está obligado a garantizar al llamante en virtud de


una transmisión onerosa de derechos efectuada con anterioridad (…).

En la llamada simple la obligación de garantizar procede de un vínculo de


coobligación que da lugar, entre los obligados, a pretensiones de regreso total o
parcial, después de satisfacer al acreedor común (…).

(…) La llamada es una simple denuncia del litigio por la que se invita al tercero a
intervenir, de modo que si no lo hace no podrá después alegar que la sentencia es res
inter alios iudicata, y sin interviene hay que considerarlo interviniente adhesivo…”
(MONTERO AROCA; GOMEZ COLOMER; MONTON REDONDO; y BARONA VILAR, 2003,
Tomo II: 92).

Para Micheli, “... con el llamamiento en garantía la parte propone, frente al garante así
llamado en causa, una demanda (anticipada y condicionada a que sea acogida la pretensión de
la una parte respecto de la otra, esto es, de la garantizada), mediante la cual se hace valer una
acción de repetición frente al garante (...). El llamamiento en garantía debe, por consiguiente,
contemplarse como distinto de la simple denuncia de la litis, mediante la cual el garantizado
advierte al garante de la pendencia de la controversia, derivada de la pretensión del tercero de
tener derechos sobre la cosa vendida (...); sin embargo, si el garante no interviene, la cosa
juzgada formará estado también contra él, pero el garantizado deberá promover una distinta
acción de repetición en proceso especial. Por el contrario, si el garantizado no provee tampoco
a la litis denunciatio, corre el peligro de perder la garantía” (MICHELI, 1970, Volumen I: 235).

El Código Procesal Civil, en su artículo 104, regula lo concerniente al aseguramiento de


pretensión futura (denominado también, como se indicara anteriormente, citación o
llamamiento en garantía) en estos términos:

“La parte que considere tener derecho para exigir de un tercero una indemnización
por el daño o perjuicio que pudiera causarle el resultado de un proceso, o derecho a
repetir contra dicho tercero lo que debiera pagar en ejecución de sentencia, puede
solicitar el emplazamiento del tercero con el objeto de que en el mismo proceso se
resuelva además la pretensión que tuviera contra él.

El llamamiento queda sujeto al trámite y efectos previstos en el Artículo 103° [del


C.P.C.]”.

Se puede apreciar del último párrafo del artículo 104 del Código Procesal Civil (citado
precedentemente) que el emplazamiento del tercero que se hace en un proceso con motivo
del pedido de aseguramiento de pretensión futura de una de las partes queda sometido al
trámite y efectos previstos en el artículo 103 del Código Procesal Civil (que versa sobre el
trámite y efectos de la denuncia civil), infiriéndose así lo siguiente:

- Si el Juez considera procedente el pedido de aseguramiento de pretensión futura,


emplazará al tercero con las formalidades establecidas para la notificación de la demanda,
concediéndole a éste un plazo no mayor de diez días para que intervenga en el proceso.
- El proceso quedará suspendido desde que se admite el pedido de aseguramiento de
pretensión futura hasta el emplazamiento al tercero.
INTERVENCIÓN DE TERCEROS, EXTROMISIÓN Y SUCESIÓN PROCESAL – BRYAN GUERE

- Producido el emplazamiento del tercero, éste será considerado como litisconsorte de quien
formuló el pedido de aseguramiento de pretensión futura y tendrá las mismas facultades
del último de los nombrados.

- La sentencia que se expida en el proceso en que se solicitó y admitió el aseguramiento de


pretensión futura resolverá, además, sobre la relación sustancial entre quien pidió el
aseguramiento de pretensión futura y el tercero emplazado por ello (o, en otras palabras,
el pronunciamiento judicial versará también sobre la pretensión indemnizatoria o de
repetición de lo pagado en ejecución de sentencia que tuviera la parte solicitante respecto
del tercero emplazado).

6.2.3.3 Llamamiento posesorio o “laudatio o nominatio auctoris”

Según Calamandrei:

“Bajo la figura del llamamiento en causa (...) se comprende también (...) la llamada nominatio
auctoris, que tiene lugar cuando el arrendatario se encuentra molestado en vía judicial por
terceros que pretenden tener derechos sobre la cosa arrendada; en tal caso, el arrendatario
puede llamar en causa al arrendador (o también limitarse a indicar su nombre, nominatio
auctoris, a fin de que el actor lo llame en causa), y el arrendador, llamado en causa, ‘está
obligado a asumir la litis’, mientras que ‘el arrendatario debe ser puesto fuera de ella, con la
simple indicación del arrendador, si no tiene interés en permanecer’ (...). Aquí el llamamiento
en causa no sirve para proponer una nueva demanda contra el arrendador, sino solamente
para provocar en la causa originaria una mutación de partes: poner al arrendador, en el lugar
del arrendatario, demandado originario no legitimado.

(...) Puede ella (la figura de la nominatio auctoris) servir igualmente en todos los casos en que
el demandado no legitimado se dirige al verdadero legitimado para que ocupe su puesto en la
causa intentada contra él, o poner a actor en condiciones de proseguir la causa, si quiere,
contra el verdadero legitimado” (CALAMANDREI, 1962, Volumen II: 347).

Prieto-Castro y Ferrándiz apunta sobre la laudatio auctoris lo siguiente:

“... Se da cuando una persona que posee una cosa ajena (esto es, en calidad de poseedor
inmediato), por virtud de una relación jurídica, como depositario, arrendatario o figura análoga
es demandado, como tal poseedor, por otra persona que afirma tener un derecho sobre dicha
cosa.

En este supuesto, lo procedente es que el poseedor inmediato demandado ponga en


conocimiento del poseedor mediato la incoación del proceso, para que éste, a quien
le interesa la defensa de la propiedad, lo asuma como parte y el denunciante, sea
liberado de la continuación de dicho proceso (a lo que se llama extramissio)” (PRIETO-
CASTRO Y FERRANDIZ, 1980, Volumen 1: 77).

La laudatio o nominatio auctoris se presenta, en opinión de Stiglitz, en dos supuestos:

“1) Cuando el demandante se equivoca respecto a la persona que debe citar como
demandada para la restitución de una cosa y dirige su demanda contra quien tiene en
apariencia la posesión del bien objeto de sus pretensiones, pero en realidad sólo es
un simple tenedor que detenta o disfruta ese bien a nombre del verdadero poseedor,
que es quien ha debido ser demandado.
INTERVENCIÓN DE TERCEROS, EXTROMISIÓN Y SUCESIÓN PROCESAL – BRYAN GUERE

2) Cuando se demanda a alguien como tenedor de la cosa sin serlo...” (STIGLITZ, 1970:
160).

Goldschmidt, en lo que atañe a la nominatio o laudatio auctoris, predica lo siguiente:

“Para que pueda tener lugar este caso es menester que alguien, en calidad de
poseedor de una cosa mueble o inmueble, sea demandado, bien con una ‘actio in
rem’ (...), bien con una ‘actio in rem scripta’ (...), y que alegue que posee la cosa como
poseedor inmediato (...). Un demandado de esta suerte, que antes de entrarse en el
fondo de la causa denuncia ésta al poseedor mediato y pone en conocimiento del
actor las gestiones hechas para que este poseedor comparezca por sí, se le cite o
nombre abogado (...) con el fin de que se pronuncie en la causa, puede negarse a
actuar como parte mientras el llamado no comparezca o no haya transcurrido el plazo
especial que se concede para ello (...), con lo que se produce un efecto que atribuye a
la ‘nominatio auctoris’ la significación procesal que hoy han perdido casi totalmente
las excepciones dilatorias.

Si el llamado niega su calidad de poseedor mediato o no comparece, el demandado


puede atender a la petición del actor (...), sin tener que temer, en caso de
vencimiento, ninguna acción de regresión del llamado. Si el demandado satisface la
pretensión de la demanda, el asunto queda terminado y sólo queda la resolución
sobre las costas. En el caso de que, por el contrario, el llamado reconozca que es
poseedor mediato, puede, con el consentimiento del demandado, continuar el
proceso en su lugar (...). El consentimiento del actor no lo necesita más que en el caso
de que éste haya ejercitado acciones contra el demandado que sean independientes
del hecho de poseer éste para el tercero (...), por ej., si reclama entrega de frutos o
indemnización de daños; si aquél consiente, el llamado puede seguir la causa incluso
para estos extremos en lugar del demandado denunciante; en otro caso, éste
continúa como parte para sólo estos puntos (...). Si acepta (el llamado) el continuar la
causa, el demandado -a petición suya- se ve desligado de la causa por sentencia
definitiva (...). El proceso pasa al llamado -en calidad éste de demandado- en la
situación en que se encuentre. La sentencia es firme y ejecutable también contra el
primer demandado (...), y en ella se resuelve al mismo tiempo sobre las costas. Si el
demandante es vencido, tiene que pagar las costas de los demandados. Si, en cambio,
resulta vencido el llamado, las paga él al demandante; y sobre las que el primer
demandado haya podido causar, el demandante tiene que dirigirse al llamado”
(GOLDSCHMIDT, 1936: 452-453).

El Código Procesal Civil, en su artículo 105, regula lo relativo al llamamiento posesorio (o


laudatio o nominatio auctoris) de esta manera:

“Quien teniendo un bien en nombre de otro, es demandado como poseedor de él,


debe expresarlo en la contestación a la demanda, precisando el domicilio del
poseedor, bajo apercibimiento de ser condenado en el mismo proceso a pagar una
indemnización por los daños y perjuicios que su silencio cause al demandante,
además de la multa prevista en el Artículo 65° [del C.P.C.]. Para el emplazamiento al
poseedor designado se seguirá el trámite descrito en el Artículo 103° [del C.P.C.].

Si el citado comparece y reconoce que es el poseedor, reemplazará al demandado,


quien quedará fuera del proceso. En este caso, el Juez emplazará con la demanda al
poseedor.
INTERVENCIÓN DE TERCEROS, EXTROMISIÓN Y SUCESIÓN PROCESAL – BRYAN GUERE

Si el citado no comparece, o haciéndolo niega su calidad de poseedor, el proceso


continuará con el demandado, pero la sentencia surtirá efecto respecto de éste y del
poseedor por él designado.

Lo normado en este Artículo es aplicable a quien fue demandado como tenedor de


un bien, cuando la tenencia radica en otra persona”.

La Corte Suprema de Justicia de la República, en relación al llamamiento posesorio, ha


establecido lo siguiente:
- “... El segundo párrafo del artículo ciento cinco del Código Procesal Civil [...] establece
respecto del llamamiento posesorio que, si el citado comparece y reconoce que es el
poseedor, reemplazará al demandado, quien quedará fuera del proceso, y en este caso,
el Juez emplazará con la demanda al poseedor; [...] no obstante lo dispuesto
expresamente por la norma legal, y pese a que el señor [...] ha comparecido
formalmente al proceso, el Juez de la causa ha omitido expedir la resolución pertinente,
decidiendo o no sobre su incorporación al proceso en reemplazo de los codemandados,
pese a la trascendencia que este acto procesal reviste para efectos del cumplimiento
de la decisión final; situación que [...] ha originado se expida sentencia [...] sin que [...]
se haya establecido debidamente la relación jurídica procesal, lo que afecta la validez
de la sentencia recurrida y vulnera el derecho del recurrente al debido proceso...”
(Casación Nro. 622-02 / Arequipa, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 02-01-
2003, págs. 9763-9764).

- “... El llamamiento posesorio se supedita a la acreditación de la calidad de cuidador o


vigilante del inmueble por parte de quien lo alega [...]; siendo así la falta de
emplazamiento con el proceso a los [...] presuntos poseedores del bien, no invalida la
sentencia de vista...” (Casación Nro. 18-2002 / Huánuco, publicada en el Diario Oficial
El Peruano el 31-052002, págs. 8794-8795).

6.2.3.4 Llamamiento ex oficio en caso de fraude o colusión

Beatriz Quintero y Eugenio Prieto dicen del llamamiento ex oficio (por orden del Juez) en
caso de fraude o colusión que:

“... En esta especie de intervención forzosa el llamamiento lo formula el juez cuando


advierte, de alguna manera, fraude o colusión que se encamine a perjudicar a la
persona a quien llama al proceso. El fraude es culpa grave civil, con ánimo de
perjudicar; la colusión es una combinación, un acuerdo entre las partes de un proceso
que casi siempre resulta simulado y con el propósito de extender sus efectos reflejos
a un tercero.

El llamado ex oficio que interviene en el proceso no introduce en él una pretensión


nueva que se sume o acumule a la que viene siendo objeto de debate. Su interés
descansa exclusivamente en que no se consume el propósito fraudulento que le
dañaría. Por lo general resistirá a la pretensión, pero ello no es principio absoluto.
(...)

El citado no queda vinculado al proceso por el solo llamamiento. Producida la


citación, el tercero decide si interviene o no, y tan solo en el último supuesto se
producirá su vinculación” (QUINTERO; y PRIETO, 1995, Tomo II: 114-115).
INTERVENCIÓN DE TERCEROS, EXTROMISIÓN Y SUCESIÓN PROCESAL – BRYAN GUERE

Los mencionados autores señalan, además, que: “Este instituto sui generis implica la
permisión al tercero de toda la actividad propia de una parte principal independiente, tal como
si interviniera ad excludendum, cual si acumulara pretensión. Goza de todos los poderes y
facultades procesales, pero carece de la facultad de disponer del objeto litigioso” (QUINTERO;
y PRIETO, 1995, Tomo II: 115).

El Código Procesal Civil regula el llamamiento ex officio en caso de fraude o colusión en su


artículo 106. Así tenemos que, en virtud del artículo 106 del Código Procesal Civil, el Juez,
siempre que exista la presunción de fraude o colusión en el proceso, tiene la obligación de
disponer, de oficio, la inmediata citación de las personas que puedan resultar afectadas, con la
finalidad de que se apersonen al proceso en salvaguarda de sus derechos e intereses. A efecto
de la citación de las personas interesadas en caso de fraude o colusión, el Juez tiene la
potestad de ordenar la suspensión del proceso por un plazo que no exceda los 30 días. Debe
tenerse presente que el llamamiento en caso de fraude o colusión procede en cualquier etapa
del proceso.

La Corte Suprema de Justicia de la República, en relación al llamamiento ex officio en caso


de fraude o colusión, ha establecido lo siguiente: “... El llamamiento en caso de fraude o
colusión cuando el Juez presuma su existencia, así como la consecuente suspensión del
proceso, no constituye un imperativo categórico pues es una facultad discrecional del
Juzgador...” (Casación Nro. 2981-2006 / Ica, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 30-11-
2006, pág. 17813).

6.2.3.5 Llamamiento en causa del tercero pretendiente

En relación al llamamiento en causa del tercero pretendiente (llamado también denuncia


de litigio pendiente o citación de demandantes), Prieto-Castro y Ferrándiz nos informa lo
siguiente:

“... La doctrina científica y ciertas legislaciones extranjeras se ocupan de un nuevo


caso de intervención de tercero por denuncia de litigio pendiente (...). Es la hipótesis
de que, estando pendiente un proceso acerca de un crédito, haya un tercero que
afirme ser él el acreedor. Entonces el demandado denuncia la existencia del litigio al
tercero para que intervenga en la causa si le interesa, al tiempo que deposita el
importe de la deuda para que sea entregado al que venza. El proceso nuevo que de
esta manera se origina es llamado litigio entre pretendientes, cuyo efecto es desligar
al demandado de la causa (extramissio) para que ésta siga con esos dos
pretendientes” (PRIETO-CASTRO Y FERRANDIZ, 1980, Volumen 1: 77-78).

Calamandrei, en lo que atañe al llamamiento en causa del tercero pretendiente, refiere


que “... cuando se controvierte a cuál de los dos (o más) pretendientes le corresponde el
derecho a una prestación relativa a una suma de dinero o a una cosa, el obligado, demandado
en juicio por uno de dichos pretendientes, tiene interés en hacer que se declare la certeza,
antes de pagar, de cuál sea, entre los distintos pretendientes, el que verdaderamente tiene
derecho a la prestación: y a este objeto puede llamar en causa al otro pretendiente, a fin de
que el juez decida la controversia entre ellos. Así se habrá declarado judicialmente cierto a
quién le corresponde poder exigir su prestación, sin el temor de pagar a quien no tiene
derecho...” (CALAMANDREI, 1962, Volumen II: 348).

En lo concerniente al llamamiento del tercero pendiente, Arazi opina de esta manera:


INTERVENCIÓN DE TERCEROS, EXTROMISIÓN Y SUCESIÓN PROCESAL – BRYAN GUERE

“Sucede cuando el demandado pide la citación de otra persona, distinta del


actor, que también pretende la misma cosa reclamada en la demanda.

La citación se hace a un tercero a quien se le atribuye una pretensión en contra del


actor y del demandado; respecto del primero porque quiere para sí lo que éste
reclama en el proceso, y del segundo porque es el sujeto pasivo de la relación
sustancial. La situación difiere de la intervención excluyente porque en el caso, el
demandado primitivo se desvincula de la suerte del proceso dado que la doctrina
exige, para que proceda esta citación, que el citante se allane a la pretensión del
demandante.

Podemos graficar la situación diciendo que si A demanda a B, éste puede allanarse y


citar a C; entonces la contienda se entabla entre A y C para determinar quién es el
titular del derecho reclamado en la demanda.

La no intervención del tercero citado le impide alegar que el demandado pagó mal y
pretender cobra (sic) nuevamente el crédito; pero no le prohíbe ejercer su pretensión
contra el actor que cobró en el juicio anterior” (ARAZI, 1998: 329).

7. EXTROMISION

Según Liebman, “la extromisión de una parte es el fenómeno inverso a la intervención, es


la salida de una parte del proceso. La misma se produce por efecto de un pronunciamiento del
juez, que libera o excluye a una parte de la participación ulterior en el proceso, y puede
referirse tanto a una parte originaria cuanto a una parte que haya intervenido o haya sido
llamada al proceso pendiente. En general, la extromisión tiene lugar cuando el juez compruebe
el defecto de presupuestos particulares que condicionan la presencia de la parte en el proceso,
o cuando llegue a faltar la demanda propuesta en juicio por la parte o contra ella (y el proceso
deba, en cambio, continuar entre las otras partes)” (LIEBMAN, 1980: 87-88).

De conformidad con lo dispuesto en el artículo 107 del Código Procesal Civil, en cualquier
etapa del proceso, y de manera excepcional, puede el órgano jurisdiccional disponer (en
resolución debidamente motivada) la extromisión de un tercero legitimado que esté
interviniendo en el proceso, vale decir, su apartamiento de la litis en los siguientes casos:

a) Cuando el órgano jurisdiccional estime que el derecho o interés que legitimaba al


tercero se ha extinguido.

b) Cuando el órgano jurisdiccional compruebe posteriormente la inexistencia del derecho


o interés que legitimaba al tercero (decimos posteriormente porque el Juez admite la
intervención del tercero precisamente por demostrar éste su derecho o interés para
intervenir en el proceso, de lo que se colige que es en momento posterior al indicado
que el Juez se cerciora de que dicho derecho o interés no existe y, en consecuencia,
dispone la extromisión de aquél).

La Corte Suprema de Justicia de la República, en relación a la extromisión, ha establecido


lo siguiente: “... El pedido de extromisión del proceso de un tercero legitimado presupone que
éste anteriormente haya sido incorporado al mismo...” (Casación Nro. 02-05 / La Libertad C-
47295, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 01-08-2005, pág. 14430).
INTERVENCIÓN DE TERCEROS, EXTROMISIÓN Y SUCESIÓN PROCESAL – BRYAN GUERE

8. SUCESION PROCESAL

Gimeno Sendra entiende por sucesión procesal “… la sustitución, en un proceso


determinado, de unas partes formales por otras materiales, como consecuencia de la
transmisión ‘inter vivos’ o ‘mortis causa’ de la legitimación de aquéllas a éstas” (GIMENO
SENDRA, 2007, Tomo I: 172). Dicho autor agrega que “como consecuencia de la ‘perpetuatio
jurisdictionis’ que ocasiona la litispendencia, tras la admisión de la demanda, no pueden existir
cambios sustanciales de las partes en el proceso (…), el cual habrá de transcurrir entre el actor
y del (sic -léase y el-) demandado. Mas, puede ocurrir que, fuera del proceso se haya
transmitido el derecho subjetivo o la titularidad del bien o relación jurídica litigiosa, en cuyo
caso el nuevo adquirente es quien ostenta la legitimación, activa o pasiva (en el caso de
transmisión de bienes litigiosos), y quien se encuentra, por tanto, legitimado para suceder a la
parte originaria en el proceso” (GIMENO SENDRA, 2007, Tomo I: 172).

Lino Palacio sostiene que:

“... En términos generales, cabe hablar de sucesión procesal siempre que, a raíz de la
extinción, pérdida de legitimación o modificación substancial producida en la
composición de una de las partes, ésta es reemplazada en el proceso por una persona
distinta.

Este tipo de sucesión implica un reflejo de la transmisión de derechos substanciales,


sea a título universal o singular (...). Pero como se trata de derechos litigiosos, cuya
efectividad se halla por lo tanto supeditada al eventual reconocimiento que de ellos
se haga en la sentencia definitiva, la sucesión procesal se configura, en rigor, como
una sucesión en la posición jurídica procesal adoptada por el transmitente con
relación al correspondiente derecho” (PALACIO, 1983, Tomo III: 324-325).

Lorca Navarrete trata lo relativo a la sucesión procesal de la manera que se reproduce a


continuación:

“La sucesión procesal atiende a la regulación de todas las cuestiones que afectan a
los posibles cambios de sujetos en la titularidad de parte legítima en el seno de la
instancia procesal.

(…) La sucesión procesal incide más que, en la titularidad legítima de un derecho, en


una posición de parte dirigida a ‘afirmar’ la titularidad legítima del derecho
que podrá coincidir o no con la posición legítima de la parte según como sea
declarada jurisdiccionalmente.

En todo caso, se parte de la ratio según la cual la titularidad legítima del derecho es
en sí transmisible en un contexto que gráficamente podría ser funerario, no sólo
porque se justifique en la sucesión mortis causa, cuanto más bien, porque ‘intervivos’
a través de la sucesión se produce físicamente la muerte para la instancia procesal de
quien la transmite.
Pero, al margen de iter deductivos funerarios, en todo caso la sucesión implica un
traspaso total de la titularidad legítima del derecho originándose, una ‘a modo’ de
escisión, entre la cualidad de parte procesal y la de titular legítimo del derecho”
(LORCA NAVARRETE, 2000: 176-177).

Lorca Navarrete concluye diciendo lo siguiente:


INTERVENCIÓN DE TERCEROS, EXTROMISIÓN Y SUCESIÓN PROCESAL – BRYAN GUERE

“El proceso de la función jurisdiccional, precisamente por su dimensión temporal,


ofrece una perspectiva idónea para que ocurra un fenómeno de sucesión.

La sucesión procesal, pues, se limita a la instancia procesal pendiente en la cual tiene


lugar y justificación.

En ese contexto, la sucesión en la instancia consiste en la sustitución de una de las


partes por otra que ocupa su posición procesal.

La causa que da origen a la sucesión se justifica en que una persona deviene titular
legítimo sobre la cosa litigiosa, lo cual puede ocurrir por cualquiera de los modos de
transmisión del derecho, tanto por un acto entre vivos como por causa de muerte.

El origen de la sucesión habría que encontrarlo en la transmisión temporal de la cosa


litigiosa que implica un desplazamiento en la legitimación que origina además
importantes cuestiones de personación de la nueva parte” (LORCA NAVARRETE,
2000: 178).

El Código Procesal Civil, en su artículo 108, regula lo concerniente a la sucesión procesal


en estos términos:

“Por la sucesión procesal un sujeto ocupa el lugar de otro en un proceso, al


reemplazarlo como titular activo o pasivo del derecho discutido. Se presenta la
sucesión procesal cuando:

1. Fallecida una persona que sea parte en el proceso, es reemplazada por su sucesor, salvo
disposición legal en contrario;

2. Al extinguirse o fusionarse una persona jurídica, sus sucesores en el derecho discutido


comparecen y continúan el proceso;

3. El adquirente por acto entre vivos de un derecho discutido, sucede en el proceso al


enajenante. De haber oposición, el enajenante se mantiene en el proceso como
litisconsorte de su sucesor; o
4. Cuando el plazo del derecho discutido vence durante el proceso y el sujeto que adquiere
o recupera el derecho, sucede en el proceso al que lo perdió.

En los casos de los incisos 1. y 2., la falta de comparecencia de los sucesores,


determina que continúe el proceso con un curador procesal.

Será nula la actividad procesal que se realice después que una de las partes perdió la
capacidad o titularidad del derecho discutido, siempre que dicho acto le pueda haber
generado indefensión. Si transcurridos treinta días no comparece el sucesor al
proceso, el Juez debe designar a un curador procesal, de oficio o a pedido de parte”.

La Corte Suprema de Justicia de la República, en relación a la sucesión procesal, ha


establecido lo siguiente:

- “... La Sucesión Procesal se da cuando un sujeto ocupa el lugar de otro en un proceso,


produciéndose un cambio en los sujetos de la relación jurídica procesal, con la transmisión
de facultades y deberes procesales que conlleva esa posición, vale decir que [...] en la
sucesión procesal quién [sic -léase quien-] concurre al proceso ocupa el lugar del
demandante o del demandado y ocurre cuando se produce el fallecimiento de una de las
partes, en cuyo caso el heredero sucede a la persona del causante adquiriendo la titularidad
INTERVENCIÓN DE TERCEROS, EXTROMISIÓN Y SUCESIÓN PROCESAL – BRYAN GUERE

del derecho objeto del litigio, o cuando una de las partes enajena el derecho objeto del
litigio, por esta razón, el proceso no se extingue necesariamente por el fallecimiento del
demandante, en cuyo lugar se subrogan por vía de sucesión mortis causa sus herederos,
siendo que de acreditarse el fallecimiento de uno de los justiciables el órgano jurisdiccional
debe emplazar a los sucesores notificándoles la existencia del juicio a efectos que se
apersonen al proceso, garantizando de esta manera el debido proceso consagrado en el
inciso tercero del artículo ciento treinta y nueve de la Constitución Política del Estado...”
(Casación Nro. 1254-2007 / La Libertad, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 03-12-
2008, págs. 23614-23615).

- “... El artículo ciento ocho del Código Procesal Civil establece en su inciso uno, que se
presenta la sucesión procesal cuando fallecida una persona que sea parte en el proceso, es
reemplazada por su sucesor, salvo disposición legal en contrario; [...] esta disposición
obedece a que una persona que ha perdido la titularidad del derecho en discusión no puede
generar actos válidos dentro del proceso, contemplando el nombramiento de un curador
procesal para la defensa de los derechos de los sucesores o adquirientes del mencionado
derecho...” (Casación Nro. 52-2007 / Lima, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 02-
09-2008, págs. 22751-22752).

- “... La sucesión procesal puede ser inter vivos o mortis causa; la primera acontecería cuando
una vez iniciado el proceso se produce un cambio en la titularidad de las partes debido a la
transmisión del objeto de la litis. La segunda supone la transmisión del objeto del litigio por
el fallecimiento de una de las partes...” (Casación Nro. 1254-2007 / La Libertad, publicada
en el Diario Oficial El Peruano el 03-12-2008, págs. 23614-23615).

- “... La sucesión procesal es una institución consagrada en el artículo 108 del Código Procesal
Civil, norma según la cual por la sucesión procesal un sujeto ocupa el lugar de otro en un
proceso, al reemplazarlo como titular activo o pasivo del derecho discutido, siendo uno de
los casos en los que ésta ópera, cuando fallece quien es parte en un proceso, además de los
otros supuestos previstos en la ley adjetiva. [...] Que, la sucesión procesal es la regla general
en el caso de muerte de una de las partes dentro de un proceso; ella opera ipso jure, aunque
el reconocimiento de los herederos en el proceso depende de la prueba que éstos aporten
[...]. [...] Que, siendo esto así, la sucesión procesal permite la vinculación de los herederos,
como directos interesados en la protección de la universalidad patrimonial de la cual
forman parte, para que intervengan en el proceso, con lo cual también se protegen
plenamente sus derechos constitucionales, en especial los derechos a la propiedad, a la
defensa y al debido proceso...” (Casación Nro. 3165-2005 / Lima, publicada en el Diario
Oficial El Peruano el 02-10-2006, págs. 17155-17156).

- “... La sucesión procesal es una institución consagrada en el artículo ciento ocho del Código
Procesal Civil, norma según la cual por la sucesión procesal un sujeto ocupa el lugar de otro
en un proceso, al reemplazarlo como titular activo o pasivo del derecho discutido, siendo
uno de los casos en los que ésta ópera, cuando fallece quien es parte en un proceso, además
de los otros supuestos previstos en la ley adjetiva; [...] la sucesión procesal es la regla
general en el caso de la muerte de una de las partes dentro de un proceso, ella opera ipso
jure, aunque el reconocimiento de los herederos en el proceso depende de la prueba que
éstos aporten; sin embargo, existen procesos civiles en los que están en juego derechos
personalísimos y en los que a la muerte de una de las partes no puede operar la sucesión
procesal, como por ejemplo en los procesos de divorcio, de separación de cuerpos o de
nulidad de matrimonio, en los que la muerte de una de las partes implica la culminación de
su actuación procesal. Ello no ocurre en procesos como el presente [sobre ejecución de
INTERVENCIÓN DE TERCEROS, EXTROMISIÓN Y SUCESIÓN PROCESAL – BRYAN GUERE

garantías], en el que la muerte de una de las partes no impide la finalidad patrimonial que
lo impulsa en tanto lo que la acción persigue es el patrimonio de la persona y no a la persona
misma; [...] en tal sentido, la sucesión procesal permite la vinculación de los herederos,
como directos interesados en la protección de la universalidad patrimonial de la cual tienen
parte, para que intervengan en el proceso, con lo cual también se protegen plenamente sus
derechos constitucionales, en especial los derechos a la propiedad, a la defensa y al debido
proceso...” (Casación Nro. 3142-2003 / La Libertad, publicada en el Diario Oficial El Peruano
el 01-08-2005, pág. 14407).

- “... El Artículo ciento ocho (del C.P.C.) (...) se refiere al caso de sucesión procesal, en el cual
una persona ingresa en sustitución de otra a ocupar su posición en la relación procesal, y el
caso de autos es uno distinto, pues se ha demandado directamente a la sucesión y ésta no
ha ingresado después en el lugar del fallecido...” (Casación Nro. 2844-99 / Chincha,
publicada en el Diario Oficial El Peruano el 07-07-2000, pág. 5566).

- “... El artículo 108° del Código Procesal Civil señala que: ‘Por la sucesión procesal un sujeto
ocupa el lugar de otro en un proceso, al reemplazarlo como titular activo o pasivo del
derecho discutido’; y se presenta -según refiere su inciso 1- cuando: ‘fallecida una persona
que sea parte en el proceso, es reemplazada por su sucesor, salvo disposición legal en
contrario’; de donde se advierte que el acontecimiento en virtud del cual se configura la
sucesión procesal lo constituye el fallecimiento de la persona que es parte en el proceso y
no de la fecha en que se comunica tal situación...” (Casación Nro. 682-2005 / Apurímac,
publicada en el Diario Oficial El Peruano el 31-01-2007, pág. 18657).

- “... Se ha producido el fallecimiento de uno de los demandados [...], lo cual conmina a


recurrir a la figura jurídica de sucesión procesal, contemplada en el artículo ciento ocho
inciso primero del Código Procesal Civil, [...] a efecto de que: a) los sucesores del fallecido
se apersone [sic -léase se apersonen-] al proceso y actúen en éste en lugar de su causante;
y b) en defecto de ello, esto es, en caso de inconcurrencia de los sucesores, se proceda al
nombramiento del curador procesal, quien es un abogado nombrado por el Juez; [...] el
artículo sesentiuno del Código adjetivo [C.P.C.] [...] establece que el nombramiento del
curador procesal se produce a pedido del interesado, pedido que, a fin de merecer un
obligatorio pronunciamiento, de acuerdo a una interpretación literal de la norma debe
formularse una vez transcurrido el plazo de treinta días con que cuenta el sucesor para
comparecer del proceso; tal como lo prescribe el artículo ciento ocho del citado Código
[C.P.C.]; toda vez que la curaduría procesal no se configura simplemente con la muerte de
una de las partes del proceso, sino cuando ninguno de los sucesores del fallecido se
apersona en su lugar durante el citado plazo, en otras palabras, la sola lectura del citado
artículo sesentiuno [del C.P.C.] nos lleva a concluir que el interesado se encuentra expedito
para solicitar el referido nombramiento solo cuando se ha producido la mencionada
situación...” (Casación Nro. 2952-2001 / Lambayeque, publicada en el Diario Oficial El
Peruano el 01-07-2002, págs. 8937-8938).

- “... Conforme establece el artículo 108 del Código Procesal Civil, por la sucesión procesal un
sujeto ocupa el lugar de otro en un proceso, al reemplazarlo como titular activo o pasivo
del derecho discutido, precisando que se presenta cuando: inciso 1): Fallecida una persona
que sea parte en el proceso, es reemplazada por su sucesor, salvo disposición legal en
contrario; de lo que se colige que dicho reemplazo obedece a los cambios en la titularidad
activa o pasiva del derecho que es materia de debate judicial; [...] en tal virtud, fallecida una
de las partes de la relación procesal durante el trámite del proceso, correspondía suspender
INTERVENCIÓN DE TERCEROS, EXTROMISIÓN Y SUCESIÓN PROCESAL – BRYAN GUERE

su trámite para que se produzca la sucesión procesal o se nombre curador procesal,


conforme a lo normado en el dispositivo antes descrito, lo que no ha ocurrido, debiendo
precisarse que el fallecimiento [...] se produjo [...] con anterioridad incluso a la expedición
de la sentencia de primera instancia [...]; [...] en este orden de ideas, es evidente que se ha
infringido el debido proceso, [...] por haberse violentado el derecho de defensa del
demandado fallecido, [...] lo cual vicia de nulidad la decisión recurrida y la expedida en
primera instancia, en atención a lo dispuesto en el numeral 171 del Código Procesal Civil...”
(Casación Nro. 2876-2006 / Lima, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 02-01-2008,
págs. 21318-21319).

- “... En el caso de autos, y como lo ha acreditado la recurrente, con la partida de defunción


de su cónyuge [...], éste ha fallecido [...] sin que se haya llamado a comparecer a sus
sucesores procesales conforme lo señala el inciso primero del artículo ciento ocho del
Código Procesal Civil, acreditándose con ello la vulneración del derecho de defensa que
constituye un derecho fundamental de naturaleza procesal que conforma, a su vez, el
ámbito del debido proceso, y sin el cual no podría reconocerse la garantía de este último...”
(Casación Nro. 1254-2007 / La Libertad, publicada en el Diario Oficial El Peruano el 03-12-
2008, págs. 23614-23615).

- “... Conforme lo establece el artículo 108 del Código Procesal Civil, por la sucesión procesal
un sujeto ocupa el lugar de otro en un proceso, al reemplazarlo como titular activo o pasivo
del derecho discutido, señalando los casos en que ésta se presenta. Así su inciso tercero
expresa que se presenta tal situación cuando el adquiriente por acto entre vivos de un
derecho, sucede en el proceso al enajenante; desprendiéndose de dicho numeral por
extensión que aquella se configura cuando, en el curso de un proceso [...] una persona
distinta reemplaza a una de las partes ocupando su posición procesal de demandante o
demandado, según sea el caso...” (Casación Nro. 1288-2003 / La Libertad, publicada en el
Diario Oficial El Peruano el 30-09-2005, págs. 14747-14748).

- “... Fluye que el Banco [...] ya no continúa en su condición de acreedor, en tal virtud ha
devenido carente de interés y legitimidad para obrar, razón por la que [...] se debió resolver
el pedido de sucesión procesal, por haber operado un cambio en la titularidad activa de la
relación procesal, máxime si [...] el conocimiento de dicho pedido [...] no ha sido absuelto
por la entidad demandante que ha dejado de tener la calidad de acreedora, por ende, sin
capacidad para continuar con el desarrollo del proceso. [...] Que, en consecuencia, al no
haberse procedido en la forma que establece la ley procesal, se ha contravenido lo
dispuesto en el artículo 108 del Código Procesal Civil, [...] correspondiendo por tanto
declarar la nulidad del fallo...” (Casación Nro. 1288-2003 / La Libertad, publicada en el Diario
Oficial El Peruano el 30-09-2005, págs. 14747-14748).

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