Uno de los peajes que ha de pagar un debate político para bajar del ámbito académico y
aterrizar al nivel de las controversias de medios como Tweeter es que inmediatamente se
adapta al nivel cultural e intelectual más primario, donde triunfan y se reproducen
adquiriendo una apariencia de irrefutabilidad, como ya observó Joseph Goebbels, el más
brillante intelectualmente de los monstruos del Reich nazi, argumentos del tipo «¿Qué
pone en tu DNI?», «La Constitución que nos dimos entre todos», «Los inmigrantes nos
quitan el trabajo»; argumentos que, bien manejados, pueden llevar al poder a cualquier
demagogo medianamente hábil.
Al final pondremos a prueba qué consecuencias lógicas tendría que esta afirmación fuese
cierta. Pero ahora nos centraremos es comprobar si es cierta; es decir, si con la
mentalidad de las personas que tenían alguna influencia política e ideológica en el
período que va del siglo IX al XV, hay alguna duda de que el conde de Barcelona y
príncipe de Catalunya era un rey y de que el territorio que gobernaba fuera un reino; y, en
caso afirmativo, en qué momento histórico podemos estar seguros de ello.
«IMPERIUM» Y «MAIESTAS»
Para clarificar qué era un rey y qué un reino, conviene retroceder hasta Roma para
distinguir entre dos conceptos fundamentales, «imperium» y «maiestas».
En la Roma Republicana había una única fuente de poder que era «el Senado y el Pueblo
de Roma» (Senatus populusque romanus). El Senado (o las asambleas de ciudadanos
llamadas «comicios») conferían un poder temporal a unos funcionarios electos que lo
ejercían. Este poder se manifestaba en la existencia de una fuerza coercitiva situada a
1 Ver DU CANGE, Glossarium mediae et infimae latinitatis. En la entrada «regnum» «In anno 22. Regni
religiosissimi Ducis Tassilonis gentis Bajwariorum, etc.» queda claro que era reino un ducado cuyo duque era
soberano.
sus órdenes y se visualizaba, simplemente, mostrando unas insignias del poder que se
ejercía (un haz de varas con un hacha, un pequeño cetro, un águila). Por ello, el concepto
político fundamental era el «imperium», es decir, el poder coercitivo del Estado. Nada más
distinguía a un cónsul del resto de senadores romanos, ni en la apariencia externa, ni en
ceremonial alguno en su nombramiento o en el tratamiento que se le debía. La
«maiestas» (el aparato propagandístico que envuelve a un gobernante para convertirlo en
sagrado) es absolutamente ajena a cónsules y pretores y pertenece, en exclusiva, a la
propia Roma, que era considerada una ciudad divina.
Sin embargo, las guerras civiles (Mario contra Sila, César contra Pompeyo, Augusto
contra Marco Antonio) implicaron un doble cambio. Por una parte, los generales romanos
entraron en contacto, se casaron, firmaron tratados de paz o guerrearon contra
monarquías orientales cuyos mandatarios eran considerados dioses. Julio César era
considerado un dios en Egipto y un simple funcionario (cónsul) en Roma. Además, las
guerras civiles mostraron claramente que cualquier general ambicioso a la cabeza de
media docena de legiones podía aspirar a usurpar el poder del Senado y del Pueblo y a
legitimarse posteriormente eliminando por la violencia parte del senado y rellenándolo con
sus propios partidarios.
Es por ello que desde el instante mismo en que se implanta el Imperio Romano, Augusto
inventa un ceremonial que le convierte en sagrado y dificulta la acción de los generales
que quieran eliminarlo para alcanzar el poder. Augusto se proclama un dios, se inventa
genealogías divinas, erige templos a su persona en todas las ciudades, deviene «pontífice
máximo». La «maiestas» se añade al «imperium».
Esta solución, sin embargo, no resultó duradera. Antes de acabar el siglo IV, el emperador
Teodosio dividió el imperio entre sus dos hijos, Honorio (Occidente) y Arcadio (Oriente), y
pronto el primero hubo de reconocer que su «imperium» coexistiría con el de los
reyezuelos de diversos pueblos germánicos, acostumbrados a una tradición política bien
diversa: eran caudillos militares escogidos por sus pares, que podían ser depuestos
(normalmente a través del asesinato o la ejecución) y no hereditarios.
2 Que el imperio necesitaba una religión obligatoria para asegurar la fidelidad de los súbditos al emperador lo
demuestra que los distintos candidatos al cargo, en las guerras civiles del siglo IV defienden distintas religiones
soteriológicas con vocación monoteísta: Mitra, Isis, Cristo.
emperadores romanos, y empezarán a pretender que su dignidad es superior a la de los
propios reyes.
Después de que su padre usurpara el poder de los reyes francos de la dinastía Clodovea,
Carlomagno en el año 800 intenta aumentar su «maiestas», haciéndose coronar
emperador por el papa León III.
Porque, en realidad, ¿qué diferencia hay entre un emperador y un rey? Desde el punto de
vista de la substancia del poder, del «imperium», ninguna. Pero en cuanto a la dignidad, a
la «maiestas», hay una gran diferencia: el prestigio. Un emperador ceñía una corona más
elaborada. Se suponía que tenía que dirigir empresas colectivas en las que participasen
diversos reyes (como las Cruzadas). Era coronado frecuentemente por el papa y no por
un arzobispo. Los reyes a menudo le pedían arbitraje en sus conflictos. Podía conferir
coronas reales a personajes que, en ese acto, eran reconocidos universalmente como
reyes.
EL REY Y SU REGALÍA.
b> por auto-proclamación (como Roger de Sicilia en 1130, Boleslao de Polonia en 1025 o
Otakar de Bohemia en 1198). La violación por parte de un rey de los pactos con un
súbdito suficientemente fuerte podía dar lugar a la auto-proclamación como rey del
territorio del que antes no se era soberano, o bien podía producirse como respuesta a una
usurpación no aceptada por un súbdito poderoso (creación del imperio de Trebisonda por
Alejo Comneno como respuesta a la usurpación del imperio bizantino por los cruzados en
1204).
c> por conquista de un reino, aceptada por los demás reyes. Por ejemplo, el duque de
Normandía Guillermo el Conquistador, en 1066, invade y conquista Gran Bretaña y es
reconocido como rey.
d> por coronación por autoridad imperial (1212, Otakar de Bohemia); sea del emperador
bizantino o alemán, o incluso de un emperador no cristiano (Gran Kan mogol, califa de
Bagdad)
f) por «disociación» de los territorios de un reino, por ejemplo por un rey que deja la
corona a su heredero principal y crea un reino con otra parte de sus territorios para otro
hijo (Sancho III el Mayor de Navarra); siempre que el nuevo reino sea aceptado por otros
reyes.
g) por decisión de una «asamblea» representativa de un territorio, fuera o no reconocido
previamente como reino. Por ejemplo, Godofredo de Bouillon rey de Jerusalen en 1099 en
la primera cruzada o Frederic III de Sicilia en 1291.
h) por usurpación de un título real ya existente, aceptada por los demás reyes (Enrique de
Trastamara tras matar a Pedro «el Cruel» de Castilla).
Por tanto, un rey lo es por un reconocimiento interno y externo, por un «imperium» que le
permite defender el territorio y castigar a los díscolos, por el ejercicio de unas regalías y
por una «maiestas» que le confiere un carácter sagrado como representante del poder de
Dios en la Tierra3.
Ahora bien, la «maiestas» era exactamente igual para todos los reyes. Tenía el mismo
ceremonial, prestigio o protocolo un rey poderoso o uno con muchos menos territorios.
Eso explica conflictos como los de Ricardo Corazón de León, abandonado por los otros
soberanos cuando intenta imponerse como caudillo de la Tercera Cruzada, y su captura y
exigencia de rescate por el duque soberano de Austria.
Por poner un ejemplo. Joan II «Sin Fe» era rey de Aragón, Valencia, Sicília, Nápoles y
Cerdeña; regente de Navarra, conde de Rosellón, príncipe de Catalunya (que incluía el
antiguo reino de Mallorca). Convertir uno de sus ducados (como Montblanc), condados
(como Barcelona) o principados (como Girona) en reinos no le habría aumentado en nada
ni su «imperium» ni su «maiestas».
Los primeros condes catalanes a lo largo del siglo IX eran funcionarios nombrados y
destituidos por los reyes francos. Ejercían un «imperium» de forma delegada, no
disfrutaban de regalía alguna ni se rodeaban de «maiestas». Con Guifré «el Pilós» los
condes devienen hereditarios, pero ello no significa ninguna ruptura con los reyes francos.
La decisión la tomó en 877 el propio rey Carlos «el Calvo» en la capitular de Quierzy con
carácter general.
Durante el siglo siguiente (877-988), los condes catalanes dependen de París y ejercen
un poder delegado. Van a la corte franca a jurar fidelidad cada vez que muere un rey o
cada vez que un conde catalán hereda el cargo de su padre, fechan sus documentos por
el año del reinado de los reyes de París, acuñan moneda a nombre de los reyes francos y
no tienen una política exterior propia. El cambio se produce con Borrell II. Pide (y no
3 El caso límite era la creencia general de que la imposición de manos del rey de Francia curaba la escrofulosis.
recibe) asistencia militar a la corte franca para hacer frente a la política agresiva del
general cordobés al-Mansur, que llega a saquear Barcelona. Lleva a cabo una política
exterior propia (embajadas a Córdoba y a Roma). Cambia la dinastía en París, cosa que
rompe el compromiso de fidelidad personal; los condes no irán más a jurar fidelidad a
ningún otro rey.
- Con Ramón Berenguer III se crea un arzobispado de Tarragona (1118). Los obispos
catalanes ya no tendrán que asistir a ningún concilio convocado en Narbona. La
coronación de los soberanos catalanes se efectuará en presencia y con intervención de
un arzobispo en Barcelona.
a> un sistema monetario propio y diferente del aragonés. La moneda catalana no podía
circular en Aragón, ni la aragonesa en Catalunya. La modificación del sistema monetario
catalán el rey sólo la podía llevar a cabo negociándola con las instituciones catalanas.
b> unos Fueros o Constituciones nacidas de la evolución de los Usatges, que sólo se
pueden aprobar y modificar en las Cortes Catalanas. Estos fueros son totalmente
diferentes de los aragoneses. Cuando se produce la conquista de Valencia se discute qué
fueros estarán en vigor allí (los aragoneses o los catalanes) y Jaume «el Conqueridor»
opta por convertir Valencia en un reino independiente tanto de Aragón como de
Catalunya, con fueros propios.
c> unas Cortes catalanas, que sólo pueden tener representantes catalanes, que tienen
una representación permanente (la Diputació del General de Catalunya, o Generalitat),
que no tienen las cortes aragonesas; que dispone de los donativos aprobados para el rey
hasta que éste justifica su uso. Estas Cortes elaboran, aprueban y derogan las
Constituciones. Están representados los tres «brazos» típicos: las ciudades reales (con
los burgueses sobre-representados), la nobleza y el clero.
e> ningún cargo de gobierno en Catalunya podía ser ejercido por nadie que no fuera
catalán.
f> en caso de guerra en Catalunya, Aragón no tenia que suministrar tropas; ni los
catalanes para la defensa de Aragón.
g> el archivo de todos los documentos de la corte estuvo siempre en Barcelona, lugar de
residencia preferente de los reyes.
i> excepcionalmente, se reunió una comisión para decidir la sucesión de Martí «l'Humà».
Se escogen 9 miembros: tres aragoneses, tres catalanes y tres valencianos. El orden de
intervención fue ese (Aragón-Catalunya-Valencia). Pere «el Cerimoniós»· estableció ese
orden de preeminencia de los reinos de su corona.
j> después de la guerra de Pere «el Cerimoniós» contra su primo el rey Jaime de
Mallorca, el rey incorpora el reino de Mallorca a Catalunya a perpetuidad.
k> los reyes catalanes, actuando en calidad de tales, crearon marquesados (Lleida,
Tortosa), ducados (Montblanc) y principados (Girona), dentro del territorio de Catalunya.
l> cuando el rey no estaba en un reino, nombraba como representante con todos los
poderes un virrey. Cuando el rey estaba en Barcelona, había un virrey en Aragón. Pero
cuando estaba en Valencia o Napoles, no sólo había un virrey en los diversos reinos, sino
también en Catalunya.
Resumiendo. Catalunya era un regnum a partir del siglo XII porque tenía su propio rey
que no dependía de ningún otro, sus propias leyes e instituciones, su ejército, su moneda,
su política exterior, sus Cortes, sus Constituciones. No se llamó reino, como tampoco
Florencia o Génova o Venecia o Borgoña.
Queda abierta la duda de porqué Catalunya nunca se denominó oficialmente «reino». Que
al rey le era indiferente ya lo hemos demostrado anteriormente. Cabe pensar en varias
4 El rey juraba poniendo una mano sobre las Constituciones y la otra sobre un fragmento de la Vera Cruz, traida de
Egipto a principios del siglo XIV, en el convento de San Francisco.
posibles explicaciones:
b> los barceloneses prefirieron mantener un título oficial (conde y condado de Barcelona)
que visualizaba el nombre de la ciudad; un reino de Catalunya lo hubiera hecho menos
visible en la documentación oficial. Pensemos en el conde de Portugal conquistando el
reino taifa de Lisboa y convirtiéndolo en parte del nuevo reino de Portugal.
Espero hayan quedado claras las razones por las cuales hay que considerar un regnum a
Catalunya desde el siglo XII. Pero ahora vamos a imaginar lo contrario. Vamos a suponer
que Catalunya no tiene derecho a la auto-determinación «porque nunca fue un reino sino
un condado». La consecuencia lógica seria...que Navarra (que fue reino) tiene el derecho
de auto-determinación; que lo tiene Valencia; que lo tiene Mallorca; que lo tiene Tortosa;
que lo tiene Lleida. Y lo más divertido: que cuando se hiciera el referendum de auto-
determinación correspondiente al reino de Aragón, el número de votantes catalanes seria
el correspondiente a 7,5 millones de habitantes, mientras que el de votantes aragoneses
seria el de los votantes correspondientes a 1,3 millones de habitantes. A ver si para evitar
la independencia de Catalunya, aún acabaría por salir Aragón de España.