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«IMPERIUM» Y «MAIESTAS». A PROPÓSITO DEL REGNUM DE CATALUNYA.

Josep Maria Reyes Vidal. Historiador.

Uno de los peajes que ha de pagar un debate político para bajar del ámbito académico y
aterrizar al nivel de las controversias de medios como Tweeter es que inmediatamente se
adapta al nivel cultural e intelectual más primario, donde triunfan y se reproducen
adquiriendo una apariencia de irrefutabilidad, como ya observó Joseph Goebbels, el más
brillante intelectualmente de los monstruos del Reich nazi, argumentos del tipo «¿Qué
pone en tu DNI?», «La Constitución que nos dimos entre todos», «Los inmigrantes nos
quitan el trabajo»; argumentos que, bien manejados, pueden llevar al poder a cualquier
demagogo medianamente hábil.

Uno de estos argumentos aparece en el debate sobre el derecho de Catalunya a la auto-


determinación y, por tanto, a la independencia, y lo niega en base a que «Cataluña nunca
fue un reino, sólo un condado».

Al final pondremos a prueba qué consecuencias lógicas tendría que esta afirmación fuese
cierta. Pero ahora nos centraremos es comprobar si es cierta; es decir, si con la
mentalidad de las personas que tenían alguna influencia política e ideológica en el
período que va del siglo IX al XV, hay alguna duda de que el conde de Barcelona y
príncipe de Catalunya era un rey y de que el territorio que gobernaba fuera un reino; y, en
caso afirmativo, en qué momento histórico podemos estar seguros de ello.

Quede claro, pues, que no se va a «justificar» el derecho a la independencia de Catalunya


en base a la afirmación de que «Catalunya fuera una nación» en esos siglos. El concepto
de «Nación» no es aplicable plenamente antes de las revoluciones del siglo XVIII (la de
las 13 Colonias norteamericanas, o la Francesa) o, a lo sumo, de las del siglo XVII, las
revoluciones de Oliver Cromwell de 1640 y de 1688 en Gran Bretaña y la de las
Provincias Unidas contra la monarquía hispánica de los Habsburgo.

Antes no hay «naciones» (en el sentido moderno, aunque el término se usase en el


sentido de «pueblos»), pero sí hay «estados» que, en la época se acostumbran a llamar
reinos, aunque no siempre, y que normalmente están dotados de un rey. Sin embargo,
hay «estados» cuyo soberano no es formalmente considerado rey, que también se
denominan reinos1 y hay estados republicanos (a menudo mucho más poderosos que un
simple reino) aunque un funcionario escogido lleve una denominación «feudal» (el
imperio marítimo de la Serenísima República Veneciana tenia funcionarios llamados
«duques»; la no menos imperial Serenísima República de Génova los llamaba cónsules o
capitanes del pueblo). Por ello, a partir del siglo XV se preferirá la denominación genérica
de «República» para los Estados, aún aplicándose a monarquías.

«IMPERIUM» Y «MAIESTAS»
Para clarificar qué era un rey y qué un reino, conviene retroceder hasta Roma para
distinguir entre dos conceptos fundamentales, «imperium» y «maiestas».

En la Roma Republicana había una única fuente de poder que era «el Senado y el Pueblo
de Roma» (Senatus populusque romanus). El Senado (o las asambleas de ciudadanos
llamadas «comicios») conferían un poder temporal a unos funcionarios electos que lo
ejercían. Este poder se manifestaba en la existencia de una fuerza coercitiva situada a

1 Ver DU CANGE, Glossarium mediae et infimae latinitatis. En la entrada «regnum» «In anno 22. Regni
religiosissimi Ducis Tassilonis gentis Bajwariorum, etc.» queda claro que era reino un ducado cuyo duque era
soberano.
sus órdenes y se visualizaba, simplemente, mostrando unas insignias del poder que se
ejercía (un haz de varas con un hacha, un pequeño cetro, un águila). Por ello, el concepto
político fundamental era el «imperium», es decir, el poder coercitivo del Estado. Nada más
distinguía a un cónsul del resto de senadores romanos, ni en la apariencia externa, ni en
ceremonial alguno en su nombramiento o en el tratamiento que se le debía. La
«maiestas» (el aparato propagandístico que envuelve a un gobernante para convertirlo en
sagrado) es absolutamente ajena a cónsules y pretores y pertenece, en exclusiva, a la
propia Roma, que era considerada una ciudad divina.

Sin embargo, las guerras civiles (Mario contra Sila, César contra Pompeyo, Augusto
contra Marco Antonio) implicaron un doble cambio. Por una parte, los generales romanos
entraron en contacto, se casaron, firmaron tratados de paz o guerrearon contra
monarquías orientales cuyos mandatarios eran considerados dioses. Julio César era
considerado un dios en Egipto y un simple funcionario (cónsul) en Roma. Además, las
guerras civiles mostraron claramente que cualquier general ambicioso a la cabeza de
media docena de legiones podía aspirar a usurpar el poder del Senado y del Pueblo y a
legitimarse posteriormente eliminando por la violencia parte del senado y rellenándolo con
sus propios partidarios.

Es por ello que desde el instante mismo en que se implanta el Imperio Romano, Augusto
inventa un ceremonial que le convierte en sagrado y dificulta la acción de los generales
que quieran eliminarlo para alcanzar el poder. Augusto se proclama un dios, se inventa
genealogías divinas, erige templos a su persona en todas las ciudades, deviene «pontífice
máximo». La «maiestas» se añade al «imperium».

Pero la existencia de cientos de dioses coexistiendo con la figura imperial la devaluaba.


Era mejor centralizar la religión; crear una religión oficial y obligatoria que le presentase
como sagrado, y al mismo tiempo le diese el control sobre los sacerdotes, a través del
obispo de Roma, escogido por el Emperador. Este feliz encuentro del poder imperial i el
monoteísmo es lo que instauran el emperador Constantino y sus continuadores 2.

Esta solución, sin embargo, no resultó duradera. Antes de acabar el siglo IV, el emperador
Teodosio dividió el imperio entre sus dos hijos, Honorio (Occidente) y Arcadio (Oriente), y
pronto el primero hubo de reconocer que su «imperium» coexistiría con el de los
reyezuelos de diversos pueblos germánicos, acostumbrados a una tradición política bien
diversa: eran caudillos militares escogidos por sus pares, que podían ser depuestos
(normalmente a través del asesinato o la ejecución) y no hereditarios.

Desaparecido el Imperio de Occidente (cuando el rey hérulo Odoacro destituye al


emperador Rómulo Augústulo), las insignias imperiales son enviadas a Oriente (pronto
llamado Imperio Bizantino). Tras varios siglos de coexistencia de las dos tradiciones de
poder (la germánica y la romana), a través de la cristianización de los pueblos
germánicos, finalmente los reyes francos, visigodos y del resto de estados adaptan el
modelo romano para protegerse y aumentar su poder. Copian el ceremonial de la
«maiestas» imperial con una unción sagrada llevada a cabo por arzobispos cristianos en
el marco de la coronación como reyes. Su persona deviene inviolable; la obediencia a
ellos, un deber religioso y su poder, de origen divino, y no conferido por sus iguales. El
problema es que esta solución aumentaba la autonomía de los obispos de Roma, que
aprovecharon el vacío de poder para usurpar la «maiestas» que antes detentaban los

2 Que el imperio necesitaba una religión obligatoria para asegurar la fidelidad de los súbditos al emperador lo
demuestra que los distintos candidatos al cargo, en las guerras civiles del siglo IV defienden distintas religiones
soteriológicas con vocación monoteísta: Mitra, Isis, Cristo.
emperadores romanos, y empezarán a pretender que su dignidad es superior a la de los
propios reyes.

Después de que su padre usurpara el poder de los reyes francos de la dinastía Clodovea,
Carlomagno en el año 800 intenta aumentar su «maiestas», haciéndose coronar
emperador por el papa León III.

A partir de este momento, en Europa habrá varios emperadores (establecidos por


herencia, coronación papal o reconocimiento mutuo) y muchos reyes que son «in regnum
suum quasi imperator in imperium eius», en su reino son como los emperadores en el
suyo.

Porque, en realidad, ¿qué diferencia hay entre un emperador y un rey? Desde el punto de
vista de la substancia del poder, del «imperium», ninguna. Pero en cuanto a la dignidad, a
la «maiestas», hay una gran diferencia: el prestigio. Un emperador ceñía una corona más
elaborada. Se suponía que tenía que dirigir empresas colectivas en las que participasen
diversos reyes (como las Cruzadas). Era coronado frecuentemente por el papa y no por
un arzobispo. Los reyes a menudo le pedían arbitraje en sus conflictos. Podía conferir
coronas reales a personajes que, en ese acto, eran reconocidos universalmente como
reyes.

EL REY Y SU REGALÍA.

¿Cómo se llegaba a ser rey? Los caminos eran, principalmente:

a> por herencia aceptada por otros posibles herederos.

b> por auto-proclamación (como Roger de Sicilia en 1130, Boleslao de Polonia en 1025 o
Otakar de Bohemia en 1198). La violación por parte de un rey de los pactos con un
súbdito suficientemente fuerte podía dar lugar a la auto-proclamación como rey del
territorio del que antes no se era soberano, o bien podía producirse como respuesta a una
usurpación no aceptada por un súbdito poderoso (creación del imperio de Trebisonda por
Alejo Comneno como respuesta a la usurpación del imperio bizantino por los cruzados en
1204).

c> por conquista de un reino, aceptada por los demás reyes. Por ejemplo, el duque de
Normandía Guillermo el Conquistador, en 1066, invade y conquista Gran Bretaña y es
reconocido como rey.

d> por coronación por autoridad imperial (1212, Otakar de Bohemia); sea del emperador
bizantino o alemán, o incluso de un emperador no cristiano (Gran Kan mogol, califa de
Bagdad)

e) por coronación papal (como Esteban I de Hungría en 1000, o el conde de Anjou,


Carlos, nombrado rey de Sicília); a menudo, como premio por la conversión al cristianismo
de un caudillo tribal pagano.

f) por «disociación» de los territorios de un reino, por ejemplo por un rey que deja la
corona a su heredero principal y crea un reino con otra parte de sus territorios para otro
hijo (Sancho III el Mayor de Navarra); siempre que el nuevo reino sea aceptado por otros
reyes.
g) por decisión de una «asamblea» representativa de un territorio, fuera o no reconocido
previamente como reino. Por ejemplo, Godofredo de Bouillon rey de Jerusalen en 1099 en
la primera cruzada o Frederic III de Sicilia en 1291.

h) por usurpación de un título real ya existente, aceptada por los demás reyes (Enrique de
Trastamara tras matar a Pedro «el Cruel» de Castilla).

Por tanto, reconocimiento, poder efectivo («imperium») y ceremonial («maiestas»). Pero


qué más hace rey a un rey? El rey no reconoce un poder superior al suyo en sus
territorios, tiene recursos para defender su territorio que disuaden a sus vecinos, ejerce un
conjunto de potestades reservadas al rey (regalía): acuñación de moneda a su nombre,
decidir sobre el uso de la tierra vacante, los ríos, la costa, recibe el juramento de fidelidad
de sus vasallos, dirige la política exterior, decide la paz y la guerra, castiga y perdona,
convoca el ejército, cobra determinados impuestos, hace cumplir las leyes (aunque puede
delegar las causas menores a los nobles). Lleva una corona con un diseño determinado,
un cetro especial, se corona con un ceremonial determinado (generalmente de manos de
un arzobispo). Exige un tratamiento concreto.

Por tanto, un rey lo es por un reconocimiento interno y externo, por un «imperium» que le
permite defender el territorio y castigar a los díscolos, por el ejercicio de unas regalías y
por una «maiestas» que le confiere un carácter sagrado como representante del poder de
Dios en la Tierra3.

Ahora bien, la «maiestas» era exactamente igual para todos los reyes. Tenía el mismo
ceremonial, prestigio o protocolo un rey poderoso o uno con muchos menos territorios.
Eso explica conflictos como los de Ricardo Corazón de León, abandonado por los otros
soberanos cuando intenta imponerse como caudillo de la Tercera Cruzada, y su captura y
exigencia de rescate por el duque soberano de Austria.

Por poner un ejemplo. Joan II «Sin Fe» era rey de Aragón, Valencia, Sicília, Nápoles y
Cerdeña; regente de Navarra, conde de Rosellón, príncipe de Catalunya (que incluía el
antiguo reino de Mallorca). Convertir uno de sus ducados (como Montblanc), condados
(como Barcelona) o principados (como Girona) en reinos no le habría aumentado en nada
ni su «imperium» ni su «maiestas».

LOS ATRIBUTOS DE UN «REGNUM». EL REGNUM DE CATALUNYA.


Vamos ahora a comprobar en qué momento los soberanos de Catalunya se convirtieron
en reyes (independientemente del título que tuvieran).

Los primeros condes catalanes a lo largo del siglo IX eran funcionarios nombrados y
destituidos por los reyes francos. Ejercían un «imperium» de forma delegada, no
disfrutaban de regalía alguna ni se rodeaban de «maiestas». Con Guifré «el Pilós» los
condes devienen hereditarios, pero ello no significa ninguna ruptura con los reyes francos.
La decisión la tomó en 877 el propio rey Carlos «el Calvo» en la capitular de Quierzy con
carácter general.

Durante el siglo siguiente (877-988), los condes catalanes dependen de París y ejercen
un poder delegado. Van a la corte franca a jurar fidelidad cada vez que muere un rey o
cada vez que un conde catalán hereda el cargo de su padre, fechan sus documentos por
el año del reinado de los reyes de París, acuñan moneda a nombre de los reyes francos y
no tienen una política exterior propia. El cambio se produce con Borrell II. Pide (y no

3 El caso límite era la creencia general de que la imposición de manos del rey de Francia curaba la escrofulosis.
recibe) asistencia militar a la corte franca para hacer frente a la política agresiva del
general cordobés al-Mansur, que llega a saquear Barcelona. Lleva a cabo una política
exterior propia (embajadas a Córdoba y a Roma). Cambia la dinastía en París, cosa que
rompe el compromiso de fidelidad personal; los condes no irán más a jurar fidelidad a
ningún otro rey.

A partir de este momento y hasta Ramón Berenguer IV se va produciendo una progresiva


apropiación de las regalías. Emisión de moneda con la efigie de los condes.
Intensificación de las iniciativas militares y de política exterior al margen de París (saqueo
de Córdoba, cobro de parias a los reinos de taifas musulmanes, negociaciones con
Génova para conquistar el reino de Mayurqa), obtención de feudos dependientes de otros
soberanos (condado de Provenza, teóricamente dependiente del Emperador alemán).

Y, finalmente, en los reinados de Ramón Berenguer IV y Alfonso «el Casto» (1131-1193),


se produce la plena ruptura con los reyes francos y la creación de un «regnum» de
Catalunya. Veamos los elementos:

- Con Ramón Berenguer III se crea un arzobispado de Tarragona (1118). Los obispos
catalanes ya no tendrán que asistir a ningún concilio convocado en Narbona. La
coronación de los soberanos catalanes se efectuará en presencia y con intervención de
un arzobispo en Barcelona.

- Ramón Berenguer en 1148 conquista el reino taifa de Turtuixa (Tortosa) y lo incorpora al


condado de Barcelona, con la categoría de «marquesado». El año siguiente, ocupa el
reino taifa de Larida (Lleida), y lo incorpora al condado de Barcelona con la categoría de
«marquesado». Esto solo demostraría que el condado de Barcelona (pronto Principat de
Catalunya) ya era un «regnum».

- Matrimonio con la princesa Petronila de Aragón que le proporciona el «imperium» sobre


ese reino y la «maiestas» como príncipe regente. Cabe resaltar que la nobleza aragonesa
prefirió la alianza con el conde Ramón Berenguer y no con el rey de Castilla Alfonso VII.

- Compilación de los Usatges de Barcelona. Este sistema jurídico-político no contiene


referencia alguna a los reyes francos y presenta al conde de Barcelona como el
«princeps» que ejerce los mismos poderes que los antiguos emperadores romanos
(disposición de las tierras vacías, regalía sobre las aguas corrientes, la moneda, guerra y
paz, defensa del territorio, seguridad de los caminos, etc).

- A partir de 1180, se prohíbe fechar documento alguno en Catalunya por el año de


reinado de los reyes franceses.

¿Qué atributos exclusivos de un reino poseía en ese momento Catalunya?

a> un sistema monetario propio y diferente del aragonés. La moneda catalana no podía
circular en Aragón, ni la aragonesa en Catalunya. La modificación del sistema monetario
catalán el rey sólo la podía llevar a cabo negociándola con las instituciones catalanas.

b> unos Fueros o Constituciones nacidas de la evolución de los Usatges, que sólo se
pueden aprobar y modificar en las Cortes Catalanas. Estos fueros son totalmente
diferentes de los aragoneses. Cuando se produce la conquista de Valencia se discute qué
fueros estarán en vigor allí (los aragoneses o los catalanes) y Jaume «el Conqueridor»
opta por convertir Valencia en un reino independiente tanto de Aragón como de
Catalunya, con fueros propios.

c> unas Cortes catalanas, que sólo pueden tener representantes catalanes, que tienen
una representación permanente (la Diputació del General de Catalunya, o Generalitat),
que no tienen las cortes aragonesas; que dispone de los donativos aprobados para el rey
hasta que éste justifica su uso. Estas Cortes elaboran, aprueban y derogan las
Constituciones. Están representados los tres «brazos» típicos: las ciudades reales (con
los burgueses sobre-representados), la nobleza y el clero.

d> una ceremonia de coronación privativa de Catalunya. El rey no podía entrar en


Barcelona hasta ser coronado y jurar cumplir las Constituciones catalanas ante los
representantes de los tres brazos de las Cortes catalanas (como descubrió con estupor
Fernando «el de Antequera» después del Compromiso de Caspe. Tampoco se le daba el
tratamiento de rey, sino el de «infante» o «heredero» hasta jurar, en un ceremonial
absolutamente solemne, las Constituciones. 4

e> ningún cargo de gobierno en Catalunya podía ser ejercido por nadie que no fuera
catalán.

f> en caso de guerra en Catalunya, Aragón no tenia que suministrar tropas; ni los
catalanes para la defensa de Aragón.

g> el archivo de todos los documentos de la corte estuvo siempre en Barcelona, lugar de
residencia preferente de los reyes.

h> todos los reyes se entierran en Catalunya y ninguno en Aragón.

i> excepcionalmente, se reunió una comisión para decidir la sucesión de Martí «l'Humà».
Se escogen 9 miembros: tres aragoneses, tres catalanes y tres valencianos. El orden de
intervención fue ese (Aragón-Catalunya-Valencia). Pere «el Cerimoniós»· estableció ese
orden de preeminencia de los reinos de su corona.

j> después de la guerra de Pere «el Cerimoniós» contra su primo el rey Jaime de
Mallorca, el rey incorpora el reino de Mallorca a Catalunya a perpetuidad.

k> los reyes catalanes, actuando en calidad de tales, crearon marquesados (Lleida,
Tortosa), ducados (Montblanc) y principados (Girona), dentro del territorio de Catalunya.

l> cuando el rey no estaba en un reino, nombraba como representante con todos los
poderes un virrey. Cuando el rey estaba en Barcelona, había un virrey en Aragón. Pero
cuando estaba en Valencia o Napoles, no sólo había un virrey en los diversos reinos, sino
también en Catalunya.

Resumiendo. Catalunya era un regnum a partir del siglo XII porque tenía su propio rey
que no dependía de ningún otro, sus propias leyes e instituciones, su ejército, su moneda,
su política exterior, sus Cortes, sus Constituciones. No se llamó reino, como tampoco
Florencia o Génova o Venecia o Borgoña.

Queda abierta la duda de porqué Catalunya nunca se denominó oficialmente «reino». Que
al rey le era indiferente ya lo hemos demostrado anteriormente. Cabe pensar en varias

4 El rey juraba poniendo una mano sobre las Constituciones y la otra sobre un fragmento de la Vera Cruz, traida de
Egipto a principios del siglo XIV, en el convento de San Francisco.
posibles explicaciones:

a> los catalanes se consideraban «algo-así-como-una-República» como las italianas que


tan bien conocían. Recordemos la fórmula, tan repetida, que a menudo se le decía a los
reyes: «un de nos val tant com Vos i dos de nos, més que Vos» (uno de nosotros vale
tanto como Vos y dos de nosotros, más que Vos).

b> los barceloneses prefirieron mantener un título oficial (conde y condado de Barcelona)
que visualizaba el nombre de la ciudad; un reino de Catalunya lo hubiera hecho menos
visible en la documentación oficial. Pensemos en el conde de Portugal conquistando el
reino taifa de Lisboa y convirtiéndolo en parte del nuevo reino de Portugal.

c> la tradición, la fuerza de la costumbre. El apego a la fórmula conocida.

Espero hayan quedado claras las razones por las cuales hay que considerar un regnum a
Catalunya desde el siglo XII. Pero ahora vamos a imaginar lo contrario. Vamos a suponer
que Catalunya no tiene derecho a la auto-determinación «porque nunca fue un reino sino
un condado». La consecuencia lógica seria...que Navarra (que fue reino) tiene el derecho
de auto-determinación; que lo tiene Valencia; que lo tiene Mallorca; que lo tiene Tortosa;
que lo tiene Lleida. Y lo más divertido: que cuando se hiciera el referendum de auto-
determinación correspondiente al reino de Aragón, el número de votantes catalanes seria
el correspondiente a 7,5 millones de habitantes, mientras que el de votantes aragoneses
seria el de los votantes correspondientes a 1,3 millones de habitantes. A ver si para evitar
la independencia de Catalunya, aún acabaría por salir Aragón de España.

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