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SOCIEDAD
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Los adictos a los móviles tardan «como

mínimo» dos años en rehabilitarse
Los expertos creen que uno de cada mil usuarios, sobre todo jóvenes,
puede sufrir esta dependencia «irracional» La publicidad y la ausencia de
rechazo social complican el tratamiento

LAURA CAORSI/BILBAO

Dos años, «como mínimo», es el tiempo

necesario para desengancharse de la adicción
al móvil; una dependencia que ha nacido en el
último lustro y que afecta, sobre todo, a los
jóvenes y adolescentes. Según las
estimaciones de los expertos, uno de cada mil
usuarios de un teléfono puede padecer este
síndrome, que acarrea problemas colaterales y
entraña serias dificultades a la hora de ser
tratado. El principal escollo que mina el
tratamiento es la accesibilidad: los terminales
son fácilmente adquiribles y, para peor, el
bombardeo publicitario de los fabricantes y
operadores es constante. A esto se le suma
que en la sociedad no existe el 'efecto rechazo'
a su uso.

Experto en conductas adictivas, el doctor Blas

Bombín dirige el centro Cetras, una ONG con
sede en Valladolid especializada en rehabilitar
a personas que padecen adicciones sociales
como el alcoholismo, la ludopatía o la anorexia.
Esta lista, sin embargo, se ha ampliado en los
últimos tiempos, añadiéndose a ella el
tratamiento para adictos al uso del móvil.
Otras asociaciones han detectado también esta
enfermedad, entre ellas, Proyecto Hombre, que
registró en 2002 los dos primeros casos
descubiertos en España.

Aunque esta patología tiene características

propias, comparte con las demás adicciones
una base común. Se manifiesta en personas
inseguras, de carácter inmaduro, con
inestabilidad emocional y graves dificultades
para establecer relaciones sociales. Por esta
razón, «no es conveniente hacer 'guetos' de
adicciones ni reduccionismos excesivos»,
advierte Bombín.
La psicóloga Ainhoa Duque, miembro del
Colegio Oficial de Psicólogos de Vizcaya y
especialista también en este tipo de
comportamientos, coincide con el psiquiatra
vallisoletano y apunta que «no hay
enfermedades sino enfermos». A su juicio, la
obsesión desmedida por el móvil «depende de
la personalidad» y, por tanto, afecta a un
grupo muy concreto de individuos que, durante
el tratamiento, deben aprender a modificar su
conducta pero, además, han de hacer frente a
un sinfín de tentaciones publicitarias y sociales.
La rehabilitación no es rápida ni sencilla. Las
SMS. Un joven envía un mensaje en una
sala de estudio. / L. A. GÓMEZ
EL PERFIL
La adicción al móvil puede afectar a
una de cada mil personas. Se produce
con más frecuencia en familias
desestructuradas, así como en
individuos con un nivel de estudios
superiores y un poder adquisitivo
medio-alto.
Los adolescentes conforman el grupo
más susceptible. A partir de los doce
años, la mayoría de los chavales posee
un móvil para uso personal, y muchos
encuentran en él un modo de
relacionarse con el mundo.
Los jóvenes también son un sector de
riesgo. Una de las causas más
importantes de este problema es la
falta de madurez y, en esta etapa, la
personalidad aún está «en

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'recaídas' son una amenaza constante durante construcción».

la terapia, en cuyo transcurso el gran problema
radica, más que en la reincidencia, en que los Los adultos no suelen verse afectados
pacientes suelen sustituir una adicción por por esta adicción, aunque sí existen
algunos casos. La inseguridad y la
otra. «Las adicciones raramente vienen solas -
dificultad para relacionarse les
explica Bombín-. Por lo general, están caracterizan.
asociadas. Así, un paciente puede salir de su
dependencia del móvil y engancharse después
a Internet o cualquier otra cosa». El 10% de los conductores que
hablan por teléfono ha sufrido un
«Cuando se cierra una puerta suele abrirse una percance
ventana». De ahí que la terapia sea tan extensa como para prolongarse más de dos
años: la complejidad del problema obliga a tratar sus bases, es decir, «a potenciar
la maduración del paciente». Al tratamiento farmacológico con ansiolíticos o
antidepresivos se le agrega un trabajo con sesiones grupales e individuales para
reforzar la autoestima. «El sujeto está rehabilitado cuando es capaz de comprender
cuál es la significación de esa conducta adictiva en el contexto de su vida», resume
Bombín, cuya labor se extiende «hasta que la persona está consolidada».

Cambios bioquímicos

Engancharse al uso del móvil «desencadena un cambio bioquímico en el cerebro

que, a su vez, provoca un placer inmediato». La inmadurez y «la incapacidad para
posponer ese placer en aras de un bienestar posterior» convierte a los adolescentes
en el principal grupo de riesgo, explica Ainhoa Duque. «No son los únicos
afectados, eso está claro, pero sí tienen más probabilidades de serlo porque su
personalidad está aún en construcción», precisa. Esta satisfacción instantánea
ocasiona, además, «que la adicción pueda desarrollarse en muy pocos meses»,
añade Bombín.

El proceso se desarrolla con rapidez. No obstante, entre el uso normal del móvil y
el comportamiento adictivo hay una franja intermedia: el abuso. Durante este
periodo, «la persona sufre las consecuencias de un uso desmesurado y comienza a
tener una conducta problemática. Sin embargo, todavía está a tiempo de replegar
este comportamiento por sí misma cuando se le llama la atención», explica el
psiquiatra.

Para este especialista, la diferencia entre el abuso y la adicción estriba en la

«irracionalidad». «La persona se siente obligada a comportarse de una determinada
manera y no puede hacer nada al respecto, aun cuando ese comportamiento vaya
en contra de su racionalidad. La adicción es una pérdida total de libertad»,
reflexiona.

La cuestión es: ¿Cuándo unos padres deben empezar a preocuparse si su hijo

recurre con harta frecuencia al teléfono? «La línea es sutil y depende de cada
persona -señala Duque-. No se puede establecer un número determinado de
mensajes o de minutos para decir que alguien es adicto. Por eso, lo importante es
observar hasta qué punto el uso del móvil se vuelve imprescindible y cómo
reacciona la persona cuando no lo puede usar».

Bombín agrega una tercera clave: prestar atención cuando el adolescente «empieza
a generar más gasto del habitual en su móvil». En especial, si esto va acompañado
de «cambios en su carácter» e «irritabilidad al criticarlo por el uso desmedido del
teléfono». Estos síntomas, que se relacionan de manera directa con el abuso,
suelen manifestarse junto a otros que atañen al comportamiento del joven en
relación a su núcleo familiar. La señal más clara es un «retraimiento paulatino que,
muchas veces, desemboca en un aislamiento total».

Pérdida de realidad

De hecho, la paradoja de este síndrome es que el afán por mantenerse comunicado

todo el tiempo conduce a una desconexión general de la realidad. «La persona se
realiza allí, en esa parcela de aislamiento donde vive una ilusión que borra los
complejos y la inseguridad. El adicto al móvil encuentra en él su panacea porque
siente que el aparato le resolverá mágicamente sus problemas y deficiencias
sociales», dice Bombín.

La pérdida de referencias es tal que la ansiedad, la dependencia y la irracionalidad

se apoderan del afectado. En la consulta del médico vallisoletano pueden hallarse
ejemplos ilustrativos que invitan a la reflexión y la sorpresa. «Uno de mis pacientes
llegó a enviar 500 mensajes en un solo día y, en otra ocasión, habló por teléfono
durante 22 horas en una sola jornada», recuerda. «También atendí a una empleada

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doméstica que cogía el móvil de la dueña de la casa y hablaba a escondidas desde

el servicio. Al finalizar el mes, la cuenta ascendía a 5.400 euros». Una cifra que
sorprende tanto como los 14 móviles que poseía otro de sus pacientes. ¿Contrato?
«Sí, con las tres operadoras».

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