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Memoria Generacional.

Legados y
Recambios.
Adriana Goñi Godoy
7 DE JULIO DE 2018

Festival de las Memorias y los Derechos Humanos

Memoria generacional; Legados y Recambios

Hoy me vuelve a doler como el primer día las historias del

horror. Preparo la ponencia que expondré en Antofagasta en

la jornada de Memoria en homenaje a los 25 compañeros y

compañeras caídos en el Norte de Chile, historias de vida que

conozco desde hace décadas; historias de búsqueda de

verdad y de justicia, búsqueda de cuerpos de maridos,

padres,hijos,hermanos, tíos...he conocido a los hijos e hijas,

han sido parte de mi vida y hemos compartido en todos los

espacios ; hemos reído, hemos hablado de de nuestras vidas,


de muerte y de logros y he palpado en carne viva sus heridas

y su resiliencia. Pero hoy me han estremecido de otra forma

las historias que necesariamente he debido traer al presente-

a mi presente- para poder escribir y transmitir cara a cara

esta memoria generacional, esta memoria que los

descendientes de mis compañeros llevan como relevo

nuestro, porque mi generación se está retirando de la vida y

la lucha continúa. Hundirme nuevamente en el horror de lo

vivido por estos hijos e hijas, hermanos y sobrinos que han

tomado las banderas de sus padres y madres ha traspasado

la coraza que como investigadora necesariamente debe

proteger la mente y el corazón. Hoy me traspasan las

historias de estos jóvenes adultos que como niños vivieron y

a veces pudieron relatar en distintos tiempos y de distintas

formas un horror que no cabe en las palabras. La historia

hecha cartas, relatos, testimonios, poemas, denuncias, gritos

en las calles marchando con las fotos de sus familiares en el

pecho no puede ni debe dejar de estremecernos, porque éste

es un eterno presente. La memoria tiñe el pasado, estos


niños la recibieron de sus padres o la descubrieron

dolorosamente, e impregna su hoy y sin duda su futuro. Hace

tiempo que registro y recolecto en la Web cada palabra de

estos hijos e hijas, hermanos, sobrinos, primos-descendientes

todos de una generación de jóvenes que entregaron su vida y

su muerte a una causa en la cual creían y daba sentido a sus

vidas. Jóvenes muchos de ellos que fueron mis amigos,

camaradas, con quienes estudié en la universidad o fui vecina

o eran parte de mi propia familia. Hoy la memoria me ha

dolido nuevamente; hoy me duele como el primer día; hoy

más que nunca mi compromiso con la verdad y la justicia se

hace personal. Hoy no logro ser una vieja antropóloga

trabajando la memoria. Hoy la rabia nuevamente me

desborda y las pérdidas vuelven a ser intolerables. Hoy soy

otras de las mujeres des-hijadas, soy otra madre que en si

contiene otras madres; soy otra mujer de este país que

arrastra un cuerpo adolorido cargado de décadas de lucha y

que busca que estos nuestros hijos e hijas de la memoria

puedan ser el hermoso legado de unas vidas que sí valieron

la pena y que cimentaron la historia presente de este país.


Agradezco a Juan Carlos que en nombre de su familia

permitió que yo pudiera estar con ustedes, abrazándonos en

esta memoria que con todo lo dolorosa lo que es, trae la

certeza de que no nos derrotaron, no nos eliminaron de la

Historia.

No nos mataron, nos sembraron en nuestros hijos y nietos.

Adriana Goñi ,La Reina, octubre 2017.

Hoy participo en este homenaje en mi calidad de arqueóloga-

antropóloga, de vieja mirista o mirista vieja que un día militó

en La Juventud Socialista, lo que me hace compañera de

tantos y tantas que entregaron su vida y de tantos y tantas

sobrevivientes y familiares cuya lucha es permanente.

También traigo el saludo y compromiso de mis colegas de la

Mesa de Sitios de Memorias del Colegio de Arqueólogos de

Chile, instancia académica que pone los saberes y

experiencias de estos profesionales al servicio de la


construcción de esta memoria nuestra, que es una memoria

social que requiere los esfuerzos de toda la sociedad para

que la verdad y la justicia se hagan carne entre nosotros.

Y también traigo la voz de mis compañeros del Colectivo 119

de familiares y compañeros, al que pertenezco.

En mi libro que espero publicar este año y que he titulado

Hijos e Hijas de la Memoria. No somos víctimas, somos

testimonio

He recolectado en Internet las voces de los

descendientes de los que cayeron, los hijos e hijas de mis

compañeros y compañeras que entregaron su vida y su

muerte en la lucha por construir un país más justo y feliz, los

hermanos, sobrinos, nietos que también forman parte de

estas segunda y tercera generaciones de descendientes de

los caídos y sobrevivientes de la dictadura.

La resiliencia a través del amor, la solidaridad, el

compañerismo ha hecho de todos ellos un hermoso grupo de

personas que no olvidan, no callan y han logrado formar un


amplio sector de la sociedad que debe ser visibilizado.

Y nuestra memoria atraviesa las generaciones, las edades,

las pertenencias partidarias, las fronteras y los tiempos.

Somos los Hijxs de la Memoria de Chile, testigos

presenciales, protagonistas, voceros y soldados de la batalla

de la memoria.

Nosotros y nosotras, que fuimos testigos presenciales y

protagonistas de los que sucedió durante la dictadura somos

los y las des-hijados, los que perdimos hijos e hijas

asesinados, quemados vivos, suicidados, explosionados,

presas de precoces cáncer, trastornos psiquiátricos,

adicciones, vidas truncadas por secuelas del horror vivido,

hijos e hijas discriminados en lejanos países o en sus retorno

a la patria y acosados por los fantasmas que les

transmitimos, hablando idiomas ajenos, naciendo en

continentes helados o en los trópicos abrasadores, con un “no

soy de acá-no soy de allá” en sus labios.

También somos los orgullosos padres y madres de hijos e

hijas resilientes, aquellos que han vencido en sus propias

batallas y han creado familia armónicas, que están aportando


desde todos los rincones a la cultura, la ciencia, la filosofía,

las artes, los oficios y profesiones en los que se desempeñan.

Tenemos hijas alcaldesas, diputadas, cientistas sociales,

cineastas, escritores, líderes de opinión, periodistas y

audiovisualistas, investigadores, médicos y artesanos,

políticos, artistas y fotógrafos, músicos, defensores de los

derechos humanos, todos ellos creadores comprometidos con

el bien común desde todas las trincheras.

Este año se cumplen 43 años de aquella fecha que partió un

país en dos, en tres y en muchos más. Este año es el año

que tironea el olvido nacional, lo empapa de imágenes, de

sonidos, de música, de palabras que cuentan, que denuncian,

que espantan al ciudadano de a pie y a sus hijos y nietos ya

crecidos, y genera en la clase dirigente el impulso de pedir

perdón, que habla de “cómplices pasivos”, que divide a la

derecha política y a la derecha económica.

Que avergüenza al país entero.

Quiero compartir algunas voces que he rescatado durante

largos años desde todos los espacios de Internet, hábitat que


hoy poblamos todos y nos permite encuentros y crea lazos de

amistad y fraternidad.

Tengo en mi memoria dura voces de tantos hijos e hijas,

padres y madres, hermanos, hermanas, sobrinos, nietos, pero

los 15 minutos con que cuento para exponer me obligan a

escoger de entre estas voces.

Para ustedes, compañeros.

Presente!

ELIZABETH DEL CARMEN CABRERA BALARRIZ U.N.

LUIS ALBERTO MUÑOZ BRAVO U.N.

SEGUNDO NORTON FLORES ANTIVILO U.N.

ALEXIS ALBERTO VALENZUELA FLORES U.A. (UTE)

CARLOS ALBERTO ARACENA TORO U.N.

JUAN CARLOS ANDRONICOS ANTEQUERA U.N.

JORGE ISAAC FUENTES ALARCON U.N.

LENIN ADAN DIAZ SILVA U.A. (UTE)

HUMBERTO LIZARDI FLORES U.N.

NENHAD NESKO TEODOROVIC SERTIC U.N.


LUIS EDUARDO ALANIZ ALVAREZ U.N.

EUGENIO RUIZ TAGLE ORREGO U.N.

MIGUEL HERNAN MANRIQUEZ DIAZ U.N.

WASHINGTON RADOMIL MUÑOZ DONOSO U.N.

MARCO FELIPE DE LA VEGA RIVERA U.N.

JORGE ELÍAS ANDRONICOS ANTEQUERA U.A. (UTE)

ARIEL DANTON SANTIBAÑEZ ESTAY U.N.

OSCAR ARMANDO LEIVA JIMENEZ U.A. (UTE)

JULIO FIDEL FLORES PEREZ U.A. (UTE)

HECTOR AVELINO ORELLANA ROJAS U.A. (UTE)

FREDDY ALEX ARAYA FIGUEROA U.N.

MANUEL FRANCISCO DONOSO DAÑOBEITIA U.N.

PEDRO CLAUDIO LABRA SAURE U.A. (UTE)

DANILO WILFREDO QUEZADA CAPETILLO U.A (UTE)

ALAN WILLIAMS RODRÍGUEZ PACHECO U.A. (UTE)

Con esta carta escrita por Josefa, hija de Eugenio Ruiz Tagle,

abro mi exposición, porque en ella está la voz de una

generación que será nuestro relevo.


LA IMAGINACIÓN HERIDA. JOSEFA RUIZ TAGLE

Cumplí 26 años, la edad que tenía mi papá

Eugenio al morir, en el verano de 1999 en el balneario de

Calafquén.

Mi hijo Lucas tenía entonces cuatro meses y a mis días

prácticamente

los llenaban las tareas de la lactancia y el juego. El

tiempo que me

quedaba lo usé para pensar y tomar notas sobre el

impacto que tuvo en

mi vida y la de mi familia la violencia en la historia

reciente de

nuestro país. En un principio, hice este ejercicio

pensando en

entregar el resultado a mis compañeros de universidad

en el Diplomado

de Crítica Cultural de la Universidad Arcis. Sin embargo,

la
8

autorreferencia nunca ha sido bien vista en los ambientes

académicos y

el mismo pudor del que trata el texto fue más grande de

los

sospechado: no sólo no lo mostré ahí sino que no se lo

mostré a nadie

ni lo saqué del disco duro de mi computador durante casi

dos años

hasta que hace algunos días decidí que fuera leído en el

contexto de

un homenaje a mi papá organizado por quienes fueron

sus amigos. Desde

ese verano las cosas han cambiado un poco. La

detención de Pinochet en

Londres gatilló una avalancha de querellas en los

tribunales chilenos

y la adopción de una fórmula en los medios de

comunicación para tratar

"el tema de los derechos humanos". El silencio del que


trata este

texto ya no es el mismo, es otro.

1.

Escribo sobre lo único que tengo

ganas de escribir en una época de retraimiento a lo

privado. Es una

suma de historias personales, lamentos,

percepciones sociales y citas

culturales. Escribo sobre el pensamiento doloroso, el

pudor del dolor

y el silencio. Sobre la inadecuación y la

desadaptación. Al escribir

rescato la invitación a nombrar "lo que pasó" -y sus

réplicas-, a

buscar un lenguaje para expresar una realidad

solitaria e

irreductible, pero que concierne al mundo público.

2.

La memoria es el
recuerdo de algo. La facultad de recordar y la práctica

de hacerlo. La

experiencia de la imaginación herida tiene su raíz en

el pasado, pero

no enfrenta el "ahora" del recuerdo con el "antes" del

objeto

recordado. Es un caudal de pensamiento sujeto a la

metamorfosis y a

las inclemencias del tiempo. Circular, desaparece en

las manos del

olvido, para reaparecer siempre como un virus,

cuando bajan las

defensas del organismo. Como un trauma, se origina

en el pasado y se

alimenta de las heridas del presente.

3.

Hay quienes pensaron que al

dejar de nombrar la realidad de la violencia ésta

dejaría de existir y

no repercutiría con su golpe sobre mi mente y mi


cuerpo de niña. Pero

no sólo al ser nombrada se hace efectiva la violencia,

también existe

en la omisión, el eufemismo y la mentira. Multiplica

10

su potencial

destructivo al dejar que el cuerpo sufra toda la

sintomatología

negándole a la mente un diagnóstico

4. La violencia de los colegios,

que enseñan la historia de Chile saltándose

olímpicamente la de los

últimos treinta años.

La violencia de los medios de

comunicación, que

degradan lo terrible al hacer equivaler el nuevo

hallazgo en el

descubrimiento de cuerpos de detenidos

desaparecidos con el gol de la

jornada, pasando en voz de Cecilia Serrano "a un


tema más alegre".

Porque nadie quiere que nos vayamos a dormir

asustados.

5. No crecí en

un medio de izquierda ni en absoluto ideologizado.

En el colegio donde

estudié, lleno de pequeños momiecillos, podía

percibir que mi familia

era diferente a lo que a mi me parecían "todas" las

demás familias,

por estar marcada por la persecución y la muerte.

Había que mentir por

recomendación de mis mayores. El mundo era

peligroso y lo que había

ocurrido podía volver a ocurrir. Mis compañeros de

11

curso, de seis o

siete años, ya eran posibles espías de los asesinos

de mi padre que
siempre estarían observando. No hablar, esa era la

norma.

. La desadaptación no era un problema de la

conducta, racionamiento típico

de la sicología educacional, sino un problema de la

conciencia. La

escuela no ayudaba a entender un mundo de

monstruos.

7.

En la última Feria del Libro se presentó el

documental de Silvio Caiozzi "Fernando ha Vuelto"

sobre el reconocimiento de uno de los cadáveres

encontrados en el patio 29. Cada uno de los cerca de

200 espectadores vive la experiencia de retraerse del

espacio público -copia feliz de la

transición: banalizador del intelecto y celebratorio del

mercado- que

es la Feria del Libro y se adentra, a través de la

narración

-patética- de la historia de Fernando, en la propia


relación dolorosa

que cada uno tiene con la represión. Experiencia

amparada por la

oscuridad de la sala, la calidad de espectadores, la

pretendida

soledad de cada uno frente a la pantalla. Cuando la

película acaba

12

todos estamos llorando. Por Fernando, por su madre,

su mujer y su

hijo. Por el país y la historia que nos ha tocado vivir.

Por nosotros

mismos. Cuando se encienden las luces nos

apuramos en limpiarnos las

lágrimas y guardamos silencio. Espiamos de reojo la

reacción de los

demás y escondemos la propia. En lo que

demoramos en recuperar el

habla pensamos que no tenemos palabras, no


tenemos discurso que nos

salve del silencio. No sabemos qué decir. Sólo

porque hay que decir

algo decimos "terrible", "espeluznante", como ha

sido durante años

nuestra propia imaginación. El silencio va haciendo

de a poco el

efecto deseado. Nos maquilla el rostro,

preparándonos para salir de la

sala y regresar a la fiesta de la Estación Mapocho.

Preferimos no

hablar, es cierto, pero tampoco sabemos cómo. Nos

sentimos

identificados con la madre de Fernando, esa mujer a

la que de pena le

dio hemiplejia y perdió la capacidad de hacerse

entender. 8. El

silencio, que cubre como un manto la violencia de

nuestra historia, es

13
en parte como dice Nelly Richard "una resistencia a la

ley que nos

obliga a la articulación fonética del sentido". Es

también una

resistencia al destino fatal de la palabra en el

mercado: convertirse

en "una verdad entre otras". Pero es además

producto del pudor y del

bloqueo, de la incapacidad para nombrar y de la

introyección de una

norma muda. La falta de lugar para el recuerdo es el

resultado de un

proceso de retroalimentación del silencio entre los

espacios públicos

y privados.

9.

10.

El silencio se vuelve aún más

patético al conocer su fatalidad: ser interrumpido

apenas por pequeños


lapsus que no serán más que nuevo material para el

olvido. Esto

sucede, por ejemplo, cuando la palabra, que supone

un enorme esfuerzo

emocional, no encuentra respuesta alguna y la voz,

aún temblorosa,

tiene como destino nuevamente el silencio, esta vez

del medio social.

11

. A los 12 años me fui enterando, a través de una

14

serie de

documentos, de cómo había muerto mi papá.

Documentos literalmente

escondidos en la casa de mi abuela, encontrados por

mi como ayudada

por un radar. Aún hoy me impresiona que se me haya

ocurrido buscar en

un marco detrás de una foto, donde aparecía yo de


dos años bañándome

en la tina. Como si detrás de mi mirada angelical

tuviera que

esconderse algo terrible. Le faltaba un ojo. Le habían

arrancado la

nariz. Tenía profundas quemaduras en la cara. Tenía

el cuello

quebrado. Tajos y heridas de bala. Los huesos

quebrados en mil

pedazos. Le habían arrancado las uñas de las manos

y los pies. Y le

habían dicho que me iban a matar a mi y a mi mamá.

Frases que leídas

con resistencia y horror quedaron tatuadas en mi

mente. Con gran

esfuerzo, logré silenciar su repetición insistente en el

pensamiento.

Para poder disfrutar de la vida cotidiana tuve que

bloquear el

recuerdo. Este silencio intrapersonal se proyectaba


sobre las

relaciones interpersonales: no le dije nada a nadie

15

hasta muchos años

después y aún hoy las he repetido pocas veces.

12. El conocimiento de la tortura me dio una lección

sobre el corazón humano que me

acompañará para siempre.

13. No existe, en el caso de la memoria de la

violencia, una guerra por la palabra y el sentido. Más

bien funciona

como una tiranía del sentido. Una voz única que se

levanta -la del

consenso- sobre un área devastada por la violencia.

Su éxito, y

oportunismo, consiste en haber surgido antes de la

recuperación de la

voz de los sectores sociales resentidos, y haber

convertido en

inaudibles sus tenues intentos por hablar, subiendo


el volumen de sus

jingles.

14. Existe una retroalimentación continua entre el

silencio

como requerimiento del consenso y parte constitutiva

del pacto en el

que se funda nuestra democracia y el olvido, como

forma defensiva de

bloqueo mental para intentar, con o sin éxito, evitar el

dolor y la

imaginación mórbida. En el silencio y el olvido existe

siempre el

16

riesgo de que la aparición desprevenida del duelo

nos enfrente con los

otros y con nosotros mismos con una nueva

brutalidad. Que hayan

piedrazos, golpes, suicidios y asesinatos. Que

vuelvan toda la pena y


la rabia como si no hayan estado haciendo otra cosa

que crecer en

algún lugar del inconsciente.

15. Sueño que caminamos mi abuela, mi

bisabuela y yo, vestidas de luto, por el desierto de

atacama. El sol

sobre nuestras cabezas nos hace arrastrar los pies

de agotamiento.

Tras nosotros va un robot al que no le cuesta caminar

porque tiene

ruedas, sonriendo.

16. El duelo se arrastra a través del tiempo,

inmodificado, casi estático, sin más que pequeñas

variaciones de

intensidad. No es algo que haya pasado (en mi caso y

el de muchos de

mi generación), es algo que pasa, pasa en nuestras

mentes y en

nuestras familias, nos convierte en desadaptados

entre desadaptados,

en fingidores, en el mejor de los casos, en termitas en


la pata de la

silla del obispo.

17

17. "Es parte de las culturas humanas saber manejar

simbólicamente la muerte. De lo contrario la muerte

sería eterna,

inolvidable, se reproduciría en los parientes; cada

muerte asesinaría

todo el entorno (...)" José Bengoa, Carta Abierta a

Eduardo Frei

Ruiz-Tagle Mi abuela viste de luto hace 26 años.

Prometió terminar con

el luto cuando acabara la dictadura, pero no lo hizo.

El duelo no ha

acabado y el negro, signo silencioso, viene a ocupar

el lugar dejado

por la palabra.

18. Que haya sido una maquinaria extranjera la que

logró el fin de la omisión sistemática de los medios


de comunicación

chilenos sobre la relación entre Dictadura Militar y

degeneramiento

moral y político es, en parte, sintomático de la

proyección del

silencio intra e interpersonal sobre el espacio público

en forma de

desmovilización.

19. Mi abuela me contó que las mujeres que

recibieron

su testimonio en la Comisión Rettig, le dijeron que

ella y mi mamá

eran las primeras personas entrevistadas que no

18

lloraban al contar su

historia. Mi abuela estaba orgullosa de haber podido

guardar la

compostura en el dolor, de nunca haber llorado en

público. Su

conciencia "aristocrática" consideraba vergonzosas


las demostraciones

públicas de afecto y eso me fue transmitido. Si no

podía llorar, era

mejor no hablar del todo, porque una cosa podría

llevar a la otra y

quedaría expuesta a la impudicia.

20. -Tú eres hija de Brunner. ¿Por

qué entonces tu apellido? Con seriedad en el rostro y

una mirada que

siempre debe caer en los ojos del interlocutor: -

Porque mi papá murió

poco después de que yo nací. Brunner es mi papá

adoptivo. -¿De qué

murió? -Lo asesinaron los militares. Este pequeño

diálogo, que he

repetido un centenar de veces, ilustra cómo me veo

obligada a

comunicar una información para mi terrible a

cualquiera que se le

ocurra preguntar.
21. Estando obligada a interrumpir con mi

información de lo terrible la ligereza de ánimo de las

conversaciones

19

post- dictatoriales, me resiento, odio la ligereza, le

doy una nueva

vuelta de tuerca a mi proceso de desadaptación.

22. Ahora mismo,

mientras escribo debo hacer un enorme esfuerzo

para vencer el pudor.

Qué sentimentales y obvios parecen mis lamentos.

Sin embargo, a pesar

de no sentir "la culpa de olvidar" de la que habla

Moulián,

simplemente porque no es posible olvidar, me siento,

como se ha visto,

cómplice del silencio. Si parece este un lugar

inadecuado, presento

mis motivos para pensar que no lo es tanto: ningún

lugar es adecuado.
La inadecuación es un elemento central de mi relato.

23. Me contaron

cuando niña que mi papá había muerto fusilado. El

certificado de

defunción corcheteado a la libreta de familia decía

así: muerte por

impacto de bala. En el fusilamiento que inventó mi

familia, o en el

que yo misma inventé según mi imaginación de

"Tardes de Cine", un

pelotón de soldados disparaba al unísono sobre un

hombre con los ojos

vendados. Este acto hacía que todos se sintieran

20

inocentes pues nunca

sabrían si había sido su bala la que había dado

muerte al hombre. Así

también en mi mente era el sistema el que se dejaba

caer sobre mi
padre; eran hombres sin rostro, que de a uno eran

inocentes y que sólo

sumados se volvían asesinos, los que lo habían

matado. Cuando me

enteré de los detalles de su larga agonía durante su

detención en la

Base Aérea de Cerro Moreno y en la Cárcel de

Antofagasta, tuve que

ocupar toda mi imaginación para lograr representarla

(no había un

símil en "Tardes de Cine"). Imaginé, y lo sigo

haciendo, esas sesiones

de tortura y todos los posibles rostros de sus

torturadores y

asesinos.

24. Los dogmas cristianos sirven para explicarse la

brutalidad con la que actuaron torturadores y

asesinos: si el diablo

existe, ellos son sus hijos y si el alma existe, ellos no

la tienen.

Pero para el pensamiento laico la realidad es menos


fabulosa y más

terrible, no hay un Dios a quién culpar, a quién acusar

de

irresponsable. La brutalidad no es más que un

21

producto de la cultura y

la naturaleza, una posibilidad ofrecida por la

condición humana.

25.

Me veo a los siete u ocho años leer una revista en la

que describen

cómo a una mujer detenida por la DINA le

introdujeron ratas vivas en

la vagina. Me veo dando vuelta páginas y páginas de

declaraciones de

tortura. Me sudan las manos y siento cómo me sube

la sangre a la

cabeza. Ya no quiero leer lo que he escrito aquí, ni

siquiera para
corregir la ortografía. Sueño que bombardean el Arcis

y se me abre la

herida de la cesárea. No le hablo a nadie de lo que

escribo y dudo de

mi capacidad de mostrarlo alguna vez.

26. Cuando nació mi hijo supe

que él heredaría esta historia de violencia. Me puse a

llorar porque

supe cómo mi abuela había querido a mi padre y

cómo mi padre me había

querido a mi. Cómo cada uno desea poder proteger a

sus hijos del

sufrimiento y la brutalidad. Y como, de forma más o

menos radical,

todos fracasaremos. Algún día mi hijo Lucas llorará

22

por su abuelo que

murió a los 26 años, sentirá rabia, tomará partido y

hará imposible la

reconciliación de nuestra sociedad. Los hijos y los


nietos de los

asesinos y sus amigos heredarán argumentos que

justifiquen los

crímenes y nuestros hijos heredarán la imaginación

herida.

Enero 1999,

Calafquén.

Son las voces de quienes un día compartieron con los 25

compañeros a quienes hoy honramos. Voces de sus hijos e

hijas, de sus compañeros, de sus familiares y colegas.

Lo que escribió Lorena Díaz para su padre, Lenin, es un

canto a la resiliencia.

Mi papá Lenin

Lorena Díaz Ramírez perdió a su padre cuando tenía dos

años. Se crió mirando la única fotografía que conservó su

madre junto con un reloj, unas colleras y algunos objetos que

quedaron tras su desaparición el 9 de mayo de 1976 en

manos de la DINA. Recién a los 38 años encontró un

documental ruso en el que salía entrevistado. En un minuto y


54 segundos pudo por primera vez oír su voz.

Es mediados de los años 90. En la casa de Lorena Díaz,

donde vivía con su madre en Macul, hay poca luz. El living es

un lugar sobrio, triste, con un detalle que lo hace distinto al

resto de las casas de sus compañeros de universidad. En una

mesa hay un retrato viejo, en blanco y negro, donde aparece

un joven de 29 años de piel morena y rostro delgado. El papel

tiene una arruga que atraviesa la fotografía.

En ese tiempo, Lorena pocas veces respondía cuando le

preguntaban por esa foto. Y si lo hacía, su respuesta era tan

demoledora que en la mayoría de las veces el diálogo se

cortaba:

-Mi papá es un detenido desaparecido- respondía, tajante.

No más preguntas.

Lorena tenía dos años cuando se llevaron a su padre de la

casa de su abuelo materno en Quinta Normal. Ese día, Lenin

Adán Díaz Silva, economista y miembro de la Comisión

Técnica del Partido Comunista, pasó a formar parte de la lista

de detenidos desaparecidos del PC en el operativo conocido

como Calle Conferencia, donde otros siete compañeros

sufrieron el mismo destino.


Aunque sabía que apenas ocurrió el Golpe de Estado de

1973 el régimen militar persiguía a sus opositores, aun así,

Lenin optó por quedarse en Chile, sin sospechar que ese 9 de

mayo de 1976 no vería nunca más a su esposa Apolonia y a

su pequeña hija, que meses después lo esperaría tardes

enteras en el living de su casa de la población Llico de San

Miguel para que le diera la mamadera.

Esa mañana, Lenin salió confiado a la reunión que tenía

pactada con Elisa Escobar Cepeda. Lo que no sabía Lenin

era que la mujer, que había sido detenida la semana anterior,

era custodiada por agentes de la DINA, y se había convertido

en delatora.

Lenin Díaz fue llevado al centro de detención y torturas Villa

Grimaldi, desde donde se perdió su rastro para siempre. Elisa

corrió la misma suerte y hoy ambos son parte de los más de

mil detenidos desaparecidos que dejó la dictadura.

Lorena creció contando la historia de su padre por partes o

simplemente callando cuando no se sentía segura. Desde

niña supo lo que era la clandestinidad, lo que se podía decir y

lo que no.
-A medida que pasaron los años fui entendiendo otras cosas.

Aprendí a intuir cuándo podía contar mi historia y cuándo no.

Su madre, Apolonia Ramírez, le había advertido desde

chiquitita que lo que le había ocurrido a su padre no era una

información que podía compartir con cualquiera. Aunque

siempre supo que su papá estaba desaparecido, cuando era

niña pensaba que cualquier día podía aparecer.

-No se sienten los pasos del papá, ¿a qué hora va a llegar?-

repetía todos los días sentada en el living de las distintas

casas que fueron ocupando hasta llegar a la población Llico,

en esas oscuras tardes de los 70.

-Mi mamá siempre me dijo que el papá era un detenido

desaparecido, me decía que pensaba distinto, que quería un

Chile mejor para todos los niños y que esto a los militares no

les había parecido y por eso no sabíamos dónde estaba. Me

decía que había gente que trabajaba día a día buscándolo a

él como a tantos otros -recuerda.

MI VECINO TORTURADOR

En esos años, Lorena y su madre se cobijaron en la Vicaría

de la Solidaridad, que era como el patio de su casa. Allí


creció, aprendió que la familia era más extensa que la

sanguínea, jugaba con otros hijos de detenidos

desaparecidos y era cuidada por Lorena Pizarro, quien

celebraba sus graciosas imitaciones a la cantante mexicana

Daniela Romo, mientras su madre participaba de extensas

reuniones con dos jóvenes abogados de derechos humanos,

Nelson Caucoto y Pamela Pereira, para revisar los escasos

avances que había sobre su padre y de los más de mil

detenidos desaparecidos en la dictadura de Pinochet.

Tuvo varias crisis. Las recuerda perfectamente. La primera

fue a los seis años, cuando no quería tomar su leche. Tiempo

después lo conversó con una psicóloga y entendió que el

recuerdo inconsciente de su padre dándole la mamadera

antes de dormir, la había marcado a fuego.

-Es algo que nunca pude resolver. Es el link directo que me

hace recordar a mi padre. Hasta hoy veo la leche y me dan

arcadas.

Ese es uno de los recuerdos que la marcó. El otro vino

después, cuando comenzó a llorar insistentemente

preguntando cuándo podría ver nuevamente a su papá y


Apolonia cortó el llanto en seco:

-Tu papá está desaparecido y no sabemos dónde está.

Puede que esté muerto -le soltó.

-Mi mamá fue muy ruda con todo eso, hubo un tiempo que se

lo critiqué mucho, pero después la entendí. Lo hizo para

salvarme, para ayudarme a entender que mi papá nunca más

regresaría y que debía vencer el dolor. Ella no era una mamá

típica, como las de mis compañeros de liceo, sino que era

casi un emblema de la perfección en esta lucha junto con

esta familia que era la gente de la Vicaría, de la Agrupación

de Detenidos Desaparecidos y de los DDHH.

Aunque la frase de su madre la golpeó, la rabia, la impotencia

y el llanto con los años se transformaron en orgullo. Hasta

hoy Lorena se pregunta cómo le habría explicado ella a sus

hijos lo que su mamá con mucho dolor le transmitía.

-No me imagino explicándoles a mis hijos que ‘hoy día vamos

a ir a tirar panfletos, pero no puedes comentarlo con nadie’.

Pero era nuestra realidad. A todos los hijos de detenidos

desaparecidos nos tocó acompañar a los papás a

reuniones… Nosotros tratábamos de jugar a la normalidad en

medio de esa masacre que habíamos vivido.


A la par de sus tardes en el patio de la Vicaría, conoció a su

primera gran amiga del barrio. Eran vecinas en la población

Llico. A veces Lorena se quedaba en su casa mientras

Apolonia salía a protestar a la calle. El padre de su amiga

Loreto Mena la tomaba en brazos y la cuidaba. Años después

se enteraría que aquel padre acogedor y cariñoso había sido

agente de uno de los aparatos de exterminio creados por

Pinochet y no vería nunca más a su amiga Loreto.

-Era el torturador perfecto. Cuando en los años 90

comenzaron a abrirse los casos de derechos humanos en los

tribunales y la prensa empezó informar, me enteré que había

sido parte de la CNI. Tiempo después intenté buscar a Loreto

por Facebook, pero nunca di con ella -dice Lorena.

VILLA BAVIERA

La Pola, como conocen a su madre en la Agrupación de

Detenidos Desaparecidos, atesoraba sus recuerdos de Lenin,

y Lorena, intentaba recordar. Lo más bonitos eran en la ex

Unión Soviética, cuando el PC los becó para estudiar

economía en la universidad Patricio Lumbumba, en Moscú.

Años después, Lenin sería nombrado por el fallecido


presidente Salvador Allende en 1972 como director de la

minera La Exótica.

-Mis padres eran dos cabros proletas, de familia obrera,

inteligentes. Se fueron muy jóvenes y viajaron en esos años

cuando nadie viajaba, en los años 60. Mi papá se vino

primero a trabajar al gobierno de Allende y mi mamá llegó

después, justo el año del golpe. Por eso su historia con él es

muy corta, como la mía. Una historia de espera, de amor a

distancia que había que reconstruir.

Lorena se había criado con historias fabulosas de su padre.

Pero no conocía sus gestos, su olor, sus manos. Creció

mirando esa foto en blanco y negro que estaba en el living de

su casa. Desde pequeña había imaginado la manera de

tenerlo en su habitación y un día sin que su madre se diera

cuenta abrió una maleta que estaba guardada en uno de los

clóset de la casa. Descubrió que Apolonia había hecho varias

mudas de ropa con la esperanza de llevárselas a su esposo

si algún día lograba saber dónde estaba detenido. La maleta

quedó guardada durante meses hasta que Lorena la abrió.

-Tomé la ropa de mi papá y puse sobre la cama una camisa,

un pantalón, un par de calcetines y sus zapatos. Eso fue un


hito en mi vida. No había fotos, no había información, pero

estaba esa figura que me permitió armarlo, imaginar cómo

sería. Estuve años deseando soñar con él cuando me dormía,

pero no lograba, no soñaba… Poco a poco en mi vida fueron

pasando cosas que me permitieron saber que mi padre había

sido real, que había caminado, que había generado lazos,

que había amado -explica Lorena.

De pronto, Lorena comenzó a usar la ropa de su papá. Era

adolescente y, en vez de vestirse como las niñas de su edad,

ocupaba una camisa de él y la anudaba en las puntas porque


no era de su talla. Usó durante años sus beatles y un abrigo
escocés. Lo hizo hasta que un día su mamá invitó a los
familiares más cercanos a una comida y en unas bolsitas
guardó cosas de Lenin y a cada uno le regaló algo.
A los 13 años, Lorena habló con su abuela paterna. En uno
de los tantos veraneos en Vallenar, la tierra natal de Lenin.
Conversaron por varias horas. Llegaba así la segunda crisis
que vivió Lorena: quería que le dijeran cómo era su papá, qué
le gustaba comer, si era divertido o no, cómo era cuando se
enojaba, cómo le iba en el colegio, cómo eran sus amigos del
barrio, cómo había sido de niño, de joven, cómo había sido
como hijo. Lorena estaba cansada del duelo permanente y de
vivir con un dolor que, según sus palabras, no se apagaba
nunca.

-Le pedí que me hablara de él. Se lo pedí también a la gente

de la Vicaría, a todas las personas que lo habían conocido.

Su abuela le mostró el lugar donde dormía su papá. Y le


contó que era buen hijo, apegado a ella, que le gustaba leer

poesía, comer tallarines, ver peleas de boxeo y escuchar a

Jairo. Con su madre esas conversaciones eran difíciles,

porque Apolonia estaba preocupada de encontrarlo. Lorena

tampoco quería aflorar en ella el dolor que también sentía por

su ausencia.

A medida que fue creciendo, Lorena comenzó hacer suya la

lucha de su madre por encontrar a Lenin. A las 13 años viajó

junto a una delegación de niños a Europa para ser parte del

“Tribunal Infantil para juzgar a Pinochet”, donde junto a 9

niños representantes de las violaciones a los DD.HH y

Carmen Gloria Quintana, entregaba su testimonio hasta 5

veces por día.

A los 24 años fue parte de una querella conjunta contra

Pinochet, el mismo año que este caía detenido en Londres.

No era un simbolismo. Lorena había decidido formalizar su

búsqueda e iniciar el largo camino que su madre había

trazado desde 1976 al alero de la Vicaría.

En el 2012, se querelló en contra de 20 ex uniformados

encabezados por el ex director de la DINA, el general (R)

Manuel Contreras y el ex brigadier Pedro Espinoza,


responsables de torturas, desapariciones y asesinatos

perpetrados en centros clandestinos de represión como

Londres 38, José Domingo Cañas, Villa Grimaldi, Tres y

Cuatro Álamos y Simón Bolívar, entre otros.

-Mi mamá es más dura, rígida, las cosas para ella son o no

son. Yo siento que mi mamá tiene en su rostro una inflexión

de tristeza profunda. Una mirada de ausencia. Ella no

comulga con los sicólogos, encuentra que sólo son buenos

para mí, pero no para ella. A veces la veo sonreír, pero igual

se nota su tristeza. Cuando estamos en alguna comida con la

familia, pienso en las ganas que ella tendría de estar con su

esposo al lado y disfrutar ese momento. Veo a mi viejo entre

nosotras. Ella ha sido sola en la vida, con grandes amistades,

pero sola. Tuvo la oportunidad de rehacer su vida, de parar la

búsqueda. Pero ella eligió esta ruta y yo caminé de su mano.

Cuando a partir del año 2000 comenzaron los allanamientos

en Villa Baviera y se confirmó que también había sido un

centro de reclusión y tortura de prisioneros políticos, Lorena y

su madre viajaron a la Séptima Región con la secreta

esperanza de hallar ahí a Lenin Díaz.


Madre e hija se paraban en frente a los portones del enclave

alemán para protestar con carteles que fabricaban en la casa:

“Por la vida y por la paz que nos digan dónde están”, gritaban

mientras pasaban raudos los autos de la Policía de

Investigaciones en los operativos de la época. Lorena aún

creía que lo encontraría, imaginaba que podría estar

desnutrido y demente. Sus amigos le preguntaban qué iba

hacer si estaba en esas condiciones. Ella sólo pensaba en

abrazarlo.

-La imagen latente de no poder cerrar un ciclo era terrible con

cada cosa o avance que escuchábamos en la prensa o en la

Agrupación. Ahora con todo lo que sabemos tenemos claro

que es imposible que haya resistido a la tortura, pero como

en esos tiempos no había información, teníamos una

esperanza. Porque uno a los muertos los llora y los entierra y

yo no he podido hacer eso con mi papá. ¿A quién entierro

yo? A un padre que no recuerdo, un olor que no recuerdo,

texturas que no recuerdo -dice.

¿Cuándo perdiste la esperanza de encontrar a tu papá

con vida?

-La perdí recién a los 25 años, un poco antes de casarme.


Puedo parecer ingenua, pero cuando estaba en la

universidad pensaba que me lo podía encontrar en la calle,

que podía ser un mendigo, que lo habían torturado tanto que

podía estar ahí botado, medio loco. Eso me duró hasta que

me casé y me convencí que Lenin no estaría presente ese

día.

EL REENCUENTRO

El 2012 fue trascendental en la vida de Lorena. Sintió las

ganas profundas de realizar un homenaje a su padre. En ese

tiempo trabajaba en el Museo de la Memoria y organizó junto

a sus primas todos los preparativos. Había pensado que sería

algo íntimo, pero la cadena de correos electrónicos y las

preguntas que sus amigos les hacían por Facebook,

provocaron lo contrario. Durante 20 días le llegaron cientos

de correos con fotografías de su padre haciendo deportes, en

la universidad, y de un momento a otro reconstruyó dos

décadas de Lenin a través de imágenes.

-Al comienzo, el acto homenajearía sólo al Lenin Díaz

militante, que era su condición inalienable, pero se armó un

acto también para el Lenin papá, hijo, amigo, el estudiante; el


Lenin cotidiano que yo había perseguido por años. De pronto,

era también el abuelo de mis tres hijos… Eso marcó otro ciclo

en mi vida -recuerda.

En medio de la organización del acto se encontró con

Verónica Troncoso, quien estaba trabajando en un proyecto

llamado Arqueología de la Ausencia, que reconstruía la vida

de los detenidos desaparecidos por medio de textos, fotos y

objetos, entre otros elementos. Fue en ese entonces que se

encontró con una sorpresa.

Lorena le había hablado a Verónica que sabía de la

existencia de un documental donde aparecía su padre, pero

que nunca lo había podido encontrar.

-Se trataba de un documental que mi mamá lo había buscado

durante toda su vida. Había preguntado en la embajada de

Rusia y en la universidad donde habían estudiado en los años

60, pero había sido imposible hallarlo -explica Lorena.

Finalmente, Verónica Troncoso lo encontró: se trataba

de “Continente en llamas”, que había realizado el

documentalista Roman Karmen en 1972 y que registraba los

principales cambios políticos y sociales que vivía

Latinoamérica en ese tiempo y entrevistaba a los jóvenes que


los lideraban.

-Lo había esperado toda la vida. Recuerdo que Verónica me

lo envió y me encerré en mi pieza sola. No quería que nadie

me acompañara.

Lorena se sentó en el suelo de su dormitorio e instaló el

computador en la cama. Cuando puso play, fue mirando con

nerviosismo cómo se sucedían las imágenes.

-Recuerdo que lo detenía a cada momento pensando que era

mi padre, buscando su cara. Salían imágenes de mucha

gente y todos para mí eran mi padre. El corazón me latía muy

rápido -recuerda.

Habían pasado 13 minutos cuando escuchó su voz y vio a

Lenin en primer plano.

-Lo identifiqué de inmediato, porque era verme a mí con el

pelo corto -dice emocionada.

Durante un minuto y 54 segundos pudo oír su voz. Lo miró

gesticular. Observó detenidamente sus rasgos y el color de

sus ojos. Lorena veía por primera vez al hombre de la

fotografía en blanco y negro que estaba en el living de su

casa, con vida.


-Sentí que todo lo que había vivido a mis 38 años era

consecuencia de este ser que estaba ahí y que se movía, que

podía oir su voz, gesticular con sus manos, que estuvo vivo

en algún minuto, que fue parte del mundo. Me sentí

afortunada, privilegiada… quería abrazarlo y decirle que

habíamos sobrevivivido, y que yo estaba viva, que tenía hijos,

familia, trabajo, un esposo, que era feliz.

Luego de ver el documental y del acto en el Museo de la

Memoria, Lorena pensó también cómo integraría a sus hijos

en este camino.

-Ellos saben que su abuelo está muerto, porque cuesta

explicarle a ellos que es un detenido desaparecido. Con mis

hijos he tratado de que el relato hacia ellos sea desde la

historia, desde el corazón. No quiero transmitirles odio, a

pesar de que me cuesta decir que no lo siento. En mi fuero

interno me resulta imposible no odiar a Pinochet o al ex

agente de la Dina, Marcelo Moren Brito. Pero lo que he hecho

es convertirlo en energía positiva. Y lo he logrado. He hecho

una vida y voy con el dolor de la mano, pero sin dejar de reír.

Lorena dice que a veces se cuestiona el celebrar el

cumpleaños de su padre, sobre todo cuando una de sus hijas


le pregunta cómo lo celebran si él no está. Entonces se siente

convencida, ellos son nietos de un desaparecido, como tal,

parte de estos ritos.

Pese a eso, dice que no le gustaría delegar en ellos la

búsqueda de su padre, pero ahora con el tiempo parece

inevitable.

-Si yo no puedo encontrarlo, ellos van a tener que seguir.

Pero hoy, a 40 años del golpe, quiero más que nunca que

llegue el día en que pueda mirar a mis 3 hijos y decirles con

un abrazo que hemos encontrado por fin verdad y justicia.

Silvia Leyton, quien fue profesora la Universidad Católica del

Norte, Antofagasta recuerda a Nesko Teodorovic y a su compañera Elizabeth

Cabrera, padres de un niño pequeño y ella embarazada de su

segundo hijo.

Nesko era Estudiante, autor de teatro y militante del MIR.

Elizabeth era funcionaria de la Universidad. . Fue en esa casa


de estudios de Antofagasta donde conoció a Elizabeth

Cabrera, asistente social, jefa del departamento de Bienestar

Social, con quien contrajo matrimonio en 1972.

A ambos los asesinaron. El tenia 24 años; ella, 23

"Pantomimas" le decían los niños que reunía en el barrio.

"Hagamos teatro porque ahora somos anímales de la selva...,

pero en realidad somos bichitos de la cuidad: tú te vistes de

paloma, yo de colibrí y ...¡listo! ...al escenario", exclamaba entusiasmado Nesko

Teodorovic, cuando enseñaba obritas de teatro a sus

pequeños vecinos de la población Las Rocas, donde habitó

con su esposa y su hijo hasta el día en que fueron apresados.

"Tenía un Mercedes viejo y destartalado en el que trasladaba

a su pequeño hijo y a su mujer cada día a la Universidad. El

niño quedaba en la guardería que existía para los

funcionarios", recuerdan algunas personas que lo conocieron.

"Alto, rubio, ojos celestes, con una voz fuerte y una risa

franca, parecía extranjero... Siempre junto a su hijo... se

notaba el gran amor que sentía por él... quizás dónde estará

hoy... si supiera que su padre confesaba siempre su alegría

de tenerlo junto a su madre".

El hijo, Jovan Luciano Teodorovic Cabrera fue criado por su


abuela materna. Vive en Chile pero quiere mantenerse

alejado de los recuerdos tristes.

Otro profesor de la Escuela de Periodismo,

Wilson Tapia , periodista y profesor universitario, se desempeñó como

docente en Antofagasta en la época en que Nesko

Teodorovic estudiaba periodismo

Lo recuerda y dice que

cuando nos conocimos, era un díscolo estudiante de

Periodismo de la Universidad del Norte. Resultaba imposible

dejar pasar su ironía, el desafío de sus preguntas y una que

otra pachotada que regalaba a sus maestros. Pero no era

difícil ser amigos. Tras su actitud agresiva había un actor, un

artista sensible. Elizabeth Cabrera (Lula), su esposa, ya había

tratado de civilizarlo…

Un día, el Nesko me habló de su hijo.

"Míralo, --me dijo, mientras el niño jugaba en la acera cerca

de la casa--, putas que es inteligente. ¿Qué te parece que

debería ser? Seguro que sacará la capacidad de su madre.

Irá por el mundo hablando con la gente. Explicando por qué

hay que querer a los hermanos, por qué hay que defender a
los humildes. Y va a ser fuerte. Míralo cómo juega.

Estos relatos se pueden leer completos en la página Web

http://www.derechos.org/nizkor/chile/libros/reporter/capIII09.html

Mi amiga , Myriam Carmen Pinto, la


Mirenchu, periodista y escritora me
comparte sus recuerdos…

Solo puedo agregar que fui parte de aquellos estudiantes

universitarios, estaba en primer año de la escuela de

periodismo de la U del Norte ,que nos reconocíamos como

hijos del gobierno popular, en ese marco nos concientizarnos

y elegimos luchar por la opción de un mundo más justo e

igualitario. Así también nos reconocemos parte de una

generación truncada

Lula era asistente social, tenía a su cargo las entrevistas a

aquellos alumnos que solicitaban apoyo en cuanto a

alojamiento y también quedar liberados de pagos del arancel

de matrícula. Era lo único que pagábamos. También había

planes de ingreso a la universidad mediante planes

especiales para trabajadores. Ella también realizaba aquellas


entrevistas para calificar situación socioeconómica.

Desordenadamente comparto lo que fui encontrando en este

navegar por Internet.

Damir Galaz-Mandakovic en 2009, Doctor en Antropología por la Universidad


Católica del Norte , residente en Tocopilla, escribe un estremecedor relato

acerca del Alcalde comunista Marco de la Vega, donde su

viuda Hilda Alfaro cuenta lo que ella y sus hijos pequeños

vivieron cuando su compañero fue detenido y luego

asesinado. También desmiente en este artículo versiones

falsas difundidas por historiadores que señalaron que el

alcalde se había exiliado en Suecia.

También recuerda a Mario Arqueros, Gobernador de

Tocopilla, amigo del alcalde De la vega, donde buscaron

refugio Hilda y sus niños. El gobernador también fue

detenido.

El caso de Marco de la Vega fue un caso connotado,

conocido y emblemático en el asesinato de políticos durante

la dictadura, inspirando reportajes de diarios y televisión, el

reconocimiento de su viuda y el recuerdo de un municipio

acéfalo en Tocopilla. Del mismo modo, en la década de los

90' se erigiría una fundación con el nombre de la persona


mancillada por estos historiadores

Cada quien agrega su grano de arena a la verdad.

Este artículo se encuentra en el blog del autor

http://tocopillaysuhistoria.blogspot.cl/2010/07/el-asesinato-de-

un-alcalde.html

Con Neruda y las voces de Illapu, los abrazo a todas y todos

y cierro esta exposición con el compromiso de que continuaré

en este camino común de poner carne a los huesos de

nuestra memoria, porque son sus vidas las que cuentan, las

que tuvieron sentido, las que vivieron cotidianamente con sus

familias, sus amigos, compañeros.

Acá nadie muere,compañero!

Aunque los pasos toquen Mil años este sitio

No borrarán la sangre De los que aquí cayeron

Y no se extinguirá La hora en que caíste

Aunque miles de voces, crucen este silencio.

La lluvia empapará Las piedras de la plaza

Pero no apagará Vuestros nombres de fuego


Mil noches caerán Con sus alas oscuras

Sin destruir el día Que esperan estos muertos.

El día que esperamos A lo largo del Mundo

Tantos hombres el día Final del sufrimiento.

Aunque los pasos toquen Mil años este sitio

No borrarán la sangre De los que aquí cayeron

Y no se extinguirá La hora en que caíste

Aunque miles de voces crucen este silencio

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