AUTORES: Sol Fariña Rodrigo Fleitas Sofía Galeano Laine Lezcano Cristhian Ocampo PROFESOR: Eduardo Giangreco
Carrera de Ingeniería en Energía
San Lorenzo, Paraguay 2018 Introducción La Unión Europea (UE) consume una quinta parte de la energía mundial, pero dispone relativamente de pocas reservas. Esto tiene enormes consecuencias en su economía. La UE es el mayor importador de energía del mundo, ya que importa el 53 % de su energía, lo que supone un coste anual de unos 400 000 millones de euros; importa dos tercios de su gas natural, ya sea por tuberías o por buques a través de terminales de gas natural licuado. Más de un tercio proviene de Rusia, seguido de Noruega, Argelia y Catar. La mayoría de los países de la UE depende total o casi totalmente de las importaciones para cubrir su demanda de gas, y el suministro suele estar dominado por un único país proveedor, como Rusia. La UE importa dos tercios de su gas natural, ya sea por tuberías o por buques a través de terminales de gas natural licuado. Más de un tercio proviene de Rusia, seguido de Noruega, Argelia y Catar. La mayoría de los países de la UE depende total o casi totalmente de las importaciones para cubrir su demanda de gas, y el suministro suele estar dominado por un único país proveedor, como Rusia.
La dependencia de una sola fuente o de una única ruta de transporte puede
suponer un peligro para el suministro que puede verse afectado por un simple imprevisto técnico o por conflictos político-económicos como los de 2006 y 2009 entre Rusia y Ucrania (principal país de tránsito del gas ruso que importa la UE), que redujeron notablemente el suministro de varios países europeos en pleno invierno.
Tras estas crisis, la UE reforzó en 2010 sus normas de seguridad de suministro
de gas. Se obligó, por ejemplo, a los Estados miembros a buscar una forma de garantizar el suministro de gas a los hogares y a otros clientes vulnerables, como los hospitales, incluso en condiciones exigentes como la interrupción de la infraestructura principal de gas. Esas experiencias demuestran que hay que buscar caminos para asegurar la energía; como alternativa planteamos encontrar nuevas fuentes de energía renovables y limpias, como la electricidad generada por el viento en los parques eólicos, la fuerza del agua en los embalses y la luz del sol en los paneles solares. Las energías renovables podrían significar la tan anhelada seguridad energética, sumado a estas las reducciones en las emisiones de CO2, trabajando en la eficiencia energética, e invirtiendo en investigación y desarrollo de tecnología. La Guerra del Gas: crisis energética europea La guerra del gas entre Ucrania y Rusia es una historia que tiene su génesis en el año 2006 luego de que Rusia haya intentado renegociar la tarifa del gas natural, proponiendo que Ucrania, a quien vendía a un precio por debajo al del mercado, pague el mismo monto estipulado para los demás países de la UE. Ucrania, considerado un país de tránsito del gas natural, puerta entre Rusia y las demás naciones europeas, da paso a gasoductos rusos que pasan a Europa a través de su territorio por el cual, en aquel entonces transportaban el 80% de gas natural ruso. El país de tránsito no estaba dispuesto a pagar la tasa del mercado exigida por Rusia, que es aproximadamente cinco veces mayor que el precio pactado con anterioridad por ambas partes. Paralelamente, Rusia no demostraba interés en cumplir con un contrato de suministro de gas a US$50 por cada 1.000 metros cúbicos hasta 2008. Debido a la imposibilidad de una negociación entre ambas partes; el 1 de enero del 2006 Rusia reduce la presión en el gasoducto de Ucrania después de rechazar la compañía nacional ucraniana Naftogas el nuevo precio fijado. Kiev denuncia el corte total en uno de los dos gasoductos destinados a Ucrania y la reducción en el suministro de los tres que enlazan con Europa. El abastecimiento de gas ruso cae un 30% en Austria, Eslovaquia, Eslovenia y Croacia; un 40% en Hungría; y un 25% en Francia e Italia. Gazprom denuncia que Ucrania ha desviado ilegalmente unos 100 millones de metros cúbicos destinados a Europa. Gazprom anunció que todavía se estaba bombeando suficiente gas a través de Ucrania para mantener los suministros a otros países, y que si no estaban recibiendo todo el gas era porque Ucrania lo estaba interviniendo, considerando este hecho ilegal. Según Ucrania, como Rusia no iba a cumplir el acuerdo de los 1000 metros cúbicos a US$50 hasta 2008, estaba en el derecho de compensar el incremento ilegal de precios con el embargo de los activos rusos, es decir el gas que transita por los oleoductos en Ucrania. Rusia acusó a Kiev de robar combustible, pero éste lo negó diciendo que el gas que utilizaba provenía de sus propias reservas subterráneas o que era importado de Turkmenistán. Ucrania y Rusia se culparon mutuamente de la escasez de gas en Europa: Ucrania acusó a Rusia de no bombear ese gas, y Rusia a Ucrania de robarlo. La trascendencia del conflicto bilateral a toda Europa obligó a rusos y ucranianos a sentarse a negociar. Finalmente, el 4 de enero de 2006, Rusia y Ucrania llegaron a un acuerdo y acordaron el precio del gas para los posteriores 5 años. Por una parte, la compañía rusa Gazprom vendería su gas al precio que pedía; es decir, a 230 dólares (192 euros) por 1.000 metros cúbicos. Pero no lo haría directamente a Kiev sino a una intermediaria, RusUkrEnergo, empresa registrada en Suiza, cuyo 50% de acciones pertenece a un banco controlado por Gazprom y el otro 50%, al austríaco Raisffeisen Investment a través del grupo Centragas, la que, a su vez, lo revenderá a Ucrania a sólo 95 dólares, lo que es posible, ya que RusUkrEnergo comprará mucho gas barato procedente de Asia Central, principalmente de Turkmenistán, que lo mezclará con un poco del gas ruso caro para después vendérselo, desprovisto de cualquier etiqueta de denominación de origen, a Ucrania. El gas ruso representa un tercio del volumen que le suministrará la intermediaria; el resto provendrá de Turkmenistán, Uzbekistán y Kazajstán. El acuerdo estableció además que Rusia pagaría a Ucrania por el tránsito de su gas hacia Europa 51 centavos más que antes; es decir, que el precio subiría de 1,09 dólares a 1,60 por cada 100 kilómetros y 1.000 metros cúbicos y que los pagos se realizarían en efectivo, y no con carburantes, como se venían haciendo hasta ese entonces. En el 2009 aconteció una nueva crisis de precios como consecuencia de un conflicto político que vino del apoyo mostrado por el presidente ucraniano, Víktor Yuschenko, a Georgia (país soberano localizado en la costa del mar Negro, en el límite entre Europa Oriental y Asia Occidental.), con la que Rusia mantenía un conflicto armado; y el 31 de diciembre del 2008, Gazprom anuncio el fracaso en las negociaciones con Naftogaz para firmar los contratos de suministro para 2009, además de la falta de pago de la deuda que Kiev mantenía con la compañía por el combustible enviado hasta ese momento y el inminente corte de gas desde el 1 de enero; y tal cual había sido anunciado Gazprom suspende el suministro de gas a Ucrania, pero aumento el bombeo con destino a países europeos. Nuevamente los países se acusan mutuamente, por un lado Naftogaz acusa a Rusia de reducir en una sexta parte el bombeo a Europa, y por el otro Gazprom denuncia que Ucrania ha desviado parte del gas que Rusia envía diariamente a Europa. Vladimir Putin, ordeno a Gazprom cesar todo suministro que pase por Ucrania para impedir el “robo” del gas ruso por parte de Kiev, acusación que, como ya mencionamos, los ucranianos rechazan. Esta segunda crisis de gas golpeó de lleno a Europa, paralizando totalmente la red de gasoductos que llevan el hidrocarburo ruso al continente, dejando a al menos 11 países (entre ellos Austria, República Checa, Bulgaria y Rumania) sin gas, en coincidencia con una ola de frío que sacudió al continente con temperaturas de incluso -30 grados centígrados. Varios países dijeron haber empezado a usar sus reservas de gas. En Sarajevo, donde la mayoría de las casas tienen calefacción por gas, la falta de esta última les recordaba la guerra de 1992-95 y los responsables políticos expresaron su temor a que algunas personas puedan morir de frío. Esta situación obligó que la UE exigiera con dureza una solución ante el conflicto de Ucrania y Rusia. Putin advirtió que los suministros de gas ruso que pasan por Ucrania hacia Europa se reanudarían solo tras un acuerdo sobre el despliegue de observadores internacionales. El presidente ruso, Dimitri Medvedev, puso como condición para reanudar el servicio disponer observadores de la UE y abogados internacionales y que Ucrania pague el gas a precio de mercado. El 13 de enero de 2009 Gazprom y Naftgas firman un acuerdo que acabe con la guerra del gas y garantice el suministro a los países europeos. Rusia reestablece el suministro de gas a Europa a través de Ucrania; sin embargo el gas no llega a Europa. Varios días después, y en medio de estrategias políticas, presión europea y demás, el 17 de enero, Rusia y Ucrania anuncian un acuerdo ya en la madrugada del domingo para reestablecer el suministro del gas natural a Europa. Finalmente, el consorcio gasístico ruso Gazprom reanuda el bombeo de gas a Europa a través de Ucrania después de trece días de total interrupción. Con un invierno realmente frío y unos países del Este sin abastecimiento, la crisis del 2009 fue más grave que la del 2005-2006, principalmente por la larga duración de la misma. Con el correr de los años hasta el actual, Rusia y Ucrania han venido teniendo disputas y desacuerdos que apeligran a la UE. Nuevamente en el 2014, Vladimir manifestó que Europa se enfrentaba a un riesgo creciente de una nueva crisis de suministro de gas a consecuencia de la mora en el pago de Ucrania por su energía. Rusia volvió a amenazar el cierre de su canilla de gas. El diálogo entre los representantes de Rusia y Ucrania, con la mediación de la Comisión Europea, se frustró cuando Gazprom optó por introducir, como ya había advertido, el régimen de prepago en los suministros de gas a Kiev. Es decir, mientras Naftogaz, la compañía estatal ucrania, no pagara la millonaria deuda que tenía por el combustible, no recibiría más gas ruso. Ese año, Gazprom (empresa rusa gasística) aumentó el precio del gas a Ucrania en un 81% pasando de 268,5 dólares por cada mil metros cúbicos a 485 dólares por cada mil metros cúbicos. Ucrania consideró insostenible e injusta esta nueva tarifa, siendo la más alta de Europa para el gas ruso, y afirmó estar dispuesta a pagar la deuda de 2.200 millones de dólares a Rusia cuando se reinstaure el precio contratado de 268,5 dólares por mil metros cúbicos. La deuda ucrania, según Gazprom, ascendía en ese entonces a 4.458 millones de dólares (3.292 millones de euros), una cifra que Kiev rechaza, aunque no ofrece su estimación. Rusia exigía el pago inmediato de 1.951 millones de dólares para no cortar el gas y rechazó una oferta de Oettinger para que Kiev pagara 1.000 millones inmediatamente y el resto en seis plazos. Ucrania sí había aceptado el pacto. Después de varias semanas, Rusia, Ucrania y la Unión Europea (UE) firmaron un acuerdo para solucionar la crisis del gas y asegurar el suministro en el invierno del 2014. Ambas partes habían aceptado que Ucrania tenga que pagar antes de finales del mismo año 3.100 millones de euros en concepto de atrasos por el gas que importó de Rusia entre noviembre del 2013 y junio de 2014. También se acordó que el precio de importación del gas baje hasta los 385 dólares por cada mil metros cúbicos, frente a los 485 dólares que habían estipulado, y que cualquier nuevo encargo de combustible a Moscú solo se entregue si se realiza un pago mensual por adelantado. Es importante resaltar que el sector energético de Rusia constituye su activo comercial más importante y el pilar económico de su estabilidad interna e influencia en política exterior. La estrategia energética rusa en el exterior siempre tuvo como objetivo mantener y profundizar la dependencia europea respecto al suministro de energía rusa, sirviéndose de ello para aumentar su influencia política y geopolítica. Además, la UE y Rusia mantienen una relación interdependiente donde la primera depende del gas y otras exportaciones energéticas rusas y la segunda depende de la UE al ser ésta el mercado más importante para las exportaciones de gas, y de las inversiones y tecnologías europeas. Incluso se podría decir que se trata de una interdependencia asimétrica porque Rusia podría vivir al menos un año sin ninguna inversión ni tecnología europea u occidental, mientras que Europa no sobreviviría ni 30 días sin el gas ruso. Esta dependencia hace de la llave del gas una valiosa arma política para Moscú, que ha intentado usarla como anzuelo para alejar a Kiev de la Unión y como escudo para intentar esquivar las sanciones europeas por su rol en la crisis ucraniana. El problema para la UE, que obtiene de Rusia el 24% del gas que consume, es que Gazprom bombea más de la mitad de ese gas destinado a Europa a través del sistema de gasoductos ucranianos. Y Kiev no distingue entre el gas para su uso y el que es para terceros. Con tales consideraciones, la búsqueda alternativas y de diversificación de importaciones de gas natural es importante para evitar desestabilizaciones energéticas y económicas en Rusia y la UE ante cualquier crisis política acontecida entre Moscú y Kiev. La Comisión Europea asegura que desde las últimas crisis, 2006 y 2009, se han mejorado las interconexiones para transportar gas entre Estados miembros, los flujos inversos, que permiten que el gas circule por las tuberías en las dos direcciones, y las instalaciones de almacenamiento. Además, el del 2014 se ha producido en verano y después de un invierno algo más cálido de lo habitual, lo que dejo más margen para elevar las reservas de cara al invierno. Más allá de las implicaciones económicas y climáticas, la dependencia energética supone una importante debilidad estratégica que afecta también a la política exterior de la Unión. Esta vulnerabilidad queda patente en la divergencia de opiniones entre los veintiocho estados pertenecientes a la UE a la hora de imponer sanciones a Rusia por su actuación en el conflicto ucraniano a pesar de que el acuerdo era unánime a la hora de considerar ilegal y condenar la anexión de Crimea a la Federación. Solo tras el derribo de un avión comercial de Malaysian Airlines en la zona de conflicto del este de Ucrania los países se han decidido a tomar las medidas más restrictivas previstas en su plan de tres fases. El 29 de julio del 2014 la UE adoptó sanciones económicas sectoriales contra Rusia. Moscú apenas tardó 24 horas en entrar en la guerra comercial contraatacando con su mejor arma: la energía. Ya antes de que Rusia cumpliese su amenaza y cortase el suministro de gas hacia Kiev la Unión Europea había presentado una "Estrategia de Seguridad Energética" con medidas a corto, medio y largo plazo para enfrentar posibles riesgos de aprovisionamiento para los estados miembros. La medida clave incluía mejorar la eficiencia y el ahorro energético y diversificar los proveedores de energía, esencialmente de gas. También se estuvo considerando buscar otros caminos para llevar gas desde Rusia evitando Ucrania, como la vía del Norte que atraviesa el mar Báltico y llega a Alemania y la vía del Sur que llega a Europa por el Mar Negro a través de Turquía. La otra posibilidad, pero desventajosa para Rusia, es que la UE desarrolle una hoja de ruta que reduzca la dependencia del gas ruso, con alternativas como el gas de Arabia de Saudi, Catar o Argelia, donde España sería puerta natural de entrada. Se estima que las interconexiones de España con Francia (Midcat) y con destino a la UE serán la forma más rápida y barata de afrontar un desabastecimiento, equivaliendo a la mitad del gas que proviene de Rusia a través de Ucrania. Si se considera la regasificación del gas natural licuado que puede llegar por barco, el equivalente al gas ruso podría incrementar. Entre los retos a que se enfrenta Europa en el ámbito de la energía figuran su cada vez mayor dependencia de las importaciones, una diversificación limitada, los elevados y volátiles precios de la energía, la creciente demanda mundial de energía, los riesgos de seguridad que afectan a los países productores y de tránsito, las amenazas crecientes derivadas del cambio climático, los lentos progresos realizados en materia de eficiencia energética o los desafíos que plantea el aumento de la cuota de las energías renovables, así como la necesidad de una mayor transparencia y de una mejor integración e interconexión de los mercados de la energía. El núcleo de la política energética europea está constituido por una serie de medidas destinadas a lograr un mercado de la energía integrado, la seguridad del suministro energético y la sostenibilidad del sector energético. De conformidad con la Unión de la Energía (2015), los cinco objetivos principales de la política energética de la Unión son: garantizar el funcionamiento del mercado interior de la energía y la interconexión de las redes energéticas; garantizar la seguridad del abastecimiento energético en la Unión; fomentar la eficiencia energética y el ahorro energético; fomentar el desarrollo de energías nuevas y renovables para una mayor armonización e integración de los objetivos en materia de cambio climático con relación a la nueva configuración del mercado; y promover la investigación, la innovación y la competitividad. El actual marco de actuación se basa en la política integrada en materia de clima y energía adoptada por el Consejo Europeo el 24 de octubre de 2014, que fija los siguientes objetivos para 2030: una reducción de, al menos, un 40% de las emisiones de gases de efecto invernadero con respecto a los niveles de 1990; un incremento del 27% de la cuota de las energías renovables en el consumo de energía; una mejora del 20 % en eficiencia energética, con vistas a alcanzar un 30 %; un desarrollo de la interconexión eléctrica de, como mínimo, un 15 %. El 30 de noviembre de 2016, la Comisión propuso el paquete de «energía limpia para todos los europeos» (COM(2016)0860), con el objetivo de mantener la competitividad de la Unión Europea en un momento en que la transición hacia una energía limpia está cambiando los mercados mundiales de la energía. El paquete incluye ocho propuestas legislativas que abarcan los siguientes ámbitos: la gobernanza, la nueva configuración del mercado de la electricidad (la Directiva sobre la electricidad, el Reglamento sobre la electricidad y el Reglamento sobre la preparación frente a los riesgos), la eficiencia energética, la eficiencia energética de los edificios, las energías renovables y las normas aplicables al regulador ACER. La proporción de energía consumida procedente de fuentes renovables casi se ha duplicado en los últimos años, de aproximadamente el 8,5% en 2004 hasta el 16,7% en 2015, y la UE está en camino de alcanzar su objetivo del 20% para 2020. También quieren aumentar el derecho de las personas a producir, almacenar y consumir su propia electricidad a partir de fuentes renovables sin tener que pagar ningún cargo o impuesto. Las mejoras de la eficiencia energética no solo podrían reducir las emisiones de dióxido de carbono (CO2), sino también la factura anual de importación de energía de 350.000 millones de euros de la UE. Los eurodiputados quieren establecer un objetivo vinculante para reducir el consumo de energía en toda la UE de un 35% para 2030. Un área importante para la mejora es la calefacción y la refrigeración de los edificios que suponen el 40% de toda la energía consumida en la UE, y alrededor del 75% de ellos son ineficientes desde el punto de vista energético. En diciembre de 2017, los negociadores del Parlamento, el Consejo y la Comisión acordaron que los Estados miembros deberían preparar estrategias nacionales a largo plazo para apoyar la renovación de edificios residenciales y no residenciales. El objetivo es que para 2050 los edificios de la UE sean mucho más eficientes desde el punto de vista energético. Además, el Parlamento simplificó las etiquetas energéticas para los electrodomésticos, como lámparas, televisores y aspiradoras, para que sea más fácil para el consumidor comparar su eficiencia. El 17 de enero del 2018, el pleno del Parlamento adoptó su posición sobre tres propuestas de energía limpia: energías renovables, eficiencia energética y un mecanismo de control ("gobernanza de la unión energética"). El 24 de abril del 2018, tres organizaciones ecologistas europeas presentaron el informe "Energy Atlas 2018" en el que concluyeron que es "viable" que la Unión Europea (UE) se sustente "con energía cien por cien renovable", aunque este objetivo sólo sería alcanzable "con un plan dirigido a nivel comunitario". "La tecnología actual lo permite, con el sistema inteligente de almacenamiento, las conexiones de que dispone el sector y las herramientas de respuesta ante excesos de demanda", señaló el informe, elaborado por las ONG Amigos de la Tierra Europa (FOE), la Federación Europea de Energías Renovables (EREF) y la fundación alemana Heinrich Böll. En 2015, el 16,7 % del consumo total de la UE tuvo su origen en energías renovables como la solar, la eólica, la hidroeléctrica, la biomasa o el biocombustible. El informe destacó también que, desde 2009, el coste de producción de la energía solar cayó un 75 % y el de la eólica, un 66 %, lo que "ha propiciado que las renovables adquieran importancia frente a los combustibles fósiles a pesar de que éstos reciben más subsidios". En este sentido, el texto recoge que la UE y los Estados miembros entregan 112.000 millones de euros a la energía fósil frente a los 40.000 que destinan a las renovables. La transición hacia un sistema energético más renovable, según recogió el "Energy Atlas 2018", estaría dando lugar a empleos locales y de calidad y a "un nuevo tipo de prosperidad", ya que se estaría reduciendo la "dependencia" de las importaciones. "El incremento en la utilización de energías renovables ha permitido reducir un 11 % el consumo de combustibles fósiles desde 2005 y una reducción de la importación de los mismos del 35 % desde 2013", concluyó el informe, que añadió que el petróleo "sigue resistiendo debido a su implantación en el sector del transporte". Otro de los fenómenos que recogió este análisis fue el aumento de la generación de energía por parte de los ciudadanos, que están "a la vanguardia de esta transición" y que en países como Alemania "poseen hasta el 42 % de la capacidad total de producción de energía renovable". Más allá de estos datos positivos, las ONG exigieron a la UE "más acción para recuperar el liderazgo global", ya que entienden que los últimos años "ha perdido su posición frente a China, Japón, Estados Unidos o Brasil" a pesar de haber invertido más en la investigación relacionada con las energías renovables. Las acciones requeridas para cambiar esta tendencia pasarían, según el informe "Energy Atlas 2018", por reforzar la cooperación a nivel europeo y porque la Comisión Europea (CE) incrementase sus exigencias en materia de reducción de emisiones, ya que los objetivos actuales serían "demasiado modestos". El informe, además de hacer un recorrido por la situación actual y el futuro de las energías renovables a nivel comunitario, también analiza las circunstancias de los 28 Estados miembros, entre los que destaca que España "tiene potencial para generar más energía de la que consume". "La energía eólica representó casi el 40 % de la producción total de España en 2016", señaló el "Energy Atlas 2018", que apuntó que estas cifras sitúan al país como el segundo productor europeo (sólo por detrás de Alemania) y el cuarto productor global. Sin embargo, el documento, que hizo especial hincapié en la ubicación "idónea" de España para generar energía eólica y solar, aseguró también que el aprovechamiento de esta circunstancia estaría lastrado "por una demanda insuficiente y un sistema de tarifas eléctricas mal diseñado". Suecia sigue generando, con mucho, la mayor cantidad de energía procedente de fuentes renovables, en gran parte debido a sus abundantes recursos de energía hidroeléctrica. El país genera más de la mitad de su energía a partir de fuentes renovables. Suecia sigue generando, con mucho, la mayor cantidad de energía procedente de fuentes renovables, en gran parte debido a sus abundantes recursos de energía hidroeléctrica. El país genera más de la mitad de su energía a partir de fuentes renovables. La publicación de este informe coincide con las negociaciones a tres bandas entre los ministros de Energía de los Estados miembros, el comisario europeo de Acción por el Clima y Energía, Miguel Arias Cañete, y los europarlamentarios sobre las próximas medidas legislativas en materia de energía. Conclusión Las energías renovables desempeñarán un papel fundamental en la transición hacia un sistema de energía limpia. Europa se ha fijado el objetivo de llegar colectivamente, a más tardar en 2030, a un porcentaje de al menos un 27 % de energías renovables en el consumo final de energía. En 2030, la mitad de la producción de electricidad de la UE procederá de fuentes renovables. Con una estrategia rápida y efectiva, con energías renovables y eficiencia energética Europa puede salir de la dependencia del gas ruso Así se generaría una independencia energética y política. Varios países Europeos en los últimos años han invertido en energías alternativas, obteniendo resultados favorables, es cuestión de organización y decisión, además de concientización a la sociedad misma de la importancia de cuidar el recurso energético, aunque los europeos son perfectamente conscientes de esto, ya que han sufrido crisis a causa de esta última. Las energías renovables no solo son la mejor alternativa para Europa, sino para el mundo, ya que más allá de no sufrir dependencia al gas ruso, muchos países sufren dependencia o adicción al petróleo y sus derivados, y nuestro país no está exento de esto, ya que a pesar de producir energía renovable en exceso (hidroenergía), la termina exportando para exportar hidrocarburos. Anexo