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Qué es la cirrosis

La cirrosis refleja un daño progresivo e irreversible en el hígado. Esta


lesión provoca que se cicatrice el tejido hepático (fibrosis) y se formen
estructuras anómalas, como los nódulos de regeneración. Todo esto
conlleva un fallo en las funciones hepáticas y un pronóstico grave.

El concepto de cirrosis implica tanto la presencia de fibrosis, como la de


los nódulos de regeneración. La presencia única de fibrosis no permite
establecer el diagnóstico de cirrosis, ya que esta se puede encontrar
también en otras enfermedades del hígado diferentes.

Funcionamiento del hígado

El hígado es el órgano individual más grande y complejo del cuerpo


humano. Se encarga de muchas funciones esenciales para el buen
funcionamiento del organismo. Entre otras cosas, el hígado procesa la
mayoría de los nutrientes que se absorben en la digestión. Elabora
muchas sustancias como el colesterol, los factores de coagulación y la
bilis, que es un líquido que facilita la digestión de las grasas. Además,
este órgano se encarga de limpiar la sangre eliminando aquellas
sustancias que puedan ser lesivas para el cuerpo humano.

Dada su complejidad y exposición a sustancias dañinas, el hígado es


especialmente vulnerable. Sin embargo, este órgano es capaz de
regenerarse, reparando o reemplazando el tejido dañado; si una zona
queda deteriorada, puede ser sustituida por otra de manera indefinida, o
hasta que se repare el daño.

Cirrosis, una evolución de la hepatitis crónica

La hepatitis es una enfermedad del hígado que se caracteriza por la


presencia de inflamación y daño de las células de este órgano
(hepatocitos). Cuando esta inflamación persiste más de seis meses, se
habla entonces de hepatitis crónica.

En esta situación, el paciente no suele presentar síntomas, por lo que el


diagnóstico puede ser accidental, y detectarse al realizarle una analítica
o una prueba de imagen que manifieste el daño hepático. El enfermo
puede permanecer sin clínica muchos años, sin darse cuenta de su
problema. En otras ocasiones, la inflamación crónica del hígado provoca
la formación de tejido cicatricial. Esto es lo que se conoce como cirrosis,
que es la situación final de la mayoría de las hepatitis crónicas
evolucionadas.

La hepatitis crónica puede seguir diversos caminos: progresar con gran


lentitud y causar un daño limitado; o bien avanzar con rapidez
ocasionando un daño hepático extenso.

Para diagnosticar una hepatitis, tanto la historia clínica, como la


exploración del paciente son herramientas muy útiles. No obstante, es
posible que sea necesario realizar una biopsia del hígado (tomar una
muestra del órgano para estudiarla) para identificar el tipo de hepatitis y
conocer el grado de evolución de esta.

Causas de la cirrosis
La ingesta excesiva de alcohol es causa principal de la cirrosis.
La cirrosis puede deberse a diversas causas, principalmente a la
ingesta excesiva y continuada de alcohol, pero también a otras
enfermedades víricas, hereditarias o inflamatorias, incluso a la toma de
algunos fármacos.
Cirrosis y abuso de alcohol

La cirrosis alcohólica es la causa más frecuente. El tiempo mínimo de


abuso para que se origine una cirrosis se considera de unos 10 años. Sin
embargo, no todos los alcohólicos crónicos desarrollan cirrosis,
aproximadamente ocurre en un 15% de ellos, por lo que se considera
que también han de estar involucrados otros factores. Los enfermos que
manifiestan una cirrosis alcohólica, normalmente han consumido más de
medio litro de alcohol de alta graduación al día.

Las causas por las que el alcohol provoca una fibrosis en el hígado no se
conocen. Se sabe que las mujeres son más susceptibles al daño
hepático que los hombres, por lo que cantidades más pequeñas de
alcohol provocan más daño en ellas.

Hepatitis víricas

Estas hepatitis son producidas por virus que tienen predisposición por el
hígado. No todos llegan a provocar una hepatitis crónica que evolucione
a cirrosis; esto es más frecuente en las hepatitis por virus B o C.
Hasta un 10% de las cirrosis tienen como causa al virus de la hepatitis B.

El alcoholismo y la cirrosis posthepatitis vírica suponen en conjunto el


80% de las cirrosis.

Enfermedades hereditarias

Enfermedades como la hemocromatosis (acúmulo de hierro en el hígado


y otros órganos), la enfermedad de Wilson (depósito de cobre en el
hígado) o la deficiencia de alfa-1-antitripsina pueden ser causa de
cirrosis.

Inflamación o bloqueo de los conductos biliares

Cuando se produce una obstrucción crónica en los conductos biliares del


hígado (por donde circula la bilis) se produce una inflamación en el
hígado que conduce a la formación de una cirrosis biliar.

Otras causas

Algunos fármacos, como el metrotexate, son muy lesivos para el hígado


y pueden producir un daño que acabe en cirrosis. También pueden ser
causa de cirrosis algunas cardiopatías, la diabetes, ciertas cirugías
intestinales…

Cirrosis
No abusar del alcohol y protegerse contra la hepatitis son las medidas más
efectivas para evitar la cirrosis, una afección que supone un daño
progresivo e irreversible para el hígado, que compromete sus funciones.
Una gran parte de los pacientes con cirrosis no muestran síntomas: no
presentan ni manifestaciones clínicas de daño hepático, ni alteraciones
en los análisis. En estos casos se dice que la cirrosis está
compensada; es decir, el organismo ha encontrado ciertos mecanismos
para evitar la aparición de los síntomas debidos al fallo hepático. Estos
mecanismos de compensación no son totalmente beneficiosos para el
enfermo ya que, a la larga, son responsables de muchas complicaciones
de la cirrosis.
Otra parte de los pacientes presenta una cirrosis descompensada. En
ellos, los mecanismos antes referidos se han visto superados por la
enfermedad y entonces aparece la clínica.

Los síntomas de la cirrosis que pueden aparecer en un paciente son:


pérdida de apetito, fatiga y debilidad, pérdida de peso, coloración
amarillenta de la piel y los ojos (ictericia), e incluso signos de inflamación
abdominal.

Sin embargo, la clínica más importante de la cirrosis es aquella que se


deriva de sus complicaciones como son: hemorragia
digestiva, ascitis (acumulación excesiva de líquido en el abdomen), daño
cerebral, peritonitis bacteriana espontánea, sepsis (infección diseminada)
o incluso cáncer de hígado.

Complicaciones de la cirrosis

Estos son algunos de los problemas y complicaciones que pueden


derivarse de una cirrosis:
Hipertensión portal

La vena porta es una vena muy voluminosa cuya función es la de llevar


los nutrientes al hígado para que los metabolice. El incremento de
presión en este sistema venoso es lo que se conoce como hipertensión
portal. En la cirrosis hepática, este aumento de presión se debe a que
existe una obstrucción del flujo de sangre hacia el hígado debido a las
alteraciones que se producen en el paciente cirrótico (fibrosis y alteración
de la estructura normal del órgano). La hipertensión portal es la
responsable de las principales complicaciones de la cirrosis.

Hemorragia digestiva por varices

Al aumentar la presión en la vena porta, por comunicación con otros


vasos sanguíneos, se origina la dilatación de venas en el esófago y el
estómago para intentar derivar el flujo de sangre por esos vasos. Estas
dilataciones venosas se conocen como varices, y clínicamente son
mucho más importantes las que se encuentran en el esófago.

Si se produce la rotura de alguna de estas varices, lo que ocurre en dos


tercios de los enfermos con cirrosis, se origina un sangrado digestivo que
puede exteriorizarse en forma de vómitos de contenido hemático. Este
sangrado es una urgencia que amenaza seriamente la vida del paciente
(mortalidad de 25-50%) y que requiere atención médica inmediata.

Ascitis

La acumulación excesiva de líquido en la cavidad abdominal es debida a


la hipertensión portal y a la disminución de albúmina (una proteína) en
suero, como consecuencia de la insuficiencia hepática. La ascitis se
manifiesta con un abdomen prominente. Cuando el líquido que se
acumula es bastante, se produce ascitis a tensión donde, además del
abultamiento del abdomen, puede existir dolor.

En todo paciente con ascitis se debe hacer una punción abdominal para
tomar una muestra del líquido (paracentesis) para estudiar la causa.

El tratamiento suele consistir en la restricción de sal en la dieta, el uso de


diuréticos potentes, la infusión de albúmina intravenosa, o la evacuación
del líquido mediante paracentesis.

Peritonitis bacteriana espontánea

Se puede definir como la infección del líquido de la ascitis. En los


cirróticos, los sistemas de defensa antibacteriana se encuentran
alterados por diversos mecanismos. Esto explicaría la elevada incidencia
de infecciones en estos pacientes. Entre estas infecciones, destaca
la peritonitis bacteriana espontánea, que suele manifestarse con dolor
abdominal y fiebre. Muchas veces los pacientes apenas presentan
síntomas abdominales, y este cuadro se expresaría como un
empeoramiento de su enfermedad hepática o con la aparición de una
encefalopatía.

El tratamiento es con antibióticos por tratarse de una infección.

Encefalopatía hepática

Cuando el hígado está dañado, deja de filtrar los productos tóxicos de la


sangre. De esta forma, se produce un aumento en los niveles de
sustancias como el amoniaco y otros elementos, que pueden llegar al
sistema nervioso central y provocar un daño importante. A esta lesión
cerebral causada por el daño del hígado se la conoce como
encefalopatía hepática. Esta enfermedad deteriora el funcionamiento
cerebral y cursa con confusión mental, somnolencia, temblores e incluso
coma. Pese a parecer un problema grave, es totalmente reversible con
tratamiento, que consiste en la administración de laxantes como la
lactulosa, y de antibióticos que disminuyan la flora bacteriana productora
de amoniaco.

Síndrome hepatorrenal

Es una complicación muy grave en los pacientes con cirrosis y ascitis,


que consiste en un daño agudo del riñón. No se conoce bien la causa de
este cuadro, pero se sabe que la peritonitis bacteriana espontánea y el
alcoholismo son dos situaciones que favorecen su aparición. El
tratamiento definitivo será el trasplante hepático.

Diagnóstico de la cirrosis
Se puede llegar a un diagnóstico de cirrosis mediante los siguientes
pasos:
Exploración del paciente

En la exploración del paciente se pueden observar signos de daño


hepático crónico como la coloración amarillenta de la piel, la inflamación
abdominal y la pérdida de peso. Sin embargo, estos signos no están
siempre presentes. Aun así, con la exploración cuidadosa del paciente se
pueden evidenciar otras manifestaciones que inciten a sospechar un
daño hepático. Al explorar el abdomen, se puede determinar si el hígado
está aumentado de tamaño; aunque a medida que progresa la cirrosis,
es posible que esto no sea tan evidente. Cuando sucede esto, el flujo
sanguíneo ya está tan comprometido que puede provocar congestión en
otros órganos como el bazo.

Análisis de sangre

En los análisis de sangre también se pueden observar datos que


supongan una alarma de daño hepático. No obstante, en la cirrosis
establecida, los resultados analíticos pueden acercarse a la normalidad.
Pruebas de imagen

Para determinar cuál es el alcance de la enfermedad, es posible que


sean necesarias ciertas pruebas de imagen como son la ecografía,
el TAC (tomografía axial computarizada) o la resonancia magnética.

Biopsia hepática

El diagnóstico definitivo de la cirrosis se hace en base al estudio de una


muestra de tejido hepático (biopsia hepática).

Tratamiento de la cirrosis

La cirrosis no tiene curación, pues el daño hepático es


irreversible, aunque su progresión es muy lenta. No existe ningún
tratamiento que modifique la historia natural de la enfermedad.
El tratamiento de la cirrosis ha de dirigirse a evitar o controlar las
complicaciones derivadas.
Medidas generales en el tratamiento de la cirrosis

Aunque esta enfermedad es irreversible, es posible tomar diferentes


medidas para reducir el daño hepático:

 Dejar el alcohol.
 Limitar el uso de fármacos. Al existir una deficiente función
hepática, no se pueden metabolizar y eliminar bien la mayoría de
los medicamentos.

 Evitar otras enfermedades. La lesión del hígado provoca en el


organismo una mayor dificultad para combatir las infecciones, lo
que las hace más peligrosas para estos pacientes. Es muy
importante que los cirróticos eviten el contacto con posibles focos
de infección y se vacunen contra las hepatitis víricas A y B, la gripe
y la neumonía neumocócica.

 Tener una alimentación rica en frutas, verduras y cereales. En


ocasiones es necesaria la administración de suplementos
vitamínicos (vitaminas A, D y K). Entre los consejos dietéticos,
también se incluye la restricción de la sal en las comidas, para
evitar la acumulación de líquidos. En la cirrosis es fundamental que
la dieta no contenga excesivas proteínas porque pueden favorecer
el desarrollo de una encefalopatía hepática.
Tratamiento farmacológico

En general, el paciente con cirrosis no complicada no precisa ningún


tratamiento, salvo que su cirrosis se deba a una enfermedad que
requiera un tratamiento específico.

El control de las varices esofágicas, para evitar que se rompan y


produzcan un sangrado digestivo, se puede realizar mediante fármacos
que reduzcan la presión venosa, y técnicas quirúrgicas que consistan en
cerrar estas varices.

La acumulación excesiva de líquido se puede reducir mediante la


administración de diuréticos que ayuden a eliminarlo.

El picor que puede producirse por las altas concentraciones de


metabolitos en la sangre, se puede tratar mediante colestiramina u otros
medicamentos.

El tratamiento de la encefalopatía hepática se realiza con laxantes y


antibióticos, para reducir los niveles de amoniaco en sangre.
Trasplante hepático

En todos los casos y, especialmente, en situación terminal, es posible la


realización de un trasplante de hígado. Este es el tratamiento de la
cirrosis definitivo.

Generalmente este tipo de tratamiento se indica cuando la enfermedad


se encuentra ya tan avanzada que el hígado no puede funcionar. La tasa
de éxito del trasplante hepático supera actualmente el 90%. El problema
se plantea cuando la cirrosis está relacionada con la hepatitis viral,
porque esta enfermedad puede reaparecer en el hígado trasplantado.

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