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Las mujeres y la universidad española: estructuras

de dominación y disposiciones feminizadas


en el profesorado universitario
Fátima ARRANZ LOZANO
Facultad de Ciencias Políticas y Sociología
Universidad Complutense de Madrid
faarranz@cps.ucm.es

RESUMEN
A partir del sistema conceptual bourdiano y desde una perspectiva feminista, esteeste artículo se propone analizar la realidad
del impacto social ante el incremento de la presencia de las mujeres en el ámbito universitario. Para ello, tras una breve apro-
ximación cuantitativa a las características principales de esa presencia y su evolución, aborda las relaciones de dominación
generizadas que se manifiestan en la vida académica observando sus efectos en la subjetividad femenina de las profesoras
universitarias; los discursos e ideologías que surgen por parte del profesorado a propósito de ese incremento así como la
contestación de las académicas feministas al obrar androcéntrico tanto en el dominio de las relaciones sociales como en la
 producción científica.
Palabras clave: educación universitaria, estudios de mujeres, feminismo, subjetividad femenina, violencia simbólica,
Bourdieu.

Women at the Spanish Higher Education: Domination Structures and Femenine


Dispositions among the Faculty
ABSTRACT
This article uses Bourdieu’s conceptual system from a feminist framework to analyse and critique the real social impact on
account of increasing numbers of women at the highest education of Spain. In order to discusses the gendered power rela-
tions produced in the academic’s
academic’s life this article profides some diferent points of views. The first point reviews from a cuan-
titative perspective the main features of the highest education women’s presence and their evolution. The second point analy-
ses the way in wich it shaped the women’s faculty subjectivity dispositions, the faculty discourses and ideologies about the
increasing participation of women. The final point of this article examines the feminist reply to the andocentric power ei-
ther from social relationships or their scientific production.
Key words: higher education, women’s studies, feminism, fememine subjectivity, simbolic violence, Bourdieu.

SUMARIO: Introducción. Breve panorama estadístico sobre las mujeres en la universidad española. Las universitarias y su
conocimiento práctico sobnre la discriminación de género. Racionalizaciones, pre-nociones e ideología sobre las asimetrí-
cas de género en la academia. La dominación masculina sobre el conocimiento: Claves de aproximación sociológica. Dis-
 positivos de sumisión
sumisión y disposiciones feminizadas
feminizadas dentro de la universidad. A modo de conclusión.

INTRODUCCIÓN estadísticas y encuestas disponibles que hacen re-


ferencia a la presencia femenina en la universi-
El nivel educativo de las jóvenes españolas dad, se detectarán pautas que nos indican que se
ha experimentado un notable ascenso en los últi- trata de una presencia localizada preferente-
mos tiempos si atendemos a su presencia en las mente en determinadas áreas del conocimiento y
aulas universitarias. Igualmente se puede hablar  en ciertas categorías profesionales. Así, por ejem-
de un considerable incremento del número de mu-  plo, en los puestos más elevados del rango aca-
 jeres que componen
compon en la plantilla del profesorado démico se aprecia un pronunciado desequilibrio
universitario. Sin embargo, si observamos con a favor de los varones, a pesar de recorrer, por 
cierto detenimiento los datos de las aún escasas  parte de ambos
a mbos géne
géneros,
ros, tray
trayector
ectorias
ias profe
profesio-
sio-
 Política y Sociedad  ISSN: 1130-8001
2004,, Vol.
2004 Vol. 41 Núm. 2: 223-242
223-242
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femin
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zaddas
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....

nales más que similares. Esta familiar y reitera- la crítica al poder masculino y su expresión for-
da asimetría universitaria ha generado toda una mal: el conocimiento androcéntrico.
serie de racionalizaciones, pre-nociones e ídola 1 Para dar cuenta de estas prácticas sociales
a la búsqueda de tranquilizar las conciencias ra- se parte, por un lado, de las experiencias, inves-
cionales, dentro de un entorno que presume de tigaciones y estudios realizados por hombres y
ser el hábitat de la inteligencia. Explicaciones to- mujeres de la academia, muchas de ellas com-
das ellas que devendrán en discursos legitima-  prometidas con el movimiento feminista
feminista2, y, por 
dores, producto y refuerzo a su vez de la realidad otro lado, de la experiencia como docente uni-
de las relaciones fundadas sobre la dominación versitaria e investigadora en esta materia de quien
de un género sobre el otro. La propuesta que des- suscribe este texto (Arranz 2001).
de aquí se hace quiere bucear en este caso prác-
tico de la dominación masculina. Compleja do-
minación, difícil de detectar —mayor si cabe por  BREVE PANORAMA
PANORAMA EST
ESTADÍSTICO
ADÍSTICO
las características del medio seleccionado—, que SOBRE LAS MUJERES
se vale, para gestar su opacidad, de un lado, de la EN LA UNIVERSIDAD ESP
ESPAÑOLA
AÑOLA 3
cualidad inaprensible de los dispositivo
dispositivoss sociales
sobre los que se apoya y, de otro lado, del natu- Desde la propia academia se suele resaltar 
ralizado esparcimiento de sus dominios: llega a la imparable presencia femenina en la universi-
 penetrar y seducir desde el profundo inconscien- dad española desde finales de los años setenta
te de los individuos hasta la totalidad de las ins- como uno de los rasgos más sobresalientes den-
tituciones que constituyen el orden social. tro del panorama educativo español4. No obstan-
Las interrogantes que abre este artículo, en te, este acontecimiento precisa ser graduado por 
 primer lugar, se adentran en el camino que per- un análisis pormenorizado so pena de contribuir 
mite conocer los dispositivos sociales operantes a un injustificado triunfalismo ideológico de pen-
en la institución académica, que no sólo han h an he- sarnos en una sociedad cada vez más igualitaria,
cho posible el establecimiento de las estructuras al menos en lo tocante a las relaciones entre mu-
de dominación masculina sino también su invi-  jeres y hombres. Aspectos tan manifiestos como
sibilidad, asi como los discursos mayoritariamente la edad predominante de las mujeres universita-
operantes que refuerzan dichas estructuras. En se- rias, su desigual presencia según disciplinas, o la
gundo lugar, buscan profundizar en el conoci- escasa representación en determinados niveles
miento de los efectos de la dominación apuntada  profesion
 profe sionales,
ales, nos muest
muestran
ran un panora
p anorama
ma bas-
b as-
sobre el conjunto del profesorado universitario tante menos armonioso, respecto a un espacio fe-
femenino y, y, en concreto, en cómo se ve afectada lizmente sin discriminaciones, como habitual-
la subjetividad de sus componentes. Si bien se mente se llega a pensar. Visión, por otra parte,
 pretendee analizar
 pretend ana lizar los
l os dispositiv
di spositivos
os sociales,
so ciales, que interesada que a los académicos les gusta trazar,
son producto de las estrategias de afianzamiento en consonancia con el reino de la razón con que
y reproducción de la sumisión femenina, tam- se autorrepresenta el espacio y la producción uni-
 poco se quiere perder de vistavista las reacciones ad- versitaria.
versas a ese modus vivendi: Como, por ejemplo, Sin lugar a dudas, este abordaje femenino a la
las formas de contestación feminista, producto de vida universitaria responde a los cambios políti-

1 En Las reglas sociológico , Durkheim define los ídola como «especie de fantasmas que nos desfiguran el verda-
reglas del método sociológico
dero aspecto de las cosas y que sin embargo tomamos por las cosas mismas».
2 Entre otras autoras que se han preocupado por la discriminación de las mujeres en la Academia se puede consultar: (AL-

BERDI 1985; SUBIRA


SUBIRATS TS 1985; ACKER 2000; DURÁN 2000; 2000; MORLEY 1999, etc.).
3 Para el desarrrollo de este epígrafe voy a manejar
m anejar la investigación  La carrera académica
académica de las mujeres en la Universidad 
española: trayectorias profesionales por género , investigación perteneciente al Programa Sectorial de Estudios de las Mujeres y
del Género del Plan Nacional de I+D de 1997. Investigación en la que tomé parte como investigadora principal siendo sus codi-
rectoras las profesoras María Antonia García de León y Marisa García de Cortázar
Cortázar.. En la nota número 7 se da cuenta de las carac-
terísticas metodológicas de esta investigación.
4 Bien es cierto que un avance social de esta índole no ha conseguido despertar de momento mucho interés ni a las autorida-

des competentes ni a la investigación educativa. Las investigaciones


investigaciones empíricas españolas que podemos señalar que han abordado
el problema o parte del mismo: Ortiz
O rtiz et al. 1999; García de Cortázar y García
G arcía de León 1997; Almarcha et al. 1994.

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cos, legales y organizacionales experimentados La universidad española parece seguir la es-


en las relaciones de género —tanto fuera como tela marcada por los economístas y sociólogos
dentro del territorio español— y vendría a sumarse del mercado de trabajo de forma que no defrau-
al proceso que vienen protagonizando las muje- da los planteamientos señalados por las teorías
res en general, desde el pasado siglo, de salida del mercado dual (Bowles y Gintis, 1976). Den-
de la esfera doméstica en la búsqueda por encon- tro del ámbito conocido como las relaciones la-
trar un lugar con, al menos, cierto reconocimien-  borales universitarias no docentes —el personal
to social. Factores de reconocimiento sólo posi- de administración y servicios— abundan los
 bles de conseguir en el espacio de lo público5. trabajos diríase que marcados como femeninos.
La sustantiva concurrencia de las mujeres en Empleos que casualmente presentan como ca-
la Universidad queda enmarcada, y a veces re- racterísticas mayor inestabilidad y precariedad,
ducida, al espacio de las aulas, dónde logran lle-  peores remuneraciones o con menores posibili-
gar las más jóvenes féminas. Asimismo, las mu- dades de prosperar, además de encontrarse los ofi-
 jeres tienen una presencia mayoritaria, aunque a cios socialmente menos reconocidos, como, por 
menudo no apreciada, como trabajadoras de la ejemplo, el servicio de limpieza. En otras pala-
administración y gestión universitaria, principal-  bras, nos hallamos ante la presencia de lo que el
mente en las categorías administrativas y como modelo dual denomina sector secundario, o más
secretarias, además de ocuparse de los servicios desfavorecido, que en nuestro caso está práctica-
de limpieza. mente integrado por mujeres.
Respecto a su presencia en las aulas, se debe Pero, en este breve recorrido descriptivo de
subrayar que la notable presencia de las estu- las características de la feminización del panora-
diantes no se reparte por igual en las distintas dis- ma universitario en proceso, tampoco queremos
ciplinas y prácticas en que se organiza la edu- olvidar ciertas tendencias positivas que mues-
cación universitaria. La elección de estudios tran una imagen distinta de la presencia de las mu-
universitarios seguida por las jóvenes se man-  jeres estudiantes. Por ejemplo, éstas ya no sólo se
tiene muy de cerca en la tradición académica de quedan ocupando mayoritariamente los pupitres
sus predecesoras (Santesmases 2001) y respon- de ciertas licenciaturas, también comienza a ser 
de, en términos sociológicos, a las disposiciones notable su deseo de profundizar en el conoci-
de género adquiridas en el proceso de socializa- miento. De ahí que cada día se inscriben más en
ción 6. En otros términos, estamos ante el tipo los grados superiores de la educación universita-
de discriminación territorial : la demanda ma- ria. Mientras en el curso 1979-80 las mujeres al-
yoritaria de las mujeres se dirige de hacia las ca- canzaron el 26% de las tesis doctorales aproba-
rreras calificadas como femeninas (Pérez Sede- das, este porcentaje pasó a un 39% para el curso
ño 1996). Como se ha apuntado innumerables 1983-84 (CIDE 1988). Otro dato significativo se
veces (AAUW 1997; Bonder and Morgade 1996;  produjo dentro del curso 1998 pues en el se ob-
División de Estadística de la Unesco 1996; Orens- tuvo, por vez primera, una tasa de alumnas ma-
tein 1994) también en España las tasas universi- triculadas en los cursos de doctorado que, era li-
tarias de presencia femenina más altas corres- geramente superior (50,4%) a la de sus compañeros
 ponde a los estudios que se agrupan en torno a varones. Pero si, por una parte, comprobamos la
las disciplinas agrupadas en Humanidades mien- materialidad del anhelo femenino de una mayor 
tras que las tasas más bajas se encuentran en el  presencia en todos los tramos de la vida univer-
área de las carreras técnicas agrupadas en Inge- sitaria, por otra parte, la realidad estadística se
niería y Tecnología (Alberdi 1985; CIDE 1988; va a encargar de mostrarnos las barreras aún pre-
Arranz 2001). sentes en la integración paritaria, sobre todo en

5 Espacios –público/privado— que, como recuerda Carole Pateman, son definidos desde la teoría liberal como basados en prin-
cipios de asociación antagónicos, entre los que se manifiesta el distinto estatus de mujeres y hombres (PATEMAN 1996).
6 I. Alberdi observa las barreras culturales que mediatizan la educación femenina: de un lado, las generales, producto de las re-

laciones sociales y que fomentan el encasillamiento en los llamados valores femeninos: dependencia, conformidad, maternidad,
amor romántico, etc. y, de otro lado, las barreras propias de la institución educativa, como las discriminaciones sutiles, o abiertas,
hacia la entrada de mujeres a ciertas disciplinas (matemáticas o ciencias) o los programas de educación superior (ALBERDI 1985).

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cuanto afecta a los niveles de mayor reconoci- la presencia de las mujeres en la cúspide univer-
miento académico. sitaria —en España el denominado cuerpo cate-
Si bien, como decíamos, en los datos estadís- dralício—, tanto fuera como dentro de nuestras
ticos que utilizamos en la investigación7 llevada fronteras, podríamos considerarla testimonial por 
a cabo en 2000 (Arranz 2001) observamos una ma- no haber conseguido nunca superar la media eu-
yor presencia femenina en el mundo universitario, ropea del 9%. Por tanto, la distribución gráfica
 por el contrario, también constatamos cierto es- de los puestos docentes en el caso de las muje-
tancamiento en algunos indicadores fundamenta- res universitarias está representada en forma de
les, como por ejemplo, la evolución estadística  pirámide. Así, en la base se situarían las catego-
de plazas ocupadas por el profesorado femenino. rías de menor rango, lo que significa una mayor 
Del análisis de la distribución por sexos en las gran-  precariedad en el empleo, peores condiciones
des áreas de la enseñanza, según muestran las Es- de laborales y menor salario. A medida que se as-
tadísticas de la Enseñanza Universitaria en Es- ciende, en los escasos tramos de esta pirámide
 paña, para el periodo que va del curso 1993 al curso académica, van mejorando las condiciones y si-
1998, intervalo en el que se produce una conside- tuación laborales y, por tanto, disminuyendo la
rable entrada de profesorado universitario, se ob-  presencia femenina.
serva que no ha habido ninguna tendencia apre- En resumen, la cúspide o el lugar donde ha-
ciable capaz de equilibrar las diferencias genéricas.  bita la autoridad científica —el cuerpo catedralí-
La mayor presencia de mujeres se encontró, como cio— sigue siendo prácticamente coto privado
era de esperar, en el área de Humanidades, teniendo masculino. La ratio hombres/mujeres sigue man-
en ese periodo la evolución más positiva con teniéndose en 9 a 1. Por el contrario, la catego-
cuatro puntos a su favor: se pasó del 38,3% al ría que aparece más equilibrada entre sexos, pero
42,3%. Le siguieron las áreas en Ciencias Socia- la de menor cualificación, prestigio e ingresos, es
les —de 35,1% a 37,7%—, en Ciencias de la Sa- la que corresponde a las profesoras ayudantes y
lud —de un 31,5% a 32,4%— y en Ciencias Exac- queda situada en la base de la pirámide, así para
tas y Naturales —de 30,4% a 31,7%—. El dato que el curso 1997/98 contaba con una representación
 predispone negativamente la presencia docente fe- del 47,3%. Entre medias de estos tramos se en-
menina está en el área de ingeniería y tecnología cuentra el profesorado titular femenino: las titu-
que, no sólo no creció, sino que disminuyó en lares de escuela universitaria cuentan con una pre-
dos puntos la tasa —de un 16,8% a un 14,8%—  sencia del 41,4%, ahora bien, por encima de éstas
(I.N.E. 2000). y bajo el olimpo catedralício, están las profeso-
Pero, como se apuntó, la discriminación del ras titulares de universidad con una presencia me-
 profesorado universitario femenino, no es sólo dia de un 32,5%. Dicho de otra forma ¿es osado
cuestión de cantidad: una menor concurrencia en  pronosticar que se está produciendo una discri-
sus filas, sino también de calidad: las categorías minación jerárquica8?
o puestos que desempeñan esas docentes. La tasa
de mujeres profesoras en la universidad españo-
la se sitúa desde hace una década alrededor del LAS UNIVERSITARIAS Y SU
30%, pareciendo además no «querer» despegar  CONOCIMIENTO PRÁCTICO SOBRE
de esa proporción; lo más preocupante es que en- LA DISCRIMINACIÓN DE GÉNERO
contramos tasas similares en otros países euro-
 peos en los que la igualdad formal entre los se- Las jóvenes estudiantes mayoritariamente
xos fue reconocida hace cuarenta años. Además, no se sienten discriminadas; aunque pueda pare-

7 Los datos cuantitativos principalmente manejados en nuestra investigación, que referimos en la nota a pie de página núme-
ro 3, fueron producidos a partir de la encuesta postal realizada en el año 2000 al profesorado funcionario no-catedrático de uni-
versidades públicas españolas. El diseño de la muestra aleatoria utilizada se hizo a partir del agrupamiento de las áreas de conoci-
miento, de acuerdo: Humanidades, Ciencias Sociales, Ciencias Experimentales, Ciencias de la Salud e Ingeniería y Tecnología.
La tasa de respuesta fue del 35%. Asimismo se realizaron dos encuestas: una a doctorandos y otra profesorado no numerario.
También se efectuó el análisis secundario de la encuesta a catedráticos de García de León y García de Cortázar (1997). Para ma-
yor detalle ver ARRANZ (2001).
8 Término utilizado por PÉREZ SEDEÑO (1996)

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cer un tanto chocante tal afirmación, la realidad acción positiva que les procurase alguna com-
universitaria es ésta. Por supuesto que casi todas  pensación ante esta situación de desventaja de-
estas jóvenes han escuchado alguna vez que los  bida a su condición genérica10.
varones licenciados o con estudios superiores tie- En la paradoja resultante se nos muestra un ní-
nen una tasa de desempleo que es la mitad que la tido indicio de la complejidad de las relaciones
de ellas. Asimismo, en el conjunto integrado por  de género universitarias. ¿Qué factores median para
las profesoras más jóvenes, ayudantes o becarias,  producir esa contradicción de posiciones al uníso-
tampoco se percibe preocupación alguna, deri- no? ¿Qué tipo de relación queda establecida entre
vada de su condición de mujeres, por encontrarse ambos grupos que es capaz de sepultar una aso-
en los puestos más precarios de la pirámide la- ciación lógica tan evidente como: ante agravio, re-
 boral. ¿Estamos acaso ante un resultado anti-fe-  paración? De entrada, y esto es fundamental en esa
minista de los nuevos tiempos? ¿Se sienten de- relación, el grupo afectado debe disociar la corre-
fraudadas por las expectativas creadas por el lación entre ambas situaciones, como si tratasen
feminismo? y, por tanto, ¿Tendríamos que leer es- de sucesos independientes y sin conexión alguna.
tos signos como una reacción de completa indi- Entonces ¿ante qué tipo de fuerza nos hallamos
ferencia hacia las revindicaciones feministas? Des- que impide una asociación de tal magnitud?
de luego no es el caso de España. En este país el La respuesta nos remite necesariamente al
movimiento feminista nunca conoció un auge tan modo general en el que quedan establecidas so-
sobresaliente como para reconocersele una tan cialmente las relaciones de género. Proceso, cier-
considerable incidencia social entre las mujeres, tamente, que va más allá de los límites marcados
ni tan siquiera, como para provocar a la mayoría  por el ámbito universitario, incluso el educati-
de ellas9 esperanzas o ilusiones respecto a una vo. Así, la interiorización normativa, por parte de
equilibrada transformación social entre sexos. las mujeres, de la división sexual del orden so-
En nuestra investigación constatamos que si cial, como un hecho inscrito en la naturaleza de
 bien las profesoras mayoritariamente se auto-re- hombres y mujeres, supondrá el mayor condi-
conocían como grupo con igual o mayor valía que cionante en el desarrollo de su identidad. Natu-
sus compañeros varones (por ejemplo, mejores raleza que es fijada culturalmente en el dimor-
en preparación académica, dedicación, capacidad fismo de los cuerpos y cuya consecuencia práctica
organizativa, etc.) declaraban, asimismo, contar  es la asunción incuestionable de los roles que mar-
con una situación social y universitaria más ne- can socialmente a unos y otras individuos de la
gativa que la de ellos (por ejemplo, decían sen- especie. Para ellas: la maternidad o su condi-
tir un menor apoyo por parte del departamento, ción voluntaria de dadoras de sexo, amor, cuida-
menores posibilidades de promoción, mayores dos y afectos11, entre otros rasgos. Por tanto, en
cargas familiares, etc.), por el contrario, y aquí se nuestras sociedades el ser de las mujeres vendrá
encuentra la paradoja, las mismas profesionales dado en relación a las diferencias respecto a los
no estaban conformes con la propuesta de fomento varones. Es más, se entenderá que un hombre se
de algún tipo de política de igualdad específica o define por lo que no es una mujer y viceversa.

9 Como indicador del bajo grado de conciencia de los derechos de las mujeres en España podemos considerar que aún en nin-
guna de las universidades españolas se contemplan medidas contra el acoso sexual. Sólo recientemente, en los nuevos estatutos de
la Universidad Complutense de Madrid (2003), se recogen dos artículos que hacen referencia a la igualdad de oportunidades entre
hombres y mujeres.
10 En nuestra investigación comprobamos que el grado de instrucción de las mujeres dedicadas a las actividades docentes

universitarias puntúaba prácticamente igual que sus compañeros en todos los indicadores manejados sobre formación y curriculos
académicos. Así, por ejemplo a la pregunta sobre si los/las encuestados/das habían realizado otros estudios, las mujeres aventaja-
 ban en tres puntos a los hombres a la hora de contar con otros estudios de diplomatura o licenciatura; lo mismo sucedía con la pre-
gunta a cerca de los estudios superiores realizados en el extranjero, las profesoras puntuaban a su favor con casi cuatro puntos de
diferencia respecto a sus compañeros, mientras que sus compañeros les aventajaban en otros estudios de ingeniería o doctorados
con una diferencia de dos puntos. (ARRANZ 2001).
11 La teórica feminista Anna G. Jónasdóttir espléndidamente desarrolla una teoría sobre la base materialista de las relaciones

amorosas. Lo que los hombres controlan y explotan en nuestro modo de producción principalmente no es el trabajo de las mujeres
y el poder del trabajo, sino el amor  de las mujeres y el  poder de vida resultante de él (1993). Más adelante inqueriremos por qué
las mujeres «aceptan» esta relación.

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Esa identidad diferenciada va a suponer, en cosmos lo suficientemente neutral como para


el caso de las mujeres, el mayor obstáculo para desactivar todos los valores acechantes, incluso
acceder y promocionarse profesionalmente, en los derivados de las inclinaciones del pensa-
igualdad de condiciones12. De tal manera esto es miento androcéntrico?
así, y aquí encontramos una de las claves de la Por tanto, no es de extrañar que, de acuerdo
solución del enigma que lleva a las afectadas a a este orden observado, las mujeres (ellas o su na-
no pensar la paradoja en la que incurren, que ellas turaleza femenina) se asuman como únicas res-
se autoconsideran como las signadas de forma  ponsables de las diferencias que pueden desvir-
distinta para un espacio que se dice neutral. tuar ese espacio universitario 13. En su actuar, ellas,
Tanto para las mujeres, como para los varones, la y solamente ellas, son las que voluntariamente
existencia de un espacio no connotado con valo- han decidido trangredir el orden natural del cos-
res masculinos o femeninos tiene realidad , esto mos y, consecuentemente, tendrán que transigir 
es, un espacio que está más allá, un espacio neu- con las dificultades y contrariedades derivadas de
tro. Espacio que no será otro que el reconocido las nuevas pautas. De ahí la coherencia expresa-
como el terreno de lo público. Territorio, por otro da en disociar la discriminación realmente sen-
lado, que sólo el punto de vista masculino se ha tida de la demanda de acciones positivas com-
 procurado de definir y de establecer los paráme-  pensatorias. Pues, para estas féminas, su medio
tros y las relaciones a desarrollar dentro de sus lí-  profesional, al menos en cuanto a las reglas de
mites. Pues bien, precisamente a través de esa  juego establecidas, se muestra axiológicamente
construcción masculina de realidad basada en la neutro. Por tanto, el significado de políticas fa-
ficción de una asepsia y de una neutralidad de va- vorecedoras podría suponer, para ellas y lo que
lores del espacio público, se facilita que las mu- es más importante: a ojos de sus compañeros, una
 jeres toleren sin réplica las prácticas discrimina- excepción en la regla. Hecho que sólo podría
torias que en él se producen. A su entender, son ser imputable bien al reconocimiento de su in-
ellas, las signadas con los valores femeninos, competencia, bien a la incompletud en sus capa-
las que irrumpen en ese espacio sin mácula, pu- cidades para el desarrollo profesional.
diendo llegar a contaminarlo o pervertirlo. Ergo Sin embargo, ¿se podría generalizar esta for-
¿en qué lógica cabe que los infractores deman- ma de entender y obrar del profesorado femenino
den ventajas a su favor? respecto a su discriminación? La prácticas femi-
Las cualidades arrogadas al ámbito de lo pú- nistas, tras más de un siglo de actividad de los
 blico (neturalidad, objetividad), crecen expo- movimientos de mujeres en pro de la igualdad de
nencialmente al adentrarnos en el mundo uni- derechos entre hombres y mujeres ¿no han tenido
versitario. Ahora, además, nos encontramos en ninguna repercusión, siquiera como para plante-
el lugar racional por antonomasia; que, en razón ar objeciones a esa forma de entendimiento de las
de la raíz de su apelativo de alcance —univer- relaciones entre géneros, en el ámbito universi-
so—, viene a señalar la imposibilidad de ex- tario? Veamos a través de un ejemplo ilustrativo
clusión alguna en lo que recogen sus dominios. cuál puede ser el sentir de la discriminación de las
Y, por si fuera poco, se une a todo ello, desde mujeres y el grado de concienciacion feminista
hace siglos, la condición de ser el marco de am- dentro de la academia en uno de los países con
 paro de la jurisdicción científica. Acaso ¿no mayor repercusión y tradición feminista en el mun-
sería el laboratorio de los hechos científicos un do occidental como es USA. El caso aquí presen-

12 De este planteamiento en ningun caso debe seguirse nuestra intención de culpabilizar a las víctimas, las mujeres, de una or-
ganización de relaciones de género que es fruto de la correlación de fuerzas socio-históricas. Así, en la actual estadio de éstas re-
laciones, uno de los dilemas que se plantea a las mujeres es que si siguen los mandatos de género errarán en la competencia con
sus compañeros y si logran acceder a cierto reconocimiento profesional pueden errar en uno o más de los roles que socialmente
definen a las mujeres.
13 Para no alargar en exceso nuestros argumentos señalamos que la teoría feminista ha trabajado en profusión el contenido ide-

ológico de estos dispositivos de saber/poder. Así, por ejemplo, Butler recuerda que ya De Beauvoir en  El segundo sexo se pregun-
ta: «¿a través de qué acto de negación y desconocimiento se presenta lo masculino como una universalidad desencarnada y lo fe-
menino se construye como una corporeidad no reconocida?» (BUTLER, 2001). Como el listado que cuestionan los conceptos
aludidos sería casi interminable recomendamos, entre otros:(PATEMAN 1995; YOUNG 2000; CORNELL 2001; HARDING 1996;
AMORÓS 1985; HARAWAY 1989)

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tado saltó a la palestra de Internet en 1999 y tuvo, complejidad tecno-metodológica aplicada al ob-
y sigue teniendo, una fuerte repercusión en otras  jeto de estudio, no dejaba de tratarse de una ele-
universidades norteamericanas, en parte, enten- mental práctica sociológica cuantitativa. ¿Por qué
demos, por el centro universitario dónde se des- entonces tal repercusión? Repercusión, no olvi-
arrolló el acontecimiento. demos, que a partir de este suceso desató una fie-
En 1994 tres profesoras «senior» de cien-  bre estadística, en buena parte de los claustros de
cias del Massachusetts Institute of Technology las universidades norteamericanas, por conocer 
(MIT), conversando entre ellas, a propósito de lo los datos referentes a las variables (directamen-
que había sido la calidad de sus vidas profesio- te observables) que permitieran comparar profe-
nales en este Instituto, llegaron a la conclusión de sionalmente las carreras de varones y mujeres pro-
que con toda probabilidad la variable género ha- fesores y detectar las posibles desigualdades de
 bía incidido en su carrera profesional de forma género aún vigentes.
significativamente diferente a la de sus compa- La pregunta que nos asalta es ¿no se había ob-
ñeros varones. De acuerdo a la lógica científica, servado ni intervenido con anterioridad en este
estas investigadoras procedieron a comprobar has-  problema? Si nos estamos refiriendo a los cam-
ta qué punto se podían generalizar estas comunes  pus universitarios norteamericanos, que fueron
vivencias personales al resto de su comunidad los pioneros en las luchas revindicativas femi-
universitaria. De ahí que decidiesen, para some- nistas y los cuales de forma generalizada cuentan
ter a prueba su hipótesis, obrar con herramien- desde hace tiempo con departamentos de estudios
tas básicas para cualquier investigador, y acu- de mujeres (Women’s Studies), entonces ¿cuál
dieron sin más a la utilización de elementales era la significatividad política que encerraba este
indicadores estadísticos; efectivamente pudieron evento como para conmover posiciones que con
comprobar que se confirmaban sus sospechas. anterioridad las feministas de los campus no ha-
Así, por ejemplo, observaron de partida que sólo  bían conseguido alterar? A nuestro entender lo
eran 15 profesoras titulares en los seis departa- que contenía era, por un lado, la carencia de sig-
mentos del School of Science frente a 194 profe- nificantes feministas, de manera tal, que se trata-
sores titulares varones y, lo que es peor, vieron  ba de una reivindicación no asociada o vincula-
que estos datos habían permanecido prácticamente da con los movimientos contestarios de mujeres;
inalterables durante los últimos 20 años 14; amén las mismas científicas no se autodenominaron en
de verificar otras discriminaciones (salarial, je- ningún momento ni dejaron ser catalogadas
rárquica, etc.) A la vista de tales resultados deci-  bajo esa etiqueta, aunque la reivindicación para-
dieron intervenir activamente, más cuando, por  dójicamente pudiese ser considerada a todas lu-
tradición política, conocían los derechos que las ces bajo dicho epíteto.
amparaban contra la discriminación; recordemos Por otro lado, la propuesta se arrogó de la le-
que las acciones positivas a favor de todas las mi- gitimidad social producto del avalista que apo-
norias del país se pusieron en marcha en los Es- yaba la revindicación: el Dean, la máxima auto-
tados Unidos a finales de los años sesenta. Su pro- ridad académica del centro. Autoridad, además,
 puesta de reconocimiento público de la en este caso, investida con los atributos de máxi-
discriminación y la consiguiente transformación mo reconocimiento social: masculinidad, raza
de las estructuras universitarias, que fue acogi-  blanca, heterosexualidad y procedente de uno
da y apoyada por la máxima autoridad del centro de los centros de élite más punteros en ciencia y
(Dean), impulsó la creación de comités de se- tecnología del planeta. Sin menospreciar tam-
guimiento del problema, así como la implemen-  poco el plus que le confería el hecho de ser una
tación de las acciones positivas compensatorias. demanda proveniente del área de las ciencias que
Desde el quehacer de la investigación socio- se denominan duras.
lógica, el caso de las científicas del MIT no pa- Efectivamente, la discriminación territorial y
saría de la mera anécdota, pues tanto los resulta-  jerárquica descubierta por estas profesoras del MIT
dos derivados de su investigación, como la no es un caso aislado dentro del marco de las rela-

14 Para mayor información sobre el proceso desencadenado en el MIT como consecuencia de este incidente ver: (MIT 1999)

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ciones científico-universitarias. A ella se suman, no versidad española, como para que los distintos
sólo las del resto de campus norteamericanos, sino agentes que la componen se hallan visto aboca-
también las que se producen en los centros euro- dos a encontrar respuestas sobre el desafio que
 peos, nos referimos igualmente tanto a los países representa su discurso en tal espacio. La variedad
norteños, como a los más meridionales de este con- de representaciones e imágenes a indagar sobre
tinente. Países como Suecia, dónde el principio de el desafío feminista sería amplia y abarcaría mu-
igualdad de oportunidades empieza a estar consi- chas más perspectivas de estudio de las aquí pre-
derado por sus habitantes como parte de su identi- vistas. En este epígrafe, nuestra incursión va a es-
dad nacional, y en dónde igualmente la paridad en tar acotada al terreno de las racionalizaciones 16 y
la representación política ha conseguido ser una re-  pre-nociones manifestadas a propósito de las evi-
alidad en todos los escalones de la vida política, su- dencias más ostensibles y difíciles de negar: aque-
cede, asímismo, que la proporción numérica de pro- llas que responden a la incógnita de por qué se
fesores universitarios varones frente a mujeres, en  producen los desequilibrios numéricos – discri-
los distintas categorías profesionales, sigue sien- minación territorial o jerárquica — entre géne-
do tan desproporcional a la observada en España15. ros. Manifestaciones —de tipo general y hege-
Estos y otros ejemplos similares inciden en re- mónicas, que quedarán indiferenciadamente
saltar la tan injustificada, como desequilibrada nu- suscritas tanto por varones como por mujeres— 
méricamente, relación profesoral de acuerdo al gé- que nos proporcionaran la posibilidad de obser-
nero, sobre todo, como veíamos, en los escalones var los dispositivos sociales discursivos operan-
superiores de la profesión. Por todo ello no es sor- tes en la institución académica. Dispositivos
 prendente afirmar que el medio académico es que permiten y refuerzan el trabajo continuado
uno de los espacios de la fortaleza —en el doble de los agentes interesados en mantener las es-
significado del término, como virtud cardinal y tructuras de dominación masculina en ese medio.
como recinto fortificado— con la que se reviste la Estructuras, recordemos, que muestran su efica-
dominación masculina. La explicación no es difí- cia al hacer concordar las estructuras objetivas
cil de alcanzar: el alto reconocimiento social otor- con las estructuras cognitivas del pensamiento y
gado al medio y la capacidad de transubstancia- obrar humano y que son la base sobre la que se
ción entre el poder y el saber que igualmente se establece la violencia simbólica que infligen los
le confiere en nuestro tiempo. Pero ¿cómo puede hombres a las mujeres (Bourdieu 2000).
 pasar desapercibido tal poderío sin estremecimiento Desde estas coordenadas, las estrategias de
alguno por parte de los/las investigadores/as? ¿cuá- argumentación detectadas, en la explicación de
les son las explicaciones o justificaciones que la asimetría o discriminación de género, casi nun-
circulan por el medio y que siguen sosteniendo esas ca considerada sexismo, quedarían resumidas
desiguales relaciones de género? en tres posiciones:

1. En principio nos encontramos con las jus-


RACIONALIZACIONES, tificaciones de tipo esencialista que reconocen
PRE-NOCIONES E IDEOLOGÍA SOBRE abiertamente la existencia de discriminación den-
LAS ASIMETRÍAS DE GÉNERO tro del ámbito universitario. La división natural
EN LAACADEMIA o cultural (dependiendo de la rama del saber a la
que se pertenezca) en que se organiza el orden so-
Sin duda alguna el discurso feminista ha te- cial sería la única responsable del desequilibrio
nido la suficiente incidencia, dentro de la uni- aludido. Estas posiciones mantienen, en definiti-

15 De todo nuestra argumentación, podemos constatar que la opinión muy manida, al menos en España, de que la escasa pre-
sencia femenina en los niveles altos de la educación universitaria es debida al poco tiempo transcurrido desde el reconocimiento
(período postconstitucional) de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres y la actualidad no se sostendría. Baste como ejem-
 plo el caso sueco (al igual que sucede en otros países como Alemania u Holanda) donde en un espacio de tiempo, que duplica como
mínimo al nuestro en el reconocimiento de la igualdad de género, continúa manteniéndose semejante el desequilibrio de las cifras
entre el profesorado.
16 Concepto procedente de la teoría psicoanalítica. La función principal de toda racionalización es enmascarar los verdaderos

motivos de un fenómeno o suceso por parte del sujeto implicado.

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va, que el origen de la asimetría debe ser busca- vindicaciones feministas están logradas o en ca-
do en las diferencias biológicas, psicológicas o mino de hacerlo —hecho que se manifestaría a su
de socialización —bien en cada una de ellas o en entender en la presencia de las mujeres en todos
su conjunto— existentes entre hombres y muje- los escalones de la pirámide profesional— y
res que ha promovido roles diferenciados. Desde que, por tanto, la solución al problema de este des-
este punto de partida se pretende explicar las di- equilibrio será simple cuestión de saber esperar.
ferencias observables, como, por ejemplo, la prác- 3. Y finalmente, nos encontramos con las es-
tica exclusión de las mujeres en algunos seg- trategias argumentativas de tipo científico-merito-
mentos del conocimiento (ingenierías y crático. Éstas no consideran pertinentes o rele-
tecnologías) o de la pirámide profesional. Esta vantes, por considerarlas insignificantes, las
discriminación sería consecuencia, por tanto, del diferencias de género ni en el interior de la aca-
hecho de que ellas antepongan sus roles femeni- demia ni en su repercusión sobre la producción
nos, como los deseos maternales o matrimonia- científica. Cabe destacar de ellas que ponen pre-
les, sobre la elección de una gama más amplia de ferentemente todo su énfasis en las virtudes de la
carreras académicas o sobre metas profesiona- neutralidad u objetividad de la ciencia como es-
les superiores. Desde esta postura se entiende que tandarte legitimador de su quehacer y profesión.
son las mujeres las que libremente aceptan las di- De este modo, derivarán cualquier problema ob-
ferencias resultantes con respecto a sus compa- servable, como sería el de desequilibrio entre hom-
ñeros, pues como mantiene Carabaña: «nadie ha  bres y mujeres, hacía una esfera externa y, por tan-
 podido decir que la sociedad les haya opuesto to, ajena a la ciencia como pueden ser los asuntos
obstáculos sistemáticos» (Carabaña 1984:23). sociales (Felipe et al. 2002: 492). Así, todo pro-
2. Igualmente aparece otro tipo de argumen-  blema que no tenga que ver con su estricta consi-
tos más igualitarios que, por el contrario, no con- deración de lo que debe ser la producción cientí-
sideran significativas las diferencias de género en fica quedará fuera de su ámbito de responsabilidad
los resultados del hacer universitario. Su explica- o interés. Los/las representantes de esta postura
ción sobre la asimetría contemplada dentro de los  justifican que la hegemonía masculina en la uni-
muros universitarios apunta hacia la lentitud que versidad es debida a su mayor preparación inte-
implica toda transformación social. Esto es, se lectual. Por tanto, desde esta postura se sostendrá
aboga por la respuesta temporal al problema del que las desigualdades manifiestas son producto de
tipo: «las mujeres aún sois demasiado jóvenes las mejores posibilidades masculinas que la so-
en la universidad», «es cuestión de saber esperar», ciedad, y no el medio profesional, facilita a ese gé-
«con el transcurso del tiempo hombres y muje- nero. Cabe pensar de todo ello que la justificación
res estarán equiparados». Manifestaciones que es- de la situación asimétrica entre hombres y muje-
tán en consonancia tanto con la ideología neoli- res aboca hacia el argumento meritocrático 18. Es
 beral sobre la autorregulación de la sociedad a la alta preparación requerida y la dura competiti-
través de la libre competencia entre sus miembros, vidad que se desarrolla en torno a la ciencia la dis-
como con la confianza ciega en las potencialida- criminante y, por lo tanto, nada tiene que ver la dis-
des de la razón ilustrada como fuerza superadora tinción de sexos (Pablo et al. 2002: 595).
de los escollos culturales 17 y sociales inscritos en La extensión y medios del presente análisis
el fondo de toda discriminación. En resumen, ar- no ha permitido comprobar la proporción aritmé-
gumentos que sostienen que la hegemonía mas- tica de los representantes de una u otras posicio-
culina en la universidad es una cuestión, si no nes, sin embargo, nos atrevemos a aventurar, por 
superada, a superar por el propio devenir de la evo- los indicios hasta ahora resultantes de nuestra ex-
lución social; asimismo se esgrime que las re-  periencia en el medio académico19, que esta últi-

17 A tal punto se muestra la confianza que se llega, por ejemplo, a resaltarla muy vivamente la decisiva contribución de la es-
cuela en el camino de la igualdad y liberación de la mujer (Fernández Enguita 1989).
18 Más adelante se desarrolla el concepto de meritocracia.
19 Eulalia PÉREZ SEDEÑO en esta misma línea de diferenciación entre disciplinas científicas sostiene que «las demás cien-

cias —las que no son ni sociología,la historia, antropología, etc.— que constituyen el eje, la médula espinal de la sociedad actual,
 parecían ajenas a estas cuestiones»; las cuestiones referidas son: los aspectos relacionados con la mujer o el papel desempeñado
 por ella en las distintas parcelas de sus disciplinas (PÉREZ SEDEÑO 1996: 219)

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ma posición —la científico-meritocrática — es la nes, y representaciones ideológicas sobre la dis-


 preferente entre el profesorado especializado en criminación sexual. Elementos, todos ellos, que
las denominadas ciencias duras (física, matemá- incidirán además en reforzar al unísono las es-
tica, etc.) y carreras tecnológicas (ingenierias de tructuras objetivas y cognitivas del pensamiento
todo tipo, etc.), mientras que las dos primeras re- y obrar humano —base sobre la que se estable-
señadas (esencialistas e igualitarios) son prefe- ce la violencia simbólica que infligen los hom-
ridas, por el contrario, por los/las docentes uni-  bres a las mujeres (Bourdieu 2000)—. De ahí la
versitarios/as encuadrados en las conocidas como necesaria aproximación y análisis en torno al con-
ciencias blandas y saberes humanistas (filosofía, flicto social más general fruto de las relaciones
sociología, historia, etc.) 20. de dominación masculina. Relaciones entre mu-
En resumen, en estas representaciones del pro-  jeres y hombres que constituyen el concepto cen-
fesorado universitario observamos que en ningún tral de la teoría feminista. La perspectiva aquí ele-
de los tres supuestos se reconoce la posibilidad gida para tal reflexión gira en torno al conflicto
de existencia de algún tipo de dominación mas- de esas relaciones. Por una parte, desde la pues-
culina como principio estructurante del proble- ta en evidencia por el feminismo radical de des-
ma o siquiera de cierta propensión colaboracio- velar la centralidad de la sexualidad, como una
nista, salvo si exceptuamos el discurso feminista condición de la explotación en las relaciones
universitario, como más adelante se verá. Es más, entre hombres y mujeres. Por otra parte, desde el
se huye de preguntarse por la existencia de cual- desarrollo sociológico de la dominación mascu-
quier conflicto, buscando, más bien, recubrir las lina aportado por Pierre Bourdieu. Visiones am-
fisuras y desajustes que la realidad de género pro-  bas que observan las relaciones entre hombres y
duce con el denso cemento de la ideología. Re- mujeres, como relaciones fundadas en la domi-
 presentaciones ideológicas, pues, que empapan nación y opresión de los primeros sobre las se-
las prácticas universitarias —tanto en lo que con- gundas. Relaciones sexualizadas que ellas mis-
cierne al medio en el que se desarrollan como a mas son principios constituyentes y dan forma al
la producción de conocimiento resultante— y que orden social y, por tanto, presentes en todas sus
a modo de cuidado arcano protegen, en definiti- instituciones, al menos en lo que se refiere a las
va, el deseo masculino de seguir transmutando su sociedades occidentales.
dominación en los principios de racionalidad, neu- La denuncia de la perpetuación histórica del
tralidad y objetividad en todos aquellos procesos sometimiento femenino y el interés por la bús-
en que se desarrolla la actividad científica. queda de la raíz del problema, rompiendo con
todas las propuestas feministas que hasta ese
momento tenían como referencia intelectual el
LA DOMINACIÓN MASCULINA  pensamiento masculino 21  —liberalismo, mar-
SOBRE EL CONOCIMIENTO xismo, etc.—, surgen en los primeros años de la
CIENTÍFICO: CLAVES DE década de 1970 en los USA. Activismo políti-
APROXIMACIÓN SOCIOLÓGICA co, teórico y práctico, que desembocará en el
movimiento conocido como feminismo radical 22
Uno de los objetivos propuestos por este ar- (Millet 1995) (Mackinnon 1979) (Rich 2001).
tículo era observar aquello que quedaba velado A diferencia de otros feminismos que incidían
tras esas cuidadas racionalizaciones, pre-nocio- en sus campañas a favor de los derechos de las

20 Ello nos induce a pensar que la clave explicativa que promueve esta división, sostenida por las posiciones de ciencias du-
ras y blandas, puede estar directamente relacionada con la aceptación crítica o no del binómio foucaltiano conocimiento/poder.
21 Será el primer movimiento dentro de la teoría feminista que reclame autonomía de las teorías masculinas. El castigo por la

emancipación de la tutela del pensamiento masculino fue la calificación de «feminismo cultural» que introdujeron las feministas
socialistas para trivializar la política del feminismo radical que promovía una teoría feminista autónoma de la teoría política (K.
BARRY, 1994: 297).
22 El feminismo radical definió a las mujeres como universalmente oprimidas, como hermanas en la opresión de un mundo que

 pertenece, controla y es físicamente dominado por los hombres. Este feminismo es el que comienza a denunciar públicamente las
violaciones y demás violencias masculinas como problema social, problema sobre el que se debían tomar medidas, y puso el én-
fasis casí exclusivamente en la contribución masculina al mantenimiento y reproducción de tal dominación.

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mujeres, los planteamientos radicales ponen el  produce, a ojos del propio autor, el dispositivo so-
acento en la crítica y la denuncia contra el pa- cial de mayor éxito en la empresa humana: la su-
triarcado o sociedad de dominio y opresión mas- misión paradójica de las víctimas. La sumisión
culina. Además, la novedad que inaugura este como forma «natural» de las relaciones entre hom-
tipo de crítica feminista implica la puesta bajo  bres y mujeres. Sumisión que será in-corporada
sospecha de los cánones científicos manejados  por las mujeres en la adquisición de su habitus.
hasta el momento, no sólo sobre las prácticas pa- De manera que las estructuras de dominación tie-
triarcales 23 desarrolladas por los investigadores, nen una realidad y fortaleza casi irresistible: «la
sino también sobre los contenidos androcéntri- ruptura de la relación de complicidad que las víc-
cos supuestos en la racionalidad, objetividad y timas de la dominación simbólica conceden a los
neutralidad, base legitimadora de sus plantea- dominadores sólo puede esperarse de una trans-
mientos. formación radical de las condiciones sociales de
La contribución de Bourdieu en  La domina-  producción de las inclinaciones que llevan a los
ción masculina 24 apunta, asimismo, a las rela- dominados a adoptar sobre los dominadores y so-
ciones entre hombres y mujeres en clave de do-  bre ellos mismos un punto de vista idéntico al de
minación. El interés sobre su propuesta se centra los dominadores»26 (2000: 58).
en la articulación teórico-metodológica de las re- Llegados aquí podemos entender la asimila-
laciones de género como elemento constituyente ción de las relaciones de poder en las que quedan
del orden social y las prácticas generadas como «atrapadas» todas las mujeres. Relaciones que,
 productoras y reproductoras de tal orden. Rela- dependiendo del contexto en el que se desevuel-
ciones de dominación ancladas más allá del do- ven, van a adquirir formas distintas de expresión.
minio consciente y fijadas por las estructuras sim- Veasé como ejemplo en nuestro caso las racio-
 bólicas y las instituciones de la sociedad. nalizaciones apuntadas —la operativización
De acuerdo con Bourdieu el secreto que hace formal o forma general de expresión— que for-
 posible que quede velada, negada, e irreconoci- marían parte de los dispositivos sociales 27 de su-
 ble, hasta para los ojos más perspicaces de la in- misión del medio universitario. Se debe subrayar 
teligencia25, la dominación masculina en cualquier  que son manifestaciones que tienen su función en
orden o circunstancia, se debe a la violencia sim- la reproducción de las relaciones de dominación
 bólica, «violencia amortiguada, insensible, e in- entre los géneros y que éstas son esgrimidas
visible para sus propias víctimas, que se ejerce casi de igual manera tanto por profesores varo-
esencialmente a través de los caminos puramen- nes como mujeres en todos los rangos de la es-
te simbólicos de la comunicación y del conoci- cala académica. Dominantes y dominados com-
miento o, más exactamente, del desconocimiento,  parten un común universo simbólico cuya matríz
del reconocimiento o, en último término, del  de formación se inscribe en la «división sexual
 sentimiento» (2000: 12). Este tipo de violencia del trabajo de producción y de reproducción bio-

23 Entre otros, se puede destacar el concepto de heterosexualidad obligatoria de Adrianne Rich (2001).
24 Bourdieu ya abordó este asunto con anterioridad, ver: (BOURDIEU 1990).
25 En ese mismo texto Bourdieu señala, como imperativo de su análisis, el despojarse de los esquemas de saber masculino (que

 por igual afectan a hombres y mujeres) para poder llegar a explicar tal hecho, advirtiendo: «corremos el peligro, por tanto, de re-
currir, para concebir la dominación masculina, a unos modos de pensamiento que ya son el producto de la dominación» (BOUR-
DIEU 2000: 17).
26 Esta sería una de las difeencias entre la propuesta bourdiana y la del feminismo radical, pues como sostiene Bourdieu: «el

fundamento de la violencia simbólica no reside en las conciencias engañadas que bastaría iluminar, sino en las inclinaciones mo-
deladas por las estructuras de dominación que las producen» (BOURDIEU 2000: 58).
27 El concepto de dispositivo es tomado de la obra de Jesús Ibáñez y tiene su origen, como el mismo Ibáñez refiere, en

Foucault (1980). Para Ibáñez la diferencia entre un dispositivo como instrumento y un dispositivo social estribaría en la dife-
rencia en el alcance de la acción entre uno y otro, pues para el segundo caso se produce cierta transformación que complejiza
los resultados de un simple artefacto: «el alcance de la acción se ampliaría en extensión y comprensión». Por ejemplo, «la mano
no es ya un simple órgano, sino un dispositivo de codificación (código digital), un rasgo formal o forma general de contenido:
la herramienta, prótesis de la mano, permite ampliar la extensión de las respuestas o acciones a distancias espaciales o tempo-
rales muy grandes, la independencia de la forma de contenido como código digital permite ricas y nuevas combinaciones y la
consiguiente ampliación de la compresión de las respuestas y acciones (a este nivel práctico o empírico o de contenido) (IBÁ-
 ÑEZ 1985: 138).

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lógico y social que confiere al hombre la mejor  ciones de denuncia por parte del feminismo aca-
 parte, así como en los esquemas inmanentes a to- démico, con su consiguiente amenaza simbólica.
dos los hábitos» (Bourdieu 2000: 49) 28. Otra de las interrogantes abiertas en este ar-
La explicación del interés masculino por el tículo conducía hacia la profundización en el co-
mantenimiento de este bastión (como refugio o do- nocimiento de los efectos de la dominación entre
minio) en y sobre el conocimiento científico se en- el profesorado universitario y cómo es incorpo-
cuentra en el poder que la comunidad científica co- rado en su subjetividad. En este línea es intere-
noce que tienen sus discursos; institución ésta que sante asimismo observar los dispositivos socia-
alcanza mayor poder y rango en la formulación de les operantes en la institución educativa que
la realidad. La universidad es el lugar socialmen-  permiten y refuerzan el trabajo continuado de los
te reconocido para objetivar (Bourdieu 1988), para agentes interesados en mantener las estructuras
 producir verdad; cuyo poder queda representado de dominación masculina.
como autoridad científica. En definitiva, esta au- Aproximación, además, a los dispositivos so-
toridad es la que define en cada momento qué es ciales que son producto de estrategias de afianza-
la verdad29, la que decide sobre la racionalidad o miento y reproducción de la sumisión femenina.
no de un acto (Latour 1992). La verdad y sus efec- Pero también, y esto es lo novedoso, estudio de los
tos vendrán avalados pues por esa autoridad que dispositivos de reacción y defensa frente a los dis-
emana de la propia comunidad científica más que cursos feministas que han ido permeando la so-
de la aplicación de sus métodos de estudio, como ciedad y en concreto en el propio dominio univer-
a la concepción heredada de la ciencia le gusta sos- sitario. En resumen, a partir de aquí, se abordará,
tener. Comunidad, en la cual —y este es el cono-  por un lado, los mecanismos femeninos de sumi-
cimiento que queda velado al conjunto de la so- sión, producto de la subjetividad construida bajo
ciedad y dónde radica su fuerza— el peso de lo los mandatos de género (habitus) y cómo afectan
social es insoslayable, pues es un elemento cons- a las mujeres universitarias y, por otro lado, se ob-
titutivo de tal comunidad (Khun 1981). servará parte de los mecanismos de resistencia y
Pero, la comunidad científica no sólo es nu- reacción masculinos asociados a la vivencia tanto
méricamente masculina —como hemos visto—, de la irrupción de las mujeres como del discurso
sino, y principalmente, reconocida como autori- feminista dentro del campo universitario.
dad masculina30. Autoridad que se prolonga de la
 preeminencia universalmente reconocida a los hom-
 bres que se afirma tanto en la objetividad de las es- DISPOSITIVOS DE SUMISIÓN
tructuras sociales como cognitivas (Bourdieu 2000). Y DISPOSICIONES FEMINIZADAS
Autoridad científica inserta en su campo de rela- DENTRO DE LA UNIVERSIDAD
ciones de fuerza del conocimiento, con sus lu-
chas entre grupos e individuos por ganar el reco- «La fuerza del orden masculino —afirma
nocimiento exclusivo de autoridad o luchas también Bourdieu— se descubre en el hecho de que pres-
tendentes a transformar o conservar el propio cam- cinde de cualquier justificación: la visión andro-
 po. Sin embargo, enfrentamientos por la autoridad céntrica se impone como neutra y no siente la ne-
cientifíca que se habían mantenido hasta el mo- cesidad de enunciarse en unos discursos capaces
mento a salvo de toda disputa por razón de su vi- de legitimarla» (2000). Esa prepotencia del orden
sión androcéntrica31 hasta la aparición de las posi- masculino en el mundo científico se sigue mani-

28 La clave del éxito para tal operación, como el propio Bourdieu explica, es que «La fuerza especial de la sociodicea mascu-
lina procede de que acumula dos operaciones: legitima una relación de dominación inscribiéndola en una naturaleza biológica que
es en sí misma una construcción social naturalizada » (BOURDIEU 2000: 37).
29 La construcción social de la realidad es ciertamente compleja; sin lugar a dudas, en esa labor de construcción también par-

ticiparán otras instituciones sociales como son las dedicadas a legislar o a administrar justicia. Instituciones en las que igualmen-
te se reproducen las relaciones de dominación y explotación observadas entre los sexos.
30 Se recomienda conocer las actitudes sociales, políticas e intelectuales en que se fundó la autoridad académica en Alemania

según desarrollan los estudios de Habermas (1985) ó Ringer (1995).


31 La ciencia no sólo ha recibido críticas por su concepción androcéntrica, sino también por su visión burguesa, etnocéntrica

o heterosexual.

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festando, a pesar de las exigencias de revolu- señantes universitarias queremos destacar por su
ción simbólica desde los movimientos feminis- eficacia el discurso meritocrático. Discurso fuerte-
tas y en concreto desde los discursos feministas mente arraigado en el conjunto del profesorado es-
académicos. Paradójicamente buena parte de  pañol, y derivado de la idea burguesa sobre el mo-
los/las investigadores/as en ciencias sociales, que delo de enseñanza, que gira en torno a los supuestos
en su indagación empírica obtienen reiterada- meritocráticos 33. En una sociedad meritocrática es
mente resultados discriminatorios hacia las mu-  posible lograr la igualdad de oportunidades entre
 jeres en nuestras sociedades, suelen adoptar una hombres y mujeres; igualdad que se facilita por me-
 posición, por un lado, un tanto distanciada hacia dio de la educación, borrando de esta manera toda
el significado que poseen semejantes datos, como, sombra de sospecha de la propia institución como
 por otro lado, considerarlo un hecho ajeno o ex- agente opresor. Supuestos totalmente acordes a la
terno a la producción científica en sí, o a su mé-  posición de neutralidad de la ciencia, marco de re-
todo. Estas posturas reafirman la imperante y he- ferencia y orientación universitaria.
gemónica «neutralidad» de la visión androcéntrica, La meritocracia se opone a la idea de la pro-
también en el interior de la ciencia, por más que ducción social de cualquier discriminación : las
se empeñen en ocupar desde esas posiciones de diferencias de género observadas en los distintas
los problemas que afectan a las mujeres 32. categorías profesionales serán resultado de las di-
¿De qué dispositivos específicos se vale el or- ferencias en el desigual esfuerzo educativo entre
den masculino para propiciar que la conciencia de unos y otras. En términos de Claus Offe nos en-
discriminación de género no revierta, en lo abso- contraríamos ante un caso de lo que él define como
luto, ni en el medio académico ni en su producción ideología de «la sociedad del logro» (cit. por Mar-
científica? La Universidad es socialmente reco- kus 1990: 238), este autor crítica toda propuesta
nocida como el lugar de estudio y reflexión so- al amparo del análisis social sobre el individuo ais-
 bre los saberes humanos ¿Qué sucede, por tanto, lado. Constata en su práctica investigadora la im-
con las aportaciones de las investigaciones socia-  posibilidad de evaluar el logro individual viendo,
les que demuestran las desigualdades entre hom- sin embargo, que la apelación a esta referencia se
 bres y mujeres en todos los órdenes de la vida so- hace cada vez más imprescindible, tanto para la
cial? ¿Qué les impide tener a estos estudios una organización del trabajo como para la sociedad.
mayor incidencia social, al menos entre las afec- Mantener la función disciplinaria y legitimadora
tadas? Para dar respuesta a estas preguntas es ne- del «principio del logro» revierte en la conserva-
cesario abordar los discursos ideológicamente he- ción del orden social. El logro o capacidad de ac-
gemónicos —que se emplean a fondo en producir  tuación del individuo tendría, por tanto, menos que
e imponer la visión del mundo legítima— que afec- ver con los objetivos de su profesión: en nuestro
tan, aquí y ahora, principalmente a las mujeres que caso acumular conocimiento a través del esfuerzo
acceden o pretenden acceder como profesorado educativo que con, lo que Offe designa como, las
universitario. Discursos que producirán una va- actitudes «extrafuncionales» —lealtades, confor-
riada concurrencia de dispositivos de adhesión o midades, institucionales o profesionales, acepta-
sumisión a la lógica androcéntrica universitaria. ción de las relaciones de poder, etc.— o con los
Dispositivos, no olvidemos, cuyo fin es garantizar  criterios de adscripción —elementos atractices que
la aplicación por parte de las mujeres de las cate- tienen su fuerza tanto en las categorías «natura-
gorías construidas por el grupo dominante. les» de sexo, raza, color o ascendencia étnica, como
Entre los discursos que producen la mayorita- en los «vinculos institucionales» (escuela, parti-
ria orientación de las prácticas de las mujeres en- dos políticos, asociaciones, clubes, etc.) 34.

32 Herir la neutralidad de la visión androcéntrica de la ciencia es realmente lo que se teme cuando a veces se nos demanda tra-
 bajar sobre las mujeres pero, se nos advierte, sin una perspectiva de género o feminista.
33 La educación actuaría como el principal criterio de estratificación social; a través de ella sería posible lograr la igualdad de

oportunidades, sin que fuese necesario abolir la herencia de la riqueza (BELL 1976; CARABAÑA 1980) y añadimos y de otras
fuentes generadoras de desigualdad (sexo, raza, etc.).
34 Tanto las actitudes «extrafuncionales» como los criterios de adscripción estarían recogidos en lo que la sociología de la edu-

cación define como curriculum oculto, esto es, «el conjunto de valores, actitudes y marcos de conocimiento que son incorporados
en la organización y procesos escolares y que son implícitamente transponibles a los/las alumnos/as» (JARY and JARY 1991).

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En la investigación feminista que se ha inte- actos de reconocimiento, de sumisión» (Bourdieu


resado sobre la incidencia que tiene el sexismo so- 2000: 26). Inclinaciones en las formas de obrar,
 bre las académicas se encuentran numerosos ejem-  pensar, actuar y sentir en total complicidad con
 plos de las actitudes y criterios que Offe desvela los dominadores: «el poder simbólico no puede
como ocultos tras el «principio del logro» (Kelly ejercerse sin la contribución de los que lo sopor-
1982; Epstein 1995). Se debe recordar que la «cul- tan porque lo construyen como tal» (2000: 56).
tura masculinista» universitaria 35 facilita notable- Por lo tanto, nuestro interés es observar las
mente la naturalidad con que se acciona el dis-  prácticas desarrolladas por las mujeres que per-
 positivo que prioriza el «código de género», entre manecen en el medio universitario. Espacio de
otros, en los procesos de selección del profesora- dominación simbólica que pueden aceptar o re-
do (Acker 2000: 70) (Müller 1995: 216) o de re-  belarse contra él, pero en cualquier caso —como
 presentación en la política universitaria. Es más, dice Ibáñez38 — el funcionamiento del grupo se
en el espacio universitario español dificilmente  produce en el elemento dictado por ese orden.
 pueden admitirse actitudes o comportamientos no La preeminencia de la dominación social en
reconocidos como plentamente masculinos36 o que virtud de una realidad sexuada se observa en el he-
estén conformes a su lógica de dominación. De cho de que una de las mayores inquietudes que ex-
ahí que no se espere ni se desee de las profesoras  perimentan las mujeres profesionales de la educa-
otro tipo de comportamiento que no sea el que de- ción se centra sobre su identidad sexual. Así Evans
mandan sus compañeros o superiores a toda mu- se refiere a la «ambigüedad del yo» que advirtió
 jer. Requerimientos por supuesto sutiles como, por  entre las profesoras de primaria que entrevistó; és-
ejemplo, el que las mujeres muestren en las inter- tas se debatían entre «la identificación personal
acciones con sus compañeros su aceptación o con- con roles de género tradicionales y la identidad
sentimiento hacia la práctica de actitudes pater- como mujeres de carrera competentes que mere-
nalistas; el que adopten posiciones serviciales, a cen igualdad con sus colegas varones» (cit. por Ac-
 pesar de su superior o igual categoría profesio- ker 2000:128). En las reflexiones acerca de la po-
nal —tareas de cuidadoras, secretarias, relaciones sición de las mujeres en la ciencia (Rose 1986;
 públicas37 — o el que incluso sean proclives a par- Keller 1991), suele aparecer la referencia constante
ticipar en el juego de la seducción sexual. de los sentimientos ambivalentes sobre el desarrollo
Pero en la práctica de esta «cultura masculi-  profesional e identidad llegándose en síntesis al
nista» no sólo son eficientes los dispositivos mismo dilema expresado anteriormente: «Ser una
que despliegan los agentes dominadores para ejer- mujer real» es ser una no científica, ser una «cien-
cer su poderío, sino también se debe contemplar  tífica real» es ser no fememina» (Clair 1996: 16).
los eficientes dispositivos de sumisión que se ac- Las formas de situarse frente al dilema pueden ser 
tivan del lado de las dominadas. Disposiciones  bien sometiéndose a una de las proposiciones del
feminizadas, modeladas por las estructuras de do- dilema,o bien, rebelándose contra él39. Veamos las
minación cuya efectividad se mostrará en que «sus implicaciones en la práctica que tienen cada una
actos de conocimiento son, inevitablemente, unos de las proposiciones posibles.

35 Drakich et al. definen «la «cultura masculinista» como conjunto de prácticas que los hombres mismos no identifican nece-
sariamente como sexistas pero que se han ido construyendo durante siglos en que los hombres han dado por sentado que quienes
cuentan en la universidad son los varones, que el trabajo de la universidad es un asunto de hombres y que las relaciones laborales
significativas son relaciones entre hombres» (cit. por VALENTICH 1995: 238).
36 Mientras que en ámbitos definidos como masculinistas como son el político, la iglesia, el militar o incluso el Cuerpo de la

Guardía Civil española se han producido las conocidas actitudes de «salir del armario», es decir, miembros de la comunidad gay,
reconocen pública y ostentosamente su homosexualidad, sin embargo, hechos similares todavía están pendientes en el espacio
universitario.
37 Rita Arditti observa parecidos comportamientos en la posición que ocupan las mujeres en los laboratorios científicos y tec-

nológicos, para ella, estos comportamientos son sospechosamente similares a la posición que desempeñan las mujeres en las fa-
milias nucleares, pues se espera que cumplan las funciones maternales de apoyo y mantenimiento (cit. por Clair 1996: 16).
38 La referencia que tomo de Ibáñez es una reflexión en general a próposito de las relaciones de poder y el grupo (1979: 286)
39 Si bien en esta reflexión trabajaremos con tres posibles opciones, se hace a modo de tipos ideales; bien es cierto que la rea-

lidad social es más rica y compleja y ofrece una variedad de posibilidades según estrategias y combinaciones a la hora de actuar 
 por parte de los agente implicados

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Si la decisión apunta hacia la aceptación de ñez 1985: 37). Sólo desde una posición feminis-
una de las dos alternativas que recoge el dilema ta se podrá acceder a esta posición 40 cuyo signi-
nos encontramos con tres posibles respuestas. En ficado es el de la marginalidad académica. Mar-
 primer lugar está la posición de aquellas profe- ginalidad también como único camino de
soras que de manera implícita expresan la renuncia respuesta a la opresión masculina. Marginalidad
a auto-reconocerse como unas verdaderas cientí-  provechosa para las académicas que la adopta-
ficas o con la suficiente autoridad sobre el saber  ron, como observa Keller: la rebelión contra el
correspondiente. Postura derivada de una pro-  paradigma patriarcal les proporcionó la capaci-
funda disposición hacia la feminidad —someti- dad y fuerza para desentrañar los secretos de un
miento no cuestionado—. En términos bourdia- conocimiento científico omnipotente (1991).
nos sería el resultado esperado de las inclinaciones Si hasta ahora hemos observado las posicio-
modeladas por las estructuras de dominación en nes de las profesionales universitarias, también
nuestras sociedades: «cuando las presiones exter- queremos conocer cómo se articulan esas posi-
nas son abolidas y las libertades formales —de- ciones con sus vivencias: ¿cuál es la percepción
recho a voto, derecho a la educación, acceso a to- que ellas tienen, desde su subjetividad, del me-
das las profesiones, incluidas las políticas— se dio académico y de los problemas que se le pre-
han adquirido, la autoexclusión y la «vocación» sentan? o ¿cuáles son los impedimentos, que pien-
(que «actúa» tanto de manera negativa como po- san, derivados de su identidad y que lleva a
sitiva) acuden a tomar el relevo de la exclusión muchas profesionales a vivir como un desafío la
expresa» (Bourdieu 2000: 56).  pertenencia a la institución? ¿cuáles son los
En segundo lugar, está la postura de ser una obstáculos que, según ellas, les dificulta el que
científica, pero con la renuncia a ser considerada tomen una posición u otra de las arriba mostra-
femenina. El transgredir la norma de la superio- das? A partir de nuestra propia experiencia e in-
ridad masculina conlleva el aceptar no ser una vestigación sobre las académicas españolas, jun-
mujer normal . Una mujer normal es aquella que, to al estudio realizado por Sandra Acker (2000)
con sus plenas capacidades, es pasiva y femeni- más las aportaciones británicas y americanas de
na y muestra una actitud totalmente deferencial mujeres profesionales y ejecutivas, podemos agru-
hacia las opiniones masculinas. Las mujeres aser-  par en tres áreas los problemas que las profesio-
tivas que se presentan seguras y poderosas, de- nales sostienen como derivados de la identidad
mostrando su inteligencia serán consideradas femenina:
como agresivas y sexualmente no naturales (Ra-
mazanoglu 1987: 68). 1. Limitaciones derivadas de la participación
Y finalmente están aquellas profesionales que en «instituciones voraces».
su actitud es preguntarse por quién ha planteado 2. Dificultades asentadas en las diferencias
el dilema. Es la forma subversiva frente al po- de la «naturaleza» de género.
der masculino: tratar de borrar el dilema o pre- 3. Problemas relativos al dominio masculino
tender trazar nuevas bifurcaciones: «entonces du- sobre el conocimiento y la práctica científica.
dar no es ya oscilar sobre la decisión recta o
siniestra, es preguntar quién, antes que yo, ha di- El primer conflicto es el resultado de la par-
 señado esa decisión. Cualquiera que sea la deci- ticipación del profesorado femenino en dos «ins-
sión que yo tome hoy, ha sido preestablecida tituciones voraces» como son la familia y el tra-
 por el que ha diseñado el camino, por el que ha  bajo 41 . La dedicación debida tanto al trabajo
decidido el código común» (Serres, cit. por Iba- doméstico como a la labor universitaria es plena

40 «Ni son todas las que están, ni están todas las que son»: el sostener que sólo la posición subversiva se puede mantener des-
de el feminismo no significa evidentemente que todas las feministas —definidas o que se definen como tal— sean subversivas fren-
te al orden masculino. Tampoco pretendo que se deduzca de esta aclaración la necesidad de aplicar el femistómetro a las agentes
o a las producciones que se consideran feministas.
41 El término de «instituciones voraces» es tomado por Acker de Lewis Coser y sirve para designar «a aquellas organizacio-

nes y grupos que demandan una lealtad global, tal como es la iglesia para los curas, las comunidades utópicas para sus miembros,
la familia para (¿algunas?) las amas de casa (2000:160). Estas organizaciones difieren, añade Acker, de las «instituciones totales»
en que no es necesario imponer límites físicos.

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en ambos casos, de ahí que sea muy difícil, si no agresivo siquiera para iniciar un debate; se debe
imposible, hacerlas compatibles al unísono. Las mostrar en todo momento el grado emocional ade-
docentes e investigadoras científicas que se deben cuado —siendo el patrón masculino el que mar-
enfrentar por lo general a la elección de una de es- ca la adecuación—. También los estudios sobre
tas dos lealtades suelen abordarlo de distintas ma- las diferencias de comportamiento en las con-
neras: las menos, eligiendo una forma que no im- versaciones entre hombres y mujeres (West y Zim-
 plique renunciar a nada, convirtiéndose de ese mermann, cit. por Acker, 2000: 163) muestran,
modo en «super-mujeres». Por lo general muje- entre otros ejemplos, como los hombres inte-
res que quieren destacar profesionalmente tanto rrumpen, completan o dan una respuesta mínima
como sus compañeros mientras al mismo tiempo a las frases iniciadas por las mujeres. Además,
se ocupan del hogar, de la crianza, educación y la falta de una variedad de modelos femeninos
cuidados de hijos y progenitores, además de per- con los que identificarse —sobre todo en el ám-
manecer siempre bellas y jóvenes (Ramazanoglu  bito universitario español— fomentará en las mu-
1987: 67); el resto de éstas profesionales suelen  jeres un fuerte sentimiento de inseguridad a la
acometer de una manera intermitente la doble per- hora, por ejemplo, de acceder a cargos de res-
tenencia institucional: ora —casi en exclusiva—   ponsabilidad. De esa manera para muchas se sus-
hogar y familia, ora dedicación —casi plena— a citará bien su inhibición, por miedo a perder su
la actividad profesional; asumiendo el coste de te- identidad, o bien se verán abocadas a identificarse
ner que renunciar al triunfo profesional y sufriendo con mayor rigor 43 con los modelos masculinos.
el posible asalto del sentimiento de culpabilidad Y por último, el tercer conflicto con el que tie-
 por no haber dedicado una mayor entrega a la cau- nen que enfrentarse las mujeres profesionales de
sa doméstico-familiar. este medio es el dominio masculino sobre el co-
En la segunda área referida observamos lo nocimiento y la práctica científica. Conocimien-
que ellas perciben como las diferencias en la na- to y práctica científica androcéntricas que vie-
turaleza entre hombres y mujeres. Diferencias 42 nen camufladas bajo los principios básicos de la
que legitiman (de acuerdo al cometido que tiene ciencia: racionalidad, neutralidad y objetividad.
ese dispositivo) las discriminaciones por ellas ob- Principios resultado de lo que Bourdieu define como
servadas tanto en la esfera doméstica como en el efecto de la dominación simbólica: «—trátese de
la profesional. Disposiciones feminizadas que ex- etnia, de sexo, de cultura, de lengua, etc.— no se
 plican las diferencias encontradas por Markus  produce en la lógica pura de las conciencias co-
(Markus 1990) en su investigación sobre la ex- nocedoras, sino a través de los esquemas de per-
 periencia del éxito. Para las mujeres profesiona- cepción, de apreciación y de acción que consti-
les el éxito no engendraba ningún reconocimien- tuyen los hábitos y que sustentan, antes que las
to externo, ni social, por el contrario era una decisiones de la conciencia y de los controles de
experiencia definida como privada. Experiencia la voluntad, una relación de conocimiento pro-
 personal interpretada como satisfacción por la su- fundamente oscura para ella misma».
 peración de los obstáculos y dificultades, satis- Principios, asimismo, centrales de las críticas
facción en ser útil, en «dar algo a los demás». Dis- desarrolladas contra la posición heredada de la
 posiciones feminizadas que pretenden mantener  ciencia. Críticas a la ciencia que se vienen vir-
siempre a las mujeres en la sumisión debida. tiendo no sólo por parte del feminismo (entre
Como sostiene Acker, las profesoras universita- otros: Alcoff & Potter 1993; Haraway 1989; Har-
rias sólo pueden negociar desde la debilidad, así, ding 1991; Keller 1991), sino también por las di-
 por ejemplo, en las reuniones de trabajo con sus ferentes corrientes de la sociología del conoci-
colegas es necesario mantener un cierto estilo miento y de la ciencia (Latour 1992; Woolgar 

42 Estas diferencias en disposiciones de acuerdo al género, según nuestra visión, no son eternas en la historia, sino resultado
de un trabajo de eternización que hombres y mujeres adquieren en su experiencia de tránsito por la Familia, la Escuela, la Reli-
gión o el Estado; más la continuada ratificación de esa experiencia que les producen otros órdenes de la vida como la derivada de
los medios de comunicación de masas, el ocio, el deporte, etc. (BOURDIEU, 2000: 8).
43 Sirva como ejemplo el caso de la primera ministra británica Margaret Thatcher; tan fiel reproductora de la lógica de domi-

nación masculina que para ser ministra, recordemos, fue elegida previamente lider del partido conservador.

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1991;Maturana 1994). Y principios por los cua- A MODO DE CONCLUSIÓN


les los problemas o visiones de las mujeres no son
considerados: bien por no ser acordes a los cá- La presencia de las mujeres en la universi-
nones científicos, bien por ser sospechosos de pre- dad española ha aumentado de forma ostensible-
tender intereses particularistas por parte de las mente numérica en relación a las generaciones
académicas interesadas, cuando no por ambos  pretéritas; sin embargo este hecho no puede aven-
motivos. Curiosamente en un país como España, turarnos a pensar que nos encontramos ante un
en el que los estudios de género todavía no han cambio o permanencia ni del orden sexual en ge-
alcanzado el reconocimiento oficial que les otor- neral ni específicamente del orden cercado en la
gue un área de conocimiento propia, como su- academia. Como resultado de este ejercicio de re-
cede en la mayoría de países de nuestro entorno, flexión a propósito de la situación y representa-
surgen voces críticas masculinas, como Gil Cal- ciones sociales del profesorado femenino español
vo (1999), que advierten del peligro de desvir- en este espacio cabe destacar de modo sumario:
tuación científica (conversión en ciencia ficción)
de este tipo de estudios por parte, principalmen- Primero, la hegemónica persistencia en el sa-
te, de las mujeres que los ponen en práctica. Al  ber de las inclinaciones del pensamiento y per-
tiempo que también se llama la atención hacia cepción fijados en los esquemas prácticos por la
la instrumentalización de estos estudios en el pro- visión androcéntrica sobre la realidad y el cono-
 pio provecho de las interesadas: «De hecho, los cimiento científico.
estudios de género funcionan en la práctica como Segundo, la incorporación de las mujeres a
un espejo en el que buscan reflejarse las muje- un espacio, del que estaban socialmente exclui-
res universitarias para poder erigirse en sujetos, das, «in-cuestionando» o «rechazando» (las me-
reconocerse como autoras de sí mismas y, en nos) las definiciones androcéntricas sobre la fe-
definitiva, reconstruirse con terminología públi- minidad y las consiguientes consecuencias
camente respetable su propia identidad» (Gil Cal-  prácticas derivadas de una u otra opción sobre
vo 1999: 99). Y para mayor deslegitimación de el ejercicio de su profesión y su subjetividad.
la eficacia del tipo de estudios, ergo de sus pro- Tercero, la aparición de los discursos femi-
ductoras, este mismo autor se pregunta por la po- nistas con ánimo de contrarrestar la hegemonía
sible invención paternalista del  género acadé- masculinista universitaria. Discursos desplega-
mico. En definitiva, toda intervención femenina dos en dos direcciones —no excluyentes sino
que busque ir más allá del ámbito doméstico pa- complementarios— bien, por un lado, señalando
rece ser siempre sospechosa o minusvalorada en la discriminación y asimetría de género en las
su competencia, siempre y cuando esta no que-  prácticas académicas en sus distintos órdenes y
de perfectamente ajustada a los dictados de los niveles, bien, por otro lado, cuestionando los
cánones falocéntricos. supuestos teóricos sobre los que se ha asentado
Sin embargo, en el campo de fuerzas en el la producción científica androcéntrica —la ra-
que se inscribe el hecho de la ciencia el dispo- cionalidad, la neutralidad y la objetividad de la
sitivo más certero de protección es el que pro- ciencia—, sosten de su legitimidad social. Dan-
mueve su incuestionabilidad, dispositivo deri- do como resultado el establecimiento de nuevas
vado de la sumisión parodójica. De esta manera formas de aproximación al conocimiento no an-
serán los propios dominados por y en ese saber  drocéntricas.
los que procederán a autoexcluirse de hacer pre-
guntas. Incluso investigadoras feministas como En síntesis, si bien continuamos asistiendo al
la propia S. Acker en algún momento pagaron desarrollo de las prácticas universitarias guiadas
el precio del reto a la sumisión: «Ciertamente,  por los esquemas de percepción y apreciación mas-
nunca nadie me instó a abandonar mi investiga- culina del orden social; sin embargo, por otra par-
ción sobre género. Sin embargo, me era evidente te, sobre los muros infranqueables de la autoridad
que ninguno de los que iban a tomar la decisión científica van surgiendo de forma progresiva nue-
iban a ser expertos en esta área, y algunos de vas formas de expresión y reformulación que cues-
ellos probablemente no estarían dispuestos a con- tionan los pilares de esa autoridad. Ciertamente la
siderarla como una actividad académica pro- experiencia derivada de la historia de la ciencia nos
 piamente dicha». (2000:84). ha enseñado que los elementos transformadores de
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Fátima Arranz Lozano Las mujeres y la universidad española: estructuras de dominación y disposiciones feminizadas...

las condiciones sociales de producción del conoci- BOURDIEU, Pierre (1988): Cosas dichas. Buenos Ai-
miento pueden, en algún momento (sin determinar  res, Gedisa.
cúando o de qué manera), incidir en la ruptura de  — (1990): «La Domination masculine». Actes de la
los puntos de vista hegemónicos de las posiciones recherche en sciences sociales 84, 2-31.
consolidadas. De momento, las posiciones femi-  — (2000): La dominación masculina. Madrid, Ana-
nistas y las provenientes de los estudios sociales de grama.
la ciencia son las únicas voces críticas ante un or- BOWLES, Samuel y HERBERT Gintis (1976): Scho-
den científico que se empeña en seguir siendo he- oling in Capitalist America: Educational Reform
gemónicamente positivista. Pero también se debe and Contradictions of Economic Life. Nueva York,
tener en cuenta que nos hallamos en un espacio de Basic Books.
fuerzas y luchas entre agentes atravesados por com- BUTLER, Judith (2001): El género en disputa. El fe-
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