La familia en la filosofía
de Karol Wojtyla1
Rodrigo Guerra2
Facultad de Filosofía de la Universidad Panamericana
Introducción
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4 Sobre éste asunto véase: R. GUERRA LÓPEZ, “El aporte filosófico de Juan Pablo II”,
en Aquinas. Rivista Internazionale di Filosofia, Pontificia Università Lateranense, 2004,
XLVII, n. 2, p.p. 457-466.
5 G. WEIGEL, Testigo de esperanza, Plaza y Janés, Barcelona 1999, Cap. I.
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El teatro y el gusto por la poesía serán espacios en los que la difícil situación
familiar aparecerá de cuando en cuando como tema. De hecho, una de las
primeras poesías de Karol Wojtyla es escrita cuando él tiene 19 años, y lleva por
título Sobre tu blanca tumba. Él medita en estos breves versos sobre la ausencia
de su madre, sobre una realidad que emerge y que resulta tan misteriosa como
la muerte: la oración que brota del amor filial deseándole el descanso eterno6.
6 “Sobre tu blanca tumba / florecen las flores blancas de la vida. / Oh, cuantos años
son ya sin ti - ¿Cuántos años? / Sobre tu blanca tumba ya cerrada por años / una cosa
parece levantarse: / inexplicable como la muerte. / Sobre tu blanca tumba, / Madre,
extinto amor mío, / desde mi amor filial / una oración: / A ella dale el descanso eterno.”
(K. WOJTYLA, Tutte le opere letterarie, Testo polacco a fronte, Bompiani, Milano 2001, p.p.
36-37.). Algunas otras piezas literarias que ilustran de modo directo o indirecto la
comprensión wojtyliana de la familia y de sus dimensiones (paternidad, maternidad,
filiación, hermandad, etc.), son la poesía La Madre, los dramas Hermano de nuestro Dios,
El taller del orfebre, Resplandor de paternidad, Consideraciones sobre la paternidad, entre
otras.
7 CONCILIO VATICANO II, Constitución pastoral «Gaudium et spes», n. 47.
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Karol Wojtyła inició sus estudios filosóficos a los 22 años. A partir de ese
momento fue desarrollando de manera gradual un pensamiento filosófico
propio, animado principalmente por el encuentro con el pensamiento de
Aristóteles, Tomás de Aquino, Immanuel Kant y Max Scheler. En todos estos
autores Wojtyla encontró inspiración. Sin embargo, todos estos autores fueron
también ocasión de una revisión crítica por parte de Wojtyla, lo que permitió
que nuestro autor desarrollara una depurada modalidad de realismo
fenomenológico con auténtico alcance metafísico y que colocara las bases para
una eventual fundamentación fenomenológica de una metafísica personalista8.
8 Cf. J. SEIFERT, “Karol Cardinal Wojtyla (Pope John Paul II) As Philosopher and the
Cracow / Lublin School of Philosophy”, en: Aletheia. An International Journal of
Philosophy, 1981, Vol. II, p.p. 130-199; Cf. R. BUTTIGLIONE, “Towards an Adequate
Anthropology”, en Ethos. Special Edition, 1996, n.2, p.p. 237-246; Cf. R. GUERRA LÓPEZ,
Volver a la persona. El método filosófico de Karol Wojtyla, Caparrós, Madrid 2002.
9 K. WOJTYLA, Milosc i Odpowidzialnosc. Studium etyczne, TNKUL, Lublin 1960; Idem,
Amor y responsabilidad, trd. J. A. Segarra, Razón y fe, Madrid 1969. En esta y en otras
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Sióstr Loretanek-Benedyktynek, Warsaw 1969, Vol. 3, p.p. 217-249; y en Idem, Person and
Community. Selected essays, eng. trans. T. Sandok, Peter Lang, New York 1993, p.p. 129-161.
12 K. WOJTYLA, L´uomo nel campo della responsabilità, Testo polacco a fronte, trd. L. Cristanti,
Bompiani, Milano 2002; y en Idem, El hombre y su destino, Palabra, trd. cast. P. Ferrer, Madrid
1998, p.p. 219-295.
13 Cf. R. GUERRA LÓPEZ, Afirmar a la persona por sí misma, Comisión Nacional de los Derechos
Humanos, México 2003; Cf. Idem, “Repensar la vida moral. Experiencia moral, teoría de la
moralidad y antropología normativa en la filosofía de Karol Wojtyla”, en Actas del Coloquio
Internacional «Verdad y praxis», XXXV Aniversario de la Facultad de Filosofía, Universidad
Panamericana, 31 de agosto de 2005 (en prensa).
K. WOJTYLA, Persona e Atto. Testo polacco a fronte, a cura di Giovanni Reale e
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matrimonio ante todo como vínculo objetivo de justicia sobre el que se sostiene
el amor. De este modo, la indisolubilidad matrimonial, preserva el orden
personalista entre el varón y la mujer.
18 Cf. K. WOJTYLA, Persona e atto, p. 59; Cf. R. GUERRA LÓPEZ, Volver a la persona, p.
229.
19 No deja de ser curioso que el estudio atento de un fenómeno moral ayude a
develar eventualmente aspectos importantes de las estructuras antropológicas
fundamentales. Parece así cumplirse lo que Martin Rhonheimer ha detectado desde
premisas estrictamente tomistas: “Por paradójico que parezca: para saber qué es la
«naturaleza humana», o para interpretarla adecuadamente, tenemos que conocer antes
lo «bueno para el hombre». El conocimiento de la naturaleza humana, así pues, no es
un punto de partida de la ética, sino más bien uno de sus resultados”. (M.
RHONHEIMER, La perspectiva de la moral. Fundamentos de la Ética filosófica, Rialp, Madrid
2000, p. 194.).
20 Cf. K. WOJTYLA, Persona e atto, Cap. VII.
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66, Vol. 83/3, p.p. 346-361. Publicado en castellano en: Idem, El don del amor, Palabra,
Madrid 2000, p.p. 227-247.
25 Ibidem, p. 236.
26 Ibidem, p. 237.
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Esta postura resulta ser una crítica ante litteram, a quienes piensan en la
actualidad que es posible formular más de dos géneros entre los seres humanos:
masculino, femenino, gay, lesbiana, bisexual y transexual. De hecho, esta
interpretación converge en varios aspectos con las investigaciones que desde el
ámbito de la teoría de sistemas contemporánea, ha realizado Niklas Luhmann28.
¿A qué me refiero? El hecho empírico es que la masculinidad y la feminidad son
códigos irreductibles en la vida comunitaria y al momento de la entrega sexual.
Todo intento de ir más allá de estos códigos, de este lenguaje que brota de la
estructura profunda de la persona y que emerge en la corporeidad, se
reconduce al código básico, del cual es imposible fácticamente evadirse. Por
ejemplo, aún en las más vanguardistas prácticas sexuales entre personas del
mismo sexo, reaparece el código simbólico heterosexual aún cuando lo haga de
manera distorsionada y como afectada. Los géneros añadidos indican
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En 1975 Karol Wojtyla continuó sus reflexiones a través de un texto que forma
una unidad con el anterior: Ser padres y la «communio personarum»30. En él, se
analiza de entrada que el ser-padre o el ser-madre es una perfección que si bien
tiene un significado social y hasta eclesial, posee principalmente un significado
29 “La familia como «communio personarum»”, en El don del amor, Palabra, Madrid
2000, p. 247.
30 “Rodzicielstwo a «communio personarum»”, en Ateneum Kaplanskie, 1975, año 67,
p. 26
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31 Ibidem, p. 248.
32 Ibidem, p. 251.
33 Ibidem, p. 253.
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Volviendo todavía a esta opinión mencionada más arriba de que las relaciones
conyugales no son admisibles ni justas más que en la medida en que han de
terminar en la procreación, notemos que semejante actitud puede ocultar cierto
utilitarismo (…) y estar en desacuerdo con la norma personalista. Las relaciones
conyugales tienen su origen, y es preciso que lo tengan, en el amor conyugal
recíproco, en el don de sí mismo que el uno hace al otro. Son necesarias para el
amor y no solamente para la procreación. El matrimonio es una institución de amor
y no solamente de reproducción34.
¿Esto significa acaso que el mutuum adiutorium, la ayuda mutua, es elevado a fin
primario del matrimonio? De ningún modo. Lo que Wojtyla desea subrayar es
que los tres fines del matrimonio no legitiman la unión del varón y la mujer. La norma
que legitima la unión es el amor benevolente (que afirma a la persona por sí misma)
y la configura como una auténtica communio. Los fines son concreciones de lo
que el amor benevolente conlleva en la actividad sexual. Por ello, es un grave
error confundir el mutuum adiutorium con el amor. El amor no es un fin del
matrimonio sino la norma fundamental que lo regula. Sólo articulados y
plenamente integrados en esta norma, los fines del matrimonio logran tener un
auténtico valor moral: “en cada persona concreta y en cada matrimonio
concreto, esta fuerza normativa debe vigilar desde el interior sobre la
preservación de la jerarquía de fines”35. Aun cuando pueda resultar
redundante, el motivo de esta convicción radica en que la condición personal
del ser humano consiste precisamente en ser una criatura afirmable por sí misma,
máximamente valiosa, y por ello, llamada a ser respetada siempre como
verdadero fin.
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p.p. 228-229.
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amor, p. 268.
42 De hecho, Juan Pablo II desarrolló una parte importante de su Magisterio social
bajo esta perspectiva y muchos obispos y fieles laicos lo han secundado de diversas
maneras. Véanse, a este respecto: R. BUTTIGLIONE et al. La doctrina social cristiana. Una
introducción actual, Encuentro, Madrid 1990; M. CEBALLOS- J. M. ROMERO, Cien años de
presencia y ausencia social cristiana 1891-1991, Imdosoc, México 1992; CONSEJO EPISCOPAL
LATINOAMERICANO, Globalización y Nueva Evangelización en América Latina y el Caribe,
CELAM, Bogotá 2003; R. GUERRA LÓPEZ (COORD.), Católicos y políticos. Una identidad en
tensión, CELAM, Bogotá 2005; Idem, “Como un gran movimiento”, en Diálogo político,
Konrad Adenauer Stiftung, Año XXII, n. 3, septiembre 2005, p.p. 175-196.
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