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CUENTO DE NAVIDAD

-¿Quiénes sois? –preguntó Lucas, retrocediendo aterrado.

-Somos los Espíritus de las Matemáticas –contestó uno de los tres espectros que habían aparecido de improviso ante el
joven que estudiaba en su cuarto.

-Yo soy el Primero de los Tres Espíritus de las Matemáticas –añadió el espíritu que había hablado. Y señaló a sus
compañeros, que dijeron:

-Yo soy el Segundo de los Tres Espíritus de las Matemáticas.

-Y yo el Tercero de los Tres Espíritus de las Matemáticas.

Pero la explicación no tranquilizó al asustado estudiante. Y aunque no creía en fantasmas, la presencia de aquellos tres
misteriosos espectros que habían aparecido de improviso flotando a un palmo del suelo e irradiando una extraña
fosforescencia que iluminaba con una intensa luz amarillenta la habitación, le había sobresaltado.

Dos de ellos vestían con ropa parecida, lo que demostraba que pertenecían a la misma época, más o menos, calculó Lucas,
de los siglos XVII o XVIII: chaqueta larga y calzón de terciopelo hasta la rodilla, camisa blanca de amplios puños y pañuelo
también blanco al cuello, medias blancas y zapatos negros de cuero con ligero tacón y hebilla de plata, y peluca empolvada
y rizada cayendo sobre los hombros en el caso del Segundo Fantasma, y más sencilla, peinada hacia atrás y recogida en
cola de caballo en el caso del Tercer Fantasma. Y también les distinguía el hecho de que el Tercer Fantasma ocultaba sus
ojos tras unas gafas con cristales ahumados y llevaba un fino bastón en la mano con el que tanteaba el suelo al desplazarse,
al modo de los ciegos.

En cuanto al que se había presentado como el Primer Fantasma no tenía nada que ver en cuanto a indumentaria con sus
compañeros, ya que vestía una amplia túnica de algodón blanco con una banda azul recorriendo el borde y calzaba unas
sencillas

sandalias de cuero, era calvo y mostraba una gran barba blanca y rizada, con todo el aspecto de ser un filósofo griego o
un patricio romano. Lo único que les unía es que los tres cargaban con libros, cuadernos, hojas sueltas y rollos de
pergamino que se les caían continuamente provocando un trajín de agacharse para recogerlos para volverse a agachar
al minuto siguiente, sobre todo el que se había presentado como el Tercer Espíritu, que cargaba con un montón de libros
y carpetas que llegaban hasta el techo.

A Lucas, el asustado estudiante de Matemáticas, le eran familiares sus fisonomías, auque a pesar de ello siguiera inquieto
ante la inesperada aparición… hasta que recordó que sobre su mesa estaba el libro titulado “Canción de Navidad”, el
clásico de Dickens que había leído de pequeño y que ahora estaba releyendo. Entonces es cuando cayó en la cuenta de
la similitud entre la escena que estaba viviendo y el argumento del libro. Así que, dudando si estaría soñando o no y
haciendo un esfuerzo para superar el temor que aún sentía, preguntó:

-¿Son ustedes los tres espíritus de las navidades que se le aparecen a Evenezer Scrooge?
-¿A quién? –preguntaron a su vez los tres espíritus.

-A Scrooge, al protagonista de “Canción de Navidad”, el cuento de Charles Dickens que estoy leyendo. Al avaro más
miserable, cicatero, ruin, tacaño, roñoso, cutre, egoísta, usurero y despreciable del mundo.

-Se ve que le tienes aprecio –dijo, chusco, El Tercer Fantasma.

-Pues no, no somos los tres espíritus de las navidades que dices –dijo el Tercer Espíritu.

-Es que como estamos en Navidad… A Scrooge, por si no lo sabían, que me da la impresión que no lo saben, se le
aparecen tres espíritus en Navidad para darle un escarmiento por su inhumana avaricia. Y estos tres espíritus son el
Espíritu de las Navidades Pasadas, el de la Navidad Presente y el de las Navidades Futuras. Por eso, al verlos ahí a los
tres plantados, pues pensé que podían ser los Tres Espíritus que buscaban a Scrooge… y que se habían equivocado de
dirección.

-En primer lugar, y tal como has insinuado, no conocíamos el cuento del tal Charles Dickens; en segundo lugar nosotros
no somos los espíritus de las navidades y en tercer lugar… bueno… en tercer lugar… pues… no se me ocurre nada para
ponerlo en tercer lugar

–dijo el que se había presentado como el Primer Espíritu, un tanto avergonzado.

-Pues en tercer lugar… podríamos añadir que nosotros no somos los espíritus que dices porque somos, como te dijimos al
principio, los Espíritus de las Matemáticas, o al menos tres de sus grandes espíritus, ya que hay tantos grandes espíritus
de matemáticos como grandes matemáticos ha habido. –añadió el Segundo Espíritu, saliendo en ayuda de su compañero.

-Porque eso sí: para ser espíritu de matemático tienes que ser un matemático muerto –añadió, a modo de explicación
innecesaria, el Tercer Espíritu.

-Entonces, si no os habéis equivocado de dirección y no habéis venido a mostrarme las navidades pasadas, presentes y
futuras, ¿a qué habéis venido? –preguntó Lucas, algo más tranquilo, y añadió: -Por cierto, ¿no estaré soñando?

-No, hombre, no –contestó el Primer Espíritu- Ese es el recurso de los malos escritores o de los malos guionistas de cine,
es el cuento de siempre: al protagonista le suceden una serie de acontecimientos fantásticos y de pronto se despierta y
todo ha sido un sueño. No, eso sería demasiado fácil. Esto que te está pasando es real. Y si nos hemos aparecido
precisamente a ti es porque tú, aunque ahora no lo sepas, serás un gran matemático. Y nosotros, que todo lo sabemos,
nos aparecemos para animar a los jóvenes futuros matemáticos.

-¿Y ganaré la Medalla Field? –preguntó Lucas.

-Hombre, tampoco te pases. De momento confórmate con saber que serás un gran matemático, que ya es algo, ¿no? Por
cierto, ¿qué es esa cuadrícula que tienes sobre la mesa?

-Un problemilla muy fácil que le estaba preparando a un amigo mío. Es que nos inventamos problemas y nos los ponemos…

-Para fastidiaros el uno al otro… –dijo el Primer Espíritu, sonriendo.

-No, no, qué va; lo hacemos porque nos gustan las matemáticas.

-A ver, a ver, déjame verlo –dijo el Primer Espíritu, cogiendo el papel de encima de la mesa, a la vez que se le caían de las
manos unos cuantos pergaminos que llevaba enrollados… y leyó:

“Completa el cuadrado”

1 3 ?
13 1 5
8 21 2

-Bueno, tienes razón, este problema es sencillísimo. Y eso que yo soy ante todo geómetra… y la verdad es que con la
numeración indo-arábiga no me llevo muy bien ya que la he tenido que aprender ya de espíritu,
Que cuando yo estaba en activo en mi Siracusa natal ni siquiera teníamos la numeración romana. También me ha ayudado
que, como espíritu, he seguido atentamente la trayectoria de mis trabajos en particular y de las matemáticas en general,
desde mi siglo hasta ahora, por eso sé que la numeración indo-arábiga, que tengo que reconocer que está muy bien, la
trajo a Europa el gran Fibonacci. Y con todo, como los humanos somos muy brutos no tuvo autentica divulgación hasta
por lo menos el siglo XV.

-Pues sí, más de 300 años después de que él la trajera –dijo Lucas, para que el anciano de la túnica se diera cuenta de
que sabía de lo que estaba hablando.

-Pero, en fin, lo dicho: que este problema es un problemilla. Por cierto, señor Newton, le podríamos facilitar a este alevín
de matemático algún problema un poco más difícil que el de la cuadrícula, para que fastidie a su amigo, ¿qué le parece?

-Muy bien, le podríamos poner el de… -contestó el aludido.


-Un momento, un momento… ¿Usted es Isaac Newton? –preguntó Lucas, sin poder reprimir la sorpresa. Y antes de que
el Segundo Espíritu le respondiera, se volvió hacia el Tercer Espíritu de las Matemáticas y preguntó: -¿Entonces usted,
por su aspecto, seguro que es…?

-Leonhard Euler, a su disposición –contestó, haciendo una historiada reverencia.

-Y usted, así, por el atuendo, yo diría que es Arquímedes, ¿no?

-Has acertado… y eso que mira que me representáis mal. Como de Newton y Euler hay retratos y grabados, pues os
podéis hacer mejor una idea de cómo fueron, pero de mí… -contestó el Espíritu de Arquímedes.

-Y yo que creí en un primer momento que eran ustedes los Reyes Magos que venían disfrazados. Esta situación empieza
a ser surrealista. Ahora sí que estoy seguro que estoy soñando.

-¿Por qué? –preguntó el Espíritu de Newton- O sea, que te crees que somos los Espíritus de las Matemáticas, incluso que
somos los Reyes Magos disfrazados… y no te crees que somos Arquímedes, Euler y yo.

-Porque estaba influenciado por el cuento de Dickens… y porque estamos en Navidad –contestó Lucas, y añadió, ya
bastante más tranquilo- Pero, ¿de qué problema hablaban?

-Bueno –dijo el Espíritu de Arquímedes- ponedle el problema, señor Newton. Y ya que vos sois también astrónomo,
ponedle un problema planetario.

Y el Espíritu de Newton, escribió sobre un papel un breve texto y un dibujo, entregándole el papel a Lucas, que leyó el
enunciado en voz alta:

“Dos planetas giran alrededor de una misma estrella. El exterior tarda doce años en completar una órbita y el interior, diez.
Ahora mismo se encuentran alineados con la estrella. ¿Cuándo volverán a alinearse otra vez?”

-¿No será demasiado difícil para un joven del siglo XXI? Tened en cuenta que ahora los jóvenes, con tanta televisión y
tanta PlayStation, tienen las neuronas un tanto… -dijo el Espíritu de Arquímedes.

-¿Difícil? A mi me parece bastante normal… y hasta propondría otro más difícil. Cualquiera de mis trece hijos sabría resolver
ese problema de los planetas a la primera -dijo el Espíritu de Euler, agachándose de nuevo para recoger, una vez más,
tanteando el suelo ayudado por sus dos compañeros, unas libros que se le habían caído al suelo.

-Me están poniendo nerviosos con el trajín que se traen recogiendo libros, papeles y rollos del suelo. ¿Por qué llevan tantos
libros y papelotes en las manos?

-Es que siempre viajamos con lo más esencial de nuestra obra, por si acaso. Y claro, en mi caso he elegido los tres tomos
de la primera edición de mi opera magna: mis Philosophiae naturalis principia matematica.
En el caso de Arquímedes es más complicado, ya que como en su época no encuadernaban los trabajos en forma de libro
pues viaja con todos esos rollos, lo cual es incomodísimo. Y no digamos Euler, míralo, se empeña en viajar con su obra
completa encima. Y por si no lo sabías, publicó más de 500 libros y artículos, ya que se calcula que escribió una media de
800 páginas al año lo que le hace el matemático más prolífico de la Historia de las Matemáticas –y añadió, bajando la voz
y aprovechando que a Euler se le habían vuelto a caer un montón de libros y que Arquímedes le ayudaba a cogerlos –
Además, como está ciego, que así pasó los últimos años de su vida terrenal, pues tenemos que ayudarle y acabamos
agotados de tanto agacharnos y levantarnos… y es que ya no tenemos cuerpo para esto, bueno, ni para esto ni para nada,
dado que somos espíritus.

En cuanto estuvieron todos los papeles de Euler recogidos, dentro de lo que cabía, se hizo un incómodo silencio en la
habitación, hasta que el Espíritu de Newton, dijo: -Bueno, pues nosotros nos vamos.

-¿Tan pronto? –preguntó Lucas, que ya se había acostumbrado a la presencia de los espíritus.

-Es que tenemos que aparecernos aún a otros tres estudiantes de matemáticas para decirles, como te hemos dicho a ti, que
serán grandes matemáticos en el futuro. El problema es que uno vive en Francia y otro en Alemania, que por lo menos nos
quedan cerca… pero es que el tercero vive en Australia.

Además, tenemos que contar con la diferencia horaria, que no te creas que esto de aparecerse es tan sencillo, sobre todo
porque nos aparecemos de noche, ya que la aparición es más espectacular que de día –añadió el Espíritu de Arquímedes.

Entonces, el Espíritu de Euler preguntó: -¿Quieres o no quieres un problema más difícil para ponerle a tu amigo?

-De acuerdo, puede ser una buena idea.

-Muy bien, pues anota el enunciado, que es muy fácil de copiar, aunque el problema sea difícil.

“Hallar todos los números naturales de 4 cifras, que sean iguales al cubo de la suma de sus cifras.”

-¿Ya está? –Preguntó Lucas, asombrado -¿Y este enunciado tan sencillo es de un problema difícil?

-Prueba a hacerlo –contestó Euler, sonriendo.

Y el Espíritu de Newton, adelantándose y dando la aparición por terminada, extendió la mano para que Lucas la estrechara,
a la vez que le decía:

-En fin, Lucas, mucha suerte en tus estudios y que no se te suba a la cabeza lo que hemos dicho de que serás un gran
matemático, que si lo llegas a ser será porque te has preparado convenientemente.

Lucas estrechó las manos de los espíritus de Arquímedes y de Newton, y no pudo hacer lo mismo con el de Euler ya que
no tenía manos más que para sujetar su inmensa obra.Y en un momento, tal y como habían aparecido, desaparecieron
dejando tras de sí el resplandor fosforescente que tardó prácticamente toda la noche en desaparecer y un tan penetrante
como extraño olor mezcla de incienso, nuez moscada, queso de roquefort y vainilla. Al día siguiente, la madre de Lucas, al
entrar a su dormitorio para despertarlo para que fuera a la facultad, torciendo el gesto, le dijo:

-Por Dios, Lucas, esta habitación huele a rayos. Te he dicho mil veces que saques tus zapatillas al balcón por la noche… y
que ventiles la habitación de vez en cuando.

P.S: A Lucas le fue concedida la Medalla Field en el ICM del 2032… y los espíritus de Arquímedes, Newton y Euler, aunque
ya lo supieran de antemano, aplaudieron entusiasmados.

SIMIOS Y HUMANOS: PRIMOS HERMANOS


Francisco Lerdo y Josefa Corta eran investigadores en comisión de servicios en el Muy Real Instituto de Investigaciones
Científicas y Antropológicas Lógicas e incluso Ilógicas. Eternamente becados, elaboraban voluminosos informes que nadie
leía (se sospechaba que ni ellos mismos) acerca de los más variopintos temas, incluidos los que nada tenían que ver con
su especialidad que, por otra parte, nadie sabía cual era. Su trabajo más divulgado (lo leyeron hasta ellos) fue “Gorilas,
orangutanes, chimpancés, macacos, hombres, mujeres y otros simios” título, éste también, de su celebrada tesis doctoral
(celebrada por ellos cuando al fin, después de 12 años de trabajo, según ellos, la terminaron) que llevaba el subtítulo de
“Simios y Humanos: primos hermanos... o cómo reconocer a un simio simplemente con mirarte a un espejo”. Su tesis fue
calificada, como todas, con Sobresaliente cum laude, lo que demuestra que el tribunal no se molestó en leerla, que es lo
que suelen hacer los tribunales de los distintos departamentos de cualquier universidad cuando tienen que enfrentarse a
tochos de 978 páginas, como era el caso.

Aquel comienzo de curso, Francisco y Josefa, como buenos investigadores, investigaban el calendario escolar para contar
las fiestas y puentes que disfrutarían. En ese momento, entró en su despacho su Jefe de Departamento –en comisión de
servicios y becado eterno como ellos- para informarles, con una sonrisa entre malévola e inquietante, que habían sido
becados –una vez más- para que investigaran lo que pudieran aunque pudieran poco, acerca de la vida, costumbres,
comportamientos lúdicos, actividad sexual, inteligencia si la tuvieren y modos de vida de los grandes simios de Borneo...
pero esta vez en directo.

Aterrados ante la orden de salir de su despacho, por vez primera, para una investigación de campo, lo primero que
hicieron, una vez superado el susto, fue buscar en un atlas dónde estaba ese lugar que imaginaban, y con razón, ignoto
y lejano llamado Borneo, comprobando horrorizados que estaba lejísimos... de su despacho. Y se prepararon, a
regañadientes, para el viaje.

Ya en Borneo, su primer problema les llegó en forma de problema, aunque fuera muy sencillo. El conductor del
todoterreno que fue a buscarlos, después de darles los buenos días, un salacof y pastillas de quinina para la malaria, les
espetó:

-A ver, ustedes que son investigadores, investíguenme esto: A mi padre le dio por cambiar con sus vecinos conejos por
gallinas.

Por cada 2 conejos pedía 3 gallinas. Cada gallina ponía huevos en número igual a la tercera parte del número total de
gallinas. Mi padre, al vender los huevos, pedía por cada 9 huevos tantos borneuros como huevos ponía cada gallina, y
ganó 72 borneuros. Y ahora pregunto, señores investigadores: ¿Cuántas gallinas y cuántos conejos tenía mi padre?

-¿Qué son borneuros? –preguntó Francisco Lerdo, dando pruebas de su agudeza mental.
-La moneda nacional, caballero –contestó el conductor.

-Que curioso –añadió Josefina Corta, para disimular que no tenía ni idea de cómo resolver el sencillo problema- No sabía
que en Borneo se vendieran los huevos de 9 en 9.

-¿Cómo se venden en España? –preguntó el conductor.


-Por docenas –contestó Josefina.
-Y aquí también.
-Pero la docena tiene 12 huevos.

-¿Con lo que han subido de precio? Aquí, el Ministro de Economía, para evitar la inflación, en lugar de subir los precios,
ha bajado la docena a nueve huevos... y en lugar de Docena la llamamos Novena, como la de Beethoven, ya saben.

Y como ni Corta ni Lerdo sabían, decidieron callar, convencidos de que aquel país era muy raro. Y alucinaron al escuchar
que el conductor cantaba a grito pelado la parte coral de la Novena Sinfonía, en la parte que dice:

"Freude, schöner Götterfunken, Tochter aus Elysium, Wir betreten feuertrunken, Himmlische, dein Heiligtum!".
(No lo hemos traducido porque en español significa lo mismo que en alemán.)

Lerdo y Corta no creían en la Teoría de la Evolución. Y consideraban a Darwin un impostor y hasta un blasfemo. Ante sus
directivos y compañeros del Instituto, con el único objeto de conservar sus comisiones de servicio y sus eternas becas,
ocultaban sus verdaderos sentimientos, pero en el fondo despreciaban a los simios al considerar al humano el rey de la
Creación. Aunque cuando les preguntaban: ¿De qué creación?, disimulaban fingiendo repentinos ataques de tos, afonías,
sorderas instantáneas, flato y hasta estupidez congénita, que era lo que mejor fingían por proximidad (el uno de la otra y
viceversa).

Así que se sorprendieron, y tomaron apuntes para su informe, cuando el conductor les llevó hasta la reserva Dramid... y
vieron la primera prueba de la inteligencia de los que ellos consideraban seres irracionales. Los cuidadores de la reserva,
como cada día, dejaron bajo un gran árbol 100 medidas maíz, que era el alimento que más les gustaba a los chimpancés.
Pronto aparecieron 5 chimpancés que empezaron a repartirse las 100 medidas de maíz de tal forma que el segundo reciba
más que el primero el tercero más que el segundo, el cuarto más que el tercero y el quinto más que el cuarto. Además los
dos primeros obtienen 7 veces menos que los tres restantes.
-¿Qué, qué les parece, señores investigadores? –preguntó uno de los cuidadores.
-Muy interesante; sí... mucho –respondieron a dúo Lerdo y Corta.
-Sí, pero, ¿a que no saben cuánto maíz corresponde a cada uno?
El primero en reaccionar fue Francisco Lerdo, que aseguró:
-Bueno, es que nosotros no somos matemáticos.
-Nosotros somos investigadores –apostilló Josefina Corta.
-Bueno, pues investiguen el resultado de ese problemilla.
En ese momento un gran alboroto se escuchó a la orilla del cercano río Zaramannes. Y hacia allá corrieron los
investigadores, no se sabe si por la curiosidad de investigar la causa del alboroto o por huir del cuidador, que insistía en
que averiguaran el resultado del problema del maíz. Ya en la orilla del río se quedaron boquiabiertos ante el espectáculo:
cerca de 100 gorilas, orangutanes, chimpancés y macacos aplaudían y jaleaban a unos cuantos compañeros entretenidos
en jugar a tirar de una larga cuerda. Y los investigadores observaron y anotaron que 4 orangutanes tiran tan fuerte como 5
chimpancés, 2 chimpancés y un orangután tiran tanto como un gorila. Pero si el gorila y 3 chimpancés se enfrentan a 4
orangutanes... ¿quién ganará?
Los investigadores sabían (era de lo poco que sabían y porque lo habían aprendido en una enciclopedia comprada por
fascículos en el quiosco de prensa cercano a su casa) que, de entre los simios, los más fuertes eran los gorilas, después
los orangutanes, y por último los chimpancés, que eran los más

débiles. Y no salían de su asombro, al ver las combinaciones que hacían y los equipos que formaban con
objeto de ganar el juego. Y más que se asombraron -no por ver tirar de la cuerda a chimpancés, orangutanes y al gorila-
sino al darse cuenta de que otro gran gorila se había acercado a ellos para preguntarles por el idioma universal de los
gestos quién creían que ganaría el juego: ¿el equipo del gorila y los 3 chimpancés o el de los 4 orangutanes?
Sorprendidos, los investigadores disimularon fingiendo que no entendían, ante lo cual el gorila preguntón se dio media
vuelta para desaparecer tras unos matorrales... y para volver con el problema de la cuerda escrito en un papel con una
letra perfecta, es más: con redondilla inglesa.
Los investigadores empezaron a inquietarse al comprobar que los 100 simios que participaban en el juego empezaban
a rodearles, exigiéndoles, con gestos más o menos amenazantes, que resolvieran el problema que ellos ya habían
resuelto en directo, dejando bien claro que una cosa es la práctica y otra la teoría. Afortunadamente, el cuidador les sacó
del aprieto al acudir sonriente, para decirle a los simios:
-Vamos, ya está bien, que estos señores no son matemáticos, que son investigadores.
Y los simios se retiraron mostrando gestos de desprecio, risas y hasta más de un corte de mangas, volviendo todos al
juego de la cuerda.
-Discúlpenles –
Dijo el cuidador

Ustedes, como investigadores ya saben que los simios son muy suyos, es más, ni siquiera son nuestros, que llevan aquí
bastantes miles de años antes que nosotros. Que ya saben que el genoma humano y el del chimpancé comenzaron a
separarse hace millones de años. Los científicos de Harvard, en su investigación publicada en el último número de
Nature, revelan que esta separación se produjo a lo largo de cuatro millones de años. Así, a pesar de caminar juntos,
los cambios genéticos comunes al hombre y al chimpancé empezaron hace 11 millones de años para separarse
definitivamente hace -siglo más, siglo menos- 5 millones y medio de años... Bueno, pero que tonterías estoy diciendo.
Esto lo sabrán ustedes de sobra, como investigadores que son.

-Claro, por supuesto, ya lo sabíamos, pero no se preocupe y siga hablando, por favor, más que nada para entretenernos
hasta la hora de la cena –dijo Lerdo, mientras tomaba apuntes como un loco, mientras comprobaba de reojo que su
compañera hacía lo mismo.

-Pues como les iba diciendo, la primera separación fue el “Australopithecus” por un lado como representante de lo que
serían los humanos, y el

“Pan troglodytes” para los simios. De esta manera, hace dos millones de años la evolución hace que aparezca el
“Homo erectus” que evolucionaría hasta convertirse en el “Homo sapiens”, que son ustedes, con perdón. Actualmente, de
los grandes simios, es el chimpancé el más parecido al hombre, genéticamente hablando... bueno, y en algunos casos
hasta físicamente, y no es por señalar.

-Pero... ¿y Adán y Eva? –preguntó Francisco Corto.

-Ah, esos; ahí están –contestó el cuidador.

-¿Cómo? –preguntaron, estupefactos, los investigadores.

-Sí, que ahí están. ¡Adán, Eva, venid aquí! –exclamó el cuidador.

Y acudiendo a la llamada se aproximaron dos chimpancés cogidos de la mano y exhibiendo una espectacular sonrisa.

-Les presento a Adán y a Eva –dijo el cuidador, y dirigiéndose a los simios, añadió- Aquí, estos señores, que son
investigadores.

Los orangutanes, muy educados, estrecharon la mano de los investigadores, que, de sorpresa en sorpresa, no podían creer
lo que estaban presenciando.

Durante la cena siguieron tomando apuntes de las explicaciones que les daba el cuidador.

Los investigadores no probaron bocado entretenidos como estaban en anotar todo lo que el cuidador decía y que en ese
momento, ya en el postre, terminaba su larga disertación:

-... eso sin tener en cuenta el descubrimiento del famoso Cráneo de Toumaï, el cráneo del Sahelanthropus tchadensis, el
fósil más antiguo que tiene los rasgos característicos más relacionados con los del ser humano.

Es el primer homínido conocido, ya saben –y ellos: sí, sí- que tiene entre 6,4 y 7,4 millones de años de antigüedad. Fue
encontrado en Chad, el año 2002.
-¿Y en cuanto a sus relaciones sexuales? –preguntó Josefina Corta.

-Estupendas, señorita –contestó el cuidador, atusándose el pelo.

-No; me refiero a las de los grandes simios.

-Ah... pues mejores que las mías, tengo que reconocerlo.

Al día siguiente, convencidos de que ya tenían datos suficientes para elaborar el trabajo que justificara su beca, se
despidieron del cuidador, del conductor, de los simios y, sobre todo de Adán y Eva... con la duda que les corroía el
estómago y el espíritu : ¿Mira que si Darwin tuviera razón?

En el viaje de vuelta optaron por viajar en barco desde el poblado en el que se encontraban hasta el pueblo más próximo,
con ánimo de tomar allí un autobús hasta la capital para tomar, a su vez, el avión de regreso a España.

Ya en la cubierta del barco, se despidieron del cuidador y de Adan y Eva que habían ido a despedirlos, cuando, de
repente, apareció el gran gorila que escribía en letra redondilla inglesa. Llevaba un papel en la mano y se lo dio al
cuidador. Éste, después de ojearlo, les dijo a los investigadores, cuando el barco ya soltaba amarras:

-Que dice aquí Pazanal que su barco tiene un problema.

Los investigadores se miraron aterrados, pero el cuidador añadió:

-No, no tengan miedo. Lo que pasa es que la corriente de este río juega con los barcos, y el suyo, en concreto, tarda 5
horas en ir río abajo desde este poblado hasta el pueblo.

En cambio, fíjense qué cosas, para el viaje de regreso invierte 7 horas. Así que mi amigo Pazanal, que es muy listo,
pregunta: ¿Cuál es la velocidad de la corriente? Ahí les dejo con ese problemilla, para que se entretengan por el camino.

Los investigadores no supieron resolver el problema de la velocidad de la corriente, pero sí escribir, a su vuelta a su
despacho, un trabajo de 750 páginas sobre los grandes simios de Borneo, titulado: “Del “Sahelanthropus tchadensis”
pasando por el “Australopithecus”, el “Pan troglodytes” y el “Homo erectus”... y por gorilas, orangutanes, chimpancés y
macacos hasta llegar al Homo sapiens... eso, el que haya llegado”.

El estudio tuvo una gran difusión –lo leyeron sus padres, algunos familiares (pocos) y el hijo de su portera, que era
aficionado a la pornografía y se dejó engañar por lo de Homo erectus. Los investigadores intentaron publicarlo en la
revistas Nature y National Geographic, pero se lo rechazaron. Al fin, tras arduas negociaciones sobre los derechos de
autor, consiguieron publicarlo en la Hoja Parroquial de su barrio, con gran éxito de crítica y público, eso sí, que todo hay
que decirlo.

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