ASPECTOS BÁSICOS
DE
SINTAXIS FUNCIONAL
Ag o r a , s .a .
l ib r e r ía
Málaga, 1983
CUADERNOS DE LINGÜÍSTICA
Director: José Andrés de Molina
© G uillerm o Rojo
Librería Ágora, S.A., 1983
Carretería, 92; Tlf.: 22 86 99
Málaga
ISBN: 84-85698-13-4
El núcleo fundamental de este libro está constituido por uno de los temas
de introductorios al curso de sintaxis española que tuve a mi cargo en la
Universidad de Santiago durante el período 1981-82. Lo que aparece aquí como
capítulo segundo fue desarrollado también como parte de unos seminarios
realizados en la Universidad de Murcia en junio de 1982. Las actitudes de los
estudiantes, sus preguntas y sus desacuerdos me han permitido suplir algunas
deficiencias del texto primitivo. Mi agradecimiento a todos ellos, así como a mis
compañeros del Departamento de Lengua española de la Universidad de Santiago
por sus innumerables observaciones, críticas y sugerencias, que han supuesto
una ayuda inestimable a la hora de acometer la redacción final. Debo expresar
también mi reconocimiento al Director de la colección, José Andrés de Molina,
que, además de admitir el libro en la serie, me ha dejado libertad total para
decidir su contenido y organización.
Del mismo modo que en Saussure el signo lingüístico es una unión de signifi
cante y significado, para Hjelmslev el signo es una función establecida entre
dos funtivos que son el contenido y la expresión, entre los que, como hemos
visto, existe interdependencia.
(l)Para este sentido del térm ino “función” en la glosemática y el concepto de interdependencia,
cfr. infra. $ 2.4.
Para Hjelmslev, Saussure estaba equivocado al considerar la sustancia como
independiente de la forma, ya que, según el maestro danés, la sustancia sólo
puede aparecer como consecuencia de una forma previa. Aunque tal como la he
formulado la idea puede parecer un tanto extraña, el planteamiento de Hjelmslev
resuelve algunas dificultades de la visión saussureana. En efecto, a poco que se
piense sobre ello se observa que en Saussure esa sustancia amorfa en la que las
lenguas practican cortes arbitrarios es también la sustancia mediante la cual
se manifiestan las formas lingüísticas tanto de la expresión como del contenido.
Según esto, la sustancia es. al tiempo, independiente de la forma y previa a
ella por un lado y consecuencia de la forma (posterior a ella, por tanto, por otro).
Es independiente y anterior cuando la presentamos como masa amorfa seg-
mentable de modo arbitrario por las lenguas. Es dependiente y posterior cuando
la vemos como realización de las formas lingüisticas.
Forma de la expresión
Sustancia de la expresión
Para Saussure, la lengua es una forma entre dos sustancias. Para Hjelmslev,
es la unión de dos formas (de contenido y expresión) que se proyectan en dos
sustancias (también de contenido y expresión). Cada plano contiene una forma y
una sustancia. Un signo lingüístico, por ejemplo, es la función establecida entre
una forma de contenido y una forma de expresión.
(2)Los estratos del lenguaje no deben ser confundidos con los estratos gram aticales tratados
en el capítulo 4.
les de toda la lingüística estructural: la primacía de la forma, la técnica de la
commutación y, en definitiva, el principio de inmanencia.
(la) y (Ib), (2a) y (2b) están constituidas por los mismos elementos, pero
poseen significados globales distintos muestra que el contenido de una secuencia
comprende algo más que los significados léxicos. En consecuencia, el signifi
cante tiene que ser concebido de tal modo que nos permita incluir en él los
procedimientos mediante los cuales expresamos esos significados relaciónales.
Sólo en los últimos años, sin embargo, se ha comenzado a reconocer de forma
esporádica y no siempre bien fundada teóricamente que fenómenos como la
posición relativa de los elementos, la concordancia, las marcas casuales, etc., han
de ser consideradas como significantes de ciertos significados.Volveremossobre
la cuestión al tratar de la situaciónde las funciones sintácticas (cfr. infra, § 4.3.).
Es evidente que los códigos de este tipo necesitan tantas señales diferencia
das como significados sea preciso transmitir. En general, la capacidad de expre
sar un número n de mensajes requiere la existencia de n señales diferenciadas.
Si, por cualquier circunstancia, fuera necesario ampliar el sistema para transmitir
un número mayor de instrucciones de circulación, habría que introducir nuevas
luces (significantes). Dados los requisitos de imposibilidad de confusión que
tendría que respetar, no es probable que ese código pudiera rebasar los diez
mensajes. Para trazar un paralelo más próximo a nuestro terreno, podemos tra
tar de imaginar una lengua en la que los mensajes consistieran únicamente en
un sonido. Aun aceptando que sus usuarios habrían desarrollado una extraor
dinaria facilidad de discriminación acústica, parece impensable que pudiera pasar
se de los doscientos mensajes. ^
Hay un modo más viable de lograr el enriquecimiento del código. Sin em
plear más que las tres luces, pero permitiendo que los significantes estén cons
tituidos por una o dos luces simultáneas, llegamos a seis mensajes posibles.
Si, conservando las tres señales básicas, admitimos también significantes com
puestos por la aparición de las tres luces al mismo tiempo, el código tiene capa
cidad para siete mensajes posibles3 sin dificultades adicionales de reconocimiento
de los elementos básicos. Para alcanzar ese punto, un código del tipo anterior
necesita siete luces distintas. Si la mayor rentabilidad del segundo sistema no
resulta todavía clara, piénsese que con cinco luces distintas y permitiendo que
los significantes estén formados por una, dos, tres, cuatro o cinco luces simul
táneas, podemos transmitir treinta y cinco mensajes distintos4. Alcanzar la misma
capacidad con el otro sistema requiere, claro está? treinta y cinco señales lu
minosas básicas diferenciadas. Estas ampliaciones del código inicial están basa
das en la utilización de significantes que pueden ser analizados o segmentados
en elementos menores que aparecen también en otros significantes distintos.
En otras palabras, hemos pasado de un código sin articulación a códigos con
articulación.
□ De A a B
Q De G a D
De E a F
De G a H
A.DeAaC
g De A a E
^ De C a F
_|_ De C a H
^ De C a G
| De F a H
(3)Aceptando, en ambos casos, que el orden (izquierda / derecha o arriba / abajo) no es perti
nente. esto es. que dos significantes como / rojo -ám bar / y / ám bar -rojo / tienen el mismo signi
ficado. Si el orden es distintivo, el código con un máximo de dos luces simultáneas en el sig
nificante tiene capacidad para nueve mensajes y el que permite hasta tres luces pasa a quince mensajes
posibles. '
(4) Sin que el orden relativo sea pertinente.
(5) El modo de designar las líneas de autobuses en el interior de una ciudad ha sido ^ana
lizado y explotado, teóricamente por Luis J. Prieto (1966). En lugar del sistema numérico, que es el
habitual y el estudiado por este autor, voy a emplear una serie de dibujos. De esta forma, aunque
resulte aparentemente más confuso (y, desde luego, más alejado de la realidad cotidiana), los fenómenos
que nos interesan aparecerán con mayor claridad, ya que no existe interferencia con otros sistemas
(el de la numeración decimal).
En cada uno de estos signos, el dibujo es el significante que expresa un sig
nificado del tipo “línea que va del punto X al punto Y”, donde X e Y designan
cualquiera de los dos puntos que son origen o final de línea.
Puesto que en cada caso empleamos una única figura, los significantes
son inanalizables en el interior del código (no lo son, en cambio, para la Geo
metría). El significado complejo “línea que va del punto A al punto B” aparece
globalmente en el significante □ . Estamos, por tanto, ante un código de tipo
elemental, un código en el que no existe articulación. Nótese, además, que la
repetición de fragmentos de significado no se refleja en la aparición de seme
janzas en los significantes. Los significados “línea de C a D” y “línea de C
a H ” comparten el punto de origen, mientras que los significantes respectivos
(O y + ) no muestran nada en común.
Imaginemos ahora una ciudad con sólo diez puntos que haya que tomar como
cabecera o terminal de línea. Supongamos también ^ue la comunidad correspon
diente desee comunicar cada uno de los pares de puntos posibles mediante lí
neas distintas. El número de líneas necesarias es cuarenta y cinco. Evidente
mente, pueden utilizar el sistema anterior, en el que se permite la aparición
de uno o dos dibujos, pero parece claro que supondría un considerable esfuer
zo de memoria retener la relación entre cuarenta y cinco figuras o combina
ciones de figuras distintas y cuarenta y cinco pares de puntos. Existe un pro-
cedimiento mucho más cómodo que consiste en asignar un dibujo diferente a
cada uno de los diez puntos y designar cada línea mediante la combinación
de los dibujos atribuidos a los puntos inicial y final. De este modo, la línea
n - ^ (utilizo un guión entre las figuras para evitar confusiones con el sis
tem a anterior) será el recorrido entre el punto (designado por) □ y el punto
(designado por) ; la línea A “ ^ será la que una los puntos A y ;
la línea O - A , la que une los puntos □ y A , etc. Con ese sistema,
los usuarios sólo necesitan retener en la memoria el dibujo que corresponde
a cada punto (que son únicamente diez datos) en lugar de las cuarenta y cinco
asociaciones exigidas para moverse con seguridad si se emplea el otro sistema.
Además de lo que acabo de señalar, este tercer tipo de código posee sobre
el anterior una ventaja derivada. Si resultara interesante marcar, además de los
puntos inicial y final, la situación de alguno de los restantes como intermedio
(esto es, “de A a B pasando por H” como distinto de “de A a B pasando por
R”), cualquiera de los otros dos sistemas es mucho más complicado, ya que hay
ciento veinte líneas posibles. Con el último, en cambio, los datos básicos que hay
que retener en la memoria siguen siendo diez: la línea □ - A - O sen*
de □ a Q pasando por A ; la línea □ - ^ - O será de □ a O
pasando por , etc.
Así pues, los dos últimos códigos diseñados están articulados, pero utilizan
*
distintos modos de articulación. En el primero de ambos casos encontramos
articulación en el significante, ya que algunas de las expresiones posibles admiten
ser analizadas en elementos menores que pueden aparecer como constituyentes
de otras expresiones simples o complejas. Se trata de articulación en el sig
nificante y sólo en el significante, puesto que ninguna de las figuras básicas
está vinculada continuamente a un mismo significado.
A partir de todo lo anterior es fácil concluir que los códigos con articula
ción simultánea en significado y significante son los que presentan mayor capa
cidad con un número reducido de asociaciones. La cantidad de signos básicos
depende, como es natural, de los elementos fundamentales cuyas combinaciones
debe expresar el sistema. En caso de que ese número sea excesivamente elevado
(cincuenta mil signos básicos por ejemplo), las ventajas de estos códigos sobre
otros tipos siguen en pie, pero resultan igualmente difíciles de manejar. La so
lución es, naturalmente, emplear al tiempo ambos modos de articulación. De
esta forma, cada expresión compleja está formada (en varios niveles de aná
lisis, cfr. infra, § 1.3.) por una serie de signos básicos y, además, el signifi
cante de cada uno de estos signos elementales podrá ser segmentado en uni
dades no vinculadas a significados y cuya combinación da lugar a los signifi
cantes de signos.
(6) O un núm ero m ucho mayor si indicamos dos o más puntos intermedios.
Así pues, la enorme riqueza y la infinita capacidad de las lenguas se expli
can por la existencia en ellas de ambos tipos de articulación al tiempo. Esta
característica es la que ha venido siendo presentada en buena parte de las escue
las estructuralistas europeas como “la doble articulación del lenguaje”, expre
sión que remite inmediatamente a André Martinet. Pese a su aparente simpli
cidad y a la aceptación general de que disfruta, la idea de esa doble articula
ción tiene una formulación deficiente en este autor y, como derivación de ello,
en la mayoría de los lingüistas a él vinculados. Esa es la razón de haber in
troducido aquí el tema mediante el estudio de sistemas de comunicación arti
ficiales e imaginarios.
Puesto que no es éste el lugar adecuado para abordar la cuestión en todos
sus detalles, me limitaré a exponer brevemente la concepción de Martinet (la
más difundida) y sus consecuencias. Para este autor, la doble articulación consis
te en que
Veámoslo desde otro ángulo. Decir que un enunciado está articulado sig
nifica que está formado por unidades menores, que puede ser analizado o des
compuesto en unidades menores. Decir que está articulado de una cierta forma
(del primer modo, para mantener el paralelismo) significa que esas unidades
inferiores obtenidas poseen significado y significante. Desde esta consideración
y suponiendo por comodidad que no hay saltos de unidad7, una oración se
articula en cláusulas, una cláusula en frases, una frase en palabras y una palabra
en morfemas. Como consecuencia de ello, en primer lugar se observa que
mantenemos “articulación” como sinónimo de “segmentabilidad”, “analizabilidad”
o “constitución”, por lo que no cabe identificar “primer modo de articulación”
con ningún tipo de unidad. En segundo término, reconocemos la existencia de
unidades más altas que el morfema. En el tramo de la escala de unidades
gramaticales que hemos recorrido, todas tienen siempre significado y signifi
cante. En general, el primer modo de articulación consiste en que una unidad
de tipo x puede ser descompuesta o analizada (es decir, está articulada) en una
secuencia de unidades de tipo x - 1, donde ambos tipos de unidades tienen
significado y significante. “Articulación”, es, pues, una característica de la orga
nización de las lenguas y las expresiones lingüísticas. No puede ser indentifi-
cada con un determinado tipo de unidad. Como máximo, podríamos hablar
de “unidades caracterizadas por presentar el primer tipo de articulación” o algo
semejante.
Por todo ello, niveles lingüísticos y tipos de unidades lingüísticas son conceptos
estrechamente conectados, pero distintos. En la consideración expuesta hasta aquí,
los niveles en que una secuencia es analizada surgen como consecuencia de la
constitución interna de la secuencia en cuestión. Resulta aconsejable, pues, hablar
de niveles de análisis más que de niveles lingüísticos, ya que su número de
pende de la mayor o menor complejidad estructural de la secuencia con que
se esté trabajando. Debe quedar claro, además, que el número de niveles de
análisis reconocidos en una determinada secuencia depende de los tipos de uni
dades con que se trabaje en la lengua correspondiente. Hay, por supuesto, tipos
de unidades que presumiblemente se dan en todas las lenguas (morfema y ora
ción, por ejemplo), pero el reconocimiento de otras unidades es algo que de
pende de las características de cada sistema y, por consiguiente, de si incluirlas
simplifica o complica la descripción. Volveremos sobre esta cuestión al hablar
de las unidades.
AMPLIACIONES Y REFERENCIAS
Como ocurre casi siempre con los términos que poseen un significado
general en la lengua común, “nivel” ha sido empleado en Lingüística con muy
diversos valores, relacionados todos ellos con ese sentido amplio que tiene en
su uso no técnico. Se ha hablado, por ejemplo, de “niveles” de lengua para
aludir en unos casos a las variedades sociales de las lenguas (culta, vulgar, etc.)
y a las internas de cada individuo (aunque con funcionamiento interindividual)
en otros. Se está extendiendo, y conviene potenciarla, la utilización de los
términos “variedades diastráticas” y “variedades diafásicas” o “registros”, respec
tivamente, para esos dos tipos de sistemas internos a un diasistema lingüístico.
Se han empleado también expresiones como “nivel fónico”, “nivel gramatical”,
etc., para designar los que nosotros hemos venido llamando “componentes”.
En un sentido más restringido, es fácil encontrar alusiones a los “niveles sin
táctico, semántico e informativo” (o, para el último, “pragmático”, “construc-
cional”, “funcional”, “organizativo”, etc.), tema del que nos ocuparemos poste
riormente. Aparece también, naturalmente, con el sentido en que lo vamos a
emplear aquí, relacionado con la existencia de diversos tipos de unidades en las
lenguas y la integración de unas en otras. Aunque su intercambio no crea difi
cultades especiales, tenderé a hablar de “niveles” en este último sentido y a
llamar “estratos” a los inmediatamente anteriores (sintáctico, semántico e in
formativo).
2. RELACIONES SINTÁCTICAS
2.1. Generalidades
Las secuencias
(1) El candidato contempla al público
(2) El público contempla al candidato
están formadas por los mismos elementos léxicos y, sin embargo,, tienen signifi
cados globales distintos. Están ordenados de diferente modo y eso es lo que sir
ve como indicación de que las relaciones significativas entre los elementos son
diferentes. En este caso concreto, candidato y público intercambian sus funciones
sintácticas y semánticas, lo cual se refleja, entre otros rasgos, en el orden de los
elementos. Debe quedar claro desde el principio, aunque será estudiado posterior
mente con más profundidad, que el orden de los elementos es tan solo un pro
cedimiento que puede ser utilizado para hacer patente la existencia de ciertas
funciones semánticas. Ni las alteraciones de significado pueden ser explicadas
únicamente mediante los cambios detectados en la secuencialidad de los elementos
ni toda modificación de orden trae consigo diferencias en el significado. Si
comparamos
Casos similares de modificación del significado global con los mismos ele
mentos léxicos son, por ejemplo:
Desde este punto de vista, las relaciones lingüísticas pueden ser clasificadas
en tres grandes grupos. Ciertas relaciones aparecen a lo largo y ancho de todo
el sistema lingüístico sin diferencias dignas de ser tomadas en cuenta. Son, pues,
relaciones de tipo general que responden a la naturaleza básica propia de los ele
mentos lingüísticos y que, en consecuencia, no se ven afectadas por el carácter
concreto, por la naturaleza específica de las unidades que las contraen. El
segundo grupo de relaciones está constituido por aquellas que, siendo siem
pre fundamentalmente las mismas, muestran ciertas diferencias importantes según
sean contraídas por un tipo u otro de unidades lingüísticas. Por último, hay
ciertas relaciones que son exclusivas de los distintos tipos de unidades y no aparecen
en los demás. Están conectadas, por tanto, con la naturaleza específica de las unida
des y con el papel que el componente al que corresponden juega en el conjunto
de un sistema lingüístico.
Así pues, las relaciones sintácticas, esto es, ias relaciones que pueden mantener
entre sí elementos que pertenecen a este componente pueden ser generales, seme
jantes (pero no idénticas) a las que pueden mantener elementos de otros tipos
y, por fin, exclusivas. En lo que sigue veremos cuáles son estas relaciones y
sus características fundamentales.
2.2 Relaciones lingüísticas generales.
A este grupo pertenecen, sin duda, las que con términos y conceptos ela
borados fundamentalmente por Hjelmslev y Saussure llamamos “relaciones para
digmáticas” y “relaciones sintagmáticas”. El reconocimiento de la existencia de
estos dos tipos generales de relación da lugar a la constitución de los ejes
de selección (o elección) y combinación que, con escasos matices diferenciales,
podemos encontrar en todas las escuelas estructuralistas. En esa misma diferencia
y relaciones de contraste.
(9a) Son relaciones sintagmáticas las que se dan entre dos o más elemen
tos cualesquiera de la misma clase general (elementos del componente fónico,
elementos del componente gramatical, etc.), que concurren en la misma cadena.
Hay relación sintagmática indirecta entre dos elementos A-y B cuando ambos
son constituyentes en distintos niveles de estructura jerárquica con respecto a un
tercer elemento C o, en otro términos, cuando al menos uno de ellos es cons
tituyente indirecto de C. Evidentemente, sólo pueden contraer relaciones sintagmá
ticas indirectas los elementos que forman parte de secuencias que, en un nivel o
en otro, mantienen relaciones sintagmáticas directas.
Considerar que son relaciones sintagmáticas las contraídas por dos o más ele
mentos pertenecientes a la misma cadena tiene dos evidentes e importantes
corolarios. De una parte, el hecho de que dos unidades aparezcan en la cadena
una a continuación de otra no implica forzosamente que mantengan entre sí rela
ciones sintagmáticas directas. En
(11) La mesa de madera está en el rincón
no hay relaciones sintagmática directas entre, por ejemplo, madera y está. Existen
únicamente relaciones sintagmáticas indirectas en tanto que madera está integrado
en la cadena la mesa de madera, que mantiene relación sintagmática directa con
está (o con está en el rincón, aspecto que no interesa ahora).
(13) Juan, después de haber recogido todo lo que había en el suelo, salió
de la habitación.
Todo esto muestra que es necesario manejar con cuidado la conexión es
tablecida habitualmente (desde Saussure) entre el carácter lineal del lenguaje y la
existencia de relaciones sintagmáticas entre los elementos de una cadena. Son
relaciones sintagmáticas las existentes entre elementos que forman parte de la
misma cadena. Se trata, pues, de relaciones in praesentia, como decía Saussure,
pero que no se manifiestan forzosamente en la linealidad del discurso. Con ello se
pone de relieve un factor que estaba latente en Saussure, Jakobson, Hjelmslev
y algunos otros autores: las paradigmáticas y las sintagmáticas son clases de relacio
nes lingüísticas, no relaciones lingüísticas concretas. Con otras palabras, toda rela
ción detectada entre dos elementos lingüísticos cualesquiera ha de ser forzosa
mente adscrita a una de estas dos clases. ahí su presencia a lo largo y ancho
de todo el sistema lingüístico y también la necesidad de especificarlas en cada
componente de modo que se pueda dar cuenta del carácter peculiar de los ele
mentos y las relaciones que contraen, especialmente en el caso de las sintagmá-
ticas.Cada disciplina ha de establecer los subtipos de estas dos clases que resul
ten adecuados.
(15a) / ‘tapo/
(15b) / ‘pota/
(15c) / ‘pato/
(15d) / ‘topa/
Así pues, las relaciones secuenciales se presentan de modo similar en los com
ponentes fónico y sintáctico, ya que siempre se trata de que las unidades corres
pondientes estén situadas antes o después de otras del mismo nivel. Existe,
además, una diferencia fundamental, que es la que justifica el haberlas incluido
en este grupo de relaciones. Consiste en que la ordenación de los fonemas
en la secuencia que constituye el significante de un signo léxico es fija, mientras
que la ordenación de los elementos sintácticos puede ser variable. La razón de
ello radica en que la colocación de los elementos gramaticales puede ser utili
zada como uno de los procedimientos empleados para marcar la realización de dis
tintas funciones sintácticas, semánticas o informativas, pero no es forzoso que sea
así. Cuando la marca de función consiste exclusivamente en la posición relativa, el
orden tiende a ser tljo e inalterable. En otros casos, el orden normal puede
ser alterado para lograr efectos que no comportan intercambio en las funciones de
ningún tipo desempeñadas por los elementos. Por tanto, la raíz de la diferencia
se centra en el hecho de que, como han señalado (entre otros) los funciona-
listas desde hace tiempo, la posición ocupada por un elemento es uno de los modos
de marcar las relaciones que mantiene con los demás, la función desempeñada,
etc., pero no es la única forma de hacerlo. En cambio, en el componente
fónico la secuencialidad de los elementos es fija e inalterable.
Al igual que ocurre con las secuenciales, las relaciones constitutivas se dan en
todos los componentes de la lengua, pero la clase de las unidades que las contraen
da lugar a la aparición de ciertas características especiales que es necesario tener
en cuenta.
De entrada, por tanto, hay que tomar en consideración todo aquello que,
directamente o indirectamente, forma parte de una unidad de un cierto tipo. Ahora
bien, para que el concepto de constitución resulte teóricamente rentable, es
necesario distinguir entre constitución inmediata y constitución mediata (o,
con otros términos, entre relaciones constitutivas directas e indirectas, como hemos
visto, en general, para las sintagmáticas). Parece poco adecuado hacer el aná
lisis de la secuencia fónica / ‘sako/ tal como se sugiere en (19b). Naturalmente,
esos mismos factores operan en el componente sintáctico. Aceptando que la estruc
tura de la cláusula se» sujeto-predicado- complemento directo - complemento
indirecto. . J, un pescado muy fresco es constituyente inmediato de la cláu
sula (18a). En cambio, fresco es constituyente inmediato de la frase adjetiva
muy fresco y esta última lo es con respecto a la frase nominal un pescado muy fresco
que, a su vez, forma parte directamente de la cláusula en cuestión. Fresco o
muy fresco son constituyentes de (18a), pero con varios niveles intermedios
(esto es, son constituyentes indirectos de (18a)).
(1) En lugar de la aceptada habitualm ente Sujeto - Predicado, en-la que el predicado com prende
en su interior un núcleo, el com plem ento directo, el indirecto, etc.
frases, palabras, morfemas y fonemas (siempre que no haya recursividad ni saltos
de unidad, cfr. supra, § 1.3). Es esa presencia continua de las relaciones constitutivas
lo que justifica que las tratemos en este apartado.
Hay, sin embargo, una segunda cara, que aparece cuando comprobamos que
los tipos de unidades que intervienen en las relaciones de constitución dan lugar
a la aparición de ciertas características especiales. En el recorrido existente entre
la oración y el morfema encontramos siempre elementos del mismo tipo general.
Desde una secuencia de fonemas hasta los rasgos fónicos ocurre lo mismo, pero
con unidades de otra naturaleza. La frontera está, pues, entre el morfema y la
secuencia de fonemas que constituye su cara significante.
Dado que cabe (22b), pero no (22c), exóticas está subordinado a plantas.
Por último, hay interordinación cuando ambos elementos se exigen mutua
mente, es decir, en aquellos casos en los que ninguno de ellos puede aisladamente
conservar la estructura lograda mediante la unión de ambos» En los últimos
tiempos se ha hablado de interordinación para la relación existente entre sujeto
y predicado de una cláusula (cfr. Martinet 1973, Gutiérrez 1978), entre los
miembros de las oraciones condicionales, concesivas, etc. (cfr. García Berrio 1970,
Rojo 1978).
Son tamos y tan variados los sentidos del término “función” en Lingüística
que hemos de dedicar algún tiempo a revisarlos, siquiera superficialmente, para evi
tar posibles confusiones. Pueden diferenciarse tres utilizaciones principales del
término de las que derivan todas las demás:
a) “Función” es la finalidad, aquello para lo que sirve algo.
b) En la terminología de los glosemáticos, “función” es toda relación
(en el sentido más general) establecida entre elementos (incluso de distintos tipos),
que son los funtivos.
c) Cuando se habla de las “funciones del lenguaje” (representativa, expre
siva, apelativa, etc.) se entiende algo próximo a los fines que podemos per
seguir al realizar un acto lingüístico.
La primera acepción es, sin duda, la más próxima al valor del término
en la lengua corriente. En una comunidad, en un grupo, cada persona tiene
una determinada función, que consiste en realizar una cierta actividad que
cobra sentido en el conjunto. El papel desempeñado en el grupo o comunidad
constituye la función social de cada individuo. También los objetos, las insti
tuciones, tienen funciones determinadas. Pues bien, este es el valor que “función”
tiene en Lingüística cuando se dice, por ejemplo, que un fonema o un rasgo
fónico tienen función distintiva, función culminativa, etc. De aquí procede,
aunque no es identificable con el anterior, el sentido de “función” cuando
se habla de "función sintáctica” o “función semántica”. Volveremos sobre este
punto.
Ya he indicado que, tal como vamos a entenderlo aquí, el valor que posee
“función” en expresiones del tipo “función sintáctica” o “función semántica” debe
ser vinculado al primero de los tres sentidos enumerados anteriormente, aunque
haya diferencias importantes. He hecho la salvedad de que me refiero únicamente
al modo en que la función sintáctica va a ser presentada aquí porque existen
formas de entenderla que están más próximas a algunas de las otras dos acepciones.
Ai comienzo de este punto, las relaciones funcionales fueron caracterizadas
como sintagmáticas, no lineales y mantenidas entre una parte y el todo al que
pertenece. La vinculación con el primer sentido radica, por tanto, en que son lazos
entre un elemento y el conjunto del que forma parte, que es precisamente la
idea general del estructuralismo con respecto a la función. En cambio, de la idea de
función sintáctica debe ser eliminada toda referencia a la finalidad, a aquello
para lo que algo sirve. Cuando decimos que un cierto segmento funciona como su
jeto de la cláusula a que pertenece, estamos marcando su vinculación espe
cial con la cláusula (e, indirectamente, con todos los demás elementos que
la constituyen), pero no indicamos nada acerca de su finalidad. Algo semejante,
referido al significado, ocurre cuando decimos que un determinado elemento
funciona como agente en la estructura semántica de una cláusula. Se trata
siempre de aquello que lo liga al conjunto correspondiente, del papel que
desempeña con respecto a la unidad sintáctica o semántica de que forma parte.
En contra de lo que nos harían esperar los principios generales del estructu
ralismo y la existencia de un buen número de escuelas estructuralistas que se
consideran a sí mismas “funcionalistas”, es necesario reconocer que el concepto
de función sintáctica (y función semántica) no ha sido suficientemente bien traba
jado e integrado en la teoría general. Ello se debe en buena parte a la pobreza de
la teoría sintáctica estructural, que en contados casos logró durante su etapa clási
ca rebasar los planteamientos presentes ya en la gramática tradicional. Aunque
no es éste el lugar de tratar tales cuestiones en profundidad, conviene tener en
cuenta que la función sintáctica ha sido con bastante frecuencia considerada como
un concepto derivado de algún otro tipo de relación. Así, Bloomfield y el distribu-
cionalismo ligan la función sintáctica a las relaciones secuenciales, de tal modo que
las funciones de una forma son el conjunto de posiciones en que esa forma
puede aparecer en diferentes construcciones. Para la gramática generativo-trans-
formacional clásica (el modelo de 1965), las funciones sintácticas son equivalentes
a relaciones entre categorías en la estructura profunda. Ser sujeto, por ejemplo,
equivale a ser la FN (frase nominal) dominada directamente por el nudo O (oración)
en la estructura profunda. En modelos posteriores y corrientes vinculadas, la
función^sintáctica aparece de modo distinto, pero sigue sin ocupar el lugar que,
aln i juicio, le corresponde. La llamada “lingüística relacionar' pretende considerar
las funciones como primitivos, pero presenta dificultades de otros tipos. En otros
casos, función sintáctica ha sido equiparada a conexión (una relación entre partes).
Martinet, por ejemplo, en su última etapa (y con él otros muchos) identifica
función con subordinación. Por fin, otras tendencias han ligado los conceptos de
función sintáctica y tipo o subtipo de unidad, considerando que existe una fuerte
dependencia entre pertenecer a un cierto tipo o subtipo de unidad y desempeñar
determinadas funciones. La traslación de Tesniére se inscribe en esta corriente,
lo mismo que todas aquellas formulaciones (incluso de tipo tradicional) en las
que es necesario hablar de sustantivaciones, adjetivaciones, etc.
Así pues, las relaciones funcionales son distintas de las secuenciales, las consti
tutivas y las conectivas. Por otro lado, como veremos en su momento, las funciones
sintácticas deben ser distinguidas tanto de los procedimientos utilizados en cada len
gua para marcarlas como de las funciones significativas.
AMPLIACIONES Y REFERENCIAS
El simple hecho de que la función sintáctica haya sido situada como un con
cepto dependiente o derivado de aspectos tan distintos como la posición ocupada, las
relaciones entre categorías en la estructura profunda, las conexiones, los tipos y sub
tipos e unidad, etc. muestra ya con bastante claridad que se trata de un fenómeno
diferenciado. Para una excelente crítica del tratamiento de la función en el disíribu-
cionalismo, la gramática generativo-transformacional clásica y algunas otras ten
dencias, cfr. Dik (1968, 143 y sigs.).
3. UNIDADES GRAMATICALES
3.1. Generalidades
En principio, una palabra está formada por morfemas. Así, la palabra negras
se descompone según hemos visto en (7). Ahora bien, de acuerdo con lo tratado
en el § 1.3., una unidad puede estar formada por sólo un elemento del tipo
inmediatamente inferior. Por citar exclusivamente casos indiscutibles, las pala
bras hoy, cuando, sin, desde, entonces, etc., están constituidas por un único
morfema. Las palabras, pues, pueden ser monomorfemáticas, lo cual np es un fenó
meno distinto del que se da cuando una frase está formada por una palabra.
Lo mismo que ocurre en todos los casos de este tipo, la consideración como morfe
mas o como palabras depende de la congruencia total del análisis.
Los subtipos de la unidad palabra son, por supuesto, las llamadas “clases de
palabras” (o “partes de la oración”, término que debería ser definitivamente
desterrado de los tratados gramaticales). Es bien conocida la existencia de muy
distintos criterios (más o menos discutibles, más o menos útiles) para realizar
la clasificación, por lo que no es necesario entrar aquí en más detalles.
En efecto, existen dos clases fundamentales de frases. En una de ellas, los ele
mentos básicos mantienen entre sí una conexión de subordinación (cfr. supra
§ 2.4.). Esto es, uno de los miembros es obligatorio y el.otro es opcional. El
segundo está, por tanto, subordinado al primero. Pertenecen a esta clase, por
ejemplo:
(10a) Libros encuadernados
(10b) Libros de caballerías
(lia ) Muy fácil
(11b) Fácil de convencer
(12a) Muy lejos
(12b) Lejos de la ciudad
La segunda clase de frases está constituida por aquéllas entre cuyos elementos
integrantes existe una conexión de interordinación. Como se recordará (cfr.
supra § 2.4.), la interordinación es la conexión que se da entre los segmentos que se
exigen mutuamente, aquéllos cuya presencia es igualmente imprescindible para
lograr una determinada estructura. El caso más claro es, sin duda, el de las
frases preposicionales:
(13a) De nuestro amigo
(13b) (Vestido) de gris
(13c) Desde muy lejos
(13d) (Hablamos) de resolver los problemas1.
Es evidente que el sintagma constituido por una preposición y un elemento
de otra clase no puede ser sustituido por ninguno de sus dos miembros:
(14a) Los juegos de la niña
(14b) *Los juegos de
(14c) *Los juegos la niña
(15a) Hablaron de economía
(15b) ^Hablaron de
(15c) *Hablaron economía
Entre los miembros existe, por tanto, interordinación. En consecuencia, no
es lícito llamar “núcleo” a ninguno de ellos (al menos, si “núcleo” es entendido
en su sentido habitual). Los elementos funcionales de la frase preposicional pueden
ser denominados “director” (la preposición) y “término” (el resto de la cons
trucción).
Como muestran las secuencias de (13), (14) y (15), el término de una frase
preposicional puede estar formado por elementos pertenecientes a distintos tipos y
subtipos. En (13a), (14a) y (15a), el término es una frase nominal; en (13b), una frase
adjetiva (o simplemente un adjetivo); en (13c), una frase adverbial; en (13d) se trata
de una cláusula.
(1) Lo situado entre corchetes no fórma parte, naturalm ente, de la frase preposicional. Se
incluye ahí para dar un contexto que permita situarlas.adecuadam ente.
Así pues, núcleo y modificador (opcional) en unos casos, director y término
en otros son los elementos funcionales de las frases. No existe en este tipo, por
tanto, un componente obligatorio para toda la gama de subtipos que comprende.
Los subtipos más importantes han sido ya señalados al tratar de cada clase de frases.
Así pues, una “oración simple” y una “oración compuesta por subordinación”
presentan el mismo esquema estructural básico; la diferencia radica en que, en el
segundo caso, existen una o más oraciones incorporadas como elementos de otra.
Es fácil captar que esta consideración plantea de inmediato el problema de si la
“oración simple” y la “oración compuesta por subordinación” constituyen dos tipos
diferentes de unidades o son simplemente variantes de una misma unidad funda
mental. Creo que, en general, nuestros gramáticos tradicionales se inclinaban
por la segunda opción, aunque la terminología parezca caminar en otra dirección.
Sin embargo, hay ciertas clases de “compuestas por subordinación” que no tienen
paralelo en la “oración simple”, con lo que la visión unitaria tropieza con difi
cultades insalvables.
En realidad, los planteamientos tradicionales conceden una importancia
excesiva a factores más bien secundarios. Según la consideración habitual,
(16) Los periódicos anuncian subidas de precios
es una “oración simple” mientras que
(17) Los periódicos anuncian que habrá subidas de precios
es una “oración compuesta por subordinación”. Además, en (17) se distingue una
“oración principal” (los periódicos anuncian) y una “oración subordinada” (que
habrá subidas de precios). Está claro que (16) y (17) presentan el mismo esquema
estructural básico (sujeto, predicado y complemento directo). Sin embargo, el corte
que produce en (17) la distinción de “principal” y “subordinada” no ha sido pro
puesto prácticamente nunca para (16) (en la que, de mantener el paralelismo, habría
que segmentar los periódicos anuncian a un lado y subidas de precios a otro).
Nótese, además, la contradicción que supone decir que la “subordinada” funcio
na como parte de la principal y, a continuación, identificar la principal como lo
que queda una vez eliminadas las subordinadas. La llamada “oración principal”
no se apoya en la estructura constitutiva de la secuencia, por lo que resulta au
ténticamente insostenible.
En otro lugar (cfr. Rojo 1978) he propuesto llamar “cláusula” a la unidad carac
terizada por poseer un predicado, constituido en los casos más claros por un verbo
en forma personal. Al lado del predicado y en diferentes grados de obligatorie
dad según las lenguas y los subtipos de cláusulas, encontramos elementos funciona
les como sujeto, complemento directo, circunstanciales, etc. Así pues, las secuencias
(16M19) son, todas ellas, cláusulas. La diferencia existente entre (16) y (17),
(18a) y (18b), (19a) y (19b) procede de la actuación del principio de la recursividad,
Así pues, cláusulas y oraciones son dos tipos de unidad relativamente bien
diferenciados. La cláusula se caracteriza por presentar una estructura de elementos
funcionales agrupados en torno a un predicado. Independientemente de la com
posición interna de sus miembros, habrá cláusula siempre que encontremos un
esquema de esta clase. La oración, en cambio, presenta una organización totalmente
distinta. Lo mismo que, según hemos visto, ocurre con la frase, en la oración
no existe un elemento obligatorio que nos pueda servir para todas las secuencias
pertenecientes a este tipo, por lo que hemos de pasar directamente a los subtipos.
En primer lugar, las oraciones formadas por la coordinación de dos o más cláu
sulas entre sí (oraciones policlausales, cfr. Rojo 1978, págs. 90 y sigs., 120 y sigs.).
Equivalen a las “oraciones compuestas por coordinación” de la gramática tra
dicional, salvo las adversativas. En este caso, las cláusulas no desempeñan una
función específica con respecto a la oración. Pertenecen a este grupo de oraciones,
por ejemplo:
La segunda clase de oraciones está constituida por las que he llamado “ora
ciones bipolares” (cfr. Rojo 1978, 99 y sigs., 124-125). La diferencia funda
mental con las anteriores consiste en que las cláusulas que componen las oraciones
bipolares mantienen entre sí una conexión de interordinación. Esto es, sus miem
bros directos se exigen mutuamente. A consecuencia de ello, una oración bipolar
consta forzosamente de dos elementos (aunque, por supuesto, cualquiera de ellos
puede presentar en su interior un alto grado de complejidad). Pertenecen a este
grupo las oraciones condicionales, concesivas, modales, consecutivas, etc. y tam
bién las adversativas:
(21a) Aunque haga mal tiempo, daremos un paseo
(21b) Si le haces una visita, te divertirás
(21c) No dijo nada, pero captamos su pensamiento.
Conviene tener presente que no siempre es posible saber cuándo estamos ante
una unidad compuesta y cuándo se trata de dos o más unidades coordinadas.
En ausencia de factores adicionales,
(29) Una mesa y una silla
puede ser considerada como una frase nominal compuesta o bien como un
sintagma formado por dos frases nominales coordinadas entre sí. En el caso de
la cláusula, además, existe la coincidencia entre lo que desde un punto de vista
es una cláusula compuesta y lo que, desde otro, ángulo, aparece como una oración
policlausal. Nada de ello oscurece la nitidez de la distinción. Son coincidencias
provocadas por la naturaleza de los elementos en cuestión.
AMPLIACIONES Y REFERENCIAS
Nótese que el valor que posee el término “sintagma” tal como es empleado
en el texto resulta totalmente congruente con el sentido de “relación sintagmática”
(cfr. supra, § 2.2). Con algunos matices que no interesan aquí (cfr. Rojo 1982b
para esta cuestión), ésa es la utilización que hacía Saussure del término. Para
que haya sintagma es necesario que existan relaciones (sintagmáticas) entre sus
elementos. En caso contrario, estamos ante dos o más unidades desconectadas
entre sí.
Resulta útil y necesario poseer un término que sirva para designar una agru
pación de elementos con independencia de sus características internas. Una pala
bra polimorfemática es un sintagma. Una frase, formada por varias palabras, es
también un sintagma, etc. En los últimos años se ha difundido en la Lingüística
española la costumbre de hablar de “sintagmas nominales”, “sintagmas preposi
cionales”, “sintagmas adverbiales”, etc. para las secuencias que aquí llamamos
“frases nominales”, “frases preposicionales”, “frases adverbiales”, etc. Este valor del
término “sintagma” no tiene justificación teórica y, además, nos deja sin etiqueta
para una agrupación de elementos cualesquiera (a menos, claro está, que creemos
un término nuevo, lo cual resulta incómodo y confuso). En realidad, tal empleo
de “sintagma” se ha producido a imitación de la Lingüística francesa posterior
a la difusión del transformacionalismo. Independientemente de otras considera
ciones, hay que tener en cuenta que en francés phrase equivale a oración, por
lo que no cabía pensar en habilitarlo para la designación de otro tipo de unidad.
La elección del término syntagme para ello ha resultado, de todas formas,
muy desafortunada.
Para el establecimiento de los subtipos de frase, es frecuente el recurso a la
distinción entre construcciones endocéntricas y exocéntricas. Por distintas razones
de índole teórica en las que no tiene sentido entrar aquí, me parece preferible
tratarlas desde el ángulo de las conexiones existentes en su interior.
Por problemas de espacio y características de la serie he simplificado lo referente
a las frases nominales. Aquéllas que contienen un determinante (un artículo,
un demostrativo, etc.) plantean problemas especiales que no puedo exponer aquí. Es
muy probable que haya que enfocarlas de modo totalmente distinto al habitual.
Como indico en el texto, la presentación habitual de la “oración principal”
resulta contradictoria. En efecto, no cabe decir que la “subordinada” es un elemento
de la principal y, a continuación, identificar la “principal” como el resto que queda
una vez eliminadas las “subordinadas”. Aunque no con demasiada frecuencia,
algunos autores han captado esta inconsecuencia y han considerado que la
“principal” es toda la “oración compuesta” (cfr., por ejemplo, Brondal 1937,
Buyssens 1975, etc.).
Aunque podamos aceptar que la correlación entre sujeto y agente, entre com
plemento directo y “la cosa hecha por verbo” se da en un buen número de oca
siones, está claro que no se produce en todos los casos, por lo que no cabe emplear
esos rasgos semánticos en la definición de las funciones sintácticas mencionadas.
Además, ni siquiera se puede mantener que los agentes sean siempre sujetos, como
prueban todas las secuencias formalmente pasivas.
Por factores de muy diversos tipos, en los que no podemos entrar aquí, la
gramática tradicional no llegó a enfrentarse de lleno con la necesidad de diferenciar
mucho más nítidamente entre los fenómenos sintácticos y los fenómenos semánti
cos. Tendió por ello a moverse de modo ambiguo y confuso entre las conside
raciones formales y las semánticas. Cuando el predicado expresa una acción
y el sujeto indica su agente, la definición habitual no es adecuada en la teoría,
pero resulta operativa y cómoda en la práctica. Ahora bien, cuando no hay acción
o el sujeto no expresa su agente, la caracterización empleada inicialmente obliga
a reajustar la terminología, ya que no cabe pensar en cambiar la definición.
Así surgen los “sujetos pacientes” (y, frente a ellos, redundantes -en esta consi
deración- “sujetos agentes”); así aparecen también los “sujetos lógicos”, término
empleado para designar aquellos elementos que realizan la acción, pero no poseen
las condiciones formales (caso nominativo, concordancia con el predicado, etc.)
presentes en los casos más claros. A su lado, como era de esperar, aparecen
también “predicados lógicos”, aunque con una frecuencia considerablemente menor.
El paso previo ineludible para captar la relación existente entre los tres estratos
consiste, sin duda, en la comprensión correcta de la naturaleza de las funciones
existentes en cada caso. Ya hemos hablado de las funciones sintácticas, las mejor
conocidas porque son las más manejadas por la gramática tradicional. Tendremos,
no obstante, que volver sobre ellas para entender su auténtica naturaleza y, so
bre todo, para asignarles la zona que les corresponde. Nos ocuparemos antes de otro
tipo de funciones.
De modo semejante, dados los significados que expresamos mediante los ele
mentos de (14):
(14) Traer, el niño, el perro, la madre, ayer,
podemos construir, entre otros, los diversos significados globales que poseen
las secuencias de (15):
(15a) El niño trajo ayer el perro a la madre
(15b) La madre trajo ayer el perro al niño
(15c) El perro trajo ayer el niño a la madre
(15d) El perro trajo ayer la madre al niño.
Así pues, las funciones semánticas son los diferentes papeles significativos que
los elementos pueden desempeñar en una expresión. Aunque han estado presentes
de forma más o menos solapada desde hace bastante tiempo, la comprensión
correcta de estas entidades es un fenómeno reciente. Dejando a un lado intentos
marginales o poco conocidos, su integración plena en una teoría sintáctica global
se da a partir de los trabajos de Fillmore que desembocaron en la constitución
de la corriente denominada “gramática casual” o “lingüística casual”. Aunque no
hayan sido presentados siempre así, los “casos” de Fillmore (muy diferentes de los
casos manejados por la gramática tradicional y la estructuralista, ya que este autor
los concibe como nociones fundamentalmente semánticas) son equivalentes en
general a las que en otras aproximaciones son “funciones semánticas”.
A B C
Acción Agente Origen
Estado Causativo Meta / Dirección
Proceso Experimentador Duración
Término Locativo (espacial
o temporal)
Receptor Causa
Instrumental Comitativo
Dado que los nombres que designan las funciones semánticas enumeradas
son transparentes en su mayor parte, me detendré únicamente en aquéllos que
requieran una definición más explícita o alguna matización adicional. El causativo
es el elemento que, sin ser directamente el agente de una acción, la desencadena
(el agente puede ser otro). Aunque con frecuencia se habla de causatividad en
casos en los que alguien hace que otros realicen una acción (como en, por
ejemplo, Felipe II construyó el Escorial), la estructura típicamente causativa es la que
aparece en (16a):
(16a) Pablo-hierve el agua
(16b) El agua hierve.
En (16b), el agua es experimentador; en (16a), Pablo es causativo y el agua
aparece como término.
Mahmoudian Alarcos
Hay todavía otro factor que será estudiado con más detalle en el apartado
4.5., pero que debe ser apuntado ahora. He hablado hasta aquí de funciones
semánticas v funciones sintácticas presentándolas aisladamente, de una en una.
El propio concepto de función indica que esa consideración parcial no es del todo
correcta. Si las funciones son relaciones entre un elemento y el todo del que forman
parte, no deben ser concebidas individualmente. Se nos presentan siempre for
mando parte de esquemas semánticos o esquemas sintácticos. Eso significa,
en último término, que hemos de dar preferencia al esquema funcional sobre
la función aislada. Un esquema está constituido por funciones, pero, lo mismo
que cualquier totalidad, es algo más que la simple suma de las partes que lo integran.
Dado que los esquemas semánticos y sintácticos reflejan sobre todo la organi
zación de una serie de funciones, se puede pensar incluso en dos esquemas
semánticos distintos constituidos por las mismas funciones semánticas (pero
organizadas y orientadas de otro modo). Para lo que ahora nos ocupa, la pri
macía de los esquemas implica que la adscripción o no de una función semántica
a la forma de contenido de una lengua no es algo absoluto. Puede estar perfecta
mente diferenciada en un cierto esquema semántico y aparecer fundida con otra
u otras en esquemas semánticos distintos.
Con unos u otros términos (emplearé los que me parecen más cómodos),
los trabajos acerca de la estructura informativa de las secuencias han manejado
fundamentalmente tres aspectos distintos. De un lado, la antiquísima distinción
entre aquello acerca de lo cual se dice algo y lo que se dice de él (tema
y rema o tópico y comentario). Recuérdese que ésa es una de las definiciones
tradicionales del sujeto a que he hecho alusión. En realidad, esos dos elementos
son los que en Platón o Aristóteles aparecen como constituyentes de la oración:
ónoma y rema. (Por sus evidentes conexiones con ciertas clases de palabras, el
significado de estos términos evolucionó hasta llegar a designar, respectivamente,
nombre -sustantivo o adjetivo- y verbo.) Esta definición es, por no citar más que un
caso, la que se da de sujeto y predicado en la Gramática de Port-Royal. Natural
mente, choca con la un tanto más común definición de sujeto como “el que
realiza la acción expresada pór el verbo”.
Sin embargo, por diferentes razones, el hablante puede destacar uno o varios
elementos con carácter especial independientemente de que sean o no información
nueva.
Aunque haya coincidencias y sean perfectamente explicables, queda claro que
estamos ante nociones pertenecientes a ámbitos distintos. No haberlas diferenciado
suficientemente y haberlas entremezclado con demasiada frecuencia explica buena
parte de las dificultades con que han tropezado los autores que se han ocupa
do del estrato informativo de las secuencias.
El resto, los elementos distintos del foco o los focos son “dados” (esto es, no
resaltados). Puede darse el caso de que todos los elementos de la secuencia sean
focos, sean todos “nuevos”. Naturalmente, ahí no hay elementos “dados”.
La prioridad de los esquemas sobre las funciones que los constituyen deriva
directamente de la propia naturaleza de las relaciones funcionales. Si las funciones
son relaciones entre una parte y el todo en que está integrada, no es lícito
prescindir de la referencia al conjunto global. Una totalidad es siempre algo más
que la suma de los elementos que lo componen, incluso cuando los elementos con
siderados son relaciones con la totalidad.
Tener en cuenta no sólo las funciones, sino también los esquemas (tanto sin
tácticos como semánticos) nos permite entender, por ejemplo, el hecho de que cier
tos elementos que acostumbramos a considerar como marginales y optativos resul
ten totalmente necesarios para la buena formación de la secuencia en algunos casos.
Así, la función semántica locativo (espacial o temporal) es, en efecto, un elemento
marginal en (el significado de) secuencias como
Aunque es evidente que en todos los casos se pierde información, las secuen
cias siguen estando bien formadas si suprimimos esos locativos:
(36a) Telefoneamos a Emilio
(36b) Voy a escribir unas cartas
(36c) Vieron a un hombre leyendo el periódico.
Ejemplos de este tipo han dado lugar a que se afirme con frecuencia que
estos elementos son marginales (“circunstanciales” en la gramática tradicional).
Esa consideración no es válida, sin embargo, para secuencias como
(37a) El lunes estaremos en Barcelona
(37b) Pon ese libro en la estantería
(37c) Ha vivido muchos años en Londres.
En casos como los reflejados en (37) no es posible eliminar los locativos sin
que se resienta la buena formación de las secuencias o sean válidas única
mente a base de experimentar una alteración en el significado, como ocurre en
(38c):
(38a) *E1 lunes estaremos
(38b) *Pon ese libro
(38c) * *Ha vivido muchos años (válida con otro significado).
La explicación es, naturalmente, que verbos como estar; poner; vivir, etc.,
exigen a su lado una función semántica locativo. Estos verbos entran en esquemas
semánticos y sintácticos distintos de los que corresponden a las secuencias
de (35) y (36). En términos generales (ya que sólo hemos hablado de esquemas muy
poco detallados), los locativos son menos marginales en la expresión de procesos
y estados que en la expresión de acciones. De cualquier forma, siempre es necesaria
la consideración del conjunto significativo. En los esquemas sintácticos ocurre lo
mismo que en los semánticos: los complementos circunstanciales de lugar
y tiempo son elementos estructuralmente optativos en las secuencias de (35),
pero resultan obligatorios en las incluidas en (37).
La diferencia establecida entre los esquemas semánticos y las funciones que los
constituyen permite entender nj*ejor lo dicho anteriormente acerca de la situación
de las funciones semánticas en los estratos sustancial y formal del plano del conteni
do. El que una función semántica esté diferenciada como tal en la forma del
contenido puede depender de en qué esquema semántico la consideremos. Dicho
de otro modo, puede ser individualizada en unos esquemas y aparecer fundida
con otras funciones en esquemas semánticos distintos. Con un ejemplo que he
empleado con carácter provisional en otro lugar (y que aparece aquí del mismo
modo), algunos autores (Huddleston y Dik, fundamentalmente) han hablado de
una función semántica “fuerza” definida como el elemento que, sin controlar el
proceso o acción, es presentado como su causa. Su diferencia básica con la función
semántica “agente” radica en que este elemento presenta el rasgo l + animadol,
mientras qué aquel no lo posee. Según esto, el primer elemento de (40a) es
agente y el de (40b) es fuerza:
(40a) Juan abrió la puerta
(40b) El viento abrió la puerta.
Parece claro que hay que aceptar la existencia de las dos funciones semán
ticas agente y fuerza en la sustancia del contenido. La cuestión importante es si
están también diferenciadas en la forma del contenido. Aquí es donde los esquemas
semánticos muestran, en mi opinión, toda su importancia. Siempre con ese carácter
provisional ya mencionado, creo que en español no hay dos esquemas semánticos
distintos del tipo “agente-acción-término” y “fuerza-acción-término” (esto es, un
agente / tuerza realiza una acción que recae sobre un término). Los esquemas
sintácticos de (40a) y (40b) son idénticos. Algo similar ocurre en una orientación dis
tinta:
(41a) La puerta fue abierta por Juan
(41b) La puerta fue abierta por el viento.
Los esquemas semánticos “un término experimenta los resultados de una acción
realizada por un agente” y “un término experimenta los resultados de una
acción realizada por una fuerza” tampoco parecen estar diferenciados en la forma de
contenido del español.
Sin embargo, al lado de (40b) y (41b) tenemos:
(42a) La puerta se abrió con el viento
(42b) La puerta se abrió por el viento,
ambas con el sentido “a causa del viento”. En cambio, no se da
(43) *La puerta se abrió con Juan
(a menos que Juan sea intrumental: alguien abre la puerta lanzando a Juan contra
ella) y la secuencia
(44) La puerta se abrió por Juan
tiene un sentido claramente pasivo, muy similar al de (41a). Todo esto puede sig
nificar que, al lado de la indiferenciación de agentes y fuerzas en esquemas
semánticos como los correspondientes a las secuencias de (40) y (41), hay que
aceptar la individualización de la función semántica “fuerza” en un esquema como
el de las expresiones contenidas en (42) (“un término es afectado por una acción
procedente de una fuerza o causa externa”, ampliación del esquema “un término es
afectado por una acción”, propio de la puerta se abrió).
Aunque, como se indica en el texto, las que aquí hemos llamado “funciones in
formativas” tienen una historia bastante larga en la Lingüística, hay que esperar
a los últimos años para encontrarlas debidamente aisladas y situadas en un
marco teórico coherente. Como era de esperar, su presencia en un modelo sin
táctico suele estar asociada además a la distinción de los tres estratos (sintác
tico, semántico e informativo). En uno de estos fenómenos de simultaneidad
que con cierta frecuencia se dan en la evolución de las ciencias, la distinción
de los tres estratos ha surgido con auténtica entidad en varias escuelas estructura-
listas europeas prácticamente al mismo tiempo.
Pág.
Introducción ..................................................................................................... 7
1. Aspectos de la estructura generalde las lenguas.................................... 11
1.1. Planos y estratos del lenguaje.......................................................... 11
1.2. El principio de la articulación......................................................... 18
1.3. Niveles del análisis lingüístico....................................................... 27
Ampliaciones y referencias....................................................................... 30
2. Relaciones sintácticas.............................................................................. 35
2.1. Generalidades .................................................................................. 35
2.2. Relaciones lingüísticas generales................................................... 38
2.3. Relaciones con características especiales..................................... 43
2.4. Relaciones específicamente sintácticas........................................ 48
Ampliaciones y referencias...................................................................... 56
3. Unidades gramaticales............................................................................. 59
3.1. Generalidades .................................................................................. 59
3.2. Tipos y subtipos de unidades...................................... ................... 62
3.3. Unidades simples, complejas y com puestas................................. 71
Ampliaciones y referencias................... ................... ............................... 73