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m ijito

PORALACRAN
Armonía Somers

-a l ic a n t o
MUERTE POR ALACRAN
ARMONIA SOMERS

MUERTE POR AlACBAM

C A L IC A N T O ED ITO RIA L S .R .L .
Caràctula CARLOS BOCCARDO

S i p a r r ° 3,EDc iT° RiAi


Hech° *1 depòsito deTev
« 'a Argentina
Argentina
M U ER TE PO R ALACRAN

Tan pronto como surgieron a lo lejos los techos de


pizarra de la mansión de veraneo, dispuestos en distin­
tos planos inclinados, los camioneros lograron comprender
lo que se estaban preguntando desde el momento de
emprender la carga de la leña. ¿A qué tanto combustible
bajo un sol que ablanda los sesos?
—Los ricos son así, no te calientes por tan poco, que
ya tenemos de sobra con los cuarenta y nueve del ter­
mómetro —dijo el más receptivo al verano de los dos in­
dividuos, mirando de reojo el cuello color uva del otro,
peligrosamente hipertenso.
Y ya no hablaron anás, al menos utilizando el lenguaje
organizado de las circunstancias normales. Tanto viaje
compartido había acabado por quitarles el tema, aunque
no las sensaciones comunes que los hacían de cuando en
cuando vomitar alguna palabrota en código de tipo al
volante, y recibir la que se venía de la otra dirección
como un lenguaje de banderas. Y cuidarse mutuamente
con respecto al sueño que produce entre los ojos la raya
blanca. Y sacar por turno la botella, mirando sin impor­
társele nada la cortina de vidrio movedizo que se va
hendiendo contra el sol para meterse en otra nueva. Y
desviar un poco las ruedas hasta aplastar la víbora atra­
vesada en el camino, alegrándose luego de ese mismo
modo con cualquier contravención a los ingenuos carte­
les ruteros, como si hubiese que dictar al revés todas
aquellas advertencias a fin de que, por el placer de con­
tradecirlas, ellos se condujeran alguna vez rectamente

7
Hasta que las chimeneas que emergían como tiesos sol­
dados de guardia en las alturas de un fuerte, les vinie­
ron a dar las explicaciones del caso.
-Ya te lo decía, son ricos, no se les escapa nada. Ven­
drán también en el invierno, y desde ya se están atibo-
rrando de lena seca para las estufas, no sea cosa de de­
lincas P°r na<iÍe’ DÍ S¡qUÍera por las P e e r á s
sed'nara^nrT í “ demasiad° Patosa a causa de la
sed para andar malgastando la escasa saliva que les que-
ü ó n deen hacern l e l deSfCUbrimÍent° ' M ás b ie n oles-
«SuL Z t ? l elereat ab venía a sus
ta n p o d e r í o ct I a u „ T enSÍÓn í ™ d e d ° p u l^ p <*°
atómica. 1 car^a de dinamita o la bomba

todolv 61 hÍ¡° de perra * » “ *»


me ha dado la mala espinare que él“ bacheS’
como candidato -dijo el annnU« alacran me elegía
tar, mas su angustia contenida v °’ P“diend° aSuan'
aon el sudor del cuello que se arroJando por sustitu-
—¿Acabarás con el asunto? - 1<5S dedoS'
reccon-, Para tanto ^ Sitó el que iba en la di-
nunciar al viaje cuando ln ir' u,3iera sido mejor re-
ña- Como un trendto ^ I? "* * * la lo­
mo señalando en el aire h i f i ~a8regó con sadis-
™y_ y “ Paz de meteme e n T Í f T “ de un
restregó con terror contra Í espinazo. (El
-™ os el trabajo ¿no es cf e S t ? Paldo)- P« o aga-
y todo, tendremos que descarnar V nces" con alacrán
caja su podrido veneno, paciendo c S¡ 61 bioho nos en-
no de otra peste cualquiera re ' Sa Ievi®ta de eso y
dar eligiendo la f„rma de es^ ° St““ b* zonza la de a l
Aminoro la marcha al llí la pata---
Therese Entrada. Puso t f * * * cartel indicador: Villa
a subir la rampa de acceso , í J * Segunda y empezó
SZZT*dos « „ qtre parecia más b fe n ^ rapado,
el fondo de un afiche
de turismo. Dos enormes perros daneses que salieron rom­
piendo el aire les adelantaron a ladridos la nueva flecha
indicadora: Servicio. Más césped sofisticado de tapicería,
más ladridos. Hasta que surgió el sirviente, seco, elegan­
te y duro, con expresión hermética de candado, pero de
los hechos a cincel para un arcón de estilo.
—Por aquí —dijo señalando como lo haría un direc­
tor de orquesta hacia los violines.
Los camioneros se miraron con toda la inteligencia de
sus kilómetros de vida. Uno de los daneses descubrió
la rueda trasera del camión recién estacionado, la olió
minuciosamente, orinó. Justo cuando el segundo perro
dejaba también su pequeño arroyo paralelo, que el sol
y la tierra se disputaron como estados limítrofes, los
hombres saltaron cada cual por su puerta, encaminán­
dose a la parte posterior del vehículo. Volvieron a en­
tenderse con una nueva mirada. Aquello podía ser tam­
bién una despedida de tipo emocional por lo que pu­
diera ocurrirles separadamente, al igual que dos solda­
dos con misión peligrosa. Pero esos derroches de ternura
humana duran poco, por suerte. Cuando volvió el mu­
camo con dos grandes cestos, los hombres que se habían
llorado el uno al otro ya no estaban a la vista. El par
de camioneros vulgares le arrebató los canastos de las
manos, siempre mandándole aquellas miradas irónicas
que iban desde sus zapatos lustrados a su pechera blan­
ca. Luego uno de ellos maniobró con la volcadora y el
río de troncos empezó a deslizarse. Fue el comienzo de
la descarga del terror. Del clima solar del jardín al am­
biente de cofre de ébano de adentro. Y siempre con el
posible alacrán en las espaldas. Varias idas y venidas
a la leñera de la cocina, donde una mujer gorda y mansa
como una vaca les dio a beber agua helada con limón
y les permitió lavarse la cara. Luego, a cada uno de los
depósitos pertenecientes a los hogares de las habitacio­
nes. No había nadie a la vista. (Nunca parece haber na­
die en estas mansiones ¿te has dado cuenta?) Hasta que
después de alojar la última astilla, salieron definitiva-

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mente de aquel palacio de las mil y una noches, sin ha-
arandf COm° debid0- Pe™ festejando algo más
ccaraa ese
es’e Tnuevo, insensato
6 resurrecd™
amor a la vida siempre provo-
ros? q u é ^ L h Pet í 6 t0d0- - ‘ ^ Ué muebIes bárba-
entre todo an ta me parecía estar soñando
ta í: VÍVen éSt0S’ 001110 » lo c u b ­

iletera en 1 ^ ^ ^ Le5"1 ^ CanaStos’ pero con una bi‘


gaba y treparon r earon d dinero que les alar-
^baV
n ^;;radtdrtedaiaCabina'Yase
poc los perros en pleito n °* Slempre asaltados
de ¡os tipos, envanecido por CUand° Un°
su compañero hubiera podido 1 qU6 SÓ,°
sonar la bocina al tiempo que J t a C ' 6mPe20 R ^
vuelvan qUe ponga^con * hS Señores cuando
ues ¡Hay algo de c o n t r a b - m T , ^ traSte en los siUo"
engrande que se vino entre'“ia s V a C “ ’ U" a'aCrán ^

largándose a re7 7 *h!¡irt7 '0’ ~ agregó el del volante


Fae ™ando el camlón í 7 ° 3 la b°tella.
T el hombre que había oto,"V ' “ circunva|ar la finca,
o' contenido del mensaje An, ll ^ tiem Pudo caPtar
™™a el nombre es un c„n q“ desde se pro-
f l e t e ponzoñoso, era ,„ ’7 ° de P™as, patas cola,
emente las „alas bestias “ haWan ar™jado cobar-
d bmr - Si” contar V n f * “ o
f blo que 10 está recibiendo ,temWores del pobre
W , POr Ia misma * 7 ”° estómaPO- Entró
aquel ", Para ,a descarga7 -“ Posterior que habla
7 : 7 bab!a dd° Pan 7 ° ™ «donde. Siempre
«rse e Í á T P,etelnente de 1« objetos,
"o lo asiste. Es“ "1“ "0 eXÍgíendo; devori’7 " ^ ^
Patas, hinchar] T monstruo llenn f1 , andose al

dopm i ^¡L r ue]«°eiás-


tico y ondni i° aserrín vcrin* C as> erizado de
10 17 Asi, ni más ni
menos, lo vio el mismo día del nacimiento de la pequeña
Therese, también el de su llegada a la casa, y su toma
de posesión con un poco de asco a causa de ciertos in­
soportables berridos. De pronto, y luego de catorce años
de relativa confianza entre él y las cosas, viene a agre­
garse una pequeña unidad, mucho más reducida en ta­
maño que las miniaturas que se guardan en la vitrina de
marfiles, pero con movimiento propio, con designios tan
elementales como maléficos. Y ahí, sin saber él expre­
sarlo, y como quien come la fruta existencial y mete
diente al hueso, toda una filosofía, peor cuando no se la
puede digerir ni expulsar, por más que se forcejee. El
alacrán que habían traído con los leños estaba allí de
visita, en una palabra. Un embajador de alta potencia,
sin haber presentado sus credenciales. Sólo el nombre
y la hora. Y el desafío de todos lados, y de ninguno.
El hombre corrió primeramente hacia el subsuelo en
uno de cuyos extremos estaba ubicada la leñera recién
embutida. La mujer subterránea, a pesar de constituir el
único elemento humano de aquella soledad, tenía una
cara apacible, tan sin alcance comunicativo que con sólo
mirársela bastaba para renunciar a pedirle auxilio por
nada.
—¿Qué ha ocurrido, Felipe, por qué baja a esta hora?
¿Los señores ya de vuelta? —dijo con acento provinciano
restregándose en el delantal las manos enharinadas.
—No, Marta, regresarán a las cinco, para el té. Sólo
quería un poco de jugo de frutas —contestó él desvaída­
mente, echando una mirada al suelo donde habían que­
dado desparramadas algunas cortezas.
La mujer de la cara vacuna, que interpretó el gesto
como una inspección ocular, fue en busca de una esco­
ba, amontonó los restos con humildad de inferior je­
rárquico. Mientras se agachaba para recogerlos, él la
miró a través del líquido del vaso. Buena, pensó, pare­
cida a ese tipo de pan caliente con que uno quisiera me­
jorar la dieta en el invierno. Aunque le falte un poco de
sal y al que lo hizo se le haya ido la mano en la levadu-

11
ia u Ta a “na8inar todo lo demás, algo que vis­
lumbrado a través de un vaso de jugo de frutas toma
una coloración especial, cuando el pensamiento que lo
abia arrojado escaleras abajo empezó a pincharle todo
a l f S Y 8“ ? T 6 Sí P e l° a p e l° se le tra n s fo rm a s e n e n
rasñ ea 'e , ^ Pr t0 d ™ » . ‘“ “ ó u n a z a r p a d e
la le ñ e n v T ™ 1™ 3 c o lg ad a íu n to a la P u e r ta d e
coc na e0r Pe2° * 83031 * “ 3SÜUaS b a c ia e l de
hueso e n te n a d o U A P T qUe h a °e u n p ° zo ® b u s c a d e l

cmfe 7 C no que ? ,e venia de go1-


los camioneros, daba un salto h " ™paciencia de
Piernas, escudriñaban el suelo a Í T ^ Separando laS
* * su dignidad de tipo vesüdo de6 a™ 0 emPeZÓ 3 ^
la madera mezclado con el sudor “ T * - P°IV° d6
pañuelo, lo transformaron de Dron?“ , enSuciando el
tancia, un maniquí de esos eme < S° Sm imp°r'
en la tienda venida a menos Pp olvidar°n de subastar
debía llegar hasta el fin Pnc' ° .que c^ro remedio,
piso del depósito. Luego miV f ° F ^a zarpa en el
cocinera. A través del aire 11° * f*1* de nombro de la
la misma que en la transparen^ 7 ,partículas, Ya no era
eso, la suciedad de la pronio • ÍUg° de frutas- Per0
nunca se cuenta, pensó en e l T ”’ 68 alg0 con lo ^ ue
sas c ejan de gustarnos. Escupió °mento en que las co-
y e nada. Se sacudió con lnc C°n aSC° a causa de todo
empezó a ascender la escale‘ * an<* el polvo del traje y
distribución de la p!a . e. caracol que iba al hall
con desesperanza el mundo Volvió a mirar
»calos de madera a 1™ Á°S °b’etos- D“ de los
lustradas color alacrán, desdi? * ? tech°’ t a l m e n t e
as bandejas entreabiertas de sí Uras de loa cofres a
de mamobras de un bicho com’8™08 mUebles- eI c™P°
daba aun la posiM como aquel era inmenso. Que­
r 8m “ ^ ,l0S^ ^ „ s ^d e fas
de las h T cortmas>
° “ en
*“ los
dibu>
r ' '“fcves
de
de la gente p13 dÜata™ la búsqueda
estallado una epide¿ a ^ ^ a título de qué? Si
esPera al Minie*™ de
Salud que anda de viaje para pelear contra el virus, aun­
que sea a garrotazos, y sin que se sepa dónde está es­
condida la famosa hucha pública. Así, pues, para no mo­
rir con tal lentitud, decidió empezar a poner del revés
toda la casa. Había oído decir que el veneno del escor­
pión, con efectos parecidos al del curare, actuaba con
mayor eficacia según el menor volumen de la víctima.
Animales inferiores, niños, adultos débiles. Vio mental­
mente a la joven Therese debatiéndose en la noche luego
de la punzada en el tobillo, en el hombro. Primeramente,
al igual que bajo el veneno indígena, una breve excita­
ción, un delirio semejante al que producen las bebidas
fermentadas. Luego la postración, acto seguido la pa­
rálisis. Fue precisamente la imagen de aquel contraste
brutal, la exasperante movilidad de la criatura en su es­
pantosa sumisión a la etapa final del veneno, lo que
rompió sus últimas reservas, lanzándolo escaleras arri­
ba hacia el pasillo en que se alineaban las puertas abier­
tas de los dormitorios.
Aun sabiéndolo vacío, entró en el de la niña con ti­
midez. Siempre había pisado allí con cierto estado de
desasosiego, primeramente a causa de que las pequeñas
recién nacidas suelen estar muchas veces desnudas. Des­
pués, a medida que las pantorrillas de la rubia criatura
fuesen cambiando de piel, de calibre, de temperamento,
en razón de que no estuviera ya tan a menudo desves­
tida. Así, mientras se trazaba y ejecutaba el plan de la
búsqueda (en primer término alfombra vuelta y revisada
prolijamente), empezó a recrear la misteriosa línea de
aquel cambio. Desde muy tierna edad acostumbraba ella
a echársele al cuello con cada comienzo de la tempo­
rada (luego cortinas vistas del revés, por si acaso), pero
alterándose cada año desde el color y la consistencia del
pelo (colcha vuelta, almohadas), a la chifladura de los
peinados. Finalmente, este último verano, apenas unos
días antes, había percibido junto con el frenético abrazo
de siempre al mucamo soltero las redondas perillas de
unos senos de pequeña hembra sobre su pechera almido­

13
nada. Desde luego, pues, que le estaría ya permitido a
tírnn rem?cerse secretamente (sábanas arrancadas de dos
sin Vloentos^ Aquella oportunidad de conmoverse
naturaW^V^ ? ,Supiera era una licencia que la misma
de alcahuef6 & ^ €stado reservando por pura vocación
y no £ ~ cbi^ IIas inocenteS
- a r^vSda has^d T braf S' Buen° ’ tampoco en la Ca'
los aires ni entrM 1 Colcllón 9 ue ha volado por
de la gaveta entren) del elastico. De pronto, des-
sada más parecida ^ a la cómoda> una prenda ro-
uso. Era la punta del hif ^ a ]° qU6 sugiere S?
debajo de otras nnhp SU nUeV0 camP°- Y flie allí’
especies infernales de^ln f ^ meduSas’ de otras tantaS
te del bicho se 1 te™enino, que el color infaman­
t e produce la concretainente. Con el asco
Pe™ la cosa no r í ’ 56 abalanzó sobre el intrusa
mueve la cola sino* f ' €Stdo de un alacrán que
de tapas de cuern ^ angldo de una pequeña agenda
dorado de la casa d ^ C°Codrdo’ t e ostentaba el sello
sutiles), de ]as qug G Progenitor (Günter, Negocios Bur-
Retuvoun momento r>n° 'Set i a n cortésmente a fin de año.
to infantil, al igua] oupn f™0£tón aquella especie de amule-
d0 ^ ¡ o , cualquier J¡¡, i a encontl'ado allí una pata
de los fetiches Tn 6SaS que se guardan en la
®ntre las bombachas'v 1° de cbitiH a , una agenda
°s efluvios de tanta m ? equeños sostenes. De pronto,
sus nUei? 0 que Va tiene^teni^6 V& pegada al cuerpo,
Pecheras, 10 inducen o qUe le Perf°ran a uno
¿ v Stamente doncí hab?a T * * * en cual<*uier págÍ'
de m C°n la fecba d e l d ía " l ° í f m a l g a r r a p a te a d o a lá-
chac, 6V0 6n la Anca n i d*llegada. “Hoy, maldito sea,
los siet lnterrumPir las s aburrimient0. Dejar a los mu-
rdegues ÍT^red^entes inventando * ^ d C° petín *
todo el c feSe’ t e te and P°r “L°S 7” ' Per° D°
durante h ? 0 al abrazar este a-V° ^ C°Sa brutal p0f
cordar Pl tiemp0 ]0 at)r ‘no a Fe!ipe. Y pensar que
61 as’lnfo esta noche a ? C°m° a ™a tabla‘
14 Cn la cama. En todo caso,
las píldoras sedantes recetadas por el Doctor. O mejor
no tomarlas y ver hasta dónde crece la marea. Y no ol-
vidarre de poner el disco mientras d u r e ...”
• Un concierto de varios relojes empezó a hacer sonar
las cuatro de la tarde. El hombre dejó caer la pequeña
agenda color alacrán sobre el suelo. Justamente volvió a
quedar abierta en la página de la letra menuda. La miró
desde arriba como a un sexo, con esa perspectiva, pensó,
con que habrían de tenerlos ante sí los médicos tocólogos,
tan distinta a la de los demás mortales. No había astillas
en la habitación. La niña, que odiaba las estufas de leña
porque eran cosas de viejos, según sus expresiones, tenía
un pequeño radiador eléctrico guardado en el ropero.
Cuando, rígido y desprendido de las cosas como un sonám­
bulo, llegó al sitio del pasillo donde el señor Günter tenía
ubicado su dormitorio, aún seguían las vibraciones de las
horas en el aire. Se apoyó contra el marco de la puerta
antes de entrar de lleno a la nueva atmósfera. ¿Cómo
seria, cómo será en una niña? —masculló sordamente—.
Agendas abiertas, una marea de pelo rubio sobre la almo­
hada, el disco insoportable que había oído sonar a media
noche en la habitación cerrada. Empezó, por fin, a re­
petir el proceso de la búsqueda. Un millar de escorpiones
con formas de diarios íntimos iban saltando de cada leño
de la chimenea, ésta sí repleta, como con miedo de un
frío mortal de huesos precarios. Hasta tener la sensación
de oue alguno le ha punzado realmente, no sabría decir
ni dónde ni en qué momento, pero con una efectividad
de aguja maligna. Deshizo rabiosamente la cama, levantó
las alfombras, arrojó lejos el frasco de píldoras somnífe­
ras que había sobre la mesa de noche, cuando el cofre
secreto embutido tras un cuadro y cuya combinación le
había sido enseñada por el amo en un gesto de alta con­
fianza, le sugirió desviar la búsqueda. Nunca hasta en­
tonces los atados de papeles alineados allí dentro le hu­
bieran producido ningún efecto. Pero ya no era el mismo
hombre de siempre, sino un moribundo arrojado a aquel
delirio infernal por dos tipos huyendo en un camión, des-

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pués de echarle la mala peste. Tiró del cuadro, maniobró
el botón que ponía en funcionamiento la puerta de la
caja de seguridad, introdujo la mano hasta alcanzar los
documentos cuidadosamente etiquetados. Quizás, masculló,
si es que el maldito alacrán me ha elegido ya para ino-
cu arme su porquería, encuentre aquí el contraveneno de
saberlo * ^ n° S6a C0Sa de largarse antes sin

netL ^ll ai ^ Íer0,ide la Pared comenzó a fluir la historia


v e l ~ m1 ^ GÜntCr NeS°dos de Bolsa, no-
disfrazado de vní r P°r Capitulos- E1 capítulo del robo
hinchados de voM idzdeT el el ^ l0S pÍZarroneS
ilación provocada artif,V ’ , qU6 la por la in"
la ocultación de bienes Ta'TtiT ^ • balances aPÓcrifos,
de fondos que le fueran en / Z¿ Cl°n en beneficio propio
«no, los supuestos eaZ ^ C°n O m in a d o des­
dientes, Las maniobras dolos ^ ** per]uici° de suS
los valores, el agio en sus m ' u ^ SUt>aS ° ba,as en
ello reconocido y aceptado e' CanaIlescas formas. Y todo
margen, como si el verdadero“^ 6“* 611 acotadones al
una especie de apuesta suein ***1 fuera el delito»
El hombre leyó n S lm e " ^ ante - «tono.
f » : ‘^oceso,5b a ^ T Í “ T * ^ ^ *
^temarse en la revelación ° d® M> H ” Antes
condido tras las iniciales. F u ’ T T ^ ^ PerSOnaÍe eS'
vea durante una de las famosas momento en que le
de: pinchar la cebollita q ^ ^ “ “ ** 1&finca tratando
¡ 6 °r’ ° ^ue todo el mundo fJ* P°r varias veces a su
Giin^^T la historia del destr 1° COn erosiones de
Cunte Negocios empezó a sl^ aClad° H. contada por
de 16 °S11Vales ^novados de if6 aquellos Pagarés, de
tice dM C3rtas Adiendo O S 61105 uncidos.
lce de la usura, p a ra clemencia, hasta llegar al v é r-
resegrecmf0del° de ^ t a b i ^ ^ ^ i ^ ei’ecución sin lástima.
M e *eIvaior
Pre sin relatar 1 T mira ni huele P
devniaThc-
’ °SaS que U°
lo de la cebollita on • quedaría siem-
16 Vinagre, pensó como un
testigo que ha -;ivido una historia que otro cuenta de oído.
Entonces se evocó a sí mismo dejando la botella añeja
que traía envuelta en una servilleta y, como buen conser­
vador de alfombras, agachándose a buscar bajo la mesa lo
que había caído. Allí entre una maraña de bajos de panta­
lones y pies de todos los tipos, encontró la pierna de Ja
esplendente señora de Günter Negocios enlazada con la
del amigo M. H., o mejor la pierna del hombre entre las
de ella, que se movía en una frotación lenta y persistente
como de rodillos pulidores. Cuando él volvió a la superficie
con la inocua esferita embebida en ácido, le pareció ver
salir el cráneo pelado, del señor de las grandes operacio­
nes bursátiles algo parecido al odorno de un tapiz de la
sala, el de la cacería de los ciervos. Aunque ahora, atando
todos los cabos sueltos, el hombre de la cabeza con pelo
negro ya insinuándose al gris que gusta a las mujeres, es­
tuviera también en aquellos bosques de la ruina, perse­
guido por los perros Günter, arrinconado, con su propia
pistola apuntándose a las bellas sienes encanecidas. For­
mas de muerte, dijo, mientras seguía buscando el alacrán
entre los historiales y sintiendo multiplicar sus agujas poi
todo el cuerpo. Dejó ya con cierta dificultad la habitación
alfombrada de papeles. La cosa, si es que lo era verda­
deramente, parecía andarle por las extremidades inferiores,
pues cada paso era como poner el pie en un cepo que se
reproduce. Pero con la ventaja de estar libre aún de la
mitad del cuerpo hacia arriba, contando con los brazos
para manejarse y el cerebro para dirigirlos.
Finalmente, el cuarto de la mujer, la gran Teresa como
d la había llamado mentalmente para diferenciarla de la
°tra. Al penetrar en su ambiente enrarecido de sensuali­
dad, se le dibujó tal cual era, pelirroja, exuberante y con
aquel despliegue de perfumes infernales que le salían del
escote, de los pañuelos perdidos. Casi sin más fuerzas
que para sostenerse en pie, empezó a cumplir su explo­
ración, para la que había adquirido ya cierto ejercicio. En
realidad, eso de deshacer y no volver nada a su antiguo
orden era mantener las cosas en su verdadero estado mur-

17
muró olfateando como un perro de caza el dulce ambiente
de cama revuelta que había siempre diluido en aquella
habitación, aunque todo estuviera en su sido. La mujer
lo llevaba encima, era una portadora de alcoba deshecha
como otros son de la tifoidea. Pero había que intervenir
también allí a pesar de todo. Con sus últimas reservas de
voluntad, abno cajón por cajón, maleta por maleta y es­
pecialmente un bolso dejado sobre la silla. La agenda de
cocodnlo de Cünter Negocios, pero sin nada especial, a
con el aneaSl ™ a™tad0r' calend™o erótico
gráfica defe , 9 ™ él tragaría una
p w n,deeldr t r r ; - Lueg°- otr° capítui°- p- ° * » -
Annenas hons h , P? “ d remate final d<= M. H,
Después, r Pet ‘ en útil° ^ P°r h »«i"*-
triarían otra di™ - Uhhzarse los mismos símbolos, to-
mievo verano. Y pa^sobre el° 1^ ™igrat0rias hacia un
Apeló otra vez a sm rP ^ m° ^°S Seres mortales,
historial del hombre deSi°S 6»€rgía para volvcr con el
cumentos ^Parram ar los do-
alfileres o la c a rg a T c ro b ii d ’“ C°m° “ P™ado de
hsto, al menos antes d° su in ■6 ^ estornudo. Y todo
, N» estaba en reSdad ^
alacrán, si las uñas de ls „ f - " Sl Picadura de
solidarias, si apéndices cómeoU6 n Therese en sus escalas
P-tía agendas finas . su clie„tell bUfgUés «J™ IR-
fluvio de almizcle de la t|™ i ’ ° SI sencillamente el
fuere, decidió como últtao Fu« a lo que
c 0 °nde vivia la muTer T . ° hasta el sub-
humanidad que quedaba en la ™¡co baluarte de
c rt de pie- Un inmund! aT N°' no es ™P°«bIe,
infi eS uransión señorial c aCrai1’ 0 tod°s los ala-
« 7 T " i mate™Mad P ’a v n, f ‘tUyen a'«° demasiad°
el que ha domado las fiems d “ Un h°mbre como
q !la descubierto el m, i objetos de la sol í o
Piernas bajo las mesas con la *UtÓn0m° V a* revés‘dé ’las
- medio d i 0’ de - eS'
e la cocina para qUe ell ei]npezo a desnudarse
18 1 ella lo revisase desde el
pelo a las uñas de los pies (Marta, han traído un alacrán
entre la leña, no me preguntes más nada), fue que ocu­
rrió en el mundo la serie de cosas matemáticas, esta vez
con cargo al espejo del cielo, el único que podría inven­
tariarlas en forma simultánea, dada su postura estratégica.
Uno: el ladrido doble de los daneses anunciando la llegada
del coche. Dos: las cinco de la tarde en todos los relojes
Tres: el chófer uniformado, gorra en mano, que abrió la
portezuela para que ellos bajasen. En esa misma instancia
se oían los gritos de la niña Therese anulando los ladri­
dos, trenzándose con la vibración que las horas habían
dejado por el aire tenso: “Felipe, amor mío, aquí estamos
de nuevo. ¿Qué hiciste preparar para el té? Traigo un
hambre atroz de la playa”. Cuatro: Él entrevio unos senos
en forma de perilla girando en los remolinos de la próxima
marea, entre la epilepsia musical del disco a prueba de
gritito de derrumbres íntimos, y cayó desvanecido de te­
rror en los brazos de la fogonera. En ese preciso minuto,
formando parte de la próxima imagen número cinco, la
que el propio hacedor de los alacranes se había reservado
allá arriba para su goce personal, un bicho de cola pun­
tiaguda iba trepando lentamente por el respaldo del asien­
to de un camión fletero, a varios kilómetros de Villa The­
rese y sus habitantes. Cierto que el viaje de ida y vuelta
por el interior del vehículo había sido bastante incómodo.
Luego, al llegar al tapiz de cuero, la misma historia. Dos
o tres tajos bien ubicados lo habían tenido a salvo entre
los resortes. Pero después estaba lo otro, su último desig­
nio alucinante. Quizás a causa del maldito hilo como de
marioneta que lo maneja no sabe desde dónde, empezará
a titubear a la vista de los dos cuellos de distinto tempe­
ramento que emergían por encima del respaldo. Nunca se
conoce qué puede pensar un pequeño monstruo de esos
antes de virar en redondo y poner en función su batería
de popa. Seis: Sin duda fue en lo que duró esta fatídica
opción, que la voz de dos hombres resonó en el aire quieto
y abrasado de la tarde:

19
-Lo largamos en escombros al tipo de la pechera almi­
donada ¿no?
-Puercos, la casa que se tenían para de vez en cuando.
Merecen que un alacrán les meta la púa, que revienten
de una buena vez, hijos de perra. .

20
LA CALLE D E L V IEN TO NO RTE

El reloj del campanario terminó de arrojar a los aires


algo que ya no parecía incumbirle, con el cansancio de un
maestro de escuela que dicta su lección entre bostezos. La
hora crepuscular, vaga y desterrada del tiempo, se quedó
viboreando en la atmósfera sucia del pasaje.
Era una pequeña calle con vida autónoma, de esas a
las que sólo les faltó darle forma escrita al régimen priva­
do para que ni el mismo gobierno comunal pueda es­
carbar en sus asuntos. Es claro que perteneciendo topo­
gráficamente a un sistema de paralelas, pero a lo ínsula
con perros, niños y demás especies aparte, mezclando
sus efluvios buenos y malos, los ojos delatores de las ca­
bezas rodantes de pescado, las latas vacías en su segundo
destino del pataleo. Quedaba al margen el capítulo del
reloj, dada su implantación geográfica en el otro lado.
Pero habían decidido aprovecharse de lo que se puede
robar por el aire. Y tratándose de algo hecho por ellos,
considerarlo lícito.
Así fue que lo escucharon un atardecer más como a
cosa propia. Luego los pies del loco pasan detrás de la
última vibración, arrastrando las suelas a medio desclavar
sobre el empedrado. Minutos después, la puerta de hie­
rro que se hallaba desde siempre al final de las dos hile­
ras de casas con buhardilla, cruje en lo que dura el giro
como un esqueleto al que nadie se le arrima por pre­
caución, ni siquiera para aceitarle los goznes. Entonces
aunque todo el mundo se sienta involucrado en la misma
idiotez, pretender que un portal por entre cuyos hierros

21
se cuelan los animales y los chicos pueda detener el vien­
to, lo cierto es también que la calle va a dormir tranquila.
El hombre los tenía agarrados en el convencimiento, a
pesar de que nadie lo confesara. Como ocurrirá siempre
que una locura se tome su tiempo para trasmitir el men­
saje. Pacíficamente, sin acentos proféticos, y ni pensar
que con amenazas ultraterrenas. Aquello pertenece al aquí
y al ahora del que pisa el suelo común, haciendo rodar
Jas mismas latas y las mismas cabezas truncadas. Además,
ni se cobra por estar en la cofradía ni se excomulga a los
e proceso lento, o a los demasiados nuevos. Aunque con
ubiera que gastar un poco de persuasión de-
Mámente admmrstrada. El maníaco del viento, también
habia a d u n t^ ^ °’ y a causa yaqué en jirones que
había adoptado ,unto con alguna edad de su piel, era el
na el portal no u 6 “ "*»• " 6Í6'
barrotes v chilla 1Crt0 qU6 S° mete por entre loS
SU aliento. El verdee™ 0 ^ ™ “!°' Per° 6S° apenaS ®S
arranca drboles y ™ eT a t S ° ' ?“ ^
cejeando atrás yde aM no T ^ f°*

que sucedió lo que no « r,-


ese algo que configura ln „ < piensa casi nunca. Que
‘erial defmito, t ' h f®> Ia parte “ a‘
habia en derredor deba aon ? ' Y 0(116 toc*0 Io tlue
la nada. Una mañana el loco™ lo que ti116613’ a
P°r la puerta, la que abría o no ° C°VaCha pam *
rológico y Sin que nadie le seE™ su instinto meteo-
sron colectiva por todo lo n u e T ^ ! “8 servicios- La opre-
que deja de moverse re í ,'11’ 0 semeí * a a un pén-
56 perdiera a Wz° qu6 »
ron b Ia CaHc- Y 00 más co rSÓt™° qUe daba
vam
yaqu6. r‘odo
f riba “ tre u TRcals tro
el hombre * del mismo
A1U lo 6n6ontra-
color
2, M ° en «n guiñapo gris V
desinflado de golpe, como un paracaídas que se enredó
en las breñas.
Frente a la gravedad del suceso, por local que fuera
en su significación, no hubo más remedio que acudir a
los del otro lado del pasaje. Vino el cura de la capilla, ig­
norante de la expropiación de sus bienes por el aire, y
echó algo que parecía ser una bendición post-mortem.
Acto seguido, y tapándose las narices con el pañuelo, en­
tró el médico y certificó rápidamente. “Síncope cardíaco
senil ocurrido en la medianoche”. Todo aquello, desarro­
llado con ritmo cinematográfico, sucedió a la carrera, en
plazos acelerados que contradecían la lentitud y la pa­
ciencia con que el hombre oficiara durante tantos años
algo de tal importancia como vivir para morirse. Pero
fue a partir desde entonces que comenzó la verdadera
historia del pasaje del viento norte. O mejor la historia '
de un día de sus gentes contra el viento mismo que em­
pezará a acecharlos, puesto que nadie va a agarrar así
como así empleo gratuito y menos si el antecesor era
un demente. Es decir que, luego de cincuenta años de
blindaje imaginario, habría que dormir una primera no­
che al descubierto, cuando quien merodea es nada me­
nos que aquella fuerza sin control que tuviera a Alejo
Lebretón, el chico de dieciocho años que iba silbando por
el camino a través de los campos, agarrado el día entero
Por su carromato dado vuelta, con un hierro apretán­
dole la cabeza.
Pues bien; ése al que el viento había deshecho para
siempre dejándole como único vestigio de sí la manía
de cerrarle la puerta al anochecer, era el hombre que
yacía en el centro de su miseria y por el cual, como
Parte integrante del pasaje, se acababan de cumplir las
formalidades. Desde luego que sólo las que la pequeña
comunidad no hubiera eludido nunca a causa de su
acuerdo de mantenerse hasta cierto punto dentro de la
tey, a bien de no exasperar a los del otro bando. Pero
dicho ajuste elemental a las convenciones no alcanzó para
neutralizar en ciertos olfatos algo más importante que

23
todo aquello, el rastro sutil dejado en medio del olor
“ í, ! ” SÓtano por las del crimen, Por-
zaba a mi a Cfa Í’T ' 3Un muerto de lo que se alcan-
a espado T “ dÍCbmen médic°' el ™jo había sido
tM r L nuf r T CerÜdumbre '° que empezó a cons-
eonformidad de“ lis estúPida
al mismo paso de carga con n t ’ qU6 u* dÍSPersar°n
las ayudas deiandn d terminaban de prestar
El hombre a n ■ T T *“ C0Sas “ s" sitio,
los indicios, la c e m d m a T id denunciado ba¡° cuerda
e« la cara del vTe „ i * Y la m" eCa de tOT°r
■os golpes, todo i:’" 3' “ 13 cama por
- c°pe, era un tipo cip f ia na sído la causa de su sín-
les llamaba así duranteS nu6YOS» Precisamente. La calle
■"«ación, que en T e r tÍ ? ^ en ^ d" 1- «•-
^ 7 año, asediado entoncesT n° lograba P a d r e e . El
asumir las formas más vario i ^ gU6rra fría caPaz de
lern° (mudanza al amane ^ ° Se iba de acluel in'
con una cara especial h r° ° un día despertaba
ssde ese momento, hasta 14 ^ Y Sucia del Pasaie-
a con ¡a ofrenda máxima F1 57*08 ba^ aban su puer-
te™dad atravesaba la acera ° ** agUa de la « £ * » -
El nuevo ante quiPn „ ‘ '
meses °aUSa de qUe la caUe 4 4 1 ° ^ descubr¡miento, y
nes l Uí r t0 d e c o n f i a d l ^ Ub;e re « * * * * > e n p o c o s
jw e n n i era u n t L ^ d ° S ° * es d e m o s tra c io -
d e lo’ c n T° ° d e u n v ig o r C° m p lex ió n m a c iz a , n o
dablemente 4 ° t0da dase de Jrohh eXperiencia fuera
Predomin- j Camisas dp o lemas. Gastaba invít­
ese col0r10en e]l amari110» al Punto de0' ’ siempre con
Provocan Sltuaciones emir que aparición de
gote b L “ a “ Pide de s o desesperadas
“ t e S b i T " " - - S S t * S!mb°b E1 bÍ'
Ia vista del 1 6 estil°*
i . . Así> v
Y SO'i a _
saturación nicotí-
los seis o siete demorados que el hombre decidió de
por sí retener a dedo a causa de su carácter sospechoso,
el común desarraigo en el pasaje.
—Si es así —se atrevió a alegar uno del grupo con
olor y cara de boticario, rompiendo el fuego— mejor se­
ría denunciar. Un crimen es un crimen. Y yo, con cua­
tro meses en este basura], no tengo por qué echarme
encima el delito de encubrimiento. Aunque no por eso
creo que se deba dejar un cadáver de tal modo, en ese
abandono de perro. . .
Iba a hacer algo en lo que nadie había pensado, ba­
jar los párpados del muerto, cuando el hombre del bi­
gote amarillo lo atajó apretándole el brazo flaco a punto
de quebrarle el hueso.
—¡No, los dos no! —gritó autoritariamente—. Que uno
de los ojos quede abierto. Si en nuestra condición du­
dosa ante quienes lo dejaran vivir en paz en esta calle
cincuenta años tendremos que aclarar el asunto en pri­
vado, él será nuestro juez, quién más a propósito. Por
lo tanto, que atienda con un ojo sus cosas del otro mun­
do y vigile con el abierto lo que le queda de éste. Aquí
no pudo haber más testigos que él y la montaña de tras­
tos viejos acumulados durante una vida. Entonces, y ya
que estas porquerías no servirán de nada, por lo menos
que el ojo abierto nos vigile.
Un silencio lleno de aprensiones siguió a la operación
del ojo testigo de cargo, que el hombre realizó con la
misma eficacia de todo lo que le había valido la con­
fianza del pasaje. Con el índice en el mentón del occiso
y maniobrando con el párpado en base al pulgar, venció
en forma técnicamente perfecta la resistencia de varias
lloras de rigidez cadavérica, pero en un solo lado, sa­
liéndose así con la suya.
—Y en cuanto a la boca —dijo al fin— mejor dejarla
como está, con la mueca del grito desarticulándole las
mandíbulas. Por lo menos para uno de nosotros, el que
se la provocó a sabiendas de que no habría lucha en el
jergón, tendrá un sentido de dedicatoria.

25
Asi fue cómo el misántropo siguió tal cual en la nave
qme a del camastro, vestido de yaque, con las botas a
medio desclavar en la proa. Y aquel ojo vitreo agranda-
davhrn>ie KP°r qUe 16 iban a hacer to-
el destino d * ^ v 6n r6abdad’ aíS° extraordinario
to d e T m t X “ f aba aIIÍ P a g a n d o el doble e f e c
dor al ni,p él -y 6 8nt°' D e rnuchacho alegre y silba-
dole en una n J “ “ d Ca™ de sombrero deján-
ese dolor de clavo L 7 7 T moIestias- a™ Ia de
de una calle sin nombre y te g o a, guardián
men misterioso, sin móvil a V1Ct™a de un C” "
vocar ese agujero en la md P6r° Capaz de pr0‘
otros aprovecha para precipitad ^ Pensamient° de loS
revolcón metafísiL^y ^ amanll° calculó el término del
torio desde los pronin«"?^'0 a encaminar el interroga-
buen estómago los sospechnd^6' deductivos- ¿Eran de
n° más a la pie2a del loco v °n ?UeSt° qUe entrar
en f umbral deberá ser p1 ° a echar el vómito
condenando a todos en 1elemento que los está
Par~EntonUna lafgada simuItánea! ^ ° Ual 56 irá 3
ron habrá entre ^ p o c o l / 56 tien® en Cuenta que
incan S°metieron a revisión ^ (todos se palpa'
el ase? r°mper una puerta 1St?rica con sobresalto),
Pnd°' Se 6nCUentra aquTpor n 61 h°mbro - a patadas,
d e t s i " darSe «a. d s c¡rUn SGgUnd0 descarte-
ci d o t r as caUes> * * d T a C un:tancias entre al^ °
cerrado cÍT?n Pasti,las de ™ ' S^ E n tu ró a discutir
Los otrn Un pasaje v2 !:m eSt0 110 fis un huerto
fensor de * ? S?lraron- Había SUm ? P°r Varios puntos-
Lacia el 0in ? • El hombre d ef k° Sm buscarlo el de-
famosos que so ’6' ' 0 del cadáver quemado mirÓ
arranearle datos ? PQCes hasta de 0W ° f 8“ detectiV6S
esPerar por nn ’ Con tal fUer7o a Ja vrctima para
en e] Pequeño ,riVegUndos se pm d^6 ^ resto pareciÓ
globo detenido e„p °dl,iera a>g° revelador
26 Su órbita.
—Si —dijo al fin como echando imparcialidad por cada
poro— podría estar el asesino en la otra calle. Pero hay
algo tan importante en materia de coartada como débil
en posibilidades: cierta legendaria ofensiva de piedras
con que dicen que el pasaje vengó una vez el el en­
venenamiento de un perro. El recuerdo del episodio, que
parece que hasta la misma policía suele usar como ame­
naza para que no se reabra ningún capítulo nuevo, eli­
mina también al bárbaro que se animara a volver a pro­
bar suerte con el pasaje. O mejor empezaríamos por
admitirlo y buscarlo, pero después de haber probado
nuestra inocencia completa. ¿Dónde estuvimos los siete
nuevos a medianoche y haciendo qué cosa? Eso es lo que
hay que demostrar —gritó en forma imprevista, patean­
do un tiesto vacío que rodó del montón— antes de des­
parramar por ahí lo de la puerta forzada. Pero aquí, sin
irse a preparar mentiras a la casa ni hacer correr la bola
hacia la justicia, por añadidura.
Fue mediante ese sistema de fuerza que comenzó cada
tipo a deponer bajo juramento. El número uno, cierto
fabricante de valijas de cartón llegado a la calle pocos
días antes, empezó por olvidarse no sólo de lo que había
cenado, sino de cosas tan adheridas a su intimidad como
el nombre de la mujer, la hora en que se acuestan los
clúcos, la procedencia de la materia prima de su in­
dustria.
—Y el cuero no recuerdo tampoco dónde lo compro.
—¿Pero no estábamos en que eran de cartón forradas
con papel?
—S í... Pero el cuero del papel del cartón... ¡No lo
sé, qué diantre!
Aquellos traspiés fueron aprovechados por los otros
para repasar mentalmente sus cuadros personales, de
modo que ni Dios metido a fiscal, como dijo uno, podría
hacer pisar en falso a quien no ha mentido desde que
salió del colegio.
También bajo promesa de no andar haciendo bandera
con su inocencia, se permitió a Jos eliminados volver a la

27
casa sin reclamo de ninguna especie por el lucro cesan­
te de sus valijas, sus perchas, sus agujas de primus, sus
pescados Entretanto, a causa del día tormentoso, los
olores del cuarto habían decidido individualizarse, des-
ane«ndo°de h°m° ™Urcicdag0S en !a confusión del aire
que la i * ° ^ H “ - Ya a media V en tanto
zas, tres cnníV^ í^u e?sando sobre unas pocas cabe-
n-ogatorio no \ °1 ° m!>re que ba conducido el inte-
C é ric a m e n te . °Pa°saban l e C°m ° “ deb<5 at'
bes heterogéneas do no - " 0 en cuando unas nu-
que un airecito de ese <tipo°deÍ1Ch°S ^ tÍemP°
que se las trae W P. que me imPorta, pero
de tanto en tanto se *,mpu] a Puerta adentro. También
pájaros ch ille a{ ° T * ^ '* m * unas Andadas de
-Y bien, ahora sí aue * P u n ir s e de algo,
para contarnos -dijo Con°f i'11"' 1°S dedos de la roo110
volviendo a arrojar ]& ahga el hombre del bigote

dose cada vez más pálido61 b°tlcario> que iba ponién-


estremecimientos, como si un l , Xe.Comd° Por pequeños
ad^ o . 51 taladro 10 carcomiera desde

que no°le ^camente, rabiando al cons-


j n,e que Vlve comprando oble'1 C,lgarro~ ver cómo esa
un ,pVllgen y cáscara de er-in^Y6 Cualquier cosa, agua
si n n h eKter° SÍn hacer u s f d t ’ u ya P°dido V****6
diarreas SGn b°H^ w° ^ « a l de que
E toarían las eczemas y las

Pregunta f 11 que> bromas aparte - 1


agarrándose el’ f,eniuiciado salió de ** ^ ^ u
árbol. estomag0, derecho i ■apUr° a la c
"¡Haberlo dich * ^ ^
f c K f r S - k det 61 el otro^
yerde. ^Ul n° hubiera r.-d-/ 1 ° e**minado desde el
lc o meterse ningún pisa-
28
Fue al cabo del importante descarte que se oyó el
nuevo amasijo de pájaros histéricos, siempre en el mis­
mo sentido^ que los anteriores. Aquello iba creando ya
un cierto régimen de cosa que se extraña si no sucede.
Fero que hacía encogerse las visceras cada vez, como
cuando pasa un entierro. Por último, al enfilar el inte­
rrogatorio hacia un tipo sin luz ni sombra, parecido a
una moneda con el relieve gastado, que se había puesto
tras un montón de ropa vieja, los dos hombres restantes
lo encontraron sollozando con la cara entre las manos.
Antes de que se le obligase a explicar su actitud, el in­
dividuo empezó a moquear mirando por entre los dedos.
-No, a mí no -d ijo - Yo soy el único que no podría
demostrarles nada en mi favor... Pero tampoco porque
haya algo en mi contra, lo juro por mis hijos.
Aquellas palabras de tierra humilde puestas sobre su
cosible delito tuvieron la virtud de hacer perder los es­
tribos al hombre que se había teñido los bigotes fu­
mando, para quedarse sin cigarros en el peor de los mo­
mentos Ya se acercaba a hacerle largar la confesión co­
mo Ja bilis al boticario, cuando el de las manos en la
cara, cuyo medio de vida en base a cierto carrito pin­
ado de verde y tirado por un caballo flaco había sido
siempre el misterio del pasaje, empezó a desnudar su
1 mtima con la ingenuidad de esas novelas zonzas
que uno empieza a leer entre bostezos, para terminar
S¡. rC;¡ndose c°n ternura la última página a la mejilla
ai, a los diez días de haber llegado a la calle con la W
flaco Í U\ deSaIf enC¡ma- éI haWa uncid° ^ caballo
O al carrito verde y comenzado el negocio. Es claro
que yéndose lejos, y por una de esas inspiraciones ve
mdas nunca se sabrá de dónde como ci nlrr •

f rz s r ü Á £ ™ ? ~
se afrontan las risas del rmaiV ™ por ^ ue

29
etiqueta. Muchos creyeron entonces que se trataba de
transportes. Pero él no tenía tiempo para disimular y
nunca quiso acarrearles nada. Mas a juzgar por el dine­
ro el ico y en cantidad que la mujer y los niños llevaban
seaio°rr-COmerCÍu dd PaSaje’ parecía b¡^ , se-
f “ ° dl¡er0n a ella misma en la propia cara, algo que
por dentm I T * !* ^ dob,ánd^ una pierna
queña moneda ^ pa ones: Qu® importaba. Una pe­
que had a v a T ^ 0 a Crecer’ a A ta r s e . Hasta
la casa. 161 ° 16mpo la ProsPeridad se instaló en
-¿Y entonces?

con el queThabh^y06 1? Vergüenza Por el carrito


el caballo, las ruedas y llen° de baiT0 qU®
Pieza. Lo dejé al P Preciamos formar una sola
donde tam bién m e éam hin T * h6rr6rÍa d e la s a fu e ra S ’
pasaJe que lo había vendido ° 6 Y lu6g° di,’e e° ^
-No 61 n6g0CÍ0 acabó?
sultado -contestó iliLünánd ^ S16mpre COn el mismo re'
exige cambiar de pueíT " Un r6Sultado W* sól°
tos pueblos en un mundo h i n T ^ 0 hay tantos y tan'
Donde menos se piensa s u r ° de gente como éste,
tras un gnipo % /! S^ ge alguno, a veces escondí'
y sintiera vergüenza de andar C°m° SÍ estuviera desnudo
—¡Basta - ^ 5 ^ el paraíso...
Pequeño farsante por de’ bigote agarrando
tabas“ eVaS 3 * * * qué hidste“- ^ ya de ta" taSÍa
- a ñ a ¿ r mi ,híÍH »» que aó r , medi“ °uhe, dónde e
- u t 6 Zmora
^ e entre
d0b UnÚ,ü”
los trastos" - S b éSe *o
suavemente
tss que no puedn •
e s T e n t e r r a * ^ ' 0- - E l ^ e t o V,o lv ie n d o a su s s
y ° mismo á K ,0 llave en m i ene ^ SS p u e d e 1Iam°
~ 'C . e n ^ y ^
3o mU)Gr Y atns hijos no! Aquí mi
mo o al diablo con tus mentiras de a un centavo, ladrón
de pueblos chicos!
-Pero es que mi mujer y mis hijos tampoco lo saben
Nunca les dije nada. Me perderían el respeto para siem­
pre.
El hombre miró de pronto al muerto como si le pi­
diese ayuda, no se sabía si en cuanto al ojo omnipresente
o al olor propio, que estaba ya trenzándose con la mez­
cla de los anteriores. Una nueva ráfaga había hecho pe­
netrar en ese momento otra nube de bichos con alas
cruzados racialmente por emergencia. Los que no ca­
yeron fulminados por el humo empezaron a oler al ca­
dáver del camastro, a metérsele en la boca y el ojo abierto.
-Bueno -dijo de súbito- yo fui el culpable del patatús
de este viejo mugriento. Si es necesario que otro que no
sea yo traiga las pruebas, prefiero haberlo matado del
susto que le di al derribar esa puerta podrida. Es que
desde el primer momento de mudarme al pasaje, pobre
como una rata, el viejo me había intrigado. Estos men­
digos sucios, pensé, tienen tanta plata como pulgas. Y
por otra parte, siempre será uno importante si se descu­
bre la cosa, mucho más que el hombre del carrito verde
y las monedas más chicas de la emisión agujereándole
los bolsillos. . . Y si quieren saberlo, sucedió de este
niodo, Dios me perdone. ..
Fue en el instante en que se iba a iniciar la recons­
trucción, cuando llegó corriendo un muchacho del color
del pasaje, con un pequeño envoltorio bajo el brazo.
-Disculpe -gritó desde la puerta- la señora de ese
hombre que está en el velorio de don Alejo manda esto
Me pidió que se lo diera a su marido y le dijera. . . Bueno
no entendí muy bien porque ella estaba llorando. Peni
creo que era algo así: que el negocio de ponerse esta
careta doble que se ríe por delante y llora para atrás y
hace largar monedas a las gentes en las ferias, ella siem­
pre lo había sabido. Que no le importaba entregar des'
Pués plata chica en el almacén o en la panadería, que era'
Peor morirse de hambre como antes. Y que él llegó anoch

31
temprano, escondió la careta bajo llave, cenó y se metió
en Ja cama.
G, , f ° T j anÍ0 ? la nueva bandada de paso, y al reo
nn b a t v l ? ? 1? 7 ° U"a flecha' “ n s“ bal°
altura d e l “ d °‘r0’ los óbolos de mayor
que los anter- 6 U™r0n ™ estremecimiento más largo
sXiSarreiirrdelasc°pas-ei m
¡sm
°
hombres que restaban 1 i espmazo de los dos últimos
el que se Z X l ? ^ uno de los cuales,
CÍÓn; vo]vió aa mirar
Imrar por
por l°laa puerta.* ^ ,a SftU*
-—H 11r\ rl t 1 .

sobrecogerse Pante u ^ c ie lo ^ rV ’^ SÍ mÍSm°’ 1UGg° ¿


nos viene, sino aleuipn rdinoso- pero no el que s
davía no habló p o r q u e ? ? ? adentro, <d <lue t0
Sirve nada más qUe Dan Cngua de dos puntas no
que no tengo por qué*deciM to. venenoso. O 3
IrnP°rta a nadie TJnn i ^ ° ^Ue bice anoche, ni e
-¿Quién? _ gritó el? f d°*. buen hijo de per:
hubiesen cortado- V,.
el «hálito
cuno. SÍlbar como si
“^ r a n X q l ^ ' p Ea* etó". eso lo que he dicl
« hay muy decentes. Las lo ., í 63 poca cosa. Porq
1 a parecerse a la que j../.! flue no se animarían nun
. * —
o n 7 f 6 l0S dos. ° aqU6lIa <lue nos
i i wj

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hvidez habla ? ! rindiendo el ho eqmvocada de
« e n tr a s T , « 0 el r o s L ? ° m e n a ie - U " a *e¡
Chos d°* p i e d r T y ndÍt
por el cubil a V °brand0 ]a « ,?n los pun0S
un directo al c * ^ a abalan z a ¿ stancia Perm
nire._ v, ‘ eoraznn i„ i .. 1 se al__________ __
le hizo caer sobre el montón de latas vacías, botellas, za­
patos sin pareja acumulados a su espalda. Claro que todo
aquello formaba un colchón demasiado huidizo y retum­
bante para mantener la poca dignidad de un venido al
suelo. Pero ante la indiferencia del ojo abierto del juez,
y mientras el atardecer premonitorio se adueñaba de las
cosas, el tipo derribado, apoyándose mal que mal en un
codo, empezó a decir sordamente:
—Hijo de una de esas ¿verdad? ¿De modo que mi
madre era una zorra cualquiera, no? Nunca se hubiera
atrevido alguien a decirlo en mis narices, a menos que
huscara una forma segura de no repetir el cuento. Pero
ese que se decidió a hacerlo hoy va a ser mi segundo
asunto en esta cueva apestosa —agregó incorporándose
como pudo, y en una calma ficticia parecida a la que
de tanto en tanto daba en cuajar afuera.
—¿Con que tu segundo asunto, no?
—Sí, mi segundo asunto, poque si querías saberlo, viejo
adino, v te valiste del anzuelo del insulto para hacerme
Morder, dejándome adrede al final de la cola, yo lo asalté
a medianoche, y reventó del susto como tantas veces él
cabria hecho explotar de sangre sus propias chinches, que
sa ian con el tiempo malo por debajo de la puerta, cruza-
an la calle y se me metían en la cama, puesto que vivo
a 11 nomás, frente por frente.
Respiró a lo hondo, volviendo luego a la superficie con
aire de desafío. El otro aprovechó el resuello para ata-
del S6^Un su sistema, desechando de primera el argumento
que mata por miedo a las chinches, cuando sería me-
0s complicado matar a las causantes.
^ ~~~-t lo hiciste —agregó el del bigote amarillo imitando
nía °n° rrionocor^e d d último sospechado— porque te te-
la a medio rechiflar con su viento norte ¿no es así?
b así podría haber sido. . .
tra ] Porclue cada vez que lo oías sobre esa calle arras-
Puert° ^°S k°dnes desclavados para cerrar la maldita
Clla a’ Pensabas: los ha vuelto locos a todos durante
na o cincuenta años y sin muchas explicaciones.

33
Sí, o no. Soy nuevo, no sé qué les habrá metido él en
la cabeza para que crean en esa forma.
Hp 'n •C°m°1iun <;ura de aldea que les habla a sus fieles
mostrará Í ^ Y r°Sad°’ P6r° del Tue sól° Puede
" U o S 20 q u e Se de 0
Asi sería la cosa, quizás.
quiera va^a W & !iempo aún> pensaste: un día cual-
he creído por se mí’ que todavía ™ ]°
que para ese entonceTya no T “ ’ ?GT° 10 P6°r
mi idiotez, como W i acance a dar cuenta de
>«gue a ere“ ™ d fa t SUCe<JÍd° 3 ,os d™ ás> V
“dios a este topo cuando^J16? 0 ^ le afl°JÓ loS
-Todo tal cual, amico en ° . tendría unos pocos años,
bolas de vidrio Sólo falt V1St° a trav^s de una de esas
Mandinga humeando e n l u ^ negro V los yu>'os de
—Entonces n m T1 brasero...
h°u>W Wando ¿ T emPU1'aSle la puerta con el
puesto que ningún síncmJ ^ que iba a delatarte,
ve a que se consumía encendí*31 haCe saltar- La
éI t Ca]0n donde quedaron w 3 ? taba sobre ese nliS'
murió T 00 queriendo creerlo m del Seb0, PorqUe
T ltw tGrr0r’ y n° Pornim , maldÍt° seas> y de eS°
‘ las Propuesto. danzaras a hacerlo como
Pero yo no ln 1 k >
Esos ÍTPT arme Un "dmenpor0’ ^ J*16 la cosa- Y nadí6
res -dijTeThV,6 lt>S C°n°Zc° b l e T ^ ! ^ 6, VÍSÍta nocturn£l’
recuerdos v vnl° T Ü‘ecerrand0 l0c n 0 de C0SaS P<7
cipio. ’ 10 a su silbo mori COmo Para apresa
Ppr m°dulado y cínico del pri«'
Pero empezó desdo
^ T a n?ed%C3lcula la m e Í l í acercarse al otro como
eando el amh 3 qUe Una oscurida j1Sjancia Para estirar Ia
en ,a mano ¿ 1^ ' Llevaba un¡ n preciPicio iba ahue'
Ios anteriores nPA°nto’ Un aullid 7 ' ^ sevilIana abier^
que si en vez d * *** las % T SUperior a tod°.
62 de quererdesn í de los Abóles. Al igu*1
34 P6lnarlas a lo viento cornú*’
éste hubiera decidido cortar las cabezas verdes. El hom­
bre del bigote amarillo se agachó para otear de nuevo
aquel clima de próximo mundo abajo que había invadido
la tierra. El de la navaja, asombrado por el mismo ruido,
desvió la marcha que llevaba en dirección al enemigo
para mirar hacia afuera.
—De modo que tu última víctima, y por las causas
que te he ayudado a confesar —aprovechó para decir el
del bigote, que no las tenía ya todas consigo.
—Sí, podría ser la última, eso nunca se sabe, ni cuando
se mata ni cuando se toman copas. . .
—Está bien. Pero antes de que te linchen ahí, voy a en­
señarte una cosa, algo que a mí mismo a mi edad me
está pareciendo mentira. Porque la vida es así, un mis­
terio que nunca se podrá aclarar por más que uno vuelva
y revuelva en su cochino pozo negro. ¿Oíste el nuevo
alarido, no? Bueno, eso es el famoso viento norte del
viejo, el mismo al que él pretendía cerrarle la puerta
todas las noches durante los largos años de su vida en
esta calle, y que no se sabe por qué jamás volvió a tum­
barlo.
—Siempre ha soplado viento, eso creo.
—Siempre ha soplado viento desde tal punto, no pien­
ses que estoy haciéndome el despistado. Pero no todas
las veces ni fue ni será el mismo de hoy. Sólo cuando
viene con esos anuncios es que la cosa cambia. Si será
o no por la derrota final del viejo, yo no lo sé. Pero lo
cierto es que dentro de unos minutos pasará por acá algo
como para que Dios, o quien sea, nos sujete a la tierra
con todas sus estacas. Y luego el que pueda salga a ver
Jo que ha quedado en pie, si se anima.
—Puede desviar. El viento es como esta navaja, o ataca
en el punto justo o se desvía.
—Es también posible eso, que pase de largo, o que si
tenemos suerte dure poco. Pero la gente de años que lo
conoce estará en este momento encerrada. Esperando. Vida
o muerte. Y quién sabe si algunos, los que creían ciega­
mente en las fantasías de este loco, aquello de que era

35
b ín lT j m 01611,0 10 qUe ¡ba a Pasar P°r “ tre los
- N o t l m n m 6Ste m¡nuto de Puro “ “ do.
menos! Va” * la pala por ™ miedo más o

tonceNs°',ePeh a h rdeSr é! 6 S b rá n que » A v iv a n . Y enf


cuando' e v i el ^ t™ ° ' P°da2° de - - in a ! .
*á n ^ el asesino de su H
recojan sus techos vs. ^ T* S mujeres y los niñoS
calle. Lventanas desparramados por lo

tambores sordos emne?” C1(^,t0S aSregados sinfónicos de


del suelo. Para ese tiemrn^l ? Cada Vez mas a raS
cerrar la puerta de la r C°S mbres se ayudaban 11
Pasador que no corría a cJm \ tr,atando de usar un viejo
e! viento les arrebató V i hermmbre. Hasta qu?
gonzar, y empezó a retnm^ manos la hoja a medio des-
qae a él le ocurría n T Z ™ ***** como si 1°
tredichos de aquellos D Z T * ^ que ver con los fl*
sus dos patas. Él era » Z \ S°Stenidos P°r milagro e’1
!!'e f había gestado múndo f -u g° demasiado enormo
e desvinculada Por Pn , ’ Una preñez de cielo
‘ -Est^V,3S,receptivos de s: r ° I 6 l0S vientres mOÍ'
, Esta hecho, pup, ,lnrnundo lastre
¿ " " d o el confeso, con u t Pr°nt° entre ano y otr»
L e t ; ,“ 6 por h mT 6SÍÓn da bestia acorra-
cualqn.y ’ lciendo que 10 odiilf ° acc’dental del vid0
, se ae’b6a, P" . SU “ s o ?°'
escapar de de,*ar que me r Z ona- Pueden H«'

d o ^ é, r “ dose c0

dr sede5 “ os maderoL

lMas rodantes de ába de PaP<** 3


36 > c°menzó a agreg
el sonido difuso del reloj del campanario de la otra calle,
la hora ritual del viejo en su misión gratuita de la puerta.
Precisamente en esa especie de lampo entre la terreneidad
y el infinito, se alcanzaron a vislumbrar en la sombra sus
botas de suela rasposa sobresaliendo del camastro como los
topes de la vida. El hombre que había dirigido el pro­
ceso, cediendo al fin en la brega con la puerta, se aba­
lanzó hacia aquellos pies varados definitivamente y en
cuyo ángulo se expresaba el verdadero sitio de la muerte.
—Ya sé —exclamó como el demonio de las decisiones
finales- ya sé lo que hay que hacer, y no el gesto barato
de entregarte a la policía para escapar a la pedrea de la
calle. Era el ruido de esas suelas sobre las losas lo que
ellos necesitaban para seguir viviendo en paz. Y para no
morir de terror por lo que les está ocurriendo ahora, v
todo lo que podrá venir mientras vivan. ¡Vamos, pronto,
a calzar las botas de una vez! ¡No pasaban nunca más
de unos minutos sobre las campanadas finales para que
él saliera a cerrar la maldita puerta!
—¿Pero yo, yo transformado en él? —preguntó el indi­
viduo mientras la fuerza mental del contrincante le que­
na obligar a transferir el calzado.
—¡Sí, tú, tú mismo, alguien habrá de hacerlo antes de
que sea demasiado tarde!
Entonces fue cuando el tipo de la navaja, que aún no
la había cerrado, se decidió a matar bajo la luz verdosa
con que sus ojos iluminaron la cueva. Y también a hablar
lo que en aquellos segundos desesperadamente tensos era
otra forma con que podía ataviarse la muerte.
—No —dijo con un soplo caliente sobre la oreja del
hombre del bigote amarillo— yo calzar esas botas nunca.
Y te lo estoy diciendo con este filo así, en la arteria que
te salta en el cogote, gusano del estiércol, y a punto de
que caiga sobre el suelo el charco de lo que corre adentro
tuyo, todo menos sangre limpia. Porque yo, vas a saberlo
de una vez, venía de desflorar a una muchacha de quince
años de la otra gente a la hora en que derribaron la
puerta del viejo. Y eso que inventé silbando mientras du-

37

i
raba el interrogatorio de los demás, mi compb’cación en
esta muerte a causa de las chinches que cruzaban la calle
y no me dejaban dormir, era la mejor coartada si la chica
K a a <josa’ yendo as* a parar cómodamente a la som-
kd7se ” h0mÍddÍ0J ^ e n t a l , antes de que los del otro
y devoivieran ia f - ™ ° sa p « 1—
De modo míe f botas Para siempre ya no.
U vrda°dqe"emSare 3 * h P°Uda Ia ™ dad- ^

hombre del tógote^otóradT* '* ™ ,ación? -P eg u n tó el


cuezo. a sen^r el acero en el pes-

ahí enfrente después^r?™611110 d& meterme en mi carI13


deras rotas y el conyñ a aventura c°n la chica, las ca­
en la puerta de este TóMn" ^ ^ "V“10’ yo oí los golp6S
farol, viejo salvaje v ti i •'°’ ^ t6 V* en^'ar a la luz del
bías hecho. b,én ^ después de lo que ha-
■~¿y por qué razones? —’
ya s® hálito-. Todo delitn^ u argumentar el otro casi
a e os pueda entrarle en U C t0ner 1111 móvih Per0 QuG
-El mismo que J® S0Sera‘
> les entre o no les e n tre ^ ? endllgar hace un momento,

pi aos mueiL«-
rst disloque del vi

llenad0c a d mund
de despm - pues> y agarrán rln i 0n m panan'

°- E
° « * *3£ * % helaks
oír e] ruido de í
cí eJt,oos-árbo,es is?
iá: b: '! s a punt
6 del bigote n qmer cosa con ba!
bretón, en derP u* SUelas a' medio 1qUeíTlado iba dejand
je, a camhi 0 ura hacia la n esciavar de Alejo L(
pr°Pio destino " SU d d final del PaSÍ
tencxonal contra e

38
HISTORIA EN CIN C O TIEM POS

LA MUJER

Nada en el mundo podía compararse a su desgracia de


hombre. Nada. . . En medio de los puñetazos dados sobre
la mesa, en la que bailoteaba a cada impacto la lampara
de queroseno, se producía el desparramo intermitente de
aquellas palabras obsesivas, rubricadas por las lágrimas
que iban cayendo en cada embestida del desahogo. Por­
que una casilla junto a la vía del ferrocarril, que es la
última miseria a que puede llegarse, era algo sin impor­
tancia. No poseer más bienes en un mundo atiborrado de
objetos posibles como éste, que una cama, una mesa, la
silla de la palangana y el cajón del primus y, si acaso cu­
pieran en el inventario, ciertos banderines provenientes de
un remolcador desguazado con que tuviese que tapar los
agujeros de las paredes, tampoco esto daba para deses­
perar mucho. Pues lo cierto era que hasta hacía una pocas
horas había estado ella, la mujer, siempre cantando y rién­
dose, nunca se sabría si de estúpida o de feliz, o de las
dos cosas al mismo tiempo. Y también llorando de tanto
en tanto, para distraerse, según su explicación bastante os­
cura.
Todo temblaba allí, y hasta lo que estaba suspendido
en clavos se desprendía en ocasiones al paso de la maquina.
Ella había adoptado un sistema: reírse del escándalo pro­
ducido por la epilepsia de los utensilios y tratar al mismo
tiempo de disminuir sus efectos. Percibía por las plantas

39.
momenf?* "h"“ 0" ,ej'ana- Y ento"<*s, al llegar el
namente Pre°a'
W brevísimos como **

como “ clh 7 h * ° dC Pr°nt0 61 h0mbre a media voz’


mentos del vacío e corporeizado en base a los ele-

limpos por la^rtuTde1^ resPingona Y dienteS


vaba siempre blanca aun S milagrosa. Y se conser-
Vía de Ia Palangana ^ ST** de ba™> Por la única
veces debían vigilar a r t S°bre esa silla, y que a
cisamente aquella serie T SUel° desPareJO- Fue pre-
nectados del drama de la f6 PGllsami'entos neutros, deseo-
con suavidad en cierta i° que Permitió penetrar
a misma que Sueie ab a mal vigilada por la angustia,
ser querido, evaporándoles U v qUC GStan velando a 1,0
En ese lampo vpri S lagrimas.
la. “ usa, la volvió a S 61,116 d d°'0r ? eI °lvido d6
en nocturno se les eoh T aquellos momento en que
arnbos en la ^ y ^ ^ ^ ^ m a de golpe estando
tnsm0?iertaba trazándolo n * a de Ia costumbre,
nes ' ¿a- Por la locom otora^ S°Stenerl°- Entonces, y
peque-' PUeden rec°rrer u? SGntía td a s las vibracio-
ñecos qu^f. ^ egadas a ]a tallan,?0 ÍGmenino hecho dC
dora. 3 an l°s chicos un rlnlClpaI’ Como esos mu-
Cp , 1 ta de madurez creí'
siento que hot^1? ’ t0rnó a leer el
desperes nunca” y&ma s? apelucho: “Me boy,
tren qUe Se . ‘ e Pronto r,or i GS para vien, n0 ^
d t e a quedarse“ ? ^ ’ , 5' Ios' h d r i d o ? d f “ “ d e I m a ld Í t°
donde se iba a ’ b°mbre di0 Pn 1 perro Qlie deCl'
Maldición. EllaP ,UCÍr el mal hs Paredes de lata
banderines de“ llevado en" ^ de los
^oyeran su embpl ^ que desde Pl m° dnico equipaje los
E staba todo dicho6? ' N ° v ° lv e rh P !'ÜTler m o m e n to cons-
remGd- le alcanzó u ? ^ n u n c a «ná*
nZ° un golpeciton d e 0Sa q u e y a n o tien *
40 d e b o l e n c i a s e n la
palda, comenzó a serenarlo con fórmulas de circunstancias.
Sí, se dijo sin esperar que alguien viniera a contárselo de
afuera, una cierta esperanza hubiese sido peor, algo para
estirar la pena inútilmente. Vio aquella cosa verde pla­
near por breves instantes de uno a otro rincón y luego
desvanecerse en el aire con olor a soledad de la pieza,
justo cuando el combustible comenzaba a agotarse y la
mecha de la lámpara a saltar como en una sola pata.
Era ya casi de madrugada. Lo supo por el gallo, tan
buen marido, tan circunspecto en su dolor cuando ellos
íbanle comiendo una a una las gallinas. Que luego se aca­
baron, junto con el último grano de maíz. Y entonces él
quedó picoteando en el pozo que había practicado en
busca de lombrices. Que también se fueron terminando,
pues. ¿Todo? No. Quedaban aún el perro y el caballo,
para los que siempre habrá algún resto aunque el hombre
no coma. Haciendo aquel balance, Juan sin mujer cayó
en la cuenta que tenía muchas pertenencias en el mundo.
Hasta con la evasión del color de los banderines. Pues
qué cosa mejor que unos pedazos de diarios para los agu­
jeros. Nunca se supo que eso despertara la codicia de
nadie...

EL GALLO

Iba y venía a su casa de hombre solo con esa filosofía


del espacio que comienza a provocar la cama cuando na­
die incomoda ya, y uno puede dormir a lo ancho, abrien­
do brazos y piernas. Porque al fin y al cabo, ¿qué? La
mugre que comienza a prenderse de las sartenes en au­
sencia de la mujer no es tal cosa, sino grasa. Y la grasa
eurte el metal, mejorando las frituras. Su finada madre
siempre le decía: Los ricos no saben lo que son los gustos
de las comidas, de tanto limpiar el culo de las ollas. . .
Aquella mañana, a pesar de cumplirse treinta días del

41
” ás ale«re 1 “ ™noa. El perro y
viene de n in c Y Y 686 8°lpe de IuZ interior Q.ue no Pr0‘
selo aun en J f T a **?* lumíníca> Porque puede sentir­
ei! general pululaba el g a llo '^ h o n ^ d ^ * ^ ^
Rayos, no lo había oídn ° , da ndo P ozos V ™ vio.
defenderse de nada. Un b ic W le ^ tamP°C°
cion cuando se mnm esos es como una na'
con toda la paciencia ennVt °r la cosa, ensilló
hacerlo, montó y Salió°a ^ ^ PU^de a,ar8ar el Placer de
la -a , seguido por^efpeJ T m 61 ^ a lo larS° de
0 menos, 10 vio, caminando o ' a media legua máS
mo un hombre primitivo en n hY Y i hacia dónde’ C°'
importársele ya de los rr. ? tierras fértiles, sin
qUe lu,eg° se hicieron sóh Y ^ a? ueUos cIías de maíz,
eran algo. Y que después ° de mantel, pero que
ocurrido dejar migajas se’ Y Y a nadie se le hubiera
das de lombrices, de m'k ansfarniaran e n largas jorna-
Cer°- 35 Gn más soasas, hasta llegar a
Uada vez se h 11
animal, que se , la fo
, a,-guia ÌAr'“11* ' 6 a ii*cuos
ínro "«nosdistancia del
aistancia cíe-
los P-tile,
pretiles lba V "nea
d sa ferrea rom.
eomo un soná.mblllo en
P™nto recapacitó Pero „ Pasos de su cola, cuando de
g a d o T 16’ Sin° do sí, d™ño de un gallo
agotar™ ts ° D
de ^ ^ gaK ° ^ dbed™
si era igual n S 0nde tusca,- l u Se va Porílue se
adópu., " qae un hombre hast lom btl<* s , pensó. Pero
amanecen iT? !a *» saber
gastan sin soltam mucho y los dí»s
01ta™°s prenda...

EL PErro y-
. r ya no m ás „
Pierden soln? temer Ai r-
ron su
42 a n d u v ie ro n c o n re
lo estaba razonando todo junto al cerco de la casilla, cuan­
do, no ya por la sensibilidad plantar de la mujer, sino
por las orejas del perro, supo que venía el tren. Como
siempre el animal empezó a ensayar un avance con las
patas de atrás, limándolas contra las piedras, a bien de
estar en buenas condiciones para correr junto al convoy
algunos metros ladrando a todo volumen. Las cosas ha­
bían principiado, pues, como siempre. De pronto, y tal
el que asiste a las situaciones fulminantes de los sueños,
pareció meterse por los ojos del hombre aquella imagen,
el cocinero del tren arrojando ciertos comestibles por la
ventanilla. El perro, con el hambre pudorosa que era el
orden del día en la casa, dio sin embargo un vuelco moral
en el orgullo y agarró por los aires lo que se le venía. Pero
el tipo, al cual se le habría echado a perder por alguna
razón las provisiones, empezó a tirar más y más cosas
por la borda. Y así el animal largó lo que portaba en la
boca para ir por las siguientes, sin comerse ninguna y sin
abandonar tampoco las otras. A todo lo que alcanzaron
sus ojos, el tren seguía descargando su vientre descom­
puesto y el maldito perro agarra y deja las presas. Luego,
va no se vio más nada.
Aguardó toda la tarde. No, un perro es el último ser
viviente que puede esperarse que nos traicione por el
vislumbre de una nueva abundancia. Sin embargo fue así,
aunque no estuviera escrito. Es que en materia de infi­
delidad puede sucedemos todo, dijo en la tarde vacía de
resonancias, hasta que el perro abandone también el lu­
gar donde ni la mujer ni el gallo se animaron a seguir
brando.
Era un final de jornada con anuncios visibles de tor­
menta. Y fue agarrándose a aquella pequeñez de orden
meteorológico que logró el mismo escape de la primera
noche sin mujer, en base a los pensamientos de escasa
importancia que revoloteaban en su aire. Cuando caían
ya las primeras gotas, y se vio por el color del cielo que
aquello iba a ser cosa de agua y viento, ató el caballo a
la cerca lo más fuerte que pudo y penetró en la casilla

43
d i d d f h a ^ a b ° rear a p len a co n cie n c ia s u r e f in a d a solé
ficar las n i ^ ^ n ° te n d ra a n a d ie p o r q u ie n sacri
P * a los a , r S eCÍS¡0neS’ aUn k d e a b a n d o n a r lo tod:

- u ^ : ^ ^ ie b i e n e s m ° stie° ™
malditos tnsf-nc * i t J° encendiendo la lámpara'
i u n t r ^ u e S 1 . T W d°S- Uv° Pasa Ia ^ la vid
que sea en pelo v 1 ^ que (^uiere montar auf
le d a r á S j I?“ 6 ”° ^ A veces SÓI° **
se ha dormido vaya a instd61™ 9U6 “ d colchón áoni‘
vaya a instalarse un pueblo de lagartijas.

EE CABALLO

Esa noche el cielo i


locomotoras y d viento gÓ* Entre el ^bido d
Í ? n? de ,os agujeros i ^ arrancaba los pegote
° o e fue posib]e d ’ pro agonizó un dúo salvaje
es °™go y n,e«e„d07 a “ eChán<lose a,S° * * « * '
tera “ 1,ama «lando un ^ hs “ hijas. 11
v acomp ™ Iayo caído en la
v t nd COn,° dc re qil ° * asonancia po
I er Me”°S q u e T a!amÍent°. casi ananc

A k mafiaVansel sue™ * * aire >° *un

cuando"d p e w °aln’a «»Pecho Wa ,quedado en sil£


sienes de „7 " Por s de campo de bi
formaba alred^V” 61116 ún'eo m'- ^ br¡° con ciertas a:
"csra que ni de Ia casa en «dondo. El 1
Notó. además r CÍn°° dias‘ d™“ ,esPecie de con
Pettar ™ la hábi 8° raro en su r S 3 enduret
a su compañero f 10" d<d a m . J ' Era como un
W n er“ d e b e b e ra je ^ j 9Ue h a D e v a d o a d<
« ’ deSPués de una noche
que no estaba más la cerca. Y bueno, un chisme así, qué
lenta. Hasta que de pronto hizo pie en la realidad, viendo
puede interesar después de tanta pérdida. . . Pero tam­
poco vio el caballo que la había arrancado en la noche
con su fuerza bruta exaltada por el espanto, a la caída
del rayo y al no poder reventar el cabestro.

EL ALAMBRE

Sin el caballo y ni siquiera la cerca para tomarla de


trampolín, decidió escapar como pudiese de aquella masa
movediza de lodo. De vez en cuando alguna piedra so­
bresalida le permitía dar el salto y buscar otra que sir­
viera de próximo apoyo. Hasta que logró advertir los hilos
del alambrado que lo separaban de la vía. Sólo uno, el
de arriba. Los otros colgaban reventados por las tensio­
nes de la noche. Vio también que el alambre era de púas,
y lo fue tomando con grandes precauciones. Pero aun así
resultaba difícil eludir los pinchos, mas juntos que lo que
da el ancho de una mano. Además, cada vez que inten­
taba preocuparse de disminuir el riesgo, o se hundía en
el barro o se agarraba con más fuerza del hilo, siempre
dispuesto a recordarle el precio del peaje. En uno de esos
forcejeos cayó de espaldas. Fue una sensación humillante
de cucaracha accidentada, que lo enajenó de sus últimos
vestigios de orgullo humano. Incorporándose como pudo,
volvió a prenderse con todas las uñas, sin importarle ya
las criminales rosetas del hilo. En medio de su dolor, y
por breves instantes de recuperación de la memoria, se
le aparecían en el aire cosas extrañas (el gallo que gira en
la veleta, el perro, la mujer y el caballo en una pista de
circo), la mitad en una zona real y la otra en la de las
pesadillas. Pero era necesario por encima de todo aquello
mantenerse en forma ante las alternativas del barro y el
alambre, un barro que seguiría extendiéndose un buen

45
trecho, pero un alambre que en determinado momento
pudiera estar cortado.
Fue cuando ya no acertaba si a continuar o caer de una
vez y además su instinto le decía que algún próximo fe-
f u P°r 6Charle SU alient0 en la cara> que 16
existencia T a T ^ P6rdida en un recodo de SU
una extraña ^ ° arrojaran durante noches y noches
parecía q u e re H l T COntra d e r t o m a l d e n iñ o qU6
oculta bajo to n e la d a s ^ e ' ^ 56
ces a alguien e n k nV T P ° m v o c a b a e n acl u e l e n to n '
estaba haciendo r e s p e c t a i™ * 6SP6CÍal C° n qU 6 ^ ^
Era más que extraña continuidad del alambre-
asunto, como una nn f S0 f 6 baber P8rdido el final del
tima página pero n * ^ le han e n c a d o la &
p-pia vida’qr So r neL tai forma será el espejo de Ia
este, por ejemplo aup^ °S eserdaces. Un remate coiu°
de un camino firme ln Z '3 ahora el hi]°- El cruce
jándose a este último ™pía al lleSar al Poste. Aga'
cierta distancia el mnn i f 0’ el bombre vio pasar a
gente a pie qUe se ^ 0 Aprevenido de vehículos )
os o que terminaban ¿p ya a enrostrarles a gri'
e™ npú su trance evo " aCerIe- nada ™enos que »
aguantador de las arengaíd™.’ °Uando el misterioso sel
saie” Ve.I¡ftIndado en el alamt * curan|lera, que quizás s6
Su m ■ Vio tocio de oro pareci° cambiar de me11'
w T ’ de reSreso de la alK casi sin creerá
X la a e l T J 1 f e ^ r a ™"!a <* SÜ
al rio al cti' Una “ adre n»e 8al'° flaco baí° eI brXl°
casa. Detrí °° perdido y lo tn encuentra jugando jun*0
nencias t e 5’ ,as ° 4 s ¿ í & ******cuentas
p err°- Era °mUniCat,les en la y u n mundo de e x p c'
P0Ste> f e pensó el W trotaba a* !
Volver a emnp a los tres P f aun sin larSar
Pezar el ciclo. n busca del caballo, P»Í

46
E L EN TIERRO

' t hZd

Luego de asombrarse en lo íntimo por la forma tan


3oco seria de recibir el hombre la noticia del alta, el enfer­
mero lo ayudó a vestirse y a juntar sus escasas pertenen­
cias de bolsillo, reparando de paso en su estado físico la­
mentable, tan en contraste con aquel ánimo festivo que
ao había variado jamás, ni a través de las cosas dichas
bajo los efectos de la anestesia en el lapso post opera­
torio. Al fin, y logrando atajarse a duras penas la curio­
sidad, le alcanzó el frasco conteniendo “aquello”, algo
3ue, hasta el momento mismo de hacerse calzar los za­
patos, el paciente no dejara de recomendarle.
Desde los primeros días de su ingreso a la clínica ha­
cía llamado la atención el individuo, los amigos de todo
pelo interesados en su suerte, las naranjas y los cigarrillos
dejados a su nombre. Cierta vez llegó a la mesa de en­
cada una especie de antología del chiste formada por
as tiras cómicas de todos los diarios de la semana, y con
Jna dedicatoria muy particular: “Al finado de la Sala 2 ,
donoribaldo Selva, para que resucite leyendo esto: Sus
¡iete amigos de LA BOTELLITA”. De modo que el asun-
o de egresar del hospital llevándose la viscera eliminada,
;specie de compensación exigida por el enfermo al acep-
ar ser intervenido, no resultaría sino una peculiaridad
nas del tipo, cuya simpatía fuera capaz de permitirle
lasta eso, conseguir de los cirujanos aquel trofeo maca-
Ir°, reivindicando su incuestionable derecho posesorio,
rí envolverlo, mantuvo la dosis de buen humor para ele-
br la página del periódico que, de acuerdo con su natural
epugnancia a cieitas falsedades humanas, según explitf
a enfermero señalándole un titultar, se prestaría mejo:
en eornnn ÍT * 1C am aza p u tr e fa c ta - Y d e s d e lu e g o q *
perándoíeT u amÍg°S
7 calle,
perandole en la másmañana
salió esa fieles ^ue
con estaban *
su lío baje.
del mercado.010 ^ ^ Sen0r’ di]0> (lue se trajese aige

Selva- su primen'^ VA ^ ]° anunciado días atrás P0'


lanzó la idea de ni ^ C°mÚn sería al cementerio'
cubrir cierto trecl^mm T - u°Ch6’ PrinciPalmente ^
los muertos de los vivos « N „ pmdenCÍal !
una contagiosa carcañd i aria mas- comentó co-
logra sobrevivir bain ° ° esflue^ t'ico convaleciente, 51
y hastái con los rostm 1médicos armados de cuchillo5
mudo, y ustedes creor|S 7M
0rtosCOm
o bandidos del cU11
de tres mansos kilómn^ ^ qUG Un° va a morir a ca^
« a s , en materia de ri™ “ “ h“105 ba)'° ,os árbo,es-
Y es de ver cómo nos ]«?” ’ qU6 n ° Se c ° m p a r a n c o n nad>
do í « nos idioticen a á l f ” ° S h a c ia e lIas> a u n p e r m ití6"
cuidarnos de u n inocente00" n a rc ó tic o s- Y lu e g o v ie n 6¡
lareo* discusi°n, pues s ^ 00 entre camP° y cielo. ■•
I f Camino en el que X °pto P°r hacer a pie ^
redi ,rT li0 de' hombre r 3" f'uedando pedazos mentid?
denre ° a m¡Sa¡a” En T ° ™ 8"® pan de hilarid»'
retard?", debid“ a cierto intermedio, y por »
'anzar un - matCha- ‘amando^n H°noribaldo tuv0 q‘"
t í í f c ”0 ^ P erT n fe'

SUu l ^ porViSiWe
Uegaron, fl P3ra cumPIir u<lPel,a 3

de] fondoZ et V as ^ m b a ry nterÍ0' Envesaron e l tab l""


E m pezó con re se d e c id !* a c la m e n te ju n t o a l *">f

T 0l Sl,el°. v S 6S difieultad0es oCU," PlÍr SUS pr0p61 i


de sostén. , .n d o s e d e la r a P r a c tic a r u n a g <
d0' lu£ar ” , i ? ^ e d ó t e j 3” 3 <iue le había ser**
' aP™tb hacia el w ,nad°' Se ™os P»s
4R C° c°n su envoltorio >’
arrojó secamente al centro. Luego volvió al sitio, osten­
tando la misma tranquilidad, arrastró con el pie la tierra
movida y fue cubriendo la cosa. Carraspeó, se arregló el
nudo de la corbata, esperó alguna pulla que no alcanzó
a cuajar pues, qué diablos, cada uno tendría alguien por allí
cerca con la boca llena de raíces, tosió, desplegó luego
una característica sonrisa de través, que le dibujaba un
hoyuelo en la flaca mejilla, y largó al fin este misterioso
discurso:
—El anticipo, mis futuros comensales. Además, ahí les
dejo el diario para la sobremesa, y en la página de la
política internacional, siempre sonriente y siempre pu­
driéndose, más podrida cuanto más sonriente, por decir
la verdad entera. Buen provecho, y hasta mejor vernos,
como se acostumbra a saludarse acá arriba, con la promesa
del banquete completo.
Volvió a toser secamente, se apretó con ambas manos
la boca del estómago, y, sin más ceremonias, se reintegró
a la comitiva, apoyándose no ya en la rama verde, que
quedó poetizando el hoyo, sino en uno de los hombres.
A esta altura de los hechos, el ánimo bullanguero del
grupo había cambiado considerablemente, y no sólo a
ñausa del cariz de la broma, sino también por el aspecto
calamitoso del amigo. Pero sacando cada uno a luz las
fuerzas de reserva, se decidió de común acuerdo rematar
la jornada en cierto bar de última clase llamado “La Bo-
tellita”, única forma de recuperarse según sus viejos an­
tecedentes. Con Honoribaldo en andas, entraron entonces
a media tarde a aquel lugar que tenía para ellos un sig­
nificado de día de asueto en cualquier altura de la se­
mana, y ocuparon la mesa de siempre. Y fue desde ese
tornento que las cosas dieron en adquirir contornos fie-
uticos. Había que festejar el regreso del personaje cen­
dal de la rueda, verdad, pero lo más inconfesable y ur­
gente era tomar providencias contra cierto frío ubicado
en el espinazo, para el que sólo existían remedios seguros
en las botellas. Tanto que hasta el dueño de las mismas,
plegándose él también al juego, decidió medicamentarse

49
gratuitamente. Ese fue, en realidad, el principio del desas­
id ma/ Ca 0 en un P ^to crítico: cuando alguien sugirió
al hombre que no perdiera más tiempo en cerrar las vitri-
dades n*' a ^ -?U6 Sacara de* bigar las nuevas uní-
n flÍ d e hr *d * g2Star a<luelks h u e s a s ma-
del a íto se ™ ? “ 'gU° ' ° esde ahí' v im plantación
— S c i o t er dt f oH empezó a sin ,as
¡ando por encima del W h te’ C°m° di¡0 ™°
Un final de tarde v un envase,
con todas las exktpn„; ^ 6 €ntera terminaban ya
w - « dm dT eS „ r do la. misma botella sim*
de telerañas, apareció c envuelta en unos andrajos
sólito, P^vo’có unaC1°P,nÍLe !?_ m6,Sa; Ac*uell°’ Por lo *?*
boteüita epónima v askf i Pánico colectivo. Era Ia
tan misteriosa que ni / a e una virtud de supervivencia
tradas en los anales dpH "'1CS^a;s mas inolvidables regís*
P mto. Pero luego v onm ^ ¡ogrado arrancarla del
a tallar J0 vedado una ° ^ í°dos los casos en que entra
rompió los escrúpulos del SP6-Cle anSustia de posesión
e ley no escrita lb Pm iC Ípio- y en nombre
hon 'h meSa estaba ya* e.SCaparse ,a sugestiva minia*
fe “ ; “ , * » “ ^ taI * '0S

z a ? 'a Ve’ez' con y en 9 ™ parece L a d y Godiv»


- “¿Lei d.„ # ° de antes, pero color ceni*
Sedientos ba dichnP
-A mí no ° la ^ano ' " tartamudeó uno de
gó °fro engalláAVan a asustar’Con W 6 SÍn lograr el ^ ° '
CaS0 de necesid ?Se" VenSa Pan í * 38 de vie>as " ag a
No todas en ]a .'?ejita y todo ÍA anciana» Porclue e‘
lecbe. ¡Qué J . Vlda de Uno puede calentar el cuerp0*
'¡Primero m¡ °c ?,°° P°r unasA * *** C°n dienteS \
Cadáver, ]ue "as más o menos. • •>
50 g esta botella! -gritó ento*1'
ces Honoribaldo logrando evitar el ^ecuestro, pero ya con
una fatiga sensible en su pecho.
Quizás fuese el extremo recurso interpuesto por el ho­
menajeado para defender la pieza lo que hiciera recobrar
la memoria conjunta. Nadie, hasta ese minuto, se había
vuelto mentalmente ni hacia el episodio inicial ni hacia
la causa de los festejos. Y, por lo tanto, nadie tampoco
hubiera dado en observar la palidez del hombre, esfumán­
dose casi del mundo, como exprimido hacia su interior
por una gracia inminente que, a causa de su volumen, no
lograra exteriorizarse. Tal palidez, unida al romántico sal-
vataje, volvió de pronto a centrar la atención colectiva en
los famosos silencios a los que Selva tenía acostumbrado
al ruedo antes de lanzar algunas de sus sentencias. Aun­
que esta vez no lograra ser muy noble la cosa, debido al
hipo de uno de los individuos y al canto de un gallo tras
la ventana. Pero era indudable que el aire estaba cargado
de una tensión particular, como si se tocara el borde de
una tormenta eléctrica o, lo que era más sencillo y hu­
milde, Honoribaldo hubiera decidido monrseles allí mismo,
mirando dulcemente la botella, cuya virginidad había
Quedado intacta como un botón antiguo sobre la mesa.
El invitado continuaba sentado entre ellos, pero muerto.
Sin duda, a juzgar por muchos detalles, ya habría salido
del hospital con el pasaporte negro, nunca se sabrá hasta
Qué punto es capaz de durar la misteriosa cuerda, a pesar
de todas las apariencias. Pero el hombre acostumbia a
llamar muerte solamente a eso, y basta.
Estuvieron contemplando al cadáver largo rato, como
Idiotizados. Al fin, o bien por iniciativa de alguien ya
hecho en tales trances, o para evitarse una mirada tan
tenaz como aquélla, decidieron colocarlo horizontalmente
?obre las escupidas con aserrín, las colillas y los vasos
°t'os del suelo. Uno le cerró los ojos y la boca, otro le
-Hizó las manos sobre el pecho. El dueño de la casa, no
-eniendo más nada que ofrecer, le puso entre los dedos
la Pieza de la discordia. Le había quedado en el rostro

51
SUsonrisiía de través: eso no iba a fallarle nunca sucedie-
ra lo que sucediera.
sm ^ ro n n n * UJbm am ente a 0Cup a r la m e s a . Y a llí, casi
con lo ciue T ° C°n p alab ras> se d ec id ió f a b r ic a r la caja

tonces como ta k d m s^ n o c tu ^ f S“ án d o se
El más activo en k ct^ rnos en busca de materiales,
deros de una estanteríTT0n’ después de utilizar los ma­
madores de bronce de ’la V i ^ °j° a loS incluietanteS
noribaldo de maniñe .,^na y se l°s ofrendó a Ho­
que el ataúd acabó ¿oí ^ andolos c™ o pudo, con 1°
funeraria, ese toque Kl qUlrÍ1 Una verdadera dignidad
casos a un “no confnn i ?U° ^ v a ld r ía cn todos los
Parecía t„d„ ¡ ° ± n ’ ° “ rea]™nte” .
tubos, tratando de ron,-- S’ Cuando uno de los conten
grito alcohólico camTi ^ S°1IoZ°’ dio en lanzar 11,1
muerto: ‘1 cle eonmover hasta las entrañas
" ¡V iv a el fim H o •
Aquell0 fue d e t e ^ i n a n f h e d ich o !
hallaba leVantaron entonces la°S ^ S° P°dían mantcneí
seguir? ’ y’ repitiendo los Viv ‘ Ca]a’ destapada como se
estado°d afdUraS penas por el ** encaminar°u a la calle
grito o n 6 freneSÍ imP o rtu n an fl r6St0- A n d u v ie ro n e n ta
cubriendo T -6013 SaIirles del ni dormida con aqu^
decidiern ft° otr° sitio on , S°lar’ basta que ^
e l fé re tro 1 la s h o n r a T qUG h a b í a n s a q u e a d o .

"Nada más ^ P°StUmaS’ lu6g° de ^


• • • viejo. ’ V q u e en treta n tn , J
circunstanoh ó un° de W y " g a e l m u g r ie n t o s
a d ^ S" Si Sfe»p"e f e “ SU ‘«bnlenguns »
salir el 0h-n V ' Para Seguir , n o c h e - • • t e ll e v a r á
como está n lerman° - . Y rl V ° S tra g o s .. . P e ro v a 3

rech<>y-;ntor?,a-■■Cirr •
■■**»£
dolo t d^ ; ndenado> l a s c ó l a d ia t0 d 0 d e n e q u e s e r . -

Con m uertos zq u ierd 0 , . . n m u je r . . . z a p a to d e


^ le s palabra V°S C°n vivos • • • muerto5

® Perta‘- lo conciencia de o * *í
de los individuos, quien, hipando a los mismos intervalos
irregulares del anterior, como si los recibiese bajo cuerda,
logró conectar sus propias ideas:
—¿Y las formalidades relacionadas con el deceso de la
persona humana? —dijo— ¿O se creen, pedazos de brutos,
que un muerto es un fardo clandestino que puede pasar
sin la estampilla del impuesto? Hay que llevarlo para atrás,
yo sé lo que digo, hay que hacer antes otras cosas. . .
¿Formalidades con un hombre como aquél, que había
enterrado sus propios pedazos y era capaz de seguir son­
riendo en la caja, y hasta de tener mejor semblante que
cualquiera de ellos? Ese debió ser el pensamiento común
de la mayoría, pues el muerto tuvo que quedarse donde
estaba, aumentando la soledad de la calle como una valija
abandonada en un andén ferroviario.
Siempre eructando, más lívidos y con mas barba que al
entrar, salían horas después, ya en plena mañana, cuando
se encontraron con dos novedades: un ruido sordo como
de barricadas entre las nubes, haciendo temblar las es-
hucturas de abajo, hasta la del cajón mismo, castigándolas
le vibraciones, y el robo de las manijas de bronce, todo el
UÍ° del féretro. Uno de los más tambaleantes, para quien
lluvia próxima no parecía contar, fue el piimeio en
Percibir con terror aquello último, tan importante en sí
eoino un corte en el tendón de Aquiles, pero no a causa
de esa funcionalidad, sino por el carácter suntuario de las
11Solías. Con los pies enredados como la lengua lograba
Agacharse para verificar el desastre, cuando cayó en una
Cuenta inverosímil, la culpabilidad del muerto en el asunto.
~~ A mí no me vas a engañar —logró balbucear en tono
'Uonocorde y a punto de ir a dar dentro de la caja- has
rido tú, por jugarnos una de las pesadas. Pero esta vez
0 Pasaste de muerto, sin manijas no hay entierro. A ver,
s°uá Ja prenda, si no querés que te la saquen a la fuer-
2a • . .

Yn estaba a punto de consumar la profanación, revisar


0s bolsillos del finado, cuando uno que había podido vo-
^ itar junto al árbol próximo consiguió que se evitara,

53
e n lT Í ° d VaS*r ,unas moscas Que se habían prendido
•s^le yk ^ dd " * * * ■ Y decidiendo que
día antes & & Cargar para reemPrender el camino del

meras notas65^ emPezado a sentirse ya las pri-


rillas de un V redondas como caídas de las va-
- mayor prisr T 0gUoaS- fd Í“ eSpaC ÍadaS *
taja, faltando esta ^ Jaba de constituir una ven-
Selva, remoto y a c t u a l^ aC°rtar el can"uno Honoribaldo
borrachera colectiv-i m ™lsmo tiempo. Y, a causa de Ia
reflejo en el agua ' °VG 'Z° 00 ^as C0Tlciencias como un
Habían hecho así mprP
hsmo que estaba suceda ^ trayecto- cuando cierto fat3'
-^esde la fiesta a l, siempre en partida doble
tormenta al robo en del homenajeado, desde Ia
cierto pajarraco necro nÜ &i Se blZo presente de nuevo:
de uno a otro árbol v 1 6 d ecid ió acompañarlos saltando
s- también al cortejo P • UVÍa maciza Que parecía unir'
Que empezó a e n c o L ^ T ^ ^ 6 por el ave’ pl,6S'
elementos, debieron am“ S, Wgados. V luego por 1<>S
dahi a iP6Sar de sus nebuloc- f PaS°’ tanto más cuant°
soba11 a existencia de ciert S mentales, todos recof'
ntriba,TPOrtarSe ™ caso" f Vado r h forara en ^
marcha entretanto, se J 0™,0 El cuerpo de H«'
c a u t defr da >' en a«ó arriba efebido a »
Pie en el Hasta que di PeSando cada vez más »
Ir01“0'yai ap°ner
Presentarse i' ^ V ptl° el jueeo 6n la cae1* “ d8
6
Provocar un ¡"\mvel capaz de i,SUC‘° de siempre: no s°]0

f“ eIpunt°m
eáZ
haciendo b-ri Uri°r'n arremolina füar hasta las ingles, sin

guien pued fue un brev¡sim 0 arrastrado por Ia


hradas de lm „ eI Peligro de V desesPerado sálve58
“ rriente, ' i ^ S t e A 2 dar s°hre las alam;
oteando, pr “ ,esc mi„n,0 ' ‘eorico de la verdadA
2afar del p e q j- 0Se los unos ‘e.rtas Por completo. ^
qilen° Pero C sS„a 'os «tros, habían lograd
54 ° rahuzón. cuando alean'
zaron a descubrir la caja vacía flotando tras ellos, y la
que, según pudieron apreciar, les había estado sirviendo
de salvavidas. La miraron casi sin reconocerla. Vueltos a
una relativa claridad interior por obra del chapuzón, y
cuando el motivo del cruce apareció como algo situado
más allá de los recuerdos, el madero hubiese podido con­
tinuar sobrenadando como una de las tantas cosas a las
que cada cual se había agarrado con todas sus uñas,
cuando el último en abandonar el cauce fue el elegido
Por Honoribaldo para presentársele de nuevo a refrescar­
les la memoria, pero escapando por entre los hilos del
alambrado e internándose en la corriente. Boca arriba, con \
tas manos cruzadas sobre el pecho, el cadáver dio tres o |
cuatro volteretas y siguió la dirección de las aguas, es- _
quivando algún árbol a medio sumergir, dándose a veces »
de cabezazos en otro, mas siempre determinado por la l
ansiedad de desembocadura que nadie hubiera podido ya
quitarle a su desplazamiento.
Había transcurrido muy poco tiempo desde el comienzo
del suceso. Sin embargo, y como es común en este tipo de
inundaciones, el volumen del paso estaba ya bajando. Un
sol rabiosamente amarillo apareció tras las nubes. Se mi­
aron unos a otros como extraños, una especie de caidu-
men de ahogados descubierto en la resaca, con arenillas
y Pequeños restos de conchas en las orejas, el pelo, pero
n° tan desconocidos entre sí como para ignorar que debían
Seguir estando juntos por algo, aunque ese algo les reventara
en el aire como una burbuja al pasar de uno a otro cerebro.
tal estado de asombro y de pobreza -n i siquiera ciga-
^os secos en los bolsillos, sino una mezcla inmunda de
c°sas sólo desalojables volviendo los forros— i an pasan
do los minutos sin que alguien fuera capaz de soltar una
Palabra, al menos la que permitiese a los demas tirar e
tollo de cuerda que cada cual sentía movérsele adentro
JUnto con el agua sucia deglutida. Uno de los hombres,
tal vez por tentar suerte, se levantó de pronto del cajon
'loe había terminado convirtiéndose en asiento y se puso a
examinar una rata muerta que aparecía allí cerca, sin duda

55
midablesdpodw¡sSdePeme°S aCOnte0Ímientos>Pese a sus for‘
no convencido de m1P 8enClí;- La dl'° VUelta con el * 4
ble y Heno de m ,Un aaima^ tan nervioso, tan inaccesi-
que ellos. d° hubiera caído en el mismo cepo

reconocer hasta h aS n i°. tíaiidamente - se la podría


con rascacielos. S° el asfalto de una ciudad
Miró de reojo el gruño ,
Pieza, constató que n Y 6 Parecm formar una sola
su dominio del tema ,le pena seguir exhibiendo
frente de los otros. erminó sentándose en el suelo
~~¿Y? —log ' j
taTmás lacónica deí mund,anZand° a la Suerte la PregUl1'
nventura de la 2 ° Para todos los casos,
f ** e‘ ffasta que, como ra Parecia continuar siendo i á
cf°™»
C he; nl de gancho, Se
se hhublPrn
u b i e ^• ” ''“ letra, P0t
por SU
su misn>»
de tics mas indigente del gr, mtroducido en las concid
** ^ g r u p ^ f 0 ® las coní f
- P - I r sPo L PeqUeñ° ’ flaC0’ reCOrríf
molestando! Jante a Uaa raciñ i Uü tr°pel de ideaS **
-Ven' e Por U
dentro-
CI|rro: n e clavos que eestuviera
-«vus que s tu v e
—Venín»w__

gdenta que ',V


,U la> hasta ]a ^
rg° - «°? 1
maldito hoyo, lúe;
der a muerte í “^ 110 cóm „Tl6n de ,a bote,Ia ®
Propias manos 1 ° cirílos desm, 'V?S^G, emPecinó en def
defe
do, u nos>'e Piísima, esPues e „„octr
0> lo carga? PUSÍmos las m el ca*ón con nuesl
mendo qU8 * aí bombr0 hast agarraderas del mi:
P^rraco desde la 1 ^ del camino,
. Miró en d& ° - ■. Ult‘m!l tripa el chillido

T" ", , ‘E
EllaKua«
agua °' an° 4Ue
q ue alguien
alguien r
CS0? Sícmpre i ' T estafó ,np
c„u: „ r da sue]to Podo y - C e v cuipa
S ° hay senu¡a 0rq“<i Dios " d ,a®» se ha llevad
,nad° a - e s S ¡a «rSa ; Sba- . "o manda la lh
556
6 Ie Saca
S8ca el
el „ojoM“ fes *- 7™o
uque va con
le° ha^ caic
°?

I
mala suerte, lo seguiría mirando con uno solo si se que­
dara tuerto. . .
Por su voz, cada vez más híbrida y estrangulada, se
podía adivinar que estaba por hacer algo a lo que no se
hubiera animado nunca, llorar sobre las cosas inexplicables
que acogotan al hombre sin culpas, como un castigo por
no tenerlas, cuando otro de los componentes, el que había
corrido más peligro según lo denunciaba su aspecto, de­
cidió aprovecharse del espacio en blanco de aquella debi­
lidad y, luego de arrojar algunos buches de fango, aban­
donó el sitio para enfrentarse bruscamente al conjunto.
Parecía el espectro de los ahogados, con unas crecidas bar­
bas, la camisa rota en varios sitios, una piel azulada y
transparente viéndosele por los agujeros.
—Sí, así es —empezó a articular con esfuerzo— se nos
fue de las manos, nos lo quitaron, mejor dicho. Pero íba­
mos a enterrarlo en un lugar preciso, según recuerdo. En­
tonces, y si no somos unos miserables, indignos siquiera
de haber compartido la saliva que él dejara en el vaso, lo
que tenemos que hacer ahora es no continuar puliendo ese
caJÓn como un asiento de sala de espera, volverlo a po-
ner al hombro y terminar el entierro, llegando hasta donde
él dejara su adelanto, para cumplir así con su última vo-
luntad, de la que fuimos todos testigos.
Escupía más y más agua sucia. Y esperaba al mismo
tiempo la respuesta. Hasta que uno de los tipos, con una
esPecie de retardo mental de niño mongólico, pregunto
mirando hacia ambos lados:
"¿Hacer igualmente el entierro, ha dicho? ¿Pero como?
En entierro, creo yo, es un muerto en angarillas o algo
Por el estilo, y sin muerto no hay ceremonia. . .
"¿Que cómo? ¡Pues como salga! —grito e lom re
azulado con más fuerzas que las que parecían permi­
t e sus pulmones llenos de b arro - El siempre decía
"continuó, regulando con gran sacrificio la voz que las
c°sas más graves, las que salen mejor, no son las que
Se Piensan mucho, sino las que se producen solas a ulti-
m° momento. Y si él razonaba así era por algo, nunca

57
q u ^ t r pr0nunciar una palabra sin sentido. ¿O P»
*"3 alEuienreeil'UStedeS '3'le fuimos sus amigos? A ver.
fiqU 0 tla eX pIi0adón P - d o t e n e r eso.
™ principió * ■V¡™ el finado!. Va I« decía yo des*
^ S s ; T s a f a f “ d e lo s tíK

dolé la r p l m a V c 'r Í T k fu6rZa al asient0' ^


Cuando hubo msid“ ? ™a rodi|Ia en el estónu#
los miró uno a uno v°l ^ Cris*s’ pequeño energúmefl0
—Pedazos de bri t ^ GSpe*° tranquilamente: ,
alma de la persom 110 SOn caPaces de entender c‘
tier™ sin formalidadosT^ Así °0mo han hech° 1
esta chiflado cuandn í 3n? len llegan a pensar que n1’1
ouentra palabra p ° * * < * e algo en su vida y no #
les semanas ¿saben? v al aire- Yo tengo un crío j
¡■echo a gritar ¡viva* el fi«l CS° que me siento con ^
a ? i í no biera sidn13 lodaa las veces que <p>*
a lo bobo, sin m ucho ó J 1” q u e s u c e d ió u n a n o c*
más n i "° hllbi«a v eri? “ nada> é> decía.
«uviaqi;: ° s°^ a' ¿ n e n ° ', y yo ™> s« ía ahora n»
I ™en^„doVdee!n traste- iH a y 'q u ífr mi'nd0

Lo tuvi sue!tei>'. n eg ro iré so lo , s u e lte n . <"

W *™ VeZ' E1 se deíó haCet>


SlemP« Por se ™° mo"ento d e ^ 0 Saber qUÍ >
i . 7-Está
tá h'
bien cosas PronoS
sas pr°
hiciera — len> seguimon . •. .
d e r r u í - o p inó a su v ez e
rata muerta T **0 e(V aí ' 0 vací° " o h a y entie
" as P„n tal de quea' f «dentro, a u n q u e se:
oijas,
Mas despUá e;s; r^Ue
^ P^nteram^
P^eram ^ P0S° Peso V
y nos sigan
diablos! 5 SWfinado, peramente fue un c;
íi*L ■ "‘ “ • . « . r - : .
de fe* “P“ de Vo, “ °SCas tiene que habe
’- ^ u u ^ - f n t o ^
58 °fensa a la calidad h
i se le iban a plegar los sugestionables de siempre, a
sar de haber embebido todos el cautivante inmoralismo
1Honoribaldo Selva. Pero en ese preciso segundo, y como
él mismo lo hubiese empujado a representarlo en aquel
meo, se incorporó uno a la polémica con estas íazones.
—¿Insulto a la calidad humana, dicen? No me vengan
n eso. . . Yo fui una vez fogonero de un barco ¿qué les
irece? Y vi allí algo peor, y hecho por los americanos,
ae son gente, porque, digan lo que digan, eso no se
iiede discutir, son gente. . .
Iba a echar mano a los cigarrillos, pero encontranc ose
m las entretelas de la chaqueta hacia afuera opto por
oseguir en tono de suspenso:
—Un día murió un oficial a bordo, se dio parte a a
abajada del país en el puerto más próximo, se reunió en
■nave un grupo de altos funcionarios del lugar, ormo a
ipulación y se rindieron honores ante un ataúd parecido
éste, pero cubierto con una bandera. ú toe o e mu o
itisfecho y hasta la vista. Pero los de abajo sabíamos
tra cosa, y era que el fulano estaba ubicado en la cama
ágorífica, y que los honores habían sido hec os an e
ajón de repuestos de maquinaria. Sin em aigo, e 1T*1
's quedó tan agradecido de que no le ejaran po ' »
ue se hizo el resto del viaje sin gastar ni una rom.
u'na, sin salir ni un solo minuto de la nevera p a i a .
'°r cubierta de madrugada, como lo huyese
star ofendido. Porque según me explico a ¿
'‘a más que yo, un símbolo es un símbolo y e e
°dos los respetos.
Ua anécdota, tan clara para cualquier mentalidad, P‘
ló convencer al conjunto. El que había escu i
a rata tomó al animal por la cola y lo arrojo en 1
ict° seguido, se pusieron en camino ce Jas
tirano de atardecer tormentoso les estaba
>sPaldas, y eso hacía salir de las ropas moja a ,
'aPor de caldero que, en los momentos en que nue
-naban a cubrir el cielo, se les helaba en el cuerpo pro­
bándoles escalofríos. Hasta que alcanzaron, fmalmente,
59
t “ l o E‘ ept h t d fVÍ° 1Iegar eI °0rtei0 C°n "
siquiera en el estarlo vf • ‘lclcuua
ferencia delüeJ oficio, no rey*, repar
designios
j'
misteriosos-
misteriosos- vn^
™ i°° ^^ cCOmitiva-
‘osos, volvieron n 1,.,—
o m itiv a - C Casualidad
a su a lid a d <
. . . ___ ___ ^írt
'
del día anterior aun Vleron a hacer el mismo canuí
Hasta los tobillos Y ^ V0Z fundiéndose en el batf
vación hubiese sido qU1S° de nuevo eI azar clue la ***
ribaldo, kstaba to d a v i^ a í^ * ÍUnt° al foso de H°*
y ffesca como un beso K ■ , , rama desentendida de tod-
sorte '-omun
común los oío oíoss H
dpi
pI^0 *“UVla> Jd- ror
h*01' una especie ae de »r*-
intranscendente pa-a f,„ PI1 f™?0 se clavaron
lavaron en aquello, taI ta!
10las V ei’des, vy n„*
verdes, I * gn^ ua,quiera,
pi í!!era’ una simnle rama
™a simple ramo con V i»
bulto; Hasta qne una donde iba a descargarse <
1“ dl» a entender que S * 1 “ ¡«da del sepultóte1'
^ Portadores ^ ”^ 0 el momento crític»
esot° aüJ Í1Í0 a ota S“t V62' « derredor, como J¡
tal r a ? todos- El En eStaban allí P a « br0,í
¿ n " ? r Sídad ""a e mUert° hab¡a tirado «
eada uno’esj™ '0 a él y k s T d ÚlHm° “ ‘"a
aun sin t-P ' presíntiendn °ras vacias y grises ^
Sllerfe de sentpIen,a ^Hciencia^ ^ futUro inminente q]
alma tierna n°la a vivir n se nuevo estado
ritu debía PI U!liversal de Vr ya sin apelación ante
mera c¡tand0 po^ 0noribaldo Selva- eada *
árbo1 quitado’rlPerdid° de a flote en su P
Los dos un i? SU ^rra. ’ ntasmándose como
idiotez d - i• VaHan 1
la 1“e’era°‘ ‘CTon baiar]a 3 y “! reace¡onando al fin ¿e
d° e" -- in a 7 Ínent-vacío er .? tonces cuando ap a*
equ¡v„0o. "M o . ni si £ El cadáver de la rata, P
f E1 enterm i
El enterrad ' Serviría para para mantener
fianza
flanza, i„.lev °r,’ 1!ueg0
up«t« di

h Óp
n ^ 'q ú e ^ t0d° aque,1°
c o m í en «da abia vuelto aCOrteÍO- D“ P-ds «

templo !lnra br°ma. ; 6Starían aque


’ f*n de 0ll 1 e sostener
que se viese oblig;

' llB
iblar relaciones directas. Fue en ese momento que, al
bo de otra mirada hacia lo alto, pues los truenos estaban
i golpeando el muro, y tras una nueva inspección circu-
r sobre cada uno, se enfrentó con el tipo azuloso, cuyo
Itimo vómito de agua con tierra le estaba manchando el
lentón, y, agarrándolo del flaco brazo, lo conminó bm-
tlmente:
—Vamos a hacerlo ya, finado fresco. ¿O estás esperando
ue empiece a llover y vuelvas a ahogarte de nuevo fuera
el agujero?
Cuando el hombre, más rígido y azul que nunca, levantó
I pie para entrar en la caja, comenzaban a caer los pii-
leros goterones, tan enormes y prometedores como los
c la mañana. Había que terminar de una vez por todas
I entierro, pensó muriendo por dentro.

61
L ANGEL PLANEA DO R

Odiaban a aquel hermano desconocido con toda la


sión que puede alimentar este doble juego de circunstan-
lS: ser niños, sentirse postergados. Y postergados a
usa de alguien a quien ni siquiera se ha visto nunca,
Con el que no pueden medirse diente con diente, pelo
pelo o uña a uña sobre esta tierra igualitaria, dígase
que se diga, frente al estado de clases que se plantea
n el cielo.
El chico que había muerto se reducía, en verdad, a
manso retrato colocado en una repisa del comedor,
teniendo a cada laclo una vela encendida y un rami-
te ele flores. Pero estaba el asunto de la adoración
biliar. Era, pues, un ser todopoderoso. Y el de la cor-
‘eidacl relativa. Entonces, y para equilibrar la cosa,
la_ sacársele la lengua, hacerle señas obscenas^al pa-
r sin que al fantasma que vivía como una arañita e
adro detrás de su sonrisa le hicieran mella los insultos.
leS°> la oración nocturna llevada a categoría msbtu-
)nal P°r la madre y a suplicio para los chicos. Ó! a o
cñor, los gemelos Sandro y Niño os ruegan por e
gel> la dulce criatura que voló a vuestro reino hace
y tantos años y meses y días (aquí era cuestión de ir
egando cruces o rayas en una pared poco visible),
* ^ e sus dos grandes alas sigan abiertas sobre la
Por los siglos de los siglos, amén .
f u e lla renovada invocación, al parecer inofensiva agua
' ,empo, era capaz de contener elementos de tal morbi-
como para producir su buena sene de resultados

63'-
^ Í M W n f UeVar,Ia CUGnta del día que se adiciona
mes, enminuevoUaño0 ]oSte “ tr?nsforma en un ***
derse los secrpf-™ i \ qUe conduce a tener que apr®
números que nn 6 * SUma y otras malas historias *
algo peor. No e s ^ ^ V 6 1Iamarían complejos.
solo gusto de aumentT i * ^ VÍene Porcllie sí, P°r ‘
víctima, inoculando n , CUenta’ Salta de víctinia j
color de hoja seca a, a CUal un virus distinto, ^
s°ga del aburrimiento16 Ím? de la Piel de la madre’ \
? del ángel que seaCIl el ^ello del padre, por &
fuera de la cas ‘ ' E1 Se la quita, cierto, almorzad
P e r o queda el canít,,^“ ^ e n d o después de mediano^;
yaci°- inflan l0s Dnlm° los amigos que han hecho ‘
es y luego pasan ■ 0nes cuanto pueden un trecho ^
2 T 6 SQ,ga P o r la s r S P n a r P o r Ia P u e r t a c e r r a d a *
S ,a ^ o j e r vPa a g r e J ^ H j ese d ía q u e to d o s * *
i a p e s te d e m e d ir e] t" °’ y e llo s deban tr a g a rs e
1 hcmP» en la misma forma °»!l
historiT^' P°r °tra Parte o , t
Pecad-) )n° ser Por la’ Parecia haberse adaptad0 :l
S tL * ''iC deaS, na* es de dos niños ig0»'
un aire T w pi^Uete de Ventanas altas alguna '
au" t b ¡ t d h: b!tado Ia ten¡:abalIería 0 * * * * * el
0Curre Con ]° c°n seres'fjC°m0 co,gando de la * J
t0 más ahitos Lmentedos, qu^ ° * al ^ u al que 1° ,
Una Cuota Dart í gemelos , , ?arecen más vacíos o
te| ° de esp • r> el n recibido de todo
de todo? ¿Enn[lledo- ¿Dónde ° ? elIos solos' Y ^ oA
]a rePisa dpi a JSlesia, a i estaba el hermano, desp^
, 'an quedadnCOrnedor) en Pi^Ue ^ an PeriódicameutO’ ,
r ! / . d 0mÍngOS? t T r ° P a s , o Pn T t0 ^ V e S tÍ r $\
i ds despierto i *1° de los t u m b ita c o n fl°re J
erm an0 desDn! Par, ]0rrr ' ° S’ el q u e s ie m p r e re ¡
"C re o qu es d e ^ h 0 e x p lic á rs e lo c i e r t a v e '
Z de todas PaCr S d i l a c i o n e s : J
Ientras e| otró10d dfbuÍandoSÍayr eS por eso <lue
dlsfrutaba ¿ raW del día en la F9
64 de su turno libre.
—No entiendo. ¿Cómo se puede estar en muchos lados
d mismo tiempo?
El teórico pareció encerrarse en un mar de conjeturas,
io en cuanto a la creencia en sí, de la cual no abrigaba
la menor duda, sino con respecto a la fórmula objetiva
fue toda idea tiene que cobrar a causa de tanto palurdo
fue puebla la tierra. Se encaminaban en ese momento
lacia el jardín lateral de la casa en busca de un maldito
or° Que se había perdido hacía unas semanas, y al que
uiaginaban burlándose de ellos entre los matorrales. De
Pronto, como tocado por el rayo intuitivo, el creador de
a tesis de ubicuidad se paró en seco, atento sólo a su
-^cubrimiento:
~~^a lo sé, en todos lados. Es como cuando se quiere
untar una mosca que anda volando. Uno va a dar el pan-
ahazo y zas, ya el bicho está en otro sitio. Y así siempre
uidará aquí y allá y en ninguna parte, como nuestro her-
nano. ¿Qué te parece? Sólo que en lugar de mosca es
>n ángel, o una mosca mil veces más grande. ..
El otro chico se lo quedó mirando embobadamente.
vlle genio inigualable. El no posee herramientas como
0ara machacar en ese clavo de oro con algún hallazgo
?ropio> siquiera en materia de preguntas adicionales. Pe-
0 sabe qile los dos se hallan unidos por algo que los
c° ara en forma definitiva, el terror común de que el
ngelote diera un día en caer como un avión suicida sobre
, Casa> hundiendo el techo, el piso, con su fuerza del
0 mundo, para salirse luego él a la superficie, milagre­
a n t e a salvo, a ocupar de nuevo la repisa del come-
v junto a la ventana que mira a los árboles.
:¡ . ^Ueha puja Con e] adversario disparando desde el in-
10 tenía, pues, un punto siempre favorable a ellos el
Der venido en par, con esa prodigiosa simpatía de los
es dobles hasta para combatir la mala suerte. Con ca­
los an,®ina- con cada granazón que los lanzara como a
>,r nailfragos contra los acantilados de la misma fiebre,
•es eClan haber fortificado su organización de dos fren-
' ante k soledad del otro, vulnerando algunas veces la

65
cumplir h f emal en ciertas Pe(l ueñas brechas. Así, al
espejo sus T ' V Z V lu6g° de descubrirse an te un
punta de las „/e a daS’ d e rta term inación en
» la £ £ de P“ °
cumpleaños bastanto f • V graron una P nm era fiesta de
cito habría descendidoS ^ 'P0r° C°n lo CUal el m uerte'
^ is 5 y mediante el s is te m a d ^ plÍnt° ’ A **
recho a bajar al misterioso u lga de ham b re: de-
con prohibición de to 'i sue^° de la casa, donde
entregó zona franca parT ln. ÍUgUetes del ángeI se leS
p ue precisamente en a q u e l^ r08
fundóse con un enorme cnbnll ? subterráneo, y enea-
S! ir el feudo contrario dond ° madera que parecía pre-
fmalgaria
de hostilidades
que mecW
fiante S° Pr°dujo
una nueya Iaversión
raPlura {oX'
de I3
3 0 el carácter difuso del *i ° ia tQdos los rincones,
tos gemelos O m t ? Mpata™ : “Y < * « ■ . S e » *
s rogamos por e, , 1 « de Burro y Hocico de Perro
tiempo 3 Vuesho 2 t °arf ¡"feliz del retrato,
pared ’ P°rc|ue "°s olvidam ** i no sab™os cuánto
S o ;- /:" *" ^ d í a 'd h-Cer k raya “ b
DeI “ ¡smoTod“ al3S- amén'’ eSt°S 56 CaÍga ^
r e i r e f , ^ - S a er 20 ‘ P'a™ ar
al ángel e n ^ Construcción 1 CUanto a los ™ec,1°S’
Vos> Palillo aSG a un arseml i G llna íau^a Para cclZ0Í
t l ^ Íd a n - u m u t f 1n b r e s ’ re s o rte s , c ía '
tema de lengua-Pr°PÍaS narices def0 f°m0 ladro!neS ^
Planes ^cretos. Aj mudo> <*da Ve2 2 ' ^ ° ' Y ctert° t s
primitivas Pn i pnncipi0 mas necesario a 1°
61 yo’ el L rrl 386 a la SGreduí° a «SaW
cerlas y Su £ el abaj0) ]as ra mas simple: el tú V
f esquema, eJ ,a?°: Lueg0 ' a °sas Sementales, el h3'
ando cuanta DP del comnim. da clue se domiua
°* q u e a v ece110? " raitla S ° e n te n d im ie n to bro;
sus ^ tre m o s . debe n e c e L , COnten e r u n s i g n * '
r e otro para sutiíiz3^
66
Fue en la noche de los siete años, y mientras la madre
•s engalanaba en el cuarto de vestir, aquel lugar terro-
fico lleno de las ropas que habían perdido el cuerpo
el ángel, cuando decidieron llevar al límite de la au-
acia sus recursos mímicos, ultrajar al otro en cierta for-
Ia húmeda, dejarlo hecho una lástima de pies a cabe-
a- Detrás de la ventana que daba al jardín lateral, un
ielo negro y restallante de relámpagos parecía haber
echo causa común con el lóbrego cumpleaños, en tanto
Ue la madre, en una actividad inusitada con relación
aquellos hijos que nunca había logrado amar, abría
cerraba muebles, combinaba colores, revivía los tiem-
°s del chico muerto en cada detalle de sus ropas.
"Imposible, Hocico, no va a salir, esto resulta nada
'ás que cuando es de verdad —logró expresar uno de los
mellizos en su jerga de señales.
El árbol cónico que casi pegaba sus ramas a la ven-
*na’ aPareciendo y desapareciendo en cada latigazo del
le °> dio de pronto su espectáculo entero tras el vidrio
°m° una advertencia del bando contrario.
"Sí, que ]0 bago, y ya mismo —insistió en fanfarronear
el hocico puntiagudo mediante un gesto de burla
eñ^ ^ p*no~ ’ Y para la próxima luz, que debe ser una
a del miedo que nos manda de arriba.
"Ha empezado a llover, maldita sea, se nos adelanto
corando que tiene más agua que nosótros —agregó e
tos orejas, casi llamando la atención de la ruadle que
la alcanzado a completar dos conjuntos iguales.
ntonces a la carga, lo baño yo también.
er° no hubo tiempo de saber si se podía o no consu-
ión ° ^es^0- El enemigo metafísico iba a poner en ac
I ^das sus baterías. Un trueno largo como el mugi-
:1 «el minotauro hizo vibrar los vidrios, los muebles,
I Pls° de la casa. La mujer, entregada a la reparación
le ¡mas Pequeñeces, parecía hallarse escindida del clima
r¡j a Confabulación, como si la inocencia la hubiera un-
Urale^°r desquite ante el desprecio de sus vasallosna-

67
nado^-en i r 8a ,' PT ’ S' qUÍ6re pelea limPia - diÍ° el ° ri'
- ;Estás L a? I 3,0 7 n° d6Sde allí> como un cobarde'
Que tendrá'bajo las alas?* * Y ]°S PÍ0]Íll°S

cuidado^ena^miró11varias vecesf“ * ^ ^
improvisación nn° ™an°‘ Además, el entusiasmo de la
q - d Z l r l 6^ , 6“ el sistema- Este era algo
tados antes en pl* ^ f ementos conocidos, experimen-
nejos. Cl SubsueI° ^mo una droga en los co-
basta ya de fpnb •
incorporándose v nd; i- 6n^S ~ cbJ0 de pronto la madre
ios niños qlie se ^ ICaa 0 Un traje de cada uno—. A
se les deforma ]a ' ^ ° tiemP° ensayando esos gestos
nerviosos en todo el ^ Cuand° no terminan con tics
al liermanito le disrxncT^0' Por otra Parte> ya lo saben’
reSf t0 a su e s t a f e n tal6S C0sas> son u n a fa lta de
Aquello, que en f gracia-
inobjetable, tuvo este n’° II,ento h u b iero « d o u n a orden
a ablar de l0s p e lie r n l^ Un e *ecto co n tra rio , com o s¡
™ el recodo de ]as „ 9Ue acech a b a n a los h ijos vivos
!do un pora d neeas, la m u je r h u b ¡ deScgn-

“ “ • Carae V hueso6 í Sel a protectora de lo»


■a C e u t a ^ * *
derse m ' pecie de madr espintu eléctrico de
en su a caso de peIi ” adrinazgo del que pueden pren-
lación
los ch!„de ]^°'reglas
F,U&de
así „„
c’o m ode" ^Pronto,
^ d6)ar ^
y en plena vio-
Preauú a“ ^ CUa* é frente arfria- d mas " r i o da
X 2 ' ^ a m uier p am espetarle 13

C a r g a l f Wa C v e Cdeo¡d-dde muerte íntima aT¡teJ °


«he e L ° , qUe « ‘alia es una pesada
haciendo h 3 Cí>misa que vldrios .El árbol la re'
6nd0 lar hasta s 9 “ “ loca desde arriba y ^
68 S’ Para Ponerse luego otra»
Pero tan rápidamente que no dé tiempo al desnudo.
Quizás la respuesta no llegue a concretarse nunca. Mas
e improviso, y como saliendo del túnel al que le han
evado aquellas infernales criaturas, la mujer habló di-
ngiendose a las gavetas, a las puertas abiertas de los
roperos:
—Los ángeles no tienen edad, son siempre niños...
¡ ero basta ya, he dicho que basta —gritó volviéndose—
0 termino por zurrarlos y se clausura la fiesta de la
n°eie y todas las fiestas de esta casa!
me^ zos se quedaron mirándola serenamente, co­
piad* aca^aran recuperarla. Les era más familiar así,
*a a fiel del otro, que continuaba con sus fogonazos
^inteligencia tras la ventana,
dp f' nt°nces> punto en boca. Pero si viene por la torta
-Br ^ ’ convenic^0: nacLa.
cié] ,avo> Hocico, señal perfecta. Que se vaya a su
° a c°mer pasto dulce,
j j , las migas del piso?
b°)sillomPOC°' Junlarlas final una a una y echarlas al

a] Un nueyo trueno, es él. Alerta, orden de batalla


rar cn el comedor. L istos...
se halfk 10> ajeno siemPre a todas las luchas intestinas,
gar u a a cn 1° alto de una escalera terminando de col-
baió „naS guirnaldas. Al ver llegar a los homenajeados
- i S u f á n d o s e Ia £ r e n te -
vaqUer 1C‘’ v| eJ°> al menos tú jugabas con nosotros alos
—¡Arr-S! a su modo Sandro.
La c C 7 a8regó el hombre interpretando las señales.
^ PadrSa Amando cierto cariz de verdadera fiesta.
tl>ra ¿je ^ se estaba ya acomodando el pantalón a la al-
bijos Ca| as. r°dillas a bien de tirarse al suelo para que los
? s°sieg)a gasen> cuando un gesto de la mujer lo llamó
b¡en en°,’ n° Precisamente como un reproche, sino más
xión con toda alegría, capaz de neu-
°0tltrolad qUÍCr resurgimiento. Luego, y en forma ya
a> el beso, el tironcito de orejas,las cajasde

69
os rega os. Esto último no necesitaría comunicaciones,
ln C0If a mbada que asegura el pacto secreto. Fue-
hilo riqU<i U0ra’ a^T^a que cu*dar en primer término el
de s u e r t e SÍn anudar ni romp6r’
terial colPflfi P°i añadir a ^ pelota del mismo m«'
sZ l \°S Hrantes del te<*° en medio de
Por la torta "te 1*' 6 ^ hermano ni el papel encremadc
hola de hilos do T V " * * d ^ a m i e n t o de H
de un Z J 0° : t \ ° S dG la Ú ltÍm a C apa p o r
siempre, pasársela i° consistlna después en lo d<
que el ángel permaner' ^ S¡n descanso> de man6r‘
eibir ninguna. Es ni ^ Contemplando la cosa sin re
Iota colgada del hil^0 mas tarde, quedando la Pc
ro aburrido y soin °’ podda usarla cuanto quisiera. Fe
mún de la pe]ntn COmo un perro. El pensamiento c°
« que los llenó el par de minut°-
c°n una servilleta ayudaban a repasar los pocillo!
cbando el lapso un_ ? de servir el chocolate. Aprov*
caJa* Ce os niños hizo sonar al oído 51

buenos resortes" EUno)? T cánic°- de los que tiene*


techo de la trampa concluido *1*
. Pue en el momento rl
n°s» cuando el de arriK C°1menzar a abrir los envoIW
nuev0 con Un trueno1 br f , di° hacer retemblar c 1
™ sl r * y fiesta s; t el a r m a z f a d e la c a s a ’
sentn n . Caber dudas la ^ igie d e la repisa. Y‘
sufrí ’ quizas Por la re ’ PUes> andaba haciéndose VrC
el v m tamb¡én e*a v z T J t de »os regalos. Pero q ?
c L o a" al COn el otro ne d h n m a e n ttn d e r, allí
nuevn Un mendiSo el cum"? ^ Ue mirase d esde afue*‘
nueva convención v nf UmPleaños. A causa de aquel'*'
: Z Í d\ Qf ^ ^ Z Í0Se a C s por c ^
al dormitorio q an°> decidieron abrirlas 3
ha perdido3 71’!° por fin ^ necesario baÍo la man*3*
bras com. to de habí P 6 °0n la voz del S
ines- antes de bri Z 6n fami,ia con las Pfla
7q n ar P°r estos felices s*e
años dobles, a apagar las lámparas, a encender las ca­
torce velitas de la torta, a juntar los dos soplidos.
Un no rotundo, indeclinable. Cada uno de los niños
sabía que aquello iba a significar una condena en tres
etapas: encender las velas de la torta, apagar después
|as luces de la habitación, soplar por último las llamitas
^significantes. Y eso cuando lo que venía después era
nada menos que quedarse a solas con el cirio de Ja
repisa, es decir, con la cara iluminada del otro que
ia empezado a mirarlos más' fijamente que nunca.
^ "¿Y ...? —dijo el padre apagando la luz central luego
e encender las velas— ¿se sopla o no se sopla?
"Tú, por favor, Hocico, yo no puedo.
1 o, Orejita, yo tampoco,
j ue 1° único que lograron transmitirse con las palabras
e verdad, antes de caer los dos a plomo sobre la al-
c i ,ra> Los llevaron a la cama como dos pobres peleles,
,0sgand°les las fláccidas extremidades, una de las cua-
pPerdió un zapato por la escalera.
cion°C° antes 'medianoche, y luego de unas aspira-
la fj0S amon^ ales, había terminado todo, el mito de
esta los ruidos de la casa, el desmayo.
" C h °’ ¿estás despierto?
per J 1S’ Cu¡dado, todavía pueden venir, vale más es-
un poco.
Unn^0, ya se saludaron hace un buen rato, están cada
^ en su pieza.
"¿Y, ]0 notaste?
"¿Qué cosa?
ieron^11^ Cosa a ser? El hermanito. Cuando nos tra-
Pichí en ^ Cama Y nos pusieron aquel frasco con olor a
°reia, ^ . naríces> me desperté en seguida y paré la
Pastel SÍ acaso- Era capaz de abalanzarse sobre el
^Uerte^ n° ^ eÍar ni pizca. Pero se asustó de nuestra
vatn0s ^ por eso no vino. Seguramente pensó: Ahora
^ °ariñ0 ^ tr6S 6n el cie^0’ mucha 5ente Para T€Partir
Punto en l 6 ^ ma^re- Y decidió robarnos la señal de
0ca. Escucha, se le acabaron los truenos. . .

71
moiadn f6 P(i^*a ^ sdencio a b rie n d o c o m o u n a flor

sner a rravn i p1 r ea batenas


- Tant° para feste¡ar
contrarias como aquei enmu-
para mante­
cón su boc de l0S g6meIos emitió « * * “*
quier hechizo. grosero capaz de deshacer cual-

carga. Mejor PseráZ°i ^ bruto’ que Puede volver a la


qué se trata. esenvolver las cajas y tantear de

tales aS cau ^ d efff d(\ llegar a conclusiones fúndame*


fon, después d P *aC0. dlccio n an o d e la e d a d , consig u ió '
Primera p ara el d f ? ^ l0S Jug u e te s c o m o m a t e r i a l de
definitivo. stn P am iento, p o n e r e n lim p io e l p lan
"Bueno, estábam
se fue. 0S en que creyó en nuestra muerte )'
Entonces no h
~~Sl> Pero de to d o -T ^^ 110 bacerle, es idiota,
que se avive. modos se merece la jaula, no sea

chimenea? ™"10 qUe bremos al poner el clavo en 1»


"Vamos, Orejas
ur> golpe°c^ S infeb2. Subimos al techo *
r° de noche, una nn i(1Ulera no Bama la atención,
nosotros? a noche clara.
—Nosotros d et ■'

Í6X ; ragaW , p e r o l f Í T

equis bo
Pinteada
ran debido*
Tt ^ del “ g - a , e e rc a d e l a g -'
-
‘ c eria n o c tu r n a , con Pa

SUaíe’ c|ave em° Per° S-e V T ’ °peración ^ Ia>-


mo el fl,,; , mPezó a dpc ^ pretensiones del
ta n ¿ un r a z ^ ^ W armoniosamente, £
La m a l Va’ Ia P rú n S m atem ático h acia su >"s
suelto g q ma d« cazarán p de
deI cumple1 a 'es r e s o l ’ ° ° n su tech ° tram p a W
aún Ios csplaK ^ tados al último regal
de vidrio „;Ir eI asunto del* 1 d subsuelo. Queda ■
8I°- La taparon T ^ 0 V « » malditos
72 0,1 la cabeza con una ^
para evitar el espionaje. Luego, en ropas de dormir por
cualquier retroceso forzoso, se encaminaron a emplazar
el aparato en el clavo de la chimenea.
Un clima gélido y mortal parecía tener instalado allá
arriba su ley de mundo aparte, agigantando cualquier
Pequeñez que roza el silencio, desfigurando las siluetas
n°rmales. No bien cubiertos tras el parapeto del depo­
rto la semejanza de la chimenea con un hombre sin
razos y una jaula en la cintura los dejó paralizados. Era
c°mo estar a solas con un muerto de pie, cuya única
nuestra vital se había concentrado en la veleta del gono.
ero aunque el tipo solitario fuera cosa bastante tétrica
e Por sí para aguantarla sin experiencias anteriores, eso
n° significaba nada frente a lo otro, el cielo, aquella
especie de fortaleza invulnerable de donde habrá de
cscender el hermanito emplumado, tal como debe ha-
01 0 todas las noches según la letra de la plegaria, ú
tjntonces, frente a la absoluta certidumbre, ya no se
pCnf tonto valor como durante el proceso maduratorio.
coL- S0^ a Pre^erible volverse, meter la cabeza bajo las
tn‘ 1JaS’ °^v^ ar al maldito ángel y su horrible planea-
(|^ento nocturno. Es claro que todo marcharía mejor sien-
jn esa comba menos grande. La sorpresa de un cielo tan
ra Gns° P°r encima de todo lo demás, y sin palabras pa-
tüveXpresar la sensación de aplastadura que produce, los
Cacl°.en Un Principio suspendidos del aire, como nhor-
clUe°t C^G estrellas, temblando de un frío metalísico
aT|tos hombres no resistieron.
W DCibÍm0S traer abriS°> Sandro, sopla un viento que
dores f°ler 6l CUerpo ~ dij'° de pr0nt° Un° de l0S CaZa"
urbvos dando diente contra diente,
arrib °tr° lo tomó Por el hombro, volviendo de lo de
tío * C°™° si cayese en picada. Tenía razón el herma­
no’ P ,ó’ hay cosas que desbordan los proyectos, que
10 Ca Culan lo suficiente. ¿Pero y la trampa, y to o
de ] ’G su fabricación había significado? ¿Y la tristeza
rehatnpCUmpleaños sin amigos, y la guerra a muerte del
N° necesitarían trasmitirse aquellas preguntas,

73
O las razones comunes de su aventura. Los dos se s*
ian tan en lo mismo, así respeto al aire helado que
os cala y a las tentaciones de echarlo todo a rodar, co-
oiie p1 ! !rnP°sibilidad de cualquier actitud negativisfr
luio dprnaQ0^^0 lm*ent:o era una decisión sin sentido, u”
embargo ° Para ambici°nar a última hora. S¡D
^ 5 2 PerdbÍr ^ que no ft¡¡¡
V Ls mantas olvidad^. ^ qU6 k hÍSt°rÍa dd

me animo5—volvió T * Pref,Untarte una cosa> Per0 í!°


jándose al otro en h ^ ^ T ^ el mÍSmo chÍC0> *P
Se ovó n r i l USCa de refuerzo.
Pues, como si eín" 611!?uJ0 castañeteo de dientes. V*
sierra: habla lo hiciera con el filo de uu3

to tanto frío com TÍ ^ 10 qUe vas a preguntarme. S¡en


palda y todo eso n ’ ^ ^ emPezando a doler la e ,
ángel ¿no?, y aq > ° me importa. Vinimos a cazar
porra que es la ai,p *!°S (luedamos. Además, esa luna
montar como una en ? ^ Culpa de todo se podría re,
1° hago, por suerte ^ &í Para pasar el tiempo. Y '
—Sandro, p o r t o r * ' * ’* b ° k de M » -
ca3g0 aquí duro de m ^ mUer° si no te lo dig°’
' ~Yna conviene hi ef ° y t e d eio solo...
enciendo siempre lo ^ mucbo’ tampoco —dijo el 0
largando el hil0 invenía Se Veía venir> acortando '
«tan llenos de oídos v 1 ’ Est°S “ R e n t o s éng°%
abemos 10 que dice y de ojos en todas las plumas, f
y V T 110; Así ^ e S r amá- que él oye esto, du
en i 6 -1ÍZ° k señal cIp 1 °n’ n° seas majadero. ■„
a p r e t r ^ dá"d°le ~ ^adas a
ouazo que quena ser
Pero 05 q

panto™ p!aS IlorantJo Pcomo Teng0 verSUenza ¡r


~ u l PC Ío aSUWtarl° ™a nena’ Per° “ ^
deI bafl0 y ' V : : Z T l que «** ahí cerca el t r a g ^
74 ne ^ambién muchos oídos.
El mismo temblor de mandíbulas que el hermano,
idéntico aflautamiento de voz previo al sollozo. Eso sig~
ni icaba que también iban mal las cosas por su lado, lo
equivalía a decir que el viejo ensamble de naci-
™lcnt° n° estaba perdido. Fue al borde de la tierna
constatación recíproca que, olvidándose hasta del medio
no exigido por las circunstancias, la doble angustia
]a n era a hizo crisis. Arrancando de las manos del de
^^lCometa su bendito hilo invisible, pateando la pared
gritó 6^°S*to de^ aSua, el más incontrolado de la pareja
-S a | raV^S de una mezcla viscosa de moco y lágrimas:
d° túT^e 1]°' -GS ^U0 aflue^a nocbe del cumpleaños, cuan-
y pQr llciste una pregunta a mamá mientras nos vestía
S'nar al '^U6 amenaz° con zurrarnos, yo empecé a ima-
^onto' an^ en otra forma distinta que hasta ese mo­
dernas' ^0rn° a un bicho que crece igual que todos los
si 10 j’nsu, Corne’ y bace caca, y se defiende con el pico
La sólvian ci,r^e das cuenta, no lo pensaste nunca?
^clemente anc^anada de la realidad había sido brutal,
criatura n ] 6r° n° exbnustiva. El instinto de la otra
Cllencia ¿g1 i° desde entonces captar, más por la fre-
lnterior a frasmisión emocional que por la madurez
^Gc*e de vab aqiiebo resPondía a algo concreto, una es-
°ausa de i' 10 ca|dero que no sale porque sí, sino a
8Uar sin noQqUe esta bullendo, y que habrá que averi-
eso ^ mUCh° al b°rde-
e cb ^ ^ f^ ’ qu^ nos *mporta? —preguntó cazu-
b jaula o anC ° de paso una mirada hacia el hombre
tjerie ’ °n su Plumita enloquecida en el sombrero—,
broto q ?-iVj1 C0n nos°fros, después de todo?
°na vnlnerabl CC aclue^a Indiferencia logró alcanzar la
ej''^ ero es qu0’ Elovocando la reacción inmediata.
óe fecb° de l^6 fC6 Un momento al otro pone la pata en
. . . ¿g campa, hace funcionar el reso rte... Y
fc-r°’ qué ha?pUCS qUe él esté adentro ¿qué hacemos,
cvol ese Preoi °S Con el ánSel?
c*°nado lnstante debió ocurrir lo que el más
os gemelos había previsto. Las voces

75
llegan por el tubo hasta el cuarto de baño y de ahí al
vueltn Via!10 de 3a madm, si es que alguna vez había
al s„Plna f.Ci°IrnUi <'omPletamente. Y la mujer echó P¡e
como ella a . aban de sorprenderla, no se sabría si
reseco v a °, como a3S° desprendido de su doble,
No estiban 1 •-6 quebrarse al chocar con las cosas.
Planta principal T ° S ^ ^ dormitorio- Descendió a b
que la lámpara de°iaPrr and0’ ,d PaS° P°r el
go, la escalera h • ®pisa tenia aún buen aceite. Lúe
encendida. Ya p i s°tan°, donde ha quedado luZ
“ > los últimos años* „.Y' 'UEar’ al que poco soIía bf l
cubriendo el m,„ i’ curmsamente en círculo, redes
rado estaban aún alh Perdld°- Las cosas del hijo evap0'
tes, con sus miHrl Q a mano Y espectralmente dista'1
-El jaco de mi enS--UmergÍdas en tiempo.
sa manta de la mi-, 1U° 1 murmuró quitando la misten0
l.,ch.„^Za Ce^ animal~
que llevo sin lustrad animal—. Dios mío mío, los sig£
n J arsus
Puso la mano arreo s•...
SUS arreos •.
Pie que había sosten-1*0 fstrib°- Vio corporizarse casi
zapatos de aquellosnipi°eS
a q u e ?dÍeF n Zo añ°H S antes.Ppero. ¿y3
Perft0S ant6S- Pero“ . .* ?
p" cíe de y no Io iieSrforcejea por traerlos a la
nian los gemelos
&WJ1CJOS V v PPn
o®**’11 que ^— tres Clliua
años uv-t--
después
zapatos dobles que I?“ 7f los sus zaPatos, zapatos, siete años
del niñn desaparecida fdescanten
e niño „1
escar5an en aluvión mhrfi
sobre
an efinitivamente p oraian una montaña, los ap
*** * * Rérdida f Gnáerse de aquella ser
le levaba a 10 a]to 6 lab,e> miró hacia la escal*
ahorr esto
~~Y ahora -• i

Sapero™ ‘í“8 prta^ment° Pata mÍ corazón


,, unipC2¿ -«cuie. .. Parte’ deSPU6S
drian estar han{_ ? Sub¡r con
hubiera^qo haciendo arriba0? 1 recel°' ¿QU¿
tiento h , 6 SorPrenderlnQ medianoche? Por si
habh la n ** alg0> trató de anda,
te allí
las altende ,f SpaIdas,
° f ntreabiertaeqsU6na
en nr PUGrta deefectiva
enc°utraban U&r°
S los inflaba COm S de dormir. El vien
76 a r°Pas colgadas.
Cielos, qué independencia —susurró— él no se hu­
lera atrevido jamás ni a encender la luz de la cabecera
Sin ”arnanne.
hast^0 ^ escuc^ar con cierta dificultad lo que hablaban,
rn a 0lr> como un mensaje enviado en un cuchillo, di­
vam ente a las entrañas:
está C(\rle ^acemos con el ángel, decías? Bueno, ya
Lc^de' C ^GV() bastante tiempo, pero acabo de pensarlo.
^ jarnos ahí, y que se muera, eso es, que se muera,
^ y u e se muera en la jaula?
aios 1* (|S0 miSmo’ clue se muera en la jaula que le he-
Igualm 10 C°n tanto trabajo durante semanas y semanas.
P°r qu'M6- sc^uiremos rezando por él, no tendríamos
t°s¡ CQ^ c ejar de hacerlo. Vamos, hermanito, los dos jun-
la cany71.0 “v nac^a hubiera pasado, de rodillas al pie de
1)0 sale? ^ ahora, S e ñ o r...” ¿Te das cuenta? ¿Sale o

ágeles ^anc^ro’ hay una cosa, y es que yo creo que los


"No n° S6 mueren-
el ótrP°rqUe nacPe l°s cazó. ¡Pero éste se muere —gri-
C^e hí0 d Pat'eanc^0 el depósito— se muere de hambre,
Pernos’a G rniec^0’ de todas las muertes juntas! Lo ven-
°S’ ^ o v ié ^ r ^espues> cuando esté lleno de gusanos. Eso
°üarido a] r°Se por *os gusanos como. . . nuestro loro. . .
"hocico 10 encontramos. . .
tlllnca más* 1P?r ^avor’ y° no hubiera querido acordarme
C|^re la, .G ^0r0, -ho toqué porque al verlo retorcerse
i '"kuenorn<itaS Cre^ ^ue estaha vivo.
j° Pdricip^] aSta ya con el l°r° —ordenó el del hocico—
yU^a> Orejita611 momento es no sacar el ojo de la
iz a r s e 15' estar al caer. Si hasta me pareció
l'spir0 en el suelo una sombra extraña, oír un
La ^
V ^ c ia , a^ ei°n’ a Sus espaldas, por pura fuerza de
p5l8antada 1 GS c^e v°lverse para verla de cuerpo entero,
q ‘^ ám en te °r ^ planicie de los techos, la mujer dio
e*hañ0 ser Un°S pasos hacia los niños, siempre como
nieal que e]]os conocían, pero agregando

77
datos nuevos: su blancura desparramada por la luna, el
pelo suelto y la voz inédita, como de otra mamá distinta
que hubiese vivido por dentro de la suya, y con la que
abrió la marcha amenazadora.
—Monstruos, monstruos, ¿dónde está esa cosa internal
de que hablabais, dónde, dónde?
Ellos empezaron a retroceder, tomados de la mano,
seguidos siempre por la madre del ángel y su pregunta
(donde, monstruos), calculando mentalmente los paso*
que los separaban del tragaluz (dónde, dónde se halla
esa cosa diabólica que fabricaron, dó'nde, criminales,
donde). El agujero debía estar ya demasiado cerca p f
tuían mPpS°nmaS’ Per° *mP°sible desviar el camino. n
pozo dqe7 aí » » a conciencia hacia A
arrojándose ’ aUnque tamPoeo podrían salvarse de L
níflos “ »unes hacia su madre (dí»'
S “ pecho e„ "Tndl°S' dÓI*>> Puesto que ella no
ángel. Entonces vT g0ta de sangre que no fuera de
las manos hrc¡Z ^ talón en el borde> se S° n
Y cayendo’ senld * der6cha e izquierda del aguj*0
Habia extendido i * en el *udo. Ella no lo * *
sonámbula. El ííln°S fazos bacia adelante como u
en el vacío, salió del° ’ estrangulado salvajemen
rías veces en el aíro P°.Z° Como una espiral y reptó v
brazos de la chimen/ 0 del techo- E1 hornb? Iri
eI cinturón, mientra & i S0gUla impávido con la jaula
sombrero. le giraba sin cesar la pluma

78
la i n m i g r a n t e

a cuya as cpJe .l0rrnan Ia primera parte de esta serie, y


CRÁNTE” en0r in,tegración con otras titulé “LA INMI-
2ar y en en su mayor número, sin encabe-
E1 la totalidad sin firma.
S° explican y Li carencia de estilo del comienzo
ClUe regente > °f C ,uSar donde fueran escritas, la tienda
, Lila pr^°r tantos años mi madre.
s° üri Lornbrp ^ 0,110 s*gue- Liso, según ciertas teorías
j at° está físicamente cuyo re-
p a re c ic *0 a m í
i,nStruir los dnr. "C° ^ Caso’ debió haberme obligado a
J SIa tt or; i T entOS:-- Ya 10 sé' ™ extraño sosias,
Vid rilanc,a- Pero6 Una 1S"a’ Sin° ^a mora^ conviviente la
aquellaCS tamblén verdad q u e siempre ha llo­
co^- °’ y debe s n e s°Lre las flores desnudas de e s te
ha , e Para se mii,61 •^•°r 6^° c*ue nos reste un P°co de
°°ai0U l0rt° aún d VlVlenc,°’ ver cómo la gracia no se
esta. e P° Vo viejo en una tierra tan usada

Ju an A b e l G rim
Por la recopilación entera

79
I

Le hago llegar este recado con el muchacho del ascen­


sor, la^ única persona a quien podrá confiarse en ciertas
pequeneces, al menos si usted alcanza a resultarnos apt3
para nuestro trabajo. Llevo veinte años aquí, y el heC^°
ce ser a jefa general me ha permitido catalogar las cria
uias que forman la tienda como si fueran mercaderías. (
us¡a también, y no se ofenda). Pero mi motivo no e
hablarle de cosas que se deben ir descubriendo de por *
sino e otras que me crean cierto compromiso con ‘
fillp0™ qUG la recomendado. Y como le deseo que n.
le rnpo- C pruek‘a a clue se la somete bajo mi contr ,’
al S ° 1 al ascens°rista dónde puedo encontrad
h o rario - Y p a r a co n í
que he Pr0metld° 3

fueron Y j* dlferenciadas por temperament0*


d ^ Tod mT d° estas extrañas misivas, siempre r
era la tiene> al parecer, robadas a aquel infier^10^^
sentar durante de la Cual mi madre clebl°-/a
cuerdo con p1 Qn°S Un papel preponderante.
teruida v pi • asomkro provocado por un rm *
das- Pero d e H ^ ^ C°n SUS P°bres hormigas^ ama ^
de admiran'/. °n ° de a(luePa esclavitud subía un
quindades do ^ ¡a sustentaba en vilo sobre a
desmoronó t ^ aH >- Tanto que sin ella toá
convertirse *
que es hoy u Pr S' ° aqUell° vino a
Si flle aquí’0U!i iUgf r del que se puede decir: Yo
que compré esto. . .

80
Perdóneme, pero voy a usar su sistema para confiarle
que, luego de las observaciones de ayer, traté de buscar
en todos los espejos de la tienda la imagen de una persona
que llevaba encima mi nombre, mi rostro, mis demás per­
tenencias. Y con qué resultado. Porque lo cierto fue que
eada una de las torpes actitudes que me fueron mostradas
Por usted en la mesa de aquel bar, la forma de asaltar a
compradoras con la intención de venderles a la uerza,
nii rabia incontenible cuando se retiraban sin entrar en mi
l'Uego, y después la tendencia a buscar los ventanales para
uurar la libertad de afuera como si la hubiese perdido
en un mal cambio, todo eso me parecía irse c espren
do mí como las capas de una cebolla.
Luego de la primera operación, empece ya a
eon facilidad. Esto sí, aquello no, cuidado...
e todo: que nadie sepa que estoy creando mi pi_ ,
del°. que los demás se hallen ajenos al proceso D gamelo
aunque sea con una mirada: ¿voy bien asi, le

Entonces la jefa se expidió en otro aSP ^ °


«»a. Era, sin duda, la mujer orgullo® qp y _
con aquél cuello levantado que lueg
Clon de muchas cosas.

III

querida, tampoco es necesario exa^® se~oras ¿e ese


hace un momento. Mejor dejar a con sus
:special que se vayan por don e ^ cuatro ape-
' rutilantes, su chófer en la puei <> . para d&-
No podría esperar ni siquiera hasta luego
SI
cirte que, a pesar de todo, nuestra dignidad debe seguir
funcionando. Conservar la medida del orgullo, ese es el
secreto. Un derecho mínimo que yo me concedí desde
el principio. Además, siempre será tu cintura joven la que
triunfe sobre sus rollos abdominales, que parecen haberse
vengado de la sobrecarga de oro. Son las señoras de al­
gunos ministros de tumo, de ciertos industriales y ciertos
banquero que empezaron desde el subsuelo con la escoba
en la mano. No humillárseles demasiado ¿eh?, así sea pro­
siguiendo lo que has llamado tu proceso.

IV

Me siento h°y que he fracaSa'


ted, lo que es usted o n° S‘rV° para esto- Cierto que
pisara en mal hora esTe° ?SrSOna» podría justificar que
Pienso que debo irme.
pienso irme SíS' ^ ’ aUn Un con
COn usted
US ac
6
yúsculas. Imagine
yúsculas. Imagine aue*
eme'oi« 1’\ ¡^ rrne °°n
COn todas
todas Iaslas letras
letraS r
CPmenta por eli piso
cemente . decquella
T- Que Ullegó
qU6 p o -A nrominlorifln (J
preguntando
en acción toda mi fanh,/05’ Y.a la que atendí ponie
celeste, los 0sos de felna ^ C,aS1 ^eSando a ver el ci
mora del ascensor Dan repisas> aprovechó la
revolvió en Un montón l la foto‘ Abrió el h
cierto olor extraño y am 6. £0sas de las que desp
un perro vestido con mi a abierta sacó el retr
la verdadera madre def¡ L u e S° empezó
de costado. Fui al laVnb ’ V hasta Pareció olfa1
servi le para todo ‘ 0 y vomité. Y después que
, Ese Perfume qUe i,cf i
gun día para recordarla6 f US?’ qUe quizas me cons:
1
rme. Pasé a su lado la 6 ° dnico que pudo rec
usted irá a saifr ¿ " E * Y h ie n d o . Es
va 1UGme Coiupre. ¿Cóm 6n Cuanto levante 1
vamente u0 pUedo_ ¿Co*o se llama? No puedo mfc
82
V

Mi chiquilla (°), no me perturbes hoy con tus perfu­


mes, te lo suplico. Tenemos una reunión de directorio a
causa de ciertas compras que han de hacerse en Europa
Para la próxima temporada. Según mi experiencia sobre
este tipo de concilios, lo importante es aparecer ante ellos
completamente neutra, como quien dijera Tien a ’
sin nada extraño que se separe del mecanismo. Uesde
Juego que yo trato de recordarme de tanto en tan o ape-
Jando a un recurso muy particular que vengo apican o
y que trataré de comunicarte antes de que se oi0a e
kre para el encuentro con esos señores. go que
relacionado también con un espejo que hay en a ^
sesiones, frente a sus propias narices. Pero que >
está sonando ya. Y por ahí se acerca, ademas, cierto lindo
chico en tu dirección. Ese debe trascender a naftal o e
A queta de cuero. Ya ves que no todo sera aben o de
Perro en este mundo. A h .. . y en el rrunuto 'que el Hove
®que su billetera para pagar, trata de nurar con mas
discreción las fotos que luzcan bajo el plástico.

Qué distintas las letras. Cuando ^ ’^ ^ e s p o n d e n -


cartas para intercalarlas en su vei ^ mosaico a
da. aquelo comenzó a parecerme u
ríos tipos de artesanía.

VI
, , Ap ioreunión ¿no es asi.
a jugo conmigo antes cíe * , primer día.
lúe yo miré la foto de su billete <

le mi puño y letra: "La jefa iba cediendo”. - J- A. G.


Pero eso es natural, creo. Muchas veces pienso que, ade­
más de su buen ánimo mantenido tan oculto, debe haber
otras cosas así de secretas en su vida. ¿Y quién era, final­
mente, su muchacho de la fotografía? ¿El mismo que viene
alguna vez, le da un beso que las deja a todas con agua
en a oca y se va como vino, sin comprar nada?
Prense que yo me considerara al principio la perla de
es e ugar por haber llegado aquí con unos exámenes de
ua quier cosa, un carné de cine club, ciertas menuden-
qUe,me UC uuo JUlUie. Y í que luego
encontrarse alan hi0ieran creer de, otr° ’¡«aje.
1 _ „1-
c a n z a r U 8° qUe desblmbra (usted), pero que no a*
mundo n 1 10 qUC y° <*uiero (también uSted)’ fÜ
sino el otrod’ "i l ? 6 ^ MuÍer-Tienda de la que habla,
todo esto un ^ ^ tendra un siU°n para olvidarse
eomna que rdC bañ0 COn SUS ***» * '» fraSC°S’
Aquí nadie narp ° CUando la luz la esta molestan 0>
le envidian l l / Y i mucho- La respetan, la odiad­
las manos P e rl f wS° de las Pestañas y la calidad
chos? ¿Y por n ' 7 u ü° paSan- ¿Tendría yo más dere'
¿ P°r que habda de tenerlos, al fin de cuentas?

VII

MuV bien, así se 1


oportunidad para m,« ,Te observé dejando perder
a otra chica. Los en C -,iente no advirtiese el asatt*
1 Suerras intestino rGS deben en abS<
er° existen t a m b i é n 1& eIevación del porcen
smmpre p0r Una Cabe¿ mas Pa^a evitar que nos g

84
V ili

Sólo que yo quisiera hoy dominar únicamente un sistema,


e Je las preguntas y sus respuestas (°).

IX

ser'' ^01na^ e y deliciosa criatura: Es claro que siempre


esc\maS ^Portante eso que lo otro. Y he venido a mi
no °ri° S(^° Por complacerte. Pues bien: parecería que
muVa Cn diligente de una gran casa de modas, sino en la
(]e ^ ^ue se inspecciona de vez en cuando en el espejo
he s V ^ de sesíones y ve que anda bastante bien aún,
que C° S^e.mPre vulnerable a todo, por más lama temible
eSe Caiga en suerte- Una sola realidad aparte, mi hijo,
tus c 6n clue viene a dai-me un beso y parece activar a
°mPañeras cuando Ies anda cerca.
rac¡ónS(i cuarenta años y él veinte. De la simple compa-
ser CC esas edades podrás sacar en limpio que no debe
tiento ^ ^ d e r a d o totalmente hijo mío, sino de algún mo-
añ°s> abuloso en la vida de una mujer de tus propios
°Uand0 C°n .el tiemPO lo único que empieza a quedar
birria S° ret*ran ^os fantasmas. Vivo con él, que estudia,
ífpibe dfi.^C^a departamento con irisadas de barro y
rega/S m^as VOces femeninas al teléfono. Y que además
^ be o]^ 1116. ja rr e r a s de plata con el mismo dinero que
quedan Sctlu^ado en los aniversarios, sabe reírse como ya
^ , é P0C0! que lo has an-
ariuí después de la gran calamidad que suele

<*) n
esafiar
a mamá, qué a r r o jo ... — J. A. G.

85
.

estarnos reservada, la tuya creo que de origen económico,


la mía de otro orden.
Pero luego todo empezó a engranar de nuevo. El mñ°
sonrió con su boca desdentada, el cielo me pareció en-
onces descolorido y chico, la tienda pagó siempre regular-
men e, os panaderos saben cómo se hace lo que tienen
entre manos y los naranjos lo suyo. Si la vida funciona
como el cordón de la cortina de que has hablado, no hará
Q H P nü!n° U n S i m p l e c o n t r a t o > tirar suavemente a fin de

DerfnmpSe r°mpa' ¿Enterada Y conforme? Ah, te envío el


c a p r i c h o s ^ n° gaSt6S de tu sueldo en Pequeí f
dríamos 1U “ 0S se Uama: Violeta de Parma. P°'
sería entonces" e^tuyo^ ^ elecHv0S- Este te qUCda ^

en momento de entregarla, la je ta ta
biera sido^ Pa¿ bras finales de esta carta. Me a
mediante P e v°lver a la superficie lo testa

mujer v vñ
íentos“™cidos-per°pre%
™crloprrdim ,pr.e había existido entre aqu
estado de Un .tacito respeto por las cosas en
Luego c r e í '? " deCÍSÍÓn>
cimo orden Correspondía colocar en este
« Vtc.iX*“1«* " • " "

Señora;
, Qu'siera Verb
S e t aquí- ^ u n t ; ^ 1? 5,' del
end I T otro
fuera de 1
mutido.
86
En adelante, mi madre comenzará a escribir sólo
para mí. Paz sobre sus despojos delicados. Quien
quiera que haya guerra la tendrá conmigo.

XI

• • •Entonces, querido mío, que al sorprender cierto


J despedida entraste en una confusión que no supe arre-
ar sino aumentándola con mi silencio, lograrás, sí ac
otando estos datos como puedas, reconstruir e oco.
La chica que me abrazaba cuando llegaste a i 1
sa vino a devolverme esas esquelas arruga as que
:s ante los ojos, pidiéndome que yo las guar a
huyese. Se acababa de casar con cierto joven p P ^
ri° de unas hilanderías alejadas de la ciuc.a a
^hacerse de ellas. Espero, sin embargo, que 0(j ra.
Petirme el “quiero conocerlo todo’ un p0C , no jel
atíco de ese día. Me inquieta, ademas e e ^ ja
le tanto hemos reído cuando se trata a e
Peeie de fiebre extraña que te ha ^ e %ensé que
discreto deslinde con mis cosas, b e 0
° Podría deberse a que, entre tales cosa , ^
as defendiera de la curiosidad ajena interes^rte de
nsación te envalentonara al punto c e c e g sjem.
b mías. Tú eras mi hijo ¿no? y es0’ Si fa m ilia humana.
e> algo un poco distinto al resto de 1 .q ^g men-
la embargo, un tanto asociada en el n e g u - ^ ^
as de los demás, vuelvo a preguntar e erta que
'ne tu necesidad de abrir la puer a, 1 . ¡era uno
!"a sélo para cada uno, y que a veces
ISrn° Puede hacerlo.
XII

Mamá. Luego de este episodio desconcertante!, ^


urre imaginar de pronto que nunca ha sucedido nada,
natnroí r nU6Str° mundo volvieron a reacomodarse
- el eitmga * ^ * UnÍr pedaZ0S
lo deseo6 S n ^° imaS adentro> siento también que 110
cernos no t , Vendaval Que ha entrado a desfe!'
caídos o cam/-108/ 1 C°n vidrios nuevos, parando mueb¿
** o cambando simplemente de casa.

regalaras nadTm en^ ^ SÍend° nÍñ°’ tG P°dí ^ nte


mucho tiemno A q?e Una Playa- Tú reíste d ¡i
expresiva de la edad^ fanta?ías’ y yo> en la ^ P 016?^.
gua como para exnl¿ ]m? que aISUTla vez tendría
Parece haber l]eíXn l Car?e mis razones. Y lo cierto es 4
trañ0 será siempre lfl ment°- Es verdad qU6 ]° Il0s
aguarda. Un niñr, i ‘ Clrcunstancia desconocida qu<?
comunicarse Le eS6Sperad° Por su falta de medios Pa_y
CUándo ¡o descubre? Un qUG ya J°S
aparece abrazada Por . cualqmera en que su m
boca y Wgo se nli- i, ,oven que la bese en P¡
Tú estabas aquef °rando por íos pasillos del edi *
? ° ra ea lo e s p l e t d t n r n ° * * * * * e n la ^
c0 se me ocurrió U • i qU6 as sl'do en toda edad), c 3
S * 1 área circuLV „ * de dibuiar a tu alrededor ^
las acababa de esf?6 ^ tuviera como centro. En ^
que ya va a la escn mi verdadera cama de c gf¡J
‘^mentar el predio dp^ y .estaba conociendo lo qu^
enrenm ^ d VGrdadero CuerP°’
yo te i COm° jaulas p aS pequeñas camaS enn qt»c
e hacia, acostarte ’ esPecie de devolución e
Ío°ndaba. sin UTla te n s ió n de a r * * y
nueJFa qUe uadie tuvi ^ °tr°S a ^ m o s más ° sC^ gji
pare - i ktft* a L S k T V a * * *
1 as a las pisadas l 1®uras plantares tan S1"0 , . ji1'
88 aS de l°s osos en la nieve se**
imaginación y tus cuentos. Te había levantado fronteras,
er> una palabra, y estaba tan seguro de su importancia
como todos los que las inventaran antes. Pero me ocurrió
1° mismo que a ellos. En una de mis idas y venidas de la
c°sta, encontró de pronto que la zona había sido profa­
nada por las huellas, y que nadie, ni tú misma, lo sabia.
Me eché a llorar sin ton ni son. Los propios osos corne-
ron a consolarme. Finalmente, no sé qué cosa ajena a
las causas llevó las culpas. Como siempre, el verdadero
enemigo quedaba fuera de la historia.
(Todo lo que me escribas se puede dejar en la gaveta
(le mis pañuelos).

XIII

Gonces ya no habrá otra alternativa ¿n0 eS£echa


ndré necesariam ente que decirte que en a
lueS° de aquel “dónde” tan especial,
udad un fin de semana. Estudiabas co ^
lsi Pude sorprender que se alegra an
Dejó la nevera repleta de * 1 " “ “ ^ e n -
expedición, y tú, viendo mis preocupa 0jurnpián-
a reír en el banquito cojo de la cocí ^ Jíg_
’ Tengo que recordar de paso que ^ a ñere-
' en ese momento al justo diapasón c e gc0 retra-
ls sin más. Oírla era como toparse con ^ muerte,
P°r tantos años, y desde los tim a es g stoy mi_
añadidura... Pero no puedo con» esmalte,
0 que mis uñas necesitan un poco ce
-a se podrá decir que lucen perfectas.. •

89'
XIV

carn dmí- , verdad es que yo tampoco hubiera pod>d°


.Uir ,0^ e _re^ato de tu salida desde que has menc’0"
dihlo n g0> UñT y 0tr0S Pretextos afuera. Es impresc»1'
sobre ?,? m0 g?S’ antes (lue todo lo demás, tantas cosa5
reloj nnp j U6 te visto muchas veces detenida como u
el tiemnn epPr0nt° quisiera empezar a marcar hacia atrJ;
tamb™„P°m iPOrqUe. ar “° 1«« "o se haya aclarado -
silencio que de mentira- Y yo estoy harto de e
sucio. para mas> que empieza a paree

de tu paternidad10 an°S V¡VÍ agarrado> clavado en la


Gollodí. a To f h°m0 61 muñeco de madera del viejo
encono mezclado ^ 3 ]°S ^ nce> uno prefiere
la raíz de los nri 6 ain0r 01110 Parece un día reventar ^
brotan del c u e r n o P6l°S diferentes al resto 4ue
grititos de placer’ ? a punta supurada del acné, cj1
l°s veinte v va Sados bajo la sábana. Pero
k ,S° * a que !L P°drá ^ más milagros. y
se levanta, quiera 6C-° 6ntre nos°tros como un Perr°Ü
í 6 ab* los pWareg,,trar k C asa' E s ta “ la ° p 0 tT f *
aves haya estadoS C6rrados a clavo, aunque to 3
Pues- ^ ademTs n° ? mpre a la vista. Ahora o 1111
d!>’ 0 todo o nada.

XV
y kje

En fmscos)S. CUlPaS' (Ya


90 n°r de mi cómoda hay una
varios recortes de prensa. Allí deberás encontrar rostros
y nombres que puedan servirte de reflejo. No me in­
quieta el latido un poco artificial que eso llegue a pro
vocarte. Tu cadena se rompió cuando quedaste a en o
mí°- Pero soy yo quien no ha podido revolver a i sin
andar con las entrañas en la mano. Eso, lo que ue eso
e lo que algún día debiéramos hablar, está a i co™
Slempre, completamente alerta. A veces lo *map n°
m° un monstruo escondido que respirara y se a in\e
L°n el aire secreto de las cajas donde se guar a.
^Hte, es claro, pero hasta que cada primavera o
°n cuidado de allí, me lo coloque bajo la piel, y y ‘
^P icarlo no sé cómo, con razones que la gen e s ^
la misma inocencia con que tú devora mal
°cuas pildoritas que nunca sirvieron para evi
e ainígdalas. i
, Mj vida: lo cierto es que jamás podré olvidar a aqu
^ Nos quisimos con tal esplendidez J ^ e s o *
can S dac*° en Pensar si n0 babra €S nrtancia como
Sg Sa ^el fracaso, con tantos seres sin ^ ¿ e s tin o
am0V ren apoltrona(dos en las mejores bu aCa (tu 0rígen
Cierta noche> el clar° de Un P ec anios fuera
de i nos asaltó la sensación de proy ,eSCOnoCidos
hab * tierra- Pero no sé cuántos plañe as ^ cQn_
tinur„larnos explorado ya, pues nuestro ca^° d¡rnos un
beso renovación de situaciones, y Janaa prente. Sin em-
barp que no nos colgara de un cielo 1 ^ desastre.
y tan grande como esa pasión debió ^ que
C en el fondo de mi alma un recuerdo ^ pQ_
>ib]e \ lntercambiarte por el de la P aya: de mí edad
UamJ,° exPÜque todo. Una pequeña afliit rfi mU.
K se"1], k?° que Geor8ina’ hlja, ¿ 6as Un día, no pu-
d¡enri habla prendado de mis sandalias. ]aS qUite
V Se ? res¡stir más sus miradas de co 1 ’ d0j como to-
oada lils ofrecí. Ya iba ella a tomarlas c u ^ d¡jo que
¡ba p0r un alacrán que debería serle ció> Nunca
^ús l e'S a c°nsultarlo con su madre y c e ‘ por apar-
'a vi- La mujer, humillada o incrédula, oí
tarme de la hija, y yo tuve que quedar con las sandalias
^ ° r!° ^U6 n° bab*a P°dido entregar a través de ellas*
m duda que ahora comprenderás el resto de lo otro.
°rgina Puede ser un símbolo. Georgina puede repre-
j . i r muy bien la sangre con que uno habrá de apren
j °’ a buena gente se asuste de todo lo que eS
demasiado grande. (Cuál será, tesoro mío, tu propio des­
de hic fam°r’ qu®b^en estábamos aquel día lejano dentr°
6 ^ fronteras d e la p l a y a . . . ) .

Pase vanos días sin escribir. El rostro aprisiona^


sitioaS °t0S C'6 mi Pacb'e que encontré en aQ1'
m rostro del cual el mío había sido cal*J
la c a J me IarSaba desde todos los espejos
der a l n ^ S,°nrísa irónica. Empecé a comPr
Ilos Mi ílSUnt0 reventa.ba e", * U
refleñrL i Sque> P°r mi propia piel»

nrast afeitaba’sutóunáese:ff
especial m- desconocido. Por momentos, y
*5Lrd
rrill°. de con 3 lgUa1’ d e o frecerIe UI
tes que Veisar de mi madre como dos * ^
existe Ppr° leencuentran cuando la mujer ya y(
Por otra p°ar má ^ viva V era a *
antes. Fue y° Jamás 1° había conocK fl
boleta i" v n T * * CUando recordé ]° ^
tarme í0 del f° d& Parma* Mi madre iba a ^
Su Üteratu fr ° S? «m toda la * * * ?
°on calor v I T ’ °apaz de escribir ?
labio. or|ido de palabras dichas de

92
XVI

¿Y qué de nuestra Violeta, luego de todo esto?


Por dos o tres días más no hubo respuesta en la
caja de mis pañuelos. Hasta que, abriendo a cíe
ta mañana con el cuidado del que an a con
jaula de un pájaro, encontré lo que buscaba.

XVII

es derto, si habíamos empezado P,or “ °convJnido


a mal el nombre. Violeta me espero e festín,
1 una estación de autobuses para darse e g
Primera aventura de adolescente. los arti-
f® el uniforme de la tienda, y libre de ‘°d°Sconocerle
s cll>e yo misma le había trasmitido, Pu ^ c¡ertas
¿Personalidad resuelta, quizás eJ Pr0 terceros, y
1udes que me habían sido confia as I verde
de dar cuerda a su temeridad tal el ^
na yegua joven. Como una diminu a p esde lue-
, 1,1 ya elegido hotel e impuesto con ici° ¡aba un ins-
cíue, sin mediar experiencia alguna, a c0inpromiso
, ° natoral para subordinar, para as¡ tengan el
m0°ediencia de las criaturas avasallante , alcanzara
an° de una arveja. Aunque tal osa ia qS que ella
0mpleto para evitar un‘temblequeo rebuscas en
X o, d e lta s veces disimular con frecuentes
v°ls° de viaje. , -^/.ndola con un
] así fue que me dejé arrollar, despi * gn elJa
¿ de sometimiento. Porque todo ^ ¿ oS
á7 ra un rumbo ciego, aun determinado P ^ ^ sóIo
a Ultimos y precisos, tenía para mi se me V1ene
aP&z de una desembocadura. Pero ‘ <1
93
encima otro alud, el tuyo. ¿Qué resultados podría tener
en esta larga franja que nos queda aún por liquidar antes
e u salto a la vida, una historia de tal naturaleza, si
u mismo le arrancaras de encima el pelo de Godiva con
Que anda oculta por el mundo?

XVIII

le*
ta MydQueT “í?.s recuerd°s anotados con tu extraña £
escrito que o encontré en el sitio indicado, ha 1
adentr0 mío con?C ombre> mi padre (pensar que eS‘
decía qlIe u ° ’,in *níl u ih n o que se apropió de la c:lí;a
ciertos hechos ^ U° invento más que dudoso, Pu.
Cn ]a vida soC? f n°S C0nmueven por estar codo a * *
Bien; o en lo f n° ^ afectarían en una isla cíeSie
de «n mitin isla desierta> o gritada por * f t
tuitiva será siemnr ’ GSt0y Seguro de riñe tu poe»» »
erás que antes de ° ^ perdonavi'das formidable. ¿O ,
tCnÍdo yo una l °m ? r las miserias de las tienda
|ú nunca has ¿ realifta d* esa cueva iluminada? ^
Ia chusma q u e se C arne V h u e s o d i r i g ^
una especie de ah ? por ^a comisión menuda,
?0 he visto azularse sobre un mar movedizo ^
C ? -Me ^
■ y como tal aIiameXi, Sd o d ea a^S°
V ° lv e r al
raro con tu c
2 ^ í 0 P°r la m e z c l 7 a hered-'l d° de aq u e l i n * ^
he™ la,« h . A e ¿ h ° ^ é a q™> M * ? t fl»£
°s a-'a rgado e] _ ,, ra tu Y yo estam os sabieflc0
p logo •»*» de la cuenta.

94
XIX

•• •Y con qué pena para la bandeja de los pañuelos ¿no?


(|Ue no querría soltar el hilo. . .
a verdad es que llegamos por fin a un lugar que e
j 1 Hamar de primera “el no sé dónde”. Hacía un rio
e muerte, y nos adjudicaron una habitación que parecía
* erl° concentrado por encargo. Aunque con una ven-
,)a> su aislamiento junto con otras pequeñas piezas de
Principal del edificio.
, Ormando parte del cuerpo antiguo del hotel, la habi-
]'0n se abría a un viejo patio descubierto con plantas
r J as de los aleros y un molino de viento en medio,
ne a eSt° te Parecerá cursi, lo sé, porque a ñu a
<l esa mala espina mientras lo escribo, ero
artl CUando ciertas cosas ambientan algo en lo q
Cal e. h4,it0 no b“br¿ remedio buena
1emo !‘umin<->cla toda la vida. Pues nuestra ben* ¡.
'aies Se adhi«re como la piel del cuerpo a esto P
m Z y veide se van ponief m lé s ^ llV -
Hiento ' asi oomo así viene a doler cual u

4 IUgar: boscoso- Esto también un detalle. jw o a


alrer ’ per° que de pronto, y mientras lo revi. > se
V ¿ Üe 10 comandaba todo. Porque el vi ^ aZQtar
aS vent?n largarnos dichos árboles ( ° ) e™p todQ aquel
Prontg ,nas que daban al norte. Y lueg con
< l de baterías se resolvió desatándose h
^iabín e? de aplastar el caserón desvencija ^ ^ ge
3ba d dos camas en el cuarto. Pero algm ^ para
v‘lar n 0 el Pintoresco nombre de demom , juicio,
qüe un° deba nombrarse a sí mismo en

¡^'1 ¡A * ue el viento
■ ^ lo -f1- !° e n c o n tr a r í a d ic h o p o r a l ? u i e n I ^ " únicam en te. —
A- 0. l0S «boles! Mamá y el n iñ o C h e sterto n ,

95
empezó a decir sordamente: “Juntas, juntas, que Dios ha
echado calor en tu carne y no tiene ya curiosidad para
venir a espiar en casas viejas como ésta”.
Ella, entretanto, al margen del asunto y en pleno estado
de lo que yo había presentido, su temor de última b°ra’
me miraba hacer la unificación de los camastros, sentada
en el suelo y como prisionera entre la tempestad que dab»
golpes por un lado y el misterio por otro.
Yo, helada hasta los huesos, y quitándom e sólo tos f
Patos y el abrigo, me puse al fin bajo las mantas. Tenia»
l n l d r°Pe,r0 f ntigu0’ a cosa P ^ a d a . Pero ni eso l*»*
logrado robarles las excelencias del oficio, nada f
m ano ™ )a t6m Ura P r o s ü M d a e o n ta n t o e n c u e n tro h»

n a m iV aenar- D e sd e mi c u a r to se e sc u c h a b a
üntoeando en la cocina. Por un 0 ^
me pareo'0 que ,a mujer ^ ^ hab¡a ^ ¿ o »
era 1-, 6 ^ movia entre las cosas domesticadas
n rase r a' Hubiera necesitad° Tue mi ^
toda s , UPar 61 Siti0 vacante. a insta,arSe »
la casa. Presencia COTporal en el aire affibig«0

De $
mis suspiros0de0rilTCOntinUé Ieyendo~ Y más a ^ b ij® 5
que por otra en? ^°r env°lvimiento de las c ^
decisión, arroiánrU ? empezó a quitarse sus r°Pa >j
Meterse a mi ¿ i ° acia los cuatros vientos, Y Sí ^e
Parecía haberse dP' \ po]ó Analmente de lo úmc
tan diminuto a„P 2? ° Para Proteger su vida, un - $
Pleta. Aquello en P°Vla a r*Sa’ y apareció la vi^oíl tiíP
?e esos Punteados d T ° encontrar dos huevos de V -0cfi
a especie. Así cp i pecas de los que nunca se ^
^ eda en mi J L ? dl]e’ y eso la llevó a iniciar < ^
Po ^ue estaba aún cubierto. Hurg0’
que rompió algo, y de pronto se la oyó decir atragan­
tándose con las palabras:
-Cielos, pero si se dirían magnolias. Esto debía ser o
ciue perfumaba la tienda, no el de Violeta de Parma
su propia voz la sacó del éxtasis, volviéndola a una
realidad que parecía haberla abandonado en forma pro
visoria. Empezó desde ese instante a acometerla una es
Pecie de terror campesino, como si hubiese sido escu
ierta por todas las mujeres simples que la ha ian an
pedido. Aquello no era posible, dijo de pron o c°
misma vehemencia anterior, era necesario morir, o
(a er muerto antes de nacer, morir, no haber na01
'mPetu de destrucción se le había metido en e
• asta la arrojó fuera de la cama con miras e ‘
Patio inundado. Logré alcanzarla junto a «
el^0.^ Una gata en trance de furor’ C°n e pC ° '
dije por tentar suerte con clia'°¡ . en ]a
;dad" no será cosa de que se nos dicte seaitenaa^
ten"1'1 del sin defensor ni siquiera e J que
kngamos qUe arrojarnos bajo la lluvia por peca
s®han cometido. , „:0 ]as man­
tas. l SC de]° mailejar volviendo a que »
Rua , g0 me miró desde una luz < omentos, y ha-
S aba tl as los párpados para ciertos momento ^
Par °Se visera con las manos me rogo qu revista de
m0j ’ ^nhrí malamente el adefesio con un tant0
S as; y t°do pareció entrar en una normalidad
! ? ° Sa- . p— estaba conce-
diénriCr lon - dii° al fin con voz graJ estas por aSun_
tos p°'Q mucha importancia a las cosa ,, j¡caS. Yo vine
aquí los libros en las bibliotecas P ^ acar¡ciase
Por p0rque deseaba que alguien como hubieras sido
Un i °mPleto la primera vez de mi V1 a‘ joS homlues
que ° re estaría igualmente contigo- ^ me an
PrOVnCOnocí basta el momento, incluso 0 pue-
d* p°0°ad0 nada> ni siquiera risa. Un dia q opiatamente,
P0r lo menos eso, hacer que yo me ría ^
que me estire y me retuerza por algo que él diga o haga
por mi, ^entonces vendré con él hasta este mismo sitio
. le daré lo que tú me hayas dejado. ..
V nnr asistido perpleja a aquel cambio de posición,
tantoc o- momento me Preció que se vive cuerdamente
cara cnm°S Pam ^ ^0Cura de otro nos reviente en la
coche v ln P ra *5ue sa^a riel camino al vidrio del
e y Jo hace añicos.

saltónnevr60!10 f * 01“ 68 la Venta>'a de 'mi estup°r V


el marco ° ^ Cama’ Parandose frente a mí en
y nervioso dp1* pa6rta del baño* Tenía un cuerpo grácd
todo aquello n P° ra,n°a’ pero ni aun en la marea que
Veníamos desde0™'0’ COr?parable a Ia* formas vulgares-
dura. En camb o l mUnd° Y por añad>-
Sólo preciso un ne -6Sa SOrdidez> a ella le hubiera sido
cuartucho miserab^lln C0Sl° ^ ^ Cadera para qU6
de tulipanes. * lemese como un campo sembrad
;y /
nando e^hueclf dp^ repente tal si se burlara y abando-
bunal con olor a <n • a P^erta~ vamos o no hacía el tr
La alfombn d de la cocina?
mecía la fue trayend^U ^ C°m° Ia misma tierra clue ní
hueso largo, esos n,IP R amente- Yo miraba sus pip5
si danzaran a c a d a ir b«^ando el suelo coro0
que sa!tenía la flor Pn t ^ ,aquell°s pies eran el
centrado en su peauíL Y eIIa "adiaba desde allí, <=“?'
memorable que eIT “ camPo triangular, un nalor * aS
Hubo, necesariamentp1 amosa guerra de los mundo*1
anunciada p or una camnl ^ ir a cenar a cierta ho«*
gemelas, admirando la a r ^ ' olvim°s a separar las cam3
c°medor bajo un mi Precaucmn, y salimos hacia d
, Tod°S los detallé d? i lniPermeabIe.
damiento en la mesa L a entrada al ^lón y del acó*0'
os ojos de la muchacha p °S Parec’an irse registrando
sacar la servilleta del n l T ° 60 Una Pelívula virgen-
•Pantar la infa]table m * °’ extenderla subre las rodil*3 ’
portancia de i n a u g u r a ^ COn la mÍSI" a *
98 ^ C1°n Con que saludaba a los P *
meros que lo hicieron al pasar, una pareja madura que
se sentó en la mesa vecina. Luego, con idéntica proliji­
dad a la de un libro inventario, interesarse en unos com
Primidos que éstos se tomaron del mismo frasco, dejan o
°'r la caída del agua en los estómagos.
—Deben ser las píldoras del aburrimiento ¿no ves o
efectos? -dije simulando leer la lista de platos que estaba
s°bre la mesa.
Ella, cauta y silenciosa hasta ese momento, lanzo
carcajada que hizo volver todos los rostros.
"Genial —agregó con voz oscura- pero ay P
dos caras de luna de miel. ¿Podría ocurnrles alc
(|nc lomasen las píldoras? nue
"Las píldoras —dije distraídamente a la cam*
Ven' a a se rv irn o s.
"¿Qué píldoras?, señora. . , jpscuido—
sie" -contesté disimulando mal que ma
'" u Z Cree un° estar tín casa‘ V do secreta compli-
Pia \ uJcr rne miró con una especie
“c en el olvido y comenzó a llenar los p asafc)a en
)o °ntinuaba lloviendo a granvolumen. haWtación
Pútn'S SCr*a ese S°lPeteo cn ^a ventaTia
er° ■>
-•r» i• ln recordarías' a al
^ 01/' 16 niamero “ pregunté a la chica
es para V0]ver aj cuart0? g n ese mo­
j a tampoco lo había tenido en cuenta. • • humor
el fi-°.e^ í°ven de la luna de miel arr°l° , la sala
y J ? ri? s°Lre la mesa, a causa de la po ■ nt0f Todo
bah; Sl SÓ1° eso ,e interesara en aque jacjora de los
e$k'a Cntrado de lleno en la operación ^ cubiertos
al u a®0s- Violeta dejaba de tanto en a jert0 de lozas
y mplV ^ pLato para escuchar aquel
;a,es que llenaba el aire. / _je dije- veras
c0rnn ° te Preocupes ya por el nuniel° tina de agua-
C j ^ r a puerta fosforesce tras la cc nuevamente
^ s l i egresamos a la habitación e pUlverizado
Sus camas y alguien parecía habe
ri° en el ambiente.
yy
De pronto, y mientras volvíamos a juntarlas, se oyó
- chimar lacerradura del cuarto contiguo.
nhrmc f j-6 - 6S acc^ e n te que no figura en los
Planes de nadle, vamos ahora a convivir con ellos.
metiendo? ^ °S ^ pddoras -agregó la muchacha
L o s 1“ V6Z, SÍn Pr°blemas baÍ° ¿ mantas,
diendo el di\ y venían cual si estuvieran hun-
£ a^ S. ~ d a s . Luego uno que deja
venciéndola como si S ? qU6 56 desploma en la ^
-Eh h L T 6Clbiese a un elefante.
¿aquí tambiéna?plnr ^ nd° ~S& Ia oy° gritar de repente-
agua? que olvidarte de hacer correr el

iniciado desde*1lejos° 6Spintu de derr°che -replicó el en-

a precio de o rn ^ !° q?G .SG paga? Como si no cobraran


edga helada. ^ & aire que se respira en esta P°'

tino sucio v el am! ^ a5ua esclavizada a aquel des


en círculo' , de afuera nos habían estrechado
la otra. P ble’ pues, salir de la una, caer 6,1

la tensión de ~?'a decir entretanto junto a mí c°n


- £ ué os ese nunca eqU e-Va a romperse'
'Q ue nunca L Ca’, que significa?
nu^ca... ‘ ' p°dra llegar a nada en esto, nun^

Co* o las 'm a d r e s a ayu d a r con p a la * *


“ jora en otra cosa. A W , ° ^ g rif° c u a n d o e l n iñ o
U lt,m a> * * h a o c u r r i d f V6Z> q u ié n sa b e si h o y no
sugestiones: tú ^ „ 1 e v o q u * a q u e l d e s p lie g u
a q u e no se ]e , b len d o so]a p o r m o n tai
lam iento. „ la cim a, in Vp « ^ « j . i , i . j

vc7 a- pero 11n ~ mas ciesesp

negr° eStríe
diam lGr Su objetivo- n S,ca amiento que deberi
que ante que
gnta desde el suelo
S6r que p°r causa
sepultado, y los dem
jqq para que te desanimes
ejes a ellos solos, pero tú sorda y sin comprender su'
!,10ma de energúmenos, y todo porque al fin, cuando ya
e6ues hasta el borde, comprendas que no es tal cosa,
I más bien una engañifa para que nunca olvides que
‘ la verdadera tierra, está en el cielo...
7 tl por el filo de la media noche ella halló su dia-
ante. Yo iba a anotar la hora exacta. Saqué la revista
\? * r ía la luz, miré el reloj pulsera.
a8u' a dÍCÍÓn ~"susurré— se me ha salido el vidrio y as
dlsPararon quién sabrá adonde,
henl abora ~Preguntó sin aliento— qué pasa en una
> a regimentada? ~
£ Una risita llena de íes había interferido nuestras ondas
eerr,?Sl lm meusaje sustitutivo de nariz y de ojo en la
maduras.
d e í? 0 Sí que ha sido bueno, dos mujeres -se oyó decir
estar Gnte al hombrecito ahorrativo de agua que p‘
asía' Pegad° a nuestras orejas- si uno pudiera hacer algo
)arme aVla’ Probar al menos a hacerlo, si tu quisier
-'P.,?110 intentara solamente... ,
Para "gruñó la mujer elefante— qué asco, a ^
fraSco eumpletos. Dame las de dormir, son
u grande-
Por l a s ? 6? 6 de so1 anfibi0 empezÓ f? alT niloverCOpero
y° oí-, endiias- Sin duda había cesado de ]]° ’ s Ja
Puer¿ rUer agua> siempre más agua. Entrea ^ del
H h o qUV laba al -te rio r y la vi Se ^ f quida.
Nieta N b°rdado en una forma , °ú arriba entre
1» d °l0r de Su n°mbre' d°rmÍfaS sonámbulos q *
levant i cuarto adentro y mis ojos
K _ a an basta el molino. e\ parque,
i eM deN° VÍ en el abrigo y salí a exp ^ árboles,
t tlndiénd °rar una eternidad en el paseo ‘ .jnomen-
S los °me en la hojarasca llena de lodo. ^ en
bl> a ^ ln°S siniestros querían c l a v a r m e tQ ha.
i al Pri amortaÍado, volverme al nllI¡u árboles en m>
’ Cnn nClpio> siempre aquellos mal i , fuego.
011 ^ casamatas verdes en las lineas
101
Cuando regresé, ella estaba ya vestida, sentada sobre
una maleta y llorando en silencio. Se oía afuera el albo­
roto de algunos pasajeros por engancharse en el próximo
viaje de regreso. Ella continuaba en lo suyo, sin ostenta­
ción, pero con el peso de soledad de las ruinas.
Y fue en ese momento cuando me ocurrió verla como
lo sigo haciendo ahora, bajo la forma de una pequeña,
sucia y fea inmigrante que ha llegado de lejos y todavía
no sabe si continúan allá pensando que está acá o lo está
rea,mente. Sentada sobre la maleta ordinaria, quizá P°r
sa ei a ena de su antigua tierra pobre, o a causa dc
a riqueza de la nueva, demasiado llamativa para ser ver-
lá'jfnvS a mmigrante me miró de pronto por entre laS
afuera* me^ifo6111138 COntínuaba oyéndose el pataleo &
zar qU16r° diamante otra vez, pero sin alean-
tengo miedo.6 ** h ^ entera- V°y a casarnflC ^

atropelladamen^ Y miedo a <3ué cosa? -le p reg u é


“ ° que tod° a^ n° era de0r
-A 1 i tlmo acto-
idioma que°él'no Í , ™ h°mbre 3 “! t
m ontañaquedar l , ' ^ 'IegM a Ia cumbre
gro... y hav a cuando aparezca el diamante
- -

'“'víárr,“»'«“
de agua u ,lgrante- - M olinos con ca

r T ena- - Vient0 y W
idiotez. - El ° ° nada■ * Georg,íi
una caja U° con mi cara olbnentt

102
Estas palabras inconexas aparecían al final escritas con
mi letra, aquella letra tan sin marcas de sangre, tan sin
foguear de entonces.
Enfilo el experimento de repetirlas hoy una y otra vez
a la posible sobreviviente llamada Georgina, que e e
andar aún descalza. Y al alma errante de mi padre des­
conocido, husmeando sin descanso en los bosques e pinos
el rastro evaporado del amor.. .
Juan Abel Grim
Conservador y anotador de las cartas.

103
LA SUBASTA

■Ar

la hora en punto, pese a los inconvenientes e a


l>comenzó la lectura del edicto. •!_,]
absurdo lugar elegido era un hall de poca
; la puerta de entrada y los ascensores e
destinado a oficinas. ,
fin de dar paso a la siempre renovada columna^^ ^
1 ciue parecía engullir sin saciedad la P q a
00 se había dividido en dos filas apre a * ^ j0gró
ls Paredes laterales. Pero, aunque malamen :e ^ y
,ir en qué condiciones estaba el j 6S de que
' °’ Pues, un cien por ciento de posi 1 ‘ letamente
Pulcro número ochenta y tres que e activa a ios
)j Va que se jla ic]0 desalojando en o , un solo
)°'S de la ejecución de la propieda f este acto
.0 ven litigio, cuyo plazo vence al e j 0fer.
1C?,)> va a darse'comienzo a la r e c e p c i ó n

“ Se veían las caras. El rematador deb:lo ^ pasaje,


as Palabras perforando la cortina vivi se
Presentándose a los suyos como si . ¿ei tan-
se solidificado —junto, por encima bocas, al
1 basta formar un mosaico de m , Tjjjas de mer-
)°s 0i°s dieran aquella movilidad

^ U ú l... se sabrá si
^druida voz del primero, ése que ^ complejo»
en realidad anda buscando es v
105
para ^ 1“ c0™ con su niño en brrf
hecho S ^ aSCenSOr' EUa lo ignoraba todo, me« » '1
recia n r e / a qUe 6* ascensor pudiera dejarla, y f
d e s i r n‘f arSe, COm0 ™ Pajaro ciego hacia c u #
a I T i6’ ” ÍSm° P° 20 de aire que se ha V0*
que han hech'or “ tlemPo siquiera para saber que «
mate de un \ >r0 poner Ia primera cifra para e
cuanto a finoc ° 6 j” Cra un acto más que delibera o
embocaba eso ’ 6 bubiera P°dido dudar en que ‘
^0*
ridicula, tornen7 ^ señores* Y partiendo de esa b
^ P m n sS e r : s n u e s tra - g r itó Cl T r o
quiatra le hnb T SOsPecllar que cierto médic°
Sug lucrativo
j j ,
ctcT^ n zado por devolverle a la c
'-« S O .

buIlar al m u n d l6)0 ^ in fe rio rid a d , q u e h a b r í a creído ^


de la oferta com C° n f U arroj’°> d e s a p a r e c ió d e s d e e tf
-S e is miJ C^ s° ^ h e b i d o p o r e l a ire .

~Seis mil quinienf- S61S mil pesos- • • •*#.


, Seis mil qnín; ?S ~~ProPuso al fin uno cualq111; ‘
31 pla‘o cierto r i Veinte —envió como una lllT1

f e " ®
t * * Multasen distancia- Como cada ^ ,
thviduo rechonoh P°r 'miIIares. el nuevo postor ,
fihr° Cort°. en tren r ^ sin cueI1° X non r e s p * ^
T f^ d ad es ™ de, s°™eír irónicamente a W P*
mil cien a su número.
;f c :« ^ e n to s ...
Ce mil _
reí
once Cn l0S ecos d e u n r '0 f n la Sar8anta del.
• • • once!unel—. ¿Alguien da más» ;? ¡(
ero Ja

cables?' u GS abí donde"]gUna raZÓn visible’ par


mil n b°mbre nn ^ C°Sas c°mienzan a se
’ Por templo esH i que Puede ofrecer
1Q0 a 0ra Jugando con su silen
re hacerles tragar a los competidores que el campo mi-
nado de su posibilidad es una apacible pradera de tulipa­
nes silvestres por donde se deslizan los que van a los tra-
^jos de allá arriba. (“¿Qué es lo que subastanaquí.
'°h, quizás la puntualidad con que has llegado para
quitarme tu sucio apellido, pero también la de mi >
n° lo dudes” ). El hombre del martillo podía a P ^
nudos trozos de diálogo como ese, sobrevolando co ^
^‘do como un avión de caza encima de las pe^ . etivos
9 la aldea, pero sin desatender los ver a e™‘ , ente
"Once... "once. . . once... -repitió eslorzadame
P°r mantener despierto el aire. -otrabajo
^ ^ s*n duda que era todo un ai te ese p Q ^ misma
Pensaba siempre— poder ingeniarse para « s aba-
,0sa Pareciese siempre distinta, hacer irisar <q
°ri0s a fuerza de una trabajosa luminotecnia
"Once
nce mil vy uno. . . . , , de u]a acera co-
^a Pequeña cantidad adicional entro ^ seC0;
0 Para resguardarse del mal tiempo, ra ^ jQ común
le había crecido a lo árbol. S u voz u ^ ^ cabezas.
°ACu)° un movimiento de rotación en a] cuerpo,
rematador pareció no volveile a iartrar pronto al
as cosas seguían así iba a tener qu as ¿e estirar
arlado oculto, a u n c o n t r a r i a n d o sus mientras re-
máximo las ofertas reales. Quizas, p dividll0, todo se
,‘a s‘n entusiasmo la cifra del último t0 vender una
í*6* a la índole del asunto. Es muy d> vueive
• un0 se detiene cuanto quiere en . raS yerbales.
a a reedificarla con toda clase e eStilo, ya n°
Panteón, en cambio, obliga a al
ponerse a hablar de ambientes,^ ^ jueg0
vi'i \ e toc^as esas cosas que hacen
Tdaclo d e la muerte r le r e c o r d ó una
h a b p iu . ‘ v o r i e l a s c e n s o r Je
Della anciana que saha aei pehcula, se v e n
¡ ? de cine, difícil de ubicar en ^ P 5, cuan-
h iguales. . . Pero fue «n alegre r e ^
0 a estaría creyendo que se ien1V heroica de ci
de CamP0> que debió sonar la cifra .
hombre cualquiera, a quien le habían pagado antes el
cafe para que pudiese gritar con fuerza:
~iDiecisiete mil!
Sí> gracias al cielo> se ve bien la inquie'
pulcro n anC0 afusando el impacto. Nadie le roba un se-
" S3lÍd0 d e Ia c a s a c ° n la s verdaderas
un fabricani 6i enterrarse a todo costo. Un rematador >
morados al ° armamentos se comprenderían como ena-
- ¡ eVin te^ mil!
-¡V S T " " Cnel infierno.
-¡V ein tic in co mil!
-¡T re in ta !

iCru tntay vinCOmÍ1 ^ l e n t o s !


Habí CinC° mÍH
do ^ ' e s p S r í d fUr°r POr desalojar al habitante ©
crimen, si era n’J * a Correr el oro, se llegaría hasta
E1 de las !rnní1S0,.?0r Penetrar al hoyo sin salida.
Primeros miles n °S CI raS redondas, el mismo de los o»
pudo llegar al'fir^6 Cornenzó de pronto a abrirse
algunos palmos liU* espacio del centro donde que a
desabrochándose el cuello ■
posible ignorarse vn COn el nudo de la corbata-
envergadura. verl qUe Se estaba frente al postor de
cuando penetró en ^ S° ^abía cerrado aún la bJeCj
cace mil y un J j na especie de persecución el e
'« ab a de T t “ ? mbiin al Principio desde #
¡ S jp w te individuo extraño, alto y delgado-
«*iben SÓI0 eI a- ,epoca- «m o esos ejemplares <Pe
r ,1,ete de sienip ! vdos de n °™ m bre, con ®
05 fraies de p” S VaS/ n ,a ma™. Vestía uno de g
„ „ d ie n ta e o n T S **
SÍg,°- confeccionado e» »
" P a g u a s con m!'DaS »W » oscuras, y se . p o V »
plácito Se ad¡vinaba ?g° * raarfü- A través d e W ?
E j b ,e hueso. E l W h “ P ' e rn a s r í g id a s, d e la r g o
blcrm Cue^° Precari ^ y SU atuendo eran un to
Í a 1 h -tb a T a " 0; * * h a b ia A r m iñ a d o c o n j ?,
de «scender e] m Primer plano ‘ f,
jQg 0110 de raso negro del o
a plantarse frente al competidor, que permaneció un ins­
tante boquiabierto como un niño indiscreto. El sanguíneo
enr°ieció aún más ante el examen. Sabía que una de sus
mejillas abultaba en relación a la contraria, dándole un
a*re de bebé mofletudo. Pero no le era dado ignorar taSi-
P°co que en su perf¡1 normaj estaban los caracteres res­
petables del tendero enriquecido.
"Cincuenta y cinco mil —ofertó mirando a su vez al
300 c°mo quien observa una pieza de museo de cera.
, ~'^íncuenta y cinco mil uno —dijo con irónica cortesía
61 del traje rayado.
"Cincuenta y cinco mil y u n o ..., cincuenta y cinco y
l 0'," -empezó a jadear a su turno el rematador, en-
,0- 0 ya en sospechas, y sin saber en verdad por cua e
0s tipos decidirse in mente.
,oEse capítulo, el del hombre que va a ganar la apura»,
; nC°nocía con sólo mirar de soslayo a los contendores
qué debería hallarse entonces inhabilitado?, emp
to*nq«idr a sus poderes ocultos, mientras pregonaba
a clase de modulaciones el último número.
^pia'P1011 mil! ~ se oyó Srita r de Pront0’ S1 SC
s ar todas las futuras ofertas. ,
I, ^ p ir o caliente salió del pulmón cer,
nh 7 de ™ humo. El apoplético había dado, 1 paree
gracia. Fue e n ese preciso » “ " b r e ^
hora JS. arriba decidieron evacuar la carg ■
h¿adeI cierre, el pasaje empezó a «» * -
' e C - ' m™ o impulso de antes. Fe™ ^ ^ Alg0
astabo ‘ a seSuros de su ruta normal ■ ^ donde
siemprP°CUrriendo en la Planta baja’ an0vedad, aunque
Wn S6 bubiese querido hallar una t¡va de los
:hiCo Cimentar en casa la avidez ‘ egado por
rem Público, según se aprecia ° ta de un cre-
V n i ate> y envuelto en la luz a m a r i l l e n ^ ^
0 c°n areoiris que se colaba a c ura ^ rta> de-
lPret
retujado junto a ambas paredes y ^nsformados
5 en e] medio del ruedo a los finalistas
a"os de riña"
—¡Cien m il..., cien m il..., señores, —gritó desespera­
damente el vendedor, no bien los de la avalancha habían
cobrado sitio como si acabaran de tomarse por asalto las
localidades sin numerar del espectáculo— cien, cien, cien!
¿Alguien ofrece más? ¡Cien mil pesos!
Claro que seguir esperando es peligroso, puede reven­
tar como un globo, piensa. El recuerdo de todas las cosas
que viese estallar, desde las inofensivas pompas de jabón
en adelante, le mantendrá esta vez repitiendo con distin­
tos matices del temor la hermosa cifra. Y suerte de pen­
samiento sumergido, porque cierta vez un pato de su
corral había empezado a engordar sin límites. . .
-Cien, señores; ustedes deben comprender que no se
paga aun ni un ladrillo de ese sitio donde las tumbas son
novelat0na* ^ familia de ]inaje tiene allí su
...Pero si ellos supieran: el pato ya no cabía en f
habfa nSU1 a l0S °tr°S- Además’ acluella obeSÍdad l

m a - u n T e X -00”“”“0 ^ ^ i e n d o su visión

la 'grasa” n ^ e ' ^ m aM °’ « ^ n d o de
t Esa grasa se guarda’ sir f
mata un bicho trici C Pat°' Sln contar Q116 cuan v\a
angustia humana 6 ^ C0Tn° SÍ matara también su Pr
—Cien
Poco de aprensií^í°r°T Slguid vociferando ya c°n
ma anterior están r qU0 ofrecieron la surTia P ro
t0? Unos minuto, C°nforines c°u haber cedido tan V
tunidad única nnP mas para que lo mediten, es Ia
•••Peroaif? PU?deeSCapars^
un globo emplumé °MqUe el pato no era un paí ’ -
recordarla 2 1 ^ No. m e t i ó el enchil o ^
animal comenzó a desinflar
cierto silbido de neumático. Y se comprobó en la autop-
Sla que tenía un clavo atravesado en la pared del estó­
mago.
"Y bien, señores —resolló al cabo de su mal recuerdo—
Ustedes lo han querido así. ¡Cien mil pesos y ... bajo
e! martillo!
"Nadie baja nada —dijo entonces con voz caída a pio-
el hombre flaco, dejándole con la herramienta a medro
Jm.no como si lo hubiese hipnotizado—porque yo ofrezco
10fa con todo mi derecho, y cuando el martillo no ha
Pd° añn la mesa, los cien mil uno.
;ie en ese punto que el de los cachetes asimétricos de-
o olvidar su inhibición, armarse de confianza en si
s / T ’ cualquiera fuese el lado que estuviera mostrando,
ajj P antó en jarras frente al adversario, medio metro mas
cI ü p 1
clUe él,’ yy ]ec eespetó
s p e to
una udee cesas
u n a ano
amenazas
---------
vu 8ar^ ,
c¡e]0 a Sente acostumbra a escupir hacia arriba porque
Cstá un poco sordo:
esmí !Un°a! ¡Pasarén sobre mi cadáver, pero el sepulcro
Un° í P ye usted? Ese sepulcro es mío.
Qüi pp „ ?, bído
u° semejante mas más uieii
bien a n«
los ahogos
—^ c 1
amc Ia risa, empezó a salir del pecho del otro. - q
< f b a Con n o a c a b a r s e , ib a d esarro llán d o se p r o g *
feen ni más ni menos que como si algulC” con e¡
la facultad de reír e hiciera ensay , ,
* $ 7 ^ “ fono" ToedaTlas“ conciencüsjcl

t ' “'W e l mÍed°' Per° ,POT S“ rte ‘ y haynhasta quie"


í°r prim Clno Para cIarse anim T Tn nue quería
lr la f vez ha caído en la cuenta de ^ *
H ás .Palabra humanidad, ese poder es ar j tamente
V n Heno de temor como él, pero completam

,lQ se Q1 fin» pareció hallar los viejos met* os


S : dr egíó la corbata de moño, renqueo uno
C Su cad'el paraguas Y dijo flemátlN0rntfndría yo nada
tl,S quG f aVGr’ Puf> su cadáver... N° , ese placer
tomarle del brazo y usted se dans
1 Susto.
111
[Atrévase, pues! —gritó el del aliento corto, ahogado
por la ira.
E ntonces el d e l tra je a n tig u o s e a tr e v ió , sencillamente-
El martiliero, al que nadie recordaba manteniendo su ac-
titud, arrojó por cansancio el adminículo. En ese mis"10
segundo, y como si se acabara de subastar su misma te*
rrenidad, el hombre obeso cayó al suelo, con todos 1°
caracteres de la embolia. Quedó tendido en exposm'
nino e, el redondo vientre hacia arriba. En medio de
ncio se oía persistir el grueso reloj de oro que i ev‘
en la muñeca.
fN af 'C piotcsta P°r el crimen extraño, ni los que
tn 3 ° a a Suerte algunos miles de pesos ni l°s
El rpc Sm arriesgar nada, como con tarifa de Peri°C un
orden P?nSa & d° ks acontecimientos debía eX'st'r N efl
masa. E ^ /° Sf S dlstinto al que los envuelve a to ^
Sarle ' sino' n ' re,nte a é1’ cierto> Pero no tratando ^
a ios’te stin T en esPera de su autodefensa 0.
Con la oni°s. Pero él no necesitó apelar ante m ¡1
4 , to7 ™ natUralÍdad con que parecía S°bf l a ^
tima v 1P í n SU zapato inverosímil el costado de
-He ofS° '° f m°do de reproche postumo: 5i>
cadáver, N u■ bombre que quería expatriarme- ^
cía- N unca h ^ a b í lo tienen> e so e r a lo qUC ^
es una f!or ? e comPrado él una orquídea, P^jgf
de Jujo. pPrqUe ,ace PaSar su belleza como una ^
a Ia corriente ^ ía dado en Pensar que P° pLnoS- ;
era capaz hn * 1misteriosa flor de cincuenta ve ‘ ¡>
tod^ con “ de °^recerla en prenda, « n en a* *
Lo u gad° bárbar°. ^
eco inS or v!íteilSarnente» tal si esperase algún V*á f
vjén advenida °reando en su Piel> especie de e ^
ncirse en nn i ambos' Pero ac1liell° n0 V3 ' M0*
desentenderse r Ñ ible Entonces él compond**
p0r unas cifras ^ 06 todo’ y no s°l° de ba orat°ui
°st nortem nihT ° menos’ sino también de ^ U
°erse los sordos v i 6St> ■qué Tnagnítico invent0 t-'
y tes ciegos ante tanta mentira-
112
abultado fraude de palabras y lágrimas. Lo que él iba a
intentar era distinto, ya se lo veía en su actitud, apoyarse
en el paraguas con una mano y tomar su barbilla con la
Entraría. Eso quiere decir casi siempre estar pensando,
Pero no en el otro, sino en uno mismo con respecto a él,
Unic° homenaje que un pobre muerto puede soportar en
su estado. ¿Sabían acaso aquellos ignaros lo que es sen-
tlr llover sobre sí el peso bruto de las virtudes, sin un pe­
queño vicio, sin la más mínima transgresión oscilando en
el fiel de la balanza? Y, para mayor desgracia, tener que
s ,lrse con la boca cerrada a clavo, ni siquiera en i er
e sacar la lengua como los niños cuando se ur a >
en°s para que alguien interprete que uno am 1 ’
, sar de toda esa biografía de agua y azúcar,
{jj recito deliciosamente sucio en algunas cosas* dj
a> ado él allí por eso, desde luego, sino a causa del
¡ J f ? . ^ r o también era verdad que dos v o ^ L ^
vechn mundo como el suy0’ que 6S n?alimentados
¿ y el ^ a modo de esos ^
qué f6Cenios de su visita única a la ciudad may , y
eerza de poseídos. us reser-
O pe P°derosa inmersión pareció ag° deinás n0 ha-
bían sPlr“ con deleite el aire en que a retomar
ej jjjjPUesf° nunca el placer olfativo, y v0

C a So,a cosa fue, sin embargo, e^U stedes aquí


afuera a Visita que pudo hacerme mi a m perdido su
hálito p iensan siempre en el cuerpo que ^ vjuda de su
cuGrr, er° jamás darían en imaginar e nncturno, com-
Wetl’ arrancada de sí por un vendava ^ debió
*tíli i r T te Ciega y solitaria en Slr reCe!ntretanto, metido
eri °S mur°s para hallarme, "i Y°> , batalla esta
hhclg / nmundo sitio por el que se hbra a y em.
Pujar’ Uchando a fin de estirar la P° , HaSta que
Ji díaUn°s milímetros la puerta de ma ^ entra,
W ’ a nesgo de mi hueso, logré la ^°sa-
Inter ru ínC6S’ siempre. aC¡a, mirando a
ruiT1Pio de pronto su estado de g
113
público con cierta reserva como si se justificara de un
amanee amiento. Caso extraño: cada uno, viviendo con
su alma dentro, no había pensado jamás en ese connubio
rrinT^16’ tan agarrado a 1° hondo, en una posesión a b
él \ C°n Un p^azo tan Precario. Necios -pensó
bra‘ J ° Q VUeI° la sorPresa común— tenían una hem-
del mi1J n j»SG daban cuenta- Pero al menos a través
nado do,rl ¡ín perdonárseles esas cosas. Había iraW
Sando i r ° S CUel,° S Iargos’ unos ojoS dG 3f r
!°s árboles y ^ mundo- A fuerza de ^ se
deseaba a me UVia’ otra de Jas causas por las Que
rumores innohlT °i r6Scindir el último contrato, hasta
de cobrar relie S su exhumación habían sido capa°,e
buena voluntad Te Pr°1[mf rios- Porque con qué suerte ^
desde sus mpv • acababa borrando a los hombres en ’
cacharros. CierT*1”05 intereses a sus ridiculas f i g u r a s
que vez> P°r haber vi.sfn en vida a algul

-Y a ñ S teiTenos-
había viajado rn ° ^ S obddados —continuó sin pensar 4
ustedes l!!”j mente 50,0 ™ últiroaS
Pos de ánades ^ l j aqu*’ evocaban después largos Q
n° balanceándose ° °, a causa del cayado que seg111
Les miró rp 6n 6 c e d ro . . . jo
mis Posible einreSeVeridad’ como instándolos a alaro‘
p remo.
, lo rque cuanrl« , de'
p a: Y bien, dov lmy° 1estaba aquí -continuó aún-
pongo Un pie ^ n salto y Caig0 d d ]ado de la m de
1 a¡ón y yo em orde del últim o brocal, ella f0
,la cosa, y v*° a b u c e a r e n las agu as e s p e s a ^ - ^ Q,

I aci’a nosotros m- n° 6S igua* que Pensarla* nr c°0


¡ ? T nza: 5 a llí’ y 710 lío s d e aI*

le eSvC“ W c0™]°a g e s t a b a con la boca ab ierta <*' ‘

l l4
'° es n taS^ :
qU6 atisbam os hacia acá, sin efü
-rf»
-dijo aproximándole al hombro el regatón del paraguas,
Pero con cuidado de no tocarlo— la vida donde quedaste
tú estúpidamente, como un sol en el centro del sistema y
sjn saberlo. Yo soplo desde el páramo y tú no te apagas,
Porque tú sí podrás regular la mecha. El aire entra a
pulmones y sale tuyo. Cortas pedazos de la nochecon
bs tijeras de sastre de tus piernas y es tuya la huella
de t}>s pies en el parque. Pisaste una hoja, la hoja crujió.
tú ignorando eso tan inmenso, lo que vale e oír e
ruld° de algo bajo tus zapatos. Pero al fin uno ya era el
huerto —afirmó volviéndose a apoyar en e Paragu‘
• desde luego siempre se tendrá con eso alguna veri ,
menos frente a las menudas desgracias e es
asta que, véanlo ahí -agregó con visible cam i
*0r~~ ese pequeño burgués de mejillas d e s p a r e ja s ^
claro ° deSalojarme- Me mandarían al osario J^las
. Y ella iba alguna vez a encontra sería eso, mi
al Pnmera noche? ¿Piensa alguien lo que
t * Hmida y dulce viéndose en la oscuridad con la
-ración catastrófica de ese cuerpo? era po-
sib] n Ei‘° ^ri° les enhebró las vértebras. ¿ ^ ^ oreja
desL qUe Pudieran decirse aquellas c°sau ba pegadas
aI Abierta y que el hombre que aun las ^ ^ grito
dC
les»* Pn °Pañuelo
graSe 6StarSe
y cayóqUÍ6t0? Uda El pequeño
desmayada. y mo­
rfe] draina
si on SUcsso de siempre, pensó él, en o ^ se
trak .ef a en el teatro, en lo más per ec con prisa
> Jaba en la sala de disecciones. La a^ ° perroS. Que
se enC,a ’ c°mo quien arroja un hues°, decir los des­
tín - ,?ndiesen otros allí afuera, Pare ‘ i nando la P°s'
O os Ujos de Henri Dunant abandon
°s debían volver por su asunto. ^ ]qs ec0S de
otr0Gescucliaba desde adentro, como * tU io anónimo
"« ta. un croar de bocinasi * s¡nluIan(Jo una
Seúal i udera roja de la pueita
^ de frontera. .. , fin de la rara P ^ a
X , ah°ra’ señor rematador -dijo a ton0- a nue v
ria’ luego de carraspear y cambiar ^
as finanzas. ¿En cuánto íbamos pues, cien mil uno si
mal no recuerdo?
m í ! - ! « 0 de venta estaba aún exámine. El Pato>
sucpHp0 m°?St;U0 inflad°’ tendría la ^ lP a- Esas C0SaS.n°
ne^rn^p3 t0 ’ Un Uno por millón recibe tales avisos
nario Íp 7 n° 6n °yó las P ^ b ra s clave de su diccio-
nano,^ se restauró como por milagro.
mil CÍCn md Un° ~ contestó— lo que representa
asignar e ^ e U ^ o ^ ^ °°mÍSÍÓn y diez mil d° ^ *
tiempo r6Volver en el portafolios, más por dade
E1 otro 'nn °m!t6nte coniPrador que en busca de alg ■
t0 hurgando7'111 SÍ6mprG en el Paraguas, iba entreta»'
Nada. Ahora ^ T b°1SÍll°S extemos con la mano bbre
que el resultad3 ^ US°a GS Gn ^os interiores, donde PareG
los remaches1 I ? ^ 7 eI mismo- Ya casi por descose'
la sacó entre * 7 ° Pr°nto una moneda. El h°nl
ca>'ú en un 7 flaC°S, dedos> la miró por ambos lad
luego ruidosamem010 í inefabIe evocación y Ia c0, °de
°i°s> como si i,n X • 6 ,a mesa> La mesa se inlí-
tas- Pero hasta l ° bubiese vaciado su bolso de j
r°n apreciar n11P<aS btas cascadas de los miopes c e
centavo, y de .a? o no era sino una moneda de
f E1 Postor v o S : aií!.lgUa’ P°r añadidura. ^ /lS
foimai, Como r„p ubicarse en su risa, esta vez
-U n reencontrada. ..
bunales subienda ~~GxprGSÓ COn voz de presidente de_
esto- c^ T o t V a 2 rima~ veamos cóm° se * ? £ *
cierto? as a la sucesión de los R o b l e d a l dn

7 ndo en eld0erst'ernhabía traSado la lengua, la estaba


p,° i no « a n Z S° ^ q u e ™ trapo. Pero
uefio de la su. lr?,P es c°mo ese mero contratie^PjP
7 total» insoborn,aKi°n Se baPaba defendido por ul?a ^
en 1% SU SGrGnidad> Para **
l o ‘7 ? ecie d e is]a 7 d e Ia t a r i m a > c 0 7 est°
la él sol0_ ' C, a de medusas. Además " y d #
lle Staba la cuestión del tiempo- F°
permanecer allí indefinidamente, sin preocuparse siquiera
de los cambios en el corte del traje o los modelos de los
automóviles, en completa prescindencia de los demás ojos,
que iban a caer de la órbita como semillas secas, mien­
tas los suyos seguirían siendo ya los mismos as a e
slnfín de los plazos. Tomó, de pronto, el marti o >
uienzó a mirarlo como en éxtasis.
-Un chisme de éstos —dijo con cierta ternura P
de moda—tanto como deseé tener uno en mi i a •
ja lab an el triciclo, el pony, y yo quería .tener ^ j
«nartíllito de madera para subastar mis cosas e n y
c°legi0. Es terrible _ agregó después de una^ pausa Uena
e objetos y lugares retomados- que se e morirse
0 tener una tan pequeña y anhelada dic a_ he’contado
Jn°. que no es lo mismo, todo aquello q ^
face un momento y lo que no se quier ,

Empezó a acariciar el mango del ¿e criatura


aporreó luego la mesa con ***** un0 Con te-
al educada. Los golpes resonaban en < ^ huecQ<
°r personal, según el órgano que se ^ orquesta>
individuo, como un desenfrenado macabro en los
areeía querer hacerles entrar un ai con la sola
squeletos, los estaba dominando sin o
°sesión de su entusiasmo. ¿e súbito enar-
1 ya sé lo que hay que hacei
°End0 el trofeo- siéntese, escriba. una máquina.
rematador se dispuso a obedeC<3ntre paréntesis: Leo,
" “Leoncio del Robledal —ponga e ^mueble. ra-
ara sus queridos sobrinos— co m p ra„p arén tesis- mo
nniGri efectivo la suma de un grandes
^ c°* la que podían adquirirse en. su en la
Precio. segfa él, excesivo para ^ moIestlas
razón por la cual, amé« f “ braye su casa, sr
¿ d° volvió a su casa de m ^ n “!
re— lle v á n d o s e c o m o re c u e rd o

117
LA PUERTA VIOLENTA DA

Ll hombre interrumpió la cena y ex ral ‘ gn cuar:


SlH° más secreto. Un pequeño billete p o‘ ¿ unas
Lo desdobló, lo aplanó sobre el,man un criadero
llcuas pelusas, de las que parecía e sobra- y
Cult0- Luego lo miró -esto iba mas clave del
asta pareció descubrir en él cierta asombrosa
d culo d e p o s ib ilid a d e s . ehlm b re fisiológica, el
Lomo u n in s tin to , c o m o u n a co stu m u ^ Ja ^ n a
d IV¡duo e s ta b a s a b ie n d o q u e ese ® o ^ e¡ tiem po-
0 P odía s e r o tro q u e e l su y o , s u l6 fnnrialjdades p re-
e P re c isa m e n te a l fin a liz a r to d a s as ^ p ájaro
as> c u a n d o e l re lo j d e p a r e d so to ^ ^ diario e
? aulad o . A b rió é l e n to n c e s ju n to a l P busCÓ cierta
> a L ora, le r e s p ir ó e l o lo r a tin ta * * ^ la jlenan-
V los a p r e t a d o s n ú m e ro s P « ® n ° Sa col umna
J S a c e r c ó e l b o r d e d e l 1 » !eteeces¡tara en real.-
n ° tu v i e r a m e m o ria , co m o si
p e c o n fr o n ta c io n e s . n tra c osa en el or
leí a ta eTItonc e s. h a b í a o c u rrid o y a eSt 0 d e la m
t - d o : la s tr e s m u je re s su
le] J su v e z , d e b ía n p o s e e r ^ tíeS0 en
-otn IOmP °- T ie m p o d e a n g u s tia , si n0 u
^ a n tig u o s v e s tid o s , p e ro d d ^
j? d e sP re n d e r s e . - 0jos en _ r a lan
N fo in s ta n t e c rític o , c la v a ro n ^ con las su
iriás nn°- c o n u n a m i r a d a s u n p » m anden eS0>
f d el c u e rp o , d o n d e cad a itid o s ie ^ P
d e e x is te n c ia . E l le s h a i
mirarlo al trasluz en cualquier parte que estuviera, aS^
fuere en la cama o en el baño. Al fin, ellas tenían pa»
algo sus cincuenta y siete, sus cincuenta y cuatro y sa
cuarenta y cinco años, duros y altos como una mura ^
ante sus indefensos treinta. El había apreciado siempr
aquellas edades en conjunto. De los cuarenta y dos an
moderados del último promedio, salía una mujer cap
e Lesnudarlo, de conocer hasta la mayor miseria e
Pobre alma y de su pobre cuerpo. . ^
Las tres hermanas de Juan comprendieron de
!a °. 0 ocurrído. Hacía demasiado tiempo que se rf er
el mismo proceso. Cuando no en las decenas, debía
onrr,aS QCaS unidades, el más mísero de los valoreS ,3
pean en el número. Pero siempre la terrible ^
a, ,SU(;r,:e’ Ia ironía sangrienta de la maldita c r
^rumbándolo todo. ^
nuevn°f conocen e«as el dolor que arranca de
que n o T * ^ Sahm ^ seSundo de plaSI^ aCl1°?’^
cietro rl i016’ V 16 Siguen el rastro - A traV6S 4<reflf
desesnp6 conten>Plan la sucesión de s a s & &
redado ^1 ^ ?0guir con Ia peluquería —el niño t.
liante ^ ° 1C1° del Padre~ siempre tras el slí re pal'
Pando / em^re rasurando cuellos abotagados, siernp pal'
• Pause h ! alaVera baj° k Piel d* ^ros, que es
b erzo s lo mU6rte todos los días- A V6Cf „ del°5
huesos V por liberarse de ese maldito palP0 % V¡
aParece bien aPHca los polvos sedantes. ^
siera preven i ? muerto P°r debal° del ^ '- a d o
se está allí • g° imP°rtante a aquel desgracu ^
tras le n ’ q^let°> cerrando sensualmente los ojo-’
atrás> Y le L i maT10S P°r k cara, tironeando ¿e
Cascarón de ^ hu6S0S a fIote> con esa expr _
avisarle m1P Pr°a que cobra entonces el rostro. V f f
eche a correr 86 deje atraPar Por ío de ****
Pronto el 0tr m PaSarH que gane tiempo al bue^ te e
61 esPejo, comie 6 l0S °]0S’ se mira estÚpÍf T^lsiH0'lé
Su número *** a rebuscar monedas en el b
6r° no quiso, una vez más, liberarlo*
12o
había rezagado en cuatro millares. ¿Pero por que, por
qué no podía ocurrir lo inverso, rebelarse é con a esa
esperanza, contra esa estupidez a plazo ia o
se le muere cada vez en la mesa, luego de par”"yU, .
gracia sobre el casto mantel de las hermanas ’
que suceda, pero una vez por todas. Quizas taí
d’que su fuerza de hombre, en quitarse e ^ ^
Vergonzosa gravidez de cada semana, e ca fue_
<*• miserable vida que él vaya desde
a Por no sobresaltar a las mujeres, é blasfemia
entonces a gritos, acompañándose de g ^ blas.
Para sentirse más duro, más definitivo Nu
mado, precisamente en esa casa ^ muertos
er° él sabe, él lo ha oído tras el si en0Si No
c°n barba v podría hacerlo quizás rne]°^trjautada, dema-
Piensa cómo quedaría la cosa en su voz « ^ anémico
Slado fina para su corpulencia, como 11 do en ]amer
un tronco grueso. Está por ” san s¡no los sa-
Palabra en sí, con gula, y no le i degluten las lá-
0res. Pero, mezcladas a su saliva, se ]a plegaria
Sumas de sus tres madres, arranca a^ pequeño,
°njunta: “Que sea la próxima vez la
ciue sea, Dios grande”. cuartos el billete.
Juan empezó a plegar de nuevo e ^ en coi0-
* Wantar la vista de su inútil operac* Vl0j
ar mentalmente los ojos que lo ^ -alta, fina.
Primer plano, los de Virginia, a j n0inbre—
los atributos que se le e sc a p a n y ,,enos
sin d u d a c o n tin ú a n sie n d o ^ c¡>n ciertas £
a g u a p r e s a , c o m o ta z o n e s d e és los d e la
^ a,s q u e b r a d a s e n e l fo n d o . V » * g ^ n o m b re
t Ha h e r m a n a , V io le ta . T e m a a ^ cau sa de
Ijl Cri l° s ojos, d e s c u b r ió c o n asoffl la ¡m agm a
f e ^ « r a d a , se le h a b ía s u b i d o » » ]a „ 5 * p o r los
Hohí Seres’ c o m e n z ó a d is c u rrir P ‘ b re e n a,gU" „ ro ­
dé! e ° es Hel b ille te , q u e lle v a n su ta ría d e j erse
b N h ° , y o tr o s q u e lo r d e g a n . T : d e fe „d ers
tl0 al día siguiente, rasurando. A*' ^
de aquellos cadáveres sentados en actitud de ofrecer las
barbas. Y luego los ojos de la menor, Clara. Ella des­
miente, siempre tiene que negarlo todo. La miró de golpe'
Sus ojos estaban como invadidos de un infierno negro,
toda ella era como fuego envasado, pensó, sangre que
mandóse. Siempre les había guardado él cierto miedo
aquellos ojos. Parecían los de un ladrón, pero de o
a ron que no se decidiera a dar el golpe. , .
1 o se animó, aunque lo amaba, —masculló el hom
acien o añicos el billete y arrojándolo bajo la mesa- ^
m J r 56 anÍmará’ quendo, dijo Clara equivocando
desgracia00 r0mEas con ese odio, que puede h-3
Y se levantó a llenar el plato del hermano. Juan to.
El P^aS ^U6 nunca impenetrabilidad del pensarm ^
canHff entonccs un niño, evocó trinchado la Presa, po­
dido qC°n repu8nancia un ajo, pero bien que ha u ^
violetas 6r. 61 ^eS0 de esa leÍana nocbe °bra2°s
de anupl h r¡atí°' Y V6rla desmayada casi en los ,ja
aún oír demonio que se llamaba -extraño, ja
rechazarlSUuV0Z~ Pedro Cosme- Pero cóm0 del íu'
ramento ° f ^ siemPre- Casi logró liberarse 0
alcanzó 0 Ia caza del recuerdo. Mas ^
m° eructa/Ti 6r 6Sa Vez* hubiera sido tan tern
Podido sor 6 a?te de ^ mujeres a las que nunC‘ ¡p
tales Prender en ninguna de sus funciones
Y b- • s, él
no se lamentada^ hS ^ temPemmentoS % m3^
uúmero an i r- T e n s u v id a . Y e n c u a n to
dim uerta „ M le te ^ l i z a d o , a q u e ll a P ^ W rie " 0s»
ra íamás’ T C° n r a ra su ú ltim o f e n e c e r , * * * ’ o V
h mesa’ 1“ - d i e le ven
siquiera. Se i UslGn estúpida, que no se la nien eSpín
tironeando hn .a!Tancaria de su deseo como un f,
uua fruta, m¡ f.1me"tf (Virginia le empezó a ¿e] a
tlm° plato) v _ as boleta le removía los res o 0 o
n de Placer ° c°uduido. Saboreó en ng
esas h'es palabras tan cargadas
loo
y de hombría. Trató de imaginarlas caminando en zancos
s°bre el mantel. Luego, hubiera jurado que las veía andar
s°bre cuchillos. Cerró los ojos. Sintió cómo los cuchillos
Piados salían al patio gravemente. Patio viejo, íoaea o
e Puertas, evocó para no perderse en los sucesos
Aillos. Un arriate de violetas sombrías en el centro
-más cuchillos- heléchos en las paredes, un paja
que suelta, de pronto, cierto canto de dos nc> , ^
a8uda y 0tra grave, parecido al del que es j
reloj -cuchillos, cuchillos-. Las hermanas qmtei e
^ ‘el, envolviendo las migajas. Un billete
a bffletei los cuchillos, el ‘“ .ueño dí-
t'r° Cosme, todo mezclado en el bazar
gestiv0. j s
„ ? lly co m ie n z o s h u m ild e s , d e m a sia d o b u ^ d ]p a rse los
P ndes cosas. A sí f u e c ó m o u n h o m b re sin p a g ^
aJ Sos d e s u c a r a , s in tir o n e a r d e m a sía 0 ^ proa,
s as a! a fe ita rs e , s in c a r a c te r iz a r d e ™aS n ir]e a los
S > ° d u j o e n d c u e r p o lo q u e q u e n a p re v e n *
v s> el p rin c ip io d is o lv e n te d e s u p ro p ia ^ costum -
b sem an a p ró x im a , e n e l d ía señ alad o ' P ^ lo d e
sje y m a rc a d o c o n e l s o b re sa lto d e re , _ n 0 así el
t)¡lle?re: E1 d ia rio q u e se a b r e ju n to a ^ ad q u ir id o -
y j 6 d o b la d o e n c u a rto s , q u e esa v e vertid as rezo
adent tr<3s m u i ere s , ig n o r a n te s d e l crl™ n’c¡onaI. áN o se
debí * P a só > f in a lm e n te , e l la p so con n u e v a s? L o
m ira r y a h a c ia J u a n p a r a ^ n o c e r ^ a un e.
He * m a te m á tic a m e n te , c o m o o e ten fa p ara e o.
No f T lt0; P e ro lo q u e e n c o n tr a ro n a lh q u e a caecia
Ct) 0 sin ° el m o ld e r o to , la c a ta s 0 ’ f a lla r a J uaT1’
sencJ a fo rm a n u e v a , im p re v is ib e.
la m e n te . . ap o p létlC0’
O otro rostro el que emergía de asaetea o
bor Cenado, segregando humore

< '» « e s . V irg in ia , q u e h a b la inSt i „ t i v a m ^


So» ® e r k c a b e z a c o n v u lsa , * .
hacia la columna de números del diario. Tuvo que
pinar toda su sangre para sobreponerse. Grande, vestí 0
de negro, sobresaliendo de la multitud sin importa11013’
como un señor de gran vientre y flor en la solapa,
humilla el aire grave del número de Juan, indefec
mente caído en elcepo. Era decir, las cuatro ílfras P
versas apresadas al fin en su conjunto, sin mor e
en ningún sitio del cuerpo, el valor íntegro y Pur0 °°
una piedra de primer agua. ueVo
Estaba la mujer en la tarea de imprimirle un » ^
rumbona su plegaria, - “sálvalo, sálvalo en su día de
suerte —cuando las otras dos acudían ya con las ^
ume as, las sales, el sinfín del salvamento. ^ ° r
Pelearon con el desorden de aquella vida como
u íeran creído que sabrían hacerlo. Hasta Q ]o
co or humano volvió a poblar el rostro. Per0 , &
¡toe no quiso retomarse, los ojos. Habían f
• viados del viejo estilo. Miraban distinto, con u s
DaiW1101™0’ ensimismada, quizás dichosa en sus ^lí
S es- per° “ la de ¿No era P<>
dirin an los billetes del gran Pren¡10’ n °t0
ño ir, ^ mantel como el deshojamiento
eso n„Cf able? ™ » hubiera adquirido d t
hombre 6nia, P°r qu® contar en los nuevos clia e cú
chillo Vk billetes sobre la mesa. La PaZ S°.^to^ce
tabacalS6 ? Íd° P0r alguna Puerta. Allí crecen ^
macizosSC ° an,cbas bojas, que él consume en $e ^
cuantos • .¡lPn ° de gran rico, sin duda,
Nunca se l0S pies sobre la mesa, P -bieS,
resPet0 o / ** atrevido a hacer dos cosas te JeS _
esa forma. Per™UÍer,es’ blasfemar y colocar ° ¿e v>
ün minuto sin f aventura extraordinaria ‘ ^
b° llevaron al lPf,i ttI balbuC0eí
Con la len<r„ ho como a un niño. El u ic3 P
dida: & Seca’ amarga y difícil, en su P 3

n° c°mprarlo Eaberl° c°mprado, es decir, h3*^ eS^


10 nunca- Pero mírenlo, mírenlo,
124
Njo de p . . . (Se animó, por fin, a soltar la aherrojada
Palabra, levantando en alto el cuerpo sin substancia del
sueño y dejándose manejar por las mujeres). Sí, —par­
loteó aún desde la almohada— mañana se abrirá la bar-
taía, pero por sport, por capricho de rico. Afeitare
Con la navaja vieja a los que aborrezco. No se atreverán
a Protestar, cómo van a animarse a hacerlo. Atisbaré con
j Cer su dolor en el espejo, veré su rabia contenida.
Uego, a último momento, cuando les aplique los po vos,
les hablaré brutalmente de lo que tienen bajo el cuero
denj*’ JÍ~ y los largaré a k Calle sabÍénd°S6 C°n 6
Con eso dentro, con eso dentro, con eso dentr' ^
0 repitió aún cien veces. Un sudor c0pl0S° G serje
ade de aquel afán descontrolado de palabras en sen •
"Calla, amor mío, descansa y a- dijo una deMas
res> sentándose en el borde del lecho y cu
v cuerpo a las otras dos en la tarea angU rse del
a ar ios bolsillos del hombre para con
esastre. ja

irení S.Uavidad de la mano que le habían col ^ agarró


de ,e Precipitó, de pronto, en un saen0 gu v¡0lenta
Caíri°S p’es> tironeándolo hacia un a lS ,. Volvió a
|a a desembocó en un vertiginoso rem • ^ cieÚQ
con un pequeño gnto a em posible,
püe ° Pkcer que jamás había compar * ^asta sentir
a q „ en esa noche esplendorosa y 11111 ’ puras her­
nia,, °’ Precisamente aquello, delante ro5trOS blan-
°°s VelaVÍ° P°r lm fugitiV0 Segl,nd°fiores despiertas. Pero
Oo ai ‘ nd° en la obscuridad como ransancio q ue
Sobrp°anzd ei breve tiempo del cu ce ‘ ]0gró enjugar
pfi L V'n° Para sentir vergüenza. Apena rte placer le
1mobada el colgajo de baba que ^ sunierg¡rse. Lo
('e e ejado en las comisuras, y v0 nKn¡tamente Iarg0
S T ? Ces ^ un p i az0 in fm lt
T °d°- , noche la gran
H e /* 1*8 ^eja de las mujeres consumo eS^ ^ pidiendo
a’ Írsele a Dios a las barbas, P
clemencia, sino exigiendo más locura: “Haz que yo Ile-
gue a creer de tal modo que logre confundirlo con m i.
postiza quimera. No le permitas mirar el engaño a fl»
través, haz que yo pueda simular sin artificio su conven
cimiento”.
Amaneció. Todos los que han tenido que esperar
guna vez saben lo que demora eso, que de pronto
Pieza a ocurrir de por sí, sin que nadie haya podido a
el cielo con los dedos.
Días después hubo que rehabilitar la peluquería- ^
no pudo ser lo mismo de siempre. El mundo había ^
ad° las narices, había olfateado el caso. Y la lo**»
uan acabó entrando en todos los pulmones con taPr\,,te
ganada de aire. El individuo que adquirió el ^ ^
; 7 .?nad° no quiso verse directamente con el diñe >
vend*'0 7 S6guida en una finca. Luego, según su ¿e
man 10 a propiedad. De ese -modo se creó Ia 1uS s¡p0
el n")aJ °tr° dinero> no el precio de una c°rduu ’ ai»10
el producto de un negocio cualquiera. Pero en «¡J
n-dip lr<TTS0 6n aquella barbería, eso ya nunca.
PUDilñc na n a v a ia e n ta s m a n o s d e u n tiP 0 hor3
no era en ^ te m b lo r, c o n ta l a le g r ía d e u ti
además u S6r d e s a f ia d a P ° r s im p le d e p o r te - ^ ^
hierro tra m u e s tra d e h o ja l a ta s u s p e n d id a ^
dta h a b h ^ f 1 S° b re la com o u n P ^
el viento Cp U ja m á s s u in ic io a l s e r g ° Jp e ‘ ^
creado u n a T e n t° n c e s ’ e r a to d o d is tin to - J u a ^
fera v ni- , spe,cie d e n u e v a s e n s ib ilid a d e n e d‘
in terp retaci? m a ^ sim P le a c c id e n te p o d í a e s t a r ^ 3
canzó a en tm S’ i e x ceP c ió n , e l h o m b r e e n ]3 iP
vaja Parn , cF e n ta m u d a n z a . C o n tin u ó a fila q
fe Hea fe Íta d a e n a l - e . S ó lo q u e » » £ > »
nea seguiría n P°’ T Volvid a las n°velas' ®j-w o!°f ,
ai°s' fe obresi6nesa, nd° ei agra™ ’ a<Ju ei c *
distinta- n-.. Su Vlda -L aura y Beatriz
°^°r a tafetá ’ C°n ajos 0 sin ellos, Juan se ven
Inocente aúr.n Vl6J'° de ^as hermanas, dejó s? -t®1*
e’ au* con sabor a leche, y comenzó a
Por dentro. Un flojo tejido adiposo se adueñó de la parte
de afuera.
El dinero es la única realidad que no puede ser sobar
nada por el ensueño. El hombre agarró, de pronto, entre
novela y novela, una fiebre delirante: las listas e u i j .
bn él todas las imágenes se daban en rigurosa repe
c>ón: utilaje, dinero, más dinero, más utilaje En el borne
del diario y de los libros, en las paredes de la peluq ’
®n los vidrios enjabonados, en la puerta e cu
á°- Un día descubrió que la palma de la ma ,
S
Qltio más íntimo y seguro para las anotaciones p j
Sl uno ha escrito algo ahí, no tiene más
gUn° y toda la sangre se llena de ese deseo s q
13 pueda saber con qué se está
íccabara
a b ? V clrg
o nÍn Ía
la s q “lisetan s .d eLdad lp° rim
i “ e ra vv er az qq uu ee m e « 110
^ ^con
avor en los dineros hereditarios, le p a r e c í de sus
6a o del Banco la había mirado p° d.rerente a cuan-
es°s cristales de miope de un mo o i ^ intere­
ses ra a recoger su PecIueña cuota ^hombrecillo color
di ' La segunda y la tercera vez, e había adqui-
tidnr° demostró estar ya confabulado. despojarse. Pare-
, una naturalidad encantadora par ^ visitar al
atn3eSas muieres que se van acostum r‘ r ,medio,
c0u nte en una casa que tiene por*fr0‘ e se transfor-
ií)a ran Un tipo nuevo de soltura, aj pUeden decir
deliciosas heroínas del míe o, .nterpreta como
corr0q Sde el ascensor alg0 que ® i- importé
esPonde: Y bien, ¿a usted que le ^ ]qs ojos
^esafió cierta vez al emp pítim as reservas.
Oüpj esnudos que nunca. Iba por s terrenales.
11 aba completamente libre de bl _ ataviada con
C 86 « e día de sus fabulosas uomP.% ton con una
< ° S rerai° neg™ s°stenÍd0.lT ^ a n te s , caídos .» ®
W 1acea. Por uno de los vie] j punta
< ^ rdoso- • 'o había escapad» I ayudándose a
Í(W 1 ra y Violeta estaban en e
los c a n te ro s . }07
—Y bien —dijo la hermana mayor enjugándose el rostro,
donde los polvos de arroz se habían apelmazado en ^arl°
puntos- todo hecho. El dinero de la suerte del niño i»
icnaicio
rendido en abundancia.
abundancia..... ,
No lo hubiera dicho. Las dos mujeres, amparan os
cada una en la cordura sobreviviente de la otra, se 3
lanzaron de golpe en la dicha paradisíaca de la anf r ’
tratando de abrirle las puertas, de ventilarle su atmos
de_ ensueño prohibido. No, no, el dinero h e r e d ita r io
niño no podía ser tocado, pues acababa de ser dec ar
incapaz su acreedor. ¿Y quién estaba osando ba ar ^
0 °» el ilusorio, cuya inexistencia era el nove o
chimenea
uiimenea de todo el mundo?
V irgin,a, p 0r D io s - d i j o C la r a f i n a lm e n te , e n ju ^
^ aquella nuev a lo c u ra c o n su s o jo s c a lie n te s ¿es
ore C^ G n ° sabes k q u e h a s h e c h o , lo q u e n o P u
c« e r hasta verlo?
otrnTn0 qU6 ya no ks pertenecía, boca que ba ,£
Mord-'10?^’ comido el fruto al revés de la
íen o o era como se entraba al paraíso. je
Huiros'8Eha V * hermana mayor a bla#
largo v n ? Pt0> d e s d e e n to n c e s , e l veS , PSpaldl
Fue e P . s u e b o » a n tiso c ia l, c a y é n d o le e n k , cje
t0 cartel1 C0lncidencia c o n e l s e c u e s tr o q u e apar® eI, 1
Puerta A n?a n u s c n t° ’ sim p le y tr á g ic o , a d h e r í 0 ],;
hía otro te ^ E T A S . Las venderían, £
el letrem T e?10’ venderían el alma de la casa, y j
a C a nad'ie jalata’ a P6Sar de SU batíd° ’ *°
como e n T qUG aUí h u b ie r a d e b id o d e te n e r s e d J f sie
años, v estiT 6StamP a s - U n a c r i a tu r a r u b i a , d e u ^ qi
osó 80ln e a r l ! '■O do„“ lo r, f u e e l ú n ic o s e r b u n j ‘ fio*
de m anos' \ ^ a q u e lla P u e r ta . L a n iñ a r e d b e J ^
del suelo al a s m u je re s , m i e n tr a s la 0 ¿g,
guien contem U,| ^ V Íoletas c a íd a s . M il a ñ o s d e V ^
es una f¡ Pa e s ta m p a y d ic e : e l t i e m p 0
las düs m u jeL T a trans.currencia inventada. es
0 r e tu v ie r o n p a r a s ie m p r e .
128
gico pensar que no hubo tal cosa. Una de ellas te™unó
de entregar las flores, y la otra, la que estaba acuclillada,
Se levantó y recibió unas monedas, las mismas con las
Que tendrá que salir más tarde a mercar algo. Asi se 10
Iu8ar al tiempo para que se metiera en la estampa. ,
además, ocurrió lo de siempre, que uno deci a Pre§un a
a un niño cómo se llama. Los niños tienen can i a e
Cosas Para indagar. En cambio, en el mundo a u , *
Pocas para ellos y siempre una, la menos origina ,
falla. Desde ese momento, debió comenzar

El nombre cayó como una piedra en el pati ’ ^ ^


Principio la mujer quedó completamente^ ^ y
rmosa muñeca vieja, de ésas que n • fondo con
Permanecen verticales en sus cajas, cosí a bazati c0_
ll]° elástico. Luego, también con tonos le volvió
^ a r o n a revivirle los esmaltes desvaidos y
° fllego negro de los ojos. . ]o_ dijo con
."La hija de Pedro Cosme, válgame ^ algún
afrento sofocado. (Parecía haber I * ‘ tenía temor
/ mPo muerto, con una voz insepu a ^ p jos tu
®escucharse a sí misma). ¿Cómo i a
"“¡"'»e? pobrecilla mía -agregó com • ® ]a bocai Ios
n. La niña había abierto desmesurada homhre
°s> los mismos ojos, la misma oca. voZ y un rostro
^ “libido. De pronto, ya con su prop«
CuPerado, Clara gritó en el P f 0' ¡do. Es la bija
d e 'í lrginia, ven a ver lo que ia ,
ed ro , su d e lic io s a n iñ a , v e n a ,n terv en ir en la eS_
een se d e c id ió , a l fin , a b ía form ado en
^ a g ó to d a la s a liv a q u e se le » ^ 0
^ ' p r o c e s o sin d e g iu c ió n d a s u b o c a ^ g „
otr c rr a lg o . P e ro n o lo gro
* Pueva. laterales, ap a-

teció CSe inst™te, por una de ]aSJ " ad!¡, lto«0^ '
Un ‘ Una figura indescriptible, con e\ res
gr¡ Vestid° blanco tocando el sue , ajantaSmada cri
CaVéndole en la espalda. *
miró a la niña desde su sitio. Luego, levantando una mano
e largo hueso y piel amarillo-azulada, empezó a signar
se lenta y repetidas veces.
¿Es eso la locura —se decidió a preguntar la mucha
chuela, apretándose al cuerpo de una de las hermana*
eso que se está haciendo en el rostro?
Para entonces, la sugestiva aparición, como una mar
P vieja y sm polvillo en las alas, comenzó a g*ríir s.
e su a f;0 y fino cuerpo, volvió a signarse ante la Pu®
y desapareció por allí con el mismo misterio con ^
ot * T Sa! ,Esa ausencia desencadenó el frenesí de •
rro„ ' i 1 6^a as de la hermana, se abalanzaron com°
caripia° ^ a berna píeza viva> ia llenaron de impe u
tadn ’ in Una especie de hambre de amor que b * *
cultivando sin saberlo.

o o o

gastací'T 10’ devuélvemelo, devuélmelo, sálvamelo *


herman? lefgarÍa P°r Jua» refloreció en los labios ¿a
'dejas ai,in ,0rm,edla’ atontada sobre el montón de P Ja
locura T d e í d páparo del patio' T deV
taurarlo tol ° <PIG ^uere Parecía tener la virtu .
hacia arHk °’ y ^a sufriente mujer lo invocaba pefo
*a garganí í *1 | a ardiente convicción del sitio lj° fi
blando cuell i .f°S notas estaba más que p * * J V
eidamente. S C i aVe’. alar§ado y solitario, colga ¿es'
mentir la U plumaje pardusco y vulgar Pare „efifl'
meló, deviiéU °ni i bnHante de su estirada vida. ¿es'
imponiendo T í ' E1 tercer día> el animal eS id o ^
,a otra, T í 0' L\ hermana menor, en un d e * * * . ^
bubb tiemp0 T °yo entre ías violetas y lo ent® ¡f#1'
t0d° aM ritoars6í rSe Cuenta de lo que p o f J ¡ j0 ^
?Ue uo quedar i ° cuand° debió arrollar el c t0 e
ks en tra d T d pic° ^ e r a , tuvo un s a c u d i d
T e ^ a . Ve r " S°bre la música pensó, eS° ^
moviraTed" an luego.Ios lo **
0 como si estuviera vivo. • •
lSft
tió, de pronto, que tenía toda su sangre en el rostro y
que le zumbaban los oídos como si fuera en un tren e
masiado rápido. Cubrió malamente el despojo y se m
corporó, agarrándose de las plantas. Violeta, rigi a
una momia en pie, venía hacia la jaula abierta.
Nuevo secuestro. Pelo suelto y vestido aIjC° ,
otra mujer de la casa. Con la anemia cere r,
agarró tras los primeros meses de inapetencia y ._
fl Pájaro ya no estaba muerto. Se había tugado^ sen*
lamente. Quedó desde entonces Clara para ^ ^
d0>. Para comprar con fino y desesPer*as°a y para besar
lUletar aún el aire cataléptico de la • ^ iocura
en la hija de cierto Pedro Cosme la °
sum ergida. -
°bo tipo de estampa: el niño ^ ^ ^ ^ ^ a s .^ D e s d e
Pr°Pia modalidad en el nuevo orden ^ bus_
Cnt°nces, había empezado a salir to as un qUjtasol
c'a del ave perdida. Llevaba un jau on ^ borde. La
ae seda verdosa con un volado ant’gU° uipo de caza
engaño —decía a las gentes, mostnm ° ^ La pobreci-
- guiñando sus ojos dulces de Fígar° hacia el
' t es‘á loca, cree que se ha fugado el am
0sque. ^ rt0 para Violeta,
, Pero aunque el animal no había m ]a nnijer
fdeb* ser ella quien desertase U ^ derra. El día
e única forma de pudrir al a v e en ^ ,a proa,
rilLSaÜÓ de 'n oasa con los pPodido comenzar
|, s y levemente verdosos, “ . nd la jau1»- ®ra “
¿ n»da del otro. Pero Juan no aband ^ „ ta n d o por
de fe, una especie de r la c„„trnua-
S ^ r e n c ia . Y, como tal, no pod"*
¿el sacrificio, . calor desmedidamen­
te x?Pezó cierto verano a crecer s(aba ocoi ,
Es ol° Se oía sino ,as noticmS ]atas. Que bs p“ Ss°ara bajo
rje ro que no entre las vio ■ agua se ag ‘ fu]_
el an insoladas en las calles, 9ue de golpe do
q u e Ios a n im a le s cay e ® d e , p atio p u
'"“dos, fue alg0 que el clima so» ^
detener desde la puerta, un nuevo fraude por el cual la
icha habría de salvarse siempre en la casa. Fue tam
ien en uno de esos días brutales que Juan decidió man
An.erSe v^vf q u e firm e e n s u c o s tu m b re , ir p o r el ave
^ ovechaba siem pre la h o ra a p la s ta n te q u e s ig u e a l me
riñrnPOv interferir con la de su invisible clientela
trató*dp • j eHa S°la entre ,os dos sobrevivientes,
df lmpedir esa vez la salida,
d u re za ^ TCS0 P?r 5l°y’ ^uan’ Puede d a ñ a rte — le dijo con
< J ^ é l p d ¿ 0P" 0^ í f raam -»SWBS s u s p ira n d o - f *
entonces. ' m uerto, y bien estab a engañarla

con una p i z c a T SU ~ interru m Pió el honlblC’


'S i, Tuan n rf hglosídad ofendida,
la m ujer- p e ro tó a, guarde en Sl1 abierto seno
aclarar con » W d - i ? t a n t ° co m o y ° t r a t ° lu e g ° . n
muerto en su f / i enfasis~ ciue el pájaro estaba j*
acaso? jN0 rpp Ug materia como ella. ¿No es cier >
,a? Dl'me que nofo3} CUa”d° deddimos juntos engan^_
nes todo prespnr • aS 0 Vldad°, Juan, dime que 1°
dilatados que 1P 6 1'mploró entrándose en aquellos °J
-¡Clara! «* « id o sin mover las pes*»*

c°bró dea perXo t r : ÍÓn, í Sorpresa> el rostro del hí#»b*


ternura. ¿Era n focado gesto de protección y
¿Cómo podría ? ooloquecido su pobre })er^ teS
ía logrado casi p i , Clrle eso a é]> Que un día aP
'¿En qué piensan I" man° al ave? , >
Juan retuvo por ’ pequeno? habla, -rogó aun
° se atrevía a compr S minut°s su piadoso sil
« Wura. c°>™er W sacr¡Ieg¡0i evMPenciar]e a Cl»r
No> madrecih «iS'
orra lo que f ]J »0 al fin delicadamente- es W j0,

fn a ayer C e t 6” 6' y o n ° h a b - <lu e r id o deC 'O a »


v ¿ £ T - preparand° la iau r
°on “ gosBa!’ tU n ° haces eso - l o in terru m p ió 1» ^
132
-SÍ, Clara, tomo siempre ese punto para iniciar la
búsqueda. (Se quedó unos minutos como flotando en os
sueños evadidos). El puente —dijo al fin—. Tú no ima
S>nas lo que sucede allí abajo. Uno habla y la voz no se
sabe de quién repite lo mismo, como si se bur ara.
Un principio yo intenté desenmascarar al hombre, pero
n° pude. Luego, aun sin encontrarnos, nos hicimos am
Sos. Le gusta repetir lo que yo hablo, pero tiene una vo
m¿s dulce que la mía, y más lejana. Cuando y o recito
fuello que dice Dante en el final del can o q
tres del Paraíso, él se lo recoge de un tirón y to wdte en
Seguida como un alegre demonio. Clara, per t0_
Agregó volviendo a sus temores de hacia un ^
jju demorado mucho en contártelo, óo no q
b^die supiera que tenía ese amigo. ••
a mujer se le quedó mirando aterra a. ^ ^
"Juan, te lo suplico, no vayas hoy por > j
Resistible el de afuera -dijo, sintiendo aun
c°squille0 del erizamiento. . , un Solo día
-nnT°’ Clara’ 110 pued° dejar a "V inca tuve ningu-
im , ° en argumentar el otro . p o r una cau-
’ tli lo sabes. ¿Y voy a abandonar o ’tragar mi sa-
tan mezquina? Yo no podría siqm' ‘ ¡do toda !a
siiv Sabiendo que él tiene sed y se 1 . puente ¿com­
pré V 0 corre ni una gota de a?Ua humedad que estaba
gnendes? Se ha secado ya la última h necesario> pues,
qu ada entre Ias Piedras del l ron la garganta seca,
e yo vaya a hablar allí, sudando y también tiene sed,
qu a que él comprenda que su anug verano. Tu no
V a ambos los está matando el m se aman
mujereita, lo que es para d * * y n0 ]o sabes.
\ T o el mismo fuego, tú eres ino ^ Qgó Clara
Cül> Juan, no continúes hablando
,endose los oídos. . tr0 como quien
C además, querida, ' proSlgV ]0 ¿el pájar0- V 'to d o
voy ' e c°nvencer a un niño e _ de qUe lo sep‘ be.
contártelo, hoy tengo de los oídos >
Quitando a la mujer las 1
sándole sus palmas.- Hay un árbol junto a la boca del bajo
puente. Una de sus ramas atraviesa el círculo, justo en el
centro, como si fuera un diámetro. Miro siempre ese retoño
Y digo: todavía me gustan los árboles. ¿Comprendes lo
que significa? Es algo difícil de explicarte. Yo pienso que
mientras me gusten los árboles estaré vivo, que la muerte
te ser que no haya más árboles para nosotros. Imag1
7 C,,a maerte de nuestra hermana: un estado de vi a
antes °S> a g° P°f qUe n° Podra verlos con sus 0,0S *
^ 1° ba mujer ya sin fuerzas, sentándose en
I " . no es de Dios ese pensamiento. ,
lado 1 7 - razbn ~~agregó el hombre acuclillándose a ,
chamo7 ? b V0Z hasta la confidencia- pero es
nuestm U'r Cn CSa rama de que te hablaba donde
M e 'm in ' ^ ° ’ P ° SÓ ay 6 r’ C la r a ‘ N o p u e d ° d escrÍb U t0,
querida ’ qiUS° ,V6nir bacia mí como antes. Te asegj1 '
de nuestra n’ 1 ^ misma forma de mirar color v io ^
abrir la mal 1 • mana- pero me vio, desgracia, me j
bosque como - ? * " * * a^ s de volarse hacia •
sabía tú lo re a e > volvió a cantar aquello q t0
d e dos T v <1S (J u a n re m e d ó a í a v e - su
Es algo que l ' \°' ya 110 podría vivir sin oírlo de n .
a" ^ X d „ t t : n i abe repetir ™ amig° del p
~ No, Tuan „ 00n este horrible verano. _ 0r
esta vez todo'pq0 COntinúes —imploró Clara— ydeja j a ­
rnos tanto. °’ y° te ,0 Pido en nombre de la qlie 1

verde. 1 ^ incorP°ró, tomó la jaula, el quitasol de s€

d°le como de tarde’ Con ía muerte encima Pe w


Ción Y el derramo T muerte fulminante de Ia in
Chara, ella Soi cerebral combinados. ptíd°
^ e el cuerpo d V6r la realidad, cayó sin s j*
nacido de su virmva T bre> de acIuel hiÍ° qU® L a ^
exPeriencias f , J ad’ de su cuerpo y de su a]0 peí'
flCÍG COn toda su eT taleS- Pero voMó luego a Ia
U Cntereza de siempre. Eso uo tema
líU
de extraño en ella, saludable hasta para compr^ d**{
muerte y justificarla. Lo inverosímil fue el caso de g *■
^yudó por el resto del día a vencer el ^ desmJ dos
hermano según su rápido dictamen. Habían v
monjas a secundarla. Eran unas mujercitas sin ,
Parecían pisar en el aire, con grandes tocas y
fgadas en la cintura. El rostro de una
a§0 de esos camafeos italianos que se donar
Pequeñez de los rasgos, y Virginia se p
Para su orden el que conservaba de a ma ^ babían
Ciertamente la rebelaron algo los#-° n°h viera muerto
ra*do. ¿Pretendían con eso que el nmo e. ^ rez0 La
Cn su cama? Pero comenzó luego el arru a pe(iir sal-
^ujer volvió entonces en sí, calma y u ’ esperaba en
’ación para el pequeño, la salvación que _
a berra, mientras Juan dormía placl a Nadie intentó
A1 caer el sol, las religiosas se marcha
acer luz en la casa.

tuve!” Los gdtos


niño, mi niño, el hijo mío que no hQlTlbres que
dos de la mujer detuvieron a te. Había ella
1 Por el cadáver a la mañana confabulados en
;ndido al fin que todos esta < ^ creían sm
Pida idea de la muerte, y clue en eso a ultim.
«tendían hacerla entrar a su le r e ­
putarle el derecho a su c°n
h oras lo Ve° ’
deren que esté muerto, ya ha® gritó con t°da ‘
den, pqueS, que esté yS
liberada—. Si él es mi en Ja s¡ento.
5 tengo la muerte dentro Y adelantan
azón, aquí, toquen es o jarguisim tarán
0 la ajustada blusa co ^ n0 lo
nden sujetarla, amordaza1 • m¿s el Pe
a -exclamó adelantando a ^5
trando por primera vez en su vida el virginal nacimiento
de sus senos-. Lo sospechaba, no eluden, por esos cirios
que han ardido toda la noche sobre su inocente cabeza-
esa cabeza dormida y completamente mía en su sueño-
e dirigió hacia el muerto en un gesto de infinita certi-
rum re. Juan no parecía dispuesto a ayudarla. Sus ojo-
vueltos a otras imágenes, sus mejillas amoratadas y sorbidas
c go pe, su boca con otra curva, una especie de rmieC
e, ^eSaron toda esperanza de asentimiento. La 1X111
mph° °°° p 3Sta 61 dolor contra aquella voluntad de l a ­
tinada ° Gr° PU^° reponerse a fuerza de convicción o

naz'lnrln n° me clLlll:aran —volvió a gritarles— ni anl


de esmatf10 ¡1St<; con esa tijeras -dijo sobre el ros
r r ña
p.,rr> ' ó d' í i : luchar monia-
conmigo! ¡Nadie> ni la

tencia conToT V *1 aÍre’ para deiRostrar su propia. V


viviera Upo ' lenles> Puesto que dudaban de quC
“ si era preciso, sería c a p * ¿
azul« ya no lo°eranUes tOS "° -PUede"' SUS ^
caliente enrmVp' rompían como cielos de
>«*% P o e m a t i z X o f e r t a n T ÍUaS q U e b ra d a S * *
crisis,
esPecie de h-iln i ° ^arS°y reseco cobró entone ^
Capaba las m a n o s h u e s o s a s
Juan, callando™!? ^ estrangulamiento. ¡n¡ÓH-
como si fuera un ” ?arecia haberse reservado su °í ifíl.
ra“' c" ™ asiento"^“ °bstinad°, puesto más alia de
Hubo, al fin ° ltario reservado al silencio. óe
fuerza. Sólo asín ?? Sorneter a Virginia a la caíí" verc
también tuvieron SaCarse el cadáver de la c*P* e*
aÍVeI traillante ve?; ? rr°¡ar desPués a su abog? ust^C
al cuerpo. Se jU7„' al revés que le habían a]
Su ^cura peligrosa.

136
No hay nada más obsesionante para el hombre que eso
que ha convenido en llamar el paraíso. No tanto poique
lo imagine hermoso e interminable. Aunque se persis a en
d«ir lo contrario, nadie piensa que pueda exista algo
que supere a la tierra, hasta en la precane a
s¡to. La naturaleza inquietante del paraíso se °"gl 1 ¡er
que posee de inconmovible su secreto. Con e ]QCura
solitaria, comenzó a ocurrir el mismo fen men ,
cle los cuerdos por descubrir lo que naje^ a , ^ dgn_
que violar a cualquier precio. Desde q alimen-
aquella puerta, desde que Clara comenzó
Qrse sin salir al aire, como los roedor , ^ tener
Ss sabe cómo encuentran vitualla, el mun colectiva,
■'a otro pensamiento. Era una especie e mjsterio a
una peste contagiosa, lo de querer ro ruldo en
‘í miljer, aunque más no fuera que Par ^ soledad in-
e silencio. Además, ella era virgen, esa ^ uno. sale
^’mprensible e incomparable. ‘ Hue a , uerto".
tuf¡Ho a cadáver. Ha de hacer meses que ^ ^
, Eru virgen y estaba muerta. N° *e ? ndo a los demas
boca habían salido las palabras. Per° ,]ido 0lor que ma­
c a r s e al suelo para aspirar aquel 0 a> se des-
U* en fi„ 0 chorro por las re n d ija s de i de ,a
, ^ í a la cosa. Y hubo que violentar ,e
Se comprende. . . adentro tuvo a
Ll ruido de las primeras PlSíKafj per0 no bien aque
ele mantener a raya al P contemdo de
ldo Lie tragado por el patio, e ^ Se abalanzo con
, Ue*a no pudo aguantar más en s f cjón tenida a
■>re y rabia, con delicia de despojo, P;U' ^
J * Un momento, el primero ^ b¡tada. Las f ^ s con
]e. ,a casa estaba realmente des • nl¡raban las ^
PavS ían crecido hasta la luJ1”* ' 0 centine ^ ertaS
> viviendo sólo en sus ojos, una de b* P ^ , .
f e ^terrados. Pero de Pront°’fL r a de «»«er’e quedó
■ »C bldel Pf aPair tm V ” asta 61 tíemP0
quieta, como un pobre pájaro cercado que sabe lo inútil
que ha de serle el vuelo. Consumida su exuberancia vital,
no era más de lo que podía verse junto a la puerta, un
fantasma acorralado por el tiempo. Había podido, no obs-
ante conservar el fuego antiguo de los ojos y se armo
ae el para desafiar a la turba del patio, dominándola en
un minucioso reconocimiento.
De pronto, y como deslizándose, la mujer se a d e l a n t ó
" maSa- Había descubierto a la muchachuela, desf«'
brnHK' Cn Una ad°^escencia torpe y granujienta, de la Qlie
das Tic Unu penosa c°nfusión de chica y de mancebo. To
hacia el sfóo suceso" ^ ^ ^

« f V " bS c a P t U a ; b m a SabeS? " d ¡Í° ^ aC80'


xos v oupSl°- Se SmtÍÓ excluída de la pregunta. ¿Que
intentó a]p¡an0S ,Cambíados andaban en el aire? Ató«**1
pero la mir-wl **1 , adolescente, tomándola de un bra
Además nn V a muÍer le impidió consumar el resca .
el met j , r 81 aun lo ignoraban, la voz de la locura e
P^o comn meta,6S que había quedado resonando en e
-¿Lo sabíoUn^ C°nClert0 de camPanas bajo el agua-
tajador-, pe/ r’ °’ lo sabías? -volvió a repetir la
razón. El d i n ° Continuó dulce y lentamente- t ú te
[aron de Virgin!! qU6-el *iñ° murió ? en que S6
bevan sus tijeras’ r T ^ * r6Zar unas mon>aS’ ^ todo■
Dios no existe n ? gadas- Pedro, ese día lo supe
solos. ’ puest0 que no sirve para los que se q 11

se abrieran y Z Í!?er0n a recbinar en conjunto, coTíl°u(i


^cediendo. No J v " ** abanico- La loca se les es -
? P H entrT u? I a qué bacer con ella, si rnf jc
aquellas cosas terribl°S í 6nt6S 0 dejarla seguir dif1®
eMab1“ su pro ™blea- Terribles, pero que los
■•Nn ,WCI° 31 d d °-
wo sirve pprl v
es así se implora Pn ^ ° por lo menos no alcanza» -
en Vano, como tú decías -continuo,
jando perder sus dedos muertos entre los cabellos
la muchacha. jp
"Clara -logró articular la atribulada criatura, con voz
l'mbres dudosos. ve-
~Sí, amado, repítelo, vuelve a nombrarme días,
Ces, Exactamente así, diciendo sólo mi nom r ^ bésame
P^ias algo que no pude darte entonces- Besa , ^ & ^
como aquella noche en que te rechace i ^ deseo-
boletas .. . No, espera -rogó uniendo e dulce
eJa que sea yo quien tenga tu boca, u
)Qca blasfema, Pedro Cosme. , a cundir en
rumor de protesta y amenaza emp }an moverse
e Patio. Pero estaban también los que n arnente a los
ni articular palabra, y esos contenían
Otros- siempre -con-
• -Hazlo tú ahora, como anoche, com antigua
‘nuó la mujer, tragándose en su Q”011™ ^tupidamente, la
a rjue los demás se estaban percien ^ insuperable.
maravil]osa corporeidad de la locura, su

139
.
ESPERANDO a PO LID ORO

todos nos llamó la atención aquel cairo ei


' de moda, con unos angelitos negros s— do ¿
»■ Y de los do tracción a sangre, por a n a d ^ , ^
írdo a tas varas. Estaba algo :asi cor™ ]arg0 predio
ta en el zanjón que iba bordean o para
^anzanos florecidos. Y eso umm ’ 1 ente culta
devotos de Bergman (la parte p e d e aquel
grupo) nos alejaba un poco de « ^ jamás se bo-
; en una acera y junto a un Ia10 >
1 de los ojos. Los ángeles te-
°s detuvimos para mirar en c e a • ^ mano y
tinos nidos instalados entre el rovechado el an-
e°bo. Un hornero herético había a ^ para mejoi
. de la cruz como cimiento del su) • ’ do p0r el
lr el tiempo, una rama de ina”za” ¿jbor, le daba al
de babor y saliendo por el ce ¿hiña,
omato cierta reminiscencia de eS^ P caballo desde la
‘.hombre que nos venía s ig u ie n d o .^ dg Don Ga-
?l0n de^ ferrocarril, por cortesía eXp]jCar el caso e
0) se acercó a nuestro coche Pa ‘ ,idoro. Y ya va jj
Su realismo: “Está esperando a vjene hacie
, años que el muy sotreta del viejo
. ^traído. . LoS manzanos >
a emprender la marcldernaSiado PerteGn°ones
formaban un todo armónico de s cano
^ e r í a delante de todo aquello c o ^ , tendi_
e‘ Paisaje y su carro estaba , ‘ oStal se h
0 «egos. u n purismo de tarjeta P
zado a mantenerse firme en sus trece, con cierto Polidoro
retardando vaya a saber qué cita peligrosa junto a
barranco.
á uno se queda de pronto estupefacto al pensar de qu®
contrastes puede nutrirse el humor negro de esta conde­
nada vida. Porque el acto político al que acabábamos de
llegar como invitados se suspendió aquel día de primavera
a causa de la muerte repentina, por apoplejía, del can
a o, a quien no alcanzamos ni a saludar.
f, / . l0!aban en el aire inocentón del pueblo unas b u rb ^
mpnH °S C0^ r.es’ no visibles para cualquiera, es cJar0' . { n
Dodi; aS m Pbcadas por otras mentiras que no ba
modn°f Cüa!ar 6n las Palabras de las arengas, de ag
no sp Cn í 130 qUG transformarse en cuanto a energía q
hacer f 'er 6 jamas’ segón dicen. Y lo mejor que Pu 1 s
de abó * eS°’ SU,blÍmarSe en aq" ellas esPeCÍeS de P° S
Producid T gaban justamente desde donde se
versa mptUra de 10 festív° a lo mortuorio y

ocurrió Cn qud atmósfera entrar (bueno, si s


voraces sindicó& ^ qUe 56 lo coman las >
n°), nrcrr ^ a l0S que ellas ,es iran abr -AnVO- ^
entramOS TlV h°S u°F la CaSa de cierto d°n ^ su d°r'
mitorio. Tjn í '° ,a erto, Y de allí directamente a ^
sin ningún 0n¡ íre viejo, pero no decrépito, no .j0
Luis XV 0 aS ° desde Ia cama de dos plaZf s3b*r
nada con inc° fPUra sanSre que no habría querld° e a1
sudo en cu w Uncionales> desde donde uno se vi
anto se descuida.
"¿Don Polidoro?
^Servidor. .

elación 1podh°menZar embarazoso diálogo, sab> cjjtos'


eaa^> una entre él y d earro de los ff
paredes, l0s ^ infernal empezó a saltar de t0/ ete ^
relojes en la i. 6 ®S’ Jas rinconeras de la pieza- a
la retaguardia tan* * distintas voces. Y de Pront¿’J co> 1
lanquilo como un sordo cr
142
reloj setenta y u n o d a n d o serenam ente su propia noticia
Grasada.
-Compadre, mi querido y fiel Compadre —1dijo e! viej0
mirándolo con unos ojos llenos de agua azucarada.
No había dónde sentarse. Las pocas sillas es a. ani
)¡én ocupadas por los monstruos, en cada uno e
atía un corazón distinto, pero tan puesto a pun o
' emas como el de un sistema planetario. ^
-Y bueno - d ijo - acomódense por ahí, a rte de
jama 0 en el suelo. Me acabo de enterar e
0n Gallardo, si es eso lo que se traen. ^ ]q
( "Precisamente, veníamos a darle una m
que Pasó, qué desgracia. . . nada en
; os importaba tanto el tal Gallar o co ^ ^ dueño
iUe.Se hallaría flotando su alma a esas horai . Cronos
pe lo* relojes administraba el tiempo alh como
n ado, y habría que esperar sus declS’° Estás muy co-
,0r: 0 Ie insistía: te presto al C°rnPa ‘ ]a vena que se
r ' de pescuezo, y cualquier día c d e] hombre,
¡ J ta a . Pero no hubo caso. Andaba apura
Pa morir en el minuto preciso. eJ reloj de los
jr,mudecimos con los ojos PueS^°p.pid0 soplo de terror
eres1 sobrenaturales, sin escapar a c ^ito. En tonces,
E n to nces,
fie U“
rf d°, como ante el nacimiento de p_ 0]¡doro nnS
nos
1,0 frente a aquel acto de « ve^ ” “ ar el n>110' “ h™ “ '
fró de confianza como para ,
’ahitantes del cuarto le hacían jiabía neceS1/ \ :
/e¡nte años atrás, al enviudar V ^ ^ resulto d -
'“r=>rme de nuevo, qué diablos. ? lación a 10 q
Todas querían más de la cu®«» ® fas de hum.lla
* se puede. Y fue en « " “ R e l o j e s .
Ouando se me ocurrió: comp, a]guien o ea
s- en las casas donde se « n o n . » ® £ estaña “com
ast°s, en las relojerías en Í U1 ja que la c" er me
á° yo, y ellos sin más De fflod° J L r en
Too otro mecanismo “ alqum hasta ^
* las noches encima de ^ " „ b * se U»*“b‘
injonto algo que después vi ^43
sincronía, al menos según Don Gallardo. . . Pobre hombre,
si me hubiera hecho caso. ¿Cuándo es el entierro?
—Mañana a las cinco.
El viejo se quedó como dudando de algo. Pero la caza
al vuelo de su mosca mental no duró mucho tiempo.
—No —dijo de pronto— ni pensarlo, hubiera sido nece­
sario el Compadre en la cabecera.
Las virtudes metafísicas del aparato nos tenían en vil0,
Y ^ á s aún el peligro de que, a fuerza de tanta dilación,
■volviese el gallinero metálico a alborotarse. Pero don Po»'
doro, lenta y regustadamente, prosiguió:
—Hasta que un día de esos, en una lata de basura, ¿se
dan cuenta?, lo encontré. Estaba de medio cuerpo afuera»
como esperándome. Y entonces yo, que siempre he mante­
ra o mis escrúpulos, no tuve sin embargo asco en resc
tarlo de entre la inmundicia. Y me lo traje. Pero cuando
ui a a rrir la caja, hallé que estaba vacía. La madera bi®
us rae a, a esfera y las agujas perfectas. Mas como > ’
un fracaso por dentro, sin nada de lo que aquella pe*
sarnosas andaban buscando cuando se me venían a *
e n - n r / T lueg0 colgárseles a don Gallardo y hace
engordar la sangre de ese modo.
J Y después, don Polidoro? teS
sin ningún*3 0m^ecf a buscar la máquina por todas Pat
tevideo Y ,r,eSU °- Hasta que un día me fui a 1 ¿e
- domingo eamta ^ ^ Unlversidad’ e" la ^ C « >
al llegar a ú n T ^ y siemPre nada‘ L v?0
nn reloj igual v ^ ’ qué me dicen que de repen
L° «qué. comparé' ”s T Y° j,1™ * 53 el ml° “ V
se descuenta del m V °’ me dijo el tipo, . y
me la deja. Aquí tn^ 10 ^ armazón Podrida que ¡ft
siempre habrá aL' ° SlrV0’ haSta el zaPato de un S eS^S
Proponiendo?» re? g0en aPuros” . “¿Qué oj0s
C ie rto s del
cia’ le puse allí
dejé de regalo a ¿ n
•’
C°m° ofendido‘ Y ^ le
arm e el reloj n u ev o q u e rn
SU máquina a mi caJ’a VXG)\ ec ^
y je
Parida. * a suya, vacía como una hembra

144
Se quedó unos minutos ensoñando. Nadie podría
n°cer jamás el viaje interior que iba a |iace*se, , ¡
-Y así n ac ió e l Compadre ^
bien-. L o b a u tic é con ese nom b
a,
^ r
regreso. P ero n o tu v e su e rte al llegar. N q ^ ^ dg
h fuerza, sin c ro n iza r con los otros. Es Ce
Montevideo. arniar de nuevo
F altaba y a p o co para la hora. Se 1 ‘ q se expidiese
el bochinche, e ra n ecesario qu e don
an*es' ./ ^Oué tiene que
_ "Vimos un carro fúnebre en un zanjón. cV
Ver con todo esto? , pajarera suelta de
^ de pronto, con más fuerza que < ^ ja cama tal
los relojes, la risa del viejo empezó a • ^ COSquiUas
S1 todas las muchachas del pueblo ecompuso, al &n»
®n Sus primeros tiempos de viu o. cQm0 s¡ se tratara
osió, acomodó las almohadas, y 0
<e cualquier cosa: „ _ s¡ quieren saber o,
"¿El que me está esperando. entre las varas‘
? no nie agarra más ni con e ^ esta cama, con
Í S u e yo me morí ya una vez aqu , teStigo. Y en
la -ujer que me trae ahora la comida ^ b d en
Se fomento empezaron a sonai « s nunu >
> ellos. Y allá, como siempre, p u s i e r o n un *a,e
, 0TtlPadre. . . Y entonces parece q .g ropas. d
^ Papel plisado color violeta arriba d adon
c embalaron en la caja de ma ‘ entrar
Te d e S S* b e n - n ezab a a h a c ern o s e n * ?

a locura del individuo e^ ^ ado total no s aqueit


sospechas. Pero un desequi i^tallón c° boras
Mantener la disciplina de , c]e veinticUfl‘ g por
mgUrias de cuyas unidades se quince‘ 0 acceso
t ^ e r d a , otra" de ocho días o W de su nuevo ^
3smáqUe le esperamos hasta e ]a grac,a, cejijunta
J á tic o . Y allí, en el recodo, e ^ s0bre ^ áoto
tiP
N ? GSaY última
con ellah>ja desnudasSobredetenidoe„
bailándole nariz, l. j ]esia,

0 conto todo: el carro


y bajan el finado para el responso. Y a todas esas el Cura
que le pregunta en secreto a la mujer a qué hora exacta
había sido. Y la mujer contestándole aquello tan extraño.
Yo no sé, Padre, en todos los relojes eran las siete, mien­
tras en el que él llamaba el Compadre todavía no”. “Pero
es que eso no puede ser, cuchichea el Cura, entrando a
rociar con el agua bendita, hay una sola hora pura mo­
rirse...”. Y entonces fue cuando dicen que sucedió, que
e carro parado en la puerta empezara a recular en cuesta
abajo, arrastrando al propio caballo al que se le quebra-
T°\v as Patas- Y no se detuvo hasta los manzanares. Y e
allí nadie más se animó a sacarlo.
Vimos reaparecer en medio de los relojes, como en un
diorama en su mejor estilo, el carro florecido por dentro
Y ani a o por fuera. El viejo, entretanto, se había Pu<^
grave por primera vez. El era uno de los pocos bulto
devueltos en semejante estación siniestra, y la cosa
estaba ya para bromas.

v lili;
Y sucedió. El e
} el tíempo de d
la ^acia de Dios.
146
El HOM BRE D E L TU N EL

Cuento p a ra c o n fe s a r y m o r ir

~n —un tubo de ce-


saliendo de aquel maldito can ^ diámetro
> de no más de cincuenta centn^eeterme para atra­
que había tenido el coraje e 1 entonces
la carretera— cuando lo conocí. ^ ^ ^ puede
años. Eso explicará por que» sl.gn pensara en la
r normalmente una senda, a gn ^ ^ sacrificio de
ta alcantarilla como vía. Y que ^ va de ja bóveda,
Pasaje inaudito, agravado por a ^ nada.
Para nada, absolutamente para y i ]os poros
otando a duras penas, °^en 0 ja superlicie, logre
10 pútrido de la resaca adherí isQ punto
iar la mitad del tubo. Fue ^ cedieron varias cosa^,
lelo de la idiotez cuando ^ pensar qu P
le ellas completamente su je ít¡co, descje VI p0
aparecerse de golpe alg0 c0mplet° ¿el C CU1
ña> siendo imposible el & m0 una F' d
>iendo imaginar la Y£
Lontal por el m0nSÍrUl la daustrofff; ver apro-
siempre la desgracia d con)pensatono * a de
1 estos dos leves indicio ca-l0 a e_
Se eada vez más la boca ^ hom re, suS
ngua y vislumbrar los pie * la posi^n
untado sobre la hierba, era
°s. caí en pe»saro *ue las
claro que ni por un mon\enbacia toC*0’ desearlas*
Jien había estado bucean za de ti” forma cle
Se vendrían de por S1 a enoS bajo
cómoda argolla de donde prenderse en casos extremos,
ni siquiera como la cancelación provisoria del miedo)-
Así, solamente asistida por una imagen circular y dos pies
desconocidos, fue cómo llegué a la boca de la alcanta-
n a, íecha una rana bogando en seco, y exploré la cosa.
íom re de las suelas, gruesas y claveteadas en for­
ma burda, estaba sentado, efectivamente. Pero no sobre
a hierba, sino en una piedra. Vestía de oscuro, llevaba
un ngote caído de retrato antiguo y tenía una ranñta
verde en la mano.
agu,ero no p are ció so rp re n d e rlo . Aun
tmrl'i ° cuerPo, respirando fatigosamente v ta'
del ; J ° r i& mugre del caño, debí parecerle un g usano
bichos Pe? T Vf . a tentar suerte al aire de los otros

rematan r
mosos cómo te l h
a
p reg u n ta s. no m o le stó con los£
maS ni cuantos años con q u e a uno
más remerl¡an ° ^ Cnico’ V q u e ta n ta s v e c e s no h a ra
un gesto .,° . que COntestar m o stra n d o la re ta g u a r d ia en
con^' r ® acaso a t e n t ó algo fu e so n reír. Pero
al mismo "T™
quizás de s, , ^ 0 ^
m iel q u e se A b o r d a . Y elaborad a
!°S d esech °s d e su p ro p ia soleda •
se quede vinrP1° P1° tÚne1’ com o siem P re q u e la te rn u r
Entonce«: &6n Gn 6Sta e x tr a ñ a « e r r a d e l d e s e n c u e n tr o ;

enfrentandoln0n mergí del todo- Es decir’ me incorp°r?


aquel baño
nivencia pn 1 V
t P ? 2 ™ *° V° lvÍÓ él a e c h a rm e P ° r *
asentim iento, u n a e s p e c ie d e con
Nadie on n qU6 m e cal° h a s ta los tie rn o s hueso- •
forma, debí ™ ^ b a b ía sid° c a p a z d e so n re írm e en a
una golosina r S7 n ° SÓ1° com P Íe ta m e n te p a r a m i
gaso u n T e o i r i : ra ta T ' q u ie ra ’ com o si se d e * *
caneé a retribuí pi?v 0 en u n m u n d o vacío . Y casi a
el hijo de la g n i P P e r° d e prOTlto o c u rre q u e u n o
tando vagos. N P recailcidn- H o m b re raro . P o licía a r r e ^
presiones de 7 ° ° ^ E u idado. E ra n u n a s la có n ic as eX
c°mo pequeños o lT ^ 0 báSÍC°’ pero que se ]aS * ¿
cerebral y ]as ?V°S con la Punta hundida en la m»
todas las dirección a fu era h ac ie n d o d e a n te n a s
o ^ n e s del riesgo. M a lb a ra té , p u e s, el
menaje en cierne y salí a todo correr, cuanto me perm' ‘
el temblequeo de piernas. , _
El relato, balbuceado en medio de la fiebre q
caí estúpidamente, se repitió con dema“ ®’ hac¿ ndo, me
nadie se diera cuenta de lo que se €S c‘osa ]iamada
enseñaron que había en este mun colerir vien-
violación. Algo terrorífico, según se °gr‘ \ cas e° ]a ha­
do el asco pegado a las caras corno -a versión del
sura. pero que sii de acuerdo con P distínto que
suceso, podría provenir de aque debía ser otra
nabía sonreído para mí desde la pie > sucjo de
historia. Violación, hombre dulce. - ^ ^ue nada tu-
0 que ellos estarían de vuelta, ero por ia
viese que ver con mi asunto, divisi an£rqUjcos de la
unidad o sí mismo, como esos nume intervenir por
Matemática elemental que no se * njña sería como
atros. Tanto que supuse que violar a ‘ de ]a
evársela sobre un colchón de sin techo ni
ierra suspicaz, a un enorme graner jjera#
Paredes. Y a estarse luego a lo Que ■ hombre perma-
Así fUe cómo la imagen inéclita . ® ^ todo el enredo
neció inconexa, tierna y desen e ^gron a unos cu<
huMano que había provocado. D^tu ^ coinc¡dia rm
vagabundos, y nada. Mi descrlpCL ntes a* aril °% e que
C()ri harapos, piojos, pelo larg°’, y[e di cuen a entura,
1Ue un día decidí no hablar m* • lurdos sm
r:m unos idiotas crónicos, po ^ ^ ángel que ^ n0
capaces de merecer la graCK ,, tranquil0- P se diría
j Sahr del caño. Y
sino el prólogo. El reap* comple d ]3
5 * siete, las suficientes para un* ^ ^
N * comienza la verdadera a mi ^
r Gra de enfrente. El único Ql elegido
pación final del vacío. ^ La ^ especie
ro vivía entonces en una _ ^ costad » fuera Sa-
d r no tener nada encima ni < por si ferrnedad
liberación inconsciente del tu« ^ cier,a
6r P e n a liz a rs e . Una vez, '"eg l49
bastante larga, abrí la ventana para regar unas macetas
y lo vi. Sí, lo vi, y era el mismo. Con tantos años más
encima, y no había cambiado ni de edad, ni de traje, ni
siquiera de estilo en el bigote. Se hallaba parado junto a
una columna y, aunque nadie pudiese creerlo, tenía la
misma ramita verde de diez o doce años atrás en la ma­
no. Entonces yo pensé: esta vez será mío. Sólo que sU
imagen no tendrá profanadores, no iría a caer en los su
cms anales del delito común, al menos siendo yo quien
o entregue... En ese preciso golpe mental de mi Pen
sarmentó, él levantó la cabeza, desde luego que recono­
cen ome, y volvió a sonreírme como en la boca del túne.
ios mío, haz que no se pierda de nuevo —dije ag&
cndome de la famosa argolla del ruego-. Otros tan
Do rt CvPU®s d<d d^Pues no serían lo mismo. Sólo tie
mente a,Qr -a decírJe Que yo no lo acusé. Y no un» 4
su nr eS°’ SÍn° todo demás, las dulces historias ó
tarde CSUn, r VÍolación había sido capaz de provocar m
cuanleií t0t S0ledad Que Tú desparramaste bajo el
sus ai't' ^ °raS 6ran Pr°Picias y las uvas maduraban
sus auténticos veranos...)
cino°!n Cl t6!éfono y marQué el número del negocio ve
T 1,Ugar nde ¿I había reaparecido. . eSte
tino do u06 contrariando mi repugnancia a
el últim humillaci0^ - habla la estudiante que vive
o piso de enfrente. .
I ¿Y? ’ i<0-
Ple¿ n t e 0,nUStedi n ° 10 P ° d ría com P r e n d e n
curo v ’ ga y diga a ese hombre vestido ^ J£
QnT°de°5'
eolumm °n Un, ram^ta en la mano que está jun ° g,
aquella' L ^ U6 muchacha que regaba las mace ^
contrario ma ^Q uilla del túnel. Y que ya baía d£
*os cinco n -110 n° Vaya a Perderse de nuevo a ca^ orra
Se lo suplico!°S ^UG de^era hacer para reunírsele. 1

"Vaya rle^’ ~~se


atrevió a preguntar el d p a
recía salir d e ^ V6Z ~~*e ordené con una voz qUf
de registros- lo espero sin cortar. I**
150
ya no podrían pasar de nuevo los mismos años, nunca
es el mismo tiempo el que pasa! ,
Mis incoherencias, la locura con que e es ana
chacando el oído, lo hicieron salir a la calie.
mirar hacia el punto preciso que yo había m < ^ ^
Ver la cabeza negando, y aumentar es>pue mientras
reconocimiento. Al cabo de ® °f volvió con
y° veía aún al forastero en la misma
esta estúpida rendición de noticias: otro?
"Oiga, ¿por qué no se guarda. las brom as^ ^ ^
]unto a la columna no hay ningu bre invisible,
le Parezca. Esto no es un episodio ciei
qué diablos. , n0 y0 -le grité
-¡Bromas las que quiere hacer us
histéricamente— está aún ahí, 10 vef que y0 o
-Eso si no agarró las de vil a ie ge m¡ bicicleta,
usted lo habíamos pescado a punto c e
¿no?
—¡Cállese, pedazo de bruto! —agregó tomándose
-O las de cruzar la calle, no ma cuatr0 a su altilli-
eonñanza- para trepar de cuatro er ^ eme ahl
*?' Porque yo siempre pienso qu ^ de ir a acom-
cemasiado sola y que cualquiera
pañarla con gusto. . . chioidezcon que ame
Le corté el chorro sinfín de a descubrí quién sa Jia
na^ b a inundar el mundo. Y basta ^ aquel tiem-
conexiones secretas con los entTe uno y ° r° ‘
Po que se me había ido p e r ien gS minutos e _
cha™’ llevándose SUS caraS' aireabanicad» P® su* ‘ tros
bha atrás, volvi a sentir mi ®re ]aS flores, Per°
algunos como el del P»r 0 flores cuando se ^ ^
n iguales al de esas mism- m u erte Para q
a casi hubiera sobornado a ( ^ ade.
lastrara de nuevo. prendí que i3*0? ’rodo era
, ue entonces cuando com^ die mi mensaje- ^ puente
nte> debería comunicar a m ^yecto P° . jntuir
P», de quedar injuriado en. A ^ llegué
1 e elloS rae tendían. Y en l51
que ni vo misma estaría libre de caer en sus fabulacio
nes, que era necesario liberar también al horñbre de m1
propio favor simbólico, tan basto como el de cualquiera-
Cerrado, pues, el trato definitivo, y mientras el seguía
en la misma actitud de contemplación, sin enterarse si
quiera de que el dueño de la bicicleta la sacaba del apo
yo de la columna llevándosela al interior de la tienda, y°
salí como una sonámbula hacia la escalera.
Iría, quizás, hablando sola, o contraviniendo la velo^
cidad normal, o en ambas cosas a la vez, cuando Ia ^
jer de color indefinido que subía resoplando con un b° s
eno de provisiones en la mano, se interpuso en mi c
mino. Ya antes de pretender su prioridad, se me ha
0C1° Presente con un olor como de escoba mojada c^
que traía inundado el pasillo. La estaba imaginando
una pata, yéndose a la oscuridad de la rinconera a co
garse sola por una argollita de hilo sucio que ella m i s .
se abría atado en la ranura del cuello, cuando PerS1
n tomarse toda la anchura del pasaje. Luchábamos l
e espacio vital, sin palabras, a puro instinto de cons
rU m^S Car°’ e^a su vocación de estropajo, yo Ia f,
nel donde iba a hallar de nuevo algo que me V
ecia, cuando notuve más remedio que eraPu^'-„x$
inf. » rT ..’ qu<^ otra cosa- uuí
Dos) veces no va
vcecs lio va uno a 1.gf-.
do f'Gnr P°r nadie> mientras hace equilibrios en la
‘ irante del destino sobre las pequeñas cabezas
que m 1^
fj: °
d e abajo. Y llegó ella p rim e ro q u e y o ,

v° D í a v er en el ú ltim o d e sc a n so , m im n
es &
d<
suc ,en e con dos °jos d e v id rio e n tre e l desparra-m
tído N r / - y a e ra ta rd e - E1 h a b ía * * * £ ,
tándose°rlirei q iie .Para siemPre - M as su P eriodlCJ
a ia- . e mi violación a mi primer comen, {n
cipa] f f-S menudencias de las que él fue también V
de de«;65 lgj ’ y 6n las que siempre los demás ac t
4 a eqT e Cnd e n r teS’ 56 m e P « * “merodea
08 * VP ° ^ *jl3s
0
alrededor i ° S an d a d ° - Ds q u e u n o
ta tiene0 ! 1° 6S6 alg° q u e nos v a n a Q uitar, y lll<?g v¡eja
6 V dor Para e sp erar a q u e el v in o se p o n g a
152
Así, cuando mucho tiempo después cam ie as e •
Por ascensor automático, y nadie supo en e P1S° mu.-er
de venía la mudanza, casi llegué a sa u ar a ‘ ^ ^
Parecida a mí que se echaba hacia atras ^ ^
espejo del pasillo. Dios nuo, iba a aec y q
guna otra vez en las apuradas. Pero reco^ ^ ]¡m.
el Peor y el mejor de mis trabajos, aq y decidí
Píamente su hombre a una prójima ^ a mon_
qne mi pelo ya desvitalizado era una co ‘ gn busca
ta Para andar a los golpes en la ultim P
de lástima hacia sí mismo. no podría decir
Hasta que cierto atardecer lluvioso, t^nej volvió a
Cuánto tiempo después, el hom re ^ enfrente, con
aParecer en esa nueva y no otra ace‘ iera de por vida
el olfato de un perro maníaco que an ^ gste mundo
la pieza. Entonces yo decidí que ‘ & gu enCuentro
H°Hría impedirme ya que me Preclf ‘ de ninguna es-
definitivo. Estaba así, sin interme « ^ áQ vi recos­
t é , apretando el botón de la ’
ada a la pared la escalera de em e traCción mven-
-Eso es lo de siempre -farfuUe- la ^ ¿sta que
Clble del caño, aunque la senda n01^ ueStionable eficacia
^ v i e n e verticalmente con su ^ ^

d Pronto, y mientras la P » e £ * el pasamanos gra-


t P°r - - m o un sexo acostumbrad , ,a ^
~ ‘¡to de la escalera se me v ^ minu ° ]a me-
s ion de un faunQ tías jos a hacia atra jguien de-
0 frse la puerta de nuevo. y ^ como a 8 des_
, °na, cabalgando en los pasa 0rgasrn° ’ gta termi-
0 inventarlos para los in,;lp en saZÓn’ 0‘ quemado.
^ a p o d e ra n d e las entrañas ^ p0 q toda
r ac h icán d o se en los cb'm^ 0ietam ente h * soportan lo
-¡S í! —g rité d e golpe, c o ^
s ga> in cluso la d e los o 1 ¡ficación q ^ e
^ en cim a. , sin más < eS girando
la qnel sí colgado del „^qu’edó uD°S ’ 53
e su a rr a s a m ie n to ,
en el aire de la caja con otros sí más pequeños que le
habían salido de todo el cuerpo y me acompañaron hasta
la puerta. Crucé luego la calle con el mismo vértigo con
que había cabalgado la escalera, ajena a la intención de
as ruedas que se me venían como si el mundo entero
hubiese enfilado sus carros en busca de mis visceras. Yo
estaba sorda y ciega a todo lo que no fuera mi objetivo,
el abrazo consustancial del hombre de la ramita verde
que seguía parado allí, sin edad, omiso ante la obliga
ion c e correr como un loco detrás del tiempo. Fue en
oes cuando pude ver fugazmente cómo el violador ce
]p f iraj ’ f^ kdrón, el asesino, el que codicia lo que
naniT y todo demás'que puede ser quien 13
cién ° a na ^°S kfazos hacia mí. Pero en una pr°tfjc
earnn01” 6- 110 SG aIcanza si has ruedas de un vehículo He'
deserib^?171ü° VÍ tanto y tan Poco que n° pUf Pn
expreso ° ? C°m° Un PaisaJe tras los vidrios del r
isuaW f°°n a^es (3ue nunca se conocerán, p er0 p
Jguahnente aterciopelan la piel o la erizan de punta 3

a decirlpÍaS-P°j ^ mvenci°n de las siete caídas " aIca^ ,


pétala wDre
s o b r aell 0pavimento.
mÍ lengUa Como una fl°f ^
baramenfpSl °tra T 2 en el tlinRl- Un agujero negro b
rabies en la roca infinita. Y a sus ínnUl*cíl
de ha boca apPr 16mpre Una PÍedfa puesta de travé! ,
Poluto y ' desesperado1vacio. ° C°nSaSraC'

154
REQUIEM PO R GOYO RIBERA

p . Jel individuo y
E* médico olió la muerte infectaos ^ Martín
enó que no hubiera velatorio. l¡an, qu¡én, se dio
3gard, llamado por un cable no sa ia ^ ^ asistencia
; bruces contra aquello. Dos hom re tapabocas de
*Ca» vestidos de blanco, ProteglC nphndo el cuerpo
nz° y guantes de goma, estaban rna aunque n0 pu-
'nsumido de Goyo Ribera. Si, P°rR imp0rtancia era
era creerse, aquella pequeña c0?a estadio de una
°yo Ribera, al parecer en el ultimo
etam°rfosis regresiva. ;An ordinario, con
^ metieron rápidamente en un sí tan se
^ de cuerda. La operación * ¿ de una
a como si se pinchara un inseC n el mismo
? de museo. Luego, y siempre co* ^ ^ d e
i tambres se i „„nerior,
’ lwno una estnogriu*^ - . tenCiia - v ie
!ibTeta erengión inferior
)rmulario d e una como
'» indicó al recién estar
a Pluma. Martín firmo costumbre, M de pre-
0 ocasional del hecho. R°r bajo sU íirn e no
>"do con todo aquello, agre cargo, a afuera,
de! Tribunal el t í t u l o ^ ¿p u e r t o . ^ ^
al caso. Y asunto con bién de ,Qal es-
Ea esperando el furgon> ^ y de a eStaban
[e la caja, color b e n e f i c i e d o ^ de
:al d e la h a b ita c ió n m b ía para Q
ndo a un h o m b re , no se
apreso. 15
Todo era irreal, nebuloso, inasible. Se respiraba allí
dentro la muerte de Goyo Ribera, cierto. Había sido él
portador de algo tan formidable, que ese mismo algo in­
concreto podía hacer vivir todas las cosas por simple con-
acto. Su espíritu flotante ya no estaba allí, como si hu­
lera deshabitado el cuerpo, como si hubiera emigra^0
sin ecir adonde. Pero, aun así, aun viéndose que Goyo
te eria estar muerto, pues sólo en esa forma podía estar
muerta su atmósfera, la cosa no alcanzaba para decir o
acep ar que estuvieran ocurriendo hechos comunes.
6 ,Ve'a en un rincón u n lecho deso rd en ad o , dos sillas>
en ¡! °J ,Colgado en el m uro. U n reloj. M artín se preciPlta
a-¡ ^ e.ra* desesperadam ente, buscan d o allí algo dond
do t mUGrte d e G°y°- P ero el reloj estab a deten»-
an iip l^ d *a’ últim o d e sus fuerzas, el hom
sus m 3 ^ C^a^ ° imPuiSo al m ecanism o con sus mano ,
queríinn° S ^ qUe quizás ya no restaría sino eso ql
va ni t apnsionar> el fantasm a huidizo del tiem po- P
Pan f, ani "í k p r°yección de esa v o lu n tad todavía vi ‘
paja tender el puente.
afue-a CnmaSCarados> Previa orden al hombre que estf ?
nos0 rÍprPaleC1 jr°n entreSar el nuevo y sifempre ver
indi vidi 6C °i ProPiedad sobre el muerto. Uno de
una vali”f’ • qU6 babía alcanzado el formulario, a j¡
Un f "Ir eri0sa que tenia en la mano, sacó de
red del °f y estreUó con fuerza contra Ia
un bar como cuando se bautiza con champa ,
había T ¥ ?,0r fenicad° » adueñó de la pieza d°»d
°W b S U atmÓsfera de G^ ° - Bien P°dr!a S6er *
algo on i penso Martín, el que lo ayudara a ere
Configuran hUna ^ esas. cosas simPles y definitiV^ pul­
mones vi q Vlgl corriente. Ya iba a hinchar 1°
uno de I r /5? a metérselo en el cuerpo, cuando vio'
daba la esHlK>mcbres Cerraba el maletín, el otro r
del cuarto °g ’ y ambos abandonaban el aire

hasta. El nCCesita aspirar nada. Lo dejan solo, V ^


uerto mismo tendrá que decirle la Pa ‘
aclarar que todo ese proceso se está desenvolviendo alre-
de<W de algo que es su muerte. Y Martín sabe, ademas,
íue él también necesita trasmitir algo a Goyo, a go
Sl> Por lo que el otro comprenda que él debe su ir y n
PUede, porque todo va demasiado de prisa y PorJ u
nunca había dado en pensarlo, nunca había e uca 0
para que un día pudieran anunciarle esa cosa
'naudita: Goyo ha muerto. , ,-unto
ue precisamente al ir a arrodillarse en e ^ ^ apa.
roo Caj? para explotar aquel sile n c io , cuan que
Uy el tercer enmascarado, el hom re rostro
:b,a Permanecido en la puerta. Tenia colgado e ^ ^
a inconfundible palidez que da el ° 1CI°* sos de Goyo,
dudaba de los suceso egtaba
i | °s^r°- Martín, que aún
> podido certificar que el hombre aqu
- rt°- da so-
W \ ai?l0s —dijo lacónicamente, echando
el único deudo- es la hora. , madera pare-
eaagarró de junto a la pared una tap‘ to y, sin decir
Palah Una caJ'a de corbatas vista c°n aUMartín s i n t i ó cómo
|a ra>se la echó encima al cadav • no ha ru
de Goyo había sido apto* a ’ quitarse el te™
Z
b)0r ? do a suceder la cosa, PenS0 P‘ ¿ todo su cuerp
e encí>na. Pero siguió sintiendo con
Í " “ * ornada nariz, no la de ***££#> f ££
de antes,

V as vibrátiles como la de ci Consumado


%’ *¡ahía sido aplastada con la ap • manijas,
s'p ° in d ividuo le señaló una c ® d decidí0 P
en Pr^ndía de la otra. Entonces Mm abrigo sf ^
lo, todo entero. Se desabrochó^ y# d n ^
^Z 0S' Por fin iba a 0CUrnr le per*itierí¡ sy amor,
\ ' ’ algo de él, su peso, que J l o con todo u
tara
| t > rt0- Fue a levantar f ^ do. U ^ íüerzo
■°ont a. Su vida. Nuevamente ^ EUuS más Per'
M otrllido- pesaba tanto como e ridícU ’ n inaca-
1% v° individuo lo dejó aveTf coTl esa seíl* del aire
absurdo que nunca. Asi, bombre
de despojo, fue cómo salió el ^
irrespirable de la pieza, y cómo ayudó a colocar el cajón
dentro del carro. ¿Qué era todo aquello? ¿A quién le es­
taban dando el pasaporte negro? Miró el reloj. Las diez.
Era una mañana de niebla. Pero apenas si tuvo el tiempo
exacto para saber a qué horas había dudado de los hechos,
y con qué telón de fondo. El otro ya estaba en el asiento^
Desde ese instante comenzó el verdadero ritual de
caso. Cierto que no había nada que respetar, ni dinero,
m adioses, ni ofrendas, ni fama. Sin embargo, el cochero
partió por costumbre a marcha mesurada, como lo ha 13
hecho siempre. También iba a paso lento el hombre qhe
había decidido acompañar al muerto. Llevaba los brazo
ciuzados en la espalda, sosteniendo el sombrero. Ya,
pensó— Ahora, como minutos antes había logrado re
corear la nariz, podría evocar, quizás, los ojos. Aqutíl°
ojos maravillosos a los que se acababa siempre en^rega_s
o o todo, razón y sinrazón, puesto que eran l°s °1
^comparables de Goyo. Suerte de suerte, finalmente, P
o 1Da un alma en el cortejo. Eso no era normal, sin du ’
imn° ^U,erte de anormalidad, se dice uno a veces. ¿Q
■aportaba que el mundo hubiera sido lo suficienteme*
peo V COm° para no reivindicar en propiedad colee
• ultima presencia terrestre de Goyo Ribera? g,
hnm^S b'e cuando Martín había decidido tal cosa, .
ei rf contra la corriente, no mirar sino hacia atrás, *
existí-.*51 ° tiempo’ aquel tiempo de milagro donde ^
cnrV,a e am0r’ fue Precisamente entonces cuando e
infeep'empezó a ver claro. Entierro sin séquito, ^
men7d°S°’ °ero de ingrimas, mugre, ácido fénico,
como si ?a a.ocada carrera hacia el cementerio, de g ¿e
la lenm* m !° le hubiera mojado la nuca con la Pun. ^
M artín sp\ v b r e VÍV0 q u e ib a d e t r á s d e l ' ^ n
bre- tuv olvidado ya hasta de eso, su Pr 0P>0, d*
°currir delont m°ment° de GStup°r P°r lo qUG r^ °
1° emniiin^, G Suy° - reacciona más fácilm ente ue
se va si* • a iUn° que cuando le sacan de adelante .^
decidido al80 ° Per° ci erto era que él también
g°, acompañar, precisamente, al m uerto,
158
tonces echó a correr por aquella calleja, de la que jamás
hubiera preguntado el destino, y detrás del hombre en
cuya nada no había podido asirse todavía. “Goyo, Goyo ,
quiso gritar por agarrarse de algo, aun del nombre sin
cuerpo. Pero estaba visto: todo era como en las pesadillas.
0 le salió de la garganta nada que se pareciera a nada.
* lo peor era que había quedado en los ojos del muchacho,
® de hacía veinticinco años, y que le acababan e ro ar
arnbién la nariz hacía un momento. Fue en ese pun o,
Por defender la posibilidad de restaurar al^na cosa y
"° fe importaría cuál- que Martín Bogard decidió suspen-
d,etl° q u e iba haciendo. Tomó restadamente ^
¿ 'f e u n a mujer y tres chiquillos sucios - M "*^
n rando con la boca abierta, y empez
0rrnal e] camino al cementerio. dando Sacó
. La carrera lo había dejado sin aliento y su a ^ ^
acoPnanu,el° P ^ a enjugarse. “Debo pensar ^ muerte. No
i se,o, debo pensar en algo que no * jpara qué
;;en«endo, no me la han dejado vivir todavía^ ^
\i rr*editarla sino para adelantar 1 4 ge encuen-
tra ° ^ niano en un bolsillo interior. ^ cobarde que
0 0 ahí ¿no? - comenzó p°r C MvC,',h de escape, ¿cier-
t0p»? °ía aquella m a n o - “Una vaIvVfhaCia sí mismo.-
^agregó cada vez con más fron1 gajos- Tenía una
cUb¡°ntrÓ una guía turística a los al | ¡a algo en ca-
a de color azul vivo, en la q«¡® 56 ?oT lo menos
él ^ blancos. Ya iba resultando a c ^ „ d i d o s ; de
C 3 650 V“. dos colores aislado8 .Y ^ y se de,o
V <5Ue desapareció de pronto e ^ se en las
C t fe niebla,
j » cuando le salto a los J ge \e ec ,¡tar
1 laV ^ ierta: una torre con un r e l o ^ para me ^
!" su5/™ ’ y tU™ qUe P£“rf t e detenido en * ba de
El reloj estabs ¡j 0 que cuando
d°blar j' Goyo, pero no el desc< 0 ¡ úc¡nco ano ,
« C fe calleja, sino el de haca ver ¿ *»o
el Código y com poft¿ 0,A ^ *
^ente por detrás de Ia 159
jaron los brazos, los dedos. La guía azul dio una pequeña
voltereta y se alejó reptando.
—No, no, esto no es para mí, Martín —dijo Goyo mi­
rando la gastada cubierta del libro que compartían—.
no puedo, no debo. El mundo está falseado con todo esto
¿sabes? Es el invento matando al inventor. Las leyes sólo
actúan en un sector limitado, no tienen nada que ver con
el problema del hombre.
—¿Entonces?— preguntó el otro desoladamente.
—No te digo que no —añadió Goyo, por ternura, con su
voz dulce, con su cara delgada y de piel cetrina, con to 0
eso, tan suyo, transigiendo al mismo tiem po- pero no <lulC'
ro que sea ahora, esto de estudiar derechos que luego se
conculcan por nada.
-¿X más o menos para cuándo?
—Próximamente, Martín, próximamente.
; oyo saco del bolsillo un misterioso envoltorio en 1
panue o, lo desató como si allí estuviera contenida la se .
<l e mundo. Pero lo que dio a luz solamente fue un
( esarmado, una lente y una pinza. Luego lo extendió t0
so)re a mesa de la buhardilla, se acomodó en el tabure ’
rao el cristal y comenzó a recorrer con un so o
las fornituras.
^ a veces pienso qué ocurriría si se murieran todos
relojes -dijo de pronto.
agarró eifel aire Ias intenciones. Le conocía
Qn; im re escabullirse para evitar el diálogo '
veía venírsele encima. A veces pasaba horas ton -^
en l]ac’en 0 relatos sin importancia y gastando r° ,-g,
P o n i b l / T ^ - LlieS°’ en l°s últimos cinco minutos ^
había "S’f C1eÍa^)a aParecer el tema central, del qLl
V estado tironeando en vano. e
todos de bromas, Goyo, también podrían rno ja
marca-05■SaStr®s ~dijo Martín abriendo el Código P ^ .
nudos ^ ^ aro que no sería lo mismo andar
- j V ? U0 VlVÍr sin tie m P 0- n s i a s'
‘mos a hablar de eso —añadió Goyo con e° 1
160
TO infantil, como si vislumbrara el más prometedor de-los
temas—vamos a meditarlo? , ,
Pero Martín, por toda respuesta,c°menzo , , q
la voz monocorde de un aherrojo el muñera
abierto en la marca, el título, los su ema ^ es0
-No, no -imploró Goyo- ahora no, no dido
Tú no sabes. Pero mira, te lo dire, la chica 1
mucho conmigo, y eso me trae loco. irónico.—
r "Siempre la chica -subrayó Marhn^conjono ^ ^
ho que la chica se resta, lo que a , com0 s¡ se es-
me tienes cansado. No, cansado no -ag b ^ dg reventar
tuviera doblando bajo algo—me tiene ^ ca que a d
c°u eso. Vamos a ver: ¿qué ha perc i
•° se te haya ido también con ella. >adotragar p0r
^oy0 no contestó. Parecía a e Q
aquellos diminutos engranajes del de quemuera,
-Vamos, dilo -gritó Martin- 4 ^ “ A estaüar como
atltes de que me suceda eso que
Ul> odre repleto. ando un pelito de cuerd.
-Tres años -dijo Goyo Pesca"“L prr, _
con la pinza- eso en Pr¡n?e' ertin en busca ieJ £ años?
"También tuyos —agrego ara tus
® es que se detuvieron los * sól„ sus r * g
?f®e, relojero de ocasión, ¿ g0¡ fríos y ve sumer.
u®eros verdes, de ojos ver ■ jochad10 “ , qUc
-No es lo mismo -contestó e U ^ ^ fu¡¡ ag„mas
®lendose en su conciencia.- s¡efflpre °trascorte brusco
hempo. A la mujer se le , ‘ Iartín en un
j '¡'¿La quieres? —pregunto
,tem a- do VO estoy f í e n l e .
. -Yo quiero a todo el rnu\ le rol*0 „„ podna
t0d° existencia, eso ya sf sl re 1» * eZed¡¿, Ia fuerZa
.Martin dio un golpe bruta gos por cuando su
^ a r , ni con otros ^ c o del ^ pof ^
f aquel golpe y la cara de t cotno
f se»al de pequeneces se exte ba)a„.
Utblor de berra. por fin l'uD,‘ld
"Perdóname, Goyo -* 1 ° p° 161
do el tono.— No era mi intención consumar tal estrago.
Quiso reunirlo todo como quien junta migas dispersas.
Pi-ro Goyo se lo impidió con un ademán delicado. Fue
paseando su ojo con lente sobre la diminuta diáspora, y,
e a poco, recuperó con la pinza todas las piezas. Tenía
un trato especial para el pelito espiralado. Invirtió un
vaso y lo colocó debajo cuidadosamente.
-Dime, Goyo, ¿y tu virginidad? -dijo de pronto Mar'
como saliendo de un agujero.
¿Qué virginidad? -preguntó a su vez el muchacho
anean ose el cristal y mirando como si aquella pregunta
llevara la locura encima.
il ^U0 también perdiste al complicarte con ella,
^omp icar en esa forma tu propio destino. .
c^ero de qué virginidad estás hablando, Martín, de
especie de virginidad?, por favor, aclárate.
la t07da^ía Peguntas? De la tuya, sí, demonios, de
de i / 3’ C m*a’ ~dijo d °tro levantándose con loria ^
ment ^Ue Peidemos todos los hombres en cualquier
quería’ ponemos algo más que el sexo en esa P°r
eso p j S P^rden una sola vez, y viven lamentan
qué ! f °n°S €n cara hasta la muerte esa inmundicia,
Pero n V° V16ran a tener ya no sabrían qué hacer con e
de vppp!° c°S le Per^emos miles de veces, desgracia, U11
más onp Pretendas discutirlo, porque tú lo sa
j u s t i f i c ó Sa lo q u e e s v o lv e r a la s u p e r f ic ie sin u
que has n ^ esP^ritu, para la sangre, para toe 0
Otr Ues*° en revolución vanamente con eso.
h-abajo dpPe’ °*a mirada tierna de G°y° Para eVÍtf o
aplazado e l ^ * !°i t0rnillos’ y se hubiera arregla
Sus OÍOS v u Lan Goyo podía conseguirlo todo
quebrarle u n ^ C° B SU nariz> t a n humana, que l b a ¿e
Corbatas. pP Cla Cuando 1° momificaran en una caja
mite. Ni rrcJ° estaba visto: las cosas habían llegado 3
" a p^qúeaa dn ” lechra de cód¡g °' “ nada- SÓI° u W -
kda. Aquéllo rg,aresa. reínando en una conciencia a
na, diminuta y perversa criatura, aqu
insomne polimorfa, capaz de planificar en una so
la arquitectura de un nuevo ^lem o. evasiones,
~Sus idas y venidas -mascullo h _ siem.
SUs retornos, sus pedazos de cartas, sie bre'hombre,
Pfee en ego, quebrándole el cereuiu cerebro a u
mentándole cada día una tortura nueva
inventándole nuev ^ voZ C ca]_
al-
-Hay algo, Martín -dijo Goyo ma ^ diái0go- algo
.Ml rti" : í ’'“ tono del diálogo- algo
na>eomo alentado por la caída de tQ
luy interesante que ella me ha prop járgalo pronto.
'¿Q ué cosa?, Goyo. Defínete de una , ^ tres días
-No, ahora no, no puedo. Qu** den
lo* diga.
diera.
~¿Y por qué esperar tres días? ¿neo mi deseo de
Porque entonces podría ser eS ^ me ahogas, me
rio y no ahora. Lo cierto es
larlo - . Njartín, ^ conversar
convers<u - e
ass los caminos. Yo no puedo, Pue ’ conciencia ¡encia no es e un
* cosas contigo. Un *„e es en en cuanto a
onario. Yo no sé exactamente ^ consistir e n e ^
ma. Pero no puede de nmg ]ar a un m ^
drible que tú haces, lo <e ‘ todoS 1<* aguje: ^
1 lógica, haciéndole encon aS>mas P ^
con lo mismo, la lógica- *** aguijón, Jü P*
cada humilde respuesta mía, ^portado-
i- No, es terrible, y yo ^ ^ se^do ^
ablandaron ^ pronto e " ^ conCÍen,
dartín se le ablandare
ero no quiso dejarse oa Goyo.
Goyo.Vo torn3
torn3
” ^abes
oes por q 1ué acurre
ocurre toe
todoj , ^^ j,a 3 que m
:u maldita Pero voy de tu
itigo, la que me sob # ,0 que P sí> eS0,
3 por todas, voy VOY 3a .Qdedetutu c0 pUgna pug„a con
i. Es el órgano adve y^vir
^r f0S qUe
nenos. NoXI« tienes valor P 1 ^ ,eres
e r e sP^
íieres guerra P°r ^ lo n0 me c0
ceu, y eso es to¿o.¿ ^ wdn,J ú n t e n t e
ría los cabellos d Estás y por nada,

eSZ e C ° « ° p C r
0 10
Goyo, comP,et
uoyo,
ce. por
’ nada.
nnda. I63
S iem p re la lógica, M a rtín , tú ló g ic a . P e ro l a v id a es
d ife re n te .
—D im e, G oyo, u n a ú ltim a c o sa —a ñ a d ió e l o tro , com o
c la u d ic a n d o —. U n a p re g u n ta , es c la ro , u n a m a ld ita p re ­
g u n ta d e esas - a g r e g ó m ás h u m ild e m e n te , n o se s a b ía si
p o r estar, a su vez, ac o rra la d o , o p o r n o p e r d e r e l ú ltim o
ju e g o —: ¿ha v u elto la ch ica?
-S í.
¿Y dónde está? ¿Nuevamente contigo?
-N o pienso reponderte, y no hablemos más del caso.
yt yo 110 hemos nacido para eso, somos dos plantea­
mientos en colisión para el problema.
íen —gritó Martín, no pudiendo ya atajarse la san'
gre del rostro- entonces ya está todo dicho, todo acia-
aclo. Y ya no hay más Código a la fuerza, ni más amistad,
mas ^ y yo, tampoco. Nada que no sea el esplendor de
p pij0pia ruma, de tu derrumbre lento. Pero ni más relojes
as upas afuera, ¿oyes? ¡Basta ya de relojes!
ecordo nítidamente la última dispersión de las pequ*
ñas pxezas Esa vez había arrojado al suelo el redil, lo
pisoteado brutalmente.
—Martín...
Una cni ^ S*qu’eia en tu boca, ni mi nombre en tu aire<
sanrln a C°Saí GSa ’nmundicia, esa maldita perra fría, acu
sando, negando, envileciendo!
artín —volvió a implorar el otro sin aliento,
hiios a y P” ncipalmeTlte lo último, bien que lo sabes. TtjS
tres mp 0 Pí®mar tirados al ca™ d é l a m . . . <***
que no 7 ’ ° , (jada tres d*as sí pudiera hacerlo. ¿O cxe\
oro nara * Va a parar Periódicamente tu reloj &
formidable3? 1 ^ traición inaudita con tu sangre? Si,
Preciada n e’ más formidable que todo tú, menos
sexo por ™atríz sin vibraciones, por esa alma si
ca ¿ vi lln mfrahumana cosa que ya nació perdida. Nu*'
- n eso quT l ***> ™ ”* * * P°r b que ^ ^ t
tamente. Ya ° ^ ’ que nunca es de ellas comP
el paroxismo ^ i^ 6 ^ Sabva n° me alcanza —agreg0
roxismo de la ira- y grac¡as> porque todavía se
164
quedan otras cosas, las que tú no sabes, las q
en su fondo, que yo tampoco sé y que ni ellasospech
de sí misma.
Martín tomó con ambas manos el Código, lo cerró vio-
•entamente y salió de la pieza como un enajenado que se
acabara de gastar su capital de gritos. Por un segunc o 10
Cn pensar ilusoriamente tras la puerta que a 1a cerr.
con estrépito; Viene, abre y viene a decirme que n
sacrifica por tan poca cosa. Me lo dice con os oj,
aletas de la nariz, que han asimilado su
r° Goyo no apareció. El lo imaginó
®'e»do las piezas miserables, si diner0, claro
ngua, con el aliento. Tema que g‘ * ‘ ® Código? El
¿Qué podría importarle el inacabable C ó t h g ^
°digo era un esfuerzo con rend ]l0rqUillas, medias
^ necesitaba comprar leche, pan. ^ Martín es-
lnas. No le importará su propia vira, . er como ésta,.
Ca as abajo (la escalera del infíern°d tín0 infernal, vivir
c°u su lamento de hierro frío, y n11 dedene si una cría-
¡iln Goyo Ribera). Pero el mundo se nalidad (“creci-
Ura igual a tantas no desarrolla su i g] léxic0).
Mnto de personalidad”, estaba asi ‘ ^ ja guía azu
0 Llegó, finalmente, calado de me ** ^ escalera lo
..n mano. Le pareció que c rui g^ él había ves
a envolviendo como una serpie añ0s. En tra]0
0 ^aje alucinado durante veiO*» ^ ^ oyo marcha^
Tientes sonoras. Pero los re , j cementerio, e
> P r e más rápido. Cuando entró a l ^ , ^es
1 ,Se había enterrado a si nusm • ^ chanc .
J* la fajina negra, con las pob* a
Cüenta del muerto. ra ]0sSusan°S • para el
^•Le habrá quedado pulPa n0 pesaba
p, ^ a d a , creo. Con tabla y todo
Mier día. ^irándol°s* „i talante-
a r tín se q u e d ó P a r a f e í ? 0¿ , o de «llos ,d y ” al«“- sa'
^ S e le o f r e c e ? - p r e g u « to ^ p o r h«
.^ T ie n e fuego? -dijo
- el a ^
igarrillos.
Eso, precisamente, pensó odiándose a sí mismo, pedirles
fuego, darles de fumar a los que venían de rematar a Go­
yo, a los que se le habían adelantado también en ese tran­
ce, a los que le acababan de robar la última posibilidad
terrestre del muerto. Martín hizo un pequeño rodeo en
la neblina. Luego, a puro olfato, enderezó hacia el hoyo
reci n movido. 3845 Adulto. Los otros vieron cómo el in-
ívi uo del cigarro se arrodilló en la tumba, tomó de aque­
lla tierra pegajosa entre las manos y empezó a apretarla
nerviosamente, como si la estuviera inquiriendo.
LhirJado -dijo uno- ya me lo parecía,
o, no te parecía, te parece ahora —agregó el segundo
° m . r® a g e m e n t e , la n z a n d o u n a b o c a n a d a d e h u m o y
u n sinfín d e aire d e las trip a s.

V H„ÍÍ!'n inven‘ad° esa fo™a de despitar el miedo. Reírse


si nr’ll ° garS0 cua'quier modo entre las tumbas, como
S r , “ de Patatas P°dr¡das.
recibió todo 6 6iPi ’ y aunílue a cierta distancia, lo
brutal incnnr" * nUja’ SU Sano íuicio Puest0 en duda, le
P0rí:!,eTa n ' S Hah d ^ ^ ^
estafa a en f ' Ia una so'a cosa cierta, la nueva
S u d fardo r « a’ “ " ”eCeS¡dad de Goyo Ribera. Todo
costra Volvió T™ encima’ toda aquella opaca y muda
S puñado. Una lombriz repleta
m a l le d i s t i o d<,SCUbÍerto- E1 to rc im ie n to v iv 0 d e l an i-

por ellas uo ood “ “ " V .6 S“S °bsesi°nes' P er0 ^


nlgo que se oliera de ^ f íarlas’ Si !as lágrimas fuesen
sales eso nne te - Ü L °°’ pensó- com° se bnelen Ia“
solviendo El doíT " f‘.dentro terminaría ablandando, di-
dura " liomdar eT " ! * “? ° V6ndría ¿ « I » * , P"r “* * * '
bía é¿eranza Desfíe
a G ovo M iu ' c 7 ,
^ n° P°dia ser" ya
u n a e te r n id a d le e s ta b a n robando
K
el camino como“» ^ ™P°rtancia atravesados en
nales que la hist .rV3Jas ™ un tamiz, acontecimientos ba-
Durante r n n í f f Vergüenza de tomar en cuerna.
más a verle T eSP6rÓ' Goyo no aPareció
ualidad femeninT^ 000, / 6 S,UP° Bada de acluelIa PerSÍV*
con derecho al crecimiento, y que
166
parecer no había logrado, en veinticinco años transcu­
rridos, justificar su propiedad del mundo. Una segunua
lombriz, más plástica que la otra, como una mujer sin
Piernas y sin brazos desperezándose después de aaioi,
volvió a distraerlo. Esa le trajo de nuevo a la superticm
aquellos líos periódicos de la mujerzue a.
seguido enajenando ella para cubrir e gas o. ,
taba, sin embargo -echó a cuenta del retomado monó^
l°go- que él tampoco había dispuesto en con
mucbo tiempo. De pronto, y como esos au ^ ^ ]a
su primera novela se les obliga a c a r g a r ^ ^
fama, él se vio convertido en algo ser¡°’nales> per0> aun
detuvo hasta la presidencia de los u • ^ tiempo
sin tiempo expreso para Goyo, e s ]atiendo. En
vital del hombre amado seguía insis rda a un reloj
f lugar del mundo Goyo Rivera daoa ^ ^ Jq
c*e cualquier marca o estilo. En o ^ ^ de aquellos
propio con el suyo. Y entonces, P°r ^ sentía viviendo
0S sutiles mecanismos en marc a’ dos en el mismo
Para el otro ser, iban ambos eimascarados,
plan del tiempo, sin reconocerse Mart!n vio
.Tierra de cementerio, lombni ^ inimindiciv y.
Com° sus uñas se le habían verg0nzó de su es
P°r una fracción de segundo, se _c]jjo de lirü 1
¿ ’ ■No. Goyo, no, yo no t e n « . « ? con la lengua aun
ha tierra, tu tierra -to p * a,’adl
H ada. ^culadas que lo-
E n . E r a n la s p rim e ra s P a , a ]a
H a o f r e n d a r le a l m u e rto . „ferrand ^
"E s tu tie r r a , tu tie rra tQ coineuzíl 1 ‘ u uvia
]a°nsis te n c ia d e la im a g e " ' ' ’UnoS cuantos ^ f ^ g o r b e . Y
rriadera, a desarticularla. encima> se intimidad
„ a Pudre toda, te la quita de en esa^ sobre
H c e s puede ya tenerte ah ^tamente cre.
> a y d e s c o m p u e s ta ,
y ’ despojos. T ú , como yo a quedar arnado
> > ahora que tus huesos va ^ ^ r t o y
los de los animales que 167
en el campo. Pero no, Goyo, tus huesos van a ser una
cosa ultrajada de tierra, una pequeña cosa gris, como tu
vida, como tu historia, la historia que yo quise salvar y
no pude. Pero ella, la tierra, te seguirá teniendo, cada
vez con más hambre, cada vez con más fuerza, Goyo,
te seguirá apretando oscuramente,
o, ya. La onda poderosa le estaba subiendo, crecien-
o. Martín sintió perfectamente dentro de sí cómo aque-
o le había golpeado el pecho y cómo se aprestaba a
inundarle, a tirarle de bruces al suelo, a hacerle vomitar
a angustia de tantos años, rematada a última hora P°r
esa cita sin presencia.
mn ! n Gn aque^ momento metafísico, al borde mis
o , ®, reciuiem, cuando se oyó el silbido de los hombres,
a nnn lecostado a un árbol y estaban saboreando, ^o-
cnrr,1111' nuevo c’Sarro, la in u sita d a esc e n a . M a rtín se J°
coiporo como CQn un m u d ]e

m i k w T 3’ ? ° y° ’ estaba vist0 - m u s itó d e s d e a rrib a


sin imn ^ • tu m b a p a re c ió m á s p e q u e ñ a , m
deian ° f ancia’ un simp le c a n te ro d e h u e r t a ) . —■
Goyo5R^bnCa m e d eÍar0Ib jam ás m e p e r m itir á n te n e r >

O o o

mente5pS0ÍlOr’ / a^tan sólo nueve minutos. Y son exaC


cuatro horas de viaje.
ventamil? Índividuo c°n olor a itinerarios miró tras
bía n„pi C°m° queriendo> a su vez, él que siempre c
del b ñ W arSe’ P r e g u n ta r algo- Pero la cara del h o m *
aunciup 6 n°/ 3 Para más. Era un tipo distingo’
neo donrf^^u- regresar de algún encuentro subtei
tras um n- ui1 *fian espado succionándole vida. Se cC.
“Ven p f a ^ misterio y se alejó como había Heg3C
te. ,-Pero -xUda eStadón de ferrocarril, indudable®»4
u na "atm ósfpr 611 •p o d ría n e g a rm e q u e e s tá s u s p e n d id a
ruidos d e 7n * Sm tie rn p o ’ y q u e e s te o lo r e s p e c ia l, e
rra s, esto s silb id o s d e lo s c h a n g a d o r e s D°
están ocurriendo en otra existencia?”. Se sentó a esperar
aquellos minutos en un banco grasiento. ren e a^ e a
bía una puertecita con un letrero archileido: Hombres
Al costado de la puerta, otro banco. Una mujer joven y
rolliza con un canasto en la falda, y un °”1 L
tado, con su valija i n c o n f u n d i b l e entra 1as p„emas. La
campesina y el viajante, dijo él
lee un titulo ingenuo en el lom evadirse. La
estaba colgado en la atmosfer , ^^ des_
campesina y el viajante, volvió ^^ w¡¡ gar,
hacerse del estúpido tema. ^ con que las cinco
duña agarrada en el cepo, se enco ^ ^ -amás p.
Palabras lo estaban trituran o, q ^ última hora, con­
tarse de ellas, que eran el suplic' ^ ^ Sintió
fabulado con el olor de la es aci ^ tdniago. Sí, aquel es­
coda esa angustia, pero dentro a ^ de taTlto.
tómago no era, nunca había si y ¡„,t0
Llegó al lugar del pequeño te*« ^ ^ ^
“Qué desgraciado se siente u •tuaj> que debía es
desgraciado. Yo, un hombre e cuando salió o r.
brando la muerte de de las órbitas yJ a
vez bajo el letrero, con los o,os t e ^ le importaron
garganta estrujada por l°s su j viajante. Se su
Más d 0lor) los silbos, la mujer, ^ ^ ^ puso^
Movimiento general, se PreC' rUjdo triste ce ^ -n_
c°ntemplar las vías. ‘ Evo®m de que éste
eras de hierro, con la diferencia ^ ^ podla s ^
[jemos a ras del suelo”- Y P ^ ya n0 tem ^ y
jMil dentro de un instan e. capaz de n<lqujer pa-
centro, ya no era un 0 cara como a ^ ^ gcó ai
f tren pudo resoplarle en ‘ sencillamente. ,]ida p0r
nrdo que se lo dejase a ’ canasto era ^ agarrar a
v^lo. Vio cómo la mujer del ^ y e dejo
,ln compartimiento de segu ^ ¿e piim c¡ert0? Tu lo
Su vez por el suyo, con oho ¿n0 es tullidad
. “Ha sido mucho e s p * £ ha ^ peS0 total
h** visto, no se puede. P*° ,, Hund*
d e fin itiv a , p u e s t o q u e to d o 1W 5 lfl9
en el pullman, se apretó con fuerza en los costados del
asiento. “Toma, si todavía tengo tierra en las uñas. Esto
es lo único que he podido arañar de tu muerte, Goyo,
pero nadie podría desmentir esta tierra sin negarme a mi
mismo. Y sin negarme a mí mismo, nadie podría negarte,
Goyo Ribera”. El tren comenzó a batir de nuevo, como
una coctelera llena de historias personales, y arrancó de
pronto de un tirón, fugando con la mezcla. “Sí, Goyo,
tu tierra. Casi pude llorarte allí. Te me robaron, yo 1°
viste. Pero ahora ya no habrá nadie entre tú y yo, nadie,
nadie”.
Martin Bogard miró a su alrededor con aire de gran
propietario, pero lo que vio en el pequeño departamento
le dejó petrificado. “No, Dios mío, el viajante no, líbre­
me Dios del viajante, de su anecdotario y de sus mues­
tras. Dios me ahorre al viajante”. Cerró los ojos como
para darle más fuerza mental a la cosa. Fue en aquel
sencillo recurso, tan universal, donde encontró el reme­
dio. Se colocó el ticket en el bolsillo superior, con Ia
mitad visible a fin de que nadie osara molestarlo P°r
tales menudencias, y simuló precipitarse en un sueño ce­
rrado, con el mentón en el pecho. Extraño: se le apare­
ció al instante la imagen de María. Hacía demasiado tiem­
po que dormía al lado de su mujer, y quizás era por
eso que había terminado asociándola inconscientemente al
acto de cerrar los ojos.
—María, me caso contigo.
“"¡J0? CÓmo> Martm, y tu carrera?
Mana, me caso contigo, -repitió automáticamente—
¿Que incompatibilidad puede existir entre tú y este exhaus­
t o ,oc igo? Espera, pues, déjame ver primero de qrie
color tienes los ojos.
Ella se le quedó mirando tontamente. Y como estaba
jun o a la ventana, eso le favoreció a él su examen cro­
matico.
-Y bien, no son verdes, y basta, -dijo. „
mujer se fue a embalar sus pequeñas cosas, Y e
170
compró unos cuantos calzoncillos y unos pares de me­
dias. Ella tuvo luego que guisar, y ocuparse menuda­
mente de aquellas prendas del muchacho. Pero Martín
salió a flote. Aun sin cambiarse nunca de traje pudo lo­
grarlo. Ella siempre le había tenido un poco de miedo.
Optó por el silencio y la sonrisa permanente, y resultó
bien la cosa. Después, él fue escalando algo, algo que no
calculaban con exactitud los dos en qué terminaría. Fi­
nalmente, se desembocó en la fama, y ella tuvo visón y
otras zarandajas. Cierto que hoy su pelo rubio ya no te­
nía los reflejos metálicos de cuando el examen de ojos
en la ventana, y que la graciosa curva de la espalda co­
menzaba a degenerar en giba. Pero era la señora de
doctor Martín Bogard, y en eso radicaba lo importante.
Además alguien le había dicho hacía poco que iba a
tener una madurez exquisita. Ella estabaagarrada a
tiempo de ese verbo para saborear el cumplido.
La señora Bogard tenía unos ademanes lentos, que
parecían ser o pretendían ser los de una rema. ua*l
había invitados en casa, sus dedos eran distintos a todos
los dedos, a los que derramaban pocilios de cafe¡o deja­
ban caer los cubiertos, Claro que si había un runoen la
mesa y quedaba una sola confitura en la bandeja tos

negro de su vida. ]os des_


Martín era de sueno raPld% * ° “ 7 ° ' nas s¡ se que-
velados, para reestructurar infier i .
daba siempre en el anteproye . su ’mu;er, al viajante,
donados a todos, pero e ver ’ ¡vir )a muer-
a su necesidad de despistar al v ía n te p a ^
te de alguien. Y se dumuó d , a¡re la cara
dedos de María, que habían borrado
del mundo.

171
La señora Bogard ordenó que las flores que excedían
al salón fueran colocados a ambos lados de la escalera
de entrada, y que se encendiera a toda luz la lámpara
del centro. No había podido darse ese lujo en su pobre
casamiento, cuando Martín llegó en aquella lejanísima
tarde con la cara descompuesta por algo que quizás aca­
baría de ocurrirle, y le dijo sin lugar a discusiones: Ma­
ría, es necesario que nos casemos. Hacía de eso veinü
cmco años. Justamente en tal día histórico, su hombre
recibe un telegrama misterioso, piensa la señora Bogar
haciendo bajar otro cesto de flores, un telegrama que
no le muestra a ella, como siempre, consulta la guía ce
errocarriles, sale sin despedirse de nadie, y fingiendo no
recordar qué fecha extraordinaria tiene encima. ( e^
ñora ¿bajo también estas orquídeas? —No, no, las
qnideas son para la mesilla dorada. “Va a tener una ma­
ní ez exquisita”. La voz de quien le envió aquellas
res para sus bodas de plata le besa los oídos). Es CÍ1
que, a pesar del misterioso telegrama y del aParente r0!.-
0 de la fecha, Martín no puede fallarle, no le ha fa ‘
0 nunca. Entre Martín y ella ha quedado una vieja P
sa, ciertos pendientes que han elegido ambos para
a- os pendientes ya no son simples cosas de as
ec e prescindirse. Encienden el deseo de la mujer
os estrellas que se le vinieran por un hilo. . rr¿ji
de h ,Senora Bogard acomodó las orquídeas en el h
mund Lueg0> moviéndose como una reina de *q
e fl°reS flue se Ie había venido encima £
vela A i ^ egar las gentes— se dio a componer
“Pend^ . egrama Y del improvisado viaje del ^
g a r í n u CS S 6 ñ o r B o g a r d v e n d i d o s e q u i v o c a c i ó n . $
h ab ía p l d - 1ateS tÍgU ar P r i o r id a d c li e n te ” . M a r t l ” eS0
en afI ! u n P le ito - ¿ I b a a o c u r r ir le ju s ta m e n
u4 u e i día?
o o o

—¿Su equipaje?, doctor.


No había puesto aún el pie en el suelo, no lo había
arrojado aún la coctelera totalmente, cuando ya estaban
ocupándose de su persona.
—No, no tengo equipaje —dijo Martín con ira—. Rayos,
¿es que siempre habrá que bajar en las estaciones con
valijas?
El mozo de cordel se le quedó mirando con la boca
abierta.
-Perdóname, Goyo, me he dormido en el ferrocarril
—continuó a renglón seguido del incidente hablan o so o,
a riéndose a codazos el camino— y cuando he arroja o
no_ tengo sueños. Ni siquiera eso, Goyo. Hubiera podido
s°ñar, al menos, continuar con aquello en que qu
cuando empezaste a huir en la calleja con neblina Me
habían quitado tu nariz con la tapa, pero Va esta'ban 1 '
g;ados tus ojos. Pronto hubiera llegado la frente, y desde
aül todo se aclararía. Todo tú eras la frente. Qu
^Presionante. Ya, ya, lo había olvidado. Y° an
que salía de allí, lo anotaba en un cuaderno de cubiertas
jigras. ¿Cómo pude haberlo olvidado? Si, °> »
e ^Ivas, nos salvamos. Llego a mi bendita c ^ d o n d e
c tengo todo bien dispuesto para que na ie t
Vida, y no ceso J «volver hasta ? «
sonrisa de bazar de María me abrirá pa , P
^suirme. Llorar, que yo pueda llorar, eso s _ »
Me han eslafldo el llanto. Pero
aspirar leyendo lo que fue tuyo, tu Pcder0 L Ias so]u.
■ tu locura lúcida, aquellas revisiones y uenaban
°nes para el gran problema del hom 9 ¡dez
HaSta que t e k robaron. Te la r M ¿
Ser, upidez parecida a la de esos delicado
5 los teatros, justo en lo más y ellos n0
sab g0’ y cuando uno no pued
eu lo que han hecho.
u e n o s n o c h e s , d o c to r.
173
—En fin, a mí no me han dado nada, tampoco —con­
testó Martín al hombre del saludo, otro que se quedó
con la boca abierta.
Un automóvil estuvo a punto de atropellarlo en la ca­
lle. El individuo del volante se deshizo en improperios.
Pero él le sacó el sombrero tiernamente por lo que casi
había hecho.
Claro que el episodio del coche acabó por despabilarlo.
Dejo de hablar, se puso a rumiar hacia adentro. “Cuan­
do una hembra no le da nada a uno, continuó para sí,
también es como si se lo quitara todo. Pero, por lo me­
nos, ella había tenido siempre ese miedo, esa sonrisa. Y,
además ¿qué se pierde en el mundo con la anulación de
un hombre cualquiera?”
El doctor Martín Bogard dio en mirarse, en palparse,
en someterse a juicio. Pero fue entonces cuando cayó en
a visión cabal de su estado. Tenía adherida en las rodi-
eias del pantalón la pastosa tierra del cementerio. La
misma de las uñas, las manos, los zapatos. Tierra de Goyo»
pero tierra. Sintió que un mechón de pelo ingobernable
le venia cayendo en la frente. Y, además, su rostro. Sin
mirarlo, el hombre sabe cómo está su rostro.
-Pero diablos, ¿quién ha muerto en la casa?
Toparse con aquella escalinata iluminada y llena de
ores era algo que no entraba en sus cálculos. Empezó
su ir desvaídamente, como un espantajo que retornara
e un año de intemperie. ¿Quién podía haber muerto
h, justamente cuando él ya no tenía lágrimas? Fue en­
es, no bien había dejado atrás la escalera con flores,
o len se había enfrentado a los ojos de asombro de
I salón> clavados todos en sus rodillas, en
u mechón de la frente, en su sombrero estrujado entre
S,UC^as’ en su cara color tierra, cuando M a r t i n
B n fT ir^ n ° S
yugales Cfiy° 611 ^ Cuenta de ciertos veinticinco años con
yugales de ciertos pendientes olvidados. ..
» fc-cho estaba firme. ¿Por qué habría de caérsel

174
encima? Pero él comenzó a mirarlo codiciosamente, como
un enamorado. Luego, ya ni lo quiso. En realidad, él,
Martín Bogard, ya estaba muerto. El era el definitivo
muerto sobre el que se pudrirían todas aqúe as ores.
E L D ESVIO

a toda esta gente q desvío u nos dejaron


U e r U donde se V ^ f ^ a° J en „ir ni de-
r ta n d e n a d o s ^ n ^ ^ embaTe,0, porque no
sear nada. l o insis ^ ^ y gnte
puedo concebir qt & m e pregun-
lo que yo d Algo tan brutal-

S / « “ »

Lo conocí una mañana


rocarriles, mientras la mu ReCuerdo que había un
mpre para confirmai su montón de go
0 de pocos años en el andén con ^ ^ ^ u
tenidos por hilos. A Su*° j paS0 desde aba)0 a 1
r la falta de viento, s o p l a b a n ^ ^ cabina y y0 nos
fabricárselo. El que cuando al levanta^^am­
blamos sumado a aquel as® s y ,a nsa
s la cabeza nos v.mos entre

vvés
T n de f “Joo ^ e
o -tantos t ^a ío s éí^ S
quIZ¡s S
cierto »fue
1 pareció tan berm . os parej .
mi una sensaoón w cesamos de m
e hasta hace unos g ^
) es mucho. . ,eta del suelo, se P _
El desconocido tomo ^ notaba ^ ° ™ atando de
mbro un morral en en el a s i ^ ’pataleando a
i de laL frUtloS deseos que un0 6L educación al ne-
lmar todos os d fiende con mejo
>rta prlnd v luego cíe
gar a grande: la ventanilla y el lugar que avanza en el
sentido de la máquina.
Había, recuerdo, otra plaza frente a la nuestra, y 1¡
ocuparon dos individuos con grandes canastos, tapando
con sus cabezotas el espejo en que hubiéramos podido
mirarnos. Aunque, para decir la verdad, poco tardamos
en descubrir las ventajas del método directo.
e pronto, mi compañero, tan joven como yo pero
mucho mas iniciado en ciertas técnicas, tomó mi mano y
V0 e1ntre ^as suyas- Su contacto cálido y seco me
m ip V Umí f lpe Cn un vérti8° comparativo en el
£ « ’lando todas las blandas, húmedas o dema-
cuandn ^n° S0P°rtar con asco o sin ganas,
IevantarLTtí-PrOlV7 ' ° i ailU0lla esPec’e de otorgamiento para
uno f "S 6 °Si a SUS labios y besarlos uno por
en lo más prolija y entregada, sin tomar en cuenta
A t o l r " , 0 a l0S teSHS0s de enfrente.
famoso chnk Y l “ h“bía emPezado a “"dar con SU
do Yo e s tí 1 qUe h3Ce ks deIidas de todo el mun-
y entorné s n* P,erna\ basta cestos de los vecinos,
L e e s el ! Z Z 6n med¡0 de h toíicidad máxima. En-
y cómplice: I0Wn ” 6 Pr0guntó tono tierno

es c fe rto rd° 9Ue te SUSta a tí también “ e nridito ¿no

c a p 'a a L 'e u L o L fl “ dÍÍe y0 31 b°rde del éxtasis- sería


—¿Hasta de quererme^ CUand° e” PÍeZa a escucharse.
P rogL afenT aÍf pensé ,si" responder. Si le había dejado
detrás de los elnh™3), Ia bdsqueda de mi cara por
directamente h L i equellos besos disparados tan
frenador se me haV V angre’ 0ra que alSún mecanismo
tonces sobraban ”lasLxnl'C0I7 0lad0 rePe”tinamente, y en-
El trpn -n I Pbcaci°nes.
común de los sjCobmudo velocidad, entrando en el lugar
través del vidrio n\,°S- n°S entreveraban ya las cosas a
ciel° con humo’ y °0n J’ardín Y
Y naüa. Tuve por breves instantes Ia
impresión de un rapto fuera de lo natural, casi de d
prendimiento. El pareció sorprender mis .deas al trasluz y
como quien saca un caramelo del bols.Uo me. ofreció una
sonrisa también especial, de la marca que usaba para todo.
Yo traté de retribuírsela. ,, -
-M e gustan mucho tus
que yo andaba buscando es q es ^ y al
con la luz y parecen rompeiK. L ,
mismo tiempo qué seneiHo cuan ° ¡dad como de
Y comenzó a besarme con una ^ ^
despedida, pero de esa que su ^ .értíc¡0 anterior del
do uno se convence de que «-«míe desperdicio de
besar ha sido pura chatarra, o un s.mpi
calorías. -nreeunté al fin del aliento
-¿Qué lleva en ese bolso, i » intim¡dad demasiado
que me quedaba, por desviar <.
vertiginosa. . Amentos de afeitar —dijo-
-Alguna ropa y los ™Pl y manzanas.
Bueno -añadió después con
¿Comerías? , n..rando en su sistema—mi s e
-¡Manzanas! -exclame e;J ‘ del tren. Sólo que en
. gundo capricho después mordisco limpio. .
este caso me gustaría naturales -agregue ex-

- . - i Z
Lu. g0 d.l eP ^ 10 " e
mera comida, de 1 decepcion qu
almuerzo o cena, vi con f^uhlp
a mirar su reloj pulsera. ^ ^ ^ dígs ya? qué infalible

» . . ■ ' • - 1"

. r - * « - s - ■ * "
Fue en ese morne ^ cauga de suS Pcarnbiaron de va-
mi penumbra me ^ del cana g que a cauSa
-M ira -aclaro muchos m* , P oportunida-
gón el primer día. Elo ^ y en
de d iv e r g e n c ia s c o n n l7Q
des el hombre de los billetes, que yo iba renovando cada
mañana.
“ ¿A quel in d iv id u o sin c a ra , v e s tid o d e g ris, q u e c re o
a )er visto n o sé si s o b re el p is o o p r e n d id o d e l te c h o a
lo m osca?
Mi compañero inauguró algo que no le conocía, una
carcaja a que hizo girar todos los cuellos hacia nosotros.
— i —contestó al fin— alguien que casi no acusaría más
reheve .que el de los botones de su chaqueta. Pero que
mu o nuestras manos con tan feroz insistencia de campe­
sino casamentero, que tuve que ponerte ese anillo mientras
dormías.
^ a e c h a rm e e sta v ez b a s ta n te a g u a s o b r e la c a b e z a ­
je a^ ca o e su ú ltim a p a la b r a — p o r q u e e so d e d o rm ir
asi com o así y a n o c u e la . P a r e c e r ía u n r e la to c o n el
p erso n aje e q u iv o c a d o - a ñ a d í in c o r p o rá n d o m e .
igamos que primero fue lo de la manzana entre dos,
HnrM Ueg° t6 miste a mi lado— explicó él como qui-
m aW „f‘mP f CÍa 3 ,0S hechos- Es 1° que sucede nor-
desDnés *1 uUím 0 ya ba transcurrido cierto tiempo. Y que

xod„r ,rm
isteriosaprovisiónde s.
Ín d o h e mrePetÍrSe haSta t0Car fondo aún, mi-

de lo haliit.6 1° me estaba Parecicnd() algo demasiado fuera


daban T i “ T desafío P°r Pero an-
lidez oí ZCa °S el™ elementos objetivos de tal va-
eontra
conti a T T “ CaPaC6S
cualquier de oMSar a
protesta. en el conjunto,

moNd°d tenábYaZ ; asMIand° de He™ el rit-


princinin sp * & m a velocidad, que en un
a c o T a m a n n 05 P° r laS cosas externas huy endo
individualizándola^ m°neda corriente- Yo iba
molestos del otrn^ • ! T Ias noches> Ios pasajeros
'^O ios aun t “ '0 y <1“ -p ace s de cerrar

bolso Arnipllfbl[)n^ lre SaC° un Pantalón de invierno de su


Miotez, una e s ! T - CT ° el fin de m i d u k e í n s i t o en la
de toparse con el ^ 6 8°lpe de gracia Que no provenía
I con el nuevo viento frío colado por las rendijas.
-¿Lo lias visto? -m e dijo en tono de reproche tratando
de estirar la prenda- estaba bien doblado por mi madre
y tú has hecho este lío.
Yo lo miré con cierto aire bobalicón que se quedo col-
gado en el espejo de enfrente.
-E s que nunca doblé los pantalones de nadie gemí
pero eso debería ser cualquier cosa menos un motivo para
el agravio. recurso casi olvidado de
llorar t U o T a S ^ o i n e las lágrimas con la mano,

maneja así, tomándolo por ¿ doblarse en


las rayas de las piernas. Luego >
dos, o en cuantas partes se quie . seguía con la hu-
Cielos, qué descubrmuento. ^ yiene de j
medad en la nariz, esa p q ^ resfrf0s comunes. El
ofensa por detrás de la inea caminar de la mano por
incidente se evaporó sa en ‘ rote mirando la noche
los pasillos, a cenar fuera c * dgl tiernpo. Confieso
estrellada que corría a Ja ^ sentido contrano de
ahora aquella sensación d , entre los dientes,
algo, algo que se nos llevaba p e ^ ^ Je acuerdo con
pero cuyo dolor no era
la importancia del despojo. de nuestras manza-
-VPreferirías fumar aquí o co ^ ^ pronto con una
ñas en el compartimiento? en f o « progres™
v o z m a d u r a q u e se le rb a o rd m ag arrados al n m b re
L o s d e ja m o s « to d o s b o q m a b ^ ^ ^
re a l d e las co sas c o n m s o tm s l a s t g n ^ ..
C o m e r m a n z a n a s e ra p g en su
d e l a m o r, y n o s £ aP l ta ^ tro jes del corno voy a
h u b ié s e m o s d e s c u b r í • . sen cillam ta c j
H a s ta q u e u n d ía o ^ , ta n tos N ad r ^
c o n ta r lo y ta l le h a b r á s » ' ^ cae d e golpe. Y
m o m e n to , es cla ro . L u ®=ú ltjn w rastro- (odas _ declaró
tros se enseñorean d ^ una vez 1
-E s que voy a decirt 181
él cierta noche al regreso de una comentada exhibición de
cine— a mí sólo me entusiasman las documentales, esas
en que las gentes y las cosas de verdad envían un mensaje
directo. Y las novelas de aventuras, porque en tal caso
soy yo quien lo vive todo. Soy desde el primer momento el
protagonista y basta.
Bostezó, tiró los zapatos lejos, apagó la luz y quedó ale­
targado.
Pero la verdad es que uno no va a asistir despierto al
sueño de nadie, por más a oscuras que lo dejen. Era, pues,
a e aprovechar la lumbre que resta encendida dentro para
empezar a revisar las pequeñas diferencias, hacer el in­
ventario con tiempo por si apuraban el balance. Los hom­
bres sucios del asiento de enfrente, recordé, que él elige
para conversar porque, según sus paradojas conservan las
manos limpias. Aquello que opinó sobre mi asco a la mos­
cas o a los estornudos de la gente en las panaderías: siem­
pre pequeñas cosas entrando en el juego inicial como sal­
tamontes por la ventana abierta. Pero que al fin desem­
bocaban en planteamientos por colisión, en guerra de prin-
cipios_ Fidelidad eterna de las moscas contra mi repugnan-
i<~. Humanidad que se comunica al pan, versus las cargas
microbianas del estornudo. Y todos los etcéteras que puede
conjuga,. un etcétera solitario no bien se le deje suelto.
“S 1C se acabó la guerra como si pasaras en limpio
na carta de adiós escrita por otro con las entrañas”, me
V„],°,C ° cie‘^a vez en tal temperatura emocional que me
l-ihr-T11 r a n° yolver a rePedr jamás aquellas cuatro pa'
lev/ S’ í 6™ de dormitar sobre mi hombro con un
_ e ronquido y cierto hilillo de baba desentendida, mien-
< una pe ícula con varios premios había congregado al
Pasaje, eso era algo más que definitivo.
ren o v é'0 j ^F 0., S'n rostro vino al día siguiente por la
renovación del billete, yo le hablé sin mirarle:
sjtTUe Pn6?i f qU0 GSt.e desPierte- Después veremos quién
tin u a r a q u í t o X ^ i d a . ^ “ ^ N° CU6StÍÓn ^ ^
Al pronunciar aquella última palabra sentí algo sospe-
182
Choso en el plexo solar, pero la seguí repitiendc, sordámente
-vida, v id a- en cierto plan de
de trampa en que pudiera hab0^ ; “¿¡a embrollado las
bol, pues el estrafalario reloj me
cuentas con el tiempo. con afejtada
Comenzó así otro día sin marca cono «■» ^ anunciar
matinal y cepillo de dientes. Ent0"ceS } oVOCativa. Pero
mi decisión quitándome el anillo en orm‘ empezó a reír
no me salía del dedo. Él dejó de rasur.. ' suf,jr de nuevo
como el niño de los globos cuando os ^ m o s conocido.
en la lejana estación inicial don e nos^ ^ jes pasa
-Es que has engordado —dijo a m ^ ajre prestado y
a mis moscas, por ejemplo, que viven ^ gus feStines
andan siempre en un eterno alerta, ‘
^ás inocentes. , ^«inres que el de
-Y que hay también filos verbales Pero
esa navaja —mascullé apretan o «_estallar, querer a
eSa el momento en que uno pue ^ cerebro propio-
garse a pensar de por sí, a discu irfuncionado,
h ese cerebro que alguna vez «• ^ ^ menester- n
-Dramas —comentó él retoI?ia ta las más caras neur
die vería tanto pecado en que 1 crema-••
^sten también del exquisto cate estocadas
-A ver -continué aún, ^ " f h a r á que viajamos
Ví* ese reloj infernal, ¿Cuánto be-npn ^ ^ . Marte,
en e-ste maldito tren, que de e ecera? . . sin
a líl Luna, según tus novelas c e * una pacie ‘
v El limpió la navaja, la « ¡ T * rfió en V» °loS ^
’mites. Luego consultó el re oj, ja:
°alarme y volvió con la *nt>gu ’lo que s 0^
'Siete años ya. El tiem po J us‘0¿ si6n, D>°s *
«U do. Qué infalible y medida P
htadores acertijos.. • ja respecto ^
m e Irritó esta vez su Pe ]g0 contunde ^ ^ em_
.. nia ganas de deshacerlo c 1 m ^ 0 000
ev;mtable que nos dejase ma he
^ a golpes bajos. / ^ no creas que
bien —le enrostré sorda ^g3
visto, que me es ajeno. Nuestras manzanas, aquellas que
parecían ser sólo para nosotros dos cuando lamías el jugo
de mis comisuras, yo te he sorprendido dándolas a mis
espaldas tras algunas puertas mal cerradas del convoy. Y
asta te he escuchado comentar después en sueños la es­
capatoria, decir nombres que no eran el mío. Y muchas
cosas más que no quiero traer a cuento para que el mundo '
no comience a husmear en nuestras miserias. De modo que
yo arreglo mi maleta y me voy a otro vagón. Eso es lo
impío, creo, ese es el juego honesto, hayan pasado o no
ios lamosos años clave.
Él me dejó hacer. ¿Oyen o no?, eh, ustedes, los despa-
ama os por la hierba. Pero ocurrió que al llegar la noche
1X i° C ferrocaiTil, principalmente ese de la suprema
o e a con que salta los puentes, me impidió dormir. Ade-
. ’ emP®ce a sentir sed y no encontraba el vaso de agua,
Pnrr"01 . a V 0 hallar ni la? mantas ni la llave de la luz.
dnr °C° b*a parnbiado de disposición a mi alrede-
inmiCTr-0111*0 la Primera noche en tierra extraña de un
nuert 311 6 • u 0 ío send golpear suavemente en la
puerta me incorporé dando gracias al cielo, que pasaba
de existí ° aPI ° ne^r? tras vidrio. Y que después dejó
otros r unclue quizás lo habrá seguido haciendo para
/ a tan grande scdedad!° ^ Y ^ ^ ^
~ ¿? ! S1VÍSto? ~ me diJO finalmente, ayudando a reem-
uni n,iP +a mundanza~ Así uno despilfarre un poco tras
disouestaX a 10 °errar’ laS Cosas se hallan tan bien
para tod* C°mo Para íllie las frutas del morral alcancen

A d e m á T X ^ 1 d e s d e e n to n c e s a b u r la r m e d e m í m is m a ,
el jueeo* r l p ^ * 1 ° ? ^ u e H°s tiern P o s d e fr e n e s í, in v e n ta m o s
a ¿ g e n t e 's n h T ^ h V 6 n ta n a - H a b í a ™ s e s p i d o
lia n d o las h í p ^ ^ Í C0SaS’ T e n ía n Qu e d o r m ir a r r 0 "
falta d e sitio ° tr ° S h aS ta d e j a ro n d e a b r a z a r s e p o r
P ° r re a c o m o d a r el ^ M n c e p c ió n d el e s p a c io te r m in ó
m em o rab le él o lv id ó V v / ° j upongo ahora
que
o v id o ta m b ié n d e d a r c u e r d a a l re lo jito a
undia
184
caui.a de mis aprensiones. “Si vive, su tiempo es a en
nosotros”, me dijo cierta vez en que insinúe a * ea’
cular cuántos años de hombre tendría ya e c iqu
través de cuyos globos nos habíamos conocí o. u
frío que me recorrió la espalda a causa de sus paWaM,
nunca mas se buscaron señales metafísicas
quina«; peligrosas. - . había
.Hasta que llegó esta noche. 9 U ^ co n o cid o s éntre
dado en pensarlo, la gran familia cualquiera
sí que se descerrajan en el mismo minu ^ helados.
eí origen del acontecimiento, lo tema d a mar-
pareció, además, que el tren ha ia ^ ex_
°bar a menor velocidad. Aunque naa ^ ^ pUS0 una
Presar con una lengua medio rigi a- ^ besó ¿ed0
manta sobre las piernas, me tomo a m
P°r dedo como la primera vez y qu . bre sjn cara se
Entonces fue cuando sucedió. de ja oscuridad
Plantó en el asiento contrario, en me ^ percibí, sin
absoluta a que nos obligaban a esa raSg0s desco-
^bargo, que le iban surgiendo al de ¿escu­
p id o s, o que yo nunca había ten.c ^ perrnltian
ririe. Algunos fogonazos de la casa de campo
kedo en forma intermitente, como « ^
aÍo los relámpagos. rúente cóntra diente
f ^ t e d - le dije al fin dando d.ente ^ todo. ¿Pero
anto tiempo alcanzándonos cosas.
^ué quiere? . a y una crueldad
El individuo me miró con una ^posible deshae-r a
fa” entreveradas que hubiera a * ® comumc
P a r e c ía te n e r a lg o que « c u e rd a
Gr° sin o p o r t u n id a d y a , al i&u£!. iUSta m e n te cuai do>
n o m b re o lv id a d o d e u n a ca ^ v e n ia « c e re .
P a sa r, q u e h a n d e m o lid o a P en sa m ie n to en
, M a n tu v e to d o lo p o s ib le es p 00m átic0 y . ^
tr a ta n d o d e q u e su e m b e i * ^ ^ casa h a b t ó ^
Parara del hombre. (El qiie berse con q«
> alguna vez al „tro vaya a olvidados la
8encia. Su amigo no acudió P ^
lie, el número). El hombre, entretanto, no había sollado
palabra, tironeando quizás de los detalles de un que­
hacer que parecía inminente. (Entonces —pensé aún—
un día, de súbito, lo recuerda todo, número, nombre. Pero
sólo cuando pasa por allí y ve que han quitado la casa).
—Bueno —dijo al fin, tal si hubiera asistido al desenlace
de la anécdota— nos acercamos al desvío. Y creo que es
a usted, no a él aún a quien debo empujar por esa puerta.
Trate de no despertarlo, sería un gesto estúpido, una
escena vulgar indigna de su parte.
—Pero es que yo no puedo cancelar esto sin aviso, y
así, en la noche. Usted ha visto bien lo nuestro, lo cono­
ció desde un principio. ..
No me dejó ni agonizar. Percibí claramente el ruido
de cerrojo de la aguja al hacerse el desvío, trasmitido de
los rieles a mi corazón como un latido distinto. Y luego
mi caída violenta sobre la maleza, al empuje del hombre
sin cara.
—¡Eh, dónde está la estación, dónde venden los pa_
sajes de regreso! ¡El número, sí, está en mi memoria, el
número de aquella casa demolida!
Entonces fue cuando lo oí, a la grupa del convoy que
se alejaba sin mí y sin estos otros:
-¿Qué estación, qué regreso, qué casa...?

186
V

IN D IC E

7
M u e r te por a la c rá n 21
L a c a lle d e l v ie n to n o rte 39
H is t o r ia e n c i n c o t i e m p o s 47
- H i e n tie rro ..................... 63
Jjr E l á n g e l p la n e a d o r . 79
L a in m ig r a n te ............. 105
^ L a s u b a s ta ................... 119
La p u e r ta v io le n ta d a 141
E s p e r a n d o a P o li d o r o 147
E l h o m b re d e l tú n e l 155
R é q u ie m p o r G o y o R ib e r a 177
E l d e sv ío .....................................
Este libro,
se terminó de imprimir en
Talleres Gráficos Lamadrid,
Lamadrid 384, Capital Federal,
en Marzo de 1979
CALICANTO
Pretender d escribir sim ultánea m ente a la persona
civil y la figura literaria de A rm on ía S om ers, será
siempre una ta re a para biógrafo s ave zad o s en la
contradicción y el “spaltung" m isterioso del ser
creador.
Eludir aquí tales obliga ciones inform ativas no
constituye, pues, sino una o m isió n d elibe ra da
respecto al lector que y a te n d rá ba sta nte con las
om piicaciones de esta extrañ a autoría, cuya
celosa intim idad ha contribuid o a la fo rja d e un
verdadero mito.
n¡ fecha de nacim iento que tra scie nd a n la
la iiam aci° nalldad u ruguaya y su pertenen cia a
nm f?1 To \ eneración del 4 5 ¡ ni Profesión, ni la
(i PÍ „ n m Cr' ’ ni de cla ra ción de co m p ro m iso s o
eqto ah prom is° s agregarían ni quitarían nada a
S n hL ! nante expone nte de creación.
Primera 'i0 ™ n 0 ticia al le c to r Pu e P or
univprQn t ? a en conta cto con su extraño
dem nnni m atlco y el clim a p esadillesco y
» T 10 a sfixia' resaltar el insólito,
del alma V tan tas veces P ° ético esquem a
um ana que constituye su narrativa.

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