Fin es actuar, no ser, y los hombres son lo que son por su carácter,
pero son felices o no por sus acciones. Los personajes, pues, no
actúan para imitar unos caracteres, sino que adquieren caracteres
por medio de sus acciones; de modo que las acciones y la fábula son
el fin de la tragedia, y el fin es siempre lo más importante
.Y añade más adelante:
La tragedia es imitación de una acción y, por medio de esta acción,
es imitación de los hombres que actúan. (Poética, VI)
Sin embargo, la clave del problema -prioridad conceptual del personaje o de la
acción- hay que situarla en otro terreno, también apuntado desde Aristóteles, y
que es el eje de toda reflexión y práctica sobre la especificidad del hecho
teatral: me refiero a los
Medios
Y a los
Modos
De la mímesis, aspectos esbozados en los capítulos I y III de la
Poética
. Para el estagirita resulta evidente que, dentro de las artes que imitan
Por medio de la voz
(Y constata que "no existe un nombre" que englobe lo que hoy conocemos por
"literatura"), hay que diferenciar
Modos
O
Maneras
distintas, "porque con unos mismos medios se puede imitar unas mismas
cosas de diverso modo; ya introduciendo quien cuente o se transforme en otra
cosa, según que Homero lo hace; ya hablando el mismo poeta sin mudar de
persona; ya fingiendo a los representantes, como que todos andan ocupados
en sus haciendas (o quehaceres)”. (Cito aquí por la curiosa versión de don
José Goya y Muñían, 1798.)
Esta tripartición de las artes del discurso, que hoy nos veríamos tentados a
conceptualizar bajo las categorías de lo épico, lo lírico y lo dramático, pone de
relieve la naturaleza concreta de la mímesis teatral, cuya doble pertenencia al
ámbito del Texto y al del Espectáculo ha sido y es fuente de fructíferas
tensiones y de estériles confrontaciones. Tensiones y confrontaciones que
remiten a una oposición más "profunda", más radical, de naturaleza
antropológica e índole dialéctica, como es la que se establece entre Escritura y
Oralidad. (Vid. J. Derrida, 1967, y P. Zumthor, 1983.)No resulta superfluo
recordar, a este respecto, que la escritura dramática se despliega a partir de
una compleja red de determinaciones extra textuales: las normas, códigos y
convenciones de la práctica teatral vigente, esa "matriz o molde escénico,
preexistente al trabajo textual, en que se materializan las realidades y
fantasmas de un grupo social". (Vid. J. Sanchis Sinisterra, 1982.) Dicho con
otras palabras: "antes" y "después" de la configuración literaria que llamamos
"obra dramática" existe un dispositivo semiótico sólidamente codificado -la
representación-, cuya materia significante se caracteriza "por su similitud con lo
real, con la vida: el espacio, el tiempo, los objetos y materiales escénicos y,
fundamentalmente, los actores, presentan una "irritante" homología con las
circunstancias que configuran la existencia humana (...) la relativa identidad
entre los signos teatrales y sus referentes reales reduce el fenómeno dramático
a una práctica artística figurativa, cuyo máximo exponente es el naturalismo y
sus derivados, herederos todos del principio de la verosimilitud". (Id., id.)