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Tarazona 1

Karelia Tarazona

LIT 240

Narrativa Hispanoamericana Contemporánea

Profesora: Cecilia Esparza

7 de diciembre de 2017

A orillas de los ríos Charles y Ródano: Una construcción de identidad

de Borges a partir de la metáfora del río

En El Otro, se puede distinguir la metáfora del río, un tópico recurrente en la narrativa de

Borges. Esta se la ha asociado, mayormente, con la figura de Heráclito y con la representación

del hombre como un ser que cambia constantemente. Esta interpretación se puede distinguir

en la lectura del cuento cada vez que encontramos la referencia del río. Sin embargo, la

metáfora también puede entenderse como una analogía del espejo en el sentido de que refleja

todo aquello que se asoma a este. Ello causa, lectura que se maneja en el presente trabajo, el

encuentro de Borges consigo mismo, con su pasado. El reflejo del río, aquí, no solo causa que

el sujeto mire su imagen física, sino que mire memorias, que se mire a sí mismo a través de un

otro.

Dicho esto, el ensayo se propondrá argumentar la siguiente hipótesis: Borges en “El Otro”

reconstruye su yo a partir de la metáfora del río que abre el encuentro consigo mismo y que

comprende además su representación como devenir constante. Para ello, el ensayo se dividirá en

tres partes. La primera profundizará el aspecto de la metáfora del río que es análoga al espejo y

lo que esto implica. La segunda, en cambio, ahondará en el tópico del cambio de la metáfora, que

es el más conocido en el campo académico. La hipótesis se desarrollará, principalmente, en la

tercera parte y en esta se expondrá cómo se da una posible construcción del yo del personaje

Borges a partir de la metáfora del río tratada en la primera parte y segunda parte.

Antes de empezar a exponer las secciones, es importante traer a colación algunas referencias de

la narrativa de Borges. Un punto importante a tomar en cuenta es que Borges usa temáticas

recurrentes que atraviesan su narrativa. Algunas de estas y que socavan la creencia en un existir

concreto (una comprensión de la vida definida) son: el universo, la personalidad y el tiempo


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(Barrenechea 15). Estas son desarrolladas, por Borges, junto a elementos concretos como el

espejo, el río (importantes principalmente en “El Otro”).

Un segundo punto lo señala Alazraki, cuando escribe: “Terminada la lectura de cualquiera de sus

narraciones [de Borges], presentimos que bajo el diseño reverbera la presencia de una

metafísica, de cierta teología que, de alguna manera, explica el relato y, a la vez, le confiere ese

sabor trascendental que tienen sus cuentos… (Alazraki 36)”. De la cita se puede entender que al

estar ante un diseño cargado de metafísica, es posible hacer varias lecturas de los cuentos de

Borges, ya que el carácter metafísico implica ir más allá de lo que se nos muestra a simple vista,

ir más allá de los elementos tal cual son sensiblemente, o en todo caso no quedarse en ese nivel.

Puede que las diversas lecturas se den porque los temas tratados(tiempo, personalidad,, etc)

están cargados de metafísica. Y por ello no hay nada en sus cuentos que nos garantice una

lectura única o la conclusión de una verdad única, que nos certifique que nuestras

interpretaciones puedan resolver posibles dilemas planteados en los cuentos.

Seguido de esto, al estar ante un panorama que no nos presenta una sola línea de

interpretación, nos lleva a tomar una actitud escéptica con respecto al sentido y al final de sus

cuentos. Pero lo dicho no solo le ocurre al lector, sino que también es actitud de los personajes de

las historias. Las referencias mencionadas ayudan a preparar una antesala para la interpretación

que se manejará que es una entre tantas otras. De Olaso refiere respecto a lo que consigue

Borges en “El Otro”, y que es prueba de lo ya explicado antes, lo siguiente: Entonces el efecto de

ambigüedad artística que ha logrado Borges es multiple (188). “El Otro” presenta temáticas como

la memoria, el tiempo, la identidad y elementos concretos como el río. Es conveniente resaltar

que no se les debe considerar o estudiar con una simple actitud descriptiva de los temas y

elementos sino que se debe ir más allá de la historia en sí. Esto nos permitiría entender cuál es el

propósito de Borges, que en palabras de Percoco sería el cuestionar verdades preestablecidas

sobre la individualidad, memoria y tiempo (110).


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I

En el poema “Son los ríos” de Borges, se distingue la analogía del río como un espejo: “Su reflejo/

cambia en el agua del cambiante espejo” (6-7). Ante una cita de un solo poema sería apresurado

postular que la analogía del río y el espejo que funciona al poema también se aplique en el

cuento “El Otro”. Pero, como se explicó antes, los elementos (como el rio) son recurrentes en la

narrativa de Borges, y su comparación con otros textos de su autoría no es gratuita. Una

referencia del epílogo del Libro de Arena confirmaría que la analogía no es una mera

coincidencia. En este epílogo se hace referencia al cuento introduciendo la siguiente pregunta:

“¿Valdrá la pena declarar que concebí la historia a orillas del río Charles, en New England, cuyo

frío curso me recordó el lejano curso del Ródano? La interrogante hace referencia a dos ríos, uno

recordado a partir de otro” (55). Esto haría posible pensar que la función de reflejar del espejo se

cumpla también para los ríos y funcione como apertura a un número de elementos que aparecen

en la historia del cuento. Veámos cómo se presenta esto en la historia.

El cuento, en pocas palabras, relata que, en 1969, Borges de setenta años tiene un encuentro

con su yo más joven de 18 años en una banca en Boston. Lo que Borges narra antes de que se

dé el encuentro es lo siguiente: “Yo estaba recostado en un banco, frente al río Charles …”.

Agrega: “Inevitablemente el río hizo que yo pensara en el tiempo… yo había dormido bien… no

había un alma a la vista” (3). Ante estos primeros sucesos mencionados, no se nos presenta nada

extraño, pero sí es importante resaltar que la mirada al río lo hace pensar en el tiempo.

Inmediatamente después de contar esto, Borges enuncia: “Sentí de golpe la impresión de haber

vivido ya aquel momento. En la otra punta de mi banco alguien se había sentado” (3). Lo que se

puede notar aquí es que todos los acontecimientos que le ocurren a Borges antes de la aparición

del otro son absolutamente normales. Desde el estar recostado en un banco, el haber dormido

bien, hasta se podría decir que mirar el río también lo es. Pero no se tiene que perder de vista la

función análoga del río con relación a los espejos: el reflejar. El agua y el espejo se repiten como

los dos términos de una metáfora; el agua es otro espejo (Gómez 8). Ya que, seguido de hacer la

referencia del río y la alusión de pensar en este, aparece de pronto en medio de la nada, el otro,

Borges de 18 años.
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Respecto a lo dicho, apreciamos un primer reflejo expresado en el cuento que es el encuentro de

los dos Borges. Esto es posible por la presencia del río, que funciona como un espejo, al

entenderlo de esta manera, se cumpliría lo que sucede estando, inevitablemente, expuestos a

uno como se retrata en “Los espejos”: “…Si entre las cuatro/ paredes de una alcoba hay un

espejo, / ya no estoy solo. Hay otro” (33-35). Pero habría que ahondar más para entender mejor

por qué es posible decir que a partir de la mirada de Borges de setenta años al río se abre su

propio encuentro y qué significa este. La metáfora del río que se entiende como reflejo de todo

aquello que se le presenta en frente, no solo refleja la imagen física, en este caso, de Borges,

sino también todo lo que representa, que incluye sus memorias, y que al incluir sus memorias

incluye su pasado. En este reflejar del río, Borges capta una imagen, cuando tenía dieciocho

años y le da vida abriendo así el encuentro consigo mismo.

Pero el encuentro no solo apertura la reunión de Borges con el otro, sino que por este último que

carga consigo dieciocho años, se reflejarían también los recuerdos de Borges y con los que

Borges de setenta años se va a enfrentar. La aparición de el otro va a desencadenar todos los

demás reflejos, pues a partir de él y de la conversación entre este y el Borges de setena años, se

mencionan elementos de la juventud de Borges, que van desde objetos físicos hasta actividades

y gustos. Veamos, entonces, algunos de estos.

Después de la aparición de el otro, Borges escribe: “El otro se había puesto a silbar. Fue

entonces cuando ocurrió la primera de las muchas zozobras de esa mañana. Lo que silbaba...,

era el estilo criollo de La tapera de Elías Regules. El estilo me retrajo a un patio, que ha

desaparecido” (3). Por lo que se nos cuenta, por el otro, Borges recuerda música argentina y un

lugar, que probablemente es un patio en Argentina.

Un segundo elemento que se recobra en la memoria de Borges y del que se enumera un gran

número de objetos es la casa en la que vivió. Entre los objetos, encontramos un mate de plata,

una palangana de plata, y libros como: Las Mil y una noches, El ingenioso hidalgo don Quijote de

la Mancha, entre otros. Si se presta atención a los objetos mencionados, se podría sugerir que al

igual que el espejo y el río tienen la característica de reflejar. En los dos primeros casos por el

material (la plata), y en los dos últimos por el contenido de los libros. En Las Mil y una noches, se

nos presentan historias que se cuentan dentro de otras historias y así sucesivamente; en Don
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Quijote; aparece “otro Quijote”. Pero, más allá de estas particularidades, aparecen en la

conversación por ser parte de la vida de Borges.

Como tercer elemento a ser mencionado en la conversación sería el pensamiento de el otro. En

referencia a Dostoievski, el otro dice: “El maestro ruso ha penetrado más que nadie en los

laberintos del alma eslava” (5). Sobre el poeta:” El poeta de nuestro tiempo no puede dar la

espalda a su época” (6). Y que uno de sus libros, Los ritmos rojos, haría referencia a la masa de

oprimidos y parias. Las frases ejemplificadas pueden dar cuenta una vez más de lo que pensaba

Borges cuando era joven. En este listado de referencias a los pensamientos de el otro también se

enuncia respecto a Whitman: “Es capaz de mentir” (7).

” Para Paul de Mann, Borges (a partir del reflejo del río) engendra otro ser que es el reverso de su

imagen, como se reflejaría ésta en un espejo. En este anti-ego las virtudes y vicios del original

quedan curiosamente deformadas e invertidas” (en Rodriguez 139). Lo interesante de lo dicho es

que la aparición de el otro (el reverso de su imagen) no se muestra de manera auténtica, sino,

hasta cierto punto, alterada. ¿Por qué ocurre esto? Estos elementos presentados, productos del

reflejo de sus pensamientos y de su pasado, es un hurgar en su memoria. Borges proyecta sus

recuerdos, estos son puestos a la luz. Pero, el paso de los años no permite que los recuerdos, los

reflejos de su pasado, se muestren bien definidos. Tanto Borges como el otro están

comprometidos en un diálogo con un espacio temporal de cincuenta años (Percoco 112). El paso

de los años ha causado que Borges pierda claridad sobre sus recuerdos. Sin embargo, estos son

corregidos y complementados por ese otro que le responde. Esto se aprecia cuando Borges le

dice: “… No he olvidado tampoco un atardecer en un primer piso en la plaza Dubourg”. “Dufour-

corrigió” (4). Su imagen desencadena esto y lo coloca a Borges en la posición de hacer memoria

sobre su pasado: “Puedo decirte que no miento. Voy a decirte cosas que no puede saber un

desconocido” o, por ejemplo: “No sé la cifra de los libros que escribirás, pero sé que son

demasiados” (5).
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II

Después de haber desarrollado la idea de que la metáfora del río funciona como un reflejar y

como un recordar, queda por ahondar la otra cara de la metáfora vinculada a la frase que se le

atribuye a Heráclito, bastante conocida en el mundo académico: Nadie puede bañarse en un

mismo río dos veces. Básicamente, la frase quiere resaltar el flujo del río, es decir, el cambio al

que se ve expuesto, pues, las aguas que lo conforman están en un movimiento constante. Y para

Borges, esta particularidad es análoga en el hombre.” La virtud de la metáfora de Heráclito

consiste en revelar nuestra condición: somos un río que fluye, somos tiempo” (Gómez 10). Y por

tanto somos cambio. “La fuente de donde mana el cambio tal vez sea el individuo mismo; porque

estamos hechos de misterioso tiempo…. Precisamente porque está en la intimidad de lo humano,

en lo que le es más propio, no hay cómo dejar atrás la temporalidad ni cómo descansar de ella”

(Schultz 112).

El hombre, para Borges, es un constante devenir, un constante “llegar a ser”. ¿Cómo comprueba

el ser humano que posee esta condición? Pues, al contrastar su pasado, es decir, sus recuerdos

y, compararlos con otra época de su vida, como el presente, por ejemplo, y ve variaciones. Si

bien en El Otro, Borges no hace una comparación explícita y detallada de quién era a la edad de

dieciocho años y de quién es a la edad que escribe el cuento, presenta en sus líneas los

pensamientos de ambos personajes y a partir de esto, el lector puede comparar y distinguir los

cambios respecto a ambas edades. Pero lo que sí hace Borges es presentar el elemento río y

aludir a Heráclito a lo largo del cuento. Por ejemplo, introduce frases como: “Inevitablemente, el

río hizo que yo pensara en el tiempo. La milenaria imagen de Heráclito” (3). Y “El hombre de ayer

no es el hombre de hoy sentenció algún griego” (6).

Borges, por su encuentro con el otro de dieciocho años, expresa frases que nos dan a entender

que él siente el cambio. No está en el lugar del lector, como ya se mencionó, para poder

comparar los cambios y hacerlos evidentes. Aquí una de sus frases: “Bajo nuestra conversación

de personas de miscelánea lectura y gustos diversos, comprendí que no podíamos entendernos”.

Y agrega: “Éramos demasiado distintos y demasiado parecidos” (7). Hay una diferencia en las

edades, medio siglo, aproximadamente, que los separa. Presentemos, pues, los cambios o

algunos de ellos que se aprecian por el encuentro de ambos personajes de dieciocho y setenta

años, por el encuentro de Borges y su reflejo.


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El otro, como ya se ha dicho anteriormente, carga consigo dieciocho años y esto es puesto en

evidencia durante la conversación que sostiene con Borges. El otro se encuentra y vive en

Ginebra. En cuanto a su familia, se entiende sus miembros (hermana, madre, padre, abuela)

están vivos. Sobre la situación histórica, si bien no se menciona, por el año 1918 (que es el

tiempo de el otro) se puede deducir que se está en medio de la Gran Guerra. Y respecto a sus

pensamientos, que se reflejan en sus inclinaciones, la preocupación de el otro, gira en torno a la

gran masa de oprimidos y parias.

En el caso de Borges, este tiene alrededor de setenta años y vive en Nueva York. Respecto a su

familia, se menciona que su hermana se casó, su madre está sana y tanto la abuela como el

padre han fallecido. El contexto histórico que vive Borges es postguerra y esto sí va a ser

mencionado: “Ahora, las cosas andan mal. Rusia está apoderándose del planeta…”. Y, por

último, en cuanto a sus pensamientos, Borges dice: “…masa de oprimidos y parias no es más

que una abstracción. Solo los individuos existen, si es que existe alguien” (6).

A partir de las descripciones expuestas, líneas arriba, sobre los dos personajes, se desprenden

sus diferencias. La situación familiar, histórica, ha cambiado. Borges no es el mismo, y de eso, él

señala: “El hombre de ayer no es el mismo de hoy… Nosotros dos, en este banco de Ginebra o

de Cambridge, somos tal vez la prueba” (6). Por la diferencia entre ambos, Borges (como autor)

piensa, escribe James, de que “el hombre de ayer no es el hombre de hoy” y, ambos Borges

únicamente están unidos por el nombre, existiendo en realidad como dos personas distintas

sujetas a la dinamicidad del río heraclitéano: sólo existimos en tanto presente (en Rodríguez

140)”. Ante esto, habría que preguntarse: ¿solo los une un nombre: Jorge Luis Borges?

A pesar de que los pasos de los años influyen decisivamente en el devenir del hombre: Borges,

este mantiene sus recuerdos, aunque poco definidos, dentro de sí. Es, pues, con la ayuda de

elementos como el río y el espejo que van a ser mostrados. Y si se va más a detalle, lo que

permanece serían el contenido de los recuerdos. Se pueden mencionar aquí los objetos de la

casa (mate, palangana), por ejemplo, o mejor dicho la imagen de estos. Otro elemento importante

aquí son los libros. Tanto Borges como el otro, los ponen como tema principal a lo largo de su
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conversación. La literatura se mantiene. Borges le dice al otro: “Escribirás poesías”. Es cierto que

la frase anterior refiere a un suceso que ocurrirá en el futuro, pero no hay que olvidar que el otro

cuenta que está escribiendo un libro de versos. Por otro lado, Borges se sintió cercano a el otro

cuando este último comenta que nunca podrá escribir una línea como la lýdre-univers tordant son

corps écaillé dàstres. Tras escuchar esto, Borges comenta: “Hugo nos había unido” (7).

III

Después de lo expuesto, cómo llegar a responder la pregunta: “¿En qué medida Borges

reconstruye su yo a partir de la metáfora del río? Para responder hay que poner en perspectiva

las dos primeras secciones. La metáfora abre el encuentro de Borges consigo mismo

permitiéndole reconstruir su yo o identidad. La metáfora del río (análoga al espejo) en cuanto a

que representa un reflejo, desencadena la imagen de el otro y con él todos los recuerdos. Esto

posibilita que el pasado (recuerdos) de Borges quede expuesto, sea mostrado, sea sacado a la

luz y así, puesto en evidencia. Y Borges no lo puede eludir, sino que debe enfrentarlo. Al

enfrentarlo, lo hace consigo mismo y esta circunstancia le permite cuestionar su identidad

(Rodríguez 148).

Esto se da en su conversación con el otro que, de alguna manera, es una conversación con el

pasado que fue y a partir de aquí le es posible notar cambios y permanencias. Las permanencias

se encuentran, por ejemplo, en la literatura, imagen de familia. Pero es en las diferencias que

existe la vinculación con la metáfora del río en su segundo aspecto (devenir), pues, así como el

río cambia, la vida del hombre también. El otro no es idéntico ni en imagen física, ni en

personalidad, ni en intereses.

Dicho esto, puede que se entienda más claramente, que las similitudes ayudan más a Borges en

el sentido de que lo constituyen en un presente, algo que responde a la pregunta: ¿quién soy

hoy? Y que se pueden tomar como lo importante ya que son las que han permanecido en el

tiempo. Pero en cuanto a las diferencias, ¿cómo conciliar la idea de que el otro (ser distinto) en

tanto es ajeno y extraño a Borges, le ayude a una construcción de su yo?

La reconstrucción de su yo o identidad está en que, si bien Borges es un constante devenir, en el

sentido de que es un constante “llegar a ser” alguien distinto, no olvida quien fue en el pasado

con lo que todo esto implica. Es este “no olvidar”, que evidente lo obliga a recordar su pasado y

así estar frente a similitudes y principalmente diferencias. Cada encuentro es un hurgar en la


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memoria. Esto se refleja en la pregunta que le formula el otro: “¿Cómo anda su memoria? A lo

que Borges contesta: “Suele parecerse al olvido, pero aún encuentra lo que le encargan” (7). La

historia puede tomarse como el recuento de la vida de cada uno y ello le permite a Borges

comparar y corregir entre recuerdos. Aquí un ejemplo: “Dufour- corrigió [el otro]” (4). Viendo esto

así, el encuentro le permite a Borges reflexionar, cuestionar, dudar sobre su vida pasada y la del

presente también. Recordar también lo lleva a ver las cosas en retrospectiva y decir, por ejemplo:

“La ceguera gradual no es una cosa trágica. Es como un lento atardecer de verano” (8). Esto nos

muestra que el pasado ha calado profundamente en Borges y ve y entiende su presente teniendo

en consideración a su pasado. “El paso del tiempo no hace nada para revelarnos un sentido del

yo, una comprensión más profunda, es una percepción que nos imponemos a nosotros mismos

para dar sentido a nuestra existencia” (Percoco113). En ese sentido, la existencia no es algo que

se nos da, o que se nos revela. Los recuerdos sí son revelados, pero uno mismo, Borges mismo

da sentido, configura una percepción de sí mismo, de su “yo”. Cada encuentro consigo mismo se

entiende como un nuevo preguntarse, una nueva forma de redefinir quién es Borges. Además,

siempre quedarán cuestiones por resolver, las diferencias llevan a Borges a decir: “…comprendí

que no podíamos entendernos. Éramos demasiado distintos… (7)”. Borges recurre a sus

memorias para generar una visión de sí mismo (Percoco 113).

Si bien no ha sido tema de análisis del trabajo, cuando estamos ante lecturas de Borges, estas

parecen darnos información que se asemeja a un memorial personal (Percoco 111). No es

infundado pensarlo. Los elementos presentes en sus cuentos (como el río) también son contenido

de su misma biografía. Borges la empieza con las siguientes líneas: “No puedo precisar si mis

primeros recuerdos se remontan a la orilla oriental u occidental del turbio y lento Río de la Plata...”

(13). Lo importante a señalar es que estos elementos atraviesan tanto en su literatura como en su

vida. Y, pues, diversos pasajes de su vida son tema de su narrativa. Y de esa manera, se puede

decir, son traídos a reflexión porque son recordados para ser escritos. Respecto a esto, sería útil

mencionar un pasaje de la entrevista que Carrizo le hizo a Borges por el año 1979 y que

justamente habla de su juventud (etapa de el otro en el cuento). Además, aquí se encuentran

elementos del cuento también, como, el latín: “¿Aquella época de Ginebra, lo marcó para siempre

no Borges?” Borge contesta: “Son los años de la adolescencia, los años de experiencias muy

hermosas… los estudios… eso me dio la lengua francesa… el latín …todos sentimos la nostalgia
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del latín”. Tras leer esto, habría que preguntarse qué lo llevó a escribir una historia que tiene

como temática la etapa de su juventud, etapa que Borges recuerda con agrado. En su

autobiografía, se menciona también que, de algún modo, la juventud le resulta más cercana que

cuando era joven (245). ¿La razón será que desde una edad más avanzada Borges puede poner

en perspectiva su juventud? ¿Puede darle un sentido y una explicación? La pregunta por el yo y

como lo concebimos siempre quedará en un misterio, como un enigma.

Y “sus narraciones son una forma de traducir la agonía del hombre frente al enigma del universo”

(Alazraki 72). El enigma no queda como cuestionamiento a nivel de la historia o interrogante

formulada por los personajes, sino que trasciende el cuento y es propio de la vida misma. Borges

dirá a todo esto que frente a este enigma queda tener una actitud de aceptación. “Nuestra

evidente obligación, mientras tanto es aceptar el sueño [el encuentro], como hemos aceptado el

universo y haber sido engendrados y mirar con los ojos y respirar” (4).
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OBRAS CITADAS

Alazraki, Jaime. “Jorge Luis Borges” en Narrativa y crítica de nuestra América. Madrid: Castalia,
1978.

Barrenechea, Ana María La expresión de la irrealidad en la obra de Borges, pp. 9-74.

Borges, Jorge Luis. Autobiografía (1899-1970), Buenos Aires: El Ateneo,1999.


Borges, Jorge Luis. “El Otro” en El Libro de Arena. Barcelona: Alianza Editorial,1998.

Carrizo, Antonio. "Entrevista a Jorge Luis Borges" en La vida y el canto a Jorge Luis Borges.
Agosto, 1979.

De Olaso, Ezequiel. “Mínimas gotas de filosofía: El Otro” en Variaciones Borges, pp. 178-190.

Gómez, John. “Borges ante el río de Heráclito”. Universidad de Antioquía. Mutatis Mutandis.
Vol. 4, No. 1. 2011, pp. 3-24.

Percoco, Cristina. Opening strategy and the self as illusion in Borges “El otro”. Universidad de
Virginia.

Rodríguez, María del Carmen. “En el espejo: Identidad y alteridad en Borges” en Cartaphilus 2
(2007), 139-150 Revista de Investigación y Crítica Estética Universidad de Buenos Aires

Schultz, Margarita. “Borges y la filosofía del tiempo”. Santiago: Universidad de Chile. Daimón
5,1991 pp. 209-122.
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