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Sobre la Inspiración Divina

La Inspiración se ha convertido en una categoría fundamental dentro de los conceptos de la teología.


Ésta se define “como la acción que es Espíritu Santo ejerce sobre sobre los escritores sagrados para
determinarlos a escribir, con su concurso constante y bajo su influencia directa, las verdades que
quería de este modo manifestar a los hombres”. Ahora bien, la inspiración bíblica es solo uno de los
muchos casos a los que alude el hecho mismo de la inspiración, ya que son diversas las acepciones
dependiendo la actividad que designa, de este modo, desde la antigüedad la inspiración describe la
acción que una divinidad ejerce sobre los poetas, artistas y escritores, profetas y videntes. Uno de
los elementos comunes que prevalecen inclusive en la noción de inspiración bíblica es aqueda en
donde la divinidad actúa a través de un medio-instrumento para desvelar algo. En el NT tanto en 2
Tm 3, 16 como en 2 Pe, 2, 21, se habla de una inspiración cuyo autor es Dios.

Por su historicidad, se trata de un término que procede de la tradición judaica y se incorporó


prontamente a la teología cristiana, de modo que, para investigar su sentido, es necesario remitirnos
a los antecedentes judíos, cuyo primer exponente en la formulación de una noción bastante
bienlograda es Filón de Alejandría, el cual, parte de una filosofía platónica como fundamento teórico
para darle contenido al concepto. Filón distingue tres grados de inspiración divina, el primero de
ellas es la hermeneia (interpretación), por la que el profeta, es simple portavoz y no hace otra cosa
sino referir la voluntad divina. El segundo, es el diálogo místico, en el que caben las preguntas y
respuestas, y el tercero, es la enthousia, que es como la posesión o el delirio, grado al que
pertenecen los profetas.

Las características que concede Filón a quienes están inspirados que aquello que interpretan
y expresan desborda sus propios sentidos y su misma inteligencia, está más allá de lo que el hombre
puede lograr: tiene un alcance sobrehumano. Otra característica de las cosas inspiradas es que
poseen las virtudes y cualidades divinas. Por ello, Filón considera que sólo los sabios pueden, en
dado caso, ser instrumentos de inspiración puesto que están prontos a lo que la divinidad requiere
para hablar a los hombres. A través de esta tesis, el escritor judío buscó legitimar el origen de la
Torá y extendió su ordenamiento a la traducción de los Setenta, traductores que él consideró más
que simples traductores, sino que principalmente hierofantes y profetas. Es pues, que desde el
principio los teólogos judíos buscaron legitimar la Escritura en la Inspiración divina, para sí despejar
cualquier incertidumbre epistemológica: la Torá es concedida a los hombres por medio de su
máximo profeta, Moisés, inspirado por Dios.

Esta idea sobre la inspiración de las Escrituras pasó al cristianismo casi intacta, a penas con
algunas modificaciones, pero en lo sustancias, los Padres de la Iglesia concibieron la inspiración total
de la Ley (Moisés) así como la característica de estar libre de error (inerrancia), no así la absoluta
idea de enajenación divina vivida por el sujeto, que viene a ser, en la concepción filoniana, como un
mero instrumento, a merced de la voluntad divina. Un exceso que se puede comprender a partir de
las categorías platónicas y el contexto en el que se movía Filón para dar significado e esta necesidad
teológica.

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