Anda di halaman 1dari 27

Todos los patitos

Todos los patitos


se fueron a nadar
y el más pequeñito
se quiso quedar

su mamá enfadada
le quiso regañar
y el pobre patito
se puso a llorar

Los patitos en el agua


meneaban la colita
y decían uno al otro
ay! que agua tan fresquita.

Los patitos en el agua


meneaban la colita
y decían uno al otro
ay! que agua tan fresquita.

Estrellita dónde estás

Estrellita donde estás


me pregunto quién serás.
Estrellita dónde estás
me pregunto quién serás.

En el cielo o en el mar
un diamante de verdad.
Estrellita dónde estás
me pregunto quién serás.

Estrellita dónde estás


me pregunto quién serás.
Estrellita dónde estás
me pregunto quién serás.

En el cielo o en el mar
un diamante de verdad.
Estrellita dónde estás
me pregunto quién serás.

Pin Pon
Pin pon es un muñeco,
muy guapo y de cartón, de cartón,
se lava la carita
con agua y con jabón, con jabón.

Se desenreda el pelo,
con peine de marfil, de marfil,
y aunque se da tirones
no grita y dice ¡uy!, dice ¡uy!

Pin Pon toma su sopa


y no ensucia el delantal
pues come con cuidado
como un buen colegial

Apenas las estrellas


comienzan a salir, a salir,
Pin pon se va a la cama
se acuesta y a dormir, a dormir.

Y aunque hagan mucho ruido


con el despertador
Pin Pon no hace caso
y no vuelve a despertar

Pin Pon dame la mano


con un fuerte apretón
que quiero ser tu amigo
Pin Pon, Pin Pon, Pin Pon

Que llueva, que llueva


Que llueva, que llueva,
la vieja de la cueva,
los pajaritos cantan,
las nubes se levantan,

¡Qué si!
¡qué no!
que caiga un chaparrón,
con azúcar y turrón,
que rompa los cristales de la estación.

Que siga lloviendo


los pájaros corriendo
florezca la pradera
al sol de primavera

¡Qué si!
¡qué no!
que caiga un chaparrón,
con azúcar y turrón,
que rompa los cristales de la estación.

Cinco ratoncitos
Cinco ratoncitos de colita gris,
mueven las orejas, mueven la nariz,
abren los ojitos, comen sin cesar,
por si viene el gato, que los comerá,
comen un quesito, y a su casa van,
cerrando la puerta, a dormir se van
El gato con botas
Cuento clásico infantil El gato con botas
Adaptación del cuento de los Hermanos Grimm
Érase una vez un molinero que tenía tres hijos. El hombre era muy pobre y casi no
tenía bienes para dejarles en herencia. Al hijo mayor le legó su viejo molino, al mediano
un asno y al pequeño, un gato.
El menor de los chicos se lamentaba ante sus hermanos por lo poco que le había
correspondido.
– Vosotros habéis tenido más suerte que yo. El molino muele trigo para hacer panes y
tortas y el asno ayuda en las faenas del campo, pero ¿qué puedo hacer yo con un
simple gato?
El gato escuchó las quejas de su nuevo amo y acercándose a él le dijo:
– No te equivoques conmigo. Creo que puedo serte más útil de lo que piensas y muy
pronto te lo demostraré. Dame una bolsa, un abrigo elegante y unas botas de mi talla,
que yo me encargo de todo.
El joven le regaló lo que le pedía porque al fin y al cabo no era mucho y el gato puso en
marcha su plan. Como todo minino que se precie, era muy hábil cazando y no le costó
mucho esfuerzo atrapar un par de conejos que metió en el saquito. El abrigo nuevo y
las botas de terciopelo le proporcionaban un porte distinguido, así que muy seguro de sí
mismo se dirigió al palacio real y consiguió ser recibido por el rey.
– Majestad, mi amo el Marqués de Carabás le envía estos conejos – mintió el gato.
– ¡Oh, muchas gracias! – respondió el monarca – Dile a tu dueño que le agradezco
mucho este obsequio.
El gato regresó a casa satisfecho y partir de entonces, cada semana acudió al palacio a
entregarle presentes al rey de parte del supuesto Marqués de Carabás. Le llevaba un
saco de patatas, unas suculentas perdices, flores para embellecer los lujosos salones
reales… El rey se sentía halagado con tantas atenciones e intrigado por saber quién
era ese Marqués de Carabás que tantos regalos le enviaba mediante su espabilado
gato.
Un día, estando el gato con su amo en el bosque, vio que la carroza real pasaba por el
camino que bordeaba el río.
– ¡Rápido, rápido! – le dijo el gato al joven – ¡Quítate la ropa, tírate al agua y finge que
no sabes nadar y te estás ahogando!
El hijo del molinero no entendía nada pero pensó que no tenía nada que perder y se
lanzó al río ¡El agua estaba helada! Mientras tanto, el astuto gato escondió las prendas
del chico y cuando la carroza estuvo lo suficientemente cerca, comenzó a gritar.
– ¡Socorro! ¡Socorro! ¡Mi amo el Marqués de Carabás no sabe nadar! ¡Ayúdenme!
El rey mandó parar al cochero y sus criados rescataron al muchacho ¡Era lo menos que
podía hacer por ese hombre tan detallista que le había colmado de regalos!
Cuando estuvo a salvo, el gato mintió de nuevo.
– ¡Sus ropas no están! ¡Con toda esta confusión han debido de robarlas unos ladrones!
– No te preocupes – dijo el rey al gato – Le cubriremos con una manta para que no
pase frío y ahora mismo envío a mis criados a por ropa digna de un caballero como él.
Dicho y hecho. Los criados le trajeron elegantes prendas de seda y unos cómodos
zapatos de piel que al hijo del molinero le hicieron sentirse como un verdadero señor. El
gato, con voz pomposa, habló con seguridad una vez más.
– Mi amo y yo quisiéramos agradecerles todo lo que acaban de hacer por nosotros. Por
favor, vengan a conocer nuestras tierras y nuestro hogar.
– Será un placer. Mi hija nos acompañará – afirmó el rey señalando a una preciosa
muchacha que asomaba su cabeza de rubia cabellera por la ventana de la carroza.
El falso Marqués de Carabás se giró para mirarla. Como era de esperar, se quedó
prendado de ella en cuanto la vio, clavando su mirada sobre sus bellos ojos verdes. La
joven, ruborizada, le correspondió con una dulce sonrisa que mostraba unos dientes
tan blancos como perlas marinas.
– Si le parece bien, mi amo irá con ustedes en el carruaje. Mientras, yo me adelantaré
para comprobar que todo esté en orden en nuestras propiedades.
El amo subió a la carroza de manera obediente, dejándose llevar por la inventiva del
gato. Mientras, éste echó a correr y llegó a unas ricas y extensas tierras que
evidentemente no eran de su dueño, sino de un ogro que vivía en la comarca. Por allí
se encontró a unos cuantos campesinos que labraban la tierra. Con cara seria y gesto
autoritario les dijo:
– Cuando veáis al rey tenéis que decirle que estos terrenos son del Marqués de
Carabás ¿entendido? A cambio os daré una recompensa.
Los campesinos aceptaron y cuando pasó el rey por allí y les preguntó a quién
pertenecían esos campos tan bien cuidados, le dijeron que eran de su buen amo el
Marqués de Carabás.
El gato, mientras tanto, ya había llegado al castillo. Tenía que conseguir que el ogro
desapareciera para que su amo pudiera quedarse como dueño y señor de todo. Llamó
a la puerta y se presentó como un viajero de paso que venía a presentarle sus
respetos. Se sorprendió de que, a pesar de ser un ogro, tuviera un castillo tan elegante.
– Señor ogro – le dijo el gato – Es conocido en todo el reino que usted tiene poderes.
Me han contado que posee la habilidad de convertirse en lo que quiera.
– Has oído bien – contestó el gigante – Ahora verás de lo que soy capaz.
Y como por arte de magia, el ogro se convirtió en un león. El gato se hizo el sorprendido
y aplaudió para halagarle.
– ¡Increíble! ¡Nunca había visto nada igual! Me pregunto si es capaz de convertirse
usted en un animal pequeño, por ejemplo, un ratoncito.
– ¿Acaso dudas de mis poderes? ¡Observa con atención! – Y el ogro, orgulloso de
mostrarle todo lo que podía hacer, se transformó en un ratón.
¡Sí! ¡Lo había conseguido! El ogro ya era una presa fácil para él. De un salto se
abalanzó sobre el animalillo y se lo zampó sin que al pobre le diera tiempo ni a
pestañear.
Como había planeado, ya no había ogro y el castillo se había quedado sin dueño, así
que cuando llamaron a la puerta, el gato salió a recibir a su amo, al rey y a la princesa.
– Sea bienvenido a su casa, señor Marqués de Carabás. Es un honor para nosotros
tener aquí a su alteza y a su hermosa hija. Pasen al salón de invitados. La cena está
servida – exclamó solemnemente el gato al tiempo que hacía una reverencia.
Todos entraron y disfrutaron de una maravillosa velada a la luz de las velas. Al término,
el rey, impresionado por lo educado que era el Marqués de Carabás y deslumbrado por
todas sus riquezas y posesiones, dio su
consentimiento para que se casara con la
princesa.
Y así es como termina la historia del hijo del
molinero, que alcanzó la dicha más completa
gracias a un simple pero ingenioso gato que en
herencia le dejó su padre.

El flautista de Hamelin
Cuento adaptado de los Hermanos Grimm
Érase una vez un precioso pueblo llamado Hamelin. En él se respiraba aire puro todo el
año puesto que estaba situado en un valle, en plena naturaleza. Las casas salpicaban
el paisaje rodeadas de altas montañas y muy cerca pasaba un río en el que sus
habitantes solían pescar y bañarse cuando hacía buen tiempo. Siempre había
alimentos de sobra para todos, ya que las familias criaban ganado y plantaban cereales
para hacer panes y pasteles todo el año. Se puede decir que Hamelin era un pueblo
donde la gente era feliz.
Un día, sucedió algo muy extraño. Cuando los habitantes de Hamelin se levantaron por
la mañana, empezaron a ver ratones por todas partes. Todos corrieron presos del
pánico a cerrar las puertas de sus graneros para que no se comieran el trigo. Pero esto
no sirvió de mucho porque en cuestión de poco tiempo, el pueblo había sido invadido
por miles de roedores que campaban a sus anchas calle arriba y calle abajo, entrando
por todas las rendijas y agujeros que veían. La situación era incontrolable y nadie sabía
qué hacer.

Por la tarde, el alcalde mandó reunir a todos los habitantes del pueblo en la plaza
principal. Se subió a un escalón muy alto y gritando, para que todo el mundo le
escuchara, dijo:

– Se hace saber que se recompensará con un saco de monedas de oro al valiente que
consiga liberarnos de esta pesadilla.
La noticia se extendió rápidamente por toda la comarca y al día siguiente, se presentó
un joven flaco y de ojos grandes que tan sólo llevaba un saco al hombro y una flauta en
la mano derecha. Muy decidido, se dirigió al alcalde y le dijo con gesto serio:

– Señor, vengo a ayudarles. Yo limpiaré esta ciudad de ratones y todo volverá a la


normalidad.
Sin esperar ni un minuto más, se dio la vuelta y comenzó a tocar la flauta. La melodía
era dulce y maravillosa. Los lugareños se miraron sin entender nada, pero más
sorprendidos se quedaron cuando la plaza empezó a llenarse de ratones. Miles de ellos
rodearon al músico y de manera casi mágica, se quedaron pasmados al escuchar el
sonido que se colaba por sus orejas.

El flautista, sin dejar de tocar, empezó a caminar y a alejarse del pueblo seguido por
una larguísima fila de ratones, que parecían hechizados por la música. Atravesó las
montañas y los molestos animales desaparecieron del pueblo para siempre.

¡Todos estaban felices! ¡Por fin se había solucionado el problema! Esa noche, niños y
mayores se pusieron sus mejores galas y celebraron una fiesta en la plaza del pueblo
con comida, bebida y baile para todo el mundo.

Un par de días después, el flautista regresó para cobrar su recompensa.

– Vengo a por las monedas de oro que me corresponden – le dijo al alcalde – He


cumplido mi palabra y ahora usted debe cumplir con la suya.
El mandamás del pueblo le miró fijamente y soltó una gran carcajada.

– ¡Ja ja ja ja! ¿Estás loco? ¿Crees que voy a pagarte un saco repleto de monedas de
oro por sólo tocar la flauta? ¡Vete ahora mismo de aquí y no vuelvas nunca más,
jovenzuelo!

El flautista se sintió traicionado y decidió vengarse del avaro alcalde. Sin decir ni una
palabra, sacó su flauta del bolsillo y de nuevo empezó a tocar una melodía todavía más
bella que la que había encandilado a los ratones. Era tan suave y encantadora, que
todos los niños del pueblo comenzaron a arremolinarse junto a él para escucharla.

Poco a poco se alejó sin dejar de tocar y todos los niños fueron tras él. Atravesaron las
montañas y al llegar a una cueva llena de dulces y golosinas, el flautista les encerró
dentro. Cuando los padres se dieron cuenta de que no se oían las risas de los
pequeños en las calles salieron de sus hogares a ver qué sucedía, pero ya era
demasiado tarde. Los niños habían desaparecido sin dejar rastro.
El gobernante y toda la gente del pueblo comprendieron lo que había sucedido y
salieron de madrugada a buscar al flautista para pedirle que les devolviera a sus niños.
Tras rastrear durante horas, le encontraron durmiendo profundamente bajo la sombra
de un castaño.

– ¡Eh, tú, despierta! – dijo el alcalde, en representación de todos – ¡Devuélvenos a


nuestros chiquillos! Los queremos mucho y estamos desolados sin ellos.

El flautista, indignado, contestó:

– ¡Me has mentido! Prometiste un saco de monedas de oro a quien os librara de la


plaga de ratones y yo lo hice gustoso. Me merezco la recompensa, pero tu avaricia no
tiene límites y ahí tienes tu merecido.

Todos los padres y madres comenzaron a llorar desesperados y a suplicarle que por
favor les devolviera a sus niños, pero no servía de nada.

Finalmente, el alcalde se arrodilló frente a él y humildemente, con lágrimas en los ojos,


le dijo:

– Lo siento mucho, joven. Me comporté como un estúpido y un ingrato. He aprendido la


lección. Toma, aquí tienes el doble de monedas de las que te había prometido. Espero
que esto sirva para que comprendas que realmente me siento muy arrepentido.
El joven se conmovió y se dio cuenta de que le pedía perdón de corazón.

– Está bien… Acepto tus disculpas y la recompensa. Espero que de ahora en adelante,
seas fiel a tu palabra y cumplas siempre las promesas.

Tomó la flauta entre sus huesudas manos y de nuevo, salió de ella una exquisita
melodía. A pocos metros estaba la
cueva y de sus oscuras entrañas,
comenzaron a salir decenas de niños
sanos y salvos, que corrieron a abrazar a
sus familias entre risas y alborozos.

Era tanta la felicidad, que nadie se dio


cuenta que el joven flautista había
recogido ya su bolsa repleta de dinero y
con una sonrisa de satisfacción, se
alejaba discretamente, tal y como había
venido.
La enseñanza del amor
Los dos jóvenes se querían tanto que su mayor temor era que un día su amor se
disolviera en el aire y se lo llevara el viento. Juntos eran muy felices y se preguntaban
qué debían hacer para que esto nunca sucediera.

Como no encontraban la forma de asegurarse de que siempre se iban a querer, una


mañana se acercaron al tipi del gran jefe de la tribu para pedirle consejo.

Saludaron con cortesía al respetable anciano y Toro Bravo le contó su preocupación.

– Gran Jefe, hay algo que nos preocupa y necesitamos su ayuda. Nube Azul y yo nos
amamos muchísimo y queremos que nuestro amor jamás se termine. Deseamos
fervientemente que usted pida a los dioses que nos mantengan unidos para siempre.

El sabio jefe levantó la mirada y contempló con agrado a la feliz pareja. Después, con
su característica voz grave, les dijo lo que pensaba.

– No invocaré a los dioses, pero tengo que deciros que sí hay algo que podéis hacer.

Nube Azul sonrió a su enamorado y apremió al jefe para que les diera las instrucciones.

– ¡Hable, por favor, haremos lo que usted nos indique!

El anciano fue muy claro:

– Tú, Nube Azul, tendrás que subir la altísima montaña donde anidan los halcones y
buscar el más fuerte y hermoso de todos. Cuando lo encuentres, atrápalo con la ayuda
de una red y con muchísimo cuidado para no hacerle daño. Después esperarás en la
cima hasta que salga la luna llena, y tres días más tarde, bajarás al poblado y me lo
traerás sano y salvo.

La joven asintió.

– Así lo haré, señor.

El gran jefe suspiró y clavó su mirada en el joven.

– Tú, Toro Bravo, escalarás la escarpada y peligrosa montaña donde anidan las águilas
para encontrar la más robusta y valiente de todas. Como Nube Azul, sólo llevarás una
red y también esperarás en la cumbre hasta que la luna llena asome en el firmamento.
Tres días después, regresarás aquí con el águila sana y salva.
Toro Bravo también aceptó el desafío.

– Confíe en mí, señor.

Toro Bravo y Nube Azul se abrazaron y cada uno tomó un camino distinto. Los dos
estaban dispuestos a llevar a cabo la difícil misión para preservar su amor.

Pasaron los días acordados y los jóvenes se reencontraron en el camino de entrada al


poblado. Cada uno regresaba con un ave enorme bajo el brazo: ella con el más
hermoso halcón que pudo encontrar y él con el águila más fuerte que jamás se había
visto por aquellos territorios.

Cuando se presentaron ante el anciano estaban nerviosos y muy intrigados. Toro


Bravo, de nuevo, fue el primero en hablar.

– Aquí estamos, señor. Díganos qué tenemos que hacer con estas aves ¿Quiere que
nos las comamos? ¿Debemos soltarlas o quizá regalárselas a alguien?

El gran jefe negó con la cabeza.

– No, no, nada de eso. Lo único que tenéis que hacer es atarlas una a la otra por las
patas y observar.

La pareja no entendía nada pero obedeció la orden. Nube Azul cogió un trozo de
cuerda y, con ayuda de Toro Bravo, ató la pata derecha del halcón a la pata izquierda
del águila asegurándose de que el nudo fuera resistente. Después, se cogieron de la
mano y se quedaron mirando cómo las dos aves trataban de volar y no podían. Por
mucho que batían y batían las alas les resultaba imposible levantarse un palmo por
encima del suelo y mucho menos desplazarse por el aire.

De tanto intentarlo y debido a la angustia


de verse inmovilizados, los animales se
pusieron muy nerviosos y empezaron a
atacarse entre ellos a golpe de picotazos.

El anciano miró las caras asustadas de


Toro Bravo y Nube Azul y les dijo:

– Como veis es imposible volar cuando uno


está amarrado a otro. En el amor sucede lo mismo. Si queréis amaros eternamente,
volad juntos, acompañaos siempre, pero nunca os sintáis atados. Tenéis que ser
personas independientes para sentiros libres y poder dar lo mejor de vosotros mismos.
Éste es, por tanto, mi consejo: compartid vuestra vida pero jamás os sintáis prisioneros
el uno del otro. Sólo así lo lograréis.

Sin decir nada más, el gran jefe se agachó, cortó la cuerda, y dejó en libertad al águila y
al halcón.

El niño y la luz
En un pequeño y lejano pueblo de China vivía un niño llamado Kang. Sus padres eran
unos campesinos muy pobres así que los tres trataban de salir adelante como podían y
sin poder permitirse ningún tipo de lujo. Tenían algo de comida y un techo bajo el que
dormir, nada más.
El matrimonio soñaba con que algún día su hijo Kang pudiera estudiar. Ambos tenían
muy claro que no querían para él la vida que ellos llevaban y aspiraban a que tuviera un
futuro más prometedor en la ciudad.
Kang, consciente de esto, era un chico bueno, aplicado, inteligente y estudioso, pero
cada día se encontraba con un problema que le ponía las cosas todavía más difíciles.
Durante el día ayudaba a sus padres en las labores del campo, y cuando quería
ponerse a estudiar, ya era de noche. Esto resultaba un gran inconveniente para él
porque en su cabaña de madera no había luz artificial.

Estaba desesperado ¡Quería estudiar y sin luz no podía leer! Deseaba aprobar los
exámenes de la escuela y con los años poder ir a la universidad, pero mejorar su
educación a oscuras era totalmente imposible.

Un año llegó el crudo invierno y una noche se asomó a la ventana para ver el fabuloso
paisaje nevado. Estaba ensimismado cuando se dio cuenta de que la nieve emitía una
luz blanca muy tenue, muy bella pero casi imperceptible.

Kang, que era un muchacho muy listo, decidió aprovechar esa pequeña oportunidad
que le brindaba la naturaleza. Se puso un viejo abrigo, se calzó sus estropeadas botas
de cuero, cogió el material del colegio, y salió de la habitación caminando muy
despacito para no hacer ruido.

La capa de nieve era muy espesa pero, a pesar de todo, se tumbó sobre ella. Abrió uno
de sus libros y gracias a la luz blanquecina que reflejaba la nieve pudo leer y
aprovechar para aprender. El frío era infernal y sus manos estaban tan congeladas que
casi no podía pasar las páginas, mas no le importaba porque sentía que merecía la
pena el esfuerzo. Permaneció allí toda la noche y como ésa, todas las noches del
invierno.

El tiempo pasó rápidamente y un día los rayos de sol de la recién llegada primavera
derritieron la nieve. El pobre Kang observó con lágrimas en los ojos cómo su única
oportunidad de poder estudiar se disolvía ante sus ojos sin remedio.

Después de cenar se acostó pero debido a la preocupación no pudo dormir. Harto de


dar vueltas y más vueltas en la cama decidió salir a dar un paseo por el bosque en el
que había pasado tantas horas en vela.

¡La visión que tuvo fue increíble! Contempló emocionado cómo la primavera se había
llevado la nieve, sí, pero a cambio había traído un montón de luciérnagas que
iluminaban y embellecían las cálidas noches de marzo.

Se quedó un rato pasmado ante el hermoso espectáculo y de repente, tuvo una nueva
gran idea. Entró corriendo a su cuarto, cogió los libros y regresó al bosque. Se sentó
bajo un árbol de tronco enorme y dejó que las luciérnagas se acercasen a él.
¡Bravo! ¡Su luz era suficiente para poder leer! ¡Se sintió tan feliz! …
Una noche tras otra repitió la misma operación y estudió bajo la brillante luz de los
amigables bichitos. Gracias a eso pudo aumentar sus conocimientos y avanzar
muchísimo en sus estudios. El chico era pobre y no tenía recursos, pero gracias a su
sacrificio, esfuerzo y voluntad, consiguió superar una barrera que parecía insalvable.
Durante años estudió sobre la nieve en invierno y con ayuda de las luciérnagas en los
meses de primavera y verano. El resultado fue que consiguió superar todas las pruebas
y exámenes de la escuela con calificaciones brillantes.
Al llegar a la mayoría de edad entró en la
universidad y llegó a convertirse en un
hombre sabio y adinerado que logró sacar a
su familia de la pobreza. La vida le
recompensó.
Esta preciosa historia nos enseña que nunca
hay que venirse abajo ante las dificultades.
Con ilusión y esfuerzo casi todo se puede
lograr. Vence los obstáculos y lucha por tus
sueños. La vida te recompensará igual que al
bueno de Kang.

La balanza de plata
En un pueblo de España cuyo nombre nadie recuerda, un pequeño comercio de telas
cerró definitivamente y quedó abandonado por sus dueños. Pasó el tiempo y nadie
volvió a interesarse por ese local, por lo que poco a poco fue perdiendo el lustre de
antaño. Lo que había sido una bonita tienda en sus mejores días, se convirtió en un
bajo viejo y oscuro cerrado a cal y canto.

Un día, unos chiquillos que jugaban en la calle se dieron cuenta de que una de las
ventanas situadas sobre el antiguo escaparate, estaba rota. No lo dudaron: se subieron
unos encima de otros y consiguieron auparse hasta que lograron colarse por el agujero
del cristal.

¡Qué decepción se llevaron!…La vieja tienda estaba sucia y cubierta de polvo. Olía a
humedad, se veían telarañas por todas partes y no había más que un par de sillas
carcomidas por la polilla y algunos muebles desvencijados que ya no servían para
nada.

Ya se iban cuando uno de los muchachos descubrió que, tras el antiguo mostrador,
había una balanza muy extraña que tenía un misterioso adorno en el centro. Un
segundo después, seis caritas curiosas se arremolinaban a su alrededor para
contemplarla.

¡Qué maravilla!…Era una balanza de plata, estaba totalmente nueva y resplandecía


como si le hubieran sacado brillo con un trapo esa misma mañana.

Les pareció muy hermosa, pero ni de lejos se imaginaban que además, era una balanza
mágica. No servía para pesar alimentos como las demás balanzas del mundo, sino las
buenas y malas obras de todos aquellos que la tocaban.

Inocentemente, uno de los niños, que era un chico bueno y generoso, puso su manita
sobre el curioso adorno. El lado derecho de la balanza se inclinó y de repente, una
intensa luz iluminó la habitación. De su plato, comenzaron a salir cientos de estrellitas,
tantas como cosas buenas había hecho el pequeño durante su corta vida. Después, la
balanza volvió a equilibrarse y el resplandor desapareció.

Otro de los amigos que estaban allí, a quien todos consideraban un poco egoísta,
envidioso y vago, quiso intentarlo también. Tocó el adorno con su mano y la balanza se
movió hacia la izquierda, iluminándose de nuevo. Los destellos eran tan fuertes que
todos los niños tuvieron que mirar para otro lado cegados por la luz. Pero esta vez, del
plato de la balanza, comenzaron a salir espadas, tantas como veces se había portado
mal durante su vida.

Todos los muchachos de la pandilla fueron pasando en orden junto a la balanza para
conocer lo que ese objeto, que parecía sacado de un cuento de hadas, tenía que
decirles. Después, salieron disparados de allí para contarles a sus padres el genial
descubrimiento.

Como es lógico, pronto se corrió la voz y la balanza de plata se hizo famosa en toda la
comarca. Cada tarde antes de cenar, decenas de niños empezaron a acercarse a la
vieja tienda para admirarla y tocarla. Si les mostraba estrellas, sabían que habían sido
generosos, trabajadores y amorosos con sus padres, pero si por el contrario la balanza
les enseñaba espadas, comprendían que debían mejorar y hacer un esfuerzo por
portarse mejor.

Desgraciadamente, el paso del tiempo también afectó a la balanza y un día, de tanto


usarla, se estropeó. Todos los niños del pueblo lloraron de pura tristeza.

¿Qué iban a hacer ahora sin su querida balanza de plata?

La balanza vio las lágrimas de los pequeños, y por primera y última vez, les habló:

– Queridos niños y niñas, escuchadme, por favor. Durante meses os he mostrado


vuestros buenos y malos comportamientos. Mi única intención era haceros reflexionar.

La sabia balanza les miró fijamente y siguió hablando con delicada voz.

– En la vida tenéis que ser conscientes de vuestros actos, y creo que ya es hora de que
aprendáis a recapacitar solitos, sin mi ayuda. A partir de ahora, cuando por las noches
os metáis en la camita, pensad sobre todo lo que habéis hecho durante el día. Si sentís
que no os habéis portado demasiado bien, prometeos a vosotros mismos que
intentaréis mejorar. Luchad siempre por ser buenas personas y por perseguir vuestros
sueños ¡Hasta siempre, amigos!

En cuanto dijo estas palabras, la balanza


de plata se apagó para siempre. Todos
los niños se despidieron de ella con un
besito y después, muy apenados, la
dejaron allí, en el lugar donde la habían
encontrado, como muestra de respeto.

No volvieron a verla, pero jamás olvidaron


sus enseñanzas y la llevaron toda la vida
en sus corazones.
Los números
Un, dos, tres
Un, dos, tres
Son los números
son los números
si, si, si
Uno, dos, tres, cuatro
si, si, si
Son los números
son los números
si, si, si
El uno es un soldado haciendo la instrucción.
El dos es un patito que está tomando el sol.
El tres una serpiente que baila sin parar.
El cuatro es una silla que invita a descansar.
El cinco es un conejo que salta sin parar.
El seis es una pera redonda y con rabito.
El siete un caballero con gorra y con bastón.
El ocho son las gafas que usa don Ramón.
El nueve es un hijito atado a un globito.
El cero una pelota que acaba esta canción.

Palmas, Palmitas
Palmas, palmitas,
higos y castañitas,
azúcar y turrón
para mi niño/a son.

Palmas, palmitas,
que viene papa
palmas palmitas
que luego vendrá

Palmas, palmitas,
que viene papa
palmas palmitas
que en casa ya está
La pancita
Desde que yo estaba en la
pancita de mamita
tu me veías, tu me veías.

Y cuando estoy jugando


o durmiendo en mi camita
tu me ves y nunca me dejas.

Por eso yo digo gracias Señor,


por estar conmigo
y cuidarme con amor.
Por eso yo digo gracias Señor,
por estar conmigo
y cuidarme con amor.

Tengo, tengo, tengo


Tengo, tengo, tengo.
Tú no tienes nada.
Tengo tres ovejas en una cabaña.

Una me da leche,
otra me da lana,
y otra me mantiene
toda la semana.

Caballito blanco
llévame de aquí.
Llévame hasta el pueblo donde yo nací.

Tengo, tengo, tengo.


Tú no tienes nada.
Tengo tres ovejas en una cabaña.

El lobito bueno
Érase una vez
un lobito bueno
al que maltrataban
todos los corderos.
Y había también
un príncipe malo,
una bruja hermosa
y un pirata honrado.
Todas estas cosas
había una vez.
Cuando yo soñaba
un mundo al revés.
NIVEL DE INGLÉS
En una entrevista de trabajo:
- ¿Nivel de inglés?
- Alto
- Bien. Traduzca "fiesta".
- Party
- Perfecto. Úselo en una frase.
- Ayer me party la cara con la bicicleta.
- Contratado.

LE DICE UNA MUJER A SU...


Le dice una mujer a su marido:
- Si un león me atacara a mí y a mi madre, ¿a quién salvarías primero?
- Pues, ¡al león!

La Maldición
Como maldice un pollito a otro pollito?
• ¡Caldito seas!

COINCIDENCIAS
- Buenas le llamamos por una encuesta. ¿Su nombre?
- Adán.
- ¿Y el de su mujer?
- Eva.
- Increíble, ¿la serpiente vive aquí también?
- Si un momento. ¡¡SUEGRAA!!, la buscan...
Espejo en chino
¿como se dice en chino espejo?
-ahí toi
Pablito clavó un clavito. ¿Qué clavito clavó Pablito?

Como poco coco como, poco coco compro.

Erre con erre, guitarra; erre con erre, carril: rápido ruedan los carros, rápido el
ferrocarril.

Mariana Magaña desenmarañará mañana la maraña que enmarañara Mariana


Mañara

La gallina cenicienta en el cenicero está, el que la desencenice buen


desencenizador será
La Llorona
La llorona es una de las leyendas más conocidas en Guatemala y, aunque hay varios
elementos que no cambian, existen varias versiones sobre el origen de esta leyenda.
Uno de los elementos que permanece igual en todos los relatos es el nombre de la
Llorono y su procedencia. Es decir, en todas las leyendas la mujer lleva el nombre de
María y es criolla, es decir, hija de de españoles en época de la colonia. Así mismo, otro
de los elementos en común de las leyendas es que María contrajo matrimonio y que su
esposo viajaba mucho. Los elementos que varian es que, estando de viaje, Maria se
enamoro de un fontanero de nombre Juan de la Cruz y producto de este amor queda
embarazada. Otra de las versiones es que de la persona que se enamora es de un
mozo de su finca y la tercera versión es que María llevaba una vida de libertinaje y se
desconoce de quien queda embarazada. Las leyendas, casi todas de ellas, cuentan
que, una vez embarazada, puede ser de 1, 2 o inclusive 3 hijos, y preocupada de lo que
diría su esposo, Maria va al rio y ahoga a sus hijos. Luego de haber ahogado a su hijo o
hijos, a María le da cargo de conciencia y trata de rescatar a sus pequeños y termina
ahogada ella tambien. Otro de las leyendas cuentan que María regresa a su casa y al
darse cuenta de lo que había hecho corre por las calles gritando “mis hijos, mis hijos,
donde están mis hijos” con lagrimas en los ojos. Finalmente, las leyendas cuentan que
la llorona está condenada a buscar a sus hijos por toda la eternidad; asimismo, se
comenta que si se escucha a la llorona lejos es porque esta cerca y cuando se escucha
cerca es porque esta lejos.

El Sombrerón
Al igual que la Llorona, El sombreron es una de las leyendas más populares en
Guatemala y por lo tanto, tiene varios elementos similares y varios elementos distintos
en cada uno de los relatos. Todas las leyendas concuerdan en que el sombreron era
una hombre de pequeña estatura, que usaba un sombrero muy grande, siempre estaba
con una guitarra y tenía una voz maravillosa.
Cuentan las leyendas que el sombreron vio a una
mujer que lo deslumbro con su belleza, de ojos
oscuros y pelo negro. Al verla no puedo resistirse
y quiso enamorarla, por lo que se acerco a su
balcón y le cantó serenata. La mujer, a quienes en
algunas leyendas la llaman Celina, se enamoró de
este pequeño hombre con esta angelical voz a
quien esperaba todos los días. Celina dejo de comer esperando a la llegada del hombre
con la voz melodiosa. Los padres de Celina, preocupados, llaman a un sacerdote y al
ver que este no podía ayudarla, la llevaron a un convento. La muchacha murio de
tristeza y el dia del velorio apareció el sombreron cantando y llorando de tristeza. Desde
ese día, cuentan las leyendas que se puede escuchar al sombreron cantar con su
guitarra en las noches y busca a mujeres de pelo negro y ojos oscuros. Asi mismo, se
dice que para auyentar al sombreron de una mujer a la que persigue, a esta se le debe
de cortar el pelo.

La Ciguanaba
La ciguanaba, según cuentan la leyenda en su origen, era una mujer llamada
Sihuehuet, cuyo nombre significa mujer hermosa. Esta mujer tenia una relación con el
hijo de un Dios, del cual quedo embarazada. Pero Sihuehuet probo no ser una buena
madre, al contrario, fue una madre que no cumplia con sus obligaciones. A parte de ser
una mala madre, Sihuehuet tenía un amante. Al descubir esto, el hijo del Dios, llamado
Tlaloc, maldijo a Sihuehuet. La maldición consiste en que la mujer sería bella de lejos
pero una vez las personas se acercaran y la vieran de cerca seria una mujer horrible.
Esta leyenda continua estando vigente, ya que, según cuentan los relatos, la ciguanaba
es una mujer que parece hermosa a primera vista pero al acercarse tiene cara de yegua
o incluso de calavera. Se dice que la ciguanaba
persigue a los hombres que son infieles o
trasnochadores. Siguen contando las leyendas que la
ciguanaba atrae a los hombres a barrancos o lugares
desiertos para que las personas mueran al seguirla.
Otra de las versiones es que la ciguanaba mata del
susto a las personas o que, sino mueren, se vuelven
locas luego de verla.

El Cadejo
El cadejo es el animal legendario que cuida a los borrachos, especialmente a aquellos
que no pueden ni sostenerse en pie. Su forma es parecida a la de un perro, peludo con
los ojos rojos, patas de cabra y puede ser o
blanco o negro. El blanco es el cadejo bueno y
el negro es el malo. Muchas de las personas
indican que ambos cadejos cuidan a los
borrachos juntos, es decir, que ambos cadejos
estan juntos. El blanco aparece hechado junto a
la persona que se emborracha y el negro es
mas inquieto, pero cuando aparece un peligro,
ambos cuidan a la borracho.
El Carretón de la Muerte
El carro o carretón de la muerte, aparece según la leyenda, en las casas en las cuales
fallecerá una persona y, luego de fallecer, el carruaje llegaba a recoger al muerto. Una
de las leyendas cuenta que el carrauje es jalado por 2 caballos negros e incluso hay
gente que dice que los mismos sacan fuego de la boca. La persona que maneja el
carruaje va vestido totalmente de negro, haciendo que todo el carruaje sea de ese
color.
El adivino
Instalado en la plaza pública, un adivino se entregaba a su oficio. De repente se le
acercó un vecino, anunciándole que las puertas de su casa estaban abiertas y que
habían robado todo lo que había en su interior.
El adivino levantose de un salto y salió corriendo hacia su casa, desencajado y
suspirando, para ver lo que había sucedido.
Uno de los que allí se encontraban, viéndole correr le dijo:
-Oye, amigo, tú que te vanaglorias de
prever lo que ocurrirá a los otros, ¿por qué
no has previsto lo que te sucedería a ti?
El adivino no supo qué responder.
Moraleja: no hay que fiarse de aquellos
que dicen que pueden adivinar el futuro de
los demás. Tan sólo pretenden estafarnos
y quitarnos nuestro dinero.

El congreso de los ratones


Había una vez una familia de ratones que vivía en la despensa de una casa, pero
temiendo siempre los ataques de un enorme gato, los ratones no querían salir. Ya fuera
de día o de noche este terrible enemigo los tenía vigilados.
Un buen día decidieron poner fin al problema, por lo que celebraron una asamblea a
petición del jefe de los ratones, que era el más viejo de todos.
El jefe de los ratones dijo a los presentes:
- Os he mandado reunir para que entre todos encontremos una solución. ¡No podemos
vivir así!
- ¡Pido la palabra! - Dijo un ratoncillo
muy atento.
- Atemos un cascabel al gato, y así
sabremos en todo momento por dónde
anda.
Tan interesante propuesta fue aceptada
por todos los roedores entre grandes
aplausos y felicidad. Con el cascabel
estarían salvados, porque su
campanilleo avisaría de la llegada del
enemigo con el tiempo para ponerse a
salvo.
- ¡Silencio! – Gritó el ratón jefe, para luego decir:
- Queda pendiente una cuestión importante:
- ¿Quien de todos le pone el cascabel al gato?
Al oír esto, los ratoncitos se quedaron repentinamente callados, muy callados, porque
no podían contestar a aquella pregunta. Y corrieron de nuevo a sus cuevas-,
hambrientos y tristes.

Moraleja: es más fácil proponer ideas que llevarlas a cabo

La bruja
Érase una vez una bruja que se ganaba la vida vendiendo encantamientos y fórmulas
para calmar la cólera de los dioses.
Con esta promesa a la bruja no le faltaban clientes y conseguía grandes cantidades de
dinero de este modo de vida.
Pero un día fue acusada de ir contra las leyes y la
llevaron ante los jueces supremos del país.
Así, tras un juicio muy corto, la culparon y la
hicieron condenar a muerte.
Viéndola salir de la sala del juicio, una de las
personas presentes le dijo:
- Bruja, tú que decías poder desviar la cólera de los
dioses, ¿Cómo no has podido persuadir a los
hombres?
Moraleja: hay que ser precavido con quienes
prometen solucionar todo problema que tengas a
cambio de dinero pero son incapaces de arreglar
los suyos.

El ratón campesino y el rico cortesano

Un ratón campesino tenía por amigo a otro de la corte, y lo invitó a que fuese a comer a
la campiña.
Pero como sólo podía ofrecerle trigo y yerbajos, el ratón cortesano le dijo:
- ¿Sabes amigo que llevas una vida de hormiga? En cambio yo poseo bienes en
abundancia. Ven conmigo y a tu disposición los tendrás.
Partieron ambos para la corte. Mostró el ratón ciudadano a su amigo trigo y legumbres,
higos y queso, frutas y miel.
Maravillado el ratón campesino, bendecía a su amigo de todo corazón y renegaba de su
mala suerte.
Dispuestos ya a darse un festín, un hombre abrió de pronto la puerta. Espantados por el
ruido los dos ratones se lanzaron temerosos a los agujeros.
Volvieron luego a buscar higos secos, pero otra persona incursionó en el lugar, y al
verla, los dos amigos se precipitaron
nuevamente en una rendija para
esconderse.
Entonces el ratón de los campos,
olvidándose de su hambre, suspiró y dijo
al ratón cortesano:
- Adiós amigo, veo que comes hasta
hartarte y que estás muy satisfecho; pero
es al precio de mil peligros y constantes
temores. Yo, en cambio, soy un pobrete y
vivo mordisqueando la cebada y el trigo, pero sin congojas ni temores hacia nadie.

El lobo con piel de oveja


Pensó un día un lobo cambiar su apariencia para así facilitar la obtención de su comida.
Se metió entonces en una piel de oveja y se fue a pastar con el rebaño, despistando
totalmente al pastor.
Al atardecer, para su protección, fue
llevado junto con todo el rebaño a un
encierro, quedando la puerta
asegurada.
Pero en la noche, buscando el pastor
su provisión de carne para el día
siguiente, tomó al lobo creyendo que
era un cordero y lo sacrificó al
instante.
Moraleja: Según hagamos el engaño,
así recibiremos el daño.
Mi Mamá me lleva al colegio donde aprendo con mis amiguitos las clases, música
y los arpegios, Ya en casa comemos todos juntitos y en la noche, irnos a la
camita abrigaditos.

Nuestro amigo Caruzo es un payaso, y cuando está feliz se le cae la nariz.

Treinta días trae septiembre con abril junio y noviembre. De veintiocho sólo hay
uno. Y los demás treinta y uno.

Caballito blanco llévame de aquí, llévame a la tierra donde yo nací. Caballito


blanco dime la verdad. Yo te la diré si vienes aquí.

uno uno, viva puno dos dos, me llamo rosh tres tres, soy un pez cuatro cuatro,
cinco y seis.

Anda mungkin juga menyukai