La centralidad de la reflexión de Adorno respecto a la ilustración vislumbra una serie matices respecto a
su pensamiento político. Para ello parte de cuestionar que la ilustración es totalitaria, en tanto que
considera que la ilustración sólo “reconoce en principio como ser y acontecer sólo aquello que puede
reducirse a la unidad; su ideal es el sistema, del cual derivan todas y cada una de las cosas” (1994:62).
De ahí se puede comprender que debe existir una concordancia entre el sistema y el conocimiento de lo
contrario éste se vuelve autoritario: “El sistema propio de la ilustración es la forma de conocimiento que
mejor domina los hechos que ayuda más eficazmente al sujeto a dominar la naturaleza. Sus principales
son los de la auto conservación. La minoría de edad se revela como la incapacidad de conservarse a sí
mismo” (1994: 131).
A partir de lo anterior el autor sitúa la reflexión en la moral, considerando que la ilustración intentó
construir una moral basada en la razón a lo que Adorno la considera efímera e ineficaz en tanto que
“Ante la razón científica las fuerzas morales son ya, según el mismo Kant, impulsos y modos de conducta
no menos neutrales que las inmorales, en las que se convierten tan pronto como se orientan no a aquella
oculta posibilidad, sino a la conciliación con el poder” (1994:134).
Asimismo, Adorno problemátiza en torno a la separación de las pasiones de la razón, para lo cual
introduce la obra de Sade, y expone que Juliette es una contradicción misma de la ilustración ya que en
ella recaen las pasiones como una utopía que contrapone los ideales del cristianismo, poniendo así en
evidencia que el domino de la naturaleza se reproduce al interior de la humanidad.
Un punto importante que quiero resaltar es el estigma que emana sobre la debilidad de la mujer que es
colocada como inferior en el orden social, de ahí que el autor plantea que el odio hacia la mujer es similar
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al antisemitismo, a partir de lo cual se puede reflexionar cómo es utilizada la razón y lo que ha traído
consigo pues como señala Adorno: “Proclamando la identidad de razón y dominio, las doctrinas
despiadadas son más misericordiosas que las de los lacayos de la burguesía” (1994:163)
Con lo anterior notamos, que la demanda que se tiene hacia las industrias culturales las cuales están
encaminadas por las falsas necesidades impuestas que nos conducen hacia el consumo mediante los
estímulos que hacen que nos identifiquemos y consumamos ciertas mercancías, de esta manera también
se crean distinciones enfáticas que clasifican, manipulan y organizan a los consumidores pero siempre
habrá algo para todos, esto significa que la industria cultural podrá satisfacer los gustos y “necesidades”
de todos los consumidores, pues recordemos que su objetivo principal es su crecimiento económico.
Así pues, para la obtención de dicho crecimiento apelan a las emociones y sentidos de los consumidores
donde ellos no son dueños de su tiempo libre puesto que se manejan dentro de la paradoja de trabajo y
consumo, esto para intentar pertenecer y alcanzar las falsas promesas que las industrias culturales
ofrecen en sus productos efímeros, de esta manera se condiciona y sigue visible la división de clases en
la que la clases media se ve aprisionada por el intenso bombardeo de productos puestos en escena bajo
la lógica del espectáculo.
Por último, las industrias culturales pretenden tener paralizada a la sociedad puesto que nos ha vuelto
esclavos de la mercancía y a través de esta industria consumimos significaciones para entender, estar y
pertenecer a un mundo contradictorio, que nos vende cultura por medio del entretenimiento.
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El punto central que guía la reflexión del texto está enfocado en comprender cómo se históricamente se
ha instalado en el cuerpo de las mujeres lo que denomina acumulación originaria, concepto guía que
permite pensar, desde una crítica a Marx y Faucault, las condiciones históricas y lógicas del desarrollo
del sistema capitalista, de ahí que la acumulación originaria consistió en una inmensa acumulación de
fuerzas de trabajo.
Bajo esta lógica es que se comienza a concebir al cuerpo de las mujeres como una máquina de trabajo,
es así como se valida la subordinación de las mujeres al cuidado de los otros: “La devaluación del trabajo
femenino –que las mujeres que las mujeres realizaban para no depender de la asistencia pública- fue tal
que los gobiernos de las ciudades ordenaron a los gremios que no prestaran atención a la producción
que las mujeres (especialmente las viudas) hacían en sus casas, ya que no era real” (2010: 167). Esta
transición del feudalismo al capitalismo y las nuevas formas de trabajo, disciplinamiento y división de
fuerzas de trabajo lo define como “patriarcado del salario” que son las formas de invisibilización del
trabajo de las mujeres.
Asimismo, la autora realiza un esbozo del sistema de opresiones hacia el cuerpo de las mujeres, las cuales
cruzan dimensiones de lo cotidiano en tanto que no son procesos privados sino estructurales legitimados
a través de instituciones como la iglesia, la familia y el Estado a partir de mecanismos de control
enfocados en la criminalización del cuerpo femenino mermando cualquier posibilidad de autonomía, es
así que las prácticas que realizarán las mujeres eran vigiladas y controladas con el firme interés de
generar plusvalor.
Considero que este texto aporta a la reflexión en estos días en donde el cuerpo de las mujeres sigue
siendo considerado como blanco de violencia, justificando la opresión y control al ser catalogado como
inferior desde una histórica superioridad del cuerpo masculino, es así que la raza, el género, la clase y la
sexualidad son puntos clave que permite comprender como se gestan las desigualdades y formas de
opresión desde lo económico, social y lo religioso. Además pienso en la carga acumulada con la que
cargamos las mujeres al hacernos creer que debemos poder con todo, al cuidado de otros, al dar
incondicionalmente nuestro tiempo sumado a cumplir con el ideal de súper mujer anclado en las
desigualdades persistentes.
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Segato, Rita (2014). Las nuevas formas de guerra y el cuerpo de las mujeres, Puebla: Pez
en el árbol.
El eje central del texto es analizar las trasformaciones históricas que circundan la
informalización de la guerra del cual emerge lo que denomina pedagogía de la crueldad,
como una forma de instalar la violencia en los planos cotidiano de la vida y aprender a partir
de ella.
Para ello la autora expone la existencia de dos realidades, la primera realidad comprende
todo aquello regido por la esfera del Estado, es decir las cuentas claras, lo visible en las
cuentas de la nación, lo producido y comercializado. En contraste, la segunda realidad, es
operada por un segundo estado en cual se integran corporaciones armadas, sicaritos
organizados, que operan a nivel local con el objetivo de proteger la propiedad el comercio
ilegal, los capitales sumergidos a través de sus propias leyes, sus fuerzas de seguridad y
mecanismos de organización.
Lo anterior, permite situar el impacto de las nuevas formas de la guerra en la vida de las
mujeres, en las que se encuentran vinculados figuras, personajes de la escena de los
negocios, de los cargos de la política y administración pública, de la justicia y la policía. Es
de ahí donde emerge la pedagogía de la crueldad como una garantía de control territorial,
a través del cual se ha construido una mirada exterior sobre la naturaleza y los cuerpos, que
apuntan a exteriorizar la vida, colonizar y dominar la vida. En este sentido desde la
pedagogía de la crueldad se nos acostumbra a convivir con el sufrimiento, con la
devastación, con la crueldad aplicada sobre los cuerpos.
Así, la pedagogía de la crueldad ejercida en el cuerpo de las mujeres ha resultado un
mecanismo que valida la función de las prácticas violentas como una función pedagógica;
que tiende a regular los cuerpos, los comportamientos, colocando la ejemplaridad como un
mecanismo a través del cual se ejerce una clara crueldad sobre el cuerpo de las mujeres
mediante el control, el sometimiento, el dolor, sufrimiento, colocando el cuerpo femenino
como un espectáculo, con la finalidad de instalar la costumbre de observar la crueldad y la
violencia en lo cotidiano.
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La autora enfatiza en la necesidad de sujetos de lucha que toda lucha requiere, de ahí que
apunta a una sintaxis de lo político para expresar la idea de que en las luchas concretas
aparecen una o varias gramáticas, es así que por sintaxis se refiere al conjunto de reglas que
la organizan y la semántica como el puente para estudiar la relación entre lenguaje y la
realidad, esto significa la diferencia entre lo que se dice y lo que se hace.
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Hunt, S.; Benford, R.; D. (1994), “Marcos de acción colectiva y campos de identidad en la
construcción social de los movimientos”, en Laraña, E. y Gusfiel, J. Los nuevos movimientos
sociales. CIS, Madrid.
Reporte de lectura: ¿Qué hay de nuevo en los movimientos sociales? / Marcos de acción
colectiva y capos de identidad en la construcción social de los movimientos
En este sentido, Melucci plantea que las lógicas de acción de los nuevos movimientos
sociales se han trasladado al ámbito cultural contemplando en ella elementos de identidad:
etnicidad, género, territorio, el tiempo y el espacio del actuar cotidiano de las personas. De
tal manera que el campo de acción está situado en el poder de dominación que poseen los
actores en tanto sujetos históricos, es así que son los actores los que se convierten en
centros autónomos de acción y es desde ellos donde emergen las nuevas formas de
protesta.
Así, dentro de los nuevos fundamentos del poder se localizan los códigos, entendidos como
“conjunto de reglas formales para organizar el conocimiento”, de ahí que es en los códigos
donde emergen las nuevas formas de poder aunque su visibilidad es nula. Sin embargo, hay
que resaltar que es en ese espacio se anula la posibilidad de discurso. Es así que aparece la
incertidumbre a partir de contemplar la cantidad de información que transmitimos y
recibimos, de modo que es a través de la incertidumbre cambia el sentido de la acción
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Finalmente, el autor señala que los movimientos funcionan ante el resto de la sociedad
como una clase de médium con el objetivo de hacer evidente lo que el sistema no dice, es
así que los movimientos sociales hablan y cobran sentido a través de la acción, por lo que
los procesos de creación que emergen dan muestra de la creatividad de los propios actores
que permiten mediante la creación de mensajes que fomentan, refuerzan y visibilizan su
presencia en la vida diaria.
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Galloway, Alexander; Eugene Thacker (2007) The exploit. A theory of networks, (Electronic
Mediations 21), University of Minnesota Press, Minneapolis, London.
Desde esta concepción los nuevos medios no son sólo emergentes, sino que se integran a
la banalidad digital ya que es la base de la emergencia de fenómenos sociales, culturales y
políticos, y ahí donde se produce el efecto de ubicuidad y universalidad. Finalmente, una
interpretación final sitúa la discusión desde el argumento nominalista, con lo cual se
pretende analizar las acciones y efectos del nombrar, donde los medios interpretan un
papel importante en tanto que difunden y generan discursos que se reproducen y localizan
en otras geografías, de ahí que en complicidad con el gobierno son capaces de constituir un
nuevo enemigo, ya que es nombrado y difundido por ellos, en este sentido nombrar una
red significa también reconocer lo que hay alrededor de ella.
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Otro punto relevante del texto es la tipología que propone en torno a la estructura de las
redes y la política, es así que el primero se refiere a una política de simetría arraigada en
bloques de poder opuestos, en ella los bloques de poder luchan contra las redes
insurgentes, la segunda es un modelo de simetría en la que las potencias en red luchan
todas en contra.
Sin embargo, no todas las redes son iguales por lo que las relaciones de poder que gestan
son internamente inconscientes, asimismo, hay que señalar que el poder en red es aditivo
no exclusivo, por lo que dentro de ellas hay desigualdades, diferencias en sus propias
estructuras. El poder en red se basa de una dialéctica entre dos tendencias opuestas, una
que distribuye radicalmente el control en locales autónomos y el otro que sitúa el control
en jerarquías rígidamente definidas.