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Restaurar un edificio significa restablecerlo en un grado de integridad que pudo no haber

tenido jamás.
Viollet-le-Duc
Con esta cita, podemos entender perfectamente el criterio de restauración propuesto por
le-Duc. Un tipo de reconstrucción sui generis, donde la libertad y la invención tienen
especial presencia y donde lo que importa es la unidad formal, la unidad estilística y, sobre
todo, la forma ideal que tuvo o no el edificio

Legitima e impone reconstrucciones, sustituciones, adiciones o eliminaciones basadas


únicamente en analogías tipológicas y de estilo. Es un criterio que no se limita a la simple
manutención, reparación o reconstrucción como en el pasado, pues basándose en un
concepto de estilo como algo científicamente definible, trata de restituir en una arquitectura
alterada por el tiempo, degradada en sus materiales y sobre la que se ha actuado con
“errores” estilísticos, su condición primitiva, la pureza del estilo.

Significa esto, incluso, completar en el estilo correspondiente un edificio que hubiera


quedado inconcluso con una actitud típicamente decimonónica, que ve en el estudio del
pasado el descubrimiento y recuperación de una identidad nacional. En la Francia de este
periodo, el estilo que mejor cumple tales cometidos no puede ser otro que el gótico, ya que
muestra su estructura como fundamento lógico de la invención, es la máxima exaltación de
la capacidad artesanal y es el arte en el que el espíritu francés tiene la supremacía

Contar las piedras como se haría con las joyas de una corona; poner centinelas a su
alrededor, como se haría con las puertas de una ciudad asediada; zuncharlo por donde
empezara a debilitarse; estabilizarlo con puntales por donde se inclina sin considerar en la
fealdad del soporte, pues ello es preferible a un elemento o miembro perdido hacerlo
permanecer en pie reverentemente y continuamente y muchas generaciones nacerán y
pasarán bajo su sombra. Al final llegará su hora y que ningún deshonroso y falso añadido
lo prive del oficio fúnebre del recuerdo.
John Ruskin

Castillo de Pierrefonds
En el siglo XII se construyó un castillo en el lugar. Dos siglos después, en 1392, el
rey Carlos VI de Francia transformó el condado de Valois (del cual Pierrefonds era parte)
en un ducado y se lo concedio a su hermano Luís, duque de Orleáns. Desde 1393 hasta
su muerte en 1407, este último mandó reconstruir el castillo por el arquitecto de la corte,
Jean le Noir.
En marzo de 1617, durante el problemático reinado de Luís XIII, el castillo —entonces
propiedad de Francois-Annibal d’Estrées (hermano de Gabrielle d'Estrées), quien se había
unido al parti des mécontents (partido de los malcontentos) liderado por Enrique II, príncipe
de Condé— fue sitiado y tomado por las tropas enviadas por Richelieu, el secretario de
estado de la guerra. Se comenzó su demolición, pero no se terminó debido a la enormidad
de la tarea. Los trabajos exteriores fueron arrasados, los techos destruidos y se hicieron
boquetes en las torres y las murallas.
El castillo permaneció en ruinas durante más de dos siglos. Napoleón I lo compró en 1810
por menos de 3.000 francos. Durante el siglo XIX, con el redescubrimiento de la herencia
arquitectónica de de la Edad Media, se convirtió en una «ruina romántica». En agosto de
1832, Luís Felipe dio un banquete allí en ocasión del matrimonio de su hija Louise
con Léopold de Saxe-Cobourg Gotha, primer rey de Bélgica. Entre otros
artistas, Corot describió las ruinas en varios trabajos entre 1834 y 1866. El castillo ha sido
clasificado como un monumento histórico por el ministro francés de Cultura desde 1848, y
sigue siéndolo en la actualidad.
Luís Napoleón Bonaparte (luego Napoleón III de Francia) visitó el castillo en 1850. En
1857, ya como emperador, le pidió a Viollet-le-Duc que llevara a cabo la restauración. No
había dudas en cuanto a las reparaciones concretas de los sectores habitables, el torreón
y los anexos, y las pintorescas ruinas del frente se dejarían como decoración. En 1861 el
proyecto creció en escala: el soberano quería crear una residencia imperial, así que el
castillo sería completamente reconstruido.
Los trabajos, que costarían cinco millones de francos (de los cuales, cuatro millones
vendrían de los gastos de protocolo), se detuvieron en 1885, seis años después de la
muerte de Viollet-le-Duc. La partida de Napoleón III había detenido la construcción y,
debido a falta de fondos, la decoración de las habitaciones quedó sin terminar. En el
interior, Viollet-le-Duc produjo trabajos que eran más de su propia creación que de
restauración (con pinturas policromadas). Por otro lado en el exterior demostró un
excelente conocimiento de la arquitectura militar de la arquitectura del siglo XIV.

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