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José Luis Podestá

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Le dijo uno de la multitud: Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia.
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Mas él le dijo: Hombre, ¿quién me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor? 15Y les
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dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la
abundancia de los bienes que posee. 16También les refirió una parábola, diciendo: La
heredad de un hombre rico había producido mucho. 17Y él pensaba dentro de sí, diciendo:
¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos? 18Y dijo: Esto haré: derribaré mis
graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; 19y diré a mi
alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe,
regocíjate. 20Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has
provisto, ¿de quién será? 21Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios.

— Lucas 12:13-21

No hay nada malo en tener dinero, propiedades y bienes materiales, mientras no condescendamos
que esos bienes se conviertan en suplentes de Dios. Cristo nos ha prevenido: “Ninguno puede servir
a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o se llegará al uno y menospreciará al
otro; no podéis servir a Dios y a las riquezas.” (Mt. 6, 24).

En el Antiguo Testamento se insiste mucho en que debemos elegir entre Dios y los ídolos o falsos
dioses. En el Nuevo Testamento Jesús contrasta el dinero a Dios. Así que debemos cuidar que el
dinero no se nos convierta en un ídolo, cosa muy común hoy en día, en una sociedad tan
materialista, pero de un materialismo sin sentido, no con beneficio, si no el tener por el tener
mismo, que sustituya a Dios, y que sumado a vías poco honrosas para obtenerlo se transforma
casi en una exclusiva dedicación, empeño... hasta nuestro amor, logrando así suplantar a Dios,
transformándose en un “dios” para nosotros, tengamos cuidado a lo que lleva cuando
transformamos el amor debido a Dios a un amor neurótico por lo material.

Los bienes materiales no son malos en sí mismos, pues nos han sido suministrados por Dios. Y,
siendo esto así, significa que Dios es el Dueño, y nosotros somos solamente “administradores” de
esos bienes que pertenecen a El, de allí que cuando seamos juzgados se nos tomará en cuenta
cómo hemos administrado los bienes que Dios nos ha confiado.

“Porque el amor al dinero es la raíz de todos los males; lo cual codiciando algunos, se descaminaron
de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.” (1 Tim. 6, 10). Pero observemos que Pablo no
dice que el dinero mismo sea la cepa de todos los males, sino “el amor al dinero”, ese amor

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desordenado, casi cayendo a un amor lujurioso por lo material, ya que nuestro amor tiene que
dirigirse solo a Dios, no a lo material.

“¡Necio!”, exclama el Señor Jesús en su parábola sobre el hombre rico acumulador exagerado de
riquezas. Y le dijo Dios: “Necio, esta noche vienen a pedir tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién
será?”(Luc.12:20). Evitemos toda clase de mezquindad, porque la vida del hombre no depende de
la abundancia de bienes que ostente.

Cuantas veces, ese pronunciamiento de Cristo, que es tan cierto y tan evidente para todos, se nos
relega en un rincón de nuestra mente y de nuestra alma, si lo recordáramos cada día, ¡Que distinto
seria el mundo de hoy!, cuantas veces nos sorprende a muchos la muerte amando más al dinero
que a Dios o teniendo al dinero en el lugar de Dios.
¿Cómo somos los hombres y mujeres de hoy? ¿Seguimos los consejos de Cristo con relación a los
bienes materiales? ¿O ponemos todo nuestro ahínco en buscar dinero y en conseguir todo el que
podamos, para acumular y acumular? Y... para qué, si al llegar al mundo no trajimos nada, y cuando
nos vayamos de este mundo no nos llevaremos nada, ¿o creen que si se llevaran algo?

Tengamos cuidado en no torcer nuestro amor al verdadero tesoro que es Dios Uno y Trino, y
dejarnos morder por la víbora del materialismo espurio, olvidándonos del verdadero tesoro, con
esto no quiero decir que no debamos prever nuestro desarrollo personal, sostener dignamente a
nuestras familias y a nosotros mismos, incluso tener un ahorro para nuestras vidas y nuestras cosas,
lo que quiero enfatizar es cuando pasamos el limite de la realidad y la necesidad, el tener por el
tener, la destrucción del ser a costa del poseer, ¡cuidado! , que la línea es muy delgada, si no
estamos firmes en Cristo, podemos caer en ese sutil mordisco de la avaricia, y recuerda, ¿cuando
mueras te llevarás algo?, que Dios nos de la fuerza para ser fieles a su palabra y que sepamos ser
verdaderos y fieles administradores de los recursos que Él nos da.

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