Podemos
llenar la despensa y olvidarnos de hacer la compra durante una temporada. Podemos comer con la
seguridad de que el alimento está en buen estado y con buen aspecto. Sin los aditivos, no
podríamos vivir y alimentarnos tal y como lo hacemos hoy en día.
Los aditivos son los conservantes, los colorantes, los antioxidantes, los edulcorantes... hay muchos
tipos. Pero no son nada nuevo. Los hombres prehistóricos ya los usaban.
Por ejemplo, los primeros hombres ahumaban carnes y pescados porque habían observado que
duraban más tiempo. No sabían porqué, pero lo usaban porque les funcionaba. Hoy sabemos que
el aldehído fórmico presente en el humo es lo que reacciona con las proteínas de la carne e impide
su putrefacción.
Otro producto para conservar la carne y que usaban los romanos es la sal. Tampoco tenían
ninguna explicación para el fenómeno, pero la usaban y no solo porque duraba más tiempo la
carne sino que además no perdía su color rosa. Lo que ocurría lo sabemos hoy y es que la sal que
ellos usaban, recogida en los desiertos, contenía nitratos.
Los aditivos han gozado de mala fama durante años simplemente porque son sustancias químicas
que se añaden a los alimentos. La palabra química asusta al consumidor que si no es informado
correctamente desconfía.
Los aditivos han sido utilizados al mismo tiempo que el hombre pasaba de cazador a granjero.
Muy pronto tuvieron que enfrentarse al deterioro de la cosecha, de la carne, y los problemas del
almacenamiento.
2.000 años antes de Cristo ya utilizaban sustancias cuyas propiedades ”pavimentaban” todo tipo
de milagros.
A esto siguió el desarrollo de los aditivos, sin los cuales no hubiera sido posible erradicar ciertas
enfermedades o mejorar la seguridad de los alimentos.
La revolución industrial trajo el desarrollo industrial de los colores en Norteamérica en la mitad del
siglo XIX y el descubrimiento de los emulsionantes, levaduras y agentes gelificantes en la primera
mitad del siglo XX.
Durante la expansión de la industria del procesamiento de los alimentos, el uso de los aditivos se
extendió.
Desde que la comida que consumimos a diario contiene aditivos, las autoridades sanitarias han
estudiado el impacto de los aditivos en la salud.
La legislación europea asegura que los aditivos son inofensivos en la cantidad que se consume
normalmente. Sin embargo, cuando absorbemos durante largos períodos en altas cantidades,
algunos aditivos son sospechosos de causar malformaciones.
Por ejemplo, la toxicidad de los sulfitos (E221 al E 228), usados sobretodo en el campo de los
vinos, levanta controversia. Han sido relacionados con dolores de cabeza y alergias.