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EL EROTISMO DE DON QUIJOTE

" . . . hubo un hombre que se pasó la vida


eludiendo a la mujer concreta. . . una mu-
jer de carne y hueso puso sitio al anaco-
reta [y éste] lejos de atrapar a la que te-
nía enfrente se echó en pos... de un
pomposo engendro de fantasía".
JUAN JOSÉ ARREÓLA, Teoría de Dulcinea
Este epígrafe esboza l a p r o b l e m á t i c a afectiva de Alonso Q u i -
jano. E l texto d e l Quijote permite u n a profundización d e l tema que
puede centrarse, p r i n c i p a l m e n t e , en tres aspectos: las característi-
cas del personaje como t í m i d o erótico; su r e l a c i ó n con las mujeres;
y su i t i n e r a r i o p s í q u i c o , perceptible a l o largo de las dos partes de
la novela.

ALONSO E L TÍMIDO

E l texto cervantino presenta a u n h o m b r e de edad m á s que ma-


dura obsesionado p o r u n objeto amoroso ideal K Esto, que resalta
de inmediato, suele i m p e d i r que e l lector perciba estratos m á s pro-
fundos, ya n o condicionados por la intención p a r ó d i c a , sino perte-
necientes a l a u t é n t i c o dinamismo afectivo de l a c r i a t u r a novelesca.
L o amoroso genuino de esa criatura aparece, m u c h o m á s que en sus
palabras -convencionales e imitativas invocaciones a Dulcinea y
evocaciones de e l l a - en su actuación. Esa actuación revela que hay
en él u n erotismo n o r m a l aunque r e p r i m i d o , p o r causas y meca-
nismos p s í q u i c o s m u y complejos - c o m o siempre ocurre en tales ca-
sos- y m u y anteriores a la iniciación de la novela. E l hecho es que
Alonso Quijano tiene u n a fuerte y n a t u r a l inclinación amorosa. B i e n
sabe defender - y habla u n poco por cuenta p r o p i a - a l enamoradizo
caballero Galaor. Dice: " . . .yo sé que en ese caballero. . . aquello
de querer b i e n a todas cuantas b i e n le parecían, era condición na-
t u r a l , a q u i e n n o p o d í a i r a la m a n o " (1-18).

i Está conjuntamente obsesionado por la acción heroica y caballeresca, pero


hago deliberada abstracción del único aspecto que aquí he de sintetizar.
NRFH, XXVI EL EROTISMO DE DON QUIJOTE 469

E n el hidalgo Quijano, la represión amorosa se explaya en la


i n v e n c i ó n de una amada p r á c t i c a m e n t e inexistente - D u l c i n e a - , a
pesar de su p u n t o de apoyo en una m u j e r real y realmente amada
en u n tiempo que dura a ú n - A l d o n z a . T a l invención le permite,
a d e m á s , ignorar su i n h i b i c i ó n , que se disfraza con la noble aparien-
cia de fidelidad a la ú n i c a y perfecta bienamada. Los alardes de esa
f i d e l i d a d a Dulcinea aparecen cada vez que " l o eterno f e m e n i n o "
i n q u i e t a a D o n Quijote. Aparecen como una especie de autoexhibi-
cionismo de v i r t u d amorosa. Representan, en realidad, esa raciona-
lización enfermiza que consiste en apuntalar, con motivos aparente-
mente válidos, los movimientos p s í q u i c o s a n ó m a l o s y la conducta
p o r ellos provocada. D u l c i n e a - m u j e r ideal y abstracta- es el valla-
dar que Alonso Quijano se ha levantado para evadir toda aproxi-
m a c i ó n a la m u j e r real y concreta. L a entrega t o t a l a Dulcinea es el
p u n t a l consciente de su miedo, m á s a ú n , de su terror subconsciente
a la r e l a c i ó n erótica.
Ese temor está explícito en v a r í a s partes del Quijote. Dice el
h é r o e " . . . n o es posible que yo arrostre, n i por pienso, el casarme"
(1-30). E n otro sitio: " . . . n o soy casado, n i hasta ahora me ha ve-
n i d o el pensamiento de serlo. . . " (11-22). Y a p r o p ó s i t o de las bo-
das de Camacho y Quiteria se refiere al m a t r i m o n i o como a " u n
lazo que si una vez le echáis a l cuello, se vuelve en el n u d o gordia-
n o . . . " (11-19).
Pero la medrosa abstención está m á s patente en las actitudes d e l
h é r o e . P r i m e r o , ante la Aldonza plenamente r e a l : " . . . osaré j u r a r
con verdad que en doce años que ha que la q u i e r o . . . no la he visto
cuatro veces; y aun p o d r á ser que de esas cuatro veces n o hubiese
ella echado de ver la u n a que la m i r a b a . . . " (1-25) . D e s p u é s , res-
pecto a Aldonza-Dulcinea: D o n Quijote queda en la Sierra M o r e n a
y envía a Sancho al Toboso (el sitio real donde vive la m u j e r real,
Aldonza) con una carta para Dulcinea. Es una manera de atreverse
sin atreverse. Y ya en la segunda parte d e l l i b r o , con la sensación
de seguridad a d q u i r i d a en u n mes de reposo y reflexión, y con el
precipitado impulso i n i c i a l característico del t í m i d o , se lanza a bus-
car a D u l c i n e a en el pueblo de Aldonza. Pero a la vista del Toboso
el solterón vuelve a temer y se esconde- p r i m e r o tras la oscuridad
de la noche; y llegado el día, tras la persona de Sancho y entre una
frondosa arboleda (11-10). Pero el c l i m a x del temor p a t o l ó g i c o al
deseno-año amoroso se da cuando Sancho enfrenta al hidalgo no
precisamente con la realidad de Aldonza, pero sí con una realidad
que, m u y plausiblemente, p o d r í a ser la de ésta. A n t e la campesi-
na aue el escudero hace pasar ñor la eme busca D o n O u i i o t e éste
queda m u d o "con ojos desencajados y vista t u r b a d a " ^ se declara
" e l m á s desdichado de los hombres" y huye p s i c o l ó g i c a m e n t e de am-
470 TERESA AVELEYRA-S. NRFH, XXVI

bas mujeres: la real y la ideal (11-10 ss.). A q u í se i n i c i a el paulatino


despego de D o n Quijote hacia Dulcinea; despego que constituye
una de las muchas diferencias entre el p r i m e r Quijote y el segundo 2 .
O t r a característica del t í m i d o erótico es la exigencia de perfec-
ción en el objeto amoroso. C o n t a l exigencia se protege de u n ena-
moramiento que sólo es debido a l o perfecto-inexistente; pero si
a ú n l o asaltare el temor de apegarse a l o que s i m u l t á n e a m e n t e desea
y esquiva, su exigente perfeccionismo es una g a r a n t í a de que no
llegará a ese apego sin las m á x i m a s cautela y seguridad. Largo y
ocioso sería citar los innumerables pasajes en que D o n Quijote pun-
tualiza las perfecciones físicas de su dama ideal. Por otra parte, tales
pasajes tienen m u c h o m á s de inerte parodia que de operante "reali-
d a d " novelística. E n cambio, creo ú t i l hacer notar su obsesiva pre-
o c u p a c i ó n por la v i r t u d de la m u j e r - s í m b o l o . Se advierte su para-
d ó j i c a i n q u i e t u d al decirse seguro de la v i r t u d de Aldonza, dado " e l
recato y encerramiento con que su padre. . . y su m a d r e . . . la han
c r i a d o " (1-25). De D u l c i n e a dice que es "grave sin soberbia, amoro-
S3. con honestidad, agradecida por cortés, cortés por b i e n criada
finalmente alta ñor l i n a i e " (11-^2) Y ante la i n a u i s i c i ó n de
terceros sobre este l i n a j e afirma y reafirma que su ele-ida "es h i j a
de sus obras" y que su v i r t u d " l a puede llevar a ser r e i n a " (ibid).
N o p o d í a faltar a Alonso Quijano esa otra característica del sol-
terón, desde cierto á n g u l o simpática: la de ostentar su amor a la
l i b e r t a d propia de su estado. T r a e r é a cuento u n ejemplo. Para m í
está claro que D o n Quijote no fue indiferente al " e n a m o r a m i e n t o "
de A l t i s i d o r a , cosa que e j e m p l i f i c a r é m á s adelante. Sin embargo,
instantes después de haber eludido esa ocasión amorosa, proclama
el m á s satisfecho amor a la l i b e r t a d : " C u a n d o D o n Quijote se v i o
en la c a m p a ñ a rasa, l i b r e y desembarazado de los requiebros de
A l t i s i d o r a . . . volviéndose a Sancho le d i j o : L a l i b e r t a d , Sancho, es
u n o de los m á s preciosos dones que a los hombres dieron los cie-
los. . . " (11-58).
A pesar de esta ufanía, en varios pasajes se advierte en el hidal-
go cierta nostalgia de la vida de f a m i l i a y aun algo que no sé sí
llamar envidia í a r v a d a hacia quienes la disfrutan. M e l i m i t a r é a u n
caso clave en el que D o n Quijote actúa en forma desusada, y como
inspirada por una r i v a l i d a d que nada tiene de caballeresca. Los ca-
pítulos 16, 17 y 18 de la segunda parte refieren la relación entre
Alonso Quijano y Diego de M i r a n d a . Éste era justamente l o que

2 Desde el punto de vista de la elaboración de la novela, esto -como otras


muchas diferencias entre las dos partes- depende de la evolución cervantina
v de la de sus personajes. Uno y otros dejan de estar atados a los convenciona-
lismos de la parodia, para moverse con soltura creciente en el mundo de lo
novelístico.
NRFH, XXVI EL EROTISMO D E DON QUIJOTE 471

a q u é l h u b i e r a p o d i d o ser, de no mediar su trastorno p s í q u i c o : u n


terrateniente acomodado que ha formado una f a m i l i a y goza con
ella de afecto y de t r a n q u i l a bienandanza. E l gran parlamento f i n a l
de D o n Quijote, en e l c a p í t u l o 17, es solapadamente comparativo:
" T o d o s los caballeros tienen sus particulares e j e r c i c i o s . . . ; sirva a
las damas el cortesano. . . ; sustente a los caballeros pobres con e l
e s p l é n d i d o plato de su mesa. . . ; muéstrese grande, l i b e r a l y mag-
nífico y buen cristiano. . . 3 Yo, pues como me cupo en suerte ser
u n o d e l n ú m e r o de la andante caballería, n o puedo dejar de acome-
ter todo aauello aue a m í me careciere aue cae debajo de l a juris-
dicción de mis e j e r c i c i o s . . . " A d v i e r t o esa c o m p a r a c i ó n desenvol-
viéndose en la mente de D o n Quijote d u r a n t e la totalidad d e l epi-
sodio. L a aventura de los leones —que desaforadamente rompe el i n -
tervalo amable que representa la relación entre Alonso Q u i j a n o y
Diego de Miranda— me parece u n a reacción desesperada y exhibi-
cionista. Alonso quiere vencer el sentimiento de carencia e inferió-
rielad y se enfrenta
por ú n i c a vez en toda la novela— a u n grave
peligro plenamente real. Quiere ostentar l a superioridad de D o n
O u i j o t e , caballero andante, sobre D o n Diego, hidalgo sedentario,
pacífico v "bure/ués" De ahí las despectivas Dalabras aue dirio-e a
éste exabrupto en m e d i o de una de las m á s apacibles y gratas rela-
ciones que establece en su v i d a : " V á y a s e vuesa merced, señor h i d a l -
go a entender con su p e r d i g ó n manso v con su h u r ó n atrevido
Y deje a cada u n o hacer su oficio. Éste es el m í o y yo sé si vienen
a mí o no, estos señores leones".
U n a pincelada m á s en el retrato a n í m i c o d e l solterón manchego:
su insatisfacción erótica se manifiesta en u n casi d e l i r i o de perse-
cución amorosa. Esta supuesta persecución le satisface en forma sus-
t i t u t i v a . Suele hacer alarde de ella y, muchas veces, del " d e s d é n " y
" e n o j o " con que a ella responde. E n ciertos momentos, Alonso Qui-
jano el Bueno llega a tener asomos de dureza (en el caso de A l t i s i -
dora a p u n t a r í a al sadismo) para con las mujeres que " l o s o l i c i t a n " .
E n e l segundo Quijote esto es m á s n o t o r i o , dadas í a s circunstancias:
" ¡ Q u é tengo de ser tan desdichado andante, que no ha de haber
doncella que me m i r e que de m í n o se e n a m o r e ! . . . ¡Qué tenga de
ser tan corta la v e n t u r a de la sin par D u l c i n e a d e l Toboso, que n o
la han de dejar a solas gozar de la incomparable firmeza m í a ! . . .
¿Qué la queréis, reinas? ¿A q u é la acosáis, doncellas de catorce a
quince años? M i r a d , caterva enamorada, que para sola D u l c i n e a
3 Poco antes, Don Diego ha dicho de sí mismo: " . . . paso la vida con mi
mujer y con mis hijos. . . como con mis vecinos y amigos y muchas veces los
convido; son mis convites limpios y aseados, y no nada escasos... reparto de
mis bienes con los pobres. . . soy devoto de Nuestra Señora y confío siempre
en la misericordia infinita de Nuestro Señor" (11-16).
472 TERESA AVELEYRA-S. NRFH, XXVI

s o y . . . " (11-44). Y en o t r o lugar: " ¿ Q u é te parece, S a n c h o . . . ?


. . . P o r tus mismos ojos has visto m u e r t a a A l t i s i d o r a . . . con l a
consideración del rigor y d e l desdén con que yo siempre la he tra-
t a d o " (11-70).
Esta a c t i t u d obsesiva de Alonso Quijano se hace n o t o r i a a quie-
nes l o rodean. E l p r i m e r o en advertirlo es Sancho, pero q u i e n ex-
presa clara, aunque i r ó n i c a m e n t e , l o que ha observado es l a D u -
quesa: " . . . s e ñ o r D o n Q u i j o t e . . . , andad con Dios, que mientras
m á s os detenéis, m á s a u m e n t á i s el fuego en los pechos de las don-
cellas que os m i r a n . . . " (11-57) .

LAS MUJERES DE ALONSO

D o n Quijote posee - y a l o he d i c h o - una fuerte y n a t u r a l i n c l i -


n a c i ó n amorosa. L a r e p r e s i ó n la transforma en u n erotismo hiper-
estésico que funciona de dos maneras principales: sublimando al
objeto erótico hasta espiritualizarlo por completo; o d e j á n d o l o como
tal objeto erótico: deseable pero inaccesible, situado detrás de ba-
rreras p s í q u i c a s creadas por la mente misma d e l caballero.
Objetos eróticos sublimados son D u l c i n e a y todas aquellas m u -
jeres a las que busca o imagina como necesitadas de su protección
y a cuya a d m i r a c i ó n o g r a t i t u d - n o a su a m o r - aspira. Éstas apa-
recen en el p r i m e r Quijote. Objetos eróticos n o sublimados son A l -
donza (a la que la afectividad de D o n Quijote vuelve y vuelve a
pesar de Dulcinea) y otras mujeres reales a las que se aproxima, ya
no para socorrerlas, en el segundo Quijote4.
N o es necesario insistir en l a s u b l i m a c i ó n en el caso de D u l c i -
nea; sí es conveniente observar que ella es la idealización de una
m u j e r única e inconfundible, objeto de u n enamoramiento que, n o
por t í m i d o e i n c o m p l e t o , es menos verdadero. Alonso Quijano ja-
más confunde a Dulcinea-Aldonza con n i n g u n a de las bellas que
encuentra en su camino, n i siquiera con l a pastora Marcela o con
alguna de las fingidas zagalas de la égloga, mujeres que, por su con-
d i c i ó n o apariencia campesina y por e l marco agreste en que las
halla, p u d i e r a n asociarse, en su espíritu, a la "moza labradora de
muy b u e n parecer", lejana e idealizada, pero viviente en el Toboso.
A l o largo de sus primeras andanzas, A l o n s o Quijano tiene oca-
sión de sublimar a otras mujeres: a las "semidoncellas" Tolosa y
M o l i n e r a transforma en damas cuya a d m i r a c i ó n intenta despertar.

* Hay dos salvedades a la afirmación anterior: la hija del ventero, esa


mujer concreta, la más próxima a Don Quijote desde el punto de vista erótico,
aparece en la primera parte de la novela. Doña Rodríguez, que corresponde
a la segunda, pertenece a las dos categorías: mujer real que sobresalta el "re-
cato" del caballero, y viuda en desgracia cuya desventura toca a Don Quijote
remediar.
NRFH, XXVI EL EROTISMO D E DON QUIJOÍÉ 473

Se despide de ellas prometiendo "alguna parte de la h o n r a que al-


canzase por el valor de su brazo" y "ofreciéndoles nuevos servicios
y mercedes" (1-3). De la señora vizcaína que viaja a Sevilla hace
" u n a princesa" que va " h u r t a d a " y declara: " . . .es menester desha-
cer este entuerto a todo m i p o d e r í o " . D e s p u é s de "salvarla" se pre-
sura a presentarse: " . . . por que n o p e n é i s por saber e l n o m b r e de
vuestro libertador, sabed que yo me l l a m o D o n Quijote de la M a n -
cha" (1-8). "Puesta la mano en e l p u ñ o de su espada, en altas e i n -
teligibles voces" defiende a la pastora Marcela de sus acusadores,
y después va tras ella; e m p e ñ o en e l que n o cesa hasta haber "an-
dado m á s de dos horas [por el bosque], b u s c á n d o l a por todas partes
sin poder h a l l a r l a " (1-14 y 1 5 ) . E n la aventura de los dos ejércitos,
su intervención se debe nuevamente a una m u j e r , esta vez totalmen-
te imaginaria, que necesita su a u x i l i o : " l a h i j a de P e n t a p o l í n , que
es una m u y hermosa y a d e m á s agraciada señora, y es cristiana, y su
padre n o se la quiere entregar a l rey pagano. . . " (1-18). A Dorotea-
M i c o m i c o n a ofrece: " . . . con la ayuda de Dios y l a de m i brazo, vos
os seréis presto restituida en vuestro r e i n o . . . " (1-29). D u r a n t e su
ú l t i m a permanencia en la venta-castillo, D o n Quijote h a l l a su em-
pleo m á s satisfactorio en proteger a las mujeres: " . . . se ofreció a
hacer la guardia d e l castillo, porque de a l g ú n gigante y o t r o mal-
andante follón n o fuesen acometidos, codicioso del gran tesoro de
hermosura [Dorotea, Luscinda, Zoraida, Clara y la h i j a d e l "caste-
l l a n o " ] que en aquel castillo se encerraba" (1-42). Y ante la pro-
cesión que lleva una imagen de la Dolorosa, se lanza a socorrer y
l i b e r a r a tan "hermosa señora, cuyas l á g r i m a s y triste semblante d a n
claras muestras [dice] de que la lleváis contra su v o l u n t a d . . . " (1-52).
Pero t a m b i é n hay mujeres a las que Alonso Q u i j a n o ve como
tales, sin idealización alguna. E n p r i m e r lugar está la misma A l -
donza. A p a r t i r de ella ha creado a Dulcinea, pero n o la ha a n i q u i -
lado como objeto amoroso real y n o sublimado. Dos veces - u n a i n -
directa y otra d i r e c t a m e n t e - la busca en el Toboso, el pueblo en
que realmente vive; y en sus escasos desahogos acerca de ella se ad-
vierte que su amor dista de ser p l a t ó n i c o . D e n t r o de u n a conven-
cional descripción de su belleza, se trasluce u n dejo de erotismo que
pertenece ya a l mismo Alonso Quijano y n o a la intención p a r ó d i c a
de Cervantes: " . . . las partes que a l a vista e n c u b r i ó la honestidad
son tales. . . que sólo la discreta consideración puede encarecerlas,
y n o compararlas" (1-13). Y de otros pasajes puede deducirse que
el solterón deseaba unirse sexualmente a Aldonza y tener hijos de
ella. Por ejemplo, cuando la voz disfrazada del barbero le hace u n a
falsa profecía. T r a s o í r l a y creerla, Alonso Q u i j a n o q u e d ó "conso-
lado con l a escuchada p r o f e c í a ; porque luego c o l i g i ó . . . l a signifi-
cación de ella, y v i o que le p r o m e t í a n el verse a y u n t a d o . . . con su
474 TERESA AVELEYRA-S. NRFH, XXVI

querida Dulcinea del Toboso, de cuyo feliz vientre s a l d r í a n . . . sus


h i j o s . . . " (1-46).
E n la segunda parte de su historia, Alonso Quijano ve en las
mujeres que encuentra auténticas mujeres, por las que experimenta
la n o r m a l atracción. E n las palabras que les dirige ya n o hay el con-
vencional, arcaico y p a r ó d i c o "fermosa s e ñ o r a " , y si llega a haberlo,
por encima de él sustenta el caballero una a c t i t u d de contenido
galanteo que lo lleva a compararlas con l a sin par Dulcinea, cosa
que en el p r i m e r Quijote hubiera sido imposible. E n su desconcer-
tante escisión afectiva, necesita la p r o x i m i d a d femenina y se acoge
a ella para compensar su incapacidad de amar e s p o n t á n e a m e n t e .
A este respecto, el encuentro con la Duquesa es significativo.
Cervantes la presenta sólo como una hermosa cazadora vestida de
verde, pero luego hemos de conocer su retrato. E l texto habla de
"aquella tez de rostro, que n o parece sino una espada acilada y ter-
sa, aquellas dos mejillas de leche y c a r m í n . . . y aquella g a l l a r d í a
con que va pisando y aun despreciando el suelo. . . " (11-48). I n -
mediatamente antes de encontrarla, Alonso Quijano está "sepultado
en los pensamientos de sus amores". E n v i é n d o l a , experimenta por
ella u n a atracción que no disimula: " C o r r e , h i j o Sancho, y di a
aquella s e ñ o r a . . . que yo . beso las manos de su gran hermosura,
y que si su grandeza me da licencia, se las iré a besar y a servirla. . . ;
v m i r a Sancho c ó m o hablas • ve en buena hora v Dios te s u í e "
ttI-30) U n a p á r i n a después la llama "di-na señora de la hermosu-
ra y universal princesa de la c o r t e s í a " en t o n o t a l que el D u q u e
tiene que reconvenirle: " . . . a donde está m i señora Dulcinea del
Toboso, no es razón que se alaben otras hermosuras"; palabras a las
m í e Alonso O u i i a n o hace oídos sordos de m o d o nue Sancho tiene
oue contestarlas M á s adelante D o n Quiiote h a r á esta relación entre
ambas mujeres: " M á s venturosa y m á s conocida será en el m u n d o
Diilrinea nnr haberla alabado vuestra orandeza Thabla a la Dnrmesal
eme por todas las alabanzas que puedan darle los m á s elocuentes de
la t i e r r a " (II US Mientras el solterón se halla en la p r o x i m i d a d
de esta m u i e r no "sólo omite su P o n d e r é
D u l c i n e n i n ó Que elude hablar «fe ella ^ f o r z a d o a^ hacerlo mrere
nZZñe^lr Z recuerdo o reconocer r o m o d n d o J , s n V ^ t e r f r T a
" S e í L rSa Td^^
enTa r n á T f e i l a b r a d l a a^hlb^r ^eAe" m ^ Y L l a T
en la mas tea ^ r a t t o r a que nabiar se puede ( i l - á l ) . Y mas ade¬
" " L v ; •: ¿ r ! , f a r " ^ Z n 1 1 " 1 ™ ! ; ! ! ; •l
se ha de lleva? hasta el cabo"(11-32) averiguación
Su a c t i t u d ante otras mujeres que aparecen en la segunda parte
es t a m b i é n reveladora. E l f i n g i d o amor de A l t i s i d o r a l o lleva a una
verdadera crisis, cuya reminiscencia dura en su á n i m o hasta las pá-
NRI'H, XXVI E L EROTISMO DE DON QUIJOTE 475

ginas finales del l i b r o . H a y que notar su temor a la p r o x i m i d a d de


la atrevida doncella, su confesión de que los deseos de ésta "engen-
draron en [su] pecho c o n f u s i ó n " (11-58); su e m p e ñ o por demostrar
a Sancho, y q u i z á a sí mismo, que verdaderamente él, Alonso, p u d o
haber encendido el v i o l e n t o amor de la jovencita: " Y o , Sancho, b i e n
veo que no soy hermoso; pero t a m b i é n conozco que no soy disforme;
y bástale a u n hombre de b i e n n o ser monstruo para ser b i e n que-
r i d o , como tenga las dotes d e l a l m a . . . " (ibid.). E n otro lugar y
ante Roque G u i n a r t , sus palabras revelan el apego sentimental que
tiene a las prendas personales de A l t i s i d o r a que ésta le puso, m a ñ o -
samente, entre el equipaje (11-60) ; y de regreso de Barcelona, des-
pués de la conversación de Tosilos con Sancho, pregunta ansiosa-
mente a su escudero: " D i m e a h o r a . . . , ¿preguntaste a ese T o s i l o s . . .
q u é ha hecho Dios de A l t i s i d o r a : si ha l l o r a d o m i ausencia, o si ha
dejado ya en las manos del o l v i d ó l o s enamorados pensamientos. . .?"
Poco después parece dolerse d e l bloqueo erótico que se disfraza de
f i d e l i d a d a D u l c i n e a : " Y o n o tuve esperanza q u é darle n i tesoros
q u é ofrecerle, porque los m á s [ya n o todos, como h u b i e r a dicho en
el p r i m e r Quijote] tengo entregados a D u l c i n e a . . . " (11-67).
Es t a m b i é n notable su a c t i t u d ante otras mujeres. Las doncellas'
"hermosas como unas flores" que la Duquesa destina a su servicio
no son ya damas ideales sino mujeres de carne y hueso que despier-
tan, s i m u l t á n e a m e n t e , su deseo y su temor, hasta hacerle poner, ta-
jantemente - é l mismo l o expresa-, " u n a m u r a l l a en m e d i o de mis
deseos y de m i honestidad" (11-44). D o ñ a R o d r í g u e z , con toda su
dueñez a cuestas, levanta en él una tempestad s i m i l a r : " ¿ Q u i é n sabe
[se pregunta e l t í m i d o ] si esta soledad, esta ocasión y este silencio
despertará mis deseos?" Y aunque intenta tranquilizarse ( " ¿ P o r
ventura hay d u e ñ a en la tierra que tenga buenas carnes?"), t e r m i n a
diciendo a la m u j e r : " . . . n i soy de m á r m o l , n i vos de bronce, n i
ahora son las diez d e l día, sino m e d i a n o c h e . . . y en una estancia. . .
cerrada y . . . s e c r e t a . . . " (11-48).
Salidos amo y mozo d e l palacio ducal, el p r i m e r o tiene nueva
ocasión de galantear. A las dos rubias y fingidas pastoras, cuyo con-
vite acepta, pondera: " ¡ . . . he quedado a t ó n i t o en ver vuestra be-
lleza!" Cuando ellas - q u e saben ya de D u l c i n e a - declaran que " e n
toda E s p a ñ a le dan la palma de la hermosura", el hidalgo corrige:
" . . . si ya n o l o pone en duda vuestra sin i g u a l belleza". A f i r m a
que las falsas pastoras "son las m á s hermosas doncellas. . . que hay
en el m u n d o " y se ofrece a sostener t a l verdad con las armas en
la mano. E n todos estos galantes afanes, apenas si dos veces se acuer-
da de a ñ a d i r a los superlativos que aplica a l a belleza de las zagalas
- c o m o u n e s t r i b i l l o impuesto y gastado por la c o s t u m b r e - "excep-
tuando sólo a la sin par D u l c i n e a del T o b o s o " (11-58).
476 TERESA AVELEYRA-S. NRFH, XXVI

Ya hacia el f i n a l de su historia, cuando h a ido descendiendo por


los p e l d a ñ o s de la astenia y n o parece moverse m á s que por la iner-
cia d e l impulso recibido de otros, a ú n le i n q u i e t a la m u j e r . E n el
sarao barcelonés de D o n A n t o n i o M o r e n o , ante las insinuaciones de
dos mujeres "de gusto picaro", tiene que acudir a l a violencia, re-
curso del débil, para defenderse de sí m i s m o m á s que de ellas: " . . .
alzó la voz y d i j o : ¡ . . . Dejadme en m i sosiego, pensamientos m a l
venidos. A l l á os avenid, señoras, con vuestros deseos; que la que es
reina de los m í o s . . . n o consiente que ningunos otros que los suyos
me avasallen y r i n d a n ! " (11-62).
T r a t o al f i n a l el caso de la h i j a del ventero, por ser ú n i c o y cli-
m á t i c o . Alonso Quijano, herido, llega a la venta-castillo que tanto
significa en su historia. Cervantes cuenta que la m u j e r del ventero
"hizo que una h i j a suya, muchacha y de m u y buen parecer, la ayu-
dase a curar a su h u é s p e d " . Ésta y la criada del m e s ó n - l a famosa
M a r i t o r n e s - " h i c i e r o n u n a . . . cama a D o n Quijote en su camaran-
c h ó n " , o sea, en el desván de la venta (1-16). L a anécdota es b i e n
conocida: el iluso hidalgo imagina que la h i j a del ventero es una
n o b l e doncella, h i j a del señor del castillo, y se cree amado por ella.
C u a n d o Maritornes entra a l oscuro desván para meterse en la cama
de u n arriero que ahí mismo se aposenta y que le h a dado cita, tro¬
pieza con el lecho de D o n Quijote. Éste, que se ha sentido viva-
mente impresionado ñor la iovencita cree eme es ella la aue Ilesa
a su cama para tomar la i n i c i a t i v a amorosa. Y se r o m p e n , por breve
lanso las barreras n s í a u i c a s de su r e p r e s i ó n Dice el texto- " la
sintió v sentándose en la cama t e n d i ó ' l o s brazos para r e c i b i r
a su hermosa d o n c e l l a . . . , la asió fuertemente de una m u ñ e c a y t i -
r á n d o l a hacia s í . . . la h i z o ' sentarse sobre la. cama. T e n t ó l e luego la
camisa v t e n i é n d o l a b i e n asida con voz morosa v baia le comenzó
a d e c i r - O u i s i e r a hallarme en t é r m i n o s hermosa v alta señora de
poder pagar t a m a ñ a m e r c e d . . . L a moza forcejeaba por desasirse y
TVm O n i i n r p trahaiaba ñ o r tenerla " Cí-M\ Desde lueen en este
p a r l a m e n t o sale muy lueeo a r e l u c i r la f i d e l i d a d a Dulcinea aue
i m p i d e a l caballero el c u m p l i m i e n t o de su o b v i o deseo sexual; pero
n n n r a m m n a n u í SP V P fan rprra dp I n o r a r la r n n t n r a rlp «lis i n h i h i
^nerN^prelntamos a u é hubiera o c u r r i d o si D o n O u i i o t e n o
h X e r a estado herido v maltrecho v si el p u ñ e t a z o d e l arriero v el
ronsiSnente alboroto n o h u b i e r a n i n t e r r u m p i d o el tete a tete el aue
ía oscuridad p e r m i t i ó a Maritornes ser confundida corTía VrZanta
d o r a ^
cervanri^
m e n t ó n O u i i a n o O u en los r í s t r e a c o n a t m e ó n n o nnedl ÍZZ
aue é l e T t o ñ ^ t m Z ^ autentica v'sobresaHentP S í
Q m / X q ^
NRFH, XXVI EL EROTISMO DE DON QUIJOTE 477

m u j e r que el solterón se p e r m i t e desear; y que ella, a su vez, es l a


ú n i c a que pone en él u n interés p r ó x i m o a l interés amoroso. Queda
perfectamente claro que a q u í D o n Q u i j o t e "aprincesa" a una m u j e r
sin deshumanizarla n i s u b l i m a r l a O

D E ALDONZA A DULCINEA . . . Y VICEVERSA

Seguir paso a paso la trayectoria a n í m i c a de D o n Quijote sería


largo y minucioso. S i m p l i f i c o , pues, y tomo ú n i c a m e n t e sus momen-
tos culminantes y decisivos.
E l p r i n c i p i o de l a novela muestra el c l i m a x del trastorno men-
t a l del protagonista, que aparece como el desdoblamiento de A l o n -
so Q u i j a n o en D o n Quijote de la Mancha. Ese c l i m a x presupone
u n i t i n e r a r i o p s í q u i c o que n o fue la i n t e n c i ó n de Cervantes mos-
t r a r pero que es, en su l í n e a fundamental, evidente. C u a n d o el autor

« De paso, me parece interesante mirar la otra cara de la moneda, es de-


cir, lo que Cervantes apunta de la corriente anímica que va de la muchacha
hacia el hidalgo. E l interés de ésta se muestra de inmediato: "¿Qué es caba-
llero aventurero?" (1-16), pregunta. Y en su interrogante hay algo más que
mera curiosidad, como Cervantes señala al singularizar a este personaje entre
todos: "Estábanle mirando [a Don Quijote] todos cuantos había en la venta;
mirábale también la hija del ventero" (1-17). M á s adelante volverá a desta-
carla empleando el procedimiento que, dentro de su estilo, está reservado para
revelar las intimidades de Don Quijote y de Sancho: el diálogo. Cuando, ausen-
tes ambos, en la venta se discute sobre la quijotesca enfermedad de amor: " - Y
a vos ¿qué os parece, señora doncella? -dijo el Cura hablando con la hija del
ventero-. No sé lo que me hiciera - r e s p o n d i ó ella-, . . .las lamentaciones que
los caballeros hacen cuando están ausentes de sus s e ñ o r a s . . . en verdad que al-
gunas veces me hacen llorar, de compasión que les tengo —Luego ¿bien las
remediarais vos, señora doncella... si por vos lloraran? - N o sé que me hiciera
—respondió la moza—; sólo sé que hay algunas señoras de aquellas tan crue-
les. . . vo no sé eme eente es aquélla, tan desalmada v tan sin conciencia aue
por no mirar a un hombre honrado [no dice: a un "caballero"] le dejan que se
muera o que se vuelva loco" (1-32). Durante los turbulentos sucesos en
Don Ouiiote es objeto eeneral de cóleras o de burlas "la hiia callaba v de
cuando en cuando se sonreía" (1-35). Más adelante, cuando el caballero hace
la guardia de la venta-castillo, la hija y Maritornes "determinaron las dos de
hacerle aleuna burla o a lo menos de casar un D O C O el tiemno nvpndnle
E l caso es que la hija se limita a escuchar en silencio el larguísimo desahogo
de Don Ouiiote sobre sus desdichas amorosas v oue la cruel hurla mip S P «
gue corresponde a Maritornes en la invención y la ejecución (1-43) Cuando
el ventero tiene ureente necesidad de auxilio sólo la hiia pqnonfánpa v mn
fiadamente lo nide a Don Ouiiote- "Socorra'vuestra merced s^ñor cahlllem
nnr b virtud nne Dios le dio a mi nobre nadre " (144^ F i n Z n 7 Z '
hTrne .alede la venta nara no volver a ella' las res m n i e r e s T 1. r n U ^ l "
, n Z"LTla hiia^ salen "a desnedirse de Don Ouiiote fínenendn „ , ! T
S n de dolor de su deserada" íim T a l vez ésta la única figura de rrmier
^ V l T 1 ! realmente novelís ca aunoue inVomnleta h n h i e r ,
íegar a ser tí^^^tTíei^nim dk a^P' incompleta, nuoiera podido
478 TERESA AVELEYRA-S. NRFH, XXVI

nos dice que al hidalgo " . . . d e l m u c h o leer se le secó el cerebro,


de manera, que v i n o a perder e l j u i c i o " (1-1), no está expresando
la causa del desequilibrio, sino u n s í n t o m a del mismo, ya avanzado.
Ese n o c t u r n o y desaforado leer para v i v i r en el m u n d o a r t i f i c i a l de
lo l e í d o es i n d i c i o de una a l i e n a c i ó n , de u n a anormalidad afectivo-
emotiva largamente incubada. A l llegar a ese climax, el personaje,
s i m u l t á n e a m e n t e , expulsa o trata de expulsar de su conciencia a l
objeto real que l o p e r t u r b a : A l d o n z a Lorenzo, y lo sustituye por
o t r o eróticamente inocuo: D u l c i n e a d e l Toboso. Pasada la p r i m e r a
serie de sus "aventuras" - v i v i d a s todas en función de D u l c i n e a -
llega a la Sierra M o r e n a y decide penar allí por su dama, como
A m a d í s por l a suya en e l r e t i r o de la P e ñ a Pobre. Hasta a q u í , ha
i d o de Aldonza a Dulcinea. Pero la soledad sin aventuras es m o n ó -
tona y obliga a pensar. Esto, j u n t o con e l encuentro y l a plática de
Cardenio - " l o c o " de amor en esa misma soledad-, suscita en el
caballero u n importante cambio p s í q u i c o . N o deja su monomaniaca
evocación e i m i t a c i ó n de los caballeros andantes, pero llega a ex-
presar repetidamente, por única vez en toda l a obra, la i d e n t i d a d
de l a labradora con D u l c i n e a . Es m á s , e n v í a a su amada una carta
real, con u n mensajero real, a l lugar en que realmente vive. P o d r í a
decirse que Aldonza ha v u e l t o a ser aceptada en la psique consciente
de Alonso. Así, éste da el p r i m e r paso en su i n t e r m i t e n t e evolu-
ción de l o i r r e a l a l o real, de D u l c i n e a a Aldonza. Hago abstrac-
c i ó n de los complejos y largos sucesos de la. venta y del "encanta-
m i e n t o " de D o n O u i i o t e aue l o devuelve ñor u n mes a su l u < w v
casa- v l o haeo porque en todo esto e l héroe asténico es m a n i p u -
l a d o ' p o r otros E n ese mes de reposo cobra e'nerda v se autodeter-
m i n a directa v precisamente a buscar a A l d o n z a - a u n q u e la si-a
l l a m a n d o D u l c i n e a - en el Toboso. Ya he dicho c ó m o vuelve a t°e-
mer v a ocultarse- ahora a ñ a d o nue la r r i o u i ñ u e l a de Sancho le da
la o p o r t u n i d a d de disfrazar este nuevo brote de su enfermizo temor
S e n T aue ^
Aldonza es m a c c e ^ i b l X o w u e Z p a X l T e r p r o m o Don Ouf
£ t e í el nue e s t í ^ n c a n t ' a d í n o i e n : 1bertad nam hacer de su per"
sona l o aueouSer7 " (1 49^ U n a vez encantada Alanza
n n í r i r l rLnde í a 'facultad HeVesnonnVr o rnrr^snnnd.r * Mnn
í Aon On^ote P o I r t a n t ^ en un,"
n en otra fnrrna' T a l c e r t e ^ b s n e W v í e f n e r l a ía renresión eróHra
del peSona^e"aunque: de manera cadZ vez m á s precaria
Efectivamente, toda la segunda parte de la novela es la historia
de l a obsesión de D o n Quijote por e l "desencantamiento" de D u l -
cinea, es decir, de l a obsesión de A l o n s o p o r la r u p t u r a del bloqueo
que l o separa de la m u j e r concreta. N o creo que t a l interpretación
sea demasiado aventurada; e l texto le ofrece u n fuerte apoyo. E n
NRFH, XXVI EL EROTISMO DE DON QUIJOTE 479

el c a p í t u l o 58 de la segunda parte, el héroe p r o n u n c i a estas pala-


bras: " . . . yo hasta ahora n o sé l o que conquisto a fuerza de mis
trabajos; pero si m i D u l c i n e a del Toboso saliese de los que padece,
m e j o r á n d o s e m i ventura y a d o b á n d o s e m e el j u i c i o , p o d r í a ser que
encaminase mis pasos p o r mejor camino del que l l e v o " . A q u í , por
ú n i c a vez antes de su cordura f i n a l y d e f i n i t i v a , Alonso Quijano
reconoce su trastorno m e n t a l y habla de la posibilidad de verse l i -
bre de él. Es de notar que t a l posibilidad de cordura está asociada
con la del "desencantamiento", es decir, la accesibilidad p s í q u i c a
de la m u j e r - s í m b o l o . M á s a ú n , e l hidalgo habla de esa p o s i b i l i d a d de
salud m e n t a l ( " a d o b á n d o s e m e el j u i c i o " ) y de dicha ( " m e j o r á n d o s e
m i v e n t u r a " ) , como una consecuencia de esa accesibilidad de l o fe-
m e n i n o «. Esta d e c l a r a c i ó n de D o n Quijote ha llamado la atención
de muchos comentaristas. A m a d o Alonso, por ejemplo, llega a su-
gerir que a q u í se i n s i n ú a la idea de u n D o n Quijote curado de su
m o n o m a n í a , y a u n casado.
E l hecho es que Alonso Quijano, en las ú l t i m a s p á g i n a s de su
historia, ya n o se oculta n i e n v í a a Sancho como vanguardia de su
amorosa ansiedad. E n la postrera jornada de amo y criado " n o topa-
r o n m u j e r n i n g u n a que n o iba [ D o n Quijote] a reconocer si era
D u l c i n e a d e l T o b o s o " (11-72). Cierto es que sigue l l a m a n d o D u l -
cinea a la m u j e r real que, ahora sí, desea encontrar; pero cierto es
t a m b i é n que n o la busca, pasajera en a l g ú n " c a r r u a j e " o resguar-
dada en a l g ú n " c a s t i l l o " , sino caminante a pie por los senderos de
l a Mancha. Esta b ú s q u e d a resulta i n ú t i l y el solterón vuelve a su
casa para m o r i r negando a Dulcinea, y sin haber tenido tiempo para
encontrar a Aldonza.
Dice A m é r i c o Castro: " L a m u j e r es para Cervantes [se refiere a l
escritor, n o a l h o m b r e ] el m á s tremendo i m p e r a t i v o v i t a l , contra el
que suelen estrellarse los pocos avisados; l o femenino o da lugar
a dulce y apacible a r m o n í a , o es t é r m i n o funesto y desastrado. Para
Cervantes n o son ellas ú n i c a m e n t e seres blandos y suaves necesita-
dos de la protección masculina. L a m u j e r es u n t e m i b l e p r o b l e m a " '.
Esta a f i r m a c i ó n , aplicable a la totalidad de la obra cervantina, l o
es m u y especialmente a l Quijote. Su protagonista es u n o de estos
"poco avisados" para quienes la m u j e r es " e l m á s t r e m e n d o impe-
r a t i v o v i t a l " y t a m b i é n , por desgracia, " t é r m i n o funesto y desas-
trado".
TERESA AVELEYRA-S.
E l Colegio de México.

6 Aquí cabría alguna puntillosa discusión sobre el uso cervantino de los


gerundios en este parlamento. Dudo que pudiera llegarse a conclusiones. E n
todo caso éstas no afectarían al amplio significado de tan singulares palabras.
7 El pensamiento de Cenantes, Madrid, 1925, pp. 383-384.

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