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Ciencia política

contemporánea

Isabel Diz Otero


Marta Lois González
Amparo Novo Vázquez
Copyright © 2012. Editorial UOC. All rights reserved.

Diz, Otero, Isabel, et al. Ciencia política contemporánea, Editorial UOC, 2012. ProQuest Ebook Central,
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Diseño de la colección: Editorial UOC

Primera edición en lengua castellana: enero 2012

© Isabel Diz Otero, Marta Lois González, Amparo Novo Vázquez del texto
© Imagen de la cubierta: Istockphoto

© Editorial UOC, de esta edición


Rambla del Poblenou 156, 08018 Barcelona
Copyright © 2012. Editorial UOC. All rights reserved.

www.editorialuoc.com

Realización editorial: Anglofort, SA


Impresión: Book-Print

ISBN: 978-84-9788-489-1
Depósito legal B. xx.xxx-2012

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copiada, reproducida, almacenada o transmitida de ningún modo ni a través de ningún medio,
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sin la previa autorización por escrito de los titulares del copyright.

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Autoras

Isabel Diz Otero


Doctora en Ciencia Política y profesora de la Facultad de Ciencias políticas y Sociales
de la Universidad de Santiago de Compostela. Desarrolla su actividad investigadora en
el campo de los estudios de género, parlamentos y elites políticas. Ha participado en diferentes
proyectos de investigación financiados en convocatorias públicas autonómicas y nacionales.
En concreto, en los últimos años ha dirigido el proyecto de investigación titulado Las políticas
públicas de igualdad entre hombres y mujeres en el ámbito local financiado por la Xunta de Galicia.
Cuenta con diversas publicaciones en colaboración con Marta Lois González, entre ellas, ¿Han
conquistado las mujeres el poder político? un análisis de la presencia de las mujeres en las instituciones
autonómicas, Catarata, (2012, en prensa); Lois, M. & I. Diz (2010) “La influencia de las políticas
públicas de igualdad en la toma de decisiones: un análisis de los informes de impacto de género”,
Revista AECPA, pp.107-136; M. Lois e I. Diz. Eds. (2007), Mujeres, instituciones y política, Barcelona,
Ed. Bellaterra.

Marta Lois González


Doctora en Ciencia política y profesora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
por la Universidad de Santiago de Compostela. Desarrolla su actividad investigadora
en el campo de la teoría política contemporánea, género, poder, toma de decisiones y políticas
públicas de igualdad. Cuenta con diversas publicaciones en estos ámbitos. Además, desde finales
del año 2009 coordina el nuevo Grupo Interuniversitario de Innovación docente en ciencias Jurídicas
e Sociales bajo el cual se están desarrollando diferentes proyectos.

Amparo Novo Vázquez


Doctora en Ciencia Política por la Universidad de Santiago de Compostela y profesora
en el Departamento de Sociología de la Universidad de Oviedo. Desarrolla su actividad
investigadora en el ámbito de la comunicación política, élites políticas, sociología
de la alimentación y estudios de género. Cuenta con diversas publicaciones en estos ámbitos
como: González, Juan Jesús y Novo, Amparo (2011). The Role of the Media in a Contex
of Political Participation. Comunicación y Sociedad vol. XXIV nº 2; Novo, Amparo, et al (2011).
La participación política de la mujer. Un estudio de caso, Revista de Sociología e Política, vol.19, n.38
o Novo, Amparo (2010). El camino hacia el empoderamiento político de las mujeres. Revista
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de Estudos Feministas, vol, 18 n.3. Ha participado en varios proyectos de investigación financiados


en convocatorias públicas regionales, nacionales e internacionales.

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©  Editorial UOC 7 Índice

Índice

Introducción................................................................................................ 9

Capítulo I.  El estudio científico de la política.......................................... 11


Introducción............................................................................................ 12
Qué es la Ciencia política........................................................................ 13
La Ciencia política como ciencia empírica.............................................. 16
Principales enfoques de la Ciencia política............................................. 19
Líneas de debate. Presente y futuro de la Ciencia política...................... 32

Capítulo II.  El Estado como organización política................................. 39


Introducción............................................................................................ 41
La definición de Estado............................................................................ 42
Los atributos del Estado........................................................................... 43
La organización territorial del Estado...................................................... 48
Líneas actuales y futuras de debate.......................................................... 56

Capítulo III.  Los regímenes no democráticos.......................................... 63


Introducción............................................................................................ 65
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Concepto.................................................................................................. 66
Debate y clasificaciones........................................................................... 67
La tipología de Linz: totalitarismo y autoritarismo................................. 68
Otros regímenes no democráticos........................................................... 76
Líneas actuales y futuras de debate.......................................................... 81

Capítulo IV.  Las democracias.................................................................... 91


Introducción............................................................................................ 92
Democracia y poliarquía en Robert Dahl................................................ 94
Tipologías de sistemas políticos democráticos........................................ 103
Desafíos y déficits de las democracias contemporáneas.......................... 115

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©  Editorial UOC 8 Ciencia política contemporánea

Capítulo V.  Participación política y movimientos sociales.................... 123


Introducción............................................................................................ 125
Conceptos ............................................................................................... 126
Participación política y democracia......................................................... 127
Tendencias y evolución en la participación............................................ 130
Factores que explican la participación política....................................... 134
Los movimientos sociales........................................................................ 136
Aproximaciones teóricas.......................................................................... 137
Viejos y nuevos movimientos sociales.................................................... 140
Líneas actuales y futuras de debate.......................................................... 142

Capítulo VI.  Partidos y sistemas de partidos........................................... 153


Introducción............................................................................................ 155
Definición de partido............................................................................... 156
El origen de los partidos........................................................................... 158
Modelos de organización de partido....................................................... 166
Los sistemas de partidos........................................................................... 171
La crisis de los partidos............................................................................ 175
Líneas actuales y futuras de debate.......................................................... 178

Capítulo VII.  Elecciones y representación: parlamentos y gobiernos... 185


Introducción............................................................................................ 186
Sistemas electorales y elecciones............................................................. 188
El poder legislativo: parlamentos............................................................. 196
El poder ejecutivo: gobiernos y administraciones públicas..................... 202
Líneas actuales y futuras de debate.......................................................... 205

Capítulo VIII.  Las políticas públicas......................................................... 215


Introducción............................................................................................ 216
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¿Qué son las políticas públicas?............................................................... 219


El ciclo de las políticas públicas............................................................... 221
Principales enfoques en el estudio de las políticas públicas.................... 229
Líneas actuales y futuras de debate.......................................................... 235

Capítulo IX.  Comunicación política y opinión pública......................... 241


Introducción............................................................................................ 243
Conceptos . ............................................................................................ 244
El papel del sistema de medios en la comunicación política.................. 247
La influencia de los medios (1): la mediatización de la vida política...... 250
La influencia de los medios (2): la construcción mediática de la política..... 253
Líneas actuales y futuras de debate.......................................................... 258

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©  Editorial UOC 9 Introducción

Introducción

Este manual tiene por objetivo abordar la política como materia de estudio, una
actividad rica y apasionante que requiere un análisis preciso y sistemático. La políti-
ca, queramos o no, forma parte de nuestras vidas y constituye un ámbito diferencia-
do respecto a otros términos como lo social o lo económico. Este volumen busca ofre-
cer un amplio panorama introductorio sobre temas y debates centrales de la Ciencia
política, trata de llenar al mismo tiempo un vacío persistente en el mundo de la
academia, motivado fundamentalmente por la gran distancia mantenida entre la
investigación y la docencia. Y es que en general, los intercambios que habitualmente
mantienen los politólogos y politólogas remiten al ámbito de la investigación, no a
la enseñanza. Esta última, continúa viéndose como una obligación en clara asimetría
con la primera. En este sentido, ha habido grandes avances en materia de publicacio-
nes y nuevas investigaciones, pero sin embargo, respecto a la docencia los esfuerzos
parece que han sido mucho menores. No contamos con aportaciones significati-
vas acerca de cómo enseñar mejor Ciencia política y qué medios debemos utilizar.
Debemos recordar que la existencia de alumnas y alumnos a los que se les
debe orientar en el aprendizaje politológico constituye la columna vertebral del
rol del profesorado en el marco de la universidad, de este modo, también es ne-
cesario avanzar y mejorar los medios de enseñanza en la Ciencia política. Precisa-
mente, de la experiencia docente surge este manual entendido como una aventu-
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ra colectiva, compartida por aquellas personas que tienen la función de enseñar y


por quienes se proponen aprender.
Si bien es cierto, que el mercado editorial de habla española se ha visto enri-
quecido en los últimos años, con la publicación de nuevas propuestas de presenta-
ción de la disciplina, creemos que este volumen puede aportar un valor añadido,
por su compromiso con la innovación docente y su aplicación a los nuevos grados
de la Ciencia política. Los materiales que aquí se presentan tienen, por una parte,
un eminente carácter introductorio, lo que explica la selección obligada de temas
y referencias, así como la relativa concisión en su exposición. Y por otra parte,
buscan adaptarse a los nuevos requerimientos del espacio europeo de educación
universitaria, esto es, a la nueva organización de la docencia de los grados, en

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©  Editorial UOC 10 Ciencia política contemporánea

los que se distinguen clases teóricas, interactivas y de seminario. Al comienzo de


cada uno de los capítulos que componen el volumen se identifican los objetivos,
la metodología y las competencias, estas últimas orientan el tema y expresan lo
que los alumnos y alumnas sabrán comprender o serán capaces de hacer, tras
completar el proceso de aprendizaje. Al final de cada tema se ofrecen una serie de
ejercicios, preguntas y actividades susceptibles de ser evaluadas con el fin de facili-
tar la asimilación progresiva de los contenidos. Estas prácticas están en su mayoría
conectadas con temas de actualidad que permiten la exposición y desarrollo libre
de ideas relacionadas con la Ciencia política. Asimismo se ofrecen recursos online
de interés en los que encontrar y seleccionar información garantizando en mayor
medida, si cabe, el hecho de que el alumnado se convierta en artífice de su propio
proceso de aprendizaje. Por último y como material de apoyo se añade también
una relación bibliográfica para cada uno de los capítulos con la que poder ampliar
el conocimiento. Así pues, este manual trata de proporcionar a las personas que se
acercan al texto –docentes, alumnado o interesados en el conocimiento de la polí-
tica– materiales accesibles para organizar de manera más autónoma la adquisición
de conocimiento y despertar el interés para ampliar los temas tratados.
El trabajo se compone de nueve capítulos que abordan los principales campos de
la Ciencia política. Así, tras una breve introducción acerca del estudio científico de
la política y sus principales enfoques, se abordan sucesivamente los temas básicos de
los tres ejes constitutivos sobre los que puede contemplarse la política, a saber: las es-
tructuras, los procesos y los resultados. En primer lugar, los capítulos dos, tres y cuatro
comprenden el tema del Estado así como los sistemas democráticos y no democráti-
cos suministrando los conceptos básicos y los debates más importantes al respecto.
En segundo lugar, se da cuenta de los ejes centrales de la acción política y sus cimien-
tos, esto es, la participación política, los movimientos sociales y los partidos. En tercer
lugar se aborda la atribución de funciones políticas a las principales instituciones
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que componen el Estado –parlamento, ejecutivos y administración– y las relaciones


que mantienen entre sí. En último lugar y como complemento, sendos capítulos
dedicados, uno, a las políticas públicas que constituyen el resultado directo y más
visible de la actividad política y otro, a la comunicación política y opinión pública.
A quienes comparten la necesidad de comprender mejor el estudio del mundo
político y social desde la sencillez de estilo y el compromiso con la innovación do-
cente, este manual podrá resultarles útil. Si con él somos capaces de suscitar la cu-
riosidad y estimular el interés para seguir aprendiendo Ciencia política, habremos
cumplido nuestros deseos de aportar un granito de arena dentro de la disciplina.

Isabel Diz Otero, Marta Lois González y Amparo Novo Vázquez

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©  Editorial UOC 11 El estudio científico de la política

Capítulo I
El estudio científico de la política

Objetivos

El tema “El estudio científico de la política” supone la presentación


de la disciplina y de sus objetivos fundamentales. Constituye una re-
flexión introductoria centrada tanto en las materias como en la Ciencia
política o política comparada. Proporciona al alumnado una definición
general de la política y la disciplina, sus requerimientos metodológicos y
los principales enfoques de investigación utilizados en Ciencia política.
Se pretende mostrar de este modo una visión de la riqueza de la Ciencia
política, a la vez que sus posibilidades analíticas.

Metodología

Esta materia consta de tres tipos de clases: expositivas, interactivas o


seminario y tutorías. Las clases teóricas se desarrollarán siguiendo las lí-
neas del contenido que se detallan abajo. Antes del comienzo del tema se
deberán realizar las lecturas obligatorias correspondientes a esta unidad:

•  Sartori, G., 2005. “¿Hacia dónde va la Ciencia política?” Revista Española


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de Ciencia política 12, 9-13.


•  Della Porta, D., 2008, “Tra Stato e potere: che cosa é la política.” En:
Introduzione alla scienza política. Bologna: Il Mulino, pp.11-40.

Estas lecturas constituirán el punto de arranque a partir del cual se


procederá a una discusión más profunda del tema. Se espera, por lo tanto,
una participación activa del alumnado.
Las clases de seminarios consistirán básicamente en la realización de las
actividades correspondientes a este tema que figuran al final de la unidad. En
las tutorías se llevará a cabo un seguimiento de los avances y resultados del
trabajo individual del alumnado.

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©  Editorial UOC 12 Ciencia política contemporánea

Competencias

•  Adquirir conocimientos sobre el sentido mismo de la Ciencia política.


•  Utilizar con soltura los conceptos teóricos y metodológicos de la Cien-
cia política.
•  Aprender a presentar argumentos y propuestas analíticas de diferentes
teorías y a debatir en público mediante debates a partir de preguntas
genéricas.
•  Elaborar comentarios críticos y analíticos de materiales audiovisuales y
literarios que permitan aplicar los contenidos de este tema.
•  Adquirir una serie de habilidades relativas a la búsqueda de bibliogra-
fía, manejo de recursos y de datos, así como aprender a formular hipó-
tesis.

Contenidos del capítulo

•  Introducción.
•  Qué es la Ciencia política.
•  La Ciencia política como ciencia empírica.
•  Principales enfoques de la Ciencia política.
•  Líneas de debate. Presente y futuro de la Ciencia política.

Introducción
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La Ciencia política tal como la conocemos hoy en día es resultado de un lar-


go desarrollo histórico que se remonta a la Grecia clásica y avanza sobre la base
del papel predominante ejercido por el pensamiento occidental. Ahora bien,
su reconocimiento institucional y su incorporación al sistema universitario ha
estado marcado por notables resistencias de quienes consideraban que todo
lo relativo a la política era posible comprenderlo desde la perspectiva jurídica,
histórica o filosófica. Es por ello que a mediados de los años setenta del siglo xx,
en algunos manuales de referencia para la Ciencia política, se la definía como
mal delineada, amorfa y heterogénea (Greenstein y Polsby, 1975). No será hasta
bien entrados los años noventa del pasado siglo cuando se encuentren referen-

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©  Editorial UOC 13 El estudio científico de la política

cias a una ciencia “política madura y profesionalizada” (Goodin y Klingemann,


2001).
Dos momentos históricos contribuyeron a la aparición e institucionalización
de esta disciplina: por una parte, el último tercio del siglo xix bajo el cual tuvo
lugar el surgimiento en los países más avanzados de centros de estudio de la polí-
tica como la École Libre des Sciences Politiques (1871), la London School of Eco-
nomics and Political Science (1895) o el primer departamento estadounidense de
Ciencia política en la Universidad de Columbia en Nueva York (1890); por otra
parte, una segunda fase de desarrollo se correspondió con los años posteriores a
la II Guerra Mundial que, tras el ascenso del fascismo en sus diferentes versiones,
habían dejado maltrechas las democracias europeas. El proceso de reconstrucción
hacia nuevas formas de democracia de masas y la configuración del denominado
Estado de Bienestar permitieron jugar un papel central a las ciencias sociales,
entre ellas, a la Ciencia política. A mediados del siglo xx se fundó la Asociación
Internacional de Ciencia política que permitió la expansión de la disciplina en
Europa occidental, creándose en las universidades un número importante de
departamentos de Ciencia política. Más tarde, países de América Latina, Asia o
África han ido también desarrollando esta disciplina. El camino recorrido ha
sido amplio, permitiendo pasar de pocos temas a importantes investigaciones
con su consiguiente aceptación y difusión. Asimismo, el significativo número de
manuales que se han publicado en los últimos años proporciona una evidencia
suficiente de la madurez profesional de la Ciencia política como disciplina. Su
desarrollo posee dos dimensiones, la primera está relacionada con la creciente
diferenciación y sofisticación de las diferentes subdisciplinas politológicas y la
segunda, con la integración paulatina de estas mismas subdisciplinas en un todo
coherente de tal modo que la diferenciación y la especialización son unas de las
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características fundamentales de la Ciencia política.

Qué es la Ciencia política

La delimitación inicial del contenido de la Ciencia política, debido a las vie-


jas controversias sobre la definición de la disciplina, obliga a una serie de aco-
taciones. En primer lugar, la Ciencia política se diferencia de la filosofía política
en cuanto a que excluye del propio ámbito de estudio el juicio moral y se cen-
tra en el análisis de la realidad empírica. En segundo lugar, se diferencia del
derecho en cuanto a que aborda el proceso real más que el proceso legal. Y por

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©  Editorial UOC 14 Ciencia política contemporánea

último, en tercer lugar, la Ciencia política se distingue de la historia pues el


análisis de los datos empíricos tiene por objetivo la generalización en vez de un
conocimiento circunscrito a una realidad específica en el espacio y en el tiempo
(Della Porta, 2008: 12). En este sentido, la Ciencia política se interesa por los fe-
nómenos políticos que acontecen en cualquier país y en cualquier momento de
la historia: se ocupa de la identificación de regularidades o pautas, aunque para
ello sea preciso analizar detalladamente países concretos, regiones, o localidades
específicas.
Se han escrito muchos trabajos sobre la cuestión de si –o en qué sentido– el
estudio de la política es o no verdaderamente una ciencia. La respuesta ha ve-
nido condicionada en gran medida por el significado que se pretenda otorgar
verdaderamente al término “ciencia”. El conocimiento científico de la políti-
ca, bajo una definición minimalista, remite a la acumulación de información
empírica, esto es, aquella obtenida mediante la observación de una parte de la
realidad. De acuerdo con Gianfranco Pasquino, hoy más que ayer, superadas las
disputas estériles acerca de la delimitación de los campos de estudio e investiga-
ción, la Ciencia política podemos definirla simplemente como aquello que lle-
van a cabo los científicos y las científicas de la política. En el presente, es posible
identificar con claridad su lugar, reconociendo al mismo tiempo sus deudas con
los saberes predecesores comunes así como sus vínculos con las demás ciencias
sociales. En un sentido amplio, la política, objeto de esta disciplina, se entiende
como el espacio donde se producen relaciones de conflicto y cooperación, supo-
ne una actividad o práctica colectiva cuyo resultado es la adopción de resultados
que obligan a los miembros de una comunidad. La investigación científica sobre
la política puede centrarse en muy diversas cuestiones, desde las instituciones
políticas, la administración y las políticas públicas, el comportamiento político
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de individuos o grupos hasta el examen de las relaciones internacionales, o la


teoría política, etc.: cada uno de estos campos da lugar a numerosos temas.
Con el fin de comprender con mayor propiedad la naturaleza de esta discipli-
na, resulta útil tener en cuenta la distinción y tensión entre hechos, interpretación
y valores que afecta al conocimiento sobre la política, esto es, entre la descrip-
ción de los fenómenos, la construcción de interpretaciones y la posible formu-
lación de recomendaciones. Con frecuencia, estos tres planos han obligado a la
Ciencia política a situarse a la defensiva, viéndose forzada a justificar su carácter
científico frente a aquellos que expresan sus reservas sobre el carácter científico
de la política. Esta desconfianza está relacionada en gran medida también con
el momento de institucionalización de la Ciencia política, en pleno desarrollo

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©  Editorial UOC 15 El estudio científico de la política

del denominado positivismo científico. Y es que esta disciplina, junto con el


resto de las ciencias sociales, ha tenido siempre dificultades para adaptarse a
este paradigma que invocaba el determinismo causal entre hechos políticos. En
efecto, la Ciencia política no puede funcionar con modelos de leyes generales
newtonianas similares a las que explican el comportamiento por ejemplo de
unas bolas de billar donde puede afirmarse –o no, pero este sería otro debate–
que todas las acciones o posibles movimientos poseen unas causas claramente
delimitadas1. El comportamiento humano, pese a estar sujeto también a ciertos
elementos causales, tiene que ver por las intenciones que condicionan el propio
conocimiento.
Con el paso del tiempo esta concepción positivista de ciencia fue puesta en
duda permitiendo reconocer una conexión entre la persona investigadora y el
fenómeno observado. De ahí la necesidad de entender que el conocimiento so-
bre la política condiciona el propio entorno del que forma parte. Por ejemplo,
si queremos llevar a cabo un estudio sobre intención de voto, en la medida
en que son publicadas las encuestas de opinión, cabe la posibilidad de que los
electores modifiquen sus preferencias electorales. Lo mismo podríamos decir de
las investigaciones sobre democratización o procesos de transición que induda-
blemente han influido en algunos procesos políticos recientes. En este sentido,
el trabajo investigador, en tanto que conocimiento público y divulgado por los
medios de comunicación, puede influir en la realidad. Ahora bien, sostener que
el conocimiento científico de la política implica intenciones y consecuencias no
tiene porque significar la negación al acceso de los parámetros científicos a esta
disciplina (Goodin y Klingemann, 2001: 31).
La Ciencia política es una ciencia social no experimental que busca hacer ge-
neralizaciones basadas en la evidencia disponible. Las ciencias naturales se apo-
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yan en gran medida en resultados recabados gracias a la experimentación, esto


es, mediante la manipulación controlada del objeto a estudiar con el fin de aislar
elementos causales. Sin embargo, nuestra disciplina, en general, no puede recu-
rrir a la experimentación tanto por razones prácticas como éticas: por ejemplo,
resulta imposible repetir unas elecciones en un mismo país introduciendo mo-
dificaciones en las fórmulas electorales, las circunscripciones, censos, etc., con el
fin de observar las diferencias de resultado; también sería éticamente reprochable

1.  Con todo, en la disciplina de la Ciencia política se suelen identificar tres leyes ampliamente cono-
cidas, a saber, La Ley de Hierro de la Oligarquía de Michels, la Ley Duverger y la denominada Ley de la paz
democrática.

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©  Editorial UOC 16 Ciencia política contemporánea

llevar a cabo alteraciones deliberadas respecto a las distribuciones de renta o a las


reglas del juego institucionales para estudiar si aumenta o no la protesta social.
En este sentido, por razones prácticas y éticas, la Ciencia política persigue la cla-
ridad, el rigor y la comprensión de los fenómenos políticos sobre los que puede
obtener certezas razonables (Landman, 2011).
En otro orden de cosas y teniendo en cuenta la pregunta acerca de la natura-
leza misma de la investigación politológica, resulta útil distinguir entre Ciencia
política empírica y teoría política normativa. Mientras la primera se plantea
cómo es la realidad política, atendiendo a la descripción y explicación de los
hechos, la teoría normativa se ocupa del deber ser, esto es, de los valores de
acuerdo con los cuales deberían organizarse las comunidades políticas. Al mis-
mo tiempo, la teoría normativa posee un carácter aplicado y crítico en la medida
en que ejerce influencia sobre la realidad social y sobre la decisión política. Es
precisamente su voluntad clarificadora acerca de las confusiones conceptuales y
desorientaciones prácticas la que la sitúa en un lugar privilegiado, cuestionando
aquello que se da por supuesto tanto para respaldar argumentos como para le-
gitimar instituciones o acciones políticas. En este sentido, resulta fundamental
reconocer el enriquecimiento mutuo entre teoría y Ciencia política empírica
(Bauböck, 2008: 40; Zapata, 2005): los razonamientos normativos relativos al
poder, el bien común, el concepto de democracia o la participación política,
entre otros, subyacen a una parte importante de la investigación empírica y a
su vez, las conclusiones acerca de los hechos políticos, esto es, de cómo se com-
portan los fenómenos políticos, conllevan también implicaciones normativas.
La Ciencia política cada vez más necesita emplear complejos diseños de inves-
tigación que relacionen estructuras, procesos y actores: para ello, es preciso un
marco teórico con el cual llevar a cabo una evaluación normativa de los mismos.
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Ahí descansa la importancia de obras como las de John Rawls, Robert Dahl, Iris
Young, Carole Pateman, Brian Barry, etc., donde se abordan conceptos como la
justicia, la igualdad, la democracia, etc.

La Ciencia política como ciencia empírica

El elemento común compartido para el estudio científico de la política es el


método científico, esto es, aquel que proporciona la unidad a una disciplina.
Como hemos mencionado anteriormente, en Ciencia política es posible inves-
tigar o estudiar aspectos muy dispares de la política, ahora bien, el trabajo cien-

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©  Editorial UOC 17 El estudio científico de la política

tífico siempre debe llevarse a cabo con arreglo a unas reglas determinadas que
conduzcan a un conocimiento válido y fiable de la realidad política. Así, el co-
nocimiento científico se diferencia de otras formas de conocimiento, al menos,
en tres aspectos fundamentales:

1. Descansa en la observación sistemática de la realidad de la que trata de


obtener conclusiones con un grado de generalidad.
2.  Produce conclusiones provisionales e inciertas.
3.  Es siempre un conocimiento público y transmisible.

El conocimiento científico se basa en la acumulación de información empí-


rica, es decir, aquella que se obtiene a través de la observación de una parte de
la realidad. Si, por ejemplo, el objeto de estudio son los regímenes no democrá-
ticos, una de las primeras labores de la investigación es, recoger de la manera
más sistemática posible, información relativa a la forma recoger en que se desa-
rrollan, sus contextos, actores principales y consecuencias. En Ciencia política
podemos formular numerosas preguntas de investigación: ¿votan más a parti-
dos conservadores las personas mayores que los jóvenes? ¿Participan en política
más los hombres que las mujeres? ¿Están en crisis los partidos políticos? ¿Han
aumentado en el mundo las democracias frente a los sistemas no democráticos?
Estas u otras preguntas como estas nos llevan necesariamente más allá de deter-
minados hechos aislados. Como la observación de la realidad en su totalidad y
complejidad resulta imposible, el conocimiento científico necesita, para poder
elaborar conclusiones, basarse en la observación de una parte de la realidad. Se
requiere poder generalizar a partir de ella, esto es, inferir descripciones o expli-
caciones con validez más allá de lo observado directamente. Luego el método
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científico permite la elaboración de descripciones o explicaciones generales a


partir de observaciones parciales pero sistemáticas.
La Ciencia política empírica tiene por objetivo la descripción y explicación
de fenómenos políticos relevantes, se ocupa de la relación entre lo general y lo
específico, entre los conceptos y las explicaciones generales –por ejemplo sobre
la democracia y las teorías de la democracia– y sus traducciones institucionales
en diferentes países y momentos. Para construir generalizaciones plausibles a
partir de una serie reducida de hechos e información es preciso emplear méto-
dos científicos, y en buena medida, la esencia de la Ciencia política empírica
reside en sus métodos de análisis. Para el logro del conocimiento científico sobre
la política la disciplina se sirve de una serie de procedimientos y de conceptos,

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©  Editorial UOC 18 Ciencia política contemporánea

entre ellos, las variables, correlaciones, leyes, teorías, hipótesis, modelos y pa-
radigmas son los más importantes. Estos elementos nos permiten emplear la
lógica científica y comprender el mundo real de la política.
Toda aproximación científica a la política suele moverse desde la compila-
ción de observaciones al esbozo de una hipótesis, pudiendo establecerse una
serie de etapas fundamentales. En primer lugar, se encuentra el proceso relativo
a la formulación de la teoría, donde se profundiza en las posibles respuestas al
problema de investigación seleccionado, analizando sus conceptos, variables e
hipótesis. En segundo lugar, se da paso al tratamiento de estos conceptos con
el fin de convertirlos en propiedades empíricamente observables que permitan
el contraste de hipótesis. En tercer lugar, es preciso tomar partido por una es-
trategia de investigación, eligiendo niveles de análisis y observación así como
delimitar los criterios de selección de los casos a investigar. En cuarto lugar, se
trata la información, esto es, los datos con los que se espera verificar la hipótesis,
para finalmente, llevar a cabo la interpretación de los datos con el fin de verificar
las hipótesis a partir del marco teórico seleccionado. Estos pasos constituyen de
manera muy genérica las fases imprescindibles a la hora de llevar a cabo una
investigación empírica sobre un fenómeno político (Anduiza y Crespo, 1999:
11). Todo progreso en el conocimiento científico de la política implica la acu-
mulación de un conjunto de proposiciones acerca del comportamiento de las
personas, sus consecuencias y las relaciones entre las instituciones de las que
podemos predicar una validez general. Gracias a la Ciencia política empírica es
posible establecer relaciones entre unas pocas variables, claramente definidas y
mensurables, como por ejemplo, la democracia, el desarrollo, el tamaño de la
asamblea, las reglas electorales, la producción legislativa, los partidos políticos,
los temas de la agenda política, etc.
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Se pueden distinguir dos técnicas básicas relativas a la manera en cómo es po-


sible obtener información –datos– para acercarse al conocimiento científico de
la realidad política, a saber, la cuantitativa y la cualitativa. La primera se aplica
principalmente a fenómenos que pueden variar en grados, o cantidades cuanti-
ficables, como por ejemplo, el número de votos emitidos en unas elecciones, el
número de gobiernos, los escaños, las “posiciones” políticas, la distancia ideo-
lógica, la presencia de mujeres en puestos de representación política, etc. Hoy
en día, existen numerosos y sofisticados instrumentos estadísticos para realizar
diferentes tipos de mediciones ajustadas a la investigación sobre política. Por su
parte, las técnicas cualitativas, basadas, entre otras, en la observación partici-
pante, entrevistas en profundidad o análisis de contenido, permiten compren-

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©  Editorial UOC 19 El estudio científico de la política

der aspectos de la realidad no directamente cuantificables, como explicaciones


históricas, descripciones de procesos, ideas relacionadas con el funcionamiento
de las instituciones del gobierno, la organización de los partidos y los movimien-
tos sociales, los discursos públicos sobre los problemas que afronta un Estado,
etc. Esta aproximación es especialmente sensible a los contextos y a la propia
interpretación de la realidad, da cuenta, por tanto, de la necesidad de sumergirse
en la cultura, la historia o los diferentes espacios, para comprender el funcio-
namiento de las instituciones y de la política en general. Durante mucho tiem-
po, ha habido importantes y acaloradas disputas sobre qué técnica, cualitativa o
cuantitativa, resultaba superior. Afortunadamente, en el presente, politólogas y
politólogos reconocen el necesario carácter complementario de las mismas. En
este sentido, la elección o la utilización de métodos cuantitativos o cualitativos
está relacionada con la naturaleza del problema que se quiera investigar y no con
la técnica, de tal modo que en ocasiones se aplicarán conjuntamente y en otras
no. Lo más importante es subrayar que los métodos cuantitativos y cualitativos
emplean el análisis científico y, por lo tanto, prestan atención a las mismas re-
glas fundamentales de la lógica científica, en este caso, para estudiar la política.

Principales enfoques de la Ciencia política

Una vez esbozadas en el apartado anterior algunas de las cuestiones relativas


al modo de razonamiento e investigación de la Ciencia política empírica, este
apartado tiene por objetivo presentar tres de los enfoques de investigación po-
litológica más frecuentemente empleados, esto es, el conductismo, la elección
racional y el nuevo institucionalismo. Otro enfoque de relevancia es el de las
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políticas públicas aunque, como en este manual contiene un capítulo específico


sobre las políticas públicas, hemos optado por no abordarlo en este tema. Pre-
tendemos de este modo ofrecer una visión acerca de la riqueza de la disciplina
así como sus posibilidades analíticas.
Al referirnos a los enfoques contemporáneos de la Ciencia política nos cen-
traremos en aquellos que se han desarrollado en los últimos cincuenta años y
que, unos con más fuerza que otros, siguen siendo utilizados en la actualidad por
investigadoras e investigadores de la política a la hora de acercarse a la realidad.
Con la explicación del desarrollo de la disciplina en este periodo se persiguen
fundamentalmente dos objetivos íntimamente relacionados. En primer lugar,
la identificación de cuáles son los distintos enfoques de la Ciencia política con-

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©  Editorial UOC 20 Ciencia política contemporánea

temporánea: cuándo y por qué surgen, años de predominio en la disciplina y


principales representantes. En segundo lugar, pero al mismo tiempo, se persigue
la explicación de cómo se hace “ciencia” política desde estas distintas perspec-
tivas. Es decir, a la hora de acercarnos a los distintos enfoques lo haremos desde
un perspectiva que considera la orientación metodológica como elemento fun-
damental de la comparación entre ellos, haciendo referencia a las respuestas que
dan a las preguntas de cómo podemos conocer la realidad y qué consideran una
explicación pertinente de un fenómeno político.
En la Ciencia política de los últimos cincuenta años se han gestado tres enfo-
ques divergentes, cada uno anclado en una valoración distinta de la unidad de
análisis fundamental para explicar e interpretar la vida política de una comuni-
dad. Es decir, cada uno de ellos ha utilizado una variable independiente distinta
desde la que el politólogo o politóloga debe partir para afrontar el estudio empí-
rico de la realidad política. Estas tres unidades son:

a) El comportamiento político.
b) La formación de preferencias y la formulación de la elección individual y
las estrategias y mecanismos de conversión de éstas en unas preferencias
y una elección colectiva.
c) Las instituciones en relación también con la formación de preferencias
individuales y con la toma de decisiones.

El conductismo y el sistema eastoniano

El surgimiento y el triunfo del conductismo en los años cincuenta del siglo xx


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supone el nacimiento de la nueva Ciencia política pudiendo ser considerado


como la primera revolución científico–política. Este enfoque sitúa al individuo
en el centro de la investigación social y se decanta por la investigación empírica,
lo que constituye una ruptura con el desarrollo anterior de la disciplina basada
en estudios jurídico–formales y en teorías normativas del Estado y del poder.
Los factores que contribuyeron al florecimiento y la rápida expansión de este
enfoque, todos muy interrelacionados, los ha resumido Dahl en un famoso epi-
tafio al movimiento escrito en 1961 (Dahl, 1961):

a) La presidencia de Charles E. Merriam de la Asociación Americana de Cien-


cia política, al mismo tiempo que dirigía el Departamento de Ciencia po-

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©  Editorial UOC 21 El estudio científico de la política

lítica de la Universidad de Chicago, uno de los centros de nacimiento y


desarrollo del enfoque behavioralista y del que formaban parte alumnos
que más tarde se convertirían en sus principales representantes como H.
Lasswell, Herbert Simon y Gabriel Almond entre otros.
b) La llegada a partir de los años treinta del siglo xx de intelectuales europeos
a los Estados Unidos que traían con ellos el enfoque sociológico de la polí-
tica, heredado de la sociología europea en general y de Max Weber en par-
ticular. Estos académicos, que empezaron a ocupar posiciones de liderazgo
en los distintos departamentos estadounidenses, insistían en la relevancia
de las teorías sociológicas o incluso psicológicas para entender la política.
c) La misma razón que llevó a estos sociólogos a afincarse en los Estados
Unidos, la II Guerra Mundial, también constituye otra de las influencias
en el desarrollo del enfoque behavioralista. La guerra supuso que muchos
politólogos y politólogas dejasen las torres de marfil de sus departamen-
tos y se acercaran a la realidad política y administrativa del día a día. La
confrontación entre teoría y realidad puso de manifiesto la inadecuación
de los enfoques convencionales de la Ciencia política para explicar la rea-
lidad.
d) Finalmente, estos factores llevaron a que se extendiera una actitud que rei-
vindicaba investigaciones más realistas, lo que unido a la mejora y prolife-
ración de los métodos de encuesta y a la aparición de importantes fondos
de dinero para una investigación interdisciplinar, concluyeron con el ya
mencionado éxito del movimiento en aquellos años.

El fragmento que sigue, extraído del informe anual de 1944-45 del Social
Science Research Council, resume claramente las características principales del
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conductismo o conductismo (del inglés behavior). En el informe se afirmaba que


esta institución había decidido “explorar la posibilidad de desarrollar un nuevo
enfoque para el estudio de la conducta política. Centrado en el comportamiento
de los individuos en diferentes situaciones políticas, este enfoque demanda el
examen de las relaciones políticas de las personas –como ciudadanas, adminis-
tradoras y legisladoras– por disciplinas que puedan arrojar algo de luz sobre los
problemas que estas implican, el objetivo es el de formular y verificar hipótesis
concernientes a regularidades del comportamiento en diferentes contextos institucio-
nales.”
Por un lado, se pone de manifiesto cuál va a ser la pregunta que el conduc-
tismo intenta responder: ¿por qué los individuos se comportan como lo hacen?

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©  Editorial UOC 22 Ciencia política contemporánea

Y para responderla, utilizarán como unidad de análisis el comportamiento ob-


servable, individual o agregado, defendiendo la necesidad de que las explica-
ciones del por qué del comportamiento de los individuos puedan someterse a
una investigación empírica. A partir de estos dos supuestos básicos, comporta-
miento observable y comprobación empírica, estos investigadores a través de
la inducción elaborarán teorías empíricas formadas por enunciados abstractos
interconectados, que se componen de presupuestos, definiciones e hipótesis
contrastables empíricamente y que producen explicaciones de los fenómenos
de tipo causal.
Los principales campos de investigación del conductismo van a coincidir con
las tres dimensiones de la conducta de las personas en política: el voto, la socia-
lización y la participación y están relacionados con los principales actores del
juego político: electores, gobiernos, partidos y grupos de presión, entre otros.
Los estudios sobre el voto son una de las áreas más fructíferas de este enfo-
que, tanto por la variedad de escuelas y debates que surgen ya a principios de los
años cincuenta del siglo xx, y que siguen teniendo importancia en la actualidad,
como por la cantidad de conceptos que proporcionan al lenguaje politológi-
co: identificación partidista, voto normal, cleavages… Dos modelos de estudios
electorales surgen a mediados de esa década y van a inaugurar el debate sobre
los condicionantes del voto que se extiende hasta la actualidad. La “Escuela de
Columbia”, formada por los sociólogos que trabajan alrededor de P. Lazarsfeld
desarrollará investigaciones en las que, con la utilización de datos a nivel indi-
vidual, demostrarán el peso que la pertenencia a distintos grupos sociales tiene
tanto para el acto de votar como para el voto mismo. La “Escuela de Michigan”
y sus principales representantes, A. Campbell y P. Converse, abre el debate sobre
si el voto se basa en la identificación partidista o bien si, por el contrario, está
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basado en los temas (issues) de campaña. En obras como Political Party Identi-
fication and Attitudes toward Foreing Policy de Belknap y Campbell (1951), The
American Voter de Campbell y Converse( 1960) y Elections and the Political Order
(1966) de los autores anteriores se pone en cuestión la concepción tradicional
según la cual los electores eligen “racionalmente” entre los distintos candidatos.
Se confrontan los distintos programas, concluyendo que el voto depende más
de la identificación partidista que de cualquier condicionamiento social. Esta
concepción del voto se extenderá temporalmente en las siguientes décadas y,
geográficamente, a Europa con la obra de Pierce y Converse (1986) Political Re-
presentation in France. Fue desde 1976, con la aparición del libro de N.H. Nie, S.
Verba y J. R. Petrocik, The Changing American Voter, cuando se consagró la idea

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©  Editorial UOC 23 El estudio científico de la política

del voto basado en temas y cuando el debate que se mantiene en la actualidad


se agudizó.
Aunque este debate, como hemos visto, llega a Europa, las explicaciones del
voto en este continente se han centrado mayoritariamente sobre la estructura
de clase y se han desarrollado en una dirección en la que el voto depende de
la situación de clase del elector. A partir de la argumentación mantenida por
Lipset y Rokkan (1967) en Party Systems and Voter Aligments, acerca de cómo las
fracturas (cleavages) sociales que articulan la sociedad política se mantuvieron
desde los primeros decenios del siglo xx. En consecuencia, tanto la estructura
de la demanda política como de la oferta están determinadas por de esta con-
tinuidad.
En la actualidad, la aparición de partidos ecologistas que no se relacionan
con los cleavages tradicionales y la volatilidad que presentan los electores entre
una elección y otra han llevado a los estudios del comportamiento electoral por
nuevos caminos. Tal como sucede en los Estados Unidos, donde el influjo del
enfoque de la elección racional (que examinaremos más adelante) ha llevado a
la consagración de los modelos del voto basado en los temas.
Como vemos, el enfoque conductista llega hasta la actualidad pero con el
paso de los años no se ha convertido en un enfoque homogéneo y predomi-
nante, tal y como perseguía en sus inicios. El mismo Dahl, en el artículo antes
mencionado, habla del conductismo como un estado de ánimo o una disposición
escéptica hacia las formas de la Ciencia política que se había desarrollado hasta
ese momento, una disposición de simpatía hacia modos de investigación y aná-
lisis “científicos” y una disposición optimista frente a la posibilidad de mejorar
el estudio de la política. No obstante, es necesario señalar las debilidades que se
han manifestado en el conductismo, por lo que tampoco llegó a constituir una
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teoría unificada acerca de la política. Esta explicación ayudará, a la vez, a com-


prender desarrollos posconductistas posteriores. Las debilidades comúnmente
señaladas pueden resumirse en tres (Sanders, 1997).

1. La propensión a no tener en cuenta la dimensión histórica de los fenóme-


nos estudiados que los lleva muchas veces a la incapacidad para compren-
der las motivaciones del comportamiento.
2. La predilección por argumentos y áreas de investigación muy circunscritas
y limitadas cuando no irrelevantes. La defensa de la cuantificación llevada
al extremo los ha conducido a la elección de problemas de investigación,
no sobre la base de su importancia real, sino a la luz de los medios técni-

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©  Editorial UOC 24 Ciencia política contemporánea

camente válidos para la investigación. Es decir, la relevancia de la investi-


gación es sacrificada por la técnica de la investigación, lo que, unido a la
insistencia sobre el individuo en su calidad de actor político, lleva a una
subvaloración de las instituciones y organizaciones en las que el compor-
tamiento se explica.
3. Este hiperfactualismo, esto es, su excesiva atención a los datos, así como la
separación tajante entre hechos y valores implícita, impide la percepción
del cambio político, presentándose así como un enfoque defensor del or-
den político existente que no puede ser discutido.

La aportación de David Easton surge entre aquellos cultivadores del con-


ductismo que, después de comprobar a lo que llevan los excesos del enfoque,
deciden abrazar una orientación, el estructural funcionalismo, que reivindique
la perspectiva macro de la política capaz de explicar los procesos de cambio e
integración y de afrontar fenómenos de alcance colectivo.
El encuentro de Easton con el conductismo supone para algunos autores el
surgimiento de un verdadero paradigma de la Ciencia política. La revolución
epistemológica que había significado el conductismo se completa así con una
teoría general de la política encarnada en el análisis sistémico. Easton utiliza el
conductismo como camino hacia la mayor “cientificidad” que el mismo busca-
ba para su teoría general de la política. El enfoque sistémico, a su vez, completa
la tesis de la orientación conductista que sitúa al individuo en el centro de la
vida política: en este sentido, el concepto de rol político se va a convertir en
la unidad fundamental de la investigación y en el lazo de unión entre la dimen-
sión micro y macro de la política.
El desarrollo teórico de Easton está guiado por dos motivaciones: el intento
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de dar unidad a la Ciencia política y la necesidad de concebir la política como


una realidad autónoma diferente y separable de otros aspectos de la vida social.
Las obras en las que elabora su enfoque son algunos artículos y dos obras
publicadas el año 1965, A Framework for political Analysis y A System Analysis of
Political Life. Como primer paso en el desarrollo de su modelo, Easton propor-
ciona una definición que asocia al sistema político con el ejercicio de la coerción
física legítima. El elemento que distingue las interacciones políticas que cons-
tituyen el sistema de otros tipos de interacción social es que a través de ellas se
asignan legítimamente valores en una sociedad. En un segundo paso, establece la
idea de que un sistema implica, por una lado, interdependencia de sus partes y,
por otro, unos límites analíticos claros con el ambiente, intrasocial o extrasocial,

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©  Editorial UOC 25 El estudio científico de la política

en el que se inserta. Por último, afirma que el sistema político, en tanto sistema
abierto, está sometido a unas influencias de su ambiente sobre las que tiene capa-
cidad de respuesta. Una vez hecha esta descripción estática, el autor pasa a una
descripción dinámica en la que define la lógica de funcionamiento del sistema.
Las influencias del ambiente intra y extrasocial que crean tensión en el sistema
las resume en el concepto de inputs que se presentan en forma de demanda o de
apoyo. Estos inputs se transforman a su vez en outputs que toman la forma de
decisiones y acciones de las autoridades. A través de estas decisiones y acciones,
que satisfacen o no a la sociedad, se inicia un proceso de retroalimentación que
influye sobre el ambiente provocando con ello el surgimiento de nuevos inputs.
Este proceso de retroalimentación implica la necesidad de que las autoridades
estén informadas de cuáles son las consecuencias de sus decisiones. Solo sobre
la base de este conocimiento, las autoridades tendrán la capacidad de modificar
sus anteriores decisiones creando de esa manera el apoyo y la legitimidad nece-
sarios para que el sistema pueda persistir.
Dos son las críticas fundamentales que se le han hecho a este modelo easto-
niano: por un lado, el modelo no identifica quiénes son los miembros política-
mente relevantes del sistema y no distingue quiénes son los que deciden y quié-
nes condicionan las decisiones, de tal modo que la gestión del poder y la lucha
por el mismo quedan dentro de una “caja negra” sobre la que el modelo no dice
nada; por otro lado, al haber descrito el sistema político de manera mecanicista,
como un conjunto de comportamientos que se autorregulan y se autodirigen,
ha acentuado como su objetivo principal el equilibrio y la persistencia.
La influencia e importancia de la obra de Easton, tanto por su contribución
a dar autonomía a la política como por abrir camino al análisis comparado, se
manifestó durante más de veinte años logrando su máximo apogeo en los años
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60. Sin embargo, la revuelta posconductista y el desarrollo del enfoque de la


elección racional y de las políticas públicas lo han situado en la actualidad en
un segundo plano.

El enfoque económico de la política: la teoría de la elección racional

El acercamiento económico al estudio de la política da lugar a la denominada


teoría de la elección racional, que se convirtió en el enfoque dominante de la
Ciencia política a partir de los años ochenta del siglo xx, contribuyendo decisi-
vamente a la formalización de la disciplina.

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©  Editorial UOC 26 Ciencia política contemporánea

Los seguidores de este enfoque, que tiene su origen en los trabajos de Arrow,
Downs y Olson, sostienen que es posible analizar el comportamiento político
de la forma en que lo hacen los economistas. En este sentido, defienden que
una Ciencia política verdaderamente científica solamente tiene posibilidades de
desarrollarse mediante la utilización de la teoría de la elección racional.
Las investigaciones de estos autores se han elaborado alrededor de dos teorías
complementarias: la teoría de la elección racional y la teoría de la elección pú-
blica. En el primer caso, asumiendo como unidad de análisis al individuo maxi-
mizador, se han concentrado en los problemas relacionados con la agregación
de las preferencias individuales y con la participación individual y colectiva. En
el segundo caso, se han elaborado distintos modelos que han intentado expli-
car el funcionamiento de la democracia a partir del análisis del comportamiento
de los individuos que ocupan roles responsables de la elección colectiva.
En relación a la elección racional, dos trabajos aparecen como pioneros. An-
thony Downs en su Teoría económica de la democracia (1957) fue el primero en
aplicar esta teoría al comportamiento electoral y a la competencia entre parti-
dos. El individuo vota por el partido que, en caso de llegar al poder, cree que
será más útil. Se parte del supuesto de que la única motivación de los partidos es
el deseo de llegar al poder, disputándose los votos por medio de cambios en sus
programas. A pesar de la controversia que suscita, este enfoque ha supuesto una
revolución en los estudios electorales y su influencia comenzó a notarse desde el
inicio de los años setenta del siglo xx.
En La lógica de la acción colectiva, Mancur Olson (1965) analiza, por otro lado,
la capacidad de los individuos para promover la consecución de bienes públi-
cos que sean de interés común para todos sus miembros. El principal punto
argumental de Olson se encuentra en el tamaño del grupo. Según el autor, de
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manera contraria a lo que podría pensarse, cuanto mayor sea el grupo, menos
incentivos tendrán los individuos para asumir los costes –en tiempo, esfuerzo
y dinero– de participar en una acción que les permitiría la obtención del bien
público deseado. En este sentido, cuanto mayor sea el grupo, existirá una mayor
pasividad o comportamientos propios de “gorrones” (free-riders). La solución de
esta paradoja reside en los “incentivos selectivos”, unos incentivos que favore-
cen la acción colectiva y que no dependen de los bienes públicos hacia los que
se orienta la misma.
Otra aportación de gran influencia en el desarrollo del área de la elección
pública es la de Kenneth Arrow (1951), Elección social y valores individuales que
analiza las formas de agregar las preferencias individuales y concluye con su

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©  Editorial UOC 27 El estudio científico de la política

“teorema de la imposibilidad general”, que significa la imposibilidad de alcanzar


un método de agregación democrático satisfactorio.
A pesar de las muchas denominaciones y variantes que encontramos en el
enfoque económico –elección racional, elección pública, teoría de juegos o nueva
economía política–, todas ellas poseen un núcleo metodológico común:
En primer lugar, comparten un individualismo metodológico que supone la
construcción de explicaciones de los fenómenos de carácter colectivo a partir de
la conducta individual, huyendo de cualquier determinismo de tipo estructural.
Otro principio metodológico que comparten es el de la racionalidad individual,
que supone que las acciones individuales responden al criterio económico de
maximización de la utilidad: los individuos disponen de un número finito
de alternativas entre las que elegir y, de manera coherente con sus fines, escogen
aquella que esperan les proporcione el mayor grado de satisfacción o utilidad.
A partir de estos axiomas se elaboran, mediante teorizaciones lógico–deducti-
vas, una serie de modelos de explicación de la conducta, de los que encontramos
buenos ejemplos en el Teorema de la imposibilidad de Arrow, la Teoría del Free
Rider de Olson, y la Teoría del votante medio de Downs.
Es importante señalar, sin embargo, que la racionalidad individual no im-
plica necesariamente la existencia de una “racionalidad colectiva” y es de aquí
de donde van a surgir las principales paradojas analíticas de este enfoque. Una
herramienta importante que les ha ayudado a resolver alguna de estas paradojas
y que a la vez ha contribuido al desarrollo de la propia teoría de la acción racio-
nal es la Teoría de juegos. La Teoría de juegos nos permite modelar situaciones de
posible cooperación, su formulación más conocida es el dilema del prisionero,
cuyo planteamiento ha transformado notablemente la teoría de la acción colec-
tiva. En el juego existe una estrategia dominante, no cooperar que deja al indivi-
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duo en una situación que frente a la otra –cooperar–, independientemente de lo


que hagan los demás. Se aplica en situaciones de interdependencia estratégica,
es decir, en situaciones donde la elección de la estrategia óptima por parte del in-
dividuo se hace en función de lo que elijan los demás. El dilema del prisionero y,
en general, la teoría de la acción racional da cuenta como determinadas estruc-
turas –de costes y oportunidades– pueden hacer que comportarse racionalmente
vaya en contra de los propios intereses.
El estudio por parte de la teoría de la elección racional de los aspectos indi-
viduales de las motivaciones de la acción –preferencias, información, cálculo
estratégico– así como de las propiedades estructurales del entorno que condi-
cionan significativamente los comportamientos –incentivos, constreñimientos,

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información deficiente, etc.– la sitúan en un lugar privilegiado para estudiar fe-


nómenos de gran interés como, entre otros, la degradación medioambiental, la
baja participación política en las democracias contemporáneas o los conflictos
entre Estados.
Asimismo, dos de los campos de aplicación más fructíferos de este enfoque
son el del comportamiento electoral y el de la formación de coaliciones. Con
respecto al comportamiento electoral, surge la teoría espacial del voto a partir
del trabajo de Downs. Este autor introduce en la política un modelo espacial di-
rectamente importado de la economía. En este modelo se supone que cada ciu-
dadano realiza una elección racional del partido que va a votar. Estableciendo
una clara analogía con los mecanismos que operan en el mercado –los partidos
políticos ofrecen diferentes “productos” o programas y los electores se compor-
tan como consumidores– Downs sugiere que cada ciudadano votará en función
de la distancia que haya entre sus preferencias políticas y las políticas o progra-
mas de los partidos que concurren a las elecciones y que, en su análisis, están
dispuestos en un eje unidimensional. Este modelo espacial iniciado por Downs
ha sido posteriormente desarrollado con la elaboración de modelos que consi-
deran la existencia de espacios multidimensionales.
Por otro lado, las investigaciones sobre coaliciones experimentan un impulso
con la obra de William Riker (1962), La teoría de las coaliciones políticas. La teoría
de las coaliciones se ocupa básicamente del proceso de adopción de decisiones por
parte de un determinado grupo de individuos en una situación en la que es nece-
saria la unión de algunos de ellos para llegar a una decisión vinculante. El autor
analiza el “principio del tamaño” de la coalición –principio que deriva directa-
mente de la Teoría de juegos– para afirmar que únicamente se formarán Coalicio-
nes Vencedoras Mínimas, es decir, se formarán coaliciones que dejarían de ser ven-
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cedoras si algunos de sus miembros la abandonara. Posteriormente y a la vez que


se buscaban hipótesis contrastables empíricamente en contextos parlamentarios y
multipartidistas, otros autores han elaborado criterios alternativos al del tamaño,
basados en consideraciones referidas a la “distancia ideológica” entre partidos o a
la distribución de recompensas al formar parte de una coalición vencedora.
A pesar de su éxito, este enfoque y sobre todo la teoría de la acción racional ha
sufrido una serie de críticas que se pueden resumir en cuatro tipos (Ward, 1997):

a) Desde dentro de sus filas han aparecido algunos autores que siguiendo a
H. Simon (1982; 1986) han insistido en la utilización de la racionalidad
limitada o vinculada (Bounded Rationality).

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©  Editorial UOC 29 El estudio científico de la política

b) La crítica sociológica que se centra en cómo la teoría de la elección ra-


cional parece restar importancia a la estructura social y a las formas de
explicación holistas.
c) El argumento psicológico según el cual, con frecuencia, los individuos no
actúan racionalmente y son complejos tanto psicológicamente como en
sus motivaciones.
d) La crítica procedente de la Ciencia política basada en la inverosimilitud de
los presupuestos y en los fallos de predicción del modelo.

Asumiendo muchas de estas críticas y con el paso del tiempo, el enfoque de


la elección racional ha perdido gran parte de su rigidez inicial y ha ampliado
el horizonte de su investigación. En este sentido, se han adoptado otras con-
cepciones de la racionalidad y se han empezado a valorar la influencia que las
instituciones tienen sobre la conducta de los individuos.

El nuevo institucionalismo

Tras décadas de estudios centrados en el comportamiento de los individuos


a expensas del olvido de las instituciones, entre las décadas de los ochenta y
noventa del pasado siglo, nace un nuevo enfoque que pone de manifiesto la
centralidad de las instituciones para entender la política. Se propone así una
nueva investigación politológica basada en la idea de que las instituciones go-
zan de autonomía respecto a las personas que las componen y tienen, por ello,
la capacidad de condicionar significativamente la política, definiendo valores y
normas, objetivos y medios, roles e identidades individuales y colectivos.
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Un artículo, “The New Institutionalism: Organizatinal factors in polítical


life”, escrito por J.G. March y J. P. Olsen y publicado en la American Political
Science Review en 1984, supone para muchos el nacimiento de este enfoque.
Estos autores, en un intento de dotar al creciente interés por las instituciones de
un marco teórico que guíe las investigaciones políticas, desarrollan una crítica
tanto al conductismo como al enfoque de la elección racional. Con respecto a los
primeros, cuestionan su visión de la política como parte integral de la sociedad y
el consecuente abandono del Estado como variable explicativa. También se opo-
nen a la consideración de los fenómenos políticos como las consecuencias agre-
gadas del comportamiento individual. Por otro lado, del enfoque de la elección
racional critican el utilitarismo de su concepto de racionalidad. Los defensores

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©  Editorial UOC 30 Ciencia política contemporánea

del nuevo institucionalismo, por el contrario, argumentan que la racionalidad


humana es limitada y que la acción es un intento de “satisfacer” y colmar expec-
tativas que surgen en un contexto específico y que están alojadas en estructu-
ras culturales, sociológicas y políticas. Definen las instituciones como las reglas
formales e informales, las normas y prácticas, los hábitos y las costumbres que
influyen en el proceso político, tanto a nivel macro –por ejemplo, en las cons-
tituciones o la cultura política–, como a nivel micro –en el sistema electoral, los
reglamentos de las cámaras de representantes, etc.
En este sentido, los individuos, según March y Olsen, se comportan de acuer-
do con un conjunto de reglas y procesos que definen si sus acciones son apro-
piadas. Las instituciones importan porque conforman o incluso determinan las
conductas. Ahora bien, teniendo en cuenta estos criterios tan amplios de defi-
nición de instituciones son posibles una gran variedad de análisis que permiten
distinguir tres categorías (Hall y Taylor, 1996) de nuevos institucionalismos: el
“institucionalismo histórico”, el “institucionalismo de la elección racional” y el
“institucionalismo sociológico”.
Estas tres orientaciones, que se desarrollan en reacción a las perspectivas con-
ductistas que predominaron en las décadas de 1960 y 1970, coinciden en dos
presupuestos fundamentales. En primer lugar, mantienen que las instituciones
importan, ya que condicionan la conducta de los individuos y, por lo tanto, el
papel que juegan en la determinación de los resultados políticos y sociales debe
ser objeto de investigación. En segundo lugar, defienden la importancia de la
historia y en este sentido, la forma en que surgen, se consolidan y se transfor-
man las instituciones va a constituirse como otra de las líneas de investigación
principales.
Hasta aquí sus puntos en común, ya que, a la hora de contestar a éstas pre-
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guntas, esto es, a cómo es la relación entre institución y conducta, por un lado
y a cómo se explica el proceso de nacimiento y cambio de las mismas, por otro,
adoptan perspectivas distintas, cuando no contrapuestas. En términos genera-
les, los neoinstitucionalistas proporcionan dos tipos de respuesta a estas pregun-
tas, adoptando un “enfoque del cálculo” o un “enfoque cultural”.
En respuesta a la pregunta de cómo se comportan los individuos, los que
adoptan el primer enfoque, mantienen una visión de la conducta humana ins-
trumental basada en cálculos estratégicos. Asumen que los individuos persiguen
la maximización de sus metas, que vienen dadas por una función específica de
sus preferencias. Al hacerlo así se comportan racionalmente, es decir, valoran to-
das las opciones posibles y seleccionan aquellas que le proporcionan el máximo

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beneficio. En general tanto las metas como las preferencias de los individuos son
exógenas a las instituciones.
Por otro lado, de acuerdo con este enfoque, las instituciones afectan a la
conducta porque proporcionan a los individuos mayores o menores niveles de
certidumbre sobre la conducta presente y futura de otros actores. Más concre-
tamente, las instituciones proporcionan información sobre la conducta de los
individuos porque refuerzan mecanismos de acuerdo y penalizan la no colabo-
ración. El punto importante es que afectan a la acción individual alterando las
expectativas del actor sobre las acciones que los otros es probable que tomen
como respuesta o simultáneamente a su propia acción. Por lo tanto, la interac-
ción estratégica juega un papel fundamental en estos análisis.
Por el contrario, el enfoque cultural, mantiene que la acción no es comple-
tamente estratégica sino que está “limitada” por la visión del mundo de los
individuos. Es decir, se enfatiza en que los actores utilizan rutinas y modelos de
conducta establecidos para lograr sus propósitos. En este sentido, el curso de una
acción depende de la interpretación que los individuos hacen de una situación
y no de un cálculo instrumental.
Desde esta perspectiva, las instituciones proporcionan marcos morales y cog-
nitivos para la interpretación de la acción. El individuo es visto como una enti-
dad profundamente incrustada en un mundo de instituciones compuestas por
símbolos y rutinas. Estas proporcionan filtros para la interpretación de las situa-
ciones y de uno mismo sobre la que la acción es construida. Por lo tanto las ins-
tituciones no solo proporcionan información útil estratégicamente hablando,
sino que, además, crean las identidades, imágenes y preferencias de los actores.
Estos dos enfoques también explican de manera diferente por qué las ins-
tituciones nacen y se mantienen a lo largo del tiempo. Para los defensores del
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primer enfoque, la existencia de una institución viene dada por su capacidad


de crear situaciones en las que al individuo le sea más ventajoso seguir un tipo
determinado de conducta inducido por la misma. De lo que se deduce que la
fuerza y permanencia de una institución dependerá de su contribución a resol-
ver los dilemas de la acción colectiva. El enfoque cultural, por otro lado, dota de
más autonomía a las instituciones y afirma que como construcciones colectivas
convencionales no pueden ser transformadas por la acción individual. Las ins-
tituciones son resistentes al cambio porque, en última instancia, ellas mismas
estructuran las opciones de reforma que los individuos puedan tener.
En resumen, vemos que este enfoque presenta dos posturas encontradas que,
sorprendentemente, se han mantenido diferenciadas académicamente sin re-

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©  Editorial UOC 32 Ciencia política contemporánea

currir la una a la otra para mejorar sus explicaciones. Algunos autores han em-
pezado a reivindicar algún tipo de integración entre ellas para que se consolide
así el neoinstitucionalismo como el enfoque principal de la Ciencia política del
nuevo siglo.
En la actualidad, podríamos decir que la disciplina de la Ciencia política no
presenta una identidad común determinada por uno de estos enfoques alterna-
tivos. Existe, como hemos visto, un pluralismo de temas y de intereses que se
analizan siguiendo diferentes aproximaciones o enfoques. La presencia simultá-
nea de estos enfoques supone un pluralismo metodológico que permite el avan-
ce progresivo y complementario de los análisis de la Ciencia política.

Presente y futuro de la Ciencia política

En este último apartado debemos hacernos la pregunta de hacia dónde ca-


mina hoy la disciplina y cuáles son sus principales desafíos. Tras el célebre texto
de Gabriel Almond (1999), Una disciplina segmentada. Escuelas y corrientes de las
ciencias políticas en el que el autor denunciaba el exceso de fragmentación, otras
recientes y controvertidas reflexiones como las de Giovani Sartori identifican
debilidades fundamentales de la disciplina, a saber, el exceso de cuantificación y
la escasez de investigación aplicada. De acuerdo con el autor, la Ciencia política
contemporánea, con más exactitud, la Ciencia política hegemónica de origen
estadounidense, constituye una ciencia en gran medida “inútil” pues no propor-
ciona conocimiento que pueda ser aplicado, no es una disciplina de interven-
ción. Sartori (2005: 13) la describe como “un gigante que sigue creciendo y tiene
los pies de barro” y la única alternativa posible es resistir frente al exceso de
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empirismo utilizando la lógica al pensar y necesariamente antes que “contar”.


Junto a este autor, el denominado movimiento “Perestroika”, asentado princi-
palmente en los Estados Unidos, critica el exceso de énfasis en el método y la
sofisticación matemática que ha llevado al gremio a perder de vista las verdade-
ras cuestiones y a proporcionar respuestas, la mayoría de las veces, ininteligibles
para las personas responsables de la implementación y el diseño de las políticas
públicas (Caterino y Schram, 2006).
Por su parte, otros autores ofrecen una respuesta más reconciliada con la
Ciencia política del presente situando en primer plano sus logros y progresos.
Así, por ejemplo, David Laitin señala importantes contribuciones académicas
–la Teoría de la justicia de Rawls, el teorema del votante medio, o el proyecto

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©  Editorial UOC 33 El estudio científico de la política

comparativo de Rokkan–, que sin embargo se han pasado por alto debido a la
falta de un núcleo teórico comúnmente aceptado como ocurre en otras ciencias
como la física o la economía. Asimismo, Josep Colomer se distancia de Sartori
respecto al futuro negro de la Ciencia política aunque considera necesario un
mayor progreso teórico para que esta disciplina pueda desarrollarse como cien-
cia y también como conocimiento aplicado.
En este orden de cosas, los desafíos y promesas de progreso continúan estan-
do presentes, tanto desde el punto de vista de sus avances metodológicos como
de contenido y aplicación reteniendo avances fundamentales y redescubriendo
problemas hasta la fecha no abordados en profundidad. La Ciencia política ha
tenido un desarrollo ecléctico y progresivo (Landman, 2011) que se inició con
un énfasis en los aspectos jurídicos y formales, más tarde pasó a un interés casi
exclusivo acerca de los intereses de los individuos –el conductismo– siguiéndole
un redescubrimiento de las instituciones –nuevo institucionalismo– sin olvidar
el tema de la cultura política y posteriormente la dimensión de la política como
resultado –políticas públicas–. Si bien los objetos de investigación y los enfoques
teóricos para el análisis nunca antes habían sido tan heterogéneos y abiertos
al cambio, ha prevalecido también una conciencia de la necesidad de rigor en
las afirmaciones y comparaciones sobre los fenómenos políticos. Los métodos
y enfoques que se han ido incorporando a lo largo de los años proporcionan a
la investigación en Ciencia política una rica “caja de herramientas” con la que
explorar y explicar los grandes rompecabezas que constituyen lo político.
Entre las nuevas voces sobresalientes de los últimos tiempos se encuentran
investigaciones que recurren conjuntamente a bases individualistas, institucio-
nalistas y culturalistas de la política para abordar objetos clásicos y otros no tan
clásicos de investigación, a saber, transiciones democráticas, diseños institucio-
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nales, movimientos sociales, globalización, redes transnacionales, terrorismo,


medioambiente, difusión cultural, etc. Asimismo, las aproximaciones feministas
a la política han desarrollado una abundante literatura que dialoga críticamente
con la disciplina y que ha contribuido notablemente a establecer un panora-
ma más rico e interrelacionado entre las corrientes dominantes de la Ciencia
política, (Goertz y Mazur, 2008; Norris e Inglehart, 2003; Squires, 2007; Krook
y Childs, 2010; Young, 2001). Luego la Ciencia política, como hemos visto, ha
madurado y probablemente seguirá haciéndolo, así como los retos persistentes a
los que ha de enfrentarse bajo un contexto en continuo movimiento y crecien-
temente global.

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©  Editorial UOC 34 Ciencia política contemporánea

Actividades propuestas para las clases interactivas

Actividad 1.  Preguntas

Preguntas de repaso conceptos y contenidos

a) ¿Qué es la política?
b) ¿Cómo se define la Ciencia política?
c) ¿Qué diferencias hay entre la Ciencia política empírica y la teoría política?

Preguntas desarrollo de argumentos

a) ¿Qué elementos caracterizan a la Ciencia política frente a la filosofía polí-


tica, el derecho y la historia?
b) ¿Por qué se afirma que la Ciencia política es una ciencia empírica? ¿Cuáles
son sus requisitos?
c) ¿Cuáles son las principales estrategias de la investigación politológica?
Pon un ejemplo de investigación con los pasos a seguir necesarios.
d) Principales características del conductismo
e) Principales características del nuevo institucionalismo
f) ¿Hacia dónde camina hoy la Ciencia política? Logros y desafíos.

Actividad 2.  Aplicación de conceptos teóricos a casos empíricos:


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a) ¿Cuál es el resultado del juego del Dilema del prisionero? Representa una
situación estratégica en el aula que represente este juego.
b) Pon un ejemplo de una situación en la que resulte relevante afirmar la
importancia de las instituciones –en tanto que “reglas del juego”– para
comprender el resultado de una situación política.

Actividad 3. La política en el cine

Trece días, Roger Donaldson (2000).

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©  Editorial UOC 35 El estudio científico de la política

Objetivos generales

•  Desarrollar un método de reflexión a través de la trama de la película que


ayude al alumnado a identificar aspectos claves de la política.
•  Convertir al alumnado en participante activo mediante su implicación en el de-
bate y en la búsqueda de información con el fin de exponer su análisis crítico.
•  Analizar la realidad desde un escenario distinto a lo que se puede plantear
en una clase magistral o de pizarra: salida de los textos literarios.

Cuestiones

a) ¿Qué consideras más destacable de la película?


b) Identifica los actores políticos fundamentales de las negociaciones.
c) La teoría de juegos y los conflictos bélicos, ¿sintetizan las negociaciones
de carácter estratégico, esto es, los contextos en los que el logro de los
propios intereses depende de la capacidad para prever y anticipar los mo-
vimientos y las respuestas del contrario?
d) Usando el enfoque del nuevo institucionalismo y desde tu punto de vista,
¿el modelo de “actor racional y unitario” de los Estados es adecuado a la
hora de explicar y, sobre todo, de predecir la conducta del gobierno de los
Estados Unidos?
e) Identifica los papeles femeninos que aparecen en la película. ¿Cuántas
mujeres salen en la película? ¿A qué se dedican, qué papel juegan?
f) ¿Cambiarías algo de la película? ¿Hay un ganador y un perdedor? Imagina
un final distinto para esta película.
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Recursos online recomendados

•  Recursos varios sobre política y un importante número de vínculos a bases


de datos interesantes para utilizar en la investigación politológica disponi-
bles en: www.politicalresources.net
•  Asociaciones de Ciencia política con todo tipo de información relevante
sobre la disciplina:
www.aecpa.es
www.ecprnet.eu
www.apsanet.org
www.clad.org

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©  Editorial UOC 36 Ciencia política contemporánea

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©  Editorial UOC 39 El Estado como organización política

Capítulo II
El Estado como organización política

Objetivos

El tema “El Estado como organización política” es un campo de estu-


dio central en materias como Teoría del Estado, Introducción a la Ciencia
política o Política comparada y se puede enmarcar en el bloque de asigna-
turas vinculadas a las instituciones políticas. Tiene por objetivo propor-
cionar al alumnado un conocimiento básico y general acerca de los con-
ceptos definitorios del Estado así como sobre su organización territorial.
Este tema permite adquirir información sobre una forma de unidad de
política fundamental que se ha extendido por todo el planeta y que es-
cenifica el espacio por excelencia de la política y, por lo tanto, constituye
una dimensión básica de la Ciencia política.
Con este capítulo se trata de exponer la importancia de las institucio-
nes y su interacción con otras dimensiones importantes de la disciplina.
Mediante la lectura y la comprensión de este tema el alumnado estará
capacitado para un primer acercamiento a los fundamentos teóricos, la
evolución histórica y la organización territorial del Estado.
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Metodología

Esta materia consta de tres tipos de clases: expositivas, interactivas o


seminario y tutorías. Las clases teóricas se desarrollarán siguiendo las lí-
neas del contenido que se detallan abajo. Antes del comienzo del tema se
deberán realizar las lecturas obligatorias correspondientes a esta unidad:

•  Pastor, J. y Ribo, R., 1996. “La estructura territorial del Estado.” En: Cami-
nal, M. (comp.) Manual de Ciencia política. Madrid: Tecnos, pp. 451-470.

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©  Editorial UOC 40 Ciencia política contemporánea

•  Colomer, J. M., 1999. “Las instituciones del federalismo.” Revista Españo-


la de Ciencia política 1, 41-54.

Estas lecturas constituirán el punto de arranque a partir del cual se pro-


cederá a un desarrollo del tema. Se espera, por lo tanto, una participación
activa del alumnado en las clases.
Las clases de seminarios consistirán, básicamente, en la realización de
las actividades correspondientes a este tema que figuran al final de la uni-
dad. En las tutorías se llevará a cabo un seguimiento de los avances y
resultados del trabajo individual del alumnado.

Competencias

•  Adquirir conocimientos sobre el funcionamiento de los Estados actuales.


•  Reforzar la capacidad de análisis, esto es, de descomposición de los ele-
mentos teóricos y metodológicos sobre los Estados en las fuentes de
información manejadas.
•  Reforzar la capacidad de síntesis y de reformulación de la información
de acuerdo con los conceptos y teorías pertinentes.
•  Utilizar con soltura los conceptos teóricos y metodológicos de la Cien-
cia política.
•  Aprender a presentar sus argumentos y a debatir en público a través de
la realización de debates partiendo de preguntas genéricas.
•  Elaborar comentarios críticos y analíticos de materiales audiovisuales y
literarios que permitan aplicar los contenidos de este tema.
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•  Adquirir una serie de habilidades relativas a la búsqueda de bibliografía,


manejo de recursos y de datos, así como aprender a formular hipótesis.

Contenidos del capítulo

•  Introducción.
•  La definición de Estado.
•  Los atributos del Estado.
•  La organización territorial del Estado.
•  Líneas actuales y futuras de debate.

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©  Editorial UOC 41 El Estado como organización política

Introducción

El Estado como forma de organización colectiva es hijo de la historia. Co-


menzó a dibujarse hace aproximadamente quinientos años en el contexto de la
Europa occidental y su éxito se extendió progresivamente al resto del mundo,
convirtiéndose en la unidad política básica objeto fundamental de estudio de la
Ciencia política. En Europa, las primeras unidades políticas que merecieron ser
considerados Estados fueron Inglaterra, Francia, España y Suecia. En su inicio,
los Estados modernos se organizaron como monarquías absolutas y tenían por
objetivo acumular grandes cantidades de territorios autónomos bajo un único
poder centralizado, para lo que contaban con las conquistas militares, los enla-
ces dinásticos o los acuerdos mutuos. Se afirmaron frente a imperios en declive
y progresivamente consolidaron mercados en el ámbito territorial y absorbieron
funciones antes en manos de la iglesia.
Desde finales del siglo xix el número de Estados independientes en el mundo
se ha multiplicado casi por cuatro, así, mientras en 1870 había tan solo cincuen-
ta Estados independientes, en la actualidad, a principios del siglo xxi, son casi
doscientos los que configuran el mapa global de Estados miembros de las Na-
ciones Unidas (ONU). Por lo tanto, prácticamente, a excepción de la Antártida
y de las aguas internacionales, no hay lugar en el planeta que no se encuentre
vinculado a un Estado. Por supuesto, algunos territorios son reclamados por va-
rios Estados y son fuente de conflicto, no obstante, no hay desacuerdo respecto
al hecho de que los Estados constituyen los principales actores en esas disputas.
En este sentido, la generalización de la institución estatal obliga a una reflexión
sobre cuáles son sus características esenciales y las razones de su permanencia.
Los Estados constituyen una unidad política universal aunque ofrecen reali-
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dades muy diversas. Científicos y científicas sociales han tratado de clasificarlos


y analizarlos desde distintos paradigmas. España, Chile, Francia, Ecuador o Ma-
rruecos son Estados: todos ellos constituyen entidades políticas independientes
y cada uno de ellos es reconocido por el resto como Estado. Ahora bien, debe-
mos identificar algunas dificultades de comprensión y significación cuando se
desea perfilar unas características generales. En primer lugar, los Estados varían
de manera muy significativa a lo largo del tiempo, comprenden, por ejemplo,
momentos tan distintos como el Estado francés de Luis xiv, el Estado de Timor
Oriental reconocido en 2002, o el hasta la fecha Estado más joven, Kosovo,
reconocido en 2008 por un número importante de países, aunque no por la
ONU. En segundo lugar, si pensamos en Estados, o microEstados como el Vati-

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©  Editorial UOC 42 Ciencia política contemporánea

cano, Luxemburgo, Mónaco o San Marino, aunque todos ellos funcionan como
Estados en muchos aspectos, sin embargo, difieren sustancialmente de sus Es-
tados vecinos, esto es, Francia o Italia. Y es que entre los actuales miembros de
Naciones Unidas se encuentran cuarenta y un Estados con menos de un millón
de habitantes. En tercer lugar, otra dificultad importante se deriva del propio
término Estado, íntimamente vinculado a otras nociones como pueblo, nación,
comunidad, sistema político o Estado-nación que en muchas ocasiones se sola-
pan o sencillamente se emplean como sinónimos, ofreciendo de ese modo un
panorama ciertamente confuso.
Por otra parte, la globalización está introduciendo importantes cambios res-
peto a la forma en que pensamos el Estado, más allá de las connotaciones que
queramos otorgarle, el fenómeno globalizador implica desterritorialización. En
efecto, en el presente, las dimensiones relativas a la soberanía y las funciones
del Estado necesitan ser valoradas a la luz de los cambios producidos por la
globalización. Es una consecuencia, como veremos, motivada por el hecho de
que muchas actividades e interacciones sociales ya no tienen lugar en espacios
coincidentes con los límites establecidos por la organización del Estado.

La definición de Estado

Son numerosas las disciplinas y áreas que se ocupan del Estado como objeto de
estudio, que nos permiten conocer diferentes definiciones de Estado, quizás por
ello, debido a la diversidad generada resulta más difícil su correcta clarificación.
En el terreno de la Ciencia política y de la teoría del Estado no resulta sencillo
encontrar definiciones precisas pues el interés puede dirigirse tanto hacia los prin-
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cipios institucionales, normativos, como a las funciones, a las estructuras, etc.


Ahora bien, la radical innovación de la noción de Estado moderno consiste en
que supone un ámbito diferenciado de la política con circuitos propios de decisión
que tiende a la máxima institucionalización de la relación política. El Estado es
incompatible con la idea de un poder político disperso o fragmentado depositado
en otras instancias como ocurría en la etapa feudal. Ya no cuenta la tradición, ni
las características personales del que manda, sino las leyes, la despersonalización
y profesionalización del poder. Surge como institución moderna y por lo tanto,
con grandes diferencias respecto a los modelos anteriores; como consecuencia de
las revoluciones burguesas, el Estado constituye una organización que monopoli-
za el poder político, excluye cualquier fuente de poder dentro de su territorio y su

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©  Editorial UOC 43 El Estado como organización política

fuerza reside precisamente en la autonomía. Se caracteriza por tener un territorio


fijo y unas fronteras formales bajo las cuales afirma su soberanía.
Asimismo, la construcción del Estado supone una organización compleja del
poder político en la cual se lleva a cabo un proceso gradual de expropiación de
los medios de dominación política, esto es, de producción legal, administración
de justicia, recaudación fiscal, recursos militares y relación diplomática. Como
consecuencia de ello, el Estado se separa de la sociedad civil en su conjunto,
representa y justifica como tal una realidad de actividades exclusivamente polí-
ticas –legislación, jurisdicción, policía, acción militar, políticas públicas– com-
plementarias pero diferenciadas de las actividades sociales que el Estado no pro-
mueve ni controla expresamente.

Los atributos del Estado

Entre los atributos fundamentales del Estado, de los que daremos cuenta en
los próximos apartados, se encuentran el monopolio exclusivo en el uso de la
violencia, la soberanía en el interior de un territorio limitado por fronteras es-
pecíficas así como la legitimidad basada en el triunfo de unos determinados
valores capaces de justificar la obediencia política.

Monopolio de la violencia

El Estado posee el monopolio exclusivo de la coacción, dotándose para ello,


por una parte, de la producción de derecho donde se encuentran contenidas
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todas las normas obligatorias y por otra, de la administración de la violencia a


través de los ejércitos, la policía, las instituciones penitenciarias, las sanciones
físicas, económicas, etc. Dentro de su territorio, el Estado organiza el monopo-
lio de la violencia con el fin de proveer los bienes públicos básicos de defensa
y seguridad, lo cual implica, como mencionamos anteriormente, elementos de
vigilancia, sanción o protección.
Cuando el Estado no posee el control de esa coacción dentro del territorio,
otros centros alternativos de poder pueden actuar con impunidad, en este caso,
debemos hablar de otro tipo de estructura política, no de Estado (Poggi, 2008:
86). En efecto, la entidad estatal no admite competencia con otros centros de
poder como ocurría con las antiguas formas políticas de los imperios o las poliar-

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©  Editorial UOC 44 Ciencia política contemporánea

quías feudales. Los Estados obtuvieron este monopolio gracias a la prohibición


de los ejércitos privados e incluso, dependiendo de los países, del uso público
de la autodefensa –incluida la posesión de armas– por parte de los individuos de
forma privada. Esta situación permitió que el Estado pudiese emplear la violen-
cia y las fuerzas de seguridad para proteger a los civiles desarmados.

Soberanía

Junto al monopolio de la violencia, otro elemento constitutivo que caracte-


riza al Estado es la soberanía. Si nos acercamos a la definición clásica del con-
cepto, la soberanía implica capacidad exclusiva de gobierno, esto es, capacidad
exclusiva en la toma de decisiones vinculantes en el marco de un territorio. Un
Estado deviene soberano en la medida en que es capaz de ejercer la autoridad
gubernamental imponiendo sus propias leyes sobre la comunidad sin que otros
Estados u actores externos impongan las suyas, por lo tanto, implica tanto el
monopolio interno del poder como la no injerencia en los asuntos de otros Esta-
dos. En efecto, la mayoría de los países del mundo actual asumen este principio
de soberanía como base fundamental del derecho internacional que se remonta
a los Estados modernos de la Europa de los siglos xvii y xviii.
En su vertiente interna, el Estado es soberano porque posee el monopolio del
derecho y la violencia y ha de imponerse en su territorio sobre cualquier otra
fuente de autoridad civil, eclesiástica, económica o de otra naturaleza. Además,
la forma en que un Estado organiza y ejerce su dominación en el interior es un
asunto que corresponde a decisiones de política interna.
Por otra parte, en su dimensión externa, la soberanía equipara a todos los Es-
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tados en sus relaciones recíprocas y en el control de sus fronteras y territorios, es


decir, en principio y de acuerdo con el derecho internacional, Guinea, España,
Colombia e India se encuentran en pie de igualdad como Estados soberanos.
Luego, en aras de la convivencia pacífica entre Estados, es condición suficiente
que estos reconozcan mutuamente la soberanía formal sobre cada territorio, y
así, se traten como iguales. Ahora bien, debemos distinguir entre soberanía y po-
der: Nepal o los Estados Unidos son dos Estados igualmente soberanos, aunque
el segundo sea más poderoso.
El concepto de soberanía –al igual que el término nación– constituye uno de
los términos más controvertidos y que mayor grado de confusión ha generado. La
soberanía se ha ido modificando a lo largo de la historia debido a una serie de fac-

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©  Editorial UOC 45 El Estado como organización política

tores nacionales e internacionales que afectan en mayor medida a determinados


países. Así por ejemplo, la Unión Europea (UE) constituye un buen ejemplo de
cómo ha ido transformándose la concepción de la soberanía en el marco de un
contexto más globalizado e interdependiente. En este sentido, el ingreso en
la UE ha significado para los Estados miembros una restricción de su dimen-
sión exterior, por ejemplo, en cuanto a la renuncia a la capacidad estatal de
regular algunas actividades económicas y comerciales y en muchos casos, tam-
bién en cuanto a la supresión de la moneda estatal a favor del euro como mo-
neda única.
Por otra parte, en los últimos años, el papel que ha jugado el derecho a la in-
jerencia humanitaria en determinados países, ha modificado los propios límites
de la soberanía en cuanto justificación de la intervención de un actor exterior
en el territorio de una entidad estatal con el objetivo de salvaguardar derechos
fundamentales y condiciones de vida amenazadas por la imposibilidad del pro-
pio Estado. Por ejemplo, en Haití, tras el seísmo en enero de 2010, se situaron
en el país numerosas fuerzas de seguridad y de ayuda humanitaria procedentes
de otros países como el caso de los Estados Unidos. En ocasiones, este tipo de
injerencia ha tomado la forma de una intervención militar, como por ejemplo,
la acción de intervenir en la antigua Yugoslavia en 1999, una acción en su día
respaldada por la ONU, a instancias de los países que conformaban la OTAN. En
este contexto, la pregunta de difícil respuesta remite a quién corresponde eva-
luar la necesidad o no de una injerencia humanitaria, ¿a las entidades interesta-
tales o al propio Estado? Lo cierto es que en lo que concierne al aseguramiento
de la paz, la imposición de los derechos humanos, así como a la lucha contra el
crimen internacional organizado o contra las limpiezas étnicas, se ha puesto en-
tre paréntesis el principio de no injerencia en el espacio territorial de los demás
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Estados. Ningún Estado puede ignorar aquellos eventos que ocurren más allá
de sus fronteras simplemente porque no se ajustan a sus intereses nacionales
(Newton y Van Deth, 2010: 21).

Legitimidad

La legitimidad constituye otro elemento fundamental del Estado, no solo


para los sistemas democráticos sino incluso sistemas de carácter autoritario han
reclamado siempre alguna suerte de legitimidad para sus acciones. Este término
trae consigo un doble sentido, desde el punto de vista de las personas gober-

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©  Editorial UOC 46 Ciencia política contemporánea

nantes significa derecho a mandar y ejercer la autoridad y en consecuencia,


la obligación por parte de los gobernados a obedecer. Por su parte, desde la
perspectiva de los gobernados, la legitimidad significa fundamentalmente una
creencia, relacionada con los valores de la equidad, la justicia o la bondad de las
acciones y leyes que emanan de la autoridad gobernante. Esos valores permiten
distinguir entre lo legal y lo legítimo. La noción de legitimidad, por tanto, es
una noción más amplia que relaciona el ejercicio del poder estatal con el mundo
de las ideas y de los valores. Mientras que la legalidad remite a la adecuación de
una decisión o de una propuesta a la ley vigente, la legitimidad expresa el ajuste
de esta misma decisión a un marco de valores que se sitúan más allá de la propia
ley escrita.
El sociólogo alemán Max Weber (1864-1920) subrayó el carácter funda-
mental de la legitimidad a la hora de definir el Estado como una comuni-
dad humana que reclama eficazmente el monopolio del uso legítimo de la vio-
lencia dentro de un territorio. Este autor elaboró su conocida tipología bajo la
que expresó los diferentes modos de legitimidad del poder político a lo largo
de la historia. Distinguió tres tipos de dominación, la tradicional, la carismá-
tica y la legal-racional. La legitimidad de la dominación, en el primer caso,
descansa en la creencia en la santidad de las normas y en los poderes de mando
heredados. En la segunda, se alude a las cualidades extraordinarias o excepcio-
nales del líder o caudillo. Se atribuye por tanto esta legitimidad a las perso-
nas con capacidad de persuasión y de impulsar una visión de futuro proyecto
colectivo. Por último, la legitimidad que confiere lo legal-racional descansa
en la aceptación de unas normas impersonales establecidas dentro de un con-
texto de racionalidad con arreglo a fines o con arreglo a valores. Esta última
forma fue relacionada por Weber con el desarrollo del sistema burocrático pro-
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pio del Estado moderno, no obstante, aunque la tipología del autor alemán
ha resultado muy útil para iluminar las relaciones de legitimidad que han
acompañado a los diferentes momentos históricos, no resulta apta para ex-
plicar correctamente la relación de dominio en los Estados contemporáneos
democráticos.
La legitimidad democrática descansa de manera especial en la creencia en
la superioridad de este sistema político frente a otros y en el cumplimiento de
las reglas que definen la democracia (véase el capítulo 4 “de las democracias”).
Juan Linz llevó a cabo una excelente aproximación sobre la legitimación en el
marco de los Estados democráticos en el que subrayó varios elementos como la
socialización política mediante la familia y la educación, los medios de comuni-

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©  Editorial UOC 47 El Estado como organización política

cación, la tradición, el carisma personal de los líderes, la eficacia y la efectividad,


la identificación con el Estado o la nación, etc.1

Territorialidad

La territorialidad en sí misma constituye uno de los elementos más impor-


tantes de la definición de Estado, pues su competencia se extiende sobre un te-
rritorio. En efecto, la dominación territorial se delimita sobre un espacio concre-
to donde las fronteras existen, no solo como consecuencia del marcaje necesario
frente a posibles pretensiones de dominación por parte de otros Estados, sino
también como consecuencia de las limitaciones fácticas para poder hacer efecti-
vo el ejercicio del poder. Mediante la fijación de fronteras se delimita el territorio
y se regula la asignación estatal de competencias y por tanto, se acota el ámbito
de poder del Estado. Las fronteras sirven también para controlar los movimien-
tos migratorios de personas que entran y salen de un territorio. Las restriccio-
nes de entrada mediante fronteras estatales, para personas que solicitan asilo o
emigran procedentes de otros territorios, no son una realidad solo en países con
sistemas autoritarios sino también son propias de numerosos Estados democrá-
ticos (Benz, 2010: 148). Al tiempo que se eliminan importantes restricciones
respecto a la libre circulación de mercancías, los Estados económicamente más
favorecidos levantan fronteras cada vez más infranqueables contra los crecientes
movimientos migratorios procedentes de los países menos favorecidos. Resulta
ilustrativo de este refortalecimiento de las fronteras estatales las que se extien-
den entre los Estados Unidos y México, o la de las ciudades españolas de Ceuta
y Melilla con Marruecos.
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El territorio sirve para identificar el espacio donde el Estado debe ser capaz
de proteger y defender a la población haciendo uso exclusivo, si es necesario, de
la violencia. En efecto, el territorio no es simplemente el lugar de las actividades
del Estado sino que simboliza también la parte física de la identidad estatal, el
sentido de su existencia y su continuidad histórica (Poggi, 2008: 87).
Se distinguen Estados con grandes y pequeños territorios. En los últimos
tiempos, la construcción clásica de grandes Estados soberanos que traía consigo
la unificación de un número variado de territorios bajo una única fuente de
poder ha sido progresivamente modificada debido a la proliferación de peque-

1.  Consúltese Linz, 1987.

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©  Editorial UOC 48 Ciencia política contemporánea

ños países, de manera que actualmente, el tamaño medio de un país ha dismi-


nuido hasta siete millones de habitantes. De los alrededor de noventa Estados
independientes en el mundo en 1900, hablamos hoy de casi doscientos Estados
pertenecientes a la ONU.
Un Estado asentado en un territorio implica necesariamente hablar de las
personas que lo habitan, identificar un pueblo o una nación. Para identificar un
pueblo o nación aludimos necesariamente a elementos compartidos, sea una
lengua, una religión, una historia común, una cultura, etc., de ahí que en el
lenguaje cotidiano, los términos “nación” y “Estado” suelen emplearse de ma-
nera indistinta como sinónimo de país, sin embargo, constituyen conceptos
diferentes. El Estado remite fundamentalmente al marco de instituciones polí-
ticas y administrativas de un país, mientras que la nación está relacionada con
el sentido de pertenencia, con una identidad diferenciada que reclama para sí
un territorio. La identidad nacional deviene la conciencia de pertenencia a una
comunidad que descansa bien en características étnicas y culturales, bien en
el reconocimiento de derechos y obligaciones comunes. Desde la Revolución
Francesa destaca una tradición de pensamiento occidental que ha desarrollado
el concepto de Estado-nación o Estado nacional caracterizado por la congruen-
cia entre los límites territoriales y las identidades o identidad de un pueblo que
vive en ese territorio. No obstante, esta congruencia ha resultado ser más bien
un principio normativo y no un principio sociológico del que den cuenta los
Estados realmente existentes. Luego la distinción entre Estado y nación descan-
sa en el hecho de que un Estado no siempre coincide con las fronteras de una
única nación. El mundo de hoy está formado por Estados plurinacionales y por
naciones sin sus propios Estados2, son pocos los países que expresan una corres-
pondencia clara entre Estado y nación.
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La organización territorial del Estado

La diferente conexión entre poder político organizado y territorio ha dado


lugar a la configuración de diferentes modelos de Estado, atendiendo al grado

2.  Tras la II Guerra Mundial, los grandes objetivos del Estado-nación entraron en crisis a partir del
momento en que los distintos países europeos se mostraron incapaces de garantizar la paz y promo-
ver la reconstrucción sobre las bases nacionales individuales y tuvieron que unirse dentro del marco
supranacional de la Unión Europea. Por otra parte, debido a la creciente complejidad étnica y cultural
de muchos territorios, en muchos países europeos, el Estado y la nación no son coincidentes.

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©  Editorial UOC 49 El Estado como organización política

de dispersión o concentración en el ejercicio del poder político. Sin embargo, no


existe una única clasificación que podamos utilizar a la hora de estudiar la or-
ganización territorial del Estado debido a la proliferación de variadas tipologías
y denominaciones relacionadas con distintas tradiciones en la Ciencia política.
En la tradición anglosajona, por ejemplo, no se emplea la referencia a Estado
compuesto, sino que generalmente se usa Estado federal así como variantes en
su lugar. Por otra parte, en el marco de la tradición italiana o española, son co-
munes las referencias al Estado compuesto (Fernando Badía 1986; Vallés, 2000).
Asimismo, los debates sobre la organización territorial del Estado no remiten
solamente a una cuestión nominal respecto a la identificación como unitario o
federal sino que profundizan en el tipo de división de poderes existente en el
interior de cada Estado y qué consecuencias se derivan de ello.
La clasificación más simple y generalizada permite distinguir dos modelos de
referencia clásica, a saber, el modelo de Estado unitario, y el modelo de Estado
compuesto. El factor tamaño, junto con otros elementos, interviene en la confi-
guración territorial de los Estados.

Estados unitarios

El proceso de construcción de los Estados-nación en Europa, a excepción de


Suiza, estuvo caracterizado por la generalización del modelo de organización
unitario. El absolutismo estuvo relacionado con un modelo de construcción de
Estado de carácter centralizador y jerárquico en el que prevalecía la indivisibi-
lidad de la soberanía bajo una autoridad única. Con la extensión del modelo
jacobino tras la Revolución Francesa se lleva a cabo un proceso de centrali-
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zación del poder en manos del Estado. A partir de ahí este modelo unitario
deviene el modelo mayoritario de referencia en la organización del Estado en
Europa.
El principio básico del Estado unitario reside en la idea de que el poder po-
lítico equivale a un único centro desde el cual se conecta o se proyecta sobre
todo el territorio (Vallés 2000: 175). Este centro es responsable de la adopción
de decisiones políticas últimas, por lo tanto, posee el monopolio de la creación de
las normas jurídicas aplicables en todo el territorio y a toda la ciudadanía. Con
el objeto de ganar efectividad, dentro de este modelo tiene cabida la delegación
de competencias y la distribución de recursos entre instituciones que se ocupan
de gobernar las instituciones de naturaleza subestatal, bien sean municipios,

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©  Editorial UOC 50 Ciencia política contemporánea

comarcas, condados, regiones, provincias, etc. Con independencia de que en


algunos casos las competencias delegadas son sustantivas, lo definitorio del Es-
tado unitario es que estas pueden ser revocadas desde el centro mediante deci-
sión unilateral. En efecto, los recursos materiales o personales controlados por
los Estados unitarios dependen de la voluntad del centro político que cede o
transfiere a su voluntad estableciéndose una clara jerarquía entre instituciones
centrales, con competencia sobre la totalidad del territorio estatal y el resto de
las unidades institucionales.
Los Estados unitarios cuentan siempre con unidades políticas locales que
constituyen lo que se denomina el gobierno local o administración local en-
cargado de desarrollar las funciones políticas que las leyes estatales definen. El
grado de competencias entre unos países y otros es muy heterogéneo pese a que
sus funciones estén tuteladas en última instancia por el Estado. Hoy en día, la
aparición de realidades políticas y sociales cada día más complejas, así como las
propias exigencias técnicas y funcionales, han llevado a que no pocos Estados
unitarios hayan moderado el centralismo en aras de nuevas fórmulas descentra-

La distribución territorial del Estado en treinta y seis democracias

Unitarios y centralizados
Bahamas Islandia Nueva Zelanda
Barbados Irlanda Portugal
Botswana Jamaica Reino Unido (antes de 1999)
Colombia Luxemburgo Francia
Costa Rica Malta Trinidad
Grecia Mauricio Italia
Unitarios y descentralizados
Dinamarca Japón Suecia
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Finlandia Noruega
Semifederales
Israel Papúa-Nueva Guinea Bélgica (antes de 1993)
Países Bajos España Reino Unido* (desde 1999)
Federales y descentralizados
Australia Suiza Bélgica (a partir de 1993)
Canadá Estados Unidos
Federales y centralizadas
Venezuela Austria India
Fuente: elaboración propia a partir de Lijphart, 2000

*El proceso denominado devolution entendido como devolución de competencias a Escocia y Gales aprobado en
1998-1999 ha convertido a Reino Unido en un Estado intermedio semifederal próximo al modelo español

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lizadas que promueven la cooperación interterritorial y responden mejor a las


demandas de la ciudadanía. En este sentido, países con Estados unitarios como
Dinamarca, Suecia, Japón o Finlandia, entre otros, se encuentran a su vez fuer-
temente descentralizados. De ahí que respecto a la organización territorial del
Estado se pueda hablar de un continuum que finaliza en el Estado federal, pero
que comprende diferentes grados desde el modelo regional italiano o el difícil
de encuadrar modelo autonómico español, hasta los modelos belga o indio,
por señalar algunos ejemplos. A partir de la clasificación realizada por Arendt
Lijphart acerca de los grados de federalismo de treinta y seis democracias entre
1945 y 1996, aunque reconfigurándola en algunos detalles, se ha ofrecido una
clasificación organizada en la que los casos más claros se encontrarían en la
columna izquierda y en la central, mientras que los casos más complicados, por
estar situados entre categorías o que cambiaron su situación más recientemente,
estarían a la derecha.

Estados compuestos

Los Estados compuestos se caracterizan básicamente por el hecho de que el


poder político se encuentra repartido entre instituciones que controlan dife-
rentes ámbitos territoriales (Vallés 2000: 175). El punto de partida es la idea de
compartir poder, en vez de delegarlo, entre diferentes niveles de poder político,
sin posibilidad de que un centro político someta al conjunto de los actores
institucionales a su tutela. Se sustituye el principio de jerarquía vertical por la
relación horizontal entre poderes en la que, junto a la división garantizada de
poder, se habla de acuerdo con la descripción de Daniel J. Elazar (1997: 239)
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de “no centralización del poder” o de múltiples centros de poder. En contraste


con la pirámide organizativa de los modelos de Estado unitario, un amplio
abanico de poder puede ser ejercido por los diferentes niveles de gobierno. El
federalismo implica la configuración de un sistema de gobierno dual en un
Estado cuya división debe estar constitucionalmente establecida, sin ese requi-
sito, y de acuerdo con uno de los especialistas clásicos, el politólogo estado-
unidense William Riker, no se puede hablar en sentido estricto de federalismo
sino de otras formas de organización, como la descentralización del Estado
unitario. Por tanto, federalismo implica división vertical con poderes separados
entre instituciones centrales y subnacionales de tal modo que algunas mate-
rias son competencia exclusiva de los gobiernos subnacionales y otras de los

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gobiernos centrales, pudiendo hablarse de una suerte de doble soberanía, esta-


tal y subestatal.
A estos principios básicos se acomodan las denominadas federaciones o Es-
tados federales que son el caso más frecuente de Estado compuesto. No existe
un único modelo de Estado federal sino diferentes fórmulas institucionales que
crean relaciones con diversos equilibrios entre entidades políticas que reciben
nombres tan diferentes como Estados, en el caso de los Estados Unidos, Brasil
o India, cantones en el caso de Suiza, länder en Alemania y Austria, regiones en
Bélgica, o provincias en Canadá.
En el modelo de Estado federal se superponen dos estructuras, que son la de la
Federación y la de los Estados (Estados, regiones, provincias, cantones…) miem-
bros interrelacionados entre sí. En un Estado federal, la Federación suele tener
pocas competencias pero relacionadas con materias de interés común, a saber,
la defensa, los asuntos exteriores, el comercio exterior, la moneda y el crédito.
El resto de las competencias quedan en manos de las entidades federadas (Esta-
dos, cantones, provincias, cantones, etc.) concentrándose fundamentalmente
en temas económicos relacionados con la escala territorial o la localización, por
ejemplo, el comercio local, la agricultura, el urbanismo, la cultura, la educación,
la gestión de las diferencias religiosas, étnicas o lingüísticas, etc.
Los modelos de Estado compuesto o federales requieren que cada nivel de
gobierno tenga competencias exclusivas a la hora de adoptar decisiones finales
(Riker, 1975: 239) sobre ciertos temas, al tiempo que los poderes compartidos
bajo la federación en otros temas pueden requerir cooperación o acuerdos inte-
rinstitucionales, bien sea para la aprobación de una legislación hasta la toma de
decisiones concretas y su ejecución.
Por otra parte, a este modelo federal se le asocian otras características: la
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existencia de un legislativo bicameral, con una cámara federal fuerte cuyo obje-
tivo es representar las unidades constituyentes, un tribunal central superior, con
atribuciones para decidir sobre los conflictos que enfrenten a la federación con
las unidades estatales, y un banco público federal, en cuya composición están
implicadas de alguna manera las unidades federadas. Además, cada uno de los
Estados o regiones cuenta con una constitución propia en la que se concretan
las instituciones de gobierno de cada una de ellas.
Los modelos de Estado federal tienden a utilizarse en dos tipos de países, en
aquellos con territorios extensos o con sociedades plurales. Los países grandes,
tanto en territorio como por población, véase la India o los Estados Unidos,
constituyen Estados federales. La construcción federal busca organizar en una

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sola unidad a un conjunto de territorios diversos unidos por la dependencia


colonial de una misma metrópoli. Este ha sido el caso, por ejemplo, de algunos
países de América Latina, Canadá, India o Nigeria. Por otra parte, en aquellos
Estados no tan extensos pero con una gran diversidad de naturaleza cultural,
étnica o religiosa, el modelo federal se articula como modelo apto para dis-
persar un poder excesivamente concentrado y dar visibilidad y presencia a la
heterogeneidad interna. En este caso, el modelo de Estado federal desempeña
la función de reconocimiento de las minorías étnicas o nacionales (Lijphart,
2000: 185).
Para comprender mejor los modelos de Estado federal debemos distinguir
entre el denominado federalismo congruente y el incongruente o también lla-
mados simétrico y asimétrico. El federalismo congruente se compone de unida-
des territoriales cuyas características sociales, étnicas y culturales son similares
en cada una de las unidades y en la federación como conjunto. Hablamos pues
de un modelo de Estado perfectamente congruente cuando las unidades devie-
nen reproducciones en miniatura de las características importantes del Estado
federal en su conjunto. Uno de los ejemplos paradigmáticos del modelo son
los Estados Unidos, cuya Constitución de 1787 ha sido fuente de inspiración
de todos los modelos federales posteriores. Por su parte, el modelo de Estado
federal incongruente se compone de unidades cuyas características sociales y
culturales que difieren entre sí y del país en su conjunto. Otro modo de poner
de manifiesto el contraste de modelos es comparando las fronteras políticas en
las unidades componentes de la federación y las fronteras sociales entre grupos
como las minorías étnicas. En los modelos de Estado federal asimétrico, estas
fronteras tienden a coincidir, de modo que la heterogeneidad de la federación
en su conjunto se transforma en un grado elevado de homogeneidad interna a
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nivel de unidades estatales. Este último modelo permite reducir el pluralismo de


una sociedad gracias a la delimitación de territorios relativamente homogéneos.
Por ejemplo, en Suiza hay una menor diversidad lingüística en los cantones que
a escala estatal. En Canadá, Quebec concentra la minoría francófona y su go-
bierno ha sido el principal impulsor de los intereses de la comunidad de habla
francesa en este país.
A medio camino entre el modelo federal y el unitario descentralizado se en-
contrarían países como España desde 1978 y Reino Unido desde 1999 debido
a que presentan características propias que suponen variantes de Estado com-
puesto que no coinciden plenamente con el modelo federal pese a su gran proxi-
midad. El caso español supone uno de los ajustes de las diferencias lingüísticas

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©  Editorial UOC 54 Ciencia política contemporánea

y culturales, así como de distribución territorial del poder que ha alcanzado


más relieve político. Sobre la base de determinados acuerdos políticos que im-
plicaron a las comunidades afectadas se han conferido poderes y recursos a las
Comunidades Autónomas. El Estado español es actualmente uno de los más
descentralizados de Europa en cuanto a recursos públicos, no obstante, la Cons-
titución no define España como un Estado federal.

Estados confederados

Las confederaciones, en sentido estricto, implican agregaciones de Esta-


dos previamente existentes, suponen una especie de vía intermedia entre
lo que sería propiamente una alianza internacional y el Estado federal. Así,
por ejemplo, la Confederación Helvética –que continúa siendo el nombre
oficial de Suiza– recuerda que sus cantones originariamente se habían agrupa-
do en un sistema de tipo confederal, hasta su transformación en 1848 como
Estado federal. Por otra parte, antes de que los Estados Unidos adoptasen su
Constitución de 1787, los trece Estados se organizaron como una confedera-
ción.
El Estado confederal significa una suerte de acuerdo internacional que con-
duce a una unión de Estados con carácter permanente para alcanzar objetivos
comunes –defensa, régimen aduanero y comercial, moneda, etc.– Este tipo de
arreglo territorial y estatal en seguida se consideró desfasado debido a que fue
considerado una opción con dosis importantes de inestabilidad y conflictivi-
dad: cualquier decisión confederal debía contar siempre con el apoyo unánime
de todos los Estados miembros al reconocerse el derecho de veto de cada uno de
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ellos. En los últimos tiempos, sin embargo, la colaboración económica y la crea-


ción de mercados comunes han relanzado nuevas formas de confederación que
evitan deliberadamente la remisión a los modelos clásicos. En esta línea y en
lo referente al ámbito de las asociaciones internacionales de Estados, la Unión
Europea resulta la entidad política más próxima al modelo confederal. Los has-
ta la fecha veinte y siete Estados integrantes han cedido a la Unión el poder
de definición de políticas importantes como la moneda, el comercio interior
y exterior, agricultura, cooperación jurídica y policial, inmigración, seguridad
fronteriza, etc. Su carácter progresivo, consecuencia de la cesión de soberanía
por parte de los Estados miembros a favor del Parlamento Europeo, el Consejo
de Ministros y la Comisión, la sitúa en un espacio intermedio entre confederal

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©  Editorial UOC 55 El Estado como organización política

y federal pues los Estados miembros mantienen derecho de veto para algunos
asuntos.

Modelos territoriales y democracia

Dentro de la literatura especializada en modelos de organización territorial


del Estado ha sido frecuente el desinterés respecto al tipo de régimen político
que acompaña al modelo territorial. Así, por ejemplo, Riker, uno de los grandes
especialistas en este campo, no estableció ninguna distinción entre el modelo
de los Estados Unidos y el de la antigua Unión Soviética. Ahora bien, en los úl-
timos años se ha subrayado la necesidad de atender al tipo de régimen político
en el que se enmarca el modelo territorial, pues las diferencias entre sistemas
democráticos federales y sistemas no democráticos con estructuras federales son
fundamentales (Stepan, 2001). De tal manera que, de acuerdo con Stepan, tan
solo las democracias pueden ser efectivamente federales en la medida en que
proporcionan garantías y mecanismos institucionales para que las subunidades
estatales se respeten.
La pregunta que restaría por tanto es la relacionada con el papel jugado por
el modelo territorial del Estado en la democratización. Si pensamos en algunos
países pertenecientes a la tercera ola de democratización descrita por Hunting-
ton como pueden ser Checoslovaquia, Yugoslavia, la Unión Soviética o en Amé-
rica Latina, encontramos casos de modelos federales y de cambio de régimen po-
lítico. Por otra parte, en la Europa del Este, después de la caída del comunismo,
aquellos sistemas unitarios se mantendrían igual mientras que los tres federales
o cuasifederales, como Yugoslavia, Checoslovaquia y la Unión Soviética, sufrie-
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ron importantes procesos de desintegración que han dado lugar a veinte y tres
Estados independientes.
Para algunos autores, el federalismo supone unos límites importantes a la
acción de gobierno, creándose múltiples espacios de coorganización y moviliza-
ción política, aumentando la representación territorial sobre la representación
de la población y distribuyendo el poder entre regiones (Gibson, 2004).
Desde otra perspectiva y atendiendo a la creciente diversidad cultural y étni-
ca de las sociedades contemporáneas, Arendt Lijphart relaciona el federalismo
con la organización estatal más apta para acomodar la diversidad. Precisamente
por ello, también este elemento aparece unido a las democracias consensuales,
especialmente en los países de gran tamaño (Lijphart, 2000: 279).

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©  Editorial UOC 56 Ciencia política contemporánea

Líneas actuales y futuras de debate

El modelo de Estado moderno surgido en la Europa fragmentada cuyos aspec-


tos territoriales, políticos y culturales sirvieron de referente de dominación le-
gítima para la organización del poder político en el resto del mundo, ha sufrido
importantes transformaciones que limitan de manera significativa su capacidad
para regular los posibles conflictos producidos en las comunidades políticas con-
temporáneas. Entre los indicios más importantes de la transformación del Esta-
do en las últimas décadas se encontraría el hecho de que este, visto desde una
dimensión interna, se ha hecho demasiado grande y demasiado complejo; su
función reguladora de conflictos ha sido progresivamente suplantada por otras
instancias al tiempo que la imagen del Estado como una estructura piramidal ha
ido perdiendo relieve.
Así, por ejemplo, la centralización del poder político del Estado, contem-
plado en su momento para muchos países como una ventaja, supone en el
presente una limitación en la medida en que el Estado ha crecido tanto en
complejidad que ve reducida progresivamente su capacidad de acción. El sur-
gimiento de nuevas instituciones, servicios, agencias, ámbitos incipientes de
politización de lo social, hace más difícil la coordinación y el ejercicio de la
práctica estatal deviene necesariamente heterogéneo y disperso. En algunos
contextos, son las propias entidades subestatales, como los gobiernos locales
o regionales, los que intervienen con mayor determinación, convirtiéndose
en los verdaderos gestores de conflictos de un ámbito antes reservado al Es-
tado.
Por otra parte, en su dimensión externa, el Estado resulta en el presente
demasiado pequeño, las nuevas formas de comunicación, la tecnología y el
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transporte han permitido numerosos intercambios, así como nuevos conflictos


planteados ahora a escala planetaria. El reconocimiento formal del Estado ya no
asegura la posibilidad de intervenir en un escenario global ni el dominio claro
sobre un territorio bien delimitado tal como habíamos definido al inicio de este
capítulo.
Las transformaciones sociales más relevantes hacen alusión a conceptos
como la internacionalización, la globalización, la regionalización, la pluralización
o la individualización. En efecto, la expansión de la comunicación, de redes
más allá de los límites del Estado, junto con la desterritorialización de la or-
ganización de la política y la economía, así como la proliferación de valores,
estilos de vida, etc. constituyen procesos que mantienen una relación estrecha

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©  Editorial UOC 57 El Estado como organización política

entre sí. Todos estos aspectos traen consigo cambios en la actividad estatal,
especialmente relacionadas con las funciones y estructura del Estado (Benz,
2010: 381).
La creciente necesidad de cooperación internacional, el aumento creciente
de los riesgos o la escasez de recursos naturales modifican los medios de domina-
ción del Estado transformando de manera progresiva el concepto de soberanía
de Estado que afecta a sus funciones tradicionales. De ahí que se modifique su
capacidad para imponer políticas en el territorio pero también se ponen de ma-
nifiesto las limitaciones para actuar de forma aislada en el ámbito internacional.
El Estado se ha convertido en uno más de los actores políticos a nivel mundial
perdiendo protagonismo; ahora tiene que competir con una nueva constelación
de actores políticos a escala global: organizaciones interestatales (Unión Europea,
ONU, FMI, OMC, OTAN…), grandes empresas transnacionales, redes de organi-
zaciones no gubernamentales como ONG’s, etc.
Asimismo, el papel del Estado como garante del bienestar general quizás
sea, sin embargo, el ámbito que más ha sido afectado por la globalización (Val-
lespín, 2003: 415). La expansión al ámbito transnacional del sistema económi-
co limita significativamente la regulación estatal de la economía. La aparición
de un poder creciente en manos de los mercados financieros y otros agen-
tes globales ponen en cuestión la capacidad y la autonomía de los Estados.
La reciente crisis económica iniciada en 2008 y que está afectando a numero-
sos países desarrollados ha llevado ahora a los Estados a renunciar a importan-
tes logros sociales que tan costosamente se habían asegurado para proteger a
la ciudadanía de las inclemencias del sistema económico. Precariedad, priva-
tización, recortes salariales y del gasto público, desempleo, etc., son algunos
de los ejemplos más sobresalientes de este nuevo escenario de importantes
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Estados europeos, hasta la fecha mejor consolidados desde el punto de vista


del bienestar. Progresivamente, desaparecen la protección y un proyecto claro,
los Estados se limitan a reaccionar ante circunstancias que –en apariencia, al
menos– se escapan a su control bajo un horizonte de gran incertidumbre. Ha
comenzado toda una carrera de ajustes a la baja para tratar de combatir las po-
sibles bancarrotas de los Estados en un marco de competitividad global donde
el Estado sacrifica importantes servicios clásicos de bienestar por las garantías
de mercado.
La pregunta de cierre de este apartado y del capítulo sería: ¿todos estos cam-
bios en el papel y en la realidad de los Estados ponen en duda la continuidad y
el futuro de los mismos?

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©  Editorial UOC 58 Ciencia política contemporánea

De acuerdo con Kenneth Newton y Jan Van Deth (2009), los Estados conti-
núan siendo uno de los actores políticos más importantes de la realidad política
global y la soberanía y el uso de la fuerza legítima dentro de su territorio todavía
constituye la principal forma de poder político organizado. En este sentido, los
Estados, entre otros aspectos, son:

•  Los principales responsables de los servicios públicos suministrados a la


ciudadanía.
•  Recaudadores de dinero mediante impuestos.
•  Responsables únicos de la defensa del territorio y de la ciudadanía, así
como del mantenimiento del derecho y el orden social.
•  Los que deciden quién trabaja y vive “legalmente” dentro las fronteras de
sus territorios.
•  Los referentes básicos de la creación de entidades supraestatales como la
Unión Europea o las Naciones Unidas.
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©  Editorial UOC 59 El Estado como organización política

Actividades propuestas para las clases interactivas

Actividad 1.  Preguntas

Preguntas de repaso de conceptos y contenidos

a) ¿Cómo se define el Estado?


b) Define el concepto de “soberanía”.
c) Define el concepto de “legitimidad”.
d) ¿Cuáles son las diferencias entre Estado y nación?
e) Principales diferencias entre Estado unitario y federal

Preguntas de desarrollo de argumentos

a) ¿Son necesarios los Estados? ¿Por qué? ¿Qué objetivos persiguen?


b) ¿Qué factores llevan en la práctica a una cierta distribución territorial del
poder político? ¿Qué ventajas o inconvenientes puede traer consigo?
c) ¿Cuáles son los argumentos a favor de los Estados federales?
d) ¿Por qué es tan difícil hablar del futuro de los Estados?
e) ¿Qué control ejerce un Estado sobre su propia política monetaria cuando
está pendiente de su endeudamiento externo y sometido a las fluctuacio-
nes de las transacciones financieras internacionales?
f) ¿En qué medida un Estado puede perseguir delitos o fraudes online o pro-
gramados por el crimen organizado?
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g) ¿Cómo puede salvaguardar el medioambiente de su comunidad ante agre-


siones, de emisión de gases, radiaciones nucleares, vertidos tóxicos si se
producen a miles de kilómetros de su territorio?

Actividad 2. Aplicación de conceptos teóricos a casos


empíricos

a) Localiza la lista con el número de Estados miembros de la ONU cuando


fue fundada en 1945 y compáralo con el número actual. ¿Qué valoración
requiere?

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©  Editorial UOC 60 Ciencia política contemporánea

b) Elabora una lista con:


•  Los cinco Estados más extensos del mundo.
•  Los cinco Estados más antiguos y los cinco más jóvenes
•  Los cinco Estados más ricos y los cinco más pobres del mundo

A partir de ella, trata de averiguar qué tienen en común los más antiguos
comparados con los más jóvenes, y qué características comunes poseen los Esta-
dos más ricos comparados con los más pobres.

Actividad 3.  El modelo autonómico del Estado

Analiza el Estado autonómico en España. Para ello, identifica en primer lugar


cuáles son las competencias exclusivas del Estado central y las de las comunida-
des autónomas. A partir de esta información, localiza las comunidades autóno-
mas que han logrado alcanzar el denominado “techo competencial”.

Actividad 4.  Las políticas del Estado

Elige una política pública de tu interés para un conjunto de Estados (variados


desde el punto de vista de su organización territorial y evalúa cómo esta compe-
tencia recae en gobiernos centrales o subestatales. Identifica si el gasto público
es mayor o menor en Estados centralizados.
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Actividad 5.  El Estado en el cine

Cromwell, Ken Hughes (1970).

Objetivos generales

•  Desarrollar un método de reflexión que ayude al alumnado a identificar


aspectos claves del Estado.
•  Convertir al alumnado en participante activo mediante su implicación con
la trama y su análisis crítico.

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©  Editorial UOC 61 El Estado como organización política

•  Analizar la realidad desde un escenario distinto a lo que se puede plantear


en una clase magistral o de pizarra: salida de los textos escritos.

Cuestiones

a) Expón aquellas ideas que consideres más destacables de la película. ¿Qué


ha sido lo que más te ha impactado?
b) Emplea el material audiovisual de la sesión para analizar en los personajes
y en los elementos del contexto los acontecimientos históricos relativos
a las disputas entre el líder de los puritanos, Oliver Cromwell, y el rey
Carlos i de Inglaterra.
c) De acuerdo con la película, analiza la naturaleza del Estado y las diferentes
fuentes de legitimación en disputa.

Recursos online recomendados

•  Organización de las Naciones Unidas


www.un.org
•  (Información estadística de carácter económica, social, política, geográfica
e histórica de numerosos Estados disponible en:
www.countrystudies.us
•  Sobre Estados compuestos, véase:
www.lafayette.edu/ publius/journal.html.
www.federalism21.org
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•  en esta página se puede encontrar Información sobre constituciones fede-


rales en el mundo disponible en:
www.constitution.es

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©  Editorial UOC 63 Los regímenes no democráticos

Capítulo III
Los regímenes no democráticos

Objetivos

El tema tratado en este capítulo es central tanto en la introducción


a la Ciencia política como en política comparada. Tiene como objetivo
proporcionar al alumnado un conocimiento básico y estricto de una par-
te importante de la disciplina. Para ello, se ocupa de describir el propio
concepto de régimen no democrático así como presentar el debate y las
tipologías fundamentales existentes en la literatura especializada.
Asimismo, se trata de que las alumnas y los alumnos desarrollen su
capacidad de análisis crítico a través de las lecturas y de la comprensión
de los contenidos fundamentales de este tema, pudiendo aplicar los con-
ceptos adecuados para la interpretación de la realidad política.

Metodología

Esta materia consta de tres tipos de clases: expositivas, interactivas o


seminario y tutorías. Las clases teóricas se desarrollarán siguiendo las lí-
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neas del contenido que se detallan abajo. Antes del comienzo del tema se
deberá realizar la lectura obligatoria correspondiente a esta unidad:

•  Linz, J. J., 1974. “Una teoría del régimen autoritario: el caso de España.”
En: Fraga Iribarne, M. (dir.) La España de los años setenta, vol. 3 (1): El
Estado y la política. Madrid: Editorial Moneda y Crédito, pp.1467-1531.

Esta lectura constituirá el punto de arranque a partir del cual se proce-


derá a un desarrollo del tema. Se espera, por lo tanto, una participación
activa del alumnado en las clases.

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©  Editorial UOC 64 Ciencia política contemporánea

Las clases de seminarios consistirán, básicamente, en la realización de


las actividades correspondientes a este tema que figuran al final de la uni-
dad. En las tutorías se llevará a cabo un seguimiento de los avances y
resultados del trabajo individual del alumnado.

Competencias

•  Adquirir conocimientos sobre el funcionamiento de los regímenes no


democráticos actuales.
•  Reforzar la capacidad de análisis, esto es, de descomposición de los ele-
mentos teóricos y metodológicos de las fuentes de información mane-
jadas sobre los regímenes no democráticos.
•  Reforzar la capacidad de síntesis y de reformulación de la información
de acuerdo con los conceptos y teorías pertinentes.
•  Utilizar con soltura los conceptos teóricos y metodológicos de la Cien-
cia política.
•  Aprender a presentar sus argumentos y a debatir en público a través de
la realización de debates a partir de preguntas genéricas.
•  Elaborar comentarios críticos y analíticos de materiales audiovisuales y
literarios que permitan aplicar los contenidos de este tema.
•  Adquirir una serie de habilidades relativas a la búsqueda de bibliografía,
manejo de recursos y de datos, así como aprender a formular hipótesis.
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Contenidos del capítulo

•  Introducción.
•  Concepto.
•  Debate y clasificaciones.
•  La tipología de Linz: totalitarismo y autoritarismo.
•  Otros regímenes no democráticos.
•  Líneas actuales y futuras de debate.

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©  Editorial UOC 65 Los regímenes no democráticos

Introducción

Cualquier referencia al término sistema político no democrático conduce di-


rectamente a lo que constituyen los casos empíricos prototipo que marcaron la
política del siglo xx. Nos referimos a las dictaduras que surgen en Europa en el
periodo de entreguerras: la Alemania nazi, la España franquista, la Italia fascista
o la Unión Soviética estalinista. La relevancia de este tipo de regímenes fue tal
que durante buena parte del siglo pasado parecía que esta forma de organizar la
vida política había reemplazado a la democracia como la “ola de futuro”.
Esta relevancia histórica también se ha reflejado en nuestra disciplina. Son
muchos los autores que han teorizado y examinado estas dictaduras contribu-
yendo con ello al desarrollo mismo de la Ciencia política, proporcionándonos
una herencia que sirve como importante fuente de inspiración para el estudio
de las actuales no democracias. Pero no solo de este tipo de regímenes, ya que la
utilidad acerca de estas investigaciones la podemos ampliar a lo que es el objeto
de estudio principal de la Ciencia política y la política comparada en el presen-
te, esto es, a la democracia y a su funcionamiento. En este sentido, la adopción
de un enfoque de comparación con respecto a la democracia permite indagar
acerca de los aspectos relacionados con la transición y con la consolidación
de nuevos regímenes democráticos, otros relacionados con el rendimiento y la
toma de decisiones y aquellos que tienen que ver con la crisis de la democracia.
(Broker, 2000).
Asimismo, aunque se puede afirmar que el mundo ha entrado en la “era de
la democracia”, el estudio de los regímenes no democráticos continúa siendo
y debe ser de un interés principal para los académicos y estudiantes de Ciencia
política. Una razón importante es el análisis del estado de la democracia en el
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mundo actual1. Incluso considerando su importante avance en las últimas dé-


cadas del siglo xx y su relativo estancamiento en lo que llevamos de siglo xxi,

1.  Freedom House es una organización internacional que dedica sus esfuerzos a examinar el esta-
do de la libertad y de la democracia en el mundo. En los últimos años se ha convertido en un referen-
te académico importante. Clasifica a los países, siguiendo un índice que va de 1 a 7, como libres (de
1 a 2,5) parcialmente libres (de 3 a 5) y no libres (de 5,5 a 7). La clasificación se basa en dos criterios:
los derechos políticos y las libertades civiles. Un país garantiza los derechos políticos de su población
cuando permite a sus ciudadanos formar partidos políticos que representen un amplio abanico de las
opciones ideológicas de ese país y cuyos líderes puedan competir abiertamente por los puestos de
poder o cargos públicos. Un país goza de libertades civiles cuando respeta y protege los derechos de
las minorías y cuando permite las libertades personales de prensa, de creencia y de asociación. Para
más detalles, ver <www. Freedomhouse.com>.

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©  Editorial UOC 66 Ciencia política contemporánea

observamos que el 54 % de los países del mundo no gozan de un sistema com-


pletamente democrático, lo que se convierte en un 56 % de la población mun-
dial viviendo bajo algún tipo de dictadura. En la actualidad, países y territorios
de relevancia política indiscutible como China, Irán y los territorios ocupados
de Israel, así como países que nos son cercanos históricamente como Marruecos
y Cuba, estarían dentro de este grupo.

Tabla 1.  Estado de la democracia en el mundo

Países libres Países parcialmente libres Países no libres


1973 44 (29%) 42 (28%) 65 (43%)
1983 53 (32%) 56 (33%) 58 (35%)
1993 72 (38%) 63 (33%) 55 (29%)
2009 89 (46%) 62 (20%) 42 (34%)
2010 87 (45%) 60 (31%) 47 (24%)
Fuente: Freedom House

Concepto

Por un lado, cuando se habla de la conceptualización de los regímenes no


democráticos es preciso señalar la gran dificultad que supone precisar el tér-
mino teniendo en cuenta el carácter vago del mismo, así como los numerosos
referentes empíricos que incluye. Este es precisamente uno de los problemas
fundamentales con los que se encuentran los científicos y las científicas sociales
a la hora de realizar nuestra tarea: las dificultades para definir una realidad com-
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pleja. La disciplina se ha referido a los regímenes no democráticos atendiendo a


diferentes vocablos como autocracias, monocracias, autoritarismos o, de forma
generalizada, como dictaduras, que a su vez, han sido calificadas de modos di-
versos (Neumann, 1957)
Por otra parte, es preciso señalar la distinción entre régimen y sistema, sien-
do más utilizado el primero que el segundo a la hora de aludir a las formas de
gobierno no democrático. El concepto de régimen no democrático se utiliza en
el vocabulario especializado de la disciplina como el conjunto de reglas formales
que guían la actividad del juego político, mientras que el concepto de sistema,
vinculado a la denominada teoría de sistemas y empleado por vez primera por
David Easton, alude a un fenómeno de naturaleza más amplia, esto es, a la in-

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teracción de elementos que mantienen relaciones de interdependencia y que va


más allá de las reglas del juego, comprendiendo también estructuras, actores,
procesos e instituciones. En este sentido, resulta un lugar común la utilización
del concepto de régimen no democrático en vez del de sistema, pues el primero
muestra precisamente la negación o limitación del papel de la sociedad civil
(Morlino, 1988).

Debate y clasificaciones

Cuando se abarca un objeto de estudio como el presente, surge la necesidad


de reducir la complejidad existente a un número de tipos o clases suficiente que
den cuenta de la variedad de países con este tipo de sistema pero que nos facilite
a la vez la descripción de aquellos elementos que comparten. En las ciencias
sociales, utilizamos las clasificaciones y las tipologías como herramientas que
nos permiten ordenar el universo de los objetos y acontecimientos políticos.
Una clasificación y una tipología bien elaboradas deben cumplir los criterios de
exhaustividad y exclusividad, alcanzando al mismo tiempo un grado de genera-
lidad tal que lleve al establecimiento de unas diferencias significativas con alto
poder explicativo.
En relación al tema que nos ocupa, la definición que según algunos autores
ha obtenido más éxito en conciliar un grado de significación general con el cri-
terio de aplicación más amplia es la establecida por Juan Linz (Morlino, 1990).
Este autor distinguió a principios de los años setenta del siglo xx dos tipos prin-
cipales de sistemas políticos no democráticos: el totalitario y el autoritario. Des-
de entonces, aunque no han sido pocas las críticas que ha sufrido esta tipología2,
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cualquier intento de análisis de las no democracias debe tener la aportación de


Linz como punto de partida.
En este capítulo se dedicará una primera parte a establecer las características
definitorias de los dos tipos principales establecidos por el politólogo español. En
una segunda parte se dará cuenta de otros tipos de regímenes no democráticos.
Por último, se incluirá una valoración de cuál es el horizonte del debate actual.

2.  La tipología de Linz, o más en concreto su concepto de autoritarismo, ha recibido dos tipos de
crítica. Por un lado, algunos han advertido que el concepto de autoritarismo se ha aplicado tan am-
pliamente, ocupando el 90% de los casos, que ha perdido mucho de su poder explicativo. Por otro
lado, las críticas le han venido de aquellos que consideran el caso prototípico de autoritarismo, esto
es, el régimen franquista como un totalitarismo parecido al de la Alemania nazi.

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La tipología de Linz: totalitarismo y autoritarismo

El término totalitarismo surgió en las décadas de los años veinte y treinta


del siglo xx como parte de la ideología de la Italia fascista. Mussolini definió lo
que él llamaba sistema totalitario fascista como “todo en el Estado, nada fuera
del Estado y nada contra el Estado.” Durante esa época, la expresión se utilizó
principalmente en foros periodísticos, hasta que en los años cincuenta, entró
en el debate académico de la mano de Arendt y Friedrich-Brzezinski. Los traba-
jos clásicos de estos autores proporcionaron unas teorías sobre el totalitarismo
centradas en su reconocimiento como una forma nueva y “total” de dictadura.
Durante esos años, esta visión se convierte en el enfoque dominante para en-
tender estos regímenes y no es hasta finales de los sesenta cuando un importan-
te cuerpo de literatura comienza a reconocer que la noción de totalitarismo ha
perdido su utilidad. Por un lado, estaban aquellos que siguiendo a los propios
autores clásicos subrayan el carácter limitado de este enfoque para el análisis
comparado de los sistemas políticos. Esta limitación nacía de la constatación
de que el totalitarismo como ejemplo histórico se encontraba en dos regímenes
políticos únicos y temporalmente circunscritos: la Alemania nazi y la Rusia
estalinista. Por otro lado y como ha ocurrido muchas veces en la historia de la
disciplina, el paradigma totalitario se vio influido por la atmósfera política de
la época. En el contexto de la política de la disensión, del movimiento estu-
diantil de finales de los sesenta y de la guerra de Vietnam, la actitud crítica que
los representantes de estos fenómenos adoptaron hacia los propios sistemas
occidentales llevó a una mayor complicidad o aceptación de las ideas socialistas
y comunistas y al consecuente debilitamiento, sobre todo entre los intelectua-
les, de los sentimientos anticomunistas de décadas pasadas. En este marco, las
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connotaciones negativas del concepto de totalitarismo y su equiparación a los


sistemas nazi y fascista no resultaron útiles a la hora de analizar los sistemas
comunistas del momento (Siegel, 1998). Otras aportaciones distinguieron, a
partir de estos mismos referentes, entre totalitarismos de izquierda y de derecha
(Fisichella, 1976).
En esta época, más como consecuencia de la asunción de las limitaciones del
concepto que como influencia del contexto, es en la que aparece la aportación
en 1964 de Juan Linz. El autor, como se ha indicado, parte de la dificultad que
presenta el término totalitarismo para explicar un régimen como el de la España
de Franco. El franquismo se comprende mejor si le aplicamos el concepto de
autoritarismo que define como un sistema político (Linz, 1970):

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•  Con un pluralismo limitado, no responsable.


•  Carente de ideología elaborada, pero con una mentalidad peculiar.
•  Sin movilización política excepto en algunos momentos de su evolución.
•  Con un líder o un grupo reducido que ejerce el poder dentro de unos lími-
tes predecibles.

Esta nueva definición marcó un punto de inflexión significativo en la investi-


gación en un contexto de debate académico donde la clasificación hegemónica
remitía a los regímenes políticos bajo la dualidad formada por democracia y to-
talitarismo. La diferencia fundamental entre el totalitarismo y el autoritarismo
reside en que el último se caracteriza por tener un cierto grado de pluralismo po-
lítico, mientras que en el primero su ausencia es total. Este aspecto, la presencia
o la ausencia de pluralismo, determinará las otras características de los dos siste-
mas y las diferencias más significativas que hay entre ellos. Estas diferencias se
refieren a las cuatro dimensiones alrededor de las que se traza la tipología de Linz:

1.  El grado de pluralismo.


2.  La ideología o la forma de legitimación del régimen.
3.  La movilización.
4.  El liderazgo, referido tanto a como se ejerce el poder como al acceso a
posiciones de liderazgo.

El totalitarismo

El totalitarismo es un sistema político que se caracteriza por la ausencia total


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de pluralismo. Un partido único oficial encabezado por un líder o un grupo


reducido de líderes posee de iure y de facto el monopolio del poder. La caracterís-
tica fundamental de estos regímenes es su intención de anular todos los elemen-
tos plurales en la sociedad y el Estado. Una vez que el nuevo régimen organiza
sus propias estructuras, esto es, el partido único y las organizaciones vinculadas
a él, la destrucción de las instituciones, organizaciones y grupos de interés de
los sectores sociales del régimen anterior se convierte en objetivo fundamental.
Con ello se persigue no solo vencer a los oponentes al nuevo régimen sino tam-
bién la transformación completa de la sociedad. A partir de este momento, todas
las organizaciones sociales, políticas y económicas se ponen bajo el control del
partido transformándose en correas de transmisión del mismo.

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Esta transformación social se justifica con una ideología guía muy elaborada
y con un componente utópico muy importante. Del compromiso con ella nace
también la legitimidad de los líderes y de las políticas concretas. La ideología
en los regímenes totalitarios va más allá de un programa particular, conlleva un
significado último, un sentido de propósito histórico y una interpretación de la
realidad social. Se caracteriza, además, por tener unos límites bien establecidos y
cualquier interpretación que vaya más allá de ellos será sancionada.
La movilización política de las masas es considerada normalmente como
la esencia del totalitarismo. Es una movilización extensa que se realiza a tra-
vés del vasto abanico de organizaciones obligatorias creadas por el régimen.
La participación de los ciudadanos en esta movilización activa es alentada,
demandada y premiada desde el régimen, lo que lleva a la condena de la obe-
diencia pasiva y de las esferas de la vida privada alejadas de esta militancia.
Quizás quien mejor ha descrito el tipo de movilización característica de este
tipo de regímenes ha sido Michael Walzer (1983): “se dice que el totalitarismo
es incompatible con la pasividad; obtiene este poder especial de una pobla-
ción disciplinada activa y comprometida, demanda gente que desfile. En un
sentido, por lo tanto, el totalitarismo es el heredero de aquellos movimientos
democráticos y socialistas que por primera vez llevaron a la gente al campo
político. Sin embargo es un heredero que reniega de su pasado. Por eso se
podría decir más fácilmente que el totalitarismo representa la desmovilización
de los partidos, movimientos y sindicatos democráticos, la transformación de
la acción política en una representación ritual y de los argumentos en esló-
ganes”
La relevancia de este tipo de movilización, junto con la tendencia hacia el
poder monista y la importancia de la ideología no pueden ser entendidos sin
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la referencia al papel central que en este tipo de regímenes políticos cumple el


partido único. Orgánicamente, el partido único es un partido muy burocratizado
y jerarquizado. Alrededor del mismo se articulan una serie de organizaciones,
tanto a nivel territorial (partido a nivel local o regional) como sectoriales (sin-
dicatos, organizaciones de mujeres, juveniles…) a través de las cuales el partido
cumple funciones vitales para el establecimiento y mantenimiento del régimen
totalitario. Por un lado, el partido tiene como tarea fundamental la politización
de las masas en sus dos vertientes principales, esto es:

a) La movilizadora, como hemos visto antes, es a través del partido que se
logra una alta movilización

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©  Editorial UOC 71 Los regímenes no democráticos

b) De ideologización, el partido se encarga del encuadre, integración y con-


versión a los valores del nuevo régimen a la vez que busca la eliminación
de otros valores mediante la desvinculación de los lazos con las organiza-
ciones del régimen anterior y la destrucción de su autonomía. Esta resocia-
lización política se logra a través de una mezcla de propaganda, educación
y coerción. Por otro lado, el partido cumple una función fundamental con
respecto al liderazgo del régimen. Es dentro de la estructura del partido
que se produce el reclutamiento, el examen, la selección y el adiestramien-
to de la nueva élite política.

El éxito y el compromiso en la organización del partido son vitales en el re-


clutamiento para los puestos de poder. El liderazgo del régimen coincide con el
vértice del partido único de manera que la estructura del Estado y del partido se
solapan. El liderazgo totalitario es frecuentemente carismático, aunque quizás
el rasgo más importante del mismo sea la arbitrariedad con la que se ejerce el
poder. Los líderes en el totalitarismo gobiernan sin límites y sus reacciones son
imprevisibles. La arbitrariedad es tal que alcanza tanto a ciudadanos como a
miembros de la élite. Esta característica hace que muchas veces se vincule este
tipo de régimen con la política del terror. Sin embargo, Linz es claro en esta cues-
tión, para él, la política del terror no es una condición ni suficiente ni necesaria
para que haya totalitarismo. Su argumento es que, aunque el terror adquirió
una importancia significativa en los sistemas totalitarios, sobre todo en la Ale-
mania de Hitler y la Unión Soviética de Stalin, muchas de sus manifestaciones
las encontramos en sistemas que no podemos clasificar como totalitarios –Linz
se refiere a Argentina– y también se encuentran sistemas totalitarios estables sin
la presencia del terror –en este caso se refiere a Cuba y a China– (Linz, 2000).
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Linz, en su concepción del totalitarismo, enfatiza sobre todo en la forma en


la que el régimen organiza completamente la vida política y la sociedad. Las
características que considera esenciales del mismo son una ideología rígida, un
partido único de masas que canaliza una alta participación y la concentración
del poder en un individuo o un pequeño grupo de individuos. La inexistencia o
la debilitación de cualquiera de estas características nos situarían según el autor
en cualquier otro tipo de régimen.

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©  Editorial UOC 72 Ciencia política contemporánea

Tabla 2. Tipos de regímenes no democráticos

Características Autoritarismo Totalitarismo Postotalitarismo Sultanismo


Pluralismo – Limitado – Ausencia de – Pluralismo social, – Pluralismo
– No responsable pluralismo social, económico e insti- económico y social
– Espacio para económico y tucional limitado sujeto a interven-
semioposición político – No responsable ciones arbitrarias y
– El Partido detenta despóticas
formalmente el – Fusión entre lo
poder público y lo privado

Ideología – Sin ideología – Ideología elabo- – Ideología guía – Manipulación arbi-


guía articulada rada como guía oficial con compro- traria de símbolos.
– Mentalidades compleja miso más débil con – Glorificación del
peculiar – Remite a una respecto a la utopía gobernante.
Utopía – Consenso progra- – Ni ideología ni
– Concepción mático mentalidades
holista

Movilización – Sin movilización, – Movilización – Pérdida progresi- – Movilización baja,


excepto en mo- extensiva en va de interés en la manipulada de for-
mentos excepcio- muchas organiza- movilización ma ocasional y de
nales ciones obligatorias – Participación tipo ceremonial
creadas por el para conseguir un – Movilización
régimen. mínimo grado de periódica de grupos
– Énfasis en el lealtad y obediencia paraestatales que
activismo de cua- – Motivaciones de emplean la violencia
dros y militantes carrera y oportuni- en contra de grupos
dad. Se permite el señalados por el
desinterés sultán.
– Privatización de
valores

Liderado – Un líder, oca- – Poder del líder – Controles – Personalista y


sionalmente un totalitario sin mediante las arbitrario
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grupo pequeño límites o mal estructuras, los – Personal compues-


de líderes, que definidos e impre- procedimientos y la to de miembros de
ejercita el poder visibles democracia interna su familia, amigos,
dentro de unos – Con frecuencia, del partido socios empresa-
límites indefinidos carismático – De cuando en riales o personas
pero previsibles – Reclutamiento cuando, carismá- implicadas en el uso
– Cierta autono- basado en el éxito ticos. de la violencia para
mía de funcio- y el compromiso – Los líderes más sostener al régimen
narios civiles y con la organiza- importantes provie- –Sumisión exclusiva
militares ción del partido nen da tecnocracia al gobernante
del partido

Fuente: Linz y Stepan, 1996.


Elaboración: Margarita Gómez–Reino.

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©  Editorial UOC 73 Los regímenes no democráticos

El autoritarismo

Como se indicó con anterioridad, el principal rasgo distintivo del autorita-


rismo es el pluralismo político que Linz caracteriza como limitado y no respon-
sable. El pluralismo político se refiere al hecho de que no hay un actor capaz de
monopolizar todos los recursos políticamente importantes. La élite del régimen
está formada por grupos distintos que son independientes y que tienen gran in-
fluencia política. Este pluralismo político va de la mano de un pluralismo social,
cultural y religioso. Los actores plurales de la élite nacen de este pluralismo que
tiene sus raíces en la sociedad anterior al establecimiento del régimen.
El autor español utiliza la calificación de limitado y no responsable para dis-
tinguir el pluralismo de los autoritarismos de aquel que es la base de los sistemas
democráticos. De acuerdo con Linz, los límites pueden ser:

a) Severos o moderados.
b) Legales o de facto
c) Aplicados únicamente a actores y grupos políticos o también a actores so-
ciales.

Lo importante de esta limitación y lo distintivo frente al pluralismo demo-


crático es que existe control y represión por parte de los gobernantes. Por otra
parte, la no responsabilidad de estos grupos ante los votantes en unas elecciones
libres y competitivas indica la segunda gran diferencia con las democracias. En
los regímenes autoritarios, las personas que llegan al poder representando los
intereses de ciertos grupos o personas derivan su posición no solo del apoyo de
estos grupos sino de la confianza que deposita en ellos el líder o grupo gober-
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nante que tiene en cuenta su prestigio e influencia.


El acceso restringido a esas posiciones de élite, junto con el pluralismo social
que caracteriza a este tipo de sistemas, conduce muy frecuentemente a que se
cree un espacio para la semioposición. Linz emplea nuevamente el caso español
para reflexionar sobre la oposición en los autoritarismos (Linz, 1973). Para el au-
tor, en los sistemas autoritarios es necesario distinguir entre “oponentes” dentro
y fuera del sistema. Distinción que no coincide exactamente con la diferencia
entre oposición legal o ilegal. De hecho, el autor es partidario de distinguir entre
la semioposición legal y oposición alegal e ilegal. La semioposición nace de aquellos
que no son dominantes o que no están representados en el grupo de gobierno
y que, aunque realizan una crítica parcial, persiguen participar en el poder sin

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©  Editorial UOC 74 Ciencia política contemporánea

cambiar fundamentalmente el régimen. Sus críticas nacen de la oposición a al-


gunos aspectos del sistema abogando por cierto tipo de políticas u objetivos del
régimen a largo plazo. Las formas que puede adoptar esta semioposición son
diversas: una asociación religiosa, un grupo editor, una institución educativa,
etc. La transición de este tipo de organizaciones a una posición de alegalidad o
incluso de ilegalidad es bastante fácil. Con alegal el autor se refiere a oponentes
cuyas actividades sin ser estrictamente ilegales no tienen ninguna sanción legal
aunque se oponen al espíritu de las leyes del régimen. La oposición alegal en
contraste con la semioposición persigue un cambio básico en el régimen y sus
instituciones políticas y, en mayor medida, un cambio básico en la estructura
social y económica del mismo. La transición de una situación de alegalidad
a una de ilegalidad depende fundamentalmente de la definición dada por los
gobernantes a las acciones que van o no a tolerar. Sin embargo, advierte Linz,
una vez que se expanden las acciones de la oposición de una manera alegal, su
clasificación formal como ilegales se convierte en muy difícil.
La compleja coalición de fuerzas, de intereses, de tradiciones políticas y de
instituciones que caracterizan muchas veces al pluralismo limitado, requie-
re una forma de legitimación lo suficientemente flexible para que se logre un
acuerdo mínimo entre las élites. El politólogo español denomina a esta forma de
legitimación “mentalidades peculiares”. La vaguedad de la mentalidad suaviza
las líneas divisorias en la coalición, permitiendo la lealtad de los distintos com-
ponentes. Las mentalidades son aparentemente más emocionales que racionales
y no están tan orientadas al futuro como las ideologías utópicas. Se basan en
grandes principios como el orden, la patria, etc.
La movilización política es la excepción antes que la regla en el caso de las
dictaduras autoritarias. La excepción ocurre en los estadios más tempranos del
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régimen y en momentos de crisis del mismo. Durante las fases de mayor estabili-
dad se busca la desmovilización de las masas. Para ello y mediante la utilización
de aparatos represores, se llevarán a cabo acciones que mantengan a la sociedad
civil fuera de la arena política.
La baja movilización controlada desde arriba hace que la estructura funda-
mental de movilización en los regímenes totalitarios, esto es, el partido único,
aparezca en los autoritarismos muy debilitada o directamente, ni exista. El par-
tido único de este tipo de régimen forma parte del pluralismo del mismo. En
este sentido, aunque estos partidos puedan reivindicar el monopolio del po-
der tal y como hacen los partidos totalitarios y realicen las mismas funciones
–ideologización, movilización (en los momentos que el régimen lo requiere) y

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reclutamiento e instrucción de la élite–, no logran normalmente tal monopolio,


habiendo otros actores en el sistema que realizan también esas funciones.
Para finalizar con la descripción de este tipo de sistema político, nos queda
ocuparnos del liderazgo. En los sistemas autoritarios, un líder o un grupo reduci-
do de líderes ejercen el poder. Un proceso constante de cooptación de los líderes
es el mecanismo a través del cual los diferentes sectores o instituciones llegan a
ser participantes en el régimen. Estos grupos tienen su base política, económica,
cultural o religiosa independiente del mismo, lo que permite la presencia de
unas élites cuya característica principal es la heterogeneidad en sus currículos y
modelos de carrera.
En cuanto a la forma de ejercer el poder, Linz nos dice que se hace dentro de
unos límites formalmente mal definidos, pero que en realidad son normas bas-
tante predecibles. En este sentido, aunque no nos encontramos ante la arbitra-
riedad total de los regímenes totalitarios, la ausencia de normas bien definidas
contrasta con el Estado de derecho propio de las democracias. Así, se permite
la discrecionalidad del poder de los gobernantes a la vez que el control de la
sociedad civil. El ciudadano, en este tipo de régimen, carece de garantías frente
al poder autoritario.
Los regímenes autoritarios tal y como han sido descritos por el autor español
son y han sido en el pasado más reciente, el tipo al que corresponden un mayor
número de casos (Morlino, 1988). A la vez, es el tipo más complejo y el que
presenta mayores problemas analíticos. Es por ello que el propio Linz y otros
autores han intentado establecer también una categorización de los distintos
subtipos autoritarios.
Al contrario que la distinción entre autoritarismo y totalitarismo, Linz no
proporciona una visión tan concisa de los subtipos. Es más, algunos autores han
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señalado que la categorización de Linz de los distintos tipos de autoritarismo es


mucho menos coherente y sistemática que su tipología anterior y por ello, ha
sido menos utilizada en nuestra disciplina (Broker, 2000). Linz traza los subti-
pos alrededor de tres dimensiones: la primera está relacionada con la coalición
dominante. Se trata, según el autor, de identificar quiénes son los actores que
la componen: institucionales (burocracias, militares), políticos (partidos, sindi-
catos) o actores socioeconómicos (terratenientes, burguesía comercial, etc.) En
segundo lugar, señala la identificación de los valores que se utilizan para justi-
ficar y legitimar el régimen: valores tradicionales, modernos o de otro tipo. Por
último, considera la dimensión del quantum de movilización controlada desde
arriba. A partir de estas tres variables, Linz nos presenta distintos subtipos de re-

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©  Editorial UOC 76 Ciencia política contemporánea

gímenes autoritarios: los regímenes burocrático-militares, el Estatismo orgánico,


Regímenes de movilización y Dictadura personal.
Otros autores, adoptando una perspectiva claramente empírica, han pro-
porcionado tipologías alternativas más concretas y elaboradas. Estas tipologías
atienden sobre todo a la primera de las dimensiones que establece Linz, esto
es, quiénes son los principales actores en la toma de decisiones. Al definir los
subtipos, tratan de superar la pregunta de cómo gobiernan y contestar a la más
concreta de quién gobierna y para qué. Así, estas clasificaciones han distinguido
entre aquellos regímenes autoritarios donde los militares son el grupo principal
(Finer, 1962; Perlmutter, 1977; Nordlinger, 1977; Huntington, 1968) y aquellos
regímenes donde es el partido el principal actor de la coalición (Tucker, 1961;
Huntington, 1970).

Otros regímenes no democráticos

El abanico de variantes de regímenes no democráticos no se agota en los dos


tipos anteriormente descritos. Como se ha tratado en los apartados anteriores,
aunque el autoritarismo es el tipo más numeroso y el totalitarismo posee una
relevancia significativa tanto por los países interesados como por las caracte-
rísticas institucionales que presenta, se debe hacer referencia a otros tipos de
regímenes no democráticos empíricamente relevantes.

Sultanismo
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El propio Linz se da cuenta en los tempranos años setenta del siglo xx de que
su dicotomía totalitarismo vs. autoritarismo no es lo suficientemente exhaustiva
para abarcar toda la realidad de los regímenes democráticos. En este sentido y
después de una experiencia personal con el régimen de Trujillo de la República
Dominicana, el autor definió un tipo de régimen distinto a los dos anteriores
que él llama sultanismo, término acuñado en clara referencia a Weber quien,
con el fin de denominar las formas extremas de patrimonialismo en el marco de
las formas de autoridad tradicional, había empleado el nombre de “sultanato”
en su obra Economía y Sociedad. Este tipo de régimen descansa y se diferencia de
los otros dos tipos, por el desarrollo extremo de la discrecionalidad del dictador
(Chehabi y Linz, 1998).

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©  Editorial UOC 77 Los regímenes no democráticos

El sultanismo se caracteriza por una fusión entre lo privado (familia del dicta-
dor) y lo público y por ello, presenta una estructura muy poco institucionaliza-
da. Con respecto al grado de pluralismo, la instauración de este tipo de régimen
no lleva a la desaparición del pluralismo económico y social. Sin embargo el
pluralismo está sujeto a la intervención despótica e impredecible del líder. Nin-
gún grupo de la sociedad civil, de la esfera política ni del Estado está libre del
despotismo del mismo.
No hay un intento de justificación sobre una base ideológica del poder y las
acciones del líder. Así, no existen ni ideología elaborada ni guía, pero tampoco
una mentalidad peculiar. Existe una manipulación arbitraria de los símbolos y
una glorificación extrema del líder.
La glorificación del líder es también el objetivo de la movilización que se da
en este tipo de regímenes, aunque normalmente es ocasional. No se crea ningu-
na organización permanente de la movilización y cuando existe se lleva a cabo
a través de métodos coercitivos o clientelares.
La fusión entre lo público y lo privado a la que nos referíamos anteriormente
se concreta en la tendencia dinástica propia del sultanismo. Los cargos públicos
y el staff del líder se reclutan principalmente entre su familia, sus amigos y sus
asociados. También forman parte de estas posiciones personas pertenecientes a
grupos paraestatales que utilizan la violencia para el mantenimiento del régi-
men. La obediencia al líder está basada en el miedo y en las recompensas perso-
nales. El liderazgo se ejerce sin ningún tipo de límites, ni racionales ni legales. La
arbitrariedad es máxima, siendo en este último aspecto en el que reside el rasgo
definitorio del sultanismo.
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Los sistemas postotalitarios

La desaparición de los regímenes de partido único de Europa del Este marcó


un punto de inflexión fundamental no solo para la historia, sino también para
las concepciones académicas de estos regímenes. Con la caída del muro de Ber-
lín comienza un debate centrado en la discusión sobre la utilidad del concepto
de totalitarismo para explicar este tipo de regímenes y su quiebra. El propio Linz
participa de este debate y argumenta la necesidad de ampliar su anterior clasi-
ficación para entender mejor lo que está ocurriendo en Europa del Este (Linz y
Stepan, 1996). Elabora de esta manera su concepto de postotalitarismo. Igual
que Linz, algunos autores mantienen que tanto el carácter distintivo del comu-

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nismo de estos países como las razones de la vulnerabilidad y el colapso de este


tipo de regímenes pueden ser mejor entendidos a través de este concepto. En su
opinión, este modelo permite comprender tanto la naturaleza de los regímenes
postestalinistas como la naturaleza de las abruptas y repentinas transiciones de-
mocráticas entre 1989 y 1991 (Thomson, 1998).
En general, y atendiendo a las cuatro dimensiones sobre las que venimos
trazando la tipología de regímenes no democráticos, el sistema postotalitario se
presenta como más pluralista y menos ideológico y movilizador que el régimen
totalitario. A la vez, también difiere del autoritarismo por la falta de una socie-
dad civil tradicional, su dependencia de una ideología guía aunque no se crea
en ella, unas prácticas ritualizadas de movilización política y un control ejercido
todavía por el liderazgo del partido.
Es este último, el partido. El que todavía tiene formalmente el monopolio del
poder, con lo que estamos ante un tipo de régimen donde el pluralismo político
es casi inexistente. Dentro de las instituciones partidistas se crean varios grupos
sin base social alguna que compiten entre sí por las ventajas que el régimen sigue
ofreciendo. En estos regímenes nos encontramos con una considerable diversidad
económica, cultural y social. Este pluralismo nace desde una sociedad aplanada en
el sentido de que permite el pluralismo solo después de un periodo totalitario que
ha eliminado la sociedad civil a través del desarrollo de su proyecto ideológico. In-
dependientemente de que los grupos puedan invocar tradiciones religiosas o na-
cionales, las instituciones tradicionales han sido destruidas hace tiempo y las po-
sibilidades de continuidad son escasas. Asimismo, en algunos países puede surgir
una sociedad paralela formada por redes de disidentes normalmente en forma de
pluralismo cultural y social. Aunque normalmente no retan directamente al poder
político del Estado, en una situación de crisis donde la élite comunista comienza a
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perder el control, pueden llegar a ofrecer una alternativa latente de poder.


El papel que juega la ideología también sufre algunos cambios. Aunque la
ideología guía continúa siendo parte de la realidad de este tipo de sistema se
produce un debilitamiento del grado de compromiso y de obligatoriedad con la
misma. A la vez, las decisiones y el debate sobre las políticas descansan ahora en
un consenso programático alejado de las referencias a la ideología.
La debilidad del compromiso ideológico también se refleja en la moviliza-
ción. Aunque se siguen proclamando metas utópicas como razones para la mis-
ma, estas ya no son creídas. Además, se percibe un grado de politización de la
ciudadanía mucho menor, en este sentido, se abandona también el objetivo de
control de la esfera privada por parte del Estado.

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Por último, el liderazgo es colectivo y no personal y es mucho más burocra-


tizado y menos carismático. El ejercicio del poder está limitado por lo que Linz
llama legalidad socialista, es decir, los controles al liderazgo se realizan a través
de las estructuras y procedimientos del partido.
El partido oficial sigue siendo la principal sede en la que se produce el re-
clutamiento. Sin embargo, los líderes con una carrera construida dentro de la
organización del partido ya no son los únicos con posibilidades de alcanzar
puestos de decisión. Por el contrario, muchas de estas posiciones empiezan a
ser ocupadas por tecnócratas del partido dentro del aparato del Estado: escuelas,
universidades y organizaciones vinculadas al partido se convierten en sedes del
reclutamiento en este tipo de sistemas.

Regímenes híbridos

La aparición en la actualidad de un número importante de regímenes que


combinan rasgos democráticos y autoritarios ha llevado a la percepción de una
inadecuación entre un número importante de casos empíricos y las tipologías
duales de democracia vs. autoritarismo. De esta manera, gran parte del trabajo
más reciente se ha alejado de estas clasificaciones estrictamente dicotómicas
con el objetivo de elaborar tipologías que contemplen esta región intermedia, la
de los regímenes híbridos, que se encuentra entre aquellos sistemas que no son
claramente autoritarios o claramente democráticos.
Entre los esfuerzos clasificadores más recientes nos encontramos con la pro-
puesta tricotómica de Scott Mainwaring, Daniel Brinks y Anibal Perez Liñan
(2001), que nos presentan tres tipos de regímenes distintos: la democracia, la
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semidemocracia y el autoritarismo. Por su parte, Larry Diamond (2002) profun-


diza más en las diferencias entre los regímenes estableciendo una tipología que
incluye la democracia liberal y la democracia electoral en el polo de las poliar-
quías y el autoritarismo competitivo, el autoritarismo electoral hegemónico y
el autoritarismo cerrado en el polo de las no democracias. Otra propuesta es la
elaborada por Andreas Schedler (2003) con una cuádruple categorización en la
que nos encontramos con regímenes de democracia liberal, de democracia elec-
toral, de autoritarismo electoral y de autoritarismo cerrado. Finalmente, Steven
Levitsky y Lucan Way (2002) definen el concepto de autoritarismo competitivo
que sitúan entre los regímenes completamente democráticos y de autoritarismo
declarado.

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Como se ha expresado con anterioridad todas estas tipologías contemplan


algún tipo de régimen híbrido: la semidemocracia de Mainwaring, Brinks y Perez
Liñán, el autoritarismo competitivo de Diamond, el autoritarismo electoral de Sche-
dler y el autoritarismo competitivo de Levitsky y Way. Es este último, el concepto
de autoritarismo competitivo el que mayor aceptación está alcanzando en la
actualidad.
En su artículo “The Rise of Competitive authoritarianism” (Levitsky y Way,
2002), parten de la crítica a algunas teorías de las transiciones que consideran
los regímenes híbridos como formas incompletas de transición a la democracia.
Estos autores son partidarios de dejar de pensar en términos de transición y
optan por hablar de tipos específicos de regímenes políticos que, en su opinión,
es lo que realmente son los regímenes híbridos. Una vez hecha esta aclaración
llevan a cabo la descripción y definición de lo que ellos consideran un tipo par-
ticular de régimen híbrido: el autoritarismo competitivo.
Para Levitsky y Way, este tipo de regímenes se caracteriza por la considera-
ción de las instituciones de la democracia como el medio principal para el acce-
so al poder y el ejercicio del mismo. Sin embargo, en estos sistemas, los titulares
del poder cometen la violación de las reglas democráticas con tanta frecuencia y
hasta tal extremo que el régimen fracasa en su afán de alcanzar unos estándares
democráticos mínimos. Los autores, una vez identificados algunos ejemplos de
autoritarismo competitivo, entre los que citan a Serbia con Slobodan Milosevic,
Rusia con Vladimir Putin y a Perú con Alberto Fujimori, pasan a diferenciarlos
de otro tipo de regímenes políticos.
La diferencia fundamental respecto a la democracia remite a las caracterís-
ticas del campo de juego entre el gobierno y la oposición. Aunque las eleccio-
nes en los regímenes de autoritarismo competitivo se realizan periódicamente
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y están libres de un fraude masivo, las violaciones de los criterios democráticos


que comenten los titulares del poder crean un campo de juego desigual entre
gobierno y oposición. Estas violaciones van desde la apropiación y utilización
indebida de los recursos del Estado, la negación a la oposición de una cobertura
mediática adecuada o el acoso a los candidatos de la oposición y a sus seguido-
res, hasta, en algunos casos, la manipulación de los resultados electorales. Ade-
más, periodistas o políticos de la oposición y otros críticos del gobierno pueden
ser espiados, amenazados, acosados o arrestados, llegando incluso a ser encarce-
lados o asesinados.
En relación a los regímenes autoritarios la diferencia fundamental se encuen-
tra en el papel que juegan las instituciones democráticas. Así, aunque los go-

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©  Editorial UOC 81 Los regímenes no democráticos

bernantes de los regímenes que estamos describiendo tienen la posibilidad de


manipular las reglas democráticas, no pueden ni eliminarlas ni convertirlas en
una mera fachada. La característica fundamental que distingue estas institucio-
nes democráticas de aquellas de las que se puede dotar un régimen autoritario
es que son, tal y como las denominan los autores, instituciones democráticas
significativas, o lo que es lo mismo, son arenas a través de las cuales las fuerzas
de la oposición pueden representar un reto importante para el poder, llegando
incluso a vencerlos.
Se trata, por lo tanto, de un régimen de naturaleza contradictoria, caracteri-
zado por un intento de alcanzar y mantener un ejercicio del poder autoritario a
través de medios aparentemente democráticos. Estaremos ante un autoritarismo
competitivo cuando:

1.  Un régimen no cumpla los estándares de la democracia.


2.  En él se lleven a cabo elecciones multipartidistas.
3.  Haya una competición significativa, esto es, que a través de sus institucio-
nes se pueda retar al poder.

Líneas presentes y futuras de debate

Este capítulo dio comienzo haciendo una referencia al porcentaje de pobla-


ción que en nuestro mundo continúa todavía viviendo bajo regímenes no de-
mocráticos. Pues bien, después del análisis presentado es preciso subrayar la ne-
cesidad de continuar con el estudio de este tipo de regímenes. Parece claro que
muchos autoritarismos han sobrevivido a la “tercera ola” de democratización y,
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en otros casos, parece que su colapso no ha llevado a la democracia sino a otro


tipo de autoritarismo. Por ello, e incluso considerando la gran aportación teóri-
ca y metodológica de la literatura centrada en las causas y consecuencias de la
democracia y los temas concernientes a la consolidación de las mismas, se hace
necesario mantener la atención politológica respecto a la aparición y persisten-
cia de este tipo de regímenes. Ya Juan Linz apuntaba el gran poder que estos
regímenes no democráticos habían ejercido durante el siglo pasado, así como la
necesidad de no desatender este objeto de estudio pues una parte significativa de
esos regímenes continúan hoy y otros nuevos han surgido como resultado del
fracaso de los procesos de democratización (Linz, 2002: 13). En este sentido, dos
son las trayectorias que recientemente pueden definir el debate, por una parte

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aquella que mantiene la línea interpretativa de la extinción de los regímenes


no democráticos y otra que subraya el escenario evolutivo de estos regímenes
(Brooker, 2008: 153).
El primer enfoque reconoce la gran capacidad que han tenido los regímenes
no democráticos para producir nuevos tipos y subtipos a lo largo de la historia,
no obstante, considera que bajo el actual clima favorable a la generalización de
las democracias, estos regímenes están abocados a no perdurar en el tiempo y a
convertirse en una especie en extinción. De acuerdo con esta interpretación, los
más recientes subtipos de regímenes no democráticos han comenzado a sucum-
bir a la democratización –Ucrania, Georgia, Kyrgyzstan–, bien llegando a su fin o
vaciando de contenido al propio régimen no democrático. Asimismo, se apunta
que los recientes problemas relativos a los términos planteados para la sucesión
de los líderes –hereditaria, jerárquica, etc.– de muchos de estos regímenes su-
pondrán una dificultad añadida para la continuidad de los mismos.
El segundo enfoque difiere notablemente de esta interpretación de la extin-
ción, pues hace hincapié en que estos regímenes pueden perfectamente sobre-
vivir e incluso extenderse, no solo por la durabilidad de muchos de ellos sino
debido a la aparición de nuevas variantes que han conseguido adaptarse bien
y mantenerse en el escenario político contemporáneo. En buena medida, esta
perspectiva es heredera de las investigaciones relativas a la aparición de los de-
nominados regímenes híbridos explicados en el apartado anterior. Además, en
los últimos años, la realidad política de numerosos países, en concreto los dos
quintos de los denominados países en vías de desarrollo, ofrece una evidencia
empírica significativa acerca de la celebración de comicios electorales exclusiva-
mente al servicio de gobiernos autoritarios (Schedler, 2002).
Estos nuevos escenarios ponen de manifiesto, por una parte, la necesidad de
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ir más allá del análisis geográficamente concentrado especialmente sobre Améri-


ca Latina generando mejores estudios capaces de revisar las categorías existentes
y analizar aquellos regímenes que no son democráticos pero tampoco autorita-
rios en el sentido convencional de la palabra. Esta literatura, por tanto, tiene por
objetivo solucionar los problemas derivados del estiramiento de los conceptos
de democracia y régimen no democrático atendiendo y descendiendo a niveles
más precisos de abstracción (Sartori, 2002). En definitiva, se trataría de llevar a
cabo una revisión bajo la cual resulte pertinente formular preguntas sobre en
qué medida, regímenes políticos como los de Rusia, Ucrania, Nigeria, Indonesia,
Turquía o Venezuela pueden ser incluidos en la categoría de regímenes demo-
cráticos (Diamond, 2002).

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Actividades propuestas para clases interactivas

Actividad 1.  Preguntas

Preguntas de repaso conceptos y contenidos

•  ¿Cómo se define un régimen autoritario?


•  ¿Qué es el pluralismo limitado?
•  ¿Qué significa el concepto de mentalidad peculiar?
•  Define la noción de coalición dominante que hay dentro del autoritarismo
•  ¿Es posible que exista una oposición en los regímenes autoritarios? ¿cómo
se puede clasificar?
•  ¿Cómo se definen los regímenes totalitarios?
•  ¿Qué tipo de implicación política de la población requieren los regímenes
totalitarios?
•  Define el régimen denominado sultanismo.

Preguntas desarrollo de argumentos

•  ¿Por qué ha sido tan difícil el triunfo de la democracia como mejor forma
de gobierno?
•  ¿Pueden ser populares los regímenes no democráticos? Si es así ¿por qué?
•  ¿Qué explica la presencia de regímenes no democráticos en oriente me-
dio?
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•  ¿Fue la dictadura de Sadam Hussein un caso de sultanismo, totalitarismo u


otro tipo de régimen no democrático?
•  ¿Por qué crees que se dedican tan pocas investigaciones y reflexiones aca-
démicas a los regímenes no democráticos?

Actividad 2. Aplicación de conceptos teóricos a un caso


empírico

•  ¿Cómo clasificarías en la actualidad los regímenes políticos de Sudáfrica,


Nigeria y Rusia?

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©  Editorial UOC 84 Ciencia política contemporánea

Utilizando los recursos online recomendados, identifica:


•  ¿Quién gobierna?
•  ¿Cómo han llegado al poder y como se mantienen en él?
•  ¿Defienden alguna ideología concreta?
•  ¿Qué tipo de instrumentos de control utilizan?
•  ¿Qué tipo de oposición política existe?

Recursos online recomendados:


•  Freedom House
www.freedomhouse.org
•  Amnistía Internacional
www.amnesty.org
•  Human Rights Watch
www.hrw.org
•  Movimiento Mundial por la Democracia
www.wmd.org

Actividad 3.  Los regímenes no democráticos en el cine

La ola. Dennis Gansel (2008)

Objetivos generales

•  Desarrollar un método de reflexión que ayude al alumnado a identificar


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aspectos claves de los regímenes no democráticos.


•  Convertir al alumnado en participante activo mediante su implicación en
la trama y su análisis crítico.
•  Analizar la realidad desde un escenario distinto a lo que se puede plantear
en una clase magistral o de pizarra: salida de los textos académicos.

Cuestiones

•  Expón aquellas ideas que consideres las más destacables de la película.


¿Qué ha sido lo que más te ha impactado?

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©  Editorial UOC 85 Los regímenes no democráticos

•  Emplea el material audiovisual de la sesión para analizar en los personajes


y en los elementos del contexto la naturaleza y los orígenes de un régimen
no democrático.
•  De acuerdo con la tipología de Juan Linz, identifica los principales elemen-
tos definitorios que aparecen en la película (pluralismo, ideología, movili-
zación, liderazgo).
•  De acuerdo con la película qué condiciones sociales han dado cabida a la
instauración de regímenes autocráticos.
•  La película crea una correspondencia entre los perfiles diferentes de alumnos
y las protagonistas y determinados grupos sociales. ¿Cuáles crees que son?
•  Analiza los comentarios que se realizan acerca del fenómeno autocrático y
los eventos deportivos. Coméntalos brevemente.
•  ¿Cambiarías algo de la película? Imagina un final distinto para esta película.

Este tipo de actividad también puede llevarse a cabo con otros materiales
audiovisuales. Sugerencias:
•  Caudillo. Basilio Martín Patino (1974).
•  La noche de los lápices. Héctor Olivera. (1986).
•  El triunfo de la voluntad (Triumph des Will). Leni Riefenstahl (1935).
•  El misterio Galíndez. Gerardo Herrero (2003).
•  Los chicos del Swing. Thomas Carter (1993).
•  Missing. Costa Gavras. (1982)

Actividad 4.  Los regímenes no democráticos en la literatura

Lectura y discusión de la novela La fiesta del Chivo. Mario Vargas Llosa, 2000.
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Objetivos generales

•  Desarrollar un método de reflexión a través de los materiales literarios que


ayude al alumnado a identificar aspectos claves de los regímenes no demo-
cráticos.
•  Convertir al alumnado en participante activo mediante su implicación en
el debate de la novela con el fin de exponer su análisis crítico.
•  Analizar la realidad desde un escenario distinto a lo que se puede plantear
en una clase magistral o de pizarra: salida de los textos académicos.

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©  Editorial UOC 86 Ciencia política contemporánea

Cuestiones

•  Expón aquellas ideas que consideras las más destacables de la novela. ¿Qué
ha sido lo que más te ha impactado?
•  Emplea el material literario para analizar en los personajes y en los ele-
mentos del contexto la naturaleza y los orígenes de un régimen no demo-
crático.
•  De acuerdo con la tipología de Juan Linz, identifica los principales elemen-
tos definitorios que aparecen en la película (pluralismo, ideología, movili-
zación, liderazgo).
•  De acuerdo con la novela, ¿qué condiciones sociales caracterizan el régi-
men de Trujillo?
•  La novela crea una correspondencia entre diferentes grupos y sectores so-
ciales de protagonistas (familia, amistades, capitanes del ejército, socios
empresariales, individuos envueltos en el uso de la violencia para sostener
el régimen, iglesia…) Identifica y comenta estos personajes.
•  Analiza desde una perspectiva de género la estructura patriarcal que rodea
al régimen de Trujillo.
•  ¿Quiénes eran las hermanas Mirabal? ¿Qué papel político jugaron durante
el régimen de Trujillo? ¿Con qué “Día internacional” coincide la conme-
moración del asesinato de estas tres hermanas en 1960?
•  ¿Quién era el profesor Galíndez? Describe brevemente la movilización de
grupos paraestatales que utilizaban la violencia contra personas o grupos
señalados por Trujillo.

Este tipo de actividad también puede llevarse a cabo con materiales literarios.
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Sugerencias:
Herta Muller, En tierras bajas. Siruela, 1990.
Julia Álvarez, En el tiempo de las mariposas, Alfaguara, 1997.
García Márquez, El otoño del patriarca. Plaza & Janés, 1975.
Gunther Grass, El tambor de hojalata. Alfaguara, 1978.

Actividad 6.  Los regímenes no democráticos en la prensa

“La Justicia ucraniana ha suspendido los resultados de las elecciones del pasado
día 7 de febrero, en las que Víctor Yanukóvich se hizo con la presidencia del país. La

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©  Editorial UOC 87 Los regímenes no democráticos

medida es consecuencia directa de la iniciativa de la derrotada primera ministra Yulia


Timoshenko, que ha presentado esta semana un recurso por fraude contra la resolución
de la Comisión Electoral Central (CEC) que confirma la victoria del líder opositor”.
(El País, 17 de febrero de 2010)

“Ahmadineyad desata disturbios en Teherán”


“Partidarios del reformista Musaví se enfrentan a la policía en la capital de
Irán. Miles de seguidores del candidato opositor de Irán, Hossein Musaví, han
tomado hoy las calles de la capital, Teherán, tras conocerse la victoria del actual
presidente, Mahmud Ahmadineyad. Hasta 3.000 personas han participado en las
protestas, las mayores desde la Revolución islámica de 1979. Los seguidores de
Musaví se han enfrentado con la policía, que ha utilizado gases lacrimógenos para
disuadirlos”.
(El País, 13 de junio de 2009)

Objetivos generales

•  Desarrollar un método de reflexión a través de los materiales de prensa


que ayude al alumnado a identificar aspectos claves de los regímenes no
democráticos.
•  Convertir al alumnado en participante activo mediante su implicación en
el debate y en la búsqueda de información con el fin de exponer su análisis
crítico.
•  Analizar la realidad desde un escenario distinto a lo que se puede plantear
en una clase magistral o de pizarra: salida de los textos académicos.
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Cuestiones

Utilizando los recursos de información facilitada por la prensa, reconstruye


la secuencia de las elecciones en Ucrania e Irán.
•  ¿Qué elementos del proceso apuntan a la ausencia de garantías democráticas?
•  ¿Qué papel crees juegan las elecciones en estos dos países?
•  ¿Qué importancia tiene la contestación política en ambos países?
•  Identifica los posibles elementos de control o censura que rodean a estos
procesos electorales

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©  Editorial UOC 88 Ciencia política contemporánea

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©  Editorial UOC 91 Las democracias

Capítulo IV
Las democracias

Objetivos

El tema “Las democracias” es central tanto en materias como Introduc-


ción a la Ciencia política o Política comparada y se puede enmarcar en el
bloque de materias vinculadas a las instituciones políticas. Tiene por ob-
jetivo proporcionar al alumnado un conocimiento básico y general acerca
de los conceptos definitorios de la democracia así como de la elaboración
de diferentes tipologías, la naturaleza de la misma y sus limitaciones con-
temporáneas. Este tema permite comprender y analizar un sistema políti-
co fundamental que se ha extendido por todo el planeta bajo la arquitec-
tura política del Estado y que permite establecer la línea divisoria principal
que separa los sistemas políticos no democráticos de los democráticos.
Con este capítulo se trata de exponer la importancia de la democracia
y su relación con otras dimensiones importantes de la Ciencia política.

Metodología

Esta materia consta de tres tipos de clases: expositivas, interactivas o


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seminario y tutorías. Las clases teóricas se desarrollarán siguiendo las lí-


neas del contenido que se detallan abajo. Antes del comienzo del tema se
deberá realizar la lectura obligatoria correspondiente a esta unidad:

•  Dahl, R., 1999. La democracia y sus críticos. Madrid: Paidós, pp. 257-270
y 386-409.

Esta lectura constituirá el punto de arranque a partir del cual se proce-


derá a un desarrollo del tema. Se espera, por lo tanto, una participación
activa del alumnado en las clases.

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©  Editorial UOC 92 Ciencia política contemporánea

Las clases de seminarios consistirán, básicamente, en la realización de


las actividades correspondientes a este tema que figuran al final de la uni-
dad. En las tutorías se llevará a cabo un seguimiento de los avances y
resultados del trabajo individual del alumnado.

Competencias

•  Adquirir conocimientos sobre el funcionamiento de los regímenes de-


mocráticos actuales.
•  Reforzar la capacidad de análisis, esto es, de descomposición de los ele-
mentos teóricos y metodológicos de las fuentes de información mane-
jadas sobre los regímenes democráticos.
•  Reforzar la capacidad de síntesis, de reformulación de la información de
acuerdo con los conceptos y teorías pertinentes.
•  Utilizar con soltura los conceptos teóricos y metodológicos de la Cien-
cia política.
•  Aprender a presentar argumentos y a debatir en público mediante la
realización de debates a partir de preguntas genéricas.
•  Elaborar comentarios críticos y analíticos de materiales audiovisuales y
literarios que permitan aplicar los contenidos de este tema.
•  Adquirir una serie de habilidades relativas a la búsqueda de bibliografía,
manejo de recursos varios –datos empíricos, etc.– así como aprender a
formular hipótesis.
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Contenidos del capítulo

•  Introducción.
•  Democracia y poliarquía en Robert Dahl.
•  Tipologías de sistemas políticos democráticos
•  Desafíos y déficits de las democracias contemporáneas

Introducción

Se puede afirmar sin duda alguna que uno de los conceptos más debatidos
de la historia de nuestra disciplina es el de democracia. La democracia entendi-

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©  Editorial UOC 93 Las democracias

da como poder del pueblo o poder de la mayoría no fue considerada como un


régimen político aconsejable durante siglos e incluso en momentos fundamen-
tales de la historia política y social del mundo, como la Revolución americana
o la Revolución francesa, la controversia alrededor del término fue patente. Esta
apreciación negativa se modifica a lo largo del siglo xix cuando la democracia
vinculada a las reivindicaciones de igualdad e inclusión deviene bandera mo-
vilizadora de la energía política. Tras la caída del muro de Berlín y el fin de los
sistemas comunistas, la democracia se ha convertido en un principio legitima-
dor universalmente reconocido al tiempo que se intensifica el debate sobre la
verdadera calidad de la democracia.
A pesar de este reconocimiento y del carácter legitimador de la democracia,
los debates alrededor del concepto, o lo que es lo mismo, las respuestas a la pre-
gunta ¿qué es la democracia? están bastante lejos de alcanzar la unanimidad.
Mientras que Juan Linz y Alfred Stepan han diseñado interesantes tipologías
para clasificar los regímenes no democráticos, distinguiendo, entre autoritaris-
mos, totalitarismos, regímenes sultanistas y postotalitarios, respecto al ámbito
de la democracia, la literatura, mayoritariamente se refiere a la misma como un
todo sin mayores distinciones. No obstante, este concepto posee un inexorable
contenido normativo y político que afecta a las preguntas que las investigacio-
nes formulan acerca de las democracias reales así como a la forma de analizar las
diferentes instituciones políticas y diseños sociales incluidos en el conjunto de
las democracias. En este sentido, la democracia a lo largo del tiempo ha estado
ligada a diferentes teorías y tradiciones ideológicas que han enriquecido el deba-
te sobre los presupuestos normativos que justifican este tipo de sistema político.
Por otra parte, en la última década se ha producido un estancamiento nota-
ble respecto al número de países que incorporaron instituciones democráticas,
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lo que obliga a pensar también acerca del futuro de las mismas y sobre la exis-
tencia de nuevos modelos híbridos de democracia.
Son numerosos los autores que señalan como origen de la complejidad de
los discursos actuales sobre la democracia la polisemia del concepto. Como bien
ha señalado Sartori (1992), el término democracia contiene, entre otros, dos
conceptos bien diferentes: por una parte, se entiende la democracia en sentido
prescriptivo, esto es, como un ideal de sistema político; por otro, la democracia
puede también ser entendida en sentido descriptivo, o como un conjunto de
sistemas reales que suelen estar muy lejos de aquel ideal.
Como ideal, el concepto de democracia remite a los principios normativos a
los que un proceso ha de ajustarse para ser calificado como tal. Cuando se propo-

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©  Editorial UOC 94 Ciencia política contemporánea

ne una definición normativa que responda a la cuestión ¿qué es democracia?, en


realidad se está contestando a las preguntas ¿qué debe ser la democracia? o ¿qué
criterios debe cumplir un sistema o un proceso para que lo podamos llamar de-
mocrático? Es decir, siempre que nos encontramos en el plano normativo hemos
de cuestionarnos sobre el deber ser de las cosas. Al contrario, cuando se contempla
la democracia como conjunto de sistemas reales se analiza cómo se manifiesta
de hecho la democracia en una sociedad concreta. En este sentido, la pregunta
a la que dan respuesta los que adoptan esta perspectiva empírica es ¿qué es y
cómo funciona la democracia? Lo que intentan es establecer las características
que comparten los sistemas políticos reales que denominamos democracias.
Las dificultades en lograr un acuerdo alrededor de una definición del térmi-
no residen en que las dimensiones empíricas y normativas se entremezclan en
todas y cada una de las teorías de la democracia. En este sentido, Sartori (2000:
28) afirma que “puesto que sin democracia ideal no existiría democracia real, el
problema se convierte en: ¿cómo es que los ideales se vinculan con la realidad,
cómo es que un deber ser se convierte en ser? […] Si se realizara, un ideal ya no
sería tal. Y cuanto más se democratiza una democracia, tanto más se eleva esta
apuesta.”. Esta imposible desvinculación planteada por el autor requiere que
cuando hablamos de democracia nos movamos desde el campo de la teoría polí-
tica normativa al de las teorías de orientación empírica. Así, la teoría política nos
ayuda a la clarificación y refinamiento de los conceptos, contribuyendo asimis-
mo a la elaboración de estándares y criterios de evaluación crítica de los sistemas
políticos democráticos. Por otro lado, el análisis empírico nos va a permitir, a
través de la operacionalización con indicadores que pueden aplicarse a los siste-
mas políticos realmente existentes, la fijación de un umbral mínimo que debe
ser superado por un país para adquirir la condición de democrático. Asimismo,
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Sartori sostiene que en la formulación de una teoría de la democracia, para que


sea exhaustiva y comprensiva del fenómeno, es preciso contestar primero a la
pregunta qué no es democracia y posteriormente, medir la democracia, esto es,
cuánta democracia hay.

Democracia y poliarquía en la obra de Robert A. Dahl

Quizás el autor que mejor ha contestado a la pregunta planteada por Sartori,


esto es, ¿cómo es que un deber ser se convierte en ser?, es Robert Dahl a través
de los dos conceptos elaborados por él: democracia y poliarquía. Se refiere con el

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©  Editorial UOC 95 Las democracias

primero al ideal o a los fines ideales y con el segundo a los gobiernos democrá-
ticos reales.
La extensa obra de R. Dahl1 constituye una de las más ricas y complejas re-
flexiones sobre la democracia y ha jugado un papel central en la redefinición
de la teoría democrática. Su valor reside en el esfuerzo por construir un marco
teórico en el que se articulan de manera muy satisfactoria elementos históricos,
normativos y empíricos de la democracia. De esta manera, aporta una discu-
sión que permite identificar las limitaciones democráticas de las poliarquías, o
liberal-democracias de masas, realmente existentes, para sugerir reformas estruc-
turales plausibles.
Desde el inicio de su trayectoria académica, allá por los años cincuenta del
siglo xx, se apunta a la necesaria conexión entre perspectiva empírica y norma-
tiva. Para el autor, la articulación y la dosis específicas de análisis normativo y
empírico dependerán del problema en cuestión y su pregunta correspondiente.
Así, la argumentación de Dahl se sitúa en el plano normativo cuando se refiere
a los fundamentos que convierten a la democracia en el mejor sistema político
y cuando trata los requisitos exigibles para poder determinar si un gobierno es
democrático. Su argumentación se vuelve empírica a la hora de determinar las
instituciones requeridas para satisfacer los criterios democráticos y las condicio-
nes que facilitan el desarrollo y la duración de las instituciones democráticas. De
esta manera, el autor propone una teoría normativa que se concreta en el térmi-
no democracia, destinada a formular las exigencias de ideal típicas de principios
y procesos, pero a la vez y a través de la definición de la poliarquía, elabora una
teoría de orientación empírica que expone los requisitos democráticos institu-
cionales en los sistemas políticos contemporáneos. Veámoslas brevemente.
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La democracia ideal

La democracia como forma de gobierno superior a las demás se sustenta se-


gún Dahl en tres premisas:

•  La consideración equitativa de los intereses en el proceso de adopción de deci-


siones, en el que, según el autor, los intereses de las personas involucradas
en tales decisiones deben ser equitativamente tratados y divulgados.

1.  Sobre el autor puede consultarse en castellano Máiz 2001 y Vargas Machuca, 1994.

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©  Editorial UOC 96 Ciencia política contemporánea

•  La presunción de autonomía personal que implica que cada individuo debe
ser normativamente considerado como mejor juez de sus propios intereses,
o lo que es lo mismo, que nadie está mejor cualificado que uno mismo para
saber si las políticas promueven sus intereses.
•  El juicio moral de la igualdad intrínseca que obliga a tratar a todas las perso-
nas como si poseyesen una igual pretensión a la vida, la libertad, la felici-
dad y otros bienes e intereses fundamentales de todos los ciudadanos.

Estas tres premisas justifican el principio elemental al que debe ajustarse todo
proceso democrático, a saber: el principio categórico de igualdad. Según este princi-
pio, todos y cada uno de los ciudadanos y ciudadanas están cualificados para au-
togobernarse. O si se prefiere, en un proceso democrático, todos los individuos
deben ser tratados como si estuvieran igualmente cualificados para participar
en el proceso de toma de decisiones sobre las políticas que se vayan a adoptar.

¿QUÉ ES LA DEMOCRACIA?

La democracia ofrece oportunidades para:

1.  Participación efectiva.


2.  Igualdad de voto.
3.  Alcanzar una comprensión ilustrada.
4.  Ejercitar el control final sobre la agenda.
5.  Inclusión de los adultos.

Fuente: Dahl (1999)

¿Qué criterios debe adoptar un proceso de gobierno que permita la igualdad


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política? O lo que es lo mismo, ¿qué criterios debe adoptar un proceso demo-


crático? Dahl (1999) identifica cinco. Cada uno de ellos es necesario si, como
decimos, los miembros de una comunidad han de considerarse políticamente
iguales. Es decir, desde el momento en que se incumple cualquiera de estos
requisitos, los miembros no serán iguales políticamente. Los cinco criterios del
proceso democrático son:

1. Participación efectiva: todos los ciudadanos deben tener oportunidades


iguales y efectivas para hacer que sus puntos de vista sobre cómo haya
de ser la política sean conocidos por todos los miembros de la comuni-
dad.

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©  Editorial UOC 97 Las democracias

2. Igualdad de voto: a la hora de la toma de decisiones, todo ciudadano debe


tener una igual y efectiva oportunidad de votar, y todos los votos deben
contarse como iguales.
3. Comprensión ilustrada: todo ciudadano debe tener oportunidades iguales
y efectivas para instruirse sobre las políticas alternativas relevantes y sus
consecuencias posibles.
4. Control de la agenda: los ciudadanos deben tener la oportunidad exclusiva
de decidir cómo y qué asuntos deben ser incorporados a la agenda.
5. Inclusión de los adultos: todos, o al menos, la mayoría de los adultos que
son residentes permanentes deben tener los plenos derechos de ciudada-
nía que están implícitos en los cuatro criterios anteriores.

La democracia real

Una vez que ha definido democracia, el politólogo estadounidense centra


su atención sobre los sistemas políticos reales cuestionándose la aplicabilidad
de los criterios democráticos al gobierno de un Estado. Considera que como a
todo proceso de gobierno, al Estado también se le pueden aplicar este tipo de
criterios. Sin embargo, Dahl nos advierte de una cuestión que es central para
entender su teoría de la democracia, a saber: ninguna democracia real ha alcan-
zado nunca los criterios democráticos.
Con la instauración del Estado nacional, se produce un cambio de escala, tan-
to territorial como de número de ciudadanos incluidos en la unidad política,
con consecuencias fundamentales para la democracia. Entre otras:

1. La democracia se convierte en representativa a partir de la reformulación


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de algunas instituciones ya existentes.


2. Aparece la limitación teórica de la democracia participativa, pues la parti-
cipación efectiva de los ciudadanos disminuye de modo inevitable con el
aumento de la escala.
3. Se produce asimismo un aumento de la dimensión territorial de los Esta-
dos que lleva también a la reestructuración de las instituciones
4.  Finalmente, todo conduce, según Dahl, al desarrollo de un complejo con-
junto de instituciones que configuran la democracia como poliarquía.

La poliarquía es un sistema político en el que las instituciones necesarias para


el funcionamiento de un proceso democrático que cumpla los cinco requisitos

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©  Editorial UOC 98 Ciencia política contemporánea

señalados más arriba existen por encima de un umbral determinado. Es más,


la poliarquía en el marco de la escala ampliada del Estado es históricamente
el sistema político que más se ha acercado al ideal democrático. Si bien, como
advierte Dahl, existe una importante distancia entre las poliarquías del mundo
real y el ideal normativo. Las poliarquías son, pues, democracias imperfectas,
que no llegan a cumplir con las exigencias marcadas por los criterios democrá-
ticos.
A pesar de las carencias de la poliarquía, sus instituciones son imprescindibles
para el funcionamiento de las democracias a gran escala. ¿Cuáles son estas ins-
tituciones? ¿Qué instituciones políticas requiere una democracia a gran escala?

¿QUÉ INSTITUCIONES POLÍTICAS REQUIERE


UNA DEMOCRACIA A GRAN ESCALA?

Las democracias a gran escala requieren:

1.  Cargos públicos electos.


2.  Elecciones libres, imparciales y frecuentes.
3.  Fuentes alternativas de información.
4.  Autonomía de las asociaciones
5.  Ciudadanía inclusiva.

Fuente: Dahl (1999)

Esquemáticamente, las instituciones políticas del gobierno democrático re-


presentativo moderno, o poliarquía, son las siguientes según Dahl (1999):

•  Cargos públicos electos. En los países democráticos actuales el control de las


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decisiones políticas y administrativas gubernamentales está en manos


cargos públicos elegidos por los ciudadanos. Los gobiernos democráticos
modernos a gran escala son, de este modo, representativos.
•  Elecciones libres, imparciales y frecuentes. Los cargos públicos en las poliar-
quías son elegidos en elecciones frecuentes conducidas con imparcialidad
en las que, en términos comparativos, hay poca coerción.
•  Libertad de expresión. Los ciudadanos de las poliarquías contemporáneas
tienen derecho a expresarse, sin peligro a un castigo severo, sobre asuntos
políticos, definidos en sentido amplio. La crítica puede alcanzar a cargos
públicos, al gobierno, al régimen político, al orden socioeconómico y a la
ideología prevaleciente.

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©  Editorial UOC 99 Las democracias

•  Acceso a fuentes alternativas de información. En los países democráticos ac-


tuales, los ciudadanos tienen derecho a solicitar fuentes de información
alternativas e independientes. Estas fuentes de información pueden ser
otros ciudadanos, expertos, periódicos, revistas, libros, telecomunicaciones
y similares. Para que estas fuentes de información logren ser efectivamente
alternativas, primero, no pueden estar bajo el control del gobierno o de
cualquier otro grupo político individual que intente influir sobre los valo-
res, las actitudes y las políticas públicas y, segundo, deben estar realmente
protegidas por la ley.
•  Autonomía de las asociaciones. Los ciudadanos de las poliarquías tienen de-
recho a formar asociaciones u organizaciones relativamente independien-
tes, incluyendo partidos políticos y grupos de interés independientes. Así,
a través de la capacidad de asociarse, alcanzan distintos derechos, inclu-
yendo aquellos requeridos para la efectiva operación de las instituciones
políticas democráticas.
•  Ciudadanía inclusiva. En los países democráticos, a ningún adulto que resi-
da permanentemente en él y esté sujeto a sus leyes le pueden ser negados
los derechos de los que disfrutan otros y que sean necesarios para el desa-
rrollo de estas cinco instituciones políticas que acabamos de presentar.

POR QUÉ SON NECESARIAS LAS INSTITUCIONES

En una unidad de amplitud de un país, las instituciones de una poliarquía


son necesarias para satisfacer los siguientes criterios democráticos:

1. Representantes electos Participación efectiva


Control de la agenda
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2. Elecciones libres, equitativas y frecuentes Igualdad de voto


Control de la agenda
3. Libertad de expresión Participación efectiva
Comprensión ilustrada
Control de la agenda
4. Información alternativa Participación efectiva
Comprensión ilustrada
Control de la agenda
5. Autonomía asociacional... Participación efectiva
Comprensión ilustrada
Control de la agenda

Fuente: Dahl (1999)

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©  Editorial UOC 100 Ciencia política contemporánea

Todas estas instituciones convierten a la poliarquía en el sistema político que


permite un máximo de inclusión, esto es, el derecho de todos los ciudadanos
mayores de edad a participar en política; y un máximo de contestación, o lo que
es lo mismo, un grado de competición política tal que permita la alternancia en
el gobierno. Asimismo, cada una de estas instituciones son, como se ha dicho,
la mejor actualización histórica de los cinco criterios democráticos. Tal y como
nos presenta el autor en el siguiente cuadro de síntesis, cada una de las institu-
ciones de la poliarquía es necesaria para el cumplimiento de uno o varios de los
criterios de un proceso democrático ideal.

La democratización de las poliarquías

El cuadro resume la difícil relación entre democracia y poliarquía. Aunque el


autor no se detiene aquí y profundiza en esta relación al referirse a la democra-
tización de las poliarquías. Como se ha visto, Dahl mantiene durante toda su
obra la idea de que aunque las instituciones de la democracia poliárquica sean
necesarias, no significa que sean suficientes para la democracia. Para él, un sis-
tema político dotado de estas instituciones realizará los criterios democráticos
descritos de manera más o menos satisfactoria. Sin embargo, se pregunta si no es
posible que otras instituciones adicionales puedan permitir que un país alcance
plenamente alguno de esos criterios. Para contestar a esta cuestión, establece
nuevamente un dialogo entre plano empírico y normativo y alude a la función
prescriptiva de la teoría política. Así, afirma el autor, “los criterios (ideales) nos
dotan de estándares frente a los cuales podemos comparar los logros y las im-
perfecciones que todavía perduran en los sistemas políticos efectivos y en sus
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instituciones, y pueden guiarnos para alcanzar soluciones que nos acerquen al


ideal.”
Antes de repasar sus recetas para que las democracias reales avancen en el
camino hacia el ideal, es necesario plantearse cuáles son las dolencias que el au-
tor diagnostica a las poliarquías actuales y futuras. Entre otros, Dahl señala tres
problemas o desafíos a los que deben enfrentarse las democracias reales: el del
orden económico, el de la diversidad cultural y el de la educación cívica (Dahl,
1999).
Veamos el primero. Con respecto al orden económico, el autor señala la im-
probabilidad futura de que la economía de mercado sea desplazada por otro tipo
de sistema económico en los países democráticos. ¿Cuál es el problema con la

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©  Editorial UOC 101 Las democracias

economía de mercado? El problema radica en que las sociedades modernas ge-


neran algunas de las condiciones indispensables para la poliarquía, entre otras
pluralismo social y político; sin embargo, no producen de forma espontánea las
condiciones necesarias para su democratización. En este sentido, Dahl subraya
que al generar sistemáticamente desigualdad económica, el capitalismo produ-
ce simultáneamente desigualdad política y, así, limita la transformación de la
poliarquía en democracia. La democracia, esto es, la democracia avanzada y
no meramente poliárquica, requiere en su opinión, la lucha sistemática contra
los tres tipos de desigualdad que llevan a la desigualdad política, a saber: las
diferencias de recursos económicos, las diferencias de recursos de poder y las
diferencias de información, formación y capacidad cognitiva. Por todo ello, en
un país democrático avanzado, a diferencia de lo que ocurre en la poliarquía,
el sistema económico debe entenderse no solo como un mecanismo de pro-
ducción y distribución de bienes y servicios, sino que debe estar orientado a la
realización de la más amplia gama de valores humanos y democráticos. Para
ello, Dahl propone, por un lado, cambios a nivel del Estado, abogando por un
sistema de impuestos progresivo y por la profundización del Estado de bienestar;
y por otro lado, demanda una democratización de los procesos internos de las
grandes empresas que de voz a los trabajadores.
En cuanto al segundo de los desafíos planteados, el autor describe dos pro-
cesos que en las últimas décadas del siglo xx y en la actualidad han contribui-
do a incrementar la diversidad cultural de unas poliarquías acostumbradas a
altos niveles homogeneidad social. En primer lugar, algunos ciudadanos que
habitualmente habían sido sometidos a discriminación se unieron a otros como
ellos en movimientos de identidad cultural que buscaban proteger sus derechos
e intereses. Entre estos movimientos encontramos los de derechos civiles de la
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gente de color, de las mujeres, de los gays y las lesbianas, de las minorías lingüís-
ticas y de los grupos étnicos que habitaban en regiones históricas. En segundo
lugar, la diversidad cultural en los países democráticos más antiguos se ha visto
potenciada por un creciente número de inmigrantes, marcados por diferencias
étnicas, lingüísticas, religiosas y culturales que los diferencian de la población
dominante. Esta inmigración tenderá a contribuir indefinidamente a un aumen-
to significativo en la diversidad cultural dentro de las democracias más antiguas.
Ante las demandas y la necesidad de reconocimiento de la diversidad cultural
de las sociedades contemporáneas, Dahl propone una reformulación de la de-
mocracia que atienda a cambios importantes en los arreglos institucionales de
los que se han dotado las poliarquías. El autor, presta atención especial a la regla

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de la mayoría como norma de adopción de decisiones; y, así, aunque asume las


razones que justifican este criterio, considera que la diversidad creciente de las
sociedades actuales desaconseja la adopción de la norma de la mayoría como re-
gla única de decisión del proceso democrático. De hecho, en la medida en que 1)
el demos de un país esté integrado por varios demoi o nacionalidades, 2) no exis-
tan altas expectativas de que la minoría pueda en un plazo razonable convertirse
en mayoría y 3) las decisiones de la mayoría puedan afectar a los principios de
forma de vida propia de alguna minoría, la regla de la mayoría ve erosionada
su legitimidad. En consecuencia, el autor se decanta por fórmulas alternativas
como la democracia consociativa que pasan a primer plano (Máiz, 2001).
Por último y en relación al tercero de los desafíos, la educación cívica, el
autor nos advierte del crecimiento significativo de la cantidad de información
a disposición de los ciudadanos. El problema que ve en ello reside en que este
incremento puede no traducirse en una mayor competencia de los ciudadanos.
Así, contempla:

a) Cambios de escala relacionados con la creciente internacionalización que


lleva a que las decisiones que afectan a los ciudadanos se tomen en áreas
cada vez más extensas.
b) Cuestiones de complejidad, o lo que es lo mismo, de aumento del número
de asuntos diferentes que son relevantes para la política, el gobierno y el
Estado.
c) Aspectos relacionados con las comunicaciones cuyo desarrollo ha aumen-
tado exponencialmente la cantidad de información de los asuntos polí-
ticos.
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Estos asuntos imponen demandas cada vez más fuertes a las capacidades de
los ciudadanos. Como consecuencia de ello, una de las necesidades imperativas
de los países democráticos consiste en potenciar la capacidad de los ciudadanos
para que puedan implicarse inteligentemente en la vida política. En los años
venideros, las instituciones deben ser mejoradas por nuevos medios dirigidos
a la educación cívica, la participación política, la información y la deliberación. Así,
aprovechando las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías de la comu-
nicación, el autor cree que las poliarquías deben avanzar en la garantía de la
información pública sobre la agenda, en la creación institucional de oportuni-
dades de influencia accesible para los ciudadanos, en la fijación de temas y en
incentivar la participación en el debate político.

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Tipologías de sistemas políticos democráticos

Dahl completa su análisis de la democracia preguntándose sobre la variación


de los países democráticos en sus instituciones políticas específicas: arreglos
electorales, sistemas de partidos y otros. Y aunque el politólogo estadounidense
establece estas diferencias de manera satisfactoria, no hace más que recoger las
relevantes aportaciones que encontramos en la Ciencia política. El lugar común
de las mismas reside en que todas ellas pretenden responder a la pregunta: ¿es
posible establecer tipos que hagan entender mejor las diferencias y variaciones
entre las realidades distintas que encontramos en las poliarquías contemporá-
neas? En la literatura dedicada a las democracias encontramos de esta manera
un grupo muy numeroso de obras en las que el ejercicio tipológico se convierte
en la herramienta dominante para lograr una explicación satisfactoria de las
democracias contemporáneas. Dentro de la misma podemos distinguir entre las
aportaciones que desarrollan auténticas clasificaciones, que establecen un solo
criterio para distinguir la realidad poliárquica y las que presentan tipologías más
elaboradas, que analizan más de un factor y subrayan más de una dimensión
útiles para entender las dinámicas internas de las democracias reales. De este
modo, la diversidad que se observa cuando dedicamos nuestra atención al aná-
lisis de los países democráticos la podemos entender, por ejemplo, en relación
al poder ejecutivo, cuando se distingue entre sistemas presidenciales y sistemas
parlamentarios; en relación al sistema partidista, cuando se distingue entre sis-
temas bipartidistas o pluripartidista, polarizados o no (Sartori: 1987); y como
vimos más arriba, en relación al principio mayoritario, distinguiendo entre de-
mocracias mayoritarias o consociativas.
En este apartado vamos a dedicar nuestra atención a dos aportaciones que
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son las que gozan de mayor predicamento e influencia los estudios sobre los
sistemas políticos.

Las clasificaciones y tipologías que estamos viendo se refieren a las poliarquías


y como regímenes reales, los criterios en los que están basadas son características
institucionales de las mismas. Sin embargo, en la literatura politológica también nos
encontramos modelos de democracias que atenderían en mayor medida a criterios
normativos. Un buen ejemplo de este tipo de modelos es la serie que nos presenta
Rafael del Águila (1997) atendiendo como elemento principal de diferenciación a los
principios u objetivos que cada uno de sus modelos persigue:

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©  Editorial UOC 104 Ciencia política contemporánea

•  El modelo Liberal-protector, cuyo principio básico es la protección de los ciudadanos con
respecto a la acción de otros individuos y de todos ellos respecto a la acción del Estado.
•  El modelo Democrático-participativo, cuyo principio básico es la defensa de la parti-
cipación política de la ciudadanía, necesaria tanto para garantizar el autogobierno
colectivo, como para la conformación de una ciudadanía informada y comprome-
tida con el bien público.
•  El modelo Pluralista-competitivo, cuyo principio básico es la competición, lo que
resulta en una definición de democracia entendida como sistema político en el cual
se adquiere poder de decisión a través de la lucha competitiva de élites plurales por
conseguir el apoyo (voto) de la población.

Presidencialismo, parlamentarismo y semipresidencialismo

Los análisis de Dahl fueron preparando el camino para otros estudios de ca-
rácter institucional acerca de los diferentes tipos de poliarquías, o en nuestra
terminología clásica y convencional, de democracias.
Una de las clasificaciones con a una amplia y antigua tradición jurídica y
política es aquella que trata la clásica distinción de las la democracias asentada
en las relaciones entre ejecutivo y legislativo, es decir, la distinción entre demo-
cracias presidencialistas, democracias parlamentarias y democracias semipresi-
dencialistas.
Veamos inicialmente las diferencias entre las dos primeras para ocuparnos
después de los rasgos definitorios del semipresidencialismo. Los sistemas de go-
bierno parlamentario y presidencial poseen tres diferencias esenciales.
La primera es que en un régimen parlamentario el jefe del gobierno y su
correspondiente gabinete son responsables ante el legislativo en el sentido que
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dependen de la confianza del mismo y pueden ser destituidos de sus funciones


en una votación de confianza o censura del legislativo. En un sistema presi-
dencial, el jefe del gobierno, es elegido por un periodo de tiempo constitu-
cionalmente establecido y, en circunstancias normales, no puede forzársele a
dimitir en virtud de un voto de confianza del legislativo (aunque es posible
separar de su cargo a un presidente por conducta criminal mediante el proceso
de destitución)2.

2.  Ejemplo de ello es el conocido proceso del Impeachment que contempla el más famoso de los pre-
sidencialismos, el de los Estados Unidos.

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©  Editorial UOC 105 Las democracias

El jefe de gobierno en los sistemas parlamentarios puede ser denominado


con títulos oficiales tan distintos como primer ministro, premier, canci-
ller, o como en el caso español, presidente del gobierno. Si bien la forma
genérica de denominarlos es primer ministro.
En los sistemas presidenciales al jefe de gobierno se le denomina siempre
presidente.

La segunda diferencia entre los sistemas presidencial y parlamentario es que


los jefes de gobierno se eligen en el primero mediante votación popular, bien di-
rectamente o a través de un colegio electoral3, mientras que los jefes de gobierno
en los sistemas parlamentarios son elegidos por los legislativos. Dicho en otras
palabras, en los sistemas presidencialistas los votantes eligen directamente al
presidente y en el sistema parlamentario los votantes eligen un parlamento que
después elegirá al primer ministro.
La tercera y última diferencia fundamental es que los sistemas parlamenta-
rios poseen ejecutivos colectivos o colegiados, mientras que los sistemas presi-
denciales poseen ejecutivos unipersonales, no colegiados. Es decir, en general,
las decisiones más importantes en los sistemas parlamentarios deben ser toma-
das por el conjunto del gabinete, no solo por el primer ministro. En los sistemas
presidenciales, al contrario, las decisiones más importantes puede tomarlas el
presidente, con o sin el consejo del gabinete, o incluso en contra de este. En los
regímenes parlamentarios, la posición del primer ministro en el gabinete puede
variar desde un predominio hasta una igualdad respecto de los otros ministros,
pero siempre existe un alto grado de actuación colegiada en la toma de decisio-
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nes. Por su parte, los miembros de los gabinetes presidenciales son meros conse-
jeros y subordinados del presidente.
Quizás el autor que mejor ha descrito las formas que puede adoptar la po-
sición del jefe de gobierno en estos sistemas ha sido Sartori (1994). Este autor,
antes de referirse al poder que se le otorga al jefe del ejecutivo, indica el papel de
los partidos políticos en uno y otro sistema. De acuerdo con Sartori, el funciona-

3.  ¿Qué tan de directo es esto? La marca divisoria estriba en que el organismo intermedio pueda to-
mar o no sus propias decisiones. Si solo aprueba, entonces la diferencia entre una elección popular
directa y una a través de un órgano intermedio carece de importancia; si puede decidir, entonces en
cierta medida no se cumple el criterio (Sartori, 1994).

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©  Editorial UOC 106 Ciencia política contemporánea

miento adecuado del parlamentarismo reside en tener partidos cuyos miembros


no se aparten, en las votaciones de las cámaras, de la línea del partido. Mientras
que en caso de los presidencialismos, la indisciplina podría ser benéfica, en el
caso parlamentario siempre es una desventaja. Los partidos adecuados para el
parlamentarismo son partidos que se mantienen unidos en el apoyo al gobierno
que han designado. Por tanto, dice el autor, la comprensión del parlamentaris-
mo supone cierto conocimiento de quienes controlan los partidos y de lo que
éstos, a su vez, controlan.
Una vez hecha esta aclaración, Sartori establece que el jefe del ejecutivo en los
sistemas parlamentarios puede relacionarse con los integrantes del mismo como:

a) Un primero por encima de sus desiguales, en este caso, es el jefe del gobierno
el que a la vez es jefe del partido. El jefe del gobierno difícilmente puede ser
destituido por el voto del parlamento y es quien designa y cambia a los mi-
nistros de su gabinete según su propia voluntad y con bastante libertad. De
manera que este primero, del que sería un buen ejemplo el primer ministro
británico, gobierna a sus ministros y de hecho puede contradecir sus órdenes.
b) Un primero entre desiguales, aquí, el jefe del gobierno, podría no ser el
líder del partido oficial, aunque sin embargo no se le podría destituir en
un mero voto parlamentario de confianza: se espera que permanezca en
el cargo aunque los miembros de su gabinete cambien. De este modo, este
primero, ejemplificado en el canciller alemán, puede destituir a sus minis-
tros pero no cae con ellos
c) Un primero entre iguales, es el primer ministro que cae con su gabinete.
Sobre el gabinete tiene poco control y en él debe incluir generalmente
ministros que le son impuestos.
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Estas tres posibilidades son, según el autor, fórmulas para compartir el poder,
ya que impiden la concentración del mismo en una sola persona, esto es, en un
primus solus, característico del presidencialismo y que ejemplifica perfectamente
el presidente estadounidense. En los sistemas presidenciales, el gobierno es el
gabinete del presidente, su gabinete privado y su posición constitucional le hace
preeminente.
A esta clasificación dicotómica entre presidencialismo y parlamentarismo,
algunos autores (Sartori, 1994; Duverger, 1980) han añadido un tercera catego-
ría, el semipresidencialismo, considerada un sistema político diferenciado. Se
refieren con ella a países donde el presidente es elegido directamente y a la vez

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©  Editorial UOC 107 Las democracias

el primer ministro es elegido por el parlamento y depende de su confianza. El


funcionamiento del sistema semipresidencialista se basa por tanto en el poder
compartido: el presidente debe compartir el poder con su primer ministro; a
su vez, el primer ministro debe conseguir un apoyo parlamentario continuo.
La característica que cualquier semipresidencialismo debe pues tener es una es-
tructura de autoridad dual, una configuración con dos cabezas. De este modo
cualquier constitución semipresidencialista deberá establecer de alguna manera
un ejecutivo con un presidente elegido por el pueblo, que es el jefe de Estado, y
un primer ministro elegido por un parlamento que encabeza el gobierno.
El presidencialismo tiene su mejor ejemplo histórico, tanto en funcionamien-
to como en duración, en los Estados Unidos. Además, la gran mayoría de los paí-
ses latinoamericanos también han adoptado esta forma de organización. Como
dice Sartori, la razón por la que Europa no tiene sistemas presidenciales puros es
histórica y no se trata de una decisión deliberada. Cuando los Estados europeos
empezaron a practicar el gobierno constitucional, casi todos eran monarquías y
las monarquías ya tenían un jefe de estado hereditario. Así, mientras en Euro-
pa no daba cabida a los presidentes electos, en el nuevo mundo, casi todos los
países conquistaron su independencia como repúblicas y por lo tanto debieron
elegir a sus jefes de Estado, es decir, a sus presidentes. La división entre los siste-
mas presidenciales y los parlamentarios no resultó pues de debates centrados en
si una de estas forma era superior, sino que aparece como solución a necesida-
des históricas concretas. Sin embargo, este debate se ha ido introduciendo en la
Ciencia política actual dentro de lo que generalmente se denomina “ingeniería
constitucional”. En este sentido, lo que se persigue es que de cara a la instaura-
ción de las nuevas democracias se lleve a cabo una evaluación comparativa de
las formas en que funcionan ambos sistemas para asegurar la estabilidad.
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Uno de los primeros en plantear el debate entre presidencialismo y parla-


mentarismo ha sido Juan Linz (1987), que ha analizado las repercusiones que
cada uno de estos sistemas ha tenido para el funcionamiento y la estabilidad de
la democracia. El politólogo español parte de la constatación de que el presiden-
cialismo ha funcionado en general mal. Con la única excepción de los Estados
Unidos, todos los demás sistemas presidenciales han sido frágiles y han sucum-
bido regularmente ante golpes de estado. Como consecuencia de ello, Linz y
otros autores han concluido que el remedio en América Latina no es mejorar
el presidencialismo, sino eliminarlo del todo y adoptar en su lugar una forma
parlamentaria de gobierno. Según Linz, el presidencialismo tiene menor capa-
cidad para sostener regímenes democráticos estables. Su argumento central es

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©  Editorial UOC 108 Ciencia política contemporánea

que los sistemas presidenciales son rígidos, mientras que los parlamentarios son
flexibles; además, los primeros presentan el problema de la doble legitimidad
electoral. En tiempos de crisis, debe preferirse la flexibilidad a la rigidez porque
la flexibilidad reduce al mínimo los riesgos. Como lo resumió Valenzuela (Linz y
Valenzuela, 1997) “las crisis de los sistemas parlamentarios son crisis de gobier-
no, no de régimen.” De manera similar, Stepan y Skach (1997) consideran que el
parlamentarismo supone una estructura de apoyo más conveniente que el pre-
sidencialismo para la consolidación de las democracias. Entre las amenazas del
presidencialismo cabe señalar la tendencia la existencia de gobiernos minorita-
rios, la violación de la Constitución por el ejecutivo y el apoyo a la intervención
militar en los asuntos políticos.
Son muchas las obras e investigaciones que han aparecido desde que Linz pre-
sentara su tesis y con ello, el debate se ha profundizado de manera importante.
Algunos autores, siguiendo a Linz y haciendo continua referencia a investiga-
ciones empíricas, reconocen en el presidencialismo un peligro de muerte para
las nuevas democracias siempre que este vaya acompañado de pluripartidismo
(Mainwaring y Shugart, 2002). Otros, al contrario, mantienen que las conclusio-
nes de Linz nacen de un punto de partida equivocado al equiparar los presiden-
cialismos latinoamericanos con el de su vecino del norte. Según estos autores,
los regímenes latinoamericanos matizan las características negativas que Linz les
adjudica y sugieren la exploración de otras causas que expliquen los problemas
de gobernabilidad de estos países (Nohlen y Fernández, 1991; 1992). Ahora bien,
los estudios comparados más recientes confirman que los sistemas parlamenta-
rios tienden a mostrar un rendimiento mejor que los regímenes presidencialistas,
tanto en términos de supervivencia de la democracia como en otros aspectos. La
cuestión importante es reconocer también la enorme diversidad existente dentro
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de los sistemas presidencialistas que difuminan la simplificación dualista entre


parlamentarismo y presidencialismo y permiten atender a la interacción de los
modelos con el sistema electoral, el sistema de partidos y los diversos arreglos ins-
titucionales existentes entre los poderes ejecutivo y legislativo (Landman, 2011).
Así pues, aquellas democracias de nueva creación que busquen estabilidad y
supervivencia a largo plazo pueden extraer algunas recomendaciones resultado
de los análisis comparados hasta la fecha: en la medida de lo posible, las nuevas
constituciones y acuerdos institucionales deberían ofrecer formas de gobierno
parlamentarias; y en el caso de que por razones históricas y culturales resulte
inviable, los sistemas electorales deberían tener un diseño que minimizase las
peores cualidades de los sistemas multipartidistas.

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©  Editorial UOC 109 Las democracias

Democracia mayoritaria y democracia consensual

La tipología clásica que hemos visto arriba ignora algunos factores que en la
actualidad ejercen gran influencia sobre la dinámica de las poliarquías. Fenómenos
como la presencia de los partidos políticos en calidad de actores principales de la
política electoral y parlamentaria o la tendencia a la dispersión territorial del poder
establecen dinámicas que obligan a repensar las relaciones entre instituciones. En
este sentido, hay un acuerdo casi unánime en que la tipología propuesta por Arent
Lijphart, que divide a las democracias en mayoritarias y consensuales, es la pro-
puesta más elaborada y ambiciosa en este terreno, siendo la que mejor recoge la
complejidad de relaciones institucionales de los sistemas políticos en su conjunto.
Las ventajas fundamentales de la tipología del autor holandés residen prin-
cipalmente en el número de dimensiones que son consideradas para su elabora-
ción, así como en la exhaustividad empírica de sus análisis. Esta multidimensio-
nalidad permite, por un lado, una pérdida de información relativamente escasa
y, por otro, una mejor caracterización de los distintos países dentro de cada una
de las dimensiones. Por otra parte, examina cómo estas dos formas de articular
la democracia, la mayoritaria y la de consenso, con sus diferentes arreglos insti-
tucionales, suponen concepciones alternativas de entender la democracia, esto
es, visiones normativas de democracia diferentes.
La aportación de este autor al debate sobre las democracias actuales se ha ido
desarrollando desde el año 1968, cuando se establece por primera vez la diferen-
ciación entre democracias mayoritarias y democracias consociativas. A lo largo de
estos años y en sus tres obras, la tipología de Lijphart no ha variado en lo funda-
mental. Desde su primera propuesta, el criterio sobre el que se basa la distinción
entre los dos modelos es el principio adoptado para la toma de decisiones: ma-
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yoritario o consociativo en cada uno de los casos. Sin embargo y a pesar de esta
continuidad, la tipología ha ido evolucionando dejando en el camino aquellas
características relativas a los actores y aspectos sociales y culturales de los países
sobre los que se asientan esas democracias, hasta llegar a una tipología más pen-
diente de las características institucionales del sistema político.
La primera obra, Typologies of Democratic Systems (1968) nace en un periodo en
el que la teoría general de la democracia apuntaba a la necesidad del consenso para
la supervivencia de las poliarquías. Después de los acontecimientos vividos por
muchas democracias europeas en el periodo de entreguerras, la visión dominante
en la literatura defendía que la estabilidad democrática solo sería posible si las di-
mensiones del conflicto, esto es, los cleavages sociales, eran limitados. Sin embargo,

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a partir de los años sesenta del siglo xx, el desarrollo de la Ciencia política europea
dio lugar a una serie de investigaciones comparadas que indicaban la existencia
en Europa de sistemas democráticos estables en países con múltiples e importan-
tes fracturas sociales, países con sociedades segmentadas. En este contexto, Lijphart
propone una explicación a este fenómeno. En su opinión, en sociedades segmen-
tadas y con una cultura fuertemente fragmentada es posible construir un sistema
democrático estable, siempre que las actitudes y las pautas de comportamiento
de las élites políticas representativas y/o dirigentes de los diversos grupos sociales:

a) Deseen mantener la unidad y la cohesión del sistema.


b) Puedan hacer aceptar a sus respectivos grupos sociales determinadas tran-
sacciones entre intereses divergentes
c) Encuentren mecanismos institucionales de acomodo entre los diversos
grupos.

Lijphart denomina a estos sistemas democracias consociativas. Es decir, para


el autor, este tipo de democracias se desarrollan en sociedades segmentadas en
las que a nivel de élites políticas se dan prácticas y reglas de conducta “conso-
ciativas”, esto es, prácticas que se alejan del principio mayoritario para buscar
así la unanimidad, o por lo menos, la obtención de muy amplias mayorías que
integren el mayor número de gente posible.
El segundo libro del autor, Democracies (1984) tiene su argumento base en la
obra anterior pero adopta, esta vez, una perspectiva comparada para situar los
países en ese momento democráticos a lo largo de un continuo que tiene por
extremos el modelo de democracia mayoritaria, basado en el principio mayori-
tario, y al modelo de democracia consensual, basada en prácticas consociativas.
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Estos dos principios, según el autor, influyen en todas las dimensiones impor-
tantes de un ordenamiento democrático: características del gobierno, relaciones
entre ejecutivo y legislativo, naturaleza del legislativo, número de partidos y
cleavages de los que nacen, sistema electoral, grado de centralización del Estado,
características de la constitución y existencia de formas de democracia directa.
Sobre estas nueve dimensiones, el politólogo holandés sitúa sus dos mode-
los polares. Así, la democracia mayoritaria o de Westminster se caracteriza por:
concentración del poder ejecutivo en gobiernos formados por un solo partido,
fusión de poderes y dominio del gabinete, bicameralismo asimétrico, bipartidis-
mo, sistema de partidos unidimensional, sistema electoral mayoritario, gobier-
no unitario y centralizado, constitución no escrita y soberanía parlamentaria y

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democracia exclusivamente representativa. Por su parte las características del


modelo consensual son: gobiernos de grandes coaliciones, separación formal e
informal de poderes, bicameralismo equilibrado y representación de la minoría,
sistemas multipartidistas, sistema de partidos multidimensional, sistema electo-
ral proporcional, descentralización y ordenamiento federal, constitución escrita
con veto de la minoría y referéndum.
En su aportación más reciente, Patterns of Democracy (1999), Lijphart elimina
y divide algunas de las características anteriores y añade algunas instituciones
nuevas. Es en esta obra cuando prescinde de los elementos que en mayor medi-
da están vinculados con las características sociales y se decanta por característi-
cas institucionales. De esta manera, el autor incluye instituciones relacionadas
con los grupos de interés y el Estado social que algunas críticas (Morlino, 1988)
habían señalado como importantes en cualquier democracia.
Asimismo, en esta última obra, agrupa las variables en dos dimensiones cla-
ramente separadas que ya estaban implícitas en la obra anterior. Las dos dimen-
siones, definidas otra vez como un continuo con sus dos polos mayoritario y
consensual, son: la dimensión ejecutivos-partidos, vinculada a la responsabili-
dad conjunta del poder, y la dimensión federal-unitaria, ligada a la responsabili-
dad del poder dividida. Estas dos dimensiones estructuran diez características de
la manera que sigue:

MODELOS DE DEMOCRACIA

DEMOCRACIA MAYORITARIA DEMOCRACIA CONSENSUAL

I. Dimensión ejecutivos-partidos
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  1. Gobiernos mayoritarios y monocolores   1.Gobiernos de coalición


  2. Predominio del gabinete   2. Equilibrio poderes
  3. Sistema bipartidista   3. Sistema multipartidista
  4. Sistema electoral mayoritario   4. Sistema electoral proporcional
  5. Pluralismo de grupos de interés   5. Corporativismo

II. Dimensión federal-unitaria

  6. Gobierno unitario y centralizado   6. Gobierno federal


  7. Unicameralismo   7. Bicameralismo simétrico
  8. Flexibilidad constitucional   8. Rigidez constitucional
  9. Ausencia de revisión judicial   9. Revisión judicial
10. Banco no independiente 10. Banco central independiente

Fuente: Elaboración propia a partir de Lijphart,1999 (edición en castellano, 2000).

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La primera de las características se refiere a la amplitud de la participación


de los representantes del pueblo en la rama ejecutiva del gobierno. Así, en-
contramos el poder concentrado en gabinetes mayoritarios en la democracia
mayoritaria, frente a un ejecutivo formado por amplias coaliciones partidistas
en la democracia consensual. Esta diferencia, según el autor, no hace más que
resumir el contraste entre el principio mayoritario de concentrar el poder en
manos de la mayoría y el principio consensual de ampliar al máximo la división
del poder.
Siguiendo con el ejecutivo, la segunda característica se refiere a la relación
que este mantiene con el legislativo. Las democracias mayoritarias muestran en
este sentido un claro dominio del ejecutivo, mientras que en las democracias
de consenso los dos poderes están equilibrados. En la vida política real pueden
darse toda una serie de situaciones entre un equilibrio completo, sobre todo
cuando un jefe de gobierno es el jefe del partido mayoritario en la cámara, hasta
situaciones de desequilibrio grave, con múltiples partidos y poco disciplinados
en la cámara baja.
La tercera variable se refiere al número de partidos en el sistema, aspecto fun-
damental de los sistemas políticos, ya que se correlaciona de manera importante
con las dos características anteriores y con la del sistema electoral. Los sistemas
bipartidistas tipifican el modelo mayoritario y los sistemas multipartidistas el
modelo consensual. En relación al sistema de partidos y aunque en esta última
obra, como vimos, deja fuera de la tipología la variable de los cleavages políticos,
el autor vincula nuevamente el número de partidos con las líneas divisorias. Así,
mantiene como aspecto relevante de los sistemas bipartidistas su carácter unidi-
mensional del que encuentra un ejemplo claro en el eje izquierda derecha que
marca la política británica. El modelo consensual, que se asienta según el autor
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en sociedades plurales, esto es, sociedades con varias líneas divisorias, presenta
al contrario un sistema de partidos de carácter multidimensional.
Como hemos dicho antes, el número de partidos en el sistema está estrecha-
mente vinculado al tipo de sistema electoral adoptado. Las democracias mayo-
ritarias se caracterizan por sistemas de mayoría absoluta o relativa con distritos
uninominales. Estos sistemas están asentados en la lógica representación-man-
dato entendida como delegación otorgada a un partido para desarrollar una
determinada política de gobierno. Por el contrario, las democracias de consenso
adoptan sistemas electorales proporcionales, cuyo objetivo es la distribución de
los escaños en función de número de votos obtenidos. Con ello, persiguen la
máxima proporcionalidad en la representación.

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La última variable en la dimensión ejecutivos-partidos se refiere a los grupos


de interés y sitúa a los grupos de interés de mayoría relativa con competencia
libre frente a los grupos de interés coordinados y corporativistas orientados ha-
cia el compromiso y la concertación. Para Lijphart, igual que ocurre entre opo-
sición y gobierno en las democracias mayoritarias, la competencia y el conflicto
también son característicos de su sistema de grupos de interés: un sistema de
pluralismo competitivo. Este sistema contrasta con el propio de las democracias
consensuales, caracterizado por el corporativismo. En las democracias consen-
suales tienen lugar reuniones regulares entre los representantes del gobierno, los
sindicatos de trabajadores y las organizaciones empresariales para buscar acuer-
dos en materia de políticas económicas. A este tipo de coordinación se le llama
concertación y los acuerdos alcanzados a menudo se le denominan acuerdos tri-
partitos.
Si nos situamos ahora en la dimensión federal-unitaria, nos encontramos
con la primera variable referida a la estructura territorial del Estado. Para man-
tener la regla de la mayoría, en el modelo mayoritario puro, el gobierno central
debe controlar, según el autor, no solo el aparato de gobierno central sino tam-
bién los gobiernos no centralizados que podrían competir con él. El gobierno
mayoritario es por lo tanto unitario (no federal) y centralizado. El gobierno con-
sensual está inspirado por el objetivo opuesto: la no concentración del poder.
Así, la característica crucial del modelo consensual en relación a esta dimensión
es la dispersión del poder entre instituciones políticas separadas y, por lo tanto,
la adopción de ordenamientos del federalismo y descentralización.
Muy relacionado con el ordenamiento federal se encuentra el tema de la
configuración de los legislativos. En la democracia mayoritaria nos encontramos
con legislaturas unicamerales o con bicameralismo asimétrico, esto es, en el que
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una cámara, la baja, tiene mayor poder. En las democracias consensuales tiene
que haber bicameralismo y este ha de ser simétrico, es decir, las dos cámaras son
igualmente fuertes. La justificación principal para la institución de un bicamera-
lismo fuerte es la de otorgar una representación especial en una segunda cámara,
o cámara alta, a las minorías, incluidos los Estados más pequeños, en los Estados
federales. Es necesario el cumplimiento de dos condiciones para que esta repre-
sentación de la minoría resulte válida: la elección de la cámara alta debe llevarse
a cabo de manera diferente a la de la cámara baja y debe tener un poder real,
tanto poder como la cámara baja.
Los dos siguientes elementos divisores de los tipos de democracia que esta-
mos viendo se refieren a las constituciones. Así y estamos en la octava diferen-

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cia, la democracia mayoritaria posee según Lijphart una constitución flexible


que acepta enmienda mediante mayoría simple, mientras que las constituciones
en la democracia consensual únicamente pueden cambiarse por mayoría cualifi-
cada, lo que las convierte en constituciones rígidas. Por otro lado y con respecto
la revisión constitucional, esto es a quién controla la legislación que se aprueba,
en los sistemas mayoritarios es el parlamento el que tiene la última palabra
frente al modelo consensual, donde la revisión judicial se atribuye a tribunales
supremos o constitucionales.
Como dijimos con anterioridad, la última de las divisiones entre los dos mo-
delos de democracia es introducida por el autor en esta tercera obra y se refiere
al papel de los bancos centrales. Como se sabe, los bancos centrales son los
responsables de la política monetaria de los Estados. La diferencia que estable-
ce Lijphart reside en la independencia de los mismos con respecto al ejecuti-
vo. En este sentido, en las democracias mayoritarias, los bancos centrales están
controlados por el gobierno; mientras que en las democracias de consenso, los
bancos centrales gozan de independencia. La consecuencia de esto está en que
se considera que los bancos independientes son mejores a la hora de controlar
la inflación y de mantener la estabilidad de los precios y, por lo tanto, parece
que en este caso, las democracias de consenso logran mayor efectividad en su
política monetaria.
Una vez establecidas y brevemente descritas las diferencias entre los dos mo-
delos propuestos por el autor, la pregunta que habría que hacerse es: ¿importan?
O lo que es lo mismo: ¿qué nos aporta esta tipología? ¿Tiene alguna relevancia
que los países adopten un tipo u otro de instituciones?
Pues bien, en términos académicos, o en otras palabras, respecto a la descrip-
ción de los sistemas políticos democráticos contemporáneos, objetivo este ca-
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pítulo, la tipología de Lijphart se ha mostrado como la más ambiciosa de todas


las desarrolladas. La estrategia multidimensional que plantea el autor sirve para
identificar mejor las características principales de cada país, treinta y seis en su
última obra, con la mínima pérdida de información. El modelo bidimensional
compuesto por las diez variables básicas anteriormente señaladas permitió al
autor identificar dónde se sitúan estos países entre la democracia mayoritaria y
de consenso, revelándose un número importante de casos híbridos, de manera
que no podemos decir que son países mayoritarios o países consensuales sino
que poseen elementos de ambas dependiendo de los ejes –ejecutivos-partidos y
federal-unitaria–. Y es que el problema estriba en el recurso a modelos holísticos
de democracia como el de Lijphart (Caramani, 2008: 127) que, a pesar de su

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potencial, en la comparación se necesita asumir muchos casos de democracias


reales aparentemente incongruentes en la medida que comparten elementos de
las dimensiones mayoritaria y consensual conjuntamente.
Pese a estas debilidades debemos reconocer que Lijphart introduce un impor-
tante y controvertido debate normativo al preguntarse sobre cómo afectan las
distintas instituciones al buen o mal funcionamiento de las democracias. Cues-
tión que así planteada nos parece interesante para concluir con esta reflexión
sobre los sistemas democráticos actuales. La argumentación parte de la referen-
cia a las dos formas de enjuiciar la democracia. Aquella que enfatiza la necesidad
de la calidad referida a la representación y a la participación de todos los grupos
sociales en la toma de decisiones. Y aquella que subraya la importancia de la
efectividad, esto es, el logro, a través de una rápida toma de decisiones, de unas
políticas públicas coherentes. El autor concluye, una vez operacionalizadas y
testadas estas dos variables, que sin lugar a dudas, la democracia consensual
resulta más ventajosa. Y, por lo tanto, en su opinión, el modelo consensual es la
opción más atractiva para los países en proceso de democratización o aquellos
que contemplan una reforma democrática.

Desafíos y déficits de las democracias contemporáneas

La democracia, pese a sus posibles dificultades internas, se considera el sis-


tema político más adecuado y el que mejor representa los intereses de la ciuda-
danía; sin embargo, en las últimas décadas, ha habido un creciente debate en
torno al hecho de que sus bases no son lo suficientemente sólidas. De ahí que se
hable de la aparición de la denominada desafección política, así como del des-
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censo de la participación política y de la desconfianza en las instituciones. Estas


señales de descontento popular y crisis de legitimación de los propios sistemas
democráticos se proyectan tanto sobre las democracias con una larga tradición
como sobre las nuevas democracias (Dalton, 2004; Norris, 2010). Desde media-
dos de los años noventa del siglo xx, diferentes investigaciones han detectado
también un descenso de la identificación partidista, un debilitamiento del vín-
culo entre sociedad y Estado y una creciente desconfianza en los políticos y po-
líticas que han llevado a hablar de una posible recesión global de la democracia
en el mundo.
Hoy, se detecta en muchos países una importante asimetría entre las aspira-
ciones y las expectativas de la ciudadanía con respecto a la democracia –medidas

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en cómo la gente valora los ideales de la democracia y rechaza otras alternativas


autoritarias– y su percepción negativa acerca de la actuación y el proceso demo-
crático cotidiano. Esa distancia entre aspiraciones y satisfacción remite al con-
cepto de déficits democráticos que ha formado parte ya de los debates en el marco
de la legitimidad de la Unión Europea, y en general, sobre los juicios relativos a
los déficits en los procesos de toma de decisión política. Se identifica con la apa-
rición de los denominados ciudadanos y ciudadanas críticas que aspiran a una
verdadera implementación de una democracia ajustada y más próxima respecto
a sus principios ideales. De acuerdo con Pippa Norris (2010), las explicaciones
que ha proporcionado la literatura especializada se pueden ordenar en tres enfo-
ques generales. En primer lugar tendríamos aquel que está centrado en la teorías
de la demanda, que atribuyen el aumento de las aspiraciones democráticas a un
proceso creciente de desarrollo humano, en especial, vinculado a niveles de edu-
cación, habilidades cognitivas y valores relacionados con la emancipación, espe-
cialmente de las generaciones más jóvenes que exigen más a la democracia. En
segundo lugar, estarían aquellas teorías centradas en la importancia de los me-
dios de comunicación, agentes intermediarios en el papel de la comunicación
política y responsables de la percepción que tienen las personas de la política
en general y de la gestión gubernamental en particular. Por último, se encontra-
rían las teorías que se centran en la oferta que responsabilizan de la desafección
política, entre otros, a los propios diseños institucionales, a las reglas del juego
del sistema democrático (formas de distribuir o concentrar poder) así como a los
resultados de las políticas públicas.
Al mismo tiempo, uno de los importantes desafíos de la democracia no resi-
de tanto en la cantidad de regímenes democráticos que progresivamente se han
consolidado, sino en la profundización en la verdadera calidad de la democracia
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(Diamond y Morlino, 2005). Las preguntas sobre la calidad de la democracia, en


términos normativos y empíricos ya han sido avanzadas entre otros por Arendt
Lijphart que constata que determinados arreglos democráticos consensuales son
mejores que otros de naturaleza mayoritaria. Larry Diamond y Leonardo Mor-
lino subrayan también la necesidad de identificar las dimensiones que condu-
cen a la mejora de la calidad de la democracia, entre las cuales se encuentran
aquellas relacionadas con la legitimidad de la misma en cuanto a satisfacción de
las expectativas de la ciudadanía, aspectos sustantivos como la extensión de la
libertad y la igualdad política, la eficiencia y la legalidad en la aplicación de las
normas, etc.

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Actividades propuestas para clases interactivas

Actividad 1.  Preguntas

Preguntas de repaso conceptos y contenidos

•  ¿Cómo se define democracia ideal en el trabajo de Robert Dahl?


•  Identificar los requisitos institucionales que permiten homologar un siste-
ma político como democrático. Argumentar la selección de criterios.
•  ¿Por qué son necesarias las tipologías sobre las democracias?
•  ¿Cuáles son las tres principales diferencias entre el presidencialismo y el
parlamentarismo?
•  ¿Qué aspectos instituciones distinguen a las democracias mayoritarias
frente a las democracias consensuales?
•  ¿Qué principal reto tienen las democracias contemporáneas?

Preguntas desarrollo de argumentos

•  Analiza los rasgos institucionales básicos que de acuerdo con Robert Dahl
distinguen a las poliarquías de otros sistemas políticos ¿Cuáles consideras
más importantes? Reflexiona sobre el grado de cumplimiento de los mis-
mos en las sociedades democráticas actuales.
•  ¿Qué ventajas o inconvenientes puede traer consigo la democracia mayo-
ritaria?
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•  ¿Qué ventajas o inconvenientes puede traer consigo la democracia consensual?


•  ¿Cuáles son los principales problemas de las democracias contemporáneas?
•  ¿Es siempre preferible la democracia a otras formas políticas? ¿Por qué?
•  Exponer las razones por las que se habla hoy en día de una situación de
desgaste o malestar democrático.

Actividad 2.  Aplicación de conceptos teóricos a casos empíricos

•  Localiza la lista con el número de países en el mundo elaborada por Free-


dom House <www.fredomhouse.org> y su grado de libertad

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Elabora una lista con:


a) Los cinco países con mayor grado de libertad en el mundo.
b) Los cinco países con el menor nivel de libertad
A partir de ella trata de averiguar qué tienen en común los más libres com-
parados con los ausentes de libertad y qué características institucionales
democráticas poseen los primeros.
•  Analiza y explica la evolución de las democracias electorales en el mundo
de acuerdo con los datos de Freedom House.

Actividad 3.  La democracia en la literatura

Lectura y discusión de la novela Ensayo sobre la lucidez. José Saramago, 2004.

Objetivos generales

•  Desarrollar un método de reflexión a través de los materiales literarios que


ayude al alumnado a identificar aspectos claves de la democracia.
•  Convertir al alumnado en participante activo mediante su implicación en
el debate de la novela con el fin de exponer su análisis crítico.
•  Analizar la realidad desde un escenario distinto a lo que se puede plantear
en una clase magistral o de pizarra: salida de los textos académicos.

Cuestiones
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•  Expón aquellas ideas que consideras las más destacables de la novela. ¿Qué
ha sido lo que más te ha impactado?
•  Emplea el material literario para analizar críticamente los elementos del
contexto, la naturaleza y el funcionamiento de un sistema democrático.
•  De acuerdo con la novela, ¿qué reacción social se produce durante la con-
sulta electoral llevada a cabo en ese país occidental de ficción?
•  ¿A qué tipo de reflexión crítica sobre las democracias invita la novela de
Saramago?
•  ¿Cuáles crees que son los problemas que hoy en día tiene la democracia
según la novela de Saramago?

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•  ¿Qué ocurriría si toda la ciudadanía votase en blanco en una convocatoria


de elecciones? ¿Qué ocurriría con la democracia?
•  ¿Qué movimiento social de reciente aparición en España ha llevado a las
plazas una reflexión profunda sobre el funcionamiento deficitario de la
democracia hoy? De acuerdo con sus reivindicaciones, ¿cuál sería su forma
ideal de democracia?

Actividad 4.  La democracia en el cine

Videocracia, Erik Gandini (2010).

Objetivos generales

•  Desarrollar un método de reflexión a través de los materiales audiovisuales


que ayude al alumnado a identificar aspectos claves de la democracia.
•  Convertir al alumnado en participante activo mediante su implicación en
el debate y en la búsqueda de información con el fin de exponer su aná-
lisis crítico.
•  Analizar la realidad desde un escenario distinto a lo que se puede plantear
en una clase magistral o de pizarra: salida de los textos académicos.

Cuestiones

•  Expón aquellas ideas que consideras las más destacables del documental.
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¿Qué ha sido lo que más te ha impactado?


•  Emplea el material audiovisual de la sesión para analizar en los personajes
y en los elementos del contexto los cambios y la evolución de la televisión
italiana en las últimas décadas. Desde tu punto de vista, ¿qué consecuencia
tiene para la democracia el control y el poder político sobre los medios de
comunicación de masas?
•  De acuerdo con el documental, el poder de la televisión italiana ha asumido
el control de la democracia. En una videocracia, la clave del poder es la ima-
gen, ¿qué hombre en Italia ha dominado la imagen en los últimas décadas?
•  El binomio política y entretenimiento televisivo mostrado en el documen-
tal, ¿qué consecuencias tiene para la democracia?

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Recursos online recomendados

•  Freedon House, información relevante sobre el estado y evolución de la


libertad en el mundo disponible en:
www.fredomhouse.org
•  Bases de datos del Banco Mundial acerca de la evolución de la calidad de-
mocrática en el mundo disponibles en:
www.worldbank.org/wbi/governance

Bibliografía

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©  Editorial UOC 123 Participación política y movimientos sociales

Capítulo V
Participación política y movimientos sociales

Objetivos

El tema “Participación política y movimientos sociales” tiene como ob-


jetivo proporcionar al alumnado un conocimiento básico y estricto sobre
las formas de participación política y sus consecuencias para la democra-
cia. Comprender la evolución de los distintos tipos de activismo político y
conocer y diferenciar a los movimientos sociales de otras formas de acción
colectiva. Para ello se va a describir los diferentes tipos de participación
política y su evolución, se van a conocer los distintos factores que influ-
yen en el grado de participación de la ciudadanía, los diversos enfoques de
estudio de los movimientos sociales y cuáles son las líneas de debate ac-
tuales y futuras en torno al activismo político. Asimismo, se trata de que a
través de las lecturas y comprensión de los contenidos fundamentales de
este tema las alumnas y los alumnos desarrollen su capacidad de análisis
crítico pudiendo conocer qué papel juega el nivel de participación ciuda-
dana en el funcionamiento de la democracia.

Metodología
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Esta materia consta de tres tipos de clases: expositivas, interactivas o


seminario y tutorías. Las clases teóricas se desarrollarán siguiendo las lí-
neas del contenido que se detallan abajo. Antes del comienzo del tema se
deberá realizar la lectura obligatoria correspondiente a esta unidad:

•  Norris, P., 2002. La participación ciudadana: México desde una perspectiva


comparativa. Disponible en:
www.hks.harvard.edu/fs/pnorris/Acrobat/Mexican%20Civic%20Enga-
gement%20Norris%20espanol.pdf

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©  Editorial UOC 124 Ciencia política contemporánea

Esta lectura constituirá el punto de arranque a partir del cual se proce-


derá a un desarrollo del tema. Se espera, por lo tanto, una participación
activa del alumnado en las clases.
Las clases de seminarios consistirán, básicamente, en la realización de
las actividades correspondientes a este tema que figuran al final de la uni-
dad. En las tutorías se llevará a cabo un seguimiento de los avances y
resultados del trabajo individual del alumnado.

Competencias

•  Comprender los conceptos y los diferentes tipos de participación polí-


tica.
•  Conocer los debates y cuestiones metodológicas relativas a los estudios
de participación política y movimientos sociales.
•  Reforzar la capacidad de análisis, esto es, de descomposición de los ele-
mentos teóricos y metodológicos de las fuentes de información mane-
jadas sobre la participación política.
•  Reforzar la capacidad de síntesis, de reformulación de la información de
acuerdo con los conceptos y teorías pertinentes.
•  Aprender a presentar sus argumentos y a debatir en público a través
de realización de debates a partir de preguntas genéricas.
•  Elaborar comentarios críticos y analíticos de materiales audiovisuales
y literarios que permitan aplicar los contenidos de este tema.
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Contenidos del capítulo

•  Introducción.
•  Conceptos.
•  Participación política y democracia.
•  Factores que explican la participación política.
•  Los movimientos sociales.
•  Aproximaciones teóricas.
•  Viejos y nuevos movimientos sociales.
•  Líneas actuales y futuras de debate.

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©  Editorial UOC 125 Participación política y movimientos sociales

Introducción

La participación de los ciudadanos en el proceso político confiere identidad


y solidez al sistema democrático, al tiempo que lo legitima. Así, toda acción vo-
luntaria dirigida a participar en asociaciones u organizaciones de naturaleza po-
lítica, a influir en la selección de gobernantes o en la toma de decisiones de un
gobierno u otros actores relevantes, conforma la participación política y, por tan-
to, las formas en que se relacionan los ciudadanos con el Estado. De este modo,
la participación estará determinada, en primer lugar, por diversos mecanismos y
procedimientos institucionalizados para canalizar la participación. En este caso,
los sistemas políticos han dispuesto técnicas legales de actuación que median, en
cierta forma, en el proceso político y en la estabilidad de la democracia. También
se hace uso de las vías cuasi institucionales (grupos de presión o movimientos so-
ciales) o ilegales (ocupación de edificios, boicots o protestas). Asimismo, la partici-
pación está influida por factores actitudinales, motivacionales y sociales, es decir,
la voluntad de participar dependerá de la posibilidad de hacerlo o de los recursos
de que se dispone y de la motivación política de cada ciudadano.
Desde una perspectiva democrático-participativa, la participación “crea há-
bitos interactivos y esferas de deliberación pública que resultan claves para la
consecución de individuos autónomos; hace que la gente se haga cargo de de-
cisiones y actividades sobre las cuales es importante ejercer un control dirigido
al logro de autogobierno y al establecimiento de estabilidad y gobernabilidad; y,
además, la participación tiende a crear una sociedad civil con lazos comunita-
rios creadores de identidad colectiva” (del Águila, 1996: 36).
Desde los primeros estudios clásicos sobre participación política (Lazarsfeld
et al., 1948; Berelson, 1954; Milbrath y Goel, 1977; Barnes y Kaase, 1979) hasta
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la actualidad (Putnanm, 2000; Norris, 2001; 2002; 2007; Ekman y Amna, 2009)
se ha venido demostrando que factores tales como los recursos individuales, las
redes sociales, el grado de implicación con la política, sentimientos de eficacia
o capacidad para influir sobre el sistema político y el contexto político e insti-
tucional son fuente de motivación para la participación de los ciudadanos. Y si
diversos son los factores que influyen sobre la participación, múltiples son tam-
bién las consecuencias de la misma sobre el sistema político, como lo muestran
las investigaciones que corroboran la derivaciones de los resultados electorales en
el sistema democrático o las que se interesan por las políticas gubernamentales.
La participación en movimientos sociales es una forma de acción por vías no
institucionales o no convencionales que se canalizan a través de protestas, manifes-

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©  Editorial UOC 126 Ciencia política contemporánea

taciones, boicots, ocupación de edificios, bloqueo del tráfico, desobediencia civil,


etc. Sus objetivos guardan relación, en gran medida, con la prioridad que a partir
de los sesenta y setenta tienen los valores posmaterialistas (entre otros, la protec-
ción del medioambiente o la mejora de la calidad de vida) entre los más jóvenes.
El conflicto de clases, eje articulador de los primeros o “viejos” movimientos socia-
les, da paso a los valores posmaterialistas que subyacen en los “nuevos” movimien-
tos sociales como el feminismo, el ecologista o el movimiento antiglobalización.
En los últimos tiempos se habla de la crisis de la democracia representativa
debido al descenso de participación de los ciudadanos, pero, tal y como se verá
en este capítulo, esta afirmación no es del todo cierta. La extensión del poder a
nivel transnacional, los efectos del capitalismo o las consecuencias del proceso
de globalización han fomentado un nuevo activismo político orientado a la
intervención en las políticas públicas o en el control democrático en defensa de
intereses colectivos. La pluralidad de grupos presentes en una democracia y el
nivel de participación política de la ciudadanía contribuye a la gobernabilidad y
a la calidad de un sistema democrático.

Conceptos

Existen muchas definiciones sobre participación política, influenciadas en


gran medida por el panorama general de actividades de participación obser-
vadas en cada momento. Partiendo de la votación como forma universal de
participación, el concepto de participación abarca desde las actividades direc-
tamente relacionadas con los partidos políticos y los grupos organizados hasta
determinadas expresiones de protesta no convencionales. En los años noventa
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del siglo xx se argumenta la conveniencia de incluir también otras formas de


compromiso social, tales como la pertenencia a organizaciones voluntarias den-
tro del campo de la participación política.
Toda acción colectiva es producto de una permanente interacción entre las
actitudes individuales, los valores sociales vigentes, las normas de la comunidad
y las limitaciones introducidas por las filiaciones sociales y políticas, surgiendo
como respuesta –bien institucionalizada, bien informal– a la ausencia de comu-
nicación y decisión por parte de las instituciones oficiales. En este contexto, los
actores colectivos son los encargados de coordinar a los distintos miembros de
un grupo que comparten un objetivo explícito. Sin embargo, para coordinar y
movilizar a un grupo desfavorecido, sus miembros han de sentirse objeto de un

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©  Editorial UOC 127 Participación política y movimientos sociales

agravio, al tiempo que para intentar cambiar la injusta situación que limita sus
derechos, deberán ponerla de manifiesto ante otros colectivos e instituciones. La
existencia de conflicto puede desembocar en movilizaciones coyunturales bajo
objetivos particulares o puede dar lugar al surgimiento de movimientos sociales
(más organizados y permanentes en el tiempo). Es compartido por todos que
estos movimientos pueden tener consecuencias importantes sobre la formación
de la opinión pública y la construcción de la agenda política del momento.
Los movimientos sociales surgen en los países occidentales a finales del siglo
xviii, extendiéndose por Europa occidental y Norteamérica a principios del xix.

Un movimiento social es aquel en el que se da la confluencia de tres elementos


(Tilly, 2010: 28-29):

1.  Campañas de reivindicaciones colectivas contra las autoridades afectadas.


2. Un abanico de actuaciones para llevar a cabo esas reivindicaciones que
incluyen a asociaciones con un fin específico, concentraciones públicas,
declaraciones en los medios y manifestaciones.
3.  Manifestaciones públicas del valor, la unidad, el número y el compromiso
de la causa.

Participación política y democracia

Comenzaremos este apartado exponiendo las teorías sobre participación polí-


tica y los enfoques que analizan el comportamiento político. Como se señalaba,
el nivel de participación política de una sociedad es una de las variables a tener
en cuenta a la hora de observar la calidad de una democracia. La mayor o menor
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implicación de la ciudadanía en el proceso democrático establece unos vínculos


con las élites políticas que han sido valorados desde dos perspectivas diferentes.
Por un lado, está aquella que considera que, a la hora de evaluar la calidad de
la democracia, el grado de implicación de la ciudadanía no es tan importante
como la presencia de instituciones sólidas y líderes políticos que asuman sus
responsabilidades. De otro lado, está la postura que defiende la participación
de la ciudadanía en todas las instituciones democráticas para el buen funciona-
miento del sistema. Estas aproximaciones se corresponden con dos teorías que
fundamentan dos tipos de relación entre democracia y participación política.
La primera visión se corresponde con la teoría democrática elitista o modelo
de democracia liberal. El papel de los ciudadanos se limita a la acción de votar, a

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través de la cual expresan sus preferencias, de tal manera que la competición se


traslada a las élites políticas. Para quienes respaldan esta teoría, los ciudadanos son
apáticos, ignoran los temas políticos de debate más importantes y no disponen de
juicio político ni aspiran a desarrollarlo (del Águila 1996: 34), en tanto que los lí-
deres son políticos comprometidos, además de ilustrados, por lo que proporcionan
estabilidad, actuando con un grado importante de autonomía en la toma de deci-
siones vinculantes para el sistema democrático. Desde esta perspectiva, la demo-
cracia se basa en la confianza, en el comportamiento y el gobierno de los líderes.
Por contraste, la segunda visión se corresponde con la teoría de la democracia
participativa, según la cual, el funcionamiento de la democracia descansa en el
protagonismo de la ciudadanía, en tanto que la participación ha de orientarse al
control de los que gobiernan. Jan Teorell (2006) considera diferentes formas de
participación en función de tres modelos de democracia:

1. La participación como intento de influencia toma como punto de par-


tida la definición de participación política de Verba y Nie (1972: 2): “la
participación política se refiere a aquellas actividades destinadas a influir
sobre el gobierno, tanto las dirigidas a decidir quiénes ocupan el gobierno
como aquellas actuaciones de quienes una vez elegidos han de tener desde
el gobierno.” Este es el concepto de participación política según el que el
ciudadano tiene “intención de influir”. Es decir, la participación es un
instrumento a través del cual los ciudadanos hacen que el sistema político
responda a sus necesidades y demandas. Teorell la denomina “democracia
receptiva”. La aportación clave de Verba y Nie fue la de otorgar a la idea de
ciudadanía otro tipo de participación directa de los ciudadanos “más allá
del voto o las actividades de campaña.” (ibíd. 2)
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2. Participación como toma de decisión directa: desde el punto de vista eti-


mológico, el término “participación”, en su contexto democrático, se re-
fiere al acto por el cual la persona participa en el proceso de toma de
decisión (Sartori 1987: 113). Esto entra dentro del denominado “modelo
de democracia participativa” (Pateman 1970: 67-71). La autoridad de los
individuos no está delegada en algunos representantes sino que es ejercida
directamente por ellos, más que al gobierno representativo, se refiere al
gobierno por los ciudadanos, que participan directamente en el proceso
de toma de decisión. Esta definición no puede ser interpretada como la
abolición de las instituciones representativas, sino que sugiere la amplia-
ción de las oportunidades para la participación directa proporcionando

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©  Editorial UOC 129 Participación política y movimientos sociales

nuevos espacios fuera del sistema representativo tradicional. En concreto,


se refiere a participar en la toma de decisiones relativas al lugar de trabajo
(Pateman, 1970), a temas de carácter local en las instituciones políticas
locales (Gould, 1988), de forma que los ciudadanos podrían estar más in-
volucrados en la resolución de problemas de tipo comunitario.
3. Participación como discusión política: los teóricos de la democracia delibe-
rativa consideran la deliberación el eje de su definición, se entiende como
proceso de formación de opinión, más que como un proceso de toma de
decisión. Los ciudadanos deben poder participar de una forma más directa
expresando sus preferencias, siendo la deliberación o discusión política
esencial para la formación de preferencias (Teorell, 2006: 788-791).

Llegados a este punto es interesante subrayar los enfoques que se han preo-
cupado por el análisis del comportamiento político: el psicológico, representa-
do por la Escuela de Michigan (Campbell et al., 1960), y el sociológico, protago-
nizado por la Escuela de Columbia (Berelson et al., 1954). Ambos convergieron
en la creación de un modelo de explicación sociocultural basado en el conductis-
mo. Por otro lado, y ya en los años setenta del siglo xx, surge la teoría de elección
racional proveniente de la economía, que aporta una explicación de la participa-
ción basada en la racionalidad de la acción de los ciudadanos. Así tenemos que:

1. El conductismo se suma a los fundamentos metodológicos del positivis-


mo, lo que significa estudiar la participación a través de la observación de
la regularidad del comportamiento del individuo apoyándose en la meto-
dología empírica. En la actuación de los individuos influyen las normas
y los valores adquiridos a través de la socialización, de tal forma que su
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comportamiento estará determinado por la combinación de factores tales


como la clase social, el nivel de ingresos, el género, la religión, etc.
2. La teoría de la elección racional considera que el comportamiento de los
ciudadanos se puede explicar a través de la valoración que los individuos
hacen de los costes y beneficios tanto económicos como de influencia
sobre los gobernantes y las instituciones del sistema político. Es decir, se
parte del supuesto de que los individuos toman decisiones conscientes
de los beneficios que les va a reportar. La cuestión es saber por qué un
colectivo actúa, en qué momento y cómo es posible que un determinado
número de personas intervengan bajo un mismo proyecto. Marcur Olson
(1992) lo explicó en su teoría de la acción colectiva.

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©  Editorial UOC 130 Ciencia política contemporánea

Tendencias y evolución de la participación política

Es interesante comenzar haciendo una breve cronología sobre los estudios de


participación política y la evolución de los argumentos a favor de la inclusión
de nuevas actividades bajo esta rúbrica.
Según Jan W. van Deth (2001, 5-6), los primeros estudios sobre participación los
encontramos en los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo, realizados por La-
zarsfeld et al. (1948) y Berelson (1952). Para ellos, el papel participativo de los ciuda-
danos se reducía a la votación y a la intervención en las distintas actividades de las
campañas electorales. Ya en la década de los sesenta se incluyen aquellas activida-
des realizadas por y para los partidos como puede ser la recaudación de fondos, los
distintos tipos de contactos o el envío de cartas dirigidas a los representantes (Lane,
1959). Es a finales de esta década y principios de los setenta cuando el concepto
de participación política se bifurca en dos direcciones (Barnes y Kaase et al., 1979):

1. Participación política convencional: la actividad participativa puede estar


promovida por el sistema democrático y sus instituciones, como es el caso
del voto o la afiliación a organizaciones como partidos políticos, sindica-
tos, asociaciones profesionales u otras. A este tipo de participación se le
ha denominado convencional o tradicional por ser legal y adecuarse a las
normas y valores de una sociedad.
2. Participación política no convencional: son aquellas experiencias partici-
pativas de representación de intereses que no siguen el camino institucio-
nal, mostrando realidades que condicionan el pluralismo político y social.
A este tipo de participación se le denomina “no convencional”. La protesta
y el rechazo o los nuevos movimientos sociales son expresiones de las opi-
niones e intereses de los ciudadanos, y por lo tanto, no pueden ni deben
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ser excluidas como formas de activismo, de ahí que estas últimas formas de
la participación se hayan etiquetado como modos “no convencionales”, ya
que no se ajustaban a las normas sociales en la década de los setenta.

Desde los años ochenta, el debate se ha centrado en descubrir cuáles son las
causas relativas a la crisis de movilización política a través de las redes tradicio-
nales de la sociedad civil o de pertenencia a organizaciones de afiliación. Los
diferentes discursos críticos identifican una diversidad de causas: “al proceso
de globalización por desgastar la autonomía del estado-nación, a los medios
de comunicación por centrar su agenda en informaciones negativas que consi-
guen debilitar la confianza en las instituciones tradicionales, al surgimiento de

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©  Editorial UOC 131 Participación política y movimientos sociales

los partidos catch-all (fin de la división ideológica entre izquierda y derecha),


al incremento de grupos reivindicativos con un único objetivo, diversifican-
do de esta forma excesivas demandas únicas, complicando la función del go-
bierno, a las mayores expectativas de la ciudadanía y la falta de resultados del
gobierno para cumplir estas expectativas en la prestación de servicios básicos”
(Norris, 2002: 5). Sin embargo, como continúa Norris, “el activismo político se
ha reinventado”, coexistiendo diferentes canales de expresión política en las de-
mocracias representativas, de tal forma que “muchos activistas de las corrientes
dominantes se dirigirán estratégicamente a formas de organización política que
consideren más eficientes” (Norris, 2002: 6). Así pues, en muchos sistemas de-
mocráticos, la idea común es que resulta necesario reforzar la sociedad civil y los
lazos cívicos que esta crea (del Águila, 1996: 37).
La expansión de las actividades consideradas como participación política se
produce en los noventa. Se desdibuja el límite entre la esfera política y la no
política y se tienen en cuenta también aquellas actividades civiles como el vo-
luntariado y la participación social (Putnam, 2000; Norris 2001). Así se incorpo-
ran cambios normativos y empíricos al paradigma clásico del activismo político
(Norris, 2008, 6); (véase figura 1):

Figura 1.  Modelo contextual revisado de participación política

Tipos de
Características participación:
Nivel de Redes y
Régimen sociales y Actitudes -Voto
democratización organizaciones
institucional demográficas de motivacionales -Activismo
y desarrollo mesonivel los ciudadanos convencional
-Protesta
política
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Fuente: Norris, 2007: 17.

En primer lugar, los fundamentos normativos del paradigma clásico de participa-


ción política han recibido críticas de los teóricos de la democracia deliberativa, ya
que consideran que la participación ciudadana está determinada por la calidad de
la opinión pública informada y por la deliberación racional en la esfera pública, lo
que proporciona una visión más rica de la calidad de la democracia. Las ideas de la
democracia deliberativa se han incorporado a formas de toma de decisión indivi-
duales que encarnan el ideal deliberativo, de tal suerte que el contexto institucional
es imprescindible para explicar el activismo político a nivel individual.

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©  Editorial UOC 132 Ciencia política contemporánea

Ejemplos en este sentido los encontramos en los jurados populares, el uso del
presupuesto participativo o las encuestas deliberativas. En algunos municipios,
se convocan asambleas de barrio para que los vecinos expresen sus necesidades
y sean tenidas en cuenta en las decisiones acerca del presupuesto. En Brasil, ciu-
dadanos, representantes y delegados de área de las organizaciones locales a nivel
de comunidad y ONG’s se reúnen con funcionarios públicos para determinar las
prioridades de inversión en los municipios; iniciado en 1989 en Porto Alegre, el
experimento se ha extendido a países como Argentina, Uruguay, Perú, Ecuador,
Colombia, Bolivia, México y Chile (Serageldin, 2005, 2).
Por lo que respecta a las encuestas deliberativas (ED), fue una iniciativa pre-
sentada en la obra de James Fishkin (1991) Democracy and Deliberation: New Di-
rections for Democratic Reform. La primera se realiza en 1995 en Manchester con
la intención de saber la opinión de los ciudadanos sobre temas relacionados
con las medidas más eficaces para luchar contra la delincuencia. En España, la
primera se realiza en 2006 sobre ocio nocturno y en concreto sobre el botellón.
Participaron en su diseño un equipo de investigadores del CIS (Centro de Inves-
tigaciones Sociológicas) y del IESA (Instituto de Estudios Avanzados de Anda-
lucía). Consiste en una encuesta a una muestra y en la celebración de un foro
(expertos, líderes políticos y representantes de movimientos sociales por un lado
y por otro, los participantes, que se sumergen en el tema estudiado mediante
la participación en grupos de deliberación); tras el foro deliberativo se repite la
encuesta solo a los participantes en el mismo (Cuesta et al., 2008: 1).
En segundo lugar, la base empírica del paradigma clásico de la participación
política también ha recibido modificaciones. La expansión de las democracias
en el mundo y la exportación de estudios científico sociales que acompañaron
a este proceso permitió el estudio de la opinión pública a nivel global. De esta
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forma, se ha favorecido la capacidad de los analistas para comparar el activismo


europeo en una amplia gama de contextos.
En los años noventa se realizan importantes estudios sobre participación, los
cuales avanzan nuevas tipologías. En el estudio de Parry et al. (1992) se hace hin-
capié en el carácter multidimensional de la participación política y se descubren
muchos modos de participación que se resumen en seis grandes tipos: el voto,
campaña de partidos, acción colectiva, contactos, acción directa y violencia po-
lítica. También Verba et al. (1995: 72) elaboran una tipología en la que reducen
la participación política a cuatro actividades principales: votantes, campaña,
contacto con los funcionarios públicos y actividades comunitarias o cooperati-
vas (van Deth 2001: 5-8).

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©  Editorial UOC 133 Participación política y movimientos sociales

A continuación, presentamos la “nueva tipología” de Ekman y Amna


(2009), en la que se incluyen las actividades que se refieren al compromiso cí-
vico, subrayando así el carácter multidimensional del fenómeno participativo

Cuadro 1. “Nuevas tipología de participación política”


No-participación Participación cívica Participación política
(falta de compromiso) (política latente) (manifiesta)
Activismo (participación política
Formas activas Formas pasivas Implicación social Compromiso Participación extra-parlamentaria)
(antipolítica (apolíticas) (atención) cívico (acción) política formal
Acciones legales Acciones ilegales
– No voto – No voto – Interés en – Escribir a un – Votar en – Buycotting, – Desobediencia
– No leer o ver – Política no la política y la editor elecciones y boicot y consumo civil.
noticias sobre interesante ni sociedad – Donar dinero, referendos. político. – Ataques contra
política importante – Percepción de caridad – Promover la – Firmar la propiedad
– Evitar hablar de – Pasividad la política como – Discutir abstención o el peticiones políticamente
política. política importante temas sociales voto en blanco. – Reparto de motivados
– Percepción o políticos con – Contactar con panfletos políticos
Formas
desagradable de amigos o en representantes
individuales
la política Internet políticos o civiles
– Desafección – Leer periódicos – Presentarse
política y ver en la candidato
televisión – Donar dinero a
programas sobre partidos políticos
temas políticos. o asociaciones
– Reciclar
– Estilos de vida – Estilos de vida – Pertenencia a – Voluntariado – Miembro de un – Participación – Acciones de
deliberadamente no políticos «no un grupo con social partido político, en nuevos desobediencia civil
no políticos, reflejados» fines sociales. – Trabajo de organización o movimientos – Sabotajes u
por ejemplo Identificación con caridad o sindicato sociales. obstrucción de
hedonismo, una ideología o comunitario. – Actividad en – Participación en carreteras o vías
consumismo. partido – Actividades con un partido, una huelgas, protestas de tren
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En casos – Estilo de vida organizaciones de organización o un y otras acciones – Ocupación de


extremos brotes relacionado con base comunitaria sindicato (trabajo edificios
Formas de violencia la participación: voluntario o – Participación en
colectivas no política música, identidad asistiendo a demostraciones
que reflejan de grupo, etc. reuniones) violentas o acciones
frustración, relacionadas con
alienación o los derechos de los
exclusión social animales
– Enfrentamiento
violento contra
opositores o con la
policía

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©  Editorial UOC 134 Ciencia política contemporánea

(ver cuadro 1). En particular, la tipología hace una clara distinción entre la
no-participación, la participación política “manifiesta” (incluyendo el com-
portamiento político formal o la acción política extraparlamentaria) y formas
de participación menos directa o “latente”, conceptualizando aquí el “compro-
miso cívico” y la “participación social”. Los autores sostienen que la noción de
participación “latente” es crucial para entender las nuevas formas de compor-
tamiento político y las distintas perspectivas de la participación política en los
diferentes países.

Factores que explican la participación política

A continuación vamos a exponer los factores que permiten explicar la par-


ticipación ciudadana (Anduiza y Bosch, 2004: 43-55; Morales, 2001: 169-170):

1. Los recursos individuales y las características socioeconómicas: los recur-


sos individuales asociados a la edad, el género, la educación o la situación
ocupacional son factores que pueden marcar una desigual participación
debido a que definen la posición de los individuos en un entramado de
relaciones sociales y de recursos económicos que influye en su capacidad
a la hora de acceder a la información necesaria y las habilidades mínimas
requeridas para poder participar. La educación disminuye las barreras cog-
nitivas para poder participar, la edad influye en la posesión de experiencia
y conocimiento; a su vez, el género, la raza y el idioma pueden constituir
barreras sociales evidentes a la participación en asuntos que se consideren
fuera de la competencia personal. También se pueden considerar otras
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variables como las de tipo sociodemográfico que están relacionadas con


el grado de integración social de los individuos: el estado civil, la práctica
religiosa y el tamaño de la localidad.
En general, se ha demostrado que los porcentajes de participación son
mayores entre los más ricos, los de mayor edad, los niveles de estudios
más altos, los residentes en centros urbanos, los miembros de organiza-
ciones vinculadas a la política o los varones casados (por contraste con las
mujeres) (Armingeon, 2007; Verba et al. 1995). En definitiva, hay muchos
estudios que han vinculado las características individuales y la desigual
participación (Barnes y Kaase, 1979; Verba, Schlozman y Brady, 1995; Kris-
hna, 2008).

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2. Las actitudes u orientaciones cívicas y los valores políticos: se puede dis-


tinguir entre actitudes cognitivas (información y conocimiento político),
afectivas (interés, eficacia, confianza e importancia atribuida a la política)
y valorativas (materialismo, posmaterialismo), relativas a la evaluación
que el individuo hace de los distintos elementos del sistema. El grado de
implicación política (interés por la política, eficacia política), de politiza-
ción (autoubicación ideológica, identificación con un partido) y la satis-
facción o insatisfacción del ciudadano con la realidad política serán causa
de una mayor o menor participación del ciudadano (Anduiza y Bosch,
2004: 48).
Como señala Morales (2001: 170) “el interés por la política constituye
un incentivo a la participación y un recurso de información y conoci-
miento; la confianza en la gente se considera una actitud fundamental
que posibilita la cooperación social y la acción colectiva, hasta el punto
de que se la ha considerado uno de los indicadores principales del capital
social, asociado –de un modo u otro– a la pertenencia a asociaciones y
grupos (Putnam, 1995; van Deth, 1997; Newton, 1999; Torcal y Montero,
1999). La actitud hacia el cambio social y la ordenación de las prioridades
personales, en la escala de valores propuesta por Inglehart, también han
sido puestas en relación con la participación política (aunque la dirección
de sus efectos no está claramente establecida) en la medida en que los va-
lores que muestran los individuos están relacionados con las preferencias
y prioridades que tienen sobre los asuntos públicos y pueden influir sobre
sus decisiones de participación.”
Pero estos factores por sí mismos no pueden dar explicación a la par-
ticipación política, para ello en los últimos tiempos se ha considerado de
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vital importancia recurrir a factores externos al individuo como son los


recursos de grupo y los factores institucionales y contextuales.
3. Los recursos de grupo y movilización: una parte importante de la participa-
ción es desarrollada por grupos (colaborar en campañas, firma de peticio-
nes, etc.), de este modo las relaciones con amigos, compañeros de trabajo,
organizaciones cívicas y políticas tienen un papel movilizador importante
proporcionando incentivos para la acción. La participación en grupos y
organizaciones sociales y políticas favorece el desarrollo de habilidades so-
ciales, los contactos personales, e incrementa la participación política.
Inglehart y Catterberg (2002) exponen que las formas de participación
como el voto o la afiliación a partidos políticos ha disminuido, sin em-

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©  Editorial UOC 136 Ciencia política contemporánea

bargo, las actividades como manifestaciones, boicots y otras formas de


participación antes denominadas no convencionales están fuertemente
correlacionadas con los valores posmaterialistas y son más habituales en-
tre las cohortes más jóvenes y los que tienen un nivel educativo más alto.
Es de prever que el reemplazo intergeneracional tenderá a un cambio ha-
cia públicos más participativos.
4. El contexto institucional y político es un elemento fundamental para la
participación. Las instituciones marcan pautas de comportamiento a tra-
vés del sistema electoral o los mecanismos de democracia directa. De he-
cho, adquiere una importancia extraordinaria el concepto de estructura
de oportunidades políticas, en el marco del enfoque de procesos políticos
relativo al estudio de los movimientos sociales. Este concepto se refiere a
que las características del contexto político proporcionan incentivos para que
la gente participe en acciones colectivas. Es decir, la participación aumenta
cuando se abren canales de acceso a los ámbitos de toma de decisión que
permiten esperar que la protesta obtenga resultados. Tanto la descentraliza-
ción territorial como la distribución funcional del poder son elementos del
sistema que favorecen el acceso al proceso de toma de decisiones.
La investigación realizada por Laura Morales (2005) señala que en Es-
paña el nivel de participación tanto política como cívica está entre los más
bajos de Europa occidental. Si se toman como referencia los niveles de los
años ochenta se observa que ha incrementado la lectura de periódicos, las
conversaciones políticas, asistir a mítines, convencer a alguien para que vote
o que se ha mantenido el interés en la política. Al margen de la votación,
es destacable que los españoles participan más en nuevas formas de ac-
ción política como la protesta, huelgas, manifestaciones, petición de firmas,
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participación en ONG’S y organizaciones para el desarrollo. Sin embargo,


parece que las diferencias generacionales no son tan importantes a la hora
de participar como otras variables tales como el nivel educativo, el interés
por la política o los sentimientos de eficacia interna. Lo que concluye es que
diferentes generaciones se vinculan a diferentes formas de participación.

Los movimientos sociales

Los movimientos sociales surgieron en el siglo xviii en el proceso de democra-


tización parcial cuando los súbditos británicos y los colonos norteamericanos se

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enfrentaron a sus gobernantes. A lo largo del xix se desarrollaron en donde se


estaban dando más casos a favor de la democratización y retrocedieron en aque-
llos países en los que el autoritarismo limitaba los derechos democráticos. Esto
se ha mantenido en los siglos xx y en el presente. A pesar de esto, los movimien-
tos no fomentan ni defienden necesariamente la democracia (Tilly, 2010).
Los movimientos sociales están formados por grupos de personas que plan-
tean sus reivindicaciones frente al orden establecido, con una identidad colec-
tiva, un conjunto de objetivos y metas comunes, y un repertorio de acciones
colectivas. Se diferencian de otras organizaciones como los partidos políticos
o los grupos de presión porque carecen de organización, son redes informales
bajo una identidad común. Son coyunturales y con una duración determinada
en el tiempo. La característica distintiva de los movimientos sociales es la acción
colectiva a través, por ejemplo, de la protesta política.

Aproximaciones teóricas

Se pueden desatacar tres modelos teóricos relacionados con el estudio de los


movimientos sociales: el modelo clásico, el modelo de la movilización de recur-
sos y el modelo del proceso político (Kriesi, 2008: 397-400). A continuación se
expondrán las características de cada uno de ellos:

1. Enfoque clásico: parte de las nociones de “tensión estructural” y “ruptu-


ra”, si el orden social estuviese suficientemente integrado no daría lugar
al comportamiento colectivo. Dentro de este enfoque se puede subrayar
la presencia de la teoría del comportamiento colectivo asociada a autores
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como Smelser (1962) o Turner y Killian (1987). Otras variantes incluyen la


teoría de la sociedad de masas (Kornhauser, 1959) o las teorías de privación
relativa (Gurr, 1970). Todas estas variantes conciben el comportamiento
colectivo desde el comportamiento convencional, con elementos de con-
tagio, excitación, espontáneo y emocional. Este enfoque podría dar expli-
cación a las revueltas estudiantiles de los años sesenta o a los movimientos
motivados por la grave situación económica y social de la ciudadanía.
Sin embargo, las teorías clásicas no explican aquellos comportamientos
basados en el compromiso con la acción política. Es poco probable que se
puedan explicar el surgimiento y la evolución de los movimientos sociales
en función de la relación lineal entre insatisfacción y protesta. McAdam

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(1982) resumió la crítica a estos modelos. En primer lugar, es necesario


que exista tensión social o descontento pero no es una causa suficiente
para que se produzcan movimientos sociales. En segundo lugar, se ignora
el carácter colectivo de los movimientos que se desarrollan debido a las
redes de interacción. Y tercero, los participantes en los movimientos están
comprometidos en la acción política.
2. Modelo de movilización de recursos: en los años setenta surge una nue-
va perspectiva para estudiar los movimientos sociales. Para los estudio-
sos que la defienden, los movimientos sociales los conforman grupos de
agraviados organizados, que a través de cálculos racionales de costes y
de los beneficios deciden, estratégicamente, diferentes oportunidades de
actuación con la intención de promover cambios estructurales o políticos.
Los movimientos sociales se desarrollan debido al incremento signifi-
cativo en el nivel de recursos disponibles para apoyar las actividades de
protesta colectiva. La solidaridad y la organización, así como el apoyo
externo se consideran recursos clave de los movimientos sociales, tenien-
do un lugar prioritario en la teoría. A este respecto es interesante apuntar
que Charles Tilly et al. (1975) centran su explicación en los grupos de
solidaridad como factor importante de la acción colectiva. Por eso son
importantes los canales colectivos tanto formales como informales –redes
de amigos, asociaciones voluntarias, familias, unidades de trabajo, etc.– a
través de los cuales la gente se moviliza y se implica en esta acción.
Además de la organización, la perspectiva de movilización de recursos
pone el énfasis en los repertorios de acción de los movimientos sociales.
Hay tres factores que contribuyen al carácter noticioso de los aconteci-
mientos de protesta: la originalidad de un evento (su efecto sorpresa), el
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número de participantes y su radicalismo (Rochon, 1990: 180; Koopmans,


1995: 149-52). Estos tres factores se corresponden con tres grandes formas
en los repertorios de acción de los movimientos sociales contemporáneos:
– Tipos de acción contenciosos (tipos de protesta ilegales o nuevas, no
caracterizados por la violencia, provocando sorpresa y generando ten-
siones o sentimientos de desafío entre las autoridades o el público).
– Manifestaciones, reuniones, etc.
– Tipos de acción violentos que implican daños materiales o personales.
3. Modelo del proceso político: basado en la crítica al anterior modelo, McA-
dam (1982) formula una tercera perspectiva de los movimientos sociales:
el modelo del proceso político. Considera como elemento crucial para la

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movilización el nivel de organización dentro de la población agraviada. Se


suman dos elementos al modelo previo:
– Sitúa al grupo en el contexto político y se centra en las oportunidades y
limitaciones políticas estructurando la forma en que interactúa con sus
adversarios. Los movimientos dependen de las oportunidades ofrecidas
por las estructuras institucionales y las disposiciones ideológicas de los
que detentan el poder. El concepto de oportunidades políticas enfatiza
los recursos externos al grupo que pueden otorgar ventajas incluso para
actores débiles o desorganizados. Los movimientos sociales se forman,
de acuerdo con esta perspectiva, cuando los ciudadanos responden a los
cambios en las oportunidades que reducen los costes de la acción colec-
tiva o pueden aumentar sus beneficios.
– Se refiere al significado subjetivo que la gente atribuye a su situación. La
acción colectiva es posible si la gente define colectivamente su situación
como injusta y percibe posibilidades de cambio a través de la acción co-
lectiva. McAdam (1982: 51) se refiere a esta condición como liberación
cognitiva, facilitada por la expansión de las oportunidades políticas, por
la solidaridad interna y la organización de grupos agraviados, y por los
intentos estratégicos de los empresarios políticos. La última condición
facilitadora fue elaborada por el “giro cultural” en la investigación de
los movimientos sociales, que se ha centrado en el análisis del proceso
de framing y en la construcción social de quejas y malestar por los acto-
res de los movimientos sociales. McAdam et al. (1996) elaboran un mo-
delo de proceso político (Figura 2) que integra varios modelos anteriores,

Figura 2.  El modelo de proceso político del surgimiento de los movimientos sociales
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Expansión Oportunidades políticas

Procesos socioeconómicos amplios Liberación cognitiva Movimiento social

Fuerza organizativa indígena

Fuente: McAdam, 1982: 51, en Kriesi, 2008: 400.

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©  Editorial UOC 140 Ciencia política contemporánea

al tiempo que rechaza elementos del modelo clásico. Este nuevo para-
digma de los movimientos sociales incluye así las oportunidades po-
líticas, estructuras de movilización, marcos culturales y repertorios de
contienda y debate (Kriesi, 2008: 397-400).

Cada uno de estos enfoques teóricos provee de instrumentos para el conoci-


miento de cómo surgen y evolucionan los movimientos sociales. Así, se pueden
describir tres nociones clave: estructuras de movilización, que prestan atención
tanto a las redes sociales formales como a las informales; oportunidades políticas,
que indican la dinámica estructural del contexto político en el que se desarrolla
la acción; y marcos de acción colectiva, que se centran en las diversas interpreta-
ciones que intervienen en el proceso entre la oportunidad y la acción (McAdam,
McCarthy y Zald, 1999: 22)

Viejos y nuevos movimientos sociales

A partir de los conflictos surgidos en Europa occidental y en los Estado Uni-


dos a finales de los años sesenta se considera que los objetivos de los viejos
movimientos sociales, como el movimiento obrero o el campesino pierden vi-
gencia, debido en gran medida a la transformación de la sociedad capitalista.
Estos movimientos se habían relacionado con los conflictos de clase. Para mu-
chos analistas, estos movimientos estaban siendo sustituidos por los “nuevos”
movimientos sociales, como el feminismo, los derechos de los homosexuales,
de los pueblos indígenas o el medio ambiente. Empiezan a cobrar importancia
valores sociales (posmaterialistas) frente a los valores materialistas tradicionales.
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El principio general sobre el que descansan todos los movimientos sociales es el


derecho a la igualdad cultural y la defensa de una vida libre y humana (Touraine
1999: 59).
El nuevo paradigma de la acción colectiva por tanto no se sustenta en un
conflicto de clases ni enfrenta a los principales agentes del modo de producción.
Y, por consiguiente, tampoco conduce a exigencias clasistas, sino a reivindica-
ciones universalistas (Offe, 1996: 196).
Se puede hablar de la existencia de algunas características que son nuevas
en los movimientos sociales y se suele incidir en cinco factores: la ideología, los
orígenes, la estructura, el estilo y las finalidades de estos grupos (Dalton et al.,
1992: 30-35).

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1.  Ideología: se interesan por la defensa de intereses culturales que afectan a


la calidad de vida de la sociedad civil enfrentándose al estado tecnológico.
Priorizan las necesidades no materiales. Reivindican una mayor participa-
ción de la ciudadanía en los asuntos públicos a través de grupos sociales o
formas cooperativas de organización social. Su orientación ideológica in-
fluye en el tipo de seguidores que movilizan, en su estructura organizativa
y en la elección de su forma de hacer política.
2.  Base de apoyo: no se dirigen a ningún grupo social específico, los partici-
pantes se sienten comprometidos con las causas que exigen. La flexibili-
dad de la base social significa que la participación en la acción colectiva
dependerá de las circunstancias sociales y personales de sus miembros.
3. Motivaciones para participar: la mayoría de los analistas convienen que
los participantes en la acción se mueven por convencimiento ideológico y
por la consecución de fines comunes a la sociedad. La ciudadanía está me-
jor informada que antes lo que otorga ventajas, tanto en lo que se refiere
al mayor control de las actividades como en la adquisición de una mayor
responsabilidad y autonomía personal.
4. Estructura organizativa: la máxima de los nuevos movimientos sociales
es la flexibilidad de la estructura organizativa: descentralizada, abierta y
democrática. Esto implica que la acción colectiva no está participada por
grupos integrados en una red social definida como grupo.
5. Estilo político: el objetivo de su actuación es influir en las decisiones po-
líticas, de ahí su interés por la repercusión que en los medios de comuni-
cación tenga su discurso persuasivo como camino a la movilización de la
opinión pública.

Tilly realiza un análisis de dos siglos de estudio de la historia de los movi-


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mientos sociales; sus tesis principales se resumen como sigue:

1. “Desde su aparición, los movimientos sociales han progresado tanto por


sus actuaciones individuales, también gracias a las campañas interactivas.
2. Los movimientos sociales combinan tres tipos de reivindicaciones: pro-
gramáticas (apoyo u oposición explícita a acciones reales o propuestas
de los objetos de las reivindicaciones del movimiento), identitarias (afir-
maciones de que “nosotros” los reivindicadores constituimos una fuerza
unificada a la que hay que tener en cuenta) y de posición (reafirman lazos
y semejanzas con otros actores políticos como minorías excluidas, grupos
de ciudadanos debidamente constituidos, etc.)

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3. La importancia relativa de las reivindicaciones programáticas, identitarias


o sobre posición varía significativamente entre un movimiento social y
otro, entre un reivindicante y otro en el seno de un mismo movimiento
y entre las diferentes fases de cada movimiento.
4. La democratización fomenta la formación de movimientos sociales.
5. Los movimientos sociales afirman la soberanía popular. Solo una minoría
han respaldado programas que reducían la soberanía popular al otorgar el
poder a unos líderes autoritarios o establecer unos cultos carismáticos o
programas con un grado de exclusión generalizada.
6. Comparados con otras formas de política popular más afianzadas a escala
local, las dimensiones, la vigencia y la eficacia de los movimientos sociales
dependen en gran medida del trabajo de emprendedores políticos y sus
organizaciones no gubernamentales.
7. En cuanto los movimientos sociales se enmarcan en un contexto político
determinado, los procesos imitativos, la comunicación y la colaboración
facilitan su adopción por parte de otros contextos relacionados.
8. Las formas, personal y reivindicaciones de los movimientos sociales va-
rían y están sujetas a un proceso de evolución histórica.
9. En tanto que institución inventada, el movimiento social podría des-
aparecer o transformarse en una forma política muy distinta. Debemos
contemplar la posibilidad de que el siglo xxi acabe con los movimientos
sociales en tanto que vehículos de reivindicación popular porque las con-
diciones para su supervivencia hayan desaparecido o porque hayan sido
sustituidos por nuevas formas de plantear esas mismas reivindicaciones.
Una de las aspiraciones de la democracia digital es la celebración constan-
te y por medio de canales electrónicos de encuestas de opinión en tanto
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que sustituto barato y eficaz del asociacionismo, las reuniones, marchas,


peticiones, comunicados a los medios de comunicación y del resto de ele-
mentos del repertorio del movimiento social.” (Tilly, 2010: 290-295).

Líneas actuales y futuras de debate

La investigación sobre el papel de internet en la participación cívica es de re-


ciente aparición y está poco desarrollada. Aunque algunos estudiosos sostienen
que el uso de internet disminuye el compromiso político, otros insisten en que
aumenta la participación política. Lo que está fuera de duda es que internet es

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©  Editorial UOC 143 Participación política y movimientos sociales

un nuevo espacio de participación. Cualquier persona puede reenviar un correo


electrónico para sumarse a una causa colectiva, puede enviar comentarios en
páginas web tanto oficiales como en blogs. En este sentido, Kobayashi, Ikeda,
y Miyata (2006) encuentran que internet promueve el capital social gracias a la
confianza y a la reciprocidad que se ejercitan en la participación en comunida-
des en línea. Así, la acumulación de capital social fomenta la participación polí-
tica ciudadana mediante el discurso cívico a través de Internet. Esto tiene como
consecuencia también una mayor presencia política en la vida real y un mayor
sentido de los valores democráticos (Kavanaugh y Patterson, 2001; Wellman,
Haase, Witte, y Hampton, 2001).
Otros investigadores han encontrado una asociación positiva entre el uso de
internet y una mayor tasa de participación, especialmente en lo que se refiere
a internet como un instrumento para aumentar el conocimiento político. Por
ejemplo, Tolbert y McNeal (2003) exponen que el uso de internet mejora la in-
formación del votante y estimula el aumento de participación.
Lo que parece fuera de duda es que el debate político en la era de la globali-
zación no se reduce al ámbito nacional o internacional, sino que se mantiene
en varios niveles desde el local transnacional. La política mundial se basa en
la combinación de interacciones entre Estados, actores no estatales u organi-
zaciones internacionales, y oportunidades de participación para los actores en
la acción colectiva en los diferentes niveles desde el local al transnacional del
sistema (Tarrow, 2001). Ante esta nueva coyuntura política Olesen (2005, 428)
prefiere hablar del público transnacional frente a sociedad civil global debido a
que con el primer término se engloba tanto a los individuos y las familias como
a los grandes movimientos sociales. Es decir, los públicos transnacionales son
redes de comunicación o espacios sociales en donde se entrelazan formas de
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interacción desde el nivel local al transnacional.


De este modo los canales de comunicación política ocupan nuevos espacios,
alimentándose de nuevas ideas y estrategias para comprender y actuar sobre los
problemas políticos. Los efectos del capitalismo y de la globalización han incidi-
do en el aumento significativo de manifestaciones y protestas, del consumismo
político, de los grupos de interés, de las comunidades políticas en línea, de redes
sociales y de movimientos sociales transnacionales.
En relación con estos últimos, Castells (2000) explica la interacción que
existe entre internet y los movimientos sociales. En primer lugar y debido a la
crisis de las organizaciones sociales tradicionales, internet como medio de co-
municación interactiva permite la organización de movimientos sociales en red

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©  Editorial UOC 144 Ciencia política contemporánea

en donde se animan y coordinan dinámicas de acción y reacción colectiva. En


segundo lugar, “los movimientos sociales se desarrollan, cada vez más, en torno
a códigos culturales, a valores”. Es por esto que precisan de la comunicación y
del apoyo. A tal efecto, el papel de la red permite la difusión inmediata de ideas
proporcionando la adhesión y el vínculo en torno a valores. Con lo cual, los
movimientos sociales se organizan y comunican en función de lo que quieren
representar. Y, en tercer lugar, “el poder funciona en redes globales y la gente
tiene sus valores, sus experiencias y construye su realidad en sociedades locales”.
Es a través de internet como lo local trasciende a nivel global, como en nuestros
días se puede organizar un movimiento social local a nivel trasnacional.
El ejemplo más reciente lo tenemos con el movimiento 15 de Mayo (15M).
El 6 de marzo se abre en internet la web ¡Democracia Real YA! de la Plataforma
de coordinación de grupos pro movilización ciudadana. En ella se convoca a la
ciudadanía a manifestarse el día 15 de Mayo, bajo el lema Democracia Real Ya.
No somos mercancía en manos de políticos y banqueros. El objetivo era transmitir la
“indignación” provocada por la situación económica y política. La convocatoria
a la movilización se realiza a través de las redes sociales, y aunque inicialmente
debería terminar la marcha en la Puerta del Sol de Madrid, de manera espon-
tánea, participantes en el evento tomaron la decisión de acampar en la plaza,
alargando de manera indefinida la protesta de carácter pacífica. A esta iniciativa
se van sumando cada vez más participantes no solo en Madrid, también en mu-
chas plazas de numerosas ciudades de toda España. A lo largo de estos meses, sus
llamamientos y demandas no han dejado de cesar, no solo no han desaparecido
como auguraban muchos, sino que este movimiento nacido en España, consi-
guió el 15 de octubre que muchos indignados de todo el mundo se movilizaran
por múltiples causas en una protesta pacífica en cerca de mil ciudades y bajo el
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lema de Unidos por el cambio global.

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Actividades propuestas para clases interactivas

Actividad 1.  Preguntas

Preguntas de repaso de conceptos y contenidos

•  ¿Qué entiendes por participación política?


•  Resume las formas de participación política en función de los tres modelos
de democracia descritos por Jan Teorell.
•  Diferencia entre participación convencional y no convencional.
•  ¿Qué distingue a los movimientos sociales de los partidos políticos o los
grupos de presión?
•  ¿Cuáles son las teorías de los movimientos sociales?
•  Describe las características de los nuevos movimientos sociales.

Actividad 2.  Preguntas desarrollo de argumentos

•  De todas las formas de participación política descritas en la tipología elabo-


rada por Ekman y Amna averigua cuál es la forma de acción en la que las
mujeres están participando más. Explica de qué modo podría afectar a la
política tanto a nivel local como global.
Para responder a esta pregunta puedes utilizar la lectura siguiente:
– Stolle, Dietlind, Hooghe, Marc, y Micheletti, 2005. “Politics in the Su-
permarket: Political Consumerism as a Form of Political Participation.”
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International Political Science Review 26 (3).


•  Explica de qué forma puede afectar los recursos individuales al voto, a la
afiliación a partidos políticos, sindicatos y organizaciones empresariales.
•  Selecciona una campaña de movilización realizada por un movimiento so-
cial e intenta ver si se cumplen los tres marcos para promover la acción.
•  Selecciona dos periódicos diferentes y haz un seguimiento en ambos de
noticias sobre actividades que pueden ser convencionales o nuevas formas
de activismo político.

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©  Editorial UOC 146 Ciencia política contemporánea

Actividad 3. Aplicación de conceptos teóricos a un caso


empírico: elección de un movimiento social

Para realizar el trabajo es necesario en primer lugar hacer un resumen en don-


de se relacionen los argumentos expuestos en al menos tres artículos científicos.
A continuación se hace una reflexión personal sobre las lecturas y para finalizar
se plantea un tema y una pregunta para la discusión.

Actividad 4.  La participación política en el cine

Milk, Gus van Sant (2008).

Objetivos generales

•  Desarrollar un método de reflexión que ayude al alumnado a identificar


aspectos claves de los movimientos sociales.
•  Convertir al alumnado en participante activo mediante su implicación con
la trama de la película y su análisis crítico.
•  Analizar la realidad desde un escenario distinto a lo que se puede plantear
en una clase magistral o de pizarra: salida de los textos académicos.

Cuestiones
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•  Apoyándote como base en el material de este capítulo, haz una sinopsis de


la película argumentando teóricamente la misma.
•  Expón aquellas ideas que consideras las más destacables de la película.
¿Qué ha sido lo que más te ha impactado?
•  Emplea el material audiovisual de la sesión para analizar en los personajes
y en los elementos del contexto la naturaleza de los nuevos movimientos
sociales.
•  Describe una de las escenas que más te haya impactado y elige una frase
con la que resumirías la esencia de la película.
•  ¿De qué manera crees que se posiciona la película en lo que respecta a los
derechos de los homosexuales y otras minorías?

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©  Editorial UOC 147 Participación política y movimientos sociales

•  Realiza una investigación sobre Harvey Bernard Milk como político y haz
una crítica del personaje adaptado en la película.

Este tipo de actividad también puede llevar sea cabo con otros materiales
audiovisuales. Sugerencias:

•  Revolución, Hugh Hudson (1985).


•  Invictus, Clint Eastwood (2009).

Actividad 5.  Lectura y comentario de novelas o ensayos

El agente secreto. Joseph Conrad, 1907.

Objetivos generales

•  Desarrollar un método de reflexión a través de los materiales literarios que


ayude al alumnado a identificar aspectos claves de otras formas de partici-
pación política.
•  Convertir al alumnado en participante activo mediante su implicación en
el debate de la novela con el fin de exponer su análisis crítico.
•  Analizar la realidad desde un escenario distinto a lo que se puede plantear
en una clase magistral o de pizarra: salida de los textos académicos.
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Cuestiones

•  Busca de información del atentado que sirvió de inspiración al autor para


la realización del libro.
•  Describe como retrata el autor al terrorista y cómo aborda el terrorismo
•  ¿De qué forma se puede alterar el orden social establecido según “el Profe-
sor”? Relaciona la respuesta con las formas de participación política según
los autores que se han explicado en el tema. Del mismo modo, relaciona el
personaje con la realidad social y política a la que está asistiendo nuestras
sociedades.

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©  Editorial UOC 148 Ciencia política contemporánea

•  Describe las ideas más importantes del texto relacionándolas con los dis-
tintos personajes de ficción.
•  Valoración crítica de la obra

Otros ensayos de interés para el tema:

•  No Logo. Naomi Kleim, 2000.


•  Germinal. Émile Zola, 1885.
•  Abril rojo. Santiago Rocangliolo, 2006.

Recursos online recomendados

•  Observatorio Internacional de la Democracia Participativa: www.oidp.net/


es/v_estudios.php
•  Encuesta Deliberativa Europea:
www.tomorrowseurope.eu/spip.php?article116
•  Programa de Comunidades Transnacionales:
www.transcomm.ox.ac.uk/
•  Directorio de cientos de grupos activistas en los campus universitarios de
los Estados Unidos, listas de eventos y foros disponibles en:
http://campusactivism.org/
•  Foro Social Mundial:
www.forumsocialmundial.org.br/index.php?cd_language=4
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©  Editorial UOC 153 Partidos y sistemas de partidos

Capítulo VI
Partidos y sistemas de partidos

Objetivos

Este tema tiene como objetivo acercar al alumnado un conjunto de he-


rramientas analíticas y conceptuales básicas para el estudio de los partidos
políticos y los sistemas de partidos de manera comparada. Pretendemos que
al finalizar el curso el alumnado haya adquirido los conocimientos con-
ceptuales, metodológicos e instrumentales básicos que le permitan en-
frentarse de forma autónoma al análisis de los partidos políticos y de las
relaciones entre ellos.
Para ello nos proponemos los siguientes objetivos específicos:

•  Saber qué es un partido político y cómo funciona su organización.


•  Comprender las actividades que desempeñan los partidos políticos den-
tro del sistema político.
•  Conocer y clasificar los sistemas de partido de los países democráticos.
•  Fomentar el interés por los acontecimientos políticos nacionales e in-
ternacionales y su seguimiento a través de los medios de comunicación,
especialmente en lo relativo a partidos, elecciones y sistemas de partidos.
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Metodología

Esta materia consta de tres tipos de clases: expositivas, interactivas o


seminario y tutorías. El desarrollo del contenido de este capítulo está dise-
ñado para poder cubrir los tres tipos de clases de la materia.
Además, proponemos dos lecturas de apoyo a las clases con finalidades
distintas:
Para profundizar en algunos de los conceptos, teorías y herramientas
metodológicas propuestas en el capítulo proponemos la lectura:

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©  Editorial UOC 154 Ciencia política contemporánea

•  Katz, R. y Mair, P. (2004), “El partido cártel. La transformación de los


modelos de partidos y de la democracia de partidos” en Zona Abierta,
nº 108-109, pp. 9-65

A partir de la propuesta del profesor Linz sobre el papel de los partidos en


los sistemas democráticos y de los sentimientos antipartidistas, que como
veremos, están presentes en los mismos, la otra lectura tiene como fina-
lidad crear debate sobre las implicaciones que el comportamiento de los
partidos y la percepción del mismo por parte de la ciudadanía tienen para
el futuro de las democracias:

•  Linz, J. J., 2007. “Los partidos políticos en la política democrática. Pro-


blemas y paradojas.” En: Montero, J. R., Gunther, R. y Linz, J. J. (eds.)
Partidos políticos: viejos conceptos y nuevos retos. Madrid: Trotta.

Competencias

•  Manejar con soltura el material bibliográfico propio de la materia de


estudio y especializado en partidos y sistemas de partidos.
•  Utilizar correctamente la terminología politológica de este campo de
estudio así como expresar y aplicar adecuadamente los diferentes con-
ceptos estudiados.
•  Examinar las principales aportaciones teóricas sobre partidos políticos.
•  Debatir sobre las diferentes aportaciones teóricas.
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•  Identificar a los principales partidos políticos nacionales e internacio-


nales.
•  Identificar las actividades que desarrollan los partidos políticos dentro
de los sistemas políticos.
•  Identificación de los efectos que el funcionamiento de los partidos pue-
de tener sobre la democracia y sus instituciones.
•  Identificar las fuentes sobre datos electorales y manejarlas con soltura.
•  Elaboración, utilización y capacidad de evaluación de clasificaciones
y tipologías como herramienta metodológica del análisis politológico.

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©  Editorial UOC 155 Partidos y sistemas de partidos

Contenidos básicos

•  Introducción.
•  Definición de partido.
•  El origen de los partidos.
•  Modelos de organización de partido.
•  Los sistemas de partidos.
•  La crisis de los partidos.
•  Líneas actuales y futuras de debate.

Introducción

Los partidos políticos son los actores fundamentales del sistema representati-
vo de las democracias occidentales. Como se ha dicho en numerosas ocasiones,
es casi imposible concebir la vida política y los sistemas políticos actuales sin
partidos; e incluso se puede decir que la estructura de poder y de los gobiernos
de la mayor parte de los países occidentales difícilmente se puede entender sin
partidos. Con la excepción de algunos sistemas tradicionales con una estructu-
ra de poder familiar o de aquellos otros sometidos a una dictadura militar o a
gobiernos autoritarios, los partidos desempeñan funciones que, a pesar de que
su naturaleza e intensidad pueden variar considerablemente, son decisivas para
el mantenimiento de los sistemas políticos (Mella, 1997). Los partidos son im-
portantes porque organizan la competencia electoral por el poder, permiten la
formación de gobiernos, reclutan a los cuadros del sistema político, agregan de-
mandas y preferencias de los individuos y grupos por encima de sus propios ejes
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de conflicto, socializan a los individuos respecto a una serie de valores, ayudan


a establecer los temas de la agenda de la opinión pública, integran a los grupos
e individuos dentro del proceso democrático y hacen operativo el sistema políti-
co. Por ello, a las democracias actuales se las denomina democracias de partidos.
A pesar de este reconocimiento, los partidos políticos soportan una ambiva-
lencia: por un lado, son considerados indispensables para el funcionamiento de
la democracia, por otro, se les ve también como un obstáculo, dado que en la
medida en que se han intensificado las tendencias partitocráticas, el poder que
corresponde a una parte de las instituciones del Estado se ha transferido a los
partidos, especialmente a sus direcciones (Montero, 2007). Esta ambivalencia se
traslada a la opinión pública de manera que en la actualidad aparecen cada vez

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©  Editorial UOC 156 Ciencia política contemporánea

más sentimientos antipartidistas en la ciudadanía y en los medios de comuni-


cación.
En cuanto al estudio académico de los partidos, hay que esperar a comien-
zos del siglo xx y a que la Ciencia política se vaya alejando del análisis jurídico
institucional para que aparezca el interés por los partidos desde la perspectiva
politológica. La Ciencia política ha tratado de explicar y de definir las transfor-
maciones de los partidos y sistemas de partidos a lo largo del este siglo y medio
de su existencia acuñando tipologías diversas, pero a la vez, reivindicando la in-
dudable relevancia de estos actores políticos en las democracias representativas.
De esta manera, el estudio de los partidos políticos se ha convertido en uno de
los campos de la Ciencia política moderna a los que se ha prestado más atención.
A la vez y paralelamente a lo que ocurre con los sentimientos antipartidis-
tas en la ciudadanía, desde los años noventa del siglo xx, en la literatura po-
litológica han aparecido apuntes hacia un supuesto “declive de los partidos”.
Paradójicamente, estas afirmaciones han coincidido con un revitalizado interés
académico por los mismos (Montero, 2007).

Definición de partido

Casi cada vez que un autor o una autora han centrado su atención investi-
gadora en los partidos políticos han intentado una definición de los mismos. Y
esto es así porque una definición de partido, como afirma R. Katz, tiene tanto
una importancia científica como normativa. Científicamente, una definición de
partido especifica el conjunto de organizaciones o grupos a los que se aplican
nuestras generalizaciones y que han de ser utilizadas para testar las mismas. Nor-
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mativamente, cuando definimos un partido se especifica también qué se espera


que haga el partido y, por lo tanto, su actuación puede ser valorada en función
de estos requisitos. (Katz, 2008).
Sin embargo, a pesar de esta doble importancia, lo que se refleja en la literatu-
ra es la gran variedad de definiciones de partidos existentes y, sobre todo, la in-
capacidad de encontrar una definición individual lo suficientemente exhaustiva
para abarcar todos los casos empíricos que se hacen llamar partidos o identifica-
mos claramente como partidos. Sirva como ejemplo el caso casi paradigmático
del Partido de los Amantes de la Cerveza polaco, partido que en su momento
tuvo unos grandes resultados electorales y que quedaría fuera de la mayoría de
las definiciones utilizadas.

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©  Editorial UOC 157 Partidos y sistemas de partidos

Los politólogos han dado distintas respuestas a la pregunta ¿qué son los partidos?

•  Edmund Burke (1770). “Un partido es un cuerpo de hombres unidos para pro-
mocionar por medio de la unión de sus esfuerzos el interés nacional sobre la
base de un principio concreto respecto del cual todos se muestran de acuerdo.”
•  Anthony Downs (1957). “Un equipo de personas que tratan de controlar el apa-
rato del gobierno mediante el poder conseguido en unas elecciones constitucio-
nalmente correctas.”
•  V.O. Key Jr. (1964). “Un partido político suele ser, al menos en la escena ameri-
cana, un “grupo” de alguna clase[…]. Dentro del electorado considerado en su
conjunto, los grupos se forman de personas que se consideran a sí mismas como
miembros del partido[…]. En otro sentido, el término partido se puede referir a
un grupo de trabajadores más o menos profesionales[…]. Algunas veces denota
a grupos dentro del gobierno [y] muchas veces se refieren a una entidad que se
desdobla en el partido-en-el-electorado, el grupo de profesionales del partido,
el-partido-en-el-legislativo y el-partido-en-el-gobierno. Realmente, este uso tan
amplio tiene una aplicación legítima ya que todos estos grupos llamados parti-
do interactúan de manera cercana y muchas veces como un todo. Por lo tanto,
tanto analíticamente como operacionalmente el término partido se refiere a
algún tipo de grupo; y es útil tener relativamente claro el significado en el cual
el termino está siendo usado.”
•  William N. Chambers (1967). “Un partido político en el sentido moderno pue-
de ser considerado como una formación social relativamente duradera que
persigue cargos o poder en el gobierno, exhibe una organización o estructura
que vincula a los líderes en el gobierno con un seguimiento popular signifi-
cativo en la arena política y sus enclaves locales, y que genera perspectivas de
grupo o al menos símbolos de identificación o lealtad.”
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•  Leon D. Epstein (1980). “Lo que quiero decir con partido político es cualquier
grupo, aunque sea débilmente organizado, que busca elegir cargos públicos bajo
una etiqueta.”
•  Joseph Schlesinger (1991). “Un partido político es un grupo organizado con el
objetivo de conseguir el gobierno en nombre de un grupo, ganando elecciones
a cargos públicos.”
•  John Aldrich (1995). “Los partidos políticos pueden ser vistos como coaliciones
de élites para capturar y usar cargos públicos. [Aunque] un partido político es
algo más que una coalición. Un partido político es una coalición institucionali-
zada, que ha adoptado reglas, normas y procedimientos.”

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©  Editorial UOC 158 Ciencia política contemporánea

Quizás, una buena opción que nos ayude en un análisis inicial, primero, in-
troductorio de la realidad empírica de los partidos, sea la de señalar, como hace
Katz (2008), no tanto al partido como una categoría en la cual un caso concreto
encaja o no encaja. Su opción es contemplarlo como un tipo ideal al cual cada
caso puede aproximarse más o menos. Este autor sugiere un “concepto conti-
nuo” del partidismo de una organización definido por tres características:

1.  Exhibe una conducta de grupo o equipo


2.  Intenta controlar el poder político
3.  Su legitimidad está basada en su éxito electoral.

Una herramienta analítica que resulta de gran utilidad para entender los par-
tidos, el rol que desempeñan en los sistemas políticos actuales y sus transforma-
ciones a lo largo del tiempo es contemplarlos como una organización con tres
caras:

•  El partido como organización de miembros voluntarios, referida a la estructura


representativa del partido que va desde el congreso del partido a las uni-
dades mínimas desde las que los representantes pueden ser seleccionados.
•  El partido como organización de gobierno, que se refiere a los miembros del
partido en los cargos públicos y parlamentarios.
•  El partido como organización burocrática referida a los cargos de dirección del
partido y a la jerarquía y especialización de los mismos.

El origen de los partidos


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Los partidos políticos aparecen como organizaciones centrales de la política


de muchos países en el siglo xix. Es ya a principios del siglo xx cuando comien-
zan a jugar un papel central en buena parte de los países occidentales estructu-
rando las distintas opciones políticas y electorales, guiando la acción legislativa
y ejecutiva y reclutando a los candidatos a puestos representativos. Durante este
periodo de casi un siglo, los partidos dejarán de ser vistos social y académica-
mente, como “facciones” defensoras de intereses sectarios que perturban el bien
común para ser aceptados como actores inevitables y necesarios del pluralismo
democrático (Scarrow, 2006). A pesar de este cambio de visión, estas dos pos-
turas –los sentimientos antipartidistas y el reconocimiento de que los partidos

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©  Editorial UOC 159 Partidos y sistemas de partidos

son esenciales para el funcionamiento de la democracia– han convivido hasta


la actualidad situándonos ante una paradoja que ha acompañado la historia de
dichas organizaciones.
Han sido numerosos los autores que han reflexionado sobre el origen de los
partidos y el proceso a través del cual adquieren su papel principal en los siste-
mas políticos actuales. Las distintas aportaciones pueden ser agrupadas en dos
grandes grupos de teorías. Aquellas que señalan factores institucionales y orga-
nizativos como explicación de su origen y las que apuntan a factores sociales.
Como ocurre en ocasiones en ciencias sociales, las variables señaladas por unos
y otros logran complementarse más que contradecirse, proporcionándonos un
mejor conocimiento del fenómeno. Pero además, los dos grupos de teorías pare-
cen dar respuesta a dos cuestiones diferentes sobre el nacimiento de los partidos.
Mientras las primeras contestarían a la pregunta de por qué aparecen los parti-
dos, el segundo enfoque se pregunta por el porqué de la aparición de determi-
nados tipos de partidos.

Factores institucionales del origen de los partidos

Dos procesos institucionales distintos pero interrelacionados están detrás del


nacimiento y toma de importancia de los partidos políticos en el siglo xix: el
proceso de parlamentarización que implica la transferencia de poder político a
las cámaras legislativas y la expansión del sufragio.
M. Duverger y G. Sartori han enfatizado la importancia causal y temporal
de la parlamentarización en este proceso. Para Duverger (1957: 15), “en gene-
ral, el desarrollo de los partidos parece ligado al de la democracia, es decir, a
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la extensión del sufragio popular y de las prerrogativas parlamentarias. Cuan-


to más ven crecer sus funciones y su independencia las asambleas políticas,
más sienten sus miembros la necesidad de agruparse por afinidades, a fin de
actuar de acuerdo; cuanto más se extiende y se multiplica el derecho al voto,
más necesario se hace organizar a los electores a través de comités capaces de
dar a conocer a los candidatos y de canalizar los sufragios en su dirección.”
Y aunque el autor francés reconoce que, en algunos casos, el nacimiento de los
partidos se puede situar fuera del ciclo electoral y parlamentario, simplifica el
mecanismo general de esta génesis en una pauta temporal que comienza con
la aparición de los grupos parlamentarios, seguida del surgimiento de los co-
mités electorales y finaliza con el establecimiento de conexiones permanentes

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©  Editorial UOC 160 Ciencia política contemporánea

entre estos dos elementos dando lugar así a la aparición del partido político
(Duverger, 1957).
Sartori marca también una pauta similar. El autor italiano describe, como ve-
mos en el Cuadro 1, el paso de lo que denomina “gobierno responsable” referido
a una situación en la que los ministros deben obtener fondos del parlamento
y están expuestos a la crítica de este, al “gobierno por partidos”, esto es, un
escenario en el que de hecho el partido gobierna. Y aunque asume que no en
todos los casos históricos ha habido una progresión clara como la descrita en el
cuadro, afirma que “sí parece que existe un orden no reversible respecto a tres
acontecimientos principales: i) el gobierno responsable, ii) la realidad de las elec-
ciones, iii) el establecimiento de los partidos como subsistema. Esta secuencia no
es reversible en el sentido de que si no hay más que elecciones y participación,
esto es, si no hay un gobierno constitucional y responsable, ello no conduce
en absoluto a una comunidad política basada en los partidos. A un sistema de
partidos.” (Sartori, 1992: 48)
La adecuación casi en exclusiva de la pauta establecida por estos autores al
caso empírico británico ha llevado a otros a señalar como variable explicativa
prioritaria del origen de los partidos la ampliación del sufragio. En este senti-

Cuadro 1.  Del gobierno responsable al gobierno por partidos

Gobierno responsable Partido parlamentario (orientado hacia dentro)

Primera obtención de voto Partido electoral (que busca votos)


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Gobierno que responde

Gobierno por partidos Solidificación de los partidos. Sistemas de partidos

Derecho general del voto Partido de masas (orientado hacia afuera)

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©  Editorial UOC 161 Partidos y sistemas de partidos

do apunta Epstein (1967) cuando afirma que es la ampliación del sufragio lo


que explica el desarrollo de los partidos. Siguiendo esta argumentación, serían
los partidos los que causan que los parlamentos vayan tomando cada vez más
importancia. Por lo tanto, la parlamentarización sería más una causa que una
consecuencia del crecimiento de los partidos.
Lejos de cerrar el debate, el Cuadro 2 propuesto por S. Scarrow, apunta a la
dificultad de los dos modelos para explicar la aparición de los partidos. Esta
autora, por su parte, amplia el debate institucionalista actual sobre el origen
de los partidos al considerar una tercera variable: las leyes que regulan la liber-
tad de asociación, reunión y expresión. En este sentido, defiende que la apa-
rición de los partidos modernos no se ha debido únicamente a los incentivos
que suponen los cambios organizativos vinculados a la parlamentarización y a
la ampliación del sufragio, sino que también ha estado influenciada por algu-
nos obstáculos que, al contrario, han desincentivado su nacimiento. En muchos
lugares, el desarrollo de los partidos fue ralentizado a través de leyes aprobadas
deliberadamente para reprimir las organizaciones y opiniones políticas, en par-
ticular, aquellas amenazadoras del statu quo (Scarrow, 2006).

Cuadro 2.  Pasos hacia la democratización en Europa occidental

Parlamentarización Derecho al voto Sufragio universal


sobrepasa al 10% masculino
población mayor
de 19 años
Austria 1919 1873 1907

Bélgica 1831 1894 1898/1919

Dinamarca 1901 1849 1849


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Finlandia 1917 1907 1907

Francia 1875 1848 1919

Alemania 1919 1871 1871

Italia 1861 1882 1913/1919

Holanda 1868 1888 1918

Suecia 1917 1875 1911

Suiza 1848 1848 1848

Reino Unido 1832–35 1869 1918

Fuente: Scarrow, 2006:18

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©  Editorial UOC 162 Ciencia política contemporánea

Factores sociológicos del origen de los partidos.

Según este enfoque, la mayoría de los partidos contemporáneos se originaron


a causa de los cambios socioeconómicos y políticos que se produjeron a finales
del siglo xix y principios del xx. Lipset y Rokkan (1967) en su trabajo inaugural,
Party Systems and voter Alignments distinguen dos aspectos de esta transformación:

a) La Revolución Industrial referida a los cambios producidos por la indus-


trialización (un cambio radical en la economía) y la urbanización ( apari-
ción de las ciudades y de nuevas estructuras familiares)
b) Los procesos de construcción nacional, referidos a la creación de los Esta-
dos nación (centralizados y culturalmente homogéneos) y a la aparición
de las democracias liberales (parlamentarismo, secularización y adquisi-
ción de derechos políticos y sociales individuales).

En este contexto, los partidos políticos nacerían como solución a una serie de
conflictos sociales, cleavages, que se originan con estos procesos. Los cleavages y
los respectivos partidos que según estos autores se originan son:

• El enfrentamiento entre centro y periferia que dará lugar a la aparición de


partidos de ámbito estatal (con organizaciones y programas políticos más
o menos centralizados y centralistas) y de partidos de ámbito subestatal de
variado tipo y condición.
• El enfrentamiento entre las tendencias políticas confesionales y las secu-
larizadoras que dará lugar a la formación de partidos confesionales y de
partidos laicos
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• El enfrentamiento entre el campo y la ciudad del que nacerán partidos cam-
pesinos y partidos urbanos
• Finalmente, el enfrentamiento entre el capital y el trabajo asalariado que
dará lugar a la aparición de partidos burgueses y obreros.

A pesar de las críticas que ha recibido este modelo por su atemporalidad,


eurocentrismo y cierto “determinismo sociológico”, investigaciones recientes
han huido de la teoría general y se han centrado en explicar por qué ciertas con-
diciones sociales similares no han llevado a la aparición de formaciones políticas
similares. Estas investigaciones apuntan a la organización como el mecanismo
implicado en el paso de la sociedad a la política. Y aquí, las notas características

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que Lipset y Rokkan atribuyen a los cleavages políticos son muy clarificadoras.
Para ellos, un cleavage tiene tres características distintivas. En primer lugar, im-
plica una división social que distingue grupos de personas sobre la base de carac-
terísticas socioestructurales tales como la clase, la religión o la etnia. En segundo
lugar, debe existir un sentimiento claro de identidad colectiva, en el sentido de
que los grupos en los que el cleavage está enraizado deben ser conscientes de
unos intereses e identidad compartidos. Por último, un cleavage debe encontrar
su expresión organizativa, sea a través de un partido político, de un sindicato,
de una iglesia o de cualquier tipo de organización. Así, nos encontramos que el
paso de la sociedad a la política ocurre cuando una fractura social particular se
asocia a un determinado conjunto de valores o identidades y cuando son tras-
ladados al mundo de la política a través de un partido u organización política.
Otra pregunta relacionada con esta teoría se refiere a la persistencia o cambio
de los cleavages sociales. Desde el trabajo pionero de Lipset y Rokkan (1967) la
hipótesis fundamental a verificar es la de la persistencia de los mismos. Estos
autores apuntan a una congelación de los sistemas de partidos, según la cual,
los sistemas de partidos que ellos estudian reflejan la estructura de cleavages de
principios del siglo xx descrita más arriba. Mair (2006) apunta algunas de las
razones que explican la persistencia de los cleavages. En primer lugar, los cleava-
ges persisten porque los intereses que representan siguen teniendo importancia
y los grupos implicados siguen teniendo fuertes vínculos identitarios. Además,
una identidad política alternativa puede ser movilizada cuando un número im-
portante de nuevos votantes se incorpora al sistema político y situaciones en
las que esto se produzca, una vez conseguida la universalización del sufragio,
son difíciles de encontrar. En tercer lugar, las reglas del juego, esto es, las ins-
tituciones electorales y parlamentarias, tienden a favorecer a los partidos que
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las diseñaron por primera vez, y asociado con ello, los cleavages siguen estan-
do organizados políticamente por partidos que intentan sobrevivir a través del
control de los marcos de referencia del conflicto político y restringiendo sus
mercados electorales.
Debido a todos estos factores, apunta Mair, difícilmente se ha producido la
sustitución de un cleavage por otro. Sin embargo, si se ha observado que la im-
portancia de algunos cleavages ha decaído en las últimas décadas lo que tiene
su reflejo en el aumento de los niveles de inestabilidad electoral y de electores
más volátiles. Asimismo, como vemos en el cuadro 3, algunos autores apuntan
a otros cambios sociales –revolución postindustrial o globalización– como cau-
santes de los nuevos cleavages que retan a los tradicionales.

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Cuadro 4.  Cleavages y su expresión partidista

Revolución Período Cleavage Tema fractura Familias de partidos Ejemplos

Nacional Principios del xix Centro–periferia Los liberales y Regionalistas, Partido Nacional
(sufragio censitario) conservadores étnicos, partidos Escocés
encuentran lingüísticos, Bloque Quebequés
oposición a la minorías Partido Nacionalista
centralización Vasco
estatal y
administrativa y a
la estandarización
cultural (lengua /
religión)

Iglesia–estado Conflicto entre Partidos Partido Popular


los liberales y el conservadores Austriaco,
estado secularizado y religiosos Unión Demócrata
contra privilegios (fundamentalmente Cristiana (CDU)
religiosos y católicos), Partido Demócrata
aristocráticos, sobre democracia Cristiano Suizo
educación religiosa cristiana Partido Popular
y la influencia de
la religión en la
política

Industrial Finales del xix Rural–urbano Conflictos entre Partidos agrarios y Partido del Centro
(ampliación del sectores industriales campesinos Finlandés
sufragio) y agrarios de la Partido del Campo
economía sobre la Australiano
política comercial; Partido Popular
proteccionismo Campesino Polaco
agrario vs.
liberalismo
industrial
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Capital–trabajo Empresarios contra Partidos de los Partido Laborista


la ampliación de trabajadores, Británico,
derechos de la socialistas y Partido Socialista
clase trabajadora socialdemócratas, Argentino,
emergente sobre partidos laboristas Partido
seguridad, trabajo, Socialdemócrata
protección social… Sueco,
Partido Socialista
Obrero Español

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©  Editorial UOC 165 Partidos y sistemas de partidos

Revolución Período Cleavage Tema fractura Familias de partidos Ejemplos

Internacional Principios del xx Comunistas– División dentro de Comunistas Partido Comunista


(sufragio universal) socialistas la izquierda sobre Italiano,
la centralidad Izquierda Unida,
del Partido Partido Comunista
Comunista de la Francés,
Unión Soviética Partido Comunista
y su liderazgo Japonés
internacional, y
sobre reformismo
vs. revolución

Post–industrial Finales del xx Valores Cleavage Partidos verdes y Los Verdes


(electorados materialistas– generacional sobre ecologistas Alemanes,
desmovilizados) posmaterialistas prioridades en Los Verdes–
políticas públicas: Alternativa Verde,
nuevos valores Democrats´66
de derechos Partido de las
civiles, pacifismo, Mujeres
feminismo,
ecologismo

Sociedades abiertas Globalización Partidos protesta, Partido de la


o cerradas de la economía, partidos Libertad de Austria
liberalización del nacionalistas, (FPÖ),
mercado laboral, partidos de extrema Partido del Progreso
competición derecha, partidos Danés,
por mano de neopopulistas Movimiento Quinta
obra asiática, República,
integración europea Movimiento al
monetaria y fiscal, Socialismo (MAS)
cultura anti–
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americanización

Fuente: Caramani, 2008.

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©  Editorial UOC 166 Ciencia política contemporánea

Modelos de organización de partido

Más de un siglo de atención académica a los partidos políticos ha dado lugar


a un número sustantivo de modelos y tipologías de partidos. Sin embargo, se
han subrayado de manera insistente distintos sesgos metodológicos en su elabo-
ración que han dado como resultado que hoy en día la Ciencia política no haya
sido capaz de desarrollar una teoría más general sobre la génesis, el desarrollo y
la transformación de los partidos políticos (Krouwel, 2006; Montero y Gunther,
2007). En primer lugar, se ha señalado la limitada “capacidad para viajar” de
estos modelos, causada por el hecho de que la mayoría de los mismos han sido
desarrollados en el contexto de Europa occidental. En segundo lugar, la mayoría
de los modelos son demasiado unidimensionales en su enfoque, centrándose
principal o exclusivamente en aspectos organizativos y dejando sin atender a
otros aspectos igualmente importantes para explicar qué es lo que hace un par-
tido. Asimismo, y en tercer lugar, las distintas propuestas se han caracterizado
por un bajo nivel de claridad y precisión conceptuales y terminológicas, lo que
ha llevado a que en demasiadas ocasiones, los modelos no sean ni exhaustivos
ni excluyentes. Es más, la mayoría de los modelos propuestos no incluyen indi-
cadores empíricos claros que nos permitan determinar qué partidos realmente
se clasifican en cada una de las categorías o cuándo se han transformado en un
tipo diferente (Krouwel, 2006).
Asumiendo casi siempre parte de estas críticas, en la literatura sobre los par-
tidos políticos encontramos un acuerdo en la referencia a cuatro tipos ideales de
partido: partido de notables o de cuadros, partido de masas, partido catch-all
y partido cártel. Además, es común la asunción del carácter evolutivo de los
mismos, esto es, los modelos propuestos no son más que el reflejo de lo que
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politólogos de épocas diferentes estaban observando y describiendo, los mismos


partidos políticos en diferentes momentos de su desarrollo.

Los partidos de cuadros y de masas

Atendiendo a ese carácter evolutivo, los primeros tipos de partido en aparecer


son, en terminología de Weber, los partidos de notables y de masas. M. Weber
(1922), en un análisis de los partidos de finales del xix, describe una evolución
de los partidos de notables a los partidos de masas. El factor clave que explica,
según el autor, esta evolución es el proceso de profesionalización de la política.

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En este sentido, el partido de notables es el característico de una época de sufra-


gio restringido donde los parlamentarios que conforman estos partidos deben
su elección a la movilización de una clientela personal, de contactos personales
y de patronazgo. Estos notables son personas que en virtud de su condición
económica se dedican a la política como una actividad secundaria, sin recibir
a cambio ningún sueldo u honorario. La ampliación del sufragio de finales de
siglo contribuye a un cambio de esta situación y a la aparición del partido de
masas. La extensión de los derechos políticos a las personas que no son notables,
esto es, a personas que no tienen recursos propios con los que financiar su dedi-
cación a la política, lleva a la profesionalización de la misma. Con ello se refiere
el autor a la formación de una clase que hace de su dedicación política su fuente
de ingresos principal.
A la misma transformación, pero esta vez en clave organizativa, se refiere
también M. Duverger (1957). El autor francés traza esta evolución utilizando
como variable principal el tipo de estructura sobre la que se asienta la organiza-
ción del partido. Distinguiendo entre comités y secciones1, se refiere al triunfo,
en el seno de los regímenes democráticos de los años cincuenta del siglo xx,
del partido de masas basado en la sección. Al contrario, los partidos de cuadros
de finales del siglo xix estaban estructurados en comités o estructuras precarias
que se unían de manera esporádica, fundamentalmente durante las campañas
electorales. Los comités estaban constituidos por una docena de personas perte-
necientes a la élite. En este sentido el elemento distintivo de los mismos no era
tanto la “cantidad” de participación sino la “calidad” de la misma, esto es, el
estatus social de las personas que participan en el mismo. Esta característica, la
participación, es una de las principales diferencias entre el comité y la sección.
La sección es un organismo abierto que tiene como objetivo fundamental am-
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pliar al máximo el número de afiliados inscritos. Lo importante, por lo tanto, es


la cantidad.
La organización de los partidos de masas debe cumplir otros dos objetivos:
el primero es el de la financiación de los partidos. En los partidos de cuadros,
la financiación está asegurada por los notables y por el apoyo de banqueros

1.  Duverger se refiere también a los partidos organizados en células y en milicias. La primera, típica
de los partidos comunistas, tiene su base en el lugar de trabajo lo que implica un encuadramiento
intensivo de los obreros: la célula es una comunidad en la que se vive todo el día. La milicia, órgano
de carácter militar y de pequeñas dimensiones típica de los partidos fascistas, se caracteriza por la
jerarquía, las armas y los uniformes.

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©  Editorial UOC 168 Ciencia política contemporánea

y empresarios. La financiación de los partidos basados en secciones, partidos


en su mayoría obreros, se logra a través de la afiliación. La fórmula: pagar poco,
pero muchos y regularmente. El segundo objetivo de la organización es el
de educar a las masas para que sean conscientes de sus intereses y dejen de vo-
tar así a las élites tradicionales, a quienes ya conocían. La ideología del partido
toma por lo tanto una importancia fundamental. A través del adoctrinamien-
to se trata de formar de manera persuasiva y permanente. Esta faceta de este
tipo de organizaciones es la que lleva a Neumann (1956) a hablar de partidos
de integración de masas. Lo que integran es a sus miembros en una serie de
asociaciones vecinas y del partido de manera que la organización del mismo
se extiende “de la cuna a la tumba” a través de asociaciones en distintos ám-
bitos.
Para lograr estos objetivos, los partidos de masas difieren de sus antecesores
en el grado de centralización. Sección significa parte de un todo, comité, lugar
donde está lo esencial. Los comités están así descentralizados mientras que las
secciones dependen de una estructura central. Además, la organización de los
partidos basados en secciones es mucho más formal y se asienta en la división
del trabajo.
Formalmente, por lo tanto, los partidos de masas son partidos democráti-
cos. Sin embargo, la división del trabajo y la burocratización de la organiza-
ción hacen que la jerarquía aparezca como nota característica de este tipo de
partidos. A esto es a lo que se refiere R. Michels (1911) cuando desarrolla su
“ley de hierro de la oligarquía”. Según él, esta “ley sociológica fundamental
[…] puede formularse más o menos así: la organización es lo que da origen a
la dominación de los elegidos sobre los electores, de los mandatarios sobre los
mandantes, de los delegados sobre los delegantes. Quien dice organización
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dice oligarquía.” Esta oligarquía, según el autor, busca por encima de todo
garantizar su propia supervivencia y defiende la organización del partido para
lograr este objetivo por encima de cualquier otro, renunciando así a los obje-
tivos ideológicos.

El partido catch-all

La preeminencia normativa y empírica del modelo de partido de masas em-


pieza a cuestionarse a finales de los años sesenta del pasado siglo. En este cues-
tionamiento, la tesis que ha tenido mayor impacto es la desarrollada por O.

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©  Editorial UOC 169 Partidos y sistemas de partidos

Kirchheimer, según la cual, después de la II Guerra mundial se observa que los


partidos se hacen menos ideológicos y de naturaleza catch-all. Este autor ar-
gumenta que en las condiciones contemporáneas de difusión de orientaciones
cada vez más laicas, de consumo de masas y de desdibujamiento de las líneas de
división de clase, los partidos de masas están sometidos a fuertes presiones para
la modificación de su carácter ideológico y organizativo. Estas modificaciones
llevan a la emergencia de un nuevo modelo de partido –el partido catch-all– cada
vez más pragmático, que descansa en la imagen y los recursos comunicativos
de sus líderes, más heterogéneo socialmente y abierto a la penetración por los
grupos de interés.
La repentina muerte de Kirchheimer imposibilitó una especificación del mo-
delo y una respuesta del mismo a las críticas de las que fue objeto. Estas estaban
centradas principalmente en su hipótesis de la desaparición de las líneas de clase
y la consecuente heterogeneidad de los electorados de los partidos catch-all. La
aportación de otro autor, A. Panebianco (1982), profundiza en estos aspectos
dándonos una visión más completa de la transformación hacia este tipo de par-
tidos.
Por un lado, el autor italiano se hace eco de las críticas a la aportación de
Kirchheimer y alude a una mala lectura de sus propuestas. Según Panebianco,
al acuñar la expresión partido catch-all, Kirchheimer no pensaba en absoluto en
una organización cuya base social se hubiera hecho tan heterogénea que le per-
mitiera representar a todo el espectro social. La transformación de la que habla,
según Panebianco, es menos dramática: los lazos con la vieja clase de referencia
se mantienen, pero se hacen más livianos, se diluyen; el partido simplemente se
abre más que lo hacía antes a otros grupos sociales.
Por otro lado, el autor italiano completa los rasgos característicos del partido
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catch-all atendiendo fundamentalmente a una dimensión clave en la evolución


de los partidos de masas. Según el autor, en el partido de masas descrito por
Weber, Michels y Duverger, el “aparato” del partido, esto es, su burocracia, des-
empeña un papel crucial manteniendo los lazos con los afiliados y sus grupos de
referencia. En cambio, en el nuevo partido, son los profesionales –los “expertos”
o técnicos que dominan una serie de conocimientos especializados– los que
realizan un papel cada vez más importante cuanto más se desplaza el centro de
gravedad del partido de los afiliados a los electores. Es el papel que juegan bu-
rócratas y profesionales el criterio que sirve para distinguir los dos tipos ideales
que él propone y que resume en el cuadro siguiente.

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Cuadro 4.  Tipos ideales de partido según A. Panebianco

Partido burocrático de masas Partido profesional-electoral

Papel central de la burocracia (competencia Papel central de los profesionales (competencias


político-administrativa) especializadas)
Partido de afiliación con fuertes lazos Partido electoralista, con débiles lazos
organizativos de tipo vertical que se dirige sobre organizativos de tipo vertical y que se dirige ante
todo a un electorado fiel todo al electorado de opinión
Posición de preeminencia de la dirección del Posición de preeminencia de los representantes
partido; dirección colegiada públicos; dirección personificada
Financiación por medio de las cuotas de los Financiación a través de los grupos de interés y
afiliados y mediante actividades colaterales por medio de fondos públicos
Acentuación de la ideología. Papel central de los El acento recae sobre los problemas concretos
creyentes dentro de la organización y sobre el liderazgo. El papel central lo
desempeñan los arribistas y los representantes de
los grupos de interés dentro de la organización

El partido cártel

La renovación más reciente de la evolución de los modelos de partido ha sido


la propuesta de Katz y Mair (1995). Reconstruyendo la tipología y a partir de la re-
lación que se establece entre los partidos y el Estado, estos autores describen una
transición que abarca el cambio de los partidos de élites a los partidos de masas,
después a partidos catch-all y, finalmente, a un nuevo tipo que ellos proponen, el
partido cártel, cuyo rasgo distintivo principal es su dependencia de los subsidios
estatales. En esta nueva etapa, que comienza a partir de los años setenta del si-
glo xx, los partidos se caracterizan por su interpenetración con el Estado, convir-
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tiéndose, en primer lugar, en agentes del mismo. En segundo lugar, su nueva re-
lación con el Estado, lleva a que los partidos, cada vez más, utilicen sus recursos
–financiación estatal y control de los medios de comunicación– para asegurar su
supervivencia. Por último, la interpenetración con el Estado ayuda a los partidos
que ya están dentro del sistema a permanecer dentro del mismo, mientras que
dificulta la entrada de los nuevos. Así, unos pocos partidos se pondrían de acuer-
do para limitar la entrada de otros actores en la arena estatal. A base de acuerdos
sobre políticas públicas que todos los partidos relevantes respetarían se dificulta
la entrada de nuevos partidos limitando de este modo la competición electoral.
A pesar de la calidad de la especificación de cada tipo de partido por parte de
Katz y Mair, existen dificultades al emplear el tipo cártel de manera aislada o la

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tipología en su conjunto como mecanismo diferenciador de los partidos políticos


contemporáneos (Wolinetz, 2007). Nos encontramos así en una situación en la
que siguen apareciendo nuevas propuestas clasificatorias que no logran superar
las carencias teóricas y metodológicas que señalamos al inicio de este apartado.

Los sistemas de partidos

Un campo de estudio de gran relevancia en la Ciencia política cuando habla-


mos de partidos políticos son los sistemas de partidos. Con ello nos referimos a
todo tipo de interacciones –de cooperación y competición– que se dan entre los
partidos de un sistema político. Se hace así una doble asunción, que los sistemas
de partidos representan algo más que las suma de las partes y que, en la mayo-
ría de los casos, al tratarse de relaciones competitivas, requieren pluralismo. La
influencia que tienen los sistemas de partidos en el control democrático y en
la formación de los gobiernos, como se ha puesto de manifiesto en otros capí-
tulos de este manual, los ha convertido en un tema central de atención de los
politólogos, no solo para describirlos y caracterizarlos, sino también para en-
tender sus causas y consecuencias, particularmente su dependencia de las leyes
electorales y de la estructura de cleavages y sus efectos en la estabilidad de los
sistemas políticos y los gobiernos y, de esta manera, en la calidad de la democra-
cia (Wolinetz, 2006).
En este apartado, sin embargo, solo nos vamos a referir a los esfuerzos que
la Ciencia política ha hecho para describir y clasificar los sistemas de partidos.
En todos los intentos clasificadores de los sistemas de partidos hay un criterio
clasificador común: el número de partidos. Atendiendo estrictamente al número
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absoluto de partidos, los sistemas de partidos han sido clasificados como:

•  Sistemas de partido predominante


•  Sistemas bipartidistas
•  Sistemas multipartidistas con entre tres y cinco partidos
•  Sistemas multipartidistas con más de cinco partidos.

La utilización de este único criterio se muestra demasiado simplificadora y ha


llevado a clasificaciones cuantitativas que atienden, además del número, al tama-
ño relativo del partido. Se asume de esta manera que un sistema de partidos se
ve influido por el tamaño –en número de votos o en número de escaños– de los

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partidos oponentes en relación con las propias dimensiones. El cuadro 5 resume


la propuesta clasificatoria de A. Ware (2004) atendiendo al tamaño relativo de los
partidos.

Cuadro 5. Clasificación de los sistemas de partidos propuesta por A. Ware atendiendo al


tamaño relativo de los partidos
Partido Bipartidistas Dos partidos Más de dos partidos y medio
predominante y medio
Un partido Dos grandes Partidos
grande y otros partidos equilibrados
mucho más
pequeños
Más de un Uno de los dos A menudo Por lo general el Dos partidos Sistemas con más
partido relevante, partidos casi ningún partido grande obtiene suelen obtener de dos partidos
pero un único siempre gana al gana el 50% al menos el 45% más del 65% y medio en los
partido controla menos el 50% de los escaños de los escaños de los escaños, que el partido
el parlamento de los escaños parlamentarios. pero no el 50% pero ningún otro mayor obtiene
siempre parlamentarios Lo normal es consigue más menos del 45%
que dos grandes del 14% de los escaños y
partidos ganen los dos mayores
al menos el 80% obtienen menos
de los escaños, del 65% de los
mientras que escaños
otro partido gana
los suficientes
para equilibrar el
poder.

Si asumimos, como hace buena parte de la Ciencia política, que el número y


el tamaño de los partidos no es suficiente para explicar el modo cómo se com-
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porta un partido con respecto a otro y contemplamos otras variables cualitati-


vas, la tipología propuesta por G. Sartori aparece como recurrente en nuestra
disciplina desde los años setenta del siglo xx.
La primera gran aportación de este autor es que nos proporciona lo que él
llama normas para contar, esto es, criterios que nos ayudan a seleccionar qué par-
tidos de los presentes forman parte del sistema de partidos analizado. Siguiendo
a Sartori, un partido debe cumplir al menos una de las siguientes condiciones
para figurar como parte del sistema de partidos:

•  Potencial de coalición: el partido debe haber sido necesario, al menos en una


ocasión, para crear una coalición viable capaz de hacerse con el gobierno.

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•  Potencial de chantaje: la existencia del partido debe afectar a las tácti-


cas de competición entre los partidos, en especial, hay que atender a si
altera la dirección de la competencia de los partidos orientados al go-
bierno.

La segunda aportación reside en que su esquema clasificatorio va más allá de


enfoques anteriores que solo tenían en cuenta el número de partidos operativos
en un sistema. Su análisis pivota en torno a dos variables:

•  La fragmentación de los partidos. Recurre a una forma de medir la fragmen-


tación que tiene en cuenta tanto el número de partidos como el tamaño
relativo de los partidos que participan en las elecciones.
•  La distancia ideológica. En palabras del autor (Sartori, 1992: 159), “el ám-
bito general del espectro ideológico de cualquier comunidad política”,
esto es, como se sitúan electores y partidos a lo largo del eje izquierda-
derecha.

Sobre la base de estos dos criterios, propone una tipología de sistemas de


partidos que aparece como más compleja que las utilizadas con anterioridad. En
primer lugar, Sartori se refiere a tres tipos de regímenes monopartidistas:

1.  Partido único, cuando un solo partido es legal.


2.  Partido hegemónico, cuando existen otros partidos y son legales pero ac-
túan como satélites del partido principal, no tienen capacidad de compe-
tir contra él, actuando como una mera fachada.
3. Partido predominante, cuando existen más partidos que compiten efec-
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tivamente por el poder, nos encontramos, por lo tanto, en sistemas com-


petitivos, pero un único partido es capaz de hacerse con el poder una
elección tras otra.

Después, el autor italiano se refiere a sistemas con dos partidos relevan-


tes y poca distancia ideológica. Habla de Sistema bipartidista cuando “i) dos
partidos se hallan en condiciones de competir por la mayoría absoluta de es-
caños, ii) uno de los dos partidos logra efectivamente una mayoría parlamen-
taria suficiente, iii) este partido está dispuesto a gobernar solo, iv) la alterna-
ción o la rotación en el poder sigue siendo una expectativa creíble.” (Sartori,
1992: 237)

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Por último describe dos tipos de sistemas multipartidistas:

•  Pluralismo moderado. Se caracteriza por un número de partidos no superior


a cinco y por la presencia de gobiernos de coalición. La distancia ideológica
es relativamente pequeña y la competencia por los votos es centrípeta.
•  Pluralismo polarizado. En general con un número de partidos superior a
cinco este tipo se caracteriza por:
– Presencia de partidos antisistema, esto es, partidos que cuestionan la legiti-
midad del régimen político.
–  Presencia de oposiciones bilaterales, oposiciones mutuamente excluyentes
que no pueden sumar sus fuerzas y proponerse como alternativa de go-
bierno.
–  El centro está ocupado por un partido o grupo de partidos. La mecánica
competitiva depende de un centro que debe enfrentarse tanto con la
izquierda como con la derecha.
–  El sistema está polarizado, es decir, el espectro de las opiniones políticas es
muy amplio con los dos polos del eje ideológico ocupados por partidos.
–  Prevalece la competencia centrifuga, ya que la ocupación del centro supone
que los partidos de izquierda y de derecha que intentaran luchar por el
centro correrían el riesgo de perder votos en los extremos.
–  Estructuración ideológica congénita, esto es, la mentalidad de los ciudada-
nos está fuertemente determinada por la ideología y la política se con-
templa de forma dogmática
–  Presencia de oposiciones irresponsables y política de la superoferta, al no ha-
ber posibilidad de entrar en el gobierno, la oposición sabe que no tendrá
que llevar a la práctica su programa político, así compite con promesas
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excesivas y escasa responsabilidad democrática.

En una valoración de este marco analítico A. Ware (2004: 273) señala algu-
na de sus virtudes: “nos brinda un punto de partida a la hora de examinar los
sistemas de partidos. Nos ayuda a simplificar el mundo real de los sistemas de
partidos ofreciéndonos un número limitado de tipo de sistemas y vinculando
estos tipos a modelos de conducta de los partidos. Con la ayuda de este enfo-
que, hemos ido más allá de la simple descripción de los sistemas de partidos y
más allá de la enumeración de los partidos. Es un mecanismo heurístico de gran
utilidad, y esta es la razón por la que es importante cuando se emprende por pri-
mera vez el estudio de los partidos”. Sin embargo, para el autor, nos ofrece poco

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©  Editorial UOC 175 Partidos y sistemas de partidos

para explicar por qué se diferencian entre sí los sistemas de partidos. Asimismo,
otras críticas apuntan a que los cambios producidos en muchas de las democra-
cias occidentales y el nacimiento de nuevas democracias desde que Sartori nos
ofreció su tipología también suponen una pérdida de validez de este modelo ex-
plicativo. Como afirma Mair, el pluralismo polarizado de Sartori se ha vaciado,
mientras que el pluralismo moderado está repleto de nuevos casos (Mair 1996;
2002). A pesar de todas estas críticas, y en palabras de Wolinetz, (2006) poco ha
ocurrido desde Sartori. Es por ello que su tipología sigue estando en el centro del
debate sobre los sistemas de partidos. Los esquemas más recientes han intentado
redefinir el pluralismo moderado atendiendo a otras variables como las estruc-
turas de competición (Mair 1996; 2002) o al tamaño y la fuerza relativa de los
partidos (Siaroff, 2000)

La crisis de los partidos

A lo largo de las últimas décadas, en muchos países occidentales, la expresión


“crisis de los partidos” se ha convertido en un elemento común del discurso
político en las democracias occidentales (Poguntke y Scarrow, 1996). Con ella
se aluden, entre otras, “a la desconfianza o incluso la hostilidad hacia los par-
tidos políticos como canales de representación política y agentes de la toma de
decisiones” (Scarrow, 1996; Schmitt y Holmberg, 1995), “a la frustración con
los partidos por percibir como irrelevantes sus agendas” (Scarrow, 1996), a la
vez que son percibidos como predominantemente interesados en sí mismos y
competitivos en vez de esforzarse por conseguir el bien común, incapaces de
idear políticas consistentes y propensos a la corrupción (Poguntke, 1996). En el
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fondo, lo que se está poniendo en duda es el papel de los partidos políticos en


los sistemas democráticos.
De la misma manera, la literatura politológica no ha sido ajena a este dis-
curso y desde comienzos del siglo xx ha abordado esta supuesta “crisis de los
partidos”, también referida como “declive de los partidos”.

La crisis de los partidos en la literatura politológica

Hans Daalder (2007) identifica distintas corrientes epistemológicas que utili-


zan criterios y pronósticos distintos cuando se refieren a la crisis partidista:

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•  La negación selectiva del partido: son corrientes que niegan el papel legítimo
del partido y entienden a los partidos como una amenaza para la buena so-
ciedad. Nos encontramos aquí con dos posturas aparentemente opuestas:
argumentos autoritarios y ciertos argumentos defensores de la democracia
directa. Lo que tienen en común ambas posturas es que no aceptan los
principios subyacentes de la democracia representativa, esto es, la confor-
midad con la idea de que los seres humanos pueden diferir honradamente
en sus intereses, que se pueden organizar sobre intereses particulares para
promover el interés general, que todo el mundo puede votar en condicio-
nes de igualdad y que los gobiernos deben basarse en la lucha competitiva
por el voto. Su creencia de que el Estado incorpora reivindicaciones aleja-
das de la expresión electoral y de la representación democrática, o su visión
de los partidos como asociaciones parciales destructoras de la voluntad
general socavan la legitimidad de los partidos políticos modernos.
•  Rechazo selectivo del partido: a diferencia de los argumentos anteriores que
dudan por completo de la legitimidad de los partidos organizados, hay
quienes –utilizando una dicotomía bueno-malo– rechazan ciertos tipos de
partidos. En concreto el debate se centra en el partido de masas con va-
loraciones ambivalentes al que unos, ensalzan, reconociéndole su poder
emancipatorio y democrático, además de su capacidad para la formación
de gobiernos estables y responsables, y otros, desde una visión idealizada
del parlamentarismo, acusan de ser “máquinas de combate” fuertemente
ideologizadas que tratan de someter tanto a los votantes como al Estado a
una combinación de dogmas e intereses elitistas.
•  Negación selectiva de los sistemas de partidos: la dicotomía bueno-malo se
aplica en este grupo de argumentaciones a los sistemas de partidos pudien-
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do identificar en este caso una evolución en cuatro momentos. Hasta hace


poco tiempo para muchos de los académicos y reformadores de los distin-
tos países, el modelo dominante era el sistema bipartidista británico. Se
le consideraba un sistema particularmente eficiente porque el electorado
elige directamente al gobierno, no se pierde tiempo en las negociaciones
que implica un gobierno de coalición, el gobierno es estable y la respon-
sabilidad es fácilmente atribuible por parte del electorado, además, la ex-
pectativa de una alternancia en el gobierno modera a la oposición. El coro-
lario lógico de esta argumentación era el rechazo absoluto de los sistemas
multipartidistas, sobre todo, de tres casos históricos concretos, la Tercera
y Cuarta repúblicas francesas, la Alemania de Weimar y la Italia posterior

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©  Editorial UOC 177 Partidos y sistemas de partidos

a 1945, caracterizados los tres por la inestabilidad. Este rechazo, sin em-
bargo, se fue difuminando de manera que podemos identificar un tercer
momento de reevaluación de los sistemas multipartdistas provocado por
dos cambios: primero, el descubrimiento de que no todos los sistemas mul-
tipartidistas se asemejan a los casos históricos mencionados; y segundo, un
escepticismo creciente sobre el arquetipo del sistema bipartidista británico.
Esta reevaluación ha cambiado las tornas y en la actualidad vivimos el
dominio, asentado también, según Daalder, en criterios normativos aprio-
rísticos, del modelo multipartidista de consenso elaborado por Lijphart.
•  La redundancia del partido: agrupa a aquellos que contemplan los partidos
como un fenómeno transitorio, fruto de un período de movilización de ma-
sas ya pasado. De acuerdo con estos argumentos, los partidos se están con-
virtiendo en entidades irrelevantes en la política democrática a medida que
otros actores e instituciones han ido usurpando sus principales funciones.
Se afirma que una vez que las sociedades se han democratizado, los partidos
han perdido su función movilizadora e integradora y han dejado de ser nece-
sarios. Otra visión mantiene que los partidos que representaban a las distin-
tas políticas y grupos han decaído progresivamente por el funcionamiento
de las fuerzas de mercado; en este proceso, los partidos se parecen cada vez
más unos a otros y pierden sus virtudes específicas. Un tercer argumento
subraya el incremento de poder experimentado por otros actores políticos
(neocorporativismo, lobbying, Nuevos movimientos sociales) que socavan el
poder y las funciones de los partidos, logrando así que dejen de importar.

Dimensiones actitudinales de la crisis de los partidos


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Uno de los indicadores empíricos utilizados en la literatura sobre la crisis


de los partidos se refiere, como vimos arriba, al creciente y amplio número de
ciudadanos que mantienen actitudes negativas hacia los partidos. En un análisis
reciente, Torcal, Montero y Gunther (2007) identifican dos tipos de actitudes
antipartidistas. Estas tienen diferentes orígenes y, lo que es más importante,
diferentes implicaciones sobre el comportamiento político:

•  El antipartidismo reactivo definido como una posición crítica que adoptan
los ciudadanos como respuesta a su descontento o frustración con las ac-
tuaciones de las élites del partido y de sus organizaciones. El origen de esta

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©  Editorial UOC 178 Ciencia política contemporánea

orientación reside en la inconsistencia entre las promesas, las etiquetas


ideológicas y las retóricas de los dirigentes políticos, por un lado, y las per-
cepciones de los ciudadanos sobre los rendimientos efectivos de las institu-
ciones democráticas, por otro. Las implicaciones de este tipo de antiparti-
dismo sobre el comportamiento político tendrían el resultado positivo de
movilizar a los ciudadanos en demanda de cambios políticos sustantivos o
de nuevos gobernantes.
•  El antipartidismo cultural es más estable, según los autores. Este conjunto
de creencias radica en los valores centrales y en las tradiciones históricas
de cada cultura política y es independiente de los cambios a corto plazo en
las condiciones políticas de un país. Su origen está en los procesos de so-
cialización en contextos autoritarios favorecedores de este antipartidismo.
Tanto en términos de teoría democrática como de calidad efectiva de los
regímenes democráticos, el antipartidismo cultural tendría consecuencias
negativas en la medida en que ensancha la distancia entre los ciudadanos y
sus representantes y refuerza la marginación de un importante sector de la
población cuyos recursos políticos son inferiores a los de otros más compe-
tentes para defender sus intereses en un sistema democrático competitivo.

Las aportaciones de Daalder y Torcal, Montero y Gunther nos proporcionan


un marco conceptual y analítico con el que abordar de mejor forma el tema de
la crisis partidista. Abordaje que se hace necesario si atendemos a que algunas
de las investigaciones empíricas realizadas hasta el momento reducen los efectos
y extensión del antipartidismo, mostrando muchas de sus hipótesis como exa-
geradas o carentes de fundamento.
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Líneas actuales y futuras de debate

En una reciente aportación sobre los partidos políticos, los anteriores autores
justificaban un libro con esa temática aludiendo a la necesidad de abrir nuevas
líneas de investigación que se ocuparan de los desafíos a los que se enfrentan los
partidos contemporáneos así como sus reacciones ante ellos (Montero y Gun-
ther, 2007). Los desafíos a los que se refieren tienen su origen en:

•  Cambios sociales recientes: apuntan aquí a la pérdida de afiliación de los


partidos debido fundamentalmente al debilitamiento de ciertos cleavages

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©  Editorial UOC 179 Partidos y sistemas de partidos

sociales (clase y religión) y la aparición de algunos nuevos (género y mi-


graciones).
•  Aparición de ciudadanos con mayores recursos: ciudadanos más y mejor
formados e informados capaces de incrementar su capacidad de participa-
ción.
•  Desarrollos tecnológicos: fundamentalmente el cambio que supone en las
relaciones entre los ciudadanos y los líderes políticos el desarrollo de los
medios de comunicación de masas. Además de la rápida extensión del ac-
ceso a internet que ha creado redes masivas y complejas de comunicacio-
nes horizontales directas entre los ciudadanos y que al mismo tiempo faci-
lita la segmentación de los mensajes a sectores específicos y especializados
de la sociedad.

Esta agenda investigadora debe ser completada además con estudios que con-
trasten la omnipresente hipótesis del declive de los partidos. En consecuencia,
las preguntas de investigación inmediatas que surgen se refieren a si los partidos
han perdido importancia o declinado como organizaciones, como movilizado-
res de votos, como objetos de lealtad de los ciudadanos y en definitiva, como
actores claves en la política democrática.
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©  Editorial UOC 180 Ciencia política contemporánea

Actividades propuestas para clases interactivas

Actividad 1.  Preguntas

Preguntas de repaso de conceptos y contenidos

•  ¿Qué entendemos por partido de notables?


•  ¿A qué se refiere M. Weber con la expresión “político profesional”?
•  ¿Qué entendemos por partido de masas?
•  ¿Qué entendemos por partido Catch-all?
•  ¿Qué entendemos por partido cártel?
•  ¿Cuál es la “ley de hierro de la oligarquía”?
•  ¿Cuáles son los principales cleavages que describen Lipset y Rokkan y qué
familias de partidos surgen a partir de ellos?
•  ¿Cuál es la hipótesis del congelamiento?
•  ¿Cómo deben ser contados los partidos en un sistema según Sartori?
•  ¿Qué tipología de sistema de partidos propone Sartori?
•  ¿Cuáles son las características del pluralismo polarizado?

Preguntas de desarrollo de argumentos

•  ¿Qué problemas nos encontramos a la hora de definir un partido político?


Ventajas y desventajas de la utilización de categorías o tipos ideales.
•  El debate sobre el origen de los partidos políticos.
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•  ¿En qué se diferencian los partidos cártel de los partidos catch-all?


•  Argumentos académicos que explican el declive de los partidos.
•  Actitudes antipartidistas y sus consecuencias para el sistema político.

Actividad 2. Aplicación de conceptos teóricos a casos empíricos

a)  La organización de los partidos

•  Entra en las páginas web de tres partidos de tu país y compáralas. Intenta


responder a las siguientes cuestiones:

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©  Editorial UOC 181 Partidos y sistemas de partidos

– ¿Qué programa político tienen? ¿Está enfocado hacia algún grupo social
determinado?
– ¿Qué estructura organizativa tienen? ¿Están más o menos centralizados?
– ¿Cuál es el papel de la afiliación? ¿Tienen los afiliados capacidad de deci-
dir políticas o candidaturas?

•  Utilizando la herramienta de las tres caras del partido, identifica caracte-


rísticas de cada una de las caras. ¿Podrías decir cuál de estas tres caras del
partido tiene más peso?
•  ¿Qué se puede deducir de estos datos respecto de las teorías sobre la orga-
nización de los partidos analizadas?

b)  Sistemas de partidos

Para la aplicación de estos conceptos teóricos proponemos distintos casos


empíricos. Los datos necesarios consíguelos a través de los recursos online pro-
puestos abajo o realiza tu propia búsqueda

•  Analiza el sistema de partidos español.


– Paso 1. Siguiendo los criterios de Sartori, ¿qué partidos incluirías en el
análisis?
– Paso 2. Aplica las distintas clasificaciones y tipologías: a) criterio numé-
rico, b) criterio numérico y tamaño relativo del partido, c) tipología de
Sartori.
– Paso 3. Responde. De las clasificaciones y tipologías aplicadas, ¿cuál crees
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que nos da mejor información sobre el sistema de partidos español?

•  Sistemas de partidos autonómicos.


Atendiendo a los resultados en elecciones autonómicas, compara los sis-
temas de partidos de País Vasco, Andalucía, Cataluña, Valencia y Galicia.
Utiliza la tipología de Sartori para la comparación.
•  Sistema de partidos Británico
Analiza el sistema de partidos británico en los últimos veinte años. ¿Cuál
ha sido su evolución?
•  Intenta encontrar algún otro ejemplo de un país que haya experimentado
un cambio en su sistema de partidos.

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©  Editorial UOC 182 Ciencia política contemporánea

Actividad 3.  Análisis y valoración personal

•  Cleavages. Utiliza la tabla resumen de los cleavages propuesta más arriba. Para
cada uno de los cleavages, elige un partido de la columna de los ejemplos.
– Paso 1. Entra en su página web y analiza su programa intentando identi-
ficar contenidos referidos al cleavage que representa
– Paso 2. En el análisis de los partidos que han nacido de los cleavages tra-
dicionales (los propuestos por Rokkan), comprueba en qué medida se ha
intentado dar respuesta a los nuevos cleavages sociales.
•  Actitudes antipartidistas. En la recta final de la campaña electoral de las
elecciones municipales y autonómicas del 22 de mayo del 2011 surgió un
nuevo actor, el Movimiento 15M. El domingo previo al de la jornada elec-
toral, miles de ciudadanos se manifestaron en unas cincuenta ciudades de
toda la geografía española bajo el lema ¡Democracia real YA! ¡No somos mer-
cancía en manos de políticos y banqueros! Un elemento central en el discurso
del 15M fue la crítica al sistema electoral, al bipartidismo y a los partidos
tradicionales.
En Julio del 2011 la Fundación Alternativas publicó un “Especial 15M” con
dos estudios referidos a este movimiento (www.falternativas.org/laborato-
rio/libros–e–informes/zoom–politico/especial–15–m). Uno sobre el perfil
de los participantes en el movimiento y sus principales reivindicaciones y
otro sobre las consecuencias electorales del movimiento.
Utilizando este documento y otra información que puedas recopilar en
prensa y en la red, reflexiona sobre qué tipo de actitudes antipartidistas
están presentes en el movimiento y cuáles son las consecuencias sobre el
sistema político. Además intenta argumentar si nos encontramos ante un
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nuevo cleavage social y a qué tipo de partidos estaría dando lugar.

Recursos online

www.ipu.org
www.idea.int
www.mir.es
www.congreso.es
www.cis.es
www.senado.es
www.freedomhouse.org

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©  Editorial UOC 183 Partidos y sistemas de partidos

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©  Editorial UOC 185 Elecciones y representación: parlamentos y gobiernos

Capítulo VII
Elecciones y representación: parlamentos y gobiernos

Objetivos

El tema “Elecciones y Representación: parlamentos y gobiernos” tie-


ne como objetivo proporcionar al alumnado un conocimiento básico y
estricto sobre cómo se forman los Estados representativos. Para su com-
prensión es necesario estudiar tanto los sistemas electorales y el papel de
las elecciones como las instituciones de representación de intereses de la
ciudadanía, Parlamentos y gobiernos, junto con la Administración Pú-
blica. Asimismo, se trata de que a través de las lecturas y la comprensión
de los contenidos fundamentales de este tema, las alumnas y los alum-
nos desarrollen su capacidad de análisis crítico, pudiendo conocer cuál es
el papel del Parlamento, del gobierno y de la Administración Pública en el
análisis de la realidad política. Este capítulo, además, tiene un objetivo
indirecto: a través de la utilización como ejemplo del caso español se trata
de que el alumnado conozca cómo funciona la representación en España.

Metodología
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Esta materia consta de tres tipos de clases: expositivas, interactivas o


seminario y tutorías. Las clases teóricas se desarrollarán siguiendo las lí-
neas del contenido que se detallan abajo. Antes del comienzo del tema se
deberá realizar la lectura obligatoria correspondiente a esta unidad:

•  Wills Otero, L. y Pérez-Liñán, A., 2005. “La evolución de los sistemas elec-
torales en América 1900-2004.” Colección 16, 47-82.

Esta lectura constituirá el punto de arranque a partir del cual se proce-


derá a un desarrollo del tema. Se espera, por lo tanto, una participación
activa del alumnado en las clases.

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©  Editorial UOC 186 Ciencia política contemporánea

Las clases de seminarios consistirán, básicamente, en la realización de


las actividades correspondientes a este tema que figuran al final de la uni-
dad. En las tutorías se llevará a cabo un seguimiento de los avances y
resultados del trabajo individual del alumnado.

Competencias

•  Desarrollar un método de reflexión que ayude al alumnado a identificar


aspectos claves del proceso político.
•  Comprender conceptos y funciones de las instituciones representativas
de los Estados democráticos.
•  Conocer los elementos que configuran el sistema electoral y sus efectos.
•  Apreciar el vínculo entre sistema electoral, poder legislativo y poder
ejecutivo.
•  Adquirir conocimiento acerca de los órganos que componen la estruc-
tura interna del ejecutivo y el legislativo para comprender el funciona-
miento de la realidad política.

Contenidos básicos del capítulo

•  Introducción
•  Sistemas electorales y elecciones
•  El poder legislativo: parlamentos
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•  El poder ejecutivo: gobiernos y administraciones públicas


•  Líneas actuales y futuras de debate.

Introducción

En la vida democrática de un país, las elecciones proporcionan la oportu-


nidad de participación de la ciudadanía en el sistema político, canalizando, de
manera pacífica, el conflicto y la competencia política. Suponen una oportuni-
dad para reflejar la opinión pública de manera libre, en un momento concreto
y determinado y, sin duda, son el instrumento principal de representación y
control de los ciudadanos sobre las acciones de los gobernantes.

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©  Editorial UOC 187 Elecciones y representación: parlamentos y gobiernos

El nivel de participación es importante para medir el equilibrio democrático


del sistema político, por eso, las elecciones deben ser competitivas, de tal forma
que el gobierno representante sea reconocido como legítimo y democrático. El
elector se convierte así en la unidad básica del propio sistema político. Sus ca-
racterísticas y las normas que rigen su participación en las elecciones son dos de
los elementos fundamentales en virtud de los cuales se desarrolla el proceso de
representación política. No solo son determinantes las condiciones bajo las que
unas elecciones se tienen que celebrar, el sistema electoral impone las reglas de
elección formales de representantes. Del mismo modo, juega un papel decisivo
en las atribuciones y funciones del Parlamento dentro del sistema político, y
por extensión, en la formación, solidez y rendimiento de los gobiernos. Así, los
conceptos de representación, gobierno, participación y legitimidad están ínti-
mamente unidos a la noción de elecciones (Nohlen, 1981; 1994).
El sistema político de un país queda legitimado, por tanto, a través de la cele-
bración de elecciones competitivas. Sabiendo que las instituciones representativas
más importantes de un sistema democrático son el Gobierno y el Parlamento, in-
teresa destacar que las relaciones que se establecen entre el ejecutivo y el legislativo
vienen determinadas por el tipo de sistema político del país en cuestión. Así, en
los sistemas presidencialistas, existe división de poderes: el ejecutivo representado
por el presidente se somete al control del legislativo –formado por dos cámaras que
se controlan mutuamente– y del poder judicial –atribución constitucional–. Por lo
que respecta a los sistemas parlamentarios, existe interacción entre el ejecutivo y
el legislativo, de esta forma el nombramiento del Presidente del Gobierno se rea-
liza a través de la votación llevada a cabo en el Congreso, además también tiene
la función de control, a lo largo de la legislatura, al Gobierno. Y, por último, en
los denominados sistemas mixtos (Francia, Finlandia o Portugal) se ha procedido
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a una combinación de elementos presidenciales y parlamentarios; de este modo,


el poder ejecutivo cuenta con un Jefe de Estado o Presidente elegido por voluntad
popular, independiente del Parlamento y que debe consensuar con su gobierno
las decisiones, y un Jefe de Gobierno elegido por mayoría parlamentaria, que de-
pende del Parlamento tanto para tener su voto de confianza como para su censura.
Aún así, no se puede obviar que siendo esto cierto, en muchos países se han
realizado innovaciones institucionales. Por ejemplo, el presidencialismo latino-
americano se caracteriza por la variabilidad en los tipos de regímenes y formas
de gobierno, diferentes dimensiones de democracia y determinadas alternativas
de pluralismo que debido a su diversidad no encajan en la tipología “parlamen-
tarismo versus presidencialismo” (Lanzaro, 2001).

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©  Editorial UOC 188 Ciencia política contemporánea

Las instituciones gubernamentales representativas determinan tanto la le-


gislación como las políticas públicas con la intención de lograr los objetivos de
demandas de la ciudadanía y garantizar en definitiva el estado de derecho.

Sistemas electorales y elecciones

Los sistemas electorales

El sistema electoral establece las reglas con las que cuenta un país para la de-
signación de representantes políticos. Puede definirse como la relación entre los
diversos mecanismos que conforman las preferencias de los electores en votos y
que asignan escaños o cargos representativos en función de los votos que consi-
guen los partidos políticos en competición (Nohlen, 1981). Esto es, los sistemas
electorales indican cómo se convierten los votos en escaños.
Debido a la existencia de partidos políticos, los sistemas electorales estimulan
la vida política de los países. Se puede hablar de una influencia directa (un sis-
tema electoral impulsa una organización de partidos) y una indirecta (la organi-
zación de partidos promovida por el sistema electoral implica una determinada
forma de vida política; Duverger, 1992: 38). El sistema electoral condiciona el
número de partidos al igual que la continuidad de los gobiernos, en definitiva,
no es posible entender el sistema electoral de un país al margen del sistema po-
lítico del que forma parte (Butler, 1984).

Tipos de sistemas electorales


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Los sistemas electorales se pueden catalogar en dos tipos específicos: el mayo-


ritario y el sistema de representación proporcional (Nohlen, 1998). La existencia
de uno u otro depende de las circunstancias históricas que rodean un sistema
político determinado y de la concepción que subyace de la democracia y de los
intereses partidistas según la correlación de fuerzas existente.

1. Sistema mayoritario: favorece a la fuerza política que cuenta con el mayor


respaldo de la ciudadanía, así los votos de algunos sectores de la población
no se verán representados, con la consiguiente carencia de representativi-
dad. Además este sistema restringe y limita el surgimiento y competición

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©  Editorial UOC 189 Elecciones y representación: parlamentos y gobiernos

de partidos. Ejemplos de sistemas mayoritarios son Estados Unidos, Ingla-


terra y Gales o Canadá.
2.  Sistema proporcional: permite una mayor equidad y pluralismo. La propor-
ción de escaños es similar a la proporción de votos. Así, las diferentes prefe-
rencias de la sociedad se pueden ver representadas, debido a la existencia, en
competición, de un mayor número de partidos. Ejemplos de sistemas pro-
porcionales son Italia, todos los de América Latina, Islandia, España o Grecia.

Elementos del sistema electoral

Según Lijphart (1995: 29), las propiedades fundamentales de los sistemas


electorales son la magnitud de la circunscripción, la fórmula electoral y el um-
bral electoral. Estos tres elementos, junto al tamaño del cuerpo representativo,
tienen consecuencias importantes, desde “las propiedades fundamentales hasta
para los sistemas de partido”.
A continuación describimos algunos de los elementos más importantes del
sistema electoral.

1. Circunscripción electoral: conjunto de electores pertenecientes a una uni-


dad territorial, a partir de cuyos votos se procede a la distribución de los
escaños. Lo habitual es la división del territorio estatal en diferentes dis-
tritos electorales, asignando a cada uno un número de escaños. El distrito
único es propio de aquellos países en donde se considera a todo el territo-
rio del Estado como circunscripción única (Israel, Holanda o en las elec-
ciones al Parlamento Europeo). El número de escaños correspondiente a
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cada circunscripción se determina en función de la cantidad de población


perteneciente a la misma y según el principio de proporcionalidad.
En la delimitación territorial de los distritos se tiene en cuenta tanto la
distribución del número global de representantes elegibles como la varia-
ción existente en el tamaño de la población del distrito. Así, atendiendo
al tamaño de la circunscripción, éstas se pueden clasificar en uninomina-
les –eligen un diputado– y plurinominales –eligen dos o más diputados.
El sistema electoral español (art. 68 de la Constitución) establece como
circunscripción electoral la provincia. A cada provincia le corresponden
como mínimo dos escaños, salvo a Ceuta y Melilla, que se les asignan
uno. En el caso de las elecciones generales, el sistema de reparto se reali-

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©  Editorial UOC 190 Ciencia política contemporánea

za siguiendo este procedimiento: la Cámara está formada por trescientos


cincuenta diputados. Cada provincia tiene asignados dos escaños, de este
modo, el número total de electores de una provincia se dividirá entre los
doscientos cuarenta y ocho escaños restantes, siendo el resultado, en nú-
meros enteros, el número de escaños que le corresponden. Los escaños so-
brantes se adjudican a las fracciones decimales más altas de los cocientes
anteriores. El establecimiento de un número de escaños iniciales a cada
provincia no está garantizando la igualdad de sufragio, es decir, cada voto
debiera valer lo mismo y con este sistema de reparto se puede estar fa-
voreciendo a algunas provincias, sobre todo a las de menos población.
Como ejemplo, Madrid se le asigna un escaño por cada 150.000 habitan-
tes, en el caso de Soria un escaño por cada 31.000 habitantes. En al menos
treinta provincias se eligen de tres a seis diputados, lo que repercute en
una falta de proporcionalidad entre el número de votos y el de escaños.
De este modo, la magnitud del distrito es el factor más importante para
determinar la proporcionalidad de un sistema, así cuanto más grande sea
la circunscripción más se aproximará el resultado a la proporcionalidad.
2.  La fórmula electoral: es el sistema de cálculo que permite transformar los
votos en escaños. Ha sido el factor fundamental a la hora de considerar
los diferentes sistemas electorales en mayoritarios y proporcionales. Así, se
puede hablar de fórmulas de tipo mayoritario según las cuales se asignan
el escaño o escaños a las candidaturas que hayan obtenido mayor número
de votos. Son utilizadas fundamentalmente en el mundo anglosajón. Las
fórmulas proporcionales o distributivas se reparten los escaños entre las
candidaturas según los votos obtenidos.
En España se utiliza la fórmula proporcional denominada de la media
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más elevada, en su variante D’Hont, que consiste en dividir el número de


votos que ha obtenido cada candidatura por una serie de números (1, 2,3…)
hasta alcanzar la cifra de total de escaños asignados a la circunscripción.
Los cocientes resultantes de las divisiones efectuadas se ordenan de mayor
a menor en en una serie que ha de comprender tantos cocientes como es-
caños en disputa. Se atribuyen los escaños a los partidos que presentan los
mayores cocientes de la lista. Está fórmula suele favorecer a los partidos
con mayor número de votos y perjudica a los minoritarios.
3.  Umbral electoral: se refiere a la cantidad mínima de votos que un partido
necesita para tener derecho a que se le aplique la fórmula electoral y pueda
tener acceso al reparto de escaños. La barrera establecida habitualmente

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©  Editorial UOC 191 Elecciones y representación: parlamentos y gobiernos

es un porcentaje en torno al tres o por ciento sobre los votos emitidos. En


España, el umbral electoral, en las elecciones al Congreso de los Diputa-
dos, está situado en el 3% de los votos válidos emitidos en la circunscrip-
ción provincial. Hay que distinguir entre barrera legal y barrera efectiva.
Esta última se refiere al porcentaje de votos mínimo necesario para que un
partido consiga un primer escaño. Así cuanto menor sea la magnitud del
distrito más alta la barrera efectiva y cuanto mayor sea, menos rigurosa
será la barrera efectiva. El objetivo es evitar el fraccionamiento en la com-
posición del órgano colegiado que se somete a elección.
4.  Forma de la candidatura: la candidatura puede ser unipersonal –asociada
a fórmulas mayoritarias–, en la que aparece solo un candidato, o de lista
–varios candidatos asociados a unas listas de partido–. Los tipos de listas
más frecuentes son:
– Listas cerradas y bloqueadas: el elector vota a una lista de candidatos pre-
sentada por un partido sin opción de poder alterar el orden de los mis-
mos. La atribución de escaños obtenida por un partido se hace siguiendo
el orden establecido por la lista. Son las típicas de Alemania, Noruega,
México, Argentina, Portugal y España –en elecciones municipales, auto-
nómicas, al Congreso de los Diputados y europeas–.
– Listas cerradas y no bloqueadas: están más asociadas a los sistemas pro-
porcionales. El elector vota en función a una lista en la que puede modi-
ficar a su conveniencia el orden preestablecido por el partido. Los países
que hacen uso de ellas son: Dinamarca, Holanda, Bélgica, Suecia, Fin-
landia y Austria.
– Listas abiertas: se identifican con sistemas mayoritarios. Permiten al elec-
tor escoger candidatos de diferentes partidos y establecer su orden de pre-
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ferencia entre ellos. Son utilizadas en Suiza, en el Senado español, etcétera.

Elecciones

Un importante complejo de normas garantiza que el proceso político electo-


ral cumpla las funciones y se desarrolle dentro de la legalidad. En virtud de ellas,
las elecciones se desarrollarán conforme a una sucesión de etapas en las que se
sistematiza la intervención de todos los actores políticos implicados.
Las elecciones son el momento central de la vida política de un país demo-
crático, pero también en los regímenes no democráticos se recurre al sufragio.

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©  Editorial UOC 192 Ciencia política contemporánea

Así se diferencia entre elecciones competitivas y no competitivas. Toda elección


competitiva tiene que cumplir las siguientes condiciones:

•  Sufragio universal: es el derecho de voto del conjunto de la ciudadanía con


mayoría de edad sin ninguna limitación de tipo discriminatoria, salvo las
obligaciones legales imprescindibles.
•  Sufragio igual: el voto de todos los electores posee el mismo valor (“una
persona un voto”).
•  Sufragio directo: el voto debe ser realizado por cada ciudadano de forma
directa.
•  Sufragio secreto: la decisión de voto del elector es libre y debe ser garantiza-
da la privacidad.
•  Sufragio libre o elecciones libres: para que una elección sea considerada libre,
se deben cumplir los siguientes principios:
– Garantías jurídicas para el ejercicio de derechos y libertades públicas (de
expresión, ideológica o de pensamiento)
– Libertad del elector, tanto en lo que se refiere a su capacidad de decisión
electoral como a la posibilidad de tomar su decisión de voto sin presión ex-
terior alguna o la garantía de que no habrá manipulación del voto emitido.
– Pluralismo político. Esto significa la existencia de una pluralidad de can-
didaturas compitiendo en condiciones de igualdad
– Celebración de elecciones de manera periódica.

Existen países que pueden tener procesos electorales y no ser democráticos,


la posibilidad de elegir se restringe a unas condiciones determinadas por la au-
toridad competente. Por tanto, se podría definir la elección no competitiva como
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aquella en donde los electores, en su mayoría, no tienen libertad de elección


ante la propuesta de candidaturas impuestas por el poder establecido.

Funciones de las elecciones

Torrens (1996, 341-344) elabora la siguiente clasificación de funciones que


pueden tener unas elecciones democráticas:

1. Generar participación: los ciudadanos de las democracias no son meros


receptores de las decisiones y políticas del Estado, sino que además poseen

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©  Editorial UOC 193 Elecciones y representación: parlamentos y gobiernos

la capacidad de intervenir en esos pronunciamientos y acciones a través


de la participación electoral. Ejercer el derecho al voto significa transmitir
las preferencias del electorado por un partido, un programa y unas élites
políticas determinadas.
No de menor importancia es la otra cara de la participación electoral,
la abstención. Es un fenómeno relevante para explicar el comportamiento
electoral. Concretamente, en España existe una tendencia general de ma-
yor abstención en elecciones locales, autonómicas y europeas que en elec-
ciones generales o legislativas. Esto se debe a que los ciudadanos otorgan
mayor trascendencia a la política nacional.
2.  Producir representación: dependiendo de si los representantes están en
instituciones a nivel europeo, nacional, regional, autonómico o local, la
demanda ciudadana a la que deben responder es diferente. Los represen-
tantes son reclutados por los partidos políticos y esto significa que cada
representante desempeñará su rol en función de la ideología del partido y
del nivel gubernamental correspondiente.
En las democracias actuales, la representación es imprescindible debido
al tamaño de las sociedades organizadas bajo el mismo sistema democrá-
tico. Es del todo inviable la posibilidad de que el grueso de la ciudadanía
pueda participar en la toma de decisión política. Las elecciones juegan un
papel fundamental en el proceso de selección y renovación de las élites
políticas.
3.  Proporcionar gobierno: las elecciones posibilitan la consolidación del eje-
cutivo pero no lo determinan de forma absoluta. Esto está circunscrito a
la mediación de los partidos como actores políticos. Los partidos gestio-
nan la puesta en marcha de políticas públicas mediante la designación de
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titulares de poder, con capacidad y cualidad de formalizarlas, intentando,


de esta forma, satisfacer la confianza puesta por los votantes en su calidad
como representantes. Sin embargo, a lo largo de una legislatura, puede
surgir entre el electorado tanto la insatisfacción por la gestión de las polí-
ticas, como la limitación de su posibilidad de expresar con una mayor in-
fluencia sus demandas sociales. Esto último se debe, fundamentalmente,
a que cada vez son más los actores políticos que se sitúan entre el Estado y
los ciudadanos y que ejercen una influencia notable en el proceso de toma
de decisiones.
4.  Ofrecer legitimación: con unas elecciones se legitima, en primer lugar,
al sistema político propio de la comunidad política; en segundo lugar, a

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los distintos partidos como defensores de unos intereses determinados; y


por último, el nombramiento de un gobierno. La legitimación también
surgirá de la eficacia de la administración pública en la resolución de las
demandas sociales.

Fases de proceso electoral

Las principales fases del proceso electoral son:

•  La convocatoria electoral: es la determinación de la fecha prevista para la


votación. Los diferentes sistemas electorales de los países establecen la pe-
riodicidad de la convocatoria (de dos a siete años) aunque es posible no
concluir los períodos establecidos y convocar elecciones anticipadas de-
pendiendo de las circunstancias. Se puede realizar en días laborables o en
domingo y también se pueden celebrar de forma simultánea elecciones
diferentes (en España, autonómicas y locales).
•  El electorado activo: para ejercer el derecho al voto es imprescindible estar
inscrito en el censo electoral, que incluye a aquellos ciudadanos con dere-
cho a voto que residen en un determinado ámbito territorial. A través de él,
queda acreditado que el sujeto reúne los requisitos legales y evita que una
persona pueda ejercer el voto más de una vez. El registro electoral es váli-
do para todas las consultas que se celebren. En la mayoría de los países, la
inscripción en el censo se produce de modo automático, a cargo del Estado
y es permanente. Tanto la preparación del censo como su mantenimiento
repercutirá en la calidad democrática de los procesos electorales.
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•  La presentación de candidaturas: existen algunas condiciones que limitan


el acceso a aquellas personas que desempeñan cargos en el ejército, en la
judicatura o en otra cámara de representantes, de este modo, se garantiza
la independencia y dedicación al cargo.
La presentación de candidaturas es realizada fundamentalmente por los
partidos políticos debido, por un lado, a su condición de actores princi-
pales en los procesos electorales y, por otro, a su capacidad organizativa
y económica. También lo hacen coaliciones de partidos o agrupaciones
de electores. Estas últimas deben ir acompañadas de un número mínimo
de firmas legalmente exigidas para poder participar (el uno por ciento de
censo de la correspondiente circunscripción).

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En España, las candidaturas para el Congreso se realizan a través de lis-


tas cerradas y bloqueadas, aparecen el mismo número de candidatos como
escaños se repartan en esa circunscripción y pueden aparecer hasta diez
personas suplentes. En el caso del Senado se presentan en listas abiertas, de
tal forma que cada candidatura puede ofrecer hasta cuatro candidatos, ya
que es el número máximo que se elige en cada circunscripción, salvo en las
islas y en Ceuta y Melilla, los electores solo pueden votar por tres candida-
tos de este modo se suelen presentar tres posibles elegibles.
•  La campaña electoral: es el fenómeno más llamativo de todo el proceso elec-
toral. Supone la movilización de un gran número de personas y recursos.
La regulación de la campaña debe garantizar la libertad de expresión, infor-
mación y reunión, la igualdad entre los contendientes y la imparcialidad
de los poderes públicos.
La duración de las campañas es muy variable, así, el período oficial en
España es de dos semanas. Las actividades de propaganda se suspenden el
día previo a la votación, conocido como jornada de reflexión.
•  El escrutinio y el nombramiento de los candidatos elegidos: cada circunscrip-
ción se distribuye por distritos y en cada uno de ellos se sitúan mesas elec-
torales. En cada mesa electoral se procede al voto y a su escrutinio. Cuan-
do el electorado no puede asistir el día de la votación tiene las siguientes
opciones para ejercer su derecho: el voto por correo; voto por correo para
personas enfermas o discapacitadas, hospitalizadas, personal embarcado o
personal de las fuerzas armadas en misiones; el voto CERA (Censo Electoral
de Residentes Ausentes); voto accesible (facilita a las personas con discapa-
cidad visual su derecho a ejercer el voto).
Según la LOREG 5/1985, en cada mesa electoral se levanta un acta, in-
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cluyendo el cómputo de los votos válidos, los votos en blanco (el votante
no se inclina por ninguna de las opciones de las que dispone para votar), y
los nulos (no se ajustan a ninguna de las otras dos opciones que se pueden
expresar). Una vez terminado y realizado el recuento de votos se procede
a la colocación de un acta con los resultados en el exterior del local. Una
copia de la misma se le entregará al representante de la Administración
para que informe de manera provisional al Gobierno. La documentación
de cada mesa será llevada al Juez de Primera Instancia que una vez recibida
la de todas las mesas y dentro de las diez horas siguientes a la recepción
de la última documentación, procede a su entrega en la sede de la Junta
Electoral. El escrutinio general se realiza en los tres días siguientes al día

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de celebración de las elecciones por la Junta Electoral que corresponda. A


partir del escrutinio general se hacen oficiales los resultados electorales.
Ante la posibilidad de que surjan reclamaciones, se abre un plazo y tras
la conclusión del mismo se procede, ya definitivamente, a la publicación
oficial de los resultados electorales.
Así pues, la administración electoral es la autoridad pública encargada
de ordenar y supervisar el desarrollo del proceso electoral. De su actuación
depende que las elecciones puedan ser juzgadas como libres y competitivas
y aceptadas como fuente legítima de poder.
Si se celebran elecciones conjuntas, el orden de recuento de votos en
cada mesa electoral es primero el Parlamento Europeo, segundo, el Congre-
so de los Diputados, tercero, el Senado, cuarto, las Entidades Locales, quin-
to la Asamblea Legislativa de las comunidades autónomas y por último, los
Consejos y Cabildos Insulares.
La proclamación de los candidatos electos es realizada por la Junta Elec-
toral correspondiente

El poder legislativo: parlamentos

La mayoría de los países han configurado sus democracias en torno a dos ti-
pos de sistemas políticos, de un lado, el presidencialista más propio de los países
americanos y de otro el parlamentario, extendido sobre todo en los países euro-
peos. Esto determinará la forma de enfrentarse a las funciones que desempeñan
el poder legislativo y el ejecutivo. No hay que olvidar que tanto los partidos
políticos como el sistema electoral son elementos configuradores de la relación
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entre el Gobierno y el Parlamento.


El papel del legislativo puede ser clasificado en cuatro categorías:

1.  Representación.
2.  Legislación.
3.  Control del ejecutivo.
4.  Legitimación.

Las diferencias entre los legislativos se miden en función del grado de énfasis
en los cuatro roles expuestos.

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1. Representación: una de las tareas fundamentales de los Parlamentos es


facilitar el vínculo de los ciudadanos con el gobierno en cualquier siste-
ma político. El legislador o legisladora perteneciente a un partido político
en calidad de representante, debe garantizar los intereses o demandas del
electorado al que representa en los procesos de formulación de políticas.
El Parlamento es un foro público en el que los representantes debaten
cumpliendo con su responsabilidad de proponer, gestionar y en defini-
tiva, convenir las expectativas provenientes de los distintos grupos a los
que representan, decidiendo en definitiva por la ciudadanía (Cotta, 1985).
2.  Legislación: es competencia primordial del Parlamento la función legisla-
tiva, toda ley aprobada ha de ser puesta en práctica por el poder ejecuti-
vo. Debido a la variabilidad de formas de gobierno existentes, en algunos
casos también el ejecutivo tiene potestad legislativa, por ejemplo en lo
que se refiere a los Presupuestos generales del Estado. En el caso español,
la iniciativa legislativa proviene del gobierno (proyecto de ley), de los Di-
putados, del Senado, de las Comunidades o Ciudades autónomas o de
más de 500.000 ciudadanos (proposiciones de ley). Salvo los proyectos del
gobierno y las proposiciones de ley recibidas del Senado, el resto pasan
un trámite que consiste en un debate y votación sobre su oportunidad y
principios antes de ser tomadas en consideración.
3.  Control político: el parlamento es el órgano encargado de la supervisión
de la acción del gobierno. Durante toda la legislatura el gobierno ha de
rendir cuentas de su gestión. Es el encargado tanto de la investidura del
Presidente de Gobierno como de su destitución.
En los diferentes países, la normativa institucional establece sistemas
de control diferentes, aunque, en la gran mayoría convergen los siguien-
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tes: aprobación para convocar referéndum, declaración de Estado de sitio,


proyectos de ley de iniciativa gubernamental o proposiciones no de ley;
también entre los mecanismos de control se pueden destacar las pregun-
tas parlamentarias, las interpelaciones o las comparecencias. Estas últimas
son planteadas a los miembros de los gabinetes, al Presidente del Gobier-
no o al Primer Ministro con cierta periodicidad. Las preguntas se efectúan
en relación a cualquier acción del gobierno, pueden ser formuladas y res-
pondidas en sesión plenaria, en las comisiones o por escrito. Las interpe-
laciones se presentan con el objetivo de obtener información acerca de
la gestión del ejecutivo (gobierno o ministerios) en asuntos de política
general. Otra forma de control parlamentario son las comparecencias en

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las que un miembro del Gobierno, autoridades o funcionarios públicos


acuden ante el pleno o ante una comisión para informar en profundidad
sobre un tema.
La moción de censura y la cuestión de confianza son mecanismos con
los que cuenta la Cámara en los sistemas parlamentarios como España.
Según nuestra normativa, la presentación de una moción de censura in-
cluye la propuesta de un candidato a la Presidencia del Gobierno y debe
ser presentada al menos por la décima parte de los Diputados. Para su
aprobación se requiere el voto de la mayoría absoluta. Si prospera se pro-
cede a la elección de un nuevo gobierno. Solo el presidente del gobierno
puede presentar una cuestión de confianza con la intención de acreditar
si sigue teniendo el apoyo del Parlamento, lo que, en definitiva, significa
renovar esa confianza. El contenido se refiere bien a cuestiones del progra-
ma político bien a una declaración de política general. Necesita de la ma-
yoría simple para que se le conceda la confianza porque, de lo contrario,
el gobierno tiene que presentar su dimisión, abriéndose el procedimiento
de investidura.
4.  Legitimación: el Parlamento en los regímenes parlamentarios tiene legiti-
midad democrática directa, el gobierno depende de él para su legitimidad,
sin embargo, en los presidencialistas tanto el ejecutivo como el legislativo
cuentan con legitimidad democrática directa. La capacidad para movilizar
el apoyo público para el gobierno en su conjunto es un aspecto impor-
tante del rendimiento del legislador. El Parlamento legitima los acuerdos
cuando se convierten en leyes.

Otra función de los Parlamentos es la designación de altos cargos institu-


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cionales. Pueden ser de órganos políticos, judiciales y administrativos como el


Tribunal Constitucional, Defensor del pueblo o el Tribunal de Cuentas.

Estructura organizacional

Parlamentos monocamerales o bicamerales

Una de las variaciones más obvias que se produce en la estructura general


que existe entre los distintos órganos legislativos es el número de cámaras de
que disponen. Así, pueden ser unicamerales (una sola cámara) o bicamerales.

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La mayoría de los sistemas con mayor tradición liberal-democrática han prefe-


rido los parlamentos bicamerales: Cámara baja (Congreso de los Diputados en
España o Argentina, Cámara de los Comunes en el Reino Unido, el Bundestag en
Alemania), y Cámara alta (Senado en España o Argentina, Cámara de los Lores
en el Reino Unido, Bundesrat en Alemania).
Como señala Vallés (2003: 211) en aquellos países que recogen en sus consti-
tuciones la existencia de dos cámaras se les atribuyen también sus competencias
y atiende a dos razones. La primera razón es que la segunda cámara o cámara
alta se configura en calidad de ejercer con moderación las decisiones de la pri-
mera. Los miembros se seleccionan, dependiendo de los países en virtud a su
mayor edad, por nombramiento del jefe del Estado, por herencia o por sufragio
indirecto. La segunda razón de la existencia es por la estructura federal o descen-
tralizada del estado de tal forma que los Estados o comunidades más fuertes no
puedan imponerse a los de menor entidad.
Los tipos de bicameralismo según Lijphart (2000) se pueden distinguir a tra-
vés de dos conceptos dicotómicos, a saber: simétricos o asimétricos y congruen-
tes o incongruentes. Así, en los sistemas bicamerales, ambas cámaras pueden
estar dotadas de las mismas competencias, de este modo se estaría hablando de
la existencia de bicameralismo simétrico. Ahora bien, si existe desigualdad de
poder entre las cámaras, denotaría la presencia de un bicameralismo asimétrico.
Si las fórmulas de elección para ambas cámaras es equivalente y la base de repre-
sentación es la misma, se diría que es un bicameralismo congruente, de lo con-
trario, es decir, la existencia de fórmula diferente para la elección en la cámara
alta y la cámara baja y la base de representación es diferente (territorio para una
y ciudadanos para otra) estaríamos ante un bicameralismo incongruente.
De acuerdo con esta distinción, podemos clasificar el caso español como asi-
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métrico e incongruente.

Organización interna de los parlamentos

Cuando examinamos la estructura interna del Parlamento podemos, siguien-


do a Damgaar (1992), considerar los cuatro aspectos que según el autor caracte-
rizan a los de las sociedades democráticas. El primero se refiere a si los miembros
de la Cámara están organizados en partidos políticos y concentrados en grupos
que son parte importante de la estructura parlamentaria. El segundo guarda re-
lación con la división del trabajo y la especialización dentro de la Cámara, así

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©  Editorial UOC 200 Ciencia política contemporánea

como con la plasmación de ambas en un sistema de comisiones. En tercer lugar,


se trata de examinar los procedimientos y reglas para la elaboración de la legis-
lación y para la conducta de voto en el Parlamento. Y finalmente, es necesario
considerar los recursos de staff y los servicios técnicos a disposición de los dipu-
tados para su trabajo parlamentario. Siguiendo este esquema procederemos al
análisis de cómo se articula el Congreso y el Senado españoles.
Así, en lo referente al Congreso y según su reglamento:

•  El Pleno: el Congreso o Parlamento se reúne en períodos de dos sesiones,


una de febrero a junio y otra de setiembre a diciembre. Además de estas
convocatorias, el pleno se puede reunir a petición del Gobierno, de la Di-
putación Permanente o de la mayoría del Congreso.
•  Órganos de Dirección y Administración del Congreso: su cometido es diri-
gir las funciones del Congreso:
– Presidencia del Congreso: órgano unipersonal que se elige al comienzo
de la legislatura por la cámara. Sus funciones son convocar y presidir los
plenos, elaborar el orden del día con la colaboración de la junta de porta-
voces, dirigir los debates y hacer cumplir el Reglamento.
– Mesa del Congreso: órgano de representación colegiada encargada de
organizar el trabajo parlamentario y el gobierno interior del Congreso.
Se compone de Presidente, cuatro Vicepresidentes y cuatro Secretarios
elegidos por la Cámara.
– Junta de Portavoces: órgano en el que participan los grupos parlamenta-
rios para ordenar el trabajo de la Cámara. Está formado por el Presidente
de la Cámara y los Portavoces de los grupos parlamentarios. Sus funcio-
nes son fijar el orden del día de los plenos, deben ser consultados para
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la creación de determinadas comisiones al igual que para determinar el


número de personas que las integran.
•  Órganos de Trabajo del Congreso: elaboran y resuelven la función legisla-
tiva y la de control del gobierno.
– Comisiones: la forman un número proporcional de Diputados entre los
distintos grupos parlamentarios. Su función es preparar los temas que se
van a debatir en el pleno, además pueden, en algunos casos, sustituir al
pleno en algún asunto. Se subdividen en permanentes (aparecen citadas
en el Reglamento de la Cámara y pueden ser de carácter legislativo o no
legislativo) y no permanentes (se crean para tratar un asunto determina-
do y se disuelven a su finalización).

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– Las ponencias y subcomisiones: órganos de estudio y propuesta que se


constituyen en el seno de las comisiones con la intención de preparar
tareas de la comisión que necesitan más precisión y profesionalidad. Se
forman para cada tema concreto y están compuestas por diez miembros
representantes de los distintos grupos parlamentarios.
•  Grupos Parlamentarios: estructuras organizativas constituidas por repre-
sentantes de los partidos políticos. La estabilidad y el grado de institucio-
nalización de los partidos influye en la capacidad de actuación del Parla-
mento y de las diputadas y diputados. Teniendo en cuenta además que
como representantes legislativos establecen relaciones entre los distintos
partidos incidiendo en el rendimiento del Parlamento.

Por lo que respecta a la Cámara alta o Senado se puede describir el funciona-


miento de sus órganos rectores, según su reglamento:

•  Presidente: elegido por el voto favorable de la mayoría de los miembros de


la cámara. Entre sus funciones está dirigir y mantener el orden del debate,
aplicar medidas de disciplina parlamentaria e interpretar el Reglamento.
•  Mesa: es el órgano rector del Senado. Está formado por el Presidente, dos
Vicepresidentes y cuatro Secretarios. Entre sus funciones se encuentra exa-
minar los documentos de carácter parlamentario, declara su admisión o
no y decidir cómo se tramitan las diferentes iniciativas que se presentan.
Además programa las líneas de actuación de la Cámara, fija el calendario
de reuniones del Pleno y de las Comisiones para cada período de sesiones
y coordina los trabajos de los distintos órganos del Senado. Junto con el
Presidente y la Junta de Portavoces, la Mesa fija el orden del día de las se-
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siones plenarias; elabora el proyecto de Presupuestos del Senado, dirige su


ejecución y ordena los gastos.
•  Junta de Portavoces: está formada por el Presidente de la Cámara y por los
Portavoces de los Grupos parlamentarios. Se reúnen para tratar diversos
asuntos, a veces si son relativos a una Comunidad Autónoma pueden asis-
tir todos los representantes de los grupos territoriales de un mismo grupo
parlamentario. Sus consideraciones se tiene en cuenta a la hora de fijar el
orden del día de las sesiones plenarias o para determinar diversas inicia-
tivas. Además, bajo la autoridad del Presidente del Senado, pueden hacer
sugerencias y observaciones sobre cualquier aspecto relacionado con el
funcionamiento de la cámara.

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•  Diputación Permanente: el máximo representante es el Presidente del


Senado y la componen como mínimo veintiún miembros designados
por los grupos parlamentarios en proporción al número de integrantes.
Entre sus funciones está la petición de sesión extraordinaria del Pleno,
velar por los poderes de la cámara cuando no está reunida y ejercer sus
funciones en el período de disolución hasta la nueva constitución del
Senado.
•  Los órganos básicos de trabajo del Senado son las comisiones formadas
por un número proporcional al peso que cada grupo parlamentario tiene
en la cámara. Se componen de veintiséis miembros que eligen a su mesa,
formada por un presidente, dos vicepresidentes y dos secretarios. Las co-
misiones pueden nombrar ponencias, que las componen senadores de
distintos grupos parlamentarios para elaborar informes legislativos, de
estudio o de otra naturaleza, que sirvan de base al trabajo de la comisión.
Existes distintos tipos de comisiones: permanente, no permanente, de
investigación o mixtas de Congreso y Senado.

El poder ejecutivo: gobiernos y administraciones públicas

El Gobierno

El tipo de sistema político en los países democráticos determina la forma en


que se organizan las funciones ejecutivas. En los países de tradición presiden-
cialista, la función ejecutiva se concentra en un órgano o presidencia y se les
denomina ejecutivos monistas. En los países de tradición parlamentaria o semi-
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presidencialista, la función ejecutiva es realizada por el gobierno y la jefatura del


Estado y se les denomina ejecutivos duales: la jefatura del Estado y la jefatura del
gobierno están separadas (Vallés, 2003: 188-190).
En los ejecutivos monistas, la jefatura del estado y la del gobierno coinci-
den en una única figura –el Presidente de la República– que se elige mediante
sufragio universal directo. Para realizar sus tareas ejecutivas, nombra y delega
funciones a secretarios o ministros que serán responsables de las diferentes áreas
temáticas; aunque la responsabilidad ejecutiva máxima descansa en la presiden-
cia. Fue el sistema asumido inicialmente por muchos países de Latinoamérica y
en los Estados Unidos (íbid, 190).
Por su parte, los ejecutivos duales son característicos de la mayoría de los

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sistemas parlamentarios y semipresidencialistas. Existen dos instituciones dife-


renciadas: el Gobierno y la Jefatura del Estado.
El Gobierno es un órgano colegiado formado por el Presidente, el Primer
Ministro o Canciller y sus ministros. El presidente es elegido por la mayoría
parlamentaria y él a su vez designa y, si la ocasión lo requiere, cesa al gabinete
de ministros. Entre sus funciones está la de impulsar, coordinar y dirigir las
principales decisiones políticas, tiene que rendir cuentas al Parlamento y en
el momento en que este decida no apoyarle, el gobierno está obligado a aban-
donar sus funciones. Pero de todas las tareas del gobierno la más relevante es
la iniciativa para disolver la asamblea y convocar elecciones parlamentarias
(íbid. 188).
La estructura orgánica del gobierno varía en función de los países. Suelen es-
tar estructurados en comisiones delegadas que son órganos de pequeño tamaño
reunidos a fin de realizar trabajos específicos en los que puede estar implicado
más de un ministerio. Están compuestas por el presidente, vicepresidentes, Di-
rector del Gabinete de Presidencia del gobierno y Secretarios de Estado.
La Jefatura del Estado se caracteriza porque su función es protocolaria y en
ocasiones puede ejercer de mediador en situaciones de crisis. En las monar-
quías hereditarias, su puesto tiene carácter vitalicio y se transfiere por sucesión
dinástica en concordancia con la Constitución del país. En las Repúblicas, el
Jefe del Estado es elegido por un período variable. Se encarga de representar al
país tanto en el interior como en el exterior y sus decisiones siempre han de
ser refrendadas por otra autoridad, como puede ser el Presidente del Gobierno,
un ministro o el presidente de la asamblea (íbid 190). En los sistemas mixtos
o semipresidencialistas, el Jefe del Estado o Presidente es elegido directa o in-
directamente por el electorado, su voluntad no depende del Parlamento pero
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comparte el poder ejecutivo con un primer ministro, quien, junto con su gabi-
nete, sí dependen del apoyo mayoritario del Parlamento y el Jefe de Gobierno
requiere la aprobación de la mayoría del Parlamento (Sartori 1994: 148). Este
sistema se inició en Francia y ha sido elegido en otros países como Finlandia,
Portugal.

Funciones de los gobiernos

Como señala Montabes (2001, 182-185) se pueden considerar funciones rela-


tivas a la práctica totalidad de los gobiernos:

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©  Editorial UOC 204 Ciencia política contemporánea

1. La función de gobierno: que consiste en implantar las líneas de la política


general del Estado, en conformidad con el marco normativo del sistema, y
2.  La función ejecutiva o administrativa: el gobierno ejecutará las normas
aprobadas en la institución legislativa. En esta tarea estará respaldado por
la administración pública.

Para el caso concreto de España y siguiendo a este mismo autor el parlamen-


tarismo dominante le confiere al gobierno una serie de funciones que pasamos
a determinar:

1. La dirección de la política nacional y exterior en lo que se refiere a pro-


gramación política; presupuestos y planificación económica; iniciativa
legislativa; potestad normativa; ejercicio de las funciones arbitrales en re-
lación con otros órganos constitucionales (disolución de las Cortes, ejer-
cicio del derecho de gracia en relación al Poder Judicial, nombramiento
de parte de algunos órganos –Tribunal Constitucional–) y con respecto a
las comunidades autónomas; función de defensa; dirección de la política
exterior.
2.  La dirección de la administración del Estado: se refiere al papel estricto
del ejecutivo del gobierno. El Gobierno dispone de una administración
pública que implementa las políticas y a su vez, el Gobierno es organiza-
cionalmente la jerarquía de esa administración
3.  La dirección de la Administración militar para la defensa del Estado tanto
para el mantenimiento del orden público en el país como la defensa fren-
te a las agresiones exteriores. Así, cuenta con la dirección y mando sobre
las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado –Guardia Civil y Cuerpo
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Nacional de Policía– y sobre las Fuerzas Armadas. Además, tiene potestad


en cuanto a la declaración y el mantenimiento o cese de los Estados de
alarma, excepción y sitio.
4.  La función normativa y la potestad reglamentaria se refiere a la capacidad
del ejecutivo de aprobar normas de carácter jurídico. Desde decretos leyes
(normas emitidas por el ejecutivo y aprobadas por las Cortes Generales),
decretos legislativos (las Cortes Generales delegan en el gobierno la facul-
tad de elaborarlos debido a su complejidad o por su carácter técnico) y
reglamentos.

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©  Editorial UOC 205 Elecciones y representación: parlamentos y gobiernos

Administración Pública

Las decisiones del ejecutivo son implementadas por el cuerpo de técnicos


de la administración pública. Los niveles superiores son ocupados por cargos
de designación política y sus funciones no son en exclusiva la ejecución de las
políticas. Además, tienen control sobre la agenda política, es decir, seleccionan
asuntos que deben ser tomados en consideración en la esfera política. Aconsejan
a los políticos acerca de cuáles son las mejores alternativas a las medidas polí-
ticas que deben tomar, incluso pueden bloquearlas, y, debaten y negocian las
demandas que presentan los distintos grupos y colectivos sociales.
La administración siempre actúa en nombre de una autoridad y entre sus
cualidades está la de ser eficaz y eficiente. Prestar servicio público es su objetivo
y siempre bajo el supuesto legal. El sistema de control a la administración se
realiza a través de mecanismos internos y externos. Los controles internos son
la jerarquía y órganos especializados de control económico y de gestión. Los
controles externos son, a nivel político, el Parlamento, o a través de sus dos ins-
tituciones, el Tribunal de Cuentas y el Defensor del Pueblo. El control jurídico
lo realizan los tribunales de justicia y, en concreto, las instancias especializadas
en lo contencioso-administrativo (Ramió, 2001: 533-534).
En España existe una descentralización de competencias en distintos niveles
de la Administración Pública. Está configurada por la Administración General
del Estado, la administración de las comunidades autónomas y la administra-
ción local. Los modelos de interacciones que se establecen a nivel interguber-
namental y los roles que asumen se han visto, además, incrementados desde la
integración en la Unión Europea
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Líneas actuales y futuras de debate

El impacto que el sistema electoral tiene en las distintas instituciones de re-


presentación, pone en juego el principio de igualdad, pudiendo afectar tanto
al electorado, como a los partidos o candidatos susceptibles de ser elegidos en
la contienda electoral. Es bien sabida la interacción existente entre el tipo de
sistema electoral y las instituciones fundamentales del sistema político; de él
depende, entre otras, la estructura de los distintos órganos legislativos, la estruc-
tura de organización de las funciones ejecutivas o la forma del gobierno. Es por
ello que en los últimos tiempos se han incrementado las investigaciones que

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©  Editorial UOC 206 Ciencia política contemporánea

sugieren la evolución de los sistemas electorales hacia sistemas mixtos, como el


alemán. Tanto es así, que un número nada despreciable de democracias, entre
las que se encuentran Nueva Zelanda, Japón, Venezuela, Bolivia o México han
seguido sus pasos, reformando sus sistemas, con el objetivo de fortalecer los in-
tereses políticos de los electores, mejorando la proporción entre votos y escaños,
y estimulando la formación de coaliciones de gobierno. Como señalan Shugart
y Wattenberg (2001) este tipo de sistema combina lo mejor de los sistemas ma-
yoritario y proporcional.
El sistema mixto divide al país en circunscripciones mayoritarias y circuns-
cripciones proporcionales, de tal suerte que cada elector expresa su voluntad a
través de dos votos: uno, asignado a una candidatura individual correspondiente
a cada distrito electoral (sistema mayoritario); y otro, otorgado a la lista nacional
única cerrada y bloqueada propuesta por cada partido (sistema proporcional).
En definitiva, garantizaría un mayor margen de maniobrabilidad del candidato
en su función de representación de intereses de determinados grupos sociales, a
la vez que respondería a un mayor pluralismo político dentro de la asamblea. En
consecuencia, este sistema tiene la ventaja de conseguir una mayor proximidad
entre representantes y representados, facilitando así el rendimiento de cuentas.
De todas formas, y como han demostrado Calvo y Escolar (2003: 395), es ne-
cesario adaptar el sistema electoral mixto al contexto institucional y partidario
en el que se pretende implementar, puesto que su rendimiento depende de di-
chos contextos. De su investigación se deduce que “los sistemas electorales mix-
tos con ajuste de proporcionalidad se han proyectado como aquellos que son
capaces de garantizar simultáneamente la responsabilidad, visibilidad y control
individual de los candidatos (personalización) y la participación efectiva de las
minorías (proporcionalidad).”
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En España, el debate sobre la (presunta) falta de proporcionalidad de nuestro


sistema electoral en las elecciones al Congreso de los Diputados viene plan-
teando diversas opciones acerca de la posible reforma de la ley electoral. En la
actualidad, la correspondencia entre escaños y votos beneficia al partido que
más votos obtiene, el tamaño de la circunscripción perjudica a las provincias
más pobladas y, por último, el sistema atribuye un peso excesivo a los partidos
políticos en la configuración de la asamblea, debido al sistema de listas cerradas
y bloqueadas, lo que limita el margen de libertad de elección del ciudadano
(Rubio, et al. 2009).
La polémica llegó a su clímax durante la precampaña de las elecciones legisla-
tivas de 2011. Hasta ese momento, los dos partidos mayoritarios habían eludido

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©  Editorial UOC 207 Elecciones y representación: parlamentos y gobiernos

tomar en consideración tal asunto, pese a las demandas que se habían hecho de
reformar la Ley electoral, pero la emergencia del movimiento 15M y sus peti-
ciones expresas obligaron a los principales partidos a posicionarse. De un lado,
el PP (Partido Popular) propone, aunque no aparece en el programa electoral,
rebajar el número de diputados a trescientos; por otro, el PSOE (Partido Socialis-
ta Obrero Español) refleja de manera discreta en el programa seguir “el modelo
alemán” con listas desbloqueadas (Prieto, 2011).
Algunos trabajos académicos dan cuenta de lo que ocurriría en el sistema de
representación español si se aplicasen las propuestas anunciadas por los parti-
dos. Jesús Mario Bilbao (2006), en su trabajo Sistema electoral y alternancia en
España, elabora dos modelos de reforma electoral aplicados a los resultados de
las elecciones de 1993. El que aquí interesa se refiere a disminuir el número de
diputados en el Congreso a trescientos, modificando el artículo 162 de la Ley
Electoral, lo que reduciría la media de diputados por circunscripción. Esta refor-
ma “estabilizaría el bipartidismo”, es decir agravaría el problema de infrarepre-
sentación de los partidos minoritarios que aquí estamos considerando.
Por su parte, Victoriano Ramírez y su Grupo de Investigación en Métodos
Electorales presentan en 2009 Un Sistema Electoral ecuánime para el Congreso de
los Diputados, en el que hacen una doble propuesta, independiente una de la
otra. La primera se refiere al reparto proporcional de escaños a cada partido en
cada circunscripción; y la segunda analiza el desbloqueo de las listas electorales
(Ramírez et al., 2009: 3). Se basan en la doble proporcionalidad para las circuns-
cripciones (una asignación inicial, y después proporcional a la población) y para
los partidos (escaños en función de sus votos totales) (Ramírez et al., 2009: 2).
La aplicación de sus modelos supone el aumento de la Cámara de Diputados a
cuatrocientos, en línea con una recomendación anterior hecha por el Consejo
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de Estado. De esta manera, se conseguiría una mayor proporcionalidad entre


votos y escaños sin necesidad de poner en riesgo la gobernabilidad del sistema.

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©  Editorial UOC 208 Ciencia política contemporánea

Actividades propuestas para clases interactivas

Actividad 1.  Preguntas

Preguntas de repaso de conceptos y contenidos

•  Explica la interacción existente entre el legislativo y el ejecutivo de España


y de un país latinoamericano.
•  ¿Cuáles son las características de las elecciones competitivas?
•  ¿Cuáles son las funciones principales de un Parlamento? Elige una entre
las siguientes opciones
a) Representación, apoyo al ejecutivo y legitimación.
b) Representación, legislación, control del ejecutivo y legitimación.
c) Legislación, legitimación, nombramiento de candidatos y proporcionar
gobierno.
d) Representación, estabilidad gubernamental, control del ejecutivo y le-
gislación.
e) Ninguna de las anteriores opciones.
•  ¿Cuáles son los órganos de funcionamiento interno en el Parlamento? Eli-
ge una entre las siguientes opciones
a) Pleno, presidencia, mesa, junta de portavoces, comisiones, ponencias y
grupos parlamentarios.
b) Pleno, presidencia, mesa, comisiones, ponencias, subcomisiones y gru-
pos parlamentarios
c) Pleno, mesa, junta de portavoces y comisiones.
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d) Gabinetes, comisiones, pleno y junta de portavoces.


e) Ninguna de las anteriores opciones.
•  Señala las funciones más comunes a los gobiernos según Montabes.
•  ¿Cuál es la diferencia entre ejecutivos monistas y duales?
•  Explica cuál es el papel de la administración pública

Actividad 2.  Preguntas desarrollo de argumentos

•  Elige cinco países europeos y cinco latinoamericanos y describe en función


de la tipología de Lijphart los tipos de bicameralismo.

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©  Editorial UOC 209 Elecciones y representación: parlamentos y gobiernos

•  Confecciona un cuadro en donde aparezcan los elementos configuradores


del sistema electoral en España, Colombia, Costa Rica y Chile.
•  Elabora una tabla de las diferentes comisiones del Congreso y el Senado
españoles con sus equivalentes en un país de tu elección.
•  Compara las funciones del Jefe de Gobierno de dos países con régimen
presidencial y dos con régimen parlamentario.
•  En relación con las funciones atribuidas al Senado en España, ¿crees que
necesitaría ser reformado? Razona tu respuesta.

Actividad 3. Aplicación de conceptos teóricos a un caso


empírico

•  Elección de una elección:


Visita la web de Electoral Geography 2.0 para estar al tanto de las elec-
ciones que se celebran en el mundo y sus resultados. Hacer un análisis
y una evaluación de los países que han tenido elecciones en los últimos
meses. Describir su sistema político y los partidos que han ganado. Con-
textualizar las elecciones.
Para realizar el trabajo de reflexión es necesario en primer lugar hacer un
resumen en donde se relacionen los argumentos expuestos en al menos tres
artículos científicos. A continuación se hace una reflexión personal sobre las
lecturas y para finalizar, se plantea un tema y una pregunta para la discusión.
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Actividad 4.  La representación en el cine

El recuento, Jay Roach (2008).

Objetivos generales

•  Desarrollar un método de reflexión a través de que ayude al alumnado a


identificar aspectos claves de los sistemas electorales y las elecciones.
•  Convertir al alumnado en participante activo mediante su implicación en
la trama de la película y su análisis crítico.

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©  Editorial UOC 210 Ciencia política contemporánea

•  Analizar la realidad desde un escenario distinto a lo que se puede plantear


en una clase magistral o de pizarra: salida de los textos académicos.

Cuestiones

•  Expón aquellas ideas que consideras las más destacables de la película.


¿Qué ha sido lo que más te ha impactado?
•  Emplea el material audiovisual de la sesión para analizar lo que pasaría en
España si se impugnase el escrutinio en unas elecciones.
•  De acuerdo con la película, explica si el fraude en el recuento de votos ocu-
rrido en Florida tiene algún precedente en otro país o países.
•  Caracteriza a los personajes principales y contextualiza su papel en la vida
real política
•  Apoyándote como base en el material de este capítulo, haz una sinopsis de
la película argumentando teóricamente la misma.
•  ¿Cambiarías algo de la película? Imagina un final distinto para esta película.

Este tipo de actividad también puede llevar sea cabo con otros materiales
audiovisuales. Sugerencias:

•  Primary Colors (1998). Mike Nichols.


•  El candidato (1972). Michael Ritchie.

Actividad 5.  Lectura y discusión


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El país de las mujeres. Gioconda Belli, 2010.

Objetivos generales

•  Desarrollar un método de reflexión a través de materiales literarios que


ayude al alumnado a identificar aspectos claves de los sistemas electorales
y los gobiernos.
•  Convertir al alumnado en participante activo mediante su implicación en el
debate de la novela con el fin de exponer su análisis crítico.

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©  Editorial UOC 211 Elecciones y representación: parlamentos y gobiernos

•  Analizar la realidad desde un escenario distinto a lo que se puede plantear


en una clase magistral o de pizarra: salida de los textos académicos.

Cuestiones

•  Expón aquellas ideas que consideras las más destacables de la novela. ¿Qué
ha sido lo que más te ha impactado?
Emplea el material literario para analizar en los personajes y en los ele-
mentos del contexto cómo sería realmente un país gobernado por mujeres.

•  Describe cómo llegaron las mujeres al poder y la instauración del nuevo


sistema político: el “felicismo”.
•  Reflexionando sobre el personaje de la presidenta, ¿crees que las mujeres
gobernarían un país de manera diferente a los hombres?
•  ¿Cuáles son las motivaciones del personaje para participar en política?
•  Describe los canales de participación que se utilizan a lo largo del desarro-
llo de la novela.
•  Haz una descripción de la presidenta y de las ministras.

Este tipo de actividad también puede llevarse a cabo con otros materiales
literarios. Sugerencias:

•  El candidato. Jorge Bucay, 2006.


•  Mauricio o las elecciones primarias. Eduardo Mendoza, 2006.
•  Colores Primarios. Anónimo, 1996.
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Recursos online recomendados

•  Institute for Democracy and Electoral Assistance:


www.idea.int
•  Resultados electorales de todos los países disponibles en: www.electoral-
geography.com/new/en/
•  La Red de conocimientos electorales:
http://aceproject.org/epic–es/index_html?set_language=es .
•  Entrar en Facebook en la página:
www.facebook.com/pages/aceproject/304169885138

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©  Editorial UOC 212 Ciencia política contemporánea

•  Observatorio Electoral Latinoamericano


www.observatorioelectoral.org/
•  Búsqueda de las últimas noticias disponible en The Electoral Comision:
www.electoralcommission.org.uk/news–and–media/news–releases/elec-
toral–commission–media–centre/news–releases–donations/party–dona-
tions–and–borrowing–in–final–week–of–general–election–campaign–pu-
blished.
•  Inter–Parliamentary Union:
www.ipu.org/english/home.htm

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©  Editorial UOC 215 Las políticas públicas

Capítulo VIII
Las políticas públicas

Objetivos

El tema de las políticas públicas es una disciplina que actualmente se


encuentra como materia en todos los programas de Ciencia política y de
la administración, así como en otros campos como la sociología, las cien-
cias ambientales o gestión y administración pública. Tiene por objetivo
proporcionar al alumnado una serie de herramientas necesarias para ini-
ciarse en el análisis de las mismas y entender y explicar los resultados y
los “productos” de la acción gubernamental y de todos los procesos que
llevan a ellos. En este sentido, se busca adquirir conocimiento sobre los
diferentes conceptos y enfoques básicos que han sido empleados para el
estudio de las políticas públicas.

Metodología

Esta materia consta de tres tipos de clases: expositivas, interactivas o


seminario y tutorías. Las clases teóricas se desarrollarán siguiendo las lí-
neas del contenido que se detallan abajo. Antes del comienzo del tema se
deberán realizar las lecturas obligatorias correspondientes a esta unidad:
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•  Fernández, A., 2005. “Políticas Públicas” En: Caminal M. (ed.) Manual


de Ciencia política. Madrid: Tecnos.
•  Subirats, J., 1994. Análisis de políticas públicas y eficacia de la administra-
ción. Madrid: MAP, capítulo 2.

Competencias

•  Comprender el concepto de política pública e identificar ejemplos prác-


ticos.

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Capítulo VIII
Las políticas públicas

Objetivos

El tema de las políticas públicas es una disciplina que actualmente se


encuentra como materia en todos los programas de Ciencia política y de
la administración, así como en otros campos como la sociología, las cien-
cias ambientales o gestión y administración pública. Tiene por objetivo
proporcionar al alumnado una serie de herramientas necesarias para ini-
ciarse en el análisis de las mismas y entender y explicar los resultados y
los “productos” de la acción gubernamental y de todos los procesos que
llevan a ellos. En este sentido, se busca adquirir conocimiento sobre los
diferentes conceptos y enfoques básicos que han sido empleados para el
estudio de las políticas públicas.

Metodología

Esta materia consta de tres tipos de clases: expositivas, interactivas o


seminario y tutorías. Las clases teóricas se desarrollarán siguiendo las lí-
neas del contenido que se detallan abajo. Antes del comienzo del tema se
deberán realizar las lecturas obligatorias correspondientes a esta unidad:
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•  Fernández, A., 2005. “Políticas Públicas” En: Caminal M. (ed.) Manual


de Ciencia política. Madrid: Tecnos.
•  Subirats, J., 1994. Análisis de políticas públicas y eficacia de la administra-
ción. Madrid: MAP, capítulo 2.

Competencias

•  Comprender el concepto de política pública e identificar ejemplos prác-


ticos.

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•  Utilizar los conceptos básicos que se emplean en el estudio de las polí-


ticas públicas.
•  Identificar las diferentes fases de una política pública.
•  Comprender y ser capaz de aplicar los enfoques teóricos desarrollados
en el capítulo.
•  Manejar una bibliografía fundamental en la materia.

Contenidos del capítulo

•  Introducción.
•  ¿Qué son las políticas públicas?
•  El ciclo de las políticas públicas.
•  Principales enfoques en el estudio de las políticas públicas.
•  Líneas actuales y futuras de debate.

Introducción

En las últimas décadas se ha podido constatar la progresiva consolidación


del estudio de las políticas públicas como un ámbito destacado dentro de la
más amplia disciplina de la Ciencia política. Para entender el creciente auge
de este tipo de investigaciones resulta necesario prestar atención, entre otros
elementos, a los cambios acaecidos en torno al papel del Estado a partir de la
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II Guerra Mundial. En primer lugar, tanto el número de actuaciones guberna-


mentales como el gasto público sufren una clara ampliación con la eclosión del
denominado Estado de bienestar (Meny y Thoenig, 1992). Este hace referencia
a la provisión estatal de una serie de bienes y servicios sociales, como puede ser
la educación, la sanidad o las pensiones, que de otro modo serían asignados por
el mercado –desmercantilización– o por la caridad y que resultan especialmente
onerosos. Con ello, los poderes públicos aseguran un cierto nivel de bienestar a
la ciudadanía y contribuyen a redistribuir los ingresos de modo que disminuyan
las desigualdades relativas a la clase social.
El estudio de las políticas públicas surge en los años cincuenta del siglo xx,
por una parte, como reacción a estas grandes transformaciones del papel del

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Estado y especialmente en el contexto estadounidense. Por otra parte, las cir-


cunstancias internas a la disciplina de la Ciencia política que ayudaron a la
consolidación de este enfoque han sido de naturaleza histórica y de desarro-
llo metodológico. Entre las primeras, se ha señalado que la mayor difusión del
modelo de democracia americano entendido como “respuesta” (responsiveness)
de las personas elegidas a los electores, en contraposición con la democracia
entendida como “competición” o “participación” que se establece en los países
europeos, supone que se sitúe en el centro de la investigación politológica los
temas de la prestación y el rendimiento. Esto, unido al mencionado desarrollo
y expansión del Estado de bienestar, ha contribuido al estudio de las políticas
públicas en términos de inversiones, de expansión del bienestar y de integración
social; sin dejar al margen las referidas a su valoración en función de la conve-
niencia de la intervención y de la correspondencia entre objetivos declarados,
objetivos perseguidos y objetivos realmente alcanzados por los ejecutivos.
Los cambios en la Ciencia política que han hecho posible la consolidación
y el éxito de las políticas públicas nacen de dos fenómenos: por un lado, de las
investigaciones empíricas que sobre el poder local se desarrollaron en los años
sesenta del siglo xx y que pusieron de manifiesto la irrelevancia de factores re-
lacionados con la composición de la clase política o el partido en el gobierno,
apuntado hacia relaciones más complejas entre las politics y la policy y, por otro
lado, de los desarrollos teóricos que, con la afirmación del paradigma sistémico,
han situado el proceso de elaboración y ejecución de las políticas en el centro de
la vida política y por lo tanto, lo convierten en tema central de la investigación
politológica.
El enfoque de las políticas públicas constituye una nueva orientación meto-
dológica con respecto a la Ciencia política que se venía haciendo desde los años
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cincuenta del siglo xx. La crítica realizada al enfoque del conductismo abordado
en el primer capítulo de este manual, se basa en la defensa del principio de que
el politólogo o politóloga no debe solamente conocer sino también mejorar la
vida política. Este enfoque ha experimentado una consolidación progresiva a lo
largo de las décadas subsiguientes constituyendo, en la actualidad, un campo de
investigación consolidado y en constante evolución.
El incremento de la provisión de servicios por parte del Estado así como la ex-
tensión del número de normas que este produce y de los ámbitos que estas abar-
can, ampliaron las problemáticas sociales abordadas por las políticas públicas en
el presente como puede ser las relativas a la protección del medio ambiente o
a la igualdad entre mujeres y hombres. Además, el aumento de las actuaciones

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estatales relativas a materias diversas viene impulsado también por la creciente


importancia que la ciudadanía le otorga a la capacidad de las autoridades pú-
blicas para resolver aquellos problemas que considera relevantes. De hecho, ac-
tualmente, la eficacia del sistema político-administrativo constituye una de sus
principales fuentes de legitimidad y los ciudadanos y ciudadanas se organizan
en una pluralidad de asociaciones para promover el desarrollo de actuaciones en
los más diversos ámbitos (Subirats, 1994).
El objetivo principal del estudio de las políticas públicas ha consistido en
explorar las diferentes acciones gubernamentales llevadas a cabo para afrontar
aquellos problemas públicos que han sido considerados relevantes, como pue-
den ser, por ejemplo, el desempleo, los transportes o la inseguridad ciudadana.
Ello nos ha permitido identificar qué se estaba haciendo desde las instituciones
–leyes, programas, planes etc.– y con qué objetivos. Igualmente, este tipo de
estudios ha permitido comprender los complejos procesos por los cuales dichos
asuntos han llegado a ser identificados como problemas públicos merecedores
de atención y han sido objeto de actuaciones con voluntad de incidir en la
sociedad –aumentando la tasa de empleo, construyendo vías de comunicación
o mejorando los niveles de seguridad–. El intento de escudriñar el intrincado
camino que lleva desde la constatación de un problema hasta la generación de
acciones para solucionarlo nos sitúa ante lo que Easton denominó la caja negra
(black box) del sistema político, aquello que se encuentra entre sus inputs –de-
mandas o apoyos externos al sistema– y sus outputs –las acciones y decisiones
que produce el sistema político– (Easton, 1965).
En este capítulo, realizaremos un repaso de aquellos conceptos y enfoques
básicos que han sido empleados para el estudio de las políticas públicas. Co-
menzaremos por hacer un acercamiento al concepto de política pública para
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dibujar sus principales elementos. A continuación, presentaremos brevemente


las diferentes fases que acontecen durante el proceso de elaboración de una po-
lítica pública (policy-making) y que incluyen, desde la definición de un problema
como público, hasta la realización de acciones para atajarlo y la evaluación de
las tareas llevadas a cabo, así como el impacto finalmente conseguido. En la ter-
cera sección, realizaremos un repaso de algunos de los principales enfoques que
han sido desarrollados para entender cómo y por qué se desarrollan las políticas
públicas, entendiendo que estas pueden ser concebidas como una variable de-
pendiente que resulta pertinente explicar. Para finalizar, presentaremos algunos
de los retos emergentes de las políticas públicas, así como una selección de las
agendas de investigación que han surgido más recientemente.

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¿Qué son las políticas públicas?

En la actualidad estamos sin duda familiarizados con la idea de que los pode-
res públicos intervienen en un amplio abanico de sectores –regulan los requisi-
tos de construcción de nuestras viviendas, los criterios para obtener un subsidio,
etc.– y que proveen a la ciudadanía de diversos servicios básicos, algunos tan
comunes como la limpieza de los espacios públicos o la seguridad ciudadana.
Pese a la facilidad para poder proporcionar ejemplos concretos, las definiciones
acerca de qué constituye una política pública son múltiples y su delimitación
no resulta sencilla. En este caso, en línea con Subirats et al. (2008), propone-
mos considerar una política pública como una serie de acciones y decisiones
tomadas por los actores públicos con el fin de resolver un problema definido
políticamente como inaceptable. Según estos autores, los elementos básicos que
identifican a una política pública son, por lo tanto, en primer lugar, la volun-
tad de dar solución a una realidad que se considera problemática o indeseable
y que, consecuentemente, implica cambiar la conducta de un grupo objetivo
(target group) –las empresas que contaminan, los conductores y conductoras que
infringen las reglas de tráfico, etc.– En segunda instancia, esta definición alude
implícitamente a la existencia de una relación de causalidad –o hipótesis de
intervención– por la cual se asume que ciertas acciones conllevarán un cambio
en el ámbito de intervención en cuestión. Así, por ejemplo, se entiende que las
sanciones a las empresas que contaminan mejorarán la calidad de vida o que las
multas de tráfico aumentarán la seguridad vial.
Para la consecución de este tipo de objetivos, el papel clave recae sobre los
poderes o actores públicos, aquellos con capacidad de producir las acciones ca-
racterísticas del sistema político-administrativo –leyes, decretos, planes de ac-
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ción, programas de subvenciones, etc.– Ello no obsta para que los actores priva-
dos –empresas, grupos de interés, movimientos sociales, etc.– no puedan tomar
parte del proceso de elaboración de las políticas públicas (policy-making) en algu-
na de sus fases, por ejemplo, proporcionando un servicio subvencionado por el
Estado o contribuyendo con su conocimiento a diseñar una actuación concreta.
Finalmente, las políticas públicas se definen por la generación de algún pro-
ducto específico (output) como puede ser la aprobación de una norma o la crea-
ción de una institución –una red de hospitales, un organismo para promover la
igualdad, etc.–. Sin embargo, como bien han apuntado autores como Dye, en
ciertas ocasiones, la discusión sobre la existencia de un problema social y sobre
las posibilidades de intervención deriva en una no decisión, esto es, en inacción

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por parte de las instituciones. Debido a ello, las políticas públicas pueden ser
también consideradas como “todo aquello que los gobiernos deciden hacer o no
hacer” (Dye, 1992).
Más allá de la delimitación general del concepto, el análisis de las políticas
públicas ha generado la creación de diversas tipologías. Sin duda, la clasificación
realizada por Lowi entre las políticas regulativas, distributivas, redistributivas y
constitutivas representa una de las más citadas y nos proporciona una visión
amplia sobre el tipo de actuaciones generadas por el sistema político-administra-
tivo (Lowi, 1985). Estas políticas se diferencian, entre otros elementos, en el tipo
de medida que escogen para promover un comportamiento determinado en los
individuos, que puede ser, bien imponer una serie de obligaciones sobre los mis-
mos, o bien establecer premios y privilegios para algunos de ellos. Veamos cada
tipo de política más en detalle.
Las políticas regulativas se concentran en imponer obligaciones sobre los ciu-
dadanos, de modo que tienen efectos directos sobre su conducta y sus posibili-
dades de actuación. Pensemos, por ejemplo, en aquella legislación en materia
penal que define ciertos comportamientos como delictivos –robos, estafas, agre-
siones, etc.– o en aquella otra que establece la obligatoriedad de escolarizar a los
niños y niñas hasta una cierta edad.
Las políticas distributivas, por su parte, se concentran en mayor medida en
establecer privilegios en función de ciertas conductas individualizadas. Ejem-
plo de ello sería la concesión de una subvención para la utilización de energías
limpias a aquellas personas o entidades que cumplen una serie de requisitos o
la obtención de un permiso para edificar. Constituyen acciones que premian a
individuos determinados en función de su comportamiento.
Las políticas redistributivas, a su vez, se caracterizan por transferir recursos de
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unos grupos de individuos a otros. De este modo, se fijan una serie de criterios
por los cuales la posesión de ciertos recursos pasa de un grupo a otro –de una
clase social a otra, de una región a otra, etc.– El ejemplo paradigmático serían
las políticas fiscales por las cuales los ciudadanos con mayores rentas pagan una
mayor cantidad de tributos que se redistribuyen a través de la provisión de servi-
cios públicos básicos como la educación y la sanidad, a los cuales tienen acceso
aquellos ciudadanos con un menor nivel de renta.
Para concluir, Lowi propone también contemplar la existencia de las deno-
minadas políticas constitutivas. Estas hacen referencia a aquellas reglas elemen-
tales que determinan aspectos centrales de la distribución de poderes como es la
diferenciación entre el poder ejecutivo, el legislativo y el judicial, o el estableci-

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miento de varios niveles de gobierno, tal como ocurre en los Estados compues-
tos. La Constitución representa, sin duda, la herramienta central a través de la
cual se desarrollan este tipo de políticas.

El ciclo de las políticas públicas

El estudio de las políticas públicas resulta siempre complejo dada la multipli-


cidad de actores que pueden participar en su proceso de elaboración –políticos,
burócratas, grupos de interés, etc.–, el alto número de acciones y decisiones que
estas pueden comprender –aprobación de normativa, contratación de servicios,
etc.– y la variedad de factores que pueden influir en su desarrollo –una crisis eco-
nómica, un cambio de gobierno, etc.– Ante dicha complejidad, el denominado
policy process approach (enfoque del proceso político) ha optado por identificar
una serie de fases diferenciadas en el desarrollo de las políticas públicas, que
contribuyen no solo a facilitar su análisis, sino también a comprender mejor su
proceso de elaboración (Anderson, 2003).
Este enfoque identifica la existencia de un ciclo de vida en todas las políticas
públicas (policy cycle) que comprende las siguientes etapas: en primer lugar se
identifica un problema público y se incluye en la agenda política de modo que
recibe atención específica por parte de los poderes públicos; en consecuencia, se
formulan alternativas de actuación que pretenden dar solución al problema; a
continuación se adopta una decisión, escogiendo entre una de las alternativas
existentes; se implementa dicha solución, esto es, se pone en práctica intentan-
do obtener los resultados esperados; y finalmente, se evalúa la política pública
que se ha llevado a cabo para entender, por ejemplo, cuáles han sido sus pro-
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ductos (outputs) –una normativa, un servicio, una institución etc.– o cuáles han
sido sus impactos (outcomes), esto es, los cambios conseguidos en la sociedad
–más natalidad, más seguridad vial, etc.– Veamos cada una de estas fases más
pormenorizadamente.

La definición del problema y la entrada en la agenda

Si realizamos un repaso de la realidad social de nuestro entorno podríamos


concluir que existe una multiplicidad de problemas. Sin embargo, resulta fácil
percibir que no contamos con políticas públicas que aborden todas esas realida-

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des que consideramos indeseables. Más bien, es evidente que solo una parte de
los problemas sociales acaban por ser considerados problemas públicos, esto es,
asuntos sobre los que existe un cierto debate político y ante los cuales se con-
sidera necesario actuar políticamente (Subirats et al., 2008). Esta diferenciación
indica que los problemas públicos no constituyen hechos objetivos y evidentes
en sí mismos y que es necesario aprehender. Más bien, se trata de elementos
construidos socialmente y que, por lo tanto, cambian a lo largo del tiempo,
según el país que analicemos o atendiendo al actor al que hagamos referencia
–movimientos sociales, partidos, iglesia, etc.– (Bacchi, 1999). Así, por ejemplo,
la violencia contra las mujeres ha sido considerada solo recientemente como un
problema público ante el cual resultaba necesario intervenir –protegiendo a las
víctimas, sensibilizando a la sociedad, etc.– y ni siquiera lo ha sido en todos los
países del mundo, sino que todavía existen Estados que lo consideran un asunto
privado que no precisa de la realización de actuaciones públicas.
Además, la definición del problema y sus consiguientes soluciones constitu-
yen también un ámbito de debate. Siguiendo con el ejemplo anterior, podremos
encontrar actores públicos y privados que consideren que la violencia contra las
mujeres constituye un problema relacionado con la igualdad de género y que
por lo tanto precisa de una solución compleja –educación no sexista, elimina-
ción de estereotipos, etc.– Otros actores, por el contrario, entenderán que re-
presenta más bien un problema de seguridad y se centrarán en medidas de otro
tipo –dispositivos de seguridad, protección policial, etc.– Este ejemplo muestra
hasta qué punto la definición de un problema público es objeto de controversia
y debate, de modo que actores con visiones diferentes compiten entre sí por
determinar qué realidades sociales deben recibir atención por parte de los pode-
res públicos y cuáles son las medidas a llevar a cabo. En este proceso, resultan
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importantes las diferencias de poder entre los actores, ya que no todos ellos
tienen las mismas posibilidades de influir en la determinación de un problema
y sus soluciones. Pensemos, por ejemplo, en las diferentes capacidades de las
multinacionales farmacéuticas y las asociaciones de pacientes para influir en la
definición de los ámbitos de actuación de una política sanitaria. Es por ello que
autores como Schnattschneider (1960) consideran la capacidad para determinar
la definición de un problema público como un instrumento supremo de poder.
Aquel conjunto de temas (policy issues) que finalmente reciben atención por
parte de los poderes públicos pasan a integrar la denominada agenda pública
(Knill y Tosun, 2008). Más concretamente, siguiendo a Cobb y Elder (1983) po-
demos realizar una distinción entre la agenda sistémica y la agenda institucional.

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La primera hace referencia a todos aquellos temas que preocupan a la socie-


dad y que, por lo tanto, son considerados merecedores de recibir atención por
parte de las instituciones. Si consultamos los barómetros de opinión realizados
en cualquier país podremos detectar fácilmente una amplia lista de asuntos que
figuran entre las principales preocupaciones de su ciudadanía y que integran
dicha agenda.
Por otro lado, la agenda institucional se limita a recoger solamente aquellos
asuntos que las instituciones públicas seleccionan y deciden deliberadamente
tratar. Esta lista, mucho más reducida, incluye temáticas o políticas sectoriales
como las ya mencionadas, la educación, la sanidad, la industria etc., que han
mostrado una clara continuidad en el tiempo y han generado un amplio núme-
ro de actuaciones.
A pesar de la existencia de una cierta estabilidad en la configuración de la
agenda institucional, a lo largo del tiempo se producen cambios en la misma.
Los actores que interaccionan en torno al proceso de elaboración de las polí-
ticas públicas (policy-making) pugnan continuamente porque un problema de-
terminado pase de estar integrado solamente en la agenda sistémica a formar
parte del conjunto de asuntos considerados prioritarios por los poderes públi-
cos. Algunos de los creadores de agenda (agenda-setters) más relevantes son, por
ejemplo, los medios de comunicación, que cuentan con una gran capacidad
para llamar la atención sobre un problema y para desencadenar actuaciones
en torno al mismo. Asimismo, los movimientos sociales o los grupos de in-
terés muestran gran habilidad para influir en el establecimiento de la agenda
(agenda-setting).
Según la teoría de las corrientes múltiples (multiple stream theory) que ha cen-
trado su atención en esta fase de las políticas públicas, la calificación de un tema
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o ámbito de actuación como prioritario no solo depende de la contribución de


ciertos actores, sino también de la presencia de determinados cambios u oportu-
nidades que tienen lugar en el contexto político (Kingdon, 1995). De este modo,
este enfoque teórico reconoce, en primer término, la importancia de los empre-
sarios y empresarias políticos (policy entrepreneurs) –políticos, analistas, burócra-
tas etc.– como actores que promueven el abordaje de un determinado problema
público empleando su tiempo, su pericia o sus recursos organizativos para dicho
fin. No obstante, la teoría inicialmente desarrollada por Kingdon, destaca tam-
bién la relevancia de las ventanas de oportunidad (windows of opportunity), es
decir, la importancia de la concurrencia de cambios concretos en el contexto –de
gobierno, en la opinión pública etc.– que durante un breve periodo de tiempo

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favorecen la inclusión de un tema específico en la agenda institucional. El papel


de los empresarios/as políticos consiste en saber aprovechar dichas ventanas de
oportunidad.

La formulación

Una vez se ha calificado un problema como público y, como resultado, se ha


situado en la agenda de actuación de las instituciones, el siguiente paso con-
siste en formular el curso de la acción a seguir y responder a preguntas como:
¿qué debemos hacer? ¿Cuál es la solución o soluciones al problema en cuestión?
¿Existen varias opciones de intervención? Esta etapa en la elaboración de las po-
líticas públicas implica, por lo tanto, generar una serie de alternativas de actua-
ción para después poder decidir cuál de ellas es considerada óptima o al menos
satisfactoria para solucionar el problema que nos ocupa.
Se trata de una etapa en el ciclo de las políticas públicas que se caracteriza por
su naturaleza esencialmente técnica o basada en el conocimiento. Así, si bien en
el proceso de establecimiento de la agenda encontrábamos una multiplicidad
de actores que pugnaban por influir en la calificación de los problemas como
públicos y prioritarios, en la fase de formulación son los analistas y expertos los
que cuentan con un mayor protagonismo, dada su capacidad para proponer
alternativas de actuación.
El concepto de comunidad epistémica (epistemic community) ha sido introdu-
cido para reflejar la existencia de estas redes de profesionales que poseen un alto
nivel de destreza en un campo determinado y que, por lo tanto, cuentan con
autoridad para formular propuestas acerca de la solución de problemas públicos
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concretos (Haas, 1992).

La decisión del curso a seguir

La siguiente etapa resulta de carácter eminentemente político, ya que se trata


de adoptar una decisión acerca de cuál será el curso de actuación de los poderes
públicos y qué otras alternativas se descartan. Como hemos mencionado con
anterioridad, el resultado puede ser tanto una decisión como una no decisión,
esto es, no hacer nada respecto al problema. La opción por una u otra alternativa
vendrá marcada por múltiples factores, desde la opinión pública, hasta los cálcu-

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los electorales o la presencia de actores que puedan vetar una decisión concreta
(veto players) (Knill y Tosun, 2008).
Desde el ámbito de estudio de las políticas públicas se han formulado diver-
sas e influyentes teorías sobre el proceso de adopción de decisiones.
En primer término, el enfoque racional asume que existen técnicas y procedi-
mientos que permiten a los actores públicos tomar la decisión óptima de entre
aquellas que resultan viables. Dicha decisión proporcionaría el mayor nivel de
eficacia –obtener los resultados esperados– y eficiencia posible –los máximos
beneficios con los menores costes–. Con ese objetivo, el enfoque racional pro-
pugna seguir una serie de pasos básicos: en primer lugar se definiría el problema;
a continuación se formularían los fines a conseguir; después se examinarían
todas las alternativas de actuación comparándolas en términos de resultados es-
perados, costes y beneficios; y finalmente se escogería la alternativa óptima con
total objetividad. La aplicación de este enfoque ha sido, no obstante, criticada
por su incapacidad para tener en consideración los límites de la aplicación de
la racionalidad al proceso de toma de decisiones. Así, autores como Simon han
mencionado la necesidad de, por ejemplo, emplear un concepto de racionalidad
limitada que tenga en cuenta factores como la falta de información, la falta de
tiempo o las emociones que influyen en el proceso de toma de decisiones (Si-
mon, 1947).
En consonancia con el concepto de racionalidad limitada de Simon, Lin-
dblom (1959), principal representante del incrementalismo (incrementalism),
plantea que los y las decisores públicos no cuentan con todos los recursos –tem-
porales, de conocimiento, etc.– necesarios para tomar una decisión óptima en
cada momento. Estas limitaciones se ven refrendadas por el análisis empírico
realizado por este y otros autores, que ha constatado que los policy-makers sue-
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len adoptar un enfoque más bien pragmático por el cual las nuevas decisiones
solo introducen pequeños cambios sobre las políticas ya existentes. Por lo tanto,
las soluciones adoptadas para afrontar los problemas públicos rara vez resultan
inéditas, sino que implican un proceso constante de reajuste de las políticas
públicas desarrolladas con anterioridad.
Dando un paso más allá, Cohen, March y Olsen (1972) proponen el modelo
cubo de basura o garbage can para explicar esta etapa de las políticas públicas.
En este caso, el peso de la racionalidad en la toma de decisiones resulta aún
menor, ya que éstas pueden ser y son en algunos casos fruto de la casualidad, de
la concurrencia de problemas, soluciones y actores que coinciden en un mismo
espacio y momento temporal (Subirats, 1994).

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Al margen de las interpretaciones anteriores sobre el modo de adoptar un


curso a seguir en la política pública, desde otras perspectivas también se ha
enfatizado sobre la importancia que en ese momento del ciclo de políticas pú-
blicas tienen los intereses de las organizaciones involucradas en la ejecución de
la política (modelos de organización y burocracia) y las creencias e ideología
de los participantes (modelos culturales).

La implementación

La implementación es la fase del ciclo de las políticas públicas en la cual las


decisiones adoptadas son puestas en práctica, esto es, resultan ejecutadas –se
construye un hospital, se contrata profesorado, se otorgan subvenciones para la
promoción del asociacionismo ciudadano, etc.– En esta etapa, la administración
pública emerge como actor protagonista.
Siguiendo la concepción wilsoniana de la burocracia, el proceso de elabo-
ración de políticas públicas abarcaría dos momentos. El primero, protagoni-
zado por los políticos y sus decisiones, y el segundo, de naturaleza técnico-
administrativa, en el cual, el aparato burocrático se ocuparía de su puesta en
práctica.
Esta interpretación coincide con el espíritu del modelo denominado top-down
–de arriba hacia abajo– que presupone que la implementación no constituye
un proceso excesivamente problemático, ya que la administración solamente se
ocupa de aplicar de modo neutral y directo los mandatos claros y concisos de los
policy-makers. Es por ello que durante las primeras décadas de desarrollo en los
estudios de políticas públicas, esta fase no había recibido excesiva atención. En
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los años sesenta del siglo xx, por el contrario, comienza a ponerse en evidencia
el fracaso de ciertos programas públicos en la consecución de sus objetivos, mar-
cado por la diferencia existente entre su diseño inicial –aquello que se pensaba
obtener– y las medidas que finalmente se llevaban a la práctica –aquello que se
obtiene.
La constatación de la presencia de brechas en la implementación (implemen-
tation gap) de muchas políticas contribuyó a expandir los análisis referidos a
esta fase. Como consecuencia, se puso en evidencia la pluralidad de actores que
intervienen en este proceso de puesta en práctica, actores que tienen capacidad
para invertir los recursos de un programa, desviar sus objetivos o actuar como
veto players impidiendo su implementación.

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En el marco de esta constatación se han desarrollado trabajos que entienden


esta etapa del ciclo de las políticas públicas como un proceso bottom-up –de aba-
jo a arriba–. Esto es, para entender la puesta en práctica de un programa o actua-
ción y garantizar su desarrollo exitoso, resultaría necesario tanto tener en cuenta
el papel decisivo del denominado personal de ventanilla (street level bureaucracy)
que interviene de modo directo en su desarrollo, como las particularidades de
cada uno de los contextos locales en los que se pretende aplicar. Esta perspectiva
se muestra especialmente pertinente en el caso de los Estados compuestos, ya
que el proceso de implementación se muestra todavía más complejo y resulta
necesario tener en cuenta el papel de un mayor número de actores e institucio-
nes.

La evaluación

La evaluación constituye la fase que completa el ciclo de las políticas públicas


y que nos sitúa ante la posibilidad de redefinir sus etapas anteriores.
La evaluación de políticas públicas se basa en la aplicación sistemática de las
técnicas y métodos de investigación característicos de las ciencias sociales con
el objetivo de valorar el diseño, la implementación o el impacto de las políticas
públicas y así poder introducir cambios que incrementen su utilidad (Ballart,
1992). De este modo, uno de sus principales objetivos consiste en proporcio-
nar información que permita reajustar, ampliar o incluso eliminar las políticas
públicas existentes, así como introducir mejoras en cada una de sus fases. Igual-
mente, se puede concebir la evaluación como un elemento más del proceso de
rendición de cuentas (accountability) de los poderes públicos ante la ciudadanía,
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de modo que esta garantiza un mayor nivel de información y transparencia so-


bre el proceso de elaboración de las políticas y sus resultados.
Según la fase que se desee valorar, podemos distinguir entre la evaluación del
diseño, de la implementación, de los resultados y del impacto. En el primer caso,
el proceso evaluativo se centraría en la etapa de diseño de la política pública y
prestaría atención a elementos como la delimitación de las dimensiones del pro-
blema –a quién afecta, qué espacio territorial ocupa, etc.– o el proceso de formu-
lación de alternativas –existe o no una relación de causalidad entre las medidas
adoptadas y el problema que se aborda etc.– La evaluación de la implementa-
ción, por su parte, focalizaría la atención sobre aspectos como si se han llevado
a cabo todas las actuaciones previstas, si se han utilizado los recursos disponibles

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o si ha atendido al grupo poblacional que se había establecido como objetivo. El


propósito consiste, por lo tanto, en valorar si la política pública se ha puesto en
práctica siguiendo las premisas establecidas en su diseño. En tercer lugar, resul-
ta habitual evaluar los resultados u outputs de las actuaciones públicas, esto es,
los productos que conseguimos una vez concluida su implementación –cursos
de formación, carreteras, centros de salud, etc.–. Con ello se consigue valorar
si el proceso de implementación ha producido aquellos bienes o servicios para
los que fue concebido. Más complejo resulta, sin embargo, evaluar el impacto
de una política pública sobre la sociedad (outcomes). En este caso, se pretende
determinar si las actuaciones realizadas han tenido incidencia en aquellos pro-
blemas públicos que se buscaba solucionar –paro juvenil, desigualdades étnicas,
despoblación etc.– Este tipo de valoraciones implican la necesidad de diferenciar
claramente entre los impactos causados directamente por el programa o acción
aplicada y aquellos otros que se producen por otros tipo de factores –cambios en
el contexto, aplicación de otras políticas públicas, etc.
El enfoque y método empleados y, en concreto, la captación de datos y su
tratamiento posterior como base para la valoración de las actuaciones públicas
determinan que en esta fase los y las expertos involucrados adquieran gran im-

Figura 1.  El ciclo de las políticas públicas

Definición del
problema y entrada Formulación
en la agenda
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Evaluación
Adopción

Implementación

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portancia. De hecho, gran parte de las evaluaciones son realizadas por personal
que no forma parte de las administraciones públicas (evaluaciones externas) con
la intención de elevar el nivel de objetividad e independencia. Las evaluaciones
internas, por otro lado, aportan un elevado grado de conocimiento tanto en lo
relativo a la política pública a evaluar como acerca del propio funcionamiento
de las administraciones. La elección de una vía u otra o la de adoptar un modelo
de evaluación mixta dependerá del contexto en que se lleve a cabo este proceso,
de la capacitación del personal comprometido, de la complejidad metodológica
o de la relevancia social de los resultados, entre otros factores.
Como vemos, el enfoque del proceso de políticas públicas (policy process approach)
y su concepción de las actuaciones públicas como un ciclo constituye una he-
rramienta heurística que puede facilitar nuestro acercamiento a este tipo de
objetos de estudio (DeLeon, 1999). Así, podemos simplificar nuestro análisis pres-
tando atención, por ejemplo, a los actores y actuaciones de una fase concreta.
A pesar de su amplia utilización, el enfoque ha sido criticado por considerar
que proporciona una visión irreal del desarrollo de las políticas, presuponien-
do que estas se caracterizan por una evolución lineal y que existe una relación
de causalidad entre cada una de las etapas que las componen. También se ha
aducido que se trata de un enfoque excesivamente descriptivo, que no ofrece
teorías e hipótesis sobre por qué y cómo se llevan a cabo las diferentes políticas.

Principales enfoques en el estudio de las políticas públicas

El estudio de las políticas públicas ha adoptado una doble perspectiva. Por un


lado, se han concebido las actuaciones públicas como una variable independiente,
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de modo que el objetivo ha consistido en explicar sus impactos sobre la sociedad


–en una perspectiva análoga a la de la evaluación del impacto–. En este caso, el
objetivo consistía en medir el grado en el cual una política había conseguido pa-
liar el problema público para el que había sido diseñada –carestía de la vivienda,
endeudamiento público, etc.
Por otro lado, un gran número de trabajos y enfoques teóricos se han cen-
trado en mayor medida en contemplar las políticas públicas como el elemento
a explicar, esto es, como la variable dependiente. Con ese fin, se ha enfatizado la
importancia de factores como las redes de actores, las élites políticas o las insti-
tuciones como elementos que contribuyen a explicar por qué y de qué modo se
desarrollan determinadas políticas.

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En este apartado realizaremos un breve repaso de algunas de las principales


perspectivas de análisis planteadas con este fin, como son el neoinstitucionalis-
mo, el enfoque de la elección racional, el análisis de las redes de políticas públi-
cas y las coaliciones de promotores y promotoras.

El neoinstitucionalismo

Durante el periodo en el cual la Ciencia política se caracterizó por el predo-


minio del enfoque conductista, toda la atención se centraba sobre el individuo
y su comportamiento, de modo que las instituciones eran concebidas como
arenas neutrales en las que convergían –y competían– los diferentes actores. La
“caja negra” eastoniana quedaba, como consecuencia, en un segundo plano.
En la década de los años ochenta del siglo xx, no obstante, renace el interés por
valorar el papel de las instituciones como elementos que inciden no solo en el
comportamiento de los diferentes actores políticos, sino también en el conteni-
do y en el proceso de elaboración de las políticas públicas (Anderson, 2003). La
premisa de partida indicaba que las “instituciones importan” (institutions matter)
y que elementos clave como las actuaciones públicas surgen y se llevan a cabo
en el marco de las mismas.
El neoinstitucionalismo buscaba también trascender las perspectivas clásicas
de estudio de las instituciones que se centraban exclusivamente en sus aspectos
jurídicos y formales. Para ello, proponía combinar el análisis de las estructuras
y normas básicas que dan forma a las mismas –como puede ser, por ejemplo, el
marco constitucional– con el estudio de aquellos valores, rutinas y códigos de
conducta que determinan su funcionamiento. El neoinstitucionalismo procla-
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maba, de este modo, la importancia tanto de las instituciones formales y explí-


citas como de las reglas de procedimiento, esto es, los dispositivos de decisión,
la forma de organización, las rutinas y el tratamiento de la información, como
de aquellas instituciones informales e implícitas en las que tienen cabida las
creencias, los paradigmas, las culturas, las tecnologías y los saberes que edifican,
elaboran y a veces, contradicen estas reglas y rutinas (Roth Deubel, 2006: 37).
Todas ellas contribuyen a dar forma a las estructuras y procedimientos que limi-
tan o facilitan la actuación de grupos e individuos y que a su vez, determinan el
proceso de elaboración de las políticas públicas y sus resultados.
Por lo que respecta a las instituciones de carácter formal, los estudios sobre
políticas públicas han prestado atención, por ejemplo, a la incidencia de la dis-

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tribución territorial del poder en el policy-making. Los Estados compuestos, dado


que cuentan con varios niveles de gobierno, presentan particularidades entre
las que se encuentran una mayor complejidad en procesos como la toma de
decisiones, la implementación o la apertura de oportunidades para que aquellos
actores que no logren satisfacer sus demandas en un nivel de gobierno, dirijan
sus peticiones a otro nivel institucional (venue shopping; Braun, 2000).
Las instituciones de carácter informal, por su parte, vienen representadas por
aquellas normas de comportamiento, valores y rutinas que no solo limitan el
comportamiento de los individuos en el marco de las instituciones, sino que
también contribuyen a reforzar las relaciones de poder entre grupos sociales
(Subirats et al., 2008). Así lo han mostrado, por ejemplo, aquellos análisis que
adoptando una perspectiva feminista han puesto en evidencia que las desigual-
dades entre mujeres y hombres resultan reforzadas también a través de este tipo
de instituciones de naturaleza informal –infrarrepresentación en los puestos de
toma de decisiones, horarios incompatibles con las tareas de cuidado, etc.– (Kro-
ok y Mackay, 2011).

El enfoque de la elección racional

El enfoque de la elección racional (racional choice) se caracteriza por aplicar


los principios teóricos de la microeconomía al estudio de la política. Asume que
existe una analogía entre el comportamiento de los agentes económicos –em-
presas, consumidores, etc.– y de los actores que forman parte de la esfera polí-
tica –ciudadanos, burócratas, miembros de los grupos de interés, etc.– Ambos
se caracterizan por actuar racionalmente con el fin de maximizar sus propios
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intereses. Sus acciones distan, por lo tanto, de ser altruistas o focalizadas en


promover el interés general y se centran, más bien, en satisfacer sus propios in-
tereses, obteniendo a su vez el mayor beneficio posible con los mínimos costes.
Estas premisas de partida sobre el comportamiento humano se acompañan
de un individualismo metodológico por el cual, la unidad de análisis de aquellos
trabajos que adoptan el enfoque de la elección racional será siempre el individuo
y no el grupo, la organización o la clase social. A partir de estos fundamentos
se aborda el estudio de elementos tan variados como las acciones colectivas, el
comportamiento electoral o el proceso de elaboración de las políticas públicas.
En el caso de este último ámbito de estudio, el enfoque de la elección públi-
ca (public choice) emerge como una de las perspectivas más prominentes para

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aplicar los presupuestos teórico-metodológicos de la elección racional al análisis


de las políticas públicas. En este caso, el carácter racional y egoísta del indivi-
duo es concebido como un elemento que puede ayudar a entender por qué en
ocasiones las actuaciones públicas no favorecen las preferencias generales de la
ciudadanía sino que atienden a las de un colectivo o individuo concreto –un
grupo de interés, un ministerio, una empresa, etc.– El enfoque de la elección
pública pone de manifiesto que los decisores públicos y los burócratas buscan
también maximizar sus beneficios –ser reelegidos, obtener recursos para sus par-
tidos políticos, mantener la existencia o expandir la estructura organizativa a la
que pertenecen, etc.– de modo que sus actuaciones pueden derivar en políticas
públicas ineficientes y perjudiciales para el interés general. Este tipo de actuacio-
nes son entendidas como fallos de gobierno, en clara analogía con los denomi-
nados fallos del mercado. Como consecuencia, algunos de los autores ligados a
este enfoque han propuesto limitar los ámbitos de intervención del Estado y su
substitución por el mercado.

Las redes de políticas públicas

El aumento exponencial del número y la complejidad de las diferentes po-


líticas públicas sectoriales llevadas a cabo por el Estado –educativas, sanitarias,
medioambientales, etc.– ha determinado que hayan emergido una pluralidad
de asociaciones y grupos de interés con un alto nivel de especialización y cono-
cimiento, que intentan influir en el proceso de elaboración de las actuaciones
públicas (Heclo, 1978). Pensemos, por ejemplo, en los colegios profesionales,
los sindicatos o las asociaciones de afectados por un delito o una enfermedad
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determinada, que tienden a focalizar su atención en aquellas áreas que consi-


deran más relevantes y en las que además cuentan con un alto nivel de cono-
cimiento (know-how). Este elevado grado de especialización determina que en
torno a cada política sectorial podamos identificar la presencia de un conjunto
de actores más o menos estable. El concepto de subsistema de política pública
(policy subsystem) hace referencia a dicha red de decisores, burócratas, grupos de
interés, etc., que habitualmente interactúan en torno al proceso de elaboración
de una política concreta. En el caso de la política sanitaria, por ejemplo, es posi-
ble identificar a los colegios profesionales de médicos y enfermeros, a las asocia-
ciones de pacientes, a las empresas farmacéuticas o a las autoridades sanitarias
como parte del subsistema de dicha política.

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El enfoque del análisis de redes de políticas públicas (policy networks approach)


pone el acento en la existencia de múltiples actores que interactúan entre sí en
torno a las diferentes áreas de actuación (Adam y Kriesi, 2007). Como resultado,
este tipo de trabajos exploran el tamaño de las redes –extensas o limitadas–, el
tipo de actores que las integran –expertos, movimientos sociales, etc.– o la clase
de relaciones que mantienen entre ellos –cooperativas, conflictivas, etc.–
Por ejemplo, a partir de su análisis de la política estadounidense, Heclo pro-
pone establecer un continuum en el cual, las redes de políticas públicas pueden
comprender desde los denominados triángulos de hierro (iron triangles) hasta
las redes temáticas (issue networks) (Heclo, 1978). Los primeros hacen referencia
a redes formadas solamente por tres actores, que en el caso estudiado serían
los representantes del área o ministerio en cuestión, los grupos de interés y el
comité del Congreso de los Estados Unidos correspondiente –en materia de po-
lítica energética, agrícola, etc.– Estos triángulos de hierro se caracterizarían por
su naturaleza cerrada y estable, ya que los actores que los integran no permiten
la entrada de otros alternativos, así como por la alta capacidad que poseen de
determinar los contenidos de la política finalmente adoptada. En el extremo
opuesto del continuum se encontrarían las redes temáticas. En este caso, estaría-
mos ante un amplio número de actores de diferente tipo –periodistas, académi-
cos, grupos de interés, etc.–, que con sus interacciones dibujarían una red abier-
ta, de composición variable y fluida, que no cuenta con la misma capacidad que
los triángulos de hierro para influir en la toma de decisiones. Este tipo de redes
se correspondería en mayor medida con políticas sectoriales como la cultural o
la educativa.
A través del estudio de los actores y sus interacciones, el análisis de redes de
políticas públicas contribuye no solo a arrojar luz sobre el propio proceso de ela-
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boración de las políticas –cómo se elaboran, quién participa etc.– sino también
a determinar las razones que explican sus resultados –outputs y outcomes.

Las coaliciones de promotores

Como hemos visto anteriormente, la definición de los problemas públicos


y sus consiguientes soluciones dista mucho de ser un proceso consensual y ca-
rente de conflicto. Más bien, existen múltiples posiciones acerca de qué asuntos
es necesario abordar y cómo hacerlo. De hecho, si observamos el subsistema de
una política pública concreta (policy subsystem) podremos contemplar que los

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diferentes actores que forman parte del mismo cuentan con visiones diversas
e incluso encontradas sobre el tipo de actuaciones que deben llevar a cabo los
poderes públicos acerca de un asunto determinado.
El enfoque de las coaliciones de promotores (advocacy coalitions) ha podido
mostrar cómo aquellos actores que comparten una misma visión sobre un pro-
blema público se organizan y cooperan entre sí para intentar influir en el proce-
so de elaboración de las políticas públicas (Sabatier y Jenkins-Smith, 1999). De
este modo, si exploramos el subsistema de una política determinada podremos
encontrar un número variable de coaliciones promotoras –normalmente entre
dos y cuatro– que comparten una serie de valores y creencias sobre un problema
específico y que compiten entre sí por promover actuaciones públicas acordes
a los mismos. Pensemos, por ejemplo, en las coaliciones que se pueden gene-
rar en torno a la política medioambiental: por un lado, podríamos encontrar
coaliciones formadas por colectivos ecologistas, agricultores, biólogos, etc., que
son favorables a un alto nivel de regulación y al establecimiento de sanciones
para evitar las emisiones contaminantes; por otro, podríamos identificar una
coalición proclive a promover la desregulación que estaría integrada entre otros
actores por aquellas industrias que resultan más contaminantes o por aquellos
sindicatos que buscan impedir la pérdida de puestos de trabajo en este tipo de
sectores económicos.
Para entender por qué se producen cambios en las políticas públicas (policy
change) –nuevas actuaciones, nuevos instrumentos, etc.–, el enfoque de la coa-
lición de promotores proponer prestar atención a dos elementos. En primer
término, asume la relevancia de tomar en consideración factores externos como
los cambios en la naturaleza del problema público en cuestión, en las coalicio-
nes de gobierno o en el contexto socio-económico. En segundo lugar, propone
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tener en cuenta la importancia de las modificaciones existentes en el conoci-


miento disponible acerca del problema público en torno al cual se organiza la
coalición y sus soluciones –aparición de nuevos datos sobre el problema, nuevas
técnicas, estrategias, etc.– De este modo, este enfoque estima que las coaliciones
cuentan con un doble incentivo para aprender (policy learning) y modificar en
parte sus posiciones con respecto a una política sectorial. Así, esto les permite
tanto cumplir sus objetivos de combatir el problema público que inspiró su
creación como prevalecer sobre aquellas coaliciones con visiones, creencias o
valores diferentes. No obstante, el conocimiento adquirido no afectará en nin-
gún caso a aquellos elementos centrales que dieron origen a la coalición (deep
core beliefs), sino a factores secundarios (policy beliefs) como una mejor identi-

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ficación del problema o la propuesta de nuevas estrategias para resolverlo. Sea


como fuere, las coaliciones de promotores constituyen, según este enfoque de
análisis, una posible fuente de cambio en las actuaciones llevadas a cabo por los
poderes públicos.

Líneas actuales y futuras de debate

El estudio de las políticas públicas constituye sin duda uno de los campos de
análisis más fructíferos y a la vez prometedores de la Ciencia política. Hasta la
actualidad, ha podido generar herramientas conceptuales y analíticas que han
permitido capturar una parte destacable del complejo proceso por el cual los
problemas y demandas sociales acaban por derivar en actuaciones concretas por
parte de los poderes públicos.
Cambios recientes en el contexto han contribuido a inspirar nuevas y pro-
metedoras agendas de investigación. Así, las transformaciones acaecidas en la
distribución territorial del poder han generado interés en explorar en qué me-
dida, la creciente importancia de los niveles supra e infra-estatales han afectado
al policy-making. Por ejemplo, la progresiva consolidación y expansión de la
Unión Europea ha inspirado un creciente interés no solo en analizar su com-
plejo proceso de toma de decisiones recogida a través de conceptos como el de
gobernanza multinivel (multilevel governance), sino que también ha generado
numerosos análisis centrados en explorar la europeización (europeanization) de
las políticas de sus Estados miembros, que han mostrado gran capacidad para
recoger y aplicar políticas y actuaciones desarrolladas inicialmente en el ámbito
comunitario.
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Por lo que respecta al nivel infra-estatal, la literatura relativa a las políticas


públicas ha explorado el creciente protagonismo de las regiones. De este modo,
ha podido reflejar el intrincado proceso de elaboración de políticas que tiene
lugar en los Estados compuestos y ha abierto un amplio debate en torno a las
ventajas e inconvenientes que este tipo de distribución territorial del poder tie-
ne para la expansión de las políticas públicas, especialmente de aquellas que
constituyen el corazón del Estado de bienestar.
La creciente complejidad de las políticas y su proceso de elaboración no de-
riva solamente de la multiplicidad de niveles de gobierno. Por el contrario, la
introducción en la agenda institucional de ámbitos de actuación de gran am-
plitud, como la protección del medioambiente o la promoción de la igualdad

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entre mujeres y hombres, ha determinado el surgimiento de políticas de natu-


raleza transversal que no pueden ser concebidas como sectoriales –limitadas a
un área de gestión concreta–, sino que son responsabilidad del sistema político-
administrativo en su conjunto. Este tipo de políticas plantea amplios retos ante
la necesidad de generar herramientas e instrumentos que permitan ponerlas en
práctica, evitando que se mantengan en un plano meramente simbólico.
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Actividades propuestas para clases interactivas

Actividad 1.  Preguntas

Preguntas de repaso de conceptos y contenidos

•  ¿Qué es una política pública? Enumera ejemplos de políticas públicas lle-


vadas a cabo en tu país, tu región y tu ayuntamiento.
•  ¿Qué es un problema público?
•  ¿Qué diferencia a la agenda sistémica de la agenda institucional? Enumera
ejemplos de temas que se sitúen en cada una de ellas.
•  ¿Qué visiones expone el incrementalismo y la elección racional sobre el
proceso de formulación de políticas públicas?
•  ¿Qué es una no decisión?
•  ¿Cuáles son las principales diferencias entre la implementación bottom-up
y top-down?
•  ¿Qué elementos de las políticas públicas pueden ser evaluados?
•  ¿Qué es un subsistema de política pública? ¿Qué tipo de actores pueden
formar parte de él?
•  ¿Qué es la racionalidad limitada y qué implicaciones tiene para la teoría de
la elección racional?
•  ¿Qué elemento une a una advocacy coalition?
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Actividad 2.  Los problemas públicos

•  La presencia de las mujeres en los cargos de responsabilidad política ha


sido recientemente promovida a través de normativa en múltiples países,
entre ellos en España. Identifica en qué momento temporal se convierte
este en un problema público y describe cuál ha sido la definición del pro-
blema y las soluciones propuestas según los principales partidos políticos
españoles. ¿Tienen todos ellos la misma visión sobre el problema y sus
soluciones?

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Actividad 3.  La agenda sistémica y la agenda institucional

•  Compara los barómetros de opinión del CIS del año 2005 y del 2010 e
identifica cuál era la agenda sistémica en ambos puntos temporales.
•  Para el año 2010 identifica cuáles de los problemas que forman parte de la
agenda sistémica lo son también de la agenda institucional.

Actividad 4.  Los actores de las políticas públicas

•  A través de recientes noticias de prensa, identifica cuáles son los actores


que forman el subsistema de las siguientes políticas:
– Políticas de empleo.
– Políticas de protección del medioambiente.
– Políticas de vivienda.
•  Siguiendo el continuun formulado por Heclo, ¿cuáles de ellas dirías que se
aproximan en mayor medida a un triángulo de hierro y cuáles a una issue
network?

Actividad 5.  Las políticas públicas en el cine

Sicko, Michael Moore (2007).

Objetivos generales
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•  Desarrollar un método de reflexión que ayude al alumnado a identificar


aspectos claves de las políticas públicas.
•  Convertir al alumnado en participante activo mediante su implicación con
la trama de la película y su análisis crítico.
•  Analizar la realidad desde un escenario distinto a lo que se puede plantear
en una clase magistral o de pizarra: salida de los textos académicos.

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Cuestiones

•  ¿Qué política pública aborda la película?


•  ¿Cuáles son los principales actores del subsistema de política pública que se
ven reflejados en la película? ¿Con qué recursos cuentan cada uno de ellos?
•  ¿Por qué el gobierno toma una no decisión respecto al problema público
en cuestión?
•  A debate: ¿qué factores crees que han cambiado durante el gobierno de
Barack Obama para que finalmente se haya realizado una reforma sanitaria
en los Estados Unidos?

Recursos online

•  Institut de Govern i Polítiques Públiques:


http://igop.uab.es/
•  Sociedad Española de Evaluación:
www.sociedadevaluacion.org/website/

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Capítulo IX
Comunicación política y opinión pública

Objetivos

El tema “Comunicación Política y Opinión pública” tiene como objeti-


vo proporcionar al alumnado un conocimiento básico sobre la evolución
y el uso de la comunicación política y su efecto en la opinión pública.
Para ello se ocupa de describir la comunicación política y sus procesos,
así como los diferentes tipos de sistemas mediáticos, la mediatización de
la vida política o la construcción mediática de la política. Asimismo, se
trata de que a través de las lecturas y comprensión de los contenidos fun-
damentales de este tema, las alumnas y los alumnos desarrollen su capa-
cidad de análisis crítico, llegando a conocer cuál es el papel de los medios
en relación a la construcción de la realidad política.

Metodología

Esta materia consta de tres tipos de clases: expositivas, interactivas


o seminario y tutorías. Las clases teóricas se desarrollarán siguiendo
las líneas del contenido que se detallan abajo. Antes del comienzo del
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tema se deberá realizar la lectura obligatoria correspondiente a esta uni-


dad:

•  Bouza, F., 2004. “El área de impacto de la Comunicación Política: la ciu-


dadanía ante el discurso público.” International Review of Sociolog-Revue
Internationale de Sociologie14 (2), 245-259. Versión en castellano disponi-
ble en: www.ucm.es/info/socvi/BOUZA/NUEVA1/Textos/impactesp.pdf

Esta lectura constituirá el punto de arranque a partir del cual se proce-


derá a una discusión más profunda del tema. Se espera, por lo tanto, una
participación activa del alumnado en las clases.

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©  Editorial UOC 242 Ciencia política contemporánea

Las clases de seminarios consistirán, básicamente, en la realización de


las actividades correspondientes a este tema que figuran al final de la uni-
dad. En las tutorías se llevará a cabo un seguimiento de los avances y
resultados del trabajo individual del alumnado.

Competencias

•  Adquirir conocimientos sobre el funcionamiento de la comunicación


política en la actualidad.
•  Reforzar la capacidad de análisis, esto es, de descomposición de los ele-
mentos teóricos y metodológicos de las fuentes de información mane-
jadas sobre la comunicación política.
•  Reforzar la capacidad de síntesis, de reformulación de la información de
acuerdo con los conceptos y teorías pertinentes.
•  Utilizar con soltura los conceptos teóricos y metodológicos de la comu-
nicación política.
•  Aprender a presentar argumentos y debatir en público a partir de pre-
guntas genéricas.
•  Elaborar comentarios críticos y analíticos de materiales audiovisuales y
literarios que permitan aplicar los contenidos de este tema.
•  Adquirir una serie de habilidades relativas a la búsqueda de bibliografía,
manejo de recursos y de datos.
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Contenidos del capítulo

•  Introducción
•  Conceptos
•  El papel del sistema de medios en la comunicación política.
•  La influencia de los medios (1): la mediatización de la vida política.
•  La influencia de los medios (2): la construcción mediática de la política.
•  Líneas actuales y futuras de debate.

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©  Editorial UOC 243 Comunicación política y opinión pública

Introducción

El auge de la comunicación y de los media está vinculado al mayor desarrollo


social de los países. Blumer y Gurevitch (1996: 128) señalan tres áreas específicas
que ilustran las diferentes facetas de la interacción entre los medios y el cambio
social modernizador: el papel de la comunicación en la proyección de la polí-
tica, el papel de los mass media en la socialización de los niños y el impacto de
la comunicación internacional en el conocimiento de la realidad mundial y en
la formación de las identidades. Así las cosas, la comunicación es indispensable
para la unidad política, por cuanto sirve a un triple objetivo:

a) La publicitación, entendida como la elaboración pública de un problema


que se transfiere a la agenda del público
b) La politización, entendida como la atribución a una autoridad pública de
la responsabilidad del problema públicamente reconocido
c) La polarización, entendida como la formulación de propuestas políticas
por parte de grupos antagónicos.

En resumen, “al construir los problemas públicos, al politizarlos, al polarizar-


los y facilitar su reducción, la comunicación mitiga la indeterminación funda-
mental de lo político, que no excluye ningún ámbito de la sociedad.” (Gerstlé
2005: 20-23).
En los años sesenta del siglo xx, se producen cambios de gran transcendencia
en la sociedad, en el escenario de la comunicación política, en los partidos y sus
estrategias. La aparición de la televisión como medio de comunicación de masas
y su consolidación ante el gran público como la principal fuente de noticias
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sobre política y gobierno, contribuyó al cambio y a la modernización. La llegada


de la televisión transforma de manera singular las relaciones entre la sociedad,
la política y la comunicación. Se inicia una innovación tanto en el estilo de la
política y la actuación del gobierno como en las interacciones entre los políticos
y los profesionales de los medios, en un afán de imponer sus lógicas respectivas,
mediática o política. Swanson (1995) denomina a este proceso de dependencia
partidos-candidatos-medios de comunicación “democracia centrada en los me-
dios”: a medida que los medios de comunicación de masas se sitúan en el centro
de la vida social y política, están cambiando las formas tradicionales de perio-
dismo y sus vínculos con el gobierno y la política. De este modo se acierta a en-
tender el interés que las élites tienen tanto a la hora de comunicar bien como de

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©  Editorial UOC 244 Ciencia política contemporánea

conocer los intereses de la opinión pública, ya que a los ciudadanos les importa,
y mucho, la capacidad de los líderes para resolver los problemas. A este respecto
es interesante destacar que en los últimos años un número importante de inves-
tigadores han señalado que la opinión pública ejerce un impacto significativo
en las políticas gubernamentales y en el comportamiento de los políticos (Man-
za y Cook 2001; Druckman y Jacobs 2006). El uso de los sondeos de opinión de
forma abusiva por la élite en el poder ha sido considerado como una versión
populista de la democracia, pero también se reconoce que se pueden considerar
como la única vía de colaboración de la ciudadanía en los procesos de toma de
decisión (González, 2001).
Con internet, los teléfonos móviles o la televisión por cable los canales de
comunicación se han vuelto más flexibles y, en cierta medida, más accesibles,
lo que provoca cambios en muchos aspectos en la comunicación política y en
el espacio público. La interactividad que ofrece la red facilita la conexión en-
tre personas y redes sociales y fomenta la autonomía en la participación de la
ciudadanía. Esto no supone un cambio menor en la democracia, sino que da
lugar a un importante cambio cualitativo dado el alcance transnacional de las
interacciones que propicia la red. Sin embargo, el impacto final de las TIC en la
comunicación política va a depender de su proyección en las instituciones polí-
ticas y mediáticas (Sampedro, 2008: 113).
Pese a la gran diversidad de argumentos en torno a este asunto, en las páginas
siguientes se intenta atraer la atención hacia algunos de los aspectos más reseña-
bles del mundo de la comunicación política, evidenciando la importancia que
esta tiene en la vida democrática de los países desarrollados.
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Conceptos

Es muy difícil presentar solo una definición de comunicación política debido


a la complejidad de los ámbitos que abarca: la Ciencia política, la comunicación
y la mercadotecnia. Por eso se considera que puede ser de ayuda para com-
prender mejor la comunicación política y su evolución presentar la síntesis que
Maarek (2008) realiza en torno a cada uno de esos campos de investigación (ver
resumen en Tabla 1). Así, la comunicación política vista por los investigadores
en Ciencia política se orienta en tres direcciones. En un primer momento se ana-
liza la creciente influencia de la comunicación política y los modernos medios
de mercadotecnia política como una “americanización” de la política, si bien la

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mayoría ha reinterpretado el proceso como una profesionalización de la comu-


nicación política moderna que implica, por un lado, la generalización de las es-
trategias “atrapalotodo” de los partidos y, por otro, la creciente personalización
de la política, que incluye una exposición cada vez mayor de su vida privada, en
un intento por llegar a todos los sectores sociales.
A los expertos en mercadotecnia no les resulta difícil seguir la evolución de
la comunicación política. Para ellos, los políticos han actualizado sus métodos
de comunicación adaptándose a los cambios a medida que estos se han ido pro-
duciendo. Estos cambios se inician en los años cincuenta y sesenta del pasado
siglo cuando se produce la comercialización de masas fruto del uso de la pren-
sa y la televisión. Importante fue, en este sentido, la comercialización directa
con envíos masivos por correo, llamadas telefónicas y uso de encuestas, hasta
llegar a la actualidad, con la aplicación de procedimientos individualizados a
través de Internet. Los estudios de comunicación comenzaron interesándose por
las relaciones entre políticos y periodistas, con posterioridad se centraron en la
creación de imagen de los políticos a medida que los estudios de televisión y los
medios audiovisuales pasaban a un primer plano. En la actualidad, el desarrollo
de internet y de los nuevos medios han impuesto un nuevo enfoque llegando a
la conclusión de que la comunicación de los políticos, hoy en día, se ha conver-
tido en cierto modo en una cuestión global (Maarek, 2008, 94-97).

Tabla 1.  Enfoques de estudio en comunicación política


Campo de investigación Proceso Resultado
Ciencia política Profesionalización Despolitización
Personalización Popularización/tabloidización
Evolución hacia política/partido Partido/política clientelizados
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“atrapalotodo”
Mercadotecnia Mercadotecnia de masas Publicidad en prensa/televisión
Mercadotecnia segmentada Mercadotecnia directa
Mercadotecnia individualizada Internet/blogs
Estudios de comunicación Periodismo/relaciones públicas Relación política/medios
Televisión/medios audiovisuales Creación de imagen de los
Internet y nuevos medios políticos
Comunicación global
Fuente: Maarek, 2008.

Llegados a este punto y siguiendo a Mazzoleni (2010) parece apropiado des-


tacar algunas contribuciones realizadas por teóricos del ámbito de la sociología
de la comunicación y de la ciencia política que facilitan el conocimiento de la

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comunicación política. Dominique Wolton (1989; 1995) “atribuye gran impor-


tancia a los medios y los sondeos”, Dan Nimmo y David Swanson (1990: 22)
observan que “en su dimensión política es una fuerza tanto para el consenso
como para el conflicto”, Jacques Gerstlé (1992), que “la comunicación política
se define mejor observando sus tres dimensiones principales: pragmática, se uti-
liza para interactuar conforme a distintas modalidades; simbólica, pasa por ritos
como los de consenso y de conflicto, estructural, transita por canales institucio-
nales, de organizaciones y mediáticos e interpersonales” y Brian McNair (1995),
“la define en torno a tres elementos que componen el flujo comunicativo: el
emisor, formas de comunicación empleadas por los distintos actores políticos
para conseguir distintos objetivos, el receptor, dirigida a actores no políticos
como público y periodistas, y el mensaje, la comunicación sobre ellos y sus
actividades que aparece en las noticias, los editoriales y otras formas de debate
periodístico.” (2010: 37-38).
Jacques Gerstlé (2005:16-19) describe cuatro visiones sobre la comunicación
política:

1.  Instrumental: se refiere a las habilidades en la utilización de instrumentos


por parte de partidos políticos o sus gobernantes respectivos, para ma-
nipular y atraer a la opinión pública, de tal manera que se establece una
relación de fuerza entre gobernantes y gobernados.
2. Ecuménica: definida como proceso de intercambio de información entre
los actores políticos, los medios de información y el público. Esta visión
está muy próxima a “una visión sistémica en la que domina el funcio-
nalismo y las ideas de circulación sin trabas para la comunicación y en
ausencia de relaciones de fuerza entre los protagonistas”.
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3. Competitiva: se interviene y dispone a través de los principales medios,


las percepciones públicas de los grandes acontecimientos políticos. Esta
definición subraya el “rol central de lo cognitivo y lo simbólico en los
procesos políticos, y por ende, de acercar las nociones de conflicto o co-
operación por una parte y construcción de sentido por otra, insistiendo en
la presencia de los medios en la interacción”.
4. Deliberativa: las naturalezas de la comunicación y de la política son en
cierto modo similares. Es en el debate colectivo donde se encuentran las
condiciones para una verdadera democracia deliberativa, en la cual la “in-
corporación creciente de los ciudadanos permite la formación de un au-
téntico espacio público”.

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Una definición más sintética la ofrece Mazzoleni (2010: 38): “el intercambio
y la confrontación de los contenidos de interés público-político que produce el
sistema político, el sistema de medios y el ciudadano-elector.”

El papel del sistema de medios en la comunicación política

Hallin y Mancini (2004) son autores de una tipología de sistemas mediá-


ticos basada en la historia, evolución y trayectoria de las principales estruc-
turas de comunicación del siglo xx que pone dichos sistemas en relación con
los respectivos sistemas políticos de los países europeos y norteamericanos.
Aunque ha recibido diversas críticas debido a que no consideró algunos de
los nuevos fenómenos derivados del desarrollo de las TIC’s y la globalización
(Norris, 2009), el esquema de análisis de Hallin y Mancini sigue siendo válido
y relevante para analizar los sistemas mediáticos y audiovisuales por cuanto
mantienen a lo largo del tiempo sus peculiaridades institucionales (Aalberg et
al, 2010).
Hallin y Mancini (2004, 19) analizan dieciocho países teniendo en cuenta
sus trayectorias históricas y sus perfiles estructurales y culturales. A partir de
ahí, diseñan una tipología de sistemas de medios que se basa en tres modelos:
pluralista polarizado, democrático corporativo y liberal (ver Tabla 2). Para ello
proponen cuatro grandes dimensiones que permiten una comparación de los
sistemas de medios de comunicación de la Europa occidental y Norteamérica:

a) El desarrollo de los mercados de los medios de comunicación, especial-


mente la fortaleza y debilidad de la prensa de gran tirada.
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b) El grado y naturaleza de los vínculos entre los medios y los partidos polí-
ticos.
c) El desarrollo de la profesionalidad de los periodistas.
d) El grado y la naturaleza de la intervención estatal en el sistema de medios
de comunicación.

La tipología tiene en cuenta, además, otros elementos del sistema político


como el papel del Estado en la sociedad, el carácter de mayoría o de consenso del
sistema político, la pauta de la organización de los grupos de interés, incluida la
distinción entre el sistema liberal más fragmentado y el sistema más corporati-
vo, la distinción entre el pluralismo moderado y el más polarizado y el desarro-

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llo de la autoridad racional-legal en comparación con las formas clientelistas de


organización social.

1. Modelo Mediterráneo o Pluralista polarizado: en el sur de Europa exis-


te una importante intervención del Estado y de los partidos políticos en
muchas áreas de la vida social, además de fuertes lealtades de gran parte
de la población hacia ideologías políticas muy variadas. Es significativa la
estrecha relación de colaboración que mantienen los medios con los par-
tidos políticos, dando lugar a fenómenos de paralelismo y al consiguiente
alineamiento político de los medios. La relación entre las élites políticas
y los medios se rige con frecuencia por prácticas clientelistas derivadas de
concesiones administrativas y licencias. Hay que subrayar también la exis-
tencia de un mercado dual en el que nos encontramos con consumidores
fieles de información y otros muchos desinteresados por la misma, en el
contexto general de un patrón de consumo fuertemente masculinizado.
2. Modelo del norte y centro de Europa o modelo Democrático Corporativo:
los países representativos de este modelo se caracterizan por el pluralismo
moderado y por un sistema político de consenso. Coexisten la prensa de
gran tirada y una prensa vinculada a los grupos políticos y civiles, el para-
lelismo político y la profesionalidad periodística, y la libertad de prensa y
una fuerte intervención estatal en los medios de comunicación. El Estado
asume la responsabilidad de garantizar la libre circulación de informa-
ción. Los medios están concebidos como instituciones sociales con auto-
nomía para la representación de los diversos intereses sociales, políticos o
económicos.
3.  Modelo del Atlántico Norte o Liberal: se caracteriza por el surgimiento
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temprano de la libertad de prensa siendo predominante la comercial. Sal-


vo en la prensa británica, en el resto de países predomina el pluralismo
interno y un bajo nivel de paralelismo político. Todos estos países se carac-
terizan por el pluralismo moderado y tienden hacia sistemas de mayoría.
Los medios de comunicación representan intereses individualizados con
ausencia de un pluralismo organizado. Se entiende como positiva la au-
sencia de intervención del Estado para garantizar la libertad de informa-
ción. Así, se configura una prensa comercial dirigida a una amplia audien-
cia que no pone el énfasis en los asuntos públicos pero ejerce un control
sobre el poder político.

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Tabla 1.  Modelos de sistemas de los medios de comunicación


Modelo Mediterráneo o Modelo del norte y centro Modelo del Atlántico Norte
Pluralista Polarizado de Europa o Democrático o Liberal
Corporativo
Países Francia, Grecia, Italia, Austria, Bélgica, Dinamarca, Reino Unido, Estados
Portugal y España Finlandia, Alemania, Países Unidos, Canadá e Irlanda
Bajos, Noruega, Suecia y
Suiza
Pautas de variación en cuatro dimensiones de los sistemas de los medios de comunicación
Desarrollo de la prensa de Bajo Alto Alto
gran tirada
Paralelismo político Alta Alta Bajo
Profesionalización Baja Alta Alta
Intervención estatal Alta Alta Baja
Características de los sistemas políticos
Historia política: pautas de Democratización tardía; Democratización temprana: Democratización temprana:
consenso y conflicto pluralismo polarizado pluralismo moderado (salvo pluralismo moderado
Alemania y Austria antes de
1945)
Gobierno de consenso o de Ambos Predominantemente de Predominantemente de
mayoría consenso mayoría
Pluralismo individual versus Pluralismo organizado; Pluralismo organizado; Representación
organizado importante papel de los históricamente pluralismo individualizada más que
partidos políticos segmentado; pluralismo organizado
corporativismo (especialmente en los
democrático Estados Unidos)
Papel del Estado Dirigismo, fuerte Estado del bienestar fuerte; Liberalismo; Estado del
implicación del Estado y de implicación considerable bienestar más débil,
los partidos en la economía; del Estado en la economía especialmente en los
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períodos de autoritarismo, Estados Unidos


Estado del bienestar fuerte
en Francia e Italia
Autoridad racional-legal Menor desarrollo de la Fuerte desarrollo de la Fuerte desarrollo de la
autoridad racional-legal autoridad racional-legal autoridad racional-legal
(excepto en Francia);
clientelismo

Hallin y Mancini incluyen a España en el modelo Mediterráneo debido, entre


otras razones, a la escasa circulación de la prensa, que se configura como una
prensa de élites, al alto grado de intervencionismo del Estado, al alineamiento
político de los medios y a la consiguiente relación instrumental que se da entre

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partidos y medios. En consecuencia, los medios proporcionan una representa-


ción de la escena política que dramatiza las diferencias y antagonismos entre
unas opciones y otras, dando apariencia de confrontación y conflicto donde a
menudo hay convergencia, a fin de atraer la atención de las audiencias (Hallin
y Mancini, 2004: 426 y ss.)
Los sistemas de medios en América Latina no se ajustan a ninguno de estos
tres modelos. Los medios latinoamericanos poseen características tanto del mo-
delo pluralista polarizado como del liberal (Hallin y Mancini, 2004: 92-93).

La influencia de los medios (1): la mediatización de la vida política

En las siguientes líneas se pretende explicar la influencia que los medios de


comunicación tienen en la construcción social de la política. Para ello, vamos a
proceder en dos tiempos: en un primer momento, vamos a abordar los condicio-
namientos que la actividad política se encuentra en una sociedad mediatizada,
entendiendo por tal una sociedad en la que el conjunto de sus prácticas sociales
se transforman debido a la omnipresencia de los medios. Hablaremos, por tanto,
de la mediatización de la vida política. En un segundo momento, nos detendre-
mos, más concretamente, en la manera como los medios construyen la política
(apartado siguiente).
Conviene comenzar recordando que los medios se han convertido en uno
de los grupos socializadores de mayor importancia, debido a la creciente expo-
sición a los mismos de las audiencias y a la consiguiente mediatización de la
vida social. A partir de una idea genérica de la mediatización como los cambios
sociales y el desarrollo asociado a los medios de comunicación, Shulz (2004)
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hace una descripción y sintetiza en cuatro los procesos de cambio social pro-
tagonizados por los medios. En primer lugar, “los medios de comunicación
trascienden los límites de la capacidad humana de comunicación; en segundo
lugar, “los medios sustituyen actividades sociales” e incluso instituciones socia-
les (por ejemplo, ver la televisión sustituye la interacción familiar íbid, 88-89);
en tercer lugar, “los medios se integran en nuestra vida cotidiana (por ejemplo,
conducimos y escuchamos la radio)” (íbid, 89); y, por último, “los actores y or-
ganizaciones de todos los sectores de la sociedad se acomodan a la lógica de los
medios. En el caso de la política, los políticos se adaptan a las reglas del sistema
de los medios” (íbid, 89).
En las sociedades contemporáneas las personas dependemos de los medios de

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comunicación para obtener información sobre cualquier acontecimiento de la


realidad social y política, lo que hace que la mayor parte de los electores tengan
una experiencia puramente vicaria de la política. Desde este punto de vista, es
frecuente hablar del papel de mediación que cumplen los medios, por cuanto
ponen en relación a las élites de los partidos con sus electores. Ahora bien, la
influencia de los medios no se limita a eso, ya que los medios no son meros
transmisores de información, sino que someten los mensajes de la esfera polí-
tica a un filtro que los adecúa a sus propios intereses y puntos de vista. Ocurre,
en este sentido, que los políticos han de adaptarse a los requerimientos de los
medios, dando lugar a un proceso que se denomina mediatización de la política.
Stombäk (2008, 228-240) señala distintos aspectos de la mediatización y dis-
tingue cuatro fases del proceso de mediatización en las sociedades democráticas.
Para empezar, la mediatización de la política de un país depende del grado en
el que:

1. Los medios de comunicación constituyen la principal fuente de informa-


ción política y social.
2. Los medios son independientes de las instituciones políticas.
3. Los medios de comunicación son gobernados por una lógica política o por
una lógica mediática.
4. Los actores políticos se rigen por una lógica mediática o por una lógica
política (íbid, 234).

Stombäk distingue también cuatro fases de mediatización en las democracias


occidentales:
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•  1ª fase. Se alcanza cuando los medios constituyen la principal fuente de infor-
mación y canal de comunicación entre la ciudadanía, las instituciones y los
actores políticos. La información transmitida por los medios tiene un impacto
en cómo la gente percibe la realidad y qué opinión se forma de ella (íbid, 236).
•  2ª fase. Los medios se vuelven más independientes de otros órganos políti-
cos o gubernamentales y han comenzado a ser gobernados de acuerdo a la
lógica de los medios de comunicación (íbid, 237).
•  3ª fase. La independencia de los medios ha aumentado, los actores sociales
y políticos han de adaptarse a los medios. En esta fase aparecen los spin
doctors (estrategas y asesores de comunicación que interactúan con los pe-
riodistas en la formulación de mensajes), actores que ganan peso en un

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contexto en el que cada vez es más importante aplicar las técnicas de mar-
keting político y electoral en combinación con los distintos medios (te-
levisión, cable, internet). Los medios tienen ventaja en esta fase, ya que
forman parte del proceso de toma de decisión (íbid, 238).
•  4ª fase. Los actores sociales y políticos no solo se adaptan a la lógica de los
medios de comunicación, sino que estos llegan en cierta forma a colonizar
la vida política. La transición de la tercera a la cuarta fase estimula lo que se
denomina “la campaña permanente“, la profesionalización de la política y
la apelación al público (íbid, 239-240).

A partir de mediados del siglo xx, con el declive de las ideologías y el des-
censo de lealtad de los votantes, los aparatos de los partidos aceptan técnicas
mediáticas en un intento de sumar esfuerzos para conseguir la popularidad de
la política. En este contexto, las campañas de Margaret Tatcher (1979) y Ro-
nald Reagan (1980) se puede decir que son las que inician el tiempo de “la
campaña permanente” (Aira, 2009: 53-54). Ante este nuevo escenario, el papel
de los medios como transmisores del mensaje político es incuestionable y por
este motivo, los partidos han arbitrado nuevos modos de actuación dejando al
margen estrategias tradicionales y asumiendo una gestión profesionalizada de
las noticias. En esta situación, tanto políticos como periodistas aprovechan al
máximo las oportunidades con las que cuentan, recurriendo a nuevas acciones
comunicativas con el objetivo de fortalecer sus papeles transmitiendo imágenes
positivas o negativas en función de las situaciones particulares a defender.
Conviene señalar a este respecto el recurso a la “going public” o “apelación
al público”, en cuanto mecanismo de acceso directo (no mediatizado) a los ciu-
dadanos para solicitar su adhesión a la acción de gobierno. De este modo, el
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mensaje político llega directamente a la opinión pública sin intervención del


periodista (Casero, 2009). Otro tanto ocurre con las conferencias de prensa en
las que no se permiten preguntas a los periodistas y, en general, con las interven-
ciones públicas que intentan popularizar el trabajo del político sin la mediación
del periodista.
Entre los principales efectos de la mediatización política podemos destacar
siguiendo a Mazzoleni: la espectacularización, la personalización y la tematiza-
ción. Por lo que respecta a la “espectacularización”, el resultado más evidente es
que hace recaer el éxito del mensaje en su capacidad de distracción y entreteni-
miento. La campaña electoral es el entorno perfecto de la espectacularización.
Un segundo efecto de la mediatización es la personalización del liderazgo, que

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©  Editorial UOC 253 Comunicación política y opinión pública

afecta tanto a la forma de apreciar todo acontecimiento político como a la pre-


sentación de la política misma. La selección de las élites ha pasado de estar en
manos de los partidos políticos a estar condicionada por el filtro de los medios
en la búsqueda del perfil mediático del candidato (Mazzoleni, 2004: 102-115).
Por último, la mediatización tiende a centrar el debate político en la selección
y discusión de unos pocos temas que son los que polarizan el debate político,
reemplazando así la tradicional discusión de ideologías y programas.

La influencia de los medios (2): la construcción mediática


de la política

Aunque la presunción de que los medios manipulan a las audiencias, mol-


deando sus gustos y sus preferencias, la investigación sobre la influencia de los
medios invita, por lo general, a tomar con cautela el alcance de esta influencia
y a acoger con escepticismo cualquier idea de manipulación o de capacidad
mediática con efectos directos sobre las conciencias (Roda, 1989; Curran 2005).
De haber efectos, es improbable que sean directos, y de haber manipulación,
solo sería factible por la vía de una construcción cuidadosa de la realidad social
en el marco de una visión del orden social capaz de presentar dicha realidad
como aceptable o legítima. Es imprescindible, por tanto, una relación de con-
cordancia entre aquella construcción y esta visión del orden social que la dota
de legitimidad y sentido. Pero que la comunicación así establecida llegue a
tener efectos sobre la audiencia depende, por lo pronto, de que la citada cons-
trucción resulte lo más neutra posible, a fin de que la ideología que la sustenta
permanezca implícita e inadvertida. Solo en la medida en que los medios con-
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siguen un efecto de neutralidad e imparcialidad, la ideología que defienden se


hace operativa.
Hay que tener en cuenta, por otro lado, que los actores implicados (partidos,
medios y audiencias) tienen intereses dispares en relación con la comunicación
política: mientras los primeros confían en los medios afines para conseguir el
apoyo de las audiencias, los medios intentan atraerlas hacia sus propios en-
cuadres y mensajes; en tanto que la audiencia tiene dos posibilidades: o bien
confiar a los medios el control de los políticos o bien obtener de los medios
la información necesaria para controlarlos directamente. En consecuencia, los
medios proporcionan una representación de la escena política que dramatiza
las diferencias y antagonismos entre unas opciones y otras, dando apariencia de

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©  Editorial UOC 254 Ciencia política contemporánea

confrontación1 donde a menudo hay convergencia, a fin de atraer la atención


de las audiencias. Asimismo, los medios someten a los políticos a una obser-
vación meticulosa en busca de noticias caracterizadas no tanto por su relevan-
cia como por su espectacularidad, con el riesgo consiguiente de deslizamiento
hacia la caricatura y el escándalo (Thompson, 1998: 187 y ss.) Con todo, el
riesgo más importante es que la política, en cuanto proceso democrático de
toma de decisiones, sea reemplazada por una actividad puramente retórica en
virtud de la cual el deseo compulsivo de obtener presencia mediática termina
por convertirse en un objetivo en sí mismo, vaciando a la política de contenido
y sustituyéndola por una sucesión de gestos teatrales destinados a alimentar una
determinada imagen de los líderes, desvirtuando la discusión de las cuestiones
verdaderamente importantes2.
Típicamente, el proceso de construcción de la realidad mediática sigue dos
pasos: selección de los elementos constitutivos de la realidad publicitada y en-
cuadramiento de dichos elementos en el marco de la ideología corporativa que
sirve de referencia. En cuanto a lo primero, la selección de los elementos de la
realidad social se concreta en la elaboración de un temario o, si se quiere, de una
agenda temática destinada a fijar el foco de atención de la audiencia (McCombs,
2004). No se trata, por el momento, de sugerir a la audiencia código alguno de
interpretación de los mensajes, sino tan solo de establecer el sendero temático
por el que la audiencia debe circular. El éxito de esta primera tarea depende de
la capacidad de los medios para que sus audiencias interioricen la agenda temá-
tica y la hagan suya. En la medida en que la agenda temática de los medios y la
agenda personal de sus audiencias confluyen, haciendo que las preocupaciones
de los ciudadanos se identifiquen con aquella, los medios habrán conseguido
su primer objetivo. No se trata de un objetivo fácil, ya que el conocimiento de
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los ciudadanos se nutre de otras muchas fuentes, empezando por su propia ex-
periencia en el entorno familiar, social y laboral, lo que requiere de una cierta
correspondencia entre la agenda temática de los medios y los problemas cotidia-
nos de los ciudadanos.
La segunda tarea de los medios es el encuadramiento de los mensajes, en-
tendiendo por tal una tarea de “selección de algunos aspectos de la realidad
haciéndolos más relevantes, a fin de promover una particular definición del

1.  Hay una larga lista de mecanismos de dramatización: personificación, relatos arquetípicos, duelos
verbales (talk show), etc. (Meyer, 2002: 32 y ss.)
2.  Es lo que Meyer llama pseudopolítica (2002: 67 y ss.)

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problema, una interpretación de sus causas, una evaluación moral y/o una re-
comendación acerca del tratamiento del asunto en cuestión” (Entman, 1993).
El encuadramiento puede ser de dos tipos: episódico o temático. Mientras el
primero proporciona imágenes o descripciones más o menos espectaculares
pero relatadas, en cualquier caso, en términos episódicos referidos a sucesos
particulares y concretos, el encuadramiento temático proporciona una inter-
pretación más general sobre la causalidad del problema que sirve de trasfondo a
la noticia. Esta diferencia es fundamental, por cuanto está asociada a diferentes
mecanismos de atribución de responsabilidad por parte de la audiencia (Iyen-
gar, 1991).
Tras la elaboración del temario y el encuadre de los temas, el proceso de cons-
trucción de la agenda culmina con la puesta en relación del acontecimiento con
un sistema simbólico o ideológico que sea reconocible por la audiencia (Sánchez
Noriega, 2002: 167). Siguiendo la definición de Entman que presentamos más
arriba, podemos distinguir tres momentos en el proceso de encuadre: diagnós-
tico, pronóstico y motivación. La primera función del encuadre es la identifica-
ción del tema/problema y su evaluación en términos de causas y consecuencias.
En este primer momento, se trata de diagnosticar el carácter problemático del
tema en cuestión y de establecer su etiología, lo que pasa, indefectiblemente,
por alguna forma de atribución de responsabilidad. Una vez hecho el diagnós-
tico, se establece el pronóstico: el encuadre debe ofrecer remedio al problema
en cuestión, lo que suele ir acompañado de algún tipo de exhortación a la au-
diencia para que actúe y colabore a la resolución del problema en una dirección
determinada. Pues bien, esta secuencia tendrá tanto más éxito en la medida en
que, como apuntábamos, la atribución de responsabilidad consiga presentar el
tema en asociación con un sistema simbólico o ideológico reconocible por la
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audiencia, en tanto que el mecanismo que hace posible esta operación resulte
inadvertido.
En este sentido, uno de los mecanismos más utilizados es el priming, que
significa dos cosas: primar e imprimar. Esta doble acepción del priming permite
a los medios, por un lado, primar o priorizar determinados temas que llevan
asociados atributos de fortaleza o debilidad respecto a un actor político; así, por
ejemplo, el diario El País puede centrar el foco de atención de una campaña
electoral en noticias relacionadas con políticas sociales a sabiendas de que ese
es un punto fuerte de los socialistas frente a los populares. En tanto que, por
otro lado, priming significa imprimar, a la manera de un lienzo, la presenta-
ción de un tema por su asociación con actitudes o predisposiciones más o me-

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nos latentes entre los electores. En otras palabras, imprimar significa emitir un
mensaje con el fin de activar ideas o pensamientos conectados con él (Entman,
2004: 27).
Tal como señalan Jacobs y Shapiro (2000), esta práctica retórica se usa en po-
lítica sobre todo para criticar y rechazar las ofertas políticas del adversario, más
que para apoyar las iniciativas propias, por cuanto los políticos desconfían de la
capacidad de atención del público ante argumentos racionales. Así, por ejemplo,
cuando el PP descalifica la propuesta de Estatuto catalán por estar tutelado por
ETA3, podemos encontrar los dos tipos de priming: hay, por un lado, un despla-
zamiento temático desde la discusión autonómica hacia la discusión sobre el
terrorismo, que ha sido tradicionalmente uno de los puntos fuertes del PP frente
al PSOE. En tanto que, por otro, hay un intento de contaminar el Estatuto de
terrorismo, conectando con la idea de que los nacionalismos son sospechosos de
complicidad o permisividad con el terrorismo.
Las posibilidades de priming se amplían en el caso de los medios. Así, por
ejemplo, las cadenas públicas controladas por el PP (TVE y Telemadrid) emitie-
ron el documental de Elías Querejeta Asesinato en febrero (sobre el asesinato de
Fernando Buesa poco antes de las elecciones de 2000) en vísperas de las eleccio-
nes de 2004, a fin de reforzar el encuadre del gobierno sobre la autoría de ETA
en relación con el 11-M. Especialmente sobresaliente es el priming que pone en
sintonía medios y mensajes políticos: los carteles de comunicación política del
PP en la época de Aznar utilizaban el mismo trasfondo de los telediarios de TVE,
en un intento por atribuir a la comunicación partidaria parecida verosimilitud y
credibilidad que a los informativos de una cadena pública.
Para terminar este apartado, nos gustaría hacer una referencia a la relación
que existe entre las distintas agendas involucradas en el proceso general de esta-
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blecimiento de la agenda. Estas agendas son tres:

a) La agenda de los medios.


b) La agenda del público (agenda pública).
c) La agenda de los partidos (agenda política).

La agenda de los medios se refiere a aquellos temas que los medios de co-
municación consideran que son los más importantes. La agenda del público

3.  “Montilla exige a Rajoy y a Acebes que pidan perdón por decir que ETA tutela la reforma del Esta-
tut”, El País, 30 de mayo de 2005.

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tiene que ver con el orden que el público establece a los problemas existentes
en su comunidad. Y, por último, la agenda política abarca el elenco de te-
mas o issues que las élites políticas consideran de interés nacional. En princi-
pio, podemos entender su relación mutua como un proceso interactivo en el
que los temas procedentes de la agenda de los medios y de la agenda del pú-
blico intentan incorporarse a la agenda política y alcanzar así el estatus de
temas de interés nacional dignos de ser considerados de manera prioritaria
por los agentes políticos. Ocurre, sin embargo, que tanto la agenda del pú-
blico como la agenda de los partidos deben superar el filtro de los medios si
de verdad quieren conseguir estatus de notoriedad, lo que otorga a la agen-
da de los medios una posición motriz en el proceso de establecimiento de la
agenda.
Una vez aclarado que el proceso general de establecimiento de la agenda es
el resultado de la interacción de estas tres agendas, conviene hacer la distinción
entre lo que podemos llamar proceso restringido de establecimiento de la agen-
da, que sería la influencia de la agenda de los medios sobre la agenda pública
(agenda setting) y el proceso más amplio de establecimiento de la agenda polí-
tica, que podemos designar como construcción de la agenda (agenda building),
entendido como el resultado de la interacción de las tres agendas mencionadas
(Figura 1).

Figura 1.  Proceso general de establecimiento de la agenda (agenda building)

Experiencias personales
e interpersonales
Comunicación entre élite e individuos
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Filtros
influencias. Agenda Agenda Agenda
Eventos y de los medios pública política
noticias
espectaculares

Indicadores del mundo real sobre


la importancia de un determinado
acontecimiento de la agenda

Fuente: Rogers y Dearing, 1988.

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©  Editorial UOC 258 Ciencia política contemporánea

Líneas actuales y futuras de debate

Internet y en general el nuevo contexto mediático unido a la tecnología digi-


tal de la información se está afirmando como una nueva fuerza sistémica hasta
el punto de estar contribuyendo a la desestabilización y al cambio de los siste-
mas de comunicación política. El uso de la red se incrementa cada día debido a
la evolución de la sociedad moderna, transformando los estilos de vida a todos
los niveles. En multitud de espacios nos podemos conectar para recibir informa-
ción, difundir datos a nivel transnacional e interactuar con cualquier persona,
grupo o institución, real o virtual. La globalización de las comunicaciones, por
tanto, ha rediseñado el ámbito comunicativo, si antes la esfera pública estaba
estructurada por los medios de comunicación tradicionales, con la aparición de
la telefonía móvil, la televisión vía satélite y la red se inicia un nuevo espacio
público.
Dahlgren (2005: 147-150) distingue tres dimensiones que pueden servir
como punto de partida para analizar la esfera pública de cualquier sociedad y al
mismo tiempo, observar cuáles son las contribuciones de las tecnologías de la
comunicación. Así tenemos que:

1.  La dimensión estructural hace referencia a “la configuración de los múlti-
ples espacios comunicativos especialmente relevantes para la democracia,
es decir, en la medida en que están organizados en términos legales, so-
ciales, económicos, culturales y técnicos. Estos factores influirán en que la
red sea o no accesible para su uso cívico”.
2.  La dimensión de representación se refiere al “flujo de información de los
medios de comunicación. Debido a la gran variedad de espacios y a la
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masificación de la comunicación en internet, la representación es rele-


vante en base al grado de contextos online de la esfera pública. Cualquier
persona puede hacer aportaciones en los múltiples espacios disponibles”.
3. La dimensión de interacción alude a dos aspectos. En primer lugar, “tie-
ne que ver con el encuentro de los ciudadanos con los medios: su uso,
interpretación y resultados de todo el proceso comunicativo. El segundo
aspecto de interacción proviene de la relación entre los ciudadanos que
pueden ir desde conversaciones entre dos a la confluencia de múltiples
opiniones en grandes reuniones. La interacción tiene sus espacios y sus
prácticas discursivas, la esfera pública es fluida y de carácter extensivo.
Con la llegada de la red, la interacción cívica da un paso histórico al ser

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online, el carácter expansivo de la esfera pública se acentúa. Sin embargo,


es necesaria la existencia de vínculos entre las diferentes plataformas de
interacción cívica y las organizaciones de toma de decisión”.

En definitiva, la mayor contribución de internet a la esfera pública proviene


de la cantidad y variedad de recursos que ofrece de tal forma que se ha facilitado
la comunicación horizontal, es decir, cualquiera puede expresarse sin necesidad
de intermediación de un periodista. Desde el simple correo electrónico a los
newsgroup o grupos de discusión, el chat, los mensajes instantáneos, las páginas
web, la videoconferencia o los blogs a través del uso de hyperlink, blogrolls y ban-
ners, están expandiendo tanto el espacio de interacción como de colaboración
entre los políticos y los ciudadanos, ampliándose la participación política a la
esfera virtual.
Mazzoleni (1999: 34) dice que internet podría tener un efecto similar al de
la mediatización, en cuyo caso se estaría hablando de una especie de “redetiza-
ción” de la comunicación política, si algún día la presencia en los hogares fuese
similar a la de la televisión, en ese momento, los modelos de comunicación
política podrían verse afectados por la nueva tecnología.
De momento aunque aún no se evidencian transformaciones en los sistemas
políticos debido a las nuevas tecnologías sí contribuyen al intercambio e interac-
ción entre aquellos interesados por las cuestiones políticas. Teniendo en cuenta
esta perspectiva Miani (2003: 43-44) “señala cinco razones por las que un políti-
co debe interesarse por este instrumento de comunicación y hacer el esfuerzo de
integrarlo en las propias actividades de la comunicación política. La primera, la
dimensión del fenómeno no puede ser ignorada, pese a que sería muy aventura-
do decir que la penetración de internet puede llegar a conseguir en un período
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breve de tiempo lo conseguido por la universalización de la televisión; todavía


no es un medio de comunicación cultural y socialmente disponible a todos los
individuos. La segunda razón, es que el medio ofrece a los políticos y a los can-
didatos un espacio discursivo autónomo bajo su control directo. En tercer lugar,
internet es un extraordinario instrumento de campaña permanente, la informa-
ción publicada en la web está disponible las veinticuatro horas del día. En cuarto
lugar, es el único medio de comunicación que permite recibir en tiempo real el
feedback de los usuarios. Y, por último, el uso de internet por parte de un político
contribuye a su legitimación y a la legitimación del proceso político en general”.
En la actualidad, en España, todos los partidos, candidatos y gran cantidad
de políticos tienen su web. Sus páginas ofrecen la participación a través de Face-

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book, Flickr, YouTube, Twiter, Twenti, Menéame, Technorati, etc., y cuentan con
blogs, videoblogs, podcast, videocast o chat, entre otros espacios. Por ejemplo,
el PP, entre otras acciones comunicativas, animan a crear grupos de amigos en
los móviles para recibir información política a través de sms por su utilidad para
convocatorias y acciones rápidas; algún representante garantiza que él mismo
hace seguimiento de todos los comentarios que llegan a su página y en la pági-
na principal animan a escribir mensajes que leen y analizan a diario. El PSOE
va por la tercera edición de encuentros a través de su canal, a propuesta de las
personas que tienen sus blogs. Responden a preguntas, tanto a las realizadas de
forma presencial como a las formuladas vía Twiter. En el último encuentro, los
políticos participantes “reivindicaron el activismo de la ciudadanía a través de
internet como una importante herramienta que da voz a la sociedad ante los
retos actuales”. Se puede convenir por tanto, que en este momento la esfera pú-
blica se está extendiendo de tal forma que constituye uno de los fundamentos
de la ciberdemocracia (Lévy, 2002: 46), entendiendo por tal, la expresión de una
comunicación política en una estructura de red flexible que facilita en determi-
nada medida, “los ideales de una deliberación o interpelación política no elitista
ni excluyente” (Dader y Campos, 2006: 108).
Puesto que el ciberespacio permite entonces una libertad de expresión sin
igual a escala transnacional, los medios pueden mejorar y enriquecer la de-
mocracia creando un “espacio cívico común” en donde los políticos deberían
participar con la intención de establecer actitudes cívicas. Para ello, “podría
crearse una autoridad con competencias para organizar, difundir, moderar y
presentar informes sobre los resultados de una amplia gama de ejercicios de
democracia electrónica con la intención de suscitar, reunir y coordinar las
reacciones de los ciudadanos y/o deliberaciones sobre los problemas que se
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presentan y/o propuestas emitidas por organismos públicos, que se espera que
con el tiempo reaccionen formalmente de algún modo. Este requisito podría
ayudar a estimular la participación seria de la ciudadanía en foros.” (Blumler
y Gurevitch 2001: 9). A este respecto, Bouza (2003: 4)considera muy difícil
convertir el ciberespacio en un espacio abierto, igualitario y libre. Si bien “hay
un potencial de igualdad que sí está siendo desarrollado, en cierta medida,
sobre todo como circulación de información entre élites, y esto mismo, con
ser restringido, anuncia unas posibilidades democráticas extraordinarias si la
brecha digital fuese reduciéndose en alguna medida o, quizá, más esperanza-
damente, si fuese neutralizada. Es un objetivo trascendente para los próximos
decenios.”

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©  Editorial UOC 261 Comunicación política y opinión pública

Son escasas las prácticas interactivas entre la ciudadanía y el sistema político.


En 2010, el Instituto de Innovación para el Bienestar Ciudadano (Consejería de
Innovación, Ciencia y Empresa de la Junta de Andalucía) puso en marcha un
proyecto europeo para la e-democracia. A través de la iniciativa que se llama
EuroPetition, los ciudadanos de tres provincias andaluzas pueden realizar sus
peticiones o sugerencias a través de la web a los representantes políticos de sus
Ayuntamientos o al Parlamento Europeo. El objetivo consiste en aumentar la
participación ciudadana en las agendas políticas en un 25% (El Mundo.es, 20 de
junio de 2010). Hay también ejemplos de voto electrónico en algunos países
como Venezuela, Argentina, Brasil, Paraguay, los Estados Unidos o la India. En
España, el acercamiento a la e-democracia se puso en práctica en 2004 en locali-
dades como Toro (Zamora), Pol (Lugo) y Jun (Granada) la experiencia demostró
una muy alta participación, alcanzando el 91,3% (Prince, 2005: 37).
Sería interesante promover una mayor participación ciudadana a través de
los recursos que las instituciones, partidos y candidatos disponen en sus páginas
web. De alguna forma, ya está iniciado el proceso de canalización de deman-
das de la sociedad civil a través de la esfera pública, el objetivo sería transmitir
opiniones que puedan afectar el curso de la vida política, bien a través de suge-
rencias o críticas, bien sirviendo como ejercicio de control al gobierno, de todas
formas, para conseguir este propósito, tal como señala Castels (2005: 223), hay
que cambiar la política para cambiar internet. O “reconceptualizar” la idea de la
política aislándola de su visión tradicional (Bentigvegna, 2006).
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Actividades propuestas para clases interactivas

Actividad 1.  Preguntas

Preguntas de repaso de conceptos y contenidos

•  ¿Qué se entiende por comunicación política?


•  ¿Cuáles son los tres tipos de modelos de sistemas de medios que definen
Hallin y Mancini?
•  ¿Cuál es la diferencia entre mediación y mediatización política?
•  ¿Qué tres dimensiones distingue Dahlgren para analizar la esfera pública
de cualquier sociedad?
•  Define framing y priming.
•  Describe el proceso de interrelación de agendas desarrollado por Rogers y
Dearing.
•  Considerando como dice Stombäk que para determinar la mediatización
política de un país es necesario tener en cuenta cuatro aspectos, señala
abajo un rasgo que no corresponde:
a) Grado en que los medios de comunicación constituyen la principal
fuente de información política y social
b) Grado en que los medios son independientes de las instituciones
c) Grado de intervención del Estado en los medios de comunicación
d) Grado en que los medios son gobernados por una lógica mediática o
por analógica política
e) Grado en que los actores políticos ejercen su influencia en los medios
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de comunicación
f) Grado en que los actores políticos se rigen por una lógica mediática o
por una lógica política.
•  Señala los distintos científicos sociales que han hecho aportaciones a la
comunicación política y cuáles han sido estas.

Preguntas desarrollo de argumentos

•  ¿Por qué los sistemas de medios de América Latina no encajan en ninguno


de los modelos desarrollados por Hallin y Mancini?

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•  ¿Por qué la mayoría de las investigaciones sobre agenda setting estudian los
períodos electorales?
•  ¿La comunicación política de un país puede afectar a la legitimidad de las
instituciones democráticas?
•  ¿De qué manera los medios de comunicación hacen frente a la emisión de
noticias de los políticos?

Actividad 2. Aplicación de conceptos teóricos a un caso empírico

¿Reflejan las noticias la realidad?

•  El alumnado elegirá una noticia de actualidad y hará un seguimiento de la


misma durante una semana en tres periódicos distintos de ámbito nacio-
nal. Tendrá que observar y poder describir el contenido y las semejanzas
y diferencias en la presentación de la realidad por los distintos periódicos
seleccionados. Para ello deberá reconocer:

a) Los principales actores políticos.


b) Cuáles son las metas de los actores.
c) Con qué recursos cuentan los actores políticos
d) Cuáles son las estrategias que desarrollan con el objetivo de alcanzar su
meta.

Actividad 4.  La comunicación política en el cine


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Frost versus Nixon, Ron Howar (2008).

Objetivos generales:

•  Desarrollar un método de reflexión que ayude al alumnado a identificar


aspectos claves de la comunicación política.
•  Convertir al alumnado en participante activo mediante su implicación con la
trama de la película y su análisis crítico.
•  Analizar la realidad desde un escenario distinto a lo que se puede plantear
en una clase magistral o de pizarra: salida de los textos académicos.

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Cuestiones

•  Expón aquellas ideas que consideras las más destacables de la película.


¿Qué ha sido lo que más te ha impactado?
•  Emplea el material audiovisual de la sesión para analizar en los personajes
y en los elementos del contexto la naturaleza de la mediatización política.
•  De acuerdo con la película, explica de qué manera los políticos intentan
cambiar la opinión pública a través de los medios
•  Analiza los bloques temáticos presentes en las entrevistas realizadas
•  Apoyándote como base en el material de este capítulo, realiza una sinopsis
de la película argumentando teóricamente la misma.
•  ¿Cambiarías algo de la película? Imagina un final distinto.

Este tipo de actividad también puede llevar sea cabo con otros materiales
audiovisuales. Sugerencias:

•  Fharenheit 9/11, Michael Moore (2004)


•  Buenas noches y buena suerte, George Clooney (2005).
•  In the Loop, Armando Ianuucci (2009).

Actividad 5:  La comunicación política en series de humor

Se recomienda para la realización de esta actividad la siguiente lectura:

•  Valbuena de la Fuente, F., 2010. “El humor en la comunicación política.”


Copyright © 2012. Editorial UOC. All rights reserved.

Cuadernos de Información y Comunicación15, 123-164.


•  Visionado de un capítulo de la serie Yes, Minister

Actividad 6:  Lectura de un ensayo

Objetivos generales

•  Desarrollar un método de reflexión a través de los materiales literarios que


ayude al alumnado a identificar aspectos claves de la comunicación políti-
ca y la opinión pública.

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•  Convertir al alumnado en participante activo mediante su implicación en


el debate de la novela y con el fin de exponer su análisis crítico.
•  Analizar la realidad desde un escenario distinto a lo que se puede plantear
en una clase magistral o de pizarra: salida de los textos académicos.

Se propone la lectura:

•  Salmon, Ch., 2008. Storytelling. La máquina de fabricar historias y formatear


mentes. Barcelona: Península.

Cuestiones

•  Describe qué significa storytelling


•  ¿Cuál es la preocupación que siente el autor del consumo que hace la ciu-
dadanía de los medios y el papel del poder?
•  ¿Crees que existe relación entre la difusión de nuevos medios y el naci-
miento del storytelling?
•  ¿Cómo definirías a los spin doctors?
•  ¿Cómo se describe en el libro la relación actual entre la prensa y el poder
político?
•  ¿Existe en España la misma tendencia que en los Estados Unidos al storyte-
lling? ¿Y en Latinoamérica? Haz un análisis de una campaña reciente.
•  Realiza una recensión del libro.
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Recursos online recomendados

•  http://ec.europa.eu/public_opinion/index_fr.htm
•  www.realinstitutoelcano.org/wps/portal/rielcano/BarometroDelRIElcano
•  www.latinobarometro.org/
•  wiscadproject.wisc.edu/
•  Escucha How Does News Media Impact Elections? en:
http://pcl.stanford.edu/press/
•  Página web donde aparecen todos los periódicos del mundo disponible en:
www.all-links.com/newscentral/

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