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DIFERENCIA ENTRE DIÁLOGO Y DISCUSIÓN

Se me presentan casos que me dicen: “Cada vez que intentamos dialogar,


discutimos”; “Compartimos muchas cosas pero no nos entendemos”; “Optamos
por callarnos porque no podemos hablar con tranquilidad”. Situaciones como
éstas encontramos en las instituciones, en las familias, en la vida de todos los
días. Nos indican que no es fácil dialogar. Requiere un aprendizaje y ciertos
elementos sin los cuales se hace imposible el diálogo.
Estos elementos son: escucha atenta, habla adecuada y oportunos silencios. En
un diálogo equilibrado y maduro, ninguno de estos tres elementos son más
importantes que el otro y los tres son igualmente necesarios.
Saber hablar es un arte que implica, a su vez, saber escuchar. Saber articular
adecuadamente la palabra y estar atento a lo que el interlocutor pronuncia. Es
un ejercicio que exige esfuerzo, sensibilidad y sabiduría del corazón.
En esto se distingue esencialmente de la discusión. En una discusión no sólo
defendemos unas ideas, sino también, y muy sutilmente, nos defendemos a
nosotros mismos.
En el diálogo, en cambio, no sucede así. En él no defendemos nada.
Simplemente exponemos, hablamos cordialmente con el interlocutor, con ganas
de recibir y aportar. El diálogo es el lugar del encuentro amistoso, de la
aportación sincera, del intercambio enriquecedor. A él no acudimos para
defender nada y, mucho menos, para defendernos a nosotros mismos.
La discusión, por el contrario, es un campo de batalla donde especialmente se
defienden intereses. Sin embargo no siempre es mala, porque puede también
iluminar sobre una determinada temática.

En nuestra vida cotidiana y en todos los ámbitos precisamos este clima de


diálogo para vivir en armonía y buscar el bien común. De lo contrario, corremos
el riesgo de que prime la violencia y nos induzca a tomar decisiones extremas,
que después nos arrepentiremos, pero, desgraciadamente, ya es tarde.
Crear este clima de diálogo es obra de todos. No es cuestión de pensar que es
flojedad, debilidad o desistir a mis ideas en caso que tuviera que ceder a algo en
que creo que debo mantenerme firme. El diálogo no implica claudicar sino
compartir mediante la palabra, la escucha y el silencio, para buscar juntos la luz
que necesitamos y ser más como personas.
El diálogo ayuda a crecer y a convivir. Mientras que la tozudez, el orgullo y el
egoísmo desequilibran a la persona, imposibilitan la escucha y destruyen la
comunidad porque implantan la discusión y la violencia.
Con el diálogo seremos instrumento de la paz que tanto necesitamos y
deseamos.

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