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CUANDO LAS CASAS PIERDEN EL ALMA

Basada en la obra HAY QUE DESHACER LA CASA, de Sebastiaá n Junyent

Personajes:

Paula y Lara son hermanas. Hace veinte anñ os que no se ven.

PAULA. Mujer de cuarenta anñ os. Ama de casa. Casada, y cansada. Un matrimonio
aburrido a cuestas con Roberto, con quien tiene un almaceá n de comestibles.
Dedicada al cuidado de sus padres. Tiene dos hijos: Maríáa Joseá , de 15 anñ os; y
Matíáas, de 12 anñ os. Representa las viejas costumbres, y lo tradicional. Vive a
metros de la casa de su madre, en un barrio de San Nicolaá s.

LARA. Mujer de treinta y siete anñ os. Cambia de trabajo continuamente. Un espíáritu
en permanente ebullicioá n. Inestable. Casada, separada, libertina. Hermeá tica
respecto de su vida íántima. Publicista. En pareja con Sergio. No le interesa el
dinero, pero su pareja la empuja hacia el reclamo monetario. Se siente obligada a
pedir su parte. De vida errante, ahora se encuentra viviendo en Buenos Aires.

ESCENA 1

(En el escenario, hay objetos esparcidos por doquier. Todos embalados. Sobre uno de
ellos, un portarretrato, con la foto de un hombre mayor. Aparece Lara, quien va
tropezando con los elementos)

LARA: ¡Paula! ¡Paula! (Al no tener respuesta, toma conciencia del portarretrato. Lo
mira con un cierto desdén, y lo coloca sobre el mismo lugar, pero boca abajo. Saca de
su cartera, un celular y marca un número)

LARA: ¿Sergio? Ya llegueá … No, todavíáa no la he visto… seguramente salioá un


momento. Aprovecheá a que la puerta estaba abierta… ¿Que coá mo me siento? ¡Mal!...
Me resulta incoá modo volver… Pienso no quedarme demasiado tiempo, lo sabeá s. En
cuanto maá s raá pido resuelva todo, vuelvo a casa… No te olvides de reclamarle el
cheque a Cristelux, estoy harta de bancarme los continuos pedidos de proá rroga…
Síá. Síá. Ya dejeá dicho a Juana que te deje en la heladera el almuerzo y la cena. Ya le
pagueá . No hay problemas por eso. Nos vemos, amor. Síá. Síá. Soy yo la maá s interesada
en terminar esto lo maá s raá pido posible… (Cuelga. Se pase por la habitación, como
reconociendo lo que había en cada rincón, tiempo atrás)

(Aparece Paula, bien vestida, con una bolsa del supermercado. Trae gaseosa y unos
sándwiches)

PAULA: ¡Lara! (Va hacia ella. Se miran por un momento. Se abrazan. Es Lara quien
corta el abrazo)

LARA: Imagineá que volveríáas pronto… la puerta estaba abierta…

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PAULA: Estaba convencida que ibas a venir… Por eso salíá a comprar comida… y dejeá
sin llaves. ¿En queá viniste?

LARA: Detesto manejar. Preferíá venirme en colectivo. Luego me tomeá un remise…


San Nicolaá s no es el fin del mundo.

PAULA: Ni que lo digas. A veces creo que las cosas siguen igual. Pavimento nuevo.
Maquillaje. Debajo de eá l, lo mismo de siempre (Mientras habla, toma con sus dedos,
rastros de polvillo) ¡Mierda! No hay forma de sacar la tierra. Me voy a poner maá s
coá moda. Tengo equipos de faena ¿Te quereá s cambiar?

LARA: No, gracias… Yo… No…

(Paula sale de escena, para ponerse un batón de todos los días, y cambia zapatos por
chinelas)

PAULA (A los gritos, en off) Buscate unos vasos. Deben estar en alguna de esas
cajas. Sacaá la gaseosa y los saá ndwiches…

LARA (Indecisa, por fin se anima a buscar en las cajas, donde encuentra unos vasos.
Los mira.) Creo que son los mismos vasos de hace veinte anñ os atraá s… (esto lo dice
en voz baja) ¡Los encontreá ! Parecen limpios…

PAULA (Vuelve a escena) Estaá n limpios. Los fregueá antes de guardarlos. Sigo con la
loca maníáa de la limpieza. No te podeá s imaginar el laburo que he tenido en estos
uá ltimos díáas. Se veíáa todo tan abandonado. (Destapa la gaseosa. Sirve en cada vaso)
¿Quereá s comer algo?

LARA. No, gracias. No tengo hambre. Tomar, síá. Te acepto la invitacioá n.

PAULA (Por un momento en silencio, mirándola a los ojos) Estaba esperando que
vinieras. Son demasiadas cosas para míá sola. Ahora que estaá s acaá , todo me
resultaraá maá s sencillo…

LARA: No. En cuanto me tome la gaseosa, me ireá .

PAULA: (El tono de voz pasa a ser acusador. Se nota el dolor de los años) ¿Queá ? ¡De
ninguna manera! Hay miles de cosas que solucionar… No te podeá s ir… No te dejareá
ir, despueá s de haberte dignado a reaparecer…

LARA: Ahíá estaá el error. Reaparecer. Apenas llegueá , me di cuenta… No soporto esta
casa… Me siento muy mal

PAULA: ¿Acaso te preguntaste alguna vez coá mo me he sentido y me siento yo? No.
Ahora que viniste. Te quedaá s. Tendraá s que afrontar la realidad. Las cosas son como
son. No las podeá s dilatar indefinidamente…

LARA: No te pido que dilates nada… Te doy toda la libertad para que resuelvas
como mierda se te antoje. Yo estoy de maá s. No tengo nada que ver con esta casa…

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PAULA: ¡Claro que teneá s que ver! Ha sido la voluntad de mamaá …! (Silencio
sepulcral. Cuesta continuar. Se miran) Ella decidioá que las dos fueá semos iguales

LARA: (Con resentimiento) Me cago en la voluntad de mamaá ! Me voy y no me


detendraá s.

PAULA: (Se pone frente de Lara, interrumpiendo el paso. Baja el tono de voz, de
manera conciliatoria) Espera… Seraá mejor que nos tranquilicemos. Creo que vos no
te das cuenta que esta situacioá n a míá tampoco me agrada. Yo tambieá n, si pudiera,
tendríáa ganas de estar muy lejos… muy lejos de todo… Ya que tuviste el valor de
subirte a un colectivo y venirte de Buenos Aires, ahora que estamos maá s cerca…

LARA: No estamos maá s cerca…

PAULA: Buenos Aires estaá a pocos kiloá metros. Maá s si los comparo con Espanñ a,
Francia, Italia, y no seá por cuaá ntos lados estuviste deambulando…

LARA: (retoma las palabras de Paula, de forma reflexiva) Lejos… lejos de todo

PAULA: Soá lo teneá s que aguantarme un poquito maá s… En unas horas, habremos
terminado con esta casa… (Aplaude con las manos, y busca una salida más festiva)
¡Preparaá te para trabajar! Porque te guste, o no te guste… hay que deshacer la casa

LARA: Deshacer la casa… queá es exactamente…

PAULA: Has viajado por todo el mundo, y no sabeá s lo que significa deshacer la
casa…

LARA: He vivido en departamento… Dejarlos… Pasar de uno a otro… No es


deshacerlos…

PAULA: Ponele el cartel que quieras… Deshacer, dejar, levantar, quitar, vender,
regalar… todo va a lo mismo… implica deshacerse de algo

LARA: Te lo vuelvo a repetir… ¡Vende! ¡Regala! ¡Alquilaá ! Haceá lo que quieras… pero
no conteá s conmigo

PAULA: Si por míá fuera, te podríáa haber mandado bien sabeá s donde… Llevo muchos
anñ os tomando decisiones, sola. Sola. Pero esta vez quiero que sea diferente, hay
cosas por repartir… De papaá , de mamaá … Tuyas… Yo no puedo decidir por las dos.
Mamaá queríáa que lo hicieá semos juntas.

LARA: (Mirando alrededor los objetos) Yo no seá queá hacer con estas cosas… No las
conozco… Ha pasado tanto tiempo… Esto es ajeno, no es míáo.

PAULA: (Hasta pareciera con bronca. Busca en una de las cajas, una muñeca y se la
da con furia) ¿Estaá s segura? ¡Vamos! Tu munñ eca preferida ¿te acordaá s? ¡Es nuestro
pasado! ¡Nuestras cosas!

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LARA: (Le devuelve la muñeca, sin mirarla) Fueron nuestras cosas… tuvieron su
valor entonces. Ahora no valen nada. El tiempo es lo uá nico que nos queda.

PAULA: Has dicho que te sentíáas mal desde que entraste a casa; si te fuese ajeno, no
sentiríáas nada… Enfrentaá te de una vez por todas (Le devuelve nuevamente la
muñeca) Seá que no es faá cil. Volver despueá s de tanto tiempo y encontrarlo todo
patas para arriba. Terminaá te la gaseosa y empecemos con el trabajo… conjunto.

LARA: (Toma conciencia de la muñeca) No entiendo por queá no la tireá en su


momento. No sirve aferrarse a las cosas materiales. Ya ni recuerdo lo que era jugar
a las munñ ecas… (La guarda en la misma caja donde la hermana la dejó)

PAULA: (Saca de otra caja el cuaderno de la primaria, y dentro de él, saca una foto
escolar) tu foto de cuarto grado… con la senñ orita Catita

LARA: No quiero ver nada, Paula. No te das cuenta. Ya no me importa. Han pasado
muchas cosas en mi vida. Demasiadas.

(PAULA se da cuenta del portarretrato del padre que está boca abajo. Lo pone en su
lugar, tal como ella lo había dejado)

PAULA: Hubiese asegurado que yo lo habíáa dejado distinto…

LARA: Ese maldito retrato… Papaá miraá ndome otra vez. Apenas he vuelto… Esa
mirada censuradora.

PAULA: (mientras acomoda cosas) Papaá … siempre he tenido sus frases


impregnadas en míá…

LARA: Yo tambieá n las he tenido… por mucho tiempo.

PAULA: Era un hombre maravilloso

LARA: ¿Auá n te parece? Era terrible. Me asustaba.

PAULA: No te creo… Sos la uá nica persona que siempre se atrevioá a enfrentarse a eá l.

LARA: Te equivocaá s, nunca conseguíá enfrentarme a eá l. Ni siquiera ahora… basta su


mirada para inspirar miedo. Le teníáa miedo. Mucho. Por eso, me fui de casa.

PAULA: Ay, vamos, Lara… te fuiste porque estabas calentita con Juan…

LARA: Juan fue el pretexto que me sirvioá para escaparme…

PAULA: Recuerdo praá cticamente de memoria, la carta que dejaste. Decíáas que te
fugabas con eá l, porque lo amabas. Estoy segura que no mentíáas…

LARA: Bueno, era una pendeja pelotuda… penseá que estaba enamorada. Era un
reto. Escaparme a los diecisiete, con uno de treinta y tantos… y divorciado…

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PAULA: En el fondo, yo estaba fascinada con esa historia de amor… Representabas
todo lo que yo no me animaba a hacer…

LARA: Síá. Es cierto. Escaparse con un separado aumentaba las proporciones del
escaá ndalo…

PAULA: Juan calentaba a cualquiera. Teníáa una mirada. Portaba muá sculos en eá pocas
donde no se usaba el gimnasio. Era un hombre de pelo en pecho… No te digo de mis
ratones…

LARA (Divertida con la salida de la hermana) ¡Paula! Eso síá que no me lo esperaba…

PAULA: ¿Por queá ? ¿Acaso la hacendosa cenicienta que quedoá al cuidado de sus
padres, no tiene vagina? ¡No a las telaranñ as, mi vida!

LARA: Juan era un chasco. Toda una carroceríáa que terminabas luego detestando.
Una especie de metrosexual con poco cerebro…

PAULA: ¿Y para queá lo quereá s con cerebro? No, no… muchas, muchas veces los
prefiero descerebrados, pero bien apasionados…

LARA: No hemos nunca tenido una conversacioá n de este tipo, Paula. Vos siempre
estabas tan a la retaguardia… Odebecíáas incondicionalmente: a papaá , a mamaá , a las
normas ridíáculas de la eá poca….

PAULA: (Frotando frenéticamente un objeto, para sacarle un lustre que no tiene) Es


cierto, eran otros tiempos. Almidonados. Normados… Recuerdo cuando Papaá leyoá
la carta y sin decir palabra, empezaron a caer en su rostro… laá grimas, laá grimas en
silencio. Hasta que no aguantoá maá s y se aferroá a la cintura de mamaá . No teníáa
fuerzas para moverse… Deba pena verlo asíá. El que siempre se habíáa mostrado tan
duro… ¡Bueno! ¡Bueno! Veo que poco estaá s ordenando…(De un cuaderno, saca una
foto y se la entrega a Lara)

LARA: ¿y esto?

PAULA: Miraá te… una de las fotos del primario… La de seá ptimo.

LARA (Con la foto en la mano, pero sin mirarla) No quiero ver nada… No me
interesa en lo maá s míánimo remover el pasado… Han pasado demasiadas cosas en
mi vida…

PAULA: No seá porqueá no quereá s verte… Estaá s hermosa. Antes… y ahora.

LARA: (mirando ahora la foto) Imposible estar hermosa. Recuerdo que ese díáa se
me cayoá inexplicablemente un diente… y no queríáa que me sacaran fotos…

PAULA: Estabas re linda… Mamaá siempre se esmeraba en tus colitas…

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LARA: Si no posaba, me teníáa que aguantar los sermones de la monja… Sor
Encarnacioá n se poníáa imbancable…

PAULA: (Imitando la voz de Sor Encarnación, en español) “Menudas ninñ as, el retrato
es obligatorio. Ninguna de vosotras debe perder la oportunidad de guardar tan
grato recuerdo de su ninñ ez…”

LARA: (siguiendo el tren de imitación de Paula) “… por moá dico precio que paguen
vuestros padres, gozaraá n del recuerdo para la posteridad” Mientras decíáa todo eso,
yo me preguntaba: ¿tendraá concha la monja eá sta?

PAULA: ¡Lara! (muertas de risa) No perdiste la costumbre de usar un lenguaje


muy… muy… procaz.

LARA: Ay que fina te has puesto Paula!

PAULA: Sea como sea, posaste (En un ataque de furia, Lara rompe el retrato) ¿Por
queá lo estaá s rompiendo?... A Majo le hubiese encantado conservarlo…

LARA: ¿a Maríáa Joseá , tu hija? Pero si apenas me ha visto una vez… hace como diez
anñ os

PAULA: Bastoá para tenerte idealizada. Nosotros somos para ella, seguá n como nos
describe, los retroá grados y conservadores maá s limitados del planeta. En cambio, la
tíáa es progre… Usa panñ uelo verde, forma parte del colectivo feminista y denuncia
toda expresioá n de violencia…

LARA: No me conoce. ¿Coá mo estaá n tus hijos?

PAULA: Majo tiene 15 y estaá en plena edad del cuestionamiento. Todo lo que hacen
sus padres estaá mal. Incluso hasta respiramos mal!

LARA: ¿y Matíáas?

PAULA: Es maá s infantil. Con sus doce anñ os, tiene la cara en ebullicioá n… Lleva la
cabeza casi rapada y aritos…Le gusta el deporte y ni piensa en las chicas…

LARA: Nada de pensar en el otro sexo… Los varones generalmente son maá s
ingenuos en la preadolescencia. ¿Coá mo son ellos?

PAULA: Buenos. Queá puede decir una madre. Viven en sus tiempos, con sus cosas,
con los problemas propios de esas edades…

LARA: Ves. Nada tienen que ver con la tíáa. De chiquita, complicada.

PAULA: (lo dice en forma rápida… como que no quiere escucharse decirlo) Majo es
igual a… Vos. Fíásicamente.

LARA: Te he preguntado coá mo son… no a quieá n se parecen.

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PAULA: Majo es difíácil. Estaá en una edad difíácil…

LARA: Todas las edades son difíáciles…

PAULA: ¿Me ayudaá s con esta caja?

LARA: ¡Coá mo pesa! ¿ Queá hay?

PAULA: Los libros de papaá . Miraá los… podeá s quedaá rtelos… A Roberto no le
interesan… Le resultan arte decorativo. Por su lado, los chicos usan INTERNET…
cortan y pegan… no necesitan libros…

LARA: (Justo saca un diccionario) Ni diccionarios. No les interesa. A míá me


encantaba buscar aquellas palabras que comuá nmente nadie se atravíáa a
explicarlas: puta, coger, clíátoris, vagina, pene, pija…

PAULA (le corta la enunciación) No es necesario que las repitas. Me imagino… Te


pasabas horas leyendo. Mamaá siempre decíáa que seríáas escritora…

LARA: Yo queríáa ser meá dica… Pero… ni lo uno ni lo otro… Publicista. Especialista en
marketing.

PAULA: No me habíáas dicho nada

LARA: Es lo que hago ahora… despueá s de haber cambiado no seá cuaá ntos laburos.
Hace unos anñ os que estoy en esto… me gusta… es creativo y me permite
manejarme con cierta libertad… El dinero mal no me viene… Sergio no tiene
trabajo.

PAULA: Sergio. Tu pareja.

LARA: En Chile era abogado… En Paríás, trabajaba en lo que le salíáa… Igual tendraá
que hacer ahora… Las leyes no son las mismas en uno que en otro paíás…

PAULA: ¿Tambieá n es comunista?

LARA: ¿Tambieá n? ¿A queá te referíás?

PAULA: Bueno… Juan tambieá n era comunista…

LARA: Error… Ni Juan ni Sergio…

PAULA: Pero Juan teníáa sus ideas…

LARA: Te lo dije. No teníáa muchas ideas… y las pocas que teníáa no eran
comunistas…

PAULA: Supiste algo de eá l… Era un divino…

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LARA: Resulta que recieá n ahora, despueá s de tantíásimos calendarios, me entero que
te calentaba Juan

PAULA: No es para tanto… queá se yo… una tiene su corazoncito…

LARA: No. No supe maá s nada de eá l. Voy a llamar a Sergio, si me tengo que quedar,
mejor le aviso que no me espere… (digitaliza el número) Hola… soy yo otra vez. No
me esperes. Me quedareá todo el díáa. Vereá a queá hora sale el uá ltimo coche… ¿coá mo?
¿los de Cristelux no tienen todavíáa el cheque? Insistíá Sergio, insistíá… que tenemos
que vivir. Nos vemos manñ ana… (Cuelga y se va quitando el abrigo.)

PAULA: ¿No quereá s quedarte a dormir?

LARA: ¡Ni ahíá! Tengo mi trabajo… Hagaá moslo raá pido… tengo pocas horas para
asumir mi condicioá n de heredera…

PAULA: Deberíáas cambiarte… por ahíá dentro hay alguá n vestido de mamaá …

LARA: ¡No! (Rápida y cortante) Estoy bien asíá… no te preocupeá s…

PAULA: Yo estaba terminando de guardar los cubiertos, si quereá s podeá s ver las
manteleríáas, estaá n en esa caja… hay que revisarlas y si no sirven… simplemente
tirarlas.

LARA: Vereá que puedo hacer…

PAULA: (pregunta , como en forma aislada… descolgada de conversación) ¿Te


casaste?

LARA: Síá, en Paríás… hace un anñ o… Estos manteles estaá n reviejos, no aguantan un
lavado maá s…

PAULA: A la mierda con los manteles… ¿coá mo es que te casaste y no me has dicho
nada?

LARA: ¿con queá sentido? Fue un traá mite… Nos veníáa bien para pasar a Espanñ a…
aunque despueá s no se dio lo de ese viaje. A Mamaá no le hubiese gustado…

PAULA: ¡vos que sabeá s! Estoy segura que me habríáa pedido que la llevase… Y a míá
tambieá n me hubiese gustado ir… ¡Por queá ? Nunca te termino de entender… Esa
maldita independencia tuya…

LARA: Por anñ os praá cticamente no las he hablado…y de repente, llamo por teleá fono,
y les digo: Me caso. (Risa estruendosa, y desencajada, tarareando la marcha nupcial)
La rebelde se casoá ! Si hubieran viajado, se habríáan sucedido una serie de hechos en
cadena, que no queríáa afrontar… Decididamente todo lo que tiene esta caja se
puede tirar. No sirve ni para trapos…

PAULA: Tiralos… sin culpas…

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LARA: (Hay un silencio pronunciado) ¿coá mo estaá Roberto?

PAULA: Muy bien... Si no fuese por el aá cido uá rico... Pero cuando vigila la
dieta...

LARA: Me refiero a su caraá cter… la uá ltima imagen que tengo de eá l es la de un


bonachoá n… con amplios pantalones y cara pozeada… Tíámido. Vos decíáas que teníáa
cara de pollo mojado…

PAULA: Me caseá con el pollo… el de cara pozeada. Tíámido. Ahora rellena los amplios
pantalones. Tíápico almacenero. TIENDA DE COMESTIBLES “LA PAULA”. Al menos
me puso en cartel luminoso. Trabajamos todo el díáa, despachando. No puedo decir
que haya sido mi ideal de hombre…

LARA: Creo que tu ideal era Juan…

PAULA: ¡Lara! No me quejo. Estoy feliz con el pollo. Somos coherentes con el marco
de la despensa. ¿Sos feliz con Sergio?

LARA: ¿y VOS?

PAULA (Rememorando) “Es de mala educacioá n res…”

LARA (Cortándola y completando la oración) “Responder con otra pregunta”

PAULA: Los dichos de papaá … los recordaá s…

LARA: Me cuesta creer lo que contaste… No me imagino verlo llorar… El ilustre


senñ or profesor de Lengua… el que fuera Director, llorando…

PAULA: No me gusta que te burles… Sos injusta… Sufrioá mucho…

LARA: Puede que tengas razoá n… bueno… vos siempre fuiste “maá s racional” que yo
(Dibuja las comillas con sus manos)

PAULA: ¿Me estaá s tomando el pelo?

LARA: No, no me hagas caso. Con los anñ os me he puesto iroá nica, muy… (en el mismo
cuaderno anterior o similar, hay otra foto. Ahora es Lara quien la descubre. Estalla
en carcajadas) Jajajaja… Pero si es Marito!

PAULA: ¡Dejame verlo! Jajaja ¡es la foto de comunioá n! Nos peleaá bamos por el… Las
dos estaá bamos como locas por eá l… Si hasta lo esperaá bamos en la puerta, para verlo
salir de la iglesia…

LARA: Era cabezoá n como todo pibe… cuando se es chico. Viste que la mayoríáa
desarrolla maá s raá pido la cabeza que el cuerpo…

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PAULA: ¿De doá nde sacaste eso? A mi me encantaban sus ojos azules…

LARA: ¿Teníáa ojos azules? Es evidente que yo siempre fui de avanzada, ya le miraba
el culito…

PAULA: ¡Lara! Estaá s terrible… En esa eá poca eá ramos unas santulonas…

LARA: Nunca lo fui… y si lo fui, dejeá de serlo hace siglos. ¿Vos seguíás tan… tan…
“santulona”?

PAULA: No se queá contestarte…

LARA: No te mientas… Sos de calentarte como cualquier otra… Que Marito… Que
Juan… al final te gustaban todos… Al menos todos los que me gustaban a míá…

PAULA: No lo digas asíá. Me pintas como una buscona… o de interesarme por los
mismos chicos que vos… Todo esto es una gran broma…

LARA: Si. Una gran broma… Anñ os sin vernos, para juntarnos, y hacernos bromas…

PAULA: ¿Por queá escapar a la realidad? ¿Queá ganaste?

LARA: Vivir seguá n mi propia filosofíáa… sin que me indiquen el camino a seguir…

PAULA: ¿No era posible hacerlo, sin necesidad de abandonarnos?

LARA: Con mis dieciocho anñ os, no encontreá un plan alternativo. No supe hacerlo de
otra forma… y despueá s… no hubo vuelta atraá s.

PAULA: En ninguá n momento te arrepentiste…

LARA: No.

PAULA: ¿Por queá tan tajante?

LARA: ¿No te das cuenta? ¡Hemos pasado doce anñ os en el colegio! ¡Doce anñ os
inuá tiles! Nos ensenñ aban a escribir a maá quina, para un mundo de pantallas
digitales… Palabras con sujeto y predicado, frente a un lenguaje de emoticones y
twits… Sumas y restas, en un mundo donde los ricos multiplican, los políáticos
dividen y el pueblo se queda solo con el resto…

PAULA: Buen discurso, Lara. No reniego de los doce anñ os de colegio. Ni de asistir a
la iglesia. Auá n sigo yendo a misa. Sigo creyendo. Y que el progreso no aplaste
formas y sentimientos…

LARA: A la mierda con el progreso… La educacioá n que nos han dado es una mierda.

PAULA: De ninguna manera. Soy quien soy, gracias a mis padres, a mis maestros, a
quienes me rodearon con sus afectos y buenas intenciones…

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LARA: No seas mojigata. ¿En queá te transformaste? Como si todo lo que te rodeara
fuera bueno. ¡Miraá me! ¿Acaso yo soy buena?

PAULA: Vos no estabas (se miran las dos, como sin poder continuar la conversación).
Y yo te necesitaba…

LARA: Si fuera posible… ¡volver a empezar! (se da cuenta que ha dicho algo que
pueda manifestarla como débil. Una flaqueza) No cambiaste nada… seguíás igual que
hace veinte anñ os…

PAULA: Creo que las personas nunca cambiamos, nada puede hacernos cambiar…
Mamaá siempre fue igual… Roberto sigue siendo el mismo que me acompanñ aba al
cine, en mis primeras salidas… Papaá cambioá … eá l si cambioá … pero solo unos díáas…
despueá s que vos te fuiste… Pero luego volvioá a ser el mismo de siempre. Nadia
cambia. Vos misma decíás que cambiaste… pero yo te veo igual. Rebelde. Irreverente.
Con una coraza que siempre esconde el verdadero sentimiento.

LARA: No. Esa es la imagen que vos te has hecho de míá. No soy asíá.

PAULA: ¿Acaso hoy no te sacaste la coraza, en cuanto confesaste que teníáas miedo?
Lara, atemorizada, huidiza, calzoá su disfraz de lobo para esconder su alma de
cordero…

LARA: ¡Basta, SENÑ ORA PERFECTA!

PAULA: ¿Acaso no fue el mismo miedo el que no te permitioá volver cuando papaá
estaba tan mal?

LARA: ¿Sufrioá mucho cuando murioá ?

PAULA: Síá... Se pasaba las noches gritando... Los calmantes no le hacíáan


efecto... Fueron once noches terribles... mamaá y yo... turnaá ndonos... deseando
que aquello terminase... Solas...

LARA: Me fue imposible venir… acabaá bamos de instalarnos en Paríás… sin dinero…
no tenia forma de…

PAULA: No te disculpeá s. No es el momento. Ya fue… Papaá estaba muy mal, envuelto


en un delirio. Lo que síá sentíá es que no vinieses cuando murioá mamaá … al menos
para el funeral… a ella le hubiese gustado…

LARA: ¡No digas estupideces, PauLa!

PAULA. No digo ninguna estupidez. Mamaá siempre quiso que su vida y su


entierro fuesen dignos... Por su vida, hice lo que pude, y por su entierro hice
lo que ella deseaba y me siento orgullosa... Lo uá nico malo, es que tuve que
hacerlo yo sola tambieá n... Te necesitaba. Deberíáas haber venido.

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LARA: Perdoá n… es difíácil justificarme… despueá s de tanto tiempo de no verlas…
despueá s de lo de papaá … venir al funeral de mamaá me parecíáa una farsa… Lo de ella
fue tan repentino…

PAULA: Al menos teneá la valentíáa de asumirlo, no lo disfraces... ¿Una farsa? ¿Y, en


cambio, pudiste venir hoy?

LARA: Es diferente ellos ya no estaá n…

PAULA: Te aterrorizan los muertos, eso es lo que te pasa... Hemos dormido en la


misma habitacioá n muchos anñ os... Te he sentido llorar y has venido a mi cama
temblando. Siempre sonñ abas con los muertos. No te importoá lo que yo
sintiese...

LARA: Te he pedido y te sigo pidiendo perdoá n… Siento que no me has personado

PAULA: Síá, claro que te perdoneá , porque te comprendíáa, cuando se


comprenden las cosas se pueden perdonar, pero me sentíá muy sola...

LARA. No estabas tan sola. Teníáas a Roberto , a los chicos...

PAULA. Es diferente... Ellos son… mi otra familia, pero yo te necesitaba a vos.


(Tras una pausa incomoda, cuando ya no se puede añadir más, tomando los
paquetes.) ¿Queá tal si comemos algo? He traíádo varias cosas...

LARA. No tengo hambre.

PAULA: Empanadas. Sandwiches. La ocasioá n lo amerita. Abramos! Hay vino…

LARA: ok… ¿ Doá nde hay copas?

PAULA. Busquemos…

LARA: tambieá n un destapador…

PAULA: Aquíá encontreá … copas… y destapador…

LARA: Las copas de mamaá … ¿todavíáa quedan?

PAULA: ¡Síá! Estas dos. (Abre la botella.) Toma, síárvete.

LARA: Paula… ¿cuaá ntos anñ os hace que te casaste?

PAULA: ¡Veinte! ¡Una eternidad! Prueba la empanada, veraá s queá buena que estaá .
(Tras una pausa, para dejarlas masticar.) Oye, si te parece, la ropa de mamaá ,
se la mando a las monjas.

LARA: Me parece bien… ¿te sirvo vino?

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PAULA: Síá. Asíá entraremos en calorrrr…

LARA: Veníáas seguido a casa de mamaá ?

PAULA: A pesar de estar a pocos metros… no la veíáa tan seguido. Atender la


despensa, lleva su tiempo… pero veníáa, una vez a la semana seguro…

LARA: No entiendo coá mo seguiste viviendo en San Nicolaá s, despueá s de casada…


Roberto podríáa haber puesto su almaceá n en otra parte

PAULA: Primero fue papaá … luego fue mamaá … pero tambieá n la familia de Roberto.
Yo siempre he tenido una vida familiar. Manñ anas moviditas, desayunos muá ltiples,
chicos a la escuela, los infaltables clientes de las ocho en punto, sonrisitas a pesar
de los reclamos, proveedores exigentes… y Roberto a la par. Como socios. Como
companñ eros. Y el tan esperado fin de semana para visitar a nuestros padres,
terminando agotados en la cama…

LARA: Bueno… al menos en la cama…

PAULA: Religiosamente una vez a la semana, como la visita de los domingos a misa

LARA: Puajjj! Lo tuyo síá que es la creatividad pura…

PAULA: La rutina. Lo cotidiano. El deber ser… pero no me quejo

LARA: Nada envidiable lo tuyo…

PAULA: Si hasta le tuve que decir a Roberto que me tomaríáa algunas tardes para
deshacer la casa de mamaá … No seá coá mo se las estaraá arreglando solo con el
negocio. Me gustaríáa que vinieses a casa, ahora que hemos roto el hielo…

LARA: ¿Queá hielo?

PAULA: Me refiero a que ya estaá s de nuevo… nos hemos vuelto a ver… ahora estaá s
en Buenos Aires… no es tan lejos, podemos visitarnos… ya no hay excusas

LARA: Ya se ha roto el hielo… (observa el cuadro del padre) ¿Pensaá s llevarte el


cuadro de papaá ?

PAULA: Si vos no lo quereá s… a míá siempre me gustoá …

LARA: Te lo doy encantada. A eá l le habríáa dado igual. Nunca se fijaba en las cosas
pequenñ as…

PAULA: Como en nosotras

LARA: Queá dijiste?

PAULA: Nada, una estupidez…

13
LARA: No. Has dicho algo muy cuerdo. Siempre he pensado que era solo una
obsesioá n míáa.

PAULA: El queá ?

LARA: EÉ l nunca se fijoá en nosotras. Estaá bamos en la casa como cualquier otro
objeto. Nunca se preocupoá de hablar con nosotras, de conocernos. Nos
atendíáa como atendíáa las pequenñ as cosas, superficialmente. Hubiese sido tan
bonito ver las cosas...con papaá al lado, explicaá ndolas...No, lo he tenido que
aprender todo lejos de casa

PAULA: Papaá … papaá … tan pudoroso. Tan distante. Te comprendo… quizaá s por eso
yo estaba con mis derroches de imaginacioá n. La primera noche. No conocíáa a los
hombres. Por eso… cuando te fuiste, no te podeá s dar una idea de las cosas que
imagineá … Los dos huyendo. Los dos en el coche cama de alguá n tren. Una botella de
champaá n, el traqueteo del vagoá n… Juan. Síá. Síá. Juan. Pero podríáa haber sido Pedro,
Pablo o Joseá .

LARA: La mierda que estabas caliente…

PAULA: ¿Teníáa pelos en el pecho?

LARA: Síá.

PAULA: Me lo imaginaba! Muy moreno….

LARA: ¿Muy moreno? No, eso no lo recuerdo…

PAULA: ¡No podeá s no recordarlo! Esas cosas no se olvidan…

LARA: Pero a queá viene todo esto…

PAULA: A mi poco conocimiento sobre el sector masculino…

LARA: Pues si te sirve de algo, te direá que aquella noche debiste pasarla
mejor que yo; porque no hubo coche-cama, ni champaá n, ni traqueteo...
Pasamos la primera noche en una pensioá n de mala muerte, esperando un
cambio de tren... Y estaá bamos tan cansados y hacíáa tanto fríáo, que no tuve
oportunidad de verle el pelo del pecho hasta dos díáas despueá s... Usaba
camiseta...

PAULA: ¡Camiseta!¡Como papaá ! ¡Queá desilusioá n! Debioá ser una noche horrible.

LARA: Imaginate. El fríáo, yo sin la menor experiencia, aquel desconocido


encima de míá. Soá lo recuerdo que la cama hacíáa mucho ruido y yo pensaba en
los vecinos de cuarto ... Y aquel hombre encima y sin acabar nunca... Se me
hizo eterno...

PAULA: A míá me pasoá todo lo contrario, se me hizo muy corto...

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LARA: ¿No me digas? Roberto... (Ríáe.)

PAULA: No conozco otros… pero, a pesar de la rutina, el de Roberto tiene lo suyo…


Eso síá, creo que eá l era tan virgen como yo. No sabíáamos coá mo hacerlo… (ríen las
dos)

LARA: No hay nada maá s triste que sentirse ridíácula en esos momentos...

PAULA: ¿Por queá terminaste con Juan?

LARA: ¡Yo queá seá ! Siempre se sabe como empiezan las cosas, pero nunca se
sabe exactamente en queá terminan. Puede ser que yo fuese demasiado joven...
Fueron tantas cosas las que tuve que asumir de golpe, que se me hizo pesado
todo... No lo seá ...

PAULA: ¿Te dejoá en mala situacioá n?

LARA: Fui yo quien lo dejeá en mala situacioá n...

PAULA ¿LO dejaste vos?

LARA: Conocíá a otra persona…

PAULA: ¿A Sergio?

LARA: No. Lo de Sergio fue mucho despueá s…

PAULA: Ah… bueno! Pero… ¿con cuaá ntos estuviste?

LARA: (En forma burlona, cuenta los dedos de su mano) Muchos…

PAULA: Muchos… ¡y lo decíás “muy suelta de cuerpo”?

LARA. ¡Suelta de cuerpo! (carcajadas cómplices) ¡queá antiguü edad!

PAULA: Contaá me!

LARA: Basta! Ya me sacaste varias cosas… con lo que me cuesta hablar de míá.
Tenemos que apurarnos. Quiero irme hoy… en el uá ltimo colectivo. Pero hoy. Tengo
compromisos asumidos… y que debe resolver cuanto antes

PAULA: Compromisos?

LARA: No me cuestiones. Soy bastante responsable en lo míáo.

PAULA. Estaá bien. Recuerdo ahora que, desde chica, te encanta intrigarme. Dejarme
las cosas a medio saber. Cuaá nto daríáa yo por saber lo que ha sido de tu vida en
estos uá ltimos anñ os

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LARA: Ahora estamos maá s cerca. Ya tendremos tiempos…

PAULA: Vamos cerrando cajas y las acercamos a la puerta… Asíá sabremos que estaá n
completas…

LARA: Como quieras… mientras no tenga que subir al dormitorio… no me gusta


subir las escaleras…

PAULA: Siempre fue asíá. De pequenñ a ahorrabas las subidas y bajadas de la escalera.

LARA: No te creas que he cambiado tanto…

PAULA: Yo queríáa un hermano varoá n… Le decíáa a mamaá que te cambiase por otra
cosa… Creíáa posible ir a la tienda y lograr el cambio…

LARA: Mamaá se la pasaba cambiando cosas. Debe haber sido la mujer que maá s
cosas acarreaba desde la tienda a casa, y desde casa a la tienda. Siempre tan
insegura. Lo míáo seguramente la afectoá mucho.

PAULA: Sobre todo por la actitud de papaá . Mientras eá l vivíáa, se callaba y no te


nombraba. Sabíáa que vos no ibas a volver, mientras eá l no te perdonase. Pero cuando
murioá papaá , abrigoá la esperanza de tu retorno… Claro que, cuando empezoá a pasar
el tiempo y vos no aparecíáas, la pasoá muy mal… Lloraba en silencio.

LARA: Ella nunca decíáa nada. Se limitaba a vivir sin decir nada, sin molestar a
nadie. Siempre la misma… envuelta en su silencio ¿Coá mo es posible que nunca
tuviera nada para decirnos? Todas sus advertencias, sus consejos, giraban en torno
a las consignas de papaá … ¿Es que nunca tuvo una idea que le fuera propia?

PAULA: Creo que no. Con las ideas, le pasaríáa lo mismo que con las telas. Dudaba
siempre. Sentíáa necesidad de apoyarse en el parecer de otra persona. Yo la
comprendíáa. Me parezco a ella en muchas cosas…

LARA: Mientras la tíáa Rosana, ¿te acordaá s lo que hacíáa?

PAULA: Resolvíáa por todo lo que no decidíáa mamaá . Me daba miedo. Vigilaba el largo
de nuestras polleras. Siempre decíáa que eran cortas. Pensaba que la moral se medíáa
por el largo de nuestros vestidos.

LARA: La muy pelotuda…

PAULA: ¡Lara! Ha pasado tanto tiempo… que ya no tiene sentido reclamarles nada.

LARA: Todos muertos. Ellas, eá l y su moral. De queá les sirvioá ? Rosana vivíáa como una
monja, con los vestidos por el piso. Ahora pienso que no era feliz, siempre
escondiendo su… su… quiero ser recatada y no puedo. ¡Su inmaculada Vagina!

PAULA: La tíáa teníáa vaá rices y por eso tapaba sus piernas…

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LARA: No conocioá a ninguá n hombre…

PAULA: Al menos ninguno que nosotras conocieá ramos…

LARA: Quieá n se le podríáa acercar… si era tan recatada. Auá n con la luz apagada,
custodiaba su intimidad, sin darse cuenta que se le llenaba la cueva de telaranñ as…

PAULA: (Riéndose) Eran las cuestiones de la eá poca…

LARA: Retroá grados. Por Dios, queá pesada es esta caja…

PAULA: ¿Por Dios? Invocaá s a Dios, vos síá que sos contradictoria…

LARA: Bueno, no me tomes en literal. Tampoco estoy peleada con Dios… ¿Queá
diablos –y ahora digo diablos - tiene esta caja?

PAULA: Hay ropa de cama… De hilo…

LARA: Queá terrible! Lo malo del hilo es que hay que plancharlo…

PAULA: Todo hay que planchar… Yo adoro dormir con las saá banas recieá n
planchadas.

LARA: Te estaá s poniendo pelotuda como la tíáa Rosana… A míá no me gusta planchar.

PAULA: El trabajo que daban… Ponerles el almidoá n suficiente… quedaban


preciosas… Y nada de tirarse a la cama, Mamaá detestaba que se arruguen… No nos
dejaba sentarnos porque síá.

LARA: Todo en esta casa era intocable… Igual que nuestros cerebros… Todo estaba
de adorno y para que las visitas lo disfruten. No nos podíáamos tumbar en la colcha,
ni acostarnos sin dejar antes la ropa bien doblada. ¡Si me vieras ahora!

PAULA: Me imagino… otra vez la rebelde haciendo de las suyas… la cama hecha
jirones…

LARA: En un principio, hasta en los hoteles hacíáa la cama… Una verdadera idiota.
Hasta que me di cuenta…

PAULA: Si hasta la ropa interior debíáa ser lavada por cada una…

LARA: Los pisos debíáan brillar… entonces, cada uno, con esas ¿patinetas de trapo?

PAULA: (Nuevamente ríe) Las patinetas! Cuaá nto rito domeá stico!

LARA: Tambieá n nos poníáan líámites… Nos pegaban.

(Silencio prolongado. Miradas encubridoras)

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PAULA: Auá n sin saber muy bien el motivo.

LARA: Recuerdo que recibíáamos las cartas abiertas…

PAULA: Y tampoco podíáamos salir con las Gonzaá lez.

LARA: Que eran unas atorrantas! (ríe a carcajadas) Lo feliz que eran las atorrantas!
Salíáan con cada pibe…

PAULA: Y lograron casarse, formar sus familias y son muy felices…

LARA: Te das cuenta? De queá sirvioá ser tan estrictos? Si hasta se cuestionaba coá mo
íábamos pintadas. No podíáamos hablar por teleá fono, bailar, escuchar cierta muá sica…
mientras eá l… eá l estaba con sus puros… si hasta me lo pienso, tiraá ndome todo ese
humo

PAULA: Vos no aguantaste demasiado… te fuiste enseguida…

LARA: No me arrepiento, hermana…

PAULA: Hermana. Cuaá nto tiempo que no escuchaba esa palabra.

LARA: Esta casa era como un campo de concentracioá n… y encima la desfachatez de


decirnos que TODO era por nuestro bien.

PAULA: Yo les hice caso. Me caseá .

LARA: Yo tambieá n me caseá . Me descaseá . Y me volvíá a casar… Y no les hice caso.

PAULA: Me recuerdo entrando a la Catedral, vestida de novia, con una cola muy
larga… Es curioso, Roberto no tengo idea de coá mo estaba… pero el padrino… papaá
estaba hecho un actor de cine…

LARA: Nos gustaba el cine. Me acuerdo de los cines El Aguila, y el Gran Rex

PAULA: Los domingos por la tarde. La matineá e…

LARA: Y daban dos pelíáculas. Una pedorra… y otra, tambieá n pedorra.

PAULA: (Riéndose) Eran pelíáculas de aquellos tiempos… y eran hermosas…


Sonñ abamos con los actores de esa eá poca…

LARA: Si. Amaá bamos al galaá n de la peli… pero con el tiempo, se descubrioá que al
famoso actor no le gustaban las mujeres.

PAULA: Queá pena! Recuerdo tanto a Rock Hudson…

LARA: Yo me hacíáa el bocho con el companñ erito de clases que amagama con
tocarme los pechos…

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PAULA: Mentira! Si íábamos siempre juntas al cine…

LARA: Vos te compenetrabas tanto con la peli… que ni te imaginabas lo que yo


“podíáa” hacer al lado tuyo (Risas cómplices)

PAULA: Queá loca! Las pelíáculas eran tan ingenuas… Hoy se ve cada cosa, incluso en
televisioá n y en horas de la tarde…

LARA: No te digo. Nada de lo que nos inculcaron, hoy es vaá lido… Si hasta me hacíáan
estudiar franceá s que no me sirva para nada…

PAULA: No reniegues tanto de aquellos tiempos… que tambieá n nos divertíáamos…

LARA: OH, Síá… eá ramos unas divertidas baá rbaras…

PAULA: Dentro de las condiciones de eá poca. Yo fui feliz. Fui feliz con vos.

(Silencio incómodo)

PAULA: Creo que tenemos que hablar ahora de algo que es importante… me refiero
a la cuestioá n econoá mica… hay varias cosas que tenemos que tratar…

LARA: Vos diraá s…

PAULA (Se levanta y busca una carpeta, vuelve a sentarse y la abre) Bueno… hay que
ver lo que hacemos con la casa… con los objetos, las joyas… Son varios temas…

LARA: (acomodándose, expectante) Empezaá por donde te plazca

PAULA: Si te parece, vemos lo de las joyas de mamaá . Aquíá teneá s la lista. Estaá n
depositadas en una caja de seguridad. Estaá n detalladas en lotes, seguá n la
valoracioá n… las hicimos tasar por un joyero de confianza… el de maá maá , de toda la
vida (le entrega una lista)

LARA: No sabíáa que mamaá teníáa un joyero de toda la vida… soá lo habíáa cuatro
chucheríáas…

PAULA: No te creas… Papaá le regaloá bastantes cosas en los uá ltimos anñ os. Algunas
muy valiosas. Fijaá te en los importes…

LARA: (Observa la lista con desdén. Cambia la cara cuando toma conciencia del
importe) ¿Tanto?...

PAULA: Apenas se las poníáa. Salíáa tan poco. Creo que algunas ni las estrenoá ….
Roberto, bue… nosotros… hemos visto la manera de ir solucionando esta repartija,
de una manera loá gica y justa para las dos… Estoy segura que sabraá s entenderlo…

LARA: Entender? Entender queá ?

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PAULA: Como vos no teneá s hijos… nosotros hemos pensado… en que estaríáas
dispuesta a ceder parte de las joyas a Majo. Como ella es la uá nica nieta mujer…
creemos que lo maá s normal es que sea ella quien las conserve. Nosotros estamos
dispuestos a compensarte econoá micamente… claro… Roberto piensa que despueá s
de la venta de la casa, vos te podríáas llevar un porcentaje mayor en compensacioá n
por las joyas… Espero que te parezca bien… Hemos valorado el precio de la casa. Si
a la mitad de eso la anñ ades un tercio de las joyas y tu parte en los objetos de valor,
veraá s que se convierte en una buena suma… y ahora que acabas de instalarte en
Buenos Aires, me imagino que te vendraá muy bien… a míá… por lo menos… la
verdad es que me parece una buena idea…

LARA (Leyendo detenidamente el papel, luego mira fijamente a su hermana) De


modo que a tu marido y a vos, les parece una buena idea que ceda mi parte de las
joyas a mi querida sobrina, por tratarse de la uá nica nieta…. Y que sereá compensada
muy bien econoá micamente…

PAULA: Es una buena oferta…

LARA: Que estaá n seguros que aceptareá , ya que necesito el dinero! Y como no tengo
hijos, mi sobrina debe ser la depositaria de las joyas de su queridíásima abuela… ¿Y
quieá n te dijo que la tíáa Lara no tiene hijos?

PAULA: Es que… teneá s hijos? (absoluto asombro)

LARA: Despueá s de tanto andar por el mundo, bien podríáa haber traíádo al mundo…
No seríáa loá gico? O no sigue “tu” loá gica? Ah, no… claro… la loá gica de mi hermana es
ideá ntica a la de su hija: mujer de panñ uelo verde, se deshace de engendros molestos.

PAULA: Creo que me estaá s tomando el pelo… si tuvieras alguá n hijo, ya me lo habríáas
dicho…

LARA: ¿Estaá s segura? Hace soá lo un momento te has enterado de mi boda… soy una
caja de sorpresas…

PAULA: No podeá s ocultar una cosa asíá… Me lo hubieses dicho… No podeá s jugar con
algo tan serio…

LARA: No podeá s… No podeá s… ¡Concedeme la posibilidad de haberlo tenido!... (se


toca su vientre, cierra sus ojos y aprieta su vientre con fuerza. Y su cabeza se menea,
en negativa) Empiezo a comprender la urgencia porque viniese a deshacer la casa…
si las cosas estaá n praá cticamente embaladas… todo estaá ordenado y listo para el
traslado, pero les falta un pequenñ o detalle: el problema de las joyas… y la venta de
la casa, y como eso es difíácil de solucionar sin mi consentimiento… Roberto y vos
han preparado el escenario ideal: en un marco de recuerdos y con el pretexto de
ordenar cuatro fotos, me ponen en conocimientos de las disposiciones…

PAULA: Estaá s equivocada. Esto no es ninguá n plan. No se trataba de solucionar lo de


las joyas o la casa… Vos misma habíáas dejado todo en mis manos… soá lo teníáa que

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haberte enviado tu parte. Si te llameá , si te he hecho venir ha sido… porque
necesitaba verte. Era muy importante que los uá ltimos momentos en esta casa, los
compartieá semos. Nunca he tenido otra intencioá n. Lo juro…

LARA. No hace falta que me jures nada. Estoy convencida de cuaá l era tu intencioá n.
¿Tambieá n la de tu marido? EÉ l es maá s praá ctico que vos.

PAULA: No embarreá s las cosas. No lo metas a Roberto. Jamaá s hemos querido


cagarte… la casa hay que venderla… estabas de acuerdo… vos estabas de acuerdo…
las joyas… estaá n ahíá… de muchas cosas no teneá s la maá s puta idea… sin embargo,
estoy hacieá ndolo lo maá s transparente posible.

LARA: Y de repente las palabras suaves y divertidas, contenedoras… se


transforman en un volcaá n de palabrotas. Gritaá me Lara! Mandaá me realmente a la
mierda! Decilo! Deshaceá te de míá… como yo ya lo hice de todos ustedes!
(silencio abrupto. Recobra las palabras) Me habríáa enterado de todo, por el
testamento…

PAULA: Mi hija

Laura.
Pareces insinuar que Agustíán y yo queremos timarte... La casa hay que
venderla...tuá estabas de acuerdo... Las joyas... estaá n ahíá... Muchas de ellas, ni
las conocíáas... Si nuestra intencioá n hubiese sido timarte, no te habríáamos
llamado...

Ana.
Me habríáa enterado de su existencia por el testamento...

Laura.
Me parece estuá pido seguir hablando de todo esto. Mi hija es la que realmente
tiene todos los derechos como uá nica nieta...

Ana.
¡Conocida!

Laura.
¿Quieres dejar de burlarte? Si es cierto que tienes un hijo, ¡dilo de una vez y
acabemos!

Ana.
¿Cambiaríáas vuestros planes si fuese cierto? ¿El reparto seríáa diferente?

Laura.
Eso depende de ti. Seguá n el testamento, estaá s en tu derecho.

Ana.
¿Y seguá n tuá ? ¿Estoy en mi derecho?

21
Laura.
Creo que te importa muy poco lo que yo piense...Siempre has hecho lo que
te ha dado la gana...

Ana.
Eso, por supuesto. Pero quiero que contestes a mi pregunta. ¿Crees que tengo
derecho?

Laura.
¿Quieres que te sea sincera?

Ana.
Me gustaríáa mucho.

Laura.
Pienso que no tienes ninguá n derecho a reclamar nada. Cuando te largaste de
casa, te importoá un pimiento todo lo que aquíá dejabas... En los momentos
maá s difíáciles, cuando maá s te necesiteá , escurriste el bulto siempre. Todas las
excusas eran pocas: distancia, dinero, amores, temores... Cualquier cosa menos
venir a pringarte, como he hecho yo. Explíácame con queá derecho vienes a
esta casa ahora. Has tenido mejores ocasiones para hacerlo. En cambio, ahora
que se baraja la posibilidad de recoger dinero, vienes con tus manos limpias
a recogerlo... Y yo me niego a ello... ¿Te enteras? Paso, porque no tengo maá s
remedio, porque te lleves algo de dinero, pero las joyas de mamaá ... el resto
de las cosas... no consiento que te lo lleves... Eso es algo míáo, algo que me he
ganado a fuerza de aguantar a papaá cuando te largaste... Porque, cuando lo
hiciste, me condenaste a ellos mientras viviesen... Aquíá no se quedaba otra
idiota para consolarlos. Yo no he podido ir escogiendo novio. Me caseá con el
que teníáa maá s cerca. He aguantado enfermedades, muertes...Yo he sido la que
los he visto morir. Y no sabes lo despacito que se puede ir muriendo un
padre... Yo he sido la hermana buena de la pelíácula... La idiota. Y para remate,
nuestra querida madre, que nunca se dignaba opinar en nada, decide ser
magnaá nima a uá ltima hora y te hace heredera de la mitad de todo. ¿No te
parece demasiado recochineo? Tengo que joderme y claudicar, entre otras
cosas, porque no voy a discutir contigo cuatro cochinos cuartos. No merecen
la pena... Pero por lo menos permíáteme el derecho al pataleo...

Ana.
¡Ya era hora! Por fin te has decidido a soltar todos los gatos de la tripa. Si
me hubieras soltado todo eso nada maá s llegar, ahora nos sentiríáamos mejor
las dos... Pero no... Te has pasado toda la tarde comportaá ndote como una
hermana comprensiva. Me has rodeado de toda esta mierda sensiblera y
cuando me has tenido a punto de caramelo... ¡Zas! Me presentas todo tu
precioso plan de reparto... ¡Eso se llama manipulacioá n!

Laura.
Eso es mentira. Yo no he preparado nada. Todo esto del testamento es una
injusticia. De nada ha servido el que yo me haya fastidiado media vida. Si te

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he hecho venir hoy y si me he mostrado agradable contigo es porque te
necesitaba. Tuá misma me pediste que me hiciese cargo de todo... Imagíánate lo
faá cil que hubiese sido para míá acabar con todo y enviarte un taloá n. ¿Es que
no te das cuenta de que te necesito? Alguna vez tengo derecho yo a tener
miedo.

Ana.
Perdoá name, pero me fastidia que me programen la vida. Despueá s de estar las
dos juntas aquíá, despueá s de tanto hablar de nuestras vidas... Creíá que yo
ocupaba algo en esta casa. Hasta que me leíáste la sentencia. Yo no tengo
derecho a profanar nada. Las reliquias de mamaá deben quedarse en la
familia... De pronto me has devuelto mi condicioá n de extranñ a... Yo... ¿sabes? No
pensaba venir... Me avergonzaba venir a reclamar algo que, como tu dices, no
me pertenece... Pero no estoy sola... Estaá Jorge... Necesito el dinero... EÉ l me
sugirioá que debíáa venir... EÉ l no entiende que yo pueda tener escruá pulos para
recoger esta herencia... A eá l no le importa. A fin de cuentas soy yo la que
tiene que dar la cara... Y el dinero bien merece un sofoco. Y yo vengo... y
aguanto el sofoco, porque no tengo maá s remedio... Porque necesito el dinero
para vivir... Y porque no quiero contradecirle... No quiero disgustarle... Porque
tengo miedo de perderle. Miedo a quedarme sola... Por eso estoy aquíá... Sin
ninguá n derecho... El uá nico derecho que he tenido ha sido nuestra conversacioá n
de antes...Ahora ya no tengo ninguá n derecho...

Laura.
(Daá ndole una copa.) Toá mate esto... Creo que las dos nos hemos excedido... Si
buscamos, encontraremos una solucioá n... Dime, ¿has tenido un hijo?

Ana.
No. Soá lo tuve un aborto... De pocos meses... Nada maá s...

Laura.
Lo siento. Puede que tengas razoá n en lo que dices...Estaá bamos tan bien...
Tuvo que salir la maldita lista de Agustíán...

Ana.
¿Te das cuenta? De Agustíán... Estamos aquíá las dos, peleandonos como dos
idiotas, para que nuestros maridos perciban sus intereses... Nunca
cambiaremos... Las cosas siempre nos vendraá n dispuestas y nosotras nos
limitaremos a obedecer...

Laura.
Agustíán es diferente, EÉ l lo hace por míá... A eá l no le importa el dinero... Estaá
dispuesto a que nos quedemos con la casa y pagar tu parte del dinero... EÉ l
quiere conservar la casa porque sabe lo que representa para míá...

Ana.
¿Piensa comprar la casa para usarla vosotros?

23
Laura.
Síá. Estaá dispuesto a reformarla. Quiere que la utilicemos los fines de semana.
Sabe que a míá me gusta el pueblo...

Ana.
¿Cuaá ndo decidioá eso?

Laura.
Desde el primer momento... Precisamente teníáa mucho intereá s en que tuá y yo
liquidaá semos esta cuestioá n cuanto antes...

Ana.
¿Me estaá s tomando el pelo? ¿Para queá la habeá is puesto a la venta entonces?

Laura.
No la hemos puesto a la venta...

Ana.
(Se levanta raá pida y busca en su bolso, saca una hoja de perioá dico y se la
muestra a su hermana.) ¿Y este anuncio? Las senñ as son eá stas. Y son las
mismas caracteríásticas, aunque el precio que pide es superior al que marca
aquíá...(Por la lista.)

Laura.
(Absorta.) No puedo creerlo. EÉ l... EÉ l no puede haberlo puesto. Es el teleá fono
de su oficina... ¿Porqueá ha hecho esto? Siempre me dijo... Esta casa es míáa...
EÉ l no tiene derecho...

Ana.
Pues parece ser que síá...

Laura.
Debe haberlo hecho por equivocacioá n...

Ana.
¡Por Dios, Laura! Mira maá s allaá de tus narices... Por equivocacioá n no se pone
un anuncio durante diez díáas.

Laura.
(Leyendo.) Dos plantas, doce habitaciones, dos servicios... Es ridíáculo... EÉ l sabe
que no puede vender sin mi consentimiento... Yo tengo que dar la
autorizacioá n...

Ana.
No creo que eso le preocupe mucho... Ya encontraraá la forma de convencerte
cuando tenga un comprador.

Laura.
Pero... ¿Por queá me ha estado enganñ ando?

24
Ana.
Dinero... Agustíán es el perfecto hombre de negocios... Ya apuntaba de
pequenñ o... ¿Te acuerdas? Siempre nos alquilaba el Pulgarcito...

Laura.
¿Coá mo se puede ser tan cerdo? Se ha pensado que soy un monigote que
maneja a su antojo...

Ana.
Desengaá nñ ate. No se lo ha pensado... Tuá y yo somos dos monigotes que nos
dejamos manejar. Pieá nsalo... Nosotras tenemos la culpa...

Laura.
No, no quiero pensar. ¿Para queá ? Para darme cuenta de que no tengo ninguna
idea propia... Para eso es mejor no pensar... Ya ves lo bien que los demaá s lo
hacen por míá...

Ana.
Pero no debe ser asíá. Somos las uá nicas responsables de nuestras vidas... Ya
estaá bien de culpar a los demaá s. Ellos lo uá nico que hacen es aprovechar las
ocasiones que les damos. No hay que bajar la guardia. Tenemos que tener
criterio propio, no podemos dejar que nos manipulen maá s... Estoy harta, me
he pasado la vida siendo una maleta. me han traíádo y me han llevado por
donde les ha dado la gana. Solo somos maletas

Laura.
Pues yo debo ser una maleta vacíáa...

Ana.
¿Vacia? Tuá tienes hijos ¿Queá se siente al tener un hijo?

Laura.
¡Miedo! Tambieá n una gran placidez. Pero miedo a las enfermedades, a los
accidentes, a perder su carinñ o, a quererlos demasiado, miedo a perderlos... Se
pasa una la vida asustada.

Ana.
¿Miedo tuá ?

Laura.
Síá. Un miedo diferente al tuyo... Tuá temíáas las cosas reales... Yo, en cambio,
siempre he tenido miedo lo desconocido... El futuro me aterraba... Todavíáa me
asusta...

Ana.
Pero siempre hablabas de tu futuro... Te pasabas la vida haciendo planes...

Laura.

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Por miedo... Trataba de prepararme un futuro antes de que me llegase otro
por sorpresa. Me gusta el pasado, el presente no lo entiendo, no seá
manejarme en eá l. Me aferroá al pasado como una lapa. Por eso me cuesta
tanto desprenderme de esta casa, de estos recuerdos. Porque lo bueno de los
recuerdos es que puedes elegirlos y siempre escoges los buenos. Ya ves,
Agustíán me utiliza a su antojo... Y lo que es peor, no me hace ni punñ etero
caso como mujer. No es que tenga otra, es que sencillamente le importa un
pito. Mis hijos son mis hijos, pero ya no son mis ninñ os... Ya no siento miedo
por ellos. Soá lo preocupacioá n. Luego estaá la casa... El hogar, pero lo malo del
hogar comienza cuando lo acabas. Mientras lo vas construyendo, apenas si
tienes tiempo de pensar en otra cosa... Pero una vez que ya es un hogar, te
das cuenta de que soá lo sirve para limpiarle el polvo. A veces entras en un
cine...y ya no estaá allíá Spencer Tracy... Y si ves a Liz Taylor, te das cuenta de
que estaá gorda... que ya no es aquella jovencita vestida de blanco... Y te
preguntas si a ti no te pasaraá lo mismo... Porque los hombres ya no se
vuelven a mirarte por la calle. Entonces intentas trabajar... Pero no sirves
para nada...porque soá lo sabes llevar una casa.

Ana.
Todo esto es una trampa... ¿No te das cuenta de lo atrapada que estaá s?

Laura.
¡Claro que me doy cuenta! ¡Pero yo no soy como tuá ! ¡Yo no seá escapar!

Ana.
¡Tienes que salir de toda esta basura...! ¡Eso soá lo lo puedes conseguir
pensando! Utiliza el cerebro para algo maá s que para repasar viejas pelíáculas...

Laura.
¡No seá hacerlo...! No quiero pensar, porque asíá no me doy cuenta de nada. Lo
que necesito son soluciones... ¿Las tienes tuá ? Pues entonces, ¡deá jame en paz!
¿Queá has conseguido tuá ? ¿Eres feliz? ¿Te hace maá s caso tu marido que a míá
el míáo? ¿O tu trabajo? ¿Dime? ¿En queá se diferencia limpiar libros en un
estante propio o ajeno? Quiero ver tu cambio... Y sigo viendo a la misma ninñ a
muerta de miedo que se veníáa a mi cama las noches de tormenta... Aunque te
cueste reconocerlo, estaá s tan atrapada como yo... Llevamos dentro las mismas
ideas... Nos las pusieron a la vez y seguimos arrastraá ndolas. Y te fastidia
darte cuenta de que todas estas mierdas te atan tanto como a míá...Porque
son lo uá nico real que tenemos en la vida

Ana.
¡No! (Se levanta y comienza a romper papeles ya tirar objetos al suelo.) ¡A
míá no me ata nada! ¡Fuera! ¡A la mierda! ¡Todo esto no es maá s que basura!

Laura.
Con romperlo no conseguiraá s nada! ¡Siguen ahíá!

Ana.

26
(Se ha parado ante el retrato del padre.) ¿Y tuá ? ¿Queá haces ahíá? ¿Estaá s
disfrutando de tu obra? (Le arroja una copa.) Omnipotente, como siempre...
¡Miraá ndonos de lado! ¡Tuá eres el primero que hay que romper! (Descuelga el
cuadro y comienza a golpearlo.) ¡Tuá eres el culpable de todo...! ¡Tuá ! ¡Con tu
soberbia! ¡Con tu falta de amor!

Laura.
(Tratando de interponerse.) ¡No! ¡Deá jalo! ¡A papaá , no! ¡Por favor! ¡A papaá , no!

Ana.
¡No es papaá ! ¡Es su maldita imagen! ¿No te das cuenta? ¡EÉ l es el que
comenzoá a destrozar nuestras vidas! ¡Es a eá l a quien tienes que pegar, no a mi!
¡Vamos! ¡Peá gale! ¡Por todo lo que nos quitoá ! ¡Dale! ¡Por sus mentiras! ¡Asíá!
¡Acueá rdate de su cinturoá n! ¡A eá l no le dolíáa pegarnos! ¡Vamos! ¡Maá s fuerte!
¡Acueá rdate cuando nos encerraba!

Laura.
¡Papaá ... papa...!

Ana.
¡EÉ l no te queríáa...! ¡Nunca nos quiso! ¡Soá lo se queríáa a síá mismo...! ¡Vamos,
ten valor! ¡Ahora te toca a ti! Nunca nos quiso, Laura... ¡No nos ha dejado
querer...!

Laura.
¡Maldito! ¡Maldito! (Comienza a golpear de forma histeá rica, hasta caer
extenuada.) ¡Maldito! ¡Maldito!

Ana.
(La abraza en su regazo y la mece.) ¡Ya! ¡Ya! ¡Caá lmate! ¡Por fin lo has
hecho!... ¡Lo hemos hecho! Ya..., ya... Llora... Llora si quieres... Ya... (Lentamente
la ayuda a incorporarse, la sienta y le sirve una copa) Toma, te haraá bien...
(Va recogiendo los papeles que tiroá antes y coloca algunas cosas.)

Laura.
No deberíáa beber maá s... Mira lo que he hecho

Ana.
Has hecho lo que teníáas que haber hecho hace mucho tiempo... Nada maá s... A
fin de cuentas era soá lo un maldito retrato. Y prepaá rate, no hemos hecho maá s
que empezar. Este reparto hay que hacerlo... Pero te aseguro que nos
divertiremos... No hay nada que se merezca tanto dolor... Ademaá s, no podemos
destrozar todo... A fin de cuentas las cosas tienen un valor... Y nosotras
estamos aquíá por el dinero...Por lo menos por eso nos han hecho estar aquíá...
(Se sienta al lado de Laura.) ¡Piensa! ¡Tiene que haber una forma de repartir
todo eso sin que suframos maá s! ¡Piensa!

27
Laura.
Lo siento, tengo demasiado conñ ac dentro como para pensar en nada... Ademaá s
¿queá maá s da? Tener que repartirlo ya de por síá es desagradable.

Ana.
No lo seraá si nos burlamos de todo este acto.. Tenemos que pensar algo que
lo ridiculice ¡Ya estaá ! ¿Tienes una baraja?

Laura.
¿Una baraja?

Ana.
(Se pone a buscar en las cajas.) Síá, una baraja... Unos dados... Algo asíá... Me
parece haber visto por aquíá un juego de la oca...

Laura.
¿Queá vas a hacer?

Ana.
¡Diraá s: queá vamos a hacer! ¡Vamos a jugarnos la herencia!

Laura.
¡Te has vuelto loca! Nosotras no podemos hacer eso...

Ana.
¡Claro que podemos! Es nuestra herencia... Podemos hacer con ella lo que nos
de la gana. Regalarla, tirarla , jugarla... Creo que es la mejor solucioá n. Se
supone que tuá y yo tenemos que repartir a partes iguales...Y eso, seguá n tuá , no
es justo, ¿verdad? ¡Pues juguemos! Dejamos a la suerte que decida y asíá tuá y
yo nos mantendremos al margen... ¿Queá te parece? Mira, aquíá hay un dado...
¿Te parece que lo juguemos todo al nuá mero maá s alto?

Laura.
Me parece una locura... Es como... como un sacrilegio...

Ana.
No seas idiota, atreá vete. Te aseguro que no te vendraá ninguá n castigo del cielo.
(Toma la lista de las joyas.) Lote primero: Anillo de pedida, de brillantes...
Pulsera de oro blanco. ¿Quieá n tira primero?

Laura.
No..., yo no quiero hacerlo... Son las joyas de mamaá ...

Ana.
Olvíádate de lo que son... Para poder disfrutar del juego no hay que pensar lo
que se juega, solamente se pensar en el juego. ¡Aníámate!
Podemos hasta pasarlo bien. ¡Va! Lote primero... ¿Tiras tuá o yo?

28
Laura.
(Arrebataá ndole el dado.) ¡Deá jame probar a míá!

Ana.
¡Bravo!

Laura.
¡Vamos, dadito, quiero esa pulsera! ¡Un cuatro! ¡A ver tuá !

Ana.
¡Ahíá voy! ¡Un uno! ¡Adjudicado el primer lote, que iraá a parar a manos de mi
querida sobrina Yolanda! Segundo lote.. Espera... Voy a acercar una laá mpara,
estaá anocheciendo. Ve te encendiendo esta Segundo lote...

Laura.
Mejor no lo leas...

Ana.
Hay que leerlo... Si no lo hago no tiene gracia el juego... Alianzas
matrimoniales. Trece arras de oro con dijes... Una pulsera de oro con dijes...
¿La conozco yo?

Laura.
Síá, mujer, la de siempre... La de los chinitos de jade. Tira tuá ahora...

Ana.
¡Un seis! Me parece que me toca cargar con las arras y los chinos...!

Laura.
¡Un cuatro! ¡Debo estar abonada!

Ana.
Bueno, ya estamos empatadas. No te preocupes, el díáa que se case Yolanda te
presto las arras...

Laura.
(Leyendo.) Lote tercero: pendientes de zafiro y sortija a juego. Siempre me
han gustado. ¿Tiro yo?

Ana.
Síá. Si nos pudiese ver Agustíán...

Laura.
Seguro que le subíáa el azucar. ¡Un cinco! Tira tuá ... ¡Otro cinco! Habraá que tirar
otra vez, este lote no se puede dividir

Ana.
¡Ahíá va! ¡Un tres!

29
Laura.
A ver si lo supero... ¡Un cinco! ¡Son míáos!

Ana.
Cuarto lote... A este ritmo, acabamos en seguida. Dos pendientes de perlas, un
collar a juego y un semanario de oro... ¿Quieá n tira? ¿Yo?

Laura.
Tuá misma... ¿Sabes? Comienzo a divertirme... (Se sirve maá s conñ ac.)

Ana.
Deberíáas dejar de beber... Quizaá manñ ana, cuando esteá s maá s serena te
arrepientas de esto...

Laura.
¡Claro que me arrepentireá ! Pero ahora estoy disfrutando y no me importa
nada...

Ana.
Si prefieres, dejamos de jugar...

Laura.
¡Ni hablar! ¿Queá te pasa? ¿Es que te arrepientes ahora?

Ana.
No... Pero quizaá s tengas razoá n tuá ... Es posible que no tengamos derecho a
repartir asíá la herencia...

Laura.
¿A queá viene esto? Primero me convences, me haces jugar y ahora eres tuá la
que te echas atraá s. ¡Tira!

Ana.
Estaá bien. Si estaá s decidida... ¡Un cinco

Laura.
¡Un dos! ¡Es tuyo! Lote quinto: pulseras de oro, cadenas y medallas de oro.
Tiro yo. ¡Un tres! Estaá visto que hoy no es mi díáa de suerte...

Ana.
¡Un dos! Ya ves que síá... Lote sexto: reloj de oro, de tres capas. Sortija de
caballero de oro con un rubíá... Era la de papaá .

Laura.
Y su reloj... ¡Tira! ¡Un cuatro! Tengo que superarlo...

Ana.

30
Me encantaríáa... No me apetece nada llevarme ese lote...

Laura.
Pues ya es tuyo. Un dos... ¿Queá lote viene ahora?

Ana.
Oye, Laura... Si quieres lo dejamos... La suerte no te estaá favoreciendo y yo
me siento culpable... Quizaá no tenga realmente derecho a nada...

Laura.
¡El juego es el juego...! ¡Olvíádate de tus malditos escruá pulos! ¿Queá lote es?

Ana.
Lote seá ptimo: sortija de esmeraldas y broche de esmeraldas... Yo no las
conozco.

Laura.
Fue el uá ltimo regalo que le hizo papaá . Tiro yo. Un cinco.

Ana.
¡Un tres!

Laura.
¿Te das cuenta? La suerte va cambiando.

Ana.
Lote ocho: juegos de pendientes de oro con diversas piedras semipreciosas...
¡Tiras tuá !

Laura.
No, te toca a ti.

Ana.
Un seis.

Laura.
Un dos.

Ana.
Lote nueve: juego de pendientes, sortija y broche de platino.

Laura.
¡Un tres!

Ana.
¡Un cinco!

Laura.

31
(Leyendo.) Parece que se acaban las joyas... Lote diez: collares, sortijas,
broches y pulseras de plata. Un rosario de plata... Me acuerdo cuando papaá le
regaloá a mamaá ese rosario.. ¡Tira!

Ana.
Dejeá moslo... ¡Ya estaá bien! Lo importante era demostrarnos a nosotras
mismas que eá ramos capaces de jugaá rnoslo todo...

Laura.
Pues para demostrarlo hay que llegar hasta el final...Date prisa, auá n quedan
varias cosas y tuá tienes que estar en Madrid. No puedes perder el tren...

Ana.
Es pronto. Lo que pasa es que en invierno anochece antes.

Laura.
¡Da igual! Tenemos que acabar de una vez con todo esto.

Ana.
Pero manñ ana...

Laura.
¡No importa manñ ana! Este momento es el que vale. Manñ ana tuá ya no estaraá s
aquíá. Yo estareá despejada y tendreá que dar a Agustíán una explicacioá n
convincente…Pero ya no se podraá hacer nada... Tendraá que rendirse a la
evidencia. Acabemos cuanto antes... ¡Tira!

Ana.
¡Un dos!

Laura.
¡Un seis! ¡Eso es! ¿Queá viene ahora?

Ana.
En este lote hay diversos objetos de plata: ceniceros, bandejas, un juego de
cafeá y un juego de teá . Tiras tuá .

Laura.
¡Un cinco!

Ana.
¡Un uno!

Laura.
¡Adjudicado! ¡Vamos! ¡Maá s cosas! ¡Estoy de racha ahora!

Ana.
Lote nuá mero doce: dos cuberteríáas de plata. ¡Un tres!

32
Laura.
¡Un cuatro! Tambieá n para míá... Al final voy a ahorrarle un dinero a mi
marido. ¡Mira! Eso es lo uá nico que me fastidia.

Ana.
Eso demuestra que la idea del juego es una solemne estupidez. ¿De queá te
ríáes? ¿Te estaá s divirtiendo?

Laura.
El que me ríáa no quiere decir que me divierta. Me ríáo porque pienso que
este juego ha servido para que cargues con el reloj y la sortija de papaá ... No
me digas que no tiene gracia... Ademaá s me ríáo porque todo esto me
sorprende... No creíáa que tuviera valor para hacerlo y me pongo nerviosa, por
eso me ríáo. (Leyendo.) Lote nuá mero trece: tres cuadros de firma y varias
acuarelas... (Mira el retrato.) Bueno, mejor dicho: dos cuadros de firma y
varias acuarelas. ¿Tiras tuá o yo?

Ana.
Yo misma. ¡Acabemos de una vez! ¡Un cuatro!

Laura.
¡Otro cuatro! ¡Vamos, hay que desempatar!

Ana.
¡Otro cuatro! ¡Y van tres!

Laura.
¡Un tres! Ya tienes para decorar la casa...

Ana.
Me vendraá bien... Aunque las acuarelas nunca me gustaron... Me parece que
ya no hay maá s lotes. EÉ ste es el uá ltimo: escribaníáa de bronce y dos
manuscritos del siglo xv...

Laura.
Síá, mujer, aquellos coá dices antiguos que tanto veneraba papaá ; parece que hoy
se cotizan mucho.

Ana.
Ya veo. Tira tuá , te toca.

Laura.
¡Un cinco!

Ana.
¡Un uno! Son tuyos.

33
Laura.
Me alegro. Siempre me ha gustado la escribaníáa de papaá . Con sus aá guilas
retorcidas...

Ana.
Bueno, ya hemos acabado. ¡Por fin!

Laura.
Auá n no hemos terminado. Queda la casa

Ana.
No... La casa no podemos jugaá rnosla...

Laura.
¿Por queá razoá n? Hemos decidido que nos jugaríáamos todo, sin importarnos su
valor. ¿Queá te pasa? ¿tienes miedo?

Ana.
Lo siento, la casa es mucho dinero. No puedo jugarmela

Laura.
Pero si ganas la casa, todo el dinero seríáa para ti.

Ana.
Tambieá n la puedo perder... Y yo no puedo permitirme ese lujo... Prefiero
aceptar la oferta de Agustíán, es maá s sensato...

Laura.
Si estaá s arrepentida del juego, podemos olvidarlo...Puedes recuperar el tercio
de las joyas si quieres, ademaá s de tu parte en la casa...

Ana.
No. Deá jalo. Nos lo hemos jugado y ya estaá ... No hablemos maá s del asunto...
En cuanto a la casa, haremos lo que propone Agustíán. Es mejor.

Laura.
Estaá bien. Lo que tuá digas. En cuanto a lo demaá s, ¿queá hacemos?

Ana.
¿Queá maá s queda?

Laura.
Quedan muebles, ajuar, vajillas... Puede que te venga bien...

Ana.
Síá, quizaá . De todas formas, tendríáa que hablarlo con Jorge.

Laura.

34
A míá muchas cosas no me sirven de nada. Si quieres puedes quedarte esta
noche aquíá y manñ ana lo terminaá bamos de solucionar... O podríáas venir otro
díáa...

Ana.
No. Prefiero acabar hoy. Ahora. Mira esa mesa; si no la necesitas, me vendríáa
bien. Y algunas cortinas. Varias sillas tambieá n me vendríáan bien. Realmente
soá lo tengo una cama y un par de butacas. Cualquier cosa que me sirva para
amueblar dos habitaciones me vendríáa muy bien...Elige tuá misma y maá ndame
lo que quieras...

Laura.
¿No te llevas nada ahora?

Ana.
No. Debo prepararme si no quiero perder el uá ltimo tren...

Laura.
Deberíáas quedarte.

Ana.
No, no puedo. ¿Y tuá ? ¿Queá vas a hacer?

Laura.
Cuando te vayas, acostarme. Me he pasado un poco con la bebida.

Ana.
¿Vas a dormir aquíá? (Laura asiente) No seá de doá nde sacas valor para pasar la
noche aquíá sola... Yo seríáa incapaz.

Laura.
Tampoco me hace mucha gracia... pero estoy acostumbrada a quedarme
sola...Manñ ana recogereá esto un poco y me ireá a casa.

Ana.
Vente conmigo ahora. Podríáamos viajar juntas...

Laura.
No. Tengo que quedarme. Manñ ana hay muchas cosas que resolver aquíá. Pero
me gustaríáa que tuá te quedases... Seríáa nuestra uá ltima noche juntas aquíá...

Ana.
Lo siento, es superior a mis fuerzas... Ademaá s, ya hemos tenido bastante con
la tarde de hoy... Han sido demasiadas emociones... Siento dejarte sola.

Laura.
Tranquila… Con todo lo que he bebido, no creo que tarde mucho en
dormirme. Pero me hubiese gustado verte manñ ana por la manñ ana... Maá s
despejadas las dos...

35
Ana.
Seríáa como esta tarde cuando nos vimos... Nos trataríáamos como dos
desconocidas...

Laura.
No... Eso no puede volver a pasarnos. De algo nos tiene que haber servido
esta tarde...

Ana.
Para que nos demos cuenta de que nada ha cambiado... Ni nosotras... Ni
nuestras vidas... Seguimos siendo las mismas críáas ignorantes y muertas de
miedo que jugaban por esta casa... Soá lo hemos ganado en anñ os y en
desilusioá n... Esta tarde, trataremos de olvidarla las dos... Seraá siempre la tarde
en la que deshicimos la casa...

Laura.
(Con sorna, mirando a su alrededor.) Diraá s la tarde que la destrozamos.

Ana.
Pero no sirve de nada... Lo hicimos con las manos...Todo lo que encierra esta
casa, lo llevaremos siempre aquíá. (Senñ ala su frente.) Ni siquiera aquíá. (Senñ ala
su corazoá n.) Y seá … que hagamos lo que hagamos, eso siempre seraá asíá.

Laura.
Siempre... Es mucho...

Ana.
Depende... A veces es tan poco...

Laura.
Estaba convencida... Segura... De que tuá ... Tuá por lo menos habíáas conseguido
lo que queríáas. Al estar lejos de aquíá... Pensaba que tuá habríáas escapado.

Ana.
He intentado escapar... Pero aquíá me tienes... Igual que tuá ... O peor, quieá n
sabe... Es muy difíácil cambiar.

Laura.
Tuá crees que si hubieá ramos sido chicos todo habríáa sido diferente.

Ana.
Quizaá fueá semos maá s felices... Los hombres tienen una gran capacidad de
adaptacioá n. Todos tenemos siempre la suerte que queremos.

(Se levanta y coge el abrigo y el bolso, luego se cerca a su hermana y la


besa.) Adioá s. Tengo que irme. ¿No te vienes?

36
Laura.
(Se levanta y toma el candelabro.) No. Te acompanñ areá hasta la puerta. ¿ De
verdad no quieres llevarte nada?

Ana.
(Recordando.) ...Síá que me llevo algo... (De uno de sus bolsillos saca los
pedazos de foto y se los muestra a su hermana.)

Laura.
¡Tu foto de ingreso!...

Ana.
Ves... A fin de cuentas... a mi tambieá n me gusta coleccionar recuerdos... Me
serviraá de rompe cabezas en el viaje... Acueá state en seguida... Tienes cara de
cansancio.

Laura.
Síá. Llamo a casa y me acuesto. ¿Te vereá pronto?

Ana.
Síá... Pronto. Nos llamamos. Quiero ver a los chicos... (Ya en la puerta.)
Acueá state, hace mucho fríáo...

Laura.
Síá. Yo te llamo... En cuanto te tenga preparado todo te llamo. Cuíádate. Adioá s.

Ana.
Adioá s. Cierra, en la escalera hay luz... (Sale.)

Laura.
Adioá s... (Se queda un rato observando el mutis, luego se vuelve y Observa
desde el ventanal, Ve salir a su hermana a la calle y va a saludarla, pero
reprime el gesto, suponemos que la hermana no se ha vuelto. Saca el moá vil)
¡Emilia! Soy yo, ¿Estaá mi marido? ¿Y mis hijos? ¿Le dijo a mi marido que yo
habíáa llamado? ¿Y no dejoá ninguá n recado? Estaá bien, cuando vuelva, díágale...
No, mejor no le diga nada... Ya le llamareá yo... No, que no me llamen... voy a
acostarme ahora mismo. Síá. Son los dolores de cabeza de siempre. Me estaá n
dando una tarde horrible... Gracias, Emilia. Hasta manñ ana... No, no seá a queá
hora llegareá ... No, no le diga nada... Gracias, Emilia, buenas tardes... (Cuelga, va
a salir, pero se acuerda de la copa de conñ ac y de la botella, las recoge y va a
salir, pero tropieza con algo, es una parte del retrato de su padre, lo mira y
se agacha a recogerlos trozos, dejando la lamparita apoyada en el suelo. Poco
a poco va reuniendo los trozos, estira la tela del cuadro y con un pico del
blusoá n que lleva, se dedica a limpiar el retrato, lo hace concienzuda y
lentamente, sus movimientos son mecaá nicos; lentamente, a la vez, tambieá n va
cayendo el teloá n.)

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