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UNIVERSIDAD DE LA MARINA MERCANTE

F ACULTAD DE H UMANIDADES Y C IENCIAS S OCIALES

L ICENCIATURA EN P SICOLOGÍA

” C A M E L O T”

Cátedra : P SICOANÁLISIS II

Curso – Año : 3° año TM / 2004

Docente : Lic. Marta D UBINI

A DAIR , Mónica Cecilia


Legajo N° 310417

29 de Noviembre de 2004
Sólo pedimos un poco de orden
para protegernos del caos.
No hay nada más doloroso y angustiante,
que un pensamiento que escapa de sí mismo,
ideas que huyen y desaparecen apenas se las ha esbozado,
roídas por el olvido o precipitándose
hacia otras ideas que tampoco dominamos.

Gilles Deleuze y Felix Guattari

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INTRODUCCION

Parto de la idea de que los individuos somos el producto de un proceso de reproducción


(somos producto y productores en el constante ciclo de la vida ), en el que los individuos
producimos la sociedad y a su vez somos producto de lo que hemos producido.
Intento en esta oportunidad hacer un corte en este ciclo y me posiciono en un lugar
activo, el de productores. Y me pregunto entonces ¿qué pasó con nuestra
responsabilidad?, ¿qué hicimos con lo que hacíamos?, ¿seguiremos haciendo lo
mismo?, ¿estamos conformes con lo logrado?.
Y quizás por una cuestión de género me cuestiono permanentemente el poder que
tenemos las madres, en ese lugar de Otro, para determinar a nuestros hijos y por
extensión a media humanidad. Y en qué grado somos responsables de los modos de
subjetivación imperantes y en qué medida podemos aún generar nuevos modos,
dejándonos sorprender por los nuevos significantes.
Transitar la incertidumbre creativamente y proponernos una nueva gestación sin
importar qué será ni cómo será lo gestado, pero hacerlo responsablemente, tomando
conciencia del acto creador. No me refiero a la concepción biológica, hablo de ese
segundo alumbramiento que es el que inscribe a la cría humana en el universo del
lenguaje.
No puedo pensarme, sin pensar en los otros. No puedo pensar en los otros sin pensarme.
Actualmente se viven fenómenos nuevos, disfrazados e introducidos en masa, que van
en detrimento del individuo. Son grandes las consecuencias que ejercen los grupos y los
productos de la cultura sobre la conducta individual.
M. Foucault dice que mostrar las determinaciones históricas de lo que somos es mostrar
lo que hay que hacer. Porque somos más libres de lo que creemos, y no porque estemos
menos determinados, sino porque hay muchas cosas con las que aún podemos romper,
para hacer de la libertad un problema estratégico, para crear libertad, para liberarnos de
nosotros mismos.1
Y esto se logra, a mi humilde entender, sólo a través del conocimiento.
“Conócete a ti mismo”, decía Sócrates en la antigua Grecia. Esta máxima que los
griegos gravaron en el gran santuario de Apolo en Delfos y que ha sido medular en gran
1
Notas para la Construcción de un Campo de Problemas de la Subjetividad - Ana Maria Fernández

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parte de la cultura occidental, constituye, aún hoy, un objetivo básico de la psicología. Y
en el ámbito personal, “conocerme” como base indispensable para poder alcanzar el
bienestar individual y por extensión el bienestar social.
Vivimos en una sociedad y constituimos un eslabón del engranaje social. Por eso “el
conocerse a sí mismo” es conocerse como ser social, en medio de un escenario vital y
propio.
“Yo soy yo y mi circunstancia”. Intento elucidar cuál es esa circunstancia y para esto
vuelvo nuevamente a la madre, ese Otro que nos constituye.

…………………¿Y el padre?.....................

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DESARROLLO

Leo a J. Lacan: "Cómo sostener una hipótesis como la del inconsciente sino se
ve que es la manera que tuvo el sujeto de estar impregnado por el lenguaje. El
psicoanálisis nos enseña la importancia que tiene para el sujeto, aquello que en ese
entonces no era nada, la manera en que fue deseado. Hay gente que vive bajo el efecto,
que durará largo tiempo en sus vidas, del hecho de que uno de los padres, no preciso
cuál de ellos, no lo deseó. Este es el verdadero texto de nuestra experiencia cotidiana".
"Los padres -sigue la cita- modelan al sujeto en esa función que titulé como
simbolismo. Lo que quiere decir, estrictamente, no que el niño es el principio de un
símbolo, sino que la manera en que ha sido instilado un modo de hablar, no puede sino
llevar la marca del modo bajo el cual lo aceptaron los padres. Esto presenta toda una
suerte de variaciones y de aventuras. Incluso un niño no deseado, en nombre de no sé
qué que surge de sus primeros bullicios, puede ser mejor acogido más tarde. Esto no
impide que algo conserve la marca del hecho de que el deseo no existía antes de cierta
fecha."2
Para el psicoanálisis la historia del sujeto no es ajena a la historia de sus padres.
El inconsciente existe en tanto hay un Otro. En este sentido podemos decir que el
surgimiento del inconsciente no está determinado por el nacimiento biológico sino que
hay un segundo nacimiento que es el que inscribe a la cría humana en el universo del
lenguaje. Es la respuesta de ese Otro fundamental para el recién nacido quien lo
introduce en el universo simbólico.
Ese Otro que al satisfacer las necesidades que ese organismo expresa, está dando una
respuesta que deja una inscripción, una marca, una huella y así se funda la entrada en la
vida anímica y en el lenguaje.
El psicoanálisis plantea que más allá de los diferentes modelos de organización familiar,
el humano desde el momento de su concepción queda capturado por la estructura del
lenguaje, por el deseo que lo trajo al mundo, y luego por las sucesivas operaciones que
se irán produciendo en relación al Otro. Lo que Lacan denomina Otro tiene el valor de
designar una dimensión de exterioridad respecto del sujeto que tiene una función
determinante.

2
‘La Familia’ – Jacques Lacan – Editorial Argonauta
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Nacemos en la lengua de otro. Nacemos en un mundo donde vamos a escuchar un
lenguaje y vamos a adquirir ese lenguaje. Seremos hablados por esta lengua y
hablaremos esa lengua dependiendo de qué posición tengamos en la vida; de cómo
constituyamos esa posición en la vida.
Recuerdo la hipótesis de las clínicas dinámicas (ROGERS, FREUD, PERLS), según la cual la
persona es el producto del encuentro del organismo corporal (de un bebé) en las
experiencias de interrelación con los otros (madre, padre, familia, cultura, lenguaje, orden
simbólico). Serán, entonces, acontecimientos o experiencias que van a producir marcas,
estímulos agradables o desagradables, sensaciones erógenas y toda suerte de
sensaciones que impulsan a cada ser humano a vivir de acuerdo a dicho significante.
La lengua materna en la cual el niño llega al mundo aún antes de nacer es una intrusión
violenta, nos significa.

ESTADIO DEL ESPEJO


El estadio del espejo describe el drama de la anticipación ante la insuficiencia humana.
El niño, desde el conjunto de sensaciones que percibe de su interior, sólo ha logrado un
sentido fragmentado de su cuerpo. La imagen reflejada le da una falsa visión de
totalidad que resuelve su fragmentación ficticiamente y que a la par que lo anticipa en la
visión de su sí mismo lo engaña en la confusión entre su propio ser y la imagen
reflejada.
Es decir que el niño, por un lado, al descubrir el reflejo de su cuerpo en el espejo
lograría un sentido de unidad y localización espacio temporal que la prematurez de sus
cenestesias no podrían brindarle aún; y por otro lado se trataría, también, de una
experiencia alienante ya que aún no ha desarrollado el sentido de discriminación que le
permita comprender que esa imagen es tan sólo una imagen de sí y no su sí mismo.
Imagen y cuerpo real se fusionan, no hay discriminación entre ambos.
Se trata, finalmente, de una confusión entre uno mismo y el otro, característica del
orden imaginario que domina, entre los 6 meses y los 2 años y medio, todo
comportamiento del niño en presencia de sus semejantes.
Lacan plantea que la identificación del niño con su imagen en un primer momento es el
modelo de todas las identificaciones de esta primer etapa, a la que denominó
‘imaginaria’. Es una identificación reducida a dos términos (dual).
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Por esta ‘identificación imaginaria’ el bebe puede reconocerse, pero al tomar como sí a
un doble de sí mismo que llena el vacío entre ambos, se anula la abertura existente entre
los dos términos de la relación, el cuerpo y su imagen. La inmediatez de esta
identificación sirve para comprender como se siente frente a la imagen que percibe de
los otros: habrá una fusión y dependencia indiscriminada de su sí mismo con la imagen
de sus semejantes así como con el cuerpo de su madre y los deseos de esta.
La relación primera del niño con su madre, es una relación dual, inmediata, especular,
indistinta, alienante, narcisista. Para que el niño pueda diferenciar su cuerpo de lo que lo
rodea será necesario el desarrollo de la situación edípica que permitirá integrar al niño la
imagen de su propio cuerpo y constituirse como sujeto.
La reelaboración lacaniana de la situación edípica presenta el pasaje de la relación
diádica a la relación triangular como el paso de lo imaginario a lo simbólico.
En esta primer instancia de la relación madre/hijo, la ‘identificación imaginaria’ anula
toda distancia entre ambos y toda falta. Es una ilusión de completud. Madre e hijo se
completan, ocupan mutuamente el lugar de lo que al otro le falta. El niño desea ser el
todo de la madre, no ser sólo acariciado, amamantado, cuidado por ella. El nacimiento
del hijo (que desde la perspectiva freudiana tiene sentido fálico ), es lo que a la madre le
faltaba, lo que ha colmado su deseo de completud. Completarla es ser el deseo ( objeto)
del deseo del otro, poder satisfacer el deseo de la madre es ‘ser’ el falo para ella.
Esto sólo puede ser posible en la medida que la permanencia de la madre sea testimonio
de que ella no necesita nada más que la posesión de su bebe.
Las oscilaciones de su presencia y ausencias remiten en cambio a la problemática fálica
de ser o no ser el falo. Se anuncia así el surgimiento del segundo momento del
Complejo de Edipo donde juega la intrusión de la dimensión paterna.
En este segundo momento aparece el padre privando al niño de esta identificación fálica
y a la madre del sentido absoluto de su completud. Este tiempo corresponde al
encuentro con la Ley del Padre.
Se llega a esta etapa cuando las experiencias de ausencia de la madre producen las crisis
de lo imaginario. El niño que gozaba del contacto permanente con la madre sufre de
pronto el dolor de su alejamiento. La madre está ausente porque está con el padre,
porque interviene la Ley del Padre, que le prohíbe al niño compartir el lecho de la
madre (castración simbólica) y a la madre reintegrarse a su fruto.
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Privada de lo que el niño representa para ella se dirige a la figura del esposo que detenta
el significado fálico. Este desplazamiento significará ausencia para el hijo e intrusión
del padre en su relación con la madre. Frustración.
Lacan dice que el padre priva a la madre del objeto fálico, que su intrusión representa
prohibición y que como padre simbólico es reconocido en su ley por ella cuyo deseo
moviliza.
En la privación la falta es real, el padre priva a la madre del niño, el padre priva al niño
de la madre. Es la privación real de un objeto simbólico ya que el niño era para la madre
su objeto fálico y la madre era para el niño el objeto de su deseo. El objeto perdido es
real, la madre para el niño, el niño para la madre.
La frustración se produce por una falta imaginaria, su acento está puesto en la pérdida
de la omnipotencia supuesta, ahora en el poder del otro.
La madre pone al padre frente al hijo como algo que está más allá de su propia ley y su
capricho y que es pura y simplemente la ley como tal, el padre como Nombre del Padre.
Con ello refuerza en el hijo la experiencia y alcance de esta intrusión, la prohibición de
la satisfacción de ser la completud de la madre. El hecho de que prohíba, frustre y prive
cataliza su función fundamental de padre castrador. La castración implica una falta
simbólica, remite a la prohibición del incesto que es la referencia simbólica por
excelencia. La castración prohíbe la satisfacción del impulso.
Se debe aceptar la diferenciación del niño con el falo, como la castración simbólica del
sujeto con la cosa. El padre coloca en su lugar al falo, como objeto deseado por la
madre, como objeto distinto del niño, y aún como objeto distinto de sí mismo.
El nombre del Padre juega el papel de una metáfora. El nuevo significante ha expulsado
el significado anterior, ha causado la ausencia de la madre y hace descender a una
profundidad mayor (al inconsciente), el significado del falo. Es el padre ahora quien
adquiere el falo.
El falo es un significante metafórico, es metáfora paterna, fantasía de completud, de
poder, de omnipotencia, de satisfacción plena.
Se pasa del registro del ser (ser el falo todo poderoso) al registro del tener (tener un deseo
formulable en una demanda). Surge la comprensión de no ser el falo y el pasaje del ‘ser’ al
‘tener’.

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Al acceder al orden simbólico el niño entra en la constelación, en la triada familiar y
encuentra en ella su justa posición. Supera la relación dual con la madre, se libera,
adquiere subjetividad, deviene sujeto distinto de los otros dos, pronuncia su nombre de
‘hijo’. Penetra entonces en el mundo del lenguaje, de la cultura, de la civilización.
El niño se identificará con el padre. Ingresa aquí a lo simbólico, donde la relación será
triangular, tridimensional, mediatizada.
Es en el nombre del padre donde se reconoce el fundamento de la función simbólica que
identifica su persona con la figura de la ley. Acceder a la mediación del símbolo, resulta
indispensable para que se realice la ordenación del mundo, de las cosas y de lo seres.

METÁFORA PATERNA
La metáfora paterna permite al niño acceder al nombre simbólico y nombrarse. En ese
orden el es el hijo (en lo imaginario se suponía objeto-falo ). Con este paso se establece una
estructura de división psíquica irreversible.
En relación a esto, Lacan planteó que hubo un vacío en el entendimiento de la función
del papá dentro de una casa en toda la obra de Freud. Se pensaba que en algún momento
Freud trató de ser más amplio y más explícito, pero no lo pudo lograr y lo que se leía
hasta esa época era que el padre es importante en la vida de un niño, pero es el rival del
niño, es aquel que disputará con el hijo el amor de la madre y disputará con el padre la
importancia frente a los hermanos. Se pensaba que era una especie de segundo hombre
en importancia en la casa: primero la mamá, primero la lactancia, el vínculo madre-hijo,
primero la mirada de la madre y a la sombra, escondido, el buen hombre ayudaba a su
esposa a pasarle el biberón a cambiarle los pañales al niño, cuidando a la mujer para que
esta pueda hacer una buena labor de madre.
El concepto del padre para Lacan es revolucionario dentro del campo del psicoanálisis.
Para Lacan el padre es un figura fundamental desde el primer instante de la vida del
bebé; empieza él por plantear que si el padre desea a su hijo, desea que nazca, desea que
viva, desea darle su apellido, el bebé se va a dar cuenta y en ese momento el bebito va a
recibir lo que el llamó «el nombre del padre», va a recibir la certeza de que él es
bienvenido a la vida, bienvenido al mundo y amado por su padre.

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La presencia del padre es lo que va a dar la ley según Lacan, la ley es lo que va a dar el
orden psíquico. El nacimiento de la ley vendría a ser la actitud que tiene el padre para
prohibir el incesto.
El niño que aprende la ley de la prohibición del incesto será un bebe que sin duda
respetará las leyes, se respetará a si mismo, respetará el cuerpo, podrá retirarse a tiempo
cuando hay una mujer que no le corresponde, ni entrará en crisis pasionales porque
sabrá darse cuenta que hay una ley que tiene que respetar y que no tiene que
sobrepasarse ni violarla.

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CONCLUSION

Decía que son grandes las consecuencias que ejercen los grupos y los productos de la
cultura sobre la conducta individual.
M. Foucault dice que hay muchas cosas con las que aún podemos romper, para hacer de
la libertad un problema estratégico, para crear libertad, para liberarnos de nosotros
mismos.
Planteaba en un principio que entiendo que esto se lograría conociéndonos un poco más
y mejor a nosotras (madres) mismas y dando al padre el lugar que a él le corresponde.
Estos últimos tiempos las mujeres, por diversas causas (innecesarias de nombrar), han ido
apropiándose de situaciones inherentes al varón y fomentando la ‘independencia’ de él.
Hoy en día hay cada vez más mujeres solas para criar a sus hijos ( no importa cuáles sean
los motivos) y esto se traduce en cambios de la subjetividad imperante.
Ya no hay ley que ponga orden dentro del caos, que estructure, que permita
diferenciarse, que facilite el respeto por las diferencias y el cuidado por la vida propia y
la ajena.
¿La Metáfora del Nombre del Padre estará perdiendo su significado?
Hace tiempo que la estructura familiar se ha modificado sensiblemente. Impera un
nuevo concepto de familia. Hoy nos encontramos con familias ensambladas,
monoparentales, y con padres del mismo sexo.
En un comienzo me preguntaba por el padre y qué podría ocurrir a partir de su ausencia
o su presencia. Desde el campo psicoanalítico, es posible esclarecer un problema no
poco frecuente: el de la ausencia de un padre.
Ausencia que puede tomar formas diversas, tantas como le es dado a un padre fallar en
su función.
Muchas madres, cuando no les ha sido posible ‘dar un padre a sus hijos’ por opción o
por imposición, atraviesan por la vida con culpa y sufrimiento.
Creo que es fundamental que puedan darse cuenta que es en ellas mismas donde está la
clave del Padre y que sólo ellas pueden posibilitar el camino al Padre, al Padre
Simbólico; además que, de cualquier manera, todo hijo tiene un Padre imaginario; y por
último, que es del Padre real del que casi nada se puede saber.

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Las preguntas no se harán esperar, ¿entonces qué es eso de tener o no tener un Padre?,
¿acaso importa poco tener un Padre? o, ¿da lo mismo tenerlo que no tenerlo?
La clave está en el Padre Simbólico, pues es esa la función a la que se espera que arribe
un Padre real con todas sus investiduras imaginarias. Pues como ha dicho Lacan, “el
Padre Simbólico es impensable, no está en ninguna parte”. Es decir, el Padre Simbólico
no se encarna, es una función. El Padre Simbólico está más allá de la persona de un
padre y subsiste sólo como función.
Es justamente en los casos en que no está presente la persona de un Padre real, donde
podemos ver quizá con más claridad que su búsqueda determina con más fuerza
también, la posibilidad de hallarlo en el orden de la cultura.
Finalmente, buscar Padre, desear un Padre, querer desesperadamente tener un Padre, no
es otra cosa que ambicionar un nombre propio, es decir, tener en el mundo un lugar
único y diferenciable de los otros lugares que los iguales, que los próximos, tienen
también de modo diferenciable.
Para lograrlo, es necesario que la madre permita la separación de sí misma a cada uno
de sus hijos, que la madre no se apropie de ellos convirtiéndolos en su apoyo y soporte
frente a su soledad y necesidades; que la madre busque también un lugar propio en el
mundo de la cultura y que halle sus satisfacciones fuera de los hijos, que no los
convierta en los sustitutos de la pareja que no tiene y que en cambio, propicie que los
hijos la sustituyan a ella –en su apego- con otros intereses y pasiones que les permitan
construir ese nombre propio reconocible en el espacio de la cultura y la sociedad.
A este paso necesario –y muchas veces doloroso- de la renuncia mutua entre hijo y
madre, Lacan le ha llamado: Metáfora paterna, la que implica un proceso que va de la
inicial alineación entre madre e hijo, hasta la separación; donde el punto de viraje se
halla en la sustitución efectuada por el Nombre-del-Padre.
El Nombre-del-Padre es el operador, desde la Ley del lenguaje, desde la dimensión
simbólica, por medio del cual es posible tanto la Prohibición del Incesto, como la
Prohibición de que la madre se apropie de sus hijos.
Así, al encontrarse el hijo sin la incondicionalidad de la madre, al saber que en ella no
podrá hallarlo todo, se instaura en él una falta (un hueco, un vacío) que lo moverá al
deseo y a la búsqueda de satisfacer ese deseo fuera de ella, es decir, en el ancho mundo

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simbólico, que es el de las relaciones de intercambio, y con ellas a la creación de su
lugar propio y de su nombre propio, en el mundo.
Después de todo, con o sin la presencia real de un Padre, a ése Padre real habrá que
superarlo, dejarlo, ir más allá gestando una nueva historia: la propia.
Entonces, madres, mujeres, restituyamos la significación de la metáfora del nombre del
padre, con padre o sin padre, y estaremos contribuyendo a construir nuestra propia
Camelot.
Camelot, que no es tanto un lugar histórico como una ciudad idealizada que está en
todas partes y en ninguna, que reposa en un sitio atemporal de bosques y castillos
encantados de magia y maravilla. Camelot dorada ciudad de paz y armonía. Ciudad
ideal en la que el rey Arturo alojaba a su corte y se sometía, junto a sus caballeros, a los
códigos de la caballería y el amor cortés. Desde allí los caballeros emprendían sus
aventuras, rescatando a damas en desgracia, corriendo peligros físicos y sobrehumanos
y regresando satisfechos a Camelot.
Camelot, síntesis de estabilidad en un mundo impredecible, símbolo de la civilización
superando la barbarie, del orden en medio del caos, de un futuro prometedor y un
pasado glorioso.

“Para que pueda ser, he de ser otro.

Salir de mí, buscarme, perderme entre los otros.

Los otros que no son, si yo no existo.

Los otros, que me dan plena existencia.”

O CTAVIO P AZ

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