ALEMANIA
En los inicios del movimiento obrero alemán hay que situar la creación de
organizaciones revolucionarias fuera de las fronteras de los estados alemanes,
constituidas por artesanos, trabajadores e intelectuales exiliados, especialmente
en París, justo después de la Revolución de 1830, hecho que supuso que Francia
se convirtiera en un lugar de atracción para perseguidos de media Europa. En este
sentido, en 1832 surgió allí la Unión Popular Alemana. Sus integrantes eran
artesanos del ramo de la zapatería. Su labor se centró en la publicación y
distribución de folletos en alemán para poder distribuirlos en los estados alemanes
occidentales.
En 1836 surgió la Liga de los Justos por iniciativa del exiliado alemán Karl
Schapper, que había tenido que salir de Suiza por sus actividades revolucionarias,
y del sastre Georg Weissenbach. Era una escisión del ala más democrática, cuyos
miembros eran contrarios a lo que consideraban el autoritarismo de los proscritos,
además de incidir más en lo social que lo político.
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La corriente marxista surgió de una combinación de la economía política inglesa,
el socialismo francés, y la filosofía alemana; del surgimiento de la clase obrera y
de la unión de un sector muy importante de los trabajadores para la defensa de
sus derechos en Europa Occidental y, finalmente, del concurso intelectual
determinante de Carlos Marx y Federico Engels. Como resultado de este proceso
se formó en 1847 la Liga de los Comunistas que encomendó a Marx y Engels
redactar el Manifiesto Comunista.
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Ante la avalancha de sindicatos constituidos en Alemania, Bismarck obtiene que el
Parlamento aprobara el 21 de octubre de 1878 una ley prohibiendo los sindicatos.
Tres años después, el 17 de noviembre de 1881, en un mensaje a la clase
trabajadora, el Emperador Guillermo I anunció el establecimiento, para garantizar
"su existencia en las diferentes situaciones que puedan presentárseles, cuando sin
su culpa, se vean impedidos a trabajar".
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Bismarck impuso en 1878 la "Ley antisocialista", que permaneció en vigor durante
12 años, hasta 1890. El objetivo principal de esa ley, que reprimía las actividades
y las reuniones de las organizaciones proletarias, era sobre todo impedir las
conexiones organizativas entre ellas. Pero la Ley antisocialista no servía
únicamente para reprimir dura y ciegamente a la clase obrera. La clase dominante,
con sus medidas, intentó que, para la dirección del partido socialdemócrata
alemán (SPD), fuera atractiva la participación en el Parlamento burgués como
actividad central. Con habilidad, facilitó así el camino a la tendencia reformista que
estaba germinando en la socialdemocracia.
A fines del siglo XIX los problemas atrajeron la atención mundial y se celebraron
diversas conferencias y congresos internacionales del trabajo cuyas resoluciones
habían de influir en la futura legislación laboral. Quizá la reunión más importante
tuvo lugar en Berlín en el año de 1890, convocado por el Gobierno Alemán. A este
Congreso Internacional de Derecho Industrial concurrieron delegados de Austria-
Hungría, Bélgica, Dinamarca, Francia, Inglaterra, Italia, Luxemburgo, Países
Bajos, Portugal, Suecia, Noruega y Suiza. En la reunión se adoptaron
recomendaciones sobre la prohibición del trabajo minero a las mujeres y menores
de 14 años, la limitación a la jornada en los trabajos peligrosos e insalubres, el
descanso semanal, la edad mínima de admisión al trabajo.
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La Iglesia, desde 1864, se lanzó a una importante actividad de proselitismo
sindical en las filas de los trabajadores, para disputar el control, el dominio y la
fortaleza alcanzadas, en la primera mitad del siglo, por el socialismo y el
marxismo. Por eso tomó como centro de actividad y de trabajo a Francia y
Alemania. La iglesia se dotó de un programa social y político plasmado en la
encíclica papal "Rerum Novarum" publicada en 1891 por el Pontífice León XIII.
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Durante esta etapa se aprobaron las Constituciones de México de 1917 y la de
Weimar en Alemania, de 1919 que elevaron a rango constitucional las normas
laborales.
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La Ley Básica garantiza la libertad de asociación (artículo 9, párrafo 3), así como
la libre elección de profesión y la prohibición del trabajo forzado (artículo 12).
Establece también el principio de igualdad de trato y, en particular, obliga al
Estado a apoyar la aplicación efectiva de la igualdad de sexo (artículo 3).
Alemania contempla una nueva concepción del derecho del trabajo: el derecho
colectivo de trabajo y la reglamentación colectiva de las condiciones de prestación
de los servicios, substituyen a las relaciones individuales del trabajo.
A partir de 1950 Alemania pudo contemplar el desarrollo de un derecho laboral
colectivo contemplado en aspectos tales como:
a) la convicción de que el derecho del trabajo es un derecho democrático;
b) el reconocimiento a los trabajadores del derecho a intervenir en todos los
problemas económicos; y
c) el desarrollo de la seguridad social.