ESCUELA DE LETRAS
INTRODUCCIÓN
El siglo XIX con sus oleadas de inmigrantes hacia Argentina hicieron que el español
que se hablaba en la zona del Río de la Plata sufriera, si es que la palabra es sufrir, cambios.
Si a eso se le suma el ya influjo de las lenguas indígenas de la zona, el resultado será tan
interesante como difícil de definir.
El lunfardo surge para esa época y consigo trae aparejados algunos dilemas que
tienen que ver con su origen, su uso y su posteridad. Autores como Antonio Dellepiane,
Benigno Lugones y Luis María Drago le concedieron un nacimiento en la sociedad
carcelaria de la época, diciendo así, que era un argot carcelario.
Los estudios posteriores del lunfardo fueron superadores y dijeron que el lunfardo
surge en los márgenes de la ciudad porteña y, como la mayoría de los delincuentes eran
seres marginales, conocían el lunfardo como el resto de la sociedad marginal.
En fin, saldada esa deuda, el lunfardo pasó a ser un argot provisto de préstamos de
diversas lenguas europeas e indígenas que fueron moldeándose hasta dar con una jerga
popular que se extendió hacia todo el país y devino en «argot nacional». Es más, hoy día, se
registran usos de lunfardo en países limítrofes.
La difusión del lunfardo tuvo que ver con el tango, los programas de radio de la
época, hasta una novela lunfarda que se titula La muerte del pibe Oscar (1926) escrita por
Lius C. Villamayor, considerada la primera novela lunfarda.
Las diferentes teorías sobre el lunfardo que han sido superadas si uno mira sus
comienzos y las apreciaciones actuales sobre un tema tan controversial, popular y
heteróclito como es este «argot nacional» como muchos lo llaman.
En un estudio que hacen Glozman y Lauría en el libro Voces y ecos. Una antología
de los debates sobre la lengua nacional (Argentina 1900-2000) se toman el trabajo de
reunir los primeros esbozos lingüísticos que se hicieron sobre nuestra lengua. En este
trabajo mencionaremos solo tres, el de Vicente Rossi, Roberto Arlt y Juan José Hernández
Arregui.
En el año 1926 Vicente Rossi publica un libro que se titula Cosas de negros y dice:
Roberto Arlt en una de sus Aguafuertes porteñas que se titula «El idioma de los
argentinos» del año 1930 afirma: «La moda del ‘gauchesco’ pasó; pero ahora se cierne otra
amenaza, está en formación el ‘lunfardo’, léxico de origen espurio, que se ha introducido en
muchas capas sociales pero que solo ha encontrado cultivadores en los barrios excéntricos
de la capital argentina» (2012, p., 57). Cabe notar que el lunfardo por aquellos días era solo
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Se conservan las erratas propias de la época.
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Habiendo pasado casi sesenta años esta definición es una de las más completas y
claras sobre el origen del lunfardo y su asidero en el habla de los argentinos. El lunfardo
tiene mucho que ver con el choque entre el habla de los italianos y la de los argentinos, a
eso se le suman prestamos de otros idiomas, pero la base italo-argentina es fundamental. A
la unión de estos dos idiomas se lo llamo cocoliche, por eso el lunfardo no es solamente la
unión de dos lenguas, es distinto porque tiene otros préstamos y el uso del vesre. Es
acertado el hecho de que fue parte del fenómeno inmigratorio y del habla marginal.
También, es acertado decir que surge como punto medio entre personas que venían de
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diferentes países y necesitaban cierto tipo de comunicación, casi imitando una lengua
pidgin en la que compartiendo palabras y términos de ambas lenguas aparece una especie
de criollo. Si bien no es, específicamente, el caso del lunfardo, no parece descabellado que
Henández Arregui lo haya visto así.
Más adelante agrega: «Los diferentes tipos de ladrones –los carteristas o punguistas,
los ladrones de casas o escruchantes y los criminales violentos que atacaban a sus víctimas
o biabistas– se comunicaban entre sí mediante un discurso críptico llamado lunfardo»
(2016, p., 336). El lunfardo no es –ni fue– un discurso críptico, porque eso implicaría cierto
tipo de sociedad secreta y, al contrario, el lunfardo era de público conocimiento. Los que lo
utilizaban y quienes no lo utilizaban conocían el significado de la mayoría de sus palabras.
Se tiende a creer que el origen del lunfardo fue carcelario porque una de sus
etimologías más convincentes es su derivación del italiano lombardo 'natural de
Lombardía', proveniente del dialecto Romanesco, en el cual lombardo significa 'ladrón'.
Oscar Conde es uno de los estudiosos que más ha trabajado para poder definir y
contribuir a los estudios del lunfardo y él dice: «El hecho de que el término lunfardo
significara en su origen ‘ladrón’ llevó a conclusiones erróneas a los que se acercaron
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EL LUNFARDO
Hacia fines del siglo XIX y principios del XX, la Argentina fue uno de los países con
más inmigración europea, específicamente, italiana. Uno de los problemas lingüísticos por
el choque entre idiomas hace surgir el cocoliche, mezcla de italiano y español que fue una
herramienta de comunicación útil para las personas que tenían que relacionarse entre sí.
Asimismo, esa época será de vital importancia para el surgimiento del lunfardo, que
no es lo mismo que el cocoliche. Para Oscar Conde: «Lo que distingue al lunfardo y lo
convierte en único dentro de las hablas populares es la extraordinaria cantidad de términos
tomados de otras lenguas distintas del español con los que se fue conformando» (p. 5). El
lunfardo posee, en su mayoría, préstamos del italiano (falluteli ‘persona informal’, gamba
‘pierna’, locatelli ‘loco’, baratieri ‘barato’), pero también de otros idiomas, excede las
fronteras del cocoliche. Si bien, los italianismos son una base del lunfardo, se registran
galicismos (brochette ‘brocheta’, carré ‘tipo de carne para asar’, mignon ‘tipo de pan’; la
vestimenta: robe de chambre ‘bata’ o soutien ‘sujetador’); portuguesismos (chambón
‘torpe’, chambonear ‘comportarse torpemente’, garúa ‘llovizna’, vichar ‘observar, espiar’
o vintén ‘pequeña cantidad de dinero’) y, Conde agrega: «El lunfardo recibió el aporte de
voces procedentes de lenguas aborígenes, como los quichuismos pucho ‘colilla’, cache ‘de
mal gusto’ o cancha ‘habilidad’, o tomadas del guaraní, como matete ‘desorden’, o del
araucano, como pilcha ‘ropa’» (p., 5). Por lo que se ve, el lunfardo es un conjunto de
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préstamos de varios idiomas que forman parte del español rioplatense y pertenecen tanto a
nuestra cultura como de las que proceden.
A modo de síntesis, para Conde: «El lunfardo fue conformando una síntesis
lingüística, una memoria viva de la historia de la Argentina, que da cuenta de los distintos
grupos sociales que, por retazos, han ido de a poco dando forma a nuestro país y que nos
recuerda a cada instante quiénes somos y de dónde venimos» (p., 5). Tanto el lunfardo
como el argentino son convergencias de distintos países, costumbres, orígenes. El argentino
tiene mucho arraigo con lo italiano o lo francés o lo aborigen, tal es así con el lunfardo. Es
la forma más clara de descripción. Todo aquello que es el argentino, también es el lunfardo.
Oscar Conde afirma de manera tajante: «El lunfardo no es un idioma, porque las
palabras que lo componen son esencialmente verbos, sustantivos y adjetivos y porque
utiliza la misma sintaxis y los mismos procedimientos flexionales que el castellano. No es
posible hablar completamente en lunfardo, sino a lo sumo hablar con lunfardo» (p., 1). Si
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bien es una argumentación correcta y la realidad es que el lunfardo no posee una gramática
ni una normativa propia como para poder definirse como una lengua distinta del español
rioplatense, parece que Conde también se contradice cuando afirma: «No deja de ser
asombroso que todavía los límites del lunfardo permanezcan tan confusos. No sólo sigue
habiendo imprecisiones en su caracterización sino también siguen proponiéndose para él
definiciones impropias o, peor, completamente equivocadas» (p., 2). Siendo que los límites
son confusos, sería, entonces, aún más difícil poder definirlo bajo determinados preceptos,
tales como decir que es un argot cuando su alcance, su desplazamiento, su utilización
parecen temas abiertos a cambios constantes.
Sí coincidimos con Conde cuando dice que el lunfardo debe ser entendido más bien
como un modo de expresión popular. Y agrega: «Yo lo defino como un repertorio léxico
integrado por palabras y expresiones de diverso origen, utilizadas en alternancia con las del
español estándar y difundido transversalmente en todas las capas sociales y centros urbanos
de la Argentina. Aunque su origen pueda ubicarse en Buenos Aires, este vocabulario se ha
extendido ya a todo el país» (p., 4). Es una de las definiciones más acertadas considerarlo
como parte de una expresión popular, la expresión popular es ese lunfardo mismo.
Consideraremos el lunfardo como equivalente a la expresión popular.
Argentina no es el único país en donde se da este fenómeno, Conde dice: «En casi
todos los idiomas existe un vocabulario de este tipo. En Francia es el argot, en Brasil la
giria, en Chile la coa, en los Estados Unidos el slang. Todos son repertorios léxicos creados
por esos pueblos al margen de la lengua general, pero básicamente compuestos de términos
que pertenecen a esa misma lengua» (p., 4). La denominación argot surge para ponerle un
nombre a la expresión popular de Francia y luego toma otros nombres en los diversos
países. Luego, argot terminó siendo un tipo de manifestación lingüística que surge en
grupos que comparten un lenguaje común.
casualidad que sea en Argentina y la comunidad lingüística sea la Argentina. Pero el recorte
se puede hacer aún de forma más amplia. Por ejemplo, podemos encontrar una comunidad
lingüística hispanohablante sin importar los regionalismos y allí entrarían decenas de países
e islas que comparten esa lengua en común. A partir de eso, debemos entender que una
comunidad lingüística no siempre coincide con las líneas limítrofes designadas por la
geografía. Creemos que, el día de mañana, la comunidad lingüística que comparte el
lunfardo abrirá sus puertas aún más a países limítrofes, entonces ya estaríamos hablando de
una América Latina como comunidad lingüística que utiliza el lunfardo, pero eso no ha
pasado todavía, a pesar de las pequeñas filtraciones de lunfardo que encontramos en países
vecinos.
Para Gumperz los argots: «Funcionan como idiomas internos de cada grupo y
coexisten con códigos sobrepuestos que se usan para la comunicación con extraños» (p.,
244). Si bien los argots pertenecen a determinados grupos, hay argot carcelario, argot
médico, argot rural, etc., no funcionan específicamente como idiomas. Él encuentra tres
formas de argot:
En el caso del lunfardo sería una tarea ardua intentar probar en cual de esos tipos de
argots tiene asidero. Puede considerarse como en el primer grupo, un dialecto subregional,
pero lejos está de haber nacido para una comunicación en los mercados o medios de
comunicación entre los grupos. Si consideráramos un dialecto subregional que surge a
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partir de la comunicación en los mercados o en la vida cotidiana, ahí tendríamos que ubicar
al cocoliche, pero no es el caso del lunfardo.
PROBLEMAS DE DEFINICIÓN
cambio, el lunfardo solo se da en esferas más informales o en los momentos en que los
participantes tienen determinado nivel de confianza como para elegir ciertas palabras
lunfardas y no sus equivalentes en español estándar. Uno de los ejemplos de Conde es: «La
utilización de un lunfardismo para expresar cierta idea podría alguna vez dar cuenta de un
usuario que recurre a ese término sin haber tenido elección –por no dominar otra variante
del español rioplatense–, pero lo más habitual es que el hablante elija conscientemente la
palabra que está usando» (Conde, p., 8). El hablante que maneja ambos registros, tanto el
formal como el informal, puede hacer uso de cualquiera de ellos, por ejemplo en una
conversación entre amigas es poco probable que una la invite a la otra a tomar una cerveza,
quizás le diga «¿Querés tomar un birra?» porque decir lo mismo en lunfardo genera otra
connotación. También de ese modo, sucede en una situación inversa, si un alumno tiene que
hablar con un profesor es poco probable que le diga «profesor, no vine porque me quedé
apolillando», utilizaría una palabra más estándar «no vine porque me quedé durmiendo».
La decisión de utilizar el lunfardo es completamente consciente en un hablante que puede
utilizar correctamente ambos registros.
Siguiendo la misma línea, el autor antes mencionado afirma: «Todos los que hablan
las lenguas definidoras consideran que A es superior a B. Este sentimiento es a veces tan
fuerte que solamente A es considerada verdadera, y B tenida por ‘inexistente’» (p., 4). No
creemos que el lunfardo sea considerado como inexistente, de hecho, es un tema de debate
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y estudio, pero sí pasa que los hablantes, quienes conocen el lunfardo lo tomen como un
léxico inferior al español rioplatense estándar.
El punto crucial por el cual Conde afirma que el lunfardo no es una lengua es
porque no tiene una gramática, pero, a pesar de no tener una gramática, tampoco ha habido
muchos estudios que lo trabajen desde el aspecto normativo, gramatical y lexical,
coincidimos con Ferguson cuando dice:
En fin, lejos de querer tomar una posición en contra de la de autores como Conde y
su concepción del lunfardo como un argot nacional, creemos necesario hacer la observación
de que el lunfardo excede las características de argot y se condice más con las
características de la diglosia expuesta por Ferguson. Probablemente, haya estudiosos que
consideren erróneas estas apreciaciones, pero creemos que se asemeja más la diglosia que
el argot al gran tema del lunfardo para la Argentina y los países que comienzan a abrirle sus
puertas.
CONCLUSIÓN
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Para cerrar el análisis del trabajo, creemos que lo expuesto en él puede ser el
puntapié de futuras investigaciones sobre el lunfardo no ya como argot, sino como algo
más. Podría ser interesante crear una terminología que se utilice para poder describirlo
mejor, en caso de creer que considerarlo como una diglosia sea descabellado.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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Glozman, M. y Lauría, D. (2012), Voces y ecos. Una antología de los debates sobre la