y otra
http://www.derecho-comercial.com/websoc/Fallos/caraba00.pdf
(C. Nac. Com., sala D, 01/03/1996 - Abrecht, Pablo A. y otra v. Cacique Camping S.A.).
2ª INSTANCIA.- Buenos Aires, marzo 1 de 1996.
El Dr. Alberti dijo:
1. Dos explicaciones liminares
A) La peculiaridad de esta causa. Es ésta una causa de muy desdichado contenido, como se
advertirá a lo lago de mi ponencia.
Ello demoró largamente la producción de mi voto; tanto por la necesidad de ponderar doblemente la
solución para cerciorarme de su adecuación objetiva a derecho como también de su congruencia con
los aspectos subjetivos del conflicto -algunos de ellos insolubles en tanto derivan de contingencias
fatales-; cuanto porque el conocimiento del conflicto determinante del pleito impone la necesidad
de calmar la desazón provocada por la contemplación de la desventura.
B) Relación de estas actuaciones con otra causa mantenida por las mismas partes. Separadamente
de esta causa, mediante el expte. 53268 radicado en el Juzgado n. 2 del fuero, los mismos actores
atribuyeron diversos vicios a la asamblea que habrían celebrado accionistas de la sociedad
demandada el 25/11/1988.
Esa causa fue pasada a esta sala por el tribunal al cual resultó adjudicada mediante sorteo, tras
petición de la parte actora que la demandada consintió.
Ello me movió, con error como se verá, a intentar el estudio y la formulación de ponencia
acumuladamente respecto de ambas controversias; o cuando menos simultáneamente.
Esa modalidad de trabajo fue inadecuada a lo extremadamente compleja de esta primera causa. El
sólo acumularle otros temas me condujo a elaborar apuntes tan extensos como de manejo
dificultoso y extremadamente lento. Abandoné pues esa tentativa, y formularé la ponencia que me
incumbe sobre este expediente; separadamente habré de pronunciarme sobre ese diferente juicio.
Ingreso al caso, cumplida esta exposición liminar.
2. La pretensión
El conflicto de las partes ha sido la consecuencia mediata de una donación de acciones, la cual
constituyó a su vez un anticipo de herencia del bien principal, si no el único relevante, del
patrimonio del donante.
Carlos J. A. Abrecht es persona por dos veces casada, o acaso unida sin nupcias en la segunda
ocasión, porque ello no ha sido develado ni es aspecto dirimente de la controversia. Fue padre de
cuatro hijos, habidos dos de ellos en cada una de sus uniones. El 15/3/1985 esa persona donó la
cuarta parte de la tenencia accionaria que describiré, a cada uno de sus cuatro hijos.
El donante mantuvo el usufructo de lo donado (ver contrato de donación copiado a fs. 87/89).
El donante poseía la mitad de las acciones emitidas por Cacique Camping S.A. De modo que cada
donatario devino en nudo propietario de un octavo del capital total de la sociedad emisora de las
acciones donadas (o el 12,50% de ese capital, para expresarlo mediante una relación porcentual).
Los donatarios fueron Carlos A., Sergio A., Pablo A. y Karin S., mencionados en el orden
cronológico de sus nacimientos.
El 30/12/1987 los dos donatarios de doble vínculo e hijos de la segunda unión del donante (esto es,
Pablo A. y Karin S. Abrecht), incoaron esta causa para obtener la invalidación de tres asambleas de
los accionistas de la sociedad anónima emisora de las acciones objeto de aquella donación:
En primer término, pidieron la declaración de nulidad de la asamblea (de la emisora de las acciones
donadas) ocurrida el 18/8/1987; en subsidio de esa invalidación de la asamblea, pidieron la
declaración de nulidad del aumento de capital decidido en dicha asamblea, y aun en subsidio,
pidieron la orden judicial de cancelación de aquellas acciones por emitir tras la elevación del capital
y que hubieran podido ser suscriptas por los dos actores en relación con su preexistente tenencia
accionaria.
Fue demandada también la declaración de nulidad de la asamblea ordinaria ocurrida el 30/10/1987.
Y también fue pedida la declaración de nulidad de la asamblea extraordinaria del 4/11/1987 (fs. 168
y fs. 184/93).
Las actas de esas asambleas aparecen referidas en copias emitidas por el presidente y el síndico
societarios, obrantes en fs. 261 la del acto del 18/8/1987, en fs. 263 la del 30/10/1987 y en fs. 265 la
del 4/11/1987. Parte de ese material volvió a ser producido, innecesariamente, dentro de la
información requerida del inspector general de justicia y glosada de fs. 708 en adelante.
i) Para simplificar la descripción formulada en la demanda, diré que fue atribuido a la primera de las
tres asambleas (la del 18/8/1987) haber constituido un acto fraudulento orientado con sorpresa de
los dos accionistas pretensores, a reducir la medida de participación societaria de éstos mediante el
aumento del capital de la sociedad. Los actores, desprevenidos, no suscribieron las acciones
emitidas para ejecutar esa elevación del capital; sucediendo que las acciones sujetas a su
adquisición por los actores fueron suscriptas e integradas, en la terminología propia de las
sociedades anónimas, por los dos hijos mayores del donante don Carlos J. A., llamados éstos Carlos
A. y Sergio A. Abrecht.
El aumento del capital habría sido innecesario en sí mismo, en la posición de los actores.
Por efecto del tildado artificio, los dos descendientes del primer matrimonio del donante (Carlos A.
y Sergio A. Abrecht) incrementaron su participación en la sociedad hasta una medida que dentro del
nuevo capital importó constituir a aquellos en partícipes de la mitad virtual del capital accionario.
Llamo virtual a esa mitad de la participación en el capital societario, habida por los dos hermanos
mayores, porque perduró la tenencia accionaria donada a los actores. Pero esa invariada tenencia
redujo su participación en el capital societario total tanto cuanto aumentó la participación de los dos
hermanos mayores.
Para que sea claro el sentido inmanente de lo ocurrido es preciso referir que el capital societario
anterior a la impugnada elevación era de =A= 25.000; y que el incremento dispuesto fue de =A=
100.000. En otros términos, el monto de la elevación cuadruplicó el capital preexistente antes de su
aumento. La destrucción de la moneda argentina oscurece la significación presente de aquellas
cifras; por lo que resulta más significativo atender la relación de los montos.
El extremo material indicativo del fraude cometido con la elevación del capital dispuesta en la
asamblea del 18/8/1987 residiría en la circunstancia de que la asamblea del 30/10/1987 dispuso
distribuir =A= 100.000 como dividendo en efectivo (fs. 164). Esa distribución revelaría la
innecesariedad de haber elevado el capital en =A= 100.000; pues el aumento de capital fue
integrado entre el 21/8/1987 y el 4/9/1987, y aproximadamente dos meses después fue dispuesto
distribuir como dividendo, justamente, esa cantidad.
ii) Menos clara, por no decir sencillamente muy oscura, es la identificación de los vicios atribuidos
a las dos restantes asambleas impugnadas, constituidas por la ordinaria del 30/10/1987, y por la
extraordinaria del 4/11/1987.
El catálogo de los presuntos defectos se extiende sin concreción desde el pie de fs. 189 hasta fs.
193.
Atribúyese allí, como vicio de esas asambleas, no haber respetado su constitución las formalidades
mayores impuestas por la elevación del capital dispuesta el 18/8/1987. Me parece contradictorio
imputar a ambas asambleas infracción de una consecuencia de la decisión de elevación del capital
por la anterior asamblea del 18/8/1987, cuya elevación los actores reputaron viciada; pues ese
reproche es inaudible en tanto formulado por quienes litigan para invalidar lo que las dos asambleas
posteriores habrían desatendido.
Tampoco explicaron los demandantes cuál perjuicio o gravamen derivaría para ellos, con
particularizado origen en la primera de estas dos asambleas; es decir, en la segunda de las tres
asambleas impugnadas, la ocurrida el 30/10/1987.
Los actores atribuyen a una decisión relativa nuevamente al capital, adoptada en la asamblea
extraordinaria del 4/11/1987, el defecto de habérsela acordado sin mención del tema en el orden del
día enunciado en la convocatoria a dicha asamblea. No hallo identificado el perjuicio que habría
seguido de ello.
3. La resistencia
La defensa societaria aparece formulada desde fs. 206.
Dicha defensa relató episodios de la ruptura de la segunda unión establecida por el donante con la
madre de los actores; y de una invocada expulsión del domicilio familiar sufrida por el progenitor
de los actores Carlos J. A. Ese domicilio familiar habría radicado en un inmueble antes propio del
expulsado, vendido simuladamente o donado por éste a la madre de los actores. Esas ásperas
contingencias sucedieron en febrero de 1987.
i) La defensa atribuyó al coactor Pablo A. haber dejado de concurrir a las reuniones del directorio,
que integraba desde 1985.
Fue opuesta la caducidad del pedido de nulidad de la asamblea del 18/8/1987, por formulárselo
morosamente respecto del término enunciado por el art. 251 Ver Texto LS.
La defensa invocó desde fs. 214 vta. en adelante que la sociedad necesitaba con apremio de esos
=A= 100.000, que constituían entonces la mitad de la venta mensual calculada sobre el promedio de
los meses de agosto a octubre de aquel 1987. Las utilidades, distribuidas poco después, no
impusieron una entrega de dinero contante y sonante sino acreditarlas en la cuenta llevada para cada
director; acreditación que no habría llegado a cubrir las extracciones de dinero efectuadas por sus
beneficiarios "durante el ejercicio anterior" (fs. 215). Varias consideraciones son expuestas en
similar sentido, hasta fs. 216 vta.
ii) La contestación de demanda contradijo los extremos que la parte actora describió como vicios de
la asamblea del 30/10/1987.
Apuntóse sobre el primero de ellos, referido en el parágrafo anterior de esta ponencia, que la
realización de asambleas con la forma impuesta por el nuevo capital resultante de la elevación
acordada el 18/8/1987 devendría menester desde que tal elevación fuese aprobada por la inspectoría
de sociedades.
Los restantes defectos atribuidos a esa asamblea del 30/10/1987 fueron objeto de argumentaciones
destinadas a convencer de la nimiedad de su materia.
iii) La regularidad de la convocatoria a la asamblea del 4/11/1987 es sostenida con una
argumentación similar a la referida en el precedente ap. ii).
Argúyese que la exigencia de publicar la convocatoria en dos diarios hubo de regir desde la
publicación en el Boletín oficial del aumento de capital acordado al 18/8/1987 (fs. 219).
4. La sentencia impugnada
La sentencia de primera instancia fue pronunciada el 21/4/1992, en fs. 1147/77. Pueden ser vistas
desde fs. 1159 en adelante las consideraciones decisivas del veredicto.
Esa decisión atendió discriminadamente la impugnación dirigida respecto de las tres distintas
asambleas de socios de la sociedad anónima demandada.
i) Con relación a la asamblea del 18/8/1987 la base normativa de la decisión desestimatoria de la
demanda residió en el art. 251 Ver Texto LS.; en tanto la pretensión invalidatoria no fue incoada
dentro del trimestre posterior a dicha asamblea, se juzgó tardía la pretensión de invalidación.
Fue expuesto que la limitación temporal establecida para incoar la acción de nulidad de una
asamblea o de la decisión adoptada en ella podría no ser oponible a quien pretendiera esa
invalidación mediante la atribución al acto asambleario de incurrir en un supuesto de nulidad
absoluta.
Esa consideración fue seguida de la apreciación de que los vicios, defectos o circunstancias
invalidantes imputados por los actores a la asamblea del 18/8/1987 no configuraron supuestos de
nulidad calificable en derecho como absoluta (fs. 1161 a 1164, en la sentencia); porque la
invalidación impetrada no estaría "enderezada a salvaguardar el interés social ni el orden público,
sino `la medida de' la participación de los actores en la sociedad" (así en sentencia, fs. 1166).
El aumento del capital decidido el 18/8/1987, pues éste constituyó en sustancia el único objetivo de
la asamblea de esa fecha, fue considerado objetivamente como innecesario; en la sentencia de
primera instancia. Pero a la vez fue estimado que esa apreciación económica, formulable
distanciadamente de la sociedad, no evidencia que existiese un vicio de carácter absoluto en la
decisión asamblearia; pues aunque esa elevación de capital fuere considerada desatinada, el
disponerla no excedió de las facultades legítimas de los socios reunidos en asamblea con capacidad
de conducir la sociedad, cuya sociedad pertenece económicamente a los accionistas como un
patrimonio afectado a operaciones lucrativas destinadas a producir un dividendo para beneficio de
los partícipes en la comunidad cuyo capital fue elevado.
ii) El pedido de invalidación de la asamblea del 30/10/1987 fue también desestimado.
El análisis de los vicios atribuidos a la convocatoria y a aspectos ordenatorios de esa deliberación de
los socios concluyó que los defectos atribuidos al acto carecieron de trascendencia para conducir a
la invalidación de la asamblea.
iii) La situación de la tercera de las asambleas impugnadas, ocurrida el 4/11/1987, fue apreciada en
el parág. 4 de la sentencia con términos similares a los referidos en el ap. ii) con relación a la
impugnación de la asamblea del 30/10/1987 (fs. 1175/6).
Fue juzgado que los pretendidos vicios que afectarían esa deliberación fueron similares a los
atribuidos a asambleas anteriores; presuntos vicios apreciados como carentes de relevancia. A ello
fue agregado que la imprecisión de la redacción del orden del día no configuró una irregularidad
susceptible de invalidar la aludida asamblea.
5. La apelación
Esa sentencia fue impugnada el 18/9/1992 con la presentación de fs. 1204/19.
La impugnación básica aparece en fs. 1205. Se atribuye a la sentencia no haber apreciado "la
operación dolosa que despojó `a los actores' del 80% de su participación social, porque `dicha
sentencia' se sumerge únicamente en los detalles legales y técnicos que darían por nulas las tres
asambleas".
De seguido la impugnación, con cierta contradicción consigo misma, reitera objeciones a los
aspectos ordenatorios de aquella asamblea del 18/8/1987.
i) De todos modos, separada "la paja del trigo" para aprehender los elementos esenciales del
cuestionamiento, es perceptible que la impugnación atribuye a la deliberación del aumento de
capital en la asamblea del 18/8/1987, hallarse afectada de nulidad absoluta. Tras una exposición
más bien docente sobre el régimen de nulidades, de cuya relación excuso, la parte actora invoca
cierta producción bibliográfica que no cita conforme con la cual "un aumento de capital dispuesto
con el único designio de reducir la participación relativa del socio minoritario en el capital,
imposibilitado de ejercer el derecho de opción, fue resuelto como un caso de `abuso de' la mayoría
por la Corte de Milán. El tribunal comprobó que a los cuatro meses de haber deliberado sobre el
aumento de capital que el minoritario no puede suscribir, se resuelve distribuir un dividendo tal que
compensó el desembolso provocado por el aumento impugnado" (fs. 1211).
Para concluir así, la impugnación había señalado poco antes que la deliberación del directorio
relativa a la distribución en efectivo de =A= 100.000 como dividendo, acaeció el 2/10/1987, día
inmediato posterior a aquel en que se había concluido de integrar el aumento de capital que montó
justamente =A= 100.000 (ver fs. 1210 vta. "in fine").
Concluyó la impugnación haberse configurado un abuso del poder de la mayoría, para hacer
prevalecer los intereses personales de algunos socios; quienes con tal finalidad produjeron un acto
contrario a buena fe y afectado de fraude (así, aunque con palabras acaso excesivas, fs. 1214 "in
fine").
Como última objeción trascendente respecto de la asamblea del 18/8/1987 la impugnación señaló
que el anuncio del aumento de capital decidido en esa asamblea, cuya elevación debió ser integrada
a partir del 21/8/1987, apareció en el Boletín oficial recién el 25 de ese mes; con la consecuencia de
que quien hubiera procedido sobre la base de tal forma de comunicación, habría perdido
ineludiblemente la posibilidad de ejercer su derecho de suscripción preferente.
ii) La impugnación de la asamblea del 30/10/1987 es sostenida recursivamente con el argumento de
que ella sesionó sin quorum; en tanto el precedente aumento de capital del 18/8/1987 determinaba
para entonces la necesidad de una mayor concurrencia a dicho acto.
Resumo de esa manera la impugnación formulada en fs. 1214 vta. en adelante, incursa en mi
parecer en la autocontradicción que desentrañaré en el posterior parág. 8 de esta ponencia.
Se atribuye a la representante de un accionista, actuante en la asamblea del 30/10/1987, vicio de su
voluntad por carencia de discernimiento sobre el acto; evidenciada porque testimonió en la causa
"que solamente firmó que no votó ni opinó en ningún momento" (ver en fs. 1216 esta imputación).
iii) La pieza de impugnación que estoy refiriendo no muestra ninguna impugnación de la decisión
desestimatoria del pedido del nulidad de la asamblea del 4/11/1987.
Luego de lo referido a la asamblea del 30/10/1987, constitutivo del cap. III desarrollado desde fs.
1214 vta., el cual contiene a su vez apartados que llegan hasta la letra F en fs. 1217 vta., reaparece
la nomenclatura "D" y se vuelve a la impugnación de la asamblea del 18/8/1987. En ese punto se
atribuye a la sentencia desatender la atribución a la demandada de incurrencia en mala fe en la
decisión adoptada en dicha asamblea. Luego, la impugnación ingresa al apartado denominado
"conclusión", visible en fs. 1219 del escrito que concluye en la vuelta de esa foja.
Con base en ello, reputo que debemos considerar que la decisión desestimatoria de la atribución de
nulidad a la asamblea del 4/11/1987 se encuentra ejecutoriada; por ausencia de impugnación
dirigida específicamente a este aspecto.
Esa ausencia no fue accidental sino consciente omisión: la misma parte actora impugnante expuso
en otra parte de la expresión de agravios del siguiente modo:
a) En fs. 1204 vta., pto. 1, al sintetizar el objeto de la demanda, expresó que la demanda había
perseguido "impugnar las asambleas del 30/10/1987 y 4/11/1987 y solicitar la nulidad de la
asamblea del 18/8/1987".
b) En el ap. 8 de fs. 1206 vta., continente de la denominada "crítica específica de la sentencia" (pto.
I, 3), para referir el objeto de la demanda se mencionó "la impugnación de la asamblea general
extraordinaria del 4/11/1987".
Ese recordatorio de lo demandado no constituyó la formulación de una crítica concreta y razonada
de la decisión desestimatoria de la invalidación pretendida respecto de la asamblea del 4/11/1987;
pues no se discurrió para demostrar la inadecuación del juicio formulado en la sentencia sobre esa
asamblea del 4/11/1987.
No advierto, pues, en parte alguna del escrito de impugnación un análisis crítico de la solución
referida a la asamblea del 4/11/1987; por lo cual estimo ejecutoriado ese aspecto de la decisión.
6. Regularidad del desarrollo de la litis
La constitución originaria de la relación procesal se mantiene regular, a pesar de la incapacidad de
la coactora Karin S. Abrecht.
Esta sala advirtió, antes del acuerdo presente, que las actuaciones contenían referencias a una
posible enfermedad mental susceptible de afectar la capacidad de la coactora Karin S. Se ejerció
entonces la debida actividad tutelar. Ello tuvo un primer resultado negativo, porque el titular del
Juzg. Nac. Civ. y Com. Fed., n. 25, informó el 22/3/1995 que dicha pretensora "se encuentra en
ejercicio de su plena capacidad civil" (respuesta en fs. 1294 vta.).
Pero sucedía casi coetáneamente con ello lo informado al tribunal por la curadora oficial de
alienados de los departamentos judiciales de Azul, Trenque Lauquen y Bahía Blanca. Dicha
funcionaria participó a esta sala que la justicia de primera instancia de la tercera de esas ciudades
había declarado incapaz por demencia a Karin S. (testimonio de parte dispositiva de la sent. del
21/4/1995 producida por la juez en lo civil titular del Juzg. Bahía Blanca, n. 5, con actuación de su
secretaría segunda, y nota de la curadora Susana B. Sicardi remitida desde su despacho público de
Vicente López 157, piso 2, también de Bahía Blanca, obrantes en fs. 1304/5).
Esa ingrata contingencia no afecta el desarrollo seguido por la causa hasta el presente, porque la
controversia había finiquitado antes de ser declarado el efecto incapacitante de la enfermedad de
Karin S. Cabe entonces sentenciar sin ser menester por ahora una integración tutelar de la nombrada
en la contienda.
Empero, la etapa de cumplimiento de la sentencia a que haya lugar necesitará de esa integración;
aspecto que entiendo corresponderá mencionar en nuestro veredicto.
7. La elevación del capital acordada en la asamblea de accionistas del 18/8/1987
Tanto como es penoso informarse de los males de algunos de los contendientes sustanciales de esta
litis, y el estudio de las actuaciones mortifica al lector sensible, no caben dudas de la procedencia de
principio de la pretensión inicial de este juicio: la elevación del capital de la sociedad demandada
decidida en la asamblea del 18/8/1987 constituyó un artificio destinado a apartar a los dos actores
de la participación en esa sociedad recibida de su padre, quien donó a cada uno de ambos el octavo
de las acciones representativas del capital de la demandada.
A) Establezco inicialmente que la misma sentencia de primera instancia, aunque desestimó la
demanda, declaró haber sido innecesario el aumento del capital decidido el 18/8/1987.
Ello no fue decisivo, porque se juzgó que el vicio imputado por los actores a la decisión de la cual
tratamos no configuró un supuesto de nulidad absoluta y manifiesta. Sobre tal calificación del vicio
la sentencia concluyó que su presunta existencia necesitó ser invocada en el trimestre indicado por
el art. 251 Ver Texto LS. Y al no haberse demandado en este término, juzgóse extinguida la
posibilidad de invocarlo (ver relación de la sentencia, en el parág. 4 y ap. i] de esta ponencia).
Es decir, la demanda resultó rechazada con base precisa en la consideración de que la pretensión no
fue deducida dentro del lapso indicado por el art. 251 Ver Texto LS., cuyo texto vigente para la
causa es el instituido en 1983 por la ley 22903 Ver Texto y no ya el originario de la ley 19550 Ver
Texto .
B) No poseyó el alcance de una consideración jurisdiccional conducente, sino que constituyó un
obiter dictum, el que la misma sentencia expresara que el decidir ese aumento estimado
objetivamente como innecesario, estuvo comprendido en la libertad de opción entre múltiples
alternativas mercantiles que pertenece al gobierno societario; el resultado de cuya libertad resultaría
irrevisable judicialmente.
Lo expresado en ese sentido en la sentencia, con otras palabras, impone formular tres
consideraciones:
i) La primera de ellas reside en que tal criterio de respeto de la libertad resulta inobjetable en el
derecho argentino. Pero a la vez corresponde apuntar que la exposición de ese principio excede de
la materia contenciosa, pues los actores no negaron esa libertad de opción de la asamblea societaria.
En rigor, y aunque fuere insuficientemente expresado, los actores atribuyeron a la decisión adoptada
en la asamblea del 18/8/1987 una intención lesiva de aquéllos, dado el modo en que aquella libertad
fue ejercida entonces. Por esto fue innecesario afirmar la existencia de libertad para gobernar la
sociedad; pues el tema por juzgar residió en determinar si la elevación de capital dispuesta el
18/8/1987 estuvo viciada por una intención lesiva de los actores.
ii) En segundo término, es preciso establecer que esa consideración de la sentencia constituyó un
obiter dictum. El rechazo de la demanda dispuesto en primera instancia derivó precisamente de la
morosidad de su deducción. Resultó entonces extraño al cometido jurisdiccional que luego de
establecida esa inoportunidad de la demanda, fuera emitido un juicio sobre el mérito de aquello que
había sido antes declarado irrevisable en consecuencia de una circunstancia temporal objetiva. La
emisión de un juicio obiter a lo dirimente del pleito causa en general gran daño a la sentencia, y a
las partes del pleito. Porque, en tanto ese particular juicio ha sido superfluo, no sería menester
impugnarlo; pero en cuanto ello fue expuesto, produce un indisimulable efecto porque provee una
apoyatura concurrente de la decisión.
En concreto, una manifestación vertida obiter respecto del conflicto, en la sentencia, no configura
un aserto jurisdiccional dirimente; y no sería menester impugnarlo en sustancia una vez demostrada
su impertinencia.
iii) En tercer lugar, es menester esclarecer la incidencia en la solución de la litis de lo afirmado,
implícitamente aunque sin expresión literalmente inequívoca, mediante la consideración de que
decidir ese aumento de capital configuró ejercicio de la libertad de opción entre múltiples
alternativas cuya valoración incumbe discrecionalmente al gobierno societario, sin caber la revisión
judicial de lo preferido.
Esa exposición presupone sin expresarlo, que la decisión asamblearia fue verdaderamente el
resultado de una libre apreciación de alternativas diversas. Pero ese presupuesto implícitamente
vertido desatiende que la demanda se fundó en la negación de haber procedido la asamblea con
libertad de opción entre alternativas diversas, porque según la posición de los demandantes esa
libertad había sido sustituida por la intención de provocar una reducción en la participación
societaria de los actores. El obiter dictum analizado en este momento predicó ser respetable la
libertad de opción en el gobierno de la sociedad; cuando lo controvertido residió en la intención con
que fue decidido elevar el capital.
Se produjo así una confusión de dos aspectos diversos, constituidos por el reproche de los
pretensores a la intención atribuida a los asambleístas, y por el juicio sobre la legitimidad de
gobernar libremente la sociedad. Ello conduciría casi inadvertidamente a una solución incongruente
con lo demandado. Porque lo señalado en la demanda residió en el vicio de uno de los tres
elementos de la voluntad jurídica (la intención), y sobre ello fue comentado que mediaba ejercicio
legítimo de otro de esos elementos (la libertad).
De no mediar el impedimento o exceptio temporal, derivado de no haberse demandado dentro del
trimestre posterior a la decisión asamblearia, y de proceder entonces ingresar al juzgamiento
material de la causa, la cuestión decisiva no hubiera residido en contraponer a la atribución de dolo
a la intención determinante del aumento de capital, la legitimidad del ejercicio de su libertad de
decidir ese aumento por parte de los socios concurrentes a dicha asamblea. El discurso formulado
de ese modo opone uno de los tres elementos de la voluntad, a otro; en una contraposición que
resultaría insoluble por versar sobre elementos distintos.
El juzgamiento material o sustancial de la controversia necesitará superar esa contraposición
heterogénea, para juzgar la legitimidad de la voluntad asamblearia de elevar el capital. Este juicio
habrá de fundarse en la indagación sobre el vicio que hubiere afectado a cada uno de los tres
elementos constituyentes de la voluntad jurídica, que son sabidamente el discernimiento de aquello
por decidir, la libertad para decidirlo, y la intención de decidir del modo en que lo fue exenta de
dolo.
C) Vuelvo a la consideración temporal que fue decisiva en la sentencia impugnada.
Apreciar la adecuación a derecho de esa consideración decisiva del pleito, relativa a la morosidad
con que fue deducida la demanda respecto del término trimestral del nuevo art. 251 Ver Texto LS.,
impone juzgar si existen pretensiones invalidatorias que escapen a ese término en razón de su
particular contenido.
La sentencia impugnada estableció que ello es así. Esa excepción no fue aplicada a esta especie,
porque se concluyó luego que la invalidación impetrada en esta causa no estaría "enderezada a
salvaguardar el interés social ni el orden público, sino `la medida de' la participación de lo actores
en la sociedad" (sentencia, fs. 1166, como referí en el ap. 4 i] de esta ponencia).
Confluyen en ese dictum, decisivo de la sentencia apelada, varios elementos muy sutiles; que son
algunos de índole formal, y otro cuando menos de índole fáctica.
C.i) En primer término, coincido con lo expuesto en la sentencia de primera instancia en el sentido
de que alguna atípica, excepcional, resolución de asamblea "viciada de nulidad o anulabilidad
absoluta" (así en sentencia, fs. 1163 "in fine") pueda resultar impugnable luego del trimestre
indicado por el art. 251 Ver Texto LS. Además de esa calificación del vicio, fue considerado
menester para habilitar una impugnación de asamblea tardía respecto del plazo del art. 251 Ver
Texto LS., que la resolución adoptada fuese lesiva para lo que la sentencia de primera instancia
denominó "interés social `o' el orden público".
Permítaseme agregar a esos dos extremos la observación concurrente de que para resultar afectados
"el interés social `o' el orden público" por una resolución de asamblea de sociedad anónima, dicha
resolución habría incurrido también en extralimitación del gobierno de lo societario para ingresar en
otra área; tanto resultara ostensible dicha extralimitación en la materia resuelta o la extralimitación a
lo societario resultase perceptible solamente en los hechos encubiertos por la fórmula de la decisión.
La configuración de un supuesto como ese es previsiblemente infrecuente, excepcional. Y aun
excluiría yo de la hipótesis expuesta de tal modo el supuesto de afectación del "interés social";
porque la delimitación de éste es por demás imprecisa y cada asambleísta disidente clamaría
artificiosamente que la resolución adoptada afectase lo comprendido por esa nebulosa noción.
Lo expuesto ahora no constituye un principio, sino la excepción al principio positivo contenido en
el art. 251 Ver Texto LS.; y es previsible que la eventual aplicabilidad de tal excepción ha de
resultar de la más extremada rareza en la sociedad económica.
En síntesis, aparece aceptable el criterio de que una resolución de asamblea de sociedad anónima
sería impugnable fuera del término del art. 251 Ver Texto LS. cuando: 1) el vicio de la resolución
fuera calificable como nulidad o como anulabilidad, absolutas; y cuando 2) lo resuelto lesionara el
orden público. Admito que la noción de orden público tampoco es precisa totalmente; pero ella es
más antigua que la de "interés social" que rechacé poco antes; y por lo tanto se dispone de una
elaboración pretoriana y bibliográfica abundante que la delimita y que precave de su invocación
verbosa y vacua.
C.ii) En cambio, no tengo ninguna certeza de que la protección de la participación de los actores en
la sociedad constituya un asunto de interés privado ajeno al orden público. Es decir, no comparto la
consideración de que "en el presente caso, la nulidad impetrada no está enderezada a salvaguardar
el orden público, sino la participación de los actores en la sociedad" (así en sentencia, fs. 1166).
Determinar cuáles aspectos de una sociedad comercial puedan llamarse de "orden público" es
difícil.
Propongo la siguiente reflexión para llegar a esa determinación:
Ante todo, el "orden público" no se confunde necesariamente con la materia del llamado derecho
público. La distinción entre los dos conceptos debe ser mantenida con particular empeño porque la
similitud fonética tiende a establecer una identidad de esencias que no existe. Por ejemplo, tienen
alcance de "orden público" en la República Argentina las reglas de protección de los incapaces;
aunque lo protegido por esas reglas sea la individual y particular persona del incapaz. Dicho lo
mismo pero de modo diverso y más abstracto, cabría expresar que existe un "orden público" en el
derecho privado argentino; como paralelamente cabe la posibilidad de que no constituya cuestión de
"orden público" alguna regida por el derecho público.
En segundo lugar, el "orden público" tampoco es siempre ajeno a lo patrimonial. Corrientemente, la
gestión y aun la protección circunstanciada del patrimonio son considerados asuntos del orden
privado -y ello es acertado-. Pero existen supuestos en que lo patrimonial adquiere carácter de
cuestión de orden público. Por ejemplo, en la expropiación de un bien determinado, propiedad de
una persona privada, es de "orden público" que medie una indemnización previa (art. 17 Ver Texto
CN.). Dicho lo mismo pero de un modo diverso y más abstracto -con cuya modalidad ya expuse en
el párrafo anterior sobre otro matiz del tema-, cabría expresar que el "orden público" de la sociedad
argentina organizada como un estado de derecho asegura la existencia de vías de defensa, efectivas,
de los bienes patrimoniales.
La conclusión extraíble ahora de lo expuesto en sub C.i) y sub. C.ii), es que describir la pretensión
como una defensa en sede judicial de la participación societaria de los actores no indica per se que
esa cuestión litigiosa fuese extraña al orden público. Por ende, no es posible aseverar todavía, ni
hacerlo con esa sola base, que aquella pretensión hubo de ser propuesta en el trimestre indicado por
el art. 251 Ver Texto LS.
D) Creo que la solución por dar a ese tema ordenatorio no será hallada a partir de presupuestos
apriorísticos. Los elementos examinados, indicativos de soluciones contrapuestas (ha de regir el
límite temporal del art. 251 Ver Texto LS., o es apartable ese límite en algún supuesto), se
consumen sin prevalecer ninguno de ellos.
Esa insolubilidad de la contraposición de conceptos indica que la conclusión ha de ser buscada en
los hechos del caso; mediante la indagación de cuál fuere el vicio atribuido a la resolución, y cuál
fuere la lesión producida por esa resolución.
Ingreso pues al examen de los hechos.
E) Trataré de sistematizar los múltiples aspectos del conflicto de las partes agrupando sus
elementos.
E.i) La publicación edictal, posterior a la asamblea que decidió la elevación del capital, destinada a
invitar a los accionistas a suscribir preferentemente las acciones que no fueran suscriptas por otros
de ellos, apareció del 25 al 27/8/1987. Las fechas de integración de sucesivos tercios del valor de
las acciones suscribibles por cada accionista en proporción con su tenencia primitiva, fueron el
21/8, el 28/8 y el 4/9, todos ellos en 1987. Las acciones representativas del aumento del capital que
no fueran tomadas por otros accionistas en proporción con su primitiva tenencia, pudieron ser
suscriptas e integradas dentro de los treinta días ulteriores a la publicación (copia del edicto, fs.
559).
Todos esos términos fueron respetados; en la posic. 9ª puesta a los actores la sociedad demandada
afirmó que la suscripción fue cumplida totalmente en término (fs. 539 vta. y fs. 542 vta.). El
dictamen pericial contable confirmó que Carlos A. Abrecht y Sergio A. Abrecht, los dos hermanos
de un solo vínculo con los dos actores, los cuatro hijos de Carlos J. A. Abrecht, suscribieron por dos
veces veinticinco millones de acciones. La primera suscripción fue efectuada por ellos como
accionistas, el 18/8/1987, y los segundos 25.000.000 de acciones no suscriptas por los actores,
fueron tomados por aquéllos el 29/9/1987, e integrados el 1/10/1987 (anexo 1 de la peritación del
contador Álvarez, fs. 570, con el cual coincide el anexo "B" de la exposición del auxiliar técnico de
la parte actora contador Luis, fs. 635).
Un primer elemento de juicio es extraíble de ello: la puntualidad con que fue ejecutada la resolución
de elevación del capital. Volveré sobre este aspecto en el ap. F.
E.ii) Como resultado objetivo de esa elevación del capital, la participación de cada actor en un
octavo del capital social (en otros términos, eran tenedores cada uno de 3.125.000 acciones sobre
una emisión total de 25.000.000 de acciones), resultó reducida a la cuadragésima parte del nuevo
capital, representado por 125.000.000 de acciones. La nueva proporción derivó de la incidencia de
sus conservadas 3.125.000 acciones, sobre el nuevo total de las acciones.
Éste es otro elemento objetivo de juicio.
E.iii) El tercer elemento de juicio es más relevante.
a) El dictamen pericial contable producido en la causa concluyó que "desde el punto de vista
financiero, no era necesario para la demandada recibir un aporte en dinero efectivo durante los
meses de agosto y septiembre de 1987" (fs. 686).
La parte demandada cuestionó esa conclusión en fs. 825; y lo hizo nuevamente en fs. 869, al
formular una memoria contradictoria con una apreciación técnica provista en el mismo sentido por
el consultor contable de la parte actora. La defensa insistió en las dificultades padecidas en 1987 por
la economía de la sociedad demandada. El perito del juicio insistió en su tesis con la exposición de
fs. 998/1000.
Un testigo, el contador Adler, síndico de la sociedad demandada (respuesta en fs. 769 "in fine"),
mencionó en la respuesta de la pregunta 55ª (fs. 771 in capit) una situación financiera "apremiante"
en ese período, sin dinero efectivo casi y con saldos deudores en cuentas corrientes bancarias, con
disminución del ritmo de las ventas que hacían temer la carencia de medios para atender las cuentas
de los proveedores. El testigo Ossvald refirió escasez de materia prima para la producción, en fs.
855 vta./6 in capit. La testigo Bullón mencionó requerimientos verbales de proveedores, aunque
ninguno de ellos cursó interpelación escrita para ser pagado (fs. 903 vta., resp. 115ª).
Pero lo cierto es que las dificultades no fueron precisadas. El dictamen pericial contable no halló
variaciones significativas en las ventas de 1987 con relación a 1986 (fs. 682). La aceptación de tal
entendimiento técnico de las cosas dejaría sin justificación la elevación del capital resuelta en la
asamblea del 18/8/1987.
b) La evolución de las ventas de la demandada, en 1987, se muestra en la información copiada en
fs. 225, pasada por el síndico social a los actores mediante la carta sin fecha pero posterior al
23/2/1988, e indica el monto más bajo de =A= 148.780,26 en octubre de 1987 y el más alto de =A=
400.144,88 en enero de 1988; con un promedio de =A= 259.667,04.
Ese elemento de juicio no es desatendible, aunque fuera presentado como "hecho nuevo" y, como
tal, desechado en la resolución del 23/3/1988 de fs. 237; pues acá es apreciado en su materialidad
extrínseca y como un antecedente complementario que no modificará el juicio general sobre la
causa.
Es extraño que predique la defensa la existencia de dificultades económicas necesitadas de ser
cubiertas con la suma de =A= 100.000, cuando las ventas de la sociedad proveían cada mes
importes mayores que ese, haciéndolo aun en el mes en que menores fueron ellas.
Claro está que el monto de las ventas no se corresponde con un ingreso totalmente disponible como
lo es recibido por la sociedad para formar el capital. Es sabido que del primero deben detraerse
tanto lo necesario para solventar la producción y los costos de distribución, cuanto los gravámenes
fiscales. Pero la comparación demuestra que no hubieron de ser tan apremiantes las invocadas
dificultades que habrían impuesto resolver la elevación del capital, porque el monto predicadamente
necesario fue modesto; cuya modestia es revelada por la correlación explicada.
c) A pesar de ello, supongamos argumentalmente la existencia verdadera de las dificultades de la
actividad empresaria en 1987.
Ese supuesto pudo imponer tanto la elevación del capital, cuanto hubiera determinado a no entregar
fondos anticipadamente a los accionistas y directores. La práctica de esas entregas de fondos fue
informada por la sociedad misma; pues la demandada justificó la congruencia de la elevación del
capital del 18/8/1987 con la distribución de utilidades de igual monto resuelta en la asamblea del
30/10/1987 (ver su acta copiada en fs. 263 vta.), diciendo que esa distribución no importó entregas
efectivas de dinero al compensarse con retiros que habían colocado las cuentas de los directores en
débito respecto de la sociedad.
La explicación evidenció que mientras la sociedad experimentaría las invocadas dificultades, seguía
entregándose a los partícipes dinero destinado a ser recuperado mediante una adjudicación futura de
utilidades. Apunto incidentalmente que ha sido largamente criticada la práctica societaria de
entregar dinero a directores o accionistas, con la virtual función económica de "adelantar"
dividendos. Pero ello es ajeno a mi mención del tema. En este punto de mi exposición estoy
refiriendo ese procedimiento, admitido por la defensa, como un indicio respecto de cuestiones más
trascendentales; y soslayo todo cuestionamiento de ese "adelanto" de dinero en sí mismo.
Este punto demuestra que permanece inexplicada la preferencia de la asamblea por la alternativa de
elevar el capital, cuando otro tanto aproximadamente había sido entregado anticipadamente a los
accionistas y directores antes de liquidarse y pagarse las utilidades, y fue poco después asignado
como utilidades. La opción por una u otra alternativa fue ciertamente discrecional para la asamblea;
y establecí antes que esa libertad está fuera de controversia. Lo observado ahora es el modo en que
tal discrecionalidad resultó ejercida, el cual fue justamente perjudicial de los actores; y no ha sido
explicada la preferencia por esa modalidad de hacerse de fondos respecto de otras alternativas
posibles (consistentes, por ejemplo, en no "anticipar" dividendos a los accionistas, o en "apropiar"
para su aplicación a la más urgente necesidad financiera todo el producto de las ventas de un mes
mediante el diferimiento negociado de los pagos para efectuar en igual mes).
E.iv) Lo expuesto inmediatamente antes lleva al cuarto elemento de juicio, constituido por la
notable coincidencia dentro de menos de tres meses, de la resolución del 18/8/1987 en el sentido de
elevar el capital en =A= 100.000 más sobre los 25.000 preexistentes, y de otra resolución
asamblearia del 30/10/1987 que distribuyó utilidades justamente por =A= 100.000, amén de asignar
otros =A= 75.000 a remunerar a los directores (ver sus actas en fs. 261 y fs. 263 vta.).
Ello fue legítimo formalmente; pero resulta extrínsecamente incongruente, y puede ser
intrínsecamente reprochable. Es insatisfactoria la invocación, en este punto, de la libertad de la
asamblea para optar por un procedimiento o por el otro; porque la potestad de actuar de tal modo no
equivale a una justificación de lo actuado (conf. ap. E.iii). Esta justificación fue exigible, porque el
procedimiento adoptado resultó lesivo para los accionistas desatentos a las publicaciones edictales
de convocación de asamblea y de convocación a suscribir las acciones remanentes.
E.v) Los concurrentes a la asamblea de la sociedad demandada del 18/8/1987, que resolvió el
aumento de capital, no pudieron ignorar el desconocimiento en que de tal asamblea permanecerían
los dos actores; a menos de ser aquellos informados por los restantes accionistas que son parientes
muy próximos de ellos.
Los dos actores son sobrinos, hermanos de un solo vínculo, o primos, respecto de todos los demás
asambleístas. Es inferible el conocimiento de los medios intelectuales y de los hábitos de los
accionistas actores, por parte de los demás accionistas.
En la causa ha resultado obvia la calidad virtual de "sociedad de familia" de la demandada, con la
nómina del directorio establecido en la asamblea del 1/6/1987 (acta copiada en fs. 260). Entonces,
fue instituido un directorio de siete personas del mismo apellido epónimo con la sociedad: Carlos J.
A. Abrecht `padre y donante de acciones', Jorge F. P. `hermano del anterior y padre o tío de los
restantes directores', Carlos A., Marcelo J., Sergio A., Eduardo J. y Gerardo J. Abrecht `los cinco,
sobrinos o hijos de aquellos dos primeros'. Situación similar se configuró luego de la reducción a
seis del número de directores, en la asamblea del 30/10/1987; en la cual fueron reelectos todos con
exclusión de Carlos J. A. Abrecht designado presidente honorario en la asamblea del 4/11/1987 (fs.
263 vta. y fs. 265 vta.). El testigo Tossenberger, antes empleado administrativo de la sociedad
demandada, describió la realidad interna de esta sociedad como la propia de "una familia" (fs. 804).
El actor Pablo A. había trabajado en la sociedad en relación con su "medio hermano" Sergio A.
(declaración de Rodolfo Ossvald, en fs. 857 vta.). las rencillas del cofundador de la sociedad y
donante de sus acciones a sus cuatro hijos, con los dos habidos de la segunda unión de aquél, eran
conocidas aun de algunos dependientes de la sociedad (declaración de Adoración M. Bullón, en fs.
789 vta., y de José F. Tossenberger, en fs. 804 vta. y fs. 805). El cofundador de la sociedad, Jorge F.
P. Abrecht, había comisionado a una empleada de la sociedad para trasladarse hasta el domicilio del
mencionado Pablo A., quien aun siendo director hasta el 1/6/1987 (acta de asamblea de esa fecha,
copiada en fs. 260), había dejado de concurrir al establecimiento de la empresa común al punto de
provocar inconvenientes en alguna operación bancaria (declaración de la misma testigo Bullón, en
fs. 790 vta.). Tanto la testigo Dworschak de Abrecht cuanto el testigo Adler afirmaron que el actor
Pablo A. no fue localizable para la sociedad, dijo la primera (fs. 768 vta. "in fine"), y de imposible
localización describió el segundo, hasta recibir carta de aquél mediante la cual este testigo conoció
el nuevo domicilio (fs. 771 vta. "in fine" y 772 "in capit").
La testigo Adoración M. Bullón (fs. 789 y ss.) dio cuenta de la internación del padre de los actores
en febrero de 1987 en la clínica llamada Badaracco, del impago de la cuenta de la internación y
asistencia durante dos días y su atención por la sociedad demandada (fs. 790 vta. "in fine"), y de la
dificultad para localizar al actor Pablo A. luego de que éste dejó el domicilio de la calle Madero
1835 (fs. 792, y en similar sentido, fs. 902, resp. 44ª, fs. 902 vta., resp. 76ª). También la testigo
María A. Correa de Quintas, avecindada en las inmediaciones de la casa familiar de Madero e
Hipólito Yrigoyen, fue solicitada por Jorge Abrecht para que requiriera al actor Pablo A.
comunicarse con la empresa, gestión frustrada porque la testigo pasó por la casa de la calle Madero
(esto debe inferirse porque el acta es poco explícita) y la encontró cerrada (fs. 808). Similar fue la
información del testigo Ossvald (fs. 855 "in fine" y fs. 857 vta. "in fine", preg. 49ª). De similar
gestión, con similar debilidad, expuso el testigo Tossenberger en fs. 804 vta.
Ello hace temer que los accionistas mayoritarios, hartos de la ausencia de Pablo A., y de la carencia
de contribución a la empresa común de Karin S., quien nunca había sido incorporada por su padre y
tío a la actividad (quizá porque se preanunciaba la enfermedad que ahora la aqueja), optasen por
resolver una elevación de capital, del cual esas dos personas previsiblemente no habrían de
informarse, para reducir la importante participación de un octavo del capital que cada uno de éstos
tenía por el solo mérito de una donación que constituyó, en sustancia, un virtual anticipo de su
esperable caudal hereditario.
No sostengo, por cierto, que los accionistas mayoritarios estén sujetos universalmente al deber de
participar la realización de las asambleas de modo directo y hasta esforzado, a otros accionistas
ausentes, disidentes, o simplemente distanciados de la sociedad. Pero la ausencia de tal
comunicación, cuando es próxima la vinculación familiar tanto como profundos los motivos de
rencilla, y lo insólito de esa elevación del capital seguida de una equivalente distribución de
utilidades, justificaron alguna más fraternal o siquiera caritativa información fuera de la publicación
edictal. Por ejemplo, en la declaración de la testigo Correa de Quintas, en fs. 808, se informó que no
dejó una nota escrita luego de llamar infructuosamente en el domicilio entonces conocido de Pablo
A. La omisión de advertencia directa sobre la realización de la asamblea no es reprochable in
abstracto, pero mueve a sospechar si esa gestión persiguió verdaderamente localizar a la persona; o
si se buscó simplemente cerciorarse de que ella no estaba allí. Aunque, en orden a atenuar esta
sospecha, es preciso recordar que la testigo Adoración M. Bullón dijo haber enviado al actor
algunas cartas simples (no certificadas), como surge de fs. 792 "in fine"; y que el testigo Ossvald
dejó un sobre a mediados de junio de 1987, como surge de fs. 855 vta.
Es manifiesto, empero, que no se insistió en informar más inequívocamente al actor Pablo A. del
aumento del capital.
E.vi) Es innegable el conflicto familiar que distanció a los protagonistas virtuales de este pleito,
quienes no son dos personas individuales y una sociedad, sino dos partes de una familia. Ese
conflicto ha de haber sido, previsiblemente, tanto más áspero cuanto más próximos estaban sus
protagonistas.
La discordia afectó inequívocamente el vínculo filial del fundador Carlos J. A. con sus hijos
accionantes en este pleito; al punto de que el primero demandó, tiempo después de ser promovido
este pleito, la revocación de la donación de acciones efectuada para estos dos donatarios. El donante
arrepentido atribuyó a sus donatarios incurrir en diversas ingratitudes y desatenciones, por
denominar discretamente lo invocado en la causa cuyas sentencias están incorporadas al expediente
(verlas en fs. 1190 y 1247).
Lo cierto es que esa pretendida revocación fue desestimada mediante sentencias de ambas
instancias.
Éste es otro elemento atípico absolutamente, cuya ponderación resulta imperativa para preservar la
coherencia del orden jurídico. Ha de atenderse que la reducción de la participación societaria de los
actores equivaldría, en términos económicos, a una reducción de aquella donación. Me excuso de
desarrollar este aspecto que es claro para el conocedor de derecho, y que los letrados explicarán a
sus patrocinados.
F) Pienso que tras el desarrollo seguido hasta el punto presente, debo establecer una conclusión.
Contamos con suficientes fundamentos fácticos en lo explicado.
Nos hallamos ante una situación anormal, resultado de la confusión de desventuras familiares con
conflictos patrimoniales; conflictos que acaso encierren sustancia más sucesoria que societaria.
En ese contexto, es apreciable lo siguiente:
i) Una mayoría familiar homogénea de accionistas, merced a una elevación del capital, redujo a la
quinta parte de ella misma la participación societaria de dos personas individuales donatarias de
acciones -la revocación de cuya donación fue desestimada en el pleito al cual incumbió decidir
sobre ello-.
ii) La elevación del capital fue practicada, con regularidad extrínseca, en tiempo tan puntuales y
dentro de un ambiente de distanciamiento de los accionistas tan evidente, que fue previsible que los
dos infelices actores no hubieron de informarse siquiera sobre la realización de la asamblea.
iii) La participación que de ese modo perdieron los actores fue tomada solamente por los dos
"medio hermanos" de las víctimas de ese artificio. Los demás accionistas respetaron la composición
del capital societario por mitades, tenidas respectivamente por dos hermanos y los descendientes de
cada uno de ellos. Ese incremento de la participación societaria de los dos hijos mayores de Carlos
J. A. Abrecht no respondió a una adquisición franca de la cuota de los accionistas afectados, sino a
la suscripción de las acciones no tomadas por éstos; a cuya omisión de suscripción fueron llevados
los ausentes merced a la sorpresa provocada por la mayoría de los socios y parientes con la súbita
celebración de asamblea que fue imprevisible, aunque posea la calificación positiva de ordinaria
(art. 234 Ver Texto LS.).
iv) La elevación del capital, en sí misma, no fue aplicada inequívocamente a un nuevo
emprendimiento, o a una consolidación perceptible en la sociedad.
v) Y lo obtenido por la sociedad como aporte correspondiente a la elevación de su capital resultó
equivalente a las utilidades que la sociedad distribuyó formalmente menos de tres meses después, y
que ya había "anticipado" con entregas pecuniarias.
Cada uno de esos elementos puede ser justificado argumentalmente. Pero el conjunto constituido
por ellos infiere la intención jurídicamente inválida de utilizar la estructura societaria para ordenar
una relación familiar, haciéndolo del modo que pareció adecuado a los dos socios mayores y a la
mayoría de los hijos de ellos.
Es preciso admitir que la desaparición de Pablo A. de la actividad societaria, en la cual
aparentemente nunca se integró con la eficacia con que lo hicieron sus hermanos o primos, pudo
provocar el fastidio y hasta la más justificada irritación de su tío, de su padre, de sus hermanos y de
sus primos. Aun parece que el actor Pablo A. ha profesado como religioso, sin haber ordenado sus
relaciones con sus familiares; a estar de alguna mención formulada en la sentencia de primera
instancia del pleito de revocación de la donación. Pero la consecuencia que ello pudo sustentar no
fue aplicable del modo en que procedieron los socios de la sociedad demandada.
En sustancia, el tener todos los miembros de una familia su patrimonio en una misma sociedad llevó
a que el conflicto de una de las ramas de esa familia adoptara la forma de procedimientos sociales.
La literatura jurídica universal está llena de consejos adversos al anticipo de la herencia, que fue lo
hecho por el padre de los actores mediante la donación de sus acciones; desde que en el siglo XVII
francés se fijó el dictum según el cual `herencia anticipada, padres abandonados'.
Pero no predicaré sobre el desacierto de aquella remota donación, ni sobre la anterior displicencia
de los actores, ni sobre la inferible irritación de los familiares de aquellos que constituyen la gran
mayoría societaria y procedieron del modo examinado. Sólo postulo ser obvio que ningún tribunal
de derecho del mundo occidental autorizaría el uso desviado de vías societarias, para dirimir el
modo en que lo fue, un conflicto familiar desventurado.
Ahora el coactor Pablo A. habrá realizado acaso su vocación religiosa, pero se ha privado de
participar de la empresa fraternal mantenida por esa familia, y ha privado a ese grupo familiar de su
contribución tanto material cuanto subjetiva. La otra actora es una enferma incapacitada; sobre la
cual solamente cabe pronunciarse con piedad. El segundo de los hermanos mayores ha fallecido
víctima de enfermedad tan incurable cuanto acompañada de las más dramáticas connotaciones. El
mayor de esos cuatro hermanos habrá de afrontar, en soledad, el mantenimiento de la actividad
empresaria, en cuanto concierne a su rama de ese grupo; pero sin contar con asistencia fraternal
ninguna y sometido por ende a una trabajosa perspectiva. El tío de los actores, y los descendientes
de este otro hermano fundador, habrán sentido el disgusto de presenciar la tragedia familiar.
Mas nada de ello, harto doloroso, habilita para franquear mediante una sentencia judicial el éxito de
la suma de artificios ordenados intencionadamente con una finalidad perceptiblemente expropiatoria
de la participación societaria de los actores. No es permisible la tentativa de corregir un mal,
mediante la comisión de una infracción del derecho; ni haría el bien la tolerancia judicial de tal
infracción.
G) La conclusión ha de ser fundada positivamente, conforme el art. 15 Ver Texto CCiv. Cuanto más
tempestuoso haya sido el conflicto, y ardua la controversia, mas ha de cuidarse la adecuación a la
ley de la solución; para que ésta restablezca la vigencia del derecho.
Las normas societarias no proveerán ese fundamento positivo; porque ellas han sido establecidas
para ordenar la formación de capitales destinados a la actividad patrimonial lucrativa.
Sería impropio de la naturaleza de la controversia por dirimir, el inquirir su solución en esas
normas, cuya finalidad es muy diversa.
La circunstancia de que el conflicto familiar se haya constituido en una controversia aparentemente
societaria es una contingencia absolutamente accidental; consecuencia del modo en que ordenaron
su patrimonio los hermanos Abrecht de la primera generación partícipe de la sociedad.
La modalidad asumida por el conflicto no indica pues su naturaleza ni su subsunción normativa.
La naturaleza del conflicto que describí remite a la subsunción de la solución del pleito en las
normas, de mayor generalidad que las societarias, contenidas en las partes generales de los códigos.
En esas reglas más amplias está indicado como proceder en situaciones inusitadas como la conocida
en este acuerdo. Creo que esta es la subsunción normativa que proveerá solución al insoluto tema de
la aplicabilidad en el caso del límite temporal de la acción indicado en el art. 251 Ver Texto LS.
H) En la materia de la prescripción o caducidad, la acción presente escapa, por su naturaleza, al
límite temporal del art. 251 Ver Texto LS.
La elevación artificiosa del capital fue tempestivamente impugnada, dentro de los dos años
contados desde que su dolo y su falsa causa fueron conocidos por los afectados. Ese es el plazo
prescripto por el art. 4030 Ver Texto CCiv., disposición aplicable a la sustancia del conflicto. Este
conflicto no residió en un disenso sobre la actividad de la sociedad, sino en el desapropio de la
participación en la sociedad cometido por unos accionistas contra otros, todos parientes.
I) En lo sustancial, es apreciable que la elaboración de un acto sólo extrínsecamente societario, obra
de una voluntad cuya intencionalidad fue ilegítima porque tendió al desapropio de bienes de otros,
configuró un supuesto inequívocamente reprobado por el art. 953 Ver Texto CCiv.
El objeto de la resolución formulariamente societaria, de elevación del capital, constituyó
intrínsecamente el resultado de una maquinación ilícita de los parientes constituyentes de la
mayoría societaria, contraria a las buenas costumbres, opuesta a la libertad de disposición de la
tenencia accionaria que se intentó expropiar a los actores, y patrimonialmente perjudicial para éstos.
Aun aceptado argumentalmente que los actores fueran malos hijos, y peores partícipes de la
empresa (como temo que lo fueron); esa resolución de elevación del capital adoptada en la
asamblea del 18/8/1987 es nula, como si no tuviese objeto; porque su finalidad material la
constituyó en una ilicitud.
8. La presunta nulidad de la asamblea ordinaria ocurrida el 30/10/1987
A) Referí antes no haber sido claro que mí cuáles fuesen los vicios en que hubiere incurrido la
asamblea ordinaria del 30/10/1987, ni cuáles las consecuencias gravosas seguidas para los actores
de las resoluciones adoptadas en esa asamblea. En todo caso, es dudoso que constituyan vicios de
esa asamblea del 30/10/1987 las meras consecuencias de lo acontecido en una asamblea precedente,
pues cada uno de esos actos ha de ser apreciado autónomamente.
También ese pedido de invalidación fue desestimado; por juzgarse que lo atribuido a aspectos
ordenatorios de esa asamblea careció de trascendencia para aquel fin.
La pretensión originaria fue sostenida recursivamente con el argumento de que la asamblea del
30/10/1987 sesionó sin quorum; en tanto: i) la elevación del capital resuelta el 18/8/1987
determinaba para el tiempo posterior la necesidad de una mayor concurrencia a dicho acto; y porque
ii) la voluntad de la representante de un accionista asistente a esa asamblea careció de
discernimiento sobre el acto al cual habría aportado solamente la firma del acta.
B) Esa constitución de la cuestión recursiva no aportó un elemento imprescindible para la atención
de una pretensión invalidatoria, cualquiera fuese el alcance de tal invalidación; elemento constituido
por la lesión de quien impetrara el remedio del vicio.
En otros términos, los actores no ilustraron al tribunal sobre cuál perjuicio se ha seguido para ellos
de lo resuelto en la asamblea del 30/10/1987. No han precisado los actores que los defectos
atribuidos al estado contable anual hubieran incidido en el dividendo por percibir, no ha perjudicado
a los actores el supuesto vicio de la voluntad de la representante de otro accionista y no se precisa
que la llamada "falsedad" de la memoria anual del directorio y del informe sindical societario
excedan del campo de la opinabilidad de las apreciaciones refenciales para ingresar en el terreno de
la afirmación mendaz.
C) A pesar de ello revisé nuevamente el acta de dicha asamblea, copiada en fs. 263, atento que la
coactora es actualmente incapaz y procede apreciar tutelarmente su interés en este pleito.
Allí fueron designados los accionistas que firmarían el acta, aprobado un llamado "revalúo
contable", aprobados los estados contables anuales, dispuesta la distribución de las utilidades y
asignados honorarios a los directores y síndicos -incluso el actor Pablo A.- y electos directores.
No se advierte que lo resuelto perjudique derecho material ninguno de la codemandante Karin S.
(como tampoco de su hermano Pablo A., pero en cuanto a este concierne lo expuesto antes hubiera
sido suficiente).
D) Concluyo pues que la impugnación de este aspecto del veredicto de primera instancia ha de ser
desestimada por insustancial.
9. Conclusión
Considero que la sentencia, que fue absolutoria íntegramente, ha de ser revocada parcialmente; para
estimar la demanda e invalidar la resolución de elevación del capital adoptada en la asamblea de la
sociedad demandada del 18/8/1987.
En cambio, considero que ha de ser desestimada la insistencia en obtener las dos restantes
peticiones de invalidación de la demanda; la una improcedente (conf. párag. 8), y la otra infundada
(conf. ap. iii] del parág. 5).
Creo que las costas de ambas instancias han de ser impuestas a la parte demandada, para ser
reguladas con base en aquello en que la demanda ha de progresar según mi análisis del caso. Ésta
fue la materia relevante del juicio, en medida tal que el fracaso de las dos restantes peticiones
resulta insignificante. Por cierto que habrá de advertirse a la sociedad demandada que deberá
distribuir las costas de modo tal que no afecten los derechos patrimoniales de los dos actores en
cuanto socios de la sociedad demandada; afectación poco previsible a estar de los antecedentes
presentes, pues el donante de las acciones conservó el usufructo de ellas. Nada más.
Los Dres. Cuartero y Rotman adhieren al voto precedente.
Concluida la deliberación los jueces de Cámara acuerdan: a) confirmar en general la desestimación
de las peticiones de invalidación de las asambleas de Cacique Camping S.A. del 30/10/1987 y del
4/11/1987; b) revocar parcialmente la sentencia de fs. 1147/77, y declarar nula la resolución de
elevación del capital adoptada en la asamblea de la antedicha sociedad del 18/8/1987; c) imponer
las costas de ambas instancias a la parte demandada, con la advertencia expuesta en el parág. 9 de la
ponencia; d) diferir la consideración de los honorarios hasta ser regulados los devengados en la
primera instancia; y e) disponer que en la etapa de cumplimiento de esta sentencia se asegure la
intervención en la causa de representación tutelar de Kavin S. Abrecht.- Carlos M. Rotman.- Felipe
M. Cuartero.- Edgardo M. Alberti. (Sec.: Héctor O. Chomer).
“Block, Susana Helena y otros c. Frigorífico Block SA s/sumario”
En Buenos Aires, a los 4 días del mes de marzo de dos mil cinco, reunidos los Señores Jueces de Cámara en la Sala
de Acuerdos fueron traídos para conocer los autos seguidos por: "BLOCK SUSANA HELENA Y OTROS" contra
"FRIGORIFICO BLOCK S.A." sobre SUMARIO, en los que al practicarse la desinsaculación que ordena el articulo 268
del Código Procesal, Civil y Comercial de la Nación resultó que la votación debía tener lugar en el siguiente orden:
Doctores Caviglione Fraga, Di Tella y Monti. El señor Juez de Cámara doctor Héctor M. Di Tella no interviene en el
presente acuerdo por encontrarse en uso de licencia (art. 109 R.J.N.)).//-
I- La sentencia de fs. 793/822 hizo lugar parcialmente a la demanda entablada por Susana Elena Block, Marcelo
Roberto Block y Henriette Ruth Deutshkron de Block contra Frigorífico Block S.A., con el objeto de que se declarase
la nulidad de las asambleas extraordinarias de fecha 20.07.93 y 20.09.93 de la referida sociedad, y contra Roberto
J. Daquino y Alberto Groesman por nulidad y simulación, y en consecuencia: a) declaró la nulidad absoluta de las
decisiones de las asambleas (incluida la suscripción de Rodolfo Block);; b) rechazó la demanda de daños y
perjuicios contra la sociedad; y c) decretó nula la suscripción e integración de las nuevas acciones por parte de
Roberto Daquino y Alberto Groesman.-
Para resolver en el sentido indicado, el juez consideró que: i) aun cuando se hubiesen cumplido las prescripciones
legales referidas a la publicación de edictos, existió mala fe de los administradores al ocultar la existencia de las
asambleas impugnadas, en tanto no () hicieron mención de la fecha concreta en que se llevarían a cabo; ii)en el
caso era obligatoria la emisión de las nuevas acciones con prima, en virtud del desfasaje existente entre el valor de
la emisión y los valores reales del patrimonio social; iii)la suscripción de las nuevas acciones fue un acto nulo y
absolutamente simulado, en el sentido de que no hubo suscripción ni prueba de que los aportantes anteriores hayan
sido Daquino y Groesman, a la vez que no existió contraprestación simultánea; iv) resulta innecesario expedirse
sobre la cuestión del carácter justiciable de la conveniencia u oportunidad del aumento de capital, en tanto quedó
demostrado que tal maniobra tuvo por objeto licuar la participación accionaria de los actores, y no satisfacer
necesidades empresarias; v) que el derecho de receso no hubiera sido paliativo por no poder determinarse con
precisión el valor de las participaciones; vi) que puede concluirse en la existencia de una maniobra fraudulenta
tendiente a despojar a los actores de su parte en la sociedad, desplazándolos de hecho y/o de derecho de los
órganos de gobierno, administración y representación, para luego vaciarla.-
II- Contra dicha resolución se alzaron los demandados Frigorífico Block S.A. por los fundamentos vertidos a fs.
874/884, y Groesman y Daquino, quienes se limitaron a adherir a la expresión de agravios presentada por la
referida sociedad.-
Señalan los recurrentes que del propio fallo apelado surge que los accionistas de Frigorífico Block fueron citados
mediante edictos a las dos asambleas impugnadas, por lo que corresponde considerar como ajustada a derecho y
plenamente válida la convocatoria cursada por el directorio de la sociedad. Señalan, además, que nunca hubo de
parte de los directores un compromiso que los pusiera en el deber de remitir cartas documento a los actores para
notificarles la realización de las asambleas.-
En otro orden, afirman que el juez de primera instancia pasó por alto que, a la fecha de las asambleas impugnadas
las acciones de Frigorífico Block S.A. eran al portador, por lo que el directorio no tenia forma de saber con certeza
quiénes eran los accionistas. Asimismo, destacan que con anterioridad a las asambleas se había producido un
nutrido intercambio de cartas documento entre los accionistas, en el curso del cual los miembros del grupo "A"
habían adelantado su decisión de capitalizar el frigorífico, por lo que la celebración de una asamblea a esos fines no
puede reputarse como un hecho imprevisible.-
Alegan que, habiéndose promovido la demanda con posterioridad al vencimiento del plazo previsto en el art. 251
L.S., correspondería declarar operada la caducidad del derecho de los actores a impugnar la asamblea, y que en la
sentencia se ignoró dicho plazo mediante la aplicación improcedente del art. 1047 del Código Civil. En este orden de
ideas, sostienen los recurrentes que el art. 251 L.S. engloba todos los vicios que pudiere tener la resolución de una
asamblea de accionistas.-
Expresan que la decisión de aumentar el capital social responde a una política empresaria insusceptible de ser
revisada judicialmente, la cual no intentó ser bloqueada por los actores quienes, además, se abstuvieron de ejercer
sus derechos de suscripción preferente y de receso. Además -siempre según el parecer de los recurrentes- la
emisión con prima constituye una facultad y no a un imperativo legal, lo que puede colegirse claramente de la
alocución "podrá emitir con prima", contenida en el art. 202 L.S.-
III- En anteriores pronunciamientos, este Tribunal ha sostenido que el transcurso del plazo estipulado en el art. 251
L.S. no es óbice para impugnar la decisión asamblearia, cuando el vicio atribuido es susceptible de ser encuadrado
dentro de los supuestos de nulidad absoluta contemplados por el art. 1047 del Código Civil (cfr. esta Sala in re
"Fábrica la Central de Oxigeno S.A. s/ quiebra s/ inc. nulidad de asamblea", del 26.02.86; id. Paneth Erwin c/ Boris
Garfunkel S.A.", del 10.07.90; id. "Calve Francisco c/ Cittadella s/ sumario", del 19.07.96; id. "Sala Guillermo
Marcelo c/ Sand Rec S.A. y otros s/ sumario", del 21.09.01). Corresponde, por tanto, considerar si los actos aquí
cuestionados son pasibles de encuadrarse en tal categoría.-
IV- La apelante comienza su memorial refiriéndose a la legalidad de la convocatoria, en tanto ésta se habría
realizado mediante edictos conforme lo estipula el art. 237 L.S. En rigor, la argumentación es superfina, pues el
juez rechazó expresamente esta causal de nulidad invocada por los actores (v. consid. 3° de la sentencia apelada),
en la correcta inteligencia de que la publicación de edictos es la única forma legal de convocatoria para los
accionistas, sin que pueda suplirse por otra forma de notificación, temperamento que ha sido seguido por esta
Tribunal en anteriores pronunciamientos (in re "Schillaci, Irene M. c/ Establecimiento Textil San Marco S.A.", del
29.10.90).-
Corresponde en cambio adentrarse en la cuestión relativa a si, la falta de notificación por otro medio, implicó de-
parte de los directores de la sociedad una conducta de mala fe. No existe contradicción con lo manifestado
precedentemente, pues el sólo hecho de que se hayan cumplido los recaudos legales de citación no implica, por si,
la desestimación de la acción de nulidad, por cuanto una asamblea válidamente convocada puede igualmente
adoptar resoluciones viciadas -entre otros motivos- por resultar violatorias del deber de lealtad (v. Halperin-
Otaegui, Sociedades Anónimas, Ed. Depalma, Buenos Aires, 1998, págs. 761/3).-
V- El "a quo" sostuvo al respecto que la mala fe de los administradores se configuró con el ocultamiento de la
realización de la asamblea -más allá de la legalidad formal de su convocatoria-, pues entendió que la notificación
telegráfica o epistolar hubiera asegurado la efectiva comunicación a los aquí demandantes, además de representar
la modalidad más acorde con una sociedad de las características de la demandada ("cerrada" o "de familia").-
La circunstancia de que en aquel entonces, las acciones fueran "al portador" (no había entrado en vigencia aún el
régimen de nominativización forzada)., en modo alguno supone -como alegan las quejosas- dificultad en el efectivo
conocimiento acerca de quiénes eran los accionistas. En efecto, los accionados reconocieron expresamente en sus
respectivas contestaciones de demanda que Frigorífico Block S.A. era una sociedad familiar signada por el
conocimiento personal de todos sus accionistas, los cuales en su mayoría trabajaban en la empresa, o vivían de ella
(v. fs. 71 vta.). Los datos puestos de resalto se inscriben en igual línea que el referido a que "Las reuniones se
consensuaban en un almuerzo", lo cual fue destacado por el sentenciante sin que los recurrentes hayan siquiera
intentado desvirtuar dicha afirmación.-
Por otro lado, cuadra destacar que al momento de celebrarse las reuniones, existía una causa penal en trámite a
raíz de una denuncia formulada por los accionantes, lo cual colocaba a los demandados en el deber de extremar las
diligencias del caso a fin de lograr la mayor regularidad y transparencia en las decisiones de la sociedad, tal como
les fue requerido por los actores en el transcurso del intercambio epistolar (v. cartas documento, fs. 19 y 22).-
VI- En cuanto a la decisión asamblearia que resolvió aumentar el capital social, los recurrentes alegan que
constituye una política empresaria insusceptible de revisión judicial.-
Tal postulado tiene valor de principio, pero éste cede cuando se aprecia que el único objeto de la medida fue el de
licuar las participaciones de los accionistas demandantes, pues en tal caso se configura un auténtico abuso de
mayorías y se afecta, por añadidura, el interés social, al concederse ventajas a unos en detrimento de otros que no
responden al juego ordinario de los derechos sociales (cfr. Alegría, Héctor, El abuso de mayoría y de minoría en las
Sociedades Anónimas, Revista de Derecho Privado y Comunitario, separata Nº 16, Rubinzal- Culzoni).-
A raíz de la referida maniobra, los actores vieron disminuida su participación social de un modo drástico, pues del
50% pasaron al 0.1% (v. fs. 491/2). Por su parte, los demandados no brindaron explicación plausible alguna sobre
la razón de la medida, sino que -muy por el contrario- se limitaron a afirmar dogmáticamente que el aumento de
capital se instrumentó con la finalidad de "lograr los fondos necesarios para la subsistencia de la sociedad" (v. fs.
73), sin mayores precisiones. Al respecto, cabe recordar que constituye carga de la sociedad acreditar los motivos
económicos, comerciales o financieros que invoque en sustento de su postura, pero ello no fue satisfecho en la
presente causa. Coadyuva a esta conclusión el resultado de la prueba pericial contable (v. fs.. 649/950 y 700), en
tanto la ausencia de libros de la sociedad demandada impidió al experto reconstruir las entradas y salidas de
fondos. De este modo, no encuentra respaldo en las probanzas producidas la genérica e imprecisa explicación
transcripta.-
Por consiguiente, ante la evidente ausencia de justificación de la medida dispuesta, forzoso es concluir que el grupo
de accionistas presente en la asamblea ejerció una conducta abusiva que nuestro ordenamiento jurídico reprueba
(art. 1071 Código Civil), y no se aprecia otra finalidad en esa decisión que la de diluir la participación de los actores
en el capital social. El concepto de "abuso de mayoría" resulta aplicable al caso aquí juzgado, aun cuando los grupos
"A" y "B" se encontraran equiparados en cuanto a sus participaciones, toda vez que la equiparación era meramente
formal. En efecto, no se encuentra controvertido que el grupo "A" tenia el control de hecho de la sociedad, y eran
los únicos accionistas presentes en las asambleas impugnadas (v. fs. 754/91), circunstancia cuya virtualidad cabe
apreciar a la luz de lo expuesto en el considerando V, en relación con la comprobada mala fe de los administradores
en cuanto se refiere a la ocultación de las asambleas.-
Más allá de las discrepancias que puedan existir en torno a si las causales de nulidad pueden., en materia
societaria, considerarse de carácter absoluto (v. este Tribunal, fallo "Sala", supra cit.), lo cierto es que el vicio en el
objeto de la resolución o decisión impugnada -por ser ilícito o imposible- produce la nulidad inconfirmable e
imprescriptible del acto (cfr. art. 953 y 1047 Cód. Civ.; Llambías, Código Civil Anotado, T. II-B, págs. 97/103 y
228/31; Sasot Betes- Sasot, "Las asambleas", p. 590 y nota 46; Otaegui, "Invalidez de actos societarios", pág.
427). De ahí entonces que la sola posibilidad de que los actores pudiesen haber ejercido su derecho de receso, o
bien de suscripción preferente, no puede conducir a convalidar decisiones que repelen abiertamente las pautas
legales antes referidas.-
VII- Con relación a las características que tuvo la emisión de acciones correspondientes al aumento de capital
impugnado, los apelantes centran su queja en que el art. 202 L.S. regula la emisión con prima como una facultad,
de modo que la conclusión del juez en cuanto sostuvo que existía obligación de adoptar tal temperamento, choca
contra el texto mismo de la ley.-
El sobreprecio o prima de emisión tiene por finalidad equiparar la situación de los nuevos socios con la posición de
los antiguos accionistas, en relación con las reservas acumuladas y las inversiones beneficiosas hechas por la
sociedad antes del aumento de capital. Su función es la de conservar para los accionistas existentes el mayor valor
real de la acción, que si se emitiera sin prima, esto es a valor nominal, traería un enriquecimiento gratuito -sin
causa- a los nuevos accionistas, quienes participarían en igualdad de condiciones con los antiguos de la situación
económica ventajosa que representa una empresa en marcha (cfr. esta Sala in re "Augur S.A. c/ Sumampa S.A.",
del 28.12.84 [L.L. 1985-E-12;; E.D. 114-373]).-
Con arreglo a tales principios, surge con claridad que el bien jurídico tutelado por el instituto de la "emisión con
prima", ha sido vulnerado en la situación examinada, puesto que las nuevas acciones de Frigorífico Block S.A.
fueron suscriptas por personas (Groesman y Daquino)ajenas al elenco de accionistas existente al momento de
disponerse el aumento de capital, que, como se ha expresado en el apartado precedente, careció de toda
razonabilidad.-
La obligatoriedad de la emisión con prima, entonces, no aparecería impuesta por la letra de la ley, sin más bien por
la coherencia del sistema y la necesaria operatividad de los principios primigenios del derecho privado -arts. 953,
1071 y 1198 del Código Civil- (cfr. CNCom. Sala B, in re "Laurie, Jorge c/ Ponieman Hnos. S.A. s/ sumario", del
19.05.97).-
VIII- En lo que puntualmente refiere a la simulación, ante el fundamento dado por el "a quo" en relación a que no
fue acreditada la capacidad económica de los adquirentes ni el efectivo ingreso de los fondos luego del aumento de
capital, los apelantes sólo se limitan a manifestar que los actores "jamás pusieron en tela de juicio el real ingreso de
fondos a Frigorífico Block S.A." (v. fs. 882). Sin embargo, tal afirmación aparece desmentida por las constancias del
expediente, pues la cuestión no sólo fue introducida por los actores al iniciar la demanda (v. fs. 46 vta.), sino que la
sostuvieron a lo largo de las distintas etapas del juicio (v. alegato, fs. 745 vta. y expresión de agravios).-
IX- Cabe concluir, de acuerdo con las consideraciones precedentes, que el comportamiento de los integrantes del
grupo "A" es revelador de un obrar de mala fe, reñido con los principios generales de los actos jurídicos (art. 953,
1071 y 1198 Cód. Civ. ) , enderezado a perjudicar a los aquí actores y en franco apartamiento del interés social.-
X- Por ello, voto por la afirmativa. Las costas de alzada serán impuestas a los demandados
vencidos (art. 68 Cód. Procesal).-
Por análogas razones el señor Juez de Cámara doctor Monti adhiere al voto que antecede.-
Con lo que terminó este acuerdo que firmaron los señores Jueces de Cámara doctores:
Y VISTOS:
Por los fundamentos del acuerdo que antecede, se confirma la sentencia apelada. Con costas.-
El señor Juez de Cámara doctor Héctor M. Di Tella no interviene por encontrarse en uso de licencia.
En Buenos Aires, el 9 de marzo de dos mil siete, se reúnen los señores jueces de la Excma. Cámara
Nacional de Apelaciones en lo Comercial para pronunciarse en la causa “Giallombardo Dante
Néstor c/ Arredamenti Italiani S.A. s/ ordinario” (Expediente N° 79.365/03), donde fue
concedido un recurso de inaplicabilidad de ley, con el objeto de resolver la siguiente cuestión:
“¿Corresponde otorgar a la iniciación del trámite de mediación previa efectos suspensivos sobre el
plazo para deducir la acción de impugnación asamblearia prevista en el art. 251 de la Ley de
Sociedades?”.
I. A.- Los señores jueces Rodolfo A. Ramírez, Ana I. Piaggi, María L. Gómez Alonso de Díaz
Cordero, Juan Manuel Ojea Quintana, Juan José Dieuzeide, Angel O. Sala, y Martín Arecha
dicen:
1. La cuestión a decidir se vincula con los efectos de la iniciación del trámite de la mediación previa
-regulada por la ley 24.573-, frente al plazo de tres meses para deducir la acción de impugnación de
decisiones asamblearias previsto por el último párrafo del art. 251 de la ley 19.550; esto es, si el
inicio del trámite de mediación suspende o no el cómputo del aludido plazo.
Por medio del art. 1 de la ley 24.573 se instituyó, con carácter obligatorio, la mediación previa a
todo juicio. La acción de impugnación de asambleas no está enumerada dentro de las excepciones a
dicha regla previstas por el art. 2. Al propio tiempo, el art. 29 de la referida ley establece que la
mediación suspende el plazo de la prescripción liberatoria en los términos y con los efectos
previstos en el segundo párrafo del art. 3986 del Código Civil.
Ahora bien, el último párrafo del art. 251 de la ley 19.550 dispone que la acción de impugnación de
decisiones asamblearias se promoverá dentro de los tres meses de clausurada la asamblea, sin
especificación de la naturaleza de dicho plazo.
Sin embargo, la jurisprudencia de esta Cámara es unánime en el sentido de que el aludido plazo
trimestral establecido por la ley de sociedades es de caducidad y no de prescripción (cfr. CNCom.,
Sala A, 15-2-1999, in re “Pie Fabián Luis c/ Corhoma S.R.L.”; idem, Sala B, 16-11-1999, in re
“Bentivogli Victorio c/ Connect-It S.R.L.”; idem, Sala C, 24-6-1985, in re “Farina de Pareja M. c/
Crédito Liniers S.A.”; idem, Sala D, 13-5-1991, in re “Cuffia José c/ La Concordia Cía. Argentina
de Seguros S.A.”; idem, Sala E, 23-12-1997, in re “Piermarocchi Ernesto c/ Hilados A.P. S.A.”).
Como se destacó, el art. 29 de la ley 24.573 sólo prevé la suspensión de los plazos de prescripción y
nada dice respecto de los plazos de caducidad.
2. Cabe destacar en ese sentido que es doctrina universalmente admitida que la caducidad no está
sujeta a interrupción ni a suspensión, ya que se aplica a pretensiones para cuyo ejercicio se señala
un término preciso, por lo que nacen originariamente con esa limitación de tiempo, en virtud de la
cual no se pueden hacer valer una vez transcurrido el plazo respectivo (cfr. C.S.J.N., 13-12-1988, in
re “Sud América T. y M. Cía. de Seg. S.A. c/ S.A.S. Scandinavian A.S. s/ cobro”).
En el caso del art. 251 de la ley 19950 que nos ocupa, ello se basa en la necesidad de dar certeza a
las decisiones asamblearias, porque no es posible imaginar que la vida societaria pueda estar
sometida a la incertidumbre de que se declare la nulidad de un acto celebrado por su órgano más
trascendente (cfr. CNCom., Sala E, 26-12-1991, in re “Parodi de Pérez Nelly c/ Transportes del
Tejar S.A.”; idem, Sala E, 2-6-1994, in re “Hischmann Juan c/ Centro de Investigaciones Médicas
Hansi S.A.”; idem, Sala A, 22-11-2002, in re “Regidor Alicia Celsa c/ Aerolíneas Argentinas
S.A.”). La ratio legis de la norma no es otra, en este punto, que la de aventar inseguridades que
podrían naturalmente inspirar a los terceros, decisiones asamblearias sujetas a objeciones por un
período prolongado, y disipar la inseguridad que viviría el ente societario si las decisiones de su
órgano de gobierno padecieran una extensa exposición a su vulnerabilidad (cfr. CNCom., Sala B,
21-3-1979, in re “Carabassa Isidoro c/ Viuda de Canale e hijos S.A.”).
3. Frente a lo visto, hay varias razones que conducen a dar respuesta negativa a la cuestión sujeta a
plenario y concluir que el inicio del trámite de mediación carece de incidencia sobre el plazo
previsto por el art. 251 de la ley de sociedades.
En primer lugar, porque tratándose este último -como se dijo- de un plazo de caducidad, su término
no puede suspenderse ni interrumpirse. Se ha dicho en ese sentido que para la caducidad legal “es
tan esencial el ejercicio del derecho en tiempo preciso, que no se concibe que el término pueda
prolongarse en obsequio a circunstancias particulares de alguien, tales como imposibilidad de hecho
para actuar, incapacidad no suplida por la representación adecuada, etc.” (v. CNCom., Sala E, “Frig.
Moreno S.A. s/ quiebra” del 11/5/99 –con cita de Llambías, “Tratado de Derecho Civil”, ed. 1964,
T. Parte General II, pág. 665, parág. 2149-; en el mismo sentido, dictamen del Sr. Representante del
Ministerio Público ante esta Cámara, emitido en la misma causa).
En segundo término, porque –tal como también se destacó- la ley 24.573 no contempla efecto
alguno sobre plazos de caducidad legales, aunque sí lo hace en relación con plazos de prescripción.
Y no podrían extenderse por analogía a la primera los efectos que se prevén respecto de la segunda,
dado que son instituciones disímiles. Es que, aunque la caducidad “guarde ciertas semejanzas con la
prescripción, es una institución diferente, es un modo de extinción de ciertos derechos en razón de
la omisión de su ejercicio durante el plazo prefijado por la ley o la voluntad de los particulares”
(C.S.J.N., Fallos 311: 2646).
Finalmente, porque el plazo de tres meses que prevé el art. 251 de la L.S. está fijado para la
deducción judicial de la pretensión, lo que no puede dar lugar a otras conclusiones. Entonces, para
evitar la consecuencia legal, debe promoverse la demanda dentro del término legal y supeditar su
tramitación al resultado de la mediación (CNCom. Sala E, 13-12-99, in re “Parodi, Sixto Pedro c/
Luva S.A. y otros s/ sumario”).
Compartimos los fundamentos del voto de la mayoría de nuestros colegas como estricta respuesta a
la pregunta formulada en este llamado a plenario. Destacamos sin embargo y sin perjuicio de ello
que, excepcionalmente, la resolución de asamblea de una sociedad anónima llegaría a ser
impugnable aún “fuera del término del art. 251 L.S.” cuando por aplicación de los arts. 18 y 1047
del Cciv.: 1) el vicio de la resolución fuera calificable como nulidad o anulabilidad, absolutas, y
cuando 2) lo resuelto lesionara primeros principios de orden público (en esta línea cfr. CNCom.,
Sala C, 26.2.86, in re “Fábrica Central de Oxígeno s/ quiebra s/ inc. de nulidad de asamblea”; idem,
10.7.90, in re “Paneth Erwin c/ Boris Garfunkel (h.) S.A. s/ ord.”; idem, Sala E, 23.5.89, in re
“Larocca Domingo Antonio c/ Argentina Citrus s/ sum.”; idem, Sala D, 1.3.96, in re “Abrecht Pablo
c/ Cacique Camping S.A. s/ sum.”, ED 20.8.96; idem, Sala B, 21.9.99, in re “Mónaco Pablo c/
Cicem S.R.L. s/ sum.”). Con tal precisión, votamos por la negativa a la cuestión propuesta.
Sobre el particular, debe advertirse, ante todo, que el plazo de tres meses establecido por el último
párrafo del citado art. 251 de la ley societaria es de caducidad y no de prescripción, tal como lo ha
destacado reiteradamente esta Cámara en sus distintas integraciones (Sala A, 5/3/87, “Acebo, A. c/
Banco Popular Argentino s/ sumario”; Sala A, 15/2/99, “Pie, Fabián Luis c/ Corhoma SRL”; Sala
A, 15/10/99, "Isola, Alejandro A. c/ Productora Americana SA s/ sum."; Sala B, 13/8/85, “Sichel,
Gerardo c/ Boris Garfunkel e hijos s/ ord.”; Sala B, 16/11/99, "Bentivogli, Victorio c/ Connect-It
SRL s/ sum."; Sala B, 2/11/90, “Jares, Daniel Ernesto c/ Gascarbo SA s/ sumario”; Sala C, 24/6/85,
“Farina de Pareja, M. c/ Crédito Liniers SA”; Sala E, 2/6/94, "Hischmann, Juan c/ Centro de
Investigaciones Médicas Hansi SA"; Sala D, 4/9/89, “Fuentes de Durán, Delia c/ Durán SA”; Sala
D, 13/5/91, “Cuffia, José c/ La Concordia Cía. Argentina de Seguros SA s/ sum.”; Sala E, 23/12/97,
"Piermarocchi, Ernesto c/ Hilados A.P. SA s/ sum."; Sala E, 26/12/91, “Parodi de Pérez, Nelly c/
Transportes del Tejar SA s/ sum.”; Sala E, 14/9/05, "Rabuffetti, Diego c/ Auditorio Buenos Aires
SA s/ ordinario"; etc.).
La condición jurídica indicada es, por lo demás, la que el legislador le asignó al plazo en cuestión
con ocasión de ser sancionada la ley 22.903. En efecto, por dicha ley se redujo el plazo del art. 251
de seis a tres meses, y en su Exposición de Motivos se dijo que “...se abrevia el plazo de caducidad
a tres meses…” (Capítulo II, Sección V, apartado 17).
Además, cabe recordar que el art. 251 de la ley 19.550 reconoce antecedente en el art. 2377 del
Código Civil italiano, y que la doctrina y la jurisprudencia referente a dicha fuente normativa es
prácticamente unánime en el sentido de que se trata de un supuesto de caducidad (Fredei, G.,
Societá per azioni (Commentario Scialoja-Branca), Roma-Bologna, 1972, p. 391; Trimarchi, P.,
Invaliditá delle deliberazioni di asamblea di societá per azioni, Milano, 1958, p. 246; Messineo, F.,
Manual de derecho civil y comercial, Buenos Aires, 1955, t. V, p. 456; Brunetti, A., Tratado del
derecho de las sociedades, Buenos Aires, 2003, t. III, p. 194, n° 1021, pto. “b”).
2°) Que en función de lo expuesto, corresponde aplicar al plazo del art. 251 de la ley societaria el
criterio ampliamente aceptado de que respecto a los plazos de caducidad no juegan las causales de
interrupción o suspensión de la prescripción.
En otras palabras, por razón de su propia naturaleza, el plazo del art. 251 de la ley 19.550 no queda
sometido al juego de los actos que aniquilan la prescripción corrida y aun no cumplida, ni al de los
actos que detienen su curso.
3°) Que establecido que los plazos de caducidad -como el del art. 251 in fine, de la ley 19.550- no
se interrumpen ni suspenden, corresponde advertir que la extinción del derecho subordinado a la
decadenza solamente se salva cumpliéndose el acto impeditivo expresamente previsto por la ley.
La identificación del acto impeditivo como propio de los plazos de caducidad, está presente -como
no puede ser de otro modo- en la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, bien
que por su comparación con el acto interruptivo. En efecto, la Corte Federal ha señalado que “…
Cuando el plazo de caducidad está fijado para el ejercicio de un derecho dotado de acción, la
promoción de ésta podría confundirse a primera vista con el acto interruptivo de la prescripción. Sin
embargo, no es así, sino que se trata de lo que se denomina acto impeditivo –y no interruptivo- de la
caducidad, es decir, la ejecución dentro del plazo fijado por la ley del acto previsto por ella para
impedir que la caducidad se produzca. La diferencia práctica estriba en que la interrupción de la
prescripción tiene por consecuencia que comience a correr de nuevo el plazo legal (art. 3998 del
Código Civil), mientras que el acto impeditivo hace que la caducidad ya no pueda producirse…”
(Fallos 311:2646, considerando 3°).
Un mismo orden de conceptos puede leerse en Coviello -cita-
do por Argañaras- al decir que “…Hay actos que aun siendo interruptivos de la prescripción, valen
para impedir la caducidad; pero esto ocurre no en razón de la aplicación analógica de las normas
concernientes a la prescripción, sino por la índole misma del acto que poniendo en ejercicio el
derecho, hace de ese modo imposible la caducidad. Un acto tal es, sin duda, la demanda judicial que
pone en movimiento una acción sujeta a un término perentorio, pues es de evidencia que en ese caso
la demanda judicial no significa interrumpir el plazo de caducidad, sino ejercitar el derecho mismo
antes de vencer el término y, por consiguiente, hacer imposible la caducidad…” (conf. Argañaraz,
M., La prescripción extintiva, Buenos Aires, 1966, p. 324, nota n° 13).
Pues bien, en el caso del art. 251, in fine, de la ley 19.550, el acto impeditivo legalmente previsto
que, una vez cumplido, obsta a que se produzca la caducidad establecida por tal norma es, como
surge de su texto, la promoción de la acción contra la sociedad, por ante el juez de su domicilio.
4°) Que, a esta altura, corresponde recordar que con anterioridad a la sanción de la Ley de
Mediación y Conciliación Obligatoria, esta Cámara había identificado al acto impeditivo de la
caducidad prevista por el art. 251 de la ley societaria (“promoción de la acción”) con la promoción
de la demanda en sede judicial, aun dentro de las dos primeras horas de despacho del día hábil
inmediato a su vencimiento, de acuerdo al art. 124 del Código Procesal (Sala B, 6/9/95, “Outeda
Villarino Argentino c/ Jonte 2902 SRL s/ sum”, entre otros).
En su caso, el conflicto interpretativo que nació con la sanción de la ley de mediación, dio lugar a
dos líneas jurisprudenciales diversas, cuyo enfrentamiento es, precisamente, el que ha dado lugar a
la presente convocatoria plenaria.
En efecto, por un lado, por intermedio de la Sala A de esta Cámara, se resolvió que, por aplicación
analógica del art. 29 de la ley 24.573, cabía otorgar a la iniciación del tramite de mediación una
eficacia suspensiva del plazo de caducidad (autos “Regidor, Alicia Celsa c/ Aerolíneas Argentinas
s/ sumario”, sentencia del 22/11/2002).
En cambio, en los autos en los que se desarrolla la presente convocatoria plenaria, la Sala B
resolvió, con fecha 14 de junio de 2004, que la ley de mediación n° 24.573 no prevé efectos
respecto de los plazos de caducidades legales, y si bien sí lo hace sobre los plazos de prescripción,
la disposición del art. 29 no puede extenderse analógicamente de un instituto a otro.
5°) Que, si como ha quedado ya expuesto, el plazo de caducidad del art. 251 in fine de la ley
societaria no puede ser objeto de interrupción o suspensión, se debe concluir, por lógica
consecuencia, en la improcedencia de aplicar a su respecto el efecto suspensivo de la prescripción
dispuesto por el art. 29 de la ley 24.573 (texto según ley 25.661), lo que no podría hacerse ni
siquiera por vía de analogía pues, en tal caso, la analogía serviría para eludir –en forma inadmisible-
la regla que indica que las causales de suspensión de la prescripción resultan inaplicables a la
caducidad (conf. Spota, A. G., ob. cit., p. 667, n° 2274).
En su caso, de lo que aquí se trata es, más bien, de establecer si a la luz de las innovaciones
provocadas por la ley 24.573, el acto impeditivo de la caducidad previsto por el art. 251 in fine de la
ley 19.550 puede tener una comprensión distinta de aquella que se le asignó en los fallos
precedentes a la sanción la ley de mediación, en cuanto identificaron dicho acto impeditivo con la
promoción de la demanda en sede judicial, aun dentro de las dos primeras horas a las que se refiere
el art. 124 del Código Procesal.
6°) Que en la indagación del postulado precedentemente impuesto, cobra especial interés la doctrina
que emana del precedente de la Corte Suprema in re N. 148. XXXVII. “Nastasi, Grace Jane E. c/
Aerolíneas Argentinas S.A.”, sentencia del 16 de octubre de 2002 (Fallos 325:2703), en el cual se
resolvió asignar carácter de acto impeditivo de un plazo de caducidad al formulario referente a la
iniciación de la mediación previsto en el art. 4 de la ley 24.573, presentado ante el tribunal
competente. En dicho precedente, el Alto Tribunal observó que el propio art. 4 de la ley de
mediación califica a dicho formulario como la actuación a través de la cual el reclamante formaliza
su "pretensión ante la mesa general de recepción", expresión que inequívocamente pone de
manifiesto que en él está presente el ejercicio de la acción que obra como acto impeditivo –no
suspensivo, ni interruptivo- de la caducidad.
No se ignora que el caso “Nastasi” se refirió a un plazo de caducidad distinto del establecido por el
art. 251 de la ley 19.550, pero lo que importa de ese precedente es su holding consistente en la
afirmación de que la presentación del formulario del art. 4 de la ley 24.573 ante el tribunal
competente tiene eficacia de acto impeditivo de los plazos de caducidad.
Sentado lo anterior, debe ser observado, a esta altura, que el citado art. 251 no se refiere
estrictamente a la iniciación de la demanda, sino a la promoción de la “acción”, siendo conocido
que este último vocablo no es equivalente a “demanda” (conf. Palacio, L., Derecho Procesal Civil, t.
I, ps. 383/385, n° 74, Buenos Aires, 1979). Y si bien, como fue referido, la jurisprudencia de esta
cámara anterior a la sanción de la ley 24.573 identificó al acto impeditivo del art. 251 con la
promoción de la demanda en sede judicial competente, la aludida diferenciación entre “acción” y
“demanda”, así como la propia letra del art. 251 (que, se reitera, alude genéricamente a la
promoción de la “acción”), permite sostener que hay ejercicio de la acción -impeditivo de la
caducidad- cuando, en los términos referidos, se presenta el formulario del art. 4° de la ley 24.573.
Por cierto, la aplicación extensiva de la doctrina del precedente “Nastasi” que aquí se postula,
resulta congruente con el criterio, más general, según el cual, en caso de duda, debe preferirse la
solución que privilegie el mantenimiento del derecho (CSJN, doctrina de Fallos: 312:2352;
318:879; 323;192).
En suma, si bien no corresponde otorgar a la iniciación del trámite de mediación previa efectos
suspensivos del plazo para deducir la acción de impugnación asamblearia prevista en el art. 251 de
la ley de sociedades, corresponde sí concederle aptitud “impeditiva” de la caducidad establecida por
esa norma.
a) Una vez impedida la caducidad por la presentación del formulario del art. 4° de la ley 24.573 no
cabe hablar, según lo entiendo, de límite a la operatividad temporal del respectivo acto impeditivo.
Ello es así, porque la virtualidad del acto impeditivo de que se trata se agota en sí misma al
cumplírselo, consolidando el derecho que se hallaba expuesto a extinguirse (conf. Spota, A., ob. cit.,
p. 675, n° 2275, “m”).
b) De su lado, la cuestión atinente a la definición del tiempo dentro del cual debe interponerse la
demanda judicial de impugnación cuando ha fracasado la mediación previa exige observar, ante
todo, que constituye una premisa aceptada que impedida que sea la caducidad del derecho, la acción
que corresponde para el ejercicio de ese derecho no se pierde sino por prescripción. Tal es la
solución aceptada, aun sin texto legal, por la mejor doctrina nacional (conf. Colmo, A., De la
prescripción en materia comercial, Buenos Aires, 1901, p. 51, n° 84; Spota, A., ob. cit., ps. 669/670
y 675, n° 2275; Zavala Rodríguez, C., Código de Comercio y leyes complementarias, comentados y
concordados, Buenos Aires, 1975, p. 312, n° 253), y la que, valga señalarlo, expresa con claridad el
art. 2967 del Código de Comercio italiano al decir que “…En los casos en los que se impida la
decadencia, el derecho queda sujeto a las disposiciones que regulan la prescripción…” (conf.
Messineo, F., ob. cit., t. II, p. 77, n° 14).
Pues bien, tratándose de asambleas cuyo vicio corresponda a una nulidad absoluta, la cuestión del
tiempo dentro del cual se debe interponer la demanda judicial no ofrece problema, pues estando
comprometido el orden público, la acción de impugnación asamblearia ni caduca ni prescribe,
aplicándose la máxima quo dan initio vitiosum est non potest tractu tempo convalescere, tal como lo
resolvió la Corte Suprema en el precedente de Fallos 324:4199 (in re “Provincia de Chubut c/
Centrales Térmicas Patagónicas S.A.”) y lo ha admitido la jurisprudencia constante de esta cámara
de apelaciones (conf. CNCom., Sala B, 24/9/80, “Guillermo Kraft Ltda.. c/ Motormecánica SA, LL
1982-A, p.80; íd., Sala de feria, 11/1/85, “Lucino, Jorge A. c/ Unión Comerciantes Cía. de
Seguros”, LL 1985-C, p. 483; íd., Sala C, 26/2/86, “Fábrica La Central de Oxígeno SA”, RDCO,
1986-291; íd., Sala C, 10/7/90, “Paneth, Edwin c/ Boris Garfunkel SA”; íd., Sala C, 19/7/96,
“Calvet, Francisco c/ Cittadella SA”; íd., Sala D, 13/5/91, “Cuffia, José c/ La Concordia Cía.
Argentina de Seguros SA”; íd., Sala D, 1/3/96, “Abrecht, Pablo A. c/ Cacique Camping SA”, ED
168-546; íd., Sala E, 23/5/89, “Larocca, Domingo c/ Argentina Citrus SA”; etc.).
En cambio, la cuestión es problemática cuando el vicio asambleario provoca una nulidad relativa.
Sin embargo, no es esa la interpretación que ha sostenido la Corte Suprema de Justicia de la Nación
en el recordado caso de Fallos 324:4199, en el que afirmó que en los supuestos de nulidad relativa
la acción que la ley le confiere al particular interesado que impugna una asamblea de sociedad
anónima “es prescriptible” (véase considerando 11°, segundo párrafo).
En dicho precedente, el Alto Tribunal distinguió, claramente, la caducidad del art. 251 de la ley
societaria, de la prescripción a la que está sujeta la acción de impugnación asamblearia fundada en
una nulidad relativa. Y lo hizo, no menos claramente, siguiendo el criterio –generaliza-
ble a variados supuestos y no limitado al caso de los documentos cambiarios- que consagra el 848
del Código de Comercio en cuanto a que “…La prescripción se entiende sin perjuicio de la
caducidad de tales acciones en los casos señalados por la ley…”. Casi es innecesario agregar, en
adición a lo anterior, que el apuntado criterio recoge la idea, aceptada y aceptable, de que ambas
especies jurídicas -caducidad y prescripción- pueden actuar respecto de una misma acción (conf.
Colmo, A., ob. cit., p. 53, n° 85; Messineo, F., ob. cit., t. II, p. 77, n° 14).
Por lo demás, es evidente que si frente al supuesto de asambleas viciadas de nulidad absoluta se
acepta que la acción de impugnación es imprescriptible, a contrario sensu debe ser admitido que
cuando el vicio sea de nulidad relativa, la acción es susceptible de prescribir.
Ahora bien, indudablemente, la prescripción a la que alude la Corte Federal, no es otra que la trienal
del art. 848, inc. 1°, del Código de Comercio. De suerte que, impedida la caducidad del art. 251 de
la ley 19.550 por la presentación del formulario de mediación, juega la prescripción de tres años
para promover la demanda de impugnación de asamblea viciada de nulidad relativa.
En este punto, me detengo para observar que no me pasa inadvertido que la solución
precedentemente propiciada es contraria al extendido criterio que sostiene la aplicación exclusiva y
excluyente del art. 251 de la ley 19.550, con erradicación de cualquier plazo de prescripción.
Empero, cabe advertir que ese extendido criterio nació y se desarrolló en una época en que no
estaba presente la ley de mediación n° 24.573, es decir, en un momento en que el ejercicio del
derecho de impugnar una asamblea en los términos del art. 251 de la ley societaria solamente tenía
cabida con la promoción de la demanda de impugnación en sede judicial, ya que esa era la única
forma de ejercicio de la “acción” admitida por el legislador. Sin embargo, la mediación aprobada
por la ley 24.576 reglamenta una nueva modalidad de dar inicio a las acciones judiciales (conf.
Robles, E., La suspensión del curso de la prescripción operado por el trámite de mediación, LL
2000-E, p. 979, cap. IV), lo que, entonces, obliga necesariamente a reformular los conceptos
comúnmente aceptados hasta ahora.
En tal orden de ideas, la circunstancia de que con anterioridad a la sanción de la ley 24.573, el único
ejercicio de la “acción” aceptado haya sido el consistente en la presentación judicial de una
demanda de impugnación asamblearia, eclipsó o impidió ver con claridad que con dicha promoción
de demanda se cumplía, a un mismo tiempo, no sólo el acto impeditivo de la caducidad prevista por
el art. 251 de la ley 19.550, sino también el acto interruptivo de la prescripción de la acción (art.
3986, primera parte, del Código Civil). Y ello es así porque se estaba en presencia de una fusión de
ambos actos, o mejor dicho, frente a la presencia de un acto (la demanda judicial) bifronte, cuya
promoción provocaba promiscuamente el efecto impeditivo de la caducidad y el interruptivo de la
prescripción, produciéndose de tal manera la confusión entre ambos efectos a la que hiciéramos
referencia en el considerando 3° de este voto con cita del precedente de la Corte Suprema de
Justicia de la Nación registrado en Fallos 311:2646, y de la opinión de Nicola Coviello.
Dicho con otras palabras, reconocida la demanda judicial como único acto de ejercicio de la acción,
se desdibujó -en el derecho anterior a la ley 24.573- la prescripción que anidaba tras la caducidad
del art. 251 de la ley societaria, e hizo pensar, por consiguiente, que la acción de impugnación de
asamblea solamente estaba sujeta a la última.
Ahora bien, la sanción de la ley de mediación 24.573 tuvo el efecto de escindir el acto de ejercicio
de la acción impugnatoria, permitiendo distinguir, por una parte, el inicio de la mediación como
acto de ejercicio de esa acción con virtualidad impeditiva de la caducidad del art. 251 de la ley
19.550, y por otra parte, la promoción de la demanda judicial como acto de ejercicio –subsiguiente
al fracaso de la mediación- de la misma acción, pero con eficacia interruptiva de la prescripción del
art. 848, inc. 1, del Código de Comercio.
La apuntada escisión que está presente en el derecho vigente, permite ver, ahora con claridad, la
prescripción que juega al lado de la caducidad, de suerte tal que, al quedar impedida esta última por
la presentación del formulario del art. 4 de la ley 24.573, el ejercicio por demanda judicial de la
acción impugnatoria queda sujeto a una necesaria prescripción, siempre y cuando, claro está, se
trate de una impugnación asamblearia fundada en una nulidad relativa, tal como lo observó la Corte
Suprema en Fallos 324:4199 al declarar “prescriptible” la acción en tal supuesto.
Casi innecesario es aclarar, que el curso de tal prescripción liberatoria no se ve ab initio suspendido
con los alcances del art. 3986, segunda parte, del Código Civil (al que remite el art. 29 de le ley de
mediación), ya que no se trata aquí de obligación exigible susceptible de ser colocada en mora
según los términos de aquella norma.
Con tales precisos alcances descarto, pues, en el vigente régimen normativo, la existencia de una
acción exclusivamente sujeta a caducidad que, una vez impedida, no tenga un plazo de prescripción.
Por lo demás, un supuesto de tal naturaleza, únicamente puede admitirse en el caso de derechos
-dotados de acción- en los que directamente se encuentra interesado el orden público, por ejemplo,
en las acciones de estado de familia, que solamente están sometidas a caducidades, quedando
excluida toda posibilidad de que los respectivos derechos puedan prescribir (conf. De la Fuente, H.,
ob. cit., loc. cit., cap. IV). Pero, ciertamente, no es ese el caso del derecho de impugnar una
asamblea por vicio de nulidad relativa, ya que en tal tipo de nulidad no está interesado el orden
público, sino simplemente intereses privados (conf. Llambías, J., Tratado de derecho civil – Parte
General, Buenos Aires, 1973, t. II, ps.611/612, n° 1971), interpretación esta última con la que
concuerda caracterizada doctrina societaria (conf. Verón, A., Tratado de los conflictos societarios,
Buenos Aires, 2006, ps. 883/994, n° 24; Roitman, H., Ley de sociedades comerciales, comentada y
anotada, Buenos Aires, 2006, t. IV, p. 235/239; Nissen, R., Impugnación judicial de actos y
decisiones asamblearias, Buenos Aires, 2006, p. 22 y ss.; etc.).
De otro lado, observo que el criterio de entender que la prescripción del art. 848, inc. 1°, del Código
de Comercio solamente se aplica a sociedades de tipo distinto a la anónima, de responsabilidad
limitada o en comandita por acciones, y que por el contrario, frente a estas últimas, debe jugar
exclusivamente el plazo de caducidad del art. 251 de la ley 19.550 porque el criterio del legislador
ha sido evitar que las decisiones asamblearias queden sujetas a objeciones por un período
prolongado o a una extensa exposición a su vulnerabilidad, no parece consultar el hecho cierto y
evidente de que estas últimas razones no sólo son predicables respecto de las decisiones
asamblearias adoptadas en sociedades anónimas, de responsabilidad limitada o en comandita por
acciones, sino respecto de las decisiones tomadas por la reunión de socios de cualquier otro tipo de
sociedad comercial. El peligro de una prolongada exposición a una acción impugnatoria se da en
todos los casos, cualquiera sea el tipo societario de que se trate, por lo que no es éste un argumento
para distinguir un supuesto de otro. Y lo mismo cabe decir de las razones de seguridad jurídica
comúnmente invocadas, pues a ella son acreedoras todas las sociedades, sin importar su tipo. A todo
evento, cabe observar que la mera presentación del formulario requiriendo mediación ya obra, por sí
mismo, como advertencia para el ente societario del cuestionamiento que se cierne sobre la
asamblea de que se trate, lo que naturalmente deberá mover a actuar con las prevenciones del caso
en lo atinente a la ejecución y mantenimiento de la decisión colegial implicada (arg. art. 902 del
Código Civil y 254 de la ley 19.550).
En un afín pero distinto orden de ideas, cabe presumir que cuando el legislador ordenó que las
disposiciones de la Ley de Sociedades pasaran a integrar el Código de Comercio (art. 367 de la ley
19.550; hoy art. 384, según la numeración de las leyes 22.903 y 22.985), realizó el correspondiente
análisis de compatibilidad de las disposiciones contenidas en ambos cuerpos, a fin de descartar
contradicciones. Por ello, no puede pensarse que al establecerse la caducidad del art. 251 de la ley
19.550 lo hubiera sido en desmedro de la prescripción del art. 848, inc. 1, del Código de Comercio.
De haber tenido ese propósito, el legislador lo hubiera dicho expresamente señalando, por ejemplo,
en el art. 251 que la caducidad excluía la aplicación de la prescripción del art. 848, inc. 1°, del
Código de Comercio, o indicando en este último precepto su inaplicabilidad al caso de la acción de
impugnación de asambleas de sociedades anónimas. Ello habría sido necesario para descartar la
aplicación de los principios comunes, ya referidos, según los cuales impedida la caducidad juegan
las reglas de la prescripción. Empero, nada se dijo al respecto y, como lo ha destacado caracterizada
doctrina, la Ley de Sociedades, como integrante del Código de Comercio, debe recurrir a sus
normas para encontrar solución en los casos no previstos por ella, lo cual acontece, entre otros
supuestos, en materia de prescripción con el citado art. 848 (conf. Nissen, R., Ley de sociedades
comerciales, comentada, anotada y concordada, Buenos Aires, 1998, t. 5, p. 297; Verón, A.,
Sociedades Comerciales, ley 19.550 comentada, anotada y concordada, Buenos Aires, 1994, t. 4, p.
967, n° 1).
Me importa advertir, asimismo, que la solución consistente en promover la demanda dentro del
plazo de caducidad del art. 251 y supeditar su tramitación al resultado de la mediación, propone un
resultado que, lejos de conciliar los textos legales implicados, suprime uno en desmedro de otro. En
efecto, la idea que subyace en la ley de mediación es evitar la presentación de la demanda judicial y
los costos que por su sola interposición se generan (tasa de justicia y honorarios). Obligar a la
presentación de la demanda conlleva la necesaria asunción de esos costos, desvirtuándose así la
finalidad de la ley 24.573, e inclusive la secuencia querida por el legislador, consistente en atravesar
primero una etapa previa de solución alternativa del conflicto, pero sólo después, frente al fracaso,
judicializarlo (art. 14, segundo párrafo, de la ley de mediación). Es más: se obliga al reclamante a
efectuar una presentación judicial eventualmente estéril, lo que es inadmisible. A mi modo de ver,
pues, la referida solución implica no conservar todas las disposiciones en juego con pleno valor y
efecto, lo que es contrario a conocidas reglas hermenéuticas. Efectivamente, como lo ha destacado
la Corte Suprema de Justicia de la Nación, la tarea judicial debe buscar la interpretación que
concilie el alcance de las normas aplicables, dejándolas a todas con valor y efecto, evitando darles
un sentido que las ponga en pugna, destruyendo las unas por las otras (CSJN, Fallos 310:192;
311:193; 312:1614; 321:793 y 2021; 327:5002, entre otros).
No dejo de apreciar, en fin, que una ley nacional de carácter procesal como es la de mediación, ha
venido a modificar la interpretación comúnmente aceptada de un precepto incorporado a la
legislación común como es el art. 251 de la ley 19.550. Pero es de advertir que lo modificado no es
la letra de este último precepto, sino la interpretación que sobre él se ha hecho, particularmente, la
interpretación que se ha formulado de la palabra “acción” contenida en él, que otrora se identificara
con el concepto de demanda judicial, pero que tras la sanción de la ley de mediación admite otra
comprensión distinta según se ha visto. Por lo demás, la circunstancia de que en diversas
jurisdicciones provinciales no rija una ley de mediación como la 24.576, o que exista un régimen de
mediación pero para actuar después de promovida la demanda judicial (como ocurre en la Provincia
de Córdoba; ley 8858), no impide que pueda subsistir en ellas la interpretación de que el acto
impeditivo previsto por el art. 251 de la ley societaria sea la demanda judicial y no otro. Y es que,
no brindando el citado art. 251 una comprensión unívoca de la palabra “acción” contenida en él,
cabe estar al respeto de esa distinta interpretación que pudiera subsistir en las jurisdicciones
provinciales, ya que ello es la necesaria consecuencia que se deriva del hecho de que las provincias
no han delegado en la Nación el dictado de las leyes procesales con las que se hace aplicación de las
leyes de fondo en sus respectivas jurisdicciones (CSJN, Fallos 327:608).
Finalizo señalando que soy plenamente conciente de lo novedoso de la interpretación que propicio,
y de que, tal vez, generará controversia. Empero, desde la lógica jurídica derivada de la
interpretación de los textos legales implicados y de la jurisprudencia de la Corte Suprema de
Justicia de la Nación, no encuentro otra solución posible.
En verdad, el cruce de la ley societaria con la ley de mediación ha provocado una conmoción en los
criterios hasta ahora aceptados y, seguramente, lo mejor sea una urgente reforma legislativa que
excluya como asunto sujeto a mediación a las impugnaciones asamblearias, habida cuenta,
sobretodo, de las complejidades que derivan de resolver por esa vía conflictos intrasocietarios (conf.
Nissen, R., Impugnación judicial de actos y decisiones asamblearias, Buenos Aires, 2006, p. 205;
Molina Sandoval, C., Régimen procesal de la acción de impugnación asamblearia, Córdoba, 2005,
p. 47). Con ello se lograría volver al status quo anterior a la sanción de la ley 24.576 y recuperar la
protección de los valores que la ley 19.550 persiguió al sancionar el plazo de caducidad del art. 251,
dejando en manos del intérprete la posibilidad de calificar la palabra “acción” como equivalente a
demanda judicial, cosa que ahora no permite la ley de mediación. Asimismo, se salvarían las
asimetrías hermenéuticas entre distintas jurisdicciones judiciales del país.
Más allá de este último comentario, no me toca juzgar como bueno o malo el resultado del apuntado
cruce normativo, sino solamente definir sus consecuencias según la interpretación que creo correcta
de los textos legales llamados a regir el punto cuestionado y de la jurisprudencia aplicable. Como
magistrado estoy obligado a no juzgar “de” las leyes, sino “según” las leyes, tal como lo enseñó
Tomás D. Casares hace ya más de cincuenta años (CSJN, Fallos 201:249).
8°) Por todo lo expuesto, a criterio del suscripto, corresponde dar respuesta a la interrogación del
plenario en forma negativa, pues la caducidad prevista por el art. 251 in fine de la ley 19.550 no
admite causales de suspensión. Ello, empero, no es óbice para afirmar que esa caducidad se impide
presentando ante la mesa general de recepción de expedientes el formulario previsto por el art. 4° de
la ley 24.573, por identificarse esa actividad con la promoción de la acción contra la sociedad -por
ante el juez de su domicilio- prevista por dicha disposición del ordenamiento societario.
II- B.- La señora juez Isabel Míguez adhiere al voto formulado por el señor juez Pablo Heredia.
La cuestión que ha sido puesta a consideración del Cuerpo revela una particular conflictividad
técnica, la que se ve reflejada en esta sentencia plenaria donde, mayoría y minoría se han apartado
del cauce previsto por el cpr. 298, mediante el desarrollo de algunos votos individuales.
En mi caso, tanto en la oportunidad de expedirme sobre el tema cuando ejercía el cargo de Juez de
Primera Instancia como ahora, he entendido y entiendo que el trámite de mediación posee
relevancia jurídica a los efectos de la caducidad del derecho a impugnar una asamblea.
Luego de reexaminar el tema a fin de pronunciarme en este fallo plenario, me lleva a ratificar la
línea conceptual referida y por ello, bien que con alguna diferencia respecto de mi decisión en la
instancia anterior, adherir en lo sustancial a la solución brillantemente desarrollada por el Dr. Pablo
Heredia en su extenso y erudito voto.
Como mi distinguido colega ha dicho, hasta el momento los precedentes de las Salas de esta
Cámara, han calificado como de caducidad al plazo previsto por la LS 251.
Como consecuencia de tal encuadre, que comparto, mi respuesta a la pregunta que da objeto a este
plenario debe ser negativa, aunque con las particularidades que desarrolla el Dr. Heredia en su
voto.
Sin embargo, como fuera anticipado al inicio de este breve voto, ello no importa descartar todo
efecto o relevancia jurídica a la mediación en punto a la vigencia del derecho a impugnar un acto
asambleario.
Como lo expresa con gran elocuencia el Dr. Heredia en su voto, la presentación del formulario del
artículo 4 de la ley 24573, constituye un acto impeditivo de la caducidad de aquel derecho.
De allí que aún cuando se descarta el carácter suspensivo del acto, y por tanto el anticipado sentido
del voto a la cuestión propuesta, ello no importa negarle efectos al mismo.
Por el contrario, comparto con mi colega que el inicio de este trámite obligatorio constituye el
ejercicio de la acción que menciona la LS 251 último párrafo, lo cual consolida el derecho del
impugnante.
Este trámite al ser imprescindible para deducir juicio (sólo cuando este concluye queda habilitada su
promoción; art. 14, segundo párrafo ley 24.573), forma parte del iter del ejercicio del derecho a
demandar, amén que vuelve evidente el propósito del requirente de incoar demanda.
Esta interpretación, bien que ante una situación fáctica diferente, fue la propiciada por la Sala que
hoy integro, aunque con una composición distinta a la actual.
En la causa Viola, Oscar L. (20.12.1996, LL 1997-C, 246) la Sala D de esta Cámara entendió
necesario que el peticionante de una intervención judicial acreditara el inicio de la mediación, a fin
de cumplir con uno de los recaudos de la LS 114 (promover la acción de remoción).
Es evidente que, al igual que lo sostenido por el Dr. Heredia y el suscripto, aquellos jueces
entendieron que la presentación del formulario de mediación constituía el inicio de una acción.
No ignoro, al igual que lo expresa el voto al que adhiero, que al ser superado el valladar de la
caducidad, sólo restaría el plazo de prescripción como límite temporal para la promoción de la
demanda judicial. Y tal consecuencia parecería contraria a la intención del legislador al otorgar un
breve plazo para atacar las decisiones societarias a fin de dar pronta certeza a las mismas.
Sin embargo, como también lo señala mi distinguido colega, los tres meses de la LS 251 servirán de
todos modos a la sociedad para conocer si las decisiones adoptadas en la asamblea han sido
atacadas, verificando si se han presentado formularios de mediación, quién o quiénes lo han hecho
y, si bien con alguna provisoriedad, cuáles son los vicios que se imputan.
Entiendo innecesario, en tanto excede el tema de este plenario, pronunciarme sea mediante la
adhesión al voto de mi colega, sea por consideraciones individuales, respecto de cuál sería el plazo
de prescripción aplicable, o cuáles las consecuencias que pudieran seguirse de ocurrir alguna
atipicidad dentro del trámite de mediación o en relación a sus efectos (a modo de ejemplo:
abandono de la mediación e inicio de una nueva, promoción de la demanda vencido el plazo del
artículo 28 del decreto 91/98; ampliación de demanda con la invocación de nuevos vicios; etc).
Estimo que estas contingencias, como muchas otras que puedan ocurrir a partir de la doctrina
plenaria que de aquí resulte, deberán ser juzgadas en el pleito en que sean propuestas y con los
límites procesales que correspondan.
Por ello, y con esta última limitación, adhiero al voto del Dr. Pablo D. Heredia.
La cuestión que ha dado origen a este plenario, planteada en los términos de la cruda realidad que
interesa y preocupa al justiciable, por encima de las abstracciones y dogmatismos de la teoría y el
discurso jurídico, puede enunciarse con simpleza del modo siguiente.
La ley obliga a quien pretenda iniciar una acción de nulidad de asamblea de sociedad anónima a
instar una mediación previa (conf. arts. 1 y 2, ley 24.573), es decir, un proceso de negociación ante
un mediador que “promoverá la comunicación directa entre las partes para la solución extrajudicial
de la controversia” (art. 1, ley citada).
Al mismo tiempo, la ley fija un plazo exiguo para promover esa acción. Dice así: “dentro de los
tres meses de clausurada la asamblea” (art. 251 in fine, ley de sociedades comerciales).
El problema consiste en congeniar ambas exigencias legales para que no se anulen recíprocamente,
sino que conserven ambas “pleno valor y efecto”, como reza una secular doctrina de nuestra Corte
Suprema de la Nación (Fallos: 297:142; 301:460; 311:193; entre otros).
Precisamente, con la finalidad de evitar situaciones en las que el proceso previo de mediación
obligatoria podría tornarse estéril ante la inminencia del agotamiento del plazo para deducir la
acción judicial, el art. 29 de la ley 24.573 estableció que la mediación suspende el curso de la
prescripción liberatoria, en los términos y con los efectos previstos en el segundo párrafo del art.
3986 del Código Civil. A su vez, el art. 28 del decreto 91/98, reglamentario de la ley 24.573,
dispuso cómo opera esa suspensión según se trate de mediación oficial o privada. Esta misma
norma prevé que el cómputo del plazo suspendido “se reanuda después de veinte días corridos
desde la fecha del acta de finalización”, hito que cierra el ciclo de mediación.
De seguirse este esquema normativo para conciliar las exigencias legales antes enunciadas (art. 251
LS y ley 24.573), el sistema jurídico ofrece al justiciable una solución armónica y razonable, que le
permite cumplir con la ratio legis de ambos textos normativos. Por un lado, el agotamiento de la
etapa previa de mediación, con el designio de procurar una solución extrajudicial del conflicto. Y
por otro, de fracasar ese intento, abrir el cauce de la acción judicial con la misma premura que la ley
societaria impone.
Tal ha sido la solución que adoptaron en sendos precedentes las Salas A, C, y D de esta Cámara
(ver: CNCom., Sala A, “Regidor, Alicia C. v. Aerolíneas Argentinas”, 22.11.2002; CNCom., Sala
C, “Escasany, María Isabel v. Caldelas SA”, 18.10.1997; “Folgosa, José v. Liderar Cía. Gral. de
Seguros SA”, 24.6.2003; CNCom., Sala D, “Olcece, Haroldo v. Calderas Argentinas SA”,
12.11.2001; entre otros).
Sin embargo, la decisión de la Sala B que dio lugar al recurso de inaplicabilidad de la ley deducido
en autos, dispuso que la suspensión prevista en la norma reglamentaria de la ley de mediación
obligatoria no sería aplicable cuando se trata de la acción de nulidad asamblearia reglada por el art.
251 LS. Para resolver de ese modo, argumentó que el plazo previsto en dicho artículo no sería de
“prescripción”, sino de “caducidad”. Y como tal tendría una suerte de fatalidad que lo haría inmune
a cualquier forma de suspensión o interrupción, sin que tampoco pueda “extenderse” a él por
analogía la disposición reglamentaria de la ley 24.573.
Este criterio, a mi ver, deja al justiciable atrapado sin salida en un laberinto borgeano, y sin la eficaz
ayuda del Olimpo y el hilo de Ariadna que Teseo recibió en el de Creta. Porque quien intente
impugnar una decisión asamblearia se vería sometido a mandatos antagónicos prácticamente
simultáneos.
Debe instar la mediación como condición sine qua non para acceder a la vía judicial. Pero, a la vez,
transcurre inexorablemente el término previsto en el art. 251 LS, cuya exigüidad hará que, en el
mejor de los casos, intente las tratativas de paz preparándose vertiginosamente para la contienda.
Con más frecuencia, la etapa previa quedará desvirtuada y convertida en un formulismo inútil.
Por cierto, hay quienes pensarán que en muchos casos el tránsito por esa etapa de mediación liminar
resulta estéril. Pero aún así, la norma legal que la exige, en tanto su vigencia y su validez
constitucional no hayan sido puestas en tela de juicio, no puede ser soslayada o eliminada de
hecho.
De otro lado, tampoco puede ser alterado en los hechos el plazo de tres meses que prevé el art. 251
LS. Éste dice que la acción de nulidad tiene que promoverse “dentro de los tres meses” desde que
concluyó la asamblea. Si se exige cumplir un trámite previo inexcusable que, como es notorio,
absorberá la mayor parte o todo ese lapso ([1]), entonces es de toda obviedad que el plazo en
cuestión quedaría reducido de hecho. Y, por lógica consecuencia, la norma legal que lo prevé
resultaría desnaturalizada.
A esta altura es claro el desconcierto en que quedará sumido el justiciable de seguirse este camino.
Bastaría con advertir este despropósito para desechar una interpretación del derecho que genera
incertidumbre en los destinatarios de las normas. Máxime cuando se arriba a ella por una cuestión
meramente conceptual, de manera que la razonabilidad de la solución práctica es postergada en
holocausto de un prurito teórico que, como procuraré mostrar en los apartados sucesivos, no tiene ni
puede tener el alcance que se le atribuye. Simplemente porque las soluciones normativas no pueden
situarse tan lejos de la realidad a que van dirigidas.
Veamos ahora las cuestiones teóricas que se dicen involucradas en la temática de este plenario:
¿qué tipo de plazo es el que prevé el art. 251 LS? ¿si fuese un plazo de caducidad, sería tan fatal e
inalterable como lo predica la tesis que recepta el pronunciamiento que motivó este plenario?
En cuanto a la primera cuestión pienso, como pensaba Isaac Halperín, que se trata de un plazo de
prescripción (ver “Curso de Derecho Comercial”, Vol. II, p. 412, n° 77, Depalma, Bs. As. 1977;
conf. también Ricardo A. Nissen, “Curso de Derecho Societario”, p. 445, Ad Hoc, Bs. As., 2001).
En primer lugar, porque el modo normal en que las acciones se pierden por inacción del titular
durante el tiempo que la ley prevé para intentarlas se denomina en nuestro derecho prescripción
(conf. arts. 3947, 3949 y concs., Código Civil), instituto sujeto a las reglas contenidas en la sección
tercera del Libro IV del citado Código. Más aún, en lo concerniente a las acciones de nulidad –
como la que aquí se trata- encontramos reglas explícitas que las asocian con plazos de prescripción
generales, como el art. 4023 del Código Civil y el art. 847, inc. 3°, del Código de Comercio,
relativo este último a la nulidad de los actos jurídicos comerciales.
Los plazos de prescripción previstos en esas reglas generales se aplican en defecto de otras
específicas que establezcan uno más corto.
No veo porqué haya de alterarse esa nomenclatura técnica que nos viene impuesta por los textos
legales, con todas las consecuencias propias del instituto en cuestión. Para poder apartarnos de esas
directivas tendríamos que contar con una norma expresa, que no la hay en el caso.
Ciertamente, en la exposición de motivos de la ley 22.903, que reformó la ley 19.550, se dijo, en
relación con el art. 251 LS, que se “abrevia el plazo de caducidad a tres meses” (ver apartado 17 de
la sección V). Sin embargo, esa mención tangencial en un texto que no se ocupó en especial del
asunto, no puede tener más valor, a lo sumo, que el de cualquier expresión doctrinaria que, como
tal, no integra el cuerpo normativo. Lo mismo cabe decir de un proyecto reciente (2002) para la
reforma de la ley de sociedades.
Para justificar la calificación de caducidad respecto del plazo del art. 251 LS, también se aduce la
exigüidad del término. Se ignora así que el art. 4041 del Cód. Civil –por dar un ejemplo- fija un
plazo igual (tres meses) para la prescripción de las acciones redhibitoria y quanti minoris. Es que la
extensión del plazo no predica per se que se trate de uno u otro instituto ([2]).
Tampoco lo es la razón que motiva la brevedad. En efecto, se insiste en la necesidad de allanar con
la mayor rapidez los conflictos que puedan entorpecer la vida societaria. Pero esa necesidad –que
justificaría la brevedad del lapso para deducir la acción impugnatoria- es igualmente el clásico
fundamento de la prescripción, de modo que no puede ser esgrimida para sostener que en este caso
se trataría de un instituto diferente.
Entonces, si no hay norma expresa que califique el plazo del art. 251 LS como un supuesto de
caducidad ([3]) y si los argumentos vinculados con la brevedad de ese plazo y los motivos que la
justifican no permiten tampoco discernir aquel carácter porque son predicables también de la
prescripción, es hora de preguntar ¿cuál es el sentido de asumir dogmáticamente que se trata aquí de
caducidad?.
Nuestro derecho no contiene normas generales que regulen este instituto, a diferencia de otros
sistemas codificados ([4]), de manera que la tipificación de los supuestos de caducidad y sus
consecuencias han quedado en manos de la doctrina y la jurisprudencia, con base en indicadores
más o menos ciertos que pueden extraerse de la propia ley acerca del carácter del plazo de que se
trate. Luis María Rezzónico ha trazado un completo panorama de los diversos criterios propuestos
con ese propósito ([5]). De esa reseña puede extraerse que la diferencia entre prescripción y
caducidad, para los autores que admiten la distinción ([6]), se sitúa más bien en torno de los efectos
que se les atribuyen, pues se advierte una gran disparidad de opiniones acerca de los supuestos de
hecho que determinarían la configuración de una u otra.
En ese contexto, a mi ver, es dable sostener como principio que el plazo para deducir una acción
judicial se rige por las normas de prescripción (arg. arts. 3947, 3949, C. Civil, antes citados), las
cuales están referidas precisamente a las pretensiones, como le llaman los autores alemanes. En
tanto que la caducidad se predica preferentemente de plazos impuestos por la ley para otros fines,
como es el ejercicio de potestades o derechos potestativos ([7]) o bien para el cumplimiento de
ciertas cargas a las que se sujeta la conservación o pérdida de un derecho ([8]).
No es ese el caso del art. 251 LS. Es más, en un caso en que la Corte Suprema de la Nación debió
expedirse en instancia originaria sobre una acción de impugnación de decisiones asamblearias,
resolvió que el agotamiento del plazo no era invocable por hallarse en debate una nulidad absoluta,
supuesto en que la acción de nulidad es imprescriptible ([11]).
En síntesis, las reflexiones precedentes me llevan a concluir que el plazo contenido en el art. 251 LS
es simplemente un supuesto de prescripción, con un término acotado en razón de la conveniencia de
agotar rápidamente los conflictos societarios, circunstancia que, como se ha visto, no altera el
carácter de ese instituto.
Pero aún si, como mera hipótesis, se aceptara que se trata de un supuesto de caducidad, se impone
advertir que los plazos de esa índole no son tan inexorables o fatales como se los pretende, sino que
admiten situaciones en las que no se computa el transcurso del tiempo a los fines del decaimiento
del plazo. Esas situaciones son acordes con el tipo de relación de que se trate y frecuentes cuando
los plazos se vinculan con el cumplimiento de cargas que se imponen al titular o legitimado para
conservar o adquirir un derecho ([12]). Y tal sería la situación –siguiendo esta hipótesis- de los
legitimados para impugnar la decisión asamblearia, que deben cumplir, por expreso mandato legal,
con el trámite de mediación previo a la demanda judicial.
3. Incidencia de la ley de mediación obligatoria (24.573) sobre el cómputo del plazo del art. 251
LS.
Este es el núcleo de la cuestión que estamos convocados a responder. Por encima del carácter que se
atribuya al plazo del art. 251 LS, no debe perderse de vista que el extremo a decidir radica en si su
cómputo debe o no cesar mientras se cumple la previa exigencia legal de mediación.
No ignoro que la fórmula interrogativa del plenario, al utilizar la expresión “efectos suspensivos”,
puede inducir a quienes piensan que se trata de un supuesto de caducidad a una instantánea
respuesta negativa, puesto que el término suspensión se asocia con prescripción. De ser así, instaré
de nuevo a dejar de lado los dogmatismos semánticos que erigen a los términos jurídicos en una
suerte de logomaquias, como diría Planiol. Máxime cuando acabamos de ver plazos de caducidad
que se detienen o quedan prorrogados por causas establecidas en la ley. Y qué otro alcance podría
atribuirse sino a la exigencia del trámite de mediación previa que la ley impone?
Una salida ingeniosa ha propuesto en su voto el Dr. Pablo Heredia, sobre la base de un precedente
de la Corte Suprema de la Nación (Fallos: 325:2703), consistente en considerar que la solicitud de
mediación importaría un acto impeditivo de la caducidad, asimilando esa actividad con la
promoción de la acción que prevé la ley societaria. Es un intento válido para sortear la
incertidumbre que señalé en el primer apartado ante exigencias legales incompatibles. Pero esta
solución in extremis, sin menoscabo del laborioso intento de congeniar la regla del art. 251 LS con
el art. 848 inc. 1° del C. Com., aunque satisface una legítima inquietud académica, concluye en
cierto modo sacrificando la solución práctica del planteo que dio origen a este plenario.
Como sea, más allá del nomen juris con que se califique el plazo del art. 251 LS, y cualquiera sea el
modo que se considere apropiado para aludir a su detención durante la mediación obligatoria,
llámese suspensión especial, causa impeditiva, inoperancia del plazo en ese lapso, o como se quiera,
lo cierto es que la seguridad jurídica exige poner coherencia y certeza en esta materia. Por otra parte
nada impide acudir a la directiva contenida en el art. 28 del dec. 91/98, sea por aplicación directa o
por vía de analogía, recurso de hermenéutica éste que no puede quedar excluido pues no hay norma
alguna que vede su aplicación en estos casos.
En suma, reitero, los tribunales no pueden consagrar una inteligencia de las normas vigentes que
deje a sus destinatarios en una situación de incertidumbre ante mandatos simultáneos incompatibles.
Por eso creo que, superando las dificultades teóricas a que se ha hecho referencia y dejando de lado
prejuicios semánticos, corresponde dar una respuesta afirmativa a la cuestión planteada en este
acuerdo plenario.
Así voto.
Habida cuenta la necesidad de compatibilizar el plazo de tres meses previsto por el art. 251 de la ley
19.550 para la promoción de la acción de nulidad de asamblea con la obligación de iniciar
previamente el proceso de mediación estatuído por la ley 24.573, adhiero al voto del doctor José
Luis Monti.
1) Debe examinarse si el inicio del trámite de mediación –ley 24.573, modificada por ley 25.661, y
decreto reglamentario 91/98- produce efectos suspensivos respecto del plazo previsto por el art. 251
de la ley de sociedades para incoar la acción de impugnación de decisiones asamblearias.
2) Concuerdo con el voto de la mayoría en cuanto a que el plazo trimestral fijado en el citado art.
251 es de caducidad y no de prescripción. La doctrina y jurisprudencia citadas y la referencia
legislativa formulada, son elocuentes en ese sentido. Como lo es también que su fundamento radica
en la necesidad de prevenir la inseguridad que para la persona jurídica y para los terceros
sobrevendría si la estabilidad de las decisiones del órgano de gobierno quedase expuesta en
demasía.
3) La ley 24.573: i) instituyó con carácter obligatorio la mediación previa a todo juicio (art. 1); ii)
contempló excepciones, pero no excluyó de su ámbito de aplicación a las acciones de impugnación
de las resoluciones adoptadas en asambleas (art. 2); iii) determinó, asimismo, que la habilitación de
la acción judicial queda supeditada al agotamiento del trámite sin arribarse a un acuerdo (art. 14);
iv) previó la suspensión del plazo de prescripción liberatoria en los términos del art. 3986 del
Código Civil; v) nada reguló sobre plazos de caducidad.
El art. 14 de la ley 24.573 dispone que “si no se arribase a un acuerdo en la mediación, igualmente
se labrará acta, cuya copia deberá entregarse a las partes, en la que se dejará constancia del
resultado”.
“En este caso el reclamante quedará habilitado para iniciar la vía judicial correspondiente,
acompañando las constancias de la mediación”.
Síguese de ello que en tanto mantenga vigencia la mediación, las partes no están habilitadas para
deducir la acción.
Y ello plantea un escenario peculiar pues, por un lado, es criterio expresado con cierta generalidad
que los plazos de caducidad no admiten suspensión y, por otro, el titular de la acción enfrenta una
causa jurídica que le impide ejercer la acción.
La suspensión del plazo de caducidad, por aplicación analógica de la previsión que la ley 24.573
contempla en el art. 29, es una solución continente de una consideración especial para un supuesto
de excepción; que no quebranta preceptos normativos ni arrasa dogmas infranqueables; además, es
un recurso al que en ciertas ocasiones ha debido remitirse para preservar la seguridad del derecho
de los justiciables.
Ese es el criterio que he seguido al decidir como Juez de primera instancia casos similares; Juzg.
Com. 11, Sec. 21: vgr. “Ruberto, G.M. c/ Papel Prensa…”, del 04-04-97”, confirmado por la Sala
A del Superior en el 10-07-97.
El mismo temperamento han adoptado otras Salas del Superior –bien que en algún caso en su
anterior integración-: Sala C, “Gestido y Pastoriza…c/ Nobleza Picardo…”, del 13-03-98; Sala D
“Cionci…c/ Regente…”, del 26/09//01.
Es además la solución que en este caso propicia la Sra. Fiscal General ante la Cámara, a cuyos
demás fundamentos cabe remitir.
Por cierto que existe disenso jurisprudencial en el tema, y en general de la cita de los fallos
pertinentes –al margen de aquél de la Sala B que operó como contradictor para la apertura de este
acuerdo- se ocupa el voto de la mayoría, lo cual hace prescindible su reiteración aquí.
Una circunstancia que a esta altura del desarrollo no puede soslayarse, es aquella que muestra las
diversas ocasiones en que se ha predicado o debido recurrirse a la suspensión de un plazo de
caducidad, revelando ello que el paradigma que envuelve su condición de término fatal no
conforma un valladar impenetrable.
De su lado, Spota sostiene que cuando el derecho no puede ser ejercido porque no nació la
pretensión demandable, ni corre la prescripción, ni puede, tampoco, correr el plazo de caducidad
(Spota, Alberto G, “Tratado de Derecho Civil” -Parte General-, Buenos Aires, 1959, Ed. Roque
Depalma, Tº I, vol. 3º, pág. 674).
Agrego asimismo el supuesto del plazo para peticionar la extensión de quiebra del art. 163 LCQ,
respecto al cual las horas de inactividad del tribunal se reputan como una circunstancia material
obstativa del empleo cabal del término adecuado para accionar, con el resultado de ser autorizada la
actividad inmediatamente ulterior a la desaparición de tal obstáculo; o cuando el impedimento
proviene del disimulo u ocultación de la información de los negocios por parte del propio fallido o
de un tercero (Quintana Ferreyra- Alberti “Concursos”, Ed. Astrea, Buenos Aires, 1990, pág. 145;
Otaegui, Julio C. “La extensión de la quiebra, Ed. Abaco, Bs. As. 1998, pág. 174; en el mismo
sentido CNCom., Sala B, “Wolffmetal S.A.I.C. s/ quiebra s/ incidente de extensión de quiebra”, del
30-03-00).
Por último, en algunas ocasiones la legislación ha debido proveer causales de suspensión de plazos
de caducidad por impedimento de acción, estableciendo así límites a la predicada fatalidad.
El art. 58 del decreto-ley 5.965/63 estatuye que cuando la presentación de una letra de cambio o la
formalización del protesto en los plazos establecidos se hubiere hecho imposible por causa de un
obstáculo insalvable, esos plazos quedan prorrogados.
Y la ley de seguros prescribe en su art. 47 que el asegurado pierde el derecho a ser indemnizado, en
el supuesto de incumplimiento de la carga prevista en el párrafo 1º del art. 46, salvo que acredite
caso fortuito, fuerza mayor o imposibilidad de hecho sin culpa o negligencia.
6) Examinada la cuestión desde un plano práctico, que exhibe particular interés para el justiciable
porque refiere a su diaria actividad en estrados judiciales, resulta que de no admitirse la solución
que se postula se colocaría al interesado en la disyuntiva de promover la demanda en “transgresión
a la inhabilitación” prescripta por la ley 24.573, o de ver discurrir su derecho por la falta de
finalización del trámite de la mediación.
En ese marco, la mediación abre una instancia previa durante la cual no existe obligación –ni
necesidad- de iniciar la acción judicial.
Es claro entonces que si las partes estuviesen obligadas a presentar sus demandas marginando el
interregno que el legislador ha considerado prudente conceder, el sentido de la mediación se
debilita, y esa instancia de autocomposición de los intereses particulares podría –por motivos
imaginables que no parece necesario aquí precisar- resultar afectada, y en ocasiones verse
esterilizada su utilidad.
Y ello habrá acontecido, por un lado, generando mayores esfuerzos y previsible incremento de
costos que pudieron evitarse; y, por otro, sin aportar apreciables beneficios, desde que parece lógico
presumir –presunción que deriva de la inexistencia de norma que indique el temperamento a adoptar
con la acción promovida en esa situación- que esa demanda quedará paralizada a la espera de la
finalización de la mediación que habilite a darle trámite.
Lo dicho, obviamente al margen de que se trata de una actividad que podría devenir estéril en los
supuestos en que el procedimiento mediatorio hubiere alcanzado con éxito el fin perseguido.
Finalmente, impugnada una decisión del órgano de gobierno no se advierte que la incertidumbre
que ello genera a la sociedad pueda diferir, según se imponga iniciar una acción impedida de
tramitar, o se decida suspender el plazo que se cuenta para iniciarlo: en ambos supuestos habrá de
atenderse el resultado del trámite de la mediación previa para que el juicio pueda desarrollarse.
Lo que en todo caso disminuye la fortaleza o afecta la estabilidad de las resoluciones que adoptó la
asamblea es la impugnación del acto y no la suspensión del plazo de caducidad. Y al conocimiento
de ello arriba la sociedad tanto por la mediación, pues es un hecho fehaciente constatable y
cognoscible, como por la demanda que se promueva.
7) En síntesis, procede admitir la suspensión del plazo de caducidad para impugnar decisiones
asamblearias porque la mediación previa conforma una causa legal que impide el ejercicio de la
acción.
IV. Por los fundamentos del acuerdo precedente, se fija como doctrina legal que:
“No corresponde otorgar a la iniciación del trámite de mediación previa efectos suspensivos sobre
el plazo para deducir la acción de impugnación asamblearia prevista en el art. 251 de la Ley de
Sociedades”.
Rodolfo A. Ramírez
Presidente
[1] Basta sumar los plazos de los arts. 5, 6 y 9 de la ley 24.573 para advertir que el trámite de
mediación absorbería prácticamente los tres meses.
[2] Ver: Ludwig Enneccerus – Hans Carl Nipperdey, “Derecho Civil”, trad. Blas Pérez González y
José Alguer, Bosch, Buenos Aires, 1948, vol. II, p. 490; quienes en nota advierten que el Código
Civil Alemán conoce plazos de caducidad desde dos días (parág. 485) hasta treinta años (parág.
503). En nuestro derecho puede haber plazos de caducidad extensos, como en el pacto de retroventa
que define el Código Civil en su art. 1366, pues el vendedor puede ejercer el derecho a recuperar la
cosa vendida en el plazo que se pacte, para el cual el art. 1381 fija un límite de tres años. Esta es la
opinión de Enrique V. Galli en su anotación de la obra de Raymundo Salvat (“Tratado de Derecho
Civil – Obligaciones”, TEA, Buenos Aires, 1952, nº 2311-a).
[3] En el referido ejemplo del plazo para ejercer el pacto de retroventa, el art. 1382 C. Civil no deja
duda sobre su carácter, pues aunque no lo califica, dice que “corre contra toda clase de persona,
aunque sean incapaces, y pasado este término, se extingue el derecho del vendedor para resolver la
venta, y el comprador queda propietario irrevocable”.
[4] Como el Código Italiano de 1942, arts. 2964 a 2969, fuente de los arts. 2506 a 2513 del
Proyecto de Código Civil Unificxado con el de Comercio de 1998; o el Código Civil de Portugal,
arts. 328 a 333.
[5] En “Estudio de las obligaciones”, Depalma, Buenos Aires, 1961, vol. 2, 1205 y ss.
[7] Según la expresión de Enneccerus, op. cit., p. 491 (2). Un supuesto de esta índole sería el caso
del vendedor con pacto de retroventa, quien tiene tres años para recuperar la cosa vendida (art.
1381, C. Civil).
[8] Por ejemplo: el asegurado debe comunicar al asegurador el acaecimiento del siniestro dentro de
los tres días de conocerlo (art. 46, ley de seguros); el portador de una letra de cambio o un pagaré
debe efectuar el protesto por falta de pago en los dos días hábiles siguientes al vencimiento (art. 48,
DL 5965/63); en caso de avería, pérdida, destrucción, etc., el destinatario de equipaje o mercancías
debe dirigir su protesta al transportador aéreo dentro de los tres o diez días de la entrega o de la
fecha en que debían ponerse a su disposición (art. 149, Código Aeronáutico); el comprador de
mercaderías tiene tres días desde la entrega para reclamar por faltas en la cantidad o defectos en la
calidad (art. 472, C. de Comercio); el heredero debe practicar el inventario dentro de los tres meses
de intimado judicialmente y, ya hecho, tiene treinta días para renunciar a la herencia (art. 3366, C.
Civil); también se suelen citar los plazos procesales, entre otros múltiples supuestos.
[9] En esa línea observa Galli que “lo que realmente puede servir para diferenciar la prescripción de
la caducidad es que la prescripción perjudica la acción dejando subsistente el derecho, en tanto que
la caducidad perjudica el derecho por extinguir la acción. Si se cumple una obligación prescripta
hay pago válido (art. 516). Si se cumple una obligación que ha caducado, hay pago sin causa,
porque se hace “en consideración a una causa existente que había dejado de existir” (art. 793)”.
Notas en la obra citada, nº 2311-b (los artículos son del Código Civil). El proyecto de Código
Unificado de 1998 sigue esa línea (art. 2506).
[10] Ver, en paralelo con los ejemplos mencionados en notas anteriores: art. 1382, C. Civil; arts. 36
y 47, ley de seguros; arts. 57 último párrafo y 103, DL 5965/63; art. 149 in fine del Código
Aeronáutico; art. 472, C. de Comercio; art. 3366, C. Civil.
[11] CSN, “Chubut, Provincia del v. Centrales Térmicas Patagónicas”, 7.12.2001, Fallos:
324:4202.
[12] El asegurado que no denuncia el siniestro en el plazo previsto al efecto pierde el derecho a ser
indemnizado “salvo que acredite caso fortuito, fuerza mayor o imposibilidad de hecho sin culpa o
negligencia” (art. 47, ley de seguros); cuando la presentación o el protesto de una letra de cambio o
un pagaré “se hubiese hecho imposible por causa de un obstáculo insalvable (disposiciones legales
de un Estado cualquiera donde esas diligencias debían cumplirse u otro caso de fuerza mayor) esos
plazos quedan prorrogados …” (arts. 58, 103, DL 5965/63). En ocasiones, la ley deja en manos de
los jueces “conceder las prórrogas que sean indispensables”, como en el caso del heredero que “por
la situación de los bienes o por otras causas” no pudo concluir el inventario (art. 3368, C. Civil). El
proyecto de Código Unificado de 1998 previó una regla general: “los plazos de caducidad no se
suspenden ni se interrumpen, salvo disposición legal en contrario” (art. 2507), salvedad que
corrobora lo antes expresado; este artículo es idéntico al art. 328 del Código Civil de Portugal.
[13] Un año cuando se trata de acuerdos nulos –contrarios a la ley- y cuarenta días si son anulables;
ver Manuel Broseta Pont, “Manual de Derecho Mercantil”, Tecnos, Madrid, 1991, p. 283.
[14] Ver las citas respectivas en Angel Carrasco Perera y otros, “Derecho Civil”, Tecnos, Madrid,
1996, p. 380.
[15] Francesco Messineo, “Manual de Derecho Civil y Comercial”, trad. Santiago Sentís Melendo,
EJEA, Buenos Aires, 1979, vol. V, p. 456. El autor trata sobre decadenza en vol. II, p. 75 a 79.
[16] Corte di Cassazione Civile, sez. I, 18.4.1997, n. 3351, “Radaelli v. Unicem Spa”, en Il Codice
Civile commentato con la giurisprudenza, ed. La Tribuna, Piacenza, 2000, p. 2064.
Inspección General de Justicia. Normas. Con las modificaciones de las Res. Grales. I.G.J. 10/05 (B.O.:
9/11/05), 5/06 (B.O.: 27/7/06), 7/06 (B.O.: 16/8/06), 2/07 (B.O.: 24/10/07), 6/07 (B.O.: 1/11/07),
2/08 y 4/08 (B.O.: 7/11/08), y 2/09 (B.O.: 13/3/09).
Nota: corresponde a las enmiendas aprobadas por la Res. Gral. I.G.J. 2/09, art. 8 (B.O.: 13/3/09).
Anteriormente correspondía a las enmiendas aprobadas por la Res. Gral. I.G.J. 10/05, art. 4 (B.O.:
9/11/05), al articulado del Anexo “A” y a la parte dispositiva de la norma.
VISTO: la Res. Gral. I.G.P.J. 6/80, aprobatoria de las Normas de la Inspección General de Justicia, y las demás
resoluciones generales dictadas por el organismo en el marco de su competencia legal; y
CONSIDERANDO:
Que la Res. Gral. I.G.P.J. 6/80 dividió en capítulos la regulación, como materias fundamentales, de las sociedades
por acciones (Caps. II a XII) y las asociaciones civiles y fundaciones (Cap. XIII), además de incluir como
disposiciones generales (Cap. I) las formalidades a ser cumplidas por todos los entes sujetos al contralor del
organismo.
Que el art. 4 de dicha resolución general estableció que las futuras resoluciones generales a ser dictadas con
posterioridad a aquélla, habrían de prever su inmediata incorporación a las Normas del organismo aprobadas por
aquélla, mediante el agregado o reforma de los incisos necesarios, o mediante la creación de nuevos artículos (bis,
ter, etc.), de modo de mantener ordenada la sucesiva normativa reglamentaria en un texto único y dentro de la
estructura con que éste fue concebido.
Que desde el dictado de aquellas Normas en 1980 hasta el presente, ha transcurrido cerca de un cuarto de siglo y
en tan dilatado lapso fueron dictadas numerosas resoluciones generales, sin que por distintas circunstancias haya
sido observado, salvo en casos aislados, lo que se preceptuara en el citado art. 4 para mantener unificada la
reglamentación.
Que diversas resoluciones generales procuraron la estructuración de un texto único de alcances análogos a los de la
Res. Gral. I.G.P.J. 6/80, las cuales por diversas circunstancias, no llegaron a ser puestas en vigencia (Res. Grales.
I.G.J. 5/92 y 3/97).
Que asimismo, otras resoluciones generales, que tampoco rigieron, las 4/92 y 1/94, incorporaron la regulación del
Registro Público de Comercio, también incluida en las antes citadas 5/92 y 3/97 y que no se hallaba como tal
orgánicamente contemplada en las Normas de 1980.
Que sin agotar la enumeración ni adoptar una secuencia cronológica dada la diversidad de materias y oportunidades
alternadas en que algunas de ellas han sido tratadas, además de las normas de contenido amplio que han sido
citadas en los considerandos anteriores, pueden ser mencionadas otras que, aun circunscriptas a determinadas
temáticas, han asumido significativa importancia y han sido tenidas en consideración en numerosos sentidos para la
elaboración de las presentes Normas.
Que en esa mención cabe incluir resoluciones generales tales como las 2 y 3 de 1987 –que reglamentaron el
denominado “trámite precalificado” originado, como mejora de los servicios del organismo, en los Convenios de
Cooperación Técnica y Financiera nacidos al amparo de las Leyes 23.383 y 23.412–, que fueron objeto de otras
normas ampliatorias o complementarias (Res. Grales. 8/87, 4/88, 6/90, 6/98); las Res. Grales. 17/91 y
modificatorias y 20/91 sobre trámites de denuncias y régimen de notificaciones; las 7/87, 6/91, 1/92, 5/00, 2/01,
en materia –no prevista en las Normas de 1980– de matrículas de martilleros y corredores; las 2/86 y 2/97
sobrellevado por medios computarizados del registro de acciones nominativas no endosables o escriturales
autorizado por el art. 6 del Dto. 259/96; la 8/93 sobre empresas binacionales argentino-brasileñas; la Res. Gral.
7/95 sobre individualización y rúbrica de libros de comercio y otros, objeto de modificaciones por Res. 3/98 y 11/04
y complementada también por la 9/98 sobre información de antecedentes de rúbricas; la Res. Gral. 4/98 sobre
ordenamiento de libros para efectuar las correspondientes inscripciones en el Registro Público de Comercio
requeridas por la legislación sustantiva; la 5/98 sobre la forma de pago de las multas impuestas por el organismo
conforme a los arts. 302 de la Ley 19.550 y 14 de la Ley 22.315; la 4/01 sobre la admisibilidad de la inclusión de
cláusulas de jurisdicción arbitral para la solución de controversias en sociedades por acciones y de responsabilidad
limitada y contratos de colaboración empresaria; las Res. 8/02 y 16/02, por las que fue instituido un trámite de
carácter urgente para determinadas inscripciones registrales, autorizaciones o aprobaciones, libramientos de oficios,
toma de conocimiento de cambios de autoridades y sede social de entidades de bien común y rúbrica de libros de
comercio; la Res. 3/03 por la cual se establecieron criterios de interpretación de disposiciones contenidas en
distintas resoluciones generales, especialmente las propias Normas de 1980 (Res. Gral. I.G.P.J. 6/80), y se
clarificaron y ajustaron recaudos instrumentales y de contenido de documentos, dictámenes de precalificación y
otros elementos para fines registrales; las Res. 7, 8 y 12 de 2003 sobre registración de sociedades constituidas en
el extranjero, investigación de actos de las mismas calificados unilateralmente como aislados y adecuación de
dichas sociedades al derecho argentino mediante su regularización, en supuestos de verificarse su encuadramiento
en alguno de los extremos del art. 124 de la Ley 19.550; la Res. 22/04 que habilitó la posibilidad de que las
denominadas sociedades “vehículo” pudieran inscribirse a los efectos de los arts. 118 y 123 de la Ley 19.550 sin
cumplir ellas con la normativa pertinente de la resolución 7/03; las Res. 2, 3 y 4 del corriente año sobre diversas
cuestiones tales como la inadmisibilidad registral de las sociedades “off shore” salvo su adecuación a la ley nacional,
la admisión restrictiva de aquellas provenientes de jurisdicciones consideradas de baja o nula tributación o no
colaboradoras en la lucha contra el “lavado de dinero” y el crimen transnacional, medidas de cancelación judicial de
sociedades en infracción (Res. 2), publicidad prerregistral e individualización de socios afín a la requerida a
sociedades nacionales (Res. 3) y notificaciones vinculantes y actuación necesaria de representantes inscriptos (Res.
4); la Res. 11/03 sobre registración de la cesación por renuncia de administradores de sociedades locales y
representantes de sucursales de extranjeras; la 2/04 por la cual fueron sustituidas algunas normas de la Res. 17/91
sobre tramitación de denuncias relativas a entidades de bien común y se instituyó un procedimiento simplificado
ajustado a principios de concentración y economía procedimental; la Res. 5/04, por la cual se posibilitó un
procedimiento de cancelación sin previa liquidación de la inscripción de sociedades inactivas; las 6 y 7 del mismo
año referidas a requisitos de la denominación de las asociaciones civiles y fundaciones, la fijación efectiva de su
sede social, la comprobación de su desenvolvimiento para el cumplimiento de sus objetivos mediante visita de
inspección previa a decidir sobre el otorgamiento de personería jurídica y la titularidad de participaciones en
sociedades; la Res. 9/04 sobre los requisitos del objeto de las sociedades; la 12/04 sobre el cambio de la sede
social –sin modificación estatutaria o contractual– de las sociedades por acciones y de responsabilidad limitada y la
exigencia de su efectividad como centro de la dirección y administración de los negocios sociales; la 13/04 relativa a
recaudos de las publicaciones en el Boletín Oficial; la 17/04 sobre la organización por medios informáticos de libros
índices alfabéticos de personas inhabilitadas por quiebra y de altas y bajas de designaciones de administradores de
sociedades, asociaciones civiles y fundaciones; la 18/04 por la que se estableció un modo opcional de integración de
aportes dinerarios y conformación también dineraria del patrimonio social inicial en la constitución de sociedades
por acciones y de responsabilidad limitada y de asociaciones civiles y fundaciones, respectivamente; la 20/04 –
modificada por la siguiente 21/04– sobre inscripción de la designación de administradores sociales y constitución de
garantías de quienes lo sean de sociedades por acciones y de responsabilidad limitada; la 25/04 por la que se
estableció la obligatoriedad de la emisión de acciones liberadas sobre la cuenta de “ajuste de capital” con carácter
previo al aumento efectivo del capital social, el modo de tratamiento de los resultados sociales y la reglamentación
de los denominados “aportes irrevocables a cuenta de futuras suscripciones de acciones”; y la 28/04 sobre
confirmación de acuerdos sociales viciados, entre las principales.
Que las Normas que se dictan consolidan con variaciones no sustancialmente significativas la normativa a que se ha
hecho mención, por lo que cabe reconocer que se mantiene básicamente inspirada en los motivos o fundamentos de
aquella, a los cuales corresponde en consecuencia remitirse.
Que las soluciones particulares que portan algunas de las disposiciones, provienen de la jurisprudencia
administrativa y judicial que esta Inspección General de Justicia está facultada a aplicar y sus fundamentos se
hacen extensivos a estas Normas. Tales, por vía de ejemplo, los criterios que se adoptan en orden a la exigencia de
pluralidad sustancial de socios en la constitución de las sociedades y circunstancias sobrevinientes a ella, sociedades
de profesionales, cláusulas sobre poderes generales de administración y disposición, valuación especializada de
determinados bienes aportados en la constitución de la sociedad o el aumento de su capital, improcedencia de la
denominada “operación acordeón” como mecanismo para operar la variación del capital social, legitimación del
director cesante para instar la respectiva registración, improcedencia de determinadas reorganizaciones de las que
resulta patrimonio neto negativo, posibilidad de regularización de la sociedad civil de hecho, improcedencia de la
reconducción cuando la causal disolutoria que se pretende remover tiene carácter de sanción, calidad de persona
física del representante de sociedad constituida en el extranjero, suficiencia de la inscripción practicada conforme al
art. 118, tercer párrafo, de la ley de sociedades a los fines de la participación en sociedad local, criterios de
apreciación del carácter principal de la actividad de las sociedades del exterior, efectos vinculantes de la sede social
inscripta por dichas sociedades, suplencia de la falta de certificación previsional en transferencias de fondos de
comercio, exigencia de que las asociaciones civiles y fundaciones desarrollen sus principales actividades en la
jurisdicción donde fueron autorizadas, confirmación de asambleas y reuniones del consejo de administración de
dichas entidades cuando han padecido vicios, régimen de impugnación de actos de sus órganos, entre otros.
Que recogiendo la práctica administrativa derivada de la necesidad de atender a trámites registrales no previstos en
las Normas de 1980, a partir del año 2001, en el marco de la Carta Compromiso con el Ciudadano que la Inspección
General de Justicia suscribiera, fueron elaboradas diversas ediciones de una Guía de Trámites que también
constituye un antecedente de las presentes Normas, toda vez que, sin reemplazar a aquéllas de 1980, completó
algunos de sus aspectos no cubiertos, especialmente en materia registral, tales como las inscripciones en el
Registro Público de Comercio de la constitución y reforma de sociedades de responsabilidad limitada y de personas,
el nombramiento y cesación de administradores sociales, la regularización de sociedades, la liquidación y
cancelación de su inscripción, la cesión y constitución de derechos reales sobre cuotas de sociedades de
responsabilidad limitada, las declaratorias de herederos, particiones hereditarias y liquidación de la sociedad
conyugal, medidas cautelares, contratos de colaboración empresaria y transferencias de fondos de comercio, como
así también inscripciones en la matrícula de comerciantes individuales y agentes auxiliares y de autorizaciones.
Que tales materias han sido objeto de reglamentación en estas Normas, dando así carácter formal a la mencionada
fuente aportada por la práctica seguida en el organismo.
Que en materia contable, con las salvedades que se establecen, siguiendo la práctica existente, las disposiciones
que se dictan comportan –con algunas salvedades que se establecen y sin perjuicio del tratamiento especial de
otras cuestiones (aportes irrevocables, emisión previa de acciones liberadas sobre cuentas de capital, etc.)– la
recepción de las normas técnico-profesionales dictadas por la Federación Argentina de Consejos Profesionales de
Ciencias Económicas, en la medida de su acogimiento para la profesión contable en ámbito de la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires, por parte del Consejo Profesional de Ciencias Económicas de esta jurisdicción; además de
receptarse algunas disposiciones de la Comisión Nacional de Valores, tal como acontece en materia de
discontinuación de la contabilización de revalúos técnicos de bienes de uso.
Que teniendo en cuenta el tiempo transcurrido y la variedad de las regulaciones que fueron siendo dictadas y otros
antecedentes como los que han sido señalados, así como las dificultades metodológicas que a esta altura acarrearía
su inserción en el originario texto de las Normas de 1980, en el que tampoco quedó receptada la reforma societaria
de 1983, resulta aconsejable procurar poner límite a la dispersión existente y tomar como nuevo punto de partida
un reglamento único que en un plazo prudencial sustituya a las Normas de 1980 y a la normativa que las siguió y
pueda ser utilizado, a su vez, de base más actualizada para futuras modificaciones, ello acorde con las exigencias
más dinámicas del tráfico mercantil y su encauzamiento jurídico, con las cuales esta Inspección General de Justicia
debe hallarse consustanciada.
Que sin perjuicio de ello y atendiendo al temperamento seguido en ocasión de las nombradas Normas de 1980, por
las particularidades que presentan los sistemas de capitalización y ahorro para fines determinados y la sustancia
legislativa que le ha sido reconocida a las reglamentaciones federales del organismo en esa materia, debe
mantenerse separada su regulación, tal como ha sido consolidada en el texto aprobado por la Res. Gral. I.G.J.
26/04.
Por ello, y lo dispuesto por los arts. 4, 11 y 21 de la Ley 22.315 y los arts. 1 y 2 y ccs. del Dto. 1.493/82,
Art. 1 – Aprobar las Normas de la Inspección General de Justicia que, como Anexo “A”, son parte de la presente
resolución.
Art. 2 – Dentro de los treinta días de publicada la presente serán aprobados y publicados los anexos siguientes a
que se hace referencia en las Normas:
1. El Anexo I sobre formularios de actuación a utilizar en los diferentes trámites (aprobados oportunamente por la
Res. ex S.J. 166/87 y a los cuales hace mención el art. 2 de estas Normas), el cual sustituirá oportunamente al
actual anexo de la Res. Gral. I.G.J. 3/87, modificado por la Res. Gral. I.G.J. 6/98.
2. El Anexo II sobre dictámenes de precalificación requeridos para diversos trámites contemplados en estas
Normas, el cual sustituirá oportunamente al actual anexo de la Res. Gral. I.G.J. 2/87.
4. El Anexo VII denominado “Estado de capitales y forma de integración del aumento”, el cual sustituirá
oportunamente al anexo previsto por el art. 43 de las Normas aprobadas por la Res. Gral. I.G.P.J. 6/80, modificado
por la Res. Gral. I.G.J. 4/87.
Art. 3 – Mantiénense los anexos siguientes de la normativa actualmente vigente, los cuales al efecto del
ordenamiento en estas Normas y eventuales modificaciones que puedan requerir quedan numerados como sigue y
se reproducirán con dicha numeración:
1. El Anexo “A” de la Res. Gral. I.G.J. 10/03, como Anexo IV de estas Normas
3. Los Anexos “A” y “B” de la Res. Gral. I.G.J. 4/01, como Anexos VI y VIII, respectivamente
4. Los Anexos II, III, IV, V (éste modificado por la Res. Gral. I.G.J. 11/04) y VI de la Res. Gral. I.G.J. 7/95, como
Anexos IX, X, XI, XII y XIII, respectivamente.
Dentro del plazo indicado en el artículo anterior se procederá a la publicación de la reproducción de estos anexos
bajo la nueva numeración que se les asigna.
Art. 4 – Las Normas que se aprueban entrarán en vigencia a los ciento ochenta días de su publicación en el Boletín
Oficial, oportunidad en la cual, con las salvedades que sobre sus anexos resultan del artículo anterior y las que se
efectúan en los artículos siguientes, sustituirán a la Res. Gral. I.G.P.J. 6/80 y a las resoluciones generales dictadas a
partir de ella en ejercicio de las funciones y atribuciones resultantes de las Leyes 19.550, 22.315, el Dto. 1.493/82
y toda otra disposición legal o reglamentaria que las prevea, excluidas la Res. Gral. I.G.J. 26/04 y toda otra
normativa que, en la materia de la misma –sistemas de capitalización y ahorro para fines determinados– la
modifique y/o complemente y haya sido dictada o se dicte en ejercicio de las atribuciones conferidas por el art. 9 de
la Ley 22.315.
Nota: por Res. Gral. I.G.J. 1/06 (B.O.: 14/2/06) se dejó constancia expresa de que la presente
norma entra en vigencia a partir del 21/2/06.
Art. 5 – La normativa que habrá de sustituirse será de aplicación a los trámites iniciados y en curso a la fecha de la
presente resolución y a los que se inicien durante el lapso indicado en el artículo anterior y regirá a unos y otros los
mismos hasta su conclusión, aun cuando ésta deba producirse con posterioridad a la entrada en vigencia de estas
Normas.
“Queda” (*) a salvo, no obstante el derecho de los interesados a solicitar, en trámites de inscripciones en el
Registro Público de Comercio, la aplicación de disposiciones de estas Normas que consideren de carácter más
favorable a la procedencia de sus pretensiones.
(*) Corresponde a las enmiendas aprobadas por la Res. Gral. I.G.J. 10/05, art. 4 (B.O.: 9/11/05), a
la parte dispositiva de la norma.
1. Las sociedades por acciones y de responsabilidad limitada que con anterioridad a la vigencia de estas Normas no
han reformado sus estatutos y contratos en la oportunidad y forma previstas por el art. 1, incs. 4, 5 y 6, de la Res.
Gral. I.G.J. 1/05, deberán adecuar las estipulaciones de los mismos a lo requerido en el art. 75 de las Normas que
se aprueban en ocasión de la primera modificación que dispongan a partir de la vigencia de ellas.
2. Sin perjuicio de lo que se establece en el Libro IV, mantendrán ultraactividad aquellas resoluciones generales que
hayan establecido la forma de presentación de determinados estados contables que correspondan a ejercicios
económicos cerrados con anterioridad a la vigencia de estas Normas y que se presenten a partir de entonces. Se
comprenden especialmente las presentaciones de estados contables expresamente contemplados por las Res.
Grales. I.G.J. 2/02 y 11/02, ésta segunda hasta la vigencia y aplicabilidad de la Res. Gral. I.G.J. 4/03 en la forma
que ésta última prevé.
3. Los aportes irrevocables a cuenta de futura suscripción de acciones recibidos con anterioridad a la vigencia de la
Res. Gral. I.G.J. 25/04 (22 de diciembre de 2004) y en relación con los cuales, a la fecha de la presente resolución,
no haya recaído decisión social sobre su capitalización, deberán ser objeto de tal decisión dentro de los ciento
ochenta días previsto en el art. 4, a cuyo fin y con efecto al 8 de agosto de 2005, tiénese por prorrogado, hasta la
entrada en vigencia de estas Normas, el plazo previsto en el art. 4 de la Res. Gral. I.G.J. 1/05. Vencida la prórroga
sin haberse resuelto la capitalización de los aportes, será de aplicación lo dispuesto en el art. 271 de las Normas
que se aprueban.
El sometimiento a decisión sobre la capitalización de aportes comprendidos en este artículo y que no fueron objeto
de la misma con anterioridad al 8 de agosto de 2005, requiere el consentimiento expreso y por escrito del aportante
con derecho a su restitución.
4. En los trámites de adecuación a la legislación argentina regidos por la Res. Gral. I.G.J. 12/03 no se requerirá la
acreditación de la cancelación de la inscripción de la sociedad en su anterior jurisdicción ni tendrán lugar los efectos
previstos para su incumplimiento por dicha norma –art. 2, inc. 4, subinc. e), párrafos segundo y tercero–.
5. Las solicitudes de aprobación de revalúos técnicos que se efectúen a partir de la publicación de estas Normas
deberán hacerse expresamente a los efectos establecidos en el art. 275, párrafo segundo, de las Normas que se
aprueban.
6. Las entidades que a la fecha de entrada en vigencia de estas Normas cuenten con autorización de uso de
registros contables por los medios previstos en el art. 61 de la Ley 19.550, deberán en su caso adecuar los mismos
a los requerimientos contenidos en el Tít. II del Libro IV, a partir del ejercicio económico inmediato siguiente a la
vigencia de estas Normas, incorporando las modificaciones necesarias para cumplimentar los requisitos establecidos
y efectuando si fuere menester las presentaciones necesarias.
Dentro de los treinta días de publicada la presente, las Jefaturas de Departamento deberán informar sobre la
existencia de situaciones transitorias no previstas en los incisos anteriores ni susceptibles a su criterio de ser
tratadas analógicamente, si las hubiere, elevando el proyecto de norma necesaria para atender a las mismas.
Art. 7 – A fin de atender a eventuales situaciones no previstas, la Inspección General de Justicia podrá aplicar en
los actos librados a su competencia que correspondan, cualquiera sea el carácter de éstos, la doctrina, criterios y
jurisprudencia emergente de sus resoluciones generales y particulares y dictámenes anteriores a las presentes
Normas, en todo cuanto ello no sea incompatible con las mismas.
Sin perjuicio de ello, las Jefaturas de Departamento deberán también cada vez que lo entiendan oportuno, elevar al
Inspector General de Justicia los proyectos de normas complementarias, modificatorias, aclaratorias o de enmiendas
que estimen necesarias.
Art. 8 – Delégase en las Jefaturas de Departamento en los términos del art. 21, inc. d), de la Ley 22.315, la
emisión de las instrucciones de servicio necesarias para la interpretación de las presentes Normas y para cubrir
aquellos aspectos procedimentales y formales no previstos en ellas ni en la normativa legal y reglamentaria de
aplicación supletoria, con el objeto de la mayor agilidad y flexibilidad en el cumplimiento de los trámites.
Art. 9 – Sin perjuicio de lo dispuesto en el art. 4 mantendrán vigencia las resoluciones de cualquier carácter que
fueren, que hayan establecido recaudos de emisión de documentación (certificaciones de inscripciones, testimonios
de resoluciones particulares, constancias de rúbricas, autorizaciones de revalúos técnicos y llevado de registros por
medios mecánicos, u otra) en condiciones de seguridad.
Art. 10 – A los fines de procurar el mantenimiento de una reglamentación única conformada por las Normas
aprobadas por la presente, las sucesivas resoluciones generales de alcances permanentes que sean dictadas en
ejercicio de las funciones y atribuciones resultantes de las Leyes 19.550, 22.315, el Dto. 1.493/82 y toda otra
disposición legal o reglamentaria que las contemple, deberán prever su incorporación a estas Normas, indicándose
al efecto con precisión el Libro, Título, Capítulo, Sección y Parte adonde corresponda insertar el articulado respectivo
identificando el mismo –en los casos que no consistan en reformas al existente– de forma que lo diferencie
suficientemente sin alterar la correlatividad (bis, ter, quater, etcétera).
Cuando la cantidad y entidad de las modificaciones lo ameriten, se publicará –oportunamente– un texto ordenado y
actualizado de las Normas.
Art. 11 – De forma.
ANEXO IV - Reintegro de aranceles por desafectación de “trámite urgente”. Procedimiento. Planilla (art.
52, Normas de la Inspección General de Justicia)
ANEXO VI - Cláusula arbitral para estatutos de sociedades por acciones y contratos de sociedad de
responsabilidad limitada
ANEXO VII - Informe sobre estado de capitales y su aumento y forma de integración (art. 96, Anexo
“A”, Res. Gral. I.G.J. 7/05)
ANEXO XII - Código de información sobre libros en solicitudes de individualización y rúbrica de libros
ANEXO XVI (1) - Reglamento de actuación de los inspectores de Justicia en las asambleas de las
sociedades por acciones
(1) Anexo incorporado por Res. Gral. I.G.J. 7/06, art. 1 (B.O.: 16/8/06). Aplicación: los inspectores
de Justicia comenzarán a ajustar a dicho reglamento su actuación en las asambleas a las cuales
concurran a partir del 1 de diciembre de 2006.
Nota: por Res. Gral. I.G.J. 7/06, art. 3 (B.O.: 16/8/06), se establece que, sin perjuicio de tal
actuación y del informe que de ella debe efectuarse (art. 154, apart. I, del Anexo “A” de la Res.
Gral. I.G.J. 7/05 –“Normas de la Inspección General de Justicia”–), los inspectores de Justicia
deberán presentar a la Jefatura del Departamento Sociedades Comerciales y Regímenes de
Integración Económica el análisis de aquellas circunstancias o situaciones que hayan advertido
durante su desempeño en las asambleas y que estimen que, por su importancia y recurrencia o
generalización, y sus posibles efectos legales, deberían ser tomadas en consideración con vistas a
la oportuna modificación, ampliación o reformulación del contenido del reglamento que se aprueba.
Las acciones ordinarias, sean con derecho a voto simple o plural, otorgan a su
titular el derecho preferente a la suscripción de nuevas acciones de la misma clase en
proporción a las que posea. (art. 194). El fundamento del derecho de suscripción
preferente radica en la necesidad de conceder al accionista la posibilidad de conservar
en la sociedad la misma proporción entre el importe nominal de sus acciones y el capital
social (CNCom, Sala B, 26/10/1988, “Mizrahi de Sztanfater, Sara contra Novi Carp SA y
otros” LL, 1989-B-149).
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Tribunal:
Fecha:
24/08/1992
Partes:
FALLO IN EXTENSO
2. La decisión asamblearia que dio lugar al ejercicio del receso por parte de las aludidas
accionistas fue la adoptada en la asamblea extraordinaria celebrada en 24/2/1988 sobre la
posibilidad del aumento del capital hasta el quíntuplo del existente mediante simple
resolución de una asamblea ordinaria.
3. Expone que Stemos S.A.I.I.F. es una sociedad que forma parte de un grupo empresario
textil fundado por el padre de las partes, el cual era conocido como grupo Castelar. En su
testamento, el Sr. Stylianos Tchomlekdjoglou dispuso que la mayoría de las acciones
recaerían sobre su hijo mayor, Jorge, y el resto en partes iguales en sus tres hijas mujeres.
Destaca que la sociedad es de corte familiar, que está integrada por los cuatro hijos del Sr.
Stylianos Tchomlekdjoglou y que en su activo sólo existen bienes familiares.
6. En la asamblea se acordó por unanimidad elevar al cifra de =A= 500 a =A= 100.000, este
tema no provocó ninguna dificultad entre los accionistas y al no alterar el estado
patrimonial de la sociedad, no dudaron en aprobarlo. Pero, las actoras, si bien aprobaron el
aumento del capital, se opusieron a la posibilidad de "aumentar el capital hasta su quíntuplo
mediante una asamblea ordinaria", ya que ello implicaba una alteración profunda del
contrato de sociedad.
8. Luego de realizada la asamblea, las actoras se reunieron con su asesor contable, quien
insistió que en el balance aprobado podían existir errores. Esta opinión es comunicada al
presidente de la sociedad, quien manifestó que dispondría la intervención de un nuevo
profesional, el Dr. Bértora. Al realizarse este nuevo estudio, surgió que existían errores.
10. A fs. 180, se presenta la sociedad Stemos S.A.I.I.F. negando todos y cada uno de los
hechos invocados por las actoras. Establece que en autos no se da el supuesto legal que
admite el ejercicio del derecho de receso y que en el eventual caso de que se lo aceptara,
deberá tomarse en consideración el balance cerrado en 30/6/1987, con su pertinente
rectificación realizada en la asamblea del 29/8/1988.
11. Establece que no es exacto que las Sras. Isabel y Elena Tchomlekdjoglou hayan sido
marginadas de las sociedades familiares o que se hayan desconocido sus derechos, sino que
las actoras han perdido el interés de continuar perteneciendo a las sociedades familiares y
que esta demanda es un mecanismo para lograr dicha finalidad.
13. Asimismo, destaca la demandada que la comunicación por la cual hacen conocer a la
sociedad la intención de ejercer el derecho de receso basándose en su disconformidad con
el aumento del capital, fue realizada de una manera inexacta. No solamente porque las
actoras votaron afirmativamente el aumento del capital, sino porque también dicho aumento
no implicó desembolso alguno para los socios. Posteriormente, analiza algunas reflexiones
realizadas por las actoras, las cuales son atacadas de equivocadas.
14. Rechaza la pretensión de las actoras por la cual pretenden que la determinación del
valor de las acciones con las que preceden, sean calculadas de acuerdo al balance
correspondiente al ejercicio cerrado el 30/6/1987, en la forma que fue aprobado por la
asamblea extraordinaria del 24/2/1988. La accionada establece que mal puede ser liquidado
el derecho de receso sobre la base de un balance erróneo, el cual fuera rectificado
posteriormente, máxime cuando esta rectificación no ha merecido objeción alguna.
15. Finalmente -Stemos S.A.I.I.F.- se refiere a las consideraciones realizadas por las actoras
dirigidas a destacar la importancia de este derecho en las sociedades de familia.
Estableciendo que la evolución legislativa ha ido limitando progresivamente el derecho de
receso y aún más, lo ha excluido en las sociedades abiertas que hacen oferta pública de sus
acciones. Con relación a este tema establece que el Sr. Stylianos Tchomekdjoglou en el
testamento ológrafo del 8/8/1984 había formulado su última voluntad en cuanto a la
indisponibilidad de las acciones heredadas hasta el 27/8/1995. Esta voluntad fue aceptada
por sus hijos y en consecuencia fue registrada en el libro de accionistas. Las actoras no
pueden pretender por un procedimiento elíptico, lograr lo que las mismas han aceptado de
acuerdo a la voluntad de su padre, razón por la cual admitirse el derecho de receso
importaría la violación de dicha cláusula testamentaria.
16. A fs. 670/672 el juez de grado ha dictado su sentencia haciendo lugar a la demanda,
declarando que las acciones de las actoras serán reembolsadas conforme al balance de fecha
aprobado el 24/2/1988 y en consecuencia, condena a la accionada en un plazo de diez días a
pagar la suma que resulte de la cuantificación.
17. A fs. 673 apela la vencida, expresando sus agravios a fs. 688/701, los cuales no han sido
respondidos por la contraria.
18. A fs. 686/687 se presentan las actoras dentro del término previsto en el ap. del inc. 5 del
art. 260 CPCCN., denunciando la existencia de un hecho nuevo, acompañando
documentación y ofreciendo prueba para ser producida en esta alzada. Por su parte, la
demandada respondió a fs. 722/727 requiriendo el rechazo de las pretensiones de las
actoras; y, para el supuesto de denegación, ofrece prueba. La sala resolvió la apertura a
prueba por el término de diez días.
b) Olvida destacar cuál fue la actitud asumida por las actoras en la asamblea realizada el
24/2/1988, en la cual votaron afirmativamente el aumento del capital social y la reforma del
estatuto social que modificara la cifra del capital.
c) La modificación del art. 4 del estatuto social, en modo alguno importó una modificación
del acto constitutivo ya que dicha disposición era preexistente a la decisión asamblearia, y
la misma se adecuaba a las previsiones del art. 188 ley 19550.
e) La insignificancia económica del aumento del capital social dentro del quíntuplo, no
daría lugar al derecho de receso.
f) El juez de grado no realizó referencia alguna a la forma en que las actoras exteriorizan el
ejercicio del derecho de receso según la nota del 29/2/1988.
20. En estos autos la cuestión principal que se debate es la posibilidad por parte de los
actores, de ejercer el derecho de receso frente a una decisión que tiene lugar en la asamblea
extraordinaria celebrada el 24/2/1988.
21. Considero que el tema que se plantea presenta sus complejidades. El derecho de receso,
está consagrado por el art. 245 LS. El artículo citado establece "los accionistas
disconformes con las modificaciones pueden separarse de la sociedad con reembolso del
valor de sus acciones. También podrán separarse en los casos de aumento de capital que
competan a la asamblea extraordinaria y que impliquen desembolso para el socio".
22. Cuando las condiciones que dieron lugar a la formación del contrato de sociedad son
modificadas sustancialmente, el socio tiene derecho a separarse de la misma (Messineo,
Francesco, "Manual de Derecho Civil y Comercial", trad. de Sentis Melendo, 1971, n. 56
a); es decir, puede requerir la extinción de la relación jurídica contenida en la acción, ante
la modificación de la causa relevante, no consentida, renunciando a su calidad de socio
(Brunetti, "Tratado del Derecho de las Sociedades", trad. de Solá Cañezares, t. 2, 1960, p.
638; Cámara, "Disolución y liquidación de las sociedades mercantiles", 1959, p. 20 b). El
fundamento del derecho de receso radica en que lo contrario obligaría al socio disidente a
quedarse como socio en contra de su voluntad. El derecho de receso es una garantía para el
accionista, ya que él puede ejercer este derecho y no verse obligado a soportar obligaciones
que desconozca o que considere injustas.
23. El derecho de receso es uno de los derechos individuales del accionista, inderogable e
irrenunciable por cláusula inserta en el contrato social, en razón de que la función social
que cumple es la de tutelar el interés del socio frente a las decisiones de la mayoría, por lo
que se lo ha considerado como una institución de orden público. La declaración que realiza
el accionista es unilateral, recepticia y vinculante, la cual no requiere aceptación, ya que
vale por si sola, bastando su "exteriorización" ante la resolución emanada de la asamblea.
24. La ley ha querido dar tanta importancia al derecho de receso que ha fulminado de
nulidad "... toda disposición que excluya el derecho de receso o agrave las condiciones de
su ejercicio".
26. En autos, si bien las Sras. Elena Tchomlekdjoglou e Isabel Tchomlekdjoglou de Roca,
han votado afirmativamente, en la asamblea realizada el 24/2/1988, el aumento de capital y
la modificación del estatuto social, ellas se opusieron a aprobar del párr. 4º la cláusula que
dice: "El capital puede ser aumentado por decisión de la asamblea ordinaria hasta el
quíntuplo de su monto sin requerirse previa conformidad administrativa". A pesar del voto
en contra de las accionistas minoritarias, la mayoría impuso la cláusula como regla para el
futuro.
Como bien expresa la demandada, esta cláusula estaba contenida en el estatuto social (fs.
36 vta.) y la misma tenía un sentido coincidente con lo dispuesto por el art. 188 LS.
Coincido con el juez de grado en cuanto a que "desde que el aumento de la cifra capital
efectivamente decidido en dicho acto de gobierno colmó por excederlo, el límite del
quíntuplo, implicó el agotamiento de la previsión estatutaria, por lo que la resolución de
poder hacerlo en lo sucesivo, importó una modificación del acto constitutivo".
27. La posibilidad de aumentar el capital social hasta su quíntuplo, prevista por el art. 188
LS., se encuentra ligada al capital determinado en el estatuto y por ende, caduca de pleno
derecho cuando se supera el quíntuplo de aquél. Si sostuviéramos un criterio contrario, se
alteraría por completo el régimen del aumento del capital de la sociedad anónima.
Siguiendo esta línea interpretativa considero que esta cláusula por la cual se puede
aumentar el capital hasta su quíntuplo mediante resolución de una asamblea ordinaria no es
una cláusula preexistente, sino que se trata de una cláusula nueva, en virtud del agotamiento
de la anterior.
28. Las actoras estiman que la cláusula que prevé el aumento del capital dentro del
quíntuplo (art. 188 LS.) por la sola decisión de la asamblea ordinaria, resultaría excluyente
en el futuro del derecho de receso (art. 245 LS.), ya que se requeriría para su ejercicio que
se tratase de decisiones cuya competencia correspondiese a la asamblea extraordinaria.
Ahora bien, considero que la aplicación de los arts. 188 y 245 LS. debe realizarse en una
forma armónica, y cada caso debe ser analizado en particular. La cláusula por la cual se
debate la posibilidad de aumentar el capital social hasta su quíntuplo mediante la resolución
de una asamblea ordinaria, como antes expuse, se agotó, ya que la asamblea extraordinaria
celebrada el 24/2/1988 reformó la cláusula 4 del estatuto aumentando el capital social de
=A= 500 a =A= 100.000.
29. Se queja la demandada de la forma en que se ejercita el derecho de receso por parte de
las actoras (nota del 29/2/1988). La comunicación a la sociedad fue explícita, las actoras
ejercen el derecho de receso porque la delegación en la asamblea ordinaria de la capacidad
de elevar el capital hasta su quíntuplo, modifica la situación de los accionistas en punto a
sus respectivas obligaciones frente a la sociedad. Cabe destacar, que ese era el momento
para ejercer el derecho de receso por las razones analizadas en el punto 28.
31. Finalmente, la recurrente establece que el balance que debe ser considerado para
determinar el valor del receso es el balance correspondiente al ejercicio en que el derecho
se exteriorizara, o sea al 30/6/1988. La quejosa sostiene que se debe seguir el criterio que
surge de los autos "Perlas de Mir" .
El art. 277 CPCCN. establece que el tribunal no podrá fallar sobre capítulos no propuestos
a la decisión del juez de primera instancia. La demandada en la expresión de agravios
introduce un nuevo planteamiento sobre cuál es el balance que debe ser considerado para
determinar el valor del receso. La expresión de agravios no es la vía pertinente para
introducir nuevos planteamientos o defensas que debieron deducirse en el correspondiente
estadio procesal (Fenochietto y Arazi, "Código Procesal Civil y Comercial de la Nación", t.
1, ps. 851/853).
La legítima se asienta sobre bases tan sólidas como son las del deber moral y social que
tiene una persona hacia su familia de proveer a las exigencias económicas de ésta, aun para
el tiempo posterior a su muerte. La ley acuerda a los legitimarios recursos para impedir que
la legítima se desvirtúe, ya sea que se la vulnere o se la tienda a disminuir. El derecho a la
legítima es de orden público y esa característica hace que se la protege mediante una serie
de disposiciones contenidas en el Código Civil, obligando incluso al juzgador.
Existe la posibilidad de que se constituye una sociedad anónima con la más sana intención,
pero que conduzca o pueda conducir a resultados lesivos para la legítima. En autos, nos
encontramos con que las hermanas Elena Tchomlekdjoglou e Isabel Tchomlekdjoglou de
Roca, tienen en sus manos una determinada cantidad de acciones frente a sus hermanos que
componen el grupo mayoritario y es sabido todo lo que puede hacer en una sociedad
anónima el grupo mayoritario sin contar con el asentimiento del minoritario.
Me parece necesario destacar que nos encontramos frente a una sociedad anónima especial,
una sociedad anónima de corte familiar.
33. Cuando el legislador argentino estableció las normas que rigen esta institución, la vida
era más sencilla y no habían aparecido aún las circunstancias que dieron lugar a esta
tendencia hacia la constitución de sociedades anónimas de familia.
No puedo dejar de señalar que existen diversas disposiciones legales tendientes a conservar
la unidad del patrimonio a la muerte del padre con el fin de permitir la continuidad de la
empresa. Esta situación se presenta en autos, ya que el Sr. Stylianos Tchomlekdjoglou
incluyó dentro de su testamento la cláusula de indisponibilidad de sus bienes por el término
de diez años contador a partir del día de su fallecimiento.
34. El derecho que rige a una determinada sociedad es uno solo. Cuando se estudia o
reglamenta a las sociedades anónimas sólo se contempla a esas grandes empresas que
reúnen capitales y se olvida que ese dispositivo puede permitir su utilización con fines
distintos. Y no es aceptable que el derecho positivo (que ha de ser un conjunto armónico de
normas), instituya por una parte un régimen de orden público para proteger la legítima y,
permita por otra, que se la vulnere mediante el empleo de otra institución, la sociedad
anónima, que no se creó con ese fin (Busso, Eduardo B., "Algunos aspectos de la
protección a la legítima", ED 12-814/820).
Los derechos del legitimario deben ser protegidos, impidiendo que a la muerte del causante
sus hermanos puedan manejar la sociedad a su arbitrio y subestimar el valor de las acciones
que se les quisiera vender y en la especie, receder.
35. Con tal fin a la muerte del causante debe conferirse a los hijos el derecho de receso con
la consiguiente tasación judicial a falta de acuerdo sobre el valor de las acciones. Considero
que la determinación de la cuota de salida debería ser fijada por peritos los que serían
designados por las partes o en su defecto por el a quo.
36. Los jueces tienen el deber de respetar el principio de congruencia (arts. 34 inc. 4 y 163
inc. 6 CPCCN.), es decir, deben ser coherentes en sus decisiones con las peticiones de las
partes. El juez debe considerar las alegaciones y defensas propuestas.
En base a ello considero que para determinar la cuota de salida, en la especie, debe
considerarse el balance aprobado en la asamblea del 24/2/1988 correspondiente al ejercicio
cerrado en 30/6/1987, ya que dicho estado contable fue votado unánimemente por ambos
grupos. Mientras que el balance de 29/8/1988 es una rectificación, la cual fue efectuada sin
que las actoras pudieran tener su control.
37. Por todo lo expuesto, y por los fundamentos de la sentencia en recurso, propongo al
acuerdo que estamos celebrando, la confirmación de la sentencia de fs. 670/672, en todas
sus partes.
39. Los honorarios de los profesionales intervinientes se regularán una vez que se haya
determinado el monto económico de este juicio y fijados los de la anterior instancia.
40. Encomiéndase al juez de grado las diligencias necesarias a los fines de la tributación de
la tasa de justicia que correspondiere.
Así voto.
Por análogas razones las Dras. Gómez Alonso de Díaz Cordero y Piaggi, adhirieron al voto
anterior.
Por los fundamentos del acuerdo que precede, se resuelve: confirmar la sentencia de fs.
670/672. Sin costas, en esta alzada, por no mediar contradictor.