Pero fue su capacidad para aprovechar esa suerte, lo que lo convirtió en una leyenda del rock
conocida como Freddie Mercury.
Más allá del mito que proponen los medios amarillistas y el cine comercial, la figura de Freddie
destacaba musicalmente por el rango de su voz.
Hasta acá.
Esto le permitía aprovechar el vibrato irregular de su voz para imprimir cierta emotividad en las
piezas musicales cuando era requerido.
En tan sólo 6 minutos podemos escuchar la voz de Freddie recorrer las diferentes notas y
expresiones que demandaba su rapsodia, cantando cada una con el énfasis preciso.
El coro que abre la canción es en realidad la voz de Freddie grabada en múltiples pistas.
Era tal el potencial de su voz que en 1988 grabó su segundo álbum, “Barcelona”, en colaboración
con la magnánima soprano española Monserrat Caballé.
Freddie Mercury se convirtió en una leyenda del rock para algunos, mártir para otros y mito para
muchos. Pero más allá de los matices que nos permite ver una película, en el fondo de Freddie
había un Farrokh Bulsara: tímido, melancólico, lleno de miedos e incertidumbres. Hace 27 años
que lo perdimos de manera trágica y terrible. El rostro de un hombre poderoso decayó en menos
de una década, pero su voz resonará por mucho tiempo cautivando a tantas generaciones que su
público no sólo desbordaría el estadio Wimbley, sino el mundo.
Bohemian Rapsody, Lazing on a sunny afternoon, Death on two legs, We are the champions,
Living on my own, The great pretender, These are the days of our lives, Mother love