Anda di halaman 1dari 6

EPISTEMOLOGÍA DE LA HISTORIA

El Conocimiento Histórico
Resulta más fácil decir qué no es la Historia que definir lo qué es. La Historia
no es una ciencia hipotético deductiva que tenga modelos de interpretación que pueda
aplicar a priori. La Historia parte de un dato y analiza su comportamiento racional, con
lo que deduce la estructura lógica de su método de una manera empírica.
La Historia ha pasado de ser un relato erudito del pasado a ser una
explicación de cómo vivían las sociedades antiguas, que aclara cómo se vive en las
sociedades actuales. La Historia es fundamentalmente un instrumento ideológico que
permite analizar lo que pasa en nuestro mundo actual. Este instrumento es de vital
importancia hoy en día, ya que Internet es un medio de difusión de la información que
no está filtrado por nadie, y por lo tanto todos debemos tener una herramienta que nos
permita diferenciar entre los mensajes válidos y los que no lo son.
La Historia no puede crear un cuerpo de leyes ciertas e inmutables que se
repitan experimentalmente, no es una ciencia experimental, pero sí es un instrumento
para abrir las puertas de un conocimiento del mundo razonado.
Como cuerpo teórico la Historia comienza con Herodoto y Tucídides. Ambos
comprendieron que la Historia era algo más que un relato. Tucídides buscó analogías
entre los hechos históricos del pasado y los del presente, formulando su teoría de los
ciclos. Pero lo más importante de esto es que la Historia servía para algo, dejaba de ser
un cuento y comenzaba a ser interpretación. Sin embargo, hasta el siglo XIX la Historia
será fundamentalmente una colección de datos. Se cuentan y explican los hechos de los
grandes hombres y las instituciones, y se describen cómo son los pueblos que se
conocen.
Es en el siglo XIX cuando la Historia se constituye como ciencia, con
métodos críticos y extendiendo su campo de estudio a la Paleografía, la Numismática, la
Arqueología, y muchas otras ciencias auxiliares; de la mano de Niebuhr y Ranke. A
partir de entonces, la ciencia explicaría los hechos; el esfuerzo de interpretación es lo
que dará a la Historia su originalidad. Cuáles son los hechos más importantes, cuáles
son los métodos de interpretación, o si se puede hacer una historia general o sólo local y
documental es un debate de las distintas escuelas historiográficas, pero todas ellas
tratarán de interpretar los hechos del pasado.
Una concepción atemporal de la Historia es: el conocimiento del pasado
humano. Conocimiento, y no narración, aunque la divulgación de ese conocimiento se
haga de manera escrita, como un relato. Considerar a la Historia un estudio o una
investigación es confundir los fines con los medios. Es conocimiento del pasado, no de
las sociedades, ya que se da por hecho que la humanidad vive en sociedad. Y no de los
hechos, ya que eso es la realidad. Del pasado humano, ya que nos interesa el hombre en
cuanto tal. Para Marx la historia entera no consiste más que en una continua
transformación de la naturaleza humana.
El historiador no pretende revivir los hechos, sino conocerlos; saber cómo
fueron cuando eran presente. Es la situación que vivían como presente las personas del
pasado lo que nos interesa. Reclús expresa la interrelación entre Geografía e Historia
con su frase «la Historia es la Geografía del tiempo y la Geografía es la Historia del
espacio». El tiempo pasado no está aislado sino que ha dado sus frutos y tiene
consecuencias en el presente.

El Tiempo Histórico Y Las Categorías Temporales


El tiempo que estudiamos se percibe como cambiante, multiforme y confuso
(como el presente) pero el historiador procura saber de la época más cosas de las que
sabían quienes las vivían (entre otros motivos porque conoce el desenlace de los
hechos), no en los detalles, sino en las explicaciones generales que identifican y definen
la época. De ahí la dificultad de hacer Historia de los hechos vividos. El defecto de la
historia local es que es excesivamente exclusivista. No es más exacto un testimonio por
estar más cerca de los hechos. Pero tampoco debemos considerar que la Historia no pasa
por los particularismos de cada uno. Una historia local, perfectamente explicada y
coherente con las grandes líneas generales, arroja mucha luz acerca del presente y del
pasado.
El tiempo es inseparable de la Historia, pero el tiempo histórico no es el
mismo que el físico. Para los historiadores el tiempo es el principio y el fin de sus
investigaciones. El tiempo histórico no es unidimensional. El tiempo de los
historiadores es el que viven los individuos, el de su organización social y económica.
La permanencia de unas determinadas estructuras es lo que determina los períodos
históricos y su evolución. Permanencia y movimiento en el tiempo es lo que interesa a
los historiadores.
La permanencia y evolución de unas estructuras en un espacio es lo que
determina las categorías temporales que delimita el historiador. El tiempo histórico no
tiene un valor universal, ni incide de la misma manera en todas las sociedades, ni
simultáneamente. Existen períodos de tiempo en los que el número de acontecimientos
importantes, o al menos conocidos, es mayor que en otras, y parece que tienen más
importancia. Son los períodos de cambio. En general, los hechos más lejanos abarcan
más años y se consideran menos importantes que los más cercanos, en el creer popular.
Para Braudel existen tres categorías históricas: el tiempo corto, medio y
largo. El tiempo corto es el que afecta a los acontecimientos, a la medida de los
individuos, a la vida cotidiana. Es el tiempo del cronista y del periodista. Esto,
independientemente de la transcendencia histórica que tengan. La caída del muro de
Berlín, por ejemplo. Es la historia de los acontecimientos, que no suelen tener en cuenta
las estructuras económicas y sociales en las que tienen lugar. El tiempo medio es la
duración de la coyuntura. Este tiempo está plagado de acontecimientos. Sin embargo, es
también un lapso breve caracterizado por el movimiento, y que se desarrolla durante la
vida de una persona. Como por ejemplo una crisis económica, la transición española o
una guerra. La variedad de duraciones efectivas es mucho mayor. El tiempo largo es el
que corresponde a las estructuras, aquellas realidades históricas que permanecen por
debajo de los acontecimientos y de las coyunturas y que no se modifican con un sólo
acontecimiento. Permanecen durante varias generaciones. En estas condiciones se crean
Estados, países, etc., como el franquismo, el comunismo en Rusia, pero también modos
de entender la sociedad, la política y las relaciones económicas. Los cambios de una
estructura a otra son lentos y afectan a multitud de acontecimientos importantes, por lo
que no es fácil determinar con exactitud y definitivamente cuándo comienzan y cuándo
acaban. También son de larga duración los modos de producción y las edades históricas.
Estas estructuras permanecen por debajo de cambios de Estado y creaciones de países.
Son los tiempos del Antiguo Régimen, la Edad Antigua o la época capitalista. El
movimiento es muy lento, si bien está determinado por situaciones coyunturales. En
realidad instituciones creadas en otras épocas pueden perpetuarse más allá de ellas:
como la familia, la Iglesia, el Ejército, etc. Aunque cambian su naturaleza para dar
respuesta a los nuevos tiempos. Parece que lo que más lentamente cambia son las
estructuras mentales, y las formas de interpretar y comprender el mundo, que incluye
desde la religión a la filosofía, pasando por los mitos, la literatura, el arte, etc. Los
diferentes enfoques de las estructuras que definen las distintas épocas han tenido como
consecuencia la creación de numerosos modelos de periodización histórica.

Los Modelos De Periodización Y La Cronología


Uno de los problemas a los que se enfrenta el historiador es el de la objetividad
de las fechas. El calendario es fundamental en esto, y este es una convención que se ha
cambiado en algunas ocasiones. No todos utilizamos el mismo calendario. Están
vigentes los calendarios chinos, musulmanes o hebreos. El calendario juliano, creado en
el 43 a.C. por Julio César, estuvo vigente, en algunas partes del mundo, hasta el siglo
XX. Aunque es cierto que el calendario más universal, y oficialmente aceptado por
todos, es el calendario gregoriano, creado en 1580 por el papa Gregorio XIII, y aceptado
desde entonces en toda Europa occidental. Otros intentos de crear calendarios, como el
célebre calendario republicano de la Revolución francesa, han fracasado, y es que es
muy difícil cambiar la costumbre. Pero todos los calendarios son arbitrarios. El actual
toma como año 1 el supuesto año en el que nació Jesucristo. Sin embargo, por muy
importante que sea esta fecha para los cristianos no es, objetivamente, una fecha
relevante, no deja de ser una convención. Pero la importancia de un calendario
unánimemente aceptado es vital para localizar los hechos de la historia en el tiempo, un
tiempo reconocido por todos.
El tiempo pasado es un objeto demasiado amplio y diverso como para
estudiarlo en conjunto como una sola unidad, por lo que los historiadores lo han tratado
de dividir en diferentes escalas temporales, épocas, siglos, décadas, en las cuales
aparecen como temas de estudio diferentes hechos que definen unos y otros.
La historiografía tradicional ha dividido el tiempo pasado en edades. Existen
dos períodos básicos: la Prehistoria, tiempo anterior a los documentos escritos, y la
Historia. La Prehistoria se divide en: Paleolítico, antes del descubrimiento de la
agricultura, la ganadería y la artesanía; Mesolítico período de transición; y Neolítico,
después del descubrimiento de la agricultura, la ganadería y la artesanía. Por su parte la
Historia se divide en: Edad Antigua, desde las primeras culturas de las que tenemos
documentos escritos hasta la caída del Imperio romano; Edad Media, desde la caída del
Imperio romano hasta el descubrimiento de América y la caída de Constantinopla; Edad
Moderna, desde el descubrimiento de América hasta la revolución industrial y la
Revolución francesa; y Edad Contemporánea, desde la Revolución francesa hasta la
actualidad. A esta escala, es el modo de producción lo que aparece como objeto de
estudio. Evidentemente, esta periodización es arbitraria y eurocéntrica, pero es la más
utilizada. Sin embargo, no es la única manera de dividir la historia.
Otra periodización es la de Arnold Toynbee que considera que la historia de
la humanidad ha pasado por veintinueve civilizaciones, de las cuales veintiuna se han
desarrollado completamente y nueve se han abortado; entre las que están los
esquimales, los osmanlíes y los espartanos. Catorce ya han desaparecido: egipcia,
andina, sínica, babilónica, iránica, micénica, sumeria, maya, yucateca, mexicana, hitita,
siríaca, árabe y helénica. Y cinco viven aún: occidental, ortodoxa, hindú, islámica y
extremo oriental, a las que cabría añadir la japonesa y la ortodoxa rusa. Las primeras
ocho civilizaciones no tuvieron relación entre sí, y son el origen de todas las demás. Por
otro lado, todas las civilizaciones pasan por un período de creación, otro de desarrollo y
otro de decadencia. Sin embargo, esta periodización no se ha impuesto en ningún lado.

La única alternativa a la división tradicional es la marxista, basada en el


materialismo histórico. Según esta periodización la historia se divide en modos de
producción, los cuales pueden convivir en el tiempo y en distintas partes del mundo; lo
que permite una Historia no eurocéntrica. Pero lejos de establecer unos modos de
producción inmutables, en el marxismo se ha discutido cuáles son y cómo se suceden,
incluso si todas las sociedades han de pasar por todos ellos. Los modos de producción
básicos son: Tribal, de recolectores y cazadores y los primeros estadios de la agricultura
y la ganadería, la propiedad sería, en buena medida, comunal, la división del trabajo es
elemental y comienza a desarrollarse el esclavismo; Comunal-Estatal, o Antigua, en la
que el propietario es la ciudad estado de la antigüedad, subsiste el esclavismo, comienza
a desarrollarse la propiedad privada, la división del trabajo se hace más compleja, se
diferencia entre campo y ciudad, algunas personas no producen bienes y aparecen las
diferencias de clase; Feudal, con predominio rural y de la propiedad comunal en la que
la fuerza de producción son los hombres libres sometidos a servidumbre, y en las
ciudades aparece la propiedad gremial; y Capitalista, la actual, con predominio de la
propiedad privada y fuerte división del trabajo. Más tarde Marx y Engels introdujeron el
modo de producción Asiático, con lo que se rompería el eurocentrismo y el mecanismo
inevitable que hacía pasar a todas las sociedades por todos los estadios. Pero ni Marx ni
Engels eran especialistas en Historia. El estalinismo redujo estos estadios a cinco:
Comunidad Primitiva, Esclavista, Feudalismo, Capitalismo y Comunismo, dejando
fuera el Asiático. Esta reducción volvía otra vez la Historia lineal y eurocéntrica. Tras la
muerte de Stalin se estableció otra periodización, unilineal, con siete estadios, o modos
de producción, según Godelier: Comunidad Primitiva, Asiático, Antiguo, Esclavista,
Germánico, Feudal, y Capitalista. Otra vez todas las sociedades tendrían que pasar por
todos los estadios, generalizando los modos de producción europeos y asiáticos a todo
el mundo, sin duda un exceso. El modo de producción Antiguo de dividirá en dos:
Antiguo y Esclavista. Se suprime el Socialismo por no ser un modo de producción
históricamente desarrollado. Aunque las interpretaciones unilineales han sido las más
conocidas no han sido las que más han contribuido a la Historia. Se han desarrollado
otras periodizaciones que no son unilineales, y en las que un modo de producción
genera más de una solución. Melotti establece un sistema muy parecido al de Marx y
Engels: Comunidad Primitiva, que se diversifica en Asiática, Eslava, Germánica y
Antigua, que dará la Esclavista; y luego Feudal y Capitalista. La complejidad de modos
de producción no favorece la implantación de esta periodización, pero el estudio de los
modos de producción del pasado, en los distintos países, es lo que permitirá hacer una
Historia no eurocéntrica que explique la realidad del mundo de hoy.

Las Fuentes
La Historia se hace con fuentes. Una fuente es aquello que nos permite
verificar un hecho histórico. La concepción tradicional de la Historia sólo considera
como fuente el texto escrito. De hecho hemos visto que se divide la historia de dos
partes: Prehistoria, antes de los textos escritos, e Historia, con la aparición de la
escritura. Pero, evidentemente, esta es una visión reduccionista de la historia. Historia
es todo lo que ocurren desde la aparición de la humanidad sobre la Tierra, haya texto o
no. La escuela de los Annales negará el documento escrito como fuente indiscutible y
máxima de conocimiento histórico. Toda realización que parta de la actividad humana
será una fuente.
Consideraremos fuentes, pues, a los textos escritos, la arqueología, las
tradiciones orales, el arte, etc. Todo lo que ha producido la humanidad y todo lo que
puede darnos información sobre el pasado. Evidentemente, las fuentes escritas son las
más utilizadas: relatos, cartas, estadísticas, literatura, padrones, archivos, toponimia, etc.
El documento por excelencia es el texto legal, pero este es interesado, ya que deja
constancia de lo que interesa a quien tiene el poder. Un libro de Historia no es una
fuente, puesto que es un libro que ya interpreta los documentos.
El mayor problema al que se enfrenta el historiador es el de cómo conocer los
hechos del pasado. Para ello hay que buscar testimonios que nos los cuenten, fuentes
que suelen estar dispersas. Pero una vez localizadas no se pueden creer sin más, es
necesario comprobar su autenticidad, su veracidad, qué en el documento es adorno, si
hay ocultaciones, etc. Los documentos conservados no hablan de lo que a nosotros nos
interesa, sino de lo que les interesa a quienes los hacen. Por eso, de ciertos hechos puede
haber muy pocos documentos, mientras que de otros existen innumerables datos, con lo
que es necesario hacer un proceso de selección de los documentos, la Heurística.
El problema fundamental es determinar el grado de fiabilidad de la fuente,
sobre todo si esta es escrita. Hay que determinar su autenticidad, saber su origen (que
puede ser interesado), conocer el grado de credibilidad y hacer una crítica de ella. Pero,
una vez estudiada y comprendida la fuente, no basta con publicar el hecho, es necesario
interpretarlo y elaborar el conocimiento histórico.

Explicación Y Comprensión De La Historia


Por muchos hechos del pasado que se quieran contar, jamás se podrán contar
todos. La historia erudita, en definitiva, es una reducción de la historia, y una
reproducción de la ideología dominante. Esto implica, también, una toma de posición
ante los hechos del pasado que deben ser contados. Además, el mayor número de
fuentes las conserva el poder y las clases dominantes, y estos conservan los documentos
que le interesan. Por eso, el historiador debe intentar comprender cómo era la sociedad
del pasado cuando esta era presente.
Para los positivistas, la Historia no deja de ser una acumulación de
documentos, en los que toda interpretación no haría más que falsearla. Pero esta visión
de la Historia está totalmente superada.
Los hechos que conocemos se encuentran incardinados, y se relacionan entre
sí formando estructuras que explican e identifican una época. No sólo es necesario fijar
los hechos, sino que hay que buscar las causas, las consecuencias, la relación con otros
hechos de la época (anteriores y posteriores), y hay que interpretarlos, pero sin recurrir a
la noción científica de causa efecto, automáticamente. En toda causa están todos los
elementos del efecto, pero hay más, y no tiene porqué pertenecer a la misma escala. Una
cosa es responder a la pregunta ¿porqué ocurrieron los hechos?, y otra justificarlos por
tener unas causas que inevitablemente dan unos efectos. La historia no es causal.
Frecuentemente, quien busca causas y efectos tiene una concepción finalista de la
historia que, al fin, justificaría el estado actual de las cosas.
La Historia no siempre ha sido un saber científico. Hasta el siglo XIX fue un
saber enciclopédico y precientífico, como muchas otras ciencias.
«La explicación en Historia es el descubrimiento, la aprehensión, el análisis
de los mil vínculos que, de forma inextricable, unen entre sí las múltiples facetas de la
realidad humana, que ligan cada fenómeno a los fenómenos vecinos, y cada estado a sus
antecedentes inmediatos o lejanos, y también a sus consiguientes» (Marrou).
Este tipo de conocimiento difiere mucho del dato, ya que se fundamenta en la
comprensión y la interpretación de los hechos. No debemos caer en el reduccionismo
unitario, la realidad es muy compleja. Cada época hace la Historia sobre los temas que
le interesan, que no tienen porque ser los temas que nos preocupan en la actualidad, la
Historia puede cambiar. Los hechos de la Historia varían según la corriente de
pensamiento o la escuela que los formule, y hay muchas escuelas historiográficas, unas
que pretenden justificar la situación actual de distribución del poder y otras ser más
críticas.
Un tema recurrente es el de la objetividad, y si un historiador debe dejarse
influir por los hechos que le son más simpáticos. Tenemos que, el hecho de elegir un
acontecimiento puede ser un acto subjetivo. Pero creer que un acontecimiento es
objetivo en sí, termina transmitiendo la ideología dominante, mientras que el que es
consciente de su ideología puede imponer las conclusiones de la metodología a sus
juicios previos. Pero una cosa es utilizar la ideología, y otra muy distinta juzgar los
hechos desde esa ideología. Quien juzga los hechos no hace Historia sino proselitismo.
Que los hechos de la historia se interpreten desde la ideología del historiador
no quiere decir que su interpretación sea arbitraria. Los historiadores aplican un método,
que les puede llevar a unas conclusiones que pueden ser inesperadas para ellos. Primero
formulan una hipótesis de trabajo, luego recopilan fuentes y las someten a crítica, y a la
luz de ellas sacan sus conclusiones, verificando o rechazando la hipótesis, para luego
divulgar los resultados.
Para la explicación y la visión de una época es indispensable, e inseparable,
la ideología de historiador. La ideología es una visón del mundo que nos ayuda a
seleccionar los hechos que nos interesan, aunque también es cierto que la teoría se
elabora a partir de los datos seleccionados con objetividad. Existe el peligro de no tener
en cuenta aquello que se ha decidido dejar de lado, pero que existe. La explicación
histórica no debe salir de los límites que la ideología y las fuentes recogidas tienen. No
se puede explicar el arte con documentos económicos, aunque marquen la época.
La verdad en la Historia no es geométrica ni unitaria, ya que no lo es la
realidad. Las explicaciones deben hacer comprender cómo era la época y explicarla,
pero la verdad es parcial.
En Historia, la verdad objetiva no está en saber si un hecho es cierto, sino en
descubrir y determinar cuál es la auténtica naturaleza del hecho, hasta comprender las
verdaderas relaciones entre la sociedad y las cosas.
La forma de expresión de la Historia es la palabra, fundamentalmente escrita,
el libro, pero no necesariamente como literatura. De hecho, hacer de la explicación
literatura perjudica el análisis, lo que no quiere decir que no deban estar bien escritos, y
de forma amena.
En definitiva, la Historia sirve para conocer cómo funciona nuestra sociedad,
cómo ha funcionado en el pasado, qué soluciones se dieron y cuáles fueron sus
consecuencias, y también para satisfacer la curiosidad humana. La memoria nos permite
progresar como seres humanos, en sociedad y acumulando cultura. La Historia es un
instrumento de análisis del mundo, de nuestro mundo de hoy.

Anda mungkin juga menyukai