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La Imagen

48
Jacques Aumont
Paidós Comunicación
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Jacques Aumont
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Introducción . 13

l. El papel del ojo 17


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1. El funcionamiento del ojo . 18
l>~Jº ''" """'"'<' e.wt>kx·tJ.t• en Lo Jc~,.,. l.t ~ru><ht,.inn "" 1 "r-11.
rnl .k "'ª~ olir.1 l. l. Ojo y sisLema visual 18
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Transformaciones ópLicas 18
Tra..nsformacioncs químicas . 21
O 1990 hy EJitiun' '-lathan P.11 ¡, Transformaciones nerviosas . 22
ii) 199! Je todas la' cd1crn11e' en ca'll'llano. 1.2 . Los elementos de la percepción: ¿qué se
EJkiunc' Pailló' lh.:rica. S.A.. percibe? . . 23
Av Orngonal. 66!·66* mun 1 llan:elona La imcnsidad de la luz.: percepción de la
1~w\\.p1litlos cmn
luminosidad . 23
ISBN 978-84-7509-7-t-t-2 La longitud de onda de la luz: percepción
Dcpo,no legal: B-3 1.KXll/!007 del color . . . 25
La distribución espacial de la Juz: los bor-
lmprc'o en Huropc, S 1 des visuales . . .
Lima. "l OR!BO Barcelona 27
El comraste: imeracción entre la lumino-
sidad y los bordes . 30
LA IMAGEN SUMARIO
8 9
l.3. El ojo y el tiempo . . . . . 32 La «rememoracióm> 88
Variación en el tiempo de Jos fenómenos El «papel del espectador» . 90
luminosos . 33 La imagen ac1úa sobre el espectador. 9S
Los movimientos oculares . 34 1.3. La imagen y el espectador se parecen . 97
Factores temporales de la percepción 3S Las tesis guestállicas: Arnheim . 98
lJ . De lo visible a lo visual . 38 Pensamiento prelógico, organicidad, éx-
11.1. La percepción del espacio . 38 tasis: Eisenstein 99
El estudio de la percepción del espacio 39 Las teorías generativas de la imagen 100
La constante perceptiva 39 T.4. Conclusión muy provisional 101
La geometría monocular . 40 n. La ilusión representativa . 101
Los indicadores de profundidad diná- 11.1. La ilusión y sus condiciones 102
micos . 45 La base psicofisiológica 102
Los indicadores binoculares 47 La base sociocultural . 103
11.2. La percepción del movimiento . 49 Il usión local, ilusión parcial 104
Modelos de percepción del movimiento 50 Un ejemplo: Ja bóveda de San Ignacio lOS
Movimiento real, movimiento aparente 52 ll.2. llusión y representación 107
El caso del cine 53 Ilusión, duplicación, simulacro 107
11.3. Los grandes enfoques de la percepción La noción de representación: la ilusión en
visual . SS la representación 108
El enfoque analilico 5S El tiempo en la representación . 111
El enfoque sintético S,1 11.3. Distancia psíquica y credibilidad 113
¿Qué enfoque es el mejor? • 59 La distancia psíquica . 113
m. De lo visual a Jo imaginario . 61 La impresión de realidad en el cine . 116
lII. l. El ojo y la mirada 61 Efecto de realidad, efecto de lo real . 117
La atención visual . 62 Saber y credibilidad 118
IJI.2. La búsqueda visual 63 111. El espectador como sujeto descante 120
La percepción de las imágenes . 64 JJJ. l. La imagen y el psicoanálisis 120
La doble realidad de las imágenes . 65 El ane como síntoma . 121
El principio de mayor probabilidad . 69 Inconsciente e imaginería . 123
Las ilusiones elementales 70 Imagen e imaginario 125
La percepción de la forma 72 UJ.2. La imagen como fuente de afectos . 126
nu. Conclusión: el ojo y la imagen 77 La noción de afecto 126
Un ejemplo de panicipación afectiva: la
2. El papel del espectador 81 Einfühlung 127
r. La imagen y su espectador 82 Las emociones . 128
l. l. ¿Por qué se mira una imagen? . 82 Ill.3. Pulsiones espectatoriales e imagen . 130
La relación de la imagen con lo real . 82 La pulsión 130
Las funciones de la imagen 84 Pulsión escópica y mirada . 131
«Reconocimiento» y «rememoración» 85 Diferencia sexual y escoptofilia 132
1.2. El espectador construye la imagen, la El goce de la imagen . 133
imagen construye al espectador . 86 La imagen como fetiche 135
El «reconocimiento» 86 lV. Conclusión: antropología del espectador 136
LA IMAGEN SlMARIO 11
LO
143 Los efecto 5ubjetivos . 199
3. El papel del dispositivo Los efectos ideológicos . 200
l. La dimensión espacial del disposnivo . 144
144 IV. Conclusión: d ispositivo e historia . 202
1.1. Espacio plás1ico, e..pacio espcctatorial
Espacio concreto, espacio abs1racto . 144
Modos de visión 146 4. El papel de la imagen . 207
El tamal1o de la imagen 147 l. La analogía . 208
E l ejemplo del primer plano 149 l. J. Fronteras de la analogía 208
1.2. El marco. 152 Analogía: ¿convención o realidad? . 208
Marco concreto, marco abstracto 152 J\.nalog1a y mímesis 210
Funciones del marco 154 Analogía y referencia . 21 1
Centrado y descentrado 157 1.2. Indicadores y grados de analogía 213
1.3. Encuadre y pumo de vista . 159 La analogía como construcción 213
La pirámide visual 159 Los indicadores de la analogía . 214
El encuadre 161 1.3. De nuevo el realismo . 218
El punto de vis1a . 164 Realismo y exactilud 218
Dcsencuadre 165 Realismo, estilo, ideología . 220
ll. La dimensión temporal del dispositivo 169 n. El espacio representado 223
ll. l. La imagen en el tiempo, el tiempo en la
11.1. La perspectiva . 224
imagen 169 La perspectiva como «forma simbólica» . 225
Pequei'\a tipología temporal de las imá- El debate sobre la perspectiva . 228
genes . 169 11.2. Superficie y profundidad 230
Tiempo espectatorial y tiempo de la imagen 171 fapacio abierto, espacio cerrado 230
n.2. El 1icmpo impUcito . 172 Campo y encuadre 232
El arche y el c;aber c;upuesto 172 La profundidad de campo . 235
Fotografía, huella, indicador 173 11.3. Del campo a la escena 236
Cine, secuencia. moniaje . 177 El fuera de campo 236
11 .3. La imagen temporali1ada . 180 Escena y puesta en escena . 239
Imagen fílmica, imagen v1deográfica 180 La e cenografía 241
La situación cinematográfica 182 111. El tiempo representado 243
Imagen-movimiento, imagen-tiempo 184 111. J. La noción de instante . 243
lll. Dispositivo, técnica e ideología . 185 El «instante esencial» . 243
III. l. El soporte de la imagen: impresión versus
El «instante cualquiera» 245
proyección . 185 La «imagen-movimiento» 247
¿Dos dispositivos? . 185 111.2. El Licmpo sintetizado . 247
imagen opaca, imagen-tui. . 186 Montaje y col/age . 247
m.2. La determinación técnica 188 Secuencia e intervalo . 250
Técnica y tecnología 188 La imagen-duración 254
La imagen automáLica . 189 IV. La significación en la imagen 257
«Técnica e ideología» . 192 JV.1. Imagen y narración 257
l!J.3. El dispositivo como máquina psicológica Relato y mimesis . 257
y social 195 Secuencia y s1muhaneidad . 259
Lo efcc10 c;oc1ológ1cos 195 El relato en el espacio . 261
12 LA IMAGEN

IV.2. Imagen y sentido . 262 Introducción


Lo percibido y lo nombrado 262
La interpretación de la imagen 264
L a figura . 267
5. El papel del arte . 275
l. La imagen abstracta . 276
l. l. Imagen e imagen 276
L a quereUa del arte abstracto . 276
Historicidad de la representación 277
La imagen ((pura» . 278
T.2. Los valores plásticos 279
Plástica e icónica . 279
La «gramálica» plástica 283
La composición 285
1.3. Jmagen y presencia 290
Inmediatez de lo visible 290
La vida de las fonnas . 291
Representación y presencia . 292
Jl . La imagen expresiva . 293
U.l. La cuestión de la expresión 293
Definiciones 293
CríLicas 297
n.2. Los medios de la expresión 299
La materia, la forma . 299
El estilo 303 La imagen: titulo ambicioso en su brevedad, puesto que pare-
La deformación: el efecto . 306 ce asignar a este libro como objeto un campo vasto y diverso de
II.3. El ejemplo del expresionismo . 309 la actividad humana. La imagen Liene innumerables aclUalizacio-
El expresionismo como escuela . 309 nes potenciales, dirigidas algunas a nuestros sentidos, otras úni-
El expresionismo como estilo 312 cameme a nuestro inteleclo, como cuando se habla del poder de
111. La imagen aurática 315 ciertas palabras, de «Crear imagen», en un empleo metafórico por
lll.1 . El aura artística 315 ejemplo. Hay que decir, pues, ame todo, que, sin ignorar esta mul-
¿Qué es una obra de arte? 315 tiplicidad de sentidos, nos limitaremos aquí a una variedad de imá-
Reproducúbilidad técnica y pérdida de aura 319 genes, las que tienen una forma visible, las imágenes visuales.
Ill.2. La estética 321 Este libro trata, pues, de la imagen visual como de una moda-
Del placer de las imágenes a la ciencia de lidad parlicular de la imagen en general; su objeto se mantiene,
las imágenes 321 por ello, deliberadamente en un plano muy general: sin olvidar
Problemas estéticos 323 sus diferencias, se trata de hablar de lo común a todas las imáge-
lll.3. El ejemplo de la fotogenia . 326 nes visuales, cualesquiera que sean su nawraleza, su forma, su
FoLogenia y fotog rafía . 326 empleo o su modo de producción.
Fotogenia y cine 328 Un proyecto así, en la pluma de alguien que ha estudiado an-
lll.4. Conclusión: el placer de la imagen . 331 tes, sobre todo, la imagen cinematográfica, no es inocente. Pro-
IV. La imagen: ¿una civilización? . 333 viene, en lo esencial, de dos comprobaciones:
14 L\ IMAúEI'. JNTRODL<.<.ION 15

Ante todo, y desde un punto de vi'ita en cieno modo inier- que, a decir verdad, no es posible separar de las grandes funcio-
no a la pedagogía de la imagen, me pareció cada ve1 más eviden- ne~ ps1quicas, la intelección, la cognición, la memoria, el deseo.
te, a medida que ensei\aba la teoría y la estética del film, que As1 la encuesta, comenzada ccdesde el e'<teriorn y siguiendo la lu1
ésta no podía desarrollarse en un espléndido aislamiento, sino que que penetra en el OJO, lleva lógicamente a considerar al sujeto
era inclispensable, por el contrario, articularla, hic;tórica y teóri- que mira la imagen, aquel para quien se produce, >que llamare-
camence, con una consideración de otrru. rnodalidadc~ concretas mos su e pectador.
de Ja imagen visual: pimura, fotografía, vídeo, por citar só lo las 3. Siguiendo siempre el mismo hilo imaginario, es e"idemc
más importances. Me pareció en el fondo casi absurdo seguir ha- que este m1'imO espectador nunca mantiene, con las imágenes que
blando de encuadre en el cine sin confrontar realmemc s u con- mira, una relación abstracta. «pura)), separada de toda realidad
cepto con el del marco pictórico, iguaJ que me pareció lamentable concreta. La visión efecth a de las imágenes tiene lugar, por el
hablar del f0tograma sin considerar la instantánea fotográfica, ere. contrario, en un contexto, determinado de modo mulliple: con-
- Esta primera comprobación, reforzada con el paso de los texto social, comexro institucionaJ, concexto técnico, contexto ideo-
ai\os, proviene, de hecho, de ot ra comprobación, más amplia, re- lógico. El conjunto de e4'1os factores ccsituacionales>) por decirlo
ferente a la suene de las imágenes en general en nuestra sociedad. así, de estos factores que regulan la relación del espectador con
Es banal hablar de una «civilización de la imagen», pero esta fór- la imagen, es lo que llamamos el dis positivo .
mula traduce bien el sentimiento que tenemos todos de vivir en 4. Habiendo considerado asf los principales aspectos de la
un mundo en el que las imágenes ~on, ciertamente, cada vez más relación emrc una imagen concreta y ~u destinatario concreto, se
numerosas, pero también cada ve1 más divcr~ificadas y cada vez hace posible tomar en con~ideración el funcionamiento propio de
más intercambiables. El cine, hoy, se ve en la televisión, como la imagen. ¿Qué relación establece ésta con el mundo real? Dicho
Ja p1mura, desde hace bastante tiempo, se ve en reproducción fo- de otro modo: ¿como lo repre ·eota? ¿Cuáles son las l'ormas y los
tográfica. los cruces, los intercambios, los pasos de la imagen medios de esta representación? ¿Cómo trata las grandes catego-
<;e hacen cada vez más numerosos y me pareció así que ninguna rías de nuestra concepción de la realidad que son el espacio y el
categoría panicular de imágenes podía ya estudiar'e hoy omitien- tiempo? Pero también, ¿cómo inscribe i.igruficaciones la imagen?
do una consideración de todas las demás. 5. No es posible, finalmente, hablar de la imagen sin refcrir-
Esta comprobación inicial es la que explica la postura adopta- -;e a las imágenes cfecti\amente existentes. Entre estas imágenes
da en este libro. Ame todo, pues. permanecer en lo posible en reale , e te libro ha elegido privilegiar a aJgunas de ellas: las 1ma-
el nivel de lo conceptos más generaJes, no teorizar nunca a partir genes artfsticn . E.l último capitulo está, pues, dedicado a un exa-
de una modaLidad panicular de la imagen. Simultáneameme, por men de ciertas especificidades de esas imágenes, de sus virtudes
supuesto, conceder un amplio espacio a una consideración efecti- y de sus valores paniculares
va -a título de ejemplo, de aplicación, de caso panicula r- de Este plan puede parecer amb1c1oso, puesto que, potencialmenle,
las imágenes especificas (la imagen fílmica, la imagen lotográfi- cubre la materia de vanos tratados especializados. Soy conscien-
ca, etc.), incluso de las imágenes singulares. Seguidamente, orga- te, en especial, de que el primer capítulo, que expone teorías más
nizar la exposición alrededor de encabezamientos de capítulos que formalizadas. más modelizadas incluso, podrá parecer más técni-
encarnasen los grandes problemas de la teoría de las imágenes. co, y «por tanto» más dificil de leer para algunos. Su lugar en
Para atenerme a lo esencial, me pareció que estoc; problemas 'lOn el umbral del libro me pareció, sin embargo, la solución más lógi-
cinco: ca y también la más cfica1, pucslo que introduce cienos concep-
1. Puesto que este libro está dedicado a lai. imágenes visua- tos func.Jamcntalcs y generalmente mal conocidos. que los capítu-
les, hay que interrogar e en primer lugar sobre la visión de las los siguientes suponen adquiridos. Aquí, más incluso quizá que
imágenes. ¿Qué es ver una imagen, qué es percibirla, y cómo se en otros lugares, me he esforzado en ser claro; a los lectores, sin
caracteriza esta percepción en relación con los fenómenos percep- embargo, a los que este capitulo pudiera desorientar, les pido un
tivos en general? poco de paciencia, persuadido de que el contexto del libro les per-
2. La visión, la percepción visual, e una actividad compleja mitirá comprender su inclusión.
16 LA IMAGEN

Si me pareció, pues, deseable adoptar y mantener <!!.te plan, l. El papel del ojo
correr el riesgo de resumir varios tratados en un pequeño com-
pendio, fue porque, en primer lugar, para m1 no se trataba justa-
mente de ofrecer un uatado, sino de exponer sencillamente el es-
tado actual de las concepciones relativas a la imagen en un cierto
número de ambicos. Este libro sólo es, desde este punto de vista,
una inuoducción a enfoques más especializados. Pero, inversa-
mente, me pareció indispensable señalar al lector la multiplicidad
mi ma de esros enfoques. AJ escribir e te libro, he pensado evi-
dentemente, ante todo. en los cs1udiames que he conocido desde
hace veinte at1os, en la cnsel)anza «del cinc>> en la universidad;
a causa de lo parcelado que está el saber teórico que se les dispen-
sa he intentado, no ser exhaustivo (¿quién podría?), sino lograr
una ciena perspectiva, permilir a esos estudiantes situar lo que
saben acerca de la imagen fílmica en una rcílcxión más vasta, me-
nos contingente, menos regional.
Me parece evideute que, por poco conseguido que esté, este
libro va dirigido, del mismo modo, a Lodos los que tienen sobre
tal o cual especie de imágenes, sobre tal o cual fenómeno ligado
a la existencia de la imagen, un saber panicular, y que ayudará,
espero, a relativizar este saber al mismo tiempo que a fortalecerlo.
Quiero manifestar mi agradecimiento a los primeros lectores
del manuscrito. especialmente a Anne-Marie Fau\, a Jcan-Louis
Lcutrat }' a ~lichel Marie, que me ayudaron considerablcmence
a mejorarlo. Si hay imágenes, es que tenemos ojos: es una evidencia. Las
Este libro está dedicado a quien, literalmente y en todos los imagcne , anefactos cada vc1 más abundantes y cada vez más im-
sentidos, me ha en ei'lando a aprender, a Christian Metz. portante en nue ira sociedad, no dejan de ser, hasta cieno pun-
to, objetos visuales como los demás, derivadas exactamente de
las mismas leyes perceptivas. Por eso empezaremos por estudiar,
brevemente, estas leyes.
La percepción visual es, de todos los modos de relación del
hombre con el mundo que lo rodea . uno de los mejor conocidos.
Existe un vasto corpus de observaciones empíricas, de experimen-
taciones, de teorías, que empezó a conslituirse desde Ja Antigüe-
dad. El padre de la geome1 ría, Euclides, fue también. hacia el
año 300. uno de los fundadores de la óptica (ciencia de la propa-
gación de los rayos luminosos). y uno de los primeros teóricos
de la visión. En In era moderna, artistas y teóricos (Alberli, Du-
rero, Leonardo da Vinci), filósofos (Descanes, Berkeley, New-
ton) y físicos, por supuesto, han continuado esta exploración.
En el siglo XIX cmpicLa realmente la teoría de la percepción
visual, con Helmholt1 y Fechncr. En fecha recieme (desde la ulti-
18 lA IM\0['1 CL P!\PLI. 01.ll OJO
19
ma guerra). se han desarrollado los laboraiorios de psicofísica, abertura; naturalmente, eso tendría como resultado el hecho de
ha aumemado la cantidad de observaciones y de expcrienc1as; se que los contornos de la imagen se difuminarian (tanto más difu-
ha precisado, al mismo tiempo, la preocupación por formular teo- mínados cuanto más grande fuese la abertura). Para paliar es1e
rias de la percepción visual que integren y ordenen los resultados l.kfcc10. y a partir del siglo X\ 1, se inventaron lru. lentes conver-
de estas experiencias, al mismo uempo que sugieren otras. En po- gentes: trozos de vidno especialmente tallados para recoger la luL
ca.'\ palabras, el estudio de la percepción visuaJ .,e ha hecho más en toda su superficie } concentrarla en un punto único.
científico (estamos, sin embargo. dc~de luego, bastante lejos de
saberlo Lodo sobre este complcjbimo fenómeno). Vamos a empe-
zar, en este capítulo, por describir lo más sencillameme posible
las grandes lineas de las concepciones actuales de la percepción
visual.

J. EL fuNCI01'AMltNTO u.c1 om

f. 1. Ojo y sistema visual

La experiencia dia1 ia, el lenguaje corriente, nos dicen que ve-


mos con los ojos. Eso no es falso, por supuesto: los ojos son uno
de los instrumcmos de la visión. Sin embargo, hay que añadir
enseguida que no son sino uno de sus instrumentos, y sin duda
no el más complejo. La visión, en efecto, es un proceso que ULili-
za varios órganos especializados. En una primera aproximación
podna dec1rse que la visión resulta de tres operaciones distimas
(y sucesi' as): operacione ópticas, químicas y nerviosas.

T. l. l. Tra nsform3 ciones óptica

La figura J muestra lo que sucede cuando se quiere formar


la imagen de un objeto en la pared posterior de una cdmara oscu-
ra. Los rayos procedentes de una fuente luminosa (el sol, por ejem-
plo) vienen a incidir en el objeto (pongamos, un baston blanco),
que reílcja una parte de ellos en todas direcciones; cierto número
de los rayos reflejados penetra por la abertura de Ja cámara oscu-
ra y van a formar una imagen (invertida) del objeto sobre la pa- h8urn 1. El principio tle fu cámnra o~curn.
red posterior. Debido a la gran difusión de la luz, sólo una pe-
queña cantidad Ucga hasla esta pared: la imagen es. pues, Este principio de la «captura» de gran nümero de rayos en
extremadamente débil y, si se quisiera por ejemplo grabarla en una supc1 ficic y su conccmración en un punto es el que utilizan
una placa fotográfica, <;e necesitaría un tiempo de exposición muy muchos instrumcntoc; ópticos (aunque ho} la mayor pane de ello
largo. Para aumentar la luminosidad, se necc itaria aumemar la 1ienen objetivos más complejos que utiliun combinaciones de len-
cantidad de luz que penetra en la cámara oscura ampliando la te,). [<;te m1c;mo principio es el que actúa en el OJO.
L~ lt.1AGEN a PAPC!l Dr:t OJO
20 21

El ojo, como se <;abe, es un globo más º.menos. esférico. de


un diámetro de unos dos centímetros y medio. cubierto de una 1.1 .2. T rnn fo rmaciones químk115
capa en parte opaca (la esclerótica) y en parte transparente. Esta
última parte, Ja córnea, es la que a.-,egura la mayor parte de la El fondo del ojo eStá tapizado por una membrana, la rellna,
convergencia de los rayos lumino-;os. Tras la córnea se encuentra en la cual se encuentran receptores de luz en número muy eleva-
el iris, músculo esfínter regido de modo reílejo, que en su cem.r? do. Estos receptores, cuyo papel tendremos ocasión de e.-.pecifi-
delimita una abertura, la pupila, cuyo diámetro va de 2 a 8 m1h- car algo más tarde, son de dos tipos: los bosrones (unos 120 mi-
metros aproximadamente. llones) y los conos (aJrededor de 7 millones); estos últimos están
sobre iodo presentes en los alrededores de la fóvea. una especie
La pupila se abre para dejar penetrar más luz cuando ésta es de huequccillo en la retina, casi en el eje del cristalino. particular-
poco intensa, y se cierra en el caso contra~io. Sin .embargo~ Y ~on­ mente rico en receptores.
rrariamentc a lo que podría creerse a primera vista, la d1smmu- Bastones y cono contienen moléculas de pigmento (uno~
c1ón de la pupila modifica la percepción. no a causa de la varia- 4 millones de moléculas por bastón) que contienen una sustan-
ción de la cantidad de luz que penetra en el ojo. sino a causa cia, la rodopsina, que absorbe quama luminosos y se descom-
del efecto producido en términos de profundidad de campo: cuanto pone, por reacción química, en otras dos sustancias. Una vez
más cerrada está la pupila, más importan1c es la profundidad de operada esta descomposición, la molécula en cuestión ya no pue-
campo (por eso se ve más nitidamcme cuando hay mucha luz: de absorber nada; por el comrario, si se deja de enviarle luL,
la pupila está cerrada). Esto puede verificarse, por ej~mplo, en la reacción se invierte y la rodopsina se recompone (es preciso
las dilataciones artificiales de la pupila por un tratamiento con permanecer unos tres cuartos de hora en la oscuridad para que
auopina {para examinar el fondo del ojo o mantenerlo en obser- todas las moléculas de rodopsina de la retina se recompongan,
vación): no se ve «más claro» -;ino «menos nítido». El ramaño pero la mitad están ya recompuesras al cabo de cinco minutos):
de la pupila, por otra parte, cambia, espontáneamente, en fun- puede entonces empezarse de nuevo a hacer funcionar esta mo-
ción de estados emocionales diversos: miedo, cólera, o estados lécula.
inducidos por p icotropos. Dicho de otro modo: la retina es ame todo un gigantesco la-
boratorio químico. Es muy imponance comprender bien, entre
Finalmente, la luz que ha atravesado la pupila tiene, además, otras cosas, que lo que se llama Imagen retinia na no e sino la
que atravesar el cristalino. que aumenta o reduce la c~nvergen­ proyección ópuca obtenida en el fondo del ojo gracias al sistema
cia. El cristalino es, ópticamente hablando, una lente biconvexa, córnea + pupila + cristalino, y que esta imagen, que es aún de
de convergencia variable; esta variabilidad es lo que se llama aco- naturaleza óptica, es tratada por el sistema químico retiniano, el
modación. Acomodar es hacer variar la convergencia del cristali- cual la transforma en una información de naturaleza totalmente
no haciéndolo más o menos abombado en función de la distancia diferente.
de la fuente de luz (para mantener la imagen nítida en el fondo
del ojo, hay que hacer converger los rayos tanto más cuanto ~ás Es esencial. en particular, advenir que, contrariameme a lo
cercana esté la fuente luminosa). Es también un proceso rcfleJO, que ha sugerido a veces el término «imagen», no vemos nuestras
bastante lento por otra parte, puesto que se necesita casi un se- propias imágenes retinianas (sólo un ofcalmólogo podrá percibir-
gundo para pasar de la acomodación más próxima a la más lejana. las utilízando un equipo especial). La «imagen retiniana» no es
Se ha comparado muy a menudo el ojo con una cámara foro- más que un estadio del tratamiento de la luz por el sisLema visual,
gráfica en miniatura: eso es exacto a condición de advenir que no una imagen en el sencido en el que hablamos de imágenes en
esta comparación no puede aplicarse sino a la parte purameme este libro y en general. Encontraremos de nuevo esta observación
óptica del tratamiento de la luz. algo más adelanre.
22 t:L p,\PH l>fl 010 23

I. 1.3. Tran rormacione nen iosn 1.2. Los elementos de la percepción: ¿qlle se percibe?

Cada receptor retiniano e enlaza con una célula nerviosa por La percepción visual e· as1 el tratamiento, por etapas sucesi-
un relé (llamado sinapsis); cada una de e'tas células esta, por me- vas. de una información que nos llega por mediación de la lu1
dio de otras sinapsis, enlazada a u vez con células que constitu- que entra en nue iros OJOS. Como toda información. ésta es codi-
yen las fibras del nerwo óptico. Las comunicaciones entre estas ficada, en un <:en11do que no es del todo el de la emiología: los
células son muy complejas: a los do., niveles sinápticos ya men- códigos son aqu1 reglac; de lran formación naturale (ni arbitra-
cionados se ai\aden múluples enlace transvcr!>ales que agrupan rias ni convencionales) que determinan la actividad nerviosa en
las células en redes (veremos algo más adelante algunas de las con- función de la información contenida en la luz. Hablar de codifi-
secuencias de ello). El nervio óptico sale del ojo y tem1ina en una cacion de la inl'ormación visual significa, pues. de hecho, que nues-
región lateral del cerebro, el cuerpo gemculado, del que salen nue- tro sistema visual es capaz de localizar y de interpretar ciertas rc-
vas conexiones nerviosas hacia la pane pos1crior del cerebro, para gularidadc~ en los fenómenos luminosos que alcanzan nuestro-;
llegar al c6rtex estriado. ojos. En lo esencial, estas regularidades afectan a tres caracteres
Podría decirse muy esquemáticamente que esta red, ex1rema- de la luz: su intensidad, su longitud de onda y su distribución
damente densa y compleja, representa un tercer y último estadio en el espacio (consideraremos un poco más adelante después su
del tratamiento de la información, tratada primero en forma óp- distribución en el tiempo).
tica y después química. Por regla general, no hay corresponden-
cia de punto a punto, sino, por el contrario, multiplicación de
las correspondencias transversales: el -;istema visual no se comen- 1.2.1. La intensida d de In luz: percepció n de la luminosidad
La con copiar información. la trata en cada etapa. Así, por ejem-
plo, las sinapsis no son simples enlaces: tienen. por el contrario, Lo que experimentamos como mayor o menor luminosidad de
un papel acrivo, siendo algunas «excitadoras» y otra-. «inhibi- un objeto corresponde, de hecho, a nuestra interpretación, ya modi-
doras». ficada por íact0res psicológicos, de la cantidad real de luz emitida
Esta pane del sis1ema perceptivo es la más importante, pero por este objeto, si es una fuente lummosa (el sol, una Uama, una
tambien la menos conocida, pues10 que no .,e han tenido ideas lámpara eléctrica, etc ). o rcílejada por él en todos lo demás casos.
preci as sobre su estructura y su funcionamiento hasta hace ape- Esencialmente el OJO reacciona a los ílujos luminosos (sobre
nas treinta años. Sigue sin saberse e\;ac1amente, en panicular, la noción de ílujo, véase el cuadro 1); un flujo muy débil (1 O "
cómo pasa la información del estadio qu1mico al estadio nervioso lm., correspondiente sólo a una decena de fotones) puede ·er su-
(puesto que no es absolutamente clara la naturaleza misma de la ficiente para hacerle regio;lrar una sensación de luz. Cuando este
señal nerviosa que sólo mctafóricamenle es comparable a una se- 11ujo aumenta, se hace mayor el número de células retinianas afec-
ñal eléctrica). Lo imponante, para los propósitos de este libro, tadas, se producen en mayor número las reacciones de descompo-
es retener que, si el ojo se parece hasta cierto punto a una cámara sición de la rodopsina, y la sei'lal nerviosa se hace más intensa.
fotográfica, si Ja retina es comparable a una especie de placa sen- El cuadro 2 resume los órdenes de magnitud de las luminancia.s
sible, lo esencial de la percepción visual tiene lugar después, a de objetos usuales. Exceptuando los objetos muy poco luminosos
través de un proceso de tnitamiento de la información que, como (uo objeto oscuro en un túnel, de noche). que no se perciben,
todos los procesos cerebrales, está más cerca de los modelos in- Yde los objc1os muy luminosos, que emiten Uml energía luminosa
formáticos o cibernético!. que de modcloi. mecánicos u ópticos (no tan intensa que provoca quemaduras y puede destruir el sis1cma
preccndiendo aJ decir «más cerca» que esto~ modelos sean necesa- nervioso,' se distinguen tradicionalmente dos tipos de obje10~
riamente adecuados).
l. Rccucrdc'c la hl\loriu de Jo~cph Platcau , el ~abio belga que. queriendo oh·
..crhtr el 'º'·
acabó por quedar ciego
LA IMAGEI\ CL PAPEi DEI OJO 25
24
Cuadro 1 luminosos, correspondientes a dos tipos de visión, fundados a su
vez en el predominio de uno u otro tipo de células retinianas:
La fotometría es la recmca que mide las cantidades de luz Define cieno nú- o) Lo visión f otóp1co: este modo de visión. el más corriente,
mero de magnitudes, fácilmente medlbles, en ~pecial con ayuda de células corresponde a toda la gama de los objetos que consideramos como
fotoclécuicas: normalmente iluminados por una luz diurna. El modo fotópico
El nujo lumino~o es la cantidad total de energía luminosa erruuda o reílejada pone en juego sobre todo a los conos: ahora bien, estos, como
por un objeto: se e:1;presa en lmntns (abreviado: lm), vamos a ver. son respon ables de la percepción de los colores,
y la visión fotópica es cromática. Los conos son densos sobre todo
La imens1dad luminosa se define como el íluJO por unidad de dngu/o sóltdo; hacia la fóvea; es pues, también, un modo de visión que moviliza
:.e expresa en candelas (cd), siendo aproximadamente una candela la intensi- principalmente la zona central de la retina. Por esta última ra-
dad de la llama de una vela vista en plano horu:ontal.
zón, y porque la pupila puede, además, en este modo de visión,
La luminancia, finalmente, es la Intensidad luminosa por unidad de superfi- estar más cerrada (al ser suficiente la cantidad de luz), es una vi-
cie aparente del objeto lurmnoso; se expreso en cd/ m'. Notemos que es una sión caracterizada por su agudeza.
magnitud que no depende del observador, sino de lu fuente : asl, la pantalla b) Lo vis1ó11 escotópica: es la visión «nocmrna» (habida cuenta
de cinc tiene cicrtu luminancsa y aparecerá i&unlmente brillnn1e, tanto si se de que, incluso por la noche, una iluminación intensa da una visión
está sentado en la primera como en In última íllo (¡en cambio, su tamal\o
oparemc y, por tanto , et ílujo luminoso que emite, variará mucho!). En con- «diurna»). Tiene los caracteres opuestos a la anterior: predominio
1ra~te, la luminancia de la pantalla queda afectada - fuertemente- por todo de los bastones, percepción acromática y débil agudeza que afec-
desplazamiento de la fuen1e luminosa, en este caso el proyector. 1a, sobre todo cuando está muy oscuro, a la periferia de la retina.
Hemos simplificado, naturalmente de modo deliberado, esta
Estas tres magnitudes - ílujo, tn1ensidad y luminancia- se refieren al objeto presentación del funcionamiento del ojo ame flujos lumino os;
emi~or de la luz. También puede ser necesario apreciar la cantidad de lui
que llega a una ~upcrficie dada: es la Iluminación, definido como et ílu¡o hemos prescindido, en particular, de todas las variaciones provo-
luminoso por unidad de ~upcrficie iluminada y definida en /11x (1 lu~: ilumi- cadas por la localización en la retina y de la inclinación con la
nación producida por un ílUJO de 1 lm dm&1do a una superficie de J m'). que llega la luz, y tampoco mencionaremos sino a titulo de infor-
mación ciertos fenómenos de umbral (por ejemplo, en superficies
Cuadro 2 muy pequeñas, el tamaño de la mancha luminosa no influye en
la sensibilidad). Ocurre que, siendo la visión de las imágenes una
Ordenes de magnitud de las luminancias (en cd/ m' ) visión eminemememe voluntaria, pone principalmente en juego
la zona foveal; igualmente esta visión es, casi siempre, una visión
10 sol foróp1ca. El cine, el video, que se miran en la oscuridad, partici-
peligro'iil
10 arco ~oha1co
10'
pan también de ella, al tener la pantalla una luminancia elevada
(varios millares de cd/ m'): contrariamente, pues, a lo que podría
10' quizá pensarse espontáneamente, la visión de la pantalla de cine
!()" lampara con filamento de tungsteno o del tubo del televisor es una visión «diurna». aunque tenga lugar
10' pantalla de cine
10' papel blanco al ~ol .cona íotópica en un entorno «nocturno». Los casos de visión escotópica, en lo
10' luna (o llama de una velu) referente a las imágenes, son muy escasos y siempre intencional-
10 página 1mprc<10 que permite su lectura mente buscados: por ejemplo, en cienas «instalaciones» ani-;ticas.
10
1
10 '
10 ' papel blanco a la lu1 de la luna 1.2.2. La longitud de onda de In luz: percepción del color
10 .
( ...) zona escotópica Del mismo modo que la ensación de luminosidad proviene
10 . umbral absoluto de percepción
de las reacciones del sistema visual a la luminancia de los objetos.
26 L\ IMAGl:.1' F.t PAPI 1 Ort 010 27
Lambien La sensación del color proviene de sus reacciones a la lon- todos lo'I procedimientos modernos de fotografía > de cine en color.
giLud de onda de las luce emitidas o reflejadas por esos objeLOs: Fl principio general de la mezcla el> el mismo en ambo!> caso<;:
comrariameme a nuestra impresión espontánea, el color no está dos colore mezclados producen un tercer color; con tres colores.
«en los obJetos», como tampoco la luminosidad. sino «en» nues- !Jamados primario , puede obtenerse cualquier otro color dosifi-
tra percepcion. cando adecuadamente los tres primarios.·
Todos sabemos que la luz blanca (en especial la que proviene La percepcion del color se debe a la actividad de tres vancda-
del sol y sigue siendo con mucho la principal fuente luminosa para de de conos retinianos, sensible cada uno a una longitud de onda
nosOLros) es de hecho una «mezcla» de luces, que contiene todas diferente (en panicular, para un SUJero normal, no daltónico, e -
las longitudes de onda del espectro v1s1ble, lo que puede fácil- tn'> longitudes de onda son de 0,440 µ, 0,535 µ y 0,565 µ, corres-
mente ponerse en evidencia descomponiendo esta luz con ayuda pondientes. respeccivamence, a un azul-violeta, un 'erdc-azul >
de un prisma, u observarse en un arco iris. La luz que nos llega un verde-amarillo). No describiremos la codificación del color en
de los objetos es la que reflejan ellos mi!imos: ahora bien, la ma- los estadios finales del sistema visual, por razón de su compleji-
yor parte de las superficies absorben ciertas longitudes de onda dad; basta con mencionar aquí que ciertas agrupaciones de célu-
y sólo reflejan las demás. Las superficies que absorben igualmen- las, desde la retina has1a el córtex, están especializadas en la per-
te todas las longitudes de onda parecen grises: blanquecinas sl re- cepción del color, y que éc;tc es, pues, una de las dimensiones
flejan mucho la luz, negruzcas en caso contrario; toda superficie esenciales de nuestro mundo visual.
que refleja menos del 10 O/o de la luz aparece negra.
La clasificación empírica de los colores se hace conjugando Notemos que esta dimensión está ausente de numerosas imá-
tr.'.'s parametros: genes, que son acromáticas, lo que se expresa generalmente ha-
- la longitud de onda, que defme el colorido (azul, rojo, ana- blando de imágenes «en blanco y negro» (de hecho son imágenes
ranjado, cyan, magenta, amarillo ... ); que no representan los colores, sino solamente las luminosidades,
- la saturación, es decir, la «pureza» (el rosa es rojo «menos y que implican. por tanto, toda una gama de grises). El tipo más
saturado», al que e ha añadido blanco); los colores del espectro frecuente ho> '>igue 'iendo, sin duda. la imagen fotográfica. pero
solar tienen una saturación máxima; hay que recordar que. mucho antes de la invención de la fotogra-
- la luminosidad, Ligada a la lummancia: cuanto más ele\ a- fía, circulaban en nuestra sociedad imágenes «en blanco y negro»,
da es ésta, más luminoso y cercano al blanco parecerá el color; especialmente mediante los grabados. Es éste, evidcmcmcme, un
el mismo rojo, igualmente saturado, podrá ser más luminoso o ejemplo destacado de que la imagen representa la realidad de ma-
mcb o curo. nera convencional, que corresponde a lo socialmeme aceptable
Desde Newton e abe que los colores pueden componerse. Tra- (en este caso renunciar al color: por ejemplo, ninguno de los pri-
dicionalmente se distinguen es1as mc1clas: meros cspeetadoreo, del cinematógrafo Lumiere se quejó nunca de
- aditivas: mezclas de luces. como en el caso del video. en que ta imagen fuese acromática).
el que unos haces de luz muy pequei\os de colores «primarios»
-rojo, verde, azul- se mezclan practicameme en la retina, por-
que son demasiado estrechos para se1 percibidos separadamente; 1.2.3. Ln distribución espacial de la lui: lo bordes \'isuales
en un pnncipio análogo se apoyaba el proccdim~iento autocromo
de la fotografía en color alrededor de 1900, y también, en pintu- Todo el mundo sabe, al menos confusamente, que nuestro ojo
ra, la tentativa p11111illista, que pretendía expresar el color mediante está equipado para ver la luminosidad y el color de los objetos;
una yuxtaposición de manchas de color muy pequeí\as, que el ojo
«fundía» por adición en un solo color;
- sustractivas: mezclas de pigmentos; como cada pigmento .:?. Por C:Jcmplo, un prgmcmo amnrrlto absorbe el ai.ul ) d ami \Crdo~o: un
pigmento i11ul dcj.1 p<1\ar cl aLul >· el verde; \U mezcla no de1arn pa~<1r m.1~ que
ai\adido absorbe nuevas longitudes de onda, se trata desde luego
el verde. de ahr el rc~uhado pra1:tico: un pigmento verde ~c.' obtiene mc1clando
de una sustracción; e el caso usual de la pintura, así como de un pigrm:nto a.tul > un pigmento amarillo
28 LA IMAGEN El. PAPfil. DEL OJO 29

pero es menos sabido que también lo está para percibir los Límites I·- 1 milimecro - 1
espaciales de estos objetos, sus borde .
La noción de «borde visual» designa la frontera entre dos su-
perficies de difereme luminancia -cualquiera que sea la causa
de esta diferencia de luminancia (diferentes iluminaciones. dife-
rences propiedades reflectantes, etc.)- para un punto de vista de-
terminado (por ejemplo, entre dos superficies, una de las cuales
está tras la otra, hay un borde \'isual, pero si cambia el punto
de vista, el borde }a no estará en el mismo lugar).
Hasta 1950-J 955 aproximadamente, e concebía la percepción
en términos de isomorfías sucesivas desde el objeto al cerebro a
través del ojo, considerándose la retina como un «relé» bastante
senciUo que se limitaba a transmitir información punto por pun-
to, sin interpretarla. H oy se sabe q ue la codificación se interrum-
pe desde la re1ina al córtex, y que, en particular, algunas células
de los últimos niveles retinianos están enlazadas con varias célu- Figura 2
la!> del nivel inferior, y representan, pues, en conjunto, varios cen-
tenares, incluso millares de receptores. Asf: Simplificando mucho, puede decirse que la zona del cónex es-
-cada célula del nivel retiniano profundo y de los niveles ul- triado, sede de la percepción visual, está compuesta de células or-
teriores (cerebrales) está asociada a un campo retiniano. es decir, ganizadas en columnas -unas 120 células por columna- corres-
a un conjunto de receptores; un mismo receptor, por regla gene- pondiente cada una a una región de la retina. Estas columnas están,
ral, forma parte de centenares de campos diferentes, que se co- a su vez, agrupadas en hipercol11mnas, una especie de agregados
nectan mutuamente; de centenares de columnas (de 400 a 1600 columnas por hiperco-
-existen entre las neuronas conexionel> de dos tipos opues- lumna, cuya dimensión es de 0,5 a 1 mm· por 3 a 4 mm de aJ-
tos: si un grupo de recep1ores está asociado a una célula por una tura. y que contienen entre 100.000 y 200.000 células). Cada célu-
conexión excitadora. la célula estará tanto más excitada cuanto la da una información ambigua por sí misma, que debe combinarloe
que lo estén lol> receptores (y lo mismo para los enlaces subsi-
guientes entre células): por el contrario, -;i el enlace es inllibidor,
la actividad del receptor o de la célula inhibirá ( = bloqueará) la
actividad de Ja célula siguiente.
Por ejemplo, una estructura frecuente en lo relativo al campo
de una célula del nervio óptico es la que represen1a Ja figura 2:
excitadora para los receptores situados en el centro del campo,
inhibidora para los del contorno. Las conexiones ulLeriores llega-
das al córrex combinan estos campos de varías maneras, corres-
pondientes a diversas funciones especializadas. Así, exisLen célu-
las corcicales que Liencn un campo dividido en dos subregiones,
inhibidora y excitadora respectivamente: estas células son, preci-
(b) (e)
samente, las que reaccionan a la presencia de un borde luminoso;
del mismo modo, la figura 3 presenta otras dos estrnclllras posi-
bles de campos asociados a células conicalcs, respectivamente es-
pecializadas en la detección de las ranuras luminosas y de las líneas. Figura 3. (al ranura (bl linea (el borde
30 LA IMAGEN r:t 1' \l'I 1 DI 1 Cito 31

con la de las demás células de la misma hipercolumna, sin que


dispongamos por ahora de un \erdadero modelo de los mecanis-
mos de ponderación que implica esta combinatoria: se sabe sola-
mente que los fenómenos de excitación e inhibición desempeñan
en ella un papel imponante. Cada columna esta «orientada» se-
gún una direccion del espacio (cada 10 aproximadamente), es de-
cir, que está especializada en la detección de cstimulos luminosos
en esta dirección; las hipercolumnas contienen ademas células más
especializadas, de campo má.<> o menos amplio, capaces por ejem-
plo de disunguir los estímulos nitidos de los estímulos difusos,
o de apreciar la longitud de una lú1ea, o incluso un ángulo.

Ese es el resultado esencial que debemos retener aquí: el siste-


ma visual está equipado «por construcción» con instrumentos ca-
paces de reconocer un borde visual y su orientación. una ranura,
una línea, un ángulo, un segmento; estos perceptos son como las
unidades elementales de nuestra percepción de los objetos y del
espacio.

El mecanismo extremadamente complejo de esta percepción


da buenos resuJtados, puesto que somos capaces de distinguir bor-
des visuales de muy pequeña dimensión. La medida de la agudeza
visual, realizada por un óptico, utiliza un tipo de estímulo -las f 1gura 4. LO\ p<qucrtos trmngulos cnccrrndos uenen todos la nusma lummancta,
letras del alfabeto- ya complejo, para el cual los logro del ojo pero fü lumÍllO\Íd.uJ aparc:mc C.\ lllU) d11"c:rcnh!. Los LrianguJos ~obre fondo OSCU •
no son demasiado buenos. En esta situación, una agudeza de 1 ro aparecen como ma\ h11n1110,0\ que 'º' mangulos sobre fondo claro.
(lo que se escribe más corrientemente 1O 10), correspondiente a
una discriminación angular de 1, 'ie considera como buena. Pero mente ilummado (emisor, pues, de la misma luminancia) erá jul-
si se da a percibir, no ya letras, sino una linea negra sobre fondo gado más lumino o ante un fondo más oscuro.
blanco, la agudeza puede llegar hasta 120 (correspondieme a un Nuestro si)tema visual es capaz, por añadidura, de conjugar
poder separador de medio minuto de ángulo). percepción de la luminosidad > bordes visuales. Asi. sólo se per-
cibe contra'>tc entre dos superficie visuale si éstas se perciben,
además, como situadas en el mismo plano: si. por el contrario,
1.2.4. El conlra le: inleracció n en1re In luminosidnd y los bordes se ven como situadas a disrancias diferemes del ojo, su.s luminosi-
dades serán más difíciles de comparar. Del mismo modo. cuando
NucsLro sistema visual está, de hecho, equipado pura detectar un borde visual ~e percibe como debido a la iluminación (paso
no tanto luminancias como cambios de luminancia; la luminosi- de una .tona iluminada a una zona de sombra en la misma supc1 -
dad (psicológica) de una superficie está casi totalmenle deLermi- ficie), y no a un cambio de superficie, la diferencia de luminancia
nada por su relación can <JI entorno luminoso; está en runción a una y otra parle del borde e!. sistemáticamente «olvidada», y
especialmente de su fondo (figura 4). Dos objetos parecerán tener las dos 1.ona!I se JUtgan como igualmeme luminosas.
la misma luminosidad si su luminancia relatha en relación con Lo importante es retener que los elementos de la percepción
su fondo es la misma, cualesquiera que sean los valores absolutos -luminosidad, borde~. colores- nunca se producen aisladamen-
de estas luminancias; inversamente, un mi'imo objeto, idéntica- te, de manera analítica, sino siempre simultáneamente, y que la
32 1 \IMAGEN EL PAPl:L L>H OJO 33

percepción de unos afecta a la percepción de los demás. Conse- - en cambio, pasan al menos de 50 a 150 milésimas de se-
cuencia inmediata: no estamos en condiciones de ofrecer mode- gundo entre la cstimulación del receptor y la excitación del córtex.
los, ni siquiera simplificados, de estas interrelaciones complejas Se ha podido demostrar que la «pérdida» de tiempo esencial
(e, incluso, algunas teorías lo prohiben, como veremos en 11.3). se realiza en la retina (alrededor de 100 de tas 150 milésimas de
En cuanto a las imágenes, se perciben evidentemente como !>egundo en cuestión, o sea una décima de segundo, duracion muy
cualquier otro objeto y todo lo que acabamos de decir puede apli- apreciable).
car e a su percepción. Dao, en particular, numerosos indicadores
de superficie (véase TIT. 2}, y los bordes visuales aparecen en ellas Vamos a examinar rap1damente esLos factores temporales
casi sistemáúcamente como separadores de las superficies copla-
narias: como consecuencia importante, el contraste entre estas su-
perficies se percibirá mejor en el caso de una imagen figura1iva, 1.3.1. Variacic>n en el tiempo de los fenómenos luminosos
y no tanto en una escena real semejante a la representada.
Sólo mencionaremos dos fenómenos entre los más importantes:
Los pintores del claro-oscuro, por ejemplo, han u1ilizado pro- a) La adap1ac1ó11: el ojo, como hemos visto, tiene un margen
fusamente esta particularidad: el contraste entre sombra y luz en muy amplio de sensibilidad a la lurninancia (de 10 • a 10
el cuadro, en Rembrandt o Caravaggio, es mucho más fuerte que cd/ rn ), pero en cada instante, en la vida real. la gama de las lu-
en una escena real; difícilmente un cuadro vivo podrá imitar La rninancia11 que debe percibir excede pocas veces del factor 100 (de
ronda nocrurna (la temaliva de Godard en Pasión está más cerca 1 a 100 cd/ m' en una habitación iluminada, de 10 a 1000 fuera,
del cuadro que de la visión real, pucslo que se 1rata además de de 0,01 a 1 de noche ... ). Cuando se enfrenta con una variación
una imagen plana, cinematográfica en este caso). brutal de la luminancia, el ojo se vuelve «ciego» durante cieno
tiempo.
La adaptación a la luL es, por otra pane, mucho mas rápi-
1.3. El ojo y el tiempo da que la adaptación a la oscuridad: a veces es penoso salir de una
sala de cinc para encontrarse bruscameme a pleno sol, pero se
La visión cs. ante todo, en primer lugar, un sentido espacial. recupera muy pronco la capacidad de visión, mientras que, al en-
Pero los factores temporales la afec1an considerablemente por tres 1rar en la sala, se necesita bastante tiempo antes de ver algo (apane
razones principales: de la pantalla, bastante lumino..a generalmente). En cifras, la adap-
1. La mayor pane de los estímulos visuales varían con la du- tación a la lu7 necesita unos segundos (según Ja amplitud de la
ración o se producen sucesivamente. adaptación que se deba operar); y la adaptación a la oscuridad
2. Nuesuos ojos están en movimiento constante haciendo va- es un proceso lento que no se culmina sino al cabo de 35 a 40
riar la información recibida por el cerebro. minutos (unos diez minutos para permitir a los conos alcanzar
3. La percepción misma no es un proceso instantáneo; algu- su sensibilidad máxima, y cerca de 30 minu1os, seguidamente, para
nos estadios de La percepción son rápidos y otros mucho más len- los bastones).
tos, pero el tratamiento de la información se hace siempre en el Estos fenómenoi. de adaptación sólo están 1eóricamente expli-
tiempo. cados en su parte química (reconstitución de la rodopsina). Pero
son muy conocidoi. empíricamente y han suscitado, por ejemplo,
Puede intentarse valorar las duracionc~ implicadas por diver- numerosos «trucos» destinados a paliar las lentitudes de adapta-
sos procesos neurológicos: ción a lo oscuridad. (He aquí uno: si se quiere leer de noche un
- la luz se desplaza muy rápidamente: recorre tres metros mapa topográfico sin perder la adaptación a la oscuridad, basta
en 1O segundos; leerlo con gafas rojas: al estimular la luz roja sobre todo a los
- los receptores retinianos reaccionan en menos de 1 milési- conos, los bas1ones seguirán estando adaptados).
ma de segundo cuando están descansados; b) El poder de separación temporal del ojo: numerosas ex pe-
34 1 \ l\IAGEN H P\l'EL l)l.!I oto 35

riendas han mostrado que el ojo sólo percibe doi. fenómenos lu- se '>ig.ue un objeto en mo\'imiemo (bastante lento): movimiento
minosoi. como no :>incrónico si están i.uficientemente di!.tames ma<> rc!!ular. más lento, casi imposible de realizar en au encía de
en el tiempo: e necesitan al menos de 60 a 80 milésimas de un blanco mó\'il.
segundo para epararlos con seguridad, y esta duracion pasa a - Los mO\: imicntos de compensación (vestíbulo-oculares) des-
100 m.s. (1110 de segundo) si hay que distingui r. además, cuál tinados a consen.ar la fijación durante el movimiento de la cabe-
ha sido el primero. Esta duración, en termino<; absolutos, puede 'ª o del cuerpo; son enteramente reflejo .
parecer cona: es de hecho mu} larga s1 'iC la compara con otros - La deriva, sm objeto asignable, que atesúgua la incapacidad
logros sensoriales (¡el c;i'itema auduivo uene una resolución tem- Jel ojo para conservar una fijación; es un movimiento de velocidad
poral de unos pocos microsegundos!). moderada } de pequci\a amplitud. corregido constantemente por
En el mismo orden de ideas, el ojo no es muy rápido al sepa- m1crosac11dida.~ que de\ uclvcn muy rápidamente el ojo a su fijación.
rar los esúrnulos luminosos (más allá de 6 a 8 destellos por segun- Estos mo\ imiento11 cntrai'lan, durante su realización, una pér-
do, por ejemplo, ya no percibe sucesos drslintos. sino un conti- dida de i.cnsibilidad mas o menos importame, pero de la que, C\ i-
nuum, por un rcnómeno de integración) dcnremcntc, no somos conscientes.

1.3.2. Los movimientos oc ulu rc~ l .3.3. Fuc1orc11 lcmporales de In percepció n

No sólo nuestros ojos se mueven cai.i permanentemente, sino t-.lá.., fundamcmalmente, pues, el tiempo está inscrito en nues-
que nuestra cabeza y nuestro cuerpo son igualmente móviles: la tra percepción Los conocimientos sobre este punto progresaron
retina está. pues. en movimiento incesante en relación con el en- considerablemente con el descubrimiento en 1974 de la existencia
torno percibido. Esta movilidad continua parece que dcbena ser de dos tipos de células del nen io óptico. unas especializadas en
una fucme de «ruido» .. isuaJ, cuyo-; efectos habría que pahar: pues la rec;pucsta a estados de estimulación permanentes. las otras a
bien, no sólo no sucede nada de eso, sino que, de hecho, la per- e'>tado'i tram.irorios.
cepción es depe11die111e de ec;os movimientos. Estabil1zando anifi- La'> células «permanentes» tienen un campo receptor más pc-
cialmeme la imagen retiruana por medio de complicados disposi- quei'io. corresponden mas bien a la fóvea y trabajan cuando Ja
tivos, se ha comprobado que s1 esta estabilización e efectiva imagen e:. nítida; las célula' «lransit0rias» úenen un campo bas-
aproximadamente en 1 segundo (lo que correspondl!, en la retina, tante grandé, responden a los esumulos cambiames, correspon-
al tamai'io de, más o menos, tres receptores). 'e produce una dén más bien a la periferia y son poco sensibles al difuminado.
perdida progresiva del color y de la forma. una especie de niebla Finalmente, la11 cclulas «transnorias» pueden inhibir a las células
que viene a enmascarar la imagen poco a poco. El movimien- «permancmesn: Jao; primeras serian, pues, más bien, una especie
Lo de la retina es, pues, indispensable para la percepción (véa- <le slSlema de alarma, y las segundas, un instrumento analíLico.
<;e TT. I). Correlaihamcnte, hay dos tipos de respuesLa Lemporal del sic;-
Los movimientos ocuJares son de varios tipos: 1ema w;ual:
- Los movimientos sacádicos, muy rápidos (alrededor de una o) Lo re.~puesta «lenta»: es el conjunto de los efectos de exci-
décima de segundo). bruscos, voluntarios (con ocasión de una bús- tación o de inl egración temporal. El primer efecto. Ja excitación,
queda visual, por ejemplo, cuando se vuelve al principio de la 'ie produce en el nivel de lo\ receptores que. denLro de cienos lí-
línea en la lectura, o se explora una imagen con la vista), o invo- mites, no distinguirán, o lo harán mal. entre una luz débiJ y bas-
luntarios (para ir a examinar un estimulo detectado en la perife- tante larga, ~ un destello muy cono e intenso. si la cantidad de
ria de la retina). Su tiempo de latencia (tiempo necesario para energía total es la mi\ma. El segundo efecto es el que se produce
que empiecen) es relauvameme largo, Jcl orden de las dos déci- cuando' .trios dcstdlo~ '"" 1<tnlcgrnn» en una sola percepción pur-
mas de segundo. 4uc se suceden mu:,: aprisa, más aprisa que cierta duracion critica
- Los movimientos de 'ieR11in11en10, por medio de los cuales (produc1éndo e c:,ta fu">ión en nh-elc<; posretimano~).
LA ll\IAGcN
El f'AP[L OH OJO 37
36

Pero el efecto mas conocido en este campo és lo que se llama vada). El centelleo tiene lugar con todo fenomeno luminoso pe-
la per istencia retiniana, que consiste en una prolon1?ación de la riodtco. ~ se produce én él cine cuando la 'elocidad de proyec-
acll\tdad de loe; receptores algun uempo después del final del esti- ción es demasiado lenta. Los primeros proyectores daban a me-
mulo. Esta duración de per<;istencia es rnmo mayor cuanto más nudo una unagen cemelleame: para eliminar este efecto. entre otras
adaptado está el ojo a la oscuridad. es decir. más descansado, cosa'I, la velocidad de proyección () por tanto tambien de la toma
más «fre co»: la persistencia puede alcanzar vario~ 'iCgundos para de \ÍSta ), no dejó de aumemar, pasando de unas 12 a 16 y des-
un destello inten o; cuando el ojo no esta adaptado a la oscuri- pués, progresivameme, a 24 imágenes por segundo. Cuando
dad, será más bre\'e, del orden de una fracción de segundo. aumentó la mtensidad de las lámparas de proyección (especial-
mente con los proyectores de arco), la frecuencia críúca aumentó
Este efecto está siempre presente en la vida diaria. aunque no por encima de los 24 lll, y, a 24 imágenes por segundo. reapare-
e" realmente perceptible sino en circunstancia1i bastante raras (al ció el centelleo. Para eliminarlo sin aumentar más Ja , elocidad
despertar, por ejemplo). Se ha pensado a menudo que estaba tam- de proyección -lo que hubiese entrañado serios problemas
bién presenre en el cinc, por la fuerte luminosidad de las imáge- mecánicos- se utilizó un recurso aun en vigor. consisteme en (<du-
nes proyectadas, que provocaban una duración de persistencia del plicar», incluso en «triplicar», el sector opaco del obturador, cor-
orden de un cuarto de segundo. Por eso, sin duda, durante tanto tando así el ílujo luminoso del proyector dos o 1rcs veces en cada
tiempo, se creyó poder explicar la reproducció11 del movimiento fotograma proyectado. Todo sucede entonces como si cada foto-
por la persistencia retiniana. Vamos a ver algo m~b tarde (véase grama fuese proyectado dos o tres veces, antes de que la pelicuJa
TI.2) que esta explicación es totalmente falsa y que el efecto-mo-
avance hasta el fotograma siguiente. Así se pasa, con 24 imáge-
nes diferentes por segundo, a 2 x 24 = 48, o a 3 x 24 = 72 imáge-
vim1ento moviliza mecanismos muy distintos.
Un ejemplo aducido con frecuencia es el del «circulo de fue- nes proyeccadas por segundo, por encima, pues, de la frecuencia
gon (observado ya en la Antiguedad}: 'il 'iC hace girar con sufi- cmica.
ciente rapidez una antorcha en el extremo del bra/O, se verá un - El enmuscarumicnlo \ i'lu:ll : unos estímulos luminosos que
circulo luminoso. sin poder disúngu1r las posiciones sucesivas de se dan poco tiempo de pués uno del otro pueden interacLuar, per-
la llama. faLe efecto, sin embargo, sólo en pane se debe a la per- turbando el segundo la percepción del primero: es lo que se llama
SIStencia reLiniana: en todo caso. no tiene. C\ identemente, rela- efecto de máscara. Este efecto reduce la sensibilidad aJ primer
ción alguna con el cine. que no incluye la percepción de un movi- estímulo: se percibe meno~ contraste, la agudeut visual es menor.
miento continuo, sino la percepción de una provcccion discontinua. Este fenómeno, explorado con frecuencia desde 1975. parece
h) lo respuesta «rapida»: es el conjunto de los cféctos de res-
directamente ligado a la actividad diferencial de las células (<tran-
puesta a esumulos que vanan con rapide1. En1re estos efectos, sitorias» y (<permanentes». Un caso que se cita a menudo como
dos son especialmente inicresames para nosotros. porque afectan particularmente cspecLacular es el metacontraste: dos estímulos
luminosos se suceden en un cono lapso de tiempo, siendo el <;c-
a la percepción de las imágenes mov1les:
- El centelleo (en inglés, flicker): todo sucede como si al sis- gundo además ucomplemcntario» del primero en el espacio (por
tema visual «le costase trabajo» seguir las variaciones de una luz ejemp.lo, a un. disco luminO'iO '>Uccde, a 50 milésimas de scguhdo,
periódica cuando c;u frecuencia es superior a unos pocos ciclos un a11illo lummoso cuyo hueco ccmral tiene exactamente el tama-
110 del disco: en este caso preciso no se percibirá el disco o se
por segundo, pero permanece baslallle baja. Se produce entonces
una sensación de deslumbramiento que se llama centelleo. Cuan- hará muy mal). OLro caso imponante de enmascaramiento visual
do aumenta la frecuencia de las apariciones de la luz, este efecto es el enmascaramiento por el «ruido visual» (estructura aleatoria
acaba por desaparecer; más allá de u na t rccucncia llamada fre- de lineamientos): este enmascaramiento es mucho más potente que
cuencia critica (cuyo valor depende de la intensidad luminosa),
cualquier otro.
se percibe entonces una luz continua.
La frecuencia critica es del orden de lo¡¡ 10 111 para intensida- En el cine puéde cnma<icararse la percepción del movimiento
des medias, pero puede alcanzar los 1000 Hz con intensid<ldes ele- por un estímulo ((\acio» msenando un fotograma en blanco en-
38 l 1\ IM/\Gf:~
El PAl'lll UEL OJO 39
trc dos fotogramas (en cambio, un fotograma negro -que equi-
vale a una ausencia de estímulo- no tendrá este élccto). Es posi- 11 .J. 1. El estudio d e la percepción d el espacio
ble. por otra parte, que el enmascaramiento de un fotograma por
el siguiente sea una de las condiciones que favorecen la percep- Contrariamente a todos los fenómenos elementales de los que
ción del movimiento. eliminando la persbtcncia retiniana. pero hemos hablado hasta ahora > que pod1an estudiar e ampliamente
eso está actualmeme lejos aún de ser seguro. al :-er en general en expcnmemac1ones de laboratorio, la percepción del espacio,
dos fotogramas suce:.ivos demasiado !>~meJantes para poder real fenómeno complejo, sólo muy 1mperfcc1amcntc se estudia en las
mente enmascararse. Por el contrario, hay un fcnomcno de cn- condicione~ quizá demasiado «asépticas» del laboratorio. Al me-
mascaramiemo (y por tanto, recordémo'ilo, esencialmente transi- nos, siempre subsistirá una duda '>Obre los resultados logrados en
torio) en el momemo del corte: alguna'> pelicula-. expcnmcntalc~ el laboratorio, en cuanto a c;u aplicabilidad reaJ a la percepción
lo han empleado con profusión, ju<itamcme multiplicando lo~ cor «normal», diaria.
tes abruptos.
Por ejemplo, la convergencia entre los dos ojos es, intrínseca-
mente, una fuente de información potencial sobre la profundi-
11. DL LO VtSIBLI:. A LO VtSLAI
dad; en el laborat0rio puede ponerse perfectamente en evidencia
su papel pidiendo a un sujc10 que csrime la distancia de un pumo
Lo que acabamos de exponer afectaba a la es lera <k lo 'isi- luminoso en total oscuridad. Pero, en las concliciones habituales
ble: hemos presentado sumariamente las princ.ipales cualidades del de visión, csLe criterio de profundidad, no sólo no se uuliza prác-
aparato perceptivo en su relación con la lu.l. ticamente nunca. sino que ya no ofrece sino una mformación muy
Ahora bien. incluso las situaciones <linrias más sencillas son poco segura en relación con ot1 os criterios más fiables. ¿Se debe,
ya mucho más complejas que la simpk rcacci6n a C'>timulo-. aisla- por tanto. incluir la convergencia emrc los dos ojos en una lista
dos. Vamos, pues, ahora a describir en linea-; generales la organi- de los {<indicadores» de profundidad?
1ación de lo visible por la percepción, haciéndolo acceder a la
categoría propiamente humana de lo visual. Lo más útil para esto Responder a e<ile género de preguntas implica tomar panido,
es seguir las grandes «caregonas de nuestro entendimiento» (kant) con más claridad que a propósito de los perceptos elementales,
y cratar sucesivamente de la percepcion 'isual del espacio > dl!I sobre el modelo de analis1s adoptado } la concepción que se tiene
tiempo. del proceso perccpt1' o en su conjunto (\éase IJ.3): la percepción
del espacio es, Je entrada, un campo de estudio teórico.

11.1. la percepc:i<i11 del espacio


n.1 .2. La consrnnte percepl ha
Deliberadamente, no digo aqu1 «percepción 'ic;ual» del cspa-
c10: hablando con propiedad, en efecto, el sis1ema vi!iual no tiene A excepción de lo~ fenomenos que ponen en juego las panícu-
órgano especializado en la percepción de las distancia!I, y la per- las elementales (fenomcno!> que. según se sabe desde las relacio-
ccnción del espacio no será casi nunca. en la vida corric111e. úni- nes de indeterminación de l lcisenberg, el observador modifica con
camc111c visual. La idea del espacio está fundamentalmente liga- su simple presencia). las p1opicdades físicas del mundo no depen-
da al cuerpo y a su desplazamiento; la verticalidad, en particular, den de nuestra mirada sobre él. El mundo, grosso modo, tiene
es un elato inmediato de nuestra experiencia, a u avés de la gravi- «siempre» la misma apariencia o, al menos, esperamos encontrar
tación: vemos los objetos caer verticalmente, pero scntimo-. tam- en él, cada dia, cieno numero de elementos im ariantcs. La per-
bién la gravedad pasar poi nuestro cue1 po. Fl concepto mi1;mo cepción de esos aspectos invariantes del mundo (tamaño de los
de espacio es, pues, de origen táctil y kincs1co tanto como visual. objetos, formas, emplazamiento, orientaciones, propiedades de
las superficies, etc.) es lo que se designa mediante la noción de
LA 11\1 \Gl·1'
40 EL PAPl!L DEL OJO 41

consaancin perceptha: a pesar de la 'ariedad de las percepcionec;, nea de loe; hombros, paralela al hori.wnte visual que hay ante no-
siempre encontramos unas constantes. otros; la tercera dimensión, finalmente, es la de la profundidad,
Hay que relacionar esta noción con otra idea. cercan~, que correspondiente al avance del cuerpo en el espacio. (Notemos. por
podría llamarc;e la estabilidad perceptiva. Nuestr.a pcrcepc.!6~ e supuesto, que esta comprensión intuitiva no debería confundirse
realiza mediante un muestreo continuo (alternanc1a de mov1m1en- con la geometría misma.)
tos del ojo y fijacione breves); ahora bien. no tenemo~ conc~en­ Ahora bien. el primer estadio (el estadio óptico) del tratamiento
cia, ni de la multiplicidad de esas «\istasn sucesivas, m del difu- de la luz en el sbtema visual consiste en formar una imagen de
minado que se produce durante los mo ... imientos oculares, sino dos dimensiones en el fondo del ojo. La imagen retiniana (óptica)
que, por el contrario, interpretamos nuestra percepción cori;io la es una representación, por proyección. de las luminanc1as de las
de una e cena e table y continua. En el mi'>mo orden de ideas divc1sas superficies de la escena vista, y Ja relación entre un obje-
pueden añadirse además otras observaciones: al\{, la imagen ópri- to y su «1magc11» 1ctmiana puede calcularse mediante la aplica-
ca formada en la retina es muy difusa y muy poco coloreada en ción de las leyco; de la óptica geométrica. Este carácter proyec:1ivo
loo; bo1des; ahora bien, la percepción de una escena e c;iempre de la imagen óptica formada en el ojo es, por otra parte, conoci-
panordmica, y cada uno de sus puntos es susceptible de ser vio;to do desde la Anuguedad. Euclides anotaba, hacia el 300 a. de c ..
(Y conservamos en el espíritu esta posibilidad de modo permanen- que la imagen de un objeto en el fondo del ojo es más pequcila
te). Del mismo modo, además, vemo con dos ojos. pero n.o tene- si e'!tc objeto esta ma'> lejos. Desde el siglo \.VI (época en la que
mos de la realidad, salvo excepción, más que una sola imagen la cámam osrnru C!>l<lba muy en boga), se ha repeúdo a menudo
(de ahí ta noción de un ojo «ciclópeo», especie de combinación la analogía entre OJO y cámara oscura (volveremos sobre ello mál,
ideal de los dos ojos: véase 11.1.5). adelante: véanse capitulo 3, 111.2.3 >capítulo 4. 11. 1.3.). Nót~c.
Está claro en conjunco que la visión del e pacio es una activi- sin embargo que, en rigor, la correspondencia cmre objeto e ima-
dad mucho más compleja que la simple «toma de fotos>) retinia- gen es geométricamente ba~tante compleja, puesto que la proyec
na de la que vamos a hablar dentro de un m-;tantc. La constancia dón se hace obre un fondo esférico. La analogía con la cdmaru
y la estabilidad perceptivas no pueden explicarse c;i no e admite osc:uru (cuya pared poMcríor es plana) es, pues, aproximat11.a; para
que Ja percepción visual pone en funcionamiento, casi automati- \ isualizar cómodamente la tmagen retiniana, se conviene a mcm1-
l:amcntc. un saber sobre la realidad visible. Encoorraremos e.le nue- do en dibujar la proyección de los comornoc; de las c;upcrficies
vo e!>ta idea en el centro de las discusiones c;obre las pnnctpalcc; de los objetos en un plano perpcn<licular al eje de visión, pero
teorías de la percepción (véase 11.3). solo se trata de una cómoda convención.

Insistamos una vez más sobre la naturaleza de la «imagen»


TI . 1.3. La geometría monocular retiniana, que no es sino un estadio del tratamiento de la infor-
mación luminosa, y que no i•emos nunca. El hecho de que e!tta
A nuestra escala, el espacio físico puede describirse bastanle imagen sea plana o curva importa, pue., mu} poco. contraria-
e~actamentc con ayuda de un modelo sencillo y antiguo. el de mente a Jo que 'le ha pensado a veces de una manera un tanto
la geome1ria con t res ejes de coordenadas, perpendicu lares dos apresurada. Para no dar mth que un ejemplo. LOmado de un autor
a dos (las <1coordenadas canesianas)>), Este modelo procede, por por otra rartc: muy importante. seilalemos el error cometido u
pcrtcccionam1en1os y racionalizac1011cs sucesivas, de la geometría este propósito por Erwin Panofsky en su libro la perspectiva como
«cuclidiana>1, la cual se caracteriza, enl re otras cosas, porque dt's- forma simbólica»; Panofsky supone que, al formarse nuestras imá-
cribc el espacio como poseedor de tres dimensiones !:.seas tres genes retinianas en el interior de un esferoide, unas horizontales
dimensiont.'!. pueden fácilmente concebir~c de modo intuitivo por situadas ante nosotro:. podrán verse conforme a la geomema es-
referencia a nuestro cuerpo y a su posición en el espacio: la verti- férica. y aparecerán, pue... ligeramente abombadas, de modo que
cal. ya mencionada, es la dirección de la gravedad y de la posi- parecerán converger en loe; lados de nuestro campo v1Sual. Eso
ción de pie; una egunda dimensión, horizontal, seria la de la li- cs. experimentalmente. talso en lo referenre a ta zona mil de ese
1 \ lM\Gf,N
El P \l'U OC:l OJO 43

campo (su zona central, hasta 30 o 40" de la tóvea); má'i allá pro)ecc1ón sobre un plano a partir de un punto: lo que se Uama
perspccuva central o pcr pecliva lineal.
nueslra percepción ei. demasiado indis1inta como para que e 10
pueda 1cacr, de todos modos. cualquier incidencia sobre nues1ra La ligura 5 muema, en pcrspccuva lineal, la imagen de un
paisaje imaginario Se comprueba en ella que Jas lmeas paralelas
manera de percibir el espacio.
en el ~je de visión (pcrpend1eulares aJ plano de proyección) dan,
en la imagen, una familia de líneas que comcrgen en un punco
La óptica geométrica monocular es sultcicnte para proporcio·
(inlCP>eccion del eje óp1ic.o y de la retina); la anchura de los seg-
nar vanas infonnac1ones que nuestro -;i-;tcma visual interpreta se-
mento~ de_ 1ec_1as paralelas en el plano disminuye, ea la imagen,
guidamente en 1érntinos de espacio: lo que \C llama indicndorc~
c~n su aJeJam~cnto en la realidad; lo), elementos más alejados del
de profundidad . El problema del espacio visual. en efecto, es esen-
010 dan una tmagen más cercana del CJe de vis1on, etc.
cialmente el de la percepción de la profundidad, siendo percibi-
das las otras dos dimensioneo; de manera más directa, menos am-
bigua. He aquf los dos principak., 1nd1cadorec; de profundidad
monoculares:
a) Gradiente de textura: una escena visual implica unos obje-
tos sobre un fondo: ahora bien, las superficies de estos objetos
tienen una estructura fina, más o menos regular, un «grano»: es
lo que se llama su texturn aparente. Una pared de ladrillo tendrá
una doble textura: una textura basta. correspondiente a las juntu-
ras de los ladrillos, y una textura muy fina, la de la'> micro-aspe-
rezas del ladrillo. lJn prado 'isto desde bastante lejos tiene una
1extura fina, lo mismo que un suelo pedregoso. Naturalmente,
los objctoc; hechos por Ja mano humana uenen en general h:xtu-
ras más regulare (es, prccic;amcmc, el ca-;o de los teJtdos, cuyo
nombre C\OCa etimológicamemc la idea m1.,ma de textura)
Al estar habitualmente las superficies pcrc.ib1das inclinadas en
relación con nuestro eje de 'isión. la proyección de lac; 1cxturac;
en la rc1ina da Jugar a una \ariación progresiva de la 1cx1Ura-1ma-
gen: e~ lo que se llama técnicameme un ~radu!llte. Para cieno"
autores. en particular James J . Gibson, lo., gradiente. de le,lurn
son los elementos más importanies rara la aprchcn'>ión del espa- Figuro 5
cio: los que dan la iofonnación más segura, y iambíén In más
importante cualilativameote. sobre la profundidad. No1etno'> cn- Las leye:, de la perspectiva linea l son geomécricamemc senci-
~cguida que las imágenes comunican dos tipos de gradientes de llas y bien conocidas. Pcrmi1cn comprender que cs1a transforma-
tcxwra: los de la superficie de la imagen. generalmente Lcx1urada ción óptico-geomctrica apona una gran camidad de informacio-
(papel. tela), y los de las superficies reprcscniadas por la imagen nes sobre la profundidad de la escena vista: la disminución
(vcasc más abajo, lll.2.1, la noción de «doble realidad»). aparente del tamm1o será interpretada como un a lejamiento· el
b) La perspectiva lineal: las leyes de la óptico geométrica indi- accrcamiemo en relación con el CJC óptico \es decir en relación
can que. muy aproximadamente, los rayos luminosos que pasan con el horizonte). igualme111c, etc. Evidentemente, ~la informa-
por el centro de la pupila dan una imagen de la realidad que es ción no está desprovista de ambigLicdad: no puede pasarse de una
una proyección de centro. En una primera aproximación (muy escena de tres dimensiones a una imagen bidimensional sin perder
próxima a la verdad en cuanto a la zona fO\'Cal y sus cerca mas), mformación; en puro ngor geométrico, no es posible, por otra
esta transformación puede dcscribir'ic ¡.ieométncamemc como una parte, «remomar\e» de la proyección de un obJeto en un plano
IM\Cif·!'J EL PAPEL DEL OJO 45
a este objeto mismo: la figura 6. muestra que la misma figura
proyectada corresponde. de hecho, a una infmidad de objetos po-
tenciales Si el ojo interpreta correctamente las pro)cccioncs reti-
nianas en la inmensa mayoria de lo., ca-.m, c .. porque añade a
tac; importantes informaciones proporcionadas por la perspccuva
una gran cantidad de otras mformaciones independientes de és-
tas, que pueden corroborarlas o debilitarlas. En conjunto, pers-
p«tiva } gradientes de texrura dan buenos criterios para tomar
decisiones en muchos casos dudosos; por ejemplo, c;u combina-
ción permite La mayoría de las veces distinguir fácilmente un án-
gulo o un rincón de un obJeto del borde de una superficie.

Repilamo'i que la perspecti\a lineal no es más que un modelo


lmn2en
geométrico cómodo que da cuenta con una precisión suficiente, relinlana óptica
pero no absoluta. de los fenómenos óptico~ reales.
A nadamos enseguida (voh eremos sobre ello en los capítulo!> hgura 6. Vario' obje10~ dlfcremc' engendran una misma proyección en In retina
2 y 4) que hay que guardarse mucho de confundir esta perspecti-
va, modelo de lo que sucede en el ojo (y llamada por eso en 01ros de interposición: unos objetos situados ante una superficie textu-
tiempos perspectiva naturalts). con la perspectiva geométrica apli- rada ocultan una parte de esta uperficie (que se verá como un
cada en pm1ura y, después, en fotografía, la cual resulta de una fondo situado tras el objeto). Es1e criterio es más importante en
convención represenraliva en parte arbitraria. y debe producirse el caso de objetos que ocultan parcialmente otros obje1os: permi-
anilic1almeme (de ah1 su nombre de perspectiva amfic1alis): si te a menudo, en particular, determinar las distancias relativas de
bien una y otra siguen el mismo modelo geomémco, no son de objetos poco texturados.
la misma naturalcai. En conjunto, los criterios monoculares escáticos son ya muy
numeroc;os; pero existen ademas otros, que vamos a enumerar rá-
e) Las ~·ariaciones de la il11minac1ón: en cMc apartado pueden pidamente.
incluirse toda una serie de fenómenos: variaciones más o menos
continuas de la luminosidad y de los colores, sombras propias y
sombrru, proyectadas, «perspectiva» atmosférica Ces decir. el he- 11. 1.4. Los Indicadores de profundida d dinámico
cho de que los objetos muy lejanos se vean menos claro!>. a cau::.a
de la interposición de un mayor espesor de la atmósfera, a veces Como ya hemos dicho (véase 1.3), la estimulación de la retina
más o menos brumosa y azulada). Todas estas variables propor- es. en general. incesantemente cambiante, pero (véase JI .1.2) no
cionan una importante información sobre la profundidad, a ve- por e o perdemos ta continuidad de nuestras percepciones. En lo
ces cnganosa: los objetos luminosos aparecen sIStemáticruneme más referente a ta proíundidad y al espacio, puede establecerse como
próximos; inversamente, aquellos cuyo color es semcJante al del regla general que los indicadores estáticos tienen equivalentes di-
fondo tienden a aparecer más alejados. Una de las má.c; importan- námicos; dicho de otro modo, los indicadores de profundidad cuya
tes es et grad1enre de iluminación, o variación progresiva de la lista acabamos de dar procuran igualmente, con el movimiento
1lumioación de una superficie en función de su curvatura, ligado de la re1ina, una información ~obre la profundidad.
a ta presencia de sombras propias que hacen aparecer los objetos Esta información es evidentemente más compleja, pero com-
como sólidos. pleca de manera indispensable la precedente. Así, la perspectiva
d) Criterios «locales»: son los referentes a porciones más lo- lineal está a menudo presente en nuestra percepción en forma de
caltzadas de ta imagen retiniana. Citemos esencialmente la nocion una per'ipecuva dinámica; cuando nos desplazamos hacia adelan-
46 1 \ l\I \Cif'N EL PAPf:l. Uét llJll 47

te {en coche. por ejemplo) la transíonnación constante del campo


visual engendra una especie de flujo en la retina. un gradiente
de transformación continua. La velocidad del ílujo ~ inversamente
proporcional a la dbtancia (los objeto\ cercano., parecen despla-
zarse más aprisa). v proporciona por cons1gu1cnte una 1nfom1a-
cion sobre esca distancia. La dtrecc16n del íluJO depende de la
dirección de la mirada en relacion con la del desplazamiento: c;i
uno mira ame si, el ílujo c;c dirige pnncipalmen11.: hacia ahajo (su-
poniendo que no haya nada por encima del hori1ontc .. ); por el
contrario, si uno mira hacia atras, c;e dirige principalmente hacia
lo alto; si mira hacia la derecha, se dirige hacia la derecha, etc.

Existen otros tipos de información ligada al movimiento: por


ejemplo el paralaje de movimiento (información producida por
los movimientos relativos de lru. imágenes en la retina cuando uno
se desplaza lateralmente).
Como muescra la figura 7, el objeto situado más lejos que el
punto de fijación parece despla1arsc en sentido inverso al movi-
miento. Naturalmente, si la fijación cambia, este resultado se mo-
difica: por ejemplo, si, en un tren, se mira por la ventanilla y
se fija la mirada en el horizonte, todos lo-; objecos estarán más
cercanos que el punco de ÍÍjacion, y parecerán desplazarse en sen-
tido inverso aJ del movumento del tren.

Los movimientos de rotac1on, lo., movimientos radiah.!<, (caso


de un objeto que se desplaza hacia el ojo o que c;e aleja del ojo),
etc., -;on otras Lamas ruemes de información sobre el espacio y figura 7. \h3JO , el "'P' ero de la imagen re1in1aoa corrc.poodiente a la~ po~iciO·
los objetos que lo habitan. Dos observaciones importantes: ne< 'UCC\Í\3\ del ojo de PI a PS.
- estos indicadores son de naturaleza geométrica } cinética
a la vez: su tratamiento no se efectúa. C\ identememe. en la reti- ducidos por 1111esrro deJplazamie1110. CSi un objeto oculta a otro
na. sino en el córtex; en el plano de una película. no podemos esperar ver el objeto
- estos indicadores e tán totalmente ausen1cs de la~ imáge- oculto sino en caso de que la cámara quiera desplazarse: ninguno
nes planas; cuando nos desplazamo~ ante un cuadro en un mu- de nuestros desplanmienlos modificará nada ...)
seo. no experimentamos en el interior de la imagen nj paralaje
de movimiento, ni perspectiva dmámica; la imagen se desplaza
de manera rígida, se perdbe como un ObJClO unico. Esto es ver- 11.1.S. Los lnd lcn dorc~ binoculares
dad incluso para imágenes móviles: no hay que confundir, en efec-
to, la representación de los indicadores din:imicoc; (mediante una Hemos actuado hasta aquí como si nuestro sistema visual no
cámara móvil, por ejemplo) v lo'I 1nd1cadoreo; dmam1cos induci- tt1\.iera mtls que un ojo. Ahora bien, la binocularidad introduce
dos por nuestros propios mo' im1cntos de espectador; s1 nos des- algunas complicacionec; en cc;1e sistema. En lo esencial, el proble-
plazamo ame una pantalla de telev1s1ón, por ejemplo. no habrá ma de Ja visión binocular es éste (reconocido ya por Leonardo
ninguna perc;pecnva dmámka, ningún paralaje de mo' imiento 111- da Vinci): dado que, para una fijación dada, nuestras dos imáge-
48 IM\Col'-1
f.l P.\J>EL DcL OJO 49

ncs retinianas son diferentes, ¿cómo es que los objetos se perci- boratlas para producir este efecto. El principio de imagen cscé-
ben como únicos (y «en relieve»)? rcoscopica se remonta a Wheatstone, invencor (1838) del estereos-
La respuesta a esta pregunta. no absolutamente completa to- copio. dispositivo que permite presentar una imagen a cada ojo:
da\ !a hoy. descansa en una noción y una teoría: calculando hábilmente las diferencias entre las dos imágenes. se
a) La noción de los pumos correspondiemes: para un punto produce un decto de profundidad es1ereoscópica análogo al efec-
de fijación dado, se demuestra (geométricamente) que existe un co real. Este calculo se h120 mucho más fácil, > sobre todo auto-
conjunto de puntos del campo vi'lual binocular que se ven como mauco. con la fotografia: un doble aparato lotográfieo síncrono,
umcos; el lugar geométrico de estos puntos se llama horópter, y cuyos dos objetivos tenían aproximadamente Ja separación de los
las imágenes retinianas izquierda y derecha de cada uno de estos dos ojos, perm111a la realización de placas que tomaban dos vis-
pumos forman pares de puntos corre pondicnles. tas ligeramen1e des fa atlas de la misma escena, que bastaba a con-
Cuando fijamos la mirada en un punto bastante cercano, hay 1inuacion mirar en una \ 1s1onadora provi 1a de ocuJares con el
dc'lacuerdo entre los dos ejes visuales de nueslros dos ojos, nin- mismo desfase, para e:\pcnmemar una intensísima sensación de
guno de los cuales está dirigido en linea recta ante nosotros. Aho- profundidad. Este aparato es1uvo muy en boga en la segunda mi-
ra bien, subjetivamente, esie objeto es visto en una sola direc- tad del siglo \IX y también a principios del xx.
ción, situada «emre» los dos ojos: para designarla se habla de Notemos que, a pesar de la diferencia de equipamiento, el prin-
«dirección subjetiva», que enlaza el objeto a un «ojo ciclópeo» cipio del cine en relieve es exactamente el mismo: se proyecta en
fantasmáticamente situado entre los dos ojos. Y es más, todos la pantalla una doble imagen -que representa dos proyecciones
los objetos situados en las dos direcciones visuales principales (las r~Linianas correspondientes- y .-.e proporcionan unas gafas espe-
de los dos ejes ópticos) se perciben como situados en la misma ciales que permiten seleccionar la imagen destinada a cada ojo
dirección subjetiva. Todo sucede, en suma, como si los dos pun- (sea por filtración COJO verde, que produce imágenes grises sea
tos correspondientes de las dos retinas tuviesen el 111Jsmo valor por ulilización de vidrios polarizados horizon1al y verticalm~nte
direccional. que pennitcn producir imágenes en colores). Dicho de 01ro modo:
Cuando un pumo del espacio eslimula dos puntos no corrcs- las gafas permiten que el OJO 1Lquierdo no reciba la información
rondicncec; en las dos retina (lo que, evidentememe. implica que destinada al OJO derecho } \.íccversa.
este rumo del espacio no es el punto en el que la mirada e fija,
> que ni siquiera está en el horópter), habrá desfase entre nues- b) la leona: ninguna es universalmente aceptada. pero la más
1ras dos 1magenes retinianas, desfase que se llama disparidad reti- corriente todavía hoy C'.) la de la fusión, que supone unos cruces
11ía11a. Si esta disparidad es grande, el punto se "erá doble (lo de conexione!> nerviosas que «fabrican» una información única
que apenas molcs1a, pucs10 que l!!>tá, for701,amen1e, lcjo'> del punio « fundida», a partir de la!> do~ informacionei. difcremes dadas po;
de fijación de la mirada); si es relativamente débil. se verá como las dos retinas. (Fusión no es excitación: la teoría prevé cierta «ri-
un punto único, pero a una profundidad diferente de la del punto validad» entre los dos ojos y si. en el laboratorio, se presentan
de lijación de la mirada: es el importantísimo fenómeno de la objetos incompa1ibles a lo'> dos OJOS, uno de los dos c;e impondrá
profundidad estereoscópicn. se produce en iodo el campo bino- al otro y la imagen que él imponga se vera como unica y como
cular, tanto con los bastones como con los conos. y da una infor- vista por los dos ojos.)
mación utilizable sobre la profundidad hasta 100 o 120 m del ojo;
subsidiariamente, da 1ambién una información '>Obre el espacio:
lo que no se ve como «en relieve» (una pared de yeso muy lisa, 11.2. La percepcion del 111ov11nie1110
por ejemplo) se verá como plano.
Se trata aqu1 de un problema de múltiples aspec1os, puesto
que podemos interesarnos tanto por la manera de percibir el mo-
También aquí escapan las imágenes a todo efecto de estcreop- v1m1ento de los objeto como ror la ruon de que percibamos un
sis, con la excepción, notable, de las imágenes especialmente ela- mundo estable en el curso de nuc~t ros propios movimientos, y
50 1 ,, 111.11\(1[;.N l t PAPE l l>l.:l 010 51

(lor las relaciones entre pcrcepc1on dd mo\1miento, orientación b) Lo t11)ormoáo11 sobre nuestros propios 11101·imie1110.\: <lc,de
> acti\'idad motriz. Trataremos estos aspectos de modo desigual, 1867. Hclmholl1 habla noia<lo la necesidad de que c:.tU\ it!ranHl't
pri' ilegiando los que afectan a las imágenes. informado' de modo pi:rmancnte -.obre la po::.ición de nuestros
ojos y de nuestro cuerpo. para no confundir mo,.imientos de lo
real mirado ~ movimientos de nue::.tra mirada.
U.2.1. ModeJo de percepció n del movimiento Oc he!eho. la información 'obre lo, mO\ imic;ruos oculares es poco
preci.,a. y no puede <le,cmpcnar e::.ta función Se piensa hoy que.
Existen varias teorías que pretenden C.'C(llicar In percepción del en sus lineas generales. la intuición de llelmholrz era justa. pero
movimiento; en la actualidad, la má)> ampliamcn1c aceptada es la a condición de asignar el papel de mformacion no aJ feedback.
que a1ribuye esta percepción a dos fenómenos: la presencia en el sis- de los musculas oculares. sino a la señal eferente del cerebro.
tema "isual de detectores de movimiento, capaces <le codificar Ja.e; Se llama inlo1 mación el c1 eme a la mformación ner\'1osa que
señales que afectan a puntos cercanos en la reuna y, por 01ra parte, 'a del cen:bro a lo!> 01ganos sensorio-motores, informacion aJc-
una información sobre nuestros propios movimientos, que permite rcntc a la informncion inversa (de lo~ órganos al cerebro) e infor
no atribuir a los objetos percibidos un movimiento aparente debi- mación reafercn1e .1 la lacihtada por ~uccsos sensoriales produci-
do a nuestros desplazamiemos o a nuestros movimientos oculares. dos mediante mo' imicnto~ 'oluntarios.
a) La detección del mov11111ento: el principio de estos detecto- Con mayo1 precisión se construyeron, en los años se!>enla,
res es bastante sencillo: se tratarla de ctlulas especializadas, que cuando la cibernética estaba de moda, modelos destinados a e.lar
reaccionan cuando unos receptores retiruanos cercanos los unos cuenta de la cstabilldad del mundo \ isual. basados en una com-
a los mros, y situados en el campo de la célula. son activados paraeión entre scñ.11 eferente y scnal reaferente, los cuales poslu-
en sucesión rápida. Tales células, de campo receptor relativamen- laban que esta comparación, efectuada en el cerebro, e:. la que
te grande, fueron descubiertas en 1962 en el córie.\ del gato (Hu- produce In estabilidad '1sual. Esto se ha confirmado en el labora·
bel y Wiesel}; algunas responden a la dirección del movimiento; torio mediante numerosas e~pcricnc:ias: por ejemplo, si se parali-
otras. a su velocidad. Numerosas e:-.pcriencias han aportado des- za pro,.1s1onalmcme un musculo ocular v se pide a co11tinuació11
de entonces indicadores que permnen pensar que el hombre posee girar el ojo, el rnú ...culo no 'e mueve, pero la <;cñal cfcreme l\C
esle mismo lipa de células. cmi1c) el ..ujclO, comparando C'ila señal con una senal reafcreme
que no corrc'lpondc a un movimiento del ojo, «\e)) el mundo mo-
El más conocido de estos indicadores e-;lá c:onsli1 uido por el \'erse. ~las sencillo: basta comprobar que los mo' 1mientos del ojo
conjunto de los efectos postertores ligados al mo\lm1ento: s1 se no regidos por el cerebro nos hacen perder la estabilidad del mundo
mua duranre bastante liempo (un m111u10) un mov1m1enlo regu- d'iual (un dedo a(lo} ndo en uno de lo-. globos oculare" (lOr cjcm-
lar -el ejemplo clásico es el de la cascada y se Lraslada a conu- [llo, lo hará mO\W'>l' sin intervención de los centros cerebrale....
nuación la mirada a otro objclo inmóvil, éste parecerá afectado provocando no 'iólo la ('lérdida de la C'>tereopsia, sino Lamb1én la
por un movimiento en senudo inverso. Otra experiencia e<,pecta- de la \Crllcalidad .. i,ual).
cular consiste en colocar sobre el plato de un tocadiscos un car- e) Umbrales de percepcio11 del 111011imiento: como todo fcnó
tón con una espiral: cuando el plato gira, se obt iene, según el meno lumino~o. el 1110\ imiento -.ólo c.~ perceplible entre ckrtos limi-
sentido de la espiral, un mo1,imícnto aparente de contracción o te~. Si la proyección retiniana d1,; un borde' isual se mueve dema-
de dilatación; después de haber fijado en él la mirada durame siado lentamente, 110 se lu verá rnO\crsc (sin perjuicio de apercibirse
uno o dos minutos, si se aparta la vista, la escena mirada parece- :.eguidamentc <le su dcsplaznmicnto); si :o.e mueve demasiado rrlpi
rá respectivamente dilaLarse o contraerse. damcnte, no i.c verá m;b que un difuminado. Los umbrales corres-
Estos efectos atestiguan que unas células. cs1 imuladas duramc pondientes, mferíor y superio1, son función de dh ersas va11ublcs:
cierto tiempo, siguen funcionando cllgo de!>pués del fin de la esti- - las dimens1011e~ del objelO: un objeto de gran tamano apa
mulación, leyendo como movimiento <<al revcs» el no-mov1mien- 1entc dcbera dcsplULarsc ma~ para que no~ demos cuema de que
to súbito. se lllUC\C;
52 H PAPt:L ül!L OJO 53

la 1/11mmac1ón y el co111ras1e: cuanto más elc\ados -;on, me- ción ha progresado cienamentc desde 1912, pero siguen estando
jor se percibe el mo\imiemo; mal re uchas numerosas cuestiones, en panicular é tas:
- el entorno: la percepc1on del mo' imienlo es en parte rela- a) ¿Afectan movimiento aparente y movimie1110 real a los mis-
ciona! ) \iene facilitada por la e\istencia de puntos fijos de refe- mos receptores? A la luz de innumerables e"periem:ias, parece que
rencia ~tímulos complejos (o muy cercano ) on tratados, en mo\imiento
aparente. por d mismo mecanismo que el movimiento real. mien-
Es difícil percibir el mo\ imíento de un objeto en un campo tras que estímulos más «binarios» (los dos puntos luminosos de
no texturado (una nube a elevada altitud. en medio del ciclo. o antes) implicarían distinto tratamiento.
un barco en el océano, en el horizonte: ~erá mú~ fácil ver su mo- b) ¿Qué atributos de un ob¡eto transmiten /a 1111pres1on de mo-
vimiento si se mira por una ven1ana, cuyo borde desempei'iara v11111enro? Aparcmcmentc se da prioridad a la lumino<:idad sobre
el papel de referencia). 01ro e1emplo: el mov1m1emo «autokinési- el color e mcluso -;obre la forma: -;e pcrc1bina «primero>1 un mo-
co», que hace que una lucecita en la oscuridad se vea como «en vimiento en 1crminos de luz y sólo después se asignaría este movi-
mo\ imiento esponráueo» a merced de los movimientos del ojo, m1ento a una forma y, por tamo, a un objeto.
porque falca LOdo marco de referencia. e) ¿Qué papel desempe11a el e11mascaramie1110? El mO\ imicn-
Lo aparente es, de manera general, muy sensible al cnma cara-
micnlo; queda fácilmente <;uprimido 'ii se intercala un campo lu-
fi .2.2. Movimiento real, movimiento aparente minoso uniforme entre los dos estímulos que supuestamente lo
originan.
1lemos supuesto hasta ahora que habia un movimiento real d) ¿Qué relación existe entre percepción de la forma y percep-
que percibir: el movimiento de un ob1eto real si1uado en nuestro ción del movimie1110? Se ha avanz.ado mucho menos sobre e te
campo visual. Ahora bien, desde hace bastante tiempo. 'le ha com- punto. cuya experimentación es compleja. Se han podido suscitar
probado que podía aparecer una percepcion del movimiento, en movimientos aparentes con estímulos sucesivos de muy diferentes
ciertas condicione . en ausencia de todo movimiento real. l::s lo formas: se tiene entonces la impresión de que esas formas, no
que se llama el molimiento aparente. sólo eMán en movimiento, sino que se transforman la una en tu
La experiencia fundamental aquí es la misma que puso en evi- oua (es exactamente lo que se produce en dibujos animados como
dencia la noción (Wenheimcr, 191 2): -;e dan a percibir a un suje- los de Roben Breer o Norman \1cLaren). Pero e las experiencias
to dos puntos luminosos poco alcjadoc; en el espacio, haciendo c;on dific1lcs de interpretar; se ha supuesto a veces que existe un
variar la c;eparacion temporal entre ellos. Mientras el intervalo de wacma «duplicado», que interpreta, por una parte, la informa-
ucmpo cnue los do'> destellos es muy pequefto, se perciben como ción sobre la localiación del estímulo, y, por oLra parte, la mJor-
simulráneos. Si, por el contrario, es demasiado etc... ado, los dos mac1on sobre la idenudad del objeto, pero esto sigue siendo hipo-
destellos se perciben como dos suceso dt'itintos y sucesivo . En tético.
la zona intermedia -de 30 a 200 milcsimas ele segundo entre los
desLellos- es donde nace el mo\irnicnto aparcn1e. Se han enume-
rado diversas formas de éste, c1 iquctadas con lc1 ras del alfabeto n .2.3. El caso del cine
griego: el mO\ imienlo a lfa es un movimiento de expansión o de
contracción (con dos destellos situados en el mismo lugar, pero El cine utili1a imágenes inmóviles. proyectadas sobre una pan-
e.Je tamai'ios diferentes). el movimien10 beLa corresponde a la ex- talla con cierta cadencia regular, y separadas por momentos de
periencia descrita mru. arriba (movimiento de un punto a otro). oscuridad resultante!> de la ocultación del objetivo del proyec1or
etc.; el conjunto de esto fenómeno . bastante clifércnrcs uno!> de por medio de un ob1 urador gira1orio, durante el paso de la pelí-
otros pero relacionados. se llama hoy a menudo «eferto fi ». cula de un fotograma al siguiente. Dicho de otro modo, se pro-
Wcrtheimcr planteó la hipótesi!> esencial, aún \alida. sobre el pone al espectador de cinc un estimulo luminoso discontinuo que
tema: ~e trata de procesos posretiruanos. LI detalle de la explica- (s1 se elimina el centelleo, véase 1. 3.3) produce una impresion de
t\ l~t \GES EL P \PEL UH OJO 55
continuidad y, además, una imprc<>ión <le movimiento interno en fi. y gracias también al enmascaramiento \isual que nos desem-
Ja imagen por mov1m1ento aparente derivado <le Jos diversos tiros baraza rle la persMencia rettmana.
de electo fi.
Además, el movimiento aparente en el cine implica cMímulO!>
suceshos bastante semejantes, al mcm1s en d imerior de un mi<; 11 3 Los ~rondes e11foc711es de la percepcton visual
mo ¡ilano; puede, puc'>, pcnsar..c, conforme con el punto 11 2 2
a. que utili1a el mismo mecanismo que la pcrcepc10n del 11101•i- Las cuestione-; que acabamos de abordar en esta segunda par-
mie11to real. Las consecuencias de esta htpótc-.is (ampliamente con- te figuran entre las más complejas planteadas por el estudio de
siderada hoy como la má<; probable) son C\'idcmc': el movimien - Ja percepción visual. Al afectar éstas a las categorías fu ndamen-
to aparente en el cine no puede di,lln!!uir-.e, fisiológicamente tales del esracio y del tiempo, como he señalado, influyen incvi
hablando, de un movimicnLU real. <ie lrala de una ilusión pcrrcc- tablemenle en la concepción misma que uno se forma de lo visi-
ta, basada en una de Jns caractensticas innatas de nucslrn sistema ble, de lo visual, y de la relación de lo uno con lo otro. que es
visual, y lo-. progrco;o~ recientes en los co;tud10., de la percepción la percepción. Dc!>de hace casi tres siglos. los debaLes e han ceíli-
vi1,ual confirman, pues, de manera brillante la., hipótesis, má!> in- do a dos grandes enfoques a través de sus variantes sucesivas:
tu111vao; que cíenrificas en la épocu, de la escuela de Hlmologío un enfoque de típo anal!tico y un enfoque de tipo sintético.
(19-17-1950), retomadas y 'ii'itcmatilada., entre otros en los prime-
ros artículos <le Christian \1etz (1964-1965)
Ademá!;. como hcmo., observado más an iba . .,i In inserción 11.3. J. El enfoq ue onaHllco
Je un fotograma en blanco bloquea d movimiento aparente por
un elec10 de enmascaramiento. el negro entre los fotogramas pa- Como indica este término, consiste en panrr de un análi i'> de
rece desempeñar otro papel, el de un «enmascaramiento del con- la estimulación del -;istema '"i'iual por la luz, intentando hacer co-
torno» Se piensa hoy que la información dcrnllada sobre los con- rre~ponder los componentes a~1 a1,lados con diversos aspectos de
tornos que<la suprimida 1emporalment1.: en cada fotograma en Ja experiencia percepll\ a real. Esta tendencia quedó reforzada,
negro entre varios de ellos !>Uces1vos, v que e-; c~te cnma-;cara- entre otras cosas, por la investigación sobre la e trucLUra del cere-
miento. precisamente, lo que exphcana que no haya acumulación bro, que evidenció la cxhtencia de células especializadas en fu n-
de imágenc..~ persistentes debida.e; a la pcro;io;tencia retiniana: en cada erones «elementales» como Ja pcrcepcion t.Ie los bord~. de las li-
instante no se percibiría mas que la posición rre\Cnte en la panta- neas. de to., movimiento'> <lrreccionale!., etc.
lla siendo la anterior «borrada» por enmascaramiento. Las representantes más tipicas de este enfoque son las teonas
\lotemos para terminar que, desde 1912, ai\o en que se publi- (<combinatorias» o «algorítmicas», muy en boga en los años se-
caron las experiencias de Wertheimer, In teoría del movimiento senta, época en la que pudo creerse. con la aparición de la infor-
aparente por erec10-fi fue Citada por Frcdcrick Talbot en 1,u libro mática, que unas combinatorias suficientemente complejas pod rían
Mo111111! Picwre~: llow They Are Wade ami Worl.:ed; } en 1916. dar cuenta de lodos los fenómenos naturales {hoy somos más pru-
por l lugo f\lunsterberg, en <;u libro Tite Plwtoplay· A Psycllolo- dentes). Para esta:. tcoria~. el sistema perceptivo engendra per-
giml ')111dy, que la recogió de nue' o tle1all<1clameme Es mucho ceptos verídicos, es decir, conformes con la realidad del mundo
más extraf\o verilicar que, incluso en au1ores por otro parle im- drcundante, y que permiten especialmenre la predicción, combi-
portantes como André Batin o Jean-Loui!. Comolli, !>t.: hu seguí nando unas variables segun ciertas reglas.
do perpetuando, por inercia intelectual, la tcoriu 1otalmeme erró- Aparte de este carácter eomb1na1orio, la segunda característi-
nea, además de intrínsecamente absurda, de la «pero;ístencia ca preponderante de estas teorias es que consideran que la infor-
retiniana». Nunca insistiremos, puc,, bn'itnntc· la persistencia re- mación contenida en la proyección retiniana no es suficiente, por
tiniana exi!.te por supue:.to, pero ,¡ dcsempcrlarn un papel en el s1 sola, para la perccrc1ón precisa de los objetos en el espacio,
cinc, sólo podna producir un bauburrillo de unúgenes remanen- y que ésta necesita recurrir a otras fuentes: hacen, pue:., ingresar
te~ . La percepcion fílmica sólo es poc;ible. de hecho, por et cíccto a la vez en sus combinacione!>, en sus algoritmos, las variable
56 L.\ l\IAGEN EL P \PEL Dél OJO 57

intrínsecas deducidas del análisis de la información reliniana, y ríos para interpre1ar lo que se ve, preferirá i<ill\ entarn una rcs-
unas variables extrínsecas. ligadas a otro eventos ( e~ales eferen- pucc;ta a no dar ninguna.
tes que dirigen los mo' irnienios de lo ojos. memoria, etc.). Las - Los encuentros repetidos con el mundo visual producen,
mismas dos características se encontraban ya en las más antiguas ademas. hábitos que se traducen por txpectatn·os en cuanto aJ
teorías analíticas. las llamadas a veces teonas empiristas: de Ber- resultado visible de los ac1os perceptivos (y motores). fatas ex-
keley ( 1709) a Helmholtz (1850), se insisua en panicular en el en- pectativas '>Oll fuente. en gran parte, de las hipótesis de invanan-
lace y las asociaciones, aprendidas por experiencia, entre datos cia emitida~ sobre lo) objetos del mundo \ isual.
opticos y datos no visuales (de ahí el nombre de asoc1acionismo,
aplicado igualmeme a estas teorías). Estas antiguas teorías insis- Ln ejemplo aducido con hc<.:ucncia a este propósito es el de
tian mucho en el aprendizaje que llevaba a asociar y a inLcgrar lo que se llama «colma». La relall\'3 111decisión del área semánti-
informaciones heterogéneas. ca de la palabra, que hace que una «colina» no tenga realmente
Todai. las teorías analíticas se basan en el uc;o de lo que se 1amaiiu fijo y, por otra pane, el hecho de que, en la naturaleza,
llama la hipótesis de invariancla . Para una configuración dada el tamaño efec1ivo de las colina~ varíe efC\:tivamente mucho, hace
de la proyección retiniana, existe, como ya hemos destacado, una dificil, en ausencia de otra<; rl!lercm;ia'> vi-.uales, juzgar el tamaño
infinidad de objetos posibles que producen esta configuración. real de una colina localitada en un paisaje.
La hipótesis de invariancia consiste en suponer que, entre esta
familia de objeto , el observador elige uno de ellos y uno ~olo;
el modelo empirista supone entonces una aplicación repetida de TT.3.2. El enfoc1ue sinlélico
esta hipótesis, en el modo de los «ensayos y errores»: si una apli-
cación resulta errónea, el sistema visual «revisa» sus hipóte!lis de Consiste, por el contrario. en buscar correspondencias de la
invariancia y emite otras para hacer coincidir todas la hipótesis percepción del mundo \isual únicamente en el estimulo. Para es-
con una configuración posible (segun la experiencia adquirida y tos enfoque . la imagen óptica en la retina -incluidas por c;u-
las asociaciones). La hipótesis de i0\ananc1a esta, pues, ligada pueMo su modificadones en el tiempo- condene toda la infor-
al fenómcno de constancia perceptiva antes mencionado: por ejem- mación necesario para la perccpc1on de los objetos en el espacio,
plo, la constancia de orientación, que hace que la orientación de por estar nuestro sis1cma .. i,ual c;uficientemente equipado para tra-
los objetos mirados siga percibiéndose como constante a pesar tarla en este sentido.
del cambio de imagen retiniana, resultaría de un algoritmo que Este enfoque c'tá representado en el siglo "" por el «irma-
implicaría, entre otras cosa , la orien1ación registrada del cuerpo: ti-;mo» (Hering) que. como su nombre indica, se definió por opo-
la constancia de tamaño se ob1endría por un algoritmo que corre- sición a todas las tconas que supo111an un aprendizaje de la vi-
lacionase el Lamaño retiniano con una información referente a la ~ión. A pnnc1p1os del siglo ''· 'e pondrci mas bien el acento. con
distancia (lo que a veces se llama «ley del cuadrado de ta~ distan- los teóricos de la forma (Gesta/ttlteorie). sobre la capacidad. igual-
cias»), etc. mente innata, del cerebro para organi1.ar lo visual segun leyes uni-
Naturalmente, en estas teona:,,. que combinan lo visual y lo ' ersales y eternas. Pero fue a partir de 1950, con los trabajos de
no 'isual, se concibe como importante el papel del observador: J .J. Gibson } de su escuela. cuando este enfoque volvió de nuevo
- Hay tendencias propias (las mismas, más o menos, para a la acwalidad bajo el nombre de teona psicojt'sica y, después.
todo el mundo), como la tendencia a la equidistancia (cuando los de leoría ecológica de la percepción visual.
indicadores de distancia relaliva son poco claros, los objetos Lien- La originalidad de la teoría de Gibson es que considera las
den n aparecer como equidistames), o la 1endencia a la distancia transformaciones de la proyección retiniana como un LOdo indi-
especifica (en presencia de una información muy reducida sobre sociable, no analilablc. Para él, los elementos obtenidos por d
la distancia absoluta, c;e tenderá a ver los objetos c;icmpre a la análisb sólo existen en el mundo anit1c1al del laboratorio donde
misma distancia, alrededor de dos metros). Podría decirse, en ge- ~e los pone en ev1dcnc1a, y no en la percepción diaria, «normal»:
neral, que si el sistema visual no tiene todos los elementos necesa- de ahí su propos1c1on de un enfoque «ecolog1co», que rechaza
58 l \ l\1A<.ot:.N
H PAPcl DEL OH> 59
rawnar sobre experiencias de labora1orio, y pre1endc no conside- ción con otros objetos se percibe cuando la proyección retin.i~na
rar sino la pcrccpc1on «natural». En cs1a 1eoría, cada imagen rc- contiene una transformación perspecti\a as~iada a una oclusión
tinmna da una pcrccpcion global única. las \anable5 de esta per- oprica ciné1 ica (un objeto de~plaJándose cubre } de ·cubre pro-
cepción, ma.; dif1cilcs de determinar que en las Leonas anali1ica-., ~resi,amente la textura de la superficie situada tras él).
son iambien mas complejas en su estrucLUra; la noción de 1·aria- - Dos rasgos 1mponame:.. en resumen. se deben subrayar en este
blc compleja e , por 01ra parte, el centro de la Leona de Gibson.
enfoque:
y Jos gradientes de textura son un ejemplo de ella, constantemen-
- supone que pueden apreciar1;e lw• \'ariacionec; de las es-
te aducido: se representan como correlato\, en el estímulo, de la tructuras de la imagen rcuniana refiriéndolas a una continuidad
percepción de las superficies inclinadas (dicho de otro modo, un
(la de las superficies) ) a una consrnncia (la de los objeto~?; los
gradiente de textura en la imagen retiniana es el estimulo para
objetos momentáneamente fuera de la vista siguen conc1b1endo-
la percepción de una variación continua de distancia). Por consi-
se, en particular, como ex1sten1es. (Notemos de paso la llamatJV:l
guiente, en este enfoque, I~ discontinuidades lumino,as en la 1111a-
similitud de esta idea con la creencia análoga que funda, en el
gcn retiniana son una información sobre el espacio y nada más
cine, e incluso en cierta medida en pintura, la posibilidad del fue-
(no ~on una imagen del espacio. que t.e deba seguidamente imer-
riretar). Aparte de esto, la proyección retiniana contiene la sufi- ra de campo);
- se basa en la idea de que la cstimulación retiniana, com-
cien1c información sobre la disposición espacial como para que
pleja y cargada de información. da acceso a los invarianles_del
el 'iUjcto no tenga que recurrir (o deba hacerlo muy pocas veces)
mundo vic;ual. es decir. a su~ cualidades intrínsecas más profun-
a otras fuentes tales como las poi.tulndas por el asociacionic;mo
como necei.arias. das. El fin de la percepción, para Gibson. es de algún modo un.a
escala de evaluación del mwulo rmwl (que no ~e confunde C\1-
El modo de ra1.0nam.iento en el interior de este enfoque es mu>
panicular, ~obre todo en su variante ccologica. Por ejemplo, lt.l demcmcntc con el campo visual momentáneo); el mO\ imiento Y
existencia de un sucio. superficie que se extiende en la tercera di- la secuencialidad y por tamo el tiempo- son esenciales en la
mensión. pero también proporciona un soporte a la acll\ 1dad mo- construccion de esta escala espacial, que es la base del mundo
triz } forma casi s1emprc parte del campo \lsual, es una de sus percibido. ('Jotcmo~. también aqu1, la anal~g1a cinc~atográlica;
premisas (como la suposición de que la porción superior del cam- por otra parte. Gibson, cuando habla de la imagen cmem~t_og~a­
po \ISual es casi c;iempre el ciclo). fica uende a confundirla máo; dl lo razonable con una \1~1on in-
La proyección retiniana de un objeto se describe en función mediata del mundo, oh idando demasiado lo que de con\'encionaJ
de la. superficies en contacto con este objeto; la constante per- tiene.)
ccpth a es, pues, una consecuencia directa de la percepción nor- Para Gibson, percibir e~. pues, percibir las propiedades del
mal de objetos h:\turados sobre superlicief> te\turadas. No es, por entorno en referencia a la'i criatura~ que en él ,i,en. La luz nos
otra parte, necesario conocer la distancia de un objeto para saber proporclona toda la información util para eso, baJO 1~ especies
lo que es este objeto, ni haberlo 'isto >ª para percibirlo como de la perspecth a dinámica (relación entre ujeto ) entorno) ) de
dotado de un tamaño y de una forma El flujo retiniano re' istc, las estructuras inHtriantes (i,ucesos y objetos en el entorno). El
finalmente, en este enfoque una importancia particular, puc~to papel del aparato visual no es, para él. ni e_l de «descodifica_r»
que cada variedad de movimiento de objeto o de mo' imicnto del unos inputs, ni el de «construir» perceptos, sino el de extraer m-
observador produce un cieno esquema (único) de transformacio- formación. La percepción es una actividad directa.
nes en Ja rc1ina: por ejemplo, el movimiento de un objeto en rcla-
ll .3.3. ¿ Qu ~ enfoque es el rne.ior'!
.l L.1 "~~ologla» de Gll>~on c:-.1á rt'iueltame111c: .11Jar11a<lu al aire libre: el cielo.
en r.inkular, de,empellu en ella un papel im¡mnantc, qwni porque Gib~on cmpc:· Esta pregunta e-; deliberadamente ingenua: ambas ceor~as se
10 u lrabaJO' sobre la pcrccp.:ión por d e~t\ldio de la ~rcep..:ión 'l\Uul dt lo~ benefician de la aportación d<; gran cantidad de datos experimen-
rilntos de av1m:1on.
tales que \.ICnen a corroborarla' l la-;ta cieno punto. adcmác;. no
EL i>APLI Df t OJO 61
60 LA IMAGEN

son realmente comradictorias, pue to que sus objeto. no son exac- guicndo estos do importantes enfoques, es éste: ¿hay o no una pro-
tamente los mismos. Para recoger los término' de lrving Roe~ piedad nueva (del tipo de la «escala espacial global» postulada por
(1977), eswdian dos modos de percepción diíeremes: el modo de G1bson) que aparece cuando la informacion vic¡ual está presente de
la constancia, dominante en la vida diaria y objetivo, por estar manera coherente en toda la o¡uperficie retiniana? ¿Hay solamente,
en rclac1on con el mundo f1sico, y el modo de la pro.\11111dad, que por el contrario, una colección <le eventO'i puntuales y autónomos?
tiene poca relación con nuestro comportamiento hnbi1ual, pero Seguramente no es pasible decidir en un debate semejante. Pue-
desempeña un papel mdispensable en la percepción global (aun- de, a lo sumo, exponerc;e una intuición; prácticamente todos los
que sea dific.il de describir) progresoo, recientes en la comprensión del funcionamiento del ce-
CI obstáculo para cualquier comparación entre lo~ dos enfo- rebro permiten penc;ar que éc;te no se basa sólo en el enlace en
ques es que toda experiencia tendente a c!>llldiar una variable com- serie de muchas unidades espcc1ah1adas, sino en algunos proce-
pleja en el sentido de Gibson median1c mé1odos de labora1orio sos en cierto modo globales, o de localizados. que suponen apli-
será refutada por Jo:, gibsonianos. pues10 que, para ellos. aislar caciones en paralelo y/ o transversalidad. Se ha descubierto hace
una variable. incluso compleja. no tiene sen1ido. Así, se ha de- unos anos, por ejemplo, en algunas aves como La lechuza. que
moMrado por medio de múltiples experiencias que el gradieme existía, en el nivel de la!> neuronas cerebrales, un «mapa>i del es-
de textura, aislado en lns condiciones del laboratorio, es menos pacio auditivo, que difiere de cua lquier proyección punto por pun-
eficaz que la perspectiva: eso 110 inquieta u los tliscipulos de Gib- to de la información sensorial. En este sentido, no es imposible
son, para quienes un gradiente de textura no existe en si, sino creer que las c<variables complejas» ele la visión según Gibson im-
c;ólo como atribuido a una 'iUperflcic obJetal c;obre un tondo, en pliquen este tipo de funcionamiento.
un contexto que proporciona una escala espacial. Ls como si nos Esperando su verificación o su refutación, las dos ceonas tienen
enfrentascmos a un diálogo de sordos sus ventajas y su utilidad propia, y nos referiremos en adelame a una
Al mismo liempo, las \artantes mac; recientes de los <los gran- u otra según las necesidades. haciendo como si, en el estado actual
des enfoques («constructn•ismo» de Julian Hochberg por una parte de la ciencia, ambas tuviesen la misma probabilidad de ser verídicac;.
} «teona ecológica» de Gibson, por otra) son menos opue,tas que
las variantes antiguas. Así, dos problemas considerados eanden-
1es hasta princ1p1os de siglo están hoy casi oh idados. La oposi- lll. Oh t O \ ISL \I A l O IMAGl!':ARIO

cion entre innatismo y aprendizaje de la "isión ya no e' actual;


G1bson no supone necesariamente el innatismo <le los mccanb- Al pasar de lo vbible a lo vi ual. ya hemos empezado a tener
mos ligados a SU5 «variabl~ complcjasi>. ) l!Mos .,e adquieren pro- en cuenta el papel del sujeto que mira. o al menos. que .,e silúa
bablemente en parte por una educación (<normal» (lo que encaja en este lugar. Falta avanzar aún algo más. en dos direcciones:
por otra pane muy bien con la noción de «ccologta de la visión»); - primero, establecer claramente que el ojo no es la mirada:
inversamente, los algoritmos de los constructivistas no 'luponen hablar de información visual o de algoritmos es imerec;ante, pao
en modo alguno que, para todas estas consu uccioncc;, se necesite deja en suspenso la cuestión de saber quien construye esos algo-
un aprendizaje específico. En resumen, todo el mundo estima que rnmos, quién aprovecha esta informac1on, y por que;
tenemos de manera innaia la capacidad de aprender, o que (<la - enseguida, recoger y precisar brevemente lo esencial de lo
percepción es innata en el recién nacido y aprendida en el adulto». que acaba de decirse, pero aplicándolo al caso muy específico que
Corrcla1 ivameme. la opoc;ición cnt re utilización exclusiva de nos ocupa, el de la percepción de las imágenes.
información visual >combinación de información visual y no vi
'lual ha debilitado mucho desde entonces la querella entre Ges-
talllheoru? y asociacionismo. Estamos, tambicn en cMe riunto, en I JI. J. El ojo y la 1111rada
la hora de las reílexiones, si no <le 1.1s sínll.:si~ (por ejemplo, entre
conceptos como los de gra<laente e indicador~ de profundidad). Con la noción de mirndu. abandonamos ya, naturalmente, la
El problema <le fondo que ~iguc planteado y que sigue distin- e fera de lo puramente vic;ual: vohercmos. pues, en el capitulo
62 1 A l\IAGl!l' r;L 1'1\Pl 1 DI 1 OJO 63

siguknte, sobre esta nocion, especialmente con una pcr~pecth a plorarse» toda la superltcic Jcl campo "i-.ual situado hasta unos
p'>icoanalítica. Pero podemos, entretanto, ofrecer una primera de- 30° de la fóvea '>in lllO\ cr 1l1s lljo.,, tínicamente dirigiendo la alen-
finición más limitada de ella: la mirada es Jo que define la inteo- cion sucesi,·amenlc a todas las zonas de eslJ superficie (el kctor
cionalidad }' la finalidad de la visión. No es, si se quiere. más podra inlemar convcncer~e de ello).
que la dtmemión propiamenie humana de ésia.
La psicología de la percepción 'isual dedica captt u los impor-
tantes al estudio de la mirada, en algunas de sus mamfcstacionc:. lll.1.2. l.u bú.,t¡ucdu 'j.,m1I
(las mas cercanas a la conctcncta -la" má" alejadas, por el con-
trario, del inconsc1cmc-, al ser de fuerte oriemac1ón cognilivista ~e habla de husqucda para designar el proceso que consiste
casi todos los estudios psicológ1cos; \.éasc ca pu ulo 2, 1.2.4), en en encadenar varias fijaciones de la mirada seguidas en una mis-
particular al problema de la selccti,idad de la mirada, por media- ma escena \1sual pura explorulia con detalle.. Este proceso, evi
ción de la atención y la investigación visual. demememe, c<>ta 1111imame111e ligado a la atención y a la informa-
ción. al c;er Je1c1 minado el pumo en et que se cletendra la próxima
fiJac1ón de lu mirada a la vez por el objeto de la búsqueda, la
111.1.1. La atención vi11ual naturnle.111 de la llJacrón actual ~ el aspecto del campo visual. Si
'iC mira un paisaje desde lo allo <.le una colina, la búsqueda visual
Siempre se concede un papel esencial a la a tenci<)n, pero sin no será la misma (ni los pun1os <le fijación succsi\.OS, ni el ritmo)
definirla con precisión. Son numerosas las experiencias sobre esta '>egún sea uno gl;ólogo, aficionado a las ruinas romanas o agri-
cuesrión, pero fracasan casi todas a la hora de dar resultados real- cultor. farc ejemplo es simplista. apunta sólo a subrayar que sólo
mente interpretables, por su carácter casi tautológico: paia defi- hay bli,queda 'i-.ual si hay proyecto de bt.h.quccla más o meno'
nir la atención y c>.pcrimencar sobre ella hay que tener } a una i.:onsciemc (aunque sea la ausencia aparente de pro~ecto, que con-
defimción de la misma (que corre el peligro, desde ese momemo, siste solamente en espigar l.1 inforrnac:1on intcr~amc sin prejUZ·
de ser la del senudo comun). ,gar su posible naturnlc1a).
Se opera de modo bastante unánime, aunque con palabras dis- Esta noción es c.. pccialmcme intcrcsame en el caso de tas ima-
ti111a-.. una distinción entre atención central y atcnc1on pcrifenca: genc... Se lw dc .. rnc.1do dc,tle hace mucho tiempo (al menos desde
- la primera está concebida como una especie de tocaltLa- los ano' ueinta) que nmamos la:. imúgenc'>, no globalmente, de
ción sobre los aspecto importantes del campo \isual pucs1os de una \CZ, sino por fijaciones 'ucc,ha ... Las C\pcriencias concuer-
manifiesto por un proceso llamado a veces preatentivo. } que Ul- dan casi totalmente: en el caso de una imagen mirada sin ninguna
nc Net ser (uno de los padres de la psicología cognlltva) describió intención parucular, lu' fijaciones .. ucc'i~as duran w1as dédmas
como una especie de segmentación del campo en objetos y lon- d1.. segundo cada una y se lirn11an bastante estrictamc111e a las par-
dm, que permiten a la atención concen1rarsc en uno de esos seg- tes de la imagen má~ pro' isla!> de información (lo que puede dl!fi-
mentos cuando él> necesario; nir'>e de modo bastante riguroso como las panes que, memori.1..a-
la segunda. más vaga, afecta sobre todo a la atención a clas, permitirían rei.:onocct la imagen en um1 '>1..gunda presentación).
los fenómenos nuevos en la periferia del campo. Lo que 11np1 esionu mucho en e-.1 as experiencias es la afüencia
Esrn distinción delimJta. por ejemplo. In noción de campo vi- to1al 1.k regularidad en las series d~ fiJación de la mirada: no hay
sual, que designa la zonn, alrededor del punto de fijación de la bari ido regular de la imagen de urriba abajo ni de izqmerda a
mirada, en la cual w1 sujeto puede rcgisu ni info1 macion en cada derecha, ni esquema visual dl conjunto, sino, por el contrario,
trtslume dado. La dimcn.,iún de este campo útil es del urden de \aria!'. fijaciones muy cercanas en 1..acla wna fucncmcme mfor-
unos pocos grados alrededor de In fo, ca; depende mucho del tipo rnati\a y. cmre e~ü!> zona-., un rcconido complejo (figura 8). Se
de mancha visual en que se fija la mirada: el campo litil es 1111110 ha tntemndo pre.,.er lo~ 11 nycclU' de cxploracion de una imagen
ma}'or cuanto más simple es el estímulo que c:e debe registrar o por el ojo. pero, c:u auscucia d1.. toda consigna explicita, estos tra-
detectar Se ha podido, sin embargo, demostrar que puede «ex- yedo~ 'ºn un inde,cil ta ble cmrela1ado de ltneas quebradas. El
LA IMAGI!:-. el P.-\PCL DLL OJO 65
unico re!>ultado constamemcnte \erificado e que e 1e trayecto se men1e - eso será mas difícil- a la percepción de estas imágenes
modifica por la imroducción dt; consigna~ particulares. lo que \!S \ no a su interpreiación, reservando para lo!\ próximo capítulo
normal a la vista de lo que deciamos: una mirada informada se ~I examen de su u1ilización en un marco subjeti\.o > ·ocia!.
de plaza de modo diferente por el campo que explora.

lll.2. 1. Lu doble rcnlidud de la., imúgcnes

Véase la figura 9: reproduce una imagen plana, ea la que no


nos es dificil, sin embargo, reconocer una disposición espaciaJ,
semejante a la que nos harta percibir una escena real. Dicho de
otro modo, percibimos simultáneamente esta imagen como un frag-
mento de superficie plana y como un fragmcnLo de espacio Lridi-
mensional: a este lcnómeno psicológico fundamental es a lo que
se llama doble renlidnd perceptivo de las imágenes o, más breve-
mente, doble realidad de las imágenes.

La e.xprc ...ión abreviada «doble realidad» se ha hecho tan co-


rriente que es difícil evitar milizarla. Hay que tener muy en cuen-
ta, sin embargo, que es potencialmente peligrosa: las dos «reali-
dades1> de la imagen no son de la misma naturaleza en absolu10.
puesto que la imagen como porción de superficie plana es un ob-
jeto que puede Locar,c, dcsplULarsc y verse, mientras que la ima-
gen como porc10n del mundo en 1res dimensione<: existe ú11ica-
me111e por la vista. Es imponamc no olvidar nunca el calificativo
«percepti\a» aplicado a la doble realidad de las imagenes, incluso
fiJ!uta 8. :'\.1ovinueolos de losº'º' duranre la c,pforación ocular.
si está implícito, sin lo cual esta expresión apenas tiene ya c;entido.
Lo imponante, para la intención de es1e libro, es retener que
a) Información ,·obre la reululad 2-D de /UJ imágenes. Para
la imagen -como toda escena \isual obser\'ada durante cierto
un ojo fijo y único hay trc"' lueme.s po1enc1al~ de información
tiempo- se ve, no sólo en el tiempo, ·ino a costa de una explora-
sobre lo plano de la imagen: el marco> el soporte de esta imagen;
ción pocas veces inocente, y que la integrucion de esta multiplici-
la superficie (texturada) de la imagen misma; > los defectos de
dad de fijaciones particulares sucesivas es la que produce lo que la representadón analógica, en particular el hecho de que los co-
llamamos nuestra visión de la imagen. lores están a menudo menos '.SUt uraclos y lo contrastes menos acu-
sados en la imagen que en la realidad.
En visión binocu lar y/ o móvil, la información sobre lo plano
111.2. La percepción de las muigenes de la imagen es mucho más abundante: todos los m ovimientos
oculares re~elnn una ausencia total de cambios perspectivos en
Vamos a limitarnos aquí a las imágenes \ic;uales planas, aque- el interior de la imagen; no hay disparidad alguna cmre las dos
llas que, con la pintura, el grabado, el dibujo, la fotograífa, el imágenes retinianas. Eslos resultados sólo <:e obLicnen, uno y otro,
cinc, la television e incluso la imagen de 'ilntesi-;, c;1guen o;1endo con una <1upcrficic plana: por tamo, en visión normal (por ejem-
ampliamente mayoritarias en nuestra sociedad. Por otra parte, plo, en el muc;co, cuando se miran los cuadros con los dos ojos,
) a pesar de lo arbitrario de e:>ta divi ión, vamos a limitarnos igual- desplazándose ante ellos), las imágenes aparecen planas.
66 l \ l\11\C1I1" el P\Pf:l OH 010 67

b) In/ormació11 sobre la realidad 3-D de las imágenes: comra-


riamente a la información «bidimensional», siempre presente, las
imágenes ~ólo permiten percibir una realidad tridimensional si esta
ha sido cuidadosamente constrmda. Se necesita para eso imitar
lo mejor posible cienos caracteres de la visión natural (cuya lista
potencial es muy larga, como la de loo; caracreres de la visión).
Leonardo da Vmc1, en su Trarado de la pimuro, mcluyó una
lista de pre cripciones en este sentido para uso de los pintores;
a esta lista se la llama a veces las « reglas de Leonardo». He aquí
un resumen, forzosamente incompleto: hay que pintar los obje-
tos próximos en colores más saLUrados, contornos más nítidos,
textura más gruesa; los objetos lejanos estarán más arriba en el
..~ lienzo. serán más pequeilos, más pálidos, más finos de textura;
las líneas paralela~ en la realidad deben converger en la imagen,
etc. Estas reglas permiten que la est:ala espacial de la superficie
pincada reproduzca en la retina unas discontinuidades de lumi-
nancia y de color comparables a las que produce una escena no
pintada. excepto, en todo caso, el difuminado en la periferia.

Notemos cn11cguida que liC trata aquí de una de las mayores


diferencrns entre una imagen aníficial y una imagen retiniana (óp-
tica): esta úllima sólo es ní11da en su centro, miemras que la pn-
mera, desunada a ser explorada en todas su.<; panes por un ojo
móvil, es uniformemente nhida.

El lector habrá notado que, para todo lo referente a los bor-


des \isuales en cualquier caso. el aparato fotográfico, como la
cámara oscura, sigue las reglas de Leonardo. A estas reglas se
han añadido después, en la historia de la pintura, algunas otras
con la misma finalidad. como la «regla» de los colores inducidos.
que tiende a imitar el efecto producido en visión natural por la
vecindad de dos colores diferentes y la «contaminación» mutua
que resulta de ella.
e) La hipótesis de la c:o111pe11sació11 del punto de vista: es une
de los corolarios mas llamativos de la noción de doble realidad .
La hipótesis, debida a Maurice PJRJ:N"IU (1970), es la siguiente:
desde el momento en que puede regmrarse la realidad 2-D y la
realidad 3-D de una imagen. 1), puede determinarse el punto de
vista correcto sobre esta imagen (el correspondiente a la construc-
ción perspecti\'a), y 2), pueden compensarse todas las distorsio-
1 0 10 lle roJa je de la película -t rrn: 11m11rgo , oc Ci111\Cppe ()e sa111 1\ (1~.t'1) . nes retinianas engendrada~ por un punto de vista incorrecto. Di-
68 1 /\ IM/\GEN EL PAPl:L OH OJO 69

cho de otro modo, el hecho de percibir la imagen como una su- por todos los medios disponibles la existencia y la silUación de
perficie plana es lo que permite percibir más eficazmente la terce- la uperfic1e de la imagen). Es tnútil subrayar la imponancia de
ra dimensión imaginaria representada en la imagen. esta hipótesii. para la percepción de las imágenes: en el museo,
Esta hipótesis puede parecer sorprendente, pues10 que parece en el cine. ame el receptor de televisión, sólo excepcionalmente
ir a contrapelo de la opinión corriente, segun la cual se creerá estamos situados en el punto de vista exacto previsto por la cons-
tanto más en la realidad representada en una imagen cuamo más trncción pcr~pec1iva: -.in compensación, no veríamos más que imá-
se olvide u naturaleza de imagen. De hecho, no hay realmenre genes distorsionadas, deformadas
contradicción: la hipótesis de Pirenne no considera el saber del d) Doble realidad y aprendizaje: si la percepción de la profun-
espectador, ni los efectos de credibilidad provocados eventualmente didad de las imágenes moviliza, al menos parcialmente, los mis-
por la imagen; se aplica en un nivel anterior a esos fenómenos mos procesos que la percepción de una profundidad real, la per-
psicológicos. En este nivel, ha recibido numerosas confirmacio- cepción de las imagenes entonces debe desarrollarse, como la otra,
nes experimentales y se ha evidenciado el mecanismo «compensa- con la edad y la experiencia, pero no forzosamente al mismo rit-
dor», sin que de Lodos modos haya podido explicarse de manera mo. Parece, por ejemplo, que los nillos, hasta aproximadamenLe
absoluta. los 3 anos, perciben mal la bidimensionalidad de las imágenes,
La compensación es tanto más eficaz cuamo que el especta- y tienden a tratar las proyecciones re1inianas que provienen de
dor puede desplazarse y utilizar sus dos ojoi. (o sea, confirmar ellas como si viniesen de objetos realei..

Un ejemplo particular pero interesante es el de la dirección


de la luz. Un adulto habituado a las imágenes supon'C siempre
que la luz viene de ta pane :;upcrior de la imagen, incluso cuando
se la imierte; es lo que hace que, si se mira al revés una foto
de los crá.tere-; de la luna, se vean no como huecos, sino como
una especie de ampollas de la superficie.

La capacidad de ver una imagen como objeto plano intervie-


ne, en general, más larde que la capacidad de ver la profundidad,
y lodo parece indicar que esa es la razón por la cual los niños
pequeño!> perciben «mal» las imágenes (porque sólo ven en ellas
la profundidad).

111 .2.2. El principio de mn) o r p ro ba bilidad

Lai. imágenei. !>On, pues. ob_jetos visuales paradójicos: son de


dos dimensionei. pero permiten ver en ellas objetos de tres dimen-
siones (este carácter paradójico está ligado, desde luego, a que
las imágenes muestran objetos ausentes, de los que son una espe-
cie de símbolos: la capacidad de responder a las imágenes es un
paso hacia lo simbólico).
Figuro 10 Fotograma de Hiroshlma man amo11r, de Al111n Rc:,nais (1959). Si s.:
mira al w;go esta fotografía. ,e ~rcibin:I corrc.:tamente In escena reprcSC'lltadn. Sin embargo, al obtenerse mediante una proyección de la rea-
pero ningún desplazamiento permitirá nunca compcn~r la deformación de las lidad tridimen.sional en sólo dos dimensiones, implican una per-
Jotograrras cxpuec;tat en el panel central. y lotogmlladas 1amb1en al ses110. dida de información por «compresión». Recordemos, ea efecto,
70 LA lM \GL1' El PAl'H. IH 1 O JO 71

que. hablando geomélricarneme, una i~agen en pcrspecciva _pue-


de ser la imagen de una infinidad de objetos que tengan la misma
proyección: siempre habrá, pues, ambiguedades en cuamo a l~
percepción de la profundidad. El hecho de que se reconozcan casi
infaJiblememe los objelos representados, o al menos su forma,
ei., pues, algo nOlable: es forzoso pensar que, entre I~ diíerenles
configuraciones geométricas posibles, el cerebro «ehge» la más
probable. La imagen sólo planteará problemas s1 ofrece caracle-
nsticas contradictorias, o si la representación C!> insuficientemen-
te informativa: es el caso de las figuras ambiguai., paradójicas,
inciertas, como la de la figura l l. Aquí, y salvo el parecido for-
mal entre el principio de mayor probabilidad y la hipólesis de in-
variancia, base de la constante perceptiva, empezamos a dejar el
>>----<
campo de la simple percepción para entrar en el de la cognición: Fi¡¡uru tl 1111,iiin de llennp llus1on de Pon.to ltus1011 de Mullcr· Lycr
la selección del obJeto más probable ~e opera, ciertamente, según
los mismos procedimientos que en la visión real, pero recurriendo J:.sms ilusiones «elcmenroles» se refieren, pues, a dibujos no des-
además a un repercorio de objetos simbólicamente representados tinados a reprcscma1 cscc11a<; reales, y en los que abundan los indi-
en el cónex visual, ya conocidos y reconocidos. cadores de bidimcnsionalidad. La ilusión provendría entonces, se-
gun una hipótesis de R. L. Gregory, de una interpretación de estos
dibujos en térmrnos tndimensionales y haciemlo intervenir. por tan-
to, una constante perceptiva «dcspla1ada», y eso a pesar de que
estas imágenc'> pocas vece'> dan lugar a una interpretación cons-
ciente en términos de profundidad. Por ejemplo, en la ilusión de
Ponzo, la barra de arriba se ve como «más lejos» en vinud del efec-
to perspectivo induc:ido por la con\.crgcncia de las oblicuas: aJ es-
tar. pue'>. más lejos y tener una proyección tan grande como la otra,
\<SC ve» más grande. Del mismo modo, en la ilusión de Milller-Lyer.
el segmento de abajo, visto como un 1 incon interior, es t<amplia-
do» para compensar su supucsco mayor alcjamiemo.
El estudio de e~tac; ilusioncc; (y de muchas otras) se prosiguió
Figura 11. ¿Pata o conejo? •~ li¡:ura ccnlral es ambigua. muy acthame111c en los a1'10 sesenta y setenta, en especial por par-
le de la escuela inglesa <;eguidora de R.L. Grego11 y Béla Julesz.
como objeto privilegiado que habría de dar supuestameme acceso
111.2.3. Las ilusiones elcmenh1les a ciertos mecanismos de la 'i'>ión. Estos investigadores quedaron
impresionados sobre todo por la capacidad del sistema visual para
Se dice que una imagen produce una ilusión cuando su espec- asociar a unas i1m\gencs (aqul muy simplificadas) unas caracterís-
tador describe una percepción que no concuerda con un cierto ticas no visualc'>. en particular espaciales. Esta conclusión es la que
alributo físico del estímulo. Sólo mencionaremos aquí las ilusio- retendremos también: la imagen se percibe. casi automáticamen-
nes referentes a la evaluación de los tamaños y de las disLancias te. mediante una imerpretación en términos espaciales y tridimen-
(y no. por ejemplo, las ilusiones ligadas al después o a la rema- sionales. La~ ilu~ionc~ elcmcn1alcs del tipo de las que hemos men-
ncncia, como la ilusión de la cascada): la figura 12 da algunos cionado no hacen sino monifcstar ~pcctacularmeme esta capacidad
ejemplos clásicos de ello. de un modo particular. que es el de la percepción «obligada>>.
LA IM"OI N fil PJ\PFL OH OJO 73
72
obje1os figurados: en estas imágenes -en parncular en la inmen-
Ul .2..S. L:t percepció n de In forma sa mayoría de la~ imáJZcne~ fotográficas y videográfica - el pro-
blema de la percepción de la forma es el de la percepción de los
La noción de forma e antigua } se ha hecho compleja por objeros vio;uaJes La percepción de la forma sólo se hace más difi-
su utilizacion en un gran número de c.onte,tos diferentes Noso- cil, o menos hab11ual, cuando la imagen se vuelve más abstrac1a.
tros la uLilitaremos aquí en el sentido de «forma global», <<forma más simbólica (o cuando la profundidad se representa de manera
de conjumm) característica de un objeto representado en una ima- incorrecta). En todo'> e tos casos, en lo que está ausente 0 es
gen, o de un <;ímbolo sin existencia fenoménica en el mundo real. pobre la información sobre la profundidad, pueden entrar en jue-
Se trata, pues, aqu1, de la percepción de la forma en cuanto uni- go otros principios de organización formal.
dad, en cuanto configuración que implica la existencia de un todo b) La separac1ó11 fi~ura fondo: esta doble noción, que ha pa-
que estructura c;us partes de manera racional Por ejemplo, se re- sado hoy al lenguaje corriente. fue propuesta por psicologos de
conocerá en una imagen la forma de un ser humano, no sólo si la percepción para designar una división del campo visual en dos
puede identificarse un rostro, un cuello, un torso, unos braLos, 1onas, separada~ por un contorno. En el interior del contorno
etc. (al tener cada una de estas mismas unidades, por otra parte, (borde visual cerrado) se encucmra la figura; esta 1iene una for-
una forma caracterfstica), sino si se respetan cicnas relaciones cs- ma. un carácter mós o menos objcral, aunque no sea un objeto
paciale~ emre estos elementos. reconocible; se percibe como situada más cerca, como de un co-
Así concebida. la noción de forma es relativamente abstracta, lor más visible; en las experiencias es más fácilmente locali7ada
y en panicular relativamente independiente de las caracterfsticas identificada y nombrada, más fácilmente asociada a valores se~
físicas en las cuales se encuentra materializada. lJna forma pue- mánticos, cstéucos. cmoc1onaleo;. FI fondo, por el contrario, es
de, por ejemplo. cambiar de tamano, de situación, cambiar algu- más o menos informe, más o meno-. homogéneo, y se percibe como
nos de los elementos que la componen (punto~ en lugar de una cxcendido tras la figura.
lmea cominua ... ). sin verse r~lmente alterada como forma. Es No1emoc; que esta di-;1 inción «'>e origina» en Ja percepción diaria
lo que ha formulado. mas claramente que cualquier otro enfo- tal como la deo;cribe la concepción ecológica: percibimo~ muchas
que, la Gestalllheorie, al definir la forma como esquema de rela- figurac; (conjuntos de 'iuperficies texturadas que constituyen obje-
ciones invarian1es entre cienos elemenlos. tos) o;obre unos fondos (superficie' texturadas o no, pertenecien-
a) Forma, bordes visuales, ob1eros: todac; las experienciru> con- tes o no a objetos). Fs, incluso. una de las constantes de 1oda
firman esta idea (sensa1a) de que 'iOn los bordes \1sualcs presentes escena perceptiva real la importancia practica de la distinción
en el estimulo los que proporcionan la información necc<:ana para ~lgura fondo si; pone bien en cv1denc1a mediante las técnicas que
la percepción de la forma. Numerosos dispo-;111\oo.; destinados, en mtcntan de tru1rla. en especial el camuflaje: éste pretende incor-
particular. a producir luces homogéneas. sin bordes, demue~Lran porar la figura al fondo. Jugando con uno, o preferiblemente va-
bien que se es entonces incapaz, no sólo de percibir fonnas, sino, rioc;. de los caracteres distintivos de la figura enumerados más
incluso, de percibir sin más. Segunda idea sen ata confirmada por arriba.
la experiencia: la percepción de la forma requiere tiempo. Incluso La Gesraluheorie ha adelamado la idea de que Ja separación
al presentar una figura muy sencilla (circulo, triángulo, cuadra- figura, fondo es una propiedad organizadora (espontánea) del sis-
do) a un sujcLo, si la presentación tiene lugar con lu1 débil y es tema visual: toda fo1ma sería percibida en su entorno. en su «con-
muy breve, el sujeto sólo Ll!ndrá conciencia, muy vagamente, de texto)>, Y la relación figura / fondo sería la e'itructura abstracta de
haber visto algo, sin saber bien qué. En este tipo de experiencia esa relación de contextunli7ación.
de laboracorio, codo sucede como si hubiese construcción de la Esta concepción gueslállica fue criticada por las teorías analí-
rorma por el siscema visual: as1. la prolongación de la presema- ticas, que observaron, por una parte. que la separación ligura/ fon-
cion hace idemificable la forma. d.o no es inmediata (necesita un tiempo); por otra parte, que ni
En una imagen figurativa, la percepción de la forma es inse- s1qu1era C'> un proceso primario en relación con otros como la
parable, no solo de la percepción de los bordes, sino de la de los exploración \1sual. la visión periférica, o las expectativas del es-
74 1 \ tMAGl!l' el PAPl.!L Dl.!L OJO 75

e) Estrucluras rel!,u/ore\ de la forma: se trata aquí de princi-


pio'> gencralc... de percepción de la forma (objetal o absuacta, y
que actúan más claramente en el segundo caso), que fueron tam-
bien propuestos por la Gesraluheone. La «explicación» guestálti-
ca está ho~ :.uperada (consii.ua ln atribuir la organización perci-
bida al impacto de los elementos del esumulo sobre «campos de
fuerza» nervioso-., concebidos más bien segun el modelo de un
campo eléctrico). pero las observaciones que dieron lugar a su
fomrnlación siguen siendo "alidas.
Una parte de la popularidad de estos principios se debe, qui-
zás, al vocabulario legal ele los partidarios de la Gestalt, que atri-
buyeron, además, nombrec; llamativos a sus « leyes». He aquí las
más conocidas (véase la figura 14);
- la ley de proximidad: unos elementos próximos se perci-
Hgu1 u 1J He aquf un ejem¡1lo que dcmue<11ra ta 1ucrlU úcl conte\lo ~obrt la pcr ben más fácilmente que unos elementos alejados como penene-
,cpdOn de la forma. una forma muy ~encilla {un cuudrudu). prescnrndn con una cicn1es a una forma comlln;
mdinuc1on de 45' • ~e verá como un rombo Ln l.llmblo. si c~tc cu.1drado ~ in~r­ - lo ley de similil11d: unos elementos de la misma forma o
ta en un mar.:o rectangular, aparecerá como una ílguru untda a un fondo. dclim1 del mismo tamaílo se ven más íácilmeme como pertenecientes a
tallo, erunarcado, y la oncmación de t'Sc fondo dc,crnrcnar:\ un 11:ipcl
una misma forma de conjumo;
- la ley de la co11rmuac1011 adecuada: existe una tendencia
pcctador; y, finalmente, que mucha'\ veces los criterios locales de «natural» a continuar de manera racional una forma dada, si está
profundidad pueden er insuficientes o ambiguos (véase fig 11 ). inacabada;
Para el constructiv1smo, la percepción del fenómeno figura fon- - la ley de dem110 comli11: afec1a a las figuras en movimien-
do en la realidad corresponde al aumento de la distancia real en- to y afirma que unos elementos que se desplazan al mismo tiem-
tre las dos estructuras visuales cuando se franquea el contorno po se perciben como una unidad >' constll u yen de manera tenden-
del objeto. En lo referente a las superficies visuales (> por tanto c1al una forma unica.
a las imágenes) es, en cambio, un fenómeno totalmente aprendi- Todas estas « le}CS», elaboradas en lo esencial entre las dos
do, cultural. guerras mundiales, descansan en una noción central, la de forma
En este punto hay, pues, opos1c1on clara entre una leona in- (Gesta//), que implica entre los elementos de la figura una rela-
natista, la Gestalt, y una teoría del aprendizaje, el constructivis- ción más profunda que los elementos mismos. y que no se destru-
mo. En adelante, en este libro, se adopta implfcnamcnte una con- ye por la transformación de estos elementos. Se ha concedido mu-
cepción constructhista y se supone, pues, que, en lo re/eren/e a cho crédito a esta leyes, ampliamente difundidas (eran. por
las imágenes, la distinción figura/ fondo es aprendida. Subraye- ejemplo, conocidas por Eisenstein, que se refirió a ellas en varios
mos, sin embargo, para evitar cualquier malcmcndido, que eso textos de los años t reima y cuarenta); después, el carácter rotal-
no convierte en arbitraria esa distinción: si el mundo real está, mente superado de su explicación neurológica provocó su relati-
como creen casi todas las teorías de la percepetón, eSL1ucturado ' ºdescrédito. De hecho, estas leyes son combinaciones medio em-
visualmente en figuras sobre fondos, la transposie1ón ele esta no- píricas, medio intuitivas que, en esos limites, resultan bastante
ción a las imágenes no necesita establecer una convención suple- exactas, aunque peligran apenas se da una información sobre la
mentaria de las que regulan la imagen figurauva en general; for- profw1didad. Son, pues, muy intcresame para las imágenes poco
ma palle, en cierto modo, de la noción misma de figuración. (El o nada represcmauvas. que contengan numerosos elementos sim-
vocabulario es coherente: la imagen fi~urativa es la que produce ples y abc;tractos (se la., puede comparar, desde este punto de vis-
o reproduce las figuras y sus fondos ) ta, con algunas teonas del ane abstracto, de Kandinsk} a Vasa-
76 l.A IMA<.ic"'I I!L PAPEi 01:.1 OJC> 77

rely, que redescubren principios de organización. de estruc1ura, en general a lo largo de los contornos. y sobre todo en los lugares
de forma, del todo comparable:.: vease el capítulo 5, 1.2). en los que la direccion cambia muy rápidamente. /\ esos pumos,
d) Forma e 111fom1acion: desde hace algunas década~. las ten- sobre todo, ec; a los que '>C dmgc de manera pnvileg1ada la a1en-
iati\ as para superar la teona de la forma c;e concentraron en gran ción del c. pcc1ador cuando e le plamca una prcguma de Lípo (dn-
parte alrededor de la noción de información, en el sentido técnico forma11vo)) (por ejemplo, '>1 ~e le pide que memorice o que copie
que le dieron las teorías urgida'> de los celebres trabaJOS de Shan- una figura).
non y Wcavcr. La idea directriz es que. en una figura dada. exis- La noción de intormadón ha permitido reformular los princi-
ten partes que proporcionan mucha infomiación y otras que pro- pios guesLáhicos de modo má-. general, englobándolos en el prin-
cipio del mínimo: de do., organi1acione~ informacionaJes posibles
porcionan poca: estas ultimas son las que apenas «dicen» más
de una figura dada, la má'> sencilla es la que será percibida, la
de lo que <(dice» ya su vecindad, las enteramente previsibles; acerca
que implica más redundancia o. lo que viene a ser lo mismo, aque-
de éllas 'ie habla de redundancia.
lla cuya descripción moviliza meno!. información. Esta generali-
zación es en si in1cresan1c, aunque no haya respondido hasta ahora
o o o • • • a las expcctaiivas de información que había despenado (notemos
o o o o o o que el principio del mínimo csid. cvidcmcmemc. actuando con
o o o • • • gran amplirud en las imágenes de s1mesis). En cambio, ha dado
o o o o o o lugar a gran número de desarrollos en el marco del enfoque cons-
M (li)
1ruc1ivis1a, para el cual la percepción de ligurac; y de objetos se
funda en una acumulación de predicciones y de «tesis>> sobre lo
• que significan los bordes: predicciones, por su parte, fundadas
•••• •••• • • a la vez en la dec;igual distribución de la información y de Ja re-
• • • • • • •• dundancia en la ligura, > en las expectativas del espectador .
••

• •
(r)

f!l.3. Conc:/usión: el ojo v la una!!en

o
• • ••
• ¿Qué se puede retener de esta relación entre el instrumento
• • más universal, el ojo, ) la imagen, obJeto cultural, histórico por
• • excelencia, infinitamente singularii.ado en mil formas diferemes?
••• Ante todo, como dcc1amo'> en forma de perogrullada, que no
(el)
hay imagen sin percepción de una imagen. y el estudio, incluso
rapido, de los grandes caracteres de la c;egunda, evita muchos erro-
Figura 14. (ni ley de proXllllidnd, (b): lev de similitud. le): lcv de la cominuac1ón res -algunos convenidos en verdaderos clichés- en la compren-
adecuad<!. Cd): le} de: dau,,ura. sión de la primera. Pues si la imagen es arbitraria, invemada, ple-
namente cullural, su visión, por su parle, es casi inmediata. El
En una figura visual, la redundancia proviene de una lona estudio inlcrcullural de la percepción visua l ha demoslrado abun-
de color o de luminosidad homogénea, sin ruprnra. o de un con- uamemenlc que unos sujetos que nunca han sido cxpueslos a ella
torno de dirección casi constante, etc. Se introducen otras rcdun- tienen una capacidad innata para percibir los objetos figurados
danciac., por las grandes regularidades de estructura, en primer lu- en w1a imagen y su organización de conjumo, con tal de que se
gar In simetría, pero también por el respeto de las leyes guestalticas les den los medios de utilizar esta capacidad, explicándoles qué
(y de modo general. todo criterio de im•ariancia). La!. partes no es una imagen. (EsLos estudios se han hecho mucho más demos-
redundames son las partes inciertas, no previsibles. concentradas trativos desde que los etnólogos. por una pane. tomaron conciencia
78 l.\ l\l\Gc1'i El P1\PEL DEI OJO 79
de su propia posición de encuestador exterior y, por otra parte. Bailble (Claude), u Programmn11on du rcgard» (1977), en Caluers du ci-
dispusieron de medios de producción de imágenes casi imtantá- 11éma, 281, 5-19 ) 282, 5-20.
neas, con el video o la Polaroid.) Se ha reprochado a menudo Frais.se (Claude) y Piaget (Jean), (comp.), Traite de psycl1olug1e expén-
a los estudios sobre la percepción de la'> imágenes el hecho de memale, T VI: Percep11on, Parls, P U.F., ed. revi•ada. 1975.
ser etnocentricos, el sacar conclusiones de alcance universal de Frish\ (John P.). De l'a•tl au ceneuu, op. ci1
experilmcias realizadas en laboratorios de países indusmalizado~. Gibson {James J.). Tite Senses Com1dered us Perceptual Systems, Bos-
eso e" verdad a veces, pero es bueno recordar también que, en ton, lloughton-\lifílin, 19M: The Ecolo/l1cal J'lpproach 10 Visual Per-
principio, la percepción de las imágenes. con rnl que se consiga cep11ort, ibld., 1979.
separarlas de su interpretación (lo que no siempre es fácil), es un Gregory (R.L ), The /111elhRe111 Eye, Londre~. Weidenfeld & Nicolson,
1970.
proceso propio de la especie humana que sólo ha sido más culti-
vado por ciertas sociedades. El papel del ojo es el mismo parn 1lochberg (Julian), Perception. 2. • edición, Englewood Cliffs, N. J ., Pren-
tice-H all, 1978.
todos. y no debería subestimarse.
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Ensayos sobre lu s1g11ij1cat·1ó11 en el cine, Barcelona, Buenos Aires,
Primero, dos obro:. de introducción que permiten profumfüur un poco 1983)
en lo~ problemas abordados en este capitulo: Michotte (André), «Le cnrac1~re de "rcahtt!,. de~ projecrions cim:mato-
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op. Cit., 434-490; Optics, Painting and Photographv. Cambrid¡re um
ver:11t)' Press, 1970.
Finalmente, una recopilación de aniculos muy importante 'obre la per-
cepción de imágenes: Hagen (Margaret 1\.) (comp.). The Perception
o/ P1ctures. Vol. J: Alberti's Window: The Projective Model of Píe
1orial lnformation; vol. 11 : Dürer's Devices: Beyond the Projectíve
:\lodel oí Pic1ures, Nueva York, Academic Press, 1980

Las imágcne están hechas para ser vistas y Leniamos que em-
pezar por conceder una pane relevame aJ órgano de la visión.
El movimiento lógico de nuestra reflexión nos ha llevado a verifi-
car que este órgano no es un insLrumemo neutro, que se comeme
con transmitir datos lo más fielmente posible, sino que, por el
comrario. es una de las avanzadi llas del encuentro entre el cere-
bro y el mundo: panir del ojo conduce, automáticamente, a con-
siderar aJ sujelo que utiliza este ojo para observar una imagen,
y al que llamaremos, amplia ndo un poco la definición habiLual,
el espectador.
Este :;ujeto no puede definirse de modo sencillo y, en su rela-
ción con la imagen, deben ulilizarsc muchas determinaciones di-
ferentes, contradictorias a veces: aparte de la capacidad percepti-
va, se movilizan en ella el c;abcr, los alecLos y las creencias,
ampliameme modeladas a su vez por la penenencia a una región
de la hisLoria (a una clase social, a una época, a una cullura).
En cualquier ca o, a pesar de las enormes diferencias que se han
manjfcstado en la relación con una imagen particular, exisLen cons-
82 1 \ 1\1 \GLN El PAPEL DEL ESl'lCI Al>OR 83

tantcs, en alto grado Lranshtstóncas e incluso intercullurales, de a) Un ''a/or de represe11taC1ón: la imagen representativa es la
la relación del hombre con la imagen en general. Desde este pun- que representa CO'>as concretas («de un nivel de abstración infe-
to de 'is1a general 'amos a considerar al espectador, poniendo rior al de la'> 1mágene., mismas»). La noción de representación
el acento sobre los modelos p icológicos que -;e han propuc to e:. capital y volveremos detemdamentc ~obre ella, contemando-
para estudiar y comprender esta relación . nos de momento con ::.uponerla conocida, aJ menos en sus gran-
de!. líneas.
bJ Un \'olor de slmbolo: la 11nagen simbólica es la que repre-
l. LA IM.\GE.~ y su ESP[CT \DOR senta co::.as abstractas («de un valor de ab. tracción superior al
de las imagenes mismas»).
Emendamonos: aqui no se trata, ni de sostener que la rela- Dos rapidas observaciones micnlras volvemos a la noción de
ción del espectador con la imagen sea sólo comprensible (o ence- s1mbolo, muy cargada a c;u ve; históricameme: en principio, en
ramcnte comprensible) por los caminos de la psicologia, ni, me- csLas dos primeras definiciones, Arnheim supone que e sabe apre-
nos aún, de proponer un modelo univer<;al de «la» psicología «del» ciar necesariamente un « nivel de abstracción>>, lo que no siempre
espectador. Se LraLará simplcmenLc de enumerar alguna<; de las es cvidenle (¿es un círculo un objeto del mundo o, más bien, una
respuestas más importantes a es1as preguntas: ¿qué noi. aportan abstracción matemática?); seguidamente y sobre todo, el valor sim-
las imágenes? ¿Por qué que han existido en casi todas las socie- bólico de una imagen se define, más que cualquier otro, pragmd-
dades humanas? ¿Cómo se observan? ticamente, por la accrnabilidad social de los símbolos represen-
tados.
e:) Un 1•alor de signo: parn Arnheim, unn imagen sirve de s1g-
J./. ¿Por qué se mira una imagen? no cuando representa un contenido cuyos caracteres no refleja
visualmente. El ejemplo obligado sigue siendo aquí el de las seña-
La producción de imágenes nunca es absolutamente gratuita les -al menos de ciertas señale<;- del código de circulación, como
y, en todos los tiempos, se han fabricado las imágenes con vistas Ja de final de limitación de velocidad (barra negra oblicua sobre
a cierlO!. empleos, individuales o colectivos. l.Jna de las primeras fondo marfil). cuyo sigmficame visual no man1iene con u signi-
rcspue tas a nuesLra preguma pasa, pue5, por otra pregunta: ¿para fic-ado sino una relación toLalmente arbitraria.
qué sirven las imágenes? (¿para qué se las hace servir?) Esta claro A decir verdad, las imágene'>-signo apenas on imágenes en
que, en todas las sociedades, se han producido Ja mayor parte el sem1do corriente de la palabra (que corresponde, grosso modo,
de las imágenes con vistas a cienos fmes (de propaganda, de in- a las dos primeras funciones de Arnheim). La realidad de las imá-
formación, religiosos, ideológicos en general), y más adelante di- genes es mucho má compleja y hay pocas imágenes que encar-
remos unas palabras sobre esto. Pero, en un primer momento, nen perfectamente una y sólo una de estas tre::. funciones, al par-
y para concentrarnos mejor en la pregun1a obre el espectador, ticipar la inmensa mayoría de las imágenes, en gr ado variable,
sólo examinaremos una de las razones esenciales de que se pro- de las tres a la veL. Para tomar un sencillo ejemplo, un cuadro
duzcan las imágenes: la que deriva de la pertenencia de la imagen de tema religioso situado en una igle!>ia, pongamos La As1111cio11
en general a l campo de lo simbólico y que. en consecuencia, la de la Virgen de Ti1iano ( 1516- 1518) en la iglesia de Sama Maria
sitúa como mediación emre el espectador y la reaJidad. dci Frari en Venecia, posee un tnple valor: significa -de modo
ciertamente redundante en este caso- el carácter religioso del Ju-
gar. por su inserción en la panc alta de un altar (notemos que,
l. l. l. La relación de la imagen con lo real en este ejemplo, Jo que cons111uye el signo, en rigor, es menos
la imagen misma que su snuacion); y representa personajes dis-
Seguiremos aquí la reflexión de Rudou· ARNIILIM ( 1969). que puestos en una escena que es, ademas, como toda escena bíblica,
propone una sugestiva y cómoda tricotomía emre valores de la ampliamcme s1111bo/1ca (~imboüsmos parciales, por otra parte, 1ales
imagen en su relación con lo real: como el de lo colores, ac1uan aqu1 tambicn).
84 1 \ IMAGE"I EL P.\PEl DEL CC\Pl-CT r>OR 85

e) El modo estético: la imagen está destinada a complacer a


1.1.2. La funciones de la imagen su espectador. a proporcionarle sensaciones (aiszes1S) especificas.
fate propósito es tambicn antiguo, aunque sea casi imposible pro-
¿Para qué se utiliza la imagen? \lo es posible aquí, !.in duda, nunciarse sobre lo que pudo ser el senumiemo estético en épocas
ser tan radical como Amheim en la d1stinc1ón entre grandes ca1e- muy alejada... de la nue tra (¿se suponía que los bisontes de Las-
gorías: las «funciones» de la imagen -;on las mismas que fueron caux eran bellos? ¿Tenian sólo un valor mágico?). En cualquier
tambien las de todas las producciones propiame111e humanas en caso. esLa función de la imagen es hoy índisociable. o casi. de
el cur ·o de la historia, que pretendían establecer una relacion con la nocion de nrtc, hasta el punto de que a menudo se confunden
el mundo. Sin intenciones de exhaustividad, hay documentados las dos, )' que una imagen que pretenda obtener un efecto estético
tres modos principale de esta relación: puede fácilmente hacerse pasar por una imagen artística (véase
a) El modo simb61ico: las imágenes si1 vieron sin duda prime- la publicidad, en la que llega a su colmo esta confusión).
ro, esencialmente. como símbolos. !>imbolos religiosos más exac-
tamente, que, se suponía, daban acceso a la esfera de lo sagrado
mediante la manifestación más o menos directa de una presencia 1. 1.3. «Reconocimiento» y «rememoración»
divina. Sin remontarnos hasta la prehistoria, las primeras escul-
turas griegas arcaicas eran ídolos, producidos y venerados como En todos sus modos de relación con lo real y con sus funcio-
manifestaciones sensibles de la divinidad (aunque esta manifesta- nes, la imagen depende, en conjunto, de la esfera de lo simbólico
ción sea parcial e inconmensurable con respecto a la divinidad (campo de las producciones socializadas, utilizables en virtud de
mi-;ma). A decir verdad, los ejemplos aqu1 son c.:a'>i innumerables, las convenciones que rigen las relaciones interindividuales). Falla
por lo copiosa y acLUaJ que es todavía la imagincna religiosa. fi- abordar más frontalmente la pregunta de la que habiamos parti-
gurativa o no: algunas de las imágenes represeman en ella divini- do: ¿por qué -y cómo- se mira una imagen?
dades (Zeus, Buda o Cristo), y otras tienen un valor puramente La respuesta, en lo esencial, está contenida en lo que acaba-
simbólico (la cruz cristiana, la esvástica hindú). mo-; de decir: sólo falta traducirla a términos más psicológicos.
Los simbolismos no son solamente religiosos, y la función sim- Planrearemos, siguiendo a E.H. Gombrich, la hipótesis siguiente:
bólica de las imágenes ha sobrevivido ampliamente a la laiciza- la imagen tiene como func10n primera el asegurar, reforzar, rea-
ción de las sociedades occidentales, aunque sea sólo para Lran - firmar y precisar nuestra relación con el mundo visual: desempe-
mitir los nuevos valore (la Democracia, el Progreso. la Libcnad, ña un papel de descubrimiemo de lo visual. Hemos visto en el
etc.) ligados a las nuevas formas políticas. Hay además muchos capÍlulo primero que esta relación es esencial para nuestra aclivi-
otros simbolismos que no tienen. ninguno de ellos. un área de dad intelectual: permitirnos perfeccionarla y dominarla mejor es
validez tan imporcaute. el papel de la imagen.
b) El modo epistenuco: la imagen aporta informaciones (visua- Razonando obre las imágenes anisticas, GOMBRICH ( 1965)
les) 'lObre el mundo, cuyo conocimiento permite así abordar, in- opone dos modos principales de inversión psicológica en la ima-
cluso en algunos de sus aspcc1os no visuales. La naturaleza de esta gen: el reconocimiento y la rememornción, presentándose la se-
información varía (un mapa de carreteras, una postal ilustrada, 11n gunda como más profunda y mds esencial. Vamos a explicar es-
naipe, una tarjeta bancaria. son imágenes, su valor informativo tos dos términos, no sin observar inmediatamente que esta
no es el mismo), pero esta función general de conoc1mie11to se asignó dicotomía coincide ampliamente con la distinción entre función
muy pronto a las imágenes. Se encuen1ra, por ejemplo, en la in- representativa y función simbólica, de la que es una especie de
mensa mayoría de los manuscritos iluminados de la Edad Media, traducción en término psicológicos, encaminándose la una hacia
sea que ilumen la Eneida o el Evangelio, o bien colecciones de plan- la memoria y, por tanto, al mtelecto, las funciones razonadoras,
chas botánicas o portulanos. Ei;ta función se desarrolló y amplió Y la otra hacia la aprehensión de lo vi<;ible, las funciones más di-
considerablemente desde principios de la era moderna, con la apa- rectamente sensoriales.
rición de géneros «documentales» como el paisaje o el retrato.
86 LA IMAGC:N E:L PAPLI DI 1 1'SPt·( l .\IX)R 87
Como habiamos 'ugcndo en el capitulo precedente, la con -
/.2. El espectador construye la mwf!en, la 1ma~en constrnye al tancia percepti\a e... pue.,, el resultado de un trabajo psicofi ico
espectador complejo. Pero e'ila •<estabilidad» del reconocimiento llega mas
tejo~ aún, pues10 que '\amos \.apaces no <>olo de reconocer, ino
Este enfoque del espectador consiste ame todo en tratarlo como de identificar los objeto\, a pesar de las distorsiones eventuales
un pamc1pame emocional y cognilivamcme activo de la imagen que les hace sufrir'º reproducc1on por la imagen. El ejemplo más
(y, tambien. como un organismo ps1qu1co sobre el cual actua a llamativo es el del rostro· s1 reconocemos fácilmente el modelo
su vez la imagen). de un re1rmo fotográfico (o de un retrato pintado, si está sufi-
cientememe de acuerdo con los códigos naturalistas}, es gracias
a la constancia percep1iva; pero si reconocemos también al mode-
1.2.1. El «reconocimienlo» lo de una caricatura, hay que suponer que hacemos intervenir,
además, otros criterios (nadie se parece li1eraJmeme a su caricatu-
Reconocer algo en una imagen es identificar, al menos par- ra). El caricaturista capta, para continuar con Gornbrich, unas
cialmente. lo que se ve en ella con algo que se ve o podría verse invariantes del rostro, que antes no habíamos necesariruncmc ob-
en la realidad. Es. pues. un proceso, un trabajo. que utiliza las servado, pero que podrán en adelante desempeñar el papel de in-
propiedades del sistema visual. dicadores de reconocimiento (con otro vocabulario se encuentra
a) El trabajo del reconocimiento: ya hemos' il>lo (capítulo pri- la misma idea en lo~ primeros trabajos semiológicos de Umbeno
mero, 11 1.2) que un buen número de las características visuales Eco). Del mismo modo, si enconrramos de nuevo a alguien a quien
del mundo real se reencuentran, tal cual, en las imágenes y que, habíamos perdido de vista durante mucho tiempo, lo reconocere-
hasta cierto punto, se ve en éstas «lo mismo» que en la realidad: mos gracias a invariantes del mismo orden, difíciles a menudo,
bordes visuales, colores, gradientes de tamaño y de textura, etc. además. de precisar analiticamcme.
Con mayor amplilud puede decirse que la nodón de constunciu Dicho de otro modo: el trabaJo del reconocimiento utiliza. en
percep11va, base de nuesua aprchension del mundo visual que nos general, no sólo las propiedades «elementales» del sistema visual.
permite atribuir cualidades conscamcs a los objetos y al espacio, sino también capacidades de codificación ya bastante abstractas:
es también el fundamento de nue'itra percepción de las imágenes. reconocer no es comprobar una 'iimilitud punto por punto. e. lo-
Gombrich insiste, ademas, en que este trabajo de reconoci- calizar mvariames de la vi..,ión, algunas ya estrucruradas, como
m1en10, en la misma medida en que e trata de re-conocer, se apoya una especie de grande~ forma<,.
en la memona, mas exactamente, en una reserva de formas de b) Placer del rero11oc1111ie1110: reconocer el mundo visual en
objetos y de disposicione:s espaciales memorizadas: la constancia una imagen puede ser útil; provoca igualmente un placer específi-
perceptiva es la comparación ince ante que hacemos entre lo que co. Está fuera de duda que una de las razones esenciales del desa-
vemos y lo que ya hemos vislo. rrollo del arte represemati\'O. naturalista o menos naLUralista, nace
de la sa1isfacción psicológica implicada en el «reencuenrro» de
IEI nombre de «constancias»] ((Cubre la 10Lalidad de estas ten- una experiencia \'isual en una imagen, de forma a la vez repetiti-
dencias estabilizadoras que impiden que nos dé vuellas la cabeza va, condensada y dominable.
en un mundo de apariencias ílucLuantcs. Cuando un hombre avan- Desde es1c punto de vista, el reconocimiento no es un proceso
za hacia nosotros en la calle para saludarnos, su imagen aumcn- de sentido t'tnico. El arte representativo imita a la naturalc1a, y
lará a doble tamaño si se acerca de veime a diez metros. Si tiende es1a imitación nos procura placer: pero de paso, y casi dialéc1ica-
la mano para saludarnos, ésta se hace enorme. No registramos meme, influye en «la naturale1.a>) o, al menos, en nuestro modo
el grado de esos cambios; su imagen permanece relativamente cons- de verla. Se hu observado con frecuencia que el ~entimiemo del
tante, igual que el color de su pelo, a pesar de los cambios de paisaje ya no habta vucllo a ser el mismo despu~!> de haberse pin-
lu7 y de reílejos» (E.I-1. Gombrich, «la découvene du visuel par tado paisajes sin figuras; mo\ imien10., pictóricos como el pop arr
le mayen de ran», págs. 90-91). o el hiperrcali<imo nos hacen «\Cr» igualmente el mundo colidia-
l \ l'\l ,\Gc~
88 EL PAPEL DEI l Sl'E\T Al>OR 81)

no, °'." su1> objetos. de modo difercn1e (Gombrich hace la misma ob-
c;ervación a propósito de los colla!!es de Roben Rauschcnbcrg, subra-
yando que siempre nos \'ienen a la mente ante cierto'> anum:1os reales,
con sus collaJ?es y sus dislocaciones). EJ reconocimien10 que permi-
te la imagen anisLica participa. pues. del conocimiento: pero se en-
cuentra Lamb1en con las expectativas del espectador. a costa de trans-
formarlas o de susdrar otras: tiene que ver con la rememoración.

1.2.2. L a (<r emem oración»

a) Imagen y codificación: la imagen cumple, pues, in11 incada-


meme. estas dos funciones psicológicas; entre otras cosas, aparte
de su relación mimética más o menos acentuada con lo real, trans-
mite, de forma necesariamente codificada, un cierto saber sobre
lo real (tomando esta vez la palabra cccodil'icado)) en un sentido
muy cercano aJ de la semioliogi.Ihtica).
El instrumento de la rememoración por la imagen es en efec10
lo que, muy en general, podna Uamarse el es<1uema: es1rucLUra
rclaiivamcntc scnciHa, memorizable como tal más allá de sus dí-
vcrsas actualizaciones. Para permanecer en el campo de la ima-
gen amstica, no faltan los ejemplo., de estilos que utilinuon tales
esquemas, a menudo de manera s1 1cmatica y repetitiva (el esque-
ma es, por otra parte, en general, la base de la noción misma
de estilo). Citemos uno, muy conocido: el ane egipcio de la epo-
ca faraónica en el cual una imagen particular no es más que una
combinación de imágenes parcialc que reproducen lo más literal-
mente posible esquemas up1cos (escriba .,entado, ec;cnba en cucli-
llas. divinidades. figura de faraón, etc.), convencionalmente liga-
dos a su vez a su referente real.
b) Esquema y cognición: en cuamo instrumento de rememo-
ración, el esquema es «económico»: debe ser más sencillo, más
legible que Jo esquematizado (sin lo cual no -;irve de nada). Tiene,
pues, obligatoriamente, un aspecto cognitivo, incluso didáctico.
La consecuencia más notable de ello es que el esquema no es
un absoluto: las formas esquemáticas corresponden a ciertos usos
a los cuales eslán adaptadas, pero evolucionan -y ,1 veces Imagen Y estiut:mu: 1:1 J1luvio. rol corno ~e rcprei;en111 en un man~crito del ~lglo 'CI.
desaparecen- a medida que cambian estos usos, y rnmbién a me-
dida que ~e producen nuevos conoc1mientoc; que los convienen
en inadecuados. Para decirlo brevemente. hay un ac;pecto «expe-
rimental» en el esquema, someudo permanentemente a un proce-
so de corrección.
90 F.l I' ·\J>U C>El (·SI'! CI ,\llOR 91
Cn los estilos de imagen más alejado del naturalbmo es don-
de esca presencia del esquema C.'> mas visible: el arte cristiano has-
ta el Renacimiento, por ejemplo. utiliza constantemente las mis-
mas <tfórmulas>l 1conograficas, no 'iólo para representar a los
per onajes sagrados, sino tambien la<; escenas canómcas. Pero,
en el interior mismo de esta larga 1radic1ón, C'\tos esquemas no
han dejado de evolucionar -en parucular. a partir del iglo x11-
para poder integrarse en una esccnificac10n más ostensiblemente
dramati.iada. Para no citar más que un ejemplo (minusculo) de
esca evolución, la aureola colocada tra~ la cabeza de los persona-
j~ para significar su antidad (esquema iconográlico derivado a
su vez de un simbolismo más antiguo del halo luminoso. del aura),
representada primero por un círcu lo (o. menos frecuentemente,
un cuadrado) sin ningún efecto perspectivo, va, poco a poco. tra-
u'rndose como un objeto real, sometida, pues, a las leyes perspec-
tivistns (de ahi la fonna elíptica que tomo a partir de los siglos
XIV y xv).
Finalmente, este aspecto cognuivo y, por tanto cxpcrimcnta-
ble y experímencal, del esquema, está igualmente prescmc en el
interior mismo del ane representativo. Sólo cuaremos un s1mo-
ma, y es la importancia concedida, en tamos <tmétodos» de apren-
dizaje, al esquema (en c;entido lilera)) como estadio prdinunar del
dibujo naturalista: como .,¡, «bajo» el dibujo acabado. con sus
sombras, sus degradados, su tc:-.tura, hubiese una «osamenta» que
representara el conocimiento e tructural que tiene el dibujante del
objeto dibujado. Así es, desde luego, como se entendta en cieno~
tratados de pintura, como el de Leonardo, en el que se insistía
en la nec~idad de conocer la anatomía para pintar la figura: idea
que ha i.obrevivido mucho tiempo. al menos hasta lngres y sus
discfpuloi..

1.2.3. El «papel del cspcctndorn

Fue Lambién Gombrich quien, en su cdcbrc obra Ane e ilu-


sión, propuso la expresión de «papel (o función) del cspccLador»
(be/10/der's share) para designar el conjun10 de los actos pcrccp1i-
vos y psíquicos por los cuales el espectador, al percibirla y com-
prenderla, hace existir la imagen. I:sta imagen es, en el fondo,
Pin1.u 11.:umo '<'ve .. 1.E'\tll lt1 c\uc111ud óp11co·11eom~1rica má~ cerl"a de: e'1e idc-.il
la prolongación directa, más o menos la suma, de lo que acaba- que la b1i-qucua tlc un clcc10 11;11mc:i\h:rk-o»'!
rnos de ob ervar. Arriba : .. 1 e pilon Ju rorn. tlc 1 r.mi;-01\ \1ur1u, li Jnct ( lH-11!1. ~lu-.o:o Granel \h
~n·Pro\cncc.
a) No ha.Y mirada inocente: en su hbro (cuya primera redac-
,\bajo: •< I t: pon1 de l'f ~1:1c.1de ii Parí'>• tlc J .H. Jongking (185~).
92 l .\ IM \OC·!'. EL PAPEL OH I·SPl:l T \DOR 93

c1ón daca de 1956), Gombrich adopla, sobre la percepción \ 1sual,


una posición de tipo consuuclivista. Para él, la percepc1on visual
es un proceso casi experimental. que implica un <;istcma de cxpec-
lauvas, sobre Ja base de Las cuales se emiten hipótesis, seguida- ' ).)
;i[l)
mente \enficadas o invalidadas. Este sistema de expectathas es,
a su vez, ampbamcme informado por nu~tro conocimiento pre- So1c1Df
vio del mundo }' de las imagcnes: en nuestra aprehcn!>ión de las
imágenes, establecemos anticipaciones ai\adiendo ideas estereoti- .1 2..,
padas a nuestras percepciones. La mirada inoceme es, pues. un
mito, y la primera aportación de Gombrich consistió justamente
en recordar que ver no puede ser sino comparar lo que esperamos
con el mensaje que recibe nuestro aparato visual.

Esta idea puede parecer tri\ ial, pero la insistencia casi didác-
tica de Gombrich apunta, en lo esencial, a las teorías espomá
neas enlitidas en el ambiente pictórico, en 1<1'> que ese milo de
la mirada inocente ha resistido firmemente. Fn el siglo '"'· en
panicular, el realismo de un Courbel o. más evidentemente, el
impresionismo, quisieron defender la idea de que habla que pin-
tar «lo que se ve» (o pintar «como se ve»). ln llu1dos por la
teona de la difusión de la luz y por el de cubrimiento de la «le)
de los contrastes de colores», los impre!>ionistas fueron «dema-
siado lejos» en sus cuadros, rechazando el contorno nítido en
favor de pequeñas manchas que deberían, supuestamente. repre-
sentar el modo según el cual se difunde la luz en la atmósfera .
~ no pintando ya más que sombras, c;1<;temálica y excesivamente ~
'iolelas. Es muy evidente que esta manera de p1mnr no está más
cerca de la \isión real que otra (está, inclu<;o, en cienos puntos, í\ I
\
más alejada de ella).
~
b) la «re¡,la del ere.»: haciendo intervenir su saber pre' io,
el espectador de la imagen suple, pues. lo no representado, las
lagunas de la representación. Esta complementación interviene en
todos los niveles, del más ekmt:ntal al más complejo, siendo el
principio de base estnblecido por Gombrich el de que una imagen
nunca puede rl:'presentarlo codo.
Son innumerables los ejemplos de aplicación de esta «regla
del etc.» (según la llamativa expresión acuñada. por John M. Ken-
nedy): interviene tanto para permicirnos ver una escena realista
en un grabado en blanco y negro (cuya percepción completamos
afladiendo al menos todo lo que falta entre lo<> mum. grabados
y. a veces. una idea sobre los colore ausentes). como para rcsti- la regla del etc. El \ uicidio de Nt'rt,n . dihujn de Ei<t'n~lt'Ín , 1942.
I ,\ IMAGE:\ EL PAJ'EL DEL LSPr:c t \JJOR
95
tuir las panes ausentes u ocultas de los obJclo' rcpre,entado' (en en conceder un \'Ulor casi cienuíico a la perspectiva: no es que
panicular de los personaJCS). estime -sena absurdo- que un cuadro pimado en perspectiva
Dicho de otro modo, el papel del espectador es proyecuvo: parezca absolutamente real (acabarnos de ver que no cree, preci-
como en el ejemplo algo extremo. pero fam1har, de las manchas c;amenre, en la posibilidad de un parecido absoluto), pero, para
del LC\t de Rorc;chach. tenemo'> tendencia a identílicar cualquier el. lo convencional no es la perspecrh a, sino el hecho de pintar
cosa en una imagen. iempre que ha>a una lorma que se parezca obre una superficie plana. la perspectiva, en efecto, está en ta
min1mamente a esa cosa. En el limite. esta tendencia proyectiva vis1on: lo plano de la imagen es totalmente cxcerior al sistema \.i-
puede hacerse excesha, :r desembocar en una intapretación erró- sual. Gombrich e~. por ejemplo, perfectamente consciente de las
nea o abusi'a cJe la imagen, por parte cJe un espectador que pro- ambigüedades teóricas de la per<1pectiva (dec;de el pumo de vista
~ec1asc en ella datos incongruente : es el problema. enrre otros. geometrico): pero. para él, estas ambiguedade son las mismas
de cienas in1erpreraciones de las imágenes apoyadas en una base en la imagen y en la realidad y, sobre todo. Ja manera en que
objetiva frágil y que contienen «mucha» proyección. el ojo las supera es Ja misma en la imagen } en la vida diaria:
hace intervenir olios indicadores, orros .,aberes, y por encima de
Citemos solamente el conocido ejemplo de lo lectura. por par- todo, esquemas ya 111ás o menos s11nboli1ados (los que sirven para
te de Freud, del cuadro de Lco1iardo <la Vinci, Sal/la Ana, la Vir- la «rememoración»). I:n resumen, el papel del espectador, segu11
gen y el 11illo Jesús. En esta imagen, Frcud creyó poder discernir Gombrich, es un papel extremadamente activo: construcción vi-
-u1 ilizando por otra pane observae1oncs hechas antes de él- el sual del «reconoc1m1enton, activación de los esquemas de la «re-
contorno de un ave de presa en La lorma del vesudo de sama Ana: memoración» y ensamblaje de uno y otra con vistas a la cons-
«observación>> singularmente proyccti\'a, que él situa en relación trucción de una visión coherente del conjunto de la imagen. Se
con su tcona obre el uca.c;on ps1cológico de Leonardo y. en espe- comprende por qué es ran central en toda la teoría de Gombrích
cial, con el papel que habría desempei)ado un milano en la infan- esce papel del espectador: es él quien hace la imagen.
cia de Leonardo.

En el fondo, el espectador puede Llegar. en cierta medida, hasta J.2.4. La im a~en aclúu \Obre el espectudor
«inventar», total o parcialmente. el cuadro, Gombrich recuerda,
además. que cienos pintore se sirvieron deliberadamente de e ta La posición de Gombrich no c., aislada: otras, parúendo mu-
facultad pro)ectiva para inventar imá!!encs, bu candolas en for- chas veces de premisas mur dileren1e , han desarrollado enfoques
mas aleatorias como unas mancha:. de tinta hecha'> al aLar. La iguaJmeme anaüucos, «construcmistas» si se quiere, de la rela-
imagen es, pues, tanto desde el punto de vista de su autor como ción del espectador con la imagen. Sin embargo. la mayor parte
de su espectador. un fenómeno ligado, tamb1en. a la 11nag111ac1ón. de c:itos otros enfoques ponen sobre todo el acento en los proce-
e) los esquemas perceptivos: esta 1acuitad de proyección del 1>0:i imelectunlcs que pan1c1pa11 en la percepción de la imagen y
espectador descan<m en la existencia de c.\cauemas pcrceptívoc;. Exac- entraflados poi la imagen, y no conceden tanta imponancia al
tamente como en la percepción corrie111e, la activiJad del ec;pccla- estadio puramente perccpti\ o.
dor an1c la imagen consiste en uulilar todas las capacidades del a) El enfoque cog111t1vo: la psicología cognitiva es una rama
c;1stema \isual y, en especial. sus capacidades e.le organrzacion de de la ps1cología cuyo desarrollo ha sido c:.pectacuJarmente rápido
la realidad, y en confrontarlas con los datos icón1cos precedente- durame el último decenio. Como su nombre indica, pretende es-
mente encontrados y almacenados en la memoria de lorma es- clarecer los procesos intelectuales del conocimíemo, entendido en
quernatica (véase el capitulo primero). un sentido muy amplio, que incluye, por ejemplo, la actividad
Dicho de otro modo, el papel del espectador, en e'>te enfoque, del lenguaje, pero también, rná' rccícmemente, la actividad de
es una combinación constante de «reconocimiento» y de «reme- fabricación y de consumo de las imágenes.
moración», en el sentido en que acabamos de hablar de ello en La teoría cognitivbta, en prácucamente todas sus variantes ac-
11.2. I y 2. Gombrich. en panicular. no tiene e:icrúpulo alguno tuales, presupone el construcci\'ismo. toda percepción. to<lo jui-
96 El PAPEL DEI CSl'ECTJ\DOR 97
cio, lodo conocimiento, es una construcción, establecida por el E"isle, en estado totalmeme embrionario, un saber, apareme-
modo general de la confromación de hipótesis (fundada~ a su vez mente aún mu} 'ago. sobre la acción de Jos colores, de ciertas
en e quemas memaJes, algunos innaLos, nacidos mros de la expe- formas. cte.. campo que la psicología experimental, pura o apli-
riencia) con los dalos proporcionados por los órganos de los sen- cada. ha abordado desde hace mucho 1iempo. Los re:.ultados de
tidos ExlSle ya (casi exclusivameme en lengua inglesa) una vasta esta investigación son demasiado inciertos para registrarlos aqut.
literatura «Cognicivista» sobre la imagen, en especial sobre la ima- Mencionaremo~ máo; bien -no porque sea más ciemifica, sino
gen artística, pero que se presenta sobre todo corno un programa porque su grado de elaboración teórica la hace más demostrativa-
de desarrollo de la disciplina «psicologia cognitiva», y que no ha Ja tentativa de Eisenstein, a propósi10 del cine, en los años veinte.
aporcado hasta ahora elementos radicalmente nuevos en la com- Concibiendo, de manera bastanle rudimentaria, Ja imagen cine-
prensión de la acLividad espcclatorial. Se trata en el fondo, a pro- malográfica como combinación de estímulos elementales (defini-
pósito de cada elemento particuJar de la imagen, de explicilar el bles a su vez en términos de formas, intensidades o duraciones).
funcionamiemto de modos mu) generales de cognición (inferen- Eisenstein, fundándose en la reflexologla pavloviana, suponía que
cias, ~olución de problemas, etc.), lo que es, evidentemente, im- cada estímulo entra~aba una respuesta calculable y que, por con-
portante y producirá in duda, a largo plazo, un dcsplatamiento siguiente, a costa desde luego de un largo, complejo y, a decir
del enfoque simplemente conslructivisla a lo Gombrich. verdad, improbable cálculo, podría preverse y dominarse la reac-
b) El enfoque pragmálico: esLe enfoque, a decir verdad, está ción emocional e imelectual de un especlador ame una pelfcula
en la frontera de la psicologfa y de la sociología. Se interesa sobre dada. Naturalmente, Eisenstein fue el primero en darse cuenta
Lodo por las condiciones de recepción de Ja imagen por pane del de que ésa era una visión muy simplista: habiendo «calculado»
espectador, por Lodos los facLores. sea sociológicos, sea sernioló- meticulo amente la secuencia fmaJ de La huelga -la del montaje
gicos, que influyen en la comprensión. la interpretación, o inclu- paralelo entre Ja masacre de los obreros por parce de la policía
so en la aceptación de la imagen. Volveremos a lracar este impor- zarista Y la matanza de los bueyes-. tuvo que rendirse a la evi-
tante enfoque. muy desarrollado desde hace unos años, y no lo dencia y verificar que esta c;ecuencia, en general eficaz, en el sen-
menc10naremos aqw sino para subrayar la capacidad de la ima- cido buscado, con respecto a to espectadores obreros de las ciu-
gen para incluir «señaJeo;» des11nadas aJ cspeccador y que permi- dades, carec1a 1ota1meme de efecto sobre los especLadores rurales
1cn a é ce adop1ar una posición de lectura adecuada. (a los que no asustaba el degüello de los bueyes). No renunció
Eisenstein, por otra parte, a actuar sobre el espectador, como va-
Citemos aquí, en pamcuJar, el trabaJo de í-rancesco Caseni mos a ver enseguida, pero abandonó esca concepción mecánica
sobre el füm y su espectador: para Casetti, el film incluye ciertos de la influencia de la imagen cinema1ografica.
procedimientos formales que le permiten «comunicar» a u es-
pectador indicaciones necesarias para la lectura.
1.3. La imagen y el e.'ipectador se parecen
e) la influencia de la imagen: con este úhimo apartado intro-
ducimos un problema gigamesco, et de la acción psicológica ejer- Con el tema teórico de la iníluencia de la imagen aparece con
cida por la imagen. para bien o para mal, sobre su espectador. fuerza una nueva relación: entre el espectador y el productor de
Esta cuestión, objeto de interminables debates (singu larmcnrc la imagen. lmpHcilameme, c~ta relación es la que constituye la
a propósito del cine, sospechoso muy promo de «corromper» ideoló- base de toda una serie de enfoques bastante radicales del cspecrn-
gicamente a los espíritus), se aborda generalmente con el mayor de- dor, enfoques muy diferentes unos de otros, pero con Ja caracte-
l.Orden metodológico, a fuerza de csladísticas poco representativas y rística común de plantear una especie de paralelismo entre el tra-
de afirmaciones gracuitas. Las únicas tentativas a las que puede con- bajo del espectador y el «trabajo» de la imagen (es decir, en úllima
cederse algún interés intelectual son las que han imemado precisar insrnncia, el trabajo del fabricante de la imagen). Es dificil incluir
el supuesto modo de acción de Ja imagen, en general descomponién- estos enfoques en una metodología general; nos conformaremos,
dola en elementos y examinando la acción posible <le cada elemento. pues, con proporcionar su~ más eminentes ejemplos.
98 LA l\IAGE~ 8 PAP(L L>lL ESl'lCTr\DOR 99
menos en los que la 1ntcrvcncion del lenguaje es discreta o no
1.3.1. La~ tcsi guc:.uílticns: Arnheim locafüablc. mas que de un concepto cienuficameme establecido
) unánimemente aceptado
En roda la literatura de inspiración guestállica sobre la itna- b) El cenrram1enro <;11/J¡etivo: buena parte de las reílexione
gen, e encueorra este tema de la aprehcn.,ion de la imagen por de Arnhcim sobre la imagen descansan en la idea de que el espec·
el espectador como descubnm1enco por pane de es1e en aquélla 1ador tiene una concepción centrada en el sujeto del espacio que
de ciertas estructuras proíundas que so11 las estructuras mentales lo rodea. Arnhe1m ha propuesto con frecuencia describir el espa-
mismas: idea, ya se ve, totalmente cohcremc con el enfoque gues- cio representativo, no ~egún la geometría canesiana. objeLi\a, !;ino
tállico en general, para el cual la pcn:epción del mundo es un pro- segun una geometría subjetiva, de coordenadas polares (es decir,
cc o de organización, de ordenación de los datos c;enc;oriales para defimdas por un centro, el sujeto que mira. dos coordenadas an-
conformarlos con cieno número de grandes catcgorias y de «le- gulares que situcn la dirección mirada en relación con ese centro
yes» innatas que son las de nuestro cerebro (véase capítulo 1, horizontal }' verticalmente, y una tercera coordenada que es I~
lll.2.4). Proporciona un primer ejemplo histórico de esta con- disLancia desde. el objeto mirado al ccn rro). Veremos luego algu-
cepción Hugo Münsterberg y su libro, ya citado, sobre el cine, na!> consecuencias de este enfoque sobre la concepción del marc:o;
al afirmar que los grandes rasgos de la forma fílmica son otros subrayemos solamemc, de momento, que esta idea deriva de la
tantos calcos de las grandes funciones de la mente humana (aten- nusma concepción «inductiva» de la relacion del espectador con
ción, memoria, imaginación). Pero fue Rudolf Arnheim quien. la imagen.
pamcndo de una doble tormación de psicólogo y de historiador
del anc, desarrolló mlli. sistemáticamente este tema, a lo largo
de varias e importantes obras Dos nociones, en panicular. se re- l.3.2. Pcnsumicnto prcU1gico, organicidad , éxtasis: Ei en tein
pilen de manera sugeslíva en la obra de Arnheim:
a) El pe11samie1110 visual: al lado del pensamiento oral. for- La metáfora <.le la organicidad (organización más o menos com-
mado y manifestado por mediación de es1e artefacto humano lla- parable a la de lo-. seres vivos) remue siempre. a fin de cuencas.
mado lenguaje, ha}' lugar, egún él, para un modo de pensamien- al organismo por excelencia, el cuerpo humano. en el que cada
to más inmediato, que no pac;a, o no lo hace enteramente, por parte no uene senudo sino en relación con el todo. Se puede lla-
el lenguaje, sino que c;e organiza, por el contrario, directamente mar orgánica una obra de arte -en general una produccion <.le
a partir de perceptos de nuestros órganos de los sentidos: un pen- la mente- si la relación entre lru, panes es en ella tan importante
samiento ensorial. Entre estos ac1os de pensamiento ~e concede como la · partes mbmas: si <Se parece» a un organismo natural.
un lugar privilegiado al pen amiento vi ual : de todos nuestros sen- Fue Eisenstcin quien más decidida y consrnJUememe desarrolló
ridoi.. la' isión es el más intelectual. el más cercano al pensamien- esta idea. aplicándose a acompañarla con teorías «psicológicas»
to (tesis coherente con lo que dijimos en el capítulo primero acer- globales que la justificasen.
ca de la visión como primer esradio de la intelección). y acaso a) la imagen se cs1ruc1Ura como 1111 lenguaje interior: el más
el unico cuyo funcionamiemo sea realmente cercano al del pensa- importante de lo~ fenómeno<; humanos, para quien se interesa por
miento. la!> producciones 'ignificames, es el lenguaje. De ahf la idea, re-
Esta noción de «pensamiento nsual» fue basianre bien acogi- currcmc en H<>cnstean de formas diversas, de que la obra de arte
da por varios autores, especialmente entre las dos guerras; sin ha- rc'>ulta del ejercicio de una especie de lenguaje, y que el lenguaje
ber sido hoy completamente abandonada, se pone, en geneml, cinemaLOgrál1co, en particular, es má<; o menos comprensible como
seriamente en duda. al ser de interpretación ambigua las expe- manifestación de un lenguaje interior, que no es sino otro nom-
riencias que se supone deberían demostrarla (practicamcme, nun- bre del pensamiento mismo.
ca e:. posible probar que no haya intervenido el «lenguaje» alh Eiscn<;tc1n, en particular. intentó en los años treinta asignar
donde se supone una a1.:ción del pensamiento visual). Se trata, pues, como modelo, a ese «lenguaje interior». modos de pensamiento
de una comodidad del lenguaje, que perm11e designar unos fenó- mas primithos, ccprelóg1cos» (el pensamiento infantil. el pensa-
100 LA IMAGEN • l PAPcl DEl l.'<;f'[:( 1ADOR 101

miemo de los pueblos «primithos» tal como la amropología ha- Se trata aquí, en lo esencial, de la tentativa de Michel Colin.
bía creído poder definirlo, o el pcnsamiemo psicótico). Estos mo- que de arrolla la hipótesis de que «la competencia fílmica y la
dos de pensamiento tenian aparentemente en común el hecho de competencia lingüística» son homólogas. es decir que «el especta-
establecer una especie de «cono circuito» entre sus elememos, de dor. para comprender un cieno número de configuraciones fílmi-
apoyarse preferentemente en la asoc1acion de ideas más o menos cas. utili1a mecanismos que ha interiorizado a propósito del len-
libre; en pocas palabras. evocar de modo bac;tante inmediato el guaje». Su autor ha aplicado eSta hipótesis únicamente a la imagen
proceso central, según Eisenstein, de la estructura de toda imagen en secuencias (cinc, tira dibujada). imentando dar cuenta sobre
(sobre todo, pero no solamente, cinematográfica): el montaje. todo de los mecanismo'> de comprensión y de integración de una
b) Ex1asis espec1a1orial, éx1asis de la imagen: unos años des- cliégesís. El carácter deliberadamente hipotético del trabajo de Co-
pués, Eisenstein recurrió a otro modelo para expresar la misma lin no pcrmilc juzgar, en el estado actual, sobre el alcance de esta
idea. el del éxtasis. La construcción «extát ica» de una obra -sea investigación, acerca de la cual me conformaré con observar que
filmka, pictórica o incJuso li1craria- se basa en una especie de descansa en un supuesto 1otalmcnte opue to al de Arnbeim, asa·
proceso de acumulación y de relajación brusca (p~ra el cual abun- ber: que todo pcnsamicn10, incluso cuando utiliza lo visual, pasa
dan las metáforas en el tratado de Eisenstein, la Non inrliffére11- explícitamcn1e por el ejercicio del lenguaje.
1e Nature: encendido de un cohete, consecución del éxtasis reli-
gioso por el ejercicio espiritual, cte.). Este segundo estadio se llama
«extático» porque rcprcsema una explosión, una siluación «fuera 1.4. Co11d11si6n muy provisional
de sí» (ek-srasts) de la obra; naLUralmemc, el imcrés teórico es
el de poder aplicar inmcdiaiamente esta cc;tructura a un proceso De esta revisión de enfoques. más o menos coherentes, más
psíquico similar supuestamente inducido en el espectador: la obra o menos teóricos de la relación de la imagen con su espectador,
extática engendra el éxtasis (la salida fuera de sf) del espectador, puede, puc . retenerse al menos esto: el modelo espectatorial va-
lo sitúa en un estado emocionalmente «segundo» y, por tanto, ria esencialmente según se focalice sobre la lecmra de la imagen
propicio para perm1urle recibir la obra. o sobre su producción. En el primer caso. se Lendera a desarrollar
Es inútil decir que, en cuanto teoría del e pcc1ador en general, teorías analíticas, constructivistas, que ponen el acento en el tra-
esta teoría casi no descansa en base científica alguna. Es. en cam- bajo intelectual del espectador; en el segundo caso, el enfoque
bio, apasionante como teoría es1e1ica del espectador y de su rela- ~e hara lácílmcntc más global y más heunstico a la vez y se tende·
ción con la obra de ane: las obras analizadas por Eisenstein como rá más a bu<;car grandes modelos antropológicos. que expliquen
estéticas son todas intensamente emocionales y revelan, en efec- upue 1amente la imagen de una manera que resulte coherente con
to, un arte culto de la composición; en '>U propia producción, la una verdadera concepción del mundo. No se trata aquí de elegir
teoria del éxtasis acompaña La reali73ción de / van el Terrible, que entre estos dos enfoques, que no son en modo alguno exclusivos
debe indudablemente una parte de su fuerza a la búsqueda de mo- ni siquiera contradictorio..
mencos «extáricos».

TI. LA ILLSIC)N IU~ l'Rl!.%NTATIVA


1.3.3. Las teorías gcncralivus de In imugen
Estrictamente hablando, la ilusión es un error de percepción,
Se propuso finalmente otro tipo de homologfa como el que una confusión total y errónea cmre la imagen y algo distinto de
permitía describir a la ve1 el funcionamiento de la imagen y la esta imagen. Nucs1ra experiencia cotidiana y la historia de las tmá-
manera en que el espectador la comprende: una homología entre genes nos en!>ci'an que no es el modo habiruaJ de nuesLra percep-
imagen y lenguaje (pero, esta vez, en el sentido habitual de la ción de las imágenes, sino, por el concrario, un caso excepcional,
noción de lenguaje > no en referencia a algún hipotético lenguaje ya sea provocado deliberadamente o acaecido por azar (véase más
interior). arriba, capítulo 1, 111.2.3). Sin embargo, en nuestra aprehensión
L\ IMAGE~ H Pt\PH Ol:L ESPECT \OOR
102 103
de toda imagen, sobre Lodo si es fuertemente represemati' a, en- s1ón es más electiva cuando es objeto de espera. Recordemos la
tra una parte, a menudo consentida y consciente, de ilusion. aun- celebre (aunque 'iin duda mítica) anécdota de Zeuxis } Parras10.
que no fue e mas que en la aceptación de. la doble realtd~d per- Ambos eran pintorc-. en Atenas, y Zeuxic; se hab1a hecho famoso
cepti\.a de las imágenes. La ilu ... ion ha sido, segu~ . las cpocas, por haber pintado. segun se dice, unas uvas tan bien imitadas que
valorada como objetivo deseable de la represencac1on o, por el los pájaros venían a picoiearlas. Parrasio apostó entonces que en-
contrario, criticada como «mal» objctho, engañoso e muri.I. Sin gañaría a su rival. Un d1a in' itó a é te a su taller y le moscró
detenernos de momento en estos ju1c1os de 'alor, vamos a inten- diversas pinturas, hasta que, de pronto, Zeuxis vio un cuadro re-
tar aclarar algo las relaciones entre la imagen } la iJu.,ión. cubierto por una tela y apoyado en la pared en un rincón del ta-
ller. Intrigado por el cuadro que Parras10 parecía ocultarle, fue
a levantar la tela y se dio cuenta emonces de que todo aquello
11. J. La ilustdn y sus co11d1cio11es :,ólo era una apariencia engañosa :y que el cuadro y la tela estaban
direcramcntc pincados en la pared. Parrasio había ganado su apues-
0.1.1. La base psicoíisiológicu ia y cngal1ado al hombre que enga~aba a los pájaros. Su victoria
ilustra, sobre todo, para nosoLros, la imponancia de la disposi-
Habiéndose dicho ya lo esencial en el capnulo sobre la per-
ción para el engaño, pues, l>i Zeuxis hubiese visto aquel efecto
cepción, seremos breve!. en esLe punto. La posibilidad de i.lusión
de buenas a primeras, ¿quién sabe si éste habría sido tan eficaz?
está, en efecto, determinada en alto grado por las capacidades
Por el contrario, la verdadera escenificación de que fue víctima
mismas del sistema perceptivo, en la definición extensiva que he-
lo prcdispoma a aceptar como plausible una falsa percepción.
mos ciado de él para terminar. Sólo si se cumplen dos condiciones
puede haber ilusión.
11.1.2. Lu bu e !>Ocioeulturnl
a) Una condic1011 perc:eptim: el sistema 'isual d~b~ ser.' en las
condiciones en las que e:,tá situado, incapa1 de d1sungutr entre
dos o varios perceptos. Ejemplo: en el cine, en las condicion~s E\.isten toda clase de ilusiones 'cnaturales>1, que no han sido
normales de proyección, el ojo es incapaz de distinguir un movi- producidas por la mano del hombre. Citemos el conocidisimo
miento real del mo\'lnuemo aparente producido por el efeclO li. ejemplo de cienos insectos cuyas capacidades miméticas -;on asom-
Estando casi siempre '<por construcc1on» el sistema visual en bus- brosas· arana<; que imitan a hormigas, mariposas que tienen en
ca espontánea de indicadores suplementarios cuando su percep~ c;u parte posterior una segunda «cabeza», insectos que ~e confun-
ción es ambigua, sólo habra ilusión, la mayona de las veces, s1 den con las ramitas sobre las que están posados, cte. Estas ilusio-
las condiciones en las que se le coloca son rescncti\al> Y le impi- nes nos afccLan poco. a no ser para corroborar rap1damentc lo
den conducir normalmente su «encuesta>1. que acabamos de decir: a la !'\Orprcndence perfección, a \CCCs, de
la imitación puramcme visual, se at'iade casi siempre la perl'ecta
b) Una co11riición psicolog1ca: como hemos visto igualmente, comcxr uahzación de esta imi1ación, que culmina el engaño
el sistema visual, situado ame una escena espacial algo compleja, Pero la ilusión que nos interesa aquí anle lodo es, C\ideme-
se entrega a una verdadera imerpretac1011 de lo que per:i~~· La meme, la producida voluntariamente en una imagen. Ahora bien,
ilusión sólo se provocará si produce un efecto de vcros1m1lttud: además de las condicionell p!iicológicas y perceptivas, esta ilusión
dicho de otro modo. si ofrece una interpretación plausible (más funcionará más o menos bien según las condiciones culturales y
plausible que otras) de la escena vista. Los términos mismos que sociales en las cunles se prodtUca. Por regla general, la ilu<;ión
milizo aqu1 -«veros1mih>. «plausible»- subrayan que se trata será mucho más eficaz si se la busca en formas de imágenc., <;OCia1-
desde luego de w1 juicio y, por consiguiente, que la ilusión de- mcme admitidas. incluso deseables, es decir, cuando la finalidad
pende ampllamenlc de las condiciones psicológicas del espe~ta­ de la ilusio11 c~tá codificada socialmente. Poco impona. por otra
dor, en parucular de sus e.xpectafl1•as. Por regla general, la 1lu- parte, la intención exacta de la ilusión: en mucho casos se rrata-
LA tMAúE1'
104 EL l'APEI Dll r SPEl. TAUOR 105
rá de hacer la imagen más creíble como reflejo de la realidad {es
el caso de la imagen cinematográfica, que extrae su fuerza de con- la perc~pción ~e ~onjumo de la imagen filmica. De hecho, el in
viccion documental, en gran parle, de la perfecta ilusión que es convcn1emc principal de esta noción de ilusión parcial (que sigue
el movimiento aparente: para los contemporáneos, pue , de la in- '1c?~~ sugesm~) es el de reconducir la vis10n de la pelicula al
vención del cinematógrafo. esta ilusión fue, recibida, ante wdo, analim. d.c. ~u dimensión perceptiva. descuidando Jos fenomcnos
como garanua del naturalismo de la imagen fílmica); en orros ca- de crcd1b1ltdad que la película provoca, gracias, en particular, al
so , se buscará la ilu ión para inducir un estado imaginario pani- efecto r:cc16n. De otro ~odo. _Ja tesis de Arnheim tiene como prin-
cular, para provocar la admiración más bien que la credibilidad, c_i~al defecto el d~ 'cr ms~fi~1.emememc histórica, puc'>to que no
etc. En resumen: la intencion no es siempre la misma, ni mucho ucne ~n ~~ema m la vanabi11dad de la intención ilusionista. ni
menos, pero la ilusión es siempre más intensa cuando su inten- la \anab1hdad de las expectativas del cspec1ador.
ción es endoxal.
rl . 1.4. Un ej emplo: la bóveda d e a n lgnaclo
TI.1.3. Ilusión 101al, ilusión parcinl
Sintct iccmo~ cs1~s observaciones sobre la ilusión con un ejcm-
La ilusión de la que acabamos de hablar es la ilusión global, p~o. Hny en la tglesta de San Ignacio, en Roma. una interesanic
«total», producida por una imagen que, en su conjunto. engaña pin~ura que ~ubre toda I~ bóveda de Ja nave principal y que rc-
al espectador. Pero esta claro que la mayor parte de las imágenes p1 csenta, de forma alegórica, la obra evangelizadora de los Jesui-
entrai\an elementos que, tomado aisladamente, derivan de la ilu- t~s, que financiaron esta pintura (1691-169.J). Esta bóveda con-
sión. fa el caso, en un nh el microanalítico, de todas las ilusion~ 11cne uno de los efectos de ilusión óptica más célebres de su época:
(<elementales» (en el sentido del cap11 ulo primero) presentes en no porque pueda uno engañarse sobre su naLUraleza de pintura
las imágenes. Y. tomarla por ~a re~lidad misma, sino porque esLa alegoria está
Más ampliamente, ha podido sostenerse que todas las artes situada en un cielo pintado que se abre en medio de una arquitec-
representativas, en nuestra civilización, se han íundado en una t,ura. de columna y ~e arcos que, a su ~·ez, parece prolongar mu}
ilusión pnrciaJ de realidad. dependiente de las condiciones tecno- cxa~tamente. la arqunccmra real, tangible y sólida, de la iglesia.
lógicas > físicas de cada ane. fa en particular la tesis de Rudolf Ilusión p~rc1al: pu~s. desde todo los puntos de vista: ningún es-
AR~HEJ\J en su ensayo dedicado al cine (1932), en el que distin- pectador imaginara que ve realmente a los per~onajes sagrado.,
gue al cine de las demás artes represcntauvas por producir una representados ah1 .<aun menos ª. los personajes alegóricos que re-
ilus10n de realidad bastante intensa. fundada en que el cine dis- pres~n1an los conuncntcs, por eJemplo); en cambio. el espectador
pone del tiempo y de un equivalente aceptable del volumen, la medio, tod~v1a hoy, dt~ícilmente sabe dónde termina la piedra y
profundidad. Arnheim sitúa esta ilusión fílmica entre la ilusión dón~e empieza la arqunectura de pigmentos coloreados. Jlusión
teatral, segun el extremadamente intensa. y la ilusión fotográfica, pa~c1~ de la pin1ura, cuyo medio es singularmen1e apto para dar
mucho mas dcbil. la Ilus1on de espacio profundo.
Esta noción de ilusión parcial ei. discutible, puesto que, como Pero cs1a ilusión no se da in condiciones previas. Condicio-
ha objetado Christian Metz, puede ju1gárscla autocomradictoria nes cuhurales míni~a~: hay ~ue tener una idea, siquiera vaga,
(la ilusión existe o no existe, uno es engai\ado o no, y no podría de lo que es un ed1f1c10 de piedra con columnas, con capiteles
serlo a medias). 1 Pero esta objeción me parece excesiva, pues hay ~s1r.uccura~o como una iglesia. Condiciones más panicularcr,: ¡~
ciertamente «en» el cinc una ilusión pura, el movimiento aparen- tlus16n óptica ~e San .Ignacio es para nosorros un magnífico ejem-
te, que no es, sin embargo, sino un rasgo parcial en relación con plo de v1rtuommo pictórico; para sus comemporáneo era ade-
más un signo visible de la comunicación del mundo de a~uí abajo
} el mund~ ~el más allá. Condiciones psicológicas, que refucr1an
t. C. l\tctz. Seminario en la faole de' Hau1c\ f'111dc~ en Scienc~ Sociales.
estas cond1c1oncs cuh urales: la ilusión es tanto más fuerte cuanro
1983-19114
mas '>C cree en este más alla, cuamo más dispuesto se está a acep-
l \ ll\!AGE:-1 F.l P.\PH IJJ.:l ESPH 1 \1)01<
106 107

/1.2. llu\·i<Ífl y represe111acio11

lJ .2. 1. llu ión. duplicación, imulacro

. .A!>i, una imagen puede crear una ilusión. aJ menos parcial,


"'" ..cr la replica e.\acta de un objeto, sin constituir un duplicado
de el De modo general, el duplicado exacto no existe en el mun-
do f1sico tal como lo conocemos (de ahí. seguramente, la impor-
1ru1C1a famac;má1ica y mítica del tema del doble, cal como se tra-
duce, por e1emplo, en la literatura). ni siquiera en nuestra epoca
de re~roducc1ón aulomá1ica generalizada. Entre dos fotocopias
del nmmo documento, por ejemplo, existen siempre diferent.:ias,
a veces ciertamente ínfimas. que permiten dis1ingu1rlac; sí se pone
empello ~n ello. A fortiori, lo fotografía de un cuadro no podrfa
confundirse con ese cuadro, ni una pintura con la realidad. El
problema de la ilusión es muy dis1into: se trata. no de crear un
objeto que reproduzco a otro, sino un objeto -la imagen- que
reproduzca las apariencias del primero.

En un aruculo célebre, titulado «Ontología de la imagen foto-


gráfica», André Bazin parece haber subestimado algo la diferen-
cia crnrc la problemática del duplicado ) la de la ilw.ion. por ejem-
Detalle de la bo\c!da de San l11nacio (Pintura de P. Anc.lrca Pouo. 1~2) . ,\mbn
plo cuando escribe: «En adelante la pintura quedo desearrada entre
~ abajo. la «arqunedura" e. pintada. l.a 1~110. tomuc.la di.: de un puma de \ista dm a<opiraciones: una propiamente e tética -la eAp;e~ión de Jac;
c'ccmñco. 1rac.lucc la fabricación de la ilu,1on optica: la, do~ pan~ no ~e realidades espirituale' en las que el modelo se encuentra trascen-
nju~tan. dido por el simbolismo de las f onnas-, y otra que <;Ólo ce; un
de eo completamente psicológico de reemplazar el mundo exte-
tar su realidad. Condiciones pen.:epti'ª' finalmente: Ja tuerza in- rior por su duplicado. Al crecer rápidameme con su propia satis-
contenible de c.\.la célebrl! ilusión óptica viene de que, pintada en 1acción, esta necesidad de ilusión devoró poco a poco las artes
una bóveda, es inaccesible al tacto; además. la altura de la iglesia plásticas». Al margen de que la última frase sea mu) di'>culible
es tal que esta Jo suficientemente leJO!> y se dbponc de indicadores -pues la «ncce~idad» de ilusión, en la historia del arte occiden-
de superficie demasiado escasos como paro manifestar que se tra- tal, no fue creciendo simplcmcmc ni de manera unÍ\oca- Bazin
1a de una pintura. De sus dos realidades perceptivas, la tridimen- c~ncede. sin duda alguna, demasiado crcdito a la ilusión·. pare-
sional está, pues, inusualmente acemuada, al menos s1 uno pro- ciendo creer que permite reemplazar el mundo por !.u «duplicado».
cura situarse en el punto de ví.,la correcto (sei'lalado por un
pequeño disco en el suelo de la iglesia), pues, apenas se aparta Hoy que dis1in~ui1 igualmente la imagen ilusionista del s1111u-
uno de e!>c punto, aparecen las distorsiones pcrspec1ivista!., tamo lacro. El simulacro no pro,oca, en principio. una ilusión total.
más fuenes cuanLO que la ausencia, justamente. de indicadores sino una ilw.1ón parcial, sulicicntemcnie fuerte como para ser fun-
de superficie, no permite c1crcer la compcn'>ación del punto de cional; el -.imulacro es un objeto artificial que pretende pasar por
vista ('-éase capitulo 1, 111 , 2). otro objeto en un cieno U'>O, sin parecérsele sin embargo absolu-
tamente. El modelo del simulacro se encucnrra en los animales
108 LA IMAG8'
f: L PAPC!L Df:L LSJ>LCTADOR 109
y -,u práctica del eñuelo (por ejemplo en tu!'. paradas nup~iales a esta funcion -y de un modo por otra parte muy ritualizado-.
0 guerreras de las ª'es y de tos peces: se sa~e que, cm re cienos podré considerar que Desanhe, por su voz. su cuerpo, u ge tos
pece «Combatientes)) , su imagen en un espejo pr.ovocara una ac- y sus palabras, me hace ver y emender cieno número de acciones
titud agresiva idéntica a ta que de encadena la vista de. ~Lro m~­ ) de estados de alma atribuibles a una persona imaginaria. Esra
cho. por ejemplo), pero, en la esfera humana, la cuesuon del si- representación panicular puede. evidentemente, compararse con
mulacro es más bien comparable, como ha obsen-ado Lacan, a otra representaciones del mismo tema (con la esccnificacíon de
Ja del enmascarado o la del travestí. Esta cuestión experimenta Antaine Vitez en Chaillm hace algunos años, por e1emplo, pero
hoy una mayor actualidad con la multiplicación de los sim~do­ también con la representación que yo me for10 de Hamlet «en
res, en especial desde la invención de tas imágenes de síntesis. Un mi cabeza» si releo la obra original, o con la pelicula de Laurencc
simulador de vuelo, destinado al aprendizaje de los pilotos de reac- Olivier o, de modo más delimitado, con un cuadro que muestre
tor, por ejemplo, es una especie de cabina cerrada en la cu~I se a Hamlet en el cementerio).
sienta el alumno ante unos mandos semejantes a mandos deª' 1ón, b) La represe111ac1ón es arbitraria: en el proceso mismo de la
debiendo reaccionar en función de los sucesos visuales fig1:11'ados, representación, la instilución de un representaJHe, hay una pane
en una pamalla ame él, por síntesis informatizada. ~a imagen enorme de arbitrariedad, apoyada en la existencia de convencio-
que se le propone no es ilusionisca, .nadie ta. c~nfund1rá con la nes socializadas. Algunos teóricos han llegado a soscener que to-
realidad; pero es perfectamente funcional al 1m11ar rasgos selec- dos los modos de represemación son igualmente arbitrarios. Que
cionados (en términos de distancias y de velocidades) que basta- ta representación, por ejemplo, de un paisaje no es ni má · ni me-
rán para el aprendizaje del vuelo. nm. convencional en una pintura china tradicional. en un dibujo
egipcio de la época faraónica. en un cuadro holandés del siglo
\VLI, en una fotografía de Anscl Adams, etc., y que la diferencia
a .2.2. La noción de representación: In lluiiión en tu representación que establecemos entre esta!. diversas representaciones, por c1em-
plo al ju¿gar algunas má!> adecuadas que otras porque son mas
La ilusión. a.si, no es el fin de ta imagen, pero ésta la ha con: parecidas. es totalmenre contingente en nuestra cultura occiden-
servado siempre. de algún modo, como un honzome \ inual, s1
tal del siglo '"'·
no forzosamente deseable. Es, en el fondo. uno de los problemas
centrales de la noción de rcpre entación: ¿en qué medida preten- Uno de los más extremistas entre estos teóricos es el filósofo
de ta representación ser confundida con to que representa? . americano Nelson Goodman. En su libro Los lenguajes del arte
a) ¿Que es la represeniocion? A pesar de s~ carácter algo reto- (1968-1976), afirma que, estrictamente. cualquier cosa (por ejem-
rico, esta pregunta e<; indispensable. La noción de <<representa- plo cualquier imagen) puede representar a cualquier referente con
ción», y la palabra misma, están caJgadas, e~ cf~cto, de tal~~­ tal de que así se decida. La cuestión del parecido entre el objeto
tratos de significación scd1111emados por la h1s1ona, que es dificil y lo que representa es así completamente subsidiaria, sin que nada
asignarles un sentido ) uno solo, universal y eterno. Emre una imponga a priori su intervención en esa decisión. Goodman, por
:1
representación teatral, los represemantes del_ pueblo. en parla- otra parte, juzga que la cuestión de la representación misma no
mento nacional o la representación fotográfica y p1c1ónca, hay es crucial y que se trata sólo de un subproblema en el interior
enormes diferencias de stat11s y de intención. Pero de iodos esLos del más vasto y más fundamemal de Ja denotación.
empleos de la palabra, puede retenerc;e est: pu.mo común: la re- Ciertos críticos o historiadores del ane han tomado posicio-
presentación es un proceso por el cual se 1nst11uye un represen- nes menos excesivas. pero comparables. Citemos, a propósito del
tante que. en cieno contexto limitado, omparú el lugar de lo que cinc. la serie de artículos de .Tean-Louis Comolli «Tcchnique et
representa. Gérard Dcsanhe ocupa et lugar de Hamlct en. la esc:- idéologie», una de cuyas tesis es que la evolución del lenguaje
nificación de ta obra de Shakespeare por parte de Pamce Che- cinematográfico no debe nada a ta preocupacian por el parecido
reau: eso no significa, evidentemente, que sea l lamlet, sino que, o por el realismo, y se explica en uJrimo termino umcamemc por
durante unib horai. pa adas en un lugar explícitamente asignado consideraciones ideológicas generales, estando los estilo'i ctnema-
110 1 \ 11\t •\GDi r-1 P1\fil 1 !)( 1 ["'if'C::c 11\L>OR 111

tográficos estrictamente determinados por la demanda social. O, era más que un mamarracho primitivo, sin valor anastico; inver-
a propósito de ta pintura, el libro de Arnold Hauser, The social -;ameme, los primeros papuei; de Nueva Guinea a quienes semos-
history of art. que desarrolla una tc•;i-. analoga. traron latografía.,, encontraron extrañas, difíciles de comprender
;,. poco lograda'> estéticamente estas irnágen~. por -.er demasiado
e) La representación es motivada: inversamente, un buen nu- poco esquematizadas.
mero de otros teóricos han in.,istido en que algunas técnicas de Es, pues, esencial no confundir, aunque estén a menudo rela-
represemación son más «naturales» que mra!i, especialmente en cionadas, las nociones de ilusión, de representación y de realis-
lo que se refiere a las imágenes. La argumentación de arrollada mo. La representación es el fenómeno más general, el que penru-
la mayoría de las veces es la que consiste en subrayar que cual- ae al espectador 'er «por delegación» una realidad auseme, que
quier individuo puede aprender fácilmeme cienas convenciones, se le ofrece trai. la forma de un 1epresentamc. La ilusión es et
que a veces ni siquiera necesitan realmente ser aprendidas. Ya he- fenómeno perceptivo y psicológico que provoca la representación
mos mencionado los debates '\Obre la pcrspcct i' a (y volveremos en ciertas condiciones psicológicas y culrurales muy definidas. El
más sistemáticamente sobre cito en el capitulo 3): cs. además. uno realismo, finalmente, es un conjunto de reglas socialc que pre-
de los puntos esenciales de este lipo de argumemación. Cuando tenden rcgi1 la relación de la representación con lo real de modo
Gombrich verifica que la perspecuva artificio/is reproduce un buen sa1isfac1orio para la sociedad que establece esas regla¡;. Ante todo,
número de caracterlsticas de la perspectiva natural, extrae de ello es esencial recordar que realismo e Ilusión no podrían implícarse
la conclusión de que <;c trata de un medio de representación cier- mutuamente de manera automática.
tamente convencional (Gombrich es mu;,. «relativista» en materia
de estilos). pero más 1ustificado, 'iin embargo, en su empico que
otras convenciones. En el mismo orden de ideas, Ba1in ha podido 11.2.J. El tiempo en In repre erllación
sostener que el plano-secuencia daba una impresión de realidad
tan fuene que se trataba de una representación de lo real de natu- Hemos hablado de modo implícito hasta aquí, sobre todo, de
raleza muy panicular. con vocación mas absoluta que las demás. la imagen en su dimensión espacial. Ahora bien, eviden1emc111e,
d) La cuestion del realismo: ~tas posiciones, hasta cieno punto. como repetiremos en lm .. iguienres capimJos, et tiempo e<; una di-
son e"identemente 1rrecoociliablcs. No puede sostenerse a la vez mensión e cncial par.1 la imagen, para el dispo Íli\O en el cual
que la representación es totalmeme arbitraria, aprendida. que to- e pre ema y, por cons1guiemc, para '\U relación con el e pecca-
dos los modos de la representación visual son equivalentes. y que dor (único aspecto segun el cual vamos a considerarla aquí breve-
alguno~ modo" son más naturales que otros. Sin embargo, buena mente)
parte de las cJiscu iones -a menudo muy enconadas- sobre esta a) El tiempo del er;pectador: existen en todos los animales, y
cuesuón procede de la confusión entre dos niveles de problemas: tamb1cn en el hombre, «relojes biológicos» que regulan los gran-
- por una parte, el nivel psícopercep1i' o. l lcmos visto que. des ritmos na1uralec;, muy en especial el ritmo circadiano (del la-
en este plano. ta respuesta a las unágenes por parte de iodos los lin cm:a d1em: en una jornada). Los advertimos sobre todo cuan-
<;ujctos humanos e<> ampliamente comparable. Nociones como las do estos relojes se desajustan, por ejemplo después de un viaje
de «semejanza>), «doble realidad de las imágenes», o «Contornos en avión y el consiguiente dc'lfase horario. Pero no es de este tiem-
visuales» on conocidas por todo ser humano normal (no enfer- po biológico ni, aún menos. del tiempo «mecánico>) medido por
mo, naturalmente). aunque sea de forma la1cntc; los relojes, del que hablamos al considerar el tiempo del e~pcctador.
- por otra parte, el nivel sociohistórico. Algunas sociedades F'>e tiempo no ce, un tiempo objetivo, sino una experienóo tem-
atribuyen una importancia particular a las imágenes rcaJistas; se poral que es la nuestra. La psicología tradicional distingue vanos
ven entonces inducidas a deílnir rigurosamente criterios de seme- modos <le esta experiencia:
janza que pueden variar tatalmentc y que instituirán una jerar- -el sentido del presente, fondado en la memoria inmediata.
quía en la aceptabilidad de las divcr..a~ imágenes. Para un aficio- J\ decir verdad, como es fácil advertir, el presente no existe como
nado a la pintura europea del siglo Xt\:, una pintura polinesia no un punto en el 1ic:mpo, 'lino c;icmpre como una pequeña duración
LA IMAC..I:~ a f' Al'H DH fSPCC' 1J\DOR 113
112

(del orden de unos segundos en lo referente a muchas funciones encarnado en cambios y asimilado a sus propias acciones»: los
biopsicológicas, por ejemplo la percepción del ritmo); conc~ptos temporales fluyen de conceptos más funclamemales, que
- el sentido de la duración, que es, de hecho, lo que enten- reflejan los fenómenos eventuales.)
demos normalmente por «el tiempo». La durac1on «se siente» (no . _e) El tiempo re".rese11tado: la representación del ciempo en las
digo, e"identemente, «se percibe>)) con la ayuda de la memoria 1mag~nes (mu;, desigual según su naturaleza, véase capitulo 3, 11
a largo plazo, como una especie de combinacion cmre la dura- > capnulo ~· 111) se hace. pues, con referencia a estas categorías
ción objetiva que íluye, los cambios que afectan a nuestros per- de la duración, del presente, del acomecimíemo y de la sucesión.
ceptos durante ese tiempo, y la intensidad psicológica con la que La representación teatral es evidentemente la que imita más de
registramos una y otros; cerca nuestra experiencia cemporal normal, de forma ciertamente
- el sentido del fuwro, ligado a las expectativas que pueden convencional, puesto que los sucesos se dilatan o contraen en ella
tenerse, y determinado de manera más directamente social que seg~n las necesidades escémcas. Para permanecer en el campo d~
los dos precedentes; enlazado. por ejemplo. con la definición y las imágenes en sentido estricto, existen en este plano diferencias
la medida más o menos precisas del paso del tiempo objetivo {la enormes entre la imagen temporalizada (peUcula, vídeo) y la ima-
expcctaUva de un espectador occidental, rodeado permanentemente gen no temporalizada (pintura, grabado, foto): sólo la primera
de instrumenros que dan la hora, no es ciertamente la misma que es susceptible de dar una ilusión temporal convincente.
la de un indio de la Amazonia). El campo del futuro es, también,
el de la imerprecación (personal, social, intelectual); Notemos que esta ilusión misma está lejos de ser total. El de-
- el sentido de Ja si11cro111a y de la asmcroma: ¿qué es «el sarrollo del montaje «transparente» en el cine clásico está e11lera-
mismo momento>>? Cuando dos fenómenos no se producen en mc11L.e fundado en una representación simbólica, convencional,
el mismo momento, ¿cuál precede al otro, etc.? ~el. ll~mpo eventual, que omite numerosos momentos juzgados
No hay, pues, tiempo absoluto, sino máS bien un uempo «ge- insignificantes y prolonga, por el contrario, algunos orros. Como
neral» {Jean Mitry), que refiere todas nucc;tra experiencias tem- observó Albert laffa}. el cine dispone, además, de medios de sim-
porales a un sistema de conjunto que la'i engloba. bolización del tiempo muy avanzados, por ejemplo el fundido en-
b) La noción de aco111ecimie1110: la repre emación de nuestras cadenado, la sobreimpresión y la aceleración, que no son en ab-
sensaciones de forma temporal es asf el resultado, a menudo com- oluto tran.sparemes. El tiempo fílmico es, pues, en mu) alto
plejo, de un trabajo que combina estos diferemes sentidos. El co- grado. un u:mp~ reelaborado en el sentido de la expresi' idad (in-
cimiento del tiempo no íluye, pues, de la duración objetiva de cluso e~ el mter~or de la unidad temporal que es el plano, que
los fenómenos, sino más bien de cambios en nuestra sensación no es siempre, 111 mucho menos, una unidad completamente ho-
del tiempo, que resultan, a su vez. del proceso permanente de in- mogénea). (Véase capitulo 4, 111.2.)
terpretacion que operamos.
Puede decirse, pues, que, si bien la duración es la experiencia . . La i1~agcn no 1emporali1ada, por su pane. no produce la ilu-
del tiempo, el tiempo mismo se concibe siempre como una espe- ~1on del uempo. No significa esto, sin embargo. que esté totalmente
cie de represenración más o menos abstracta de comeuidos. Di- despr~v~ta de medio~ de representarlo. a veces de manera sugestiva.
cho de otro modo, el tiempo no conLiene los acontecimientos, está Descnb1remol> más tarde algunos de estos medios {capitulo 4, l ll).
hecho de los acontecimientos mismo en la medida en que éstos
son aprehendidos por nosotros. Así, el tiempo -al menos el licm-
po psicológico, único que considerábamos aqu!- no es un ílujo 11.3. Distancia pst'quica y credibilidad
conlinuo, regular, exterior a nosotros . .m uempo supone, según
la fórmula de Merleau-Ponty, «un punto de vista sobre el tiem- 11.3.1. La diiila ncia psíc1uica
po», una perspec1iva 1emporal. (fa Jo que confirman, en espe-
cial, las investigacionC!> de Jean Piaget -¡obre la psicología infan- La .o.rganización del espacio, ya lo hemos \isto, puede referir-
til: para el niño. no hay tiempo en sí, sino olamcnlc «un tiempo se genencameme a una estructura matemática (capítulo 1, H .1.3).
1 \ IM \Clf"< el PAPEL OH é.SPf:CT \OOR 115
114

incertidumbre que rodea su utilización, tiene Ja 1,entaja de se~alar


que la ilusión :,; el s1mbolo, s1 bien son Jos dos polos de nuestra
rclac1on con la imagen repre..~ntati\a, no son. sin embargo. los
dos unicos modos posible., de e~1a relación. sino má!. bien sus mo-
dos e:\lremo-., "nt re lo., cuales 'ºn posibles toda clase de distan-
cia<. psíquicas intermedias.
La metáfora de la distancia ps1quica se ha tomado a veces al
pie de la letra. Citemo-.. por su imeresante genealogaa, la teona
emitida en 1893 por el e ...cuhor e historiador de ane alemán Adoll
Hildebrand, que distinguía dos modos de vision de un objeto en
el espacio:
- el modo próximo (Nahbild), correspondiente a la visión co-
rriente de una f ormn en el espacio vivido;
- el modo lejano (Fembild), correspondiente a la visión de
esca misma forma según las leyes específicas del arte.
A estos do., modos de visión, Hildebrand asociaba dos ten-
dencia'>, dos polos del arte representativo: eJ polo óptico, el de
la visión de lejos, en el cual descmpe~a un importante papel Ja
pcr~pectiva, y que corresponde a las anes que privilegian la apa-
riencia (el arte helénico, por ejemplo); en el 01ro e;mcmo, el polo
haprico (táctil), el de la \lsión de cerca, en el cual c;e insiste mas
en Ja presencia de los objetos, sus cualidades de superficie, etc.,
Lejo>lcerca. En c<.10) do> cuadro~ contemPoránco' uno del otro, o >e no' proy~- de manera eventualmente má'> cstili.Lada (como en el arte eg1pc10,
1a aJ centro de la ac:.:1on (G Bdhn1, CI t'lllttrrn dC' Crmo. hacia 1500). o bien a'>ociado a este polo). Entre los dos, un modo de visión táctil óp-
se nos mantiene a distancio (G Bellini, I ~ 'ianta Cnni·tnunon, 1505).
tico corresponde a toda una <;ene de escuelas y de epoca., de la
historia del arte que conjugan la \'is1ón de lejos y la visión de
Pero una represeniación dada (en una imagen) es más bien des- cerca (a CJemplo del arte griego clásico).
criptible, en terminos psicológicos, como la organización «de re- Esta teona tuvo en su época mucho éxito y encontramos su
laciones existenciales vh ida<; con su carga pulsiona1, con una do- eco, má" o menos claro, en toda la generación de historiadores
minante sensorial afecti\a (táctil o visual) y la organización de anc de princ1p1os de siglo, Panofsky incluido. La di\'i ión en-
intelectual defensh a» (Jean-Pierre Charpy). La relación «existen- Lrc visión óptica y visión «háp1ica» (o «lacio \.isuah>) se cncucn-
cial>) del espectador con la imagen tiene, pues. una espacialidad 1ra igualmente en varios autores más recientes. en especial Hcnri
referible a la estructura espacial en general; tiene, además, una Maldmcy, Gillcs Dclcuie (en su libro sobre Francis Bacon) o Pas-
temporalidad, referible a los sucesos representados y a la estruc- cal Boni11cr (que aplica la idea de <<lacto visual» aJ primer plano
tura temporal derivada de ella. fatas relaciones con las estructu- cinematográfico). Notemos, además, que coincide, cmiosamcn-
ras califican lo que se llama una cierta dislunciu psít¡uica. He aquí te, con una de las grandes imuicioncs del enfoque «ecológico»
como Pierre Francastel define esta dis1ancia psíquica: «La dis- de la percepción, el cual plumea también una diferencia de prin-
tancia imaginaria upica que rcguJn la relacion entre los objetos cipio entre un modo normal de' isión que permite girar alrededor
de la representación por una panc, y la relación entre el obje- de los objetos. accrcar~e a ellos. y, si se quiere, «tocarlos» con
to de la repr~emación y el espectador por otra pane>). Evidcme- los ojos. y un modo pcrspeclivo que e~ el de la representación
mente, esta noción no es muy científica; no se mide una distancia y es menos na1ural. Sin ser ciemifica, Ja idea de un doble modo
p~iquica, sobre todo no con un decámetro. Pero, a pesar de la de vision y de una doble «distancia psíquica» a lo visual, c~tá,
116 LA IMAGEN
EL PAPEi DEI l·SPr CT ..\OOR 117
pue , sólidamente anclada en nuestra experiencia espontánea de que eso no significa forzosamente que el cine sea un ane ilusio-
lo visible. nbta, ni que engendre fenómenos de credibilidad necesariamente
más fuerte~ que otros. implemente, el espectador de cinc está
He aquí, por ejemplo, lo que pudo escribir Ray~~nd Bellour más recluido psicológicamente en la imagen.
a propósito de Ja pclicula de Th1erry Kuntzel y Ph1hppe Gran-
drieux, La Peinfllre cubisre ( 1981 ): ce Parece, pues, que el tacto
e adelante a la vista, eJ espacio táctil al visual. Todo sucede como IJ .3.3. Ueclo de realidad. efec10 de lo real
si nuestra mirada no fu ese más que una prolongación de ~uestros
dedos una antena en nuestra frente». Piénsese, en el mismo or-
Por medio de este semijuego de palabras, Jean-Pierre OUDl\R 1,
den d; ideas. en Ja definición de la «Paluche», la cámara de víd~o
que propu~o cs1a distinción en un amculo de 1971, quiso sei'\alar
en miniatura inventada por Jean-Pierre BeauviaJa, como «UD OJO
el luo esencial que une dos fenómenos característicos de la ima-
en la punta de los dedos» (Jean-André Fieschi, a propósito de
gen representativa y de su espectador: Ja analogía, por una parte,
sus Nouveaux Myst~res de New York). y la credibilidad del espectador, por otra.
El efecto de realidad designa, pues, el erecto producido sobre
el espectador, en una imagen represenlativa (cuadro, foto o pelí-
U.3.2. La impresión de reulidnd en el cinc cula, pm:o importa en principio), por el conjunto de los indicado-
res de analogía. Se trata en el fondo de una varia me, centrada
Un ejemplo particularmente importante de regulación de la
sobre el espectador, de la idea de que existe un catálogo de reglas
distancia psíquica mediante un dispositivo de imágenes es lo ~ue
represemamas que permiten evocar, imitándola, la percepción na-
se ha llamado clásicamente la impresión de realidad en el cine.
tural. El efeclo de realidad se obtendrá más o menos cornpleta-
Las peHculas, en efecto, desde que cXJsten, siempre ~an sido re-
meme, con mayor o menor seguridad, según la imagen respete
conocidas -y eso, cualquiera que <;ea su argumento, incluso f~­ unas convenciones de naturaleza evidente y completamente histó-
tástico en grado sumo- como ingularmente creíbles. Esce_ ~eno­ rica («codificadas)), dice Oudart). Pero se trata ya de un efecto,
meno psicológico ha retenido muy particularmente_ la atenc1on de
e decir, de una reacción psicológica del espectador ante lo que
la escuela de Filmología. André Michoue y Henn Wallon entre
ve, sin que e ta noción !>Ca fundamemaJmeme nueva en relación
otros. pusieron en e' idencia, primero, cierto número de factores con las teorías de Gombricb, por ejemplo.
«negativos»: el espectador de cine, sentado en una c;ala oscura,
El egundo «piso» de esta construcción teórica, el efecto de
no puede ser en principio ni molestado ni agredido,_ y es. más sus- lo real, es el que resulta mas original. Oudart dice así que, sobre
ceptible de responder p!oicológicamen1e a lo que ve e imagina. Hay,
la base de un efecto de realidad, supuestamente bastanle fuene,
por otra parte, fact0res positivo!> de do!> órdenes, como ha mos-
el espectador induce un «juicio de existencia» sobre las figuras
trado bien Christian Metz: de la representación, y les asigna un referente en lo reaJ. Dicho
- indicadores, perceptivos y psicológicos. de realidad:. todos
de otro modo, el espectador cree, no que lo que ve sea lo real
Jos de la fotografía, a los cuales se ai'lade el factor esencial del
mismo (Oudan no hace una teoría de la ilusión), sino que lo que
movimiemo aparente; . ve ha en<;tido. o Ita podido existir. en lo real. Para Oudan. el
- fenómenos de participación afectiva, favorecidos, paradó-
efecto de lo real es, además. característico de la reprcsemación
jicamente, por la relativa irrealidad {o más bien, la inmateriali-
occidenial posrenacentista, que siempre qujso esclavizar la repre-
dad) de la imagen fílmica. . sentación analógica a una intención realista. Así, este concepto
La siluación del espectador de cinc es, pues, ejemplar de un~
se forja tanto con una intención de crítica ideológica como con
distancia psíquica muy panicular: por las razones a la ~cz cu:u1u-
una intención psicológica. Es, sin embargo, a título de ilustración
tativas y cuaJitati' as que acabamos de recordar, esta d1stanc1a es
de la noción de distancia psíquica como lo citamos aquí: el efecto
una de las más débile!o que hayan suscitado las imágenes. Noce-
de lo real es también interpretable como una regulación, entre
mos bien (es todo el interés de Ja noción de distancia psíquica)
01ras posibles. de la reclusión del especiador en la imagen.
118 L\ l\l\OEN El PAPE!. DH l"Sl'H 1 \L>OR 119

percepll' as ) cognitivas generak~ que le penniten comprender la


IJ .3.4. aber ) cred ibllidnd imagen; por la otra. pone en funcionamiemo un saber, )' unas
modalidades de saber. incluidos de algun modo en la obra misma
La noción de impresión de realidad, la del efecto de lo real (como una especie de modo de empleo). Ciertamente, Bordwcll
designan bien. por su vocabulario mi!.mo. la dificultad de la cues- nunca ha prercndido que esa -;ca toda la acnvidad espectatorial.
tión. En uno v otro caso. se trata de subrayar que, en su relación Sin embargo, no ha dejado de subrayar la importancia de esos
con la image~. el espectador cree, hasta cieno punto, en la reali- momentos cognití"º'· en perju1c10 de los momentos emocionalec,
dad del mundo imaginario representado en la imagen. Ahora bien, o subjeti .. os (en el 'ienudo del psicoanálisis), que él estima al me-
en las teonas de los aftos cincuenta y ~csenta, ese fenómeno de no5 dificilc., o, incluso, unpoc;iblcs de csrudiar científicamente.
credibilidad fue visto con frecuencia como masivo, p1edominante Esta div1s16n, de momen10 insuperable, entre teorias del saber
y, a fin de cuentas, engañoso. Para la cmica mdcológica» de fi- y 1eonas de la credibilidad, demuestra que la psicología del espec-
nes de los anos sesenta, el electo de lo real habria sido explícita- tador de la imagen es una mezcla inextricable de saber y de credi
mente utilizado por la ideología «burguesa» de la representación bilidad. Por 01ra parre, en esle scmido y a este lado del AlJánti-
para hacer oh idar la elaboración de la forma, en beneficio de co, se desarrolla una reflexión (menos fromal. más implicita) sobre
la reclusión en una realidad ficticia. Poro la problemática de la el espectador. Asl, en un trabajo sobre la imagen fotog ráfica, Jean-
impresión de realidad, que no se ha desarrollado con esta inten- ~ larie Schaeffer hizo resallar muy clar:.i meme que el poder de con-
ción crítica, sobreestima en el mismo grado el papel del «engaño» vicción de la fotografía, considerada a menudo como ponadora
provocado por esta impresión. en si misma de algo de la realidad misma, depende del saber, iln-
Desde hace algunos años, parece haberse invenido ampliameme plícito o no. que lienc el espectador sobre la génesis de esta ima-
la tendencia con la aparición. en el campo de la reflexión sobre gen. sobre lo que Schaeffer llama su arche. Porque sabemos que
el cine, de reorfas cognitivas del espectador, de momento aún de la imagen fotográfica es una marca, una huella. automáticamen-
forma vinual e incluso condicional, pero que dejan pre agiar un te producida por procedim1emoc; físico-químicos, de la apariencia
interés creciente, y tendencialmente exclusivo, por el saber del (!.)- de la luz en un in<>lante dado, e por lo que creemos que reprc:;en-
pectador, mas que por su credibilidad. Apane del enfoque gene- ta adecuadarne111e c'ta realidad y estamos dic;pue-.tos a creer even-
rativo de Michel Colín, mencionado más arriba, y que no consi- tualmente que dice la verdad sobre ella (véase el capímJo 3. 11.2. 1).
dera ese saber del espectador "'"º
bas1ame tndirccrnmente, en la Del mi.,mo modo, estudiando las /1Ruros de la ausencia en el cinc,
forma de la competencia nece. aria para la comprensión de la ima- \.larc Vernet pri .. ilegia un obJcto que manifiesta. mucho má" que
gen, hay que citar aqw sobre todo las mves11gac1ones en curso el cmc diegélico en gencial, el hecho de que, ante una pelicula,
en los Estados Unidos, en especial las copiosas ) sis1emáticas de el espectador c;ca 10111/nen Hconscieme de la :.eparación infranquea-
David Bordwell. A decir verdad, Bordwell y sus émulos se han ble entre la c;ala en la que está y el escenario en el que se desarro-
dedicado hasta aquí a describir el «funcionamiento» del especta- lla la historia». «Figura~» como la sobreimprcsión, o lo que Ver-
dor írente a la narración fílmica, que es indiscutiblemente más nel llama «el más acá» (el fuera de campo del lado de la cámara)
fácil analizar en términos de procesos cognitivos. Pero, en lo re- precisan, para ser comprendidas, que el espectador conozca y acep-
ferente a la aprehensión de la imagen, algunoi. de estos procesos, te todo un sistema de convencione" representativas, apoyadas, a
de tipo «ConstructivisLa», siguen siendo válido . Por otra parte, su vez. en un conocimiento del dispositivo cinematográfico. Di
Bordwcll ha predicado igualmente. con vigor. lo que llama el «neo- cho de otro modo, frente a estas figuras, frecuentes por otra par-
fo1111alismo», } que recubre. grosso modo, una metodología de te en el cinc de ficción. el espectador, para continuar creyendo
interpretación de los te,tos anísticoi. basada en la delinición mi- en la pchcula, debe poner en <1uc;penso localmente esta credibili-
nuciosa de su contexto fo1mal y estilístico exacto. Así, el especta- dad en beneficio de un saber 'lobre las reglas del juego.
dor de cine (aunque también, potencialmente, el espectador de Son solamente dos ejemplos, pero, apane de que se trata en
cualquier imagen) es el lugar de una doble actividad racional y ambos casos de trabajos importantes, que renue\ an 1 clarifican
cognitiva: por una parte, pone en lunc1onamiento las actividades problemas amiguO'i, 'ion s1momáucos de que apenas es posible
El l'/\Pl::L Dl::L l'SJ>H. 1 •\DOR 121
120 LA 11\lAOEN

bo) tratar del espectador 'lin tener en cuenta su -;abcr. pero que pluarn1emo ) de condensación. En lo referente a la imagen, ésta
es decepcionante limitarse a ese c;aber. al producirse también la ha sido abordada por el psicoanálisis e encialmente por do 5 cau-
imagen para que se la tome eo serio y se le conceda credibilidad. ces_: en cuanto interviene en el inconsciente. y en cuanto que, en
el Juego de la imagen arw,1ica, coastiluye un síntoma.

111. EL ESPECTADOR C0\10 SUJETO OESEA'-'TE


111. l. l. El urle como síntoma
I ff. l. La imagen y el psicoanálisis
Los fundadores del psicoanálisis, con Freud a la cabeza sin-
Hasta ahora hemos concedido la mayor importancia a todo tieron con frecuencia la tentación de tomar en consideraciÓn la
lo que, en el espectador de la imagen, deriva del conocimiento, producción aníst ica en su as pece o subjeúvo, es decir, refiriéndola
de la conciencia, del ver y del saber. 1ncluso cuando hemoi. men- a su productor, el anista. La obra de arte es entonces estudiada
cionado esas expectativas del espectador que tan ampliamente in- esencialmente, como discurso <;ecundarizado (puesto que Liene un~
forman su visión de la imagen sin que tenga siempre conciencia l!xistcncia social y puede eventualmente ser objeto de comunica-
de ello, hemos privilegiado i111plici1amcme et aspecto racional, cog- dón, de circulación y de enlcndimiento por parle de 01 ros que
nitivo. Ahora bien, el cspec1ador es también, por supuesto, un no sean el creador), pero que contiene huella) sintomáticas de un
sujeto, presa de afectos, de pulsioncs, de emociones, que intervie- discurso primario, inconsciente: la obra de arte ha sido uno de
nen de modo relevante en su relación con la imagen. los obje1os privilegiados del psicoanálisis aplicado.
Desde hace una veintena de años, el enfoque de esta cuestión El prototipo de estos estudios se encuentra evidentemente en
quedó ampliamente dominado por la perspccciva psicoanalítica el mismo Frcud, con sus textos i.obre Leonardo da Vinci y sobre
freudolacaniana, obre todo en el estudio del cine.~ El psicoaná- el 1\Ioisés de Miguel Angel. El estudio sobre Leonardo es un ver-
lisis freudiano, como se sabe, distingue dos niveles de actividad dadero «estudio de caso»: a través de todos los documentos de
psíquica: el OJ\el primario, el de la organización de los procesos que dispone (lo~ cuadros. pero también los dibujos y los apun-
inconscientes (sintoma5 neuroticoo;, ueílos), ) el nivel secunda- tes), Freud analiza a Leonardo como hubiese podido analilar a
rio, el que consideraba la psicología tradicional (pensamiento cons- uno de su~ pacientes. El análisis, como es casi reglamenlario, se
cieme). El nivel secundario es, para Freud, el de la formaliza- centra en hacer aflorar un «recuerdo de infancia», ~upues1amen­
ción. el del dominio, eventualmente el de la represión, de la energía tc condensador del reLrato neuróúco de Leonardo homosexual
pl)íquica primaria, bajo la férula del principio de realidad; es el reprimido o más bien sublimado, fijado afectham;nte a su ma-
de la expresión i.ocial, civilizada, a través de los lenguaje5 y sus dre. Este re~uerdo de infancia, célebre, e el del milano que ya
presiones institucionalei.. que engendran represemaciones y dis- hemos mencionado ames y cuya huella sigue Freud paso a pa 0
cursos racionales. El nivel primario es. por el contrario, el del co la producción conscienle del Leonardo adulto. atribuyéndole
«libre» flujo de la energía psíquica, que pasa de una forma a otra, de paso otros «significantes» (en especial Ja sonrisa de Ja Giocon-
de una representación a otra. sin otra presión que la provocada da). El estudio de la estal ua de Miguel Angel es de naturaleza
por el juego del deseo; es el de ta expresión subjetiva, neurótica. difereme, puesto que consiste en interpretar esta obra cnjgmática
fundada en el <<lenguaje» del inconscicme y sus procel.OS de des- mtemando comprender el estado psicológico que se supone e.\-
presa ésta en su personaje, Moisés, bajando del monte Sinai (no
sin ~uc Freud ínlente también comprender lo que pudo impulsar
2. Se encontrará unn e>.posk16n de ulguno~ de los aspecto~ imponan1es del
enfoque psiconnalltico del cine en dos obra~ anteriormente aparecidas en ~Ul a Miguel Angel a querer expresar este estado psicológico y no otro).
misma colección, 'Y a las cuaJe<. me rcrrntlo rcrrnur, sin repetir aquí sus exphca- Pero, aparte de esto dos estudios célebres que abren el camJ-
done.: futhélique du film ( 1983), capi1ulo S, "' e film el 'º" spec1eccur... >' no, uno a la psicobiografia y el otro a la lcccura psicoanalítica
L 'u11ulv~e di!!> fílm< (1988). capitulo 6, "Psychanaly\c et nnalysc du filnw (crads.
casi Esté11<:a del cine. Barcelona. Paído~. t'JSS. y tnulim del fílm, Barcelona.
de las º?ras de ane, la relación de los psicoanalistas de Ja primera
generación con el arte está en gran parce determinada por <;us en-
Paidós, 1990).
122 l.;\ 111.l•\GEN L:t PAl'l-1 Dl L LSl'I C f\OOR 123

cuentros profes1onale~ con artistas. El desarrollo del psicoanálisis ~umen: las obras de arte no deben leen.e de manera lineal, smo,
en los paises de lengua alemana, tra-, la primera guerra mundial, por el comrario, de manera «polifónica». segun el modo de la
coincide con ta aparición de escudas pictóricas que, con los d1- «oreja hori1omal>1 que permite 01r varias Lineas melód1cac; a la
\Crsos abstraccionismos } o;obre todo con el expresionismo, re- \et, separadamente y juntas. El analista debe explorar las obras
nuncian en pane a la secundarización. a ta racionali1ación, para con la mirada y con el pen~amiento (Ehrenzwe1g uuhza la expre-
dcJai voluntariamente emerger en la obra producciones primarias. sión sc:o1111i11g incons<.'ient), y no pretender aplanar su volumen
No es casualidad que vario-. de esto-. arnstas fueran psicoanaliza- 'inual. El desph11arnien10 producido por este libro, en relación
<los por freud y sus clisc1pu10~. quiene-. encontraron en estas obras con los estudios ma, clas1cos de psicoanálisi<; aplicado. es consi-
un material aún mas sensible a Ju interpretación que las obra~ del derable: la obra ya no es aquí legible como 'iÍntoma que se deba
Renacimiento estudiadas por rreud. Citcmoi; solamente un ejem- referir a un sujeto neurótico, el autor, sino como producción or-
plo que dio lugar a una publicación, el del anális1-. de un artista gani1ada según reglas que c;on las del inconscieme en general. En
expresioni!>ta (que permanece innominado) por parte de Oskar Pfis- esto, Ehrcnzwe1g prefigura muy exactamente Ja manera en que
ter, un pastor de Zurich adepto a Freud. En su libro, Plister adopta el análisis cex1Ual se ha apropiado del psicoanálisis.
un sistema muy revelador en si nusmo, y por 01 ra parte discuti-
ble, que va de Ja exposición de elementos del análisi'i del paciente
a una exposición del trasfondo ps1cológico y «biológico» (sic:) de 111. 1.2. Jnconscicnce e lmn~incría
los cuadros <le este paciente, para terminar con una ampliación
al trasfondo psicológico y biológico del expresionismo en gene- Una de lao; ideas fundarncntalc:. que supone el enfoque psicoa-
ral. (Las conclusiones de Pftster '>On bastante 1iombría!>, y sobre nall11co del espectador de la imagen consiste. pues, en subrayar
todo, mal deducidas de la ideología ,lfl ist ica dominante en 1920: la estrecha relación entre inconsciente e imagen: la imagen «con-
el expresionismo <<desemboca en la introversión. para caer bajo tiene» algo de mconscicntc. de primario, que puede analizarse;
la inílueocia de un autismo que destruye todas las relacionell ra- inversamente, el inconsciente «Contiene» imagen, representaciones.
cionales y volitivas en la realidad emp1rica, condenándose a una A decir verdad. es imposible precisar de qué modo esta pre-
conremplacion etica e intclcx:tuahncnte esieril».) sente en el inc.:on c.:ient~ esta imaginena, puesto que, casi por defi-
Muchos otros autores se han arriesgado tambien a caracteri- nición. el incon:.ciente es inaccesible a la mvestigación directa, y
1ar el arte como síntoma. Sólo retendremos aquí una tentativa, '>ólo indirectamente es cognoscible, a 1raves de las producciones
por otra parte aislada } original, Ja de \nton Ehrenzweig en su 'intomáucas que lo 1ra1cionan. El hecho de que. en estas produc-
libro L 'Ordre coc:he de f'urt. Como indica el 11culo, Chrenzwcig ciones sintomáticas. dc,empeñcn un papel las 1mágenc , no dice
postula que. más alla del orden aparente de la obra de arte -el e\ldentemente nada sobre <;u CX1Stenc1a «en» el inconsciente, >esta
que ordena en especial la reprcscntac1ón-, ésta se organiza tam- cuestión sigue '1cndo una de las más especulat i\'as de toda Ja doc-
bién en profundidad, según un modo articulado pero no racio- trina freudiana.
nal, de tipo primario; correlativamente, la tarea del analista ante No iremos, pues, más lejos, sino para operar fugazmente un
la obra de anees, pues. la de interpretar no tanto lo representado acercamiemo cm re esta imaginería inconsciente y otras formas <le
como lo reprimido de esa repre~entación, no el producto final sino imaginería «imerna», «mental». Ya hemos mencionado el llama-
las operacione.<. inconscientes cuya marca lleva. Los ejemplos pri- do pensamiento visual, pero a lo que se alude aquí es m1:ls bien
vilegiados están tomados, eviden1cmcme, <le la pintura del si- a lo que se llama corrientemente las imdgenes mentoles. El acer
glo X.\. -más liberada de las prcsionell rcprc.\entativas-, del arte
«primitivo» o de la caricacura. Pero sm a!>pcctos más imeresantes
son acaso justamente Jos que demuesmm que es1e enfoque puede .J . l.a e'rm:~ión «vnlumcn ,·iriuul» C'illl tomada de Raymond Bellour, qwen
dc,1gna uproxunudumcntc In nmm;i ic.J~. Lle una l:ltlruc..iura \Ub)nceme en c:I le\·
extenderse tambien a la pintu1 a cl:isica, en la medida en que con-
lo mamlit-.;10 > qu~ d nnali)h deberla 'ª.:ar a la lu7 sin bo!!aluur. (\:cuse L 'una/1 -
tiene algo «no articulado>>, en e<;pccial en lo" valores plasucos (idea \l' d11 film. Albatrm. 1971! ; «A bJton' rompu~ ... en Tlléoril! t/11 fl/111, \lba1ro,,
con la que nos \Olveremos a encontrar, véase capitulo 5) En re- 1979.)
H PAPr! UCL cSl'ECTADOR 125
124 L \ !M \GEN

camiento parecerá e candaloi,o a algunos. puesto que fue desde


111.1.3. Imagen e imaginario
una de las ciudadelas del cognitivismo (del antip ·icoanálísis, pues),
el MJT (Massachuseus lnstitute of Technology). desde donde se
relanzó hace unos diez aftos el estudio de las imágenes mentales. La noción de ima~inario manifiesta claramente este encuentro
Pero nos ha parecido posible, e incluso útil. realizarlo en un Libro entre dos concepciones de la imaginería mental. En el sentido co-
que no pretende tomar partido entre diversas verdades reveladas rrie~te de la p~labra, lo imaginario es el patrimonio de la irnagt-
y sus profetas, sino enumerar lo que existe. 11ac1~11. e_n1end1da como facuJcad creaLiva, productora de imáge-
El debate sobre las imágenes mentales es más o menos el nes 1ntenores eventualmente e..:teriorizables. Prácticamente es
siguiente: dado que innumerables experiencias y la introspección sinónimo de (<ficticio», de <dnventado», y opue to a lo real '(in-
usual ponen en evidencia la ex1stenc1a de imágenes «mternas>l cluso, a ~eces, a lo realista). En este sentido banal, la imagen re-
a nuestro pensamiento, ¿cómo concebir estas imágenes? ¿Son prescntauva hace ver un mundo imaginario, una diégesis.
(posición pictorialisra) verdaderas imágenes, en el senlido de que, La palabra ha recibido un sentido más preciso en Ja teoría la-
al menos parcialmente y en cuamo a algunas de ellas, represen- canian.~, que ha inspirado numerosas reflexiones sobre Ja rcprc-
tan la realidad según el modo icónico? ¡,O son (posición descrip- scnlac1on, sobre todo cinematográfica. Para Lacan. el sujeto es
cionalisla) representaciones mediatas, parecidas a las representa- un efecto de lo simbólico, concebido a su vez como una red de
ciones del lenguaje? La querella es más c;ut il de lo que dejan significantes que no adquieren sentido sino en sus relaciones mu-
suponer la palabras (<imagen» y «lenguaje>), pues todo el mun- t~as; pero la relación del sujeto con lo simbólico no puede ser
do está muy de acuerdo en que no se trataría de imágenes en directa puesto que el simbolismo escapa totalmente al sujeto en
el sentido cotidiano, fenoménico, de la palabra. Acaso una de su constitución. Sólo por mediación de formaciones imaginaria<;
las maneras más esclarecedoras de exponerla es ésta: es «imagen puede efectuarse esta relación:
mental» lo que, en nuestros procesos mentales. no podría ser . - (<figuras del otro imaginario en relaciones de agresión eró·
imitado por un ordenador que utilizase información binaria. La uca en las qu~ se realiLan», es decir los ob1eros de deseo del sujeto;
imagen mental no cs. pue • una especie de t<fotografía» interior - 1demificac1011es, (<desde la Urbild [imagen primitiva] es-
de la realidad. ino una repre ·emación codificada de la realidad pecular ha!ita la idencificac1on paterna del ideal del yo».
(aunque C!>tos códigos no can los de lo 'erbal). Pero. por otra La noción de 1magmario remite, pues, para la teoría lacania-
parte, se han provocado. en los laboratorios de psicología, situa- na, «primero a la relación del sujeto con sus identificaciones for-
ciones en las que los sujetos confunden imaginena mental 1 per- madoras l:··1 Y segundo a la relación del sujeto con lo real, cuya
cepción, y que parecen indicar la existencia de una simiütud f w1- caractensuca es la de c;er ilusorio». Lacan ha insisúdo siempre
cional entre las dos. en que, para el, la palabra «imaginario» debe tomarse como es-
Muchas hipótesis actuales ~obre las imágenes mentales (cuya tric~ameme ligada a I~ palabra «imagen»: las formaciones imagi-
realidad nunca se pone en duda) giran alrededor de la posibilidad narias del '>UJeto son imágenes, no sólo en el sentido de que son
de una codificación que no sea ni verbal, m icónica, sino de una intermediarias, sustitutas. sino también en el semido de que se
naturaleza de algun modo intermedia. Sin que nunca haya estado encarnan eventualmente en imágenes materiales. La primera for-
sometida a procedim1cn1os experimentales del mismo orden, es mación imaginaria canónica, la que se produce en el estadio del
posible, si no problable, que pueda decirse otro tanto de la imagi- espejo, en que el niño forma por vez primera la imagen de su
nería inconsciente. No es, en cambio, posible ir más lejos: nadie propio cuerpo. C!itá así directamente apoyada en la producción
sabe, ni siquiera en el enfoque cognitivista, cómo informan y <(en- de una imagen efectiva, la imagen especular. Pero las imágenes
cuentran» las imágenes reales a nuestras imágenes mentales, a for- que encuentra el sujeto ulteriormemc vienen a alimentar dialécti-
riori las imágenes inconscientes camente su imaginario: el sujeto hace jugar, gracias a ellas el
registro identificatorio y el de los objeros, pero inversamente.' no
puede aprehenderlas o;ino sobre la base de las identificaciones ya
operadas.
126 1 '\ 11\.11\úl:N l:iL l'APl.:L 0111 (·SPI!l T \IXlR 127

Reducido as1 a sus grandes lineas - de manera ciertamente s1m- a k.ant, que designaba con él «el sent1m1ento de un placer o
plificadora- , este enfoque 110 c-;La, cuno-;amente, tan lejos dcJ de un disgus10 ( ... ) que impide al sujeto llegar a la reílc.\ión>>.
modelo que proponen tcorias mas próximas al cogni1h·ismo. Cuan- l loy '>e llama afecto al <<componente emocional de una experien-
do Arnheim habla del cenuarruemo subjetivo como fenomcno fun- cia, hgada o no a una representación. Sus manifestaciones pue-
dador de la percepc1on de las imagenes, podría sin demasiado es- den ser mulllplcs: amor, odio, cólera, etc.» (AJain Dhote) Se
fuerzo Lraducirse este enunciado con referencia al e~pejo lacaniano. trata, pue , de considerar al sujeto espectador. c1ename111c en
Naturalmente, lo que ~iempre eparará los dos enfoques es la pie- su dimensión subjetiva, pero de manera no analítica, -;in remon-
dra de toque del inconsciente, al que los cogmtj\.istas no conce- tarse a tas estructura profundas de su psiquismo, permancc1en-
den crédito alguno. ya sea que lo crean completamente incognos- do, por et contrario, en sus manifestaciones superficiales, que
cible, o sea que nieguen hasta su existencia. son las emociones. No habiéndose elaborado una teoría general
Se ha profundizado en la nocion de imaginario por los Lrabajos de las emociones ame la imagen, c;eremo1; aquf bastante breves
de inspiración psicoanalítica sobre et cinc, en primer lugar los de y nos conformaremo' con dos ejemplos de tentativas (muy desi-
Christian Ml:.TL (1977). Al no ofrecer el cine presencia real alguna, gualmcnce desarrolladas y culminadas) de tener en cuenta este
esui constituido por representantes, por significa mes, imaginarios, registro.
en el doble semido -usual y técnico- de In palabra: «El cine des-
picna masivame111c la percepción, pero paro volcarla enseguida en
su propia ausencia, que es, no obs1amc, el único significa111c pre- Jn .2.2. Un ejemplo de parlicipación arecllvn : In Ei11fü/Jlung
senLe». Siguiendo directamente el hilo del enfoque lacaniano, que
relaciona estrechamente imaginario e identif1cac1ones, Metz ha de- Nuestro primer ejemplo será tomado de la gran tradición
sarrollado una teoría de la identilicac1ón espectatonal en dos nive- alemana de la hjo,toria del ane de principios de siglo En t 913
les: identificación «primaria» del sujeto espectador con su propia aparece el libro de Withelm Worringer Ahstraktion und E111jüh-
mirada e identificaciones« ccundarías», con elementos de la imagen. lu11x, subtuutado «Contribución a la psicología del eslilo>,, y tra-
La imagen cinematográfica con'>lltU}C una presa ideal para eJ ducido al francés (en 1978) bajo el útulo Abstrac1ion et Ein-
imaginario, y es una de las razones por tas cuales se ha privilegia- fiihlung.
do su teona. Pero. en justicia. toda imagen socialmence difundi- Cuando escribe este libro, Womnger pretende de arrollar una
da en un dispositivo especifico derí'a del mismo enfoque, puesto estética psicológica, que se opone a la corriente, entonces domi-
que, por definición, ta imagen reprcscntatj\.a actúa en el doble nante, de la e~1é1ica norma11\'a (o «ciencia del ane», concebida
regisrro (la «doble realidad») de una presencia y de una ausencia. como pre criptiva, que refiere la obra de arte a un ideal absoluto,
Toda imagen choca con el imaginario, provocando redes idenrifi- eterno v universal). Para eso toma dos conceptos de sus predece-
catonas, y utilizando ta 1dcnuficación del espectador consigo mis- sores inmediatos:
mo como espectador que nura. Pero. desde luego, las identifica- - por una parte, el concepto de abstracción. tomado de Alo1·s
ciones secundarias son mu> difere111es de un caso a otro (son Riegl. E. te concebía la producción artística como derivada de un
mucho menos numerosas y ~in duda mucho menos intensas ame «querern art1st1co, un Ku11stwo//e11, anónimo y general, ligado a
un cuadro, incluso una fotografía, que ame una película). la noción de pueblo, y había establecido una gran dh isión, a to
largo de toda la historia universal del arte, entre los estilos realis-
tas, fundados en lu imitadón óptica de la realidad, y las formas
111.2. La imagen como fuente de afectos artísticas concebidas ~cgt'm el modo de la estilización geomeirica,
Y fundadas en una relación menos óptica que tactil con la reali-
rn .2. 1. La nocibn de uf celo dad; a estas ~1.:gundas formas arusticas asociaba el el prim:ip10
de abstracción.
Con ta noción de a feclo, no., apanamo-; algo del psicoanálisis - por otra parte, el conccpw de Einfühlung, que 11.:nia ya
stricto sensu. pueslO que el término mismo se remonta cl.I meno una larga existencia en el campo, emonces naciente, de la psico-
128 L\ f\.IAG~
L· l P \Pl:l OEL C.'if>H 1 \ OOR
129
logia. Einfü/1/ung se traduce a vece!> por «empatia»,' Y designa,
tingu1rse estrictamemc: estos dos ülLimos término designan (<sc-
segun Lipps, un «goce objetivado de por <11», sobre la base de
cundarizaciones» del afecco, que lo incluyen ya en una serie de
una <Hendencia pamebta propia de la naturaleza humana, de ~er
repre.,cntaciones. micmras que la emoción conserva un carácter
una sola cosa con el mundo» (esta uluma fórmula es de ~- VtS-
má<1 «primario» y, en especial, se \ ive con frecuencia como des-
cher, 1873). La Einfühlung corresponde, pues. a u~a fe~1z rela-
pro,is1a de significación. Para Francis V\NOYE (1989), uno de los
ción (que, para un psicoanalista, seria de naLUraleLa 1denuficado-
pocos inveMigadores que han abordado esta cuestión, «se obscr-
ra) con el mundo exterior. . .
\J una div1s1ón entre enfoques "neutros" de la emoción, consi-
Siendo el ensayo de Worringer un en1>ayo de h1s1ona del ane.
derada como reguladora del pa o a la acción, y enfoque\ má¡, bien
esta dicotomia se utHiza para producir una 1eoria general de esta
ncgmivos, que consideran la emoción como signo de un disfun-
historia, en la forma de una oscilación más o menos regular ent~e
c1onamie1110 correlacionado con un descenso de la capacidade!>
dos polos, d polo de la (<abs1racción», caracteri7ado por .u~ estJ- del sujeto».
lo ní1ido, inorgánico, fundado en In linea recta y la sup~rf1:1e pla-
El segundo enfoque. dcsvalorizador, que Liende a ver la emo-
na, que encarna valores colectivos, y el polo de la E111fuhlu~1~,
ción como una regresión momentánea, domina toda la literatura
el del naturalismo, orgánico, fundado en el redondeo Y la tnd1-
sobre la imagen espectacular, lo producida con destino a un es-
mensionalidad, y que encarna tendencias y aspiraciones individua-
pectador colectivo, masivo, sin cultura particular. Del espectácu-
les. Egipto es el paradigma del primero; Grecia, del segu~do; en-
tre estos dos polos tienden puentes alguna~ épocas (el gónco, ~or lo de feria a la 1elevisión, u11 mismo desprecio teórico rodea las
ejemplo). Esta visión de la historia, en la época en la que ~ornn­ emociones pucs1a1> en .iucgo, tanto más cuanto que se reivindican
como emociones (<fuenes» (a costa de una confusión, la mayoría
ger la propone, no es muy original: coincide en .1~ ~senc1al co~
de la.s \ecc.s, en1re emoción y .sensación).
las grandes s1mesis de Raegl, y recupera la gran d1v1s1ó~ entre vi-
sión óptica y visión báptica, propuesta en 1893 por H_aldebrand, l\l<b incere~amc~ son los sislemas, pocos. que inteman un en-
y de la que ya hemos hablado (más arriba, 11.3.1). Es antere ante roque posíLi\O de la emoción. En la mayor parte de los casos,
aquí porque Worringer quiere fundarla enl~ramente ~o~r~ de_ter- la~ imágcne provocan proce.sos emocionales incompletos, puesto
minaciones psicológicas de naturalet.a afccuva: el arte 1m1.tat1\ o, que no hay ni paso de la emoción a la acción, ni 'crdadera comu-
naLUrali ta, e bru;a en e. ta relación de idenuficación empáuca con nicación emre el cspec1ador } la imagen. Vanoye ha propue~to,
el mundo que es la Einfühltmg; por el contrario, el ane «abstrac- limitandosc al caso del cine, un primer estudio, aun esquemático,
to», geométrico, se apoya en otros afectos, en una profunda ne- de la 'iituac1ón emocional del espectador. Verifica ame todo que
cesidad psicológica de orden que intenta compensar_ lo que e_l c_on- se inducen en el espectador de cine dos Lipos de emociones:
tacto con el mundo exterior puede suscitar de angusua. Esta uluma - emociones «fuenes», ligadas a la supervivencia, cercana'
idea de una «compensación» de la angustia cxi!>Lencial por el ane a veces al estrés. } que entrafian «componamiemos de alerta y
ha t;nido. por otra pane, una notable fortuna en diversa~ formas de regresión a la conciencia mágica»: miedo, orpresa. novedad,
de Lerapia relativarnen1e rccicnfcl>. ligereza corporal. En e~ce caso, hay bloqueo emocional, puesto
que el espectador no puede realmente reaccionar (no puede sino
repetir compulsivamentc la experiencia, yendo a ver orra pcltcula);
IU .2.3. L as emociones - emociones más ligadas a la reproducción y a la vida social:
1risteza, afección, deseo, rechazo. El film juega emonces, esen-
La noción de emoción, que en lenguaje corricme se toma con:o cialmente, con los registros bien conocidos de la idemificación
y de la expresividad.
equivaleme aproximado de «scmimiento» o de «pasión», debe d1s-
Estas emociones tropiezan con tres obstáculos: la excesiva co-
dificación, necesaria sin embargo, si la pclicuJa quiere ser com-
4 Lo~ traductorC:' francc.•c~ del libro de \\ orr!ngcr cvi1nron cual:ido~amentc prensible; la inhibición de Ja comunicación y de la acción, y, fi-
e\lc: ;o!rmino, prefinendo con~crvar lu pulubru alc:manu. par~ t>YÍlar toda confu~16n
nalmente, el sentimiento de haber vivido un ciclo emocional
con to~ empleos de In noción de empalia. en C"pcdul entre cienos pstcoterapeutas.
incompleto o falsamente completo. Vanoye deduce dos condicio-
L\ IMAGEN
130 El P.\PEL DEL LSPl?CT \l>OR 131
ne~ que permilen e:\periencias emocionales más sall'>factorias en
diana, las puli;ione'> parciales se subordinan. en el curso del desa-
el cine: . · 1 rrollo psíquico, a una organización ps1quica colocada por Frcud
_ algunas películas ccadminhtran » mcj.or el ciclo emociona •
bajo el signo de la genitalidad. Sin embargo, nunca desaparecen
«pem1 i1iendo al e:,pecrndor un acce o a la 10Legrac10n o a. la ela-
) pueden volver panicularmente al primer plano {retomo de lo
boracion de ~u experiencia emocional», mediante un dominio de reprimido) en ca'io de fracaso de la represión.
la configuración narraLiva (por ejemplo. variando lo~ punto'> de
Las pul<;iones son la parte mas enigmática del modelo del p i-
v1sla idcmificadores); . . qui,mo elaborado por Freud. Como en cualquier ituación que
_ algunas situaciones subjethas 'IOn mas prop1c1as que olras
implique al psiquismo humano, pueden intervenir en nuestra re-
para la panicipación cmoc1onal. . lación con las 1magencs, aunque esta intervención siga siendo pro-
Este primer enfoque es muy clarificador. Obser.~emos, sin em- blcmatica y mal conocida.
bargo, que, en la mayona de los casoc;, Vanoye reh~re la .pro~uc­
ción de Ja emoción en el cine a las C'>llUcturas narrauvo-d1cgét1cas
y. por tanto, sólo de manera indirecta a la imagen: lo que emo- 111.3.2. Pul Ión Clieóplcu y mirada
ciona es la participación imaginaria y mome~tánea .en un mundo
[iccional. la relación con personajes, la conl r~ntac1611 co~1 situa- Lo que se llama pulsión escópien es, pues, uno de los casos
ciones. En cambio. el valor emocional de las 1mdge~cs sigue cs-
particulares de la noción general de pulsión, tal como acaba de
iando, por su parte, muy poco c.'>ludiado, y casi siempre lo es exponerse. La pulsión escópica, que planrea la necesidad de ver,
en el interior de la esfera de la estética. (Volveremos sobre ello
no es cienameme una de las grandes pulsiones primarias, que van
en el capítulo 5.) acompaftadas de un placer del órgano correspondiente, como la
pulsión oral (nacida de la necesidad animal de alimcmarse); es,
por el contrario, caracterisrica del psiquismo humano en cuanto
///.J. P11/s1011es especraronale.\ e imaRt!ll que abandona los ins1imos por las pulsiones.
Como implica el esquema general, esta pulsión se divide en
111 .3.1. La pul ión un fin (ver), una fuente (el 'ii'itema \tSual) y, Finalmente. un obje-
10. fa1e úlLimo, que C\, rccordémoslo. el medio por el cual la fuente
La noción de pul4'ión es esencial para la ps1col~gía frcudia.n?, alcanza 'iu objetivo, ha sido identificado por Jacques Lacan con
en la que aparece como una e~pec1e de remodclac1on de la v1eJa
la mirada . fa comprensible que este concepLo de pulsión escopi-
noción de instinto. Para Freud, la puls1on es «el representante
ca, que implica la necesidad de ver} el deseo de mirar, haya en-
p íquico de las excitaciones, que salen del interior del cuerpo Y
contrado una aplicación en el campo de las imágenes. Pero, como
que llegan aJ psiquismo»: es, pues, el lugar de encuemr? entre
en el caso general de los conceptos psicoanal1cicos, es la teoría
una excitación corporal y su e:-.presiOn en un aparato ps1qu1co que
del cine (secundariamente, la de la fotografía) la que más ha de-
apunta a dominar esta excilación. . . 'iarroUado esta aplicación. Sin duda porque la teoría del cine, más
Como indka la paJabra (viene de un verbo !auno que significa
recienLe que la de la pinrura, ha chocado con menos inercia y reti-
«impulsar»), Freud pone el acento, con este conceplo, en la ~uer­
cencias en la adopción de concep1os recientes y provocativos, pero
ta de la pulsión. Pero. aparte de cs1c «impulso» que. es el pnm:r también porque el cinc, que conjuga imagen visual y narra1ivi-
elemento de la pulsión, ésta se define por su .fi11ultdad (que es dacl, articula más manilicstamcnte el deseo y las pulsiones. (Re-
siempre la satisfacción de la pulsión). por su obj~to (que es el cordemos, sin embargo, que fue a propósito de la pintura que
medio por el cual puede la pulsión alcanzar st1 fi~ahdad). Y fi~al­ Lacan introdujo la idea de la mirada como objeto. en particuJar
mence, por su fuente, que es el punto de anclaJe. de la puls1ón destacando que el cuadro es lo que, al dar algo como alimento
en el cuerpo. Al principio, las pulsiones son <~p~rc1ales» . cnla.1~­ para el ojo, al ser objeto de mirada, satisface parcialmente la pul-
das con fuentes aisladas (puls1ón oral, anal, láhca, etc.)~ persi-
s1ón e'icópica; quizás incluso, en ciertos eslilos de pimura, e\prc-
guen un placer aislado, ligado al órgano-íueme. En la teona freu-
"ionistas por eJemplo, ahmema «cxcesi,.ameme» esLa mirada. de
l.\ lMAGE.'1 EL f>Al'L L Dll r:srr:crADOR 133
132

una manera que Lacan califica de perversa, al cult1\arse entonces Sobre esto<; dos puntos, los estudios centrados en la diferencia
ta pulsión por si misma. Pero. por lo que yo sé, estos análisis 'exual (y surgidos en gran medida del feminismo) han aportado
nunca se han proseguido de manera sistemática por parte de lo una contribución muy 1mpor1ame. poniendo el acento en fenó-
teóricos de la imagen pictórica.) menos como la dic;imeLria emre personajes masculinos dotados
A decir verdad, en todos lo!. U!->OS de la palabra. incluso los más del poder de mirar > personaje:; femeninos hechos para '>er nma-
corrientes, La mirada se dísungue de la simple visión en que emana dos, o como la diferencia esencial, en el juego de la mirada espec-
del sujeto que percibe, de manera acuva >má'> o menos delibera- tatorial, entre un sujeto masculino «voycur» por estructura y un
da. Así, en el capitulo primero, hemos sei'lalado cómo las psicolo- 'uje10 femenino di\idido entre «voyeurismo» > ituación-de-!'>er-vi!t-
gías de la percepción la definen en cuanto acto sensorio-infor_mat.i- to («To-be-/ooked-at-ness», según la expresión for1ada por Laura
vo consciente y voluntario, que en1ra en una estrategia de ~l LiL\l\ en su brillame articulo de 1975) o, para seguir con los
conocimiento >de comportam1cn10 que es la del sujeto en su en- términos del mismo articulo, entre la mujer como imagen y el
torno. Pero el enfoque Jacaniano, desde luego, implica otra con- hombre co~o portador de la mirada, incluso en el sentido en que,
cepción del suje10. En una ~cric, citada a menudo, de sus Semina- por delegación, es el portador de la mirada del espectador neu-
rios. Lacan establece que la mirada es un objero «a» mimiscula, tralizando el peligro po1cncial que encierra la imagen de la ~ujcr,
(o sea, aproximadamente un objeto parcial de deseo o, también, como espectaculo tendente a congelar el ílujo de Ja acción para
un objcLO de la pulsión). Si mirar es un deseo del espectador, éste provocar la contemplación erótica. Para Mulvey, en una película
quedará atrapado en un juego in1ersubjetivo complejo, que ent.ra- narrativa clásica, resulta de ello una contradicción fundamental
ña, por una parte, el dispositivo espectatorial. en cuanto.máqu1.na entre el juego sin restricción de la escoptofilia (perversión ligada
habililadora y censuradora a la vez; por otra parte las miradas m- a la exacerbación de la pulsión escópica) y el juego de las identifi-
tercambiadas en el intcrio1 de la diégesis, en el juego de las cuales caciones. En términos p:.icoanalilicos, la mujer significa la ausen-
puede el espectador quedar atrapado imaginariameme: y, finalmen- cia de pene, la castración: su figura amenaza, pues, siempre, con
te, las miradas dirigidas desde la pantalla hacia la sala (siempre ima- hacer <;urgir la angustia; de ahí las escapa1onas adoptadas a me-
ginariamente). Todos e tos punto han dado lugar a múltiples e - nudo por el film clásico, recscenificando de nue\O el trauma pri-
tudios: el juego de la'l miradas en la imagen es el centro, en especial, mitivo (bajo forma sádica, por ejemplo, en el cine negro) o con-
de célebres análisis de peliculas como el de un fragmento de La \ irtiendo en fetiche la imagen de la mujer (lo que, icne a ser como
dili¡encia por Nick Brov.nc. o la de un fragmemo de El sueño eterno repudiar la cas1racion que ella representa).
por Raymond Bellour; la mirada de la pantalla al espcctad~r es La critica de inspiración feminista ha recogido con frecuencia
objeto del concepto de sutura elaborado en 1970 por Jean-P1erre estas te i en lo paises de lengua inglesa, sea a propósito del cinc,
Oudan v más recientemente, de un análisis más general de l\larc sea incluso a propósito de la represemación en general. Citemos
Vernet, q~e ve en ella una de esas «figuras de la ausencia>) que tras- aquí solamente, de un modo menos rigurosamente psicoanalitico,
pasan el discurso fflmico dejando aflorar en él lo irrepresentable. pero que comparte los mismos presupuestos feministas, el libro
de John Bcrgcr Woys of Seeing, que es una critica radical de la
imaginería dominante de la mujer en la cullura occidemal (cspc-
Ul.3.3. Diferencia scxunl y escoptoflli n cialment~ en la pintura y en la fotograífa publicitaria), y de la
C\plotac1ón del cuerpo de la mujer como objeto del «voyeuris-
Se han explorado ac¡i dos grandes direcciones de estudio de mo» masculino.
la mirada mediame el enfoque psicoannl!tico, a propósito sobre
Lodo del cine y de la fOlografia:
- el estudio de las miradas representadas en la imagen y de 111 .3.4. El goce de l:i imngen
la manera en que implican la del espectador;
- el e tudio de la mirada del espectador, como satisfacción . Si la imagen está hecha para ser mirada, para satisfacer (par-
parcial de su l'Oyeurismo fundamemal. cialmente) la puJsión escópica, debe dar lugar a un placer de tipo
LA IMAGE:\ El PAPl!t Dl'I bSPEC f Al)()R
134 135
panicular. A esta observación es a Ja que ha respondido un texro mos e>.ce~o~. el acto del fotógrafo del acto del espectador. no sin
importante. Lo cámara lucida, de Roland.B<\RíllE.'i (1980), teon- mostrar de paso que, en el caso de la imagen fotográfica, no hay
zando Ja relación del espectador con la imagen fotografica. lo espcctatorial puro, puesto que el espectador se define siempre
Banhes opone dos manera'> de aprehender una (misma) foro- en eUa por referencia a lo (<creatorial», al acto de produccion y
grafia, lo que llama foto del fotógrafo ) foto del es~ectador .. La aJ dispo itivo en el que éste -;e produce.
primera utiliza la información comenida en la foto, signos obJell-
vos un campo codificado intencionalmente. dependiendo el con-
JUn~o de lo que llama el studwm; la segu~da utiliza .el atar, 1.as JJl.3.5. La imagen como íeticbe
asociaciones subjelivas. y descubre en la loto un objeto parcial
de deseo no codificado, no intencional, el punclum . Sin que su 1rabajo se pre ente explicitameme como una pro-
No es' ciertamente casual que sea a propó!>ito de la imagen ci- longación del de Barthes, ci.ta idea de una cualidad particular de
nematográfica que Banhes cfectua este importante dcsplazamien- la fotografia, que implica efectos subjeúvos singulares, e la que
1o teórico (a partir de sus posiciones más semiológicas de los años recoge Christian J\ lrrz ( 1989) para demostrar que la foto tiene
sesenta, por ejemplo en el artículo «Rhétorique de 1'1magc»). Como que ver con el fetichismo.
hemos visto, la imagen fotográfica, en cuamo huella de lo real, En la teoría freudiana, el fetichismo es una perversión que re-
suscita fenómenos de credibilidad inéditos hasta su invención. Pero sulta de que, al descubrir de modo traumático Ja ausencia del falo
Banhes va más lejos: no sólo creemos en la foto, en la realidad en la madre, el niño se niega a renunciar a creer en la existencia
de lo que representa la roto, sino que ci.ta ultima produce una de ese falo y pone «en su lugarn un sustituto, el fetiche, consti1ui-
verdadera revelación sobre el objeto representado. La «foto del do por un objeto que ha caido bajo su mirada en el momento
fotógrafo» implica una escenificación igníficativa, que debe des- de la constatación de la castración femenina. Esca teoría ha sido
codificar el espectador, según el modo cognitivo; pero la «foto a menudo cnucada desde vario puntos de vista (en especial femi-
del especiador» a.nade a esta primera relación una r~l~ción plena- ama, puesto que solo se aplica, prácticamente, al desarrollo del
mente subjeuva, en la que cada espectador se reclu1ra de manera sujeto masculino). Pero, como dice Metz, y cualquiera que sea
singular, apropiando'ie de cieno elementos de la foto. que serán, el valor intnnseco del concepto en su campo primero: «Hay con-
para él, como pequeños fragmentos sueltos de lo real. La foto nivencias múltiples e mtensas entre lo que se llama foto, e e trozo
satisface así particularmente la pulsión escópica, puesto que ha~e de papel tan fác1lmence manejable y vibrante de ternura, de pasa-
ver (una realidad escenificada) pero también mirar (algo fotogra- do y de c;upervivencias imaginarias, } las ideas freudianas de ob-
lico en estado puro, que pro\ oca al espectador -el punctum. dice jeto parcial, de amputación, de miedo. de credibilidad minada.»
Banhes, es también lo que me p111cl10- > lo incita a gozar de Christian Metz encuentra, en efecto, varios caracteres de la
la foLo). Banhes mismo analu.a varias fotos, alguna'> célebres, en fo1ografia que facilitan su fetichización:
su libro, designando cada vez el lugar del p1111cr11m desd~ s~1 pu11- - el tamaílo: incluso una foto de grandes dimensiones tiene
ro de visra. Es fácil verificar que este lugar no ec; nj obJeuvablc, siempre algo de «peque~on (esce punto, me parece, es el más dis-
ni universalizable. que sigue siendo algo propio del autor Y que, cu1 iblc: en una expoc;icion de fotos, éstas son a menudo muy gran-
si eJ p1111cwm eJ<lsLe en una fotografía (no ha de existir necesaria- des, más cercana'i a cuadros que a la foto de carnet):
mente), es propio de tal sujeLo espectador. - la detención de la mirada que provoca, o al menos permi-
Esta teoría, discutible por naturalcla puesto que parte de una te, y que evoca la de1ención de la mirada s imilar de la que resulta
experiencia subjetiva, sigue siendo interesante aunque no comparta el fetiche;
uno las descripciones de fotografías propuestas por Banhes, aun- - el hecho de que, socialmente. la foto tenga principalmente
que los pumos que él designa no siempre conv7nzan e, inclu~o una función documcnral y, ~obre todo, que sea intrlnsecamemc
si de modo mas general. sigue uno siendo escéptico ante una d1S- un inde\· que «muestra con el dedo lo que ha sido y ya no es»,
u~c1ón fundada en el espinoso críteno de la intcncionalidad de má'i o menos como el fetiche;
la obra. En efecto, esa distincion separa utilmentc, por sus mis- - el hecho de que la foto no dispone ni del movimiento ni
LA IMAGEN f'I PAPl!L DEL CSPECT.\DOR
136 137

del onido, y que esta doble ausencia se iO\ iene .para conferirle (55 ai'los) } monolingüe (habitames los siete de una rescn a india
una «fuerza de silencio y de inmovilidad», es decir para enlazar, en Anzona), fueron observados por Wonb y Adair en el curso
visible y simbólicamente, la fotografía con la muerte. de un largo periodo de familiarización mutua y accpcaron hacer
_ finalmente, el hecho de que la fotografía, que no tiene un el papel de SUJctos en la encuesta. Los dos antropólogos les die-
fuera de campo intenso, «rico>) como el del cinc. produzca sin ron únicamente las indicaciones técnicas que les pcrmnieran ser-
embargo un efecto de fuera de campo ~ingula~. «no documenta- vir e de una cámara y de una encaladora de 16 mm } les confia-
do, inmaterial. proyectivo, tanto mas a1racuvo)), exactam.ente ron este material con. únicamente, esta consigna: «Haced películas
como el punctum de Barthes, cuyo fuera de campo fotografico obre lo que quc1 áis».
es su «expansión metonímica». Ahora bien, mientras que el fuera La interpretación de los resultados se centró esencialmente en
de campo es un lugar del que la mirada ha sido apan~da para el lenguaje. cinematográfico utilizado por los navajos en sus pell-
icmpre, y el espacio del campo fotográíico está ~<asediado por culas, en vir1 ud de una referencia a la famosa hipótesis de Whorf
el sentimiento de su exterior. de su borde», esa relación cmre ca1~­ según la cual los diferentes desgloses semánticos y sintácticos ope:
po y fuera de campo evoca esta otra relación ~ntre el lugar, h~c1a rados por las lenguas naturales reflejan diferentes desgloses con-
el que toda mirada se ve negada, de la castración, Y el lugar «Jus- ceptuales a propósito del mundo natural. Dicho de otro modo,
tamente al lado» que es el del fetiche. . Wonh y Adair supusieron que la manera espontánea que lo!> na-
Po r todos estos aspec1os, la imagen fotográíica se presta eJem- vajos tuvieron de rodar es susceptible de decir algo sobre las re-
plarmente a la fetichización. Con mayor precisión -pues todo presentacionc\ del mundo propias de su cultura (algo más de Jo
puede ser fetichizado. incluso una imagen- Metz dem.uestra que, que ya dice su lenguaje).
en la empresa fotográfica misma, en general, ?P~ra ~1~mpre una Anali1aron asa, por una parte, los contenido.> de las películas
conjunción enu e ejercicio de la mirada y fct1ch1zac1on (la cual (en panicular sus aspectos simbólicos, o bien míticos) y, por otra
supone. recordémoslo, una negativa de lo real). parte, su forma. El análi.>is formal es conducido con referencia
a u~ modelo, elaborado anteriormente por Wonh en sus 1rabajos
scm1ológ1cos, de la «estrucrura de desarrollo de Ja organi1.ac1on
l V. Cor-.CLUSIÓN: :-ITROPOLO<Jf\ l>El ESPECTADOR flim1ca», que 'C distingue del análisis fflmico en la mayor pane
de sus demás variantes al tener en cuenta el proceso de fabrica-
Lo que se dibuja, aunque ea en negali\O, en este somero re- ción de la película. Las cuestiones plameadas eran, entre otras,
corrido por algunos de los principales enfoque del esp~ct~dor de estas: ¿qué cademas se utilizan en el montaje y cuáles se dese-
Ja imagen, es. pues, una verdadera a11tropolog1a de las 1magenes: chan? ¿Dónde se cortan los cademas para transformarlos en ede-
un estudio de la imagen en su relación con el hombre en general. mas? ¿Qué edema sin en para calificar o para modificar otro!>
A í que, más que llegar realmente a una c~nclusión (lo que resul- edemas? Globalmenic. ¿hay reglas escructurales comunes a todas
taría dificil dada la dispersion y heterogeneidad de las teorías con- las películas producidas por Jo-; navajos?
vocadas aquí), cerraremos este capitulo mencionando que esta em- Las conclusiones de Worrh y Adair siguen iendo prudentes
presa antropológica ha empezado ya y citando a sus rep~esen~~1es Y uno sólo puede ser respetuoso ame su deseo de no sobreinter-
más eminentes, Sol Worth y J ohn Adair. En su irabaJO mas im- pre1ar. Uno de los pumos centrales que ponen de relieve es la
portante, el libro Through Navajo E>:es, é~tos exponen la ~arga importancia, en ln cultura navaja, de los conceptos Ligados al mo-
encuesta «de campo» que los llevó a 11tvesl1gar, en compañia de vimiento físico (sobre todo al movimiento circular). y a In noción
indios navajos -y con una preocupación por la ~lonra~cz Y el misma de movimicmo, l raducida en sus pel{culas de diversas for-
respe10 al prójimo absollllamente notable- la un1versaJ1da~I de mas. Imposible ir más lejos en el detalle sin extenderse demasiado,
la relación con la imagen tal como ha sido tan abundante Y diver-
samente estudiada en los sujetos occidentale o europeizados. He
.5. En panicular. Worth define. como dos entidades ~aniológJcamcnlc difcrcn·
aqui las grande!> lineas de u investigación: . . . 1~. el plano «C:ll la ~ámara». en el rodaje (lo que llama un ca<le111t1. y el plano
Seis navajos de entre l 7 a 25 años, y un sepumo de mas edad « Cn In pcllculan, de~pué~ del montaje (que el llama edema) .
LA IMAGcN EL f>Al'l 1 OU lSPECT \DOR 139
l38

pero lo que ha mostrado esta experiencia es que, si existe una Gu1ll.aume (Paul), La Psyd1olog1e de la forme (~fo fecha, ¿ 1937?). rced.
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es en el nivel de los s1mbolismo'I ma fuenemence anclados en Washington-Londre~. Jo!>~e}-Bass, 197-l
una culmra, los menos conscientes. pues. donde <;e producirán
las diferencias en la apropiación de esta imagen, diferencias que
se traducen en la estructuración profunda de la imagen, más que V.2 la ilusion represemo1t\.'a
en sus comenidos. :\rnhc1m (Rudolf), F1/111s al~ Aun.si (1932), reed., Francfort. Fbcher Ta!>·
Estos resultados, cualquiera que sea la lectura que de ellos se chenbuchi;:r. 1979 (trad. casi. El ci11e como arte Barcelona Pa'idó•
opere, corroboran, pues, esta idea fundamental: la imagen es siem- 1986) • • .,,
pre modelada por estructuras profundas, ligadas al ejercicio de BaLio (Amir~),. « Üntol~~e de l'ímage phmographique» (1945), en Qu'estce
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t
3. El papel del dispo itivo

Las deLerminacionc fisiológicas y psicoJógkas, tal como aca-


bamos de exponerla . de la relación del especLador con la ima-
gen. no bastan. evidentemenre. para describir compleiamcmc esta
relación. Esia se encuadra, además. en un conjumo de deLerm1-
nacione~ que engloban e influyen en toda relación individual con
la~ imágenes Emre esLns determinaciones r;ociales figuran, en
especial, los medio" y tecnicas de producción de las imágenes,
MI modo de circulacion y, evemualmeme, de reproducción, lo~
lugares en loe; que ellas 'ion accesibles, los soportes que sirven
parn difundirlas. El conjumo de estos datos, materiales y orga-
nizacionalcs, es lo que entendemos por dispositivo . Recuperando
así, pero dc<;pladindolo de entrada, el sentido conferido a este
término por importantes estudios de principios de los ai'lo seten-
ta a propóc;íto del cinc, sobre loe; cuales volveremos al final del
capítulo.
144 1 \ IM \GEN H f',\PH l>E·l lllWOSl l IVO 145

Ya hemos considerado esta relación >la hemos descrno segun


l. le\ OIME'ISIO'I E.'iP \( l \1 Dfl OISPOSITI\ O uno de sus a~pecto mas imponame~. el de la percepcion en la
imagen por parte del espectador de un espacio representado (es
l. J. Espacio plasrico. espacio e<;pecwrorial decir. de un espacio tndimensiona! ficúcio, imaginano, pero re-
ferible al espacio real por ciertos indicio de analogia). Podemos
Ya hemo insi 1ido, en loi. capítulos precedentes, en que mirar ahora añadir un eslabón a esta relación: en la imagen, el especta-
una imagen es entrar en con tac10, desde el interior de un espacio dor, en cfcc10, no percibe solamente el espacio representado. per-
real que es el de nuestro universo cotidiano. con un espacio de natu- cibe 1ambicn, en c:uan10 rol, el espacio plástico que es la imagen.
raleza fundamema!menie diferente. el de la superficie de la imagen. ! lasta cieno punto es lo que expresaba la noción de «doble reali-
La primera función del disposilho es la de proponer soluciones con- dad» introducida en el capnulo primero, pero sólo basta cieno
cretas a la gestión de ese comac10 contra 11awra en1re el espacio pumo, puesto que es1a noción dice que. en la percepción del es-
del espectador y el espacio de la imagen. que calificaremos como pacio representado, cuenta también la percepción de la superfi-
espacio plástk o (justificaremos este término en el capítulo 5,1.2). cie. Ahora bien, se 1rata de ai'ladir ahora que, espacio representa-
Los elementos propiamemc plásticos de la imagen (represen- do o no, el espectador ha de habérselas también con el espacio
tativa o no) son los que la caractcri.ain en cuanto conjunto de plástico. Para comprender mejor lo:. aspectos espaciales del dis-
formas visuales, y los que permiten constituir esas formas: positivo que vamos a describir a continuación (y especialmeme
- la superficie de la imagen y su organización, lo que se lla- el marco), habría, pues, que completar el capitulo sobre el espec-
ma tradicionalmente su composición, es decir, las relaciones geo- tador con un aspecto suplcmencario que diese cuenta de es1a ca-
métricas más o menos regulares entre las diferentes panes de esta pacidad, del sujeto que mira, de emrar en relación directamente
superficie; con un espacio plástico. Es lo que ha 1mentado hacer, a lo largo
- la gama de los 1•alores, ligada a la mayor o menor lumino- de 'arias obras, el sociólogo e historiador del arte Pierre I·ran-
idad de cada zona de la imagen, y el contraste global que hace castel.
nacer esta gama: francastel ha anali.i:ado extensamente, en la relación con la
- la gama de lo c:oloreJ y su~ relaciones de contraste; imagen, lo que <;e deriva de la construcción ac1iva de un espacio
- los elementos gráficos simplt!s. especialmente impor1an1es imaginario, y no msis1iremos en ello. Su originalidad consiste en
en toda imagen ((abs1ractan; haber acentuado igualmente el otro ~pecio. el de la co1mrucción
- la materia de la imagen misma, en cuanto que da lugar de un espacio material, «concre10». en relación directa con los
a la percepción, por ejemplo en la forma de la «pincelada» en 'alares plásucos de la imagen. Para él, el espacio imaginario se
pimura, o del grano de la pchcu!a fotográfica, etc. apoya en una concepción abs1rac1a del espacio que es la del adul-
Esros elementos "ºn los que hacen la imagen; con ellos ha de 10 occidental normal. Existen, en cambio. 01 ras relaciones con
habérselas el espectador en primer lugar. el espacio. antes incluso del encuentro con las imágenes, relacio-
nes basada~ en una concepción menos abst racta, menos rigida-
mente estructurada por la geomctria pcrspectivista, y a propósllo
T. l. l. Espacio concrelo, cspncio nbstrac10 de las cuales utili7a Francastcl la palabra topologlo. A decir ver-
dad. la topologia no es otra cosa, en matemáticas, que el estudio
Ese es, pues, el primer dalo de todo disposiLivo de imágenes: de las relaciones espaciales e incluye, emre otras, la cuestión de
se 1rala cte regular la distancia psíquica eutrc un sujeto especLador la pcr<;pcctiva, pero Francas1el Loma la palabra en la acepción es-
y una imagen organizada por el juego de los valores plásticos, pcciali7.ada que le hab1an dado, en los años cuarenta, algunos ps1-
teniendo en cuenta el hecho fundamental de que uno > oLra no cólogos como llenri Wallon, a propó ito de la aprehensión del
están situados en el mismo espacio; que hay, para empicar la ex- espacio por pane del niño. Se tra1aba, para Wallon, de insistir
presión de André Micholle a propósito del cine. una segregación en que el niño aprende a conocer el espacio progresivamente y
de los e.!tpacio!> respecm amente plás1 ko }' espectatorial. que, antes de tener de él una visión global, «perspectivizable».
146 LA 1-.IAGE:" EL PAPEi DI 1 Dl"Sl'OSI l J\ O 147

lo conoce en la forma de relaciones de vecindad cercana. utilizan- centrado en la represcmacion de las cosas, hasta Velázquez, quien.
do relaciones como «al lado de». <calredcdor de». «dentro de». dbtanc1ándose de algün modo en relación con el lieruo. llcgana
con preferencia sobre las nociones de «cercano». <<lejano». «de- a representar el e'>pacio; dcspucs "endrian los impresiorustas, en
lante». «demi.'i>l, etc. Para Francastel, estas relaciones primarias Jos que el d1s1anc1amiento v1<1uaJ llegaría a su colmo, desembo-
con el espacio concreto que no'> rodea no desaparecenan nunca cando en la representacion de la ensación luminosa, y, finalmen-
del todo, no o;e borranan totalmente por la adquisición ulcenor te, Jos monm1cntos pictóricos de principios del siglo xx, expre-
de un sentido del espacio mas global ) más abstracto. En panicu- <>iomsmo o cubismo, en los cualc~ un distanciamiento aún mayor
lar, en nuestra relación con la imagen (artlSlica, pictórica o filmi- Lleva a reprc!>entar ideas (y, paradojicameme, a recobrar con ello
La, por ejemplo), resurgiría esta experiencia primordial del espa- los valores 1áctiles, rizando as1 el rizo de la historia del arte).
cio ligada a nuestro cuerpo >, al e.spac:10 social de Ja organización Aproximadamente en la misma epoca (principio de los años
perspectivista se añadiría, de manera a veces coniradictoria, el es- cuarenta). Eisenstcin recogió también e ta tesis, especialmenre en
pacio genérico de la organización «topológica». -;u anículo «Rodin et Rilke. Le prob!Cmc de l'espace, dans les
ares représcntolifs», en el que propone una variante de la misma
tesis, viendo no sólo la historia del arte, sino la historia de toda
1.1 .2. Modos de visió n relación con el espacio, como un paso de lo cóncavo a lo conve-
xo, del uuerior al exterior (de lo táctil a lo visual). de una situa-
Esca tesis de Francastel, que hace coexistir en el espectador ción psicológica «en hueco», a una aprehensión de Jo «pleno».
dos modos discincos, parcialmente opuestos, de apercepción del
espacio, no es única. Coincide, de manera sintomática, con otra Es dificil compartir absolutamente es1a tesis en cuanto que pre-
tem célebre, emitida por el hlSlonador de arte alemán Heinrich tende dar un principio explicativo, aunque sólo fuese por la con-
Wm FFI '"'· en sus Pru1c1pios fu11dame111ules de la historia del arre t 1an1a demasiado absoluta que concede a Ja metáfora de los do
( 1915), según Ja cual el arte (sobreentendido, por supuesto, el arte modos de \ isión próxima } lejana, referidos además a un sujeto
occidental) habría evolucionado en función de modo<. de visión \.idente que, en el fondo, escaparía a toda historicidad. No ob -
que van de lo «táctil» a lo «visual». tame, la coincidencia de esta imponame intuición con las de f ran-
Se reconoce, en este paradigma de lo tácul y de lo \ isual, la castel señala eficazmente la existencia del problema, recordando
intuición de Hildebrand de la que ya hemos hablado (véao;e capí- que nuc tra relación con la imagen no es solameme aquella a la
LUlo 2, 11.3.J), pero, más rígidamente que sus contemporáneos que nos ha acostumbrado mac;1vamente el predominio, desde hace
Worringer o Riegl, Wólfflin hace de ella un principio explicativo más de un siglo, de las imágenes fotográficas, sino que se ba!.a
de la historia del ane. Para él. el modo táctil es también un modo igualmente en la acumulación de experiencias anteriores. las de
plástico, ligado a la sensación de los objetos en una visión próxi- la infancia, tamb1cn las de la «infancia del ane>>. que !)Uh-vienen
ma, y organiza el campo visual según una jerarquía que no está a trave~ de la 'ic;1ón fo1ográfica.
muy lcJOS de la «topología» francasteliana. Por el contrario, el
modo visual es el modo propiamente pictórico, ligado a una vi-
•sión lejana y subjetiva, vío;ión del espacio y de la luL, unificada, 1. 1.3. El tnmuño d e la im agen
que organiza la relación global e111rc el todo y las panes de un
modo geométrico. La imagen, hora es ya de repetirlo. es también y ante todo
un objeto del mundo, dotado como los demás de características
Esta idea ha o;educido, por su apariencia explicativa relativa- físicas que lo hacen perceptible. Entre estas caracterfsticas, una
mente elegante, a muchos críticos e historiadores de arte. El gran es especialmente importante en térmjnos de dispositivo: el tama-
crítico espanol Ortega y Ga<;set, en e11pecial, se adhirió estricta- 110 de la imagen.
mente al modelo propuesto por Wolffhn y propuso leer según este El Juicio /inul de Miguel Angel, la G1oco11da, un daguerroti-
esquema la evolución del ane representativo, de<;de Giouo, con- po, un fo1ograma de película, pueden hoy figurar juntos, en for-
148 IA IMAGEN C!l. P \l'l:L DEI l>ISPOSt 11 \:O 149

ma de reproducciones de idéntico tamai\o, en un libro ilu-;trado. cioncs. En la exposición Pussoges de l'imoge. celebrada en 1990
Pue:. bien. el fresco de Miguel Angel ocupa un muro entero de en el ccmro Pompidou, la pieza de Thierry Kuntzel conjuga una
la capilla Sixtina: el cuadro de Leonardo mide alrededor de un imagen gigante ca y una imagen minúscula. fija una, animada la
metro; y un daguerrotipo. menos de <liet centímetros (en cuanto otra; además, la imagen de pequeño tamaño esca en primerísimo
al fotograma. en la película mide unos dos cenumetros; proyecta- plano, mientras que la de gran tamaño está en un plano general,
do, su altura puede llegar a vanos me1ro!>). NucMras principale:. y la combinación de estos diversos parámetros produce un efecto
fuente de imágenes, el libro, la daaposmva, la pantalla de tele\i- deliberado de perturbación de las referencias espaciales del espec-
sión, neutralizan totalmente la gama de las damcnsiooes de las tador. lnversamente, el pequeño tamaño de ciertas imágen~ -ma-
imágenes, habituandonos andeb1damen1c a la idea de que todas sivamente, el de la imagen fotográfica en general- es lo que per-
las imágenes tienen una dimensión me<lia, e implicandonos con mite entablar con la imagen una relación de proximidad, de
ellas ea una relación espacial fundada también en distancias posesión, o incluso de fetichización (véase capitulo 2, 111.3.5)
medias.
Es. pues, esencial adquirir conciencia de que toda i~agen h_a
sido producida para situarse en un entorno que det~rm111a su v1~ 1.1.4. El ejemplo del primer plano
sión. Los frescos de Ma.saccio y Masolino en la capilla Brancacc1
de Florencia, no sólo son mucho más grandes que las reproduc- AJ tamaño uc la imagen proyectada. como se sabe, debió su
ciones que se dan de ellos. sino que, pintados unos por encima éxito el cinematógrafo de los hermanos Lumiere (suplantó en es-
de los otros en los muros de una capilla relativamente estrecha. pecial al kinetoscopio de Edison, que sólo mostraba una imagen
dan in s1tu, a quien no los conociese más que por los libros de de pequeño tamaño). Pero este tamaño de las imágenes, percibi-
historia del ane, una impresión de acurnulacion, de amontona- do como adecuado para la representación de escenas de bastante
miento que. entre otras razone • disminuye fuertemente su poder amplitud al aire libre. se hizo muy perturbador cuando empeza-
de ilusión en beneficio de una especie de lecluro argumentada. ron a mostrarse, en el cinc, cuerpos humanos vislos de cerca, y
No fue una de las menores novedades del Renacimiento la de pro- dcspué muy de cerca. Los primeros planos que encuadraban el
ducir obras separables de los muros. cuadros, generalmente mu- busto, o incluso la cabeza, produjeron durame bastante tiempo
cho más pequeños que los fresco. de las iglesias. La relacaon del una reacción de rechazo, ligada no sólo al irrealismo de estas om-
espectador con el cuadro, no es sólo ma tntima, se hace Larnbien pflociones sino a un carácter fácilmente percibido como mon:.-
mas puramente visual; es curio ·o que, cuando en el 'iiglo xv11 o Lruoso. Se habló de «cabezudos>>, de dumb gionts («gigantes mu-
en el xvm, se produzcan de nuevo frescos en muro') o Lechos, dos»), se reprochó a los cineastas que (<ignorasen que una cabeza
estarán influidos por Ja ideología del cuadro e intentaran copiar no podaa moverse sola, sin ayuda del cuerpo y de las piernas»;
esta relación visual, como se ve en la bóveda de San Ignacio (véa- aquello pareció, en pocas palabras, comra natura. Ahora bien,
se capítulo 2, Tl .1.4) o en los muros y en los Lechos de los pala- poco tiempo de~pués, en Jos ai\os veinte, Jean Epstein podía de-
cios venecianos decorados por Tiépolo. cir del primer plano que era el alma del cine.
El tamaño de la imagen está, pues, enl re los elementos funda- El cine ha transformado asi en efecto estético específico lo que,
mentales que determinan y precisan la relación que el espectador en su origen, no era sino una particularidad algo excéntrica del
va a poder establecer entre su propio espacio y el espacio plástico dispositivo cinemnLogrdfico. El primer plano es una demostración
de la imagen. Más ampliamente, la relación espacial del especta- constantemente renovada del poder de este dispositivo:
dor con la imagen es fundamental: en todas las épocas, los artis- - produce efectos de «guUivcrización» o de «liliputización »
tas han sido conscientes, por ejemplo, de la fuerza que podía ad- (según la expresión de Philippc Dubois), aJ jugar con el tamaño
quirir una imagen de gran tamaño prcscmada de cerca, que obliga relativo de Ja imagen y el del objeto representado; en el cine pri-
al especrador, no sólo a ver su superficie, '>ino a queda~ com~ mitivo, e suponía que el primer plano represemaba un objeto
dominado, o incluso aplastado por ella. Escc dato espacial esta \Íslo con lupa, o a travéc; de un telescopio astronómico. eic. Pero
ho;,: en el corazón mismo de muchos trabajos, en especial instala- lo grandes cineastas del mudo supieron adver1ir } utilizar lo e~-
150 l A l\IAOEN El P\PEI l>C:l DISPOSlll\O 151

1raño de la ampliación. haciendo del teléfono una especie de mo-


numento (Eps1ein), o de una cucaracha un monstruo mayor que
un elefante (Eiscnc;1ein);
- transforma el sentido de la distancia. conduciendo aJ es-
peciador a una proximidad psíquica, a una «imimidad)> (Epstein)
cxt remas. como en la serie de primeros planos del rostro de Fal-
conetti en la Jeanne d'Arc de Dreyer. Esta imimidad puede a ve-
ces parecer excesiva, como en el famoso cono de Williamson A
BiJ? 'lll'al/ow, en el que el personaje filmado en primer plano abre
la boca y, acercándose más, acaba por tragarse la cámara:
- ma1erialila casi literalmente la metáfora del racro visual,
acenruan<lo a la vez, y cont radictoriamemc, la superficie de la
imagen (porque el grano es en ella más pcrceplible) y el volumen
imaginario del objeto filmado (que está como exm1ido del espa-
cio ambieme, cuya profundidad queda abolída).
El primer plano fue así muy pronto uno de los objetos teóri-
cos más constantes <.le toda reílcxióu sobre el cine. Epstein, ya
ci1a<.10, pero también Eisenstein y Bela BaJázs, hicieron de él una
de c;us principalc~ armas teóricas y reconocieron en él una de la'
mayores ba.ta., del cine, si éste no quería limitarc;c a la repro<.luc-
El primer plano en el cinc c1ón anodina de la realidad. En e'>re sentido de la expre,i\ idad.
152 LA IMAGEN EL l'APll Dll l>ISl'OSI TIVO 153

la teoría del primer plano ha sido prolongada, más recientemen- en una habitación de adolescente, como la imagen proyectada en
te. por Pascal Bonitzer y por Phtlippc Duboi . Para Bonitzer, el w1 cine e incluso la imagen televish a, tienen también su marco-
primer plano es un suplemento «del drama, de la escena fílmica obJCto, aunque. de de luego, la imponancia que adquiere en e~­
cuya primiliva integridad corta», y que «subraya la discontinui- tos diferentes casos está lejos de ser la misma. en especial a medi-
dad del espacio fílmico y arrastra la visión, la imagen, hacia un da que vana el material del enmarque. pero también su grosor,
movimiemo suslituúvo de la escritura». El primer plano e , pues, su anchura, incluso su forma (el marco-objeto de la imagen tele-
en esta concepción del cine, una especie de figura epónima de la \.iSi\a estaba más presente en los primeros televisores, cuya ven-
heterogeneidad del texto fílmico, que «arruina» la concepción li- tana O\ alada ~altaba a la vista y, en cieno modo, ahogaba la ima-
neal del montaje, en beneficio de una concepción del plano como gen, mien1rai. que el televisor de esquinas cuadradas y pantalla
fragmento, inspirada en concepciones ciscnsleinianas. Dubois, por plana intenta neutralizar en lo posible este marco, hacerlo olvidar).
su parte, insiste sobre los efectos pulsionoles producidos por el Pero, ya lo hemos dicho. el marco es también, y más funda-
primer plano: efecto de focalización, efecto de vértigo («el guija- mentalmente, lo que ma11ifiesra la clausura de la imagen, su ca-
rro que se entreabre y se convierte en un precipicio»), efecto-Me- rácter de no ilimitada. Es el borde de Ja imagen, en otro sentido,
dusa, que fascina y repele a un tiempo. no tangible; es su límire sensible: es un marco-limite. El vocabu-
En todos los casos, el primer plano se ve como la imagen por lario es aquí revelador: la palabra francesa «cadre» (marco) viene
excelencia que engendra una distancia psíquica propia del cine, del latín cuadraru111, que significa cuadrado y, aunque pocos mar-
hecha de proximidad, de estupefacción, de irreductible alejamiemo. cos sean efectivamente cuadrados, esta etimología manifiesta que
el marco se concibe al principio como una forma geométrica abs-
tracta (la del con1orno de la superficie de la m;agen), am~s de
1.2. El morco concebirse como un obJeto. El marco-Límite es lo que detiene Ja
imagen, define su campo separándolo de lo que no es la imagen,
Si la imagen es un objeto, si tiene por ello unas dimensiones, es lo que instituye un fu ern-de-marco (que no se debe confundir
un tamaño, igualmente no es ilimitada. La inmensa mayoría de con el fuera de campo).
las imágenes se presenta en forma de objetos aislables perceptiva- ~ larco-objeto y marco-limite van juntos La mayona de las ve-
mcmc, si no siempre materialmente, ) este carácter limitado, mu- ces, pero es importante notar que eso no es obligatorio. Muchas
chas veces separable, o incluso mo.. ilizable, de la imagen es tam- obras pictóricas. singularrneme en el siglo xx, nunca han sido en-
bién uno de los rasgos esenciales que definen el dispositivo. marcadas; más banalmente, las fotografías de aficionado revela-
Ninguna noción ha encamado mejor estos caracteres que la de das «en serie» se entregan, no sólo sin enmarque, sino sin borde.
marco . En un caso como en el otro, la tmagen no tiene más que un mar-
co-límite y no un marco-obJeLo. Inversamente, hay imágenes que.
aunque provis1as de un marco-objeto, no tienen apenas marco-
1.2.1. Marco concreto , marco abstracto hmite: puede pensarse aquí en muchas pinturas chinas. presenta-
das en rollos venicales u horizontales: en un sentido. pues, «en-
Toda imagen tiene un soporte material, toda imagen, como marcadas», delimitadas por un objeto que las detiene, pero sin
hemos dicho, es también un objeto. El marco es ante todo el bor- que los Hmncs de la 1ona pintada estén marcados en modo algu-
de de este objeto, su frontera material, tangible. Muy a menudo, no y, por tanto, sin que la presencia de un marco-limite sea real-
este borde está reforzado por la incorporación, al objeto-imagen, mente sensible.
de otro objeto que es su encuadre. lo que llamaremos un marco- El marco, en ~us dos especies, es lo que da forma a la imagen
objeto. Los cuadros expuestos en los museos están casi obligato- o, jugando apenas con las palabrar.. lo que le da formato. El for-
riamente provistos de ese marco-objeto, a menudo adornado. es- mato se define por dos parámetros: el tamaño absoluto de la ima-
culpido, dorado quizá, pero la fotografía-recuerdo colocada so- gen, y el camai'\o relati\.o de sus dimensiones principales. Existen
bre una cómoda o en la repisa de una chimenea, el «póster» fijado marcos de todas las forma~. hasta las más improbables, pero, con
154 L\ IM;\GEN 1:'1 P\J>EI l>~I l>l'\PO'iJTl\O 155

la notable excepción de una imponante difusión del marco re- la tela en una lu1 suave. algo amarillenta. que se juzgaba favora-
dondo en la pintura italiana clasica, los marcos eran rectangula- ble para la visión del cuadro. Marco-objeto y marco-limite. jun-
res en su inmensa mayoría, } su formato se dcfimo entonces por tos. aseguran. además, una especie de aislannemo perceptivo de
la relación de la anchura con la altura. No existen estadtsticas la imagen. Contribuyen a conferirle su doble realidad percepuva
precisas sobre lo formatos predominantes en las distintas cpo- (véase capitulo 1, 111.2.1 ). creando en el campo ,·isuaJ una zona
cas, pero puede adelamar<;e sin ne go que, s1 el eme nos ha habi- particular, que produce indicios de analogía (véase capnulo 4) al
tuado a imágenes horizontales (desde el formato estándar hasta tiempo que esta omc11da a un <ecampo de fuerzac;» visual, a una
las proporciones de 2.5). toda la fotografía de retrato del siglo orgaruzac1ón en términos plaslicos que es Jo que se llama 1radí-
'{]\., recuperando as1 una tradición pictórica muy consagrada, c1onalmcntc la composic1ó11 de la imagen (veac;e 1.2.3 más arriba).
adoptaba un formato \ertical. En cuanto a las proporciones de b) r1111c1011es eco11óm1cas: el enmarque, en la forma en que
la imagen, siguen siendo con mucha frecuencia cercanas a un rec- lo conocemos. aparccio aproximadamente aJ mismo tiempo que
tángulo poco alargado (una estadística antigua afirma que una la concepcion moderna del cuadro como objeto separable, inter-
relación de 1,6 enue las dos dimensiones, no sólo es la más fre- cambiable, que puede circular, como una mercancía, en los cir-
cuente, sino también La que «prefiere» una mayoría de especta- cuitos cconómicoi.. CI marco, pues, tuvo muy pronto a su car-
dores).' go la misión de significar visiblemente este valor comercial del
cuadro; desde este punto de vista no es casualidad que el marco
mismo luese duranLc mucho tiempo un objeto precioso. que exi-
1.2.2. Funciones del mnrco gía trabajo y utili1.aba materiale nobles (entre ellos. frecuente-
mente, oro ) . u vece~. incru-.taciones de piedras preciosas).
El marco dorado. la «moldura» que vemos usualmente alre- e) F1111cio11es sm1b<ilic:as: prolongando a la vez su función .,.¡_
dedor de los cuadros de nue1;tros museos. lue empicado sobre todo sual e.le separación. <le aislamiento de La imagen, y su función eco-
a parúr del siglo X\ 1, pero la pmtura habia conocido sus equiva- nómica de \alori1.ación e.Id cuadro, el marco vale también como
lentes desde la pimura griega antigua; muchas pmturas murales una especie de mdice, que «dice» al espectador que está mirando
o mosaicos de la epoca helenística incluyen as1 un enmarque pin- una imagen . la cual, al estar enmarcada de cierta manera. debe
tado, a veces esculpido. Así, pues, en su., dos a'ipectos, en nues- ser vista de acuerdo con c1enas convenciones, y que posee C\Cn-
tra ci\ ilización. el marco existe desde hace much1 imo tiempo, Y tualmentc cierto valor.
la existencia de una convención así durante más de do milenios Como toda función simbólica. esta es distinta segun los sim-
sólo puede explicarse si cumple unasf1111c1011es consideradas como bolismo' en '>igor. Durante mucho tiempo, el enmarque de la ima-
realmente útiles. o incluso importante . Potencialmente, las fun- gen Luvo un valor bastante univoco, con la significación de que
ciones del marco son muy numero.,as: "e trataba de una imagen art1sr1ca y, por consiguiente, para ·er
a) Funciones visuales: el marco es lo que 5cpara, ame todo nurada. Esta idea, por otra parte, no ha desaparecido del todo
perceptivamente, la imagen de su exterior. La incidencia de esta y puede encomrarse su debilitado eco, por ejemplo, en la multi-
función pcrcepLiva es múlLiple: el marco-objc10, al aislar un trozo plicación de los cuadritoi. montados a la inglesa en los interiores
del campo visual, singulari1a su percepción, la hace más nilida: pequeño bu1 guese... comemporáneo<, (o, hasta 1960, en eJ «enmar-
desempeña, además, el papel de una 1ransición visual entre el in- que» s1stemá1ico de la!) foto., e.le aficionado por medio de un pe-
terior y el exterior de la imagen, de mediación que permite pasar queño borde blanco, a veces en ligero relieve). Pero aparecieron
no demasiado brUlalmentc <le lo imerior a lo exterior. Los pinlo- otro valores con las imágenes <mue\ as»: el receptor de televisión,
res clásicos fueron muy sensibles u esta función de transición. en
particular a la manera en que el marco dorado permiua bañar
2 Notemo~ de pa~o que ta palabr.1 «t.:onomla» \ÍCne tic ralees gricg~ que
\igniíkun .-rcguladón de la imagen». 1 a iknnnmío ..e rcíerfa. en Bi1.anc10, al JUC ·
1. Esta prorordón c\L:Í muy cerca de lo que 'e llama el "mi mero áureo», vea.se !!ºnormal, adC(uado, de'ª' 1mtigenc,, d..- lo~ iconos. conlormc a regla~ 1deológi·
capitulo S. 1.2.3. ~-a' -<n ~te ca"l· religiou~- que ddinian itlh la imagen.
156 LA IMAGI:N El PAPCL. DEL DISPOSITl\O 157

que enmarca la imagen telev1c;n.a (encajándola. notémoslo de paso, ncasta ha querido asociar a1 contenido diegético (temblor: «tur-
en la arquitectura imerior de la habirac16n). confiere a esta ima- bación violenta del personaje», rotación: «acmósfera extraña»,
gen un status paticular. lo menos anistico posible (desacraliza- etc.).
do), dependiente más bien, a la \ez, de ta «conversación>) y del
«flujo» ininterrumpido (la imagen tclc.. i'tiva parece dirigirse a mí
personalmeme y, potencialmeme, nunca se detiene}. 1.2.3. Centrado y descentrado
el) Funciones representativas 1• narrativas: el índice de visión
constituido por el marco, que designa un mundo aparte, cuando De estas funciones del marco -sus funciones económic~. sim-
la imagen es represemati .. a o incluso narrativa. se refuerza ade- bólicas, retóricas- varias son relativamente abstrac1as, y utilizan
más con un notable valor imagmano. El marco. en efecto. apare- muy ampliamente las convenciones «sociales» que regulan la pro-
ce entonces. más o menos. como una abenura que da acceso aJ ducción y el consumo de las imágenes. En cambio, sus funciones
mundo imaginario, a la diégesis figurada por la imagen. Se reco- visuales y representativas se dirigen sin rodeos a este sujeto espec-
noce aqui La célebre metáfora del marco como «ventana abierta tador del que hemos hablado en el capftulo 2.
al mundon, repetida a menudo con va1 iantcs y que se remonta En su libro El poder del centro (1981), RudoJf Arnbein estu-
al menos a León Battis1a Albcrti, el pintor y matemático del Re- dia desde este ángulo la relación entre un espectador concebido
nacimiento que fue uno de los codificadores de ta perspecliva. según el modelo de un «Centro» imaginario que refiere entera-
Es el marco-límite, sobre todo, el aquí discutido (aparte de mente a sí mismo el campo visual, y una imagen en ta que, desde
que aJgunos cuadros hayan jugado astutamente con su marco-ob- ese momemo, desempeñan un papel preponderante los fenóme-
jeto para prolongar en él, de manera ilusionista, el mundo diegé- nos de centrado. l a tesis de Arnheim es interesante por el grado
tico interno del cuadro): en toda la tradición representativa surgi- de generalidad que él le confiere; para él, hay en la imagen varios
da del Renacimiento) viva aún hoy, los bordes de ta imagen son, centros, de diver~a-; naturalezas -centro geoméLrico, «cemro de
ciertamente, Jo que limita la imagen, pero también lo que hace gravedad» visual, centros secundarios de la compo ición, centros
comunicar el interior de la imagen, el campo, con su prolonga- dicgético-narrauvos- > la visión de las imágenes (artísticas. en
ción imaginaria. et fuera de campo (véase capítulo 4, 11.2). su caso) consiste en organi.air estos diferentes centros en relación
e) Funciones retóricas: en muchos contextos puede. finalmen- con el centro «absoluto» que es el sujeco espectador.
te, comprenderse! el marco como algo que (<profiere un discurso» Esta te is es importante: aunque se juzgue que es dudoso el
casi autónomo (aunque difícilmente separable a vece de Jos valo- modelo psicológico implícito en el que se apoya. ofrece en efecto
res simbólicos). En ciertas épocas casi podría hablarse de una ver- la ventaja de proponer una teoría unificada, bajo la noción gené-
dadera «retórica del marco», con figuras cristalizadas y recurrentes. rica de centrado, de fenómenos olvidados hasta entonces en el
Acaso nunca ha sido tan manifiesta esta retórica como en el enfoque más empírico, como lo que tradicionalmente se llama com-
caso en que el pintor dma a su cuadro de un falso marco, pintado posición, pero también como la relación entre esta composición,
1ambién como ilusión óp11ca, jugando así consciemememc con to- en el nivel plástico, y la organización de la imagen rcprescmaliva
dos los valores de ese marco. Pero también puede vérsela en ac- «en profundidad». Esra teoría de Arnheim es seductora, emre otras
ción de muchos otros modos, por ejemplo en la forma de una rarones, por su carácter dinámico. La imagen se concibe en ella
verdadera expresividad del marco en relación con su contenido como campo de fuerzas; su visión, como un proceso activo de
representativo. Bastará un ejemplo para hacerlo comprender: en creación de relaciones, a menudo inestables o lábiles. Los análisis
varias películas japonesas de los arios sesenta, rodadas en cine- de Arnheim nunca son tan convincentes como cuando trata de
maseope (en e~pecial de Shohei rmamura), el marco está a veces imágenes excentrarlas o descentradas, en las cuales es fuerte y ac-
animado por un movimiento au1ónomo. por ejemplo, una rota- tiva la competición entre cemros, y correlativamente, importante
ción sobre su cje. o un fuerte temblor. que no están en modo el papel del espectador. Casi podria decirse que, más que una teoría
alguno jusúficados por el contenido diegético, sino que «expre- del centrado, desarro11a, a propósito de las imágenes, una verda-
san» de esta forma directamente visible una emoción que el ci- dera estética del descentrado permanente: la imagen sólo es inte-
158 1 \ ll\IAl1I:!'. El PAPEi Drl l>l'-1'0 111\0 159

resame, sólo funciona bien, si algo, en ella, está descentrado (Y


puede, pues, confrontar<;e imaginariamente con el centro absolu-
to pero inquieto que omos. nosotros, espectadore'i).

1.3. Encuadre y pu1110 de visru

1.3. 1. Lo pirú mide ' b ual

La imagen representati\a, en la forma a la que estamos más


habituados, se ha concebido muchas veces como representación
de una porción de un espacio más vasto, pocencialmente ilimita-
do (véase la nocion de campo visual, más arriba, y de campo re-
presentativo, más abajo). Ha sido, pues, frecuentemente compa-
rada con la visión <marurnl», en la medida en que ésla ya opera,
por su panc, un desglose, con<;ciente o no, del espacio visual.
A panir del Renacimiento ci;ta analogía se hizo más frecuen-
te, con la metáfora de la pirámide visual , derivada a su ve¿ de
La noción de rayo luminoso. En Albeni, el ojo que mira el mundo
ante él se prcscn1a como una especie de faro que barre el espacio
El ,enirado de la reprb~niación. E.'pe.;1atulurmen1e e\.:e,1~0 en d .:uadro de 1 • (con la diferencia de que, si bien la lu.1 ale del faro, en el ojo
Guardi (E/ dux en San \1arco~. hada 1770>. el centrado ~e prodU1:e de manera
m:h d1.crern ea Le dé1e1111er rnr l'llerlw de \hinet (1863) duplicadon de lo) bor-
entra); en el ojo entran una infinidad de rayos luminosos, que
de< •enicale< del marco. efecto de ~r~pa:uva. 1uego de la< mirada~ . forman un cono cuyo \értice es el ojo. Esle cono se extiende muy
ampliamente por lo'> lados y es. de hecho, relativamente informe.
La noción de pirámide visual corresponde entonces a la extrac-
cion, por pane del pensamiento, de una porción del ángulo sóli-
do formado por esle cono, porcion que tiene por base un objeto
o una zona relativamente restringida, hacia el centro del campo
'isuaJ. La pirámide visual es, pues, en cada instante, el ángulo
sólido imaginario que tiene el ojo como vertice y, como base, el
objeto mirado.
Esta noción es ev1demememe poco cienlifica. Manifiestamen-
te C') ademas un eco de una vieja concepción de la visión, en vigor
en la Edad Media, y c;egt'in la cual los rayos luminosos que permi-
ten la visión eran emitidos por el ojo para ir a dar en los objetos.
Sin embargo, con los progresos de la geometría del espacio. esta
noción dio lugar, en especial en los siglos XVI y xvtt . a numero-
sa construcciones que permitieron afinar la elaboración de ta téc-
nica perspcc1i\ista: postcriormeme siguió funcionando como no-
ción implícita en el interior de la pintura, y luego como modelo
famasmático más o menos confc~ado para Ja cámara foLOgrálica.
160 LA IMA{JEN H P \PEI l>l'l DISPOSlíl\'O 161

- ,. . '
,-
·¡ 1
.

l 3 piram1de ~i~unl. Abraham Bo\~e. u la i1quierda, la repre:.enrn (en 16-18) de


manera dcmo~trativn con sus Per.pec111·e11rs; a principio< del ~iglo \1\. \U mo1i-
lidad \e mnrufie,ta en e''ª rin1ura .,Jocumenialn de Dclacroi~. arriba.

1.3.2. El encuadre

La cámara fotográfica, obre todo cuando se hizo ponálil y


por tamo móvil, es decir, hacia mediados del siglo x1x, fue, pues,
lo que hizo manifiei.ta esta idea, presente en grados variables en
Ja pimura desde hacía ya siglos, de que el marco de una imagen
es de aJgún modo la materialización de una pirámide visuaJ parti-
cular (cs. en una forma apena-; diferente, la metáfora de la venta-
na de la que hablábamos más arriba, véase 1.2.2 d). Notemos de
paso que, como ha mostrado bien Pcter Galassi en un artículo
decisivo, esta identificación del marco con la pirámide visual, y
sobre todo la imaginaria movilidad de esta pirámide y, por tanto,
del marco asociado, no había esperado a la fotografía para mani-
festarse: <;e encuem ran, en efecto, huellas ílagrames de ello en
una buena parte de Ja pintura, en especial paisajística. de finales
del siglo '<VIII, con obras en las que el desglose deJ espacio por
162 L.\ l\I \Gl!N

parte de la pirámide 'isual inlenta imitar la libcnad y lo arbitra-


rio del desglose que operamos cspomanea >permanentemente con
nuestra mirada.
La palabra encuadre y el verbo encuadrar aparecieron con el
cine para designar ese proceso mental y material. pre:.eme :ra en
la imagen pictórica y fotográfica, y por el cual s1.; llega a una ima-
gen que contiene un cieno campo visto desde un cierto ángulo,
con ciertos limites precisos (El eme ha institucionalizado. inclu-
so, esta operacíon inventando In profesión de encuadrador: aquel
que aplica, para emplear el título de un libro de Domínique Vi-
llain dedicado a esta cuestión, L 'Oe1/ iJ la cuméra.) El encuadre
es, pues, la actividad del marco, su movilidad potencial, el desli-
zamiento interminable de la ventana. a la cual equivale en todos
los modos de la imagen representativa fundados en una referen-
cia - primera o úJLima- a un ojo genérico, a una mirada, inclu-
so perfectamente anónima y desencarnada. cuya huella es la
imagen.

En las peJícuJas más primilh as. la distancia entre la cámara


y el tema rodado era. más o menos, siempre la misma, y el encua-
dre resultante permitía a la.e; personas fotografiadas ser represen-
tadas de pie. \1uy pronto, sin embargo, se tuvo la idea de acercar
o de alejar la cámarn, de manera que los temas filmados se hicie-
ron más pequeños, perdidos en el decorado, o por el contrario,
más grandes y vistos sólo en pane. Para dar cuenta de eStas di-
versas posibilidades y de la relación entre la d1Stancia de la cáma-
ra al tema filmado y el tamaño aparente de e-;e tema, se elaboró
una tipología, empírica } ba<;tantc burda. que se llama la escala
de los tamaños del plano. Sobre esta noción} las dificultades que
engendra, me permito remiur al primer capitulo de Es1ét1ca del
film; ai\adamos sólo que entre distancia y tamaño queda muy de
manifiesto en la Lraducción inglesa de esta tipología, puesto que,
en inglés, la escala es una escala de distancias. del ex/reme Ion!{
sllo1 (plano muy alejado) al extreme dose-up (plano muy cercano).

Por un del.liLamiemo de sentido bastante narurnl, la palabro


<<encuadre» ha venido n designar ciertas posiciones paniculares
del marco en relación con La escena represemada. También aqu1
fue el cine el mas inventivo, al menos en el plano del vocabulario,
imponiendo expresiones como «encuadre en picado» (cuando el
tema se filma desde arriba). «encuadre en co111rapicado>) (cuando ';obrc.:ncuuúre en pinturn: ( \fl1;1•r t!ll la ~·emano. de C. D. r nednch, J812) > en
e:! .:me Cl u <'U/t•nw111s10, de E. Rohmc:r, 1967): en C\IO\ do~ ejcmplm. d .obreen·
está filmado desde abaJO), «encuadre obltcuo>l, !<<.-ercano», «/ron- cuudre ~13 .. moti\ul.lou por la u1ili1ad6n de la ,i:ntuau o del espejo
164 l \ IMAGE" H PXPC'I l>l I l>ISf>OSI íl\.O 165

1al», cte. La imagen cinematográfica. ex1'>lentc en el tiempo, está, cxpres1on tres registros pnncipales de significación. El punto de
por otra parte, idealmente equipada para encarnar la movilidad, vista puede designar:
, inual o actual, del marco. que es el encuadre. 1. Una situación, real o imaginaria. desde la que se mira una
Encuadrar es, pues. pa!.ear sobre el mundo visual una pirámi- escena;
de '1sual imaginaria (y a veces fijarla). Todo encuadre establece 2. «La manera panicular de considerar una cuestión»:
una relacion emre un ojo fict1c10 -del pintor, de la cámara cine- 3. Finalmente. una opinion o un sentimiento a propósito de
matográfica o fotografica- y w1 con1unto de objctoi. organizado un fenómeno o de un suceso.
en escena: el encuadre es. pues, en los térmmos de Amhcim, un El primero de estos sentidos corresponde a lo que acabamos
asunto de centrado descentrado permanente, de creacion de cen- de exponer. la encarnación de una mirada en cl encuadre, que-
tro-. visuales, de equilibrio entre divcro;os centros, bajo Ja batuta dando por !iaber a quien atribuir esta mirada, esta visión: al pro-
de un «centro absoluto», el vértice de la pirámide, el Ojo. As1, ductor de la imagen, al aparato, o, en las formas narrativas de
la cue~tión del encuadre coincide parcialmenLe con la de la com- la imagen (especialmemc en el eme), a vece a una con trucción
posici6n. Esto se adviene singularmente en la fo1ografia, que pre- ya imaginaria, a un personaje. Pero es, por otra parte, intercsan-
tendió durante mucho tiempo !iCr una práctica artlstica alrededor 1c observar que los otros cloc: sentidos corresponden a otros valo-
de la ideal conjunción de un encuadre documental (por construc- res, conno1ativos, del encuadre: a Lodo lo que, en las imágenes
ción) y una composición geométricamente interesante. Pero la re- narrativas. le hace 1raducir una visión subjetiva, «focalizada»: más
lación entre encuadre y centrado no Clt menoi. evidente en el cine; ampliamente, a todo lo que hace que un encuadre tradu1ca un
en la inmensa mayoría de las pelfculas clásicas. 1.1 imagen se cons- juicio sobre lo representado, valorizándolo. dcs,alorizándolo, atra-
truye alrededor de uno o dos centros visuales, a menudo persona- yendo la atención 'obre un detalle en primer plano. etc.
jes, hasta el pumo de que ha podido caracterizarse el estilo clá!>i- El encuadre cs. pues, uno de los instrumentos predilectos para
co como esencialmeme centrado. 'locemos además la frecuencia. la expre),ión de e 1e tercer !>emido del punto de vista, pero no es
en las películas. de técnicas de sobreem:uadre (presencia de un el único y otros medios pueden sen ir para representarlo, por ejem-
marco en el marco, espeJO o ventana, por ejemplo), pero también plo el contraste de los "ªlores y de los colores, el f/ou, cte. La
del reencuadre, pequeño mo\im1ento del marco de<;tinado a con- escuela francesa de cine de los al1os 'eime, Ja llamada escuela «im-
sen ar en el centro el tema elegido. presionista», cultivo ampliamente estos efeccos: asi, en El Dora-
Este cemramiento. por 'iupuesto, heredado por otra parte de do de \ larccl L' l lcrbier. un plano de la heroma, perdida en sus
una concepción acadenuca tle la herencia p1ctorica, no es univer- pensamiento<;, nos Ja muestra en jlou en medio de sus compañe-
sal en el cine, } exisLen, a la mversa, C'ltilo fundadoc; en un re- ras. la cuales se ven nnidas: conjuncion de un punto de vista vi-
chazo del centrado. en un descentramiento activo y voluntario, <;ualmente centrado } connotaLivarnentc calificador.
con intención a menudo de subrayar cienos valore cxpre ivo del
marco, como en Antonioni. Drcycr o Straub.
1.3.4. Desencuudre

1.3.3. El punto de visto Hemos insistido hasta ahora en todo Jo que tiende a asimilar
un encuadre a la materialización de un punto de vista. siempre
A través del fantasma de la pirámide visual, la noción de en- más o menos centrado o. al menos. recemrable. Ahora bien, en
cuadre atrae, pues, el marco al ámbito de una equivalencia, pro- el interior mismo de la tradición rcprcscmativa. esta asimilación
puesta por el dispositivo de las imagcncc;, emre ojo del productor se 'i\ ió a menudo, en el siglo xx, como abusiva e ideológicameme
y ojo del espectador. E ta mio;ma asimilación de uno a otro es peligrosa (véase más abajo, 11 1.3) y toda una etapa de la historia
la que incluye, en sus avatare<>, la nocion de punto de vistn. Si de las imágenes desde principios de siglo está caracterizada por
se exceptúa un sentido, obsoleto hoy («lugar en el que debe colo- la voluntad de escapar a este centramiemo, de desplazarlo o de
carse una cosa para ser bien vista))}, la lengua corriente da a esta subvcmrlo. [n tc1 minos de marco, el procedimiento más espcc-
166 t \ t'-IAGEN El PAPEL l>H l.>ISl'OSI íl\'O 167

tacular en este sentido es lo que Pascal Bonitzer llamó de!'lencua-


dre, ~decir, un en1.uadrc des\ iado. señalado como tal y desuna-
do a -.eparar el encuadre de la cqun.a1enc1a automacica a una
mirada.
a) Desem:uadre 1 centrado: la concepción tradicional de la com-
posicion viene en gran parte, como hemos vi<;to, a ocupar el cen-
tro de la imagen. I:.l de<;encuadre, La! como lo define Bon11Ler,
consiste por el comrano en 1•a<.wr el centro, es decir -pue to que
no se uata, evidentemente, de hacer un agujero en la imagen-.
en vaciarlo de todo ob1e10 ~igniíicativo, en asignarle porciones
relalivamentc in. ignificantcs de la representación. El desencuadre
es, pues, un descentramiento en el sentido en que hemos hablado
de él siguiendo a Arnhcim, e introduce una fuerte tensión visual
al tender el espectador. más o menos automáticamente, a qucrc1
reocupar ese centro vacío.
b) Desencuadre y bordes de la imagen: el descemramicmo com-
posi1 ivo ·e aprecia a la vez, ya lo hemos dicho, en las dos «reali-
dades» de la imagen y por tamo, al mismo tiempo, en relac1on
con el marco-ventana y con el marco-lími1e. El desencuadre es
Desencuadre en el cine CNon récnru:iliés. de: J .·M. Stroub y O. Huillct. 1965)} una operación mós abstracta, que juega más en el segundo aspoc-
en píntura (Dos t•amponarws t'tl Cop;•h11ug11t al uturckur, úc J. C:lau,cn l)ahl. to: desplazando las J'Onas significativas de la imagen la menudo
18251 los personajes) leJos del cemro, acentua correlativamente los bor-
de' de la imagen, > el lado fa\iOrecido, vi iblemenle arbnrario }
deliberado, de esta acentuación, insiste en que estos bordes -.on
lo que separa la imagen de ~u fuera de marco. Dicho de ouo modo,
el de encuadre e un operador teórico que señala implícitamente
el valor discursivo del marco (Louis Marin: «El marco es lo que
proíierc el cuadro como discurso»).
Cn el de~encuadre, los borde del marco parecen cercenar en
la escena representada, subrayandose !>U fuerza conante Por ello,
el desencuadre es una consecucnda lejana de la movilización fan-
tasmática de la pirámide visua l en la pintura de finales del siglo
X\ 111 y principios del x1x, pues s1 hay desencuadre, e que ~e ha
podido. por un movimiento imaginario de esta pirámide visual,
encuadrar crnl lodo», voluntariamemc. Cuando Degas, maestro
del clescncuadre donde loo; haya, decide mostrar la Bolsa de París
por medio de uu trozo de pilar y un grupo de personajes con frac
y sombrero de copa, relegado a la derecha del cuadro } cortado
por el borde derecho, manifiesta claramente que ha querido en-
cuadrar la e~cena de este modo, que ha querido dirigir su mirada
«al lado» del centro de intercs de esta escena. Desencuadrar es
"icmpre encuadrar de otro modo.
168 1 ,\ IMAGC:N C:L P,\P[I !)[ 1 l>IWOSI 11\ u 169

e) Desencuadre y secuencwl1dad: la tendencia «normal» del


espectador, acostumbrado como eMá a imágenes centradas. ~ue 11. l \ Dl~lé:'llSIÓ:-J TE\IPOR \I l>El DISPOSITIVO
imitan su mirada, es la de querer reabsorber el dcsencuadre. v1sto
como una anomalía, potencialmente irricante. La imagen fija, evi- 11. 1. la i11101wn en el 11empo, el tiempo en Ja ima}!en
dentemente, sea pintura o fotograf1a, se resiste a e ta reabsor-
ción.\ el de encuadre siempre tiene en ella \alor esterico. Acaba \ 1vimos en ) con el 1icmpo y en el tiempo es, también. como
por a~eptar e como marca de un estilo y, al cabo de cierto tiem- ya hemos dicho. donde se realiza nuestra vision (capnulo 1) Por
po, el espectador deja de imaginar que reencuadra, para aceptar otra parte. las imágenes existen tambien en el ciempo, c;cgun mo-
la imagen desencuadrada como tal, gozando incluso de su com- dalidades ba ..1an1e variables. El aspecto temporal del dispos1ll\o
posición. No sucede lo mbmo con la imagen mó,il } durativa es. pue!., el encuentro enire estas dos de1erminaciones, y las di
(cine, vídeo), ni con la imagen múltiple (tiras dibujadas}, puesto versac, configuracione!t a la!> cuales dn lugar esre encuentro (que-
que, en estos casos, la tendencia a la «normali1ación» puede es- rríasc poder decir «a las cuales da uempo» ).
perar satisfacerse por transformacionei. in1crna'> a la imagen (un
recncuadre por movimiento de cámara. por ejemplo) o por con-
versión en secuencia de las imágenes (viniendo una segunda viñe- fl .1.J. Pcc¡ucñn flpo logío temporal de las imágenes
ta a recenl rar lo descemrado en la primera). Consecuencia: él de-
sencuadre es aún más fuerte en estas formas de imágenes, puesto El tiempo, como hemos dicho (véase capítulo 2, 11.2.3) es. ame
que debe mantenerse en ellas voluntariamente comra una posibi- iodo, psicológicamente hablando, la duración experimcmada. Así,
lidad mayor de recentrado. Es una de las raJ:ones por las que. la primera y más importante de todas las divisiones e establcccra
en el cinc. el descncuadre, aun hoy, c;e percibe como más anor- aquí entre los dispos11ivos de imágenes que incluyen constilllti\.a-
mal, incluso más escandaloso. que en pintura o en fotografía. mentc la duración y los que no la incluyen. Esta primera di\ i~16n
«¿Por qué mantener al personaJc en el limite del marco, m~­ es radical, separa claramente doi. grandes categorías de imágenes:
dio cortado. cuando seria tan sencillo operar un pequei\o mov1- - Las ima{!e11es no temporalizadas, que existen idcnticas a
mienco de cámara?»: tal es, en el fondo, la pregunta imphcita sí mismas en el tiempo, al menos si se excep1uan las modificacio-
que se hace el e~pectador. Inútil decir que el dcc,encuadre .~ª~te­ ne mu} lenta • insensible:. para el especLador: una 1cla pintada
nido es, pues, en el cinc. la marca de una voluntad, c;ea e t1hsuca, envejece más o menos bien, pues sus pigmentos e alteran: vease
sea ideológica, de escapar al cenLrado representauvo clác;ico. En d callo. e pectacular, de los pigmcmoc; negros utilizados en el si-
las películas de Jean-Marie Straub y Daniele HuiUet. en las que glo .\.1:.., a base de alquitrane (as1, una tela tan célebre como el
es frecuente este desencuadre, se pretende. por ejemplo, estable- Emerrement a Omans, de Courbet, está hoy total e irremediable-
cer una relación intensa entre el personaje y el lugar, «rompien- mente deteriorada); los colores de una fotografía cambiaran, bas-
do» la relación más tradicional, más esperada. entre este perso- tante aprisa además, sobre iodo si se la expone a una Ju1 dema-
naje } los demás personajes, o iambién, excluyendo visiblemem.e ~indo i111e11'>a (eso es particularmente cierto en las pruebas
a un personaje del encuadre, hacer el fuera de campo más ambi- originales, muy frágiles, oblenidas en el siglo \JX). e1c.
guo. más mitigado en fuera de marco. - Las imágenes tcmporali1.adas, que se modifican con el trans-
E>.hibiendo el marco como lugar e instrumento de relación entre curso del tiempo sin que el espectador tenga que intervenir, por
la imagen y su espectador, el descncuaure elabora el dispositivo. el simple efecto de su disposi1ivo de producción y de presenta-
Por eso se definió primero como una operación ideológica, des- ción. El cinc, el vídeo. son sus formas hoy habituales, pero inclu-
naturalizadora. Aunque en cc,tc sentido haya perdido mucha fuer- so ante'> de su invención, existieron imágenes temporalizadas, por
7.a, sigue siendo un principio que pone en evidencia, de manera cierto menos complejas: las Hlriacionc~ en el tiempo del diorama
inmediatamente sensible, la relación del espectador con la imagen de Daguerre. por ejemplo. ob1cnid~ principalmente por medio
y con su marco. de cambios de iluminación sobre un gran decorado pmrado, eran
de pequeña amplitud ... i '>C las compara con la más insignificante
LA tMAGE!\
EL PAPLL DLI lllWOSlll\O 171
170

película documental; inverc;ameme. 1magencs mucho mas varia- cion francesa. una obra consistente en 5000 fotografias de aficio-
bles, como la-, somhras d1111os, eran muy rudimentarias en el pla- nados dispersas por el suelo, e insmlacione c¡uc mezclaban moni-
tores de video con toda clase de imágenes diferentes, por no ha-
no ligurativo, etc.
Fsta división es, sin embargo, dcmac;iado c;imple y, en la prác- blar de las pre~entac1one más clásicas de películas o de pintura<;.
tica. va acompañada por otras que, o;in afecrnr directamente al
tiempo. influyen en la dimensiOn temporal del dispo. 1tivo:
- Imagen fija versus imagen mów/· si la imagen fija es de fJ. 1.2. Tiempo eo,peclnCo rial ~ tiempo de In imagen
fácil definición, la imagen mó\il puede adquirir muchas formas
y. si su especie dominante es la imagen motora. cinematográfica Las imágenes mantienen así una relación infinüamente varia-
o videográfica, de las que acabamos de hablar. pueden imaginar- ble con el tiempo. Hablando con propiedad, la dimensión tempo-
c;e muchas 01ras. Paia tomar un ejemplo algo simple (pero docu- ral del dispositivo es la vinculación de esta imagen. variablemente
mentado en ciertos logros artísticos). si se desplaza un proyector definida en el tiempo, con un sujeto espectador que existe tam-
de diapositivas duran1e la proyección, la imagen resultante será bicn en el tiempo.
liemos hablado ya, en los dos primeros capítulos, de este en-
móvil sin ser por ello motara.
- Imagen única versus imagen 1111i/11ple: u11icidnd y rnultipli· cuentro emrc un tiempo subjetivo y una imagen. Por ejemplo,
cidad se definen espacialmente (la imagen múltiple ocupa varias la imagen fija y única da lugar a una exploración ocular, un sca11-
ninR (véase cap11ulo l, 11 1.1 y capítulo 2, 11.2.3), que manifiesta
regiones del espacio, o la misma región del espacio en sucesión).
pero no sin incidir en la relación temporal del espectador con La la existencia inevitable de un tiempo de percepción, de aprehen
imagen. No supone lo mismo contemplar una proyección de la '>Ión de la imagen. A este sca1111ing de la imagen única, la imagen
misma diapositiva durante una hora, que dedicar el mismo tiem- en secuencia al'lade y superpone otra exploración, que también
po a mirar una sucesión de cincuenta diapositivas diferentes. Para se desarrolla en el uempo: por ejemplo, una página de tiras dibu-
tomar un ejemplo menos tri' ial: la extracción de una viñeta de jadas se lec imagen por imagen, en una yu.xtapo ición ordenada.
tira dibujada de su plancha (por ejemplo para ampliarla y hacer pero también, } al mismo 1iempo (inclu'.'to, a \eces, de manera
de ella una imagen artística. aspecto en el que se ha especializado contradictoria). de manera global. Lo mismo sucede en el ejem-
Roy Lichtcnstein) hace de una imagen múltiple una imagen úni- plo del muro de imágenes. que es una yuxtaposición ordenada
ca, y la consigna lemporal implícita dada al espectador no es la de imágenes móviles. y que se debe leer unas veces como una sola
imagen de conjunto parcelada, y otras veces como una sene de
misma.
- Imagen owónoma versus imagen en secuencia: el criterio pequeñas imágenes conuguas, que necesitan entonces, no sólo una
es esta vez mas bien semántico, por ser la secuencia una serie de exploración ocula1 más rápida, má" ágil, "ino incluso una imelec-
imágenes ligadas por su 'lig.nificación; y, además, puede concebir- c1on má'> aguJ'.ada.
c;c esla dicotomía como una variante de la precedente, pues tiene En todos estos casos y en todos los demas casos posibles, lo
esencial es no confundir el uempo perteneciente a la imagen y
efecto~ temporales comparables.
En conjunto, y si se combinan estos diferente.<; parámetros, el que pertenece al espectador. Si, ante un fotografía, 5e es libre
es múltiple el juego de los dispositivos temporales de imágenes. de permanecer tres segundo" o tres horas (como ante cualquier
Ningún espacio social lo demuestra, hoy, mejor que el museo de objeto 'ic;ual que <;e desee mirar), ante una pelfcula, no se podrá
arte contemporáneo. en el c¡ue las «nieL.as» prc<>cntadas mezclan permanecer má., que el 11empo de la proyección: es el primer as-
deliberadamente todas las familias de imágenes, la pantalla de ví- pecto, el de la naturaleza, temporal o no, de la imagen, y se pre
deo y la proyección de diapositivas. la imagen hipermulliplicada \Cnta como una coerción. Pero además, ante una y otra de estas
y la imagen absolutamente única. etc. En el espacio de un mismo
imágenes, nuestro ojo y nuestra atención podrán dirigirse varia-
ano, habrán podido a~i verse en el centro Pompidou una fotogra- blemente en el tiempo: e1, el egundo aspecto. ligado a los deseos,
f1a gigante, expuesta durante meses en la fachada, un «muro de a la1, expectativa'>. es decir, a la situación pragmática, del especta-
imágenesn (varios morucores de \.1deo contiguos) sobre la Revolu- dor. E te egundo aspecto es siempre vi\·ido de manera menos
172 LA IMAúf:N l'L l'i\J'I.:L l>LL U!SPO:,t 1I\ O 173

coercitiva, pero no por ello es el espectador totalmente libre ame dios clnograficos: i el aborigen australiano a quien <;e muestra por
una imagen, pues el casi siempre mira en vmud de consigna-; de primera ve1 en u "ida una fotografía, empieza (admitámoslo) por
\.1s1on, impliciuts o explicitas, que rigen <;U e\ploración. Por no manipular, de modo e\tra"o a nuestros ojos, este objeto extrailo a
dar mas que un ejemplo, el de la imagen mo\.11 muluplc del tipo sus OJOS -por ejemplo, haciéndolo girar en todos los sentidos. pal
«muro de imagencs», no se mirara con los mismos presupuestos pandolo, o incluso mordiéndolo-,~. desde luego, porque no sabe
una instalación de "Jam June Paik, que }U\taponc varios recep- qué es una fotografía. Pero ese saber que le falta está. a su \'CI. des·
tores, un muro de imagcnes didáctico en un musco, y el muro multiplicado: el aborigen no sabe para qué sirve una foto (en nue'\-
de imágene~ publicitario del Forum de 1c., l lallc!> en Pam. En el tras sociedades. sirve para representar eficazmente La realidad visi
último caso. por ejemplo. la mirada será más distraída, sólo las ble), pero, además, no sabe cómo se fabrica (a primera 'i:-.ta no
zonas visualmente fuenes tendrán la oponunidad de atraer al ojo, difiere tamo de otro trozo de papel, o incluso de tejido). l .a'\ cncue-..
mientras que ame la instalación artística. de la que se espera más t~ etnográficas !>erias (la!> que, desde hace die1 o' cinte años, intcn
~utileza, uno mismo querrá ser más su1 il. tan ser menos proyectivas y emocéntricas que a principios de siglo)
verifican todas, por Otra parle. que este segundo saber es como la
clave de los demás: si se hace comprender al aborigen cómo se ha
11.2. El 1iempo 11np/1ciro creado una foto, si se le hace tocar con el dedo, por decirlo así, su
ard1e, sabrá ipso ft1cto para qué puede servir. Eso ha sido demos-
En nuestra tipología, sólo las imágenes pre~emadas en el tiempo Lrado varias veces, gracias a los aparatos foLográficos de revelado
-sean móviles o no- tienen una existencia temporal intrínseca. instantáneo, del tipo Polaroid, cuya magia (incluso, hay que subra-
5in embargo, casi todas las 1magencs «contienen» tiempo, que yarlo, para nosotros que no somos aborígenes australianos) reside
~on capaces de comunicar a su espectador s1 el dispositivo de pre- precisamente en esta permanente exhibición de la génesis de Ja foto.
sentación es adecuado para ello. De algunas de estas imágenes De esta hipótesis mu) general, que reenconlraremo\ en la ter-
es de tas que \'amos a empezar a hablar. cera parte de este capitulo. retenemos. pues. de momento que en
la imagen no temporalizada hay tiempo incluido. a poco que el
~pectador entre correctamente en un dispositi\'O que implique un
ll .2. 1. El :m :lle ) et -,aber !iupuc IO saber sobre la creación de la imagen, sobre lo que podría llamarse.
tomando la palabra de los filmólogos, su tiempo creatorial. No
Si una imagen que. por s1 misma. no existe en modo tempo- es, pues, la imagen misma la que incluye tiempo, sino Ja imagen
ral. puede, sin embargo liberar un sentimiento de tiempo, es for- en su disposilivo. Vamos a dar dos imponames ejemplos de ello.
Losameme porque el espectador parucipa y nnade algo a la ima-
gen. Nuestra hipótesis sera que ese «algo» es un suber sobre /u
{!enesis de /u imagen, sobre su modo de producc1on, sobre lo que 11.2.2. l< otogrnfía, huelln , indicndor
Jean-Marie Schacffcr llama, a propó'itto de Ja fotografía, u ar-
clle (1érmino que ex1cnderemos a 1odas las demás imágenes). Esta Primer CJemplo (sin sorpresa): la fotografía.
hipótesis, por otra pane, s1 se sigue hasta el final, sólo es un as- Ante" incluso de formar una imagen, la fotografía e!. un pro-
pecto de una hipotesis más vasta referente a l espectador, a la ima- ceso, conocido además desde la Antigüedad: la acción de la luz
gen, y a la relación entre ambos, regulada r>or el dispositivo. En sobre ciertas sustancias, a las que hace reaccionar químicamente,
efecto, en cuanto objeto socia lilaclo, convencionalilado, y si se y que se llaman por esta razón fotosensibles. Una superficie foto-
quiere codificado -y no sólo un objeto visible , la imagen po- sensible. expuesta a la luL, será transformada por ella. provbio-
see un modo de empleo supuestamente conocido por su consumi- aal o permanentemente. Conserva la huella de la acción de la luz.
dor, el espectador. Como todo artefacto social, la imagen ao fun- La fotografía empiem cuando esta huella se fija más o meno~
ciona sino en beneficio de un saber s11puesro del espectador. Hay definitiv.1mcntc, se finaliza con \ istas a cieno uso social. Todas
que citar aquí los estudios imerculturale!>, en particular los estu- la!> hisLOria de la fotografía mencionan -sin extraer siempre ~us
174 L:\ ll\IAOC:N él PAPP.I l>H l>ISPOSll I\ O 175

El dnhlc camino de la foto: el da11uerro11po (concht1l 1• /os1les) ) .••

consecuencias- que hubo dos direcciones principales en la imen-


ción de la fotografía: la dirección \/iepce-Oagucrrc, la de la foto- ••• c:I plloWgl:flu: droll'ing de lalbot. ambos de 1839.
grafía propiamente dicha. de una «C critura de la lu1.» para fijar
la reproducción de las apariencia . v la dirección fox Talbot, la
de las photo.unic drawings. consistente en produci1 en reserva la rayograrna de Man Ray (en 1989, unos fotógrafos realizan de nue-
huella foto-génica de objetos interpuestos entre la luz y un fondo \O «escuhuras lwnínosas» c;cgún e 1c mismo principio de la expo-
fotosensible. Se trata desde luego, hasta cierto pum o, de la misma sición directa de papel c;cns1ble a la luz, sin in1erposic16n de una
invención, pero sólo hasta cierto punto, pucc; el uc;o <;ocia! de estos óptica).
dos tipos de fotografía no es en absolu10 el mismo: el primer llpo Antes de ser una rcproducc1ón de la realidad (lo que es, cier-
sirvio inmediatamente para hacer re1ra1os, paisajes, c;ecundó y des- tamemc, su uso social más extendido), la folografía es, pues, una
pués reemplazó a la pimura en su función reprec;cn1ativa; el segun- grabación de ial s11uación luminosa en tal lugar y en tal momento
do tipo, mucho mcnoc; desarrollado por 01ra parte, dio nacimien- y, conozca o no la historia de la fotografía y de su invención.
10 a prácticas más originales como la del fotogrtlma 1 o el iodo espectador (yo diría de buen grado: iodo espectador legfli-
mo) de la fologrnfía sabe eso. Para volver ahora a la cuestión
del llempo, ese saber sobre la génesis ro1ográfica el. esencial. Una
3. l.u pnlabra "fotogroman 111:nc do' ~cnrido' que ímr<1rrn no confundir
- c:n lotograíía (t<. de lo que hablamos!. dc,1¡¡11u unu 1rno1:1cn ob1cmd11 por
importante corriente en Ja rcíle'<ión teórica sobre la fotografía de
acdon de IJJ luz \Obre una ~upcrtidc- \Cn\lhlc, ,¡n p.l,.1r por un ohjc1iH1; los últimos ano., (con'\lituida por los trabajos de Henri Van Lier,
- c:n c:1 dnc t.lc:<.1gn;i la imagen fllmica tal como \e imprime en In pcllcul:i de Philinpc Dubois o de Jean-Marie Schaeffer) ha acrediLado am-
(~case \Obre c~tc punto Anúlm< del film. p:lg. ~61 . pliamente la idea de que la fotografía mantiene. con la realidad
176 LA IMAGE:-. ~L P \Pl.:t l>l.!l l>ISl'O~l 11 \O 177

de la que ha nacido, una relac1on que es menos del orden del sig- Doisncau). En fecha reciente, una rama de la fot0graf1a «artísti-
no que del indicador (en el scmido de Charles Sanders Peirce, ca», '>C ha especiali1ado en la exhibición deJ poder temporal de
es decir, en el sentido de que el indu:ador resulLa de una relacion la fotografía. ca pretendiendo .,orprender instantes panicula1 mcn-
natural con su referente). r:n panicular, para esto'i teóricos, una tL re\eladore (Roben Franl..), sea, por el comrario, acepiando
fotografía es indicador también en el plano temporal: en una foto deliberadamente reg1'>trar cualquier instante para «encontrar» en
ha) tiempo incluido, encerrado, la loto embalsama el pasado eJ el 11empo en estado puro (\ éanse las Conversact011es con el nem-
«como moscas en el ámbar» (Peter Wollen), «.,igue eternamente po de Derus Roche), a cosca de hacer seguidameme de ese 1nstan-
mostrándonos con el dedo (con el índice) lo que ha sido y ) a no 1e cualquiera un instamc singular, etiquetado por una fecha y un

es» (Christian ~letz). lugar precisos, baJO la modalidad del recuerdo.


El dispositivo fotográfico, cualesquiera que puedan ser. por
otra parte, sus innumerables formas (desde el álbum de fotos de Csta inclus1on de una huella temporal en La fotografía es cspe-
familia a la conferencia ilustrada con proyección de diapositi\aS). dalmcmc ~cosible en un 1ipo panicular de foto, hasta el punto
descansa siempre sobre algo que el espectador sabe: la imagen de que casi podría decirse que ese tipo depende de un disposi1ivo
fotográfica ha captado tiempo para restilutrmelo. Esta restitución aparte; estoy hablando de la foto instan1ánea, tipo Po/oroid. El
es convencional, codificada; será, n su vez, muy variable, en es- modo de producción par1icular de estas fotos, ligado a otros ras-
pecial según la foto haya captado una duración, más o menos gos (en especial el cnma1 que por medio de un ocultador blanco.
larga, o lo que e llama un instante (véase capitulo 4, 111.1), pero producido au10111ú1icamentc), hace de ellas fotos más inmediata-
el saber, por su parte, está siempre ahi. Las dos lotos de la pági- mcn1c ligadas a un /lic el 111111c, a un lugar y a un instante. Esto
na 175 úenen un Lema comparable: una figura humana en movi- st! traduce, emre otra~ cosas, por la capacidad, observada a me-
miemo. Pero, en una, la nitidez de los contornos, asociada a la nudo, de estas fotos para producir ficción.
imposibilidad de la posición «en suspenso», me dice que e trata
de una i11sta11tcí11ea, de la captación de un instante (que yo no
podría nunca ver «al natural», y que sólo la foto puede permitir-
me \er): en la otra. por t!I contrario. el difuminado de Ja :.ilueta
me habla de un registro con una duración más larga (me hace
ver esta duración tal como yo no podria tampoco verla l!n la rea-
lidad). Tanto en un caso como en el otro. \'l>D tiempo. Mi saber
-;obre el arche fotografico, adquirido y después fortalecido du-
rante un tiempo suficiente como para haberse hecho implícito,
me permi1e leer ese Líempo, experimentar 'us connotaciones emo-
cionales, o incluso, ame ciertas fo10.; muy expresivas, revivirlo.
La fotografía transmite a su espec1ador el llempo del acomcci-
miento luminoso del que es huella. 1::.1 disposilivo se cuida de ase-
gurar esta transmisión.
Muchos estilos folográficos descansan en esta implícita inclu-
sión del tiempo en la foto. La famosa fórmula de Henri Canier-
Bresson, que define la {buena) fotografía como «el encuentro del
instante y de Ja geometría)>, puede extenderse a toda la fotografía
documemal, ~ Roben Doisneau la relleja perfectamente, titulan-
do una de sus selecciones fotográricas Trois secondes d'éterniré
(a razón de un cincuentavo de 't!gundo por rmo, tres segundos Foto~ de rrcn~J de P1errnt li• fm1 (J · l GodJrd. 1965) > de Buy meeu G1rl (1..
es et tiempo global «Contenido» en la' fotos seleccionadas por C:ira:o.. t !184),
178 t \ 1\1/\GEN El PAPI:.L DLL Dl<;POSll J \ 'O 179

de paisaJcs marroqu1es. desfilaban unos coraceros italianos } gru-


n .2.3. Cine. ecuenciu. montuje ñia un dread11011g/11 aleman lanzado al agua».

Segundo eJemplo (menos esperado): el cinc. Observemos, por otra parce, que eidsten secuencias de imáge-
EJemplo meno" esperado, pue~to que el cinc se basa en una nes fijas) narratl\ as (en el cómic. en la pintura), que, ha!>Hl c1cr-
imagen cemporalizada, que repreo;enta indisociablemente un blo- 10 punto, puedcn compararse con la secuencia fílmica por el con-
que de «e. pac10-durac1ón>1 (Gilles Deleuze), y del que hablare- tenido narrati\O que trammi1cn. Pero 'ª" relaciones temporalc'>
mos de nuevo en 11.3. Pero el cine, o más bien el film, es también entre imagenes sucesiva... cstan en eUas mucho meno marcadas,
un ensamblaje de \;arios de es10-. bloque-. (lo-. plano-.), «en cienas no sólo porque cada imagen sólo conriene tiempo de manera muy
condiciones de orden y de duración»: fórmula en la que se reco- indirecta y muy codificada, sino porque el di'lpositivo es mucho
noce la definición de montaje, } que recubre una representación mcnoi. cocrc1uvo. Sólo la secuencia fo1ográlica -por razón del
del tiempo que es, por su pane. mucho más implícita. poder de credibilidad ligado al urclie fotográfico- puede, en me-
Toda película, o casi, es montada, aunque algunas películas no1 grado, compararse n la secuencia fílmica.
contengan muy pocos planos y aunque ta función del montaje Para volver al cinc, el montaje, la secuenciación, fabrican en
esté lejos de ser la misma en todas partc1't. Prescindo aquí de to- el un tiempo perfcc1amentc artificial, sintético, relacionando blo-
das sus funciones narrarivas y expresivas para ~ubrayar unicamenre ques de 1icmpo no contiguos en la realidad. Este tiempo sintético
que el montaje de los planos de una pelicula es ame todo la se- (que la foto no produce tan fácilmente, 1an «naturalmente») es
cucnciación de bloques de tiempo, entre los cuate<; ya no hay más sin duda alguna uno de los rasgos que más ha impulsado ol cinc
que relaciones temporales implici1as. Todo el montaje clác;ico, re- hacia la narra11vidad, hacia la ficción.
sultante de lo que se llama a veces la este1ica de la 1rwapure11cia, Pero es lícito \er esta sccuenciación de bloques temporales
supone que el espectador es capaz de «reorganizar lo<; trozos» de ..:orno una producción original, de tipo documental. En los años
la película, es decir, de re-.rablccer mentalmente las relaciones d1e- cincuenta, bajo la iníluencia de las estéticas realiscas entonces do-
ge11cas}, por tamo, entre otras, temporale!>, emre bloques sucesi- miname • 'arioi. críticos (Ene Rohmer emre otros) emiueron, por
' º"·Esto sólo puede hacerse mediante un c;aber, por minimo que ejemplo. la idea de que una película es camb1én «un documental
'iea, sobre el montaje, o más bien sobre el cambio de plano en sobre su propio rodaje»: dicho de 01ro modo que, cualquiera que
una película. Es indispensable, entre otrao, cosa-,, para compren- sea la historia ficticia que cuence, el film, reuniendo trozo., de
der bien una pclicuJa (para comprenderla como su dispositivo lo filmado en el rodaJe, da una representación, una imagen -tem-
quiere que se la comprenda). \aber que un cambio de plano re- poralmente, por cieno. a veces extrai'la- de ese rodaJe. Natural-
presenta una discontinuidad 1emporal en el rodaje, que la cá- mente, esto sólo es aprehensibte a costa de un esfuerzo intelec-
mara que ha filmado la escena no se ha desplazado bruscamente tual, y una película de ficción no se percibe inmediatamente así;
a otro punto del espacio, sino que ha habido, cmre la filma- codo lo más, es efec1ivamente visible un efecto «documental» en
ción y la proyección, esta otra operac1on que e" el montaje. Todo las peliculas antiguas, 1esl1monio de una época pasada, al tiempo
el mundo posee hoy este sabc1, que puede parecer muy trivial, que relato de una h1s1oria (lo que acaba por conferir encanto,
pero no siempre ha sido así y los espectadores de las primeras o incluso interés, a ciertas antiguas películas de serie rodadas en
películas con pumo de vista variable, protestarnn con frecuencia exteriores naturales). Pero son películas pcr1eneciemes a otros ge-
contra la violencia, visual e imelectual, que representaba esta va- neros las que han hecho más cvidenrc esta relación de remodcla-
riabilidad. do del tiempo de rodujc con el tiempo de la proyección. Citemos
únicamente el ejemplo la fomosa película de Michael Snow la
Yuri Tsyvianc cita a<;í el cjcmplo de un cc;pectador que recor- Ré!lion ce111rale, montaje de largos bloques de duracion filmados
daba el cinemátografo en su'> comien1os. en el que «en un trozo por una cámara en movimiemo circular alrededor de un punto
de tela blanca urg1an una tras otra las cabezas del rey de España fijo. y moi.trando siempre la misma región: a lo largo de la pro-
y del rey de Inglaterra, pasaban como un relámpago una decena yección (unas tres horac;), el espec1ador es inducido forzosamente
180 1 \ IM.\GEN El PAPEL Df:L DISPOSI nvo 181

a preguntar e sobre lac¡ relaciones temporale:, entre e~to~ bloque . un ritmo mas rap1do. La luminosidad de la pantalla es en ge-
sin poder nunca po eer tndicador alguno c¡obrc el orden de su fil- neral lo bastante fuenc como para que resulte de ella un centelleo
mación. en absoluto despreciable, e~pe<:ifico por otro lado. puc~to que.
por ra.ton del barrido, parece no alcanzar simultáneamente a toda
la pantalla.
De de el punto de vista percepuvo, esta diferencia es la princi-
11.3. La imagen temporalizada
pal entre la imagen fílmica y la imagen videogralica, al menos
:-.i se exceptúan las diferencias, con frecuencia importantes, debi-
11.3. 1. Imagen fílmi ca, imagen 'ideojtrá ficn da<; a los azares de la transmisión televisada (saltos de imágenes,
«ruido» visual o «nieve», e1c.), asi como al grano más aparente.
La imagen temporalizada -la que incluye el tiempo en su exis- a la definición menos buena. en general, de la imagen de , fdeo.
lcncia misma- se presenta hoy seg(m dos especies: la imagen ji/- Es imponan1c subrayar, entre otras cosas, que, si el efecto de en-
mica y la imagen v1deogrcífica. Hay numerosas y radicales dife- mascaramiento debido al cambio de plano queda ligeramente ate-
rencias técnicas entre los modos de registro y de restitución de nuado en vídeo a causa del entrelazamiento de las dos imágenes,
estos dos tipos de imágenes: no h~_Y entre vitl~o _Y cine ninguna diferencia perceptible cu lo que
- la imagen fílmica es una imagen fotogralica, la imagen vi- se rel 1erc al mov1m1ento aparente (la persistencia retiniana, en par-
deográfica se graba sobre un soporte magnético; ticular, no intervine aquí ni en un caso ni en otro, contrariameme
- la imagen fílmica !le registra de una vez. la imagen de ví- a lo que algunos han escrito. En realidad, parece que, en cierlos
deo se registra por medio de un barrido electrónico que explora teóricos, el supuc~10 saber c;obre el disposiLivo haya adquirido,
sucesivameme unas /meas horiLontales superpuesta~ (el inglé~ tie- a propósito de la imagen videográfica (> con un deseo, compren-
ne para este barrido la misma palabra, sca1111111g, que para la ex- "tble, de c;ingularización de esta imagen en relación con el film).
ploración de una imagen por el OJO); proporciones exageradas, que entrai'lao una sobrevaloración de
- en la proyección, la imagen fflm1ca resulca de la proyec- este dispositivo en cuanto a sus consecuencias perceptivas.
ción sucesiva de fotogramas !>eparado' por negros (véase el capi- El 'iabcr \Upuesto obre el dispositivo se conviene. entre cier-
rnlo primero. 11.2.2): la imagen de vídeo, de un barrido de la pan- to'> artistas que trabajan en cine o en vídeo, en un saber practico,
técnico, determinante a veces en la concepcion y la realización
talla por un rayo lumino~o.
Estas diferencias son muy reales, pero i.u incidencia en la apre- de la obra, y que es entonces imposible ignorar. Así, el hecho
~.e _que la imagen electrónica se engendre por barrido de su super-
hensión que tenemos de las doc; clases de imágenes móviles ha
ltc1e !le presea a manipulacionec; especificas ligadas a ese barrido
sido, la mayoría de las veces, demasiado sobreesumada. Se ha
Ctod~ la gama de loe; 1ruca1es de vídeo, boy vulgarizados por la
insistido, en panicular, en la ausencia de negros entre imágenes
telcv1s1ón, procede de ahí); inversamente, el carácter fhícamente
sucesivas en el dispositivo vídeo y en que esta imagen no resulta
tan_gible del fotograma fílmico se nresla a oLros tipos de manipu-
de una proyección por medio de arrastres discontinuos. De he-
lac1oncs (conar, arai'lar, manchar, etc.). y el cine «experimental>,
cho, la imagen 'ideográfica no se percibe exactamente como la
es sin duda más diferente del video «experimental» que el cinc
imagen fílmica, pero la diferencia esencial entre ellas no afecta
de ficción del vídeo de ficción, al menos en sus modos de hacer
ni al negro emre los fotogramas, ni al barrido de la pantalla de
inLelcctualcs y artfslicos respectivos pues, una vez más, lo más
video, sino, sobre todo, a la frecuencia de la aparición de imáge-
nes sucesivas. En el cine, como hemos visto, esta frecuencia es,
en general, lo suficientemente elevada como para evicar el cente- 4. De hc..:ho, por rn1onc> dt comoditlatl técnica, la expluradón de cada ima
gen \C li.t~c en ú11, llcmpu), primero una lmea de cada do~ (hneu) «1mparcs»l.
lleo; en vídeo la frecuencia está '>Upcditada, por construcción, a
dc,pucs la~ dcm;h linea' (linea> «parc,u); In imagen de \'Ideo ~e produce, puc,,
la frecuencia de la corriente eléctrica que alimenta el aparato (en al rilmu de 2S 1magcnc' por 'eguntlo. dividida cada uno c:n dos «semi · imngcnc~"
Europa. SO Hz). ) no ~ posible proyectar imágenes sucesivas a cmrc:laLadas.
182 LA 1MAGE1' EL l'APL L OLL DISPOSITIVO 183

dificil sigue c;1cndo distinguir, a simple visla, una imagen de film siwado ante ello'i, y que hacia de pantalla a la percepción: de
de una imagen de video. ah1 ~a e'prc'>1on efec10-pa1110/lo que designa ese proceso de dcsvc-
lam1e1110 progrcm o de los objetos de percepción. > al cual esca-
Tralaremos desde ahora la imagen fílmica y la imagen video- pa, precisamente, la imagen fílmica. (Como el término «efecto
gráfica como dos \ariames. difíciles de disLinguir fenoménicamen- pantalla» podria inducir a error por confusión con la pantalla de
te, de un mismo lipo de imagen. la imagen mó\iJ o, mejor, la la sala de cinc, es sin duda preferible evitarlo, y no Jo ciiamos
imagen temporalizada, prescindiendo las más de las vece.> de la sino como referencia a un arúculo históricameme tmponame.)
diferencia más visible entre ellas, lo debida al centelleo. En todo ca.,o, uno de los caracteres perceplivos fundamentalcc;
d.e. la imagen fílmica, implicados en su dispositivo, es esta aparí-
c1on brusca, la oscuridad que rodea, que ucne, al menos, una con-
II.3.2. La situación ci ncmato~ráfico scc~encia importante: el contorno de la imagen, sus borde.c; (no
hm1tados. notémoslo de paso, por ningun encuadre <;eparablc sino
Lo que, siguiendo a A. Michoue van den Berck, llamamos sólo ~or la oscu.r idad que rodea la pamalla) • 'ie ven comd per-
la situación cinematográfica designa, en el vocabulario adopcado tenecientes o lu imagen, mientras que Ja imagen misma aparece
hasta ahora, el encuentro entre el espec1ador y el dispositivo de como «adherida» a su fondo, la pantalla. Dos observaciones:
la imagen temporalizada. Este encuentro, evidentemente, implica 1. fa dei.dc luego un rasgo temporal, y no sólo espacial, pue!i-
muchos aspectos que no son, por su parte, de naturaleza Lempo- to que eMa apanción / desaparición radical implica una sucesión
raJ. siendo el principal el fenómeno psicológico de segregación <le csrados: sin imagen/ imagen ! / imagen 2, etc.; hasLa «ya no
de los espacios que separa el espacio percibido en la pantalla del imagen».
espacio de la propiocepción. 2 ésta concepc1on, que hace del marco-ltmiLe una clau.<.ura
Sobre el aspecto temporal del dispoi.itivo. }O hemos descrito, hcrméuca, parece oponerse a la famosa lesis de Baan sobre el
a decir verdad, su rasgo esencial: la producción de un movimien- carácter «Centrífugo» de la imagen fílmica (véase capítulo 4, 11 ).
to aparente, al meno'> en cuanto al papel percepuvo y psicológico 'r es que Ba1in, a diferencia de l\fichoLLe, toma en consideración
de este movimiemo aparcme {véase capitulo 1, 11 .2 }' capítulo 2. la d1égcsis y el sntenso eleclo de credibilidad que provoca, hmlli
ll.2 y 11.3). El papel propio del dic;positivo es aquí regulador, pues- el punto de \Ubc~umar exageradamente el saber, parcialmente con-
to que consiste en acluar de modo que es1e mo.. imiento aparente, l~adictorío con este electo de credibilidad, que el disposiuvo sus-
fundamento e encu1I de la imagen videocinematográfica se perci- cita. Na1uralmemc, puede hacerse a f\.lichoue el reproche mver-
ba adecuadamente. Hay en eso un aspecto técnsco {eliminación 'º· Y el mismo observa que este efecto de aparic1on global de la
del centelleo, ausencia de enmascaramiento indebido). pero tam- imagen fil mica . e olvida, durante la proyeccion. en favor de la
bién un aspecto sociosimbólico, puesto que el dispositivo es Lam- percepción d~ loi. obj:1os representados, que se nos aparecen, por
bién, en un sentido más amplio, lo que legitima el hecho mismo su parte, segun modalidad~ comparables al «efcc10-pamalla>, real
de ir a ver imágenes móvile~ en una pantalla. Podría resumirse por ocultación o descubrimiento progresivos. '
ese primer rasgo diciendo que el dispositivo cinematográfico (vi- No obstante, este rasgo del dispositivo sigue siendo importan-
deográíico) es lo que autoriza la percepción de una imagen móvil. te. e~pecialmeme en las películas en las que son frecuentes y bru-
En cualquier caso, un rasgo secundar io de ese dispositivo me- 1ale!t loi. cambios de planos, que obligan emonces al espectador
rece que nos detengamos en él: la imagen fílmica es una apari- a tomar conciencia de ellos, aunque sea liminalmcnte o, en todo
ción. Con más precisión, en cuanto objeto de percepción, está caso, a percibirlo!> en forma de sallo, de «aparición brusca» y,
sometida en su conjunto a un proceso de aparición / desaparición a 'eccs, de enmascaramiento visual.
brutales, no aparece progresivamente, por desvelamiento, como
es el caso de todos los demás objetos visuales. En su anículo de S. fon cieno' pa~n.1Jla, dcs1inuc.Ja, a lo~ dnea~ta\ aíicionado~. d contorno de
1948, Michoue destaca que los objetos se nos aparecen, por regla la pani;illu C\l3b3 Jltnl3do de negro. mntenalizando asi por un ~1mll encundre lo
general, por despla1amic1110 relativo en relación con otro objeto que en genernl é1' npcna\ un marco-objeco.
L ·\ 1\1.\GEN liL PAPLL DLI DISl'OSI T!VO 185
184
bre la duración de los ucesos, el cine casi consigue hacernos per-
ll .3.3. lmugen -mo\ imiento, imnjten-tiempo cibir el ucmpo.

La imagen cinematografica apareció de entrada como radical-


mente nue"a porque esra en mo"imiento (y no sólo porque repre- 111. ÜISPOSlll\O, ITOl((A f IDl:OLOGIA
-;enta un mo"imicnto). E-;ta idea de una imagen fundamentalmente
diferente de las demá imagencs porque posee una cualidad dife- . Si el disposl!Í\ o es. como hemos pretendido definirlo, lo que
rente (ya que no se limíla a mcorporar el movimiento a una ima- nge el encuentro entre el espectador} la imagen, implica, eviden-
gen). ei. la que inspiró las pnmi1ivas rellexiones teóricas sobre el temente, mucho más que una simple regulación de las condiciones
cine. las de Hugo Münsterberg y, después, el enfoque fenomeno- espacio-temporales de cslc encuentro. De esta dimen ión que podría
lógico de Michotte y de sus herederos (hasta los primeros arucu- denominarse simbólico del dispositivo es de la que vamos a ocu-
los de Christian ~lctz en 1964). Partiendo de nuevo de esta com- parnos ahora, primero exanúnando cien as consecuencias de la téc-
probación de que la imagen cinematográfica es capaz de nica que iodo dispositivo implica, después intentando situar Ja no-
«aulomovimiento», fue como Gllles Deleu1c propuso hacer de la ción misma ele dispositivo en el interior de la esfera de lo simbólico.
imagen-movimiento -que, para él, se encarna en el plano (defi-
nido como «cone móvil de la duración»)- una de las dos gran-
des modalidades del cine. Deleuze distingue tres variedades de ima- 111.1. El soporte de la imagen: impresión versus proyección
gen-movimiento, que enumera como imagen-percepción,
imagen-acción e imagen-afección, según predomine en ellas el pro- TTI . l. l. ¿Doi. dispositivos?
ceso perceptivo, el proceso narrativo o el proce:.o expresivo. Para
él, estos tres tipos se encuentran, según distribuciones variables. S1 intentamos pasar mentalmente revista a muchas imagenes,
en las diversa. tendencias del eme clásico. lo mas diferentes posible, desde las primeras pinluras rupestres
En el segundo momento de su lilosoíia del cine, Deleuze ha hasta las muestras de 1.ideo-ane y las imágenes imeracúvas se
proseguido esta reílexión proporuendo ademáo; la noción, más ori- dibuja casi inmediatamente una gran división entre imágenes 'im-
ginal. de imagen-tiempo , para designar la imagen fílmica del pos- presas. obtenidas por la aposición de pigmentos coloreados ·obre
clasicismo. Según él, esta nueva imagen traduce una crisis, una una uperficie-sopone (lo que en francés a veces se llama sub¡ec-
«ruptura de los lazos sensoriomotores», al rrusmo tiempo que el flle) y. por otra pane, imligencc; proyectadas, obtenidas captando
cuidado de explorar directamente el tiempo, más allá del movi- en una pantalla un haz luminoso.
miento, que había definido primero la imagen fílmica. La clasifi- lndudablcme111e se traca aquí de tipos de imágene:. diferentes:
cación operada aquí por Deleuze es menos nítida que a propósiLo - la imagen impresa se imagina como algo más manipula-
de la imaaen-movimiemo: más exactamente, se mezclan clasifica- ble: puede reconarse una fotografía (para hacer un colla}!e, por
ciones op~radas desde varios puntos de vista diferentes, sin pro- ~Jcm~lo), Pl.•eden volver a pintarse panes de un cuadro juzgada~
porcionar un cuadro sencillo. msalJsfacLOnas, etc. Por el contrario, Ja imagen proyectada se vive
Volveremos sobre este enfoque l!n el próximo capítulo, pero como un todo difícilmente 1ransformable, que se toma o se deja.
es imporLanLc des1acar desde ahora esta idea esencial acemuada Observemo11 que, hablando estrictamente, eso es falso, pues siem
por Deleuze de manera muy innovadora: el dispositivo cinemato- pre se puede, por ejemplo, interponer un filtro enrre el proyector
gráfico no implica solamenLe un tiempo que Lranscurrirfa, una cro- Y una parte de la pantalla, o superponer dos imágenes, pero cs1a
nologla en la que nos deslizaríamos como en un pcrpcLUo presen- manipulación, en cieno modo, no afecta a la imagen primera,
1e. sino también un uempo complejo, esmuificado. por el cual que pcrmanec~ intacta. recuperable después de la manipulación;
nos movemos a la vez en vanos planos. presente, pasado(s), futu- - corrclat1vamentc, la imagen impresa se concibe como mas
ro(s), y no sólo porque hagamos funcionar aqu1 nuestra memoria mó' i1, como un objeto que puede cogerse con la mano y llevar adon-
> nuestra expectativas, sino también porque, cuando insiste so- de sea. La tendencia, aún acLUaJ en la pintura, a producir obras de
186 LA l\IAGE:\
EL l'APL:l DEI DISJ>OSIT f\ <> 187
!!Tan íormalO, no impide que éscns sean cransponadas del taller fundir una diapositiva con. por ejemplo, una maqueta de cartón.
; la galena de la colección privada al museo Por el comrario. la ima- Y 'obre todo, por supuesto, el caso froncerizo en el que todo
gen ~royec~ada solo ex1s1c donde se cncuc111ra la máquina que puede han pensado ya aqu1: la imagen de vídeo.
proyec1arla y, aunque muchas de esias maquinac; sean hoy a ~u.'ez La imagen de .. ideo es a Ja vez impresa y proyectada. pero
móviles, es raro que .,e las desplace durame la proyección (lo umcos 111 es impresa como la imagen fotográfica, ni proyectada como
ejemplos que me Vienen a Ja memoria pertenecen codos al espacio la imagen cmematográfica. Lo que vemos es el resultado, desde
del museo de ane comemporanco. donde a veces, en efecto, se hace, luego, de una proyección luminosa. pero esta proyección es sin
por ejemplo. girar un proycc1or de diapo.,imas sobre su eje, el~.); guiar: por un lado, proviene de la pane postc1ior de la imagen,
- la imagen impresa exige luz para ser vi'>la, puesto que .solo } de un lugar que debe permanecer inaccesible (si se abre el tubo
es, percep1ivamemc hablando. una superficie reílectan1e; la 1~a­ catódico, ya no hay imagen posible); por mro lado, se dirige a
gen proyectada lleva consigo su propia luz y nece~ita, en camb1~, varios puntos de la pan1alla, alcanzados sucesivamente según un
que se eliminen en mayor o menor grado l~s <lemas. fue mes lumi- ri1 mo periódico (no hay flujo luminoso global, ni ha1, -;ino un
nosas, que vienen a dcbiluar la lu1 propia de la 11_nagen'. pincel luminoso muy fino y móvil). Esre segundo rasgo e~ el que
Es licito, pues. pregumarsc s1 este conjunto de d1fcrcnc1as n~ permite imagina1 la imagen de video como impresa, con una im-
seiialaría la existencia de dos grandes dispositivos de imágenes li- pre«ión efímera y constamemenLe renovada, pero 1ambién aquí
gados a estos dos tipos: . . . se ve bien que no se trata realmente de una impresión (como mu-
- un primer dispos11ivo, fundado en la c1rculac1ón de unage- cho. jugando con las palabras, de una impresión de impresión).
nes impresas, en general de tamai\o más bien reducido (salvo e~­ En resumen, la imagen de vídeo aparece casi como un dispo i-
cepciones, por supuesto), contempladas por un espe~t~dor ~elau­ tivo de un tercer tipo, y eso tamo más cuanLo que combina cier-
vameme libre en sus movimienlos (una libertad tamb1en vanable, to<; rasgos que habíamos opuesto tendencialmente en los dos pn-
desde el espacio del museo a la tolo de prensa que puede mirarse meroc; di'iposit1vos: la imagen de \ideo ~en general de pequeño
donde se quiera). > e\entualmente manipulables; . . tamaño, pero sigue siendo aún, la mayoría de las veces, inmóvil
- un segundo dispositivo, fundado por el contrano en imá- (el receptor de cele .. isión ~<de bolsillo». de cristal liquido. esHí aún
genes proyectadas. de tamaño 'ariable pero a menudo bastante poco extendido): e dirige. segun las circunstancms, Lamo a un
grande, , istas por cieno numero de ~pectadore_s. a la vez, en un c:.pectador indi .. idual como a un espectador colectivo, unas veces
lugar especialmente preparado para esta prc:.entacion. 'Jo hay d~da en el espacio domés1ico, otras en un espacio c;oc1ahzado; no re-
alguna de que, por ejemplo, la fmografia de aficionado y el eme quiere er \isla en la oscuridad. pero un exceso de luz parásita
encaman, de manera com1nceme. estos dos disposithos. !>Obre la pantalla puede alterarla. Sólo el criterio de la manipula-
c1on la alinea claramente en el sector de la imagen impalpable,
de In imagen proycc1ada: para manipular la imagen de vídeo. hay
TTJ.1.2. lmngen o paca, Imagen-luz que 111ten·enir remon1andose a su producción.
Poco importa, a decir verdad, que deban enumerarse dos gran·
Naturalmente, apenas emitida, esta idea debe ser puesta en deo; dic;poc;111vos de imágenes. eres o más (como toda tipología.
tela de juicio, por todo Jo que viene a comradecirla: preseora- esta puede perteccionarse hasta el infinito). Lo que retendremos
ción, en las galerías y los musco~. de fo1ografías mmens~, que de esta discusión es el último punto. que parece representar su
dejan estupefacto al espectador, casi clavándolo en su s1t10 (en cima. Hay imágenes opacas. hechas para ser vistas por reílexióo
todo caso. privándolo ampliamente de la libertad de su punto. de y que pueden 1ocarse: estai. imágenes están, unívocamente, ante
vista. por no hablar de la líbertad de tocar la imagen); proyección nosot ros, ante 11ues1ra vista; resultan de un scdimemo, sobre un
de películas de aficionados en una pantalla pequei1a, en el espa- soporle del que ya son inseparables. Y ha) imágenes-luz, que no
cio domcs1ico. donde la distancia de la imagen y el camai1o de re-;ultan de sedimento alguno, sino de la presencia más o meno'i
ésta son reducidos; (<trampas» perceptivas experimentadas en los fugitiva de una luz sobre una superficie en la que nunca 'iC inte-
laboratorios de perccptologia. > que llevan al espectador a con- gra: se piensa oscuramente que l'Stas imágenes no son definilivas.
188 LA IMAG8' El PAPFL l>l:L l>IWOSl l IHl 189

que están solamente «de paso» y, sobre codo, que tienen una fuente la iníluencia gencralízada del inglé , la palabra 1ech11ologie tienda
localizable (sea o no vi'lible). (Notemos que, en estos términos a adquirir el 'ientido de tec/1110/ogy y a perder su primer senúdo
más generales, la imagen vídeo es, indudablemente, una imagen- de «discur'>o sobre la técnica»). y no hay que extrañarse de que,
luz.) Primera -y doble- dimen ·ion -;imbólica del dispositivo: \Obre este punto. hayan sido tan frecuem~ los diálogos de sordo-..
la imagen-luz, la imagen hecha de luz, es recibida por su especta- En adelante nos esforzaremos. pues. por dislingutr entre tres
dor. no sólo como más inmaterial que la otra (lo que e" evidente- nivele de naturaleza muv diferente:
mente una ilusión. pues la Ju1 no es ni más ni menos material - el utillaJc del que se dispone para realizar un acto dado:
que cualquier otro aspecto de la materia). sino como intrínseca- por ejemplo. los diferentes estados de los pigmemos necesarios
mente dotada de unn dimensión temporal. sencillamente, porque para pintar (pongamos por caso, con la aparicion de los colores
es casi imposible pensar la luz sin pensarla en el tiempo (la luz en tubo, ya preparados, en el c;1glo x1x, despué las pmturas acrí-
no es un estado, <;iuo un proceso). ticas en los años cincuenta del c;iglo xx, etc.);
- la 1écnica de aplicación de este utilJaje. Por ejemplo, cuando
en la práctica de lo!. rodajee; cinematográficos apareció el empleo del
lll.2. la de1ermi11ac1ón réc:nica zoom (objct ivo de focal variable), una técnica corriente consistió en
ul ilizarlo para reemplazar el lravelling (de ahí el nombre dado a ve-
lfl.2.1. Técnica y tecno logía ces aJ zoom, de «lrave//ing óptico»), pero se utilizó también para pro-
duci1 un nuevo efecto, el «<:0up de wonm, que no reemplazaba nada
Uno de los debates má-; vivos, y más importantes, sobre la en absoluto.; producía, por el contrario. una forma fílmica inédita;
cuestión del dispositivo ha consistido en evaluar la incidencia de - finalmc111c. el discurso sobre la técnica en general, y las con-
lo factores técnicos en el valor simbólico de este dispositivo, no secuencia obtenidas de él en cienos casos paniculares. Evidente-
solamente porque. durante mucho tiempo, .,e ha considerado im- mente. es en este úlumo nivel donde se sitúa el envite de la' discu-
plícitamcme que estos factores técnicos tenían su lógica propia, siones alrededor de la detem1inación técnica del dispositivo, pero
su desarrollo autónomo. y que de unas re\oluciones técnicas po- indisocioblemenle de la existencia de los dos primeros ni,eles.
dinn provenir re\olucione en los modo de pensamiento o de vi-
ión, sino también porque, más profundamente. esta cuestión es
la misma que la de los motores de la historia y. por tamo. lejana- lU .2.2. La imagen a oto m:íticn
mente, la de tac; causas de los fenómenos socialc y imbóLicos.
De todo modos, ames de describir las lineas basicas de este Entre las novedades tecnológicas que han jalonado la historia
debate, es esencial una preci<;ión terminológica. La palabra técnica de las imágenc~. hay una que e ha considerado a menudo como
es, en efecto, bastante ambigua en algunos idiomas, puesto que una verdadera rc\'olución: la que, con la invención de la fotogra-
puede designar tanto una técnica. es decir, un cieno modo opera- fía. introduJo la posibilidad de producir imágenes «automáticas».
torio para realizar una acción dada, como la técnica, es decir, Ya hemos evocado (véase 11. 2) la naturaleza indicia/ de la foto-
la esfera de la actividad práctica en general (necesite o no instru- grafia, es decir, el hecho de que cons1ituya una e pecic de registro
mentos especiali1ados). En las discusiones entre investigadores o de huella de la realidad visible. Pero esta idea ha sido llevado
francófonos e investigadores anglófonos esta ambiguedad ha re- con frecuencia, en la reílcxión sobre la fotografía, hacia una apre-
sulLado a menudo embarato'ia por 1encr en inglés la palabra «téc- ciación. positiva o negativa. ligada a que, como toma automática
nica» más bien el primero de estos do<; valores y operar además de una marca de lo visible, la fotografía escaparía, aJ menos par-
la lengua inglesa una distinción entre tec:l111ique y 1ec/111ology, de- cialmente, a la intervención humana.
finida la segunda como el conjunto de los instrumento~ materia- Esta capacidad de la fotografía para superar la intencionali-
les y de los saberes de que se dispone para una acción dada, y la dad del fotógrafo o poro escapár-;clc Lotalmc111e, fue muy pronto
primera como la utilización de unos y otros en la práctica. El fran- asimilada por lo-; fotógrafo~. ¿No se llamaba The pencil of now-
ces, por ejemplo, no posee realmente esta distinción (aunque, por re, ((el lápiz de la naturaleza», la obra de Fox Talbot. en la que
190 t.\ IMAOEl' EL l'\l'LL DEI DISPO'ílll\O 191

relataba su 1mcnc1on? Ahora bien, o;i la fotografía está como di- perspecma y, por otra parte, el no interesarse sino 111directamen-
bujada por la misma na1urale1a, nada tenemos que ver, e"iden- te por el espectador de Ja fotografía, en cuamo po eedor de un
temente, con ella. Es imposible citar aqut a todos los que han -;aber supuesto (véase capítulo 2. 11.3 y capilulo 3, 11.2). Durante
dCl>arrollado la misma idea Notemo!-> '>Implemente que las conse- ma' de un siglo, en suma, nunca se puso en tela de juicio la legi11-
cuencia.'> que '>e extraen de ella 'an en do' direccione-. radicalmen- m1dad documcmal de la imagen forográfica ( i bien su legitimi-
te opuestas: dad art1s11ca, por su parre, tuvo que esperar mucho tiempo para
- o bien se concluyó que exlSlen posibilidades propias de la C!ttableccrse).
fotografía. que puede revelarno~ el mundo de manera distinta a Ahora bien, e:-. precisamente esta legilim.Jdad de la visión foto-
como el OJO (incluido. y :o.obre todo, el ojo del pintor) había con- grafica la que atacó una importante corriente teórica } critica de
seguido hacerlo hruaa entonces. E~ el ca~o de un buen número los años ~e'>enta y setenta. En una emrevista de 1969, que es, pa-
de artiscas de las vanguardias fotográficas de los años vcillle, poi rece, !>U primera e\prcsión globaJ y arúculada, l'vlarcelin Plcynet
ejemplo Laszlo Moholy-Nagy. en su obra Malere1 f·orograjie Film cri1ica violemamcn1c el automatismo de la imagen fotográfica.
( 1925), donde reclama que la fotografia desarrolle lo que la dis- Paia él, este automaLismo, y en general la construcción de la cá-
tingue de la pintura, anali1ando el movimiento, mostrando el mun- mara fo1ogralica, proceden del deseo de producir una perspcc1i-
do al microscopio, bu cando puntos de vistas inédi1os, etc. Pero va cuyas anomalías potenciales serian dcfinilivamemc rectifica-
es también el caso de ciertos teórico!), y pienso aquí ante todo das, Yeso para reproducir indefinidamente ((el código de la visión
en la sintomática idea de Sieglried Kracaucr, para quien la foto- especular definido por el humanismo del Renacimiento». La in-
grafía tiene por esencia el rc,clar cosas normalmente bien ocultas vención de la fotografía por parte de Niepce, observa Pleynet,
(«things normally unseen»); se produce «en el momento misrnon en que Hegel clausura la his-
- o bien se concluyó, por el conll ario, que la fotografía es toria de la pimura, dándole un final; es, pue • en el momento
el arma suprema de la reprc!->entación. que acaba y completa lo en que . e confirma por \Cl primera que la pcrspccth a tiene rela-
que babia emprendido toda la historia anterior de las artes figu- ción con cierta estructura cultural, cuando la fotografía viene a
rativas: la imitación de las apariencias. La cámara fotográfica es borrar esta toma de conciencia, produciendo mecánicamente la
un retoño de la comoro oscuro. b, pues, como ella, capaz de ideología pcrspecti' i 1a.
producir automat1camcn1c una vbta pcrspccti\lsta ópucameme pcr- Se ve dibuJarsc aqu1 un tema cru1co que será rápidamente am-
fecLa, pero, adema!->, ofrece 'iobre '>U antecesora la ventaja decisi- pliado a propómo del cinc. Volveremos obre él, pero es uLil "C-
va de fijar cs1a cons1ruccion. de rcglSlrarla. Se reconocen aqu1 ñalar a11ora las primeras consecuencias de ~ta Leona. J:.n efecto,
las tesis «realistas» de numerosos criticos, en parucular las de An- si la fotografía reproduce una ideología. sólo puede ser por el
dre Bazin, que dio de ellas una versión Uamativa, apoyada en una conjumo de su dispositi\'O y con destino a su espectador. La fo-
gran metáfora religiosa: a contrapelo de l\.racauer, Bazin ve la LOgraf1a, en efecto, en cuanto registro perspectivJSla automauco,
«revelación» fotográfica como una rcalilación de Ja vocación mi- lunc1ona como una especie de trampa ideológica, puesto que im-
mética del arie (cuyo primer signo era la adopción de la perspec- plica a un \ujc10 espectador que esté dispuesto de entrada a acep-
tha en el Renacimiento), y como una de la~ manifestaciones más tar la pcrspeetha como herramienta legitima de representación
importames del deseo, implícito en toda representación, de «em- (m1cntra1o que, para Pleynct, ésca no es sino un código entre otros
balsamar la realidad>). muchos y, lo que es más, peligrosamente marcado ideológicamen-
Estas rertexiones sobre la imagen automática se prolongaron te), y a creer que la fotografía es realmente un registro de lo real.
además a propósito del cinc (por pan e de Kracauer, por ejemplo. Insisto: esuis tesis son imponantes y han marcado toda una
cuya rcílcxión sobre la fotogrnfiu está incluida en un capítulo de época. E!. facil hoy criticar una cr!11ca de la perspectha que con-
su Teona del c:ine. 1960). Pero. a pesar de la oposición entre la funde pcrspcct iva natural y perspecliva artificial (véase capítulo
tendencia «pcrspectivista» y lo tendencia «exploradora». éstas tie- 1, 11.2 Y cap11ulo 4, 11.1); del mismo modo, parece fácil distinguir
nen en comw1, por una pane, el concebir de manera emeramente entrt: el rcglSlro fotográfico (la foto como huella) } la formaliza-
positiva la invención del 1cgistro uutomáuco de una construcción ción lotogrdfica (la fo10 como ~criLUra), y no pensar ya que el
192 LA l\IAGEN l!L PAPEi Dl 1 DIWO'-;ITIVO 193
carácter automático de la imagen fotográfica le impide -;er elabo- ción cicnrítica. Esta observación es capital y se había hecho en
rada. Pero estas distincione., fueron precisamente lac1lilaclas por <;u época indispensable por la existencia de tesis tecnicista • ten-
las tesis -excesi.,as. ciertamente- de la critica «ideológica», la dentes a negar, en general. cualquier \alor ideológico a un instru-
primera en evidenciar la idea fundamental de un di positivo que mento tecnico, cualquiera que pueda ser su empleo (véase uno
relaciona la imagen, su modo de producción y su modo de consu- de lo~ blancos a que apunta ComoUi. el Cinéma et ideolo?,1e de
mo y, por tamo, la idea de que la técnica de producción de las Jean-Patríck Lmn t. 1970, para qu1en la cámara no esta má" mar-
1magenes repercute necesariamente en la apropiación de esta imá- cada ideológicamemc que el lápiz o el avión). Puede, como máxi-
genes por parte de su espectador. mo, notar<;c que, llevado por su ardor polémico, Comolh olvida
tambicn esta d1s1 inción, omitiendo totaJmente, en su texto, tener
en cuenta la ((aportación cicmitica», y no deteniéndose sino en
Tll.2.3. «Técnicu e ideologíu» la ideológica.
b) la bn·ención del cine: también en este pumo se apoya ta
Sobre estas cuestiones y con c~ta oricmación, el conjunto de posición de Comolli en la crítica de textos anteriores: el de Bazin,
texlos más significativo sigue siendo la ~cric de aniculos de Jean- que tiene ra1.ón al negar a la ciencia el metilo de Ja invención
Loui!> COMOL.11 titulada (<Technique el idéologic» y publicada en del cine. pero no la tiene al leer esta invención como proceso
1971-1972 en los Caltiers du cinéma. Ese texto, inseparable de todo «ideal»: el de Lebel, que rechaza admitir que, en cuanto prácrica
un contexto (Comolli «rei.ponde», de manera intencionalmente significativa, el cine tiene que ver directamente con ta ideología.
polémica, a orras varias obra'> o artículos), siste~atiza la rc:.ne- Para Comolli, la invención del cine ce; una empresa totalmcme
xión sobre las relaciones entre la imagen. en especial fotográl1ca, independiente de la ciencia, pues la ciencia siempre ha estado re-
-;u técnica, su dispositivo y la ideología que este último transmite trasada frente a loe; descubrimientos prácticos, y éstos no han te-
con destino a su espectador, planteando tre'> cuc tiones precisas: nido ninguna incidencia directa en su desarrollo. ruí. la camara
- Ja cuestion de la relación entre la imagen fotográfica {y oscura fue inventada ames que la óptica cartesiana, la qu1mica
cinematográfica) y la imagen pictórica definida en el Q1101trocen10: de las ~uperllcies foto-;emibles quedó muy retrasada ante las pri-
- ta cuestión de la relación emrc la invención de la fotogra- meras experiencia\ de N1epce, por no hablar de la percepción del
fía y la del cine; mo.,1miento aparente, inexplicado cuando se in\entó el cine (y que
- Ja cuestión de la cámara y de su papel como modelo. Comolli atribuye, ¡ay!, a la t(pcrsistencia retiniana»).
a) La cámara como me101111nia del cine: de todo el aparato Si C'ita invención nada tiene. pues, de ciemifica. es porque.
cinemaLográfico, Ja cámara es la pane que más direcLameme se en \U conjunto, está determinada por una demanda ideológica ema-
relaciona con lo visible: nada del medio social. También aquí simplifica Comolli enorme-
- metonimiza la parte visible de la producción y de la recno- mente los problemas y. por orra pane, se contradice parcialmente
logia (versus su pane invisible, la química, el laboraLOrio); él mismo, puesro que observa jusrnmeme que el cine fue in\'Cnta-
- 1rala directamente la luz y lo \ 1~ible; do por arrcsanos, movidos por motivaciones ideológicas, pero tam-
- finalmente. se metonimiza a sí mic;ma en una parte que es bién por cien11ficos interesados por el análisis del movimiento y
el objetivo. Este trata la luz more geometrico, seg.ún las modaJi~ por el es1 udio de la percepción. Sin embargo, su tesis es impor-
dades perspcc1ivas para las cuales ha sido construido, Y Comol11 tante y es significativo que se haya vislo, después. reforzada por
destaca el deslizamiento abusivo del objetivo a la objetividad {en resis comparables a propósito de la invención de Ja fotografía (en
panicular en Bazin), que manifiesta según él la imposición ideo- especial el texro de Pctcr Galassl ya citado, que establece que no
lógica de la cámara. fueron los de cubrimientos técnicos, y menos aún cienríficos, tos
Todo esto autoriza a Comolli a extraer la conclusión de que que dc1crm111aron esta invención, sino las modificaciones acaeci-
la cámara <nransmilc una ideologia de lo 'isiblc» Y. por tanto. das a fines del siglo 'C\'111 en la práctica pictórica: véase capítulo
que una teoría matcrialisw del cme debe distinguir cuidadosamenLe, 4, 11).
en Ja cámara. Jo que es herencia ideológica de lo que es aporta- e) Lo projimdidad de campo: si Comolli trata de la prolundi-
L\ IM\GE~ El P.\l'I l DI L DISl'OSI 11\'0 195
194

dad de campo en las películas. es en cuanto que está ligada a la mente, la historia de esta demanda ideológica. En particular, sólo
perspecti\a, en especial por la famosas tesis de Bazin qu~ ha~en en razón de esta historia, que incluye por ejemplo la formación
de una y otra los instrumentos de un plus-de-reel. en el 1ntenor del estilo «clásico» fundado en la tran parencia -pero tamb1en
de la representación. Para Comolli, estas tesis y, más ampliamen- la aparición del sonoro, del color, de la pantalla panorámica-
te todas las concepciones de la imagen rílm1ca tendcnces a auco- el ~me puede ser caractenzado, por parte de esto criticos de prin-
n~mizar el espacio fílmico (por ejemplo, las de Jean Mitry), deri- c1p1os de los años setenta, como «totalmente omelido a la ideo-
van de una ilusión fundamental que ~itua la representación fílmica logia burgue,a».
bajo la dependencia de la representación renacentista, es deci~, Después de haber sido objeto de innumerables discus10ncs du-
en el interior de una ideolog1a, historicamcnte determinada Ycri- ran1c un decenio, estas te is están ho> aJgo olvidadas, c'icncial-
ticable. mcnte a causa de un olvido generalizado (e injusto) de su marco
Este punto aparentemente menor de la profundidad de campo conceptual (marxismo, althuserismo). En particular, si bien el de-
adquiere, muy pronto, una imponancia creciente en el texto de bate sobre la historia continúa siendo extremadamente actual la
Comolli, sin duda como reacción a los textos de Bazin. que ha- noción de ideología se encuemra casi inutilizada, aJ menos e~ el
bían hecho de él la clave de una concepción evolucionista de la )entido rela1 ivamente preciso que había imemado deducir de ella
hisloria del cine. Sobre este punto, pues, Comolli ilustra más si!.- la critica marxista. A pesar de las aporías de roda definición de
temáticamente su recurso a una historta marerialista del cine, fun- esta noción, e!> licito lamcmar csrc abandono por haber '>ido rápi-
dada en las nociones de práct1ca sip.nific:ame y de temporalidad damente rcinvcstido el lugar teórico dejado así 'acío por enfo-
hisrórico diferencial (tomadas respcct ivamente de Julia Kristeva ques bañado'> en bea10 empinsmo, sobre un fondo de recuentos,
y de Louis Althusser). . .. de cstad1 .. ticas y de un tosco buen sentido, que representan indu-
d) Conclus1ó11 prorfaional: iniciada como una mamfes1ac1on dablcmeme una regresión (aunque C!ilán, como por ejemplo los
de la prioridad de la ideología sobre la técnica, la serie de anícu- 1rabaJos de Barry Salt. apoyados en encuestas objetivamente
los de Comolli se apana mu:r pronto de ese pnmer objetivo (pronto exactas).
alcanzado), para wtenuu la redefinición de las condiciones de una
historia del cine que C\idencia'le el papel mayor de la ideología
y el juego de la superdcterminación (en el sentido de Althusser). 11/.3. El dispositivo como máquina psicológico y social
Para Comolü, el punto de partida crucial, alrededor de los deba-
tes sobre la profundidad de campo, es el de la ideología realista Para terminar, \'amos. pues, a caracteriz.ar rápidamente lac; ba-
(que tiende a identificar. a costa de una evidente fluctuación. coa zas del dispositivo en el interior de la esfera social. No e.x1ste,
la ideología de lo visible). hasta hoy, ninguna tcona global sobre esta cuestión, > lo que si-
Este debate sobre la histona no es lo que aqui nos interesa gue sólo represcnrn, eVJdememente, un intento de elaborar una
directamente y retendremos más bien todo lo que, en este enfo- a partir de unos enfoques difícilmente compa11bles desde sus pre-
que muy cronológicamente localizado (en el sentido también de upuestos divergentes: se 1rau:i solamente de delimitar la cuestión
que hizo época). ofrece una respuesta, clara y argumentada, a seilalando Jos trabajos mas dcs1acados.
la cuestión de Ja determinación técnica del dispositivo. Para Co-
molli, como para Pascual Bonilzer, para Jean-Louis Baudry Y para
Stepben Hcath más tarde, el dispositivo cinematográfico sólo es IU.3.1. Los d ectos sociológicos
comprensible si se analiza como articulador de la esfera de la téc-
nica y la de la estética (la11 formas fflmicas} con una demanda la c;ociologla de la imagen no C!i, ciertamente, la más avanza-
ideológica, formulada hacia atrás y hacia adelante, Y que deter- da de estas ramas. Existen muchos estudios sociológicos sobre la
mina, pues, a la vez las tnvcncioncs técnicas y la aceptación del rccepcíon de los medios (y también sobre Ja recepción de las obras
dispo itivo por parte del espectador, todo ello incluido en u~ aní ·ucas), pero C\tán centrados la mayoría de las veces en cucs-
historia de la rcprcsenuicion y de la'> imágenes que es, amplia- 11ones de «contenidos». para intentar por ejemplo evaluar la 10c1-
U\ IMAOE:O- El l'APl 1 Dl· L DISPOSITIVO 197
196
denoa de tales o cuales representaciones e? l~s jóvenes t~lespec­ do, por otra parte, ya que Hauser desarrolla una variante sin ma-
tadores, etc. Alguna de estas encuestas eMan sin duda me1or ~~~­ t 1ccs de la «teoria del reflejo», que pretende que las obra~ de arre.
<lucidas que otras. pero. al fijarse casi exclusi\. ame~~e en. anáhs1s en u producción y su recepción. reflejan literalmente la d1\ 1sión
de lo reprcsemado, evitan por regla general la cucsuon m1 ma del en clases de la sociedad).
disposilivo, que consideran obvia. . .. No podemos citar aquí toda<; las tendencias de la historia so-
La gran excepción es aquí, C\ identcmeme, el ~rabaJO. Y~ clas1- cial del arte y bastaran dos ejemplos para demostrar 'iU interc'I
co de Pierre Bourdicu sobre la fotografía, su pracuca masiva por para un enfoque sobre Jo.; efectos sociales de la imagen (artística).
pa~te de los aficionado • y su recepción por un público que no o) El O¡o del Q11at1roce1110: bajo este revelador título se ha
es e'<actamente el de la pintura, un público al que la p1mura «asus- traducido recientemente un es1udio clásico de Michel BA.,ANDAI t
ta)> y que encuentra en el arte fotográfico ese ~~/ moye11 (es el (1972) sobre la pintura en Italia en el siglo w. La tesis central
titulo del estudio de Bourdieu) apto para tranqu1hLarlo. Se estu- del libro es que, determinada ante todo la visión de una pintura
dia así la fotografía como prácuca social a mitad de camio~ entre por factores soc1oideológicos, es indispensable, para comprender
Ja diversión y el arte, que define un público que le es prop1~: pe- la manera en que los hombres del siglo X\ veían las pinturas con-
queño burgués, con estudios secundarios, etc. Las conclusiones temporáneas, buscar los factores que inlluían mayoritariamente
a las que llega el autor, a partir de encuest~s lle~•adas ~ cabo en en su visión. Baxandall enumera varios. cuya relación, más o me-
\os años sesenta, son hoy ciertamente muy d1scut1blcs, vista ~a rá- nos directa, con la concepción dominame de la pintura estudia:
pida evolución del lugar del arte fotográfico en nuestra s~c1edad - la gestualidad de la corte. que da un sentido preciso y co-
y ta evolución correlativa de su público: la f~tografía es1a a pun- dificado a ciertos gestos representados en los cuadros;
to de convertirse en un arle plenamente leg111mado, en todo caso - la retórica del sermón, referencia implícita a numcrosac;
en términos de mercado, siendo la 1endencia la tirada única (O obras que ilustran esa figura clásica, supuestamente conocida por
muy limitada), firmada por el artista, expuesta y veudi~a en un todos;
circuito de galenas copiado al de la pintura. Pero el mctodo de - el texto bíblico, evidentcmence;
estudio sigue siendo un modelo en su género por su rigor y, sobre - la danLa y el drama sagrado (que se encuentran, como la
todo, por el cuestionamiemo mctodológ1co con Lame al que los gestualidad de la conc, en el origen de las posiciones de persona-
autores omctcn su trabaJO. jes pintados, como en la célebre Primavera de BonicelJi);
Pocos sociólogos han estado tan atentos a la influencia ~el - la simbologia de los colores, una superviviente de la Edad
dispositivo en la recepción de las imágenes. Así que los ~aba1os Media y de una tradición antigua (que pretendía por ejemplo que
má interesante en este campo son producto, no de soc1ologos, e! a1ul_ ullramarino de que estaba hecho el mamo de la Virgen
sirio de historiadores. Hay que citar aqui . principalmente, todo c;1mboltzaba el manto cele te, la bóveda de los cielos):
lo que se ba bautiLado a veces como «historia social d~I arte», - la fascinación de las matemáticas. Los banqueros que de-
y que agrnpa numerosos estudios his1óricos, de tendencia~ m~y sarrollaban la comnbilidad por parlida doble. pero también los
diferentes, pero que tienen en común el abandono de la h1_ston~ toneleros que aplicaban la geomeLría de los volúmenes, atesrigunn,
tradicional del ane (hiMoria de las formas) para abordar históri- para Baxandall, el gusto de la sociedad toscana del siglo '\. por
camente los problemas de producción y de recepción ~e las obras. modelos matemáticos, de los que se sabe, por otra pane, que fue-
En este conjunto se encuentran, a decir verdad, estudios de todas ron ocasión para los pinrores de innumerables ejercicios, de un
clases: por ejemplo, estudios de rcpresenia~ioncs sociales, _como ~ir~uosismo a veces inaudito, en materia de co115truccion pcrspec-
el notable analisis, realizado por Francis Khngendcr, de la icono- t1v1sta;
grafía de la primera revolución industrial en ciertas produ~ciones - el gusto por el virtuosismo en general, apreciable igualmente
arústicas inglesas; o estudios con vocación teónca global1zadora én música o en poesia;
y modelizadora, como el tratado de Arnold Hauser sobre T~1e S~­ el simbolismo de los cinco senlidos.
cial Hisrory of Art, que es una especie de vuelo sobre la htstona A ec;10 factores añade además BaxandaU una lista de \'atores
del arte occiden1al, desde un punto de vista marxista (poco afina- propiamente pictóricos (los de los pintores en el ejercicio de su
1\ l~IAGEN M PAPl:l DLL l>ISPOSl 11\0 199
198
oficio), y cuya heterogcnc1dael mi'>ma tiene valor teórico general:
sociológicameme hablando. el dispo-.irho funciona simultáneamen- W .3.2. Lo'> efectos ubjetirns
te en varios nivel<!!i que implican -;abcrcs c\pccializados de tipos
muy diversos } el rccur-;o a coclilicac1oncs simbólicas muy intensas. El disposu.i~o, lo hemos repetido constamemente. el> lo que
b) Lo «absorción»: con ec;te término designa Michael Fried r~gula la relac1on del csp<..'Ctador con la obra. Tiene puei.. necesa-
el e tado psicológico de ciertos pcrc;onajes pintados, que parecen namemc, cfec1os sobre el espectador en cuamo indhiduo. Aca-
(como l'E11fonr au ro1011 de Chardin) concentrados, absortos por bamos ele dar 1mphcilamen1c un ejemplo de eUo con el estudio
una ocupación o por c;us pensamientos. o por una conversacion dé Michacl rned, puesto que el espect.ador al que se «impide»
(con un interlocutor invisible. como el retrato de Didcrot realiza- nurar desde la escena ficticia pintada en la tela está situado a una
do por Fragonard), etc. El e'>tmlio se hace sociohistOrico cuando distancia ps1quica especifica, que refuerza. en este caso, el polo
Fried emite la hipótesis ele que ese C'>tado es característico de una del saber (sin debilitar forzosameme, por otra parte, el de la cre-
panc muy elevada de pinturas francesa'> del siglo \. \ 111 y que el dibilidad).
predominio de esta fig.ura de la absorción en las obras de esta . Pero.' aun sobre este punto, es Ja teoria del cine la que mús
época no puede explicarse sin hacer referencia a un sistema de s1s1cmá!lcameme ha estudiado estos efectos desde una perspecli-
\alores implícito, que co; a la vcl el de los pintores y el del supues- va ampliamcn1e inspirada por el psicoanálisis (aunque muchos de
to espectador. sus resultados siguen siendo imcrcsanies en términos absoluLos).
El libro de Fried es doblemente inLcrcsame para nuestro pro- 1::.1 t~rmino mismo de dispositivo fue introducido en 1975 por Jcan-
pósi10: no sólo opera (como Baxandall <;obre otro momento de Lou1s Baudry como titulo de uno de los artículos que dedicó a
La historia) un enlace entre los valores p1c1óricos y los fenómenos la 1eo~ia del espectador cinematográfico. En su vertiente me1apsi-
ideológicos o sociales (por ejemplo, el 'alor de loc; diferentes gé- cológ1ca ~pues cncomrarcmos de nuevo a Baudry algo más tarde,
neros de la pintura, la lcoda de las pasiones y de su expresión). a propómo de loo; efectos ideológicos), el estudio de Bau<lrv está
ino que lo hace a propósno de una figura pictórica que se refie- centrado en la impresión de realidad } ea sus raíces. Baudry veri-
re. ante todo, a la presencia de un espectador ante la cela. En fica que el disposuivo cincma1ográfico determina un estado re-
efecto. si tamo cuadros franceses del -.iglo \\ 111 representan per- gresivo arttftcial, acompai'lado de lo que él llama ccuna relación
sonajes absonoi.. e en \irtud de una <<suprema ficción»: el olvi- cn\olvcme ~on 1? realidad» (ausencia de delimitación del cuerpo,
do del espectador. A tra\és de esta ostentosa escenificación de que parece 1und1r-;c con el mundo diegético, con la imagen): ((El
la segregacion de ei.pacio . Fned lee. en último término, el deseo ª.parato de simulación consiste [... ] en transformar una percep-
de afirmar la pintura como un ane (un dispositi\ o) específico, ción ca~1 en una alucinación , dotada de un efec10 de realidad no
indcpendiememcntc del dispositivo erigido cn1onces como mode- comparable con el que apona la simple percepción». Baudry pone,
lo, el del tca1ro. Relacionando cuadroi. y 1extos contemporáneos puc.,, el acento en la parte nostálgica propia de este dispositivo
que corroboran es1a idea, acaba produciendo. pues. un análisis Yq.ue especifica en varias direcciones: regresión narcisista, asimi-
del dispositivo pictórico en el o;1glo "' 111 lación al ensuei'lo, pero también rc1orno a un pasado mítico, en
Podrían citar e otros muchos ejcmplm imeresames, tales como cs1e caso el mi10 platónico de la caverna. En «Le dispositif».
el libro de "1ichel Thevoz. sobre el academici'lmo en la pintura Baudry 1rala a!.1 un largo naralclismo entre la situación del espec-
francesa del siglo :'{(\, los de T1mo1hy J. Clarkc sobre Courbet tado~ de cinc y la de 101; esclavos encadenados en la parábola de
y el realismo nictórico, cte. Lo imponante es 'iubrayar de nuevo Pla1on. condenados a no ver de la real idad sino las sombras pro-
que estos trabajo~ reprc-;entan un enfoque indirecto, via el traba- yectadas sobre la pared situada anlc ellos.
jo histórico. de los efectos c;ociales del dispositivo, y que sena h1e Chris1ian MctL quien desarrolló más frontal y sbtcmáu-
importante prolongarlo'> con estudios de la misma calidad sobre camentc, en Psicoall(i/isis y eme, los aspecios subjetivo~ del dis-
estoi. efectos en la época contemporánea (entre otros, a propósito posH1vo-cinc: ¿porqué se desea ir al cine en general (indcpend1en-
de la imagen móvil. cine } 'ideo). 1:mc111e e.le la pelicula)? ¿Cómo produce el dispositivo-eme un
cieno upo de espectador? ¿Cómo se comporta el suje10 cspecta-
200 1 ·'\ IMAGEI\ 1.:1 PAPI:J ou 01c;ros111vu
201

dor durame Ja proyección? etc. Esla riqu1s1ma perspectiva ha ma. en Cmell11q11e, se encuentra alrededor de 1970 el conjunto
sido alimentada por numerosos C'\ludios ccmrados en puntos~ mas importante de textos ~obre esta cuestión. En lo referente es-
parliculares (véase, recientemente, \artas imeres~mcs comnbuc1?- pecilicamcme al dispositivo, estos textos, a pesar de importantes
nes en la antología Cméma et psyclwna/1•se, dmg1da por Alam disentimientos, convergen alrededor de algunru; Lcs1s: el cine. en
Dhote). su forma dominame. manifie ta una busqueda de Ja continuidad
El estudio de otros disposill\OS (video. fotografía, pimura) está, >del cemramiemo: una >otra de estas características e ven como
en esta dirección del sujeto espectador, claramente menos adelan- cons1itu1ivru, del sujeto y la función ideologica del cinc consiste
tado. Hay que señalar obre todo: . en consti1uir en sujeto a un individuo situándolo imaginariamen-
_ por una parte. unos estudios que han prolongado la leorta te en un lugar central. En el cumplimiento de esta función, el di-;-
del cine, importando la noción de dispositivo a la reílexión sobre positivo desempeiia un papel e. encial: es lo que no es visible, pero
la fotografía por ejemplo (varios aniculo'>, en los ai'los setenta, que permite ver. En panicular, en este dispositi,o, se pondrá el
en la revista inglesa Screen): acemo la mayoría de las veces en los instrumentos ópticos: la cá-
- por otra pafle, por supuesto, toda la corriente cognitivist~ mara, concebida como instrumento de una reproducción indefi-
ya mencionada en el capilulo 2, y que. a l desarr~llarsc, .se v~r.a nida del sujeto centrado de la ideología burguesa, -;icndo su ma-
necesariamente inducida a trata1 sobre la influencia del d1spos1t1- nera de representar el mundo el rcsull.ado de toda la historia de
vo cinematográfico sobre su espectador, en términos que ya no la «representación burguesa»: el proyector, concebido como un
serán los de la metapsicologia frcudiana. «ojo tras la cabeza» (André Green), que encama también ese ojo
genérico que es la gran metáfora del cine. Tal dispositivo está en-
teramente centrado en d ver: el espectador es un «omnividcme»
rn .3.3. Lo erecto ideológico (Mell), es decir. a la vez omnividcnte y sin hacer 01ra cosa que
ver, >en esta restricción al ver -que es más a un ver constante-
En la fromera, en cierto modo, de lo subJe11vo .Y lo social, mente recemrado por la óptica per-;pectivista, constamememe pro-
el dispositivo se define, finalmente, por sus electos 1deolog1c~s. ducido egún el modo de una continuidad ilusoria- se represen-
Estos efectos fueron, en efecto, los primeros en ser csrnd1a- tan los efectos 1dcológ1cos.
dos no forzosamente porque fueran los más importantes ni los Esta refle.\íón ha afectado sobre todo aJ cine, en cuanto apa-
má; fáciles de comprender, sino porque la nocion misma de clis- rcc1a. a causa de la fuerte impre ión de realidad que desprende,
posith o apareció en el mismo momento, «en la misma l!n~a)), como el vector pmilegiado de una ideología «de lo visible» (Co-
que un conjunto de trabajos, ya mencionado'>, sobre las pracucas molli). Pero lle' aba necesariamente a reconocer que esto efcc1os
anisticas en cuanto fenómenos ideológicos «de par1e a parte» (Co- ideológicos asignados al disposi1ivo-cine no habían caído del cic-
molli). El envite de ei.tol> trabajos. como e ha sei'laJado ya, era lo Y que, por el comrario, se inscribian en una larga historia cul-
la afirmación de que. en la~ obras de arle, la ideología no se trans- tural. Para Jean-Louis Baudry, a í, la producción, por pane del
mite solamente en el plano de los contenidos, sino también en dispositivo-cine, de un suje10 centrado, ha de leerse en el sentido
el plano formal y en el plano técnico. La misma noción de ide~lo­ de conseguir la noción de sujeLo 1rasce11de111al tal como se elabo-
g1a nunca se elaboró uin10 como en esa época > puede ~ons1de­ ró desde Descartes al existencialismo, y de la cual es una repre-
rarsc, por ejemplo, que el arliculo de Althusser « ldéolog1e et ap- sentación la escena del cinc (una «teatraJizacióm>, díce Baudry).
pareils idéologiques d'Etat» (l 970), ct:sempcñó ~n papel de marco Más ampliamente aún (pero de manera 1odavfa más vaga). Jean-
conceptual esencial para toda una sene de esllld1m. sobre los efec- Pierre Oudan refiere roda la historia de la representación en el
tos ideológicos del cinc. . . . arte occidental desde el Renacimiento a una concepción del suje-
Tambien aquí, en Plcynct, en Baudry, en los Ca/11ers du eme- to: «Lo propio tic la representación burguesa será producir sus
figuras como reales para la mirada de un sujeto supuestameme
6. No desarrollo ma~ es1a\ cul..,tione , que han 'ido t'itpues1n~ en r~rtrica del ignorante de las relaciones de producción en lru. que se inscribira
cine y, parcialmente. en ;l 11u/1S1l del film el producto pictórico, como rodos los demás productos. [... ) Po-
l '\ IMAGE:'\ l!L PAPrt Dc:t Dl'iPO<;J íl\'O 203
202
dría definirse así la idcolog1a burguesa como un discurso en el 1onco: no hay dispositivo fuera de la historia. Esca obsel\iación
que un sujeto (el sujeto del sigmticante. dicho de otro modo, el puede parecer tfr.ial (¿hay algun fenómeno humano que esté fue-
sujeta de la producción, en la medida en que el signiíicame con- ra de la ~istona?>· pero no es inútil formularla explícitamcme,
siste en un producto cconómtco, hngu1s11co, etc.) ha aniculado al haber sido forJada la noción misma de dispositho en el marco
la cueslion de su propia producción. de su advemm1cmo simbóli- de un enfoque teórico tentado a menudo por la universalización
co, segun el modo de la repre ión. siendo lo propio de la burgue- de .c;us con.cepto'>, empezando por las nociones de inconsciente 0
1a, como también Marx ob ervaba. el concebirse como ahis- de 1deolog1a, de las que nada prueba su apútud para explicar unos
efec1os simbólicos producido:. en todas las sociedades humana.\.
tórica». . No se trata aquí de hacer una historia, ni siquiera de dar una
A pesar de su panicular orientación filosóflca lY lejanamence
política), esta corriente coincide así con una reflexión más anti- hsta, de los dispositivos de imágenes. El lector se habrá apercibi-
gua sobre las incidencias culturaJes de la imagen y de su recep- do de que algunos dbpositivos, mejor esrudiados, acaso más lla-
mat.iv~s que 01~0.!>, se citan de manera recurrente en este libro que
ción. Se piensa, desde luego, inmediatamente, en los trabajos de
s~ llmna a vcr1f1car el estado de los lugares teóricos. Notemos
Pierre Francastel, que, en La bisagra de la historia del arte Y del
estudio ideológico, habla desarrollado largamente ta tesis de que s1mplcmcn1e que la cucs1ión del dic;positivo es quizás el terreno
los momentos de mu1ación intensiva en la historia de la represen- en el cual podrán coincidir más fácilmente las diferentes tradicio-
tación (Renacimiento, vanguardias de principios del siglo .\.X) co- nes teóricas y cmicas sobre el estudio de las imágenes. El estudio
rrespondían a mutaciones en la manera de ver en el interior de del disposiuvo-cine e~tá muy adelantado conceptualmente hablan-
la c;ociedad entera. Pero podrían citarse tamb1en aquí numerosos do, pero el estudio del disposi1 i\ o pictórico está mucho má.!> ade-
filó ofos, que reflexionaron sobre la ac1iv1dad simbólica en gene- lantado desde el punto de vis1a de su bistoria. A pe ar de la la-
ral (y, en panicular. en y por las imágenes). La noción deforma mentable parcelación ue las invesugaciones, no es. pues, ilícito
c-;p_erar algunos bcnclicios de los cruces que e dibujan aquí 0
simbólica, debida a Errut Cassirer y que ·e aplica a todas las gran-
~lla, sobre todo alrededor de las modalidades más nuevas de la
des funciones del csplritu humano (arte. mito, religión, cogmción),
imagen, como el \fdeo.
fue popularizada as1 por la aplicación que hizo de ella En\"in Pa-
nofsky a la perspectiva (véase capítulo 4, l1 ), aunque podría ci-
tarse igualmente toda una corriente de la filosofía analítica, que
desarrolla la definición, realizada por Wiugenstein, del arte como
\. BIBLIOGR'\l·I,\
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de un lenguaje dado, etc. V./. La dimensión espacial del disposilivo

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simbólico. A.hora bien, lo que aparece al final de este panorama Aurnom (Jncquc:-.), l 'CI:.'if 111termi11oble, Librairic Séguier, 1989· 1<Le point
de los estudios relativos a los dispositivos de imágenes, es que de vuell, en .1. P Simon y M. Vcrne1 (comps.), E.!1011cwti~n et ciné-
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social, puesto que ni los símbolos ni. más ampliamente, la esfera
de lo simbólico en general, existen en abstracto, sino que son de-
terminados por las características materialc'i de las l'ormaciones 7. Véase!ª rcócnlc sclccdc.'m ~ohrc «FI Vfdeou dirig.ída por Raymond Bcllnur
sociales que los engendran. > ~nnc·Manc Duguet, en In que ~arios 11:~1os obtienen un gran beneficio de ,u.,
1fil1ac1011e mutuplc~.
Así, el estudio del dispos1tho es forzosamente un estudio his-
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máucas, las de las.cámaras de vigilancia, por ejemplo, se produ-
cen de manera deliberada, calculada, con vistas a cieno'> efcctm
~071alcs. Cabe, pues, a priori preguntarse si , en todo e to. tiene
la imagen un papel que sea suyo propio: ¿No -;e produce. se píen
sa v se recibe todo, con re'lpecto a la imagen. como momcmo
de un. a~10, sea, poco importa, social, comunicacional, expresivo
o arusuco?
f:.n rigo1, el papel de lo imagen es ciertamente asignable a uno
u. 01ro de lm. actantes de la his1oria social de las im ágenes. Si lo
aJslam~s aquí, de modo algo artificial. es, evidentemente, poi pura
co~od1dad, ~orque eso permite dar c uenta de todo un conjumo
de 1mc.,11gac1oncs sobre la representación que, en mayor o menor
grado, han considerado la imagen como dotada de valores inma-
nente-.
Cedemos así, durante un capitulo, a la ccniación de pcrsonifi-
208 L\ l\IAGEN EL PAPEL DE LA IM \C:.rl" 209

car la imagen, de hacer de ella la fucnLc de procesos. de afectos, estilo auténticamente artíslico. sigue siendo concebido como un
de significaciones. Pero limüaremos bastante estrictamente esta modo de representación deformador, que se aparra de la 1101 ma
tentación. no exammando aqu1, en lo esencial. sino uno de los analógica. siempre más o menos fotográfica.
valores de la imagen, su valor representauvo, su relación con la Hay que empezar, pues, por relativizar, en lo po 1ble, esta con-
realidad sensible, resenándonos para un ulumo capículo sus va- cepción «absoluusta» de la analog1a, sin por eso renunciar lOlal-
lores expresivos, los que pueden considerarse como aún más «pro- meme, como hacen algunos teoricos, a la noción misma de ana-
pios» de la imagen y que, por tamo, han sido retenidos por las logía. Sobre este pumo citaremo~ una vez más el trabajo de Ernst
estéticas y las doctrinas arusticas. H. Gombrich, emrc otros su gran clásico Arre e ilusión, que es
ejemplar por el carac1cr mauzado y argumentado de su posición.
La te i central de Gombrich es doble:
l. L" i\NALOGIA 1. Toda representación es convencional, incluso la más analó-
gica {la fotografía, por ejemplo, sobre la que se puede ac1 uar cam-
Hemos encontrado ya la noción de a nalogla, e decir, el pro- biando cienos parámetros ópticos -objetivos, filtros- o qulmi-
blema del parecido entre la imagen y la realidad. examinándolo cos -películas- );
(véase capitulo primero, 11. 1 y capitulo 2, 1.1 y 11.2) desde el pun- 2. Pero hay convem.:iones más naturales que otras, las que jue-
to de vista del especrndor, y preguntándonos en especial cómo gan con las propiedades Jel sistema visual (en especial la perspectiva).
puede éste percibir en una imagen algo que evoque un mundo En olras palabras, para Gombrich, la analogía pictórica (o,
imaginario. Vamos a recuperar la misma pregunta, pero ponien- en general, la analogía icónica) 1 siempre tiene un doble aspecto:
do el acento esta vc1 en la imagen misma o, más bien, en la rela- - el aspecto espejo: la analogía duplica (cienos aspectos de)
ción enue la imagen y la realidad que se supone representa (dicho la realidad visual, y por otra parte, la práclica de la imagen figu-
de otro modo, vamos a considerar la representación menos como rativa es quizás una imitación de la imagen especular, la que se
un resultado, que debe apreciar un espcc1ador, que como un pro- forma naturalmente en una superficie acuática, en un vidrio, en
ceso, una producción, que debe obtener un creador). un metal pulido;
- el aspecto mapa (map): la imitación de la naturaleza pasa
por esquema~ m(1ltiples: esquemas mentales, Ligados a unos uni-
l. J. Fronteras de la analogía \er alcs >que prelenden hacer más clara la representación simpli-
ficándola; esquemas anasucos, derivados de la lradición > liJado1;
l. l. l. Ana logía: ¿convención o realidad? por ella, etc.
Lo que dice Gombrich, en estos término tan coloristas, to-
Una coscumbre profundamente anclada como la nucsua, re- mados de su anículo Mirror and Map ( 1974), es que siempre hay
ferente a ver mayoritariamente imágenes fuenemente analógicas. un mapa en el e1;pcjo: sólo los e~pejos naturales son puros espe-
nos conduce a menudo a apreciar mal el fenómeno de la analo- jo~. Por el contrario, la imitación deliberada, humana, de la na-
gía, refiriéndolo 111consc1cmcmemc a una especie de ideaJ, de ab- turalcLa, implica siempre un deseo de creación concomitante con
soluLo, que sería el parecido perfcc10 entre una imagen y su mo- el deseo de reproducción (Y que a menudo lo precede),' y esla
delo. Esta acLitud, que tiene sus canas de noblcLa teóricas, se
encuentra aún en cslado inocente en todo espectador que identifi- 1. {, I linico adjetivo dircctamenle derivado, de la palabrn 1dma1?en», e~ «ima
ca absolutamente la imagen vista con una realidad documental, ginurio» qui.' ha 1on111do un )C:nudo e~piedahmdo que lo enlaza con fu imagina
en Lodo fotógrafo aficionado que Loma sus clichés por un frag- c1ón. Se recurre, pue~. n lt1 rai1. griega lko11, para forJar e~le «icónico» qui.', 1:n
mento de realidad, etc. Ni siquiera las conmociones introducidas, el LI'•O neu1ro que haccmo~ aquí de él, no ,ignifica nada mru. que: «de la imagen.
pcrtcncc1en1c a la imagen. propio de La inuigc11>•.
desde hace un siglo, en la visión artística de la realidad han sido 2 \~I e' como Ciomhrich interpreta el famoso «YO no bu'>Co, encuen1ro» de
~uficiemes para hacer vacilar esta costumbre; aún hoy, si bien el Ptcasso· no pretendo reproducir la naturale1..11, pero cncucnlro, e~ decir, miro la<
cubismo. por e1emplo. c~ aceptado por el gran público como un co~a,, lo\ fll)llO>, etc., animar'le baJO mi> mano) .
210 LA lMAGl:.N H PAPfl or L \ IMAGE'
211
imitación pasa siempre por un vocabulario de la pintura (más tar- nacemista, pero la invención de la perspecciva, «pecado origmal
de. de la fotografía, del cinc) que es re/ativameme auronomo. As1 de la pintura occidemah>, las separó, llevando excesivamente el
se explica. por ejemplo, que «el mundo no c;e parece nunca del arte hacia el aspecto de la ilusión;
todo a un cuadro. mientras que un cuadro puede tomar la apa- - la fotografía ha liberado a la pintura del parecido. en la
riencia del mundo»: en el cuadro. e'ita apariencia del mundo está medida en que satisface mecánicamente un deseo de ilusión: la
modelada, v modulada, por esquemas que intentan hacer com- fotograf1a es, csenciaJmence, 01110/6gicame111e objeti\ a, más crei-
prender. El. arte C!-. también (<lo que ensci'la a vern. . ble. pue!I, que la pimura. La fotografía po ce «Un poder irracio-
Vamos a examinar rápidamente unos enfoques teónco que nal que arrastra nuestra credibilidad».
han insistido, de manera má' unilateral, sea sobre el aspecto e.s- Esta ~esis es notable por su coherencia: si Ja imagen fotograli-
pejo, el aspecto mimesis. sea sobre el aspecto mapa, el aspecto ca e~ cre1ble, es por ser perfectameme objetiva, pero no poderno\
referencia. ju~garla ~omo tal s!no en vinud de una ideología del ane que
asigna a este la función de representar (y evem uaJmeme de expre-
sar) lo real, y nada más. Bazin acepta que haya un mapa en el
1.1.2. Annlogfn ~ mfmesi., espejo, a condición de que tenga efectivamente la neutralidad de
un mapa geográfico. que sólo informe sobre el territorio y no so-
Mímesis es una palabra griega que 'lignifica «imitacióm) y que bre el topógrafo. Ultimo ajuste de la 1eoría: Ba¿in estima que,
se encuentra. en tos íllósofos griegos, en dos contextos bastance s1 es lo real y 'iólo lo real lo que ha de representarse y expresarse.
distimos: es porque posee un semido, de origen necesariamente divino (sólo
- un contexto narratológlco: Platón, en particular, de igna Dios puede dar un semido a lo real) y, por tanto, necesariamente
con ella, la mayoría de las vece'>, una forma panicular de relato, oculto. Lo importante es, pues, expresar la significación de lo reaJ·
el relaco (oral) t<por imitación». en el que el recitador imita a Jo., la ilusión. alcanzable, es una finalidad menor. '
personajes, adoptando su lenguaje. 'iU'> modo'> de pensar etc. (\éase No es ésLe el lugar para desarroUar la critica de este texto,
más abajo, 1V 1.1) extremadamente marcado por 'lu contexto filosófico y crítico (Ba-
- un come\to rcpresentacional: en Aristóteles. y más clara- zin cita en él implicitameme a Sanre, Malraux o Teilhard de Char-
mente aun en Filóstrato, la mimesis designa la imitación repre- din). Recordemos de él solamente el aseno que forma pane de
entalí"ª· en el sentido del que hablamos en este capitulo. su tilulo: la imagen fotográfica tiene una esencia, que e. la de
M1i11esis es, en el Jondo, un <;inónirno bastante adecuado de ser una «alucinación verdadera». la de t<embalsamar» y «rcve-
analogía. Lo adoptamos aquf para designar el ideal del parecido larn lo real en todos sus aspecto . incluidos los temporales. fa,
«absolutm>, forzando un poco su sentido, prccisameme porque pues, la encarnación de un parecido ideal, apto para satisfacer
la mayor parte de las tcorfas de la analogía ideal c;c basan en la la necesidad de ilusión mágica que está en el fondo de todo deseo
postulación de un efecto <le credibilidad pro.,,ocado por 1~ imagen de analogía.
analógica y que no deja <le tener rclacion con que estas imágenes
sean también diegéticas (en el o;entido actual de la palabra, es de-
cir, recordémoslo, cargadas de ficción). La encarnación más ab- 1.1.3. Annlo~ín ) referenciu
solllla de esta teoría es sin duda el artículo de André Bazin, ya
citado, t<Ontología de la imagen fotográfica» ( 1945); recordemos, Sl Ba.lin estima que la analogía «perfecta» responde a unn ne-
esquemáticamente, la 1csb de Bazin: cesidad fundamcncal y ecerna del hombre, hay en cambio teóricos
- la historia del arte e la de un conflicto entre la necesidad que piensan que no es más que un accidente en la historia de las
de ilusión (de duplicación del 1111111do), ~upervivencia de la menta- producciones humanas. >que la analogía -nunca pen ablc como
lidad mágica, y In necesidad de C\presión (entendida por Bazin perfccra- sólo es una de las modalidades, no más importante
como expresión «concreta y esencial» del mundo). Estas dos ne- que otras, de un proceso más amplio. que Uamaremos la referencia.
cesidade~ e~1aban armoniosamente conjugada!> en el ane prerre- l:.stc término está tomado de la obra ya citada de l\elson Good-
LA IMAGEN 1 t PAPI:l ()J: 1 A IMAGEN 213
212

man. Los lengua1es del arre ( 1968. 1976), que prelende establecer a un t~po pro~io de referencia. Así, la analogía puede tcónca-
los fundamentos de una «teona general de los símbolos>> (englo- n:ieme intervenir en cada uno de los Lipos de referencia y. i, histó-
bando este úllimo término. en este caso, todos los artefactos de ricamente, ha estado ~ociada sobre todo a la representación, para
la comunicación humana: letras, palabras, textos, imágenes, dia- Goodman, esto es accidental. Dedica, en especial. un desarrollo
gramas, mapas. modelos. etc.) y de los (<sistemas de símbolos», bastante largo a demostrar que el parecido {suponiendo inclu 0
qu~ sea alcanzable, de lo cual duda) no es en modo alguno nece-
o «lenguajes».
En esta cmprel>a, conducida segun el modo extremadamente sario para la representación y que tampoco es su ficieme. En otras
abstracto de la filosofía analítica anglosajona. la cuestión de la palabras, hablando lógicamente, no hay relación alguna emre pa-
analogía y la de la repre entación misma o;on consideradas meno- recido y representación.
res y no se abordan sino por las confusiones que podrían provo-
car. Para Goodman, la noción de imitación casi no úene sentido: . El libro de Goodman desborda, pues, ampliameme, la cues-
110 puede copiarse el mundo «tal como ec;», sencillamenre po~qu.e uón. de la an~logfa. En panicular, estudia bascante detenidamen-
no se sabe como es. Esta expresión. pue , solamente puede s1gru- te t1p~s de imágenes com~ las imágenes «colectivas» {las que
ficar esto: «copiar un aspecto del mundo, lo más normal posible, 1eprescntan una clase de objetos, es decir, un objeto no singulari-
visto por un ojo inocente». Pero no existe ni normalidad absolu- 'ª~º· supuest.ameme característico, por el comrario, de todos los
ta, ni ojo inocente, pues la visión siempre va acompañada de la Objetos ~el m1s.mo ~énero), las imágenes «ficticias» (aquellas cuya
imerpretación, incluso en la vida mác; cotidiana. Copiando, fa- denotación e~ me~tente en el mundo real, por ejemplo la ima-
~~n de un umcorruo) Y lo .que llama represe11tation-as, representa-
bricamos.
Así, la construcción teórica elaborada por Goodman incluye l:IÓ~-como o rep~esemac1ón-en (representación de alguien como
la analogía en una tipología de ajustes, en la que figura sólo a alg~.n otro, por ejemplo, una imagen de Mr. Pickwick como Don
título anecdótico, como caso panicular del proceso semántico fun- ?UIJOl~?· En todos ~tos casos, la analogía eMá presente, pero a
con<l1c1011 de d1Sungu1r dos denotacione de la imagen: una <leno-
damental de la referencia:
1ac1ón concreta, que es su modelo, y una denotación abstracta,
representación que es la del proceso referencial en su conjunto.
denotac10n
referencia expresión
1.2. Indicadores y grados de analogla
1 ejemplificación
1.2.1. La analogía como coostruccióo
En esta terminología siempre se trata de procesos de simboliza-
ción de lo real, es decir, de producción de artefactos «intercam- Es casi imp~sible sintetizar unos enfoques tan antinómicos
biables» en el interior de una sociedad. y que permiten referirse c?.mo los ele Bazm y Goodman. Sin embargo, de Ja breve exposi-
convencionalmente a ella. La denotación se distingue de la ejem- c1on pr~cedente, puede retenerse que la analogía:
plificación en que la segunda Licne lugar en presencia del referen- - tiene una realidad empírica, que está sin duda en su ori-
te y la primera en su ausencia: la denotación es definida por Good- g~n. La analogía se verifica perceptivamente, y de esta verifiea-
man como symbolizing without ltaving, simbolizar sin tener. En c1ón es de .donde ha nacido el deseo de producirla;
cuanto a la distinción entre representación y expresión, se define . -. ha sido, pues, producida artificialmente, en el curso de Ja
como algo que remite a una diferencia de naturaleza del referen- historia, por diferentes medios que permiten alcanzar un pareci-
te, concreto en el primer caso, abstracto en el segundo: se repre- do más o menos perfecto;
sentru1 objetos concretos. e expresan valore.~ {objetos) abstractos. - ha si~o pr~tlucida siempre para utilizarse con fines del or-
Desde esta peri.pectiva, el parecido, la analogia, se convierte den de .10 simbólico (es decir, ligados al lenguaje).
en un fenomeno menor, hasta el punto de no dar lugar siquiera Las imágenes analógicas han sido siempre, pues, con truccio-
1 A IMAGE'\ El Pl\1'1 l D[ 1 A 11\.11\CrF°'
214 215

nes que mezclaban en proporcione'! variables la imitación del


parecido naLuraJ y la producción de '>ignos comunicables social-
mente. Ha> grados de analogm. según la imponanc1a del primer
término, pero la analogia nunca está ausente de la imagen repre-
sentativa.
Es fácil e\ idenciar esta gradación del fenómeno de la analogía
confrontando imágenes que Lengan el mismo referente, pero pro-
ducidas en circunstancias sociohistóncas diferentes. Un objeLo tan
elemental como un árbol da lugar a imágenes que \arfan casi has-
ta el infinito. sobre un esquema de base que sigue siendo aproxi-
madamente siempre el mismo (distinción entre tronco y ramas,
entre ramas y follaje. etc.). Otro ejemplo esclarecedor es el de
escenas enteramente convencionales, tratadas en diferenres esú-
los: una escena religiosa como la Anunciación, abundantemente
representada en la pintura europea de los siglos XII al xvH, con-
serva en lo esencial todos sus rasgos más codificados (símbolo
del lecho con colgaduras rojas que mctaforilan la sangre del par-
lo, lirios y recipientes de vidrio para la pureza de la Virgen, etc.),
aunque la representación global de la escena se ajusLe aJ esLilo
dominante, haciéndose más naturalista en el siglo xv, mas dra-
mática y con mác; efecLOS lumino os, en el siglo X\ 11, etc.
Cinu.Jos de anologia: lrC'\ modu~ de ~cr caballos· 1 .
del ;lpocalt¡1\1J, mm1a1ura del ,j¡;lo ~1· a 1 d ·.a :i uqutcr~a. L.m n1hullt·rm
de Rubcn': debajo, I e O<!rby, de Gcrica1~1 crc:.;ha. 1:1 r.•1 felip'' 11 a rnbullo,
1.2.2. Lo indicadores de unulogfa

Durante mucho tiempo se ha considerado la analogía como


un proceso de «O todo o nada»: una imagen era analógica o no
lo era y. si lo era. su sentido se agotaba, de algun modo, en su
parecido con la realidad. Contra ec;La concepción de un «purismo
icónicon (C. Metz) han reaccionado, con medios djversos, lama-
yoría de los enfoques recientes de la imagen. En parúcular, la
empresa semiológica, tal como se desarrolló en los años sesenta
en Europa, alrededor de Roland Banhes. de Umberto Eco. de
Chri tian Melz, hilo mucho por separar Leóricamente la noci611
de imagen de la de analog1a.
De un articulo de Met1 (cuyo título. «Au-dela de l'analogrc,
l'image», es lodo un programa) hemos 10mado la expresión «gra-
dos de analogía», para designar el hecho de que la imagen contiene.
ciertamente, pero no solamente. «analogía>>. y que, además, la
analogía no sirve en ella, la mayorla de las vecei.. sino para trans-
mitir un mensaje que. por c;u parte, nada Liene de analógico, m
siquiera de visual (mensaje publicitano, religioso. narrativo. etc.).
LA ll\li\GEf' EL PAPEL DC l \ l\1 \vt:N
216 217

Casi en la mi ma época, un articulo de B~rthes _o~re_la fotogra- es una construcción, operada por grados y utilizable con .. encio-
fía (parliendo del análisis de una fotograf1a publicllana p~ra una nalmcnte, la noción de indicador, y hablaremos de indicadores
marca de pasta). tomaba una posición comparable: no existe _una de ª.º?logia para designar todos los elementos de la imagen que
imagen puramente deno1ada, que se contente con .reprcsen~ar ino- pamc1pan en esta consrrucc1ón global. Dos obsenaciones:
centemente una realidad inocente; por el contrario, .toda 1ma~en 1. Hay, entre los indicadore de analogía de los que hablamos
muism.ite numerosru. connotaciones, depend1en1es del Juego de cier- ) lo que hemos llamado más arriba indicadores (perceptivos) de
tos códigos (some1idos también citos a una i~eología). profundidad {véase capitulo primero, rr. 1). un e\ideme paralelis-
Pero en su aniculo, let7 va más lcJOS, y afirma que la ª"?lo- ~º· Esto. no es un azar y, desde el punto de vista de la percep-
gia m1S1na está codificado y. por tanto, culturalmente determina- ción, los indicadores de profundidad son una parte, importante
da de la A a la z. Arras1rado parcialmente por el impulso des~ de los indicadores de analogía. '
pensamiento, llega, por otra parte, hasta identificar como. c?di- 2. Emre estas dos nociones hay, sin embargo. una diferencia
gos las propiedades mismas del :,islcma visual: Con esta úlu?1a i~u~lmcnte evidente, y capital. pues los indicadores de analogfa,
proposición se consigue, indudablemente, un e~emplo de las difi- s1 ~1en. están destinados a ser percibidos (y a convenirse, pues,
cultades a las que conduce todo enfoque. de la 1~a.gen como P?~­ en. md1cadores perceptivos), deben ame todo ser producidos, fa-
tadora de un sentido inmanente, pues, s1 en la v1s~ón h~y c~d1f1- bricados. Nuestra discusión sobre los indicadores de profundidad
cación no podría 1ener el mismo sentido que la cod1ficac1ón hgada perceptibles por el ojo se refería a cualquier situación visual im-
a las c~nnotaciones de la imagen, por ejemplo. Igualmente se tra- plicase o no imágenes, mientras que los indicadores de anaiogia
taba sobre todo, para Met7, de subrayar que toda imagen, por de los que hablamos aquí son los que se han puesto en imágenes.
muy (<perfectamente» analógica que sea, se wiliza Y se compre!1- Es casi imposible dar una lista de estos indicadores, aunque,
de en .,,irtud de convenciones sociales que descansan toda:,, en ül- por supuesto, todos los indicadores perceptivos tienen sus parale-
Lima instancia, en la existencia del lenguaje (éste es uno de los los en término<; de indicadores de analogía. Se encomrarán, pues,
postulados de base de la emiolingu1scica). todo.s los indicadores espaciales, estáticos como la perspectiva, di-
n~cos como el paralaje de movimiento si la imagen incluye el
Nocemos que. en el articulo recién citado, Banhcs no compa~­ mov1m1ento, pero se encontrarán además indicadores que juegan
te el «absolutismo» codificador de MctL. Para él, la fotograf1a con la luz, con el color, con la expresividad de las malcrías, etc.,
es «UD mensaje sin código»: no hay reglas de la analogía fo.tográ- categorías todas que han dado lugar a codificaciones pamculares
fica, porque ésta no manifiesta códigos_ históricamente variables. a. lo largo de la historia de la representacion, y sobre todo en
Banhes insiste, en cambio. basLante unilateralmente, sobre la na- pintura.
turaleza de registro, de huella, de la fotografía, sobre .el. ~aracter
mecánico y «objetivo)) de este registro, y sobre la credtb1hdad r~­ Todas las historias del arte dedican un capítulo a las conmo-
sultante, en lo que llama ((el haber estado allí de las cosas». Posi- ciones en la representación del espacio en el Renacim1en10 (véase
ción Lambién un Lamo excesiva, al atribuir Barthes el mayor pa- 11, más abajo). Pero este periodo fue igualmente muy rico en no-
pel a Ja analogía fotográfica {sin duda porque la c.o~p~aba \edades referentes a otros indicadores de analogfa. Las célebres
demasiado con la analogía pictórica, en la que las codif1cac1one acuarelas de Durero, por ejemplo, que representan un ramillete
son infinitamente más aparentes). En efecto, si la folografía es de violcra!J, un manojo de hierba, o un conejo, apuntan menos
una marca. una huella, esta marca es sin embargo model~ble Y a la restitución de un espacio profundo que a la expresión ele rex-
puede intervenirse de manera «codiíi.cada» en difer~mcs niveles: turas. según convenciones muy dfferentes de lo que se había reali-
encuadre, elección del objetivo, del diafragma, del upo de revela- zado has1a cmonces, cuantitativamente (Durero dibuja más briz-
do y de positivado, etc. nas de hierba, más pelos de conejo) y cualitativamente (el color
es «más JUStO», los efectos de luz «más verosimilei;»). Para termi-
A la noción de código, marcada siempre por su origen Lingúí~­ nar una vez más con toda tentación de ver en ello un progreso
tico, preferimos. pues, para designar esta idea de que la analogia absolULo, recordemos que el mismo anista produjo, símulLanea-
L.\ l'IAGEN l!L p ~Pc:t [)( l \ lMAGEI'
218 219

mente, célebres grabado" que representan un rinoccronle y que


son pcrfectamenlc «irrealisms»: aplica literalmente los C!>quemas
entonce en \'igor para repre'ientar a este animal. en e pedal los
que traducen \'isualmcnlc la leyenda según la cual estaba re,e.c;Li-
do de placa acorazadas. como una armadura.

1.3. De nue\•o el reulismo

I.3.1. Realismo ) exnclllud

Si volvemos aqu1 sobre la noción de realismo, ya abordada


a propósito del espectador (véase capítulo 2, Jl.2.2), es porque,
en la historia del arte occidcmol desde hace varios siglos, esta no-
ción ha tendido a confundirse, más o menos. con la de analoglai.
Todavía hoy. en el lenguaje comente, una imagen reaJista es, la
mayoría de las \Cces, una nnagen que representa analógicamente
la realidad acercándose a un ideal relativo de la analogía (ideal
que encarna bien la fotografía).
Es. pues. importante cmpe1ar por separar cstríctameme el rea-
lismo de la analogía. La imagen realísta no e" forzosamente la
que produce una ilusión de realidad (ilusión por otra parre infini-
rnrnenle poco probable. como hcmo'> \ISLO 1gualmeme en el capi-
lUlo 2, 11). N1 siquiera C.'i forzosamente Ja imagen mai;; analógica
posible. y <;e define más bien como la 1111ugen que da, sobre la
realidad, el maximo de información. En otra' palabras. s1 la ana-
log1a se refiere a lo \Ísual. a las apariencias, a la realidad visible,
el realismo c;e refiere a la mformación Lransmitida por la imagen
y, por tanto, a la comprcns16n, a la intelección. En los términos
de Gombrich, podria decirse que la analogía está Ligada al aspec-
LO espejo y el realismo al aspecto mapa.
Sin embargo, la definición que acabamm. de dar no es entera-
mente satisfactoria (en un scnt ido cs. incluso, fácil de refutar).
Puede. en efecto, darse la misma camidad de información utili-
zando convenciones rcp1csentativas muy difcrentes. algunas de las
cua les serán pcrcíbidac; como fucrtcmcnle irrenlisrns. Un sencil lo
ejemplo (Lomado del libro de Nelson C1oodman) es el de lo que
se llama perspectil>a i11w!rt1du: en muchas de la.e; iluslracioncs de
fines de la Edad l\1edia, '>C encuentran escenas rc¡lrec;emadas en
profundidad, pero en las cuales la'> rectas supuc<;tamcntc perpen- l'cr,rc..:1ivn 1mcrutla: en e,111 ~ulfridud tl •.· . .
diculares al plano <le la imagen. en lugar de estar dibujada.e; como Virgen) el ~c:hrt con el huc:} 1. . <'.Jlnn,1r10, tlcl '•l!IO , •. el kdw tll.' la
, ) e dSOO e<itán en "'TV•...·r ~ ¡ 'tl
convergemeo;, dirigiéndo e n un punto e.le fuga (\éa'ie !l.I, mas m.. ~ ..:crcuno u no,oiro~ " ma r- ,,. . •~ .. ment .1 (el ludo
' peque~o qut el lado m.h ale1ndo1.
no LA IMAGEN El PAPl-1 DI:: L \ IMAGE~ 221

abajo), están dibujadas como di .. ergentes. En este sistema pers- te varios decenios, el «neorrealismo>1 en el cine italiano de 1945,
pectivo, así, un cubo estará reprc!>cnt~do de tal ~odo que se verá, y lo que se ha e1ique1ado a veces como «realista» en la pintura
no el interior de sus caras lacerales, sino el extenor de esas caras. holandesa de los siglos xv11 y \.\111.
El efecto producido en nosotros, espectadore:. occidentales del i- Esto!. escilos realistas diferemes están, a u vez. evidememcmc
glo xx, es complejo: ese sistema parece irrcalista. porque no e determinados por la demanda socíal, en particular ideológica. El
parece a la perspectiva fotográfica, donunante para. ~osotros; al realic;mo socialista que, de todo los realismos, es el que ha sido
mismo tiempo, to comprendemos como una convcnc1on eventual- objeto de la más explícita } más cruda teorización. obedece as1
mente aceptable, porque estamos más o menos familiarizados con a cieno numero de cánones referentes a Jos tipos de e cenas re-
la historia del arte, y el cubi!>mo, entre otros, nos ha acostumb~a­ presentadas (en Ja pintura: escenas de trabajo (<soc1ahsta», reu-
do un poco a este género de «inversión». Esta claro .. en _cualq~1er niones de dirigente , conferencias, escenas militares, etc.), pero
caso, que, si se acepta ta convención de la pers.pecn~a mveru?ª· también, y sobre todo, a la figura humana (gestos cxprcsivoc;, ca-
ésta transmite. en potencia, exactamente la misma 10formac1ón racterizaciones, vestimenta, accicu<les). Las instrucciones a los ar-
espacial que la perspectiva con punto de f~ga central. Si e_I realis- tistas contenidas en varios discursos del ministro Andrei Shdanov
mo de una imagen no está simplemente hgado a la cantidad de en el curso de los ª"'ºs treinta, especifican en especial que estas
información que transmite, es porque hay que añadir una cl.á~u­ figuras deben ser «más destacadas, más próximas al ideal» socia-
la a nuestra definición: la imagen realista es la que da el max1mo li<;ta: clara confesión de que el realismo tiene menos que ver con
de información pertinente. es decir. una información fácilmente Ja realidad que con el ideal, con la convención.
accesible. Ahora bien, esta facilidad de acceso es relativa, depen- Pero la noción misma de realismo no es pertinente en relación
de del grado de estereotipia de las convenciones utiliza~as •. con con rodas las normas de representación. En ciertas épocas de la
respecto a la convenciones dominantes. Si «casi cualqwer ima- historia del arte, la representación no apunta en modo alguno al
gen puede representar casi cualquier cosa» (Goodman), entonces, realismo, porque no pretende, en absoluto. representar lo real.
el reaHsmo no es sino la medida de la relación entre la norma Citemos el ejemplo bien conocido del ane egipcio, muchas de cu-
representativa en vigor y el 'iistcma de representación efectivamente yac; figuras representan escenas del más allá, y no del mundo de
empicado en una imagen dada. aqu! abajo; de modo más general. esto es cierto en las anes sa-
cras, en el '>Cntido de André Malraux (arte de los dtoses, anóni-
mo, enterameme situado en el campo de lo sacro y separado de
J.3.2. Reafü.mo, e lilo, ideología la apariencia), desde el arte griego arcaico a las anes de Oceanía.
de Africa, etc. Lo ideológico es, en el fondo, la noción misma
El realismo es, pues, necesariamente, una noción rel~tha } de lo real, y el hecho de que viviéramos desde hace siglos con
no hay realismo absoluto, ni siquiera realismo a secas (siempre este concepto no debe ocultarnos su falta de univcr alidad. Sólo
hay que precisar de qu~ reafümo se habla). A~emás, co~o _la pa- puede, por consiguiente, haber realismo en las culturas que po-
labra o, con mayor precisión, su ufijo en -ismo, ya md1ca, el seen la noción de lo reaJ y le alribuyen importancia. En cuanto
realismo es una tendencia, una actitud, una concepcion, en pocas a las formas modernas del realismo (digamos, desde el Rcnaci-
palabras. una definición panicular de la r7pres.emación, q~~ se micmo), provienen, además, de un lazo, también plenamente ideo-
encarna en un estilo, en una escuela. Los h1stonadores y cnucos lógico, establecido entre lo real y sus apariencias: encontramos
de arte han inventariado as! varios realismos (varias escuelas aquí la noción de «ideología de lo visible», de la que hemos ha-
realistas). y pocas similitudes hay entre, por ejemplo, el rea~smo blado siguiendo a Jean-Louis Comolli en el capítulo 3, 111.2.
reivindicado por Courbc1 a mediados del siglo x1x, el «realismo
socialista» que fue hegemónico en las artes de la U.R.S.S. duran- Hay que observar, <;in embargo, que la imagen nsagrada» c;e
ha hecho hoy una variedad más rara, y que ningun estilo rcpre-
3. A)I. una c:~po\ición rc:cicn1c en el co!nlro Pomp1dou c:n Pan~. dedicado o <1cntativo relativamente reciente escapa totalmeme a la ideología
cierra~ rcndcncias del arte del sislo \ '· 1cnia ror 111uto: los r~ulismos. <.le lo real (si no a la ideología de lo visible). En Arre e ilusión,
H PAPrt DI l.A l\1AGEN
222 223
da (las repetitivas esta1uas de Buda, por ejemplo. sin hablar de
lo-. iconos cristianos onodoxo , en los que la presencia di' ma se
'IUpone infu-.a) descansa en una repre entación parcialmente rea-
lista de ta .. apariencias sensibles, a costa, por otra parte, de re-
chazar estas apariencias en el campo de la ilusión (el «velo de
~taya» de la religión brahmánica).

Lsta 1deologia de lo visible en la representación se culmina. por


ejemplo, en la pintura académica del siglo xtx, como ha mostra-
do Michel THL voz (1980) que ve en ella el «estadio supremo» de
la hcgcmonia de lo visible y de la racionafüación de e!ila hegemo-
nía como señuelo. La hegemonía de la mirada, por otra parce, no
es, añade él, más que un efecto del sistema del imercambio genc-
raliLado, fundado en equivale111es generales (el oro en el campo del
valor económico, el rey para el valor político. el falo para el cam-
po de lo simbólico). Se manifiesta además, concretamente en el si-
i.>lo \IX. por una visibilización generalizada de la experiencia, al
tender el saber sobre el mundo a sicuar éste a distancia y a dar mo-
delos progresivamente absLractos, cada vez más mntemáucos, hasta
el pumo de que lo real se conviene en algo confundido con lo de-..
cnptible. Lo que caracteriza la edad académica es que esLa visibili-
1ación uene en ella efectos enteramence negaLivos, de senuelo, al
convenirse el (<efecto de lo real» en un sustituto neuróuco y ya no
en una apertura a la realidad: lo visible se hace aqu1 una ilusión
general11.ada. Para Thevoz, el realismo académico es un idealismo.
Observemos, para terminar, que la reivindicación realista, im-
portante en el arte occidemal, tampoco ha sido universal: ha ha-
bido escuelas que se encuadran en el irreali mo, en el no-realis-
mo, en el surrealismo o, o;encillamente, en una concepción del ane
como «superadorn del realismo. En espera de volver sobre esto
en el último capítulo, citemos solamente esta frase de un fOLógra-
ro de fine!> del siglo x1x, Henry Peach Robinson, muy revelado-
ra del deseo de aneen la fotografía, al sentirse demasiado limi1a-
da en su función de reproducción: «El arte de la fotografía no
es1á en la exactitud; comienza una vez que ésta ha sido alcan.aida».
El reafümo ~ocinll\IU: ,
atnbo, en e1 i:1• rw• ilh<'JO ' en flínturn.

. , d •cir uc el único gran cambio en Lo.d~ 11. fa


Gombnch no duda e~ e
l")l"\t.10 REPRESi;NíADO
q" d ª"ºde la imagen prirmu-
la histona del arte sena, finalmente, p 'dolo) a la imagen
1 como sustituto de la co'>a, como l Como hcmo<i dicho ya a propósito de la percepción (véase ca-
va (que va e . "bl' Sin llegar necesariamemc has· pitulo 1, 11.1), el espacio es una «categona fundamemal de nues-
ilusionista, que rcm1t~ a lo v1sl1 c. , nena religiosa más co<lifica-
ta ahí. está claro que mclulio a unag1 tro entendimiento» (Kant), aplicada a nuestra experiencia del mun-
LA 1MAGE1' El l'APLL Dl L \ IM \GloN
224 225

do real. Desde el punto de v i~La perceptivo, el espacio afecta so-


bre todo a la percepción visual y a la percepción «háptican (per-
cepcion ligada al tacto y a los mo' imiento del cuerpo); de e as
do percepciones, es ademas la segunda la que nos da lo esencial
de nuestro «sentido del espacio» y, ya lo hemo~ dicho, la vis1a
aprecia siempre el espacio en función de su ocupación por un cuer-
po humano mó\'il.
La representación del espacio en imágenes planas (pintura. fo-
tografía, cine) no puede e\'identemente reproducir más que algu-
nos ra gos de la visión del espacio, en panicular, como también
hemos visto (véase capitulo 1, 111.2), los referentes a la profundi-
dad. Pero, en lo que sigue, conservaremos siempre en scgw1do
término esta idea de que el espacio es una categoría más compleja
que Ja represeniación icónica.
l a pcr\pe,rh•a. a tu i1quierda. perspccuvu con punto tk fugu cenirnt; •1 tu dom:-
chn. pcrspccll\'O en 1.~p111us de pc1.
11. J. La perspectiva
Citc~os solame.nte la perspectiva llamada «en espina de pew (o
11 .1. J. La pers pectiva geométrica 1amb1én «con CJc de fuga»). en la que las rectas perpendiculares
al plano del cu~dro convergen bacia un eje central y no hacia un
La perspectiva es una transformación geométrica que consiste punto. En_ su libro sobre la perspectiva, Envín Panofsky da nu-
en proyectar el espacio tridimenc;ional sobre un espacio bidimen- meroso. CJcmplos de ella en la pintura romana y de La Edad Me-
sional (una superficie plana) segun cienas reglas y de modo que ~ia, sin que pueda decirse, por otra parte, que se trate allt de un
transmita. en la proyección, una buena información sobre el es- w;tcma tan riguroso como los que hemos citado precedentemen-
pacio proyectado; idealmente, una proyección perspectiva debe te; el grado de com ergencia es en parúcuJar bastante arbitrario
permitir la reconstitución mental de los volumenes proyectados } '. s~bre todo, e~te ~iStema regula muy mal el caso de las recta~
y de su disposición en el e pacio. Las reglas de esta transforma- drsum~ .de ~a!> perpendiculares al plano del cuadro: podría ha-
ción son eminentemente variables y C.\isten, pues, geométricamente blars.e ~1as bien, pues, a proposito de él, de pseudo-sistema 0 de
hablando, un numero muy elevado de c;istemas perspeclivos, al quas1-s1stema.
menos potenciales. En la práctica, e han utilizado dos tipos prin-
cipales:
1. Las perspectivas con centro. En estos sistemas perspecti- U· J.2. La per... pec1ivn como « forma simbólica»
vos, unas rectas paralelas entre sí en el espacio de tres dimensio-
nes se Lransforman en rectas (o en curvas) convergentes en un pun- Cual~uicra ~ue sea el sistema considerado, el problema de la
to. La variedad más importante de este tipo es, evidentemente, perspcc11va empieza con su utilización. Algunos sistemas se tllíli-
la perspectiva con punto de fuga central, invemada en el Renaci- ~n de manera deliberadamente muy convencional: es el caso, por
miento con el nombre de perspectiva ar1ijicialis, pero a veces se ~Jemplo, de la ~xonomerría de los arquitectos y de los topógra-
ha preconizado también el empico de perspectivas «curvilíneas»; fos, q~e es un sistema no centrado, de rectas paralela . Los siste-
2. Las perspectivas «a vista de pájaro», en las cuales las para- mas h.1Slórica':11cnte utilizados en la representación pictórica, des-
lelas siguen siendo paralelas en la proyección. pués lot?gráf1ca, tienen todos, por supuesto, c~e mismo valor de
Es posible siempre, sin embargo, definir otros tipos y algunos convenc1~n . ~ nunca se r~pctirá baslante que un sistema perspcc-
han sido efecLívamente utilizados en la historia de las imágenes. uvo podna siempre ~er v1nualmeme susLiLUido por otro sin que
226 LA l\IAOEN
l'I PAPH DE l A l\IAC1EN 227
la información dada por la imagen quedase sustancialmente alle- ha tenido «SU» perspectiva. es decir, una forma simbólica de la
rada. Pero los sistemas elegido., lo han sido todos por .otra razón aprehensión del espacio. adecuada a una concepción de lo visible
distinta a su simple capacidad de información y, consc1e.ntem~nte > del mundo. Estas diferemes perspec1ivas no tienen, pues, insis-
0 no, cada sistema ha sido destinado a expresar una c~erta idea tamos en ello, nada de arbitrario; se explican, por el contrario,
del mundo y de su rcprc.,entación, una cierta concepción de lo con referencia al marco social, ideológico, filosófico, que les dio
visible. nacimiento.
Hemos Yisto algo más arnba (véase 1.3) el ejemplo de la p~rs­
En cuamo a la perspectivo artijicialis en panicular, se hizo
pecLiva llamada i11ver11da. Ahora bien, está claro ~ue la elección posible (incluso necesaria) por la aparición en el Renacimiento
de tal sistema (que es 1ambién, por su parte, más bien un pseudo- <.le un «espacio s1stemá1ico», matemáticamente ordenado, infini-
sisterna) corresponde a la preeminencia concedida a cienos valo- 10, homogéneo, isótropo, aparición a su vez ligada al espíritu de
res simbólicos sobre el realismo visual; según Jean WlR:m (1989), e\plorac16n que iba a conducir a los «grandes descubrimientos»,
sirve, resuellameme, para abolir el espacio y la distancia, ~rayen­ pero 1ambién a los progresos de la maremática en 01ros sectores.
do el fondo hacia el primer término del cuadro y confiriéndole Lo imporianle es que esta forma de perspec1iva apareció, no en
una escala mayor que la del primer plano (lo que resulta coheren- relación con una verdad absoluta, sino como un medio de cuadri-
te con el gran tamaílo, determinado simbólicam~me, de los pe~­ cular racionalmente el espacio, correspondiemc a ta óptica geo-
sonajes del fondo). Del mismo modo, la pers~ect1va coball~ra uti- métrica, es decir, para sus inventores, Leon Bauista Alberti o Fi-
lizada por la casi rotalidad de lao, estampas Japonesas clásicas, Y lippo 13runelleschi, a la manera divino de m1•estir el universo. l:sta
en la que no hay punto de fuga, corresponde a una negauva a perspectiva es, pues, una forma simbólica porque responde a una
jerarquiau lo próximo y lo lejano, etc. . demanda cultural especifica del Renacimiento, que está superde-
En cambio, en el sistema para nosotros dommante. el que se ti?rminada políticamente (la forma republicana de gobierno apa-
impuso en la pmtura occademal a partir de ~rincipi~s del siglo w rece en Toscana), ciencificamente (desarrollo de la óptica), tecno-
con la perspectivo ortific10/1S, se ha pretendido copiar ta ~erspec­ lógicamente (invención de las ventanas acris1aladas, por ejemplo),
tiva natural que aclUa en el OJO humano. Pero esta copia no es csrilisticamemc, estéticamente y, por supuesto, idcológicamence.
inocente y, al hacer esto, se da a la vision el papel de m~delo Sin duda, esta manera de pre cotar la perspec1iva renacentista
de toda representación. As1, la perspectiva cemrada, fotográfica, como producto puro } simple de una «tendencia de la epoca» in-
es también t~timonio, aunque to hayamos oh1dado la mayor p~e telectual o cultural es demasiado esquemática y no hace, por 01ra
del úempo, de una elección ideológica o, más ampliameme, sun- parte, justicia a Panofsky. En su libro L 'Origine de lo perspecti1•e
bólica: hacer de la visión humana la regla de la represemac1~n. (1987), al que aquí hemos de remitirnos necesariamente, lluben
E lo que Panofsky quiso expresar al de~nir la pcrspecu.va Damisch demuestra que la perspectiva no tiene una historia, si
como ta <<forma simbólica» de nuestra relación c~n el espa~10. \e concibe la historia según el modelo lineal que llevaría desde
La noción de forma simbólica, que ya hemos mencionado ~vease el nacimiento hasta la muerte, sino historias, y que, a través de
capítulo 3, 111.3.3), se debe al filósofo alemán Ernst. Cass1rer, Y cs1a~ his1ori~. pone siempre en evidencia la visión del mundo y
designa las grandes construcciones imelecLUales y sociales por las el ejercicio del pensamiento.
cuales cnLra el hombre en relación con el mundo (para éJ:. el l~n­ En el fondo, lo que descubrieron entre otros Alberti y Brune-
guaje como forma sunbólica de los obj~tos e~ la comu~11cac16n llcschi, es (para decirlo evidentemente en términos anacrónicos)
verbal; la imagen arusticn como forma s1mbóh~a d: las ideas en que lo visto, «ecológicameme», en el «mundo visual», no puede
la comunicación visual; los mitos, y después la c1enc1a. com~ f~r­ exprcsari.e geomérricamente sin renunciar a la ilusión de profun-
ma simbólica de nuestro conocimiento del mundo natur~I). in~1 - didad. Es1e descubrimiento, secundario en el Renacimiento (ya
tiendo sobre la rcla11va autonomia de esta esfera de lo simbólico que, una vc1 más, lo que pretendía simbolilar la perspec1iva am-
que se desarrolla y se construye <;egun sus propias reglas. Al re~o­ ficio/is era la mirada de Dios), pennitió seguidamente al mismo
ger esta noción pretende Panolsky mostrar, no que.la pers.pec~va ·iMema ser investido por otros valores simbólicos Como vere-
sea una convención arbmana, smo que cada periodo histórico mos (11.3, más abajo), la perspectiva influyó en el teatro para
UL P \PEL DI: ! \ l~IAGEN 229
228 l.'> l\IAGEN

ayudarle a jerarquizar las mirada!> alrededor de la del ~ey, mien- car enormemente ta perspecti"a (aunque sólo fuese con focales
rras que, en la pintura, se vino progresivamente a co~s1derar que muy largas o muy cortas), no ha habido uno ideología burguesa
la perspectiva centrada «repre~e~taba» el modo propiamente hu- del siglo \\ al siglo " · sino varias formaciones ideológicas su-
cesivas que fueron otras tamas manifescaciones suyas. La visión
mano de apropiacion de lo v1s1ble.
de la hi toria que tiende a <<aplastarn, unos sobre otros, diversos
valores imbólicos de la perspectiva, que son los que tuvo duran-
te varios siglos. no puede ser, pues, muy rigurosa. (A~adamo!>
ll.1.3. El debate sobre la pcr pectlva
que. para DAMtsc-11 [ 1987). que criLica vigorosamente estas tesis,
Por construcción, ta imagen perspectiva (designaremos así, en «el humanismo [toscano u otro] no podfa acomodarse a la pers-
pecliva llamada cenrraJ, como tampoco a la definición puntual
adelante, para abreviar, ta imagen construida seg~n las leyes de
del sujcro [ .. j que es su corolario».)
la perspectiva artificio/is} produce una convergencia de las líneas
en un plano: en particular, las lineas que representan rectas per-
Inversamente, ta posición académica tradfoional, que veía en
pendiculares aJ plano de la image~ convergen en. un punto, el punto
Ja perspectiva et único sistema cienlfficamente legítimo, ha encon-
de fuga principal, llamado 1amb1én punto de v1s10. No podría ma-
trado nuevos defensores que, conlra el relativismo histórico de
nifestarse mejor que ta pcrspecriva es un sist7ma centrado, cuy?
Panofqky, han mantenido la idea de una cientificidad, y por can-
centro corresponde, en cierto modo amomáucamente, a la posi-
to ele validez absoluta, intemporal. del sistema inventado en et
ción del observador humano.
Este rasgo es el considerado como m:b notable en muchos de- Renacimiento. Es a veces et caso de ciertos teóricos de ta percep-
ción, que distinguen insuficientemente la perspectiva óptica de su
bates del siglo xx sobre la perspectiva. Alrededor de 1970, en par-
representación en las imágenes, y no ven que romar el ojo como
ticular, se quiso \'eren la perspectiva un sistema enteramente ade-
modelo de ta visión es un ideología como cualquier otra (aunque
cuado para ta emergencia de un sujeto «centrad?» en el
nos parezca más natural).
humanismo (y totalmente dercrmtnado por esta cmer~cncia). Como
acabamos de observar, hubo efectivamente, en la historia del ~ce Han de ponerse estos debates, de hecho, en relación con tas
occidental, un encuentro entre el centram1ento de la ~onc~~c~on profundas transformaciones de la repre entación en el siglo '"·
Pierre Francastel, en Pintura y sociedad ( 1950), ha mostrado bien
del mundo en el sujeto humano y un sistema percepuvo 1mc1al-
que las «revoluciones» formales en et interior de la pintura tradu-
mente inventado para dar cuenta de ta presencia d.e Dios ~n lo
c1an un profundo cambio de sensibilidad ante to visual y et naci-
visible (en AJberti, el rayo central, el que une el OJO del pmtor
miento de un nueva concepción del espacio. Como dice de modo
al punto de fuga principal. se llama aún rayo div1110). Pero ~ste
encuentro fue muy progresivo como, por otra parte, la constll_u- excelente Mansa Dalai Emiliani: «La crisis de la perspectiva en
ta cultura moderna ha de ponerse en relación con la nueva con-
ción misma de la noción de sujeto: ésta. iniciada por et ~umams­
cepción del espacio, introducida por la!> geometrías no euclidia-
mo, prosigue con Descartes y el co~ito, con. la filosof1a d~ las
Luces con el Romanticismo. Así, en cierta medida, el cemrarruemo na-; y en el campo científico por la teoría de la relatividad; coinci-
de, ademas, con la crisis de la función tradicional del arte como
de la ;epresentación y su asimilación a la visión humana. son fe-
nómenos más bien característicos de la pintura de alrededor de m111u!s1s, a Ja que la estética idealista opone una visión nueva del
arte concebido como conocimiento y lenguaje».
1800 y, por supuesto, de la naciente fotografía.
Si bien estos debates son la parte más visible de ta reflexión
reciente sobre la perspectiva, son Lambién su parte más especula-
Conviene en particular relaLivizar tas tesis des~rrolladas (por
Jean-Louis Comolli, Marcctin Plcynet o Jean-LOUIS Baudry, véa- tiva y es justo mencionar que, al mismo tiempo, la investigación
histórica ~obre ta perspectiva ha progresado enormemente en una
se capflulo 3, tt 1.2.3) sobre ta cámara como máquina de ela~orar
perspectiva, y <<por tanto» como instrumcmo. marcado por la ideo- dirección generalmente muy «panofskyana». Así, Miriam Suuw
Bt.NIM ( 1940) ha descrito la historia de la repre entación del e:.-
logía humanista y la ideologla burguesa derivada de ella. Aparte
de que la cámara cinematográfica, como ta fotográfica, puede tru- pacio, desde el ane paleocristiano hasta el Renacimiemo. dando
230 L\ !M·\GEN El l'/\Pl 1 OE LA IM '\GI· I\
231
a cada «etapa» una correspondencia con las concepciones filosó- da a la geometría perspecuvista, a la perfección de la ilusion de
ficas y macematicas y los conocimientos técnicos y culturales; Jobn ~rofuodidad. C_omra este imperio de la geomema, que ellos sen-
WHITE ( 1957) ofrecio una h1st0ria de1allada, no -,ólo de la pers- uan como ~gob1ame, es contra lo que reaccionaron algunos teóri-
pecth a lineal en el Renacimiento. sino de lo que llama per:.pecti- cos. A. 1, Pierre Francastcl, en su ya citado estudio Pintura v So-
va «Sintétican, a aber, el sistema curvilineo, mas emp1rico y me- ciedad ( 1950), pero también en algunos de los ensayo reunidos
nos riguroso geométricamente, que se encuentra en Fouquet, en la realtdad figurativa ( 1965), propone inceresarse por el espa-
Uccello. y a veces incluso en Leonardo; Samuel EDGERTON (1975) cio rcprc~entado, no sólo desde el punto de vista de lo visible y
ha enlazado la perspecLiva renacentista con 'arios factores socia- de rn .geometría, _s~no desde un punto de vista múltiple, fundado
les e históricos como los progresos de la cartografía; Michael BA- ademac; en la noc1on de «espacio social» de Durkheim y en la no-
XANDALL (1970 y 1972) la ha acercado a la retórica humanista c1on de 1<espacio genético subjetivo» de Piaget y Wallon. Para
y a los desarrollos de la ma1emática; etc. Todos estos autores Y él, el espacio figu.rativo es~ pues, una verdadera síntesis de la geo-
muchos otros, han insistido, de pa~o. siguiendo a Panofsky, en metría y de lo m11os propios de una sociedad y, si el Renacimien-
que la invención de la perspectil•a art¡ficialis ei, un redescubrimiento to valora la geomecria euclidiana, la pintura moderna tenderá a
cuya novedad consiste menos en la perfección geomé1 rica que en reproducir una concepción más «topológica» del espacio.
el valor simbólico que se le concede explfcitamente, puesto que Ya hemos encon1 rado más arriba, en forma de famasma del
la Antigüedad griega y romana conocía, empíricamente, la pers- esp_ectador (véas~ capítulo 3, 1.1.2). esta idea de que la represen-
pecúva, pero sin haberle conferido nunca tal valor. Aparecido des- tación del espacio puede ser más o menos racionalizada, más 0
pués de todos estos trabajos, el libro de Damisch ya citado, que menos visualizada. En sus trabajos. Francastel opone, al arte pu-
integra sus aportaciones (y en este caso las discute}. representa ramente visual surgido según él del Renacimiemo, lo que llama
finalmente, en su complejidad, el estado más acabado de la refJe- un ane ob1etivo, fundado en una concepción realista del objeto
xión actual sobre la perspectiva; para Damisch, la perspecriva ar- que no resulta solo de la especulación intelectual sobre las per-
tificio/is es. ciertamente, una invencion cuya historia puede con- cepciones v1suale • sino de la combinación de estas percepciones
tarse (al mismo ciempo que la de U'> aplicaciones en la pinLUra), con las sensacionc:. táctilc:.. El espacio de este arte objetivo es «po-
pero también es. más profundamente, la manifestación histórica ltsensonal ) operatorio», (<práctico y experimental»; se encuentra
de un conjunto de problemas filosóficos presente:. de entrada desde en el arte de la Edad Media, pero también en el cubismo. en el
la invención de la perspectiva, y aún actuales hoy, ya que son ane egipcio, en los dibujos infantiles. Es un espacio abierto en
los problemas mismos del ser y dl!I pensar. el scmido de que. fundado en la noción de objeto y en una geo-
metría de la \ecindad, es, en si, ilimitado. En relación con este
espacio «abieno», Francastel lee el dominio de la perspectiva so-
l/.2. Superficie y profundidad bre cinco siglos de his1ona de la pimura como una clausura del
espacio, que deviene limitado, imaginariamente, pero de forma
0 .2.l. Espacio abierto, cspncio cerrado coercitiva, por el marco de la imagen, el cual se identifica total-
mente con los bordes del cubo perspectivo y significa, pues, con-
Ni la perspectiva, ni siquiera la profundidad, son el espacio. crc1amcnte, la imposición de la (<rejilla» geométrica sobre el es-
Ante todo, porque éste, ya lo hemos repetido, se dirige de mane- pacio real de la experiencia y de los objccos.
ra coordinada a nuestras sensaciones visuales y táctiles; luego, por- Prosiguiendo la rcílcxión de Francaste1, Jean-Francois LYO-
que incluso en el interior de lo v1s1ble, la expresión icóníca del TARD ha acentuado también, en su Discurso, figura ( 1970) el a~­
espacio movilUa muchos íactorcs dlSlintos de la pcrspecúva (en pccio_ negati.vo de la construcción perspectiva. Para Lyo1ard, el
panicular, todos los efecto-; de luz y de colores). espacio sensible 'iC organiza según el modo de la diferencio, y no
Lo que pusieron en C\ idencia las alleracioncs de la representa- de la oposición: ahora bien, la historia de la pintura sólo es una
ción pictórica en el siglo \\ es, entre 01 ras cosai,, la excesiva pre- perpetua represión de la diferencia en favor de la racionalización
ponderancia que se había concedido. por la importancia atribuí- geométrica, Y Lyotard pone de relieve, como momentos positivos
t \ lM \GE'i
232 El PAJ'cl l>l t \ 11'1.\C •f· ~ 233
de esta hhlOna. aquellos en lo\ que la realidad no se da a ver
segun la optica geometrica, sino que 'le da a \era <;Í mic;ma «como pt!e~. la lra~uc.:ci~~ de lo que hcmo'i observado má arriba. a pro-
se ve el paisaje ames de mirarlo», en Cczanne por ejemplo, pero d dd d1~pos111vo
po,110 . y de su dimens1on e:;pac·1aJ , aJ d e fi1rur
· el en-
cua re 1.:omo ac.l1v1dad imaginaria de ta pirámide visual dd pimor
tamb1cn en el ~lasaccio de lo., fre:;cos de la capilla Brancacc1.
(vease capuulo 3. 1 3..2): el campo ~ el resultado del cnc.:uudrc.
Ll libro de Lyotard defiende una estética muy precisa, la de
Sobre esLc pumo preciso, se ve que difícil es eparar el papel de
lo figura!. en cuanto que la figura está ligada a la emergencia del
la m~agcn ~e aquellos del di1;posi11vo ' del e p1.:'CLador: si la ima-
deseo en la represemación (véase más abajo. 1V.2.3), estética por
gen l 1gura11va .n~s ofrece a la vista un campo, isual, es que somos
otra parte íucnemcnte dominada por el «freudo-marx1 mo» en
cara.ces de referir é'tc a un desglo:.e dd c:.pacio por una mirada
boga en 1970, y en cuyo marco intentó '>Cguidamente Lyotard de-
1110\ ti, en lo' t~rmino'> del encuadrt pcri,pecr1vo.
sarrollar una «economia lib1dinal» Su lectura de la organización
~s1a operación ~e nos ha hecho compleramentc familiar con
perspcctivista como represiva es. pues, apa.,ionante, pero parcial.
el c1~c. en .el cual se maní fíes La el encuadre como cc;encialmente
No limitaremos, mác; simplememe, a la idea de que, igual que
mó\ 11. scgtin la~ varicdade!. del «movimiento de cámara». La mo-
la perspectiva -toda pcrspecuva, cualquiera que sea- atestigua
\ 1hdad d~ la ca~1ura se con!Sagro casi desde los primeros balbu-
una elección simbólica, también la clausura del espacio figurativo
c~~s del cine, primer~. -.ituá~~ola en un vehículo (barco, coche);
resulta de la institución de un desglose de lo visible por una mira-
después, cuando se hizo su f1c1entcmeme ligera, llevándola sobre
da, de la definición de lo que llamaremos un campo, y da testi-
ti hombro. Desde enrouces, la industria cinemalográfica ha in
monio con ello. de modo igualmente s1mbólico, del privilegio con-
'en!ádo numerosos aparn101; destinados a facilitar esta movilidad
cedido a esta mirada y a su actividad (contra la «pasividad»
(gruu. dolh o. mas rccicmemente, steadycam). Hace, pues. mu-
exaltada por Lyocard. recogiendo una fórmuJa de Mcrlcau-Pomy).
cho 111:.mpo que lo~ ~peradores y los cineasLas han e.xplorado toda
La palabra campo. en C!ite c;cnlido. es de origen cinematográ-
la gamn de poo;1b1hdadcs de los movimiento~ de cámara.
fico: designa. en el cine. esa fracción de espacio imaginario de
Lres dtmens1oncs que se percibe en una imagen fílmica. Se sabe
L~s cámara... n~~s reciente'> permiten movimiento:. de una gran
que esta nocion. de origen empírico. e 1á ligada a la forusima
am~lltud ~ flex1b1hdad. Al mhmo tiempo tienden a subravar la
impresión de realidad producida por la imagen fílmica. ) que lle-
cqul\ alcnc1a entre encuadre } mirada: es el ca!lo, espl.'Cial~eme
va a creer factlmemc en la rcaJ1dad como espacio profundo. }
d_C: la sreadycam, la cual. por con:.trucción (se trala de un arne~
también a creer que esle espacio. corno el espacio visible real. no
l1Jad~ al operador). e:.1á destinada a traducir los movimiento' de
se deuenc en los bordes del marco. <;ino que se prolonga indefini-
un OJO que se de~pla..za libremente.
damente más allá de esLos bordes. en forma de un fuera de cam-
En cicna.. ~pocas a111criore.,, en las que se d1Sponia de cámaras
po. Es la famosa metáfora del marco como «\cntana abierta aJ
n~enos pcrfecc1onada.,. se utilizó muchas veces el mo\imicnto de
mundo>>; ahora bien. es muy signillcauvo qu1.: esta mc1afora, uti-
camara de manera meno~ CM1 ictameme ligada a la mirada humana.
lizada por André Bazin para la imagen cinematograr1ca. 1ambién
Es el cas?. ~n csp(.-c1al, de varias pcllcula" europeas de los años veinte
la milizara, en los mismos términos. Albcrti a proposito de la pin-
(prom? 1mllada" por l lollywood). En su Baller meca11iq11e, Fernand
tura per:.pccthista. La perspectiva. al imponer un cemro al espa-
.Légcr msralu ns1 una cámara en el extremo de un columpio, y la hace
cio, le impone límites. lo organiza como el campo visto por una
accrca1 se .v alejarse nherna1 h amente del objeto filmado, -.in que
mirada (como una 11edura. una visla, por empicar el nombre sin-
puedo au 1buir~e este movimiento a ningún ojo diegt!tico. Fn algu
ton1111ico que se dabu a los primeros paisajes pintados).
nas pcliculas alemanas de la misma época, el guslo por el virtuosie.-
mo de la cámnra originó lo que se llamó la «cámara dl!Sencadenada»
(enrjesseltt' Kamera). como en aquella escena de El 1i/111no de l'\lur-
11.2.2. Campo ) cocundre
nau (19~6).' en ta.que 1? embriaguc1 del personaj1. :.e expresa por
un 1110\ 1nuc1110 g1rULono de la cámara a su alrededor o como en
Esca definición del campo, que amplía a toda la historia de
vanas c~cenas de una película que jugó sistemáticame~lle cou este
las imagenes ligura1has la noción torjadn por) parad cine, e:..
cc dc~cnca<lcnamicnt O», Vuriété, de Ewnld ·And re Dupout ( 1925 ).
EL I' \l'LL DI.: t \ 11\1 \Cil.:'
234 l \ tM/\GEN 235

Refiriéndose a estas últimas utilizaciom:s, Edward BRA.,túAN do del decorado? ¿Ni lo uno DI lo otro'! Es tanto más dificil rcs-
(1984) propuso distingulf los mO\.im1entos «funcionales» -que pond~r cuanco ~ue tal plano puede producirse de variru. maneras:
pretenden construir el espacio escenográfico. seguir o anticipar sea fiJando la camara en una verdadera diligencia que avance real-
un movimiento, seguir o descubrir una mirada. seleccionar un de- mente por un paisaje; sea acompañando el mo"imiemo de la dili-
talle significativo, revelar un rasgo c;ubjetivo de un personaje - gencia por una cámara montada en un vehículo que avance a la
de todos los demás movimientos de la cámara, los gratuitos, dis- m1sn:ia velocidad; sea, incluso, rodando en estudio una falsa dili-
únción útil para el análisis de las pehculas, pero muy discutible gencia ante una transpan:ncia.
en el plano teórico.
La expresión «mO\ imiento de cámara» es, pues, ame todo una
Así, si bien la noción de «mO\ imiento de cámara» está empí- comodidad de lenguaje, aunque demasiado imprecisa como para
ricamente muy perfeccionada, es de poca con'listencia teórica y pertenecer al v.ocab~lario teórico. La hemos expuesto aquí por-
reveladora de la complejidad de la relación entre imagen, espec- que pone en ev1denc1a de modo insuperable, a la vez, la diferencia
tador y dispositivo. El espectador, que se enfrenta con la película entre el campo y el encuadre, y el lazo imaginario extremadamen-
terminada, no tiene medio alguno de saber realmente cómo se ha te fuerte que establece entre ellos el dispositivo, y, por consiguiemc
componado la cámara que h~1 producido un plano dado: está obli- el espectado1. '
gado, pues, a reconstrui1 ese compor10miento de manera imagi-
naria y aleatoria, pero apenas puede evitar esa reconstrucción,
al referirse casi aULomá1icamente el movimiento del marco en re- n .2.3. La pro funditJnd de campo
lación con eJ campo a una pirámide "isunl imaginaria. Reciente-
mente, algunos teóricos han propuesto, preocupados por el rigor, L1 camp~ es un espacio profundo, pero representado sobre
redefinir los <<movimientos de camara>~ únicamente a panir de lo una supcrfo:1c plana y. en esta repr~entacion, la profundidad que-
visto en la pantalla, como David BoRD\\ n 1 ( 1977), sugiriendo da tne\.llablemcnte modi.ficad.a •. ya que no puede expresarse, por
utilizar para eso un modelo descnpll\'O inspirado en las teonas medio ~e un punto de \1sta umco, Ja movilidad esencial del ojo
constructivistas de la percepción. Esta tentativa es interesance a «~~ológ1co». Emre la mampulacione que implica esta modiíica-
priori, pero poco convinceme, ya que, aunque se llegue a descri- c1on .hay una que es tan corrience que pasa inadvertida: es la que
bir los movimientos de las manchas luminosa~ sobre la pantalla, consiste en producir una imagen uniformemente nitida, mientras
eso deja intacto, de todos modos. el problema esencial de asignar que_. en la pcrccpc1on real, sólo enfocamos una pequei'\a zona ei.-
a algo ese movimiento. Para el espectador es e~cncial saber, en P~:1aJ, qucdand? el resto ~ifumtnado (véase capitulo J, IJl.2). Esta
particular, si es la cámara o el objeto filmado lo que se ha despla- n1udcz ~onvenc1onal ha •;ido, prácticamente, la de toda la hislona
zado, ya que, aunque el carácter relativo del movimiento del marco de la P.mtura. con pocas cxcepciont!!I (la llamada perspectiva at-
hace dificil a veces saberlo, esta asignación forma pane de la in- mosfén.ca en el fondo de los paisajes, por ejemplo) y hasla el inl-
terpretación normal de la imagen íilmica. pres1orusm~, q~e quiso, Justamente, reaccionar contra ella cuhi-
\ando el d1fum1nado. Ha estado de igual modo omnipreseme en
La ambigüedad de los movimientos percibidoi. en la pantalla la fotografía, en Ja que resulta de lo que se llama la profundidad
ha sido puesta de relieve a menudo por los 1eó1 icos del cine. Jcan de campo del objeth o.
Mltr} ha discutido largamen1c la noción de «movimiento de cá- También sobre c~le punto ha sido la teoría del cine la que ha
mara)) sobre ejemplos cuya interpretación es panicularmeme in- atraído más la a1cn~1ón. de manera por otro lado muy particular,
segura. Así, un tipo de plano que aparece a menudo en las pelícu- enlazando profundidad de campo y realismo. Para André BAZIN
las del Oeste consiste en mostrar al conductor de una diligencia en su artículo «La evolución del lenguaje cinematográfico» (aire~
> a su acompañante, m1emras la diligencia ª"anza: ¿debe consi- dedor de 1950). el rod~j~ con una gran profundidad de campo
derarse \!Se plano como plano fijo en relación con los dos perso- en Orson Wcll~s o W11liam Wyler, por ejemplo, produce un
najes? ¿Como un mo.. imienlo <le cámara en relación con el ron- aumento de realismo, un plus-de-réel, porque el espectador es así
236 l \ l'li\GcN
11 PAPE 1 DI: l \ l\IAGf:N 237
libre de mirar cualquier porción de la imagen (como ce; libre de
mirar cualquier porción del espacio en la realidad). Esta tew' fue
vi, amente discutida. cspedalmcntc por Jcan-Lou1s Comolll, quien
puso de relieve que la profundidad de campo, presente ya en el
cinc primiti' o, no habia sido. sin embargo. utilizada en él como
tacmr de realismo.
De hecho. habria que ir aun más lejos y -.eparar claramente
cxpre<;1ón de la profundidad v nitidez uniforme de la imagen. En
efecto. por una pane. puede muy bien producirse una sin la otra
(la profundidad puede sugcrir<;e muv bien por un fondo difumi-
nado y una imagen muy clara puedr;; componerse de modo poco
legible en profundidad) v, por 01ra parte, Ju nnidez uniforme jue-
ga 1ambién con la ocupación de la c;upcrficic de la imagen. En
la imagen fotográfica, que no es necesa1111111c11tc 111tidu, resulta
de una elecc1ón estilblica deliberada, histórica, cuyo uso no está
cicnamente determinado \ólo por el deseo de mayor o 111c1101 rea-
lbmo, sino también, por l.jemplo, por un deseo de composición
más segura de la imagen. Rcpitámoslo: la profundidad de campo
no es la profundidad del campo

11.3. Del campo a la esc:e11t1

U.3. l. .El fuera de campo

La noción de campo. en el i,cn1ido en qu..: la hemos dl.fini-


uo: no es plenamente adcwada má!> que para un Lipo de imá-
genes his1órícamc111c dehrudo: las quc dcri"un del fanta!>ma de
la pirámide visual, f1Ja (como es má!> bien el ca!>O en la!I especula-
ciones del Renacimiento sobre la perspcc1iv.1) o mó\11 (como es
el caso a parur de finalco; del ~iglo \.\ 111, al dc~arrollarse el estu-
dio del natural). Solo debe. pues, <;u imponancia a que c:.ll.: 1ip1J
de imágenes es, aún hoy, con mucho, el más extendido. De cllál>
e~ de las que vamos a hablar príncipalmcmc en estas últímns indi-
caciones sobre la represcn1ac1ón del espacio.
Como decíamos hace poco, fue el cinc el que dio la forma
mas vi ible a la~ reladoncc; del encuadre y tld campo. Fue tam-

.t. l:\I ten otras dcl'mk1011c' post ble,. en cspednl ~¡ '>C rcrmtc l.i aka de ~-.101po,
110 al "''pacio 1ridimc:n,ion.1l rtprc~cnrndo Jl<>T la imagen. '1nC1 ni esp.m<' bid1mcn·
<1onal de la rnperficie de la 1mn¡zcn: ~e hablarn . poi ejemplo. de ••.::lmp<l > plásuro E! lucra de campo en el cinc (Non rrknndliés, de S1raub y Hutllet. J96S) y co
de la Imagen como «campo» de: ~Íl!ll<l~ ('1.le)cr Schapiro), cte. ptmuru (l/ 1urrificw dr Abraham de Camvag¡10 hacia 1600) f ·.,
de mtr<ida, dl' entrada 0 de ,allda • '. 1cmrre cuc~llun
LA IMAGEN él PAPíl {)[ 1 \ 11\1 \(,l 'J 239
238

bién el que llevó a pensar que, si el campo e un fragmento de torce; han llegado a poner totalmente en tela de juicio ta idea de Ba-
espado recortado por una mirada }' organiza<lo en función de un zm: para Jean Mitry, por ejemplo, la pintura puede producir per-
punto de vista, no es más que un fragmento de este espacio y, fectamente un efecto de fuera de campo comparable al del cinc, sobre
por tanto, que es posible, a parttr de la imagen y del campo que iodo si se acercan las condiciones de su visión a las condiciones de
representa, pensar el espacio global del que ha sido tomado este la visión de la película, por ejemplo poniéndole un contorno negro.
campo. Se reconoce aquí la noción de fuera de campo: noción De hecho, y cualquiera que sea en efecto la gran penincncia
también de origen empírico, elabora<la en ta prácuca del rodaje de la noción de fu era de campo para la imagen fija. existe una
cinematográfico, en el que es indispensable c;aber lo que, del es- diferencia irreducliblc emre ésta y ta imagen móvil. En ta imagen
pacio profílmico, se verá o no a través de la camara. fija, en efecto, el fuera de campo permanece para siempre fuera
En Ja misma medida de su doble movilida<l (movimiento apa- de la vista, c;ólo es imaginable; en la imagen móvil. por el contra-
rente, moviJización del encuadre), la imagen fílmica da acceso en rio, el fuera de campo es siempre susceptible de ser desvelado,
efecto, al menos potencialmente y de manera más constante, a sea por un encuadre móvil (un «reencuadre» ). sea por el enca<le-
esas partes no vistas del espacio diegét ico que const huyen el fuera namiento con otra imagen (por ejemplo en un campo-contracam-
de campo. Es la observación fundamental realizada por André po cinematográfico}. Es lo que Noel Burcb afu-ma mcdiame su
BAZ1N en su articulo «Pcimure et cinéma» ( 1950). en el que defi- distinción entre fuera de campo L'Oncrero (en el fuera de campo
ne la imagen fílmica como «Centrífuga» y su marco como un ocul- momentáneo se encuentran elementos que ya se han visto y que
tador móvil (y no como una froniera infranqueable y definitiva). pueden imaginarse más concretamente) y fuera de campo imagi-
Seguidamente, esta obse1 vación se prolongó, en especial por par- nario (el que implica elementos que no se han visto todavía}. Así,
te del examen sistemático de las posibilidades prácticas de paso los efectos (<localc.<.» de fuera de campo están más desarrollados
del campo al fuera de campo: sobre este punto, fue Noel Bt.RCH y son más eficaces en el cine; la mirada hacia el exterior del mar-
quien dio, en Praxis del cine ( 1969), la tipología má'i detallada, co, en especial, es en él un medio banal de «interpelación» del
distinguiendo 'ieis segmento del ec;pac10 fu era de campo, segun fuera de campo que suscitará fácilmeme la idea de que se mira
su localización en relac1on con el campo (a la izquierda, a la dere- algo o a alguien, mientras que, en pintura, tal mirada se recibirá
cha, delante, etc.), y tres upos principales de paso. como algo que afecta más bien al espectador.
El artículo de Ba.zin implicaba una comparación emrc la ima-
gen fílmica } Ja imagen pictórica y 1end1a a concluir que el fuera En 'iU discusión del arliculo de Bazin, Jean Mitry adelanta la
de campo, natural } esencial para la primera, estaba casi prohibi- idea de que la tendencia de la imagen fílmica al fuera de campo
do en la segunda. Sin embargo, puede ser muy productho hacer \.iene esencialmente, o incluso únicamente, del hecho de que esta .
funcionar, en cierto modo rctroactivamente, la noción de fuera imagen no se produce nunca sola. Así, dice, la pintura secuen-
de campo a propósito de la imagen ftJa, pictórica o fotográfica. cial, de imágenes multiples, produce un fuera de campo del todo
Ya hemos hablado (\éase capítulo 3, 1.2 y 1.3) de tas imágenes comparable al del cine (da el ejemplo de los viacrucis, secuencias
<<descemradas» o «desencuadradas» produci<las por cienos pin- de una quincena de cuadros colgados en cienas iglesias, y que
tores o fotógrafos. y que implican una consideración de los en- representan la pasión de Cristo). Pero esta idea sólo es a medias
tornos de la imagen. del fuera de campo. Si Oegas, o Caillebolle, convincente y ese «fuera de campm> queda muy lejos de la efica-
cortan también con frecuencia sus personajes por el borde del mar- cia y de la inmediarcz del fílmico.
co, es porque pretenden sugerir al espectador que prolongue ima-
ginariamente el marco más alió de ese borde ' Así, cienos au-
U.3.2. E'lcenn y pucsln en escena

S. No es indiferente ob,c:nar quee''º' dc,cncuadrc:' le' hteron,m ~u ~poca Si el fuera de campo cinematográfico remite a la idea de una
lulumo cuarto dcl ~i¡lo XI\), violc:ntanu::mc: rc:prm:hados, como .:ontaminuc1un
de Ja con..,c:nción pictórka dominante del encuadre: por un enfoque: \l~ibkmc:nu: pirámi<le visual móvil (inscrita, pues, en una historia de la \.isión
lo(()grafico. que excede con mucho a la del cine), también tiene otro origen,
L:L l'•\l'cl l>l! L\ l'I \ GLN 241
240 Li\ l\IAGEN

cio que es el de toda ta representación occidental moderna, al mis-


ligado por olra parte al primero: el teatro. Prác.tic~ence en to-
das sus formas. al menos en Occidente, el teatro 1mphca un doble mo tiempo que significa que no hay representación del espacio
espacio: el de un área de actuación. en la cuaJ e upone que los c;in representación de una acción. sin diégesis. Sobre todo, en el
actores representan a per onaje • y el de una «reserva». en la que cinc } en pintura como en el ceatro. la noción de escena lransmile
los actores vuelven de nuevo a ser actores en espera de reencarnar la idea misma de ta unidad dramátic<! que es el fundamento de
esta representación.
al personaje.
La segregación entre esto'> dos espacio • como por Olra parte Si el espacio se representa, es, pues, siempre, como espacio
emre el espacio de actuacion y el de la sala, llegó bast.anle tarde de 111w ac:c1ón, al menos vinual: como espacio de una puesta en
(en Francia, no se suprimen hasla 1759 las banquetas ins1aJ~d.as, e . .cena. La función de escenógrafo sólo muy tardíamente apare-
incluso en el mismo escenario, para algunos espectadores pnvile- ció en el teatro, pero se ha convenido hoy en algo percibido como
giados). y puede decirse que fueron necesarios casi tres siglos, del una función creadora, artística, considerada a veces al mismo ni-
x,·1al xv111, para codificar de manera más o menos est~ble la for- \el que la del autor o de los actores. Esto es aún má~ cierco en
ma de representación teatral hegemónica en el XIX baJo .et. nom- el cinc. donde la equivalencia entre director, melte11r en sc:e11e y
bre de «teatro a la italíana» y, en particular, para cod1 f1car la creador de la obra es moneda corriente desde la famosa «política
ilusión teatral. En Jo referente a ta representación del espacio, es de los autores» de los años cincuema. La crecien1e importancia
notable que el esfuerzo de los grandes escenógrafos, sobre lodo atribuida a lo que no era al principio sino una función técnica
italianos (Torelli, los Della Bella. Servandoni), imenta reforzar de montaje y de coordinación no se explica, de hecho, sino con
esta ilusión por medios paralelos a los de la pintura, tales como referencia al modelo escénico del espacio, cuyo carácter profun-
la perspectiva, por supuesto (vol\. eremos sobre ello):. per~ tam- damente unitario suscita la idea de un capataz absoluto, dircclor
o pintor.
bién ta institución de un marco de escenario o la uuhzac1ón del
telón que materializa la superficie de este marco, y que las enor-
mes maquinarias movilizadas por la ópera y el teatro barrocos
11.3.3. La e cenogrnffn
siguen pretendiendo hacer pasar de un cuadro a otro. .
Seria evidentemente absurdo c;oldar, unao; sobre Olras, la his-
toria de ta pintura. ta del tealro y la del cinc. Lo que aquí se FI escenario teatral moderno, lo bemo dicho. apareció como
sugiere es una cierta convergencia de estas tres historias, entre, un espacio en perspectiva y, como la pintura perspectivista, que·
digamos, el Renacimiento y la invención del cine, alrededor de dó inicialmeme marcado con fuerza por el cemramiemo. En un
una noción central, ta de escena. La paJabra escena es por ot~a capitulo (titulado «fabrique de l'illusion») de Ja Histoire du tlteá-
parte ambigua donde las haya, pues designa a I~ vez un e p.ac10 tre en Frunce, Jcan-Jacques Roubine cita este texto de 1699: «Cam-
real, el área de actuación; por cxlen. ión metonímica, el lugar ima- biad de lugar cuanto queráis en la ópera; tendréis que confe!>ar,
dcspué" de haberlos ocupado todos, que el mejor es el del cemro
ginario en el que se desarrolla la acción: y ~ue~o un fragm.ento
de acción drarnátka (por tanto un trozo unnano de la acción). del patio de butacas» y concluye: «Es que la perspectiva frontal
por consiguiente cierta unidad de duración. En su compleja rela- estaba destinada a la mirada del príncipe y sólo a él». El nne
ción con el teatro, del que es heredero, defendiéndose al mismo del decorador ha consistido, pues. desde el siglo AVlll, en conci-
tiempo de él, el cine ha recogido casi todos estos sentidos, acen- liar esta perspectiva central con «una multicud de miradas ordi-
tuando unas veces uno, otras otro; la pintura, por su parle, ha narias 'liluadas en diferente puntos de la sala».
seguido más de cerca todavía la historia del teatro y la concc~­ <;e reconocen los mismos problemas que se plantearon en la
ción escénica del espacio empezó a aparecer en eUa con la orga01- pintura del Renacimiento (cómo subordinar la representación a
zación perspectivista. En las artes figurativas, la escena sería, en un centro; después. cómo escapar a la tiranía de ese centro) y,
el fondo, la figura misma de la represemación del espacio, mate- de hecho, hay entre pintura y ccatro un lugar de encuentro má-;
rializando bien, con la institución del fuera de campo (de los bas- visible que otros, a saber, la escenografía. Como <iu c11mologia
údores leacrales), el compromic;o emre abertura y cierre del espa- expre a. e!>tC término técnico designa el arte de pimar (en pcrs-
242 LA IMAGE'\ l:.L P.l\Pl:.I Ol L>\ l~IMi l:.'-.
243
pectiva) los decorados de la escena a la italiana: luego, más am- de vista, la perspectiva; en el ftlm, que posee la perspec1iva por
pliamente, el ane de fijar los decorados y, finalmente, la manera construcción, la expresión del espacio es un proceso sintético, en
de repre:.entar los lugare . En un libro de 1970. titulado precisa- el que la actividad escenográfica se desplaza y debe procurar pre-
mente Scénografie d'un tableau, Jean-Louis Schéfer. inviniendo c;crvar la coherencia de las imágenes sucesivas. Entre el teatro clá-
La filiación histórica. analizaba una tela del siglo X\ 1 como una es- sico} el cinc, puede leerse toda la historia del espacio en pintura,
cenificación teatral; la noción de escenografía <;e tomaba aqui en su descemramiento, su ilimitación, su explosión.
su más amplio semido abarcando la representación de los lugares
e incluyendo también las relaciones entre los personaje y la arqui-
tectura. Esta tendencia se acentuó con la recuperación del término 111 . El TIEMPO RFPRES~ADO
por una parte de la critica de cine (en especial Alain BergaJa y Pas-
cal Bonitzer), en la que el término ((escenografla» designa de he- Si el espacio da lugar a una representación altamente simbóli-
cho el aspecto espacial de la escenificación, mientras que la expre- ca, ¿qué decir del tiempo? La imagen misma, en efcc10, se des-
sión de «puesta en escena» e ve cada ve1 más restringida sólo al pliega siempre en el espacio, pero sólo cienas imágenes 1ienen tam-
aspecto dramático. en particular a la «dirección de ac1ores». Pueden bién una dimensión temporal. Ahora bien, las imágenes tienen
evidentemente lamentarse estas confusiones terminológicas, pero también casi siempre a su cargo, aunque a veces muy secundaria-
tienen aJ menos el interés de subrayar el profundo parentesco en- mente, el dar una información sobre el tiempo del suceso o sobre
tre Ja escena teatral y su escenografía por una parte, la puesta en la situación que representan: fue, pues, preciso que esta informa-
escena pictórica por otra y, finalmenrc, la construcción, en la es- ción se representase de manera enteramente convencional, codifi-
cena fílmica, de un espacio diegético unificado dramáticamenre. cada. Son numerosas las tácticas utilizadas para eso y no podre-
mos sin duda examinarlas exhaustivamente, sino indicar sólo las
Resulta evidente desde hace mucho tiempo esta naturaleza mix- principales entre las que ha registrado la historia de las imágenei..
ta del espacio cinematográfico, y Pierre I·rancas1el, por ejemplo,
ya le había dedicado un anículo (complejo, incluso algo confu-
so). Más recientemente, Eric Ro11Ml:R (1977) ha intentado dis1in- 111.1. La noción de i11sta11te
guir tres tipos de espacio en la pellcula:
- el e:;pacio pictórico, o la imagen cinematográfica como re- Como ya hemos dicho a propósito del Liempo espectatorial,
presentación del mundo: el modo normal de aprehensión del tiempo es el de la duración,
- el espacio arquitectónico, correspondiente a las panes del aunque sea cona. S1 se imagina acortar esta duración a los lfmiles
mundo, naLuraJes o fabricadas, dotadas de una existencia objeti- de lo sensible, se converlirá en lo que se llama, con un término
va en lo proíílmico: difícil de definir exactamente. pero comprensible, un instnnte. La
- el espacio/17mico. «e~pacio virtual reconstituido en [el] es- imagen fija ha tenido, evidentemente, una relación privilegiada
píritu [del espectador] con ayuda de los elementos fragmentarios con la noción de instanre, en cuanto que és1a persigue prccisa-
que la película le proporciona». men1e extraer imaginariamente, del flujo temporal, un «punto»
Esta distinción, que confirma ampliamente la distinción entre singular, de extensión casi nula, próxima, pues, a Ja imagen (que
espacio plástico, espacio profílmico y espacio diegético, es des- tiene, a su vez, una dimensión temporal intrínseca totalmente nula).
graciadamente más dificil de sostener de lo que parece, como mues-
tra el propio ensayo <le Rohmcr, en el que, cu especial, resulta
a menudo dificil establecer la separación entre lo arquitectónico 111. 1. J. El «inslanle esencial»
y lo filmko.
Con la aparición de un esLilo mayoritariamente naturalista en
La escenografía ha sido la apropiación, por parte del teatro, la pintura a panir de la Edad Media, la mayor parte de las esce-
de una tecnica pictórica de expresión del espacio desde un punto nas representadas por la pintura se convirtieron en escenas con
244 1 '\ IJ\IAG1;1"
EL PAPEL DE 1 .\ IMA<JI:"
245

consis1e en considerar que no hay comradicción entre las dos exi-


gencia-. de la pintura representativa, y que puede representarse
válidamence todo un acontcclllliento no representando sino un ins-
1ame de el, o c:ond1c1on de elegir ese instame como el que expresa
la esencia del aco111eci1111en10: es lo que Gotthold-Ephraim Lec;-
sing, en su 1ra1ado laocoonte ( 1766) Uama el instante e encial.
El instante esencial (o «instante más favorable») se define, pues,
como un instante perteneciente a un suceso real que se fija en
la representación. Esia noción ha sido muy util para la pintura
-tanto mas útil cuamo que. en la práctica, había sido aplicada
mucho antes de que se la preconizase teoricameme- pero se apo-
ya en un presupuesto apenas defendible. No hay razón alguna,
en efccro, para que un instante panicular de un suceso real resu-
ma toda su significación, como permitió verificar la invención de
la fotografía. demostrando que no había «puntos» temporales.
Por otra parte, la filosofía ha insistido a menudo en la idea de
que suponer que pueda existir una fracción de tiempo inmóvil,
por pequeña que sea, hace inexplicable la noción de movimiento.
De hecho, el instanie esencial es una noción de naturaleza plena-
mente estética, que no corresponde a ninguna realidad fisiológi-
ca, y representar un acontecimiento por un \<instante» sólo es po-
sible apoyandose, mucho más de lo que pensaba Lessmg, en lac;
El iru.tantc oenc1al (¡,o hay que dcdr aqm el instante dc:.;h1\0?l cod1ficac1ones semántica!) de los gestol>, de las posturas, de toda
la e cenificac1on. Para volver al ejemplo dado al principio, las
referente real; incluso las escenas religiosas como la Anunciación Anunciaciones de los siglos .w y 'vi están hechas, como ha de-
fueron pintadas como si '>e hub1e<ien dc.,arrollado realmente o, mostrado Michael Baxandall, para representar un «momento» par-
mas bien, como si hubiesen sido interpretadas por figurantes de 1icular del acomecimiemo (ficcional) en cuestión, pero la elección
carne y hue o, «escenificadas». . . y la definición misma de ese momemo o;e operan con referencia
Se experimentó, cada ve1 en mayor grado, el sentlll11emo de a una codificación de naturaleza retórica, que distingue tradicional-
que\!! cuadro representaba. deteniéndolo. un momento de un a:on- mente cmre cinco momemos sucesivoc;, correspondientes a cinco
tccimiemo que se había desarrollado realmente, aunque est_e acon- eMados de alma de la Virgen. Ciertas Anunciaciones e tán muy dra-
u:cimiemo, por su pane, no rue~c más que la representación. se- matizadas (la de Boticelli, por ejemplo), y puede parecer que fijan
gun el modo teatral, de un acontecimicmo irrealistn, sobrenaturaJ . «fotogn.íficameme» un i11~1an1c real; no por eso han dejado de fa-
Se planteó emonces la cuestión de la rcl~c1ón c111r~ ese momento bricarse con referencia a un sentido, delerminado por un texto, y
y este acontecim1enco. I:n efecto, en la nm~a medida e~ que pro- Cl> infinitameme poco probable que unos figurantes de carne y hueso

grc'iaban 'iUS medioc; técnicos de rcproducc16n de la reahdad, más encarnaran nunca c~las posturas, ni siquiera durante un instante.
apri-;ionada se encontraba la pintura entre dos ex1gcnc1as comra-
dktorias: representar todo el acontec 11111e1110, 11ara que se enten-
diese bien, 0 representar «Sólo un ins1antc», para ~er fiel a la ve- 111 . 1.2. l<J «i nslnn1e eual<¡uicru»
rosimililud perceptiva. Has1a el siglo'"" no se dio una respuesta
teórica explícita a ese dilema; esta respuesta. notablemente astuta, Esta discrepancia en1 re la voluntad de fijar el inslanle real y
las necesidades del 'entido. que pretend1a acabar con la doctrina
246 1.A IMAGEN El P \Pl:.l 01: t ·\ IM \OEN
247
del instante esencial, reapareció, por el contrario, cada vez coa
tes esenciales tal como los entendía Lessing, y el sentido de sus
m¡b fuerza a medida que, con la fotografía, se desarrollaron los fotografías '>igue siendo mucho más ambiguo que el de las pintu-
medios de fijación del instante. La instantánea fotográfica, que ras de suceso: no es, por otra parte. raro que exploten esta ambi-
se hizo posible hacia 1860, permitió finalmente acceder a una re- gucdad misma, por ejemplo mediante el semido del humor.
presentación auténtica de un instante, tomado de _u~ _suce. o re~J.
Como acabamos de decir, fue a parur de esta pos1b1lidad de fiJa-
ción de un instante cualquiera como se advirtió que los pretendi- 111. J.3. La «imagen-mo' imicnto>1
dos instantes representados por la pintura habían sido enteramente
reconstruidos. Si la imagen-movimiento aparece aquí, es únicamente porque
De hecho, lo que se juega en la pareja instante esencial/i~~­ su invención trastornó los datos de la reprcsemacióo del instante,
Lante cualquiera es menos la posibilidad técnica de detener lo visi- al menos en dos sentidos:
ble, que la oposición entre dos estéticas, dos ideologías ~e la re- - por una parte, permitiendo la representación del tiempo
presentación del tiempo en la imagen fija: El gu~to por el instante de un suceso, sin la obligación de recurrir a la traducción más
cualquiera apareció, incluso antes de la invención de la. fotogra- o menos arbitraria de ese tiempo a través de uno de sus instantes;
fía, en ciertos géneros pictóricos en los que se procuro a veces - por otra parte, multiplicando los instantes cualesquiera,
dar la ilusión de que no se había elegido el momento representa- pues el fotograma fflmico fija un instante (alrededor de l / 50 de
do. Un pintor como P.-H. de Valenciennes se especializó, hacia segundo a la actual velocidad normal de la toma de vistas) no
1780 en Ja realización de pequeñas pinturas de paisajes, del natu- determinado por ningún a priori r.emámico, ni siquiera incons-
ral ~n los cuales concede una gran importancia a los fenómenos ciente.
me,teorológicos; en un librito de consejos a los pi~tores ~ublicado El film {en sentido material: la película) es, desde luego, una
en 1800, precisa que hay que pintar lo más apn a posible, para colección de instantáneas, pero la utilización normal de ese film.
intcmar, de algún modo, ganar al tiempo en velocida~: he aquí la proyección, anula toda~ esas instantáneas, todos esos fotogra-
algo que prefigura curiosamente la instantánea. También se en- mas, en favor de una sola imagen, en movimiemo. El cine es,
cuentra el mismo gusto por la representación de los estados de pue , por su mismo disposicivo, una negación de la técnica de
La atmósfera (lluvia, tormenta. nube ) en muchos otros pinto~es: la instantánea, del instante repre entativo. El instante sólo se pro-
Granel, Constable, por ejemplo. En todos ellos, el gusto del m~­ duce en él según el modo de lo vivido, incesamememe rodeado
tante cualquiera remite al semim1ento má) amplio de _lo outénu- de otros instantes {véase capitulo 3, ll).
co, que se convirtió a fines del xvm en un valor estéllco, me~~r
al principio, cada vez más imponante después, incluso en peTJUl-
cio del sentido de la imagen. 111.2. El 1iempo simetiwdo
La fijación, técnicamente c;encilla, del instante cualquiera por
parte de Ja fotografía no resolvió, ni mu~l10 me~os, el problc1~a. 111 .2.1. Montaje ) c·ollage
Es por el contrario notable que Ja esté11ca del ~ns1ante e~enc1al,
es decir, del instante signilica1ivo, fuese en cambio perseguida por La reprcc;entación, pues, de un instamc de un acomecimiento
la fotografía artística. Podría fácilmente agruparse a toda una fa- compete en el fondo, prác1icarnenre, a la utopía: a excepción de
milia de fotógrafos alrededor del gusto por el instante expresivo ciertas imágenes en las que se cuhiva lo aleatorio (tomas de vistas
instantáneo. que registra, así un instante auténtico, a priori cua~­ fotográfil.:as automá1icas. a intervalos regulares, por ejemplo). ese
quiera, pero expresivo. apun1ando, pues. al senl ido, al ~redom1- rnstantc se elige siempre en función del sentido que se quiere ex-
nio. Todo el arte de estos fotógrafos {pensemos en Caruer-Brcs- presar, compete a la fabricación. La doctrina del instante esen-
son. por supuesto, en Doisneau. en Roben Frank. en Kertesz) dal, por su insistencia sobre la significación de conjunto de la
consiste entonces en captar al vuelo ese instante, en saber encua- imagen, pone bien en evidencia e~c carácter fabricado, reconsti-
drar y disparar con seguridad . No obtienen, sin embargo, instan- tuido, 'intetico. de dicho «instante» reprcsemado, que no se ob-
248 L,\ IM \C..E~
ljl P \PI 1 DI l ,\ l\I \<.iE:-; 249

tiene, de hecho, sino por la yux1apos1ción más o menos hábil de ~n un l~ragmento de ~u tratado sobre e1 montaje, Eiscns1cin
fragmentos pertenecientes a diferentes instantes. Tal es el modo analiza casi del mi,mu modo un grabado de Daumier, Rarapoil
babituaJ de la representación del tiempo en la imagen pintada: offra111 le bra!t iJ la République, pero para poner en él más dircc-
extrae, por cada una de la lonas significativas del espacio, un rn~entc en cvi~cncia un montaje temporal: la poo;ición del pcr'>O·
momento («el momento más favorable))), y opera seguidamente naJC de Rawpo1I se dcsmoma alll. miembro a miembro, paramos-
por símesis, por collage, por montaje trar que la!> diferente~ punes del cuerpo representan momento
\UCCSÍ\OS de Ull mi<;mO ge. to global.
Esta síntesis se ha hecho mas visible en forma-; de pintura que,
renunciando a pretender captar el instamc único, han exhibido
por el contrario el proce o de yuxtaposición de una pluralidad l m ·m~ili is de [!scn .. tdn pueden parecer a veces algo forza-
de inscames en el interior de un mismo marco. Las primeras obras do'>; -.oto llenen c;c1111do, en 1:;fccto, si se admite u posLUlado se-
sistemáticas en este sentido fueron sin duda las del cubismo analí- ~un el cual la ~mtona ck la represemaci6n incluye } sobrepasa
tico (aunque no fuera ése su propósilo), y Jos principio del cu- ~gua~mcntc la l)llll~ra} el cine. en beneficio de grandes pnnc1pios
bismo consisten en lo esencial, como ~e <;abe, en sacar las conse- 1cl'ln1cos que atraviesan lodas las época-; y todos los tipos de imá-
cuencias de la lección de Cé1.anne según la cual toda figura natural gcnc-.. Pero, de manera mu} coherente, es el mismo pm1ulado
puede descomponerse en volúmenes simples (esferas. cubos, etc.) el que 111íorma su concepción del momajc, complcJa y generaliza-
y, por otra parte, en desmultiplicar los puntos de vista diferentes da ha'>ta el extremo. Para Ei!icnstcin, el montaje es un fenómeno
sobre el mismo tema en eJ interior de un solo cuadro. Este segun- ~mnipresente (tanto en la ~oesia como en el cinc o las artes plas-
do principio lleva a construir el cuadro como un col/age imagina- ucas), que dc!-icama en ultima instancia en un calco formal del
rio de fragmentos poseedores cada uno de su lógica espacial, y fu.ncionarnknto del ec;pmcu humano, por análiSJS y 'lintesis (Eiscns-
también, con frecuencia, de su lógica temporal. ~ctn (;.) uno de los grandes defensores de la tesis segun la cual la
Pero, desde luego, fue el eme el que, con la prácuca, y des- 1mag~n ~s comprensible porque <tSe parece», en <;u organi1ación,

pués con la teona del montaje, perm111ó, ante todo, ampliar a al ps1qmsmo del ec;pec1ador, 'case capitulo 2, T.3).
la imagen móvil la nocion de tiempo sintetizado y, seguidamente, Esta tcona del montaje cinematográfico tiene el inconvenien-
volver sobre la simesis del uempo en la imagen fija para rccon i- t~ de concc~>ir el montaje exclusi,ameme como un proceso expre-
Sl\O Y. seman11co, en perju1c10 de su aspecto percepti'o y rcprc-
derar sus posibilidades. Esta empresa fue ampliameme llevada a
su culminación por S. M. Et'iEl'STH"I, en c;u tratado sobre el mon- ~c111n11vo . Aplicada al cinc, lle"ó a su autor a relanzar, de una
taje ( 1937-1940) y en varios textos de la selección le Cinématisme forma apenas diferentl, la cue<,tión deJ «cine intelectual» (un eme
(recopilación de artículos del período 1938-1946). en el cual el mon1a1c estaría enteramente determinado por Ja bus-
queda de relacione-. ":mánticas. como un puro juego del esp1ritu)
Eisenstein analiza así el retrato de la ac1ri1 ru~a Ermolova rea- ~' . en comccuc~c1a. tcndencialmentc, a olvidar que un plano rn-
llllCO no 'ólo tiene un sentido, sino tambicn una d11rac:1on. En
lizado por Valemin Séro' como un caso típico de «cinematógrafo
en potencia», afirmando que ese rem\lo está construido como un cambio, Yparadójicamenh:, rc1"111ha exlremadamente sugcc;1iva apli-
collage de cuatro panes. visiblemcme delimitadas por sobreen- cada a IJ~ imágene., fija~. Aunque no compana uno es1ric1amentc
marques en el marco principal, y que permiten ai5lar retratos en los análisb de Eisens1cin, su principio es aplicable a muy numcro-
el interior del retrato, definiendo cada vez un nuevo punto de vis- ~os cuadro~ de tema C\.Cmuul, que es fácil muchas veces analilar
ta; ahora bien, estos cuatro puntos de vista corre'iponden a cua- corno yu\.tapol>ición, al modo <le un collage im isible de momen-
tro encuadres diferentes (y a cuat1 o <fütanc1as de «toma de vis- to~ clis1imo' del mismo acontec1m1en10. '
tas» diferentes) y son, puc._, incompatible<;. J laccrlos coexistir en
el mismo cuadro deriva, por tanto, del vinuos1smo, y -;u }UXta- Es cvidcmemcme el caso de nuestro ejemplo letid1c de la Anun-
posición descansa en el mismo principio que el montaje cinema- ciacion. en el que, ca'>i iodo el uempo, la actitud de la virgen
tográfico, principio que, para Eiscnstein, está mas cerca de la uc:u- no ~onc.,pondc, 1cmporalmcn1c, a la del ángel. por no hablar de
mulación que de la secue11c1a/idad. lo" mnumcrahlc' ca.,os en los que la mi!>ma Virgen esca represen-
250 LA IMAC..E:'\
251
cada a base de un montaje de manos. de un busto, de una cabeza
ción) que en lo que los separa y que designaremos como el in ler-
que no son estrictamente contemporáneos los unos de los otros. v:ilo entre ellos
Es también el momento de señalar uno de los ejemplos favori-
Fn musicología, un intervalo es la separación entre dos notas,
tos de Ei enstein, L 'Emharquement pour Cvthere de Waueau, que
medible por la relación de sus frecuencias; un 01do algo entrena-
lee, con motivo de una observación del escullor Auguste Rodin,
do consigue fácilmente reconocer} apreciar estas separaciones y,
como un verdadero decoupoge cmemmográfico, mostrando va-
así, lo música juega, concreta y posithamente, con lo que en sí
rios eslados sucesivos de una pareja típica de enamorados, senta-
no e' "ino una relación abstracta. Esta última observación es la
dos primero en la hierba, lcvantandosc después, dirigiéndose lue- que dio lugar a la utilización metafórica, por parte del cineasta
go hacia el barco.
ruso Dziga Vcnov, del termino mrervolo para designar la separa-
ción entre dos imágenes fílmicas. Naturalmente, esa separación
El colloge temporal sería, pues, el modo más frecuente de re-
no es mccliblc; Vcrtov, sin embargo, propuso hacer de ella el fun-
presentación del tiempo en Ja pintura. incluso cuando ésta tuvo
damento ele un lipo de cinematógrafía deliberadamente no narra-
la pretensión de representar un instante único, ya que, como he-
tiva e incluso no ficcional, en el cuaJ la signiíicación y la emoción
mos visto, el instante esencial es casi '>icmpre equivalente a un
nacerían de la combinación de tales relaciones abstractas (cmre
pequeño montaje.
formas, duraciones, encuadres, etc.). La «teoría de los interva-
Pero se puede Llegar at'tn más lejos y preguntarse si la fotogra-
los» apenas está esbozada por Venov, pero la confromac1ón en-
fía misma, cuando el tiempo de exposición excede al de la más tre sus escrilol> y su!> películas hace destacar que él pretendía am-
breve instantánea, no funciona del mismo modo. La acción de pliar la metáfora y aplicar la noción de intervalo 1anto a planos
la luz sobre la superficie fotosensible se produce durante toda la
~uccsivos (intervalo «melódico» en música) cuanto a imágenes si-
duración de la apertura del obturador, cualquiera que ésta sea:
multáneas (intcn alo «armónico»), como en las famosas sob1 cim-
apenas es algo larga (pongamos, a pa1 tir de una dccima de segun-
presioncs múltiples de El hombre de la cámara (1929).
do), la folo fija la huella de pequeñas modificaciones temporales,
Cn c;u 1111ciador en la teoria del cine, la noción de intervalo
en especial pequeños movimientos (pero no solamente eso: es, por
no es, pues, explic1tamente, de orden temporal, y el inten alo en-
ejemplo, la luz la que ha podido cambiar), de manera continua. tre dos planos puede ser, para Venov, por el contrario, totalmen-
Esta huella no aparecera, pues, tan articulada como Jo colloges
te a-cronológico. Pero esta noción puede extenderse provechosa-
o montajes de los que hablábamos ante • pue to que es de un mente a nuestro tema, la repre.sentación del tiempo, para designar
olo acto, de una sola pieza. No por e o deja de ser cieno que
todos los cac;os en lo!> cuales, entre dos imágenes diferentes, tem-
la imagen, de algún modo, habrá acumulado tiempo, desplegán-
poralizadas o no, hay un hiato temporal, el paso brusco de un
dolo espacialmente (véase capitulo 3, 11.2.2). Esa podría er, pues.
estado temporal a otro, sin que pueda restablecerse ninguna con-
la fórmula más general de la síntesis temporal en la imagen: a
tinuidad. En el cine. los ejemplos son bastante numerosos, con
puntos diferentes en el espacio de la imagen corr~ponden puntos
lo que se llama salto (o a veces, con un término inglés, jump cut,
diferentes en el 1icmpo del suceso representado.
que se define como un cambio de plano en el cual se mantiene
el punto de "isla, pero se produce uaa elipsis temporal).
lll.2.2. Secuencia e intervalo
En un aruculo de 1984, David Bordwell mostró que el sallo
es una figura estilística cuyo uso en una película debe referirse,
Aparte de es1e modo de la som11101ion, el montaje, 1al como
histOricamenie, a las normas formales en vigor para esta película.
lo define el cinc, a1rajo Lambicn la atención sobre otro modo de Por ejemplo, los salios en Al final de lo escapado, de .Jean-Luc
relaciones Lemporales en la imagen (móvil o fija, pero, esta vez,
Godard (1959) es1án hechos para ser visibles, conforme a las nor-
necesariameme múltiple). Este modo es el del salto entre dos pla-
mas de Jo que Bordwcll llama cinémo d'ort; en cambio, los saltos
nos sucesivos, es decir, de un montaje de dos planos en el cual
en Méliés cs1án hechos para ser, si no invisibles, sí al menos anu-
se pone menos interés en lo que une los dos planos (su interac-
lados en beneficio del efecto fantástico: del mismo modo, los sal-
1 l P,\P131 DI· 1 \ IM Mol.!:-. 253
252 L.\ l\IAGE:-.;

rm.. numcro!>O'>, en las películas mudas de Pudovkin, pasaron de


sapcrcibidos porque se comcmplaron dentro de una práctica ge
neralizada del momajc cono y discontinuo.

El alto e.• pues, algo ac;i como el aspecto percep1 i\ o deJ in


tervalo (que seria mas bien de orden cognitivo): si cJ primero solo
está presente en la imagen temporalizada, el segundo es concebi-
ble en casos más amplios. Puede asi hablarse de imervalo (tem-
poral) en1rc dos imágenes fijas perLcnedemes a una misma serie
o una mi.,ma secuencia. La imagen insramanea y, especialmente,
la fotograf1a, es la que mejor se presea a la consrnución de series
en las que el tiempo está marcado (y que pueden lomar la forma
má.s rígida de la -,ccucncia), pero pueden encontrarse ejemplos de
ello hastu en la pimura. Podna decirse incluso que el intervalo
es 1an10 más inlercsante de considerar, tanto más potente en el
plano estético, cuamo menos narrativas son las imágenes enire
las cuales se produce. En una secuencia fotográfica de Duane Mi
chals, por ejemplo, que cuenta una historieta, gencraJmeme de
tipo íanlébtico o sobrena1ural (apariciones. de doblamientos, etc.),
la <;eparación 1emporal entre las fotos sucesivas es referida inme-
diatamente a un tiempo diegético coherente. que permite llenar
mentalmente esta separación. Del mismo modo, en las o;ccucnctas
pictóricas tradicionales. cuyo prototipo es el vía cruc:ts, cada ima-
gen representa un sketch 3emiaucónomo, y La separación entre las
imágenes ~uccsiva :ie llena intelectualmente mediante el conoci-
miento que se tiene de la hiscoria relatada: es muy d1l tc1l experi-
mentar el paso de un episodio aJ siguiente como un salto temporal.
J:n cambio, la produccion de varias fotografías. o de 'arias
pinturas, de un mismo paisaje en intervalos de unas horao;, por
e;emplo, dara lugar a obras que, poco cargadas narrativamen1e.
insistirán sobre el paso del 1iempo entre momemos sucesivos. Es
el ca'io, bastantes 'eces, de los pintore!> al aire libre como Valen-
cicnnc'i, del que hablábamos hace poco; es el caso, con un pro
vccto mas imelectuahzado, de artistas «concep1uales» de lo~ a~os
setenta) ochenta que ulitilan la serie de fotografías. jus1amenre.
para repre'>entar el tiempo.
La representación del tiempo según el modo del intervalo es,
pues, siempre bastante intelectual. aunque se apoye en la scn~a­
ción d~ in,t.1ntaneidad proporcionada eventualmente por las ima-
l:l intervalo: entre c!ilO\ do~ fotu11rumn.s ~U1:CS1\u~ de' 11)mu/ dt'/u C'~cupatlu (J. Luc gcne'> unitarias que el imcn alo separa. El intervalo const'lle 1,1cm-
God;1rd, 1959). un ,.11tu \bual, que no nnul.1 ni l.1 conc:,ion metonímica (tle la prc en mantener una dbtanc1a, una scparacion, una d1lcn:ncia
mano que ,<wuenc el rc,ólvcr al revól\cr), m In conc:unn mc:tntom:o (la munu \isual entre do!I imágenes, y en significar el Licmpo medtante esta
.umo revolver).
254 LA IMAúE El PAPEL OC l /\ l\IAGE/'. 255
diferencia. El intervalo es así aún má!. turbador percepLivamente cían del ucmpo <;e modula estrictamente por su contenido d1egéu-
en la imagen móvil. Hablábamos de Vertov >de sus sobreimpre- co. Las «\islas» realizadas por los operadores de Lumiere, con
siones, pero habría que mencionar también los numerosísimos su duración uniforme de alrededor de cincuenta segundos (corres-
ejemplos de intervalos visuales en la obra reciente de Jean-Luc pondiente a la longuud de película impresionable en una sola
Godard, sobre Lodo en sus produccionl!l> en video, tales como Puís- toma), constituyen un excelente corpus para verificar esta modu-
sonce de lo paro/e (1988) o Histoire(s) du cinema ( 1989). El inter- lación: algunas, hormigucantes de microsucesos, como La place
valo tal como Godard lo practica es bastame exactamente seme- des Cordeliers en Lyon o l 'orrivee d'un 1rai11 en gare de la Cio-
jante a lo que Venov queria: tensión mantenida emre dos imágenes tat. parecerán rápidas y relativameme cortas, mientras que otras,
o más, con fines expresivos. El uempo, puc. , no se significa en que mues1ran una sola acción realizada en toda su longitud por
ellas sistemáticarneme; pero la gama explorada por Godard es vasta un único figurante, como el Marécllo/-ferrant o las Brüleuses d'ller-
y el imervalo temporal es en ella, entre otras cosas, bastante fre- bes, parecerán mucho más lemas y claramente más largas.
cuente. Todo sucede, en el cinc narrati' o, como si el tiempo pudiese
«ílocularn, condensarse en granos alrededor de los acontecimien-
tos, y tamo más fácilmente cuanto que este acontecimiento es fíc-
III.2.3. La imagen-du ración 1icio. Así, la mayoría de los cineastas han sabido que podía mo-
dularse el tiempo de esta manera (lo que se IJama impropiamente
Hablando estric1amenle. lo que llamaremos imagen-duración, «Jugar con el ritmo de la imagen»}.
es decir, la imagen temporalizada en la cual se inscribe un regis-
tro del flujo temporal, no depende de la síntesis temporal. Si un Un ejemplo demostrativo se encuentra en el primer plano de
plano de película dura veintidos segundos, la mayoría de las ve- la película Em:ore, de Paul VecchiaJi (1988). Como todos los pla-
ces es que el suceso cuya huella soporta ha durado veintidós se- nos de la película, se trata de un plano largo, de unos diez minu-
gundos, y sólo se puede repetir aquí una "ez más la formula ma- tos. que representa al principio los acontecimientos «en tiempo
ravillada de André Bazin: el eme «embalsama el tiempo», lo real». Pero, hacia el final del plano, la camara e queda repemi-
preserva tal cual. El tiempo, pues, apenas está representado eh nameme fija, durante bastamc riempo, en una puerta tras Ja cual
la imagen-duración, está más bien presemado, presemificado, re- acaba de desaparecer un personaje. Cuando -siempre en el mis-
producido idénticamente. Y esto, en el fondo, sobre un aspecto mo plano- reaparece el personaje, se comprende (por el diálogo,
parcial de la realidad, uno de los raros casos en los que puede por Ja acción en general} que han pasado supuestarneme varias
pensarse el duplicado perfecto. Esta idea ha sido reforzada, ade- horas al menos entre su desaparición y su reaparición. Brusca ace-
más, por la televisión, con la práctica de la retransmisión en di- leracion del tiempo dicgético, que no deja de actuar por otra par-
recto, en la cual el tiempo del suceso y el de Ja imagen coinciden te sobre el tiempo cspectalorial (los casi veinte :.egundos pasados
absolutamente, con apenas un desfase infinite imal, el del Liempo frente a la puer1a cerrada parecen largos y J>e queda uno mucho
de recorrido de las ondas hert1ia11as, uno~ poco\ microsegundos. más sorprendido al comprender, muy pronto, que reprcsemaban,
Sin embargo, es1a perfecta representación del tiempo pocas por un virtuosismo de la narración. un tiempo mucho más largo).
veces ha sido :.ulicicnte para el arte del cine (y aun menos para
el del vídeo) y cineastas y \ideoartistas no han dejado de reelabo- b) La deformación: hemos acruado hasta aquí como si la ima-
rarla -para hacer de ella un medio expresivo más- al menos gen-duración no pudiese sino reproducir idénlicamentc el tiempo.
en eres direcciones: Evidememenle es falso y iodo el mundo sabe que es técnrcamcntc
a) La f/ocu/ación eventual: como hemos sena lado más arriba posible ralcmizar o acelerar esta reproducción, más generalme111e
(véase capitulo 2, ll.2.3), el tiempo cspecta1orial no es un flujo deformarla. Como toda deformación (véase capitulo 5), ésLa se
unifom1e > neutro, un rcccptaculo en el que vinieran a inscribirse ha practicado, La mayona de las veces, con fines expresivos, y
acciones; por el contrarío, está determinado por estas acciones lo!i primeros teóricos del cinc mudo habían reconocido ya el inte-
mismas. La imagen-duración no escapa a esta ley y su representa- rés de estas alteraciones. El raJenti, en particular, fue mu} utiliza-
256 LA lMAG~
fL P \P[ 1 DI 1A IMAC rl:~ 257
do por el eme «de arte» europeo de los años veinie. Conocido
«SU pa.,ado contemporáneo>>. el pasado en el presente. Ve sus ejem-
por los cineasLas alemanes con el nombre de Zeirlupe (l~pa Lem-
plo~ mayores en el cinc de los años cincuenta y sesenta, dcs~c
poral), fue importado baJO el mismo nombre por Pudovk.in y Ver-
Or.,on Wellc~ } Alain Rcc;nais, explorando el tema de la memona
tov; aproximadamente por las mismas fechas, cineastas como Jean
) cncomrándolc formas film1cas, a Alain Robbe-Gnllc1, cuyo cine
Epstein o Marce! L' Herbier, en Francia, lo uc;aban abundante-
rech;va dic;11ngu1r entre futuro, pasado } presente. y produce to-
mente. Lo notable es que el ralcntí haya podido 1ener valores muy
variables, según lo contexcos: medio deliberado de investigación dos los acomecimientos sucesivos «como un solo y mismo acon-
iccimiento» v, finalmente, a Jean-Luc Godard. que trabaja el tiem
de la realidad por parte de un Veno' (-.éanse las secuencias dc-
po como opc1 .1dor del devcmr, de la aparición. de la metamorfosis
porúvas en El hombre de la camara, que prefiguran el slomo d e
las retransmisiones televisadas), -;e comiicnc en instrumento d e m trabajo de Delcuze excede con mucho a un simple estudio
de la rc.prcscmación del tiempo. Es. entre otras cosas, una rcílc-
una dramaturgia de la expresión fisionómica en El hundimiento
de la casa Usher, de Epstein (1928). Después se ha reULilizado pc- \ión 'obre el tiempo mismo, cuya comprensión, demuestra justa-
mente, ha 1rastornado el cine. En Jo referente a nuestro propósi
riódicameme, como una figura sin significacion impuesra a prio-
10, la sinte~b 1cmpor.il de la imagen. apona una luz suplcmemana
ri, pero siempre connotada como «artística», miemras que la ace-
<I lo que dcciamos del collage temporal, pues la imagcn-crtsLal no
leración ha tomado más bien un valor cómico bastamc consLame,
se. presenta. formalmente, como un collage, un momaje. smo que
ligado a su utilización frccucme en el género burlesco.
está dividida por el doble juego del Liempo en el interior de s1
Puede además mencionarse, como procedimiento frecuente,
la «reversión del tiempo fIJmico» (.J .J. Riniéri), consistente en mos- misma. tas ampliamente, esia meLáfora del cristal. que rc!racrn
Ja realidad <lesmuhiplicándola, es seguramente la más <1ugest1va
trar un acontecimiento desde el fin al principio. Se encuentran
de la" l"órmulas que puedan aplicarse a la representación en gene-
ejemplos de ello desde el Cinematógrafo Lumiere, con ~a famosa
ral del 1iempo en la imagen: refractado, detenido, desmultiplica-
Démolicion d'tm mur, toma de 1895, que se pasaba pnmero ha-
<lu. escindido, ) '>icmpre proyectado sobre un presente.
cia adelante y después hacia atrás, mostrando así el muro como
elevándose de nuevo y urgiendo del polvo. En fecha más reden-
te Cocteau lo usó abundantemente. con una intención poética
1
1\ l ,\ Sl(i:-;IFJC \ CIÓ'I E'\ LA IMAC.E'I;
-..fantástica. a veces combinándolo con otros 1rucajes (véase el
~ollar de perlas que se forma en la mano de Jean Marais, en La
f V. 1. f maf,!en l' 1wrrac1611
bella y la bestia, por ejemplo). Hoy se crata generalmente de un
procedimiento de connotaciones corn1cas, incluso burlescas.
e) La imagen-cnstal: finalmcnie, de modo más radical y esen -
Como hemos obscnado en varias ocasiones, la represcmación
del espacio y lo del tiempo en la imagen esrán ampliamente deter-
cial, el cinc ha sido instrumento de una incerrogación sobre eJ ca-
minadas por el hecho de que ésta, la mayoría de las vece~. repre-
rácter fundamenialmenie extrai\o del tiempo vivido en presente.
senta un ~uccso, situado a su vez en el espacio y el tiempo. La
Decir que el tiempo pasa implica, en efecto, que sentla~os }'3
imagen representativa es, pues, con mucha frecuencia una ima-
la vinualidad del pasado en el presente: el presente no existe, o
gen narrativa, aunque el acontecimicnio contado sea de poca am-
aJ menos no existe solo, pues cada momento presente no cesa de
plitud. Puesco que se quiere ahora prestar interés a lo que rcpre-
deslizarse hacia el pasado, y el presente está hecho de ese desliza-
semn la imagen, es lógico, pues, empezar planteando su relación
miento perpe1uo, y también de los efectos de memoria y de ex-
con la narratividad en general.
pectativa que él produce. Se reconoce aquí el tema de la reflexión
de GiUes DELLULE, en La i111age11-tiempo (1985): «El pasado no
sucede al presente que ya no e~. coexiMc con el presente que ha
sido». DeleuLe propone sobre el tema la noción de imagen-cris-
IV. l. l. Relato > míme i

tal. para designar metafóricamente la coexistencia de una imagen


acLUal }' de una imagen 'inual, una en presente, y la segunda . El re/aro, ya se sabe. es definido bascante estrictamente por
la narratologia reciente como conjunto organiJ:ado de c;ignifican
258 LA l\IAGEN FL PAP[l DE- 1 1\ l\li\GEN 259

tes, cuyos significados constituyen una historia. Además, este con- do presemificado), siempre del orden de lo simultáneo y de lo
junro de significames -que transmite un contenido, la historia, s1ocrooo, y sólo el montaje permite escapar a ese presence per-
supuestamente desarrollada en el tiempo- tiene, al menos en La petuo.
concepción tradicional, una duración propia, pues también el re-
lato transcurre en el tiempo. Tal es, pues, la pregunta central que Gaudreault no dice, por otra parte, que el plano cinematográ-
se plantea de entrada: si el relato es un acto temporal, ¿cómo l~co n~ contenga ningún relato (seria absurdo). Para él, el plano
puede inscribirse en la imagen i é ta no está temporalizada? Y, uene cierta autonomía narrativa, pero es un relato producido so-
sí lo está, ¿cuál e la relación entre el tiempo del relato y el úem- bre el modo de la mostración, que no podría acceder a la verda-
po de la imagen? dera narración: ésta sólo aparece en el transcurso de una lectura
Siendo nuestro propósito hablar principalmente de la imagen, continua. que anule la autonomía de los planos. Jnsistamos en
y no del relato, más bien reformularemos esta pregUJHa, plan- ello: para Gaudreault, todo plano, incluso el más largo plano-
teándonos si, y cómo, puede una imagen contener un relato. Pero, sccuencia, que implica los más elaborados movimiento de cáma-
ames, hay que recordar brevemente que la definición misma de ra. está en presente de la mostración, puesto que hay isocronla
Ja noción de relato se ha investigado, desde muy antiguo, en rela- entre el mostrador y lo mos1 rado.
ción con Ja de representación o, mejor, de mfmesis. Como ha de-
mostrado André GAUDREAUI T (1988). en Platón se encuentra la Retendremos. esencialmente, de esta discusión, la aserción de
definición de tres tipos principales de relato: la posibilidad de un modo narrativo de tipo mimético, lo que Gau-
- el relato que excluye la 1111í11esis: relato exclusivamente ver- dreault !Jama la mostración. Es, en el fondo, el problema de la
bal, en eJ cual ninguna parte es analógica (en panicular, no se mostración el que vamos a abordar rápidamente ahora.
transfieren literalmente las palabras de un personaje). Es el modo
de la epopeya, el que Platón preconiza:
- el relato que sólo incluye mimesis: constituido, pues, por JV.1 .2. ecuencin ) simultaneidad
un analogon de las acciones y de las palabras de los personajes.
Es, en lo esencial. el teatro; Lo que dice. entre otras cosas, la distinción entre mo tración
- el relato mi'.\tO, que incluye a la vez una pane verbal y una >narración, es que existen dos niveles de narratividad potcnciaJes
parte mimética. Es el relato ho} mayoritario en lileratura, con ligados a la imagen: el primero, en la imagen única; el segundo,
sus descripciones, por una pane, y sus di:ílogos «citados», por en la ccuencia de imágene:-.. Es desde luego lo que habíamos ve-
otra pane. rificado, a panir de oiras premisas, en nuestra discusión sobre
Esta distinción entre verbal y mimctico (o analógico) es fun- el e pacio y el tiempo representados, pero, evidentemente, a con-
damental a toda narratología, y se encuentra en formas variables dición de no quedarse en una concepción demasiado limitada de
en casi Lodo los teóricos, desde Pcrcy Lurnoc1o. (1947), que opo- la unagen «única».
ne, a propósilo de la hteratura y del relato escrilo, showing y te- Un ejemplo muy sencillo permitirá explicarlo mejor. Sucede
lling, hasta Gaudrcault, que recoge y aplica al cine esta oposi- a menudo que una~ imágenes, físicamente perceptibles como imá-
ción. Para este úhimo, la narración propiamente dicha, cualquiera genes únicas, representen varios episodios de una misma historia.
que sea su soporte (literario, teatral, cinematográfico), se limita Es el caso de numerosos cuadros de temas bíblicos de los siglos
al te!ling, al decir, y propone distinguir rigurosamente de la na- '<\ Y xv1, como Lu Pnsió11 de Cristo, de Memling, en el cual el
rración lo que llama la mostraci<Jn (traduciendo literaJmence el personaje de Cristo está representado una veintena de veces, en
showi11g de Lubbock). Así. en la pclfcula, que es su objeto privi- lugares y en posturas diferentes, correspondientes a las «estacio-
legiado, Gaudreault distingue un nivel mostrativo que se encar- nesn del Vía Crucis. o como, más senciUamentc, La adoración
na, para él. en el plano aislado. mientras que el nivel narrativo de los Magos, de Genrile da Fabriano (1423), donde se ve, en la
está en Ja actividad de montaje de los planos entre si. En térmi- parte 'uperior del cuadro, bajo las «arcadas>) formadas por la
nos cemporales, el plano esui, pues, para él, en presente (un pasa- moldura dorada y e culpida, tres epi~odios que precedieron al de
260 LA IMAGEN EL PAPEi OE LA IMAGEN
261
la adoración propiamente dicha. Tales cuadros equivalen a secuen-
cias de imágenes. como ha subrayado Rudolf ARNHEIM (1954), r" . 1.3. El reln10 en el e pacio
quien añade además que es preciso no confundir secuencialidad
y movilidad: hay imágenes secuenciales aunque inmóviles, y obras
También es Arnheim quien observa que, si el acomecimien10
móviles que no son realmente secuenciales.
es la unidad fundamental de nuestra percepción (inclu o visual)
de la reabdad, eso no quiere decir, sin embargo, que lo perciba-
Esta comprobación es la que ha llevado a veces a ciertos auto-
mos necesariamente en el tiempo. Existen, dice, «acomecimien-
res a considerar que los procedimientos narrativos propios del
tos en el espacio», aunque su aprehensión requiere el tiempo. As1,
cine (articulación de dos niveles narrativos, el del plano y el de
Ja exploración de una gruta, el paseo por un entorno arquitec1ó-
la secuencia de planos) no eran sino la recuperación y la prolon-
nico, necesitan tiempo, pero el suceso que resulta de eJJo es de
gación de procedimientos narrativos existentes desde toda una
na1uraleza espacial. De modo más general, un acontecimiento ten-
eternidad en las demás artes. Esta observación no es falsa, pero
drá una dimensión espacial, para Arnheim, si su percepción pre-
puede deplorarse que se haya emitido la mayoría de las veces
cisa la aprehensión de un conjunto. Por ejemplo, ciertas formas
de la forma inversa: las demás artes sólo habrían sido una prefi-
fílmicas insisten más en la espacialidad que en la temporalidad.
guración del cine, un «pre-ci ne», término que estuvo muy de
Así es como puede llegar a decir que la música, arte del tiempo
moda hacia 1960, hasta el punto de que se le dedicó un número
por excelencia, ricne a veces una existencia espacial, pues una sin-
entero de la revista L 'Age 1101H•eou (en la que se analizaba como
fonía clásica se aprehende por secuencias. y todo Jo que ha pasa-
«pre-cinematográficas» tanto Lo Odisea como el tapiz de Ba-
do es en ella constantemente modificado por lo que pasa; la idea
yeux). Bajo esta forma teleológica, que quiere hacer del cine el
de conjunto que se forma uno de la sinfonía no se funda en las
fin y Ja suma de las demás anes, Ja idea apenas es aceptable,
sensaciones instantáneas, sino en la organizacion del conjunto,
aunque sientan esa tentación autores tan importamcs como Eisens-
tein o Francastel. en su e truc1ura (la memoria, para Arnheim, tiene una estructura
más espacial que temporal). Jnversameme, el espacio es, pues, un
receptáculo potencial de acomecimiemos, y el espacio represenca-
Resumamos: lo que indican las tesis de Gaudreault o las ob-
do actualiza casi siempre esta potencialidad. Es lo que han obser-
servaciones de Arnheim, es que el relato (e, incluso, ese embrión
vado varios autores de la corriente emiológica: el relato se inscri-
de relato que es el acontecimiemo) se inscribe menos en el tiem-
be tamo en el espacio como en el tiempo; por consiguiente, toda
po que en la secuencia. Hay ciertamente una duración del relato,
unagen narrativa, incluso toda imagen representativa, está mar-
pero éste se define también por el orden de sucesión de los acon-
cada por los <<códigos» de la narratividad, antes incluso de que
tecimientos. Nelson GOOD\1A..N (1981) ha ido, incluso. más lejos
esta narratividad se manifieste eventualmente por una secuen-
y afirma que, en un relato (en imágenes), ni lo enunciado ni ciac1ón.
la enunciación están necesariamente temporalizados, y que lo que
más importa es el orden del relato, cuyas modificaciones pueden
llegar incluso a transformarlo en algo distinto a un relato (un Asf e como A lain BERGAI " (1977) analiza, en secuencias de
«estudio» o una «sinfonía», por ejemplo). En lo referente a la fotografías. ese marcaje narrativo del espacio como patente en
imagen, y sobre todo a Ja imagen fija, el criterio de narratividad el uso codificado de la profundidad de campo, de los encuadres,
será, pues, el más poderoso: la imagen narra, anrc todo, orde- de los ángulos de toma de vistas. Cada foto extraída de las se-
nando sucesos representados, ya se haga esla represemación se- cuencias que analiza cuenla ya una pequei\a historia embrionaria
gún el modo de la instantánea fotográfica, o según un modo -porque ha sido escenificada con esa intención- pero puede ex-
más elaborado y más sintético, tal como lo hemos considerado tenderse su observación a la fotografía en general, ya que el arte
en m.2. íotográlico consiste muchas veces, justamente, en definir esos pa-
rámeLros técnicos de la toma de vistas en función de una inten-
ción narrativa.
Igualmente, Gu:y Gauthier ha dedicado un capfrulo integro de
262 LA IMAGEl'>o C!l PAPfl Uf 1 •\ IMAGE:>." 263

us Vingl le~o11s (plus une) sur 1'1mage et le sens ( 1989) a «L 'or- verbalmente, y el problema del semido de la imagen es, pues, ame
ganisaLion de l'e!ipace, élément narratif», sobre un corpus consti- todo. el de la relación enLre las imágenes y tas palabras, entre
tuido por cubiertas ilustradas de revistas sensacionalistas del siglo la imagen Y el lenguaje. Este pumo ha sido a menudo analizado
>.cL\.. Muestra en él cómo la imagen fija aislada intenta remitir a y aqu1 no~ limitaremos a recordar, despucs de otros muchos, qu~
un ames y un después (un (<fuera de 11empo», un fuera de campo no hay imagen <<pura», puramcme iconica, pues, para ser plena-
temporal), y cómo condensa, en un espacio re:itringido, todos lo mente comprendida, una imagen exige el dominio del lenguaje
signos convencionales de la e cena a ilustrar, jugando con la pro- verbal.
fundidad del espacio representado.
Sobre este punto, todos los enfoques están de acuerdo. La se-
m1olog1a, por supuesto, para ta cual el lenguaje es el modelo y
IV.2. Imagen y sentido la base de todo fenómeno de comunicación y de significación:
"éanse los lumino!'>OS ari ículos de METz (J 970) demostrativos no
rv.2.1. Lo percibido ) lo nombrado s?lo de que exis1en. numerosos códigos no icónicos cu la ima~en,
s1110 de que los códigos icónicos mismos no existen smo con refe-
La representación del espacio y del ucmpo en la imagen es, rencia a lo verbal; véase Emilio 0ARRONr (1973) plamcando, aún
pues, la mayoría de las veces, una operación determinada por una más c1 utlamente, que «CxiMe una relación de interdependencia de·
intención más global, de orden narrativo: lo que se trata de re- finitoria entre una imagen y una definición verbal». Pero. igual-
presentar es un <!l.pacio y un tiempo diegéticos y el trabajo mismo mente, el estudio de la percepción visual, cuidadoso por una vez
de la representación está en la transformación de una diégesis, de no olvidar el campo simbólico: véase el celebre estudio de Ju-
o de un fragmento de diégesis, en imagen. lian Hc>ellBER<.i y Virginia BROOKs (1962), verificando empírica-
La diégesis, como se sabe, es una con!itrucción imaginaria, un mente que la comprensión de la imagen visual interviene, en el
mw1do ficticio que tiene sus leyes propias, más o menos semejan- niño pequefto, al mismo tiempo que la adquisición del lenguaje
Les a las leyes del mundo natural, o al menos a la concepción. verbal y en relación con esce.
cambiante 1ambicn, que uno se forma de ellas. Toda construc-
ción d1egética, en efecto, esta determinada en gran pane por su El problema es, pues, comparar la manera en que la imagen
aceptabilidad social y, así pues, por convenciones y códigos, por Y el lenguaje transmiten las informaciones. y en la que son rec;-
Jos simbolismos en vigor en una ociedad. Eso es e\,ideme en es- pccuvameme comprendidos. Las diferentes e.scuelas seffi1ológica.
pecial, por ejemplo, en tas representaciones de Ja Amiguedad, so- se dedicaron mucho a e:ita cuestión:
bre las que se ha observado a menudo que informaban mas sobre - sea para poner en evidencia las diferencias fundamentales
la época en la cual e habían realizado que sobre la Antigüedad emre la significación por imágenes y ta significación por palabras;
misma (\'éanse las numerosa!! versiones cinematográficas de la vida por ejemplo Sol WORTH (1975), mostrando que la imerprciación
de Cristo, ampliamente influidas por modas, estilo , vestimemas. tle las imágenes es diferente de la interpretación de las palabras
fisonomías, etc.: apenas hay puntos comunes entre los Cristos sul- porque los aspectos sintácticos, prescriptivos y vend1cos de la gra-
picianos de las Passio11s de Pathé, a principio de siglo, el Cristo mática verbal no pueden aplicarse a ella; las imágenes, cnlrc otras
tercem10ndisla de El Evangelio segtín San Mateo , de Pasolin i cosas, no pueden ser ni verdaderas ni falsas, al menos en el senti-
(1964) y el Cristo decademista de La ti/tima 1e111ación de Cristo do que tienen esos tém1iuos a propósito de lenguajes verbales;
de Scorsese (1987). no pueden expresar ciertos enunciados, en especial un enunciado
Toda representación es, pu~. referida por su espectador -o negativo («Piccures can'l say ain't», como dice el título del ar-
más bien, por sus espectadores hiMóricos y sucesivos- a enun- tículo);
ciados ideológicos, culturales, en todo cai.o simbólicos. sin los cua- - sea para insistir, por el contrario, en las similitudes, o las
les no tiene senLido. Esos enunciados pueden estar totalmente im- necesanas relaciones emre ellas. Ya hemos citado a Garroni y a
plicilos, nunca formulados: no por eso son menos formulables ~lccz. (cuyo aruculo «Le Percu et le Nommé» (1975] e!> sin duda el
264 LA l\IAGEN El PAPl!L 01: LA IMAGEN 265
que más clarameme plantea la necesidad ~e un~. in~erre.la.ción en- ción de la imagen. Todo el mundo sabe, por experiencia directa,
lre la dimensión \1S1ble de la imagen y su d1mens1on imeligible, c~n que las imágenes, que son visibles de manera aparentemente in-
la noción de «Códigos de nominación icómcos»). Podnan aiiadir- mediata e mnata. no son por eso fácilmente comprensibles, sobre
e olros varios autores, desde Umbeno Eco y Roland Banhes ~as­ todo si han sido producidas en un contexto alejado del 11uc tro
ta las temauvas recientes de fundar una sem1olog1a «generauva>) (en el espacio o en el Liempo, y las imágenes del pasado son a
de Ja imagen ·obre la hipótesis de un parentesco entre ~o~ mecanis- menudo las que más imerpretación necesitan).
mos (<profundos» de dominio de la imagen y de ~omin10 del_len- a) lo 'il'miolog10: la empresa semiológica, con su distinción
guaje (véanse sobre todo los trabajos de M1chel Cohn so_bre el eme?. entre diferentes niveles de codificación de la imagen, da una pri-
Retendremos esencialmente de esto que la imagen 11ene una d1- mera respuesta a e ta pregunta: en nuestra relación con ta ima-
mensión simbólica tan imponante sólo porque es capaz de ignifi- gen, se mo\ilizan diversos códigos, algunos casi universales (los
car, siempre en relación con el lenguaje verbal. Hay que obs_ervar que dependen de la percepción); otros, relativamente naturales pero
que aquí romamos posición, implicitameme, en contr_a de cienos ya más formalizados socialmente (los códigos de la analogía, por
filosofos de ta imagen que quieren ver en ella un medio de expre- ejemplo. véase 1, más arriba); otros, además, totalmeme determi-
sión «directo» del mundo, que estaría en competencia con el len- nados por el contexto social. El dominio de estos diferentes nive-
guaje pero no pasaría por él, lo conocircuitaria. Citemo~ por ejem- les de códigos será, lógicamente, desigual según tos sujetos y su
plo el Contre /'image de Rogcr MuNIC:.R {1963, rec1ent~meme situación histórica, y las imerpreraciones resultantes diferirán en
reewtado), para quien «la imagen sustituye a la forma. ~scnta ~or proporción.
un modo de expresión global, de gran poder de sugesuon>), e «m-
viene la relación trawcional del hombre con las cosas: el mundo Esto puede comprobarse diariamente en un campo en el que
no es ya nombrado, se d1ce él mismo en su pura y c;imple repeti- la scmiologia se aplica corrientemente, el de la publicidad. La ima-
ción se hace él su propio enunciado». Munier concluye de ello que gen pubhcnaria, concebida por definición para ser fácilmcme in-
la i~agen es peligrosa. y que hay que «transcenderla imegrándola 1erprernda (sin lo cual es ineficaz). e:. también una de las más so-
en una forma nue\a, aún in precedente. del decir, ordenando a brecargadas que hay de códigos culturales. ha'lta el punto de
un lenguaje la autoenunciación del mundo que. la.imagen~». E_sta saturar, muchas veces. esta necesaria facilidad de interpretación.
posición, cuyo origen parece evidente (el senllm1ento de mvas1ón De hecho, el trabajo de los creativos consiste en fabricar image-
por unas imágenes cada vez más arrogantes, cada \ie~ menos _con- nes que puedan leerse aplicando diferentes estrategias, segun el
crolaclas), es sin embargo tngenua. Sobreesrima en panicular la iden- numero y la naturaleza de los códigos movilizados, y en hacer
tificación de la imagen con el mundo real olvidando que las «es- compatibles estas cstraregias; as1, el espectador más culto o más
Lrategias simbólicas» (WORTll y GRoss, 1~74) utilizadas p~a con «aJ dia)>, captará alusiones, citas. metafon.ts, que escaparán a una
la una o el otro no son en absoluto las mismas, y sobreest1ma la lecLUra más rudimemaria. pero en todos los casos ha de estar pre-
presencia «en profundidad>) del lenguaje e~ la imagen, de. la que sente un significado común, si no se quiere fracasar.
acabamos de hablar. En cuanto al <<lenguaje)) al que, segun Mu-
nier habría que subordmar la imagen, se trata de una idea de la h) lo ico110/0¡:10: pero el problema de la interpretación es tan-
que ~a existen act ualiaciones efectivas, ; por ~jemplo e~ cine! (Par- to más crucial cuanto que la apuesta de la imagen se siente como
tiendo de una idea comparable a la de Munier, Pasohru propone impo1 tame. Por eso la mayor parte de las reflexiones sobre este
justamente ver en e l cine «la lengua escrita de la realidad».) tema afec1an a la imagen artística, considerada en general como
provista de una intención más noble. más digna de interes, y como
mucho más conscicmcmentc elaborada y, por tanto, más diffcil
IV.2.2. L a interpretación de In lmn¡?en } a la vez más imeresame de mirar.
En este campo, la empresa más importante, por su coherencia
Si ta imagen contiene cmido, éste debe «ser leído)> por su des- )- su mllucncia, sigue siendo la de la escuela alemana desde Aby
únatario. por su espectador: es todo el problema de la interpreta- Warburg y us discfpulo5, de Erwin Panofsky a E.H. Gombrich,
266 LA IMAOl:.N U I' \Pl!L l>t.: t \ 1\1.\C 1l:N 267

pasando por Fritz Saxl. Rudolf Wiul..owcr y algunoi. otros. A PA- dad } condensada en una obra». Es el ni\'el del anáh i 1co110/og1-
(1932-1933) se debe la expo~1ción más sintética del méto-
..;of<it(Y co, } Panofsl..y subraya que esas significaciones pueden ser y son
do propuesto, con el nombre de ico no lo~in. Para él, todo fenó- ..:n general, no intencionales. '
meno social implica varios niveles de sentido (y ha de ser, por La <ffcvoluciónn iconológica consiste, pues, en considerar a con-
tanto, leído en varioo; niveles). Un gesto diario -cruzarse con al- trapelo de los análisis anteriores, que todos Jo. elemento de ia obra
guien que se levanta el sombrero, por CJcmplo- posee así varias de ane son simbolicos, en senudo amplio, es decir, que constituyen
significaciones: stmomas cul_turalc!. rc .. cladorcs del espíritu, de la esencia de una épo-
- una significación primaria o natural, escindida a su vez en ca, ~e un es11lo. o de una escuela. Se ha criticado a menudo este escn-
significación puramente factual (referencial: comprender que un ciahs~o de la :~ncepc1ón panofskiana y, más recientemente, se la ha
ser humano ha levamado un elemento de su vestuario llamado rcc_og1do mod1f1cándola para evitar las aporías de la noción de «es-
sombrero) y en significación expresiva (comprobar que el gesto pmtu de una época>• (Zeilge1st). La interpretación de la obra de arte
sea más o menos amplio, más o menos violento): hoy. pr~~ende ame todo leer esta obra hislóricamente, poniéndol~
- una significación secundaria o co11vencio11a/, consistente en en relac1011 de la manera más precisa y más verosímil posible con su
atribuir a ese gesto un valor en función de una referencia cultural contexto filosófico, ideológico, pero también material y político. Por
(levamarse el sombrero 'lólo tiene el sentido de saludo cortés en I~ qu~, de Norman Bryson a Svetlana Alpers o Daniel Arasse, Jos
cienas sociedades: por otra parte, esta convención está desapare- h1ston~dorcs d~J arte practican casi todos la iconología."
ciendo por la Lendencia recicmc de esta prenda a permanecer un- La aníl~enc1a de este enfoque fue incluso suficiente para al-
perturbablemcnte atornillada sobre la cabeza; canLar regiones de la imagen tradicionalmente muy distintas de
- una significación intrínseca o esenc1al. que es Ja de ese ges- las que Panofsky estudiaba, en particular el cinc. El mismo PA-
to referido a un individuo que lo ha efectuado y cuyo tempera- "OF'il\' (1_934) había propuesto, por otra pane, una comparación
mento. cortesía, etc., permitirá inferir. entre el eme de 1910 y el arte de la Edad Media, basada en que
La lectura de las imágenes artísticas se efectuará segun la mis- uno Y otro e5taban buscando una iconografia estable, que ayuda-
ma división: se a la comprensión. Pero fue en fecha mucho más reciente cuan-
1. El motivo primario. o natural. en otros térmanos el de la do pudieron leerse verdaderas interprelaciones de obras cinema-
denotación: la imagen repre enta a un hombre, él ríe, tiene los tográli~. que igualan en rigor y en erudición a las imerpmacione5
brazos colgando, cte. Esta idcmiíicación e:, lo que Panofsky lla- de la:, obras pictóricas (véanse en especial los análisis de Nosfero-
ma el estadio pre-iconográfico; tu de Mumau por Michcl Bouvier y Jean Louis Leutrat. y de Cen-
2. El mouvo secundario, o convencional. el que e compren- taur~s del desierto de Ford, por J .L. Leutrat, a Jos que podrían
de poniendo en relación elemenros de la reprei.enrnción con temas aílad1rse, con intenciones diferentes, muchas páginas de Da\id
o concep1oc;: «entender que una figura de hombre con un cuchillo Bor~well sobr~ Dreycr y <;>zu, o de Gérard Legrand sobre Lang).
represema a san Banolomc, que unu figura de mujer con un me- La m1erprcLac1on de las imágenes artísticas es hoy, Ja mayoría
locotón en Ja mano es una pcrsonificnción de la veracidad, que de las veces Y en todas sus regiones, una imerpreLación iconológica.
un grupo de figuras sentadas a la mesa en cierta disposición y
en ciertas actitudes rcpresema la Santa Cena, o que dos figuras
IV.2.3. La figuru
combatiendo de cierta manera represeman el Combate del Vicio
y de la Virl ud». Es el estadio iconográjico, que supone el conoci-
. I lcmos considerado esencialmente b.asta aquí el sentido de Ja
miento de los código tradicionales (y, subraya Paoofsky, inten-
imagen como algo contenido en los elementos representativos, Jos
cionales):
3. Finalmente. la significación intrínseca, que es «aprehendi-
tí Vcase, ~111 embargo, una impugnación intcrc5anre de IO$ funcJamcn10~ mi~ ·
da definiendo los principios subyacentes que revelan la actitud
mo\ tic la andadura ic:onoló¡iica (\O~pcchosa de no ser un merodo cientlfko > de
fundamemal de una nación, de un periodo, de una clase. de una no obrcner de una obra ~100 lo que .i clUi ~e apona inidalméote), en el libro de
convicción religiosa o filosófica, especificada por una personali- Jcan Wmh. L '11111111e m~di1!1-ale (1989)
LA l~IAGEN
268 !!L PAPEi 01 L \ IMAGE"l 269
que representan visiblemente objetos imaginarios. Pero la com- de lo más puramente visual a lo más purameme abstracto (inclui-
paración. implícita pero obligatoria, con el lenguaje verbal, a la da-.. en el caso de Vcrnet, figuras que afeccan al dispositivo cine-
que hemos sido Ue\ados. sugiere que debe existir también en la matográltco mismo).
imagen un segundo nhel de significación, correspondiente a lo As1, en la ma}'oría de los casos. es Ja figura una i·ez rea/1zada
que se llama, en lo:. enunciados verbales, un ·emido figurado. la que se pone en evidencia, y no su «figuralidad», el proceso
La figurn , como se sabe, en el enunciado verbal, es una confi- de gcncs1s de las figuras en la imagen. Paradójicamente todo su-
guración más o menos única, diferenciándose de la regularidad cede como si ese proceso semántico supuestamente más 1<gráfi-
del discurso en que pretende producir sentido de un modo más co», más directamente relacionado con un «pensamiento vbuah>,
original (las figuras se consideran a menudo tanto má:. inter~an­ no pudiera describirse sino en referencia estricta, no sólo a lo ver-
tes cuanto más nuevas o más inéditas son; por el contrario, las bal, sino a lo literario. Hay que ver sin duda en ello un signo
figuras «gastadas>), convenidas en clichés, uenden a pasar al len- de que, en nuestra tradición cultw·aJ. las obras representativas han
guaje corriente, a perder su valor de ligura}, más «gráfico». Este estado, en todos los tiempos, impregnadas por lo literario, lo fi-
último término, y el de «figura>) incluso, indican que, tradicio- losófico, lo verbal en general {no cs. evidentemente, indiferente
nalmente, se considera la figura, o más bien el principio figuraJ, a4ul que la tradición cristiana, tanto tiempo dominante, sea una
como una especie de contaminación de lo verbal por algo icóni- tradición de lo escrito, del Libro).
co. Así. los teóricos de la figura han pretendido muchas veces
fundar este principio figura! sobre' la intervención de un modo Una de las pocas tentativas para salir de las ca1egorfas litera-
de pensamiento distinto del activado por el lenguaje verbal «ordi- rias 1radicionales es la del grupo «µ», que pretende definir una
nario». Arnbeim, pero también, a veces, Francastel, han puesto retórica de la imagen fundada en categorías c~peciílcas, en pani-
el acento en la importancia, en esta materia. del 1<pensamiento cular en una distinción rigurosa entre el nivel icónico, ya investi-
visual»; LYOTARD (1970), que hace de lo figura! una pequeña má- do por sentidos predeterminados, ligados a elementos representa-
quina de guerra contra la primacía del lenguaje, ve en él el lugar dos, y el nivel plástico, constituido por elementos (formas, colores,
de la emergencia del de eo, de lo primario (en sentido freudiano); contrastes, etc.) desprovistos de sentido en si mismos, pero capa-
esta misma idea es transformada por Claudine Eyzikman, que la ces de adquirirlo por su combinación, sus permutaciones; más bre-
aplica al cine; Paul R1coeur ve en la metafora «viva» el mot0r vemente. u entrada en un ~istema. Esta tentativa, teóricamente
mismo de la poesía, una concepción recuperada a propósito del o riginal (la reencontraremos algo más adelante), no se ha , isto
cine por su discípulo Dudley Andrew (1984); ecc. de:,graciadamente acompañada de análisi concretos que habrían
No obstante, si no faltan teoricos que han considerado la fi- \Crificado y precisado su alcance.
gura como un principio significante original, que representa el sur-
gimiento permanente de nuevas formas de expresión, hay muy En gran parte, la retórica de la imagen es algo aún pendiente.
pocos trabajos analiúcos dedicados a figuras efectivamente pro-
ducidas en imágenes. Sobre todo, la mayor parte de estos traba-
jos calcan lileralmente sus definiciones de lo que enseña la retóri-
V. Billl IOCiRAH \
ca del lenguaje verbal {lo que es comprensible, dada la fuerza de
la tradición retórica), y procuran extraer mctá foras, metonimias, V. J. la analogt'a
sinécdoques, incluso litotes o cabos de énfasis, en las obras anali-
zadas. Señalemos algunas afonunadas excepciones: los análisis de Ban h~~ (Roland), <<Rhé1orique de l'imageH, en Com1111111icotio11s, n. 4,
películas efectuados por Dudley Andrew, y reunidos bajo el lltu- 1964, 40·5 l.
lo Film in tlle aura of arr (1984), por Jean-Louis LEUTRAT en su
Koléidoscope (1988), o por Marc VLRNLl en Figures de l'absen- 7. S.: 1raia de un ¡¡rupo de universitarios belgas, cspccialit.ado~ en el estudio de
la retóm:il (de lo verbal v, aqul, de lo no verbal). Al ser es1e grupo de composicion
ce (1988), análisis que intentan localizar, describir y hacer com-
•u~ablc, .rreci\cmo~ que estaba cons1iiuido. para este artkulo, por Jacqul:) Du-
prensibles figuras inédttas, situadas en todos los niveles de la obra. txl1,, Ptuhppc Dubo1~. ha.i1c1~ Edclíne, Jcan Marie Klinkenberg y Philippc Mm(luct.
270 LA IMAGE"I; l!L P \PEL DE l \ IJl.1AOLN 271

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5. El papel del arte

Como se habrá captado por los ejemplos aducidos en el curso


de los capiLUlos precedentes, esle estudio de Ja imagen se ha em-
prendido principalmente pen ando en la imagen artística. Se ha
convertido en algo perfectamente banal quejarse de que estamos
invadidos, sumergidos por las imágenes de cualquier naturalc1.a
que pueblan nucs1ro entorno, y nosotros no repetiremos e ta can-
tinela. Digamos simplemente que, desde nuestro punto de vista,
hemos privilegiado las imágenes producidas en la esfera del arte,
considerando impHcitamenle que eran más interesantes (más ori-
ginales, más intensas. más divertidas, más duraderas). Es ése un
prejuicio que deberemos justificar al menos parcialmente (véase
UJ, más abajo), pero. cJe momento, basta para hacerlo con atri-
buir a la imagen artística una virtud de inventiva claramente su-
perior a cualquier otra imagen . Si la extensión de Ja esíera anísti-
ca, sus Hmites y su definición, han cambiado enormemente desde
hace cien años e inclu'>o desde hace treima años, oo por eso deja
de seguir siendo, como mínimo, la esfera de la invención, del des-
cubrimiento, no '>iendo la mayoría de las demás imágenes sino
276 LA lMAGtN
EL PAPEi Dl'I \RTC
277
el plagio, ta repctíc1on más o menos conscienL~, la aplicació.n. Em-
Pollock, ~lark Rothko): } aún hubo que añadir un epitcto osren-
pezaremos, pues, por habla1 de algunas cu~hdades de la 1m~gen .,iblcmente aprec1ath o (<dirico»).
que van parejas a su «anic;1icidadn y, en primer lugar, de la 1ma-
El ane abs1racto no tiene. pues, sino definición negativa: es
gen «pura».
el arte de las imágen~ no represencativas (·e dice má., bien «no
figurativa.<;»), el ane de la pérdida de la representación. Como
la mayor pane de los episoclios anisticos, éste ha sido hoy am-
l. LA L\lAGtN ABSTRA<. l \
pliamente recuperado, banalizado por diversas an~ aplicadas (te-
jido, decoración. ambientación). Conserva, sin embargo, en el gran
J./. lmafl,en e imagen
publico, una imagen de extrañeza algo sulfurosa, como 1oda pro-
ducción que está o ha estado fuenemente ligada a prácucas van-
J.1.1. La querella del arte abMrncto guardistas.

Hemos insistido, hasta aquí, en que la imagen s: dcfin~a co~~


un objeto producido por la mano humana, en un cierto ~pos1l~­
1.1.2. His toricidad de la representación
vo, y siempre para transmitir a su espectador, de forma simboli-
zada. un discurso sobre el mundo real. En pocas palabr~s, hemos
La primera consecuencia que se puede exLraer de la ararición
querido considerar 1oda imagen como una r~pres:mac1ón de la
del ane abstracto es de orden histórico, y hace por 01 raparte mu-
realidad, 0 de un aspecto de la realidad, y sena fácil hacer obser-
cho tiempo que se concluyó que, si la representación podía ~er
var aquí que eso no es absolu1amcme cohercn_te con el ~es~o, afir-
evacuada de las imágenes anisticas, significa que no estaba esen-
mado hace un instante, de privilegiar las tmage~es .arusucas ..En
cialmente, «omológicamcnte» incluida en la imagen en general,
efecto, las imágenes que transmiten una referencia directa, de upo
sino que se había asociado a ella por una evolución histórica de-
documenLal, al mundo visual se encuentran sobre todo, hoy, ~n
terminada. Incluso para autore poco interesados por el ane abs-
esferas distimai. de Ja del arte :t todo el mundo sabe que la mas
tracto, o que aún lo rechazan, éste tiene al menos una uulidad,
visible de las transformaciones que han afectado al arte de .las
la de obligar a interrogarse más radicalmente sobre las razones
imagenes en el siglo ' ' es la imención de lo que se denommó
del ane no abMracto, del ane representativo (si es posible y acep-
muy pronto abstracción. .
1able un ane abs rracro, ¿porqué se ha trabajado tan obstinada-
¿Qué es la abstracció11? Desde hace mucho u~mpo, la palabra
mente para desarrollar un ane representativo?). Así, es a pamr
designa un alcjamiemo de Ja realidad: Una relación ab tracta con
del iglo x' cuando los historiadores del arte empezaron a preo-
el mundo es lo contrario de una relación concreta y, m_u} pronto.
cuparse por explicar el nacimiento del Arce por necesidades psi-
esta ausencia de concreción llega a significar ta. pérd1da de una
coló!!icas disLimas de la imitación o del ritual religioso, anadicn-
referencia directa, una pérdida cxperimemada s1empr~ co~o la-
do principalmente una necesidad de expresión, sobre Ja cual
mentable, según atestigua el valor claramente d:spect1vo ligado
volveremos en ll y cuya idea aparece en el cambio del siglo con
a la palabra desde el período clásico {ser abstratt, en el ~r.ancés
la Ei11fuhlu11g (véase capitulo 2, 111.2.2). Paralelamente, el :me
del siglo -xv 11 , era ser incomprensible a fuerza de abs1 racc1on: lo
abstracto ha llevado a Lomar una conciencia más aguda de la re-
abstracto es siempre demasiado absrracro). En lo referente al arte
la1iva auLonomia de las formas arrisLicas (Gombrich: «Los cua-
pictórico, fueron, puc.), los advc1:sarios de.I a~e abslrac10 los q~c
dros se nutren de cuadros»), al mismo liempo que de la fuerza
to bautizaron así, para cst igmal 11ar la p~rd!da ~e lo que habm
ins1itucional de lo que se llama el ane. Si algunos artistas, a con-
sido erigido en valor universal, eterno e 1.nd1scuL1ble, a saber, la
tracorriente de las ideas dominantes, pudieron inventar el arte abs-
referencia al mundo visual, la representación: Solamente despucs
1rac10, es que existe ciertamente un lugar (un ambiente, una insti-
de la guerra -al cabo. pues, de varios decenios d«: arle «abstrac-
tución, productores de sus propios valores ideológicos) en Jos que
to»- la palabra pudo ser utilizada sin connota~1ones peyorau- esLa invención ha podido ser legiúmada.
vas, por ejemplo a propó~ito de lo~ «abstractos hncos)) (Jackson
Desde ese momento, la representación no podía ya aparecer
278 LA IM.\GEN EL PAP(l Df 1 •\Rlc
279
como el valor absoluto en que lo había convenido la Academia nomía absolura en relación con la realidad visible. Pero esta mis-
y cenia obligatoriamente que referirse a la existencia de esta his~o­ ma idea circula incluso entre autores no especializados en la ima-
ria y de esta insútución. Se ha afirmad~ much'.15 vece~ que la in- gen abstracta aunque ampliamcnce influidos por ella.
vención de la focografta v, despuc~. del eme habia. en eteno modo, Cilemos aqui una vez más el caso de Pierre Francastel, que de-
canalizado drenado la necesidad de imitacion que es siempre la dica Lodo el primer capítulo de su obra la Figure et le /1eu ( 1967)
raíz de la ~ctividad artística, y la hab1a evacuado as1 de la pintu- a demostrar que la obra figurativa no es equi\'alente a su 1raduc-
ra la cual podía desde entonces arriesgarse en la aventura de la c.:10n en lenguaje verbal. que los elementos de la repre:>entación de-
abstracción. Se encuentra esta idea, con diversas variantes, en Ja rivan en ella de un sistema original, «que nada debe a la lingüisti-
mayoría de los autores que hemos citado anteriormente a propó- ca», que. en conjunto, las anes descmpe~an. en la sociedad, un
sito de la fotografía, de André Bazin (recogiendo tesis de André papel específico, paralelo al de los demás lenguajes, y que, por con-
l\lalrau>.) a E. H . Gombrich, y está lejos, además, de ser absu~da. siguiente, en el análisis de obras antiguas, que «eran acaso oscuras
Las reacciones de lo~ pinlores ante la invención del daguerro11po, para sus mismos contemporáneos» no hay que dejarse engafiar por
desde la fascinación a la repugnancia atectada, atestiguan bien una sobreestimación de Ja intención representativa.
lo que percibieron inmedíatamenle como un peLigroso com~eti­ Estas tesis son a veces excesivas. como si el descubrimiento,
dor en el terreno de Ja imi1ación. que era hasla entonces patrimo- con ~I arte abstra~to, de valores intrínsecos a la imagen «pura»,
nio suyo. Hasta cierto punto, e lógico, pues. pensar que, p_ara unplicasc la negación de que la imagen posee también valores «cx-
poder definirse aún como arte, la pintura tuviera que diferenciar- uinsccos», Y que éstos fueron preponderantes durame mucho tiem-
se claramente de una práctica, la fotografía, a la que se negaba po. Retenemos ~obre todo Ja idea, que vamos a desarrollar, de que
la categoría de arte. Si no era en modo algun~ obligatorio que la imagen tuvo, en efecto, una vida propia a la cual, sin duda, lo~
esta voluntad de diíercnciación fuese en el sentido de la abstrac- artistas fueron más sensibles que ouos, ames incluso de que se afir-
ción, al menos institucionalmcmc era inevitable. mase teóricamente, aunque sólo fuese a través de los «trucos» de
oficio y de las prácticas de taller (hay más relaciones entre los es-
critos técnico-teóricos de Leonardo da Vinci, de Paul Klee, de An-
1.1.3. La imagen «pura» dré Lhote, que entre sus prácLicas respectivas de la pintura).
La imagen representativa fue siempre también una imagen abs-
La imagen representativa. tal como la hem~s co~derado en tracta.
los cuairo primeros capítulos, se define por su mtenc1ón refe!en-
cial: designa. muestra la realidad. Al mismo tiempo: profie~e siem-
pre un discurso. al menos implícito. sobre _e ta reahdad (v~ase ca- 1.2. Los valores plasticos
pítulo 4, JV). fata referencia e~ la que, ev1dentemcnt~, la 1mage_n
abstracta pone de nuevo en tela de juicio. Fue tam~1én .ª partir 1.2.1. Plti. lica e icónica
de la difusión socialmente atestiguada de un arte pictórico abs-
tracLo cuando se hizo posible, o al menos tentador, elaborar teo- a) Las artes plasticas: aJ mismo tiempo que se desarrollaba
rías de la imagen que minimizaran la relación entre la imagen. la preocupación por una imagen «pura», separada de su referen-
incluso represcntaliva, y La realidad. cia a la realidad, apareció la noción de plasticidad de es La ima-
Ha habido, pues -inliniLrunente menos espeeta:ular qu~ '·ª gen. En su uso corrieme, cxt raan1stico, esta noción sígnifica la
querella del arte abstracto, que estuvo en buena medida ~ed1au­ ílexibilidacl, la variabilidad, la «modelabilidad», podría decirse.
zada, pero fue estrictamente paralela a ella- , una polémica Le~­ La imagen será, pues, concebida como plástica si es modelable
rica, centrada en el sra111s de la imagen en relación con la reali- de manera ílexible, según un modelo siempre implicito del ane
dad. Citaremos algo más adelame a unos autores que tomaron más plástico que existe, la escuhura (en panicular. e e estadio de
posicione extremas, incluso excesivas. sobre ~ste Lema, para de- la escultura que pugna con un esbozo de arcilla, en modelación
fender e ilu ·trar la idea de una «pureza» de la imagen, de su auto- incesante).
280 LA IMAGE' t:L P \l'll DEI ARTE 281

Muy pronto, la idea primera de la flexibilidad se perdió un


poco en beneficio de un segundo senúdo que el u o tendió a con-
fundir con la idea de ab tracción. En efecto, la plascic1dnd de la
imagen, digamos, pictórica (el ca o de la imagen fotográfica es
bascame diferente en este punto), depende de la posibilidad de
man1pulacíoncs olrecida por la materia de la que se extrae y, si
el arte de la pintura ha podido ser considerado como un arte plás-
tico (comparado con el del escultor modelando su masa de arci-
lla), es en primer lugar pensando en los gestos del pintor que cx-
uende la pasta sobre la tela, la bosqueja, la trabaja con diversos
instrumentos} en último recurso con sus manos. Pero innegable-
mente, d tipo de imagen en el cual ese trabajo es más evidente,
má~ sensible en el cuadro terminado, es la imagen abstracta. o,
retrospectivamente, las imagcnes pictóricas en las cuales se ha-
bian trabajado Jos valores de la imagen absLracta, del color a la
pincelada (la plasucidad de los cuadros de Velázquez. de Goya
o de Dclucroix, aparecerá así más evidente que la de los cuadros
de Durero o de logres).
1loy se habla corrientemente de las «artes plá!>tica~» para en-
globar todas las artes de la imagen no fotográfica. las artes de
la imagen «hecha a mano». El eco de la metáfora del escultor
resuena aún, débilmente, en e le u o. pero la locucion se ha en -
1ali1.ado, remite a una di' isión institucional (pues las ane lrad1-
cionalc de la ima~en se «defienden» comra la imagen fotografi-
ca, desvalorizada por razón de su automalismo) más que a una
significación absoluLa.

El caso de la imagen fotografica o videografica es complejo


} su Lratamicmo ha sido variable según las intenciones. Se les nie-
ga en general el status de anes plásticas, es decir, en el fondo,
d starns de nne a sccac;, y ha sido desde luego en el cerreno de
la anisucidad donde han tenido lugar las principales batalla~.
As1, una de las pocas tentativas para hacer del cine un arte
plás1ico, la de Elíc Fft.UIU: ( 1922), se funda en una oposición en-
tre lo que es el eme, a saber, el cinemimo, el cinc dramatizado,
somelido a la narratividad, ciertamente interesante en sus mejo-
res exponen1es (Faure cita a Chaplin como ejemplo), pero esen-
cialmente limitado, y lo que podría (¿deben'a?) ser, la cineplásti-
ca, fundada en el juego más o menos libre de formas visuales,
que <;e supone e~1án intrínsecamente más próximas al Arte: «El
cinc e<; ante todo plástica: representa, de algún modo, una arqui-
l a i< cineplá\I ica.. : fo1ogruma~ de l '011111irl·~u1 1936 (Bus by BerkelC}. 19~5) > ú&:
Fausro (Mumau , 19:?6). tectura en mo' imiemo que debe estar en acuerdo coni;tante, en
282 LA ll\lt\úl::l'. C: L P\PEt DI l \Rll:: 283
equilibrio dinámico continuado con el medio y los pai.sajes en los rápido } los ejemploc, de aplicacion que da no son necesariamente
que se eleva y e derrumba». El mismo accmo se percibe en algu- muy comincenrcs. Decir por ejemplo que el significado plastico
nos arúculos, generalmente escrilo por anistas pláslicos, t~lc de denotacion de un circulo es el concepto de circularidad es exacto
como el breve ensayo de rernand Léger ~obre el valor plásuco (a pe ·ar de la tautología). decir que su significado plástico de con-
de Lo medo de Abel Gance, declarando: «El adverumiento de esta notación es «el electo de sentido/ perfección formal o Apeles» es
película es tanto má interesante cuanto que va a de~e~ina~ un en cambio bastante arbitrano: el nombre del pintor griego Ape-
lugar en el orden plástico para un ane que. hasla aqu1, sigue sien- les. de quien casi nada se sabe. y que fue en efecto el emblema
do, salvo matices. descriptivo, sentimental y documental». La lle- de la perfección lormal hasta el siglo .xrx, no es1á hoy asociado
gada del sonoro, por supueslo, iba a relegar a un segundo plano inmediatamente con el circulo como figura perfecta. Del mi mo
estas preocupaciones, en beneficio justamente de la dramaticidad. modo, atribuir al color amarillo un significado de denotación / gal-
bintcidad/ (neologismo que significa «el hecho de ser amarillo»)
b) Lo plástico en lo imagen: así, aunque esté muy extendida, es trivial; darle como significado de connotación el / calort remi-
la expresión «artes plásticas» no dice gran cosa aparte de lo que te a una tipolog1a mal fundada (véase más abajo).
ya decía la noción de «arte de la imagen». Cuando se quiso refle- Retendremos. pues, sobre todo, el principio de este artículo,
xionar sobre la imagen a partir de la imagen abstracca, hubo, pues, en particular la proposición de dos «dimensiones» del signo plás-
que empezar por definir leóricameme ese campo de lo plástico 1ico, su graduolidad y su maumalidad, que permiten dar de él
en la imagen. inreresames tipologías. La primera noción, la de graduación, es
Esa empresa fue, durante mucho tiempo, patrimonio de los importante, puesto que apunta a paliar una de las dificultades
docentes de las escuelas de arte (casi siempre pintores). No es sor- mayores de la teoría de lo plástico, el hecho de que no tiene que
prendente así que las primeras obras teóricas dedicadas a la ima- ver con .,istemas compuesto!) de elememos discretos. discontinuos,
gen abstracta, y en general a los valores plásticos, fueran _e ditadas sino con un co1111111111111, con elementos que varian progresivamenre,
por la Bauhaus. esa gran escuela interanísuca que reuntó, ~n la tlc manera gradual: no puede hacerse un catálogo de todas las
Alemania de los años veinte. a una buena pane de los mejores clases de uul, pero ((pueden graduarse los matices de azul en una
artistas de vanguardia en pintura. en escultura y en arquitectura. obra dada v atribuirles valor~ el uno en relación con el otro»
Diremos algo más tarde unas palabras. en especial, sobre los tex- (otro tanto podría decirse, por ejemplo, de la escala de tamaño
tos de Paul Klee y de Wassily Kandinsky. que son apasionantes de planos en el cine o en fotografía). En cuanto a la segunda,
y marcaron época. permite distinguir las obras que solo rienen una materia de e\pre-
Sin embargo, estas obras cscrirns por pintores no se presen- 'ion (las fotografías no retocadas, por CJemplo) de la que tienen
tan, en general, como construcciones verdadcrame1~te tcóric~: P?r- 'arias (los collag~. entre otrac;). Se espera, pues, con interés. la
que cada uno de los sistemas propuesto" es arnpllan;eme 1cti?su1- continuación. en curso, de este trabajo.
crásico y clificilmeme extensible más allá de la prac11ca propia de
su aulor. Aún hoy, aparte de estas obras. sólo hay muy escasos
enfoques racionales e inlencionalmeme universales de la dimen- 1.2.2. Ln «Arn mtilica» plástica
sión plástica de la imagen. En su ya cnado aniculo de 1979 (véase
capítulo 4, IV.2.3), el grupoµ verifica que «en la medida en que A falta, pues, de poder apoyarnos en teorías constituidas de
ha intentado conslituirse hasla ahora una semiótica de las imáge- la dimensión plástica de la imagen. recordaremos rápidamente su
nes. ésta no es. de hecho, sino una semiótica 1cónica», por lo cual enfoque más empírico. que ha sido el de los prácticos:
los autores entienden una semiótica de la imagen como m1ínesis. a) los elementos: de los tratados pedagógicos de la Bauhaus,
Los autores siguen proponiendo definir. en la imagen, signos de algunos otros redactados posteriormente, puede sacarse una
icónicos y signos plásticos. poseyendo éstos, como todo signo, lisia implícita de elementos que serian los de toda plástica:
un plano de la expresión y un plano del contenido } transmitien- - la superficie de la imagen y las graduacione:, del desglose
do significados de denotación y de connotación. El articulo es de esta imagen en elementos más o menos finos;
284 LA IMAGEN H P \PJ:t ULL \R rE 285

- el color, dado también segun el modo de una gama conli- estructura dividua! y e'>Lntctura individual); y el de la organicidad
nua {cuyo paradigma es el arco iris); de la forma, tema clásico del origen natural de las formas artísti-
- la gama de los 1•olores (negro/ diferemes maLices de ca-. (la planta, el organismo humano -por ejemplo su aparato
gris/ blanco). circulatorio- se toman como modelos estructurales «en profun-
Esla lisla, como se ve, es breve y coincide, de manera llamali- didad)> de la imagen artística, de una manera que no habría de-
va, con la de los elementos de la percepción visual: luminosidad. sautorizado l conardo)
color, bordes. e) I a esrn1cwrac1011: la reflexión sobre el campo de lo plásti-
b) Las estrucwras: el trabajo del artista plástico consiste en co Lleva, finalmeme, a aislar el momento del trabajo sobre los
fabricar, a partir de estos elememos simple'>, formas más comple- elementos para fabricar una cstruclura, el momento de la estruc-
jas, combinando, componiendo los di\ersos elemento~. Así. KAN- turación activa de la materia. Varios pintores, en sus escrito'>. in-
Dl"ISKY dedica un libro entero. Punto y f1i1ea sobre el plano (1926), s1s1en así sobre el papel de la mano que traza y deposita el color.
a la cuestión de la superficie. u la~ encarnaciones de este valor sobre el papel de la pincelada. No obstante. más aún aquí que
plástico fundamemal en el punto, en la línea o en umi porción en otros lugares, la reílexión sigue siendo empírica y la mayoría
de superficie, y a las relaciones mutuas entre esLas tres entidades. de las veces bastante vaga.
El ~imple examen de la relación entre el pw1lo y el plano en el En conjunLo, puede hoy albergarse el sentimiento de que el
cual aparece permite asi a Knndinsky definir las «resonancias fun- campo plástico ha sído en cieno modo catalogado, que 'IC cono-
damentales» de todo punto, a subcr, •¡u 1ensión concéntrica, su cen alguna11 de ~us categorías fundamemales, sin Lener por eso
eslabilidad (no Lcndencia espontánea al movimiento) y su Lenden- un enfoque verdaderamente teórico. La Lendencia a la «grnma1i-
cia a «incrustarse en la superficie», resonancias fundamentales que cali1ación» del enfoque empírico se ha acentuado aúp, por ejem-
se modifican por otras resonancias, dependientes de factores más plo. en escritos como los de Vasarely, sin represemar con todo
comingenres, la dimensión del punlo, su forma, su situación en un gran progreso en este cammo. Incluso una obra de síntesis,
la superficie. intencionalmente mas teonca, como la de René PA<;sc:RC>J\ (1926),
Esros análisis se multiplican a propósno de todos los casos '>i bien es 1nfini1ameme mas precisa, sigue tratando los \alores
posibles de interacción punto línea/ superficie, } quedan integra- plásticos como dependientes en gran parte de lo inefable.
dos en un gran objerivo que es el de la expresión. Lo que interesa
a Kandinsk}, en efecto. es atribuir un 'alor expre ivo a cada con-
íiguración analizada. Su te>.LO abunda en metáforas. sobre todo 1.2.3. Ln composición
la del frío y el calor. y mc1áfora.s mu~rcale . destinadas todas a
caracterizar el valor de las configurationes plásticas en el interior EsLe trabajo de estructuración que acabamo de evocar es lo
de un .sistema global, fundado a su '<e7 en una esletica panicular- que 1radic1onalmeme se designa como la compo ición de la obra.
meme idealista, que pretende para las fo11nas una vida propia, de la imagen. ~lás arriba (\.éase capíLUlo 3. 1.2) hemos asignado
una «pulsación», una «resonancia» inirm'ieca, que hay que des- la composición a las funciones del marco, en cuanto superficie
cubrir. (Este modo de desclipción y de evaluación ha ejercido una organi1ada. estructurada, y eso sigue siendo verdadero. Se trata
iníluencia notable en cierra.<; Leóricos, en especial en Amheim quien. ahora de insisl ir un poco más en la concepción tradicional de ec;1a
sin suscribir toda la filosofia de Kandinsky, sí adopta su manera est ruc1uración.
de correlacionar análisis plás1ico y análisis de la expresividad). a) Composición y geomerrla: una idea extendida y regularmen-
En la misma época se encuentra en K1 cr: una reflexión com- te reforzada por análisis de cuadros clásicos pretende que la com-
parable, en sus Esq111sses pédagogiques ( 1925). considerando las posición sea ame todo cosa de distribución, geométricamente ar-
relaciones de la linea con la superficie en términos de actividad/pa- moniosa, de la 'iuperficie de la tela (o, más en general, de la
o;ividad de la una y de la otra, por ejemplo en forma de «vertical superficie pimada, de lo que se Llama en francés sub)ectile). l a
en marcha». El texto de Klee, ma'> 'iucinto. aborda además do~ compoc;1ción <1eria un arte de la!> proporciones o, para recoger el
temas imponames: el <lcl <ffilmo» visual (con la oposición entre titulo de un libro del pintor >' escultor \.fatila Ghyka, habría una
286 LA 1\1 \CJEN 1!1 PAPEL. Lll:L AR r E: 287
Esthétique des proportions dans la nature et dans les arts (J927). b) Compos1cio11 y plastica: Ja idea de una geometría de la com-
Esla idea ha susc1Lado, desde principios de siglo. innumerables pos1c1ón parece rela1ivamente reciente, pues los 1ra1ados acadé-
aniculos y obras; pueden cncomrar e, entre otros. docenas de aná- micos del siglo '\t\. enseñaban más bien que ésta dependla. direc.-
lisis más o menos dcmoMrativo . destinados a probar que tal o tamcme, de Ja ma1ena pláStica del cuadro o. inclm;o, de su materia
cual cuadro está cons1ruido ~egtin proporciones geométricas sim- 1cOmca. El arte de componer se entendió durante mucho tiempo
ples, >algunos han llegado incluso a dar modelos de alcance «uni- como el ane de disponer adecuadamente la<o figuras del cuadro
versal» de desglose del rectángulo del marco según proporciones (personajes, obJetos, decorados). y sólo a medida que Ja pintura
«armoniosas». se alejaba de la imi1ación, quedó incluida Ja disposición de los
En cs1e espíri1u hay que mencionar al menos Loda la literaLura elcmemos plásticos, valores, colores, lineas y superficies. füta do-
producida a propósito de lo que se llama la sección áurea. rela- ble concepción es la que se encuentra clas1camente, Lan10 en los
ción entre dos dimensiones en la cual «una es a la otra como ésta recorridos históricos de Passeron como en los anális1c; de cuadros
es a la suma de las dos» (en término'> matemáticos: a/ b = de Arnhcim; no es indiferente observar aquí que uno y otro, por
b/ (a + b), lo que da una relación, íácilmentc verificable, de J .618, otra parie admirables analis1as, conceden, en la obra visual, un
llamado «número áureo», en1 re lo'> lados). La sencillez de la ecua- valor en si al ámbito plastico que, para ellos, deriva de una apre-
ción que define esta relación, cierta:, llamativas propiedades ma- hensión directa por pane del «pensamiento sensorial>>. Hemos di-
temáticas derivadas de ella, moti\ aron la atención dedicada al nú- cho más arriba que era dudosa la existencia real de este modo
mero áureo desde las especulaciones del Renacimien10 (fue un de pensamie1110: hay que ver acaso en él, simplemente, el indicio
matemático, Fibonacci, el primero que puso en evidencia esas par- de una sensibilidad panicular, reforzada además por el ejercicio
ticularidades matemá1icas y, en especial, que el número áureo es de unos valores plásticos que pueden parecer más «inmediatamen-
el limite de la ~cric llamada «armónica»). Es probable que estas te» '1suales que otros.
espcculacione<. fueran conocidas por ciertos pímorcs - el Rena- e) /11/erartisticidad de la nocidn de composíctón: en cuanto or-
cimiento en general no dcsdcl)aba el virtuosismo geometrico- pero ganización visible de la maLeria plástica de la imagen, Ja composi-
no es menos probable que la búsqueda desenfrenada de «Seccio- ción puede estar actuando en toda imagen. La cxtcns10n más no-
nes aureas» en la composición de todos lo. cuadros ·ea, al me- table de la noción e.s. evidentemente, la que la aphca a la imagen
nos, incongruente. Es, pues, en referencia a un mito como hay automá1ica, en primer lugar a la fotografía. liemos insisudo sufi-
que comprender las alusiones a la 'iección áurea en teóricos saga- cicmemente sobre la naturaleza de huella de cs1a úluma como para
ces, de Eiscnstem a Jcan \füry que haya quedado claro que lo que en ella llamó la atención en
Coincidiremos en e:;te punto con la posición de Passcron. que primer lugar, fue Ja ausencia de mrencionalidad: el «ojo <le bucyn
ve en la sección áurea una proporción ciertamente imeresante por- de la foto no hace más que grabar tal cual lo que está ante el
que es «atraída en sentidos diferentC.'> por dos formas fuertes [... ] objetivo
el cuadrado y el rec1ángulo prolongado)>, pero para quien «debe La composición, en fotografía, se refugió, pues. durante mu-
ser suficicnlementc deformada, interpretada, para no quedar nunca cho ucmpo, ame el objetivo, adquiriendo el sentido clásico <le
fijada del todo en una aburrida perfección». Más ampliamente: la palabra, el de una escenificación. Un retratista tan discreto como
no debe. sobre todo, sobrecstimarse esta «geometría secreta de Nadar, no omttc, sin embargo, disponer su modelo <le unu mane-
los pintores» de la que tanto caso se ha hecho. La multiplicación ra cxprcc;iva, colocarlo a veces en un decorado, al que 01roll, de
de las construcciones geométricas en un cuadro ha podido, en cier- Disdéri a Rejlander, darán aún más imponancia. Hubo que espe-
tos casos, pocos por otra palle, servir de «arquitectura» prepara- rar al episodio conocido con el nombre de pic1orialismo, n fi11alc~
toria, pero, en la mayor parte de los casos, sólo las proporciones de '>iglo, para que la fotografía -por el cauce contra natura de
más masivas son percibidas por el espec1ador, y muy escasas telas una copia de la pincelada pictórica- afirmase su vocac1on de com-
revelan, en un anáhsís detenido, una estructura geométrica a la poner, también ella, elementos plásticos. Se encuentra ahi, e.Je he-
vez compleja y regular. En resumen, las matemáticas no son sino cho, lo que con 1i1uy6 el nudo de internunables discusiones alre-
las muletas de la compos1c1on. dedor de la definición de la fotografía y del anc fo1ogrM1co:
288 LA IMAGEN
I!I PAP(I DI 1 ARTE 289

¿es la foto una huella, o más bieo es una formalización? Aunque,


desde hace mucho tiempo, hayan respondido implícitamente los
focógrafos que era la formalización de una huella, y que en esta
paradoja re~1dia la esencia de su ane, el debate resurge consLanlc-
memc, incluso en el terreno teórico.
La cue taón es aún más compleja en lo referemc a la imagen
automá1ica mó\il, cine o video. A la composición en sen11do plás-
tico se al1aden, en efecto, las resonancias musicaJt.>s de la palabra,
que permiten percibir que la organización temporal de una pclt-
cula puede calcularse en función de cienas regularidades, de cier-
tos rilmos. Ese pudo, en efecto, ser el caso de cicnas películas,
singularmente en el interior del (mal) llamado «cine experimen-
tal», y que constiiuye, de entre todas las instituciones cinemato-
gráficas. la que más deliberadnmeme se acerca a la institución
«artes plásticas» (hasta el punto de presentarse hoy en los mis-
mos lugares, esencialmente el museo de ane moderno). El Op11s
1 de WaJter Ruttman11, la Diago11alsy111pho11ieu de Viking Egge-
ling, las peliculas de l lans Richcer, pero también ciertas obras del
1111dergro11nd americano de los al1os cincuenta y sesenta, y por
supues10 una gran pane del cine llamado «estructural», se basan
en cálculos de duración a veces exlremadameme precisos, foto-
grama más o menos, que son perfectamente asimilables a una com-
posición.
l lay que recordar, '>in embargo, que, si el ojo, :.obre todo el
ojo eJercnado del profesional o del crítico, es susccp1ible de per-
cibir una composición plástica en el espacio, es en cambio casi
incapaz, «por conMrucción», de percibir relaciones 1emporalcs
(veasc capirulo I, l.3 y capítulo 3, Il.l). como han dicho clara-
mente gran numero de teóricos del cine, desde Eiscnstein, una
vez más (ridiculizando el «momaje métrico» ya en 1929), a Jean
\1111 R', que dedicó a esia cuestión u110 de los capilulos má. con-
' inccntes de su Estética y psicología del cine (1963 y 1965). Así
que la noción de ritmo, más aún que la de composición, es de
aplicación incómoda en el cinc, metafórica en el mejor de los ca-
sos y completamente fuera de lugar en el peor.

1 Véase por ejemplo la obra de Jean-Marie Floch. Les Formes dt' l'empre1111e
(1986). dcd1cnda a una delinit:ión de la fotografía como compo~ición > con la
intención, mu) polémica, de oroner e a la corriente tt:órica de la que hemo~ ha
Coml'O,ición en la ima~cn fotográfica Ralrh Ciibson. Cerdena, 1980. blndo varias vece~ v que la define o;obre todo como huella.
El PAPEL Dl l AR l l! 291
290

sar que la idea de que puedan exisúr encuentros «inmediatos»,


1.3. Imagen y presencia «espontáneos» con lo visible, que preexistan de algún modo a la
mirada, es un mito.
J.3.1. Inmediatez de lo vi lble Este mito, in embargo, úene sus títulos de nobleza y no podría
negárscle cierta eficacia. Se encuentran \ariantes de él en toda una
La aparición de una pintura abstracta llevó, como hemos di- corriente filosofico crilica, emanada del existencialismo, y para la
cho, a pensar el ane pictórico en general como menos ligado a cual nuestra relación con el mundo visual puede también insutuirse
segun el modo de la inmediatez. Uno de los amores más influyentes
la representación de lo que lo había escado durante siglos. Este
nuevo enfoque ha mmado, bastante a menudo, la forma de valo- es aquí Maurice Merleau-Pomy, quien. a propósito en especial de
ración de una presencia, concebida como real, actual, efectiva, la pim ura de Cézanne, ha evocado el aspecto «pasivo» de la síntesis
y no como un <;ustiLuto representativo, imaginario, vinual. Esta perceptiva, un modo de relación con lo visible que consiste en acep-
tar la «donación» sin pretender reducirla a una organización geo-
idea sólo es, en el fondo, una prolongación de lo que acabamos
métrica conceptuali1.able. Para Merleau-Pomy, Cézanne represen-
de exponer: cada ve1. más sensibles a lo valores. propios de 1~
materia pictórica y de su organización plástica, pintores Y teóri- ta un momento capital en la historia de la pintura occidental porque
sustituye una visión en primera persona, implicada por la perspec-
cos han llegado a ver, en esta materia plásticamente elaborada,
tiva, por una visión impersonal, la del mundo «tal como es antes de
la única realidad de la pintura, quedando entonces relegada la
ser mirado». Cézanee «hace pasar la pintura del Yo al Se».
representación al rango de subproducto, considerado a veces como
radicalmente indeseable. También se encuemra este tema en Jean-Fran~ois LYOTARD
(1970), que prosigue este movimiento y busca en Ja pintura, no
Quizá la exposición más espectacularmente polémica de este
sólo la aparición impersonal de un Se, sino la más radicalmente
enfoque se haya dado en una serie de ensayos escalonados entre
J920 y 1960, escritos por el critico Georg.es Duthuit. Para Dut- impersonal del EJJo (en el sentido freudiano). del espacio del de-
huit lo condenable es todo el arte representativo emanado del eo. Se encuentra de nuevo en Henri Maldiney, para quien, a causa
Ren~cimiento italiano -es decir todo el anc occidental hasta el de «demasiada perspectiva», el mundo real se ha vuelto demasia-
impresionismo-, como algo que somete a una absrrac:cion ina- do claro, demasiado fotográfico, haciendo enigmático el SUJeto
de la pintura; para Maldiney igualmente, el hombre moderno ca-
ceptable por inhumana, la de la geometría, todo encuentro hu-
mano con lo visible. El argumento es repetido a menudo por los rece de ensaciones porque queda aplastado bajo las percepcio-
nes. y la tarea de la pintura, desempeñada anee todo por la pintu-
defensores del arte abstracto: la abstracción, dicen en sustancia,
no está donde se cree, el arte «abstracto>> es de hecho mucho más ra abstracta, e la de restablecer ese contacto indecible con la
realidad, que no pasa por la sin1bolizacion intelectual.
concreto, puesto que trabaja una materia más directa, más inr~te­
diatamente tangible, mientras que el arte representativo canónico
sólo puede existir en virtud de convenciones intelectuales. mate-
1.3.2. Ln vida de las fo rmas
máticas en último extremo y. por tanto, nos aleja del verdadero
camino, el de los encuemros espontáneos con el mundo.
La ideología que impregna los texros de Duthuil puede pare- Otro avatar de la ideología de la presencia consiste en sentir,
cer ingenua, pues el pintor, para él, trabaja guiado sólo por i;u en la obra de arte, no ya la presencia directa del mundo visible,
imuición. sus sensaciones inmcdiatai., pero también su gusto, su sino la de la Forma. La forma, ya lo hemos dicho. es una abs-
generosidad, su amor a la vida, y son esos valores los que el es- tracción que hemos identificado precedentemente (véase capítulo
pectador recibirá de la obra. «He aq ui w1a pintura ~dice del ar t.e
1, 11 1.2) con la estructura de los elementos visuales que compo-
renacentista- que a partir de fragmentos de percepción reconstJ- nen un objeto visible. Pero puede llegarse aún más lejos en la
tuye la apariencia, cuando lo rmponante es dar vida». Ya hemos abstracción y definir la forma como un principio aún más general
insisúdo demasiado (véanse los capítulos 1 y 2) en la verdadera que ya no tenga necesariamente que ver con los objetos, smo sólo
con la apariencia visible de la obra de arte.
imclecLUalización que es la percepción visual, como para no peo-
292 L \ IM\OEN 1 1 f> \Pl:L l>rl \K 11:
293
Esia tentación. cvidcn1cmente acentuada por la evolución de da, de ver en la fotografía, o má'i aún en el cine, una presencia
Ja pintura, no se encuentra solamente en loe; teóricos del arte abs- sobrenatural que sobrepasa la reprcsemación al tiempo que se fun-
tracto El título Vie des formes, con 'u metáfora evocadora, esta da en ella. Se reconoce aquí el tema de la presencia divina. en
tomado de un estela e historiador del arte mu} clásico, Henri Fo- e:.pcc1al, que inc;piró a varios imponantes crnico de cine de An-
CILLON. e pecialista en la Edad Media. En su obra, aparecida en
dre ~ULin a Amédée Ayfre }' Henri Agel. Pero, desde u~ punto
1943. Focillon «per onaliza» la forma, para leer sus encarn~cio­ de '1s1a menos metafísico. tambien se reconoce el tema, frecuen-
nes en la materia pictórica, pero también en el e:.pacio y el uem- te, del poder de presemificación de Ja fotografía, ligado a la foto-
po. La forma, dice, «tiene un sentido, pero que es todo suyo. gcnia (\'éase más abajo, 111.3).
un valor personal y parucular que no hay que confundir con los El d1sposi1ivo fotográfico y el dispositivo cinema1ográf1co, por
atnbutos que se le imponen. Tiene una significación y recibe acep- construcción, están hechos para delegar una efigie de la realidad.
ciones. ( ... ) [Tiene] una cualidad fis1ognomica que puede presen- Querer sentir en ellos una presencia actual -aunque, a menudo,
tar vivas semejanzas con las de la naturaleza, pero que no se con- esto vaya acompailado de importantes in1uiciones criticas no
funde con ella». puede, pues, depender sino del piadoso deseo. del fan1asma, 0
Esta idea se encuentra, con diversas formulaciones, en mu- de la convención. A pesar de sus poderes. entre otros el de ense-
chos críticos o artistas prác1icos, sensibles a la «vida» de las for- ñar a ver mejor, ni el cinc ni la fotografía reve/(111 nada del mun-
mas a lo largo de la historia del arte, como Focillon, o a la vida do en el scncido literal y esotérico de la palabra.
de las formas lúe et 111111c, en el espacio del lienzo. El liell/.o es
una superficie viva, animada de una vida propia, la de las formas
y los valores plásticos. Ese es el fondo de la enseñanza de Kan- 11. lA 11\1>\Cil'' f'\l'IU:SIVA
dinsky, que tuvo el mérito de explicitar sin temor los presupues-
tos filosóficos, eminentemente idealistas, de tal tesis. Pero ése es 11 1. L(J cuestion de la expresión
también eJ sentido de innumerables declaraciones de pintores de
la primera nULad del siglo, de ~tatis'>e, de losfauves, de los «abs- La imagen abstracta. «pura», ha replanteado, pues, mas cru-
tractos)) como Manessicr o Estcve, e1c. La imagen, o la presencia damente, una cuc:.Lión antjgua, pero que \e hab1a olvidado con
de las formas vivas. frecuencia a propósito de la imagen figurativa: la cucst1on de Ja
e'pre Ión . Pocas palabras del vocabulario crítico han dado lugar
a tanias aproximaciones, a 1an1os malentendidos como Ja palabra
1.3.3. Repre ·entación l pre.,cncia «e:\presión». tanto mas, precisamente, cuanto que su empleo se
ha hecho más frecuente desde hace un siglo. La ctimolog1a mdica
Finalmente, Ja idea de la presencia e ha manifes1ado también, claramente que se 1rata de «presionar», de forzar a algo a salir,
desde otra perspecliva, a propósito de la imagen fotográfica (en como se exprime el zumo de una naranja, pero todo el problema
un sentido, pues, a priori, opuesto al primero). Se considera que
ésta. lo hemos repelido varias veces, lleva consigo un rastro de
e' ~aber qué es ese «algo», de dónde sale y a dónde "ª·
Empc.ta-
rcmos, puc~. por u atar esta cuestión como una verdadera pre-
reaJjdad. y varios críticos han prolongado esta idea, llegando a gunta: ¡,que es la expresión?
suponer que podía 1ransponar consigo un 1ro10, no sólo de la
reaJjdad, sino de lo real mismo.
Esta idea sigue siendo a menudo muy difusa, inacabada. y ha- 11 . J. l. Definicio nes
blar de presencia de un actor (o a veces de un decorado) en una
pclicula no compromete a grnn cosa, sino a reconocer ~n ella la Son numerosas las teorías de la expresión, pero, excepto pun-
existencia de un efecto expresivo importante puesto en pnmer pla- 1os de vic;1a leóricos y críticos recientes que pretenden abarcar to-
no, de un efecto de presencia. Más interesante, a pesar de sus talmente la noción. son todas parciales, a la vez porque. ponen
presupuestos pamcularcs, es la tencativa, muchas veces rcnovu- el acemo, más o menos exclusivamente, en un aspecto de la no-
294 LA IM'\vl::N
r.:t PAPH 111 t ARIE
295
c1ón de cxprcsion y porque re ponden implícitamente a una, y
sólo a una, de la~ dos preguntas esenciales, la preguma del qué profundo: al menos porenciaJ. Combinada con una preocupación
y la pregunta del cómo. ¿Qué expresa la obra caracterizada como por.emocionar al espec1ador, es, por ejemplo, la concepción de
expresiva, que expresa la expresividad? ¿Por que medios se hace la pintura que se encuentra en el siglo ·wrn en un Dideror: el cua-
expresiva una obra, qué le confiere su expresl\ 1dad? Y siempre, dro debe ser visualmente notable, debe «atraer, detener, cauu
en el horizonte, esta pregunta imphc11a: ¿quién garantiza la ex- \iar~> al espectador, pero sólo lo cau1ivará si pinta visiblemente
presividad, quién la verifica? En definitiva, para simplificar, po- pas1.ones reale.s, si hace \iibrar aJ espectador por medio de una
drian distinguirse cuatro grandes definiciones de la expresión: rcah~a~- que el reconoce. En estilos menos especcaculares, esta
a) la definición especraroriul o pragmática: es expresiva la obra defimc1on e a_socia con obras aparentememc más transparentes
que provoca un cieno estado emocional en su destinatario. El ejem- que c;ó.lo emocionan al espectador si acepta transferir emoción a
plo mayor al que se aplica esta definición es sin duda la música, la. rcahd~d represe~tacla: se supone al especcador de las películas
reputada como productora de emociones más directas. incluso más ncorreahstas emocionado por la desdicha del Ladr6n de bicicle-
brutales a través de su componente rítmico. Es cierto que el ritmo tas, Y se supone que la pelicula de De Sica expresa la rea lidad
del paro en la llalia de 1950.
musical -al que nuestro modo de vida nos expone cada vez más,
con o sin nuestro consentimiento- 1ienc sobre nosotros efecws . e) la definición subjetiva: es expresivo lo que expresa a un
más físicos, más inevitables, más inmcdia1amcme comprobables, SUJCIO. en. general el sujeto creador. Esta definición es relativa-
que cualquier elemento de la imagen. Incluso en el cinc, el clc- mente rcc1em~ en sentido histórico, pues supone, 110 sólo que se
menco más emocional ha sido siempre la música. utilizada por hay~ reconocido la categoría de sujeto, sino que se le haya reco-
otra parte, de modo consciente, para eso. Asi, Jas teorías de la noc1d~ el derecho a la expresión singular. Los gestos y la mimica,
expresividad como eficacia emocional, cuando se las aplica a la por eJ~mplo, fueron considerados durante mucho tiempo como
imagen, están muy a menudo calcadas sobre un modelo musical, cxprcs1.v?~ cu.ando reproducían un código de la conversación y
explicito o no, como veremos entre otras cosas a propósito del de.'ª c1v1llzac1ón, cuando se conformaban con un cierto catálogo
color. unrver<:aJ de gesLos. La idea de que puede uno expresarse, cxpre-
La definicion de la expresión por la emoción del espectador c;ar. s~ ~º· apenas se remonta más acá del romamicismo y no se
pocas veces aparece aislada; e combina. por el contrario, la ma- ms1sura b.a!>lante en s~brayar eslo en una época en la que, por
yoría de las veces, con una de las que vamos a dar :.eguidameme. el contrario, la expresión de la subjetividad se considera normal
Aislándola, dice, en efecto, muy poco sobre lo que produce la e mcluso deseable. hasta el pumo de imegrar. e en los objetivos
de la escuela.
emoción; las teorías basadas en esta concepción tienden así ram-
bién a ser teorías de la expresividad de la materia, antes de su En I~ medida misma en que esta concepción es dominante
conformación. Lo que se juzgará expresivo en la música es el rit- no. necesita mucha exphcación e, incluso antes de reconocer cual~
mo o los timbres de los instrumentos, sobre todo la manifesca- quier cosa en una obra, vivimos hoy con el prejuicio de que ex-
ción de ese timbre (una voz rota, o al menos velada, se prefiere pre a ª.su autor. Eso es cieno acerca de la pintura, de Van Gogh
en general entre los cantantes y las cantantes de blues, por ejem- a~ ~auv1smo (expresiva, por otra parte, egún casi Lodas las dcfi-
plo}; se buscarán igualmente en la imagen elementos que emocio- nic1ones), ~ro 'ie extenderá igualmente a las producciones del cinc,
nen con seguridad a su espectador, elementos por tanto universa- ~e las variedades, de la pub~icidad, incluso a la vida cotidiana:
les, sencillos, fáciles de subrayar (el color, por supuesto, pero eJo aquí a cad~ uno producir sus propios ejemplos y expresarse
también el comrastc: el claro oscuro ~e utiliza siempre para un un poco a ~¡ mismo al hacer eso.
efecto emocional fuene). d) ~a defi11ició11 formal: es expresiva la obra cuva forma es
b) la definic1ó11 realista: es expresivo lo que expresa la reali- expresiva. Este enunciado, aparentemente simple, oc~lra, eviden-
dad. Para esta teoría, los elementos de la expresión son, pues, 1emcnte, un problema mayor: ¿cómo saber si una forma es o no
elementos de sentido: el sentido de la realidad. Así, sólo ha teni- expresiva? En la mayor pane de los casos, será necesario referirse
do vigencia en contexto~ que coocedrnn a la realidad un sentido además a una ele las definiciones precedenres. Pero esta defini-
ción «formal» es in duda más interesanre, más demostrativa, allf
296 LA lMAGE:-1 EL l'APl!I Of:l AK 11 297
donde es pura, C.) decir entre los Leóricoi. que creen en una ex- la~ forma'> Cl> imeparable del deseo del sujeto pintor, y acesugua
presividad de la forma. Hay Cha habido) do~ manera~ de creer en <iicmprc un encuentro logrado con lo real; es ampliamente 1ntnn-
ella: seca a la obra cuyo caracrer vivo marufiesta.
- según se refiera la forma de la obra a un catálogo conven-
cional de formas que csupule cuáles son cxprcsh·as y cuáles lo
son menos: la expresividad esLá entonce' Lotalmcnte regulada en Tl . 1.2. C ríticas
el sentido social. El Egipto laraonico cs. qu1za • un ejemplo de
ello (aunque 'iC ignore si los anis1as posc1an allí la noción de ex- bl recorrido por e'>las principales definiciones permite com-
presividad); el siglo de Luis XIV, desde luego, si que lo es, como prender por que es tan problemática la noción de expresión: su
la U.R.S.S. del realismo socialisLa; definición no cesa de \.ariar según los 'alares e t1!Licos reconoci-
- según se piense que la forma es un campo «vivo». «orgá- dos por la sociedad; en cuanto función simbolizadora, siempre
nico», cuya expreshidad será comparable a la de todo organismo cs1á relacionada con la significación . sin confundirse, sin embai-
vivo: es una concepción qu~ s~ ha vi'>to florecer en el siglo x.x, go, con ella; aparece siempre, poco o mucho, como un suplemen-
en la consecución de la abstracción pictórica >en su culto de los to en relación con una función primera (de representación en es-
valores pláslicos «puros». pecial): está a la ve1 en la obra y en el exterior de la obra, eterna
La esLérica pictórica del ~iglo X\ ha desarrollado a menudo e his16rica.
esta úJLima idea, sin1iendo la tentación de uutonomizar, a veces Asi. no han faltado las críticas, sea para imcntar dar final-
excesivamente, la «\.ida de las formas» cuyC1 concepto hemos evo- mente una definición racional de Ja exprcsion, sea para recusar
cado algo más arriba. En los anos cincuenta, por ejemplo, la filó- totalmen1c la noc1on. Uno de los CJemplos más impres1onan1es
sofa americana Suzannc Langcr desarrolla un enfoque del ane de las primeras e~ el de Richard Wollheím: en el marco de un
como algo definido por una finalidad ideal y 1ranshistónca, que enfoque cstriciamcme anahuco, emprende una completa rcdcfi-
es precisamente su valor expresivo. Para ella, la expresividad está nicion, no '\Olo de la noción de C\j)resión, sino de la de arte, que
no sólo presente, sino idcn11camente pré'icn1e. en todas las obras él Juzga inseparable de ella. Opuesto a la teoría ins111 ucionaJ del
de arte: lo que se cxpre1;a son -;cnl 11n1cnto" (feeling), > la ewre- arte hoy dominante (el arte es lo 'ocialmcnte reconocido como
sión es la encarnación de una forma abstracta, es lo que da forma arte y nada mas), Wollheim intenta dar de él una definición em-
simbólica al feeling. Desde esta perspecLi\a, si el arte no imilali- p1rica: el arte, para el. es un campo de producciones humanas
vo, el arte que transforma la realidad, se concibe como más fuer- comparable al lenguaje, que tiene. como el lenguaje. un \.alor sim-
temente expresivo. el ane imitati\.O puede \erlo también a condi- bolil.ador y, como él una «Vida» propia (por otra parte, Woll-
ción de evilar la copia pura y simple de las aparienciai.. para heim retoma el término de Wi11gcnstcin. lebensform, fomrn de
dedicarse a «reílejar formas na1uralmente expresivas». La emo- vida), tanto desde el punto de vista del artista como desde el pun-
ción no simbolizada resulta huidiza, y lu realidad no se transmite to de vi'ita dd espectador. Resulta de ello que hay, desde luego,
sino abstracta y simbolizada: as1 el arce implica siempre un proce- i11ll!nc:1011e.s anh1 icas y que el ane exige un aprendizaje.
so de abstracción_ Existen aún otras dcl"inicione-; po'libles. por su- Wollhcirn examino la noción de expresión a titulo ue ejemplo
puesto, y las mismas que acabamos de dai se cncucmran la ma- de la~ propiedades especificas del anc, las que obligan a superar
yoría de las veces combinadas unas con otras. Un historiador del toda concepción material, «presemacionah>, de la obra ele ane.
ane como Gombrich insistirá así en que la expresividad se desa- El proceso mental. deliberad<tmeme complicado, no se puede re-
rrolla en el plano formal ~ que, si tiene componemes naturales sumi1 fácilmente. Wollhc1m, por una parte, refuta las definicio-
(colores, formas gráficas) que remiten a la realidad, tiene sobre nes que hemos llamado ~ubjeuva y espectatorial, porque suponen
codo componentes históricos, contextuales, que remiten a la his- la cxprci.1.,.idad exterior a la obra; por otra parte, verifica dellpuéll
Loria de las formas y de ahí a la situación hi..,Lórica del especta- de Gombrich que la e-.presividad tampoco puede estar contenida
dor: para él, la expresividad es principalmente e\tnn~e<:a a la obra. en la obra en cuanto algo dado. En e e punto en el que parece
Inversamente, para un cri11co como Duthuit. la expresividad de rechazar todas las dcliniciones po~ibles. e propone la solución

298 !...\ l\IAG[¡N EL PAPEi Dl"l \K 11:: 299
como una especie de dialéctica entre un componente «natural)) análisis de peliculas, poner en evidencia unos procesos de «escri-
e «inmediaco» de la expresión (que la enlaza por ejemplo al Yo 1ura» (en el semido de Derrida).
artista), y un componente «cultural)) y «arbitrario» (que la enlaza
a la historia de las formas), careciendo de entido el conjunto ex-
cepto cuando se relaciona con su definición de arte como «forma 11.2. Los med10s de lo expresión
de vida».
Pero la noción de expresión en general, } especialmente las No pretenderemos, evidentemente, dar una definición unifi-
definiciones que la enlazan a la subjetividad, han sido objeto de cadora de la expresión, tentativa convenida en demasiado ucópi-
una critica más radical, en los años sesenta, por pane de filóso- ca por la larga exposición de definiciones comradicrorias que
fos de Ja «desconstruccióm> como Jacques Derrida, y de críticos acabamos de dar de ella. Conservamos, a título de definición fun-
como Julia Kristeva. La crítica recae sobre el modelo de signifi- cional, la idea de que la expresión apunta al especrador (indivi-
cación implícitamente subyacente en la noción de expresión: ésta dual o más anónimo), y que transmite significados exteriores a
s11pondria, en efecto, que se privilegia la producción de un signi- la obra, pero movilizando técnicas particulares, medios que afec-
ficado, descuidando los efectos propios de la elaboración del sig- tan a la apariencia de la obra. De estos medios es de los que va
nificante. Correlativamente, lo rechazado es la idea de un sujeto a tratarse ahora.
centrado, conscieme, «lleno», con el que la obra se encontraría
a plena luz. Derrida, Kristeva, y muchos otros, recogen, por el
contrario, la concepción freudiana (a veces, en la revisión de La- 11.2. J. La ma teria, la forma
can}. según la cual el sujeto sólo existe en un proceso intermina-
ble de constitución por el juego de significantes de cualquier na- Las definiciones actualmente dominames de la noción de ex-
turaleza, juego del que él nunca es dueí\o y que se juega presión ponen todas en evidencia, como hemos destacado, una
ampliameme en el subconsciente. Hablar de «expresión» de un especie de autonomización ostensible. y a menudo de hipertrofia,
sujeto no puede er, pues, para ellos. sino un señuelo que remiti- del trabajo formal. Unas veces es la fonna misma lo acentuado,
ría a una concepción falsa del sujeto. Recusada en cuanto pro- lo subrayado, lo defonnado a veces {volveremos sobre ello ense-
ducción de significados, recusada en cuanto producción imencio- guida); otras veces es el tratamiento de la maceria lo que e in is-
nal de un sujeto, la expresión se ve -una vez más- reducida tente, lo que se hace visible.
a la expresividad formal codificada. Estas criticas apuntaban so- El pnmero de los medios para crear una imagen reputada como
bre todo a la esfera de la literatura, en general al Juego del len- expresiva, es, pues, muchas veces, incluir en ella «más)) materia
guaje (un aspecto imponame de los primeros trabajos de Derrida o, más bien. hacer aparecer en ella un trabajo de la materia (con
es su critica de la preponderancia de lo oral en las filosofías del coda la ambiguedad de esta última fónnula: el anista trabaja Ja
lenguaje, y su valoración de la escrttura). Han ejercido, sin em- materia, pero tratando de dar la impresión de que, en la obra
bargo, una influencia nada despreciable en la teoría de las artes terminada. es la materia Ja que trabaja). Los ejemploi. se refieren
visuales, especialmente en el cinc. Por ejemplo, en los Cahiers evidcnrcmente aquí, en primer lugar, a utilizaciones marcadas por
du cinéma (alrededor de 1970), tras la pluma de Pascal Bonitzer. los valores plásticos más elementales.
de Jean Narboni o de Jcan-Pierre Oudart, se encuentran conde- a) La superficie de la imagen: los aí\os se1enta y ochenta vie-
nas sin malices de la noción de expresividad en las peliculas, como ron a.5i producirse gran número de pinturas de muy gran forma-
perteneciente a una concepción superada, centrada en et sujeto to, productoras de un efecto específico (expresivo, si se quiere)
y en el logos de la obra de ane, y son elogiados cineastas como por el simple hecho de c;u gran tamaño. Citemos los re1ratos gi-
Bresson o Straub por haber reatilado obras, no inexpresivas, sino gantes de Chuck Close, ampliación meticulosa, en una tela de más
liberadas de la voluntad de exprc~ión. En fecha más reciente y de dos metros de altura, de fotografías voluntariameme inexpre-
de manera má sistemática, ~ l arie-Claire Ropars ha proseguido sivas en términos füionómicos, y que extraen una parte de su po-
la critica del modelo «logocéntrico», procurando, en numerosos der de fascinación de su desproporción, incluida la despropor-
300 L\ il\iAGEN l.'.l l'Al'El. OI L .\RTE 301
ción entre la neutralidad de la loto original y el exceso de la su-
perficie que ocupan en la tela.
Pero la <;uperíície puede trabajarse tambien en su espesor, }
-¡e la hara e\µresi\a haciendo sensible<: en ella la cantidad, la -;oli-
dez, la materialidad de lo que se deposita en ella. Capa<> de pig-
mentos, pasta apenas salida del tubo, conservando su espesor. mo-
delada por la pincelada del pintor: a eso ya estamos habituado:.
desde hace al meno' un '>iglo. Pero la idea ha variado indefinida-
mente desde hace algunos decenios. con la utililación de toda cla-
se de materiales más o menos imprevistos: arena, tierra, fragmen-
tos de objetos (un joven pintor neoyorquino, J ulian Schnabel, se
creó una celebridad rápida util11ando como sub1ecrile una tela a
la cual se hab1an pegado rc.s1os de platos de porcelana). El lazo
entre presencia f1sica de la materia y expresión se vive como tan
fucnc que ho determinado a cienos cineastas a intentar producir
algo equivalcnre. Pienso aquí, smgularmentc, en Patrick Boka-
nowsky, p1111or y cineasta, cuyas películas intentan muy delibera-
dameme escapar a lo que o;icntc como la maldición de la imagen
fotográlica, el hecho de que sea documenta/, y multiplicar las tác-
ticas de «matenaluación» de su imagen: en le Déjeuner du ma-
1111, por ejemplo, e-.to va desde la construcción de decorados a-
pcrspectivistas hasta la interposición, ame el objeúvo. de sustan-
cias diversas, más o menos transparemes. y con la hueUa \isiblc
de ciertas mo11ipulacio11e!>.
b) El color y lo.\ valores pl<isticos: todas las teorías de la pin-
tura desde el arte ab•i!racto. todas las teorías del cinc «abstrac-
to». «pictoríco». han subrayado el papel expresivo del color, ~
la mayor parte de los artista~ del siglo '<\. preocupados por la ex-
presión visual han jugado con él, de\de las grandes bandas negras
de las telas de Soulagcs (que Juegan por otra pane tambien con
la ligera iiregularidad superficial produdda por las pinceladas)
basta el trabajo del color en Ja secuencia de la orgía de fra11 el
Tem/Jle.
Es Lamo más sorprendente tcne1 que verificar, una vez más,
la casi inexistencia de unu teoría del color. Este valor. acaso el
más importante para el pintor, el más fácil en todo caso de domi-
nar conscientemente, sólo ha suscitado, en Jo esencial. discursos
metafóricos. Metálora musical. fundada en pretendidas equiva-
lencias de i,cnsaciones entre tales colores )' tales :.onidos, y que
da lugar a la elaboración de sistem~ caprichosos. Metáfora fisio- º'
t !lll'<.lio' <lC' l.1 c'rre-.ic\n ci11C'ma1ogmli~a d marw' d ~ri~ moncxrorno: m.1rco
lógica, y en primci luga1 la del calor. que todos conocemos: el relleno, 1c\111ra J!ranulosa de la' carnee; en l/1ro.~/11111a mon a111011r(/\ Rc<>nal\, 11J51JI;
mnrw \DC1.1<lu, le\lutu 1111nr:ral c:n Bumlt1111 1Pri111.1\c:1.i 11r<l1.1I l'l' 0111, l'l.tlJ)
rojo es un color (<cálido», él awl es «fr10», etc. Metáforas sim-
302 LA l\.fAGEN
l.!l J>,\J'l.!L DU .\RTE 303

bólicas, que recuperan, a veces sin saberlo, equivalencias antiguas


emre el rojo y la sangre, el oro amarillo y el poder, el azuJ y el Jl .2.2. El e tilo
cielo, etc. Todas estas metáforas, y otras, pueden reencontrarse,
incansablemente reproducidas y combinadas, en la mayoría de lo S1 bien la lista de los elementos expresivos no ce; excesivamen-
enfoques creatoriales del campo plástico, desde Kandinsky en sus te larga, se ve. pues. que las configuraciones posibles son, por
lecciones en la Bauhaus, hasta Eisenstein en sus ensayos sobre su parte. casi infinitas, y que estamos lejos de un enfoque racio-
el moncaje. No se trata, ciertamente, de despreciar el interés po- nal de la expresión partiendo de sus elementos. Y es que, lo he-
tencial de tales comparaciones. Simplemente, no podrían tener el mos dicho, Ja expresión nunca e absoluta, sino referida siempre
valor de teorías, ni siquiera balbucientes (son de muy otra natu- a un conjunto de convenciones, a un sentido comun de lo admisi-
raleza). ble, normal o extraordinario: en pocas palabras, a un estilo. La
e) Finalmente, las formas mismas: su catálogo es infinito, su noc1011 de estilo no es por otra parte sencilla, puesto que puede
teoría aún más inexisteme que la del color. Las explicaciones de remitir a dos realidades semicontradictorias:
Klee o de Kandinsky sobre la línea y sus avemuras son fascinan- - la del individuo: «el estilo es el hombre»; en este senl ido
tes, pero derivan de la ficción {una línea que pasea, que se es, por ejemplo, como lo enLiende Roland Barthes, al oponer en
apresura, que está desequilibrada, etc.). Queda la práctica, que le Degré zéro de f'éc:riture el ruvel individual del cslilo al de la
ha demostrado hasta la saciedad que las formas, elementales o escritura; y en ese sentido también es como lo entienden muchas
complejas, son consideradas como elementos expresivos impor- expresiones del lenguaje corriente;
tantes. En lo referente al cinc, el inagOLable Eisenstein quiso in- - la del grupo: el estilo se define ernonces como caracteriza-
cluir los contrastes gráficos en el nllmero de los parametros deter- dor de un periodo o una escuela, como en «el estilo barroco»,
minantes de las relaciones entre planos sucesivos en una de sus «el estilo Luis XVh> o «el estilo logres».
primeras teorías del montaje. Pero es la pintura la que Liene el A decir verdad. estas dos defiruciones no son totalmente in-
registro más exrenso, desde las geometrías de Feininger o de Kup- compatibles; el estilo individual nunca hace olra cosa 'lino tradu-
ka hasra las de Sonia Delaunay o de Vasarely, desde los colores cir la elección que un individuo ha hecho refiriéndose a un estilo
de Sam Francis a los drippi11gs de PollocJ.., desde las tachaduras en el segundo sentido, a un eslilo conslituido como marca de un
de Hartung hasta los trazados «salvajes>> de André Masson, des- grupo o de una época, ciertamente transformándolo a veces un
de el tachismo hasta el arte informal, etc. poco. El estilo gótico fue así objeto de numero as reapropiacio-
imposible intentar aquí n1 siquiera la más simple de las tipolo- nes en el siglo 'IX, dando lugar por otra parte, visto desde hoy.
gias, salvo acaso para d1s11nguir entre una e:-.prcsividad «intrínse- mucho menos a estilos individuales que a nuc.,,os estilos de época
ca» de las formas, que han a que el triángulo, mru. puntiagudo (lo prcrrafaelicas, por ejemplo). Del mismo modo, en el siglo X.\,
que el círculo, fuera lambién experimentado corno más agresivo se reivindkó un estilo más difuso. el de los dibujos infantiles, por
(se encuenLra en Kandinsky ese género de sentimiento, pero tam- artistas tan diferentes como Klee o Dubuffet; pero, si el estilo
bién en Arnheim, en Gombrich o en Eisenstein. para limitarnos de uno y otro se define hasta cierto punto como «infanlil», se
a autores que hemos citado), y una e>.presividad \<extrínseca», que refiere además a movimientos en los que ellos han participado,
dependería más de su carácter de huella de un gesto, que conser- la Bauhaus y el arr bntt, respectivamente.
varía, pues, una especie de dinamismo ligado a ese gesto: la mis- Pero, cualquiera que sea la definición adoptada, el estilo que-
ma línea sinuosa puede haber sido meticulosamente dibujada {en da siempre definido por cieno número de elecciones, que afec1an
Kandinsky) o, por el contrario, lanzado furiosamente sobre la cela no sólo a lo que acabamos de mencionar, la materia, la forma,
(en Masson}, y su expresividad rclnt iva quedará con ello evidente- sino también a todos los elemencos de la figuración, de la «csce-
mente transformada. nificació1rn. Es además una de las razones de la dificultad para
definir el estilo: afecta a roda la obra. En cuanto a su poder ex-
presivo, depende de un principio sencillo: un estilo es tamo más
expresivo cuanto más nuevo es. Eso vale para los estilos indivi-
l·I l'\l'I 1 DEL .\IUI 305

duales. > la btbqucda de 01 iginalidad, de la sensación incdila. C'> ron el suyo: citemos solamente, porque fue una y otra cosa. el
uno de loi. obJeli' us confesados del ane desde, al menos, el siglo caso de Josef 'on Stcmbcrg. cuya antepenuluma película. Tite
:>;;!"\ (rccicntcmente, Chrisuan Boltansky lo decía mu} bien: «El
Sae.a of l11a1uhun. !>C apoya igualmente, para producir la impre-
fin de la p1mura es la emoc1on y lo que la ... usc11a es lo inespera- ~ión de ahogo y locura crecieatc<; que exige el guión, en un deco-
do»). Csto rnle, acaso mas toda\'ia. para los estilos colecth·o . rado opresivo, en una dirección de actores muy exLravertida, y
que sólo e definen preci-.amcnte como estilos al oponerse a lo!> en un dcsglo~c constante de la imagen entre sombras y luces orga-
estilos que lo'> han precedido: el neoclasicismo en reacción aJ ro- ni1ada~ en redes, en enrejados, en una e pccie de rejilla que en-
cocó, el romanuc1smo en reacción al c:l.isicismo, e1c. cierra y devora a los personajes. En el cine, más aún que en pin-
Lo CJemplos en los que aquí se piensa podnan e\i1dememenie 1ura, el estilo de la luz rige la expresividad de la imagen (porque
repeur los del apartado preccden1c. pues un estilo se define 1am- se trata de una imagen-luz, de una imagen en la que la luL no
bién en relación con cieno 1ratamiento de Ja materia, con un gus- sólo esta representada, sino presente: véase capítulo 3, m .1).
to por cierta~ formas o cienos colores, etc. Pero la mayoría de Otro ejemplo: el primer plano. Hemos hablado ya de él (véase
las veces !>On lo!> elementos de puesta en escena los preferidos en capitulo 3, 1.1.4) para ilustrar la segregación de los espacios plás-
la constitución de los estilos. Ejemplo: la luz. l Iabría, pues, toda tico} cspecralorial. y habíamos advertido entonces que había sido
una historia por hacer de la reprcsc111ac1ón pictórica de la lu1., reconocido muy pronto como una de las bazas mayores del arte
desde la reprcse111ación, inev11ablemen1e dorada, de los rayos de del cine en su búsqueda de la expresividad. Puede añadirse ade-
La luz celeste en los cuadro'> italianos de los siglos \111 o XI\. has- más que ha habido estilos de primer plano. El rostro humano fue,
ta las te111ativas de J)rinc1p1os del Siglo XX, para reproducir la luz como hemos dicho, el primer objeto privilegiado del primer pla-
elec1rica, en lorma de una salpicadura de nan!culas luminosas. no y sigue siendo, para filmar rostros, para acen1uar su mímica
pintadas una a una, en ciertos cuadros de los fu1uris1as. Esta his- en un mome1110 especialmente dramático, para lo que lo ut1hza
toria pasaría por cfüersas manera., de representar la «materia» un cineasta como Griffilh. Pero, a partir de los anos vemte, el
luminosa misma y su color, unas veces amarillento. como en Ra- cine d'art europeo quiere extenderlo a la figuración expresiva de
fael, oLras a1ulado, como en Constable. otras incluso, blanco o los obJe1os: cuando Béla Balázs habla deflsiognomia, lo hace pcn-
rojo. ~fostraría la huella de diversas concepciones sucesivas de c;ando tanto en un paisaje, en una naturaJeza muerta, en un pri-
la lu1, como irradiacion. como ondulacion, como atmosfera; de- mer rlano de objetos. como en un ro tro; cuando Jcan Epstein
mostraría. sobre todo. la!> variac1onc., de la puesta en escena lu- escribe su famoso texto de Bonjour ciném(J. yuxtapone. en su apo-
minosa, desde lo!> pintores del claro-oscuro como Caravaggio y logía del primer plano, las lágrimas que íluyen del ojo >el telcfo-
Rembrandt, en quienc.. la luz designa v1olemamente zonas signi- no, la expresión de una boca y un reloj de pulsera ... El primer
ficativas, haslil los pintores lummlSlas, de Velá/quez a Vermeer, plano ha podido parecer que agota, en e~ta década de los vcimc,
en quienes la luz baña Jos obje1os, los rodea, los enlaza uno con toda la gama de sus potencialidades expresivas, cuya apoteosis
otro. En cada etapa de esta lll'noria, el estilo de la luz apona con- debía ser. en cierto modo, la Jeunne d'Arc de Dreycr. Sin embar-
sigo una impresión de con1u1110, v si Ja., brechas luminosas en la go, muchos cineastas han seguido utilizándolo con éxito, sea pun-
sombra de Rcmbrand1 son dramá11camente expresivas. los paisa- tualmente (piénsese en el primerísimo plano sobre la boca y el
jes nebulosos de Co1mablc lo son aLmosféricamen1e. bigote de "-ane pronunciando «Rosebudn, al rrincipio de la pelí-
La fotografía, el cinc, incluso el vídeo, han tenido también. cula de Wclles). c;ca más sistemáticame111c, por ejemplo conju-
a su vez, r;us estilos de luz. Eso es singularmente evidente en el gándolo con la pantalla ancha (y aquí es el nombre Je Sergio Leone
cinc «institucional», en el cual lu lu1 .,e confía a un especialista, el que se imrone).
el operador jefe (el mejor ragado y el más prestigioso de los téc- No desarrollaremos estos ejemplos, que cubrirían toda la his-
nicos: muchos rcali1adores podrían ho) cm 1diar la reputación de 1oria de las arte figurativas. Una última co a. simplemente, so-
un Néstor Almendros) y donde ésta se fabrica únicamente por bre estos medioc; de la expresión: en La image11-mol'i111ie1110, Gi-
las exigencias de la cau<,a. Los estilos de luz cincmaiografica han lles Deleu,1e agrupa. bajo el nombre de ima~e-affection. las
sido \ariado~. y cienos operadore.. jefe. cienos dirccLOrcs cuvie- rcpresentacione~ del rostro humano } las de lo que llama «c~pa-

306 LA IMAGEN
l t PAPéL ()J.!I \RIT: 307
cios cuale quiera», espacios inconexo . vaciados. presa de La luz,
de la sombra, del color. La imagen-afección, en el cine, es aque-
lla en la que la expresividad se ha hecho invasora, preponderante,
exclusiva; en cuanto al espacio cualquiera, es el de la 1ela, la pan-
talla, la imagen. ese espacio plástico del que el especrador está
siempre fundamentalmente separado. Lo que apunta Delcuze a
propósito del cine, y que podna extenderse a la imagen en todos
sus avatares, es, pues, la 1mponancia, la imposición expresiva de
los elementos de la imagen ames de su conformación (cuando si-
guen siendo cualesquiera, no especificados).

11.2.3. La deformación: el efecto

Lo decíamos hace poco: un estilo tendrá tantas más oportuni-


dades de pasar por expresivo cuanto más nuevo sea. Este princi-
pio vale para la expresión en general y es una de Las variantes
más frecuentes de su definición formal: La obra expresiva es la
que llama la atención porque no se parece a nada·conocido, por-
que innova, porque visiblememe inventa.
La innovación formal, en la historia de las artes, ha interveni-
Lu dclurmadón. En e;re dihuJO de: bscnstein («I a captura del peón», e<.lx110
do siempre en un cierto contexto estilístico, en relación con el cual de un epi\lldtu de ¡Que 1-fra ~lb:im 1 , 1931). a~i como en la foto de \\ illiam Klein
ha producido una ruptura. Es ése sin duda uno de los rasgos de (Rel'<lll-er 1954), )On lo desproporc16n entre el primer plano v el trn,londo, y
la historia de la pintura al que más habituados estamos hoy, y la eu1teradón de la pt'r\pc.:ti\a, la~ qul" provocan el clecro de defonn:mun.
todos recordamos los escándalos desencadenados en su tiempo por
el impresionismo, por el fauvismo, por el cubismo. porque rom- comencrón representati\'a (o no). No insistirerno • pues, en las
pian con tradiciones esulísticas bien establecidas. Ahora bien. fm- acusaciones que se han dirigido contra casi todos los estilos más
pression, solei/ levont, el cuadro de Monet que valió su nombre o menos intensos. por «deformar» algo (y prioritariamente, lo
al movimiento, habla sido ciertamente concebido como una obra habitas); desde principios del siglo x \ 1. ha habido gentes que han
particularmente expresiva, porque proponía una solución radical- reprochado a Miguel Angel su exceso de violencia inhabicual, su
mente nueva a la representación de la luz del amanecer, insistien- 1embili1lt. La idea de deformación. en cambio, es imercsante si
do especialmente en su difusión en la atmósfera. Del mismo modo, ~e evita convertirla en normativa.
se suponía que las primeras descomposiciones cubistas expresa- Puede también comprobarse que cienos estilos deforman las
ban más y mejor una cierta «objetalidad» de sus modelos, etc. imágenes de una manera sistemática en relación con una versión
Lo que incemamos subrayar aquí es el lazo establecido casi realisra de lo visible. Hemos criticado abundamememe la idea de
siempre emre novedad y deformacio11. La obra expresiva es, muy un absolu10, de una objetividad de la representación, y no se tra-
a menudo, la que sorprende por el frescor de su trabajo formal, ta de un cambio de criterio en esce pumo, sino de <;egui1 aqul
a costa de lo que aparece como una deformación. La noción mis- uno~ trabajos que se han imeresado por el se111ido de algunas de
ma de deformación, por supuesto, es sospechosa, pues no podría C!ilas «deformacioncsn. Es el caso, en particular, de estudioc; corno
haber deformación absolutamente, sino sólo en relación con una los de Jan Dcregowsky sobre lac; artes «primitivas>), en los cua-
forma supuescamente legitima; estarnos, por otra parte. acostum- les hay el esfuerzo por explicar el estilo de representación 1date-
brados hoy a encontrar intere ante y legitimable casi cualquier ral »de lo" indio" de América del Norte, o las enormes simplil1ca-
c1ones gráficas que c;c encuentran en ciertas irnagenes africana...
308 LA ll\1AOE' r:L PAPEi DEL \RTI: 309

refiriéndolas a grandes esquemas simbólicos. Hay, tal seria la te-


sis de Deregowsky, deformaciones expresivas (convencionalmen- 11.3. El ejemplo del expresionismo
te expresivas, de manera además muy ngida), porque violan Ja
objetividad visual para incluir ea las representaciones una inter- Si hemos dedicado estos razonaaUemos más bien largos a la
pretación de lo visible: los estilos deformadores son siempre esti- cuestión de la expresión es, evidentemente, porque es una de las
los esquemalizadores. que más han alimentado los debates estéticos, obre todo en el
Hay siempre, por otra parte, en el origen de lo concebido glo- siglo X.\.. Que una imagen sea expresiva. y que haya sido incluso
balmente como deformación, una especie de hipertrofia local de hecha para ser expresiva, parece obvio hoy. Y es más, como se
tal o cual aspecto de la tmagen, un efecto, que hace expresiva ha recordado de paso, todos tenemos, de la expresividad. una con-
la imagen. El impresionismo deforma la realidad visual tal como cepcióo «espontánea», más o menos tipificada, una especie de mez-
la percibía el pinlor académico, porque exagera Los efectos de luz- cla de La teoría subjetiva y de la teoría formal, y la imagen expre-
el fauvismo, porque exagera los colores. y uno y otro, con ello: siva es para nosotros la que expresa su autor a través de una
ganan en expresividad. La noción de ane negro hizo pasar, hacia forma-impacto. Ahora bien, esta concepción comodín no ha caí-
191 O, una cstaLuilla Ashanti de terracota o una máscara Baulé do del cielo: se constituyó en gran parte con ocasión del desarro-
de la categoría de fetiche primitivo a Ja de obra poderosament; llo de un gran movimiento art.ístico de principios de siglo, lo que
expresiva, porque una y otra fuerilln, según fórmulas por otra se llamó el expresionismo. Este mismo término, y más aún el epí-
parte muy codificadas, los efectos fisionómicos. Los efectos de teto «expresionista», vieron ampliarse considerablemente su cam-
montaje hipertróficos de loo; que abusó a veces el cine mudo eran po de aplicación y su definición a lo largo de los años, y vamos,
una grave deformación de la realidad documenlal, pero fueron pues, a intenlar trazar sus limites, sacando de él, al mismo tiem-
también, durante algún tiempo, una fuente expresiva inagotable. po, algunos ejemplos de imágenes expresivas.
La expresividad se origina así, acaso fundamentalmente en
La deformación. Pero lo que dice este examen, por rápido 'que
sea, de la noción de «deformación», es, una vez más, que la ex- ll.3.1. El expresioni mo como e cuela
presividad tiene dos aspect0s:
- un aspecto histórico, ligado a la vida de los estilos a su Se atribuye a Wilhelm Worringer, el critico e historiador de
delerioro, a su sucesión por desplazamiemos, acentuaciones 'a-ans- arte, autor por otra pane de Abstraction et Einfiihlung (véase ca-
formaciones sucesivas (y deformación, pero relativa); ' pitulo 2, 111.2.2), la patemidad de la palabra «expresionismo»,
- un aspecto a-histórico, puesto que cienos elementos cier- forjada por él en 191 1 para calificar un conjunto de obras pictó-
tos contrastes, cienos valores, parecen conservar su poten¿al ex- ricas, especialmente de losfouves -Derain, Dufy, Braque, Mar-
presivo a través de todru. sus activaciones históricas. Sólo citaré quet-, expuestas por entonces en Berlín, y para oponerlas al im-
aquí el ejemplo, divertido y esclarecedor, dado en varias ocasio- presionismo. La palabra obtuvo de entrada una fortuna
n.e~ por Go~brich a título de metáfora genérica de aquella expre- extraordinaria y e aplicó, con significaciones variables, a la poe-
SJVJdad, el ejemplo del pi11g-po11g. Decenas de encuestas, repeti- sía (antes de 1914), al teatro (en la posguerra) y 11nalmente al cine
das en las más variadas circunstancias, corroboran el hecho de (a partir de El gobinele del doclor Co/igari, 1919). He aquí lo
que estas dos silabas, casi desprovistas de sentido, se sienten como que escribía de ella Yvan Goll en 1921: «Un estado de esplritu
opuest~s en .el plano de la ~xpresividad, siendo ping más agudo, que, en el campo intelectual, ha afectado a lodo como una epide-
más fno, mas azul, etc., mientras quepong es más redondo, más mia, no sólo a Ja poesía, sino también a la prosa; no sólo a la
cálido, más rojo, cte. El ejemplo vale lo que vale y sólo nos servi- pintura, sino a la arquitectura y el teatro, la música y la ciencia,
r~ com~ emblema de una expresividad natural, otras de cuyas ma- la Universidad y las Reformas escolares». Ese es desde luego el
mfcstac1ones habríamos, por supuesto, podido convocar, desde sentimiento que tenemos setenta años más tarde, el de que toda
la mueca al maquillaje. una generación de artistas y de imelectuale.s alemanes, alrededor
de 1920, fue expresionista (y no fue más que eso).
310 L.\ 1\1.\GEN l!L l'AJ'l:I Del AR 1 E 311

Ese <;entimicmo esta en pane JUSllficado. Pocos artistas hay


que no <;e hayan definido en relac1on con este movimiento, aun-
que c;ea para recha1arlo (como Bertoh Brechl tras SU\ dos prime-
rac; obras, como Fri1z Lang). \ l ucho tiempo d~pués del final de
cualquier «escuela» e\pres1onic;ta. en lo. años treinta. los intelec-
tuales alemanes exiliados en ~IO'>CÚ juzgaron aún imponante de-
batir la naturalelét del expresionismo. en término:. directamente
ideológico. (¿habla sido un mov1miemo revolucionario o, en el
fondo, había íacílitado el ascenso del na11smo?): es el famoso Ex-
pressionismus-Debutl<!, en el que participaron llrechc, Lukács,
Feuchtwanger. Herwarth Walden, Béla Balázs y muchos otros.
Notemos sin embargo que, para los nusmos alemanes, lo cuestio-
nado es en general el expresionismo literario, poetico y teatral,
en la medida en que coincide con temas filosóficos como los de
la utopía, la esperanza (El pri11cip10 de esperanzo y E.spfritu de
uropla, de Ernst Bloch, están entre los libros más influyentes del
período), que evidentemente encuentran una más difícil manifes-
tación en las artes plásticas.
Pero, para limitarnos a la pintura, la tendencia expresionista
tiene una exi.-.1encia mu)' real, duradera e influyente. En 1908. ~la­
tis e publicaba su Carecllisme fuuvi.\le, en el que declaraba: «Lo
que persigo ante todo es la expresión. [... ] l\o puedo distinguir
entre el semimiento que tengo de la vida y la manera en que lo
traduzco.» Proc.:lamacion expresionista donde las haya y que de-
sembocará mu} pronto. después de la Sezession (expos1C1on) de
Berlín en 1911, en una elaborac1on de ese tema por pane de los
críticos más iníluyentc~: Worrin!!cr, Walden, Hermann Bahr. El
expresionismo ..e opone cntonccc; a las escuelas que lo precedie-
ron inmediatamente, el impresionismo y el naturalismo, como el
arte de la necesidad in1erior opuesto al arte de la realidad exte-
rior, como el ane de la proyección del Yo opuesto a la imitación
de la naturaleza. luy pronto agrupa, según la crítica, todas las
tendencias pictóricas imponantes del decenio, a costa de mezclar
todo. En un líbelo aparecido en 1914, Bahr cataloga como expre-
sionistas a Matisse, Braque, losf<1111•es, por supuesto el Blaue Reiter
(Klee, Kanc.linsky, Fran1 Marc) y die Brücke (Nolde, Schmidt-Rot-
tlul), pero también a lo~ fulurista~. al Picasso del primer cubismo
y, para completar la lista., el arte negro y el arte gótico.
Este imperialismo del expresionismo alcanzó quizá su apogeo
despues de la guerra, cuando se empezó a soñar. fugiUvameme ,
con una arquitectura exprcsionisrn, y sobre todo cuando se quiso fapre ioni,mo y cine: el pro101ipo (F/ guhtnt!te tfl!/ tluctm C11/1s:ar1, R. Wicnc.
hacer cine expresionista. CaliRari, se sabe, fue un «golpe» prcme- 19211) ~ el p1Wid1e 1P1erro1 /unuire, de Sh:ifh Work.hop, llJllll) .

312 1 \ IMAGEN 313
El PAPcl Dl·I \RTI

diLado por pane del asLulo productor Erich Pommer para explo- Hemos \ isto (más arriba) que la pérdida de la referencia ópti-
tar la celebridad del movimiento. Triunfó más aJJá de sus espe- ca, e incluso de la referencia representativa, era sin duda el fenó-
ranzas ) fueron etiqueLada~ como «e\pres1ontstas» "arias pelicu- meno mavor de toda la historia reciente de la imágenes. Lo que
1~ de tema;,: decorados fantástico legendarios, ya se confundiera la ideolog1a expresionista añade es la idea, precisamente, de un
sinceramente el abigarramiento \lsual con los principios del mo- más a/Id de la represcniación. Si la imagen empieza allí donde
vimiento pictórico, o se busca. e c;implememe un slogan publicita- acaba la vulgar función representativa, no tiene interés, ni siquie-
rio fácil. En l 926, Rudol f ~urtz publicó un Librito 1itulado Ex- ra e\i'itenc1a, <;ino en relación con ese más alla. El rechOLo expre-
pressio111sme e1 cinéma, en el cual tampoco lemla las amalgamas, sionista de la imitación no es, pues, una uegati\ idad, sino por
pues en él se encuentra tanto Ger111ine o Raskolmkow (realizadas el contrano un de eo positivo de llegar «más lejos», de permitir
expresamente para prolongar el éxito <le Coligan) como las pelí- a Ja imagen alcanzar la repre<;entación de lo inVJsible, de lo inefa-
culas abstractas de Ruttmann o el 8alle1 mécanique de Fernand ble. de lo trascendente. Desde este punto de vista, el expresionis-
Léger. mo está en la trayectoria de movimientos estéticos del siglo '<IX
En resumen: muy pronto reinó Ja confusión terminológica. la que. del romanticismo al simbolismo, habían preparado a los pin-
aparición, tras la segunda guerra mundial, de la obra de Loue torc!. (y a su público) para la idea de que el cuadro podía, a través
Eisner, La pantalla diabólica, no contribuyó a clarificar las co- de la representación, alcanzar el mundo divino (como en Caspar
sas. MaJ leido, ese libro pareció querer decir que el expresionismo David 1-riedrich). el mundo del ensueño y de la pesadilla (como
había sido la tendencia característica del cine aleman de los años en Füssli), el mundo de lo fantasmal {como en Odilon Redon)
veinte (lo que ciertamente no dice), y hacia 1960 empezó a for- o el de las mitologías (como en Boklin).
marse, y después a solidificarse, el mno segun el cual viven mu- b) Ja exacerbación de la s11b¡e1iliidad; Casimir Edschmid
chos todavía hoy, el del c<cine-expresionma-alcmán», que mezcla (1918): «Cs preciso que la realidad sea creada por no~otr~s. Hay
confusamente Caligari, Metrópolis o lo-. Mabus·e de Lang y hasta que buscar el <;entido del objeto más allá de la apanenc1a. [... 1
las obras de l\lurnau. No es este el lugar para abordar la crítica Hay que dar un reíleJO puro, inalterado, de la imagen del mun-
detaJlada de este mito; como todo mito, tuvo efectos simbólicos do. Y ésta solo se encuentra en uosotro mismos».
imeresames, incluso benéficos. Simplemente, sólo tjene una rela- Este eo, acaso el punto más importante: a traves de este credo
cion muy lejana con la verdad lmtórica. subjcuvma algo ingenuo, el expresionismo ha fijado la conc~p­
La escuela expresionista, si queremo-. 'cr precbos. no tuvo. ción de la C\presión en general, y no debena subesumar<;c la 1~1-
pues, en lo referente a las artes \iÍsualcs. sino una verdadera en- íluencia que ejerce aún hoy. Seria aquí muy revelador el e tud10
camación: en la pintura {y algo ~n la escultura). y antes de la de un campo algo menor (al menos institucionalmente) como el
guerra. Fue Ja reprc entame más agrcsi"a de la expres1\ 1dad for- cómic. No sólo supo muy pronto adoptar y adaptar, en algunas
mal y subjetiva) a ese titulo y según ese aspecto vamos a detallar de sui. producciones más hábiles, las formas expresiomstas (ayu-
algo más sus principios. dado en eso desde 1906 por algunos passe11rs como Lioncl Fcinin-
ger), sino que i.u impre ionante desarrollo en los ai\os set~nta f~c
acompañado, en general. por una absoluta complacencia hacia
ll.3.2. El expresionismo como estilo la idea de los «íanmsmas personales» que habría que expresar,
y de la valoració11 casi sin límites de una subjeli~idad supu~ta­
Para limita1 nos, pues, a lo esencial, el expresionismo se carac- mente tanto más rica cuanto más se confesaba (vense, por ejem-
teriza por Lres rasgos: plo, la obra curiosamente megalómana de un Philippe Druillet).
a) El rechazo de la imitación: Herbcrt Kuhn (1919): «Con el e) La importancta concedida a Ja mareria: aquí cada uno pen-
expresionismo [... J, la represe111ación ya no e') lo representado. sará sin duda en lo que nos dice hoy una ciena divulgación: el
Esta representación (lo concreto) no C'> sino la invitación a enten- expresionismo sería el ane de los comras1es acentuados, el ane
der lo representado. En cierta medida, lo representado empieza tic la linea quebrada e inclinada, el ane de los colores puros lan-
más allá del cuadro, del drama. del poema». zado'> c;obrc la tela con desprecio del oaLUraJismo. Evidememen-

314 1 \ IM \GE.'
Cll PAl'lL Dl:I \IU L 315

ce, este cliché no e'> cotalmcmc falso, )' cscos valores, más ligados decir del secreto a uaves del secreto. ¿No es e-.o el contenido?»
por otra parte a la materia que a la forma propíameme dicha, No podna dcc1r-;c mejor: eJ expresionb,mo no tiene una forma
fueron cultivados por expresíonístas convencidos como Kirchner, umca, pliega c;u forma a -;u doble deseo de expre'>ión. expresión
o mas ev1demememc aun, Ludwilo! 1c1dncr. Fue sin duda alguna del alma, ewresíón del mundo, indisociablememe. Hausenstein:
esto lo que pcrm111ó leer como ((cxprcsioni tas» producciones como 1<Sc enfrentan pmtor y objeto, ambos <;e abren juntos, desplegan-
la pehcula negra hollvwoodicnse (a causa del blanco} negro acen- do como alas su envoltura externa > fu'iionan sus i111enoridades
tuado) o como tamos cómics, tamb1en muy 1<negros». puestas al dec;nudo».
Pero se trata, desde luego. de una \'isión muy simplificada de d) El exceso: con este término supernumerano ( ólo hab1amoc;
la estética expre.,ionista que no es, prácticamente nunca. la de los anunciado tres rasgos para definir el expresionismo), no se pre-
artistas mismos. ni la de lo!> crfticoi. de la época. En 1919, en un tendl! llegar a una conclusión. Simplemente, acaso, aislar el mi-
librito de símesis, Wilhelm l lausenstein caracteriza el expresio- cleo de lo que, sigue fascinándonos del expresionismo. Los cxpre-
nismo por la desaparición de las categorfas de la luz, de la atmós- s1onísttlh combat icron lo que les parecía una demasiado tranquila
fera, del tono y del matiz, la desaparición del «culto gozoso de «objetualidad» en la pintura; buscaron desencadenar los poderes
la Stim1111111g», en favor de un acento situado en el testimonio expresivos de la materia y de la forma, hasta producir la vir.ión,
de la cosa, del entusiasmo por las formas de base, de un fanatis- la imerpre1ación más arbitraria, la má!> individualmente exacer-
mo poi lo dinámico. Para él, el expresionismo es un arte de lo bada. No hay duda de que este exceso, este desencadenamiento
«céntrico)) (co111ra el «acéntríco>) impresionismo), de la esenciali- es lo que pareció enseguida ran deseable que no se ha dejado de
dad, de la sime1rfa, de lo estático; deriva de una afirmación con- querer 1gualarlo. Debido al expresionismo, la expresividad artísti-
fiada y aventurada que, plásucamente, se traduce por un a~pecto ca habrá quedado durame mucho tiempo ligada a la emoción,
extremadamente cstruc1 urado. calíi gcomél rico. en su brutalidad y su malienabilidad. Desde ese punto de vtsta,
Este texto, >otros de la misma época, pueden parecer vagos: todos somos Lodavfa un poco expresion1<;1as.
pero es infinitamente diftc:il dar una lista de las formas esencial-
meme e\presionistas. El peligro del catálogo es. por otra parte.
d_em~iado claro en todas las 'ersionc:. aproximativas del expre- 1ll . LA tMAGI!~ ,\URA TICA

s1omsmo que no cesamos de criticar. Es bueno. pues. repetir que.


si el expresionismo obtU\'O el culto de la forma fuene. si quedó /1 l. J. El aura artística
toLaJmeme preso en la ideología de las vanguardias abstraccas,
se define con más frecuencia por el conocircmtado de la forma, UJ . J. J. ¿Qué es unn obra de ar1e?
por el enlace \Oluntariamente directo entre una matena y un sen-
timiento, incluso entre los pintores más próximo~ a la experimen- Al dedicar las dos primeras panes de este capítulo a la cues-
tación abstracta más pura. tión de la abstracción y a la de la expresividad de In imagen, he-
Kandinsky ( 19 JO): «Fno cálculo, manchas saltarinas sin pre- mos querido atraer la arención sobre dos momento:. mayores de
meditación, construcción ma1cmd11ca exacta (mamfiesca u ocul- la historia de las imágenes en el siglo xx. Sin embargo. al hacer
ta), dibujo silencioso, llama11vo, acabado meticuloso, fanfarrias esto, hemos puesto de algún modo la carreta delante de los bue-
de colores, 'lU piamssimo de violln, superficies grandes, tranqui- yes, ya que hemos supuesto, en todas esuis discusiones, que no
las, pesadas, desbordadas. ¿No es eso la forma? ¿No es eso el se cuestionaba el valor anísLico de las imágenes, y por consiguiente,
medio?» Pero además, a esta enumeración delibcradameme hete- que era conocido y estaba bien definido. Ahora bien, si cada uno
róclita, a1'adía esto: «Almas doliente~, en búsqueda, atormenta- de nosotros sabe aproximadamente, por experiencia, lo que es o
das, con el profundo de-.garro causado por el choque de lo espfri- no es una obra de ane, sucede muy a menudo que su defm1c1ón
L~al y de lo material. Lo encomrado Lo que de vivo bay en los precisa, sus límites, su área de exten~ión '>e nos escapan h aun
vivos, y la naturalc7.a «muerta». El consuelo en las apariciones más a menudo, que nos penurban cierlos de)pla.tam1emos de es-
del mundo: exterior. interior. Idea de la alegria. La llamada. El tos limites, ciertas alteraciones de esta delinicion.

316 L.\ IMAGEN l•I PAPí:l DULAR 11· 317

l la habido muchas maneras diíercmcs de definir el ane, co-


rrespondiente cada una al reinado má o menos indiviso de una
u otra ídeologia. El academicismo. ese ep1fenómeno puramente
idcologico del que ya hemo hablado un poco ve1a el arte de la
pintura contenido en dos \alores C!ienciales:
- el arte e<,tá en relación con 'alores c:.piritualcs, cu7a puer-
1a abre para el espectador y que el creador debe culthar. En el
siglo \:1\., estos .. atores son los de una Grecia eterna y bastame
imaginaria: belleza, armorua, equilibrio. etc. Correlativamente,
el arte no tiene (y no debe tener) intención utilitaria, «bajamen-
1en ma1erial, y debe mcluso evitar escrupulosamente toda rela-
ción demasiado directa con una realidad contemporánea que sólo
podrfa ser contingente (véase la condenación de los primeros rea-
lismos);
- el arte es el campo de ejercicio privilegiado de la «pcríec-
ción formal», y el artista es aquel que, capaz de demostrar que
domina la forma. que es un virtuoso de la 1écnica (es el íin confe-
sado del concurso del premio de Roma), <iabrá además superar
este "inuosismo para ponerlo al servicio de la forma perfecta,
cuya definición mism.i se busca en una lecrura ideali1ada del arte
antiguo
Podna igualmente resumirse esquemá1icamente la concepción
del arte en el Renacimiento por estos dos rac;gos:
- el amor por el 'inuosismo técnico: pero un virtuosismo
que no se disunulará, porque es lugar y signo de una cxperimen-
1ación permanente de la que no ha) que avergonzarse, al contrario;
- el la10 establecido entre arte y conocimiento, entre arte y
11losofía: pintar e de cubrir el mundo, sus leye~. su sentido pro-
fundo; pintar es pensar.
Podría continuarse este pequeño Juego v catalogar así tantas
concepciones del arte como épocas y sociedade . Lo que caracte-
riLana a eMe catálogo, serian, en el fondo, dos cosas:
a) La arbitrariedad: lo que falla en todas estas definiciones,
implícitas o expresamente codificadas, es la idea misma de su re-
latil'idad. E.so, por supuesto. no es extrai'lo, por ser lo propio de
la idcologin el hecho de disimularse. incluso ante sí misma, y ha-
cer creer que se legisla en lo absoluto. Desde cslc punto de vista
-y 'lin que por eso, desde luego, podamos nosotros creerno~ exen-
10~ de prejuicios ideológicos- la reílexión sobre el arle en nues-
El anc de la pintura: Rennc1m1c1110 v uc-1lli:mki ..1110: arriba. f.o m11erte dt> 4dn- tra epoca ha progresado al registrar ese carácter relativo de la de-
niJ. _de S. del Piombo (1512); abajo, Jeum·~ CT?n /01.10111 bol/re des coqs. de finición del ar1e. Si C'<Íste hoy una concepción dominante, e~
Geromc ( 11146). probablemente lo que se ha llamado a veces la definición insritu-

318 1\1 ,\Crl '<I Pi PAP[L Dl 1 1\RTl'd
lA 319

C1011al del ane, según Ja cual es obra de arte lo socialmente reco- un aura ligada a la superioridad reconocida del pintor , a su talen-
nocido como tal, al menos en el interior de un ambiente especia- to (más tarde 'iC hablara de genio); el aura de la pieza expuesta
lizado, cualesquiera que sean, por olra parle, la.s cualidades in- hoy en una galería o un musco deriva, ame todo, del hecho mis-
tnnsecas supuestas del obJelo-c;oportc. Con esta concepción se mo de esta exposición, que la consagra como obra de anc (confi-
enfrentan, diariamente, los v1sitames del centro Pompidou, algo riéndole al mismo tiempo un valor mercantil del que el arte e
asombrados a veces aJ ver que se les proponen como obras de ha hecho inseparable).
ane un montón de carbón, manzanas en descomposición, un con- El arte aparece, pues, hoy como una institución social. muy
glome~ado de televisores, en resumen, «cualquier cosa» , segun la 'ariable hi<itóricamentc, y que tiene por función conferir el status
expresión (por otro lado in1encionaJmence positiva) de Thierry de aurático de obra de ane a cienas producciones materiales (entre
O U\ l (1989). ellas, singularmente. un gran número de imagcnes). Queda evi-
Esta actitud algo cínica tiene, por otra pane, su acta de fun - dentcmcn1c por subrayar que, a pesar del carácter relativo de esta
dación, con la inuoduc<:ion del readl•-mude por parle de l\farccl mstitución, a pesar de las formas arbitrarias que ha podido Lo-
Duchamp: si un urinario o un botellero pueden considerarse como mar, su existencia. por su panc. no e~ ciertamente arbitraria. como
obra.s de arte, es que han esta~o e\pues1os en galerías (y ahora , lo indica el hecho de que el arte haya exic;tido en ca'>1 todas las
en muscos), comcmadoc; como huellas de una reílexión, de un <;ociedades humanas conocidas. El arte responde a una necesidad
gesto artístico, y además, firmados, pueden referirse a un artista. de las sociedades, inicialmente ligada a la necesidad religiosa, a
Duchamp no ha sido superado en e.sta dirección. > de Duve ha lo agrado, pero siempre ligada a un deseo de «Superar» la condi-
mostra~o bien. que el arte . entero e define hoy en primer lugar ción humana, de acceder a una e.\ periencia. a un conocimiento,
por la 1nsutuc1ón (con el nesgo de que é.sta. en un segundo mo- de orden trascendente.
mento, defina ~ imente imponer criterios de aceptabilidad, emi-
nememente variables, todo hay que decirlo).
b) ~~ ~ura: invcr amente, si ha habido una tal 111ult1plic1dad m. 1.2. Reproductlbilidnd técnica y pérd ida d e a ura
de def1111c1onc.s del ane, quiere decir que todas esas definiciones
tenían ulgo en común. Ese «algo», que c1; la especificidad misma El término de «aura>>, que acabamos de utilizar, se impuso,
de la actividad anistica, no es sencillo de calificar. Se trata, en para designar e e atribulo clásico de la obra de ane, por un céle-
el fondo. de verificar que, en pracucamente todas las sociedades bre anículo de Wahcr Benjamin. a través de «La obra de arte
que han conocido un desarrollo anistico, el arte cs1á dotado de en la época de su reproduclibilidad técnica>> ( 1935), cuya tesis vaJc
un valor especial, 4uc confiere a sus producciones una naturaleza la pena recordar . Bcnjamin quedó impresionado, como muchos
fuera de lo común, un prest1g10 particular, un aura de '>us contemporáneos. por la multiplicación de las imágenes, y
La paJabra «aura» designa, por otra parte, el nimbo luminoso especialmente de las imágeoe automáticas ;y reproducidas mecá-
más o menos sobrenatural que c;c supone emana de cicnas perso- nicamence, cuyo prototipo es la fotografía de prensa. Pero con-
nas o de cienos objetos. La mc1árora es, pues, clara: si una obra trariamente a los críticos del siglo \IX, para quienes el fenómeno
de ane uene un aura, es que irradia, que emite vibraciones partí importante habia sido la aulOmaticidad de la toma de vistas, Ben-
cuJares, que no puede ser vista como un objeto ordinario. Es ésta jamín insiste sobre todo en la reproducción, en la serie: la obra
una concepción tan general, tan inscrita en todas las definiciones de arte difundida en ejemplares multiples. ¿e~ aún realmente una
d.el anc, que es inútil insistir, si no es para observar que, contra- obra de arte? En [')articular. esta muJtiplicación, esta masifica-
n_a~cnlc a_lo ~ue podría qui1á pensarse en primer lugar, la deli- ción, ¿no va fo17o<;amente unida a una pérdida de aura y, por
nac1ón 111s111uc1onal de arte no ha abolido el aura de Ja obra de tanto. a una desaparición de lo que había constituido la e encía
arte, lejos de ello: esta aura habra cambiado simplemente de na- misma del arte?
~uraleza_. co~o hab~a cambiado ya en el curso de los iglos. El TaJ es la cuestión plan1eada por Benjamin, a Ja que responde
icono b1zan1ano tenia un aura sobrenatural, que emanaba de su por otra parte positivamente: para él, hay efectivamente pérclida
función religiosa; un cuadro clásico, pongamo. un Poussan. tenía de aura a partir de la invención de la fotografía, q ue no sólo per-
...
320 LA lMAGEN EL PAP[L Ol:L ARTE 321

mite la reproducción iníinita e inmediata, sino que acaba por ha-


cer pasar a segundo plano el valor cultual de las obras en favor 111.2. la estética
de su 'alor de e.xposu:ión. Ese tema ha sido recogido con mucha
frecuencia, de formas apenas diferentes. y se ha converúdo en 111.2. l. Del placer de las imágenes a la ciencia de las imágenes
banalidad deplorar que el libro ilustrado, el cine o Ja televisión,
aJ reproducir diariamente millones de imágenes anislicas, habi- La imagen artística, así, ha existido en todos lo tiempos, y
tuándonos a ver cada vez más reproducciones y cada vez menos en todos los tiempos, al menos en todos los tiempos historicos,
originales, hayan tenido sobre nosocros una influencia nefasta ha suscitado un discurso, un interrogante fundamental sobre su
haciéndonos insensibles al aura de las obras de ane, incapac~ naturaleza. sus poderes. sus funciones. Este discurso es lo que
de verlas realmente. Es por ocra parte exacto que la difusión cada se designa usualmeme por el término de estética. Forjado, a me-
vez más masiva y cada vez más rápida de las imágenes nos habi- diados del siglo xv111, a partir de la raíz griega aiszesis, sensa-
túa a no ver sino sus caracteres más destacados, en perjuicio de ción, sentimiento, la palabra designó al principio, precisamente,
rasgos más suriles que son a veces lo esencial: juzgar Ordet de el estudio de las sensaciones y de los sentimientos producidos por
Dreyer por el baremo del cinc americano de 1990, o los cuadros la obra de arte. Este sentido ya no es hoy el sentido dominante,
de Vermeer según el baremo de sus utilizaciones por pane de la pero perdura en ciertos trabajos, en especial de orientación psico-
insistencia publicitaria, conduce inevitablemente a no entender lógica, que se interrogan sobre el porqué y el cómo del placer
nada de ellos, e incluso a no ver en ellos lo que en ellos se en- específico ligado a la contemplación de las imágenes {artística!.
cuentra. o no, pero más frecuentemente artísticas, por razón de su mayor
Pero estas lecturas de la tesis de Benjamin son en exceso uni- carga sensorial y afectiva).
laterales. Olvidan, por una pane, que el ane de la época de Ja
reproducción masiva ha encontrado otros valores auráticos {que En un texto de 1978, publicado como uno de los capítulos del
p.ueden siempre discutirse, por supuesto: es cuestión de aprecia- monumental Handbook of perception, lrvin L. Child declara así,
ción), y por otra parte y más ampliamente, que la noción de como pumo de partida inicia!, que «la cuestión central de la teo-
aura no debe entenderse bajo una luz demasiado ceñida a la ría estética es la siguiente: "¿Por qué encuentra la gente agrada-
«eternidad». Lo que valió a Miguel Angel o a Rembrandt la ble o parece encontrar agradable la actividad perceptiva misma?"»
admiración de sus contemporáneos no es cicnamente Jo que fun- Naturalmente, el autor adviene bien que es la existencia misma
da su gloria actual, y obras que vemos como panicularmeme del ane la que más claramente plantea esta cue tión, pero las «teo-
dotadas de aura. como las de Venncer o de Georges de La Tour rías estéticas» que él propone no por eso dejan de estar de tina-
fueron vistas en su época como relacivameme banales. El an~ das a dar cuenta de la «experiencia estética» en general, centrán-
en general sólo tiene sentido si se está dispuesto a aceptar el dose expresamente en «el valor hedónico de Ja experiencia y de
valor aurático de las obras de arte, pero Ja naturaleza de esta los actos del espectador o, como se dice a menudo, el valor hedó-
aura, y las obra en las que se la reconocerá, son cosas que no nico que supuestamence tiene el objeto o el acontecimiento perci-
han dejado de cambiar desde que hay arte. Nuestra época ha bido, por ralón de sus consecuencias para el espectador». En esta
asociado el aura artística por una parte a la institución {a la dirección parúcular, se trata por otra parte de una tentativa muy
firma), Y por otra parte al carácter «his1óricamente importante» útil de tipología de las teorías del placer estético, que rcali1a, en-
de las obras del pasado; no hay duda de que esta doble defini- tre otras cosas, un desglose enLrc lcorías «extrínsecas» (el placer
ción está destinada a ser desplazada en el fuLUro. En todo caso. no es asignable a la percepción misma, sino a algo distinto), «in-
no vale ni más ni menos que las concepciones que la han pre- trínsecas» (el placer está ligado a ciertos rasgos de la imagen, por
cedido. ejemplo sus proporciones armoniosas), o «interactivas» (el placer
está ligado a la interacción entre Ja imagen y las características
de la persona o de la situación).

322 L<\ lMAGEN el l'Al'l:L OH ·\RTE 323
Pero, muy rápuJamcntc, la palabra tomó un sentido bastame
ción entre un proyecto artistico, una definición «local» de ane,
diferente } designó más bien el estudio de la supuesta fuente de
y la producciones emanadas de esca delinicion.
las sensacionc:-'> agradables producidas por la obra de ane: lo Be-
Muy distinto es el proyecro de la Es1e11co (primera edición:
llo. En toda!> ~us actualizaciones en el cur<;o de la hisloria del arte
1901) de Bencdetto Crocc. Este refuta todas las divisiones Lradi-
desde hace dos siglos, la eMcllca es una teoría de lo Bello, muchas
cionales emre anes de la vista y anes del oído, anes del espacio
veces pretendidamentc c1cmífica, que desemboca igualmente a me-
y aries del tiempo, anes del reposo ) artes del movimiento, etc.,
nudo en prescripciones normauvas, } o cilando casi entre la obje-
para afirmar la posibilidad de una estética general (e incluso la
tividad y la normauvidad. Mucho~ de los grandes filósofos del
imposibilidad de estéticas paniculares). Naturalmente, tal «estéti-
siglo '\!'\ tuvieron su esteuca, haya sido o no publicada con ese
ca», deliberadamente lo menos específica posible. susceptible de
tilulo. La d1s1inc1ón kantiana entre sensibilidad y emcndimiemo
1ratar tanto la pintura como la música. no podría ser ni un estu-
lleva a una consideración privilegiada del (<juicio del gusto», que
dio de las diferentes estéticas particulares que se han sucedido en
encierra la estetica en la problemática de la belleza, de la creación
el curso de Ja historia. ni, a forriori, una estética en el sentido
y del genio. Para el rtegel de la Fenomenología del espíriru, que
normativo. Se trata. para Croce, en el fondo, de establecer una
quiere escapar a las aporías del juicio del gusro, Ja estética debe
teoría general de los simbolos, más o menos dcsprovisla de lodo
estudiar, no lo Bello en sí mismo, sino la función del arte (que
juicio de valor (por otra parte, él mismo afirma que la estética
para Hegel es, igual que la de la religión o de la filosofía, una
cuyo proyccLo concibe se confunde con la linguistica: diríamos
función de descubrimiento del espíritu por sí mismo).
más bien, hoy, <cla semiología»). Este ahisroricismo absoluto puede
No hemos «salido», ciertamente, de estas filosofías idealistas;
parecer embarazoso, pero en ese 1>royecto se reconoce una pane
las cuestiones planteadas por Hegel encuentran su eco en Sartre,
importante de la reflexión sobre el arte, la que se interroga sobre
por ejemplo. y ... u vulgarinic1ó11 sigue siendo el fundamento más
la significación de las obras de ane y la comprensión que tene-
C\.ideme de la concepcion más corrien1e del arte como «creación».
mos de ellas (véase Jo que hemos dicho de los trabajos de Nelson
Sin embargo, la estética del siglo '--' ha trabajado sobre otras ba-
Goodman Lvéase capitulo IV, 1.1.3] o de Richard Wollheim [este
se:., esencialmente en do direcciones, que podrían llamarse, por
capítulo, 11.1 ]).
el nombre de sus mic1adores, la dirección Riegl y la dirección Cro-
ce. Aloi's Riegl, historiador del anc \ienés, es sobre todo conoc1-
do hoy por cr el inventor del concepto de Ku11s1wol/e11 (<<querer
111.2.2. Problema estéticos
anist ico»). Si unos artista!> de un período dado de la historia del
ane, en particular de esos periodos que se consideran tradkionaJ-
Como puede deducirse de lo que acabamos de decir, la estéti-
mcme como menore'.'I o decadentes, han producido lo que han pro-
ca no es una ciencia, ni siquiera una disciplina. En cambio, cons-
ducido, dice en '>Ustancia Riegl, no es porque no hayan podido
tituye un campo de estudio vasto y siempre muy activo, aunque
hacer algo mejor, es porque han tenido un proyecto anistico deli-
muchas investigaciones sobre La imagen se han conducido recien-
berado diferente del de la época anterior. Una época de clasicis-
temente a partir de perspectivas diciplinaria<; más determinadas
mo puede aparecer ame nuestros OJOS como «mejor», como en-
(c;cmiológicas o históricas en especial), o por el contrario de pcrs-
gendradora de obras más logradas, más duraderas: pues bien, dice
pccLivas filosóficas más amplias (el trabajo de Deleuze sobre el
Riegl, esto sólo es verdad desde nuestro punto de visea, que es
cinc, que es una filosofía del cine, implica, a pesar de todo, un
ilusorio, y cada época produce obras logradas si se las refiere,
aspecto estético).
no a nuestra definición de ane, sino al K1111s1wol/e11 que las ha
Uno de los problemas más debatidos ha sido, indiscutiblemente,
determinado. Este credo relativista e historicista ha tenido una
el de la especificidad de las diferentes artes: ¿hay, o no, leyes es-
enorme iníluencia en toda una generación de historiadores del ane,
téticas particulares de cada forma social e históricamente docu-
de los que ya hemos hablado, y Panofsky es sin duda quien ha
mentada de la acuvidad artística'? Acabamos de ver que la ten-
deducido de él las leccionc\ más claras: la estética no es una cien-
dencia de los teóricos e ra a menudo el estudio de los fenómenos
cia de lo bello eterno } abc;oluto, ec., una evaluación de la adecua-
«profundos», comunes a todas las manifestaciones artísticas (por
w

324 LA IMAGEI\
El. PAPI:L DEL ARTE 325
ejemplo, al estudio de la imagen en general, como, por otra par-
institucionalmente del cine comercial (aunque fuese 11cine de ane»),
te, hemos intentado hacer parcialmente, en este libro); pero la
n~itó en cambio delimitar más cuidadosamente su territorio para
aparición, desde hace dos siglos, de nuevas prácticas artísúcas fun-
acotarlo frente al campo del «cine experimental», al que to acer-
dadas en la imagen automática -foto, cine, vídeo-, ha reaviva-
can su publico, sus lugares de proyección y buen numero de us
do repetidamente el debate obre la especificidad. Ya hemos di-
procedimientos estilísticos y formales. En esta (necesaria} temati-
cho cómo la pintura, en competencia con la forografia en el terreno
va de definición especifica, entre otras, ha venido a utiliLar e con
de la exactitud óptica, se ba desplazado rápidamente para ocupar
frecuencia un criterio cécnico, el del modo de proyección de las
otro terreno (véase 111.2.1, más arriba).
imágenes, sobre el que ya hemos dicho más arriba (véa ·e capítulo
Se han reiniciado los debates con el cine, primero para hacer-
3, IJ.3.1) que no era sin duda tan firme como a veces se ha creído.
lo aceptar como un arte; después, más difícilmente, para dar de
En relación con estos debates, reavivados a menudo, sobre la
él, en cuanto arte, una definición diferencial. Es bien conocida
especificidad, otras cuestiones, importantes sin embargo, han sido
la fórmula de Ricciouo Canudo, afirmando en su libro L 'Usine
objeto de una atención mucho menor. Puede cxtrai'lar. entre otras
aux images ( 1927). no sólo que el cine era un arte. al menos po- cosas, que haya habido tan escasa preocupación por rcelaborar
tencial, sino que, al aparecer después de las artes tradicíonales
el concepto de poética, en el sentido aristotélico del término (es
(en número de sci~ para Canudo), era el séptimo. Esta idea del
decir. el estudio de la creación de las obras, de su fabricación}.
cine como «Síntesis de las demás artes» ha gozado de una gran
O más precisameme, puede extrai'lar que los teóricos se hayan ocu-
difusión. Es evidentemente absurda si se Ja toma literalmente y
pado tan poco de ello. pues, por otro lado, muchos anistas, so-
manjfiesta sobre todo la dificultad que hay para definir una esté-
bre todo en nuestro siglo, han consignado por escrito, de manera
úca adaptada a una forma de arte completamente nueva.
muchas veces apasionante, sus concepciones rclalivas a ta activi-
El debate sobre la especificidad del arre del cine ha conocido
dad de creación y a la poética de las imágenes. I lemas citado va-
varias fases. Se buscó primero una definición deJ ane mudo que
rios nombres de pintores al principio de este capítulo. pero la co-
lo distinguiese clarameme del teatro, al que parecía cercano. He-
secha seria igualmente rica en cine, ya que una elevada proporción
mos evocado, algo más arriba, a loo; cricicos que reclamaron con
de grandes cineastas, de Dreyer a Bergman o Tarkovsky. han ofre-
sus deseos una ci11epl<ist1ca (Elle Faure} que pudiese hacer del cine cido obras de reflexión «creatorial» sobre el arte del film; et fe-
un arce comparable al noble ane de la pintura, pero se buscaron
nómeno se ha acentuado más con el arte del video, cuyas obras
otras definiciones, unas veces en equivalencias musicales, dudo-
van acompañadas casi siempre de largos comentarios, declaracio-
sas por otra panc (Abcl Gance: «El cine es la música de la luw).
nes de intención, modos de empleo (que acaban. a decir verdad,
otras veces, más encillamcnte, en la adaptación al cine del ane por formar parte de la misma obra, como es cada vez más el caso
menor de la pantom1111a (fue et caso de muchos admiradores de con et arte contemporáneo en general).
Charlot, como Louis Deltuc). Pero, con la llegada del sonoro,
Hay que sedalar de todos modos ta tentativa, expresamente
estas definiciones potenciales se fueron a pique; con todo, el de-
situada bajo el signo de la poética, de David Bordwetl, en sus
seo de distinguir el cine del teatro no había desaparecido y es in- importantes estudios sobre Dreyer y Ozu. Este 1rabajo de análisis
teresante verificar que íue en el terreno mismo de los conceptos
fílmico, en efecto, se ha realizado con referencia constante a la
teatrales donde se buscó, sobre todo en los aftos cincuenta, una creación de las películas, explicada principalmente por su contex-
definición de la especificidad cinematográfica, con la defensa e
to cultural general, y por el contexto formal y estilístico particu-
ilustración del concepto de la mise en sc~ne por pane de la escue- lar que esos cineastas se han constituido a si mismos en el imerior
la de los Cahiers du cinémo y sus epígonos (véase capítulo 4,
de cada obra. Se trata aquí, evidemementc, de una poética parti~
11.3.2).
culnr, que refiere la creación de las obras de arte esencialmente
La historia se ha repetido en cierto modo con Ja aparición más
a las circunstancias de su producción y no, casi, a ta intencionali-
reciente de un «vídeo-arte» que, para existir socialmente, ruvo que dad de <;U autor, pero en esta dirección, remotamente derivada,
empezar por distinguirse de tas artes «establecidas)), y principal-
por otra parte, de los trabajos de la escuela formalista rusa de
mente del cine. Si al vídeo-arte no le ha sido dificil diferenciarse to~ años veinte, los estudios de Bordwell son con mucho los má!>

i
..
326 LA IM '\Gl:I' !·I PAPl'l 0[1 ARTE 327
convincentes por la extremada exactitud de su documentación, y dico /unrrut'1/, podemos idealizar. Pero nosotros vamo!i más le-
ello a pesar del carácter a veces algo mecánico de los sistemas jos y pretendemos ser capaces de añadir algo de. \erdad /trutll/
estilisucos que propone a los hechos desnudos)). Este anadido es, literalmente, el poder
fotogénico; se encuentra constantemenre su mención, y su defini-
ción, durante todo el período constitutivo de una fotografía artís-
111.3. El ejemplo de la fotogenia tica, es decir hasta finales de los años veime.
La fotografía, lo decíamos, ha necesitado mucho uempo para
La imagen automática es, acabamos de decirlo, la que más convertirse en un ane. Puede ai'ladirse, además, que ella se ha
cuesLionamientos estéticos ha provocado desde hace un siglo. A buscado como arte en varias direcciones contradictorias. Asf el
la fotografía, primera en ser inventada de esas imágenes amomá- pictorialismo. alrededor de 1900. quiso producir obras que fue-
Licas, y vista inicialmente como una técnica de duplicación ópti- sen visiblemente artísticas multiplicando las manipulaciones, los
ca, le ha costado mucho imponerse como imagen arrisrica. En retoques, los raspados, posiúvando las fotografías sobre soportes
esta empresa ha desempeñado un papel importante una noción: de grano visible, de materia aparente, como las famosas «gomas
la fotogenin , noción ranto más imcrcsamc cuanto que ha desbor- bicromatadas». Es una dirección interesante, que tiene sus cartas
dado enseguida el campo fotográfico para alcanzar al cine. de n<>blew y cuya tentación, por otro lado, resurge periódicamente
(en panicular en los años ochenta). Sin embargo, el pictorialismo
ve la expresividad fotográfica esencialmente en los medios plásti-
LO .3.1. Fotogenin y fotogrnfin
cos que son los tradicionales de la pintura: materia, color, pince-
lada. Así fueron violentamente combatidos sus principios por parte
La fotografía reproduce las apariencias visibles registrando la
de todo los que, fotógrafos o críticos, querían que el anc de la
huella de una impresion luminosa: tal es el principio de su inven- fotografía se fundase en lo que es la «esencia» de la fo1ografía,
ción. Ahora bien, muy pronto 'ie adivinó que este registro, si en el registro sin retoques de la realidad. Edwnrd Weston (1965):
el plano puramente óptico acercaba la tmagen fotográfica a la «Gentes que no pensarían ni un segundo en coger un colador para
imagen formada en el ojo, la distinguía de ésta al fijar un estado
-.acar ngua de un pozo, no logran ver la locura que supone coger
fugitivo de esta imagen, un estado que escapa a la visión normal
un aparato fotográfico para hacer una pintura».
(véanse nuestras discusiones sobre el tiempo, capítulo 3, IJ y ca-
Fue la corriente realista, sin discusión. In dominante entre el
pítulo 4, llJ), y, al hacer esto, daba acceso a una manera inédita
final de la escuela picloriaJisLa de Camera Work (hacia 1910) Y
de ver la realidad. Es el conoddisimo Lema de la «revelación»
la nparición de nuevas tendencias con respecto n la mnnipuJación
fotográfica: la fotografía nos permite ver el mundo de una mane-
en los dos últimos decenios. No por eso se ha unificado en ella
ra invisible a simple "ista. no'> pcm1ite ver ~<cosas normalmente
Ja concepción de la expresividad fotográfica, ni mucho menos.
no vistas» (Kracaucr).
Por no citar más que dos posiciones basrnnte extremas, ~e ha
He aquí lo que c!>cribfa en 1896 Henry Peach Robinson, fotó-
podido:
grafo inglés del siglo XI\: «Los que sólo tienen un conocimien-
- Sea considerar que el ane de la fotografía era un arte de
to superficial de las posibilidades de nuestro ane pretenden que
Ja escenificación, de la valoración de lo real por la ciencia de los
el fotógrafo es un simple realistn mecánico, sin el poder de aña-
encuadres y de las iluminaciones, y que sólo a ese precio {el de
dir nada de sí mismo n su producción. Sin embargo, algunos
la maestría) era posible la fotogenia. Franz Roh, 1929: «La foto-
de nuestros críticos, no sin inconsecuencia, se inclinan a declarar
grafía no es una simple huella de La naturalcai, p uc~to que e~ (me-
que algunas de nuesLrns imágenes no se parecen en nada a la na-
cánicamente) la transformación de lodo valor cromático, e mclu-
turaleza. Eso los traiciona, pues, si podemos añadir algo no verí-
so de la profundidad del espacio, en estructura forma.!. [... ) r.ara
llegar a ser un buen fotógrafo, ¿es suficiente con dominar los ins-
2. &1a cita. como la\ 'iguicnle\, \C da ~egún la 'lclección de Trachtenbefll, trumentos de la fotografía? De ninguna manera: como en otros
C/asu: E.ssa1·s on Phom~rap/11. 1980.
campos de expresión, aquí se necesita per onalidad. (... ] Esta cua-
328 LA lr.L\GEI\ 1 l PAPEL DEL .\R fE 329

lidad indh•idual co11sta11te que. como en las anes, es notablemen-


te duradera, basta para mostrar que una buena foco esta cambien
fundada en un princ1p10 de organizac1on y de ind1vídualizacíón)).
El arte del focografo es, pues, saber mostrar la naturaleza en su
mejor aspecto, descubrir, intencional y voluntariamente, sus ele-
mentos po1encialmcn1c focogcnicos: e'1:presur fu realidad.
- Sea, por el contrarío, pensar que el fotógrafo debía desapa-
recer en lo posible, ol\'idar su maestría, ) dejar advenir (la pala-
bra es de Roland Banhcs, en su ensayo La cámara lúc:idu), siem-
pre casi como un pequeño milagro. una fotografía que nos revelará
algo que no hablamos percibido y que nunca babríamos percibi-
do sin ella. Ese milagro de la fotografía es sin duda hoy la defini-
ción más corriente de la forogenia; en ella pensamos cuando deci-
mos que alguien «es fotogénico», lo que significa sencillamente
que él (ella) será «más hennoso (más hermosa)» en fotografía que
al natural, que la foto revelara un encanto eventualmente ausemc
de Ja persona real. Sin llegar forzosameme hasta ese extremo, es
una concepción expresada por muchos fotógrafos: la fotogenia
es, en la foto lograda, lo que nos afecta, lo que me afec1a (un
«yo» indeflnidameme singularimdo, variable con cada uno de no-
sotros). Con su noción de punctum, Barthe no ha hecho sino
culminar esta definic1on, dándole una expresión deliberadamente La foto¡c:nia en el cinc de 'º' aiio~ odumln: arriba, J ilwrtc' la 11utt <Phtltppc Ga·
subjctivizada. rrcl, 19l!3); abaJo. Lu .\lort d'Empedocle CJ .M Strauh ~ O. l lu1lk1, 1987).

lll.3.2. Fo t o~enin l cine

Si la fotogenia no C!. fácil de definir en fotografía, ¿qué decir


de su definición cinemmografica? No es extraño que haya sido
aún más flotante, aún más cambiante.
Fue ame todo, por supuesto, la epoca muda la más sensible
a las posibilidades fotogénica~ de la imagen film1ca, y la palabra
«fotogcnia>) misma se encuentra, en lo c~encial, en los escrilO'>
de dos cineastas y critico<i franceses de los años veinte, Louis De-
lluc y Jcan Eps1cin. El primero veía en ella, a decir verdad, el
secreto mismo del cinc, hasta el punto de dar ese tíLUlo a uno
de sus primeros ensayos sobre el tema ( 1920). He aquí un extrac-
to úpico de Photogénie: «Nuestra'> mejore.. películas son a veces
demasiado feas por deberse a una excesiva conciencia laboriosa
Yartificial. Cuántas VCCC.\ f••• ) lo mejor de una \ciada ante la pan-
talla está en los nouciarios [en los cuales] unos pocos segundos
nos dan una impre ión tan fuene que los consideramos anísticos.
330 El ¡>,\Pí 1 DEL ,\RTl- 331

No se puede decir otro tanto de Ja película dramática [... ] que to! Este texto, y iodos los que recogen sus temas. son igualmente
'iene d~pués. Poca gente ha comprendido el interés de La fotoge- con más frecuencia alegatos pro domo que verdadero~ manifiestos.
nia. Por lo demás, ni iquiera sabe qué es. Me encantaría que El poder fotogénico del cine ha sido pueMo en evidencia por
se supusiera un misterioso acuerdo entre la fotografía y el genio. la mayoría tic los cr111cos de la época muda, a menudo ~in que
¡Ay! El público no es Jo bastante tonto como para creer en eso. se pronunciase la palabra, y la forogenia fue, para toda una gene-
Nadie lo persuadirá de que una foto pueda tener nunca lo impre- ración de cnticos, de cineastas y de cmefilos, la consigna, corres-
visto del genio, pues nadie, que yo sepa, está persuadido de ello». pondiente al «no-sé-que>) de Didcro1 para defintr la pintura. Cn
Está claro: Delluc no cree en el «milagro» de la fotografía y, para fecha más reciente ha vuelto a aparecer. más o menos subrepti-
él, la fotogeoia debe adquirirse, cienamente «con el máximo de ciamente. en el discurso de críticos redescubritlores del ane del
elegancia>). En 01ros términos, su definicion del arte del cine no mudo. como Claudc Ollier, mostrando su fascinación por las aven-
es otra que una definición del arte del director, del cineasra (fue turas de la llll en el cinc de anteguerra, o Jean-Andrc Fieschi,
él, no lo olvidemos, quien inventó esta palabra e impuso su anesano, con Noel Burch y André Labarthe, de una reevaluación
empleo). tic la premiere vague francesa.
Para su amigo Epstein, las cosas están algo menos dcíinidru.. bl Ja práctica de la realización de películas. los desarrollos
La fotogenia es, también para él, un produc10 cicnamente raro, recicmes son menos interesantes: la fotogenia. la mayoría de las
que define una estética, la misma que él defiende e ilustra, en veces, se ha apla11atlo, banalizado, fijado en fórmulas estereoti-
especial por ciertos usos del ralcntí y del primer plano, vistos hoy padas, y los considerables progresos técnicos en materia de so-
como las marcas estilísticas más características de sus peliculas. porte y de iluminación, la impresionante destreza de numeroso~
Epstcin. sin duda alguna. pensaba también que el arte del cinc operadores-jefes sólo sirven con demasiada frecuencia para ali-
era el arte del cineasta, que la foLogcnio se obtcnia, yo diría casi: mentar electos sin gran originalidad. Lo <;aben algunos cineastas.
se merecía. Sin embargo, sus textos dejan traslucir una concep- como Eric Rohmer, quien ha manifestado a menudo su añoranza
ción más «milagrosa», más próxima a la 1emacion de dejar que de lo que considera perdido, un estilo visual y lummoso no este-
la fotografía cree sola, de dejar a la naturaleza desvelarse sola. reotipado, como Jean-Marie Straub y Danklle Hmlle1, que tra-
Epstein, 1923: «¿Qué es la fo1oge01a? Llamaré fologéoico todo bajan concienzudamente para eliminar todo efecto visual sobrea-
aspecto de las cosas, de los seres ) de las almas que incremente ñadido. para dejar advenir la realidad en Ja imagen. Tanto en
su calidad moral por la reproducción cinematográfica. Y iodo as- uno como en los otros, la fotogenia se ha hecho extremadamente
pecco que no se incrementa por su reproducción cinematográfica discreta, más íría que la de Epstein, como si, hoy, la fotogcnia
no es fotogénico, no forma parte del arte cinematográfico». no pudiese ya pasar má que por el f/011.
Es evidente lo que supone c.sta declaración: menos una defini-
ción de la fotogenia, que nunca se anicula claramente. que una
defensa, fácilmente polémica en ocasiones, de cierta eslética fíl- 111.4. Conclusión: el placer de la imagen
mica. Continuación del Lexto de Epstein: «Hace poco decía yo:
es fotogénico codo aspecto cuyo valor moral resuhe incrementa- Esle capitulo que quería establecer el papel de Ja imagen ha
do por la reproducción cinematográíiea. Ahora digo: sólo los as- repetido constan1ememe que no hay más imagen que la vista, con-
pectos móviles del mundo, de las cosas y de las aln1as, pueden sumida, apreciada, apropiada por un espectador en un cierto con-
ver incrementado su valor moral por la reproducción cinemato- texto institucional (entre otros, el del arte). Acaso en el no se haya
gráfica. [... ] La movilidad fotogénica es una movilidad en [el] sis- insistido bastante - aunque, espero, haya quedado claro- en que
tema espacio-tiempo, m1a movilidad a la vez en el espacio y en ese consumo de Ja imagen no se da sin placer.
el tiempo. Puede, pues, decirse que el aspecto fologénico de un Que la imagen, objeto visual, destinado a ser registrado por
objeto es una resultame de sus variaciones en el espacio-uempo». el ojo. órgano e.le la percepción a distancia, órgano frío, pueda
Esta estética que Epstein propone puede parecer plana: ¿no pare- procurar placer, no es cosa evidente a priori. Hcmo t11cho ade-
ce decir que la especificidad del ane fílmico está en el movimien- má~ de paso que las teorías estéticas interesadas por lo valores
1'I l'/\l'l t DEL ARTE 333
332 LA 11'.11\GEN

hedónicos ligado~ a la imagen tienden más bien a buscar la fuente pre, en uhimo extremo. el placer de haber anadido un objeto a
del placer fuera de la percepción misma, por ejemplo en las cir- los objetos del mundo.
cunstancias de Ja comemplación, en sus mouvos o en us resulta-
dos. Lo que sugiere la imagen an1su1.:a es que el plat:er de la iina-
gen es indisoc1able de u11u c.'té11ca, siquiera rudimentaria, de un 1V L\ IM \Cj l ·N: ¿U .\ (JVILl/..\CIOr-.?

saber en todo caso sobre el arte, u producción, su intención. Pue-


En la introdut:ción de eslc libro se expoma la importancia so-
de decirse lo que se quiera sobre la alegria de vivir que emana
cial de la-. imagenes, de su multiphcacion aparentemente infinita,
de los dibujos de Picasso, de e~a., series venigino as e innumera-
de ~u intema drculacion, de c;u carga 1dcologica, de su iníluencia;
bles de sus úJtimos años. pero es evidente que el placer experi-
en conjunto, de todo lo que hizo hablar del nacimiento, en el si-
mentado ame esas imágenes es in-,eparable de otra imagen. más
o menos difuminada, la del mismo Picasso dibujando y ;xpresan- glo "'· de una c:i1•ilizuc:ió11 de la imagen (es el tilulo de un libro
do su júbilo de creador. Las telas de Bonnard, imágenes donde de Enrico 1 ulchignoni, aparecido en 1969). Ahora bien, Lcrm1na1
las haya de la felicidad en pintura, deben quizá su efecto a las con un examen de la imagen artística nuestro panorama de los
armonías coloreadas, a los naranjas y a los azule~; ~on igualmen- g1 ancles problemas ligados a la imagen visual obliga a rclat ivi1ar
te indisociables de una idea de lu <.:rcación, 1ranquila, día~tras día. esta idea. Las imágenes. es innegable, c;c han multiplicado cuami-
LaLivamcmc desde hace más de cien a~os. en proporciones impre-
Y si la pin1.:elada bonnard1ana es tan eficaz, es sin duda también
sionn111es y progresivamente crecientes. Tenemos fácilmente, ade-
porque se sabe que era capaz de volver sobre una misma tela du-
rame años para modificar un minusculo detalle. más, la impresión de que estas imágenes adquieren en nuestra vida
En resumen, el placer de la imagen -entiéndase el placer del cotidiana, en nuec;Lra vida sin más, un lugar invasor. que c;u ílujo
apenas es comeniblc. De ahi eJ sent imicnto. extendido, de que
especLador de la imagen- e~ sin duda imcparable de un supue 10
placer del creador de la imagen. Que este placer creatorial haya vivimos realmente la era de Ja imagen. hasta el punto de que pro-
revestido las más diversa.., lormas. e~ algo cieno. Entre Rubens, fetas, más o menos in">pirados, anuncian regularmente, para ale-
produciendo má!> de dos mil cuadros en el entusiasmo de un , ir- grarse o deplorarla. Ja muerte de lo escrito.
tuosismo y una facilidad sin par. y Leonardo, que no debió de Pero ese sent1mien10. que nos exalta o nos oprime, no' impide
ad\ en ir que esta mulúplicación de la<; 1magenes sólo es, en el fon-
terminar más de una docena de telas en toda u 'ida. hay un abis-
mo: uno y otro, sin embargo. fueron impul ado~ a pintar por un do. un epi fenómeno, si se Ja compara con otra conmoción que, ope-
deseo que no los abandonó (lodo~ lo pintores que hao habla- rada a lo largo de lo'> siglos, } la mayoría de la' 'eces de crisis en
do de su arte podrían haber avalado el mulo del libro de André cri~is, afecto. a su \el. al status mismo de Ja .. imágenes, para hacer
Masson. Le plaisir de pemdre). La fascinación de la obra de arce pasar de la imagen c!Sptrituul a la imagen 1•1s110/. La imagen medie-
no tiene sin duda otra fuente, al menos en nueslra epoca, herede- "ªI (por no hablar ni siquiera de la imagen en otras c1vihzacione más
lejanas) era fundamentalmente diferente de la imagen de hoy, al me-
ra en esto del romanticismo: se s1eme en ella el deseo de un indi-
viduo. nos en que no tema necesariamente manifestación sensible} que,
-;1 poseía una. esta manifestación sensible, considerada como pura
La. imagen en general es visla a menudo como una especie de
extensión de la imagen artística. él placer que procura es asimis- apariencia LcrresLre. no tenia "alor alguno frente a ent idadcs inma-
1criales, celestes, a las que daba acceso la imagen. En una cultura
mo, muchas veces, del mismo orden, aunque sea en otro registro
(~aród i co, irónico, hidico como en Ja imagen publícitaria, por
que establecía como paradigma de la noción de imagen, y como fun-
damento mismo de la posibilidad de las imágenes, la encarnación
e1emplo). lncluso la imagen documental, que extrae su valor de
de Dio~ Padre en Cristo, es evidente que la apariencia \ isual de c!>-
most~ar el mundo sólo como es, participa de ese prestigio de la
c~eac1ón y del placer de la invención: lo grandes fotógrafos o
tas imágenes emanaba de lo conungeme, que su apuesta era muy dis-
cmeastas documentales, de Haheny a Depardon. son los que nos tinta a la de una simple reproducción de lo sensible y, por consiguíen-
t~. que su papel - ideológico, intelectual, social- excedía con
muestran su mirada al mismo tiempo que nos muestran el mun-
do. Se tome por uno u otro lado, el placer de la imagen e~ siem- mud10 al mismo que parecen tener ante nuestra .,,¡,la.

J
334 L\ IM\GEN C:L l'Al'l!L Dl 1 AR 1 E 335

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u lmegen
Jecquea Aumont

Convertida ya en una materia de


ensel'\anza tan importante como la
letra Impresa, y a la vez terreno fas-
cinante y parcialmente enigmático,
la imagen en cuanto tal plantea cier-
tas cuestiones a las que Jacques
Aumont -coautor de Estética del
cine y Análisis del film, ambos textos
publicados también por Paldós-
pretende responder con este libro.
Por ejemplo, qué es ver una imagen
y cómo se caracteriza ésta en cuan-
to fenómeno perceptivo: quién mira
la Imagen y qué tipo de espectador
supone esa mirada: cuál es el dis-
positivo que regula la relación del
espectador con la Imagen: cómo
representa la imagen el mundo real
y cómo produce significados; o
cuáles son los criterios que nos
llevan a considerar algunas de estas
Imágenes como artfsticas, como per-
tenecientes a la esfera social del
arte. Origlnallsima slntesls de los
distintos saberes contemporáneos
sobre el tema, el texto no está diri-
gido únicamente a estudiantes y
profesores, sino también a todos los
Interesados en los distintos aspec-
tos de la materia, ya se trate de la
imagen fllmlca, de la pictórica o de
la fotográfica, por mencionar sólo
algunas de las posibilidades.

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