Una servidora que prefiere mantenerse anónima afirma a este diario que el
retiro «no es para nada elitista», una observación en la que coinciden todos
los entrevistados. Sin embargo, un empresario madrileño que acudió en
marzo también confirma que «es cierto que hay un predominio de gente
conocida de Madrid. Pero cuando yo caminé estaban conmigo un albañil y
un vecino de Usera... de todos modos, la parroquia está en Serrano,
¿quiénes creen que van a acudir?». El padre González, por su parte,
asegura que «lo bonito es que haya gente de todo tipo, pero en Madrid se
ha puesto de moda entre personas de cierto nivel social. Es una
circunstancia no deseada». Al retiro se llega sobre todo por el boca a boca y
se supone que se debe invitar a quienes más puedan beneficiarse de él,
pero eso también fomenta que se extienda entre un mismo círculo social.
«Las cosas de moda son efímeras. El que lo hace por ese motivo sentirá un
efecto arrebatador, pero poco duradero», asegura González. Por su parte,
el empresario, que en septiembre fue servidor, comenta que «si realmente
es moda, da igual. De todos modos merece la pena. Si de cien personas que
asisten una se convierte, ¿qué más da lo que hagan las otras noventa y
nueve?». En su caso, el retiro no supuso un cambio radical de vida porque
ya era un hombre religioso, pero afirma que dos amigos a los que llevó sí
vivieron una transformación: «Uno de ellos era un tío que tenía el escudo
del Real Madrid en el whatsapp y ahora tiene la cruz de Emaús», comenta
a modo de ejemplo.