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NEUROLOGIA: SOBRE LOS METALES PESADOS

Dr. Federico Micheli y Dr. Manuel Fernández Pardal


Editorial Medico “PANAMERICANA”
Los metales pesados son: cadmio, serio, cromo, cobalto, cobre, galio, oro, hierro, plomo,
manganeso, mercurio, níquel, platino, plata, telurio, talio, estaño, uranio, vanadio y zinc. La
dieta normal incluye pequeñas cantidades de muchos de estos elementos que resultan
necesarios para el hombre; sin embargo, una cantidad grande de cualquiera de ellos produce
intoxicación.
Plomo. El plomo atmosférico se acumula en algunos órganos del cuerpo, causa anemia, lesiona los riñones y
el sistema nervioso central. La intoxicación depende del tipo de compuesto: la absorción de óxidos,
carbonantes y otros compuestos solubles en agua a través del trato digestivo dan origen a una intoxicación
crónica; mientras que partículas de óxido de plomo originan una intoxicación aguda. Dentro de los síntomas
que se presentan están: daño agudo al riñón, dolor gastrointestinal, anorexia (falta o disminución anormal del
apetito), dolor abdominal generalizado, diarrea, náuseas, vómitos, debilidad, encefalopatía. (Trastorno del
celebro, rara en adultos) que puede ir acompañada de coma paro cardiorrespiratorio.
El plomo aumenta la fragilidad de las membranas de las células nerviosas, rompiéndose estas, afectando al
sistema nervioso central produciendo las encefalopatías que se caracterizan por torpeza, irritabilidad, dolor de
cabeza, temblor muscular, ataxia (imposibilidad de coordinar movimientos musculares voluntarios) y pérdida
de memoria. Su efecto en el sistema nervioso periférico da origina la debilidad en los músculos extensores y
trastornos sensoriales.

Mercurio. El metilmercurio es la especie más tóxica dentro de las especies del mercurio, es una neurotoxina
y el principal síntoma clínico de envenenamiento que se manifiesta en daño al sistema nervioso. Es fácilmente
absorbido a través de las membranas animales. Han ocurrido varios casos críticos de envenenamiento por
compuestos de metil y etilmercurio. Las funciones más comúnmente afectadas son la sensorial, visual y
auditiva; junto con algunas áreas del cerebro, especialmente del cerebelo, relacionadas con la coordinación. A
concentraciones bajas de exposición hay síntomas que incluyen parestesia (sensación de hormigueo), ataxia
(imposibilidad de coordinar movimientos musculares) y visión borrosa; a concentraciones más altas,
constricción concéntrica del campo visual, ataxia y dificultad auditiva; y a concentraciones altas, sordera total,
parálisis completa, pérdida de la fonación, ceguera, coma y muerte.

Cadmio. Se puede ingerir o inhalar. La ingestión causa trastornos agudos en el tracto gastrointestinal cuyos
síntomas son: náuseas, salivación, vómito, dolor abdominal y de cabeza, diarrea y shock.

Cromo. La intoxicación aguda produce daño gastrointestinal, insuficiencia hepatorenal y lesiones nasales,
cutáneas, hepáticas y renales. La intoxicación crónica produce irritación gastrointestinal que puede dar origen
a úlcera, hepatitis, nefritis (inflamación de los riñones), erosión y color amarillo de los dientes. En la piel se
originan llagas, úlceras y dermatitis; también hay daño del sistema respiratorio que en los casos peores da
origen a fibrosis pulmonar y cáncer de pulmón.

Arsénico. La intoxicación aguda produce daño gastrointestinal severo, vasodilatador e hiperhemia


(congestión sanguínea), daño renal, depresión, parálisis de la respiración, pérdida de movimientos voluntarios,
hipotermia (disminución de la temperatura normal del cuerpo), contracciones musculares y anormalidades
cardiacas. La intoxicación crónica origina desbalance electrolítico (un electrolito es un cuerpo que se somete
a la descomposición por electricidad. En este caso se refiere a algunos compuestos o sales presentes en el
cuerpo humano), depresión hematopoyética (conjunto de fenómenos que conducen a la formación y
maduración de los elementos que componen la sangre), inflamación de ojos y tracto respiratorio, pérdida de
apetito y de peso, daño hepático, alteraciones sensoriales y neuritis periférica (lesión inflamatoria o
degenerativa de los nervios), dermatosis (enfermedad de la piel que se manifiesta por costras, manchas, granos
u otra especie de erupción), daño al corazón y enfermedades vasculares periféricas. Además, dentro de los
efectos crónicos están la carcinogénesis, mutagénesis y teratogénesis.

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