Mercurio. El metilmercurio es la especie más tóxica dentro de las especies del mercurio, es una neurotoxina
y el principal síntoma clínico de envenenamiento que se manifiesta en daño al sistema nervioso. Es fácilmente
absorbido a través de las membranas animales. Han ocurrido varios casos críticos de envenenamiento por
compuestos de metil y etilmercurio. Las funciones más comúnmente afectadas son la sensorial, visual y
auditiva; junto con algunas áreas del cerebro, especialmente del cerebelo, relacionadas con la coordinación. A
concentraciones bajas de exposición hay síntomas que incluyen parestesia (sensación de hormigueo), ataxia
(imposibilidad de coordinar movimientos musculares) y visión borrosa; a concentraciones más altas,
constricción concéntrica del campo visual, ataxia y dificultad auditiva; y a concentraciones altas, sordera total,
parálisis completa, pérdida de la fonación, ceguera, coma y muerte.
Cadmio. Se puede ingerir o inhalar. La ingestión causa trastornos agudos en el tracto gastrointestinal cuyos
síntomas son: náuseas, salivación, vómito, dolor abdominal y de cabeza, diarrea y shock.
Cromo. La intoxicación aguda produce daño gastrointestinal, insuficiencia hepatorenal y lesiones nasales,
cutáneas, hepáticas y renales. La intoxicación crónica produce irritación gastrointestinal que puede dar origen
a úlcera, hepatitis, nefritis (inflamación de los riñones), erosión y color amarillo de los dientes. En la piel se
originan llagas, úlceras y dermatitis; también hay daño del sistema respiratorio que en los casos peores da
origen a fibrosis pulmonar y cáncer de pulmón.