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Il. La vida consagrada: Teologia de la consagracién religiosa REFLEXION TEOLOGICA SOBRE LA CONSA- GRACION 4Cémo situar el tema? La palabra «consagracién» Sentido juridico, teolégico y teologal Lo profano y lo sagrado Secularidad, secularismo y secularizacién 2. LA CONSAGRACION DE JESUCRISTO 2.1. El Consagrado 2.2. La Encarnacién, consagracién sustantiva 2.3. Proceso dindmico de consagracién 2.4. Sacerdocio y sacrificio de Cristo 3. LA CONSAGRACION BAUTISMAL. 4. LA CONSAGRACION RELIGIOSA BReRE 4.1. La voz del magisterio 4.2. Sentido teoldgico y teologal 4.3. Configuracién real con Cristo-virgen-pobre- obediente 4.4. Consagracién de toda la persona 4.5. Plenitud de la consagracién bautismal 65 4.6. En la Iglesia y para la Iglesia LA CONSAGRACION VIVIDA EN SECU- LARIDAD. HACIA LO MAS ESENCIAL 1. Reflexién teoldgica sobre la consagracién 1.1, ¢Cémo situar el tema? Es preciso, ante todo, situar la reflexién teolégica so- bre la consagracidn religiosa en su verdadero contexto, Sélo asi puede resultar ldgica ¢ inteligible. Seria, por el contrario, verdaderamente peligroso y de graves conse- ‘cuencias pensar o dar a entender que la consagracién es una realidad auténoma, independiente, con pleno senti- do en si misma, que exige una comprensidn del todo par- ticular, desvinculada de las otras realidades cristianas.. Ahora bien, el marco referencial que permite situar ade- ciadamente el tema de la consagracién —sobre todo, de la consagracién religiosa— es la sequela Christi: el segui- miento evangélico de Jesucristo. Cristo vive de una determinada y singular manera: en. virginidad, en pobreza y en obediencia, como expresién hist6rica de su entrega total a Dios y a los hombres. Vive y se desvive a si mismo por los demés: por el Padre y por los hermanos, es decir, por el Reino. ¥ quiere, de hecho, compartir con otros hombres su mismo proyecto de vida y de existencia y su misién en el mundo. Por eso, llama personalmente (= vocacién) a vivir con él y con los otros. seguidores suyos (= comunién o comunidad de vida), para vivir como él (= consagracién), prolongando en el mun- do su misién evangelizadora (= misién). Vocacién-Comunién-Consagracién-Misién son como cuatro esferas concéntricas, que se explican y se implican ‘mutuamente, y que constituyen la esencia y la consisten- cia, el ser y el quehacer de la vida religiosa en la Iglesia y para el mundo. 67 La verdadera consagracién no arranca de la iniciativa del hombre, sino de una llamada personal, de una voca- ci6n, es decir, de la iniciativa de Dios en Fesucristo. Y con- siste, esencialmente, en un verdadero parecido, en una real conformacién y configuracién con Cristo en una dimen- siGn de su misterio. Vivir como Cristo es compartir su mis- ma vida, sus riesgos y esperanzas, sus preocupaciones, su proyecto existencial, sus actitudes vitales y totales y vivir or sus mismos intereses. Vivir como Cristo es configu- rarse con el Consagrado. Por eso, precisamente, es una verdadera y auténtica consagracidn, en el sentido més ri- guroso y preciso de la palabra. Y, hablando de la vida re- ligiosa, es configurarse realmente con Cristo, en esas tres dimensiones constitutivas de su modo histérico de vivir para los demés, es decir, para Dios y para los hombres: virginidad, pobreza y obediencia. Ya desde el principio de esta reflexién teoldgica hay que advertir que Cristo ¢s, por definicién el Consagrado —con articulo, en singular y con maytiscula—. Eso signi- fica exactamente la palabra Mesias 0 Cristo: el Ungido. Cristo es la personificacién de la consagracién o la con- sagracién personificada, porque él resume, condensa y hasta agota en s{ mismo toda verdadera consagracién, como agota y concentra en su persona toda la Filiacion divina, siendo ef Hijo de Dios. De igual modo que nadie es 0 puede ser hijo de Dias sino en el tinico Hijo que Dios tiene, por una real participacién de su tinica Filiacién, ast tampoco nadie puede ser y estar de verdad consagrado sino en la consagraci6n sustantiva de Cristo, y en la medida en que participa de ella por una verdadera configuracién personal. Por so, la consagracién, en sentido propio y hablando en lenguaje cristiano —es decir, en la més rigu- rosa teologia— debe entenderse siempre en referencia ex- plicita, inmediata y hasta exclusiva a Cristo. Los demas modos, modelos y contenidos de consagracién, anterio- res 0 posteriores a él, propiamente no nos sirven para de- 68 terminar la esencia de la consagraci6n. A lo més, nos ayu- dan de forma negativa, en cuanto que revelan lo que no es la verdadera consagracién cristiana y religiosa. En cambio, siempre que se dé una auténtica configura- cin, un real parecido con Cristo en una dimensién esen- cial de su misterio, se da una real y verdadera consagra- cidn. De modo que es éste el criterio decisivo para saber cuando existe consagracidn en sentido propio y formal, en sentido teolégico, y en qué consiste esencialmente. 1.2. La palabra «consagracién» La palabra consagracion es un sustantivo verbal, deri- vvado del verbo consagrar. Y puede tener un doble senti- do: activo y pasivo. Expresa tanto la accién de consagrar como el hecho de ser consagrado. Consagrar, en sentido teoldgico, es fundamentalmente lo mismo que santificar, divinizar, sacralizar 0 sacrificar. No resultan de verdad interesantes, para nuestro propésito, las sutiles y, a ve- ces, un poco arbitrarias distinciones, que suelen hacer al- gunos autores, entre estos verbos. Todos ellos implican relacionar o relacionarse directamente con Dios, introdu- Cir o ser introducido en la esfera de lo Sagrado absoluto, de lo Divino 0 de lo Santo, es decir, en el ambito de la Divinidad. De forma descriptiva, se puede decir que consagrar, por parte de Dios es: tomar plena posesién, reservarse espe cialmente, invadir y penetrar con la propia santidad, ad- mitir a la intimidad personal, relacionar profundamente consigo mismo, transformar por dentro, renovar interior- mente y, sobre todo, configurar a alguien con Jesucristo, que es el Consagrado. Por parte del hombre, consagrar © consagrarse es: entregar o entregarse a Dios, dejarse po- seer libremente por El, acoger activamente la accién san- 69

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