INTRODUCCIÓN
La BU cuenta con una larga tradición y sus expresiones son tan
variadas como los Centros de los que dependen. Las primeras nacen en la Baja Edad
Media europea al calor del desarrollo de las ciudades y de la sociedad civil. La imprenta
y, posteriormente, la actividad de las sociedades científicas amplían notablemente el
número y tipología de sus materiales, recibiendo también el apoyo de destacados
mecenas, y expandiéndose al Nuevo Mundo. Este devenir les ha hecho depositarias de
buena parte del legado cultural de Occidente.
Desde el siglo XVIII rompen la transmisión exclusiva de saber maestro-alumno;
el desarrollo de las ciencias positivas y el asentamiento de las revistas científicas
contribuyen a ello. El siglo XIX con el aumento de producción documental y las
necesidades de la revolución industrial, lleva al desarrollo de técnicas que organizan los
fondos de acuerdo a los contenidos. El XX concibe la biblioteca como sistema de
información, se apoya en la cooperación y el intercambio, y automatiza los procesos
hasta la telemática. El XXI trabaja en red integrado con otros servicios.
En España conocen épocas de esplendor al entrar en el siglo XVI, acercándose a
los postulados de la Monarquía, que necesita de sus servicios. Después entrará en una
decadencia que, excepto contadas ocasiones, se prolonga hasta el siglo XX. A lo largo
de la segunda mitad se van creando una buena parte de ellas, si bien heredan prácticas
poco acordes con la eficacia: dependen de escaso presupuesto, compra atomizada en
Departamentos, separación docencia e investigación, etc. El siglo XIX, no obstante, deja
dos hitos positivos: la creación del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y
Anticuarios, en 1958, y el Decreto de Bases para la organización de Archivos y
Bibliotecas. Las dos afectan a las universitarias, al ser depositarias de parte de los
fondos desamortizados, convirtiéndose algunas en bibliotecas públicas.
Las dos últimas décadas del XX son las de su transformación. En la década de
1980 se construyen las bibliotecas de Centros; en la siguiente, se unifican en Áreas.
Llega la escasa regulación y forma parte del SEB (RD 582/1989). Se produce el
asociacionismo (RUEDO, RUECA, REBIUN), especialmente efectivo en esta última
cuando pasa a ser Sección de CRUE. Proliferan los nuevos materiales. Se procede a la
automatización. Se les aplica la telemática, y devienen en «bibliotecas en red» (sólo
integrada puede subsistir). El nuevo siglo trae un reto: la biblioteca de la convergencia.
CONCEPTO, CARACTERÍSTICAS Y MISIÓN
IFLA las sitúa dentro de las Bibliotecas Generales de Investigación. La
clasificación tradicional, en Bibliotecas de centros docentes (fondos de carácter general,
usuarios con especialización). Los estatutos las consideran como Unidad Funcional al
servicio de una Institución superior a la que sirve como apoyo al estudio, la docencia y
la investigación. Pero preferimos considerarlas una “combinación orgánica de personas,
colecciones y edificios con el objetivo de asistir a la comunidad universitaria en el
proceso de transformar la información en conocimiento”, y, ahora, para el aprendizaje.
CONSIDERACIONES FINALES
La BU ya no sólo se mueve en el área de la Biblioteconomía tradicional,
sino también en el de la Gestión de la Información y en la de las Tecnologías de la
Información. Ha variado su configuración, caminando hacia la “biblioteca híbrida”,
multifuncional, extendida y abierta, virtual, con material analógico y digital, y
desarrollo electrónico. Incluso su planificación se realiza en el ámbito de la política
nacional de información (Gran Bretaña). El propio perfil del bibliotecario se muestra
ahora como el de consultor.
Al tiempo, se ha convertido en intermediaria entre productores y consumidores,
pues les ha afectado el “estatuto del saber” (como expresara Lyotard, 1984, en La
condición postmoderna: informe sobre el saber): ha cambiado su consideración y ahora
no se entiende exclusivamente como un acompañante de la persona, o un instrumento
para comprender la naturaleza, ni siquiera como conjunto de datos o fuente de poder,
sino como producto que se vende, para lo cual debe ser registrado electrónicamente,
pasando después a ser energía. Por ello, las BUs tienen un papel crucial en la llamada
“gestión del conocimiento”.
Si nos atenemos a lo sucedido en la última década, deberemos albergar
esperanzas, pues, debido a la cooperación y consorcios, las BUs se han consolidado
como servicios bien gestionados y bien valorados. No obstante, queda por ver si
superarán el reto de los CRAI, con su especialización consiguiente, pues exige no sólo
presupuesto adecuado, sino entendimiento organizativo y, sobre todo, según señala la
práctica totalidad de estudios, personal formado e integrado.