en su uso del lenguaje. Este uso del lenguaje puede incluir lenguaje u otras
características nativas de la persona de discurso de la persona, como un acento, el
tamaño del vocabulario y sintaxis.
DISCRIMINACIÓN LINGÜÍSTICA O LA
“FORMA CORRECTA DE HABLAR”
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En el Perú, además de las formas típicas de discriminación, léase la racial, económica, social,
de género, de especie , etc.; existe otra profundamente arraigada y no tan percibida: la
discriminación lingüística. Dentro de esta, podemos distinguir dos clases:
1. Discriminación basada en el origen geográfico
2. Discriminación educacional
Así, pongamos como ejemplo dos casos sucedidos en años recientes, el primero ocurrido en
una unidad de transporte público limeño donde el cobrador era una persona de origen andino
poseedor de un dialecto de la sierra central, el mismo que al requerir a uno de los pasajeros si
no tenía cambio o sencillo, pues había recibido un billete de veinte soles del mismo, fue
víctima de una frase dura, además, de discriminatoria: “Aprende a hablar bien el castellano,
cholito igualado, así como hablamos los criollos, no se dice sencillo sino senciyo”.
La grafía “ll” hace imposible percibir la diferencia a la cual se refería el pasajero, la cual alude
a la forma particular que tienen las personas de origen andino de pronunciar la doble ll; así
para el victimario, “hablar bien el castellano” equivalía a hacerlo como lo hace la gente de la
capital, como lo hablan los “criollos”, aparejado a ello, el pasajero ubica en una posición de
inferioridad a su interlocutor al afirmar que este se le está “igualando”. El segundo caso se
refiere a algo bastante común en la sociedad peruana y muy especialmente en las ciudades
capitalinas: la autodiscriminación. Hace algunos años, durante mis estudios en Generales
Letras de la Universidad Católica, conocí a una chica que me hacia recordar bastante a Bobby
de “Alienación”, el celebre cuento de Julio Ramón Ribeyro. Supe por una amiga en común que
la chica en mención odiaba su segundo nombre -Felicita- porque según ella era “de chola”,
que prefería decir que vivía en el distrito de la Molina a pesar que vivía en Ate, porque este
último “es de berracos” y que su sueño era casarse con un ciudadano de Estados Unidos para
“mejorar la raza”. Al semestre siguiente, se presentó como voluntaria para el programa
“Compañero PUCP”, el cual facilita la integración de los estudiantes extranjeros a la vida
universitaria a través de la asesoría de un estudiante local, con el fin de “cazar” alguno, tal
como lo dijo en sus propias palabras, y así pareció ocurrir con Guillermo, un ciudadano
argentino. Poco tiempo después, tiñó su cabello de rubio -para hacer juego con el de su ahora
enamorado, también del mismo color- se puso lentes de contacto verdes y un aparato invisible
dentro de la nariz que la hacia menos aguileña, a la par que realizó un cambio dramático en su
forma de hablar, según ella influenciada por el contacto directo con el muchacho bonaerense,
simulando fonemas como si de una ciudadana argentina se tratara, en vista que “ese dejo era
más cool”. En este caso, la discriminación no viene por parte de un sujeto externo sino que
una persona de forma inconsciente, tras un proceso en el que también ha sido víctima de
discriminación, rechaza su dialecto, por asociarlo a la discriminación recibida, para asumir otro
que considera de mayor prestigio social.
A partir de lo que venimos diciendo, rompamos el mito de que existe una forma correcta y/o
apropiada de hablar; así no se puede aseverar científicamente que una determinada manera
de hablar sea mejor o superior a otra puesto que la forma de manifestación de cada una de
ellas obedece a diversos factores sean estos, sociales, culturales, étnicos, etc.
La segunda forma de discriminación es la que tiene como premisa a la educación oficial. Desde
que el individuo ingresa a las instituciones educativas públicas o privadas, se le enseña que
existe una “forma correcta de hablar”; en consecuencia desarrollar el “habla culta” se lograría
mediante una sólida educación que tendría como principal contribuyente una universidad de
prestigio, dentro de la cual el estudiante a través de la instrucción permanente recibida,
independientemente de la profesión elegida, y la interacción constante con personas vinculadas
a diversas áreas del conocimiento, vendría a adquirirla y desarrollarla.