a la literatura medieval y
de los siglos XVI y XVII
2016
© Lillian von der Walde Moheno (ed.),
Retórica aplicada a la literatura medieval
y de los siglos XVI y XVII.
PRÓLOGO 7
PRIMERA PARTE 9
Téchne retórica
II. Prólogos 97
Tópicos y creatividad en los prólogos de Berceo
FERNANDO BAÑOS VALLEJO 99
Claudia la energúmena
543
A. ROBERT LAUER
LILLIAN VON DER WALDE MOHENO (ED.)
“ÍNDICE”. RETÓRICA APLICADA A LA LITERATURA MEDIEVAL Y DE LOS SIGLOS XVI Y XVII
IMAGEN EN
Recueil de poésies françaises. Département des manuscrits,
Rothschild 2796, fol. 33r. Bibliothèque nationale de France.
LA ARGUMENTACIÓN RETÓRICA EN PROVIDENCIA
DE DIOS, DE FRANCISCO DE QUEVEDO
2
De hecho, tratados como la Rhetorica ad Herennium desarrollan conjun-
tamente ambas dimensiones.
3
La tradición retórica griega postaristotélica (Demetrio, Dionisio, Her-
mógenes) tuvo también una gran influencia en nuestro Siglo de Oro, tal
y como ha subrayado López Grigera. Aunque no desconoció las aporta-
ciones sobre la argumentación, como muestra el libro tercero de la obra
de Hermógenes Perì stáseôn (Sobre las situaciones), su mayor influencia se
produjo en las teorías sobre el estilo.
ANTONIO AZAUSTRE GALIANA
“LA ARGUMENTACIÓN RETÓRICA EN PROVIDENCIA DE DIOS, DE FRANCISCO DE QUEVEDO”
4
La influencia del ramismo en la enseñanza retórica durante los siglos XVI y
XVII y su reducción de la retórica a la elocutio no implica el desconoci-
miento de estas cuestiones; en primer lugar, porque no todas las retóricas
de influencia en la época tenían esta orientación; en segundo lugar,
porque la dialéctica se ocupaba de ellas.
5
Los expertos en la obra del Estagirita señalan que es posible que partiese
de un concepto de la argumentación retórica de índole logicista, esto es,
muy cercano a los planteamientos de la dialéctica. Según este enfoque,
los recursos de argumentación provendrían exclusivamente de los asun-
tos del discurso. Al ponderar el hecho de que este enfoque dejaba de lado
el campo de los afectos, de gran importancia en la persuasión, la segunda
redacción habría dado cabida a los recursos argumentativos relacionados
con el talante del orador y las pasiones de los oyentes, que se ubican en
Retórica (2, 1-18); véase Racionero (10-11, 110 y ss).
ANTONIO AZAUSTRE GALIANA
“LA ARGUMENTACIÓN RETÓRICA EN PROVIDENCIA DE DIOS, DE FRANCISCO DE QUEVEDO”
448 de las pasiones de los oyentes en relación con las ideas que se
deseaban transmitir.
En las pruebas objetivas se distinguían los signos, los
argumentos y los exempla. Los signos son señales que, de
manera más o menos segura (necessaria o non necessaria) impli-
can un determinado hecho; por ejemplo, las olas como signo
de viento en el mar.6 El campo de los argumentos, amplio y
complejo, da cabida a los raciocinios y el sistema de los loci
(estudiados en la inventio, pero también aquí cuando se
aplican a la construcción de un argumento). La ratiocinatio
(silogismos, entimemas y epiqueremas) construye un razona-
miento lógico sobre una base “segura”. A partir de dicha
premisa ―y con mayor o menor garantía dependiendo de su
seguridad― se ha de levantar un razonamiento verosímil por
deducción. El conocido sistema de los loci ―a persona y a re,
con amplia tipología en ambos campos― proporciona una
completa casuística de ideas para aplicar a las más diversas
circunstancias y asuntos, cuya importancia en la literatura
concebida al amparo de la imitatio está más que sobradamente
comprobada. 7
La tradición de los exempla, fundamental en los ejerci-
cios retóricos, aprovecha el relato de un suceso concreto y
externo al asunto para, mediante la analogía, extraer una
enseñanza por inducción. Los campos de la mitología y, sobre
todo, la historia clásica y sagrada, ofrecerán un amplio
abanico de sucesos de los que extraer dichas enseñanzas.
Cercanas al exemplum se encuentran las citas y sentencias de
6
Especial relieve en la literatura adquieren los signa amoris: languidez y del-
gadez del rostro, falta de apetito, distracción…
7
Basta mencionar, para la tópica tradicional, el clásico trabajo de Curtius.
Son evidentes sus conexiones con la dialéctica, parcela de la filosofía que
se ocupaba de la capacidad racional de investigar, definir y exponer, y que
enseñaba a delimitar lo verdadero y lo falso mediante el contraste de argu-
mentos. También la tópica pertenecía a esa esfera, pero autores como
Aristóteles y Quintiliano incorporaban esas vertientes de la dialéctica a la
inventio retórica. Este punto de contacto entre dialéctica y retórica resultó
fuente de fricciones. Conocida es la separación de ambas en el ramismo,
clave en la visión negativa de la retórica como una vacía lista de tropos y
figuras.
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“LA ARGUMENTACIÓN RETÓRICA EN PROVIDENCIA DE DIOS, DE FRANCISCO DE QUEVEDO”
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Chría: “es la mención de un dicho o acción, o de lo uno y lo otro, que tiene
una exposición concisa y que tiende generalmente hacia algo útil. Ejem-
plo del tipo mixto: Diógenes, al ver a un joven maleducado, golpeó a su
pedagogo diciéndole, ¿por qué, pues, le enseñas tales cosas?” (Hermó-
genes 179). Sententia: “es una máxima expresada en una enunciación
general, que desaconseja algo o exhorta hacia algo que pone de manifiesto
el carácter de cada cosa. Desaconsejando, como aquel pasaje: No ha de
dormir toda la noche un hombre que toma decisiones” (Hermógenes
181).
9
Para la importancia del ornatus en la argumentación, véase Lausberg (§§
427 y 538).
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“LA ARGUMENTACIÓN RETÓRICA EN PROVIDENCIA DE DIOS, DE FRANCISCO DE QUEVEDO”
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Esa capacidad argumentativa de tropos y figuras es también reivindicada
por la nueva retórica (Perelman 268-285).
11
Para las circunstancias biográficas e intelectuales de esta prisión, véanse,
entre otros, Jauralde (759-820), Crosby, y López Poza (ed., Providencia
de Dios 9-23).
12
Más detalles sobre la cronología de la redacción de ambas partes ofrecen
Ettinghausen (“Acerca de la fecha de redacción”) y López Poza (ed.,
Providencia de Dios 40-45). Comparto la opinión de López Poza (ed., 30-
40), quien considera el texto una sola obra con dos partes. Confróntense
otras opiniones en Villanueva (216-217) y Alonso Veloso.
13
Sobre la dispositio en los tratados de Quevedo, véanse Balcells (209-221)
y Rey (ed., Virtud militante 293-300).
14
Este diseño final de la obra no impide que la parte dedicada a la provi-
dencia hubiera sido la primera proyectada por Quevedo, como creen
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“LA ARGUMENTACIÓN RETÓRICA EN PROVIDENCIA DE DIOS, DE FRANCISCO DE QUEVEDO”
Villanueva (217) y López Poza (ed., 40). Para los presupuestos y argu-
mentación filosóficos de esta obra, véase Martínez.
15
Expongo aquí los momentos fundamentales del desarrollo de esta parte.
Un detallado recorrido por sus diferentes fases se encuentra en López
Poza (ed., 58-63); véase también Villanueva (224-225).
16
Señala López Poza (ed., 57): “El proceso de estructura de la argumen-
tación es más sólido en la segunda parte. Ello podría favorecer la teoría
ya expuesta de que Quevedo habría reflexionado previamente sobre el
asunto de la providencia y que tal vez habría escrito ya sobre ello”. Para
una detallada enumeración del desarrollo de esta segunda parte, véase
López Poza (ed., 63-67).
17
Señalo las páginas y cito por la excelente edición de López Poza.
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“LA ARGUMENTACIÓN RETÓRICA EN PROVIDENCIA DE DIOS, DE FRANCISCO DE QUEVEDO”
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Ettinghausen (Quevedo neoestoico 113) y López Poza (ed., 319, n. 601)
señalan que es posible ―aunque no seguro― que Quevedo se estuviese
refiriendo a obras como La constancia y paciencia del santo Job, La caída para
levantarse (vida de san Pablo) o la Primera parte de la vida de Marco Bruto.
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“LA ARGUMENTACIÓN RETÓRICA EN PROVIDENCIA DE DIOS, DE FRANCISCO DE QUEVEDO”
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Así lo señala López Poza (ed., 41): “Emprendería, de este modo, una tarea
bien difícil: demostrar con razones varias cuestiones de fe: que el alma es
inmortal, que hay dios y que su providencia gobierna el mundo”.
20
Remito a López Poza (ed., 45-55) para un análisis de los lugares comunes
utilizados en esta obra, con influencia de la retórica del jesuita francés
Nicolas Caussin (Eloquentiae sacrae et humanae parallela).
21
El trabajo de Villanueva contextualiza este enfrentamiento con el ateísta
en un panorama de difusión del ateísmo en Madrid y la sociedad española,
contra el que habrían reaccionado Quevedo y otros escritores.
22
Especialmente en su segundo capítulo, que se concibe como un diálogo
fingido con los distintos tipos de pecador: el concupiscente, el codicioso
de riquezas y el ambicioso de poder. Este tipo de estructura permite a
Quevedo la apelación directa a sus destinatarios, a quienes amonesta
sobre sus errores y recomienda las conductas correctas, basadas en el pre-
dominio de los valores espirituales. En esta estructura predomina la
argumentación orientada a la moción de afectos, con una presencia muy
destacada de las figuras de entonación que dirigen exclamaciones o pre-
guntas admonitorias a ese destinatario (¿No miras…?, ¿Quieres ver…?), y
con la anticipatio de Quevedo a las diversas razones que argüirá su interlo-
cutor, al que en ocasiones fingirá concederle (concessio) la razón en alguno
de sus argumentos para inmediatamente rechazar el fondo de su postura.
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Véanse más ejemplos en las páginas 109, 148, 149, 196-197. Aunque con
menos frecuencia, la anticipatio aparece también en la segunda parte de la
obra (247, 303).
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Véanse otros ejemplos en las páginas 113 y 205.
25
“El dilema es un razonamiento en el que el contrario es refutado sea cual
sea la proposición que haya admitido” (Cicerón 1, 29, 45). Véanse otros
ejemplos en las páginas 200-201 y, ya en la segunda parte, 255.
26
La evidentia o enargeia es la cualidad del estilo encargada de poner los ob-
jetos o acciones delante de los ojos. A ella contribuyen diversos recursos,
como la enumeración detallada, la translatio temporum, el uso de deícticos,
adverbios y verbos de visión... Todos ellos intentan hacer visible al lector
el objeto o realidad que se describe.
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Véanse los paralelos con otros escritores que señala Villanueva (228-229),
quien destaca su brillantez literaria (218).
28
Más detalles en Lausberg (§ 406).
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En otros pasajes, la congeries subraya la grandeza de la creación en las
maravillas de sus criaturas (224-225); acumula venenos que pueden ser
beneficiosos, a fin de ilustrar la proverbial doctrina de la triaca (248-250),
o refuerza el elogio de las religiones monacales, mendicantes y eremíticas
(274-275) y los oprobios y padecimientos de Cristo (288-290).
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Para un detallado análisis de estas fuentes, véase López Poza (ed., 55-56)
y las notas al texto de su edición.
31
Para la importancia de la patrística en la obra de Quevedo, véase López
Poza (Quevedo y la literatura patrística).
32
“En estas tres verdades: que hay dios, que hay providencia, que hay alma
inmortal, el texto de Job ha de ser mi texto. ¿Por qué piensas que Job en
trabajos tan nunca vistos y en persecución tan cruelmente dilatada tuvo
paciencia siempre victoriosa y triunfante, y alma no sólo capaz de muerte,
sino de calamidades que se la hacían desear? Porque creyó y supo creer la
inmortalidad del alma” (137).
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Sobre esta cuestión, véanse Márquez Villanueva, y Villanueva (223-227).
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En Partis secundae summa theologiaetractatus tertius de anima, I, 10, 36, tal y
como indica López Poza (ed., 176, n. 222).
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Estudiadas desde los clásicos trabajos de Schlicher, Hendrickson, Andrieu
o Compagnon.
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Comenzando para ello por el oxímoron “error feliz”: “La primera llamar
(el que no creía la inmortalidad de l’alma) felices con su error a los que
la creían, de que se colige forzosamente que tenía por desdichados con su
verdad a los que la negaban” (134).
37
Expongo estas consideraciones con más detalle en Azaustre (“El comen-
tario de la letra sagrada” 23-32).
38
Para el desarrollo de la chría, véase lo afirmado por Hermógenes y Aftonio
(Ejercicios de retórica, 180-181 y 220). La amplificación del exemplum con
comentarios se desarrolló en los modi locupletandi exempla incluidos en la
Copia de Erasmo, obra muy influyente en diversas retóricas áureas. Véase
un estudio de la retórica del exemplum en Aragüés Aldaz; de los modi
locupletandi exempla de Erasmo se ocupa en las páginas 256-263. Peraita
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43
Lo indica López Poza (ed., 264-265, n. 467): San Agustín, Enarratio in
Psalmum 48 (sermo II).
44
Salmos 48, 15: Sicut oves in inferno positis mors pastor est eius.
45
Mateo 21, 18-19; Marcos 11, 13.
46
Véase Azaustre y Casas (Manual de retórica española 36-39).
47
Azaustre (Paralelismo y sintaxis 160-171 y 241-246).
48
En la misma línea, un extenso pasaje (238-239) contrapone la figura del
jugador de manos, cuyos trucos son celebrados, a los milagros de la pro-
videncia divina, que causan escándalo y censura entre los ateístas. Líneas
más adelante (240-241) se desarrollan las diferencias entre buenos y
malos por el uso que hacen de los bienes y riquezas.
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Para más detalles y sus diferencias con la comparación y símil (donde
predomina el valor ornamental sobre el argumentativo), véase Azaustre
y Casas (Manual de retórica española 136-138).
50
Quevedo parece recelar de los razonamientos excesivamente abstractos y
complejos. Así sucede, por ejemplo, en el capítulo cuarto de La cuna y la
sepultura. Bajo el esquema de diálogo fingido, Quevedo va mostrando a
su interlocutor las vanas presunciones de saber que encierran los
hombres, afanados en estudios que nada les enseñan para vivir. Se anticipa
a sus posibles objeciones, las contesta, y concede incluso la razón a su
interlocutor para inmediatamente refutarle en lo esencial. La enume-
ración va amplificando los diferentes saberes y estudios en los que se
engaña el hombre, a menudo intensificados por una entonación interro-
gativa o exclamativa que subraya su error. Especialmente negativo se
muestra Quevedo con los estudios escolásticos (La cuna y la sepultura
231), demasiado teóricos y abstractos para enseñar a bien vivir. Ello
concuerda con su actitud a la hora de construir su prosa, donde los
diferentes tipos de silogismo no tienen una importancia demasiado
destacada, con la excepción, precisamente, de Providencia de Dios. Frente
al magisterio de las autoridades y las entelequias escolásticas, Quevedo
plantea una sabiduría más apegada a la experiencia de la vida: “Pocos son
los que hoy estudian algo por sí y por la razón y deben a la experiencia
alguna verdad, que, cautivos en las cosas naturales de la autoridad de los
griegos y latinos, no nos preciamos sino de creer lo que dijeron; y así
merecen los modernos nombre de creyentes, como en los antiguos de
doctos” (La cuna y la sepultura 231). También sufren sus pullas la astrología
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Este pasaje ilustra también el conocido interés de Quevedo por las mate-
máticas; véase al respecto el trabajo de Vaíllo (“Imágenes matemáticas”).
52
Señalo otros casos de similitudo en Providencia de Dios: los hervores del
crisol como manifestación de la composición del oro, y la triaca como
efecto del veneno y la víbora, ilustran la idea de que los secretos de las
Sagradas Escrituras se conocen por sus efectos (154); el preso liberado se
equipara al alma desembarazada del cuerpo (160); el entendimiento, que
juzga toda la naturaleza corpórea, ha de carecer del impedimento del
cuerpo, de la misma forma que el juez no ha de inclinarse por ninguna de
las partes que juzga (162-163); el armamento, que es peso y ayuda para
el combatiente, ilustra la idea del papel de la filosofía para el ateísta (167);
diversos objetos y seres de consideración en principio negativa repre-
sentan el principio de que los bienes, riquezas y poder son buenos o malos
dependiendo del uso que se haga de ellos (248-250).
ANTONIO AZAUSTRE GALIANA
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López Poza (ed., 45-55) señala los recursos retóricos y estilísticos
empleados por Quevedo en Providencia de Dios. Maricarmen Martínez
también subraya la importancia de los recursos de estilo en la persuasión
de este tratado: “Junto al argumento filosófico de corte aristotélico a
favor de la separación del alma y el cuerpo, Quevedo se vale ahora de la
prosa poética para incrementar el poder persuasivo de su ensayo”.
54
Azaustre (“La argumentación retórica”).
55
La retórica recoge esta finalidad de la metáfora para transmitir las ideas
con más fuerza y viveza; así en Quintiliano (Institutio Oratoria 8, 6, 5-6).
Para el papel de la metáfora en la argumentación moral, política y
religiosa, véanse Redondo y Étienvre. En relación con la obra política de
Quevedo, ver, por ejemplo, Juárez (193-197), Riandière La Roche
(“Corps politique”),Vaíllo (“Imágenes matemáticas”). En relación con la
intención satírica en la obra de Quevedo, véase el análisis y caracte-
rización de Schwartz. Desde el enfoque de la nueva retórica también se
destaca su importancia en la argumentación: Perelman (610-626).
ANTONIO AZAUSTRE GALIANA
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Otros casos son los siguientes: el ateo se identifica con el “escuerzo” (105);
el cohete es “juglar de las fiestas” (124); el verdugado de la mujer, “pirá-
mide pomposa” (126) que recuerda los versos del poema Mujer puntiaguda
con enaguas, como señala oportunamente López Poza (ed., 126, n. 94); la
greña del león es “limitada muceta” (130); la pluma del jesuita Francisco
Suárez, “colirio” y “cauterio” para la ceguera del rey Jacobo I de Ingla-
terra; los argumentos contra la ceguera de quienes no creen en la
providencia actúan también como “colirio” (240); el diamante es “sudor
de la congoja de los cerros de Oriente” (245), en una enumeración de
joyas que prueban que no hay nada digno de estima que no se haya confec-
cionado con sufrimiento.
57
Este pasaje se vincula a las clásicas ideas humanistas de la dignidad del
hombre y su consideración como microcosmos. Véase el clásico trabajo
de Rico (187-194) y las observaciones de López Poza (ed., 120, n. 70) y
Villanueva (227).
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58
Más detalles en López Poza (ed., 205, n. 310).
59
Esta intención de Quevedo vinculada a la anatomía ya se había mostrado
en la Visita y anotomía de la cabeza de Richeleu, que ha estudiado y editado
Josette Riandière La Roche. Los personajes que menciona al final de
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478 las metáforas que hacen brillante mención de las partes del
cuerpo: el corazón es la “corte de la vida”; los miembros,
“ministros en las entrañas”; la cabeza, “alcázar sublime de las
potencias y sentidos” (318). Junto a ellas, el párrafo final
combina las dos esferas de la la analogía en una lograda
alegoría que manifiesta la intención futura de Quevedo:
61
La paradoja es aquel enunciado contrario a lo que se espera, a la opinión
establecida y, por lo tanto, resulta ilógico e inesperado; el oxímoron
provoca la lacónica fusión o síntesis de dos términos contrarios; para más
detalles, véase Azaustre y Casas (Manual de retórica española 119-120).
62
Véanse otros ejemplos similares en las páginas 152 (referida a los grandes
imperios y reinos cuyo crecimiento fue su ruina), 241 y 282, este último
basado en el ejemplo bíblico del rico epulón y Lázaro (Lucas 16, 10-31).
El siguiente pasaje de Providencia de Dios recuerda, además, otros de La
cuna y la sepultura y de algunos sonetos de Polimnia, en su expresión de la
brevedad de la vida, que comienza a ser muerte en el propio nacimiento:
“Engáñaste como los necios, que dicen que todo es vida hasta la muerte,
siendo muerte toda la vida, y lo que llamas muerte, su último y menor
instante. No porque lo dices dejas de morir cada hora que vives. Ni por-
que digas que tu alma muere, dejará de vivir, como inmortal” (115).
ANTONIO AZAUSTRE GALIANA
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López Poza (ed., 259, n. 454) ha recordado que este ejemplo fue usado
también por Quevedo en Virtud militante. Véase el texto de Virtud militante
en la edición de Rey (553), y su nota 361 para las fuentes.
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Más detalles sobre sus no siempre fáciles fronteras en Lausberg (§§ 367-
372).
65
Maricarmen Martínez estudia la importancia de la razón en la primera
parte de Providencia de Dios como rasgo de la verdadera naturaleza
(oikeiosis) del hombre.
66
Maricarmen Martínez comenta estos pasajes dentro de la intención de
Quevedo de “resaltar la razón como facultad humana” y “convencer a los
seres humanos de que su verdadera naturaleza no está vinculada causal-
mente a la biología”.
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“LA ARGUMENTACIÓN RETÓRICA EN PROVIDENCIA DE DIOS, DE FRANCISCO DE QUEVEDO”
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Juvenal (Sátira 6, 287-295), Lucano (Farsalia 1, 160-162, 165-166, 181-
182). Véase López Poza (ed., 297-299, notas 551 a 555) para más detalles
sobre estas citas.
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Véase López Poza (ed., 305, n. 573), para más detalles sobre la obra del
jesuita.
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