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Las intersecciones históricas y culturales entre

Oriente y Occidente han generado diversas


paradojas. La primera de ellas muestra que,
Dipesh Chakrabarty
l r
aunque el humanismo ilustrado europeo pre­
dicó en los siglos xv111 y XIX múltiples conceptos
hoy indispensables (como ciudadanía. Estado o

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igualdad ante al ley]. en realidad no los aplicó
en los territorios africanos y asiáticos que Euro­
pa colonizaba. La segunda paradoja nos recuerda
que el espíritu racionalista y liberal europeo
alentó los movimientos insurgentes que pro­ ffl
c.
piciaren la libertad de las colonias. Por último. o
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Europa no sólo colonizó tierras, sino también
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sistemas de pensamiento, y la razón europea w
ha tendido a considerarse como la «razón uni­ CIJ UNIVERSIDAD DE CHILE

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versal», convirtiendo a la vez otros sistemas
filosóficos en simples objetos de estudio histó­
e
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rico y académico.
DIPESH CHAKRABARTY nos lanza en este absorbente ffl

ensayo un desafío: aceptar que tras la rica tra­ E


dición filosófica expresada en sánscrito, persa
o árabe hay algo más que letra muerta; que, al
margen de Europa, también existe un pen­
samiento crítico y práctico, capaz de explicar la
realidad y de transformarla con tanta fuerza
como la filosofía occidental. Hace tiempo que
Europa es sólo una provincia más en el mundo
económico globalizado.
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Dipesh Chakrabarty
7' AL MARGEN DE EUROPA
Pensamiento poscolonial
y diferencia histórica
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14
Traducción de Alberto E. Álvarez y Araceli Maira ·

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Colección dirigida por Josep Ramoneda


con la colaboración de Judit Carrera

75
Título original: Provincializing Europe: Postcolonial Thought
and Historical Difference
Índice

l.ª edición: junio de 2008 Agradecimientos ................................ 9


La provincialización de Europa en los tiempos
de la globalización (Prefacio a la edición de 2007) .... 15
Introducción: La idea de provincializar Europa ......... 29

Primera parte:
El historicismo y el relato de la modernidad
1. La poscolonialidad y el artificio de la historia ........ 57
2. Las dos historias del capital ...................... 81
© 2000 by Princeton University Press 3. La traducción de los mundos de la vida al trabajo
y a la historia ................................. 112
4. Historias de las minorías, pasados subalternos ......... 142

Segunda parte:
Historias de pertenencia
5. Crueldad doméstica y el nacimiento del sujeto ........ 165
./
6. Nac10n . . ./
e 1magmac1on .......................... 204
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser
reproducida o transmitida en ninguna forma a través de medios electrónicos 7. Adda: una historia de socialidad .................. 239
o mecánicos, ni tampoco a través de fotocopias, grabaciones o cualquier 8. Familia, fraternidad y trabajo asalariado
i
............ 278
sistema de· almacenamiento de información, sin permiso escrito de la editorial Epílogo: La razón y la crítica del historcismo .......... 307
© de la traducción: Alberto E. Álvarez y Araceli M.aira, 2008
Diseño de la colección: Lluís Clotet y Ramón Úbeda Apéndices
Diseño de la cubierta: Estudio Úbeda Notas .......................................... 331
Reservados todos los derechos de esta edición para Índice onomástico . . . . . . . . . . " . . . . . . . . . . . . . .· . . . . . . 381
Tusquets Editores, S.A. - Cesare Cantu, 8 - 08023 Barcelona
www.tusquetseditores.com
-, ISBN: 978-84-8383-079-6
·Depósito legal: B. 27.251-2008
Fotocomposición: Pacme1� S.A. -Alcolea, 106-108, l.º - 08014 Barcelona
Impresión: Liberdúplex, S.L.
Encuadernación: Reinbook
Impreso en España
Para Anne, Fiona, Robin,
Debi, Gautam y Shilo,
con amistad

1
. 1
AGRADECIMIENTOS

Arjun Appadurai, Homi Bhabha, Gautam Bhadra, Carol Brec­


kenridge, Faisal Devji, Simon During, Leela Gandhi, Anne Hard­
grove, Pradeep Jeganathan, David Lloyd, Lisa Lowe, Uday Mehta,
Mt:aghan Morris, Stephen Muecke, Rajyashree Pandey, Sheldon
Pollock, Sanjay Seth, Ajay Skaria y Kamala Visweswaran han nu­
trido este libro con su afectuosa, crítica y constante disposición al
diálogo. Ranajit Guha ha estado siempre ahí: maestro, crítico com­
prometido, inspirador y, al mismo tiempo, amigo. Con su propio
ejemplo, Asok Sen me ha mostrado cómo combinar en las dosis
correctas la crítica, la mentalidad abierta y el esfuerzo. Tom La­
queur, tras leer los borradores de algunos capítulos, me ofreció su
acostumbrada crítica honesta y cordial. Ron Inden, Steve Collins,
C.M. Naim, Clinton Seely, Normah Cutler, James •Chandler, Loren
Kruger, Miriam Hansen, John Kelly -todos ellos colegas de la Uni­
versidad de Chicago- me han ayudado respondiendo, críticamen­
te o no, a mis consultas sobre algunos aspectos de este proyecto.
Y Philip Gossett ha sido un decano de quien he recibido un apoyo
extraordinario. Mi reconocido agradecimiento para todos ellos.
Mediante la correspondencia y las conversaciones, amigos de
diversos lugares del mundo me han ayudado a hallar mis propios
puntos de vista. Soy perfectamente consciente de cuánto debo a
cada uno de ellos pero, por razones de espacio, sólo puedo men­
cionar a unos pocos por su nombre. Vaya mi gratitud para los es­
pecialistas de las siguientes publicaciones: Scrutiny 2, de Sudáfrica
(en especiat para León de Cock); Historia y Grafía, de México; Pu­
blic Culture, de Estados Unidos; Postcolonial Studies, de Australia;
el grupo de «geografías poscoloniales», del Reino Unido y Shiso, de
· Japón, pot el interés que han mostrado en este trabajo. Un privi­
legio del que he disfrutado durante estos años,J es el de ser miem­
bro del colectivo editorial Estudios Subalternos. En las páginas que

9
siguen quedará claro cuánto debo a los colegas de este grupo: George Lipsitz, Saba Mahmood, Lata Mani, Rob McCarthy, Allan
Shal).id Amin, David Arnold, Gautam Bhadra, Partha Chatterjee, Megill, Tom y Barbara Metcalf, Walter Mignolo, Tim Mitchell, Al­
David Hardiman, Shail Mayaram, Gyan Pandey, M.S.S. Pandian, berto Moreiras, Aamir Mufti, Mark Poster, Arvind Rajagopal, Su­
Gyan Prakash, Susie Tharu, Ajay Skaria y Gayatri Spivak. Mi agra­ mathi Ramaswamy, Naoki Sakai, Ann Stoler, Julia Thomas, Lee
decimiento a todos ellos. Schlesinger y Stephen Vlastos. Nicholas Dirks, Peter van der Veer
Comencé este proyecto mientras daba clases en la Universidad y Gauri Viswanathan tuvieron la amabilidad de leer el borrador
de Melbourne, Australia. En la última década, la Universidad Na­ completo de la obra. Alan Thomas, Timothy Brennan y Ken Wis­
cional de Australia me concedió varias becas de investigación de soker expresaron su interés y entusiasmo por este proyecto, sin sa­
corta duración. Agradezco a las autoridades de ambas institucio­ ber, quizá, cuán significativo fue para mí su aliento.
nes el apoyo moral y económico que me han dispensado. Mis ami­ Me place también recordar la gentileza, el reconocimiento y el
gos de Australia han ayudado a que ese país se convirtiera en mi apoyo intelectual que tuve el privilegio de recibir durante todos
segunda casa. Por su generosidad intelectual, académica y perso­ estos años en mi propia ciudad: Calcuta. Vaya mi agradecimien­
nal he contraído una enorme deuda con len Ang, David Bennet, to para Anil Acharya, Pradyumna Bhattacharya, Gouri Chatterjee,
Purushottom Bilimoria, John Cash, Charles Coppel, Phillip Darby, Raghabendra Chattopadhyay, Ajit Chaudhuri, Subhendu y Keya
Greg-Dening, Rashmi Desai, Michael Dutton, Mark Elvin, Antonia Das Gupta, Susanta Ghosh, Dhruba Gupta, Sushil Khanna, Indra­
Finnane, John Fitzgerald, el difunto John Foster, Debjani Ganguly, nath Majumdar, Bhaskar Mukhopadhayay, Rudrangshu Mukher­
Mary Gottshalk, Chris.Healy, Barry Hindess, Jeanette Hoorn, Jane jee, Tapan Raychaudhuri, Prodip Sett, los amigos vinculados con
Jacobs, Robin Jeffrey, Miriam Lang, Jenny Lee, Ben Maddison, las publicaciones Naiya y Kathapat y los colegas del departamen­
Vera Mackie, Brian Massumi, Lewis Mayo, Iain McCalman, Gavan to de Historia de la Universidad de Calcuta y del Centro de Estu­
McCormack, Jonathan Mee, Donna Merwick, Tony Milner, Tessa dios de Ciencias Sociales de Calcuta. Echaré siempre de menos las
Morris-Suzuki, Klaus Neumann, · Mary Quilty, Benjamin Penny, críticas afectuosas que Hitesranjan Sanyal y Ranajit Das Gupta
Peter Phipps, Christopher Pinney (cuando estuvo en la Univer­ probablemente habrían formulado a este trabajo de haber estado
sidad Nacional de Australia), Kalpana Ram, Anthony Reid, Craig aún entre nosotros. Agradezco a Barun De por su generosidad in­
Reynolds, Michael Roberts, John Rundell, Ken Ruthven, Renuka telectual, de la que siempre me he beneficiado. Recuerdo especial­
Sharma, Sanjay Srivastava, Julie Stephens, Helen Verran, Andrew mente una visita a la Universidad Jawaharlal de Nueva Delhi en
Wells y Patrick Wolfe. Anthony Low ha sido mucho más que un 1998 debido al afecto y a los comentarios que recibí de Sabyasa­
maestro. Su apoyo, su aliento y sus buenos consejos siempre han chi Bhattacharya, Kunal y Shubhra Chakrabarti, Mushirul y Zoya
llegado en mi ayuda cuando más los necesitaba. Rasan, Majid Siddiqi, Muzaffar Alam, Neeladri Bhattacharya y
En estos últimos diez años, la comunidad académica de Esta­ Chitra Joshi, Prabju Mohapatra, Dipankar Gupta y Ania Loomba.
dos Unidos poco a poco se ha ido convirtiendo en la mía. Me re­ Espero que consideren que su interés constante en mi trabajo que­
sulta grato reconocer las ideas, las críticas y la amistad que me ha da justificado por este libro. Mi apreciado amigo Ahmed Kamal,
dispensado. Por todo lo que me han dado y por lo que han com­ historiador de la Universidad de Dacca, Bangladesh, ha sido mi
partido conmigo mientras preparaba este proyecto agradezco a Lila maestro en historia social de los musulmanes bengalíes. Sin su
Abu-Lughod, Pranab y Kalpana Bardhan, Tani Barlow, Crystal amabilidad y su interés crítico en este trabajo yo habría sido aún
Bartolovich, Dilip Basu, Sugata Bose, Alice Bullard, Sara Castro­ menos consciente del inevitable carácter hindú de mis concep­
Klaren, Dipankar Chakravarti, Choongmoo Choi, James Clifford, ciones.
Lawrence Cohen, Rosemary Coombe, Fernando Coronil, Nicholas He tenido la fortuna de enseñar a estudiantes muy lúcidos en
Dirks, Saurabh Dube e Ishita Banerje-Dube, Sandria Freitag, Keya Australia y Estados Unidos. Curiosos, críticos e intelectualmente
Ganguly, Dilip Gaonkar, Maitreesh Ghatak, Michael Hardt, Gail audaces, me han proporcionado la mejor caja de resonancia que
Hershatter, Lynn Hunt, Qadri Ismail, Vinay Lal, Patricia Limerick, uno pueda desear. Amanda Hamilton, Spencer Leonard y Awad-

10 11
hendra Sharan colaboraron además como asistentes de investiga­ Varios de los capítulos de este libro son versiones corregidas
ción en el presente proyecto. Vaya para todos ellos mi agradeci­ de ensayos publicados previam�nte. El capítulo 1 apareció origi­
miento y mis mejores deseos. nalmente en una versión más extensa en Represeritations, n.º 37,
Las circunstancias de una vida «globalizada», que se ha de­ invierno -de 1992. El capítulo 3 fue publicado en Lisa Lowe y David
sarrollado con dificultades en tres continentes ry ciertas flaquezas Lloyd eds., The Politics of Culture in the Shadow of Capital (Dur­
naturales del cu�rpo, me han hecho sentir aún más agradecido por ham: Duke University Press, 1997). El capítulo 4 fue publicado, en
la amistad y el afecto que he tenido la fortuna de recibir en mi vida primer término, como un ensayo breve en Humanities Research,
personal. Estoy, como siempre, colmado de agradecimiento a mis invierno de 1997, y en Perspectives 35, n.º 8 (noviembre de 1997) y,
padres y a mi hermana y su familia por haber estado siempre pre­ luego, revisado para Economic and Political Weekly 33, n.º 9 (1998),
sentes toda vez que .los he necesitado. Kaveri y Arko me hospeda­ Scrutiny 2, 3, n.º 1 (1998) y Postcolonial Studies 1, n.º 1 (abril de
ron con la mayor gentileza en mis visitas a Australia de los últimos 1998). Una versión anterior del capítulo 5 fue publicada en Timo­
años. Este libro, espero, explicará a Arko qué es esa «jerigonza pos­ thy Mitchell y Lila Abu-Lughod, eds., Contradictions of Modernity
marxista y posmoderna» que a menudo le daba pie para tomarme (Minneapolis: University of Minnesota Press, .1999). El capítulo 8
.el pelo. Sanjay Seth, Rajyashree Pandey y Leela Gandhi en Mel­ se _inspira en mi ensayo «The Difference-Deferral of Colonial Mo­
bourne, y Kamal y Thun en Dacca han constituido durante largo dernity: Public Debates on Domesticity in British India», en His­
tiempo mi ampliada familia subcontinental. Mis amigos Shilo y tory Workshop Journal 36 (1993). Agradezco a los editores de todas
Rita Chattopadhyay, Debi y Tandra Basu, Gautam Bhadra y Na­ esas publicaciones y textos por permitirme publicar ahora esos en­
rayani Banerjee -todos ellos de Calcuta- han hecho que hablara sayos en su forma actual en -el presente libro. Agradezco también
de ellos como normalmente se habla de los hermanos. La amis­ a Communications and Media People de Calcuta por permitirme
tad de Fiona Nicoll y su interés en los estudios sobre los aborígenes reproducir un dibujo de Debabrata Mukhopadhyay.
australianos han enriquecido mi vida de más maneras de las que
sería capaz de referir. Robin Jeffrey ha sido muy generoso .en su Chicag'o, 31 de julio de 1999
amistad desde el primer día en que arrihé a Australia. Y sin el amor,
la amistad y las conversaciones cotidianas con Anne Hardgrove ha­
bría sido imposible escribir este libro. A estas personas queda de­
dicado este libro con la mayor gratitud y el mayor aprecio.
Agradezco .al personal de la Biblioteca Nacional de Calcuta, de
la Biblioteca de la India Office y de la Biblioteca Británica de Lon­
dres (en particular, a Graham Shaw), de la Biblioteca Baillieu de
la Universidad de Melbourne, dela Biblioteca Menzies de la Uni­
versidad Nacional de Australia y de la Biblioteca Regenstein de la
Universidad de Chicago (especialmente, James Nye) por su-amabi­
lidad y la ayuda que me han prestado. Mary Murrell, mi editora
de Princeton University Press, ha sido un modelo de inteligencia,
paciencia y comprensión en la tarea de llevar el borrador de este
texto a la etapa de su publicación final. No puedo más que confir­
mar los elogios que sobre ella ya otros han escrito. Y mi caro agra­
decimiento a Margaret Case, cuya revisión del borrador ha contri­
buido al logro p.e un texto más ajustado y claro de lo que yo habría
podido realizar sin ayuda.

12 13
La provincialización de Europa
en los tiempos de la globalización
(Prefacio a la edición de 2007)

.Pese·a todas las críticas que podían alegarse, la idea de Roland


Barthes de que el mito opera .haciendo que lo..histór.:ico. parezca
«nátural» tenía elementos interesantes. Por descontado, con «his­
tórico» Baiihes no se refería a nada que pudiésemos encontrar en
los libros de historia, puesto que para él esos mismos libros per­
tenecían a sistemas míticos de representación. La «historia», en el
. famoso ensayo de Barthes sobre «el mito hoy», se refería a }a ac­
tividad de vivir, una actividad que, al menos según Barthes, con­
sistía en salvar la brecha hasta cierto punto (pues nunca podía sal­
varse por completo) _entre la palabra y el mundo orientando el
lenguaje más directamente hacia sus referentes de «ahí fuera». 1
Involucrados en la actividad de vivir, las palabras poseerían sobre
todo una connotación directa y práctica. La palabra «Europa»
nunca me preocupó en mi infancia y juventud de clase media ben­
galí cuando crecía en la Calcuta poscolonial. El legado de Europa
-o del dominio colonial británico, pues así es como Europa en­
traba en nuestras vidas- estaba en todas partes: en las normas de
tráfico, en las quejas de los mayores sobre la falta de sentido cí­
vico de los indios, en los juegos de fútbol y críquet, en mi unifor­
me escolar, en ensayos y poemas del nacionalismo bengalí críticos
con la desigualdad social, especialmente con el denominado siste­
ma de castas, en debates explícitos e implícitos sobre el matrimo­
nio por amor o concertado, en las sociedades literarias y los cine­
clubes. En la vida diaria, práctica, «Europa» no era un problema
que nombrar o discutir conscientemente. Las categorías o las pa­
labras que habíamos tomado prestadas de las historias europeas
habían encontrado un nuevo hogar en nuestras prácticas. Nada ha­
bía de extraño, por ejemplo, en que un amigo radical de la uni­
versidad se refiriese a alguien -pongamos que a un posible suegro
obstruccionista- como a una persona llena de actitudes «feuda-

15
les», o en debatir -q.urante horas interminables junto a una taza de de 1789 o 1848 o 1871 o 1917 parecía upa actividad doblemente dis­
café o té en restaurantes o cafés baratos donde solíamos quedamos tanciadora. Estaba, en primer lugar, la distancia de la objetividad
más de la cuenta- si los capitalistas indios eran una «burguesía histórica que yo trataba de representar. Pero también estaba la dis­
nacional» o una clase «de intermediarios», instrumento del capi­ tancia de la falta de reconocimiento cómica, similar a lo que había
tal extranjero. Todos sabíamos, en la práctica, lo qúe significaban experimentado a menudo al ver representaciones de obras benga-
aquellas palabras sin tener que colocarlas bajo ningún género de líes en las que actores bengalíes, caracterizados como colonos euro­
microscopio analítico. Sus «significados» no viajaban más allá peos, llevaban a cabo su imitación, con un fuerte acento bengalí,
del entorno inmediato en el que se empleaban. del modo en que los europeos podrían hablar bengalí, es decir, ¡sus
Entonces, ¿por qué hablar de «provincializar Europa»? La·res­ propios estereotipos de cómo los europeos nos percibían! Algo si­
puesta se relaciona con la historia de mi propio desplazamiento de milar les ocurría a mis personajes de la historia bengalí e india, que
esta vida cotidiana de modo tanto metafórico como físico. Conta­ llevaban, en mi texto, el vestuario europeo prestado por el drama
ré brevemente la historia, pues sus implicaciones, creo, superan lo marxista de la historia. Había una comicidad en mi propia grave­
meramente autobiográfico. Mi desplazamiento metafórico de rrii dad que no podía pasar por alto.
vida cotidiana de clase media se produjo al prepararme, en círcu­ Sin embargo, en el debate sobre Marx que yo heredaba en Cal­
los marxistas de la ciudad, a fin de convertirme en un historiador cuta -discusión siempre mediada, por razones históricas, por la
profesional para quien las ideas de Marx habían de ser una herra­ bibliografía en inglés disponible sobre la cuestión- no cabía la po­
mienta analítica consciente. Palabras que eran familiares por su sibilidad de pensar en Marx como alguien que perteneciese a cier­
uso diario (debo explicar que había estudiado ciencias y gestión tas tradiciones europeas del pensamiento que se podían compartir
empresarial) echaban ahora alas analíticas, remontándose al nivel incluso con intelectuales no marxistas o que pensasen de manera
de lo que Barthes habría denominado metalenguajes «de segundo opuesta a la propia. La razón de esto no se encontraba en la falta
o tercer nivel». El marxismo, incluso más que el liberalismo, era de lecturas. Calcuta no padecía de escasez de bibliófilos. La gen­
la forma más concentrada en que aparecían los pasados intelec­ te conocía los entresijos de la erudición europea. Pero· no había
tuales de Europa en los círculos indios de las ciencias sociales. un sentido de las prácticas académicas como parte de tradiciones
La cuestión que abordo en este texto empezó a formularse hace intelectuales disputadas y vivas en Europa. No había la noción de
dos décadas, cuando completaba el borrador de mi libro Rethin­ que una tradición intelectual viva no proporcionase nunca sohi­
king Working-Class History: Bengal 1890-1940. 2 Las raíces de mi in­ ciones finales a las cuestiones que surgiesen dentro de ella. El mar­
terés en el estudio de la historia del trabajo se hundían en ciertos xismo era, sencillamente, verdadero. La idea del «desarrollo desi­
encendidos debates de mi juventud, en bengalí y en el contexto del gual», por ejemplo, tan medular en buena parte de la historiografía
marxismo a la manera india, sobre el papel en la historia univer­ marxista, se trataba como una verdad, como mucho una herra­
sal que el proletariado podía desempeñar en un país como la In­ mienta analítica, pero nunca como una manera provisional de or­
dia, que era, aún, predominantemente rural. Había lecciones ob­ ganizar información, ni como algo inventado originalmente en el
vias que aprender de las ·revoluciones china y vietnamita. No taller de la Ilustración escocesa. Marx tenía razón (aunque le ha­
obstante, cuanto más trataba de imaginar las relaciones en las fá­ cía falta una actualización) y los antimarxistas se equivocaban to­
bricas indias mediante las categorías que Marx y sus seguidores talmente, si es que no eran inmorales: ésas eran las crudas anti­
· ponían a mi disposición, tanto más me percataba de una tensión nomias políticas por medio de las cuales pensábamos. Ni siquiera
surgida de los orígenes profundamente -y, cabría decir, provin- Weber atraía un interés serio en los años setenta en el apasionado
. cianamente- europeos de los conceptos marxistas y su indudable · trabajo de los historiadores indios de orientación marxista; Hubo,
significación internacional. Hablar de personajes históricos cuyos de hecho, algunos prominentes sociólogos e historiadores no mar­
análogos conocía de la vida diaria como a tipos familiares em­ xistas en la India. Vienen fácilmente a la mente los nombres de
pleando nombres o categorías derivados de revoluciones europeas Ashis Nandy y los fallecidos Ashin Das Gupta o Dharma Kumar.

16 17
Pero en los vertiginosos y turbulentos tiempos de la entente políti­ dia, es una pujante democracia electoral, pero el día de las elec­
ca y cultural entre la India de la señora Gandhi y la Unión Sovié­ ciones no tiene allí nada del ambiente festivo al que estaba acos-
tica, los marxistas eran los que ostentaban el prestigio y el poder . tumbrado en la India. Ciertas cosas que en Australia se suponen
en las instituciones académicas de la India. esenciales para preservar la dignidad del individuo -el espacio per­
Mi temprano malestar -que después se convirtió en una cues­ sonal, por ejemplo- resultan sencillamente impracticables en mi
tión de curiosidad intelectual- relativo a la tensión entre las raí­ pobre y atestada India. Por otro lado, las estructuras de sentimien­
ces europeas del pensamiento marxista y su significación global tos y emociones que subyacen a ciertas prácticas específicas eran
no tenía muchos adeptos entre mis amigos marxistas de la India cosas que sentía hasta cierto punto ajenas hasta que, con el tiem-
en aquel entonces. La única voz disidente significativa, dentro del po, yo mismo llegué a habitar muchas de ellas. .
bando marxista, era la del maoísmo indio. El movimiento maoís­ El hecho de ser un migrante me hizo ver, de un modo más cla­
ta, conocido como el movimiento naxalita (1967-1971) por una re­ ro que antes, la relación, necesariamente inestable, entre toda idea
vuelta campesina en la aldea de Naxalbari en Bengala occidental, abstracta y su instanciación concreta. Ningún ejemplo concreto
sufrió una derrota política catastrófica a principios de 1970, cuan­ de -una abstracción puede pretender ser manifestación de sólo esa
do el Gobierno aplastó sin piedad la rebelión. 3 El maoísmo, es �bstracción. Por lo tanto, ningún país es un modelo para otro país,
, cierto; tuvo una vibrante presencia intelectual en la obra tempra­ aunque el debate acerca de la modernidad que se plantea sobre la
na del Grupo de Estudios Subalternos, con el que me identifiqué base de «alcanzar» propone precisamente tales modelos. No hay
a partir de los años ochenta. Pero el maoísmo en sí se había con-· nada como la «habilidad de la razón» pata asegurar que todos con-
vertido en un movimiento soteriológico en la época en que empecé . vergemos · en el mismo punto final de la historia pese a nuestras
a formarme como especialista en ciencias sociales, y sus «correc­ aparentes diferencias históricas. Pero nuestras diferencias históri­
ciones» o «modificaciones» del pensamiento marxista eran prácti­ cas, de hecho, son relevantes. Esto es así porque ninguna sociedad
cas. En lo concerniente a la cuestión de la europeidad de Marx, los humana es una tabula rasa. Los conceptos universales de la mo­
maoístas eran indiferentes. dernidad política se encuentran ante conceptos, categorías, insti­
Mi malestar teórico se agudizó con la experiencia de alejamien­ tuciones y prácticas preexistentes a través de los cuales son tradu­
to físico de mi vida diaria en la India. Dicha experiencia consti­ cidos y configurados de manera diversa.
tuyó otra influencia importante sobre este proyecto. Me fui de la Si este argumento es cierto respecto a la India, será cierto tam­
India en.diciembre de 1976 para doctorarme en historia en la Uni­ bién de cualquier otr'o sitio, incluyendo, por supuesto, Europa o,
versidad Nacional de Australia y he vivido fuera del país desde en­ en sentido amplio, Occidente. Esta proposición tiene consecuencias
tonces, aunque me he involucrado en discusiones con mis amigqs interesantes. Significa, en primer lugar, que la distinción que he
indios mediante visitas anuales, conferencias y publicando con re­ establecido arriba entre la cara figurativa de un concepto (cómo
gularidad en la India tanto en inglés como en mi primera lengua, se visualiza un concepto en la práctica) y su cara discursiva (su
el bengalí. Sin la vivencia de la migración, sin embargo -combina­ pureza abstracta, por así decirlo) es, en sí, una diferenciación par­
ción profunda de sumas y restas, surgimiento de nuevas posibilida­ cial y exagerada. Como Ferdinand de Saussure nos enseñó hace
des que no necesariamente compensan las que se cierran-, dudo de mucho tiempo, podemos distinguir entre la «imagen acústica» de
que hubiera escrito este libro. una idea y su «imagen conceptual» sólo de una manera artificial.
Hasta que llegué a Australia, nunca había considerado de ver­ Las dos caras confluyen la una en la otra. 4 Si esto es así, como
dad las implicaciones del hecho de que una idea abstracta y uni­ pienso, se sigue una segunda conclusión importante. Se trata de
versal característica de la modernidad política en todo el mundo que las denomina,das ideas universales que los pensadores euro­
-la idea, por ejemplo, de la igualdad, la democracia o incluso la peos produjeron_durante el periodo que va desde el Renacimien­
de la dignidad del ser humano- pudiese tener un aspecto totalmen­ to hasta la Ilustración y que, desde entonces, han influenciado los
te distinto en contextos históricos diferentes. Australia, como la In- proyectos de modernidad y modernización en todo el mundo,

18 19
nunca pueden ser conceptos completamente universales y puros do un particular usurpa su posición. Sin embargo, nada que sea
(mientras sean expresables en prosa; no ine concierne aquí el len­ concreto y particular puede ser el universal en sí, pues entrelaza­
guaje simbólico como el álgebra). Pues el propio lenguaje y las das con la imagen acústica de una palabra como «derecho» o «de­
circunstancias de su formulación deben de haber importado ele­ mocracia» hay imágenes conceptuales que, pese a ser (a grandes
mentos de historias preexistentes singulares yünicas, historias rasgos) traducibles de uno a otro lugar, también encierran ele­
que pertenecían a los múltiples pasados de Europa. Ciertos ele­ mentos que desafían la traducción. Tal desafío a la tra4ucción es,
mentos irreductibles de estas historias locales deben de haber per� desde luego, parte del proceso cotidiano de la traducción. Una vez
sistido en conceptos que, por lo demás, parecían valer para todos expresado en prosa, todo concepto universal lleva en su interior
los casos. huellas de lo que Gadamer denominaría «prejuicio» -no un sesgo
«Provincializar» Europa era precisamente descubrir cómo y· consciente, sino un signo de que pensamos a partir de una suma
en qué sentido las ideas europeas que eran universales, al mismo particular de historias que no siempre nos resulta transparente. 6
tiempo, habían surgido de tradiciones intelectuales e históricas De manera que provincializar Europa consistía entonces en saber
muy particulares, las cuales no podían aspirar a ninguna .validez cómo el pensamiento universalista estaba siempre ya modificado
universal. Suponía plantear la interrogación por el modo en que por historias particulares, pudiésemos o no desenterrar tales pa­
el pensamiento se relacionaba con el espacio. ¿Puede el pensa­ · sados plenamente.
miento trascender su lugar de origen? ¿O es que los lugares dejan Al acometer este proyecto era consciente de que había, y sigue
su huella en el pensamiento de manera tal que puede cuestionar­ habiendo, muchas Europas, reales, histólicas e imaginadas. Quizá
se la idea de categorías puramente abstractas? Mi punto de parti­ las fronteras entre ellas sean porosas. Me interesaba, sin embar­
da en este cuestionamiento, como he afirmado antes, era la pre­ go, la Europa que ha presidido históricamente los debates sobre
sencia callada y cotidiana del pensamiento europeo en la vida y. la· modernidad en la India. Esa Europa se hizo a imagen de un po­
las prácticas de la India. La Ilustración f ormaba parte de mis sen­ der colonizador y, como he sostenido en el libro, no fue un pro­
timientos. Sólo que yo no lo veía así. Marx era un nombre bengalí ducto únicamente de los europeos. Esta Europa era, en el sentido
muy conocido. Su educación alemana nunca se comentaba. Los en que Lévi-Strauss usó la palabra:, un «mito» fundador para el
· investigadores bengalíes traducían Das Kapital sin el menor aso­ pensamiento y los movimientos emancipadores en la India. La re­
. mo de preocupación filológica. Este reconocimiento de una deuda flexión sobre la modernización, sobre el liberalismo, sobre el so­
profunda -y, a menudo, desconocida- con el pensamiento euro­ cialismo -esto es, sobre diversas versiones de la modernidad- lle­
peo fue mi punto de partida; sin ella no podía darse la <;provin­ . vaha a esa Europa a la existencia. En la India, nosotros -y nuestros
cialización de Europa». Uno de los objetivos del proyecto era, líderes políticos e intelectuales antes que nosotros- empleába­
precisamente, ser consciente de la naturaleza específica de esta mos esa Europa para resolver nuestros debates sobre las tensio­
deuda. nes surgidas de las desigualdades y opresiones cotidianas en la
Así pues, la relevancia global del pensamiento europeo era algo India. Durante muchos y largos años esperamos un regreso de
que yo daba por sentado. Tampoco cuestionaba la necesidad de aquella Europa en forma de «democracia», «civilización burgue­
un pensamiento universalista. Nunca fue, por ejemplo, objetivo sa», «ciudadanía», «capital» y «socialismo» d� la misma manera en
. de este libro el «pluralizar la razón», como una reseña seria su­ que Gramsci esperó que la «primera revolución burguesa» de 1789
gería en una lectura algo descaminada -uso la palabra con res.:. se produjese en su país.
.._peto- del proyecto. 5 Como mostrará mi capítulo sobre Marx, no La primera parte de este libro pretende abordar la forma de
argumentaba contra la idea en sí de los universales, sino que su­ pensamiento que permite postular una Europa de ese género. Yo
brayaba que el universal es una figura de gran inestabilidad, una argumento que está en cuestión una corriente concreta de pensa­
variable necesaiia en nuestro empeño por pensar las cuestiones de miento desarrollista a la que denomino «historicismo». Se trata de
la modernidad. Atisbamos sus contornos sólo en tanto que y cuan- un modo de pensar acerca de la. historia en el que se asume que

20 21
todo objeto de estudio retiene una unidad de concepción a lo lar­ toria de Asia meridional los pasados de los grupos marginales y
go d� su existencia y alcanza una expresión plena mediante un subalternos, algunos críticos han visto en Al margen de Europa
proceso de desarrollo en el tiempo histórico y secular. En este pun­ sólo pruebas adicionales de lo que el historiador indio Sumit Sar­
to, buena parte de mi planteamiento se inspiraba en lo, que Fou­ kar denominó «el declive de lo subalterno en Estudios Subalter­
cault afirmó en Nietzsche: la genealogía, la historia. 7 También an­ nos», pues la segunda parte de Al margen de Europa extrae todo
tes, en mi libro sobre historia del trabajo, había procurado pensar su material ilustrativo de la historia de la clase media bengalí, de
de la mano de la crítica foucaultiana de toda categoría histórica los denominados bhadralok. 10 Esta crítica se ha formulado des­
que sea «o bien trascendental en relación con el campo de los acon­ de muchas posiciones, pero permítaseme citar sólo una fuente,
tecimientos o bien que recorra en su identidad vacía el curso de la una reseña anónima y furiosa publicada en Internet en la página
historia».8 Pero el pensamiento posestructuralista no era la única en que Amazon.com publicitó primero este libro. La reseña aca­
base sobre la que pretendía apoyar mi crítica. No pude evitar dar­ baba afirmando:
me cuenta de que, mucho antes de Foucault, un aspecto radical del
pensamiento nacionalista anticolonial había repudiado en la prác­ ·<<Finalmente, el hecho de que las fuentes documentales de Cha­
tica lo que yo denominaba «historicismo» primero exigiendo y, con krabarty se circunscriban al varón de clase media bengalí y de
la independencia, concediendo efectivamente la plena ciudadanía que él, junto con sus socios, se enzarce en teorizar y desatien­
a las masas iletradas en una época en que todas las teorías clási­ da la investigación fundamental de la historia subalterna habla
cas y occidentales de la democracia recomendaban un programa •
por s1" mismo...». 11
de dos pasos: primero educarlas, lo que las desarrolla, y después
concederles sus derechos de ciudadanía. Así pues, sostenía yo, esta Los puntos suspensivos de la cita no indican que he omitido un
relación crítica con la historia .desarrollista o en estadios integra­ fragmento; son originales de la oración citada, un gesto dramático
ba la herencia anticolonial. No por casualidad el historiador del por parte del crítico sobre la obviedad de su tesis. ¿Qué más po­
Grupo de Estudios Subalternos (y nuestro mentor) Ranajit Guha, dría decir él o ella? ¡Mi elección de material de la historia del gru­
en su libro sobre la insurrección campesina en la India colonial, po social del que provengo hablaba por sí misma!
rechazaba la caracterización de Hobsbawm del campesinado mo­ No escojo esta recensión por resentimiento. Al margen de Euro­
derno como «prepolítico».9 El pensamiento anticolonial resultaba pa ha recibido censuras peores a manos de algunos críticos indios
sin dudFl un suelo fértil para el cultivo de las críticas.posestructu­ hostiles. 'Después de todo, los lectores son libres de hacer de un li­
ralistas de Foucault al «historicismo». bro lo que quieran. Además, se aprende hasta de la más encarni­
La primera parte de este libro se une a esta crítica desde varios zada de las críticas. Cito esta reseña concreta porque, a mi pare­
ángulos. El resto del libro demuestra con ejemplos históricos que cer, lo que sostiene la carga de la crítica es una lectura poco atenta
la modernidad fue un proceso histórico que implicaba no sólo la del libro, especialmente de la introducción, en la que traté de ex­
transformación de instituciones sino también la traducción de ca­ plicar mis objetivos y métodos. Incluso si un lector discrepa de mis
tegorías y prácticas. propósitos, la etiqueta de la crítica exige que mis propias afirma­
ciones explícitas sobre el asunto en cuestión se reconozcan. Afir­
maba en la introducción que las historias que contaba no eran re-
2 .· presentativas de los bhadralok. Tampoco pretendía proporcionar
una historia de ese género. Señalaba que las personas en cuyos es­
Hay, así lo espero, mucha historia en este ensayo. Pero no critos e historias me basaba no eran representativas de la mayoría
pensé en esta historia como representativa de tal o cual grupo .en de los bhadralok, que aquellos fragmentos de la historia bhaclralok
sociedades particulares. Puesto que se me ha relacionado con Es­ entraban en el libro primordialmente como parte de un argumen­
tudios Subalternos, que en efecto proyectaba inscribir en la his- to metodológico. Pero algunos críticos sencillamente hicieron caso
22 23
omiso de esas afirmaciones. Me acusaron de abandonar la his­ nación de la lógica universal de la Historia 1 y los horizontes he­
toria subalterna por los más «elitistas» horizontes de los pasados terotemporales de innúmeras Historias 2. La falta de espacio me
bhadralok. (Tengo demasiados parientes indigentes y semieduca­ impide desarrollar más esta cuestión pero también me arriesgo a
dos como para no saber lo desafortunada y asignificativa -si se me repetir lo que ya sostengo en el capítulo 2.
permite acuñar una palabra- que la expresión «elite» _resulta en Algunos teóricos de la globalización como Michael Hardt y An­
este contexto, pero lo pasaré por alto.) Sus cargos llegaban de una tonio Negri, por otro lado, celebran las formas contemporáneas
ausencia total de atención a lo,que yo había advertido al explicar de deslocalización como una herramienta expeditiva para la lucha
el cambio entre las partes primera y segunda del libro. «Es difícil global contra el capital. También parten de la proposición de que
anticipar los problemas de los lectores distraídos», afirmó una vez las «posiciones localistas» son «falsas y dañinas». Falsas porque
E.P. T hompson con frustración. 12 Ciertamente es difícil, pero per­ mediante la «naturalización» de las diferencias locales sitúan el
mítaseme intentarlo una vez más. ; f origen de tales diferencias «fuera de toda duda»; Y dañinas porque
Una de las tesis de mayor calado de Al margen de Europa es la hay que reconocer que las «identidades locales» de hecho «alimen­
de que el pensamiento crítico comb�te los prejuicios y, sin embar­ tan y apoyan el desarrollo delrégimen imperial capitalista». Es la
go, también encierra prejuicios, pues el pensamiento crítico, a mi globalización la que «pone en juego circuitÓs móviles y modulan­
juicio, sigue relacionado con los lugares (por más tenue que pue­ tes -de diferenciación e identificación». «Lo que hay que abordar,
da parecer tal vínculo). De este modo, el libro se enfrenta hasta por el contrario», aducen Hardt y Negri, «es precisamente la pro­
cierto punto con las maneras diversas en.las que muchos teóricos, ducción de lo local. » 13 El «lugar» que el capital crea hoy a través
en su mayor parte marxistas, critican la idea de lo local. De_ he­ de su propia movilidad y la del trabajo es, en sus palabras, un «no
cho, tal posición es común a tantos marxistas· que singularizar a lugar». 14 Por ello el trabajo ha de exigir «ciudadanía global» -más
uno en concreto podría resultar algo injusto. Es común en su con­ movilidad incluso de la que el capital le permite en el presente- y
cepción la idea de que todo sentido de lo «local» es un fenómeno convertir este «no lugar» en «ilimitado». Gracias - a esa movilidad
de superficie de la vida social; es, en última instancia, algún tipo de crecerá el sujeto revolucionario -«la multitud»- que desafiará lo
efecto del capital. Estos estudiosos, por tanto, subrayan la necesi­ que Hardt y Negri denominan el Imperio. 15 En sus términos, pues,
dad de_ comprender cómo se produce efectivamente el sentido pro­ la lucha contra el capital ha de ser al mismo tiempo un combate
pio de lo local. Al mirar todos los sentidos locales de este modo contra todas las formas de apego a sitios particulares, ya que el
particular, estos críticos no suelen plantearse s,obre sí mismos nin­ deseo de movilidad absoluta sólo puede basarse en el cultivo de
guna pregunta sobre el lugar del cual procede su propio pensa­ un sentido de apego planetario.
miento. Es de suponer que producen su crítica desde «ningún No niego las aportaciones que se siguen en contextos concre­
sitio» o -lo que es lo mismo- desde «todos los sitios» de un capi­ tos -especialmente en el nivel de la historia universal del capital,
talismo que siempre parece global en su alcance. En Al margen de mi Historia 1- de líneas de pensamiento como la que me ha ocu­
Europa lo aceptaba como un tipo de pensamiento universalista -re­ pado arriba. Pero, en líneas generales, encuentro que este argumen­
fleja lo que denomino Historia 1 en el capítulo sobre Marx-, pero to hace caso omiso de la historia en sí. Obvia la distinción entre
es un modo de pensar que, a mi modo de ver, vacía todo sentido la movilidad de los colonizadores que los europeos disfrutaron en
vivido de lugar asignándolo a lo que se considera un nivel más pro:.. su momento y la movilidad del trabajo migrante hoy en día, cua­
fundo y determinante, el nivel al cual el modo de producción ca­ lificado o no. Adondequiera que los europeos fueran en busca de
pitalista crea el espacio abstracto. En el capítulo dedicado a Marx nuevos hogares, sus recursos imperiales y su dominio de los nati­
trato de producir una lectura que se resista a esta interpretación vos les permitía reproducir -con modificaciones locales innega­
y que vea la corriente subterránea de historias singulares y únicas, bles- muchos de los elementos importantes de los mundos de la
mis Historias 2, como enfrentándose siempre al empuje de tales vida que habían dejado atrás. ¿Perdieron los europeos de cualquier
historias universales y produciendo lo concr�to como una combi- país sus propias lenguas debido a la migración? No. A menudo, los
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nativos lo hicieron. De manera similar, los migrantes actuales en
.· lps países fundados por colonos o en Europa viven con el miedo 3
1 .4e que sus hijos sufran esta pérdida. Buena parte de su activis­
' \mo cultural local se dirige a impedir que esto suceda. :Sólo un crí- En definitiva, Al margen de Europa es un producto de la glo­
tico que esté ciego ante la cuestión del modo en que .los legados balización. La globalización fue su condición de posibilidad. Pero
desiguales del dominio colonial _modulan efectivamente los proce­ también es, como ha señalado Paul Stevens en un ensayo que con­
sos contemporáneos de la globalización puede rechazar este acti­ tiene una perspicaz lectura de este libro, un intento de encontrar
vismo como la enfermedad de la «nostalgia». 16 una posición desde la que hablar de las·· pérdidas ocasionadas por
La diferencia no siempre es una trampa del capital. Mi sentido la globalización. 19 Agradezco la lectura de Stevens, pero es justo
de pérdida que se sigue de mi globalización no es siempre el efec­ reconocer el modo en que la globalización, particularmente en
to de la estrategia de mercadotecnia de alguien ajeno. No siem­ Europa y, en los Estudios europeos, ha llevado este libro a emo­
pre el capital me embauca para que experimente «duelo», pues el cionantes territorios intelectuales que no podría haber imaginado.
duelo no siempre me convierte en consumista. A menudo la pér­ A medida que los investigadores europeos y los especialistas en
dida en cuestión se relaciona con prácticas culturales que, por Europa han luchado por comprender los cambios que tienen lugar
así decirlo, ya no «venden»: No todos los aspectos de nuestro sen­ en el continente y en sus propios campos de estudio, a medida que
tido de lo local pueden mercantilizarse (ojalá fuese así). Al margen han entablado discusiones sobre los futuros de Europa tras la glo­
de Europa moviliza argumentos y pruebas en contra de los análi­ balización y han abordado cuestiones como la «Europa fortaleza»
sis que apuntan a aquellos caminos de salvación que avanzan ine­ versus «Europa multicultural», se han abierto nuevos- caminos de
vitablemente a través del reclamo del no lugar. 17 Apoyándose en investigación. En su búsqueda de lenguajes con que comprender
Heidegger y la tradición hermenéutica del pensamiento a la que la posición de los inmigrantes y refugiados no europeos en Euro­
pertenece Gadamer, Al margen de Europa trata de provocar una pa, la cuestión de la inclusión de Turquía en la Unión Europea, y el
tensión productiva entre gestos de pensamiento de ninguna parte lugar de la Europa del Este postsocialista, han recurrido a modelos
y modos particulares de ser en el mundo. Surtiese o no surtiese del pensamiento poscolonial para ver si se puede aprender algo de
efecto mi crítica -no defiendo que mi propia crítica sea irrefuta­ esa rama de investigación. Parecen haberse producido desarrollos
ble-, la proposición de que el pensamiento se vincula con los lu­ comparables en los estudios medievales (europeos) y de la religión.
gares es central en mi proyecto de provincializar Europa. Me in­ Los especialistas han comenzado a cuestionar la propia idea de lo
cumbía, pues, demostrar de dónde -de qué género de lugar- surgía «medieval», el esquema de periodización que subyace a tal deno­
mi propia crítica, pues ese ser-de-algún-sitio es lo que le dab� a la minación. 20 Los teólogos, por su parte, se hallan inmersos en el
crítica tanto su fuerza como sus límites. Afirmaba que a fin de lle­ replanteamiento de la cuestión de la agencia divina en la «histo­
var a cabo mi crítica precisaba reflexionar por medio de formas de riografía religiosa». 21 Ha resultado gratificante para mí el que este
vida que conocía con cierto grado de familiaridad, y de ahí que re­ libro haya sido utilizado en algunos de esos debates, y me he en­
curriese a material tomado de aspectos de la historia de los bha­ contrado dialogando, con gran provecho, con el trabajo de colegas
dralok, la cual ha moldeado profundamente mi propia relación con de áreas lejanas a las de mi especialidad.
el mundo. Sólo en el caso de esa historia podía aducir cierta com­ Quiero finalizar expresando mi agradecimiento a algunas per­
petencia para demostrar con ejemplos los procesos de traducción sonas cuyos comentarios amistosos pero críticos, comunicados
de la modernidad. Esto no niega que haya muchas localizaciones en los años que han pasado desde la publicación de la primera
diferentes, incluso dentro de Bengala y de la India, desde las que edición, me han ayudado a ver los límites así como las posibili­
cabría provincializar Europa con resultados distintos. 18 Pero_ el ar­ dades de esta obra .. Pero ni siqui�ra aquí puedo ser exhaustivo.
gumento relativo al lugar y al no lugar puede seguir con nosotros. Sólo puedo nombrar a algunos por razones obvias de espacio, y
pedir disculpas a aquellos a quienes no menciono: Bain Attwood,

26 27
Ih ar B abkov, Etienne B alib ar, Teres a Berger, Ritu
Birla, Marina
_ Introducción
lee Davis, Car?�ª
Bollinger, Beppe Carlsson, Amit Chaudhuri, Kath :1" La idea de provincializar Europa
ntm F asolt, D1hp
Dietze, Carolyn Dinshaw, Saurabh Dube, Const�
Halperi:i, Amy
Gaonkar, Amitav Ghosh, Carlo Ginzburg, Ca�henn�
ud10 Lommtz, Alf
Hollywood, Lynn Hunt, John Kraniauskas; Cl_a Europa [...] desde 1914 se ha provincializa­
lle Mbembe, Allan
Lüdtke, Rochona Majumdar, Ruth Mas, Ach1 do, [ ... ] sólo las ciencias naturales son capa­
S andro Mezz a�r a,
Megill, Cheryl McEwan, Hans y Doris Medik, ces de suscitar un vivo eco internacional.
Ousm nov a, An and Pand1�p.,
Donald Moore, Aamir Mufti, Almira a
n, Birg it �cahebler, AJ ay
Luisa Passerini, Ken Pomeranz, Jom Rüse Hans Georg Gadamer, 1977
r Sus1 e Tharu, Peter
Skaria, R. Srivatsan, Bo Strath, Cha les Taylor,
Wagner, Milind Wakankar y Kathleen Wilson.
Dwa ipay�n Sen ha
prec iada : vaya Occidente es el nombre de un tema que se con­
proporcionado una ayuda a l a investigación muy
a
grega en el discurso, pero también un objeto
para él mi agradecimiento. constituido discursivamente; es, por supues­
Chicago, 1 de febrero de 2007 to, un nombre que siempre se asocia a sí mis­
mo con aquellas regiones, comunidades y pue­
blos que parecen política o económicamente.
superiores a otras regiones, comunidades y
pueblos. En esencia, es como el nombre de
«Japón», [ ...] sostiene que es capaz de mante­
ner, o de trascender realmente, un impulso a
trascender todas las particularizaciones.

Naoki Salrni, 1998

Al margen de Europa no es un libro acerca de la región del mun­


do que denominamos «Europa». Esa Europa, podría decirse, ya ha
sido convertida en provincia por la historia misma. Hace tiempo ·que
los historiadores han admitido que hacia mediados del siglo XX la
denominada «edad europea» de la historia moderna comenzó a
ceder sitio a otras configuraciones globales y regionales. 1 No se con­
sidera ya que la historia europea encame algo así como la «historia
humana universal». 2 Ningún pensador occidental de peso, por ejem­
plo, ha compartido públicamente la «vulgaiización del historicismo
hegeliano» de Francis Fukuyama, que consideraba la caída del muro
de Berlín el final común de la historia de todos los seres humanos. 3
El contraste con el p asado parece. agudizarse cuándo recordamos
la prudente pero calurosa nota de aprobación con la que Kant per­
cil;>ió en su ·momento en la Revoluéión francesa una «disposición
moral en la raza humana» o con la que Hegel vio en la importancia
de ese acontecimiento el imprimátur del" «espíritu del mundo».:

29
28
Mi formación es la de un historiador del Asia meridional mo­ ticas sociales modernas del sistema de castas, de la opresión de
derna; ésta conforma mi archivo y constituye mi objeto de análisis. las mujeres, de la falta de derechos de las clases trabajadoras y su­
La Europa que intento' provincializar y descentrar es una figura balternas de la India, entre otras -y, de hecho, la propia crítica al
imaginaria que.-·permanece profundamente arraigada en formas es­ colonialismo-, no resultan concebibles sino como un legado, en
tereotipadas y cómodas de algunos hábitos del pensamiento coti­ parte, del modo en que el subcontinente se apropió de la Europa
diano, las cuales subyacen invariablemente a ciertos intentos en ilustrada. La constitución india comienza, de manera reveladora,
las ciencias sociales de abordar asuntos de modernidad política repitiendo ciertas ideas universales de la Ilustración consagradas,
en Asia meridional.5 El fenómeno de la «modernidad política» -en por ejemplo, en la Constitución de Estados Unidos. Y es saludable
concreto, del dominio ejercido por las instituciones modernas del recordar que en la India británica los escritos que proclamaban
Estado, la burocracia y las empre�as capitalistas- no puede con­ las críticas más duras de la institución de la «intocabilidad» nos
cebirse de ninguna manera a escala mundial sin tener en cuenta remiten a, determinadas ideas originalmente europeas sobre la li­
ciertos conceptos y categorías, cuyas genealogías hunden sus raí­ bertad y la igualdad de los hombres. 9
ces en las tradiciones intelectuales, incluso teológicas, de Euro­ .Támbién yo escribo desde dentro de esta tradición. La erudi­
pa.6 Conceptos como los de ciudadanía, Estado, sociedad civil, es­ ción poscolonial se ve comprometida, casi por definición, a traba­
fera pública,. derechos humanos, igualdad ante la ley, individúo, la jar con los universales -tales como la figura abstracta de lo huma­
distinción entre lo público y lo privado, la idea de sujeto, democra­ no o de la Razón- que fueron forjados en la Europa del siglo XVIII
cia, soberanía popular, justicia social, racionalidad científica, etcé­ y que subyacen a las ciencias humanas. Este compromiso marca,
tera, cargan con el peso del pensamiento y la historia de Europa. por ejemplo, la escritura del filósofo e historiador tunecino Hichem
Sencillamente no se puede pensar en la modernidad política sin Djait, quien acusa a la Europa imperialista de <<negar su propia
éstos y otros conceptos relacionados que alcanzaron su punto cul­ concepción del hombre». 10 La lucha de Fanon por conservar la idea
minante en el curso de la Ilustración y el siglo XIX europeos. · ilustrada de lo humano -aun cuando sabía que el imperiálismo.
Estos conceptos suponen una inevitable -y, en cierto sentido, europeo había reducido esa idea a la figura del hombre blanco co­
indispensable- visión universal y secular de lo humano. El coloni­ lonizador- es ahora ella misma parte de la herencia global de to­
zador europeo del siglo XIX predicaba este humanismo de la Ilus­ dos los pensadores poscoloniales.11 El conflicto se produce porque
tración a los colonizados y, al mismo tiempo, lo negaba en la prácti­ no hay una manera sencilla de prescindir de estos universales en
ca; Pero la visión ha sido poderosa en sus efectos. Ha suministrado la condición de la modernidad política. Sin ellos no habría ciencia
históricamente un fundamento sólido sobre el cual erigir -tanto social que abordase cuestiones de justicia social moderna.
en Europa como fuera de ella- críticas a prácticas socialmente in­ Este compromiso con el pensamiento europeo se ve también
justas. El pensamiento marxista y el liberal son legatarios de esta fomentado por el hecho de que en la actualidad la denominada
tradición intelectual. Ahora esta herencia es global. La clase me­ tradición intelectual europea es la única que está viva en los de­
dia culta bengalí (a la que pertenezco y parte de cuya historia re­ partamentos de ciencias sociales de la mayoría, si no de todas, las
feriré más adelante en este libro) ha sido caracterizada por Tapan universidades modernas. Empleo el término «viva» en un sentido
Raychaudhuri como «el primer grupo social de Asia cuyo mundo particular. Sólo dentro de ciertas tradiciones de pensamiento muy
mental fue transformado a través de su interacción con Occiden­ particulares tratamos a pensadores fundamentales que han muer­
te».7 Una larga serie de miembros ilustres de este grupo social to hace mucho no únicamente como a personas pertenecientes a
-desde Raja Rammohun Roy, llamado en ocasiones el «padre de su propia época, sino también como si fueran nuestros contempo­
la India moderna», hasta Manabendranath Roy, quien discutía con ráneos. En las ciendas sociales se trata invariablemente de pen­
Lenin en la Internacional Comunista- acogieron con entusiasmo sadores que se encuentran dentro de la tradición que ha dadó en
las cuestiones del racionalismo, la ciencia, la igualdad y los dere­ llamarse a sí misma «europea» u «occidental». Soy consciente de
chos humanos promulgadas por la Ilustración europea. 8 Las crí- que la entidad denominada «tradición intelectual europea» que se

30 31
. remonta a los antiguos griegos es una creación de la historia euro­ historicismo -la idea de que, para comprender cualquier fenóme­
pea relativamente reciente. Martin Bernal, Samir Amín y otros han no, éste debe considerarse a la vez como una unidad y en su de­
criticado con justicia la aseveración de los pensadores europeos sarrollo histórico- y el otro es la idea misma de lo político. Lo que
de que tal tradición sin fisuras haya existido alguna vez o que in­ históricamente permite un proyecto como el de «provincializar
12
cluso pueda denominarse «europea» con propiedad. La cuestión,
Europa» es la experiencia de la modernidad ·política en un país
sin em bargo, es que, creación o no, ésta es la genealogía de pensa­ como la India. El pensamiento europeo mantiene una relación con­
miento en la que los cient íficos sociales se encuentr an inser to s. tradictoria con un caso de modernidad política como éste. Resul­
Ante la tarea de analizar los desarrollos o las prácticas sociales de ta a la vez indispensable-e inadecuado para ayudarnos a pensar las
la India mode�na, pocos -si es que hay algu�o- científicos soda­ diversas prácticas vitales que constituyen lo político y lo histórico
les indios o especializados en la India debatirían seriamente con, en la India. La investigación -tanto en el plano teórico como en
por ejem plo, el lógico del siglo XIII Gangesa, con el gram�tico Y fi­ el fáctico- de este carácter indispensable y a la vez inadecuado del
lósofo del lenguaje Bartrihari (siglos V-VI) o con el estud10so de la pensamiento de la ciencia social es la tarea que este libro se ha im­
· est ét ica del siglo x -u XI- Abhinavagupta. Es lamentable, pero es puesto a sí mismo.
así· una consecuencia del dominio colonial europeo sobre Asia me­
ridional es que las tradiciones intelectuales alguna vez fuertes Y vi­
vas en sánscrito, persa o árabe son ahora para la mayoría de -qui­ La· política del historicismo
zá para todos- los científicos sociales modernos de la región un
tema de investigación histórica. 13 Jrnt�!: dicha�. tt����iones5omo Los trabajos de filósofos posestructuralistas como Michel Fou­
verdaderamente muertas, como historia. Aunque las categorías ·que cault indudablemente han estimulado ataques global�s al histori-
fuerón ·en su momento objet¿ de escrupulosas reflexiones e in­ ,
. o ._1s pero sena
cism un error correebir los embates poscoloniales al
vestigaciones teóricas existen ahora comó conceptos prácticos, historicismo (o a lo político) como un simple derivado de las crí­
privados de todo desarrollo teórico, ar raigados en las práctic�s· ticas ya elaboradas por p'ensadores posm
odernos y posestructura­
co ti di an as de Asia m eridional, los c ient íficos s oci ales contem ­ lis tas de O ccidente. De hecho, pensarlo de esa manera sería caer
poráneo s del sur de Asia rara vez disponen de una formación. que en el historicismo, pues tal concepción repetiría meramente la
les permita transformar esos conceptos en recursos para un pen­ est ructura temporal de la afir mación: «primero en O ccidente y
samiento crítico del presente. 14 Y, sin embargo, los pensadores luego en o tros sitios». Al so stener esto no pre tendo disminuir la
europeo s del pasado y sus categorías nunca están completamen­ importa nci a de los debates r eci entes sobre
el his toricismo eu los
te muertos para noso tros de la misma manera. Los científicos so­ cuales los críticos han considerado su declinación en Occidente
ciales de Asia meridional discutirían apasionadamente con Marx como una consecuencia de lo que Jameso
n ha denominado ima­
o Weber sin sentir ninguna necesidad de historizarlos o de colocar­ ginativamente «la lógica cultural del capitalismo avanzado». 16 El
los en sus contextos intelectuales europeos. En ocasiones -aunque especialista en estudios culturales Lawrence Grossberg se ha pre-·
esto es poco. habitual- debatirían incluso con los antecesores anti­ guntado con sagacidad si la historia misma no se halla en peligro
· guas, medievales o de la modernidad temprana de esos pensado- debido a las prácticas de consumo propias del capitalismo con�
res europeos. temporáneo. ¿ Cómo es posible producir observa
ción y análisis his­
Pero la misma historia de la politización de los pueblos, o el tóricos, se interroga Grossberg, «cuando t
odo acontecimiento es
advenimiento de la modernidad política, en países que no forman una prueba potencial, un factor potencialmente determinante y, a
parte de las democracias capitalistas occidentales produce una la vez, cambia demasiado rápido como para permitir la sereniclad
profunda ironía en la historia de la política. Esta historia �os d:,­ que requiere el trabajo académico»? 17 Pero estos argumentos, pe�e
safía a repensar dos legadós conceptuales de la Europa dec1mono­ a su valor, obvian las historias de la modernidadJ política en el ter­
nica, conceptos ese nciales para la idea de moderni dad. Uno es el cer mundo. Nadie, desde Mandel hasta Jameson, considera el «ca-

32 33
pitalismo tardío» un sistema cuyo motor pueda encontrarse en el gar en «otros sitios» en la estructura temporal «primero en Euro­
tercer mundo. El término «tardío» tiene connotaciones muy dife­ pa y luego en otros sitios». Este gesto del historicismo es lo que
rentes cuando se aplica·� los países desarrollados y a aquellos con­ Johannes Fabian ha denominado «la negación de la contempora­
siderados aún <<en vías de desarrollo». «Capitalismo¡avanzado» es neidad».25
propiamente el nombre de un fenómeno que se considera perte­ Podría decirse que el historicismo -e incluso la idea moderna,
neciente sobre todo al mundo capitalista desarrollado, aunque su europea, de la historia- se presentó ante los pueblos no europeos
impacto sobre el resto del mundo nunca se niega. 18 del siglo xrx como una persona que dice a otra «todavía no».26
Las críticas occidentales al historicismo que se fundamentan Considérense los ensayos liberales clásicos, pero historicistas, de
en una determinada caracterización del «capitalismo avanzado» John Stuart Mill, Sobre la libertad y Del gobierno representativo: am­
pasan por alto los profundos vínculos que unen al historicismo bos proclamaban el autogobierno como la forma de gobierno más
como modo de pensamiento con la formación de la modernidad elevada'y, a la vez, se oponían a su concesión a los indios o a los
política en las antiguas colonias europeas. El historicismo posibi- · africanos fundándose en argumentos indudablemente historicis­
litó la dominación europea del mundo en el siglo XIX. 19 Podría de­ tas. Según Mill, los indios o los africanos todavía no eran lo sufi­
cirse, grosso modo, que fue una forma importante que la ideolo­ cientemente civilizados como para gobernarse a sí mismos. Debía
gía del progreso o del «desarrollo» adoptó a partir del siglo XIX. El transcurrir cierto periodo histórico de desarrollo y de civilización
historicismo es lo que hizo que la moderni'1ad o el capitalismo pa­ (gobierno y educación coloniales, para ser precisos) antes de que
reciera no simplemente global, sino más bien algo que se transfor­ se los pudiese considerar preparados para el desempeño de esa ta­
mó en global a lo largo del tiempo, originándose en un sitio (Euro� rea.27 El argumento historicista de Mili relegaba así a los indios,
pa) y expandiéndose luego fuera de él. Esta estructura del tiempo africanos y otras naciones «rudas» a una sala de espera imagina­
histórico global del tipo «primero en Europa, luego en otros si­ ria de la historia. Al proceder de esa manera, la historia misma se
tios» era historicista; diversos nacionalismos no occidentales pro­ convierte en una versión de tal sala de espera. Estamos todos en
ducirían más tarde versiones locales del mismo relato, reempla­ camino hacia la misma meta, aseveraba Mili, aunque unos llega­
zando «Europa» por algún centro construido localmente. Fue el rán antes que otros. Eso es lo que era la conciencia historicista: la
historicismo lo que permitió a Marx afirmar que «el país indus­ recomendación a los colonizados de que esperasen. La adquisición
trialmente más desarrollado simplemente muestra al menos de­ de la conciencia histórica, la adquisición del espíritu público que
sarrollado la imagen de su propio futuro».2° Fue también lo que Mili consideraba absolutamente necesarios para el arte del auto­
llevó a historiadores prestigiosos como Phyllis Deane a caracteri;. gobierno era también el aprendizaje de este arte de la espera. Esta
zar el advenimiento de la industria en Inglaterra como la primera espera fue la realización del «todavía no» del historicismo.
revolución industrial.21 El historicismo planteó así el tiempo his­ En cambio, en el siglo xx las demandas de autogobierno demo­
tórico como una medida de la distancia cultural (al menos en cráticas y anticoloniales reivindican insistentemente el «ahora»
cuanto al desarrollo institucional) que, se asumió, mediaba entre como h9rizonte temporal de la acción. Desde aproximadamente
Occidente y lo que no es Occidente.22 En las colonias legitimó la la primera guerra mundial hasta los movimientos de descoloniza­
idea de civilización.23 En la propia Europa hizo posibles historias ción de los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, los naciona­
del continente completamente internas en las que éste se descri­ lismos anticoloniales se fundamentan en este apremio del «ahora».
bía como escenario de la primera aparición del capitalismo, la El historicismo no ha desaparecido del mundo, pero su «todavía
modernidad o la Ilustración.24 Todos estos «acontecimientos», a su no» se encuentra actualmente en tensión con esta insistencia glo­
vez, se explicaban fundamentalmente con respecto a otros «acon­ bal en el «ahora» que caracteriza a todos los movimientos popu­
tecimientos» que tenían lugar dentro de los límites geográficos de lares a favor de la-democracia. Y tiene que ser así, pues los movi­
Europa (por más borrosas que hayan sido sus fronteras reales). mientos nacionalistas anticoloniales, en su búsqueda de una base
A los habitantes de las colonias, por otro lado, se les asignó un lu- de masas, introdujeron en la esfera política clases y grupos que, de

34 35
acuerdo con los estándares del liberalismo europeo d ecimonóni­ dano de la nación independiente) mucho antes de que pudiera ser
co, sólo podían parecer deficientemente preparados para asumir formalmente educado en los aspectos doctrinales o conceptuales
la responsabilidad política de gobernarse a sí mismos. Se trataba de la -ciudadanía.
de campesinos, integrantes de tribus, trabajadores industriales sin Un ejemplo drástico de este rechazo nacionalista de la concep­
cualificación o semicua lificados de las ciudades no occidentales, � ión h�storicista de la historia es la decisión que adoptó la India,
hombres y mujeres pertenecientes a los grupos sociales subordi­ mmediatamente después de alcanzar la independencia, de que la
nados, en resumen, las clases subalternas del tercer mundo. democracia se fundamentase en el derecho universal al voto de to­
La crítica al historicismo, en consecuencia, va hasta el fondo d? s los ad ltos. Esto su ponía una infracción grave de la prescrip­
., :1
de la cuestión de la mo dernidad política en las sociedades no oc­ c1on de Mill. «La enseñanza universal», decía Mill en el ensayo Del
cidentales. C omo arg umentaré luego con mayor detalle, el pensa­ gobierno representativo, «debe preceder al s ufragio univer�al».28 In­
miento político y social eur opeo concibió la modernidad política cluso la Comisión India para el Sufragio Universal de 1931, entre
de las clases subalternas recurriendo a una teoría de la historia eta­ cuyos miembro s había varios indios, mant uvo una posición que
pista -que comprende desde esquemas evolutivo s sencillos hasta era una versión modificada del argumento de Mill. Los miembros
sofist icadas interpretacion es del «desarrollo des igual »-. Co mo de la �omisión acordaron que, aunque el sufragio adulto universal
tal, no se trata de una posición teórica poco razonable. Si la <<mo­ era la meta ideal de la India, el analfabetismo generalizado del país
dernidad política» debía ser un fenómeno delimitado y definible, comportaba un obstáculo demasiado grande para poner en prácti­
no era insensato servirse de s u definición como vara de medida ca dicho sufragio. 29 Y, sin embargo, en menos de dos décadas la In­
del progreso social. Dentro de esta concepción, siempre podía de­ dia optó por el s ufragio ad ulto universal para una población que
cirse con razón que determinados p ueblos son menos modernos era todavía predominantemente iletrada. En s u defensa de la nue­
que otros y que aquéllos necesitaban un periodo de preparación Y va Constitución y .de 1a idea de «soberanía popular» ante la Asam­
espera antes de poder ser reconocidos como partícipes plenos -de blea Constit uyente de la nación, en vísperas d e la d eclaración for­
la modernidad p olítica. Pero ése era precisamente el argumento mal ·de independencia, Sarvepalli Radhakrishnan, quien luego sería
del colonizador, el «to davía no» al cu al el nacionalista ·.colonizado el primer vicepresidente de la India, ab ogaba contra la idea de que
oponía su «ahora>>. El logro. de la modernidad política en el tercer los indios como p ueblo no estaban aún en condici ones de gober­
mundo sólo era posible mediante una relación contradictoria con narse a sí mismos. En cuanto a él concernía, los indios, letrados
el ·pensamiento político y so ci al eu ropeo. Es verdad q ue co n fre­ o iletrados, siempre estuvieron capacitados para el autogobierno.
cuencia las elites nacionalistas po nían en práctica con sus propias Radhakrishnan declaró: «No podemos decir que la tradición repu­
clases subalternas -y lo sig uen haciendo siempre y cuando fas es­ blicana sea ajena al carácter de este país. La hemos tenido desde el
tructuras políticas lo permitan- la teoría de la historia etapis�a en principio de n uestra historia». 30 ¿ Q ué podía ser esta postura, sino
la que se fundamentaban las ideas europeas de la modernidad po­ un gesto nacional de abolición de la sala de espera imaginaria en
lítica. Sin embargo, hubo do s desarro llos necesarios en las luchas la q ue los indios habían sido emplazados por el pensamiento his­
nacionalistas que pro ducirían al menos un rechazo práctico,. si no t01icista europeo ? Huelga decir que actualmente el historicismo
teórico, de cualquier tipo de distinción etapista, historicista, entre permanece vivo y vigoroso en todas las prácticas y en el imagina­
lo premoderno o lo no moderno, y lo moderno. Uno fue el propio rio desarrollistas del Estado indio.31 Gran parte de la actividad ins­
rechazo por parte .de la elite nacionalista de la versión «sala de es- tit ucional del .Gobierno de la India se basa en la práctica cotidiana
-. pera» de la historia, cuando se encontró ante la justificación que d el his !oricis;11�; existe · una arraigada sensación de que el campe­
_
los europeos veían en ella para negar el «autogobierno» a los colo­ smo aun ,esta siendo educado y desarrollado para convertirse en
nizados. El otro fue el fenómeno prop io del siglo XX de la plena ciudadano. Pero cada vez que se prod uce una movilización popu­
participación del campesino en la vida política de la nación (esto lista/política del pueblo en las calles del país y una versión de la
es, primero, en el movimiento nacional ista y, luego, como d uda- «democracia de masas» se hace ostensibl e en la India, el ti empo

36 37
historicista queda momentáneamente suspendido. Y una vez cada
cinco años la nación exhibe un comportamiento político de demo­
cracia electoral que deja a un lado todos los supuestos de la ima­ El proyecto Estudios Subalternos y la crítica al historicismo
ginación historicista del tiempo. El día de las elecciones, cada uno
de los indios adultos es tratado práctica y teóricamente como al­ Este problema de cómo conceptualizar lo histórico y lo polí­
guien ya dotado de la capacidad de efectuar una elección cívica tico en un contexto en el que lo campesino ya era parte de la po­
importante, con educación o sin ella. lítica era sin duda una de las cuestiones clave que guiaban el pro­
La historia y la naturaleza de la modernidad política en un país yecto historiográfico de Estudios Subalternos. 33 Mi interpretación
que ha sido una colonia como la India genera así una tensión entre amplia del término «campesino» se sigue de algunas de las afir­
los dos aspectos presentes en los subalternos o campesinos en tan­ maciones fundacionales efectuadas por Ranajit Guha, cuando él y
to que ciudadanos. Uno es el campesino que ha de ser educado para sus colegas se propusieron democratizar la escritura de la histo­
convertirse en ciudadano y que pertenece, por lo tanto, al tiempo ria india considerando a los grupos sociales subordinados los ar­
del historicismo; el otro es el campesino que, pese a carecer de tífices de su propio destino. Me parece significativo, por ejemplo,
educación formal, es ya un ciudadano. Esta tensión es afín a la que que Estudios Subalternos comenzase su carrera registrando una
se establece entre los dos· aspectos del nacionalismo que Homi sensación de hondo malestar en relación con la idea m1sma.deJo
Bhabha ha identificado provechosamente como el pedagógico y el «político» tal como había sido utilizada en las tradiciones acepta­
performativo.32 La historiografía del nacionalismo, en el modo pe­ das de la historiografía marxista en lengua inglesa. En ningún sitio
dagógico, describe como anacrónico el mundo del campesino, con resulta esto más manifiesto que en la crítica que formula Ranajit
su acento en el parentesco, los dioses y lo usualmente denomina­ Guha en su obra de 1983, Elementary Aspects of Peasant Insurgency
do «sobrenatural». Pero la ·«nación» y lo político también encuen­ in Colonial India [Aspectos básicos de la insurrección campesina
tran tina representación performativa en los rasgos carnavalescos de en la India colonial], de la categoría de «prepolítico» empleada por
la democracia: en las rebeliones, las manifestaciones, los eventos el hist.oriador británico Eric Hobsbawm. 34
deportivos y el voto adulto universal. La cuestión es: ¿cómo con­ La categoría de «prepolítico» de Hobsbawm reveló los límites
cebimos lo político en estos momentos en los que el campesino o · del pensamiento historicista del marxismo a la hora .de responder
el subalterno emerge en la esfera moderna de la política poi;- dere­ al desafío planteado al pensamiento político europeo por el ingre­
cho. propio, como miembro del movimiento nacionalista contra la so del campesinado en la esfera de la política moderna. Hobsbawm
dominación británica,. o como miembro del cuerpo político con to­ reconocía aquello que era particular de la modernidad política del
das las de la ley, sin haber tenido que realizar ningún tipo d� tarea tercer mundo. Estaba dispuesto a admitir el hecho de que fue «la
«preparatoria» que lo cualifique como «ciudadano burgués»? adquisición de conciencia política» por parte de los campesinos
He de aclarar que, tal y como lo empleo, el término «campesi­ lo que «ha hecho de nuestra centuria la más revolucionaria de la
no» alude a algo más que a la figura del campesino con la que tra­ historia». Sin embargo, pasó por alto las implicaciones de esta ob­
baja el sociólogo. Yo recojo ese significado particular, pero también servación para el historicismo subyacente ya en su propio análisis.
cargo la palabra con un sentido más amplio. Lo «campesino» fun­ Las actividades de los campesinos, organizadas -de modo muy fre­
ciona aquí como resumen de todas aquellas relaciones y prácticas cuente- en torno a los ejes de parentesco, religión y casta, y que
vitales en apariencia no modernas, rurales y no. secularizadas que suponían agentes sobrenaturales actuando junto a los seres hu­
constantemente dejan su huella en la vida, incluso, de las elites de manos, eran para él síntoma de una conciencia que no había adop­
la India y en sus instituciones de gobierno. Lo campesino repre­ tado plenamente la lógica secular-institucional de lo político. 35 Ca­
senta todo lo que no es burgués (en sentido europeo) en la moder­ racterizaba a los campesinos como «gente prepolítica que todavía
nidad y el capitalismo indios. La siguiente sección desarrolla con no ha hallado, o que acaba de encontrar, un lenguaje específico
. más detalle esta idea. en el cual expresarse a sí misma. [El capitalismoJ viene hacia ellos

38 39
desde fu.era, de un modo insidioso, mediante el funcionamiento de ¿ q:1é otra cosa podría ser el nacionalismo sino un movimiento po­
,
fuerzas económicas que no entienden». En el lenguaje- historicista h;1�0 moderno por el autogobierno?- y, sin embarg o, no seguía la
de Hob sbawm l os movimientos soc iales de l os campe sinos del si­ log1ca del cálculo secular-racional inherente a l a c oncepción mo­
glo xx permanecen en el ámbito de lo «arcaico». 36 derna de lo político. Esta esfera política campesina-pero-moderna
El impulso analítico del estudio de Hob sbawm pertenece a una no estaba desprovista de la acción de dioses, espíritus y otros seres
variedad de historicismo que el marxismo occidental ha cultivado sobrenaturales. 41 Los científicos sociales podían clasificar tales ac­
des de sus inicios . Lo s intelectuales marxistas de Occidente Y sus tuaciones bajo la rúbrica de «creencias campesinas», pero el ca�­
seguidores de otros sitios han desarrollado un conj unto vario de es­ pesino, como ciudadano, no participaba de l os supuestos ontoló­
trat�gias sofisticadas que les permite r econ ocer la evidencia del gicos que l as �iencias sociales dan por descontados. Sin embargo,
carácter incompleto de la transformación capit alista en Europa Y el p unto de vista de Guha r econocía este sujeto como moderno y
en otros l ugar e s, conservan do a l a vez l a idea. de un mov imiento por eso rehusaba denominar «prepolítico» a la conciencia o el com­
histórico general desde un est adio premoderno hasta la moder­ portamiento político de los campesinos. Insistía en que, en l ugar
nidad. Estas estrategias incluyen, primero, los antiguos y actual­ de ser un anacronismo en el mundo col onial moderno , el campe­
_
mente desacreditados paradigmas evolucionist as del siglo XIX -el sn�o era un contemporáneo real del colonialismo, una parte fun­
lenguaje de la «supervivencia» y la «permanencia»- hallados a ve­ d mental de la modernidad que el dominio coloni al traj o a la In­

ces en l a misma prosa de Marx. Pero hay también otras estrate­ dia. No era una c onc iencia « a trasa da» la suya -una mentalid ad
gias, que constituyen variaciones del tema del «desarrollo desigual» �ue _habí_ a queda�� del pasado; u�a conciencia confundid a por las
-d erivado est e ini smo, como muestra_Neil Smith, del empleo por mstituc10nes pohticas y econormcas modernas y que se· resiste a
parte de M�rx de la idea de «tasas desiguales de desarrollo» en su ellas. La interpretación de los campesinos de las relaciones de po­
Crítica de la economía política (1859) y del empleo del concepto der a l�s que se enfrentan en el mundo, argumenta G uha, de nin­
que más t ar de hicieron Lenin y Trotski. 37 Ya sea qu e h ablen del guna manera carece de realismo o mira h acia el pasado .
«desarrollo desigual», de la «sincronicidad de lo no sincrónico» de Desde luego, todo esto no fue formulado a la vez ni con la cla­
Emst Bloch o de la «causalidad estructural» althusseriana, la cues­ r�d ad que pue?e obtenerse en una m irada retrospectiva. Hay, por
tión es que .t odas est as e strateg ias conservan elementos de his­ eJemp�o, pa aJes de Elementary Aspects of Peasant Insurgency in

t oricismo en la dirección de su pensamiento (a pesar de la oposi­ Colonial India en los que Guha sigue las tendencias generales de
ción explícita de Althusser al historicismo). Todas ellas adscriben u:q est dioso euro eo marxista o lib eral. En ocasiones interpreta
� �
cuanto menos una unidad estructural subyacente (si no una expre­ determmadas relaciones no democráticas -c uestiones de «domina­
siva totalidad) al proceso histórico y al t iemp o, la cual h ace posible ción Y subordinación» directas que conciernen a lo que usualmen­
38 te se denomina lo «religioso» o lo sobrenatural- como vestigios de
id entificar ciertos elementos del presente como «anacrónico s» .
La tesis del «desarrollo des igual», como ha observado perspicaz­ , . una era precapitalista, no completamente modernos y, en conse­
mente James Chan dler en su reciente estudio sobre el rom anti­ cuencia, como un indicio de problemas de transición al capitalis­
cismo, va «de la m ano» de la «antig ua cuadrícul a de un tiempo mo.42 Relatos de la misma naturaleza también aparecen a menudo
vacío homogéneo». 39 en los primeros volúmenes del proyecto Estudios Subalternos. Pero
A través de la crítica explícita del punto de vista que considera mi opi�ón es que las afirmaciones de este tipo no representan ade­
la conciencia campesina como «prepolítica», Guha pudo sugerir cuadamente la fuerza radical de la crític a de Guha a l a categoría
que la acción colectiva desempeñada por los campesinos en l a In­ de « epolítico». Pue , si consti tuyeran principios válidos para el
, �� �
dia moderna fu.e de tal n atur aleza que efectiv amente exp andió la anahs1s de la modernidad in dia, se podría argumentar entonces a
categoría de lo «político» bastante más allá de los límites que le favor de Hobsbawn y su categoría de «prepolítico». Cabría soste­
asignaba el pens am iento p olítico europeo. 40 La esfera polític a en ner, de acuerdo con el pensamiento político europeo, que l a ca­
la que el campesin o y sus amos participaban era moderna -pues, tegoría de lo «político» resultaba inadecuad a para analizar l a pro-

40 41
testa campesina, pues difícilmente la esfera de lo político se abs­ nos, deriva de las formas secularizadas del cristianismo que ca­
traía alguna vez de los ámbitos de la religión y del parentesco pro­ racterizan a la modernidad en Occidente y muestra una tenden­
pios de las relaciones de dominación precapitalistas. Las relaciones cia similar, primero, a forjar una «religión» a partir de una amal­
de poder cotidianas que implican parentesco, dioses y espíritus, gama de prácticas hindúes y, luego, a secularizar las formas de tal
en las cuales se encuentra inmerso el campesino, podrían, en ese religión en la vida de las instituciones modernas de la India. 45 La
caso, denominarse «prepolíticas» con justicia. Cabría interpretar le­ segunda no comporta necesariamente secularismo; es la que lle­
gítimamente la persistencia del mundo del campesino indio como va continuamente a los dioses y a los espíritus al dominio de lo
una señal del carácter incompleto de la transición de-la India ha­ político. (Lo cual ha de distinguirse del empleo secular-calculador
cia el capitalismo y el campesino mismo podría considerarse ca­ de la «religión» en el que incurren muchos partidos políticos con­
balmente como un «tipo anterior», activo, sin duda, en el naciona­ temporáneos en el subcontinente.) Interpretar estas prácticas como
lismo, pero en realidad operando bajo notificación de su extinción un vestigio superviviente de un modo más antiguo de producción
. por parte de la historia del mundo. nos conduciría inexorablemente a concepciones de la historia eta­
No obstante, lo que me propongo señalar aquí es la tendencia pfstas y elitistas; nos colocaría de nuevo en el esquema historicis­
opuesta del pensamiento que el descontento de Guha con la cate­ ta. En dicho esquema, la historiografía no tiene otra manera de
goría de «prepolítico» revela. La rebelión campesina en la India responder al desafío presentado al pensamiento y la filosofia po­
moderna, escribió Guha, «fue una lucha política». 43 He destacado líticos por la implicación de los campesinos en los nacionalismos
la. palabra «política» en la cita para subrayar la tensión creativa del siglo xx y por la emergencia de esos campesinos tras la inde­
entre la inspiración marxista de Estudios Subalternos y el hondo pendencia como ciudadanos de pleno derecho de-un Estado-na:.
cuestionamiento que esta línea suscitaba, desde el comienzo mis­ ción moderno.
mo, de la naturaleza de lo político en la modernidad colonial de A mi parecer, la crítica que dirige Guha a la categoría de «pre­
la India. Por ejemplo, en su examen de más de un centenar de ca­ político» pluraliza, en esencia, la historia del poder en la moder­
sos conocidos de rebeliones campesinas en la India británica en­ nidad global y la separa de todo relato universalista del capital. La
tre 1783 y 1900, Guha mostró que las prácticas que convocaban a historiografía subalterna cuestiona el supuesto de que el capitalis­
dioses, espíritus y otros seres espectrales y divinos formaban parte mo lleva de manera necesaria las relaciones de poder burguesas
de la red de poder y prestigio con la que operaban tanto los subal­ a una posición de hegemonía. 46 Si la modernidad india coloca lo
ternos como la elite de Asia meridional. Estas presencias no eran burgués en yuxtaposición con lo que semeja preburgués, si lo so­
meramente un símbolo de algo cuya realidad secular era más pro- brenatural no secular colinda con lo secular y si ambos se hallan
funda y «más real».44 en la esfera de lo político, no es porque el capitalismo o la mo­
La: modernidad política sudasiática, argumentaba Guha, reú­ dernidad política de la India hayan quedado «incompletos». Guha
ne dos lógicas de poder inconmensurables, ambas modernas. Una no niega los vínculos de la India colonial con las fuerzas globales
es· la lógica de los marcos legales e institucionales cuasi liberales del capitalismo. Lo que puntualiza es que lo que parecía «tradicio­
que la dominación europea introdujo en el país, los cuales, en va­ nal» en· esa modernidad era «tradicional sólo en la medida en que
rios sentidos, son anhelados tanto por la elite como por las clases sus raíces podían remontarse hasta los tiempos precoloniales, pero
subalternas. No es mi intención reducir la importancia de este fe­ en modo alguno era arcaico en el sentido de anticuado». 47 Ésta
nómeno. Sin embargo, mezclada con ésta se encuentra la lógica era una modernidad política que finalmente daría lugar a una flo­
de otro conjunto de relaciones en las cuales también se hallan im­ reciente democracia electoral, aun cuando «vastas áreas de la vida
plicados tanto la elite como las clases subalternas. Son éstas las y de la conciencia del pueblo» escapaban a cualquier tipo de «he­
relaciones que articulan la jerarquía mediante prácticas de subor­ gemonía [burguesa]». 48
dinación directa y explícita de los menos poderosos por parte de La fuerza de esta observación introduce en el proyecto de Es­
los más poderosos. La primera lógica es secular. En otros térmi- tudios Subalternos una crítica necesaria -aunque en ocasiones in-

42 43
cipiente- tanto al historicismo como a la idea de lo político. Mis miento político de la Europa moderna, considera que lo humano
argumentos a favor de la provincialización de Europa se siguen es ontológicamente singular, que los dioses y espíritus son en de­
directamente del compromiso con este proyecto. La historia de la finitiva «hechos sociales», que de alguna manera lo social existe
modernidad política de la India no puede escribirse como una sim­ antes que ellos. Me propongo, por el contrario, pensar sin el su­
ple aplicación de los métodos de análisis del caphal y del naciona­ puesto siquiera de una prioridad lógica de lo social. Empírica­
lismo disponibles en el marxismo occidental. No es posible, como mente, no se conoce ninguna sociedad en la que los seres humanos
hacen algunos historiadores nacionalistas, oponer el relato de un haya'n existido sin dioses y espíritus que los acompañaran. Aun­
colonialismo en retroceso a una descripción de un pujante movi­ que el Dios del monoteísmo haya sufrido algunos· reveses -si en
miento nacionalista que se propone establecer una perspectiva realidad no ha «muerto»- en el relato del «desencantamiento del
· burguesa en toda la sociedad. 49 Pues, según Guha, en Asia meri­ mundo» de la Europa decimonónica, los dioses y otros agentes pre­
dional no había una clase comparable a la burguesía europea de sentes en las prácticas de la denominada «superstición» nunca han
los metarrelatos marxistas, capaz de fabricar una ideología hege­ muerto en sitio alguno. Opino que los dioses y los espíritus son
mónica que hiciese que sus propios intereses parecieran los de to­ existencialmente coetáneos con lo humano y, a partir de tal convic­
dos. La «cultura india de la era colonial», sostenía Guha en un en­ ció�, pienso que la cuestión de ser humano implica la cuestión de
sayo posterior, desafía ser interpretada «ya sea como réplica de la existir junto a dioses y espíritus. 51 Ser humano significa, como se­
cultura liberal-burguesa británica decimonónica, ya sea como mero ñaló · Ramachandra Gandhi, descubrir «la posibilidad de invocar
vestigio superviviente de una cultura precapitalista precedente». 50 a Dios (o a los.dioses) sin tener obligación de mostrar primero su
Se trata de capitalismo, desde luego, pero sin relaciones burguesas r�alidad». 52 Y ést� es una razón por la que deliberadamente pres­
que alcancen· una posición de hegemonía indisputable; es una do­ cmdo de toda soc10logía de la religión en mi análisis.
minación capitalista sin una cultura burguesa hegemónica o, en la
conocida formulación· de Guha, «dominación sin hegemonía».
Es imposible pensar en esta historia del poder plural y dar cuen­ Plan de la obra
ta del sujeto político moderno en la India sin cuestionar al mismo
tiempo radicalmente la naturaleza del tiempo histórico. Las pro­ Debería estar claro a estas alturas que la provincialización de
yecciones de futuros socialmente justos para los hombres suelen E�opa no es un proyecto que rechace o que descarte el pensa­
dar por sentada la idea de un tiempo histórico único, homogéneo miento europeo. La relación con un cuerpo de pensamiento al que
y secular. La política moderna se justifica a menudo como un re­ uno ?e?e en gran parte la propia existencia intelectual no puede
lato de soberanía humana ejercida en el contexto de un despliegue consistir en tomarse una «venganza poscolonial», para emplear la
incesante de tiempo histórico unitario. Creo que este planteamien­ afortunada expresión de Leela Gandhi. 53 El pensamiento europeo
to no resulta un instrumento intelectual adecuado para reflexionar resulta a la vez indispensable e inadecuado para ayudamos a re­
sobre las condiciones de la 111odernidad política en la India co­ flexionar sobre las experiencias de la modernidad política en las
lonial y poscolonial. Es preciso que abandonemos dos de los su­ naciones no occidentales, y provincializar Europa se convierte en
puestos ontológicos implícitos en las concepciones seculares de lo la tarea de explorar cómo este pensamiento -que en la actualidad
político y de lo social. El primero considera que el hombre existe es la herencia de todos nosotros y nos afecta a todos- podría ser
en el marco de un tiempo histórico único y secular que encierra renovado desde y para los márgenes.
otras clases de tiempo. Estimo que la tarea de conceptualizar las Pero, desde luego, los márgenes son tan plurales y diversos
prácticas de la modernidad social y política en Asia meridional a como los centros. Europa parece diferente cuando se la observa
menudo requiere que asumamos la idea opuesta: que el tiempo desde el interior de experiencias de· colonización o de infravalora­
histórico no es integral, que se halla dislocado de sí mismo. El se­ ción de determinadas regiones del mundo. Los investigadores pos­
gundo supuesto, presente en las ciencias sociales y en el pensa- coloniales, expresándose desde sus diferentes geografías del co-

44 45
lonialismo, han hablado de Europas diferentes. Los recientes es­ «traducciones aproximadas» de términos nativos, a menudo to­
tudios ·críticos de latinoamericanistas,o de especialistas en la cues­ mada de los mismos colonizadores. Tales traducciones coloniales
tión afrocaribeña y otros,se ocupan del imperialismo de España y resultaban burdas no sólo por ser aproximadas (y,por lo tanto,ine­
Portugal, triunfante en la época del Renacimiento y en decaden­ xactas),sino también porque reflejaban los métodos improvisados
cia como poderes políticos hacia el final de la Ilustración.54 A la del dominio colonial. El cuestionamiento de este modelo de «tra­
cuestión misma del poscolonialismo se le asignan múltiples y con­ ducción aproximada» comporta emprender un examen crítico y
trovertidas localizaciones en los trabajos de los investigadores del firme del proceso mismo de traducción.
sudeste asiático,Asia oriental,África y el Pacífico. 55 Sin embargo, Mi proyecto,.por lo tanto,se dirige hacia un horizonte que ha
por más que haya múltiples centros en Europa, por más que los sido señalado por un buen número de lúcidos investigadores de
colonialismos sean variados,el problema de ir más allá de las his­ la política de la traducción. Éstos han demostrado que lo que la
torias eurocéntricas sigue siendo un problema compartido que no traducción produce a partir de cosas aparentemente «inconmen­
conoce fronteras geográficas.56 surables» no es ni una ausencia de relación entre formas de cono­
La siguiente es una cuestión clave en el mundo de los estudios cimiento dominantes y dominadas,ni cosas equivalentes que me­
poscoloniales. El problema de la modernidad capitalista ya no pue­ dien con éxito entre las diferencias, sino precisamente la relación
de· considerarse simplemente como un problema sociológico de parcialmente opaca que denominamos «diferencia». 57 La escritu­
transición histórica (como en los famosos «debates de transición» ra de relatos y análisis que produzcan esta translucidez -que no
de la historia europea), sino también como un problema de tra­ transparencia- en la relación entre las historias no occidentales y
ducción. Hubo una época -antes de que la investigación misma se el pensamiento europeo y sus categorías de análisis es lo que tra­
hubiese globalizado- en la que el proceso de traducción de diver­ taré de proponer e ilustrar en lo que sigue.
sas formas,prácticas e interpretaciones de la vida a categorías uni­ Este libro necesariamente gira en torno a una escisión central
versales de teoría política de raigambre profundamente europea · (y, si puedo decirlo, trata de aprovecharse de ella) en el pensa­
no parecía a la mayoría de los científicos sociales una práctica pro­ miento social europeo moderno. Se trata de la separación entre las
blemática. Se sobreentendía que lo que se consideraba categoría tradiciones analítica y hermenéutica en las ciencias sociales. La
de análisis (como el capital) había trascendido el fragmento de his­ división es algo artificial,sin duda (pues la mayoría de los pensa­
toria europea en el que surgió. Como máximo,asumíamos que una dores importantes pertenece simultáneamente a ambas corrien­
traducción «aproximada» resultaba adecuada para la tarea de la tes), pero la subrayo aquí a fin de esclarecer mi propio punto de
comprensión. vista. En líneas generales se podría explicar la separación en los
Las monografías escritas en inglés en los area studies, * por términos que siguen. La ciencia social analítica se propone sobre
ejemplo, representan un caso clásico de esta presuposición.- Una todo «desmitificar» la ideología con el objeto de producir una crí­
característica estándar, preparada mecánicamente y nunca con­ tica que apunte hacia un orden social más justo. Considero que el
sultada en las monografías de estudios asiáticos o area studies era representante clásico de esta tradición es Marx. La corriente her­
la sección denominada «glosario»,que venía en la parte final del menéutica,por otro lado,genera una comprensión escrupulosa del
libro. No se esperaba en realidad que lector alguno interrumpie­ detalle en busca de la comprensión de la diversidad de los mun­
se el placer de la lectura dirigiéndose frecuentemente a las últimas dos de vida humanos. Produce lo que podría denominarse «histo­
páginas para consultar el glosario. Éste reproducía una serie de rias afectivas».58 La primera tradición tiende a vaciar lo local asi­
milándolo a algún universal abstracto; no afecta en lo más mínimo
* Area studies (estudios de área) es el nombre que recibe un amplio cam­ a mi exposición el que ello se pueda llevar a cabo mediante un len­
po de estudios, surgido en el mundo académico anglosajón tras la segunda guaje empírico. La �orriente hermenéutica, por su parte,conside­
guerra mundial, que se ocupa interdisciplinariamente de grandes áreas geo­
gráficas, geopolíticas o culturales, tales como Oriente Próximo, el sur de Asia ra que el pensamiento está íntimamente vinculado con lugares y
o Latinoamérica. (N. de los T.) formas particulares de vida. Es inherente a ella la crítica del nihi-

46 47
lismo de lo puramente analítico. Heidegger es para mí la figura la afirmación como punto de partida de algunas consideraciones
más representativa de esta segunda tradición. importantes, pero también trata de llevar a la práctica buena par­
El libro trata de propiciar una suerte de diálogo entre estos dos te del programa esbozado en aquella declaración temprana. Por
notables representantes del pensamiento europeo, Marx y Heideg­ consiguiente, he incluido una versión de aquella exposición, pero
ger, en el contexto del estudio de la modernidad política d� Asia he añadido también un breve epílogo con el propósito de indicar
meridional. Marx resulta crucial para la empresa, en lamedida en de qué manera el presente proyecto se sirve de ella como punto de
que su categoría de «capital» nos proporciona una manera de pen­ partida,· a la vez que se desvía de la misma de modos significati­
sar al mismo tiempo la historia y la figura secular del hombre a vos. Los capítulos restantes (2-4) giran en torno al problema de
una escala global, mientras que también hace de la historia una cómo se podrían abrir los relatos marxistas sobre la modernidad
herramienta crítica para comprender el mundo que el capitalismo capitalista a las cuestiones de la diferencia histórica. Los capítu­
produce. Marx nos permite confrontar convi�centemente la t��­ los 3 y 4 lo intentan abordando ejemplos concretos, mientras que
dencia siempre presente en Occidente a considerar la expans10n el capítulo 2 («Las dos historias del capital») presenta el funda­
europea y capitalista como, en última instancia, un caso de altruis­ mento teórico de toda la argumentación.
mo occidental. Pero trato de demostrar en un capítulo nuclear so­ He _concebido la organizaci.ón de la segunda parte del libro
bre Marx (capítulo 2) que el tratamiento del problema del histo- -que titulo «Historias de pertenencia»- bajo el signo de Heidegger.
. ricismo siguiendo a Marx en realidad nos impele hacia una doble Presenta varios estudios históricos sobre determinados temas· de
posición. Por un lado, reconocemos la import�ncia crucial de 1� fi­ la modernidad en la casta hindú superior y culta de Bengala. Los
gura del ser humano abstracto en las categonas de M�� precis�­ temas en sí mismos podrían considerarse «universales» a las es­
mente corrio un legado del pensamiento de la Ilustracion; Esta fi-. tructuras de la modernidad política: la cuestión del ciudadano-su­
gura es fundamental para la crítica marxista del cap�tal. Por otro jeto, «la imaginación» como categoría de análisis, ciertas ideas con­
lado, este ser humano abstracto impide plantear cuest10nes de per­ cernientes a la sociedad civil, las comunidades patriarcales, las
tenencia y de diversidad. Por mi parte, intento desestabilizar esta distinciones público/privado, la razón secular, el tiempo histórico
figura abstracta del hombre universal aportando en mi lectura �e y otras de la misma naturaleza. Estos capítulos (5-8)· desarrollan
Marx algunas observaciones heideggerianas sobre la pertenencia en detalle el proyecto historiográfico presentado en la propuesta
humana y la diferencia histórica. de 1992. Intento demostrar concretamente el modo en que las cate­
La primera parte del libro, que comprende desde el capítulo 1 gorías y estrategias que hemos aprendido del.pensamiento europeo
hasta el 4, está organizada, por así decirlo, bajo el signo de Ma�. (incluyendo la estrategia de historizar) resultan al mismo tiempo
He titulado esta parte «El historicismo y el relato de la moderni­ indispensables e inadecuadas para explicar este caso particular de
dad». En su conjunto, dichos capítulos presentan algunas refle-. modernidad no europea.
xiones críticas sobre concepciones hist01icistas de la histori�y del Se hace oportuna una observación sobre el particular cambio
tiempo histórico y sus relaciones con los relatos de la mod�rnida� de enfoque que se produce en el texto entre la primera y la segun­
capitalista en la India colonial. También se proponen explicar 1;111 da parte. La primera se ocupa sobre todo de estudios históricos y
crítica al historicismo mediante el acento en que los debates his­ etnográficos acerca de campesinos y tribus, grupos que podrían
tóricos sobre la transición al capitalismo también deben, para no denominarse «subalternos» en un sentido recto o sociológico. La
caer en la reproducción de la lógica historicista, concebir esa tran­ segunda parte del libro se circunscribe a la historia de los benga­
sición como procesos de «traducción». El capítulo l reproduce, de líes cultos, un grupo que, en el contexto de la historia de la India,
manera abreviada, una afirmación programática sobre la provin­ ha sido. caracterizado (a veces inexactamente) como una «elite».
cialización de Europa que publiqué en 1992 en la revista Repre­ A los críticos que quizá se pregunten por qué un proyecto que en
sentations. 59 La circulación de aquella aseveración se ha incremen­ principio surge a partir de las historias de las clases ·subalternas de
tado sustancialmente desde entonces. Al margen de Europa toma la India británica habría de ocuparse de determinadas historias.

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de las clases medias cultas para llevar a cabo sus puntualizaciones tenidamente de los problemas de la traducción lingüística y cultu­
. quisiera decirles lo siguiente. Este texto elabora algunos de los in­ ral inevitable en las historias de la modernidad política· en un con­
tereses teóricos que surgieron con motivo de mi trabajo en el Gru­ te¡to no europeo, requería mi conocimiento en cierta profundidad
po de Estudi<!>s Subalternos, pero no se propone una exposición de un idioma no europeo diferente del inglés, puesto que el inglés
de las prácticas de vida de las clases subalternas. Mi intención es es la lengua que media mi acceso al pensamiento europeo. El ben­
explorar las posibilidades y los límites de ciertas categorías euro­ galí, mi primera lengua, ha subvenido por defecto a esa necesidad.
peas sociales y políticas para conceptualizar la modernidad polí­ Debido a los accidentes y lagunas de mi propia educación, ma­
tica en contextos de mundos de vida no europeos. Para mostrar nejo únicamente el bengalí -y un tipo muy particular del mismo­
esto me ocupo de los pormenores históricos de mundos de vida con un sentido cotidiano de la profundidad y la diversidad histód­
particulares que he conocido con cierto grado de intimidad. cas que una lengua encierra. Lamentablemente no puedo hacer lo
Los capítulos de la segunda parte constituyen mi intento de mismo con ninguna otra lengua, ni siquiera con el inglés. Me he
abandonar lo que anteriormente he caracterizado como el prin­ fundamentado en mi familiaridad con el bengalí para evitar los
cipio de «traducción aproximada» con el propósito de proveer de tan temidos cargos académicos de esencialismo, orientalismo y
genealogías plurales o conjuntas a nuestras categorías de análisis. «monolingüismo». Pues una de las ironías del intento de dominar
-Metodológicamente, estós capítulos no constituyen más que un todo tipo de lengua en profundidad es que la unidad del lenguaje
principio. Conceder a los archivos existentes sobre las prácticas se quiebra en el proceso. Uno se vuelve consciente de la pluralidad
de vida en Asia meridional una relevancia contemporánea -produ­ invariable de una lengua y de que su propia riqueza no puede con­
cir conscientemente y con los métodos del historiador algo como sistir sino en una formación híbrida a partir de muchos «otros»
lo que Nietzsche denominó «historia para la vida»- es una tarea lenguajes (incluyendo, en el caso del bengalí moderno, el inglés). 61
enorme, fuera del alcance de una sola persona. 60 Requiere com­ El empleo que realizo en este libro de material histórico espe­
petencia en varios idiomas, y los idiomas relevantes varían según cífico relativo a contextos bengalíes de clase media es, por consi­
la región de Asia meridional que se esté considerando. Pero no guiente, principalmente metodológico. No dispongo de asevera­
puede llevarse a cabo sin ocuparse en detalle y con cuidado de los ciones excepcionalistas o representacionales que pueda efectuar a
lenguajes, prácticas y tradiciones intelectuales presentes en Asia favor de la India ni, en realidad, Bengala. Ni siquiera puedo decir
meridional, al mismo tiempo que exploramos las genealogías de los que haya escrito una de las historias de la «clase media bengalí»,
principales conceptos de las ciencias humanas modernas. La cues­ de lo cual a veces se acusa a los especialistas en estudios subalter­
tión no es rechazar las categorías de las ciencias sociales, sino in­ nos en la actualidad. Los relatos que he narrado en la segunda par­
troducir dentro del espacio ocupado por las historias europ�as par­ te del libro se refieren a una minoría muy reducida de escritores
ticulares sedimentadas en esas categorías otro pensamiento teórico y reformadores hindúes, la mayoría de ellos varones, que fueron
y normativo consagrado en otras prácticas de vida existentes y en pioneros de la modernidad (masculina) política y literaria en Ben­
sus fuentes documentales. Pues sólo de esa manera podemos crear gala. Estos capítulos no representan la historia de las clases me­
horizontes normativos plurales, específicos de nuestra existencia dias hindúes de Bengala en la actualidad, pues la modernidad que
y relevantes para el examen de nuestras vidas y sus posibilidades. es objeto de mi análisis expresaba los anhelos sólo de una minoría
Tras este objetivo me vuelvo hacia el material de la clase me­ incluso entre las clases medias. Si tales anhelos todavía pueden
dia bengalí en la segunda parte del libro. Con el fin de reunir encontrarse hoy en recónditos nichos de la vida bengalí, se en­
ejemplos históricos exhaustivos que ilustraran mis puntos de vis­ cuentran con vida un buen tiempo después de su «fecha de cadu­
ta, necesitaba fijarme en un grupo social que hubiese sido cons­ cidad». Hablo desde dentro de lo que se está convirtiendo -quizá
cientemente influido por los temas universales de la Ilustración de forma inevitable- en una porción progresivamente pequeña de
europea: las nociones de derechos, ciudadanía, fraternidad, socie­ la historia de la clase media bengalí. Soy también tristemente cons­
dad civil, política, nacionalismo, etcétera. La tarea de ocuparme de- ciente de la brecha histórica entre bengalíes hindúes y musulma-
so 51
nes, que este libro no puede más que reproducir. Durante más de actual ha sido modulado también por el reciente resurgimiento
cien años los musulmanes han constituido para los cronistas hin­ que ha experimentado gracias al estilo de análisis «neohistoricis­
dúes lo que alguna vez un historiador denominó con expresión ta» que han inaugurado Stephen Greenblatt y otros.63 Particular­
memorable la «mayoría olvidada». 62 No he sido capaz de trascen­ mente importante es la tensión entre la insistencia de Ranke en el
der esa limitación histórica, pues este olvido de los musulmanes carácter único e individual de una identidad o de un aconteci­
se encuentra hondamente arraigado en la educación y en la crian­ miento histórico y el reconocimiento de tendencias históricas ge­
za que he recibido en la India independiente. El nacionalismo anti­ nerales que pone en primer plano la tradición hegeliano-marxis­
colonial bengalí-indio, implícitamente, concebía lo «hindú» como ta. 64 Esta tensión constituye ahora una parte heredada de nuestro
lo normal. Como tantos otros en mi situación, deseo que llegue el modo de entender el oficio y la función del historiador académi­
día en que el punto de vista por defecto adoptado en los relatos co. Teniendo presente esta compleja historia del concepto, inten­
acerca de la modernidad bengalí no suene de manera exclusiva, y taré explicar en lo que sigue mi empleo del mismo.
ni siquiera predominantemente, hindú. Ian Hacking y Maurice Mandelbaum han ofrecido las siguien-
Concluyo el libro tratando de vislumbrar nuevos principios tes definiciones minimalistas del historicismo:
para reflexionar en tomo a la historia y el sentido del futuro. Aquí
mi deuda con Heidegger es más explícita. Indago cómo sería po­ «[El historicismo es] la teoría de que los fenómenos sociales y
sible mantener unidas la visión del mundo secularista historicis­ culturales se hallan históricamente determinados y de que cada
ta y la no secularista y no historicista explorando en profundidad periodo de la historia tiene sus propios valores que no ·son di­
la cuestión de las diversas maneras de «ser-en-el-mundo». Este ca­ rectamente aplicables a otras épocas»65 (Hacking).
pítulo prÓcura ofrecer una culminación del empeño global de la
obra por cumplir un doble cometido: reconocer la necesidad «po­ «El historicismo es el punto de vista según el cual la compren­
lítica» de pensar basándose· en totalidades y, a la vez, desmontar sión adecuada de la naturaleza de todo fenómeno y la evalua­
constantemente el pensamiento totalizador poniendo en juego ca­ ción adecuada de su valor deben obtenerse considerándolo a
tegorías no totalizadoras. Sirviéndome de la idea heideggeriana partir del lugar que -ocupó y del papel que desempeñó dentro
de «fragmentariedad» y de su interpretación de la expresión «no ?e un proceso de desarrollo»66 (Mandelbaum).
todavía» (en la segunda sección de El ser y el tiempo) trato de ·en­
contrar cobijo para el racionalismo posilustrado en las historias Efectuando �na suerte de tamización a partir de éstas y otras
de pertenencia bengalíes que narro. Al margen de Europa comien­ definiciones, así como de elementos adicionales destacados por
za y finaliza reconociendo que el pensamiento político europeo especialistas en el estudio del historicismo, podríamos decir que·
resulta indispensable para las diversas interpretaciones de la mo­ el «historicismo» es una concepción con las características que si­
dernidad política no europea y, sin embargo, se enfr�nta-a los pro­ guen. Sostiene que, a fin de comprender la naturaleza de cual­
blemas de las interpretaciones que esa condición de-indispensabi­ quier cosa en este mundo, debemos considerarla como una en­
lidad naturalmente crea. tidad desarrollada históricamente, esto es, primero, como un todo
único e individual -como un tipo de unidad, al menos en poten­
cia- y, segundo, como algo que se desarrolla a lo largo del tiempo.
Nota sobre el térniino «historicismo» Es típico del historicismo tener en cuenta complejidades y zigzags
en tal desarrollo; trata de hallar lo general en lo particular y no
El término «historicismo» tiene una historia larga y compleja. asume supuesto teleológico alguno. Pero la idea de desarrollo y el
Aplicado a los escritos de un conjunto de investigadores que a me­ presupuesto de que en el proceso mismo de desarrollo transcurre
nudo son tan opuestos y tan diferentes unos de otros como Hegel una determinada cantidad de tiempo resultan críticos para este
y Ranke, no se presta a definiciones fáciles y precisas. Su empleo planteamiento. 67 Huelga decir que este paso del tiempo, constitu-

52 53
tivo tanto de la narración como del concepto de desarrollo, es, en Primera parte
las famosas palabras de Walter Benjamin, el secular, vacío y homo­ El historicismo
géneo tiempo de la historia. 68 Ciertas ideas, viejas y nuevas, sobre y el relato de la modernidad
discontinuidades, mpturas y cambios en los procesos históricos
han desafiado de vez en cuando el dominio del historicismo, si bien
la mayor parte de la historia escrita sigue siendo profundamente
historicista. Lo cual significa que todavía concibe su objeto de in­
vestigación como internamente unificado, y que lo considera como
algo que se desarrolla a lo largo del tiempo. Esto resulta especial­
mente verdadero -a pesar de todas sus diferencias con el histori­
cismo clásico- en los casos de las narraciones históricas sustenta­
das por las cosmovisiones marxista o liberal y es lo que subyace a
las descripciones/explicaciones pertenecientes al género «historia
de»: el capitalismo, la industrialización, el nacionalismo, etcétera.

54
1
La poscolonialidad
y el artificio de la historia

Empujad el pensamiento hasta los extremos

Louis Althusser

Recientemente se ha afirmado, como elogio al proyecto posco­


lonial de Estudios Subalternos, que demuestra, «quizá por prime­
ra vez desde la colonización», que «los indios están dando mues­
tras sostenidas de reapropiación de la capacidad de representarse
a sí mismos [dentro de la disciplina de la historia]». 1 En mi calidad
de historiador perteneciente al colectivo Estudios Subalternos, en­
cuentro la felicitación contenida en este comentario grata pero pre­
matura. El objetivo del presente ensayo es problematizar la idea
de los «indios» «que se representan a sí mismos en la historia». De­
jemos de lado, por el momento, los c_pnfusos problemas de iden­
tidad inherentes a un proyecto transnacional como el de Estudios
Subalternos, en el que los pasaportes y los compromisos borran
las distinciones de etnicidad de una manera que algunos conside­
rarían característicamente posmodema. La proposición que alega­
ré es más perversa. Consiste en que, en lo concerniente al discurso
académico sobre la historia -esto es, la «hi;i'
i �i�> en tanto que
illscursü-15fódücifüj-éiY··er-áinbHo-fristfucion;l•---��iversitariÓ_:,
�[�Ü]eiü t�óric'o
<&iiroQa>� -�igue sie�élp__ iú)berallo de rodas lashis-.
t� incleye11doJªs___q1::1e deJ!9_rrifoan1os «india»,_ «chin·;;;;-�a(eniá-
fa», etcétera. De un modo..p��uliar, tod;s esúi:sliistorias propenden!
aconvertirse en variaciones de un relato maestro que cabría deno-)
minar «la historia de Europa». En este sentido, la propia historia',
«india» se encuentra en una posición subalterna; en nombre de esta
historia sólo es posible articular posiciones de sujeto subalternas.
Aunque el resto de este capítulo desarrollará esta proposición,
permítaseme introducir algunas salvedades. «Europa·» y «la India>>
se tratan aquí como términos hiperreales, puesto que se refieren a
ciertas figuras de la imaginación cuyos· referentes geográficos son
hasta cierto punto indeterminados. 2 En tanto que figuras imagina­
rias, están, desde luego, sujetas a debate, pero por el momento las

�7
trataré como si fuesen categorías dadas, reificadas, una pareja de sólo enumera las referencias que son «de Occidente». La autora no
opuestos en una estructura de dominación y subordinación. Soy tiene obligación alguna de ser capaz de nombrar con autoridad o
consciente de que con este tratamiento me expongo a la acusación especificidad las alusiones indias que toman «doble» la intertex­
de nativismo, nacionalismo o, aún peor, del pecado entre los tualidad de Rushdie. Tal ignorancia, compartida e implícita, fom1a
pecados, la nostalgia. Los. estudiosos liberales argumentarían de Pé.lrte del pacto asumido que hace que sea «fácil» incluir a Rushdie
inmediato que toda idea de una «Europa» homogénea e indiscu­ en la oferta de los departamentos de inglés relativa al poscolonia­
tible no se sostiene ante el análisis. Ciertamente, pero del mismo lismo.
modo en que el fenómeno del orientalismo no desaparece sólo por­ Este problema de ignorancia asimétrica no es sencillamente
1.:•,
que algunos de nosotros hayamos alcanzado una conciencia críti- una cuestión de «servilismo cultural»* (para dejar que mi yo aus­
! ca del mismo, cierta versión de «Europa», reificada y celebrada en traliano se exprese) por nuestra parte o de arrogancia cultural por
1, " \
1
el mundo fenoménico de las relaciones cotidianas de poder como parte de,los historiadores europeos. Estas dificultades existen pero
\ escenario del nacimiento de lo moderno, sigue dominando el dis­ cabe afrontarlas de modo relativamente fácil. Tampoco es mi inten­
;J.../t ' '/ curso histórico. El análisis no la hace desaparecer. ción menoscabar los logros de los historiadores que he mencio­
El hecho de que Europa funcione como referente tácito del co- nado. Nuestras notas a pie de página atestiguan cumplidamente
. nacimiento histórico se· hace obvio de un modo extremadamente el saber que han aportado sus conocimientos y su creatividad. El
común. Se dan al menos dos síntomas cotidianos del carácter su­ predominio de «Europa» como sujeto de todas las historias es par­
balterno de las historias no occidentales, del tercer mundo. Los te de una condición teórica mucho más profunda bajo la cual se
historiadores del tercer mundo experimentan la necesidad de re­ produce saber histórico en el tercer mundo. Tal condición se ex­
ferirse a obras de la historia europea; los historiadores de Europa presa comúnmente de manera paradójica. Esta paradoja es lo que
no sienten necesidad alguna de corresponder. Ya se trate de Ed­ calificaré de segundo síntoma cotidiano de nuestra condición su­
ward Thompson, Le Roy Ladurie, George Duby, Carla Ginzburg, balterna y se refiere a la naturaleza misma de los asertos de las
Lawrence Stone, Robert Damton o Natalie Davis -por escoger unos ciencias sociales.
cuantos nombres al azar de nuestro mundo contemporáneo-, los· Durante generaciones, los filósofos y pensadores que confor­
«grandes» y los modelos de la empresa historiográfica son siem­ maron las ciencias sociales han creado teorías que ah.arcaban a la
pre, al menos culturalmente, «europeos». «Ellos» trabajan igno­ humanidad en su integridad. Como es bien sabido, sus postulados
rando relativamente las historias no occidentales, lo cual no parece se han producido en una ignorancia relativa y, en ocasiones, abso­
afectar a la calidad de su obra. Se trata de un gesto, sin embargo, luta, de la mayor parte del género humano, es decir, de los habi­
que «nosotros» no podemos devolver. No podemos permitimos una tantes de las culturas no occidentales. Esto, como tal, no es para­
igualdad o una simetría de la ignorancia a este nivel sin arriesgar­ dójico, pues los filósofos europeos más conscientes de sí siempre
nos a parecer «anticuados» o «desfasados». han tratado de justificar teóricamente este punto de vista. La para�
El problema, he de añadir entre paréntesis, no es exclusivo de doja cotidiana de las ciencias sociales del tercer mundo consiste erl
los historiadores. Un ejemplo no consciente pero claro de esta que nosotros encontramos tales concepciones, pese a su ignorancia
«desigualdad de la ignorancia» en los estudios literarios, por ejem­ inherente sobre «nosotros», eminentemente útiles para compren­
plo, lo constituye el siguiente fragmento sobre Salman Rushdie de der nuestras sociedades. ¿Qué es lo que permitió a los modernos
un texto reciente sobre posmodernidad: «Aunque Saleem Sinai sabios europeos desarrollar tal clarividencia respecto de socieda­
[de Hijos de la medianoche] narra en inglés [...] sus intertextos des acerca de las que eran empíricamente ignorantes? ¿Por qué no
para escribir tanto historia como ficción son dobles: por un lado, podemos nosotros, ·de nuevo, devolver la mirada?
proceden de leyendas, películas y literatura de la India y, por otro,
de Occidente: El tambor de hojalata, Tristram Shandy, Cien afias de * Traducimos así cultural c11nge, expresión de uso común en Austrália
soledad, etcétera». 3 Resulta interesante advertir que esta oración para referirse a la relación conflictiva con la metrópoli. (N. de los T.)

59
58
Encontramos una respuesta a esta pregunta en la obra de los la noción de igualdad humana adquiere el arraigo de un prejuicio
filósofos que han visto en la historia europea una entelequia de la popular».7 Por continuar con las palabras de Marx:
razón universal, si consideramos la filosofía como la conciencia
de sí de las ciencias sociales. Tan sólo «Europa», parece ser el ar­ «hast'a las categorías más abstractas, pese a su validez -pre­
gumento, es teóricamente (esto es, en el plano de las categorías fun­ cisamente a causa de su abstracción- para todas las épocas,
damentales que dan forma al pensamiento histórico) cognoscible; son sin embargo[...] ellas mismas[... ] producto de relaciones
el resto de las historias son cuestión de una investigación empíri­ históricas. La sociedad burguesa es la organización histórica
ca que da cuerpo a un esqueleto teórico que es sustancialmente de la producción más desarrollada y compleja. Por tanto, las
«Europa». Encontramos una versión de este argumento en la con­ categorías que expresan sus relaciones, la comprensión de su
ferencia de Viena de Husserl de 1935, en la que propone que la estructura, arrojan luz sobre la estructura y las relaciones de
diferencia fundamental entre «las filosofías orientales» (más es­ producción de todas las formaciones sociales extintas con cu­
pecíficamente, la india y la china) y la «ciencia greco-europea» (o, yas ruinas y elementos se construyó, cuyos vestigios, sólo par­
como añade, «en sentido universal: la filosofía») es la capacidad de cialmente eliminados, permanecen en su interior, cuyos me­
ésta de producir «conocimiento teórico absoluto», esto es, «theo­ ros_ matices han desarrollado una significación explícita dentro
ría (ciencia universal)», mientras que aquéllas presentan un carác­ de ella, etcétera. [...] Los indicios de un desarrollo superior
ter «práctico-universal» y, por lo tanto, «mítico-religioso». Tal filo­ entre las especies animales subordinadas[... ] sólo pueden com­
sofía «práctico-universal» se dirige hacia el mundo de una manera prenderse una vez que el desarrollo supe1ior se conoce: La eco­
«ingenua» y «simple», mientras que el mundo se presenta como nomía burguesa, de esta forma, proporciona la clave de la an­
«temático» ante la theoría, posibilitando una praxis «cuyo objetivo tigua». 8
es elevar a la humanidad mediante la razón científica universal».4
Un postulado epistemológico similar subyace al empleo que En vez de «capital» o «burgués», propongo, léase «Europa» o
hace Marx de categorías como «burgués» y «preburgués», o «ca­ «europeo».
pitah y «precapital». El prefijo pre indica aquí una relación tanto
cronológica como teórica. El advenimiento de la sociedad capita­
lista o burguesa, sugiere Marx en Elementos fundanientales para la El historicismo como relato de transición
crítica de la economía política y en otros sitios, da origen por pri­
mera vez a una historia susceptible de ser aprehendida mediante Ni Marx ni Husserl hablaban, al menos en los fragmentos ci­
una categoría filosófica y universal, la de «capital». La historia se tados, con espíritu historicista. Entre paréntesis, debemos recor_._
convierte, por vez primera, en cognoscible teóricamente. Todas las dar que la visión marxista de la emancipación suponía un periplo
historias pasadas habrán de conocerse ahora (teóricamente, claro más allá del dominio del capital, de hecho, más allá de la noción
está) desde la ventajosa posición de esta categoría, es decir, sobre de igualdad jurídica, sagrada para el liberalismo. La máxima «de
la base de sus diferencias respecto de ella. Las cosas revelan su cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad» se
esencia plena sólo cuando alcanzan su desarrollo completo o, como opone al principio de <dgual salario por igual trabajo» y, por ello,
lo expresó Marx en el famoso aforismo de Elementos fundamenta- Marx sigue siendo -pese al muro de Berlín (¡o sin él!)- un crítico
. les: «La anatomía humana encierra la clave de la anatomía del si­ relevante y fundamental tanto del capitalismo como del liberalis­
mio». 5 La categoría de «capital», como he expuesto en otro sitio, mo y, por lo tanto, resulta central en todo proyecto posmoderno
· contiene en su interior el sujeto legal del pensamiento. ilustrado. 6 y poscolonial de escritura de la historia. No obstante, los postula­
No resulta sorprendente la afirmación de Marx en el capítulo ini­ dos metodológicos-epistemológicos de Marx no siempre han re­
cial, tan hegeliano, del primer volumen de El capital, de que el se­ sistido con éxito las lecturas historicistas. Siempre ha ·quedado la
creto de la categoría de «capital» <<no puede descifrarse hasta que suficiente ambigüedad en tales postulados como para hacer posi-
60
61
ble la emergencia de relatos históricos «marxistas». Éstos giran en de estos escenarios «profundamente incompletos», donde Sarkar
_tomo al tema de la transición histórica. La mayor parte de las histo­ sitúa el relato de la India moderna).
rias modernas del tercer mundo se redactan dentro de las proble­ También con una referencia similar a las «ausencias» -el «fra­
máticas planteadas por este relato de transición, en el cual los temas caso» de una historia a la hora de encontrarse con su destino (¿otro
preponderantes (aunque a menudo implícitos) son el desarrollo, ejemplo más del «nativo perezoso», habría que decir?)- anuncia­
la modernización y el capitalismo. mos nuestro proyecto de Estudios Subalternos:
Esta tendencia puede encontrarse en nuestro propio trabajo en
el proyecto Estudios Subalternos. Mi libro sobre las luchas histó­ «Es el estudio de este fracaso histórico de la nación a la hora de
ricas de la clase obrera se enfrenta al problema.9 Modern India, de realizarse con plenitud, un fracaso debido a la inadecuación
Sumit Sarkar (otro colaborador del proyecto Estudios Subalter­ de la burguesía así como de la clase obrera para conducirla a
nos), justamente considerado uno de los mejores manuales de his­ una ,victoria decisiva sobre el colonialismo y a una revolución
toria de la India, escrito principalmente para las universidades del burguesa-democrática del tipo decimonónico clásico [...] o [del
país, comienza con las siguientes palabras: tipo] "nueva democracia" es el estudio de este fracaso lo que
constituye la problemática central de la historiografía de la India
«Los cerca de sesenta años que median entr� la fundación del colonial». 12
Congreso Nacional Indio en 1885 y la consecución de la inde­
pendencia en agosto de 194 7 presenciaron tal vez la mayor tran- . La tendencia a interpretar la historia india a partir de concep­
sición de la larga historia de nuestro país. Una transición, sin tos como carencia, falta o incompletitud que se convierte en «ina­
embargo, que en muchos sentidos permanece profundamente decuación» resulta obvia en este fragmento. Se trata de un tropo
incompleta, y es con esta ambigüedad central como parece más antiguo, que se remonta a los comienzos del dominio colonial en
conveniente iniciar nuestra exposición». 10 la India. Los británicos conquistaron y representaron la diversi­
dad de los pasados de la India mediante un homogeneizador re­
¿De qué tipo de transición se trata, que permanece «profunda­ lato de transición de un pe1iodo medieval hasta la modernidad. Los
mente incompleta»? Al nombrar tres, Sarkar apunta a la posibili­ términos han cambiado con el tiempo. Antes se denominaba a lo
dad de que haya habido varias: medieval «despótico» y a lo moderno «el imperio de la ley». «Feu­
¡··1.
dal/capitalista» constituye una variante posterior.
«Muchas aspiraciones suscitadas en el curso de la lucha na­ Cuando se formuló por primera vez en las historias coloniales
cional quedaron frustradas: el sueño de Gandhi de que los cam­ de la India, este relato de transición celebraba sin reparos la ca­
pesinos consiguieran lo que se les debía en el Ram-rajya [el go­ pacidad imperialista de violencia y de conquista. En los siglos XIX
bierno del legendario e ideal dios-rey Ram], al igual que los y xx, varias generaciones de indios na�ionalistas de la elite encon­
ideales izquierdistas de la revolución social. Y, como la histo­ traron su posición de sujeto en cuanto nacionalistas dentro de este
ria de una India y un Pakistán (y un Bangladesh) independien­ relato de transición, el cual, en momentos diversos y dependiendo
tes iba a revelar reiteradamente, ni siquiera los problemas de de la propia ideología, colocaba el tapiz de la historia india entre
una transformación burguesa completa y un desarrollo capita­ dos polos de pares homólogos de opuestos: despótico/constitucio­
lista exitoso quedaban plenamente resueltos mediante la trans- nal, medieval/moderno, feudal/capitalista. Dentro de este relato,
. ferencia de poder de · 194 7 ». 11 compartido por la imaginación imperialista y la nacionalista, el
«indio» siempre era una figura de la carencia. En otras palabras,
Ni el sueño campesino de un reino mítico y justo, ni el ideal de siempre había espacio, dentro de ese relato, para personajes que
la izquierda de la revolución social[ista], ni tampoco una «trans­ encarnasen, en nombre del nativo, el tema de la inadecuación o �el
formación burguesa completa» (es dentro de estas tres ausencias, fracaso.

62 63

1
1
No es preciso recordar que esto seguiría constituyendo la pie­ jan claro que, para los indios de los años treinta y cuarenta del si­
dra angular de la ideología imperial durante muchos años -la sub­ glo XIX, ser un «individuo moderno» significaba convertirse en
jetividad pero no la ciudadanía, pues el nativo nunca era adecuado europeo. The Literary Gleaner, una revista de la Calcuta colonial,
para la segunda- y se transformaría, por último, en una corriente publicó elsiguiente poema en 1842, escrito en inglés por un es­
de la propia teoría liberal. 13 Aquí era, por supuesto, donde los na­ tudiante bengalí de dieciocho años de edad. Al parecer, fue inspi­
cionalistas diferían. Para Rammohun Roy y �ahkimchandra Chat­ rado por la contemplación de los barcos que zarpaban del litoral
topadhyay, dos de los intelectuales nacionalistas más prominentes de Bengala «hacia las gloriosas costas de Inglaterra»:
de la India del siglo XIX, el dominio inglés era un periodo necesa­
rio de tutela que los indios debían padecer a fin de prepararse preci­ A menudo cual pájaro triste suspiro
samente para aquello que los británicos negaban, pero ensalzaban _por abandonar esta tierra, pese a que es mi propia tierra;
como final de toda historia: la ciudadanía y el Estado-nación. Años sus prados de verdes mantos, de flores alegres y cielos sin nubes
después, en 1951, un indio «desconocido» que vendió con éxito su aunque asaz hermosos, guardan pocos encantos para mí.
«oscuridad» dedicaba así la historia de su vida: Pues he soñado con climas más brillantes y libres
dondf: mora la virtud, y la libertad nacida en el cielo
A la memoria del torna feliz incluso al más bajo; donde el ojo
Imperio británico en la India no se enfenna al ver al hombre doblar la cerviz
Que nos confirió la condición de sujeto ante el sórdido interés; climas donde la ciencia prospera,
Pero nos negó la de ciudadano; y el genio recibe su adecuado galardón;
· Al cual, no obstante, donde vive el hombre en toda su verdadera gloria,
Todos nosotros lanzamos el desafío y el rostro de la naturaleza es exquisitamente dulce:
« Civis britanicus sum» por esos climas benignos exhalo mi impaciente suspiro,
Porque - allí dejadme vivir y allí dejadme morir. 16
Todo cuanto había de bueno y de vivo
En nosotros Con sus ecos de Milton y del radicalismo inglés del siglo XVII, se
.Fue hecho; moldeado y estimulado trata obviamente de un ejemplo de pastiche colonial. 17 Michael
Por el mismo Dominio Británico. 14 Madhusudan Dutt, el joven bengalí autor de este poema, al final se
dio cuenta de la imposibilidad de ser europeo y regresó a la literatu­
En las versiones nacionalistas de este relato, como ha mostra­ ra bengalí para convertirse en uno de nuestros mejores poetas. Los
do Partha Chatterjee, los campesinos y obreros, las clases subal­ nacionalistas indios que llegaron después abandonaron ese abyec­
ternas, recibieron la cruz de la inadecuación, ya que, según esas to deseo de convertirse en europeos, pues el pensamiento nacio­
versiones, eran ellos los que precisaban ser educados para salir de nalista descansaba precisamente sobre la suposición de la univer­
su ignorancia, mentalidad provinciana o, según las preferencias salidad del proyecto de convertirse en individuo, sobre el supuesto
de cada cual, falsa conciencia. 15 Incluso hoy en día el término an­ de que los derechos individuales y la igualdad abstracta eran tan
glo-indio «comunalismo» [communalism] se refiere a aquellos que universales que podían echar raíces en cualquier lugar del mundo,
·supuestamente no consiguen estar a la altura de los ideales secu- de que era posible ser a la vez «indio» y ciudadano. Pronto inda­
·lares de la ciudadanía. garemos en algunas de las contradicciones de este proyecto.
Resulta innegable que el dominio británico trasplantó al suelo Buena parte de los rituales públicos y privados del individualis­
indio las prácticas, las instituciones y el discurso del individualis­ mo moderno ·se tornó visible en la Iridia en el siglo XIX. Ello pue­
mo burgués. Las expresiones tempranas de este deseo de ser un de apreciarse, por ejemplo, en el repentino florecimiento en dicho
«sujeto legal» -es decir, antes del comienzo del nacionalismo- de- periodo de los cuatro géneros básicos que ayudan a expresar el yo

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moderno: la novela, la biografía, la autobiografía y la historia. 18 historia está cerca en la India. 23 Se supone, sin embargo, que este
Junto a ellos llegaron la industria, la tecnología y la medicina mo­ individuo moderno, cuya vida política/pública se vive en la ciuda­
dernas, un sistema legal cuasi burgués (aunque colonial) respal­ danía, tiene también un yo «privado» interiorizado que se revela
dado por un Estado del cual se iba a apropiar el nacionalismo. El incesantemente en diarios, cartas, autobiografías, novelas y, des­
relato de transición que he descrito apuntalaba esas instituciones de luego, en lo que les contamos a nuestros psicoanalistas. El in­
y, a su vez, era apoyado por las mismas. Pensar en tal relato supo­ dividuo burgués no nace hasta que se descubren los placeres de la
nía pensar sobre la base de tales instituciones, en cuyo ápice se en­ privacidad. Pero se trata de un género muy especial de «yo priva­
contraba el Estado moderno, 19 y pensar sobre lo moderno y el Es­ do»; es, de hecho, un yo «público» diferido, pues este yo privado
tado-nación era pensar una historia cuyo sujeto teórico era Europa. burgués, como Jürgen Habermas ha recordado, está «siempre ya
Gandhi reparó en esto ya en 1909. Respecto de las exigencias de orientado a una audiencia [Publikum]». 24
los nacionalistas indios de más ferrocarriles, de una medicina mo­ La vida pública india puede remedar sobre el papel la ficción
derna y de un derecho burgués, señaló con agudeza en s'u libro legal burguesa de la ciudadanía -ficción que suele representarse
Hind Swaraj que ello equivalía a «hacer inglesa la India» o, con sus en clave de farsa en la India-, pero ¿ qué ocurre con el yo privado
propias palabras, a tener «un gobierno inglés sin los ingleses». 20 burgués y su historia? Todo aquel que haya intentado escribir his­
Esa Europa, como muestra el ingenuo poema de juventud de Mi­ toria social «francesa» con material indio conoce la extraordina­
chael Madhusudan Dutt, no era, desde luego, más que el fragmen­ ria dificultad de la empresa. 25 No es que la forma del yo privado
to de una ficción relatada al colonizado por el colonizador durante burgués no viniese con el dominio europeo. Ha habido, desde me­
el proceso mismo de construcción de la dominación colonial. 21 La diados del siglo XIX, novelas, diarios, cartas y autobiografías indias,
crítica de Gandhi a esa Europa se ve comprometida en muchos pero pocas veces han producido retratos de un sujeto constante­
puntos por su nacionalismo; no pretendo convertir su texto en un mente interiorizado. Nuestras autobiografías son notablemente
fetiche. Pero encuentro su gesto útil para desarrollar la problemá­ «públicas» (con construcciones de la vida pública que no son ne­
tica de las historias no metropolitanas. cesariamente modernas), cuando están escritas por hombres, y re­
latan la historia del clan familiar, cuando están redactadas por
mujeres. 26 De todos modos, llama la atención la ausencia de auto­
Otro 111.0do de interpretar la « carencia» biografías en modo confesional. El único párrafo (de un total de
963 páginas) que Nirad Chaudhuri dedica a describir la experien­
Regresemos ahora a los temas del «fracaso», la «carencia» y la cia de su noche de bodas, en el segundo volumen de su célebre y
«inadecuación» que de un modo tan ubicuo caracterizan al �ujeto premiada autobiografía, es tan buen ejemplo como cualquier otro
de la enunciación de la historia «india». Como en la práctica de los y merece una cita extensa. He de explicar que se trata de un matri­
campesinos insurgentes de la India colonial, el primer paso de un monio concertado (Bengala, 1932) y que Chaudhuri estaba preo­
esfuerzo crítico ha de surgir de un gesto de inversión. 22 Comen­ cupado por que su esposa no apreciase su afición, recientemente
cemos allí donde finaliza el relato de transición e interpretemos incorporada y extraordinariamente costosa, a comprar discos de
«plenitud» y «creatividad» donde este relato nos ha hecho ver «ca­ música clásica occidental. Nuestra lectura de Chaudhuri se enfren­
rencia» e «inadecuación». ta al inconveniente de nuestro desconocimiento de la intertextua­
Según la fábula de su constitución, los indios hoy en día son lidad de su prosa; podría darse, por ejemplo, un rechazo puritano
todos «ciudadanos». Tal constitución contiene una definición de la a revelar «demasiado». No obstante, el pasaje constituye un reve­
ciudadanía propia de un liberalismo prácticamente clásico. Si el lador ejercicio de construcción de la memoria, pues trata de aque­
estado moderno y el individuo moderno, el ciudadano, son dos ca­ llo que Chaudhuri «recuerda» y «olvida» de su «experiencia de la
ras inseparables del mismo fenómeno, como alega William Con­ primera noche». El autor apart� la intimidad con expresiones como
nolly en Political Theory and Modernity, parecería que el fin de la «no recuerdo» o «no sé cómo» (por no mencionar el freudiano
66 67
«confesar»*), y este velo creado por el yo forma parte, sin duda, en el que la participación de Chaudhuri en la vida pública y en los
del sujeto de la enunciación: círculos literarios se interrumpe para hacer sitio a algo parecido
a la intimidad. ¿Cómo leer este texto, este relato de un varón in­
«Estaba teniblemente inquieto ante la idea de conocer a mi es­ dio que se hizo a sí mismo, a quien nadie superaba en su ardor
posa, una muchacha que era una completa �xtraña para mí y, por la vida pública del ciudadano, quien sin embargo casi nunca
cuando la trajeron[...] y se quedó de pie ante mí, no dije nada. reprodujo por escrito, si es que alguna vez lo llegó a hacer, la otra
Sólo vi una sonrisa, muy cohibida, en su rostro, y tímidamen­ cara del ciudadano moderno, el yo privado interiorizado que cons­
te se acercó y se sentó a mi lado en el borde de la cama. No tantemente busca público? ¿Lo público sin lo privado? ¿Un ejem­
sé cómo, después los dos nos tumbamos sobre los cojines, de plo más del carácter incompleto de la transformación burguesa en
modo que yacíamos el uno junto al otro.[Chaudhuri añade en la India?
una nota al pie: "Por supuesto, completamente vestidos. No­ Estas preguntas son suscitadas por el relato de transición que
sotros los hindúes[...] consideramos ambos extremos -el estar a su vez sitúa al individuo moderno en el fin mismo de la histo­
completamente vestido y la desnudez total-púdicos, y todos los ria. No deseo conferir a la autobiografía de Chaudhuri una repre­
grados intermedios, groseramente impúdicos. Ningún hombre sentatiyidad de la que tal vez carezca. Los escritos de las mujeres,
decente quiere que su esposa sea una allumeuse 11.] Llegó en­ como he mencionado, son diferentes, y los estudiosos aún están
tonces el intercambio de las primeras palabras. Ella cogió uno empezando a examinar el mundo de las autobiografías en la his­
de mis brazos, lo palpó y dijo: "Estás muy delgado. Yo te cui­ toria india. Pero, si uno de los efectos del imperialismo europeo
daré bien'�. No se lo agradecí y no recuerdo si, aparte de repa­ en la India fue la introducción del estado moderno y de la idea de
rar en sus palabras, me sentí siquiera conmovido. La horrible la nación con su correspondiente discurso acerca de la «ciudada­
incertidumbre acerca de la música europea había vuelto a asal­ nía», que, mediante la idea misma de los «derechos cívicos» (es
tar mi mente y decidí confesarla de inmediato y mirar al sa­ decir, «el imperio de la ley») divide la figura del individuo moder­
crificio, si es que se hacía necesario, directamente a los ojos y no en las partes pública y privada del yo (como el joven Marx se­
comenzar el romance tal y como se presentase. Después de un ñalaba en Sobre la cuestión judía), tales temas han coexistido -en
rato, le pregunté con timidez: "¿Has escuchado algo de mú­ oposición, alianza y mestizaje- con otros relatos acerca del yo y
11
sica européa? 1'. Movió la cabeza para decir "No No obstante,
• de la comunidad que no consideran el nexo estado/ciudadano como
me arriesgué de nuevo y pregunté: "¿Has oído el nombre �e la construcción primordial de la sociabilidad.28 Esto en sí no se
un hombre llamado Beethoven? 11 Afirmó con un movimiento
• cuestionará, pero mi argumento va más allá. Sostiene que esas
de cabeza. Me sentí más tranquilo pero no del todo satisfecho. otras construcciones del yo y de la comunidad, aunque pueden do.:.
1
Así que volví a preguntar: "¿Sabes deletrear su nombre? '. Ella cumentarse, nunca disfrutarán del privilegio de proporcionar los
replicó lentamente: "B, E, E, T, H, O, V, E, N". Me sentí muy metarrelatos o teleologías (asumiendo que no puede haber relato
alentado[...] y nos quedamos dormidos». 27 sin, al menos, una teleología implícita) de nuestras historias. Ello
se debe en parte al hecho de que tales relatos denotan una concien­
El deseo de ser «moderno» impregna todas y cada una de las cia antihistórica, esto es, entrañan posiciones de sujeto y confi­
oraciones de los dos volúmenes de la autobiografía de Chaudhu­ guraciones de la memoria que desafían y socavan el sujeto que
ri. Su legendario nombre representa ahora la historia cultural del habla en nombre de la historia. La «historia» es precisamente el
encuentro indo-británico. Sin embargo, en las cerca de mil pá­ lugar donde se desarrolla la lucha por apropiarse, ·en nombre de
ginas que escribió en inglés sobre su vida, éste es el único pasaje lo moderno (mi Europa hiperreal), de esas otras disposiciones de la
memoria. · ·
* Se emplea aquí la locución «to make a clean breast of», que significa
«confesar», y contiene la palabra «breast», «pecho». (N. de los T.)

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Historia y diferencia en la modernidad india
«Es ella [Ramabai] quien disfruta de esta frivolidad de ir a reu­
El espacio cultural invocado por lo antihistórico no era en ab­ niones. A-Dada [Mister Ranade] no le gusta tanto. Pero ¿ella
soluto armonioso ni estaba desprovisto de conflictos, pese a que no debería tener un sentido de la proporción de cuánto deben
el pensamiento nacionalista necesariamente trataba de retratarlo hacer realmente las mujeres? Si los hombres nos dicen que ha­
de esa guisa. Las normas antihistór;icas de la familia extensa pa­ gamos cien cosas, las mujeres debemos hacer diez como mu-
triarcal, por ejemplo, sólo pudieron tener una existencia cuestiona­ cho. Después de todo, ¡ellos no entienden estas cosas prácticas!
da, tanto por las luchas de las mujeres como por las de las clases [...] La mujer buena [en el pasado] nunca se volvía así de frí-.
subalternas. Pero tales luchas no siguieron necesariamente ningu­ vola [...]. Así es como esta gran familia [...] pudo vivir unida de
na línea que nos permita construir relatos de emancipación colo­ un modo respetable[... ]. ¡Pero ahora todo es tan diferente! Si
cando a «los patriarcales» claramente a un lado y a «los liberales» Dada sugiere una cósa, esta mujer está dispuesta a hacer tres.
al otro. La historia de la individualidad moderna en la India se en­ ¿Cómo podemos, entonces, vivir con un sentido de dignidad,
cuentra atrapada en demasiadas contradicciones como para per­ y cómo podemos soportar todo esto?».30
mitir tal tratamiento.
· No dispongo aquí de espacio necesario para desarrollar este pun­ Estas voces, aunando los temas contradictorios del naciona­
to, por lo que me serviré tan sólo de un ejemplo. Procede de la auto­ lismo, la ideología patriarcal basada en el clan y las luchas de las
biografía de Ramabai Ranade, la esposa del famoso reformista social mujeres contra los hombres y, a la vez, opuestas a la amistad en­
decimonónico de la provincia de Bombay, M.G. Ranade. La lucha de tre marido y mujer, nos recuerdan las profundas ambivalencias_
Ramabai Ranade por la dignidad se libraba en parte contra el «vie­ que marcaron la trayectoria de la individualidad privada y bur­
jo» orden patriarcal de la familia extensa y a favor del «nuevo» pa­ guesa en la India colonial. Sin embargo, los historiadores se las
!1
triarcado del matrimonio entre compañeros, que su reformista ma­ arreglan, mediante maniobras que recuerdan el viejo truco «dia­
rido veía como la forma más civilizada de lazo conyugal. Guiada por léctico» denominado «la negación de la negación», para negar una
este ideal, Ramabai empezó a compartir el compromiso de su mari­ posición de sujeto a esta voz de la ambivalencia. Las pruebas de
do con la vida pública y a menudo participaba (hacia 1880) en reu­ lo que he denominado «la negación de la privacidad- burguesa y
niones y deliberaciones públicas de reformistas sociales, tanto varo­ del sujeto histórico» pueden reconocerse en sus teorías, pero se
nes como mujeres. Como ella misma afirma: «Fue en esas reuniones subordinan al objetivo, supuestamente más elevado, de conseguir
donde aprendí lo que es una reunión y cómo comportarse en ella».29 que la historia india parezca un episodio más del avance univer­
Curiosamente, sin embargo, una de las principales fuentes _de opo­ sal (y, en su visión, finalmente victorioso) de la ciudadanía, del Es­
sición a los empeños de Ramabai eran (aparte de los hombres) las tado-nación y de diversas cuestiones relativas a la emancipación
otras mujeres de la familia. Desde luego, no cabe duda de que ellas humana delineadas durante la Ilustración europea y después de
'-SU suegra y las hermanas de su marido- hablaban en nombre de ella. Es la figura del ciudadano la que habla a través de estas his­
la vieja familia extensa patriarcal. Pero resulta aleccionador escu­ torias. Y mientras eso ocurra, mi Europa hiperreal volverá a domi­
char sus voces (tal y como se recogen en el texto de Ramabai), pues nar continuamente las historias que contamos. De esta manera, «lo
hablaban también en nombre de su propio sentido de la dignidad moderno» seguirá entendiéndose, como Meaghan Morris ha ex­
y de sus propias formas de lucha contra los varones: «No debes ir presado cabalmente refiriéndose a su contexto australiano, «como
a esas reuniones [le decían a Ramabai] [...]. Aunque los hombres una historia conocida, algo que ya ha sucedido en otro lugar, y que
quieran que hagas esas cosas, no has de hacerles caso. No es ne­ ha de reproducirse,imecánicamente o de otro modo, con un con­
cesario que digas que no: pero, al fin y al cabo, no es necesario que tenido local». Esto- sólo nos puede dejar la tarea de reproducir lo
lo hagas. Entonces se darán por vencidos, por puro aburrimiento. que Morris denomina «el proyecto de la falta de originalidad po­
[...] Estás superando incluso a las mujeres europeas». O esto: sitiva».31

70 71
No obstante, la «originalidad» -admito que no es un buen tér­ de la India presenta una gran cantidad de casos en que los indios
mino- de los idiotismos mediante los que se han llevado a cabo las se arrogaron la condición de sujeto precisamente movilizando, den­
luchas en el subcontinente indio se ha situado con frecuencia en tro del contexto de las instituciones modernas y, en ocasiones, en
la esfera de lo no moderno. No hay que suscribir la ideología del nombre del proyecto modernizador nacionalista, dispositivos de
clan patriarcal, por ejemplo, para reconocer que la metáfora de la memoria colectiva a la vez antihistóricos y no modernos.34 No ne­
venerada familia extensa patriarcal era uno de los elementos más gamos con ello la capacidad de los indios de actuar como sujetos
importantes de la política cultural del nacionalismo indio. En la dotados de lo que en las universidades reconocemos como «un sen­
lucha contra el dominio británico, el empleo de este idiotismo en tido de la historia» (lo que Peter Burke denomina «el renacer del
canciones, poemas y otras formas de movilización nacionalista, a pasado»), sino que insistimos en la existencia paralela de corrien­
menudo permitió a los indios fabricar un sentido de comunidad y tes contrarias, en que, en las luchas diversas que se desarrollaron
recuperar para sí una posición de sujeto desde la cual dirigirse a en la India colonial, las construcciones del pasado ahistóricas a
los británicos. Ilustraré esto con un ejemplo de la vida de Gandhi, menudo proporcionaron formas extremadamente vigorosas de me­
«el padre de la nación», a fin de subrayar la importancia política moria colectiva.35
de esta postura cultural de parte del «indio». Nos_encontramos, pues, ante un dilema mediante el cual el su­
Mi ejemplo se remonta al año 1946. Se habían producido dis­ jeto de la historia «india» se articula a sí mismo. De un lado, es ¡
turbios terribles entre hindúes y musulmanes en Calcuta a raíz de a la vez sujeto y objeto de la modernidad, p�esto que representa 1

la inminente partición del país en la India y Paldstán. Gandhi se una supuesta unidad denominada «el pueblo indio» que siempre
encontraba en la ciudad, ayunando en protesta por el comporta­ está dividida en. dos: una elite modernizadora y un-campesinado
miento de su propia gente. Y así es como un intelectual indio re­ por modernizar.. En cuanto sujeto dividido, sin embargo, habla
cuerda la experiencia: desde dentro de un metarrelato que celebra el Estado-nación; y el
sujeto teórico de tal metarrelato sólo puede ser una «Europa» hi­
«Los hombres volvían de la oficina por la tarde y encontraban perreal, una Europa construida por los relatos que tanto el impe­
la comida lista que la familia[las mujeres de la familia] les ha­ rialismo como el nacionalismo le han contado al colonizado. El
bía preparado; pero pronto se revelaba que las mujeres de la modo de autorrepresentación que el «indio» puede adoptar aquí es.
casa no habían comido en todo el día. [En apariencia] no ha­ lo que Homi Bhabha, con a.cierto, ha denominado «mimético».36 La
bían tenido hambre. Si se insistía, la mujer o la madre admitía historia india, hasta en las manos socialistas o nacionalistas más
no entender cómo podían seguir[comiendo] cuando Gandhi se abnegadas, sigue siendo una «imitación» de cierto sujeto «moder­
estaba muriendo por sus crímenes. Los restaurantes y los cen­ no» de la historia europea y está condenada a representar una tris� ·
tros de ocio tenían poco trabajo; algunos de ellos fueron cerra­ te figura de carencia y de fracaso. El relato de transición siempre
dos por sus propietarios por su propia voluntad[... ]. El nervio estará «profundamente incompleto».
de la sensibilidad se había recuperado; el dolor empezaba a Por otra parte, se producen esfuerzos dentro del espacio de lo
sentirse[... ] Gandhi sabía cuándo comenzar el proceso de re­ mimético -y, en consecuencia, dentro del proyecto denominado
dención».32 «historia india»- por representar la «diferencia» y la «originalidad»
de lo «indio»; e� en esta causa donde resultan· apropiados los dis­
No hay por qué tomar al pie de la letra esta descripción, pero positivos de memoria antihistóricos y las «historias» antihistóricas
la naturaleza de la comunidad figurada en estas líneas resulta cla­ de las clases subalternas. Así, las construcciones de campesinos/
ra. Mezcla, en palabras de Gayatri Spivak, «el sentimiento de co­ obreros de reinos «míticos» y de pasados/futuros «míticos»• encuen­
munidad que pertenece a los vínculos nacionales y a las organiza­ tran un lugar en_ textos que son designádos historia «india» preci­
ciones políticas» con «ese otro sentido de comunidad cuyo modelo samente -mediante un procedimiento que subordina tales relatos a
estructural es[el clan o] la familia[extensa]».33 La historia colonial las reglas de demostración y al calendario secular y lineal que debe

72 73
seguir la escritura de la «historia». En consecuencia; el sujeto an­ y el Estado-nación (la «historia» hablando a la· figura del ciudada­
.tihistórico y antimoderno no puede enunciar «teoría» dentro de los no).39 Un historiador crítico no tiene otra opción que gestionar este
procedimientos epistemológicos universitarios ni siquiera cuan­ conocimiento. Por lo tanto, -el estudioso ha de comprender el es­
do estos mism�s reconocen y «documentan» su existencia. De una tado en sus propios términos, esto es, a_partir de sus relatos jus­
manera muy parecida a lo que sucede con el «subalterno» de Spi­ tificatorios sobre la ciudadanía y la modernidad. Dado que estos
vak (o con el campesino de la antropología, que sólo puede tener temas siempre nos remitirán a las propuestas universalistas de la
una existencia citada dentro de un enunciado mayor que perte­ filosofia política «moderna» (europea) -incluso la ciencia «prácti­
nece únicamente al antropólogo), sólo puede hablarse por y sobre ca» de la economía, que ahora parece «natural» en nuestras cons­
este sujeto mediante el relato de transición que en definitiva siem­ trucciones de los sistemas mundiales, se remonta (teóricamente)
pre privilegiará lo moderno (es decir, «Europa»). 37 a las ideas éticas de la Europa dieciochesca-, 40 un historiador del
En la medida en que se trabaja dentro del discurso de la «his­ tercer mundo está condenado a concebir «Europa» como la sede
toria» producido en el espacio institucional de la universidad, no original de lo «moderno», mientras que el historiador «europeo»
es posible pasar por alto la estrecha connivencia que se da entre la no se encuentra ante una dificultad semejante respecto de los pa­
«historia» y el (los) relato(s) modernizador(es) de la ciudadanía, sados de la mayor parte de la humanidad. De ahí la subalternidad
de lo público y lo privado burgués y del Estado-nación. La «histo­ cotidiana de las historias no occidentales con la que he comenza­
ria» en tanto que sistema de conocimiento se halla firmemente in­ do este ensayo.
sertada en prácticas institucionales que invocan constantemente Sin embargo, el punto de vista de que «nosotros» hacemos his-
el Estado-nación -dan testimonio de ello la organización y las po­ toria «europea» con nuestro archivo tan diferente y a menudo no
líticas de enseñanza, contratación, promoción y publicaciones de europeo abre la posibilidad de una política y de un proyecto de
los departamentos de historia, políticas que sobreviven a los espo­ alianza entre las historias dominantes metropolitanas y los pasa­
rádicos intentos (valientes y heroicos) de determinados historia­ dos periféricos de carácter subalterno. Denominaré este proyecto
dores de liberar la «historia» del metarrelato del Estado-nación. como el de la provincialización de «Europa», la Europa que el im­
Sólo hay que preguntarse, por ejemplo: ¿por qué hoy en día la his­ perialismo moderno y el nacionalismo (del tercer mundo) han he­
toria es parte obligatoria de la educación de la persona moderna cho universal mediante la acción conjunta del esfuer-zo y la vio­
en todos los países, incluyendo aquellos que estuvieron muy bien lencia. Filosóficamente, tal proyecto debe fundamentarse en una
sin ella-hasta fechas tan tardías como el siglo XVIII? ¿Por qué los crítica y en una trascendencia radicales del liberalismo (esto es, de
niños de todo el mundo han de estudiar en la actualidad una asig- los constructos burocráticos de la ciudadanía, del Estado moderno
. natura llamada «historia», cuando sabemos que esta obligarión no y de la privacidad burguesa producidos por la filosofía política clá­
es natural ni antigua? 38 sica), un terreno que el último Marx comparte con ciertas tenden­
No es preciso realizar un gran ejercicio teórico para advertir cias del pensamiento posestructuralista y de la filosofía feminista.
que la razón de esto reside en lo que han conseguido el imperia­ En particular, me alienta la valiente declaración de Carole Pateman
lismo europeo y los nacionalismos del tercer mundo: la universa­ -en su notable libro El contrato sexual- según la cual la propia
lización del Estado-nación como la forma más deseable de comu­ concepción. del individuo moderno pertenece a categorí_as de pen­
nidad política. Los Estados-nación tienen la capacidad de imponer samiento patriarcales. 41
sus juegos de verdad, y las universidades, pese a la distancia críti­
ca que puedan asumir, forman parte del conjunto de instituciones
cómplices de tal proceso. La «economía» y la «historia» son las dos ¿ Provincializar Europa?
formas de conocimiento que corresponden a las dos principales
instituciones que el ascenso (y posterior universalización) del or­ El proyecto de provincialización de «Europa» remite a una his­
den burgués ha dado al mundo: el modo capitalista de producción toria que aún no existe; por lo tanto, sólo puedo referirme a él de

74 75
manera programática. Para anticiparme a los equívocos, no obs­ ja su atractivo ni su poder. El proyecto de provincializar Europa
tante, he de detallar lo que no es, mientras expongo lo que pue­ ha de incluir ciertos pasos adicionales: en primer lugar, el recono­
de ser. cimiento de que la adquisición de Europa del adjetivo «moderna»
Para empezar, no demanda un rechazo terminante y simplista para sí D.1isma constituye una parte integral del relato sobre el im­
de la modernidad, los valores liberales, los universales, la ciencia, perialismo europeo dentro de la historia global; y, en segundo lu­
la razón, los grandes relatos, las explicaciones totalizadoras, etcé­ gar, la conciencia de que el hecho de equiparar una determinada
tera. Jameson nos ha recordado no hace mucho que la fácil ecua­ versión de Europa con la «modernidad» .no es sólo obra de euro­
ción que a menudo se establece entre «una concepción filosófica peos; los nacionalismos del tercer mundo, en su calidad de ideo­
de la totalidad» y «una práctica política del totalitarismo» resulta logías modernizadoras por excelencia, han sido socios en pie de
«perniciosa».42 Lo que separa ambas alternativas es la historia: con­ igualdad en este proceso. No pretendo pasar por alto los momen­
flictos contradictorios, plurales y heterogéneos, cuyas consecuencias tos antiimperialistas en las trayectorias de tales nacionalismos;
nunca son predecibles -ni siquiera retrospectivamente- siguiendo sólo subrayo la idea de que el proyecto de provincializar Europa
esquemas que procuran naturalizar y domesticar tal heterogenei­ no puede ser nacionalista, nativista ni atávico. Al deshacer el nudo
dad. Esos conflictos incluyen la coerción, tanto en nombre de la necesario que liga la historia -una forma disciplinada y regulada
modernidad como en contra de ella: violencia física, institucional institucionalmente de memoria colectiva- a los grandes relatos de
y simbólica, a menudo administrada con un idealismo soñador; los derechos, la ciudadanía, el Estado-nación y las esferas pública
violencia que desempeña un papel decisivo en el establecimiento y privada, no se puede evitar problematizar «la India» al mismo
de significados, en la creación de regímenes de verdad� en la de­ tiempo que se desmantela «Europa».
cisión, por así decirlo, de qué «universal» gana, y el de quién. En El objetivo es escribir dentro de la historia de la modernidad
nuestra calidad de intelectuales que trabajan dentro del sistema las ambivalencias, las contradicciones, el uso de la fuerza y las tra­
académico, no somos neutrales ante tales luchas y no podemos fin­ gedias e ironías que la acompañan. El hecho de que en muchas cir­
gir que estamos fuera de los procedimientos epistemológicos· de cunstancias la retórica y las demandas de igualdad (burguesat de
nuestras instituciones. derechos civiles y de autodeterminación mediante un 'Estado-na­
El proyecto· de provincializar Europa, por lo tanto, no puede ción soberano, hayan proporcionado poder en sus luchas a los gru­
caracterizarse como un proyecto de relativismo cultural. No pue­ pos sociales marginales resulta innegable ·-este reconocimiento es
de originarse en el punto de vista según el cual la razón-la ciencia­ indispensable para el proyecto Estudios Subalternos. Sin embar­
los universales que ayudan a definir a Europa como lo moderno go, lo que realmente se minimiza en las historias que, tanto de ma­
son sencillamente «específicos de una cultura» y, en consecuencia, nera implícita como explícita, celebran el advenimiento del Esta-
pertenecen sólo a las culturas europeas. Pues la cuestión no radica do moderno y la idea de ciudadanía, es la represión y la violencia,
en que el racionalismo ilustrado sea siempre en sí mismo irrazo­ que resultan tan decisivas para el triunfo de lo moderno como el
nable, sino que se trata de documentar cómo -mediante qué pro­ poder de persuasión de sus estrategias retóricas. Esta ironía -los
ceso histórico- su «razón», que no siempre ha resultado evidente cimientos no democráticos de la «democracia»- se percibe mejor
para todos, se ha hecho parecer obvia tan lejos del terreno en el que en ningún otro sitio en la historia de la medicina moderna,
que emergió. Si, como se ha afirmado, una lengua no es más que de la salud pública y de la higiene personal, cuy<-?_s discursos han
un dialecto respaldado por un ejército, cabría decir lo mismo de los cumplido un papel central a la hora de emplazar el cuerpo del in­
relatos sobre la «modernidad» que, de manera prácticamente uni­ dividuo moderno en la intersección de lo público y ló privado (tal
versal, apuntan hoy en día a una determinada «Europa» como la y como la define y la disputa el Estado). La victoria de este dis­
condición primaria de lo moderno. curso, sin emba;rgo, ha dependido sierripre de la movilización, en
Puede demostrarse que tal Europa, lo mismo que «Occidente», su nombre, de medios efectivos de coerción física. Digo «siempre»
es una entidad imaginaria, pero la demostración como tal no reba- porque tal coerción es originaria-fundacional (esto es, histórica),

76 77
así como pandémica y cotidiana. En relación con la violencia fun­ tórica deberán buscar sin descanso este vínculo entre violencia e
dacional, David Arnold proporciona un buen ejemplo en un estu­ idealismo que se encuentra en el núcleo del proceso mediante el
dio reciente sobre la· historia de las cárceles en la India. Arnold cual los relatos de ciudadanía y modernidad llegan a hallar cobijo
muestra que·fa coerción de la prisión colonial fue esencial para natural en la «historic;1». Estoy aquí en profundo desacuerdo con
parte de la investigación pionera sobre las estadísticas médicas, ali­ el punto de vista de Richard Rorty en el intercambio de opiniones
mentarias y demográficas de la India, pues era en la prisión don­ que mantuvo con Jürgen Habermas. Rorty critica a Habermas por
de los cuerpos indios resultaban accesibles a los investigadores mo­ la convicción de éste «de que el relato de la filosofía moderna es
dernizadores.43 Acerca de la coerción que se sigue produciendo en una parte importante del relato de los intentos de las sociedades
nombre de la nación y la modernidad podemos ver un ejemplo re­ democráticas por autoafirmarse». 45 La afirmación de Rorty sigue
ciente en la campaña india para erradicar la viruela llevada a cabo la práctica de muchos europeístas que hablan de las historias de
en los años setenta. Dos médicos estadounidenses (uno de ellos se­ estas «sociedades demo'cráticas» como si se tratase de historias
guramente, de origen indio) que participaron en dicho proceso de�­ independientes y completas en sí mismas, como si la autorrepre­
criben así su actuación en una aldea de la tribu Ho, en el estado sentadóh occidental fuese algo que sólo ocurriese dentro de sus
de Bihar: límites geográficos autoasignados. Como mínimo, Rorty olvida el
papel que el «teatro colonial» (tanto externo como interno) -don­
«En medio de la agradable noche india, un intruso irrumpió, de el tema de la «libertad», tal y como la define la filosofía política
empujando la puerta de bambú, en la sencilla cabaña de ado­ moderna, se invocó constantemente en auxilio de las ideas de «ci­
be. Era un vacunador del Gobierno, con órdenes de vencer vilización», de «progreso» y, de modo más tardío, de «desarrollo»­
toda resistencia contra la vacuna de la viruela. Lakshmi Singh desempeñó en el proceso de generación de tal «autoafirmación».
se despertó gritando y se apresuró a esconderse. Su marido La tarea, tal y como yo la concibo, consistirá en enfrentarse a las
saltó de la cama, agarró un hacha y persiguió al intruso hasta ideas que legitiman el Estado moderno y sus correspondientes
el jardín. Afuera, una cuadrilla de médicos y policías redujo instituciones, a fin de devolverle a la filosofía política, del mismo
rápidamente a Mohan Singh. En el momento en que lo sujeta­ modo que en los bazares indios se devuelven a sus dueños las mo­
ron contra el suelo, otro vacunador le inyectó la vacuna contra nedas sospechosas, aquellas categorías cuya validez global ya no
la viruela en el brazo. Mohan Singh, un enjuto jefe de la tribu puede darse por sentada. 46
Ho de cuarenta años, se retorció ante la aguja, haciendo que Y, finalmente -dado que «Europa» no puede, después de todo,
la zona de la vacuna sangrase. El equipo gubernamental lo in­ ser provincializada dentro del espacio institucional de la univer­
movilizó hasta que le inyectaron una cantidad suficiente de sidad, cuyos protocolos epistemológicos siempre nos devolverán
vacuna. [... ] Mientras los dos policías lo contenían, el �esto del al terreno donde todos los contornos siguen el de mi Europa hi­
equip� redujo a los demás integrantes de la familia y los va­ perreal-, el proyecto de provincializar Europa debe ser consciente
cunó por turno. Lakshmi Singh dio un mordisco profundo a de su propia imposibilidad. Por consiguiente, tal proyectó busca
uno de los doctores en la mano, pero fue en vano».44 una historia que encarne esta política de la desesperanza. Llega­
dos a este punto, ha de quedar claro que esto no es una apelación
No hay manera de escapar del idealismo que acompaña a esta al relativismo cultural ni a las historias nativistas, atávicas. Tam­
violencia. El subtítulo del artículo en cuestión reproduce incons­ poco es un programa para rechazar la modernidad, lo cual consti­
cientemente los instintos a la vez militares y bienintencionados de tuiría, en muchas situaciones, un suicidio político. Lo que pido es
la empresa. Reza así: «Cómo un ejército de samaritanos eliminó la una historia que deliberadamente haga visibles, dentro de la mis­
viruela de la tierra». ma estn1ctura de sus formas narrativas,. sus propias estrategias y
Las historias que pretendan desalojar. a una Europa hiperreal prácticas represivas, el papel que cumple en connivencia con los
del centro hacia el que gravita actualmente toda imaginación his- relatos de ciudadanía en'la asimilación a los proyectos del Estado

78 79
moderno de todas las demás posibilidades de la solidaridad hu­
mana. La política de la desesperanza exigirá a semejante historia 2
que exponga ante sus lectores las razones por las que tal dilema re­ Las dos historias del capital
sulta necesariamente ineludible. Ésta es una historia que intenta­
rá lo imposible: procurar su propia muerte puscando aquello que
resiste y escapa a los mayores esfuerzos humanos por traducir di­
ferentes sistemas culturales y otros sistemas semióticos, para que
el mundo pueda imaginarse, una vez más, como radicalmente he­
terogéneo. Esta tarea, como he mencionado, es imposible dentro
de los protocolos de conocimiento de la historia universitaria, pues
la totalidad de la institución académica no es independiente de la Este capítulo presenta una lectura .selectiva pero escrupulosa de
totalidad que ha sido creada por lo moderno europeo. Tratar de Marx. La crítica marxista del «capital» introduce en la categoría·
provincializar esta «Europa» supone considerar lo moderno ine­ dos aspectos del pensamiento decimonónico europeo que han re­
vitablemente impugnado, escribir, por encima de los relatos de la sultado centrales en la historia de la modernidad intelectual en Asia
ciudadanía recibidos y privilegiados, otras narraciones de nexos meridional: el sentido de lo humano abstracto propio de la Ilustra­
humanos que extraigan sostén de pasados soñados y de futuros en ción y la idea de la historia. 1 Asimismo, Marx convierte estos dos
los que las colectividades no se definan por los rituales de la ciu­ elementos del pensamiento en herramientas críticas para compren­
dadanía ni por la pesadilla de la «tradición» creada por la «moder­ der el modo capitalista de producción y el imperialismo europeo
nidad». Desde luego, no existen espacios (infra)estructurales don­ moderno. Los debates en tomo a los privilegios y a la justicia social
de tales sueños puedan habitar. Pese a ello, éstos reaparecerán en en la India siguen siendo impulsados por el racionalismo, el hu­
la medida en que los temas de la ciudadanía y del Estado-nación manismo, el historicismo y el antiimperialismo, · categorías que
dominen nuestros relatos de transición histórica, pues esos sue­ forman parte de este legado. El proyecto Estudios Subalternos
ños son lo que lo moderno reprime para poder existir. resultaría inconcebible sin la vigorosa tradición india de historio­
grafía marxista. 2 Así pues, las obras de Marx constituyen uno de
los momentos fundacionales de la historia del pensamiento an­
Posdata (1999): este capítulo reproduce de modo condensado tijmperialista. Regresar a ellas supone revisar la relación entre el
mi primer intento (de 1992) de articular el problema de provin­ pensamiento poscolonial y los legados intelectuales del racionalis­
cializar Europa. Esta declaración original sigue siendo el punto de mo, el humanismo y el historicismo posilustrados. Un libro como ·
partida de lo que sigue. Algunas de las cuestiones mencionadas -la éste no puede permitirse no tener en cuenta a Marx.
necesidad de criticar el historicismo y de encontrar estrategi8:8- para Hay varias maneras de explicar el hecho de que el capitalismo
pensar la diferencia histórica sin abandonar el compromiso con global exhiba algunas características comunes, pese a que cada
la teoría- se desarrolla en el resto del lib:ro. Pero la «política de la ejemplo de desarrollo capitalista tiene su propia historia. Cabe,
desesperanza» que proponía con alguna pasión ya no impulsa la ar­ por ejemplo, considerar. que las diferencias entre las historias son
gumentación general aquí presentada. invariablemente superadas por el capital a largo plazo. Por otro
lado, la tesis del desarrollo desigual concibe estas diferencias como
negociadas y contenidas, aunque no siempre superadas, dentro de
la estructura del capital. Y en tercer lugai� cabe considerar que el
capital produce y hace proliferar las diferencias. El historicismo
está presente en estas diversas maneras de pensar. Todas compar­
ten la propensión a entender el capital según la imagen de una
80 81
unidad que surge en una parte del mundo en una época particular ejemplo de esa visión. En el Wall Street Journal del 11 de octubre
y se desarrolla después globalmente a lo largo del tiempo históri­ de 1996, el «gurú del marketing» indio Titoo Ahluwalia incitaba a
co, encontrando y afrontando diferencias históricas en el proce­ los potenciales exploradores estadounidenses del mercado indio:
so. Incluso c,uando se atribuye al «capital» un comienzo «global», «Repitan conmigo: la India es diferente, la India es diferente, la In­
en vez de europeo, sigue siendo considerado en función de la idea dia es diferente».4· (¡A Ahluwalia, perteneciente al mundo de la em­
hegeliana de una unidad totalizadora -sea cual fuere su forma de presa, no le han inculcado, evidentemente, el miedo académico al
diferenciación interna- que· experimenta un proceso de desarrollo «orientalismo»!) El objetivo de sus palabras es ayudar al ·capital
histórico. trasnacional a apreciar y transformar las diferencias históricas y
El ensayo, merecidamente célebre, de E.P. Thompson, Time, culturales (indias) de modo que tales diferencias puedan tratarse
Work-Discipline and Industrial Capitalis es un buen ejemplo de pen­ como medidas. de.preferencia o de gusto. Realizar elecciones vita­
samiento historicista. La argumentación central de Thompson es les diferentes sería entonces como escoger entre productos de mar­
la siguiente: el obrero en la historia del capitalismo avanzado no cas diferentes.
tiene más remedio que deshacerse de las costumbres precapitalis­ ·--La-diferencia en principio parece inextricable en esta discusión
tas de trabajo e «interiorizar» la disciplina de trabajo. La misma entre capitalistas. El mismo número del Wall Street Journal cita a
. stierte le aguarda al obrero del tercer mundo. La diferencia entre Daralus Ardeshir, director gerente de Nestle India Ltd., delegación
estas dos figuras del obrero es una cuestión del tiempo históri­ local de la compañía suiza de productos alimenticios, quien de­
co secular que transcurre en la trayectoria global del capitalismo. clara: «Cuando visito la casa de mi padre, sigo besando sus pies».
Thompson escribe: «Sin disciplina temporal no podríamos tener El periodista comenta: «Los indios que estudian en Estados Uni­
la infatigable energía del hombre industrial; y, ya sea en forma de dos o Gran Bretaña suelen volver a casa para ünirse en matrimo­
metodismo, estalinismo o nacionalismo, esta disciplina llegará al nios concertados. Es más, muchas personas que han escogido a su
mundo en desarrollo».3 cónyuge deciden convivir con su familia extensa. Esos lazos fami­
Tal afirmación concibe el capitalismo como una fuerza que sale liares tradicionales inhiben el acceso de los inversores occidenta­
al encuentro de la diferencia histórica, pero lo hace como algo ex­ les. Los yuppies, por respeto a sus mayores, no toman decisiones
terno a su propia estructura. A este encuentro sigue una lucha en sobre las compras de la casa». Las prácticas sociales indias parecen
el curso de la cual el capital finalmente elimina o neutraliza las tener el efecto de postergar -generando así lo diferente- la adop­
diferencias contingentes entre historias particulares. P or más tor­ ción por parte de los indios de ciertas cuestiones generalmente
tuoso que sea el proceso, acaba por convertir tales particularida­ consideradas canónicas en la modernidad tanto clásica como del
des en vehículos históricamente diversos del despliegue de su pro­ capitalismo tardío. La India parece resistirse a estos ideales capi­
pia lógica. En definitiva, esa lógica se concibe no sólo como única talistas: la disolución de las jerarquías de nacimiento (los indios
y homogénea, sino también como algo que se desarrolla a lo lar­ mantienen la autoridad paterna-parental); la soberanía del indivi­
go del tiempo (histórico), de manera que cabe producir un relato duo (persiste la norma de la familia extensa); y la elección del con­
de un capitalismo supuestamente único dentro del género fami­ sumidor (los yuppies defieren su capacidad de decidir a sus mayo­
liar de las «historias de». La argumentación de Thompson reco­ res). La perduración de estas características de la sociedad india
noce y a la vez neutraliza la diferencia; le cuesta evitar una visión desconcierta tanto a los expertos del Wall Street Joumal, que ter­
etapista de la historia. minan por recurrir a la figura de la paradoja, familiar en las dis­
Incluso la idea liberal de que el capital funciona no tanto borran­ cusiones sobre la India. El tropo retrata al sujeto capitalista-con­
do las diferencias históricas, sino haciendo proliferar las diferen­ sumidor indio como alguien que puede realizar lo imposible: «Los
cias y convirtiéndolas en conjuntos de preferencia, en gusto, puede indios son capaces de vivir en varios siglos a la vez». 5
albergar una fe implícita en el historicismo. Un análisis reciente Estas citas muestran con cuánta obstinación y densidad una
del mercado indio ofrecido en la prensa financiera brinda un buen determinada idea de la historia y del tiempo histórico como indi-

82 83
cadores de progreso-desarrollo puede formar parte del lenguaje libre socialmente- es un concepto arraigado en la categoría mar­
cotidiano con el que un artículo de una destacada publicación ca­ xista del «trabajo abstracto». Así pues, la idea del «trabajo abstrac­
pitalista estadounidense procura explicar la naturaleza del mer­ to» combina los temas ilustrados de la libertad jurídica (derechos,
cado indio. Los «varios siglos» en cuestión del fragmento mencio­ ciudadanía) y el concepto del ser humano universal y abstracto
nado son identificables como tales precisamente porque se supone portador de esa libertad. Y lo que es más importante, también re­
que el hablante los ha visto separados y claramente ,expuestos en sulta un concepto central en la explicación de Marx de por qué el
alguna .otra historia (esto es, en la europea). Eso es lo que le permi­ capital, al realizarse en plenitud a sí mismo en la historia, crea ne­
te aducir que en un lugar como la India tales periodos históricos cesariamente la base para su propia disolución. El examen de la
diferentes parecen haber sido resumidos en un solo instante confu­ noción de «trabajo abstracto», por lo tanto, nos permite ver qué es
so. Ésta es.sólo una variedad estética de la tesis del «desarrollo de­ lo que está en juego política e intelectualmente -tanto para Marx
sigual». Las imágenes de este género son muy populares en las como para los estudiosos de su legado- en la herencia humanista
descripciones modernas de la India. Constituye casi un cliché ca­ de la Ilustración europea.
racterizar la India precisamente como ese estado de contradicción La noción de «trabajo abstracto» también nos conduce a la
en el que un templo antiguo se alza junto a una fábiica moderna, cuestión del modo en que la lógica del capital se vincula con el
o un «científico nuclear» puede comenzar el día «ofreciendo puja tema de-la diferencia histórica. Como es sabido, la idea de la «his­
(ofrendas religiosas) a un dios de barro».6 toria» era central ·en la comprensión filosófica del «capital» que
Tales lecturas de la relación entre la lógica del capital y la di­ Marx lleva a cabo. El «trabajo abstracto» le proporcionó una ma­
ferencia histórica parecen sostener el historicismo de modos dife­ nera de explicar cómo el modo capitalista de producción pudo ex­
rentes. Según Thompson, el tiempo histórico es el periodo de espe­ traer de pueblos e historias que eran ,diferentes una unidad ho­
ra por el que el tercer mundo ha de pasar para que se cumpla la mogénea y común para medir la actividad humana. De este modo,
lógica del capital. Cabe modificar tal posición mediante la tesis el «trabajo abstracto» puede interpretarse como una parte de la
del «desarrollo desigual» y establecer distinciones entre la subsun­ explicación de 1a manera en que la lógica del capital subsume en
ción «formal» y «real» en el capital.7 Pero ·eso deja en pie la idea su interior las diferencias de la historia.· En la segunda parte de
del tiempo histórico vacío y homogéneo, pues es con respecto a un este capítulo, sin embargo, trataré de desarrollar una distinción
tiempo así con el que cabría salvar la brecha entre los dos tipos de que Marx estableció entre dos clases de historia: las historias
subsunción. (En otras palabras, se asume que el capitalismo «real» «propuestas por el capital» y las historias que no pertenecen a
comporta subsunción «real».) O también es posible, al parecer, va­ los «procesos vitales» del capital. Las denominaré Historia 1 e His­
lerse de una imagen que desintegra el tiempo histórico en la para­ toria 2, y exploraré sus diferencias para mostrar cómo puede in-
doja estética de los indios «que viven en varios siglos a la vez». terpretarse el pensamiento de Marx de forma que se oponga a 1a
Mi análisis de la relación entre la diferencia histórica y la ló­ idea de que la lógica del capital subsume las diferencias en su in­
gica del capital pretende distanciarse de este historicismo. A con­ terior. Concluiré el capítulo tratando de abrir las categorías mar­
tinuación, abordaré el concepto filosófico marxista de «capital» xistas. a algunas reflexiones heideggerianas sobre la política de la
para examinar en detalle dos de las nociones inseparables de la crí­ diversidad humana.
tica de Marx del capital: el «trabajo abstracto» y la relación entre
· capital e historia. La categoría filosófica marxista de «capital» es
global en sus aspiraciones históricas y universal en su constitu- El capital, el trabajo abstracto y la_ subsunción de· la diferencia
. ción. Su estructura conceptual, al menos en la propia argumen­
tación de Marx, se basa en las nociones ilustradas de la igualdad En el análisis marxista del capital es fundamental la idea de
jurídica y de los derechos políticos abstractos de la ciudadanía.8 El mercancía, y eri la concepción de mercancía es fundamental la
trabajo que es libre jurídica y políticamente -y, sin embargo, no es cuestión de la diferencia. Marx puntualiza que el proces� de in-
84
85
tercambio generalizado a través del cual las cosas adoptan forma ñala Castoriadis, está ausente del texto de El capital. En_palabras
de mercancía es capaz de conectar efectivamente las diferencias que de Aristóteles: «La moneda ha venido a ser, por así decirlo, la repre­
·se dan en el mundo. Es decir, el intercambio de mercancías com­ sentación de la demanda en virtud de una convención, y por eso se
porta intercan;ibiar cosas que son diferentes en cuanto a su histo­ llama "moneda" (nómisma), porque no es por naturaleza, sino por
ria, propiedades materiales y valor de uso. Sin embargo, se supone ley (nómos), y está en nuestra mano cambiarla o hacerla inútil » .11
que la forma de mercancía, intrínsecamente, convierte las diferen­ El traductor al inglés de Aristóteles señala que «la palabra griega
cias en inmateriales -por más materiales que éstas sean en su apa- · para "dinero", "moneda" (nómisma) procede de la misma raíz que
; 12
rienda histórica...:. para el propósito del intercambio. La forrna de nomos, "ley , convenc10n ».
11 " • ; ,,

mercancía no niega la diferencia, pero la ·mantiene en ·�uspenso a Marx comienza El capital con una crítica a Aristóteles. Para·
fin de que podamos intercambiar cosas tan diferentes las unas de Aristóteles, lo que establecía una relación de intercambio entre las
las otras, como camas y casas. Pero ¿cómo'ocurre eso? Ésa �s la sandalias y las casas era la mera convención, «un arbitrio para re­
pregunta con la que Marx comienza. ¿Cómo es posible que cosas solver una necesidad práctica » , como traducía Marx. A este último
que, en apariencia, no tienen nada en común, se constituyan en ele­ no le parecía satisfactorio pensar que el término que mediaba en­
mentos de una serie de intercambios capitalistas, una serie que, en tre las diferencias de 1a mercancía fuese tan sólo una convención,
principio, Marx llega a concebir como continua e infinita? es decir, una expresión arbitraria de voluntad política. Refiriéndo­
Los lectores recordarán el debate. de Marx con Aristóteles so­ se al argumento aristotélico de que no puede haber «un elemento
bre esta cuestión. Aristóteles, ai abordar el asunto de la justicia, homogéneo, es decir, una sustancia común » entre la cama (¡pare­
la igualdad y la proporcionalidad en la Ética a Nicómaco, se ocu­ ce que la versión de Aristóteles manejada por Marx- empleaba el
pó de los problemas del intercambio. Sostenía que el intercambio ejemplo de la cama, no de las sandalias!) y la casa, Marx pregun­
resultaba crucial para la formación de una comunidad. Pero una ta: «¿Por qué no? En relación con la cama la casa representa algo
comunidad siempre está compuesta por personas que son «dife­ igual, en la medida en que representa lo que es realmente igual
rentes y no iguales » . Sobre el terreno, sólo hay infinitas inconmen­ tanto en la cama como en la casa. Y eso es el trabajo humano » .�<13
surabilidades. Todo individuo es diferente. Para que el intercam­ Este trabajo humano, la sustancia común que media entre las
bio funcione como base de la comunidad, ha de haber algún modo diferencias, es en la concepción de Marx el «trabajo_ abstracto » ,
de encontrar una medida común a fin de igualar lo que no es igual. que describe como «el secreto de la expresión del valor » . Sólo en
Aristóteles subraya ese imperativo: «Es preciso que se igualen[res­ una sociedad en la que los valores burgueses han adquirido un es­
pecto de una medida], y por eso todas las cosas que se intercam­ tatus hegemónico cabe revelar este «secreto » . «Sólo podía ser des­
bian deben ser comparables de alguna manera » . Sin tal medida cifrado » , escribe Marx, «cuando el concepto de la igualdad huma­
de equivalencia que permita la comparación, no habría infercam­ na poseyera ya la firmeza de un prejuicio popular. » A su vez, esto
bio ni, en consecuencia, comunidad.9 era posible sólo «en una sociedad donde la forma de mercancía
Aristóteles resuelve este problema apelando a la idea de «con­ es la forma general que adopta el producto del trabajo» y en la
vención » o ley. Para él, la moneda representa esa convención: «Esto que, en consecuencia, «la relación entre unos y otros hombres
[intercambiar bienes desiguales] viene a hacerlo la moneda, que como poseedores de mercancías se ha convertido [...] en la rela­
es en cierto modo algo intermedio porque todo lo mide[...]: cuán., ción social dominante » . La naturaleza esclavista de la sociedad en
tos pares de sandalias equivalen a una casa » .10 La moneda, según la Grecia antigua, según Marx, nublaba la visión analítica de Aris-
Aristóteles, representa una suerte de pacto general, una conven­
ción. Una convención es, en definitiva, arbitraria, se sostiene gra­ * Tomamos, siempre que es posible, la versión en español de Karl Marx,
El capital, trad. de Pedro Scaron, Madrid, Siglo XXI de España, 1987. En algu­
cias a la pura fuerza de la ley, que sencillamente refleja la volun­ nas ocasiones -al igual· que en el resto de los textos de Marx citados en el capí­
tad de la comunidad. De esta manera, Aristóteles introduce en la tulo- modificamos ligeramente dicha traducción en aras de.la coherencia del
discusión la nota de una voluntad política radical que, como se- texto. (N. de los T.)

86 87
tóteles. Y por la misma lógica, la generalización de la igualdad con­ mente humano, como constituye el valor de la mercancía». 17 Pero
tractual bajo la hegemonía burguesa creaba las condiciones histó­ algunos estudiosos de Marx, de periodos diferentes y tan distintos
ricas para el surgimiento de las reflexiones de Marx. 14 La noción entre sí como LI. Rubin, Cornelius Castoriadis, Jon Elster y Moi­
de trabajo abstracto era, por tanto, un ejemplo particular de la no­ she Postone, han mostrado que concebir el trabajo abstracto como
ción del ser humano abstracto -el portador de derechos, por ejem­ sustancia, como una res extensa cartesiana, reducirlo a «energía
plo- popularizado por los filósofos ilustrados. nerviosa y muscular», supone malinterpretar a Marx (como sostie­
Esta medida común de la actividad humana, el trabajo abs­ nen Rubin y Postone) o repetir un error del pensamiento de Marx
tracto, es lo que Marx contrapone a la idea del trabajo real o con­ (como sostienen Castoriadis y Elster). 18 Marx habla del «trabajo
creto (que es aquello en lo que consiste toda forma particular de abstracto» como «sustancia social» dotada de objetividad, pero in­
trabajo). En términos sencillos, el «trabajo abstracto» remite a una mediatamente califica esa objetividad de «espectral», más pareci­
«indiferencia hacia toda clase particular de trabajo». Por sí mismo, da a un fantasma que a una cosa:
no constituye el capitalismo. Una sociedad «bárbara» (la expresión
es de Marx) puede estar caracterizada por la ausencia de una di­ «Examinemos ahora los productos del trabajo [abstracto]. Nada
visión desarrollada del trabajo, de manera tal que sus miembros ha quedado de ellos salvo una misma objetividad espectral: son
«sean aptos por naturaleza para hacer cualquier cosa».* 15 Según la meras cantidades solidificadas de trabajo humano indiferen­
argumentación de Marx, cabe concebir que una sociedad así ten­ ciado, esto es, de gasto de fuerza de trabajo humana sin con­
ga trabajo abstracto, aunque sus miembros no -sean capaces de sideración por la forma en que se gastó. [...] En cuanto crista­
teorizado. Tal actividad teorizadora sólo sería posible en el modo lizaciones de esta sustancia social común a todos ellos, son
capitalista de producción, en el cual la propia actividad de la abs­ valores -valores de mercancía-». 19
tracción se convirtió en la tendencia más común de todos o de la
mayoría de los otros tipos de trabajo. O, como explica en otro pasaje de El capital:
Pero ¿qué es, en realidad, el trabajo abstracto? En ocasiones
Marx escribe como si el trabajo abstracto fuese un gasto puramen­ «En contradicción directa con la objetividad sensorialmente
te fisiológico de .energía. Por ejemplo: grosera del cuerpo de las mercancías, ni un solo átomo de sus­
tancia natural forma parte de su objetividad en cuanto valores.
« Si se prescinde del carácter determinado de la actividad pro­ [...] [L]as mercancías sólo poseen objetividad como valores en
ductiva y, por lo tanto, del carácter útil del trabajo, lo que queda la medida en que son expresiones de una idéntica sustancia so­
de él es su cualidad de ser un gasto de fuerza de trabajo huma­ cial, del trabajo humano; que su objetividad en cuanto valores,
na. El trabajo del sastre y el del tejedor, aunque sean activida­ por tanto, es de naturaleza puramente social».20
des productivas cualitativamente diferentes, también son. am­
bos un gasto productivo del cerebro, músculos, nervios, manos, ¿Cómo concebir, entonces, el trabajo abstracto? Si no compar­
etcétera, humanos». 16 timos el supuesto de Marx de que el intercambio de mercancías
en el capitalismo constituye necesariamente una serie continua e
O bien esta afirmación: «Por otro lado, todo trabajo es un gas­ infinita, tal vez entendamos mejor el trabajo abstracto como una
. to de fuerza de trabajo humana en un sentido fisiológico, y es en categoría performativa, práctica. Organizar la vida bajo el signo
esta condición de trabajo humano igual, o de trabajo abstracta- del capital entraña actuar como si el trabajo pudiese abstraerse
efectivamente de todos los tejidos sociales en los que siempre está
* Tomamos, siempre que es posible, la versión en español de Karl Marx, inmerso y que tornan concreto· todo -trabajo particular -incluido
Elementos fundamentales para la crítica de la economía poUtica, trad. de Pedro el trabajo de abstracción. Entre los «bárbaros» de Marx había tra­
Scaron, Madrid, Siglo XXI de España, 1976. (N. de los T.) bajo abstracto: en su sociedad, cualquiera podía emprender cual-

88 89
quier tipo de actividad. Pero su «indiferencia al trabajo específico » sensibles se han esfumado. [...] Con la desaparición del carác­
no resultaría tan visible al análisis como en una sociedad capita- ter útil de los productos del trabajo s_e desvanece también el ca­
· Hsta, porque en el caso de tales bárbaros hipotéticos, esta indife­ rácter útil de los trabajos representados en ellos y, por ende, se
rencia no se produciría universalmente como una clase separada desvanecen a su vez las diversas formas concretas de esos tra -
y especializada de trabajo. �s decir, el trabajo muy concreto de abs­ bajos; éstos dejan de distinguirse, reduciéndose en su totalidad
tracción no sería observable separadamente como característica a trabajo humano indiferenciado, a trabajo abstractamente hu­
general de los _numerosos tipos diferentes de trabajo específico que mano ».23
se diesen en esa sociedad. Por otra parte, en una sociedad capita­
lista el trabajo particular de abstracción se convertiría en un ele­ Expresiones como «si dejamos a un lado » , «si hacemos �bs­
mento de la mayoría o de todos los demás tipos de trabajo con­ tracción » o «dejan de distinguirse», entre otras, pueden dar la im­
creto y, por ello, resultaría más visible para el observador. En
palabras de Marx: «Comúnmente, las abstracciones más generales
presión de que Marx se ocupa de un ser humano 5:1� «deja de
lado» «hace abstracción » o «distingue » . Pero el anahs1s de Marx
surgen sólo allí donde existe el desarrollo concreto más rico, don­ de la disciplina de _la fábrica pone en claro que el autor no visua­
de un elemento aparece como lo común a muchos, como lo común liza la abstracción del trabajo inherente al proceso de intercambio
a todos los elementos. Entonces, deja de poder ser pensado sola­ de mercancías como una operación mental a gran escala. La abs­
�nente bajo una forma particular » .2 1 «Ese estado de cosas » , añade, tracción sucede en y a través de la práctica. Precede a nuestro re­
«alcanza su máximo desarrollo en la forma más moderna de so­ conocimiento consciente de su existencia. Como afirma Marx: «[E]l
ciedad burguesa, en Estados Unidos. Aquí, pues, la abstracción de que los hombres relacionen entre sí como valores los productos de
la categoría "trabajo", el "trabajo como tal", el trabajo puro y sim­ su trabajo no se debe al hecho de que tales cosas cuenten para ellos
ple, que es el punto de partida de la economía moderna, resulta como meras envolturas materiales de trabajo humano indiferen­
por primera vez verdadera en la práctica. »22 Adviértase la expre­ ciado. A la inversa. Al equiparar entre sí en el intercambio sus pro­
·¡ sión de Marx: «la abstracción resulta [...] verdadera [...] en la prác­ ductos heterogéneos como valores, equiparan recíprocamente sus
tica » . Marx no podría haber escrito una afirmación más clara in­ diversos tipos de trabajo como trabajo humano. No lo saben, pero
dicando que el trabajo abstracto no es una entidad sustantiva, ni lo hacen » . 24 La lógica de Marx en este punto, como en muchos otros
trabajo fisiológico, ni una suma calculable de energía muscular y pasajes de sus escritos, es retrospectiva.2 5
nerviosa. Se refiere a una práctica, una actividad, una ejecución Marx estaba de acuerdo con Aristóteles más de lo que recono­
concreta del trabajo de abstracción, semejante a lo que se hace en cía: el trabajo abstracto, cabría señalar, era una convención capita­
las estrategias de análisis de la economía cuando se habla de una lista, de modo que, después de todo, el término medio en el inter­
categoría abstracta denominada «trabajo » . cambio de mercancías sigue siendo una cuestión de convención.
En ocasiones Marx se expresa como si el trabajo abstracto se Pero el punto de vista de Marx según el cual la convención no es
alcanzase tras un proceso consciente e intencional -de manera el resultado de una previa decisión consciente de abstraer no ha­
muy similar a ciertos procedimientos matemáticos- de despojar bría permitido el voluntarismo aristotélico: «está en nuestra mano
mentalmente la mercancía de sus propiedades materiales: cambiarla o hacerla inútil [esa convención] ». (Castoriadis compo­
ne un perfil de política revolucionaria voluntarista incorp�rando
«[S]i dejamos a un lado el valor de uso de las mercancías, úni­ _
esta posición aristotélica en su marxismo.) 2 6 Marx descod�fica el
camente les restará una propiedad: la de ser productos del tra­ _
trabajo abstracto como clave de las coordenadas hermeneuticas
bajo. [...] Si hacemos abstracción de su valor de uso, abstrae­ a través de las cuales el capital exige que interpretemos el mundo.
mos también los componentes y formas materiales que hacen Los procesos disciplinarios hacen que la ejecución de la abs­
de ellas un valor de uso. Ese producto ya no es una mesa, una tracción -el trabajo de abstracción- resulte visible (para Marx)
casa, un hilo o cualquier otra cosa útil. Todas sus propiedades como un rasgo constitutivo del modo capitalista de producción. La
90 91
división típica del trabajo en una fábrica capitalista, los códigos jando a un lado el desgaste natural por la edad, etcétera», le dice
de regulación de la factoría, la relación entre la maquinaria y los la categoría de «obrero » de Marx al capitalista con una voz que es
hombres, las normas estatales que regulan la organización de la también introspectiva, «mañana he de estar en condiciones de tra­
vida en la fábrica, el trabajo del capataz: todo ello constituye lo que bajar con la misma cantidad habitual de vigor, salud y lozanía que
Marx llama la disciplina. La división del traqájo en la fábrica es hoy. » Esta abstracción significa que los «sentimientos» no· forman
de tal naturaleza, escribe, que «genera una continuidad, una re­ parte del diálogo imaginario entre el obrero abstracto y el capita­
gularidad, un orden y sobre todo una intensidad en el trabajo, ra­ lista, quien, a su vez, también es una figura de abstracción. La voz
dicalmente distintos de los que imperan en la artesanía inde­ del trabajador afirma: «Exijo [...] una jamada laboral de duración
pendiente» .27 En pasajes que se anticipan cerca de un siglo en el normal[...] sin apelar a tu corazón, ya que en asuntos de dinero
tratamiento de un tema básico de Vigilar y castigar de Foucault, la benevolencia está totalmente de más. Bien puedes ser un ciu­
describe cómo «[l]a libreta de castigos, en manos del capataz, reem­ dadano modelo, miembro tal vez de la sociedad protectora de ani­
plaza el látigo del negrero [en la organización capitalista]». «Todas males y por añadidura vivir en olor de santidad, pero a la cosa que
las penas » , añade, «naturalmente, se resuelven en multas, en dine­ ante mí representas no le late ningún corazón en el pecho » .30 So­
ro y descuentos del salario. » 28 bre esta.figura de una entidad colectiva racional, el obrero, Marx
La legislación fabril también participa de este carácter perfor­ cimienta la cuestión de la unidad de la clase obrera, ya sea poten­
mativo de la abstracción disciplinaria. En primer lugar, afirma cial o realizada. La cuestión de la unidad de la clase trabajadora
Marx, «[d]estruye todas las formas tradicionales y de transición no es un asunto de solidaridad emocional o psíquica de los obreros
tras las cuales el dominio del capital todavía estaba semioculto empíricos, como numerosos historiadores del trabajo humanistas­
[... ]. [E]n la"s talleres individuales impone la uniformidad, la re­ marxistas, desde E.P. Thompson en adelante, a menudo han su­
gularidad, el orden y la economía» y, de esa manera, contribuye a puesto. El «obrero » es un sujeto abstracto y colectivo por propia
apoyar la asunción de que la actividad humana es de hecho men­ constitución. 31 Es dentro de ese sujeto colectivo y abstracto, como
surable a una escala homogénea.29 P ero es en el modo en que el nos ha recordado Gayatri Spivak, donde se desarrolla la dialéctica
Derecho -y, a través del Derecho, el Estado y las clases capitalistas­ de la clase-en-sí y la clase-para-sí.32 Sostiene Marx que «[l]a ma­
imagina a los obreros mediante categorías biológico-psicológicas quinaria específica del periodo manufacturero sigue siendo el obre­
tales como «adultos » , «varones adultos » , «mujeres» y «niños» , como ro colectivo mismo, formado por la combinación de numerosos
se lleva a cabo la tarea reduccionista de abstraer el trabajo de to­ obreros individuales especializados».33
dos-·los tegumentos sociales que lo envuelven. Esa modalidad de Marx construye una historia fascinante y estimulante, aunque
imaginación, muestra luego Marx, es también lo que estructura fragmentaria, de la maquinaria fabril de la primera fase de la in- ·
desde dentro el proceso de producción. Tiñe la propia concepción dustrialización inglesa. Esa historia muestra el funcionamiento de
del capital de la relación entre obrero y máquina. dos procesos simultáneos en la producción capitalista, centrales
En el primer volumen de El capital, Marx emplea el recurso re­ ambos en la comprensión marxista de la categoría «obrero » como
tórico de traer a escena lo que denomina la «voz» del obrero a fin categoría abstracta, reificada. La máquina produce «[l]a subordi­
de poner de manifiesto la naturaleza de su categoría «trabajo». Esa nación técnica del obrero a los movimientos uniformes de los ins­
. voz muestra el elevado grado en que las categorías de «obrero » y trumentos de trabajo».34 Transfiere la fuerza motriz de producción
de «trabajo» han sido abstraídas de los proceso� sociales y psíqui- del ser humano o el animal a la máquina, del trabajo vivo al tra­
. cos que, mediante el sentido común, asociamos con «lo cotidiano». bajo muerto. Eso sólo puede producirse bajo dos condiciones: que
En primer lugai� dichas categorías reducen la edad, la infancia, la el obrero sea primero reducido a su cuerpo biológico y, por tanto,
salud, la fuerza, etcétera, a afirmaciones biológicas o fisiológicas, abstracto, y que los movimientos de ese· cuerpo abstracto sean des­
separadas de las experiencias diversas e históricamente particula­ pués delimitados e individualmente diseñados dentro de la propia
res de envejecer, de ser niño, de gozar de buena salud, etcétera. «De- forma y del movimiento de la máquina. «El capital absorbe dentro

92 93
de sí al trabajo», escribió Marx en sus cuadernos, citando a Goethe, los obreros» y afirma que la disciplina, « estas minuciosas disposi­
. « como si tuviese el amor dentro del cuerpo.»35 El cuerpo que la ciones, que regulan a campanadas, con una uniformidad tan mili­
máquina llega a poseer es el cuerpo abstracto que atribuyó al obre­ tar, los periodos, límites y pausas del trabajo[...][s]e desarrollaron
ro para empezar. Escribe Marx: «La gran industria vio entorpeci­ paulatinamente, como leyes naturales del modo de producción mo­
do su desarrollo pleno mientras su medio de producción caracte­ derno, a partir de las condiciones dadas. Su formulación, recono­
rístico -la máquina misma-_ debía su existencia a la fuerza y la cimiento oficial y proclamación por parte del estado fueron el re­
destreza personales, dependiendo por tanto del desarrollo muscu­ sultado de una larga lucha de clases».39 Aquí Marx no se refiere
lar, de la agudeza visual y el virtuosismo manual con que el obre­ tan sólo a una etapa histórica concreta, la transición del trabajo
ro especializado [...] manejaba sus minúsculos instrumentos».36 artesanal al manufacturero en Inglaterra, cuando «la plena rea­
Una vez que la capacidad de trabajo del obrero pudo traducirse lización de las tendencias del mismo[el capital] choca con múlti­
en una serie de prácticas que abstraían lo personal de lo social, la ples obstáculos.[...][incluyendo] los hábitos y la resistencia de los
máquina pudo apropiarse del cuerpo abstracto propuesto por ta­ obreros varones».40 Se refiere también a la « resistencia al capital»
les prácticas. Una de las tendencias del proceso en su totalidad era como algo interno en el propio capital. Como escribe en otro tex­
convertir en redundante hasta el carácter humano de la capacidad to, la autorreproducción del capital « se mueve en medio de contra­
de trabajo: «pasa a ser puramente accidental que la fuerza motriz dicciones superadas constantemente, pero puestas también constan­
se disfrace de músculo humano; el viento, el agua, el vapor, etcéte­ temente». Añade Marx que, del solo hecho de que el capital supere
ra, también podrían tomar el lugar del hombre».37 Al mismo tiem­ idealmente todos los límites erigidos por « las barreras y prejuicios
po, sin embargo, el capital -según la comprensión marxista de su nacionales», « de ningún modo se desprende que los haya supera­
lógica- no podría prescindir del trabajo vivo, humano. do realmente». 41
¿De dónde procede tal resistencia? Muchos historiadores del
trabajo conciben la resistencia al trabajo fabril como resultado,
El trabajo abstracto como crítica bien de la colisión entre los requisitos de la disciplina industrial
y los hábitos preindustriales de los obreros en la fase temprana de
La categoría universal « trabajo abstracto» tiene una función la industrialización, bien de un nivel elevado de conciencia obrera
doble en Marx: constituye tanto una descripción como una crítica en una fase posterior. En otras palabras, la consideran resutado de
del capital. Mientras que el capital convierte en reales las abstrac­ una etapa histórica particular de la producción capitalista. Marx,
ciones en la vida cotidiana, Marx emplea esas mismas abstraccio­ por el contrario, ubica esa resistencia en la lógica misma del ca­
nes para proporcionamos un sentido del mundo cotidiano que crea pital. Es decir, la localiza en el « ser» estructural del capital en vez
la producción capitalista; lo atestigua, por ejemplo, el empleo por de en su «devenir» histórico. Resulta central en su argumento lo
parte de Marx de categorías biológicas reduccionistas tales como que conceptúa como el « despotismo del capital», que no está re­
·« mujeres», « niños», «varones adultos», «infancia», «funciones fa­ lacionado ni con la etapa histórica del capitalismo ni con la con­
miliares» o « gasto del trabajo doméstico».38 La idea del trabajo ciencia del obrero empírico. No sería relevante para la argumenta­
abstracto reproduce la característica central de la hermenéutica ción de Marx que el país capitalista en cuestión fuese o no un país
del capital: cómo el capital interpreta la actividad humana. desarrollado. La resistencia es el Otro del despotismo inherente a
Sin embargo, el «trabajo abstracto» es también una crítica de la lógica del capital. Asimismo, es parte de la explicación marxis­
la misma hermenéutica porque el trabajo de abstracción define, ta de por qué, si el capitalismo se realizase plenamente alguna vez,
para Marx, cierto género de falta de libertad. Lo denomina «des­ encamaría las condiciones de su propia disolución.
potismo». Tal despotismo es estructural en el capital; no-es sen­ El poder del capital es autocrático, escribe Marx. La resisten­
cillamente histórico. Así pues, Marx escribe que « el capital se ve cia se origina en un proceso mediante el cual el capital se apropia
constantemente empujado a enfrentarse a la insubordinación de de la voluntad del trabajador. Escribe Marx: «En el código fabril

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el capitalista formula, como un legislador privado y conforme a su
capricho, la autocracia que ejerce sobre sus obreros».42 Marx cali­ «La apropiación del trabajo vivo por el capital adquiere en la
fica esa voluntad, encarnada en la disciplina capitalista, de «pura­ maquinaria [...] una realidad inmediata. En primer lugar, lo
mente despótica», y emplea la analogía del ejército para describir que permite a las máquinas ejecutar el mismo trabajo que an­
la coerción que entraña: tes efectuaba el obrero es el análisis y la aplicación -que dima­
nan directamente de la ciencia- de leyes mecánicas y químicas.
«Al igual que un ejército requiere oficiales militares, la masa Sin embargo, el desaffollo de la maquinaria por esta vía sólo
obrera que coopera bajo el mando del mismo capital necesita se verifica cuando[...] el capital ha capturado y puesto a su ser­
altos oficiales (directores, managers) y suboficiales industria­ vicio todas las ciencias».47
les (capataces, foremen, overlookers, contre-maftres) que duran­
te el proceso de trabajo ejerzan el mando en nombre del capi­ El aspecto central es que el trabajo que es abstraído en la bús­
tal. El trabajo de supervisión se convierte en función exclusiva queda del capitalista de una medida común de la actividad hu­
de los mismos » .43 mana es vivo. Marx basa la resistencia al capital en ese factor,
aparenteJJ}ente misterioso, llamado «vida». Los nexos entre el len­ il
¿Por qué calificar la disciplina capitalista de «despótica», si todo guaje de la economía política clásica y las tradiciones del pensa­
lo que hace es actuar como si el trabajo pudiese abstraerse y ho­ miento europeo a las que cabría denominar «vitalistas» constitu­
mogeneizarse? Los escritos de Marx sobre este punto subrayan la yen un área de investigación inexplorada, en particular en el caso
importancia del concepto de «trabajo abstracto» -una versión de de Marx. El lenguaje de Marx y sus metáforas biológicas a me­
la figura ilustrada de lo humano abstracto- en cuanto instrumento nudo revelan una profunda influencia del vitalismo decimonóni­
de crítica. Concibe el trabajo abstracto como una categoría com­ co: «El trabajo es la levadura que, echada al capital, lo hace entrar
pleja, espectralmente objetiva y, sin embargo, compuesta por fi­ en fermentación». Y la capacidad de trabajo en tanto «mercancía
siología y conciencia humanas, ambas abstraídas de toda histo­ consiste en la vitalidad del obrero [...]. Para conservarla día tras
ria empírica. La conciencia en cuestión es pura voluntad. Escribe día el obrero debe consumir cierto volumen de medios de subsis­
Marx: «El trabajo fabril agota intensamente el sistema nervioso, y tencia, renovar la sangre consumida, etcétera[...]. El capital le ha
a la vez[mediante la especialización y la consiguiente primacía de pagado la cantidad de trabajo objetivado contenida en sus fuerzas
la máquina] reprime el juego multilateral de los músculos y con­ vitales».48 Esas fuerzas vitales son el fundamento de la resistencia
fisca toda actividad libre, tanto física como intelectual, del obrero. constante al capital. Son el trabajo vivo abstracto -una amalgama
Hasta el hecho de que el trabajo sea más fácil se convierte en me­ de músculos, nervios y consciencia-voluntad- que, según Marx,
dio de tortura·».44 el capital postula como su punto de partida contradictorio. En
¿Por qué la libertad se vincula a algo tan fisiológicamente re­ esta concepción vitalista, la vida, en toda su capacidad biológico­
duccionista como «el sistema nervioso [...] [y] el juego multilate­ consciente de actividad voluntaria ( el «juego multilateral de los
ral de los músculos»? Porque, explica Marx, el trabajo que el ca­ músculos»), es el exceso que el capital, pese a todos sus procedi­
pital presupone «como su antítesis, como lo que es contradictorio mientos disciplinarios, siempre necesita pero nunca puede contro­
del capital» y que a su vez «presupone al capital» es un género es­ lar o domesticar por completo.
pecial de trabajo, «trabajo no como objeto, sino como actividad, Recordamos aquí el análisis de la categoría aristotélica de
[...] como la fuente viva del valor».45 «Frente al capital, el trabajo es «vida» que lleva a cabo Hegel en su Lógica. Hegel aceptaba la ar­
la forma meramente abstracta, la mera posibilidad de la actividad gumentación de Aristóteles según la cual la «vida» expresa una to­
que pone los valores, la cual sólo existe como capacidad, como fa­ talidad o unidad en un ser vivo. «Cada' uno de los miembros del
cultad, en la constitución corporal del obrero. » 46 La ciencia sirve de cuerpo » , escribe Hegel, «son lo que son sólo por y en-relación con
auxilio en esta abstracción del trabajo vivo efectuada por el capital: su unidad. Así, por ejemplo, una mano cercenada del cuerpo es,

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como observa Aristóteles, una mano sólo de palabra, no de he- lista no ha comprado una cantidad fija de trabajo sino una «capa­
. cho.»49 Tan sólo con la muerte se desarticula esa unidad y el cuer­ cidad de trabajo» variable, y el ser «vivo» es lo que convierte este
po resulta presa de las fuerzas objetivas de la naturaleza. Con la trabajo en fuente de resistencia ante la abstracción capitalista. En
muerte, como afirma Charles Taylor en su glosa de esta sección consecuencia, la tendencia por parte del capital es reemplazar, en
de la Lógica de Hegel, «El mecanismo y el quimismo» se liberan de la medida de lo posible, el trabajo vivo por el trabajo muerto, rei­
la «subordinación» en la que.son contenidos «mientras la vida con­ ficado. El capital se enfrenta así a su propia contradicción: nece­
tinúa».50 La vida, para utilizar la expresión de Hegel, «es una lu­ sita un trabajo abstracto pero vivo como punto de partida en su
cha permanente» contra la posibilidad de desmembramiento con ciclo de autorreproducción, pero también precisa reducir al mí­
la cual la muerte amenaza la unidad del cuerpo vivo.51 De manera nimo la cantidad de trabajo vivo que necesita. Por consiguiente,
similar, la vida, en el análisis del capital realizado por Marx, es una el capital propenderá a desarrollar tecnología a fin de reducir esa
«lucha permanente» contra el proceso de abstracción que consti­ necesidad' al mínimo. Eso es precisamente lo que creará las con­
tuye la categoría de «trabajo». Es como si el proceso de abstrac­ diciones necesarias para la emancipación del trabajo y la abolición
ción y la continua apropiación del cuerpo del trabajador en el modo fina(y completa �e la categoría «trabajo». Pero eso también sería
capitalista de producción amenazasen perpetuamente con efectuar la condición para la disolución del capital: «el capital -de mane­
· un desmembramiento de la unidad del «cuerpo vivo». ra totalmente impremeditada- reduce a un mínimo el trabajo hu­
Esa unidad del cuerpo que la «vida» expresa, sin embargo, es mano, el gasto de energías. Esto redundará en beneficio del traba­
algo más que la unidad ñsica de las extremidades. La «vida» im­ jo emancipado y es la condición de su emancipación».53
plica una conciencia que es puramente humana en su capacidad El resto de la argumentación de Marx avanza por las líneas si­
volitiva abstracta e innata. Esta «voluntad» encarnada y peculiar­ guientes. Es la tendencia del capital a reemplazar el trabajo vivo
mente humana (reflejada en «el juego multilateral de los múscu­ por la ciencia y la tecnología -esto es, por la «comprensión[del
los») se niega a doblegarse ante la «subordinación técnica» bajo hombre] de la naturaleza y su dominio de la misma en virtud de
la cual el capital busca constantemente situar al obrero. Escribe su presencia como cuerpo social»- lo que dará origen al desarro­
Marx: «La apropiación de una voluntad ajena es supuesto de la re­ llo del «individuo social», cuya mayor necesidad será «el libre de­
lación amo-esclavo». Esa voluntad no puede pertenecer a los ani­ sarrollo de las individualidades». Pues la «reducción del trabajo
males, pues éstos no pueden formar parte de la política del reco­ necesario de la sociedad a un mínimo» correspondería a «la for­
n0cimiento que la relación amo-esclavo hegeliana asume. Un perro mación artística, científica, etcétera, de los individuos gracias al
puede obedecer a un hombre, pero éste nunca tendrá la certeza de tiempo, que se ha vuelto libre y a los medios creados para todos».
. que el perro no lo considere sencillamente como otro «perro», más El capital, entonces, se revelaría como la «contradicción en proce­
grande y vigoroso. Como afirma Marx: «el animal[...] puede[...] so» que es: al mismo tiempo apremia a «reducir a un mínimo el
servir, pero no hace a su propietario señor». La dialéctica del re­ tiempo de trabajo» y postula el tiempo de trabajo como «única me­
conocimiento mutuo en torno a la cual gira la relación amo-es­ dida y fuente de la riqueza». Por lo tanto, caminaría «hacia su pro­
clavo sólo puede darse entre humanos: «La relación amo-esclavo pia disolución como forma que domina la producción».54
corresponde igualmente a esta fórmula de apropiación de los ins­ Así completa Marx el bucle de su crítica del capital, que busca
trumentos de producción[...] se reproduce -de manera mediada­ un futuro más allá del capital a través de un cuidadoso análisis de
en el capital y, de ese modo, constituye[...] un fermento para su las contradicciones en la propia lógica del capital. Se sirve de la
disolución y un emblema de su carácter limitado». 52 visión de lo abstracto humano enraizada en la práctica capitalis­
La crítica de Marx del capital comienza en el mismo punto en ta del «trabajo abstracto» para generar una crítica radical del pro­
que el capital inicia su propio proceso vital: la abstracción del tra­ pio capital. Advierte que las sociedades burguesas en las que la
bajo. No obstante, tal trabajo, aunque abstracto, siempre es un idea de la «igualdad humana» ha adquirido «la firmeza de un pre­
trabajo vivo. La cualidad «viva» del trabajo asegura que el capita- juicio popular» le permiten emplear esa misma idea para criticar-

98 99
las. Pero la diferencia histórica permanece negada y suspendida se torna condición previa de tal conocimiento histórico. La histo­
en esta forma particular de crítica. ria, pues, ejemplifica sólo para nosotros -los investigadores- los
supuestos lógicos del capital pese a que el capital, afirmaría Marx,
necesita .que esa historia real suceda, incluso si la lectura de tal
Las historias y la analítica del capital historia sólo es retrospectiva. «El hombre sólo entra en la exis­
tencia cué;tndo se alcanza cierto punto. Pero una vez que el hom­
No obstante, Marx se esfuerza siempre por subrayar la impor­ bre ha surgido, se convierte en la condición previa permanente de
tancia de la historia en su crítica del capital: «Nuestro método la historia humana, así como en su producto y resultado perma­
pone de manifiesto los puntos en los que debe introducirse el aná­ nentes. »58 Por consiguiente, Marx no nos proporciona tanto una
lisis histórico». O, en otro pasaje: «la economía burguesa» siem­ teleología de la historia como una perspectiva desde la cual leer
pre «apunta más allá de sí misma a los modos de producción prece­ los archivos.
dentes en la historia». 55 Marx escribe acerca del pasado del capital En sus anotaciones sobre «la renta y sus fuentes», recogidas y
en función de una distinción entre su «ser» y su «devenir». El «ser» publicadas póstumamente con el título de Teorías sobre la plusva­
se refiere a la lógica estructural del capital, esto es, al estado en lía, Marx- dotó a su historia de un nombre: la denominó el antece­
que el capital se ha desarrollado plenamente. En ocasiones, Marx dente del capital «propuesto por sí mismo». Aquí, el trabajo libre
lo denomina (empleando el vocabulario de Hegel) «capital real», es tanto una condicjón previa de la producción capitalista como su
«capital como tal» o el ser-para-sí del capital. El «devenir» se re­ «resultado invariable». 59 Ésta es la historia universal y necesaria
fiere al proceso histórico en y mediante el cual los supuestos ló­ que asociamos con el capital. Constituye el núcleo de los relatos
gicos del -«ser» del capital se realizan. El «devenir» no es sim:­ usuales sobre la transición al modo capitalista de producción. De­
plemente el pasado de calendario o cronológico que precede al nominaremos a esta historia -un pasado postulado por el propio
capital, sino el pasado que la categoría postula retrospectivamen­ capital como su condición previa- Historia 1.
te. A menos que el vínculo entre tierra-herramienta y obreros se Marx opone a la Historia 1 otro tipo de. pasado que llamaremos
disuelva de algún modo, por ejemplo, nunca habría obreros dis­ Historia 2. Los elementos de tal Historia 2, señala Marx, consti­
ponibles para el capital. Esto sucedería en cualquier sitio mientras tuyen también «antecedentes» del capital, puesto que el capital «se
hubiese producción capitalista; es en este sentido en el que un pro­ encuentra con ellos en tanto que antecedentes», pero -y aquí está
ceso histórico de este tipo es, de hecho, un proceso mediante el la distinción fundamental que pretendo subrayar- «no como ante­
cual los supuestos lógicos del capital se cumplen. He aquí el pa­ cedentes establecidos por sí mismos, no como formas de su pro­
sado postulado lógicamente por la categoría de «capital». Mien­ pio proceso vital». 60 Afirmar que algo no pertenece al proceso vital
tras ese pasado está ocuniendo todavía, los capitalistas y los obre­ del capital comporta sostener que no contribuye a la autorrepro­
ros no pertenecen al «ser» del capital. En el lenguaje de---Marx ducción del capital. Así pues, interpreto que para Marx los «an­
serían denominados no capitalistas (el término es de Marx) o no tecedentes del capital» no son sólo las relaciones que integran la
obreros. 56 Estas «condiciones y presupuestos del devenir, de la gé­ Historia 1, sino también otras relaciones que no conllevan la re­
nesis del capital, suponen precisamente que el capital aún no se producción de la lógica del capital. Sólo la Historia 1 es el pasado
halla en situación de ser, sino de devenir; desaparecen, pues, con «establecido» po_r el capital, porque la Historia 1 conlleva la repro­
el capital real, con el capital que pone él mismo, partiendo de su ducción de las relaciones capitalistas. Marx acepta, en otras pala­
realidad, las condiciones de su realización». 57 bras, que el universo total de los pasados con que se encuentra el
Huelga decir que no es el proceso efectivo de la historia el que capital es mayo� que la suma de los elerpentos en que se cumplen
efectúa la «suposición»;1os supuestos lógicos del capital sólo pue­ los presupuestos, lógicos del capital.
de analizarlos alguien que entienda la lógica del capital. En este Los ejemplos del propio Marx de la Historia 2 sorprenden al lec­
sentido, una comprensión intelectual de la estructura del capital tor. Se trata del dinero y la mercancía, dos elementos sin los cua-

100 101
sin embargo, que la subordinación de las Historias 2 a la lógica del
les el capital ni siquiera puede ser concebido. En una ocasión Marx capital sea completa. Ciertamente, Marx caracterizó -la sociedad
describió la forma de la mercancía como algo perteneciente a la burguesa como un «desarrollo contradictorio»: «relaciones perte­
estructura «celular» del capital. Y sin dinero no habría un inter­ necientes a formas de sociedad anteriores aparecen en ella sólo de
cambio generalizado de mercancías.61 Sin embargo, Marx parece manera enteramente atrofiada o incluso disfrazadas». Pero, al mis­
sugerir que entidades tan ·cercanas y necesarias para el funciona­ mo tiempo, caracterizó algunos de estos «vestigios» de «formas de
miento del capital como el dinero y la mercancía no guardan ne­ sociedad pasadas» como «aún no conquistados», señalando me­
cesariamente ningún nexo natural ni con el proceso vital del ca­ diante esta metáfora de conquista que el espacio de «superviven­
pital ni con el pasado postulado por el mismo. Marx reconoce la cia» de lo que parece pre o no capitalista podría ser el espacio de
posibilidad de que el dinero y la mercancía, en cuanto relaciones, una lucha continua.63 Hay, desde luego, cierto grado de ambigüe­
hubiesen existido en la historia sin haber originado necesariamen­ dad semántica y un equívoco relativo al tiempo en este fragmento
te el capital. Dado que no suponen de manera necesaria el capital, de Marx. Las palabras «aún no conquistados», ¿se refieren a algo
constituyen el tipo de pasado que he denominado Historia 2. Este que «todavía no ha sido conquistado» o a algo que es en principio
ejemplo de la heterogeneidad que Marx ve en la historia del dine­ «inconquistable»?
ro y la mercancía muestra que las relaciones que no contribuyen Hemos de mantenernos alerta ante ciertas ambigüedades de la
a la reproducción de la lógica del capital pueden estar íntima­ prosa de Marx o, incluso, hacer buen uso de las mismas. A prime­
mente entrelazadas con las relaciones que sí lo hacen. El capital, ra vista, da la impresión de que Marx ofrece una lectura histori­
dice Marx, ha de destruir aquel grupo de relaciones en cuanto for­ cista, una versión de lo que denominé «relato de transición» en el
mas independientes y someterlas a sí mismo (utilizando, si es ne­ capítulo anterior. Sus categorías «no·•·capitalista» o «no trabajador»,
cesario, la violencia, esto es, el poder del Estado): por ejemplo, parecen pertenecer de plano al proceso del devenir
del capital, á una fase en que éste «aún no se halla en el ser, sino
«[El capital] encuentra en un principio la mercancía ya exis­ tan sólo en el devenir».64 Adviértase, sin embargo, la ambigüedad
tiendo, pero no como su propio producto, y, de la misma mane­ de esta frase; ¿a qué tipo de espacio temporal señala este «aún no»?
ra, encuentra la circulación de moneda, pero no como elemen­ Si se interpreta «aún-no» como parte del léxico del hist9riador, se
to de su propia reproducción.[...] Pero ambos deben primero sigue el historicismo. Nos conduce a la idea de la historia como
ser destruidos como formas independientes y deben subordi­ sala de espera, un periodo necesario para_la transición al capita­
narse al capital industrial. Se emplea la violencia (el Estado) lismo en todo momento y lugar concretos. Este es el periodo al que,
contra el capital que produce interés mediante una reducción como he mencionado, se suele relegar al tercer mundo.
forzosa de las tasas de interés».62 Pero el propio Marx nos previene contra las concepciones del
capital que ponen el acento en lo histórico a expensas de lo estruc­
De este modo, Marx introduce en el espacio íntimo del capital tural o lo filosófico. Las barreras al capital, nos recuerda, son «su­
un elemento de honda incertidumbre. El capital debe encontrar­ peradas constantemente pero[son] colocadas támbién constante­
se en la reproducción de su propio proceso vital con relaciones que mente». 65 Parece que el «aún no» es lo que hace que el capital siga
le presentan posibilidades dobles. Tales relaciones pueden resultar avanzando. Añadiré más comentarios en el capítulo final en torno
decisivas para la au:torreproducción del capital y, sin embargo, a las maneras no historicistas de concebir la estructura del «aún
también pueden estar orientadas a estructuras que no contribu­ no». Por el momento, permítaseme señalar que el propio Marx
yan a tal reproducción. Así pues, las Historias 2 no son pasados nos autoriza a entender la expresión «aún no» de modo decons­
separados del capital; son inherentes a él y, sin embargo, interrum­ tructivo, como referencia a un proceso de aplazamiento inheren­
pen y puntúan el curso de la lógica del mismo. te al propio ser (esto es, a su lógica) del capital. El «devenir», la
La Historia 1, según Marx, debe someter o destruir las múlti­ cuestión del pasado del capital, no tiene que concebirse como un
ples posibilidades que pertenecen a la Historia 2. Nada garantiza,
103
102
proceso externo y previo a su «ser » . Si describimos el «devenir » estén bajó el dominio institucional de la lógica del capital y que
como el pasado postulado por la propia categoría de «capital » , ha­ existan en relaciones de proximidad con la misma, pero que al
cemos que el «ser » sea lógicamente anterior al «devenir». En otras mismo tiempo no pertenezcan al «proceso vital » del capital. Per­
'
palabras, la Historia 1 y la Historia 2, consideradas conjuntamen­ miten .al portador humano de capacidad de trabajo llevar a cabo f
i

te, destruyen la habitual distinción topológica de exterior e interior otros modos de ser en el mundo, es decir, además de ser portador
que marca los debates sobre si se puede decir que el mundo ente­ de capacidad de trabajo. No podemos albergar la esperanza de con­
ro ha caído bajo el dominio del capitalismo. La diferencia, en esta seguir alguna vez una descripción completa o plena de tales pasa­
concepción, no es algo externo al capital. Tampoco es algo subsu­ dos. Se encarnan en parte en los hábitos corporales de la persona,
mido en él. Convive en relaciones íntimas y plurales con el capi­ en prácticas colectivas inconscientes, en sus reflexiones sobre lo
tal, vínculos que van desde la oposición a la neutralidad. que significa relacionarse con los objetos del mundo en tanto ser
Sugiero que ésta es la posibilidad que las ideas de Marx, poco humano y con el conjunto de los otros seres humanos en el entor­
desarrolladas, sobre la Historia 2 nos incitan a considerar. La His­ no que le ha sido dado. Nada de ello se alinea automáticamente
toria 2 no susc1;füe un programa de escritura de historias que sean con la lógica del capital.
alternativas a los relatos del capital. Es decir, las Historias 2 no cons­ El proceso disciplinario en la fábrica pretende, en parte, con­
tituyen un Otro dialéctico de la lógica necesaria de la Historia 1. seguir el sometimiento-destrucción de la Historia 2. El capital, la
Ello supondría subsumir la Historia 2 en la Historia 1. Resulta más abstracta categoría de Marx, le dice al obrero: «Quiero reducirte a
útil ver en la Historia 2 una categoría cuya función es interrumpir puro trabajo vivo -energía muscular más conciencia- las ocho ho­
constantemente los impulsos totalizadores de la Historia 1. ras durante las cuales he comprado tu capacidad de trabajo. Quie­
Permítaseme ilustrar este punto con una fábula lógica en tor­ ro llevar a cabo una separación entre tu personalidad (es decir, las
no a la categoría de «capacidad de trabajo». Imaginemos la en­ historias personales y colectivas que encarnas) y tu voluntad (que
camación de la capacidad de trabajo, el trabajador o trabajadora, es una característica de la conciencia pura). Mi maquinaria y el
cruzando la puerta de la fábrica todas las mañanas a las ocho y sa­ sistema de disciplina se encargan de asegurar que esto suceda.
liendo todas las tardes a las cinco, después de haber entregado sus Cuando trabajes con la maqui�aria que representa el trabajo ob­
habituales ocho horas diarias al servicio del capitalista (con una jetivado, quiero que seas trabajo vivo, un haz de músculos y ner­
hora de des�anso para comer). El contrato legal -el contrato sa­ vios y qmciencia, pero desprovisto de toda memoria excepto la re­
larial- rige y define esas horas. Ahora, según mi exposición de las lativa a las destrezas precisas para el trabajo». «La maquinaria 1

Historias 1 y 2, cabe decir que ese obrero u obrera lleva consigo, exige», como lo expresó Horkheimer en: su famosa crítica de la ra­
cada mañana, prácticas que encaman esos dos tipos de pasado, la zón instrumental, «el tipo de mentalidad que se concentra en el
Historia 1 y la Historia 2. La Historia 1 es el pasado inherente a presente y puede prescindir de la memoria y las divagaciones de
la estructura del ser del capital. Es un hecho que el obren:� u C>bre­ la imaginación. » 66 En la medida en que tanto los pasados distan­
ra en la fábrica representa una separación histórica entre su capa­ tes como los inmediatos del obrero -incluyendo el trabajo de sin­
cidad de trabajo y las herramientas de producción necesarias (que dicación y ciudadaiúa- lo preparan para ser la figura postulada
ahora pertenecen al capitalista), mostrando así que él o ella encar­ por el capital como su.propia condición y contradicción, tales pa­
na una historia que ha realizado esta precondición lógica del ca­ sados efectivamente constituyen la Historia 1. Pero la idea de la
pital. Ese trabajador, por lo tanto, no representa negación alguna de Historia 2 sugiere que hasta en el espacio, abstracto y abstrayen­
la historia universal del capital. Todo lo que he dicho sobre el «tra­ te, de la fábrica que el capital crea, se darán modos de ser huma­
bajo abstracto » se le puede aplicar. no que no se presten a la reproducción de la lógica del capital.
Mientras cruza la puerta de la fábrica, sin embargo, mi tra­ Sería un error pensar en la Historia 2 (o las Historias 2) como
bajador imaginario también representa otros géneros de pasado. necesariamente precapitalista o feudal o, incluso, intr{p.secamente
Puede que tales pasados, agrupados eri mi análisis como Hist01ia 2, incompatible con el capital. Si ése fuera el caso, sería imposible que

104 105
los humanos se sintiesen a gusto -que habitasen- en el dominio
del capital, no habría espacio para el disfrute, el juego del deseo, Éste es el punto en que en mayor medida se acerca Marx a una
ni la seducción de la mercancía.67 El capital, en ese caso, sería ver­ intuición heideggeriana sobre los seres humanos y su relación con
daderamente un ejemplo de falta de libertad total y absoluta. La los útiles. Reconoce que nuestro sentido musical se halla satisfe­
idea de la Historia 2 nos _permite dejar espacio, en el propio aná­ cho con la música que el pianista produce. Incluso avanza un paso
lisis de Marx del capital, para la política de la pertenencia y la di­ más al decir que, de hecho -y «en cierta manera»-, la música del
versidad humanas. Nos proporciona una base sobre la cual apoyar pianista también «produce» ese sentido. En otras palabras, en la·
nuestras ideas acerca de las múltiples formas de ser humano y de relación íntima y mutuamente productiva entre el propio sentido
la relación de las mismas con la lógica global del capital. Pero el musical y formas particulares de música se captura la cuestión de·
propio Marx no reflexiona sobre esta cuestión, si bien su método, la diferencia histórica, de los modos en que la Historia 1 siempre
si mi argumentación es válida, nos permite reconocerla. Hay una es modificada por las Historias 2. No todos tenemos el mismo sen­
zona oscura, a mi parecer, en su método: el problema del estatus tido musical. Es más, tal sentido suele desarrollarse sin que noso­
de la categoría de «valor de uso» en sus reflexiones sobre el valor.68 tros-mismos lo sepamos. Esa relación histórica pero no deliberada
Permítaseme explicarlo. entre una música y el sentido musical que ha ayudado a «producir»
Consideremos, por ejemplo, el pasaje en Elementos fundamen­ -no me gusta la prioridad asumida de la música sobre el sentido,
tales para la crítica de la economía política en.el que Marx se ocu­ pero continuemos- es como la relación entre los seres humanos
pa, aunque brevemente, de la diferencia entre hacer un piano y y los útiles que Heidegger denomina «ser a la mano»: las relacio­
tocarlo. Debido a su compromiso con la idea de «trabajo produc­ nes cotidianas, preanalíticas, no objetivadoras que establecemos
tivo», Marx juzga necesario teorizar el trabajo del constructor del con los útiles, relaciones fundamentales para el proceso de hacer
piano sobre la base de su contribución a la creación de valor. Pero un mundo a partir de esta tierra. Esta relación correspondería a
¿qué sucede con el trabajo del pianista? Para Marx, pertenece a la la Historia 2. Heidegger no minimiza la importancia de las rela­
categoría de «trabajo improductivo» que tomó (y desarrolló) de ciones objetivadoras (la Historia 1 encajaría aquí) -llamadas en
sus predecesores en la economía política.69 Leamos el pasaje re­ la prosa de su traductor «ser-ante-los-ojos»-, pero en un marco
levante: de comprensión propiamente heideggeriano, tanto el _ser-ante-los­
ojos como el ser a la mano conservan su importancia; uno no gana
«Qué es trabajo productivo y qué no, un punto disputado has­ primacía epistemológica sobre el otro.71 La Historia 2 no puede
ta el cansancio desde que Adam Smith hizo esta distinción, negarse a sí misma dentro de la Historia 1.
debe quedar claro a partir de la dirección de diversos aspec­ Pero veamos lo que ocurre en el pasaje citado. Marx reconoce
tos del capital mismo. Trabajo productivo es únicamente aquel y a la vez deja de lado debido a su irrelevancia la actividad que pro­
que produce capital. ¿No es absurdo, pregunta por ejemplo el duce música. Para sus propósitos, no es más que «el trabajo del
señor Senior[...] que el fabricante de pianos deba ser uri tra­ orate que produce fantasmagorías». Sin embargo, tal analogía en­
bajador productivo, pero no así el pianista, aunque sin pianista tre la música y la fantasmagoría del orate es perniciosa. Lo que
el piano sería un sinsentido? Pero ése es exactamente el caso. oculta a la vista es lo que el propio Marx nos ha ayudado a ver:
El fabricante de pianos reproduce capital; el pianista cambia las historias que el capital, en todas partes -incluido Occidente-,
su trabajo solamente por una paga. Pero el pianista produce encuentra como antecedentes suyos, las cuales no pertenecen a
música y satisface nuestro sentido musical, ¿no produce, en­ su proceso vital. La música puede formar parte de tales historias
tonces, en cierta manera? Lo hace, en efecto: su trabajo pro­ pese a su posterior mercantilización porque forma parte de los me­
duce algo, pero no por ello es trabajo productivo en sentido eco­ dios gracias a los que hacemos nuestros «mundos» a partir de esta
nómico, del mismo modo que no es productivo el trabajo del tierra. El «orate», cabría afirmar como contraste, es «pobre de mun­
orate que produce fantasmagorías». 70 dos». Saca a la luz con gran fuerza el problema de la pertenencia

106 107

l_
humana. La triste figura de las personas sin techo, a menudo en­ do liberar al mundo capitalista del tema omnipresente de la «pe­
fermas mentales, de las calles de las ciudades estadounidenses, per­ reza». Ha seguido constituyendo una acusación dirigida siempre
sonas desastradas y solitarias que empujan hacia ninguna parte a uno ú otro grupo, desde el comienzo mismo de la forma particu­
carros llenos de surtidos azarosos de objetos rotos e inservibles, lar que el capital adoptó en Europa occidental. 72
¿no retratan dramáticamente, esas personas y sus supuestas po­ Ninguna forma histórica del capital, por más global que sea
sesiones, la crisis de la pertenencia óntica a la que el «orate» del su alcance, puede ser nunca un universal. Ningún capital global
capitalismo tardío está abocado? La analogía que establece Marx · (ni siquiera local, en realidad) puede representar nunca la lógica
entre el trabajo de un pianista y el de la producción de las fantas­ universal del capital, pues toda forma históricamente disponible
magorías de un orate muestra cómo la cuestión de la Hjstoria 2 del capital es un compromiso provisional compuesto por la His­
aparece de modo pasajero en su análisis del capital. Se aleja de sus toria 1 modificada por las Historias 2 de alguien. Lo universal, en
pensamientos casi en cuanto se revela. ese caso, sólo puede existir en tanto que poseedor de un lugar, lu­
Si mi argumentación es correcta, resultará importante reco­ gar que siempre es usurpado por un particular histórico que pre­
nocer en la explicación histórica cierta indeterminación que aho­ tende presentarse como lo universal. Esto no significa que haya
ra podemos ver en las palabras de Thompso'n citadas al comien­ que renunciar a los universales consagrados en el racionalismo o
zo de este capítulo: «Sin disciplina temporal no podríamos tener el humanismo posilustrados. La crítica inmanente del capital efec­
la infatigable energía del hombre industrial; y esta disciplina, ven­ tuada por Marx fue posible precisamente por las características
ga en fonna de metodismo, estalinismo o nacionalismo, llegará al universales que advirtió en la propia categoría de «capital».. Sin esa
mundo en desarrollo». Si toda historia empírica del modo capita­ interpretación, sólo cabe realizar críticas particulares del capital.
lista de producción es la Historia 1 modificada, de maneras múlti­ Pero una crítica particular, por definición, no puede ser una crí­
ples y no necesariamente documentables, por las Historias 2, una tica del «capital», pues tal crítica no pockía tomar como objeto al
cuestión fundamental en tomo al capital habrá de permanecer his­ «capital». Entender la categoría de «capital» sup�ne entender su
tóricamente indecidible. Incluso si las predicciones de Thompson constitución universal. Mi lectura de Marx de ninguna manera ob­
se cumpliesen, y un lugar ·como la India repentina e inesperada­ via esa necesidad de compromiso con el universal. Lo que he pro­
mente se jactase de contar con seres humanos tan reacios a la curado hacer es ofrecer una lectura en la cual la misma catego­
«pereza» como son, supuestamente, quienes profesan la ética pro­ ría de «capital» se convierta en un espacio en que tanto la historia
testante, seguiríamos sin ser capaces de decidir una cuestión sin universal del capital como la política de la pertenencia humana
albergar duda alguna. Nunca sabríamos con certeza si esta condi­ tengan la posibilidad de inten11mpir mutuamente sus respectivos
ción se había producido porque la disciplina temporal documen­ relatos.
tada por Thompson es una característica genuinamente universal El capital es una categoría histórico�filosófica, esto es, la dife­
y funcional del capital, o si el capitalismo mundial representó una rencia histórica no es externa, sino esencial en ella. Sus historias
globalización forzada de un fragmento particular de la historia son la Historia 1 esencial pero irregularmente modificada por His­
europea en el que la ética protestante se convirtió en un valor. El torias 2, más numerosas pero menos fuertes. Las historias del ca­
triunfo de la ética protestante, por más global que fuese, no sería pital, en este sentido, no pueden evitar la política de las diversas
ciertamente el triunfo de un universal. La cuestión de si los requi­ maneras de ser humano. El capital aporta a toda historia algunos
sitos aparentemente generales y funcionales del capital represen­ de los temas universales de la Ilustración europea pero, sometido
tan compromisos específicamente ,europeos entre la Historia 1 y las a examen, lo universal resulta ser poseedor de un espacio vacío
Historias 2 es, más allá de cierto punto, una cuestión indecidible. cuyo borroso contorno se vuelve apenas visible sólo cuando un re­
El tema de la «eficiencia» y de la «pereza» constituye un buen ejem­ presentante, un particular, usurpa su.posición, en un gesto de pre­
plo. Sabemos, por ejemplo, que ni siquiera después de años de coer­ tenciosidad y.dominio. Y, a mi parecer, ésa es la política, infatiga­
ción estalinista, nacionalista y del libre mercado, hemos conseguí- ble e ineludible, de la diferencia histórica a la que �l capital global

108 109
nos remite. Al mismo tiempo, la lucha por colocar en el lugar, siem­ del capital. La globalización no significa que la Historia 1, la ló­
pre vacío, de la Historia 1 otras historias con las que tratamos de gica universal y necesaria del capital tan esencial en la crítica de
·modificar y domesticar esa vacía historia universal postulada por Marx, se haya realizado. Lo que interrumpe y aplaza la autorrea­
la lógica del c9-pital, trae atisbos, a su vez, de esa historia univer­ lización del capital son las diversas Historias 2 que siempre mo­
sal a nuestras prácticas vitales diversas. difican la Historia 1, colocando así los cimientos para defender
El proceso resultante es ·10 que los historiadores.suelen descri­ la diferencia histórica.
bir como la «transición al capitalismo». Esa transición es también
un proceso de traducción de diversos mundos vitales y horizontes
conceptuales propios del ser humano a las categorías del pensa­
miento ilustrado inherentes a la lógica del capital. Pensar la histo­
ria de la India en función de categorías marxistas supone tradu­
cir a tales categorías los archivos existentes del pensamiento y de
las prácticas relativas a las relaciones humanas en el subcontinen­
te; pero también comporta modificar estos pensamientos y prácti­
cas· con el auxilio de aquellas categorías. La política de la traduc­
ción implicada en este proceso funciona en ambas direcciones. La
traducción hace posible la emergencia del lenguaje universal de
las ciencias sociales. Pero, de igual modo, debe posibilitar el pro­
yecto de acercamiento a las categorías de las ciencias sociales des­
de ambos lados del proceso de traducción, a fin de dejar espacio
a dos géneros de historia. Uno está compuesto por historias analí­
ticas que, mediante las categorías de abstracción del capital, tien­
den finalmente a hacer que todos los lugares sean intercambiables
entre sí. La Historia 1 es eso, historia analítica. Pero la noción de
la Historia 2 nos señala relatos más afectivos de la pertenencia hu­
mana en los que las formas de vida, aunque permeables entre sí,
no parecen intercambiables mediante un tercer término de equi­
valencia tal como el trabajo abstracto. La traducción-transición al
capitalismo en el modo de la Historia 1 implica el funcionamiento
de tres términos, de los cuales el tercero expresa la medida de equi­
valencia que posibilita el intercambio generalizado. Pero explorar
esta traducción-transición en el registro de la Historia 2 supone
concebir tal traducción como una transacción entre. dos categorías
sin que otra tercera categoría se interponga. La traducción aquí
es más un trueque que un proceso de intercambio generalizado.
Hemos de pensar en los términos de. ambos modos de traducción
simultáneamente, pues juntos constituyen la condición de posibi­
lidad de la globalización del capital a través de las historias diver­
sas, permeables y contradictorias de la pertenencia human·a. Pero
la globalización del capital no es lo mismo que la universalización

110 111
1\
·.¡

3 balternos del agudo sentido de justicia social que dio origen al


proyecto violaría el espíritu que otorga a este mismo proyecto su
La traducción de los mundos de la vida se;ntido de compromiso y su energía intelectual. De hecho, cabría
al trabajo y a la historia afirmar que ello violaría la historia de la prosa realista en la India,
dado que puede alegarse legítimamente que la administración de
justicia por parte de las instituciones modernas exige que conci­
En verdad, el historiad'or nunca puede es­
quivar la cuestión del tiempo en la historia: bamos el mundo mediante los lenguajes de las ciencias sociales,
el tiempo se adhiere a su pensamiento como es decir, como desencantado.
la tierra a la pala de un jardinero.

Fernand Braudel El tiempo de la historia

El tiempo de la propia historia carece de dios, es continuo y,


La representación vulgar del tiempo como
para seguir a Benjamin, vacío y homogéneo. Con esto quiero decir
continuo preciso y homogéneo ha [...] dilui­
do el concepto marxista de la historia. que al emplear la conciencia histórica moderna (tanto en los es­
critos académicos como fuera de ellos), pensamos én un mundo
Giorgio Agamben que, en la descripción de Weber, ya está desencantado. Los dioses,
los espíritus y otras fuerzas «sobrenaturales» no están en condi­
Una disciplina secular como la historia se enfrenta a ciertos ciones de exigir agencia alguna en nuestros relatos. Además, este
problemas cuando debe ocuparse de prácticas en las que dioses, tiempo está vacío porque funciona como un saco sin fondo: cual­
espíritus o lo sobrenatural tienen agencia en el mundo. Mis ejem­ quier cantidad de acontecimientos puede colocarse en su interior;
plos principales se relacionan con la historia del trabajo en Asia y es homogéneo porque no le afecta ningún acontecimiento par­
meridional. El trabajo, la actividad de producción, pocas veces re­ ticular; su existencia es independiente de tales acontecimientos y
sulta una actividad completamente secular en la India; a menudo en cierto sentido los precede. Los acontecimientos suceden en el
entraña la inv9cación de la presencia divina o sobrehumana me­ tiempo pero éste no es afectado por ellos. El tiempo de la historia
diante pequeños y grandes rituales. Las historias seculares suelen humana -como cualquier libro de divulgación sobre la evolución
redactarse obviando los signos de tales presencias. Dichas histo­ de este universo muestra- se fusiona con el tiempo de la prehisto­
rias representan la confluencia de dos sistemas de pensamiento, ria, de los cambios evolutivos y geológicos que se remontan al prin-:
uno en que el mundo se halla finalmente, es decir, en el análisis cipio del universo. Es parte de la naturaleza. Esto es lo que per­
final, desencantado, y otro en que los humanos no son los únicos mitió a J.B.S. Haldane escribir un libro titulado Everything Has a
agentes significativos. Para el propósito de escribir historia, el pri­ History [Todo tiene una historia]. 1 De ahí que el tiempo de la cien­
mer sistema, el secular, traduce el segundo a su propio lenguaje. cia newtoniana no sea diferente del tiempo que los historiadores
Esa traducción, sus métodos y problemas, es lo que me interesa asumen automáticamente que proporciona la justificación onto­
aquí como parte de un esfuerzo más amplio por situar la cuestión lógica de su tarea. Las cosas tal vez se muevan más rápido o más
de la historia subalterna dentro de una crítica poscolonial de la despacio en este tiempo; estamos simplemente ante el problema de
modernidad y de la propia historia. la velocidad. Y el tiempo puede ser cíclico o lineaJ: las semanas
Tal crítica ha de surgir de un dilema: escribir historia subalter­ integran el tiempo cíclico, los años íngleses se agrupan en ciclos
na, esto es, documentar la resistencia a la opresión y la explota­ de cien años, mientras que la procesión de los años constituye una
ción, debe integrarse en un esfuerzo de mayor alcance por lograr línea. Y los historiadores pueden hablar justificada:r;µente de regio­
que el mundo sea socialmente más justo. Apartar los estudios su- nes temporales diferentes: el tiempo doméstico, el tiempo laboral,

112 113
e: tiempo del estado, entre otros. Pero todos esos tiempos, ya sean
_ _
c1chcos o lmeales, rápidos o lentos, no son tratados normalmen­ su conciencia. Por ello siempre es posible descubrir la «historia»
te como parte�� un sistema de convenciones, un código cultural (pongamos, por ejemplo, tras el contacto europeo) incluso si uno
_
de representa�1011, smo como algo más objetivo, algo que perte­ no era consciente de su existencia en el pasado. Se supone que la
nece a la propia «naturaleza». Esta división naturaleza-cultura se historia existe del mismo modo que la Tierra.
torna evidente cuando nos fijamos en los empleos decimonónicos Yo parto del supuesto de que, por el contrario, este tiempo, el
d� la arqueo�o�ía, por ejemplo, para fechar historias que no sus­ código básico de la historia, no pertenece a la naturaleza, es de­
citaban un fac1l co�senso a la hora de determinar su cronología. cir, no es completamente independiente de los sistemas humanos
_
No es que los h1stonadores y los filósofos de la historia des­ de representación. Representa una formación particular del sujeto·
conozcan lugares comunes tan extendidos como la afirmación de moderno. Esto no equivale a afirmar que tal concepción del tiem­
que la conciencia histórica moderna, o en realidad la historia aca­ po sea falsa o que pueda abandonarse a voluntad. Pero está claro
démica, son géneros de origen reciente (como efectivamente lo que el tipo de correspondencia que existe entre nuestros mundos
son las concepciones de las ciencias modernas). Tampoco se han sen�ibles y la imagen newtoniana del universo, entre nuestra ex­
q�edado rezagados_ en el reconocimiento de los cambios que tales periencia del tiempo secular y el tiempo de la física, se resquebra­
gene�os han expenmentado desde sus inicios.2 Sin embargo, el na­ ja en muchos constructos poseinsteinianos. En el universo ne\\rto­
turalismo del tiempo histórico estriba en la creencia de que todo niano, al igual que en la imaginación histórica, los acontecimientos
puede ser historiado. De este modo, aunque el carácter no natural son más o menos separables de su descripción: lo fáctico se con­
de 1� discipli�a de la historia se da por sentado, la supuesta apli­ sidera traducible de la matemática a la prosa o entre idiomas dis­
.
cab1hdad umversal de su método conlleva la asunción adicional tintos. Así pues, un manual elemental sobre la física newtoniana
de que si�mpre resulta posible situar personas, lugares y objetos en puede redactarse de principio a fin con el alfabeto y los numera­
una _ �orr;e�1te, natu�almente existente y continua, de tiempo histó­ les bengalíes, empleando un mínimo de signos matemáticos. Aho­
rico. As1, mdep�ndientemente de la comprensión de la tempora­ ra bien, esto no sucede con la física poseinsteiniana: el lenguaje
_
l�dad de una sociedad, un historiador siempre podrá producir una se disloca con violencia al tratar de transmitir en prosa la concep­
lmea temporal para el mundo, en la cual durante cualquier seg­ ción matemática contenida en una expresión como «espacio cur­
mento temporal dado, los acontecimientos en las áreas X, y y z vo» (pues, pensando desde el sentido común, ¿en dónde existiría
puedan nombrarse. Da igual si alguna de tales áreas está habitada tal espacio si no en el espacio mismo?). En este caso, cabría decir
por pueblos como los hawaianos o los hindúes, quienes, según al­ que la asunción de traducibilidad no se mantiene, que como me­
gunos, no tenían un «sentido cronológico de la historia» -en cuan­ jor se aprende la concepción de la física de Einstein es mediante
to diferente de otras formas de memoria y de comprensión de la el lenguaje de su matemática, pues estamos hablando de un uni­
historicidad- antes de la llegada de los europeos. En contra de verso de acontecimientos en el cual éstos no pueden separarse de
lo qt�e ellos mismos quizás hayan pensado y con independencia su descripción. La física moderna, podría decirse, dio el giro lin­
_
de como hayan orgamzado sus recuerdos, el historiador tiene la güístico a principios del siglo pasado. La cosmología poseinstei­
capacidad de colocarlos en un tiempo que, cabe suponer, todos he­ niana, como lo expresa el físico Paul Davis, es comprensible mate­
�os c?mpartid?, �e forma consciente o no. Por consiguiente, la máticamente· sólo mientras no intentemos adoptar una «visión de
histona como �odi�o invoca un tiempo natural, homogéneo, secu­ ojo divino» del universo (o sea, en la medida en que uno no pre­
lar, de calendano, sm el cual la historia de la evolución-civilización tenda totalizar o ver un «todo»). «He crecido acostumbrado al tra­
l�umana -es decir, una historia humana única- no puede contarse. to con el extraño y maravilloso mundo de la relatividad», escribe
En �tras_ �ala?r �s,_ el código del calendario secular que enmarca la Davis. «Las nociones de deformaciones espaciales, distorsiones
exphcacion histonca conlleva el siguiente postulado: que las per­ en el tiempo y el espacio y universos múltiples se han converti­
sonas existen _ en el tiempo histórico, al margen de su cultura O de do en utensilios cotidianos de la extraña actividad de la física teó­
rica[...]. Creo que la realidad que expone la física moderna es fun�
114
115
damentalmente ajena a la mente humana y que desafía toda capa­ das en los diálogos que dan por sentada la conciencia histórica
cidad de visualización directa. » 4 moderna.
Puede que los historiadores que trabajan después del denomi­ De manera que la propuesta de intraducibilidad radical plan­
nado giro lingüístico ya no crean que los acontecimientos resul­ tea un problema a las categorías universales que sostienen la tarea
tan plenamente accesibles por medio del lengµaje, pero los más del histo;iador. Pero también se trata de un falso problema crea­
sensatos entre ellos se afanarían por evitar la locura recurriendo do por la naturaleza del propio universal, que pretende funcionar
a versiones más débiles de esta postura. Como se expresa en el re­ como una construcción general adventicia que media entre todos
ciente libro La verdad sobre la historia, los historiadores, en la es­ los particulares que haya en juego. El código secular del tiempo
tela de la posmodernidad, trabajan orientados hacia un ideal de histórico y humanista -es decir, un tiempo despojado de dioses y
«verdades plausibles » , aproximaciones a los hechos sobre las que espíritus- es uno de esos universales. Las pretensiones de agencia
todos podamos concordar incluso después de que se haya probado en nombre de lo religioso, lo sobrenatural, lo divino y lo fantas­
que el lenguaje y las representaciones siempre forman una (¿ del­ mal han de ser mediadas por ese universal. El historiador de las
gada?) lámina entre nosotros y el mundo. (del mismo modo que ciencias sociales presupone que los contextos explican los dioses
podemos prácticamente desestimar las aportaciones de la física concretos: si todos pudiéramos encontrarnos en un mismo con­ 'I•
de Einstein o cuántica al efectuar nuestros movimientos de la vida texto, tendríamos los mismos dioses. Pero tropezamos con un obs­
diaria). Vale la pena luchar por el ideal, más elevado, de la tradu­ táculo. Si bien cabe garantizar la identidad de nuestras ciencias en
cibilidad entre lenguas diferentes -así por ejemplo, la historia viet­ · todo el mundo, la identidad de nuestros dioses y espíritus rto po­
namita al be1_1galí- incluso aunque el lenguaje siempre frustre el dría probarse de la misma manera objetiva (pese a las protestas de
intento. Ese ideal -un newtonianismo modificado- constituye, des­ los bienintencionados de que todas las religiones hablan del mis­
de la perspectiva de los autores del texto, la protección del histo­ mo Dios). Así pues, podría decirse que, aunque las ciencias signi­
riador frente a la auténtica locura del discurso posmoderno y del fican cierto tipo de identidad en nuestra comprensión del mundo
relativismo cultural sobre la «intraducibilidad » , la «inconmensu­ en culturas distintas, los dioses significan diferencias (dejando de
rabilidad» y otros conceptos por el estilo.5 lado, por el momento, la historia de la conversión, que abordaré
A diferencia del mundo del físico Paul Davis, por lo tanto, en brevemente en una sección posterior). Por consiguiente, escribir
la disciplina de la historia la concepción de la realidad depende sobre la presencia de dioses y espíritus en el lenguaje secular de la
de las capacid�des de «la mente humana » , de sus poderes de vi­ historia o la sociología sería como traducir a una lengua univer­
sualización. El.empleo del artículo definido -«la mente humana »­ sal aquello que pertenece a un terreno de diferencias.
resulta fundamental aquí, pues esta realidad aspira a alcanzar un La historia del trabajo en Asia meridional brinda un ejemplo in­
estatus de transparencia respecto de las lenguas humanas particu­ teresante de este problema. Las palabras «trabajo » o «labor » están
lares, un ideal de objetividad sustentado por la ciencia newtonia­ profundamente involucradas en la producción de sociologías uni­
na en el cual la traducción entre idiomas diferentes es mediada por versales. El trabajo es una de las categorías clave en la concepción
el propio lenguaje superior de la ciencia. Así, tanto pani en hindi del propio capitalismo. De la misma manera en que concebimos el
como «agua » en español pueden ser mediados por H2 0. Huelga capitalismo emergiendo en toda suerte de contextos, también ima­
decir que únicamente el lenguaje superior es capaz de apreciar, ya ginamos la categoría moderna «trabajo » o «labor » surgiendo en
que no de expresar, las capacidades de «la mente humana » . Yo su­ todo tipo de historias. Esto es lo que posibilita los estudios dentro
geriría que la idea de un tiempo sin dios, continuo, vacío y homo­ del género familiar de «historia del tn;1.bajo en... » . En este sentido,
géneo, que la historia comparte con las demás ciencias sociales y el trabajo o la labor tienen el mismo estatus en mi planteamiento
la filosofía política moderna como un elemento básico, pertenece del problema que H2 0 en la relación eritre «agua » y pani. Sin em­
a este modelo de un lenguaje superior y abarcador. Representa una bargo, es un hecho que el término moderno «trabajo>>, como todo
estructura de generalidad, una aspiración a lo científico, arraiga- historiador del trabajo en la India sabe, traduce a una categoría ge-

116 117
neral gran cantidad de palabras y prácticas con asociaciones di­ Esta festividad se celebra en numerosas localidades del norte
vergentes y diferentes. La cuestión se complica aún más por el he­ de la India como una fiesta pública para la clase obrerá, en un día
cho de que en una sociedad como la india, la actividad humana. cuyo nombre procede del dios ingeniero Vishvakarma.7 ¿ Cómo in­
(incluyendo lo 'que se consideraría, desde el punto de vista socio­ terpretarla? Este día se ha convertido en la actualidad en una fies­
lógico, trabajo) se asocia a menudo con la presencia y agencia de ta pública en la India, de manera que, evidentemente, ha tenido que
dioses y espíritus en el proceso mismo del trabajo. El hathiyar puja pasar por un proceso de negociación entre los empleadores, los tra­
o «culto de las herramientas», por ejemplo, es un festival familiar y bajadores y el Estado. Cábría también sugerir que, en la medida
común en muchas fábricas del norte de la India. ¿Cómo aborda­ en que las ideas de recreo y ocio pertenecen a un discurso acerca
mos nosotros -me refiero a los narradores de los pasados de las de lo que hace que el trabajo sea eficiente y productivo, esta fiesta
clases subalternas de la India- este problema de la presencia de «religiosa» pertenece al proceso mediante el cual el trabajo se ges­
lo divino o lo sobrenatural en la historia del trabajo en la medida tiona y disciplina y, en consecuencia, es parte de la historia del sur­
en que plasmamos este mundo encantado en nuestra prosa desen­ gimiento del trabajo abstracto en forma de mercancía. La misma
cantada, plasmación necesaria, hemos de aclarar, en pro de la jus­ naturaleza pública de la fiesta muestra que se ha inscrito dentro de
ticia social? ¿Y cómo, al realizarlo, logramos que el subalterno (en un calendario emergente nacional y secular de la producción. Se
cuya actividad se presentan dioses o espíritus) siga siendo sujeto podría generar así un relato secular concerniente a toda fiesta re­
de sus historias? Trataré esta cuestión mediante el examen de la ligiosa de la clase obrera, en cualquier sitio. Podríamos considerar
obra de tres historiadores del proyecto de Estudios Subalternos bajo esta misma luz la Navidad o el festival musulmán del Id. La
que han producido fragmentos de historias del trabajo en el con­ diferencia entre el puja (culto) de Vishvakarma y la Navidad o el
texto de la «transición capitalista» en la India: Gyan Prakash, Gyan Id se explicaría entonces antropológicamente, es decir, postulando
Pandey y yo mismo. Confío en que mi exposición contribuya al de­ .otro código maestro -«cultura» o «religión»- constante y universal.
bate sobre la tarea historiográfica en general. Las diferencias entre las religiones son, por definición, incapaces
de llevar la categoría maestra «cultura» o «religión» a ningún gé­
nero de crisis. Sabemos que tales categorías son problemáticas,
La traducción de la actividad al <<trabajo» que no todas las personas tienen lo que se denomina «-cultura» o
«religión» en los sentidos que estas palabras poseen en inglés, pero
Permítaseme comenzar con un ejemplo de mipropia investiga­ hemos de conducimos como si esta limitación careciese de espe­
ció:µ en el campo de la historia del trabajo. Considérese la siguien­ cial trascendencia. Así es exactamente como traté este episodio en
te descripción, de los años treinta del siglo x:x, de una festividad mi propio libro. La empción del puja de Vishvalcarma intermmpien­
concreta (aún bastante común en la India) que supone el culto de do el ritmo de la producción no constituía amenazq alguna a mi
la maquinaria por parte de los obreros: marxismo ni a mi secularismo. Como muchos de mis colegas his­
toriadores del trabajo, interpretaba el culto a la maquinaria -un
«En algunas de las fábricas de yute cercanas a Calcuta los me­ hecho cotidiano de la vida en la India, desde el culto a los taxis y
cánicos suelen sacrificar cabras en esta época del año[otoño]. a las calesas-de motor, hasta la veneración de minibuses y tomos­
Los mecánicos erigen un altar separado[...]. Sobre el mismo, como una «política de seguro» contra accidentes y contingencias.
se colocan diversas herramientas y otros emblemas [...]. Se El hecho de que en la denominada imaginación religiosa (así como
quema incienso[...]. Hacia la noche, se lava concienzudamen­ en el lenguaje) la redundancia -el enorme y, desde un punto de vis­
te un macho cabrío[...] y se lo prepara [ ...] para un sacrificio ta estrictamente fundonalista, innecesariamente elaborado aparato
final [...]. Se decapita al animal de un solo golpe [...] y· se de­ de iconografía y rituales- demostrase la pobreza de un acercamien­
posita su cabeza[...] en el sagrado Ganges». 6 to puramente funcionalista nunca me disuadió de mi relato secu­
lar. La pregunta de si los obreros tenían o no una creencia cons-
118 119
ciente o doctrinal en los dioses y los espíritus también estaba des­ social» y sobre «sus recuerdos y el orgullo» que impulsaban esa
caminada; después de todo, los dioses son tan reales como la ideo­ batalla.11
logía, es decir, están arraigados en las prácticas.8 Lo más frecuen­ Y por otra parte, la propia sensibilidad de Pandey y su agudo
te es que su presencia se invoque colectivamente mediante rituales sentido de la responsabilidad ante las pruebas presentan la cues­
más que por creencias conscientes. tión de la.diferencia histórica -ya apuntada por su gesto de asignar
La historia de la industria textil en el Uttar Pradesh colonial la cita de Thompson a «otro contexto»- de un modo tan rotundo
que Gyanendra Pandey examina en su libro The Construction of que la postura comparatista se torna problemática. En la teoría de
Conimunalism in Colonial North India [La construcción del co­ Thompson, la «leyenda de tiempos mejores» es totalmente secu­
munalismo en el norte de la India colonial] nos ofrece otro ejem­ lar. Se refiere a una «edad de oro» hecha de relatos sobre relacio­
plo de esta tensión entre el tie�po secular general de la historia nes «personales y[ ...] cercanas» entre «pequeños patronos y sus
y los tiempos singulares de los dioses y los espíritus. 9 El trabajo hombres», sobre «gremios fuertemente organizados», una relativa
de Pandey se ocupa de la historia de un grupo de tejedores mu­ prosperidad material y sobre el «apego intenso [de los tejedores]
sulmanes del norte de la India llamados julahas, y constituye una a los valores de la independencia».12 Una iglesia metodista en el
revisión imaginativa y radical del estereotipo de fanáticos reli­ pueblo m,arcaba, como mucho, la distancia física y existencial en­
giosos a través del cual fueron percibid9.s por los funcionarios co­ tre el telar y Dios, y los tejedores, como afirma Thompson, a me­ ,.
loniales británicos. Pandey explica que los julahas debieron en­ nudo eran críticos con «los curas de la parroquia». 13 Dios, por el
frentarse a un desplazamiento cada vez mayor de su oficio como contrario, está siempre presente en la fenomenología del tejido en
consecuencia de las políticas económicas coloniales de finales del el norte de la India tal y como Pandey la expone, y se trata. de un
siglo XIX y principios del xx, lo cual, a su vez, se vinculaba es­ dios muy diferente al de Thompson. En efecto, como lo demues­
trechamente con la historia de sus prácticas culturales en ·dicho tra claramente Pandey, el trabajo y el culto eran dos actividades
periodo. El texto de Pandey, sin embargo, revela problemas de tra­ inseparables para los julahas, tan inseparables, de hecho, que ca­ ' '¡

ducción de mundos de la vida específicos a las categorías socioló­ bría preguntarse si tiene sentido adscribirles la identidad que sólo
gicas universales similares a los que se presentaron en mi estudio en los lenguajes seculares y solapados del censo, la administra­
sobre el trabajo. Por una parte, recurre a una figura general, la del ción y la sociología se convierte en el nombre de su «ocupación»:
tejedor-en-general durante la industrialización temprana. Esta fi­ tejedores.
gura subyace a sus gestos comparatistas hacia la historia europea. Como explica Pandey, sus tejedores se llamaban a sí mismos
La frase que abre el capítulo sobre «Los tejedores» de The Making nurbaf o «tejedores de luz». Apoyándose en el estudio de Deepak
of the English Working Class[La formación de la clase obrera ingle­ Mehta sobre los «tejedores musulmanes en dos pueblos del distri­ '¡,
sa] -«La leyenda de tiempos mejores ronda la historia de los teje­ to de Bara Banki», Pandey advierte «la íntima conexión entre el tra­
dores del siglo XIX»- y una cita generalizadora de Marx encuadran bajo y el culto en la vida de los tejedores y la crucial importancia
este capítulo de Pandey. «Dada la naturaleza de su ocupación», es­ de su principal texto religioso (o kitab), el Mufid-ul-Mominin, en
cribe Pandey, «los tejedores de todas partes [la cursiva es mía] co­ la práctica de los mismos». El Mufid-ul-Mominin, añade Pandey,
múnmente han sido dependientes de los prestamistas y otros in­ «narra cómo la práctica del tejido llegó al mundo en sus mismos
termediarios y vulnerables a la acción de las fuerzas del mercado, comienzos» (mediante una versión del relato de Adán, Hawwa
· en especial en la era del avance del capitalismo industrial.» Unas [Eva] y Jabril[Gabriel]) y «enumera diecinueve oraciones de sú­
pocas páginas después añade: «Ronda la historia de los tejedores plica que han de pronunciarse en las diferentes etapas del tejido».14
· del norte de la India del siglo XIX, en palabras de E.P. Thompsqn Durante la iniciación de los aprendices, señala Pandey, «se reci­
provenientes de otro contexto, la leyenda de tiempos mejores». 10 tan todas las oraciones vinculadas con el telar[...]. El tejedor jefe,
Más adelante, escribe con un espíritu thompsoniano sobre la «lu­ en cuya casa tiene lugar esta iniciación, lee en el kit'ab todas las
cha[de los tejedores] por preservar[ ... ] su estatus económico y preguntas de Adán y las respuestas de Jabril durante los seis pri-

120 121
meros días del mes, en que tanto el telar como al karkhana [ta- El asa del chakki se pareo::e a alif, que significa Alá;
. ller o telar de trabajo] se limpian de manera ritual». Cuando el y el eje es Mahoma...
telar pasa de padre a hijo, de nuevo «un hombre santo lee una vez
toda la conversación entre Adán y Jabril». 15 No se,trataba de una Otras veces, la invocación hace del trabajo corporal y del culto
representación de ningún recuerdo de tiempos pasados, ni de nos­ experiencias absolutamente inseparables, como sugiere esta can­
talgia alguna, como dice Thompson, a la que ronde la «leyenda de ción que se canta en la tarea ante la rueca:
tiempos mejores». El Mufid-ul-Mominin no es un libro que haya
llegado hasta los julahas de la actualidad desde una antigüedad re­ Cuando cojas el algodón, debes hacer zikr-i jali
mota. Deepak Mehta le expresó a Pandey su parecer de que «bien [zikr: mención de Dios]
puede datar del periodo de la posindependencia». El propio Pan­ Cuando separes el algodón, debes hacer zikr-i qalbi,
dey es de la opinión de que «es más que probable que Mufid-ul­ Y cuarido enrolles el hilo debes hacer zikr-i aini.
Mominin llegase a ocupar su posición como el "libro" de los tejedo­ Zikr ha de pronunciarse desde el estómago pasando
res en un momento bastante reciente -en cualquier caso, no antes [por el pecho,
de fines del siglo XIX o principios del XX-, pues fue sólo a partir de Y ser enhebrado por la garganta.
·esa época cuando el nombre "Momin" (el fiel) fue reclamado como Los hilos del aliento han de contarse uno a uno, hermana,
propio por los tejedores». 16 Hasta veinticuatro mil.
Así pues, los julahas de Pandey son efectivamente similares y Haz esto día y noche,
a la vez distintos a los tejedores de Thompson, y es su diferencia Y ofréceselo a tupir como regalo. 19
lo que nos induce a plantear la pregunta de cómo relatar la espe­
cificidad de su mundo de la vida a medida que se subordinaba Acercarnos más a la riqueza imaginativa de esta fenomenolo­
cada vez más a los apremios globalizadores del capital. ¿Era su gía del giro del chakki nos exigiría explorar las diferencias entre los
dios similar al dios metodista de Thompson? ¿Cómo traducir uno diversos tipos de zikr mencionados en esta canción e ingresar ima­
a otro? ¿Podemos hacer pasar esta traducción a través de alguna ginatívamente en el «misticismo» (¡de nuevo, un nombre generali­
idea de un dios universal y libremente intercambiable, un icono zador!) que los envuelve. Pero ¿en qué nos basamos para asumir,
de nuestro humanismo? No puedo responder a esa pregunta de­ antes de cualquier investigación, que esa presencia divina invoca­
bido a mi ignorancia -no tengo un conocimiento íntimo del dios da a cada giro del chakki se traducirá dócilmente a una historia
de los julahas-, pero el estudio de Richard Eaton sobre el misti­ secular del trabajo de modo que -llevando el argumento de nue­
cismo islámico en la región del Decán indio ilumina lo que cabría vo al contexto de los obreros que veneran las herramientas- los
denominar crudamente como las historias no seculares y feno­ seres humanos agrupados en las industrias modernas aparezcan
menológicas del trabajo.17 como sujetos de un mefarrelato del marxismo, del socialismo o
Eaton cita manuscritos sufíes de canciones de los siglos XVII, incluso de la democracia?
XVIII y de principios del XIX que las muJeres musulmanas cantaban La monografía de Gyan Prakash sobre la historia de la servi-
en el Decán mientras realizaban tareas como hilar, moler mijo o dumbre por deudas en Bihar, en la India colonial, contiene un pe­
dormir a los niños. Todas revelan, en palabras de Eaton, «el nexo netrante examen de los bhuts (espíritus), de los cuales se cree que
ontológico entre Dios, el Profeta, el pir [maestro sufí] y [el traba­ tienen poderes sobrenaturales sobre los humanos, pese a que no
jo]».18 «Mientras gira el chakki [la muela] encontramos a Dios», pertenecen al panteón de los dioses. Prakash documenta cómo in­
cita Eaton una canción de principios del siglo XVIII: «muestra su terceden esos bhuts en las relaciones de producción agrícola en
vida al girar como nosotros al respirar». En ocasiones la divinidad Gaya, en particular una categoria especial de bhut denominada ma­
se invoca mediante la analogía, como en este ejemplo: lik devata (espíritus de los terratenientes muertos). Pero el estudio
de Prakash, al mismo tiempo, es parte de una conversación acadé-

122 123
mica, como debe ser todo buen trabajo histórico, pues ésa es la con­ en Foucault). Pero tal «diferencia» ya pertenece a la esfera de lo
dición de su producción. Tal diálogo es parte constitutiva del pro­ general.
ceso mediante el cual los libros y las ideas expresan su propio ca­ Normalmente, la condición para el diálogo entre historiadores e
rácter mercantilizado; ambos participan en una economía general investigadores de las ciencias sociales que trabajan en espacios di­
de intercambio posibilitada por la emergencia de categorías abs­ ferentes es mia estructura de generalidad dentro de la cual las es­
tractas, generalizadoras. Por consiguiente, resulta instructivo ver pecificidades y las diferencias se hallan contenidas. Resulta re­
cómo los protocolos de esa conversación necesariamente estruc­ levante aquí la distinción de Paul Veyne entre «especificidad» y
turan el marco explicativo de Prakash y de ese modo ocultan algu­ «singularidad». Como afirma Veyne:
nas de las tensiones de la pluralidad irreductible que estoy procu­
rando visualizar en la historia del trabajo mismo. Escribe Prakash: «La historia se interesa por acontecimientos individualizados
«En esas imágenes fantásticas se reconstruía el poder del malik [el [...] pero no es su individualidad lo que le interesa. Trata de com­
dueño de la tierra]. Al igual que el Tío, el diablo al que veneran prenderlos, es decir, de hallar en ellos una especie de genera­
los mineros bolivianos, el malik representaba la dominación de los lidad o, dicho con más precisión, de especificidad. Lo mismo
Bhuinyas [trabajadores] por parte de los terratenientes. Pero mien­ ocurre con la historia natural; su curiosidad es inagotable y
tras que el Tío expresaba la alienación de los mineros de la produc­ se ocupa de todas las especies sin despreciar ninguna, pero s�
ción capitalista, como Michael Taussig arguye con elocuencia, los propósito no consiste en que gocemos de su singularidad a la
malik devata de la Gaya colonial reflejaban el poder de los propie­ manera de los bestíarios medievales en los que encontramos
tarios sobre los kamiyas, basado en el control de la tierra».20 la descripción de animales nobles, bellos, raros o crueles».* 21
Ahora bien, el error de Prakash no es en absoluto grosero; s�
sensibilidad ante la «lógica de la práctica ritual» resulta, de he­ En otras palabras, la concepción misma de lo «específico» tal
cho, ejemplar. Simplemente me he· detenido en este pasaje para y como predomina en la disciplina de la historia pertenece a la es­
comprender las condiciones de intertextualidad que gobiernan su tructura de una generalidad que necesariamente impide nuestra
estructura y permiten el surgimiento de una conversación entre visión de lo singular. Desde luego, nada existe en tanto «singular­
el estudio de Prakash, centrado en el Bihar de la India colonial en-sí». La singularidad es cuestión de perspectiva. Es aquello que
y el ensayo de Taussig sobre el trabajo en las minas de estaño bo­ se resiste a nuestro empeño por ver algo como instanciación par­
livianas. ¿ Cómo se unen lo específico y lo general en este juego in­ ticular de una idea o categoría generales. Filosóficamente se trata
tertextual, mientras intentamos comprender el arte de «separar» de un concepto !imitador, puesto g_ue el propio lenguaje habla en
lo que se fusiona dentro del proceso de esta «convergencia» de his­ su mayor parte de lo general. Afrontar lo singular podría ser una
torias distintas? cuestión de tensar el propio lenguaje; podría, por ejemplo, supo­
La intertextualidad de este pasaje de Pralcash se basa en la-afir­ ner la consideración del modo en que el mundo, después de todo,
mación simultánea de similitud y desemejanza entre los malik de­ sigue siendo opaco para las generalidades inherentes al lenguaje.
vata y el Tío: adviértase la contradicción·entre las dos frases, «al Aquí, sin embargo, sigo una versión algo más débil de la idea. Con
igual que el Tío» y «mientras que el Tío». Son similares por tener «singular» me refiero a lo que desafía el impulso generalizador de
una relación similar con el «poder»: ambos lo «expresan» y lo «re­ la imaginación sociológica. Para señalar lo· que la pugna por ver lo
flejan». Su diferencia, sin embargo, es absorbida por una dese­ singular podría suponer en el caso de la escritura de la historia,
mejanza más amplia de carácter teórico-universal entre dos tipos podríamos comenzar desde una posición_ en apariencia absurda y
diferentes de poder, la producción capitalista y el «control de la
tierra». Empujado hasta el extremo, el propio «poder» ha de emer­ * Tomamos la versión en español de Paul Veyne, Cómo se escribe la his­
ger a manera de último recurso como categoría universal-socio­ toria. Foucault revoluciona la historia, trad. de Joaquina Aguilar, Madrid, Alian­
lógica (como de hecho sucede en los textos que buscan sociología za Editorial, 1984. (N. de los T.)

124 125
ver qué sucede con nuestra conversación intertextual si inverti­ cicla por los estudiantes de literatura bengalí, de la ira islámica que
mos las proposiciones de Prakash (y Taussig) afirmando, primero, se abate sobre un gmpo de brahmanes opresores. Com? parte del
_
que la «alienación de los mineros [bolivianos] d e la producción retrato se ofrece la siguiente narración de un intercam�10 de 1de:1-
capitalista» 'expresaba el espíritu del Tío y, en segund o lugar, que tidades entre deidades hindúes individuales y sus eqmvalentes is­
«el poder del terrateniente sobre los kamiyas [d e· Bihari] "refleja­ lámicos. Lo que resulta aquí de interés es la manera en que opera
ba" el poder de los malik d�vata. El d iálogo languidece. ¿Por qué? esta traducción de divinidades:
Porque desconocemos la relación entre los malik devata y el Tío.
No pertenecen a estmcturas de generalidad es, ni·hay ninguna ga­ «Dharma, que residía en Baikuntha, se afligió al ver todo esto
rantía de que exista una relación entre ellos sin la mediación del [la mala conducta de los brahmanes]. Vino al mundo como ma�
lenguaje de las ciencias sociales: Entre la "producción capitalista" hometano [ ...] [y] fue llamado Khoda ... Brahma se encarno
y "el poder del terrateniente", sin embargo, el vínculo es conocido como .Mahoma, Vishnu como Paigambar y Civa se convirtió e�
-o al menos creemos conocerlo- gracias a todos los grandes relatos Adamfa (Adán). Ganesa vino como Gazi, Kartika como K�z 1,
.
de transición d el precapital al capital. La relación siempre está, N-arada se convirtió en Sekha e Indra en Moulana. Los R1s1s
como mínimo, implícita en nuestras sociologías, las cuales per­ del cielo se tornaron Faquires. [...] La diosa Chandi se encar
:
mean el lenguaje misrrio de la escritura de las ciencias sociales». nó en Haya Bibi [la esposa del hombre original] y Padmavat1
se convirtió en Bibi Nur [Nur = luz]».22

Dos modelos de traducción El reciente estudio de Eaton sobre el islam en Bengala pro­
porciona muchos otros ejemplos simila�es �e tr��uc�iones de dio­
,
Permítaseme aclarar que la irascible Med usa d el relativismo ses. Consideremos el caso de una inscnpc10n bilmgue e� arabe Y
cultural no está alzando su deforme cabeza en este punto de mi sánscrito de una mezquita del siglo XIII en la costa de GuJ�rat q ue
_
exposición. Dejar espacio a la pluralid ad, representada por la plu­ Eaton menciona en su exposición. La parte árabe de la mscnp­
ralidad de los dioses, supone pensar desde las singularidades. Pen­ ción, fechada en 1264, �(se refiere a la deidad venerada en el t�m­
sar de�de las singularidades, sin embargo -y esto debo recalcarlo plo como Alá», mientras que, en palabras de �aton, «el texto sans­
puesto que hoy en día muchos estudiosos se inclinan a ver provin­ crito de la misma inscripción menciona al d10s supremo con los
cianismo, esencialismo o relativismo cultural ·en toda afirmación nombres de Visvanatha ("señor d�l universo:: ), Su�yampa raqu�l
de diferencia no occidental- no implica oponerse a la d emostrable
cuya forma es la del vacío") y V1svamp� ( que tiene vanas fm_ -
_
y documentable permeabilid ad d e culturas y lenguajes..Supone, mas")».23 Más adelante, Eaton da otro eJemplo: «El poeta de� si­
_
d e hecho, apelar a mod elos d e trad ucción entre culturas y entre
glo XVI Haji Muhammad identificaba al Alá árabe con Gosa1 \sans­
_ .
categorías que no dan por supuesto un término medio universal. crito, "Amo"), Saiyid Murtaza id entificaba a Fátima, � ª h1Ja_ d�l
,
El hindi pani puede traducirse al español como «agua» sin tener Profeta, con Jagat-janani (sánscrito, "Madre del Mun?� ) Y Saiy1d
que recurrir al carácter positivista superior de· H2O. En esto, al me­ Sultán id entificaba al dios de Adán, Abraham y Mmses con Pra-
.
nos en la India, pero tal vez en otros sitios también, tenemos algo
,
bhu (sanscnto, ~ ")».24
"Senor
· De manera similar, el estud io de Carl W. Ernst sobre el sufis-
que aprender de algunos ejemplos no modernos de traducción en­
tre categorías. mo en el sur de Asia menciona una moneda acuñada por el sul­
El siguiente ejemplo procede de una trad ucción de dioses hin­ tán Mahmud de Ghazna (ca. 1018 d .C.) que contenía «una tra­
dúes a expresiones de la divinidad islámica que encontramos en ducción al sánscrito de la profesión d e fe islámica». Una cara �e
un texto religioso bengalí del siglo XVIII denominad o Shunya-pu­ la moneda tenía una: inscripción árabe mientras que la otra decia,
ran. (El documento pertenece a la «historia d e la conversión» al is­ en sánscrito: avyaktam ekam muhamadah avatarah nrparti m_a�a­
lam en Bengala.) Este texto contiene una descripción,. bien cono- muda (que Ernst vierte como «Hay Uno ilimitado [¿no mamfies-

126 127
to?], Mahoma es el avatar, el rey es Mahmud»). Ernst comenta, ex­ tífico newtoniano. En ese caso, se postularía no sólo que HzO, agua
presando una sensibilidad indudablemente moderna: «La elección y pani se refieren a la misma entidad o sustancia, sino que H20 ex­
del término avatar para traducir el árabe rasul, "mensajero/), es sor­ presa o captura mejor los atributos, las propiedades constitutivas,
prendente, ya ·que avatar es un término reservado en el pensamien­ de esa sustancia. «Dios» se convirtió en este tipo de elemento de
to indio para el descenso del dios Vishnu a una forma terrenal [...]. equivalencia universal en el siglo XIX, pero esto no es característi­
Resulta difícil no maravillarse ante la originalidad teológica de co del género de traducciones entre categorías que nos ocupa.
igualar al Profeta con el avatar de Vishnu».25 Consideremos el ejemplo adicional de tales traducciones no
Lo interesante, para nuestros propósitos y en nuestro lenguaje, modernas de dioses que proporciona Ernst. Dicho autor mencio­
es el modo en que las traducciones de estos pasajes toman como na «un texto sánscrito del siglo xv escrito en gujaratí como guía
modelo de intercambio el trueque en vez del intercambio generali­ para los arquitectos indios que trabajaban en la construcción de
zado de mercancía, que siempre precisa la mediación de un térmi­ mezquitas». En ese texto, el dios Vishvakarma dice de la mezquita:
no medio universal y homogeneizador (como, en el marxismo, el «No hay imagen alguna y allí veneran, a través de dhyana, [...] al
trabajo abstracto)-.. ,Las traducciones citadas se basan en intercam- Dios supremo, informe, desprovisto de atributos, omnipresente,
bios muy locales, particulares, de elemento por elemento, guiados al que llaman Rahamana».27 La expresión «Dios supremo» no fun­
parcialmente, sin duda -al menos en el caso de Shunya-puran­ ciona a la manera de un tercer término científico, pues no tiene
por las exigencias poéticas de las aliteraciones, el metro, las con­ pretensiones superiores de capacidad descriptiva, no representa
venciones retóricas, entre otras. Ciertamente, hay reglas en tales una realidad más verdadera. Pues, en definitiva, si el Ser Supremo
intercambios, pero la clave es que, incluso si no se pueden desci­ no tiene atributos, ¿cómo puede una lengua humana asegurar ha­
frar todas ...e incluso si no todas son descifrables, es decir, aunque ber capturado los atiibutos de tal divinidad mejor que una palabra
los procesos de traducción contengan cierto grado de opacidad-, en otra lengua también humana? Tales ejemplos de traducción no
cabe afirmar sin temor a equivocarse que tales reglas ni pueden sugieren necesariamente paz y armonía entre hindúes y musul­
ni pretenden tener el carácter «universal» de las normas que sos­ manes, pero se trata de traducciones en las que los códigos se in­
tienen los diálogos entre los sociólogos que trabajan en diferentes tercambian localmente, sin pasar por un conjunto universal de
regiones del mundo. Como ha afirmado Gautam Bhadra: «Una de reglas. No hay sistemas de pensamiento abarcadores que censu­
las caracterí.sticas principales de este tipo de interacción cultural ren-limiten-definan y que neutralicen y releguen las diferencias a
[entre hindúes y musulmanes] puede observarse en el plano lin­ los márgenes, no hay una categoría abarcadora de «religión» a la
güístico. En éste, a menudo se recurre a la consonancia de sonidos que se espera que no afecten las diferencias entre las entidades que
o imágenes para transformar un dios en otro, procedimiento que pretende nombrar y, en consecuencia, contener. La misma oscuri-
apela más [...] a respuestas populares a la aliteración, la rima y dad del proceso de traducción permite la· incorporación de aque­
otros recursos retóricos que a una estructura elaborada de _ra _ zo- llo que permanece intraducible.
namiento y argumentación».26
Una característica fundamental de este modo de traducción es
que no apela a ninguno de los universales implícitos inherentes a El tiempo histórico y la política de la traducción
la imaginación sociológica. Cuando, por ejemplo, alguien que per­
tenece a tradiciones devotas (bhakti) afirma que «el Ram hindú es Resulta·:obvio que este modo no sociológico de traducción se
lo mismo que el Rahim musulmán», no asegura que una tercera presta con mayor facilidad a la ficción, particularmente del géne­
c;:ategoría exprese los atributos de Ram o Rahim mejor que ningu­ ro no realista o mágico-realista que se practica hoy en día, que a
no de estos dos ténninos y que de esa forma medie en la relación la prosa secular y realista de la sociología o la historia. En tales
entre los mismos. Sin eni.bargo, esa afirmación es precisamente lo relatos ficticios, los dioses y los espíritus pueden, g.e hecho, ser
que marcaría un acto de traducción que siguiese un modelo cien- agentes. Pero entonces, ¿qué ocurre con la historia? ¿Qué sucede

128 129
c on su pertinaz lea ltad al tiempo secular, continuo, vacío y ho­ contemporánea».
3
º During no es el blanco de mis comentarios.
mogéneo? ¿Y con el proyecto de historia marxista-subalterna en Éstos atañen a cierto hábito de pensamiento que su afirmación
el que esta obra participa? Mi argumentación no es del género ilustra: la imagen del t iempo his tórico que este uso de la palabra
posmoderno,. de las que anuncian la muerte de l a historia y reco­ «contemporáneo» con lleva. Está claro que el término supone un
miendan la profesión del escritor de ficción a los historiadores. gesto doble de inclusión y exclusión, y una aceptación implícita de
Pues, dejando de lado la éuestión del talento persona l, hay una tal gesto es la condición que permite que el enunciado comunique
buena razón para justificar la formación de la mente en la con­ su significado. En primer lugar, «contemporáneo» se refiere a todo
ciencia histórica moderna incluso desde la perspectiva del subal­ l o que pertenece a una cultura en un momento particul ar del c a-
_
terno, y tiene que ver con el entramado constituido por la lógica lendario (secular) que habitan el autor y el lector a quien esta afir­
de las ciencias humanas seculares y la de las burocracias. No es mación va dirigida. En este sentido, todos forman parte de lo «con­
posible discutir con las burocracias modernas y otros instrumen­ temporáneo». Sin embargo, probablemente no se esté sugiriendo
tos de la gubernamentalidad sin recurrir al tiempo secular y a los que todo elemento de l a cultura se mueva hacia el destino identi­
relatos de la historia y de la sociología. Las clases subalternas ne­ ficado por el autor en las películas mencionadas. ¿Cómo dar cuen­
cesitan este conocimiento para entablar sus luc has por la justicia ta, por ejemplo, de los campesinos griegos, si pudiésemos imagi­
social. En consecuencia, sería inmoral no poner la conciencia his- narlos migrando hacia el «ahora» del hablante? (menciono a los
. tórica a disposición de todos, en particular de estas clases. griegos porque constituyen uno de los grupos más numerosos de
Y sin embargo, el historicismo acarrea, precisamente debido a inmigrantes europeos a Austra lia). Puede que habiten el «ahora»

su asociación con la l ógica de la toma burocrática de decisiones del hablante y que, s in embargo, no se dirijan hacia donde El últi­
un elitismo moderno inherente que calladamente se cobija en nues� mo mohicano sugiere. 31 El postulado implícito del hablante no es
tra conciencia cotidiana. 28 Eaton comienza el último capítulo de que estas personas no se muevan sino que sean cuales fueren los
su meticulosa investigacion en torno al islam bengalí con una fra­ futuros que puedan estar labrándose, l os mismos serán pronto
se historicista que apela a la educada sensibilidad estética de todo aplastados y dominados por el futuro /que el autor adivina bas�:1-
historiador: «Al igual que los estratos de un registro fósil geológi­ dose en las pruebas de que dispone. Ese es el gesto de exclus10n
co, los topónimos que cubren la superficie de un mapa son testi­ que este empleo de la palabra «contemporáneo» conl}eva.
gos silenciosos de procesos históricos pasados». 29 No obstante, l o Si lo anterior semeja una afirmación demasiado rotunda, rea­
que está en cuestión no es el modo como los historiadores indivi­ lícese e l siguiente exper imento mental. Supóngase que alegamos

duales piensan sobre el tiempo histórico, pues no es la con�epción que lo contemporáneo es de hecho plural, tan radicalment e plu­
de sí de los historiadores lo que hace que la historia, la. disciplina, ral que no es pos ible que ningún elemento o aspecto particular re­
sea importante en el mundo exterior al académico. La historia es present e al todo de modo alguno (ni como un futuro posible). En
relevante como forma de conciencia en la modernidad (los histo­ tales condiciones, resultaría imposible hacer una afirmación como

dadores quizá quieran verse como sus árbitros y custodios, pero la de During. En su lugar, tendr íamos que decir que la «cultura
ésa es otra cuestión). Quisiera explicar, por tanto, con el auxilio de contemporánea», dado que es plural y que hay igua ldad dentro de

un ejemplo ordinario, fortui to, la manera en que cierto sentido la pluralidad, está yendo a muchos sitios a l a vez (no me conven­

de tiempo_ histórico funciona en el discurso cotidiano de la vida pú- ce «a la vez», pero pasemos de largo por el momento). De esta ma­
blica en las sociedades modernas. ,, nera, no habría modo de hablar de «lo último», lo vanguardista, la
Considérese la siguiente afirmación de un artículo periodístico avanzadilla que representa al futuro, lo más moderno, etcétera.
del especialista en estudios culturales Simon During en un nú­ Sin tal retórica y vocabulario, y sin los sentimientos que los acom­
mero del diario de Melbourne Age (19 de junio de 1993): «Pensar pañan, sin embargo, sería imposible llevar a cabo muchas de nues­
en películas como De ratones y hombres y El último mohicáno nos tras estrategias políticas cotidianas en la búsqueda de recursos ma­

permite ver más cl aramente hacia dónde se encamina la cu ltura teriales. ¿Cómo conseguir apoyo gubernamental, financiación para

131
130
la investigación, aprobación institucional para una idea si no se toriado1� afirmaciones como éstas nunca constituirían una expli­
puede aducir en su nombre que representa a la parte «dinámica» cación, y habría que traducir la aseveración de los campesinos a
de lo contemporáneo, lo cual, de esta manera, siempre se repre­ algún género de contexto de causas inteligibles (quiere decirse, se­
senta como dividido en dos, en una parte que se precipita hacia culares) detrás de la rebelión. Acepto que tal traducción es a la vez
el futuro y en otra que desaparece en el pasado, a semejanza de indefectible e inevitable (pues no escribimos para los campesinos).
muertos vivientes entre nosotros? La pregunta es: ¿cómo hemos de llevar a cabo tales traducciones
Cierto tipo de historicismo, el metarrelato del progreso, hun­ de manera que resulten visibles todos los problemas de traducir
de así profundas raíces en nuestra vida institucional por más que mundos diversos y encantados al lenguaje universal y desencan­
podamos desarrollar, en tanto intelec;tuales individuales, una ac­ tado de la sociología?
titud de incredulidad hacia tales metarrelatos. (Lyotard, de hecho, En este punto he aprendido de las exposiciones de Vincente
concede este punto en La condición posmodema). 32 Por tanto, es Rafael y Gayatri Spivak en torno a la política de la traducción.33
preciso desarrollar críticas de las instituciones en sus propios tér­ Sabemos que, dada la pluralidad de dioses, la traducción del tiem­
minos, críticas seculares para instituciones de gobierno seculares. po divino al tiempo del trabajo secular podría tomar direcciones
El pensamiento marxista, que sigue siendo la crítica secular más diversas. Pero cualquiera que sea el camino elegido, esta traduc­
efectiva del «capital», resulta indispensable para nuestra implica­ ción, sirviéndonos del tratamiento de la cuestión por parte de Spi­
ción en la cuestión de la justicia social en las sociedades capitalis­ vak y Rafael, ha de contener algo de lo «siniestro». Cierta ambigüe­
tas. Pero, en mi opinión, lo indispensable resulta aún inadecuado, dad debe marcar la traducción del trabajo del obrero del yute que
pues seguimos teniendo que traducir al tiempo de la historia y al venera los utensilios a la categoría universal de «trabajo»: ha de
relato universal y secular del «trabajo» narraciones acerca de mo­ parecerse lo suficiente a la categoría secular «trabajo» como para
dos de ser humano que incorporan agencia por parte de dioses tener sentido y, sin embargo, la presencia y la pluralidad de dioses
y de espíritus. y espíritus en él también ha de hacerlo «suficientemente distinto
En este punto, quiero reconocer y aprender de los modos de como para sorprender».34 En toda traducción queda algo de «es­
traducción que he denominado no modernos, de los intercambios cándalo» -de lo sorprendente- y sólo a través de una relé.1ción de in­
término-por-término, al modo del trueque, que evitan todas las so­ timidad con ambas lenguas somos conscientes de la medida de ese
ciologías implícitas de nuestros relatos del capitalismo. Ese modo escándalo.
de traducción constituye antisociología y por esa razón no está obli­ Esta propiedad de la traducción -el que nos tornemos más
gado a ser secular. El pasado es narración pura, sin importar quién conscientes de los aspectos escandalosos de un proceso de traduc­
tenga agencia en el mismo. La ficción y las películas, como he afir­ ción sólo si conocemos ambas lenguas íntimamente- ha sido bien
mado, son los mejores medios modernos de manejar este modo. expresada por Michael Gelven:
Pero esta opción no está abierta al historiador que escribe en bus­
ca de justicia e igualdad sociales. La crítica en el modo histórico, «Si un estudiante anglófono [...] decide aprender alemán, pli­
incluso cuando no instituye en el centro de la historia un sujeto mero busca en un diccionario o vocabulario unas cuantas pa­
humano, procura disipar y desmitificar a los dioses y los espíritus labras básicas alemanas. En ese momento, sin embargo, tales
como a tantas otras tretas de las relaciones seculares de poder. En palabras no son alemán en absoluto. Son meros sonidos susti­
el momento en que concebimos el mundo como desencantado, sin tuidos por significados en inglés. Son, en un sentido muy real,
embargo, ponemos límites a los modos en que cabe narrar el pa­ palabras del inglés. Ello significa que toman su _significación
sado. En calidad de historiador activo, uno ha de tomarse en serio contextual de [ ...] la totalidad de la lengua inglesa [ ...]. Si un
tales límites. Por ejemplo, se han dado casos de revueltas campe­ principiante de alemán cogiese un ejemplar del libro de Scho­
sinas en la India en que los labriegos aseguraban haber sido inspi­ penhauer y se preguntase qué significa la palab:i;:a Vorstellung
rados a rebelarse por las exhortaciones de sus dioses. Para el his- del título, probablemente buscaría el término en el diccionario

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y encontraría sugerencias como "colocar delante". Y pese a que Documenté una historia cuyo(s) relato(s) producía(n) varios pun­
le podría parecer extraño titular un libro "El mundo como vo­ tos de fricción con las teleologías del «capital». En mi estudio so­
luntad y colocar delante", se haría sin embargo cierta idea del bre los obreros de las fábricas de yute de la Bengala colonial pro­
significad9 de ese notable texto. Pero a medida que el princi­ curé mostrar cómo las relaciones de producción en tales fábricas
piante profundizase en la lengua, que se familiarizase con los se estructuraban desde dentro, por así decirlo, por una serie de re­
múltiples significados de la palabra Vorstellung y de hecho la laciones que sólo cabía considerar precapitalistas. La llegada del
usase él mismo[... ], para·su propia sorpresa podría reparar en capital y de la mercancía no parecía conducir a la política de igual­
que aunque sabía lo que significaba el término, no lo podía tra­ dad de derechos que Marx consideraba interna a tales categorías ..
ducir a su propia lengua; señal obvia de que la· referencia de Me refiero en concreto a la distinción fundamental que Marx es­
significado ya no era el inglés como en su primer encuentro tablece entre trabajo «real» y «abstracto» al explicar la producción
con la palabra».35 y la forma de la mercancía. Tales distinciones atañen a un punto
del pensamiento de Marx que ahora podemos reconocer como el de
Usualmente, o al menos en los estudios del sur de Asia, el in­ la política de la diferencia. La cuestión para Marx era: si los seres
vestigador marxista o secular que traduce lo divino se encuentra en humanos son individualmente diferentes entre sí en su capacidad
la posición del estudiante que sólo conoce bien una de las dos len­ de trabajo, ¿cómo produce el capital, a partir de ese campo de di­
guas con las que trabaja. Por tanto, resulta aún más imperativo ferencias, una medida abstracta y homogénea del trabajo que haga
que leamos nuestros universales seculares de forma que los man­ posible la producción generalizada de mercancía?
tenga abiertos a su propia finitud, a fin de que los aspectos es­ Así es como yo entendía entonces la distinción -entre trabajo
candalosos de nuestras inevitables traducciones, en vez de tor­ abstracto y real (con una gran deuda hacia Michel Henry e I.I.
narse inaudibles, resuenen en lo que escribimos sobre los estudios Rubin): 38
subalternos. El reconocimiento de la existencia de este «escánda­
lo» en 1a misma formación de nuestras categorías sociológicas es «Marx sitúa la cuestión de la subjetividad en el núcleo mismo
el primer paso que podemos dar hacia la utilización de los archi­ de su categoría del "capital" al proponer el conflicto entre "tra­
vos universalistas y globales del capital de forma que «arranque­ bajo real" y "trabajo abstracto" como una de sus contradic­
mos[ ...]del curso homogéneo de la historia» tiempos que resque­ ciones centrales. El "trabajo real" concierne a la fuerza de tra­
brajen la estructura de tal homogeneidad.36 bajo del individuo en sí, la fuerza de trabajo "tal como existe
en la personalidad del trabajador" -es decir, tal y como exis­
te en la "individualidad exclusiva inmediata" del individuo-. Al
El trabajo como una historia de la diferencia igual que las personalidades difieren, la fuerza de trabajo de
en la traducción al capitalismo un individuo es diferente de la de otro. El "trabajo real" se re­
fiere a la heterogeneidad esencial de las capacidades individua­
En esta sección de conclusiones trataré de mostrar, mediante les. El trabajo "abstracto" o general, de otro lado, atañe a la
una lectura de Marx auxiliada por la noción derrideana de huella, idea de trabajo uniforme y homogéneo que el capitalismo im­
cómo mantener abiertas las categorías propias al traducir y pro­ pone sobre tal heterogeneidad, la noción de un trabajo gene­
ducir, a partir de los pasados de las clases subalternas, lo que es ral que subyace al "valor de cambio". Es lo que permite medir
innegablemente una historia universal del trabajo en el modo ca- el trabajo y lo que posibilita el intercambio generalizado de
pitalista de producción.37 mercancía. Se expresa [...] en la disciplina capitalista, que tie­
Al volver sobre mi propio trabajo de hace unos años en torno ne el único objetivo de conseguir que el trabajo concreto de to­
a la historia de la «clase obrera» en la India, me parece n'o haber dos los individuos -heterogéneo por naturaleza- sea "uniforme
reflexionado con toda la profundidad posible sobre el problema. y homogéneo" mediante la supervisión y la tecnología emplea-
134
135
das en el proceso del trabajo. [...] Políticamente, [...] el concep­ como constituida por una tensión permanente entre el trabajo
to de "trabajo abstracto" constituye una extensión de la noción «real» y el «abstracto», Marx, por así decirlo, introduce un recor­
burguesa de la "igualdad de derechos" de los "individuos abs­ datorio en esta categoría analítica de aquello que nunca puede
tractos", cuya vida política se refleja en los ideales y práctica capturar por completo. La brecha entre el trabajo real y el abs­
de la "ciudadanía". De este modo, la política de la "igualdad de tracto y la fuerza ( «disciplina fabril», en la descripción de Marx)
derechos" es precisamente la "política" que cabe leer en la ca­ que se hace permanentemente necesaria para salvarla son lo que
tegoría "capital"».39 entonces introduce el movimiento de la diferencia en la propia
constitución de la mercancía, y posterga así eternamente el alcan-
Ahora me parece que la categoría de mercancía de Marx está ce de su carácter verdadero-ideal.
dotada de cierto grado inherente de apertura a la diferencia que El signo «mercancía», como explica Marx, siempre llevará con­
no exploté del todo en mi exposición. Mi lectura del término «pre­ sigo como parte de su estructura interna ciertos relatos de eman­
capital» siguió siendo, pese a mis esfuerzos, totalmente historicis­ cipación universales. Si uno obviase la tensión que Marx situaba
ta y mi relato nunca consigue desembarazarse de la pregunta (fal­ en el corazón de esta categoría, tales relatos podrían de hecho
sa) de por qué la clase obrera india no logró mantener a largo producir las teleologías estándar que suelen encontrarse en el his­
plazo un sentido de conciencia de clase. El metaproblema del «fra­ toricisino marxista: la de la ciudadanía, la del sujeto jurídico del
caso» surge de la conocida tradición marxista de postular la clase pensamiento ilustrado, la del sujeto de la teoría política de los de­
trabajadora como un sujeto transcultural. La cita anterior deja tam­ rechos, y así sucesivamente. No pretendo negar la utilidad prácti­
bién claro que mi lectura daba por sentadas sin cuestionarlas las ca de tales relatos en las estructuras políticas modernas. El pro­
ideas de «individuo» y de «personalidad», y que interpretaba lapa­ blema más interesante para el historiador marxista, a mi modo de
labra «real» (en «trabajo real») como algo primordialmente natu­ ver, es el de la temporalidad que la categoría «mercancía», consti­
ral (y, por tanto, no social). tuida a través de' la tensión y de la posible falta de conmensurabi­
Pero mi mayor fracaso residía en mi incapacidad de ver que si lidad entre el trabajo real y el abstracto, nos invita a pensar. Si el
se lee la palabra «real» no como algo que se refiere a lo «natural» trabajo real, como hemos afirmado, pertenece a un mundo de lo
rousseauniano, esto es, a los atributos naturalmente diferentes de heterogéneo cuyas temporalidades diversas no pueden encerrar­
individuos .diferentes y ahistóricos, sino como algo que cuestiona se bajo el signo «historia» -el trabajo de Michael Taussig sobre los
la propia distinción naturaleza-cultura, se abren otras posibilida­ mineros bolivianos del estaño ha demostrado que ni siquiera son
des entre ellas la de escribir la «diferencia» en Marx. Pues lo «real»
1
todas «seculares» (es decir, desprovistas de dioses y espíritus)-, pue­
( en esta lectura) ha de referirse a clases diferentes de lo «sociah, de encontrar un lugar en un relato histórico de la producción de
que podría incluir dioses y espíritus, y, por lo tanto, también ór­ mercancías sólo como huella derrideana de aquello que no pue­
denes diferentes de temporalidad. En principio, debería incluso de ser encerrado, un elemento que constantemente desafía desde
permitir la posibilidad de que esos horizontes temporales sean mu­ dentro las pretensiones de unidad y universalidad albergadas por
tuamente inconmensurables. La transición de lo «real» a lo «abs­ el capital y la mercancía, y, por implicación, por la historia.40
tracto» es, así, también un asunto de transición-traducción de mu­ De manera semejante, cabría afirmar que el prefijo pre en
chas, y posiblemente inconmensurables, temporalidades al tiempo «precapital» no es una referencia a lo que es simplemente ante­
· homogéneo del trabajo abstracto, la transición de la no historia a rior cronológicamente en una escala de tiempo ordinal y homo­
la historia. La categoría de «trabajo real», ella misma un univer­ génea. «Precapitalista» habla de una relación particular con el ca­
sal, ha de tener, sin embargo, la capacidad de referirse a aquello pital marcada por la tensión de la diferencia en los horizontes de
que no puede ser encerrado por el signo «mercancía», pese a que tiempo. Basándose en este argumento; lo «precapitalista» sólo pue­
lo que no se encierra resulta inherente constantemente en el pro­ de imaginarsé como algo que existe dentro del ho:rizonte tempo­
pio signo. En otras palabras, al concebir la categoría «mercancía» ral del capital y que al mismo tiempo trastoca la contii::tuidad de

136 137
ese tiempo al sugerir otro que no se halla en el mismo calendario
portarse desde una temporalidad cohabitada p_or no humano� Y
secular y homogéneo (razón por la cual lo que es precapital no es
humanos a una de la que son expulsados los d10ses· no es expr e­
cronológicamente anterior al capital, es decir, no puede asignarse a
sar una incurable nostalgia por un mundo perdido. Inclus? ?ara
un punto sobre la misma línea temporal continua). Se trata de otro _ en
los miembros de las clases altas de la India, no cabe descnbir
tiempo que, desde el punto de vista teórico, podría ser enteramen­
modo alguno esta experiencia del viaje a través de temporalidades
te inconmensurable si nos basamos en las unidades del tiempo sin
como meramente histórica.
dios y sin espíritus de lo que denominamos «historia», una idea
Desde luego, los historiadores empíricos que escriben estas _his­
ya asumida en los conceptos seculares de «capital» y «trabajo abs­
torias no son campesinos ni integran tribu alguna. Produ�en histo- .
tracto».
ria, en tanto que forma de memoria diferenciada, precisamente
Las historias subalternas, concebidas así en relación con la
porque han sido transpuestos e insertados -en este caso, por �a ac­
cuestión de la diferencia, presentarán una fractura interna. Por
tuación tle Inglaterra en la India- en los relatos globales de cmda­
una parte, son historias en el sentido de que están constmidas se­
danía y socialismo. Esto es, escriben historia sól� despu�s de que
gún el código maestro de la historia secular y utilizan los códi­
la existencia social concebida a partir de su prop10 trabaJo ha en­
gos académicos aceptados de escritura de la historia (y, en conse­
trado en el proceso de ser abstraída en el mercado mundial de mer­
cuencia, necesariamente han de subordinar a sí mismas todas las
cancías nocionales. Lo subalterno, pues, no es el campesino o el
demás formas de memoria). Y, por otro, no pueden permitirse
miembro de una tribu empíricos en ningún sentido sencillo que un
concederle a ese código maestro la pretensión de ser un modo de
programa populista de escritura �e la historia_ pued� imaginar. La
pensamiento que se presenta a todos los seres humanos natural­
figura de lo subalterno está mediada necesana��n:e por proble­
mente, o incluso de ser tratado como algo que existe en la propia
mas de representación. En los términos del anahsis que he_ pro­
naturaleza. Así pues, las historias subalternas se constmyen den­
curado desarrollar aquí, cabría afirmar que lo subalterno qmebra
tro de un género particular de memoria historiada, el cual recuer­
desde dentro los mismos signos que hablan de la emergencia del
da la propia historia como un código imperioso que acompañó al
trabajo abstracto; lo subalterno es aquello que, desde el interio�
proceso de civilización inaugurado, en el siglo XVIII, por la Ilus­
del relato del capital, constantemente nos recuerda formas �e ser
tración europea como una tarea mundial-histórica. No basta his­
· humano distintas del ser portador de la capacidad de trabaJar. Es
toriar la «historia», la disciplina, pues ello únicamente deja en su
lo que se reúne en el concepto de «trabajo real» en la crítica d_e
lugar, de.manera acrítica, la propia concepción del tiempo que nos
Marx del capital, la figura de la diferencia que la gube�amentah­
permite historiar. La clave consiste en preguntarse cómo cabría
dad (es decir, según Foucault, la persecución de los objetiv?� �e l��
utilizar o reflexionar sobre este código aparentemente imperioso e
gobiernos modernos) en todo el mund� ha �e s�1byugar Y ci':hz�:·
invasor de forma que tengamos al menos un atisbo de su propia
De lo anterior se siguen algunas imphcac10nes. Las histonas
finitud, de aquello que podría constituir un «af-tiera» del mismo. en co�s­
subalternas escritas con interés por la diferencia no pu . �?
Conservar la disciplina de la historia y otras formas de memoria
tituir un intento más, en la larga y universalista tradic10 �e his­n
para qµe puedan ayudar a una mutua interrogación, examinar los
torias «socialistas», de ayudar a elevar al subalterno a suJeto de
modos en que estas formas incompatibles de recordar el pasado
las democracias modernas, es decir, de expandir la historia de lo
se yuxtaponen en nuestro trato con las instituciones modernas, , �­
moderno de tal modo que se torne más representativo d� la soci
cuestionar las estrategias narrativas de la historia académica que es laudabl e en sus prop10s te �mi­
dad en su conjunto. Tal objetivo
permiten a su temporalidad secular dar la apariencia de asimilar ble. Pero el pensam ien­
nos y tiene una relevancia global induda
con éxito memorias que son, desde un punto de vista estricto, ina­ acia p lít ica o en _ el
to no tiene por qué detenerse en la democr � _
similables: éstas son las tareas para las cuales las historias _subal­ _ (s1 bien el obJe­
concepto de distribución equitativa de la riqueza
ternas. resultan adecuadas en un país como la India. Pues hablar
tivo de alcanzar tales metas impulsará legítimamente muchas b,a­
de la violenta sacudida que la imaginación ha de sufrir para trans-
tallas políticas inmediatas). Las historias subalternas abordaran
138 139
filosóficamente cuestiones de la diferencia que las tradiciones mar­ proceso de traducción y de la consiguiente pérdida de estatus y
xistas dominantes eliden. Al mismo tiempo, sin embargo, al igual significación para lo traducido, la heterotemporalidad de ese mun­
que no cabe pensar el trabajo real fuera de la problemática del do. La historia en cuanto código entra en juego a medida que este
trabajo abstracto, la historia subalterna no se puede concebir fue­ trabajo real
° es transformado en el mundo homogéneo y discipli­
ra del relato global del capital -incluyendo el rélato de la transi­ nado del trabajo abstracto, del intercambio generalizado media­
ción al capitalismo- pese a no apoyarse en dicha narración. Los do siempre por el signo «mercancía». No obstante, como muestra
relatos de cómo tal o cual grupo en Asia, África o América Latina la historia del puja de Vishvakarma en las fábricas de Calcuta, el
resistió la «penetración» del capitalismo no constituyen, en este trabajo «real» es inherente a la mercancía y a su biografía secula­
sentido, historia «subalterna», pues esas narraciones se basan en rizada; su presencia, nunca directa, produce su efecto en la grieta
imaginar un espacio que es externo al capital -el «antes» cronoló­ que las historias de intervención divina o fantasmal producen en
gico del capital- pero que al mismo tiempo es parte del marco tem­ el sistema de representación de la historia. Como ya he menciona­
poral unitario e historicista dentro del cual tanto el «antes» como do, la grieta no puede arreglarse con antropología, pues ello sólo
el «después» de la producción capitalista pueden desplegarse. El desplaza los problemas metodológicos de los relatos seculares a
«afuera» que tengo en mente es distinto de lo que se imagina sim­ otro terrjtorio relacionado. Al desarrollar teorías marxistas tras la
plemente como «antes o después del capital» en la prosa histori­ caída de los marxismos de partido comunista, nuestra tarea es es'."
cista. Concibo este «afuera», siguiendo a Derrida, como algo vin­ cribir y pensar en función de esta grieta mientras escribimos his­
culado a la propia categoría de «capital», algo que ocupa una zona toria (pues no podemos evitar escribirla). Si la historia ha de con­
fronteriza de temporalidad, que se conforma con el código tem­ vertirse en espacio de contienda de las pluralidades, debemos
poral en cuyÓ seno el capital nace incluso mientras viola ese có­ desarrollar éticas y políticas de la escritura que muestren que la
digo, algo que somos capaces de ver sólo porque podemos pen­ historia, ese regalo de la modernidad para muchos pueblos, está
sar/teorizar el capital, pero que también nos recuerda siempre que constitutivamente marcada por esta grieta.
coexisten y son posibles otras temporalidades, otras formas de ser O, en otras palabras, la práctica de la historia subalterna pre­
en el mundo. En este sentido, las historias subalternas no atañen tende llevar la historia, el código, a sus límites a fin de hacer vi­
a una resistencia previa y externa al espacio narrativo creado por sible su destrucción.
el capital; en consecuencia, no se pueden definir sin referencia a
la categoría «capital». Los estudios subalternos, tal y como yo los
concibo, sólo pueden situarse teóricamente en el punto de unión
donde no renunciamos a Marx ni a la «diferencia», pues, como he
dicho, la resistencia de la que hablan es algo que sólo puede su­
ceder dentro del horizonte temporal del capital y, sin embargo, -ha
de pensarse como algo que perturba la unidad de ese tiempo. No
ocultar la tensión entre el trabajo real y el abstracto asegura que
el capital/la mercancía tiene heterogeneidades e inconmensurabi­
lidades insertas en su núcleo.
Así pues, el trabajo real de mis obreros de la fábrica -digamos
que su relación con su propio trabajo el día del puja de Vishva­
karma- es obviamente una parte del mundo en la cual tanto ellos
como el dios Vishvakarma existen en cierto sentido (sería necio re­
ducir esta coexistencia a una cuestión de creencia consciente o de
psicología). La historia no puede representar, salvo mediante un

140 141
4 teresados en la distinción entre buenas y malas historias que en la
Historias de las minorías, cuestión de quién podría ser el dueño de un segmento concreto del
pasado. Las malas historias, se asume en ocasiones, dan origen a
pasados subalternos malas políticas. Como Eric Hobsbawm afirma en un artículo re­
ciente, «la historia mala no es historia inofensiva. Es peligrosa».* 1
Las «buenas historias», por otro lado, supuestamente enriquecen
la materia de la historia y la hacen más representativa de la so­
ciedad en su conjunto. Iniciadas como un modo de oposición, las
«historias de las minorías» pueden, de hecho, acabar como ejem­
plos adicionales de «buena historia». La transformación de las his­
Las recientes disputas y debates en torno al concepto; bastante torias de minorías, antes opositoras, en «buenas historias» ilustra
provisorio, de multiculturalismo en las democracias occidentales el funcionamiento del mecanismo de incorporación en la discipli­
han alimentado a menudo las discusiones sobre las historias de na de .fa historia.
las minorías. Puesto que la escritura de la historia se ha entrelaza­
do progresivamente con las denominadas «política y producción de
la identidad» tras la segunda guerra mundial, en todas las demo­ Las historias de las minorías: asimilación y resistencia
cracias se ha suscitado la pregunta de si incluir o no en la historia
de la nación las historias de los grupos previamente excluidos. En El proceso mediante el cual los textos adquieren estatus canó­
los años sesenta del pasado siglo, esa lista solía comprender los nico en la disciplina académica de la historia en las universidades
nombres de grupos y clases sociales subalternos, tales como an­ anglo-americanas difiere del proceso correspondiente en los de­
tiguos esclavos, clases trabajadoras, presidiarios y mujeres. Este partamentos de literatura o de inglés. La historia es una materia
modo de escribir la historia se dio a conocer en los años setenta interesada primariamente en la construcción de relatos. Toda expli­
como historia desde abajo. Bajo la presión de las crecientes exi­ cación del pasado puede ser absorbida por la corriente dominan­
gencias de una mayor democratización de la disciplina de la his­ te del discurso histórico, enriqueciéndola, mientras responda afir­
toria, el catálogo se amplió en los setenta y ochenta para incluir mativamente a dos preguntas: ¿puede la historia ser construida?
a los denominados grupos étnicos, pueblos indígenas, niños y an­ Y ¿permite un punto de vista o posición racionalmente defendible
cianos, y gays, lesbianas y otras minorías. La expresión «historias desde el cual contar la historia? La primera pregunta, la de la cons­
de las minorías» ha llegado a designar todos esos pasados en cuyo trucción del relato, enriqueció durante largo tiempo la disciplina
nombre. los historiadores de espíritu democrático han combatido desafiando a los historiadores a ser imaginativos y creativos tan­
las exclusiones y omisiones de los relatos dominantes de la nación. to en su investigación como en sus estrategias narrativas. ¿Cómo
En muchos países las versiones oficiales u oficialmente apadrina­ escribir las historias de los grupos suprimidos? ¿Cómo construir
das del pasado nacional han sido combatidas por los paladines de el relato de un grupo o clase que no ha dejado sus propias fuen­
las historias de las minorías. Las críticas posmodernas de los «gran­ tes? Las preguntas de este género con frecuencia estimulan la in­
des relatos» se han empleado para cuestionar los relatos únicos de novación en la práctica de los historiadores. La cuestión de que la
la nación. Cabría afirmar que las historias de las minorías expre­ posición autorial ha de ser defendible racionalmente también re­
san en parte la pugna por la inclusión y la representación que ca­ sulta crucial. El punto q.e vista del autor puede reflejar una ideo­
racterizan a las democracias liberales y representativas. logía, una elección moral o una filosofía política, pero las opcio-
Las historias de las minorías como tales no tienen que suscitar
ninguna pregunta fundamental relativa a la disciplina de la histo­ ,� Tomamos la versión de Eric Hobsbawm, Sobre la historia, trad. de Jordi
ria. Los historiadores académicos en ejercicio suelen estar más in- Beltrán y Josefina Ruiz, Barcelona, Crítica, 1998. (N. de los T.)

142 143
nes no son ilimitadas. El relato de un loco no es historia. Una pre­ La ausencia de cierto consenso mínimo sobre lo que constituye un
ferencia arbitraria o sencillamente personal -basada, por ejemplo, hecho y una prueba, ¿no fragmentaría gravemente el cuerpo polí­
en el gusto- tampoco nos puede aportar ptincipios racionalmente tico de Estados Unidos, y no reduciría eso, a su vez, la ·capacidad
defendibles para el relato (que en el mejor de los casos será con­ de la nación de funcionar como un todo? Por consiguiente, las
siderado ficción, no historia). La apuesta por: derto tipo de racio­ autoras· recomiendan una idea pragmática de «verdades plausi­
nalidad y por una concepción particular de lo «real» significa que bles» cimentadas en una concepción compartida y racional de las
las exclusiones de la disciplina de la historia son, en definitiva, pruebas y los hechos históricos. Para que una nación funcione de
epistemológicas. manera eficiente, incluso mientras se evita toda pretensión de un
Pensemos por un momento en los resultados de incorporar al gran relato superior y abarcador, estas verdades han de mantener­
discurso de la historia los pasados de grupos importantes como las se a fin de que las instituciones y los ·grupos puedan arbitrar his­
clases trabajadoras y las mujeres. La historia ya no es lo mismo torias e interpretaciones discrepantes.
desde que Thompson y Hobsbawm emplearon su pluma para con­ Los historiadores, cualesquiera que sean sus afinidades ideo­
vertir a las clases trabajadoras en actores fundamentales de la so­ lógicas, muestran un notable consenso a la hora de defender los
ciedad. Las intervenciones feministas de las dos últimas décadas vínculo� metodológicos de la historia con cierta concepción de la
también han producido un impacto incuestionable sobre la imagi­ racionalidad. El reciente manual de Georg Iggers sobre la histo­
nación histórica contemporánea. La incorporación de estas inicia­ riografía del siglo xx subraya esta conexión éntre facticidad y ra­
tivas radicales en la corriente dominante de la disciplina, ¿cambia cionalidad para determinar lo que puede o no constituir una prue­
la naturaleza del discurso histórico? Por descontado. Pero la res­ ba histórica: «En mi opinión, Peter Novick ha defendido cabalmente
puesta a la pregunta de si esa incorporación ha conducido a la dis­ que la objetividad es inalcanzable en la historia; el historiador tan
ciplina a algún tipo de crisis resulta más compleja. Al vencer las sólo puede aspirar a la plausibilidad. Pero obviamente la plausi­
dificultades que suscita el contar las historias de grupos hasta el bilidad no descansa sobre la invención de una explicación histó­
momento omitidos -particularmente, en circunstancias en las que rica sino que implica estrategias racionales para determinar lo que
las fuentes documentales habituales no existen-, la disciplina de la efectivamente es plausible». 3 Hobsbawm se hace eco de sentimien­
historia se renueva y se mantiene. Esta inclusión apela al sentido tos semejantes a los expresados por otros en la profesión:
democrático-que siempre impele a la disciplina fuera de su núcleo.
La idea de que los relatos históricos exigen cierto compromi­ «Por suerte la moda de lo que se conoce (al menos en el discur­
so mínimo con la racionalidad se ha defendido recientemente en so académico anglosajón) por el vago nombre de "posmoderni­
el libro La verdad sobre la historia. 2 La cuestión del vínculo entre dad" no ha ganado tanto terreno entre los historiadores como·
la posmodernidad, las historias de las minorías y las democracias entre los teóricos literarios y culturales y los antropólogos so­
de posguerra ocupa el núcleo de este texto, escrito conjuntamen­ ciales, ni siquiera en los Estados Unidos [... ]. [La posmoder­
te por tres de las principales historiadoras feministas de Estados nidad] pone en duda la distinción entre el hecho y la ficción,
Unidos. En la medida en que las autoras, ven en la posmoderni­ la realidad objetiva y el discurso conceptual. Es profundamen­
dad la posibilidad de múltiples relatos y de múltiples formas de te relativista». 4
construir dichos relatos, estas historiadoras celebran su influencia.
· Ahora bien, el libro registra un hondo grado de turbación cuando Lo que estos historiadores impugnan en la posmodernidad es
las autoras encuentran argumentos que en efecto utilizan la idea su fracaso, al menos en su opinión, a_ la hora de cumplir la condi­
· de la multiplicidad de relatos para cuestionar toda idea de verdad ción de racionalidad para incorporar relatos a la disciplina de la
o de hecho. Si las historias de las minorías llegan al extremo de historia. Así, La verdad sobre la histori"a demuestra la vigencia de
cuestionar la propia idea de hecho o de prueba, se preguntan, ¿cómo las dos condiciones relevantes que sostienen la conexión de la his­
encontrar modos de arbitrar confrontaciones en la vida pública? toria con la vida pública: la democracia demanda que los grupos

144 145
hasta ahora desatendidos cuenten su historia, y tales historias dife­ cuando son traducidas al lenguaje del historiador académico. Son
rentes se unen en su aceptación de reglas racionales y de demos­ pasados que se tratan, usando una expresión de Kant; como ejem­
tración. Las «historias de las minorías» incorporadas con éxito plos de «inmadurez» humana, pasados que no nos preparan para
pueden entonées compararse a los revolucionarios de ayer que se la democracia ni para las prácticas cívicas porque no descansan
convierten en los caballeros-de hoy. Su victoria ayuda a hacer ru­ sobre el empleo de la razón en la vida pública.5
tinaria la innovación. Mi empleo de la palabra «menor», pues, no reproduce fiel­
mente los matices. del modo en que se ha usado en la teoría lite­
raria siguiendo la interpretación de Kafka que hacen Deleuze y
De historias de las minorías a pasados subalternos Guattari, pero hay algo de semejanza entre ambos usos. Al igual
que lo «menor» en literatura implica «una crítica de los relatos de
Pero ése no es el único destino posible. El debate en torno a las identidad» y rehúsa «representar la consecución de la subjetividad
historias de las minorías permite concepciones alternativas de la autónoma que es el objetivo último del relato mayor», lo «menor»
propia expresión «minoría». La minoría y la mayoría no son, como en mi acepción funciona de modo similar para poner en duda lo
sabemos, entidades naturales: son constructos. El significado po­ «mayor».6 Para mí, describe relaciones con el pasado que la «ra­
pular de las palabras «mayoría» y «minoría» es estadístico. Pero cionalidad» de los métodos historiográficos necesariamente con­
los campos semánticos de estos términos contienen otra idea: la de vierte en «menores» o «inferiores», como algo «no racional» en el
ser una figura «menor» o «mayor» en un contexto dado. Por ejem­ curso de su propia operación y como resultado de la misma. Y, sin
plo, los europeos, desde un punto de vista numérico, son actual­ embargo, sostengo que tales relaciones regresan como elemento
mente una minoría en el conjunto total de la humanidad y llevan implícito de las condiciones que nos permiten historiar. Antici­
siéndolo mucho tiempo; sin embargo, su colonialismo decimonó­ pando mi conclusión, trataré de mostrar cómo la capacidad (de la
nico se basaba en ciertas ideas sobre lo mayor y lo menor. Por persona moderna) de historiar depende, de hecho, de su capaci­
ejemplo, solían asumir que sus historias encerraban la mayoría de dad de participar en relaciones no modernas con el pasado que se
los ejemplos de normas a las que todas las demás sociedades hu­ subordinan en el momento de la historización. La escritura de la
manas deberían aspirar; comparados con ellos, los otros eran to­ historia asume formas plurales de ser en el mundo.
davía los «menores» de los cuales ellos, los «adultos» del mundo, Me gustaría denominar pasados «subalternos» a estas relacio­
tenían que hacerse cargo, y así sucesivamente. De esta manera, la nes subordinadas con el pasado. Están marginados no debido a in­
ventaja numérica en sí no es garantía de un estatus de mayor/ma­ tención consciente alguna sino por representar momentos o pun­
yoría. En ocasiones, puede haber un grupo mayor que el doµünan­ tos en los que el archivo de que se sirve el historiador desarrolla
te, pero su historia se califica de todos modos de «historia menor/ cierto grado de reluctancia respecto de los objetivos de la historia
de las minorías». profesional. En otras palabras, se trata de pasados que se resisten
El problema de las historias de las minorías nos lleva así a la a la historización, del mismo modo que puede haber momentos
cuestión de a qué denominar la «minoría» de algunos pasados con­ én la investigación etnográfica que se resistan al trabajo de la et­
cretos. Algunos constructos y experiencias del pasado siguen sien­ nografía.7 Los pasados subalternos, en el sentido que yo le doy
do «menores» en el sentido de que su propia incorporación a los a la palabra, no pertenecen exclusivamente a grupos socialmente
relatos históricos los convierte en pasados «de menor importan­ subordinados o subalternos, ni únicamente a las identidades mino­
cia» frente a las concepciones dominantes de lo que constituye un ritarias. Los grupos de la elite y dominantes también pueden tener
hecho y una prueba (y, en consecuencia, frente al principio subya­ pasados subalternos, en la medida en que participen en mundos
cente de racionalidad) en las prácticas de la historia profesional. de la vida subordinados por los relatos «mayores» de las institu­
Tales pasados «menores» son aquellas experiencias del pasado que ciones dominantes. Paso a ilustrar esta propuesta con un ejemplo
han de asignarse siempre a una posición «inferior» o «marginal» particular de pasados subalternos, procedente de un ensayo del

146 147
fundador del Grupo de Estudios Subalternos, Ranajit Guha. Dado era utilizar la rebelión de 1855 de los santal para demostrar un
que tanto Guha como el grupo han sido mis maestros de múltiples principio fundamental de la historia subalterna: hacer de la con­
formas, ofrezco mis comentarios no con un espíritu de crítica hos­ ciencia del subalterno el puntal de un relato de rebelión. (Lo·s san­
til sino de autoexamen, pues mi objetivo es comprender qué es lo tal eran l1:n grupo tribal en Bengala y Bihar que se rebeló tanto
que historiar el pasado hace y qué no hace. Hecha esta salvedad, contra los británicos como contra los indios de otras zonas en
prosigamos. 1855.) Com.o afirma Guha, con palabras que captan el espíritu de
los comienzos del proyecto de Estudios Subalternos:

Pasados subalternos: un ejemplo «Sin embargo, esta conciencia [la del campesino rebelde] pa­
rece haber recibido escása atención en la bibliografía sobre el
Como es bien sabido, un objetivo explícito del proyecto de Es­ tema. La historiografía se ha contentado con tratar al rebel­ \1
tudios Subalternos era inscribir a las clases subalternas en la his­ de campesino meramente como una persona empírica o un ·.J1 .
toria del nacionalismo y de la nación, y combatir los prejuicios miembro de una clase, pero no como una entidad cuya volun­ ¡· ¡
i1,1
elitistas en la escritura de la historia. Hacer del subalterno el su­ tad y razón constituyeron la praxis denominada rebelión. [...]
:'¡il,
jeto soberano de la historia, escuchar su voz, tomarse sus expe­ [L]a insurrección se considera externa a la conciencia del cam­ ¡;1

riencias y pensamiento (y no sólo sus circunstancias materiales) pesino y la Causa se ve obligada a representar, como sustituto 11
¡¡
en serio: éstos eran algunos de los objetivos que nos habíamos mar­ fantasmal, a la Razón, la lógica de esa conciencia».8 1
.'¡

cado deliberada y públicamente. Estas ambiciones intelectuales


01iginales y él deseo de realizarlas tenían un carácter político pues- La frase decisiva aquí es «la lógica de esa conciencia», que
. to que estaban conectados a concepciones modernas de la vida pú­ marca la distancia analítica que Guha, el historiador, ha de tomar
blica democrática. No procedían necesariamente de las vidas de frente a su objeto de estudio, que es la conciencia misma. Pues al
las propias clases subalternas, si bien uno de nuestros objetivos, examinar la historia de la rebelión santal de 1855, como era de es­
como en la tradición británica de la historia desde abajo, era ci­ perar, Guha se encontró con un fenómeno común en la vida de los
mentar la lucha por la democracia en la India sobre los hechos de campesinos: la agencia de seres sobrenaturales. Los cabecillas de
la historia subalterna. Al mirar hacia atrás, sin embargo, veo que los santal explicaban la rebelión en términos sobrenaturales, como
el problema de los pasados subalternos perseguía a la empresa del un acto realizado a instancias del dios santal Thakur. Guha dirige
Grupo de Estudios Subalternos desde los mismos comienzos. De nuestra atención a las pruebas y subraya la importancia de esta
hecho, cabe argumentar que lo que diferencia el proyecto de Es­ perspectiva para los propios rebeldes. Los cabecillas de la rebelión,
tudios Subalternos de la tradición, menos reciente, de la historia Sidhu y Kanu, dijeron que Thakur les había asegurado que las ba­
desde abajo es la autocrítica conciencia de este problema en los las británicas no herirían a los fieles-rebeldes. Guha sortea con
escritos de los historiadores vinculados a este grupo. cuidado toda lectura instrumental o elitista de tales afirmaciones.
El brillante y celebrado ensayo «The. Prose of Counter-Insur­ Escribe: «No se trataba de declaraciones públicas realizadas para
gency» [La prosa de la contra-insurrección] de Ranajit Guha se pu­ impresionar a sus seguidores. [ ...l[S]on las palabras de unos pri­
. blicó en uno de los primeros volúmenes que aparecieron bajo la sioneros a los que espera la ejecución. Dirigidas a interrogadores
rúbrica de Estudios Subalternos y hoy en día es· considerado con hostiles en campamentos militares, poco podían usarse como pro­
. justicia· uno de los clásicos del género.. Cierta paradoja, originada paganda. Pronunciadas por integrantes.de una tribu qtie, según to­
precisamente en el intento del historiador de introducir las histo­ das las fuentes, aún no había aprendido a mentir, representaban la
rias de las clases subalternas en la c01Tiente dominante del discur­ verdad y nada más que la verdad para los que las proferían».9
so histórico; a mi parecer, se cierne sobre el ejercicio que Guha em­ Se hace perceptible en este punto del análisis de Güha una ten­
prende en este ensayo. Uno de los principales objetivos del mismo sión inherente al proyecto de Estudios Subalternos. Su frase «lógi-

148 149
ca de la conciencia » o su idea de una verdad que sólo era «verdad nes que los santal le habían concedido. Una estrategia narrativa que
para los que las proferían » son actos que asumen una distancia crí_.. resulte racionalmente defendible en la concepción moderna de lo
tica de aquello que está tratando de comprender. Interpretadas li­ que constituye la vida pública -y los historiadores hablan en la es­
teralmente, las declaraciones de los campesinos1 rebeldes mues­
• fera pública- no puede asentarse sobre una relación que permita
tran al subalterno rechazando la agencia o la subjetividad. «Me a lo divino o lo sobrenatural una intervención directa en los asun­
rebelé», afirma, «porque se me apareció Thakur y me dijo que tos del mundo. La concepción de la rebelión de los cabecillas san­
me rebelase. » En sus propias palabras, tal como las registra el es­ tal no secunda directamente la causa histórica de la democracia,
criba colonial: «Kanoo y Sedoo Manjee no están luchando. El pro­ la ciudadanía o el socialismo. Necesita reinterpretarse. Los histo­
pio Thacoor luchará » . En su propio relato, entonces, el subal­ riadores pueden asignar a lo sobrenatural un lugar en el sistema
terno no es necesariamente el sujeto de su propia historia, pero de creencias o en las prácticas rituales de una persona, pero ads­
en una historia del proyecto de Estudios Subalternos o en cual­ cribirle agencia real en los acontecimientos históricos sería ir con­
quier historia de espíritu democrático, lo es. ¿Qué significa, enton­ tra las reglas de demostración que proveen al discurso histórico de
ces, el que tomemos en serio la perspectiva del subalterno -el cual procedimientos para re.solver disputas sobre el pasado.
adscribe la agencia de su rebelión a un dios- y a la vez le quera­ El teólogo-hermeneuta protestante Rudolf Bultmann ha escri­
mos conferir agencia o subjetividad en su propia historia, estatus to de manera esclarecedora sobre este problema. «El método histó­
que sus declaraciones niegan? rico » , afirma Bultmann, «encierra el supuesto de que la historia
La estrategia de Guha para enfrentarse a este dilema se des­ es una unidad en el sentido de un continuo cerrado de efectos en
� liega de la forma siguiente. Su primer paso, en contra de las prác­ el cual los acontecimientos individuales están conectados por la
ticas comunes en la historiografía secular o marxista, es resistirse sucesión de causas y efectos. » Con esto, Bultmann no reduce las
a los análisis que ven la religión sencillamente como una mani­ ciencias históricas a una concepción mecanicista del mundo. Ma­
festación desplazada de relaciones humanas que son en sí mismas tiza su afirmación añadiendo:
seculares y mundanas (clase, poder, economía, etcétera). Guha era
consciente de que no se trataba de un sencillo ejercicio de demis­ «Ello no significa que el proceso de la historia esté determina­
tificación: do por la ley causal y que no haya decisiones libres µe hombres
cuyos actos determinan el curso de los acontecimientos histó­
«La religiosidad fue, según todas las fuentes, central en la hool ricos. Pero ni siquiera una decisión libre sucede sin una cau­
(rebelión). La noción de poder que la inspiró[...][tenía] un ca­ sa, sin un motivo; y la tarea del historiador es llegar a conocer
rácter explícitamente religioso. No es que el poder fuese un los motivos de las acciones. Toda decisión y todo acto tienen
contenido envuelto en una forma externa al mismo denomi­ sus causas y consecuencias; y el método histórico presupone
nada religión.[...] De ahí la atribución del levantamiento a un que es posible, en principio, exponer las mismas y su conexión
mandato divino en lugar de algún agravio particular; la rea­ y así comprender el proceso histórico en conjunto como una
lización de rituales, tanto antes (por ejemplo, ceremonias pro­ unidad cerrada » .
piciatorias para conjurar el apocalipsis de las Serpientes Pri­
migenias[...]) como durante la sublevación (venerar a la diosa Aquí Bultmann llega a una conclusión que nos permite ver la
Durga, bañarse en el Ganges, etcétera); la generación y circu­ brecha que ha de separar el conjunto de principios explicativos
lación de mitos es su vehículo característico: el rumor». 10 que el historiador emplea para justificar la rebelión santa! del con­
junto que los propiqs santal podrían utilizar (incluso asumiendo
Sinembargo, pese al deseo de Guha de escuchar de verdad la que ambos podrían compartir algunos principios). Encuentro la
1

voz del rebelde, su análisis no puede ofrecer a Thakur la misma po­ conclusión de Bultmann completamente relevante para nuestra dis­
sición de agencia en la historia de la rebelión que las declaracio- cusión sobre los pasados subalternos:

150 151
nerse de asimilar estas voces diferentes a una única voz y dejar de­
«Este carácter cerrado [la "unidad cerrada" presupuesta del liberadamente cabos sueltos en el relato (como hace Shahid Amin
proceso histórico] significa que el continuo de los aconteci­ en Events, Memory, Metaphor).13 Pero la cuestión es que el histo­
mientos históricos no puede ser quebrado por la interferencia riador, en calidad de tal y a diferencia de los santal, no puede in­
de poderes sobrenaturales, trascendentes y-que, en consecuen­ vocar lo· sobrenatural al explicar/describir un acontecimiento.
cia, no hay "milagros" en este sentido de la palabra. Tal mila­
gro sería un acontecimiento cuya causa no se encontraría den­
tro de la historia. Mientras, por ejemplo, el relato del Antiguo La política de los pasados subalternos
Testamento habla de una interferencia de Dios en la historia,
la ciencia histórica no puede demostrar tal acto divino, sino La defensa de las historias de las minorías ha producido des­
que meramente percibe que hay personas que creen en él. Cier­ cubrimientos de pasados subalternos, construcciones de la histo­
tamente, como ciencia histórica no puede afirmar que esa fe ricidad que nos ayudan a distinguir los límites de los modos de
sea una ilusión y que Dios no haya actuado en la historia. Pero ver consagrados en las prácticas de la disciplina de la hist01ia.
ella misma, como ciencia, no puede percibir ese acto ni espe­ ¿Por qué? Porque la disciplina de la historia -como muchos han
cular a partir del mismo; sólo puede dejar que todo hombre argumentado (desde Greg Dening hasta David Cohen en los últi­
determine libremente si quiere ver un acto de Dios en un acon­ mos tiempos)- es sólo una de las maneras de recordar el pasado. 14
tecimiento histórico que ella concibe desde la perspectiva de En el ensayo de Guha, la resistencia que las «pruebas históricas »
sus causas históricas inmanentes » .11 oponen a la lectura del pasado por parte del historiador -un dios
santal, Thakur, se interpone entre el historiador demócrata y mar­
En lo fundamental, por tanto, la afirmación de los santa! de que xista y los santa! a la hora de decidir quién es el sujeto de la his­
Dios era el principal instigador de larebelión ha de ser antropolo­ toria- produce pasados menores o subalternos en el proceso mis­ ¡
gizada (esto es, convertida en creencia de alguien o en un objeto mo de tejer relatos históricos modernos. Los pasados subalternos !

de análisis antropológico) antes de encontrar un lugar en el rela­ son como nudos pertinaces que sobresalen y rompen la superfi­
to del historiador. La perspectiva de Guha frente a la comprensión cie, por lo demás regular, del tejido. Cuando hacemos historia de
del acontecimiento por parte de los santa! combina la cortesía del las minorías dentro del proyecto democrático de incluir a todos los
antropólogo -«Respeto tus creencias pero no son las mías»- y una grupos y pueblos en la corriente dominante de la historia, a la vez
inclinación marxista (o moderna) a ver la «religión » en la vida pú­ escuchamos y antropologizamos a los santa!. No podemos escribir
blica moderna como una forma de conciencia alienada o despla­ historia desde -dentro de lo que consideramos sus creencias. Pro-·
zada. «[E]n resumen » , escribe, «no cabe hablar de insurrección en <lucimos así historias «buenas», no subversivas, que·se conforman
este caso salvo como conciencia religiosa» y, sin embargo, s_e l:!-pre­ a los protocolos de la disciplina.
sura a añadir: «es decir, a no ser como demostración masiva de La consideración de este problema ha llevado a una serie de in­
alienación de sí (tomando el término de Marx para la esencia mis­ tentos de construir las historias de modo distinto, de pennitir cier­
ma de la religiosidad) que llevó a los rebeldes a considerar que su to grado de igualdad entre las historias de los historiadores y otros
proyecto se basaba en una voluntad distinta de la suya. » 12 constructos del pasado. Algunos estudiosos representan ahora los
Éste es un caso de lo que he llamado pasados subalternos, pa­ límites de la historia de formas diversas: ficcionalizando el pasa­
sados que nunca pueden entrar en la historia académica como per­ do, experimentando con los posibles modos de entrecruzarse las
tenecientes a la propia posición del historiador. En la actualidad películas y la historia en la nueva disdplina de los estudios cultu­
pueden concebirse estrategias de historias polisémicas en las que rales, estudiando la memoria en lugar de únicamente la historia,
oír voces subalternas de manera más clara que en la fase tempra­ jugando con formas de escritura, y otros recursos similares. 15 El
na de Estudios Subalternos. Cabe incluso la posibilidad de abste- tipo de consenso en la disciplina en tomo a los métodos lústorio-

152 153
gráficos que en una época -pongamos que en los sesenta- repre­ técnicas no del teórico "posmoderno" sino del anticuado histo­
sentaban (en las universidades anglo-americanas al menos) los cur- riador» .16
. sos sobre «teoría» o «métodos», que solían servir a Collingwood o las his­
Carro Bloch �orno alimento básico para historiadores, empieza a Ésta es la razón por la que Hobsbawm aduciría que
larse según los proto­
ser cuestionado ahora, al menos por aquéllos involucrados en es­ torias de las minorías también han de mode
a las form as
cribir historias de grupos marginados o de pueblos no occidentales. colos de la « buena historia», pues la historia habla
libera lismo o
Esto no conlleva necesariamente la anarquía metodológica (pese de democracia representativa y justicia social que el
distin to- ya
a que algunos se sienten lo suficientemente inseguros como para el marxismo -cada uno a su modo, significativamente
temerla), ni que Collingwood et al. se hayan tornado irrelevantes, han hecho familiares.
eso. La
sino que significa que la pregunta de E.H. Carr, «¿Qué es la histo­ Pero las historias de las minorías pueden hacer más que
orías », preci same nte bajo
ria?», exige ser planteada de nuevo para nuestra propia época. La tarea de producir historias de las «min
demo craci a, se ha torna ­
presión del pluralismo inherente a los lenguajes e iniciativas de las la presión de una creciente demanda de
ria «buen a» de las
historias de las minorías ha originado un cuestionamiento meto­ do una tarea doble. Cabe expresarlo así: la histo
social y la de­
dológico y epistemológico de la naturaleza misma de la actividad minorías se ocupa de ampliar la esfera de la justicia
tes de la his­
.de escritura de la historia. mocracia representativa, pero la cuestión de los «lími
so con la
Sólo el futuro dirá cómo se resuelven estos asuntos, pero una toria», por otro lado, tiene que ver con la lucha, o inclu
cracia que
cosa está clara: la cuestión de la inclusión de las minorías en la his­ búsqueda a tientas, por formas no estatistas de demo
ebir comp letam ente. Ello es
toria de la nación ha resultado un problema mucho más comple­ aún no podemos ni entender ni conc
meno r» de los pasad os
jo que la sencilla operación de aplicar unos métodos ya estableci­ así porque al prestar atención al «carácter
sin procu rar redu­
dos a un nuevo conjunto de archivos y sumar los resultados a la subalternos, conservamos las heterogeneidades
todo ya dado.
sabiduría colectiva de la historiografía. El acercamiento aditivo al cirlas a ningún principio abarcador que hable por un
diferentes
conocimiento se ha desmo�onado. Lo que se ha convertido en una No hay una tercera voz que pueda asimilar las dos voces
con ambas, Y
pregunta abierta es lo siguiente: ¿hay experiencias del pasado que de Guha y del cabecilla santal; hemos de quedamos
le pluralidad
no puedan ser capturadas por los métodos de la disciplina, o que al con la brecha entre ellas que apunta a una irreductib
en nuestras propias experiencias de la histo ria.
menos :rimestren los límites de la misma? Los miedos a que tal
cuestionamiento conduzca a un estallido de irracionalismo, a que
una suerte de locura posmoderna se propague por Historilandia,
Pasados muertos y vivos
parecen extremos, pues la disciplina sigue firmemente anclada a
los impulsos positivistas de las burocracias modernas, al sistema
jurídico y a los instrumentos de la gubernamentalidad. Hobsbawm, Permítaseme explorar algo más la cuestión de la heterogenei­
por ejemplo, provee algunas pruebas involuntarias de los estrechos dad tal y como yo la veo. Cabe tratar -y normalmente lo hacemos
vínculos de la historia con el derecho y otros instrumentos de go­ al escribir historia- al santa! del siglo XIX con dosis de historicis­
bierno. Escribe: mo y de antropología. Cabe, en otras palabras, tratarlo como a un
significante de otros tiempos y sociedades. Este gesto conserva
«Los procedimientos judiciales, que insisten en la supremacía una relación sujeto-objeto entre el historiador y las pruebas. En
de las pruebas tanto como los investigadores históricos, y a aquél, el pasado permanece genuinamente muerto; el historiador
menudo prácticamente de la misma forma, demuestran que lo «revive» contando la historia.17 Pero el santa!, con su afirmación
la diferencia entre hecho histórico y falsedad no es ideológi­ «Hice lo que mi dios me pidió que hiciera», también nos confron­
ca[ ... ]. Cuando una persona inocente es procesada por asesi­ ta como un modo de ser en este mundo, y cabría preguntarse: ¿es
nato, y desea probar su inocencia, lo que se precisa son las esa forma de ser una posibilidad parn nuestra propia vida y para
155
154
lo que definimos como nuestro presente? ¿Nos ayuda el santal a toriadores profesionales; nadie negaría estos cambios históricos.
entender algún principio de acuerdo con el cual también nosotros Pero los santa! decimonónicos -y, de hecho, si mi argumentación
vivamos en ciertos momentos? Esta pregunta no historia ni an­ es correcta, los humanos de cualquier otro periodo y región- siem­
tropologiza al santal, pues el poder ilustrativo de éste como ejem­ pre son en cierto sentido nuestros coetáneos: ésa tendría que ser
plo de una posibilidad presente no depende de su otredad. Aquí la condición con la cual pudiésemos empezar a tratarlos como in­
el santal se presenta como nuestro coetáneo, y la relación sujeto­ teligibles para nosotros. Por tanto, la escritura de la historia ha de
objeto que suele definir la relación entre el historiador y sus ar­ asumir implícitamente una pluralidad de tiempos que coexisten,
chivos se disuelve en este gesto, similar al desarrollado por Kier­ una dislocación del presente consigo mismo. Hacer visible esa dis­
kegaard en su crítica de las interpretaciones que consideraban la locación es lo que los pasados subalternos nos permiten hacer.
historia bíblica del sacrificio de Abraham o bien como merecedora Un argumento de este género es lo que, en efecto, se halla en
de explicación histórica o psicológica o bien como metáfora o ale­ el núcleo de la historiografía moderna. Cabría alegar, por ejemplo,
goría, pero nunca como una posibilidad de vida abierta hoy al cre­ que la escritura de la historia medieval para Europa depende de
yente: «[¿P]or qué molestarse en recordar un pasado», preguntaba esta contemporaneidad asumida de lo medieval o, lo que es lo mis­
Kierkegaard, «que no pueda ser convertido en presente?». 18 mo, de la no contemporaneidad del presente consigo mismo. Lo
Quedarse con la heterogeneidad del momento en que el histo­ medieval en Europa se suele vincular estrechamente con lo sobre­
riador se encuentra con el campesino supone, pues, quedarse con natural y lo mágico. Pero lo que hace posible su historización es
la diferencia entre estos dos gestos. Uno entraña historiar al san­ el hecho de que sus características básicas no sean completamen­
tal en pro de una historia de la justicia social y la democracia; el te ajenas a nosotros en cuanto modernos (lo cual no implica negar
otro, negarse a historiar y ver al santa! como una figura que ilu­ los cambios históricos que nos separan). Los medievalistas euro­
mina una posibilidad de vida para el presente. Tomados conjun­ peos no siempre defienden esta idea consciente o explícitamen­
tamente, ambos gestos nos ponen en contacto .con las formas plu­ te, pero no resulta difícil verla operar como supuesto en su méto­
rales de ser que conforman nuestro propio presente. Así pues, los do. En los escritos de Aron Gurevich, por ejemplo, lo moderno hace
archivos ayudan a poner de manifiesto la naturaleza dislocada de un pacto con lo medieval a través del uso· de la antropología, es de­
todo «ahora» particular que se habite; ésa es la función de los pa­ cir, en el uso de pruebas antropológicas contemporáneas de fuera
sados subalternos. de Europa para dotar de sentido al pasado de Europa. La estric­
La pluralidad del propio yo es un supuesto básico en toda her­ ta separación temporal de lo medieval y lo moderno se contradice
menéutica de la comprensión de aquello que parece diferente. Wil­ aquí por la contemporaneidad global. Peter Burke comenta este
helm von Humboldt expresó cabalmente esta idea en su alocución tráfico intelectual entre la Europa medieval y las pruebas antro-·
de 1821 a la Academia de las Ciencias de Berlín titulada Sobre la pológicas contemporáneas al presentar la obra de Gurevich. Éste,
tarea del historiador: « Cuando dos seres están separados por una escribe Burke, «podía ser calificado de antropólogo histórico ya
brecha total, no se extiende puente alguno de comprensión de en 1960 y desde luego que se inspiraba en la antropología, de modo
uno a otro; a fin de entenderse mutuamente, tienen que haberse especialmente obvio en la antropología económica de Bronislaw
ya entendido el uno al otro en otro sentido». 19 No somos iguales Manilowski y Marcel Mauss, que había empezado su famoso ensa­
que el santa! del siglo XIX, y el santa! no se entiende completa­ yo sobre el regalo con una cita de unas colecciones de poemas me­
mente mediante las escasas declaraciones citadas aquí. Los santal dievales escandinavos, las Edda». zo
empíricos e históricos también habrían tenido otras relaciones con Pueden observarse movimientos dobles semejantes -historiar
la modernidad y el capitalismo que no he considerado. Cabría asu­ lo medieval y a la vez verlo como coetáneo del presente- en las si­
mir con facilidad que los santal hoy en día serían muy diferentes guientes líneas de Jacques Le Goff. Le Goff trata de explicar aquí
de como eran en el siglo xrx, que habitarían un conjunto de cir­ un aspecto de la sensibilidad medieval europea:
cunstancias sociales muy distintas. Podrían incluso producir his-

156 157
«Hoy en día las personas, incluso aquellas que consultan a vi­ sulta sorprendente que el estudioso marxista Fredric Jameson em­
dentes y adivinos, que invocan a los espíritus ante mesas flo­ pezase su libro The Political Unconscious con este mandato: «¡His­
tantes o que participan en misas negras, reconocen una fron­ toriar siempre!». Jameson describe «este eslogan» como «el único
tera entrerlo visible y lo invisible, lo natural y lo sobrenatural. imperativo absoluto e incluso cabe decir "transhistórico" de todo
Esto no podía afirmarse sobre el hombre medieval. Para él, no pensamiento dialéctico». 22 Si estoy en lo cierto, la historización
sólo lo visible era la mera huella de lo invisible; lo sobrenatu­ no es la parte problemática del mandato; el término perturbador
ral se desbordaba en la vida diaria a cada paso».21 es «siempre». Pues el supuesto de un tiempo continuo, homogé­
neo, infinitamente extendido que hace posible la imaginación de.
Estamos ante un pasaje complejo. En la superficie, se ocupa un «siempre», es cuestionado por los pasados subalternos que tor­
de lo que separa lo medieval de lo moderno. Sin embargo, esta di­ nan el presente, en palabras de Derrida, «dislocado».23
ferencia es lo que hace de lo medieval una posibilidad siempre pre­
sente que planea sobre las prácticas de lo moderno: si nosotros, los
modernos, pudiésemos olvidar la frontera entre lo visible y lo in­ Los nudos temporales y la escritura de la historia
visible en la descripción de Le Goff, estaríamos del otro lado de tal
.frontera. Las personas que consultan a videntes hoy en día son mo­ «Uno historia sólo en la medida en que pertenece a un modo
dernas a pesar de sí mismas, pues realizan prácticas «medievales» de ser en el mundo que está alineado con el principio del desen­
pero no son capaces de superar los hábitos modernos. Sin embar­ cantamiento del universo», el cual subyace al conocimiento en las
go, la expresión inicial «incluso hoy» contiene una referencia al ciencias sociales (y yo distingo el conocimiento de la práctica). 24
sentido de sorpresa que uno siente hacia su anacronismo, como si Pero el «desencantamiento» no es el único principio mediante el
la existencia misma de estas prácticas hoy en día abriese un hiato cual convertimos la tierra en mundo. Lo sobrenatural puede habi­
en la continuidad del presente insertando en él algo que es seme­ tar el mundo en estos otros modos de mundanización, y no siem­
jante a lo medieval y, sin embargo, no lo acaba de ser. Le Goff res­ pre como problema o resultado de creencias o ideas conscientes.
cata el presente afirmando que incluso en la práctica de esas per­ Esta idea se plasma en una anécdota sobre el poeta W.B. Yeats,
sonas persiste algo irreductiblemente moderno: su distinción entre cuyo interés en las hadas y otros seres no humanos de los cuentos
lo visible y lo invisible. Pero persiste sólo en cuanto frontera, como populares irlandeses es bien conocido. Ésta es la historia según me
algo qu� define la diferencia entre lo medieval y lo moderno. Y, dado la ha contado mi amigo David Lloyd:
que la diferencia es siempre el nombre de una relación, pues se­
para tanto como conecta (como, de hecho, hace una frontera), ca­ «Un día, en el periodo de sus extensas investigaciones sobre el
bría sostener que al lado de lo presente o de lo moderno lo· medie­ folclore irlandés en la Connemara rural, William Butler Yeats
val también ha de persistir, aunque sólo sea como aquello que existe descubrió un tesoro. El tesoro era cierta señora Connolly, quien
como límite o frontera de las prácticas y los discursos que defi­ atesoraba el repertorio más espléndido de historias de hadas
nen lo moderno. con el que W.B. se había encontrado nunca. Se sentó con ella
Los pasados subalternos son jalones de esa frontera. Con ellos en su pequeña casa de la mañana a la noche, escuchando y
alcanzamos los límites del discurso de la historia. El motivo de anotando sus historias, sus proverbios y su sabiduría popular.
esto, como he dicho, es que los pasados subalternos no proporcio­ Cuando se acercaba el crepúsculo se levantó para marcharse,
nan al historiador principio alguno de narración que se pueda de­ aturdido aún por todo lo que había oído. La señora Connolly
fender racionalmente en la vida pública moderna. Dando un paso se quedó de pie en la puerta mientras se alejaba, y justo cuan­
adelante, puede verse que este requisito de un principio racional, do él llegó a la cancela se volvió y dijo con suavidad: "Una pre­
a su vez, marca la estrecha relación entre las construcciones mo­ gunta más, señora Connolly, si me lo permite. ¿Cree usted en
dernas de la vida pública y los proyectos de justicia social. No re- las hadas?". La señora Connolly echó hacia atrás la cabeza y

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se rió. "En absoluto, señor Yeats, en absoluto." W.B. hizo una mento de los pasados del historiador. Son s.uplementarios .en un
pausa, se dio la vuelta y se alejó, arrastrando los pies, por el sen­ sentido derrideanb: permiten que la disciplina de la historia sea lo
dero. Entonces, oyó la voz de la señora Connolly siguiéndolo que e$ y a la vez ayudan a mostrar sus límites. Al llamar la atención
por el camino: "Pero están ahí, señor Yeats, están ahí" ».25 sobre los límites de la historización, nos ayudan a distanciamos de
los instintos imperiosos de la disciplina, la idea de que todo pue­
Como la anciana señora Connolly sabía, y como nosotros, los de historiarse o de que hay que historiar siempre. Los pasados su­
científicos sociales, a menudo olvidamos, los dioses y espíritus no balternos nos restituyen un sentido del bien limitado que es la con­
dependen de las creencias humanas para su propia existencia; lo ciencia histórica moderna. Gadamer expresó cabalmente esta idea
que los hace presentes son nuestras prácticas.26 Forman parte de en el curso de una explicación de la filosofía de Heidegger. Dijo: «La
los distintos modos de ser a través de los cuales hacemos diverso experiencia de la historia, que nosotros mismos tenemos, es[ ... ]
el presente; son precisamente las dislocaciones del presente lo que cubierta sólo en un pequeño grado por aquello que denominaría­
nos permite estar con ellos. Estos otros modos de ser no están exen­ mos conciencia histórica». 28 Los pasados subalternos nos recuerdan
tos de cuestiones de poder o justicia, pero éstas se suscitan -en la que una relación de contemporaneidad entre lo no moderno y lo
medida en que las instituciones públicas modernas les dejan es­ moderno, un «ahora» compartido y constante, que se expresa en
pacio, pues ambos intersecan- en términos desemejantes a los de el plano histórico pero cuyo carácter es ontológico, es lo que per­
lo político-moderno. mite que el tiempo histórico se despliegue. Este «ahora» ontoló­
No obstante -y quiero concluir señalando esto-, la relación en­ gico précede a la brecha histórica que los métodos del historiador
tre lo que he denominado pasados subalternos y la práctica de la simultáneamente asumen y postulan entre el «allí-y-entonces» y el
historización no es mutuamente excluyente. Gracias a que ya te­ «aquí-y-ahora». Así, lo que subyace a nuestra capacidad de histo­
nemos experiencia de aquello que hace al presente no coetáneo de riar es nuestra capacidad de no hacerlo. Lo que nos da un punto
sí mismo, podemos, de hecho, historiar. Así, lo que permite histo­ de entrada en los tiempos de dioses y espíritus -que al parecer son
riar lo medieval o lo antiguo es el propio hecho de que esos mun­ muy distintos del tiempo vacío, secular y homogéneo de la histo­
dos nunca están completamente perdidos. Habitamos sus fragmen­ ria- es que nunca son completamente ajenos; para empezar, habi­
tos incluso cuando nos clasificamos como modernos y seculares. Es tamos en ellos.
porque vivimos en nudos temporales por lo que podemos acome­ La hermenéutica del historiador, como Humboldt sughió en 1821,
ter la empresa de desenredar, por así decirlo, parte del nudo (así es parte de una premisa, tácita y asumida, de identificación, que más
como cabría concebir la cronología).27 tarde es desmentida en la relación sujeto-objeto. Podemos concebir
El tiempo, según una expresión en mi lengua, nos sitúa dentro lo que he denominado pasados subalternos como indicios que re­
de la estructura de un granthi; de ahí la palabra bengalí shomoy­ cibimos -mientras nos entregamos a la actividad específica de his­
granthi: shomoy significa «tiempo», y granthi se refiere a articula­ toriar- de un ahora compartido, no historiable y ontológico. He
ciones de diverso tipo, desde la compleja formación de los nudillos procurado sugerir que este ahora es lo que quiebra fundamental­
de nuestros dedos a los nudos de un bastón de bambú. Por ello, mente el carácter serial del tiempo histórico y lo que hace que
cabe establecer dos relaciones con los santa!. En primer lugar, po­ todo momento particular del presente histórico esté dislocado de
demos situamos como sujeto moderno para el cual el mundo de la sí mismo.
·vida santa! es un objeto de explicación y estudio históricos. Pero
también puede considerarse a los santal como personas que ilu­
. minan posibilidades para nuestros propios mundos de la vida. Si mi
argumento es correcto, la segunda relación precede a la primera.
Es lo que la hace posible.
Los pasados subalternos, de este modo, funcionan como suple-

160 161
Segunda parte
Historias de pertenencia
5
Crueldad doméstica
y el nacimiento del sujeto

Ekshan, una revista literaria de Calcuta, publicó en uno de sus


números de 1991 un ensayo titulado «Baidhabya kahini» o «Cuen­
tos de Viudedad». 1 Su autora era Kalyani Datta, una mujer benga­
lí que de�de los años cincuenta había estado reuniendo, entre las
viudas bengalíes más ancianas que conocía, relatos sobre la opre­
sión y la marginación que habían sufrido debidó a su condición de
viudas. El artículo de Datta reproducía esos relatos de viudas en
su propio lenguaje a partir de las notas que tomaba en entrevistas
informales. Sin financiación y sin ayuda de institución académi­
ca alguna, la investigación de Datta mostró cuán profundamente
arraigada en la vida bengalí moderna está una voluntad resuelta
de testimoniar y documentar el sufiimiento (en este caso, las difi­
cultades de las viudas) en interés del lector medio. Tanto. esa volun­
tad como el archivo que ha forjado a lo largo de los últimos cien
años forman parte de la modernidad que el dominio colonial bri­
tánico inauguró en la India decimonónica.
Lo que subyace a esta voluntad de documentar es una imagen
de la viuda bengalí perteneciente a familias hindúes de la casta
superior como una figura general del sufrimiento. Esta figura en
sí misma es una abstracción de una época relativamente reciente.
Desde luego, hay viudas en las familias bengalíes de la casta supe­
rior desde que tales familias existen. También es verdad que exis­
ten desde tiempo inmemorial ciertas perniciosas costumbres me­
nores destinadas a regular y dominar la vida de las viudas. No es el
caso que todas las viudas bengalíes de la casta superior hayan su­
frido de la misma manera o en la misma medida a lo largo de la
historia, ni que no se hayan producido cambios históricos en su
condición. Muchas viudas adquirieron ·una autoridad familiar in­
cuestionable sometiéndose voluntariamente a los regímenes y ri­
tuales prescritos para la viudedad. Muchas también han resistido

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los mandatos sociales dirigidos a controlar su vida. Además, fac­ en los últimos ciento treinta años aproximadamente, numerosas
tores como la educación de las mujeres, su acceso a la vida públi­ viudas hindúes de Bengala -viudas tanto en la vida real como en la
ca, el subsiguiente descenso del número de matrimonios de níñas ficción- han narrado sus propias historias en distintos géneros
y el incremento general de la esperanza de vida han ayudado a de ficción, memorias y autobiografías. Desde el siglo XIX la cues­
reducir la vulnerabilidad de· las viudas. El acto privado de Kalya­ tión de la opresión de las viudas se ha mantenido como un aspec­
ni Datta de registrar (públicamente) algunas de las voces de las pro­ to importante de las críticas modernas al sistema de parentesco
pias viudas resulta en sí mismo un testimonio de estos innegables bengalí. El breve ensayo de Kalyani Datta en Ekshan forma parte
cambios históricos. de este acto continuo y colectivo de documentación del sufrimien­
Sin embargo, no cabe duda de que la viudedad expone a las to que la condición de la viudez ha infligido a las mujeres.
mujeres a determinadas dificultades reales dentro del sistema de La historia de la viudedad moderna ha despertado el interés
parentesco, patrilineal y patrilocal, de la casta superior de la so­ d.e muchos,estudiosos de la sociedad colonial bengalí. Éstos han de­
ciedad bengalí. Los rituales prescritos para la viudedad muestran mostrado la existencia de un vínculo entre el «discurso colonial»
que se la tiene por una condición de mal agüero (pues los supues­ -en particular, el empleo británico de las «condiciones de las mu­
tos malos auspicios de la mujer se consideraban tradicionalmen­ jeres» como un indicio para mensurar la calidad de una civiliza­
te los culpables de atraeda muerte sobre un miembro masculino ción- y los comienzos de una forma moderna de crítica social en
de la casa). Los rituales adquieren la forma de una gran expiación Bengala que se centró en cuestiones como la sati y el nuevo casa­
que debe realizar la viuda a lo largo de toda su vida: el celibato, la miento de las viudas. 3 Las cuestiones que me propongo formular
prohibición de comer carne, la abstinencia de determinados tipos aquí son algo diferentes de las que investigan estos especialistas.
de comida y la frecuente observación del ayuno. Un cuerpo sin Resulta obvio que la figura general del sufrimiento de las viudas se
adornos, portador de ciertas marcas (como la ausencia de joyas, la produjo en la historia bengalí mediante la creación de un pasado
cabeza rasurada o el cabello muy corto y el sari blanco sin cene­ colectivo, «público», a partir· de numerosos recuerdos individuales
fa o con una cenefa negra) procura hacer a la viuda poco atracti­ y familiares de la experiencia de la viudez. Este pasado colectivo fue
va y colocarla aparte de los demás. Las narraciones que abordan necesario para- la lucha por la justicia en las condiciones de una
la viudedad desde el siglo XIX revelan el componente de tortura, vida pública moderna. ¿ Qué tipo de sujeto se produc� en la in­
opresión y crueldad que a menudo, si no siempre, acompañaba se­ tersección de estos dos tipos de memoria, la pública y la familiar?
mejante experiencia. ¿Cómo tiene que ser este sujeto para estar interesado en documen­
Sin embargo, hasta el advenimiento del dominio colonial la viu­ tar el sufrimiento? ¿Cómo escribir una historia de un sujeto bengalí
dez no había sido tematizada como problema en la sociedad ben­ moderno y colectivo que está marcado por esta voluntad de testimo­
galí. En la literatura y la escritura bengalíes prebritánicas hay obras niar y documentar la opresión y las heridas?
que tratan variados aspectos de la vida de las mujeres: el sufrimien­
to de la nuera a manos de su suegra y sus cuñadas, la castidad de
las mujeres, los celos y disputas entre las esposas de un varón, pero La compasión y el sujeto de la Ilustración
rara vez (si es que alguna vez ocurrió) los problemas de la viudedad
concitaron interés.2 El dominio colonial modificó todo esto. Desde La capacidad de advertir y documentar el sufrimiento (incluso
.! si se trata del propio) desde la posición de un observador genera­
el encarnizado debate sobre la sati (la inmolación de la viuda en
la pira funeraria de su marido) en los años veinte y treinta del si­ lizado y necesariamente incorpóreo es lo que señala el comienzo
glo XIX, pasando por la Ley sobre Nuevos Matrimonios de las Viu­ del yo moderno. En pI:incipio, este yo debe ser generalizable; es de­
das (1856), hasta las tempranas novelas bengalíes escritas entre cir, de condición tal que señale una posición susceptible de ser;;ocu­
1870 y 1920, las viudas y sus dificultades constituyeron un asun­ pada por cualquiera que tenga una preparación adecuada.-' Si se
to de importancia central en la escritura de Bengala. Asimismo, afirmase, por ejemplo, que sólo una clase particular de persona

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-como Buda o Cristo- es capaz de advertir el sufrimiento y de con­ la argumentación racional, se consideraba un factor crítico para
moverse por éste, no se estaría hablando de una posición de suje- impulsar el desarrollo de esta capacidad de ver lo general en el in­
to generalizada. Ser Buda o Cristo no está al alcance de cualquie­ dividuo moderno.
ra a quien simplemente se le proporcione una educación y una Los dos reformadores sociales más importantes de Bengala en
formación adecuadas. De modo que la capacjdad de simpatía ha de el siglo XIX, quienes se ocuparon de cuestiones concernientes a las
considerarse una potencialidad inherente a la naturaleza del hom­ dificultades de las viudas, Rammohun Roy (1772 o 1774-1833) e
bre en general y no a la individualidad de una persona en particu­ Iswarchandra Vidyasagar (1820-1901), propusieron una teoría na­
lar. Como veremos, algunos filósofos de la Ilustración como David tural de los sentimientos similar. Roy desempeñó un papel decisi­
Hume y Adam Smith sostuvieron una «teoría natural de los senti­ vo en la aprobación de la ley que declaró ilegal la sati en 1829, y
mientos» de este tipo. Vidyasagar llevó a cabo una exitosa campaña a favor de que.las viu­
Debe efectuarse una distinción crítica entre el acto de exterio­ das obtuviesen el derecho legal de volver a casarse, derecho consa­
rizar el sufrimiento y el de observar o confrontar a quienes sufren. grado en la Ley sobre Nuevos Matrimonios de las Viudas Hindúes
La exteriorización del sufrimiento con el propósito de suscitar sim­ de 1856. Estas intervenciones jmidicas nos permiten también efec­
patía y obtener ayuda es una práctica muy antigua, quizás univer­ tuar una ulterior distinción entre el sufrimiento tal como lo con­
sal y todavía corriente. Los mendigos deformados de la Europa sideran religiones como el budismo y el sufrimiento como tema
medieval y de las ciudades de Estados Unidos o de la India con­ del pensamiento social moderno. En la concepción religiosa, el su­
temporánea son sujetos de sufrimiento, pero no se trata de sujetos frimiento es existencial, acompaña al hombre en su vida. Sin em­
incorpóreos. El que sufre, en este caso, es un yo encarnado en un bargo, en el pensamiento social, el sufrimiento no es una categoría
cuerpo, el-cual es siempre un yo particular, asentado en éste o en existencial. Es específico y, por consiguiente, está abierto a inter­
aquel cuerpo. Tampoco la simpatía que se siente sólo por un in­ venciones seculares.
dividuo en particular que sufre (como un pariente o un amigo) se­ El conocido tratado de Rammohun Roy titulado Brief Remarks
ría «moderna» según mi punto de vista. La persona que ocupa la Regarding Modem Encroach.ments on th.e Ancient Right of Fema­
posición del sujeto moderno es. aquella que no es sujeto de sufri­ les [Breve comentario acerca de la conculcación moderna de los
miento inmediato, pero que tiene la capacidad de transformarse antiguos derechos de las mujeres] fue una de las primeras argu­
en sujeto de. sufrimiento secundariamente, a través de la simpatía mentaciones redactadas en la India moderna a favor del derecho
que siente por un cuadro generalizado de sufrimiento, y que do­ de propiedad de las mujeres. Este documento sobre el derecho de
cumenta ese sufrimiento en interés de una intervención social ul­ propiedad también se ocupa de sentimientos· como la crueldad, la
terior. En otras palabras, el momento de la observación moderna aflicción, el sufrimiento, la angustia y otros de naturaleza seme-.
del sufrimiento consiste en cierto momento de autorreconocimien­ jante en las relaciones humanas. Estos dos hilos -derechos y sen­
to por parte de un ser humano abstracto, general. Es como si.una timientos- se entretejen en la argumentación de Roy vinculando
persona capaz de contemplar en sí misma lo humano en general la cuestión de la propiedad con la de los sentimientos, y ambos con­
también reconociera la misma figura en otra persona particular sideran el sufrimiento como un problema social histórico y erra­
que sufre, de modo que el momento de reconocimiento resulta un dicable:
momento en que lo humano en general se disocia en dos figuras
que se reconocen y se constituyen mutuamente: la del que sufre y «En resumen, una viuda, de acuerdo con la [actual] regulación
la del que contempla el sufrimiento. Sin embargo, a. principios del jurídica, no puede recibir nada [... ] [a menos que su esposo
siglo XIX se argumentaba que todo esto no podía tener lugar sin fallezca] dejando dos o más hijos varones y que todos ellos
la ayuda de la razón, pues el hábito y la costumbre -sin oposición sobrevivan y estén dispuestos a adjudicar una parte a su ma­
de la razón- podían entorpecer la capacidad natural de simpatía dre. [...] La consecuencia es que la mujer, que un día es consi­
propia de los seres humanos. La razón, es decir, la educación en derada como la única señora de la familia, el día siguíente se

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convierte en dependiente de sus hijos y queda sometida a los al que se refiere Rammohun Roy remite a un nuevo tipo de com­
desprecios de sus nueras. [...] Los hijos crueles a menudo hie­ pasión, algo que se podría sentir ante el sufrimiento·más allá de
ren los sentimientos de estas madres dependientes. [...] Las la propia familia inmediata. Podríamos llamar a este sentimiento
madrastras, que suelen ser numerosas debido a la poligamia, «c.ompasión en general».
son aún más desatendidas por sus hijastros, y en ocasiones Pero ¿de dónde proviene tal compasión o simpatía? ¿Qué hizo
terriblemente maltratadas por sus hijastras.[...] Las restriccio­ posible que Rammohun o Vidyasagar sintieran esta «compasión
nes a la herencia femenina fomentan en gran medida la poli­ en general» que la mayor parte de los miembros de su comunidad
gamia, una fuente habitual de la mayor penuria en las fami­ (presumiblemente) aún no experimentaba? ¿Cómo se modela a sí
lias nativas».4 misma la sociedad para convertir esta compasión en un elemen­
to constitutivo de cada una de las personas, de manera que la com­
Hay dos notas interesantes de este documento que lo convier­ pasión se· convierta en un sentimiento presente de modo general
ten en la obra de un observador moderno del sufrimiento. En pri­ en la sociedad? Sobre esta cuestión, tanto Rammohun como Vidya­
mer término, al contemplar esta crueldad para con las viudas y las sagar ofrecen una respuesta notable por su afinidad con la Ilustra­
mujeres, Roy se coloca a sí mismo en la posición trascendental del ción europea. La razón, argumentaban, es lo que puede liberar el
sujeto moderno. Esto queda claro si consideramos detenidamen­ flujo de compasión que se halla naturalmente presente en todos los
te el siguiente pasaje del texto: seres humanos, pues sólo ella tiene la capacidad de disipar la ce­
guera inducida por la costumbre y el hábito. Los seres humanos
«Cuán angustiante debe de ser para la comunidad femenina y razonables observan el sufrimiento y eso activa la capacidad hu­
para quienes están interesados en su defensa observar cotidia­ mana natural de simpatía, compasión y piedad.
namente que numerosas hijas de una familia rica prefieran no Rammohun planteó la cuestión de la compasión de manera
reclamar parte alguna de las propiedades[...] que dejan sus di­ abierta en su respuesta de 1819 al polémico escrito de Kashinath
funtos padres[...]; mientras ellas quedan expuestas a ser entre­ Tarkabagish, Bidhayak nidshedhak shombad, dirigido contra su
gadas en matrimonio a individuos que tienen ya varias esposas propio punto de vista sobre la sati. «Lo que es lamentable», afirma­
y no disponen de medios para mantenerlas».5 ba, «es que el hecho de haber contemplado con sus propios ojos
situaciones en las que algunas mujeres han padecido un enorme
Aquí Roy se presenta a sí mismo al mismo tiempo como un pesar por la dominación a la que se encontraban sometidas no
sujeto que experimenta un sentimiento -«angustia»- y como un su­ haya suscitado en usted ni siquiera una mínima cuota de compa­
jeto que representa a otros, alguien que «está interesado en su [la sión como para que l.a inmolación forzosa[de las viudas] fuese de­
de las mujeres] defensa». La capacidad de simpatía es lo que une tenida.»6 ¿Por qué las cosas sucedían de esa manera? ¿Por qué al
a la persona que representa con quienes son representados: com­ hecho de la contemplación no le sucedía la simpatía? La respues­
parten la misma «angustia». La segunda cláusula del pasaje se re­ ta de Rammohun se ofrece con claridad en su escrito de 1818 ti­
fiere a un nuevo tipo de representación: aquellos que asumen un tulado Views on Burning Widows Alive [Consideraciones sobre la
interés en la condición de las mujeres en nombre de las mismas. cremación de viudas en vida], en el cual atacaba a los defensores
Pero ¿quiénes eran estas mujeres? No eran mujeres particulares, de esa práctica. Refiere allí Rammohun la manera forzada en la que
específicas, distinguidas por su pertenencia a familias o a estruc­ las viudas eran «atadas» a la pira funeraria durante el desarrollo
turas de parentesco particulares. Las mujeres constituyen. aquí un de la sati y plantea directamente la cuestión de la misericordia o
sujeto colectivo; la expresión «comunidad femenina» connota una compasión (daya): «Están ustedes resueltos de manera inmise­
comunidad general. Es esta «comunidad general» la que compar­ ricorde a cometer la terrible falta de asesinar a una mujer». Su
te la angustia de Rammohun Roy, el analista que observa en nom­ oponente, el «defensor» de la sati, replica: «Ha afirmado usted in­
bre de ese colectivo. Y, por lo tanto, el sentimiento de «angustia» sistentemente que promovemos la aniquilación de las mujeres por-
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que carecemos de sentimientos. Eso es incorrecto. Pues está es­ eran la costumbre y el hábito lo que obstaculizaba la, por lo de­
crito en nuestro Veda y en los códigos de la ley que la misericor­ más, relación natural entre la visión y la compasión: 9
dia es la raíz de la virtud, y por nuestro ejercicio de la hospitalidad,
entre otros factores, nuestra compasiva disposición ha alcanza­ «¡Pueblo de la India! [...] El hábito ha oscurecido y abrumado
do fama».7 vuestro intelecto y buen sentido de tal modo que resulta difí­
La réplica de Rammohun introduce un argumento que no cuen­ cil que la esencia de la compasión fluya en vuestros resecos co­
ta con el respaldo de la autoridad de los libros sagrados y que care­ razones, incluso cuando veis las dificultades que padecen las
cía de respuesta en los debates de la época. Se trata del argumen­ desventuradas viudas.[...] No dejéis que nazca ninguna mujer
to sobre el «hábito de la insensibilidad». De manera muy similar en un país cuyos hombres no tienen compasión alguna, ningún
a los pensadores de la Ilustración europea y quizás influido por sentido del deber ni de la justicia, ningún sentimiento del bien
ellos, Rammohun sostenía que debido a que la práctica de la sati y del mal, ninguna consideración; donde sólo la preservación de
se había transformado en una costumbre -en un asunto de ciega la costumbre es la principal y suprema religión; que las desdi­
repetición-, las personas eran incapaces de experimentar simpa­ chadas mujeres no nazcan en un país así. ¡Mujeres! No soy ca­
tía incluso cuando veían que se forzaba a alguien a convertirse en paz d� decir qué pecados[en vidas pasadas] os han hecho nacer
sati. El vínculo natural entre lo que contemplaban y sus sentimien­ en la India».10
tos de piedad estaba bloqq.eado por el hábito. Si ese hábito pudie­
ra corregirse o eliminarse, el mero acto de ver que una mujer es De esta manera, tanto Rammohun como Vidyasagar propugnan
obligada a morir suscitaría compasión. Dice Roy: una teoría natural de la compasión, la idea de que la compasión con­
siste en un sentimiento universalmente presente en algo denomi­
«Debe reconocerse que en otros casos ustedes demuestran una nado «naturaleza humana», por más que en alguna situación par­
disposición caritativa. Pero, debido a que desde su juventud ticular su expresión pueda estar bloqueada. Esto recuerda a Adam
han sido testigos de la inmolación voluntaria de mujeres entre Smith, cuando explica su teoría de la simpatía: «Por más egoísta
sus familiares mayores, sus vecinos y los habitantes de las al­ que pueda suponerse un hombre, hay algunos principios en su na­
deas cercanas y han observado indiferencia cuando las muje­ turaleza que lo conducen a interesarse por la suerte de los demás.
res se retorcían bajo el suplicio de las llamas, se han generado [...] De ese tipo es la piedad o compasión, la emoción que sentimos
hábitos de insensibilidad. Por la misma razón, cuando algún por la desgracia de los otros».11 Hume también definía la «piedad»
hombre o alguna mujer deben sufrir la pena de muerte, ustedes como un sentimiento general, como «un interés por [...] el sufri­
tampoco sienten por ellos ninguna clase de compasión, igual miento de ios demás que no ha sido promovido por ninguna suerte
que aquellos adoradores de deidades femeninas, quienes, sien­ de amistad», y lo vinculaba a la capacidad humana general de sim­
do testigos desde su infancia de sacrificios de niños y.de.búfa­ patía. Escribió: «Ninguna cualidad de la naturaleza humana es
los, no sienten compasión por ellos cuando tienen que padecer tan notable[...] como nuestra propensión a simpatizar con los de­
la muerte».ª más».12 Sólo sobre los cimientos de una interpretación de este tipo,
Roy y Vidyasagar asignaron a la razón un papel fundamental en la
Encontramos el mismo argumento sobre la relación entre vi­ lucha contra los efectos de la costumbre. La razón no produce
sión y compasión en los escritos de Iswarchandra Vidyasagar, el el sentimiento de compasión; simplemente ayuda a permitir que los
reformador bengalí responsable de la ley que en 1856 permitía a sentimientos tomen su curso natural, eliminando el obstáculo de la
las viudas hindúes volver a casarse. El planteamiento fundamen­ mecánica costumbre. Huelga aclarar que la visión del ser humano
tal de Vidyasagar en cuanto a fa solución de los problemas de las que subyace a este planteamiento es verdaderamente universal.
viudas presentaba algunas diferencias relevantes respecto a la po­
sición de Rammohun Roy pero, como éste, también sostenía que

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Suplemento al sujeto de la Ilustración: ran Bandyopadhyay escribió sobre Vidyasagar, que lleva como tí­
una traducción de la diferencia tulo Vidyasagar (publicada por primera vez ca. 1895), refiere varias
anécdotas para documentar la compasión que Vidyasagar sentía
La adaptación bengalí de la teoría natural de: la compasión al por aquellos que sufrían. De hecho, uno de los puntos más signifi­
tratamiento de la cuestión de la crueldad doméstica para con las cativos de las biografías de este legendario hombre público ben­
viudas suscitaba dos inconvenientes. Uno era inherente a la propia galí del siglo XIX es que todas ellas, sin excepción, describen en de­
teoría: al concebir el sentimiento humano verdadero como natural talle y con aprobación su propensión a llorar en público, un rasgo
Y universal, sólo llenaba con la razón lo que más adelante se con­ nada admirable, como veremos, según los estándares de Adam
sideraría el espacio de la subjetividad humana. Pero la razón, Smith. El llanto es. prueba de su bondad de corazón. Los episo­
por ser universal y pública, nunca podría perfilar el lado privado dios se suceden para documentar la magnitud de la compasión
del individuo moderno. En la sección siguiente retomaré sobre este (daya o karuna) que alberga el corazón de Vidyasagar. Las oracio­
problema. nes como la siguiente son habituales: «Hemos visto ya que cuando
El segundo inconveniente radicaba en que la historia bengalí aún ·era alumno en el Sanskrit College manifestó la generosidad
no era una pizarra en blanco sobre la cual las preguntas y res­ de su corazón entregando ropas y alimentos a los necesitados » . 14
puestas de la Ilustración pudiesen escribirse a voluntad. No era el O considérese esta anécdota, que se tiene como representativa de
caso que la cuestión de la compasión nunca se hubiera discutido la vida de Vidyasagar. Cuando éste era todavía un estudiante en Cal­
en la historia de Bengala antes de la llegada de los británicos. Exis­ cuta, un respetado profesor suyo, Shambhuchandra Bachaspati,
tían interpretaciones alternativas del problema que también deter­ que le enseñaba filosofía vedanta y era por entonces- un anciano
minaban las respuestas bengalíes a la pregunta ilustrada acerca del físicamente decrépito, se había casado con una estudiante muy jo­
origen de la compasión; Más interesante en este contexto resulta ven. Se dice que Vidyasagar se oponía a ese matrimonio y acon­
el hecho de que las biografías bengalíes de Rammohun Roy o de sejaba a su maestro en sentido contrario. Sus biógrafos describen
Vidyasagar a menudo nos los presentan dando a esta pregunta res­ unánimes el modo en que, cuando Vidyasagar se encontraba con la
puestas muy diferentes de las que en realidad ofrecieron. Una de muchacha, «era incapaz de contener las lágrimas » pensando en
las preguntas centrales que los biógrafos se creían obligados a la viudedad que estaba condenada a sufrir. 15 «Isvar Chandra sim­
abar��� al narrar la vida de Rammohun y de Vidyasagar era: ¿ qué plemente posaba su mirada en el bello rostro de la muchacha y
perm1tio que estos dos hombres bengalíes vieran un sufrimiento de abandonaba el lugar de inmediato. La visión conmovía su buen co­
las mujeres que en ocasiones ni siquiera sus propios padres veían? razón y arrancaba lágrimas de sus ojos. Preveía la vida miserable
¿Qué los tomó compasivos? Los biógrafos solían dar dos_respues­ y desdichada que en un tiempo muy breve iba a llevar la desafor­
tas diferentes. Una era la ilustrada: el papel que desempeña la razón tunada muchacha, y sollozaba y vertía lágrimas como un niño. » 16
al quitarle a la visión la venda que supone la costumbre. Pero tam­ Chandicharan escribe acerca de este episodio: «Este único inciden­
bién tenían otra respuesta: el hriday (corazón). En efecto, soste­ te nos ayuda a comprender cuán sensible era el corazón de Ishvar
nían que había sido el «corazón » con el que habían nacido Ram­ Chandra y cuán fácilmente se afligía por el sufrimiento de otras
mohun y Vidyasagar lo que los hizo compasivos. personas » . 17
La biografía que Nagendranath Chattopadhyay dedicó a Ram­ Las biografías explican así la capacidad de Rammohun o de
mohun Roy, Mahatma Raja Rammohon rayer jibancharit (publica­ Vidyasagar de generalizar su compasión haciendo referencia a una
da por primera vez en 1881/1882), considera «la simpatía y la com­ cualidad especial de su hriday o corazón. Ellos podían generalizar
pasión » (shahanubhuti o daya) como una parte del carácter innato su simpatía desde el �aso particular hasta el general porque la pro­
de Roy: «Rammohun Roy estaba lleno de simpatía (shahanubhu­ visión de simpatía en sus corazones era muy abundante. Se diferen­
ti) Y de compasión (daya) por los pobres.que sufrían. Sus miserias ciaban en esto de personas como por ejemplo el rey de Vikrampur,
siempre hacían llorar su corazón » . 13 La biografía que Chandicha- Dacca, en el siglo xvm, el rajá Rajballabh, quien, según se refiere ,

174 175
intentó una vez sin éxito que su hija, que había enviudado, se ca­ Como afirma Adam Smith: «A veces nos compadecemos de otro
sase de nuevo; o como «un tal Syama Charan Das» de la Calcuta [...] porque, cuando nos ponemos nosotros mismos en su situa­
de mediados del siglo XIX, que trató de hacer lo mismo pero se lo ción, esa pasión surge de la imaginación en nuestro pecho».22 En
impieron los pandits locales. 18 Esos hombres tenían compasión, su análisis, esta capacidad de imaginar forma parte de la natura­
pero no en una medida lo suficientemente amplia como para lle­ leza humana: «La naturaleza enseña a los espectadores a asumir
varlos a considerar el problema de sus hijas tomo un asunto que las circunstancias de la persona principalmente involucrada».23
afligía, potencialmente, a todas las mujeres de la casta superior. Sin embargo, los autores bengalíes, al explicar este rasgo innato de
Sin embargo, Rammohun y Vidyasagar fueron capaces de llegar Rammohun o de Vidyasagar como shahridáy (con hriday o corazón)
al caso general a partir de lo particular porque habían nacido con y, por lo tanto, caracterizado por la capacidad de shahanubhuti, es­
una abundante cuantía de karuna (compasión). De hecho, el poe­ taban sirviéndose en la práctica, aunque implícitamente, de teorías
ta bengalí Michael Madhusudan Dutt 19 dio a Vidyasagar el apodo estéticas sánscritas acerca de la rasa shastra (estética: la ciencia de
de karunasagar ( «océano de compasión», juego de palabras a par­ los rasas o «estados de ánimo») según las cuales no todos tienen la
tir de vidyasagar, «océano de sabiduría»). Sus biógrafos citan algu­ posibilidad de apreciar los diferentes rasas de la vida (incluyendo i!
!11
nas pmebas significativas obtenidas de anécdotas de infancia para el de karuna o compasión). La capacidad de shahanubhuti, a dife­ ft
establecer este karuna como rasgo innato de su carácter. La aver­ rencia de la teoría europea de la simpatía, no dependía de una fa­ 'i'
!I¡
In

sión de Rammohun por la idea de la sati, se nos cuenta, se mani­ cultad mental que se da naturalmente como 1á «imaginación»; se
festó por vez primera cuando se enteró de que una mujer a la que contemplaba, más bien, como una característica de la persona con

:
lo unía un vínculo familiar cercano había sido empujada a ese des­ hriday, habiéndose asimilado en el siglo XIX el término «hriday» a
tino por los hombres de la casa.20 De manera similar, la determi­ la palabra «corazón». La cualidad de estar «dotado de hriday» era 1,1

nación de Vidyasagar de luchar por la mejora de las condiciones denominada shahridayata. Una persona rasika -capaz de apreciar [
de vida de las viudas se remonta a una experiencia de niñez, cuando los diversos rasas o estados de ánimo- tenía esa misteriosa entidad 1:
supo que una muchacha que había sido compañera de juegos in­ llamada hriday. Y en ese sentido, Rammohun o Vidyasagar podían ¡
fantiles había enviudado y se hallaba entonces sujeta a todas las ser calificados de shahriday vyakti (personas con hriday). 24 Sea cual i
interdicciones de la viudez. «Sintió tanta conmiseración por la pe­ fuere el estatus exacto de la categoría de hriday en las complejas
queña, que en ese mismo momento y lugar resolvió entregar su teorías de la estética sánscrita, no hay en el rasa shastra una teo­
vida a mitigar el sufrimiento de las viudas. Tendría en ese enton­ ría de la naturaleza humana en general para explicar su aparición.
ces unos trece o catorce años.»21 Para los biógrafos de los reformadores decimonónicos, la pose­
La simpatía generalizada se considera aquí un don de Vidyasa­ sión de hriday era más bien un caso excepcional que una regla. Un
gar: «Resolvió entregar su vida a mitigar el sufrimiento de las viu­ Rammohun o un Vidyasagar nacieron de esa manera. Eso fue lo
das>>. Es un don de su corazón. Esta interpretación de la compasión que los hizo singulares y divinos, y los situó por encima de los se­
como capacidad �m1ata de una persona para shahanubhuti (shaha = res humanos corrientes. Por lo tanto, desde este punto de vista, no
igual, anubhuti = sentimientos) difiere del punto de vista de Adam podía haber una teoría natural de la compasión.
Smith o de Hume, quienes la consideraban parte de la naturaleza De manera que en las biografías bengalíes de Vidyasagar y
general en cada ser humano. El término bengalí shahanubhuti, Rammohun Roy trataban de hacerse un lugar dos maneras dife­
· derivado del sánscrito, se suele traducir como simpatía, pero hay rentes e inconexas de comprender teóricamente la compasión y
algunas diferencias importantes. La idea de «simpatía» supone el la persona. Una era la teoría natural de los sentimientos, de cuño
ejercicio y la facultad de la «imaginación» (otro término muy euro­ europeo. La otra, derivada de la estética india, se inscribía en las
peo). Simpatizamos con el sufrimiento de alguien porque gracias palabras bengalíes o sánscritas empleadas para describir la capaci­
a la facultad de la imaginación podemos situarnos a nosotros mis­ dad de simpatía o de compasión. Palabras derivadas, de los textos
mos en la posición de la persona que sufre. Eso es la simpatía. sánscritos de rasa shastra que circulaban en los escritos bengalíes

176 177
como una forma de conocimiento práctico, como términos perte­ Un biógrafo como Bandyopadhyay había de incurrir en dos
­
necientes al vocabulario de las relaciones cotidianas. Representa­ afirmaciones contradictorias y simultáneas. Transmitía la impre
­
ban una hermenéutica diferente de lo social que suplementaba la sión de que la grandeza de Vidyasagar radicaba en el tipo excep
natura leza, pues no cualqu iera na­
que representaba el pensamiento ilustrado europeo. Después de cional de persona que era por
todo, las teorías de Adam.Smith o David Hume -en su apelación cía con un corazón tan pleno de shahanubhuti como el suyo. Pero
sa­
deliberada a la experiencia como fundamento de la generaliza­ también deseaba que su biografía ofreciera la vida de Vidya
pudie ran seguir .
ción- ofrecían a menudo como universalmente aplicables hipóte­ gar como un ejemplo que otros, menos dotados,
final de su
sis que claramente derivaban de las prácticas culturales particu­ «Quiera el señor de nuestro destino » , decía hacia el
lares y específicas de las sociedades que conocían. Smith, por libro, «que la lectura de la vida de[Vidy a]sagar[ ...] difunda el anhe­
ejemplo, asumía con despreocupación el carácter universal de jui­ lo de imitar[sus][ ...] cualid ades. »
27
En ocasiones el texto inter­
cios como: «el hombre que en las mayores calamidades es capaz pela directamente al lector exhor tándo lo a ejercitar su «imagina­
de dominar su dolor parece digno de la más elevada admiración», ción » y a emular el noble ejemplo de Vidya sagar.2 8 Sin embargo,
o «nada es tan mortificante como vernos obligados a exteriorizar en otros momentos insiste en la índole innata de la compasión
am­
nuestra aflicción en público » . Este punto de vista jamás explicaría, y de los sentimientos de Vidyasagar, dejando cierto grado de
person as pro­
. por ejemplo, por qué los· bengalíes valoraban positivamente que un bigüedad en cuanto a si la compasión por todas las
l hombre de la importancia de Vidyasagar llorase en público.25 Las viene de la capacidad humana natural de simpatía, impulsada
que
l aseveraciones de los pensadores europeos eran tanto teorías como por la visión y por la razón, o si se trata de un sentimiento
sólo algunos individuos muy excep ciona les son capac es de expe-
prejuicios (en el sentido gadameriano), en la medida en que eran
también interpretaciones.26 Entre ellas y las interpretaciones ya rimentar.
existentes que vertebraban la vida bengalí se creó un campo en el Incapaces de resolver esta contradicción entre la concepción
la in­
que se puso en juego la política de traducción de la diferencia. del hriday como un don cuasi divino y su compromiso con
terpretación victoriana del mejoramiento social, media nte el cam­
Esta política puede apreciarse en la dualidad de actitudes que
n de re­
a menudo manifiestan los autores de biografías. Las obras biográ­ bio de la índole de los individuos gracias a la diseminació
des
ficas decimonónicas de Bengala se inspiraban en la idea victoria­ latos de buenos ejemplos, las biografías bengalíes de los «gran
edio
na de qúe las biografías contribuían al mejoramiento social prove­ hombres» cayeron a menudo en una suerte de espacio interm
. A pesar de todo su huma nismo
yendo .unos modelos personales que los miembros de una sociedad entre la biografía y la hagiografía
actos
pudieran emular. Desde este punto de vista, una teoría natural de la secular, siguieron siendo expresiones de bhakti (devoción),
la figura retrat ada.
compasión resultaba útil, pues la educación moderna (es decir, de veneración, de parte del biógrafo hacia
que escrib ir la
la formación en la argumentación racional) podía considerarse una Bandyopadhyay señala claramente en el prefacio
que
suerte de arma prescrita para luchar contra los efectos de la cos­ vida de Vidyasagar resultó para él un acto del mismo rango
ostu­
h1mbre. Las biografías eran herramientas de ese tipo de educación. el ofrecimiento de puja (culto) a una deidad. Adopta la comp
so, cuyo lengu aje de humil dad tam­
En cambio, si, por el contrario, la compasión-en-general consistía ra de un devoto (bhakta) religio
aje de minus valora ción de sí:
en una función de un factor tan raro y contingente como el hriday bién es, necesariamente, un lengu
con el que alguien nace y, por consiguiente, resultaba una cuali­
dad escasa por definición, ¿cómo se podría educar a las personas « Vidyasagar merece la veneración de la comunidad de las per­
en el arte de tal sentimiento? ¿Cómo podría cada cual cultivar una sonas doctas; por desgracia, este biógrafo suyo, en compara­
cosa que, por su misma naturaleza, sólo puede adquirirse como ción, sólo podría contarse entre los primeros de los simples.
un don especial digno de veneración? Los biógrafos de los reforma­ [...] Él fue extremadamente afectuoso conmigo[...] y, por esa
dores sociales compasivos de Bengala con frecuencia quedaron razón, también yo le dispensaré puja durante toda mi vida. La
atrapados en esta contradicción. presente biografía comenzó[ ...] como parte de esa puja y éste

179
178
es el único derecho que tengo para narrar la historia de su muy ·
teorías de los sentimientos de Smith o de Hume no se ocupaban de
sagrada vida».29 subjetividades individuales. Para ellos la naturaleza humana era
tan universal como el cuerpo humano biológico. La subjetividad
Esto estaba de acuerdo con la idea de que un exceso de com­ misma, o lo que. numerosos comentadores denominarían la «inte­
pasión en el carácter de una persona era un raro don procedente rioridad» del sujeto, se constituye por una tensión entre las expe­
del mundo divino. Tal noción disponía de sus genealogías históri­ riencias y los deseos privados del individuo (sensaciones, emocio­
cas arraigadas en teorías estéticas y prácticas piadosas ajenas al nes, sentimientos) y una razón universal o pública. Podría decirse
pensamiento ilustrado, pero suplementaba y proyectaba su som­ que es esta oposición la que se manifiesta en la escisión entre lo
bra sobre lo que llegó de Europa. De manera que se daban al me­ privado y lo público en la modernidad.
nos dos respuestas a la pregunta: ¿para quién genera simpatía y C.B. Macpherson, en La teoría política del individualismo pose­
compasión la visión de las cosas? La respuesta podía ser «para el sivo, remonta una de las fuentes del sujeto moderno a la aparición
sujeto de la Ilustración», o bien «para el sujeto que, como un raro en el siglo XVII de la idea del derecho de propiedad privada sobre
don, poseía la cualidad denominada hriday». El hecho de que nos la propia persona. El sujeto que disfrutaba de este derecho, sin
encontremos con estas dos respuestas diferentes en el mismo cuer­ embargo, sólo podía ser un sujeto desprovisto de cuerpo, privado
po de textos sugiere que una no desplazaba a la otra, sino que co­ --pues ei objeto sobre el que se ejercía el derecho era su propio cuer­
existían relacionadas en mutua suplementación, y constituían uno po.30 Fundado sobre la idea de los derechos naturales, no era im­
de los componentes de la modernidad bengalí. perativo en el siglo XVII que tal sujeto estuviese dotado de una inte­
rioridad profunda. El yo «privado» de un sujeto de tal condición de
hecho habría estado vacío. Sin embargo, desde fines del siglo XVIII
La viuda como sujeto moderno: en adelante, ese yo privado se fue llenando hasta dar lugar a lo que
la interioridad y el problema de la pureza finalmente se convertiría en el dominio de la subjetividad. El joven
Marx, en su escrito sobre la «cuestión judía» -en el cual, apoyán­
Rammohun o Vidyasagar vieron a las viudas desde fuera. El dose en la Filosofía del derecho de Hegel, ·polemizaba contra Bruno
archivo de relatos sobre los padecimientos de las viudas que ayu­ Bauer-, ·señalaba la presencia de esta escisión público/privado en
daron a construir no incluía la propia experiencia de las viudas del la concepción misma del ciudadano tal como había sido expuesta
sufrimiento. La subjetividad de las mismas no estaba en cuestión. en Francia en la Declaración de los derechos del Hombre y del Ciu­
Sin embargo, en la época en que Kalyani Datta publicó su ensayo, dadano de 1791-1793. El ciudadano era el lado público-universal
en 1991, el registro de la voz de las viudas era el principal propósi­ y político del hombre que retenía «derechos naturales» para inte-·
to de su trabajo. No sólo Kalyani Datta, la observadora, documen­ reses privados como miembro de la sociedad civil. La religión sólo
taba el sufrimiento; también la que lo había padecido en persona podía formar parte de su esfera privada y egoísta de interés per­
hablaba de sus vivencias. La que sufría era la propia observadora de sonal.31 La reciente genealogía del sujeto del pensamiento político
sí misma. Uno de los valores documentales,del ensayo de Dattalo europeo ofrecida por William Connolly muestra la trayectoria de
aportan las diferentes ancianas que se dirigen al lector directamen­ un proceso a través del cual las teorías de «la lucha y el conflicto
te. De modo que los archivos de la historia de la-viuda-en-tanto­ en la sociedad civil» se trasladan gradualmente al «interior del in­
doliente han venido a incluir con el tiempo la subjetividad de la dividuo mismo», hasta que el individuo se transforma, hacia fines
viuda misma. Ésta se convierte así.a la vez en objeto y sujeto de del siglo XIX, en la figura más familiar, cuya subjetividad privada,
la mirada que atestigua la opresión y el sufrimiento. considerada ahora como constituida a través de una historia de
Esto concuerda .con lo que una explicación estándar del sujeto represión psicológica, sólo puede desvelarse mediante las técnicas
inoderno del pensamiento político europeo -una historia de la fi­ del psicoanálisis. En palabras de Connolly: «La teoría moderna del
gura del ciudadano, pongamos por caso- nos llevaría a esperar. Las sujeto estratificado, con sus niveles de actividad inconsciente, pre-

180 181
consciente, consciente y autoconsciente, y su intrincada carrera de en su análisis de l os textos de Durkheim, representa una amena­
.relevos entre pasiones, intereses, deseos, responsabilidad y culpa, za para la ide a de lo social y de lo general, pues, si los individuos
localiza dentro del yo conflictos que Hobbes y Rousseau distribuían están dotados de una individualidad ilimitada (eso es lo que se su­
32
e ntre los diversos regímenes». pone que revela el drama de las pasiones: cada uno es al mismo
El nacimiento del sujeto moderno en la teoría europea del si­ tiempo novelista de sí mismo y su propio analizado), ¿qué garan­
glo XIX requería una interioridad en conflicto, en que la razón lu­ tiza la unidad de lo social? ¿Qué impediría que la esf era social,
chase por mantener bajo su orientación y control aquello que dis­ constituida por individuos semejantes ( es decir, por p ersonas que
tinguía a un sujeto d e otro y que, al mismo tiempo, era diferente no se encue ntran simpleme nte sujetas a las prácticas sociales,.
d e la razón. Ello fue el (inicialmente) consciente y (más tarde) sub­ como supuestamente lo estaban en las sociedades primitivas), se
consciente mundo d e las pasiones, l os deseos y los sentimientos d esintegrase e n la pe sadilla de la anomia? 34 En el individuo, la
que constituyen la subjetividad humana. Sin este paso, habría respuesta sería: la razón. La razón, dirigiendo la �ente a lo gene­
sido difícil desarrollar en los individuos la sensación de ser huma­ ral y l o universal, guiaría las pasiones de los individuos hacia su
nos pero, al mismo tiempo, sujetos individuales únicos. Aunque la lugar cabal en la esfera social. Este punto de vista, considerado en
r azón e s una facul tad humana, no pue de constituir a la subjeti­ sí mismo, no es nec e sariame nte moderno, pe ro cabría sostener
vidad individual porque ; por d efinición, la razón es unive rsal y que su generalización en la sociedad señala el advenimiento de la
pública. Para la e mergencia del suj eto moderno, las pasiones, los modernidad.
sentimientos y otros elementos semejantes deben colocarse en el in­ Observar y constituir un archivo de las viudas bengalíes como
terior de la mente y de una interpretación muy particular de la rela­ sujetos de la modernidad, entonces, significaba documentar no sólo
ción entre ellos y la razón. Se trata de una relación pedagógica. Las las condiciones externas de su vida, sino también su sufrimiento in­
pasiones y los sentimientos, para que su portador sea moderno, terno, el modo en que la pasión luchaba con la razón en su interior
precisan de la autoridad rectora de la razón. Al mismo tiempo, se y las distinguía como modernas. Esto, sin duda, estaba ausente en
suscita entre ambos una rel ación conflictiva, de bido a que son de los esquemas interpretativos·de los primeros reformadores. Consi­
índole opuesta y contradictoria. Este conflicto es lo que caracteri­ dérese una vez más la afirmación de Vidyasagar que sigue , ya cita­
za la interioridad del sujeto. Veamos cómo describe Connolly esa da en parte anteriormente :
transición en la obra de Rousseau:
«¡Pueblo de la India![...] Abrid vuestros ojos por una vez y con­
«Rousseau [... ] traslada la lucha y el conflicto desde la socie­ templad cómo la India, que fue un día tierra de virtud, rebosa
dad civil al interior del individuo mismo. Puesto que demanda [ahora] de pecados de adulterio y feticidio. [ ... ] Vosotros estáis
más del yo que Hobbes, debe identificar la lucha interior que dispuestos a entregar a vuestras hijas[. .. ] al f-t1ego y tortura in­
Hobbes señalaba y debe buscar una victoria más concluyen­ tolerables de la viudez. Aceptáis convertiros en cómplices de su
te de la voz interior de la virtud. La política se interioriza.[...] conducta cuando, bajo la influe ncia de pasiones irre sistible s,
Rousseau retira la política del ámbito de la voluntad general y s e transformen en víctimas de adulterio. Arrojando a un lado
la rel ocaliza discre tamente dentro de los yoes que quie re n esas todo temor a un comportamiento inmoral y sól o por miedo a
33
le yes generales». ser expuestos ante el ojo público, estáis dispuestos a ayudarlas
a perpetrar un feticidio y, sin embargo -¡maravilla de las ma­
¿Por qué resulta importante que el individuo moderno sea con­ ravillas!-, no estáis dispuestos a cumplir los mandatos de los
cebido en función de esa lucha interna entre pasión/sentimientos shastras, permitirles volver a casarse, liberarlas del dolor insu­
y razón? Timothy Mitchell, en la exposición sobre Durkheim que frible de la viudedad y liberaros a vosotros mismos de correr
lleva a cabo en Colonising Egypt, ofrece una respuesta interesan­ toda suerte de peligros. Imagináis, tal vez, que con la desapa­
te. La concepción misma del individuo moderno, asevera Mitchell rición de sus esposos los cuerpos de las mujeres se transfarman
182 183
en piedra, que pierden todo sentimiento de dolor y de tristeza, que como profundo y estratificado, escuchar sus voces, por así decir­
sus pasiones son arrancadas de raíz de una vez y para siempre. lo, requería el desarrollo de un conjunto de téc'nicas de observa­
[... ] Que ninguna mujer nazca en un país cuyos hombres no ción dirigidas al estudio y la descripción de la psicología humana.
tienen compasión alguna».35 Ese papel lo desempeñó sobre todo la novela. Los tres puntales de
la ficción.bengalí temprana -Bankimchandra Chattopadhyay (1838-
Debo aclarar que la razón por la que el feticidio y el adulterio 1894), Rabindranath Tagore (1861-1941) y Saratchandra Chatto­
ocupan un sitio tan prominente en el escrito de Vidyasagar es que padhyay (1876-1938)- hicieron del amor prohibido de las viudas
los destinatarios del mismo -aquellos a quienes Vidyasagar inter­ uno de los temas de sus novelas. La cuestión del amor romántico
i1 •
pelaba de manera general y con cierta pomposidad como «pueblo era en sí misma un problema en la historia de la democracia. La
1
de la India»- eran los cabezas de familia bengalíes pertenecientes idea de elegir al compañero de vida -o la del amor como un acto
a la clase media de Calcuta a mediados del siglo XIX. El texto versa­ de expresión personal del sujeto- se enfrentaba a las normas de
ba acerca del nuevo sentido que éstos habían adquirido de las.nor­ regulación social consagradas en la tradición de los matrimonios
mas respetables de domesticidad, y apuntaba a su temor a los em­ concertados. De hecho, una razón por la que tal vez la figura de . d
1
barazos no deseados e ilegítimos provocados por las relaciones la viuda suscitó una fascinación especial en los novelistas benga­ l.
sexuales entre viudas jóvenes y hombres pertenecientes o ajenos a líes es el ·hecho de que los deseos no reconocidos de las viudas re­
I!
la familia. Los escándalos de adulterio y feticidio -el término ben­ presentaban un caso de completa subordinación del individuo a I¡
galí es kelenkari (vergüenza), derivado de la palabra kalanka, que la sociedad. En la viuda podía verse el clamor del sujeto expresivo I'
significa, literalmente, «mancha» o «tacha» (las manchas de la luna por el (auto)reconocimiento. Ahondar en el mundo interior de las 11

. I\
se denominan ·en bengalí kalanka de la luna)- eran el «peligro» al viudas, cuyos sentimientos más íntimos la sociedad se negaba a
.:1/
que aludía Vidyasagar. Con una joven viuda en su seno, una fa­ reconocer, comportaba insertar el deseo de libertad y de autoex­
milia de clase media c01TÍa el riesgo de tal kelenkari, y la viuda de presión en la estructura misma del nuevo sujeto bengalí. Pero al
procurarse el estigma (kalanka) de una relación ilícita que podía proceder de ese modo, los novelistas bengalíes también presentaron
destruir la respetabilidad de su familia. ¿Dónde se halla localiza- la cuestión de la interioridad de las viudas a la consideración ge­ : :
. da la subjetividad/agencia de la joven viuda en este texto? La res­ neral. De modo que, mucho antes de que hubiese disciplinas como
puesta de Vidyasagar era inequívoca: los problemas reales estaban la historia y la sociología que expresaran la voluntad moderna,
en el cuerpo de la viuda, en los instintos y pasiones de la juventud, ahora familiar, de documentar la opresión, existió una literatu­
demasiado fuertes para ser regulados por los rituales de purifica­ ra humanista que experimentó y perfeccionó los instrumentos de
ción y renunciamiento del celibato tradicionalmente encomenda­ la descripción moderna de la «experiencia».37
do a las viudas. Lo que tornaba a las jóvenes vulnerables al peli­ El desaITollo de este fenómeno literario es complejo. Por razo­
gro de un embarazo ilegítimo era la naturaleza misma de la pasión nes de espacio debo simplificar algunas cuestiones que tienen ma­
que la juventud - física generaba en sus cuerpos. Recordemos las yor complejidad de la que es posible desaITollar aquí. En la novela
palabras de Vidyasagar: «Imagináis, quizá, que[ ... ] los cuerpos de de R�bindranath Tagore Chokher bali (1903), cuyo tema es el amor
las mujeres se transforman en piedra, que pierden todo sentimien­ no correspondido de una viuda, puede apreciarse un paso cons­
to de dolor y de tristeza, que sus pasiones son arrancadas de raíz ciente en la descripción de la intelioridad humana como un espa­
· de una vez y para siempre». Vidyasagar no era el único que pensa- cio interior absoluto y autónomo del sujeto. Chokher bali es la his­
..ba que las pasiones de la viuda surgían de la juventud de su cuer­ tolia de la pasión de un joven, Mahendra, casado con-Asha, que se
po. Varias obras dramáticas bengalíes sobre la cuestión del nuevo enamora apasionadamente de una joven viuda, Binodini, la cual
casamiento de las viudas, escritas en la misma época, sugieren que se traslada desde su pequeño pueblo a Calcuta para vivir con Ma­
ésa era la interpretación común.36 hendra, Asha y la madre de aquél. También es la historia del sen­
Documentar la interioridad de las viudas, contemplar su yo timiento de amor de Binodini, de la atracción inicial que sie°:te

184 185
por Mahendra, sustituida finalmente por su amor por el mejor ami­
«sagrado », «auspicioso» e «inmaculado » o «no contaminado» �es
g;o de é ste, Bihari. A diferencia de los personajes de viudas de las
decir no contaminado por la pasión física-, este término ha sido
novelas de Bankim, Binodini no es analfabeta; se l a describe , de
empl�ado por muchos escritores bengalíes para ref�rfrse al amor
hecho, como ávida lectora de Bishabrisksha (analizada más aba­
que trasciende la pasión física. El prem (amo:) calificado de pa­
jo), de Bankim. En un prefacio redactado para una reedición de
bitra era el tipo de amor más elevado que podrn darse entre hom­
la obra, Tagore explicaba que, para l a literatura bengal í, la apari­
bre y mujer. Banldmchandra definía pabitra como aquello q�e ha
ción de Chokher bali había sido el anuncio de un cambio radical.
vencido o trascendido los sentidos (jitendriya). Este pensamiento
Su novedad consistía en haber colocado el énfasi s en el es pacio
com o tal era antiguo. Se remontaba a ciertas corrientes de la fi�
interior del ser humano. Es verdad que el cuerpo y sus órganos
l osofía vedanta, pero resultó central en los debates nacionalistas
sensibles aún conservaban cierto papel, lo mismo que l a noción de
del siglo XIX en torno a la conducta y al yo, en los que el i�eal de
ripu (la tradicional concepción hindú de las seis pasiones particu­
persona era identificado con jitendriya, literalmente, ser algmen que
lares del cuerpo que destruyen al hombre), pero en l a obra de Ta­
ha vencido sus sentidos . 39 Sin embargo, el debate sobre el amor en
gore todo esto quedaba ahora subordinado al juego de las fuerzas
Bengala a fines del siglo XIX mantenía una de uda más estrecha
psicológicas. Como é l mismo señala:
con l a poesía vishnuísta me dieval (los acólit os del dios-protector
Vishnu y sus encarnaciones eran denominados vishnuístas), que los
«Lo que impulsa el relato de Chokher bali desde el interior y le
e scritores bengal íes rede scubrieron progre sivamente desde 1870
confiere su intensidad son los celos de la madre. Son estos celos
en adelante.40
los que brindan al ripu de Maheridra la ocasión de salir a la luz,
Buena parte de la lírica vishnuísta se estructuraba en torno al
todo •dientes y garras , lo cual no habría sucedido en circuns­
tema del amor ilícito que Radha, la heroína casada de esta poesía,
tancias normales. [... ] El método de la nueva literatura ya no tra­
sentía por Krishna, una encarnación humana del dios Vishnu Ese
za simplemente los episodios en el orden correcto, sino que los _.
amor extramatrimonial había atraído sobre Radha el oprob10 de
analiza a fin de extraer de ellos historias acerca de la interiori­
kalanka, que muchos poetas vishnuístas exonerab�n ret�a�ando tal
dad de los seres humanos [Tagore emplea la expresión aanter
amor como símbolo del deseo del devoto de union espintual con
katha]. Este nuevo método hizo su aparición en Chokher bali». 38
dios y, en consecuencia, como muy alejado de la pasión entendida
de m odo estrictamente físico o de la intemperancia. Fue en este
Cabría interpretar que estas afirmaciones instauran en la fic-
ideal del amor com o sentimiento espiritual, desprovisto de todo
ción bengalí al suje to moderno dotado de interioridad. En el caso
rastro de lujuria, donde los escrito res bengalíes encontraron una
de Vidyasagar, el deseo de las viudas se interpretaba como concu­
elaboración del deseo entre los sexos. En un ensayo en que com­
piscencia, una pasión de juventud puramente física, regulada por
paraba a los dos poetas medievales vishnuístas Jaya�e�a ��iglo XII)
las leyes de la naturaleza y, por consiguiente, dotada de una fuer­ �
y Vidyapati (siglo xv), Banldmchandra trazo u?a dist��c10� entre
za que escapaba al control humano. Con Bankimchandra, Rabin­
dos tipos de naturaleza (prakriti): externa (bahihprakntz) e mterna
dranath y Saratchandra comienza una nmeva y consciente inda­
(antahprakriti). El cuerpo y sus pasiones p�rten�cí�n a la na�ur�­
gación sobre el amor (prem) romántico (heterosexual) como una
l eza exten1a, a l a esfera de los sentidos. La mtenondad constitma
cuestión diferente del problema de la concupiscencia. Sin embar­
la natural eza interna de los humanos, y era en e se ámbito donde
go, encontramos una peculiaridad en este relato del nacimiento del
podía uno librarse del dominio de los sentidos y hacer que el amor
s ujeto moderno en la literatura bengalí. E sa pecul iaridad y su his­
fuese espiritual o pabitra. Bankimchandra escribe :
toria se condensan ahora en un vocablo que adquirió gran difusión
en el periodo comprendido entre los años 1870 y 1920: pabitra, em­
«Cabe dividir .a los escritores de poesía lírica en bengalí en dos
pleado como calificativo del amor secul ar y humano. Usualmente
grupos: aquellos que colocan al hombre en el contexto de la be­
entendido como «puro», pero connotando a su vez los sentidos de
lleza natural y aquellos que só lo atienden al corazón humano,

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manteniendo a distancia a la naturaleza exterior.[...] Es la na­ que la mirada documental de los novelistas bengalíes creó y expu­
turaleza �xterior (bahihprakriti) lo que predomina en Jayade­ so el espacio interior de las viudas, el amor moderno secular y ro­
va y los similares a él, mientras que en los semejantes a Vi­ mántico surgió bañado en las etéreas doctrinas vishnuístas de la
dyapati encontramos el ámbito de la naturaleza que es interno «pureza». Las novelas permitían a las viudas experimentar el amor,
(antahprakriti). Tanto Jayadeva como Vidyap·ati cantan al amor pero no sin que antes éste hubiese sido teorizado como combate
entre Radha y Krishna. Pero el amor sobre el que canta Jaya­ espiritual por liberar al deseo de toda sugerencia de carácter físi­
deva obedece a los órganos de los sentidos externos. Los poe­ co. Se apremiaba a la razón a servir en las filas de lo espiritual.
mas de Vidyapati y, especialmente, los de Chandidasa, trascien­ Esta marginación de lo físico determinó en gran medida la natu­
den nuestros sentidos externos[...] y se transforman enpabitra, raleza específica del sujeto en la modernidad literaria bengalí.
esto es, desprovistos de toda asociación con los sentidos o con En Bankimchandra, Rabindranath y Saratchandra, el cuerpo
la intemperancia». 41 es lo que amenaza la esfera de la interioridad; amenaza la capaci­
dad del sujeto de ser puro o pabitra. Hay diferencias, sin embargo.
Las doctrinas vishnuístas se mezclan con el romanticismo euro­ En Banldm, aunque la razón se enfrenta a la pasión, y tal conflic­
peo en estos debates. Bankim, por ejemplo, se refiere a Wordsworth to es el hecho central de la interioridad humana, el cuerpo disfru­
como el poeta de la antahprakriti (naturaleza interna) espiritual en ta de una existencia autónoma -autónoma de la mente- a través
el mismo ensayo. de la categoría de Banldm de belleza o apariencia externa (rup),
La historia, al parecer popular desde el siglo XVII, del amor so­ que pertenece a su concepción de la naturaleza externa (p-rakriti).
cialmente escandaloso entre el famoso poeta bengalí del siglo xv Según Banldm, está en la naturaleza del hombre el sentirse atraí­
Chandidasa, ·brahmán vishnuísta, y Rami, lavandera de una cas­ do por la rup. En su novela Bishabriksha (El árbol del veneno), pu­
ta baja, se reutilizó una y otra vez en la escritura bengalí moder­ blicada en 1873, la rup de una joven y hermosa viuda llamada
na para ilustrar el ideal del amor romántico.42 El propio Chandi­ Kunda desempeña un papel central en la atracción de un hombre
dasa comparaba el amor de Rami a algo tan puro como «el oro sin felizmente casado, Nagendra, como si de una polilla impulsada ha­
escoria», sin, decía, siquiera el olor del deseo (físico). Cuando te­ cia el fuego se tratase. Nagendra deja a su mujer y se casa con Kun­
nía unos veinte años, Tagore escribió un ensayo de gran influencia da. Esta relación polilla-fuego era, para Bankim, una imagen per­
en el cual abrazaba esas palabras de Chandidasa como el ideal del fecta del modo en que la naturaleza externa o bahihprakriti tienta
amor entre hombres y mujeres: a los seres humanos hacia su destino. Como él mismo escribió en
una serie de ensayos irónicos, ingeniosos y humorísticos en el li­
«¡Qué puro era el amor de Chandidasa! Él podía separar el bro Kamalakanter daptar:
amor de la intemperancia. Por ello afirmó sobre la belleza de
su amante que no albergaba siquiera el olor del deseo [físico]. «A partir de entonces me parecía que todo hombre era un in­
[... ] Estaré con ella pero no tocaré su cuerpo.[...] Éste no es un secto. Cada uno de ellos tenía su propio tipo de fuego[lámpa­
amor del mundo exterior, un amor de la vista y el tacto. Es el ra] en el que deseaba morir[...] algunos lo hacen y otros son
tesoro de los sueños. Está envuelto en sueños y no guarda re­ detenidos por el cristal. El conocimiento es uno de esos fuegos,
lación alguna con el mundo que está despierto. Es amor en su la riqueza es otro, el estatus, la belleza, la religión, los órganos
pureza absoluta y nada más. La afirmación de Chandidasa no sensibles son otros tipos; este mundo está repleto de fuegos.
pertenece [sólo] a la época en que la escribió».43 El mundo también está lleno de cristal. La luz.que nos atrae,
la luz en la que queremos caer, aiTastrados por esa atracción...
Los historiadores de la literatura bengalí, desde Dinesh Chan­ bueno, no· la alcanzamos, ¿no? Revoloteamos yendo y viniendo
dra Sen a comienzos del siglo XX hasta el más reciente Asit Bandyo­ sólo para regresar una y otra vez. Si no fuese p9r la existencia
padhyay, han secundado a Tagore en esta opinión.44 Así, mientras de [este] cristal, el mundo ya se habría abrasado».45
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antigua comprensión del tantrismo de la prakriti (naturaleza) como
. La interioridad de alguien como Nagendra, el héroe trágico de una forma de conciencia, como un poder femenino que anima el
Bishabriksha, se describe mediante una historia en la que su ra­ mundo, creándolo en colaboración conpurush, el hombre o el po­
zón/voluntad c0mbate, sin éxito, con bahihprakriti 01 la naturaleza der masculino, a quien tienta tanto a vivir como a morir. 48
externa. Bankim sugiere que.la libertad humana radica en ser ca­ El problema de la rup (belleza externa) languidece en las manos
paz de distinguir -con el auxilio del razonamiento moral- entre lo de Tagore y Saratchandra; no hay «amor de los ojos» en Chokher
que pertenece al espacio interior del sujeto, prakriti o naturaleza bali. La belleza física, como hemos visto, forma parte de la cosmo­
del interior (antahprakriti) y lo que pertenece a la naturaleza ex­ logía de Banldrri; advierte de su impacto sobre la mente precisa­
terior o bahihprakriti. Los humanos son propensos a sentir atrac­ mente porque la considera genuinamente poderosa. Tagore, sin
ción por la belleza física. Nagendra, el héroe de la novela de Ban­ embargo, no nos deja dudar de que su heroína Binodini sea la
ldm, lo denomina chokher bhalobasha (literalmente, «amor de los nueva mujer dotada de interioridad y subjetividad. Por más atrac­
ojos»).46 A este «amor de los ojos» Banldm oponía algo que cabría tivo físico que tenga, Binodini es producto de la nueva educación
de�ominar «amor de la mente». Esta teoría la elabora otro perso­ y defa ilustración. A diferencia de las novelas de Bankim, Chokher
naJe de la novela, Haradev Ghosal, cuñado de Nagendra, quien dice bali no representa el esfuerzo de la razón por distinguir entre el
a.éste lo siguiente -adviértase cómo el ideal de pabitra prem (amor amor nacido de la rup y el nacido de una «facultad de la mente».
puro) proporcionaba un marco dentro del cual los autores benga­ Es como si, en respuesta a la idea de Bankim de que el amor o
líes consumían también la literatura europea: la atracción pueden originarse en el hecho de que la visión huma­
na no puede ·evitar la influencia de la belleza física (rup), Tagore
«Hay muchas sensaciones en la mente a las que la gente deno­ bromease (a través de la voz de Binodini): «¿Les ha dado Dios a
mina amor.[...] El deseo de disfrutar de la belleza de una mu­ los hombres sólo vista y ninguna clarividencia?».49 Mediante esta
jer hermosa no es amor. [ ...] Esta propensión [...] es enviada subordinación de la vista a la clarividencia, Tagore desplazaba el
por Dios; a través de ella, también, los deseos del mundo se rea­ drama de los sentimientos desde el espacio exterior de lo físico
lizan, y fascina a todas las criaturas. Kalidasa, Byron, Jayade­ al espacio de la interioridad en el sujeto.
va son sus poetas. [...] Pero no es amor. El amor nace de las La pureza o pabitrata emerge en la ficción bengalí _como con­
facultades de la mente. [Su] resultado es la simpatía y, en úl­ junto de técnicas de la interioridad, cuyo uso puede hacer «puras»
tima instancia, el olvido y la renuncia de uno mismo. Ése es el las emociones más íntimas (como el amor) y así ayudarlas a tras­
verdadero amor. Shakespeare, Valmiki y el autor de Bhagavat cender todo lo externo al espacio interior del sujeto: el cuerpo, los
Purana son sus poetas».47 intereses, las convenciones sociales y los prejuicios. No cabe ne­
gar su contribución a la espiritualización de la experiencia de la
No percibiríamos la complejidad del pensamiento de Bankim individualidad. Creó una autonomía extrema en el estatus del afec­
si lo interpretásemos como una simple reinvención de la distin­ to y un sentido vigoroso de resolución en el sujeto. Pues esta ad­
ción de la sociología europea entre naturaleza y cultura y como quisición de la cualidad de pabitrata no se producía sin una lucha
una asignación de la mujer a la naturaleza. Es cierto que Bankim decidida contra los sentidos que nos vinculan al mundo exterior.
establece una distinción entre naturaleza exterior e interior, bahih­ Tomaba la pugna por ser un individuo en contienda espiritual. Así,
prakriti y antahprakriti. Pero la palabra prakriti, en Bankim, resue­ Tagore podía crear en su ficción personajes extremadamente vigo­
na siempre en dos registros separados, sintomáticos del proceso de rosos de viudas cuya lucha contra la injusticia social adoptaba el
traducción cultural que la modernidad suponía en la Bengala co­ aura de una vigilancia espiritual. En Chokher bali, por ejemplo,
lonial. La categoría prakriti en Banldm media entre la concepción el personaje de Am1apurna, la tía de Asha que, como una viuda
científica moderna de la naturaleza como conjunto de cuerpos «tradicional», decide vivir en la ciudad sagrada de Benarés, ilus­
inertes movidos por leyes físicas ciegas e inconscientes, y la más tra este punto. Al ser una anciana, permanece fuera del circuito del
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amor romántico juvenil de la novela. Pero sus conversaciones con do por: el tratamiento que recibe una joven viuda, a la que conocía
Asha no dejan lugar a dudas: esta viuda es una persona con plena desde la infancia, que de un día para otro perdió su posición. so­
autonomía. Su resolución de conservar su yo íntimo en un estado cial simplemente porque encontraron a un hombre en su dormi­
de pureza o pabitrata es un reto discreto pero a la vez orgulloso a torio, Saratchandra escribe en 1932:
las convenciones sociales:
«Puede que a ella ya no le quede nada denominado cas tidad.
«Un día Asha le preguntó: "Dime, tía, ¿recuerdas a nuestro tío?". Supongamos que acepto eso . Pero ¿qué sucede con su femi­
Annapurna replicó: "Enviudé a los once años. Sólo puedo recor­ nidad? ¿Es que sus cuidados a los enfermos durante días y no­
dar la imagen de mi marido como una sombra". Asha pregun­ ches enteros[...] y su generosidad con los pobres no van a re­
tó: "Entonces ¿en quién piensas, tía?". Annapurna esbozó una cibir[ ...] consideración alguna? ¿Es que el cuerpo de la mujer
sonrisa y dijo: "Pienso en Aquél en quien mi marido vive aho­ es todo lo que importa, es que no cuenta nada su interior (an­
ra, pienso en ese dios". Asha dijo : "¿Te hace eso feliz?". Anna­ tar)? Incluso si esta mujer, viuda desde la infancia y acuciada
purna pasó sus dedos co n afecto por el cabello de Asha y res­ por los insoportables apremios de la juventud, no hubiese pre­
pondió: "¿ Qué entenderías tú, mi niña, de lo que pas a en mi servado la pureza (pabitrata) de su cuerpo, ¿tornaría eso falsas
interior? Sólo mi mente lo sabe. Y lo sabe Él, el que reside en todas-las cualidades de su interior?[...] ¿Hasta dónde llegamos
mis pensamientos. [...] Hubo un tiempo en que tu tía, cuando para ver la belleza verdadera (prakrito rup) del ser humano?
tenía tu edad, entró en el juego de toma y daca con el mun­ ¿A la envoltura de su cuerpo o a la envo ltura de su interiori­
do , igual que ahora estás haciendo tú. Co mo tú, yo también dad? Díganmelo».51
solía pensar, ¿por qué no habrían de originar mis servicios y
mis cuidados satisfacción en el hombre al que sirva? ¿Por qué Los detalles de esta argumentación de Saratchandra merecen
no habría de recibir ternura de la persona a quien venere?[ ...] atención, ya que nos ayudan a ver el funcionamiento de la margi­
Pero a cada paso veía que esto no sucedía. Un día dejé este nalización estética del cuerpo en los inicios de la ficción moderna
mundo por el sentimiento de que todo en él me había falla­ bengalí. Saratchandra no se pronuncia contra la idea de la casti­
do . Pero ho y veo que nada había fallado. [ ...] Ojalá lo hubie­ dad en cuanto tal; de modo más típico y primario, la ve como una
se sabido _entonces. Si hubiera cumplido con mis deberes en el práctica del cuerpo y no de la mente. Puede que la joven viuda haya
mundo como si fuesen mis deberes para con Él, si hubiera ofre­ estado con otro hombre pero eso destruyó.,, si destmyó algo, sólo
cido mi corazón a este mundo sólo como artimaña para ofrecér­ la pureza de su cuerpo. La pureza más valiosa es la de su mente,
selo a Él, ¿quién me podría haber hecho sufrir?[ ...] Éste es mi que se refleja en sus actos de compasión y sacrificio, y eso -y no
consejo: sea cual fuera el sufrimiento que experimentes, pre­ su cuerpo- es lo que le da su belleza real '(prakrito rup). La argu­
serva intactas tu fe y tu devoción. Y que tu· sentido de dharma
·· mentación sobre pabitrata o la pureza concierne al yo interior. Su
[acción apropiada] sea inquebrantable"».50 cultivo hace a la mujer autónoma. Saratchandra ve esta pureza in­
terna de la mujer buena como signo de su individualidad. La usa­
Saratchandra Chaterjee, un autor posterior a Tagore, sostenía ba como- base para oponerse a los derechos no cuestionados del
un planteamiento similar al de éste. Con un gesto reminiscente del hombre sobre la mujer. Escribe a una corresponsal sobre la idea
·modo en que Tagore convertía el problema de la «vista» (mascu­ «de que si una mujer enviuda a los dieciséis o diecisiete años de
lina) en el de la «clarividencia», Saratchandra efectuaba un des- edad no tiene derecho a amar o casarse con nadie más» y pregun­
. plazamiento de la problemática de Bankim en torno a la rup (be­ ta: «¿Por qué no? Sólo-es preciso reflexionar un poco .para ver que
lleza) para así introducir la idea de prakrito rup (belleza verdadera no hay sino un prejuicio escondido en e.sta[proposición] de que la
o real). Ésta se refería a un interior humano que ahora parecía más esposa es posesión del marido».52
hermoso que la mera belleza exterior o que la apariencia. Indigna- Así pues, las novelas establecían la idea <l,e una e;fera de la in-

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terioridad incorpórea y privada pero comunicable, algo fundamen­ brevivido hasta la obra de Tagore. La búsqueda de pabitrata proveía
tal en la categoría del sujeto moderno en el pensamiento europeo. 53 al sujeto moderno de un espacio de lucha interior, creaba una auto­
· El pensamiento literario bengalí reconocía la concupiscencia como nomía respecto del cuerpo, pero también sostenía un relato fami­
una pasión animal que reside en el cuerpo. A ella enfrentaba la idea liar particularmente bengalí que no se parecía al triángulo psico­
de prem o amor. El prem llegó a señalar la autonomía del individuo lógico europeo de la madre, el padre y el niño que Freud describió
en la viuda al considerar la consecución de la pureza opabitrata en técnicamente y popularizó a principios del siglo XX. El yo moder­
el amor como el acto de separación del yo y el cuerpo. La sociedad no bengalí no era como el yo moderno burgués de Europa. La ca­
podía oprimir, desde luego, al individuo; en este caso, la viuda, pero tegoría de pabitrata, vinculada a una idealización del parentesco y
no podía arrebatarle su individualidad. De este modo, la ficción de la familia extensa patriarcal, hacía innecesaria la emergencia de
arrojaba una luz con cuyo auxilio ver (y documentar) a la viuda una categoría como «sexualidad», que podía haber mediado entre
como sujeto individual dotado de interioridad. La viuda, en cuan­ los aspectos fisicos y psicológicos de la atracción sexual.
to viuda, podía ahora tanto escribir sobre sí misma como ser ob­ Así pues, la modernidad bengalí refleja algunos de los temas
jeto de escritura. fundamentales de la modernidad europea: por ejemplo, la idea de
El cuerpo constituye un problema sin resolver en estas novelas. que el sujeto moderno es poseedor de bienes (como en la exigencia
. O bien es completamente marginado como sede de la concupis­ de Rammohun Roy de derechos de propiedad para las mujeres);
cencia que pabitra prem (el amor verdadero/puro) conquista, o bien que el sujeto es un agente autónomo (como lo describen las nove­
regresa (como en Bankim) en el problema de la rup (forma, apa­ las bengalíes); o que cabe documentar el sufrimiento desde la posi­
riencia), como destino que incita y tienta a la naturaleza interna hu­ ción del ciudadano (véanse los esfuerzos de Kalyani Datta). Ahora
mana (antahprakriti). En ambos casos, no hay nada semejante a la bien, el relato familiar habla de un sujeto significativamente distin­
categoría freudiana de la «sexualidad» para mediar entre el cuerpo to. En un capítulo posterior, en el que examinaremos este relato
y el espacio interior del sujeto. En Chokher bali Tagore da nombre con más detalle, veremos cómo conduce a ideas de la subjetividad
a la forma de la razón que combate con la pasión física para pro­ y la fraternidad fundamentalmente distintas de las propuestas, por
ducir las prácticas de la pureza: kartabyabudhhi (kartabya = deber; ejemplo, por Locl<:e. Por el momento, nos centraremos en el modo
budhhi = intelecto). Se trata, en otras palabras, de la manera de ra­ en que la presencia de estos otros temas de la famili� y la subje­
zonar que mantiene a alguien atado a sus deberes mundanos, una tividad aportó un sentido de pluralidad a la historia del obser­
suerte de sentido común relativo a la vida del cabeza de familia en vador moderno del sufrimiento. Sería apresurado asimilar el en­
un contexto en que la parentela extensa, aunque inviable en la prác­ sayo de Kalyani Datta de 1991 a un relato simple de derechos y
tica, constituía idealmente el horizonte del bienestar. Como el pro­ ciudadanía.
pio Tagore observa en una intervención autorial de la novela: «Si
alguna vez se arranca y se aísla el amor -como se arranca una flor­
de los difíciles deberes que integran el mundo del cabeza de fami­ ¿A quién se llama para que atestigüe el sufrimiento?
lia, no se puede sostener sólo [alimentándose] con su propia savia.
Gradualmente se marchita y se deforma». 54 Por tanto, la literatura bengalí moderna desempeñó un papel
La pugna que conforma la interioridad del sujeto tal y como crucial para generalizar un deseo de documentar el sufrimiento
lo imagina esta modernidad bengalí se libra entre las pasiones de de las viudas y para posibilitar ciertos modos de ver. En cuanto gé­
un lado y las obligaciones familiares o de parentesco de otro, y es nero, la novela se prestaba particularmente bien a ayudar a la re­
en este conflicto donde los sentimientos necesitan la guía de la ra­ producción de un se;ntimiento general y generalizador y al tiempo
zón (moral). Era la respetabilidad de la familia extensa -y no sólo preservar y alim�ntar la idea de lo individual y privado. Sus técni­
de la pareja amorosa- lo que estaba en cuestión. La problemáti­ cas de verosimilitud promovían un sentido de lo particular, crean­
ca de la «domesticidad respetable» de Vidyasagar había, pues, so- do a la vez una visión de lo general. La unión estrecha y progresi-

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va entre la literatura, las prácticas de lectura de la clase media y en la vida real que recordaban a los que me había encontrado en
ciertas formas nuevas de subjetividad es una hist01ia aún inexplo­ historias y novelas».57
rada en el caso bengalí. Parecería, por ejemplo, que hacia 1930 los Si aceptamos que las diferentes prácticas de escritura sobre
lectores de novelas bengalíes comparaban de hecho los numero­ las viudas -ficción, autobiografías, diarios, memorias e informes
sos personajes de viudas creados en la ficción;- colocándolos men­ científicos relativos al sufrimiento de las viudas- crearon en Ben­
talmente en una sucesión que significaba la evolución progresiva gala algo similar a la esfera pública burguesa europea, habitada por
del individuo moderno. El siguiente fragmento, dirigido a Sarat­ un sujeto de la modernidad discursivo y colectivo, se sigue un pro­
chandra por Suresh Samajpati, director de la revista literaria ben­ blema interesante. ¿Cómo comprender tal sujeto colectivo? ¿Era
galí Sahitya, ilustra ese modo de lectura comparativo e historicista: igual que el sujeto-ciudadano del pensamiento político europeo?
No cabe duda de que el derecho colonial mismo moldeó algunos
«Existe una diferencia sustancial entre el personaje de Rohini aspectos de la acción y la subjetividad de las viudas. La poeta ben­
que Bankimchandra creó y el de tu Sabitri. En primer lugar, galí Prasannamayi Devi (1857-1939), que había enviudado a los
Rohini era la sobrina de Brahmananda, no carecía de estatus en doce años de edad, cuenta la historia, por ejemplo, de una valiente
la sociedad. ¡Su único delito fue que, pese a ser viuda, amaba a aldeana decimonónica llamada Kashiswari, quien, al enviudar a
°
Gobindalal! Tu[...] Sabitri no disfruta de tal posición social. En una edad temprana, consiguió una intervención legal contra la po­
segundo lugar, se hizo necesaiia una disposición prolija[de los sible opresión y el acoso por parte de hombres.58 Los relatos de las
acontecimientos] para que la historia de amor entre Gobindalal propias viudas sobre crueldad doméstica, sin embargo, tienden
y Rohini pareciese inevitable [en la novela de Bankim] [...]. Al un puente entre dos tipos de memoria que conforman el archivo
menos a los ojos de la sociedad hay una excusa para el amor en­ moderno de la opresión familiar en la Bengala de la clase media
tre Rohini y Gobindalal. Pero no puede haber tal excusa para el hindú. Se trata de la memolia social-pública abordada por el ciu­
amor entre Sabitri y Satish. Uno depende de la contingencia de dadano-historiador que documenta el sufrimiento y las heridas so­
los acontecimientos; el otro, sólo del deseo».55 ciales en interés de la justicia en la vida pública, y las memorias
familiares articuladas dentro de espacios· de parentesco específi­
Los individuos, entre los que figuran las lectoras de esta ficción cos.59 El ensayo de Kalyani Datta es un ejemplo de ello, pues da a
humanista, llegaban a ver su vida a la luz de la literatura. En su li­ la imprenta -y así convierte en memoria pública- recuerdos a los
bro autobiográfico, Kom boyosher ami (Mi yo de juventud), la es­ que en ocasiones sólo pudo acceder en cuanto miembro de una red
critora contemporánea Manashi Das Gupta describe a una tía suya, particular de parentesco.
anciana y viuda, «Itupishi» (hermana o prima del padre, llamada En los relatos habituales de la modernidad europeo-burguesa,
Itu), como «sacada directamente de las páginas de una ficción ben­ estos dos géneros de memoria -la familiar y la pública- acabaron
galí». Das Gupta escribe sobre esta tía: «Enviudó a una edad tem­ por alinearse entre sí. Primero, las familias basadas en el amor ro­
prana, ahora trabajaba para el departamento de educación del Go­ mántico moderno reemplazaron la estructura extensa de paren­
bierno después de haber ido a la universidad[...]. Conversaba con tesco por el triángulo edípico freudiano. Y el sujeto burgués uni­
soltura con mi padre sobre temas como el fracaso de las Naciones tario-expresivo y portador de derechos se escindió en yo privado y
Unidas mientras ayudaba a mi madre a cocinar nimki [ajedrea po- público. Todo lo que no podía asimilarse a las leyes de la vida pú­
. pular]».56 La propia investigación de Kalyani Datta en torno a la blica se asimiló finalmente a una estructura de represión privada.
situación de las viudas bengalíes en los años cincuenta y sesen- De esta manera, la historia de la represión y la sexualidad llegaría
. ta del siglo pasado estaba inspirada en la ficción: «La viudez se ha a constituir la historia privada del sujeto de la vida pública. Como
abordado sin cesar en la literatura bengalí durante los últimos cien­ muestra la Historia de la sexualidad de Foucault, tal hipótesis re­
to cincuenta años. [...] Mi interés por la vida de las viudas surgió presiva y la consiguiente incitación al discurso resultaron funda­
en mi infancia como resultado de toparme con personajes cercanos mentales para el nacimiento del sujeto moderno y la documenta-

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ción de la interioridad burguesa.60 En el caso bengalí, los destina­ tima hora de la tarde. Una habitación llena de comida cocina­
tarios de estas dos memorias -la social-pública y la familiar-pri­ da; no puedo describir el hambre que me daba el olor del arroz
vada, el sujeto-ciudadano y el sujeto de parentesco- se han man­ y el curry. A veces me sentía tentada de meterme algo de co­
tenido mucho menos alineados y concertados entre sí. El sujeto mida en la boca. Pero la tía de mi [difunto] esposo me había
colectivo al que cabría denominar sujeto moderno bengalí puede contado la historia de la mujer de cierta persona [difunta]: se
quizá concebirse como un punto en movimiento dentro de algo había quedado ciega por haber comido a escondidas en la co­
semejante a tma red de relevos en la que intersecan muchas posi­ cina. Las historias de este tipo me ayudaban a controlar mi
ciones subjetivas diferentes e incluso prácticas de la subjetividad hambre. Todos los días rezaba a [la diosa] Kali: Madre, por fa­
no burguesas, no individualistas. El texto de Kalyani Datta mur­ vor, líbrame de mi codicia. Quizá fue por gracia de la diosa por
mura con múltiples voces heterogéneas que sólo puede reunir en lo que en efecto perdí todo el apetito que tenía». 62
un gesto general de búsqueda de justicia. El sujeto de la moderni­
dad discursivo, colectivo y bengalí estaba integrado por múltiples ¿ Cuál es la naturaleza del sujeto humano aquí? ¿De qué forma
prácticas inconmensurables, algunas de ellas nítidamente no mo­ nos reconocemos en Gyanadasundari Devi? ¿En qué posición co­
dernas según las normas del pensamiento político moderno. loca este texto a Kalyani Datta y, desde luego, al lector? En más
En primer lugar, estaba la voz del sujeto cuyo grito de dolor in­ de una, parece. Puede que Datta (o el lector) esté ahí para docu­
terpelaba al sujeto excepcional (no al ciudadano normalizado) que mentar el sujeto del sufrimiento en interés de una intervención
podía recibir y apreciar la rasa de karuna (compasión). Quien oye social posterior. Su posición deliberada quizás haya sido la del ser
esta queja es convocado a la posición de alguien con hriday: alguien humano moderno, secular, historizante. Puede que incluso haya
como Rammohun, Vidyasagar, Jesús, Chaitanya o Buda. Considé­ escuchado la referencia religiosa a la diosa bajo la luz del espíri­
rese, por ej'emplo, esta declaración de una viuda bengalí: «Una mu­ tu tolerante con que el sujeto secular se acerca a la religión: «Es
jer que ha perdido a su padre, su madre, su marido y su hijo, no el suspiro del oprimido, el alma de un mundo desalmado». 63 Pero
tiene a nadie más en el mundo. Sólo si otras personas en el hogar ¿no nos coloca también la voz de Gyanadasundari junto a otro hu­
son de disposición amable puede ser feliz 1a vida de una viuda. De mano, que actúa como si supiese implícitamente que ser humano
lo contrario, es como ser relegada a un abismo infernal». 61 La cláu­ significa poder dirigirse a los dioses sin tener que probar su rea­
sula condicional de esta oración -sólo si- deja claro que la compa­ lidad primero? 64 Este posicionamiento nos aleja de la lógica de las
sión no formaba parte del orden normal de la. vida de esta perso­ ciencias sociales.
na. Su existencia era impredecible. Es, desde luego, una viuda la La crueldad hacia las viudas en el contexto de la parentela ex­
que habla, pero no en cuanto sujeto-ciudadano en busca de la pro­ tensa hacía proliferar constantemente las posiciones y voces tan­
mesa y la protección de la ley. to de sus agentes como de sus víctimas, y en ocasiones borraba las
También está la voz que se dirige a los dioses en busca de fuer- diferencias entre ambas. Kalyani Datta recoge la historia de la vic­
. za y apoyo. Escuchemos a Gyanadasundari hablando con Kalyani timización y la agencia que una madre asumió cuando su hija, una
Datta en algún momento de 1965. Esta niña viuda que, de hecho, niña de seis o siete años, perdió a su marido. Sobre la madre re­
no llegó a conocer a su esposo, fue enviada a su familia política cayó la tarea de asegurar que la niña, que ni siquiera entendía su
para pasar el resto de su vida como viuda. Aquí relata una expe­ cambio de estatus, observase todos los ritos de renunciamiento de
riencia de privación en la que la diosa hindú Kali representa un la viudedad. El incidente es sobre el pescado, prohibido a las viu­
papel central ayudándola a sobrevivir: das pero considerado un manjar en la cocina de la Bengala ribere­
ña. Tenemos la hist01;fa en palabras de Kalyani Datta:
«Entraba en la cocina [se refiere a la sucesión de sus tareas co­
tidianas] inmediatamente después de mi baño matutino [para «La madre [de la niña] daba de comer a la viuda. Los niños va­
cocinar para] esta familia grande. Cuando acababa, era la úl- rones de la casa se sentaban en otra parte del cuarto y se les

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servía pescado. Un día le dijeron: "¿Por qué no tienes pesca­ «Nuestra tía, la esposa de una familia zamindar (terrateniente)
do?". Su madre señaló las albóndigas de lentejas fritas y le dijo propietaria del 50 por ciento de los bienes, estaba sentada des­
a la pequeña: "Éste es tu pescado". Los traviesos niños chupa­ nuda en un cuarto oscuro sin ventanas, farfullando maldiciones
ban las espinas d� pescado y le preguntaban a la niña: "¿Por a Dios. No veía bien. Sintiéndome indefensa, empecé a gdtar
qué no tiene espina tu trozo de pescado?r'1• La niña le pregun­ mi nombre y el de mi padre. Entonces me reconoció ·e imne­
taba a su madre: "Madre, ¿por qué no tiene espina mi pesca­ diatamente se puso a llorar. [...] Después de un rato, me pre­
do?"[...]. Después, la madre solía romper ramitas de bambú de guntó cuánto tiempo llevaba en Kashi [Benarés]. Cuando re­
las cestas y clavarlas en las albóndigas de lentejas y la niña paró en que llevaba allí veinte días y que había ido a verla sólo
se las enseñaba con orgullo a los niños. [... ] Durante mucho el día antes de irme, sus lágdmas regresaron. "Aquí estoy", dijo,
tiempo ni siquiera se dio cuenta del engaño».65 "esperando [ahora] poder derramar unas lágrimas y pasar al­
gunos días con el consuelo de tu compañía, y todo lo que me
La madre que cometía la crueldad de engañar a su propia hija ofreces es este sentido de parentesco falso [superficial]. No quie­
sufría -suponemos- no menos que la niña. También cabe leer la ro ni ver tu cara". Tras decir esto, me dio la espalda».67
historia como un tributo al ingenio de una madre amorosa -en­
frentada a la crueldad de la costumbre y de unos niños insensi­ Cabría afirmar que el pasaje es un examen moderno de lo que
bles- a fin de preservar la dignidad de su hija. Sea cual sea nuestra los bengalíes denominan amityata (parentesco, la cualidad de ser
interpretación, claramente las acciones de los niños (no necesa­ la gente propia de üno), una categoría altamente valorada por Ta­
riamente hijos de la madre), la madre y la niña viuda de esta anéc­ gore y otros escritores contemporáneos.68 Adviértase cómo en el
dota crearr una red dinámica de relaciones que no pueden conte- relato de Kalyani Datta emerge una voz que convierte en ·absolu­
nerse dentro de la figura de una víctima única.66 to· a un sujeto de parentesco moderno y relacional, y lo hace colo­
De hecho, uno de los aspectos más interesantes de las críticas cando el sentimiento mismo de obligación familiar por encima de
de las propias viudas -en los siglos XIX y XX- de la crueldad que su­ las consideraciones del interés o de las formas sociales superfi­
f:dan a manos de sus parientes era su apela,ción a un sujeto ideal de ciales. Indumati/Kalyani Datta -pues las dos voces resultan efec­
la familia extensa. ¿Cómo debe comportarse un hermano hacia una tivamente indistinguibles aquí- obviamente establecen una distin­
hermana viuda, o un cuñado hacia una cuñada viuda? ¿O un so­ ción entre una demostración falsa de sentimiento de parentesco· y
brino hacia una tía que ha enviudado? El publicar las quejas de las una «real». Pero no demandan que tal sentimiento exprese la per­
viudas y el leerlas a menudo formaba parte de un debate más am­ sonalidad del individuo que lo exterioriza, pues lo mismo se exigi­
plio sobre los sentimientos apropiados de la familia bengalí ideal, ría de· todo miembro del grupo familiar sin referencia a las dife- ·
que rara vez se consideraba nuclear. Un caso revelador en este sen­ rendas entre sus personalidades individuales. Y, sin embargo, el
tido es el de Indumati, una tía de Kalyani Datta. Indumati (nacida lenguaje permite que se hagan ciertos reclamos relativos al afecto
en tomo a 1872), una joven viuda de una familia zamindar (terra­ de otras personas de una manera que, estrictamente hablando, no
teniente), decidió vivir en la ciudad sagrada de Benarés -refugio sería posible en el contexto del individualismo típicamente expre­
tradicional de numerosas viudas desventuradas- con una pensión sivo, donde los sentimientos, una vez muertos para el individuo
mensual de la herencia de su difunto marido. Pero se la arrebata­ en cuestión, se consideran inauténticas e hipócritas si se expresan.
ron. Su pensión se redujo de 250 rupias mensuales a 10, lo cual El sujeto de esta transacción emocional es moderno y, sin embar­
la rebajó a la condició� de pordiosera. Kalyani Datta vio por últi­ go, como he afirmado, no es como el individuo burgués europeo
ma vez a Indumati en Benarés en 1955 (y nosotros la oímos en le­ inserto en el relato familiar del habitual tdángulo de la familia nu­
tra impresa en 1991). Para entonces su miseria había tocado fondo clear.69 No estoy aduciendo que este idealizado sujeto de parentes­
y estaba viviendo en un asilo. «No la reconocí», dice Datta: co sea necesariamente un constructo moderno. Lo moderno es la
manera eri que el surgimiento de una esfera pública abrió un es-

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pacio en la vida pública para el sujeto moderno de la familia ex­ filosofías políticas universalizantes, las cuales perviven como he­
. tensa junto a, por ejemplo, la esfera de intervención posibilitada rencia global de la Ilustración. 71 El ensayo Baidhabya kahini de Ka­
por el derecho y la idea del individuo portador de derechos. lyani Datta puede, entonces, considerarse parte de un archivo so­
El sujeto rde la modernidad bengalí que demuestra una vo­ bre el nacimiento del sujeto-ciudadano en Bengala. La sede de ese
luntad de atestiguar y documentar la opresión es, pues, un sujeto nacimiento es el lugar donde se recuperan los relatos de la opre­
inherentemente múltiple, cuya historia produce significativos pun­ sión de las viudas, cobijados en las grietas de la memoria familiar,
tos de resistencia e insolubilidad al ser abordada por un análisis para su discusión y diseminación en la esfera pública. Pero este su­
secular que tiene sus orígenes en la comprensión de sí del sujeto jeto único se resquebraja, al ser examinado, en múltiples formas.
de la modernidad europea. Cabe, pues, interpretar de dos formas de ser humano, que tornan imposible reducir este momento a un
distintas a la autora Kalyani Datta. En cuanto autora y persona, relato sumario de transición desde una etapa premoderna hasta la
es, desde luego, posible que al escribir su ensayo actúe como su­ modernidad.
jeto-ciudadano involucrado en una lucha por la democracia y la
justicia social en el ámbito familiar. Cabría, asimismo, leer su tex­
to como un capítulo de la biografía/historia de una entidad colee-
. tiva más amplia tal como «la mujer de clase media bengalí» o «las
bhadramahila bengalíes» (como se denomina a las mujeres de
las clases respetables). Pero lo que también se documenta en su en­
sayo y en otras partes, gracias a la resuelta voluntad de testimoniar
el sufrimiento -la cual marca los esfuerzos modernos en pro de la
justicia social-, son las prácticas del yo que nos convocan a otras
maneras de ser cívico y humano. Se trata de prácticas del yo que
siempre dejan un exceso intelectualmente inmanejable cuando se
las traduce a la política y al lenguaje de las filosofías políticas que
debemos a las tradiciones intelectuales europeas. El propio crisol
colonial en el que se originó la modernidad bengalí hizo imposi­
ble acometer un relato histórico del nacimiento de tal modernidad
sin reproducir algún aspecto de los relatos europeos del sujeto mo­
derno, pues la modernidad europea estaba presente en aq1:1el naci­
miento. El colonialismo garantiza a cierta Europa del pensamien­
to -la Europa del liberalismo o del marxismo- esta precedencia.
· Lo que un historiador de la modernidad colonial puede hacer hoy
-educado o educada como está en el arte (europeo) de la histori­
zación- es revitalizar la palabra «nacimiento» con toda la fuerza
motriz del pensamiento nietzscheano que Michel Foucault ha re­
vivido en los últimos tiempos. 7° Concebir el nacimiento como ge­
nealogía y no como un punto de origen claramente delimitado, ha­
cer visible -como dijo Nietzsche- la otredad del simio que siempre
obstaculiza todo intento de hacer remontar la ascendencia huma­
na directamente hasta Dios, es plantear la cuestión de la relación
entre la diversidad de prácticas vitales o de mundos de vida y las

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ta a todas las necesidades de visión que los nacionalismos moder­
6 nos crean. Pues el problema, desde un punto de vista nacionalista,
Nación e imaginación es éste: si la nación, el pueblo o el país hubiesen de ser no sólo ob­
servados, descritos y criticados sino también amados, ¿qué garan­
tizaría que, de hecho, fuesen dignos de ser amados a menos que
también se viese en ellos algo que ya fuera susceptible de ser ama­
do? ¿Qué pasaría si lo real, lo natural y lo históricamente preciso
no generase el sentimiento de devoción o adoración? Un punto de
vista realista podría conducir sólo a la desidentificación. Cabria,
entonces, afirmar que el nacionalismo presenta la cuestión de la
Este capítulo avanza hacia el interior de tres círculos concén­ visión y la imaginación de formas más complicadas de lo que po­
tricos. El círculo más cercano al centro cuenta la historia de cierto dría sugerir una identificación directa de lo realista o lo fáctico con
debate literario celebrado en Bengala en la primera mitad del si­ lo político.
glo x:x. Se trataba de una discusión en tomo a las diferencias entre Es�e problema de cómo se ve la nación fue planteado de ma­
la prosa, la poesía, y el estatus de lo real en ambas, y se centró en nera pertinente por Rabindranath Tagore, en el discurso de la reu­
los escritos de Rabindranath Tagore. Dentro de esos debates -y aquí nión organizada en Calcuta con ocasión de la muerte de la Her­
está mi segundo círculo- leo una historia global de la palabra «ima­ mana Nivedita en 1911. La Hermana Nivedita, una nacionalista
ginación». El libro de Benedict Anderson Comunidades imaginadas irlandesa, cuyo nombre original era Margaret Noble, que fue a la
nos ha hecho a todos plenamente conscientes de la importancia de India como discípula del santo indio del siglo XIX Swarni Viveka­
la categoría «imaginación» para el análisis del nacionalismo. 1 No nanda, dedicó su vida a servir a los indios colonizados. Había po­
obstante, comparada con la idea de comunidad, la imaginación si­ dido amar a los indios, afirma Tagore, porque fue capaz de «rasgar
gue siendo una categoria curiosamente obviada en los escritos de el velo» de aquello que era objetivamente real:
las ciencias sociales sobre el nacionalismo. Anderson advierte que la
palabra no ha de entenderse en el sentido de «falso».2 Por lo de­ «Nos llegan noticias sobre algunos europeos que vinieron a la
más, sin embargo, su significado se trata cómo evidente. Uno de los India con sentimientos de devoción por ella, atraídos por nues­
objetivos de este capítulo es abrir la palabra a una interrogación ul­ tras escrituras o por el carácter y las palabras de alguno de
terior y hacer visibles los heterogéneos ejercicios de perspectiva que nuestros santos [... ] pero regresaron con las manos vacías, su
solemos colocar bajo la jurisdicción de esta palabra europea, «ima­ sentido de la devoción se diluyó con el tiempo o fue rechaza­
ginación». Mi tercer y último paso del capítulo será cimentar so­ do finalmente. No pudieron rasgar el velo de la pobreza y la
bre esta critica de la idea de imaginación un argumento relativo a imperfección del país en su totalidad para ver aquello sobre lo
una concepción no totalizadora de lo político. Insuflar heteroge­ que habían leído en las escrituras o lo que habían visto en el
neidad en la palabra «imaginación», propongo, es permitir la po- carácter de los santos».3
. sibilidad de que el terreno de lo político sea constitutivamente no
singular. Comienzo, pues, con la historia de un debate literario. Tagore no comparte la opinión de que los europeos a quienes
repelía lo que veían en la India simplemente malinterpretaban el
país o a su gente. Contemplada de forma realista, la India podía,
· El nacionalismo como diversidad de perspectivas en efecto, resultar decepcionante y, por lo tanto, esa reacción euro­
pea estaba justificada. Tagore añade más abajo: «Desafía a nuestra
No se precisa un gran esfuerzo para ver que un realismo foto­ comprensión el que nuestras costumbres, conversaciones y prác­
gráfico o un naturalismo entregado no podrian nunca dar respues� ticas cotidianas puedan resultar insufriblemente ofensivas para un

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europeo y, por lo tanto, consideramos su grosería hacia nosotros que ve la nación como hermosa o sublime? Para enfrentarse a este
completamente irrazonable». Su argumento era precisamente que problema, Tagore desarrolló una estrategia «romántica» en los ini­
una visión meramente realista podría no presentar una India sus­ cios de su carrera literaria. Su solución inicial -digo «inicial» por­
ceptible de ser amada. Poder amar a la India era ir más allá del rea­ que más tarde la desestabilizó- fue crear una división del trabajo
lismo, rasgar el velo de lo real, como lo expresa Tagore. Este autor entre la prosa y la poesía o, más precisamente, entre lo prosaico y
pensaba que era esta barrera de lo objetivo o de lo real lo que Ni­ lo poético. Esta estrategia se plasma en lo que escribió en una vena.
vedita tenía que haber salvado para encontrar en su interior un nacionalista durante el periodo que transcurre entre 1890 y 1910,
amor verdadero por la India: «Hemos de recordar-que cada uno de en el que ayudó a crear dos imágenes completamente contradicto-.
los momentos de los días y las noches que la Hermana Nivedita rías, por ejemplo, de la aldea «bengalí» típica.
pasó en una oscura casa bengalí en un camino de un barrio de Cal­ Por un lado estaban sus escritos en prosa, en particular los re­
cuta contenía una historia oculta de dolor[...]. No hay duda algu­ latos breves sobre la vida mral bengalí en la colección Galpaguchha,
na de que le preocuparon nuestra inercia, indolencia, suciedad, ine­ en la que se advierte una crítica incisiva de la sociedad y una clara
ficacia, y una carencia general de esfuerzo de nuestra parte, cosas voluntad política de reforma. A menudo los críticos literarios ben­
que, a cada paso, hablan del lado oscuro de nuestra naturaleza». galíes han señalado que Galpaguchha «contiene[historias sobre]
Pero «esto no pudo vencer» a Nivedita porque ella pudo ver más los males de la dote, de la dominación de las esposas por sus ma­
allá de lo real, pudo rasgar el velo de la pobreza y las deficiencias ridos, de la opresión de las mujeres, del egoísmo de las familias que
ante el cual una mirada realista se detenía.4 se casan entre sí,[...] de las peleas entre hermanos por la propie­
¿Qué significaba rasgar el velo de lo real o ver más allá del mis­ dad». Los críticos también apuntan la variedad de personajes y cla­
mo? Combinando, como veremos, expresiones del romanticismo ses representados en esta colección: «Ramsundar, el padre abmma­
europeo con las de la metafísica hindú, Tagore explicaba a veces do por la responsabilidad de tener que casar a su hija (Denapaona),
esa visión como una cuestión de ver lo eterno que se halla tras el el devoto Ramkanai (Ramkanaier nirbudhhita), [...] el escritor
«velo» de lo cotidiano. Acerca del amor de Nivedita por el país, tímido Taraprasanna (Taraprasannar kirti), [...] el leal sirviente Rai­
afirma, empleando un lenguaje modulado por la religión y refi­ charan (Khokababur protyaborton) [...]».7
riéndose a la devoción de la diosa hindú Sati por su marido Sbi­ El propio Tagore mostraba un considerable orgullo por el rea­
va: «Su afecto por el bien[Tagore, de hecho, usa una palabra más lismo de estas historias. «Se dice de mí», se quejó en su vejez,
resonante, mangal, que también connota lo auspiciosoJ de la India «es de familia rica [...], ¿qué sabrá de aldeas?» 8 Su respuesta
era verdadero, no una pasión pasajera; esta Sati se había dedicado quedó expresada sin ambigüedad en un ensayo que escribió en
por entero al Shiva que reside en todo hombre».5 Entre paré_ntesis, 1940-1941:
hemos de advertir también que este uso de lo «eterno» ya había he­
cho que la propuesta de Tagore excediese la problemática de la vi­ «Permítanseme unas últimas palabras. Ha llegado el momento
sión nacionalista, pues el amor de la irlandesa Nivedita por la India de dar una explicación a aquellos que se quejan de no encon­
o los indios, a buen seguro, no podía calificarse de «nacionalis­ trar huellas de la clase media (moddhobitto los que tienen pro­
ta» en ningún sentido sencillo.6 piedades medias) en mi escritura[...] Durante una época, mes
tras mes yo escribía relatos sobre la vida en el campo. Creo
que nunca antes se habían sucedido tales retratos en la litera­
La prosa, la poesía y la cuestión de la realidad tura bengalí. No había entonces escasez de escritores de las
clases con propiedades medias [peroJ casi todos estaban ab­
¿Cómo reconciliar estas dos perspectivas diferentes y contra­ sortos en la contemplación de figuras [históricas románticas]
dictorias sobre la nación: el ojo crítico que busca los defectos de tales como Pratapsingha o Pratapaditya. Mi temor es que un día
la nación con el objetivo de reformar y mejorar, y el ojo adorador los relatos de Galpaguchha se tomen intocables por haber an-

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dado en compañía de un "escritor burgués". Ya[me percato de de su famosa canción de 1905, adoptada más tarde como himno
que] ni siquiera se mencionan -como si no existieran- cuando nacional de Bangladesh:
se evalúa el carácter de clase de mis escritos».9
Mi Bengala dorada, te amo.
Tagore, de hecho, nunca omitió críticas realistas de la vida de Tu cielo, tus brisas tocan siempre la flauta de mi corazón.
aldea y contribuyó sustancialmente a lo que se convirtió en un es­ Madre, la fragancia de tus bosques de mango
tereotipo realista, y negativo, de la aldea bengalí. Más adelante, en [en primavera me trastorna,
los años veinte y treinta, cuando se implicó en trabajos de recons­ Ah, yo
trucción rural relacionados con su institución educativa en Santi­ Madre, qué ojos de miel he visto sobre
niketan, hizo varias referencias a su conocimiento realista de la Tus campos al final del otoño.14
vida de aldea: «He pasado mucho tiempo en aldeas, no quiero de­
cir nada simplemente para agradar. La imagen que he visto de los O los famosos versos de su poema Dui bigha jami, que escribió
pueblos es extremadamente fea. Los celos, la rivalidad, el fraude en tomo a 1895 mientras viajaba por Bengala oriental como terra­
y el engaño entre las personas encuentran gran variedad de ma­ teniente. Upen, el personaje central del poema, es un aldeano ex­
nifestaciones[...]. He visto con mis propios ojos la profundidad que pulsad.o de su tierra por un terrateniente codicioso y expoliador.
han alcanzado allí las raíces de la corrupción». 10 O este otro pasa­ Destrozado por la aflicción, Upen abandona la aldea hasta que un
je fundamental de un ensayo escrito más adelante (ca. 1938): día regresa y, al verla desde la distancia, recita extasiado para sí
unos versos que se han convertido en materia prima de manual es­
«Tuve la óportunidad[...][como terrateniente en Bengala orien­ colar para todos los niños bengalíes desde entonces:
tal] de llegar a conocer de cerca las aldeas de Bengala. He vis­
to[...] la escasez de agua potable'en las casas de los aldeanos Te saludo, Bengala, mi hermosa madre,
y he reparado [ ...] en las manifestaciones en su cuerpo de la La brisa dulce de las riberas del Ganges me conforta.
influencia de las enfermedades y del deseo de apropiarse de co­ Los campos abiertos -la frente del cielo- besan el polvo de tus pies
mida. En muchas ocasiones he recibido pruebas de cómo si­ Pequeñas moradas de paz son tus aldeas
guen oprimidos y engañados a cada paso, con la mente aqueja­ Cobijadas en sombras oscuras e íntimas.15
da de ignorancia e inercia».11
Así, lo prosístico y lo poético vinieron a integrar una división
Tales imágenes negativas de la vida de aldea serían moneda del trabajo en la escritura de Tagore. El elemento prosístico habla­
corriente de la prosa realista de los escritores nacionalistas con ba de pobreza, enfermedad, división en facciones, ignorancia, sis­
compromiso social en el siglo x:x, uno de cuyos ejemplos más.fa­ tema de castas, opresión «feudal», entre otras cosas; y el poético
mosos lo constituye la novela Pallisamaj (1916), de Saratchandra retrataba la casa/aldea bengalí como lugar bendecido por la gracia
Chattopadhyay.12 y la belleza divinas, como hogar sereno para el tierno corazón ben­
Sin embargo, a la vez que empleaba sus escritos en prosa para galí, la Bengala dorada de los sentimientos nacionalistas. El pri­
documentar problemas sociales, Tagore utilizaba sus composicio­ mero se avenía con el tratamiento historicista y objetivista; re­
nes poéticas (no siempre en verso) y canciones de modo comple­ presentaba el familiar deseo político de lo moderno de alinear el
tamente distinto. En ellas creaba y desplegaba imágenes pertene­ mundo con aquello que era real y racional. Lo poético, argüía Ta­
cientes a la misma categoría genérica -la aldea bengalí-, pero ahora gore, nos saca del tiempo histórico. Juntas, la prosa y la poesía
como tierra de belleza arcádica y pastoral desbordante de los sen­ planteaban y respondían la cuestión de las dos maneras de ver en
timientos que Tagore denominó progresivamente.-desde 1880 en el nacionalismo bengalí.
adelante- «el corazón bengalí». 13 Se trata de la «Bengala dorada» Diversos estudiosos han comentado el vínculo entre la refor-

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ma política y social de la Bengala decimonónica y el desarrollo del mayun Kabir, antiguo ministro de Educación de la India, en sus
realismo descriptivo en la prosa bengalí. El comprehensivo y ma­ conferencias con ocasión del centenario del nacimiento de Tago­
gistral estudio de Srikumar Bandyopadhyay de la historia de la re en la Universidad de Wisconsin, Madison, en 1961. «La vida so­
novela bengalí, .-Bangla shahitye upanyasher dhara -publicado por cial en la India», afirmó Kabir, basándose en gran medida en Ban­
primera vez en forma de fascículos en una revista bengalí en tor­ dyopadhyay, «era esencialmente tradicional y conservadora[ ...].
no a 1923-1924-, estableció una relación semejante entre el realis­ Este hecho y la separación de los sexos son dos de las razones
mo de la ficción prosística y la llegada de una política nueva y mo­ principales por las que la novela es un recién llegado a la litera­
derna de sensibilidad democrática.16 «La principal característica de tura india[...]. Estaban, desde luego, los relatos de Jataka, dotado�
una novela», señala Bandyopadhyay, es que «es un objeto comple­ de cierto sentimiento democrático, pero lo real y lo sobrenatural
tamente moderno». Marcó la transición de la Edad Media a la mo­ están tan entrelazados en ellos que no pueden considerarse pre­
dernidad. curso:res de la novela>>. 2º Haciéndose eco de Bandyopadhyay, aña­
de: «La novela es esencialmente una forma de arte moderna y no
«Entre todas las diversas ramas de la literatura, la novela es la puao emerger hasta que un espíritu más democrático dominó la
más influida por la democracia. La democracia constituye sus sociedad en Europa». Las novelas necesitaban «un talante demo­
cimientos[...] la emancipación del hombre de los grilletes so­ crático», «individualidad» y «el desarrollo del talante científico».21
ciales de la Edad Media y la inauguración del individualismo La nueva prosa de ficción -las novelas y los relatos breves- se con­
son elementos indispensables de la novela. La novela aparece sideraba, pues, íntimamente ligada a cuestiones de modernidad po­
al mismo tiempo que este sentido de individualismo. En se­ lítica. Estaba vinculada a la emergencia de lo real ysignificaba un
gundo lugar, el despertar de un sentido de dignidad en la men­ compromiso, realista y objetivista, con el mundo.
te de las clases bajas que acompaña al desarrollo de la indivi­ En los años cuarenta del pasado siglo, la distinción entre pro­
dualidad[en ellos], y que las otras clases deben reconocer antes sa y poesía se había naturalizado. Parecía no importar que el tér­
o después, también es un componente principal de la novela.» 17 mino sánscrito gadya, utilizado en el bengalí moderno para refe­
rirse a la prosa, se considerase en su tiempo una rama de kavya, la
Otra característica de la novela, explica Bandyopadhyay, es su palabra que designaba el verso y la prosa.22 El joven y talentoso poe­
compromiso con el realismo y el naturalismo -la palabra bengalí ta Sukanta Bhattacharya empleó la distinción entre ambos para
bastabata (bastab = real) se emplea para referirse a ambos. El rea­ escribir poesía política en el contexto de la hambnma de 1943. «En
lismo suponía evitar tanto lo sobrenatural y lo divino como la falta el reino del hambre el mundo es sólo de la prosa», declara uno de
de naturalismo de los relatos indios antiguos (del Pachatantra, por sus versos inmortales. Su breve pero vigoroso poema explota una
ejemplo) en los que los animales hablaban sabiamente con voz hu­ separación entre prosa y poesía que en los años cuarenta se en­
mana, sin dar al lector idea de su «forma/naturaleza verdadera» contraba manifiestamente al alcance de la mano de los poetas y
(prokrito rup). 18 De esta manera, el ingrediente primordial de la escritores bengalíes:
novela, en la exposición de Bandyopadhyay, es una perspectiva ra­
cional sobre la vida. Es cierto, admite, que las biografías del refor­ ¡Oh! Gran Vida, ya basta ahora de esta fantasía (kabya) poética,
mador religioso de la Bengala medieval, Chaitanya, escritas por sus Trae prosa (gadya), dura y ruda,
seguidores de los siglos XVI y XVII, contienen muchos detalles rea­ Que el tintineo encantador del verso se acalle,
listas. Pueden incluso suscitar en nosotros un sentido de la histo­ ¡Golpea con el severo martillo de la prosa!
ria. Pero están lastradas por un exceso de religiosidad: «el torrente No hay necesidad del suave contacto de la poesía­
de los sentimientos devotos [en ellos] ha arrastrado el cauto cui­ Verso, te aseguro.que te marchas hoy,
dado de la discusión científica».19 En el reino del hambre el mundo es sólo de la prosa-
Los argumentos de Bandyopadhyay fueron repetidos por Hu- La luna, cuando está llena, es como un chapati tostado.23

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o menos en la época en que se le otorgó el Premio Nobel a Tago­
En este poema, la prosa se alineaba con la realidad, el hambre re (1913), era que su escritura carecía de bastab, la palabra ben­
y la lucha por la justicia y, por lo tanto, con el tiempo de hacer his­ galí para designar lo real. Uno de los primeros en formular esta
toria y de la política. La poesía, por otro lado, denotaba una ausen­ acusación fue el líder nacionalista Bipin Chandra Pal, quien en los
cia de realismo, de un sentido de distancia de ló político, aunque años diez se estaba acercando a la idea del socialismo; En la re­
la ironía de que. Bhattacharya escribiese esto en verso no pasó inad­ vista Bangadarshan Pal escribió en 1912: «Buena parte de la crea­
vertida a sus contemporáneos.24 dón de Rabindranath es ilusoria. Su poesía ha sido escasamente
materialista (bostutantrik); también puede observarse esta falta
de materialismo en los personajes que ha creado. Rabindranath
ha escrito numerosos relatos y algunas novelas, sin embargo, rara

Prosa, poesía y modernidad en Calcuta
vez encuentra uno en la realidad (bastab) similitudes con ninguno
La distinción entre las funciones de la prosa y la poesía que Ta­ de los personajes que ha trazado».28
gore había ayudado a fundar y elaborar a finales del siglo XIX y que La explicación que ofrece Pal de lo anterior subraya de nuevo
se ocupó de la política de la visión nacionalista a principios del xx la riqueza de la familia Tagore: «La aristocracia moderna de Calcu­
creó un encendido debate en la historia de la modernidad literaria ta vive dentro de un pequeño círculo. La gente común no puede pe­
bengalí. Mi empleo de la palabra «modernidad» sigue el de Mar­ netrar en las zonas interiores de su vida, ni ellos en la vida de la
shall Berman para designar los recursos estéticos mediante los gente común». 29 La queja se repite en una serie de ensayos del
cuales una clase urbana y cultivada sujeta a las fuerzas invasoras sociólogo bengalí Radhakamal Mukherjee, quien también arguye
de la modernízación procura crear, aunque de manera titubeante, que «Los escritos de Tagore no tienen traza alguna de materialis­
un sentimiento de comodidad en la ciudad moderna. 25 La poesía mo». «Lo que ha pintado en Achalayatan o Gora no guarda ningu­
de Tagore, se quejaban muchos poetas de los años veinte y poste­ na relación con la vida real (bastab jiban).» 30 Su novela Char Adhyay
riores, brindaba pocos medios para hacer por Calcuta lo que Bau­ fue criticada por no haber hecho justicia a los principales movi­
delaire había hecho por el París decimonónico. 26 Se decía que la Inientos políticos de entonces, «el moviiniento Harijan,, el moviinien­
escritura de Tagore, y en particular su poesía, carecía de realismo. to de los trabajadores, el movimiento khaddar y a otros aspectos de
Esta imputación siempre había estado presente, desde que Ta­ los movimientos de masas». Binoy Ghosh, autor de estas líneas en
gore se hizo un nombre en el siglo XIX. En su forma más cmda, se su juventud, que se convirtió después en un reputado historiador
expresaba como una envidiosa acusación de que una riqueza an­ social bengalí, formuló la crítica vimlenta de que «el humanismo
cestral había permitido a Tagore y a sus familiares dedicarse a las mundial abstracto» no era sino la identificación del «amor al mun­
bellas artes ahorrándoles las luchas habituales de la vida de la cla­ do con el amor a Dios»; «Pero nosotros sostenemos que esto es
se media en Calcuta. Con una referencia no demasiado velada a simplemente una fantasía, el espiritualismo se ha convertido en
la talentosa familia Tagore, un relato breve publicado en la re­ su refugio debido a su disociación de la realidad. Es imposible,
vista Sahitya en 1898 afirmaba con sarcasmo, parodiando una voz absurdo, y se opone a la historia humana». 31 El realismo y el his­
autobiográfica: «Gracias a no tener que preocuparnos de alimen­ toricismo, en este debate, constituyen los pilares gemelos que sos­
tar nuestro estómago, pudimos permitirnos un elevado grado de tenían las ideas de la democracia y el materialismo histórico.
oposición a la escuela y a la universidad. Al igual que la �ente cría Algunas de estas opiniones eran extremas y muchas de ellas no
palomas o va de pesca o monta a caballo [...] por cultivanih hobby, hirieron en absoluto a Tagore. A menudo no replicaba directamen­
para satisfacer nuestros antojos, de manera similar, alguno de los te a estas imputaciones, pero tuvo que tomar nota cuando una ge­
nuestros se convirtió e1:i pintor, otro más en poeta, o algún otro en neración de escritores jóvenes, vinculados a nuevas revistas van­
filósofo». 27 guardistas como Kallol (1923), Kalikalam {1926),"Pragati (1927),
El cargo que se abría paso cada vez más en el siglo XX, más Parichay (1931), y Kabita (1935), empezó a hablar, la mayoría de

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las veces de manera respetuosa pero con vigor, sobre la ausencia »Bengala no le ha dado a Rabindranath a Europa; más bien
relativa de pobreza y sexualidad en la estética de Tagore. Achintya­ Europa se lo ha dado a los hengalíes. Al alabarlo, los estudio­
kumar Sengupta, uno de los fundadores de Kallol, lo expresaba así, sos europeos alaban su propio regalo. Yo estaría más orgulloso
tiempo después, en sus recuerdos: «Kallol se había ;alejado de Ta­ si nuestros propios poetas hubiesen alcanzado tal fama en paí­
gore [ ... ] hacia los mundos .de la clase media baja,, las minas de ses extrahjeros».35
carbón, [...] las barriadas, las aceras, hacia los barrios de los re­
chazados y los engañados».32 ·El poeta Buddhadev Bose describía Sabemos ahora, por la investigación de E.P. Thompson sobre
de esta manera el cambio: «El síntoma principal de la denominada el libro de su padre, que el autor de esta carta escrita en 1922 no
Kallol era la rebelión, y el objetivo principal de la misma era Ra­ era otro. que el famoso. estudioso de la literatura Dinesh Chandra
bindranath[...]. Había la sensación de que sus poemas carecían de Sen, a menudo beneficiario de la generosidad y los auspicios de
un vínculo íntimo con la realidad (bastab), de intensidad de pa­ Tagore.36,
sión, de todo signo de la agonía de la existencia, que su filosofía El peso de las observaciones de Dinesh Chandra, si no la anti­
de la vida había olvidado injustamente la corporeidad innegable de patfa de sus palabras exactas, se prolongó hasta los años sesenta,
los seres humanos».33 Jibanananda Das, uno de los más célebres cuando tanto Buddhadev Bose como Sudhindranath Datta, gran­
poetas de la era que siguió a Tagore, dirigió una carta a éste que ha­ des poetas del periodo que siguió a 1930, hicieron las siguientes
blaba del mismo sentido de distancia: «Soy un joven bengalí que en afirmaciones:
ocasiones escribe poesía. Lo he visto a usted muchas veces, y des­
pués me he perdido en las multitudes. Su enorme luminosidad y «Las obras de Rabindranath son literatura europea escrita en
mi insignificante vida siempre han creado una brecha entre[noso­ lenguaje bengalí y son las primeras de su género.
tros] que nunca he sido capaz de cnizar».34 »En manos de[Rabindranath] la literatura bengalí se tornó oc­
Desde aquí no hay más que un paso para sostener que Tagore cidental en todo excepto en la lengua».37
no pertenecía a las clases medias bengalíes, que era completamen­
te exótico y, curiosamente, demasiado occidental. La queja podía Dejando de lado el asunto de los gustos y animosidades per­
resultar dura, como es el caso de una carta citada en un libro de sonales, en el núcleo de estos debates sobre la supuesta falta de rea­
Edward Thompson sobre Tagore. Thompson no revela el nombre lismo de Tagore estaba la cuestión de la modernidad ·en la litera­
de sus corresponsales, sólo se nos dice que el autor de las siguien­ tura bengalí. La clase media bengalí de Calcuta nació y creció en
tes líneas es un «estudioso distinguido»: el contexto de las lamentables instituciones gubernamentales de
un capitalismo colonial. La experiencia de la escuela y la universi­
«Su[el de Tagore] modo de pensar es tan esencialmente inglés dad, de los exámenes que conducían a títulos más que a una educa­
que valoro su traducción al inglés de Gitanjali mucho más que ción, de ser un empleado insignificante en alguna oficina, de tener
el original bengalí[...]. Entre nosotros, sólo aquellos que han que enfrentarse a calles atestadas y modos de transporte ruinosos,
perdido todo contacto con la antigua literatura vernácula y con de la mugre, el cal01� el polvo, la suciedad y las enfermedades pro­
la vida de la gente, que leen sólo libros europeos, son admira­ ducidas por las insalubres condiciones de la ciudad: todo ello era
dores suyos. [...] Si nuestro país se arroja precipitadamente al fundamental para el sentido cotidiano de ser una persona de cla­
mar de la cultura extranjera, sin duda Tagore será el heraldo se media bengalí. Sin embargo, el más importante poeta bengalí
de una nueva era literaria. P ero en caso contrario, estoy con­ no había experimentado ninguna o casi ninguna de tales institu­
vencido de que su fama se desvanecerá[...]. El aprecio europeo ciones en su vida personal, ya que se había liberado de ellas por la
no tiene mucho peso entre nosotros, sólo muestra que él ha buena suerte de nac::er en una rica familia aristocrática de terrate­
adquirido la maña política de decir las cosas de tal modo que nientes de la ciudad.
atraen con facilidad a la mente europea[...]. Aún más, los símiles y metáforas que Tagore utilizó en una se-

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rie de artículos de los años veinte para defender su concepción del si los feos carros [tranvíasJ ya no se moviesen por los raíles de
vínculo entre lo poético y lo real (bastab) dejan claro que no veía hierro por el bien de las oficinas, como si todo este regatear y
nada estético en esas experiencias de la vida urbana de la clase comprar y vender equivaliesen a nada. [El sonido de la flauta]
media. No es para él, sirviéndonos de una expresión de Benjamín lo ocultaba todo. 41
relativa a Baudelaire, la «botánica del asfalto [de Calcuta]».38 La »No hay gente más desprovista de fe que los bengalíes; [...] No
escritura de Tagore expresaba con claridad: su sentido de la dis-· son capaces siquiera de imaginar que pudiese existir ningún
tancia con respecto al mundo del oficinista o el maestro de escue­ otro destino en este gran mundo si uno abandonase algún día
la bengalíes. Veía muy poco en el trabajo asalariado o en las ins­ los caminos marcados por las ruedas· del coche que se dirige a
tituciones de la sociedad que fuese digno de la poesía. Adviértase, la oficina.42
por ejemplo, cómo utiliza Tagore palabras que significan chakuri » Un trozo del cielo circunscrito por el muro se encuentra com­
(empleo asalariado), o las relativas a la oficina, los exámenes, las pletamente atrapado en mi oficina. Puede venderse y comprar­
comisiones y reuniones, los tranvías, las fábricas, la vida pública se al mismo precio que las porciones de terreno, hasta es posi­
y la gripe, entre otras, en los siguientes extractos de sus escritos. ble alquilarlo. Pero el cielo de fuera está entero y se extiende
Funcionan invariablemente como término inferior en pares opues­ sobre estrellas y planetas; la alegría de su infinitud existe sólo
tos en los que palabras como griha- (hogar), grihalakshmi (la figu­ en mi comprensión».43
ra del ama de casa imaginada como encamación auspiciosa de la
diosa Lakshmi), el cielo (enrepresentación de la naturaleza), entre El problema en relación con todo esto le fue planteado a Ta­
otras, están positivamente marcados: gore con amabilidad, afecto y respeto por Amiya Chakravarty, por
un tiempo secretario personal cercano a Tagore y él mismo poeta
«La identidad de un hombre como encargado de una oficina de renombre en los afi.os treinta y posteriores. En una carta a Ta­
resulta obvia por los papeles y archivos de su oficina, pero las gore escrita en marzo de 1925, Chakravarty se refiere a una con­
señales que hacen de una mujer una grihalakshmi son la mar- . versación que había mantenido con Havelock Ellis. Ellis admitía
ca bermellón en la raya de su pelo y el brazalete de su mano. encontrar «inspiradora» la «vehemente denuncia» de Tagore de la
En otras palabras, ésta necesita metáforas y alamkar [lo cual civilización moderna. Pero se preguntaba por qué el poeta no ha­
significa_ tanto joyas como retórica] porque es más que mera bía escrito nada sobre el «gran romance» de la tecnología, la exci­
información, [nuestro] encuentro con ella sucede no sólo en el tación, «la belleza externa» del aeroplano, por ejemplo.44 Buddha­
conocimiento sino también en el corazón. El hecho de que dev Bose lo planteó de forma más directa en un ensayo en Pragati
podamos llamar a la grihalakshmi Lakshmi [la diosa del bie­ en 1929: «Nuestras cocinas, nuestros puestos de té, nuestras calles ·
nestar] significa algo por el mero indicio de una palabra. Pero atestadas de tranvías y buses y coches de motor, [nuestros trenes]
nunca sentimos deseo alguno de llamar al encargado de la ofi­ -¿por qué no iban a encontrar lugar en nuestra poesía? [...] Si cree
cina kerani-narayan (kerani = escritor, oficinista; el dios Na­ usted que no son temas buenos para la poesía, simplemente lea los
rayan también es el marido de Laksh,mi), pese a que la teoría dos poemas de Robert Brooks, "The Great Lover" [El gran aman­
religiosa dice que Narayan está presente en todo hombre. Así te] y "Dining Room Tea" [Té de comedor].45 Los poetas de los años
pues, está claro que en el encargado de la oficina no hay nada treinta se dirigieron a Baudelaire, Eliot, Pound, Hopkins y otros
inefable.39 poetas europeos para definir su sentido de la ciudad y sus posibi­
»No cabe comparar la falta de belleza de la oficina con. la gra­ lidades para la poesía. Buddhadev Bose anunció en 1931 que "la era
cia sencilla del antahpur [tradicionalmente, las estancias inte- de Tagore había terminado".46 Y unos años después, en 1941, Jiba­
1iores de una casa en las que residían las mujeres; literalmen­ nananda admitía que Tagore ya no resultaba satisfactorio para los
te, la ciudad interiorJ.40 poetas bengalíes modernos».47
»¿Por qué se oye la flauta en un día de festival? [...]. Es como Algunos de los poetas más jóvenes ensayaron la nueva e iróni-

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ca técnica de incluir fragmentos de poemas de Tagore en descrip­ tado, y se veía a sí mismo corno representante de ese paso. Mien­
.ciones deliberadamente «arrománticas» de la ciudad. Bishnu Dey, tras en 1937 escribía un poema sobre África para un público glo­
notable poeta y profesor de literatura inglesa, insertó un verso de bal a petición de Amiya Chakravarty, Tagore expresó su sensación
Tagore (Oh pájaro, etcétera) en la siguiente descripción del tráfi­ de aislamiento extremo en una carta: «Me pediste que escribiese
co de hora punta en la abarrotada Calcuta: un poema sobre África, y he accedido. Pero no comprendo con qué
finalidad. Estoy desacostumbrado a la postura de lo moderno. La
¡Qué obstinación la del bus en bloquear la bocina! lengua del extranjero no llegará allí donde el rasa [literalmente,
¡Qué capricho de la máquina! jugo] de mi propio lenguaje fluye». 50
Pero sólo faltan veinticinco minutos - Pero el hecho de que la distinción de Tagore entre lo prosísti­
¡Oh! pájaro, mi pájaro. 48 co y lo poético sobreviva .y aflore con tanta fuerza en el poema de
Bhattacharya de los años cuarenta apunta a que los problemas
El poema «Shvarga hote biday» se sirve irónicamente de un ver­ de la visión nacionalista que Tagore abordó al principio de su caiTe­
so de Tagore con una referencia mítica a los cielos para hablar de ra siguieron vigentes en el nacionalismo anticolonial de la litera­
la exhausta sexualidad urbana de los libertinos que cada noche cm­ tura bengalí. De hecho, la compleja relación entre Tagore y sus coe­
-zaban el puente Kalighat para visitar a las prostitutas: táneos más jóvenes señala un problema mucho más hondo en la
modernidad bengalí que el sugerido por una teoría del desarrollo
Sobre el puente Kalighat en etapas, que postula que la falta de política de Tagore fue reem­
¿Oyes plazada por una conciencia política más clara. La mayoría de sus
Los pasos de los libertinos, jóvenes detractores, si no todos, también fueron sus adeptos secre­
Oyes el sonido de la marcha del tiempo, tos y no tan secretos. Buddhadev Bose escribió más adelante, so­
Oh, ciudad; oh, gris ciudad? bre su propia hostilidad de juventud hacia Tagore: «Conozco al
menos a un joven que todas las noches recitaba en su cama [los
En el texto de Sen resuenan los famosos versos del poema poemas de] "Purabi" corno un poseso, y pasaba los días critican­
«¿Oyes el sonido de la marcha del tiempo?» con que Tagore con­ do a Tagore por escrito». 51 Sudhindranath Datta, el director de Pa­
cluyó su novela Shesher kabita. 49 richay que había argumentado por qué Tagore resultaba inacepta­
Si la historia de la modernidad literaria hubiese terminado aquí, ble tras la guerra y por qué su idealismo no era atractivo, se retractó
yo podría haber creado un relato relativamente preciso sobre una luego en una suerte de confesión. Escribió: «Habiendo fracasado en
conciencia realista que finalmente se realiza en la literaty.ra ben­ mi juventud en el intento de crear poesía según los ideales de Ta­
galí después de pasar por una fase temprana excusable, si no ine­ gore y bajo la influencia de una envidia inconsciente, no desperdi­
vitable, de idealismo/romanticismo influida por la poesía inglesa cié ninguna oportunidad de difundir la especie de que no sólo era
y representada por Tagore. En ese caso, la poesía se habría alinea­ Tagore inferior a los poetas occidentales, sino que también consti­
do finalmente con lo histórico y lo real -puede que incluso con tuía una imitación fallida de los mismos». 52
la democracia- como se decía que hacía la historia. Y la distin­ Resulta más interesante, en este contexto, el hecho de que has­
ción entre lo poético y lo prosístico que Sukanta Bhattacharya ta los poetas más jóvenes que querían que la poesía se ocupase de
empleó tan notablemente en los años cuarenta habría quedado la realidad de la ciudad y la vida moderna nunca renunciasen a la
demasiado anticuada para que la usase con un gran efecto. visión pródiga y rural de Bengala que Tagore había inaugurado en
Algo de esto pasó,·en efecto. En su vejez, el propio Tagore en su poesía nacionalista. El mismo Jibanananda Das que buscaba
ocasiones aceptó en sus escritos la distinción historicista. entre lo acentos modernos en los poetas europeos escribió una colección
«moderno» y lo que no era moderno, lo que representaba un tiem­ de sonetos que se publicó pósturnamente con el título de Rupashi
po antiguo, una era pasada, una edad que vivía del tiempo pres- Bangla (Bengala la Hermosa) en los años cincuenta. Esos sonetos

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disfrutaron de un resurgimiento en la época de la gueffa por la li­ prosa denominada gadyakabita o prosa-poesía. Esto suele datar­
bertad de Bangladesh en 1970-1971. Se escribieron a mediados de se en el periodo en que escribió los poemas de Lipika (1918-1922),
los años treinta, cuando, para ser realista y fiel a los hechos histó­ pese a que la mayoría de los libros en que usó esta forma se pu­
ricos, Bengala se vio devastada por la depresión agrícola de 1930'" blicaran entre 1932 y 1936 (Punascha, Shesh Shaptak, Patraput y
1934. 53 No obstante, Das escribió sobre la plenitud del campo ben­ Shramali). 56 Las razones de Tagore para inventar esta forma con­
galí, sobre pájaros, árboles y diosas que marcaban una Bengala cernían a_la experimentación literaria. Afirmó que mientras tra­
eterna de construcción puramente nacionalista: ducía su Gigantali al inglés había reparado en la posibilidad de es­
cribir «prosa rítmica» y quiso ejecutarla en el mismo bengalí. Sin
He mirado el rostro de Bengala -la belleza del mundo subestimar en modo alguno la importancia de tal justificación, re­
Ya no necesito buscar: en la oscuridad me despierto y distingo sulta fácil ver -como, en efecto, varios críticos literarios bengalíes
En una higuera, sentado bajo un paraguas de follaje, han señalado- que esta innovación formal portaba una carga po­
La uffaca tempranera -veo alrededor montones de hojas lémica. Ayudó a Tagore a demostrar su tesis sobre la relación es­
De jam, baniano, yaca, anacardo, aswattha, quietas en la tieffa; pecífica entre lo poético y lo real (bastab). El hecho de que esos
Las sombras caen sobre el bosque de cactus, poemas estuviesen en prosa le permitió incorporar en algunos de
[sobre la arboleda de sati. ellos precisamente el tipo de temas que sus críticos calificaban
No sé cuándo Chand de Champa, de su bote el Abeja, de demasiado prosaicos como para que él los abordase: la mugre
54
Vio las bellezas exquisitas de Bengala, las mismas sombras azules. y la suciedad de Calcuta, la vida de las clases medias bajas· y sus
frustraciones diarias. Como afirma Ujjval Majumdar: «Las realida­
O léanse los siguientes versos (escritos en 1962) de la pluma des cotidianas y el mundo estético están inextricablemente ligados
del poeta, por lo demás historicista y comunista, Shubhash Mukho­ en gadyakabita». 57 No obstante, permaneciendo en el ámbito de la
padhyay, que ofrecen, como a través de una cámara, una instantá­ poesía, Tagore pudo justificar su visión acerca de la función de
nea de una cabaña de baffo bengalí como el hogar bengalí peren­ lo poético en el mundo de lo moderno. Hay que recordar que en
ne, bendecido por la presencia de la diosa del bienestar doméstico, esos años Tagore había hecho declaraciones airadas sobre «el pol­
Lakshmi: vo de curry del realismo» y los «alardes de pobreza y lujuria» que
pensaba que se estaban ofreciendo para hacer más apetitosa la
Por más lejos que vaya oferta literaria en bengalí. 58
Adheridas Para llevar a cabo mi argumentación, me ocuparé de un solo
A mis párpados poema, «Bansi» (La flauta), incluido en el libro Punshcha. Este poe­
Quedan ma trata de las realidades de la existencia de la clase media baja. 59
Filas de huellas de Lakshmi El poema comienza con una descripción prosística, precisa, casi
Pintadas clínica, de la miseria de la existencia y de las condiciones de vida
Sobre un patio de un oficinista insignificante en un oscuro camino de Calcuta.
Fregado con bosta de vaca y agua. 55 El nombre de la calle sigue atestiguando sus orígenes no preci­
samente dignos de encomio: se la llama el camino de Kinu goala,
Kinu el lechero, que en la historia de la ciudad creó una fortu­
Rasgar el velo, ver más allá na, pero cuyos orígenes humildes los .padres de la ciudad nunca
boffaron de la memoria pública. Nuestro narrador, el empleado,
Espoleado por la acusación de que su concepción de lo poético Haripada, es tan pobre que no tiene hogar. Alquila un pequeño
carecía de medios para abordar las realidades sombrías de la vida cuarto en una casa de su camino. Su vida se compone•' simplemen­
diaria en Calcuta y Bengala, Tagore inventó una nueva forma de te de su camino y de su oficina en la ciudad. Haripada huyó de su

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propia boda porque no podía permitirse esa responsabilidad. Sin se casase con esta alma desgraciada.
embargo, la mujer con la que nunca se casó y su casa en el campo La hora debe de haber sido auspiciosa­
ribereño de Bengala ·oriental siguen persiguiéndolo en su vida en la prueba es· segura-
la ciudad. ,. pues escapé cuando llegó la hora.
Tagore comienza con un espíritu descriptivo, realista: Al menos la muchacha se salvó,
Y también yo.
El Camino de Kinu Goala. Aquella que no vino a mi casa
Levantándose desde el borde mismo de la carretera viene y va en mi mente todo el tiempo­
hay un cuarto en el bajo vestida con un sari dhakai,
que pertenece a un edificio de dos pisos. la marca bermellón sobre su frente.
Sus muros húmedos han perdido su revoque aquí y allá,
con manchas de humedad en el medio. Las lluvias se hacen intensas.
Sobre la puerta está pegada Mis gastos en tranvía suben.
una imagen impresa en papel del Dios Ganesh, A veces también me multan.
El Vencedor de Obstáculos, En las esquinas de este camino
tomada de un trozo de tela estampada a máquina. se juntan y pudren en montones
Hay otra criatura viviendo aquí semillas y pieles de mango,
además de mí mismo, corazones de yaca,
por el mismo alquiler, agallas de pescado,
un lagarto doméstico. cachorros de gatos muertos,
La única diferencia entre nosotros mezclados con cenizas y otros desperdicios varios.
es que a él no le falta comida. La situación de mi paraguas
parece la de mi sueldo tras las multas:
Mi sueldo es de veinticinco rupias. tiene numerosos agujeros.
Un empleado subalterno en la oficina de un comerciante, [ ... ]
logro conseguir algo de comida La sombra oscura del monzón
dando clases a un hijo de los Dattas. descansa inconsciente e inerte
Las tardes las paso en este húmedo cuarto
En la estación [de tren] Sealdah, como un animal atrapado.
ahorrando electricidad. [ ... ]
El sonido dhas dhas de la locomotora, En la esquina del camino vive
el sonido del silbato, Kantabalu.
la marea de pasajeros, Su largo cabello está cuidadosamente separado.
el clamor de los culis, Sus ojos grandes.
el reloj da las diez y media Le gusta la gran vida.
cuando vuelvo a casa a una oscuridad solitaria, silenciosa. Tiene el hobby de tocar la cometa.

La aldea de mi tía está a la orilla del río Dhaleswari. Aquí es donde el-poema cambia de tono y de registro. Tagore,
Acuerdos firmes se habían hecho tras aprovechar la forma del poema-prosa para incorporar una des­
para que la hija de su cuñado cripción realista y casi prosística, ejecuta algo similar a lo que el
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lenguaje fílmico denominaría un fundido, que reemplaza un foto­ el parasol imperial y el paraguas roto
grama por otro y desafía nuestra visión. El poema se convierte en van juntos
nada menos que un ataque a gran escala contra lo histórico y lo ob­ hacia la misma Vaikuntha. 60
jetivo. Este camino, afirma Tagore, es a la vez un hecho y no lo es.
Y ésa, avanza en su argumentación, es la funcjón de lo poético: ayu­ Allí, donde este canto es verdad,
damos a ver a través de y a rasgar el velo de 'lo real. Tagore regre­ el Dhaleswari fluye
sa aquí a la distinción que había establecido entre prosa y poesía en la eterna hora auspiciosa del ocaso..
en la última década del siglo XIX. La función de lo poético era crear En sus riberas los árboles tamal arrojan su profunda sombra,
una cesura en el tiempo histórico y transportamos a un ámbito que y aquella que espera en el patio
trascienda lo histórico. Esta otra esfera era lo que Tagore llama­ viste un sari dhakai
ría lo eterno. La cometa lleva a cabo el cambio en el tono del poe­ con la marca bermellón en su frente. 61
ma. Tagore se sirve de toda la fuerza de la ironía histórica de la
asimilación de este instrumento.europeo en la vida de las clases me­ Tagore movilizó una serie ecléctica de proposiciones para de­
dias bajas de los bengalíes de Calcuta: el ejecutante de cometa del fender, _desde una perspectiva teórica, su punto de vista sobre lo
. poema está desprovisto de toda majestad, y el título del poema, poético. Apeló al romanticismo europeo, en particular al poema
«Bansi», traduce la cometa al bansi pastoril, habitualmente tradu­ de 1819 de Keats «Oda a una urna griega». lnvocó también a los
cido por «flauta». Sin embargo, Tagore hace que este instrumento Upanisads y a la estética sánscrita para trazar una distinción en­
europeo toque un raga indio que a la vez trasciende y captura el tre bostu (cosas de utilidad) y rasa, las emociones desinteresadas
páthos de la vida que fluye en esta oscura pa1ie de Calcuta. Leamos y generalizadas que ha de producir la actuación estética, según
el poema hasta el final: las teorías de la poética sánscrita. 62 Estaba, además, su filosofía
propia, basada en los Upanisads, sobre la existencia de un sentido
En ocasiones una melodía se eleva en· el aire grotesco trascendental o cósmico de leela o juego, que funciona como una
[de este camino; crítica fundamental de la razón y que así interrumpe -sin tomar­
en ocasiones en la noche profunda, lo irrelevante- lo específicamente político.63 En una ocasión, ex­
o al amanecer, plicó su preferencia por la expresión jiban leela (vida-juego) frente
o en el juego de luz y sombra a la caída de la tarde. a la expresión occidental «lucha por la existencia (o superviven­
De repente una noche cia)» señalando que, a su parecer, «lucha» constituía una descrip­
se escucha el raga Sindhu-baroan ción más parcial del meollo de la existencia que leela. Leela, en úl..:
y el cielo entero resuena tima instancia, concernía a los límites de la razón. Como afirmó
con el dolor de la separación Tagore en una ocasión, jovialmente, y como hablando· para sí:
de todos los tiempos.
Y entonces en un instante ¿Por qué, por qué, amor mío, cuál es el objeto
se torna claro [de esta lucha innecesaria?
que este camino es una mentira terrible La supervivencia.
como el delirio insuftible de un borracho. Pero ¿por qué he de sobrevivir a toda costa?
De repente llega el mensaje Mueres si no.
de que no hay diferencia alguna ¿Y qué si muero?
entre Akbar el emperador y Pero nó quiero.
Haripada el empleado. ¿Por qué no quieres?
Flotando al lado de la quejosa canción de la flauta No quiero porque no quiero.

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Si fuésemos a resumir esta réplica en una palabra, ramente para revelar una necesidad humana. Desde luego, sa­
[se llamaría leela. 64 tisfaría algo de necesidad, pero la satisfacción de la necesidad
no la agotó.[...] Keats nos hace ver mediante su poema la iden­
Por lo general, Tagore distinguía entre lo pratyahik (lo cotidia­ tidad entre esta urna y la unidad del universo. Escribió:
no) y lo nitya o lo chirantan, ·o lo eterno. Lo primero·era anitya, no
permanente, sujeto a los cambios de la historia.65 El ámbito de lo »¡Tú, silenciosa forma, tu enigma
poético surca lo cotidiano pero había de ser revelado por la mira­ »nuestro pensar excede
da del ojo poético. Como explicó en una ocasión a Dhurjatiprasad »como la Etemidad!».67
Mukherjee, sirviéndose de su ejemplo favorito del ama de casa o
la grihini (figura en la cual, a diferencia de la del oficinista, siempre Los estudiosos del romanticismo europeo no se sorprenderán
vio 1a posibilidad de lo poético): ante esta· crítica de la «utilidad» articulada mediante el análisis de
Tagore de la cosa utilitaria o bostu. 68 En ella, Tagore expresaba qui­
«Se planteará esta pregunta: ¿mediante qué regla, entonces, se zás una crítica del utilitarismo (en la versión de Bentham) que re­
elevará lo prosístico al nivel de lo poético? La respuesta es sen­ sultaba fundamental para los aspectos románticos del nacionalis­
cilla. Si imaginas que la prosa es como la grihini [la sefiora del mo bengalí. Bankimchandra Chattopadhyay había formulado la
griha, el hogar], sabrás que es alguien que discute, lleva la cuen­ misma crítica en el siglo XIX. Mientras que el utilitarismo de John
ta de la ropa enviada a la lavandería, sufre accesos, entre otros, Stuart Mill, con su atención a la emancipación femenina y al go­
de tos, de frío, de fiebre y lee la publicación mensual Basuma­ bierno representativo, encontró numerosos partidarios en Ben­
ti: esto pertenece a la historia de lo cotidiano, a la categoría de gala, las doctrinas de Bentham, como Eric Stokes mostró hace
"información". En medio de todo esto, una corriente de dulzu- unos años, conformó la justificación ideológica del autoritarismo
ra. se derrama como un arroyo que salta sobre piedras. Lo que del imperio tras los años treinta del siglo XIX, y era esa variedad de
no es tema de noticias, lo es de poesía. Uno puede escogerlo y la noción de «utilidad» la que ridiculizaban los intelectuales ben­
usarlo en poesía-prosa».66 galíes.69 Mientras que Mill tenía una teoría específica sobre la poe­
sía, el cálculo de Bentham -la utilidad es esa propiedad de un obje­
Lo poético, pues, es aquello que, en medio de lo cotidiano, ayu­ to por la cual propende a producir beneficio, ventaja, placer, bien
da a transportarlo a uno al nivel de lo trascendental. Lo prosístico, o felicidad[ ...] etcétera- era considerado por algunos bengalíes
por el contrario, pertenece a la esfera de las necesidades y la utili­ prominentes demasiado rudimentario para poder calificarse de
dad. Las cosas que habitan ese ámbito son meras bostus, cosas. La darshan (perspectiva o filosofía).70 En realidad, preguntaban, ¿qué
bostu es una visión puramente utilitaria de un objeto; o un objeto hay de bonito o inspirador en la utilidad? Bankimchandra lo de­
agotado en su sentido utilitario puede denominarse bostu. Tagore nominaba udar-darshan o «perspectiva-estómago», y bromeaba así
no dejaba lugar a dudas sobre la jerarquía entre lo poético y lo pro­ en la colección de ensayos humorísticos y satíricos Kamalakan­
sístico. «¿Mediante qué regla, entonces», pregunta, «se elevará lo ter daptar:
prosístico al nivel de lo poético?» En un ensayo titulado «Tathya o
satya» (Hecho y verdad) escrito en tomo a 1925, se refiere a la «Oda «¿Qué significa la palabra "utilidad"? ¿Tiene equivalente en
a una urna griega» de Keats y afirma: bengalí? Yo no sé inglés y Kamalakanta no ha dicho nada, así
que le he preguntado a mi hijo. Consultó su diccionario y lo
«El poeta inglés Keats escribió un poema derucado a una urna explicó así: "U" significa "vosotros", "til" es cultivar, "id" es "co­
griega. El artista que hizo la urna no hizo tan sólo un recipien­ mer", y no pudo decir cuál era el significado de "ad". Pero qui­
te. Esta urna no se hizo simplemente para presentar una opor­ zá Kamalakanta quería decir precisamente eso con "utilidad",
tunidad de llevar ofrendas al templo. Es decir, no se hizo me- que "todos vosotros vivís cultivando y comiendo". ¡Qué bribón!
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¡Ha llamado campesino a todo el mundo! [ ... ] Mi hijo ha re­ la poesía en un medio de abordar la ciudad, los exámenes, las ofi­
sultado ser bueno en la asignatura de inglés; de otra manera, cinas, los sueldos, el ruido incesante de tranvías y buses destartala­
no podríamos haber comprendido una palabra tan difícil"». 71 dos, la basura que se apilaba en los caminos melancólicos, a los que
no llegaba el sol, de Calcuta?», Tagore diera, en la práctica, una res­
Se percibe un eco de esta postura antibenthamista en las teo- puesta: Su respuesta era insuflar libido en la propia materialidad
rías estéticas de Tagore. Éste solía tomar la palabra bengalí para del lenguaje de tal forma que cada vez que alguien hiciese poético
realismo, bastabata, y trabajar con su raíz, bostu (cosa). Para él, el lenguaje, éste adquiriese el poder de transportar. La poesía po­
bastab o lo real naturalista/realista se refería al mundo de las co­ día crear el momento de epifanía y ejecutar el fundido que Tago­
sas, que a su vez sólo remitía al mundo prosístico de las utilidades re mismo ejemplificó de manera espléndida en el poema «Bansi». !·
(la palabra bengalí que emplea es proyojon, necesidades). 72 Lo poé­ También confundía así toda expectativa según la cual la moderni­
tico· ayuda a trascender la mera cosidad de las cosas permitiéndo­ dad sigue y sustituye al romanticismo en la historia de las ciudades
nos ver más allá de lo real o bastab. Es cierto que Tagore no daba modernas. Los escritos de Tagore presentaban lo poético y sus po­
a los bengalíes de clase media los utensilios literarios con los que deres extáticos precisamente como un recurso para vivir en la ciu­
hacer directamente estético su trabajo asalariado, las destartala­ dad, c9mo medio poderoso de transfigurar la Calcuta real e histó­
das instituciones de la vida cívica y otras posibilidades de vida en rica. En ello, eran contemporáneos del realismo realista y político,
el paisaje urbano de Calcuta. La modernidad literaria bengalí no y constituían un recurso para la vida urbana tanto como cualquier
podía ser ella misma sin dejar atrás de algún modo a Tagore. Pero modernidad.
-y ésta es mi tesis- el romanticismo idealista de Tagore siguió sien­ Cabe percibir este uso compensatorio de lo poético en algunas
do un aspecto indispensable de las estrategias literarias que hacían memorias bengalíes concernientes a Tagore y/o a sus escritos. Cito
la vida en la ciudad agradable al literato. dos incidentes para ilustrar este punto. En su libro Kabitar muhurta
Tagore conquistó un lugar en las vidas de clase media haciendo (El momento de la poesía), el poeta Shankha Ghosh cuenta una
del lenguaje este medio de placer, convirtiéndolo en un instrumen­ historia sobre el empleo de Tagore que hizo su padre. El padre de
to para transfigurar la realidad. El lenguaje fue la única dimensión Ghosh era profesor en una institución universitaria. Una vez, cuan­
material de la modernidad bengalí que él, más que nadie, ayudó do los médicos le informaron de que uno de sus hijos iba a morir
a dotar de libido. No quedó aspecto del lenguaje que Tagore no in­ en sólo unas horas, el afligido padre fue a su clase y únicamente
vestigase y trabajase: gramática, folclore, metro, pronunciación, leyó un poema tras otro del libro de Tagore Naibedya. 78 Obviamen­
ortografía, etcétera.73 Importó deliberadamente palabras y formas te, Tagore había ayudado a convertir la propia materialidad del
de pronunciar del sánscrito a la poesía bengalí para superar el pro­ lenguaje en uria fuente de hondo consuelo para el desolado ·padre.
blema de que las vocales largas y breves a menudo no se distinguen Mi segundo ejemplo procede de las memorias del pintor Be­
en el habla bengalí, y para soslayar el hecho de que las palabras nodbehari Mukhopadhyay, que estudió arte en la escuela de Tago­
bengalíes normalmente tienen un acento regular en todas las sí­ re en Santiniketan y fue profesor del cineasta Satyajit Ray. Mukho­
labas.74 Recogió canciones y proverbios populares para encontrar pa.dhyay describe así la primera época de la escuela de Tagore:
en la vida rural bengalí los sentimientos que los bengalíes de las
ciudades necesitaban para fabricar un sentido moderno de lo do- «Los días de lluvia las residencias de los estudiantes en San­
. méstico. 75 Escribió canciones que tenían el objetivo expreso de ayu­ tiniketan casi se sumergían bajo el agua. A menudo la lluvia
dar a las palabras a alcanzar lo inefable aunque cotidiano. 76 Sus entraba por las goteras de los tejados y las ventanas rotas y em­
· canciones y poemas llegaron a los corazones y hogares de las cla­ papaba las camas. En una ocasión, algunos de los estudiantes,
ses medias bengalíes, pese a que nunca hablaban de realidades de muy irritados por haber pasado la noche entera en vela, le ha­
la clase media. 77 blamos [a Tagore] de nuestras dificultades. Rabindranath dijo
Era como si a la pregunta «¿Cómo convertiría un poeta bengalí con voz tranquila: "Sentaos. La lluvia también pasó por mi te-

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jado de paja anoche. Así que me senté y escribí una canción. gala, el movimíento Swadeshi (1905-1908), plasmaban vívidamen­
Escuchadla y ved qué os parece". Después, Rabindranath em­ te el país según la forma de una de estas dos diosas. Así, por ejem­
pezó a cantar: plo, tenemos una descripción de Bengala como Durga en los ver­
sos siguientes:
» Ogo dukho jagania tomay gan shonabo
» Taita amay jagiye rakho El mensaje de valentía brilla en tu mano derecha,
» [Tú, que despiertas en mí tristeza, Tu mano izquierda borra todo temor,
»mantenme desvelado para que pueda cantar para ti]. El amor sonríe en tus dos ojos
Y el ojo de tu frente asume el color del fuego.
»Cuando acabó de cantar, Rabindranath dijo: "Artistas y poe­ Madre, por más que mire
tas, nos aflige el mismo sufrimiento. No hay nadie que cuide No puedo apartar mis ojos de ti.
de nosotros". Es verdad que llovió un poco en el cuarto de Ta­ Tus puertas han abierto a un templo dorado hoy. 80
gore. [Pero] todos salimos de su habitación exultantes y nos
dijimos: "No podríamos haber hecho eso". Hoy admito sin du­ Bengala se modela a imagen de Lakshmi, diosa y protectora
dar que Rabindranath no se ocupó de que se reparasen nues­ del bienestar doméstico, en el poema «Bangalakshmi» (Bengala la
tros cuartos. [O] no recuerdo ahora si se ocupó de ello. Pero su Lakshmi):
canción nos hizo olvidar todo el sufrimiento que aquella noche
había causado». 79 «En tus campos, junto a tus ríos, en tus mil hogares en las pro­
fundidades de los bosques de mango, en tus prados de donde
Tanto Tagore como Mukhopadhyay -al igual que el lector al que emerge el sonido del ordeño, en la sombra del baniano, en los
se dirige esta historia- emplean aquí lo poético como un movi­ doce templos junto al Ganges, siempre misericordiosa Lakshmi,
miento compensatorio; utilizan la materialidad de una lengua, sus Bengala madre mía, haces tus interminables tareas día y noche
sonidos, ritmos y melodías, para reconstituir (no para negar) una con una sonrisa en tu rostro». 81
realidad que presentaba, entre otras, privaciones de tipo material.
O considérense estos versos que los escolares recitaban en Cal­
cuta en una fecha tan tardía como los años sesenta-del siglo pa­
La imaginación como problema en la historia del nacionalismo sado -y tal vez incluso después- para marcar la llegada del otoño,
cuando se rinde culto a la diosa Durga en toda Bengala:
¿Era «rasgar el velo de lo real» -la frase con que Tagore des­
cribía el modo de ver en el que la India aparecía como ya suscep­ Hoy, en el amanecer otoñal,
tible de ser amada-, era ese modo de ver lo mismo que lo expresa­ ¿Vi tu encantadora forma,
do mediante el «imaginar» en el libro de Benedict Anderson sobre Bengala, madre mía, tus verdes miembros brillando
el nacionalismo? En belleza sin tacha?
Regresemos a algunos de los poemas nacionalistas de Tagore El río crecido no puede fluir,
en que empleaba este modo de ver, la perspectiva que trascendía Los campos no pueden tener más grano,
lo objetivo y la visión histórica. Prácticamente por regla general, en El doel llama, el lwel canta,
estos escritos Bengala se presenta como la imagen de una cariño­ En tu palacio del bosque.
sa, protectora, dadivosa, poderosa diosa madre de los hindúes, ya En medio de todo, estás erguida, Madre,
sea Durga o Lakshmi. Muchas de las canciones que Tagore escri­ En el amanecer otoñal. 82
bió para el movimiento en contra de la primera partición de Ben-

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Hay una familia de términos en las lenguas del norte de la In­ ferencia insalvable entre Occidente y Oriente. Obviamente, Tagore
dia para esta actividad de ver más allá de lo real, de estar en pre­ (y el nacionalismo en general) tomó muchas cosas del romanti­
sencia de la deidad. Uno de ellos es darshan (ver) y se refiere al cismo europeo. Su concepción de lo trascendental e1�a inconfun­
intercambio de mirada humana y divina que supuestamente se pro­ diblemente idealista. Lo que quiero señalar es que el momento de
duce en el interior de un templo o en presencia de una imagen en visión.que llevaba a cabo una «suspensión del mundo histórico» in­
la cual la deidad se ha manifestado (murati). 83 Tagore, personal­ cluía formas plurales y heterogéneas de ver que suscitan algunas
mente, no era ni creyente ni practicante del culto a los ídolos. Su preguntas acerca del alcance analítico de la categoría europea de
familia era brahmos, un grupo religioso que había rechazado la «imaginación».
cara idólatra del hinduismo a principios del siglo XIX. Sin embar­ Benedict Anderson ha empleado de manera muy sugerente la
go, la palabra que usó en bengalí para la «forma» de la Madre que palabra «imaginación» para describir papeles que la novela, el pe­
asegura haber visto una mañana de otoño es murati, que Thomp­ riódico, el mapa, el museo y el censo desempeñan en la creación
son traduce incorrectamente por «forma». Murati, cuyo significa­ del tiempo vacío y homogéneo de la historia que permite a las di­
do literal es forma material de encarnación o manifiestación, se ferentes partes de la nación existir a la vez en un imaginario na­
refiere habitualmente a la imagen de una deidad (aunque en la cionalista de la simultaneidad. Anderson, como señalé al princi­
prosa secular también ha venido a equivaler a la palabra inglesa pio, trata el significado de la palabra «imaginación» como si fuese
«statue» [estatua]). Cuando Tagore veía la murati de Madre Ben­ evidente pero advierte que no ha de interpretarse como «falso».85
gala, practicaba el darshan. No porque creyese en las prácticas Ahora bien, «imaginación» es una palabra con una historia larga
idólatras hinduistas o porque quisiese practicar el darshan, sino y compleja en el pensamiento europeo. Por otro lado, se ha cues­
porque en este «ver más allá» nacionalista, las prácticas reales y tionado su estatus en cuanto criterio para juzgar el mérito litera­
compartidas sedimentadas en la propia lengua -antes que sus pro­ rio en las discusiones sobre estética sánscrita.86 El examen de Ma­
pias creencias personales y doctrinales- hablaban a través de las tilal de las teorías de la percepción en las lógicas hindú y budista
figuras retóricas que Tagore utilizaba. El darshan en sí mismo no utiliza equivalentes sánscritos de la imaginación que se aproximan
era una práctica estética, pero Tagore lo convertía en una con ob­ a lo qué Coleridge, en su Biografía literaria ( 1815-1817), .denomina­
jeto de reemplazar un marco de lo real por otro. De hecho, como ba «fantasía», los vínculos asociativos formados a través de la me­
sostenían algunos de los antiguos teóricos indios de la práctica es­ moria pero no completamente determinados por ella. 87 En el pen­
tética, tal cambio repentino de marcos y una «suspensión del mun­ samiento europeo, como muchos autores han señalado, la palabra
do histórico corriente» eran esenciales para el disfrute de rasa (es­ procede de teorías psicológicas del siglo XVII y avanza, en medio
tado de ánimo estético). La explicación del estudioso del siglo x de numerosos debates y a través de Hume, Kant y Schelling entre
Abhinavagupta de la producción de experiencia estética es glosa­ otros, hasta llegar a las teorías de Coleridge acerca de la «imagina­
da por uno de sus traductores europeos de esta manera: «La idea ción primaria» y la «secundaria» en la mencionada Biografía lite­
general que subyace a estas palabras [chamatkara y vismaya, usa­ raria. 88 En su uso en el romanticismo europeo, la palabra guarda
das para explicar el funcionamiento de ra'Sa] [...] es que 'tanto la estrechos vínculos con las concepciones cristianas de lo divino, e
experiencia mística como la ascética implican la suspensión del incluso su forma secular ulterior no puede superar una distinción
mundo -el mundo histórico corriente, denominado samsara- y su precedente entre la mente y los sentidos. Como señala concisa­
·reemplazo repentino por una nueva dimensión de la realidad».84 mente Thomas MacFarland, en el núcleo de la palabra (en su uso
El disfrute del rasa del nacionalismo demandaba la recuperación por parte de Coleridge) permanece la distinción y fa tensión entre
de estas antiguas prácticas. «Yo soy» y «esto es», pues la palabra designa una relación en­
No pretendo reducir la noción de Tagore acerca del «ver más tre una merite que observa y los objetos a su alrededor. Se re­
allá de lo real» a prácticas que precedieron al dominio inglés de la monta a una' vieja pregunta que se plantea en los argumentos de
India y presentar así el nacionalismo indio como sede de una di- Coleridge contra la tradición spinoziana: ¿ es Dios un sujeto dota-

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do de una facultad (mental) llamada «imaginación», o Dios exis­ rico. El ensayo relata dos episodios de la vida del autor. Wajed Ali
te simplemente en los modos del mundo y no es recogido en nada · hizo un viaje a Calcuta en torno a 1900 o 1901, cuando tenía diez
que tenga naturaleza de sujeto? 89 Yo sostengo que en la sugeren­ u once años, en el que encontró a un anciano en un almacén de su
te teoría sobre el nacionalismo de Anderson la imaginación conti­ barrio leyendo la epopeya hindú del Ramayana a unos niños. Vol­
núa siendo una categoría mentalista, centrada en el ,sujeto. vió a la ciudad veinticinco años después y percibió como corres­
Pero el darshan o el divyadrishti (visión divina) -utilizo estos pondía todos los signos de cambio histórico en el barrio: coches de
nombres para una familia de prácticas de visión- tal y como apa­ motor, mansiones y electricidad habían acabado con la tranquili­
recen en la moderna escritura nacionalista bengalí no son necesa­ dad, las lámparas de gas y las chozas. Ahora bien, el sentido de lo
riamente categorías centradas en el sujeto ni mentalistas. No hay histórico de Wajed Ali se encontró ante un serio desafío cuando se
que ser creyente para tener darshan. Como ya he mencionado, cuan­ topó exactamente con la misma escena en el mismo almacén -de
do Tagore ve a «la encantadora murati» de Madre Bengala, su len­ hecho, fa misma sección del Ramayana que se leía a unos niños­
guaje se refiere al darshan casi como una costumbre inconsciente. que había presenciado veinticinco años antes. Al preguntar sobre
El darshan pertenece aquí a la historia de la práctica y del hábito. esta extraña experiencia, el anciano que leía el Ramayana explicó
Para entenderlo no hay que erigir una categoría denominada «la que la persona de la primera escena era su padre, leyéndoles a sus
mente». Coleridge captura algo como este momento de práctica hijos el libro, y que ahora él se lo leía a sus nietos. El libro perte­
cuando escribe sobre «el propio lenguaje [... ] por así decirlo, pen­ necía a su abuelo. Wajed Ali sintió que lo histórico se disolvía a su
sa[ndo] por nosotros», proceso que compara a la actividad de la alrededor. Escribe: «Saludé al anciano y salí de la tienda. Fue como
«regla de cálculo que constituye el sustituto seguro en la mecánica si hubiese adquirido una mirada divina. ¡Apareció ante mis ojos
del conocimiento aritmético». 90 O, siguiendo los instintos de aná­ una imagen perfecta de la Bharatvarsha [India] verdadera/real! ¡Esa
lisis deleuzianos, más contemporáneos, cabría afirmar que el mo­ vieja tradición [en inglés] ha permanecido inalterada, no ha cam­
mento de la práctica es un momento que sortea -y no sólo disuel­ biado en ningún lugar!». 93
ve- la distinción sujeto-objeto.91 Wajed Ali experimentó con claridad la sacudida de lo sinies­
La práctica del darshan o del divyadrishti (visión divina) pue­ tro: «Fue como si hubiese adquirido visión divina». Al utilizar la
de entrar en la conciencia de sí del sujeto moderno produciendo expresión «como si», deja abierta la posibilidad de que esta visión
-como señaló hace mucho tiempo Freud- la sorpresa de lo «sinies­ haya tenido lugar sólo en su mente, de que haya sido el fruto de la
tro», algo. que sacude el autorreconocimiento.92 Veamos este ejem­ kalpana o imaginación. Pero también cabe la posibilidad de que
plo procedente de un ensayo titulado «Bharatbarsha» del escritor la kalpana de Ali no guardase relación alguna con la práctica de la
bengalí S. Wajed Ali, escrito en los años treinta del pasado �iglo. visión que experimentó como lo siniestro. Al escribir las historias
Como producto por antonomasia del nacionalismo secular -de un de la visión que posibilitaron el nacionalismo romántico en el con­
escritor musulmán que escribe sobre la épica hindú y que utiliza tinente, hemos de quedarnos en el texto de Wajed Ali con este mo­
categorías del pensamiento asociadas con el hinduismo-, este en­ mento de indecidibilidad entre la «imaginación» en su sentido men­
sayo era de lectura obligada en la enseñanza secundaria desde los talista y la «mirada divina», divyadrishti, como algo que pertenece
años treinta del siglo pasado hasta mediados de los años sesenta. a la historia de la práctica. No hay duda de que el gesto de Tago­
Hoy en día una lectura historicista y política quizá no vería más re de trascender lo histórico a fin de poder ver una India suscep­
que el funcionamiento de un burdo esencialismo nacionalista en tible de adoración tiene una deuda con el romanticismo europeo
este ensayo, que incluso empleó la palabra inglesa tradition para y sus categorías mentalistas. Su referencia a Keats y su crítica de
describir su propio tema. Eso no sería necesariamente incorrecto. la utilidad, así como sus distinciones espirituales y materiales mez­
Lo interesante, sin embargo, es la forma en que la «tradición» se clan el pensamiento védico con el romanticismo europeo. Lo que
postula aquí como una cuestión de «mirada divina», de una mira­ propongo, sin embargo, es lo siguiente. Si el momento de «ver más
da, como explica Wajed Ali, que disuelve el punto de vista histó- allá» incluye fenómenos como el darshan o el divyadrishti para los

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que no resulta imprescindible la asunción de un sujeto, hay impli­ cepto vacío de contenido. Procedió a llenarlo con material propio
caciones interesantes para el modo de abordar la categoría «ima­ del pensamiento nacionalista. Era, en los términos de Bhabha, un
ginación» en las historias poscoloniales. momento pedagógico del nacionalismo.96 Pero si concebimos el uso
Hay una experiencia conocida de la juventud de Jawaharlal de la expresión «Bharat Mata» por parte de los campesinos como
Nehru, cuando recorría el campo de la India hablando a los labra­ referido a prácticas sedimentadas en la lengua misma y no nece­
dores sobre cuestiones nacionales. Nehru descnbe ocasiones en las sariamente a conceptos que, o bien elabora la mente, o bien con­
que lo recibían al grito de «Bharat Mata ki jay» -Victoria a la Ma­ tienen verdades de la experiencia, vemos la legitimidad del nacio­
dre India[Bharat= India; Mata= Madre].94 En al menos una oca­ nalismo campesino o subalterno. Su práctica de estar en presencia
sión, este grito de batalla suscitó inmediatamente los instintos de Bharat Mata no se apoyaba en la formación mental que el ca­
pedagógicos de Nehru y su oposición moderna a las supersticio­ pitalismo de libro podía administrar al sujeto nacionalista for­
nes. Al igual que un maestro que quiere comprobar la capacidad malmente educado. Tampoco aseguraban haber experimentado la
conceptual de sus alumnos, preguntó en la reunión de campesinos tierra como una figura materna. «La India» o Bharat podía, en efec�
quién era esa Bharat Mata «cuya victoria querían». La cuestión des­ to, ser la madre porque, mucho antes que el periódico y la novela,
concertó a los labradores, que fueron incapaces de articular una res­ estaba Ja antigua práctica del darshan, que llegó a constituir un ele­
puesta clara. Escribe Nehru con el regocijo de un profesor que aca­ mento fundamental del aspecto «performativo» del nacionalismo
ba de conseguir la atención de su clase: «Mi pregunta los sorprendía campesino. En cuanto práctica, obviaba la cuestión del sujeto ca­
y, sin saber qué contestar exactamente, se miraban los unos a los paz de experimentar.
otros y a mí. Finalmente, un vigoroso Jat, unido a la tierra desde Los miembros cultos de la elite, como Tagore y Wajed Ali,-no
generaciones· inmemoriales, dijo que era la dharti, la buena tierra eran labradores. Para ellos, el nacionalismo era inseparable de su
de la India, lo que querían decir». Nehru, según su propio relato, experiencia estética del fenómeno. Pero el momento estético, que
procedió entonces a explicar el significado recto de la expresión. resiste al realismo de la historia, crea cierta heterogeneidad irre­
Sus triunfantes palabras merecen ser repetidas: ductible en la constitución de lo político. Tal heterogeneidad apa­
rece en referencias a prácticas como el darshan o el divyadrishti
«¿Qué tierra? ¿Su particular pedazo de aldea, o todos los peda­ (mirada divina), que tienen lugar en dos-registros en los escritos de
zos del distrito, de la provincia, o de la India entera?[...] Yo me Tagore o Wajed Ali. En la medida en que estos autores escribieron
aventuraba a[...] explicar que la India era todo eso que habían en calidad de sujetos que experimentaban e imaginaban, estas prác­
pensado, pero era mucho más. Las montañas y los ríos de la ticas constituían para ellos experiencias de lo siniestro. El ensayo
India, y sus bosques y sus anchos campos, que nos daban ali­ de Wajed Ali lo ejemplifica. Pero la práctica del darshan también
mento, nos eran muy queridos, pero lo que contaba en defini­ entró en su vocabulario de un modo que no connotaba necesaria­
tiva era la gente de la India, gente como ellos y como yo que mente la experiencia -como en el poema en que Tagore hablaba
estaba dispersa por esta vasta tierra. Bharat Mata, la Madre In­ de ver la divina imagen de madre Bengala («Hoy, en este amane­
dia, eran esencialmente esos millones de•personas[...]. A medi­ cer encantador», etcétera)-. Ahí Tagore empleó la palabra «idóla­
da que esta idea calaba en su mente, sus ojos se iluminaban tra» para «imagen», murati, sencillamente por asociación lingüís­
como si hubiesen hecho un gran descubrimiento». 95 tica, como indicadora de una costumbre del discurso, como un
elemento que pertenece meramente a su hábito. Conjuntamente,
Nehru pensaba en la cuestión del «ser con» Bharat Mata, de es­ estos modos de percepción sugieren que la «imaginación» puede
tar en su presencia, por así decirlo, como en un problema concep­ ser una práctica tanto centrada en el sujeto como carente de su­
tual, un problema de pensamiento. Obviaba el hecho de que la pa­ jeto. En este sentido, es una categorfa intrínsecamente heterogé­
labra dharti, que significa Tierra, no se puede reducir a los confines nea en la que los espíritus antagónicos de Spinoza ·y Coleridge so-
geográficos específicos de la India británica, y encontraba el con- breviven y pugnan.

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Esta pluralidad inherente a la categoria «imaginación» es lo que 7
.en última instancia hace imposible ver lo político como algo Adda: Una historia de sócialidad
que constituye una «unidad» o un conjunto. Consideremos de
nuevo el poema de Sukanta Bhattacharya. Superficialmente, el
texto clama contra la poesía: «En el reino del hambre el mundo Y es una buena señal el que todavía disfrute
es sólo de la prosa». La poesía ha de desaparecer, exiliada en inte­ del adda, pues el adda y la juventud son inse­
rés de alinear.la literatura, ahora sólo prosa, con la pugna por li­ parables.
brar al mundo de la injusticia y la explotación simbolizadas por
el hambre. La preocupación de Bhattacharya sobre los peligros de (Manashi Das Gupta, 1957)
la poesía era historicista. Pertenecía a un género de quejas familiar:
que el romanticismo daba origen a la apatía, al letargo -o, mucho Ahora que, con el cambio de milenio, está claro que no hay
peor, al fascismo- y que era peligroso estetizar lo político. Había modo de escapar al dominio del capital en ningún lugar del mun­
que abordar el mundo desde los ángulos apropiados mediante una do, en la vida de muchas personas se torna incluso más insistente
prosa que no admitía errores ópticos de paralaje. Sin embargo, una pregunta que planteó hace tiempo Marshall Berman. En su
imagínese lo banal y débil que habría sido la crítica de Bhattacha­ conocido libro Todo lo sólido se desvanece en el aire: la experiencia
rya si la hubiera dicho en prosa, si no hubiera adoptado en la mis­ de la modernidad, Berman se propuso explorar el modo en que «los
ma práctica de la escritura todas esas cualidades del verso que tan hombres y mujeres modernos pueden convertirse en sujetos ade­
enérgicamente denunciaba. En otras palabras, el poema alcanzaba más de objetos de la modernización», cómo pueden <<controlar el
su efecto político pleno precisamente porque no llevaba hasta sus mundo y sentirse a gusto en él». 1 No confío en que esto pueda al­
máximas consecuencias ninguna concepción de lo político. Por el canzarse por o para todas las personas de un modo programático,
contrario, interrumpía una definición de lo político -la que lo ali­ pues el control sobre el capitalismo que los diversos grupos pueden
nea con lo realista y lo prosístico- para introducir inesperadamen­ ejercer, en el mejor de los casos, no es uniforme y está sujeto a la
te la acusación política que sólo la poesía podía transmitir. De esta distribución global del poder institucional. Pero la pugna por ha­
manera, hacía efectivo lo político convirtiéndolo en no-uno. Ésta, cer que la modernidad capitalista le resulte a uno cómoda, por en­
a mi parecer, es la heterogeneidad en la propia constitución de lo contrar un sentido de comunidad en ella, por -en palabras de Ber­
político.que el nacionalista en Tagore articulaba.al proponer a sus man- sentirse a gusto en la modernidad es, para todos, un proceso
compatriotas que el ojo nacionalista necesitaba poseer dos modos continuo e ininterrumpido. No está en nuestras manos elegir en
de visión radicalmente contradictorios. Uno contraía la responsa­ este asunto pese a que el problema no admite una solución per­
bilidad de situar lo político en el tiempo histórico; el otro -creaba manente. Sean cuales fueren nuestras críticas filosóficas a la me­
una política que resistía la historización. Tal heterogeneidad cons­ tañsica hoy en día, el proceso de producir identidades metafisicas
titutiva de lo político refleja las pluralidades irreductibles que com­ para uno mismo -tanto individual como colectivamente- caracte­
baten en la historia de la palabra «imaginación». riza esta lucha. Sin embargo, el conflicto no es en absoluto senci­
llo. Como nos recuerda el filósofo J.L. Mehta: «la apropiación de lo
que es nuestro sólo ocurre como una suerte de vuelta a casa, como
regreso de un viaje a lo ajeno y lo otro; ésta es la ley del estar en
casa como un hacer por sentirse a gusto». 2 El retorno, suponemos,
es siempre incompleto.
La historia que .aquí presento de una práctica social, el adda,
de la ciudad de Calcuta en la primera mitad del siglo XX, es un es­
tudio histórico específico de esa pugna por sentirse a gusto en la

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modernidad. La palabra adda es traducida por el lingüista bengalí · panorama de la historia de los últimos cincuenta años de la indus­
Sunitikumar Chattopadhyay como «lugar» para «una charla disten­ tria editorial en Calcuta, acababa con un comentario nostálgico y
dida con amigos íntimos» o «conversación entre amigos fraternos» melancólico:
(examinaré más abajo esta intercambiabilidad de habla y lugar).3
A grandes rasgos, es la práctica de reunirse �on amigos para enta­ «Los diseños de cubierta de los libros [bengalíes] han cambia­
blar conversaciones largas, informales y no:rigurosas. do, al igual que el arte de la publicación. Hay una mayor varie­
Cabría describir con mayor propiedad esta historia del adda dad de temas ahora. Junto a los nuevos escritores vendrán nue­
como una historia del deseo de -o en contra de- adda. Según mu­ vas editoriales.[... ] Pero ¿recuperaremos alguna vez lo que ha
chas normas de valoración de la modernidad, el adda es una prác­ desaparecido para siempre del mundo de la literatura bengalí:
tica social defectuosa: es predominantemente masculina en su for­ los addas literarios? Puede que a algunos esto les cause dolor.
ma moderna en la vida pública; hace caso omiso de la materialidad Pero ¿qué otro camino cabe tomar sino seguir adelante aunque
del trabajo en el capitalismo; y los addas de la clase media suelen nos duela el corazón?».7
olvidar a las clases trabajadoras. Algunos bengalíes llegan a consi­
derarla una práctica que promueve la pereza entre la población. No estoy interesado en interpretar esta nostalgia como un error
No obstante, la percepción de su desaparición gradual de la vida de un tipo u otro. Como emigrante de primera generación con mis
urbana de Calcuta durante las últimas cuatro_décadas -relaciona­ instintos hogareños permanentemente dañados, no encuentro nin­
da sin duda con los cambios en la econornía política de la ciudad­ guna manera fácil de detern1inar en qué medida los documentos de
ha producido una cantidad ingente de lamentos y de nostalgia. Es la nostalgia por el adda presentados en este ensayo se mezclan con
como si con la muerte lenta del adda muriese la identidad bengalí. mi propio deseo -como inmigrante en Australia y en Estados Uni­
Puesto que el adda se considera hoy en día una práctica en vías dos- de estar en casa en una Calcuta de érase-una-vez. Esta nos­
de extinción, se ha producido en Calcuta una serie de intentos cons­ talgia sólo puede orientarse hacia el futuro. Me ayuda a sentirme
cientes de recoger y preservar recuerdos y descripciones de addas a gusto en otro sitio. Así pues, carezco de una crítica fácil dda nos­
bengalíes de los últimos cien años. Internet contiene varias redes de talgia. 8 La nostalgia aparente por el adda en la Calcuta de hoy debe
chat para bengalíes tanto de Bengala occidental como de Bangla­ ocupar el lugar de otra -no articulada- agonía: ¿cómo cantar al rit­
desh que se.denominan addas. 4 Un libro de ensayos, Kolkatar adda mo de las cambiantes melodías de la modernización capitalista y
(Los addas de Calcuta), publicado con ocasión del tricentenario de conservar, al mismo tiempo, una sensación de comodidad, de estar
Calcuta, constituye una respuesta a ese mercado. Comienza apun­ a gusto en ella? Muchas ciudades indias muestran ahora los sínto­
tando la «horrenda posibilidad» de que los bengalíes se olviden mas de lo que Arjun Appadurai ha denominado de modo sugeren- .
pronto de disfrutar del adda, de que una ética del trabajo atareada te «agotamiento urbano». 9 Los ambientes· de la modernidad, indi­
y devoradora pueda adueñarse de sus vidas. 5 Saiyad Mujtaba Ali, vidualmente diferenciados, que las ciudades metropolitanas de la
reconocido escritor humorista bengalí, expresó un lamento tem­ India construyeron en la primera mitad del siglo XX se enfrentan
prano por la supuesta desaparición del adda ya en los años setenta ahora a graves desafíos en el contexto de diversos cambios demo­
del siglo pasado. «Es indiscutible», escribe, «que los addas en ver­ gráficos y -en comparación con el pasado- de una mayor globali­
dad excelentes están ahora prácticamente muertos aunque parez­ zación de los medios de comunicación y la economía. Una historia
can vivos. ¿Cuántos de los edificios de cinco plantas, de diez plan­ del adda que sea también un deseo del adda puede, de hecho, ser
tas; que se levantan hoy en Calcuta tienen [espacio] para un adda?» 6 un réquiem por una práctica de la modernidad urbana ahora su­
Hasta un catálogo de los libros bengalíes publicados creado por la perada por otros placeres y peligros de la ciudad.
Asociación de Editores de Calcuta con motivo de la Feria del Libro No sorprende, por lo tanto, que los intelectuales bengalíes ha­
de la ciudad en 1997 empezaba lamentando la pérdida del espíri­ yan producido gran cantidad de metafísica involunt�ria en sus dis­
tu del adda dentro del propio sector. El ensayo introductorio, un cusiones en torno al adda de las últimas décadas. A menudo se con-

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sidera el adda como algo intrínsecamente bengalí, como elemen­ Lo peculiar, si acaso, en las discusiones bengalíes sobre el adda, es
to indispensable del carácter bengalí, o como parte integrante de el postulado de que se trata de una práctica peculiarmente benga­
nociones metafísicas tales como «la vida» y «la vitalidad» de los lí y de que marca un rasgo nacional primordial en grado tal que el
bengalíes. Benoy Sarkar, un sociólogo de la década de los cuaren­ «carácter bengalí», se dice, no podría concebirse sin él. Tal postu­
ta, muchas de cuyas obras se publicaron en forma de diálogo como lado y su historia es lo que estudiaré aquí en función de la pregun­
si se tratase de fragmentos de conversaciones de un adda, habla­ ta de Berman: ¿cómo lograr sentirse a gusto en el contexto de las
ba en 1942 de la «vitalidad>> del adda, el cual había ayudado a los ciudades capitalistas?
bengalíes a «apoyar y enriquecer» sus instintos naturales en cuan­ Mi interés en la historia de la práctica del adda se restringe aquí
to pueblo. «Lo que necesitamos es adda», declamó en uno de sus al mundo y a la cultura de la modernidad literaria bengalí del si­
diálogos. 10 En el prefacio al libro Kolkatar adda, el historiador Ni­ glo :xx. Fue dentro de ese ámbito, como veremos, donde se /dotó a
shithranjan Ray describe a los bengalíes como «un pueblo amante dicha práctica de un hogar conscientemente nacionalista. Esta es
del adda». 11 El escritor bengalí Nripendralaishna Chattopaclhyay es­ una de las razones por las que me centro en ejemplos de la ciudad
cribe en la década de los setenta en alabanza de la institución: «Los de Calcuta, que en una época fue el centro que guiaba la produc­
bengalíes disfrutan de una enorme reputación en el mundo como ción literaria bengalí .
. el pueblo que mejor practica el adda. Ninguna otra raza ha sido ca­
paz de construir una institución como el adda, que se sitúa por en­
cima de toda idea de necesidad o utilidad. Disfrutar el adda es un El debate bengalí sobre el adda
principio primordial y perenne de la vida -ningún otro pueblo ha
logrado reconocerlo en la vida como los bengalíes». Una página La aceptación generalizada de la posición del adda como indi­
después, añade: «tan profunda es la conexión espiritual entre el adda cador del carácter bengalí no suponía que todos los intelectuales
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y el agua y la atmósfera de Bengala que el adda [...] se ha extendido bengalíes tuviesen la misma opinión sobre el valor de esa práctica.
., ahora al gobierno municipal [de Calcuta], las oficinas, las reunio­ Permítaseme, pues, comenzar ofreciendo al lector algunas indi­
nes de Estado, el rawk [galería, la terraza elevada de un edificio], caciones sobre el tipo de debate en el que esta práctica estaba Y
las tiendas de té, los pabellones deportivos, las organizaciones de sigue estando inserta. Encontramos un buen punto de_ partida en
distritO de los partidos políticos y a los colegios y escuelas: a todas las opiniones opuestas de dos conocidos comentadores culturales
partes i En todo lugar, en los poros de toda actividad, el adda exis­ de la historia moderna bengalí, el crítico Nirad C. Chaudhuri Y el
te en muchas formas distintas». 12 A juicio de Saiyad Mujtaba Ali, escritor Buddhadev Bose, también fundador de la disciplina de la
los varones de Calcuta sólo están por detrás de los de El Cairo en literatura comparada en la India.
su devoción por el adda. Los hombres de El Cairo, en la descripción El famoso libro de Chaudhuri, The Autobiography of an Un-
embelesada de Ali, se encuentran en su casa sólo durante unas re­ known Indian [Autobiografía de un indio desconocido], ve en el
nuentes seis horas al día (de doce de la noche a seis de la mañana) adda un síntoma de una enfermedad profunda y permanente del ca­
y prefieren pasar el resto de su tiempo en el trabajo y en cafeterías, rácter bengalí. Emplea el término «gregarismo» tanto para describir
disfrutando de la conversación con sus amigos. 13 la institución del adda como para explicar el defecto, en su opinión,
No es mi objetivo defender la tesis metafísica de que la prác­ de los hombres de Calcuta. Comienza por señalar la antigüedad y
tica del adda es peculiarmente bengalí. La tradición de las reunio­ la omnipresencia de la práctica cultural bengalí del adda. El tex­
nes de hombres y mujeres en espacios sociales para disfrµtar de la to de Bhabanicharan Bandyopadhyay Kalikata kamalalaya ( 1823),
compañía y la camaradería no es, desde luego, monopolio de nin­ con estampas de la vida social bengalí en la Calcuta de principios
gún pueblo particulm: Tampoco esta palabra es únicamente benga­ de la colonia, le proporciona un� prueba convincente de que las
lí; existe en hindi y en urdu, y significa «lugar de reunión» (las es­ prácticas bengalíes comunes de «el chisme matutino, el descanso
taciones de autobuses en el norte de la India se llaman bus-addas). del trabajo a mediodía o siesta, la relajación vespertina y el patio

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por la noche, todas habían llegado sin cambios » desde 1820 hasta ceso en sí resultaba sorprendente. » En segundo lugar, la práctica ·
ia Calcuta de 1930. 14 La descripción de Chaudhuri de esta afición del adda revelaba a su parecer ausencia de individualidad, la pre­
bengalí por la compañía es vívida, aunque su tono delata la censu­ sencia de un «instinto de rebaño » . Escribe: «No comprendí este
ra moral con que contemplaba ese cultivo del gregarismo: comportamiento hasta que en 1922 leí por primera vez Social Psy­
chology, de McDougall, donde encontré la distinción entre lo social
«Las carencias de sociabilidad del nativo' de la ciudad se com- y el instinto gregario claramente delineada y adecuadamente su­
. pensaban con su gregarismo. No se encontraría en el mundo brayada. Reforzando con el libro mi arsenal crítico, comencé a lla­
entero mejor connaisseur de la compañía, ni nadie más depen­ mar a los nativos gregarios de Calcuta Buey de Galton, es decir, el
diente de la contigüidad del prójimo con la misma incompren­ buey de Damaraland, en África. Individualmente, esos animales
sión de sus obligaciones hacia el mismo. El varón de Calcuta parecen ser apenas conscientes los unos de los otros, pero si se los
encontraba la compañía que necesitaba, con tanta urgencia y separa del rebaño muestran señales extremas de malestar » . 15
frecuencia, reunida de buena gana, sin esfuerzo alguno por su En tercer lugar, el adda significaba para Chaudhuri la ausen­
parte, en su oficina, en su bar-biblioteca o en su universidad, cia de una socialidad controlada que, según él, sólo los individuos
que eran espacios para el cotilleo interminable no menos que con un sentido desarrollado de la individualidad eran capaces de
para el trabajo. alcanzar; La gente de Calcuta tenía adda porque «había muy poco »
»[...] Tal vez el gregarismo fuese la única cosa desinteresada en de lo que Chaudhuri entendía por «vida social»: «No había fiestas
la sociedad de Calcuta. Fuera de las horas de trabajo el verda­ por la tarde o por la noche, ni cenas, ni recepciones en casa ni, por
dero nativo siempre estaba vagando en busca de compañía, y su supuesto, bailes que animasen su existencia » . Y, por último, para
empeño mismo frustraba a menudo su objetivo. Toda persona Chaudhuri, el adda era enemigo de la domesticidad burguesa. En
sana, tras llegar a casa de la oficina, se apresuraba a lavarse y sus palabras: «El vigoroso instinto gregario de los nativos de Cal­
tomarse un té para salir a toda prisa de casa y ver a sus amigos, cuta ha matado virtualmente la vida familiar. No hay costumbre,
y como éstos estaban acometiendo la misma misión, de vez en entre ellos, de que un hombre se siente con su esposa e hijos por
cuando sucedía que nadie lograba ver a nadie. La práctica más las tardes. Ni siquiera es casi posible encontrarlos en casa a nin­
usual, sin embargo, era evitar tales desventuras concertando en­ guna hora del día adecuada para llamadas, ya que sus días están
cuentros fijos o, como se denominaban en bengalí, addas .· Cada divididos en tres salidas principales: el paseo matutino en busca
adda tiene adeptos fijos. [...] Estos lugares de reunión solían ser de cotilleo ocasional, el periodo en la oficina a mediodía y el cul­
los salones de los miembros más acomodados del grupo, pero tivo sistematizado de la compañía por las tardes » . Claramente, lo
en ocasiones también una oficina después del trabajo y, rara que la crítica de Chaudhuri a la vez valora y echa de menos en
vez, un salón de té. [...] Por lo general, estos sitios de reunión la vida de sus coetáneos en Calcuta es la familiar división tricotó­
se encontraban en el baITio donde vivía la mayoría de los asis­ mica burguesa de casa-trabajo-ocio mediante la cual muchos ma­
tentes. Pero no era nada inusual encontrar a un hombre que nuales de sociología tratan de dar cuenta de la modernidad. El tex­
viajaba cinco o seis millas en tranvía para reunirse con su gru­ to de Chaudhuri nos recuerda que la división estaba claramente
po. [ ...] Un hombre era mucho más renuente a entrar en un presente al menos como objeto de deseo, si no como una práctica,
adda nuevo que a mudarse a una nueva casa en otro ba1Tio » : en la vida de los bengalíes modernos. La crítica de Chaudhuri no
era exógena.
·No es difícil discernir los prejuicios coloniales-victorianos la­ Ahora bien, al tiempo que Chaudhuri publicaba su denuncia
tentes bajo la desaprobación de Chaudhuri. En su descripción, el del adda, Buddhadev Bose escribía un· ensayo en los años cincuen­
adda es, en primer lugar, la ociosidad misma, denota un letargo ta sobre el tema del adda, cuyo espíritu no podía ser más opuesto
del espíritu. «En agudo contraste con la energfa demoniaca mos­ al de las reflexiones de Chaudhuri. Los dos párrafos iniciales de
trada en la ca1Tera hacia la reunión » , escribe, «la languidez del su- Bose merecen una cita extensa aunque sólo ·,sea para documentar

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el elaborado carácter del afecto que muchos intelectuales benga­ sin él. [...] Por eso no me satisface ser sólo su adorador, tengo
líes han sentido hacia la institución del adda: que ser también su [sumo] sacerdote y predicar su -gloria». 16

«No soy un experto [escribe Bose], desconozco:la etimología de Formado en el polo opuesto de la sensibilidad de Chaudhuri, un
la palabra. Suena a no sánscrito [y] musulmán. Si la hindui­ panegírico del espíritu del adda con tal grado de lirismo consciente
zamos y llamamos sabha, lo pierde todo. Si la anglizamos y resulta relativamente raro. Hay, después de todo, palabras en ben­
llamamos "party", matamos su espíritu. El vestido [apropiado] galí como gultani o gyajano, entre otras, que se refieren en general
para las reuniones es el khaki o khadi [algodón basto tejido a a la «charla inútil».. Apuntan a la existencia de una actitud crítica
mano], mientras que las ropas que se llevan a una fiesta son hacia el adda que quizá no proceda del tema moderno capitalista­
ligeras pero están enérgicamente planchadas, y el sabha es colonial del «nativo perezoso». Es posible que el acento de la clase
blanco, decoroso, [y sin embargo] incómodo. No sé si el salón media sobre la disciplina, que prevalece desde la época colonial,
francés sigue existiendo, pero las descripciones del mismo su­ se cimentase no sólo en concepciones victorianas de la pereza, sino
gieren un grado de elaboración que puede no ser bueno. ¿Tie­ también sobre nociones preexistentes de lo que constituía «trabajo»
ne adda un sinónimo exacto en alguna otra lengua del mun­ y «ociosidad». En cualquier caso, hasta incondicionales empederni­
do? Pese a no ser lingüista, puedo afirmar que no. Porque en dos del adda tales como Sunitikumar Chattopadhyay y Buddhadev
ningún otro país existiría el espíritu del adda o el entorno ade­ Bose mencionan que el adda nunca fue bien recibido por «tutores
cuado. Las personas de otros países dan discursos, cuentan y padres», quienes al parecer lo asociaban como mínimo con el des­
chistes, ofrecen argumentos, se divierten toda la noche, pero cuido del deber, cuando no lo consideraban una absoluta pérdida
no hacen [el verbo en bengalí es "dar"] adda. [...] ¿Qué harían de tiempo. 17 Al mismo tiempo, hay suficientes pruebas de que en
con el dub, los que tienen adda?». la modernidad bengalí el adda proporcionaba a muchos un lugar
para la autopresentación, para cultivar cierto estilo de ser a los ojos
Bose dejaba claro que el «ellos» de esta descripción sólo podían de los otros. Ser bueno en el adda era, asimismo, un valor cultural.
ser los bengalíes. No sólo eso: de modo muy similar a Nripendra­ El conocido físico bengalí Satyen Bose (famoso por la estadística
krishna Chattopadhyay, a quien ya he citado, naturalizaba literal­ de Base-Einstein) solía ser descrito con orgullo por sus _coetáneos
mente esta práctica, viendo en el adda un reflejo de la tierra suave como addar raja, el rey del adda. Y el escritor Saiyad Mujtaba Ali,
y aluvial de Bengala: cuya forma de hablar y escribir desplegaba el estilo anecdótico po­
pular en los addas, recibió de sus admiradores el título real humo­
«El adda es algo de toda la India, pero sólo en la tierra húmeda rístico de adda chakrabarti (emperador del adda). 18
Y blanda de Bengala puede alcanzar su expresión más plena. Al Las numerosas tensiones diferentes que constituyen la concep­
igual que nuestras estaciones dan origen a la poesía, de la mis­ ción bengalí moderna del adda se condensan en la extensión se­
ma manera ayudan a hacer intensos los addas. Nuestras noches mántica que un diccionario contemporáneo bengalí-inglés adscri­
de Chaitra [de mediados de marzo a mediados de abril, el últi­ be a la palabra. He aquí una entrada de diccionario de 1968:
mo mes del año bengalí], las tardes enteras de tamborileo-de-la­
lluvia de Sravan [el lluvioso cuarto mes del calendario benga­ «Adda - n. vivienda; lugar que se frecuenta; lugar de reunión
lí], las noches de otoño bañadas por la luz de luna, las mañanas (fijo o permanente), de encuentro; lugar o institución para prac­
dulces Y brillantes de invierno, todas tocan la campana silente ticar cualquier actividad (ganer adda: [adda para músicos]; club;
del adda; algunos la oyen y otros no. Es inevitable que [el espí­ grupo de contertul,ios ociosos, su lugar de reunión o su charla;
_
ntu del] adda se marchite en los países de frío y calor extremos. lugar de ensamblaje, estación o parada (garir adda [adda para
[...] Mi corazón se estremece si tengo que ir a un sabha, huyo vehículos]). Adda gara - v. ocupar una morada (usu[almente].
ante la mención de una fiesta, pero ¿y el adda? No puedo vivir permanente), establecerse. adda deoya, adda mara - v. unirse a

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un grupo de tertulianos ociosos; entablar una conversación khana: salón) y otras palabras similares se emplean como sinóni�
ociosa con otros. addadhari - n. guarda o jefe de un club; asis­ mos casi totales. Hoy se podría utilizar tanto majlishi como adda­
tente habitual de un club. addabaj - a. orgulloso de entablar baj para referirse a alguien que realmente disfruta integrando un
conversación ociosa con otros o de los clubes de caza en los adda o majlish. Sin embargo, tal equivalencia -al menos en el uso
que tal charla se mantiene». 19 bengalí ·de estas palabras- es de origen reciente. En los textos de­
cimonónicos, el término adda no parece reemplazar a majlish con
El lector percibirá que en este extracto sobrevive parte de la tanta frecuencia como lo hace hoy en dfa. De hecho, no he en­
sensibilidad de Nirad Chaudhuri en la descripción moralista del contrado ningún uso de esta palabra en el siglo XIX que confiera
adda como «conversación ociosa»; la aspiración a la «modernidad», respetabilidad a la práctica. Lo que volvió respetable el término
por otro lado, pervive en la comparación sugerida con el «club» adda en el siglo xx fue su asociación con los espacios de produc­
inglés; la palabra adaptada al sánscrito addadhari y la expresión ción de un público lector bengalí moderno.
adaptada al persa addabaj(z) apuntan a los modos de ser, a cierto La costumbre de hacer reuniones de hombres -y de mujeres,
temperamento o carácter, que la palabra connota, mientras que el también, en espacios sociales separados- para conversar informal­
término también conserva el significado más antiguo de «vivien­ mente sobre todo tipo de temas que afectan a sus vidas es una vie­
da», «lugar de reunión», asentamiento, sugiriendo quizás una dia­ ja tradición en la Bengala rural. La palabra chandimandap -lugar
léctica de asentamiento y nomadismo cuyo sentido pleno queda permanente para adorar a la diosa Chandi pero usado en otras oca­
ahora más allá de nuestra comprensión. siones por los ancianós del pueblo como lugar de reunión-lo ates­
Obviamente los significados, muy distintos, del término testi­ tigua, y resulta interesante que las discusiones conscientes sobre
monian los pasados heterogéneos invocados por la práctica del la institución del adda a menudo recuerden a los autores bengalíes
adda, institución simultáneamente celebrada y condenada -pero, este rasgo antiguo de la vida rural bengalí. 20 Uno de los espacios
en cualquier caso, omnipresente- de la vida urbana de Calcuta. más vinculados en Calcuta con el adda era el del rawk o rowak, la
Sería simplista considerar el adda tan sólo como una reliquia de galería de los pisos superiores de las casas más·antiguas dela ciu­
un antiguo modo de vida feudal, como vestigio de un pasado ru­ dad, en la que los varones jóvenes del barrio solían reunirse para
ral, preurbano, que sobrevive como obstáculo para la modernidad mantener sus ruidosos addas. Esto molestaba mucho a los hoga­
bengalí. De. manera similar, nos equivocaríamos si interpretásemos res de clase media, que veían a esos vocingleros addas de los rawks
la alabanza del adda que realiza Bose como una defensa de un sen­ como una amenaza a su respetabilidad, especialmente si había
tido precapitalista del tiempo y la socialidad. Y también sería un muchachas residiendo en la casa. La galería exterior o rawk, un
effor escuchar los fantasmas de Lutero y de Weber en la prosa de rasgo arquitectónico de las casas bengalíes hasta que el aumento
Chaudhuri. La institución del adda se resiste a ser concebida den­ del precio del suelo la volvió obsoleta, quizá sea un vestigio estruc­
tro de una historia burda de transición del feudalismo al capitalis­ tural de la daoa (galería) que rodeaba la choza de baiTo tradicio­
mo. Después de todo, los adeptos a esta práctica fueron a menudo nal de las aldeas bengalíes. Asimismo, puede que la práctica de
personas que ayudaron a formar un público literario bengalí mo­ celebrar reuniones de varones en tales lugares esté relacionada con
derno en Calcuta y que contribuyeron a formar un sentido especí­ prácticas anteriores. Pero los addas de los rawks en la ciudad esta-
ficamente moderno de la nacionalidad. han integrados principalmente por varones jóvenes, y no se los so­
lía relacionar con la producción literaria moderna. En el siglo XIX,
algunos de esos addas estaban dominados por los líderes sociales
El adda y el nacimiento del discurso democrático: una genealogía del barrio. 21 El escritor bengalí Preinankur Atarthi nos ha deja­
do retratos de ·addas de jóvenes que se- reunían en los rawks de los
En bengalí contemporáneo, adda, majlish (del árabe majlis, que baffios de Calcuta a mediados del siglo xx:
significa reunión, encuentro o fiesta), baithak (asamblea; baithak-

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«Una casa del barrio tenía un rowak ancho. Los muchachos ha­ firman esa acepción. Este autor se refiere a lugares cercanos a los
cían su adda allí todos los domingos o en otras fiestas. [...] La «ghats de cremación» (donde se incineraba a los muertos hindúes;
conversación trataba todo tipo de temas diferentes: el patrio­ la palabra ghat designa literalmente los peldaños qué, en las ori­
tismo, la lucha, los deportes, Inglaterra, Alemania, Suiza. [...] llas de los ríos, llevan al agua) bajo el puente Howrah, en la parte
»A menudo, las discusiones que empezaban amistosamente en norte de la ciudad, como a addas que acogen a los adictos al opio
aquellos addas se volvían tan ásperas e insolentes que la gente y la marihuana.25 Este uso está en consonancia con el modo en que
que vivía en la casa se preocupaba, ya que temían un estallido los diccionarios bengalíes antiguos sugieren un nexo entre el adda
de violencia física. Pero, en aquellos días, las personas tenían y la existencia marginal: un lugar de reunión de gente «mala» o de
tanta devoción por el adda que acudían al mismo diligentemen­ gente con ocupaciones malas (kulok, durbritta). 26
te pese a todas sus peleas».22 A su vez, el término majlish, tanto en Hutom como en otros si­
tios, sugiere formas de reunión social que implican invariable­
En Recollections of My School-Days[Recuerdos de mis días de mente riqueza y mecenazgo, y a menudo evocan la imagen de
escuela], de Lal Behari Dey -escrito en la década de 187 O pero re­ varones· reunidos en el salón de un hombre rico (baithak o baithak­
ferido a la década de 1830-, la palabra adda se utiliza para de- khana). En Hutom, por ejemplo, el majlish supone vino, chicas que
. signar un lugar de descanso y aparece de la forma siguiente, en bailan, arañas, ropas costosas, y peleas de borrachos que involu­
el relato de su primer viaje a Calcuta desde su aldea natal, Talpur cran a los nuevos ricos de la Calcuta de principios del XIX y a sus
(Sonapalashi): «Sólo viajamos ocho millas. Nos alojamos en un «malcriados» descendientes.27 Muchas de estas asociaciones se
adda, u hostal, nos bañamos, cocinamos nuestra comida, comi­ debilitan en el siglo XX pero, estructuralmente, el majlish en cuan­
mos y bebimos (sólo agua), holgazaneamos un rato, volvimos a co­ to lugar conserva la idea del anfitrión, la persona más adinerada
cinar y a comer por la no.che, nos lavamos los pies en agua calien­ sin cuyo salón o baithakkhana la reunión no puede llevarse a cabo.
te y nos acostamos en el suelo, tras interponer una delgada estera Y, por lo general, la palabra se relaciona también con un espacio
de hojas de palma entre nuestro cuerpo y el piso de barro». 23 en el que tiene lugar algún tipo de actuación: canto, danza, reci­
En los célebres cuadros de costumbres satíricos de Hutom pyan­ tal poético, entre otros. La conversación allí, incluso cuando no
char naksha (en adelante, Hutom) escritos por Kaliprasanna Sinha era directamente aduladora, nunca podía ser plenamente demo­
y publicados por primera vez en 1861-1862 con el título inglés de crática, pues la presencia misma de un anfitrión influía de múlti­
«Sketches by Hootom Illustrative of Every Day Ufe and Every Day» ples modos el patrón de habla de un grupo así. No resulta sorpren­
[Estampas de Hootom (Noctámbulo) que ilustran la vida diaria y dente que el diccionario de Subal Mitra, publicado en 1906, explique
cotidiana y el día a día], la palabra adda se distingue claramente majlish como kartabhaja daler sabha, literalmente, «reunión de
de la palabra majlish. Adda en Hutom se refiere a un lugar de reu­ aquellos que adoran a su señor» (los kartabhaja, por cierto, inte­
nión, pero su empleo es por lo menos tan irreverente como cuan­ graban también una secta religiosa bengalí). 28
do lo utiliza para burlarse del culto en congregación, inspirado en En cambio, sea cual fuere el solapamiento que más tarde se
prácticas cristianas e introducido en Calcuta por la secta hindú re­ dio entre los campos semánticos de las palabras adda y majlish,
formista del Brahmo Samaj: «Resulta casi imposible comprender el adda que Buddhadev Bose celebra en los años cincuenta tiene
las costumbres de la dharma[religión] Brahmo estos días[...]. ¿Es un carácter democrático inconfundible propio de la clase media.
el Todopoderoso un inmigrante del interior o un brahmán de Ma­ «Todo el mundo debe disfrutar del mismo estatus en un adda», es­
harashtra que no oye a menos que le hable[la voz colectiva de] un cribe Bose, y añade:
adda?». 24 Los otros usos de adda en Hutom vinculan la palabra con
las vidas humildes, con los «antros» en los que se consumía opio y «Es inevitable qúe haya distinciones entre los seres humanos
marihuana: charaser adda, ganjar adda. Las memorias de Pyarimo­ en esa parte de la vida que concierne a la forma de ganarse el
han Mukhopadhyay de la Calcuta de principios del siglo xx con- sustento. Pero aquellos que no pueden olvidar ese sentido de

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división como uno se quita la ropa de oficina nunca conocerán shalochan, y Uday, un "sobrino" lejano suyo, casi llegaron a las
el sabor del adda. Si resulta que hay alguien cerca cuyo esta­ manos sobre ello anoche. Con gran dificultad, los otros miem­
tus es tan elevado que no podemos olvidar nunca su gloria, bros los convencieron de que desistiesen » .30
nos sentaremos a sus pies como devotos, pero él no será invita­
do a [compartir] nuestro placer, pues el propio arroyo del adda Esta descripción capta el espíritu de un adda bengalí. ·«Un adda
se convertirá en hielo justo en el momento en que su vista se puro » , escribe Radhaprasad Gupta, uno de los miembros de un
pose en el mismo. Pero de igual forma, si hay personas cuyo ni­ adda célebre en los años cuarenta, «no tiene [...] agenda absoluta
vel mental [maner star] está muy por debajo de los demás, es alguna [las palabras en cursiva están en inglés en el original]. [...]
preciso dejarlos fuera, y eso también es incómodo para ellos » . 29 No se sabe con qué tema empezará un adda ese día, qué provoca­
rá discusiones y peleas, ni dónde acabará todo. Supongamos que
Por supuesto, nunca hubo un adda exactamente así, una prác- en este momento la conversación versa sobre [una] supernova fue­
tica pura de democracia. Muchos addas estaban dominados por ra del sistema solar; en el siguiente, la discusión puede abordar El
personas importantes que actuaban a menudo como anfitriones papel del individuo en la historia, de Plejanov. »31
suministrando el espacio para la reunión: sus salones. El adda en A.través de la amplitud misma de sus intereses -que abarcan
el siglo XX constituía una forma híbrida que combinaba elementos desde ·el movimiento nacionalista al tigre real de Bengala-, los
del majlish con los de la tertulia de café. Sin embargo, el surgimien­ miembros del salón de Bangshalochanbabu establecen el hecho
to de una sensibilidad democrática es lo que separa el patrón de de que la naturaleza de su reunión es efectivamente la de un adda.
habla de un adda en un baithakkhana particular del de un adda en No obstante, el segundo relato, ambientado en el mismo salón con
un espacio público. los mismos personajes, pero ahora situado en torno a 1920, ilustra
Los cuentos humorísticos e ingeniosos de Parashuram [Rajshe­ cómo el anfitrión de un majlishladda podía intervenir en momen­
khar Bosu] titulados «Lambakarna» y «Dakshinray » -el primero, tos críticos para dirigir la conversación, alejándola significativa­
publicado en torno a 1915-1916 y el segundo en torno a 1928-1929, mente del discurso democrático que Budhadev Bose idealizaba
ambos escritos durante el periodo del nacionalismo antibritáni­ en· su elogio del adda moderno. He aquí el comienzo del segundo
co- nos proporcionan ejemplos interesantes de charlas en un adda cuento, «Dakshinray»; el tema vuelve a ser el tigre. Adviértase la
ficcional que-se reúne con regularidad en un baithakkhana particu­ parca pero fundamental intervención de Bangshalochan:
lar. El anfitrión en estos dos relatos es un acaudalado terratenien­
te bengalí presentado en la narración como «Roy Bangshalochan «El señor Chaterjee dijo:
Banerjee Bahadur, Latifundista y Magistrado Honorario, Juez de » -Hablando de tigres, los de Rudraprayag [un centro de pere­
Beleghata » . El primer cuento, «Lambakarna » , presenta el conjun­ grinaje] son [los mejores]. Enormes, gigantescos. [...] Pero la
to de personajes del adda que tiene lugar regularmente en casa de fuerza/gloria [sagrada] del lugar es tal que no atacan a nadie.
aangshalochan: Después de todo, [allí las personas] son todos peregrinos. Sólo
. '
cazan y comen sahibs [europeos, blancos]. [...]
«El adda vespertino que se reúne en el baithakkhana de Bang­ » Binad, el abogado, dijo:
shalochanbabu escucha muchos asuntos elevados cada no­ »-¡Qué maravilla de tigres! ¿No se pochia importar alguno aquí?
che. El gobernador, Suren[dranath] Banrujje [un líder políti­ El swaraj [autogobierno, independencia, una palabra asociada
co nacionalista], Mohunbagan [un equipo de fútbol], verdades con Gandhi] llegaría pronto. El swadeshi [nacionalismo eco­
espirituales, la ceremonia funeraria del anciano Adhar en el nómico], las bombas, la rueca, fa separación de los consejos le­
barrio, el nuevo cocodrilo de[l zoo] de Alipore ... ningún tema gislativos'[refiriéndose a tácticas nacionalistas concretas]: nada
deja de abordarse. Recientemente, los últimos siete días, el de eso sería necesario.
asunto de discusión ha sido el tigre. Nagen, el cuñado de Bang- »La conversación se desarrollaba una noche en el baithakkhana

252 253
de Bangshalochanbabu. Éste andaba enfrascado en la lectu­ fitrión estaba marcada por la aceptación del ritual de «pagar a es­
ra de un libro inglés, Cómo ser feliz aun casado. Su cuñado, cote» -denominado en inglés coloquial «volvers e holandés» (¡va­
yan disculpas bengalíes para los holandeses!)-. Hay, sin embargo,
33
Nagen, y su sobrino, Uday, también estaban presentes.
»Chatterjeer.inhaló el narguile durante un minuto entero y pre­ un giro interesante en esta adaptación bengalí de la democracia y
guntó: el individualismo a la cultura del adda. La expresión bengalí para
»-¿Por qué supone que [ese método] no se ha probado? «pagar a escote» es, de hecho, una serie de palabras inglesas que
»-¿De veras? Pero el Informe Rowlatt [sobre la sedición] no lo carecen de sentido en inglés: «his his whose whose» [suyo suyo
menciona. cuyo cuyo]. Se trata de una traducción literal (e inversa) dejar jar
»-¿Y qué si lo dice el informe? ¿Es que el gobierno lo sabe todo? tar tar (cuyo cuyo suyo suyo]. La expresión ya se utilizaba en los
Hay más cosas... o como sea el dicho. años sesenta del siglo pasado. No sé cuándo se originó, pero Sa­
»-¿Por qué no nos habla de él? garmoy. Ghosh, el director de la conocida revista literaria bengalí
»Chatterjee se quedó un rato callado y después dijo: Desh, menciona esta locución en sus recuerdos de 34un adda que al
,, ~ •
»-Ummm. parecer se reuma en 1os anos cmcuenta y sesenta.
»-¿Por qué no, señor Chatterjee? -suplicó Nagen. ¿Por qué se le dio a «pagar a escote» un nombre gracioso, que
»Chatterjee se levantó y miró por la puerta y la ventana y, vol­ parecía inglés? Un análisis profundo de este fenómeno tendría
viendo a su silla, repitió: que abordar, incuestionablemente, el asunto del uso del lenguaje
»-Um1nm. y de la producción de humor basado en la lengua por parte de los
»-¿Qué buscaba? -preguntó Binod. bengalíes. Pero opino también que aquí el uso humorístico de pa­
»-Sólo me cercioraba de que Haren Ghosal no apareciese de labras en inglés se propone cubrir un sentido de vergüenza preci­
repente -replicó Chatt�rjee-. Es un espía de la policía, es me­ samente en torno a la falta de hospitalidad que «pagar a escote»
jor tener cuidado desde el principio. representa. La locución bengalí jar jar tar tar constituye una des­
»Bangshalochan dejó el libro a un lado y dijo: cripción desfavorable de lo que, en efecto, se ve como una actitud
»-No deben discutir esos temas aquí. Es mejor que esas histo­ de egoísmo. El estrecho vínculo entre la comida y la munificencia
rias no se cuenten en casa de un juez». en la cultura bengalí provocaba cierto malestar en la �onciencia de
la clase media al reconocer el individualismo implícito en que cada
Al final, Chaterjee procede a contar la historia, sólo tras aceptar uno pague por separado su comida. La gramática deliberadamen­
la condición de Bangshalochan de omitir los elementos «abierta­ te absurda de la expresión «suyo suyo cuyo cuyo» probablemente
mente sediciosos».32 Me interesa señalar aquí dos cosas. Primera, ayudaba a un adda de salón de té a superar su sentido de vergüen­
el papel director-censor del anfitrión, que se hace evidente sólo al za precisamente al afrontar el momento que hablaba de la muerte
final de la secuencia, cuando el anfitrión de la reunión, Bangsha­ del anfitrión. Era como si el adda democrático llevase en su estruc­
lochan, apenas interviene y, sin embargo, decide realmente las re­ tura una suerte de nostalgia por el majlish. De esta manera, no re­
glas de la conversación en su adda. Esto marca el espacio de esa sulta sorprendente que la estética del adda del siglo XX se haya
reunión más como un majlish que como un adda democrático y relacionado siempre con una forma híbrida que nunca sería capaz
moderno. Mi segundo comentario concierne al modo sutil -me­ de apartarse por completo de la forma del majlish.
diante el título de un libro inglés que Bangshalochan está leyendo­
en que el autor del relato llama nuestra atención hacia la naturale­
za sexuada de este espacio, tema al cual regresaré más adelante. El adda y la producción del espacio urbano
Si la hospitalidad del anfitrión le daba el poder sutil (o a veces
no tanto) de guiar las conversaciones de un majlish, en el otro ex­ Entre el majlish y el adda, pues, está la historia de la moderni­
tremo estaba el adda de café o salón de té, donde la ausencia de an- dad, el proceso de emergencia de una clase media bengalí cuya vida

254 255
pública estaba marcada por sus empresas literarias y políticas. La sammilani- con algunos de los elementos más espontáneos del
palabra adda, como he mencionado, adquirió respetabilidad por su adda. 38 En esa familia, los placeres del parentesco se sazonaban con
asociación con los grupos literarios y políticos que florecieron en los de la literatura. Sarala Devi, sobrina del poeta Rabindranath Ta­
la ciudad a lo largo de los años veinte y treinta del siglo pasado, y gore, escribió sobre el periodo 1887-1888, en el que, durante unas
después. Pero esto, a su vez, fue mediado por el desarrollo de cier­ vacaciones familiares en Darjeeling, el poeta leía literatura ingle­
tas instituciones y espacios característicos dé la modernidad en sa a sus parientes en una reunión (ashar) que tenía lugar todas las
todas partes. tardes. Sarala Devi anota: «Rabimama [mama = tío materno] con­
La primera de ellas fue la universidad (y la escuela secundaria) formó mis gustos literarios. Él fue quien abrió mi corazón al te­
y el espacio que crearon para la intimidad entre varones jóvenes, soro estético de Matthew Amold, Browning, Keats, Shelley y otros.
espacio sin duda homosocial y, en ocasiones, incluso bordeando Recuerdo que, cuando estuvimos en Castleton House, en Darjee­
también lo homoerótico. Un ejemplo temprano de dicha amistad ling, durante cerca de un mes[... ] todas las tardes[él] nos leía en
puede verse en las cartas que el joven Michael Madhusudan Dutt, voz alta fragmentos de "Blot in the Scutcheon" de Browning y[nos]
con dieciocho años en 1842, escribió a su amigo de universidad los explicaba. Fue mi primera introducción a Browning».39
Gourdas Bysack (Basak), ambos alumnos del Hindu College aquel Algunas anécdotas de la vida del escritor nacionalista Bankim­
año. Las escribió en inglés y las cursivas son del propio Dutt; la chandra Chattopadhyay también aportan pruebas de este proce­
influencia de la literatura romántica inglesa es patente: so de filtración de la literatura en el espacio-de la intimidad y la so­
cialidad. El ensayista bengalí Altshoychandra Sarkar cuenta que
«¡Mi corazón late cuando el pensamiento de que tú eres ami­ pasó varias horas en una sala de espera de una estación de tren
go mío me asalta! Dices que honrarás mi casa[...] con tu "pre­ en compañía de Banldmchandra discutiendo el género literario
sencia Real". Tu presencia, Gour Dass, es algo más que Real. de los «misterios»: «De aquel placer estético compartido (rasa)
¡Oh! ¡Es angélica! ¡Oh, no! ¡Es algo aún más exquisito! . [en 1870]», escribe, «nació un sentimiento de aprecio mutuo entre
»El miércoles pasado fui a Mecánica; no para aprender Dibu­ nosotros. Con el tiempo se convirtió[... ] en una amistad especial.
jo, "¡Oh, no! ¡Era para algo aún más exquisito!", que era verte Era superior a mí en edad, casta, educación y logro,s, pero ello no
a ti. [...] ¿Te veré en Mecánica mañana? ¡Oh! ¡Ve por mí!».35 interfirió nunca en nuestra amistad».40 El sobrino y biógrafo de
Bankimchandra, Sachishchandra Chattopadhyay, refiere la histo­
Años después, aún en el siglo XIX, Bipinchandra Pal trabaría ria de una acalorada discusión entre Banldmchanclra y un amigo
una amistad de intensidad similar con Sundarimohan Das, y Di­ literato suyo que se desarrolló, sin interrupciones, desde las nue­
nesh Chandra Sen con alguien llamado Ramdayal.36 En el siglo xx, ve de la noche hasta pasada la medianoche, y comenta: «La men­
hay constancia de una amistad semejante entre Achintyalrumar Sen­ ción de Hugo, Balzac, Goethe, Dante, Chaucer y otros me sigue re­
gupta y Premendra Mitra en su juventud, un apego que encerraba cordando aquella noche». Asimismo, Sachishchandra. explica cómo
sentimientos no del todo distintos de los del amor romántico. 37 el baithakkhana de Banldmchandra se transformaba en ocasiones
Amistades parecidas florecieron entre mujeres, también, con el es­ en espacio para un adda literario (de hecho, él utiliza esas dos pala­
tablecimiento de escuelas para muchachas, pero sus historias, por bras en sus escritos de 1911-1912) en el que se reunían escritores.41
razones comprensibles, son más difíciles de recuperar. Mi tesis es Otras dos instituciones ayudaron a desplazar la discusión de
que la historia del adda bengalí moderno hunde algunas de sus raí­ un baithak hacia intereses cosmopolitas. Una de ellas fue la pren- ·
ces en el modo en que la literatura entró en el espacio de la amis­ sa. Hutom menciona que las personas «anglizadas» de la década
tad y creó nuevos sentimientos de intimidad. de 1860 siempre estaban entusiasmadas sobre «la mejor noticia del
Los Tagore fueron pioneros y anfitriones de muchas formas de día», pero en aquellos años el periódico era algo que distinguía a
reunión literaria que combinaban un escenario más formal -y a los anglizados.42 Un dibujo (figura 1, ca. 1920) d�l artista bengalí
menudo recibían nombres adaptados al sánscrito como ashar y Charu Ray, que representa una escena típica en un baithak, sugie-

256 257
Figura 1

re que el periódico y los libros son elementos permanentes, defini­


torios y cotidianos del nuevo baithakkhana del siglo xx.43 Compáre­
se, sin embargo, con el dibujo (figura 2) de Suniti Chattopadhyay
que ilustra un adda en un hostal de estudiantes de Calcuta en 1913
junto a la descripción de un adda típico por parte del autor; el pro�
ceso d� democratización y de indigenización de los gustos litera­ Figura 2
rios en l a vida de los jóvenes de las clases medias resulta obvio. 44
jóvenes resultaron crucia­
A diferencia del tranquilo y aristocrático baithalc, la atmósfera aquí Los debates de los addas entre varones
a en la vida de la clase me­
es animad a, y los muebles mucho más escasos y menos cómodos les para esta propagación de la literatur
ad al adda como forma_ �e
que en el dibujo del baithak. La escena extrae casi toda su energía dia. y esto, a su vez, confirió respetabilid
de los brazos extendidos, los dedos que señalan y los ojos concen­ actividad social. Como escri
bió Suniti Chattopadhyay en rel ac10n
nte tiene una gran rese:r:va
trados del primer plano, que sugieren una argumentación intensa. con su época de estudiante: «El estudia ­
Como explica Chattopadhyay, las propias discusiones mostraban de pal abras híbridas [me
zcl�nd� b��gal�, e inglé�],_ q�e P��de �i:
r] y addificatwn [ add1fi­
el surgimiento de una nueva asociación entre l a literatura y la pro­ ventar cuando le plazca. Addify [ ad1fica
ició n matemática ; simple­
ducción de sujetos bengalíes: cación"] nada tienen que v er con la ad
r de una convers ació n[ ... ] y vienen de la
mente significan disfruta 47
pal abra b engalí adda».

«La noche es una de las partes más animadas del día en el hos­ •
l siglo XX �m� propen-
tal. [... ] La conversación y la discusión sobre todo tipo de te­ Se empieza a ver en la primera mltad de ­
a form�r algo sirmlar a cl�
rnas sün incesantes, así corno las bromas y el canto. [... ] Algu­ sión por parte de los lit eratos bengalíes d spu s
rte y hteratura (y e e
nos de los ternas literarios favoritos son los poetas Rabindranath bes en los que se pudiera discutir de a
qu r ci entemente ha despertado
Tagore y el difunto D.L. Roy, el lugar de Hern Chandra Baner­ de política). Uno de tales clubes, e e
así llamado por el dí a en
ji y de Michael Madhusudan Datta en la poesía bengalí, el ge­ bastante interés, era el Club del Lunes,
encias tal�s como, en:re
nio dramático del difunto Girish Chandra Ghosh. [... ] El pri­ que se 'reunía, al que asistían futuras emin
adre del director de eme
mer tema es con diferencia el más popular: y hay "Rabiítas" y otros el famoso escritor Sukumar Ray (p
dra Mah�la1:�bis, o e� lin­
"Dijooítas" en todo hostal, tan enemigos de la opinión del otro Saty�jit R ay), el estadístico Prasantachan
la descnpc10n de Hiran­
corno los Whigs y los Tories del pasado».45 güista Sunitikumar Chattopadhyay. Según
gular con adm!;ión for��l
kumar Sanyal, «se trataba de un club re
as por _mes». Las activ_:-­
Importa subrayar que todas las referencias literarias d e esta y una cuota de suscripción de cuatro ann
cita son nacional es, y suponen un paso adelante en la populari­ dades incluían discutir de
«todo, desde Platón-Nietzsche a la poes1a
zación de la literatura en las vidas bengalíes, a lo cual se sumaría de B ankim-Viveka'.nanda-vish
nuísta, la poesía de Rabindra[nath]»,
/ • 49
pronto el hecho de que la literatura de Bengala se introdujese corno así como música, banqu
etes y picmcs.
el de literatura en 1913.
materia de estudio formal en la Universidad de C alcuta en 1919.46 Rabindranath Tagore ganó el Premio Nob
259
258
Es fácil imaginar cómo ayudaría ese suceso a que la literatura arrai­ conocido, pero daba por supuesto que lo que hacía era en benefi­
gase en las vidas bengalíes «ordinarias». Mientras que el cultivo cio de la humanidad en su totalidad. Se veía a sí mismo como ciu­
decimonónico del yo literario era sobre todo territorio de los rela­ dadano de la cosmópolis literaria global. La descripción de Das
tivamente acomodados, los escritores jóvenes nacionalistas, radi­ testimonia el modo en que la literatura, la amistad entre varones,
cales o socialistas de 1920 y 1930 ya no eran lo,s ricos. Eran, des­ y cierto humanismo iban de la mano para hacer de los addas lite­
de el punto de vista sociológico, gente humilde que solíá vivir con rarios de Calcuta de los años veinte espacios donde se podía nutrir
dificultades económicas, cuyo amor, no obstante, por su propia li­ y mantener una visión democrática y cosmopolita del mundo:
teratura así como por la de otras partes del mundo se caracteriza­
ba por un inconfundible idealismo. Tagore creía con firmeza en «El ideal y la [forma] imaginaria de este club se había desarro­
la idea goethiana de la «literatura mundial», y el que se le conce­ llado en mi mente a lo largo de muchos años. El presenciar la
diese el Premio Nobel parece haber democratizado el ideal de la señal de un dolor callado en los rostros de muchos hombres y
literatura como vocación. Ser ahora un literato -incluso desem­ mujeres de [este] país idealista [hacía que] mi corazón desea­
pleado- era ser alguien respetable, pues ahora la actividad litera­ se poder sacar a la luz [mi propia] imaginación de las oscuras
ria tenía por definición una relevancia cosmopolita y global. O, por ca�emas de mi mente. [...] Seguramente mi páthos proyecta­
lo menos, así razonaban algunos. ba sombra sobre mi rostro. Gokul me preguntó un día: "¿Qué
El adda podía así convertirse en un espacio para la práctica del ocurre en tu mente? Me siento como si estuviese pensando lo
cosmopolitismo literario por parte de los miembros de las clases mismo que tú pero no puedo nombrar el pensamiento"·. Yo res­
media y media-baja. En 1921, dos jóvenes, Dineshranjan Das y Go­ pondí: "Imagino una [suerte de] lugar de reposo [una posada]
kulchandra Nag, fundaron una organización llamada el Club de adonde las personas cansadas por el peso de su vida puedan
las Cuatro Artes, con la intención expresa de involucrar a muje­ venir a descansar, donde la nacionalidad, el sexo y la posición
res. Las «cuatro artes» se referían a la literatura, la música, la ar­ no sean barreras, [donde] los hombres tomen su propio tra­
tesanía y la pintura. Ni Das ni Nag eran de origen aristocrático. bajo alegre y mezclándose libremente con los demás y donde
Das trabajó inicialmente para una tienda de artículos de deporte se sientan realizados en el sencillo tumplimient0 de sus pro­
en la parte de la ciudad llamada Chowringhee, y después para una pios deseos". Gokul apoyó su mano sobre la mía, dio una pal­
farmacia; Nag trabajaba en una floristería en el Nuevo Mercado. mada y exclamó con júbilo: "¡Ése es el sueño de mi vida, tam­
Cabe ver la democratización, así como cierto radicalismo social, de bién, pero no había podido imaginar su forma exacta hasta
esta forma particular de adda en el hecho de que no pudiesen uti­ ahora!"». 51
lizar ningún salón particular. Como señala Jibendra Singha Ray,
quien ha estudiado la historia de este club: «El problema principal El negocio del libro, floreciente en la ciudad -es decir, el mer­
tras el establecimiento del club fue el lugar. Muchos eran reacios cado de literatura mundial-, estaba él mismo organizado en tor­
a alquilar un cuarto para reuniones que incluyesen tanto a hom­ no a la cultura y la institución del adda. La conversación y la ora­
bres como a mujeres. Enfrentados a esta situación, la hermana de lidad seguían constituyendo factores decisivos en la creación y la
Dineshranjan y su marido Sukumar Dasgupta [...] ofrecieron su diseminación del gusto literario en una ciudad en que la produc­
sala a cambio de un alquiler bajo».50 ción y el consumo de libros se basaban en relaciones de carácter
· También es notable el idealismo de los fundadores del club, te- fundamentalmente personal. Toda librería, toda redacción peque­
. ñido de una fuerte dosis de fe bengalí pos-Tagore en el papel re­ ña de revista literaria acogía un adda que reunía a escritores, crí­
dentor de las artes y la literatura en las vidas de la clase media. Di­ ticos, editores y lectores.52 Nripendrakrishna Chattopadhyay nos
neshranjan describía más adelante el origen del club mediante unos brinda un bosquejo animado de esta pequeña pero significativa
términos que revelan un idealismo que pretendía abarcar nada me­ subcultura:
nos que el mundo entero. Puede que fuese un escritor bengalí des-

260 261
«Justo detrás de l a pl aza College había una librería grande lla­ Pramatha Chaudhuri [famoso escritor y crítico de la década
mada The Book Company. Algunas librerías nuevas como ésa de 1920 y director de la revista de vanguardia Sabujpatra]. Di­
se habían establ ecido hacia principios de este siglo alrededor rigiéndose al muchacho, dice: "Verás, esta nueva poesía que se
de la plaza('College. Esas tiendas desempeñaron un papel muy está escribiendo en Inglaterra y Francia encierra una gran tra­
fructífero en l a difusión.de la cultura [el original emplea esta gedia detrás de todo ese aparente desorden de metro y rima.
pal abra en inglés] de la época. Empezaron a importar libros La Gran Guerra [1914] destruyó todas las creencias del viej o
de reciente aparición de Europa y América sobre diversas ma­ mundo en la mente de sus jóvenes, sus mentes inquietas están
terias literarias, poéticas y científicas; gracias a sus afanes los buscando un nuevo refugio. Te mostraré [un ejemplo] si el li­
jóv�nes y los escritores de aquello s tiempos tuvieron l a o�or­ bro ha llegado en este envío [... ]. ¡Oh, estás ahí, Dhurjati, bien-
tumdad de con ocer las tendencias de l a literatura y el pensa­ venido l" ».53
miento mundiales».
Así pues, el mercado y el gusto en el consumo de literatura es­
Chattodpadhyay reconstruye lo que solía suceder en esa libre­ tánmediados, como en esta anécdota, por la conversación del adda.
rí�. �u relato, sea o no apócrifo, subraya el estrecho vínculo que La práctica del adda parece haber resultado fundamental tam­
t:x1stla entre el adda y el cosmopolitismo literario en la Calcuta de bién en la creación y la diseminación del gusto en las áreas del cine
mediados del siglo XX. En l a narración, algo dramática, de Chat­ y de las artes. Al recordar un adda que solía reunirse en la dirección
todpadhyay, el dueño de esta nueva librería, Girinbabu, Ilama de «Kalighat South Park, 3-B» en los años cincuenta y que giraba en
repente a un cliente habitual al que ve pasar por la calle. El clien­ torno a la personalidad de Bimal Ghosh, «Kanuda» para sus ami­
te resulta se: na�a menos que el célebre sociólogo bengalí, profe­ gos más jóvenes, el historiador Arun Das Gupta afirma: «Mientras
sor de la Umvers1dad de Lucknow y conocido corresponsal de Ta­ vivió entre nosotros, Kanuda fue nuestro experto, consejero y guía
gore, Dhurjati�rasad Mukherjee. Girinbabu invita a Mukherjee a en cuestiones relativas al cine».54 El artista comunista Debrabata
pasar al almacen de la parte trasera de la librería, donde tiene lu­ Muk:hopadhyay nos recuerda en sus memorias del café Coffee Hou­
gar regularmente un adda de un sel ecto grupo de lectores entusias­ se de la calle College que fue en un adda en l a cafetería Coffee
tas: «�ntre, Nadu lo estaba buscando». Nadu, uno de los empleados House de la avenida Central (del cual Satyajit Ray y el futuro críti­
de la tienda, era el encargado de abrir las cajas de embalaje recién co cinematográfico Chidananda Das Gupta eran miembros habitua­
llegadas _con l as novedades de l a literatura extranjera. Conoce a los
les) donde «comenzó l a renovación de la cinematografía bengalí».
l ectores por sus gustos de lectura personales. He aquí l a escena en
Y al referirse a la educación de sus propios gustos, Mukhopadhyay
l a reconstrucción de Chattodpadhyay, que presencia Mukherje� al
insiste aún con mayor firmeza en la modernidad del adda: « Ca­
entrar en el almacén: rezco de formación académica», dice. «Mi educación, bien sobre
el arte, bien sobre la cultura en general, es mayormente una con­
«Nadubabu está abriendo un cajón que acaba de Ilegar. En tor­ tribución del adda. » 55
no a él se encuentran dos addadharis [personajes centrales de Estos cambios actuaron probablemente en conjunción con otras
un �dda: véase abajo] contemplando la caja de madera, con ojos transformaciones en la naturaleza del espacio público de la ciudad.
sedientos como los de un amante del alco hol que mira una bo­ Dos en particular merecen nuestra atención. En primer lugar, ne­
tella de champán. El de menor edad de los dos es jovencísimo . cesitamos una historia de los parques en la ciudad. La mayor par­
[...] El mayor es de mediana edad. Un aristócrata de los pies a te del material decimonónico no menciona los «parques», no al
l a cabeza, éste viste un traje bengalí perfecto, blanco como l as
menos con esta denominación. Hutom, con información excelen­
pl umas de una grulla, sosteniendo -por puro hábito, al pare­ te y detallada sobre: las caIIes, las galerías, los baithakkhanas y los
cer- una boquill a vacía y dorada entre dos dedos. Una mirada addas de opio , no tiene nada sobre los parques. Sin embargo, el
·más detenida revelaría que sus dedos tiemblan ligeramente; [es] parque al que los calcutenses suelen llamar Hedo o Hedua (en la
262
263

--===-----------
calle Cornwallis) figura de modo prominente en b astantes me­ (esto es, desde el norte hasta el sur de la ciudad) anunciaban so­
mori as liter arias del siglo xx. Por ejemplo, Puratan prasanga, de bre telas rojas unos precios desesperadamente b aratos: «Sólo dos
Bipinbehari Gupta -un a fuente indispensa ble de his toria del si­ annas por una taza de té, dos tostadas y una tortilla de dos hue­
glo XIX- consiste, de hecho, en una serie de conversaciones entre vos».62 Aunque parece que efectiv amente h abía tiendas -Gupta
él y Krishn ak am al Bha ttacha rya (contemporáneo y conocido de menciona <<el salón de té de Gyanbabu», Favomite Cab�n en la ca­
Bankim y los Tagore) que tienen lugar en este parque (Beadon Gar­ lle Mirzapur, Basanta Cabin enfrente de la Universidad de Calcuta,
dens/Hedua ) en torno a 1910-1911.56 Cuando estudiab a su licen­ y el restaurante del YMCA de la calle College- que promovían una
ci atura, esto es, en l a primera década del siglo xx, el físico S a t­ cultura del adda entre los estudiantes universitarios a mediados Y
yendranath Bose forma ba p arte de un adda liter ario que solía finales de los años treinta, la cadena de cafeterías y restaurantes
reunirse en la azotea -otro espacio urbano de Calcuta no investi­ S angu Va lley, que dominaría el ámbito de los addas de l a ciudad
gado- de la casa de Girijapati Battacharya ; tanto éste como Bose poco después de la independencia, no apareció hasta fines de los
63
años treinta o dur ante la guerr a . Las gr a ndes c a feterías fueron
serían después miembros destacados de otro famoso adda literario
formado en torno a l a revista Parichoy. En ocasiones, nos dicen, fundadas por el Consejo de Expa nsión del Café de la India como
este adda se reunía en el parque Hedua. Lo característico de este forma de comercializar dicho producto en una ciudad que perte­
adda era discutir sobre los relatos de Tagore, recitar sus poemas necía -conio ahora- predominantemente a los bebedores de té. No
y can tar c anciones escritas por él.57 La revista Prabashi, en su úl­ obstante, la práctica de beber café, a finna Gupta, fue introducida
tim a etapa, bajo l a dirección de Ashok Ch attodpadhyay, se conci­ en l a cultura bengalí de Calcuta en los a ños treinta por los inmi­
bió en un adda en este mismo parque en 1924. Es necesario re­ gra:o.tes del sur (la palabra bengalí dakshini se refiere a las personas
copilar más-información sobre las azote as y los parques y el papel del sur, como Tamilnad, Kerala, Andhra, por ejemplo) en una ciu­
que desempeñaron en l a vida cultural de la ciudad en el siglo xx.58 dad que a brió pequeñas casas de comidas alrededor de Ballygun­
La otra pregunta importante es: ¿cuándo proliferan los s alo­ ge en aquella época. El dramatismo de su primera introducción a
nes de té, cafés y rest aurantes en Calcuta, y cuándo empiezan a una «cafetería» se capta mejor en las pala bras del propio Gupta:
servir de espacios principales para los addas literarios? 59 Hay, por
supuesto, lugares como «la tienda de Puntiram», cerca de la calle «Una noche de 1941-1942 fui a [...] la calle Waterloo a ver a mi
amigo de infancia el dentista Gop al Banerjee. El joven Gopal,
College, en el_norte de Calcuta, que lleva abierta más de cien años,
aunque cria do en[... ] Konnaga1� en aquellos días se presentaba
aunque es necesario investigar su historia específica . El a utor y lí­
der comunista Muzaffar Ahmad menciona en sus recuerdos sobre en ocasiones como un sahib hecho y derecho y a veces como
el poeta Kazi Nazml Islam salones de té en los que uno podía sen­ un dandi bengalí puro criado en Calcuta. Aquel día, cuando lle­
tarse a charlar en torno a 1920.60 Pero, como el lector recordará, gué, él estaba listo[en inglés en el original] para salir, [...] ves:­
los comentarios de Nirad Ch audhuri sugerían que los addas e1,_1Jos tido con un elegante dhoti y un /curta. Al verme dijo: "Ven, dé­
salones de té eran relativamente escasos en los años veinte com­ j ame llevarte a un sitio nuevo". Cuando le pregunté sobre ese
par ados con los de salones particulares. E;n su introducción a las nuevo lugar, replicó: "No, sobre esa cuestión voy a mantener­
memorias de Hirankumar Sanyal sobre la .revista literaria Parichoy me speakti not [expresión jocosa bengalí que se sirve del inglés
(aparecida en torno a 1932), el historiador Susobhan Sarkar escri­ para decir 'No voy a hablar']. Queda cerca, ¿por qué no vienes?
·be: «En nuestra vida estudiantil, las calles y los caminos del centro Pronto lo verás por ti mismo". Diciendo esto, me llevó [...] pa­
de Calcuta proporcionaban los lugares de encuentro principales. sando la calle Bentinck al recién abierto café India Coffee Hou­
· Comer en restaurantes aún no era una práctica habitual».61 se en el cmce de la calle Meredith y de la avenida Central. Los
Estas afirmaciones encuentran apoyo en un comentario de Ra­ jóvenes de hoy en día, incluso los niños, parecen sorprenderse
dhaprasad Gupta, quien recuerda que, hacia finales de los años por cualquier cosa . Pero yo me quedaba boquiabiJerto incluso
treinta, muchos salones de té «desde Shyambazar hasta Kalighat» en mis a ños "mayores" admir ando esa catetería, con su enor-
265
264
me tamaño, los botones con librea y con sus insignias, su aspec­
trucción ideal, introduce en la propia idea de actividad humana
to limpio, las lustrosas mesas y sillas, y los clientes con ropa
el télos de un resultado, un producto y un propósito, y estructura
elegante en todas las mesas.[... ] El Coffee House de la calle Co­
su uso del tiempo y del espacio sobre esa lógica desarrollista � uti­
llege ab:r,ió poco después de ésta».64
litaria (incluso cuando la misma no es lineal de manera sencilla)•
Las conversaciones de un adda, por el contrario, se oponen por de­
De hecho, las prueba·s que proceden de la ficción sugerirían
finición a la idea de alcanzar un resultado definido. Disfrutar de un
que, aunque el adda haya sido una práctica general y ordinaria en­
adda es disfrutar de un sentido del tiempo y del espacio que no e�tá
tre los residentes en Calcuta, su forma más respetable -imitación
sujeto a la atracción gravitatoria de un propósito explícit? La m­
consciente de la modalidad de cafetería europea- tuvo sus vaci­ ; _
troducción de un objetivo que pueda tornar la conversac10n «i�s­
lantes inicios en los años treinta. El célebre relato «Ratarati» (De
trumental» para conseguir algún objeto distinto de la :id� �ocrnl
noche) de Parashuram, escrito en tomo a 1931, crea una situación
del propio adda mata, se dice, el espíritu mismo y el pnncip10 del
divertida en un restaurante ficticio llamado Café Anglo-Mughlai,
situado en Dharmatola, el distrito comercial del centro de la ciu­ adda. Buddhadev Bose así lo afirma en su ensayo sobre el adda:
dad; su propia ubicación indica cierto grado de distancia cultural «Supon.gamos que decidimos convocar una reunión liter�ria una
vez por semana o dos veces al mes, para que puedan vemr pers?­
de las vidas cotidianas de la clase media. La comicidad de la situa­
nas con conocimientos y talento y discutir cosas buenas.[ ...] Sm
ción se debe a muchas cosas. Por un lado, el Café Anglo-Mughlai
duda es una buena idea, y es posible que las primeras sesiones ten­
trata sobre la aspiración de europeizar la forma del adda, de con­
gan tanto éxito que nos sorprenda a nosotros mis�os. Pero al ca�o
vertirlo en algo similar a la conversación de un café europeo. Al
de un tiempo observaremos que todo ello ha caido -desde el cie-
mismo tiempo, la falta de familiaridad bengalí con las formas euro­
peas se sugiere a través de la ignorancia del gerente, revelada en un lo del adda al terreno baldío del "deber"».66
El centro de gravedad del adda se encontraba alejado del télos
altercado con uno de los clientes, Bantlo, quien se vanagloria de su
de la productividad o el desarrollo (en este caso, �l de la dis�usión
conocimiento superior en tales cuestiones:
con un objetivo). Hirankumar Sanyal recuerda como la comida (y,
Gerente: ¿Se da usted cuenta de que esto cabría añadir, una división genérica del trabajo) se usó en una reu­
es kef anglo-moglai? nión del Club del Lunes para truncar los planes de Prasantachan­
Bantlo no puede tolerar la mala pronunc
iación. Dice: No es kef, dra Mahalanobis de inyectar en la conversación un sentido de pro­
eskaafe.
Gerente: Es lo mismo. ¿Se da usted cue pósito. Escribe Sanyal:
nta de que éste no es un
lugar corriente, de que éste es un res-tau-
ran-te[lo dice fo.néti­ «Todas[...][las reuniones] incluían un banquete. Pero un día,
camente] respetable?
Bantlo: Restarán [prueba la versión fran Prasantachandra se obcecó[y dijo]: "La comida hace imposi­
cesa]. ble discutir. ¿Por qué perdéis tanto tiempo en comer? Yo os ser­
Gerente: Es lo mismo. ¿Se da usted cue
nta de que éste es un viré sólo té y galletas baratas". Aquel día, la reunión era en su
ren-des-vos para la gente educada?
Bantlo: [usando francés] Rendez-vous.65 casa. En aquellos tiempos había unas galletitas pequeñas lla­
madas galletas gema, que solían darse de premio a los gatos y
a los perros. Se levantó un gran revuelo. Tatada[Sukumar Ray J
Oralidad y comunidad en el adda se dio cuenta de que la protesta no conseguiría nada, pues Pra­
santa no escucharía. Me susurró: "Entra[en la casa] y dile a la
La existencia de tensión entre los idea hermana de Prasanta que éste ha invitado a tomar té a un gru­
les del adda y los de la
sociedad civil moderna es comprensibl po de personas pero no ha dispuesto nad� de comida. �i sólo
e. Son organizaciones an­
titéticas del tiempo y del espacio. La eso y regresa". Tras unos quince o veinte mmutos aparec10 g�an
sociedad civil, en su cons-
variedad de comida.[ ...] Prasanta dijo: "¿Qué es esto? ¿Qmén
266
267
ha traído todo esto?", Tatada replicó: "¿En qué te concierne presión bengalí, hacer que el adda «se cuajase» o que «se espesa­
esto? La comida está aquí, y la vamos a comer"».67 se», es decü� que se hiciese cada vez más interesante. Hirankumar
Sanyal afirma de Sukumar Ray en el contexto del Club del Lunes:
Incluso sin el auxilio de la comida, la conversación de un adda «[Él][...] tenía una capacidad notable para ayudar a que el ashar
podía asegurar por sí misma que los argw11entos no alcanzasen nun­ [majlish, reunión cordial] desarrollase todo su potencial. Los días
ca un punto final. Veamos esta entrada, del 24 de enero de 1936, que el Club del Lunes no tenía un tema específico que discutir, nos
del diario publicado de Shyamal Ghosh en el cual solía registrar las cautivaba ·contándonos todo tipo de historias».71 El adda, en este
conversaciones en el adda intelectual de algunas personas relacio­ sentido, debe de haberse basado en estilos antiguos de conversa­
nadas con la revista Parichoy. Esta discusión aborda grandes pre­ ción tales como el kathakata (prácticas tradicionales de contar his­
guntas, pero sin proponerse resolverlas: torias devotas).72 El placer de la conversación también se apunta
en otro relato sobre Sukumar Ray referido por Sanyal. El austero
«Ayyub preguntó: dejando de lado la cuestión de las reacciones profesor de Brahmo Herambachandra Maitra le preguntó una vez
físicas, ¿existen diferencias cualitativas entre emociones como a Sukumar Ray: «Sukumar, ¿puedes decirme cuál es[debe ser] el
la ira, el temor o el amor, entre otras? ideal de la vida?». Se dice que Sukumar replicó[en inglés]: «El in­
Mallikda planteó una contra-pregunta: ¿cabe aislar las emocio­ terés serio en la vida». La respuesta complació tanto a Maitra que
nes si se deja el cuerpo fuera[de consideración]? inmediatamente pidió sandesh[dulce popular bengalí hecho de re­
»No fue posible llegar a una conclusión ni después de aproxi­ quesón] para todos los presentes.73 La naturaleza comunal del pla­
madamente una hora de argumentación. cer intercambiado por esta transacción verbal es representada por
»Oí que Ayyub decía una vez: "Asumamos que ningún senti­ el hecho de que todos los presentes celebrasen la respuesta convir­
miento es posible sin la mediación del cuerpo, aun así quiero sa­ tiéndola en una ocasión para comer dulces, otro ejercicio más en
ber por qué, si todas las emociones son del mismo tipo, alguien prácticas públicas de la oralidad.
se sale de sus casillas cuando le llaman 'cerdo' en una ocasión, El nexo entre oralidad y cierto tipo.de placer estético/comunal
pero en_ otra no hace ni caso[...] ¿por qué sucede esto?"». era, pues, algo ya dado en la forma del adda. La llegada de la lite­
ratura inglesa (o de literatura disponible en inglés) a las vidas de
Ghosh cierra su entrada con un comentario pragmático que in- las clases medias inferiores posibilitó ciertas variaciones diferen­
dica lo acostumbrado que está a tales discusiones: «No puede ha­ ciadas de esta oralidad en los addas de los cultos. El adda se con­
ber conclusiones para debates de este género». 68 virtió en un escenario donde podían desarrollarse técnicas de pre­
Centrados en lo oral, los addas bengalíes representaban cierta sentación de uno mismo como un personaje -desde Wilde o Shaw
capacidad por parte de sus miembros de experimentar placer en el hasta Joyce o Faullmer- mediante el despliegue de ciertas peculia­
puro arte de la conversación. 69 Por su propia naturaleza, el placer ridades (destinadas al disfrute ajeno), hábitos de habla y gestos. En
era comunal. Las memorias del escritor Hemendrakumar Ray dis­ los recuerdos relativos a addas, las personas suelen ser rememora­
tinguen entre el estilo de conversación de una reunión,y el de un das no de la forma en que la «historia» o la «biografía» en cuanto
baithakkhara. Pramatha Chaudhuri, director de Sabujpatra, era fa­ géneros las representarían (como figuras con profundidad, por así
moso por su estilo baithaki de conversación: «Era en habitacio­ decirlo), sino como personajes relativamente unidimensionales que
nes pequeñas donde su estilo baithaki de conversación se volvía son recordados por cómo se presentaban a sí mismos al adda. Vie­
tan cautivador».70 El alma del adda siempre era una persona con ne al caso el ejemplo del recuerdo de Radhaprasad Gupta de un
alguna especialidad en su conversación, alguien que sabía contar miembro de su adda llamado Amitabha Sen:
bien una historia, acuñar una palabra nueva, darle un giro inte­
resante a una frase, o tener ocurrencias inteligentes que dejaban «Su dominio de las matemáticas, la ciencia, la literatura y las
huella en los demás. Eran personas que podían, como dice una ex- artes nos deslumbraba. Se sabía al dedillo todas las novedades

268 269
en los[diferentes] campos del conocimiento-ciencia[he tradu­ Pero los addas masculinos de mediados del siglo xx se cimen­
cido literalmente la expresión bengalí], gracias a los libros bue­ taban, en la práctica, sobre la separación de los espacios mascu­
nos y las revistas extranjeras. Gracias a él vimos por vez prime­ lino y femenino. Como declaró rotundamente Nripendrakrishna
ra.el omnipresente bolígrafo de hoy en día. Aquél era quizás el Chattopadhyay: «¡El mayor enemigo natural del adda son las mu­
primer bolígrafo del mundo, llamado Reynolds. Nos quedamos jeres!». La afirmación no es tan misógina como puede parecer. De
sin habla. Todos, por turno, escribimos con él. Podías escribir hecho, él se refiere al problema del género como un «defecto» y
en la dirección que qufaieses. El rostro de Amitabhababu mos­ adopta un punto de vista compasivo sobre la posición a la que las
traba su acostumbrada sonrisa amable. Mirándonos, hizo sólo mujeres quedan relegadas por la estructura del adda:
un comentario[en inglés]: "La humanidad ha sido por fin libe­
rada de la tiranía del ángulo de la pluma"». 74 «Un gran defecto natural del adda es que es un mundo íntimo
para hombres. Y, sin embargo, esta debilidad es también el amu­
leto que lo protege. Un adda se rompe si una mujer se acerca a
Las mujeres, el adda y la cultura pública menos de diez codos del mismo.[...] Toda mujer casada mira
el adda con malos ojos. Al fin y al cabo, es por su marido adda­
¿Era el espacio del adda moderno, el que se abrió con la llega­ dhari por quien tiene que sentarse y esperar durante la noche
da de las universidades, las residencias estudiantiles, la producción silenciosa. Todo marido que vuelve a casa de un adda regresa
literaria moderna, los restaurantes, los salones de té, los cafés y los preparado para que le hagan esta única pregunta[sarcástica]:
parques ... era éste un espacio masculino? ¿Acabó por fin el adda?». 76
El crítico cultural y literario bengalí Manashi Das Gupta ha
sostenido ante mí que los mismos actos públicos de oralidad -ha­ Esta (imaginada) hostilidad por parte de las esposas hacia el
blar y comer- mediante los cuales un adda creaba su sentido de adda se apoyaba en una oposición culturalmente concebida entre
comunidad tendían a formar barreras «tradicionales» a la partici­ el mundo y la palabra, entre «las responsabilidades mundanas» -el
pación de las mujeres en un adda de varones. Las mujeres, si acep­ universo de las tareas, dominado por las necesidades- y el placer
taban las ideas de la clase media decimonónica sobre la respeta­ no instrumental de la compañía y la conversación en que consis­
¡

/1
bilidad en público (es decir, evitar la exposición a la mirada de los tía un adda. Al hablar del papel del addadhari -literalmente, el que
hombres que no fuesen parientes) quedaban excluidas de estas mantiene unido un adda-, Nripendrakrishna lo retrata como a un
prácticas de la oralidad. No obstante, esto no supone que las mu­ hombre que, con habilidad y fervor, evade todo lo relacionado con
/1 los deberes domésticos y sociales. En palabras que en bengalí re­
jeres no disfrutasen ni practicasen el adda. En primer Jugar, hay
que recordar que la separación de esferas para hombres y muje­ zuman humor e ironía, Nripendrakrishna describe así al addadha­
res, tanto antes como después del dominio británico de la India ri ideal:
significaba que las mujeres podían tener sus propios addas, lo cuaÍ
en parte sigue siendo el caso. Los espacios de tales addas serían «Todo adda tiene una personalidad central, alguien a quien se
diferentes, al ser lugares donde las mujeres podían reunirse. Los puede denominar addadhari.[...][Él] es el sol del sistema solar
temas discutidos quizás hayan reflejado también la separación de del adda, en torno al cual éste gira. El addadhari es como un
ámbitos sociales. La colección de 1990 Kolkatar adda incluye con­ centro estable en un mundo que es, por lo demás, tumultuoso.
tribuciones de mujeres sobre el tema así como un ensayo en torno No tiene oficina a la que ir, invitaciones de bodas a las que asis­
a los «addas de mujeres». Las mujeres que trabajan en Calcuta y tir, discursos que pronunciar en ninguna reunión, obsesiones
se desplazan a diario a la ciudad en tren en los «compartimentos sobre ir al cine, obligaciones relativas al casamiento de su cu­
de mujeres», especialmente asignados, desarrollan su propio sen­ ñada, ni ceremonias del primer arroz de un hijo del hermano de
tido del adda. 75 su mujer, no tiene Darjeeling, ni Puri, su único trabajo es sen-

271
270
tarse como la imagen inmóvil de una deidad que ilumina el adda. Si el cuento de Bose hubiese terminado aquí, habría plasmado
Puede que las calles de Calcuta estén bajo el agua, que el as­ una resolución decimonónica de la tensión entre domesticidad y el
falto que las cubre se haya derretido por el sol, o que los ja­ yo masculino moderno y expresivista: un hombre reserva su cos­
poneses hayan tirado unas cuantas bombas, pero todo addabaj mopolitismo literario para sus amigos varones y mantiene un com­
[persona adicta al adda] sabe a ciencia cjérta que habrá por lo pañerismo práctico y mundano con su esposa. Pero Bose escribía
menos una persona en el adda. Y esa persona es el addadhari».77 en un periodo en que la literatura también formaba parte de la
vida de la·s mujeres. Así, Bisakha, una amiga de los días universi­
Esto no es, sin embargo, la totalidad de la historia. La educa- tarios de Shankari, hace su entrada y siembra dudas en la mente
ción de las mujeres y su entrada en la vida pública -proceso his­ de Shankari. Dice un día:
tórico que empezó en 1850- cambió las cosas. La tensión entre la
antigua escisión entre los ámbitos masculino y fémenino de la vida «-Tu marido es, después de todo, un poeta famoso. [...] ¿Pue­
y los nuevos ideales del matrimonio entre iguales es el tema del des decirme para quién escribe sus poemas de amor? Seguro
cuento humorístico «Dvandik kobita» (Poesía dialéctica), escrito que para ti no, pues en ese caso no habría escrito cosas como
en 1957 por Parashuram (Rajshekhar Bosu). «Poesía dialéctica» "mi qesconocida amada [a quien] he visto en sueños".
-título que se mofa de ciertos aspectos panfletarios deJ comunis­ »-No escribe para nadie -dijo Shankari-. Los poetas son gen­
mo bengalí- es un relato contado en un adda, y se ocupa de un per­ te fantasiosa, crean a una persona en su imaginación y se di­
sonaje llamado Dhurjati y de su esposa Shankari. Dhurjati da cla­ rigen a ella.
ses de matemáticas pero ha dedicado su vida a escribir poemas de »-[...] ¿No te enoja?
amor dirigidos, a la manera del romanticismo bengalí fundado »-No es que me importe mucho.
por Tagore, a mujeres desconocidas, nunca vistas y completamen­ »-[...] Lo lamentarás después [...] toma medidas ahora.
te imaginarias, originarias de tierras extranjeras ficticias. Huelga »-¿Qué sugieres?
decir que la misma práctica de dirigir los sentimientos románticos »-(Que) empieces también tú a escribir poemas dirigidos a un
masculinos a mujeres ficticias conscientemente descritas como hombre imaginario».
«desconocidas» (ajana, achena) reflejaba la distancia entre tales
sentimientos y las rutinas cotidianas de la domesticidad. Tras su Shankari nunca ha escrito poesía, así que Bisakha se ofrece a
matrimonio, el protagonista del relato de Bose, Dhurjati, intenta versificar para ella. Pronto aparecen poemas en revistas literarias
hacer mella en esta tradición. Durante un tiempo, convierte delibe­ con el nombre de Shankari. Están dirigidos a personajes tales como
radamente a su mujer en destinataria de la expresión de su amor «el muchacho beligerante de la Roja China» ( «Quiero cobijarme en
romántico y poético, pero desiste de su empeño, frustrado al des­ tu pecho lampiño») o «el joven de Pakhunistán»:
cubrir que Shankari está más interesada en el niño que han tenido
poco después de casarse que en su exuberancia poética: «Dhurjati «Llévame a la jungla vellosa de tu pecho/ Abrázame fuerte con
se percató gradualmente de que la "amad.a" de su matrimonio no tus brazos como cigüeñales / Deja que los huesos de mi tórax
tenía nada en común con la amada de su fantasía [poética]. Shan­ se rompan y deshagan/ Estrújame, estrújame».
kari no comprende el placer de la poesía, no hay romance en su
corazón. Había recibido muchos regalos baratos [...] en la boda, Y un amigo de Dhurjati le dice un día: «Oye, Dhurjati, ¿no es
trataba los poemas que Dhurjati le había dirigido como si fuesen esta Shankari Devi, tu mujer? ¡Qué extraordinaria poesía está escri­
lo mismo que esos regalos corrientes. Está completamente absor­ biendo, material picante por entregas! [...] El profesor Bhar, el psi­
ta en las tareas domésticas y en [su] hijo. recién nacido». Dhurjati cólogo, dijo [el otro día] que esto es una libido alocada». La conver­
vuelve a dirigir sus poemas a su amada imaginaria, mientras que sación ulterior entre Dhurjati y Shankari no podría haber tenido
Shankari se dedica a la domesticidad. lugar en el siglo XIX. Dice Dhurjati:

272 273
pueden entrar en la familia bengalí. Sólo el ser amigo o com­
«-¿Qué son estas porquerías que escribes? La gente habla. pañero de clase de alguien nos permite superar las bafferas de
»-Que hablen -replicó Shankari-. Se está vendiendo muy bien, [...] [el espacio de las mujeres] de una familia diferente e inti­
he mandado otro libro a fa imprenta. mar con ellas. Cuanto más limitadas son las posibilidades de
»Dhurjati sacudió la cabeza y dijo: que los hombres y las mujeres se mezclen libremente, mayores
»-Te digo que esto no puede continuar. son la expansión y las posibilidades para la amistad entre hom­
»-¡Qué gracia! ¡No pasa nada si tú escribes [esto] pero sí si lo bres. Ésa es la razón de que las novelas bengalíes presenten un
hago yo! [...] ¿Por qué escribes esas porquerías? exceso de amistad [entre varones]; en la mayoría de los casos
»-¿Te comparas conmigo? Está bien que un hombre escriba so­ la complejidad surge de las fuerzas encontradas del afecto, el
bre mujeres [amantes] imaginarias, pero está muy mal que lo sentido de comodidad y, sin embargo, al mismo tiempo del in­
hagan las mujeres. tensn espíritu de coinpetición que tal amistad genera».79
»-De acuerdo, deja de escribir poesía y quema todos tus libros,
y yo haré lo mismo». Esto es cierto no sólo en lo que atañe al siglo XIX. En época tan
reciente como los años sesenta del pasado siglo, la visión de una
Incapaz de resolver el conflicto, Dhurjati deja de componer mujer participando en un adda con varones en el Coffee House de
poesía y empieza a escribir libros de álgebra, mientras que Shan­ la calle College era tan rara que suscitaba este comentario y el bos­
kari decide escribir sólo recetas para revistas dominicales de pe­ quejo que le sigue del artista comunista Debabrata Mukhopadhyay:
riódicos.78 «Las chicas estaban empezando a venir al adda al mediodía [en el
La solución de Bose al problema no destruye por completo la Coffee HouseJ. Pero eran muy pocas las que lo hacían. Fue en tor­
escisión entre los espacios masculino y femenino en la vida públi­ no a aquella época cuando cierto grupo de chicos estableció un
ca moderna. Es, sin embargo, un desenlace que podía hacer reír a adda regular en torno a una chica particular. Nosotros, que siem­
un adda, y esa risa era un recurso con el que los bengalíes podían pre habíamos sido addadharis sin compañía femenina, tuvimos
enfrentarse a los cambios y tensiones creados por la entrada de las algo de celos. Nombramos a la chica "la abeja reina". Un día, la
mujeres en la vida pública. Pero aunque el humor era ese tipo de capturé en un bosquejo» (véase la figura n.º 3).80
recurso, no respondía a la pregunta de por qué seguiría existien­ La modernidad bengalí, por razones complejas, nunca llegó a
do un principio de segregación genérica en la esfera pública. trascender la estructura de oposición entre el espacio doméstico y
La cuestión de la amistad en la vida pública entre hombres y el del adda. Descontextualizando una expresión de Henri Lefebvre
mujeres es parte de una historia compleja de las prácticas hetero­ y dándole un mayor sentido de ironía del que su autor pretendió,
sexuales modernas en Bengala. En su magistral estudio histórico cabría decir que la modernidad literaria y los espacios que conlle­
de la novela bengalí, el crítico literario Srikumar Bandyopadhyay va -la escuela, la universidad, el café, las librerías, las revistas, et­
adujo perspicazmente que fue dentro de la amistad entre varones cétera- ayudaron, en efecto, a expandir, ahondar y modernizar el
-en vez de entre hombres y mujeres- donde los sentimientos ro­ espacio homosocial del adda, y hasta permitieron la participación
mánticos y cosmopolitas europeos habitaron inicialmente en nues­ de_mujeres en él. Pero su carácter masculino no desapareció, y a
tra historia y, por ello, expandieron e intensificaron el espacio de menudo dejó a los varones heterosexuales que acometían una em­
tal amistad. Examinando las novelas escritas a fines de siglo, Ban­ presa literaria con un sentimiento -reconozco aquí mi deuda con
dyopadhyay señala: la expresión de Lefebvre- de «soledad fálica».81 Lo «humano» en
cuyo nombre Gokul Nag y Dinesh Das tuvieron sus sueños cosmo­
«Dada la estanqueidad de nuestra estructura social, la amistad politas apenas incluía a las mujeres bengalíes.
[entre hombres, opuesta al amor romántico, heterosexual] es
la única abertura a través de la cual las revoluciones externas

274 275
sentimientos de duelo y nostalgia por la desaparición de un mun­
do familiar.
Es posible que el mundo que se añora hoy nunca fuese real. La
ubicación cultural del adda quizá tenga más qué ver con una his­
toria en que la institución llegó a simbolizar -de formas proble­
máticas y disputadas- un modo particular de vivir en la moderni­
dad, casi una zona de comodidad en el capitalismo. Pese a todos
los alegatos hechos por los adeptos al adda, sabemos que no funcio­
naba igual de bien para todos, que había aspectos de exclusión y
de dominio en su propia estructura. A pesar de esos problemas, sin
embargo, la institución desempeñó un papel lo suficientemente
importante en la modernidad bengalí para ser etiquetada como
«bengalí». Y, según parece, los bengalíes continúan adscribiendo
al adda ciertas propiedades metafísicas: sobre la vida, la vitalidad,
la esencia y la juventud. No puede ser insignificante, después de
todo, que el epigrama de este capítulo se deba a una mujer, Ma­
nashi Das Gupta. Profesora universitaria y participante activa en
muchos addas literarios y políticos desde finales de los años. cua­
renta hasta el presente, la doctora Das Gupta conoce bien los mo­
dos en que los addas masculinos tendían a dominar, si no a excluir,
a las mujeres. Uno no esperalia que ella «romantizase» el adda. Sin
li:1¡'5-­6 .. embargo, los versos que cito de ella:
Q\ 57
(
¿..>,r1,-.,
Tlf�r�") Y es una buena señal el que todavía disfrute del adda,
Figura 3 pues el adda y la juventud son inseparables

El adda y la vida en la modernidad capitalista formaban parte de un poema que envió a su casa en 1957, descri­
biendo su vida en la Universidad de Cornell, en la que se doctoró. 82
Así pues, el espacio moderno e híbrido del adda bengalí no re­ ¿Por qué hasta una crítica cultural y feminista, que por lo demás es
suelve en absoluto las tensiones provocadas por los discursos de plenamente consciente de la naturaleza masculina del espacio del
la modernidad y del capitalismo. El adda, temáticamente, es un adda, asocia este espacio con algo tan vitalista y metafísico como
lugar en el que se representan algunos de los debates clásicos e la juventud, el signo de la vida? ¿Por qué la mención del adda gene
interminables de la modernidad: disciplina frente a pereza, la reclu­ ra tanto afecto en la mayoría de los textos bengalíes sobre lo dis­
sión de las mujeres en la esfera doméstica frente a su participación tintivo de su modernidad?
· en el ámbito público, la separación de los dominiosmasculino y fe­ La historia aquí esbozada trata de responder a esa pregunta. Su­
menino frente a una vida pública compartida por ambos grupos, giero que lo que permanece enterrado en la actual nostalgia ben­
· las clases ociosas frente a las clases trabajadoras, la apertura al galí por el adda es una cuestión no resuelta de su presente: ¿cómo
mundo frente a las responsabilidades de la vida doméstica, y otros sentirse a gusto en un capitalismo globalizado hoy en día? Una
asuntos relacionados. Sin embargo, como afirmaba al principio de imagen idealizada del adda apunta a las insistent€s presiones de
este capítulo, la idea del adda evoca ahora en la escritura bengalí esa pregunta angustiosa.

276 277
8 no trabajasen lo suficiente: «En estos tiempos, las mujeres de las
. Familia, fraternidad y trabajo asalariado familias acomodadas son enteramente dependientes de[l trabajo
de] sus sirvientes y son reacias al grihakarya. Las mujeres de an­
tes no eran así. [...] Las mujeres cultas de nuestro país son ahora
renuentes a hacer trabajo físico o grihakarya». 3
Los historiadores, con razón, han explicado esta aversión al
chakri (trabajo asalariado) y la simultánea glorificación del traba­
jo doméstico para las mujeres en función del capitalismo, del pa-.
triarcado, o de ambos. Al examinar los aspectos disciplinarios del
chakri, Sumit Sarkar ha sugerido que la resistencia de la clase me­
Rabindranath Tagore no estaba solo al considerar a la figura dia bengalí a la disciplina capitalista era provocada por la natura­
auspiciosa del ama de casa, la grihalakshmi, mucho más merece­ leza del propio capitalismo colonial. El dominio colonial, sostiene, ·
dora de poesía que el espacio de la oficina donde la mayoría de no· permitió una transición pausada a la producción capitalista.
los varones asalariados de la clase media bengalí pasaba gran par­ Y esto, a su parecer, dificultó la reproducción en Bengala de la
.te de sus días. La modernidad bengalí ha celebrado el hogar, la experiencia (supuestamente) europea de los trabajadores y emplea­
práctica del adda, la producción de obras de teatro, literatura, pe­ dos que interiorizaron, con el tiempo, la ética del trabajo necesaria
lículas, y la movilización social; pero el trabajo de oficina moder­ para el funcionamiento exitoso del capitalismo. Escribe Sarkar:
no y las exigencias de la disciplina laboral capitalista apenas han
evocado sentimientos de afecto o admiración en los textos benga­ «Lo que hacía intolerable el chakri era su connotación de nexo
líes. En 1874, siendo Tagore todavía un adolescente, el intelectual monetario impersonal y de autoridad, encamada sobre todo en
bengalí Rajnarayan Bose se queja: «Nosotros nunca podemos tra­ la nueva y rigurosa disciplina laboral regulada por el tiempo de
bajar tanto como los ingleses. [...] El estilo inglés de esfuerzo no es reloj. El tiempo disciplinario supuso una innovación particu­
adecuado para esta tierra. La costumbre que los actuales gober­ larmente abrupta e impuesta en la India colonial. Europa ex­
nantes· han introducido de trabajar continuamente desde las diez perimentó una transición mucho más lenta, por fases, durante
hasta las cuatro no es en absoluto apropiada para este país. El cuer­ unos quinientos años. [...] El dominio colonial redujo la totali­
po se agota pronto si uno realiza un gran esfuerzo cuando el sol dad del proceso para la India a una o dos generaciones. [...] De
todavía es fuerte». 1 este modo, el chakri se convirtió en "cronotipo" [sic] de un tiem­
Este desprecio de la disciplina del oficinista, sin embargo, iba po y espacio alienados».4
de la mano en el siglo XIX de una efusión de sentimientos ·de ala­
banza del trabajo doméstico (grihakarma o grihakarya) efectuado Cargos similares contra el colonialismo subyacen a la explica-
por las mujeres. La grihalakshmi, el ama de casa imaginada según . ción de Tanika Sarkar (y de otros estudiosos) de la razón de que
el modelo divino de Lakshmi, la diosa del bienestar doméstico, se los escritores bengalíes se centraran en la domesticidad y en las
convirtió en otro objeto de esteticismo nacionalista. Un folleto elaboraciones sentimentales de las virtudes del ama de casa en el
de 1877 sobre la educación de las mujeres, por ejemplo, afirmaba siglo :xrx.5 El dominio .europeo sobre la vida pública y la sociedad
que aunque «la mujer inculta no puede ser habilidosa en el griha­ civil en Bengala, aduce Tanika Sarkar, dejó el «hogar» como el úni­
karya [...] la mujer que descuida el grihakarya por mor de la edu­ co espacio (conceptual) en que los varones nacionalistas bengalíes
cación encontrará que sus conocimientos son inútiles».2 De hecho, podían actuar con cierto sentido de autonomía y soberanía sobre
el mismo Rajnarayan Base, que se quejaba de que el trabajo de los las mujeres y otros grupos sociales subordinados a ellos: «El ho­
hombres en la oficina era demasiado severo bajo el dominio inglés, gar hindú sería la única esfera en que se podían efectuar mejoras
lamentaba también que las «modernas» amas de casa bengalíes a través de nuestra propia iniciativa, en que podían producirse
278
279
cambios, donde la educación provocaba resultados concretos, ma­ era síntoma de una economía política colonial. El ritmo de transi­
nipulables, deseados. La casa, pues, hubo de sustituir al mundo ex­ ción al capitalismo en la colonia no parece haber provocado en ellos
terior y a todo el trabajo y las relaciones que se encuentran en el ninguna aversión hacia «el trabajo». Sin embargo, todos ellos coin­
mismo, lejos de la comprensión y el control de uno mismo». 6 cidieron en que el trabajo de oficina anulaba el espíritu y era de­
Estos estudiosos subrayan con acierto el c@ntexto colonial de sagradable.
la modernidad bengalí. Es incuestionable que, como en muchas Los argumentos que explican el carácter patriarcal del nacio­
otras situaciones coloniales, los varones bengalíes experimentaron nalismo bengalí hindú suelen subrayar la faceta «reactiva» de tal
prejuicios y humillaciones raciales a manos de los europeos a me­ discurso. Los nacionalistas bengalíes, se dice, tuvieron que crear el
dida que el dominio colonial se afianzaba. Resulta comprensible, «hogar» como espacio de autonomía porque los europeos no les
por consiguiente, que, como han sugerido con perspicacia tanto brindaron un ámbito semejante en la vida pública. El elogio de la
Partha Chaterjee como Tanika Sarkar, la idea del hogar adquiriese griha (casa) y lagrihalakshmi parece haber tenido una función com­
una significación especial, compensatoria, en la modernidad que pensatoria para los nacionalistas. La «masculinidad colonial», para
los nacionalistas bengalíes experimentaron en el contexto del do­ emplear la adecuada expresión de Mrinalini Sinha, parece haber
minio colonial europeo. 7 impulsado a los varones bengalíes a extasiarse ante las virtudes de
Quizá no sería controvertido, por tanto, afirmar que la moder­ la grihalakshmi. 8
nidad bengalí no fue clásicamente burguesa. La modernidad ben­ Esta explicación es aguda pero, en mi opinión, presenta una de­
galí nunca desaITolló nada parecido a una ética prntestante como ficiencia importante. Al tratar de dar cuenta de la retórica y la es­
un valor ampliamente practicado. También es verdad que, duran­ tética del relato familiar nacionalista bengalí apoyándose en sus
te mucho tiempo, la idealización romántica de la familia extensa funciones «curativas» para los varones colonizados y como un tipo
apenas dejó espacio para el desarrollo de un lenguaje del indivi­ de falsa conciencia en boca de las mujeres, reduce, en efecto, lo es­
dualismo a la europea, fueran cuales fuesen las prácticas efecti­ tético a sus funciones ideológicas. Los debates nacionalistas sobre
vas de la vida diaria. El dominio colonial trajo consigo muchos de griha y grihalakshmi parecen de este modo meros ardides ideoló­
los deseos e instituciones de la modernidad burguesa europea pero, gicos, herramientas en la política de las relaciones de género en
al parecer, sin el relato familiar de la Europa burguesa (véase el ca­ la Bengala colonial. Resulta, desde luego, imposible negar la na­
pítulo 4). No hay acuerdo, sin embargo, en tomo a la razón por la turaleza patriarcal del pensamiento bengalí sobre el hogar y el ama
cual la modernidad bengalí supuso un orden capitalista sin hege­ de casa en este período, tema al que regresaré más adelante. Pero
monía alguna del pensamiento burgués. reducir ciertas categorías populares de la estética nacionalista ex­
La explicación de Sumit Sarkar de la renuencia histórica ben­ clusivamente a sus funciones ideológicas supondría obviar las his­
galí al trabajo asalariado toma claramente como normativos cier­ torias de deseos �ncontrados contenidas en ellas, incluso si consi­
tos relatos recibidos sobre la historia de la industrialización- en derásemos algunos de esos deseos reaccionarios según nuestras
Europa. Cabe señalar, asimismo, una objeción·al argumento de que normas actuales. La imaginación y el deseo siempre son algo más
las dificultades bengalíes frente al espacio de la oficina y el «tiem­ que racionalizaciones de los intereses y del poder.
po disciplinario» se originaban en la naturaleza del capitalismo co­ Así pues, si en la estética nacionalista bengalí del siglo XIX y de
lonial. Si bien el argumento de Sarkar nos lleva a esperar lo con­ principios del XX el ama de casa se declaró bella, y el espacio de la
frario, los más perspicaces críticos bengalíes de la «disciplina» y oficina, desagradable, podría resultar fructífero buscar en tal esté­
el trabajo de oficina eran propensos al trabajo intenso y a la dis­ tica indicios relativos a la forma de vida general {incluyendo las
ciplina en su vida personal. Rabindranath Tagore y Rajnarayan visiones de lo político) que esa figuración pretendía sostener. Quie­
Bose, los cuales se mofaron de la institución de la oficina, o Bud­ ro proponer·una explicación suplementaria -más allá de las teo­
dhadev Bose, que escribió en alabanza del adda, no mostraron en rías funcionales prevalecientes- de por qué las figuras gemelas de
su vida personal la resistencia a la disciplina que supuestamente la grihalakshmi y el griha (hogar) se valoraron más que la sacie-

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dad civil en la rama particular de la modernidad bengalí que es­ subjetividad autónoma basada en el interés personal, el contrato
tamos examinando. No niego que estos términos perteneciesen al y la propiedad privada se subordinaron en Bengala a esta idea de
c·ambiante léxico del nuevo patriarcado y las relaciones de géne­ la fraternidad «natural». El deseo (masculino) bengalí de un pa­
ro que se desaqollaron en Bengala bajo dominio británico. Mi ob­ triarcado moderno, de este modo, se basaba en un rechazo del
jetivo es abrir camino para la proposición de que la. modernidad modelo del «individuo posesivo» del pensamiento de Locke. 10 Así
bengalí pudo haber imaginado mundos de la vida que nunca pre­ pues, la historia de este nacionalismo nos permite analizar una
tendieron repetir ni la política ni los ideales domésticos del pen­ modernidad colonial que estaba íntimamente ligada a la moder­
samiento europeo moderno. Este problema atañe al núcleo del pro­ nidad europea, pero que no reproducía el «individuo» autónomo
yecto de este libro. Si el sujeto bengalí moderno no fue burgués de del pensamiento político europeo como figura de su propio deseo.
manera clásica, no debemos concebir tal hecho como una caren­ Ello suscita algunas preguntas fundamentales relativas al modo de
cia, por más que, en justicia, necesitemos criticar esa modernidad. concebir el lugar del liberalismo-en esa modernidad. Regresaré so­
La crítica ha de partir de otras premisas. Comprender la valoración bre esta cuestión al final de este capítulo y en la conclusión del pre­
bengalí del hogar y de la grihalakshmi como parte de una historia sérite libro. Pero pensar en esa modernidad como incompletamen­
particular de modernidad y patriarcado conlleva una investiga­ te burguesa o como un mero movimiento compensatorio fTente al
dón de las posibles concepciones de la vida que animaron la crea­ dominio colonial, o rechazarla como simple estratagema ideológi­
tividad de ese fenómeno histórico, que ahora parece haber segui­ ca para ocultar los hechos flagrantes de la explotación, la opresión
do su curso. y las crueldades en la sociedad bengalí, reduce de antemano el es-
Los escritores nacionalistas bengalíes e hindúes de fines del si­ pacio para el análisis histórico.
glo XIX, de modo muy similar a los nacionalistas de todas partes Debo aclarar, no obstante, que no defiendo lo que en estas pá­
en aquel periodo, imaginaron la comunidad política de la nación ginas trato de comprender. Buena parte del constructo naciona­
como una fraternidad, una hermandad de varones y, en ese senti­ lista aquí examinado ya no tiene razón de ser. Buena parte, como
do, como una estructura del patriarcado moderno. Pero lo impor­ procuraré demostrar, se reveló inviable casi en cuanto se esbozó.
tante es que se trataba de una concepción de la fraternidad signifi­ Pero sí consiguió elaborar una serie de prácticas vitales en torno a
cativamente diferente de la hermandad sobre la que, por ejemplo, sus conceptos centrales y siguió haciéndolo hasta bien entrado el
escribió John Loclce en Dos ensayos sobre el gobierno civil (1690), un siglo x:x. Si la crítica contemporánea hunde, con razón, el último
texto hace tiempo identificado como nuclear en la historia del in­ clavo en el ataúd del imaginario que subyace a la modernidad lite­
dividuo moderno burgués, «posesivo» y patriarcal en Occidente. 9 raria bengalí, no tiene por qué negar, como consecuencia, las prác­
La fraternidad, en el esquema lockeano, se basaba en el surgi­ ticas vitales que tal modernidad hizo históricamente posibles en
miento de la propiedad privada y en la muerte política de la ·auto­ un tiempo.
ridad parental/paternal. La historia conceptual del patriarcado
moderno en el nacionalismo bengalí difiere en estos puntos cen­
trales. Aunque la propiedad privada era una condición que posibi­ Antepasados, dioses y la esfera de la sociedad civil
litaba la nueva fraternidad imaginada en el nacionalismo bengalí,
nunca se estipuló como requisito en el mismo que la autoridad Para escribir una historia de la negativa bengalí a valorar la so­
política del padre hubiese de ser destruida para que el pacto entre ciedad civil traída por el dominio colonial europeo, debo empezar
hermanos pudiera efectuarse. La fraternidad en el tratado de Lo­ dando cuenta de algunas de las estrategias que los varones ben­
cke se cimentaba en el mismo principio/mito que subyace a la so­ galíes desplegaron en su trato con el dominio británico, tiempo
ciedad civil, el mito del contrato. En el nacionalismo bengalí lé:t her­ antes del surgimiento del nacionalismo moderno. Los hindúes pre­
mandad se concebía como una solidaridad fraternal natural en vez nacionalistas de casta superior que trabajaban con y para los bri­
de contractual. Los presupuestos burgueses europeos relativos a la tánicos a principios del siglo XIX poseían un pragmatismo neta-

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mente desarrollado que los ayudaba a acomodar algunos de los ro brahmán.[...] Su lenguaje es una mezcla de su propia len­
cambios importantes del estilo de vida que el Gobierno británico gua con la de razas extranjeras.[...] Puede que no hayan leído
comportaba. Lo que moldeaba tal pragmatismo eran las cuestiones las shastras[escrituras] en sánscrito, ¿por qué si no habrían de
de la vida cotidiana, en particular las relativas a los intercambios querer usar una lenguayavanik [musulmana/extranjera] cuan­
lituales que los hombres de la casta superior debíaµ efectuar diaria­ do su propio lenguaje serviría igual de bien?».12
mente tanto con los dioses como con los antepasados varones1de
los linajes concretos a los que pertenecían. Tal pragmatismo es pa­ Estos cargos presentados contra las clases medias en ciernes de
tente, por ejemplo, en el libro de Bhabanicharan Bandyopadhyay Calcuta resultan obvios. Permítaseme, sili. embargo, subrayar los
Kalikata kamalalaya (literalmente, Calcuta, la morada de Kamala que importan para nuestro análisis: el trabajo asalariado que exi­
[Lakshmi]), publicado en 1823. Bhabanicharan, un brahmán que ge largas horas fijas; la impureza del lenguaje, la comida y la ves­
düigía la conocida revista de noticias bengalí Samachar chandrika, timenta; y el olvido de las observancias rituales diarias relativas a
era un intelectual prominente en la incipiente «esfera pública» de los espíritus ancestrales y las divinidades hindúes. El habitante de
Calcuta en ese periodo. la ciudad de KK replica, en primer lugar, admitiendo la validez
Kalikata kamalalaya (en adelante KK) se presenta en forma de de las acusaciones. «Lo que has oído es cierto», dice, y añade:
diálogo entre un «habitante de la ciudad», un brahmán que vive «pero un.hindú que se comporta así sólo es hindú en apariencia.»
y trabaja en Calcuta, y un «forastero» recién llegado del campo, el Explica que, pese a la nueva estructuración del día demandada por
cual se enfrenta a la ciudad con cierto grado de ansiedad e inquie­ la sociedad civil colonial, el verdadero hindú se afana por mante­
tud. «He oído que en Calcuta un gran número de personas ha aban­ ner la frontera simbólica fundamental entre las tres esferas de par­
donado los códigos rectos de conducta», dice el forastero en KK.. ticipación y acción (karma) que definen la vida. Las tres esferas
¿Es verdad, pregunta, que comen demasiado temprano, «se pasan son: daivakarma (las acciones relacionadas con el reino de los dio­
todo el día trabajando», regresan tarde a casa y se retiran inme­ ses), pitrikarma (la acción relativa a los propios ancestros varones)
diatamente después de la cena?11 La lista de quejas es larga. Dice y vishaykanna (acciones emprendidas persiguiendo intereses mun­
haber oído que los hombres de casta superior en Calcuta han aban­ danos tales como la riqueza, los medios de vida, la fama y el poder
donado todas las reglas apropiadas para su casta: secular). Los miembros loables del vishayi bhadrolok (las personas
respetables con intereses mundanos), afirma el habitante de la ciu­
«[Ellos] ya no observan las ceremonias del ciclo vital[...] han dad, s�n capaces de separar su participación en vishaykarma de
abandonado el rito diario de las sandhyabandana [plegarias las otras dos esferas de las transacciones cotidianas:
1
vespertinas] y otras acciones similares. [...] No paran mientes !Ir
en cómo visten o comen y únicamente se complacen a sí mis­ «Las personas con ocupaciones importantes tales como dewa­
mos. [ ...]Han dejado de leer las escrituras y sólo aprenden ni [administrador financiero] o mutasuddi [agente comercial]
persa e inglés. No saben leer ni escribir en bengalí y no conside­ madrugan y se reúnen con[...] diferentes tipos de personas tras
ran los textos sagrados escritos en bengalí merecedores de su completar sus abluciones matutinas.[...] Después se frotan el
atención. [...]A la muerte de sus padres participan en las ce­ cuerpo con aceite. [...]Antes de comer, efectúan diferentes ri­
remonias funerarias sólo por poderes puesto que las encuen- tuales de puja[culto] incluyendo el sacrificio homa, valivaishya,
. tran repulsivas.[...] El pelo sin cortar es el único signo de due­ etcétera. [...J No se quedan en el trabajo más de lo necesario.
lo que llevan, y algunos hasta llegan al extremo de afeitarse la [...] Al volver a casa, se ponen ropa limpia, se lavan .y tocan agua
· barba con el pretexto de tener que ir a la oficina.[...] Han aban­ del Ganges para purificarse.[...] Las personas de clase media
donado el dhoti y han empezado a llevar túnica, pantalones y que no son ricas[...] siguen el mismo patrón, con la diferen­
botas de cuero negro [...J con cordones. Le darían empleo a cia de que trabajan más, tienen menos para obras de caridad,
cualquier desconocido que llegase y asegurase ser un cocine- y pueden permitirse acoger a un número menor de visitantes

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[importunos]. Los bhadralok más indigentes también viven se­ día. Los que encontraban esta rutina demasiado difícil se acos­
gún las mismas ideas. Pero han de trabajar más todavía y tie­ tumbraron a completar sus oraciones vespertinas, homa, y otros
nen aún menos para comer o para dar » . 13 pujas por la mañana antes de irse al trabajo » . 15

De particular interés resulta la manera en que el ciudadano se ¿Dónde encajarían el estado, la esfera pública y la sociedad ci­
enfrenta a la cuestión de los efectos contaminantes del uso de len­ vil -o incluso aquello que después se consideraría la obra política
guas extranjeras. Es verdad, concede: muchas palabras extranje­ del nacionalismo- en este «arte de vivir » que Bhabanicharan y sus
ras tienen equivalentes en bengalí o sánscrito y las clases medias coetáneos idearon para enfrentarse a las demandas de una socie­
de Calcuta hacen mal, en efecto, en no utilizarlas. Pero «¿qué debe­ dad cívico-política moderna pero colonial? En primer lugar, hay
mos hacer » , pregunta, «cuando se trata de palabras que no tienen que señalar que el yo mundano, vishayi, del constructo de Bhaba­
traducción al bengalí o al sánscrito? » . KK, de hecho, contiene una nicharan,no puede ser un yo nacionalista, pues desde el principio
lista de ese género de términos inevitables. De ellos, los siguientes ha renunciado a la capacidad de dominio en el mundo material sin
están en inglés: «sobreseimiento, citación, Derecho consuetudi­ desistir del deseo de tener éxito material en el mismo. Frente al do­
nario, compañía, tribunal, embargo, doble, sentencia, desestimar, minio británico, el autor de KK sólo puede proponer su falta de
· pendiente de pago, prima, recaudador, capitán, juez, apercibir, or­ poder y la fuerza de las circunstancias. El rey ha de mantener el
den judicial, agente, erario, facturas, cirujano [¿sargento?], descuen­ dharma, y era deber del brahmán auxiliar al rey en esa tarea, así
to». 14 Estas palabras sugieren una creciente presencia del derecho que aquél ha de aprender las costumbres del rey extranjero: ésta era
británico en las vidas bengalíes, así como una incipiente socie­ la argumentación en KK acerca de la educación británica para los
dad civil dentro de la cual las clases medias tenían que encontrar indios. «No veo dosha [malos efectos] derivados de aprender la len­
sus medios de vida. Todos los términos citados pertenecen a la es­ gua de los gobernantes de la tierra, pues de otra forma los asun­
fera en que hay que ganarse la vida, el ámbito de vishaykarma. Ca­ tos de Estado (rajkarma) serían imposibles de atender. » 16 Su de­
bría afirmar que el propio dominio británico, como todo gobier­ fensa del uso de palabras inglesas por parte de los bengalíes era
no, pertenecía a esa esfera, y el objetivo del habitante de la ciudad muy similar: «Los gobernantes de todas las razas (jati) ponen en
era impedir que esas palabras contaminasen los ámbitos, ritual­ circulación palabras o expresiones pertenecientes él: su propia
mente más puros, en que uno se relaciona con los dioses y los lengua. ¿Qué se puede hacer sino adoptarlas, especialmente en
antepasados (daivakarma y pitrikarma). El uso de agua del Gan­ cuestiones relativas a la administración de la justicia real (rajbi­
ges, de ropa y de otros objetos para marcar las fronteras entre los char)?».11 O marca su pragmatismo �sí como la declaración, lige­
dominios parece haber sido una práctica común entre las castas ramente patética, de indefensión al manejar palabras inglesas que
superiores de Calcuta en la primera mitad del siglo XIX. Úna des­ carecían de traducción al bengalí o al sánscri�o pero que, sin em­
cripción de la ciudad en los días de Rammohun Roy (1784-1833) bargo, resultaban inevitables en la búsqueda del bienestar material.
afirmaba: KK razona: «A una persona le sobreviene dosha si utiliza esas pa­
labras [inglesas, árabes y persas] al realizar daivakarma y pitri­
«Los brahmanes vishayi de Calcuta llevaban a cabo su vishay­ karma. Pero ¿qué mal hay en emplearlas al efectuar vishaykarma o
karma bajo el Gobierno británico pero pusieron especial cui­ incluso en un contexto jovial o en una conversación desenfadada? » . 18
dado en proteger el dominio y prestigio de los brahmanes a los KK no comparte el subsiguiente apremio nacionalista por tra­
ojos de su propia gente. Se lavaban todas las tardes al regresar ducir a las lenguas de la India los términos ingleses relativos al ré­
a casa, librándose así de los malos efectos (dosha) provocados gimen político mod�rno, al gobierno institucional y a la tecnolo­
por el contacto con los mlechha [los intocables, los británicos]. gía. Esa inconfundible expresión del deseo nacionalista y cívico de
Después completaban su sandhya [oraciones vespertinas] y apropiarse de los instrumentos del gobierno moderno está ausen­
otros [rituales de] puja [culto] y comían en la parte octava del te de este texto. En vez de ello, KK margina al Estado (y, por tan-
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to, a la nación) haciéndolos inferiores a los aspectos, ritualmente bre reuniones públicas y se dedicaba al europeo tema de la «me­
más puros, de los deberes del cabeza de familia (varón) para con jora social». 2º
los dioses y antepasados. El estado y la sociedad civil se ven aquí
como una contingencia y una restricción externa, una de las mu­
chas que hay que afrontar en el ámbito de vish_aykanna. Otro texto El nacionalismo y la cuestión de la domesticidad
acerca de la conducta moral del cabeza de familia hind(l lo expre­
sa así: «Cabe involucrarse en un karma impropio si resulta esen­ El marco intelectual de KK nunca fue completamente despla­
cial para el mantenimiento de la propia familia». 19 zado de las prácticas masculinas de la casta superior bengalí. Na­
Por otro lado, no hay en KK nada que sugiera una inclinación cido en una familia bengalí de casta superior y de clase media en
hacia la idea de que el tiempo del hogar deba seguir la estela del la India independiente, yo crecí rodeado de rituales, prácticas y ac­
tiempo de la sociedad cívico-política. Los temas de la disciplina, titudes que, en retrospectiva, se asemejan mucho a los del habi­
la rutina, la puntualidad -todos esos aspectos particulares de la tante de la ciudad de KK. Los ensayos del escritor decimonónico
personalidad humana que los temas del «progreso» y la «civiliza­ Bhudev Mukhopadhyay sobre rituales hinµúes, Achar prabandha,
ción» hicieron a la vez deseables y necesarios, y que caracterizan lo contienen una línea de argumentación que recuerda la de KK. La
que los nacionalistas posteriores escribieron sobre la vida domés­ crítica d� Bhudev de lo que el dominio británico significaba para
tica- están ausentes de KK. En cambio, hay un acento sobre lo con­ los rituales diarios y del ciclo vital de los hindúes de casta supe­
trario. En el mundo descrito en KK, el cabeza de familia nunca rior también funciona como una censura vigorosa de la propia so­
pasaba más tiempo en la oficina del estrictamente necesario, y se ciedad cívico-política, del capitalismo y de los regímenes-burgue­
concentraba en atender las necesidades de dioses y antepasados. ses del trabajo moderno y el tiempo histórico. Bhudev los agrupa
El yo, en su forma más elevada, se concebía como parte del lina­ a todos como a tantas otras restricciones externas e históricas im­
je masculino, kula, y estaba, por tanto, más ligado a una práctica puestas sobre un ritmo más permanente y profundo de la vida,
mítico-religiosa del tiempo que a la temporalidad de la historia asumido en los ciclos hindúes de nityachar (rituales cotidianos) y
secular. La sociedad civil aquí era una forma de coacción, de pri­ naimittikachar (ritos de pasaje). Así, por ejemplo, encaraba Bhu­
vación de libertad, una interrupción forzada de quehaceres más dev el problema del «trabajo asalariado» que ocupaba todo el día:
importantes y elevados.
El nacionalismo habría sido una anomalía en el marco que «La primera parte de la parte tercera del día, esto es, desde las
Bhabanicharan elaboró en KK. El pragmatismo puro dentro del 9 hasta las 10:30 [A.M.] es el tiempo [asignado en las escritu­
cual el habitante de la ciudad de KK enmarcaba su participación ras] para el trabajo relativo a ganarse el sustento. ¡Cuán diferen­
en la sociedad civil y política no podía proporcionar unos cimien­ tes son ahora nuestras circunstancias de las de nuestros ante­
tos sólidos para la implicación nacionalista en esas esferas. pues pasados! El trabajo de una hora y media bastaba para ganar
la política nacionalista suponía participar en la vida pública, in­ dinero. Hoy en día ni siquiera veinticuatro horas parecen su­
volucrarse en los instrumentos del poder mundano, intervenir en ficientes. [...] Estos días las personas con sueldo (chakuria) son
la institución de la sociedad civil. Y, sin embargo, no era en sí vis­ obligadas a comer [el almuerzo] entre las 9 y las 10:30 para po­
haykarma ni daiva ni pitrikarma. El nacionalismo conllevaba una der estar en el trabajo a tiempo. Muchas de ellas, por consi­
· implicación en el mundo inconfundible y secular pero tenía que guiente, han de completar sus plegarias vespertinas y noctur­
estar por encima de la búsqueda del interés propio puro y estre- nas en la propia mañana».21
. cho. En realidad, el marco de KK no explicaría siquiera la partí- ·
cipación del propio Bhabanicharan en una asociación volunta­ Escritas unos sesenta años después• de KK, estas palabras re­
ria como Gauradeshiya Samaj, que fue explícitamente establecida conocen la poderosa e inexorable presencia del nuevo orden del
para imitar las «sociedades» europeas, seguía reglas europeas so- trabajo y de la sociedad civil, y su capacidad de trastocar violen-
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1

tamente la distribución del tiempo relativa al dhanna para el ca- domesticidad, sobre cuya base critica las exigencias de la sociedad
. beza de familia de casta superior. Bhudev acepta la sociedad civil civil, deriva de un deseo nacionalista de sujetos disciplinados. Con
pero no la sitúa entre fos ámbitos superiores de la vida. Había que su uso de las palabras inglesas «drill» [método] y «discipline» [dis­
doblegarse ante su coacción pero no dejarla entrar en el alma de ciplina], trataba de explicar cómo la práctica de los rituales diarios
uno. No existe mejor ejemplo de este tema en la-historia de los de la casta superior hindú podría aumentar «la propia vitalidad y
bhadralok que las enseñanzas del santo hindú decimonónico Ra­ capacidad de trabajo».25 El orden interno del «hogar europeo» se
makrishna, quien denigró con insistencia el régimen del trabajo alababa en los escritos nacionalistas y se veía como la clave de la
asalariado como un mundo conflictivo y corruptor.22 prosperidad y del poder político europeos.26 El propio orden se
Sin embargo, el nacionalismo cambió este marco de compren­ vinculaba con las nociones de salud, limpieza e higiene. Como es­
sión. Los escritores nacionalistas, incluso cuando criticaban las cribió Anukulchandra Datta, autor de un texto temprano sobre
exigencias de la sociedad civil, escribían dentro de un marco gene­ «ciencia doméstica»: «Unos niños bien educados son el orgullo de
ral que abrazaba la idea moderna de «mejora » , tanto de la nación un país.[ ...] Con una mala educación y una moral corrupta sólo
como de sus miembros.23 Es decir, asimismo, lo que tornaba mo­ traen vergüenza a la familia y[ ...] la nación » .27 Se llamaba ahora
derno al «nacionalismo » , pues no podía existir sin poner en jue- al ama de casa a administrar un régimen que regulase los hábitos
. go alguna variante de la oposición «público/privado » , por com­ de alimentación, los juegos, el trabajo y los modales de los niños.28
pleto ausente en KK.. Ello se hace evidente en la escritura sobre la El tiempo era esencial en ese régimen. Su uso adecuado se en­
«domesticidad » y la educación de las mujeres que se produjo en salzaba ahora como fundamental para la civilización del país. En
Bengala en la segunda mitad del siglo XIX. El «hogar» surgió en es­ el libro de Datta sobre ciencia doméstica, una madre dice a su hija:
tas obras como espacio para la reforma, donde una madre edu­ «¡Cómo aprecian los ingleses el valor del tiempo! Trabajan en el
cada y reformada había de preparar al niño indio bengalí para ser momento adecuado, comen en el momento adecuado, van a la ofi­
el süjeto apropiado del nacionalismo. En este sentido, este nuevo cina en el momento adecuado, y se solazan en el momento adecua­
espacio doméstico estaba, por definición, orientado a un ámbito do. Todo lo que hacen está gobernado por reglas. [... ] Esta cuali­
«público » . Pues aunque los europeos dominasen el escenario del dad hace que a los ingleses el tiempo les cunda tanto. En ningún
trabajo asalariado, la actividad nacionalista constituiría una suer­ lugar entre las naciones educadas, civilizadas, hay ejemplos de gen­
te de «ruedo público» para los nacionalistas. El propio «hogar » te que desprecie el valor del tiempo y lo desperdicie como noso­
era, en este sentido, un ruedo público de acción. Como un escri­ tros».29 Sin sentido del tiempo, aseguraba otro autor, hasta cuidar
tor sobre «los deberes de la mujer » afirmó en el siglo XIX: «No de los enfermos resulta difícil. Al administrar dosis de medicamen­
puede haber mejora en el estado o la nación si no hay mejora pri­ to, señala, «no hay que desviarse de los intervalos presctitos por
mero en las esferas doméstica y política. La obediencia es el as­ el doctor. [...] Por ello es absolutamente esencial que haya un re­
pecto fundamental de la vida tanto en la política como en la fa­ loj en todas las casas y que[...] se enseñe alas mujeres a leerlo)>. 30
milia; en ésta, el padre y marido es el amo. El grado en que una Muchos autores deploraban la escasez de libros escritos en benga­
sociedad obedezca las normas depende de [prácticas en] niveles lí sobre la ciencia doméstica. «En nuestro país » , afirma Datta, «ca­
más fundamentales » .24 recemos de formación doméstica. Sin embargo, las perspectivas
Los fetiches victorianos de la disciplina, la rutina y el orden se de nuestra mejora dependen en un ciento por ciento de ello. » «Lo
convirtieron en algunos de los elementos más privilegiados y de­ que más necesita el país para promover su regeneración son bue­
seados en la imaginación bengalí sobre las disposiciones. domésti­ nas m_adres » , declaraba un epígrafe en la página del título de este
cas y personales. Ésta es otra razón por la que, pese al parecer con­ libro.31
trario de Sumit Sarkar, una crítica de la disciplina laboral de la Esta adaptación-nacionalista bengalí de la distinción burguesa
oficina no constituía necesariamente una crítica de la idea de dis­ moderna entre lo público y lo privado se vio modificada, sin em­
ciplina en sí. Hasta el entusiasmo de Bhudev por los rituales de la bargo, por otro aspecto de tales discusiones sobre la domesticidad

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y la nueva mujer. Uno de los objetos de interés obsesivo de los tex­ ñas que sean agradables de pronunciar y que carezcan de segun­
tos decimonónicos sobre la educación de las mujeres bengalíes dos significados. [...] [El nombre] debe llenar el corazón de senti­
fue la generación del «agrado» como parte del encanto y la belle­ mientos de afecto y júbilo. Ha de significar mangal [buenos aus­
za de la mujer moderna. Por ello, tanto la falta de educación, que picios y bienestar], acabar en vocal larga y llevar [a la portadora
supuestamente volvía conflictivas a las mujeres, como una forma­ del nombre] bendiciones de los que lo pronuncian>>. Por ello, ex­
ción excesiva, que las podía tornar rebeldes frente a la autoddad, plica nuestro autor, todos los términos sánscritos para «esposa» tie­
eran peligros sobre los que estos textos insistían constantemente. nen un son'ido agradable y, de modo significativo, acaban en vocal
La formación pretendía corregir los sentimientos de «malicia y larga: jaya, bha1ya, grihalakshmi, ankalakshmi, grihini, sahadharmi­
hostilidad», la «terrible disposición a reñir» que supuestamente se ni, ardhangarupini, entre otros. 37
encontraban «especialmente en las mujeres incultas».32 Pero las La palabra grihalakshmi resumía la figura estética de la esposa
dosis «impropias» de educación occidental también podían tornar ideal asociándola con la belleza de la diosa Lakshmi, durante mu­
a las mujeres mukhara (de lengua afilada), egoístas y negligentes cho tiempo representada en textos míticos hindúes como la esposa
con las obligaciones domésticas. Cuando se percibía que las mu­ modelo. La diosa Sri-Lakshmi, como señala David Kinsley, «es hoy
jeres que habían recibido educación formal se comportaban así, se en día un� de las deidades más populares y veneradas del panteón
las comparaba con 111.emsahibs o mujeres europeas. Kundamala hindú. Su naturaleza auspiciosa y su predicamento por conceder
Devi, una mujer que escribe en una revista para mujeres en 1870, fertilidad, suerte, riqueza y bienestar parecen atraer devotos en
dice: «¡Queridas mías! Si habéis adquirido un conocimiento ver­ todas las aldeas». 38 Paul Greenough y Lina Fruzetti han examina-­
dadero, no dejéis sitio alguno en vuestros corazones para compor­ do con detenimiento el papel que los rituales religiosos relacio�
tamientos semejantes a los de las memsahibs. No es apropiado en nados con Lakshmi desempeñan en Bengala en la vida doméstica
un ama de casa bengalí».33 La cortesía-mo.destia (lajja) y la obe­ hindú contemporánea, y la vinculación constante de esta diosa con
diencia se describían en estos textos .como los dos signos auspi­ nociones de abundancia, riqueza, buenos auspicios y prosperidad. 39
ciosos en una mujer. Había que distinguir «la modestia auténtíca», La diosa Lakshmi tiene su contrapartida, Alakshmi (Anti-Laksh­
sostenía u:n libro sobre la educación de laR mujeres, de la modes­ mi), su reverso oscuro y maligno. Los Puranas, esos heterogéneos
tía «no civilizada» de las mujeres que no estaban educadas. Cabía textos míticos hindúes, atribuyen los orígenes de esta antidiosa
reconocer a las que habían sido educadas adecuadamente porque malévola a fuentes varias. Su genealogía es compleja y se inserta,
«no levantaban los ojos» y por su disposición a hablar «poco y con como muestra Upendranath Dhal, en las demandas y controversias
suavidad».34 de las divisiones entre castas y de la cuestión de la supremacía ri'"
Este vínculo entre atracción y agrado femeninos se expresa di­ tual de los brahmanes: «El Lingapurana [...·] dice que Vishnu cteó
rectamente en varios tratados contemporáneos sobre la «nueva» el universo de dos maneras. Una parte consistía en Sri-Padma,
mujer bengalí. La conducta, el lenguaje, el nombre de una mujer: cuatro Vedas, los ritos prescritos por los Vedas y los Brahmanas.
todo tenía que transmitir que no era una «fiera». «Otro apelativo Y la otra comprendía a Alakshmi, Adharma y los ritos condenados
para las mujeres de lenguaje desagradable es mukhara' [de len­ por los Vedas».40
gua afilada]», explicaba un libro titulado Bangamahila (La mujer Cualquiera que fuese su origen, Alakshmi vino a representar
. bengalí). «Hasta la presencia de una única mujer mukhara puede una concepción sexuada y elitista de los malos auspicios, y lo con•
expulsar la paz para siempre de un hogar; »35 Un opúsculo sobre trario. de todo lo que los legisladores hindúes defendían como
. métodos para examinar a posibles novias advertía que las mujeres dha1ma (conducta moral apropiada) del hogar. Se decía que, cuan­
cuyo nombre evoca sentimientos de terror no debían ser despo­ do entraba en una casa; Alakshmi traía consigo envidia y maldad.
sadas.36 Algunos textos citaban al legislador antiguo Manu para Los hermanos se· enemistaban, las familiás y sus linajes masculinos
subrayar el nexo entre lo agradable y lo auspicioso en los aspec­ (lcula) se encaminaban a la ruina y la destrucción. Como afirma
tos deseables de lo femenino: «Hay que poner nombres a las ni- Dhal basándose en el Padmapurana: «La elección de Alakshmi re-

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cae en una residencia en la que hay constantes conflictos fami­ nimo de kulalakshmi, palabra que en un tiempo significaba «diosa
liares, donde no se honra a los invitados, donde hay numerosos la­ del bienestar de la familia y del clan», pero que ahora podía usarse
drones y granujas,.donde las personas[...] [se entregan al] amor para referirse a las mujeres mortales casadas.45 En sus célebres en­
ilícito [-] e.en otras palabras, todo lo proscrito por legisladores sayos sobre la familia, Paribarik prabandha (1882), Bhudev Mukho­
como Manu o Yajnavalkya, se ha presentado como lo más precia­ padhyay aconsejaba a los padres escoger como nueras a mujeres
do para Alakshmi».41 Lakshmi y Alakshmi eran, pues, figuras mu­ que mostrasen señales tempranas de su capacidad de convertirse
tuamente excluyentes. Se· decía que una casa donde prevaleciese en kulalakshmi(s) en su día. Esto, alegaba Budhev, era un modo
el espíritu de Alakshmi resultaba insoportable para Lakshmi, que de evitar las divisiones que a menudo surgían entre hermanos a
abandonaba ese hogar y otorgaba sus favores en otros donde na­ la muerte de sus padres. 46 De hecho, en las discusiones de este pe-
die, y en particular las mujeres, desacataba las reglas y rituales que . riodo, la diferencia entre una kulastree (una mujer que ha entrado
los hacían aupiciosos. en un kula a través del matrimonio) y una kulata (una mujer que
Ahora bien, los relatos de Lakshmi y de Alakshmi formaban ha perdido su kula, o que ha sido perdida para el mismo; una pros­
parte -y siguen haciéndolo en muchos hogares- de los rituales re­ tituta)· constituía un eje en tomo al cual giraban las argumenta­
ligiosos que marcaban el calendario diario, semanal y anual de las ci�nes en los debates sobre la formación de las mujeres. Así expo­
actividades religiosas de las mujeres en las familias bengalíes hin­ nía un texto las diferencias entre estas dos categorías:
dúes. Desde que la tecnologí?- de la impresión está disponible, las
ra­
pequeñas imprentas baratas de Calcuta suministran constante­ «Kulastree: movimientos pausad¿s y serenos; lenguaje mesu
sin luju-
mente libros con relatos sobre Lakshmi y Alakshmi, destinados a do; mirada baja; evita a los hombres; cubre su cuerpo;
su uso por parte de las mujeres en contextos rituales.42 Lo signifi­ ria; se viste con sencillez.
com-
cativo del debate beng�í de finales del siglo XIX en tomo a la edu­ »Kulata: inquieta, charlatana; mira a todas partes; busca
o; lujuriosa, con ro-
cación de las mujeres fue la secularización de las figuras gemelas pañía masculina; expone parte de su cuerp
47
de Lakshmi y Alakshmi, en la que aquélla vino a representar todo pas llamativas».
lo bello, armonioso y femenino en el hogar bengalí, y ésta todo lo
contrario. Los textos decimonónicos bengalíes acerca de la domes­ Así pues, en el siglo XIX el pensamiento nacionalista bengalí so­
ticidad moderna insisten en este vínculo: «La mujer es la Laksh­ bre la nueva domesticidad y la educación de las mujeres combina­
mi de la sociedad. Si emprende una mejora de sí en las esferas del ba la distinción burguesa de lo público y lo privado, lo doméstico Y
dharma y el saber [...] se producirá una mejora automática en la lo nacional, con la idea del linaje masculino, el kula. Aquí encon­
vida social».43 tramos una diferencia cmcial entre la ideología de la modernidad
La presencia misma de palabras como Lakshmi y Alakshmi en bengalí y algunos de los supuestos críticos del liberalismo patriar­
los textos relativos a la educación de las mujeres nos advierte de cal en Europa. La sección siguiente aborda este problema.
que se trata, en última instancia, de una discusión sobre los idea­
les del patriarcado moderno bengalí. La mujer moderna tenía que
ser agradable porque las esposas reñidoras y celosas, se pensaba, Fraternidad, patriarcado y pensamiento político
enfrentaban a los hermanos varones entre sí con un espíritu de
competencia, rompiendo así la solidaridad del clan o kula. En su El traslado al plano estético -y la secularización subsiguiente­
estudio de los sistemas de parentesco y de posición social benga­ de las diosas ayudó a producir algunos marcadores históricamen­
líes, Ronald Inden define el kula como un colectivo de «personas te duraderos de la identidad nacionalista bengalí moderna. Hemos
que comparten el cuerpo del mismo antepasado varón».44 La ta­ . visto cómo la propia -Bengala podía representarse en la poesía na­
rea de la grihalakshmi consistía fundamentalmente en mantener la cionalista como Bangalakshmi, como la diosa Lakshmi. Hasta un
unidad del kula. El término grihalakshmi se convirtió así en sinó- poeta formalmente ateo y comunista como Shubhash Mukhopa-
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dhyay podía expresar su sentimiento de ser bengalí representando bengalíes, por lo demás, habían abrazad� numerosos aspectos im­
un ritual religioso de bienestar doméstico -la práctica de pintar portantes del yo burgués europeo. La distinción entre lo público
las huellas de Lakshmi, indicando así su advenimiento al espacio y lo privado, como hemos visto, fue adaptada a sus discusiones en
doméstico- como una insignia secular de identidad. Recordando torno a la domesticidad. Hasta las ideas de la «propiedad indivi­
los versos que he citado antes: dual» ó de los «derechos naturales» de las mujeres sobre la pro­
piedad paterna eran aceptables para un pensador supuestamente
Por más lejos que vaya conservador como Bhudev Mukhopadhyay, quien escribió: «Por las
Adheridas leyes naturales las mujeres tienen algunos derechos sobre la pro­
A mis párpados piedad paterna. Nuestros textos jurídicos no niegan ese derecho
Quedan natural».51 También recomendaba la división igualitaria de la pro­
Filas de huellas de Lakshmi piedad y, si era necesario, hasta una ruptura amistosa de la uni­
Pintadas dad familiar. Pero todos estos gestos de apariencia liberal estaban
Sobre un patio subordinados a la causa superior de la preservación de la unidad
Fregado con bosta de vaca y agua.48 entre hermanos, el pacto fraternal sobre el cual se cimentaba el
nacionalismo:
Un pacto fraternal presupuesto subyace a la inclinación -om­
nipresente en el nacionalismo bengalí e indio- a concebir el país «Separa el parentesco de todos los vínculos materiales del in­
como una Madre. De Bankimchandra en adelante, todos los nacio­ terés propio. [...] T ú y [tu] hermano menor sois devotos del
nalistas hindúes se representan a sí mismos como hijos, santan, de mismo dios y diosa en la forma de vuestro padre y madre. Los
la madre. Las canciones nacionalistas populares escritas a finales dos debéis sentaros juntos en privado y recordar a vuestros pa­
de siglo por Tagore o Dwijendralal Roy capturan el lado afectivo de dres; ¡qué sentimientos tan sagrados experimentaréis! 52
la unidad fraternal sobre la que se asienta este nacionalismo pa.,. »Los hermanos se separan cuando se casan y cuando sus padres
triarcal: fallecen. Pero esto no suele suceder á las familias que están bien
administradas y en las cuales la propiedad paterna ha sido divi­
Lo que.nos une es la llamada de la Madre. dida con claridad. Si los h�rmanos están verdaderamente uni­
¿ Cuánto tiempo pueden los hermanos de la misma casa dos en su corazón, sus esposas no pueden ser desagradables las
estar separados como si no tuviesen relación? 49 unas con las otras». 53

O también: Los hermanos del ensayo de Loclce sobre «el gobierno civil» son
individuos autónomos, con derechos de propiedad inherentes a su
Por una vez, grita «Madre», propia persona, que se unen para formar una sociedad «política
grita «Madre» con todas tus fuerzas. o civil» por contrato a fin de preservar su vida y su propiedad.54 Lo
[ ... ] que induce a los hermanos a suscribir ese contrato y a cumplir­
Veamos cuánto tiempo puede la Madre desoír lo es un don muy especial de Dios para la humanidad: la razón. En
el grito de sus hijos. 50 palabras de Locke: «Dios, que ha otorgado a los hombres el mun­
do en común, también les ha dado la razón para servirse de él .10
El mito de una hermandad basada en la idea de la unidad na­ mejor posible en bien de la vida y la ·conveniencia». 55 De hecho, tal
tural entre hermanos supone una diferencia crucial entre los pre­ regalo fue lo que permitió a Dios apartarse y dejar a los humanos
supuestos patriarcales de la política nacionalista bengalí y los a cargo de su propia historia, sabiendo que la razón alinearía esa
temas clásicos del pensamiento' político europeo. Los escritores historia con el designio divino. Así comenzó la historia secular de

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la soberanía humana sobre la tierra, pues «la tierra y todo lo que en la infancia. Y los padres, que son destinatarios de la devo­
contiene[fue] otorgada a los hombres para el sustento y comodi­ ción [del niño] pueden plantar y nutrir tal sentimiento. El ben­
. dad de su ser». 56 galí que ha aprendido a sentir a la vez miedo y devoción hacia
No sólo se,,aparta Dios de los asuntos humanos, dejando úni­ sus padres será también capaz de someterse a un líder». 59
camente en su don de la «razón» una huella de su presencia inin­
terrumpida, sino que la propia razón no puede funcionar en el Debemos advertir lo diferente que es esta visión de la autori-
esquema de Loclce hasta que 1a autoridad política parental (es de­ dad paterna de la concepción lockeana de la misma. La base de la
cir, fraternal) -la cual es sinónimo de la autoridad.para castigar­ sumisión del hijo al padre/progenitor en el texto de Bhudev es el
desaparezca. Loclce sostiene que los seres humanos dotados de ra­ bhakti, el sentimiento de devoción y adoración. Por esta razón, has­
zón son adultos autónomos, y como tales entran en la sociedad ta el hijo adulto, en este modelo, sigue siendo sumiso ante el padre.
político-civil. La autoridad parental/paternal es temporal. Su fun­ Bhakti s_ignifica sumisión voluntaria nacida de la devoción y la ado­
ción es ayudar a los niños a imbuirse de razón mediante la edu­ ración. En el esquema de Locke, sin embargo, el padre es de un
cación, y los padres merecen gratitud y honor a lo largo de su vida género distinto. Ejerce un poder absoluto. En Pensamientos sobre
por lo que hacen por sus hijos. Pero su autoridad política, el de­ la educación, Loclce afirma: «Imagino que todo el mundo juzga­
recho de castigar, ha de desaparecer para que el contrato fraternal rá razonable que los niños, de pequeños, consideren a sus padres
pueda existir: «Así pues, la primera parte del poder, o más bien como a señores, sus gobernantes absolutos, y como tales sientan
deber, paternal, que es la educación, pertenece al padre de tal ma­ hacia ellos temor reverencial».60 El fundamento de la sumisión del
nera que termina en una época ·determinada. Cuando la tarea de niño es aquí su temor reverencial ante el poder del padre, preci­
la educación termina, desaparece por sí mismo.[...] Para concluir, samente el sentimiento que Bhudev no habría considerado base
entonces, [ ... ] el poder del mandato paterno sólo abarca la mino­ adecuada de la sumisión del hijo, durante toda su vida, a la autori­
ría de edad de los hijos, y[resulta] en cierta medida adecuado sólo dad paterna. Los autores nacionalistas como Bhudev convirtieron
para la disciplina y gobierno de ese periodo».57 el bhakti (devoción amorosa y veneradora) en un sentimiento po­
En su incisivo estudio El contrato sexual, Carole Pateman ha lítico moderno.
señalado que el relato lockeano de la muerte de la autoridad pa­ Así pues, la unidad política, en el planteamiento de_ Bhudev, se
terna fue precisamente el mito originario del patriarcado moder­ fundaba en el cultivo de los sentimientos «naturales» de la fami­
no en el Occidente cristiano, nacido bajo el signo de la igualdad lia: el amor entre hermanos y la sumisión a los padres. La unidad
formal de todos los humanos (es decir, de los hermanos varones).58 no se basaba en la búsqueda del contrato, la competencia o el in­
Esa muerte de la autoridad paterna, sin embargo, nunca es ima­ terés propio.61 Como señala Tapan Raychaudhuri en su estudio
ginada en el contrato fraternal bengalí. La capacidad de mandar sobre Bhudev: «La excesiva preocupación por el dinero era, para
-de dar órdenes (adesh, ajna)- pertenece a los padres y, a través de Bhudev, uno de los rasgos menos aceptables de la sociedad occi­
ellos, a la línea ancestral masculina, sin límite de edad. La auto­ dental. [...] La apoteosis del dinero hacía que el occidental duda­
ridad política en esta modernidad se moldeó sobre la autoridad pa­ se al recibir o al dar ayuda financiera incluso cuando se trataba de
terna, que nunca dejó de existir. Considérese de nuevo a Bhudev parientes cercanos».62 Los indios se unirían porque en tanto que
Mukhopadhyay sobre este punto: hijos (varones) de la misma Madre tenían un vínculo natural. En
una de sus piezas de ficción, Bhudev hace decir a un cabecilla Ma­
«Sin sumisión no hay unidad. [...] Los bengalíes no son una ratha lo siguiente:
raza marcial. Por eso, el verdadero espíritu de sumisión se en­
cuentra poco entre los bengalíes. La obediencia y la amabilidad «Esta patria nuestra siempre ha ardido en la hoguera de las lu­
que el débil muestra al fuerte no puede denominarse sumisión. chas intestinas; ese fuego se extinguirá hoy. [... ] Pese a que la
[...] La sumisión se basa en la devoción: ha de ser aprendida India es verdaderamente sólo la tierra de los hindúes, [ ... ] los

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musulmanes ya no son ajenos a ella, pues durante largo tiem­ ticipación no sólo en el modelo patriarcal de la «nueva mujer» sino
po los ha estrechado contra su corazón. y los ha alimentado. en la propia esfera pública. Y, aunque a menudo las mujeres pare­
Por ello los musulmanes son también sus hijos adoptivos. Si un cen repetir el lenguaje del patriarcado, podían servirse del mismo
niño nace del vientre de una madre y otro niño es amamanta­ como una máscara, representando «modestia» para la mirada del
do[...] por ella, ¿no son hermanos los dos?[...] De ahí que los público pero expresando por medio de tal actuación sentimientos
hindúes y los musulmanes que viven en la! India se hayan vuel­ de individualidad que la ideológía masculina dominante nunca
to hennanos. La relación se destruye si se producen disputas».63 autorizaría. Dayamayi, por ejemplo, escribe el siguiente pasaje en
alabanza de la figura general del marido. En un nivel, el fragmen­
to habla el lenguaje sancionado del sujeto moderno patriarcal. En
Conclusión otro, puede que haya sido una manera cifrada de hablar íntima­
mente en público con su esposo, expresando su deseo y erotismo
Nuestra censura contemporánea no debería ocultarnos los as­ personales. Nunca lo sabremos. He aquí el fragmento:
pectos creativos de este humanismo patriarcal, no liberal y, sin em­
bargo, moderno, construido por los sujetos de la modernidad en «Una mujer no tiene mejor amigo que su esposo. Como él ayu­
discusión. El tema de la «hermandad natural» que subyace al uso da -a cubrir [la vergüenza de una mujer], se lo llama bharta. Es
nacionalista de categorías patrilineales antiguas -kula, vamsa, pur­ pati porque cuida. Es swami porque es a él a quien pertenece
bapurush- siguió interpelando, de hecho, a muchos bengalíes de la el cuerpo.[...] Satisface los deseos [de una mujer], por eso se
clase media, los bhadralok, en el siglo XX. Algunas de las nove­ lo denomina kanta. Es bandhu porque comparte la felicidad,
las más populares de los años veinte y treinta del siglo pasado parampriya porque da afecto y raman porque da placer. Él es
(después convertidas en películas) desarrollaban los temas de la quien, a través de su propio semen, regresa como hijo. Por eso
crisis del amor fraternal y de la familia extensa.64 el hijo es valorado. Pero para una kulastree, el marido es más
También sería un en-or concebir como una jaula esta moderni­ querido que cien hijos».66
dad que consolidó la cuestión de la educación de las mujeres den­
tro de la ideología de la grihalakshmi. Viene al caso el ejemplo elo­ En el prefacio a este libro, que por lo demás se mantiene den­
cuente de un.texto oscuro pero en absoluto atípico del siglo XIX: un tro de la ideología del pacto fraternal del sujeto bengalí moderno,
opúsculo titulado Patibrata dharma (con el subtítulo -en inglés- de Dayamayi Dasi crea un sorprendente momento de individualidad,
Tratado sobre la castidad femenina) escrito en tomo a 1870 por una tan radical que no puede vincularse a ningún proyecto sociopolí­
mujer llamada Dayamayi Dasi. Se percibe en esta obra la incon­ tico. Registra el estimulante sentimiento de liberación pura que le
fundible huella del proyecto burgués de la modernidad europea de produjo su alfabetización. Pero eso no es todo. También da cuen­
educar a las mujeres para ser tanto compañeras como leales a sus ta, en una frase críptica, del modo en que el júbilo de esa libertad
maridos. El propio título del libro y su traducción al inglés lo si­ la hizo olvidar el mundo, incluyendo sus obligaciones para con su
túan en la tradición del material victoriano bengalí. Alentada por marido. El pensamiento está incompleto, y nunca tendremos una
su marido a leer y escribir, Dayamayi Dasi escribió este tratado historia íntegra de aquel momento. Pero sus palabras son un tes­
sobre los kulakaminir kartabya (deberes de la mujer que pertenece timonio de las posibilidades de las posiciones de sujeto alternati­
· a un kula). Kula en este texto es un término que sirve de gozne en­ vas que escapan a la voz, o al menos la interrumpen, del sujeto
tre lo doméstico y lo nacional. Dasi cita el Brahmavaivartapurana bengalí moderno. Escribe Dayamayi Dasi: «Nunca- había alberga­
· para expresar su sentido del nacionalismo: «La tierra bendecida do el pensamiento de que yo pudiera aprender alguna vez a reco­
con mujeres[devotas de sus maridos][...] es comparable al cielo, nocer el alfabeto o a leer libros.[...] Pero, al final, desan-ollé tal sed
y el pueblo de tal país debe tratar a sus mujeres como a diosas».65 de prosa y poesía que empecé a descuidar mis obligaciones hacia
La escritura en sí de este género de libros significaba una par- el samsar [el mundo, el hogai� la familia] y mi marido».67

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El movimiento Swadeshi ( 1905-1908) -las protestas contra la El fallo teórico de la modernidad de casta superior (masculina)
primera partición de Bengala, efectuada en 1905- sacó a la luz de bengalí no es difícil de encontrar. Una teoría de la fraternidad natu­
·modo dramático tanto los aspectos creativos como las limitacio­ ral no tenía forma de acomodar las diferencias históricas de cla­
nes de las posibilidades políticas de esta modernidad bengalí. Este se, género o religión sin absorberlas/conservarlas en una imagen de
movimiento se sirvió profusamente del simbolismo del país ima­ unidad natural. Bhudev podía predicar a los musulmanes que él,
ginado como una Madre y de la unidad nacional como vínculo fra­ musulmán, también era hijo de la patria. Pero seguía siendo mu­
ternal. Las actividades y ritos femeninos relativos al bienestar del sulmán. La hermandad contractual liberal de Loclce, por otro lado,
kula -tales como los votos religiosos y el cuidado del fuego del ho­ tenía, al menos teóricamente, la ventaja de postular la fraternidad
gar- se usaron para expresar un sentido nacional de duelo por la como un conjunto de individuos no marcados, universales -mascu­
partición de la provincia. 68 Cuando el movimiento comenzó, Ra­ linos, sin duda, pero aun así (potencialmente) universales- y cabía
bindranath Tagore sugirió que cierto rito tradicional hindú de usar lo universal (lo humano, lo individual) para tratar de tras­
hermandad -el que las hermanas aten con cordones las muñecas cender la diferencia histórica. Loclce fundamentaba este universal
de los hermanos como una señal de protección- se convirtiese en en la razón, propiedad definitoria del humano adulto, autónomo
«símbolo de la hermandad y unidad del pueblo bengalí». Sumit y contractual. La razón, a su vez, se cimentaba en una concepción
Sarkar, quien ha estudiado con detalle este movimiento, comenta: cristiana de Dios. Era un don de este dios concreto para los huma­
«Bengala, y en particular Calcuta, presenció escenas de confra­ nos. La historia de la secularización de la razón es la historia del
ternización auténticamente memorables aquel día [16 de octubre cristianismo secularizado.
de 1905], de las cuales no se excluyó a los ulemas musulmanes, El pasado también ostenta géneros distintos de áutoridad en
los policías, ni siquiera a los blancos. Desde las primeras horas de los dos relatos de hermandad considerados aquí. En el caso de
la mañana grandes multit_udes caminaron descalzas (el signo tra­ Loclce, la fraternidad se basa en un contrato que la muerte de la
dicional del duelo) hacia el Ganges para bañarse· en sus aguas sa­ · autoridad paterna posibilita. En esa muerte la historia, cabría de­
gradas, que tampoco conocían diferencias entre castas. Año tras cir, muere y crea espacio para el acto heroico de «hacer historia».
año se conservaron estos ritos, aunque tal vez a una escala menor, Cada generación de hermanos hac;e historia de nuevo. En la his­
hasta que la partición se derogó». 69 toria bengalí moderna de la solidaridad entre hermanos, sin em­
El propio Sarkar se emociona ante esta articulación de lo po­ bargo, la fratern_idad no significa la muerte sino la transmisión, a
lítico y lo estético. Al comentar el uso político de los ritos «tradi­ lo largo del tiempo, de la autoridad de los antepasados varones, en
cionales» de hermandad, afirma: «La imaginación del mayor poe­ una larga y mítica línea paterna -purbapurush, el linaje masculino
ta de la India le había conferido a un movimiento político una al que la madre también pertenece-. Los varones, tanto del pasado
belleza realmente excepcional». 70 No obstante, como muestra en como del presente, constituyen el linaje del kula. Ello sitúa la cues­
su propio libro, el aparato teórico de tal modernidad no era lo su­ tión de la tradición de manera bastante diferente en el caso ben­
ficientemente fuerte como para enfrentarse a los problemas de la galí. En su pensamiento político relativo a la sociedad civil y a su
representación política y la unidad entre hindúes y musulmanes relación con la vida doméstica, los nacionalistas bengalíes no re­
que las elecciones y otros mecanismos de una democracia emer­ pitieron el tema lockeano de la separación de la autoridad paren­
gente pronto plantearon al nacionalismo indio. Los musulmanes tal de la política. En vez de sentimientos de autonomía individual,
no aceptaron esta retórica, en gran medida hindú y de casta su­ convirtieron el bhakti en un sentimiento político moderno.
perior, de la hermandad natural. Tampoco lo hicieron las castas in­ Las explicaciones históricas convencionales de estas diferencias
feriores, a medida que avanzaba el siglo XX. Bengala se dividió de entre la modernidad; burguesa europea y la bengalí caen en algún
nuevo en la independencia, en 1947, en líneas generales entre hin­ tipo de historicismo. Resulta tentador ver a Bhudev y a los que se
dúes y musulmanes, mientras las castas inferiores creaban una es­ le parecen como «reaccionarios» que ofrecieron resistencia, fútil
trategia compleja para participar en esta historia de división. 71 a la larga, al avance del progreso. No obstante, tal visión adolece

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de una deficiencia significativa. El advenimiento de la «democra­ municativa común a éstos. Pero, aun aceptando tal proposición
cia de masas» a la India que, necesariamente, socavó en el siglo XX por mor de la argumentación, ¿se seguíría que el nexo de la razón
el proyecto, pedagógico y verticalista, de la modernidad que los hin­ con la imaginación y el pensamiento teológicos es igual en todo el
dúes de casta superior habían iniciado en el siglo XIX, no supuso mundo? ¿Es que el surgimiento de la razón produce necesariamen­
nada semejante a un triunfo final de la razón y.del pensamiento po­ te el mismo modo universal de ser humano: liberal y racional? El
lítico emancipador de Europa. Como ha escrito Sudipta Kaviraj: historicismo asegura que éste constituye el relato de la moderni­
«cuanto más se despliega la modernidad, [tanto más] parece ser dad. A menudo la historia del «Renacimiento bengalí» decimonó­
inevitablemente plural. [...] Los relatos de transición crean la ilu­ nico, por ejemplo, se ha escrito como la historia de la repetición
sión, cada vez más insostenible, de que dadas todas las condiciones de un tema popular en la historia europea: «la liberación de la men­
necesarias, Calcuta se volvería Londres, y los ricos y los pobres ben­ te de la cegadora servidumbre de las supersticiones y costumbres
galíes "comprenderían" cabalmente los principios de lo privado y de la Edad Media».74 Combatir el historicismo, pues, supone tra­
lo público. De hecho, lo que estos vigorosos relatos de transición tar de contar una historia diferente de la razón.
hacen es cegarnos para la responsabilidad de observar los contor­
nos y formas que está adquiriendo nuestra modernidad».72
No podría estar más de acuerdo con Kaviraj. El problema, sin
embargo, es que nuestros sistemas de conocimiento propenden a
una valoración apriorística de la «razón». La mayoría de los pro­
fesionales de las ciencias sociales escriben en nombre de alguna
forma de rázonamiento liberal-secular, 110 porque ellos, personal­
mente, encarnen la bondad liberal más que ningún otro mortal,
sino porque ésa es la posición implícita en sus protocolos de cono­
cimiento y en sus procedimientos institucionales. La pregunta es:
¿sobre ·qué fundamentar la «razón» que inevitablemente marca
las ciencias sociales sino sobre una comprensión historicista de la
historia? ¿Cómo encontrar un hogar para la razón aunque a la vez
reconozcamos los modos plurales de ser humano en que nosotros
mismos habitamos?
El nexo propuesto por Locke entre la razón y el individuo autó­
nomo, soberano, y poseedor de propiedad hunde sus raíces en con­
cepciones teológicas cristianas sobre la relación entre los humanos
y su creador. Con el tiempo, como han señalado numerosos comen­
tadores, las proposiciones teológicas de Loclce se secularizaron y
se convirtieron en varios de los axiomas fundamentales del pensa­
miento político europeo liberal y marxista.73 Pero la historia de la
· secularización del pensamiento en Bengala no transcurrió igual
que en Europa. Tampoco los dioses y diosas secularizados en la
modernidad bengalí eran, en modo alguno, como el Dios dotado
de razón del cristianismo. Cabría alegar que estas diferencias ideo­
lógicas son irrelevantes. Que la razón es trascendental y puede ser
compartida por todos los seres humanos debido a la capacidad co-

304 305
Epílogo
La razón y la crítica del historicismo

Los ·estudiosos que han abordado el asunto denominado «his­


toria india» han revivido a menudo, por así decirlo, las viejas pa­
siones de «la pugna entre la Ilustración y la superstición» sobre
la que escribe Hegel en su Fenomenología. 1 Han asumido que, para
que la India funcione como nación basada en las instituciones de
la ciencia, la democracia, la ciudadanía y la justicia social, la «ra­
zón» debía prevalecer sobre todo lo «irracional» y «supersticioso»
entre sus ciudadanos. El historicismo ha sido un estrecho aliado
de tal concepción. Por ejemplo, las vidas de los campesinos, inclu­
yendo sus actos políticos, están repletas de prácticas que podrían
parecer «supersticiosas» a un observador racional secular. ¿ Cómo
puede la historia, la discipli:p_a racional-secular, comprender y re­
presentar tales prácticas? ¿Dónde encontraría su lugar el politeís­
mo que marca la vida cotidiana del subcontinente en un marco
conceptual de ese tipo? De acuerdo con las disposiciones políticas
de sus autores, los relatos historicistas de los investigadores secu­
l�res y racionales han producido explicaciones ya severas, ya com­
prensivas de la inclinación de los grupos sociales subalternos a tra­
tar a los dioses, los espíritus y otras entidades sobrenaturales como
seres con agencia en los mundos de los humanos. Pero, compren­
sivas o no, todas estas teorías subrayan una separación -una dis­
tinción sujeto-objeto- entre el observador-sujeto académico y las
personas «supersticiosas» que son objeto de estudio.
Hay una tradición venerada, tanto en Europa como en otros
lugares, de considerar la «perspectiva racional», el «espíritu de la
ciencia» y la «interrogación libre» como constituyentes de los as­
pectos «progresistas» de la modernidad. Los intelectuales indios
seculares y marxistas han sostenido ese punto de vista durante
mucho tiempo. 2 Poco después de la guerra, algunos prominentes
estudiosos bengalíes, de orientación izquierdista-liberal, organi-

307
zaron una serie de conferencias en Calcuta para discutir la natu­ No pretendo sugerir que la razón como tal sea elitista. La ra­
raleza de la modernidad en la India. Sus deliberaciones se publi­ zón se torna elitista siempre que dejamos que lo no racional y la
caron en 1950 en forma de colección de ensayos, Modern Age and superstición representen el retraso, es decir, cuando la razón ac­
India (La edad moderna y la India). 3 Uno de los autores, Tripurari túa en connivencia con la lógica del pensamiento historicista. Pues
Chakravarti, vinculaba de manera típica la modernidad con acon­ entonces vemos a nuestros «supersticiosos» coetáneos como ejem­
tecimientos europeos: «Es innegable que la edad moderna en todo plos de un «tipo anterior», como encamaciones humanas del prin­
el mundo surgió de la historia moderna europea». 4 El físico Sa­ cipio de anacronismo. En el despertar de este sentido de anacro­
tyendranath Bose caracterizaba la ciencia como conocimiento que nismo se halla el comienzo de la conciencia hístórica moderna. De
«se veía obligado a oponerse a la religión siempre que la religión hecho, el anacronismo se considera lo distintivo de dicha concien­
[pretendiera] hablar sobre las cósas de este mundo».5 El recuerdo cia.7 La prueba histórica (el archivo) es producida por nuestra ca­
reciente de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki atenuó pacidad de ver algo que nos es coetáneo -desde prácticas, seres
en cierta medida lo que, de otro modo, podría haber sido un en­ humanos o instituciones hasta inscripciones en piedras o docu.:.
tusiasmo incondicional por la ciencia de parte de los colaborado­ mentas- como una reliquia de otro tiempo o espacio. La persona
res de este libro (véanse en particular los ensayos de Satyendranath dotad3: de conciencia histórica ve esos objetos como cosas que
Bose y Nareshchandra Sen Gupta). Pero a lo largo de todo el vo­ una vez pertenecieron a su contexto histórico y que ahora existen
lumen se percibe una fe intacta en la capacidad del espíritu cien­ en el tiempo del observador como un «pedazo» de ese pasado. Un
tífico para liberar a la humanidad de todos los problemas te1Tena­ · pasado particular se cosifica, de esta manera, en el tiempo del ob­
les y de las actitudes supersticiosas. servador. Si fal objeto sigue teniendo efectos sobre el presente, la
Esta propensión a identificar la razón y la argumentación ra­ persona de mentalidad histórica lo ve como efecto del pasado.
cional con un arma moderna contra la superstición «premodema>> A través de tal cosificación -cimentada sobre el principio del ana­
termina por exagerar la frontera entre lo moderno y lo premoder:. cronismo-, la mirada del partícipe se convierte en la mirada del
no. Pues la cuestión de enfrentar la tazón contra lo que parece testigo. De esta forma, el que participa en un «acontecimiento>>
ÜTacional no era sólo uno de los asuntos en juego en la batalla en­ histórico se convierte en «testigo oculaf» para el historiador, afir­
tre las clases educadas y el campesinado en la modernidad benga­ mando «la regla de la prueba» de la historiografía. De modo si­
lí. La razón ha encontrado otros objetos de dominación además milar, la observación etnográfica se basa en el desplazamiento del
de los campesinos. Las relaciones de género en las clases medias, propio investigador entre los dos papeles diferenciados del partí­
por ejemplo, se han visto a menudo tan afectadas en esta historia cipe y el observador, pero también aquí el análisis conlleva la con­
como los supuestamente supersticiosos campesinos. En sus me­ versión de la mirada involucrada e implicada del partícipe en la
morias, el intelectual bengalí Dilipkumar Ray cuenta la historia mirada distante y desinteresada del observador.
de su conversión al racionalismo en su juventud, a principios del Si se considera la conciencia histórica o antropológica como
siglo XX. La anécdota es muy común -muchos integrantes de mi resultado de una perspectiva racional, sólo puede «objetivar» -y,
propia generación atravesaron etapas similares en su conversión por tanto, negar- las relaciones vivas que el sujeto que observa ya
a un marxismo racionalista y ateo- pero también es tragicómica. mantiene con aquello que identifica como perteneciente a un tiem­
Como en las vidas de muchos varones bengalíes ahtes y después de po y un espacio históricos o etnográficos separados de los que él
éi, la conversión de Ray al racionalismo y al ateísmo en su adoles- mismo ocupa en tanto que analista, En otras palabras1 el método
, cencia vino acompañada del descubrimiento inmediato de que las no permite que el sujeto investigadorse reconozca a sí mismo como
mujeres del hogar -su tía y su abuela en particular- eran las per­ la figura a la que está investigando. Impide al sujeto ver su presen:.
sonas «irracionales» cuya compañía debía evitar.6 La misoginia de te como discontinuo consigo mismo. 8 Como veremos, lo que blo­
Ray es representativa de la historia del <<temperamento científico» quea el avance de ese pensamiento es la idea de que 1o analítico nos
en la Bengala moderna. proporciona una suerte de visión de rayos X sobre lo sociaL la cual

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nos permite acceder a un nivel de realidad que, de algún modo, es Sin embargo, la mezcla de ambos modos en un contexto en el
más profundo que el cotidiano. La primacía epistemológica que se que la implicación preconceptual y vivida de Keniata en el mundo
asigna de forma rutinaria en el pensamiento de las ciencias socia­ de la magia se cruza constantemente con las líneas de la mirada
les a las relaciones conceptuales entre uno mismo y el mundo (el objetivadora del antropólogo acaba por producir una concien­
«ser-ante-los-ojos» de Heidegger).por encima de las- relaciones vi­ cia inherentemente doble. Las prácticas de su abuelo, por quien
vidas, preconceptuales (el «ser a-la-mano», en términos heidegge­ había seguido una suerte de aprendizaje, no podían ser nunca un
rianos) produce, en las historias marxistas y liberales, versiones de pasado totalmente objetivado para él. Sin embargo, guardaba la
la tesis del «desarrollo desigual».9 Algunas relaciones de transaccio­ distancia suficiente como para buscarles una justificación que su
nes cotidianas pueden ahora adoptar el carácter de «vestigios aún abuelo no habría precisado. El desdoblamiento de su voz resulta
no conquistados» del pasado (para recordar la frase de Marx). Pero patente en estas líneas sobre la magia:
eso sólo reproduce, en definitiva, como ya hemos argüido en la pri­
mera parte de este libro, la cronología del historicismo, útil pero «A partir de la experiencia personal [...] en varias ramas del tra­
vacía y homogénea.10 tamiento mágico, cabe afirmar sin temor a equivocarse que se
Al concluir este libro, quiero suscitar la cuestión del modo de trata de un modo de transmitir pensamientos telepáticamente
encontrar una forma de pensamiento social que tenga en cuenta la de una mente a otra. [ ... ] Las sugestiones del mago se transmi­
razón analítica en busca de justicia social pero que no le permi­ ten fácilmente mediante vibraciones al cerebro y, de ahí, a la
ta eliminar la cuestión de la heterotemporalidad de la historia del mente. Si las funciones y los métodos de la magia se examinan
sujeto moderno. Para ello, sin embargo, debo empezar por identi­ cuidadosa y científicamente, es muy probable que se demues­
ficar ciertas estrategias analíticas comunes en las ciencias sociales tre que hay algo en ellos que cabe clasificar como ocultismo y,
que pretenden ocultar la naturaleza fragmentaria del «ahora» que como tal, no pueden ser rechazados como mera superstición». 12
el sujeto investigador habita. Con este propósito me apoyaré en la
obra de tres intelectuales relevántes para el pensamiento poscolo­ Este pasaje, de hecho, abochornaba al antropólogo Malinows­
nial: Yomo Keniata, Anthony Appiah y D.D. Kosambi. ld, profesor en Londres de Keniata, a quien éste había pedido que
escribiese una introducción para el libro. Malinowsld ac;;cedió, pero
la tensión en torno a la cuestión de la «magia» -entre Keniata, el
Una lectura de Keniata, Appiah y Kosambi «nativo-convertido-en-antropólogo» y Malinowski, el intelectual
sin una relación vivida (reconocida) con el objeto de estudio- re­
Considérese la cuestión de la superstición y la magia tal y como sulta palpable en el modo en que la introducción de Malinowski
la plantea el líder nacionalista keniano Yomo Keniata en su libro y el prefacio del propio Keniata para el libro divergen. El desdo­
clásico, Facing Mount Kenya. Mucho antes de estudiar antropología blamiento de la voz de Keniata contrasta vivamente con la voz
en Londres, Keniata había desarrollado un estrecho vínculo con única de desaprobación con la que Malinowski expresa su turba­
prácticas que el pensamiento antropológico europeo de los prime­ ción. «Algunos antropólogos», escribe, guardando una distancia
ros tiempos calificaba de «mágicas» y «supersticiosas». Su mirada fundamental, aunque cortés, con el texto al que se le había con­
era verdaderamente la de un partícipe al que también se invoca­ cedido el honor de presentar, «quizá cuestionen aquí la reinterpre­
ba para «atestiguar». Aunando los dos modos de relación con el tación de los procesos reales que subyacen a la magia. [ ... ] El se­
objeto -«aprendiz» y «testigo»-, escribe Keniata: «En cuanto a la ñor Keniata debería aún suministrar pruebas adicionales de cómo
magia, he presenciado la realización de ritos mágicos en mi pro­ se producen estas "vibraciones", cómo actúan sobre el cerebro y,
pia casa y en otros lugares. Mi abuelo era vidente y mago, y al via­ de este modo, sobre la mente». Es en la referencia de Keniata al
jar con él y llevar su bolsa de utensilios hice una especie de apren­ «ocultismo», una práctica europea, donde Malinowsld encuentra
dizaje de los principios del arte».11 finalmente la manera de salir de su turbación por tener que criti-
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car a un antropólogo africano y al antiguo alumno al que genero­ Taylor) un compromiso con la agencia incorpórea que define cm­
samente había accedido a presentar ante el lector. «Pues, en efec­ cialmente las creencias religiosas subyacentes a los rituales seme­
to», añade, ¿ <<cómo podemos nosotros[los europeos] criticar al jantes a los que he descrito», y así sucesivamente. 15 Huelga decir
señot Keniata por creer en[...] el ocultismo» cuando «Europa se que la delatora palabra «creencia» es lo que sustrae a los asan­
encuentra tan profundamente inmersa» en éste? Malinowski pue­ te Appiah y a su padre de las relaciones vividas, preconceptuales,
de entonces hacer que su crítica parezca justa afirmando que «la y los inserta aquí en una relación objetivadora de las ciencias so­
superstición, la fe ciega y la desorientación completa son un cán­ ciales dentro de la cual padre e hijo se enfrentan como sujeto y
cer tan peligroso en el corazón de nuestra civilización occidental objeto.
como en África». 13 Cuanto más nos acercamos al lado de las cosas Un privilegio similar de lo conceptual sobre lo vivido hace men­
de un Malinowski, tanto más el lenguaje de las ciencias sociales guar el potencial radical de los intentos, extraordinariamente ima­
b01Ta las múltiples formas de ser humano que están encerradas en ginativos, del hist01iador D.D. Kosambi de escribir la historia de la
las diferentes orientaciones hacia el mundo -la «mundanización» India a partir de las prácticas materiales de la vida diaria. Kosam­
del mundo, en el lenguaje heideggeriano- que la «participación» y bi, por ejemplo, reflexiona sobre la significación histórica de algo
la «observación» connotan. tan omnipresente y familiar en el contexto de las cocinas de los
El desdoblamiento de la «voz» resulta casi inaudible, aunque no hogares del Asia meridional como el mortero de piedra, el uten.:.
está por completo silenciado, por ejemplo, en el examen de Kwame silio usado habitualmente para moler especias. Intrigaba a este in­
Anthony Appiah de algunas prácticas de los asante que recuerdan vestigador el hecho de que un objeto de aspecto tan antiguo ocu­
lo que Keniata denominaba la «comunión con los antepasados». 14 pase el mismo espacio que el horno eléctrico, auténtico símbolo
«Cuando un varón abre una botella de ginebra», escribe Appiah, de modernización en la India de mediados del siglo pasado. No
«vierte unas gotas en la tierra, pidiendo a sus antepasados que be­ sólo el mortero se usaba a diario en la cocina; Kosambi informa
ban un poco y que protejan a la familia y sus quehaceres.» Appiah de que a su alrededor se habían desarrollado «rituales» en los que
tenía también cierto género de relación vivida con esta práctica, participaban las mujeres y los niños de las familiasi,de brahmanes
pues su padre solía, nos dice, verter con indiferencia «unas go­ como la de Kosambi. Escribe:
tas de una botella recién abierta de scotch en la alfombra» como
ofrenda a los antepasados. En su infancia, Appiah había crecido en «Con el utensilio[el mortero] se realiza una ceremonia vigente
el contexto de esa práctica. Así es como cierta manera de ser-en-el­ incluso entre los brahmanes y, sin embargo, sin sanción en nin­
mundo, una manera asante, contribuyó a la formación del Appiah guna de las escrituras brahmánicas que prescriben ritos desde
cosmopolita y moderno que había recibido educación formal. Sin el nacimiento hasta la muerte. Antes. o durante· el día del san­
embargo, el sentido que tiene un niño de encontrarse inmerso en to del niño,[...] la piedra que se mueve es envuelta en tela� se
un conjunto repetido de prácticas se transforma, en el texto de la pasa por la cuna donde se encuentra el niño y finalmente es
Appiah, en el enunciado de un antropólogo que convierte la mi­ depositada a los pies del bebé en la cuna. La teoría que se da
rada del partícipe en la del testigo: «Toda mi vida he visto y oído es la de la magia simpática, en concreto que el niño crecerá tan
ceremonias [que suponen] [...] una llamada ritual a espíritus in­ fuerte e impasible como una piedra, que será igual de longevo
visibles». A diferencia del libro de Keniata, la.fenomenología del y estará alejado de la debilidad». 16
· texto de Appiah, habiendo estado en una relación preconceptual
con la práctica bajo observación tiempo antes de aprender a oh- Kosambi, pues, extrajo un hecho social interesante de este ob­
. servada, es completamente sobrescrita por la voz del antropólogo, jeto de piedra, un hecho que, en realidad, lo sorprendió. Su sor­
amplificada en este caso por una referencia a Taylor. <<Si estoy en presa está encerrada en la expresión «incluso entre brahmanes»,
lo cierto», escribe Appiah, tratando de «explicar» la costumbre de pues el mortero había encontrado un uso en rituales no autmizados
su padre de ofrecer scotch a los antepasados, «es (como sugería por texto sagrado alguno. Los instintos histmizadores de Kosam-

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bi le decían que allí debía de haber algún fragmento interesante de los esfuerzos por intentar meterse en la piel del pasado, por tra­
. historia social. Pero ¿ qué significaba esto para su propio sentido tar de verlo «como fue en realidad», por reconstruirlo·en la mente
del presente cuando escribió su libro, en los años cincuenta? No del historiador. No pretendo devaluar esta pugna ni el intenso sen­
estaba describiendo una práctica muerta del pasado; escribía so­ tido de dominio del oficio que origina. 19 Pero también es cierto
bre su propia clase, sobre prácticas «mágicas» en la vida de las -como espero que mis ejemplos hayan demostrado- que el senti­
mujeres de las clases medias cultas, las usuarias de la tecnología do moderno del «anacronismo» nos impide confrontar el proble­
moderna. Hasta donde sabemos, es posible que el propio Kosam­ ma de la heterogeneidad temporal del «ahora» al pensar sobre la
bi ayudase a organizar tales ritos. En consecuencia, el mortero de historia. Es preciso considerar por qué encontramos productivo
su descripción pertenece, en nuestros términos, al problema de los el anacronismo.
tiempos entrelazados, a lo que he denominado el «nudo tempo­
ral».17 Está hecho de piedra, se asemeja a los utensilios de la edad
de piedra y, por tanto, quizás esté relacionado con otra época y, ¿ Qué está en juego en el anacronismo?
sin embargo, también comparte el tiempo de la cocina eléctrica o
de queroseno. Asimismo, media en la relación entre las castas in­ Puesto que no es mi deseo sugerir que el anacronismo sea un
.feriares y superiores, y las ubica en algunas prácticas compartidas: simple error intelectual, se suscita la siguiente pregunta: ¿qué está
«Se sigue que, junto con el utensilio, nos ha llegado una ceremo­ en juego en la práctica del anacronismo que nos permite reificar
nia cie la edad de piedra, que las familias brahmánicas han toma­ el pasado en un objeto de estudio? Permítaseme ofrecer una res­
do de la población del entorno». 18 El historicismo de Kosambi le puesta muy general. Si el surgimiento de la conciencia histórica
impide ver el problema de la temporalidad planteado por el mor­ moderna habla del advenimiento de cierta forma moderna y polí­
tero. Sólo puede ver el instrumento como algo que «se desarrolló tica de habitar el mundo, propongo que también nos habla de una
con el surgimi�nto de la agricultura antes del fin de la edad de pie­ · relación muy particular con el pasado. Se trata del deseo, por par­
dra». De este modo, para él la relación entre la cocina de gas y el te del sujeto de la modernidad política, de crear un pasado dócil
mortero sólo puede ser la de un flujo temporal unidireccional. a la reificación y a la vez de liberarse de ese Objeto llamado «his­
En retrospectiva, podemos ver que la relación de Keniata con toria». De hecho, es posible suponer que el intento de reificar el
la magia de su abuelo, la de Appiah con la costumbre de su padre pasado es una expresión del deseo de liberación del pasado, el de­
de ofrecer scotch a los antepasados y la de Kosambi con el morte­ seo de crear lo que Paul de Man denominó «el presente auténtico» ..
ro apuntan al mismo problema. Nos remiten a la pluralidad inhe­ ¿ Qué es el «presente auténtico»? La «potencia completa de la idea
rente al «ahora», a la ausencia de totalidad, a la constante fragmen­ de modernidad», escribe Marshall Berman citando a De Man, «des­
tación que constituyen nuestro presente. Frente a ello se levanta cansa en un "deseo de borrar todo lo que hubo antes" con el fin de
nuestra capacidad de utilizar el punto de vista historicista o etno­ alcanzar "un punto de partida radicalmente nuevo, un punto que
gráfico, que supone el uso del sentido del anacronismo para con­ pueda ser un presente auténtico"».20 El presente auténtico es lo
vertir objetos, instituciones y prácticas con los que tenemos relacio­ que se produce cuando actuamos como si pudiésemos reducir el pa­
nes vividas en reliquias de otros tiempos. Como ya he mencionado, sado a la nada. Es una suerte de punto cero de la historia: el tiem­
esta facultad de construir un contexto histórico único para todo es po sin pasado, por ejemplo, de una tabula rasa, la terra nullius o un
la condición que posibilita la conciencia histórica moderna, la ca­ proyecto. Refleja el deseo del sujeto político moderno de experi­
pacidad de ver el pasado como algo desaparecido y reificado en un mentar, al perseguir el objetivo de la justicia social, cierto grado de
objeto de investigación. Esta facultad de ver el pasado como autén­ libertad respecto del ;pasado.
ticamente muerto, como separado del tiempo del observador, es lo Desde principios.del siglo XIX, la adopción de la modernidad po­
que ha originado las luchas utópicas y hermenéuticas (aunque éti­ lítica plantea diversas preguntas angustiosas en torno al pasado a
cas) de la imaginación histórica moderna, entre las que destacan los intelectuales indios socialmente radicales. ¿Son la «moderni-

314 315
dad» y la realización de la «razón» posibilidades inherentes a nues­ posición de Marx nunca se libera del pasado de manera tan com­
tra historia? ¿O se basan en algo exterior a las historias específicas pleta como los hermanos de la teolia lockeana del gobierno cívico­
de toda época y luga1� como por ejemplo la «disposición moral» o político. La modernidad marxiana está atrapada en uria contra­
la «competencia comunicativa» del ser humano? ¿Cómo conducir­ dicción con respecto al pasado. Por un lado, el revolucionario que
se frente a esas prácticas sociales «injustas» que a menudo se jus­ toda per.sona moderna encierra en su interior desea exceder y su­
tifican en nombre de la tradición, la costumbre o hasta del mismo primir el pasado, crear «algo que nunca ha existido». Ahora bien,
pasado? Las castas, la sati, los intocables, los conflictos religiosos: lo nuevo sólo puede imaginarse y expresarse mediante una lengua
sobran los ejemplos. En verdad, ¿desde qué posición contempla el compuesta por los lenguajes previamente disponibles. La acción
pasado el intelectual moderno? política, pues, se enfrenta al riesgo de que lo que pretendía ser una
No hay una respuesta única a estas preguntas. En la fábula lo­ ruptura con el pasado -«algo que nunca ha existido»- acabe pa­
ckeana del contrato fraterno subyacente a la sociedad cívico-polí­ reciendo el retorno de lo muerto. La incertidumbre de tal ruptura
tica, la propia libertad política era la liberación frente al dominio es lo que produce el timbre angustioso de la voz de lo moderno
del pasado. El padre, en la medida en que representa una parte de en el texto de Marx. Como escribe este mismo pensador: «Y cuan­
la infancia de los hijos, ha de ser honrado pero no tiene «poder do parec;;:en dedicarse a transformarse y a transformar las cosas, a
de dar órdenes» a sus hijos, quienes, al alcanzar la edad adulta y crear algo que nunca ha existido, en esos periodos de crisis revo­
el uso de razón, disfrutan de la «libertad de actuar según [su] pro­ lucionaria es precisamente cuando conjuran angustiosamente en
pia voluntad». Su libertad se fundamenta en su razón.21 La razón su auxilio los espíritus del pasado y toman de ellos nombres, gri­
aquí es externa a la historia, y su consecución marca la liberación tos de guerra y vestiduras a fin de representar la nueva escena de
frente a toda autoridad política del pasado (encarnada en el pa­ la historia universal con ese disfraz de vejez venerable y con ese
dre). Al final de la infancia, el individuo lockeano comienza a vivir lenguaje prestado».23
desde este punto cero de la historia. Constantemente intenta crear · En su debate de los años treinta del siglo pasado sobre el «sis­
ese «presente auténtico». Las posibilidades históricas ahora las pro­ tema de castas» de la India, tanto Mahatma Gandhi como B.R. Am­
duce sólo la razón. Asimismo, el individuo moderno no está cons­ bedkar, líder de los denominados «intocables», reprodujeron -pese
trefiido por el pasado. La costumbre no tiene el «poder de dar ór­ a sus difundidos desacuerdos- elementos de los dos puntos de vis­
denes» ni de castigarlo. La fábula de John Locke sobre el contrato ta arriba delineados. Ambos vieron su búsqueda de justicia social
fraterno subyacente a la sociedad cívico-política moderna ha sido como creadora de posibilidades que eran independientes del pasa­
cabalmente descrita como ahistórica o antihistórica.22 do. Gandhi, por ejemplo, aclaraba que su clitica de las castas tenía
En la historiografía marxista o sociológica, por otro lado, se poco que ver con la historia de la práctica; «La casta», afirmó, «no
considera que las posibilidades por las que uno lucha se originan guarda relación alguna con la religión. Es una costumbre cuyo ori­
en los conflictos de la historia. No son completamente externas a gen ignoro y no necesito conocer para satisfacer mi sed espiritual.
ella pero tampoco están totalmente determinadas por ella. En este Pero sé que es dafüna para el crecimiento tanto espiritual como
marco, la pregunta indecidible sobre el grado de poder con que nacional. » 24 Y Ambedkar recomendaba una revisión completa del
cuenta el pasado puede producir una ambivalencia extrema en el hinduismo para acomodarlo «a la Democracia». Apelaba a un «cam­
individuo moderno. Pues en este modo de pensar, el pasado pue­ bio total de las nociones fundamentales de la vida», de «perspecti­
de parecer al mismo tiempo una fuente capacitadora y una limi­ va y actitud sobre los hombres y las cosas», a la «aniquilación dé
tación paralizante. El propio Marx ejemplifica esta ambivalencia las castas» y a la reconstrucción completa de la sociedad india so.:.
al escribir: «La tradición de todas las generaciones muertas abru­ bre los cimientos de los tres principios de «Libertad, Igualdad y
ma como una pesadilla el cerebro de los vivos». ¿Por qué «pesadi­ Fraternidad » .25'
lla»? ¿Por qué una descripción tan angustiosa de las generaciones Este mismo ·sentido de libertad respecto del pasatlo, que tanto
muertas? La angustia surge porque el individuo moderno en la Ambedkar como Gandhi expresaron, sugería, ·sin embargo, otra po-

316 317
sible relación con aquél. L:;i liberación del pasado también podía bién cierto control sobre ellas. La otra relación con el pasado es lo
significar que cabía tratar a éste como una inmensa fuente de que denominaría una relación «decisionista». Por «decisionismo»
recursos, una reserva permanente de la que el sujeto de la moder­ me refiero a una disposición que permite al crítico hablar sobre el
nidad política podía servirse del modo en que la lucha por la justi­ futuro y el pasado como si hubiese decisiones concretas y carga­
cia social hiciese necesario. La actitud de Gandhi hacia las escritu­ das de valor que tomar en relación con ambos. No se habla de le­
ras encerraba este sentido de libertad. «Las escrituras propiamente yes históricas, aquí. El crítico se guía por sus propios valores para
dichas», escribió Gandhi, «sólo pueden concernir a verdades in­ escoger el futuro más deseable, sano e inteligente para la huma­
ternas y han de apelar a todas las conciencias.[.;.] Nada puede ser nidad, y ve el pasado como un almacén de recursos al que acudir
aceptado como palabra de Dios si la razón no lo puede examinar cuando se torna necesario. Tal relación con el pasado incorpora la
o si no es susceptible de ser experimentado espiritualmente.» Ar­ posición revolucionario-moderna en la que el reformador procu­
gumentaba que era posible elegir en materia de religión: «Una reli­ ra anular una historia (particular) a fin de construir desde cero
gión ha de juzgarse no por su peor espécimen sino por el mejor la sociedad. No obstante, el decisionismo no tiene por qué con­
que haya producido. Pues eso y sólo eso puede usarse como norma notar una actitud iconoclasta hacia el pasado. Permite adoptar ac­
a la que aspirar, si no superar».26 titudes diversas hacia ese pasado -desde el respeto hasta el asco­
· Por su parte, Ambedkar citaba a John Dewey -«mi maestro y a sin, pese a ello, verse constreñido por él. Utiliza la «tradición», pero
quien tanto debo»- al afirmar: «Toda sociedad soporta la carga de ese uso es guiado por una crítica del presente. Representa así la
lo trivial, de la madera muerta del pasado, y de lo que es positiva­ libertad de la historia y también la libertad para respetar los as­
mente perverso». La tarea de una sociedad «ilustrada» era «no con­ pectos de la «tradición» que se consideren útiles para construir el
servar y transmitir la totalidad de sus logros, sino sólo aquellos que futuro deseado.
contribuyen a una sociedad futura mejor». Los hindúes; por tanto, El decisionismo y el historicismo pueden parecer, en principio,
opuestos entre sí. El célebre crítico indio Ashis Nandy, por ejem­
«deben considerar la posibilidad de dejar de venerar el pasa­ plo, en algunas ocasiones ha confrontado vigorosamente posicio­
do como fuente [de sus] ideales. [...] El profesor Dewey [...] nes historicistas que, en mis términos, son «decisionistas». En un
dice: "Un individuo sólo puede vivir en el presente. El presen­ ensayo reciente titulado «History's Forgotten Doubles» (Los dobles
te no es sencillamente algo que sigue al pasado; mucho me­ olvidados de la Historia), Nandy critica los métodos de la histo­
nos, algo producido por él".[...] Los hindúes deben considerar ria. A diferencia de los sujetos de la antropología, «los sujetos de
si ha llegado la hora de reconocer que no hay nada fijo, nada la historia casi nunca se rebelan, pues están, en su mayor parte,
eterno, nada sanatan; que todo está cambiando[...] ha de ha­ muertos».28 Lo que preocupa fundamentalmente a Nandy es la
ber una constante revolución de valores y los hindú�s tienen naturaleza no dialógica de la «conversación» entre el pasado y el
que caer en la cuenta de que, si es que va a haber normas para presente que tiene lugar en los textos del historiador. Frente a ello,
medir las acciones de los hombres, también ha de haber una aboga por la idea de «la mala memoria y los silencios, por prin­
disposición a revisar tales normas».27
{J�-..

cipio». Al explicar lo que quiere decir, Nandy se acerca a lo que he


descrito como la posición decisionista. Los constructos deseables
Así pues, encontramos dos tipos de relación con el pasado en del pasado, afirma, «son primariamente responsables ante el presen­
estas páginas. Uno es el historicismo, la idea de que para compren­ te y ante el futuro; no se dirigen ni al archivero ni al arqueólogo.
der las cosas necesitamos saber su historia, el proceso de desarro­ Tratan de expandir las opciones humanas mediante la reconfigu­
llo que han experimentado para convertirse en lo que son. El propio ración del pasado y s,u trascendencia mediante improvisaciones
historicismo promete al sujeto humano cierto grado de autonomía creativas[ ... ]. El pasado modela el presente y el futuro pero el pre­
respecto de la historia. La idea es que, una vez que se conocen las sente y el futuro también modelan el pasado. Algunos investiga­
causas estructurales que operan en la historia, cabe alcanzar tam- dores[...] están[... ] dispuestos a redefinir, quizás incluso a trans-

318 319
figurar, el pasado para iniciar el futuro. La elección no es cognitiva, no del «presente auténtico» que siempre mira hacia el proyecto de
sino moral y política, en el mejor sentido de tales palabras » .29 un futuro deseable y, a su vez, es determinado por él. El anacro­
La presentación del pasado como una cuestión de elección «mo­ nismo es parte integral de la sensibilidad historicista que acom­
ral y política » para el sujeto moderno es lo que vuelve decisionis­ paña a este programa político. Acompaña nuestra búsqueda de
ta la postura de Nandy. Él la emplea de forma clara en oposición a justicia social. Pero el historicismo y la idea concomitante del ana­
lo que cabría denominar la historia de las ciencias sociales, la cual cronismo también ocasionan un problema para lo que he deno­
concibe los procesos históricos como límites a la libertad huma­ minado el proyecto de provincializar Europa. El historicismo sólo
na. Escribe: puede circular en un ánimo de frustración, desesperación y re­
sentimiento.32 Pues desde que el historicismo está ahí, la tarea de
«Uno se pregunta si cierta vaga conciencia de esta asimetría conceptualizar la naturaleza de la modernidad política en la India
entre los sujetos y los objetos [en la disciplina de la historia], colonial y poscolonial nos desconcierta. El campesino como ciu­
y entre los que conocen y el objeto de conocimiento, impulsó a dadano continúa semejando una reliquia de otro tiempo, aunque
Gandhi a rechazar la historia como guía de la acción moral y sabemos que pertenece inequívocamente al mismo presente que el
a extraer esa orientación de su lectura de textos y mitos. [...] ciudadano moderno. El desafío consiste en conceptualizar de nue­
Gandhi, como Blake y Thoreau antes que él, desafió este nue­ vo el presente. Para redefinir nuestro proyecto de manera que su­
vo fatalismo [esto es, la idea de las leyes históricas] de nues­ pere el resentimiento hacia el pensamiento europeo, hemos de pen­
tro tiempo ».30 sar dejando atrás el historicismo. Hacerlo no supone rechazar la
razón, sino considerarla uno de los múltiples modos de ser en el
Pese a ·ciertas tensiones entre ellos, en particular en lo que ata­ mundo. La siguiente sección desaITolla este asunto.
ñe a la cuestión de la prueba histórica, el decisionismo y el histo­
ricismo no son opciones mutuamente excluyentes para el sujeto de
la modernidad política. Como muestran las citas de Ambedkar, éste Más allá del historicismo
unía su actitud decisionista hacia el pasado con la perspectiva mo­
derna de que a la historia en cuanto disciplina concierne sobre todo Criticar el historicismo en todas sus variantes significa desa­
la .explicación de los procesos y orígenes del cambio social. Sobre­ prender a pensar en la historia como un proceso evolutivo en el
salió por su rechazo del pasado de la India, con su omnipresente cual lo posible se convierte en efectivo propendiendo hacia un fu­
sistema de castas; en eso Ambedkar fue decisionista. Pero el indi­ turo que es singular. O, en otras palabras, es aprender a pensar el
viduo moderno dentro de él no estaba en contra de la disciplina presente -el «ahora » que habitamos mientras hablamos- como
de la historia. Todo cambia, decía. Nada es «fijo » ni «eterno » . La i1Teductiblemente no-uno. Dar estE! paso supone replantear el pro­
tarea principal de las ciencias históricas es explicar «p_or_ qué » . blema del tiempo histórico y revisar la relación entre lo posible y
Esta concepción de la historia era historicista. En un ensayo tem­ lo real. Los pensamientos que siguen derivan de la discusión pre­
prano sobre «El sistema de castas en la India», leído ante el Se­ sentada en la segunda sección de El ser y el tiempo de Martin Hei-
minario de Antropología del doctor A.A. Goldenweizer de la Uni­ . degger. En el centro de este ejercicio está la preocupación sobre
versidad de Columbia en 1916, lamentaba la ausencia de historias cómo pensar en relación con el pasado y el futuro de una manera
adecuadas de la práctica de la sati, la «viudedad forzosa » y del «ma­ no totalizadora.
trimonio infantil » en la India. «Disponemos de mucha filosofía que Usualmente -nos recuerda Heidegger- pensamos lo posible
nos dice por qué se honraron esas costumbres, pero nada que nos como una realidad no acabada. Sin ·embargo, ver el presente como
informe sobre las causas de su origen y existencia. »31 radicalmente no-uno y por tanto plural significa ver su «ahora »
El decisionismo, por tanto, no puede constituir una crítica pro­ como un estado de desvelamiento parcial, sin la sugestión o la
funda del historicismo. Ambos están imbuidos del sueño moder- promesa de principio alguno -como el dharma, el capital, o la ciu-

320 321
dadanía- que pueda invalidar, o que, en efecto, lo haga, esta he­ te responsables ·ante el presente y ante el futuro». 36 Se trata de un
terogeneidad e incompletitud y finalmente constituir una totali­ futuro del cual conocemos, al menos, sus principios constitutivos,
dad. No cabe, por lo tanto, considerar que tales posibilidades plu­ aunque no tengamos un trazado preciso del mismo. Llamemos a
rales están meramente esperando a convertirse en reales, como este futuro el futuro que «será». Es diferente de la futuridad que
la posibilidad de la maduración inherente a una fruta. Tampoco ya está en nuestras acciones a cada momento. A ella nos podría­
cabe capturar la pluralidad de posibilidades mediante la noción mos referir como a los futuros que ya «son». 37
de «carencia» o «incompletitud», que asume una visión aditiva de El futuro que «será» se alinea con lo que yo denominaba la His­
la totalidad. Podemos ver algo como «meramente incompleto» si toria 1 en el capítulo sobre «Las dos historias del capital». Ésta es
suscribimos el principio de una totalidad que puede ponerse de la historia universal y necesaria postulada por la lógica del capi­
manifiesto mediante la adición de ciertos elementos. en el tiempo tal. A esta historia son inherentes los universales de la Ilustración.
cronológico que sigue al «ahora». Hemos encontrado planteamien­ En nuestra calidad de 'modernos que anhelan la justicia social
tos de este género en ciertas versiones marxistas de la historia in­ y sus instituciones concomitantes, nosotros, ya seamos decisionis­
dia que hablan de «transiciones incompletas» al capitalismo y a la tas i:fhistoricistas, no podemos sino tener un compromiso común
modernidad.33 Pensar en el «no todavía», en el «ahora», como una con ella (pese a todas las desavenencias entre el liberalismo y el
forma de «realidad no acabada» implicaría seguir completamente marxismo). A través de este compromiso, ya integrado en nues­
atrapado dentro del historicismo. Para que una posibilidad no sea tras vidas, es como empieza nuestra pugna contra el pensamiento
ni lo que está esperando a convertirse en real ni lo que es mera­ europeo. El proyecto de «provincializar Europa» surge de esta im­
mente incompleto, lo posible ha de concebirse como lo que ya es plicación. Pero este inicio no define el proyecto. Éste ha de defi­
realmente, pero está presente sólo como el «no todavía» de lo real. nirse en referencia a otros pasados, es decir, en referencia a las His­
En otras palabras, es lo que hace del no-ser-una-totalidad una torias 2: pasados «que el capital encuentra como antecedentes suyos
característica constitutiva del «ahora». En este sentido radical de pero que no pertenecen a su propio proceso vital».
nunca ser una totalidad, el «ahora» es «invariablemente fragmen­ Los futuros que ya son ahí, la futuridad con la cual los huma­
tario» y no uno. 34 nos no pueden evitar alinearse, son lo que he llamado la Historia 2.
Asimismo, Heidegger nos ayuda a ver que el problema del pa­ Tales futuros son plurales y no ilustran idea alguna de. totalidad o
sado no puede pensarse hasta que consideremos también la cues­ de unidad. Son lo que hace imposible resumir cualquier presente
tión del futuro. El ser humano no puede evitar existir orientado mediante un principio totalizador. Convierten al «ahora» en inva­
hacia el futuro. Sin embargo, el hecho de haber ya sido -lo que riablemente fragmentario, pero los fragmentos no son aditivos; no
Heidegger denomina el «ser como haber sido»- también está fue­ sugieren una totalidad ni una completitud. La constante y abierta
ra del control del ser humano. En consecuencia, todos nuestros modificación del futuro que «será» por los futuros que «son» es
pasados son futurales en su orientación. Nos ayudan a hacer el via­ paralela a la modificación continua de la Historia 1 por las Histo­
je inevitable hacia el futuro. No hay, en este sentido, ningún «deseo rias. 2, como he defendido en el capítulo 2.
de retorno», ni nostalgia «patológica», lo cual tampoco es futural. Estos futuros que ya «son» no miran necesariamente al futu­
Ser futural es algo que está con nosotros, a cada momento, en to­ ro que «será», el cual se forma en los cálculos y deseos del suje­
das las acciones que el ser humano emprende. 35 to de la modernidad política. Los futuros que «son» son plurales,
Pero hay que distinguir entre el pensamiento consciente de «un no se prestan a ser representados por un principio totalizador, y no
futuro» al que interpelamos en nuestra búsqueda de la justicia siempre son dóciles a los procedimientos reificadores de la escri­
social y la futuridad que envuelve todos los momentos de la exis­ tura histórica. Pues mi «ser como haber sido» incluye pasados que
tencia humana. El primer tipo de «futuro» es el interpelado tanto existen de maneras.que no puedo ver ni imaginar, o, a veces, sólo
por el historicista como por el decisionista. Recordemos las pala­ puedo hacerlo retrospectivamente. Los pasados están ahí, en el gus­
bras de Nandy: «tales constmctos [del pasado] son primariamen- to, en las prácticas que se han incorporado, en la educación cul-
322 323
tural que los sentidos han recibido durante generaciones. Están ahí nitiva, ésta es la cuestión de los modos diversos que el ser huma­
en prácticas en las que, en ocasiones, ni siquiera sé que estoy par­ no encuentra de ser-en-el-mundo. Entre esos numerosos modos de
ticipando. Así es como lo arcaico llega hasta lo moderno, no como se1� el «reificador» es simplemente uno, aunque domine globalmen­
un vestigio de otro tiempo sino como elemento constitutivo del pre­ te en el presente. Se plantea un problema cuando se exige que la
sente. Sea cual fuere la naturaleza de estos pasados que ya «son», relación reificadora con el pasado sea nuestra única relación, pues
siempre están orientados hacia futuros que también ya «son». Exis­ entonces todo regreso de otras relaciones parece una «pesadilla de
ten con independencia de que yo sea decisionista en relación con los muertos», en palabras de Marx. Para aquellos que se entregan
ellos. El moderno poeta bengalí Arunkumar Sarkar escribe, por por completo a los modos objetivadores de pensamiento, el pasa­
ejemplo, de su infancia: «Ya de pequeño me atraía el sonido [del do conserva el poder de persistir y de provocar la sacudida de lo
lenguaje], y esa atracción fue lo que originó el deseo de escribir siniestro.39 Escuclwmos, por ejemplo, los pensamientos y la expe­
poesía. Mi madre recitaba distintos tipos de poemas, mi padre ver­ riencia del teórico marxista francés Henry Lefebvre -irónico en el
sos sánscritos de encomio [de las deidades], y mi abuela los cien­ caso de su mordaz crítica de la reificación capitalista- cuando vi­
to ocho nombres del [dios] Krishna. No entendía los significados sitó una pequeña iglesia cerca de Navarrenx (su «pueblo natal»),
pero me sentía absorbido por los sonidos». 38 iglesia que pertenecía a su pasado: «Sé lo que encontraré: un espa­
La declaración de Arun Sarkar captura cabalmente el aspecto cio vacío donde el eco resuena, con recovecos llenos de cientos de
no decisionista de su relación con el pasado y el futuro, dentro de objetos, cada uno de ellos lanzando el grito silencioso que lo con­
la cual se mueve el «ahora» del «escribir poesía». El «haber sido» vierte en un signo; ¡Qué extraño poder! Sé que no dejaré de enten­
de la recitación de los poemas de su madre, de los versos sáns­ der su "significado" porque me lo explicaron hace años. Es impo­
critos de su ·padre y de los nombres del dios hindú Krishna de su sible cerrar los ojos y los oídos a estos símbolos. [...] Es imposible
abuela se recuerda aquí en un movimiento de existencia dirigido liberarme de ello». Los «haber sido» que crean este «ahora» para
hacia el futuro. La dirección futural del movimiento se indica en Lefebvre en la iglesia orientan ese «ahora» hacia el futuro que su
la frase «el deseo de escribir poesía». Dentro de esta futuridad es infancia fue una vez. Su marxismo, sin embargo, le insta a clau­
donde acontece la escritura poética de Arun Sarkar. surar este momento y la pluralidad del mismo. Quiere ser consu­
Contra esta pluralidad de los futuros que ya «son» está el fu­ mido por un futuro que «será», el futuro llamado «socialismo». Así
turo de la posición política moderna. Éste es el futuro que «será». que en este punto del texto se libra una batalla: «Pero precisamen­
Este futuro postula un «ahora» donde se nos exige ver el presen­ te porque siento esta oscura emoción puedo comenzar a entender
te como capaz de producir un principio de totalización. A su vez, sus oscuras causas. Por ello no debo desesperar, la lucha continúa
esto nos llama a ser decisionistas y/o reificadores en relación con [...] la religión [...] es una clitica destructiva reaccionaria. El mar­
el pasado. Es el gesto inevitable del sujeto político moderno. No hay xismo ofrece una crítica efectiva, constructiva, de la vida. ¡ Y sólo
razón para rechazarlo como tal. Pero hemos de reconocer las li­ · el marxismo!».40
mitaciones de esos métodos en lo concerniente al pensamiento so­ La naturaleza «invariablemente fragmentaria» e irreductible­
bre el pasado. El pasado, por razones aducidas más arriba, nunca mente plural del «ahora» presenta un obstáculo para una ciencia
es completamente dócil a los protocolos reificadores de la historio­ social que formule el futuro humano como un proyecto en el cual
grafía. Afirmar esto, por cierto, no supone negar el valor heurísti­ la razón se realice de una u otra forma (más democracia, liberalis­
. co de la clase, el patriarcado o la tecnología en los análisis socio- mo, derechos; socialismo, entre otras). Esto, a su vez, hace que juz­
críticos del pasado. Pero la claridad del modelo rio es lo mismo que guemos las prácticas vitales que desaprobamos �prácticas que
· 1a claridad del objeto al cual el modelo representa. parecen supersticiosas o que adscriben agencia a dioses o espíri­
Siempre tenemos, en términos heideggerianos, una precom­ tus- como anacrónicas, si no reaccionarias. Ello sucede, como he­
prensión del hecho de que vivimos entre «futuros» que ya son y que mos visto, incluso cuando el sujeto investigador haJvivido üna rela­
exceden el futuro, que se vacía en el molde de un «será». En defi- ción cotidiana con tales prácticas. La razón adopta aquí la forma

324 325
de principio totalizador con cuya ayuda el investigador de las cien­ sico respondió con sencillez: «¿ El Premio Nobel? Eso era ciencia,
cias sociales sólo puede crear una relación antropologizante, inclu­ un eclipse solar es personal».42
so con aquello con lo que él pueda tener un vínculo previo, simul­ No hay por qué tomar estas anécdotas sobre dos científicos in-
táneo o posteri0r al proceso de investigación. dios como completamente ciertas. Pero estos relatos, posiblemen­
Curiosamente, los científicos indios en activo -y, .supongo, los te apócrifos, sobre el padre de Ramanujan y Sir C.V. Raman me
científicos en otros lugares- no han sentido, por lo general, ningu­ ayudan a imaginar una ubicación alternativa para la «razón» al
na obligación intelectual o social de encontrar un marco general pensar en la cuestión de la «historia india». Estas narraciones su­
único capaz de contener la diversidad de sus propias prácticas gieren, en un sentido heideggeriano, una precomprensión de cómo
vitales (en tanto que diferentes de sus prácticas como científicos). cabría provincializar la Europa de nuestro deseo de ser modernos
En otras palabras, la práctica de la «ciencia» no impulsa necesa­ otorgándole a la razón un lugar diferente del que se le ha asigna­
riamente al investigador a desarrollar un «temperamento científi­ do en el ,pensamiento historicista y moderno. Tanto Ramanujan
co» fuera de la práctica de la propia ciencia. A.K. Ramanujan, el padre como Raman eran científicos cabales. Sin embargo, no ne­
folclorista, escribió una vez sobre su padre, astrónomo que no ex­ cesitaron totalizar a través de la perspectiva científica cada una de
perimentaba conflicto alguno por ser también astrólogo: las diversas prácticas vitales dentro de las cuales se encontraban
y a las que se sentían llamados. Estos relatos -incluso aunque no
«Era matemático y astrónomo. Pero también era un erudito del sean ciertos respecto de estas dos personas- hablan de posibles
sánscrito y un astrólogo experto. Tenía dos géneros de visitan­ prácticas de pensamiento en las que el futuro que «será» nunca
tes exóticos: matemáticos estadounidenses e ingleses que lo lla­ anega por completo los futuros que ya «son».
maban cuando estaban de visita en la India, y astrólogos loca­ Provincializar Europa en el pensamiento histórico supone lu­
les, sabios ortodoxos ·qqe vestían espléndidos chales bordados char por mantener en un estado de tensión permanente un diálogo
en oro regalados por el Marajá. Yo me acababa de convertir, de­ entre dos puntos de vista contradictorios. Por un lado, está el re­
bido a Russell, a la "actitud científica". Me [...] preocupaba que lato universal e indispensable del capital: lo que he denominado la
una sola mente albergase a la vez un saber astronómico y as­ Historia 1. Este relato nos proporciona tanto una crítica del hnpe­
trológico; buscaba consistencia en él, una consistencia que a él rialismo capitalista como ciertas visiones, fugaces pero necesaria­
no parecía importarle, en la que ni siquiera pensaba. Cuando mente vigorizantes, de la promesa ilustrada de una humanidad abs­
le pregunté acerca del efecto del descubrimiento de Neptuno y tracta universal pero nunca-realizable. Sin tales visiones fugaces,
Plutón sobre su arcaica astrología de nueve planetas, replicó: como he afirmado, no hay modernidad política. Por otro lado, está
"Se hacen las correcciones necesarias, y ya está". O, al pregun­ el pensamiento sobre las formas diversas de ser humano, las infi­
tarle cómo podía leer el Gita religiosamente después de bañar­ nitas inconmensurabilidades a través de las que nos afanamos -de
se y[... ] luego alabar a Bertrand Russell o incluso a Ingersoll, forma perenne, precaria, pero inevitable- por «mundanizar el mun­
dijo: "¿[..-.] no sabes que el cerebro tiene dos hemisferios?"».41 do» a fin de habitar nuestros diferentes sentidos de pertenencia
óntica. Éstos son los afanes que se convierten -cuando entran en
Al parece1� la estrategia del padre de Ramanujan para vivir contacto con el capital- en las Historias 2, que, en la práctica, siem­
efectivamente en un «ahora» carente de totalidad -su metáfora de pre modifican e interrumpen el impulso totalizador de la Hist01ia 1.
los dos hemisferios contradictorios reduce con eficacia la unidad Pese a que este libro no está comprometido con Marx ni con
del cerebro a un mero armazón contingente y vacío- también la Heidegger en ningún sentido doctrinario o dogmático, el espíritu
practicaba el investigador indio C.V. Raman, Premio Nobel de Fí­ de su pensamiento y sus conceptos rectores presiden los dos po­
sica. Se dice que Raman corrió a casa desde su laboratorio en la los del pensamiento que dirigen los movimientos de este texto.
Calcuta de los años treinta para «tomar un baño ritual antes de un Como afirmaba al principio, Marx y Heidegger representan para
eclipse solar». Cuando le preguntaron sobre ello, parece que el fí- mí dos tendencias contradictorias, pero profundamente conecta-
326 327
das, que coexisten dentro del pensamiento social europeo moder­ Apéndices
no. U�a de ellas es el legado analítico-conceptual, la práctica de
la abstracción que nos ayuda a universalizar. Precisamos univer­
sales para producir lecturas críticas de las injusticias sociales. Pero
lo universal y lo analítico crean formas de pensamiento que, en úl­
tima instancia, vacían el espacio de lo local. No importa si esto se
lleva a cabo con un lenguaje empírico, pues lo empírico puede a
menudo ser resultado de lo universal, al igual que lo particular se
sigue d,e lo general. Fundamentalmente, tal pensamiento se incli­
na a cercenar la relación entre el pensamiento y los modos de per­
tenencia humana. El otro legado europeo es la tradición herme­
néutica, que tiende a restablecer dentro del propio pensamiento
este nexo entre pensamiento y morada. Mi propósito en este libro
ha sido inscribir unas formas muy particulares de ser-en-el-mun­
do -que denomino bengalíes sólo de modo provisional- dentro de
las categorías universales, abstractas y europeas de la modernidad
capitalista/política. Para mí, provincializar Europa ha sido una
cuestión de cómo crear genealogías conjuntivas y disyuntivas para
categorías europeas de la modernidad política mientras contem­
plamos las historias, necesariamente fragmentarias, de pertenen­
cia humana que nunca constituyen una unidad o un todo.
Como espero que resulte obvio tras lo expuesto, la provincia­
lización de Europa nunca puede ser un proyecto de rechazo del
pensamiento europeo. Pues al final del imperialismo occidental,
el pensamiento europeo es un regalo para todos nosotros. Sólo
podemos hablar de provincializar en un espíritu anticolonial de
gratitud. 43

328
Notas

La provincialízación de Europa en los tiempos de la globalización


(Prefacio a la edición de 2007)

1. Roland Barthes, «Myth Today», en Mythologies, traducido al inglés


por Annette Lavers, Nueva York, Hill and Wang, 1984, págs. 109-159 [Ro­
land Barthes, Mitologías, trad. de H. Schmucler, México, Siglo XXI, 1980].
2. Dipesh Chalaabarty, Rethinlcing Worlcing-Class History: Bengal 1890-
1940, Princeton, Princeton University Press, 2000.
3. Para una historia de este movimiento, véase Sumanta Banerjee, In­
dia's Simmering Revolution: The Naxalite Uprising, Londres, Zed, 1984.
4. Ferdinand de Saussure, Course in General Linguistics, Charles Bally
y Albert Sechehaye, (eds.), traducido al inglés por Wade Baskin, Nueva
York, McGraw Hill, 1966, págs. 65-67 [Ferdinand de Saussure, Curso de
Lingüística general, trad. de Mauro Armiño, Madrid, Alcal, 2006].
5. Véase la reseña de Jacques Pouchepadass de PE, publicada con el
título de «Pluralizing Reason», en History and Theory 41, n.º 3 (2002),
págs. 381-391.
6. El «reconocimiento», escribe Gadamer, «de que toda comprensión
implica inevitablemente algo de prejuicio da al problema hermenéutico
su vigor real». Hans-Georg Gadamer, Truth and Method, Londres, Sheed
and Ward, 1979, pág. 239 [Hans-George Gadamer, Verdad y método, trad.
de Manuel Olasagasti, Salamanca, Sígueme, 2004]. Véase la discusión de
las págs. 235-258. Gadamer, en general, ve los prejuicios como «condi­
ciones de comprensión».
7. Michel Foucault, «Nietzsche, Genealogy, History» en Foucault, Lan­
guage, Counter-Memory, Practice: Selected Essays and Interviews, Donald
Bouchard (ed.), traducido al inglés por Sheny Simon, Ithaca, Cornell
University Press, 1977, págs. 139-164 [Michel Foucault, Nietzsche: la genea­
logía, la historia, trad. de José Vázquez Pérez, Valencia, Pre.:.Textos, 2004].
8. Michel Foucault, «Truth and Power» en Power/Knowledge: Selected
Interviews and Other:Writings: 1972-1977, Colin Gordon (ed.), traducido al
inglés por Colin Gordon et al., Brighton, The Harvester Press, 1980, pág. 117.
9. Véase la discusión del primer capítulo de este libro. Véase también
el ensayo «A Small History of Subaltern Studies» en mi Habitations of Mo-

331
dernity: Essays in the Wake of Subaltern Studies, Chicago, University of Chi­ capítulo 2 y passim. [Osear Halecld, Límites y divisiones de la historia euro­
cago Press, 2 002. pea, trad. de Francisco Sanabria Martín, Madrid, Ediciones del Movi­
10. Véase el ensayo de Sumit Sarkar con ese título en su libro Writing miento, 1958].
Social History, Nueva Delhi, Oxford University Press, 1997. 2 . Janet Abu-Lughod, Befare European Hegemony: The World System
11. Véase la reseña de «Simicus» fechada el 10 de diciembre de 2000 y A.D. 1250-1350, Nueva York y Oxford, Oxford University Press, 1989; Eric
titulada «Wither Subalternity?» en http://www.amazon.com/gp/product/ Wolf, Europe and the People without History, Berkeley y Los Ángeles, Uni­
customer-reviews/0691049092 /ref=cm_cr_dp_pt/102 -6961987-302 1759?ie= versity of California Press, 1982 [Eric Wolf, Europa y la gente sin historia,
UTF8&n=2 83 l 55&s=books. trad. de Agustín Bárcenas, México, Fondo de Cultura Económica, 1987];
12. E.P. Thompson, Whigs and Hunters: The Origins of the Black Act, K.N. Chaudhuri, Asia befare Europe: Econ.omy and Civilization of the
Harmondsworth, Penguin, 1977, pág. 302 . Indian Ocean from the Rise of Islam to 1750, Cambridge, Cambridge Uni­
13. Michael Hardt y Antonio Negri, Empire, Cambridge, Mass., Har­ versity Press, 1990. Entre los títulos más recientes, véase J.M. Blaut, The
vard University Press, 2 000, págs. 44-45 [Michael Hardt y Antonio Negri, Colonizer's Model of the World: Geographical Diffusionism and Eurocen­
Imperio, trad. de Alcira Bixio, Barcelona, Paidós Ibérica, 2002]. tric History, Nueva York, Londres, Guilford Press, 1993; Martín W. Lewis
14. Ibíd., págs. 208, 367. y Karen E. Wigen, The Myth of Contin.ents: A Critique of Metageography,
15. Ibíd., págs. 396-401. Berkeley y Los Ángeles, University of California Press, 1997. Véase tam­
16. Para un fascinante examen de los colonos franceses con su propio bién Sanjay Subrahmanyam, «Connected Histories: Notes towards a Re­
sentido de la «nostalgia» en el siglo :xrx, véase Alice Bullard, Exile to Pa­ configuration of Early Modern Eurasia», Modern Asían Studies 31, n.º 3
. radise: Savagery and Civilization in París and the South Pacific, Stanford, (1997), págs. 735-762 .
Stanford University Press, 2 000. 3. Michael Roth, «The Nostalgic Nest at the End of History», en The
17. El argumento se ha recogido y expandido después en Sanjay Seth, Ironist's Cage: Memory, Trawna and the Construction of Histot)', Nueva York,
«Baclc to the Future?», Third World Quarterly 23, n.º 3 (2002), págs. 565-575; Columbia University Press, 1995, págs. 163-174.
se ha publicado una versión más corta en G. Balakrishnan (ed.), Debating 4. Immanuel Kant, «An Old Question Raised Again: Is the Human
Empire, Londres y Nueva York, Verso, 2003; págs. 43-51. Saurabh Dube, Race Constantly Progressing?» en The Confiict of Faculties, traducido al
«Presence of Europe: An Interview with Dipesh Chakrabarty», South Atlan­ inglés por Mary J. Gregor, Lincoln y Londres, University of Nebraska Press,
tic Quarterly (otoño de 2002), págs. 859-868. 1992, pág. 153 [Immanuel Kant, El confiicto de las facultades en tres par­
18. Véase, por ejemplo, Mark Thurner y Andrés Guerrero (eds.), After tes, versión castellana y estudio prelimina1� de Roberto R. ·Aramayo, Ma­
Spanish Rule: Postcolonial Predicaments of the Americas, Durham, Duke drid, Alianza, 2003]; Jean Hyppolite, Genesis and Structure of Hegel's
University Press,. 2 003; Vicente L. Rafael, White Lave and Other Events in «Phenomenology of Spirit», traducido al inglés por Samuel Cherniak y
Filipino History, Durham, Duke University Press, 2 000; Ferderick Cooper, John Heckman, Evanston, Northwestern University Press, 1974, pág. 426
Colonialism in Question: Theory, Knowledge, History, Berkeley, University [Jean Hyppolite, Génesis y estructura de la «Fenom.enología del espíritu» de
of California Press, 2 005; Achille Mbembe, On the Postcolony, Berkeley, Hegel, trad. de Francisco Fernández Buey, Barcelona, Península, 1998.J.
University of California Press, 2 001. Véase también Charles Taylor, Hegel, Cambridge, Cambridge University
19. Paul Stevens, «Heterogenizing Imagination: Globalization, The Press, 1978, págs. 416-421.
Merchant ofVenice and the Work of Literary Criticism», New Literary His­ 5. Es importante tener presente que no me propongo aquí abordar la
tory 36, n.º 3 (2005), págs. 42 5-437. larga historia y la genealogía de las categorías fundamentales del pensa­
2 0. Véase, por ejemplo, el libro de próxima aparición de Kathleen Da­ miento político y social europeo. Dos genealogías posibles de ese tipo,
vis, Periods of Sovereignty (2008). por ejemplo, la de «esfera pública» y la de «sociedad civil» son las de Jür­
2 1. Amy Hollywood, «Gender, Agency, and the Divine in Religious His­ gen Habermas, The Structural Transfonnation of the Public Sphere: An In­
toriography», Journal of Religion 84 (2 004), págs. 514-528. quiry into a Categ01y of Bourgeois Society, traducido al inglés por Thomas
Burger y Frederick Lawrence, Cambridge, MIT Press, 1989 [Jürgen Ha­
bermas, Historia y crítica de la opinión pública. La transformación estruc­
Introducción. La idea de provincia/izar Europa tural de la vida pública, trad. de Antoni Domenech, Barcelona, Gustavo
Gilí, 1982 ] y Dominique Colas, Civil Soéiety and Fanaticism: Conjoined
1. Véase, por ejemplo, Osear Halecki, The limits and Divisions of Euro­ Histories, traducido al inglés por Amy Jacobs, Stanford/Stanford Univer­
pean Histo1y, Notre Dame, Indiana, University of Notre Dame Press, 1962, sity Press, 1997. Pero estas genealogías son explicaciones completamen-

332 333
te «internas» de la historia intelectual europea. Para una historia
posco­ ciencias humanas europeas. El libro, de próxima aparición, de Sheldon
lonial del pensamiento europeo (francés), véase Alice Bullard, Constel
la­ Pollock «The Language of the Gods in the World of Men: Sanskrit and Po­
tions of Civilization and Savagery: New Caledonia and France 1770-1
900 wer to 1500», enfrenta directamente los problemáticos legados intelectua­
(en prensa).
les de esta práctica. Véanse también: los ensayos de Pollok de inminente
6. Distingo aquí entre las ideas y la práctica. Para ser miembro del publicación «The Death of Sanskrit», en Comparative Studies in Society
cuerpo parlamentario de la India· no se requiere un conocimiento de
cier­ and History y «The New Intellectuals of Seventeenth-Century India», en
ta profundidad de la historia de nada que se llame «el Parlamento».
Sin Indian Economic and Social History Review. Véanse también John D.
embargo, un libro de texto que se proponga explicar a los niños de
la In­ Kelly, «What Was Sanskrit for? Metadiscursive Strategies in Ancient In­
dia cuál es el papel del Parlamento no podrá lograr su cometido sin
esta­ dia», Sheldon Pollock, «The Sanskrit Cosmopolis, 300-1300 C.E.: Trans­
blecer algún tipo de vinculación con la historia europea.
culturation, Vernacularization, and the Question. of Ideology» y Saroja
7. Tapan Raychaudhuri, Europe Reconsidered: Perceptions of the West · Bhate, «Position of Sanskrit in Public Education and Scientific Research
in Nineteenth Century Bengal, Nueva Delhi, Oxford University Press,
1988, in Modern India», todos ellos en Jan E.M. Houben (ed.), Ideology and Sta­
pág. ix.
tus of Sanskrit, Leiden, Nueva York, E.J. Brill, 1996, págs. 87-107, 197-247
8. Acerca de Rammohun Roy, véase V.C. Joshi (ed.), Raja Ram­ y 383-400, respectivamente. El mismo empleo del término «ideología}> en
mohun Roy and the Process of Modernization in India, Nueva Delhi,
Neh­ el título de este libro parecería apoyar mi tesis. Cabría formular puntua­
ru Memorial Museum and Library, 1973; sobre M.N. Roy, véase
Sanjay lizaciones similares respecto de la erudición y las tradiciones intelectuales,
Seth, Marxist Theory and Nationalist Politics: The Case of Colonia
l India por ejemplo, del siglo XVIII en persa y árabe. Desafortunadamente, me en­
Nueva Delhi, Sage Publications, 1995.
cuentro menos al tanto de la investigación contemporánea de este proble­
9. Véase el último capítulo de este libro. ma con respecto a estas dos lenguas. Reconozco también que es digna del
10. Hichem Djait, Europe and Islam: Cultures and Modernity, traduci­ mayor respeto la línea de los estudiosos modernos de filosofía india, quie­
�o al �nglés por Peter Heinegg, Berkeley y Los Ángeles, University of Ca­ nes durante generaciones han intentado establecer un diálogo entre las
hforma Press; 1985, pág. 101 [Hichem Djait, Europa y el Islam, trad. de tradiciones de pensamiento europea e india. Dos representantes contem­
Javier Sánchez Prieto, Madrid; Libertarias, 1990]. poráneos de esta tradición serían J.N. Mohatny y el difunto B.K. Matilal.
11. Véanse las conclusiones en Frantz Fanon, The Wretched of the Sin embargo, lamentablemente, su pensamiento aún no ha tenido un im­
Earth, traducido al inglés por Constance Farrington, Nueva York, Grove pacto considerable sobre las investigaciones de las ciencias sociales en
Press, 1963 [Frantz Fanon, Los condenados de la tierra, trad. de Julieta Cam­ Asia meridional.
pos, México, Fondo de Cultura Económica, 1971]. 14. Documento algunos ejemplos en el capítulo 5.
12. Véase Martin Bernal, The Black Athena: The Afroasiatic Roots of 15. Robert Young, White Mythologies: History Writing and the West,
Classical Civilization, vol. 1, Londres, Vintage, 1991 [Martin Bernal, Londres y Nueva York, Routledge, 1990.
Atenea negra: las raíces afroasiáticas de la civilización clásica, trad. de 16. Frederic Jameson, Postmodernism or, the Cultural Logic of Late Ca­
Teófilo Lozoya, Barcelona, Editorial Crítica, 1993]; Samir Amín, Euro­ pitalism, Durham, Dulce University Press, 1991, capítulo 1 [Frederic Ja­
centrism, traducido al inglés por Russell Moore, Nueva York, Zed, -1989, meson, El posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado,
págs. 91-92 [Samir Amin, El eurocentrismo: crítica de una ideología, trad. trad. de José Luis Pardo Torío, Barcelona, Paidós, 1991].
de Rosa Cusminsky de Cendrero, México, Siglo XXI Editores, 1989], 17. Lawrence Grossberg, citado en Meaghan Morris, «Metamorphoses
sobre «los mitos de la ascendencia griega». Estimo que varias de las at the Sydney Tower», New Formations 11 (verano de 1990), págs. 5-18.
afirmaciones de Bernal son objeto de controversia en la investigación Véase una discusión más amplia en mi «The Death of History? Histori­
actual. Pero su puntualización en cuanto a las contribuciones aporta­ cal Consciousness and the Culture of Late Capitalism}>, Public Culture 4,
das por individuos no griegos al pensamiento denominado «griego» si­ n.º 2 (primavera de 1992), págs. 47-65. Véase también Lawrence Grossberg,
gue en pie. «History, Imagination and the Politics of Belonging: Between the Death
13. Esto no significa negar el hecho de que el aprendizaje del sáns­ and Fear of History», en Paul Gilroy, Lawrence Grossberg y Angela
crito gozó de un breve renacimiento bajo el dominio británico en la pri­ McRobbie (eds.), Without guarantees: in Honor of Stuart Hall, Londres y
mera mitad del siglo XIX. Pero esta renovación del interés por el sánscrito Nueva York, Verso, 2000; Meaghan Morris, Too Soon Too Late: History in
no debe confundirse con la cuestión de la supervivencia de una tradición Popular Culture, Bloorriington, Indiana University Press, 1998.
intelectual. La investigación y los estudios modernos de sánscrito han sido 18. David Harvey, The Condition of Postmodernity: An Enquiry into the
acometidos íntegramente dentro de las estructuras intelectuales de las Origins of Cultural Change, Oxford, Basil Blackwell, 1990, capítulos 8 y 9.
334 335
19. «Introduction» a Lisa Lowe y David Lloyd (eds.), The Politics of tury, Cambddge, Cambddge University Press, 1990; y Reinhart Kosselleck,
Culture in the Shadow of Capital, Durham, Duke University Press, 1997. Futur:es Past: On the Semantics of Historical Time, traducido al inglés por
Gyan Prakash, «Introduction» a Prakash (ed.), After Colonialism: Imperial Keith Tribe, Cambridge, MIT Press, 1985. Kosselleck escribe (pág. 200):
Histories and Postcolonial Displacements, Princeton, Princeton University «Nuestro concepto contemporáneo de la historia, junto con sus nume­
Press, 1995, págs. 3-17. rosos campos semánticos[...] fue constituido por primera vez hacia fina­
20. «Prefacio a la primera edición» en Karl Mar:x·, Capital: A Critique of les del siglo XVIII. Es un resultado de las prolongadas reflexiories teóricas
Political Economy, vol. 1, traducción al inglés de Ben Fowkes, Harmonds­ de la Ilustración. Previamente, por ejemplo, había existido la historia que
worth, 1990, pág. 91 [Karl Marx, El capital: crítica de la economía políti­ Dios había puesto en movimiento con la humanidad. Pero no había nin­
ca, trad. y notas de Pedro Scaron, Madrid, Siglo XXI de España, 1984]. guna histoda en la cual la humanidad podlia haber sido el sujeto o una
Bob Jessop y Russell Wheatley (eds.), Karl Marx's Social and Political historia que pudiera pensarse como su propio sujeto». Antes de 1780,
Thought: Critica! Assessments - Second Series, vol. 6, Londres y Nueva York, añade Kosselleck, la «historia» siempre tenía el significado de la historia
Routledge, 1999, es una excelente colección de ensayos recientemente pu­ de algo particular. La idea de ser, pongamos por caso, un «estudiante de
blicados sobre la cuestión del eurocentrismo en Marx. historia» -esto es, la idea de una historia-en-general- es claramente un
21. Phyllis Deane, The First Industrial Revolution, Cambridge, Cam­ ejercicio moderno, posilustrado.
bridge University Press, 1979 [Phyllis Deane, La primera revolución indus­ 27. «On Liberty», capítulo 1 (especialmente pág. 15) y «Considerations
trial, trad. de Jordi Solé-Tura, Barcelona, Ediciones Península, 1998]. on Representative Government», capítulo 18, págs. 409-423 en particu­
22. Señalan este punto tanto Naoki Sakai en su Translation and Sub­ lar, en John Stuart Mill, Three Essays, Oxford y Nueva York, Oxford Uni­
jetivity: On (dapan» and Cultural Nationalism, Minneapolis, University of versity Press, 1975 [John Stuart Mill, Sobre la libertad, trad. de Pablo de
Minnesota Press, 1997, como Samir Amín en El eurocentrismo. Azcárate, Madiid, Alianza Editodal, 1996 y Consideraciones sobre el gobier­
23. Uday Singh Mehta, Liberalism and Em.pire: A Study in Nineteenth­ no representativo, trad. de Carlos Mellizo, Madrid, Alianza Editorial, 2001].
Century British Liberal Thought, Chicago, University of Chicago Press, 1999, Véase también el estimulante análisis de Mill en la obra de Mehta Libera­
págs. 99-100, ofrece una interpretación muy pertinente del ensayo de John lism and Empire, capítulo 3.
Stuart Mill sobre la «civilización». Para un análisis del papel de la no­ 28. Mill, «Representative Government», pág. 278. Mill enumera una
ción de «civilización» en la organización académica de los «Estudios de serie de asuntos cuyo conocimiento «cabría exigir a todos los electores».
Área» en Estados Unidos, véase Andrew Sartori, «Robert Redfield's Com­ 29. Report of the Indian Franchise Committee, Calcuta, Government of
parative Civilizations Project and the Política! Imagination of Postwar Ame­ India, 1932, vol. 1, págs. 11-13.
rica» en Positions: East Asia Cultures Critique 6, n.º 1 (primavera de 1998), 30. Discurso de Radhakrishnan ante la Asamblea Constituyente el 20
págs. 33-65. de enero de 1947, reeditado en B. Shiva Rao et al. (eds.), The Framing of
24. Véase Fernando Coronil, The Magical State: Nature, Money and Mo­ Indias Con.stitution: Select Documents, Nueva Delhi, Indian Institute of Pu­
dernity in Venezuela, Chicago, University of Chicago Press, 1997, págs. 387- blic Administration, 1967, vol. 2, pág. 15.
388. Enrique Dussel, The Invention of the Americas: Eclipse of «the Other» 31. Véase Akhil Gupta, Postcolonial Development: Agriculture in. the
and the Myth of Modernity, traducido al inglés por Michael D. Barbe1� Nue­ Making of Modern India, Durham, Duke University Press, 1998; James
va York, Continuum, 1995 [Enrique Dussel, 1492, el encubrimiento del Ferguson, The Anti-Political Machine: ((Developmen.t», Depoliticization, and
otro: hacia el origen del mito de la modernidad, Madrid, Nueva Utopía, Bureaucratic Power in Lesotho, Minneapolis, University of Minnesota Press,
1992] es un vigoroso intento de cuestionar el eurocentrismo. 1994, y Arturo Escobar, En.countering Development: The Makin.g and Un­
25. Johannes Fabian, Tirne and the Other: How Anthropology Makes making of the Third World, Princeton, Princeton University Press, 1995,
Jts Object, Nueva York, Columbia University Press, 1983, capítulos 1 y 2. que documentan el historicismo que subyace al lenguaje de la adminis­
Para una convincente interpretación afín de la antropología del siglo XIX tración del desarrollo.
que avanza en esta línea de argumentación, véase Patrick Wolfe, Settler 32. Homi K. Bhabha, «DissemiNation: Time, Narrative and the Mar­
Colonialisni and the Transformation of Anthropology: The Politics and Poe- gins of the Modern Nation», en Homi K. Bhabha, The Location of Cultu­
tics of an Ethnographic Event, Londres y Nueva York, Cassell, 1999. re, Londres, Routledge, 1994, págs. 139-170.
26. Acerca de los orígenes europeos de la disciplina académica de la 33. Ranajit Guha (ed.), Subaltern Studies: Studies in Indian Society
«historia», véase Peter Burke, The Renaissance Sense of the Past, Londres, and History, Nueva Delhi, Oxford Univetsity Press, 1983-1993, vols. 1-6.
Edward Arnold, 1969; J.G.A. Pocock, The Ancient Constitution and the Los volúmenes· siguientes, del 7 al 1O, han sido editados, respectivamen­
Feudal Law: A Study of English Historical Thought in the Sev.enteenth Cen- te, por los equipos editoriales conformados por Gyan Pandey y Partha

336 337
Chatterjee; David Arnold y David Hardiman; Shahid Armin y Dipesh Cha­ contenido político. Anil Seal, The Emergence of Indian Nationalism: C01n­
krabarty; y Susie Tham, Gautam Bhadra y Gyan Prakash. petition and Collaboration in the Later 19th Century, Cambridge, Cambri­
34. Ranajit Guha, Elementary Aspects of Peasant Insurgency in Colo­ dge University Press, 1968, capítulo l. Por otro lado, los historiadores
nial India, Nueva Delhi, Oxford University Press, 1983, pág. 6. marxistas de la India, típicamente, vaciaron la religión de todo su conte­
35. Dejo de lado aquí la bibliografía sobre la teoría de la elección ra­ nido específico colocando en su centro una racionalidad secular. Véase
cional, en la medida en que pocbs historiadores emplearon el esquema. el ensayo de Guha «The Prose of Counter-Insurgency» en Ranajit Guha y
de la elección racional para redac_tar historias de la conciencia o de las Gayatri Chakravorty Spivak (eds.), Selected Subaltem Studies, Nueva York,
prácticas culturales humanas. La elección racional ha sido el marco teó­ Oxford University Press, 1988, págs. 45-86.
rico predominante en las áreas de la economía y las ciencias políticas. 45. La obra de Talal Asad Genealogies of Religion: Discipline and Rea­
36. E.J. Hobsbawrn, Primitive Rebels: Studies in Archaic Forms of So­ son of Power in Christianity and Islam, Baltirnore y Londres, Johns Hop­
cial Movement in the 19th and 20th Centuries, Manchester, Manchester kins University Press, 1993, contiene numerosas observaciones agudas
University Press, 1978; primera edición, 1959, págs. 2-3 [E.J. Hobsbawm, acerca de _la vida secularizada del cristianismo en las democracias occi­
Rebeldes primitivos: estudio sobre las farmas arcaicas de los movimientos dentales.
sociales en los siglos XIX y XX, trad. de Joaquín Romero Maura, Barcelo­ 46. Con sus numerosas limitaciones, éste fue uno de los argumentos
na, Ariel, 1983]. que irite�té desarrollar en mi libro Rethinking Working-Class History: Ben­
37. Neil Smith, Uneven Development: Nature, Capital and the Produc­ gal 1890-1940, Princeton, Princeton University Press, 1989.
tion of Space, Oxford, Basil Blackwell, 1990. La propia interpretación de 47. Ranajit Guha, «On Sorne Aspects of Indian Historiography», en
Smith del desarrollo desigual sigue siendo historicista. La distinción Guha y Spivak (eds.), Selected Subaltern Studies, pág. 4.
de Marx entre la subsunción «formal» y «real» del trabajo, por ejemplo, 48. Ibíd., págs. 5-6.
es tratada por Srnith sobre todo como una cuestión de transición histó­ 49. Así es corno argumentaban los líderes nacionalistas indios, como
rica (pág. 140). James Chandler, England in 1819, Chicago, University of. Jawaharlal Nehru, en la década de los años treinta. Véase Jawaharlal
Chicago Press, 1998, pág. 131, hace remontar la ide·a de desarrollo de­ Nehm, Indias Freedom, Londres, Allen and Unwin, 1962, pág. 66. Bipan
sigual a la Ilustración escocesa. Chandra ofrece un argumento similar en Nationalism and Colonialism in
38. El imaginativo enfoque de Ernst Bloch del nazismo basado en la Modern India, Nueva Delhi, Orient Longrnan, 1979, pág. 135.
«sincronicidad de lo no sincrónico» asume una «totalidad» dentro de 50. Ranajit Guha, «Colonialism in South Asia: A Dominance without
la cual el «ahora» pertenece al modo capitalista y el campesino es un «tipo Hegernony and Its Historiography», en Dominance without Hegemony:
anterior», un ejemplo de un «resto genuinamente no sincrónico». Ernst History and Power in Colonial India, Cambridge, Harvard University Press,
Bloch, «Non-synchronism and the Obligation to Its Dialectics», New Ger­ 1997, págs. 97-98.
man Critique 11, traducido al inglés por Mark Ritter (primavera de 1977), 51. Digo «la cuestión de ser humano» porque esta cuestión, tal como
págs. 22-38. Bloch, como puntualiza Martin Jay, más tarde desarrolló su sabernos desde Heidegger, sólo podría plantearse corno pregunta y no
propia crítica al tiempo histórico secular y vacío mediante una seria re­ corno respuesta. Cualquier tentativa de respuesta fundada en las ciencias
flexión acerca de lo comúnmente denominado religioso. Véase Martín positivas terminaría por disolver la categoría de lo «humano». Véase el
Jay, Marxism and Totality: The Adventures of a Concept from Lukacs to parágrafo titulado «How the Analitic of Dasein Is to Be Distinguished
Habermas, Berkeley y Los Ángeles, University of California Press, 1984, from Anthropology, Psychology and Biology» [ «Deslinde de la analítica
págs. 189-190. del "ser ahí" respecto de la antropología, psicología y biología»] en Mar­
39. James Chandler, England in 1819, pág. 131. tín Heidegger, Being and Time, traducido al inglés por John Macquarrie
40. Véase sobre esta cuestión mi ensayo «A Srnall History of Subal­ y Edward Robinson, Oxford, Basil Blackwell, 1985, págs. 71-75 [Martin
tern Studies» en Habitations of Modernity: Essays in the Wake of Subaltern Heidegger, El ser y el tiempo, trad. de José Gaos, México, Fondo de Cultu­
Studies, Chicago, University of Chicago Press,. 2002, págs. 3-17. ra Económica, 2001].
41. Véase el capítulo 4. 52. Rarnachandra Gandhi, The Availability of Religious Ideas, Londres,
42. Guha, Elementary Aspects, pág. 6. Macrnillan, 1976, pág. 9.
43. Ibíd., pág. 75. 53. Leela Gandhi, P;ostcolonial Theory: An Introduction, Sydney, Allen
44. Ibíd;, capítulos 1 y 2. Los historiadores conservadores pasaban and Unwin, 1998, pág. x.
por alto esta fase de las rebeliones campesinas considerándola el «tradi­ 54. Sobre la mediación española del pensamiento europeo en Lati­
cional arrnar�e con palos y con piedras» y, por lo tanto, privándola de noamérica, véase Walter Mignolo, The Darker Side of the Renaissance: Li-

338 339
teracy, Territoriality, and Colonization, Ann Arbor, University of Michigan en Outside in the Teaching Machine, Londres y Nueva York, Routledge,
Press, 1995, y la «Introduction» de Fernando Coronil a Fernando Ortiz, 1993, págs. 179-200; Vicente L. Rafael, Contracting Colonialism, capítu­
Cuban Counterpoint: Tobacco and Sugar, Durham, Duke University Press, lo 1, «The Politics of Translation»; Talal Asad, «The Concept of Cultural
1995, pág. xix [Fernando Ortiz, Contrapunteo cubano del tabaco y el azú­ Translation in Bdtish Anthropology» en Genealogies of Religion, págs. 171-
ca1; Madrid, Cátedra, 2002]. Para las perspectivas latinoamericanas de las 199; Homi K. Bhabha, «How Newness Enters the World: Postmodem Spa­
ciencias sociales poscoloniales, véase Fernando Coronil, The Magical Sta­ ce, Postcolonial Times and the Trials of Cultural Translation», en The Lo­
te: Nature, Money, and Modernity in Venezuela, Chicago, University of Chi­ cation of Culture, págs. 212-235.
cago Press, 1997; Sara Castro-Klaren, «Historiography on the Ground: 58. Estoy agradecido a Homi Bhabha por esta expresión. La relación
The Toledo Circle and Guarnan Poma» (inédito); Peter Hulme, Colonial entre las tradiciones analítica y hermenéutica es objeto de una lúcida discu­
Encounters: Europe and the Native Caribbean 1492-1797, Londres y Nueva sión en Richard E. Palmer, Henneneutics: Interpretation Theo1y in Schleier­
York, Routledge, 1986; Enrique Dussel, «Eurocentrism and Modernity», macher, Dilthey, Heidegger and Gadamer, Evanston, Northwestern Univer­
Boundary 2 20, n.º 3 (1993), págs. 65-76. sity Press, 1969. Sin embargo, no es posible ser dogmático en relación con
55. La obra de Xudong Zhang, Chinese Modemisni in the Era of Re­ esta división.
forms, Durham, Duke University Press, 1997, capítulo 2, contiene un ani­ 59. «Postcoloniality and the Artífice of History: Who Speaks for "In­
mado debate acerca del controvertido estatus de los estudios poscoloniales dian" Pasts?», Representations 37 (invierno de 1992), págs. 1-26.
entre los especialistas sobre China. Véase también su «Nationalism, Mass 60._Friedrich Nietzsche, «On the Uses and Disadvantages of History
Culture, and Intellectual Strategies in Post-Tiananmen China», Social Text, for Life» (1874), en Untimely Meditations, traducidas al inglés por R.J.
6, n.º 2 (verano de 1998), págs. 109-140. Conviene destacar que los escd­ Hollingdale, Cambddge, Cambridge University Press, 1989, págs. 57-123
tos de Rey Chow marcan una trayectoda algo diferente; véase su Women [Friedrich Nietzsche, Consideraciones intempestivas, trad. de Andrés Sán­
and Ch.in.ese Modernity: The Politics of Reading between East and West, chez Pascual, Madrid, Alianza, 1988].
Minneapolis, University of Minnesota Press, 1991. 61. Véase el análisis de mi ensayo «Reconstructing Liberalism? Notes
56. Véase, por ejemplo, Stefan Tanaka, Japan's Orient: Rendering Pasts toward a Conversation between Area Studies and Diasporic Studies», Pu­
into Histo1y, Berkeley y Los Ángeles, University of California Press, 1993, blic Culture 10, n.º 3 (primavera de 1998), págs. 457-481.
capítulo 1; Vicente L. Rafael, Contracting Colonialism: Translation and 62. J.H. Bloomfield, «The Forgotten Majodty: The Bengal Muslims and
Christian Conversion in Tagalog Society under Early Colonial Rule, Durham, September 1918», en D.A. Low (ed.), Soundings in Modern South Asían
Duke University Press, 1993; Tessa Morris-Suzuki, Re-inventing Japan: History, Londres, Weidenfeld and Nicolsori, 1968, págs. 196-224.
Time, Space, Nation, Nueva York y Londres, M.E. Sharpe, 1998, capítu­ 63. Véase H. Aram Veeser (ed.), The New Historicism Reader, Nueva York
lo 7; Ann Stoler, Capitalism and Confrontation in Sumatra's Plantation y Londres, Routledge, 1994.
Belt, 1870-1919, Ann Arbor, University of Michigan Press, 1995, véase en 64. Véase Georg G. Iggers, The Gennan Conception of History: T1ie Na­
particular el nuevo «Prefacio»; de la misma autora, Race and Education of tional Tradition of Historical Thought from Herder to the Present, Hanover,
Desire: Foucault's «History of Sexuality» and the Colonial Order of Things, New Hampshire, University Press of New England, 1983.
Durham, Duke University Press, 1995; V.Y. Mudimbe, The Idea of Africa, 65. Ian Hacking, «Two Kinds of 'New Histmicism' for Philosophers»,
Bloomington y Londres, Indiana University Press and James Currey, 1994. en Ralph Cohen y Michael S. Roth (eds.), Hist01y and... Historians within
El trabajo de Naoki Sakai pertenecería claramente a esta lista y. yo mis­ th.e Human Sciences, Charlottesville y Londres, University of Virginia Press,
mo he tratado de plantear la cuestión de la historia no eurocéntdca en el 1995, pág. 298.
caso de Japón en mi breve «Epílogo» a Stephen Vlastos (ed.),, Mirror of 66. Maurice Mandelbaum, History, Man and Reason, Baltimore, 1971,
Modernity: Invented traditions of Modern Japan, Berkeley y Los Ángeles, pág. 42, citado en F.R. Ankersmit, «Histmicism: An Attempt at Syntesis»,
University of California Press, 1998, págs. 285-296. History and Theory 36 (octubre de 1995), págs. 143-161.
57. Como ha expresado con gran claridad Meaghan Morris en su 67. En este punto me apoyo en Ankersmit, «Historicism»; Friedrich
«Prólogo» a Naoki Sakai, Translation and Subjectivity:· On «Japan» and Meinecke, Historicism: The Rise of a New Historical Outlook, traducido
Cultural N ationalism, Minneapolis, University of Minnesota Press, 1997, al inglés por J.E. Anderson, Londres, Routledge and I(egan Paul, 1972
pág. xiii: «Sakai claramente comparte con otros teóricos una concepción .[Friedrich Meinecke, El historicismo y sus génesis, trad. de José Mingarro
de la traducción como una práctica que produce diferencia a partir de la et al., Madrid; Fondo de Cultura Económica, 1983]; Hayden White, Me­
inconmensurabilidad (en vez de equivalencia a partir de la diferencia)». tahistory: Th.e Historical Imagination in Nineteenth-Cen'tury Europe, Bal­
Véase también Gayatri Chakravorty Spivak, «The Politics of Translation» timore, Johns Hopkins University Press, 1985, y «Droysen's Historilc:

340 341
Historical Writing as a Bourgeois Science » en The Content of the Form: derstanding, Nueva York, State University of New York Press, 1988,
Narrative Discourse and Historical Representation, Baltimore, Johns Hop­ págs. 167-168.
lcins University Press, 1990, págs. 83-103 [Hayden White, El contenido 5. Véase la discusión en Karl Marx, Grundrisse: Foundations of the
de la farma: narr(J-tiva, discurso y representación histórica, trad. de Jorge Critique of Political Economy, traducido al inglés por Martin Nicholas,
Vigil Rubio, Barcelona, Paidós Ibérica, 1992]; Leopold vdn Ranke, «Pre­ Harmondsworth, Penguin, 1973, págs. 469-512 [Karl Marx, Elementos
face: Histories of Romance and· Germanic Peoples» y «A Fragment from fundamentales para la crítica de la economía política, trad. de Pedro Sca­
the 1830s » en Fritz Stern (ed.), The Varieties of History: From Voltaire ron, Madrid, Siglo XXI de España, 1976] y en Karl Marx, Capital: A Cri­
to the Present, Nueva York, Meridian Books, 1957, págs. 55-60; Hans tique of Political Economy, vol. 3, Moscú, Foreign Languages Publishing
Meyerhoff (ed.), The Philosophy of History in Our Own· Time: An Antho­ House, 1971, págs. 593-613 [Karl Marx, El capital: crítica de la economía
logy, Nueva York, Doubleday Anchor Books, 1959, véase «Introduction » ,
· política, trad. de Pedro Scaron, Madrid, Siglo XXI de España, 1984].
págs. 1-24 y la sección titulada «The Heritage of Historicism » ; y Paul Ha­ 6. Véase mi Rethinking Working-Class History: Bengal 1890-1940, Prin-
milton, Historicism, Londres y Nueva York, Routledge, 1996. El análisis ceton, Princeton University Press, 1989, capítulo 7.
del historicismo de James Chandler en England in 1819 es enormemen­ 7. Marx, Capital, vol. 1, Moscú, Foreign Languages Publishing House,
te provechoso. He optado por no referirme a los desarrollos de Karl Pop­ s/f, pág. 60.
per sobre el historicismo debido al empleo idiosincrásico que realiza del 8. Grundrisse, pág. 105.
término. 9. Véase Rethinking Working-Class History, en particular el capítulo 7.
68. «La historia es el tema de una estmctura cuyo sitio no es un tiem­ 10. Sumit Sarkar, Modern India 1885-1947, Nueva Delhi, Macmi-
po homogéneo, vacío, sino un tiempo lleno por la presencia del ahora. » llan, 1985, pág. l.
Walter Benjamin, «Theses on the Philosophy of History» en sus Illumi­ 11. Ibíd., pág. 4.
nations, traducido al inglés por Harry Zohn, Nueva York, Fontana/Collins, 12. Ranajit Guha y Gayatri Chakravorty Spivak (eds.), Selected Su-
1982, pág. 263 [Walter Benjamin, «Tesis de filosofía de la historia » , en baltern Studies, Nueva York, Oxford University Press, 1988, pág. 43; la
Discursos interrumpidos. T.1. Filosofía del arte y de la historia, trad. de Je­ cursiva es mía. Estas palabras son de Guha. Pero creo que representan
sús Aguirre, Madrid, Taums, 't 992]. Para una crítica de Benjamin referi­ un sentido de la responsabilidad historiográfica compartido por todos
da a su incapacidad de reconocer por qué las cronologías conservan su los miembros del Grupo de Estudios Subalternos.
importancia para los historiadores, véase Siegfried Kracauer, History: The 13. Véase L.T. Hobhouse, Liberalism, Nueva York, Oxford University
Last Things befare the Last, Princeton, Markus Wiener, 1995, en particu­ Press, 1964, págs. 26-27.
lar, capítulo 6. 14. Nirad C. Chaudhuri, The Autobiography of an Unknown Indian,
Berkeley y Los Ángeles, University of California Press, 1968 [1951], pá­
gina de la dedicatoria.
Primera parte 15. Partha Chatterjee, Nationalist Thought and the Colonial World:
1. La poscolonialidad y el artificio de la historia A Derivative Discourse?, Londres, Zed, 1986.
16. Mudhusudan rachanabali (en bengalí), Calcuta, Sahitya Samsad,
l. Ronald Inden, «Orientalist Constructions of India » , Modern Asian 1965, pág. 449. Véase también Jogindranath Basu, Michael Madhusudan
Studies 20, n.º 3 (1986), pág. 445. Datter Jibancharit (en bengalí), Calcuta, Ashok Pustakalay, 1978, pág. 86.
2. Debo a Jean Beaudrillard el término «hiperreal», pero mi uso di­ 17. Mi comprensión de este poema se ha enriquecido gracias a las con­
fiere del suyo. Véase su Simulations, traducido al inglés por Paul Foss, versaciones con Marjorie Levinson y David Bennett.
Paul Patton y Philip Batchman, Nueva York, Semiotext(e), 1983. 18. No afirmo con ello que todos estos géneros emerjan necesaria­
3. Linda Hutcheon, The Politics of Postmodernism, Londres, Rout­ mente con el individualismo burgués. Véase Natalie Zemon Davies, «Fame
ledge, 1989, pág. 65. and Secrecy, Leon Modena's Life as an Early Modern Autobiography » ,
4. Edmund Husserl, The Crisis of European Sciences and Transcen­ History and Theory 27 (1988), págs. 103-118, y «Boundaries and Sense of
dental Philosophy, traducido al inglés por David Carr, Evanston; North­ Self in Sixteenth-Century France » , en Thomas C. Heller et al. (eds.), Re­
western University Press, 1970, págs. 281-285 [Edmund Husserl, La cri­ constructing Individualism: Autonomy, Individuality, and the Self in Wes­
sis de las ciencias europeas y la fenomenología trascendental, trad.- y nota tern Thought, Stanford, Stanford University Press, 1986, págs. 53-63.
editorial de Jacobo Muñoz y Salvador Mas, Barcelona, Crítica, 1990]. Véase también Philippe Lejeune, On Autobiography, traducido al inglés
Véase también Wilhelm Halbfass, India and Europe. An Essay in Un- por Katherine Leary, Minneapolis, University of Minnesota Press, 1989,

342 343
págs. 163-184 [Philippe Lejeune, El pacto autobiográfico y otros estudios, 34. Véase Subaltem Studies, vols. 1-7, Nueva Delhi, Oxford University
trad. de Ana Torrent, trad. de la introducción de Ángel G. Loureiro, Ma­ Press, 1982-1991 y Ashis Nandy, The Intimate Enemy: Loss and Recovery
drid, Megazul-Endymion, 1994]. of Self under Colonialism, Nueva Delhi, Oxford University Press, 1983.
19. Véase Chatterjee, Nationalist Thought, el capítulo sobre Nehru. 35. Véanse varios ensayos en Subaltem Studies y Ranajit Guha, Ele­
20. M.K. Gandhi, Hind Swaraj (1909) en Collec(ed Works of Mahatma menta1y Aspects.
Gandhi, vol. 10, Nueva Delhi, Publications Divisiop., Ministry oflnforma­ 36. Homi K. Bhabha, «Of Mimicry and Man: The Ambivalence of Co­
tion and Broadcasting, Government of India, 1963, pág. 15. lonial Discourse», en Annette Michelson et al. (eds.), October: The First
21. Véase la exposición de Gauri Viswanathan, Masks of Conquest; Li­ Decadé 1976-1986, Cambridge, MIT Press, 1987, págs. 317-326; véase tam­
terary Studies and British Rule in India, Nueva York, Columbia Universi­ bién Homi Bhabha (ed.), Nation and Narration, Londres, Routledge, 1990.
ty Press, 1989, págs. 128-141. 37. Spivak, «Can the Subaltern Speak?». Véase también la entrevista
22. Ranajit Guha, Elementary Aspects of Peasant Insurgency in Colo­ de Spivak publicada en Socialist Review 20, n.º 3, julio-septiembre de 1990.
nial India, Nueva Delhi, Oxford University Press, 1983, capítulo 2. 38. Acerca del estrecho vínculo entre las ideologías imperialistas y la
23. William E. Connolly, Political Theory and Modemity, Oxford y Nue­ enseñanza de la historia en la India colonial véase Ranajit Guha, An In­
va York, Basil Blackwell, 1989. dian Historiography of India: A Nineteenth-Centwy Agenda and its bnpli­
24. Jürgen Habermas, The Structural Transformation of the Public cations, Calcuta, K.P. Bagchi, 1988.
Sphere: An Inqui1y into a Category of Bourgeois Society, traducido al in­ 39. Sin implicarlos en absoluto en la totalidad de este argumento, cabe
glés por Thomas Burguer y Frederick Lawrence, Cambridge, MIT Press, mencionar los paralelos entre mi afinnación y lo que Gyan Prakash y Ni­
1989, pág. 49. cholas Dirks han alegado en otro lugar. Véase Gyan Prakash, «Writing
25. Véase Sumít Sarkar, «Social History: Predicament and Possibi­ Post-Orientalist Histories of the Third World: Perspectives from Indian
lities», en Iqbal Khan (ed.), Fresh Perspective on India and Pakistan: Historiography», Comparative Studies in Sóciety and History 32, n.º 2
Essays on Economics, Politics and Culture, Lahore, Book Traders, 1987, (abril 1990), págs. 383-408; Nicholas B. Dirks, «History as a Sign of the
págs. 256-274. Modero», Public Culture 2, n.º 2 (primavera de 1990), págs. 25-33.
26. Por motivos de espacio dejaré sin fundamentar esta afirmación, 40. Véase Amartya Kumar Sen, Of Ethics and Econoniics, Oxford y
aunque espero tener la oportunidad de analizarla en profundidad en otra Nueva York, Basil Blackwell, 1987. El libro de Tessa Morris-Suzuld titu­
ocasión. He de matizarla mencionando que se refiere principalmente a lado A Hist01y of Japanese Economic Thought, Londres, Routledge, 1989
las autobiografías publicadas entre 1850 y 191O. Una vez que las mujeres es una lectura interesante sobre esta cuestión. Le agradezco a Gavan Mc­
ingresan en la esfera pública en el siglo XX, sus autorretratos adquieren Cormack el haber dirigido mi atención hacia ese libro.
dimensiones q.iferentes. 41. Carole Pateman, The Sexual Contract, Stanford, Stanford Univer­
27. Nirad C. Chaudhuri, Thy Hand, Great Anarch! India 1921-1952, sity Press, 1988, pág. 184 [Carole Pateman, El contrato sexual, trad. de
Londres, Chatto and Windus, 1987, págs. 350-351. M/ Luisa Pernerías, Barcelona, Anthropos, 1995].
28. Véase Marx, On the Jewish Question en Early Writings, Harmonds­ 42. Fredric Jameson, «Cognitive Mapping», en Nelson y Grossb_erg
worth, Penguin, 1975, págs. 215-222 [Karl Marx, La cuestión judía, trad. (eds.), Marxism and the Interpretation of Culture, pág. 354.
de Antonio Hermosa Andújar, Santillana, Madrid, 1997]. 43. David Arnold, «The Colonial Prison: Power, Knowledge and Pe­
29. Ramabai Ranade, Ranade: His Wife's Reminiscences, traducido al nology in Nineteenth-Century India», en D. Arnold y D. Hardiman (eds.),
inglés por Kusumavati Deshpande, Nueva Delhi, Publications Division, Subaltem Studies 8, Nueva Delhi, Oxford University Press, 1995. He tra­
Ministry of Information and Broadcasting, GGvernment of India, 1963, tado algunas de estas cuestiones en un artículo en bengalí: «Sarh� samaj
pág. 77. o rashtra -oupanibeshik bharate mahamari o janasangskriti», Anustup,
30. Ibíd., págs. 84-85. n.º anual (1988).
31. Meaghan Morris, «Matamorphoses at Sydney Tower», New Forma­ 44. Lawrence Brilliant y Girija Brilliant, «Death for a Killer Disease»,
tions 11 (verano de 1990), pág. 10. La cursiva es del. original. Quest, mayo/junio 1978, pág. 3. Debo esta referencia a Paul Greenough.
32. Amiya Chakrabarti, citado en Bhikhu Parekh, Gandhi's Política! 45. Richard Rorty, «Habermas and Lyotard on Postmodernity», en Ri­
Discourse, Londres, Macmillan, 1989, pág. 163. chard J. Bernstein (ed.), Habermas and Modernity, Cambridge, MIT Press,
33. Gayatri Chackravort:ySpivak, «Can the Subaltern Speak?» en Cathy 1986, pág. 169.
Nelson y Lawrence Grossberg (eds.), Marxism and the Interpretation of Cul­ 46. Para una interesante lectura revisionista de Hegel en este aspec­
ture; Urbana y Chicago, University oflllinois Press, 1988, pág. 277. to, véase el intercambio entre Charles Taylor y Partha Chatterjee en Pu-

344 345
blic Culture 3, n.º 1 (1990). Mi libro Rethinlcing Working-Class History pro­ págs. 282-311 [Cornelius Castoriadis, Los dominios del hombre: Las encruci­
cura dar un pequeño primer paso en esta dirección. jadas del laberinto, trad. de Alberto Bixto, Barcelona, Editmial Gedisa, 1988].
12. Aristóteles, Nichomaquean Ethics, pág. 126, n. 35.
,-. 13. Marx, Capital I, pág. 151.
2. Las dos historias del capital 14. Ibíd., pág. 152.
15. Karl Marx, Grundrisse: Foundations of the Critique of Political Eco­
L Este capítulo se ocupa del aspecto de la producción -y no de la nomy, traducido al inglés por Martin Nicholas, Harmondsworth, Penguin,
circulación- del capital. Me concentro especialmente en El capital, vol. 1, 1973, pág. 105.
en Elementos fundamentales [Grundrisse] y en algunas secciones de Teo­ 16. Capital I. pág. 134.
rías de las plusvalías. Las consideraciones relativas a la circulación no de­ 17. Ibíd., pág. 137.
berían desmentir mi argumentación central. 18. I.I. Rubin, Essays on Marx's Theory ofValue, trad. al inglés por Mi­
2. Véase mi «Marxism and Modern India», en Alan Ryan (ed.), After los Samardzija y Fredy Perlman, Montreal, Black Rose Books, 1975 [1928],
the End of History, Londres, Collins and Brown, 1992, págs. 79-84 [Alan págs. 131-138; Moishe Postone, Time, Labour and Social Domination: A Rein­
Ryan (ed.), A propósito del fin de la historia, Valencia, Edicions Alfons el terp.retation of Marx's Social Theory, Cambridge, Cambridge University
Magnanim, 1994]. Press, 1993, págs. 144-146 [Moishe Postone, Tiempo, trabajo y dominación
3. E.P. Thompsom, «Time, Work-Discipline and Industrial Capita­ social: una reinterpretación de la teoría crítica de Marx, trad. de María Seffa­
lisrh», en M.W. Flinn y T.C. Smout (eds.), Essays in Social History, Oxford, no, Madrid, Marcial Pons, 2006]; Castoriadis, «Value, Equality, Justice,
Clarendon, 1974, págs. 66, 61. and Politics», págs. 307-308; Jon Elster, An Introduction to Karl Marx, Cam­
4. Wall Street Journal, 11 octubre 1996. Agradezco a Dipankar Cha­ bridge, Cambridge University Press, 1995, el capítulo 4 rechaza la teoría
kravarti que haya dirigido mi atención hacia ese artículo. marxista del valor del trabajo como no objetiva y hegeliana (véase pág. 68
5. Ibíd. en particular) [Jon Elster, Una introducción a Karl Marx, trad. de Mario
6. Sasthi Brata, India: Labyrinths in the Lotus Land, Nueva York, Wi­ García Aldonate, Madrid, Siglo XXI de España, 1991].
lliam Moffow, 1985, pág. 21, citado en S.N. Balagandhara, «The Heathen 19. Capital I, pág. 128. La cursiva es mía.
in His Blindness»: Asia, the West and Dynamic of Religion, Leiden, E.J. Brill, 20. Ibíd., págs. 139, 165.
1994, pág. 21. He examinado este tropo y su uso por parte del historia­ 21. Grundrisse, pág. 104.
dor marxista indio D.D. Kosambi en mi ensayo en bengalí «Bharatbasher 22. Ibíd., págs. 104-105.
adhunikatar itihash o shomoy-kalpana», Aitihashik 6, n.º 2 (septiembre 23. Capital I, pág. 128. La cursiva es mía.
de 1997), págs. 121-128. 24. Ibíd., págs. 166-167.
7. En torno a la noción de Marx de la subsunción real y formal del 25. Cf. Ronald L. Meek, Studies in the Labour Theory of Value, Lon­
trabajo al capital, véase su «Results of the Immediate Process of Pro­ dres, Lawrence and Wishart, 1979, pág. 168: «El proceso de "promediar",
duction», Apéndice a Karl Marx, Capital: A Critique of Political Economy, implica la argumentación de Marx, tiene lugar en la historia antes de te­
vol. 1 [en adelante, Capital I], traducido al inglés por Ben Fowkes, Hard­ ner lugar en la mente de los economistas».
mondsworth, Penguin, 1990, págs. 1019-1049. 26. Castoriadis, «Value, Equality, Justice, and Politics», págs. 328-329:
8. Mi libro Rethinking Worlcing-Class History: Bengal 1890-1940, Prin­ «proponer otra institución de la sociedad es cuestión de un proyecto y un
ceton, Princeton Universiiy Press, 1989, examina esta proposición y la toma objetivo políticos, que ciertamente están sujetos a discusión y debate, pero
como gesto f1mdacional. no pueden ser "fundados" en ningún tipo de Naturaleza o Razón[...]. Los
9. Aristóteles, Nichoniaquean Ethics, trad. al inglés por Martin Ost­ hombres no nacen libres o no libres, ni iguales o desiguales. Nosotros de­
wald, Indianápolis, Liberal Arts Press, 1981, libro V, págs. 125-127 [Aris­ seamos que sean (nosotros mismos deseamos ser) libres e iguales». Cur­
tóteles, Ética a Nicómaco, trad. de María Araujo y Julián Marías, Madrid, sivas del original.
Centro de Estudios Constitucionales, 1985]. 27. Capital I, pág. 465.
10. Ibíd., pág. 125. 28. Ibíd., pág. 550.
11. Ibíd., pág. 126; véase Cornelius Castoriadis, «Value, Equality, Jus­ 29. Ibíd., pág. 635.
tice and Politics: from Marx to Aristotle and from Aristotle to Ourselves» 30. Ibíd., págs. 3-42-343.
en su Crossroads in the Labyrinth, trad. al inglés por Kate Soper y Mar� 31. Esto recuerda la opinión de Lukács de que la «conciencia de cla­
tin H. Ryle, Cambridge, MIT Press, 1984, págs. 260-339 y en particular se» no es una categoría que se refiera a lo que de verdad ocuffe en la men-

346 347
te de los obreros individuales,empíricos. Georg Lukács, «Class Conscious­ 44. Capital, I, pág. 548. La cursiva es mía.
ness» y «Reification and the Consciousness of the Proletariat»,en su His­ 45. Grundrisse, pág. 296. Por esta razón, la afirmación de Harvey de
tory and Class Consciousness, traducido al inglés por Rodney Livings­ que «la teoría [de Marx] muestra que, desde el ángulo del capital, los
tone,Londres, Merlin Press,1971,págs. 51,197[Georg Lukács,Historia obreros son de hecho objetos,un mero "factor" de producción[...] para
y consciencia de clase, trad. de Manuel Sacristán Lu,zón,Barcelona, Edi­ la creación de plusvalía» me parece errónea; Harvey,Limits, pág. 113. El
ciones Orbis, 1985]. David Harvey, The Limits of Capital, Oxford, Basil obrero es una categoría reificada, pero la reificación incluye un elemen­
Blackwell,1984,pág. 114,escribe: «La dualidad del obrero como "objeto to irre,ductible de vida y conciencia (humana).
para el capital" y como "sujeto creativo vivo" nunca se ha resuelto ade­ 46. Grundrisse, pág. 298.
cuadamente en la teoría marxista». No concuerdo con la lectura de Marx 47. Ibíd., págs. 703-704.
que hace Harvey en este punto -cabría replicar,por ejemplo, que para 48. Ibíd., págs. 298, 323.
Marx el obrero nunca podría ser un «objeto para el capital» cosificado 49. Hegel's Logic, traducido al inglés por William Wallace,Oxford,Cla­
(véase abajo)-pero su afirmación ostenta el mérito de reconocer un pro­ rendon Press,1975,pág. 280 (artículo 216,adiciones)[Hegel,Georg. W.F.,
blema real de las historias marxistas de la «conciencia». Lógica, trad. de Antonio Zozaya, Madrid,Ricardo Aguilera, 1973].
32. Gayatri Chackravorty Spivak, «Can the Subaltern Spealc?» en Cathy 50. Charles Taylor, Hegel, Cambridge,Cambridge University Press,1978,
Nelson y Lawrence Grossberg (eds.),Marxism and the Interpretation of Cul­ pág. 332.
ture, Urbana y Chicago,University of illinois Press,1988,pág. 277. La opo­ - 51. Véase Hegel's Logic, pág. 282 (artículo 219,adición). Prefiero la tra-
sición entre clase-en-sí y clase-para-sí,aclara Spivak,no define un progra­ ducción de Taylor de este pasaje a la de Walla.ce.
ma de «una transformación ideológica de la conciencia a nivel del terreno». 52. Grundrisse, págs. 500-501.
33. Capital I, pág. 468. 53. Ibíd.,pág. 701.
34. Ibíd.,pág. 549. Véase también pág. 535. En ocasiones los ejemplos 54. Las citas de este párrafo proceden de ibíd., págs. 700,705-706.
de Marx nos brindan atisbos ejemplares de cómo cabría construir una po­ 55. Ibíd.,págs. 460-461; véanse también págs. 471-472,488-489,505.
sible historia de la máquina moderna que incorpora dentro de sí el cuer­ 56. Ibíd.,pág. 459. Nada en este sentido es inherentemente «precapi­
po vivo,físico y arrimado. «Antes de la invención de la actual locomotora», talista». Precapitalista sólo puede ser una designación empleada desde la
escribe Marx, «se intentó construir una locomotora con dos patas que se perspectiva del capital.
levantaban alternativamente del suelo como si fuera un caballo. Tan sólo 57. Ibíd.,pág. 459. La cursiva es del c;iriginal.
después de un desenvolvimiento adicional de la mecánica y de acumular­ 58. Karl Marx,Theories of Surplus Value, vol. 3,Moscú,Progress Pu­
se suficiente experiencia práctica, la forma pasa a ser cabalmente deter­ blishers,1978,pág. 491[Karl Marx,Teorías sobre la plusvalía, trad. de Ja­
minada por el principio mecánico, emancipándose así por entero de la vier Pérez Royo,Barcelona,Editorial Crítca,1977]. Véase también Grun­
forma física tradicional característica de la herramienta que se ha meta­ drisse, pág. 105.
morfoseado en máquina», Capital I, pág. 505, n. 18. 59. Theories of Surplus Value, 3, pág. 491.
35. Grundrisse; pág. 704. 60. Ibíd., pág. 468.
36. Capital I,pág. 504. 61. Marx, Capital I, prólogo a la primera edición: «Para la sociedad
37. Ibíd.,pág. 497. burguesa la forma de mercancía,adoptada por el producto del trabajo,
38. Capital I, págs. 517, 526,546-547,518 n. 39. o la forma de valor de la mercancía, es la forma celular económica»
39. Ibíd.,pág. 395. (pág. 90).
40. Ibíd., págs. 489-490. 62. Theories of Surplus Value, 3,pág. 468.
41. Grundrisse, pág. 410. La cursiva es mía. .j 63. Grundrisse, págs. 105-106.
42. Capital I, págs. 549-550. 64. Ibíd., pág. 459.
43. Ibíd.,pág. 450. Michel Foucault,Discipline and Punish: The Birth 65. Ibíd., pág. 410.
of the Prison, traducido al inglés por Alan Sheridan, Harmondsworth: 66. Max Horkheimer, «The Concept of Man» en su. Critique of In_stru­
Penguin,1979,pág. 163,comenta estas analogías militares en Marx[Mi­ mental Reason, traducido al inglés por Matthew J. O'Connell et al.,Nue­
chel Foucault,Vigilar y castigar: el nacimiento de la prisión, trad. de Aure­ va York,Con.tinuum,1994, pág. 22[M�x Horkheimer,Crítica de la razón
lio Garzón del Camino,Madrid,Siglo XXI de España,1994]. Pero mien­ instrumental, trad. de Jacobo Muñoz, Madrid, Trotta, 2002].
tras que el poder disciplinario,para Foucault,crea el «cuerpo dócil»,Marx 67. Las argumentaciones marxistas a menudo han .,considerado la pu­
postula el cuerpo vivo como fuente de resistencia a la disciplina. blicidad como una mera instancia de la «ÜTacionalidad» y el «desperdicio»

348 349
inherentes al modo capitalista de producción. Véase Raymond Williams, 3. La traducción de los mundos de la vida al trabajo y a la historia
«Advertising: The Magic System», en Simon During (ed.), The Cultural Stu­
dies Reader, Londres y Nueva York, Routledge, 1993, págs. 320-326. l. J.B.S. Haldane, Eve1ything Has a History, Londres, Allen and Un­
68. El excelente-examen de «valor de uso» en Roman Rosdolsky, The win, 1951.
lvlaking of lvlarx's «Capital», traducido al inglés por Pete Burgess, Lon­ 2. Véase Peter Burke, The Renaissance Sen.se of the Past, Londres, Ed­
dres, Pluto Press, 1977, págs. 73-95 nos ayuda a apreciar cómo, en cuan­ ward Arnold, 1970; el clásico de E.H. Carr What is History?, Harmonds­
to categoría, «valor de uso» entra y sale del análisis político-económico worth, Penguin, 1970, es una exposición de los cambios del género en el
de Marx. Spivak lo plantea de modo aún más resuelto afirmando que, curso de la vida del propio Carr [E.H. Carr, ¿Qué es la historia?, trad. de
como categoría de economía política, el valor de uso puede aparecer «sólo Joaquín Romero Maura, Barcelona, Seix Barral, 1979]; R.G. Collingwood,
después de la aparición de la relación de intercambio». Gayatri Chakra­ en The Idea of History, Oxford, Oxford University Press, 1976 (primera
vorty Spivak, «Limits and Openings of Marx in Derrida» en su Outside in publicación en 1936), distingue «la idea de la histolia de la Europa moder­
the Teaching lvlachine, Londres y Nueva York, Routledge, 1993, pág. 106. na» de otr:as sensibilidades históricas o de la ausencia de la misma; Marc
Spivak afirma catególicamente, creo que con acierto, que «Marx dejó sin Bloch en The Historian's Craft, Manchester, University of Manch�ster Press,
teorizar el resbaladizo concepto de "valor de uso"» (pág. 97). En mi opi­ 1984 -(primera publicación en 1954) vincula el método historiográfico al
nión, los pensamientos de Marx sobre el valor de uso no giran en tomo a moderno «método de la duda» [Marc Bloch, Apología para la historia o El
la cuestión de la pertenencia o la «mundanización» humanas, pues Marx oficio ·de historiador, trad. de María Jiménez y Danielle Zaslavsky, México,
conserva una relación sujeto-objeto entre hombre y naturaleza. La natu­ Fondo de Cultura Económica, 1998]. Femand Braudel, On Hist01y, tradu­
raleza nunca escapa a su carácter «de cosa» en el análisis de Marx. cido al inglés por Sarah Matthews, Chicago, University of Chicago Press,
69. Marx lo define, al analizar el uso de la categoría «trabajo produc­ 1980, desclibe la «historia» como integrante de «una misma aventura inte­
tivo» por parte de Adam Smith, de esta manera: «únicamente el trabajo lectual» en compañía de la sociología (pág. 69) [Femand Braudel, Escritos
que produce capital es trabajo productivo». El trabajo improductivo es sobre la historia, trad. de Mauro Armiño, Madrid, Alianza, 1991]; J.G.A.
aquel «que no se cambia con el .capital sino que se cambia de manera in­ Pocock, The Ancient Constitution and the Feudal Law, Cambridge, Cam­
mediata con renta». La explicación continúa así: «Un actor, por ejemplo, bridge Universiiy Press, 1990 (plimera publicación en 1957), encuentra
incluso un clown es [...] un trabajador productivo si trabaja al servicio de el origen específico del método histórico moderno en el pensamiento ju­
un capitalista». Marx, Theories of Surplus Value, vol. 1, Moscú, Progress rídico del siglo XVII.
Publishers, 1969, págs. 156-157. 3. Una excepción la constituye el ensayo de Giorgio Agamben «Time
70. Grundrisse, pág. 305. Las cursivas son del original. and History: Clitique of the Instant and the Continuum», en su Infancy and
71. Martin Heidegger, Being and Time, traducido al inglés por John Mac­ History: Essays on the Destruction of Experience, traducido al inglés por
quarrie y Edward Robinson, Oxford, Basil Blackwell, 1985, división I, ca­ Liz Heron, Londres y Nueva York, Verso, 1993), págs. 89-108 [Giorgio
pítulo 3, «La mundanidad del mundo», explica estos términos. La traduc­ Agamben, Infancia e historia: ensayo sobre la destrucción de la experiencia,
ción, más reciente, de Joan Stambaugh (Being and Time [Albany, State trad. de Silvio Mattoni, Buenos Aires, Adriana Hidalgo Editora, 2003].
University of New York Press, 1996]) reemplaza «ready-to-hand» [ser-a­ 4. Paul Davies y John Gribbin, The Matter lvlyth: Beyond Chaos and
la-mano] por «handiness» [amanualidad] y «present-at-hand» [ser-ante-los­ Complexity, Harmondsworth, Penguin, 1992, págs. 103-104.
ojos] con la expresión «objetively present [objetivamente presente]». 5. Joyce Appleby, Lynn Hunt y Margaret Jacobs, Telling the Truth
·12. Véase el estudio clásico sobre este tema, Syed Hussein Alatas, The About History, Nueva York, Norton, 1994 [Joyce Appleby, Lynn Hunt y
lvlyth of the Lazy Native: A Study of the Image of lvlalays, Filipinos, and la­ Margaret Jacobs, La verdad sobre la historia, trad. de Óscar Luis Molina,
van.ese from the Sixteenth to the Twentieth Centuries and its Function in the Barcelona, Andrés Bello, 1998].
Ideology of Colonial Capitalism, Londres, Frank Cass, 1977. No obstante, 6. D.H. Buchanan, The Development of Capitalist Enterprise in In­
el tema de la pereza es permanente dentro de toda estructura capitalista, dia, Nueva York, 1934, pág. 409, citado en mi Rethinking Working-Class
nacional o global. Valdría la pena examinar la bibliografía empresarial History: Bengal 1890-1940, Princeton, Princeton University Press, 1989,
(y de las universidades de ciencias empresariales) sobre la «motivación» págs. 89-90.
para mostrar cuánto y con cuánta insistencia la empresa lidia con una 7. Para un análisis y una descripción de este festival en su forma ac­
pregunta irresoluble: ¿qué es lo que impulsa a los humanos a «trabajar»? tual, véase Leela Feniandes, Producing Workers: The Politics of Gende1�
Class and Culture in the Calcutta Jute !vlills, Filadelfia, University of Pennsyl­
vania Press, 1997.

350 351
8. Slavoj Zizek, The Sublime Object of Ideology, Londres y Nueva 31. Véase Ranajit Guja, «The Migrant's Time», Postcolonial Studies 1,
York, Verso, 1989, págs. 30-34 [Slavoj Zizek, El sublime objeto de la ideo­ n.º 2 (julio de 1998).
logía, trad. de Isabel Vericat Núñez, México, Siglo XXI, 2001]. 32. Jean-Frarn;ois Lyotard, The Postmodern Condition, traducida al
9. Gyanendra Pandey, The Construction of Communalism in Colonial inglés por Geoff Bennington y Brian Massumi, Manchester, Manchester
North India, Nueva Delhi, Oxford University Press, J 992. University Press, 1984, págs. 31-37 [Jean-Franc;ois Lyotard, La condición
10. Ibíd., págs. 71, 74; E.P. Thompson, The Making of the English Wor- postmoderna, trad. de Mariano Antolín Rato, Madrid, Cátedra, 1989].
king Class, Harmondsworth, Penguin, 1968, pág. 297. 13. Véase Gayatri ChackravortySpivak, «Politics of Translation » , en su
11. Ibíd., págs. 99, 102. Outside in the Teaching Machine, Nueva York y Londres, Routledge, 1993,
12. Véase Thompson, Making, págs. 302-303, 305. pág. 182 y el capítulo titulado «Untranslatability and the Terms of Reci­
13. Ibíd., págs. 305, 323. procity » en Vincente L. Rafael, Contracting Colonialism: Translation and
14. Pandey, Communalism, págs. 88, 97-98. Véase también Deepak Christian Conversion in Tagalog Society under Early Spanish Rule, Durham,
Mehta, «TheSemiotics ofWeaving: A caseStudy » , Contributions to Indian Dulce University Press, 1993, págs. 110-135.
Sociology 26, n.º 1 (enero-junio de 1992), págs. 77-113. 34. Spivak, «Politics of Translation » , pág. 182.
15. Pandey, Communalism, págs. 98-99. 35. Michael Gelven, A Commentary on Heidegger's «Being and Ttme», De
16. Ibíd., pág. 97. Kalb, Northern Illinois University Press, 1989, pág. 41.
17. Richard Maxwell Eaton, Sufis of Bijapur 1300-1700: Social Role of 36. La frase es de Benjamín. Véase «Theses on the Philosophy ofHis­
Sufis in Medieval India, Princeton, Princeton University Press, 1978. tory » , en Walter Benjamín, Illuminations, traducido al inglés por Harry
18. Ibíd., pág. 161. Zohn, Nueva York, Fontana, 1982, pág. 265 [Walter Benjamín, «Tesis de
19. Ibíd., págs. 163-164. filosofía de la historia», en Discursos interrumpidos. T.1. Filosofía del arte
20. Gyan Prakash, Bonded Histories: Cenealogies of Labor Servitude in y de la historia, trad. de Jesús Aguirre, Machid, Taurus, 1992].
Colonial India, Cambridge, Cambridge University Press, 1990, pág. 216. 37. Drucilla Comell, The Philosophy of the Limit, Nueva York y Londres,
21. Paul Veyne, Writing History: Essay on Epistemology, traducido al Routledge, 1992, págs. 72-77, examina la idea de la «huella » .
inglés por Mina Moore-Rinvolucri, Middletown, Conn.,Wesleyan Univer­ 38. Michel Henry, Marx: A Philosophy of Human Reality, Bloomington,
sity Press, 1984, pág. 56. Indiana University Press, 1983 e I.I. Rubín, Essays in Marx's Theory of Va­
22. La traducción al inglés de este texto es de Dinesh Chandra Sen. lue, Montreal, Black Rose Books, 1975.
Véase su History of Bengali Language and Literature, Calcuta, Calcutta Uni­ 39. Chackrabarty, Rethinking Working-Class History, págs. 225-226.
versity Press, 1911, págs. 36-37. El pasaje se discute también enSukumar 40. Michael T. Taussig, The Devil and Commodity Fetishism in South
Sen, Bangala sahityer itihas (en bengalí), vol. 1, Calcuta, Ananda Publi­ America, Chapel Hill, University of North Carolina Press, 1984.
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Studies: Writings on South Asian History and Society, Nueva Delhi, Oxford mentality, Londres, Wheatsheaf, 1991, págs. 87-104 [Michel Foucault,. «La
University Press, 1994, págs. 54-91. gubernamentalidad » , en Estética, ética y hermenéutica, trad. de Ángel Ga­
23. Richard M. Eaton, The Rise of Islam and the Ben.gal Frontier, bilondo, Barcelona, Paidós, 1999].
1204-1760, Berkeley y Los Ángeles, University of California Press, 1993,
pág. 275.
24. Ibíd., pág. 276. Segunda parte
25. Carl W. Ernst, Etemal Carden: Mysticism, History and Politics at a 4. Historias de las núnorías, pasados subaltemos
South Asian Sufi Center, Nueva York, State University of New York Press,
'1992, pág. 52. l. Eric Hobsbawm, «Identity History is not Enough » en su On Histo­
26. Bhadra, «Mentality», pág. 65. ry, Londres,Weikenfeld and Nicholson, 1997, pág. 277. Lamentablemente,
27. Ernst, Etemal Carden, págs. 32-33. Hobsbawm obvia el punto de que el imperialismo moderno en la India y
28. Véase la exposición del capítulo anterior. otros lugares usaba· «la buena historia_» para justificar la subyugación de
29. Eaton, Rise of Islam,.pág. 305. pueblos que, según algunos pensadores europeos, tenían «mitos» pero no
30.Simon During, «Is Literature Dead or Has it Gone to the Movies? » un sentido de la historia.
.J

Age, Melbourne, 19 de junio de 1993. 2.Joyce Appleby, Lynn Hunt y Margaret Jacobs, Tellin.g the Truth About

352 353
History, Nueva York,Norton,1994 [Joyce Appleby,Lynn Hunt y Margaret manities Research 1 (1999), págs. 27-37; Ann Curthoys y John Docker,
Jacobs,La verdad sobre la historia, trad. de Óscar Luis Molina,Barcelona, «Time,Eternity,Truth,and Death,History as Allegory»,Humanities Re­
Andrés Bello,1998]. search 1 (1999),págs. 5-26.
3. Cf. Georg G. rlggers,Historiography in the Twentieth Century: From 15. La cuestión de los pasados alternativos se subraya en las siguien­
Scientific Objectivity to the Postmoµern Challenge, Hanover, New Hamp­ tes obras recientes sobre la historia de lalndia: Amin,Events, Memory,
shire y Londres,Wesleyan University Press,1997,pág. 145 [Georg Iggers, Metaphor; Ajay Skaria,Hybrid Histories: Forests, Frontiers, and Wildness
La cie,ncia histórica en el siglo xx: las tendencias actuales: una visión pano­ in Western India, Nueva Delhi,Oxford University Press,1999 y Saurabh
rámica y crítica del debate internacional, trad. de Clemens Bieg,Barcelo­ Dube, Untouchable Pasts: Religion, Identity and Power among a Central
na,Labor,1995]. La cursiva es mía. Indian Community, 1780-1950, Albany,State University of New York Press,
4. Hobsbawm, «Identity History»,pág. 271. 1998,capítulos 5, 7,8.
5. Immanuel Kant,«An Answer to the Question: What is Enlighiment?» 16. Hobsbawm, «Identity History», pág. 272.
(1784) en Immanuel Kant,Perpetua! Peace and Other Essays, traducido al 17. Véase el ensayo de Ashis Nandy «From Outside the Imperium» en
inglés por Ted Humphrey,Indianápolis,Hackett,1983,págs. 41-48 [Im­ su Traditions, Tyranny and Utopia: Essays in the Politics of Awareness, Nue­
manuel Kant,¿Qué es la Ilustración? y otros escritos de ética, política y fi­ va Delhi,Oxford University Press,1987,págs. 147-148 y mi exposición en
losofía de la historia, trad. de Roberto Rodríguez Aramayo,Francisco Pé­ «The Modern Indian Intellectual and the Problem of the Past: An Enga­
tez López y Concha Roldán Panadero,Madrid,Alianza,2004]. gement with the Thoughts of Ashis Nandy»,en Emergences 7/8, 1995-1996,
6. Véase David Lloyd,Nationalism and Minar Literature: James Cla­ número especial sobre Nandy,editado por Vinay Lal, págs. 168-177.
rence Mangan and the Emergence of Irish Cultural Nationalism, Berkeley 18. S0ren Kierkegaard,Fear and Trembling: Dialectical Lyric by Johan­
y Los Ángeles,Universiiy of California Press,1987,págs. 19-20. También nes de Silentio, traducido al inglés por Alastair Hannay,Harmondsworth,
Gilles Deleuze y Felix Guattari,Kafiw: Toward a Minar Literature, traduci­ Penguin, 1985, pág. 60 [S0ren Kierkegaard, Temor y temblor, trad. de
do al inglés por Dana Polan,Minneapolis,Universiiy of Minnesota Press, Vicente Simón Merchán,Barcelona,Ediciones Altaya,1995].
1986,capítulo 3. 19. Wilhelm von Humboldt, «On the Task of the Historian»,en Mue­
7. Véase también Gyan Prakash, «Subaltern Studies as Postcolo­ ller-Vollmer (ed.),The Hermeneutics Reader, pág. 112 [Wilhelm von Hum­
nial Criticism»,American Historical Review 99,n.º 5 (diciembre de 1994), boldt,Escritos de filosofia de la historia, trad. de Jorge Navarro Pérez,Ma­
págs. 1475-1491. drid,Tecnos,1997].
8. Ranajit Guha,«The Prose of Counter-Insurgency»,en Ranajit Guha 20. Peter Burke, «Prefacio de los editores» a Aron Gurevich,Medieval
y Gayatri Chakravorty Spivak (eds.), Selected Subaltern Studies, Nueva Popular Culture: Problems of Belief and Perception, traducido al inglés por
York,Oxford University Press,1988,págs. 46-47. Janos M. Back y Paul A. Hollingsworth,Cambridge,Cambridge Universi­
9. Ibíd:,pág. 80. ty Press,1990,pág. vii.
10. Ibíd.,pág. 78. 21. Jacques Le Goff (ed.),The Medieval World, traducido al inglés por
11. Rudolf Bultmann,«Is Exegesis without Presuppositions Possible?» Lydia C. Cochrane,Londres,Collins and Brown, 1990,págs. 28-29.
en Kurt Mueller-Vollmer (ed.),The Hemzeneutics Reader: Texts of the·Ger­ 22. «Prefacio» a Fredric Jameson,T he Political Unconscious: Narrative
man Tradition from the En.lightenment to the Present, Nueva York,Conti­ as a Socially Symbolic Act, Ithaca,Comell University Press,1981,pág. 9.
nuum,1985,pág. 244. 23. Véase Jacques Derrida,Specters of Marx: T he State of the Debt,
12. Guha y Spivak (eds.),Selected Subaltern Studies, pág. 78. the Work of Mourning, and the New International, traducido por Peggy
13. Shahid Amin,Even.ts, Memory, Metaphor, Berkeley y Los Ángeles, Kamuf,Nueva York y Londres,Routledge,1994 [Jacques Derrida,Es­
University of California Press,1995. pectros de Marx: el Estado de la deuda, el trabajo del duelo y la nueva
14. Greg Dening, «A Poetic for Histories», en su Performances, Mel­ Internacional, trad. de José Miguel Alarcón y Cristina de Peretti,Madrid,
bourne,Melbourne University Press,1996,págs. 35-63; David Cohen,The Trotta, 1998].
Combing of History, Chicago,· University of Chicago Press, 1994; Ashis 24. Al servirme de la idea de «desencantamiento» no niego lo que se
Nandy, «History's Forgotten Doubles», History and T heory 34 (1995), ha dicho sobre la «magia»/lo «mágico» de la mercancía o sobre los aspec­
págs. 44-66; Klaus Neumann,Not the Way It Really Was: Constructing To­ tos mágicos de la propia modernidad. Que los denominados modernos
lai Past, Honolulú,University of Hawaii Press,1992; Chris Healy,From pueden también ser no modernos es,por supuesto,lo que estoy argumen­
the Ruins of Colon.ialism: History as Social Memory, Melbourne,Cambrid­ tando. Para un análisis crítico del «desencantamiento» véase Jacques
ge Universiiy Press,1997; Stephen Muecke,«The Sacred in History»,Hu- Ranciere, «The Archeomodern Turn»,en Michael P. Steinberg (ed.),Wal-

354 355
ter Benjamin and the Demands of History, Ithaca, Cornell University Press, ra la primera con el «hábito». David Hume, Enquiries Concerning Human
1996, págs. 24-40. Understanding and Concerning the Principies of Morals (1777), introduc­
25. Comunicación personal de David Lloyd. ción de L.A. Selby-Bigge, Oxford, Clarendon Press, 1990, pág. 43 [David
26. Los esclarecedores estudios de Robin Horton sobre «el pensamien­ Hume, Investigación sobre el conocimiento humano, trad. de Jaime de Sa­
to africano» definen la «religión» sobre la base de la c.ategoria «creencia», las Qrtueta, Madrid, Alianza Editorial, 1990]. En su Tratado argumenta
tan europea y quizá protestante. Robin Horton, Patter¡ns of Thought in Afri­ que es «la costumbre o la repetición» lo que convierte «el dolor en pla­
ca and the West, Cambridge, Cambridge University Press, 1995. cer». Véase ídem, A Treatise of Human Nature (1739-1740), editado por
27. Ranajit Guha me recordó la palabra bengalí shomoy-granthi, lite­ L.A. Selby-Bigge, revisado por P.H. Nidditch, Oxford, Clarendon, 1978,
ralmente «nudo temporal». pág. 422 [David Hume, Tratado de la naturaleza humana, trad. de Félix
28. Hans-Georg Gadamer, «Kant and the Hermeneutical Turn», en su Duque, Madrid, Editora Nacional, 1981].
Heidegger's Ways, traducido al inglés por John W. Stanley, Nueva York, 9. Las posiciones intelectuales de Vidyasagar han sido analizadas con
State University of New York Press, 1994, pág. 58. La cursvia está en el agudeza y simpatía c1itica en Asok Sen, /swarchandra Vidyasagar and His
original. Elusive Milestones, Calcuta, Ridhhi, 1975.
10. He seguido y modificado la traducción proporcionada en Isvar­
chandra Vidyasagar, Marriage of Hindu Widows, editado por Arabindo Pod­
5. Crueldad doméstica y el nacimiento del sujeto dar, _Calcuta, 1976, págs. 107-108.
11. Adam Smith, The Theory of Moral Sentiments, editado por D.D.
l. Kalyani Datta, «Baidhabya kahini» (Cuentos de Viudedad), Ekshan Raphael y A.L. Macfie, Indianápolis, Liberty Fund, 1984, pág. 9 [Adam
20 (otoño de 199J); reeditado en Kalyani Datta, Pinjare boshiya, Calcuta, Smith, La teoría de los sentim.ientos morales, trad. de Carlos Rodríguez
Stree, 1997. Braum, Madrid, Alianza Editorial, 1997]. Véase también pág. 22. Raphael
2. Muhammad Abdul Jalil, Madhyajuger bangla shahitye bangla o ban­ y Macfie explican (pág. 14, nota) que las teorías de Smith eran en parte
gali sha,naj, Dacca, Bangla Akademi, 1986, capítulo 6, págs. 149-167. una refutación del punto de vista de Hobbes y Mandeville de que todos
3. Los siguientes trabajos, de publicación reciente, estudian el pro­ los sentimientos tienen su origen en el amor a uno mismo.
blema de la viudez en la India colonial: Lata Mani, Contentious Traditions: 12. Hume, Treatise, págs. 316, 369.
The Debate on Sati in Colonial India, 1780-1833, Berkeley y Los Ánge­ 13. Nagendranath Chattopadhyay, Mahatma Raja Rammohon rayer ji­
les, University of California Press, 1998; Lucy Carroll, «Law, Custom and bancharit, Calcuta, Deys, 1991, pág. 273'.
Statutory Social Reform: The Hindu Widows' Remarriage Act of 1856», 14. Subal Chandra Mitra, Isvar Chandra Vidyasagar: A Story of His
lndian Economi(: and Social History Review 20, n.º 4 (1983); Sudhir Chan­ Life and Work, Nueva Delhi, Ashish Publishing House, 1975 (P ed., 1902),
dra, «Conflicted Beliefs and Men's Consciousness about Women: Widow pág. 116.
Remarriage in Later Nineteenth Century Indian Literature», Economic 15. Chandicharan Bandyopadhyay, Vidyasaga,; Calcuta, Anandadhara
and Political Weekly, 31 de octubre de 1987, págs. 55-62; Rosalind O'Han­ Prakashan, 1970, págs. 48-49.
lon, «Issues of Widowhood: Gender and Resistance in Colonial Western 16. Mitra, Isvar Chandra, págs. 78-79;
India», en Douglas Haynes y Gyan Prakash (eds.), Contesting Power: Re­ 17. Bandyopadhyay, Vidyasagar, pág. 49. Véase también pág. 187.
sistance and Everyday Social Relations in South Asia, Nueva Delhi, Oxford 18. Mitra, Isvar Chandra, págs. 272-273.
University Press, 1981, págs. 62-108. 19. Véase Binoy Ghosh, Bidyasagar o bangali smaj, Calcuta, Orient
4. Rammoµun Roy, <<Brief Remarks Regarding Modern Encroach­ Longman, 1973, pág. 363. En ocasiones, Vidyasagar también era apoda­
ments on the Ancient Right of Females», en Ajitkumar Ghosh (ed.), Ram­ do dayar sagar (océano de generosidad).
mohan rachanabali, Calcuta, Haraf Prakashani, 1973, págs. 496-497. 20. Sivanath Sastri, «Rammohun Roy: The Story of His Life», en Satis
5. Ibíd., págs. 496-497, 500-501. Chandra Chakravarti (ed.), The Father of Modern India: Commemoration
6. «Prabartak o nibartaker dvitiyo shombad», en Rammohan racha­ Volume of the Ranimohun Roy Centena,y Celebrations, 1933, Calcutá, Ram­
nabali, pág. 203. mohun Roy Centenary Committee, 1935, parte 2, pág. 20.
7. Rammohan rachanabali, pág. 575. Ésta es la traducción del propio 21. Mitra, Isvar Chandra, pág. 261.
Rammohun de su texto de 1818 «sahamaran bishaye prabartak o nibar­ 22. Smith, Moral Sentiments, pág. 12.
taker shombad», ibíd., pág. 175. 23. Ibíd., pág. 22. Hume también consideraba la ·simpatía como uni­
8. Ibíd. En la distinción entre «costumbre» y «razón», Hume equipa- versal a la naturaleza humana.

356 357
24. Para un análisis general de la estética sánscrita, véase Ranerio 39. Dayananda, Vivekananda y Gandhi fueron los líderes naciona­
Gnoli, The Aesthetic Experience According to Abhinavagupta, Benarés, listas que desempeñaron un papel central en la diseminación de estas
Chowkhamba Sanskrit Series Office, 1968. ideas.
25. Smith, Mora/, Sentiments, págs. 45, 50. Para una crítica bengalí de 40. «Fue el semanario Amritabazar Patrilca (28 de marzo de 1870) el
la práctica de llorar en público, véase Bankimchandra Chattopadhyay, que primero dirigió la atención de los bengalíes, orgullosos de la calidad
«Uttarcharit » en Banlcimrachanabali, Calcuta, Sahitya Sal'nsad, 1973, de su educación, hacia la poesía vishnuísta. Pero la primera selección de
vol. 2, págs. 159-185. esos poemas en forma de libro fue editada por Jagabandhu Bhadra (1870). »
26. Véase Hans'... Georg Gadamer, Truth and Method, Londres, Sheed Prabhatkumar Mukhopadhyay, Rabindrajibani o rabindrasahitya prabe­
and Ward, 1979, págs. 239-253 [Hans-Georg Gadamer, Verdad y método, shalc, Calcuta, Visva Bharati, 1960, vol. 1, pág. 68. Véase también Ra­
trad. de Manuel Olasagasti Gaztelumendi, Salamanca, Ediciones Sígue- makanta Chakrabarty, Vaisavism in Bengal 1486-1900, Calcuta, Sanskrit
me, 1996]. Pustak Bhandar, 1985, capítulos 21 y 22.
27. Bandyopadhyay, Vidyasagar, pág. 478. 41. «Bidyapati o Jaydeb » en Banldmrachanabali, Calcuta, Sahitya Sam­
28. Ibíd., pág. 278. sad, 1973,'vol. 2, pág. 191.
29. Ibíd., prefacio, pág. 6. 42. Sukumar Sen, Bangla sahityer itihas, Calcuta, Ananda Publishers,
30. C.B. Macpherson, The Political Theory of Possessive Individualism: 1991, vol. 1, pág. 126, afinna que la historia de Chandidasa y Rami se po­
Hobbes to Loclce, Oxford, Oxford University Press, 1974, págs. 137-142 pularizó a partir del siglo XVII.
[C.B. Macpherson, La teoría política del individualismo posesivo: De Rob­ 43. «Chandidas o bidyapati » en Rabindrarachanabali, Calcuta, Govern­
bes a Loclce, trad. de Juan Ramón Capella, Madrid, Trotta, 2005]. ment of West Bengal, 1962, vol. 13, pág. 635.
31. Véase On the Jewish Question en Karl Marx, Early Writings, intro­ 44. Dinesh Chandra Sen, Hist01y of Bengali Language and Literature,
ducción de Lucio Colletti, traducido al inglés por Rodney Livingstone Calcuta, Calcutta University Press, 1911, pág. 149, y Asitkumar Bandyo­
y Gregor Benton, Harmondsworth, Penguin, 1975, págs. 211-241 [Karl padhyay, Bangla shahityer shompurno itibritto, Calcuta, Modern Book
Marx, La cuestión judía, trad. de Antonio Hermosa Andújar, Santillana, Agency, 1992, págs. 100-101.
Madrid, 1997]. 45. «Kamalakanter daptar » en Bankimrachanabali, vol. 2, pág. 58. Véa­
32. William E. Connolly, Political Theory and Modernity, Oxford, Basil se también la exposición de Sudipta Kaviraj, The Unhappy Consciousness:
Blackwell, 1989, pág. 71. Banlcimchandra Chattopadhyay and the Formation of Nationalist Discour­
33. Ibíd., págs. 57-58. se in India, Nueva Delhi, Oxford University Press, 1995.
34. Timothy Mitchell, Colonising Egypt, Berkeley y Los Ángeles, Univer­ 46. Banldmchandra Chattopadhyay, Bishabrilcsha en Banl_dmrachana­
sity of California Press, 1991, pág. 121. bali, vol. 1, pág. 261. Véase la traducción al inglés de Marian Maddern de
35. La cursiva es mía: Bishabrilcsha (El Árbol del Veneno) en Bankim Chandra Chaterjee, The
36. Las· obras dramáticas del siglo XIX sobre el nuevo casamiento de Poison Tree: Three Novellas, traducido por Marian Maddern y S.N. Muker­
las viudas interpretaban los problemas propios de las viudas a través jee, Nueva Delhi, Penguin, 1996, pág. 113.
de expresiones de la lengua bengalí como joubanjontrona (literalmente, 47. Ibíd., pág. 114.
«el padecimiento del cuerpo en la juventud » ) y joubonjvala (literalmen­ 48. Véase la exposición de· Mohitlal Majumdar en Bankimchandrer
te, la sensación ardiente producida por el comienzo de la juventud): Anó­ upanyash, Calcuta, Bidyoday Library, 1979, págs. 21-51.
nimo, Bidhaba bisham hipad, Calcuta, 1856; Radhamadhab Mitra, Bidha­ 49. Tagore, «Chokher bali», pág. 316.
bamonoranjan natalc, parte 1, Calcuta, 1857; Anónimo, Bidhaba shulcher 50. Ibíd., págs. 302-303.
dasha, Mirzapur, 1861; Umacharan Chattopadhyay, Bidhabodbaho natalc, 51. Gopalchandra Ray, Saratchandra, vol. 2, Calcuta, Sahitya sacian,
Calcuta, 1857; y Jadunath Chattopadhyay, Bidhababilash, Serampore, 1864. 1966, págs. 201-202.
He consultado ejemplares de estas obras disponibles en la Biblioteca de la 52. Citado en Khondkar Rezaul Karim, Bangla upanyashe bidhaba, -·
India de Londres. Dacca, 1979, pág. 71.
37. Cf. Thomas W. Laqueur, «Bodies, Details and the Humanitarian 53. Hoy en día hay mucho escepticismo en torno a esta ficción del
Narrative » , en Lynn Hunt (ed.), The New Cultural Hist01y, Berkeley y Los sujeto autónomo, pero- para el periodo bajo consideración ésta era la fic­
Ángeles, University of California Press, 1989, págs. 177-204. ción guía.
38. Rabindranath Tagore, Chokher bali en Rabindrarachanabali, Cal­ 54. Tagore, «Chokher bali», pág. 232.
cuta, Government of West Bengal, 1962, · vol. 8, «Prefacio». 55. Citado en Gopalchandra Ray, Saratchandra, vol. 2, págs. 18-19.

358 359
56. Manashi Dasgupta, Kom boyosher ami, Calcuta, Ramayani prakash
bhaban, 1974;pág. 49. nidades imaginadas: re-flexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo,
57. Kalyani Datta, «Baidhabya kahini», pág. 41. trad. de Eduardo L. Suárez, México, Fondo de Cultura Económica, 1993].
58. Prasannamayi Devi, Purba khata, editado por Nirmalya Acharya, 2. Ibíd., pág. 15.
Calcuta, Subarnarekha, 1982 (1.8 ed., 1917), págs. 80-81. 3. Rabindranath Tagore, «Bhagini nibedita» en Rabindrarachanaba­
59. Partiendo del trabajo de Maurice Halbwachs, Paul Conerton exa­ li (eú. adelante RR), Calcuta, Government of West Bengal, 1962, vol. 13,
mina este problema de la articulación de las memorias social y familiar pág. 198. A menos que se indique, todas las referencias a RR serán a la
en How Societies Remember, Cambridge, Cambridge University Press, 1989, edición del centenario que lleva la fecha de publicación de 1962.
págs. 38-39. 4. Ibíd.
60. Michel Foucault, History of Sexuality, vol. 1. An Introduction, tradu­ 5. Ibíd.
cido al inglés por Robert Hurley, Nueva York, Vintage, 1980, parte 2, ca­ 6. Debo esta idea a Jon Mee.
pítulo 1 [Michel Foucault, Historia de la sexualidad, vol. 1, trad. de Ulises 7. Robín Pal, <<Kolloler kolalwl o onnanno probondho, Calcuta, 1980,
Guiñazú, Madrid, Siglo XXI de España, 1980]. págs. 9, 13. Véase también el ensayo de Ujjval Majumdar «Gapaguchher
61. Kalyani Datta, «Baidhabya kahini», pág. 43. 'La cursiva es mía. nari: abarodh theke mukti» en su Rabindrashanga, Calcuta, Sahitya Sami­
62. Ibíd., págs. 50-51. dha, 1977, págs. 10-14.
63. Estas palabras familiares parafrasean a Marx. 8. Rabindranath Tagore, Galpaguchha, Calcuta, Visva Bharati, 1973,
64. Véase Ramachandra Gandhi, The Availability of Religious Ideas, pág: 1004.
Londres, Macmillan, 1976, pág. 9. 9. «Sahityabichar» en RR, vol. 14, págs. 531-532.
65. «Baidhabya kahini», pág. 53. 10. «Grambashider proti» (c. 1930) ensuPallipakriti enRR, vol. 13,
66. Para relatos similares véase también ibíd., págs. 49-50; Nistarini pág. 524.
Devi, Shekele_ katha (1913), en Nareshchandra Jana et al. (eds.), Atmaka­ 11. «Abhibhasan», ibíd., pág. 532. Para ejemplos de historicismo y de
tha, Calcuta, Ananya Prakashan, 1982, vol. 2, págs. 33, 35. nostalgia en los escritos de Tagore sobre las aldeas, véase «Protibhashan»
67. Datta, «Baidhabya kahini», pág. 48. (1926) y «Pallisheba» (1940), ibíd., págs. 540, 560.
68. Véase la exposición de Ronald B. In.den y Ralph W. Nicholas, Kinship 12. La novela Pather panchali de Bibhutibhushan Bandyopadhyay,
in Bengali Culture, Chicago, University of Chicago Press, 1977, págs. 3-34. publicada en 1927, ocupa claramente un grupo intennedio entte estos dos
69. Un argumento similar se defiende en la autobiografía de la madre extremos, pues es capaz de sostener la imagen de la aldea como sede de
del reformista bengalí Keshub Sen, Saradasundari Devi (1819-1907). Pese sentimientos tiernos sin negar ni la miseria absoluta ·ni los conflictos
a que sufrió a manos de sus parientes políticos tras la muerte de su mari­ mezquinos de la vida mral. Véase mi «Remembered Villages: Represen­
do, Saradasundari quiso poner su lealtad al linaje ancestral de su difunto tations of Hindu-Bengali Memories in the Aftermath of the Partition» en
marido por encima de su interés en la propiedad. Véase Saradasundari South Asia 18 (1995), número especial sobre «La India del Norte: Parti­
Devi, Atmakatha (1913), reimpreso en Nareshchandra Jana et al. (eds.), ción e Independencia» (editado por D.A. Low), págs. 109-129.
Atmakatha, Calcuta, Ananya Prakashan, 1982, vol. 1, págs. 14, 26. 13. Véanse los ensayos de Tagore sobre «Loka-sahitya» en RR, voL 13,
70. Michel Foucault, «Nietzsche, Genealogy, History» en Foucault, Lan­ págs. 663-734.
guage, Counter-Memory, Practice: Selected Essays and Interviews, traduci­ 14. Taducción al inglés de Clinton Seely en A Poet Apart: A Literary Bio­
do al inglés por Donald Bouchard y Sherry Simon, editado por Donald graphy of the Bengalí Poet Jibanananda Das (1899-1954), Newark, Univer­
Bouchard, Ithaca, Cornell University Press, 1980, págs. 139-184 [Michel sity of Delaware, 1990, pág. 15.
Foucault, Nietzsche: la genealogía, la historia, trad. de José Vázquez Pérez, 15. Prasanta Pal, Rabijibani, Calcuta, Ananda Publishers, 1989, vol. 4,
Valencia, Pre-Textos, 2004]. pág. 67. Para un marco histórico del poema, véase Sachindranath Adhi­
71. Nietzsche citado ibíd., pág. 143. kari, Shilaidaha o Rabindranath, Calcuta, Jijnasha, 1974, págs. 317-321.
16. Srikumar Bandyopadhyay, Bangla shahitye upanyasher dhara,
Calcuta, Modern Book Agency, 1988; 1.8 ed.,1939.
6. Nación e imaginación 17. Ibíd., pág. 1.
18. Ibíd.., pág. 3.
1. Benedict Anderson, Imagined Communities: Re-flections on the Origin 19. Ibíd., pág. 13.
and Spread of Nationalism, Londres, Verso, 1983 [Benedict Anderson, Comu- 20. Humayun Kabir, The Novel in India, Calcuta, Firma K.L. Mukho­
padhyay, 1968, pág. 2.
360
361
21. Ibíd., págs. 3-5. 41. «Sristi» (1924) en RR, vol. 14, pág. 319.
22. Hari Ram Mishra, The Theory of Rasa, Chhattarpur, M.P., Vindhya­ 42. «Alashya o sahitya» (1887) en RR, vol. 13, pág. 835.
chal Prakashan, 1964, pág. 10. 43. «Shahityadharma» (1927), ibíd., pág. 327.
23. Sukanta Bháttacharya, «He mahajibon» en su Chharpatra, Calcu­ 44. Battacharya, Kabir chokhe, pág. 147. Para la respuesta de Tagore,
ta, Saraswat Library, 1967; 1/ ed. 1948. Los poemas de este libro se escri­ véase su Chithipatra, Calcuta, Visva Bharati; 1974, vol. 11, págs. 41-43...
bieron entre 1943 y 1947. 45. Kabir chokhe, pág. 163.
24. Véase la discusión de Buddhadev Bose sobre Sukanta Bhattacha­ 46. Ibíd., p 78.
rya en la revista coetánea Kabita en Minakshi Datta (ed.), Buddhadev bosu 47. Majumdar, E monihar, pág. 223. Para unas declaraciones de Jiba­
shapadita kabita, Calcuta, Papyrus, 1989, vol. 2, pág. 104. nananda Das sobre Tagore, véase su «Rabindranath o adhunik bangla ka-.
25. Marshall Berman, All that is Salid Melts into Air. Nueva York Pen­ bita» en Jibanananda daser prabandha shamagra, editado por Faizul Latif
guin, 1988, capítulo 1 [Marshall Berman, Todo lo sólid� se desvanec� en el Chaudhuri, Dacca, 1990, págs. 24-29.
aire: la experiencia de la modernidad, trad. de Andrea Morales Vidal Ma- 48. Kabir chokhe, pág. 102.
drid, Siglo XXI de España, 1988]. . 49. Samar Sen, «Shavarga hote biday» (1937) en su Kayekti kabita,
26. Charles Baudelaire, París Spleen, traducido al inglés por Louise Va­ Calcuta, Anustup, 1989, pág. 31. El título del poema, «Destierro del Cie­
rese, Nueva York, New Directions, 1970 [Charles Baudélaire, El esplín de Pa­ lo» remeda el título de un poema de Tagore. Sobre Sheher kabita véase RR,
rís (Pequeños poemas en prosa), traducción, introducción y notas de Fran­ vol. 9, págs. 713-793.
cisco T01Tes Monreal, Madrid, Alianza, 1999]. Véase también la exposición 50. Tagore a Chakravarty (1937), en Chithipatra, vol. 11, pág. 201.
de Walter Benjamin, Charles Baudelaire: A Lyric Poet in the Era of High Ca­ 51. Citado en Majumdar, E monihar, pág. 243.
pitalism, traducido al inglés por Harry Zohn, Londres, Verso, 1985 [Walter 52. Citado en Battacharya, Kabir chokhe, pág. 40.
Benjamin, Baudelaire: un poeta en el esplendor del capitalismo, trad. de Jesús 53. Para una exposición histórica sobre el campo bengalí en este pe­
Aguirre, Madrid, Taurus, 1972] y en Berman, All that is Salid, capítulo 3. riodo, véase Sugata Bose, Agrarian Bengal: Economy, Social Structure and
27. Citado en Aditya Ohahedar, Rabindra-bidushan itibritta' Calcuta' Politics, Cambridge, Cambridge University Press, 1986.
Basanti Library, 1986, pág. 10. 54. Traducción al inglés de Seely en A Poet Apart, pág. 35.
28. Ibíd., pág. 28. 55. «Joto durei jai» en Subhash mukhopdhyayer sreshtha kabita, Cal­
29. Ibíd., pág. 27. cuta, Deys, 1976, págs. 71-72.
30. Ibíd., pág. 52. Véanse también págs. 54, 59. Estos textos también 56. Véase Sushilkumar Gupta, Rabindrakabya prashanga: gadyakabi­
se abordan en Dipan Chattopadhyay, Rabindrabirodhi shomalochona, Cal­ ta, Calcuta, Indian Associated 1966, págs. 52, 108. Véase también Sisir Ku­
cuta, Annapurna Pralrnshani, 1994. mar Ghosh, The Latter Poems of Tagore, Calcuta, 1961.
31. Ohahedar, Rabindra-bidushan, págs. 108-109, 112. 57. Majumdar, E monihar, pág. 65.
32. Achintyakumar Sengupta, Kallolyug, Calcuta, M.C. Sarkar and Sons, 58. Para detalles sobre estos debates véase Sengupta, Kallolyug; Shona­
1988, pág. 47. moni Chakravarty, Shanibarer chithi o adhunik bangla sahitya, Calcuta, Aru­
33. Citado y comentado en Ujjvalkumar Majumdar, «Rabindranath, na Prakashani, 1992; Jibendra Singha Ray, Kalloler kal, Calcuta, Deys, 1987;
shamashamay o jibanaranda», en su Rabindrashanga, págs. 25-26. Véase y el ensayo de Tagore «Sahitye nabatva» (1927) en RR, vol. 14, pág. 334.
también Sutapa Bhattacharya, Kabir chokhe kabi: tirisher kabider rabin­ 59. Hubo cierto debate en su tiempo sobre el estatus de este poema
drabichar, Calcuta, Aruna Prakashani, 1987, pág. 69. en cuanto gadyakabita. Véanse los comentarios de Buddhadev Bose en Mi­
34. Ibíd., pág. 23. nakshi Datta (ed.), Buddhadev bosu shompadito kabita, vol. 1, pág. 165;
35. Edward Thompson, Rabindranath Tagore: Poet and Dramatist, Cal­ las críticas opiniones de Mohitlal Mojumdar aparecen en su ensayo
cuta, Riddhi, 1979; 1/ ed., 1926, págs. 315-316. «Rabindranather gadtakabita», en su Sahityabitan, Calcuta, Bidyoday Li­
36. E.P. Thompson, «Alien Homage»: Edward Thompson and Rabin- brary, 1962; i.a ed., 1942, págs. 53-63.
dranath Tagore, Nueva Delhi, Oxford University Press, 1993, pág. 53. 60. Vaikuntha: la morada celestial del Dios Vishnu.
37. Citado en Ohahedar, Rabindra-bidushan, págs. 123, 125. 61. «Bansi» (1932), en RR, vol. 3, págs. 63-65.
38. Benjamin, Baudelaire, pág. 36. 62. Véanse los ensayos «Chhander artha», en RR, vol. 14, págs. 153,
39. «Chhander artha» (1917) en RR, vol. 14, pág. 153. 155-156; «Bastab», ibíd., pág. 295; «Kabir kaifiyat», ibíd., págs. 302, 305;
40. «Gadyachhanda», citado en Ujjvalkumar Majumdar, E monihar, «Sahitya», ibíd., págs. 308-309; «Tathya o satya», ibíd., págs. 312-316. Las
Calcuta, Saibya Pustakalay, 1981, pág. 64. particulares teorías estéticas de Tagore no persuadían a todo el mundo.

362 363
En tomo a estos asuntos, y también para una defensa de Tagore, véase sus canciones. Satyajit Ray, «Rabindrasangite bhabbar katha», en Abdul
Bhabanigopal Sanyal, Rabindranather sahityatattva, Calcuta, Modem Book Ahad y Sanjida Khatun (eds.), Roilo tahar bani, roilo bhara shure, Dacca,
Agency, 1974, parte 2, págs. 38-40. Véase también Bimalkumar Mukhopa­ Muktadhara, 1983, pág. 157.
dhyay, Rabindranandantattva, Calcuta, Deys, 1991, pág. 296; Asitkumar 77. Una fuente práctica de discusiones entre Tagore y sus interlocu­
Bandyopadhyay, Sahityajijnashay rabindranath, Calcuta, Karuna Praka­ tores- sobre sus teorías musicales es Rabindranath Thakur, Sangitchinta,
shani, 1980, vol. 2; y Satyendranath Ray, Sahityatat.tve rabindranath, Cal­ Calcuta, Visva Bharati, 1966.
cuta, Sanskrita Pustak bhandar, 1972. 78... Shankha Ghosh, Kabitar muhurta, Calcuta, Anustup, 1991, pág. 14.
63. Véase el ensayo de Tagore, «Kabir kaifiyat» (1915) en RR, vol. 14, 79. Benodbehari Mukhopadhyay, «Chitrakar», Ekshan, n.º anual, 1978,
pág. 301. págs. 201-202.
64. Ibíd. Para una exposición extensa, véase Abu Sayeed Ayyub, 80. Prabhatkumar Mulmopadhyay, Gitabitan: Kalanuk shuchi, Calcuta,
Tagore and Modernism, traducido al inglés por Amitava Ray, Nueva De­ Tagore Research Institute, 1992, señala 1905 como fecha de composición
lhi, 1995. de esta canción. Para una histmia comprehensible del movimiento Swade­
65. Véase el ensayo de 1935 en el que explica la forma de la poesía­ shi véase Sumit Sarkar, The Swadeshi Movement in Bengal, 1903-1908,
prosa, «Gadyachhander prakriti» en RR, vol. 14, pág. 284. Nueva Delhi, People's Publishing House, 1973.
66. Carta de Tagore a Dhurjatiprasad Mukherjee, 17 de mayo de 1935, 81. Edward Thompson, Rabindranath Tagore, pág. 24. El poema se es­
ibíd., pág. 280. cribió en torno a 1898. Véase Prabhatkumar Mukhopadhyay, Rabrindaji­
67. Ibíd., págs. 312-313. bani o sahityaprabeshak, Calcuta, Visva-Bharati, 1960, vol. 1, pág. 428.
68. Las tensiones entre el romanticismo y las ideas político-económi­ 82. Thompson, Rabindranath Tagore, pág. 151.
cas dieciochescas sobre la «utilidad» reciben atención en James Chandler, 83. El breve libro de Diana Eck sobre Darsan: Seeing the Divine in In­
England in 1819: The Politics of Literary Culture and the Case of Romantic dia, Chambersburg, Penn., Anima Books, 1985, es una introducción útil al
Historicism, Chicago, University of Chicago Press, 1998, págs. 188-189, asunto de darshan pero cae en gestos antropologizantes para compren­
231,478. der la práctica.
69. Véase Erilc Stokes, The English Utilitarians in India, Nueva Delhi, 84. Raniero Gnoli, The Aesthetic Experience According to Abhinavagup­
Orient Longman, 1989; l.ª ed., 1959. ta, Varanasi, Chowkhamba Sanskrit Series Office, 1968; versión revisada
70. Véase John M. Robson, «J.S. Mill's Theory of Poetry», en J.B. Schnee­ de la edición de 1956 publicada en Roma, pág. xlvi. Véase también la ex­
wind (ed.), Mili: A Collection of Critica[ Essays, Londres, Macmillan, 1969, posición de V.K Chari, Sanskrit Criticis�1.,· Honolulú, University of Hawaii
págs. 251-279; Jeremy Bentham, «Introduction to the Principies of Mo­ Press, 1990, págs. 44, 59-63; y Hari Ram Mishra, The Theory of Rasa, Chat­
rals and Legislation» (1789) en Mary Wamock (ed.), Utilitarianism., Lon­ tarpur, M.P., Vindhyachal Prakashan, 1964, págs. 412, 415.
dres, Fontana, 1969, pág. 34. 85. Anderson, Imagined Communities, pág. 15.
71. Bankimchandra Chattopadhyay, «Kamalakanta » en Bankimracha­ 86. Chari, Sanskrit Criticism, pág. 32.
nabali, editado por Jogeshchandra Bagal, Calcuta, Sahitya Samsad, 1974, 87. Bimal Krishna Matilal, Perception: An Essay on Classical Indian
vol. 2, pág. 54. Para un revelador análisis de la obra de Bankim en el con­ Theories of Knowledge, Oxford, Clarendon Press, 1986, págs. 286-29.1, 311-
texto del colonialismo, véase Sudipta Kaviraj, T'he Unhappy Consciousness, 312 apunta a las similitudes entre el uso de Hume y de Kant de la palabra
Nueva Delhi, Oxford University Press, 1995. «imaginación» y el uso de palabras como .kalpana o vikalpa en la lógica
72. Véanse los ensayos «Sahitya» (1924) y «Tathya o satya » (1925) india. En cambos casos, afirma Matilal, la «imaginación» distingue, en
en RR, vol. 14, en particular págs. 308-309 y 312-313. el trabajo de la memoria, entre la percepción libre de conceptos y la
73. Véanse sus libros sobre la lengua bengalí, Shabdatattva, y sobre cargada de conceptos. En lo concerniente a la «desinonimización » de
el metro, Chhanda, incluidos en RR, vol. 14. Loka sahitya, su libro so­ «fantasía» e «imaginación » que efectúa Coleridge, véase Samuel Taylor
bre literatura folclórica, se incluye en RR, vol. 13. Coleridge, Biographya Literaria, Nigel Leask (ed.), Londres y Vermont,
74. «Es un hecho que las palabras bengalíes no tienen peso, ni acen­ Everyman, 1997, capítulo 4, págs. 55-56 [Samuel Taylor Coleridge,. Bio­
to como es habitual en inglés, ni tradición, como el sánscrito, de man­ grafía literaria, trad. de Emique Hegewicz, Cerdanyola, Labor, 1975]..
tener los [sonidos vocálicos] largos y cortos. » Tagore, «Banglka chhande 88. El famoso capítulo 13 de la Biqgrafía literaria define así los mo­
anuprash» en RR, vol. 14, pág. 130. dos de imaginación «primario » y «secundario » (pág. 175): «La IMAGI­
75. Véase, por ejemplo, «Phuljani » en RR, vol. 13, pág. 943. NACIÓN primaria es para mí el poder vital y el prindpal Agente de toda
76. Satyajit Ray subraya el acento que Tagore colocaba sobre la letra de Percepción humana, una repetición en la mente finita del acto eterno_de

364 365
creación en el YO SOY infinito. Estimo que la Imaginación secundaria es 94. El episodio se examina en Partha Chatterjee, Nationalist Thought
como un eco de la precedente[...] idéntica a la primaria en cuanto a la and the Colonial World: A Derivative Discourse, Londre·s, Zed, 1986,
especie de su acción, y distinta solamente en el grado y modo de su fun­ págs. 146-147.
cionamiento. Disu@lve, difunde, disipa para recrear[...]. Es esencialmente 95. Jawaharlal Nehru, The Discovery of India, Nueva York, John Day,
vital a pesar de que todos los objt;tos (en tanto que objetos) son esencial­ 1946, págs. 48-49, citado en Partha Chaterjee, Nationalist Thought, pág. 146
mente fijos y muertos»[trad. de Enrique Hegewicz, Samuel Taylor Cole­ [Jawaharlal Nehru, El descubrimiento de la India, trad. de Miguel de Her­
ridge, Biografía literaria, Cerdanyola, Labor, 1975]. Las teorías de Coleri­ nani, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1949].
dge han originado una inmensa bibliografía. He encontrado las siguientes 96. Homi K. Bhabha, «DissemiNation: Time, Narrative, and the Margins
obras particularmente útiles. Geoffrey Hartman, The Unmediated Vision: of the Modem Nation», en el volumen editado por él Nation and Narration.,
An Interpretation ofWordsworth, Hoplcins, Rillce and Valery, Nueva York, Londres y Nueva York, Routledge, 1990, págs. 291-322.
Harcourt, Brace & World, 1966; Geoffrey Hartman, «Reflections on the
Evening Star: Akenside to Coledridge», Angus Fletchern «"Positive Nega­
tion": Threshold, Sequence and Personification in Coleridge», y Thomas 7. Adda: Una historia de socialidad
McFarland, «The Origin and Significance of Coleridge's Theory of Secon­
dary Imagination», todos en Geoffrey Hartman (ed.), New Perspectives on 1. Marshall Berman, All that is Salid Melts into the Air: The Experien­
Coleridge andWordsworth: Seler;ted Papers from the English Institute, Nue­ ce of Modemity, Nueva York, Penguin, 1988; l.ª ed., 1982, pág. 5[Marshall
va York, Columbia University Press, 1972; James K. Chandler,Wordsworth's Berman, Todo lo sólido se desvanece en el aire: la experiencia de la moder­
Second Nature: A Study ofthe Poetry and Politics, Chicago, University of nidad, trad. de Andrea Morales Vidal, Madrid, Siglo XXI de España, 1988].
Chicago Press, 1984; John Spencer Hill (ed.), Imagination in Coleridge, 2. J.L. Mehta, Martin Heidegger: The Way and the Vision, Honolulú,
Londres, Macmillan, 1978; Nigel Leask, The Politics of Imagination in Co­ University Press of Hawaii, 1976, pág. 481 n. 101.
leridge's Critica! Thought, Londres, Macmillan, 1988; y Thomas McFar­ 3. Sunitikumar Chattopadhyay, «Hoste! Life in Calcutta» (1913), in­
land, Coleridge and the Pantheist Tradition, Oxford, Clarendon, 1969. Mi cluido en liban lcatha (en bengalí), Calcuta, Jinasha, 1979, pág. 210.
agradecimiento a David Lloyd, Jonathan Mee y James Chandler por las 4. Véase, por ejemplo, «Calcutta Online», que ofrece la oportunidad
conversaciones mantenidas en torno a estos asuntos. de suscribirse a un sitio para «adda bengalí». El carácter legendario del
89. Véase Thomas McFarland, Coleridge, págs. 308-309. adda en la cafetería College Street Coffee House puede verse también en
90. Coleridge, Biographia, pág. 57 n. l. Coleridge clasifica este momen­ el hecho de que un boletín de noticias, publicado en Nueva York para los
to bajo las filosofías dieciochescas del «sentido común». inmigrantes y la diáspora bengalíes en Estados Unidos, dé cüenta del reti­
91. Como afirma Massumi al discutir el ejemplo de lanzar un ladrillo: ro de un trabajador «del interior», Ramuchacha, quien durante cuarenta
«¿Qué es el sujeto del ladrillo? ¿El brazo que lo lanza? ¿El cuerpo vincu­ y cinco años sirvió a los bengalíes addabaj de esa cafetería. Véase Udayan
lado al brazo? ¿El cerebro encerrado en el cuerpo? ¿La situación que lle­ (en bengalí), Nueva York, 3 de diciembre de 1997, pág. 8: «El hombre ha
vó al cerebro y al cuerpo a esa tesitura? Todo y nada de lo anterior». Brian sido inseparable de todas las alegrías y las tristezas, las esperanzas y la de­
Massumi, A User's Cuide to «Capitalism and Schizophrenia»: Deviations sesperación, la poesía y el adda de Coffee House durante las últimas cua­
from Deleuze and Guattari, Cambridge, MIT Press, 1992, pág. 5; Massumi, tro décadas, se despidió formalmente el sábado pasado.[...] Ramuda, alias
«Which Carne First? The Individual or Society? Which is the Chicken and Ramuchacha, deja atrás cuarenta y cinco de los setenta años de su vida en
Which is the Egg? The Political Economy of Belonging and the Logic of el salón principal y en los balcones del Coffee House.[...] Las lágrimas mo­
Relation», en Cynthia C. Davidson (ed.), Anybody, Cambridge, MIT Press, jan su blanco bigote, mientras Ramuchacha dice, con su estilo ligeramen­
1997, págs. 175-188. te pueblerino: "Soy un hombre ignorante. No sé los nombres de ninguna
92. Véase el ensayo de Freud, «The Uncanny» (1919) en Sigmund de las personas que he visto aquí dl}rante los últimos cuarenta años. Pero
Freud, Art and Literature, traducido al inglés bajo la dirección general de aún reconozco sus caras. Los estudiantes vienen, toman café, charlan, es­
James Strachey, editado por Albert Dickson, Harmondsworth, Penguin, criben poesía; yo sólo los miro. Ahora volveré a mi pueblo y pasaré tiem­
1990, págs. 339-376[Sigmund Freud, «Lo siniestro», Obras completas de po con mis nietos"». De no ser por el vínculo de Ramuchacha con un lu­
Sigmund Freud, vol. 3, págs. 2483-2505, trad. de Luis López Ballesteros gar tratado por la memoria de la clase media bengalí como un espacio
y de Torres, Madrid, Biblioteca Nueva, 1981]. sagrado de la historia· de la modernidad literaria bengalí, la jubilación de
93. S. Wajed Ali, «Bharatbarsha» en Matriculation Bengalí Selections, un trabajador «desconocido», que ni siquiera era bengalí, dificilmente se
Calcuta, Calcutta University Press, 1938, pág. 322. habría convertido en noticia en la diáspora americano-bengalí.

366 367
5. Nishithranjan Ray, «Prefacio» a Samarendra Das (ed.),Kolkatar sad,1988; l.ª ed.,1916-1917; Haricharan Bandyopadhyay,Bangiyo shab­
adda, Calcuta,Mahajati Prakashan,1990. dakosh� Calcuta,Sahitya Alrndemi, 1988; 1/ ed.,1924-1925; y Subal Chan­
6. Saiyad Mujtaba Ali, «Adda», en Saiyad mujtaba ali rachanabali, dra Mitra,Sara[ bangala abhidhan., Calcuta,New Age Publishers, 1984;
Calcuta,Mitra o Ghosh,1974/5,vol. 3,pág. 396. l.ª ed.,1906. Pueden encontrarse asociaciones similares de la palabra en
7. Sabitendranath Ray y Rabin Bal, «Bangla prakashanar panchash Hutom, págs. 63 y 105,y Sivanath Shastri,Ram.tanu Lahiri o tatkalin ban­
bochhor,1947-1997»,en Books in Print from Wes(Bengal and Fair Direc­ gasamaj, Calcuta,New Age Publishers, 1957; l.ª ed., 1903.
tory 1997, Calcuta,Publisher's Guild,1997,pág. xxxii. 27. Hutom, págs. 21, 23, 78-79,87,94,102-103.
8. Sobre estas cuestiones,véase Ranajit Guha, «The Migrant's Time», 28. Saral han.gala abhidhan., entrada majlish. No está totalmente claro
Postcolonial Studies 1,n.0 2 (julio de 1998),págs. 155-160. el que Mitra se esté refiriendo aquí simplemente a la secta religiosa.
9. Arjun Appadurai,«Body, Prnperty and Fire in Urban India»,ponen­ 29. Bose, «Adda»,pág. 14.
cia presentada en la sesión sobre «Regímenes de valor»,reunión de la Ame­ 30. Parashuram [Rajshekhar Bosu],«Lambakarna» en Gaddalika, Cal­
rican Anthropology Association,Washington D.C., noviembre de 1997. cuta,M.C. Sarkar and Sons, 1974,pág. 79.
10. Véase «Addar darshan» en Binay sarkarer baithake, editado por 31. Radhaprasad Gupta, «Amader jubakkaler adda: jhankidarshan»,
Haridas Mukhopadhyay, Calcuta, 1942,pág. 273. en Kolkatar adda, pág. 27.
11. Nishithranjan Ray,prefacio a Samarendra Das (ed.),Kolkatar adda, 32. Parashuram [Rajshekhar Bosu], «Dakshinray», en Kajjali, Calcu­
pág. 10. ta,M.C. Sarkar and Sons,1969,págs. 65-66.
12. Nripendrakrishna Chattopadhyay, «Adda»,en Nana katha, Calcu­ 33. ¡Peter van der Veer me dice que lo que se conoce en el inglés bri­
ta,Deb Sahitya Kuth� 1978,págs. 2-3. tánico o australiano como «volverse holandés» o en el estadounidense
13. Saiyad Mujtaba Ali, «Adda passport», en Saiyad mujtaba ali ra­ como «invitación holandesa» es conocido por los propios holandeses como
chanabali, Calcuta,Mitra o Ghosh,1974/5,vol. 3,págs. 404-411. «fiesta americana»!
14. Nirad C. Chaudhuri, T he Autobiography of an Unknown Indian, 34. Sagarmoy Ghosh, «Hirer nakchhabi», en Kolkatar cidda, pág. 52.
Nueva York,Macmillan,1989; i.a ed.,1951, pág. 382. 35. Jogindranath Bosu,Michael Madhusudan. Datter jiban.charit, Cal­
15. Todas las citas de Chaudhuri s011 de ibíd.,págs. 383-386. cuta,Ashok Pustakalay,1990,págs. 48-49, 51.
16. Buddhadev Bose, «Adda»,en Samarendranath Das (ed.),Kolkatar 36. Bipinchandra Pal,Sattarbatshar: atmajiban.i, Calcuta, Jugajatri,
adda, pág. 13. 1957,págs. 202-203; Dineshchandra Sen,Gharer katha o juga sahitya, Cal­
17. Chattopadhyay, «Hostel life»,pág. 210 y Bose, «Adda»,pág. 13. cuta,Jijnasha,1969,págs. 95-98.
18. Véase Hirankumar Sanyal,Porichoyer kuribochhor o onnanno sm­ 37. Véase Achintyakumar Sengupta,Kallol jug, Calcuta,M.C. Sarkar
ritichitra, Calcuta,Papyrus,1978,pág. 145 y Gaurkishor Ghosh,«Bhumi­ and Sons,1960,págs. 6-16.
ka» (Prefacio),Saiyad mujtaba ali granthabali, Calcuta, Mitra o Ghosh, 38. Véase Prasantakumar Pal,Rabijibani, Calcuta, Ananda Publishers,
1978,vol. 4. 1988,vol. 3,págs. 39,60,237,268,270.
19. Samsad Bengali-English Dictionary, Calcuta,Sahitya Samsad,1968, 39. Sarala Devi Chaudhurani,Jibanerjharapata, Calcuta,Rupa,1982,
entrada de adda. pág. 34. Véase también Pal,Rabijibani, vol. 3,pág. 74.
20. Véase el prefacio de Nishithranjan Ray a Kolkatar adda, pág. 9. 40. Citado en Anlitrasudan Bhattacharya,Bankimchandrajibani, Cal­
21. Pyarimohan Mukhopadhyay,Amar dekha kolkata, Calcuta,1980/1, cuta,Ananda Publishers, 1991,pág. 109.
págs. 207-211,222-224,describe este tipo de addas finiseculares. 41. Sachishchandra Chattopadhyay,Bankim-jibani, Calcuta,Pustal<: Bi­
22. Mahasthabirer galpashamagra, Calcuta,1988, págs. 231; 364-365. pani,1989,págs. 283,311.
23. Lal Behari Dey,Recollections of My School-Days (junto con Ben­ 42. Hutoni, pág. 41.
. gal Peasant Life y Folk Tales of Ben.gal), editado por Mahadevprasad Saha, 43. Este dibujo se titula «Betaler baithake» (En el salón de Betal) y
Calcuta, 1969, pág. 464. Lamentablemente, Saha no informa sobre la se usó como cabecera de una columna habitual en la revista literaria
fecha de publicación original de Recollections. Prabashi, publicada por primera vez en 1901 y continuada en los años
24. Satik Hutom pyanchar naksha, editado y anotado por Arun Nag, veinte. Lo reproduzco de un ensayo de Hirendranath Datta, «Sabityer
Calcuta,Subarnarekha,1992,pág. 52. adda» [Addqs literarios] en Desh; núm_ero especial sobre literatura,1975,
25. Mukhopadhyay,Amar dekha, págs. 207-211. pág. 49.
26. Véanse las entradas de los siguientes diccionarios bengalíes: Gya­ 44. Reproducimos el dibujo de Chattopadhyay,«Hostel Life»,pág. 199.
nendraµiohan Das,Bangla bhashar abhidhan, vol. 1,Calcuta,Sahitya Sam- 45. Ibíd., págs. 198-199.

368 369
46. Véase la introducción a Jatindramohan Bhattacharya, Bangla mu- 69. Susobhan Sarkar utiliza la palabra galpagujob (lit., cuentos y ru­
drita granthadir talika, Calcuta, A. Mukherjee and Sons, 1990, vol. 1, pág. ix. mores) para describir la naturaleza de la conversación en un adda. Pre­
47. Chattopadhyay, «Hostel Life», pág. 201. facio de Sarkar a Sanyal, Porichoyer, pág. 3.
48. Sanyal, Porichoye1; pág. 145. 70. Hemendrakumar Ray, Jader dekhechhi, Calcuta, 1948-1949, vol. 1,
49. Satyajit Ray, «Bhumika» (Prefacio) a Sukumar Ray, Shamagra shi- págs. 112-114.
shusahitya, Calcuta, Ananda Publishers, 1977. 71. Sanyal, Porichoyer, pág. 167.
50. Jibendra Singha Ray, Kolloler kal, Calcuta, Deys, 1973), pág. 5. 72. El mejor estudio moderno del kathakata es hasta la fecha el de
51. Ibíd., págs. 2-3. La cursiva es mía. Gautam Bhadra, «Kathakatat nana katha», Jogshutro, octubre-diciembre
52. Véase Desh, número especial sobre literatura, 1975. de 1993, págs. 169-268.
53. Nripendrakrishna Chattopadhyay, Nana katha, págs. 4-6. 73. Ibíd., págs. 166-167.
54. Amn Das Gupta, «Three-B kalighat park south-e kanuda», en Ma­ 74. Gupta, «Amader jubakkaler», pág. 29.
nashi Das Gupta (ed.), Kicchu chintakana, kicchu smriti: bimal ghosh sma­ 75. Véase el ensayo «Meyeder adda» en Kolkatar adda.
ranik patra, Calcuta, 1987, pág. 62. 76. Chattopadhyay, Nana katha, págs. 9, 16.
55. Debrabata Mukhopadhyay, Kofir kaape shomoyer chhobi, Calcuta, 77. Ibíd., págs. 4, 10. Darjeeling y Puri estaban entre los lugares favo­
Communications and Media People, 1989, prefacio y pág. 10. ritos de vacaciones de las familias bengalíes de clase media de Calcuta.
56. Bipinbehari Gupta, Puratan prasanga, Calcuta, Bidyabharati, 1977; 78. Parashuram (Rajshekhar Bosu), «Dvandik kobita», en Neel tara
l.ª ed., ca. 1913-1914. ityadi galpa, Calcuta, M.C. Sarkar and Sons, 1962, págs. 121-126. Las pa­
57. Amiyabhusan Majumdar, «Rabidranath o bigyanacharya satyen­ labras en cursiva están en inglés en el original.
dranath», Desh, número especial sobre literatura, 1975, pág. 131. 79. Srikumar Bandyopadhyay, Bangasahitye upanashyer dhara, Calcu­
58. Parimal Goswami, «Prabashir adda», ibíd., págs. 59-64. Ranajit ta, Modern Book Agency, 1988, pág. 148.
Guha me dice que en la Calcuta de su juventud (los años treinta) los par­ 80. Mukhopadhyay, Kofir kaape, pág. 16.
ques eran efectivamente el espacio del adda, alejados como estaban de la 81. Véase Henri Lefebvre, The Production of Space, traducido al inglés
vigilancia paterna. Las obras de Premankur Atarthi exploran esos espacios por Donald Nicholson-Smith, Oxford, Basil Blackwell, 1992, págs. 304-306
urbanos a través de la ficción y de la autobiografía, y una historia futu­ y passim.
ra de la ciudad debería examinarlas. Para una descripción cautivadora 82. Comunicación personal de Manashi Das Gupta.
del uso social dado a las azoteas de Calcuta a principios y mediados del
siglo xx, véase, por ejemplo, su relato corto «Chhate», en Mahasthabirer
granthabali, págs. 354-363. 8. Familia, fraternidad y trabajo asalariado
59. Lamentablemente, no existe para Calcuta nada tan interesante como
el ensayo de Frank Conlon, «Dining Out in Bombay», en Carol Brecken­ 1. Rajnarayan Bosu [Bose], Shekaal ar ekaal [1874], editado por Bra­
ridge (ed.), Consuming Modernity: Public Culture in a South Asían World, jendranath Bandyopadhyay y Sajanikanta Das, Calcuta, Ranjan Publishing
Minneapolis, University of Minnesota Press, 1995, págs. 90-127. House, 1976, págs. 39-41.
60. Muzaffar Ahmad, Kazi nazrul islam smritikatha, Calcuta, National 2. Anónimo, Naridharma, Calcuta, 1877, pág. 27.
Book Agency, 1965, págs. 277-278. 3. Bosu, Shekaal, págs. 86-87.
61. Susobhan Sarkar, «Bhumikar bodole», en Sanyal, Porichoyer, pág. 9. 4. Sumit Sarkar, «"Kaliyuga", "Chakri", and "Bhakti": Ramakrishna
62. Radhaprasad Gupta, «Amader jubakkaler adda», en Kolkatar adda, and His Times», Economic and Political Weekly (en adelante EPW), n. 27- 0

pág. 24. 29 (18 de julio de 1992), págs. 1549-1550.


63. Ibíd. 5. Véase Partha Chaterjee, The Nation and its Fragments: Colonial and
64. Ibíd., págs. 27-28. Postcolonial Histories, Princeton, Princeton University Press, 1994; Me­
65. Parashuram [Rajshekhar Bosu], «Ratarati» en Hanumaner shapna redith Borthwick, The Changing Role of Women in Ben.gal 1849-1905,
ityadi galpo, Calcuta, M.C. Sarkar and Sons, 1962, pág. 79. Princeton, Princeton University Press, 1984; Ghulam Murshid, Reluctant
66. Bose, «Adda», pág. 14. Debutante: Response of Bengalí Women to Modernization, Rajshahi, Rajsha­
67. Sanyal, Porichoyer, págs. 163-164. hi University Press, 1983; Tanika Sarkar, «Nationalist Iconography: Ima­
68. Shyamalkrishna Ghosh, Porichoyer adda, Calcuta, K.P. Bagchi, 1990, ges of Women in Nineteenth Century Bengalí Literature», EPW 22, n.º 47
pág. 11. (noviembre de 1987), págs. 2011-2015; Malabika Karlekar, «Kadambini

370 371
and the Bhadralolc: Early Debates over Women's Education in Bengal», 17. KK, pág. 22.
EPW 21, n.º 17 (26 de abril de 1986), págs. WS-WS 31; Jasodhara Bagchi, 18. Ibíd.
«Representing Nationalism: Ideology of Motherhood in Colonial Bengal», 19. Kashinath Bosu (comp.), Darshandeepilca, Calcuta, 1848, pág. 14.
EPW 25, n.º 42-43 (20-27 de octubre de 1990), págs. WS65-WS71; Sraba­ 20. Véanse las actas de la primera reunión de esta asociación: Gaura­
shi Ghosh, «Birds in a Cage», EPW 21, n.º 43 (octubre de 1986), págs. 88- deshiya samaj shangsthapanartha pratham sabhar bibaran, Calcuta, 1823.
96; Bharati Ray, «Bengalí Women and the Politics of Joint Family», EPW La copia que consulté se encuentra en la Biblioteca Británica.
28, n.º 32 (28 de diciembre de 1991), págs. 3021-3051; Hilary Standing, 21. Bhudev Mukhopadhyay, Achar prabandha, Chinsurah, 1908,
Dependence and Autonomy: Womens Employment and the Family in Cal­ págs. 52, 60-61. La cursiva es mía.
cutta, Londres, Routledge, 1991. 22. Sumit Sarkai� «Kaliyuga»; Partha Chaterjee, «A Religion of Urban
6. Tanika Sarkai� «The Hindu Wife and the Hindu Nation: Domesti­ Domesticity: Sri Ramakrishna and the Calcutta Middle Class», en Partha
city and Nationalism in Nineteenth Century Bengal», Studies in History Chaterjee y Gyan Pandey (eds.), Subaltern Studies VII, Nueva Delhi, Ox­
nueva serie 8, n.0 2 (1992), pág. 224. ford University Press, 1992, págs. 40-68.
7. La argumentación de Sarkar en este ensayo es semejante a la de 23. En tomo a la adaptación bengalí de la idea de «mejora», véase el
Partha Chaterjee en «The Nationalist Resolution of the Woman Question» ensayo de Ranajit Guha, «Colonialism in South Asia: Dominance without
en Kumkum Sangari y Sudesh Vaid (eds.), Recasting Woman, New Bruns­ Hegemony and Its Historiography», en Dominance without Hegemony:
wick, Nueva Jersey, Rutgers University Press, 1989, págs. 233-253. Hist01y and Power in Colonial India, Cambridge, Harvard University Press,
8. Véase Mrinalini Sinha, Colonial Masculinity: The «Manly English­ 1997, págs. 97-120.
man» and the <<E{feminate» Bengali in the Late Nineteenth Cen.tury, Man­ 24. Anónimo, Streeshilcsha, Calcuta, 1877, vol. 1, págs. 28-29.
cheste1� Manchester University Press, 1995. 25. Mukhopadhyay, Achar prabandha, págs. 6, 12-13, 35.
9. John Locke, TI,vo Treatises on Government, Londres, Melbourne, 26. Nagendrabala Saraswati, Garhasthyadharma ba naridharmer pari­
Toronto, Everyman's Library, 1978 [John Locke, Dos ensayos sobre el shista, Jamalpm� Burdwan, 1904, págs. 1, 29.
gobierno civil, trad. de Francisco Giménez Gracia, Madrid, Espasa-Cal­ 27. Anukulchandra Datta, Grihashilcsha [en bengalí], Calcuta, 1906,
pe, 1991]. Dos de los comentarios que más han influido este análisis son pág. 13.
C.B. Macpherson, The Political Theory of Possesive In.dividualism: Hob­ 28. Ibíd., págs. 3-4, 34-39, 78-80.
bes to Loclce, Oxford, Oxford University Press, 1972 [C.B. Macpherson, 29. Ibíd., págs. 55, 62; véase también la pág. 65.
La teoría política del individualismo posesivo: De Hobbes a Loclce, trad. 30. Chandranath Bosu, Garhasthyapath, Calcuta, 1887, págs. 15-16.
de Juan Ramón Capella, Madrid, Trotta, 2005] y Carole Pateman, The 31. Datta, Grihashilcsha, prefacio y página del título.
Sexual Contract, Stanford, Stanford University Press, 1988 [Carole Pa­ 32. Yogendranarayan Ray, Bangamahila, Chinsurah, 1881, págs. 87-
teman, El contrato sexual, trad. de M.ª Luisa Femenías, Barcelona, Anthro­ 88; Kailashbashini Devi, Hindu mahilaganer heenabastha, Calcuta, 1863,
pos, 1995]. págs. 6-7, 63.
10. Macpherson, Possesive Individualism, cap. 5. 33. Citado en Borthwick, Changing Role, pág. 105.
11. Esta queja sobre la obligación de comer «demasiado temprano» 34. Streeshilcsha, vol. 1, págs. 84-87.
quizá sea una referencia al modo en que el trabajo de oficina estaba for­ 35. Yogendranarayan Ray, Bangamahila, págs. 87-88.
zando a los hombres a tomar su comida de mediodía como «desayuno» 36. Radhikanath Thakur (comp. y trad.), Patriparilcsha, Murshidabad,
por la mañana, el cual acabó siendo denominado por los bengalíes apisher 1880, pág. 17.
bhat o «arroz de oficina». 37. Manmohan Bosu, Hindu achar byabaha1; Calcuta, 1873, págs. 15-
12. Bhabanicharan Bandyopadhyay, Kalilcata lcamalalaya (1823), edi­ 16, 58-60.
tado por Brajendranath Bandyopadhyay, Calcuta, Ranjan Publishing 38. David Kinsley, Hindu Goddesses: Visions of the Divine Feminine in
House, 1952, págs. 8, 10-13. En adelante, me referiré a este libro conKK.. the Hindu Religious 1i'adition, Berkeley y Los Ángeles, University of Cali­
13. KK, págs. 8-9. fornia Press, 1988, págs. 19-32. Véase también Manomohan Basu, Hindu
14. KK, pág. 22. Hay una palabra -sarip [?]- que he dejado fuera de achar byabaha1; Calcuta, 1873, pág. 60.
la lista, puesto que no he podido entenderla. 39. Paul R. Greenough, Prosperity.and Misery in Modem Bengal: The
15. Tattvabodhini patrilca (slf) citado en Sibnath Sastri, Ramtanu Lahi­ Famine of 1943-1944, Nueva York, Oxford University Press, 1982, págs. 12-
ri o tatlcalin bangasamaj, Calcuta, New Age, 1957, pág. 58. 41; Lina Fruzetti, The Gift of a Virgin: Women, Marriage and Ritual in a
16. KK, pág. 12. Bengalí Society, Nueva Delhi, Oxford University Press, 1990.

372 373
40. Upendranath Dhal, Goddess Lalcshmi: Origin and Development, 61. Véase el ensayo sobre jnatittva (teorías del parentesco) en «Pari­
Nueva Delhi, Oriental Publishers and Distributors, 1978, pág. 136. barik prabandha». También el ensayo «Pashchatya bhab» .[Modos occi­
41. Ibíd., pág. 141 n. 20. dentales] en Samajilc prabandha, editado por Jahnabikumar Chakraborty,
42. Compré dos libros de este género a vendedores callejeros en Calcu­ Calcuta, Pashchimbanga Rajya Pustak Parishad, 1981, págs. 125-130.
ta, Baikunthanath Majhi, Baromaser srisri lalcshmidevir bratalcatha o pan­ 62. Tapan Raychaudhuri, Europe Reconsidered: Perceptions of the West
chali, revisado por Madhusudan Bhattacharya, Calcuta, s/f y Pasupati Chat­ in Nineteenth Century Bengal, Nueva Delhi, Oxford University Press, 1988,
topadhyay, Baromese. srisri lalcshmidevir panchali o bratalcatha, Calcuta, s/f. págs. 88-89.
43. Bhikshuk [Chandra Sen], Ki halo!, Calcuta, 1876, pág. 77. 63. Citado y traducido al inglés por Tapan Raychaudhuri, ibíd., pág. 41.
44. Ronald B. Inden, Marriage and Ranlc in Bengalí Culture: A History 64. Véanse, por ejemplo, algunas de las novelas de Saratchandra Cha­
of Caste and Clan in Middle Period Bengal, Berkeley y Los Ángeles, Uni­ terjee (1876-1938): Bindur chhele (1914), Bailcunther will (1916), Nishlcriti
versity of California Press, 1976, pág. 96. (1917), Mamlar phol (1920), Harilakshmi (1926) y Paresh (1934).
45. Ibíd., pág. 54 n. 10. 65. Dayamayi Dasi, Patibrata dharma, Calcuta, 1870, págs. 1-2.
46. Bhudev Mukhopadhyay, «Paribarik prabandha», en Bhudev racha­ 66. Ibíd., págs. 1-2. Agradezco a Radhika Singha por señalarme la po­
nashambhar, editado por Pramathanath Bishi, Calcuta, Mitra o Ghosh, sibilidad de la presencia personal de una mujer en este pasaje.
1969, págs. 465, 471. 67. Ibíd., prefacio.
47. Ishanchandra Boshu, Streediger proti upadesh, Calcuta, 1874, 68. Sumit Sarkar, The Swadeshi Movement in Bengal, 1903-1908, Nue-
págs. 8-11. Véase también Sibchandra Jana, Patibratyadharmashilcsha, va Delhi, People's Publishing House, 1973. pág. 287.
Calcuta, 1870, pág. 35. 69. Ibíd.
48. Véase la discusión y la referencia bibliográfica del capítulo 6. 70. Ibíd.
49. Esta canción se entonó en la primera reunión en Calcuta del Con­ 71. Véase Sekhar Bandyopadhyay, Caste, Politics, and the Raj, Calcu­
greso Nacional Indio en diciembre de 1886. Véase Prabhatkumar Mukho­ ta, K.P. Bagchi, 1990 y Masayuki Usuda, «Pushed Towards the Partition:
padhyay, Gitabitan: lcalanulcramilc shuchi, Calcuta, Tagore Research Ins­ Jogendranath Mandal and the Constrained Namasudra Movement» en
titute, 1992, pág. 90. H. Kotani (ed.), Caste System, Untouchability, and the Depressed, N�eva
50. Dwijendralal Roy, «Gaan», en Dwijendrarachanabali, editado por Delhi, Manohar, 1997, págs. 221-274.
Rathindranath Ray, Calcuta, Sahitya Samsad, 1986, págs. 649-650. 72. Sudipta Kaviraj, «Filth and the Public Sphere: Concepts and Prac­
51. Muld1opadhyay, «Paribarik prabandha», pág. 470. tices about Space in Calcutta», Public Culture 10, n.º 1 (otoño de 1997),
52. Ibíd., pág. 454. pág. 113.
53. Ibíd., pág. 465. 73. Véase, por ejemplo, Ian Shapiro, «Resources, Capacities and Ow­
54. John Loclce, Two Treatises on Govemment, Londres, Melboume, To- nership: The Workmanship Ideal and Distributive Justice», en John Bre­
ronto, Everyman's Library, 1978, capítulos 5 a 8. wer y Susan Staves (eds.), Early Modern Conceptions of Property, Londres
55. Ibíd., pág. 129. y Nueva York, Routledge, 1996, págs. 21-42.
56. Ibíd. 74. Cito estas palabras de una publicación bengalí relativamente des­
57. Ibíd., págs. 150, 152. conocida a fin de mostrar su carácter de lugar común. Samarendrakri­
58. Pateman, Sexual Contract, capítulo 4: «La generación, los padres shna Bosu, «Bidyasagarer nastikata», en Ramakanta Chakrabarty (ed.),
y la libertad política de los hijos». Véase también Wendy Brown, States of Satabarsha smaranilca vidyasagar Jwlej, Calcuta, Vidyasagar College, 1973,
lnjury: Power and Freedoni in Late Modemity, Princeton, Princeton Uni­ págs. 320-324. La cita procede de la pág. 322.
versity Press, 1995, capítulo 6.
59. «Paribarik prabandha», pág. 477.
60. Véase John Locke, «Sorne T houghts Concerning Education» Epílogo: La razón y la crítica del historicismo
(1692), en John Locl(e on Politics and Education, introducción de Howard
R. Penniman, Nueva York, Walter J. Black, 1947, pág. 235 [John Locke, 1. G.W.F. Hegel, Phenomenology of Spirit, traducido al inglés por
Pensamientos sobre la educación, trad. de Rafael Lasaleta, Madrid, Akal, A.V. Miller, Oxford, Oxford University Press, 1979, págs. 329-349 [G.W.F.
1986]. Uday Singh Mehta, The Anxiety of Freedom: lmagination and Jndi­ Hegel, Fenomenología del Espíritu, ed. y trad. de Manuel Jiménez Redon­
viduality in Loclce's Political Thought, Ithaca, Cornell University Press, 1992, do, Valencia, Pre-Textos, 2006].
págs. 138-140. 2. Véase, por ejemplo, Barun De, «The Colonial Context of the Ben-

374 375
gal Renaissance», en C.H. Phillips y Mary Doreen Wainwright (eds.), In­ [Marc Bloch, Apología para la historia o El oficio de historiador, trad. de
dian Society and the Beginnings of Modernisation 1830-1850, Londres, María Jiménez y Danielle Zaslavsky, México, Fondo de Cultura Econó­
University of London Press, 1976. Mi objetivo no es señalar al profesor mica, 1998].
De en particular. Lo que expresa era el «sentido común» del marxismo in­ 20. Paul de Man, «Literary History and Litera1--y Modernity», citado
dio en los años setenta. en Marshall Bennan, All That Is Salid Melts in.to the Air: The Experience
3. A.N. Bose (ed.), Modern Age and India, Calcuta, Left Book Club, 1950. of Modernity, Harmondsworth, Penguin, 1988, pág. 331 [Marshall Berman,
4. Ibíd., pág. 13. Todo lo sólido se desvanece en el aire: la experiencia de la modernidad, trad.
5. Ibíd., págs. 144, 148. de Andrea Morales Vidal, Madrid, Siglo XXI de España, 1988].
6. Dilipkumar Ray, S1nriticharan, Calcuta, Indian Associated Publí­ 21. John Loclce, Two Treatises on Government, Nueva York, Everyman's
shing, 1975, págs. 136-141. Library, 1978, págs. 146-149 [John Locke, Dos ensayos sobre el gobierno
7. Peter Burke, The Renaissance Sen.se of the Past, Londres, Edward civil, trad. de Francisco Giménez Gracia, Madrid, Espasa-Calpe, 1991].
Amold, 1990, y J.C.A. Pocock, The Ancient Constitution. and the Feudal 22. Pocok, The Ancient Constitution, pág. 235.
Law: A Study of English Historical Thought in the Seventeenth Cen.tury, 23. «The Eighteenth Bmmaire of Louis Bonaparte» en Karl Marx y
Cambridge, Camblidge University Press, 1990. Fredelick Engels, Selected Worlcs, vol. 1, Moscú, Progress Publishers, 1969,
8. Buena parte de las revisiones recientes en antropología fueron ini­ pág. 398 [Karl Marx, El dieciocho Brumaría de Luis Bon.aparte, trad. de
ciadas por James Clifford, The Predicam.ent of Culture: Twentieth-Century El_isa Chuliá, Madrid, Alianza Editorial, 2003].
Etnography, Literature, and Art, Camblidge, Harvard University Press, 1988 24. M.K. Gandhi, «A Vindication of Caste» (1936), reimpreso en B.R.
y James Clifford y George E. Marcus (eds.), Wríting Culture: The Poetics Ambedkai� The Annihilation of Caste, Jalandhai� Bheem Patrika Publica­
and Politics of Ethnography, Berkeley y Los Ángeles, University of Califor­ tions, s/f, pág. 137. La cursiva es mía.
nia Press, 1986. Kamala Visweswaran, Fictions of Feminist Ethnography, 25. B.R. Ambedkai� «Annihilation of Caste» (1936), ibíd., págs. 92,
Minneapolis, University of Minnesota Press, 1994, extiende el espíritu del 129, 131. Un estudio reciente que pone de manifiesto con habilidad las
cuestionamiento de sí con fines radicales en la etnografía feminista. Véa­ numerosas complejidades -pero también el historicismo y el decisionis-
se también Küin Narayan, «How Native is a Native Anthropologist?» Ame­ 1110- del pensamiento político y religioso de Amdedkar es Gauri Viswa­
rican Anthropologist 95 (1993), págs. 671-686. nathan, Outside the Fold: Conversion, Modernity and Belief, Princeton,
9. Estos términos básicos de El ser y el tiempo se han explicado en el Princeton University Press, 1998, capítulo 7.
capítulo 2. 26. Gandhi, «A Vindication», pág. 136.
10. Véase el capítulo 2. 27. Ambedkar, «Annihilation of Caste», págs. 131-132.
11. Yomo Keniata, Facing Mount Kenya: The Tribal Life of the Gikuyu, 28. "Ashis Nandy, «Hist01--y's Forgotten Doubles», Hist01y and Theo1y 34
Nueva York, Vintage Books, 1965, págs. xix-xx. La cursiva es mía. (mayo de 1995), pág. 61.
12. Ibíd., pág. 279. 29. Ibíd., pág. 66. La cursiva es mía.
13. B. Malinowski, «Introducción», ibíd., págs. xii-xiii. 30. Ashis Nandy, «From Outside the Imperium», en Traditions, Tyran­
14. Para la expresión de Keniata, véase íbid., pág. 223. ny and Utopía: Essays in the Politics of Awareness, págs. 147-148.
15. Kwame Anthony Appiah, In My Father's House: Africa in the Philo­ 31. Ambedkai� «Caste in India», en Annihilation of Caste, págs. 20-21.
sophy of Culture, Nueva York, Oxford University Press, 1993, págs. 112-113. La cursiva es mía.
16. D.D. Kosambi, The Culture and Civilisatíon of Ancient India in His­ 32. El objetivo de mi crítica es mi ensayo «Poscoloniality and the Ar­
torical Outline, Nueva Delhi, Vikas, 1975, pág. 48. Sólo puedo señalar aquí tífice of History: Who Speaks for "Indian" Pasts?» Representations 37 (in­
el modo en que los textos de Kosambi vinculan constantemente lo «arcai­ vierno de 1992), reproducido aquí como el capítulo l.
co» con las «n1ujeres». 33. Véase el capítulo l.
17. Véase el capítulo 3. 34. Esta discusión está en deuda con el pensamiento de Heidegger so­
18. Kosambi, The Culture and Civilisation, págs. 47-48. He discutido bre la relación entre la estructura del «no-todavía» y la naturaleza del Ser
con más detenimiento el método de Kosambi en un ensayo en bengalí: en el capítulo sobre «El posible "ser total" del "ser ahí" y el "ser relativa­
«Bharatbarshe adunikatar itihash o shomoy kalpana», Aitihashik 6, n.0 2 mente a la muerte"» en la segunda sección de El ser y el tiempo. Véase
(septiembre de 1997), págs. 121-128. Martín Heidegger, Being and Time; traducido al inglés por John Mac­
19. Marc Bloch, The Historian's Craft, Mancheste1� Manchester Uni­ quaffie y Edward Robinson, Oxford, Basil Blackwell, 1985, págs. 276-289
versity Press, 1992; l.ª ed., 1954 sigue siendo un clásico sobre este tema [Martin Heidegger, El ser y el tiempo, trad. de José Gaos, México, Fondo de

376 377
Cultura Económica, 2001]. La reciente traducción de Joan Stambaugh Martin Heidegger: The Way and the Vision, Honolulú, University of Hawaii
de Being and Time, Albany, State University of New York Press, 1996, Press, 1976, pág. 466. Mehta Fecoge al último Heidegger en una nota
pág. 225, reemplaza la expresión «lack of totality» [ausencia de totalidad] (n. º 1 O1) al afirmar que la cuestión 9-e ser en casa es siempre una cues­
de la edición de Macquarrie y Robinson por «constant fragmentariness» tión de regresar a casa, esto es, de viaje y travesía. Martin Heidegger,
[invariable fragmentariedad]. Debo aclarar, sin embargo, que lo que he Holderlin's Hynin ((The Ister», traducido al inglés por William McNeill y
tomado prestado (e intentado aprerider) de Heidegger aquí es un modo Julia Davis, Bloomington e Indianápolis, Indiana University Press, 1996,
de pensar. Mi análisis se mantiene en el nivel de lo que Heidegger deno­ págs. 31-42 [Martin Heidegger, Interpretaciones sobre la poesía de Hol­
minaría lo «historiológico». derlin, trad. de José María Valverde, Barcelona, Ariel, 1983]; Fred Dall­
35. Los dos capítulos relevantes son los capítulos 4 y 5 de la segunda mayr, The Other Heidegger, Ithaca y Londres, Cornell University Press,
sección de El ser y el tiempo. 1993, pág. 75.
36. Nandy, «History's Forgotten Doubles», pág. 66.
37. En el desarrollo de estas ideas en tomo a la futuridad estoy en deu­
da con Michael Gelven, A Commentary on Heidegger's «Being and Time»,
DeKalb, Northern Illinois University Press, 1989, capítulos 8 y 9; y E.F.
Kaelin, Heidegger's Being and Time: A Reading for Readers, Tallahassee, Flo­
rida State University Press, 1989, capítulos 10 y 11.
38. Anmkumar Sarkar, Tirisher kobita abong parabarti, Calcuta, Papy­
ms, 1981, pág. 2.
39. Jacques Derrida, Specters of Marx: The State of the Debt, the Work
of Mouming, and the New Intemational, traducido al inglés por Peggy Ka­
muf, Nueva York y Londres, Routledge, 1994 [Jacques Derrida, Espectros
de Marx: el Estado de la deuda, el trabajo del duelo y la nueva Intemacional,
trad. de José Miguel Alarcón y Cristina de Peretti, Madrid, Trotta, 1998].
Véase también Freud, «The Uncanny» (1919), en Sigmund Freud, Art and
Literature, traducido al inglés bajo la dirección general de James Strachey,
editado por Albert Dickson, Harmondsworth, Penguin, 1990, págs. 339-
376 [Sigmund Freud, «Lo siniestro», Obras completas de Sigmund Freud,
vol. 3, págs. 2483-2505, trad. de Luis López Ballesteros y de Torres, Ma­
drid, Biblioteca Nueva, 1981].
40. Henry Lefebvre, «Notes Written One Sunday in the French Coun­
tryside», en Critique of Everyday Life, traducido al inglés por John Moore,
Londres, Verso, 1991, págs. xxiii, 213-214.
41. A.I(. Ramanujan, «Is there an Indian Way of Thinking? An Infor­
mal Essay», en McKim Marriott (ed.), India Through Hindu Categories,
Nueva Delhi, Sage Publications, 1990, págs. 42-43. Pero véase también la
lectura crítica de este ensayo por Fred Dallmayr, «Western Thought and
Indian Thought: Comments on Ramanujan», Philosophy East and West 44,
n.º 3 Uulio de 1994), págs. 527-542.
42. Véase John F. Burns, «Science Can't Eclipse a Magic Moment for
Millions», New York Times, 25 de octubre de 1995.
43. Como escribió un filósofo indio: «no hay otro camino abierto, para
nosotros los orientales, sino aceptar esta europeización y pasar por ella.
Sólo mediante este viaje a lo ajeno y lo extraño podemos recuperar nues­
tra propia subjetividad; aquí, como en otros asuntos, el camino hacia lo
más cercano a nosotros es el camino más largo de retorno». J.L. Mehta,

378 379
Índice onomástico

Abhinavagupta,32,232 Bauer,Bruno,181
Agamben,Giorgio,112 Benjamín,Walter,54,113,216
Ahluwalia,Titoo,83 Berman, Marshall, 212, 239, 243,
Ahman,Muzaffar,264 315
Ali,Saiyad Mujtaba,240,242,247 Berna!,Martín,32
Althusse1� Louis,57 Bhabha,Homi,38,73
Ambedka1� B.R.,317-318,320 Bhadra,Gautam,128
Amin,Samir,32 Bhattchaiya,Girijapati,264
Amin, Shahid,153 Bhattcharya, Krishnakamal, 264
Anderson,Benedict,204,230,233- Bhattacharya, Sukanta, 211-212,
234 218,238
Appadurai,Arjun,241 Blake,William,320
Appiah,Kwame Anthony,310,312, Bloch,Ernst,40
314 Bloch,Marc,153
Ardeshü� Daralus,83 Bose, Budhhadev, 214-215, 217,
Aristóteles,86-87,91,97-98 219, 243, 245-247, 251, 253,
Arnold,David,78 264,267,272-274,280
Arnold, Matthew,257 Bose,Rajnarayan,278,280
Atarthi,Premankur,249 Bose,Satyen,247-248,308
Bosu,Rajsekhar (Parashuram),252,
272
Bachaspati, Shambhuchandra,175 Braudel,Fernand,112
Balzac, Honré de,257 Brooks,Robert,217
Bandyopadhyay, Asit, 188 Browning,Robert,257
Bandyopadhyay, Bhabanicharan, Bultman,Rudolf,151
243,284,287 Burke,Peter,73,157
Bandyopadhyay,Chadicharan,174- Byron (Lord),George Gordon,190
175,179
Bandyopadhyay,S1ikumar,210-211,
274 Can� E.H.,154
Banerji,Hem Chandra,258 Castoriadis, Cornelius, 87, 89, 91
Barthes,Roland,15-16 Chakravarty, Amiya,217,219
Bartrihari, 32 Chakravarty; · Tripurari,308
Baudelaire,Charles,216-217 Chandidasa,188

381
Chandler,James, 40 Davis, Paul,115-116 Ghosh,Sargarmoy,255 Jayadeva, 187-188, 190
Chatterjee,Partha,64,280 Deane, Phyllis,34 Ghosh, Shyamal,268 Joyce,James, 269
Chatterjee,Saratchandra,186,192- Deleuze,Gilles,147 Ghosh, Zanca, 229
193 De Man,Paul,315 Ginzburg, Carlo, 58
Chattopadhyay, Ashok, 264 Dening,Greg,153 Goethe,J.W.,94,257 Kabir, Humayun,210-211
Chattopadhyay, Bankimchandra, · Derrida,Jacques,140,159 Goldenweizer, A.A., 320 Kafka,Franz, 147
64,185-192,194,227,257,259, Devi,Kundamala, 292 Gramsci,Antonio,21 Kant, Immanuel, 29,233
264,296 Devi, Prasannamyi, 197 Greenblatt,Stephen,53 Kalidasa, 190
Chattopadhyay,Nagendranath,174 Devi, Sarala,257 Greenough, Paul, 293 Kaviraj, Sudipta, 304
Chattopadhyay,Nripendrakrishna, Dewey, John, 318 Grossberg,Lawrence,33 Keats,John,225-226,235,257
242,246, 261-262,271 Dey, Bishnu, 218 Guattari,Felix, 147 Keniata,Yomo, 310-311, 314
Chattopadhyay, Sachishchandra, Dey,Lal Behari,250 Guha,Ranajit,21, 39-44, 148-150, Kierkegaard,Soren,156
257 Djait, Hichem,31 152, 155 Kinsley,David,293
Chattopadhyay,Saratchandra,185- Duby,George,58 Gupta,Bipinbehari,264 Kosambi, D.D.,310,313-314
186,189,191,208 During, Simon, 130-131 Gupta,Radhaprasad,253,264-265, Kumar,Dharma,17
Chattopadhyay,Sunitikumar, 240, Durkheim, Émile,182-183 269
247,258-259 Dutt,Michael Madhusudan,65-66, Gurevich, Aron, 157
Chaudhuri, Nirad C., 67-69, 243- 176,256 Lefebvre, Henry, 275, 325
245,247-248,264 Le Goff,Jacques,157-158
Chaitanya,21O Habermas,Jurgen, 67,79 Lenin (Vladímir Íllich Uilánov),30,
Chaucer,Geoffrey, 257 Eaton, Richard, 122, 127, 130 Hacking,Ian,53 40
Chaudhuri, Pramatha,268 Eliot,T.S.,217 Haldane, J.B.S.,113 Le Roy Ladurie,Emmanuel,58
Cohen, David, 153 Ellis, Havelock,217 Hardt,Michael,25 Levi-Strauss, Claude,21
Coleridge,Samuel Taylor,233-234, Elster,Jon, 89 Hegel, G.W.F., 29, 52, 97-98, 100, Lloyd, David, 159
237 Ernst,Carl W.,127-129 181,307 Locke,John,195,282-283,297-299,
Collingwood, R.G., 154 Heidegger, Martín, 26, 48-49, 52, 303-304,316
Connolly,William, 66, 181 107, 161, 310,321-322, 327 Lutero, Martín, 248
Fanon, Frantz, 31 Henry, Michel, 135 Lyotard, J.F., 132
Faulkner, William, 269 Hobbes,Thomas, 182
Dante Alighieri,257 Foucault, Michel, 22, 33, 92, 125, Hobsbawm, Eric, 22, 39-41, 143-
Darnton, Robert,58 139,197,202 144,145,154-155 MacFarland,Thomas,233
Das,Dineshranjan,260-261,275 Freud,Sigmund,234 Hopldns, G.M.,217 Macpherson, C.B., 181
Das,Jibanananda, 214,219-220 Fukuyama,Francis,29 Horkheimer, Max, 105 Mahalanobis, Prasantachandra,
Das Gupta,Arun,263 Hugo,Victor,257 259,267
Das Gupta, Chidananda, 263 Humboldt, Wilhelm von,156, 161 Maitra,Brahmo Herambachandra,
Das Gupta,Manashi,17,196,239, Gadamer, H.G.,21,29,161 Hume, David, 168, 176, 178, 181, 269
270,277 Gandhi,Leela,45 233 Mandel, 33
Dasi,Dayamayi,300-301 Gandhi, Mohandas Karamchand, Husserl, Edmund, 60-61 Mandelbaum,Maurice,53
Datta,Anukulchandra,291 18,62,66, 72,317-318,320 Manilowski, Bronislaw, 157, 311-
Datta,Kalyani, 165-167, 180, 195- Gandhi,Ramachandra,45 312
203 Gelven, Michael, 133 Iggers, George,145 Majumdai� Ujjval,221
Datta, Michael Madhusudan, 258 Ghazna,Mahmud de (sultán),127 Islam, Kazi Nazrul,264 Marx, Karl, 16-18, 20, 24, 32, 34,
Datta, Sudhindranath, 215, 218- Ghosh, Bimal, 263 40,47-46,60-61,69,81,84-109,
219 Ghosh,Binoy, 213 111,120,134-137,139,140,152,
Davis,Natalie,58 Ghosh,Girish Chandra, 258 Jameson, Fredric,33,76, 159 181, 310,316-317,325,327

382 383
Mauss, Marcel, 157 Ranade, Ramabai, 70-71 Smith, Adam, 106, 168, 175-178, Thoreau, H.D., 320
McDougall, William, 245 Ranade, M.G., 70 181 Trotski, León, 40
Mehta,Deepak,121-122 Ranke, Leopold von, 52-53 Smith, Neil, 40
Mehta, J.L., 239 Rafael, Vincente, 133 Spinoza, Baruch, 237
Mill, J.S., 35, 37, 227 Rajballabh (rajá), 175 Spivak, Gayatri, 72, 93, 133 Valmiki,190
Milton, John, 65 Ray, Charu, 257 Stevens, Paul, 27 Veyne, Paul, 125
Mitchell,Timothy, 182 Ray, Dilipkumar, 308 Stone, Lawrence, 58 Vidyapti, 187-188
Morris, Meaghan, 71 Ray, Hemendrakumar, 268 Vidyasagar, Isvar chandra, 169,
Muhammad, Haji, 127 Ray, Jibendr a Singha, 260 171-177, 179-180, 183-184,
Mukherjee, Dhur jatipr asad, 226, Ray, Nishithranjan, 242 Tagore, Rabindranath, 185-186, 198
262 Ray, Satyajit, 229, 263 188,191-192,194-195,201,204-
Mukerjee, Radhakamal, 213 Ray, Sukumar, 259, 269 209,212-221,223-230,232-234,
Mukhopadhya�Benodbehari,229- Raychaudhuri, Tapan, 30,299 237, 256-260, 264, 278, 280, Wajed Ali,S., 234-235, 237
230 Rorty, Richard, 79 296 Weber,Max,32,113,248
Mukhopadhyay, Bhudev, 289-290, Rousseau, Jean-Jacques, 182 Tar kabagish,Kashinath, 171 Wilde, Osear, 269
295, 297-299, 303 Roy, D.L., 258, 296 Taussing, Michael, 124, 126, 137 Wordsworth, William, 188
Mukhopadhyay, Debr abata, 263, Roy, Manabendran:ath, 30 Taylor, Charles, 98, 312, 313
275 Roy, Rammohun, 30, 64, 169-177, Thompson, E.P., 58, 82, 84, 93,
Mukhopadhyay, Pyarimohan, 250 180, 195, 286 108,120-122,144,214-215,232 Yeats, W.B., 159-160
Mukhopadhyay,Subhash,220,295- Rubin,I.I., 89, 135
296 Rushdie, Salman, 58-59

Nag, Gokulchandra, 260, 275 Sakai, Naoki, 29


Nandy, Ashis, 17, 319-320, 322 Samajpati, Suresh, 196
Negr i, Antonio, 25 Sanyal,Hir ankumar, 264,267,269
Nehru, Jawaharlal, 236 Sarkar, Arunkumar, 324
Nietzsche, Friedrich, 202, 259 Sarkar, Benoy, 242
Noble,Margaret (Hem1ana Nivedi- Sarkar, Sumit,62-63,279-280,290,
ta), 205-206 302
Novíck, Peter, 145 Sarkar, Susobhan, 264
Sarkar, Tanika, 279-280
Saussur e, Ferdinand de, 19
Pal, Bipin Chandr a, 213, 256 Schelling, Friedrich, 233
Pandey, Gyan, 118, 120-122 Schopenhaue1� Arthur, 133
Pateman, Car ole, 75, 298 Sen,Dinesh Chandra,188,215,256
Platón, 259 Sen, Samai� 218
Postone, Moishe, 89 Sen Gupta, Nareshchandr a, 308
Pound, Ezra, 217 Shakespeare,William,190
Pr akash, Gyan, 118, 123-124, 126 Shaw, George Bemard, 269
Shelley, P.B., 257
Sinha, Kaliprasanna, 250
Radhakrishnan,Sar vepalli, 37 Sinha, Mrinalini, 281
Raman, C.V., 326-327 Singh, Lakshmi, 78
Ramanujan, A.K., 326-327 Singh,Mohan, 78

384 385
t�
:�

64. La era del siervosefíor


La filosofía, la publicidad y el control de la opinión
Dominique Quessada

65. Filosofía del tedio


Lars Svendsen

66. La prisión judía


Meditaciones intempestivas de un testigo
Jean Daniel

67. Ten.-or y libertad


PaulBerman

68. Breve historia de la paradoja


La filosofía y los laberintos de la mente
Roy Sorensen

69. La gran ilusión


Dinero y poder en Hollywood
Edward Jay Epstein

70. Clima de miedo


Wole Soyinka

71. El rechazo de las minorías


Ensayo sobre la geografía de la furia
Arjun Appadurai

72. Tiempos líquidos


Vivir en una época de incertidumbre
ZygmuntBauman

73. La luz viene de Occidente


El reencantamiento del mundo
y el pensamiento nómada
Daryush Shayegan

74. Moriré, pero mi memoria sobrevivirá


Una reflexión personal sobre el sida
Henning Mankell

75. Al margen de Europa


Pensamiento poscolonial y diferencia histórica
Dipesh Chakrabarty

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