Afecto
“Serás santo si tus afectos son santos, y ello de dos maneras: por
el santo temor de Dios y por el santo amor. Afectada totalmente el alma
por este como doble abrazo suyo, comprende, abraza, estrecha, posee y
exclama: Lo agarraré y no lo soltaré”.
S. Bernardo de Claraval, Csi V, 30
“Dije más arriba que el motivo de amar a Dios es Dios. Y dije bien,
porque es la causa eficiente y final. El crea la ocasión, suscita el
afecto y consuma el deseo. El hace que le amemos, mejor dicho, se hizo
para ser amado. A él es a quien esperamos, él a quien se ama con más gozo
y a quien nunca se le ama en vano. Su amor provoca y premia el nuestro.
Lo precede con su bondad, lo reclama con justicia y lo espera con
dulzura. Es rico para todos los que le invocan, pero su mayor riqueza es
1
él mismo. Se dio para mérito nuestro, se promete como premio, se entrega
colmo alimento de las almas santas y redención de los cautivos”.
S. Bernardo de Claraval, Dil 22,1
“¡Oh amor casto y santo! ¡Oh dulce y suave afecto!; ¡Oh pura y
limpia intención de la voluntad! Tanto más limpia y pura cuanto menos
mezclada está de lo suyo propio; y tanto más suave y dulce cuanto más
divino es lo que se siente. Amar así es estar ya divinizado. Como la
gotita de agua caída en el vino pierde su naturaleza y toma el color y el
sabor del vino; como el hierro candente y al rojo parece tocarse en fuego
vivo olvidado de su propia naturaleza; o como el aire, bañado en los
rayos del sol, se transforma en luz, y más que iluminado parece ser él
mismo luz. Así les sucede a los santos. Todos los afectos humanos se
funden de modo inefable, y se confunden con la voluntad de Dios”.
S. Bernardo de Claraval, Dil 28,2
“Quien ama a Dios no queda sin recompensa, aunque debamos amarle sin
tener en cuenta ese premio. El amor verdadero no es indiferente al
premio, pero tampoco debe ser mercenario, pues no es interesado. Es un
afecto del corazón, no un contrato. No es fruto de un pacto, ni busca
nada análogo. Brota espontáneo y se manifiesta libremente”.
S. Bernardo de Claraval, Dil 17, 2
3
que quiso que todo lo recibiéramos por María. Esta es, repito, su
voluntad, pero para bien nuestro”. S. Bernardo de Claraval, Nat BVM 6.7
“Los afectos tienen sus palabras especiales, por las que se revelan
aún sin quererlo: las del temor, por ejemplo son amedrentadas, las del
dolor son sufrientes, las del amor gozosas.
S. Bernardo de Claraval, SC 67, 3
“¿Qué cosa se puede predicar con más convicción, escuchar con más
provecho para la salvación, pensar con más fruto? En verdad ¿qué hay más
piadoso para los afectos de los fieles, tan medicinal para las
costumbres, qué cosa destruye los pecados, crucifica los vicios, alimenta
y fortalece las virtudes como el recuerdo del Crucificado?”.
B. Guerrico de Igny, Palm II [30], 1
“El primer calor propio del que vuelve a la vida es realizar obras
buenas; el segundo progreso en la resurrección se da cuando el afecto se
dilata en la oración; la perfección se alcanza cuando el entendimiento es
iluminado para la contemplación. Por estos grados de virtud, por estos
progresos en una vida santa, esforzaos, hermanos míos, por resucitar más
y más para poder llegar, como dice el apóstol, a la resurrección de
Cristo de entre los muertos. El que vive y reina por todos los siglos.
Amén”. B. Guerrico de Igny, Res III [35], 5
5
“Rompe el vaso de alabastro de tu corazón con todo su contenido; tu
devoción, tu amor, tu deseo, tu afecto. Todo debes derramarlo sobre la
cabeza de tu Esposo, adorando al hombre en Dios y a Dios en el hombre”.
S. Elredo de Rieval, Inst 124
“Quien vive la caridad fraterna se funde en suave afecto con los que
ama”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 12
“Sólo Jesús excita nuestro afecto en todo y sobre todas las cosas, y
reclama nuestro amor; él solicita el mejor asiento y el más alto; y no
sólo el más alto sino también el más íntimo en la mansión del corazón”.
S. Elredo de Rieval, Spec III, 106
“Que todo ejercicio corporal, que aprovecha poco, esté regulado por
una piadosa afección; que toda afección y voluntad estén sometidas a la
razón; pero que el alma racional esté sometida al Verbo de Dios, a fin de
no apartarse jamás de su magisterio y tal como allí viere u oyere, así
juzgue, modere, ordene todas las cosas inferiores. Aprenda allí lo que
debe enseñar y diga: Mi doctrina no es mía sino de aquél a quien estoy
sometida”. Isaac de Stella, OS V [5],16
“Tanto el amor con el que procuramos nuestro bien, como aquel por el
que nos unimos al prójimo con un afecto puro, es preciso que estén
animados de algún modo por el amor divino.
…El placer y el deleite de la carne impulsan mucho hacia dicha
corrupción, pero cualquiera puede rechazarla y evitarla si, penetrado de
un piadoso afecto hacia la carne de nuestro Salvador, goza al contemplar
con ojos espirituales al Señor de la majestad recostado en la estrechez
del pesebre, cómo desea la leche de unos pechos virginales, cómo recibe
los abrazos de su madre, y es besado con los labios gozosos de un trémulo
anciano, el santo Simeón”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 13
“47. Sea cual sea el afecto del que ama, no quebrantará las normas
de la caridad si a aquel por quien siente más simpatía no le entrega su
propia persona ni nada prohibido por la razón, y al otro no le niega nada
de lo que la misma razón le indica. Pues como estos afectos no dependen
de nuestra voluntad, a veces nos movemos por ellos en contra de nuestro
querer, y otras veces no los sentimos, aunque lo queramos. El amor no
9
procede del afecto porque el afecto influya en el espíritu, sino cuando
el espíritu se guía por esa tendencia siguiendo el afecto.
48. El amor procede del afecto cuando el espíritu consiente al
afecto; de la razón, cuando la voluntad se une a la razón; y de estos dos
puede brotar un tercer amor si la razón, el afecto y la voluntad se unen
profundamente.
Quien se mueve por el afecto ama más dulcemente y obra con más
facilidad”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 47-49
“El afecto piadoso se une con el ardor a este Bien, por amor a él
mismo, que ya no se separará de él hasta llegar a formar con él una sola
cosa o un solo espíritu”. Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 275
Afecto
S. Bernardo de Claraval
- Adv V, 2
- Asc III,2.4
- Asc VI,8
- Csi V, 18
- Csi V, 30
- Dil 17,2
- Dil 22,1
- Dil 28,2
- Div 65,3
- Gra 17,1
- Gra 49,3
- Hum 6,3
- Hum 19,4
- Nat BVM 6.7
- Res 2,4
- SC 13,7
- SC 20,4
- SC 67,3
Guillermo de Saint-Thierry
- Contemp II, 11(2)
- Contemp II, 11(110)
- Ep frat 175
- Ep frat 181
- Ep frat 275
B. Guerrico de Igny
- Nat II [7], 1.3
- Quad II [21], 1
- Ann II [27], 4
- Palm II [30], 1
- Res I [33], 5
- Res III [35], 4
- Res III [35], 5
S. Elredo de Rieval
- Iesu III, 7
- Inst, 96
11
- Inst, 104
- Inst, 109
- Inst, 128
- Orat 8
- Serm. 32, En la Purificación de María
- Spec III, 8
- Spec III, 11
- Spec III, 12
- Spec III, 13
- Spec III, 14
- Spec III, 16
- Spec III, 39-40
- Spec III, 47-49
- Spec III, 52
- Spec III, 53
- Spec III, 73
- Spec III, 106
Isaac de Stella
- IV p Epi III [11],12
- OS IV [4],1-2
- OS IV [4], 16-17
- OS V [5],16
Balduino de Ford
- Sac alt III, 2
- Tract III
Amor ardiente
“2. Resuene, pues, buen Jesús, tu voz en mis oídos, para que aprenda
cómo debe amarte mi corazón, te ame mi mente y te amen hasta las entrañas
de mi alma. Que te abrace la médula de mi corazón, pues eres mi bien
13
único y verdadero, mi gozo dulce y exquisito. Pero ¿qué es el amor, Dios
mío? Si no me engaño es una admirable complacencia del alma, tanto más
dulce cuanto más pura, tanto más suave cuanto más verdadera, tanto más
gozosa cuanto más amplia. Es el paladar del corazón que te saborea,
porque eres dulce; es el ojo que te ve, porque eres bueno; y es el
espacio capaz de acogerte, a ti que eres inmenso. Pues quien te ama te
contiene, y te contiene en la medida que ama, porque tú eres amor, eres
caridad. Esa es la opulencia de tu casa de la que se embriagarán tus
amados, los que se pierden a sí mismos para pasar a ti. ¿Y cómo se
realiza eso, Señor, sino amándote? Pero con todo el ser. Descienda,
Señor, te ruego, a mi alma una partícula de esta inmensa dulzura tuya,
con la que se endulcen los panes de su amargura. Guste de antemano con la
prueba de un pequeño sorbo aquello que desea, lo que ansía, por lo que
suspira en esta peregrinación. Saboree y siga con hambre, beba y siga con
sed, pues los que te comen tendrán más hambre, y los que te beben tendrán
más sed. Pero se saciarán cuando aparezca tu gloria, cuando se manifieste
el cúmulo inmenso de tu dulzura, que reservaste para los que te temen,
porque sólo lo revelas a los que te aman.
3. Mientras tanto, Señor, que yo te busque, y te busque con el amor;
porque quien camina amándote es indudable, Señor, que te busca; y quien
te ama perfectamente ése es, Señor, el que ya te ha encontrado. ¿Hay algo
más justo que el que te ame tu criatura, que recibió de ti ese don de
poder amarte?”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 2.3
“Existe, además, otra estancia más eminente que todas las demás,
donde reside únicamente Jesús, el fabricante y reparador de esta arca
espiritual, y el que gobierna con suavidad todo lo que se halla debajo de
él: que disfrute de todo, brille, resplandezca y destelle en todo, y
lleve a la totalidad de las criaturas por el camino más recto al lecho de
14
su amor. Él sólo excita nuestro afecto en todo y sobre todas las cosas, y
reclama nuestro amor; él solicita el mejor asiento y el más alto; y no
sólo el más alto sino también el más íntimo en la mansión de nuestro
corazón”.S. Elredo de Rieval, Spec III, 106
“Al llegar a este punto, fíjate en qué medida más aún, cómo merece
Dios ser amado por encima de toda medida. Vuelvo a resumir brevemente lo
que ya he dicho. El nos amó primero. El, tan excelso, tan extraordinaria
y gratuitamente, a nosotros, tan ruines y pobres como somos. Dije también
que la medida del amor a Dios es amarle sin medida. Por otra parte, el
objeto de nuestro amor a Dios es él mismo, un ser inmenso e infinito.
¿Cuál será la meta y medida de nuestro amor? ¿Y si nuestro amor no puede
ser algo que se ofrece gratuitamente, sino una deuda a la que se
responde? Nos ama la Inmensidad, la Eternidad y el Amor, que supera toda
comprensión. Ama Dios, cuya grandeza es infinita, cuya sabiduría es
ilimitada, cuya paz supera todo entendimiento. Y nosotros. le
responderemos con medida. ¡Cuánto te amo, Señor, mi fortaleza, mi
alcázar, mi libertador! Eres lo más deseable y amable que puede
imaginarse. ¡Dios mío, ayuda mía! Te amaré según tu me lo concedas y yo
pueda, mucho menos de lo debida, pero no menos de lo que puedo. No puedo
amar como debo ni me obliga a más de lo que puedo. Podré más si aumentas
mi capacidad, mas nunca llegaré a lo que te mereces”.
S. Bernardo de Claraval, Dil 16
“Este grito: ¡Que me bese con los besos de su boca!, me evoca aquel
deseo ardiente y el afecto de su devota expectación. Todo el que entonces
podía ser espiritual, sentía intensamente en su corazón cuánta gracia se
derramaría en aquellos labios. Por eso exclamaban como hablando con el
16
deseo de su alma: ¡Que me bese con los besos de su boca! Y ansiaban con
todo anhelo no verse defraudados de compartir tan gran embeleso”.
S. Bernardo de Claraval, SC 2,1
17
Esto es muy característico de la contemplación auténtica y
desinteresada: el espíritu inflamado ardientemente por el fuego divino,
se ve colmado a veces de tal celo y pasión por ganar para Dios otros que
le amen de esa manera, que con mucho gusto interrumpe el ocio de la
contemplación por su interés en comunicarla. Pero una vez satisfechos sus
deseos vuelve otra vez a sí mismo con mayor ardor, cuanto más
fructuosamente sabe que lo ha dejado. De nuevo se entrega a saborear la
contemplación, para volver a buscar con su típica libertad el bien de los
demás con mayor provecho. A veces fluctúa el espíritu con estos cambios:
teme y le quema sobremanera entregarse más de lo debido, por sentirse
arrastrado en sus afecciones de una parte para otra, y desviarse por ello
de la voluntad de Dios en todo o en parte. Quizás le sucedía algo de
esto al santo Job, cuando decía: Al acostarme pienso ¿cuándo me
levantaré? Y levantado, deseo que llegue la tarde.
Es decir: durante la contemplación me acuso de ser negligente para
la acción, y en mis ocupaciones me remuerde haber perturbado mi
contemplación. Ya ves qué vaivenes agitan al justo entre el fruto de sus
obras y la ociosidad de su contemplación. Aunque siempre está entregado
al bien, siempre se arrepiente del mal y en todo momento gime indagando
la voluntad de Dios. En esas circunstancias el único remedio y refugio
son los frecuentes sollozos y la oración ante Dios, para que se digne
mostrarnos qué, cómo y cuándo quiere que actuemos. Con estas tres
palabras, a mi entender, se te indican y enumeran estas tres cosas: la
predicación, la oración y la contemplación. Con razón se le llama amiga a
la esposa, porque busca con interés y fidelidad el bien del esposo
predicando, aconsejando y sirviendo al prójimo. Con razón la llama
paloma, porque gime suplicando por sus delitos en la oración y se gana
sin cesar la misericordia divina. Con razón la llama hermosa, porque
ardiendo con sus deseos celestiales, se reviste con la belleza de la
suprema contemplación, cuando puede hacerlo libre y oportunamente”.
S. Bernardo de Claraval, SC 57, 9
Amor ardiente
S. Bernardo de Claraval
- Dil 16
- SC 2, 1
- SC 57, 9
- SC 73, 1
- SC 74, 7
- SC 79, 1
- SC 83, 1
- B. Guerrico de Igny
- Adv II [2], 4
18
- Ben III [24], 4
- Res [33], 5
- Pent II [39], 1
- Nat BVM II [52], 5
S. Elredo de Rieval
- Spec I, 2.3
- Spec I, ,49
- Spec III,6
- Spec III,17
- Spec III, 106
- STemp Adv [I], 2
Isaac de Stella
- 3p Epi [12], 6
Balduino de Ford
- Sac alt III,1
- Sac alt III,2
- Tract III
- Tract VI
- Tract XIV
Apertura de corazón
Apertura de corazón
S. Bernardo de Claraval
- Ep 87, 7
- QH XI, 9
“2. Pero como dice en pos de ti creo que más bien pide que le
permita seguir tras las huellas de su vida, para emular sus virtudes,
guardar las normas de su conducta y abrazar la perfección de su forma de
vida. En todo esto necesita sobremanera una fuerza que le permita
renunciar a sí misma, tomar su cruz y seguir a Cristo. Por eso precisa la
esposa ser atraída, y ser atraída precisamente por aquel que dijo: Sin mí
nada podéis hacer. Sé muy bien, dice, que yo no puedo llegar hasta ti de
manera alguna, a no ser caminando detrás de ti; y ni siquiera esto, si tú
no me ayudas. Te pido, pues, que me atraigas en pos de ti, porque,
¡Dichosos los que encuentran en ti su fuerza al preparar su
peregrinación! Ya que llegarán a poseerte en el monte de la felicidad.
¡Qué pocos, Señor, quieren ir en pos de ti!, aunque todos desean
llegar hasta ti, porque están convencidos de que a tu derecha está la
alegría perpetua.
Todos quieren gozar de ti, más no todos imitarte; quieren reinar
contigo, sin sufrir contigo…
No les sucede eso a aquellos a los que decías: Vosotros os habéis
mantenido a mi lado en las pruebas ¡Dichosos, buen Jesús, los que han
obtenido este testimonio tuyo! Ellos caminaban realmente en pos de ti con
sus pasos y su corazón. Les enseñaste el sendero de la vida, porque eres
camino y vida, y les dijiste: venid en pos de mí y os haré pescadores de
hombres. El que quiera servirme que me siga, y allí donde esté yo, estará
también mi servidor.
Por eso lo tenían a mucha honra: Mira que nosotros lo hemos dejado
todo y te hemos seguido
3. Así también tu amada, dejándolo todo por ti, ansía ir siempre en
pos de ti, adherirse siempre a tus huellas, seguirte a donde quiera que
vayas, consciente de que tus caminos son de salvación y todos tus
senderos llevan a la paz, y que quien te sigue no camina entre tinieblas.
Pero te pide que la atraigas, porque tu justicia es como el monte de
Dios, y no se puede subir hasta allí con sus fuerzas. Te ruega que la
atraigas, como acostumbras, porque nadie llega hasta ti sin no lo atrae
tu Padre. Y a quienes atrae el Padre le atraes tú también. Lo que hace el
Padre eso hace también el Hijo. Pero pide con más confianza que le
atraiga el Hijo, porque es su propio esposo, al que envió el Padre por
delante en calidad de guía y preceptor, para que la precediera por el
camino recto y la enderezarse por la senda de las virtudes, la instruyera
como sí mismo, le mostrase la calzada de la prudencia, le entregase la
ley de la vida y de la bondad, y así él mismo desearía con razón su
hermosura.
4. Atráeme en pos de ti y correremos al olor de tus aromas. La razón
por la que necesito que me atraigas, es que se entibió un poco en
nosotros el ardor de nuestro amor, y así no podemos correr ahora con un
frío que congela las aguas, como lo hacíamos ayer ye en los días pasados.
Pero será después, cuando nos devuelvas la alegría de tu salvación,
cuando brille de nuevo el sol de la justicia y pasen las nubes de la
prueba que ahora lo ocultan, cuando comience a esparcirse el perfume al
suave soplo de la brisa dulce como antes, y se derramen los perfumes con
su fragancia. Entonces correremos, correremos aspirando su aroma, porque
desparecerá la pesadez que ahora nos abruma y volverá la devoción. Ya no
necesitaremos ser atraídas, pues acuciadas por su bálsamo correremos
libremente. Pero ahora, entre tanto, atráeme en pos de ti.
¿No ves cómo el que te precede guiado por el Espíritu nunca
permanece en el mismo estado, ni avanza siempre con la misma facilidad, y
21
que el caminar de hombre no depende de su poder? Se le concede a su
arbitrio la voluntad del Espíritu: unas veces más lentamente y otras
veces más aprisa le hace olvidar lo que queda atrás y lanzarse hacia
adelante. Si os fijáis bien, parece que lo que os digo desde fuera
coincide con lo que experimentáis en vuestro interior.
5. Por lo mismo, cuando te sientas afectado por la indolencia, la
acedia o el tedio, no pierdas por eso la esperanza, ni desistas de tu
tesón espiritual. Pide la mano del que te ayuda, instándole a que te
atraiga, como hace la esposa, hasta que con el estímulo de la gracia
puedas correr de nuevo más a prisa y alegre, diciendo: Corrí por el
camino de tus leyes, cuando me esanchaste el corazón.
Por eso, mientras actúe la gracia, alégrate, pero no pienses que
posees el don de Dios por un derecho hereditario, como si por esa
seguridad llegaras a creer que no puedes perderlo jamás.
9. Dice: Atráeme en pos de ti y correremos al olor de tus aromas
¿Cómo nos extraña que sienta necesidad de que le atraiga, si corre tras
un gigante, si intenta abrazar al que salta sobre los montes, brincando
por los collados? Su palabra corre veloz y ella no puede seguirle ni
competir con su agilidad, porque sale como un héroe a recorrer su camino;
no puede valerse de sus fuerzas, y por eso pide que le atraiga diciendo:
Estoy cansada, me ha agotado; no me abandones, atráeme en pos de ti, no
sea que intente andar errante tras otros amantes, no sea que corra sin
rumbo fijo.
Atráeme en pos de ti, pues más vale que me atraigas y me provoques
como sea, aterrándome con las amenazas o probándome con los castigos;
pero no me dejes en mi frialdad, no me abandones en mi falsa seguridad.
Atráeme aún a pesar mío y después te seguiré voluntariamente; atráeme
incluso paralizada y me devolverás la agilidad.
Algún día no necesitaré que me atraigas, porque correremos
amorosamente con toda presteza. No correré yo sola: también correrán
conmigo las doncellas. Correremos juntas, correremos a la par, yo por el
aroma de tus perfumes y ellas movidas por mi ejemplo y mis insistencias.
Sí correremos todas al olor de tus aromas. La esposa cuenta con estas
imitadoras suyas, como ella imita a Cristo. Por eso no dice en singular:
Correré, sino correremos”. S. Bernardo de Claraval, SC 21, 2-5.9
23
ejemplo de su cuerpo, que sus cuerpos podrían ser elevados” de la misma
manera”. Beato Guerrico de Igny, Asc [37],4
S. Bernardo de Claraval
- Asc II, 6
- Ep 385, 1-3
- Gra 36, 1
- SC 21, 2-5.9
- SC 47, 6
Guerrico de Igny
- Asc [37],4
- Nat BVM I [51],4
S. Elredo de Rieval
- Spec II,30
Balduino de Ford
- Tract IV
Ayuno
24
“Aquel que se restaura siempre que tiene hambre, ignora
absolutamente lo que es el ayuno: su virtud y su mérito sólo comienzan
con el hambre. En efecto, no comer no quiere decir ayunar. Lo mismo que
comer inmediatamente después de haberse saciado es superfluo, así
también, comer antes de tener hambre es ocioso; empero, comer cuando se
tiene hambre es meritorio y tanto más meritorio cuánto más largo es el
tiempo que le sigue”. Isaac de Stella, Quad I [32],5
“3.¿A nosotros qué nos manda el Evangelio hoy? Tú, dice, cuando
ayunes, unge tu cabeza y lava tu cara. ¡Admirable dignación del Señor! El
Espíritu de Dios reposa sobre Él, pues le ha ungido; y con todo eso,
predicando a los pobres, dice: Unge tu cabeza. El ayuno del cuerpo es
unción de la cabeza y el hambre es alimento del corazón.
6.Puede, con todo eso, entenderse en la cara lavada la conciencia
pura, y en la cabeza ungida un espíritu devoto. Y si aprobáis este
pensamiento, pueden parecer dichas estas palabras para prevenirnos contra
dos vicios que principalmente suelen acometer a los que ayunan. Porque
tal vez alguno ayuna con afecto a la vanidad, y a éste se le dice: Lava
tu cara. Otro ayuna quizá con impaciencia y resentimiento, y a este le es
necesario ungir la cabeza. Esta cabeza es el interior ánimo, que entonces
se unge en el ayuno cuando se deleita espiritualmente en él ¿Te parece
acaso nuevo que digamos que la cabeza se unge con el ayuno? Aun diré más
¿No has leído alguna vez lo que se halla en la Escritura: Para que los
alimente en el hambre? Es, pues el ayuno del cuerpo unción de la cabeza,
y el hambre el cuerpo refección del corazón”.
S. Bernardo de Claraval, Quad I, 3.6
“Temo que entre nosotros vivan algunos cuyas ofrendas no las acoja
el Esposo, porque no exhalan el aroma de los lirios. Si ayuno por
satisfacer mi voluntad propia, al esposo no le seduce ese ayuno ni le
gusta, porque no percibe el aroma del lirio de la obediencia, sino el
vicio de la voluntad propia”.S. Bernardo de Claraval, SC 71, 13
Ayuno
S. Bernardo de Claraval
- Apo 1, 4
- Asc VI, 7
- Csi I, 10
- Div 39, 1
- Div 55, 1.2.4
- Div 65, 2
- Ep 142, 1
- Gra 49, 3
- Quad I, 3.6
- Quad II, 4
- Quad III, 1
- Quad IV, 1-2
- SC 18, 5
28
- SC 37, 2
- SC 71, 13
S. Elredo de Rieval
- Spec II, 6
- Spec II, 19
- Spec III, 102
- Inst 41.42.43
- Inst 104
Isaac de Stella
- PP. II[50], 12
- Quad I [32], 5
Buen celo
“Cuánto más se vuelca el Amor sobre aquellos que lo aman, tanto más
capaces se hacen de contemplarlo. Se sacian, sin llegar al fastidio. La
saciedad no disminuye el deseo, sino que lo aumenta y expulsa toda
ansiedad. Es el Amor a quien se ama, a Él que, por el torrente de sus
delicias, aleja de su amante toda miseria, todo fastidio en la saciedad,
toda ansiedad en el deseo y toda envidia en el buen celo.
…Tú haces, Señor, que aquel que desea y aquel que ama, abunden en
aquello que desean y aman, de tal manera que ni la ansiedad aflija al que
desea, ni el fastidio al que está saciado”.
Guillermo de Saint-Thierry, Contemp, I, 6
“Pero, ¿por qué es que en otro lugar se dice: Salmodiad al Señor con
la cítara, con la cítara? ¿Qué significa esta repetición? ¿Habrá al lado
de la cítara que representa nuestra conducta individual, otra que
significa nuestras relaciones de unos con otros? Ciertamente, así como en
la cítara son muchas las cuerdas, mas no todas las cuerdas tienen un
mismo sonido, sino que muchos sonidos se unen por la armonía en un sonido
casi único, así también todos nosotros no somos más que una cítara;
frente a frente los unos de los otros, somos como cuerdas que se
responden las unas a las otras. Cada vez que animado de un buen celo, uno
da al otro un buen ejemplo, le sirve de modelo, o, por cualquier servicio
de caridad y humildad se hace amable a sus ojos, es una cítara que
resuena y cuyas cuerdas se responden armoniosamente”.
Balduino de Ford, Tract IV
“Tú también, si nos haces gustosamente partícipes del don que has
recibido de lo alto a los que convivimos contigo, si entre nosotros te
muestras siempre servicial, afectuoso, agradecido, tratable y sencillo,
puedes estar seguro que tendrás entre nosotros testimonio de que exhalas
delicados perfumes.
30
Cualquiera de vosotros que no sólo soporte las debilidades físicas y
morales de los hermanos, sino que además los ayuda con sus servicios, los
conforta con sus palabras, los orienta con sus consejos; o si la
disciplina monástica le impide todo esto, no cesa de consolar al débil
por lo menos con la oración; todo el que así se comporte entre vosotros,
repito, difunde entre sus hermanos el bálsamo excelente de un perfume de
gran precio. Este hermano es en el seno de su comunidad como aroma en el
aliento de la boca. Se le señala con el dedo y todos dicen de él; Este es
el que ama a sus hermanos y al pueblo de Israel, e intercede
continuamente por el pueblo y la santa ciudad.”
Bernardo de Claraval, SC 12, 5
“Escucha finalmente lo que Dios promete por medio del Profeta a los
que ha ennegrecido la humildad de la penitencia o el celo de la caridad,
como si fuese el calor del sol: Aunque vuestros pecados sean como
púrpura, blanquearán como nieve; aunque sean rojos como escarlata,
quedarán como lana. No debemos rechazar de plano esta negrura exterior
de los santos que produce la blancura interior, prepara en su interior un
trono para la sabiduría”. S. Bernardo de Claraval, SC 25, 6
Buen celo
Guillermo de Saint-Thierry
- Contemp I, 6
Bernardo de Claraval
- SC 12, 5
- SC 25, 6
- SC 28, 1
- V Nat 3, 6
S. Elredo de Rieval
- Spec I, 49
- STemp Nat [2], 6
- STemp Palm I [9], 2
Balduino de Ford
- Sac alt III,1
- Tract IV
- Tract XI
31
- Tract XV
Capaz de Dios
“Resuene, pues, buen Jesús, tu voz en mis oídos, para que aprenda
cómo debe amarte mi corazón, te ame mi mente y te amen hasta las entrañas
32
de mi alma. Que te abrace la médula de mi corazón, pues eres mi bien
único y verdadero, mi gozo dulce y exquisito. Pero ¿qué es el amor, Dios
mío? Si no me engaño es una admirable complacencia del alma, tanto más
dulce cuanto más pura, tanto más suave cuanto más verdadera, tanto más
gozosa cuanto más amplia. Es el paladar del corazón que te saborea,
porque eres dulce; es el ojo que te ve, porque eres bueno; y es el
espacio capaz de acogerte, a ti que eres inmenso. Pues quien te ama te
contiene, y te contiene en la medida que ama, porque tú eres amor, eres
caridad. Esa es la opulencia de tu casa de la que se embriagarán tus
amados, los que se pierden a sí mismos para pasar a ti. ¿Y cómo se
realiza eso, Señor, sino amándote? Pero con todo el ser. Descienda,
Señor, te ruego, a mi alma una partícula de esta inmensa dulzura tuya,
con la que se endulcen los panes de su amargura. Guste de antemano con la
prueba de un pequeño sorbo aquello que desea, lo que ansía, por lo que
suspira en esta peregrinación. Saboree y siga con hambre, beba y siga con
sed, pues los que te comen tendrán más hambre, y los que te beben tendrán
más sed. Pero se saciarán cuando aparezca tu gloria, cuando se manifieste
el cúmulo inmenso de tu dulzura, que reservaste para los que te temen,
porque sólo lo revelas a los que te aman”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 1
Capaz de Dios
S. Bernardo de Claraval
- SC 27, 8.9.10
S. Elredo de Rieval
- Spec I, 1
- Spec I, 9
Isaac de Stella
- Sex VIII[25], 3.5
33
Balduino de Ford
- Tract XIII
Ciencia
“Si bien esta ciencia contiene varios carismas, el Espíritu que los
otorga no confiere fácilmente todos a uno solo, sino que los reparte a
cada uno según quiere: a algunos, el conocimiento de los misterios, a
otros la inteligencia de las Escrituras, a otros la interpretación de las
lenguas, a otros la discreción de los espíritus, a otros la gracia tan
necesaria para reconocer y juzgar según su sabor las virtudes y los
vicios, a fin de que los vicios no engañen so capa de virtud…”.
Beato Guerrico de Igny, Epi III [13], 6
“El primer calor propio del que vuelve a la vida es realizar obras
buenas; el segundo progreso en la resurrección se da cuando el afecto se
dilata en la oración; la perfección se alcanza cuando el entendimiento es
iluminado para la contemplación. Por estos grados de virtud, por estos
34
progresos en una vida santa, esforzaos, hermanos míos, por resucitar más
y más para poder llegar, como dice el apóstol, a la resurrección de
Cristo de entre los muertos. El que vive y reina por todos los siglos.
Amén”. Beato Guerrico de Igny, Res III [35], 5
“… Has venido, luz de los fieles, y hoy nos concedes alegrarnos por
la iluminación de la fe, es decir, de nuestra antorcha. Concédenos
también alegrarnos siempre por la iluminación de las tinieblas que aún
quedan en nosotros. Nos diste la luz de la fe; danos también la luz de la
justicia, danos la luz de la ciencia y también la de la sabiduría”.
Beato Guerrico de Igny, Epi III [13], 3
“¿Qué haces, alma humana, qué haces? ¿Por qué te enredas con tantas
cosas? Sólo una cosa es necesaria ¿Para qué más? Lo que ansías en tantas
cosas lo tienes en uno. La grandeza, la ciencia, el deleite, la
abundancia, todo lo tienes aquí, plenamente aquí, y en ningún otro lado.
¿Acaso existe la verdadera grandeza en esta fosa fatal y charca fangosa?
¿Se halla la ciencia en este país de sombras de muerte? ¿Es posible el
gozo puro en este lugar horroroso y en esta inmensa soledad, o la plena
abundancia ente tanta miseria? ¿Qué grandeza existe en el mundo que no la
destruya el temor? ¿Qué ciencia tiene el hombre si se desconoce a sí
mismo? Y si te gozas en la carne, eso es propio del caballo y del mulo
que carecen de razón. Si te recreas en la fama o riquezas, cuando mueras
no llevarás nada ni te acompañará tu fama. Así pues, la verdadera
grandeza reside donde ya no hay nada mayor a que aspirar; la ciencia
verdadera consiste en no ignorar nada; el auténtico placer es inmune al
hastío; y la auténtica abundancia es la que nunca se agota”.
S. Elredo de Rieval, Spec I, 5
“El hombre maneja una escala de valores más decisiva para ese plano
superior de su ser, que es su alma: su dignidad, su ciencia, su virtud.
Su dignidad radica en su libre albedrío, distintivo por el que se destaca
sobe las demás criaturas v domina a los simples animales. Su inteligencia
le permite, a su vez, reconocer su dignidad, no como algo propio, sino
como don recibido. Finalmente, la virtud le impulsa a buscar con afán a
su Creador y adherirse estrechamente a él cuando lo ha encontrado”.
S. Bernardo de Claraval, Dil 2, 3
Ciencia
S. Bernardo de Claraval
- Ann II, 3
- Csi 27, 3
- Csi 30, 1
- Dil 2, 3
- SC, 8, 6
- SC, 20, 4
- V Nat III, 3.4
S. Elredo de Rieval
- Spec I, 3
- Spec I, 5
39
- Spec I, 32
Balduino de Ford
- Sac alt III,1
- Tract I
- Tract XI
Guillermo de Saint-Thierry
- Ep fra 158
S. Bernardo de Claraval
- Asc IV, 1
- Pre 59.60
S. Elredo de Rieval
- STemp Ben III [7], 2
Contemplación
“Por lo demás, cuán admirable sea esta venida del Señor aunque
oculta, cuán suave y agradable sorpresa causará y cómo arrebatará al alma
que lo contempla, cómo todos los huesos del hombre interior exclamarán:
Señor, ¿quién es semejante a ti?, esto lo saben quiénes lo han
experimentado y ojalá lo deseen experimentar también quienes lo han
hecho, con tal de que no sea por curiosidad temeraria lo que los induzca
a escrutar la majestad, a riesgo de ser ofuscados con su gloria, sino más
bien que un amor lleno de respeto los haga suspirar por el Amado para ser
acogidos por la gracia.
… ¡Qué cosa maravillosa y amable cuando Dios-Amor penetra en el alma
que ama, cuando ella es transformada en esa misma imagen por la que
contempla como en un espejo la gloria del Señor!”.
Beato Guerrico de Igny, Adv II [2], 4
“Creo, sin embargo, que se obtiene no menos mérito -y hasta tal vez
se consiga mayor purificación- si aquello que rara vez y a muy contados
se concede contemplar como en espejo y en enigma, esto es, el poder
comparecer en Jerusalén ante el Señor, nos lo representamos de continuo
por la fe, procurando tenerlo siempre presente en el obrar.
… pasaréis caminando -según promete el Esposo a la esposa- desde el
comienzo del temor, de virtud en virtud, de claridad en claridad como por
el Espíritu del Señor, progresando desde la visión por la fe hasta
aquella otra por espejo y enigma, y por último ascenderéis desde la
contemplación en imagen y figura, a la contemplación real del objeto, es
decir cara a cara.
Si, pues, procuráis llevar constantemente en vosotros la presencia
del Señor por la fe, aunque sea velada, algún día os será concedido
también llegar a contemplar a cara descubierta la gloria del Señor,
aunque sea a través de espejos y enigmas. Mas una vez transcurridos los
días de la purificación, llegará lo más perfecto, poder estar cerca del
Señor en Jerusalén, vivir en su compañía y contemplarlo cara a cara por
toda la eternidad”. Beato Guerrico de Igny, Pur V [19], 6
46
“Entre, pues, el Salvador y visite frecuentemente esta casa que
limpia Lázaro penitente, adorna Marta solícita y llena María dedicada a
la interior contemplación”. S. Bernardo de Claraval, Asspt II, 7
“Así las cosas, se deduce que hay dos clases de contemplación: una
versa sobre la elección, felicidad y gloria de la ciudad celestial, en la
que se ocupa la inmensa muchedumbre de los ciudadanos celestiales,
trabajando o descansando. La meta de la otra es contemplar la majestad,
eternidad y divinidad del Rey mismo. La primera en la cerca, la segunda
en la roca. Y cuanto más difícil es ahondar en ella, mayor es la dulzura
de lo que en ella descubres. No temas las amenazas de la escritura contra
los que escudriñan la majestad de Dios. Acércate con ojos puros y
sencillos, y no te aplastará su gloria. Al contrario, te acogerá si no
buscas tu propia gloria, sino la de Dios”.
S. Bernardo de Claraval, SC 62, 4
50
Contemplación
S. Bernardo de Claraval
- Asspt II, 7
- Asspt III, 4
- Csi II, 5
- Csi V, 32
- Div 42, 4
- Gra 15, 1
- Hum 3, 4
- Pre 59
- SC 12, 1
- SC 23, 11
- SC 46, 5
- SC 51, 2
- SC 53, 1
- SC 57, 9
- SC 58, 1
- SC 62, 4
S. Elredo de Rieval
- Spec I, 33
- Spec I, 67
- Spec II, 15
- Spec II, 39
- Spec III, 2
- Spec III, 6
- Spec III, 17
- Spec III, 19
- Spec III, 37
Isaac de Stella
- OS IV[4],10.15
- Sept II[17],19
- Sex VIII [25],10
Balduino de Ford
- Sac alt III,2
- Tract IV
- Tract VI
Conocimiento de sí
“Si no conoces, sal fuera. Dura y amarga increpación. Sal fuera. Eso
suelen oírlo los siervos a sus señores airados por su indignación, o las
siervas a su señora cuando las han ofendido gravemente: Sal de aquí,
marcha de mi lado, sal de mi vista y de esta casa.
El esposo recurre a estas palabras tan aceradas y desabridas, tan
represivas contra su amada, solamente en un caso: cuando se desconoce a
sí misma. No pudo encontrar palabras que más le horrorizasen sino
amenazándole con expulsarla. Comprenderás fácilmente ser esto así si
atiendes de dónde la manda salir y adónde quiere que vaya. ¿De dónde
piensas que le manda salir, sino de las realidades del espíritu a las
materiales, de los valores del alma a los deseos mundanos, de la paz
interior del corazón al bullicio del mundo y a la zozobra de los negocios
exteriores? Todas estas realidades son en efecto fatiga inútil y
aflicción del espíritu.
El alma sabe ya acongojarse de su Señor y se ha decidido a entrar
dentro de sí misma y suspirar en su intimidad por la presencia de Dios,
buscando siempre su rostro. Porque Dios es Espíritu y los que le buscan
deben vivir guiados por el Espíritu no por la carne para vivir según la
carne.
52
Nada teme tanto el que haya gustado este beneficio, como abandonado
de la gracia, volver a sentir necesidad de dirigirse a las consolaciones
carnales, por no decir desolaciones, para soportar otra vez la confusión
de los sentidos carnales”. S. Bernardo de Claraval, SC 35, 1
53
encamínala de nuevo hacia ti mismo y será de gran provecho para tu
salvación”. S. Bernardo de Claraval, Csi II 6,1-2
“Dichosos los que pueden decir con toda verdad: Nuestro orgullo es
el testimonio de nuestra conciencia. Sólo el humilde puede expresarse
así; él según el refrán, teme los ojos de los campos y desconfía del oído
de los bosques”. S. Bernardo de Claraval, Ep 42,21 (Mor 21)
“Basta con que confesemos nuestros pecados para que nos rehabilite
gratuitamente en alabanza de su gracia. Ama al alma que vive siempre en
su presencia y que se juzga a sí misma sin disimulo. Se nos exige ese
juicio para nuestro propio provecho; porque, si nos juzgamos a nosotros
mismos, no nos juzgarán a nosotros. Por eso, el sabio recela de todas sus
acciones, sondea, esclarece y enjuicia todo. Honra a la verdad el que se
conoce de veras a sí mismo y todo lo que le concierne, en la situación en
que realmente se encuentra, y se confiesa con humildad”.
S. Bernardo de Claraval, Adv III, 7
“Por otra parte, quiero que sepáis, hermanos, de qué manera bajamos
o, por mejor decir, caemos en estos caminos. Ahora mismo se me ocurre que
el primer paso por el que nos deslizamos en ellos es el encubrimiento de
la propia debilidad, de la propia iniquidad y peligro, siendo indulgente
con uno mismo, adulándose a sí mismo, figurándose ser algo, cuando no se
es nada; o sea, la propia seducción. El segundo paso es la ignorancia de
sí mismo. Si hemos comenzado por cubrirnos inútilmente con hojas de
higuera, ¿qué remedio nos queda más que no mirar las llagas encubiertas,
especialmente habiéndolas tapado sólo para no verlas? Y así se explica
que, cuando otro me las descubra, porfiaré que no son llagas, escudándome
en palabras habilidosas para buscar excusas a los pecados. Y éste es el
tercer paso, ya muy próximo e incluso inmediato a la soberbia. ¿Pues qué
mal temerá ya consumar el que lo defiende con su insolencia? Será difícil
que se detenga en su camino oscuro y resbaladizo, especialmente cuando el
ángel del Señor los persiga y empuje. Es el cuarto paso o, más bien, el
cuarto precipicio: el desprecio. De nada hace ya caso el malvado cuando
ha caído en el abismo del mal”. S. Bernardo de Claraval, QH XI, 5
54
“Contra la jactancia presentemos la consideración de nuestra propia
fragilidad, que es el remedio por excelencia para aniquilar esta
detestable presunción”. S. Bernardo de Claraval, Asspt V, 12
“En estas dos cosas consiste toda nuestra vida espiritual: fijarnos
en nosotros mismos para llenarnos de temor y tristeza saludables; y mirar
a Dios para alentarnos y recibir el consuelo gozoso del Espíritu Santo.
Por una parte fomentamos el temor y la humildad y por otra la esperanza y
el amor”. S. Bernardo de Claraval, Div 5, 5
“Esta unión del hombre con Dios o esta semejanza con él, hace que el
espíritu, en la medida que se acerca a Dios, vaya conformando a sí el
alma animal y lo que es inferior a ella. De este modo, espíritu, alma y
cuerpo quedan debidamente ordenados, situados en su debido lugar,
valorados cada uno según sus méritos y estimados según sus propiedades.
Entonces comienza el hombre a conocerse perfectamente a sí mismo y,
progresando en este conocimiento de sí, asciende hacia el conocimiento de
Dios”. Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 289
Conocimiento de sí
Guillermo de Saint-Thierry
- Ep frat 289
S. Bernardo de Claraval
- Adv III, 7
- Ann IV, 3
- Asspt V, 12
- Csi II 6, 1-2
- Csi II 14, 3
- Ded III, 4
- Div 2, 1
- Div 5, 5
- Div 40, 3
- Ep 42, 21 (Mor 21)
56
- JB 8
- Pent III, 3
- QH XI, 5
- SC 13, 3
- SC 17, 8
- SC 35, 1
- SC 36, 5-6
- SC 37, 1-2
- SC 57, 6-7
- SC 81, 1
Isaac de Stella
- OS II[2], 13
Conversión de vida
57
“Pienso que a éste se refiere la Escritura: La ley del Señor es
perfecta, y convierte las almas. Porque es la única capaz de arrancar al
alma del amor de sí misma y del mundo, y volverla hacia Dios. Ni el temor
ni el amor de sí mismo son capaces de convertir el alma. A veces cambian
la expresión del rostro o la conducta exterior, mas nunca los
sentimientos. Los esclavos hacen algunas veces obras de Dios, pero no las
realizan espontáneamente y les cuesta mucho. También los asalariados,
pero no lo hacen gratuitamente, y se dejan arrastrar por la codicia.
Donde hay amor propio allí hay individualismo. Y donde hay individualismo
hay rincones. Y donde hay rincones hay basura e inmundicia. La ley del
siervo es el temor que le invade. La del asalariado es la codicia que le
domina, le atrae y le distrae. Ninguna de estas leyes es pura y capaz de
convertir las almas. La caridad, en cambio, convierte las almas y las
hace también libres”. S. Bernardo de Claraval, Dil 34, 3
59
Hermosa es aquella alma que, en cuanto le es posible, hace lo que
sabe que es provechoso para los demás por la caridad, pero todavía
permanece negra por cuanto, frecuentemente siente en sí la ira, la
impaciencia y otras cosas que se oponen a la caridad. Hermosa es,
finalmente, aquella alma que no consiente en ninguna falta, mas sigue
siendo negra porque ella, todavía, tiene faltas”.
S. Elredo de Rieval, STemp OS II [23], 5
“15. Así pues, dado que la hora pasó, digamos brevemente que el
alejamiento de Dios -ya sea que la razón se aparte de la verdad, ya sea
que la vida se aparte de la caridad- es la noche, en la cual nadie puede
trabajar; pero la conversión a Dios mediante la búsqueda y la imitación
es el día, en el cual el hombre sale a su trabajo, es decir, a conocer y
a amar a Dios, y a deleitarse en este conocimiento y en este amor. En
verdad, por esto el hombre fue creado a imagen y semejanzade dios, y por
esto fue recreado y reformado a esta imagen y semejanza: por la razón a
su imagen; por la vida a su semejanza.
16. Pero creado a imagen y semejanza, es recreado a semejanza y a
imagen, debe ser reformado por la conformidad de la vida, con miras a la
participación de la naturaleza. Conocer al verdadero Dios es la vida
eterna, pero amarlo de todo corazón es el camino eterno. La caridad es
pues el camino, la verdad es la vida; la caridad es la semejanza, la
verdad es la imagen; la caridad es el mérito, a la verdad es el premio;
por la caridad se camina, por la verdad se reposa.
17. Así pues, amadísimos, saliendo el hombre de la noche del pecado
y de las costumbres carnales a este trabajo que es el suyo, por la
primera iluminación de la gracia, como en la primera mañana de su
conversión Dios, le sale al encuentro su conciencia y él ve de qué modo
vivió, mientras vivió en el mal; en la luz discierne cómo fue en las
tinieblas. Así, en este primer envío a la vida, mientras se acusa, la
conciencia recuerda diligentemente todas sus acciones, evoca todo, e
inclinándose, sin duda alguna por la humildad, cava en profundidad;
arrancando todas las raíces de la injusticia, comienza realmente a
cultivarse con miras a la justicia”
Isaac de Stella, Sex I [16], 15.16.17.
Conversión de vida
S. Bernardo de Claraval
- Dil prol 1
- Dil 34, 3
- Gra 19, 1
- Gra 19, 2
- Gra 19, 3
- O Pas II, 5
- Pre 44
- Pre 47
- Quad II, 4
- SC 4, 1
- SC 83, 2
S. Elredo de Rieval
61
- Spec II, 31
- Spec II, 63.64
- Spec III, 83
- STemp OS II [23], 5
Isaac de Stella
- OS V [5], 3-5
- Sex I [16], 15.16.17.
Balduino de Ford
- Sac alt III, 1
Corazón
“Resuene, pues, buen Jesús, tu voz en mis oídos, para que aprenda
cómo debe amarte mi corazón, te ame mi mente y te amen hasta las entrañas
de mi alma. Que te abrace la médula de mi corazón, pues eres mi bien
único y verdadero, mi gozo dulce y exquisito. Pero ¿qué es el amor, Dios
mío? Si no me engaño es una admirable complacencia del alma, tanto más
dulce cuanto más pura, tanto más suave cuanto más verdadera, tanto más
gozosa cuanto más amplia. Es el paladar del corazón que te saborea,
porque eres dulce; es el ojo que te ve, porque eres bueno; y es el
espacio capaz de acogerte, a ti que eres inmenso. Pues quien te ama te
contiene, y te contiene en la medida que ama, porque tú eres amor, eres
caridad”.S. Elredo de Rieval, Spec I, 2
“En toda obra buena hay que precaverse sobre todo de dos males, a
saber: la aflicción y la preocupación. Con la aflicción se amarga la
dulzura del amor; con la preocupación desaparece la tranquilidad. Hay
aflicción cuando uno se consume de impaciencia por algo que no se puede
evitar; hay preocupación cuando, en lo que se puede hacer, uno se
comporta con intemperancia. Así, pues, para no amargarse el espíritu, se
debe soportar pacientemente la propia impotencia; y para que no se
preocupe con daño propio, no debe pretenderse más que aquello que está al
alcance de las propias posibilidades”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 97
63
…. Tú haces, Señor, que aquel que desea y aquel que ama, abunden en
aquello que desean y aman, de tal manera que ni la ansiedad aflija al que
desea, ni el fastidio al que está saciado”.
Guillermo de Saint-Thierry, Contemp, I, 2-6
“Considera que la ley te exige estas tres cosas, cuando dice: amarás
al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas las
fuerzas. Si no surge otra interpretación más acertada de esta triple
distinción yo creo que el amor del corazón se refiere al celo del afecto,
el amor del alma a la sutileza o juicio de la razón, y la fuerza del amor
puede guardar relación con su constancia y entereza.
Ámale, pues al Señor con todo el afecto de tu corazón entero; ámale
con toda la atención de tu mente circunspecta; y ámale con todas tus
fuerzas, sin que te atemorice morir por su amor”.
S. Bernardo de Claraval, SC 20, 4
“La medida de ese amor consiste en que llena todo el corazón con su
dulce suavidad hasta poseerlo plenamente, desechando de él todo otro amor
o seducción carnal. Esto equivale a amar con todo el corazón. De lo
contrario, podría preferir a la carne de mi Señor cualquier otro
parentesco o complacencia, que me impedirían cumplir todo lo que él
64
enseñó de palabra o de obra, mientras vivía en la carne mortal. ¿Y no
sería esto una evidencia de que no amo con todo el corazón? ¿No tendría
partido el corazón, dándole una parte para él, mientras con la otra me
vuelvo hacia mí mismo? Por eso dice: El que quiere a su padre o a su
madre más que a mí, no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su
hija más que a mí, no es digno de mí. Por tanto, y en pocas Palabras:
amar con todo el corazón consiste en preferir el amor de su sacrosanta
carne a cualquier otra cosa qué halague a la propia carne o a la de otro.
Me refiero también a la gloria del mundo, porque la gloria del mundo es
gloria de la carne y aquellos que se complacen en ella son sin duda
carnales”. S. Bernardo de Claraval, SC 20, 7
65
Hermanos, acompañemos siempre al Cordero: cuando sufre, cuando
resucita y más aún cuando asciende. Que nuestro hombre viejo esté
crucificado con él, para que se destruya el individuo pecador y ya no
seamos esclavos el pecado. Extirpemos cuanto de terreno hay en nosotros.
Y así como él fue resucitado de la muerte por el poder del Padre,
emprendamos también nosotros una vida nueva. Si murió y resucitó fue para
que abandonemos el pecado y nos entreguemos a la Justicia”. S
.Bernardo de Claraval, Asc V, 2.3
“A Cristo le encantan las flores. Por eso eligió Nazaret para ser
concebido y criarse allí. Al esposo celestial le deleitan esos aromas y
se adentra gustosamente, siempre que puede, en el tálamo de nuestro
corazón si lo encuentran cubierto de flores y cuajado de frutos. Donde ve
un alma entregada a la meditación continua de la gracia de su pasión o de
su gloriosa resurrección, allí acude presurosamente”.
S. Bernardo de Claraval,Dil 8, 2
“Así nuestras obras se deben hacer con fervor y deseo del corazón,
para que haya en nuestras manos candelas encendidas”.
S. Bernardo de Claraval, Pur II, 2
67
“Terrible y espantosa amenaza: Sal fuera y lleva a pastar tus
cabritos. Esto es: reconócete indigna de aquella contemplación tuya dulce
y familiar de las realidades celestes, inteligibles y divinas. Marcha de
mi santuario, que es tu propio corazón, donde bebías dulcemente lo
sagrados misterios de la verdad y los bienes de Dios. Como una cualquiera
de las almas mundanas complícate la vida, pastoreando y recreando tus
sentidos carnale”. S. Bernardo de Claraval, SC 35, 2
“Por esto creo que se las llama raposillas. Mientras los demás
vicios se presentan abiertamente por sus proporciones, estos otros no se
pueden distinguir con facilidad por su sutileza. Por eso sólo pueden
precaverse contra ellos los hombres perfectos, experimentados e
iluminados con los ojos del corazón para discernir el bien del mal,
especialmente para el discernimiento de espíritu”.
S. Bernardo de Claraval, SC 64, 6
“Al asumir nuestra naturaleza, Cristo tomó, por decirlo así, pan.
Cristo tomó con qué alimentarnos cuando se unió al hombre por el misterio
de la encarnación. Cambió en trigo el heno de nuestra carne. Para
alimentarnos con harina de trigo, para saciarnos con la flor del trigo.
Por nosotros se hizo grano de trigo que debe ser sembrado en un corazón
bueno y multiplicarse allí abundantemente. Se hizo también para nosotros
pan que fortifica el corazón del hombre.
…Para quien examina lo que Jesús ha tomado y dado, el cambio del pan
resulta evidente. Porque tomó pan, pan en cuanto a su nombre y a su
sustancia; lo bendijo, lo partió, y dio su cuerpo. Es necesario pues
creer, según la piedad de la fe, que el pan fue cambiado, incluso si el
evangelista no ha usado el término cambio. Con el corazón se cree para la
justicia y con la boca se confiesa para la salud: por eso, hay que
69
proclamar con la boca este cambio, con toda la firmeza con que se lo cree
con la fe del corazón”. Balduino de Ford, Sac alt II, 1
“Dios que nos ama y desea ser amado, acuñó un sello que tiene
esculpida la imagen de su amor, con el cual selló con más fuerza nuestro
corazón, a fin de que hecho a su imagen recibiera en sí la semejanza de
esta imagen y la reprodujera.
…Ponme como un sello sobre tu corazón, para amarme con todas tus
fuerzas; ponme sobre tu brazo para cumplir con todo amor, todo lo que me
agrada. Ponme sobre tu corazón por el amor afectivo; ponme sobre tu brazo
por las obras efectivas. Tómame como modelo y ayuda para amar pura y
sinceramente; como modelo y ayuda para obrar bien y sufrir con fortaleza.
Ponme sobre tu corazón, sobre todo lo que piensas, lo que amas, lo que te
brota del corazón; de modo que pospongas todo lo que te es querido y me
superpongas siempre a mí y me ames siempre más; no sólo aquello que está
fuera de ti, sino más aún todo lo que está dentro de ti. Finalmente más
que a ti, para que te ames a causa de mí, y no sólo a mí, a causa de ti.
Que tu amor por ti, de conformidad conmigo, esté en la cima de tu
corazón, y que tu amor por mí sobrepase la cima de tu corazón.
…¡Aparta de mí, ¡Señor, el corazón de piedra, aparta de mí mi
corazón endurecido, aparta de mí mi corazón incircunciso!; ¡Dame un
corazón nuevo, un corazón de carne, un corazón puro! ¡Tú, que purificas
el corazón y amas el corazón puro, posee mi corazón e inhabítalo,
abrázalo y llénalo, tú que eres más alto que mi altura y más interior que
mi intimidad! ¡Tú, imagen de la belleza y sello de la santidad, sella mi
corazón con tu imagen, sella mi corazón con tu misericordia! Dios de mi
corazón, y mi porción, Dios por siempre”. Balduino de Ford, Tract X
“La ley del Señor, inmaculada, que convierte las almas, es el amor:
ley realmente ígnea, que está escrita por el dedo de Dios sobre la
superficie del corazón, y que hace arder ese mismo corazón con un
incendio de amor y la boca con una palabra de fuego”.
Beato Guerrico de Igny, Pent II [39], 1
Corazón
Guillermo de Saint-Thierry
- Contemp, I, 2-6
- Ep frat 112
- Nat am 8
73
S. Bernardo de Claraval
- Adv IV, 4
- Ann II, 4
- Asc IV, 7.9
- Asc V, 2.3
- Asc VI, 5.8
- Csi I, 10
- Csi II, 21
- Dil 8, 2
- Div 15, 2.4
- Div 37, 9
- Div 41, 4
- Dil 29, 1
- Hum 6, 5
- Hum 19, 4
- O Pas I, 7
- Pur II, 2
- QH VII, 12
- Res II, 8
- Res III, 3
- SC 6, 4
- SC 15, 7
- SC 20, 4
- SC 20, 7
- SC 35, 2
- SC 40, 4
- SC 46, 7
- SC 64, 6
- SC 70, 4
- SC 71, 1
- SC 74, 6.7
- SC 76,7
- SC 85, 8
- Sent III, 2
S. Elredo de Rieval
- Spec I, 2
- Spec II, 3
- Spec III, 97
- Spec III, 103
Isaac de Stella
- OS IV [4], 1
- PP II [50], 6
74
Balduino de Ford
- Sac alt II, 1
- Sac alt II, 4
- Sac alt III, 2
- Tract III
- Tract IX
- Tract X
Corrección
“Puedes estar solo por frecuente que sea tu trato con los hombres.
Líbrate únicamente de ocuparte de vidas ajenas como juez temerario, o
como espía curioso. Aunque sorprendas a alguien en la mayor atrocidad, no
juzgues a tu prójimo, más bien excúsalo. Si no puedes excusar su acción,
excusa su intención; piensa que ha sido por ignorancia, por sorpresa o
debilidad. Cuando la certeza haga imposible toda excusa amonéstate a ti
mismo y haz esta reflexión: Ha sido una tentación muy fuerte ¿qué habría
hecho yo, si hubiese sido tan violenta conmigo?
Pero acuérdate de que es a la Esposa, o sea a los súbditos, a
quienes digo eso, y que no instruyo ahora al amigo del Esposo, o sea a
los superiores, que tienen otras razones para observar cuidadosamente lo
que pasa, impedir lo que no conviene, cuidar de si en algo se ha faltado
y corregir a aquellos que han caído en culpa”.
S. Bernardo de Claraval, SC 40, 5
Corrección
S. Bernardo de Claraval
- Adv III 5, 2
- Adv VIII 11, 1
- Hum 11, 1
- PP 2, 3
- SC 21, 10
- SC 29, 6
- SC 40, 5
- SC 42, 2.5
- SC 45, 1
- SC 57, 6
- V Nat III, 4
S. Elredo de Rieval
- Spec II, 8
- Spec III, 37
Deseo de Dios
“Así los profetas y los justos salían el encuentro de Cristo con tal
deseo, con tan grande afecto, que anhelaban -de haber sido posible- ver
con los ojos corporales lo que veían con el espíritu”
78
Beato Guerrico de Igny, Adv II [2], 2
“Al espíritu que no se siente movido por ningún afecto a amar a Dios
y al prójimo, con frecuencia le mueve la razón, y de un modo tanto más
santo cuanto más seguro, y tanto más seguro cuanto más límpido, cuanto
que nada puede existir más útil y puro que el amor racional.
La razón, para excitar al espíritu tibio hacia el deseo de su
Creador, se apoya en tres motivos: nuestra necesidad, nuestra utilidad y
su dignidad. La razón persuade que debe amarse a Dios porque eso nos es
necesario, provechoso y digno. Necesario para evitar la condenación,
provechoso para adquirir la glorificación, y digno porque si él nos amó
primero, con razón nos exige la compensación de ese amor. Dios debe ser
deseado por el hombre como su bien, pues sin él será siempre un
desgraciado, y con él será siempre totalmente feliz; él no necesita de
nuestros bienes, pero quiso ser miserable por nosotros. Si el espíritu
asiente a la razón, se sentirá impulsado al deseo de Dios, si no por el
afecto sí por la voluntad. Y la razón continúa su obra, probando que es
necesario perseverar valerosamente en la observancia de sus preceptos si
se quiere alcanzar lo que desea”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 40
“Sin duda alguna, que con esos afectos nos excitemos a desearlo que
debe amarse, como si fueran unos aguijones de amor; que conservemos el
amor con más suavidad y diligencia por la dulzura que infunden los
afectos; y que practiquemos los actos con los que tendemos a lo deseado,
con tanto más gusto cuanto mayor es el afecto, y con tanto más fervor
cuanto mayor es el consuelo. El deseo debe ser excitado por el afecto,
pero casi nunca debe seguirlo, como lo hemos indicado. Del mismo modo, es
muy provechoso practicar las buenas obras, impulsados por el afecto, y
perseverar en ellas por afecto; pero ordenarlas según el afecto carece de
orden. Nos queda, pues, decir lo que podamos sobre cómo deben ordenarse
nuestras obras según la razón. El deseo guiado por la razón es uniforme:
se experimenta sólo en el amor que procede del afecto, y es la voluntad
quien lo acoge tras pasar por la razón”.
S. Elredo de Rieval, Spec III, 73
“4. Pero existió otra visión divina, diferente de las anteriores por
ser más interior. Por ella Dios se digna visitar personalmente al alma
que le busca, la que se entrega a buscarle con todo su anhelo y amor. Hay
una señal de esta venida, según nos lo manifiesta alguien que la
experimentó: Delante de él avanza fuego, abrasando en torno a los
enemigos. Porque es menester que el ardor del santo deseo anticipe su
presencia en el alma, a la que él mismo va a llegar, para consumir toda
la inmundicia de los vicios y aparejar así un lugar para el Señor.
Entonces conoce el alma que el Señor está cerca, porque se siente
abrasada por ese fuego y dice con el Profeta: desde el cielo ha lanzado
82
un fuego que se ha metido en los huesos y me lo ha hecho saber. Y aquello
otro: El corazón me ardía por dentro; pensándolo me requemaba.
5. De repente, ese deseado a quien busca sale compadecido al
encuentro del alma que suspira continuamente, que ora sin cesar y se
abrasa en deseos. Yo creo que por su experiencia propia podría decir con
el santo Jeremías: ¡Qué bueno eres Señor para los que en ti esperan, para
el alma que te busca!
6. No vayas a pensar que en esta intima unión entre el alma y el
Verbo se percibe algo corporal o imaginario. Nos limitamos a afirmar lo
que dice el Apóstol: Estar unido al Señor es ser un espíritu con él. …Por
supuesto, este vínculo es espiritual, porque Dios es espíritu. Y queda
prendado de la belleza del alma cuando advierte que procede guiada por el
espíritu, y no consuma con el deseo las tendencias de la carne,
especialmente el reconocer que arde en amor hacia él.
El alma, así afectada y así amada, no quedará satisfecha con la
manifestación común del esposo a través de las cosas creadas, ni tampoco
con su presencia, más insólita, en sueños y visiones. Reclama un
privilegio: que Dios baje del cielo y penetre en lo más íntimo de ella
misma. Entonces poseerá a quien desea, pero no en figura sino infundido,
ni meramente visible, sino tocando y provocando un gozo tanto más intenso
cuanto es interior y no superficial. Se trata del Verbo sin sonido, que
penetra; no habla y actúa; no hiere los oídos y halaga con sus
afecciones. Su rostro no tiene forma determinada, pero se imprime en el
alma; no deslumbra los ojos del cuerpo, pero regocija el corazón;
gratifica con el don del amor, no con algo sensitivo.
7. A pesar de esto, yo diría que aún no se presenta como es. …Porque
conforme a la variedad de deseos de cada alma, varía el gusto de su
divina presencia; y el sabor infuso de la dulzura celestial deleita de
muy diversas maneras las variadas apetencias del alma. Además, habréis
caído en cuenta, cuántas veces ha mudado el Verbo de semblante en este
cántico amatorio, y de cuántos modos se ha dignado transformar sus
infinitas dulzuras ante su amada. Unas veces, como esposo deferente,
solicita los íntimos abrazos de la esposa santa y la delicia de sus
besos; otras, como un médico se presenta con sus bálsamos y ungüentos a
las almas delicadas, que necesitan estos fomentos y medicinas; por ello
se les designa con el delicado nombre de doncellas. Y si alguno lo
critica, escuche que no necesitan médico los sanos, sino los enfermos.
Otras veces se aparece como un caminante que se une a la esposa y a
las doncellas peregrinas, para aliviar e cansancio del camino a toda la
comitiva, con una conversación tan agradable que, cuando se ausenta,
exclaman: ¿No estábamos en ascuas mientras nos hablaba por el camino?
Ameno compañero, que, por la dulzura de su palabra y sus modales, invita
a correr detrás de sí, como en pos de cierta fragancia suavísima que
exhalan sus perfumes. Y por eso dicen también: Correremos al olor de tus
perfumes.
Otras veces sale al encuentro- como un rico padre de familia en cuya
casa sobra el pan, y hasta como un rey magnífico y poderoso que parece
aliviar la timidez de la pobre esposa, provoca su deseo mostrándole a
todas las maravillas de su gloria, sus ricos lagares y despensas, la
fecundidad de sus huertos y campos, y llega a introducirla en lo más
íntimo de su alcoba. Es que su marido se fía de ella y piensa que no debe
ocultarle absolutamente nada, Puesto que la rescató de su pobreza, probó
su fidelidad y la abraza cariñosamente. Ahora de una manera, ahora de
otra no cesa de aparecerse frecuentemente a la mirada de los que le
buscan, y se cumple lo que dijo: Mirad que yo estoy con vosotros hasta el
fin del mundo”. S. Bernardo de Claraval, SC 31, 4-7
83
“2. Si para alguno de nosotros, como para el santo Profeta, lo bueno
es estar junto a Dios; o más claramente, si alguien entre vosotros es un
hombre de deseos, que llega al extremo de desear la muerte para estar con
Cristo, y lo desea con tal vehemencia que le abrasa esa sed y lo piensa
sin cesar, ése, sin duda, recibirá al Verbo como esposo en el momento de
su visita; es decir, cuando se sienta abrazado interiormente como por los
brazos de la sabiduría, y así se vea poseído por la dulzura del santo
amor. Aunque todavía peregrina en la carne, se le ha concedido el deseo
de su corazón, pero parcialmente, por algún tiempo, por muy poco tiempo.
Porque después de haberlo buscado durante largas vigilias y oraciones, y
con torrentes de lágrimas, de repente, cuando creía poseerlo, se le
escapa; pero se deja alcanzar de nuevo cuando ve que le acosa llorando,
aunque nunca consigue prenderle, pues otra vez se le va de las manos, por
así decirlo.
Pero si el alma devota insiste con su oración y su llanto, volverá
de nuevo y no defraudará el deseo de sus labios; mas desaparecerá otra
vez y no lo verá hasta que lo busque con todo su deseo. Así es como en
este cuerpo sentirá el gozo frecuente de la presencia del esposo; pero no
será muy inmensa, pues, aunque le alegre su visita, le entristece su
discontinuidad. Todo eso tiene que padecer la esposa hasta que, una vez
abandonada la carga de este cuerpo pesado, vuele y sean las propias alas
de sus deseos las que la lleven a recorrer las llanuras a la
contemplación y con el espíritu totalmente libre siga al amado a donde
quiera que vaya.
3. Sin embargo, no se presentará así a cualquier alma, aunque sea de
paso, sino solamente a la que, por su gran devoción, su intenso deseo y
su dulce ternura se muestra como digna esposa. Por eso el Verbo se viste
de su hermosura, para acercarse con la gracia de su visita, tomando la
forma de esposo.
El que aún no ha llegado a ese amor, compungido más bien por el
recuerdo de sus obras, le dice a Dios, desahogando la amargura de su
alma: No me condenes. O quizá todavía le asalta la tentación, cuando su
propio deseo lo arrastra y lo seduce. Ese tal no le busca como esposo
sino como médico. Y por eso no recibirá besos o abrazos, sino el remedio
para sus heridas: el aceite y los ungüentos. ¿Acaso no nos encontramos
así muchísimas veces, no o experimentamos en la oración, nosotros que
todavía somos tentados cada día por los presentes excesos o por los
remordimientos del pasado?
¡De cuántas amarguras me has consolado, buen Jesús, con tus
frecuentes venidas! ¡Cuántas veces tras mi angustioso llanto e
inenarrables gemidos y sollozos, ungiste mi conciencia enferma con la
unción de la misericordia y con aceite de júbilo! ¡Cuántas veces me
acogió la oración casi desesperado y me devolvió la alegría, convencido
del perdón! Los que así se ven afectados, ésos, ésos son los que saben
que el Señor Jesús es un verdadero médico que sana los corazones
destrozados y venda sus heridas”. S. Bernardo de Claraval, SC 32, 2-3
“1. Vuélvete, dice; no hay duda que está ausente aquel a quien
llama, aunque hace un momento que departió con ella. Parece que se
alejaba y vuelve a llamarlo. Esta llamada inquieta es propia del gran
amor de uno y signo de la gran amabilidad del otro. ¿Quiénes son los que
así fomentan el amor tan incansables y empeñados en el negocio del amor?
Porque a él lo persigue y a ella le apremia este amor tan desazonado.
Fiel a mi promesa me incumbe aplicar este texto al Verbo y al alma;
aunque confieso que necesito la ayuda del mismo Verbo para hacerlo con
dignidad y brevemente.
84
2. …digamos que el Verbo de Dios, Dios y Esposo del alma, cuando le
place viene al alma y de nuevo la abandona; y que esto lo experimentamos
con los sentidos del alma, no por la simple vibración de las palabras.
Por ejemplo, cuando el alma siente la gracia, conoce su presencia;
cuando no la siente, se queja de su ausencia y de nuevo requiere su
presencia, diciendo con el Profeta: Te han buscado mis ojos, Señor, tu
rostro buscaré. ¿Cómo no ha de buscarlo? Cuando su dulce esposo se
retira, es incapaz, no ya de desear otra cosa, sino incluso de pensarla.
Su única salida es buscar con todo afán al ausente, y amarlo otra vez
cuando se va. Así pues, hace venir al Verbo y lo llama con el deseo del
alma, la de esa alma, a la cual ya ha regalado antes con su dulzura. ¿No
es su anhelo una verdadera llamada? Y muy fuerte. Lo dice el texto
sagrado: El Señor escucha los deseos del pobre. Al alejarse el Verbo se
escucha una queja continua del alma, un deseo continuo, en continuo
vuélvete, hasta que vuelva.
3. Dame ahora un alma familiarizada con la visita del Verbo esposo:
ese trato la hará atrevida. Su deleite, hambrienta; su desprecio de todo
lo demás, contemplativa. Yo sin duda alguna le asignaré el título y el
nombre de esposa.
…Quizá se haya escondido para que vuelva a amarlo con mayor ansiedad
y ser más tenaz en retenerlo.
El a veces finge que se va muy lejos, no porque sea ése su deseo,
sino porque le gusta escuchar: Quédate con nosotros, que está
atardeciendo.
4. La experiencia dice, en efecto, que estas alternativas del Verbo
que va y viene, se realizan en el alma; escuchad: Voy y vuelvo a
vosotros. Y también: Dentro de poco ya no me veréis, pero un poco más
tarde me volveréis a ver. ¡Oh, este poco y este otro poco! ¡Qué poco tan
largo! Señor bueno, ¿crees que es sólo un poco el tiempo que no te vemos?
Respetemos la palabra de mi Señor, pero se hace largo, demasiado largo.
Sin embargo, ambas cosas son verdaderas: es muy poco tiempo para merecer
y muy largo cuando se desea.
Al alma que ama la queman los deseos, la atraen sus añoranzas; no
atiende a los méritos, cierra los ojos a la majestad, los abre al goce,
los clava en el Salvador, trata con él familiarmente. Sin miedo y sin
rubor llama al Verbo y aspira de nuevo a sus delicias llena de confianza,
invocando con su habitual libertad, no al Señor, sino a su amado:
Vuélvete, amado mío.
5. Ahora soportad un poco mi insensatez. Deseo contaros, porque a
ello me comprometí, cómo me va a mí en este aspecto. No es prudente
hacerlo; pero me descubriré sólo para vuestro bien, y si os sirve de algo
será un consuelo para mi necedad; de lo contrario, reconoceré mi torpeza.
Os confieso que el Verbo ha llegado también hasta mí -lo digo como sin
juicio y muchas veces. Y a pesar de esa frecuencia, alguna vez no lo
sentí cuando entró. Sentí su presencia, recuerdo su ausencia; a veces
incluso pude presentir su entrada, pero nunca sentirla, y tampoco su
salida. De dónde venía a mi alma o a dónde se fue cuando la dejó de
nuevo, confieso que lo ignoro incluso ahora mismo, según aquello: No
sabes de dónde viene y a dónde va. Y no es extraño, porque lo dice de él
mismo: Y no queda rastro de sus huellas.
…Entonces comprendí la verdad de lo que había leído: En él vivimos,
nos movemos y existimos. Feliz aquel en quien está él, dichoso el que
vive para él y se mueve por él.
6. ¿Me preguntas entonces cómo conozco su presencia si sus caminos
son totalmente irrastreables? Es vivo y enérgico, y en cuanto llegó
adentro despertó mi alma dormida; movió, ablandó e hirió mi corazón que
era duro, de piedra y malsano. También comenzó a arrancar y destruir,
edificar y plantar; a regar lo árido, iluminar lo oscuro, abrir lo
85
cerrado, incendiar lo frío. Además, se dispuso a enderezar lo torcido, e
igualar lo escabroso para que mi espíritu bendijese al Señor y todo mi
ser a su santo nombre. Así entró en mí el Verbo esposo varias veces y
nunca me dio a conocer las huellas de su entrada: ni en su voz, ni en su
figura, ni en sus pasos.
No se me dejó ver ni en sus movimientos, ni penetró por ninguno de
mis sentidos más profundos: como os he dicho, sólo conocí su presencia
por el movimiento de mi corazón. Advertí el poder de su fuerza por la
huida de los vicios y por el control de los afectos carnales. Admiré la
profundidad de su sabiduría por el descubrimiento o acusación de mis
pecados más íntimos. Experimenté la bondad de su mansedumbre por la
enmienda de mis costumbres. Percibí de algún modo su maravillosa
hermosura por la reforma y renovación del espíritu de mi mente, es decir,
de mi ser interior; y quedé espantado de su inmensa grandeza al
contemplar todas estas cosas.
7. Pero cuando se aleja el Verbo todo se vuelve inmóvil e insulso
por cierta languidez, como si sacaras del fue o una olla hirviente; esta
señal de su partida entristece inevitablemente mi alma, hasta que vuelve
de nuevo y mi corazón se enardece otra vez dentro de mí, mostrándome en
esto la prueba de su regreso. Con esta experiencia del Verbo ¿será
extraño que haga mías las palabras de la esposa cuando lo llama en su
ausencia si me devora un ansia, no igual pero semejante en parte al menos
a la suya? Mientras viva, será para mí algo familiar esa palabra con que
llama al Verbo para que vuelva: vuélvete. Y cuantas veces se aleje, otras
tantas la repetiré; como pegado a la espalda del que se va, no me cansaré
de gritar con el ardiente deseo de corazón para que regrese y me devuelva
la alegría de su salvación y se me dé a sí mismo”.
S. Bernardo de Claraval, SC 74, 1-7
“8. Y al final exclama: ¡Qué hermoso eres, amado mío, qué agraciado,
nuestro lecho está cubierto de flores! Quien muestra el lecho indica
claramente lo que desea. Y al decir que está cubierto de flores, insinúa
suficientemente cómo espera conseguir su deseo: no por sus méritos
propios, sino por las flores del campo que bendijo el Señor.
A Cristo le encantan las flores. Por eso eligió Nazaret para ser
concebido y criarse allí. Al esposo celestial le deleitan esos aromas y
86
se adentra gustosamente, siempre que puede, en el tálamo de nuestro
corazón si lo encuentran cubierto de flores y cuajado de frutos. Donde ve
un alma entregada a la meditación continua de la gracia de su pasión o de
su gloriosa resurrección, allí acude presurosamente.
9. Si deseamos acoger con frecuencia a Cristo como huésped, debemos
tener siempre en nuestros corazones la garantía de nuestra fidelidad a la
misericordia de su muerte y a la fuerza de su resurrección. Así lo decía
David: Dios ha dicho una cosa, y dos cosas he escuchado: que tú, Dios,
tienes el poder; tú, Señor la lealtad. De ambas poseemos un testimonio
irrefutable: Cristo, que murió por nuestros pecados, resucitó para
justificación nuestra, ascendió para ser nuestro intercesor, envió al
Espíritu Santo como consolador nuestro y volverá para ser nuestra
plenitud. Dio a conocer su misericordia en la muerte y manifestó su poder
en la resurrección; y ambas a la vez en el resto de sus obras”.
S. Bernardo de Claraval, Dil 8-9
87
Sin embargo, según tu precepto y por un don tuyo, me afirmo en la
piedra de la fe en ti, de la fe cristiana, el lugar verdaderamente está
junto a ti, allí aguardando atentamente, con toda mi capacidad, sufro con
paciencia y abrazo y beso tu derecha que me cubre y me protege y a veces
cuando miro diligentemente, percibo las espaldas de Aquel que me ve,
percibo que pasa la humildad de la dispensación humana de Cristo, tu
Hijo. Pero cuando me empeño en llegar a Él, o como aquella hemorroisa:
cuando me esfuerzo en robar la salud para mi alma enferma y miserable,
por el contacto saludable de sus fimbrias, al menos; o como Tomás, varón
de deseos, cuando yo anhelo verlo enteramente y tocarlo y todavía más:
acceder a la sagrada herida de su costado, puerta del arca abierta al
costado, no sólo para meter allí el dedo o toda la mano sino para entrar
entero hasta el corazón mismo de Jesús, el Santo de los Santos, en el
Arca del testamento, hasta la urna de oro, el alma de nuestra humanidad
que contiene en sí el maná de la divinidad: ¡Ay! entonces, se me dice:
¡no me toques! y aquello del Apocalipsis: ¡Afuera los perros!
…es por un don de tu gracia, Señor, el que vea todos los ángulos y
límites de mi conciencia, única y exclusivamente deseo verte para que
todos los confines de mi tierra vean la salvación del Señor, su Dios, de
modo que ame a aquel que veo, a quien amar es vivir verdaderamente. Pues
me digo en la languidez de mis deseos: ¿quién ama lo que no ve? ¿Cómo
podría amar ser amable lo que de algún modo no fuera visible?
4. Pero tus encantos afluyen hacia mí que te deseo. Se me ofrecen
desde el cielo y la tierra, y desde cuanto has creado ¡oh Señor adorable
y amable en todas tus obras!
… Sin embargo, Señor, estoy seguro de veras, de tener, por tu
gracia, el deseo de desearte y de amar amarte con todo mi corazón y toda
mi alma.
5. …para que pueda ver tu gloria, para que olvidando mi pequeñez y
mi pobreza, todo entero me dirija a ti y corra en el abrazo de tu amor
viendo a aquel que amaré, y amando a aquel que veré y para que muriendo a
mí mismo y comenzado a vivir en ti, ya que mi mal es ser en mí mismo.
… Deseo amarte y amo desearte. De este modo corro para aprehender a
aquel que me tiene asido y para amarte perfectamente, un día, oh tú que
nos amaste primero, tú a quien se debe amar, amable Señor.
6.…Cuánto más se vuelca el Amor sobre aquellos que lo aman, tanto
más capaces se hacen de contemplarlo. Se sacian, sin llegar al fastidio.
La saciedad no disminuye el deseo, sino que lo aumenta y expulsa la
ansiedad.
Es el Amor a quien se ama, a Él que, por el torrente de sus
delicias, aleja de su amante toda miseria, todo fastidio en la saciedad,
toda ansiedad en el deseo y toda envidia en el buen celo.
…Tú haces, Señor, que aquel que desea y aquel que aman, abunden en
aquello que desean y aman, de tal manera que ni la ansiedad aflija al que
desea, ni el fastidio al que está saciado”.
Guillermo de Saint-Thierry, Contemp I, 2-6
89
debe. Así, el deseo vehemente es, en cierta forma, sin medida, puesto que
no puede ser excesivo.
…Este impulso de deseo sagrado puede estar expresado con la palabra
alma cuando dice: Amarás con toda tu alma. Y hay en ello razón, pues el
alma es espíritu y, bajo el soplo del Espíritu Santo, ella desea y
suspira, hasta que respire en aquel hacia el cual aspira. Por ello los
santos muy a menudo hacen mención de su alma para expresar sus deseos”.
Balduino de Ford, Tract III
“La Sabiduría dice, sin embargo: Los que me comen tendrán todavía
hambre, los que me beben tendrán todavía sed. En el presente Cristo,
Sabiduría de Dios no es comido en la saciedad del deseo sino en el deseo
de la saciedad; y cuanto más gustamos su dulzura, tanto más se reaviva
nuestro deseo. Por eso los que le comen tendrán todavía hambre hasta que
llegue la saciedad. Pero cuando su deseo haya sido colmado por los
bienes celestiales, no tendrán ya ni hambre ni sed.
Las palabras: Los que me comen tendrán todavía hambre, pueden
también entenderse del mundo futuro: porque en esta saciedad eterna se da
una especie de hambre que no proviene de una carencia sino de la
felicidad. Allí los comensales siempre desean comer: nunca padecen
hambre, y sin embargo nunca se cansan de ser saciados. Saciedad sin
90
hastío, deseo sin gemido. Cristo, siempre admirable en su belleza, es
también siempre deseable, a quien los ángeles desean mirar. Así, aún
cuando se lo posea se lo desea, aún cuando se lo tenga se lo busca, como
está escrito: Buscad siempre su rostro. Sí, siempre se busca a quien se
ama para poseerlo siempre”. Balduino de Ford, Sac alt II, 3
Deseo de Dios
Guillermo de Saint-Thierry
91
- Contemp I, 2-6
- Nat am 8
S. Bernardo de Claraval
- Dil 8-9
- Dil 38
- Div 15, 4
- SC 32, 2-3
- SC 31, 4-7
- SC 84, 1
- SC 74, 1-7
S. Elredo de Rieval
- Spec I, 51
- Spec I,69
- Spec I, 91
- Spec I, 93
- Spec II, 56
- Spec III, 17
- Spec III, 26
- Spec III, 29-30
- Spec III, 40
- Spec III, 53
- Spec III, 73
- STemp Adv [1], 2
Gilberto de Hoyland
- SC VI, 1
Balduino de Ford
- Sac alt II, 3
- Sac alt III, 1
- Sac alt III, 2
- Tract III
- Tract IV
- Tract V
- Tract VIII
Dignidad - Imagen
92
“Únicamente la criatura racional es capaz de esta bienaventuranza.
Creada a imagen de su Creador, posee la capacidad de adherise a aquel de
quien es imagen, y esto es un bien exclusivo de la criatura razional,
como dice el santo David: Para mí lo bueno es adherirme a Dios. Esta
adhesión no es de la carne sino del alma, pues el Creador de las
naturalezas infundió en ella tres facultades para hacerle capaz de la
eternidad divina, partícipe de la sabiduría y saboreador de la dulzura.
Estas tres son la memoria, la ciencia y el amor o voluntad. La memoria es
capaz de la eternidad, la inteligencia lo es de la sabiduría, y el amor
de la dulzura. Creado el hombre con estas tres facultades a imagen de la
Trinidad, tenía presente a Dios en la memoria sin olvidarle, le conocía
sin error por la inteligencia, y con el amor lo abrazaba sin codiciar
nada más. Por eso era feliz”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 9
“¿Quien, por impío que sea, podrá siquiera concebir que la dignidad
humana, tan refulgente en el alma, haya podido ser creada por otro ser
distinto al que dice en el Génesis: Hagamos al hombre a nuestra imagen y
semejanza?”. S. Bernardo de Claraval, Dil 6, 2
“Mas para alcanzar esto necesitamos la ayuda del que nos estimula
con su ejemplo. A fin de hacernos conformes a su imagen es preciso que
nos vayamos transformando en su imagen, de gloria en gloria, movidos por
el Espíritu del Señor. Por lo tanto, si es por el Espíritu del Señor no
es por el libre albedrío. Y nadie piense que el libre albedrío tiene ese
nombre porque tiene idéntico poder y facultad para hacer el bien o el
mal”. S. Bernardo de Claraval, Gra 35, 1
“Me dirá al alguno:¿Por qué unes estas dos cosas? ¿Qué tiene que ver
el alma con el Verbo? Mucho, y en todos los sentidos. Ante todo porque es
tal la semejanza de sus naturalezas, que él es imagen y ella según la
imagen. Después, porque la semejanza atestigua el parentesco. No fue
creada el alma sólo según la imagen, sino también según su semejanza. ¿Me
preguntas en qué es semejante? Primero hablemos de la imagen.
El Verbo es verdad, sabiduría, justicia: esto es ser imagen. ¿De
quién? De la sabiduría, de la justicia y de la verdad. Porque esta Imagen
es justicia de la justicia, sabiduría de la sabiduría, verdad de la
verdad, como luz de luz, Dios de Dios. Ninguna de estas cosas es el
alma, porque no es imagen. Pero es capaz de todas ellas y las apetece;
por eso es según la imagen. Excelsa criatura por su capacidad de la
majestad, y señal insigne por su apetencia de rectitud. Sabemos que Dios
creó al hombre recto, lo cual es una gran cualidad; y lo prueba esa
capacidad de la que hemos hablado. Pues lo que es según la imagen debe
ajustarse a la imagen y no llamarse en vano imagen, como tampoco la
imagen se llama así sólo por su nombre, sino por su contenido. Pero del
que es la imagen, se ha dicho: Subsistiendo en la forma o naturaleza de
Dios, no consideró como rapiña el ser igual a Dios.
Estas palabras te indican que en esta forma de Dios existe la
rectitud y la majestad por su, igualdad; y comparando una rectitud con
otra rectitud, y una grandeza con otra grandeza, se desprende que hay una
relación recíproca de correspondencia entre lo que es la imagen y lo que
es según la imagen, de la misma manera que en ambos aspectos la imagen
corresponde a aquel de quien es imagen. Escucha cómo lo canta el santo
David en los Salmos: Nuestro Señor es grande y poderoso y añade: El Señor
Dios nuestro es recto y no hay en él iniquidad. Su imagen recibe de Dios
recto y grande su cualidad de ser recta y grande; y lo mismo el alma, que
es según la imagen”. S. Bernardo de Claraval, SC 80, 2
96
“15. Así pues, dado que la hora pasó, digamos brevemente que el
alejamiento de Dios -ya sea que la razón se aparte de la verdad, ya sea
que la vida se aparte de la caridad- es la noche, en la cual nadie puede
trabajar; pero la conversión a Dios mediante la búsqueda y la imitación
es el día, en el cual el hombre sale a su trabajo, es decir, a conocer y
a amar a Dios, y a deleitarse en este conocimiento y en este amor. En
verdad, por esto el hombre fue creado a imagen y semejanzade Dios, y por
esto fue recreado y reformado a esta imagen y semejanza: por la razón a
su imagen; por la vida a su semejanza.
16. Pero creado a imagen y semejanza, es recreado a semejanza y a
imagen, debe ser reformado por la conformidad de la vida, con miras a la
participación de la naturaleza. Conocer al verdadero Dios es la vida
eterna, pero amarlo de todo corazón es el camino eterno. La caridad es
pues el camino, la verdad es la vida; la caridad es la semejanza, la
verdad es la imagen; la caridad es el mérito, la verdad es el premio; por
la caridad se camina, por la verdad se reposa”
Isaac de Stella, Sex I [16], 15.16
97
vivimos exclusivamente para ser semejantes a Dios, ya que fuimos creados
a imagen de Dios”. Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 259
Dignidad – Imagen
Guillermo de Saint-Thierry
- Ep frat 88.199
- Ep frat 259
S. Bernardo de Claraval
- Adv III, 2
- Dil 6, 2
- Gra 19, 2
- Gra 27, 1.28,1
- Gra 34, 1
- Gra 35, 1
- Pre 54
- QH X, 1
- SC 21, 6
- SC 24, 5-6
- SC 36, 6
- SC 80, 2
- SC 83, 1
S. Elredo de Rieval
- Spec I, 9
- Spec I, 24.26
Isaac de Stella
- Nat BVM [54], 7
- OS II[2], 13
- OS VI[6], 17
- Quin I [27], 11
- Sex I [16], 15.16
Balduino de Ford
- Trac X
- Tract XI
Dulzura
“Entretanto, cada día parte este pan con los hambrientos. Porque hoy
y todos los días recogemos algunas migajas, y cada día tenemos nuevamente
necesidad del pan cotidiano. El pan nuestro de cada día dánoslo hoy. Si
tú no lo das, ¿quién nos lo dará? En toda nuestra mendicidad, pobreza,
indigencia, necesidad y tribulación, no hay quien nos parta el pan, nadie
que nos alimente, nadie que nos dé fuerza, nadie más que tú, Dios
nuestro. En toda consolación que nos envías, recogemos las migajas de
este pan que tú partes, y gustamos, por experiencia, cuán dulce es tu
misericordia. Pero necesitamos aún más, y, como exacerbado el apetito
por el saboreo de esta dulzura, experimentamos más y más hambre”.
Balduino de Ford, Sac alt II, 1
“Pues cuando el Espíritu del Señor que es más dulce que la miel, por
la esperanza y el deseo que él da de aquella heredad que es más dulce que
la miel y que el panal, sopla sobre el alma de los justos y llena con su
inestimable dulzura todas las entrañas y escondrijos del alma abatida,
entonces por la gracia que sobreviene con su interna dulzura y su íntima
suavidad, todo lo que era amargo es absorbido por la alegría del corazón
y corren las aguas de las lágrimas como ríos de miel. Y la Madre de Jesús
sugiere y dice: No tienen vino, el agua de la aflicción se convierte en
el vino de la alegría, pero cuando se cumplió lo que Jesús ordenó al
decir: Llenad las tinajas de agua. Por tanto, conviene primero llenar las
tinajas de agua, esto es, saciar nuestros corazones más plenamente con
largas efusiones de lágrimas, y satisfacer dignamente por todas las
faltas cometidas, llorar suficientemente todo lo que debe ser llorado, y
así acoger dentro de nosotros la consolación de la devoción interior, el
gozo en el Espíritu Santo, y trocar en alegría la tristeza de nuestro
corazón”. Balduino de Ford, Tract. IX
“Se nos recomienda por lo tanto llevar una vida pacífica en medio de
nuestros hermanos; la cual es menos dulce para los buenos entre los
malos, pero a menudo más provechosa. Mas para los buenos entre los buenos
100
es por un lado provechosa y por otro muy dulce. En efecto, no hay nada
mejor en la vida humana que el amor mutuo; nada más dulce que una santa
compañía. Amar y ser amado es un dulce intercambio, delectación de toda
la vida y premio de la bienaventuranza”.Balduino de Ford, Tract V
101
ciencia y el amor o voluntad. La memoria es capaz de eternidad, la
inteligencia lo es de la sabiduría, y el amor de la dulzura”.
S. Elredo de Rieval, Spec I, 9
“¡Oh dulce Señor! ¿Qué daré por todo lo que me has concedido? ¡Qué
suave es tu espíritu para con todos! Ciertamente, Señor, tu misericordia
es inmensa para conmigo: extendiste tu mano desde arriba, me sacaste y
libraste de las aguas caudalosas y del poder de los hijos de la
perdición; libraste mi alma del abismo profundo, donde probé una gota de
tu dulzura y oí tu voz como de lejos:¿Qué haces, indigno y manchado? ¿Por
qué te revuelcas en estas inmundicias? ¿Por qué te recreas en estas
torpezas? En mí está la dulzura, la suavidad y el regocijo. ¿Desesperas
ante la enormidad de tus crímenes? Si voy tras del que huye ¿voy a
rechazar al que vuelve? Si te abrazo y atraigo cuando apartas de mí tu
rostro ¿despediré al que se cobija bajo las alas de mi misericordia?”
S. Elredo de Rieval, Spec II, 27
“¿Y por qué muchos juntos? Juntos, porque todavía no nos bastamos
para la soledad. Juntos, para que si alguien cae no le falte quien lo
levante Juntos, porque el hermano que ayuda a su hermano será exaltado
102
como ciudad fortificada y poderosa. Juntos, finalmente, porque es bueno y
dulce habitar los hermanos en la unidad”. Isaac de Stella, PP II [50], 14
“Los dos pechos del esposo son las señales de esa bondad connatural
suya: la paciencia con que aguarda al pecador y la clemencia con que
acoge al penitente. Es una dulzura doble, exuberante y halagadora, que
brota del pecho del Señor Jesús su gran aguante para esperar y su
facilidad para perdonar.
…Por ello, la esposa confiesa que por haber experimentado esta doble
bondad se ha consolidado en su confianza, hasta llegar a pedirle el beso,
y parece decirle: Te extrañará, esposo mío, que me fíe tanto de ti,
conociendo por experiencia el caudal de delicias que brotan de tus
pechos? Es la dulzura de tus pechos la que provoca mi audacia, no la
confianza en mis propios méritos”. S. Bernardo de Claraval, SC 9, 5
103
corren días malos. No se fatigará, no se sentirá molesto, porque como
dice la Escritura: Al honrado no le pasa nada malo”.
S. Bernardo de Claraval, SC 32, 7
Dulzura
S. Bernardo de Claraval
- Adv 8, 11
- SC 9, 5
- SC 20, 3
- SC 20, 4
- SC 31, 7
- SC 32, 7
- SC 83, 6
- SC 85, 13
S. Elredo de Rieval
- Spec I, 2
104
- Spec I, 9
- Spec I, 50
- Spec I, 51
- Spec II, 27
- Spec II, 29
- Spec III, 12
- Spec III, 31
Gilberto de Hoyland
- SC 45, 2
Balduino de Ford
- Sac alt II,1
- Tract III
- Tract IV
- Tract V
- Tract. IX
- Tract XIII
- Tract XIV
- Tract XVI
Isaac de Stella
- PP II [50], 14
- Sex VIII [25], 7
Escuela de Cristo
105
“No permitas, Dios, que el enemigo se regocije con aquellos que
viven en la escuela de Cristo bajo el magisterio del Espíritu Santo y se
sienta orgulloso de su discordia”. S. Bernardo de Claraval, Ep 320
Escuela de Cristo
S. Bernardo de Claraval
- Div 40, 1
- Div 121
- Ep 320
- Ep 385, 1
Sta. Gertrudis
- Ex 5
106
…Sabemos cuán grande es la abundancia de tu dulzura, Señor,
escondida para los que te temen. Perfeccionarás a cuantos esperan en ti.
Aun cuando me mates yo esperaré siempre, digo más, entonces esperaré con
más vehemencia; cuando me azotes, persigas, abrases o hagas desaparecer
todo cuanto vivía en mí, con el fin de que no viva yo sino que Cristo
viva en mí. No nos separaremos de Ti de manera alguna porque matándonos
nos das vida, nos sanas hiriéndonos. Verdaderamente dichoso el que
permanece en la sabiduría soportando en constancia y fe, en obediencia
generosa y fiel hasta la muerte, no abandonando su puesto toda vez que el
ánimo del superior se muestre contrario a él, teniendo presente que el
medicamento de la disciplina hará desaparecer los más grandes pecados”.
Beato Guerrico de Igny, Ben I [22], 4
S. Bernardo de Claraval
- Div 5, 5
- QH VII, 12
- SC 43, 4
Escuela de la humildad
“Pero veo (no sin mucho dolor) a algunos que, después de haber
dejado la pompa del siglo, aprenden a ser soberbios en la escuela de la
humildad, y bajo de las alas del manso y humilde Maestro muestran mayor
altivez y se hacen más impacientes en el claustro que hubieran sido en el
siglo”. S. Bernardo de Claraval, Miss IV, 10
107
“A Cristo le horrorizan más las asperezas de las costumbres y la
lengua mordaz que las puntas de las espinas, especialmente en aquéllos
que son llamados a la simplicidad del silencio, a la actividad del amor,
a la calma del reposo, a la escuela de la humildad, al voto de
obediencia, al vínculo de la unidad” Gilberto de Hoyland, SC 20, 7
Escuela de la humildad
S. Bernardo de Claraval
- Hum 21, 3
- Miss IV, 10
Gilberto de Hoyland
- SC 20, 7
Escuela de la Palabra
Escuela de la Palabra
Escuela de la virtud
Escuela de la virtud
S. Bernardo de Claraval
- Div 3, 1
Escuela pobre
“¡Qué pena tan terrible ver cómo se aleja y desaparece aquel por
quien todo lo han dejado! Privados del novio, los amigos del novio lloran
desconsolados. Y qué angustia la suya, al verse desamparados frente a los
judíos, y sin recibir todavía la fuerza de lo alto. Al separarse de ellos
los bendice, estremecido tal vez en su entrañable ternura, por dejar
menesterosos a los suyos y a su escuela pobre Pero va a prepararles un
sitio, y les conviene estar privados de su presencia humana.”
S. Bernardo de Claraval, Asc II, 3
Escuela pobre
S. Bernardo de Claraval
- Asc II, 3
Espíritu Santo
“El que una vez fue dado al mundo bajo la forma de la carne, también
en ciertos días y horas se da a los fieles bajo la apariencia de pan, es
decir, en el banquete del sacramento; y con mucha frecuencia a horas
inciertas se da a los fervorosos en la dulzura de su Espíritu”.
Beato Guerrico de Igny, Nat II [7], 3
109
“Conserva, por lo tanto, dichoso pecador, conserva con gran
solicitud y diligencia este espíritu, este sentimiento perfectísimo de
humildad y piedad, a fin de sentir de ti según la humildad y del Señor
según la bondad. Nada hay más grande que eso entre los dones del Espíritu
Santo, nada más preciosos en los tesoros de Dios, nada más santo entre
todos los carismas, ni más saludable entre todos los sacramentos”.
Beato Guerrico de Igny, Quad II [21], 4
“1. Hoy diste la benignidad del Espíritu Santo para que nuestra
tierra diera el fruto bendito de su vientre y, al destilar los cielos
desde las alturas, brotara del seno virginal el Salvador.
5. Gracias a ti, Espíritu, que soplas donde quieres. Estoy viendo
con tu ayuda, no una, sino innumerables almas de fieles que están
grávidas de aquel generoso germen. Guarda tu obra, no sea que haya
peligro de algún aborto y quede frustrada la concepción del germen
divino, o nazca muerto”. Beato Guerrico de Igny, Ann II [27], 1.5
“La carne de Cristo es provisión para el camino, su Espíritu,
vehículo”. Beato Guerrico de Igny, Res I [33], 6
“¡Oh Dios pródigo de sí más allá del deseo del hombre! ¿Acaso no es
pródigo el que da no sólo sus bienes, sino también a sí mismo para
recuperar al hombre, no tanto para sí como para el propio hombre? ¿Acaso
no es pródigo quien, así como no perdonó a su propio Hijo, sino que lo
entregó por todos nosotros, tampoco perdonó al Espíritu Santo, por así
decirlo, antes lo derramó sobre toda carne con nueva y admirable
largueza?” Beato Guerrico de Igny, Pent I [38], 1
113
caer en el mal y no puede salir del mismo si no es por el Espíritu del
Señor”. S. Bernardo de Claraval, Gra 35, 1
“No ignores que también el Espíritu Santo sigue este mismo proceso
en la formación espiritual del alma; a saber, antes de recrear la vista
educa el oído. Por eso dice: Escucha, hija, y mira. ¿Por qué fuerzas la
vista? Dispón tus oídos. ¿Deseas ver a Cristo? Primero debes oírle, oír
lo que te dicen de él”. S. Bernardo de Claraval, SC 28, 7
Espíritu Santo
Guillermo de Saint-Thierry
- Ep frat 264-266
S. Bernardo de Claraval
- Apo 4, 1
117
- Asc III, 2
- Asc III, 4
- Asc III, 8
- Asc III, 9
- Asc V, 1
- Asc VI, 15
- Gra 35, 1
- Gra 41, 2
- Hum 20, 3
- Res 3, 6
- SC 8, 2
- SC 8, 4.5
- SC 23, 8
- SC 28, 7
- SC 32, 6
- SC 40, 4
S. Elredo de Rieval
- Spec I, 57.58
- Spec II, 53
- Spec III, 1
- Spec III, 31
Isaac de Stella
- Pent I [43],1
- Pent II [44], 8-10
- Pent III [45], 14
Balduino de Ford
- Sac alt II, 4
- Tract I
- Tract III
- Tract V
- Tract IX
- Tract XIII
Estabilidad
119
estabilidad en nuestro monasterio, de la conversión de nuestras
costumbres y de la obediencia según la Regla de San Benito”.
S. Elredo de Rieval, Spec III, 83
Estabilidad
Guillermo de Saint-Thierry
- Ep frat 53
S. Bernardo de Claraval
- Pre 44
S. Elredo de Rieval
- Spec III, 83
Experiencia de Dios
“Sin embargo para que esto suceda, es decir, para que veamos como en
un espejo, es preciso, no sólo que la superficie de nuestro espejo esté
exenta de toda imagen o sombra de las cosas corporales, sino también que
el Ser sublime que habita en una luz inaccesible se digne inclinarse
hasta nosotros y manifestársenos, al menos por la sombra de su
imagen...no podemos ver a Dios ni en espejo ni en imagen si su majestad
no se inclina y no aparece el favor de su gracia.
En realidad, lo que se llama sombra en comparación con la verdad
manifiesta es, de ordinario, de una gloria y un esplendor inefables, esto
es, en aquellos cuya alma es un espejo transparente. Pablo, consciente de
esta feliz experiencia, habla de sí mismo y de sus semejantes: Todos
nosotros, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, somos
transformados en la misma imagen de claridad en claridad, como por el
Espíritu del Señor”. Beato Guerrico de Igny, PP III [46], 4
121
“Pero tú no desconocías mis huesos -dice el santo de Dios- cuando me
formaste en lo oculto del corazón, tras el secreto del silencio.
No os está oculto este misterio, hermanos míos; de vuestra
experiencia y de vuestras confidencias soy testigo. El espíritu pacífico
y modesto se fortalece, crece y florece con el silencio; en cambio las
conversaciones, como la parálisis, lo disipan y relajan, lo enflaquecen y
desecan hasta que muere de aridez”.
Beato Guerrico de Igny, Ann III [28], 5
122
“1. Cubres también con aguas los espacios más altos, con los cuales,
a través de secretas cataratas empapas la tierra de nuestro corazón, para
que abunden sus frutos de trigo, vino y aceite y no nos afanemos
inútilmente en busca de nuestro pan, sino que quienes buscamos
encontremos, los que encontramos nos alimentemos y experimentemos qué
dulce eres, Señor
2. Resuene, pues, buen Jesús, tu voz en mis oídos, para que aprenda
cómo debe amarte mi corazón, te ame mi mente y te amen hasta las entrañas
de mi alma. Que te abrace la médula de mi corazón, pues eres mi bien
único y verdadero, mi gozo dulce y exquisito. Pero ¿qué es el amor, Dios
mío? Si no me engaño es una admirable complacencia del alma, tanto más
dulce cuanto más pura, tanto más suave cuanto más verdadera, tanto más
gozosa cuanto más amplia. Es el paladar del corazón que te saborea,
porque eres dulce; es el ojo que te ve, porque eres bueno; y es el
espacio capaz de acogerte, a ti que eres inmenso. Pues quien te ama te
contiene, y te contiene en la medida que ama, porque tú eres amor, eres
caridad. Esa es la opulencia de tu casa de la que se embriagarán tus
amados, los que se pierden a sí mismos para pasar a ti”.
S. Elredo de Rieval, Spec I,1-2
“Dije más arriba que el motivo de amar a Dios es Dios Y dije bien,
porque es la causa eficiente y final. El crea la ocasión, suscita el
afecto y consuma el deseo. El hace que le amemos, mejor dicho, se hizo
para ser amado. A él es a quien esperamos, él a quien se ama con más gozo
y a quien nunca se le ama en vano. Su amor provoca y premia el nuestro.
123
Lo precede con su bondad, lo reclama con justicia y lo espera con
dulzura. Es rico para todos lo que le invocan, pero su mayor riqueza es
él mismo. Se dio para mérito nuestro, se promete como premio, se entrega
como alimento de las almas santas y redención de los cautivos”.
S. Bernardo de Claraval, Dil 22, 1
Experiencia de Dios
S. Bernardo de Claraval
- Circ 3, 4
- Dil 7, 1
- Dil 22, 1
- SC 36, 6
- SC 74, 6.7
S. Elredo de Rieval
- Spec I, 1-2
- Spec I, 52
- Spec I, 67
Balduino de Ford
- Sac alt II, 1
- Tract IX
- Tract XV
Fe
“Creo, sin embargo, que se obtiene no menos mérito -y hasta tal vez
se consiga mayor purificación- si aquello que rara vez y a muy contados
se concede contemplar como en espejo y en enigma, esto es, el poder
comparecer en Jerusalén ante el Señor, nos lo representamos de continuo
por la fe, procurando tenerlo siempre presente en el obrar.
…pasaréis caminando -según promete el Esposo a la esposa- desde el
comienzo del temor, de virtud en virtud, de claridad en claridad como por
el Espíritu del Señor, progresando desde la visión por la fe hasta
aquella otra por espejo y enigma, y por último ascenderéis desde la
contemplación en imagen y figura, a la contemplación real del objeto, es
decir cara a cara.
125
Si, pues, procuráis llevar constantemente en vosotros la presencia
del Señor por la fe, aunque sea velada, algún día os será concedido
también llegar a contemplar a cara descubierta la gloria del Señor,
aunque sea a través de espejos y enigmas. Mas una vez transcurridos los
días de la purificación, llegará lo más perfecto, poder estar cerca del
Señor en Jerusalén, vivir en su compañía y contemplarlo cara a cara por
toda la eternidad”. Beato Guerrico de Igny, Pur V [19], 6
126
…De la fe, el Apóstol afirma que con ella purifica el Señor nuestros
corazones. Y el Señor de los apóstoles, por su parte, ordena al que hasta
entonces era ciego: Vete, tu fe te ha salvado”.
Beato Guerrico de Igny, Pur IV [18], 5
“Con tal que el discípulo ante todo crea, es decir, aprenda los
primeros elementos de la doctrina de la justicia. Por eso aquel discípulo
de la unción ordenaba su oración tan prudentemente: Enséñame la bondad,
la disciplina y la sabiduría, pues creí en tus mandamientos. Como si
dijera: aprendí los primeros elementos, o sea, una fe sincera; a
continuación enséñame la justicia, es decir, la bondad y la disciplina,
para finalmente alcance la ciencia de los santos”.
Beato Guerrico de Igny, Epi III [13], 6
127
“Verdaderamente dichoso el que permanece en la sabiduría soportando
en constancia y fe, en obediencia generosa y fiel hasta la muerte, no
abandonando su puesto toda vez que el ánimo del superior se muestre
contrario a él, teniendo presente que el medicamento de la disciplina
hará desaparecer los más grandes pecados”.
Beato Guerrico de Igny, Ben I [22], 4
“Pero Dios ha dispuesto algo mejor para nosotros. Hoy nos es dado no
sólo escuchar, sino también ver la Palabra de Dios con tal de que vayamos
a Belén y veamos esta palabra que hizo el Señor y que nos ha manifestado.
Dios conocía la incapacidad de los sentidos del hombre para captar las
cosas invisibles, su rebeldía respecto de las celestiales, su dificultad
para creer cuando el objeto de la fe no les es presentado a los sentidos
de un modo visible y convincente. Pues si bien la fe entra por el oído,
mucho mejor y más prontamente lo hace a través de la vista, como nos
enseña el ejemplo de aquel a quien se dice: Porque me viste, creíste, tú
que mientras solamente oías, permanecías incrédulo”.
Beato Guerrico de Igny, Nat V [10], 1
“Sed agradecidos por la abundante gracia de Dios, y así como por los
remedios pascuales habéis sido transformados en una nueva creatura,
caminad siempre en una nueva vida. Los que fueron hechos partícipes de
Cristo por la comunidad de fe, la participación en el sacramento y la
comunión en el Espíritu Santo, no sólo deben mantener firme hasta el
último día el comienzo de su naturaleza, sino también procurar aumentarlo
diligentemente”. Beato Guerrico de Igny, Res II [34], 5
132
El inspiró a la Iglesia la fe en este Sacramento; por sus Palabras enseñó
esta fe y dio a la Iglesia la inteligencia de sus palabras.
…Así pues, tal como la Iglesia cree y comprende, quiere Cristo que
se comprenda. Eso es lo que el Espíritu de verdad, que sugiere toda
verdad, le ha inculcado; eso es lo que ha recibido y como lo ha recibido
nos lo entrega. En la persona de los Apóstoles recibió la palabra de la
fe, que es la palabra de Dios, cuando oyó de Cristo: Esto es mi cuerpo”.
Al escuchar la palabra de la fe, concibió la fe en esta palabra; porque
la fe viene de lo escuchado, y lo que se ha escuchado es la palabra de
Cristo”. Balduino de Ford, Sac alt II, 1
136
Fe
S. Bernardo de Claraval
- Adv VIII, 9
- Asc I, 3
- Asc V, 2
- Dil 15, 1
- Hum 53, 1
- O Pasc I, 2
- O Pasc I, 4
- QH X, 1
- Res II, 1
- SC 9, 1
- SC 15, 6
- SC 22, 8
- SC 24, 7
- SC 24, 8
- SC 30, 6
- SC 52, 2
- SC 66, 10
- Sent I, 12
S. Elredo de Rieval
- Spec I, 88
Balduino de Ford
- Sac alt II, 1
- Sac alt II, 2
- Sac alt II, 3
Forma de Cristo
“Se dan en Cristo una forma corporal, otra moral y otra intelectual.
En la forma corporal es nuestro hermano; en la moral es nuestro maestro;
en la intelectual es nuestro Dios. Asumió la forma corporal para cumplir
el misterio; presentó la forma moral para dar ejemplo; revelará la forma
intelectual o divina a manera de recompensa”.
Beato Guerrico de Igny, Nat BVM II [52], 2
“Dudo que pueda existir ejemplo más eficaz y suave para las
costumbres que el de este misterio, es decir, la consideración fiel y
piadosa del Verbo encarnado. ¿Qué cosa puede haber más capaz de excitar
al hombre al amor de Dios como el amor de Dios que se anticipa al hombre,
amor tan vehemente hacia el hombre que a causa del hombre quiso hacerse
hombre? ¿Qué puede nutrir tanto el amor al prójimo como la naturaleza y
semejanza del prójimo con la humanidad de Dios? Creo que no puede
pensarse ejemplo mayor de humildad que el anonadamiento de un Dios en
forma de siervo, y de esclavo más que de siervo”.
Beato Guerrico de Igny, Ann II [27], 4
“¿Qué cosa se puede predicar con más convicción, escuchar con más
provecho para la salvación, pensar con más fruto? En verdad ¿qué hay más
piadoso para los afectos de los fieles, tan medicinal para las
costumbres, qué cosa destruye los pecados, crucifica los vicios, alimenta
y fortalece las virtudes como el recuerdo del Crucificado?”.
Beato Guerrico de Igny, Palm II [30], 1
“Ahora habitando en ella y con ella en una vida sin fin y de un modo
incomprensible, la sacia de la gloria de la visión beatífica,
manifestándole en el exterior la forma corporal de su humanidad
glorificada e imprimiendo en su interior la forma del Verbo que
glorifica”. Beato Guerrico de Igny, Asspt I [47], 1
140
carnal, mucho más lo estábamos en Cristo antes del comienzo, a causa del
germen de la regeneración espiritual”.
Beato Guerrico de Igny, Asspt I [47], 2
“3. En realidad esta venida del Señor que media entre la primera y
la última será para nosotros de mayor o menor eficacia, según el mérito y
la diligencia de cada uno: nos dispone para la primera venida y nos
prepara para la última. Con este fin ahora viene a nosotros para que su
primera venida no nos resulte estéril ni la última se vea precisado a
mostrarse airado contra nosotros. En esta venida procura reformar nuestro
espíritu lleno de orgullo conformándolo a los sentimientos de humildad de
que nos dio ejemplo en la primera venida, para así transformar el cuerpo
de nuestra humilde condición y hacerlo conforme al suyo glorioso que
manifestará después cuando vuelva por segunda vez.
4. De [la última venida] afirma el Apóstol: Contemplando la gloria
del Señor somos transformados en esta misma imagen de gloria en gloria,
por el Espíritu del Señor. ¡Qué cosa maravillosa y amable cuando
Dios-Amor penetra en el alma que ama, cuando ella es transformada en esa
misma imagen por la que contempla como en un espejo la gloria del
Señor!”. Beato Guerrico de Igny, Adv II [2], 3.4
“Pero como dice en pos de ti creo que más bien pide que le permita
seguir tras las huellas de su vida, para emular sus virtudes, guardar las
normas de su conducta y abrazar la perfección de su forma de vida”.
S. Bernardo de Claraval, SC 21, 2
Forma de Cristo
Guillermo de Saint-Thierry
- Med IV, 12
S. Bernardo de Claraval
- Adv IV, 4
- Pre 54
- Pre 58
- SC 21, 2
- SC 83, 2-3
S. Elredo de Rieval
- Spec I, 24
- Spec III, 96
Balduino de Ford
- Sac alt I, 2
- Sac alt III, 2
- Tract III
- Tract IV
- Tract VI
- Tract XIV
Humildad
“Mi alma se turba, oh Dios dentro de mí, recordando sus pecados; por
eso me acordé de ti en la tierra del Jordán, es decir, cómo purificaste a
Naamán el leproso por su humilde descenso. Descendió, dice, y se lavó
siete veces en el Jordán según la palabra del hombre de Dios, y quedó
limpio. Desciende también tú, alma mía, del carro de la soberbia a las
aguas saludables del Jordán… esta es realmente la humildad propia del
arrepentimiento, que, fluyendo de la gracia y del ejemplo de Cristo, es
predicada en todo el orbe y purifica los crímenes del mundo entero.
… Nuestro Jordán es un río puro; y no podrán calumniarte los
soberbios, si te sumerges totalmente en él y por así decir te sepultas en
la humildad de Cristo”. Beato Guerrico de Igny, Epi IV [14], 5
145
“Hermanos quisiera no obstante recordaros cómo la verdadera y
bienaventurada pobreza de espíritu se halla más en la humildad del
corazón que en la carencia de cosas materiales; ella consiste más en
arrojar de sí la soberbia que en el desprecio de los bienes”.
Beato Guerrico de Igny, OS [53], 5
“Mirad que también ahora la Sabiduría clama en las plazas: -En todas
las cosas busqué el reposo; golpeé y no hubo quien me abriera, llamé y no
hubo quien respondiera.
… si Dios mira como hecho a sí mismo todo acto de humanidad para con
uno de sus miembros, ¿cuánto más recordará con gratitud lo que se hace a
su mismo Espíritu, diciendo: Fui peregrino y me recibisteis? ¿Acaso la
pobreza de muchos santos, que no les permite recoger a los vagabundos ni
alimentar a los hambrientos, podrá mostrarse inhumana e inhospitalaria
con el Señor, que acostumbra a hospedarse principalmente entre los
pobres?
¿En quién reposaré, dice, sino en el humilde y tranquilo, y que teme
mis palabras? Oh humildad, estrecha para ti, amplía para la divinidad,
pobre e insuficiente para ti, suficiente para aquel, a quien el mundo no
puede contener; tú alimentas abundante y deliciosamente al que alimenta a
los ángeles.
¿En quién reposaré, dice, sino en el humilde? En todas las cosas
busqué el reposo, pero lo encontré en mi humilde esclava. No se ha
encontrado otra semejante a ella por la gracia de la humildad. Y ello
hizo que en esta plenitud de humildad, reposara también corporalmente
toda la plenitud de la divinidad, si bien reposó de otra manera en el
Hijo, porque aunque la Madre es humildísima mucho más humilde es el Hijo.
Por tanto, el Espíritu septiforme no sólo reposó sobre él, sino que
también preparó en él diversas mansiones de felicísima quietud para todos
aquellos que aprendieron de él a ser mansos y humildes”.
Beato Guerrico de Igny, Asspt III [49], 4
146
“Conserva este sentimiento perfectísimo de humildad y piedad, a fin
de sentir de ti según la humildad y del Señor según la bondad.
La humildad es la más grande de las virtudes, siempre y cuando se
ignore que es virtud”. Beato Guerrico de Igny, Quad II [21] ,4
“Con este fin ahora viene a nosotros para que su primera venida no
nos resulte estéril ni la última se vea precisado a mostrarse airado
contra nosotros. En esta venida procura reformar nuestro espíritu lleno
de orgullo conformándolo a los sentimientos de humildad de que nos dio
ejemplo en la primera venida, para así transformar el cuerpo de nuestra
humilde condición y hacerlo conforme al suyo glorioso que manifestará
después cuando vuelva por segunda vez”.
Beato Guerrico de Igny, Adv II [2], 3
“Por lo demás, cuán admirable sea esta venida del Señor aunque
oculta, cuán suave y agradable sorpresa causará y cómo arrebatará al alma
que lo contempla, cómo todos los huesos del hombre interior exclamarán:
Señor, ¿quién es semejante a ti?, esto lo saben quiénes lo han
experimentado y ojalá lo deseen experimentar también quienes lo han
hecho, con tal de que no sea por curiosidad temeraria lo que los induzca
a escrutar la majestad, a riesgo de ser ofuscados con su gloria, sino más
bien que un amor lleno de respeto los haga suspirar por el Amado para ser
acogidos por la gracia. Pues el Señor acoge a los humildes y abate hasta
el suelo a los pecadores; resiste a los soberbios y da su gracia a los
humildes”. Beato Guerrico de Igny, Adv II [2], 4
147
“Si hay algo tortuoso y torcido en nuestra voluntad, es preciso que
lo corrijamos y rectifiquemos según la regla de la voluntad divina. … es
necesario aplanar toda aspereza en tus costumbres para convertirla en esa
igualdad de ánimo necesaria en la vida de comunidad. El que es manso y
humilde (Jesús) no descansa sino en el manso y humilde”.
Beato Guerrico de Igny, Adv IV [4], 4
“Pero los que son conducidos por el Espíritu de Dios, cuanto más
son movidos por él, tanto menos se hinchan y tanto más se humillan; como
pobres de espíritu no se complacen en la altivez, sino que se complacen
en la humildad.
… Sólo la humildad de la fe puede curar la presunción o la hinchazón
del espíritu, ella sopla sobre todo lo que inspiró el espíritu del
orgullo que se opone siempre a Dios, al que Dios resiste siempre, él, que
da su gracia a los humildes.
Esta humildad de la fe, reivindica los primeros lugares en la virtud
de los pobres de espíritu. Ella muestra una digna reverencia por las
palabras de Dios; las cree y se contenta con ellas. Cualquiera que la
posee perfectamente, no confía en sí mismo, sino que confía su espíritu a
Dios, su espíritu está confiado en Dios. Pero también Dios se confía a
él, le entrega como a fiel suyo los secretos de sus designios; y el
espíritu del hombre es informado por el Espíritu de Dios mediante la
gracia que este le inspira para que sea fiel y confíe en el Dios fiel,
que es fiel en todas sus palabras.
… La santa pobreza debe ser estimada más según la humildad del
espíritu, que según la escasez del patrimonio. Pobres de espíritu se les
dice más a los que sienten pobremente de sí que a los que tienen una
fortuna exigua. Quienes saben orgullosamente y orgullosamente sienten,
aunque carezcan de recursos pertenecen menos a los pobres de espíritu que
aquellos que poseen como si no poseyeran”. Balduino de Ford, Tract IX
“Sabemos que con los que aman a Dios, él coopera en todo para su
bien. ¿No redundan nuestras caídas en el bien, haciéndonos más humildes y
cautos? ¿No es el Señor quien sostiene al que cae, si éste se apoya en la
humildad? Empujaban, y empujaban para derribarme, dice el Profeta; pero
no consiguieron nada, porque el Señor me ayudó. Por eso puede decirle el
alma fiel: Tú eres mi refugio”. S.Bernardo de Claraval, QH II, 2
“Indaguemos esta doble hermosura del alma; creo que eso es lo que se
quiere indicar. La belleza del alma es la humildad. No lo digo yo; lo
dijo antes el Profeta: Rocíame con el hisopo y quedaré limpio,
refiriéndose a la humildad con esta hierba sencilla y purgante. El Rey y
Profeta confía purificarse con ella después de su grave caída, esperando
recuperar el candor de la inocencia, parecida a la blancura de la nieve.
Pero no podremos admirar la humildad, aunque debamos amarla, en aquel que
pecó gravemente. Mas si alguien conserva su inocencia y además es
humilde, ¿no crees en la hermosura de su alma?
Santa María no perdió su santidad ni careció de humildad; por eso el
Rey quedó prendado de su belleza; vínculo la humildad a la inocencia. Por
ella dice: Ha mirado la humillación de su esclava. Luego son dichosos
quienes conservan limpias sus vestiduras por la sencillez y la inocencia,
complementándola con la belleza de la humildad. En ese caso podrá
escuchar: ¡Qué hermosa eres, amada mía, qué hermosa eres! Ojalá, Señor
Jesús digas a mi alma siquiera una sola vez: ¡Qué hermosa eres! ¡Si me
mantuvieses humilde! Porque yo he cuidado muy mal mi primera túnica”.
S.Bernardo de Claraval, SC 45, 2
154
Humildad
S.Bernardo de Claraval
- Adv IV, 4
- Adv V, 3
- Adv VIII, 6
- Ann III, 9
- Apo 12, 3
- Asc II, 6
- Csi 13, 1
- Csi 32, 1
- Ep 142, 1
- Hum 1, 2
- Hum 2, 1
- Hum 3, 2-3
- Hum 4, 2
- Hum 5, 1.2
- Hum 15, 4
- Hum 21, 3
- Hum 26, 1
- Miss I, 5
- Pur II, 3
- QH II, 2
- QH XIV, 10
- Sent III, 91
- SC 34, 3
- SC 36, 5
- SC 42, 6
- SC 45, 2
155
S. Elredo de Rieval
- Spec I, 24
Balduino de Ford
- Sac alt II, 4
- Sac alt III, 1
- Trac I
- Trac IV
- Tract VII
- Trac IX
Justicia
156
“Por lo tanto, si hay algo tortuoso y torcido en nuestra voluntad,
es preciso en primer lugar que lo corrijamos y rectifiquemos, según la
ley de la voluntad divina.
Cuando de este modo hayas enderezado los caminos tortuosos ten en
cuenta que no es menos necesario nivelar lo ásperos, es decir aplanar
toda aspereza en las costumbres, para convertirla en esa igualdad de
ánimo necesaria a la vida de comunidad, no sea que el viajero lleno de
mansedumbre y dulzura, molesto por las asperezas del camino, se aparte de
él.
Pero si has progresado en el camino del Señor hasta el punto de
poseer una voluntad recta y suavidad de costumbres, mucho progresaste,
sí, pero aún no has llegado al término, a no ser que la palabra de Dios
sea lámpara para tus pasos y luz en tus senderos.
Esto afirma el Señor: Quien anda en tinieblas, no sabe adónde va.
Por el contrario el precepto es una lámpara, la ley una luz y la
corrección de la disciplina es el camino de la vida. El que se aparta de
la corrección se equivoca. Si deseas ser tenido por sabio, no te
constituyas en tu propio instructor y guía en un camino por el que nunca
anduviste; antes bien, inclinarás tu oído a los maestros, aceptarás sus
correcciones y consejos, y te entregarás al estudio y a la lectura para
no tener que arrepentirte más tarde diciendo: ¿Por qué detesté la
disciplina y mi corazón no aceptó las correcciones, ni escuché la voz de
los que me instruían, ni presté oído a mis maestros? A punto estuve de
caer en la desgracia en medio de la asamblea y de la comunidad”.
Beato Guerrico de Igny, Adv IV [4], 4
157
“… Has venido, luz de los fieles, y hoy nos concedes alegrarnos por
la iluminación de la fe, es decir, de nuestra antorcha. Concédenos
también alegrarnos siempre por la iluminación de las tinieblas que aún
quedan en nosotros. Nos diste la luz de la fe; danos también la luz de la
justicia, danos la luz de la ciencia y también la de la sabiduría”.
Beato Guerrico de Igny, Epi III [13], 3
158
castigándonos a nosotros mismos, ejerciendo su justicia contra nosotros,
haciendo las veces de un juez contra el reo”.
Beato Guerrico de Igny, Quad I [20], 3
“No hay nada más eficaz para obtener del Padre favores, que este
lenguaje humilde, ni nada mejor para hacer de ti un hijo digno que
siempre confesarte indigno. Esta humildad justifica no sólo a los
pecadores, sino también lleva a la perfección a los justos colmándolos de
justicia, con tal de que confiesen ser siervos inútiles, aun cuando
hubieren cumplido todas las cosas mandadas. Ten siempre delante de los
ojos tu pecado y, conforme el consejo del sabio, aun del pecado perdonado
no quieras estar sin temor. Siendo los juicios de Dios insondables y
ocultos, nada de presumir temerariamente, pues nada tenemos por más
cierto que esto: en presencia de Dios ningún mortal puede aparecer justo,
sino en cuanto se considera pecador. Por lo demás, todas nuestras
justicias son como paño manchado”.
Beato Guerrico de Igny, Quad II [21], 4
“El temor del Señor piensa siempre en este ojo eterno, que ve y
juzga todas las cosas de continuo y solicita nuestros pensamientos; él
aparta no sólo de las malas obras, sino también de los malos
pensamientos, enseñándonos a meditar más bien en la justicia,
reteniéndonos para que permanezcamos con la sabiduría.
De aquí procede que quien primero fue castigado con el temor del
juicio y de la pena, sea alimentado después con el amor y la meditación
de la justicia, y en definitiva descanse y se regocije en el banquete y
abrazo de la sabiduría”. Beato Guerrico de Igny, Ben I [22], 6
161
corrupción de la vanagloria, quien vigila con cuidado en no perder, por
una intención viciada, el bien que hace”.
Balduino de Ford, Sac alt III, 1
Justicia
162
S. Bernardo de Claraval
- Csi I, 10
S. Elredo de Rieval
- Spec I, 91
- Spec I, 96
- Spec I, 97
- Spec II, 26
Balduino de Ford
- Sac alt II, 1
- Sac alt II, 3
- Sac alt II, 4
- Sac alt III, 1
- Sac alt III, 2
- Tract IX
Lectio Divina
“36. ¡Que me bese con los besos de su boca! ¿Por qué dice: que me
bese, como si hablara de un ausente, y no más bien: bésame? Podemos
suponer que en las habitaciones la esposa se ha esforzado por llegar al
cara a cara, a contemplar al Esposo tal cual es y a conocerlo como Él
164
mismo la conoce, este es el beso perfecto. Pero el Esposo, por medio de
los profetas, de los apóstoles o de otros doctores, le ha concedido, por
el conocimiento de las Escrituras, dones diversos que eran como los besos
de su gracia, luego, como si la hubiera satisfecho completamente, la ha
dejado y se ha ido.
37. Siguiendo, después con la mirada al fugitivo, en la medida en
que puede hacerlo, encuentra un dulce consuelo en decirle, aunque no
alcance a oírla: porque tus pechos son mejores que el vino. Como si, al
preguntársele de dónde procede tan impaciente presunción, tan osado
reclamo del beso, ella respondiera: De los pechos, Señor de tu consuelo,
porque tus pechos son mejores que el vino, más dulces de mamar, más
capaces de dar alegría, más, más embriagadores. Ellos me han hecho crecer
hasta desear el beso, me han embriagado hasta el punto de osar
reclamarlo.
69. Al decir: A mi cabalgadura te comparo, amiga mía, la piadosa
sabiduría del Esposo invita todavía a la esposa, que ha salido de sí
misma, a retornar a sí y reprende por su falta de inteligencia a la que
creía abundar en sabiduría, indicándole el peligro que corre su vida y el
daño que sufre su amor, cuando busca solamente sus delicias y rehúye el
esfuerzo que éste exige.
En efecto, sucede que los espíritus todavía tiernos de los
principiantes se dejan envolver por la incuria espiritual que les impide
el acceso a la perfección, porque apenas han comenzado a gustar la nueva
suavidad de la contemplación se creen liberados de la obligación de
luchar contra todo los vicios de la carne y del espíritu ¡Cuántas veces
sueñan solamente con el encanto de las virtudes, naturalmente atractivas
por sí mismas y descuidan afirmar y asegurar su posesión, al rehuir su
necesario ejercicio!
… Por eso el Esposo, después de haber indicado el camino de la
pureza y de haber abierto la puerta de la libertad contemplativa, agrega:
A mi cabalgadura, entre los carros de Faraón, yo te comparo amiga mía. Si
eres amiga y aun que los seas. Debes saber, sin embargo, que tienes que
cabalgar y correr, trabajar y luchar, y no por eso eres menos amiga.
Debes evitar el vicio de la curiosidad y las concupiscencias del mundo y
de la carne que inevitablemente te acompañan; sin embargo, no debes
negarte al reclamo de una necesidad personal de tus hermanos, ni la
obligación de la caridad”. Guillermo de Saint-Thierry, Exp Cant 36-37.69
“2. Hay dos únicos vicios o al menos los más peligrosos que luchan
contra el alma: el vano amor del mundo y el excesivo amor de sí mismo…
3. Superados, pues estos dos vicios… nos encontramos ya preparados
para asistir a este dialogo sagrado y contemplativo…
…De no ser así, si antes no se ha enderezado la carne con el
esfuerzo de la ascesis, sometiéndola al espíritu, ni se ha despreciado la
ostentación opresiva del mundo, es indigno que el impuro se entrometa en
esta lectura santa. Como la luz invade inútilmente los ojos ciegos o
cerrados, así el hombre animalizado no percibe lo que compete al espíritu
de Dios”. S. Bernardo de Claraval, SC 1, 2.3
165
insoportable división de sentirnos atraídos hacia arriba y arrastrarnos
por el suelo”. S. Bernardo de Claraval, Asc VI, 6
“Temo que entre nosotros vivan algunos cuyas ofrendas no las acoja
el Esposo, porque no exhalan el aroma de los lirios. Si ayuno por
satisfacer mi voluntad propia, al esposo no le seduce ese ayuno ni le
gusta, porque no percibe el aroma del lirio de la obediencia, sino el
vicio de la voluntad propia.
Digamos lo mismo del silencio, las vigilias, la oración, la lectura,
el trabajo manual, en fin, de todas las observancias del monte en las que
se satisface su voluntad y no la obediencia al maestro. Esas
observancias, buenas de suyo, no puedo considerarlas como lirios, es
decir, como virtudes; tendrá que escuchar al Profeta que dice: ¿A eso
llamáis ayuno agradable al Señor? Y añadirá: en todas esas obras buenas
he descubierto tus propias voluntades”.
S. Bernardo de Claraval, SC 71, 13
“El que lo desea, sepa que una oración fervorosa enciende la luz de
la sabiduría, así como la lectura frecuente enciende la luz de la
ciencia, con tal de que cuando leas emplees una antorcha ardiente, es
decir la justicia de las obras y la experiencia de los sentidos
espirituales”. Beato Guerrico de Igny, Epi III [13], 7
“En verdad ¿qué hay más piadoso para los afectos de los fieles, tan
medicinal para las costumbres, qué cosa destruye los pecados, crucifica
los vicios, alimenta y fortalece las virtudes como el recuerdo del
Crucificado?”. Beato Guerrico de Igny, Palm II [30], 1
“Levantad una señal sobre el monte en tinieblas. Creo que esta voz
se dirige a los ángeles a quienes el Señor mandó fueran guardianes de
nuestras almas a fin de que impongan el recuerdo de la Cruz en los
corazones de aquéllos a quienes todavía deleita o tienta el mundo, y
opongan todas las virtudes de la Cruz a todos los vicios que devastan y
luchan en el alma. Estos son los administradores del espíritu, enviados
para prestarnos su ayuda. Están entre los que salmodian y asisten a los
que oran, y están junto a los que leen y meditan”.
S. Elredo de Rieval, Oner 5, 3
Lectio Divina
Guillermo de Saint-Thierry
- Ep frat 69-71
- Ep frat 105
- Ep frat 120-124
- Ep frat 171
- Exp Cant 36-37.69
- Nat am 8
S. Bernardo de Claraval
- Adv V, 2
- Asc VI, 6
- Dil 39, 1
- Nat BVM 4, 11
- Sent III, 111
- SC 1, 2.3
- SC 9, 2
- SC 15, 6
- SC 33, 7
- SC 71, 13
S. Elredo de Rieval
- STemp Asspt I[17], 6
174
- Inst 73
- Oner 5, 3
- SIned 4
- Spec II, 1,3
- Spec III, 96
- Spec III, 102
Gilberto de Hoyland
- SC V, 1
- SC VII, 2
- SC XLV, 2
Isaac de Stella
- OS V [5], 6.7
- 4p Epi II [14], 7.8
Balduino de Ford
- Sac alt III, 2
Esteban de Salley
- Espejo de novicios 15-17
Lucha espiritual
“El alma busca al Verbo para consentirle que la corrija, para que
ilumine su entendimiento, para que la sostenga en la virtud, para
reformarse para la sabiduría, para conformarse Él para el decoro, para
desposarse con Él para la fecundidad, para la felicidad gozándolo.
Puse en primer lugar que el alma acepta la corrección. Escuchemos al
Verbo que dice en el Evangelio: Ponte de acuerdo con aquel que te pone
pleito, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al
alguacil y este al carcelero. ¿Cabe mejor consejo? Es un consejo del
Verbo, si no me equivoco, y afirma que Él es ese enemigo que nos hace la
guerra contra nuestros deseos carnales, cuando dice: Siempre tienen
extraviado el corazón. Si tú que lo escuchas, comienzas a temblar y nace
en ti el deseo de huir ante la cólera que se te echa encima, creo que
estarás dispuesto a pensar en el modo de reconciliarte con ese enemigo,
que parece dirigirse contra ti de modo tan espantoso. Pero eso será
imposible si no estás en desacuerdo contigo mismo, si no te enfrentas a
ti mismo, si no luchas en seria y tenaz batalla contra ti mismo sin
cansarte. En una palabra: si no te despides e tu hábito envejecido y de
tu innata afección.
¿Qué hacer? Busca al Verbo, para que consiga que te pongas de
acuerdo con Él. Huye hacia aquel que es tu enemigo y déjale que se
convierta en amigo”. S. Bernardo de Claraval, SC 85, 1
“4 Tres son los enemigos que amenazan al que está en pie: el diablo
con su envidiosa malicia, el mundo con la brisa de la vanidad y el hombre
que se induce a sí mismo con el peso de su corrupción. El diablo empuja
pero no derriba si se le niega la colaboración, tu asentimiento. Por eso
se dice: resistid al diablo y huirá de vosotros. Éste es el que por
envidia empujó a los que estaban en el paraíso de pie y los derribó, pero
porque consintieron y no resistieron. Ése es el que se arrojó a sí mismo
176
desde el cielo sin que nadie lo empujara. Lo cual te enseña una cosa: lo
que hace más inminente la propia caída del hombre es el peso de su misma
naturaleza.
También lo empuja el mundo que está en poder del malo. Induce a
todos, pero sólo derriba a sus amigos, es decir, los que asienten con él.
No deseo ser amigo del mundo, para no caer: porque la amistad con el
mundo es enemistad contra Dios. Y esta es la caída más grave. De lo dicho
queda claro que el hombre mismo es su propio demoledor, pues puede caer
por su propio impulso sin que nadie lo empuje, y no cae por el ajeno si
falta el suyo ¿A cuál de ellos debe resistir más? Sin duda al que es
tanto más importuno cuanto más íntimo, al que es capaz de derribarle, y
sin cuya cooperación los demás no pueden conseguir nada.
5. ¿Quién subirá al monte del Señor? Todo el que se esfuerce en
subir a su cumbre, que es la perfección de la virtud, debe saber bien qué
ardua es la subida, qué inútil es empeñarse sin la ayuda del Verbo.
…El alma exenta de presunción y confortada por el Verbo podrá
conseguir perfecto dominio sobre sí misma, y no reinará en ella
injusticia alguna. Sostenida por el Verbo y revestida con la virtud de lo
alto, no hay violencia, ni fraude, ni halago capaces de derribarla cuando
está en pie ni de sujetarla cuando es dueña de sí misma”.
S. Bernardo de Claraval, SC 85, 4-5
“Hay dos únicos vicios o al menos los más peligrosos que luchan
contra el alma: el vano amor del mundo y el excesivo amor de sí mismo”.
S. Bernardo de Claraval, SC 1, 2
“Lucha con el ángel, como Jacob, para que no seas vencido, porque el
reino de los cielos se alcanza a viva fuerza y sólo los valerosos le
arrebatan. ¿Por ventura, no indican lucha aquellas palabras: Mi amado es
para mí y yo para él? Te dio Él muestras de su amor, experimente también
el tuyo. En muchas cosas te prueba el Señor tu Dios; se desvía muchas
veces, aparta de ti su rostro; pero no llevado de ira. Lo hace para
probarte, no para reprobarte. Te sufrió el amado, sufre tú al amado,
sostén al Señor y obra varonilmente. No le vencieron a Él tus pecados, a
ti tampoco te superen sus castigos, y alcanzarás la bendición”.
S. Bernardo de Claraval, Nat BVM 16
“Oh vosotros, los que trabajáis, los que soportáis el peso del día y
del calor. A la sombra de las alas de Jesús hallaréis reposo para
vuestras almas, pues, como está escrito, es apoyo fuerte, protección
contra el ardor del sol, sombra contra el calor del mediodía. De los
sentimientos del corazón procederá así aquella confesión de la boca:
Señor Dios, mi fuerte, Salvador, que das sombra a mi cabeza en el día de
la batalla, en el día del calor y del trabajo, de la lucha y de la
tentación. En efecto, cuando la meditación del reposo eterno da sombra a
las cabezas de los que trabajan, no sólo los refresca en el calor de la
tentación, sino que también renueva sus bríos para el trabajo”.
Beato Guerrico de Igny, Asspt III [49], 1
Lucha espiritual
S. Bernardo de Claraval
- Gra 29, 2
- Miss IV, 2
- Nat BVM 16
- SC 1, 2
- SC 1, 9
- SC 47, 6
- SC 61, 3
- SC 85, 1.4-5
179
Beato Guerrico de Igny
- Asc [37], 3
- Asspt III [49], 1
- JB II [41], 2
- JB II [41], 3
S. Elredo de Rieval
- Spec I, 89
- Spec II, 24
- Spec II, 26
- Spec III, 81
- STemp PP I [15], 1.2
Balduino de Ford
- Tract X
Luz
“Has venido, luz de los fieles, y hoy nos concedes alegrarnos por la
iluminación de la fe, es decir, de nuestra antorcha. Concédenos también
alegrarnos siempre por la iluminación de las tinieblas que aún quedan en
nosotros. Nos diste la luz de la fe; danos también la luz de la justicia,
danos la luz de la ciencia y también la de la sabiduría”.
Beato Guerrico de Igny, Epi III [13], 3.
180
“El que lo desea, sepa que una oración fervorosa enciende la luz de
la sabiduría, así como la lectura frecuente enciende la luz de la
ciencia, con tal de que cuando leas emplees una antorcha ardiente, es
decir la justicia de las obras y la experiencia de los sentidos
espirituales”. Beato Guerrico de Igny, Epi III [13], 7
“Mira los astros del cielo, levanta los ojos hacia los montes de
donde te vendrá el auxilio si temes levantarlos a aquel que habita en el
cielo…este comienzo de iluminación es óptimo y adecuado a nuestra
flaqueza, con tal de que fijemos la mirada en los que han sido
iluminados. Es un camino rectísimo, para encontrar a Jesús seguir la luz
de los padres que nos precedieron”.
Beato Guerrico de Igny, Epi II [12], 6
“Por medio de él también Dios nos selló como está escrito: La luz de
tu rostro nos ha sellado con tu sello, Señor. Nos selló también en el día
de nuestra creación, cuando nos formó a su imagen y semejanza. Nos selló
en el día de nuestra redención, cuando nos reformó según su imagen”.
Balduino de Ford, Tract X
“Del mismo modo que en el bautismo se nos saca del poder de las
tinieblas para trasladarnos al reino de la claridad sin fin, en esta
especie de segunda regeneración que supone la profesión escapamos del
ámbito de las tinieblas -no de la única y original, sino de las
innumerables y actuales de nuestros delitos- hacia la luz de las
virtudes. Hacemos realidad lo que escribe Pablo: La noche está avanzada,
el día se avecina”. S. Bernardo de Claraval, Pre 54
“De dónde crees que llega la luz tan intensa y veloz de la fe a todo
el mundo, sino de la predicación del nombre de Jesús? ¿No nos llamó Dios
a su maravilloso resplandor por la luz de este nombre? Iluminados por su
luz, que nos hace ver la luz, exclamará Pablo con razón: Antes, sí erais
tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor. A este mismo Apóstol se le
encargó que diera a conocer este nombre a los paganos y sus reyes, y a
los hijos de Israel. Lo llevaba como una antorcha para iluminar la
patria, gritando por todas partes: La noche está avanzada, el día se echa
encima, abandonemos las actividades de las tinieblas, pertrechémonos para
actuar en la luz; comportémonos con decoro como en pleno día. Y mostraba
a todos la luz sobre el candelero, anunciando a Jesús por donde pasaba, y
a éste crucificado. ¡Cómo brilló esta luz, hiriendo los ojos de cuantos
la miraban, cuando salió de la boca de Pedro con el fulgor de un
relámpago y robusteció las piernas y los tobillos de un paralítico, hasta
quedar iluminados muchos espiritualmente ciegos! ¿No despidió fuego
cuando dijo: En el nombre de Jesús, el Nazareno, levántate y anda”.
S. Bernardo de Claraval, SC 15, 6
182
“Pero entremos en nosotros mismos y examinemos nuestra conducta;
invoquemos al Espíritu de la verdad, para hacerlo en la verdad.
Traigámoslo desde lo alto, a donde nos había llevado, para que nos
preceda también en el regreso a nuestro interior, pues sin él nada
podemos. No temamos que se niegue a descender con nosotros; al contrario,
le ofende que nos empeñemos en prescindir de él para lo más
insignificante. Él no es aliento fugaz que no torna; nos guía y acompaña
con resplandor creciente, como Espíritu del Señor. A veces nos arrebata
consigo en su luz, o emerge alumbrando nuestras tinieblas, para que, bien
sobre nosotros, bien a nuestro lado, pero siempre en la luz, nos
comportemos como hijos de la luz”. S. Bernardo de Claraval, SC 17, 8
“No hay, pues, fruto sin flor, ni buenas obras sin fe. La fe sin
obras es un cadáver, igual que la flor cuando despunta y no trae fruto.
Reanimadme con flores, dadme vigor con manzanas, porque desfallezco de
amor. Por tanto, el alma habituada a la quietud sólo se consuela con las
buenas obras arraigadas en una fe no fingida, cuantas veces se le oculta
la luz de la contemplación, como suele suceder. Pues ¿quién goza de esa
luz, no digo continuamente, sino siquiera por largo tiempo, mientras more
en este cuerpo? Ya he dicho que siempre que cae desde la contemplación se
refugia en la acción; pero vuelve de nuevo confiadamente a ella, porque
ambas son compañeras y habitan juntas; al fin Marta es hermana de María.
Aunque cae desde la luz de la contemplación, no tolera ir a parar en las
tinieblas del pecado o la desidia de la ociosidad; se mantiene a la luz
de las buenas obras. No olvides que las obras son también luz, se un
aquel texto que dice: Alumbre vuestra luz a los hombres; obviamente se
refiere a las obras que pueden contemplar los hombres”.
S. Bernardo de Claraval, SC 51, 2
Luz
S. Bernardo de Claraval
- Asc III, 2
- Asspt IV, 3
- Hum 15, 1
- Pre 54
- SC 15, 6
183
- SC 17, 8
- SC 20, 3
- SC 36, 5
- SC 51, 2
S. Elredo de Rieval
- Spec I, 90
Balduino de Ford
- Tract VI
- Tract X
- Tract XIII
- Tract XV
Obediencia
185
“Márchese pues al claustro, el que mora en el mundo para negociar
dentro de él, y el que reside en el claustro, que no se adormezca ni se
atrofie por su pereza; como el criado indolente y malvado. La vida brinda
el mérito, pero el lugar sin más no da la dicha. Es preciso comerciar lo
más posible, ambicionar con libertad, desear lícitamente las riquezas
deliciosas de los hermanos; su paciencia, su humildad, su mansedumbre, su
silencio, su obediencia y todo lo demás”.
S. Bernardo de Claraval, Sent III, 91
“No basta someterse sólo a Dios, sino también a toda humana criatura
por Dios: sea al abad, por ser el primero, sea a los encargados por él. Y
os digo más: a los iguales e inferiores igualmente. Así es como nos
corresponde cumplir todo lo que Dios quiera. Si deseas ser perfecto en tu
santidad, corre hacia el menor: doblégate ante el más joven, muestra tu
deferencia al inferior. Con este proceder, atraerás hacia ti lo que dijo
la esposa: Mi nardo despedía su perfume”.
S. Bernardo de Claraval, SC 42, 9
“En el segundo grado ama a Dios, pero por sí mismo, no por él. Sus
miserias y necesidades le impulsan a acudir con frecuencia a él en la
meditación, la lectura, la oración y la obediencia. Dios se le va
revelando de un modo sencillo y humano, y se le hace amable”.
S. Bernardo de Claraval, Dil 39, 1
“Esto es, que nadie se eleve por encima de sí mismo, antes bien, se
humille por debajo de sí; el que es mayor que sirva a los otros; si
alguno es ofendido, sea el primero en perdonar; cada uno obedezca hasta
la muerte. Por estas huellas, sigamos a Cristo en la forma de siervo y
llegaremos a verlo en la forma de Dios, en la que vive y reina por los
siglos de los siglos”. Beato Guerrico de Igny, Palm I [29], 3
191
que deben realizarse, y he aquí la virtud de la obediencia porque son
hechas con humildad.
… Para dar a los dóciles esta tierra, el Señor, que se sienta sobre
querubines, viene dócil, humilde, sentado sobre un asno, animal que
denota la docilidad en toda obediencia y paciencia; en el cual Dios puso
y propuso para nosotros un ejemplo de docilidad, a fin de que en
obediencia y paciencia también nosotros llevemos a Cristo como jinete,
los dóciles al dócil”. Balduino de Ford, Tract IX
Obediencia
Guillermo de Saint-Thierry
- Ep frat 97
- Ep frat 240
S. Bernardo de Claraval
- Adv III, 4
- Adv VIII, 6
- Circ 3, 7
- Dil 26, 3
- Dil 39, 1
- Div 27, 2
- Div 40, 2
- Div 41, 4
- Ep 142, 1
- Hum 7, 3
- Hum 47
- Pre 21
- Pre 44
- Res II, 8
- Res III, 3
- SC 23, 6
- SC 28, 6
193
- SC 42, 9
- SC 46, 5
- SC 71, 13
- Sent II, 19
- Sent III, 91
S. Elredo de Rieval
- Spec II, 15
- Spec II, 59
- STemp Asspt I [17], 6
Gilberto de Hoyland
- SC 20, 7
Isaac de Stella
- 4 p Epi III [15], 7
- Nat JB II [47], 14
- PP II [50], 7-10
- PP II [50], 20
Balduino de Ford
- Sac alt I, 1
- Sac alt II, 1
- Sac alt II, 3
- Tract I
- Tract III
- Tract IV
- Tract V
- Tract VIII
- Tract IX
- Tract XV
- Tract XVI
Observancias
“Debes saber ante todo cuáles fueron las causas y razones que
movieron a nuestros padres a instituir o poner en práctica este género de
vida. Para algunos, vivir en sociedad es una fuente de peligros. A otros,
aunque no los encuentran, la vida social les resulta fastidiosa. Otros,
finalmente, sin ninguna de estas razones, estiman más provechosa la vida
escondida”. S. Elredo de Rieval, Inst 2
“Así pues, si movido por esos aguijones de los afectos has rechazado
las míseras ollas de los egipcios, y has preferido la pobreza de Jesús a
todas la riquezas del mundo; si has cambiado la mesa real con panes
exquisitos por un plato de verduras; si antepones la sumisión y abyección
a los honores; si te has alejado de las preocupaciones y negocios del
mundo y has decidido procurarte el alimento no abusando de los campesinos
sino con tu propio trabajo y el de tus hermanos; si has cambiado la
locuacidad por el silencio y te has cubierto con el afecto del amor
fraterno en vez de las riñas constantes; si ya has comenzado a cumplir
los votos que pronunciaron tus labios; en una palabra, si con estos
indicios y otros semejantes adviertes que has salido de Egipto y has
cruzado como verdadero israelita las olas de este mar ancho y dilatado,
es decir, de este mundo; aunque no haya descendido sobre ti al instante
el maná de la dulzura celestial, no murmures contra Dios, no le tientes,
ni digas: ¿Está Dios con nosotros o no? Porque el cumplimiento de sus
preceptos es la señal más evidente de su presencia, como él mismo dice:
Si alguien me ama cumplirá mi palabra, mi Padre lo amará, vendremos a él
y habitaremos en él”. S. Elredo de Rieval, Spec II, 36
“No haya duda, dije yo, que derramar lágrimas es un sacrificio muy
grato y acepto a Dios, y un holocausto capaz de perdonar todos los
pecados reconocidos; pero para aquellos que se arrepienten y confiesan,
para quienes no vuelven a recaer en lo que se arrepienten, para quienes
se acogen con espíritu de humildad y espíritu contrito a las piadosas
entrañas de Jesús, para quienes hacen todos los frutos de penitencia que
pueden. Por eso, tú y todos los que se preocupan de su salvación, deben
esforzarse en que la mortificación de la carne, la diligencia en las
vigilias y en el trabajo, la rusticidad del vestido, la sobriedad de la
comida, el peso del silencio, y todo lo relacionado con los miembros del
hombre exterior e interior esté empapado como holocausto agradable con
lágrimas abundantes y con la suavidad de los devotos afectos, para que
exhale su aroma en el ara del corazón por el fuego de la caridad, y como
dice el profeta: Tu sacrificio sea sabroso”.
S. Elredo de Rieval, Spec II, 63
“Es muy posible que alguien se tenga por muy fervoroso porque se
entrega denodadamente a las vigilias, ayunos, trabajos y demás
observancias, hasta llegar a creer que ha acumulado durante largos años
muchos méritos. Y por fiarse de eso ha aflojado en el temor de Dios”.
S. Bernardo de Claraval, QH I, 1
“Dura es, por cierto, esta cautividad. No la normal que sufrimos por
el hecho de ser hombres, sino esa otra que nosotros mismos hemos elegido:
mortificar nuestras propias voluntades y empeñarnos en perder hasta la
propia vida en este mundo, entre los grilletes de rígidas observancias,
en esta cárcel de dura penitencia. Esclavitud miserable de verdad si se
198
abraza por coacción y no libremente. Pero como ofrecéis a Dios un
sacrificio voluntario y violentamos voluntariamente la voluntad, es que
existe por medio una razón: la razón suprema por excelencia. ¿Puede
pesarnos lo que hagamos por él, aunque nos resulte difícil y trabajoso?”.
S. Bernardo de Claraval, QH IX, 1
200
Observancias
Guillermo de Saint-Thierry
- Ep frat 109
- Ep frat 125
- Nat am 24
S. Bernardo de Claraval
- Div 55, 1-4
- Ep 142, 1
- Pre 3
- QH I, 1
- QH IX, 1
- SC 55, 3
- SC 71, 13
S. Elredo de Rieval
- Inst 2
- Inst 104
- Spec II, 15
- Spec II, 36
- Spec II, 63
- STemp Nat [2], 2
- STemp Ben III [7], 4
- STemp PP I [15], 2
- STemp Asspt I [17], 6
- STemp [25], 6
Isaac de Stella
- OS V [5], 24
- Sex VIII [25], 10
Juan de Ford
- SC 45, 6
Oficio Divino
202
mientras salmodiáis. En ese momento el Espíritu Santo no acoge con agrado
sino lo que debes ofrecerle, desechando todo lo demás”.
S. Bernardo de Claraval, SC 47, 8
203
se ofrece a Dios con melodía del espíritu, sean salmos, himnos o
cualquier otro canto”. S. Bernardo de Claraval, Div 55, 1
204
aquéllos les causan hastío; se hallan de continuo en medio de alimentos
de vida, y se mueren de hambre.
Después de aquella feliz experiencia, del suave gustar de la dulzura
celestial, ¿cómo se introdujo tan grande olvido, tanto descuido del bien,
tanta languidez en el espíritu?”. Beato Guerrico de Igny, Pent I [38], 4
“3. Levantad una señal sobre el monte en tinieblas. Creo que esta
voz se dirige a los ángeles a quienes el Señor mandó fueran guardianes de
nuestras almas a fin de que impongan el recuerdo de la Cruz en los
corazones de aquéllos a quienes todavía deleita o tienta el mundo, y
opongan todas las virtudes de la Cruz a todos los vicios que devastan y
luchan en el alma. Estos son los administradores del espíritu, enviados
para prestarnos su ayuda. Están entre los que salmodian y asisten a los
que oran, y están junto a los que leen y meditan. Ellos se oponen a los
espíritus inmundos; oponen la bondad de la paciencia del Señor y, a los
que se hallan sumergidos en la altivez y soberbia, sugiere la humildad
del humilde Jesús para imitarla.
Por lo tanto, hermanos queridos, permaneced en la Iglesia con
reverencia y temor y dad honor a Dios estando agradecidos a estos
bienaventurados y amigos espirituales vuestros, no sea que por la
resistencia o liviandad vuestra, o por alguna indignación, por la ofensa
de unos contra otros se alejen y así den libre acceso en vuestros
corazones a los ángels malos.
4. Dichosa el alma que, cuando salmodia, se enciende en deseos de
Aquél a quien se dirige su canto. Les dice a éstos, a los que sabe que
están presentes en espíritu por el afecto excitado y por la lágrimas que
nacen: Hijas de Jerusalén anunciad a mi amado que desfallezco de amor.
Considera con qué rostro alegre,con qué voz placentera parecerán
responder aquellos felices de espíritu: Ved cómo viene saltando por los
montes, brincando por los collados. Vueltos, al instante, al que se
acerca al alma: Esa es -dicen- la más hermosa entre las hijas de
Jerusalén”. S. Elredo de Rieval, Oner 5,3-4
206
“Esta es también la causa de que si nos damos todo el día a
espectáculos inútiles o nos entretenemos en escuchar noticias, viviendo
en cierto modo fuera de nosotros mismos, al volver a nuestro interior
introducimos las imágenes de las vanidades, llevamos al lugar de nuestra
quietud un corazón repleto de fantasías, y perdemos el sueño por
estúpidas vanidades; con necia presunción nos imaginamos como si lo
viéramos las peleas entre los reyes y las victorias de los jefes, y
durante la salmodia o nuestras oraciones solucionamos todos los asuntos
del reino con fantásticas arengas”. S. Elredo de Rieval, Spec II, 72
S. Bernardo de Claraval
- Div 25, 7.8
- Div 55, 1
- Div 55, 4
- Ep 398, 2
- Hum 42, 1
- SC 7, 4-5
- SC 47, 8
S. Elredo de Rieval
- Spec II, 72
- Spec III, 89
- STemp Nat BVM III [21], 1
- Oner 5,3-4
Gilberto de Hoyland
- Trac I, 1
Balduino de Ford
- Trac IV
Oración
“El que lo desea, sepa que una oración fervorosa enciende la luz de
la sabiduría, así como la lectura frecuente enciende la luz de la
ciencia, con tal de que cuando leas emplees una antorcha ardiente, es
decir, la justicia de las obras y la experiencia de los sentidos
espirituales”. Beato Guerrico de Igny, Epi III [13], 7
“El primer calor propio del que vuelve a la vida es realizar obras
buenas; el segundo progreso en la resurrección se da cuando el afecto se
dilata en la oración; la perfección se alcanza cuando el entendimiento es
iluminado para la contemplación. Por estos grados de virtud, por estos
progresos en una vida santa, esforzaos, hermanos míos, por resucitar más
y más para poder llegar, como dice el apóstol, a la resurrección de
Cristo de entre los muertos. El que vive y reina por todos los siglos.
Amén”. Beato Guerrico de Igny, Res III [35], 5
211
“176. Hay unas oraciones breves y sencillas que la voluntad formula
o la necesidad incidentalmente dicta; otras oraciones son más prolijas y
razonadas, que, en ansia de verdad, piden, buscan, llaman hasta recibir,
encontrar y lograr que se le abra; otras son vívidas, espirituales y
fecundas, en el afecto que goza, en la alegría de la gracia que fulgura.
177. Aunque en otro orden, estas oraciones son las mismas que
enumera el Apóstol: peticiones, oraciones, súplicas y acciones de
gracias.
La petición es la primera que ponemos: su fin es conseguir los
bienes temporales y lo necesario para esta vida, en ella, aprobando Dios
la buena voluntad del que pide, hace sin embargo, lo que juzga mejor,
alentando de buen grado a seguir pidiendo al que sabe pedir. Es la
oración de la que dice el salmista: Incesantemente está mi oración en lo
que es de su agrado. Esta oración conviene también aun a los impíos,
porque todos, y con mayor razón los hijos de este siglo desean la paz, la
salud del cuerpo, el buen tiempo y todo lo que se refiere a las
costumbres y necesidades de la vida presente, y a los placeres, de los
que se abusa. Los que con confianza piden esto, aunque lo hagan al acoso
de la necesidad, empero someten siempre su voluntad a la voluntad divina.
178. La súplica, en los ejercicios espirituales, consiste en un
ansia de acercarse a Dios. En estos ejercicios, antes del socorro de la
gracia, todo lo que la ciencia puede aportar no es más que dolor.
179. La oración es una amorosa adhesión del hombre a Dios; una
conversación familiar y piadosa, una estación del espíritu iluminado para
gozar durante el tiempo que sea posible.
180. La acción de gracias consiste en el conocimiento de la gracia
divina, junto con una voluntad en tensión hacia Dios, a pesar de que
alguna vez falte o se detenga la acción exterior o el afecto interior. De
ella dice el Apóstol: El querer el bien está en mí, pero el hacerlo no.
Como si dijera: Cierto que siempre tengo esa voluntad de hacer el bien,
pero a veces se abate, se hace ineficaz, porque deseo hacer el bien, pero
no puedo. Esta es la caridad que nunca desfallece. Es la oración
ininterrumpida, la acción de gracias de la que habla el Apóstol cuando
dice: Orad sin cesar y dad siempre gracias a Dios. Es como cierta bondad
permanente del alma y del espíritu bien ordenado, imagen de la bondad del
Padre impresa en los hijos de Dios, que ora siempre por todos y en todo
da gracias; que tiene en la oración y acción de gracias tantos modos de
lanzarse con fruición hacia Dios, cuantas ocasiones le presta el afecto
interior en sus necesidades y consuelos o en las penas y alegrías del
prójimo. Es enteramente una continua acción de gracias, pues el que la
posee está ya en el gozo del Espíritu Santo
181. Se une a Él mediente la oración y la acción de gracias de
tantas maneras cuantas encuentra su tierno afecto, ya sea en las
necesidades y consolaciones propias, o en la compasión y el gozo
compartido con las del prójimo”.
Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 176-181
“Ya tienes, por fin, una doble experiencia del favor divino con
estos dos besos: ahora no vacilarás en aspirar a lo más santo. Pues
cuanto más crezcas en gracia, tanto más se dilatará tu confianza. Amarás
más apasionadamente y llamarás más seguro a la puerta cuando añores lo
que te falta: Porque al que llama se le abrirá.
Espero que con estos sentimientos no se te niegue ya el beso más
maravilloso de todos, porque es el supremo favor y la más sublime
dulzura. Este es el camino: éste es el proceso. Primero caemos postrados
a sus pies y lloramos lo que nosotros hemos hecho ante el Señor que nos
hizo. Después buscamos la mano que nos levante y robustezca nuestras
rodillas vacilantes. Por fin, cuando lo hemos conseguido a fuerza de
212
oración y lágrimas, nos atrevemos ya quizá a levantar nuestra cabeza
hasta su misma boca gloriosa, con pavor y temblor. para contemplar, más
aún, para besar al Ungido del Señor, aliento de nuestra boca, al que nos
unimos con el ósculo santo, para ser por su gracia un Espíritu con él”.
S. Bernardo de Claraval, SC 3, 5
“Tú también, si nos haces gustosamente partícipes del don que has
recibido de lo alto a los que convivimos contigo, si entre nosotros te
muestras siempre servicial, afectuoso, agradecido, tratable y sencillo,
puedes estar seguro que tendrás en nosotros testimonio de que exhalas
delicados perfumes. Cualquiera de vosotros que no sólo soporte las
debilidades físicas y morales de sus hermanos, sino que además los ayuda
con sus servicios, los conforta con sus palabras, los orienta con sus
consejos, o si la disciplina monástica le impide todo esto, no cesa de
consolar al débil por lo menos con su oración; todo el que así se
comporte entre vosotros, repito, difunde entre sus hermanos el bálsamo
excelente de un perfume de gran precio. Este hermano es en el seno de su
comunidad como aroma en el aliento de la boca. Se le señala con el dedo y
todos dicen de él: Este es el que ama a sus hermanos y al pueblo de
Israel, e intercede continuamente por el pueblo y la santa ciudad”.
S. Bernardo de Claraval, SC 12, 5
“Mas escuchad ya qué cosas y hasta dónde son necesarias para nuestra
propia salvación, de qué y hasta dónde hemos de llenarnos, antes de tener
el valor de derramarlo. Lo resumiré cuando pueda, porque la hora avanza y
urge acabar este sermón. El médico se acerca al herido; el espíritu al
alma. ¿Habrá alguien a quien no le encuentre herido por la espada del
diablo aun después de curada su herida del primer pecado con la medicina
del bautismo? A esa alma que exclama: Mis llagas están podridas y supuran
a causa de mi insensatez, ¿Qué es lo que más le urge cuando llega el
213
espíritu? Que le estirpe el tumor o le cierre a úlcera que quizá se le
formó en la herida y está minando su salud. Que le ampute la úlcera de la
vetusta costumbre con el hierro penetrante de la compunción. Será
dolorosísimo; pero le aliviará el ungüento de la devoción, que es el gozo
engendrado por la esperanza del perdón. Esta engendra el control de la
continencia y la victoria sobre el pecado.
Ya puede cantar agradecido: Rompiste mis cadenas. Te ofreceré un
sacrificio de alabanza. Aplica después la medicina de la penitencia, con
las cataplasmas de los ayunos, las vigilias y la oración y otros
ejercicios de penitencia. Mas por su debilidad necesita una
sobrealimentación de las buenas obras, para que no desfallezca. Así te lo
indica el que dijo: Para mí es alimento cumplir el designio de mi Padre.
Vayan, pues, unidos los sufrimientos de la penitencia y el consuelo de
las obras de piedad. El que hace limosna presenta al Altísimo una buena
ofrenda.
La comida da sed y hay que beber algo. Añádase la bebida de la
oración al alimento de las buenas obras; así el estómago de la conciencia
digerirá bien las buenas acciones y agradarán a Dios. La oración es el
vino que alegra el corazón de hombre; ese vino es el Espíritu que
embriaga hasta relegar al olvido los deleites carnales. Empapa el
interior de la conciencia reseca; ayuda a digerir las buenas obras y
distribuye su fuerza entre los diversos miembros del alma: robustece la
fe, conforta la esperanza, vitaliza y equilibra la caridad, y vigoriza
las costumbres”. S. Bernardo de Claraval, SC 18, 5
214
“Avanzaba sin problemas; pero de repente tropecé en el camino con
una piedra y caí. Quedó al descubierto mi soberbia y el Señor rechazó con
ira a su siervo. Esta es la causa de la sequedad de mi alma y la frialdad
de mi entrega. ¿Cómo se ha secado así mi corazón, se ha coagulado como la
leche, como tierra reseca? Me siento incapaz de enternecerme con lágrimas
de compunción: hasta ese extremo llega la dureza de mi corazón. No
saboreo un solo salmo; me repugna la lectura, me desencanta la oración,
no me halla en la meditación de cada día. ¿Qué ha sido de mi embriaguez
espiritual? ¿Dónde ha ido la quietud del alma, la paz y el gozo en el
Espíritu? Por eso voy al trabajo con pereza y a las vigilias con sueño;
me arrastra la ira, me obstino en el odio; soy complaciente con la lengua
y la gula, pero indolente y torpe para encomiar a los demás. ¡Ay, el
Señor visita a todos los montes que me rodean, pero no se acerca a mí!
¿No seré un collado rechazado por el Esposo? Efectivamente, veo que
los demás se destacan por su abstinencia, o por su admirable paciencia, o
por su extrema delicadeza y mansedumbre, o por su gran misericordia y
bondad, o por el frecuente éxtasis de su contemplación, o por la
insistencia de su oración para llamar y atravesar los cielos, o por la
eminencia de sus virtudes. A todos ellos los tengo por fervorosos,
devotos unidos a Cristo, henchidos de gracia y dones del cielo, como si
fuesen en realidad esos montes espirituales que visita el Señor y acogen
con frecuencia los saltos del Esposo. Pero yo, que no encuentro en mí
nada de esto, ¿no debo considerarme como un monte de Gelboé, del que pasa
de largo por su ira e indignación el que visita con su gran bondad a
todos los demás?”. S. Bernardo de Claraval, SC 54, 8
“2. Hasta tal punto es la vergüenza el bien genuino del alma, que
aun los que no se sonrojan de hacer el mal se ruborizan si se les
descubre, como dice el Señor: Todo el que obra el mal odia la luz. Y
también: Los que duermen, duermen de noche y los borrachos se emborrachan
de noche, ocultando en las tinieblas las obras de las tinieblas y dignas
de la oscuridad. Sin embargo, hay diferencia entre el proceder de los que
obran desvergonzadamente, pero se avergüenzan una vez descubiertos, y el
de la esposa, cuyo pudor no oculta nada de eso porque lo abomina y
repugna. Por eso dice el Sabio: Hay un pudor que conduce al pecado y hay
otro que lleva a la gloria. La esposa busca al Verbo, pero con recato; es
decir, en el lecho y por las noches. Este rubor implica gloria, no
pecado. Lo busca para purificar la conciencia, como testimonio para poder
decir: Mi orgullo es el testimonio de mi conciencia. En mi lecho busqué
por las noches al amor de mi alma.
Si te fijas, el rubor te indica dónde y cuándo lo busca.
¿Hay algo tan codiciado por el pudor como el secreto?
Efectivamente, el lecho y la noche ocultan un secreto. Por eso a los que
215
deseamos orar se nos manda que entremos en el aposento por razón del
secreto para evitar que, si oramos en público; la gloria humana nos robe
el fruto de la oración y frustre su efecto. Pero esta orden te sugiere
también el recato. ¿Hay algo tan propio del rubor como evitar la gloria
personal y la jactancia? Queda muy claro que el hijo y maestro del pudor
les invitó expresamente a cerrarse en la soledad para orar. ¿Hay algo tan
poco elegante, máxime para el adolescente, como hacer ostentación de
santidad, cuando especialmente esa edad es la más propia y oportuna para
dar los primeros pasos en religión? Así lo dice Jeremías: Le irá bien al
hombre si carga con el yugo desde joven. Un buen consejo para entrar en
oración es prepararse con la modestia: Soy joven y despreciable, pero no
olvido tus decretos.
3. El que desea orar no debe tener en cuenta sólo las circunstancias
del lugar, sino también las del tiempo oportuno. El tiempo totalmente
libre es el más cómodo y apto, especialmente cuando la noche impone un
profundo silencio. Entonces la oración es más libre y más pura. Levántate
de noche, al relevo de la guardia, derrama como agua tu corazón en
presencia del Señor. ¡Qué secreta sube de noche la oración, ante la única
presencia del Señor y del ángel que la recoge para presentarla en el
altar del Cielo! ¡Qué grata y lúcida, sonrojada por la timidez del pudor!
¡Qué serena y plácida, no perturbada por el vocerío clamoroso! ¡Qué
limpia y segura, desempolvada de toda preocupación terrena, sin ninguna
mirada que la alabe, ni tentación alguna que la adule!
Por eso mismo la esposa, tan tímida como cauta, buscaba el secreto
del lecho y de la noche cuando quería orar, es decir buscar al Verbo, que
es lo mismo. En cambio, no orarás rectamente si en la oración buscas algo
más que al Verbo o no lo buscas por el Verbo, porque en él se encierra
todo: el remedio de las heridas, la ayuda en las necesidades, la
compensación de los defectos, la facilidad para avanzar y, finalmente,
cuanto el hombre debe recibir y poseer, cuanto le conviene y necesita.
Por tanto, es inútil pedir algo distinto del Verbo, porque él es todo. Si
pedimos las cosas temporales necesarias, las pedimos si al Verbo así le
place, como debe ser; no las buscamos en sí mismas, sino más bien por la
causa que nos mueve a pedirlas. Esto lo saben los que suelen encauzarlo
todo para alcanzar al Verbo”. S. Bernardo de Claraval, SC 86, 2-3
“La tercera tinaja dije eran las vigilias. Éstas deben ir siempre
acompañadas de una oración intensa. Por eso leemos en el Evangelio que él
pasaba las noches en oración; y en una exhortación a sus discípulos unió
ambas cosas: Vigilad y orad, para no caer en tentación. Unas vigilias así
nos lavan las manchas que contraemos por la somnolencia, es decir por
vivir insensibles y olvidar el camino de la salvación arrastrados por la
tibieza y negligencia.
La cuarta tinaja es el ayuno ¿quién pone en duda su eficacia
purificadora? ¡Cuánta verdad encierra aquella sentencia, el mejor remedio
de un exceso es su contrario! Si hemos pecado por gula o glotonería, nada
mejor que repararlo con la continencia y el ayuno, el Señor nos dice que
es una fuente de energía para expulsar el demonio: esta ralea no sale más
que a fuerza de oración y ayuno”. S. Bernardo de Claraval, Div 55, 2
219
un olor suavísimo y siente la devoción del alma en sí abrazada en santo
deseo, y ella misma siente el perfume del Señor”.
Balduino de Ford, Tract IV
“El ojo anda con fingimientos cuando con una mirada a hurtadillas,
furtiva, no se abre del todo, sino que cerrándose un poco, con un
sencillo guiño, revela el secreto del pensamiento. En efecto, este amor
santo tiene para expresarse signos apropiados, diferentes de aquellos de
los que está escrito: Por cuanto son altivas las hijas de Sión, y andan
con el cuello estirado y guiñando los ojos; ellos son misteriosos y
favorecedores de una santa reserva, con los cuales la esposa y el Esposo
se aprueban y hacen señas mutuamente. En el guiño que él le hace, ella
quiere o no quiere, según que él mismo quiera que ella quiera o deje de
querer. El Esposo hace señas, cuando sugiere en secreto lo que quiere
aprueba cuando escucha los ruegos de la que le suplica. La esposa
aprueba, cuando obedece a los mandamientos de Dios que le son impuestos.
Hace señas, cuando en sus buenas obras secretas, mediante una intención
secreta, casi a escondidas, ve a aquel solo de quien pretende ser vista.
Hace señas, cuando expone secreta y reverentemente la voluntad de su
deseo en la humildad de su oración”. Balduino de Ford, Tract VIII
“Señor Dios mío, dicho sea sin ofenderte, ¡cuántas veces, en las
oraciones que te dirijo por mis penas y mis tentaciones, si bien no digo
que eres duro, lo pienso! ¿Cuántas veces revuelvo en mi corazón este
pensamiento: La piedra era Cristo? ¿Cuántas veces exclamo: ¿Por qué Señor
rechazas mi oración, apartas de mí tu rostro? ¿Hasta cuándo permaneceréis
enojado ante la oración de tu siervo? Pero porque tú has dicho: Hay que
orar siempre sin desfallecer jamás; porque tú no te cansas de la
indiscreción y de la importunidad de quien busca, pide y llama, no te
dejaré hasta que me bendigas. Trataré, con tu ayuda, de ver si puedo
chupar la miel de la piedra y el aceite de la roca más dura. Y si me
golpeas con el bastón de la prueba me serviré de él para golpear dos
veces la roca de tu cólera, por la rectitud de mis acciones y la rectitud
de mi corazón; y sé que brotarán torrentes de agua y que el pueblo podrá
beber, y también las bestias, y yo entre las bestias. Pero el ejemplo de
Moisés me hace temer la vacilación del corazón; tú la detestas. En
verdad, debo pedir con fe y no vacilar: Tú, Señor que pruebas la fe ayuda
220
a mi incredulidad”. Conserva lo que te agrada, arranca lo que te
desagrada”. Balduino de Ford, Sac alt II, 4
“Levantad una señal sobre el monte en tinieblas. Creo que esta voz
se dirige a los ángeles a quienes el Señor mandó fueran guardianes de
nuestras almas a fin de que impongan el recuerdo de la Cruz en los
corazones de aquéllos a quienes todavía deleita o tienta el mundo, y
opongan todas las virtudes de la Cruz a todos los vicios que devastan y
luchan en el alma. Estos son los administradores del espíritu, enviados
para prestarnos su ayuda. Están entre los que salmodian y asisten a los
que oran, y están junto a los que leen y meditan”.
S. Elredo de Rieval, Oner 5,3
Oración
Guillermo de Saint-Thierry
- Med IV, 1-2.13-14
- Med V, 1-3
- Med XIII, 9
- Ep frat 105
- Ep frat 123
- Ep frat 176-181
S. Bernardo de Claraval
- Adv III, 5
- Adv VIII, 9
- Asc I, 1
- Asc IV, 11
- Asc V, 1
- Asc VI, 14
- Div 25, 7-8
- Div 55, 2
- Ep 142, 1
- Miss IV, 11
- Nat BVM 1
- QH XV, 3
- QH XV, 6
- QH XVI, 1
- Quad IV, 2
- SC 3, 5
- SC 9, 7
- SC 12, 5
- SC 15, 2
- SC 18, 5
- SC 46, 5-6
- SC 50, 5
- SC 54, 8
- SC 62, 2
- SC 86, 2-3
S. Elredo de Rieval
- Inst 100
- Inst 101
- Inst 120.121
- Oner 5, 3
- Spec II, 39
Gilberto de Hoyland
- SC VI, 1
- SC VII, 2
Isaac de Stella
- OS V [5], 6-7
Balduino de Ford
- Sac alt II, 4
- Sac alt III, 2
- Tract IV
- Tract VI
- Tract VIII
- Tract IX
Juan de Ford
- SC XII, 1
Paz
224
conocido todo lo que el Hijo ha oído del Padre porque ellos, también por
ser pacíficos serán llamados hijos.
6. Hermanos dilectísimos, ¿cuál es -os ruego por la caridad de
Cristo-, ¿cuál es esta paz que debe ser tan amada, tan deseada, esta paz
tan cara o esta pacificación que debe ser colocada por encima de todos
los grados de la virtud, que debe ser puesta por encima de todos los
méritos, que alcanza la cima de todo, que otorga la bienaventuranza más
alta y más excelente de todas? Busquemos junto a los hombres, busquemos
junto a los santos ángeles, que se interesan por nosotros y por nuestras
cosas. Y, sobre todo, puesto que esta sabiduría nos es absolutamente
necesaria, pidámosla a aquél que da con abundancia y sin reproche. 7,
Busquemos en la oración, en la meditación, en la lectura, sin desfallecer
jamás. Porque si insistimos en la búsqueda ciertamente encontraremos; lo
ha afirmado esa misma Verdad que buscamos: Buscad y encontraréis. Este es
el tesoro escondido en el campo, la perla preciosísima que debe ser
buscada con ahínco, adquirida a un alto precio, y guardada con sumo
cuidado. Es el monte de los montes, en el cual sólo el Hijo existe, por
naturaleza, con el Padre. Pero, para no ser él solo el heredero, se dignó
adoptar hermanos. Debe buscarse pues, con el mayor cuidado, todo aquello
que hace que podamos ser hermanos de Cristo e hijos de Dios: Herederos de
Dios, coherederos de Cristo.
8. Y he aquí que uno de los serafines, en quien se encuentra la
plenitud de la dilección, y tal vez la misma que buscamos dice: A cuantos
le recibieron les dio el poder de devenir hijos de Dios.
¿Acaso dice: A cuantos le vieron? Los puros de corazón son los que
ven, pero los pacíficos son los que reciben. Tal vez es éste, más aún,
verdaderamente es éste el campo donde se encuentra escondido el tesoro.
Dice: A cuantos le recibieron”. Isaac de Stella, OS V [5], 6-8
“Formemos todos la misma túnica, para que sólo tengamos una, tejida
por todos. Sí, una única entre todos. Aunque seamos muchos y muy
distintos, para él sólo existe una paloma mía, hermosa mía y sin defecto.
Por lo demás, ni yo solo ni tú sin mí, ni el otro sin nosotros dos, sino
todos a la vez, tejemos esa túnica, si de verdad nos empeñamos en guardar
la verdad con el vínculo de la paz”. S. Bernardo de Claraval, Apo 7, 1
227
“Pero si todavía deseas violentar el reino del amor hasta destacarte
como un buen invasor, y pretendes ocupar hasta sus últimos reductos,
entonces no cierres tus entrañas de bondad ni siquiera a tus enemigos.
Haz el bien incluso a los que te han odia o, ruega por los que te
persiguen y calumnian, empéñate en hacer la paz hasta con los que la
rechazan. De esta manera, la anchura del cielo será la anchura de tu
alma, y no serán desiguales en altura; ni serán distintas por su belleza,
cumpliéndose aquello que dice: Extiendes los cielos como una tienda.”.
S. Bernardo de Claraval, SC 27, 11
Paz
S. Bernardo de Claraval
- Adv VIII, 8
- Apo 7, 1
- Asc VI, 5
- Ep 142, 1
- SC 27, 11
- SC 61, 3
- SC 62, 4
S. Elredo de Rieval
- Spec I, 52
- Spec III, 3
Isaac de Stella
- OS V [5], 6-8
- OS V [5], 24
Balduino de Ford
- Sac alt II, 1
228
- Tract IV
- Tract V
- Tract XIV
- Tract XV
Peregrinos
“Si Dios mira como hecho a sí mismo todo acto de humanidad para con
uno de sus miembros, ¿cuánto más recordará con gratitud lo que se hace a
su mismo Espíritu diciendo: fui peregrino y me recibisteis? ¿Acaso la
pobreza de muchos santos que no les permite recoger vagabundos ni
alimentar a los hambrientos, podrá mostrarse inhumana e inhospitalaria
con el Señor, que acostumbra a hospedarse principalmente entre los
pobres?” Beato Guerrico de Igny, Asspt III [49], 4
Peregrinos
S. Bernardo de Claraval
- SC 26, 1
- SC 59, 3-4
Permanecer
230
y el beneficio del poder divino, cuando [Dios] haya comprobado que
vuestra constancia frente a él es invencible”.
Beato Guerrico de Igny, JB II [41], 2
“Me basta que Jesús viva. Si él vive, vivo yo, porque de él pende mi
alma, es más, él es mi vida, él sólo me basta. Pues ¿qué podría faltarme
si Jesús vive? Que me falten todas las cosas –nada me importa-, con tal
de que Jesús viva. Por tanto, si fuere de su agrado que yo me faltara a
mí mismo, me basta que él viva, aunque sólo fuera para sí. Cuando el amor
de Cristo haya absorbido todo el afecto del hombre, hasta el extremo de
que, despreocupado y olvidado de sí, no tenga otro sentimiento que el de
Jesucristo y las cosas de Jesucristo, entonces, a mi modo de ver, la
caridad en este hombre es perfecta. A quien se halla penetrado de este
afecto, la pobreza no le es gravosa; no siente las injurias, se ríe de
los oprobios, tiene en poco los perjuicios, estima la muerte como
ganancia, digo más, no piensa que muere, cuando sabe de cierto que pasa
de la muerte a la vida”. Beato Guerrico de Igny, Res I [33], 5
“Sé bien que deseas que seamos importunos contigo. Aunque parezca
que no nos atiendes, aunque te excuses alegando que ya estás en el cielo
y tus apóstoles se hallan contigo en el lecho, con todo perseveraremos
pidiendo, buscando, llamando”. Beato Guerrico de Igny, Rog [36], 2
“La soberbia del corazón aleja a unos por la sabiduría que habían
hallado; a otros, como lo vemos en Salomón, los aparta por los placeres
de la carne; todos en una palabra, irritados contra ellas (las virtudes),
la dejan por ligereza e inconstancia de ánimo, heridos por una leve
perturbación; son aquellos que creen por un tiempo y a la hora de la
tentación se vuelven atrás. ¿Por qué se vuelven atrás? Por carecer de
raíces que los sostengan. ¿Y cómo podrán arraigar si no permanecen? Jamás
planta alguna pudo arraigar a no ser permaneciendo en el lugar donde fue
colocada.
No es posible que el justo, plantado en la casa del Señor, pueda
arraigarse ni establecerse en la caridad si no se detiene y permanece
estable en el lugar. Porque si no está enraizado no podrá florecer ni dar
fruto que permanezca. Y si pareciera vislumbrarse un comienzo de
esperanza de que va a florecer, se dirá de él: Antes de la mies se ha ido
en flor y todo brotará antes de la sazón, o bien, según otro profeta: Si
diera fruto, se lo comerán los extraños. Ahora bien, ¿quieres saber cuál
es la estabilidad necesaria en un lugar para permanecer en la sabiduría,
a fin de poder arraigar y fructificar a su tiempo? Pregunta a tu padre
Benito y te dirá que el claustro del monasterio, y la estabilidad en la
comunidad, es el lugar idóneo para producir fruto de todas las virtudes,
de las cuales en el mismo pasaje nos teje un largo catálogo”.
Beato Guerrico de Igny, Ben I [22], 2
“El temor del Señor piensa siempre en este ojo eterno, que ve y
juzga todas las cosas de continuo y solicita nuestros pensamientos; él
aparta no sólo de las malas obras, sino también de los malos
pensamientos, enseñándonos a meditar más bien en la justicia,
reteniéndonos para que permanezcamos con la sabiduría. De aquí procede
que quien primero fue castigado con el temor del juicio y de la pena, sea
alimentado después con el amor y la meditación de la justicia, y en
definitiva descanse y se regocije en el banquete y abrazo de la
sabiduría”. Beato Guerrico de Igny, Ben I [22], 6
“Pero está el amor con el cual Dios nos ama, y el amor con el cual
nosotros amamos a Dios. Permaneceremos en el uno y en el otro si
perseveramos en amar a Cristo. Porque el Señor conserva a todos los que
le aman.
… Al decir: El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y
yo en él, Cristo declara abiertamente que el que cree en Él y le come, no
recibe al comerle más que la fuerza de permanecer en Él hasta que Él
venga en la vida eterna. De ahí que el justo ore: Confirma, oh Dios, lo
234
que has hecho en nosotros. Cuando se come este alimento con una fe
perfecta y con la debida veneración, da la justicia, la perseverancia y
la vida eterna; justificados por la fe, arraigados en el amor,
permaneceremos con seguridad en aquél que se ha hecho por nosotros
refugio y “fortaleza, y que, también él, permanece en nosotros para
siempre, como está escrito: Que se alegren todos los que esperan en ti.
Estarán en la alegría para siempre y tu habitarás en ellos”.
Balduino de Ford, Sac alt II, 3
“Así estuvo con los justos del Antiguo Testamento.Ahora está con
nosotros participando de nuestra naturaleza por el misterio de la
Encarnación. No bastó a Jesús, como prueba extrema de su amor, permanecer
con nosotros. Él nos estrecha con un vínculo más fuerte y nos une más
maravillosamente a él por el sacramento de la comunión, a fin de estar él
en nosotros y nosotros en él, según sus palabras: Quien come mi carne y
bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él”. Balduino de Ford, Tract I
“En el momento de nuestra conversión comenzamos a humillamos bajo la
poderosa mano de Dios, a permanecer en reposo ante el Señor y a
estremecernos ante sus palabras. Entonces, también él reposa en nosotros,
como lo atestigua diciendo: ¿Sobre quién descansará mi Espíritu, sino
sobre el humilde y reposado, y que tiembla ante mis palabras?. Y nosotros
descansamos en él, como dice de nuevo: Aprended de mí porque soy manso y
humilde de corazón y encontraréis reposo para vuestras almas
… Amemos pues al prójimo ya sea en Dios, si es bueno; ya a causa de
Dios, si es malo. Amémoslo para poder habitar así en Jacob, es decir,
para permanecer en la comunión de los justos, y alejarnos de la comunión
de los malos; para que nunca seamos de ellos, ni cuando debemos vivir
entre ellos o con ellos”. Balduino de Ford, Tract V
Permanecer
235
Guillermo de Saint–Thierry
- Ep frat 53
S. Bernardo de Claraval
- Circ 3, 7
- Pre 44
S. Elredo de Rieval
- STemp Nat BVM I [ 19], 2
Gilberto de Hoyland
- SC 1, 2
Balduino de Ford
- Sac alt II, 3
- Tract I
- Tract V
- Tract XI
- Tract XV
Pobreza
“Cristo que era rico se hizo pobre por nosotros y nos dio el
precepto de la pobreza voluntaria. Se dignó dársenos él mismo como modelo
de esta pobreza”. Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 160
“¿de qué nos serviría una sobriedad tan austera en nuestras comidas,
una pobreza tan notable en el hábito que vestimos, tantos sudores en el
diario trabajo manual, tanto rigor de ayunos y vigilias constantes, una
vida monástica tan especial y tan dura, si al fin todo lo hacemos para
ser admirados por los hombres?”. S. Bernardo de Claraval, Apo 1, 4
“Una Orden (nuestra) que fue la primera en toda la Iglesia. Con ella
precisamente nació la Iglesia. No había en la tierra otra como ella, tan
parecida a los coros angélicos. Ninguna más próxima a la Jerusalén
celestial, nuestra Madre, por la nitidez se su pureza y por el fuego de
su amor, pues sus fundadores fueron los Apóstoles y a sus iniciadores les
236
llama santos muchas veces el apóstol Pablo. Nadie en aquella comunidad
guardaba para sí lo que era suyo; todo lo distribuían según lo que
necesitaba cada uno, y no para satisfacer sus pueriles caprichos. Como
nadie recibía más que lo necesario, no tenían ni siquiera ocasión de
poseer nada superfluo o especial, y menos aún nada singularmente
llamativo.
Aplicando la frase según lo que necesitaba cada uno a las prendas de
vestir, significa que eran las imprescindibles para cubrirse y
abrigarse…. Se le daba a cada uno lo necesario. No podrían preocuparse
demasiado del precio, de la calidad o del color de la ropa si pusieran
toda su alma en la mutua concordia, en su unidad espiritual y en el
cultivo de la virtud. En el grupo de los creyentes todos pensaban y
sentían lo mismo”. S. Bernardo de Claraval, Apo 24, 2
“¿Acaso no valoráis mucho más vuestra pobreza que todos los tesoros
del mundo? Efectivamente, la pobreza os libera de toda palabra cruel.
¿Cómo podría exigiros Dios lo que habéis abandonado por su amor? Y, por
añadidura, con el trabajo de vuestras manos alimentáis y vestís al mismo
Cristo en los pobres para que nada le falte. Dad, pues, gracias a Dios;
vivid alegres, diciendo: Porque él me libró de la red del cazador y de
toda palabra cruel. Estad alegres, os lo repito; pero, de momento, seguid
temiendo. Quiero que viváis alegres, pero no seguros; con la alegría que
viene de Espíritu Santo, pero con temor y precavido contra la recaída”.
S. Bernardo de Claraval, QH III, 4
237
riquezas, sino que estén contentos teniendo lo suficiente para comer y
vestirse, como dice el Apóstol”. S. Bernardo de Claraval, QH V, 2
240
“Unos aman la pobreza por Cristo, son imitadores de la pobreza de
Cristo y de ellos es el Reino de los cielos. Otros no la aman, sino que
pacientemente la soportan y son purificados en el crisol de la pobreza, a
fin de que, probados, puedan entrar en el Reino de los cielos. Otros,
empero, ni aman la pobreza para sí, ni la soportan: no les falta nada
como para ser pobres; pero aman a los pobres por Cristo, les dan
fácilmente, comparten, y no esperan en lo inseguro de las riquezas, sino
que atesoran para sí un buen capital para el futuro, a fin de conquistar
la vida eterna. Estos, en virtud de la pobreza han de entrar en el Reino
de los cielos, pero serán recibidos por los pobres, y para consuelo de
estos han de acoger la alternativa de un feliz intercambio.
Pero si todos los buenos han de entrar en el Reino de los cielos,
tanto los que aman la pobreza, como los que la soportan, como también los
que la remedian: ¿qué significa que este Reino que todos deben compartir,
sólo es prometido a aquellos que abrazan la pobreza voluntaria, si sólo
estos son considerados como pobres de espíritu? Y es por esta diferencia
que no se dice de ellos: Entrarán en el Reino de los cielos, sino lo que
parece mayor aún: De ellos es el Reino de los cielos.
…Los pobres de espíritu que no abajan su corazón hacia las cosas de
la tierra sino que desean las del cielo, suspiran y se abrasan por ellas;
estos elevan su alma hacia Dios. Allí está su vida escondida con Cristo,
allí va su mirada y su amor, allí está su tesoro y su corazón. ¡Oh feliz
pobreza, que ha de ser recompensada no sólo en el Reino de los cielos,
sino con el mismo Reino de los cielos! ¡Oh feliz pobreza, aunque
despreciable para el mundo, digna de ser honrada, sin embargo, para Dios!
Él se apiada del pobre y del indigente, y salvará las almas de los
pobres, y hará su nombre digno de honra ante él”.
Balduino de Ford, Tract IX
241
“Confesar la propia fe es anunciar a Cristo con la lengua y la vida,
la palabra y el ejemplo, las conversaciones y las costumbres; es llevar
la humillación de Cristo, no avergonzarse de la humildad, la pobreza y
todo abajamiento soportado por Cristo. Balduino de Ford, Sac alt III, 1
Pobreza
Guillermo de Saint-Thierry
- Ep frat 160
S. Bernardo de Claraval
- Adv IV, 5
- Adv IV, 7
- Ann III, 8
- Apo 1, 4
- Apo 24, 2
- Ep 42, 37
- Ep 142, 1
- Miss IV, 10
- QH III, 4
- QH V, 2
- QH VIII, 12
- SC 1, 12
- V Nat IV, 6
S. Elredo de Rieval
- Inst, 9
- Inst, 11
- Inst, 15
- Inst, 53
Isaac de Stella
- O Epi I [8], 14
- OS I [1], 18
- 4p Epi [14], 10
Balduino de Ford
- Sac alt III, 1
- Tract IX
Quietud - Reposo
“La quietud es agradable para los que están cansados. Por eso, grata
y oportunamente os llega este día de reposo y de fiesta a vosotros que
estáis cansados, para que, a la vez que celebramos el reposo de la santa
Madre de Dios, no sólo se recreen nuestros cuerpos por esta quietud del
trabajo de las mieses, sino también los corazones respiren con el
recuerdo y amor de aquella quietud eterna.
El fruto de este trabajo será aquel reposo; reposo del trabajo,
recompensa por el trabajo, cuyo fiel recuerdo repara las fuerzas durante
el trabajo”. Beato Guerrico de Igny, Asspt III [49], 1
“Pero el día sexto recogió cada uno el doble, a saber, dos gomor por
cabeza. Los principales del pueblo vinieron a decírselo a Moisés, que les
contestó: esto es lo que ha ordenado el Señor: el reposo del sábado
estará consagrado al Señor.
… Pero también en el estado actual puede decirse que hay en la
Iglesia o en el alma un desierto, porque huyendo del tumulto y de la
multitud de los errores y de los vicios, se vuelven hacia el reposo del
espíritu. Por eso decía un penitente: He venido a ser como pelicano en el
desierto. Y también: He aquí que he huido a lo lejos y he quedado en la
soledad.
… La justicia perfecta es el gomor del sábado, porque los que la
recogen poseen el reposo sabático del corazón en la paz y el reposo, en
el gozo y la alegría
… Moisés añade; El reposo del sábado estará consagrado al Señor. El
Señor ama el reposo; ama descansar en nosotros, y mediante esto que
nosotros reposemos en Él. Pero hay un reposo del tiempo venidero del cual
244
está escrito: En adelante, dice el Espíritu, que descansen de sus
trabajos. Y hay un reposo del tiempo presente del cual dice el Profeta:
Descansad de hacer el mal. Se llega al reposo del tiempo futuro por las
seis obras de misericordia enumeradas en el Evangelio en el pasaje en que
se dice: Tuve hambre y me disteis de comer, etc.; o por la perfección que
indica el número seis, según la medida de justicia más o menos grande que
tiene cada uno. Porque hay seis días durante los cuales hay que trabajar;
a continuación viene la noche, es decir la muerte, donde nadie puede
trabajar. Después de estos seis días viene el sábado, porque después de
la consumación de las buenas obras viene el reposo de las almas”.
Balduino de Ford, Sac alt III, 2
246
ferviente ocio de su contemplación. Por eso dice que todo se debe a la
voz de su amado, que les habló en ese sentido”.
S. Bernardo de Claraval, SC 53, 1
Quietud - Reposo
S. Bernardo de Claraval
- Hum 26, 1
- SC 51, 2
- SC 53, 1
S. Elredo de Rieval
- Spec I, 67
- Spec III, 5
- Spec III, 19
Gilberto de Hoyland
- SC 1, 2
Balduino de Ford
- Sac alt III, 2
- Tract V
- Tract IX
Adam de Perseigne
- Ep XXIX
Recuerdo de Dios
“Ya que todo don acabado tiene de arriba, del Padre de los astros.
Este perfume se extrae de los beneficios divinos otorgados al género
humano. ¡Feliz el alma que los recoge minuciosamente y se esmera para
reunirlos ante la mirada de su espíritu con digna acción de gracias!
Cuando los haya molido, triturándolos en el almirez de su corazón con el
mortero de su meditación continua, cuando los ponga a hervir en el fuego
de los santos deseos y los rocíe con óleo de júbilo, resultará un perfume
más valioso y exquisito que el primero. Para demostrarlo baste el
testimonio del que dice: El que me ofrece acción de gracias, ése me
honra.Es indudable que el recuerdo de los beneficios suscita la
alabanza”. S. Bernardo de Claraval, SC 10, 7
“Mas los que viven en acción de gracias, sólo miran a Dios que atrae
toda su atención, y por eso conviven realmente entre sí. Su actitud es
buena, porque toda la gloria se la dan al Señor, a quien corresponde en
justicia, y además es agradable por el gozo que reporta.
Los exhorto a que intenten salir del molesto y angustioso recuerdo
de los pecados y caminen por las sendas más cómodas del recuerdo sereno
247
de los beneficios de Dios. De este modo contemplándolo a él se aliviarán
de su propia confusión. Mi deseo es que experimenten el consejo del santo
Profeta cuando dice. Sea el Señor tu delicia y él te dará lo que pide tu
corazón. Ciertamente es necesario el dolor de los pecados pero no
continuo. Hay que variarlo con el recuerdo más agradable de la ternura
divina.
Pero jamás hombre alguno será capaz de atraer a la memoria y
recoger todos los bienes que el Señor piadoso y clemente derrama sin
cesar sobre los mortales. Que al menos los redimidos nunca olvidemos su
obra primordial y más sublime, la de nuestra redención”
S. Bernardo de Claraval, SC 11, 1-3
“2. En uno de mis sermones anteriores dije que los dos pechos de la
esposa son la congratulación y la compasión, según la doctrina de Pablo:
Con los que están alegres, alegraos; con los que lloran, llorad. Como ha
de vivir en la prosperidad y en la adversidad, sabe que nunca le faltarán
peligros y quiere tener así a su amado entre sus pechos. Su continua
protección le mantendrá firme en ambas situaciones y no se engreirá por
sus alegrías, ni se dejará abatir en sus tristezas. Si eres sensato
imitarás la prudencia de la esposa, y no consentirás que te arranquen
jamás de tu pecho esa querida bolsita de mirra, reteniendo siempre en tu
memoria y acariciando en su asidua meditación todos los dolores que por
ti padeció, hasta que puedas decirle también tú: Mi amado es para mí una
bolsita de mirra, que descansa entre mis pechos.
3. Yo también, hermanos, cuando me convertí me di cuenta que me
faltaban toda clase de méritos. En su lugar traté de hacerme con esa
bolsita para colocarla entre mis pechos, introduciendo en ella todas las
ansiedades y amarguras de mi Señor: todas las limitaciones de su
infancia, el cansancio de su predicación posterior, la fatiga de sus
correrías, las vigilias de su oración, las tentaciones en sus ayunos, las
lágrimas de su compasión, las asechanzas que le tendían cuando hablaba,
los peligros de sus falsos hermanos, las afrentas, los salivazos, las
bofetadas, las mofas, las acusaciones, los clavos y todos los demás
248
sufrimientos que sabemos padeció hasta la saciedad así lo detalla la
narración evangélica para la salvación de nuestro linaje.
Entre tantas ramitas de esta planta balsámica no olvidé la mirra que
bebió en la cruz, ni aquella con que lo ungieron en el sepulcro. Con la
primera se apropió la amargura de mis pecados; con la segunda consagró a
futura incorrupción de mi cuerpo. Mientras viva, saborearé el recuerdo de
su penetrante perfume; no olvidaré jamás tanta conmiseración con la que
me diste la vida. S. Bernardo de Claraval, SC 43, 2-3
249
4. Busquemos la sabiduría en nuestro corazón, pero la sabiduría que
mana de la fe, como dice el Apóstol. Sin ser más sabios de lo que
conviene, sino siendo sobrios en el saber. Esta sobriedad en la sabiduría
consiste en dolerse de los pecados pasados, despreciar las comodidades
presentes y desear los premios futuros Encuentras la sabiduría cuando
lloras los pecados, no das valor a las ambiciones del mundo y todo tu
deseo se lanza a la felicidad eterna. Encuentras la sabiduría cuando
distingues el sabor de cada cosa: rechazas lo primero porque es amargo,
desprecias lo otro como efímero y pasajero, y consideras que lo más digno
y perfecto es anhelar aquellos bienes. En este juicio y discernimiento te
guía un gusto secreto del espíritu”. S. Bernardo de Claraval, Div 15, 2.4
“¿Qué hay tan piadoso para los afectos de los fieles, tan medicinal
para las costumbres, qué cosa destruye los pecados, crucifica los vicios,
alimenta y fortalece las virtudes, como el recuerdo del Crucificado?”.
Beato Guerrico de Igny, Palm II [30], 1
253
“Él añade otra razón: Cada uno se apresura, antes de la cena del
Señor, a tomar su propia cena —es decir su refección corporal— para
comerla y no para darla a los pobres. Lo que él llama : Cena del Señor,
es la recepción de la Eucaristía, que no se debe tomar después de haber
comido sino en ayunas, en honor de un tan grande Sacramento. Sin duda que
Cristo la ha dado a sus discípulos después de la cena, para ponerla más
en evidencia, porque quería que ella fuese el último recuerdo suyo
grabado en el corazón y en la memoria de ellos; pero reservó a sus
Apóstoles el enseñar cómo había que recibirla en lo sucesivo”.
Balduino de Ford, Sac alt II, 3
“Este maná tiene un sabor dulce cuando allana las dificultades, cura
las enfermedades, rechaza las tentaciones; cuando secunda los esfuerzos y
afirma la esperanza. Jesús es dulce, y su nombre es dulce y su recuerdo
es el deseo del alma. Este maná tiene un sabor dulce cuando allana las
dificultades, cura las enfermedades, rechaza las tentaciones; cuando
secunda los esfuerzos y afirma la esperanza. dulzura es el primero de los
dones, y la más elevada de las delicias.
…Los que lo han gustado tienen todavía hambre los que tienen hambre
serán saciados , y saciados, siempre lo alabarán, y siempre brotará de su
corazón el recuerdo de su dulzura.” Balduino de Ford, Sac alt III, 2
“Por esto dice: Ponme como sello sobre tu corazón, como si dijera:
Ámame como yo te amo. Tenme en tu espíritu, en tu memoria, en tu deseo,
en tus suspiros, en tus gemidos y sollozos. Acuérdate, hombre, cómo te
hice, cuánto te preferí a las demás criaturas, con qué dignidad te
distinguí, cómo te coroné de gloria y honor, cómo te hice poco menor que
los ángeles, cómo sometí todas las cosas bajo tus pies. Acuérdate, no
sólo de cuánto hice por ti, sino de cuán duro, cuán indigno es lo que
soporté por ti; y fíjate si no obras inicuamente contra mí al no amarme.
Porque ¿quién te ama tanto como yo? ¿Quién desea ser amado por ti tanto
como yo? ¿Quién te creó, sino yo? ¿Quién te redimió, sino yo? ¿Quién como
defensor de tu vida afrontó el peligro del combate, sino yo?”.
Balduino de Ford, Trac X
Recuerdo de Dios
Guillermo de Saint-Thierry
- Enig fid III, 23
- Ep frat 27.30
- Ep frat 112
- Exp Cant 30.42.43
- Nat am 3
S. Bernardo de Claraval
- Asc VI, 14
- Csi V, 32
- Dil 10-13
- Div 15, 2.4
- Div 32, 4
- SC 10, 7
- SC 11, 1-3
- SC 12, 8
- SC 15, 6
- SC 20, 8
- SC 22, 9
- SC 43, 2-3
254
- Sent I, 12
- Sent II, 19
S. Elredo de Rieval
- Spec I, 11
- Spec I, 16
Balduino de Ford
- Sac alt II, 3
- Sac alt III, 2
- Trac X
255
con Cristo, no pecará para no caer en la muerte y el pecado no tendrá ya
dominio sobre él.
¿Quién dudará, de que es un comercio lucrativo sembrar un cuerpo
mortal, animal, abyecto, para resucitar inmortal, espiritual, glorioso?;
¿morir al mundo para poder decir: Mi vivir es Cristo y el morir una
ganancia?”. Beato Guerrico de Igny, Res II [34], 3
256
menudo el misterio de su resurrección matutina para quienes lo aguardan
velando
… Pero para vosotros, que teméis mi nombre, nacerá el sol de
justicia, quien camina en la justicia sus ojos contemplarán al rey en su
gloria. Y esta es en verdad la bienaventuranza de la vida futura, que en
cierto modo se nos concede también para consuelo de la vida presente,
como lo demuestra manifiestamente la resurrección de Cristo”.
Beato Guerrico de Igny, Res III [35], 3
“Él llegó a la resurrección por los oprobios, por las injurias, por
los azotes, por la cruz, por la muerte. En la resurrección dejó el
fermento y, entonces, nos ofrece su Carne pura e inmortal.
… El Señor nuestro, en la resurrección del cuerpo, dejó el fermento
de la inmortalidad. Nosotros por la resurrección del alma, deponemos el
fermento de la iniquidad. Ahora bien, si Él llegó a la resurrección de la
carne por las tribulaciones de la vida, con mayor motivo necesitamos
nosotros llegar a la resurrección del alma por las mismas tribulaciones
de la vida y, de esta forma, podremos dejar el fermento del pecado por la
resurrección del alma, como dice el Apóstol para que seamos una nueva
masa.
La antigua masa era el pecado con el que todos fuimos amasados y
fermentados. La nueva masa es la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, con
la que fuimos amasados y, por eso, purificados de aquel mal fermento.
Como la harina, cuando es amasada con agua, se junta y hace una
masa, así nosotros, cuando fuimos amasados en el bautismo, nos hemos
257
hecho como una masa con Cristo, como dice el Apóstol: Porque un pan, un
cuerpo, somos todos los que de un Pan participamos.
Sin embargo, como por nuestra negligencia, nosotros mismos nos
manchamos después de aquella purificación, es preciso que nos acojamos a
la Sangre de Cristo, esto es, que por la imitación de su Pasión podamos
ser partícipes de su resurrección: primero en el alma; y en el día del
juicio, en el cuerpo juntamente con el alma.
Como ello no puede hacerse por nosotros, nos obliga a que imploremos
su misericordia para que se digne obrar esto en nosotros el mismo
Jesucristo Nuestro Señor el cual, con el Padre y el Espíritu Santo, vive
y reina por los siglos de los siglos. Amén.”
S. Elredo de Rieval, STemp Pasc II [12], 6
“Cristo murió una sola vez, y una sola vez resucitó. Para una única
muerte, convenía una única resurrección. En cambio, para nosotros una
resurrección no podría bastar. Estamos de tal modo postrados en las
profundidades, con nuestra deuda de una doble muerte, estamos de tal modo
postrados que con una sola resurrección no podríamos quedar satisfechos.
Una doble resurrección nos es necesaria, la primera y la segunda.
¡Bienaventurados los que participan de la primera!. La primera
resurrección es parcial: del alma más que del cuerpo, aunque el cuerpo
participa algo de ella; y porque es imperfecta, no se da más que en forma
parcial. Pero cuando llegue lo perfecto, desaparecerá lo parcial. La
segunda resurrección debe ser de una perfección absoluta; a la cual
absolutamente nada le faltará.
Estas dos resurrecciones se distinguen por la palabra del Señor que
dice: llega la hora, cuando los muertos que están en los sepulcros, oirán
la voz del Hijo de Dios, y los que la oyeren vivirán.
… De nuestra doble resurrección, tanto de la primera como de la
segunda, la resurrección de Cristo es la causa y la forma, el ejemplo y
el sacramento. En efecto, por la fe y por la imitación de la resurrección
de Cristo somos reformados, justificados, santificados, resucitados de la
muerte, para que muertos al pecado, vivamos para la justicia; para que
caminemos en una vida nueva, en espera de la adopción de los hijos de
Dios y de la redención de nuestro cuerpo. Pues en la segunda
resurrección, Cristo reformará nuestro cuerpo de miseria, conformándolo a
su cuerpo de gloria.
… La primera resurrección comienza por la obediencia, y se consuma
por la perseverancia. La segunda comienza por la gloria, y se estabiliza
por la eternidad. Quien perseverará en la obediencia hasta el fin,
perseverará sin fin en la gloria. Porque la perseverancia, en cierto modo
es semejante a la eternidad. Pues, así como la eternidad es como una
perseverancia en la gloria, así también la perseverancia es como una
eternidad en la obediencia: porque quien perseverará hasta el fin, ese
será salvo”. Balduino de Ford, Tract IV
258
“3. Tal vez necesitemos explicar en qué consiste levantar el
corazón, o cómo conviene levantarlo. Damos la palabra al Apóstol: si
habéis resucitado con Cristo, buscad lo de arriba, donde Cristo está
sentado a la derecha de Dios; estad centrados arriba, no en la tierra. Es
decir: si habéis resucitado con él, subid con él; si vivís unidos a él,
reinad con él.
Hermanos, acompañemos siempre al Cordero: cuando sufre, cuando
resucita y más aún cuando asciende. Que nuestro hombre viejo esté
crucificado con él, para que se destruya el individuo pecador y ya no
seamos esclavos el pecado. Extirpemos cuanto de terreno hay en nosotros.
Y así como él fue resucitado de la muerte por el poder del Padre,
emprendamos también nosotros una vida nueva. Si murió y resucitó fue para
que abandonemos el pecado y nos entreguemos a la Justicia.
4. Y como una vida nueva exige un lugar más seguro, y la
resurrección pide un estado superior , acompañemos al que sube: busquemos
lo de arriba, no lo de la tierra. ¿Quieres conocer ese lugar? Escucha al
Apóstol: la Jerusalén de arriba es libre y ésa es nuestra madre. ¿Deseas
saber qué hay allí? Allí reina la paz: glorifica al Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios Sión: ha puesto paz en tus fronteras.
¡Oh paz que superas todo razonar! ¡Paz sobre toda paz! ¡Medida sin
medida, colmada, remecida, rebosante! Alma cristiana: sufre con Cristo,
resucita y asciende con él. Es decir: apártate del mal y haz el bien,
busca la paz y corre tras ella. En el libro de los Hechos, Pablo recuerda
a sus discípulos la continencia, la justicia y la esperanza de la vida
eterna. Y la Verdad por excelencia manda en el Evangelio tener siempre el
delantal puesto y encendidos los candiles, y parecernos a los que
aguardan la vuelta de su amo”. S. Bernardo de Claraval, Asc VI, 3.4
259
Resucitar con Cristo
S. Bernardo de Claraval
- Asc VI, 3.4
- Res I, 18
- Sent II, 19
- SC 75, 12
S. Elredo de Rieval
- STemp Pasc II [12], 6
Balduino de Ford
- Tract I
- Tract IV
Sabiduría
261
indiferente; sépase o no, en nada influyen para la salvación o
condenación”. S. Bernardo de Claraval, SC 37, 1
“Creo, sin embargo, que se obtiene no menos mérito -y hasta tal vez
se consiga mayor purificación- si aquello que rara vez y a muy contados
se concede contemplar como en espejo y en enigma, esto es, el poder
comparecer en Jerusalén ante el Señor, nos lo representamos de continuo
por la fe, procurando tenerlo siempre presente en el obrar.
…pasaréis caminando -según promete el Esposo a la esposa- desde el
comienzo del temor, de virtud en virtud, de claridad en claridad como por
el Espíritu del Señor, progresando desde la visión por la fe hasta
aquella otra por espejo y enigma, y por último ascenderéis desde la
contemplación en imagen y figura, a la contemplación real del objeto, es
decir cara a cara.
Si, pues, procuráis llevar constantemente en vosotros la presencia
del Señor por la fe, aunque sea velada, algún día os será concedido
también llegar a contemplar a cara descubierta la gloria del Señor,
aunque sea a través de espejos y enigmas. Mas una vez transcurridos los
días de la purificación, llegará lo más perfecto, poder estar cerca del
262
Señor en Jerusalén, vivir en su compañía y contemplarlo cara a cara por
toda la eternidad”. Beato Guerrico de Igny, Pur V [19], 6
“El temor del Señor piensa siempre en este ojo eterno, que ve y
juzga todas las cosas de continuo y solicita nuestros pensamientos; él
aparta no sólo de las malas obras, sino también de los malos
pensamientos, enseñándonos a meditar más bien en la justicia,
reteniéndonos para que permanezcamos con la sabiduría. De aquí procede
que quien primero fue castigado con el temor del juicio y de la pena, sea
alimentado después con el amor y la meditación de la justicia, y en
definitiva descanse y se regocije en el banquete y abrazo de la
sabiduría”. Beato Guerrico de Igny, Ben I [22], 6
263
“Después de aquella feliz experiencia, del suave gustar de la
dulzura celestial, ¿cómo se introdujo tan grande olvido, tanto descuido
del bien, tanta languidez en el espíritu?”.
Beato Guerrico de Igny, Pent I [38], 4
264
“¿quieres saber cuál es la estabilidad necesaria en un lugar para
permanecer en la sabiduría, a fin de poder arraigar y fructificar en su
tiempo? Pregunta a tu padre Benito y te dirá que el claustro del
monasterio y la estabilidad en la comunidad es el lugar idóneo para
producir fruto de todas las virtudes”.
Beato Guerrico de Igny, Ben I [22], 2
“Tened paz entre vosotros, pero una paz condimentada con la sal de
la sabiduría; buscad con empeño la mansedumbre, mas una mansedumbre
rebosante de fe”. Beato Guerrico de Igny, Ben IV [25], 2
Sabiduría
S. Bernardo de Claraval
- Div 15, 4
- Hum 4, 1
- SC 1, 2
- SC 8, 6
- SC 9, 3
- SC 20, 4
- SC 27, 8
- SC 28, 8
266
- SC 37, 1
- SC 85, 8
S. Elredo de Rieval
- Spec I, 22
- Spec II, 29
- Spec II, 39
Isaac de Stella
- Asspt I[51], 12
- OS I [1], 13
- OS IV [4], 4
Silencio
267
“Para llegar a la sabiduría de permanecer en la sabiduría, estimo
que debemos tener presente que ni la inquietud ni cualquier otra leve
molestia nos debe hacer abandonar fácilmente cualquier obra de sabiduría,
quiero decir la salmodia solemne, la oración, la lectura santa, el
trabajo diario, el silencio.
Respecto al silencio, escucha la promesa del Señor por Isaías: En el
silencio y en la esperanza está vuestra fortaleza. Si, pues, practicas la
justicia en el silencio y dices con Jeremías que es bueno esperar en
silencio la salvación de Dios, en medio del silencio te penetrará en lo
más íntimo la palabra del Señor omnipotente que desciende de su real
solio y las aguas de Siloé que se deslizan en silencio, regarán con
agradables raudales el valle tranquilo y pacífico de tu alma. Esto lo
experimentarás con tal de que tu silencio sea un culto a la justicia, es
decir, si meditas en la justicia para perseverar en la Escritura que te
he propuesto y consideras en la mente la mirada de Dios presente en todas
partes”. Beato Guerrico de Igny, Ben I [22], 5
268
Cuerpo de Cristo, un miembro del Cuerpo místico; ni le traspasa ya
muerto, sino traspasándole lo mata”. S. Bernardo de Claraval, Div 17, 2-5
“Ya sabemos que no todos tienen ese amor que se fía siempre. Pues la
imaginación del hombre y su pensamiento son más propensos para sospechar
el mal que para confiar en el bien Especialmente cuando la observancia
del silencio no permite, ni defenderse al acusado ni descubrir al herido
su falsa interpretación para curarse. Por eso vive como abrasado y muerte
por esa herida mortal, y gime interiormente, carcomido por la ira de sus
juicios, pues en su silencio sólo piensa en la injuria que le han hecho.
Y no puede orar. Es incapaz de leer y meditar en algo santo o espiritual.
Suspendido su aliento vital y privado de todo alimento, ved cómo camina a
la muerte un alma por la cual murió Cristo”.
S. Bernardo de Claraval, SC 29, 4
270
20. Hable raras veces, esto es: en horas bien determinadas y
establecidas, de las que trataremos después ¿De qué debe hablar? De lo
que sea necesario por las exigencias de la vida y para la edificación del
espíritu ¿Con quiénes debe hablar? Con personas determinadas y que le
hayan sido designadas ¿Cómo deberá hablar? Con humildad y moderación,
evitando las palabras altisonantes o violentas, halagadoras o que muevan
a la risa. Pues si esta moderación es propia de un hombre honrado, mucho
más corresponderá a una mujer, más todavía a una virgen y, no qué decir
tiene, a una reclusa.
21. Vive, pues en soledad, querida hermana, permanece silenciosa, y,
si te ves en la necesidad de tener que hablar, sé parca en palabras,
hablando con humildad y modestia, ya se trate de las cosas de la vida
presente o de la salvación del alma.
28. Sea la honestidad ornato de todos los movimientos y palabras de
la reclusa. Esa honestidad será quien modere la lengua, aquiete la ira,
evite los pleitos…
Debe esforzarse sobre todo la reclusa por conservar la serenidad del
espíritu y la paz del corazón, para que pueda poseer como eterno huésped
de su corazón a aquel de quien se ha dicho: Su tabernáculo está en la
paz….
Por donde podrás advertir que nada debes buscar con tanto interés
como el silencio, porque este sacratísimo estado de tu espíritu se pierde
no sólo con conversaciones inútiles, sino también por la excesiva
locuacidad.
47. Anhelando agradar a Cristo de un modo más perfecto en estos
santos días (de cuaresma) renuncie a todo coloquio y considere este
tiempo como un día de bodas, para suspirar con toda la intensidad del
corazón por el abrazo de Cristo.
97.Muerta al mundo y escondida, debes hacerte sorda a sus voces y
enmudecer tu lengua. No debes derramanerte al exterior, sino recogerte.
Tú no eres para vaciarte, sino para llenarte”.
S. Elredo de Rieval, Inst 18.19.20.21.28.47.97
“Así pues, si movido por esos aguijones de los afectos has rechazado
las míseras ollas de los egipcios, y has preferido la pobreza de Jesús a
todas la riquezas del mundo; si has cambiado la mesa real con panes
exquisitos por un plato de verduras; si antepones la sumisión y abyección
a los honores; si te has alejado de las preocupaciones y negocios del
mundo y has decidido procurarte el alimento no abusando de los campesinos
sino con tu propio trabajo y el de tus hermanos; si has cambiado la
locuacidad por el silencio y te has cubierto con el afecto del amor
fraterno en vez de las riñas constantes; si ya has comenzado a cumplir
los votos que pronunciaron tus labios; en una palabra, si con estos
indicios y otros semejantes adviertes que has salido de Egipto y has
cruzado como verdadero israelita las olas de este mar ancho y dilatado,
es decir, de este mundo; aunque no haya descendido sobre ti al instante
el maná de la dulzura celestial, no murmures contra Dios, no le tientes,
ni digas: ¿Está Dios con nosotros o no? Porque el cumplimiento de sus
preceptos es la señal más evidente de su presencia, como él mismo dice:
Si alguien me ama cumplirá mi palabra, mi Padre lo amará, vendremos a él
y habitaremos en él”. S. Elredo de Rieval, Spec II, 36
272
olvidado de lo que está detrás pregunta acerca de su fin. He aquí por qué
en silencio”. Isaac de Stella, PP II [50], 5.6
Silencio
Guillermo de Saint-Thierry
- Ep frat 17
S. Bernardo de Claraval
- Adv III, 5
- Div 16, 1
- Div 17, 2-5
- Div 55, 1.4
- Ep 142, 1
- SC 12, 5
- SC 29, 4
- SC 40, 4-5
- Sent III, 91
S. Elredo de Rieval
- Inst 18.19.20.21.28.47.97
- Spec II, 36
- Spec III, 17
- Spec III, 79
Isaac de Stella
- OS III [3], 14
- 4p Epi II [14], 11.12
- PP II [50], 5.6
- Sex VIII [25], 7
Adam de Perseigne
- Ep XXIX
Soledad - Desierto
“El que está con Dios, nunca está menos solo que cuando está solo.
Entonces libremente se dilata en su gozo, dispone de sí mismo con toda
amplitud para gozar de Dios en sí y de sí en Dios.
Entonces, a la luz de la verdad, en la limpia serenidad del corazón,
la conciencia aparece tersa y pura y el recuerdo henchido de Dios
libremente se derrama en el alma; la inteligencia se esclarece y la
voluntad regusta el bien poseído o llora los propios defectos y las
debilidades todas de la humana naturaleza”.
Guillermo de Saint-Thierry, Ep Frat 30
“2. Debes saber ante todo cuáles fueron las causas y razones que
movieron a nuestros Padres a instituir o poner en práctica este género de
vida. Para algunos vivir en sociedad es una fuente de peligros. A otros,
aunque no los encuentren, la vida social les resulta fastidiosa. Otros
finalmente, sin ninguna de estas razones estiman provechosa para ellos la
vida escondida.
3. Y las razones que a los antiguos impulsaron hacia la vida
solitaria fueron las siguientes: huir de los peligros que consigo lleva
la convivencia, evitar sus graves inconvenientes o poder anhelar y
suspirar con mayor libertad el abrazo de Cristo. Estas son las razones
que llevaron a muchos a vivir solitarios en el desierto.
34.Hemos de proteger nuestra soledad con la alternante sucesión del
trabajo.
56. Ante todo no dejes de considerar las razones por las que debes
preferir la soledad al trato con los hombres La virgen -dice el Apóstol-
se preocupa de las cosas del Señor, para ser santa en el cuerpo y en el
espíritu.
97. Muerta al mundo y escondida, debes hacerte sorda a sus voces y
enmudecer tu lengua. No debes derramanerte al exterior, sino recogerte.
Tú no eres para vaciarte, sino para llenarte”.
S. Elredo de Rieval, Inst 2.3.34.56.97
Soledad - Desierto
Guillermo de Saint-Thierry
- Med IV, 4
- Ep Frat 30
S. Bernardo de Claraval
- Asc VI, 14
- SC 40, 4-5
- SC 47, 4
- SC 52, 3
- SC 52, 5-6
- SC 86, 2
- Sent II, 2
- Sent III, 91
S. Elredo de Rieval
- Inst 2.3.34.56.97
- Spec III, 6
Gilberto de Hoyland
- SC 20, 3
Isaac de Stella
- 4 p Epi II [14], 11.12
- OS I [1], 1-2.4
- OS V [5], 13.15.24
- PP II [50], 14
- Quad II [33], 13
Balduino de Ford
- Sac alt III, 2
Juan de Ford
- SC 100, 3
279
Adam de Perseigne
- Ep 9, 91-93
Trabajo
“La quietud es agradable para los que están cansados. Por eso, grata
y oportunamente os llega este día de reposo y de fiesta a vosotros que
estáis cansados, para que, a la vez que celebramos el reposo de la santa
Madre de Dios, no sólo se recreen nuestros cuerpos por esta quietud del
trabajo de las mieses, sino también los corazones respiren con el
recuerdo y amor de aquella quietud eterna.
El fruto de este trabajo será aquel reposo; reposo del trabajo,
recompensa por el trabajo, cuyo fiel recuerdo repara las fuerzas durante
el trabajo.
Cuando la meditación del reposo eterno da sombra a las cabezas de
los que trabajan, no sólo los refresca en el calor de la tentación, sino
que también renueva sus bríos para el trabajo, como está escrito…por el
deseo de aquella quietud y herencia se sometió voluntariamente al
trabajo”. Beato Guerrico de Igny, Asspt III [49], 1
280
yo trabaje con ellos! Sin duda el trabajo de tales gemidos compensaría
ampliamente en mí el trabajo manual cotidiano”.
Beato Guerrico de Igny, Pent II [39], 4
282
…El detalle de que estas tinajas sean de piedra, indica que no es
fácil observarlas y que el camino que lleva a Dios es costoso y áspero. …
Y finalmente, son de piedra porque son cristianas, labradas de la piedra
que es Cristo, practicadas en la fe en Cristo”.
S. Bernardo de Claraval, Div 55, 1.3.4
“Es muy posible que alguien se tenga por muy fervoroso porque se
entrega denodadamente a las vigilias, ayunos, trabajos y demás
observancias, hasta llegar a creer que ha acumulado durante largos años
muchos méritos. Y por fiarse de eso ha aflojado en el temor de Dios. Tal
vez por su seguridad perniciosa se desvía insensiblemente hacia la
ociosidad y las curiosidades: murmura, difama y juzga a los demás. Si
realmente habitase al amparo del Altísimo, se fijaría sinceramente en sí
mismo y temería ofender a quien debería recurrir, reconociendo que
todavía lo necesita mucho. Tanto más debería temer a Dios y ser más
diligente cuanto mayores son los dones que de él ha recibido, pues todo
lo que poseemos por él no podemos tenerlo o conservarlo sin él”.
S. Bernardo de Claraval, QH I, 1
“Dame un alma que sólo ame a Dios y lo que debemos amar por Dios,
cuyo vivir sea Cristo ya desde hace tiempo, cuyos trabajos y ocios los
llene siempre el Señor, cuyo propósito no sólo mayor sino exclusivo sea
caminar atentamente con el Señor su Dios, y que sea capaz de realizarlo;
dame un alma como ésa y yo no negaré que es digna de los cuidados del
Esposo…” S. Bernardo de Claraval, SC 69, 1
“No despreciemos las obras serviles, ni tengamos por servil nada que
lleve a la abyección y eduque en la humildad” Juan de Ford, SC 89, 1
“Al ir con otros al trabajo se debe preocupar más del por qué se va
a eso que de lo que se hace. Cuando las manos descansan, la mente debe
trabajar en la oración y meditación, que siempre debe hacerse durante el
trabajo”. Arnoldo de Bohérie, Espejo de Monjes 6
“Así pues, si movido por esos aguijones de los afectos has rechazado
las míseras ollas de los egipcios, y has preferido la pobreza de Jesús a
todas la riquezas del mundo; si has cambiado la mesa real con panes
exquisitos por un plato de verduras; si antepones la sumisión y abyección
a los honores; si te has alejado de las preocupaciones y negocios del
mundo y has decidido procurarte el alimento no abusando de los campesinos
sino con tu propio trabajo y el de tus hermanos…”.
S. Elredo de Rieval, Spec II, 36
“¿Dirá alguien que esto puede hacerse alguna vez de manera laudable,
o al menos sin culpa? Quien comete algo digno de condena o deja de hacer
algo necesario para la salvación, se aparta del amor de Dios.
Algunos medios, como la lectio, la meditación, el trabajo corporal,
el ayuno, la oración íntima y otros semejantes, pueden dispensarse,
variarse, cambiarse, e incluso a veces suprimirse, por salvar a un
hermano”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 102
286
“13. Pero dices: Si hay tanta restricción y rigor en el alimento y
en el vestido, ¿por qué tanta fatiga física en los trabajos, tanta
actividad por adquirir las cosas? Porque el que trabaja mucho y adquiere
mucho con el único fin de comer mucho, sólo sirve a su vientre y para él
solo se pone en actividad; por consiguiente, es a fin de tener de donde
dar a quien padece necesidad, para que otros puedan compartir el fruto de
nuestros trabajos, sea con nosotros o después de nosotros.
15.Dijimos que con el trabajo de nuestras manos, con el sudor de
nuestra frente, comemos nuestro pan a semejanza del penitente Adán;
además, si tenemos jornaleros y rebaños, es a semejanza de los
patriarcas. En efecto, nuestros padres, como dice alguien, fueron
pastores de ovejas. Vivir del propio trabajo y del de los jornaleros, y
de la cría de animales, no es apartarse del camino recto, ni tampoco
obrar sin precedentes autorizados. ¿Por qué entonces, algunos comercian y
mendigan, apiñándose en el mercado y frecuentando las cortes? Respondo
brevemente: Lo que pasa de aquí, viene del Maligno.
19. Por eso, consideremos más aquella conocida sentencia donde la
Verdad declara: Hay mayor felicidad en dar que en recibir, y trabajemos
con muchos sudores en lo que podremos dar con mucha caridad. Atendamos
también diligentemente lo que de buen grado podamos distribuir. Con lo
nuestro, más bien que con lo ajeno, edifiquemos un templo a Dios y una
morada digna a sus servidores, teniendo siempre más alegría y
agradecimiento por haber dado que por haber recibido, por haber acogido a
los otros que por haber sido acogidos por ellos, porque está escrito: Dad
limosna, y todas las cosas serán puras para vosotros. Y en otro lugar:
Parte tu pan con el hambriento, y a los pobres y sin hogar recíbelos en
tu casa. Así también nuestros padres, practicando el bien de la
hospitalidad, merecieron hospedar incluso a ángeles”.
. Isaac de Stella, PP II [50], 13.15.19
“Hay que amar a Dios con toda el alma en sus promesas. Él nos ha
concedido grandes dones, pero nos ha prometido otros mayores aún.
Nos ha prometido el descanso del trabajo libertad en vez de
esclavitud, seguridad en lugar de temor, consuelo en la tristeza,
resurrección de la muerte; y una alegría plena en la resurrección, una
alegría suprema e inagotable. Finalmente, se ha prometido él mismo: juró
a nuestros padres que él mismo se entregaría a nosotros”.
Balduino de Ford, Tract III
287
resulta más leve por el fervor de la caridad. La caridad es paciente, es
fuerte, no se fatiga por el trabajo ni se abate por las cargas”.
Balduino de Ford, Tract XVI
Trabajo
Guillermo de Saint-Thierry
- Ep frat 83.84.86.87.158
S. Bernardo de Claraval
- Apo 1, 4
- Asc III, 6
- Asc VI, 7
- Div 27, 2
- Div 39, 1
- Div 55, 1.3.4
- Ep 42, 37
- Ep 142, 1
- QH I, 1
- QH III, 4
- SC 1, 5.12
- SC 69, 1
- SC 71, 13
S. Elredo de Rieval
- Inst 10.12.27.34.39.40.47
- Spec II, 15
- Spec II, 36
- Spec III, 79
- Spec III, 96
- Spec III, 102
Isaac de Stella
- OS V [5], 24
- III p Epi I [11], 17
- IV p Epi II [14], 13
- PP II [50], 3-4
- PP II [50], 13.15.19
- Sex II[19], 24
Balduino de Ford
- Tract III
- Tract IV
- Tract V
288
- Tract XVI
Juan de Ford
- SC 89, 1
Esteban de Saley
- Espejo de novicios 11
Arnoldo de Bohérie
- Espejo de Monjes 6
Simplicidad
289
Cristo pobre, a quien sea el poderío y la dominación ahora y por todos
los siglos. Amén”. Beato Guerrico de Igny, Pur IV [18], 6
Simplicidad
S. Bernardo de Claraval
- Div 37, 9
- Pre 36
- QH IX, 2
290
Beato Guerrico de Igny
- Nat V [10], 5
- Pur IV [18], 6
- Ben IV [25], 1
- Ann III [28], 6
- Asspt III [49], 2
Balduino de Ford
- Sac alt II, 1
Vida cenobítica
“2. Con razón vamos de dos en dos, porque de este modo, a fin de
recomendarles la caridad fraternal y la vida común fueron enviados por el
Salvador los discípulos, como testifican los Evangelios sagrados. Turba
la procesión el que presume andar solitario, ni sólo se hace daño a sí
mismo, sino que también es molesto a los demás. Estos son los que se
separan a sí mismos de los demás como los animales, que no tienen
espíritu ni cuidan de conservar la unidad de espíritu con los lazos de la
paz.
3. A más de estas cosas que se han dicho de la vida común y caridad
fraternal, de las buenas obras y fervor santo, la excelsa virtud de la
humildad es principalmente necesaria para que nos adelantemos a honrarnos
mutuamente, de suerte que cada uno no sólo prefiera a sí a los mayores,
sino también a los más jóvenes, en lo que está la perfección de la
humildad y la plenitud de la justicia. Y porque Dios ama a quien da con
alegría y el fruto de la caridad es el gozo del Espíritu Santo, cantemos
como se ha dicho, mientras vayamos recorriendo los caminos del Señor un
cántico nuevo, porque ha hecho cosas maravillosas”.
S. Bernardo de Claraval, Pur 2, 2.3
291
nada por ella: tiene la audacia de preferir la unidad a los ayunos,
vigilias y oraciones.
3. ¡Ojalá permanezca en ella, no como uno de tantos, sino como uno
en relación con todos! Abra de par en par su corazón y llene sus entrañas
con todos los afectos posibles: hágase todo para todos, dispuesto siempre
a sufrir y gozar con todos: Alegrarse con los que están alegres y llorar
con los que lloran”. S. Bernardo de Claraval, Div 65, 2.3
“3. Mirad cómo le duele esto también a su esposa, cuando con los
mismos sentimientos se queja de los hijos de su madre:
Mis hermanos de madre se declararon contra mi. Por eso dice en otro
lugar: Mis amigos y compañeros se alejan de mí, mis parientes se quedan a
distancia.
Alejad de vosotros, por favor, en todo momento esa abominable y
horrorosa desgracia, vosotros los que habéis experimentado y veis qué
dulzura, qué delicia es convivir los hermanos unidos; si vivís unidos y
no divididos. De lo contrario no será una dulzura, ni una delicia, sino
algo pésimo: una tortura. ¡Ay de aquel que perturbe el gozo de la unidad!
Cargará con su sanción quienquiera que sea. Yo preferiría morir antes que
escuchar a cualquiera de vosotros este justo lamento:
Mis hermanos de madre se declararon contra mí. ¿O no sois todos
vosotros en esta comunidad hijos de la misma madre, hermanos unos de
otros? Por tanto, ¿quién podrá turbaros y afligiros desde fuera, si
convivís felices en vuestra casa y gozáis de la paz fraterna? ¿Quién
podrá haceros daño, si os dais con empeño a lo bueno? Ambicionad los
dones más valiosos, para que vuestra emulación sea laudable.
Por eso el don más incomparable es el amor; es el mayor de todos, el
que con tanta insistencia inculcaba siempre a la esposa el esposo
celestial, y ahora lo repite: En esto conocerán que sois mis discípulos:
en que os améis unos a otros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis
unos a otros. Este es el mandamiento mío: que os améis unos a otros. E
igualmente pedía que todos sean uno, como el Padre y él son uno.
4. Por eso, amadísimos, vivid entre vosotros en paz, no os hiráis ni
de obra, ni de palabra, ni con cualquier otra señal. Que nadie,
exacerbado quizá y abatido por la flaqueza de su corazón y por la
persecución, se vea en la necesidad de invocar a Dios con este grave
lamento: Mis hermanos de madre se declararon contra mí. Pues el que así
ofenda a su hermano, ofende a Cristo que dice: Cada vez que lo hicisteis
con un hermano mío, conmigo lo hicisteis”.
S. Bernardo de Claraval, SC 29, 3.4
“…Mira los astros del cielo, levanta los ojos hacia los montes de
donde te vendrá el auxilio si temes levantarlos a aquel que habita en el
cielo…este comienzo de iluminación es óptimo y adecuado a nuestra
flaqueza, con tal de que fijemos la mirada en los que han sido
iluminados. Es un camino rectísimo, para encontrar a Jesús seguir la luz
de los padres que nos precedieron”.
Beato Guerrico de Igny, Epi II [12], 6
“Vosotros, hermanos que, así como tenéis un solo haber y una sola
casa, tenéis un solo corazón y una sola alma, vosotros, repito, debéis
gloriaros de un modo especial en ellos, puesto que como retoños de olivo
sacasteis de su raíz no sólo la savia de la fe, sino también un modelo de
vida y un ejemplo de observancia regular”.
Beato Guerrico de Igny, PP I [44], 3
300
haga al decir: Llevad las cargas los unos de los otros; y no se
contradice cuando añade: Cada uno llevará su propia carga. Pues se debe
entender esto convenientemente respecto de la carga del pecado. Sólo el
pecado no es admitido a la comunión de la caridad.
Esta caridad mutua también debe ser continua
En esta caridad se conserva la unidad del espíritu como un vínculo
de paz .Esta es pues la ley de la vida común, unidad del espíritu en la
caridad de Dios, el vínculo de la paz en la mutua y continua caridad de
todos los hermanos, comunión de todos los bienes que pueden ser
compartidos, relegando lejos del propósito de la vida religiosa toda
ocasión de poseer una propiedad cualquiera. Para que estas realidades
estén en nosotros y nosotros permanezcamos como quienes tienen un solo
corazón, una sola alma y todo en común: la gracia de nuestro Señor
Jesucristo y la caridad de Dios y la comunión del Espíritu Santo estén
siempre con todos nosotros. Amén
La caridad mutua entre aquellos que viven en comunidad
Consultemos a nuestra propia naturaleza, a la naturaleza de nuestro
cuerpo, acerca de la concordia en la caridad mutua: ella nos estimula a
conservar la paz. Ciertamente, siendo muchos, somos un solo cuerpo pero
cada uno es miembro de los otros.
Paciencia, humildad, caridad mutuas
Un solo Espíritu de Dios nos vivificará a todos como si se tratara
de un solo cuerpo, a fin de que ninguno de nosotros viva para sí sino
para Dios, y a fin de que todos nosotros vivamos simultáneamente en la
unidad del espíritu por la unidad de este único Espíritu que habita en
nosotros”. Balduino de Ford, Tract XV (algunos trozos)
301
tienen un mismo oficio, según dice el Apóstol: Siendo muchos no formamos
más que un solo cuerpo en Cristo siendo cada uno, por su parte, los unos
miembros de los otros. Por eso, el débil diga soy fuerte porque, así como
uno tiene paciencia en su debilidad, así tiene firmeza en la fortaleza
del otro.
Guardémonos, por tanto, no sea que las moscas que mueren eliminen la
suavidad del óleo. La suavidad del aceite es la dulzura de la caridad
fraterna que extermina a las moscas que mueren, o sea: la concupiscencia,
la envidia y la sospecha.
Nadie pues que apetece algo de este siglo, ama perfectamente. De la
concupiscencia nace la envidia, pues lo que uno desea para sí lo envidia
en el otro, y, con frecuencia, el ánimo tiende a sospechar de aquél al
que envidia”. S. Elredo de Rieval, STemp Ben III [7], 2-3
“Si, pues, hay entre vosotros unidad y caridad, sin duda lo que hace
uno será de todos y lo que todos hacen será de cada uno de tal manera que
el alma de cada uno de vosotros pueda decir: Hermosa soy como los
pabellones de Salomón. Únicamente quien se aparta de esta sociedad, o da
lugar a división por discordias, envidias o culpas graves, ése tal no
puede decir esto”. S. Elredo de Rieval, STemp OS II [23], 10
302
Por tanto, si amáis a Cristo, apacentad las ovejas de Cristo y
perteneceréis a esta columna que está afirmada por el amor de Cristo”.
S. Elredo de Rieval, STemp PP II [16], 3
“18. ¿Por qué, hermanos, tenemos menos solicitud en buscar los unos
para los otros ocasiones de salvación, de manera de socorrernos entre
nosotros, allí donde vemos que sería más necesario, y en llevar como
hermanos, mutuamente nuestras cargas? El Apóstol nos exhorta a esto
diciendo: Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas, y así cumpliréis
la ley de Cristo, y en tora parte: Soportándoos mutuamente en la caridad.
Ella en efecto es la ley de Cristo. 19. Cuando en mi hermano percibo algo
incorregible a consecuencia de dificultades o debilidades físicas o
morales, ¿por qué no soportarlo con paciencia, por qué no consolarlo de
todo corazón, según la palabra de la Escritura: Sus niños serán llevados
en brazos y consolados sobre las rodillas ¿Será que me falta esa caridad
que soporta todo, que es paciente para sostener, indulgente para amar?
Ésta es, ciertamente, la ley de Cristo, quien por su pasión tomó
verdaderamente sobre si nuestros sufrimientos y por su compasión cargó
con nuestros dolores, amando a los que llevó, y llevando a los que amó.
Aquel que por el contrario se muestra agresivo con su hermano en
dificultad, aquel que tiende una trampa a su debilidad, cualquiera fuere,
se somete manifiestamente a la ley del diablo y la cumple. 20. Así pues,
seamos compasivos unos con toros y llenos de amor fraterno, soportémonos
las debilidades y persigamos los vicios, sobre todo nosotros, que, siendo
poco numerosos, con miras a un género de vida ideal más austero, nos
hemos evadido a esta lejana soledad y a esta isla apartada del resto del
mundo. En efecto, todo género de vida que permite entregarse más
sinceramente al amor de Dios y, por él, al amor del prójimo -cualesquiera
fueren las observancias y el hábito- es también más agradable a Dios.
21. La caridad es aquélla por la cual todo debe hacerse o no hacerse,
cambiarse o no cambiarse. Porque es el principio por el cual, y el fin
hacia el cual, conviene que todo sea dirigido. No hay ninguna falta en lo
que, con toda verdad, se hace por ella y según su espíritu. Dígnese
concedérnosla aquél quien no podemos agradar sin ella, y sin quien no
podemos absolutamente nada, que vive y reina, Dios por los siglos
infinitos. Amén”. Isaac de Stella, Quad II [31], 18-21
“¿Y por qué muchos juntos? Juntos, porque todavía no nos bastamos
para la soledad. Juntos, para que si alguien cae no le falte quien lo
levante. Juntos, porque el hermano que ayuda a su hermano será exaltado
como ciudad fortificada y poderosa. Juntos, finalmente, porque es bueno y
dulce habitar los hermanos en la unidad”. Isaac de Stella, PP II [50], 14
Vida cenobítica
Guillermo de Saint-Thierry
- Nat am 24.25
S. Bernardo de Claraval
- Asc VI, 7
- Asc VI, 13
- Adv III, 5
- Conv 29
- Div 40, 2
- Div 42, 4
- Div 65, 2.3
- Ep 110, 1.2
- Hum 6.13.14
- Pre 5
- Pur II, 2.3
- SC 11, 1
- SC 12, 5
- SC 29, 3.4
- SC 50, 8
- SC 60, 9
304
- Sept II, 3
- V Nat III, 6
S. Elredo de Rieval
- SIned X
- STemp Ben III [7], 2-3
- STemp PP II [16], 3
- STemp OS II[23], 10
Isaac de Stella
- 3p Epi [12], 6
- Quad II [31], 18-21
- PP II [50], 14
- PP II [50], 20
Gilberto de Hoyland
- SC 19, 3.4
- SC 37, 3
- Tratado ascético 2, 1
Balduino de Ford
- Tract IV
- Tract XV
Vigilias
“La tercera tinaja dije eran las vigilias. Éstas deben ir siempre
acompañadas de una oración intensa. Por eso leemos en el Evangelio que él
pasaba las noches en oración; y en una exhortación a sus discípulos unió
ambas cosas: Vigilad y orad, para no caer en tentación. Unas vigilias así
nos lavan las manchas que contraemos por la somnolencia, es decir por
vivir insensibles y olvidar el camino de la salvación arrastrados por la
tibieza y negligencia”. S. Bernardo de Claraval, Div 55, 2
“Si todo esto fuera verdad, ¿de qué nos valdría que nos
mortifiquemos en vano todo el día y se nos tenga por ovejas para el
matadero? Pienso que, si con esta jactancia de fariseos despreciáramos a
los demás y, lo que todavía es mayor soberbia, a quienes son mejores que
nosotros, ¿de qué nos serviría una sobriedad tan austera en nuestras
305
comidas, una pobreza tan notable en el hábito que vestimos, tantos
sudores en el diario trabajo manual, tanto rigor de ayunos y vigilias
constantes, una vida monástica tan especial y tan dura, si al fin todo lo
hacemos para ser admirados por los hombres? Cristo mismo nos juzga: En
verdad os digo, ya recibieron su recompensa. Y si tenemos puesta la
confianza en Cristo sólo para este mundo, ¿no somos entre todos los
hombres los más dignos de lástima? Porque sólo esperamos en Cristo para
esta vida si es que únicamente buscamos como recompensa por el servicio
de Cristo la gloria temporal”. S. Bernardo de Claraval, Apo 1, 4
“Es muy posible que alguien se tenga por muy fervoroso porque se
entrega denodadamente a las vigilias, ayunos, trabajos y demás
observancias, hasta llegar a creer que ha acumulado durante largos años
muchos méritos. Y por fiarse de eso ha aflojado en el temor de Dios. Tal
vez por su seguridad perniciosa se desvía insensiblemente hacia la
ociosidad y las curiosidades: murmura, difama y juzga a los demás. Si
realmente habitase al amparo del Altísimo, se fijaría sinceramente en sí
306
mismo y temería ofender a quien debería recurrir, reconociendo que
todavía lo necesita mucho. Tanto más debería temer a Dios y ser más
diligente cuanto mayores son los dones que de él ha recibido, pues todo
lo que poseemos por él no podemos tenerlo o conservarlo sin él”.
S. Bernardo de Claraval, QH I, 1
“Temo que entre nosotros vivan algunos cuyas ofrendas no las acoja
el Esposo, porque no exhalan el aroma de los lirios. Si ayuno por
satisfacer mi voluntad propia, al esposo no le seduce ese ayuno ni le
gusta, porque no percibe el aroma del lirio de la obediencia, sino el
vicio de la voluntad propia.
Digamos lo mismo del silencio, las vigilias, la oración, la lectura,
el trabajo manual, en fin, de todas las observancias del monte en las que
se satisface su voluntad y no la obediencia al maestro. Esas
observancias, buenas de suyo, no puedo considerarlas como lirios, es
decir, como virtudes; tendrá que escuchar al Profeta que dice: ¿A eso
llamáis ayuno agradable al Señor? Y añadirá: en todas esas obras buenas
he descubierto tus propias voluntades. Grave desgracia es tu propia
voluntad por la que tus buenas obras no son buenas para ti. Por eso es
menester que se conviertan en lirios, pues el que se apacienta entre
lirios no podrá gustar cuanto está manchado por la voluntad propia”.
S. Bernardo de Claraval, SC 71, 13
307
“El que desea orar no debe tener en cuenta sólo las circunstancias
del lugar, sino también las del tiempo oportuno. El tiempo totalmente
libre es el más cómodo y apto, especialmente cuando la noche impone un
profundo silencio. Entonces la oración es más libre y más pura. Levántate
de noche, al relevo de la guardia, derrama como agua tu corazón en
presencia del Señor. ¡Qué secreta sube de noche la oración, ante la única
presencia del Señor y del ángel que la recoge para presentarla en el
altar del Cielo! ¡Qué grata y lúcida, sonrojada por la timidez del pudor!
¡Qué serena y plácida, no perturbada por el vocerío clamoroso! ¡Qué
limpia y segura, desempolvada de toda preocupación terrena, sin ninguna
mirada que la alabe, ni tentación alguna que la adule!
Por eso mismo la esposa, tan tímida como cauta, buscaba el secreto
del lecho y de la noche cuando quería orar, es decir buscar al Verbo, que
es lo mismo.”. S. Bernardo de Claraval, SC 86, 3
S. Bernardo de Claraval
- Apo 1, 4
- Asc III, 6
- Asc VI, 7
- Div 39, 1.4
- Div 55, 2
- Ep 142, 1
- Gra 49, 2.3
- QH I, 1
- SC 7, 4
- SC 32, 2
- SC 37, 2
- SC 71, 13
- SC 76, 7
- SC 86, 3
Guillermo de Saint-Thierry
- Ep frat 110.11.112.114
- Exp Cant 187
S. Elredo de Rieval
- Spec II, 15
- Spec II, 59
- Spec II, 63
- Spec III, 79
- Spec III, 96
- STemp PP [15], 2
Virgen María
311
miembros y no se sonroja de ser llamada Madre de todos aquellos en
quienes reconoce que Cristo está formado o en vías de formación.
…María, al igual que la Iglesia, de la que es figura, es Madre de
todos los que renacen a la vida.
…En verdad es la Madre de la Vida de la que todos viven, pues al
engendrarla reengendró en cierto modo a todos los que de ella habían de
vivir esa vida. Sólo uno fue el engendrado, pero todos nosotros fuimos
reengendrados, porque, en razón del germen por el que se transmite la
regeneración, ya entonces todos estábamos en él [en Cristo]. Como
estábamos desde el principio en Adán, a causa el germen de la generación
carnal, mucho más lo estábamos en Cristo antes del comienzo, a causa del
germen de la regeneración espiritual”.
Beato Guerrico de Igny, Asspt I [47], 2
“2. ¿Qué cosa recomienda la disciplina del silencio con tanto peso y
tanta autoridad, qué cosa frena con tanto terror el mal inquieto de la
lengua y las tempestades de las palabras, como la Palabra de Dios
silenciosa en medio de los hombres?. No hay palabras en mi lengua, parece
proclamar la Palabra omnipotente, mientras está sujeta a su Madre…
aprender en la escuela de la Palabra permaneciendo en silencio al menos
tanto tiempo como ésta permaneció en silencio bajo la educación materna.
4.… Este de quien hablo -lo digo para confusión mía- digna y
justamente se constituyó maestro de la humildad. Si bien no la ignoraba -
por su origen la recibió de su Madre, y por su naturaleza, de su Padre-
sin embargo la aprendió desde el mismo seno materno por lo que tuvo que
padecer”. Beato Guerrico de Igny, Nat V [10], 2.4
312
“A mí me agrada ver en este marfil tan precioso, más aún
inapreciable, la castidad virginal de aquella a quien el que se sienta
sobre querubines eligió para sí como su propio asiento diciendo: Esta es
mi mansión por siempre, aquí me sentaré porque la elegí.
…María es más blanca que la nieve, más roja que el marfil antiguo,
pues la castidad le comunicó un brillo incomparable, y la caridad o el
martirio un rubor fulgurante, mayor que el de los elegidos de la antigua
ley. Porque también su alma fue traspasada por una espada, con objeto de
que la Madre de Cristo, Virgen y Mártir por excelencia, fuera virgen y
mártir, blanca y roja a la manera de su Amado blanco y rojo…
María halló ante Dios una gracia singular sobre todos los elegidos,
tanto ángeles como hombres, a saber, la de concebir y dar a luz al Hijo
de Dios, y que del marfil de su cuerpo la virtud del Altísimo esculpiera
su trono glorioso sin intervención humana”.
Beato Guerrico de Igny, Ann I [26], 4
“En verdad María fue llena de gracia. Era manifiesto que estaba en
ella el Dios de toda gracia, de cuya liberalidad copiosa y magníficamente
manaba la abundancia de la gracia, primero hacia su Madre, luego de su
Madre a Juan y de Juan a sus padres. Así del seno de María fluían ríos de
agua viva, y una fuente de vida y de gracia brotaba en medio del paraíso
para regar los árboles del paraíso”. Beato Guerrico de Igny, JB I [40], 2
313
virtudes y quizás tanto más segura y verdaderamente cuanto que todo era
más interior.
… Señor a tu casa le corresponde esta santidad y esta hermosura.
Esta hermosura te invitó a venir a ella y te sedujo para hacerte volver.
Al entrar, multiplicaste las gracias de la bendición, pero al volver la
colmaste. Cuando entraste, naciste en ella como hombre, cuando
regresaste, fuiste glorificado en ella como Dios. Entonces pusiste en
ella el santuario de tu gracia, ahora el trono de tu gloria”.
Beato Guerrico de Igny, Asspt I [47], 1.4.6
“María, que era la Madre de Jesús según la carne, fue reconocida por
él bajo otro concepto, ya que de tal manera cumplía la voluntad del
Padre, que éste pudo decir de ella: Tú serás llamada: Mi-voluntad-en-ella
(Is. 62,4). Por tanto, donde el Hijo parecía ignorarla, allí se lo ve
honrarla de modo sublime, esto es, duplicándole el título de su
maternidad: al mismo Hijo a quien había llevado encarnado en su seno,
también lo llevó espiritualmente en su alma”.
Beato Guerrico de Igny, Asspt IV [50], 2
314
negarme el reposo de su cielo. En efecto, el que colma de gracias a los
demás, ¿cómo no pagará con la misma moneda a su Madre?
Reposa, pues, oh dichosa en los brazos de tu Esposo. Él te
comentará, no lo dudo, entro abrazos y besos, cuán suavemente reposó en
la tienda de tu cuerpo, y cuánto más suavemente en el aposento secreto de
tu corazón”. Beato Guerrico de Igny, Asspt III [49], 3
315
“Coseche, por tanto María de sus bendiciones y la que sembró la
bendición para todas las naciones reciba de modo singular la bendición de
todas las naciones: Me llamarán bienaventurada todas las generaciones…
Por ti hemos participado del fruto de vida en la mesa de los
sacramentos de este tiempo presente; que por ti seamos partícipes de ese
mismo fruto de vida en la mesa de los gozos eternos de Jesús, fruto
bendito de tu vientre, a quien sea el honor y la gloria por los siglos de
los siglos”. Beato Guerrico de Igny, Asspt IV [50], 5
“Acuda [el fiel] al templo con Simeón y reciba en sus brazos al Niño
que ofrece María, su Madre; quiero decir, abrace con afecto al Verbo de
Dios que ofrece la Madre Iglesia … Y no sólo la Madre Iglesia a quien
escuchas, sino mucho más la Madre gracia te ofrecerá al Niño en la
318
oración para que lo abraces … El mismo a quien la Iglesia ofrece a
nuestros oídos a través de la predicación, la gracia iluminante lo
introduce en nuestros corazones, tanto más presente y más suave cuanto
que propone la verdad desnuda, a las inteligencias puras. Porque la
verdad –que es Cristo-, revestida de la carne de María, ataviada del
ropaje de elocuencia de la Iglesia, el Espíritu Santo la presenta escueta
para ser aceptada por la infusión de la gracia”.
Beato Guerrico de Igny, Pur III [17], 2
“1. …Aun diré más: la misma Virgen María, cuya gloriosa Asunción hoy
celebramos sin duda fue dichosa porque concibió al Hijo de Dios en su
cuerpo; pero fue tanto más dichosa porque lo había recibido en el
corazón. Me engaño si el mismo Señor no dice esto. Ayer se leyó cómo una
mujer dijo al Señor: Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te
alimentaron. Y el Señor respondió: Bienaventurados más bien los que
escuchan la Palabra de Dios y la cumplen.
2. Por consiguiente, hermanos, preparemos la casa espiritual para
que venga a nosotros Nuestro Señor. Lo digo sin rodeos: si la Virgen
María no hubiera preparado en sí este castillo no habría entrado el Señor
Jesús en su seno ni en su corazón.
…cavemos en nuestro corazón en donde haya tierra vil. Saquemos la
tierra que está adentro y arrojémosla afuera. Así, efectivamente, se hace
la zanja.
319
La tierra que debemos sacar y arrojar afuera es nuestra terrena
fragilidad. Que ésta no permanezca oculta en lo interior sino que esté
siempre presente ante nuestros ojos para que exista la zanja en nuestro
corazón, es decir la tierra profunda de la humildad.
¡Oh, qué perfectamente había hecho para sí esta zanja la
bienaventurada María! De hecho, consideró más su propia fragilidad que
toda su dignidad y santidad. Sabía en efecto, que lo que tenía de frágil
procedía de sí misma; aquello por lo que era santa, por lo que era Madre
de Dios, Señora de los Ángeles y Templo del Espíritu Santo, no era sino
por gracia de Dios. Por lo mismo, cuanto era por sí lo confesaba
humildemente diciendo: He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según
tu palabra. Y, de nuevo, afirmaba: Miró la humildad de su esclava.
3. Ella es, efectivamente, la Virgen santa e intacta cuya
virginidad, como firmísimo muro nunca pudo ser penetrado por ningún
semejante, ni por ningún medio, es decir, por las tentaciones del diablo.
Era virgen antes del parto, virgen en el parto, virgen después del
parto.
Pero si ya habéis imitado a María y tenéis esta zanja de la humildad
y el muro de la castidad, es necesario, ahora, que edifiquéis la torre de
la caridad.
4. ¿Quién puede explicar cuán perfectamente tenía esta torre la
dulcísima María? Si Pedro amó a su Señor ¡cuánto la feliz María amó al
Señor e Hijo suyo!
…Este es el castillo en el que entró Jesús. Entró con la puerta
cerrada y salió con la puerta cerrada, como profetizó el santo Ezequiel:
Me sacó, dice, a la puerta que miraba al Oriente y estaba cerrada. La
puerta oriental es la Santísima Virgen María pues la puerta que suele
estar hacia el Oriente recibe, primera, la claridad del sol, Así, la
beatísima María, que siempre miraba hacia el Oriente, es decir, hacia la
claridad de Dios, recibió la primera, en sí el rayo, aún más, toda la
plenitud de aquella claridad del verdadero Sol, es decir, al Hijo de
Dios, del cual dice Zacarías el profeta: Nos visitó el sol que nace de lo
alto”. S. Elredo de Rieval, STemp Asspt I [17], 1.2.3.4
322
dulcísima Madre en la cual se dieron cita la misericordia y la verdad.
(11)
Si toda alma santa es trono de Dios ¿cuánto más santa será aquella
en la cual habitó la plenitud de la divinidad? (12)
Tú, oh dulcísima, trono excelso de marfil, que posees al Todo, que
rodeas al Todo, al sublime, has hallado en él la plenitud de la gracia,
la anchura de la caridad, la perfección de toda virtud. Ojalá
participáramos todos de su plenitud, (23) para ser partícipes de aquella
gracia y bendición de las cuales habló el ángel: Dios te salve, María,
llena de gracia, el Señor está contigo, bendita eres entre las mujeres
(24), a fin de ser también nosotros constituidos trono de Salomón y de
marfil.
¡Oh hermanos! esta Santísima Virgen no sólo nos fue dada para
auxiliarnos, sino propuesta como modelo, porque era necesario, carísimos,
que nuestro Salomón construyera también en nosotros su trono, sino tan
grande como aquél, más pequeño. (21)”.
S. Elredo de Rieval, SIned XX, Sobre la Santísima Virgen María
323
Nuestra Orden no ha querido otra por patrona, y ha decretado que
todas las Iglesia se amparen bajo su nombre”.
Helinaldo de Froidmont, In Natalis Domini I
“No temas, María, porque hallaste gracia en los ojos de Dios ¿Cuánta
gracia? Una gracia llena, una gracia singular. ¿Singular o general? Una y
otra sin duda, pues por ser gracia llena, por eso mismo es tan singular
como general, pues que la misma gracia general la recibiste
singularmente. Es tan singular, repito, como general, pues tú sola
recibiste más gracia que todas las demás criaturas. Es singular, por
cuanto tú sola hallaste esta plenitud; es general, porque de esa plenitud
reciben todos”. S. Bernardo de Claraval, Ann III, 8
329
“Nos precedió nuestra reina, nos precedió, y tan gloriosamente fue
recibida, que confiadamente siguen a su Señora los siervecillos clamando:
Atráenos en pos de ti y correremos todos al olor de tus aromas. Subió de
la tierra al cielo nuestra Abogada, para que, como Madre del Juez y Madre
de misericordia, trate los negocios de nuestra salud devota y
eficazmente”. S. Bernardo de Claraval de Claraval, Asspt I, 1
330
“Pero sea lo que fuere aquello que dispones ofrecer, acuérdate de
encomendarlo a María, para que vuelva la gracia por el mismo cauce por
donde corrió, al dador de la gracia. No le faltaba a Dios, ciertamente,
poder para infundirnos la gracia, sin valerse de este acueducto, si Él
hubiera querido, pero quiso proveerte de ella por este conducto. Acaso
tus manos están aún llenas de sangre o manchadas con dádivas
sobornadoras, porque todavía no las tienes lavadas de toda mancha. Por
eso aquello poco que deseas ofrecer, procura depositarlo en aquellas
manos de María, graciosísimas y dignísimas de todo aprecio, a fin de que
sea ofrecido al Señor, sin sufrir de Él repulsa. Sin duda candidísimas
azucenas son, ni se quejará aquel amante, de las azucenas de no haber
encontrado entre azucenas todo lo que El hallare en las manos de María.
Amén”. S. Bernardo de Claraval, Nat BVM, 18
“Dios no quiso que tuviéramos nada sin que pasara por manos de
María”. S. Bernardo de Claraval, V Nat III, 10
“Me parece que con esta expresión queda claro quién es esta vara que
brota de la raíz de Jesé y quién es la flor sobre la cual reposa el
Espíritu Santo. La Virgen Madre de Dios es la vara; su Hijo, la flor:
Flor es el Hijo de la Virgen, flor blanca y sonrosada, elegido entre mil;
flor que los ángeles desean contemplar; flor a cuyo perfume reviven los
muertos; y, como él mismo testifica, es flor del campo, no de jardín. El
campo florece sin intervención humana. Nadie lo siembra, nadie lo cava,
nadie lo abona. De la misma manera floreció el seno de la Virgen. Las
entrañas de María, sin mancha, íntegras y puras, como prados de eterno
verdor, alumbraron esa flor, cuya hermosura no siente la corrupción, ni
su gloria se marchita para siempre”. S. Bernardo de Claraval, Adv II, 4
331
“Pero dirás, la Madre de Dios debe ser muy honrada. Dices bien; pero
el honor de la Reina ama el juicio. La Virgen regia no necesita de un
falso honor, cargada como está, de títulos verdaderos y grandes
dignidades. Honra la integridad de la carne, la santidad de la vida;
admira la fecundidad en la Virgen; venera la divina prole; ensalza a la
que no experimentó ni concupiscencia al concebir ni dolor al dar a luz;
encomia a la reverenciada por los ángeles, a la deseada de las gentes, a
la prevista por los patriarcas y los profetas, a la elegida de todos;
engrandece a la inventora de la gracia a la mediadora de la salvación, a
la restauradora de los siglos”. S. Bernardo de Claraval, Ep 174, 2
“El cuello, que domina a los otros miembros y, transmite a las demás
partes del cuerpo el influjo vital de la cabeza, expresa su elevación,
por la que, presidiendo a los miembros de la Iglesia, une la cabeza al
cuerpo, pues une a Cristo con la Iglesia e infunde en los otros miembros
la vida que ella recibió primero”. S. Amadeo de Lausana, Hom II
“Llena de la ciencia del Señor, como las aguas del mar cuando se
desbordan, es arrebatada fuera de sí misma y, mientras el espíritu se
eleva hacia las alturas, ella permanece en la más sublime contemplación.
La Virgen se asombra de ser madre, se asombra gozosa de ser la Madre de
Dios. Comprende que en ella se cumplen las promesas hechas a los
patriarcas, los oráculos de los profetas, los deseos de los antiguos
Padres, que habían anunciado que Cristo nacería de una virgen y que con
todas sus fuerzas aguardaban su nacimiento.
Ella vio que era enviado el Hijo de Dios y se alegró de que se le
confiara la salvación del mundo. Oyó al Señor Dios hablar de ella y
decirle: He aquí que te he elegido entre toda carne y te he bendecido
entre todas las mujeres. He aquí que te envío a mi Hijo, te confío a mi
Unigénito. No temas amamantar al que has engendrado, educar al que has
dado a luz. Reconócelo no sólo como Señor, sino también como Hijo. Es mi
Hijo, es tu Hijo. Mi Hijo por la divinidad, tu Hijo por la humanidad que
ha tomado.
¡Con qué afecto y con qué cuidado, con qué humildad y respeto, con
qué amor y devoción respondió María es llamada! …
332
Oremos a la Madre del Amor, por las secretas alegrías y los
inefables amores merecidos por inaudito privilegio; que vuelva hacia
nosotros su amor maternal e interceda por nuestros pecados ante su propio
Hijo”. S. Amadeo de Lausana, Hom IV
333
7. La cabeza y el cuerpo de Cristo son realmente un todo, un ser
único. He aquí el Hijo único, en el cielo, de un Dios único; en la
tierra, de una madre única; muchos hijos, y a la vez, un solo Hijo,
siendo muchos hijos, así María y la Iglesia son una sola madre y a la vez
dos madres. Ambas madres, ambas vírgenes, ambas han concebido sin pasión
y del mismo Espíritu; ambas han dado descendencia a Dios Padre sin
pecado. Aquélla, sin pecado alguno, engendró la cabeza para el cuerpo;
ésta, con la remisión de todos los pecados (en el bautismo), da a luz el
cuerpo para la cabeza. Ambas son madres de Cristo, pero ninguna sin la
otra lo engendra entero. 8 - De aquí que cuanto en las Escrituras
divinamente inspiradas se dice universalmente de la Iglesia, virgen y
madre, vale singularmente de la Virgen María; y cuanto se dice de María,
Virgen y Madre, de modo especial, con razón se entiende de modo genérico
de la Iglesia, virgen y madre; y cuando se habla de una de las dos se
entiende sin distinción en ambos sentidos.
26. Y como si hubiese buscado de entre todas las mujeres aquélla de
la que había de nacer, escogió para sí a María; por lo que dice: Bendita
entre las mujeres. Y así por un movimiento interior del espíritu Santo le
ordenó prescindir de toda intimidad conyugal, y le conminó el amor a la
virginidad, y exteriormente por el arcángel Gabriel le dijo que
concibiera del Espíritu Santo a Cristo, a quien ya llevaba en su
interior. Y el Verbo que la había concebido en sí mismo, como nueva
creatura después, como Verbo encarnado, Cristo descansó en su seno”.
Isaac de Stella, Asspt I [51],1.2.7.26
“3. …con mucha fuerza y alegría admirable sube del desierto, no digo
que rodeada o llena, sino sobreabundando y desbordando de delicias; la
cual por su excesiva delicadeza no puede sostenerse a sí misma, como la
reina Ester que sube de la sala común de las mujeres al palacio del rey
Asuero, recostada y apoyada en su Amado.
4. …es esa Reina del mundo que hoy es arrebatada de este mundo y de
este siglo malo. En un rango más alto que las esposas y las viudas, ella
deja la sala común de la Iglesia de aquí abajo, en compañía de las
vírgenes, lavada y adornada pero mucho más que todas ellas -porque si
muchas hijas acumularon riqueza ella las sobrepujó a todas. Para
interceder a favor de su pueblo, entra en la presencia del Rey, su Hijo y
su esposo, cuyo rostro majestuoso ni la propia madre soportaría a no ser
que el rey hubiera extendido su cetro de oro como señal de clemencia.
5. …la madre avanza hacia su Hijo, y no tanto porque ella sola lo
engendró, cuanto porque de un modo singular lo amó. Apoyada, está
escrito, no sobre su Hijo, sino sobre su Amado. En efecto, uno puede ser
hijo o hermano o padre o esposo o quienquiera fuere, y no se amado; pero
de ningún modo puede ser el Amado sin ser amado.
7. Así como en el tiempo de los frutos maduros, arrojada la corteza,
abierta la cáscara, se llega finalmente a la dulzura y a la suavidad de
la nuez y se recoge con beneplácito y alegría lo que durante largo tiempo
se trabajó con ahínco y se esperó; así también, por cierto, después de
esta vida, una vez abolidos totalmente los ejercicios que exigen las
virtudes, sólo en ellas, simples y desnudas, nos deleitaremos y, ya que
la bienaventurada Virgen María, durante estas vida floreció más que todos
en estas virtudes (es muy justo que sea Nazaret donde haya concebido
inmediatamente del Espíritu Santo), así también, en esta morada
celestial, como en “la casa del pan” se ve colmada de delicias más
abundantemente que todos en todo apoyada en su Amado, al cual por su fe y
su dilección llevó felizmente en su corazón más que en su carne. De ahí
este texto de la Escritura: Bienaventurados más bien los que oyen la
palabra de Dios y la guardan”. Isaac de Stella, Asspt II [52], 3.4.5.7
334
“1. Tomaste mi mano derecha, y me condujiste según tu voluntad, y
con gloria me acogiste. Tres cosas dice: tomaste, condujiste, acogiste.
Tomó para que no cayera, condujo para que no errara, acogió para que no
desfalleciera. Tomó para la estabilidad, condujo para el progreso, acogió
para la perfección.
3. Que María, Virgen y Madre diga estas palabras y cante este salmo
con voz alta, ella que ha sobrepujado a todas las creaturas. Que dé
gracias al Hijo de su carne, al hermano de su gracia, en cuanto que es el
primogénito entre muchos hermanos, al padre de su naturaleza, al señor de
su vida, al redentor de su alma; en síntesis, al que mantuvo su
estabilidad, al que guió su progreso, al que hoy acoge su espíritu, y, si
ella resucitó en su carne, igualmente su cuerpo que diga pues: Tomaste mi
mano derecha.
11. Hoy pues acoge en el cielo a esta madre que acogió a este Hijo
en la tierra; y la que lo acogió en su seno, fue acogida por él en su
reino ¿Y qué más? Como cada uno acoge, así también será acogido; y como
rechaza, así también será rechazado. Por tanto como ésta acogió de un
modo único, así también de un modo único fue acogida. Marta lo acogió en
su casa, ésta, en su seno. Marta sirvió no sé qué alimento exterior;
ésta, con su propia leche alimentó a su Hijo. No sé quién lo revistió con
un vestido; ésta lo revistió con su carne. A María Magdalena se le
perdonó mucho porque amó mucho, y ella amó mucho porque se le perdonó
mucho; a ésta le fue dado inmensamente porque amó inmensamente, y amó
inmensamente porque recibió inmensamente”
Isaac de Stella, Asspt III [53], 1.3.11
La Inmaculada Concepción
“¿Cuál es el ser humano nacido de la raíz pervertida de nuestros
primeros padres, que ha podido o podrá jamás observar, no dejando lugar
más que a la obra de la caridad y sin la menor trasgresión, los
mandamientos inconmovibles e inmaculados de Cristo; como Él mismo, en
conjunto y en detalle ha guardado los mandamientos de su Padre, Él que no
cometió pecado y que jamás pudo ni quiso cometer un solo pecado?
No hay entre los hijos de los hombres, grande o pequeño alguien que
haya sido dotado de una santidad tal, que haya recibido un tal privilegio
delante de Dios, por haber sido concebido sin pecado, sino es la Madre
Inmaculada, del que no cometió pecado, pero quita el pecado del mundo”.
Beato Oglerio de Locedio, Coen 13,1
336
su sombra para fecundar su vientre. Esta es la montaña a la que sube
María; aquí está la ciudad de Judá, la casa de Zacarías”.
Adam de Perseigne, Ep 2, 2
“¡Qué maravillosas son tus obras, Señora nuestra, pero por aquél a
quien engrandece tu alma! Aquí desfallece mi pequeñez, cuando pretendo
hablar de tu grandeza. Pues, mientras tú subes a la montaña de la
grandeza de las virtudes, para que allí tu alma engrandezca al Señor, yo
infeliz me precipito en lo profundo de la miseria y de los vicios, y mi
alma miserable no guarda la medida en los deseos mundanos. Pero tú, madre
de misericordia, porque soy como quien ata una piedra a la honda, como el
plomo dentro de las aguas caudalosas, estoy pesado y no me puedo mover:
atráeme en pos de ti, para que pueda correr al olor de tus perfumes,
respirar con el ejemplo de tus virtudes, con las alas de tus oraciones, y
así, por tu intercesión, primero aprenda mi alma a apartarse del mal por
el temor de Dios y luego, amando y obrando la justicia contigo,
engrandezca al Señor, a quien pertenece el honor, la gloria, el imperio y
el poder por los siglos de los siglos. Amén”. Adam de Perseigne, Ep 2,7
337
menos de lo que mereces, muy digna de toda alabanza. Sin embargo, siento
necesidad de alabarte”. Adam de Perseigne, Ep 3, 10
338
toda seguridad nos puede conferir la gracia, quien, al recibir la
plenitud de la gracia, no puede sufrir mengua alguna”.
Adam de Perseigne, Ep 21, 6
Virgen María
S. Bernardo de Claraval
- Adv II, 4
- Adv II, 5
- Ann II, 2
- Ann III, 7
- Ann III, 8
- Asspt I, 1.2
- Asspt II, 2
- Asspt IV, 5
- Asspt IV, 8
- Asspt IV, 9
- Ep 174, 2
340
- Epi I, 2
- Miss I, 5
- Miss I, 7
- Miss II, 17
- Miss III, 4.8
- Miss IV, 8
- Nat BVM 4.5.7.8.9.10.11.12.13
- Nat BVM, 18
- O Asspt 2.3.4.5.8.11-15
- Pent II, 4
- SC 29, 8
- Sent II, 177
- Sent III, 11
- V Nat III, 10
Helinaldo de Froidmont
- In Natalis Domini I
S. Elredo de Rieval
- SIned IX, En la Anunciación del Señor
- SIned X, Anunciación la Santísima Virgen María
- SIned XI, En la Anunciación del Señor
- SIned XX, Sobre la Santísima Virgen María
- SIned XXIV, Asspt
- STemp Ann I [8], 4.5.6
- STemp Asspt I [17], 1.2.3.4
341
- STemp Asspt II [18], 2.3.9
- STemp Nat BVM II [20], 1.2
- STemp 25, De la Bienaventurada María, 2.6
S. Amadeo de Lausana
- Hom II
- Hom III
- Hom IV
- Hom VI
- Hom VII
- Hom VIII
Isaac de Stella
- Sex I [18], 7
- Quad I [27], 8
- Asspt I[51], 1.2.7.26
-.Asspt II[52], 3.4.5.7
- Asspt III [53], 1.3.11
- Nat BVM [54], 4.7
Adam de Perseigne
- Ep 2, 2.4.5.6.7
- Ep 3, 10. 14-15
- Ep 17, 35
- Ep 21, 5.6.7
- Ep 29, 9-10
- Ep 31, 7
- Ep 37, 8-9
342
TEMAS
Afecto
Amor ardiente
Apertura de corazón
Atraídos por Cristo
Ayuno
Buen celo
Capaz de Dios
Ciencia
Ciudadanos del cielo
Contemplación
Conocimiento de sí
Conversión de vida
Corazón
Corrección
Deseo de Dios
Dignidad - Imagen
Dulzura
Escuela de Cristo
Escuela del Amor
Escuela de la filosofía cristiana
Escuela de la humildad
Escuela de la Iglesia primitiva
Escuela de la Palabra
Escuela de la virtud
Escuela pobre
Espíritu Santo
Estabilidad
Experiencia de Dios
Fe
Forma de Cristo
Humildad
Justicia
Lectio Divina
Lucha espiritual
Luz
Obediencia
Observancias
Oficio Divino
Oración
Paz
Peregrinos
Permanecer
Pobreza
Quietud - Reposo
Recuerdo de Dios
Resucitar con Cristo
Sabiduría
Silencio
Soledad - Desierto
Trabajo
Simplicidad
Vida cenobítica
Vigilias
Virgen María
hna. Graciela Guzmán
343