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Temas en los Padres Cistercienses

Trabajo de la Hermana Graciela Guzmán, OCSO

Afecto

“Guarda la Palabra de Dios como si fuese la mejor manera de


conservar tus víveres naturales, porque la Palabra de Dios es el pan
vivo, el alimento del espíritu. El pan material, mientras queda en el
armario, puede ser robado; lo pueden roer los ratones e incluso puede
echarse a perder. Pero, si lo hubieres comido, ¿temerías todo esto?
Guarda así la Palabra de Dios: Dichosos los que la guardan. Métela en las
entrañas de tu alma; que la asimilen tus afectos y tus costumbres. Come a
gusto, y tu alma saboreará manjares sustanciosos. No te olvides de comer
tu pan. Que no se seque tu corazón, y tu alma se saciará con enjundia y
manteca.” S. Bernardo de Claraval, Adv V, 2

“Debemos purificar el entendimiento y el afecto: el primero para


conocer y el otro para amar. Dichosos una y mil veces Elías y Enoc, que
se vieron liberados de todas las ocasiones y obstáculos para que su
entendimiento y su afecto vivieran sólo para Dios, conociendo y amando
solamente a él.
…Nosotros tenemos el entendimiento turbio, por no decir ciego; y el
afecto muy sucio y manchado. Pero Cristo da luz al entendimiento, el
Espíritu Santo purifica el afecto.” S. Bernardo de Claraval, Asc III, 2

“El quería darnos un camino a recorrer, un molde que nos moldeara.


Los dejó llorando y subió al cielo. Y envió el Espíritu Santo que unificó
su afecto, es decir su voluntad; y la transformó de tal modo que los que
antes querían retenerle junto a sí, ahora se alegran de su marcha. Se ha
hecho realidad lo que les había dicho: vosotros estaréis tristes, pero
vuestra pena acabará en alegría. Tanto iluminaba Cristo su inteligencia y
tanto purificaba el Espíritu su voluntad, que conocían el bien y lo
amaban de corazón. Ahí está la religión perfecta y la perfección
religiosa”. S. Bernardo de Claraval, Asc III, 4

“Tenemos la unidad de deseo cuando el alma, adhiriéndose a Dios con


todo su afecto, es un espíritu con él”.
S. Bernardo de Claraval, Csi V ,18

“Serás santo si tus afectos son santos, y ello de dos maneras: por
el santo temor de Dios y por el santo amor. Afectada totalmente el alma
por este como doble abrazo suyo, comprende, abraza, estrecha, posee y
exclama: Lo agarraré y no lo soltaré”.
S. Bernardo de Claraval, Csi V, 30

“Dije más arriba que el motivo de amar a Dios es Dios. Y dije bien,
porque es la causa eficiente y final. El crea la ocasión, suscita el
afecto y consuma el deseo. El hace que le amemos, mejor dicho, se hizo
para ser amado. A él es a quien esperamos, él a quien se ama con más gozo
y a quien nunca se le ama en vano. Su amor provoca y premia el nuestro.
Lo precede con su bondad, lo reclama con justicia y lo espera con
dulzura. Es rico para todos los que le invocan, pero su mayor riqueza es

1
él mismo. Se dio para mérito nuestro, se promete como premio, se entrega
colmo alimento de las almas santas y redención de los cautivos”.
S. Bernardo de Claraval, Dil 22,1

“¡Oh amor casto y santo! ¡Oh dulce y suave afecto!; ¡Oh pura y
limpia intención de la voluntad! Tanto más limpia y pura cuanto menos
mezclada está de lo suyo propio; y tanto más suave y dulce cuanto más
divino es lo que se siente. Amar así es estar ya divinizado. Como la
gotita de agua caída en el vino pierde su naturaleza y toma el color y el
sabor del vino; como el hierro candente y al rojo parece tocarse en fuego
vivo olvidado de su propia naturaleza; o como el aire, bañado en los
rayos del sol, se transforma en luz, y más que iluminado parece ser él
mismo luz. Así les sucede a los santos. Todos los afectos humanos se
funden de modo inefable, y se confunden con la voluntad de Dios”.
S. Bernardo de Claraval, Dil 28,2

“La intención, el afecto y la memoria.


…Estos méritos provienen de nuestros ayunos y vigilias, de la
continencia y de las obras de misericordia, así como de todas las
prácticas virtuosas. Sabemos que mediante ellas nuestro hombre interior
se renueva de día en día, a medida que nuestras intenciones -siempre
encorvadas hacia los cuidados terrenos- se yerguen poco a poco desde el
abismo hasta el cielo. Y nuestros afectos, siempre hambrientos de goces
carnales, se robustecen en el amor del espíritu. Por, otra parte, nuestra
memoria -manchada por las impurezas de las culpas pasadas- se goza
diariamente adorna a de sus nuevas y buenas acciones. En estas tres
realidades consiste a renovación interior: en la rectitud de la
intención, la pureza de los afectos y el recuerdo de las buenas obras,
que dan a la memoria seguridad y entusiasmo”.
S. Bernardo de Claraval, Gra 49,3

“Al predicar las bienaventuranzas, el Señor antepuso los


misericordiosos a los limpios de corazón. Y es que los misericordiosos
descubren enseguida la verdad en sus prójimos. Proyectan hacia ellos sus
afectos y se adaptan de tal manera, que sienten como propios los bienes y
los males de los demás. Con los enfermos, enferman; se abrasan con los
que sufren escándalo; se alegran con los que están alegres, y lloran con
los que lloran. Purificados ya en lo íntimo de sus corazones con esta
misma caridad fraterna, se deleitan en contemplar la verdad en sí misma;
por cuyo amor sufren las desgracias de los demás”.
S. Bernardo de Claraval, Hum 6, 3

“Aprende de Cristo, cristiano, cómo debes amar a Cristo. Aprende a


amar entrañablemente, amar cautamente, amar valerosamente:
entrañablemente, para que, seducidos, no nos arranquen del amor de Dios;
cautamente, para que, decepcionados, no nos dejemos alejar de Él;
valerosamente, para que, violentados, no nos aparten de su amor. Sea la
sabiduría de Cristo tu mayor dulzura, para que no te arrastre ni la
gloria del mundo ni los placeres carnales.
Sea la luz de Cristo tu verdad, para que no te engañe el espíritu de
la mentira o del error. Sea tu fuerza el poder de Cristo, para que no te
canses en las tribulaciones. Que el amor inflame tu celo, lo informe la
ciencia y lo conforme la constancia. Sea tu amor ferviente, recatado,
invulnerable. No conozca la apatía, ni carezca de discreción, ni sea
tímido. Considera que la ley te exige estas tres cosas, cuando dice:
amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas
las fuerzas. Si no surge otra interpretación más acertada de esta triple
distinción yo creo que el amor del corazón se refiere al celo del afecto,
2
el amor del alma a la sutileza o juicio de la razón, y la fuerza del amor
puede guardar relación con su constancia y entereza.
Ámale, pues al Señor con todo el afecto de tu corazón entero; ámale
con toda la atención de tu mente circunspecta; y ámale con todas tus
fuerzas, sin que te atemorice morir por su amor”.
S. Bernardo de Claraval, SC, 20, 4

“Si deseamos las cosas de arriba, intentemos ahora ya degustarlas y


saborearlas. Cuando se nos recomienda buscar y paladear lo de arriba,
podemos aplicarlo al entendimiento y al afecto. Levantemos nuestro
corazón a Dios con nuestros miembros más nobles, con esa especie de manos
que son los humildes esfuerzos y las prácticas espirituales. Yo creo que
todos buscamos las cosas de arriba con la inteligencia de la fe y el
juicio de la razón. Pero no todos saboreamos esas realidades en el mismo
grado, por estar saturados de las realidades terrenas, arrastrados
irresistiblemente por el afecto”. S. Bernardo de Claraval, Asc VI, 8

“Quien ama a Dios no queda sin recompensa, aunque debamos amarle sin
tener en cuenta ese premio. El amor verdadero no es indiferente al
premio, pero tampoco debe ser mercenario, pues no es interesado. Es un
afecto del corazón, no un contrato. No es fruto de un pacto, ni busca
nada análogo. Brota espontáneo y se manifiesta libremente”.
S. Bernardo de Claraval, Dil 17, 2

“¡Ojalá permanezca en ella, no como uno de tantos, sino como uno en


relación con todos! Abra de par en par su corazón y llene sus entrañas
con todos los afectos posibles: hágase todo para todos, dispuesto siempre
a sufrir y gozar con todos: Alegrarse con los que están alegres y llorar
con los que lloran”. S. Benardo de Claraval, Div 65, 3

“Los sentimientos, en sí mismos, son innatos a nuestra naturaleza, y


su perfección es obra de la gracia. Esta pone en orden los dones de la
creación. Y las virtudes no son sino afectos bien ordenados”.
S. Bernardo de Claraval, Gra 17, 1

“El ojo del corazón, al que la Verdad prometió su plena


manifestación: dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios, se
purifica de toda mancha, debilidad, ignorancia o mal deseo adquirido, por
medio del llanto, del hambre y la sed de ser justo, y por la
perseverancia en las obras de misericordia.
Los grados o estados de la verdad son tres. Al primero se sube por
el trabajo de la humildad; al segundo por el afecto de la compasión; y al
tercero, por el vuelo de la contemplación. En el primer grado, la verdad
se nos muestra severa; en el segundo, piadosa; y en el tercero, pura. Al
primero nos lleva la razón con la que nos examinamos a nosotros mismos;
al segundo, el afecto con el que nos compadecemos de los demás; al
tercero, la pureza que nos arrebata y nos levanta hacia las realidades
invisibles”. S. Bernardo de Claraval, Hum 19, 4

“6. Contemplad, pues, más altamente con cuánto afecto de devoción


quiso fuese honrada María por nosotros aquel Señor que puso en ella toda
la plenitud para que, consiguientemente, si en nosotros hay algo de
esperanza, algo de gracia, algo de salud, conozcamos que redunda de
aquélla que subió rebosando en delicias.
7. En lo íntimo, pues, de nuestra alma, con todos los afectos de
nuestro corazón y con todos los sentimientos y deseos de nuestra
voluntad, veneremos a María, porque ésta es la voluntad de aquel Señor

3
que quiso que todo lo recibiéramos por María. Esta es, repito, su
voluntad, pero para bien nuestro”. S. Bernardo de Claraval, Nat BVM 6.7

“Adquiera, pues, el espíritu sus aromas: en primer lugar el afecto


de la compasión; después el celo de la rectitud; y no olvide la
discreción. Si ves que un hermano comete una falta, trátale con
sentimientos de compasión, como partícipe que es de tu misma naturaleza,
como si tú mismo lo hubieras engendrado”.
S. Bernardo de Claraval, Res 2, 4

“Ofreciendo un sacrificio de alabanza y cumpliendo nuestros votos


día a día, procuremos con máxima vigilancia armonizar los sentimientos
con las obras, el afecto con los sentimientos, el gozo con el afecto, la
moderación con el gozo, la humildad con la moderación, la libertad con la
humildad. Así caminaremos en esta vida libres de las pasiones con un
espíritu purificado, y si alguna vez salimos fuera de nosotros mismos a
causa de afectos inusitados o por cierta satisfacción espiritual, nos
adentraremos en los encantos del jubileo, en la luz de Dios, en la
amabilidad, en el Espíritu Santo, y comprobaremos que somos de aquellos
que contemplaba el Profeta cuando decía: Caminarán, Señor, a la luz de tu
rostro; tu nombre es su gozo cada día, tu Justicia es su orgullo”.
S. Bernardo de Claraval, SC 13, 7

“Los afectos tienen sus palabras especiales, por las que se revelan
aún sin quererlo: las del temor, por ejemplo son amedrentadas, las del
dolor son sufrientes, las del amor gozosas.
S. Bernardo de Claraval, SC 67, 3

Affectus es aquí un poder expansivo y permanente instalado en el


alma, una fuerza estable y firme contenida por la gracia”.
Guillermo de Saint-Thierry, Nat am 14

“¡Oh dichosa gentilidad! Se te entrega Jesús: corre con los brazos


tendidos, abre las manos, ensancha tu corazón. Que tu conducta y tu
afecto manifiesten tu fervor. Recibe con fe al Hijo que se te ofrece,
abrázale con amor, y que esté siempre en tu regazo”.
B. Guerrico de Igny, Nat II [7], 1

“Fíjate en la inefable dignación de Dios y a la vez en el poder de


este incomprensible misterio: el que te creó es creado en ti y por si
fuera poco que lo tengas a él por Padre, quiere también tenerte a ti por
madre. Cualquiera que haga la voluntad de mi Padre, ese es mi hermano, mi
hermana y mi madre. Alma fiel, abre tu seno, dilata tus afectos, no te
angusties en tu corazón, concibe al que la creatura no puede contener.
Abre el oído para oír al Verbo de Dios; tal es el camino para concebir en
espíritu en el seno de tu corazón de tal manera que los huesos de Cristo,
que son las virtudes, reciban cohesión en el vientre de su madre”.
B. Guerrico de Igny, Ann II [27], 4

“¡Qué grito tan fiel y verdaderamente digno de los amigos de Jesús!


¡Oh afecto purísimo el que así prorrumpe: me basta si Jesús vive! Si
vive, vivo yo, ya que mi alma depende toda de él. Más aún: él es mi misma
vida, y mi todo. Pues ¿qué me puede faltar si Jesús vive? No me importa
que me falte todo lo demás, con tal de que Jesús viva. Que yo mismo
desaparezca, si él lo quiere. Me basta con que él viva, aunque sólo sea
para él. Cuando el amor de Cristo llena de tal modo todo el afecto del
hombre, que olvidándose y perdiéndose a sí mismo, sólo le preocupa Cristo
y lo que quiera Jesús, entonces creo que la caridad ha llegado en él a la
4
perfección. A quien se halla penetrado de este afecto, la pobreza no es
gravosa; no siente las injurias, se ríe de los oprobios, tiene en poco
los perjuicios, estima la muerte como ganancia; digo más, no piensa que
muere, cuando sabe de cierto que pasa de la muerte a la vida. Por eso
asegura confiadamente: Iré y lo veré antes de que yo muera”.
B. Guerrico de Igny, Res I [33], 5

“La experiencia de algunos de vosotros sabe que a menudo Jesús, a


quien buscaron como en un sepulcro junto a los altares sin encontrarlo,
inesperadamente les salió al encuentro en el camino de sus trabajos.
Entonces se acercaron a él y le retuvieron los pies, ya que la pereza no
retuvo sus pies a causa de su deseo de Jesús. Por lo tanto, hermano, no
ahorres a tus pies las idas y venidas de los trabajos, cuando Jesús a
causa tuya no ahorró a sus pies ni aún el dolor de los clavos, y ahora no
rehúsa recompensar y aligerar las fatigas de tus pies, dejándote abrazar
y besar los suyos”. B. Guerrico de Igny, Res III [35], 4

“¿Qué cosa se puede predicar con más convicción, escuchar con más
provecho para la salvación, pensar con más fruto? En verdad ¿qué hay más
piadoso para los afectos de los fieles, tan medicinal para las
costumbres, qué cosa destruye los pecados, crucifica los vicios, alimenta
y fortalece las virtudes como el recuerdo del Crucificado?”.
B. Guerrico de Igny, Palm II [30], 1

“El primer calor propio del que vuelve a la vida es realizar obras
buenas; el segundo progreso en la resurrección se da cuando el afecto se
dilata en la oración; la perfección se alcanza cuando el entendimiento es
iluminado para la contemplación. Por estos grados de virtud, por estos
progresos en una vida santa, esforzaos, hermanos míos, por resucitar más
y más para poder llegar, como dice el apóstol, a la resurrección de
Cristo de entre los muertos. El que vive y reina por todos los siglos.
Amén”. B. Guerrico de Igny, Res III [35], 5

“Hazte cargo, muy querida, de tu estado de vida. Eran dos hermanas,


Marta y María. Una estaba muy ocupada y la otra totalmente ociosa. Una
daba, la otra pedía. Marta se deshacía en atenciones y María fomentaba el
amor. Y no se agitaba, no andaba por todas partes, no se inquietaba por
agasajar a los comensales, no le preocupaban los quehaceres de la casa,
ni escuchaba las llamadas de los pobres: sentada a los pies de Jesús,
recogía sus palabras”. S. Elredo de Rieval, Inst 96

“El amor divino comprende dos cosas: el afecto interior y llevarlo a


efecto a través de las obras; éste consiste en la práctica de las
virtudes y el afecto en la dulzura del gusto espiritual. La práctica de
las virtudes implica un cierto modo de vivir: ayunos, vigilias, trabajo,
lectura, oración, pobreza y otras obras semejantes; el afecto se nutre
con la reflexión saludable. Por eso, para que ese amor a Jesús crezca en
tu afecto, necesita esta triple meditación: sobre las cosas pasadas,
presentes y futuras. Es decir, recordar lo pasado, experimentar el
presente, y considerar el futuro”. S. Elredo de Rieval, Inst 104

“Acompaña con tu devoción a la Madre a Belén, y retirándote con ella


donde acampe, asiste y obsequia a quien da a luz y, una vez colocado en
el pesebre, prorrumpe en gritos de júbilo: ¡Un niño nos ha nacido, un
hijo se nos ha dado! Abraza el dulce pesebre, venciendo la timidez con el
amor, que el afecto arroje el temor, pon tus labios en los sacratísimos
pies y cúbrelos de besos”. S. Elredo de Rieval, Inst 109

5
“Rompe el vaso de alabastro de tu corazón con todo su contenido; tu
devoción, tu amor, tu deseo, tu afecto. Todo debes derramarlo sobre la
cabeza de tu Esposo, adorando al hombre en Dios y a Dios en el hombre”.
S. Elredo de Rieval, Inst 124

“Ahora sube con Él al cenáculo espacioso y adornado. Pero gózate


porque puedes participar en las alegrías de la cena de la salvación. Que
el amor venza la timidez, el afecto excluya el temor para que se te
conceda en tu mendicidad por lo menos unas miguillas de su mesa. O si lo
prefieres quédate un poco escondida y como una indigente que mira al rico
mientras le extiende la mano para recibir algo, manifiesta tu hambre con
lágrimas”. S. Elredo de Rieval, Inst 128

“Ahí tienes, mi querida hermana, un recuerdo de los beneficios


pasados de Cristo, la experiencia de los presentes, la espera de los
futuros, a modo de semillas de meditación espiritual que procurarás
sembrar. Con ellas germinará y se desarrollará el espléndido fruto del
amor divino. Así la meditación despertará el afecto; el afecto engendrará
el deseo y el deseo arrancará lágrimas, para que las lágrimas sean tu pan
noche y día, hasta que comparezcas en su presencia, y seas admitida a su
abrazo y puedas decir aquello que está escrito en el Cantar: Mi amado es
para mí y yo soy para él”. S. Elredo de Rieval, Inst 182

“Quien vive la caridad fraterna se funde en suave afecto con los que
ama”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 12

“Cuanto más afectuosa más suave es la caridad”.


S. Elredo de Rieval, Spec III, 52

“Sólo Jesús excita nuestro afecto en todo y sobre todas las cosas, y
reclama nuestro amor; él solicita el mejor asiento y el más alto; y no
sólo el más alto sino también el más íntimo en la mansión del corazón”.
S. Elredo de Rieval, Spec III, 106

“22. Nuestro afecto, si sigue las cosas deleitables, debe adornarse


mirando a la caridad divina, de aquella caridad con la que Dios no
perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, por lo
que el mismo Hijo, por el gran amor con que nos amó, se entregó a la
muerte y fue contado entre los criminales. Grande es, hermanos, ver a
nuestro Señor en el seno de la madre, en el pesebre, y verle hoy en los
brazos del santo Simeón. Grande es el gozo imaginarse en el corazón sus
palabras, sus milagros, sus abrazos, sus besos. Gran adorno, hermosas
colgaduras del tálamo.
23. Igualmente nuestro afecto en cuanto se dirige a las cosas
útiles, ha de ser adornado con el recuerdo de las promesas divinas, ¿qué
nos ha prometido Dios? ¡Qué gloria, qué felicidad, qué riqueza, qué
honores! ¿Qué nos puede ser más provechoso que desear estas cosas con
toda nuestra alma, que las queramos, que las consigamos?, pensar en esto
sí que es una hermosa colgadura.
24. Lo mismo cuando nuestra tendencia (afecto) va a las cosas
honestas, ha de ser adornada con el pensamiento de la condición humana.
Debemos tener presente de quién somos criatura y hechura. ¿Y qué hay más
digno que la criatura ame a su Creador, la obra al que la hizo, el siervo
al Señor, el hombre a Dios? También este pensamiento es un bello
ornamento.
25. Por tanto, si nuestro afecto se dirige con gozo a nuestro
Redentor, ardientemente a nuestro Remunerador, humildemente a nuestro
Creador y Señor, el tálamo está adornado. Este primer pensamiento excluye
6
de nuestro afecto el placer, el segundo la codicia, el tercero la
vanidad. Adorna, pues, así Sión, tu tálamo y recibe con todo el afecto,
con todo el amor, con toda la dulzura, con toda la ternura, al rey
Cristo”. S. Elredo de Rieval, Serm. 32, En la Purificación de María

“Escúchame entonces tú, misericordioso Dios nuestro, escucha la


oración que hago por ellos; a ella me obliga mi cargo, me invita el
afecto y me anima la consideración de tu benignidad. Tú sabes, dulce
Señor, cuánto los amo, que mi corazón les pertenece y mi afecto se
derrama sobre ellos. Tú sabes, Señor mío que no los gobierno con rigor ni
con espíritu de dominio, que he elegido servirlos en caridad antes que
dominar sobre ellos; que la humildad me impulsa a someterme a ellos y el
afecto a estar entre ellos como unos de ellos”.
S. Elredo de Rieval, Orat 8

“Pero si la llama del anhelo de Dios ha consumido en el ara de tu


corazón la grasa de tu amor más íntimo y la enjundia de tu afecto; si el
humo aromatizado del fuego de la oración se ha elevado a lo alto, de
suerte que el alma haya podido penetrar con la mirada radiante los
secretos del cielo y saborear con el paladar del corazón la caricia
deliciosa de la dulzura de Dios, te encuentras, portador de un holocausto
gratísimo en el Templo de Jerusalén”. S. Elredo de Rieval, Iesu III, 7

“Cada vez que la tentación nos ataque, sea por la enfermedad, la


pobreza, las asperezas de la disciplina o un exilio demasiado prolongado
o también por el tedio de una soledad tan remota y por un silencio
profundo; sea por una tentación de cualquier tipo, que son innumerables,
por medio de la lectura, de la meditación, de la oración, despertemos a
Cristo que duerme. Dirijamos nuestra atención al ejemplo de su cruz y de
su pasión, sufridas por nosotros; como mordidos por la serpiente que
repta por debajo contemplemos la serpiente suspendida en lo alto”.
Isaac de Stella, IV p Epi III [11],12

“Bienaventurados los puros de corazón, porque ellos verán a Dios.


Todos tienen esta aspiración: querer ver lo que aman. Por eso, se sigue
naturalmente aquello de: Bienaventurados los puros de corazón, etc. En
efecto, sólo los puros de corazón verán a Dios, y Dios será visto sólo
por el corazón puro. Pero, os pregunto, hermanos, ¿para qué durante largo
tiempo hemos realizado tantos esfuerzos, si todavía no hemos purificado
nuestro corazón? Si lo hemos purificado para la la virtud, hemos de
purificarlo para la verdad; si lo hemos purificado para la caridad, hemos
de purificarlo para la visión.
Por cierto, hemos curado al cojo, pero hemos de iluminar también al
ciego.Porque son dos las penas de los hijos de Adán: la ignorancia y la
debilidad; la una cierra los ojos de la razón, y la otra, por así
decirlo, retrasa en su marcha las afecciones del alma. El profeta deplora
estos sufrimientos comunes y dice: Mi virtud me ha abandonado, y la luz
de mis ojos no está conmigo. La virtud se forma en la afección, o más
bien, la propia afección se forma en la virtud. Sin duda la verdad se
muestra a la razón pero para ser vista, ésta debe ser iluminada por
aquélla”. Isaac de Stella, OS IV [4],1-2

“16. … se debe educar la afección con discreción, sobriedad, energía


y justicia, para que en ella el hábito del alma que se llama virtud, esté
bien regulado, y para que sea formada y ordenada por la caridad según se
lee: Ordenó en mí la caridad. Y que aquél que desea ser espiritual, lo
sea más bien por la afección que por la razón, y más bien por la conducta
que por la meditación. Que se apoye en los pies para emprender el vuelo;
7
y, porque no siempre podrá volar, que vuelva a caer sobre sus pies, para
no precipitarse de cabeza, es decir, para que la afección no se
precipite, ella que tiene a su cargo el cuidado de la casa, de todo su
amueblamiento y de todo el personal. 17. Ella anda solícita y se inquieta
por todo Asigna su nombre y su función a todas las acciones y a todos los
movimientos de los miembros; si es buena y ordenada, todo lo demás será
bueno y ordenado; pero si es mala, lo demás será malo; si está
corrompida, lo demás se corromperá. Por tanto, así como la acción está
sometida a la voluntad, así también que la voluntad o la afección se
someta a la razón; pero que la razón se someta a la Sabiduría y al Verbo
de Dios, a fin de que como varón sabio y a cara descubierta contemple a
Dios del que es imagen, y no tenga un velo sobre la cabeza, dependiendo
inmediatamente sólo de Dios”. Isaac de Stella, OS IV [4], 16-17

“Que todo ejercicio corporal, que aprovecha poco, esté regulado por
una piadosa afección; que toda afección y voluntad estén sometidas a la
razón; pero que el alma racional esté sometida al Verbo de Dios, a fin de
no apartarse jamás de su magisterio y tal como allí viere u oyere, así
juzgue, modere, ordene todas las cosas inferiores. Aprenda allí lo que
debe enseñar y diga: Mi doctrina no es mía sino de aquél a quien estoy
sometida”. Isaac de Stella, OS V [5],16

“Un fervor sincero… eleva el espíritu para que salga al encuentro de


la gracia, abre el corazón para que la reciba, dilata el afecto para que
pueda recogerla lo más posible”. B. Guerrico de Igny, Nat II [7], 3

“Estando todavía lejos -dice- lo avistó su padre y se le conmovieron


las entrañas y corriendo a su encuentro le echó los brazos al cuello y lo
besó. El tiempo que se tarda en pronunciar estas palabras le parecía
excesivo a aquel padre que debía otorgar el perdón a su hijo, así como a
éste para recibirlo. De tal modo se apresuraba a liberar al reo del
punzante aguijón del remordimiento, que la compasión de la miseria
atormentaba al padre misericordioso, si cabe, más que la propia miseria
al hijo miserable. Y no decimos esto para fijar los afectos humanos en la
naturaleza inmutable de Dios, sino para inundar de dulzura nuestro afecto
en el amor de aquella Suma Bondad, aprendiendo en esta semejanza humana
cómo Dios nos ama más a nosotros que nosotros Él”.
B. Guerrico de Igny, Quad II [21], 1

“Si no me engaño, está claro que la soberbia humana se malogra a sí


misma y corrompe la imagen de Dios que hay en ella, cuando se aleja del
sumo bien, no con los pasos de los pies sino con los afectos del
espíritu; y que la humildad humana se renueva a imagen de quien la creó
cuando se acerca a Dios con el afecto del espíritu. Por eso dice el
Apóstol: Renovaos en el espíritu de vuestra mente y revestíos del hombre
nuevo, que fue creado a imagen de Dios. ¿Y cómo se realizará esta
renovación sino con el precepto nuevo de la caridad?
S. Elredo de Rieval, Spec III, 8

“El afecto es una inclinación espontánea y grata del espíritu hacia


alguien El afecto espiritual puede entenderse bajo dos aspectos, es
decir, el alma se siente impulsada por un afecto espiritual cuando la
mente, estimulada por una visita oculta y casi imprevista del Espíritu
Santo, se entrega a saborear el amor divino, o la dulzura de la caridad
fraterna”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 11

“Así pues, el afecto racional que brota al contemplar la virtud


ajena, consta que es el más perfecto de cuantos nos incitan a amar al
8
prójimo. Amar la virtud es, en efecto, un indicio grande de virtud. Y es
muy útil consentir a ese afecto, sea para emular las virtudes, lo cual se
consigue mejor con este afecto, sea para aborrecer los vicios, que nos
repugnan al considerar con diligencia las virtudes. Si nuestro deseo se
guía por este afecto, creo que no será pernicioso ni nocivo; no
perjudica, sino que aprovecha mucho desear la presencia del que nos
corrige con su ejemplo si somos malos, nos espolea si somos buenos, o si
somos perfectos nos confirma con el mutuo coloquio”.
S. Elredo de Rieval, Spec III, 14

“En cambio, el afecto espiritual que proviene de Dios debe admitirse


y promoverse por todos los medios y fomentarse. A él acompaña
provechosamente nuestro deseo, pues cuanto más dulce se nos muestra su
gran excelencia con tanto mayor fervor se ansía su deseada presencia.
Nuestra acción debe excitarse con este afecto, pero no debe ordenarse por
él. Debe excitarse por él, para que la voluntad nunca cese de obrar bien
y perfectamente; pero la acción no debe ordenarse por el afecto, para que
no supere las posibilidades corporales. El cuerpo, en efecto, es un
instrumento para ejercitar el afecto, y como es de arcilla y expuesto a
innumerables sufrimientos, no puede soportar el ardor de un espíritu
ferviente si la acción externa no se templa con cierta moderación: con
una actividad inmoderada el cuerpo desfallece y sucumbe”.
S. Elredo de Rieval, Spec III, 53

“Tanto el amor con el que procuramos nuestro bien, como aquel por el
que nos unimos al prójimo con un afecto puro, es preciso que estén
animados de algún modo por el amor divino.
…El placer y el deleite de la carne impulsan mucho hacia dicha
corrupción, pero cualquiera puede rechazarla y evitarla si, penetrado de
un piadoso afecto hacia la carne de nuestro Salvador, goza al contemplar
con ojos espirituales al Señor de la majestad recostado en la estrechez
del pesebre, cómo desea la leche de unos pechos virginales, cómo recibe
los abrazos de su madre, y es besado con los labios gozosos de un trémulo
anciano, el santo Simeón”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 13

“El hombre se ama si no se degrada en el placer carnal. Y para no


sucumbir a la concupiscencia carnal vierta todo su afecto en la suavidad
de la carne del Señor. Para descansar más suave y perfectamente en el
gozo de la caridad fraterna, estreche incluso a los enemigos con los
brazos de un amor verdadero. Y para que este fuego divino no se enfríe
con el viento de las injurias, contemple siempre con los ojos de su mente
la serena paciencia de su amado Señor y Salvador”.
S. Elredo de Rieval, Spec III, 16

“39. Estos son los afectos que se me ocurren, de momento, que yo no


llamaría amor, sino una especie de manantiales o raíces de amor.
40… Si el espíritu acepta estos motivos y se dispone a hacer el
bien, no sólo al amigo sino incluso al enemigo, aunque no sienta el
afecto no se privará del mérito de la caridad”.
S. Elredo de Rieval, Spec III, 39-40

“47. Sea cual sea el afecto del que ama, no quebrantará las normas
de la caridad si a aquel por quien siente más simpatía no le entrega su
propia persona ni nada prohibido por la razón, y al otro no le niega nada
de lo que la misma razón le indica. Pues como estos afectos no dependen
de nuestra voluntad, a veces nos movemos por ellos en contra de nuestro
querer, y otras veces no los sentimos, aunque lo queramos. El amor no

9
procede del afecto porque el afecto influya en el espíritu, sino cuando
el espíritu se guía por esa tendencia siguiendo el afecto.
48. El amor procede del afecto cuando el espíritu consiente al
afecto; de la razón, cuando la voluntad se une a la razón; y de estos dos
puede brotar un tercer amor si la razón, el afecto y la voluntad se unen
profundamente.
Quien se mueve por el afecto ama más dulcemente y obra con más
facilidad”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 47-49

“Después de analizar diligentemente lo que hemos dicho sobre los


diversos afectos, resulta evidente, a mi parce, qué provecho ha de
buscarse en ellos.
Sin duda alguna, que con esos afectos nos excitemos a desear lo que
debe amarse, como si fueran unos aguijones de amor; que conservemos el
amor con más suavidad y diligencia por la dulzura que infunden los
afectos; y que practiquemos los actos con los que tendemos a lo deseado,
con tanto más gusto cuanto mayor es el afecto, y con tanto más fervor
cuanto mayor es el consuelo. El deseo debe ser excitado por el afecto,
pero casi nunca debe seguirlo, como lo hemos indicado. Del mismo modo, es
muy provechoso practicar las buenas obras, impulsados por el afecto, y
perseverar en ellas por afecto; pero ordenarlas según el afecto carece de
orden”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 73

“Te amamos por ese movimiento de amor que pusiste en nosotros. En


cambio tú, Creador de todas las cosas, de los buenos afectos y de las
almas por ellos conmovidas ¿amas lo que amas con un amor accidental e
incidental? ¿Te sientes conmovido en alguna medida, en alguna cosa, tú
que das la existencia a todas las cosas?
No, ciertamente”. Guillermo de Saint-Thierry, Contemp II, 11(2)

“Cuando te amamos nuestro espíritu está unido a tu Santo Espíritu;


por él, que habita en nosotros, tenemos la caridad de Dios derramada en
nuestros corazones. Y cuando tu amor, amor del Padre por el Hijo, amor
del Hijo por el Padre, cuando el Espíritu Santo habita en nosotros, es a
tu mirada lo que es: Amor.
Él convierte hacia sí todos los “cautivos de Sión”, es decir, todos
los afectos de nuestra alma, y los santifica. Entonces te amamos, o
mejor, tú te amas en nosotros: nosotros por el afecto, tú por el efecto,
haciéndonos uno contigo por tu propia unidad; por tu mismo Espíritu Santo
que no has dado”. Guillermo de Saint-Thierry, Contemp II, 11(110)

“El afecto piadoso se une con el ardor a este Bien, por amor a él
mismo, que ya no se separará de él hasta llegar a formar con él una sola
cosa o un solo espíritu”. Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 275

“Se une a Él mediente la oración y la acción de gracias de tantas


maneras cuantas encuentra su tierno afecto, ya sea en las necesidades y
consolaciones propias, o en la compasión y el gozo compartido con las del
prójimo”. Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 181

“En adelante, a medida que la fe se vaya transformando en afecto,


abrazarán en el corazón con el dulce abrazo del amor a Cristo Jesús,
perfecto hombre por haber asumido al hombre, y perfecto Dios por ser Dios
quien asume”. Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 175

“En efecto, si no somos capaces de dirigir a Dios todos nuestros


pensamientos, todos nuestros afectos e intenciones, tan casta y puramente
como sería justo y digno hacerlo, para amarlo con todo nuestro corazón,
10
con toda nuestra alma, con todo nuestro espíritu, más vale al menos
amarlo según la pequeña medida de nuestra debilidad, que no amarlo en
absoluto”. Balduino de Ford, Sac alt III, 2

“Si pudieras dirigir hacia él, de un modo inmutable, todos tus


pensamientos, todos tus afectos y también todos tus deseos y mantenerlos
fijos en él, si pudieras arder siempre en todo tu ser con el fuego del
amor, podrías ciertamente amar a Dios con todo el corazón, de una manera
perfecta. Pero, ya que la debilidad humana no lo permite, si no puedes
amar a Dios en la medida en que tienes la obligación de amarlo, ámalo al
menos cuanto puedes, según tus posibilidades, con toda tu capacidad.
Comenzando a amar a Dios aquí con todo tu corazón en la medida en que
este es tuyo, llegarás a amarlo con mayor perfección más tarde, cuando
sea más perfectamente tuyo ese corazón que por ahora no te pertenece
totalmente”. Balduino de Ford, Tract III

Afecto

S. Bernardo de Claraval
- Adv V, 2
- Asc III,2.4
- Asc VI,8
- Csi V, 18
- Csi V, 30
- Dil 17,2
- Dil 22,1
- Dil 28,2
- Div 65,3
- Gra 17,1
- Gra 49,3
- Hum 6,3
- Hum 19,4
- Nat BVM 6.7
- Res 2,4
- SC 13,7
- SC 20,4
- SC 67,3

Guillermo de Saint-Thierry
- Contemp II, 11(2)
- Contemp II, 11(110)
- Ep frat 175
- Ep frat 181
- Ep frat 275

B. Guerrico de Igny
- Nat II [7], 1.3
- Quad II [21], 1
- Ann II [27], 4
- Palm II [30], 1
- Res I [33], 5
- Res III [35], 4
- Res III [35], 5

S. Elredo de Rieval
- Iesu III, 7
- Inst, 96
11
- Inst, 104
- Inst, 109
- Inst, 128
- Orat 8
- Serm. 32, En la Purificación de María
- Spec III, 8
- Spec III, 11
- Spec III, 12
- Spec III, 13
- Spec III, 14
- Spec III, 16
- Spec III, 39-40
- Spec III, 47-49
- Spec III, 52
- Spec III, 53
- Spec III, 73
- Spec III, 106

Isaac de Stella
- IV p Epi III [11],12
- OS IV [4],1-2
- OS IV [4], 16-17
- OS V [5],16

Balduino de Ford
- Sac alt III, 2
- Tract III

Amor ardiente

“¡Palabra fiel y del todo digna de los amigos de Jesús! ¡Castísimo


afecto que así se expresa: Me basta que Jesús viva! Si él vive, vivo yo,
porque de él pende mi alma, es más: él es mi vida, él solo me basta. Pues
¿qué podría faltarme si Jesús vive? Que me falten todas las cosas, con
tal de que Jesús viva. Por tanto si fuere de su agrado que yo me faltara
a mí mismo, me basta que él viva, aunque sólo fuera para sí. Cuando el
amor de Cristo haya absorbido todo el afecto del hombre, hasta el extremo
de que, despreocupado y olvidado de sí, no tenga otro sentimiento que el
de Jesucristo y las cosas de Jesucristo, entonces, a mi modo de ver, la
caridad en este [hombre] es perfecta”. B. Guerrico de Igny, Res [33], 5

“Aquel a quien el Señor visita, no puede verlo antes de poseerlo,


cumpliéndose lo que el santo Job declaraba de sí mismo: Si viene a mí, yo
no lo veo; si se retira, no lo conozco. No se lo ve venir, ni se conoce
cuándo se retira; sólo mientras está presente se conoce lo invisible y se
comprende lo ininteligible.
Por lo demás, cuán admirable sea esta venida del Señor aunque
oculta, cuán suave y agradable sorpresa causará y cómo arrebatará al alma
que lo contempla, cómo todos los huesos del hombre interior exclamarán:
Señor, ¿quién es semejante a ti?, esto lo saben quienes lo han
experimentado y ojalá lo deseen experimentar también quienes no lo han
hecho, con tal de que no sea una curiosidad temeraria lo que los induzca
a escrutar la majestad, a riesgo de ser ofuscados con su gloria, sino más
bien que un amor lleno de respeto los haga suspirar por el Amado para ser
acogidos en su gracia.
¡Qué cosa maravillosa y amable cuando Dios-amor penetra en el alma
que ama, cuando el Esposo abraza a la esposa en la unidad del espíritu,
12
cuando ella es transformada en esa misma imagen por la que contempla como
en un espejo la gloria del Señor!
Dichosos aquellos cuya ardiente caridad ya los hizo dignos de
obtener esta prerrogativa. Pero dichosos también aquellos cuya santa
simplicidad les garantiza que alcanzarán un día la misma gracia. Aquellos
ya gozan del fruto del amor gustando de sosiego en sus trabajos; éstos en
cambio tendrán tanto más mérito cuanto con menor consuelo sobrellevan el
peso del día y del calor y esperan la llegada de la recompensa
Así pues, hermanos, nosotros, que aún no hemos tenido el consuelo de
tan sublime experiencia, mientras esperamos con paciencia la venida del
Salvador, consuélenos entre tanto una fe firme y una conciencia pura”.
B. Guerrico de Igny, Adv II [2], 4

“Hemos de buscar ante todo el amor de Dios, principio y fin de todas


las cosas con el cual nos haremos dignos de ser amados también de los
hombres.
Cuando el amor de tu corazón esté tan bien afirmado que no quieras
ser amado sino en Dios y por Dios quiero que la suavidad de tus
costumbres, la humildad de tus servicios, la honestidad de tu entrega te
recomienden ante todos los hombres, a fin de que atraigas el afecto de
todos, sean alabado por todos y aún la misma piadosa forma de vida que te
hace recomendable, se torne recomendable a través de ti.
Dichoso… quien colmado de verdadera caridad no se entrega a ello por
vanidad ni lo desdeña por presunción”.
B. Guerrico de Igny, Ben III [24], 4

“Mis labios prorrumpirán en un himno, pero cuando me instruyas en


tus mandatos, es decir, cuando me des a gustar cuán suave eres, para que
aprenda a amarte con todo mi corazón, con toda mi alma, con todas mis
fuerzas. Tú eres bueno, y en tu bondad enséñame tus mandatos. Tu bondad
es tu unción con la cual instruyes a aquellos de quienes se predijo:
Todos serán instruidos por Dios. Dichoso el hombre a quien tú educas,
Señor, y a quien enseñas tu ley.
La ley del Señor, inmaculada, que convierte las almas, es el amor:
ley realmente ígnea, que está escrita por el dedo de Dios sobre la
superficie del corazón, y que hace arder ese mismo corazón con un
incendio de amor y la boca con una palabra de fuego”.
B. Guerrico de Igny, Pent II [39], 1

“Bella y propiamente se ha llamado hermoso al amor, ya que la


caridad es Dios y, por eso, la suma hermosura. Ésta virtud constituye
casi toda la hermosura de la Iglesia, virtud que su mismo Esposo tanto y
tantas veces admira y ensalza en el cántico de amor. Hermoso por cierto
es el amor que brota de un corazón puro, de una buena conciencia y de una
fe no fingida. Pues donde el corazón es puro no hay ninguna arruga; donde
la conciencia es buena no hay ninguna mancha; donde la fe es sincera no
hay nada que desagrade a los ojos del Esposo, de manera que él puede
presentar a su Iglesia llena ahora de gracia, luego llena de gloria.
…que sólo reine el amor de la hermosura interna y eterna, por el
cual los que son verdaderamente hermosos aman sólo a Dios o a causa de
Dios”. B. Guerrico de Igny, Nat BVM II [52], 5

“Aprendamos a esperar con ardiente anhelo su segunda venida”.


S. Elredo de Rieval, STemp Adv [I] 2

“2. Resuene, pues, buen Jesús, tu voz en mis oídos, para que aprenda
cómo debe amarte mi corazón, te ame mi mente y te amen hasta las entrañas
de mi alma. Que te abrace la médula de mi corazón, pues eres mi bien
13
único y verdadero, mi gozo dulce y exquisito. Pero ¿qué es el amor, Dios
mío? Si no me engaño es una admirable complacencia del alma, tanto más
dulce cuanto más pura, tanto más suave cuanto más verdadera, tanto más
gozosa cuanto más amplia. Es el paladar del corazón que te saborea,
porque eres dulce; es el ojo que te ve, porque eres bueno; y es el
espacio capaz de acogerte, a ti que eres inmenso. Pues quien te ama te
contiene, y te contiene en la medida que ama, porque tú eres amor, eres
caridad. Esa es la opulencia de tu casa de la que se embriagarán tus
amados, los que se pierden a sí mismos para pasar a ti. ¿Y cómo se
realiza eso, Señor, sino amándote? Pero con todo el ser. Descienda,
Señor, te ruego, a mi alma una partícula de esta inmensa dulzura tuya,
con la que se endulcen los panes de su amargura. Guste de antemano con la
prueba de un pequeño sorbo aquello que desea, lo que ansía, por lo que
suspira en esta peregrinación. Saboree y siga con hambre, beba y siga con
sed, pues los que te comen tendrán más hambre, y los que te beben tendrán
más sed. Pero se saciarán cuando aparezca tu gloria, cuando se manifieste
el cúmulo inmenso de tu dulzura, que reservaste para los que te temen,
porque sólo lo revelas a los que te aman.
3. Mientras tanto, Señor, que yo te busque, y te busque con el amor;
porque quien camina amándote es indudable, Señor, que te busca; y quien
te ama perfectamente ése es, Señor, el que ya te ha encontrado. ¿Hay algo
más justo que el que te ame tu criatura, que recibió de ti ese don de
poder amarte?”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 2.3

“Oh quién me diera embriagarme con tan saludable bebida, sumergirme


en tan suavísimo letargo, en este profundo descanso del alma, para que,
amando al Señor mi Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas
mis fuerzas, nunca busque mis cosas, sino las de Cristo, y, amando al
prójimo como a mí mismo, no busque lo que es útil para mí, sino para el
otro”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 49

“Purificada el alma por este doble amor, desea ardientemente los


dichosos abrazos de la misma divinidad, con tanta más devoción cuanta
mayor es su seguridad; de tal modo que, abrasada en un gran deseo, se
desprende del velo de la carne y entra en aquel santuario donde Cristo
Jesús es un espíritu ante él, para ser absorbida totalmente por aquella
luz inefable y aquella inusitada dulzura. Y hecho un total silencio de
todo lo corporal, de todo lo sensible, de todo lo mudable, fija su mirada
en el Uno que es y permanece siempre el mismo, se dedica sólo a
contemplar que el Señor es Dios, y celebra el Sábado de los sábados entre
los tiernos abrazos de la caridad”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 6

“Purificada el alma por este doble amor, desea ardientemente los


dichosos abrazos de la misma divinidad, con tanta más devoción cuanta
mayor es su seguridad; de tal modo que, abrasada en un gran deseo, se
desprende del velo de la carne y entra en aquel santuario donde Cristo
Jesús es un espíritu ante él, para ser absorbida totalmente por aquella
luz inefable y aquella inusitada dulzura. Y hecho un total silencio de
todo lo corporal, de todo lo sensible, de todo lo mudable, fija su mirada
en el Uno que es y permanece siempre el mismo, se dedica sólo a
contemplar que el Señor es Dios, y celebra el Sábado de los sábados entre
los tiernos abrazos de la caridad”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 17

“Existe, además, otra estancia más eminente que todas las demás,
donde reside únicamente Jesús, el fabricante y reparador de esta arca
espiritual, y el que gobierna con suavidad todo lo que se halla debajo de
él: que disfrute de todo, brille, resplandezca y destelle en todo, y
lleve a la totalidad de las criaturas por el camino más recto al lecho de
14
su amor. Él sólo excita nuestro afecto en todo y sobre todas las cosas, y
reclama nuestro amor; él solicita el mejor asiento y el más alto; y no
sólo el más alto sino también el más íntimo en la mansión de nuestro
corazón”.S. Elredo de Rieval, Spec III, 106

“Podemos ver también en el fuego el amor con el que debemos amar a


Cristo, y sin el cual nadie se acerca dignamente a las carnes del
Cordero. En este sentido, se nos ordena comer las carnes asadas al fuego,
y está bien. Porque lo que se ama ardientemente da vuelta en el corazón
por una meditación continua, y es como asado al calor del amor. Comemos
pues la carne asada, cuando recogemos ávidamente y recibimos en nosotros
mismos el ejemplo de la pasión de Cristo por un amor decidido a imitarle.
… Cuando se come a Cristo en el Sacramento del altar, hay que
comerlo a prisa. No que se deban celebrar los ritos de la misa a prisa y
como precipitadamente, sin gravedad ni respeto. Pero cuando llega el
momento de la comunión, hay que tomar sin tardanza lo que se debe comer
con un deseo muy grande. Porque debemos tomar este alimento como algo que
deseamos ardientemente, que deseamos ávidamente. El que se acerca a la
comunión debe acercarse como el hambriento a la comida, como el que está
muriendo de sed a la bebida; como quien no puede soportar la espera ni
ver diferida una gracia tan grande.”. Balduino de Ford, Sac alt III, 1

“El Sol deviene más cálido en nosotros cuando nuestro corazón se


inflama con el deseo del amor divino. Y el maná se derrite cuando, a la
palabra de Dios, nuestro corazón se derrite por amor de Cristo. Dice la
esposa: Desfalleció mi alma cuando habló el amado. Leemos también en el
salmo: Envía su palabra y todo se derrite. También se dice que el maná,
es decir la palabra de Dios, derrite por el efecto que produce; así como
llamamos lenguaje inflamado al que inflama, y palabras suaves como el
aceite a las que suavizan el corazón”. Balduino de Ford, Sac alt III, 2

“Pero también parece convenir otra razón a esta división de un único


mandamiento. Puesto que el amor del mundo ocupa todo nuestro corazón y
llena todas sus células, hay que desterrar de todo el corazón ese amor
mundano.
Hay que arrojar afuera al príncipe de este mundo para que penetre el
amor de Dios y se adueñe de todo el corazón. Dios debe ser reconocido en
los lugares más recónditos de nuestro corazón, todos sus confines deben
recordar al Señor y volverse a él. Así Dios poseerá todo nuestro corazón
y este lo poseerá a su vez. Así se podrá decir con el Profeta: Dios de mi
corazón y mi porción es Dios para siempre.
…Si pudieras dirigir hacia él, de un modo inmutable, todos tus
pensamientos, todos tus afectos y también todos tus deseos y mantenerlos
fijos en él, si pudieras arder siempre en todo tu ser con el fuego del
amor, podrías ciertamente amar a Dios con todo el corazón, de una manera
perfecta.
…Hay que amar a Dios de todo corazón en sus beneficios. Hay que amar
a Dios con toda el alma en sus promesas. Hay que amarlo con todas las
fuerzas en sus juicios. Hay que amarlo con toda la mente en sus
preceptos. Bajo la inspiración de Dios, estas cuatro realidades —
beneficios, promesas, juicios y preceptos— provocan en nosotros esos
cuatro sentimientos de amor divino”. Balduino de Ford, Tract III

“Dios es espíritu , y el que se une a Dios, se hace un espíritu con


él. Pero el espíritu del hombre, dividido y disperso como está, no puede
concentrarse y aunarse sino uniéndose al Dios uno y simple; sin embargo,
se divide al ir hacia Dios cuando de diversas maneras se une con él, y al
unirse a él de diversas maneras busca unirse más estrechamente con Dios y
15
que Dios se una más estrechamente con él.¿Y quién obra con acierto en
todo esto? ¿Quién puede contar todas las veces en las cuales ha salido de
sí por el miedo, la admiración, el estupor, la meditación y la
contemplación? ¿Quién puede contar los estímulos de la compunción, los
gozos santos, las armonías del júbilo, el arrebato de los suspiros, los
sollozos y gemidos, los deseos ardientes, las oraciones vehementes?”
Balduino de Ford, Tract VI

“Hay un amor santo, por el cual se ama a Dios verdadera, casta y


puramente, que también es una enfermedad. Por esto sufre con angustia la
que dice: De amor estoy enferma. Pero si el amor de Dios es caridad, y la
caridad es una virtud (fuerza), y la más grande de las virtudes
(fuerzas), ¿cómo el amor de Dios es una enfermedad? ¿Acaso el amor de
Dios o caridad sería debilidad y también fuerza, desfallecimiento y
salud, enfermedad y medicina? ¿Cómo no sería salud y medicina esta
caridad por la cual fue curada de su dolencia aquella de la que está
escrito: Quedan perdonados sus muchos pecados, porque amó mucho? ¿Cómo la
caridad no sería salud, ella que cura las heridas del alma desfalleciente
y cubre la multitud de los pecados? Si la caridad es salud, ¿cómo es
enfermedad? Y si es enfermedad, ¿cómo no es enfermedad incurable puesto
que está escrito: La caridad no acaba nunca ? ¿Acaso el amor tiene un
modo de obrar cuando desea poseer, y otro cuando posee el objeto de su
deseo? Sin duda alguna.
Ciertamente, por ahora el amor es una enfermedad, cuando la que ama
se consume, anhela y suspira; cuando no posee lo que desea; cuando se ve
apartada de los abrazos apetecidos del Esposo y porque se ve apartada de
ellos vive presa del tormento. Pero, el que cura todas tus enfermedades,
oh esposa, también curará esta enfermedad tuya, cuando él se presente
como Esposo tuyo para que lo, lo veas, para que lo poseas y lo goces,
cuando lo veas tal cual es, los ojos en los ojos, cara a cara, unida a él
de una vez para siempre, sin ser jamás separada de su conversación y de
su vista, de sus besos y de sus abrazos. Desde entonces tu enfermedad
desaparecerá, pero nunca tu amor”. Balduino de Ford, Tract XIV

“Al llegar a este punto, fíjate en qué medida más aún, cómo merece
Dios ser amado por encima de toda medida. Vuelvo a resumir brevemente lo
que ya he dicho. El nos amó primero. El, tan excelso, tan extraordinaria
y gratuitamente, a nosotros, tan ruines y pobres como somos. Dije también
que la medida del amor a Dios es amarle sin medida. Por otra parte, el
objeto de nuestro amor a Dios es él mismo, un ser inmenso e infinito.
¿Cuál será la meta y medida de nuestro amor? ¿Y si nuestro amor no puede
ser algo que se ofrece gratuitamente, sino una deuda a la que se
responde? Nos ama la Inmensidad, la Eternidad y el Amor, que supera toda
comprensión. Ama Dios, cuya grandeza es infinita, cuya sabiduría es
ilimitada, cuya paz supera todo entendimiento. Y nosotros. le
responderemos con medida. ¡Cuánto te amo, Señor, mi fortaleza, mi
alcázar, mi libertador! Eres lo más deseable y amable que puede
imaginarse. ¡Dios mío, ayuda mía! Te amaré según tu me lo concedas y yo
pueda, mucho menos de lo debida, pero no menos de lo que puedo. No puedo
amar como debo ni me obliga a más de lo que puedo. Podré más si aumentas
mi capacidad, mas nunca llegaré a lo que te mereces”.
S. Bernardo de Claraval, Dil 16

“Este grito: ¡Que me bese con los besos de su boca!, me evoca aquel
deseo ardiente y el afecto de su devota expectación. Todo el que entonces
podía ser espiritual, sentía intensamente en su corazón cuánta gracia se
derramaría en aquellos labios. Por eso exclamaban como hablando con el

16
deseo de su alma: ¡Que me bese con los besos de su boca! Y ansiaban con
todo anhelo no verse defraudados de compartir tan gran embeleso”.
S. Bernardo de Claraval, SC 2,1

“Vuélvete, aseméjate, amado mío, a la cabra y al cervatillo. ¿Cómo?


¿Acaba de irse y vuelves a llamarlo? ¿Qué ha sucedido en tan corto
tiempo? ¿Se habrá olvidado algo? Sí ha olvidado todo lo que no sea él,
incluido a sí misma. Aunque no está fuera de sí, no da señales de estar
ahora en sus cabales. Ni siquiera sus sentimientos dejan traslucir ese
rubor que revelan sus costumbres. Es una consecuencia de su amor
apasionado. En efecto, este amor vence y cautiva el sentido del pudor,
las formas de la oportunidad, las normas de la liberación, y engendra
cierta desidia y olvido de la modestia y oportunidad. Observa cómo apenas
se dio la vuelta, y ya le exige que vuelva”.
S. Bernardo de Claraval, SC 73, 1

“Pero cuando se aleja el Verbo todo se vuelve inmóvil e insulso por


cierta languidez, como si sacaras del fuego una olla hirviente; esta
señal de su partida entristece inevitablemente mi alma, hasta que vuelve
de nuevo y mi corazón se enardece otra vez dentro de mí, mostrándome en
esto la prueba de su regreso. Con esta experiencia del Verbo ¿será
extraño que haga mías las palabras de la esposa cuando lo llama en su
ausencia si me devora un ansia, no igual pero semejante en parte al menos
a la suya? Mientras viva, será para mí algo familiar esa palabra con que
llama al Verbo para que vuelva: vuélvete. Y cuantas veces se aleje, otras
tantas la repetiré; como pegado a la espalda del que se va, no me cansaré
de gritar con el ardiente deseo de corazón para que regrese y me devuelva
la alegría de su salvación y se me dé a sí mismo”.
S. Bernardo de Claraval, SC 74, 7

“¿Habéis visto al amor de mi alma? ¡Oh amor arrebatado, impetuoso,


abrasado, apasionado, que no permites pensar en nada fuera de ti, que
todo lo vuelves desdeñable, que haces despreciar a todo menos a ti, sólo
contento contigo! Desbaratas el orden, desorganizas el género de vida,
desconoces la medida; vences tú mismo y eludes toda oportunidad, toda
razón, todo pudor, todo consejo, todo juicio. Todo su pensamiento y todas
sus palabras se refieren a ti, exhalan tu perfume, y nada más. Hasta ese
extremo te pertenece y te apropiaste de su corazón y de su lengua.
Escucha: ¿Habéis visto al amor de mi alma? Como si ellos supieran lo que
ella sentía. ¿Preguntas por el amor de tu alma? ¿Es que carece de nombre?
¿Quién eres tú y quién es él?”. S. Bernardo de Claraval, SC 79, 1

“No temerá iniciar una alianza de comunión con Dios, no sentirá


pudor alguno para llevar el yugo del amor a una con el rey de los
ángeles. ¿A qué no podrá aspirar con seguridad ante él si se contempla
embellecida con su imagen y luminosa por su semejanza? ¿Por qué puede
temer a la majestad, si su origen le infunde confianza? Lo único que debe
hacer es procurar conservar la nobleza de su condición con la honestidad
de vida. Es más, esfuércese por embellecer y hermosear con el digno
adorno de sus costumbres y afectos la gloria celestial impresa en ella
por sus orígenes”. S. Bernardo de Claraval, SC 83, 1

“A esta mirada de tanta bondad y misericordia le sigue una voz que


da a conocer suave y dulcemente la voluntad de Dios. Se trata del amor
mismo, incapaz de ocioso, porque inspira y seduce cuanto está en relación
con Dios. En suma, le dice a la esposa que se levante y se apresure, sin
duda para buscar el bien de las almas.

17
Esto es muy característico de la contemplación auténtica y
desinteresada: el espíritu inflamado ardientemente por el fuego divino,
se ve colmado a veces de tal celo y pasión por ganar para Dios otros que
le amen de esa manera, que con mucho gusto interrumpe el ocio de la
contemplación por su interés en comunicarla. Pero una vez satisfechos sus
deseos vuelve otra vez a sí mismo con mayor ardor, cuanto más
fructuosamente sabe que lo ha dejado. De nuevo se entrega a saborear la
contemplación, para volver a buscar con su típica libertad el bien de los
demás con mayor provecho. A veces fluctúa el espíritu con estos cambios:
teme y le quema sobremanera entregarse más de lo debido, por sentirse
arrastrado en sus afecciones de una parte para otra, y desviarse por ello
de la voluntad de Dios en todo o en parte. Quizás le sucedía algo de
esto al santo Job, cuando decía: Al acostarme pienso ¿cuándo me
levantaré? Y levantado, deseo que llegue la tarde.
Es decir: durante la contemplación me acuso de ser negligente para
la acción, y en mis ocupaciones me remuerde haber perturbado mi
contemplación. Ya ves qué vaivenes agitan al justo entre el fruto de sus
obras y la ociosidad de su contemplación. Aunque siempre está entregado
al bien, siempre se arrepiente del mal y en todo momento gime indagando
la voluntad de Dios. En esas circunstancias el único remedio y refugio
son los frecuentes sollozos y la oración ante Dios, para que se digne
mostrarnos qué, cómo y cuándo quiere que actuemos. Con estas tres
palabras, a mi entender, se te indican y enumeran estas tres cosas: la
predicación, la oración y la contemplación. Con razón se le llama amiga a
la esposa, porque busca con interés y fidelidad el bien del esposo
predicando, aconsejando y sirviendo al prójimo. Con razón la llama
paloma, porque gime suplicando por sus delitos en la oración y se gana
sin cesar la misericordia divina. Con razón la llama hermosa, porque
ardiendo con sus deseos celestiales, se reviste con la belleza de la
suprema contemplación, cuando puede hacerlo libre y oportunamente”.
S. Bernardo de Claraval, SC 57, 9

“Hermanos que éste sea para vosotros el modelo de vida, la verdadera


norma de vuestra vida santa: vivir con Cristo por el pensamiento y el
deseo en esta patria eterna; en esta fatigosa peregrinación no rehusar,
por Cristo, ningún ejercicio de caridad. Seguir a Cristo, el Señor,
subiendo al Padre; afinarse, simplificarse, vivificarse en el ocio de la
meditación; seguir a Cristo bajando hacia el hermano, distenderse por la
acción, dividirse de mil maneras, hacerse todo a todos. No menospreciar
nada de lo que concierne a Cristo; no tener nada más precioso que Cristo;
tener sed de una sola cosa, ocuparse sólo de una cosa, cuando se trata
del Cristo único; querer estar al servicio de Cristo, cuando se trata del
Cristo múltiple”. Isaac de Stella, 3p Epi [12], 6

Amor ardiente

S. Bernardo de Claraval
- Dil 16
- SC 2, 1
- SC 57, 9
- SC 73, 1
- SC 74, 7
- SC 79, 1
- SC 83, 1

- B. Guerrico de Igny
- Adv II [2], 4
18
- Ben III [24], 4
- Res [33], 5
- Pent II [39], 1
- Nat BVM II [52], 5

S. Elredo de Rieval
- Spec I, 2.3
- Spec I, ,49
- Spec III,6
- Spec III,17
- Spec III, 106
- STemp Adv [I], 2

Isaac de Stella
- 3p Epi [12], 6

Balduino de Ford
- Sac alt III,1
- Sac alt III,2
- Tract III
- Tract VI
- Tract XIV

Apertura de corazón

“Puedes deducir, hermano, cuánta confianza tengo contigo al


increparte tan duramente; al no vacilar en juzgar con tanta audacia tu
proceder, no conocido por mí suficientemente, cuando quizá lo llevaste a
cabo con mayor lucidez que la que yo conozco hasta ahora. Porque tú no
quisiste aducir en tu carta todas aquellas razones con que podías excusar
los hechos: bien por tu humildad o por la concisión con que la
redactaste. Por tanto, suspendo todo juicio sobre lo que no estoy del
todo informado y aplaudo irrevocablemente una sola cosa: que, abandonando
el yugo de ser guía, no quisiste quedarte libre; volviste a tu querida
disciplina y no tuviste a menos pasar otra vez del magisterio a la
condición de discípulo.
Desvinculado del cargo pastoral, podías haber permanecido
independiente, ya que la promoción abacial emancipa de toda filiación.
Pero tú rechazaste esa posibilidad, y lo mismo que te negaste a ser señor
de los demás, te pareció temerario dirigirte a ti mismo, y porque no te
juzgaste idóneo para ser maestro de los demás, no te fiaste de ti mismo y
despreciaste convertirte en discípulo de ti mismo. Y con razón, pues
quien se erige en maestro de sí mismo, se convierte en discípulo de su
propia locura. Yo no sé lo que otros pensarán de sí mismos; pero ésta es
mi experiencia: soy más capaz de mandar con facilidad y regentar con
seguridad a muchas personas que a mí mismo. Tuviste, pues, una humildad
prudente y una prudencia humilde, porque creíste que no te bastas a ti
mismo para salvarte y determinaste vivir en adelante bajo el arbitrio
ajeno”. S. Bernardo de Claraval, Ep 87, 7

“Pero todavía debe adentrarse por el camino real y avanzar hacia la


fidelidad, acompañado, como tantas veces os lo encarezco, por la apertura
de la conciencia, complemento de la contrición del corazón. La fe
interior obtiene la justificación y la confesión pública consigue la
salvación. Convertido de corazón, debe ser como un niño ante sí mismo,
como dice la Verdad: Si no os hacéis como niños, no entraréis en el reino
de los cielos. No pretenda, pues, encubrir lo que no es posible ignorar:
19
que ha sido aniquilado sin saber por qué. No se avergüence de sacar a la
luz de la verdad lo que no puede ver oculto sin un gran sentimiento de
compasión. Así es como entra el hombre por los caminos de la misericordia
y de la lealtad, que son caminos de Dios y sendero de vida; su meta es la
salvación del caminante”. S. Bernardo de Claraval, QH XI, 9

Apertura de corazón

S. Bernardo de Claraval
- Ep 87, 7
- QH XI, 9

Atraídos por Cristo

“1. Así me gusta, carísimos. El discípulo que progresa es el orgullo


de su maestro. El que no adelanta en la escuela de Cristo es indigno de
su magisterio, el hecho de no avanzar es un verdadero retroceso. Nadie
diga pues: basta ya, aquí me quedo, me conformo con ser como ayer y
anteayer. El que tal hace es el que se sienta en el camino o el que se
detiene en la escalera. Yo diría a ese tal: El que se ufana de estar en
pie, cuidado con caerse.
El camino es escabroso y angosto, y no es aquí, sino en la casa del
Padre donde hay muchas mansiones. Por ello, el que habla de estar unido a
Cristo tiene que proceder como él procedió. Y Jesús, dice el evangelistaa
se desarrollaba y crecía en saber, en estatura y en el favor de Dios y de
los hombres. Él no se detuvo, sino que saltó como un gigante a recorrere
su camino y si nosotros no somos necios correremos tras él, y nos
atraerrá el aroma de sus perfumes. De lo contrario, si nos alejamos de
él, el camino se hará más pesado y peligroso para el alma perezosa, ya
que no se recreará con sus aromas ni será capaz de reconocer las huellas
del que se halla a tanta distancia.
2. Así pues, hermanos, corred de tal modo que le alcancéis. Y esto
será realidad si no pensáis que ya le habéis alcanzado, sino que
olvidando lo anterior, os lanzáis a la disciplina para que no se irrite
el Señor y perezcáis desviados del camino de la justicia. Quien me come,
añade la Sabiduría, tendrá más hambre, y el que me bebe tendrá más sed,
para que reconozca el perezoso, que el hastío no procede de la hartura,
sino de la vagancia.
3. Y como todo coopera para el bien de los que son llamados santos
por elección de vida, excitémonos con el ejemplo de los que viven en el
mundo. ¿Vemos acaso a un ambicioso que está satisfecho con los títulos
que posee y no apetezca otros? Lo mismo acontece con los curiosos, cuyos
ojos no se sacian de ver ni sus oídos de oír… Vergüenza nos debe causar
vernos menos ávidos de los bienes espirituales. Que el alma convertida al
Señor se ruborice de entregarse con menos a la justicia que el que antes
tuvo para correré tras la maldad. Y es que el motivo de ambas es
totalmente opuesto.
Porque el pecado paga con la muerte, mientras que el fruto del
espíritu es la vida eterna…
Para sentirnos totalmente inexcusables, ocurre que cuanto más
aumenta el peso ligero del Salvador, más llevadero se hace ¿no se
levantan las avecillas sin que les pese la multitud de sus alas y plumas?
Arráncaselas y todo su cuerpo caerá en tierra por su propio peso. Lo
20
mismo ocurre con la disciplina de Cristo, su yugo suave y su carga
ligera: si lo abandonamos nos hundimos, porque es él quien nos lleva y no
nosotros a él”. S. Bernardo de Claraval, Ep 385, 1-3

“2. Pero como dice en pos de ti creo que más bien pide que le
permita seguir tras las huellas de su vida, para emular sus virtudes,
guardar las normas de su conducta y abrazar la perfección de su forma de
vida. En todo esto necesita sobremanera una fuerza que le permita
renunciar a sí misma, tomar su cruz y seguir a Cristo. Por eso precisa la
esposa ser atraída, y ser atraída precisamente por aquel que dijo: Sin mí
nada podéis hacer. Sé muy bien, dice, que yo no puedo llegar hasta ti de
manera alguna, a no ser caminando detrás de ti; y ni siquiera esto, si tú
no me ayudas. Te pido, pues, que me atraigas en pos de ti, porque,
¡Dichosos los que encuentran en ti su fuerza al preparar su
peregrinación! Ya que llegarán a poseerte en el monte de la felicidad.
¡Qué pocos, Señor, quieren ir en pos de ti!, aunque todos desean
llegar hasta ti, porque están convencidos de que a tu derecha está la
alegría perpetua.
Todos quieren gozar de ti, más no todos imitarte; quieren reinar
contigo, sin sufrir contigo…
No les sucede eso a aquellos a los que decías: Vosotros os habéis
mantenido a mi lado en las pruebas ¡Dichosos, buen Jesús, los que han
obtenido este testimonio tuyo! Ellos caminaban realmente en pos de ti con
sus pasos y su corazón. Les enseñaste el sendero de la vida, porque eres
camino y vida, y les dijiste: venid en pos de mí y os haré pescadores de
hombres. El que quiera servirme que me siga, y allí donde esté yo, estará
también mi servidor.
Por eso lo tenían a mucha honra: Mira que nosotros lo hemos dejado
todo y te hemos seguido
3. Así también tu amada, dejándolo todo por ti, ansía ir siempre en
pos de ti, adherirse siempre a tus huellas, seguirte a donde quiera que
vayas, consciente de que tus caminos son de salvación y todos tus
senderos llevan a la paz, y que quien te sigue no camina entre tinieblas.
Pero te pide que la atraigas, porque tu justicia es como el monte de
Dios, y no se puede subir hasta allí con sus fuerzas. Te ruega que la
atraigas, como acostumbras, porque nadie llega hasta ti sin no lo atrae
tu Padre. Y a quienes atrae el Padre le atraes tú también. Lo que hace el
Padre eso hace también el Hijo. Pero pide con más confianza que le
atraiga el Hijo, porque es su propio esposo, al que envió el Padre por
delante en calidad de guía y preceptor, para que la precediera por el
camino recto y la enderezarse por la senda de las virtudes, la instruyera
como sí mismo, le mostrase la calzada de la prudencia, le entregase la
ley de la vida y de la bondad, y así él mismo desearía con razón su
hermosura.
4. Atráeme en pos de ti y correremos al olor de tus aromas. La razón
por la que necesito que me atraigas, es que se entibió un poco en
nosotros el ardor de nuestro amor, y así no podemos correr ahora con un
frío que congela las aguas, como lo hacíamos ayer ye en los días pasados.
Pero será después, cuando nos devuelvas la alegría de tu salvación,
cuando brille de nuevo el sol de la justicia y pasen las nubes de la
prueba que ahora lo ocultan, cuando comience a esparcirse el perfume al
suave soplo de la brisa dulce como antes, y se derramen los perfumes con
su fragancia. Entonces correremos, correremos aspirando su aroma, porque
desparecerá la pesadez que ahora nos abruma y volverá la devoción. Ya no
necesitaremos ser atraídas, pues acuciadas por su bálsamo correremos
libremente. Pero ahora, entre tanto, atráeme en pos de ti.
¿No ves cómo el que te precede guiado por el Espíritu nunca
permanece en el mismo estado, ni avanza siempre con la misma facilidad, y
21
que el caminar de hombre no depende de su poder? Se le concede a su
arbitrio la voluntad del Espíritu: unas veces más lentamente y otras
veces más aprisa le hace olvidar lo que queda atrás y lanzarse hacia
adelante. Si os fijáis bien, parece que lo que os digo desde fuera
coincide con lo que experimentáis en vuestro interior.
5. Por lo mismo, cuando te sientas afectado por la indolencia, la
acedia o el tedio, no pierdas por eso la esperanza, ni desistas de tu
tesón espiritual. Pide la mano del que te ayuda, instándole a que te
atraiga, como hace la esposa, hasta que con el estímulo de la gracia
puedas correr de nuevo más a prisa y alegre, diciendo: Corrí por el
camino de tus leyes, cuando me esanchaste el corazón.
Por eso, mientras actúe la gracia, alégrate, pero no pienses que
posees el don de Dios por un derecho hereditario, como si por esa
seguridad llegaras a creer que no puedes perderlo jamás.
9. Dice: Atráeme en pos de ti y correremos al olor de tus aromas
¿Cómo nos extraña que sienta necesidad de que le atraiga, si corre tras
un gigante, si intenta abrazar al que salta sobre los montes, brincando
por los collados? Su palabra corre veloz y ella no puede seguirle ni
competir con su agilidad, porque sale como un héroe a recorrer su camino;
no puede valerse de sus fuerzas, y por eso pide que le atraiga diciendo:
Estoy cansada, me ha agotado; no me abandones, atráeme en pos de ti, no
sea que intente andar errante tras otros amantes, no sea que corra sin
rumbo fijo.
Atráeme en pos de ti, pues más vale que me atraigas y me provoques
como sea, aterrándome con las amenazas o probándome con los castigos;
pero no me dejes en mi frialdad, no me abandones en mi falsa seguridad.
Atráeme aún a pesar mío y después te seguiré voluntariamente; atráeme
incluso paralizada y me devolverás la agilidad.
Algún día no necesitaré que me atraigas, porque correremos
amorosamente con toda presteza. No correré yo sola: también correrán
conmigo las doncellas. Correremos juntas, correremos a la par, yo por el
aroma de tus perfumes y ellas movidas por mi ejemplo y mis insistencias.
Sí correremos todas al olor de tus aromas. La esposa cuenta con estas
imitadoras suyas, como ella imita a Cristo. Por eso no dice en singular:
Correré, sino correremos”. S. Bernardo de Claraval, SC 21, 2-5.9

“Yo soy flor del campo y el lirio de los valles. La esposa le


muestra el lecho; el esposo la llama al campo y la invita a trabajar.
Cree que nada hay tan convincente para comenzar el combate, como
presentarse él mismo como modelo y premio de la batalla. Yo soy la flor
del campo. Esta expresión abarca las dos cosas: cuál es el modelo de la
lucha y la gloria del triunfo. Tú eres para mí ambas cosas, Señor Jesús;
espejo de sufrimiento y premio del que sufre. Lo uno y lo otro es una
fuerte llamada y un apasionante estímulo. Tú adiestras mis manos para la
pelea con el ejemplo de tu virtud; tú coronas mi cabeza tras la victoria
con la presencia de tu majestad. O porque te miro a ti cómo combates o
porque espero en ti que no sólo me coronas, sino que eres mi corona. En
cualquier caso me seduces maravillosamente o me atraes inexorable, con
ambos lazos irresistiblemente. Llévame en pos de ti: te seguiré a gusto y
más gustosamente gozaré de ti. Si eres tan bueno, Señor, con los que te
siguen, ¿cómo serás con los que te consiguen? Yo soy flor del campo: el
que me ama, salga al campo, no rehúse combatir conmigo y por mí y podrá
decir: He competido en noble lucha”. S. Bernardo de Claraval, SC 47, 6

“Por eso, hermanos, perseverad en la disciplina que abrazasteis y


subid por la pequeñez a la grandeza: es el único camino. Quien elige otro
desciende, no asciende, porque únicamente la humildad encumbra y sólo
ella nos lleva a la vida. Cristo, por su naturaleza divina, no podía
22
crecer ni ensalzarse, porque nada hay más alto que Dios. Pero vio que la
humildad es el medio de elevarse, y vino a encarnarse, padecer y morir,
para que nosotros no cayéramos en la muerte eterna; por eso Dios lo
glorificó, lo resucitó, lo ensalzó y lo sentó a su derecha.
Anda, haz tú lo mismo. Si quieres ascender, desciende; abraza esa
ley irrevocable: a todo el que se encumbra lo abajarán, y al que se abaja
lo encumbrarán. ¡Qué maldad y necedad la de los hombres! Con lo difícil
que es ascender y lo fácil que es descender, prefieren subir antes que
bajar. Siempre están dispuestos para recibir los honores y grandezas
eclesiásticas, que hacen temblar a los mismos ángeles. ¡Qué pocos son los
que te siguen, Señor Jesús, los que se dejan atraer por ti, los que se
dejan guiar por la senda de tus mandatos!
Algunos se dejan seducir y exclaman: llévame contigo. Otros se dejan
guiar y dicen: condúceme a tu alcoba, rey mío. Otros son arrebatados como
lo fue el Apóstol al tercer cielo. Los primeros son felices, porque a
base de paciencia consiguen la vida. Los segundos son más felices, porque
le alaban espontáneamente. Y los últimos son totalmente felices: han
sepultado ya su voluntad en la insondable misericordia de Dios y están
transportados por el soplo ardiente a los tesoros de la gloria. No saben
si con el cuerpo o sin él; pero lo cierto es que han sido arrebatados”.
S. Bernardo de Claraval, Asc II, 6

“Leemos en el Evangelio: Nadie puede venir a mí si mi Padre no le


atrae. Y en otro lugar: Oblígales a entrar. Aunque el Padre
misericordioso parece que atrae y fuerza a todos a la salvación, porque
quiere que todos se salven, sin embargo, sólo juzga digno de la salvación
al que la recibe voluntariamente. Esto es lo que Él pretende cuando
infunde temor o castigo. Trata de estimular nuestra voluntad en vez de
salvarnos en contra de nuestra voluntad. Cambiar la voluntad del mal al
bien, no anulando, sino transformando la libertad. Cuando nos dejamos
atraer, no siempre es contra nuestro deseo. El ciego y el cansado se
dejan llevar gustosamente. Pablo se dejó conducir de la mano a Damasco,
sin repugnancia alguna. Y también deseaba ser arrebatada espiritualmente
la que suspiraba a gritos en el Cantar: ¡Arrástrame en pos de ti;
corramos al olor de tus perfumes!” S. Bernardo de Claraval, Gra 36, 1

“Entonces el alma es vivificada si se somete a Dios y no a la carne;


de modo que el justo verdaderamente diga: Mi alma está apegada a ti. Su
alma se ha apegado a ti, prefiriéndote a ti, posponiéndose a ti, cuando
te ha amado más que a sí misma. Y no te ha amado tanto por sí, cuanto te
ha amado más por ti. Oh Señor Dios de mi salvación, yo querría pedirte en
mi oración que me atraigas a ti, de modo que mi alma se apegue a ti.
…De aquí que la esposa diga al Esposo: Atráeme en pos de ti:
corramos al olor de tus perfumes. La esposa respira también las virtudes
del Esposo, como preciosos perfumes. Pero las respira por la esperanza de
imitarlas. Estimulada pues por el ejemplo del Esposo, tiene la esperanza
de seguir de algún modo sus rastros; ella no presume seguirlo de algún
modo por sí misma, como para sí, sino que al sentir el perfume de su
presencia espera ser ayudada y dice: Atraédme en pos de ti: corramos al
olor de tus perfumes”. Balduino de Ford, Tract IV

“Pero… ¿pensáis hermanos, que podrá volar súbitamente de la tierra


al cielo quien ahora no aprende a volar mediante el ejercicio y la
práctica cotidianos? Si preguntas con qué maestro, con qué guía, ¿acaso
Cristo como el águila que incita a volar a sus polluelos revoloteando
sobre ellos? ….por una parte procuraba atraer hacia arriba, en pos de sí,
sus corazones a impulsos del amor, y por otra les prometía, por el

23
ejemplo de su cuerpo, que sus cuerpos podrían ser elevados” de la misma
manera”. Beato Guerrico de Igny, Asc [37],4

“Si no creemos, tampoco entenderemos y no gustaremos cuán suave es


el Señor. Si es verdad que la fe siente el perfume, es la experiencia la
que gusta y se goza. Por eso quizás María, hablando de su Jesús por sus
poderes y acciones lo nombra ante todo como suavidad del perfume; porque
verdaderamente Jesús comienza a existir en nosotros, cuando nos atrae a
sí mismo mediante el perfume penetrante de lo que creemos de Él.
Sin duda, éste es Jesús, suavidad de perfume que invita, honestidad
que santifica, honor que glorifica. Suavidad de perfume por la que somos
llevados, por decirlo así, hasta el camino; honestidad por lo que somos
guiados; honor hacia el cual somos conducidos”.
Beato Guerrico de Igny, Nat BVM I [51],4

“Así es educada con estas alternancias, hasta que el alma,


totalmente absorta en la caridad inefable, ya no codicia gozar del amor,
sino que inflamada en los ansiados abrazos del más hermoso de los hijos
de los hombres, comienza a querer disolverse y estar con Cristo,
repitiendo sin cesar con el Profeta: ¡Ay de mí que se prolonga mi
destierro! Esta es la bendición que da el legislador: otorga a los
principiantes el vino de la compunción junto con el temor, a los
proficientes la leche de los pechos de su consuelo; y al destetarlos
disfrutarán del banquete de su gloria”.
S. Elredo de Rieval, Spec II, 30

Atraídos por Cristo

S. Bernardo de Claraval
- Asc II, 6
- Ep 385, 1-3
- Gra 36, 1
- SC 21, 2-5.9
- SC 47, 6

Guerrico de Igny
- Asc [37],4
- Nat BVM I [51],4

S. Elredo de Rieval
- Spec II,30

Balduino de Ford
- Tract IV

Ayuno

“¿Quieres conocer la virtud del ayuno? Los demonios de la más cruel


especie sólo son arrojados por el ayuno y la oración. Es también con el
ayuno que el Salvador confrontó al diablo en el desierto. Escucha también
en una breve fórmula el triple fruto del ayuno. El bienaventurado papa
Gregorio canta: Tú, que, por el ayuno corporal, reprimes los vicios,
elevas la mente, donas la virtud y su premio. Esta es la razón de nuestra
abstinencia”. Isaac de Stella, PP. II [50], 12

24
“Aquel que se restaura siempre que tiene hambre, ignora
absolutamente lo que es el ayuno: su virtud y su mérito sólo comienzan
con el hambre. En efecto, no comer no quiere decir ayunar. Lo mismo que
comer inmediatamente después de haberse saciado es superfluo, así
también, comer antes de tener hambre es ocioso; empero, comer cuando se
tiene hambre es meritorio y tanto más meritorio cuánto más largo es el
tiempo que le sigue”. Isaac de Stella, Quad I [32],5

“3.¿A nosotros qué nos manda el Evangelio hoy? Tú, dice, cuando
ayunes, unge tu cabeza y lava tu cara. ¡Admirable dignación del Señor! El
Espíritu de Dios reposa sobre Él, pues le ha ungido; y con todo eso,
predicando a los pobres, dice: Unge tu cabeza. El ayuno del cuerpo es
unción de la cabeza y el hambre es alimento del corazón.
6.Puede, con todo eso, entenderse en la cara lavada la conciencia
pura, y en la cabeza ungida un espíritu devoto. Y si aprobáis este
pensamiento, pueden parecer dichas estas palabras para prevenirnos contra
dos vicios que principalmente suelen acometer a los que ayunan. Porque
tal vez alguno ayuna con afecto a la vanidad, y a éste se le dice: Lava
tu cara. Otro ayuna quizá con impaciencia y resentimiento, y a este le es
necesario ungir la cabeza. Esta cabeza es el interior ánimo, que entonces
se unge en el ayuno cuando se deleita espiritualmente en él ¿Te parece
acaso nuevo que digamos que la cabeza se unge con el ayuno? Aun diré más
¿No has leído alguna vez lo que se halla en la Escritura: Para que los
alimente en el hambre? Es, pues el ayuno del cuerpo unción de la cabeza,
y el hambre el cuerpo refección del corazón”.
S. Bernardo de Claraval, Quad I, 3.6

“Mas ni debe tenerse en poco la misma conversión corporal, pues se


sabe que no es corta ayuda para la espiritual. De ahí es que en ese mismo
lugar, habiendo dicho el Señor: De todo corazón, añadió luego, en ayuno,
que ciertamente pertenece al cuerpo. Sin embargo, hermanos míos, quiero
que estéis advertidos que el ayuno debe observarse no sólo respecto a la
comida, sino respecto de todos los deleites de la carne y, de todo gusto
del cuerpo; antes bien, se debe ayunar de los vicios que de los manjares.
Pero hay un pan respecto al cual no quisiera yo que ayunarais, no sea que
acaso desmayéis en el camino; y, si no lo sabéis, digo que es el pan de
lágrimas, porque se sigue: En el ayuno, en las lágrimas y en los
gemidos”. S. Bernardo de Claraval, Quad II, 4

“Os ruego, amadísimos, que recibáis con toda devoción el ayuno de


Cuaresma, pues no sólo es apreciable por la abstinencia, sino mucho más
por su misterio. Porque si hasta ahora hemos ayunado devotamente, sin
duda debemos ayunar con más devoción en este santo tiempo. Y aunque se
añade algo más al acostumbrado rigor de nuestra abstinencia, ¿no sería
cosa indigna que fuera onerosos para nosotros lo que toda la Iglesia son
nosotros observa? Hasta ahora ayunábamos nosotros solos hasta Nona; ahora
ayunarán hasta la tarde con nosotros juntamente todos: reyes y príncipes,
el clero y el pueblo, los nobles y los plebeyos, igualmente el pobre que
el rico. Esto se ha dicho, hermanos míos para que acaso alguno no sea
turbado del abatimiento y cobardía de su espíritu y reciba el presente
ayuno con poca devoción, acordándose quizá de haber tolerado con
bastantes dificultades el peso del anterior ayuno”.
S. Bernardo de Claraval, Quad III, 1

“1. Habiendo llegado el tiempo del ayuno cuadragesimal, que os


amonesto que recibáis con toda devoción, juzgo que será razón explicar
algún tanto cuál sea el fruto del ayuno y de qué manera convenga ayunar.
En cuanto a lo primero, hermanos míos, absteniéndonos por medio del ayuno
25
de las cosas lícitas, alcanzamos perdón de las ilícitas que habíamos
cometido antes.
2. Diré también una cosa que fácilmente percibiréis, pues la habréis
experimentado, si yo no me engaño, en vosotros mismos muchas veces. El
ayuno da a la oración devoción y confianza. Y mira cómo mutuamente se
ayudan estas dos virtudes entres sí, como está escrito: Si un hermano
ayuda a su hermano, ambos recibirán consuelo. La oración alcanza virtud
para ayunar y el ayuno merece la gracia de orar. El ayuno esfuerza a la
oración y la oración santifica el ayuno y le presenta a Dios. ¿Qué nos
aprovecharía el ayuno si se quedase en la tierra, lo que Dios no permita?
Levántese, pues, a lo alto el ayuno, sirviéndose de la oración como de un
ala; pero a ésta añadamos otra, porque acaso una sola no será bastante.
La oración del justo, dice la Escritura, penetra los cielos. Tenga, pues
nuestro ayuno, para que fácilmente penetre los cielos, dos alas, que son
la oración y la justicia”. S. Bernardo de Claraval, Quad IV, 1-2

“1-Había allí seis tinajas de piedra destinadas a la purificación de


los judíos. Podemos interpretar las seis tinajas como las observancias
propuestas a los consagrados a Dios, en las cuales deben purificarse como
verdaderos judíos. Me refiero al silencio, la salmodia, las vigilias, el
ayuno, el trabajo manual y la integridad personal.
2- La cuarta tinaja es el ayuno ¿quién pone en duda su eficacia
purificadora? ¡Cuánta verdad encierra aquella sentencia, el mejor remedio
de un exceso es su contrario! Si hemos pecado por gula o glotonería, nada
mejor que repararlo con la continencia y el ayuno, el Señor nos dice que
es una fuente de energía para expulsar el demonio: esta ralea no sale más
que a fuerza de oración y ayuno.
4- …El silencio, la salmodia, las vigilias y el ayuno debe
practicarlo cada uno en provecho propio, es decir para su disciplina
personal…” S. Bernardo de Claraval, Div 55, 1.2.4

“…¿de qué nos serviría una sobriedad tan austera en nuestras


comidas, una pobreza tan notable en el hábito que vestimos, tantos
sudores en el diario trabajo manual, tanto rigor de ayunos y vigilias
constantes, una vida monástica tan especial y tan dura, si al fin todo lo
hacemos para ser admirados por los hombres?”.
S. Bernardo de Claraval, Apo 1, 4

“En casi todas las comunidades religiosas encontrarnos hombres


llenos de entusiasmo, rebosantes de gozo, siempre al gres y contentos;
fervientes de espíritu, volcados día y noche sobre la ley del Señor, su
mirada fija en el cielo y sus manos siempre levantadas en oración.
Examinan atentamente su conciencia y se entregan a las buenas obras. La
disciplina les resulta amable, el ayuno ligero, las vigilias breves, el
trabajo manual agradable, y toda la austeridad de nuestra vida les parece
un descanso”. S. Bernardo de Claraval, Asc VI, 7

“La templanza necesita igualmente de la justicia. Nos lo enseña el


Señor en el Evangelio al condenar la templanza de los que sólo ayunaban
para ostentar ante la gente su ayuno. Guardaban templanza en el comer,
pero no eran justos en su corazón, porque no intentaban agradar a Dios,
sino a los hombres”. S. Bernardo de Claraval, Csi I, 10

“Hermanos míos, el trabajo que hacemos nos recuerda nuestro exilio,


nuestra pobreza, nuestra iniquidad. ¿Por qué caminamos sin descanso hacia
la muerte, con ayunos constantes, vigilias frecuentes, con fatigas y toda
clase de penalidades? ¿Hemos sido creados para esto? ¡No por cierto! Pues
si el hombre ha nacido para trabajar no ha sido creado para el trabajo.
26
Su nacimiento se realiza desde el pecado, he aquí por qué es también
castigo: Tenemos que gemir con el Profeta y decir: He sido concebido en
la iniquidad, y mi madre me ha concebido en el pecado. Nuestra creación
era extraña a una y otra, porque Dios no ha creado ni la aflicción ni la
falta”. S. Bernardo de Claraval, Div 39, 1

“Cuando hayas encontrado el tesoro, ponte a negociar y busca las


perlas preciosas. Si encuentras una de gran valor, vende todo lo que
tienes y cómprala ¿Cuál será esta perla de gran valor?... Yo creo que
esta única perla es la unidad.
Busca perlas de gran valor quien no se contenta con los bienes
elementales de la salvación, sino que persigue los más excelentes y
sublimes. y como lo más valioso que encuentra es la unidad, no escatima
nada por ella: tiene la audacia de preferir la unidad a los ayunos,
vigilias y oraciones”. S. Bernardo de Claraval, Div 65, 2

“Nuestra Orden es abyección, es humildad, es pobreza voluntaria,


obediencia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Nuestra Orden es ser sumiso
al maestro, al abad, a la Regla, a la disciplina. Nuestra Orden es amar
el silencio, ejercitarse en los ayunos, las vigilias, la oración, el
trabajo manual y sobre todo mantenerse en el camino más excelso: el amor.
En una palabra: progresar así hasta el final de la vida”.
S. Bernardo de Claraval, Ep 142, 1

“Estos méritos provienen de nuestros ayunos y vigilias, de la


continencia y de las obras de misericordia, así como de todas las
prácticas virtuosas. Sabemos que mediante ellas nuestro hombre interior
se renueva de día en día, a medida que nuestras intenciones -siempre
encorvadas hacia los cuidados terrenos- se yerguen poco a poco desde el
abismo hasta el cielo”. S. Bernardo de Claraval, Gra 49, 3

“Ya puede cantar agradecido: Rompiste mis cadenas. Te ofreceré un


sacrificio de alabanza. Aplica después la medicina de la penitencia, con
las cataplasmas de los ayunos, las vigilias y la oración y otros
ejercicios de penitencia. Mas por su debilidad necesita una
sobrealimentación de las buenas obras, para que no desfallezca. Así te lo
indica el que dijo: Para mí es alimento cumplir el designio de mi Padre.
Vayan, pues, unidos los sufrimientos de la penitencia y el consuelo de
las obras de piedad”. S. Bernardo de Claraval, SC 18, 5

“Has sembrado para ti la justicia, si mediante el verdadero


conocimiento de ti mismo cultivas el temor de Dios, te humillas a ti
mismo, te deshaces en llanto, prodigas las limosnas, te entregas a las
demás obras de piedad, afliges tu cuerpo con ayunos y vigilias, golpeaste
tu pecho y cansaste a los cielos con tu clamor: todo esto equivale a
sembrar según justicia”. S. Bernardo de Claraval, SC 37, 2

“Temo que entre nosotros vivan algunos cuyas ofrendas no las acoja
el Esposo, porque no exhalan el aroma de los lirios. Si ayuno por
satisfacer mi voluntad propia, al esposo no le seduce ese ayuno ni le
gusta, porque no percibe el aroma del lirio de la obediencia, sino el
vicio de la voluntad propia”.S. Bernardo de Claraval, SC 71, 13

“41. Aunque son muchos los ayunos de los cristianos, el cuaresmal


sobrepasa a todos los demás.
42. Moisés, siervo del Señor, ayunó cuarenta días y cuarenta noches
para hacerse digno de recibir la ley del Señor. Del mismo modo el Profeta
Elías, después de comer la torta cocida al rescoldo y beber el agua que
27
le ofrecía el ángel, ayunó cuarenta días y cuarenta noches, mereciendo
entonces escuchar la voz del Señor. Nuestro mismo Señor y Salvador venció
al tentador después de ayunar cuarenta días y cuarenta noches, para
acercarse entonces los ángeles a servirle.
43. El ayuno es un escudo impenetrable contra las tentaciones; un
refugio saludable en toda tribulación; un apoyo indestructible para la
oración. El mismo Cristo proclamó su virtualidad cuando, interrogado por
los apóstoles acerca de por qué no habían podido arrojar el demonio
apoderado del lunático, respondió: Esta clase de demonios no puede salir
más que con la oración y el ayuno”. S. Elredo de Rieval, Inst 41.42.43

“El amor divino comprende dos cosas: el afecto interior y llevarlo a


efecto a través de las obras; éste consiste en la práctica de las
virtudes y el afecto en la dulzura del gusto espiritual. La práctica de
las virtudes implica un cierto modo de vivir: ayunos, vigilias, trabajo,
lectura, oración, pobreza y otras obras semejantes; el afecto se nutre
con la reflexión saludable. Por eso, para que ese amor a Jesús crezca en
tu afecto, necesita esta triple meditación: sobre las cosas pasadas,
presentes y futuras. Es decir, recordar lo pasado, experimentar el
presente, y considerar el futuro”. S. Elredo de Rieval, Inst 104

“Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre


compasivo y Dios de todo consuelo, que nos consuela en cualquier
tribulación. Por tanto, si nos afligimos con ayunos, si nos fatigan las
vigilias, si nos agotamos trabajando, bendito sea Dios que nos consuela
en toda tribulación”. S. Elredo de Rieval, Spec II, 6

“Ahora debes sufrir por Cristo, ejercitar la virtud de la paciencia,


castigar la insolencia de la carne con vigilias continuas y ayunos,
soportar las tentaciones, alejar tu espíritu de toda solicitud terrena, y
sobre todo, mortificar tu voluntad propia con la virtud de la
obediencia”. S. Elredo de Rieval, Spec II, 19

“Algunos medios, como la lectio, la meditación, el trabajo corporal,


el ayuno, la oración íntima y otros semejantes, pueden dispensarse,
variarse, cambiarse, e incluso a veces suprimirse, por salvar a un
hermano. De ellos dice el Apóstol: Nadie busque su interés sino el de los
demás: Y también: Como yo, que intento agradar a todos, no buscando mi
ventaja sino la de todos, para que se salven”.
S. Elredo de Rieval, Spec III, 102

Ayuno

S. Bernardo de Claraval
- Apo 1, 4
- Asc VI, 7
- Csi I, 10
- Div 39, 1
- Div 55, 1.2.4
- Div 65, 2
- Ep 142, 1
- Gra 49, 3
- Quad I, 3.6
- Quad II, 4
- Quad III, 1
- Quad IV, 1-2
- SC 18, 5
28
- SC 37, 2
- SC 71, 13

S. Elredo de Rieval
- Spec II, 6
- Spec II, 19
- Spec III, 102
- Inst 41.42.43
- Inst 104

Isaac de Stella
- PP. II[50], 12
- Quad I [32], 5

Buen celo

“¡Quién me diera embriagarme de esta saludable bebida, quedar


absorto de admiración y presa de este suavísimo letargo, para que, amando
al Señor mi Dios con todo el corazón, toda el alma y todas las fuerzas,
no busque jamás mis intereses sino los de Jesucristo! Y amando al prójimo
como a mí mismo, no busque mi provecho sino el del otro. ¡Oh palabra que
consuma y condensa en la equidad! ¡La palabra caridad, la palabra amor,
la palabra dilección, la palabra de la plena perfección interior! Palabra
que desborda y nada le falta; palabra que condensa, y, en la que se
compendia toda la ley y los profetas”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 49

“Cuánto más se vuelca el Amor sobre aquellos que lo aman, tanto más
capaces se hacen de contemplarlo. Se sacian, sin llegar al fastidio. La
saciedad no disminuye el deseo, sino que lo aumenta y expulsa toda
ansiedad. Es el Amor a quien se ama, a Él que, por el torrente de sus
delicias, aleja de su amante toda miseria, todo fastidio en la saciedad,
toda ansiedad en el deseo y toda envidia en el buen celo.
…Tú haces, Señor, que aquel que desea y aquel que ama, abunden en
aquello que desean y aman, de tal manera que ni la ansiedad aflija al que
desea, ni el fastidio al que está saciado”.
Guillermo de Saint-Thierry, Contemp, I, 6

“Pero, ¿por qué es que en otro lugar se dice: Salmodiad al Señor con
la cítara, con la cítara? ¿Qué significa esta repetición? ¿Habrá al lado
de la cítara que representa nuestra conducta individual, otra que
significa nuestras relaciones de unos con otros? Ciertamente, así como en
la cítara son muchas las cuerdas, mas no todas las cuerdas tienen un
mismo sonido, sino que muchos sonidos se unen por la armonía en un sonido
casi único, así también todos nosotros no somos más que una cítara;
frente a frente los unos de los otros, somos como cuerdas que se
responden las unas a las otras. Cada vez que animado de un buen celo, uno
da al otro un buen ejemplo, le sirve de modelo, o, por cualquier servicio
de caridad y humildad se hace amable a sus ojos, es una cítara que
resuena y cuyas cuerdas se responden armoniosamente”.
Balduino de Ford, Tract IV

“Entre tanto el hombre animal y el hombre espiritual tienen


conjuntamente un cuerpo animal; y se distinguen el uno del otro más por
el estado del alma que por el del cuerpo. En efecto, es en el corazón
donde el hombre animal es crucificado espiritualmente por el espiritual.
Mas la cruz es el celo de Dios según la ciencia. Porque la ciencia y el
celo son las armas de nuestra milicia, no carnales, sino poderosas en
29
Dios para derribar fortalezas, nos armamos así para destruir consejos y
toda altanería que se levante contra la ciencia de Dios y reduciendo a
servidumbre todo pensamiento a la obediencia de Cristo”.
Balduino de Ford, Tract XI

“El bien común antepuesto a los inntereses particulares:


Tienen un solo corazón, una sola alma y todo lo tienen en común, en
todo se muestran concordes y unánimes, siempre anteponen la utilidad
general y el bien común a los interesses particulares; de tal manera que
renuncian a sí mismos y a lo suyo, que ninguno, se trate de este o de
aquello, ya en sus juicios, ya en sus consejos, presume defender
pertinazmente su propia voluntad, ni tener algo aunque mímimo bajo
pretexto de propiedad.
…Todo lo que hacemos de bueno, aprovecha en común, aunque todo el
bien no sea igualmente poseído por los que aman en común. Nosotros
esperamos ayudarnos recíprocamente ante Dios con mutuas oraciones y
méritos mutuos; y con los méritos y las oraciones de los santos a los que
amamos y de los cuales deseamos ser amados, poseemos una gran confianza
ante Dios de conseguir el perdón de los pecados y de merecer la gloria;
principalmente si recordando sus méritos y contemplando su fe, su
caridad, su piedad, su paciencia, nos llenamos de un celo santo, amamos,
nos sentimos provocados a emularlos, nos inflamamos en el deseo de imitar
sus virtudes”. Balduino de Ford, Tract XV

“No Comeréis nada de él crudo, ni cocido al agua, sino solo asado al


fuego.
…Para comenzar por este último grupo, es asado al fuego lo que es
cocido al calor de la fe y la caridad. Comen asado al fuego los que
tienen el celo de Dios según la ciencia, es decir, según la piedad de la
fe; los que creen piadosamente en Cristo y lo aman con fidelidad y con un
corazón abrasado”.Balduino de Ford, Sac alt III,1

“Pueden ser llamados oportunísimamente higos malos aquellos que no


habían retenido ninguna dulzura de caridad, ninguna suavidad de devoción,
sino que, por envidia, por odio o por malicia, se hicieron amarguísimos
y, por lo mismo de ningún modo dignos de ser comidos por Él, es decir de
pasar a formar parte de Su Cuerpo”. (celo malo y amargo)
S. Elredo de Rieval, STemp Palm I [9], 2

“Pero si no tenemos tan buena conciencia para que nos atrevamos a


desear su venida, debemos al menos temer su llegada y, por ese temor,
corregir nuestros vicios para que si, al menos podemos temer ahora,
cuando venga ya no temamos sino que estemos tranquilos”. (celo que aleja
de los vicios, temer a Dios con amor)
S. Elredo de Rieval, STemp Adv [1], 2

“Esta debilidad de mi Señor, sin duda es el apoyo y fortaleza de mi


debilidad. De ahí que han de estar adheridos los que se muestran firmes
en la Religión y prontos a todas las asperezas para que no juzguen
temerariamente a los que ven que mitigan el rigor conforme a su
debilidad”. S. Elredo de Rieval, STemp Nat [2], 6

“Tú también, si nos haces gustosamente partícipes del don que has
recibido de lo alto a los que convivimos contigo, si entre nosotros te
muestras siempre servicial, afectuoso, agradecido, tratable y sencillo,
puedes estar seguro que tendrás entre nosotros testimonio de que exhalas
delicados perfumes.

30
Cualquiera de vosotros que no sólo soporte las debilidades físicas y
morales de los hermanos, sino que además los ayuda con sus servicios, los
conforta con sus palabras, los orienta con sus consejos; o si la
disciplina monástica le impide todo esto, no cesa de consolar al débil
por lo menos con la oración; todo el que así se comporte entre vosotros,
repito, difunde entre sus hermanos el bálsamo excelente de un perfume de
gran precio. Este hermano es en el seno de su comunidad como aroma en el
aliento de la boca. Se le señala con el dedo y todos dicen de él; Este es
el que ama a sus hermanos y al pueblo de Israel, e intercede
continuamente por el pueblo y la santa ciudad.”
Bernardo de Claraval, SC 12, 5

“Escucha finalmente lo que Dios promete por medio del Profeta a los
que ha ennegrecido la humildad de la penitencia o el celo de la caridad,
como si fuese el calor del sol: Aunque vuestros pecados sean como
púrpura, blanquearán como nieve; aunque sean rojos como escarlata,
quedarán como lana. No debemos rechazar de plano esta negrura exterior
de los santos que produce la blancura interior, prepara en su interior un
trono para la sabiduría”. S. Bernardo de Claraval, SC 25, 6

“Por esta razón, la esposa no niega que tiene la tez morena; se


excusa. Porque no se siente deshonrada por nada que le exija el amor, si
es que no lo condena el juicio de la verdad. En definitiva ¿quién
enferma sin que ella no enferme? ¿Quién cae sin que a ella no le dé
fiebre? Por ello se reviste de una compasión humillante, para mejorar o
curar así el vicio de la pasión del hermano; y se vuelve morena por el
celo de su candor y por el servicio de su hermosura”.
S. Bernardo de Claraval, SC 28, 1

“La aurora representa el mantenimiento de la unidad. En la vida de


comunidad antepón siempre los deseos de los demás a los tuyos propios.
Convive con a los hermanos sin quejas y con alegría, soportando a todos y
Orando por ellos. Así podrá decirse de Ti: este es el que ama a sus
hermanos y al pueblo de Israel, e intercede continuamente por el pueblo y
por la ciudad santa de Jerusalén”. S. Bernardo de Claraval, V Nat 3, 6

Buen celo

Guillermo de Saint-Thierry
- Contemp I, 6

Bernardo de Claraval
- SC 12, 5
- SC 25, 6
- SC 28, 1
- V Nat 3, 6

S. Elredo de Rieval
- Spec I, 49
- STemp Nat [2], 6
- STemp Palm I [9], 2

Balduino de Ford
- Sac alt III,1
- Tract IV
- Tract XI
31
- Tract XV

Capaz de Dios

“8. Yo y el Padre -dice el Hijo- vendremos a él, esto es, al hombre


santo, y haremos morada en él. Pienso que no de otro cielo hablaba el
profeta cuando dijo: Aunque tú habitas en el santuario, esperanza de
Israel. Y más claramente el Apóstol: Que Cristo habite por la fe en
nuestros corazones.
9. Nada tiene de extraño que el Señor Jesús habite gustosos en el
cielo, toda vez que no lo creó, como a los demás con un simple `hágase´,
sino que luchó por conquistarlo, murió para redimirlo. Por eso, después
de la fatiga, dijo con mayor deseo: Esta es mi mansión por siempre aquí
viviré, porque lo deseo. Dichosa el alma a la que dice el Señor: Ven
amada mía, y pondré en ti mi trono ¿Por qué te acongojas ahora alma mía,
por qué me turbas? ¿Piensas también tú encontrar en ti un lugar para el
Señor? Pero ¿qué lugar hay en nosotros que podamos considerar idóneo para
semejante gloria, adecuado para tal majestad? ¡Ojalá fuera digno de
postrarme ante el estrado de sus pies! ¡Quién me concediera seguir
siquiera las pisadas de cualquier alma santa, que Dios escogió como
heredad! Sin embargo, si se digna infundir también en mi alma el óleo de
su misericordia, de modo que yo mismo pudiera decir: Correré por el
camino de tus mandatos cuando me ensanches el corazón, quizá podría
también yo mostrarle en mí mismo, si no una sala grande arreglada, donde
sentarse a la mesa con sus discípulos, sí al menos un lugar donde pueda
reclinar su cabeza.
10. Después, es necesario que ella (es decir el alma) crezca y se
dilate, para que sea capaz de Dios. Porque su anchura es su amor como
dijo el Apóstol: Ensanchaos en la caridad. Pues si bien el alma, por ser
espíritu, no es susceptible de cantidad extensa, sin embargo, la gracia
le concede lo que la naturaleza le niega. Y así, crece y se extiende,
pero espiritualmente. Crece y progresa hasta llegar al hombre perfecto, a
la medida de Cristo en su plenitud; crece también hasta formar un templo
consagrado al Señor.
Así que la grandeza de cualquier alma se estima por la medida de la
caridad que posee, de modo que la que posee mucha es grande; la que poca,
pequeña; y la que ninguna, nada. Pues como dice Pablo: Si no tengo
caridad, no soy nada”. S. Bernardo de Claraval, SC 27, 8.9.10

“La luz espiritual que ilumina nuestros ojos, es la caridad de Dios


hacia nosotros. Los numerosos y grandes beneficios de Dios que se nos han
mostrado y concedido anticipadamente, casi reciben en sí la luz de la
caridad y la muestran a nuestros ojos. En ellos aparece cuánto ama Dios,
y cuánto debe ser amado. Pues mientras la grandeza de sus beneficios se
despliega ante nuestros ojos, la inmensa caridad de Dios se hace conocer
ampliamente patente a la vista de todos; y al contemplarla, también la
mirada de nuestro espíritu se difunde con mayor amplitud; y mientras la
caridad con que Dios ama es pensada con mayor amplitud según la digna
apreciación de sus beneficios, ella, introducida en nuestros sentidos
interiores se traduce en dulzura y conmueve el corazón con la maravillosa
suavidad de un mutuo amor y lo dilata en mayor medida para hacerlo capaz
de Dios. Él se adapta y se conforma a la caridad divina de acuerdo a la
reciprocidad del amor, de acuerdo a la altura y a la profundidad, y
también a la longitud y a la anchura”. Balduino de Ford, Tract XIII

“Resuene, pues, buen Jesús, tu voz en mis oídos, para que aprenda
cómo debe amarte mi corazón, te ame mi mente y te amen hasta las entrañas
32
de mi alma. Que te abrace la médula de mi corazón, pues eres mi bien
único y verdadero, mi gozo dulce y exquisito. Pero ¿qué es el amor, Dios
mío? Si no me engaño es una admirable complacencia del alma, tanto más
dulce cuanto más pura, tanto más suave cuanto más verdadera, tanto más
gozosa cuanto más amplia. Es el paladar del corazón que te saborea,
porque eres dulce; es el ojo que te ve, porque eres bueno; y es el
espacio capaz de acogerte, a ti que eres inmenso. Pues quien te ama te
contiene, y te contiene en la medida que ama, porque tú eres amor, eres
caridad. Esa es la opulencia de tu casa de la que se embriagarán tus
amados, los que se pierden a sí mismos para pasar a ti. ¿Y cómo se
realiza eso, Señor, sino amándote? Pero con todo el ser. Descienda,
Señor, te ruego, a mi alma una partícula de esta inmensa dulzura tuya,
con la que se endulcen los panes de su amargura. Guste de antemano con la
prueba de un pequeño sorbo aquello que desea, lo que ansía, por lo que
suspira en esta peregrinación. Saboree y siga con hambre, beba y siga con
sed, pues los que te comen tendrán más hambre, y los que te beben tendrán
más sed. Pero se saciarán cuando aparezca tu gloria, cuando se manifieste
el cúmulo inmenso de tu dulzura, que reservaste para los que te temen,
porque sólo lo revelas a los que te aman”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 1

“Únicamente la criatura racional es capaz de bienaventuranza. Creada


a imagen de su Creador, posee la capacidad de adherirse a aquel de quien
es imagen, y esto es un bien exclusivo de la criatura racional, como dice
el santo David: Para mí lo bueno es adherirme a Dios. Esta adhesión no es
de la carne sino del alma pues el Creador de las naturalezas infundió en
ella tres facultades para hacerle capaz de la eternidad divina, partícipe
de la sabiduría y saboreador de la dulzura. Estas tres son la memoria, la
ciencia y el amor o voluntad. La memoria es capaz de eternidad, la
inteligencia lo es de la sabiduría, y el amor de la dulzura. Creado el
hombre con estas tres facultades a imagen de la Trinidad, tenía presente
a Dios en la memoria sin olvidarle, le conocía sin error por la
inteligencia, y con el amor lo abrazaba sin codiciar nada más. Por eso
era feliz”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 9

“3. Así pues, la Trinidad indivisa creó de la nada, por un acto


indivisible, cuando quiso, lo que ella nunca comenzó a querer, un ser que
fuese capaz de recibirla, susceptible de participar en su delectación y
en su felicicidad y en la paz y en la alegría, es decir un espíritu
racional, a su imagen.
5. Así pues el espíritu racional ha sido creado para regocijarse y
deleitarse con Dios, de Dios y de todas las cosas en él sólo. En verdad
ha sido creado racional para buscar a Dios en sí mismo y en todas las
cosas; ha sido creado concupiscible para amar y desear a él sólo; ha sido
creado irascible para rechazar todo lo que se opone a esta contemplación
y a esta delectación”. Isaac de Stella, Sex VIII[25],3.5

Capaz de Dios

S. Bernardo de Claraval
- SC 27, 8.9.10

S. Elredo de Rieval
- Spec I, 1
- Spec I, 9

Isaac de Stella
- Sex VIII[25], 3.5
33
Balduino de Ford
- Tract XIII

Ciencia

“Cristo se habrá formado en ti perfectamente -en cuanto es posible


en esta vida-; si llegas a conocer la verdad, que es Él mismo y una vez
conocida la glorificas en el temor y la esperanza, y si la caridad, para
que la esperanza no sea confundida, ha sido derramada en tu corazón.
…Cuando un corazón iluminado llega a conocer mejor a Dios, con tanta
mayor confianza espera en él”. Beato Guerrico de Igny, Nat BVM II [52], 4

“Gracias a ti, Padre de las luces, por habernos llamado de las


tinieblas a tu luz admirable. Gracias porque dijiste que la luz
resplandeciera de entre las tinieblas y la hiciste brillar en nuestros
corazones para iluminarnos con el conocimiento del rostro de Jesucristo”.
Beato Guerrico de Igny, Epi II [12], 3

“Que el mérito y la experiencia de la justicia encienden la luz de


la ciencia lo enseña la palabra del profeta que había dicho de antemano:
Sembraos semillas de justicia. Y a fin de mostrar qué primicias
recogeremos de esta semilla, añade: Alumbraos con la luz de la ciencia.
Así también el Apóstol: Fructificad en buenas obras –dice- y creced en la
ciencia de Dios. Así mismo tú, David, príncipe sapientísimo sentado en la
cátedra entre los tres, ¿cómo adquiriste más inteligencia que los
ancianos? Porque, dice, investigué tus mandamientos. Ciertamente gracias
a tus mandamientos adquirí la inteligencia, porque una buena inteligencia
es dada a todos los que obran según el temor del Señor”.
Beato Guerrico de Igny, Epi III [13], 4

“… Pero a menudo la fe centellea y la justicia refulge, y sin


embargo la inteligencia aún está entenebrecida, de modo que no puede
explicar el misterio de la fe que venera teniéndolo aun por así decir
envuelto; sellado está para ella el libro de las Escrituras como si no
supiera leer; tampoco tiene los sentidos ejercitados para discernir el
bien del mal, lo verdadero de lo falso”.
Beato Guerrico de Igny, Epi III [13], 5

“Si bien esta ciencia contiene varios carismas, el Espíritu que los
otorga no confiere fácilmente todos a uno solo, sino que los reparte a
cada uno según quiere: a algunos, el conocimiento de los misterios, a
otros la inteligencia de las Escrituras, a otros la interpretación de las
lenguas, a otros la discreción de los espíritus, a otros la gracia tan
necesaria para reconocer y juzgar según su sabor las virtudes y los
vicios, a fin de que los vicios no engañen so capa de virtud…”.
Beato Guerrico de Igny, Epi III [13], 6

“La lectura frecuente enciende la luz de la ciencia, con tal de que


cuando leas emplees una antorcha ardiente, es decir, la justicia de las
obras y la experiencia de los sentidos espirituales”.
Beato Guerrico de Igny, Epi III [13], 7

“El primer calor propio del que vuelve a la vida es realizar obras
buenas; el segundo progreso en la resurrección se da cuando el afecto se
dilata en la oración; la perfección se alcanza cuando el entendimiento es
iluminado para la contemplación. Por estos grados de virtud, por estos
34
progresos en una vida santa, esforzaos, hermanos míos, por resucitar más
y más para poder llegar, como dice el apóstol, a la resurrección de
Cristo de entre los muertos. El que vive y reina por todos los siglos.
Amén”. Beato Guerrico de Igny, Res III [35], 5

“Sabemos que la doctrina se alcanza no sólo por la inocencia de la


vida, que nos hace amigos tuyos, sino también por un estudio asiduo y una
oración instante que nos torne importunos”.
Beato Guerrico de Igny, Rog [36], 2

“Esto afirma el Señor: Quien anda en tinieblas, no sabe adónde va.


Por el contrario el precepto es una lámpara, la ley una luz y la
corrección de la disciplina es el camino de la vida. El que se aparta de
la corrección se equivoca. Si deseas ser tenido por sabio, no te
constituyas en tu propio instructor y guía en un camino por el que nunca
anduviste; antes bien, inclinarás tu oído a los maestros, aceptarás sus
correcciones y consejos, y te entregarás al estudio y a la lectura para
no tener que arrepentirte más tarde diciendo: ¿Por qué detesté la
disciplina y mi corazón no aceptó las correcciones, ni escuché la voz de
los que me instruían, ni presté oído a mis maestros? A punto estuve de
caer en la desgracia en medio de la asamblea y de la comunidad”.
Beato Guerrico de Igny, Adv IV [4], 4

“Este Niño que parece ignorante es el mismo que enseña la ciencia a


los hombres y a los ángeles por ser verdaderamente el Dios de las
ciencias, la sabiduría de Dios y el Verbo”.
Beato Guerrico de Igny, Nat I [6], 2

“… Has venido, luz de los fieles, y hoy nos concedes alegrarnos por
la iluminación de la fe, es decir, de nuestra antorcha. Concédenos
también alegrarnos siempre por la iluminación de las tinieblas que aún
quedan en nosotros. Nos diste la luz de la fe; danos también la luz de la
justicia, danos la luz de la ciencia y también la de la sabiduría”.
Beato Guerrico de Igny, Epi III [13], 3

“Sin duda el Espíritu es por naturaleza ambas cosas: unción


espiritual y esplendor invisible. Ambas cosas obra en nosotros por su
gracia: unge el corazón porque es aceite; ilumina la inteligencia porque
es esplendor. Y esto no proviene de dos principios distintos, sino que él
es uno solo, aceite y esplendor, ya que por su unidad es absolutamente
uno. Unge el corazón porque es el amor; ilumina la inteligencia porque es
la verdad. Unge el corazón cuando otorga la devoción, ilumina la
inteligencia cuando revela los misterios. Cuando enseña la bondad para
que seamos sencillos como palomas, unge el corazón; cuando enseña la
ciencia para que seamos prudentes como serpientes, ilumina la
inteligencia”. Beato Guerrico de Igny, PP I [44], 4

“Para comenzar por este último grupo, es asado al fuego lo que es


cocido al calor de la fe y la caridad. Comen asado al fuego los que
tienen el celo de Dios según la ciencia, es decir, según la piedad de la
fe; los que creen piadosamente en Cristo y lo aman con fidelidad y con un
corazón abrasado”. Balduino de Ford, Sac alt III,1

Si la fe es la ciencia de la salvación, ¿por qué no creer que ella


posee la certidumbre? Sé, dice Job, que mi Redentor vive. Estoy segura,
dice Marta, de que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo otorgará Y,
hablando de su hermano, dice: Sé que resucitará en la resurrección, en el
último día. Sé, dice el Apóstol, a quién me he confiado y estoy seguro.
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El mismo, refiriéndose a Abrahán, dice: No vaciló ni fue incrédulo; al
contrario, fortalecido por la fe, dio gloria a Dios, convencido de que
Dios tiene poder para cumplir todo lo que ha prometido”.
Balduino de Ford, Tract I

“Entre tanto el hombre animal y el hombre espiritual tienen


conjuntamente un cuerpo animal; y se distinguen el uno del otro más por
el estado del alma que por el del cuerpo. En efecto, es en el corazón
donde el hombre animal es crucificado espiritualmente por el espiritual.
Mas la cruz es el celo de Dios según la ciencia. Porque la ciencia y el
celo son las armas de nuestra milicia, no carnales, sino poderosas en
Dios para derribar fortalezas, nos armamos así para destruir consejos y
toda altanería que se levante contra la ciencia de Dios y reduciendo a
servidumbre todo pensamiento a la obediencia de Cristo.
…Advierte, en estas palabras del Apóstol, cómo la altura se levanta
contra la ciencia de Dios. ¿Cuál es esta altura sino aquella de la que se
dice: No te eleves en tus pensamientos? Esta es la altura del hombre
animal que camina en la vanidad de su pensamiento. La altura de la cruz
es la ciencia de Dios que reduce a servidumbre toda inteligencia para
someterla a la obediencia de Cristo.
…Hay algunos que tienen el celo de Dios, pero no según la ciencia;
otros tienen ciencia, pero sin tener celo. Mas para poder ensamblar los
dos maderos y hacer con ellos una cruz, es preciso unir el celo a la
ciencia y la ciencia al celo, para que la devoción (el don de sí) no sea
indiscreta, o la discreción no sea indevota”. Balduino de Ford, Tract XI

“Únicamente la criatura racional es capaz de bienaventuranza. Creada


a imagen de su Creador, posee la capacidad de adherirse a aquel de quien
es imagen, y esto es un bien exclusivo de la criatura racional, como dice
el santo David: Para mí lo bueno es adherirme a Dios. Esta adhesión no es
de la carne sino del alma pues el Creador de las naturalezas infundió en
ella tres facultades para hacerle capaz de la eternidad divina, partícipe
de la sabiduría y saboreador de la dulzura. Estas tres son la memoria, la
ciencia y el amor o voluntad. La memoria es capaz de eternidad, la
inteligencia lo es de la sabiduría, y el amor de la dulzura. Creado el
hombre con estas tres facultades a imagen de la Trinidad, tenía presente
a Dios en la memoria sin olvidarle, le conocía sin error por la
inteligencia, y con el amor lo abrazaba sin codiciar nada más. Por eso
era feliz”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 3

“¿Qué haces, alma humana, qué haces? ¿Por qué te enredas con tantas
cosas? Sólo una cosa es necesaria ¿Para qué más? Lo que ansías en tantas
cosas lo tienes en uno. La grandeza, la ciencia, el deleite, la
abundancia, todo lo tienes aquí, plenamente aquí, y en ningún otro lado.
¿Acaso existe la verdadera grandeza en esta fosa fatal y charca fangosa?
¿Se halla la ciencia en este país de sombras de muerte? ¿Es posible el
gozo puro en este lugar horroroso y en esta inmensa soledad, o la plena
abundancia ente tanta miseria? ¿Qué grandeza existe en el mundo que no la
destruya el temor? ¿Qué ciencia tiene el hombre si se desconoce a sí
mismo? Y si te gozas en la carne, eso es propio del caballo y del mulo
que carecen de razón. Si te recreas en la fama o riquezas, cuando mueras
no llevarás nada ni te acompañará tu fama. Así pues, la verdadera
grandeza reside donde ya no hay nada mayor a que aspirar; la ciencia
verdadera consiste en no ignorar nada; el auténtico placer es inmune al
hastío; y la auténtica abundancia es la que nunca se agota”.
S. Elredo de Rieval, Spec I, 5

“Sea, pues, la fe para nosotros como el día primero…


36
…Irrumpa la prudencia como la luz del día cuarto, con el cual
separemos lo que se debe y no se debe hacer, como se distinguen el día y
la noche; con su ayuda brille la luz de la sabiduría como el resplandor
del sol, y la luz de la ciencia espiritual, que en algunos de nosotros
crece y en otros mengua, aparezca como la belleza de la luna. Y por ella
el alma ferviente reciba los ejemplos de los padres antiguos como una
multitud de estrellas, y divida por su medio los días y los años, los
meses y las horas”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 32

“Recordad también vosotros lo que amonesta el sabio, para estar


seguros cuando razonáis los misterios divinos: No pretendas lo que te
sobrepasa ni escudriñes lo que se te esconde. Proceded pues, guiados por
el Espíritu y no cedáis a vuestros propios deseos. La erudición del
Espíritu no provoca la curiosidad, inflama el amor. Con razón la esposa,
cuando busca al amor de su alma, no se fía de sus sentidos carnales, ni
asiente a los sutiles razonamientos de la curiosidad humana.
Pide un beso, es decir, el Espíritu Santo, de quien recibe a un
tiempo el gusto de su ciencia y el condimento de su gracia. Justamente
esa ciencia que se infunde con ese beso, se recibe con amor, porque el
beso es señal del amor. Mas la ciencia que engríe, por carecer de amor,
no nace de un beso.
Tampoco deben arrogárselo quienes sienten un celo de Dios que no se
inspira en su sabiduría. Porque el don del beso lleva consigo estos
presentes: la luz del conocimiento y el ungüento de la devoción. Eso es
precisamente el Espíritu de ciencia y entendimiento que, cual abeja
portadora de cera y de miel, lo tiene todo: fuego para iluminar con su
sabiduría y gracia para infundir su sabor. Que no crea, por tanto, haber
recibido este beso el que entiende la verdad, pero no la ama; o bien el
que la ama, pero no la entiende. Con este beso son incompatibles el error
y la tibieza.
Así pues, para recibir la doble gracia de ese beso, la esposa
presenta sus dos labios: la luz de la inteligencia y el deseo de la
sabiduría. Radiante con este beso cumplido, merece escuchar: En tus
labios se derrama la gracia, el Señor te bendice eternamente”.
S. Bernardo de Claraval, SC 8, 6

“Sea la luz de Cristo tu verdad, para que no te engañe el espíritu


de la mentira o del error. Sea tu fuerza el poder de Cristo, para que no
te canses en las tribulaciones. Que el amor inflame tu celo, lo informe
la ciencia y lo conforme la constancia. Sea tu amor ferviente, recatado,
invulnerable. No conozca la apatía, ni carezca de discreción, ni sea
tímido. Considera que la ley te exige estas tres cosas, cuando dice:
amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas
las fuerzas. Si no surge otra interpretación más acertada de esta triple
distinción yo creo que el amor del corazón se refiere al celo del afecto,
el amor del alma a la sutileza o juicio de la razón, y la fuerza del amor
puede guardar relación con su constancia y entereza. Ámale, pues al Señor
con todo el afecto de tu corazón entero; ámale con toda la atención de tu
mente circunspecta; y ámale con todas tus fuerzas, sin que te atemorice
morir por su amor”. S. Bernardo de Claraval, SC 20, 4

“Escucha, pues, y observa la distribución que hacen los ángeles en


el nacimiento de este Mediador: Gloria, dicen, sea a Dios en las alturas
y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad. En fin, para guardar
esta distribución no faltó a Cristo reconciliador fiel, ni el espíritu de
temor, con que mostrara siempre reverencia al Padre, siempre difiriese a
él y siempre buscase su gloria; ni el espíritu de piedad, con que
misericordiosamente se compadeciese de los hombres. Por lo mismo, tuvo
37
también como necesario el espíritu de ciencia, por el cual se hiciese la
distribución del espíritu de temor y de piedad sin confusión alguna. Y
advierte que en aquel pecado de nuestros primeros padres fueron tres los
autores, pero manifiestamente faltaron a las tres cosas. Hablo de Eva,
del diablo y de Adán. No tuvo Eva ciencia, pues, como dice el Apóstol,
fue seducida para cometer el pecado. Seguramente ésta no faltó a la
serpiente, pues se describe como la más astuta entre todos los animales,
pero careció e maligno del espíritu de piedad, puesto que fue homicida
desde el principio. Tal vez Adán podría parecer piadoso en no querer
contristar a la mujer, pero abandonó el espíritu de temor de Dios,
obedeciendo antes a la voz de Eva que a la divina. Ojalá que hubiera
prevalecido en él el espíritu de temor, como expresamente leemos de
Cristo en la Escritura, que estuvo lleno no del espíritu de piedad, sino
del de temor, porque en todo y para todo debe preferirse el temor de Dios
a la piedad con los prójimos, y él sólo es el que debe ocupar todo el
hombre.
Por medio de estas tres virtudes, que son: el espíritu de temor, el
de piedad y el de ciencia, reconcilió a los hombres con Dios nuestro
Mediador, porque con su consejo y con su fortaleza los libró del poder
del enemigo. S. Bernardo de Claraval, Ann II, 3

“Pero como todavía estamos buscándole, subamos a este carro,


porque, enfermos y débiles como somos, necesitamos de un vehículo; a ver
si podemos alcanzar nuestro destino, es decir, la meta de ese carro. Así
nos lo aconseja su propio conductor, que nos invitó a llevarnos: que
seamos capaces de comprender, en compañía de todos los consagrados, lo
que es su anchura y largura, altura y profundidad. Comprender, dice, y no
"conocer", para que no nos limitemos a satisfacer la curiosidad por la
ciencia, sino que aspiremos con todas nuestras fuerzas a recoger sus
frutos. El fruto no es el conocimiento, sino el acto de comprender.
Porque, como dijo alguien, el que conoce el bien y no lo hace, está en
pecado Y también dice Pablo: Corred de manera que lleguéis a comprender.
Más tarde explicaré que es comprender”.
S. Bernardo de Claraval, Csi 27, 3

“Ya hemos llegado a conocerlas. Pero ¿las hemos comprendido? No lo


comprende el razonamiento, sino la santidad de vida, suponiendo que pueda
comprenderse lo que de suyo es incomprensible. Pero si no fuera posible
no habría dicho el Apóstol: Para que comprendamos con todos sus
consagrados. Por tanto, lo comprenden los santos. ¿De qué manera? Si eres
santo, lo conociste y lo comprendiste; si no lo eres, trata de serlo y lo
sabrás por experiencia. Serás santo si tus afectos son santos, y ellos de
dos maneras por el santo temor de Dios y por el santo amor. Afectada
totalmente el alma por este como doble abrazo suyo, comprende, abraza,
estrecha, posee y exclama: Lo agarraré y no lo soltaré”.
S. Bernardo de Claraval, Csi 30, 1

“El hombre maneja una escala de valores más decisiva para ese plano
superior de su ser, que es su alma: su dignidad, su ciencia, su virtud.
Su dignidad radica en su libre albedrío, distintivo por el que se destaca
sobe las demás criaturas v domina a los simples animales. Su inteligencia
le permite, a su vez, reconocer su dignidad, no como algo propio, sino
como don recibido. Finalmente, la virtud le impulsa a buscar con afán a
su Creador y adherirse estrechamente a él cuando lo ha encontrado”.
S. Bernardo de Claraval, Dil 2, 3

3. ¿En qué consiste esta ciencia? En esto: en estar convencidos que


el Señor vendrá, aunque no sepamos el momento concreto. Esto es todo lo
38
que se nos pide. Me dirás: Esto lo saben todos. ¿Quién no va a saber,
aunque sólo sea cristiano de nombre, que el Señor vendrá, que vendrá a
juzgar a vivos y muertos, y a pagar a cada uno según su conducta?
Hermanos esto no lo sabe toda la gente, ni siquiera un gran número. Es de
pocos, porque son pocos los que se salvan. ¿ Piensas que los que obran el
mal y se alegran en a perversión creen y reflexionan en la venida del
Señor? Aunque lo digan, no lo creas. Porque quien dice : Conozco al
Señor, pero no cumple sus mandatos, es un embustero. Según el Apóstol,
hacen profesión de conocer a Dios, pero sus acciones lo desmienten,
porque la fe sin obras es un cadáver. Nunca se hubiesen enfangado si
hubieran conocido o temido la venida del Señor; habrían estado alerta,
sin permitir el naufragio de sus conciencias.
4. Esta ciencia actúa en su primer grado provocando la pena o dolor.
Transforma la risa en llanto, el canto en lamentos, la alegría en
tristeza. Que comience a desagradarte lo que antes tanto te atraía; que
aborrezcas tus más queridos caprichos como está escrito: El que aumenta
el saber, aumenta el dolor. El indicio de una ciencia auténtica y santa
es el dolor que la acompaña.
En un segundo grado, la ciencia actúa como corrección. Desde
entonces, ya no permitas que los miembros de tu cuerpo sean instrumentos
del pecado. Reprime la gula, ahoga la lujuria, abate la soberbia y fuerza
al cuerpo a servir a la santidad, al igual que antes había servido a la
inmoralidad. Por eso en el tercer grado actúa la solicitud, que le
impulsa a comportarse diligente con su Dios y examinarse profundamente a
sí misma, para ver si hay algo, por insignificante que sea, que agravie a
aquella tremenda majestad. Esta ciencia se enciende en el pesar, arde en
la corrección, brilla en la solicitud; es una renovación interior y
exterior”. S. Bernardo de Claraval, V Nat III, 3.4

Ciencia

S. Bernardo de Claraval
- Ann II, 3
- Csi 27, 3
- Csi 30, 1
- Dil 2, 3
- SC, 8, 6
- SC, 20, 4
- V Nat III, 3.4

Beato Guerrico de Igny


- Adv IV [4], 4
- Nat I [6], 2
- Epi II [12], 3
- Epi III [13], 3
- Epi III [13], 4
- Epi III [13], 5
- Epi III [13], 6
- Epi III [13], 7
- Res III [35], 5
- Rog [36], 2
- PP I [44], 4
- Nat BVM II [52], 4

S. Elredo de Rieval
- Spec I, 3
- Spec I, 5
39
- Spec I, 32

Balduino de Ford
- Sac alt III,1
- Tract I
- Tract XI

Ciudadanos del cielo

“Puede aguardar al Señor quien ha recibido la gracia de decir: El


patrimonio de mi pequeña heredad, Señor, lo he puesto en tus manos,
porque al darte mis bienes o al despreciarlos por amor a ti, he juntado
un tesoro en el cielo. Puse a tus pies todas mis cosas porque sé que eres
poderoso no sólo para conservar mi depósito, sino también para
cuadriplicarlo y darme además la vida eterna. Dichosos vosotros, pobres
de espíritu, que según el consejo del Consejero admirable juntáis para
vosotros tesoros en el cielo, temiendo que si tales permanecieran en la
tierra, junto con ellos, se corromperían vuestros corazones. Porque donde
está tu tesoro, dice el Señor, está tu corazón. Por lo tanto sigan, sigan
vuestros corazones en pos de sus tesoros, el pensamiento permanezca fijo,
en lo alto y la esperanza puesta en el Señor, para que podáis también
decir con el Apóstol: Nuestra ciudadanía está en el cielo y de allí
aguardamos al Salvador”. Beato Guerrico de Igny, Adv I [1], 1

“Hermanos, mirad al cielo, porque indudablemente en el cielo está


vuestra ciudadanía. Levantad la mirada y dirigid los ojos de vuestra
alma, si aún no podéis hacia el disco solar, al menos hacia el fulgor de
las estrellas. Admirad el esplendor de los santos, imitad su fe, emulad
su santidad. Estas estrellas refulgen como la llama e indican el
nacimiento de la luz de las luces”.
Beato Guerrico de Igny, Epi II [12], 6

“Pero si alguna vez buscaste no las cosas de arriba, sino las de la


tierra repréndete ahora mismo y di al Señor con el profeta: ¿Qué hay para
mí en el cielo y qué he de desear en la tierra fuera de ti? ¡Pobre de mí,
cuán miserablemente erraba! ¡Tan grande es lo que está reservado en el
cielo y yo o despreciaba! ¡Tan nada lo que está en la tierra, y tan to lo
deseaba! Puesto que Cristo, tu tesoro, subió al cielo, esté allí también
tu corazón. De allí traes tu origen, allí tienes tu parte y tu herencia,
desde allí aguardas al Salvador”. Beato Guerrico de Igny, Asc [37], 5

“Escuchadme vosotros, frutos divinos, y brotad como rosales


plantados junto a las corrientes de las aguas. Hundidas vuestras raíces
junto a las aguas de vida, es decir, en el amor de la tierra de los
vivientes, no de esta tierra, donde todas las cosas envejecen y se
corrompen. El árbol no puede dar fruto duradero a no ser incrustando sus
raíces allá en las alturas, donde puede buscar y saborear las cosas de
arriba, no las de la tierra. Dicen los médicos respecto del hombre que es
un árbol a la inversa, a causa de tener los nervios, la raíz y el
principio de vida en la cabeza; yo lo interpreto en otro sen tido, es
decir, que el hombre debe tener fija la raíz del amor y del deseo en el
cielo, en Jesucristo, cabeza, cima suprema de todas las cosas. El que
haya echado allí raíces y haya bebido de continuo el zumo de vida y de
gracia en aquella fuente eterna, no temerá cuando llegue el ardor del
juicio, antes bien llevando y ofreciendo el fruto abundante reportado,
recibirá como recompensa florecer toda la eternidad ante el Señor, a
quien sea dado honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén”.
40
Beato Guerrico de Igny, Ben II [23], 7.

“Si ya somos hijos espirituales de Israel, si espiritualmente hemos


salido de la tierra de Egipto, ofrezcamos todos para la construcción de
este tabernáculo y cada uno dé de lo que tiene: Pues cada uno tiene de
Dios su propio don, uno de una manera y otro de otra.
Este puede ofrecer más trabajo; aquel más vigilias, ése más ayunos;
uno más oración, otro lectura y meditación.
Aquel Moisés estableció seis ciudades de refugio para los hijos de
Israel: tres fuera de la tierra de promisión, y tres en la misma tierra
de promisión, para que cualquiera que hubiera cometido algún homicidio
por ignorancia, refugiándose en éstas se salvara.
Me parece que estas seis ciudades pueden significar aquellos seis
ejercicios generales que tenemos establecidos: tres son corporales, esto
es: trabajo, vigilias, y ayunos y estas cosas corresponden especialmente
a los que todavía son atraídos por las pasiones carnales y están aún casi
fuera de la tierra prometida, para quienes no se ha dicho: Nuestra morada
está en los cielos”. S. Elredo de Rieval, STemp Ben III[7], 2

“A decir verdad, no acierto a encontrar un nombre con que llamarlos,


hombres celestiales o ángeles terrenos, que viviendo en la tierra,
anticipadamente eran ya ciudadanos del cielo. Trabajan con las propias
manos y de su trabajo alimentan a los pobres, necesitados ellos,
socorrían con lo que sacaban de las vastedades del yermo a los presos y
enfermos de las ciudades; y a todos los que hallaban en una necesidad
prestaban ayuda, viviendo siempre del trabajo de sus manos y habitando
las moradas que eran de sus manos también”.
Guillermo de Saint-Thierry, Ep fra 158

“Si celebramos con todo fervor las solemnidades de Navidad y


Resurrección, también debemos festejar devotamente este día de la
Ascensión.
…Pero ¿qué significan estas fiestas para mí, que sigo viviendo en
este mundo? ¿Quién se atrevería a desear subir al cielo, si no es
apoyándose en el que antes de subir había descendido? Para mí la vida de
este destierro sería poco menos que un infierno, si el Señor de los
ejércitos no nos hubiera dejado una semilla de aliento y expectación
cuando, elevado sobre las nubes, suscitó la esperanza en los creyentes.
Si no me voy, no vendrá vuestro abogado.
¿Qué abogado es ése? El que inunda de amor y hace que la esperanza
no defraude?. El Consolador que nos hace vivir como ciudadanos del cielo;
la energía divina que levanta nuestros corazones. Voy a prepararos sitio.
Cuando vaya y os lo prepare, volveré para llevaros conmigo”.
S. Bernardo de Claraval, Asc IV, 1

“59. Tropezáis con una contradicción que aparece en dos sentencias


de Pablo: Somos ciudadanos del cielo… y, mientras sea el cuerpo nuestro
domicilio, estamos desterrados del Señor. La persona es al mismo tiempo
desterrada del Señor y es ciudadano del cielo. El Apóstol mismo compagina
esta situación ambivalente escribiendo en otro pasaje: limitado es
nuestro conocimiento y limitada nuestra profecía. Mientras conocemos,
sumidos en la contemplación, estamos ya con el Señor. Mientras
profetizamos sobre las realidades venideras, creyendo sin entender,
esperando sin ver, estamos desterrados del Señor en nuestro cuerpo.
Cuando venga lo perfecto, la plenitud de la gloria en la
resurrección futura, entonces lo limitado se acabará, y toda la
corrupción corporal que todavía reina en la limitación con nuestro
destierro en nuestro cuerpo.
41
60. Es cierto que ya somos ciudadanos del cielo, pero de la forma
que Pablo se expresa: con la esperanza nos ha salvado. Con la esperanza
ya vivimos en los cielos. Mientras que en realidad y todavía andamos
desterrados en esta tierra y en el cuerpo.
…El alma que ama a Dios vive de Él, como el cuerpo vive por el alma.
Y pregunto ahora, ¿dónde se hará más presente el alma: en el cuerpo, al
que transmite la vida, o en Dios, de quien la recibe como en su fuente?
La fuente de la vida es la caridad”. S. Bernardo de Claraval, Pre 59.60
Ciudadanos del cielo

Guillermo de Saint-Thierry
- Ep fra 158

S. Bernardo de Claraval
- Asc IV, 1
- Pre 59.60

Beato Guerrico de Igny


- Adv I [1], 1
- Ben II [23], 7
- Epi II [12], 6
- Asc [37], 5

S. Elredo de Rieval
- STemp Ben III [7], 2

Contemplación

“Por lo demás, cuán admirable sea esta venida del Señor aunque
oculta, cuán suave y agradable sorpresa causará y cómo arrebatará al alma
que lo contempla, cómo todos los huesos del hombre interior exclamarán:
Señor, ¿quién es semejante a ti?, esto lo saben quiénes lo han
experimentado y ojalá lo deseen experimentar también quienes lo han
hecho, con tal de que no sea por curiosidad temeraria lo que los induzca
a escrutar la majestad, a riesgo de ser ofuscados con su gloria, sino más
bien que un amor lleno de respeto los haga suspirar por el Amado para ser
acogidos por la gracia.
… ¡Qué cosa maravillosa y amable cuando Dios-Amor penetra en el alma
que ama, cuando ella es transformada en esa misma imagen por la que
contempla como en un espejo la gloria del Señor!”.
Beato Guerrico de Igny, Adv II [2], 4

“Así, hermanos, si aspiráis aquel riego superior, deseáis


indudablemente algo digno de alabanza; con todo, si aún no lo habéis
alcanzado, incrustad mientras tanto las raíces en la humildad, remedio
saludable. Quien no se sienta con valentía para disfrutar de la alegría
de la contemplación, aspire a la perfección de la vida activa. Así
engordarán las raíces del amor, se dulcificarán las costumbres y se
renovará todo el comportamiento de tal persona”.
Beato Guerrico de Igny, Ben II [23], 6

“Algunos vuelan por la contemplación, tú al menos vuela por el


amor”. Beato Guerrico de Igny, Asc [37], 5

“Pero como los deseos más encumbrados se alimentan con el progreso


en lo menos perfecto -hasta que con la ayuda de la gracia se llega a la
contemplación de las realidades sublimes-, con mucha razón añade [el
42
Cantar] acerca de los gamitos: Ellos se apacientan entre lirios hasta que
aparezca el día y se inclinen las sombras.
Los animales, cuando se apartan del calor del día, pacen en los
pastos sombreados de los valles, donde suelen crecer con más profusión
los lirios, hasta que, al llegar la brisa de la tarde, se dirigen a los
campos abiertos o hacia los montes escarpados. De la misma manera
nuestros gamitos, mientras no sople para ellos -a fin de llevarlos a la
contemplación- la brisa más clemente del día eterno, se apacientan entre
los lirios de los valles, es decir, se deleitan en las virtudes de los
humildes, o también se ocupan en sus tareas”.
Beato Guerrico de Igny, PP II [45], 3

“La primera virtud de los principiantes es, en efecto, la renuncia


al mundo, por la que nos tornamos pobres de espíritu. La segunda es la
mansedumbre, por la que nos sometemos y habituamos a la obediencia. Luego
viene la tristeza, por la cual se lloran los pecados o se imploran las
virtudes. Entonces gustamos la justicia, con la cual aumenta nuestra
hambre y sed de ella, tanto en nosotros como en los demás, y comenzamos a
sentir celo contra los pecadores. Y para que un celo inmoderado no nos
conduzca al vicio, sigue la misericordia para atemperarlo. Mediante estos
esfuerzos o ejercicios, con los que el hombre había aprendido a ser justo
y misericordioso, tal vez esté preparado para dedicarse a la
contemplación y lograr un corazón puro, por el que se ve a Dios”.
Beato Guerrico de Igny, OS [53], 2

“Creo, sin embargo, que se obtiene no menos mérito -y hasta tal vez
se consiga mayor purificación- si aquello que rara vez y a muy contados
se concede contemplar como en espejo y en enigma, esto es, el poder
comparecer en Jerusalén ante el Señor, nos lo representamos de continuo
por la fe, procurando tenerlo siempre presente en el obrar.
… pasaréis caminando -según promete el Esposo a la esposa- desde el
comienzo del temor, de virtud en virtud, de claridad en claridad como por
el Espíritu del Señor, progresando desde la visión por la fe hasta
aquella otra por espejo y enigma, y por último ascenderéis desde la
contemplación en imagen y figura, a la contemplación real del objeto, es
decir cara a cara.
Si, pues, procuráis llevar constantemente en vosotros la presencia
del Señor por la fe, aunque sea velada, algún día os será concedido
también llegar a contemplar a cara descubierta la gloria del Señor,
aunque sea a través de espejos y enigmas. Mas una vez transcurridos los
días de la purificación, llegará lo más perfecto, poder estar cerca del
Señor en Jerusalén, vivir en su compañía y contemplarlo cara a cara por
toda la eternidad”. Beato Guerrico de Igny, Pur V [19], 6

“Después de esta pregunta del Señor, Moisés invita a sus hermanos a


considerar los beneficios de Dios, diciéndoles que presten atención al
hecho de que el Señor les dio el sábado y doble ración el día sexto para
que ellos consientan en servirlo. Esta advertencia significa que Dios
dará a sus elegidos el reposo por su trabajo Y las consolaciones, tanto
de la vida presente como de la futura. Pero además, se nos sugieren dos
vidas en este pasaje: la vida activa, en la que ahora debemos trabajar, y
la contemplativa, por la que debemos trabajar y en la que vacaremos
únicamente a la contemplación de Dios. Aunque la vida contemplativa
pertenece principalmente al siglo futuro, debe estar representada sin
embargo en esta vida por el santo reposo figurado por el sábado. De este
reposo añade Moisés: Que se quede cada uno en su tienda; y ninguno salga
de ella el día séptimo. Dicho de otro modo: que cada uno descanse en su
casa y no salga de ella para ningún trabajo el día de sábado. Esto nos
43
enseña que al tiempo de la contemplación debemos permanecer en nosotros,
y no debemos salir por medio de deseos ilícitos, sino recoger toda
nuestra intención por la pureza de corazón, para pensar sólo en Dios y
amarle sólo a Él.
…Este maná tiene un sabor dulce cuando allana las dificultades, cura
las enfermedades, rechaza las tentaciones; cuando secunda los esfuerzos y
afirma la esperanza. Jesús es dulce, y su nombre es dulce y su recuerdo
es el deseo del alma. Es dulce cuando acoge nuestros deseos, calma
nuestros sollozos, pone fin a nuestros suspiros y seca nuestras lágrimas.
Es dulce en la pureza de la vida, en la paz de la conciencia, en la
esperanza de la visión. Dulce en la oración dulce en el sermón, dulce en
la lectura, dulce en la contemplación, dulce en la compunción, dulce en
la alegría del corazón. Dulce en la boca, dulce en el corazón, dulce en
el amor: dulce amor, y dulzura que nace del amor. Su inestimable dulzura
es el primero de los dones, y la más elevada de las delicias. Los que lo
han gustado “tienen todavía hambre, los que tienen hambre serán saciados
, y saciados, siempre lo alabarán, y siempre brotará de su corazón el
recuerdo de su dulzura”. Balduino de Ford, Sac alt III, 2

“El alma por amor a la obediencia está maravillosamente unida a


Dios. En él y por él vive y siente, y encuentra una cierta similitud a lo
que ha experimentado por los sentidos del cuerpo. Mediante la gracia de
una íntima inspiración que siente en sí misma, toca espiritualmente por
la fe, aspira por la esperanza, gusta por la caridad, oye por la
obediencia, ve por la contemplación al Dios que siente en sí misma”.
Balduino de Ford, Tract IV

“Dios es espíritu y el que se une a Dios, se hace un espíritu con


él. Pero el espíritu del hombre, dividido y disperso como está, no puede
concentrarse y aunarse sino uniéndose al Dios uno y simple; sin embargo,
se divide al ir hacia Dios cuando de diversas maneras se une con él, y al
unirse a él de diversas maneras busca unirse más estrechamente con Dios y
que Dios se una más estrechamente con él. ¿Y quién obra con acierto en
todo esto? ¿Quién puede contar todas las veces en las cuales ha salido de
sí por el miedo, la admiración, el estupor, la meditación y la
contemplación? ¿Quién puede contar los estímulos de la compunción, los
gozos santos, las armonías del júbilo, el arrebato de los suspiros, los
sollozos y gemidos, los deseos ardientes, las oraciones vehementes?”.
Balduino de Ford, Tract VI

“Para que la caridad perfecta lleve a sus seguidores al reino de su


tranquilidad deben estar aniquilados todos los halagos de la carne por la
muerte de la carne, y disipadas todas las tinieblas del error por la
contemplación de la luz divina, y que a las inquietudes de este mundo
siga una sólida seguridad; abandonadas, por así decirlo, las armas que se
usan en este tiempo de guerra, la caridad reanima a los vencedores con su
misma dulzura”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 33

“Ese sueño es aquel en que tras sosegarse los sentidos carnales y


alejar de lo íntimo del corazón las preocupaciones temporales, el alma
santa descansa en la suavidad de Dios, saboreando y percibiendo qué dulce
es el Señor, y qué dichoso el que confía en él”.
S. Elredo de Rieval, Spec I, 67

“Por eso, cuando gustes la dulzura espiritual no te entregues de


inmediato al ocio, porque aparecerá muy pronto por un costado el Amalec
espiritual, al que debes vencer no con armas sino con la oración.
Alternándose, de este modo, los consuelos que proceden de la piedad
44
divina con las numerosas penalidades de las propias concupiscencias, tras
no pocos combates merecerás ascender a esa clase especial de visita, en
la cual te inflamarás íntegramente en el ardor de la caridad por entrar
de lleno en la gloria de Dios, y te saciarás felizmente del fruto de la
tierra prometida; y al consumir totalmente el fuego del amor divino el
yugo de la concupiscencia, descansarás en el fulgor del oro, en el
resplandor de la sabiduría, en la suavidad de la contemplación divina, y
experimentarás hasta no más qué suave es el yugo del Señor y qué ligera
su carga”. S. Elredo de Rieval, Spec II, 15

“Por eso, cuando gustes la dulzura espiritual no te entregues de


inmediato al ocio, porque aparecerá muy pronto por un costado el Amalec
espiritual, al que debes vencer no con armas sino con la oración.
Alternándose, de este modo, los consuelos que proceden de la piedad
divina con las numerosas penalidades de las propias concupiscencias, tras
no pocos combates merecerás ascender a esa clase especial de visita, en
la cual te inflamarás íntegramente en el ardor de la caridad por entrar
de lleno en la gloria de Dios, y te saciarás felizmente del fruto de la
tierra prometida; y al consumir totalmente el fuego del amor divino el
yugo de la concupiscencia, descansarás en el fulgor del oro, en el
resplandor de la sabiduría, en la suavidad de la contemplación divina, y
experimentarás hasta no más qué suave es el yugo del Señor y qué ligera
su carga”. S. Elredo de Rieval, Spec II, 39

“Ahora estos tres amores se engendran mutuamente, se alimentan entre


sí y se excitan entre ellos, para perfeccionarse todos a la vez. Esto se
realiza de un modo maravilloso e inefable: pues, aunque estos tres amores
se poseen mutuamente y no puede ser de otro modo, sin embargo, no siempre
se sienten del mismo modo. Unas veces se siente quietud y gozo por la
pureza de la propia conciencia; en otro momento procede de la dulzura del
amor fraterno, y otras veces se adquiere más plenamente en la
contemplación de Dios”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 2

“Primeramente, el descanso consiste en la pureza de la conciencia,


después en la dulcísima unión de muchos espíritus, y finalmente en la
contemplación de Dios. En el primer sábado se está libre de delito, en el
segundo de la codicia, y en el tercero de toda clase de ocupación. En el
primero la mente saborea qué dulce es Jesús en su humanidad, en el
segundo ve qué perfecto es en su amor, y en el tercero cuán sublime en su
Divinidad. En el primero se recoge en sí mismo, en el segundo se abre al
exterior, y en el tercero es arrebatado sobre sí mismo”.
S. Elredo de Rieval,Spec III, 6

“Purificada el alma por este doble amor, desea ardientemente los


dichosos abrazos de la misma divinidad, con tanta más devoción cuanta
mayor es su seguridad; de tal modo que, abrasada en un gran deseo, se
desprende del velo de la carne y entra en aquel santuario donde Cristo
Jesús es un espíritu ante él, para ser absorbida totalmente por aquella
luz inefable y aquella inusitada dulzura. Y hecho un total silencio de
todo lo corporal, de todo lo sensible, de todo lo mudable, fija su mirada
en el Uno que es y permanece siempre el mismo, se dedica sólo a
contemplar que el Señor es Dios, y celebra el Sábado de los sábados entre
los tiernos abrazos de la caridad”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 17

“Pero como la caridad ha sido derramada en nuestros corazones,


precisamente por el Espíritu Santo que se nos ha dado, siempre se
mantiene el número siete, aunque al multiplicarse el siete por sí mismo
se nos revela el progreso de la caridad. Porque el día séptimo es como el
45
inicio de la caridad, el año séptimo su progreso, y el año cincuenta, que
es el siguiente al resultado de siete por siete, su plenitud. En todos
hay reposo, en todos holganza, en todos cierta fiesta espiritual.
Primeramente, el descanso consiste en la pureza de la conciencia, después
en la dulcísima unión de muchos espíritus, y finalmente en la
contemplación de Dios. En el primer sábado se está libre de delito, en el
segundo de la codicia, y en el tercero de toda clase de ocupación. En el
primero la mente saborea qué dulce es Jesús en su humanidad, en el
segundo ve qué perfecto es en su amor, y en el tercero cuán sublime en su
Divinidad. En el primero se recoge en sí mismo, en el segundo se abre al
exterior, y en el tercero es arrebatado sobre sí mismo”.
S. Elredo de Rieval, Spec III, 19

“Y aquello otro: Deseaba estar separado de Cristo por mis hermanos.


Lo cual puede interpretarse que por la salvación de sus hermanos estaría
dispuesto a volver al estrépito del mundo y dejar la intimidad de su
oración con la cual descansaba dulcemente abrazado a Jesús, aquella
sublime contemplación en la que admiraba con ojos purísimos los secretos
de los misterios divinos, y esa gratísima dulzura de compunción que
destilaba gotas suavísimas de afectos espirituales en esa alma sedienta
de lo celestial. Esa disposición no duda llamarla separación de Cristo,
quien se entrega a placer y saborea cuán suave es el Señor, y qué feliz
quien confía en él”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 37

“10. Que Pedro, Santiago y Juan escuchen al Padre, aunque sin


verlo; incluso, que al bajar no digan a nadie lo que vieron u oyeron.
Porque, amadísimos hermanos, los hombres espirituales y que tienen los
sentidos ejercitados por el hábito, ven, gustan, sienten muchas cosas
admirables, suaves agradables, resplandecientes de luz, durante su
oración y su contemplación, un instante y como en un transporte del alma.
Y vueltos a sí mismos, ellos no pueden decir absolutamente nada, es más,
apenas si pueden recordarlo.
15. Para hablar con mayor claridad, nadie puede ser plena y
perfectamente espiritual, ni idóneo para disponerse al ocio de la
contemplación ni para salir con seguridad de su tienda, si primero no ha
liberado su alma de los vicios, es decir, de todo amor malo y
desordenado; si no la ha adornado y embellecido con las buenas
costumbres; si no la ha defendido y protegido con las virtudes…”
Isaac de Stella, OS IV[4], 10.15

“Porque, así como la razón es enviada a la novena hora, así también


la delectación es enviada a la viña a la undécima hora, Pues, después de
la vida activa ¿qué queda sino la vida contemplativa que culmina en la
visión de Dios y la delectación?”. Isaac de Stella, Sept II[17], 19

“Así pues, hermanos, toda nuestra vida regular, si es verdadera,


procura entregarse a la dulzura de la contemplación o bien a la
dilección, ya sea por el libre reposo en Dios solo, ya sea por el
servicio bien ordenado del prójimo. En efecto,,sólo esta solicitud por el
pójimo, aceptada por una caridad bien ordenada, inclina al alma, sin
falta de su parte, y a veces con provecho, a apartarse de esta
contemplación contínua y vigilante. Y el hecho de entregarnos al trabajo
y a las tareas materiales, para tener con qué ayudar quien padece
necesidad, es decir a nuestro propio cuerpo, todavía animal, no es, a
nuestro parecer, del todo extraño a la caridad hacia el prójimo”.
Isaac de Stella, Sex VIII [25], 10

46
“Entre, pues, el Salvador y visite frecuentemente esta casa que
limpia Lázaro penitente, adorna Marta solícita y llena María dedicada a
la interior contemplación”. S. Bernardo de Claraval, Asspt II, 7

“Observemos atentamente cómo ha regulado el amor en esta nuestra


casa las tres ocupaciones: la administración de Marta, la contemplación
de María, la penitencia de Lázaro. Las tres deben hallarse en toda alma
perfecta, sin embargo, cada uno siente preferencia por alguna de ellas,
este se entrega a la contemplación, aquel al servicio de los hermanos y
el otro a llorar su vida pasada como los leprosos que viven en los
sepulcros. María está absorta en la meditación piadosa de su Dios; Marta
es todo misericordia y compasión hacia el prójimo y Lázaro se mantiene en
la humildad y desprecio de sí mismo.
Que cada uno busque el lugar que le pertenece”
S. Bernardo de Claraval, Asspt III, 4

“Antes que nada, mira lo que yo entiendo por consideración. Pues no


pretendo identificarla totalmente con la contemplación. Esta radica en la
visión o certeza de lo ya conocido, y la consideración es una búsqueda
más bien de lo desconocido. En este sentido, la contemplación puede
definirse como una penetración cierta y segura del alma o una aprehensión
de la verdad que excluye toda duda. Y la consideración es una reflexión
aguda del entendimiento o una aplicación intensa del espíritu para
descubrir la verdad”. S. Bernardo de Claraval, Csi II, 5

“Y ahora fíjate cómo a estos cuatro atributos de Dios corresponden


otras cuatro especies de contemplación: La primera y más importante es la
admiración de su majestad. Requiere un corazón purificado, libre de los
vicios y descargado de pecados para que pueda elevarse fácilmente hacia
las cosas de arriba. A veces podrá quedar incluso suspenso en la
admiración, aunque sólo por unos instantes, dada la violencia del estupor
y del éxtasis. La segunda es imprescindible para que se dé la anterior,
porque contempla los juicios de Dios. Su espantosa visión, cuanto con más
fuerza impresiona al alma que los contempla, le obliga a huir de los
vicios, a echar cimientos sólidos a sus virtudes, a iniciarse en la
sabiduría y a mantenerse humilde. Porque si falla la humildad, las
virtudes acumuladas se vienen abajo. La tercera contemplación se ocupa, o
más bien halla su ocio en el recuerdo de los beneficios, y para no caer
en la ingratitud, induce a la memoria al amor del que los concedió.
Dirigiéndose al Señor, dice a este respecto el Profeta: Difunden la
memoria de tu inmensa bondad. La cuarta contemplación prescinde de las
realidades que quedan atrás y descansa solamente en las promesas. Es una
meditación de la eternidad, pues las cosas prometidas son eternas;
fomenta la longanimidad y corrobora la perseverancia.
…Pienso que ya está clara la correspondencia entre estas cuatro
clases de contemplación y las cuatro expresiones del Apóstol. La
meditación de las promesas corresponde a la largura, el recuerdo de los
beneficios a la anchura, la de su majestad divina a la altura y la de los
juicios a la profundidad”. Bernardo de Claraval, Csi V, 32

“El segundo país es el paraíso claustral. Sí, el claustro es un


auténtico paraíso, un territorio protegido con el muro de la disciplina,
y abundante en exquisitas mercancías. Es algo extraordinario ver tantos
hombres vivir unidos en una misma casa y con idénticas costumbres. Es una
dulzura y una delicia convivir los hermanos unidos.
Uno llora sus pecados, otro se regocija alabando a Dios; éste sirve
a todos, aquel instruye a los demás, éste ora y aquel lee; éste practica
la misericordia y el otro castiga sus pecados; uno se inflama de amor y
47
el otro avanza en la humildad; éste es humilde en la prosperidad y aquel
fuerte en la adversidad; uno se entrega a la actividad y el otro reposa
en la contemplación. Puedes afirmar muy bien: Este es el campamento de
Dios. ¡Qué terrible es este lugar! Es nada menos que la morada de Dios y
la puerta del cielo”. S. Bernardo de Claraval, Div 42, 4

“Hay quienes a veces son arrebatados por el Espíritu al éxtasis de


la contemplación, y gustan ya un poco la dulzura de la eterna
felicidad.¿Estarán libres de la debilidad cuando tienen esta experiencia?
Seguro que sí. Quienes, como María, han elegido la mejor parte -que no se
les quitara y disfrutan ya en esta vida de la libertad de complacencia,
aunque sean raras veces y brevemente. Si tienen lo que nunca se les
quitará, experimentan ya lo que ha de venir, es decir, la felicidad.
Debilidad y felicidad no pueden estar juntas. Por esto, cuando participan
de ésta por el Espíritu no sienten aquélla. Así, pues, solamente los
contemplativos pueden gozar en esta vida de la libertad de complacencia,
y esto de manera muy limitada y raras veces”.
S. Bernardo de Claraval, Gra 15, 1

“Tampoco a la contemplación le falta el sólido alimento de la


sabiduría, amasado con flor de harina, y el vino que alegra el corazón
del hombre; con él, la verdad obsequia a los perfectos, y les dice:
Comed, amigos míos, bebed y embriagaos, carísimos. La caridad, nos dice,,
es el plato principal de las hijas de Jerusalén; ; las almas imperfectas,
por ser todavía incapaces de digerir aquel sólido manjar, tienen que
alimentarse de leche en vez de pan, y de aceite en lugar de vino. Y con
toda razón se sirve hacia la mitad del banquete, pues su suavidad no
aprovecha a los incipientes, que viven en el temor; ni es suficiente a
los perfectos, que gustan la intensa dulzura de la contemplación”
”.
S. Bernardo de Claraval, Hum 3, 4

“Tropezáis con una contradicción que aparece en dos sentencias de


Pablo: Somos ciudadanos del cielo… y, mientras sea el cuerpo nuestro
domicilio, estamos desterrados del Señor. La persona es al mismo tiempo
desterrada del Señor y es ciudadano del cielo. El Apóstol mismo compagina
esta situación ambivalente escribiendo en otro pasaje: limitado es
nuestro conocimiento y limitada nuestra profecía. Mientras conocemos,
sumidos en la contemplación, estamos ya con el Señor. Mientras
profetizamos sobre las realidades venideras, creyendo sin entender,
esperando sin ver, estamos desterrados del Señor en nuestro cuerpo”.
S. Bernardo de Claraval, Pre 59

“Recuerdo que os hablé de dos clases de perfumes: el de la


contrición que abarca toda clase de pecados, y el de la devoción que
recoge todos los beneficios. Los dos son saludables, pero no son
agradables los dos. El primero hace sentir su virtud purgativa, que lleva
a la compunción por el amargo recuerdo de los pecados y causa dolor; el
segundo posee una cualidad lenitiva, pues la contemplación de la bondad
divina es consuelo y calmante del dolor”.
S. Bernardo de Claraval, SC 12, 1

“Después de comer y beber, ¿Qué le queda por hacer al enfermo sino


descansar, entregándose a la paz de la contemplación tras el desgaste de
la acción? Dormido en la contemplación, sueña con Dios confusamente y
como en un espejo, mas aún no le ve cara a cara. Sólo lo vislumbra, no lo
palpa, y momentáneamente, como brillo de una chispa fugaz. Pero apenas
tocado levemente, se inflama en el amor y exclama: Mi alma te ansía de
noche, mi espíritu en mi interior madruga por ti”.
48
S. Bernardo de Claraval, SC 18, 6

“La esposa expresa admirablemente ambas cosas, el deleite de esta


contemplación y su inquietud, cuando confiesa que duerme, pero mantiene
su corazón en vela. Porque viene a decir que mientras duerme siente el
sosiego de un estupor suavísimo y de una plácida admiración, pero no
obstante cuando está despierta siente el cansancio de una inquieta
curiosidad y de un trabajoso ejercicio.
También lo confiesa Job: Al acostarme pienso ¿cuándo me levantaré? Y
luego deseo que llegue la tarde. ¿No adviertes en estas palabras que el
alma santa desea a veces declinar en cierto modo ese encanto molesto, y a
la vez amar esa deliciosa molestia? No habría dicho: Cuándo me levantaré,
si ese descanso de la contemplación le agradase totalmente. Y si le
hubiera disgustado por completo no esperaría de nuevo la hora del
descanso, es decir, la tarde. Por tanto, ésta no es la alcoba del esposo,
pues no descansa perfectamente”. S. Bernardo de Claraval, SC 23, 11

“Y tú que escuchas o lees estas palabras del Espíritu Santo, ¿crees


que puedes aplicarlas a ti y reconocer en ti mismo esta felicidad de la
esposa que canta el Espíritu Santo en este poema amoroso? De lo
contrario, te dirán: Oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde
va. Quizá apetezcas la paz de la contemplación y haces bien: pero, como
la esposa, perfuma el lecho con cinamomo. Procura, pues, cuajar el tuyo
de buenas obras con el ejercicio de las virtudes, para preparar el santo
ocio, como la flor al fruto. Si no, pretenderás dormitar en un ocio
muelle, deseando descansar sin trabajar y despreciando la fecundidad de
Lía, sólo anhelarías los abrazos de Raquel. Eso sería trastocar los
valores; exigir el precio antes de merecerlo; comer antes de trabajar.
Pero el Apóstol dice: El que no trabaja, que no coma. Por tus preceptos
adquirí sabiduría, dice, para que sepas que el gusto de la contemplación
es consecuencia del cumplimiento de los mandatos”.
S. Bernardo de Claraval, SC 46, 5

“Por tanto, el alma habituada a la quietud sólo se consuela con las


buenas obras arraigadas en una fe no fingida, cuantas veces se le oculta
la luz de la contemplación, como suele suceder. Pues ¿quién goza de esa
luz, no digo continuamente, sino siquiera por largo tiempo, mientras more
en este cuerpo? Ya he dicho que siempre que cae desde la contemplación se
refugia en la acción; pero vuelve de nuevo confiadamente a ella, porque
ambas son compañeras y habitan juntas; al fin Marta es hermana de María.
Aunque cae desde la luz de la contemplación, no tolera ir a parar en las
tinieblas del pecado o la desidia de la ociosidad; se mantiene a la luz
de las buenas obras”. S. Bernardo de Claraval, SC 51, 2

“Ciertamente, el que preside con suma diligencia a los demás, apenas


nunca o muy rara vez descansa tranquilo. Desconfía siempre de su
capacidad para atender a sus súbditos, y por eso no sería del agrado de
Dios anteponer al bien de los demás la dulzura de su apacible
contemplación. Le invaden un gran gozo y sosiego en sus momentos de suave
libertad; cuando sabe con certeza que su contemplación es agradable Dios,
por esa especie de miedo y reverencia hacia él, infundida divinamente en
los corazones de sus subordinados”. S. Bernardo de Claraval, SC 53, 1

“A esta mirada de tanta bondad y misericordia le sigue una voz que


da a conocer suave y dulcemente la voluntad de Dios. Se trata del amor
mismo, incapaz de ocioso, porque inspira y seduce cuanto está en relación
con Dios. En suma, le dice a la esposa que se levante y se apresure, sin
duda para buscar el bien de las almas.
49
Esto es muy característico de la contemplación auténtica y
desinteresada: el espíritu inflamado ardientemente por el fuego divino,
se ve colmado a veces de tal celo y pasión por ganar para Dios otros que
le amen de esa manera, que con mucho gusto interrumpe el ocio de la
contemplación por su interés en comunicarla. Pero una vez satisfechos sus
deseos vuelve otra vez a sí mismo con mayor ardor, cuanto más
fructuosamente sabe que lo ha dejado. De nuevo se entrega a saborear la
contemplación, para volver a buscar con su típica libertad el bien de los
demás con mayor provecho. A veces fluctúa el espíritu con estos cambios:
teme y le quema sobremanera entregarse más de lo debido, por sentirse
arrastrado en sus afecciones de una parte para otra, y desviarse por ello
de la voluntad de Dios en todo o en parte. Quizás le sucedía algo de esto
al santo Job, cuando decía: Al acostarme pienso ¿cuándo me levantaré? Y
levantado, deseo que llegue la tarde.
Es decir: durante la contemplación me acuso de ser negligente para
la acción, y en mis ocupaciones me remuerde haber perturbado mi
contemplación. Ya ves qué vaivenes agitan al justo entre el fruto de sus
obras y la ociosidad de su contemplación. Aunque siempre está entregado
al bien, siempre se arrepiente del mal y en todo momento gime indagando
la voluntad de Dios. En esas circunstancias el único remedio y refugio
son los frecuentes sollozos y la oración ante Dios, para que se digne
mostrarnos qué, cómo y cuándo quiere que actuemos. Con estas tres
palabras, a mi entender, se te indican y enumeran estas tres cosas: la
predicación, la oración y la contemplación. Con razón se le llama amiga a
la esposa, porque busca con interés y fidelidad el bien del esposo
predicando, aconsejando y sirviendo al prójimo. Con razón la llama
paloma, porque gime suplicando por sus delitos en la oración y se gana
sin cesar la misericordia divina. Con razón la llama hermosa, porque
ardiendo con sus deseos celestiales, se reviste con la belleza de la
suprema contemplación, cuando puede hacerlo libre y oportunamente”.
S. Bernardo de Claraval, SC 57, 9

“Pensad, si no lo habéis olvidado, en lo que antes os insistí


repetidamente, sobre el tránsito de la santa contemplación a la obligada
acción. En esta vida no es posible una contemplación interminable y la
prolongación del ocio, cuando urge el bien con mayor obligación e
instancia. Siguiendo su costumbre, el esposo después de caer en cuenta
que su amada ha descansado algo sobre su seno no vacila en inducirla otra
vez a lo que es más conveniente. Pero no a la fuerza, pues no puede hacer
él lo que había prohibido. Con esta incitación del esposo confirma a la
esposa en el deseo que le fascina: el celo de las buenas obras, el
interés de ser fecunda para el esposo, pues su vida es el esposo y morir
una ganancia”. S. Bernardo de Claraval, SC 58, 1

“Así las cosas, se deduce que hay dos clases de contemplación: una
versa sobre la elección, felicidad y gloria de la ciudad celestial, en la
que se ocupa la inmensa muchedumbre de los ciudadanos celestiales,
trabajando o descansando. La meta de la otra es contemplar la majestad,
eternidad y divinidad del Rey mismo. La primera en la cerca, la segunda
en la roca. Y cuanto más difícil es ahondar en ella, mayor es la dulzura
de lo que en ella descubres. No temas las amenazas de la escritura contra
los que escudriñan la majestad de Dios. Acércate con ojos puros y
sencillos, y no te aplastará su gloria. Al contrario, te acogerá si no
buscas tu propia gloria, sino la de Dios”.
S. Bernardo de Claraval, SC 62, 4

50
Contemplación

S. Bernardo de Claraval
- Asspt II, 7
- Asspt III, 4
- Csi II, 5
- Csi V, 32
- Div 42, 4
- Gra 15, 1
- Hum 3, 4
- Pre 59
- SC 12, 1
- SC 23, 11
- SC 46, 5
- SC 51, 2
- SC 53, 1
- SC 57, 9
- SC 58, 1
- SC 62, 4

Beato Guerrico de Igny


- Adv II [2], 4
- Pur V [19], 6
- Ben II [23], 6
- Asc [37], 5
- PP II [45], 3
- OS [53], 2

S. Elredo de Rieval
- Spec I, 33
- Spec I, 67
- Spec II, 15
- Spec II, 39
- Spec III, 2
- Spec III, 6
- Spec III, 17
- Spec III, 19
- Spec III, 37

Isaac de Stella
- OS IV[4],10.15
- Sept II[17],19
- Sex VIII [25],10

Balduino de Ford
- Sac alt III,2
- Tract IV
- Tract VI

Conocimiento de sí

“Yo deseo que el alma, ante todo, se conozca a sí misma, como lo


exige el sentido de utilidad y la lógica del orden. El orden porque
nosotros somos los primeros interesados; y nuestro bien, porque ese
conocimiento no inflama, humilla; es una edificación previa para nuestra
edificación. No podría mantenerse nuestro edificio espiritual, sino es
sobre el cimiento sólido de la humildad. Y para humillarse sí misma no
51
encontrará el alma nada tan estable y apropiado como encontrarse así
misma en la verdad. Con una condición: que no encubra nada, que su
espíritu sea sincero, que se coloque ante su propio rostro, que no huya
de sí misma de repente. Si se contempla a la luz clara de la verdad, ¿no
se encontrará alejada en la región de la desemejanza, suspirando al ver
su miseria e incapaz de ocultar su verdadera situación? ¿No clamará al
Señor con el profeta: Me has humillado con la verdad?
Siempre que me asomo a mí mismo, mis ojos se cubren de tristeza.
Pero si miro hacia arriba, levantando los ojos hacia el auxilio de la
divina misericordia, la gozosa visión de mi Dios alivia al punto este
desolador espectro y le digo: Cuando mi alma se acongoja te recuerdo
desde el Jordán. Y no es fruto de una visión engañosa experimentar su
ternura y su compasión, porque es realmente benigno y misericordioso y se
arrepiente de las amenazas; su naturaleza es la bondad: compadecerse
siempre y perdonar. Dios se da a conocer saludablemente con esta
experiencia y esta disposición, si el hombre se descubre a sí mismo en su
indigencia radical, clamará al Señor, que le escuchará y le responderá:
Yo te libraré y tú me darás gloria. De esta manera el conocimiento propio
es un paso hacia el conocimiento de Dios”.
S. Bernardo de Claraval, SC 36, 5-6

“Pero entremos en nosotros mismos y examinemos nuestra conducta;


invoquemos al Espíritu de la verdad, para hacerlo en la verdad.
Traigámonosle desde lo alto, a donde nos había llevado, para que nos
preceda también en el regreso a nuestro interior, pues sin él nada
podemos”. S. Bernardo de Claraval, SC 17, 8

“Sin duda es grande y rara virtud el ignorar su grandeza el mismo


que hace cosas grandes y ser él solo a quien su propia santidad le es
desconocida, siendo manifiesta a todo el mundo. Parecer admirable a otros
y reputarse a sí mismo menospreciable, esto sí que lo tengo yo por más
maravilloso que las virtudes mismas que causan esta admiración. Serás
verdadero siervo fiel cuando no te apropies nunca la gloria de tu Señor,
que no nace de ti, pero pasa por ti. Entonces, como dice el profeta,
aborrecerás las riquezas compradas con la mentira y conservarás tus manos
limpias de todo soborno. Así cumplirás de verdad el mandato del Señor,
alumbrando con tu luz a los hombres, no para que te glorifiquen a ti,
sino al Padre del cielo”. S. Bernardo de Claraval, SC 13, 3

“Si no conoces, sal fuera. Dura y amarga increpación. Sal fuera. Eso
suelen oírlo los siervos a sus señores airados por su indignación, o las
siervas a su señora cuando las han ofendido gravemente: Sal de aquí,
marcha de mi lado, sal de mi vista y de esta casa.
El esposo recurre a estas palabras tan aceradas y desabridas, tan
represivas contra su amada, solamente en un caso: cuando se desconoce a
sí misma. No pudo encontrar palabras que más le horrorizasen sino
amenazándole con expulsarla. Comprenderás fácilmente ser esto así si
atiendes de dónde la manda salir y adónde quiere que vaya. ¿De dónde
piensas que le manda salir, sino de las realidades del espíritu a las
materiales, de los valores del alma a los deseos mundanos, de la paz
interior del corazón al bullicio del mundo y a la zozobra de los negocios
exteriores? Todas estas realidades son en efecto fatiga inútil y
aflicción del espíritu.
El alma sabe ya acongojarse de su Señor y se ha decidido a entrar
dentro de sí misma y suspirar en su intimidad por la presencia de Dios,
buscando siempre su rostro. Porque Dios es Espíritu y los que le buscan
deben vivir guiados por el Espíritu no por la carne para vivir según la
carne.
52
Nada teme tanto el que haya gustado este beneficio, como abandonado
de la gracia, volver a sentir necesidad de dirigirse a las consolaciones
carnales, por no decir desolaciones, para soportar otra vez la confusión
de los sentidos carnales”. S. Bernardo de Claraval, SC 35, 1

“Cuánto más plenamente conozca el alma su origen, se avergüence más


de llevar una vida degenerante. Y al descubrir lo que en la naturaleza
está corrompido por el pecado, trate de reformarlo con diligencia. Así
conduciéndose dignamente según su origen y con el don de Dios, acceda
confiada a los abrazos del Verbo”. S. Bernardo de Claraval, SC 81, 1

“1.Recordáis, pues que coincidíais conmigo en que nadie puede


salvarse sin el conocimiento de sí mismo; que de aquí nace la humildad,
madre primordial de salvación; y el temor de Dios, que es el comienzo de
la sabiduría y de la salvación.
Un conocimiento te inicia en la sabiduría y el otro te consuma en
ella, porque primicia de la sabiduría es el temor del Señor y la plenitud
de la Ley es el amor. Deber evitar esas dos clases de ignorancia, porque
sin el temor y el amor no puedes salvarte.
2. Has sembrado para ti justicia, si mediante el verdadero
conocimiento de ti mismo cultivas el temor de Dios, te humillas, te
entregas a las demás obras de piedad, afliges tu cuerpo con ayunos y
vigilias, golpeaste tu pecho y cansaste a los cielos con tu clamor: todo
esto equivale a sembrar según justicia”.
S. Bernardo de Claraval, SC 37, 1-2

“6. Si sientes la palabra encendida y por ella te quema la


conciencia con el recuerdo de tus pecados, no olvides lo que dice la
Escritura: Delante de Él avanza fuego, y no dudes que está cerca. Porque
el Señor está cerca de los atribulados.
7. Y si además de encontrar la compunción en esa palabra te
conviertes del todo a Dios, jurando y determinando que cumplirás sus
justos mandamientos, conocerás que ya está presente, sobre todo si te
sientes abrasado en su amor; pues ambas cosas leemos en la Escritura: que
el fuego camina delante de Él y que Él mismo es un fuego. Por lo cual
dice Moisés que Él es fuego consumidor. Pero media esta diferencia entre
estos dos fuegos: que el que envía delante de sí, tiene ardor, pero
carece de amor; quema, pero no abrasa; mueve, pero no arrastra. Sólo está
destinado a excitar y preparar, y también para hacerte conocer lo que
eres por tu propia cosecha, a fin de que guste con más placer lo que
presto serás por la gracia de Dios”. S. Bernardo de Claraval, SC 57, 6-7

“1. ¿Sobre qué puede versar tu consideración? Pienso que debes


considerar sobre estas cuatro cosas: tú mismo, lo que está debajo de ti,
lo que está alrededor de ti y lo que está sobre ti. Comience tu
consideración por ti mismo, no sea que te ocupes de otras cosas y te
olvides de ti. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si él mismo
se pierde? Por sabio que seas, no posees toda la sabiduría, si no eres
sabio para contigo mismo. ¿Y cuánta sabiduría te faltaría? A mi modo de
ver toda. Aunque conozcas todos los misterios, la anchura de la tierra,
la altura del cielo, la profundidad del mar, si no te conoces a ti mismo,
serás como el que edifica sin cimentar v levanta una ruina, no un
edificio. Todo lo que construyas fuera de ti será como polvo amontonado
que se lleva el viento.
2. No es sabio el que no lo es consigo mismo. El sabio será sabio
por sí mismo, y beberá primero él mismo de su propia fuente. Comience,
pues, por ti tu consideración y acabe también en ti. Vaya adonde vaya,

53
encamínala de nuevo hacia ti mismo y será de gran provecho para tu
salvación”. S. Bernardo de Claraval, Csi II 6,1-2

“Deseo que tu único orgullo sea el testimonio de tu propia


conciencia; pero mucho me gustaría que te humillases por ese mismo
testimonio. Son muy pocos los que pueden decir: No me remuerde la
conciencia de nada. Más cautamente vivirás en la rectitud si no se te
oculta el mal. Por eso te decía que te conozcas a ti mismo. Así gozarás
de una conciencia tranquila cuando te aprisione la angustia, que nunca
falta y, sobre todo, conocerás tus deficiencias. ¿Quién no las tiene?
Todo le falta al que piensa que nada le falta”.
S. Bernardo de Claraval, Csi II 14,3

“Dichosos los que pueden decir con toda verdad: Nuestro orgullo es
el testimonio de nuestra conciencia. Sólo el humilde puede expresarse
así; él según el refrán, teme los ojos de los campos y desconfía del oído
de los bosques”. S. Bernardo de Claraval, Ep 42,21 (Mor 21)

“Basta con que confesemos nuestros pecados para que nos rehabilite
gratuitamente en alabanza de su gracia. Ama al alma que vive siempre en
su presencia y que se juzga a sí misma sin disimulo. Se nos exige ese
juicio para nuestro propio provecho; porque, si nos juzgamos a nosotros
mismos, no nos juzgarán a nosotros. Por eso, el sabio recela de todas sus
acciones, sondea, esclarece y enjuicia todo. Honra a la verdad el que se
conoce de veras a sí mismo y todo lo que le concierne, en la situación en
que realmente se encuentra, y se confiesa con humildad”.
S. Bernardo de Claraval, Adv III, 7

“Por otra parte, quiero que sepáis, hermanos, de qué manera bajamos
o, por mejor decir, caemos en estos caminos. Ahora mismo se me ocurre que
el primer paso por el que nos deslizamos en ellos es el encubrimiento de
la propia debilidad, de la propia iniquidad y peligro, siendo indulgente
con uno mismo, adulándose a sí mismo, figurándose ser algo, cuando no se
es nada; o sea, la propia seducción. El segundo paso es la ignorancia de
sí mismo. Si hemos comenzado por cubrirnos inútilmente con hojas de
higuera, ¿qué remedio nos queda más que no mirar las llagas encubiertas,
especialmente habiéndolas tapado sólo para no verlas? Y así se explica
que, cuando otro me las descubra, porfiaré que no son llagas, escudándome
en palabras habilidosas para buscar excusas a los pecados. Y éste es el
tercer paso, ya muy próximo e incluso inmediato a la soberbia. ¿Pues qué
mal temerá ya consumar el que lo defiende con su insolencia? Será difícil
que se detenga en su camino oscuro y resbaladizo, especialmente cuando el
ángel del Señor los persiga y empuje. Es el cuarto paso o, más bien, el
cuarto precipicio: el desprecio. De nada hace ya caso el malvado cuando
ha caído en el abismo del mal”. S. Bernardo de Claraval, QH XI, 5

“Hermanos, pidamos que se nos diga abiertamente toda nuestra maldad


e iniquidad y deseemos conocer sinceramente nuestros crímenes y pecados.
Revisemos nuestros caminos y nuestras aficiones; examinemos atentamente
todos los peligros. Diga cada uno, estremecido de pavor: Estoy a las
puertas del infierno. Y así, nuestro único consuelo será la misericordia
de Dios. La verdadera confianza del hombre consiste en humillarse y
apoyarse sólo en el Señor su Dios”. S. Bernardo de Claraval, Ann IV, 3
“¿Por qué estás pensado sin cesar y tontamente en tus virtudes?
Preocúpate más bien de conocer lo que te falta. Es mucho mejor”.
S. Bernardo de Claraval, Pent III, 3

54
“Contra la jactancia presentemos la consideración de nuestra propia
fragilidad, que es el remedio por excelencia para aniquilar esta
detestable presunción”. S. Bernardo de Claraval, Asspt V, 12

“Animémonos a hacer penitencia, examinemos nuestra conciencia y


exijámonos la expiación, para liberarnos del juicio terrible del Dios
vivo. Y si nos falta el fervor, que lo supla la humildad de una sincera
confesión. Dios es fiel, y si reconocemos nuestros pecados, manifestamos
nuestras miserias, y no ocultemos nuestras flaquezas, Él nos perdonará
todos los pecados”. S. Bernardo de Claraval, JB 8

“El conocimiento perfecto es imposible alcanzarlo en esta vida y


acaso tampoco es conveniente. En la casa celestial el conocimiento es
incentivo del amor; aquí puede ser un gran obstáculo. ¿Quién puede
presumir de un corazón intachable? Aquí es muy fácil falsear la verdad y
equivocarse. Allí reina el gozo de la verdad porque está libre de toda
mancha”. S. Bernardo de Claraval, Ded III, 4

“Existen muchos y muy diversos senderos para encontrar este camino


[de la confesión] que no son nada fáciles de seguir y menos aún de
explicar. El primer sendero y la primera etapa de este camino es el
conocimiento de sí mismo. Tenemos esta máxima recibida del cielo: Hombre,
conócete a ti mismo. Que concuerda con lo que el Esposo dice a la esposa
en el poema del amor: Si no te conoces, la más bella de las mujeres sal,
etc. Conocerse a sí mimo implica tres cosas: el hombre debe saber qué
hizo, qué mereció y qué perdió. ¿Puedes hacer algo más vil, oh noble
criatura, imagen de Dios y semejanza de tu Creador, que deshonrar tu
carne con placeres carnales y perder el torrente de las delicias a cambio
de un breve capricho? ¿Existe una locura mayor que dejarse dominar por la
ira, inflamarse de la soberbia, acongojarse de envidia y torturarse de
angustia? Si te criaron entre púrpura, ¿por qué te revuelcas en la
basura?
Recuerda, así mismo, qué has merecido. Penetren en tu memoria las
calderas del infierno, el horno de hierro de la gran Babilonia, la casa
de la muerte, el tugurio de la angustia, el globo inflamado, las
terribles heladas y las tinieblas eternas. Considera la intensidad de los
tormentos, el aspecto de los verdugos, la variedad de los suplicios ye el
inmenso cúmulo de miserias. Contempla todo esto con los ojos del espíritu
y seguramente dirás: Mejor me sería no haber nacido.
Vuelve ahora los ojos y mira cuánto has perdido. Recuerda aquella
gloriosa ciudad, aquella morada celeste, el jardín de la vida, el palacio
encantado. Medita en su gloria tan resplandeciente, en su gracia tan
inmensa y en su infinita claridad. Advierte la variedad de esos gozos, el
rostro de los bienaventurados, la riqueza de los premios y el cúmulo de
alegrías, y exclamarás: Señor Dios, quien te pierde a ti lo pierde todo.
Si amarras tu alma con este triple cordel, sabrás y comprenderás que el
conocimiento del pecado es el comienzo de la salvación”.
S. Bernardo de Claraval, Div 40, 3

“…liberaos de todo y contemplad a Dios.


Mas para poder conseguir esto, antes debéis conoceros lo mejor
posible a vosotros mismos. Lo dice el Profeta: Todo el mundo reconozca
que no son más que hombres. Consagrad todo vuestro ocio a esa doble
consideración que tanto deseaba aquel santo: Señor, que conozca a mí
mismo y te conozca a ti.
¿Es posible que se conozca a sí mismo el hombre que rehúye el
trabajo y el dolor? ¿Podrá reconocerse como hombre el que no está
dispuesto a vivir para aquello para que nació? El hombre, dice la
55
Escritura, ha nacido para trabajar. El único que podría dudar de que no
nació para sufrir sería el que haya nacido sin dolor. Pero los gritos de
la parturienta delatan el dolor, lo mismo que los lloros y vagidos del
recién nacido. Tú ves las penas y los trabajos, dice el Profeta. El
trabajo en lo que hacemos, y la pena en lo que sufrimos. Por eso, uno que
se reconocía verdadero hombre estaba dispuesto a ambas cosas, y confesaba
resignado: Mi corazón está dispuesto, ¡oh Dios!, mi corazón está
dispuesto. Y para expresar con más precisión esta doble disponibilidad,
dice, refiriéndose a su actividad: Estoy dispuesto y nada me impedirá
observar tus mandatos. Y sobre el sufrimiento añade: Estoy pronto para el
castigo, y el dolor está siempre en mi presencia”.
S. Bernardo de Claraval, Div 2, 1

“En estas dos cosas consiste toda nuestra vida espiritual: fijarnos
en nosotros mismos para llenarnos de temor y tristeza saludables; y mirar
a Dios para alentarnos y recibir el consuelo gozoso del Espíritu Santo.
Por una parte fomentamos el temor y la humildad y por otra la esperanza y
el amor”. S. Bernardo de Claraval, Div 5, 5

”Si quieres conocerte a ti mismo, poseerte, entra en ti mismo, no te


busques fuera de ti. Una cosa eres tú, otra lo que es tuyo, otra lo que
está en derredor tuyo. En derredor tuyo está el mundo; tuyo es el cuerpo;
tú fuiste hecho interiormente a imagen y semejanza de Dios. Por tanto,
vuelve prevaricador, adentro de ti, donde tú eres, a tu corazón. Por
fuera eres animal, a imagen del mundo; de ahí que se diga del hombre que
es un pequeño mundo. Por dentro, eres un hombre a imagen de Dios, de ahí
que también puedas ser deificado. Por eso, hermanos, el hombre vuelto a
sí mismo al igual que el hijo menor, el pródigo, ¿dónde se encuentra
sino en una región lejana, en una región de desemejanza, en una tierra
extranjera, donde se sienta y llora, mientras recuerda a su padre y a su
patria?”. Isaac de Stella, OS II[2], 13

“Esta unión del hombre con Dios o esta semejanza con él, hace que el
espíritu, en la medida que se acerca a Dios, vaya conformando a sí el
alma animal y lo que es inferior a ella. De este modo, espíritu, alma y
cuerpo quedan debidamente ordenados, situados en su debido lugar,
valorados cada uno según sus méritos y estimados según sus propiedades.
Entonces comienza el hombre a conocerse perfectamente a sí mismo y,
progresando en este conocimiento de sí, asciende hacia el conocimiento de
Dios”. Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 289

Conocimiento de sí

Guillermo de Saint-Thierry
- Ep frat 289

S. Bernardo de Claraval
- Adv III, 7
- Ann IV, 3
- Asspt V, 12
- Csi II 6, 1-2
- Csi II 14, 3
- Ded III, 4
- Div 2, 1
- Div 5, 5
- Div 40, 3
- Ep 42, 21 (Mor 21)
56
- JB 8
- Pent III, 3
- QH XI, 5
- SC 13, 3
- SC 17, 8
- SC 35, 1
- SC 36, 5-6
- SC 37, 1-2
- SC 57, 6-7
- SC 81, 1

Isaac de Stella
- OS II[2], 13

Conversión de vida

“El que profesa no se compromete a la Regla. El compromiso se


refiere a la propia conversión “según la Regla” y a ser consecuentes con
el régimen de vida. Este es el común denominador de los monjes. Y aun que
se sirva a Dios en distintos monasterios y observancias diferentes, no
hay duda de que en todas partes se vive según la Regla; porque las
costumbres fraguadas en una buena tradición nunca son estridentes a la
Regla. El que observa lo que le parece bueno allí donde ha profesado,
vive conforme a lo que prometió, porque sólo se ha obligado a compartir
una vida seria y abnegada con quienes desea formar una comunidad”.
S. Bernardo de Claraval, Pre 47

“Exíjase, por tanto, el compromiso de la estabilidad al flojo y


apocado, al evasivo contencioso, al holgazán y curioso, y a todos los
tocados por la ligereza de la inconstancia. Manténgase una cierta
indulgencia con los profesos, fieles a la conversión de costumbres y a la
obediencia según la Regla. Y si el ambiente de maldad y la carencia de
espíritu religioso en las comunidades fuese un obstáculo serio, yo
aconsejaría sin dudar un cambio de lugar, impulsado por el Espíritu de
libertad, donde la persona pueda sin tropiezos ofrecer a Dios los votos
que pronunciaron sus labios”. S. Bernardo de Claraval, Pre 44

“Mas ni debe tenerse en poco la misma conversión corporal, pues se


sabe que no es corta ayuda para la espiritual. De ahí es que en ese mismo
lugar, habiendo dicho el Señor: De todo corazón, añadió luego, en ayuno,
que ciertamente pertenece al cuerpo. Sin embargo, hermanos míos, quiero
que estéis advertidos que el ayuno debe observarse no sólo respecto a la
comida, sino respecto de todos los deleites de la carne y, de todo gusto
del cuerpo; antes bien, se debe ayunar de los vicios que de los manjares.
Pero hay un pan respecto al cual no quisiera yo que ayunarais, no sea que
acaso desmayéis en el camino; y, si no lo sabéis, digo que es el pan de
lágrimas, porque se sigue: En el ayuno, en las lágrimas y en los
gemidos”. S. Bernardo de Claraval, Quad II, 4

“Hasta ahora siempre me has pedido oraciones, nunca me has apremiado


a que te explique ninguna cuestión. Reconozco que me siento incapaz de
satisfacerte en lo uno y en lo otro. Lo primero me lo exige mi profesión,
pero no lo cumplo en mi vivir monástico. Para lo segundo, si te digo la
verdad, me encuentro sin lo más indispensable, que es habilidad e
ingenio”. S. Bernardo de Claraval, Dil prol 1

57
“Pienso que a éste se refiere la Escritura: La ley del Señor es
perfecta, y convierte las almas. Porque es la única capaz de arrancar al
alma del amor de sí misma y del mundo, y volverla hacia Dios. Ni el temor
ni el amor de sí mismo son capaces de convertir el alma. A veces cambian
la expresión del rostro o la conducta exterior, mas nunca los
sentimientos. Los esclavos hacen algunas veces obras de Dios, pero no las
realizan espontáneamente y les cuesta mucho. También los asalariados,
pero no lo hacen gratuitamente, y se dejan arrastrar por la codicia.
Donde hay amor propio allí hay individualismo. Y donde hay individualismo
hay rincones. Y donde hay rincones hay basura e inmundicia. La ley del
siervo es el temor que le invade. La del asalariado es la codicia que le
domina, le atrae y le distrae. Ninguna de estas leyes es pura y capaz de
convertir las almas. La caridad, en cambio, convierte las almas y las
hace también libres”. S. Bernardo de Claraval, Dil 34, 3

“Por lo tanto, para que el querer de que gozamos por el libre


albedrío sea perfecto, necesitamos una doble gracia. Por una parte,
saborear la verdad, lo cual supone la conversión de la voluntad hacia el
bien; y, por otra, la posibilidad de realizarlo, es decir, la
confirmación en el bien”. S. Bernardo de Claraval, Gra 19, 1

“Es perfecta la conversión al bien cuando solamente nos complace lo


que es conveniente o lícito. Y la confirmación en el bien es perfecta si
no carece de nada de lo que desea. La voluntad alcanza la perfección
cuando es plenamente buena y llena de bondad. Posee una doble cualidad
original: una, por ser criatura -porque el Dios bueno todo lo hace bien-
y, además, porque vio Dios todo lo que había hecho,y era muy bueno. La
otra, por el libre albedrío, según el cual fue creada a imagen del
Creador. Si a ello añadimos la conversión al Creador, entonces puede
considerarse plenamente buena”. S. Bernardo de Claraval, Gra 19, 2

“Buena como toda criatura en general, superior a ellas por su


naturaleza, y óptima cuando se ordena a sí misma. Esta ordenación
consiste en la total conversión de la voluntad a Dios y en su
sometimiento deliberado y ferviente”. S. Bernardo de Claraval, Gra 19, 3

“Pero el triste arrastrar las cadenas y la espantosa lobreguez de la


cárcel nos ha dejado triturados y entumecidos. Somos incapaces de
defendernos en la vida. Pidamos el Espíritu que auxilia y reconforta,
plenamente confiados de que el Padre da el buen espíritu a los que se lo
piden. Una vida nueva es señal inequívoca de poseer un espíritu nuevo. En
resumen: tener el testimonio de la sangre, del agua y del espíritu,
significa privarse de pecar, hacer frutos dignos de penitencia y abundar
en buenas obras”. S. Bernardo de Claraval, O Pas II, 5

“Hablamos, si recordáis, del beso que se recibe en los pies, en las


manos y en la boca, correspondiendo cada beso a un estado distinto. Con
el primer se consagran los comienzos de nuestra conversión; el segundo se
concede a los que van avanzando en ella, y el tercero es una experiencia
exclusiva para los perfectos que son muy pocos”.
S. Bernardo de Claraval, SC 4, 1

“Pero esta desemejanza no es una extinción de la naturaleza, sino un


vicio que cuanto más se realza por contraste el mismo bien de su
naturaleza, tanto más la desfigura al mezclarse con ella. Ahora bien, el
regreso del alma es su conversión al Verbo, para ser reformada por él y
conformada a él. ¿Cómo? En el amor. Escuchadlo: Procurad pareceros a Dios
como hijos queridísimos y vivid en mutuo amor, igual que os amó Cristo”.
58
S. Bernardo de Claraval, SC 83, 2

“El fruto de la primera visita es la conversión sincera a Dios; el


fruto de la segunda es la mortificación de la propia voluntad y de todas
las pasiones; y el fruto de la tercera es la felicidad perfecta. En
efecto, una vez recibido el fruto de la primera compunción mediante la
excelencia de la perfecta conversión, cesa ya de actuar ella por haber
cumplido, en cierto modo, su misión, y le sucede inmediatamente la prueba
de las tentaciones y fatigas, para culminar con razón en la devoción
íntima con Dios”. S. Elredo de Rieval, Spec II, 31

63. No haya duda, dije yo, que derramar lágrimas es un sacrificio


muy grato y acepto a Dios, y un holocausto capaz de perdonar todos los
pecados reconocidos; pero para aquellos que se arrepienten y confiesan,
para quienes no vuelven a recaer en lo que se arrepienten, para quienes
se acogen con espíritu de humildad y espíritu contrito a las piadosas
entrañas de Jesús, para quienes hacen todos los frutos de penitencia que
pueden. Por eso, tú y todos los que se preocupan de su salvación, deben
esforzarse en que la mortificación de la carne, la diligencia en las
vigilias y en el trabajo, la rusticidad del vestido, la sobriedad de la
comida, el peso del silencio, y todo lo relacionado con los miembros del
hombre exterior e interior esté empapado como holocausto agradable con
lágrimas abundantes y con la suavidad de los devotos afectos, para que
exhale su aroma en el ara del corazón por el fuego de la caridad, y como
dice el profeta: Tu sacrificio sea agradable. Pero si no puedes hacer
ambas cosas, es preferible vivir sin lágrimas en la pobreza apostólica y
pureza evangélica, que con lágrimas diarias quebrantar sin cesar los
mandatos divinos. Pues los que obran el mal, aunque resuciten muertos,
expulsen demonios y den vista a los ciegos, oirán del Señor: Apartaos de
mí.
64. Si se considera todo con atención, diligencia y humildad, creo
que será muy fácil advertir que todo convertido es levantado a las
alturas por la nueva infusión de la caridad, por el ágil impulso y los
suaves movimientos de su espíritu; pero no hay que olvidar que la codicia
le arrastra hacia abajo, y todo en lo que se apoya le empuja siempre por
su peso natural hacia el abismo. Tal empeño le exige mucho esfuerzo”.
S. Elredo de Rieval, Spec II, 63.64

“¿Y qué es eso? Aquello que prometimos, y en cuya observancia y


perseverancia hemos puesto como testigos a Dios y a los santos. ¿De qué
se trata? De la estabilidad en nuestro monasterio, de la conversión de
nuestras costumbres y de la obediencia según la Regla de San Benito. Y
más adelante añade: Quiero que el libro de San Benito se lea a los
monjes, y que yo abrace de corazón lo que crea que es necesario de cuanto
hemos establecido como esencial a nuestra Regla y a la profesión
monástica. Que con la ayuda del Señor me esfuerce en cumplir con la
máxima devoción los votos y cuanto he prometido. Todo lo demás intentaré
cumplirlo, no como núcleo de la Regla sino como algo que la ayuda y
mantiene”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 83

“Negra soy pero hermosa ¿Acaso el alma de cada uno de nosotros no


puede decir esto: Negra soy pero hermosa? Sin duda que es hermosa aquella
alma que desprecia el mundo pero todavía es negra porque, a menudo,
permanece inquieta en su corazón y piensa en el mundo.
Hermosa es aquélla que, en cuanto puede, ama a Dios, pero sigue
negra puesto que, muchas veces, siente en sí el amor de las cosas
carnales.

59
Hermosa es aquella alma que, en cuanto le es posible, hace lo que
sabe que es provechoso para los demás por la caridad, pero todavía
permanece negra por cuanto, frecuentemente siente en sí la ira, la
impaciencia y otras cosas que se oponen a la caridad. Hermosa es,
finalmente, aquella alma que no consiente en ninguna falta, mas sigue
siendo negra porque ella, todavía, tiene faltas”.
S. Elredo de Rieval, STemp OS II [23], 5

“¿Preguntas cómo engendró la virginidad al Salvador? Como la flor de


la vid exhala su perfume. Si encuentras la flor corrompida por haber
exhalado su perfume, entonces cree que la pureza de María fue violada
porque dio a luz al Salvador.
Por este suave olor somos atraídos cuando mediante la conversión
corremos hacia él.
Aunque uno sea el olor que se percibe por la buena fama proveniente
de la predicación, otro es el olor que proviene de sus vestiduras o de
sus ungüentos o tal vez de su mismo cuerpo de un modo más intenso. Este
olor no es otra cosa que la virtud que sale de él. Ella despierta a los
perezosos, renueva el fervor del amor y hace correr con alegría por el
sendero de los mandamientos”. Beato Guerrico de Igny, Nat BVM I [51], 3

“Las cosas que primero mi alma no quería tocar, ahora, por la


angustia de un deseo impaciente, son mi comida. Más aún, es de admirar
que cuanto más amargo resulta el pecador antes de su conversión, tanto
más dulce se torna después de convertido; cuanto más desesperamos de él,
tanto más nos alegra su salvación, porque más admiramos la gracia del
Salvador, el cual, llevando sobre sus hombros la oveja perdida, causa más
gozo a los ángeles por un pecador que hace penitencia que por noventa y
nueve justos”. Beato Guerrico de Igny, Pent II [39], 2

“Los que viven piadosamente en Cristo, comen siempre este alimento


que es Cristo porque es de Él de quien siempre reciben el vivir en Él. A
todos les es necesario este alimento para vivir en la justicia. Y porque
no está permitido esperar a la justicia para convertirse, ni avanzar con
flojedad cuando se ha comenzado a convertirse, se nos dice: Comeréis de
prisa. Entonces, quienes no viven todavía de Cristo ni en Cristo deben
comenzar sin vacilación ni demora a vivir según Cristo y a tener así a
Cristo por alimento. Los que viven ya en Cristo deben apresurarse a comer
de prisa, es decir, a tender ávidamente al progreso”.
Balduino de Ford, Sac alt III, 1

“3. Éramos enemigos, esclavos del pecado, libres con respecto a la


justicia. El Hijo nos liberó y en verdad fuimos liberados del pecado y
del diablo, deviniendo esclavos de la Justicia. Y éste es el primer
grado, el que desea quien clama: Señor, libera mi alma. Y habiéndolo
obtenido exulta: Señor, porque me libraste soy tu siervo e hijo, no digo
todavía tuyo, sino de tu esclava. Rompiste mis cadenas, con las cuales el
diablo me había aherrojado como un cuadrúpedo, de modo que no tenía la
libertad de salir ni de obrar como está escrito: Sale el hombre a su
trabajo, a sus faenas.
4. Ahora muevo el pie, ahora extiendo mi mano desecada de pervertido
me he transformado en convertido, de enemigo en siervo, siervo totalmente
inútil para hacerte el bien a ti, que no necesitas de mis bienes; y sin
embargo útil para mí, que con temor y temblor obro mi salvación. Cuando
hayáis hecho estas cosas decid: siervos inútiles somos, etc. He aquí que
es considerado enemigo el que realiza perversamente el mal o hace
perversamente el bien; el que hace todo bien, no es llamado aún amigo,
sino siervo.
60
5. Así, corresponde al siervo hacer el bien, cumplir obras virtuosas
de justicia y de misericordia; pero el amigo comparte los secretos,
conoce los proyectos. De ahí que, en el segundo grado, los otrora
enemigos, convertidos en siervos oyen que se les dice: Ya no os llamo
siervos, sino amigos míos, etc. ¿Qué esperamos todavía? Que, en el tercer
grado, de amigos lleguemos a ser hermanos de Cristo, hijos de Dios, y
finalmente, ya que los hijos son herederos lleguemos a ser sus
herederos”. Isaac de Stella, OS V [5], 3-5

“15. Así pues, dado que la hora pasó, digamos brevemente que el
alejamiento de Dios -ya sea que la razón se aparte de la verdad, ya sea
que la vida se aparte de la caridad- es la noche, en la cual nadie puede
trabajar; pero la conversión a Dios mediante la búsqueda y la imitación
es el día, en el cual el hombre sale a su trabajo, es decir, a conocer y
a amar a Dios, y a deleitarse en este conocimiento y en este amor. En
verdad, por esto el hombre fue creado a imagen y semejanzade dios, y por
esto fue recreado y reformado a esta imagen y semejanza: por la razón a
su imagen; por la vida a su semejanza.
16. Pero creado a imagen y semejanza, es recreado a semejanza y a
imagen, debe ser reformado por la conformidad de la vida, con miras a la
participación de la naturaleza. Conocer al verdadero Dios es la vida
eterna, pero amarlo de todo corazón es el camino eterno. La caridad es
pues el camino, la verdad es la vida; la caridad es la semejanza, la
verdad es la imagen; la caridad es el mérito, a la verdad es el premio;
por la caridad se camina, por la verdad se reposa.
17. Así pues, amadísimos, saliendo el hombre de la noche del pecado
y de las costumbres carnales a este trabajo que es el suyo, por la
primera iluminación de la gracia, como en la primera mañana de su
conversión Dios, le sale al encuentro su conciencia y él ve de qué modo
vivió, mientras vivió en el mal; en la luz discierne cómo fue en las
tinieblas. Así, en este primer envío a la vida, mientras se acusa, la
conciencia recuerda diligentemente todas sus acciones, evoca todo, e
inclinándose, sin duda alguna por la humildad, cava en profundidad;
arrancando todas las raíces de la injusticia, comienza realmente a
cultivarse con miras a la justicia”
Isaac de Stella, Sex I [16], 15.16.17.

Conversión de vida

S. Bernardo de Claraval
- Dil prol 1
- Dil 34, 3
- Gra 19, 1
- Gra 19, 2
- Gra 19, 3
- O Pas II, 5
- Pre 44
- Pre 47
- Quad II, 4
- SC 4, 1
- SC 83, 2

Beato Guerrico de Igny


- Nat BVM I [51], 3
- Pent II [39], 2

S. Elredo de Rieval
61
- Spec II, 31
- Spec II, 63.64
- Spec III, 83
- STemp OS II [23], 5

Isaac de Stella
- OS V [5], 3-5
- Sex I [16], 15.16.17.

Balduino de Ford
- Sac alt III, 1

Corazón

“Resuene, pues, buen Jesús, tu voz en mis oídos, para que aprenda
cómo debe amarte mi corazón, te ame mi mente y te amen hasta las entrañas
de mi alma. Que te abrace la médula de mi corazón, pues eres mi bien
único y verdadero, mi gozo dulce y exquisito. Pero ¿qué es el amor, Dios
mío? Si no me engaño es una admirable complacencia del alma, tanto más
dulce cuanto más pura, tanto más suave cuanto más verdadera, tanto más
gozosa cuanto más amplia. Es el paladar del corazón que te saborea,
porque eres dulce; es el ojo que te ve, porque eres bueno; y es el
espacio capaz de acogerte, a ti que eres inmenso. Pues quien te ama te
contiene, y te contiene en la medida que ama, porque tú eres amor, eres
caridad”.S. Elredo de Rieval, Spec I, 2

“Nosotros, los profesionales de la cruz de Cristo, empuñando la


llave de la palabra divina, cerrados los claustros de nuestro pecho y
penetrando hasta la división del alma y del espíritu, de la coyuntura y
de la médula, distingamos los pensamientos y las intenciones del corazón;
y, sin lisonja adulatoria, viendo lo que hay en los más recónditos
repliegues del alma, procuremos descubrir mejor las mismas raíces de las
enfermedades”. S. Elredo de Rieval, Spec II, 3

“En toda obra buena hay que precaverse sobre todo de dos males, a
saber: la aflicción y la preocupación. Con la aflicción se amarga la
dulzura del amor; con la preocupación desaparece la tranquilidad. Hay
aflicción cuando uno se consume de impaciencia por algo que no se puede
evitar; hay preocupación cuando, en lo que se puede hacer, uno se
comporta con intemperancia. Así, pues, para no amargarse el espíritu, se
debe soportar pacientemente la propia impotencia; y para que no se
preocupe con daño propio, no debe pretenderse más que aquello que está al
alcance de las propias posibilidades”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 97

“Consideremos, pues, la amplitud de nuestro corazón como un arca


espiritual, construida con las maderas incorruptibles de las buenas
costumbres y virtudes, en la cual hacemos las pequeñas habitaciones y
pisos de locales espirituales, y distribuyámoslos entre todos según su
orden y dignidad”.S. Elredo de Rieval, Spec III, 103

“2. Señor Dios de los ejércitos vuélvenos a ti, muéstranos tu faz y


seremos salvos. Pero ¡ay, ay, Señor! ¡qué precipitado, temerario y
desordenado, qué presuntuoso y ajeno a la regla del Verbo de vida y de tu
Sabiduría es el corazón inmundo al querer ver a Dios! Pero tú, Soberana
bondad, soberano Bien, Vida de los corazones, Luz de los ojos interiores,
a casusa de tu bondad, Señor ten piedad. Porque ésta es mi purificación,
ésta mi confianza, ésta mi justicia; la contemplación de tu bondad Señor.
62
…tú sabes cómo te dice mi corazón: Mi rostro te ha buscado, tu
rostro buscaré. No apartes tu rostro de mí, ni, enojado, te alejes de tu
siervo.
Señor, Ayudador antiguo y mi Defensor infatigable, de veras soy
desvergonzado e inoportuno, pero mira, como sólo tú me ves; que es por
amor de tu amor que lo hago, yo que no te veo. Así como me diste el deseo
de ti, así me diste cuanto en mí te agrada. Pronto perdona a tu ciego que
corre hacia ti y le tiendes la mano cuando al correr, tropieza con alguna
cosa.
3. Que la voz de tu testimonio me responda adentro, en mi alma y en
mi espíritu, estremeciendo y sacudiendo todo mi interior. El relámpago de
tu verdad me responde que: el hombre nunca podrá verte y permanecer vivo,
y esta luz ha cegado mis ojos interiores. Porque ciertamente estoy
sumergido en el pecado hasta el momento presente, no habiendo podido
morir a mí mismo para vivir en ti.
Sin embargo, según tú precepto y por un don tuyo me afirmo en la
piedra de la fe en ti, de la fe cristiana, el lugar verdaderamente está
junto a ti; allí aguardando atentamente, con toda mi capacidad, sufro con
paciencia y abrazo y beso tu derecha que me cubre y me protege y a veces,
cuando miro diligentemente, percibo las espaldas de Aquel que me ve,
percibo que pasa la humildad de la dispensación humana de Cristo, tu
Hijo. Pero cuando me empeño en llegar a Él, o, como aquella hemorroisa:
cuando me esfuerzo en robar la salud para mi alma enferma y miserable,
por el contacto saludable de sus fimbrias, al menos; o como Tomás, varón
de deseos, cuando yo anhelo verlo enteramente y tocarlo , todavía más:
acceder a la sagrada herida de su costado, puerta del arca abierta al
costado, no sólo para meter allí el dedo o toda la mano sino para entrar
entero hasta el corazón mismo de Jesús, en el Santo de los Santos, en el
Arca del Testamento, hasta la urna de oro, al alma de nuestra humanidad
que contiene en sí el maná de la divinidad: ¡ay! entonces, se me dice:
¡No me toques! y aquello del Apocalipsis: ¡afuera los perros! … es por un
don de tu gracia, Señor, el que vea todos los ángulos y límites de mi
conciencia, única y exclusivamente deseo verte para que todos los
confines de la tierra vean la salvación del Señor, su Dios, de modo que
amen a aquel que veo, a quien amar es vivir verdaderamente. Pues me digo
en la languidez de mis deseos: ¿quién ama lo que no ve? ¿cómo podría ser
amable lo que de algún modo no fuera visible?
4. Pero tus encantos afluyen hacia mí que te deseo. Se me presentan
y se me ofrecen desde el cielo y la tierra, y desde cuanto has creado ¡oh
Señor adorable y amable en todas tus obras!
… Sin embargo, Señor, estoy seguro de veras, de tener, por tu
gracia, el deseo de desearte y de amar amarte con todo mi corazón y toda
mi alma.
5.… para que pueda ver tu gloria, para que olvidando mi pequeñez y
mi pobreza, todo entero me dirija a ti y corra en el abrazo de tu amor
viendo a aquel que amaré, y amando a aquel que veré, y para que muriendo
a mí mismo y comenzando a vivir en ti, pueda alcanzar el bien de ser en
ti, y a que mi mal es ser de mí mismo.
… Deseo amarte y amo desearte. De este modo corro para aprehender a
aquel que me tiene asido y para amarte perfectamente, un día, oh tú que
me amaste primero, tú a quien se debe amar, amable Señor.
6.… cuánto más se vuelca el Amor sobre aquellos que lo aman, tanto
más capaces se hacen de contemplarlo. Se sacian, sin llegar al fastidio.
La saciedad no disminuye el deseo, sino que lo aumenta y expulsa toda
ansiedad. Es el Amor a quien se ama, a Él que, por el torrente de sus
delicias, aleja de su amante toda miseria, todo fastidio en la saciedad,
toda ansiedad en el deseo y toda envidia en el buen celo.

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…. Tú haces, Señor, que aquel que desea y aquel que ama, abunden en
aquello que desean y aman, de tal manera que ni la ansiedad aflija al que
desea, ni el fastidio al que está saciado”.
Guillermo de Saint-Thierry, Contemp, I, 2-6

“Es sobre todo en estas horas (por la madrugada) cuando debemos


instalarnos delante de Dios, como cara a cara examinarnos a la luz de su
rostro, encontrar en nosotros mismos motivo de aflicción y de dolor, e
invocar el nombre del Señor, excitando nuestro espíritu hasta que se
inflame, volviendo sin cesar al recuerdo de la abundante suavidad del
Señor, hasta que él mismo llegue a ser la dulzura de nuestro corazón”.
Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 112

“Para obtener tales gracias y conservarlas, hay que recurrir sin


descanso a una oración asidua y prolongada, en la que tan grande sea la
fe, que todo lo espere, tan grande el fervor, que le parezca que fuerza a
Dios; tan grande el amor, que todo lo que pide sienta que lo obtiene en
el momento mismo de la oración; tan dócil la humildad, que en todo desee
que se cumpla en él la voluntad de Dios, no la suya propia…”.
Guillermo de Saint-Thierry, Nat am 8

“Esta es la verdadera sabiduría, este el consejo del sabio, que


quiere que se guarde el corazón con todo el cuidado posible, porque de él
procede la vida”. S. Bernardo de Claraval, QH VII, 12

“Purifica tu corazón, desocúpate de todo, sé monje, es decir:


unificado; una sola cosa pide al Señor, búscala: aquiétate y mira que él
mismo es el Señor”. S. Bernardo de Claraval, Sent III, 2

“Cuando llegue el Salvador, transformará la bajeza de nuestro ser,


reproduciendo en nosotros el esplendor del suyo; a condición de que el
corazón quede previamente transformado, reproduciendo la humildad del
suyo. Por eso va pregonando: Aprended de mí, que soy sencillo y humilde
de corazón. Fíjate en esta expresión, porque hay una doble humildad.
Humildad de conocimiento y humildad de afección, llamada aquí de corazón.
Por la primera reconocemos que no somos nada; la vamos aprendiendo en la
experiencia de nuestras propias debilidades. Por la segunda pisoteamos la
gloria del mundo; la aprendemos de aquel que se anonadó a sí mismo
tomando la condición de esclavo; solicitado como rey, huyó; y, buscado
para aguantar tanto hasta el ignominioso suplicio de la cruz, se entregó
espontáneamente”. S. Bernardo de Claraval, Adv IV, 4

“Considera que la ley te exige estas tres cosas, cuando dice: amarás
al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas las
fuerzas. Si no surge otra interpretación más acertada de esta triple
distinción yo creo que el amor del corazón se refiere al celo del afecto,
el amor del alma a la sutileza o juicio de la razón, y la fuerza del amor
puede guardar relación con su constancia y entereza.
Ámale, pues al Señor con todo el afecto de tu corazón entero; ámale
con toda la atención de tu mente circunspecta; y ámale con todas tus
fuerzas, sin que te atemorice morir por su amor”.
S. Bernardo de Claraval, SC 20, 4

“La medida de ese amor consiste en que llena todo el corazón con su
dulce suavidad hasta poseerlo plenamente, desechando de él todo otro amor
o seducción carnal. Esto equivale a amar con todo el corazón. De lo
contrario, podría preferir a la carne de mi Señor cualquier otro
parentesco o complacencia, que me impedirían cumplir todo lo que él
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enseñó de palabra o de obra, mientras vivía en la carne mortal. ¿Y no
sería esto una evidencia de que no amo con todo el corazón? ¿No tendría
partido el corazón, dándole una parte para él, mientras con la otra me
vuelvo hacia mí mismo? Por eso dice: El que quiere a su padre o a su
madre más que a mí, no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su
hija más que a mí, no es digno de mí. Por tanto, y en pocas Palabras:
amar con todo el corazón consiste en preferir el amor de su sacrosanta
carne a cualquier otra cosa qué halague a la propia carne o a la de otro.
Me refiero también a la gloria del mundo, porque la gloria del mundo es
gloria de la carne y aquellos que se complacen en ella son sin duda
carnales”. S. Bernardo de Claraval, SC 20, 7

“El ojo del corazón, al que la Verdad prometió su plena


manifestación: dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios, se
purifica de toda mancha, debilidad, ignorancia o mal deseo adquirido, por
medio del llanto, del hambre y la sed de ser justo, y por la
perseverancia en las obras de misericordia”.
S. Bernardo de Claraval, Hum 19, 4

“Nos sustenta, a más de esto, con el pan de vida y de entendimiento,


y nos da a beber del agua de la sabiduría que da la salud. Porque la
inteligencia de las cosas espirituales e invisibles es verdadero pan del
alma que corrobora nuestro corazón y nos fortalece para toda obra buena
en todo género de ejercicios espirituales. El hombre carnal que no
percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, sino que le parecen
necesidad, gime y llora diciendo: Se ha secado mi corazón porque me
olvidé de comer mi pan. Mira qué verdad tan pura y perfecta es que de
nada le sirve al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma”.
S. Bernardo de Claraval, Ann II, 4

“7. Feliz aquel que medita siempre en el Señor, y considera sin


cesar en su corazón las alegrías perennes del Señor. ¿Habrá algo pesado
para quien comprende que los sufrimientos del tiempo presente son cosa de
nada comparados con la gloria futura? ¿Qué puede apetecer de este mundo
perverso, quien contempla con sus propios ojos la dicha del Señor en el
país de la vida, y los premios eternos? El Profeta dice al Señor: Te
habla mi corazón: Yo busco tu rostro, Señor. Quiero ver tu rostro.
9. Os pido por favor, hermanos, que no se os embote el corazón con
los afanes del mundo. De la glotonería y embriaguez, gracias a Dios, no
tengo en qué reprenderos. Desembarazaos de toda especie de pensamientos
terrenos, y experimentaréis cómo ensalza el Señor a los suyos. Levantad
vuestro corazón con las manos de vuestros pensamientos, y contemplaréis
al Señor transfigurado”.S.Bernardo de Claraval, Asc IV, 7.9

“2. Hermanos, levantemos al cielo el corazón con las manos, y


caminando con fe y devoción acompañemos al Señor en su ascensión. Muy
pronto y sin obstáculos seremos arrebatados en las nubes para estar con
él. Esto no puede alcanzarlo ahora el espíritu animal, pero lo alcanzará
el cuerpo espiritualizado. No nos cansemos, pues, de levantar el corazón,
porque como nos dice la propia experiencia, el cuerpo mortal es lastre
del alma y la tienda terrestre nos deprime.
3. Tal vez necesitemos explicar en qué consiste levantar el corazón,
o cómo conviene levantarlo. Damos la palabra al Apóstol: si habéis
resucitado con Cristo, buscad lo de arriba, donde Cristo está sentado a
la derecha de Dios; estad centrados arriba, no en la tierra. Es decir: si
habéis resucitado con él, subid con él; si vivís unidos a él, reinad con
él.

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Hermanos, acompañemos siempre al Cordero: cuando sufre, cuando
resucita y más aún cuando asciende. Que nuestro hombre viejo esté
crucificado con él, para que se destruya el individuo pecador y ya no
seamos esclavos el pecado. Extirpemos cuanto de terreno hay en nosotros.
Y así como él fue resucitado de la muerte por el poder del Padre,
emprendamos también nosotros una vida nueva. Si murió y resucitó fue para
que abandonemos el pecado y nos entreguemos a la Justicia”. S
.Bernardo de Claraval, Asc V, 2.3

“5. Los miembros principales de nuestro corazón son el entendimiento


y el afecto. Sus objetivos suelen ser opuestos: uno tiende a lo alto y al
otro le atrae lo más bajo.
8. Si deseamos las cosas de arriba, intentemos ahora ya degustarlas
y saborearlas. Cuando se nos recomienda buscar y paladear lo de arriba,
podemos aplicarlo al entendimiento y al afecto. Levantemos nuestro
corazón a Dios con nuestros miembros más nobles, con esa especie de manos
que son los humildes esfuerzos y las prácticas espirituales. Yo creo que
todos buscamos las cosas de arriba con la inteligencia de la fe y el
juicio de la razón. Pero no todos saboreamos esas realidades en el mismo
grado, por estar saturados de las realidades terrenas, arrastrados
irresistiblemente por el afecto”. S.Bernardo de Claraval, Asc VI, 5.8

“Y al revés. La templanza necesita igualmente de la justicia. Nos lo


enseña el Señor en el Evangelio al condenar la templanza de los que sólo
ayunaban para ostentar ante la gente su ayuno. Guardaban templanza en el
comer, pero no eran justos en su corazón, porque no intentaban agradar a
Dios, sino a los hombres”. S. Bernardo de Claraval, Csi I, 10

“Tampoco me gustaría que dejes de tener en cuenta cómo te comportas


respecto a las tribulaciones. Felicítate si perseveras constante a pesar
de las tuyas y te condueles de las ajenas. Será una señal de la rectitud
de tu corazón. A la inversa, sería indicio de un ánimo ruin y perverso si
te sientes incapaz de soportar las propias y no tienes la más mínima
compasión de las ajenas”. S. Bernardo de Claraval, Csi II, 21

“A Cristo le encantan las flores. Por eso eligió Nazaret para ser
concebido y criarse allí. Al esposo celestial le deleitan esos aromas y
se adentra gustosamente, siempre que puede, en el tálamo de nuestro
corazón si lo encuentran cubierto de flores y cuajado de frutos. Donde ve
un alma entregada a la meditación continua de la gracia de su pasión o de
su gloriosa resurrección, allí acude presurosamente”.
S. Bernardo de Claraval,Dil 8, 2

“Yo creo que no es posible amar al Señor tu Dios con todo tu


corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas, mientras el corazón no
se vea libre de los cuidados del cuerpo, el alma no cese de conservarlo y
vivificarlo, y sus fuerzas, desligadas de todas las dificultades, no se
vigoricen con el poder contemple continuamente su rostro, mientras viva
ocupada y distraída, sirviendo a este cuerpo frágil y cargado de
miserias”. S. Bernardo de Claraval, Dil 29, 1

“2. ¿Quieres oír cuán cerca está? A tu alcance está la Palabra, en


tus labios y en tu corazón, con tal que la busques con rectitud de
corazón. Levanta el corazón, sal de tu cama y no te hagas sordo al
consejo de tener alerta el corazón. Así encontrarás la sabiduría en tu
corazón y de tus labios fluirá la prudencia.
4. Busquemos la sabiduría en nuestro corazón, pero la sabiduría que
mana de la fe, como dice el Apóstol. Sin ser más sabios de lo que
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conviene, sino siendo sobrios en el saber. Esta sobriedad en la sabiduría
consiste en dolerse de los pecados pasados, despreciar las comodidades
presentes y desear los premios futuros”.
S. Bernardo de Claraval, Div 15, 2.4

“La naturaleza divina que es simple, requiere la simplicidad del


corazón”. S. Bernardo de Claraval, Div 37, 9

“Recíbanse con la voluntad los mandatos de los superiores, y evítese


que el corazón haga reflexiones personales; hasta llegar a sacrificar la
voluntad propia y amar el precepto del superior. Obedecer con gusto es
cumplir de manera voluntaria la voluntad de los superiores”.
S. Bernardo de Claraval, Div 41, 4

“La verdad pura únicamente la comprende el corazón puro; y nadie


siente tan al vivo la miseria del hermano como el corazón que asume su
propia miseria. Para que sientas tu propio corazón de miseria en la
miseria de tu hermano, necesitas conocer primero tu propia miseria”.
S. Bernardo de Claraval, Hum 6, 5

“La compunción del corazón y las lágrimas también son un bautismo”.


S. Bernardo de Claraval, O Pas I, 7

“Así nuestras obras se deben hacer con fervor y deseo del corazón,
para que haya en nuestras manos candelas encendidas”.
S. Bernardo de Claraval, Pur II, 2

“Pero es muy fácil distinguir lo que procede de la voluntad propia o


del amor, porque son dos eternos rivales. El amor es afable y no lleva
cuentas del mal. En cambio, el peor enemigo del espíritu de discreción es
la voluntad propia, que trastorna el corazón humano y ciega la razón.
Compremos tres aromas para el alma: sentimientos de compasión, empeño por
la equidad y espíritu de discreción. Y paguémoslos con la moneda de la
voluntad propia”. S. Bernardo de Claraval, Res 2, 8

“En el corazón existen también dos clases de lepra: la voluntad


propia y el juicio propio. Ambas son pésimas, y además muy peligrosas
porque son internas”. S. Bernardo de Claraval, Res 3, 3

“Y efectivamente, cuando se perdonan los pecados, el diablo sale


arrojado del corazón del pecador. Por eso, cuando alguien se arrepiente
se dice en general: Ahora es cuando comienza el juicio de este mundo,
ahora va a ser echado fuera el jefe de este mundo. Porque Dios perdona el
pecado a quien lo confiesa humildemente, y el diablo pierde su poderío en
el corazón de esa persona de la que se había apoderado”.
S. Bernardo de Claraval, SC 6, 4

“Aquí tienes, alma mía, tu catálogo, resumido en la esencia de este


nombre, Jesús, salvífico de verdad, que nunca falló en cualquier
epidemia. Llévalo siempre en tu corazón. Tenlo siempre a mano, para que
todos tus sentimientos y acciones te lleven a Jesús. El precisamente te
ha invitado a que procedas así: Grábame como un sello en tu brazo, como
un sello en tu corazón. Pero esto lo comentaremos en su día. De momento
ya tienes con qué curar tu brazo y tu corazón. Quiero decirte que el
nombre de Jesús enderezará tus malas obras y perfeccionará las
defectuosas; y controlará tus sentimientos, para que no se adulteren, o
para que se orienten cuando se desvíe”. S. Bernardo de Claraval, SC 15, 7

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“Terrible y espantosa amenaza: Sal fuera y lleva a pastar tus
cabritos. Esto es: reconócete indigna de aquella contemplación tuya dulce
y familiar de las realidades celestes, inteligibles y divinas. Marcha de
mi santuario, que es tu propio corazón, donde bebías dulcemente lo
sagrados misterios de la verdad y los bienes de Dios. Como una cualquiera
de las almas mundanas complícate la vida, pastoreando y recreando tus
sentidos carnale”. S. Bernardo de Claraval, SC 35, 2

“¡Oh alma santa!, permanece solitaria y resérvate exclusivamente


para el Señor, a quien has elegido para ti entre todos. Huye de las
gentes, huye hasta de las familiares; aléjate de los amigos e íntimos,
hasta del que te sirve. ¿No sabes que tienes un esposo muy pudoroso, que
de ninguna manera te regalaría con su presencia delante de otros?
Aléjate, pues, pero con el corazón, no corporalmente; con tu intención,
con tu devoción, con tu espíritu. El Santo Ungido del Señor, es espíritu,
busca la soledad de tu espíritu, no la del cuerpo; aunque a ratos no está
mal que te separes también corporalmente, cuando puedas hacerlo con
discreción, en especial durante la oración”.
S. Bernardo de Claraval, SC 40, 4

“Dirás: ¿qué quieres que haga? Empieza por purificar tu conciencia


de toda mancha de ira, disensión, murmuración y envidia; apresúrate a
eliminar del lecho de tu corazón cuanto sepas que se opone a la paz de
los hermanos y a la obediencia de los ancianos. Después rodéate de las
flores de las buenas obras, de anhelos encomiables y de la fragancia de
las virtudes…” S. Bernardo de Claraval, SC 46, 7

“Por esto creo que se las llama raposillas. Mientras los demás
vicios se presentan abiertamente por sus proporciones, estos otros no se
pueden distinguir con facilidad por su sutileza. Por eso sólo pueden
precaverse contra ellos los hombres perfectos, experimentados e
iluminados con los ojos del corazón para discernir el bien del mal,
especialmente para el discernimiento de espíritu”.
S. Bernardo de Claraval, SC 64, 6

“¡Oh Esposo, tú mereces ser amado en verdad y abrazado con toda la


entraña del corazón! ¿Cómo va a dudar la iglesia en consagrarse con toda
su devoción a un redentor tan fiel, tan generoso para perdonarle y tan
justo para defenderle?” S. Bernardo de Claraval, SC 70, 4

“La intención del corazón y el juicio de la conciencia dan color a


tus obras. Los vicios son negros y las virtudes blancas. Para discernir
entre éstas y aquéllos debe consultarse a la conciencia. Sigue en pie la
sentencia del Señor sobre el ojo malo y el lúcido, porque estableció
ciertos límites entre lo blanco y lo negro, y separó la luz de las
tinieblas. Lo que sale del corazón puro y de la conciencia recta es
blanco y se llama virtud; y si la acompaña la buena fama es el lirio,
porque no le falta su blancura y su perfume”.
S. Bernardo de Claraval, SC 71, 1

“6. ¿Me preguntas entonces cómo conozco su presencia si sus caminos


son totalmente irrastreables? Es vivo y enérgico, y en cuanto llegó
adentro despertó mi alma dormida; movió, ablandó e hirió mi corazón que
era duro, de piedra y malsano. También comenzó a arrancar y destruir,
edificar y plantar; a regar lo árido, iluminar lo oscuro, abrir lo
cerrado, incendiar lo frío. Además, se dispuso a enderezar lo torcido, e
igualar lo escabroso para que mi espíritu bendijese al Señor y todo mi
ser a su santo nombre. Así entró en mí el Verbo esposo varias veces y
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nunca me dio a conocer las huellas de su entrada: ni en su voz, ni en su
figura, ni en sus pasos.
No se me dejó ver ni en sus movimientos, ni penetró por ninguno de
mis sentidos más profundos: como os he dicho, sólo conocí su presencia
por el movimiento de mi corazón. Advertí el poder de su fuerza por la
huida de los vicios y por el control de los afectos carnales. Admiré la
profundidad de su sabiduría por el descubrimiento o acusación de mis
pecados más íntimos. Experimenté la bondad de su mansedumbre por la
enmienda de mis costumbres. Percibí de algún modo su maravillosa
hermosura por la reforma y renovación del espíritu de mi mente, es decir,
de mi ser interior; y quedé espantado de su inmensa grandeza al
contemplar todas estas cosas.
7. Pero cuando se aleja el Verbo todo se vuelve inmóvil e insulso
por cierta languidez, como si sacaras del fue o una olla hirviente; esta
señal de su partida entristece inevitablemente mi alma, hasta que vuelve
de nuevo y mi corazón se enardece otra vez dentro de mí, mostrándome en
esto la prueba de su regreso. Con esta experiencia del Verbo ¿será
extraño que haga mías las palabras de la esposa cuando lo llama en su
ausencia si me devora un ansia, no igual pero semejante en parte al menos
a la suya? Mientras viva, será para mí algo familiar esa palabra con que
llama al Verbo para que vuelva: vuélvete.”.
S. Bernardo de Claraval, SC 74, 6.7

“¡Qué buenos centinelas! Cuando nosotros dormimos ellos velan, y


pasan toda la noche en vela porque tienen que dar razón de nuestras
almas. ¡Qué buenos guardianes, que velan en su corazón y pasan toda la
noche en oración, exploran las asechanzas de los enemigos, prevén los
planes de los malvados, sueltan los cepos, eluden las trampas, separan
las redes e inutilizan los artificios! Son los que aman a los hermanos y
al pueblo cristiano, los que oran mucho por el pueblo y por toda la santa
ciudad. Son los que, solícitos por las ovejas que el Señor les ha
encomendado, madrugan para entregar su corazón al Señor que los creó y
rezan delante del Señor. Velan y oran, porque conocen su incapacidad para
guardar la ciudad Y porque si el Señor no guarda la ciudad, en vano
vigilan los centinelas”. S. Bernardo de Claraval, SC 76, 7

“Quizá la palabra sabiduría se deriva de sabor, porque al caer en


el ámbito de la virtud, como si fuera su condimento, la vuelve sabrosa,
cuando de suyo es insulsa en cierto sentido y parece agria. Tampoco
corregiría al que defina la sabiduría como sabor del bien. Hemos perdido
este sabor casi desde nuestros orígenes: desde que el veneno de la
serpiente primordial, por prevalecer los sentidos carnales, emponzoñó el
paladar del corazón y el alma comenzó a no saborear el bien y se le
introdujo el sabor del mal”. S. Bernardo de Claraval, SC 85, 8

“Al asumir nuestra naturaleza, Cristo tomó, por decirlo así, pan.
Cristo tomó con qué alimentarnos cuando se unió al hombre por el misterio
de la encarnación. Cambió en trigo el heno de nuestra carne. Para
alimentarnos con harina de trigo, para saciarnos con la flor del trigo.
Por nosotros se hizo grano de trigo que debe ser sembrado en un corazón
bueno y multiplicarse allí abundantemente. Se hizo también para nosotros
pan que fortifica el corazón del hombre.
…Para quien examina lo que Jesús ha tomado y dado, el cambio del pan
resulta evidente. Porque tomó pan, pan en cuanto a su nombre y a su
sustancia; lo bendijo, lo partió, y dio su cuerpo. Es necesario pues
creer, según la piedad de la fe, que el pan fue cambiado, incluso si el
evangelista no ha usado el término cambio. Con el corazón se cree para la
justicia y con la boca se confiesa para la salud: por eso, hay que
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proclamar con la boca este cambio, con toda la firmeza con que se lo cree
con la fe del corazón”. Balduino de Ford, Sac alt II, 1

“Pero los que tuvieron la misma fe que nosotros y creyeron en el


maná espiritual, es decir, en el pan del cielo y el pan de los Ángeles, o
sea Cristo que debía venir, fueron justificados por esa fe y vivieron
espiritualmente. Comieron el mismo alimento espiritual que nosotros. Sin
embargo, nosotros recibimos juntamente con el corazón y con la boca el
maná visible y creemos de corazón en el maná invisible y espiritual que
es Cristo.
… A esta unidad pertenecen los que participan en el pan y en el
cáliz, no sólo de boca, sino con corazón piadoso, es decir, que viven en
Cristo y poseen a Cristo que habita, por la fe, en sus corazones”.
Balduino de Ford, Sac alt II, 4

“El Sol deviene más cálido en nosotros cuando nuestro corazón se


inflama con el deseo del amor divino. Y el maná se derrite cuando, a la
palabra de Dios, nuestro corazón se derrite por amor de Cristo.
…O bien, se dice que el maná se derrite porque Cristo, cuando es
recibido en el corazón, por así decir se derrite de compasión.
…El maná era molido en el mortero. Este mortero es nuestro corazón,
donde la palabra de Dios es triturada como con un pilón”.
Balduino de Ford, Sac alt III, 2

“Queriendo penetrar y traspasar nuestro corazón con el clavo de su


divina palabra y de su divino amor, Dios dice: Amarás al Señor, tu Dios,
con todo tu corazón.
…Pero también parece convenir otra razón a esta división de un único
mandamiento. Puesto que el amor del mundo ocupa todo nuestro corazón y
llena todas sus células, hay que desterrar de todo el corazón ese amor
mundano.
Hay que arrojar afuera al príncipe de este mundo para que penetre el
amor de Dios y se adueñe de todo el corazón. Dios debe ser reconocido en
los lugares más recónditos de nuestro corazón, todos sus confines deben
recordar al Señor y volverse a él. Así Dios poseerá todo nuestro corazón
y este lo poseerá a su vez. Así se podrá decir con el Profeta: Dios de mi
corazón y mi porción es Dios para siempre.
…Si en verdad amas a Dios y ofreces a Dios tu corazón en la medida
en que te es posible, lo haces tuyo dándoselo a Dios. Mejor aún, aquel a
quien se lo das, hace que no sea tuyo; y no puede ser tuyo si él no hace
que sea tuyo. En la medida en que le entregues tu corazón, este será
tuyo.
…Si pudieras dirigir hacia él, de un modo inmutable, todos tus
pensamientos, todos tus afectos y también todos tus deseos y mantenerlos
fijos en él, si pudieras arder siempre en todo tu ser con el fuego del
amor, podrías ciertamente amar a Dios con todo el corazón, de una manera
perfecta. Pero, ya que la debilidad humana no lo permite, si no puedes
amar a Dios en la medida en que tienes la obligación de amarlo, ámalo al
menos cuanto puedes, según tus posibilidades, con toda tu capacidad.
Comenzando a amar a Dios aquí con todo tu corazón en la medida en que
este es tuyo, llegarás a amarlo con mayor perfección más tarde, cuando
sea más perfectamente tuyo ese corazón que por ahora no te pertenece
totalmente.
…El primer impulso del amor divino puede estar relacionado con, el
nombre del corazón, pues se nos dice: Amarás al Señor, tu Dios, con todo
tu corazón. Y es justo, pues por él comenzamos a concordar con Dios y a
dar a Dios nuestro corazón. Él nos ha concedido el favor de sus
beneficios y exige de nosotros que no devolvamos un agravio por sus
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favores, que no pequemos contra él que es nuestro benefactor. Por lo
tanto, amamos a Dios con todo nuestro corazón, conforme a nuestra
imperfección, si detestamos de todo corazón el mal que él odia. Dice el
Profeta: Vosotros que amáis al Señor, odiad el mal”.
Balduino de Ford, Tract III

“Los pobres de espíritu que no abajan su corazón hacia las cosas de


la tierra sino que desean las del cielo, suspiran y se abrasan por ellas;
estos elevan su alma hacia Dios. Allí está su vida escondida con Cristo,
allí va su mirada y su amor, allí está su tesoro y su corazón. ¡Oh feliz
pobreza, que ha de ser recompensada no sólo en el Reino de los cielos,
sino con el mismo Reino de los cielos! ¡Oh feliz pobreza, aunque
despreciable para el mundo, digna de ser honrada, sin embargo, para Dios!
Él se apiada del pobre y del indigente, y salvará las almas de los
pobres, y hará su nombre digno de honra ante él”.
Balduino de Ford, Tract IX

“Dios que nos ama y desea ser amado, acuñó un sello que tiene
esculpida la imagen de su amor, con el cual selló con más fuerza nuestro
corazón, a fin de que hecho a su imagen recibiera en sí la semejanza de
esta imagen y la reprodujera.
…Ponme como un sello sobre tu corazón, para amarme con todas tus
fuerzas; ponme sobre tu brazo para cumplir con todo amor, todo lo que me
agrada. Ponme sobre tu corazón por el amor afectivo; ponme sobre tu brazo
por las obras efectivas. Tómame como modelo y ayuda para amar pura y
sinceramente; como modelo y ayuda para obrar bien y sufrir con fortaleza.
Ponme sobre tu corazón, sobre todo lo que piensas, lo que amas, lo que te
brota del corazón; de modo que pospongas todo lo que te es querido y me
superpongas siempre a mí y me ames siempre más; no sólo aquello que está
fuera de ti, sino más aún todo lo que está dentro de ti. Finalmente más
que a ti, para que te ames a causa de mí, y no sólo a mí, a causa de ti.
Que tu amor por ti, de conformidad conmigo, esté en la cima de tu
corazón, y que tu amor por mí sobrepase la cima de tu corazón.
…¡Aparta de mí, ¡Señor, el corazón de piedra, aparta de mí mi
corazón endurecido, aparta de mí mi corazón incircunciso!; ¡Dame un
corazón nuevo, un corazón de carne, un corazón puro! ¡Tú, que purificas
el corazón y amas el corazón puro, posee mi corazón e inhabítalo,
abrázalo y llénalo, tú que eres más alto que mi altura y más interior que
mi intimidad! ¡Tú, imagen de la belleza y sello de la santidad, sella mi
corazón con tu imagen, sella mi corazón con tu misericordia! Dios de mi
corazón, y mi porción, Dios por siempre”. Balduino de Ford, Tract X

“Bienaventurados los puros de corazón, porque ellos verán a Dios.


Todos tienen esta aspiración: querer ver lo que aman. Por eso, se sigue
naturalmente aquello de: Bienaventurados los puros de corazón, etc. En
efecto, sólo los puros de corazón verán a Dios; y Dios será visto sólo
por el corazón puro. Pero, os pregunto, hermanos, ¿para qué durante largo
tiempo hemos realizado tantos esfuerzos, si todavía no hemos purificado
nuestro corazón? Si lo hemos purificado para la virtud, hemos de
purificarlo para la verdad; si lo hemos purificado para la caridad, hemos
de purificarlo para la visión. Isaac de Stella, OS IV [4], 1

“Dice el poeta: Cubierto, el fuego arde más. De ahí que el


movimiento del alma, si no se derrama fuera por la verbosidad, gira
interiormente en una ronda continua, como una llama de fuego, y
recorriendo lo más recóndito de la conciencia, encuentra motivos de
renovar en él el dolor de una saludable compunción. También el corazón,
porque no se evapora fuera, se abrasa dentro con el fuego ardiente de la
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compunción, crea un fuego luminoso que en su meditación dirige hacia lo
alto. Y en mi meditación, se ha dicho, se inflamará el fuego Y así sucede
que aquél que aprendió a callar exteriormente con los hombres, comienza
interiormente a hablar a Dios”. Isaac de Stella, PP II [50], 6

“Puede aguardar al Señor quien ha recibido la gracia de decir: El


patrimonio de mi pequeña heredad, Señor, lo he puesto en tus manos,
porque al darte mis bienes o al despreciarlos por amor a ti, he juntado
un tesoro en el cielo. Puse a tus pies todas mis cosas porque sé que eres
poderoso no sólo para conservar mi depósito, sino también para
cuadriplicarlo y darme además la vida eterna. Dichosos vosotros, pobres
de espíritu, que según el consejo del Consejero admirable juntáis para
vosotros tesoros en el cielo, temiendo que si tales permanecieran en la
tierra, junto con ellos, se corromperían vuestros corazones. Porque donde
está tu tesoro, dice el Señor, está tu corazón. Por lo tanto sigan, sigan
vuestros corazones en pos de sus tesoros, el pensamiento permanezca fijo,
en lo alto y la esperanza puesta en el Señor, para que podáis también
decir con el Apóstol: Nuestra ciudadanía está en el cielo y de allí
aguardamos al Salvador”. Beato Guerrico de Igny, Adv I [1], 1

“Por consiguiente, prepárate, verdadero Israel, para salir al


encuentro del Señor, de modo que no sólo le abras cuando venga y llame a
la puerta, sino que también salgas a su encuentro con ánimo pronto y
alegre cuando está lejos y teniendo por así decir plena confianza en el
día del juicio, suplícale con todo tu afecto que venga su reino. Si
quieres hallarte preparado en aquel momento, toma el consejo del sabio:
Antes del juicio, prepara una justicia. Estate dispuesto a ejecutar toda
suerte de obras buenas, a soportar toda clase de males con el objeto de
que tu boca pueda cantar sin que tu corazón lo desmienta: Mi corazón está
preparado, oh Dios, mi corazón está preparado.
…Y al punto el justo prorrumpirá en estas voces: Despierta, arpa y
cítara, es decir mi corazón y mi carne, para exultar en Dios vivo: el
corazón por sus actividades espirituales, la carne, por haber tolerado
los sufrimientos.
Efectivamente el corazón que saborea las cosas de lo alto es el arpa
con los sonidos agudos; la carne que padece las cosas de abajo es la
cítara con los sonidos graves”. Beato Guerrico de Igny, Adv III [3], 2

“La mirra en tu corazón es el dolor, la mirra en tu cuerpo es la


ascesis, con tal que uno y otra tengan carácter penitencial.
…La mirra, como su mismo nombre lo indica, tiene sabor muy amargo; y
en cuanto a sus efectos, aparte de otros usos, preserva de la corrupción.
¿Y qué hay más amargo al gusto ni más saludable en sus efectos que el
dolor que entristece al pecador invitándole a la penitencia?
…con todo estiman dulce mitigar la amargura del corazón con la
amargura exterior…” Beato Guerrico de Igny, Epi I [11], 3

“Encended también vuestros cirios tomando la luz de él. Acercaos a


él y seréis iluminados. De este modo no seréis simples portadores de
antorchas, sino que vosotros seréis antorchas que brillan dentro y fuera,
para vosotros y para vuestros prójimos. Haya, pues una antorcha en el
corazón, en la mano, en la boca. En el corazón, la antorcha brille para
vosotros; en la mano y en la boca, brille para los prójimos. La antorcha
en el corazón es la piedad de la fe; la antorcha en la mano, el ejemplo
en las obras, la antorcha en la boca, el lenguaje edificante. Porque es
necesario que no sólo resplandezcamos delante de los hombres por nuestras
obras y palabras, sino también delante de los ángeles por la oración y
delante de Dios por la intención”. Beato Guerrico de Igny, Pur I [15], 3
72
“Bendito el varón que confía en el Señor. Jeremías lo compara con el
árbol plantado junto a las aguas, el cual extiende las raíces de su
corazón hacia la humedad del amor, y no temerá cuando llegue el estío de
la ira y de la tribulación…Sentirá que está plantado en la fe, enraizado
en la caridad sobre las aguas de la vida”.
Beato Guerrico de Igny, Ben II [23], 5

“¿Acaso, insisto, no gustaron el don celestial y se hicieron


participes del Espíritu Santo? ¿No gustaron la palabra buena de Dios y
los prodigios del mundo futuro? Y si no gustaron la palabra buena de
Dios, ¿por qué tantas veces brotó de su corazón una palabra buena, cuando
del recuerdo de la abundancia de su suavidad sus labios prorrumpieron en
un himno?”. Beato Guerrico de Igny, Pent I [38], 4

“La ley del Señor, inmaculada, que convierte las almas, es el amor:
ley realmente ígnea, que está escrita por el dedo de Dios sobre la
superficie del corazón, y que hace arder ese mismo corazón con un
incendio de amor y la boca con una palabra de fuego”.
Beato Guerrico de Igny, Pent II [39], 1

“Sin duda el Espíritu es por naturaleza ambas cosas: unción


espiritual y esplendor invisible. Ambas cosas obra en nosotros por su
gracia: unge el corazón porque es aceite; ilumina la inteligencia porque
es esplendor. Y esto no proviene de dos principios distintos, sino que él
es uno solo, aceite y esplendor, ya que por su unidad es absolutamente
uno. Unge el corazón porque es el amor; ilumina la inteligencia porque es
la verdad. Unge el corazón cuando otorga la devoción, ilumina la
inteligencia cuando revela los misterios. Cuando enseña la bondad para
que seamos sencillos como palomas, unge el corazón; cuando enseña la
ciencia para que seamos prudentes como serpientes, ilumina la
inteligencia. Ilumina para que tengamos sal en nosotros, unge para que
tengamos paz entre nosotros”. Beato Guerrico de Igny, PP I [44], 4

“La primera virtud de los principiantes es, en efecto, la renuncia


al mundo, por la que nos tornamos pobres de espíritu. La segunda es la
mansedumbre, por la que nos sometemos y habituamos a la obediencia. Luego
viene la tristeza, por la cual se lloran los pecados o se imploran las
virtudes. Entonces gustamos la justicia, con la cual aumenta nuestra
hambre y sed de ella, tanto en nosotros como en los demás, y comenzamos a
sentir celo contra los pecadores. Y para que un celo inmoderado no nos
conduzca al vicio, sigue la misericordia para atemperarlo. Mediante estos
esfuerzos o ejercicios, con los que el hombre había aprendido a ser justo
y misericordioso, tal vez esté preparado para dedicarse a la
contemplación y lograr un corazón puro, por el que se ve a Dios”.
Beato Guerrico de Igny, OS [53], 1

“Consideremos en primer lugar con qué disciplina de corazón y de


cuerpo debemos salmodiar u orar en presencia de los ángeles”.
Beato Guerrico de Igny, Excit [54], 5

Corazón

Guillermo de Saint-Thierry
- Contemp, I, 2-6
- Ep frat 112
- Nat am 8
73
S. Bernardo de Claraval
- Adv IV, 4
- Ann II, 4
- Asc IV, 7.9
- Asc V, 2.3
- Asc VI, 5.8
- Csi I, 10
- Csi II, 21
- Dil 8, 2
- Div 15, 2.4
- Div 37, 9
- Div 41, 4
- Dil 29, 1
- Hum 6, 5
- Hum 19, 4
- O Pas I, 7
- Pur II, 2
- QH VII, 12
- Res II, 8
- Res III, 3
- SC 6, 4
- SC 15, 7
- SC 20, 4
- SC 20, 7
- SC 35, 2
- SC 40, 4
- SC 46, 7
- SC 64, 6
- SC 70, 4
- SC 71, 1
- SC 74, 6.7
- SC 76,7
- SC 85, 8
- Sent III, 2

Beato Guerrico de Igny


- Adv I [1], 1
- Adv III [3], 2
- Ben II [23], 5
- Epi I [11], 3
- Excit [54], 5
- Pent I [38], 4
- Pent II [39], 1
- PP I [44], 4
- Pur I [15], 3
- OS [53], 1

S. Elredo de Rieval
- Spec I, 2
- Spec II, 3
- Spec III, 97
- Spec III, 103

Isaac de Stella
- OS IV [4], 1
- PP II [50], 6

74
Balduino de Ford
- Sac alt II, 1
- Sac alt II, 4
- Sac alt III, 2
- Tract III
- Tract IX
- Tract X

Corrección

“¿Y en qué se funda mi esperanza? En la vara de tu corrección y en


el cayado de tu apoyo, que me consuela. Aunque me corrijas y refrenes mi
soberbia reduciéndome a polvo de muerte, protegerás mi vida, agarrándome
de la mano para que no caiga en el lago de muerte. No descuidaré la
disciplina el Señor, no protestaré cuando me reprenda. Comprendo que todo
contribuye al bien de los que aman a Dios y que la criatura está sometida
a la vanidad no por gusto, sino con dolor. ¿Por qué me voy a impacientar?
No. Aguantaré con paciencia. ¿Y por qué? Porque la misma criatura se verá
liberada de la esclavitud de la corrección para alcanzar la libertad y la
gloria de los hijos de Dios”. S. Bernardo de Claraval, Hum 11, 1

“2. Dichoso aquel que recibe bien las reprensiones…Ojalá no


tuviéremos jamás que reprender a nadie, pues esto sería mejor. Mas porque
todos nosotros tropezamos en muchas cosas, no me es dado callar,
obligándome mi deber y urgiéndome todavía más la caridad a amonestar a
los culpables, a fin de impedir que vuelvan a faltar. Ahora bien, si yo,
cumpliendo mi deber, amonesto y reprendo a los que no se portan bien y
observo que mis amonestaciones no surten el efecto deseado…quise matar al
enemigo y librar al hermano, y ocurrió más bien lo contrario, habiendo
herido su alma y aumentado su culpa por el menosprecio con que recibió la
amonestación.
5. Ya ves de cuántos males se libra a sí mismo y me exime a mí el
que reacciona con mansedumbre ante la corrección, la acepta avergonzado,
obedece sumiso y lo reconoce todo humildemente. Yo me confieso deudor de
esa alma, ministro y siervo suyo, porque es dignísima esposa de mi Señor
y puede afirmar con verdad: Mientras el rey estaba sentado en su diván,
mi nardo despedía su perfume”. S. Bernardo de Claraval, SC 42, 2.5

“Puedes estar solo por frecuente que sea tu trato con los hombres.
Líbrate únicamente de ocuparte de vidas ajenas como juez temerario, o
como espía curioso. Aunque sorprendas a alguien en la mayor atrocidad, no
juzgues a tu prójimo, más bien excúsalo. Si no puedes excusar su acción,
excusa su intención; piensa que ha sido por ignorancia, por sorpresa o
debilidad. Cuando la certeza haga imposible toda excusa amonéstate a ti
mismo y haz esta reflexión: Ha sido una tentación muy fuerte ¿qué habría
hecho yo, si hubiese sido tan violenta conmigo?
Pero acuérdate de que es a la Esposa, o sea a los súbditos, a
quienes digo eso, y que no instruyo ahora al amigo del Esposo, o sea a
los superiores, que tienen otras razones para observar cuidadosamente lo
que pasa, impedir lo que no conviene, cuidar de si en algo se ha faltado
y corregir a aquellos que han caído en culpa”.
S. Bernardo de Claraval, SC 40, 5

”Aprende por esto que acabo de decirte que en la vida espiritual


debemos esperar una doble ayuda: la corrección y el consuelo. La primera
actúa desde fuera; éste nos visita interiormente. Aquélla reprime la
insolencia; éste provoca la confianza. La primera engendra humildad; el
75
segundo consuela cuando desfallece el ánimo. Una hace cautos; el otro
devotos. Instruye aquélla con el temor de Dios; y éste suaviza el temor
mismo, infundiendo el gozo espiritual.
S. Bernardo de Claraval, SC 21, 10

“En cuanto a mí, si alguna vez he causado pena a alguno de vosotros,


no me arrepiento, porque ha sido para su salvación. Y no recuerdo haberlo
hecho nunca sin entristecerme sobremanera, conforme está escrito: Cuando
una mujer va a dar a luz, siente angustia. Pero yo no tengo por qué
recordar esa angustia, pues ya poseo el fruto de mi dolor, al ver a
Cristo formado en mi descendencia. No me explico por qué amo más
tiernamente a quienes después de corregirlos, y mediante la corrección,
se han curado de sus enfermedades, que a los que son fuertes desde su
conversión y nunca han necesitado de estos remedios”.
S. Bernardo de Claraval, SC 29, 6

¡Qué hermosa eres, mi amada, qué hermosa eres; tienes ojos de


paloma! Qué expresiones tan elegantes y oportunas. Del amor nace la
presunción de la esposa; del amor brota la indignación del esposo. Lo
confirma el proceso de su relación. La corrección se deriva de la
reprensión; la enmienda, de la corrección; el premio, de la enmienda”.
S. Bernardo de Claraval, SC 45, 1

“Más aún, si me corrigiese el justo y me reprendiese con


misericordia, pensaría lo mismo, sabiendo que la emulación del justo y la
benevolencia preparan el camino del que avanza por el desierto. Dichoso
desierto, cuando el hombre se mantiene en pie por la corrección del justo
y se desploma el vicio, porque el Señor asciende sobre él, conculcándolo
con los pies y machacándolo para que no reviva. No se debe infravalorar
la corrección del justo, cuando es ruina del pecado, salud del corazón y
camino de Dios para el alma”. S. Bernardo de Claraval, SC 57, 6

“En un segundo grado, la ciencia actúa como corrección. Desde


entonces, ya no permitas que los miembros de tu cuerpo sean instrumentos
del pecado. Reprime la gula, ahoga la lujuria, abate la soberbia y fuerza
al cuerpo a servir a la santidad, al igual que antes había servido a la
inmoralidad. La pena sin corrección no sirve de nada, como dice el Sabio:
Si lo que uno construye lo derriba otro, ¿de qué servirá este trabajo
inútil? Quien se purifica del contacto de un cadáver y lo vuelve a tocar,
de nada le sirve el baño. Como dice el Salvador, hay que andar recavidos,
no sea que ocurra algo peor. Esta situación no se puede mantener durante
mucho tiempo; el alma que se ve tan vulnerable debe vigilar y ocuparse de
sí misma con enorme precaución.
… Esta ciencia se enciende en el pesar, arde en la corrección,
brilla en la solicitud; es una renovación interior y exterior”.
S. Bernardo de Claraval, V Nat III, 4

“Yo te respondo: Nada echarás en falta si vives el amor fraterno.


Creo que el mejor consejo es tu actitud de enseñar a tu hermano lo que
conviene y lo que no conviene hacer; estimulándolo y aconsejándole en lo
mejor no con palabras ni con la lengua, sino con la conducta y la verdad.
¿Puede imaginarse una ayuda más útil y eficaz que la oración fervorosa
por él, sin pasar por alto sus faltas? De este modo no le pones tropiezo
y además, en la medida de lo posible, te preocupas, como el mensajero de
paz, de arrancar de raíz los escándalos y de evitar las ocasiones de
escándalo en el reino de Dios. Si te portas con tu hermano como consejero
y amparo, le devuelves lo que le debes, y él ya no podrá quejarse de
nada”. S. Bernardo de Claraval, Adv III 5, 2
76
“¿Y en qué se funda mi esperanza? En la vara de tu corrección y en
el cayado de tu apoyo, que me consuela. Aunque me corrijas y refrenes mi
soberbia reduciéndome a polvo de muerte, protegerás mi vida, agarrándome
de la mano para que no caiga en el lago de muerte. No descuidaré la
disciplina al Señor, no protestaré cuando me reprenda. Comprendo que todo
contribuye al bien de los que aman a Dios y que la criatura está sometida
a la vanidad no por gusto, sino con dolor. ¿Por qué me voy a impacientar?
No. Aguantaré con paciencia. ¿Y por qué? Porque la misma criatura se verá
liberada de la esclavitud de la corrección para alcanzar la libertad y la
gloria de los hijos de Dios.”. S. Bernardo de Claraval, Adv VIII 11, 1

“Pero tengo necesidad de cavar alrededor algunas veces, supuestos


que me pusieron por guarda y labrador en las viñas. Ay yo no he cultivado
la mía ni la he guardado, con todo eso tengo necesidad, mientras ocupo
este puesto, de cavar alrededor y de aplicar el abono…
Sean dichas estas cosas, hermanos, para que conozcan cuán
benignamente se debe oír, cuán devotamente se debe recibir, cuán
solícitamente se debe conservar todo lo que pertenece a la salud de las
almas, y no como palabras de hombres, sino, lo que verdaderamente es,
como palabra de Dios, ya sea palabra de consolación la que se oye, ya sea
de amonestación, ya sea también de imprecación”.
S. Bernardo de Claraval, PP 2, 3

“Si hay algo tortuoso y torcido en nuestra voluntad, es preciso que


lo corrijamos y rectifiquemos según la regla de la voluntad divina. …
(también) es necesario nivelar los ásperos, es decir aplanar toda
aspereza en tus costumbres para convertirla en esa igualdad de ánimo
necesaria en la vida de comunidad. El que es manso y humilde (Jesús) no
descansa sino en el manso y humilde
Que la palabra de Dios sea lámpara para tus pasos y luz en tus
senderos. El precepto es una lámpara, la ley una luz y la corrección de
la disciplina es el camino de la vida”
Beato Guerrico de Igny, Adv IV [4], 4

“Menciono estas cosas para que… si en alguna ocasión aparece en


vosotros alguna flaqueza, recibáis con caridad la corrección caritativa.
De este modo, el que corrige será amado de Dios y de los hombres igual
que el corregido y la memoria de ambos permanece en bendición”.
Beato Guerrico de Igny, Ben III [24], 6

“5. Origen de grandes males es, como leísteis, aquella mujer


vagabunda, inquieta y revoltosa, cuyos pies no pueden parar en su casa;
tanto en las calles como en las plazas, acecha en todas las esquinas. No
sin motivo el doctor de las gentes desconfía de este mal de la inquietud
y juzga que hay que perseguirlo, no sólo mediante la corrección, sino
también mediante la exclusión. Os rogamos, hermanos, dice [Pablo]:
corregid a los inquietos De la misma manea, en su segunda carta a los
tesalonicenses, refiriéndose a los inquietos, les dice, entre otras
cosas, a manera de trueno del cielo: Hemos oído que andan entre vosotros
algunos espíritus inquietos, que no hacen; nada y se entrometen en todo.
A estos tales los amonestamos a que trabajando con sosiego, coman su
pan...Si alguno no obedece a lo que ordenarnos era esta carta, censuradlo
y no tratéis con él, para que se avergüence
6.Si tal vez se halla entre vosotros alguno de éstos -lo que Dios no
permita-, sería más hermoso y honorable que se avergüence espontáneamente
antes de que se lo censure tan grave y públicamente. Merece ser censurado
y se lo disimula; es digno de represión y se lo tolera... Pero su
77
confusión ha de ser tal que por ella se corrija, que se alegre por la
corrección y que nos alegre, no sólo a nosotros, sino también al Espíritu
de Dios, el cual, habiendo dicho: En todas las cosas busqué el reposo, no
lo encuentra sino en los tranquilos y no lo concede sino a los tranquilos
Así, por medio del profeta llama y sosiega a los inquietos”.
Beato Guerrico de Igny, Asspt III [49], 5-6.

“Así como la divina clemencia llama a la salvación a quienes viven


con tibieza o como unos desgraciados, unas veces con la palabra, otras
con el ejemplo, otras con la corrección y no pocas con el dolor, así
también invita a mejorar la vida por medio de una secreta compunción,
suscitada por el temor o engendrada por el afecto. La finalidad de esta
visita es doble: resulta provechosa para los elegidos y condenatoria para
los réprobos”. S. Elredo de Rieval, Spec II, 8

“Adáptese el consejo, la corrección y la coacción a la condición de


cada uno, de modo que en el consejo reine la sumisión, en la corrección
el amor, y en la coacción la compasión”.
S. Elredo de Rieval, Spec III, 37

Corrección

S. Bernardo de Claraval
- Adv III 5, 2
- Adv VIII 11, 1
- Hum 11, 1
- PP 2, 3
- SC 21, 10
- SC 29, 6
- SC 40, 5
- SC 42, 2.5
- SC 45, 1
- SC 57, 6
- V Nat III, 4

Beato Guerrico de Igny


- Adv IV [4], 4
- Asspt III [49], 5-6
- Ben III [24], 6

S. Elredo de Rieval
- Spec II, 8
- Spec III, 37

Deseo de Dios

“En efecto, una espera prolongada -como está escrito- aflige al


alma; pero si bien se fatiga por la dilación del deseo, descansa
tranquila confiando en la promesa. Esperando en Dios, más aun, esperando
con gran ansiedad, añadiré esperanza a la esperanza…”
Beato Guerrico de Igny, Adv I [1], 2

“Así los profetas y los justos salían el encuentro de Cristo con tal
deseo, con tan grande afecto, que anhelaban -de haber sido posible- ver
con los ojos corporales lo que veían con el espíritu”
78
Beato Guerrico de Igny, Adv II [2], 2

“¡Oh judíos! … ¿por qué no salís a recibir al que se ofrece a


vosotros? … Por cuanto no buscáis perfectamente, por lo mismo no lo
encontráis, aunque lo tengáis presente, pero no lo encontrarán, aunque
esté presente, porque odiaron la luz que les daba en rostro sus malas
obras, ya que la sabiduría no puede ser buscada, ni hallada sino por el
amor. En cambio, Simeón como lo buscaba con un deseo piadoso y fiel lo
encontró y reconoció a aquel a quien buscaba”.
Beato Guerrico de Igny, Pur II [16], 2

“…Mas por haber esperado en la palabra de la promesa, según la cual


yo no había de morir sin ver a tu Cristo, por eso veo lo que esperé,
tengo lo que deseé, estrecho contra mi pecho a quien ansié tener. Veo a
Dios, salvador mío, revestido de mi carne, y mi alma ha sido salvada”.
Beato Guerrico de Igny, Pur II [16], 3

“Jesús no sólo se digna salir al encuentro y manifestarse a quienes


se entregan a la contemplación, sino también a los que andan justa y
piadosamente por los caminos de la acción.
La experiencia de algunos de vosotros -si no me equivoco- sabe que a
menudo Jesús, a quien buscaron como en un sepulcro junto a los altares
sin encontrarlo, inesperadamente les salió al encuentro en el camino de
sus trabajos. Entonces [éstos de quienes hablo] se acercaron a él y
retuvieron sus pies, ya que la pereza no retuvo sus pies a causa de su
deseo de Jesús”. Beato Guerrico de Igny, Res III [35], 4

“Procuremos, pues, darnos todos al trabajo para vivir en


tranquilidad, a fin de que en nuestro reposo nos ocupemos en la
meditación del reposo eterno, y por el deseo de él estemos dispuestos
para todo trabajo”. Beato Guerrico de Igny, Asspt III [49], 6

“Simeón indudablemente había colocado su morada en la paz y, dejando


a un lado toda clase de cuidados en su corazón meditaba únicamente en
Jesús y allí lo reclinó también para recibirlo. Había caminado por
senderos rectos el que era justo y temeroso, y anhelando la consolación
de Israel, salía cada día, por el deseo, al encuentro de aquel que estaba
por llegar”. Beato Guerrico de Igny, Pur III [17], 3

“Alégrate en gran manera, hija de Sión, salta de júbilo, hija de


Jerusalén. He aquí que viene tu Rey, justo y Salvador, viene pobre y
montado en un asno. Es decir, alégrate en gran manera tú que hasta ahora
estabas en la tristeza; sáciate ahora, si es que puedes saciarte del gozo
inefable que de tal modo sacia el deseo que torna tu hambre más ávida y
más feliz”. Beato Guerrico de Igny, Palm IV [32], 2
“Gozaba en colmarla [a su Madre] de la gracia que se derramaba en
sus labios y de la dulzura de que estaba lleno él, que es deleite y deseo
de las almas castas”. Beato Guerrico de Igny, Asspt II [48], 5

“Con esta hermosura sedujiste fácilmente y sometiste a ti aun los


corazones de tus enemigos, porque eres todo amable y deseable.
Admirable triunfo de la gracia, género de victoria totalmente nuevo
y hermosísimo, no destruir al enemigo matándolo mediante la fortaleza,
sino conquistándolo por el amor mediante la belleza. Mirad que todo el
mundo va tras él, atraído por el esplendor de su hermosura, no porque
hayan visto su rostro, sino porque oyeron hablar de tantas cosas amables
sobre su mansedumbre, verdad y justicia. El esplendor de su belleza
procede de Sión, porque de Sión salió la ley y la palabra del Señor de
79
Jerusalén. Desde allí nos fue enviado el evangelio, en el cual se revela
un rostro hermoso de Cristo: la forma de su vida y su doctrina que nos
transmitió por su palabra y expresó en sí mismo por el ejemplo”.
Beato Guerrico de Igny, Nat BVM II [52], 2

“La iglesia ha previsto excelentemente que en este tiempo se repitan


las palabras y se renueven los deseos de los que precedieron a la primera
venida del Señor. Y no recordamos tales deseos un solo día sino por más
tiempo, porque suele ocurrirnos que lo que mucho deseamos, si se lo
difiere un tanto, cuando llegue aquello que se ama nos parecerá más
dulce.
A nosotros toca, por consiguiente, queridos hermanos, seguir los
ejemplos de los santos padres, recoger sus aspiraciones y, así, encender
nuestro espíritu en el amor y deseo de Cristo. Debéis saber que, por esta
causa se ha determinado celebrar este tiempo, a fin de que atendamos al
deseo que tuvieron nuestros santos padres de la primera venida del Señor
y, por su ejemplo, aprendamos a esperar con ardiente anhelo su segunda
venida.
Debemos considerar, pues, cuántos bienes nos ha hecho Nuestro Señor
por su primer adviento y que serán mucho mayores por el segundo. Y así,
por esta consideración, amar mucho aquel primer adviento y desear más el
segundo. Pero si no tenemos tan buena conciencia para que nos atrevamos a
desear su venida, debemos al menos temer su llegada y, por ese temor,
corregir nuestros vicios para que si, al menos podemos temer ahora,
cuando venga ya no temamos, sino que estemos tranquilos”.
S. Elredo de Rieval, STemp Adv [1], 2

“¡Ojalá me concedieran un pequeño respiro los capataces del faraón,


para que mi alma pudiera reposar media hora en el silencio de este
sábado! Seguro que callaría dormido en la paz y descansaría en mi sueño
con los reyes y magistrados que reconstruyen las ruinas y tienen sus
casas repletas de dinero. Pero ¿cómo puede esperar eso un miserable ?
Buscaré, buscaré este Sábado, pues tal vez tú Señor, escucharás el deseo
del pobre, y sacándolo un día de la fosa fatal y de la charca fangosa, le
concederás saborear un poquito y ver qué inmensa es la dulzura que
reservas para tus fieles, porque sólo se la manifiestas a los que te
aman” S. Elredo de Rieval, Spec I, 51

“Sea para nosotros la fortaleza como el día quinto, por la cual


soportamos las borrascas de este mar inmenso y dilatado, es decir, este
mundo; y convertidos por obra de Dios en peces espirituales conservemos
la vida entre olas y tempestades; y levantando los deseos y afectos de
nuestro espíritu hacia lo celestial como aves volanderas, y saboreando lo
de arriba, produzcamos con la bendición de Dios frutos abundantes de
buenas obras. Que el día sexto nos lo marque la justicia, y revestidos
con ella de la semejanza divina, domiemos con noble autoridad las bestias
crueles de los vicios, los reptiles de los deseos terrenos y los jumentos
de los impulsos corporales; y de este modo el cuerpo se someta al
espíritu y éste a Dios; y con el dictamen de la justicia se dé a cada uno
lo suyo. He aquí otra bendición que se otorga, no a las bestias, jumentos
o reptiles, sino a los hombres”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 91

“El objetivo de la templanza es reprimir y atenuar los impulsos


sensuales de la carne y del espíritu para que el alma no sea seducida, ni
prefiera las delicias del placer culpable al encanto de un sincero amor;
la solicitud constante de la prudencia es discernir lo que debe y no debe
ser amado, para que la codicia, bajo capa de caridad no sorprenda al
corazón incauto; y el vigor de la fortaleza se opone a las adversidades
80
de este mundo, para que el alma no se sienta oprimida por cosas que no
satisfacen el deseo, o por las contrariedades y demás circunstancias que
sobrevienen, y abandone la ley de la caridad”.
S. Elredo de Rieval, Spec I, 93

“Además este amor tiene su comienzo, su progreso y su perfección. No


es ahora el momento de tratar con más amplitud de todo eso, y supera mi
capacidad. Por tanto, sentir aquellos afectos no significa amar a Dios,
como tú dices, sino sentir el suave contacto de esa gota de dulzura que
se ofrece e infunde al espíritu y que se hace presente en el paladar
interior. Una cosa es que el deseoso de la dulzura de la miel se esfuerce
en adquirirla, y otra que se derrame en los labios de quien no la busca
ni ama, pero no puede evitar sentir esa dulzura. El primero no la
experimenta, pero ama; este otro no ama, pero la experimenta. Usaré
palabras más sencillas para que lo comprendas mejor: quien se esfuerza
cuanto puede en poseer a Dios, cumpliendo sus mandatos y viviendo sobria,
justa y piadosamente conforme a los preceptos apostólicos y evangélicos,
aunque no sienta nada de esa dulzura, debe afirmarse que ama a Dios, pues
así lo dice él mismo: Quien cumple mis mandatos, ése me ama. Pero quien
experimenta cada día ese afecto, y sin embargo antepone sus deseos a la
voluntad divina no debe creerse que ama a Dios, sino que sólo puede
sentir el sabor espiritual infundido en su alma por don de Dios”.
S. Elredo de Rieval, Spec II, 56

“29. Baste lo dicho sobre la elección, y hablemos ahora del


desarrollo del amor. Ese movimiento tiene una doble dirección:
internamente hacia el deseo, y externamente hacia el acto. Hacia el
deseo, cuando el espíritu se lanza por una especie de impulso interno y
del apetito hacia lo que cree que debe disfrutar. Hacia el acto, cuando
una cierta energía oculta del amor impulsa a la mente a realizar alguna
acción externa.
30. A mi parecer son dos las causas que mueven y excitan al espíritu
hacia lo que hemos dicho: el afecto y la razón. Unas veces nuestro amor
se enardece hacia una acción pública, o hacia el deseo oculto, sólo por
el afecto, y otras sólo por la razón”.
S. Elredo de Rieval, Spec III, 29-30

“Así pues, el afecto espiritual que procede del demonio, el


irracional que fomenta el vicio, y el carnal que lleva al vicio, no deben
seguirse ni admitirse, e incluso, si es posible, deben arrancarse de raíz
de nuestros corazones. En cambio, el afecto espiritual que proviene de
Dios debe admitirse y promoverse por todos los medios y fomentarse. A él
acompaña provechosamente nuestro deseo, pues cuanto más dulce se nos
muestra su gran excelencia con tanto mayor fervor se ansía su deseada
presencia. Nuestra acción debe excitarse con este afecto, pero no debe
ordenarse por él. Debe excitarse por él, para que la voluntad nunca cese
de obrar bien y perfectamente; pero la acción no debe ordenarse por el
afecto, para que no supere las posibilidades corporales
S. Elredo de Rieval, Spec III, 53

“A los perversos, en cambio, les sucede lo contrario. Creen que con


la vulgar abundancia de bienes mundanos pueden calmar el deseo del alma
racional, que únicamente se sacia con Dios, y al no cesar de aumentar sus
bienes no se liberan un momento de las malditas preocupaciones ni dejan
de trabajar”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 69

“Purificada el alma por este doble amor, desea ardientemente los


dichosos abrazos de la misma divinidad, con tanta más devoción cuanta
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mayor es su seguridad; de tal modo que, abrasada en un gran deseo, se
desprende del velo de la carne y entra en aquel santuario donde Cristo
Jesús es un espíritu ante él, para ser absorbida totalmente por aquella
luz inefable y aquella inusitada dulzura. Y hecho un total silencio de
todo lo corporal, de todo lo sensible, de todo lo mudable, fija su mirada
en el Uno que es y permanece siempre el mismo, se dedica sólo a
contemplar que el Señor es Dios, y celebra el Sábado de los sábados entre
los tiernos abrazos de la caridad”. S. Elredo de Rieval, Spec III,17

“Por tanto, debemos elegirle por encima de todo, para disfrutar de


él, porque es el origen del amor; debemos desearle por encima de todo,
porque es como el cauce e impulso del amor; y al alcanzarlo, como se
habrá amado perfectamente un bien perfecto, la felicidad será también
perfecta” S. Elredo de Rieval, Spec III, 26

“Al espíritu que no se siente movido por ningún afecto a amar a Dios
y al prójimo, con frecuencia le mueve la razón, y de un modo tanto más
santo cuanto más seguro, y tanto más seguro cuanto más límpido, cuanto
que nada puede existir más útil y puro que el amor racional.
La razón, para excitar al espíritu tibio hacia el deseo de su
Creador, se apoya en tres motivos: nuestra necesidad, nuestra utilidad y
su dignidad. La razón persuade que debe amarse a Dios porque eso nos es
necesario, provechoso y digno. Necesario para evitar la condenación,
provechoso para adquirir la glorificación, y digno porque si él nos amó
primero, con razón nos exige la compensación de ese amor. Dios debe ser
deseado por el hombre como su bien, pues sin él será siempre un
desgraciado, y con él será siempre totalmente feliz; él no necesita de
nuestros bienes, pero quiso ser miserable por nosotros. Si el espíritu
asiente a la razón, se sentirá impulsado al deseo de Dios, si no por el
afecto sí por la voluntad. Y la razón continúa su obra, probando que es
necesario perseverar valerosamente en la observancia de sus preceptos si
se quiere alcanzar lo que desea”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 40

“Sin duda alguna, que con esos afectos nos excitemos a desearlo que
debe amarse, como si fueran unos aguijones de amor; que conservemos el
amor con más suavidad y diligencia por la dulzura que infunden los
afectos; y que practiquemos los actos con los que tendemos a lo deseado,
con tanto más gusto cuanto mayor es el afecto, y con tanto más fervor
cuanto mayor es el consuelo. El deseo debe ser excitado por el afecto,
pero casi nunca debe seguirlo, como lo hemos indicado. Del mismo modo, es
muy provechoso practicar las buenas obras, impulsados por el afecto, y
perseverar en ellas por afecto; pero ordenarlas según el afecto carece de
orden. Nos queda, pues, decir lo que podamos sobre cómo deben ordenarse
nuestras obras según la razón. El deseo guiado por la razón es uniforme:
se experimenta sólo en el amor que procede del afecto, y es la voluntad
quien lo acoge tras pasar por la razón”.
S. Elredo de Rieval, Spec III, 73

“4. Pero existió otra visión divina, diferente de las anteriores por
ser más interior. Por ella Dios se digna visitar personalmente al alma
que le busca, la que se entrega a buscarle con todo su anhelo y amor. Hay
una señal de esta venida, según nos lo manifiesta alguien que la
experimentó: Delante de él avanza fuego, abrasando en torno a los
enemigos. Porque es menester que el ardor del santo deseo anticipe su
presencia en el alma, a la que él mismo va a llegar, para consumir toda
la inmundicia de los vicios y aparejar así un lugar para el Señor.
Entonces conoce el alma que el Señor está cerca, porque se siente
abrasada por ese fuego y dice con el Profeta: desde el cielo ha lanzado
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un fuego que se ha metido en los huesos y me lo ha hecho saber. Y aquello
otro: El corazón me ardía por dentro; pensándolo me requemaba.
5. De repente, ese deseado a quien busca sale compadecido al
encuentro del alma que suspira continuamente, que ora sin cesar y se
abrasa en deseos. Yo creo que por su experiencia propia podría decir con
el santo Jeremías: ¡Qué bueno eres Señor para los que en ti esperan, para
el alma que te busca!
6. No vayas a pensar que en esta intima unión entre el alma y el
Verbo se percibe algo corporal o imaginario. Nos limitamos a afirmar lo
que dice el Apóstol: Estar unido al Señor es ser un espíritu con él. …Por
supuesto, este vínculo es espiritual, porque Dios es espíritu. Y queda
prendado de la belleza del alma cuando advierte que procede guiada por el
espíritu, y no consuma con el deseo las tendencias de la carne,
especialmente el reconocer que arde en amor hacia él.
El alma, así afectada y así amada, no quedará satisfecha con la
manifestación común del esposo a través de las cosas creadas, ni tampoco
con su presencia, más insólita, en sueños y visiones. Reclama un
privilegio: que Dios baje del cielo y penetre en lo más íntimo de ella
misma. Entonces poseerá a quien desea, pero no en figura sino infundido,
ni meramente visible, sino tocando y provocando un gozo tanto más intenso
cuanto es interior y no superficial. Se trata del Verbo sin sonido, que
penetra; no habla y actúa; no hiere los oídos y halaga con sus
afecciones. Su rostro no tiene forma determinada, pero se imprime en el
alma; no deslumbra los ojos del cuerpo, pero regocija el corazón;
gratifica con el don del amor, no con algo sensitivo.
7. A pesar de esto, yo diría que aún no se presenta como es. …Porque
conforme a la variedad de deseos de cada alma, varía el gusto de su
divina presencia; y el sabor infuso de la dulzura celestial deleita de
muy diversas maneras las variadas apetencias del alma. Además, habréis
caído en cuenta, cuántas veces ha mudado el Verbo de semblante en este
cántico amatorio, y de cuántos modos se ha dignado transformar sus
infinitas dulzuras ante su amada. Unas veces, como esposo deferente,
solicita los íntimos abrazos de la esposa santa y la delicia de sus
besos; otras, como un médico se presenta con sus bálsamos y ungüentos a
las almas delicadas, que necesitan estos fomentos y medicinas; por ello
se les designa con el delicado nombre de doncellas. Y si alguno lo
critica, escuche que no necesitan médico los sanos, sino los enfermos.
Otras veces se aparece como un caminante que se une a la esposa y a
las doncellas peregrinas, para aliviar e cansancio del camino a toda la
comitiva, con una conversación tan agradable que, cuando se ausenta,
exclaman: ¿No estábamos en ascuas mientras nos hablaba por el camino?
Ameno compañero, que, por la dulzura de su palabra y sus modales, invita
a correr detrás de sí, como en pos de cierta fragancia suavísima que
exhalan sus perfumes. Y por eso dicen también: Correremos al olor de tus
perfumes.
Otras veces sale al encuentro- como un rico padre de familia en cuya
casa sobra el pan, y hasta como un rey magnífico y poderoso que parece
aliviar la timidez de la pobre esposa, provoca su deseo mostrándole a
todas las maravillas de su gloria, sus ricos lagares y despensas, la
fecundidad de sus huertos y campos, y llega a introducirla en lo más
íntimo de su alcoba. Es que su marido se fía de ella y piensa que no debe
ocultarle absolutamente nada, Puesto que la rescató de su pobreza, probó
su fidelidad y la abraza cariñosamente. Ahora de una manera, ahora de
otra no cesa de aparecerse frecuentemente a la mirada de los que le
buscan, y se cumple lo que dijo: Mirad que yo estoy con vosotros hasta el
fin del mundo”. S. Bernardo de Claraval, SC 31, 4-7

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“2. Si para alguno de nosotros, como para el santo Profeta, lo bueno
es estar junto a Dios; o más claramente, si alguien entre vosotros es un
hombre de deseos, que llega al extremo de desear la muerte para estar con
Cristo, y lo desea con tal vehemencia que le abrasa esa sed y lo piensa
sin cesar, ése, sin duda, recibirá al Verbo como esposo en el momento de
su visita; es decir, cuando se sienta abrazado interiormente como por los
brazos de la sabiduría, y así se vea poseído por la dulzura del santo
amor. Aunque todavía peregrina en la carne, se le ha concedido el deseo
de su corazón, pero parcialmente, por algún tiempo, por muy poco tiempo.
Porque después de haberlo buscado durante largas vigilias y oraciones, y
con torrentes de lágrimas, de repente, cuando creía poseerlo, se le
escapa; pero se deja alcanzar de nuevo cuando ve que le acosa llorando,
aunque nunca consigue prenderle, pues otra vez se le va de las manos, por
así decirlo.
Pero si el alma devota insiste con su oración y su llanto, volverá
de nuevo y no defraudará el deseo de sus labios; mas desaparecerá otra
vez y no lo verá hasta que lo busque con todo su deseo. Así es como en
este cuerpo sentirá el gozo frecuente de la presencia del esposo; pero no
será muy inmensa, pues, aunque le alegre su visita, le entristece su
discontinuidad. Todo eso tiene que padecer la esposa hasta que, una vez
abandonada la carga de este cuerpo pesado, vuele y sean las propias alas
de sus deseos las que la lleven a recorrer las llanuras a la
contemplación y con el espíritu totalmente libre siga al amado a donde
quiera que vaya.
3. Sin embargo, no se presentará así a cualquier alma, aunque sea de
paso, sino solamente a la que, por su gran devoción, su intenso deseo y
su dulce ternura se muestra como digna esposa. Por eso el Verbo se viste
de su hermosura, para acercarse con la gracia de su visita, tomando la
forma de esposo.
El que aún no ha llegado a ese amor, compungido más bien por el
recuerdo de sus obras, le dice a Dios, desahogando la amargura de su
alma: No me condenes. O quizá todavía le asalta la tentación, cuando su
propio deseo lo arrastra y lo seduce. Ese tal no le busca como esposo
sino como médico. Y por eso no recibirá besos o abrazos, sino el remedio
para sus heridas: el aceite y los ungüentos. ¿Acaso no nos encontramos
así muchísimas veces, no o experimentamos en la oración, nosotros que
todavía somos tentados cada día por los presentes excesos o por los
remordimientos del pasado?
¡De cuántas amarguras me has consolado, buen Jesús, con tus
frecuentes venidas! ¡Cuántas veces tras mi angustioso llanto e
inenarrables gemidos y sollozos, ungiste mi conciencia enferma con la
unción de la misericordia y con aceite de júbilo! ¡Cuántas veces me
acogió la oración casi desesperado y me devolvió la alegría, convencido
del perdón! Los que así se ven afectados, ésos, ésos son los que saben
que el Señor Jesús es un verdadero médico que sana los corazones
destrozados y venda sus heridas”. S. Bernardo de Claraval, SC 32, 2-3

“1. Vuélvete, dice; no hay duda que está ausente aquel a quien
llama, aunque hace un momento que departió con ella. Parece que se
alejaba y vuelve a llamarlo. Esta llamada inquieta es propia del gran
amor de uno y signo de la gran amabilidad del otro. ¿Quiénes son los que
así fomentan el amor tan incansables y empeñados en el negocio del amor?
Porque a él lo persigue y a ella le apremia este amor tan desazonado.
Fiel a mi promesa me incumbe aplicar este texto al Verbo y al alma;
aunque confieso que necesito la ayuda del mismo Verbo para hacerlo con
dignidad y brevemente.

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2. …digamos que el Verbo de Dios, Dios y Esposo del alma, cuando le
place viene al alma y de nuevo la abandona; y que esto lo experimentamos
con los sentidos del alma, no por la simple vibración de las palabras.
Por ejemplo, cuando el alma siente la gracia, conoce su presencia;
cuando no la siente, se queja de su ausencia y de nuevo requiere su
presencia, diciendo con el Profeta: Te han buscado mis ojos, Señor, tu
rostro buscaré. ¿Cómo no ha de buscarlo? Cuando su dulce esposo se
retira, es incapaz, no ya de desear otra cosa, sino incluso de pensarla.
Su única salida es buscar con todo afán al ausente, y amarlo otra vez
cuando se va. Así pues, hace venir al Verbo y lo llama con el deseo del
alma, la de esa alma, a la cual ya ha regalado antes con su dulzura. ¿No
es su anhelo una verdadera llamada? Y muy fuerte. Lo dice el texto
sagrado: El Señor escucha los deseos del pobre. Al alejarse el Verbo se
escucha una queja continua del alma, un deseo continuo, en continuo
vuélvete, hasta que vuelva.
3. Dame ahora un alma familiarizada con la visita del Verbo esposo:
ese trato la hará atrevida. Su deleite, hambrienta; su desprecio de todo
lo demás, contemplativa. Yo sin duda alguna le asignaré el título y el
nombre de esposa.
…Quizá se haya escondido para que vuelva a amarlo con mayor ansiedad
y ser más tenaz en retenerlo.
El a veces finge que se va muy lejos, no porque sea ése su deseo,
sino porque le gusta escuchar: Quédate con nosotros, que está
atardeciendo.
4. La experiencia dice, en efecto, que estas alternativas del Verbo
que va y viene, se realizan en el alma; escuchad: Voy y vuelvo a
vosotros. Y también: Dentro de poco ya no me veréis, pero un poco más
tarde me volveréis a ver. ¡Oh, este poco y este otro poco! ¡Qué poco tan
largo! Señor bueno, ¿crees que es sólo un poco el tiempo que no te vemos?
Respetemos la palabra de mi Señor, pero se hace largo, demasiado largo.
Sin embargo, ambas cosas son verdaderas: es muy poco tiempo para merecer
y muy largo cuando se desea.
Al alma que ama la queman los deseos, la atraen sus añoranzas; no
atiende a los méritos, cierra los ojos a la majestad, los abre al goce,
los clava en el Salvador, trata con él familiarmente. Sin miedo y sin
rubor llama al Verbo y aspira de nuevo a sus delicias llena de confianza,
invocando con su habitual libertad, no al Señor, sino a su amado:
Vuélvete, amado mío.
5. Ahora soportad un poco mi insensatez. Deseo contaros, porque a
ello me comprometí, cómo me va a mí en este aspecto. No es prudente
hacerlo; pero me descubriré sólo para vuestro bien, y si os sirve de algo
será un consuelo para mi necedad; de lo contrario, reconoceré mi torpeza.
Os confieso que el Verbo ha llegado también hasta mí -lo digo como sin
juicio y muchas veces. Y a pesar de esa frecuencia, alguna vez no lo
sentí cuando entró. Sentí su presencia, recuerdo su ausencia; a veces
incluso pude presentir su entrada, pero nunca sentirla, y tampoco su
salida. De dónde venía a mi alma o a dónde se fue cuando la dejó de
nuevo, confieso que lo ignoro incluso ahora mismo, según aquello: No
sabes de dónde viene y a dónde va. Y no es extraño, porque lo dice de él
mismo: Y no queda rastro de sus huellas.
…Entonces comprendí la verdad de lo que había leído: En él vivimos,
nos movemos y existimos. Feliz aquel en quien está él, dichoso el que
vive para él y se mueve por él.
6. ¿Me preguntas entonces cómo conozco su presencia si sus caminos
son totalmente irrastreables? Es vivo y enérgico, y en cuanto llegó
adentro despertó mi alma dormida; movió, ablandó e hirió mi corazón que
era duro, de piedra y malsano. También comenzó a arrancar y destruir,
edificar y plantar; a regar lo árido, iluminar lo oscuro, abrir lo
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cerrado, incendiar lo frío. Además, se dispuso a enderezar lo torcido, e
igualar lo escabroso para que mi espíritu bendijese al Señor y todo mi
ser a su santo nombre. Así entró en mí el Verbo esposo varias veces y
nunca me dio a conocer las huellas de su entrada: ni en su voz, ni en su
figura, ni en sus pasos.
No se me dejó ver ni en sus movimientos, ni penetró por ninguno de
mis sentidos más profundos: como os he dicho, sólo conocí su presencia
por el movimiento de mi corazón. Advertí el poder de su fuerza por la
huida de los vicios y por el control de los afectos carnales. Admiré la
profundidad de su sabiduría por el descubrimiento o acusación de mis
pecados más íntimos. Experimenté la bondad de su mansedumbre por la
enmienda de mis costumbres. Percibí de algún modo su maravillosa
hermosura por la reforma y renovación del espíritu de mi mente, es decir,
de mi ser interior; y quedé espantado de su inmensa grandeza al
contemplar todas estas cosas.
7. Pero cuando se aleja el Verbo todo se vuelve inmóvil e insulso
por cierta languidez, como si sacaras del fue o una olla hirviente; esta
señal de su partida entristece inevitablemente mi alma, hasta que vuelve
de nuevo y mi corazón se enardece otra vez dentro de mí, mostrándome en
esto la prueba de su regreso. Con esta experiencia del Verbo ¿será
extraño que haga mías las palabras de la esposa cuando lo llama en su
ausencia si me devora un ansia, no igual pero semejante en parte al menos
a la suya? Mientras viva, será para mí algo familiar esa palabra con que
llama al Verbo para que vuelva: vuélvete. Y cuantas veces se aleje, otras
tantas la repetiré; como pegado a la espalda del que se va, no me cansaré
de gritar con el ardiente deseo de corazón para que regrese y me devuelva
la alegría de su salvación y se me dé a sí mismo”.
S. Bernardo de Claraval, SC 74, 1-7

“En mi lecho busqué por las noches al amor de mi alma. Es un gran


bien buscar a Dios; yo no conozco otro semejante para el alma. Este es el
primer don en los comienzos de la conversión y el último en los progresos
de la perfección. No está vinculado este bien a ninguna virtud en
especial, pero por su excelencia e importancia no cede el puesto a
ninguna. Cierto, ¿cómo podría estar vinculado a alguna virtud en
especial, si alguna lo precede? ¿A qué virtud cedería el puesto, siendo
la consumación de todas las virtudes? Porque ¿qué virtud puede tener
aquel que aun no busca a Dios, o qué termino se puede señalar al que lo
busca? Buscad siempre su rostro, dice. Creo que aun al encontrarlo no
desiste de buscarle, no por movimiento de pies, sino de deseos. Y cuando
se ha tenido ya la dicha de hallarle, lejos de calmarse tales deseos,
aumentan más todavía; que la gozosa posesión del objeto apetecido no
extingue los deseos, sino que los acucia más y más. Viene a ser como
echar aceite a una lámpara, que aviva la llama, lejos de apagarla. Así en
nuestro caso. El alma se ve colmada de alegría, mas no por eso pone
límite a sus deseos ni cesa de buscar con más ardor; pero notad bien que
esa búsqueda incesante no procede de indigencia, ni tampoco los ardientes
deseos van acompañados de turbación alguna o ansiedad. Excluye aquello la
presencia del objeto amado; esto, su perfecta y pacífica posesión”.
S. Bernardo de Claraval, SC 84, 1

“8. Y al final exclama: ¡Qué hermoso eres, amado mío, qué agraciado,
nuestro lecho está cubierto de flores! Quien muestra el lecho indica
claramente lo que desea. Y al decir que está cubierto de flores, insinúa
suficientemente cómo espera conseguir su deseo: no por sus méritos
propios, sino por las flores del campo que bendijo el Señor.
A Cristo le encantan las flores. Por eso eligió Nazaret para ser
concebido y criarse allí. Al esposo celestial le deleitan esos aromas y
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se adentra gustosamente, siempre que puede, en el tálamo de nuestro
corazón si lo encuentran cubierto de flores y cuajado de frutos. Donde ve
un alma entregada a la meditación continua de la gracia de su pasión o de
su gloriosa resurrección, allí acude presurosamente.
9. Si deseamos acoger con frecuencia a Cristo como huésped, debemos
tener siempre en nuestros corazones la garantía de nuestra fidelidad a la
misericordia de su muerte y a la fuerza de su resurrección. Así lo decía
David: Dios ha dicho una cosa, y dos cosas he escuchado: que tú, Dios,
tienes el poder; tú, Señor la lealtad. De ambas poseemos un testimonio
irrefutable: Cristo, que murió por nuestros pecados, resucitó para
justificación nuestra, ascendió para ser nuestro intercesor, envió al
Espíritu Santo como consolador nuestro y volverá para ser nuestra
plenitud. Dio a conocer su misericordia en la muerte y manifestó su poder
en la resurrección; y ambas a la vez en el resto de sus obras”.
S. Bernardo de Claraval, Dil 8-9

“Buena, pues, y dulce es la ley de la caridad. No sólo es agradable


y ligera, sino que además hace ligeras y fáciles las leyes de los siervos
y asalariados. No las suprime, es cierto, pero ayuda a cumplirlas, como
dice el Señor: No be venido a abrogar la ley, sino a cumplirla. Modera la
de unos, ordena la de otros y suaviza la de todos. Jamás irá la caridad
sin temor, pero éste será casto. Jamás le faltarán deseos, pero estarán
ordenados. La caridad perfecciona la ley del siervo inspirándote
devoción. Y perfecciona la del mercenario ordenando sus deseos”.
S. Bernardo de Claraval, Dil 38

“Busquemos la sabiduría en nuestro corazón, pero la sabiduría que


mana de la fe, como dice el Apóstol. Sin ser más sabios de lo que
conviene, sino siendo sobrios en el saber. Esta sobriedad en la sabiduría
consiste en dolerse de los pecados pasados, despreciar las comodidades
presentes y desear los premios futuros Encuentras la sabiduría cuando
lloras los pecados, no das valor a las ambiciones del mundo y todo tu
deseo se lanza a la felicidad eterna”. S. Bernardo de Claraval, Div 15, 4

“2. Señor Dios de los ejércitos vuélvenos a ti, muéstranos tu faz y


seremos salvos. Pero ¡ay, ay, Señor! ¡Qué precipitado, temerario y
desordenado, qué presuntuoso y ajeno a la regla del Verbo de Vida y de
Sabiduría es para el corazón inmundo el querer ver a Dios! Pero tú,
Soberana Bondad, soberano Bien, Vida de los corazones, Luz de los ojos
interiores, a causa de tu bondad, Señor, ten piedad. Porque ésta es mi
purificación, ésta mi confianza, ésta mi justicia; la contemplación de tu
bondad buen Señor.
…tú sabes cómo te dice mi corazón: Mi rostro te ha buscado, tu
rostro buscaré. No apartes tu rostro de mí, ni enojado, te alejes de tu
siervo.
Señor, Ayudador antiguo y mi Defensor infatigable, de veras soy
desvergonzado e inoportuno, pero mira, como sólo tú me ves; que es por
amor de tu amor que lo hago, yo que no te veo.
Así como me diste el deseo de ti, así me diste cuanto en mí te
agrada. Pronto perdona a tu ciego que corre hacia ti y le tiendes la mano
cuando al correr, tropieza con alguna cosa.
3. Que la voz de tu testimonio me responda, adentro, en mi alma y en
mi espíritu, estremeciendo y sacudiendo todo mi interior. El relámpago de
tu bondad me responde que el hombre nunca podrá verte y permanecer vivo,
y esta luz ha cegado mis ojos interiores. Porque ciertamente estoy
sumergido en el pecado hasta el momento presente, no habiendo podido
morir a mí mismo para vivir en ti.

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Sin embargo, según tu precepto y por un don tuyo, me afirmo en la
piedra de la fe en ti, de la fe cristiana, el lugar verdaderamente está
junto a ti, allí aguardando atentamente, con toda mi capacidad, sufro con
paciencia y abrazo y beso tu derecha que me cubre y me protege y a veces
cuando miro diligentemente, percibo las espaldas de Aquel que me ve,
percibo que pasa la humildad de la dispensación humana de Cristo, tu
Hijo. Pero cuando me empeño en llegar a Él, o como aquella hemorroisa:
cuando me esfuerzo en robar la salud para mi alma enferma y miserable,
por el contacto saludable de sus fimbrias, al menos; o como Tomás, varón
de deseos, cuando yo anhelo verlo enteramente y tocarlo y todavía más:
acceder a la sagrada herida de su costado, puerta del arca abierta al
costado, no sólo para meter allí el dedo o toda la mano sino para entrar
entero hasta el corazón mismo de Jesús, el Santo de los Santos, en el
Arca del testamento, hasta la urna de oro, el alma de nuestra humanidad
que contiene en sí el maná de la divinidad: ¡Ay! entonces, se me dice:
¡no me toques! y aquello del Apocalipsis: ¡Afuera los perros!
…es por un don de tu gracia, Señor, el que vea todos los ángulos y
límites de mi conciencia, única y exclusivamente deseo verte para que
todos los confines de mi tierra vean la salvación del Señor, su Dios, de
modo que ame a aquel que veo, a quien amar es vivir verdaderamente. Pues
me digo en la languidez de mis deseos: ¿quién ama lo que no ve? ¿Cómo
podría amar ser amable lo que de algún modo no fuera visible?
4. Pero tus encantos afluyen hacia mí que te deseo. Se me ofrecen
desde el cielo y la tierra, y desde cuanto has creado ¡oh Señor adorable
y amable en todas tus obras!
… Sin embargo, Señor, estoy seguro de veras, de tener, por tu
gracia, el deseo de desearte y de amar amarte con todo mi corazón y toda
mi alma.
5. …para que pueda ver tu gloria, para que olvidando mi pequeñez y
mi pobreza, todo entero me dirija a ti y corra en el abrazo de tu amor
viendo a aquel que amaré, y amando a aquel que veré y para que muriendo a
mí mismo y comenzado a vivir en ti, ya que mi mal es ser en mí mismo.
… Deseo amarte y amo desearte. De este modo corro para aprehender a
aquel que me tiene asido y para amarte perfectamente, un día, oh tú que
nos amaste primero, tú a quien se debe amar, amable Señor.
6.…Cuánto más se vuelca el Amor sobre aquellos que lo aman, tanto
más capaces se hacen de contemplarlo. Se sacian, sin llegar al fastidio.
La saciedad no disminuye el deseo, sino que lo aumenta y expulsa la
ansiedad.
Es el Amor a quien se ama, a Él que, por el torrente de sus
delicias, aleja de su amante toda miseria, todo fastidio en la saciedad,
toda ansiedad en el deseo y toda envidia en el buen celo.
…Tú haces, Señor, que aquel que desea y aquel que aman, abunden en
aquello que desean y aman, de tal manera que ni la ansiedad aflija al que
desea, ni el fastidio al que está saciado”.
Guillermo de Saint-Thierry, Contemp I, 2-6

“Para obtener tales gracias y conservarlas, hay que recurrir sin


descanso a una oración asidua y prolongada, en la que tan grande sea la
fe, que todo lo espere, tan grande el fervor, que le parezca que fuerza a
Dios; tan grande el amor, que todo lo que pide sienta que lo obtiene en
el momento mismo de la oración; tan dócil la humildad, que en todo desee
que se cumpla en él la voluntad de Dios, no la suya propia…”.
Guillermo de Saint-Thierry, Nat am 8

“La esposa sufre demoras en su búsqueda, y el Esposo le opone sus


riquezas. Ella, sin embargo, con ardoroso afán, persiste en su celo y
redobla su queja: No lo encontré.
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Hermanos si es rechazado el celo ¿cuándo será admitida la desidia?
Si no encuentra el amor ¿cuándo encontrará la tibieza? ¿cuándo la poca
oración, cuando la indolencia? No es necesario que les ofrezca un remedio
para una enfermedad de la que no padecen.
Estos vicios les son extraños. Porque ¿quién de ustedes no es
constante y fervorosos en la oración? Aunque la pereza esté ausente,
procuren que las dilaciones enojosas no los fatiguen, ni quebranten
tampoco los deseos.
Si el alma de ustedes fuese remisa en sus peticiones, o se
desalentase en la espera, en ambas cosas habría falta.
Sabes que los deseos de la esposa son diferidos; y tú si al primer
latido de tu oración no te sientes inundado por las delicias de la
inspiración divina ¿te pones quejumbroso? Recién has comenzado, ¿y tan
pronto se muda la dirección de tu espíritu? ¿qué sería se se reprochara
aquello del Evangelio: No han podido velar conmigo una hora? Vigilen,
pues, y oren, porque no saben a qué hora vendrá su Amado.
La oración perseverante alcanza su fin. Y aunque a los comienzos te
parezca seca y como de piedra, con todo sacarás de esta piedra durísima
el aceite de la gracia siempre que perseveres, que la mucha demora no te
canse, que sus deseos no disminuyan por la dilación.
Cierto, la dilación es penosa al amante, pero los deseos diferidos
salen crecer más.
¿Por qué les digo cosas sabidas? El mismo sufrimiento reiterado les
dará la comprensión de esto, o más bien, ya se la dio y con frecuencia.
A menudo los encontré ejercitados en estas obras. No puedo gloriarme
de haber engendrado estos sentimientos en ustedes; sin embargo, me gozo
de encontrarlos. Aunque no realicé esta obra ¡quiera Dios que pueda
fomentar tales sentimientos en ustedes! Yo soy el guardián; por eso
ustedes me repiten a menudo las palabras de la esposa: ¿Han visto al
Amado de mi alma?
¡Oh alma feliz, ejercitada por deseos tan santos! Los deseos de la
amada, de aquella que no sabe otra cosa que inquirir acerca de Cristo; de
la que, habiendo sido hallada, prorrumpe en estas palabras: ¿Han visto al
Amado de mi alma?”. Gilberto de Hoyland, SC 6, 1

“Si pudieras dirigir hacia él, de un modo inmutable, todos tus


pensamientos, todos tus afectos y también todos tus deseos y mantenerlos
fijos en él, si pudieras arder siempre en todo tu ser con el fuego del
amor, podrías ciertamente amar a Dios con todo el corazón, de una manera
perfecta. Pero, ya que la debilidad humana no lo permite, si no puedes
amar a Dios en la medida en que tienes la obligación de amarlo, ámalo al
menos cuanto puedes, según tus posibilidades, con toda tu capacidad.
Comenzando a amar a Dios aquí con todo tu corazón en la medida en que
este es tuyo, llegarás a amarlo con mayor perfección más tarde, cuando
sea más perfectamente tuyo ese corazón que por ahora no te pertenece
totalmente.
…Las promesas de Dios son, por lo tanto, inmensas e inestimables.
Por ellas y en ellas quiere Dios ser amado por nosotros de un modo
particular. ¿Y cuál es ese modo? Es un deseo vehemente de lo que Dios
promete No sé qué medida tiene este modo de amar. En realidad, es sin
medida, pues las promesas de Dios sobrepasan todo deseo. Lo que es
superado y excedido, tiene no sólo un límite en su magnitud, sino también
una medida en ese límite. Cualquiera sea la medida en que deseamos lo que
Dios promete, este deseo es siempre inferior a lo que debiera ser.
También es menor nuestra posibilidad; no podemos desear dignamente lo que
supera todo deseo. Por tal motivo este deseo sagrado tiene su medida en
lo que puede, y no en lo que debe. Pues en la medida en que aumenta, más

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debe. Así, el deseo vehemente es, en cierta forma, sin medida, puesto que
no puede ser excesivo.
…Este impulso de deseo sagrado puede estar expresado con la palabra
alma cuando dice: Amarás con toda tu alma. Y hay en ello razón, pues el
alma es espíritu y, bajo el soplo del Espíritu Santo, ella desea y
suspira, hasta que respire en aquel hacia el cual aspira. Por ello los
santos muy a menudo hacen mención de su alma para expresar sus deseos”.
Balduino de Ford, Tract III

“Si se le ofrece a Dios una hostia viva que le agrada, en olor de


suavidad; si el incienso de la devoción, o el de la oración pura se
enciende en el turíbulo del corazón con los carbones de la caridad; si el
humo de los perfumes sube hasta la presencia de Dios, entonces él aspira
un olor suavísimo y siente la devoción del alma en sí abrazada en santo
deseo, y ella misma siente el perfume del Señor”
. Balduino de Ford, Tract IV

“¡Oh! cuán dichoso me diría y me sentiría en lo profundo de mi


corazón, si encendido en el sólo deseo de ti, ardiendo y suspirando, he
aquí que pudiera decir con el Profeta: ¿A quién tengo yo en los cielos?
Fuera de ti, nada deseo sobre la tierra. Si pudiera decir esto, ¿por qué
no añadir enseguida lleno de agradecimiento: idos, idos bonísimas
preocupaciones mías, y perturbaciones mías: porque es en vano que se
conturba todo hombre?. Idos inquietudes mías, y dad lugar a mi paz y a mi
reposo; porque: Dios de mi corazón, y mi porción es Dios para siempre”.
Balduino de Ford, Tract V

“La esperanza de la salvación eterna no es así, pues ella, en medio


de graves peligros, en medio de diversos géneros de tentaciones permanece
inmóvil. No está permitido no desear esta salvación, ni está permitido
desesperar nunca de ella. El ojo, fijamente clavado, no se aparta nunca
de ella. Permanece siempre ligado allí de donde nunca se desliga. De ahí
que diga el Profeta: Mis ojos están fijos en el Señor. No te extrañe que
se hable de estos ojos como si fueran dos, mientras que el corazón del
Esposo es herido por un solo ojo. Es un solo ojo porque es un solo amor
todo tendido hacia un solo objeto. Pero las afecciones de este único amor
son diversas, por las cuales de muchas maneras, con deseos y esperanzas,
está tendido hacia el fin único, donde el ojo se clava irrevocablemente.
…El Esposo hace señas, cuando sugiere en secreto lo que quiere,
aprueba cuando escucha los ruegos de la que le suplica. La esposa
aprueba, cuando obedece a los mandamientos de Dios que le son impuestos.
Hace señas, cuando en sus buenas obras secretas, mediante una intención
secreta, casi a escondidas, ve a aquel solo de quien pretende ser vista.
Hace señas, cuando expone secreta y reverentemente la voluntad de su
deseo en la humildad de su oración”. Balduino de Ford, Tract VIII

“La Sabiduría dice, sin embargo: Los que me comen tendrán todavía
hambre, los que me beben tendrán todavía sed. En el presente Cristo,
Sabiduría de Dios no es comido en la saciedad del deseo sino en el deseo
de la saciedad; y cuanto más gustamos su dulzura, tanto más se reaviva
nuestro deseo. Por eso los que le comen tendrán todavía hambre hasta que
llegue la saciedad. Pero cuando su deseo haya sido colmado por los
bienes celestiales, no tendrán ya ni hambre ni sed.
Las palabras: Los que me comen tendrán todavía hambre, pueden
también entenderse del mundo futuro: porque en esta saciedad eterna se da
una especie de hambre que no proviene de una carencia sino de la
felicidad. Allí los comensales siempre desean comer: nunca padecen
hambre, y sin embargo nunca se cansan de ser saciados. Saciedad sin
90
hastío, deseo sin gemido. Cristo, siempre admirable en su belleza, es
también siempre deseable, a quien los ángeles desean mirar. Así, aún
cuando se lo posea se lo desea, aún cuando se lo tenga se lo busca, como
está escrito: Buscad siempre su rostro. Sí, siempre se busca a quien se
ama para poseerlo siempre”. Balduino de Ford, Sac alt II, 3

“Cuando se come a Cristo en el Sacramento del altar, hay que comerlo


a prisa. No que se deban celebrar los ritos de la misa a prisa y como
precipitadamente, sin gravedad ni respeto. Pero cuando llega el momento
de la comunión, hay que tomar sin tardanza lo que se debe comer con un
deseo muy grande. Porque debemos tomar este alimento como algo que
deseamos ardientemente, que deseamos ávidamente. El que se acerca a la
comunión debe acercarse como el hambriento a la comida, como el que está
muriendo de sed a la bebida; como quien no puede soportar la espera ni
ver diferida una gracia tan grande”. Balduino de Ford, Sac alt III, 1

“El Sol deviene más cálido en nosotros cuando nuestro corazón se


inflama con el deseo del amor divino. Y el maná se derrite cuando, a la
palabra de Dios, nuestro corazón se derrite por amor de Cristo.
…O bien, se dice que el maná se derrite porque Cristo, cuando es
recibido en el corazón, por así decir se derrite de compasión. En efecto,
¿Cómo un corazón pecador se ablandaría de su dureza, si Cristo no
suavizara su dureza de juez? Cuando Él perdona los pecados y los derrite
como nieve al sol, Él mismo se derrite abandonando su severidad de juez,
para que el alma tocada por su palabra se funda en la esperanza del
perdón y el deseo de amar. Cosa admirable: el maná que se derrite al sol
se endurece al fuego, tal como se lo verá más adelante. Esto muestra que
el alma, cuando se vuelve hacia el sol de justicia y se derrite en el
deseo de amar, se endurece y se afirma al mismo tiempo por la paciencia
al fuego del dolor. Por eso dice el Salmista: Mi corazón es como cera que
se derrite en mis entrañas; y mi fuerza se seca como una teja.
…En lo que atañe al maná espiritual, ningún sabor le falta. Su gusto
es tanto más dulce y delicioso cuanto sobrepasa todos los deseos. Dios,
en efecto, cuya naturaleza es la bondad, cuya sustancia es el amor, cuya
esencia es la benignidad, ha querido mostrarnos su naturaleza y hacernos
comprender cuán dulce es, mostrarnos la dulzura que tiene por sus hijos y
hacernos comprender todo el bien que nos desea; por el amor extremo con
que nos amó, ha enviado al mundo a su Hijo, el pan de los ángeles.
…Cristo ha descendido por todos, y condesciende con todos. El atrae
todo hacia sí por la inefable gracia de su dulzura; no rechaza a nadie,
admite a todos los hombres a la penitencia. Tiene el sabor más delicioso
para todos aquellos que lo reciben. Él solo basta a todos los piadosos
deseos y los satisface. Hay en Él todo encanto, todo sabor, todo gusto
delicioso, y se adapta de modo diferente a unos y a otros, según el deseo
de cada uno, según sus apetencias y tendencias. Porque tiene un sabor
para el penitente y principiante, otro para el que progresa, otro para el
que llega al fin…
Este maná tiene un sabor dulce cuando allana las dificultades, cura
las enfermedades, rechaza las tentaciones; cuando secunda los esfuerzos y
afirma la esperanza. Jesús es dulce, y su nombre es dulce y su recuerdo
es el deseo del alma. Es dulce cuando acoge nuestros deseos, calma
nuestros sollozos, pone fin a nuestros suspiros y seca nuestras
lágrimas”. Balduino de Ford, Sac alt III, 2

Deseo de Dios

Guillermo de Saint-Thierry
91
- Contemp I, 2-6
- Nat am 8

S. Bernardo de Claraval
- Dil 8-9
- Dil 38
- Div 15, 4
- SC 32, 2-3
- SC 31, 4-7
- SC 84, 1
- SC 74, 1-7

Beato Guerrico de Igny


- Adv I [1], 2
- Adv I [1], 4
- Adv II [2], 2
- Adv II [2], 3
- Pur II [16], 2
- Pur II [16], 3
- Pur III [17], 3
- Palm IV [32], 2
- Res III [35], 4
- Asspt II [48], 5
- Asspt III [49], 6
- Nat BVM II [52], 2

S. Elredo de Rieval
- Spec I, 51
- Spec I,69
- Spec I, 91
- Spec I, 93
- Spec II, 56
- Spec III, 17
- Spec III, 26
- Spec III, 29-30
- Spec III, 40
- Spec III, 53
- Spec III, 73
- STemp Adv [1], 2

Gilberto de Hoyland
- SC VI, 1

Balduino de Ford
- Sac alt II, 3
- Sac alt III, 1
- Sac alt III, 2
- Tract III
- Tract IV
- Tract V
- Tract VIII

Dignidad - Imagen

92
“Únicamente la criatura racional es capaz de esta bienaventuranza.
Creada a imagen de su Creador, posee la capacidad de adherise a aquel de
quien es imagen, y esto es un bien exclusivo de la criatura razional,
como dice el santo David: Para mí lo bueno es adherirme a Dios. Esta
adhesión no es de la carne sino del alma, pues el Creador de las
naturalezas infundió en ella tres facultades para hacerle capaz de la
eternidad divina, partícipe de la sabiduría y saboreador de la dulzura.
Estas tres son la memoria, la ciencia y el amor o voluntad. La memoria es
capaz de la eternidad, la inteligencia lo es de la sabiduría, y el amor
de la dulzura. Creado el hombre con estas tres facultades a imagen de la
Trinidad, tenía presente a Dios en la memoria sin olvidarle, le conocía
sin error por la inteligencia, y con el amor lo abrazaba sin codiciar
nada más. Por eso era feliz”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 9

“24. Si no me engaño, está claro que la soberbia humana se malogra a


sí misma y corrompe la imagen de Dios que hay en ella, cuando se aleja
del sumo bien, no con los pasos de los pies sino con los afectos del
espíritu; y que la humildad humana se renueva a imagen de quien la creó
cuando se acerca a Dios con el afecto del espíritu. Por eso dice el
Apóstol: Renovaos en el espíritu de vuestra mente y revestíos del hombre
nuevo, que fue creado a imagen de Dios. ¿Y cómo se realizará esta
renovación sino con el precepto nuevo de la caridad, del que afirma el
Salvador: Os doy un mandamiento nuevo? Así pues, si el espíritu se
reviste perfectamente de esta caridad reformará las dos facultades que
dijimos están corrompidas, es decir, la memoria y el conocimiento. Por
eso se nos inculca como muy saludable para nosotros el contenido de este
único precepto, del cual depende el despojo del hombre viejo, la
renovación del espíritu y la reforma de la imagen divina.
26.…Afirma que somos raza de Dios, o más bien no lo niega, porque
sabe que el alma racional, creada a imagen de él, puede participar de su
sabiduría y bienaventuranza. La caridad, pues, eleva nuestra alma hacia
aquello para lo que fue hecha”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 24.26

“También el amor con el cual amamos a Cristo es fuerte como la


muerte, cuando es cierta especie de muerte, puesto que es la extinción de
la antigua vida, la abolición de los vicios y el fin de las obras
muertas. Este amor nuestro hacia Cristo es una reciprocidad, aunque
desigual, entre el amor de él hacia nosotros, y refleja su imagen. Él
nos amó primero, y mediante el ejemplo de amor que nos propuso, se hizo
para nosotros sello por el cual somos hechos conformes a su imagen,
abandonamos la imagen del hombre terreno y llevamos la del celestial; así
como somos amados, así también lo amamos a él. Sí, en esto nos dejó un
ejemplo, para que sigamos sus huellas.
… Dios que nos ama y desea ser amado, acuñó un sello que tiene
esculpida la imagen de su amor, con el cual selló con más fuerza nuestro
corazón, a fin de que hecho a su imagen recibiera en sí la semejanza de
esta imagen y la reprodujera”. Balduino de Ford, Tract X

“Antes del pecado existía en el hombre la imagen de la verdad, es


decir, la imagen de Dios, que es Verdad”. Balduino de Ford, Tract XI

“Es perfecta la conversión al bien cuando solamente nos complace lo


que es conveniente o lícito. Y la confirmación en el bien es perfecta si
no carece de nada de lo que desea. La voluntad alcanza la perfección
cuando es plenamente buena y llena de bondad. Posee una doble cualidad
original: una, por ser criatura -porque el Dios bueno todo lo hace bien-
y, además, porque vio Dios todo lo que había hecho,y era muy bueno. La
otra, por el libre albedrío, según el cual fue creada a imagen del
93
Creador. Si a ello añadimos la conversión al Creador, entonces puede
considerarse plenamente buena”. S. Bernardo de Claraval, Gra 19, 2

“Alguien dirá: ¿Cómo puede hablarse de la venida de quien siempre ha


estado en todas partes? Estaba en el mundo, y, aunque el mundo lo hizo
él, el mundo no lo conoció. El Adviento no es una llegada de quien ya
estaba presente; es la aparición de quien permanecía oculto. Se revistió
de la condición humana para que a través de ella fuera posible conocer al
que habita en una luz inaccesible. No desdice de la majestad aparecer en
aquella misma semejanza suya que había creado desde el principio. Tampoco
es indigno de Dios manifestarse en su propia imagen a quienes resulta
inaccesible su identidad: El que había creado al hombre a su imagen y
semejanza, se hizo hombre para darse a conocer a los hombres”.
S. Bernardo de Claraval, Adv III, 2

“¿Quien, por impío que sea, podrá siquiera concebir que la dignidad
humana, tan refulgente en el alma, haya podido ser creada por otro ser
distinto al que dice en el Génesis: Hagamos al hombre a nuestra imagen y
semejanza?”. S. Bernardo de Claraval, Dil 6, 2

“27. Mientras tanto, aprendemos en esta vida de la libertad de


deliberación a no abusar de la libertad de complacencia. De este modo
restauramos en nosotros la imagen de Dios y nos preparamos por la gracia
a recobrar aquella primera dignidad que perdimos por el pecado. Dichoso
quien merezca oír de sí mismo. ¿Quién es ése? Vamos a felicitarlo. Hizo
maravillas en su vida. Pudo desviarse y no se desvió; pudo hacer el mal y
no lo hizo.
28. Creo que la imagen y semejanza del Creador con las que fuimos
creados se encierran en estas tres clases de libertad: la imagen en la
libertad de elección, y en las otras dos, cada uno de los aspectos de la
semejanza. Si el libre albedrío es incapaz de sufrir el menor defecto o
disminución es porque ha recibido más particularmente el sello de la
imagen indeleble y sustancial de la divinidad”.
S. Bernardo de Claraval, Gra 27,1.28,1

“De este modo, el hombre ya no es esclavo del pecado, porque no


cometerá pecado. Libre de él comienza a recuperar la libertad de
deliberación y a disfrutar de su propia dignidad. Porque se reviste de la
imagen divina que lleva en sí mismo, con la semejanza que le conviene, y
vuelve a recobrar su hermosura original”.
S. Bernardo de Claraval, Gra 34, 1

“Mas para alcanzar esto necesitamos la ayuda del que nos estimula
con su ejemplo. A fin de hacernos conformes a su imagen es preciso que
nos vayamos transformando en su imagen, de gloria en gloria, movidos por
el Espíritu del Señor. Por lo tanto, si es por el Espíritu del Señor no
es por el libre albedrío. Y nadie piense que el libre albedrío tiene ese
nombre porque tiene idéntico poder y facultad para hacer el bien o el
mal”. S. Bernardo de Claraval, Gra 35, 1

“Más aún: el compromiso monástico reforma la imagen divina del


hombre, configurándolo con Cristo, como si fuese un bautismo. Es como si
nos bautizáramos por segunda vez. Y mientras matamos lo que hay de
terreno en nosotros nos revestimos de Cristo, incorporados a Él de nuevo
por una muerte semejante a la suya. Del mismo modo que en el bautismo se
nos saca del poder de las tinieblas para trasladarnos al reino de la
claridad sin fin, en esta especie de segunda regeneración que supone la
profesión escapamos del ámbito de las tinieblas -no de la única y
94
original, sino de las innumerables y actuales de nuestros delitos- hacia
la luz de las virtudes”. S. Bernardo de Claraval, Pre 54

“Todo cuanto de él esperamos es él mismo. Lo primero que nos dio fue


el mismo ser: Puesto que él nos hizo y no nosotros. ¿Te parece poco el
que te haya hecho? Y piensa cómo te hizo. En cuanto al cuerpo, una
maravillosa criatura; pero, en cuanto al alma, todavía más, porque está
marcada con la imagen del creador, dotada de razón y capaz de felicidad
eterna”. S. Bernardo de Claraval, QH X, 1

“Por tanto, no te creas seguro en tus momentos de valentía: clama al


Señor con el Profeta y di: No me abandones cuando me falten las fuerzas.
Consuélate en el día de la prueba y di con la esposa: Atráeme en pos de
ti y correremos al olor de tus aromas. Así no te abandonará la esperanza
en la adversidad, ni te fallará la providencia en la prosperidad. Tanto
la prosperidad como la adversidad, mudables a cada paso, te servirán para
formarte cierta imagen de la eternidad, esa inviolable e inconcusa
igualdad uniforme de espíritu, bendiciendo al Señor en todo tiempo. Por
ello, incluso en los acontecimientos angustiosos y en los
desfallecimientos inevitables de este mundo vacilante, reivindicarás para
ti un estado perenne de cierta inconmutabilidad, cuando comiences a
renovar y reformar tu antigua y sublime semejanza del Dios eterno, para
quien no existen fases ni períodos de sombra.
Pues, así como él es en sí mismo, lo serás tú en este mundo: no
temerás la adversidad, ni te relajarás en la prosperidad. Esto es,
repito, lo que esa noble criatura, hecha a imagen y semejanza del que la
creó, indica que está próxima a recuperar: la dignidad de su antigua
gloria. Está convencido de que para ella es indigno amoldarse a este
mundo caduco. Y siguiendo el pensamiento de San Pablo, se esfuerza por ir
transformándose en la nueva mentalidad, dentro del estado en que fue
creada al principio”. S. Bernardo de Claraval, SC 21, 6

5. Efectivamente, Dios creó al hombre erguido por su alma, no por su


materia corporal terrena y enfangada. Porque lo hizo a su imagen y
semejanza. Y según salmodias, el Señor nuestro Dios es recto en él no
existe la maldad. Así pues, Dios que es recto creó al hombre erguido y
semejante a él; sin maldad, porque en él no hay maldad. La maldad es
propia del corazón, no es un vicio del cuerpo. De aquí puedes deducir que
la semejanza de Dios no se conserva ni se repara más que en tu condición
espiritual, no en tu sustancia crasa de barro.
6. Aunque Dios le dio al hombre un cuerpo que se mantiene erguido,
esta rectitud corporal del hombre en su constitución exterior y de una
materia más vil, quizá sea para advertirle que, como hecho a imagen de
Dios, debe mantener su espíritu erguido en rectitud”.
S. Bernardo de Claraval, SC 24, 5-6

“Siempre que me asomo a mí mismo, mis ojos se cubren de tristeza.


Pero si miro hacia arriba, levantando los ojos hacia el auxilio de la
divina misericordia, la gozosa visión de mi Dios alivia al punto este
desconsolador espectro y le digo: Cuando mi alma se acongoja, te recuerdo
desde el Jordán. Y no es fruto de una visión engañosa experimentar su
ternura v su compasión, porque es realmente benigno y misericordioso y se
arrepiente de las amenazas; su naturaleza es la bondad: compadecerse
siempre y perdonar. Dios se da a conocer saludablemente con esta
experiencia y es a disposición, si el hombre se descubre a sí mismo en su
indigencia radical; clamará al Señor, que le escuchará y le responderá:
Yo te libraré y tú me darás gloria. De esta manera el conocimiento propio
es un paso hacia el conocimiento de Dios. Por la imagen que se reproduce
95
en ti se descubre él mismo, cuando llevas la cara descubierta y reflejas
la gloria del Señor, transformándote en su imagen con resplandor
creciente por influjo del Espíritu del Señor”.
S. Bernardo de Claraval, SC 36, 6

“No temerá iniciar una alianza de comunión con Dios, no sentirá


pudor alguno para llevar el yugo del amor a una con el rey de los
ángeles. ¿A qué no podrá aspirar con seguridad ante él si se contempla
embellecida con su imagen y luminosa por su semejanza? ¿Por qué puede
temer a la majestad, si su origen le infunde confianza? Lo único que debe
hacer es procurar conservar la nobleza de su condición con la honestidad
de vida. Es más, esfuércese por embellecer y hermosear con el digno
adorno de sus costumbres y afectos la gloria celestial impresa en ella
por sus orígenes”. S. Bernardo de Claraval, SC 83, 1

“Me dirá al alguno:¿Por qué unes estas dos cosas? ¿Qué tiene que ver
el alma con el Verbo? Mucho, y en todos los sentidos. Ante todo porque es
tal la semejanza de sus naturalezas, que él es imagen y ella según la
imagen. Después, porque la semejanza atestigua el parentesco. No fue
creada el alma sólo según la imagen, sino también según su semejanza. ¿Me
preguntas en qué es semejante? Primero hablemos de la imagen.
El Verbo es verdad, sabiduría, justicia: esto es ser imagen. ¿De
quién? De la sabiduría, de la justicia y de la verdad. Porque esta Imagen
es justicia de la justicia, sabiduría de la sabiduría, verdad de la
verdad, como luz de luz, Dios de Dios. Ninguna de estas cosas es el
alma, porque no es imagen. Pero es capaz de todas ellas y las apetece;
por eso es según la imagen. Excelsa criatura por su capacidad de la
majestad, y señal insigne por su apetencia de rectitud. Sabemos que Dios
creó al hombre recto, lo cual es una gran cualidad; y lo prueba esa
capacidad de la que hemos hablado. Pues lo que es según la imagen debe
ajustarse a la imagen y no llamarse en vano imagen, como tampoco la
imagen se llama así sólo por su nombre, sino por su contenido. Pero del
que es la imagen, se ha dicho: Subsistiendo en la forma o naturaleza de
Dios, no consideró como rapiña el ser igual a Dios.
Estas palabras te indican que en esta forma de Dios existe la
rectitud y la majestad por su, igualdad; y comparando una rectitud con
otra rectitud, y una grandeza con otra grandeza, se desprende que hay una
relación recíproca de correspondencia entre lo que es la imagen y lo que
es según la imagen, de la misma manera que en ambos aspectos la imagen
corresponde a aquel de quien es imagen. Escucha cómo lo canta el santo
David en los Salmos: Nuestro Señor es grande y poderoso y añade: El Señor
Dios nuestro es recto y no hay en él iniquidad. Su imagen recibe de Dios
recto y grande su cualidad de ser recta y grande; y lo mismo el alma, que
es según la imagen”. S. Bernardo de Claraval, SC 80, 2

”Si quieres conocerte a ti mismo, poseerte, entra en ti mismo, no te


busques fuera de ti. Una cosa eres tú, otra lo que es tuyo, otra lo que
está en derredor tuyo. En derredor tuyo está el mundo; tuyo es el cuerpo;
tú fuiste hecho interiormente a imagen y semejanza de Dios. Por tanto,
vuelve prevaricador, adentro de ti, donde tú eres, a tu corazón. Por
fuera eres animal, a imagen del mundo; de ahí que se diga del hombre que
es un pequeño mundo. Por dentro, eres un hombre a imagen de Dios, de ahí
que también puedas ser deificado. Por eso, hermanos, el hombre vuelto a
sí mismo al igual que el hijo menor, el pródigo, ¿dónde se encuentra
sino en una región lejana, en una región de desemejanza, en una tierra
extranjera, donde se sienta y llora, mientras recuerda a su padre y a su
patria?”. Isaac de Stella, OS II[2], 13

96
“15. Así pues, dado que la hora pasó, digamos brevemente que el
alejamiento de Dios -ya sea que la razón se aparte de la verdad, ya sea
que la vida se aparte de la caridad- es la noche, en la cual nadie puede
trabajar; pero la conversión a Dios mediante la búsqueda y la imitación
es el día, en el cual el hombre sale a su trabajo, es decir, a conocer y
a amar a Dios, y a deleitarse en este conocimiento y en este amor. En
verdad, por esto el hombre fue creado a imagen y semejanzade Dios, y por
esto fue recreado y reformado a esta imagen y semejanza: por la razón a
su imagen; por la vida a su semejanza.
16. Pero creado a imagen y semejanza, es recreado a semejanza y a
imagen, debe ser reformado por la conformidad de la vida, con miras a la
participación de la naturaleza. Conocer al verdadero Dios es la vida
eterna, pero amarlo de todo corazón es el camino eterno. La caridad es
pues el camino, la verdad es la vida; la caridad es la semejanza, la
verdad es la imagen; la caridad es el mérito, la verdad es el premio; por
la caridad se camina, por la verdad se reposa”
Isaac de Stella, Sex I [16], 15.16

“Así pues, puesto que soy, como se ha dicho, en cuanto a la persona,


un solo hombre, y por la naturaleza, hijo del hombre cuya imagen aparece
al exterior, pero, por la gracia divina, Dios, hijo de Dios, en cuya
imagen y semejanza interior, tengo razón en decir enseguida que soy uno y
doble, y que en mí, hombre único, hay dos hombres, hijos de dos hombres”.
Isaac de Stella, Quin I [27], 11

“Allí, en el sexto día, el hombre fue creado a imagen y semejanza de


Dios, aquí en la sexta edad, Dios se hizo imagen y semejanza del hombre.
Allí, de la tierra fue formado el hombre; aquí, de María fue formado
Dios”. Isaac de Stella, Nat BVM [54], 7

“Por eso, cuando el Señor entró en el hombre, necesariamente el


hombre revistió a Dios. Porque todos los que habéis sido bautizados, os
habéis revestido de Cristo, todos los que os habéis revestido de Cristo,
os habéis despojado de Adán, de modo que la concupiscencia ataca ahora
por fuera, y la gracia ayuda por dentro; la gracia de la regeneración es
en la naturaleza, lo que la falta de la generación es en el origen. Por
dentro resplandece en una verdad nueva la imagen de Dios, por fuera
languidece ahora la vieja semejanza de la carne pecadora”.
Isaac de Stella, OS VI[6], 17

“88. Si la naturaleza, desordenada por el pecado y desviada de su


rectitud natural, se convierte a Dios, recupera inmediatamente por el
temor y el amor que tiene a Dios todo lo que había perdido al apartarse
de él. Y cuando el espíritu comienza a reformarse según la imagen del
Creador inmediatamente comienza a florecer también la carne y por propia
voluntad comienza conformarse con el espíritu reformado.
199. El espíritu del hombre, dotado de la apetencia hacia el bien, y
una naturaleza sutil para la acción, es el ápice de la sabiduría
creadora, superior a todo cuerpo; es también superior en esplendor y
dignidad a cualquier luz corpórea por llevar la imagen del Creador y ser
capaz de razonar”. Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 88.199

“Toda la perfección de los santos consiste en la semejanza con Dios.


No querer ser perfecto es una ofensa. Por tanto, se deberá fortalecer
siempre la voluntad y estimular el amor hacia esa perfección. Es preciso
disciplinar la voluntad para que no se disipe con otras cosas, y
custodiar el amor para que no se contamine. Porque hemos sido creados y

97
vivimos exclusivamente para ser semejantes a Dios, ya que fuimos creados
a imagen de Dios”. Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 259

Dignidad – Imagen

Guillermo de Saint-Thierry
- Ep frat 88.199
- Ep frat 259

S. Bernardo de Claraval
- Adv III, 2
- Dil 6, 2
- Gra 19, 2
- Gra 27, 1.28,1
- Gra 34, 1
- Gra 35, 1
- Pre 54
- QH X, 1
- SC 21, 6
- SC 24, 5-6
- SC 36, 6
- SC 80, 2
- SC 83, 1

S. Elredo de Rieval
- Spec I, 9
- Spec I, 24.26

Isaac de Stella
- Nat BVM [54], 7
- OS II[2], 13
- OS VI[6], 17
- Quin I [27], 11
- Sex I [16], 15.16

Balduino de Ford
- Trac X
- Tract XI

Dulzura

“Niño dulcísimo, Jesús bueno, cuán grande es la abundancia de tu


dulzura, que escondiste a los que te temen y con la que colmas a los que
esperan en ti, que la manifiestas, tan abundantemente aun a los que no te
conocían. Qué dulzura incomparable y bondad inefable; ver al Dios que me
creó hecho niño, creado por amor a mí; el Dios de majestad y de gloria se
hace semejante a mí, no sólo asumiendo un cuerpo verdadero, sino también
mostrándose lleno de miseria y como teniendo necesidad de ayuda humana en
razón de la debilidad de su edad. En verdad, Niño Dios, tú eres el
Salvador de mi rostro y mi Dios, y si bien eres todo dulzura y deseo, me
pareces más dulce aún por la ternura de tus miembros. Ésta te pone al
alcance del conocimiento y afecto de los niños que aún no son capaces de
recibirte cual alimento sólido.
Entre tanto, cuán dulce y sabroso es pensar y meditar en el Niño
Dios. Más aún, nada hay más eficaz ni operante para curar y suavizar lo
que en nosotros pudiera haber de rencor en los espíritus, amargura en las
98
palabras, rigidez en las costumbres. No acierto a creer que quien haya
gustado el sabor y el recuerdo de esta dulzura pueda estar triste o
irritado. Por el contrario, toda indignación y amargura, toda suerte de
malicia se alejará de nosotros”. Beato Guerrico de Igny, Nat I [6], 4

“Cuando el tiempo de separarse de ellos [sus discípulos] era


inminente, pareció dejarse vencer por la ternura de su afecto, de modo
que ya no pudo disimular más la abundancia de la dulzura que hasta
entonces les había escondido.
Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el
fin. Entonces, en efecto, derramó sobre sus amigos toda la fuerza de su
amor, antes de derramarse él mismo como agua, por amor de sus amigos.
Entonces les entregó el sacramento de su cuerpo y sangre, e instituyó su
celebración. No sé qué es más admirable aquí, si su poder o su amor: para
consolarlos de su partida, inventó una nueva manera de estar presente, de
suerte que, separándose de ellos corporalmente, permaneciese no sólo con
ellos, sino también en ellos, en virtud del sacramento.
…lavó los pies de sus siervos y con este único acto les dejó un
modelo de humildad y un sacramento de perdón”.
Beato Guerrico de Igny, Asc [37], 1

“Estando todavía lejos -dice- lo avistó su padre y se le conmovieron


las entrañas y corriendo a su encuentro le echó los brazos al cuello y lo
besó. El tiempo que se tarda en pronunciar estas palabras le parecía
excesivo a aquel padre que debía otorgar el perdón a su hijo, así como a
éste para recibirlo. De tal modo se apresuraba a liberar al reo del
punzante aguijón del remordimiento, que la compasión de la miseria
atormentaba al padre misericordioso, si cabe, más que la propia miseria
al hijo miserable. Y no decimos esto para fijar los afectos humanos en la
naturaleza inmutable de Dios, sino para inundar de dulzura nuestro afecto
en el amor de aquella Suma Bondad, aprendiendo en esta semejanza humana
cómo Dios nos ama más a nosotros que nosotros a Él”.
Beato Guerrico de Igny, Quad II [21], 1

“…Sabemos cuán grande es la abundancia de tu dulzura, Señor,


escondida para los que te temen. Perfeccionarás a cuantos esperan en ti.
Aun cuando me mates yo esperaré siempre, digo más, entonces esperaré con
más vehemencia; cuando me azotes, persigas, abrases o hagas desaparecer
todo cuanto vivía en mí, con el fin de que no viva yo sino que Cristo
viva en mí. No nos separaremos de Ti de manera alguna porque matándonos
nos das vida, nos sanas hiriéndonos. Verdaderamente dichoso el que
permanece en la sabiduría soportando en constancia y fe, en obediencia
generosa y fiel hasta la muerte, no abandonando su puesto toda vez que el
ánimo del superior se muestre contrario a él, teniendo presente que el
medicamento de la disciplina hará desaparecer los más grandes pecados”.
Beato Guerrico de Igny, Ben I [22], 4

“Él [Dios] oculta la inmensidad de su dulzura a los que le temen


sólo por este motivo: conservarlos así siempre humildes, los mantiene
dignos de su amor”. Beato Guerrico de Igny, Ben III [24], 2

“¡Cuántas veces he buscado al Señor Jesús! meditando, le he invocado


orando, pero ni mi meditación fue dulce, ni mi oración un éxito. No le he
encontrado a Él y Él no me ha contestado. No he encontrado ni a Él ni
cuanto le pertenece, sin embargo, me ha dado una contestación que rebasa
toda dulzura, ¡ojalá! Que me conteste a menudo de esta manera; sí buen
Jesús, contéstame indicándome todas mis iniquidades y pecados, mis
crímenes y delitos muéstramelos.
99
Escóndeme un poco tu rostro, para que mi ser corrupto, se revele a
mí, para mi bien, en la meditación, o en la lectura de las santas
escrituras”. Gilberto de Hoyland, SC 45, 2

“Entretanto, cada día parte este pan con los hambrientos. Porque hoy
y todos los días recogemos algunas migajas, y cada día tenemos nuevamente
necesidad del pan cotidiano. El pan nuestro de cada día dánoslo hoy. Si
tú no lo das, ¿quién nos lo dará? En toda nuestra mendicidad, pobreza,
indigencia, necesidad y tribulación, no hay quien nos parta el pan, nadie
que nos alimente, nadie que nos dé fuerza, nadie más que tú, Dios
nuestro. En toda consolación que nos envías, recogemos las migajas de
este pan que tú partes, y gustamos, por experiencia, cuán dulce es tu
misericordia. Pero necesitamos aún más, y, como exacerbado el apetito
por el saboreo de esta dulzura, experimentamos más y más hambre”.
Balduino de Ford, Sac alt II, 1

“Hay que amar los mandamientos de Dios meditando en ellos. Piensa


siempre en estas cosas que te ordenó el Señor. Con la meditación se hacen
dulces los mandamientos de Dios, al considerar cuán provechosos,
convenientes y seguros son, cómo son estables por los siglos de los
siglos, obra de fidelidad y rectitud.
Sin embargo, estos preceptos parecen a algunos dulces y suaves en la
meditación, pero pesados y amargos en la práctica. Es que ellos mismos
son perezosos en la acción. Aparta de sí esta pereza el que dice: Levanté
mis manos a tus mandamientos que mucho amo”. Balduino de Ford, Tract III

“No hay melodía más arrebatadora en un instrumento encantador, como


la dulzura y el encanto de una vida en común, en la reunión de una santa
comunidad. En Cristo y por Cristo, uno se aplica mutuamente a ajustarse a
los otros y, para guardar la paz, se adapta al temperamento de otro por
la humildad y la paciencia.
Allí no se hincha la soberbia, no aparece la bilis de la envidia, no
se inflama la ira, no litiga la discordia, no murmura la impaciencia;
allí no se encuentran ni las interpretaciones malévolas de la sospecha,
ni la menor palabra deshonesta. He aquí, dice el Profeta, ¡qué bueno,
¡qué dulce habitar los hermanos todos juntos!”.
Balduino de Ford, Tract IV

“Pues cuando el Espíritu del Señor que es más dulce que la miel, por
la esperanza y el deseo que él da de aquella heredad que es más dulce que
la miel y que el panal, sopla sobre el alma de los justos y llena con su
inestimable dulzura todas las entrañas y escondrijos del alma abatida,
entonces por la gracia que sobreviene con su interna dulzura y su íntima
suavidad, todo lo que era amargo es absorbido por la alegría del corazón
y corren las aguas de las lágrimas como ríos de miel. Y la Madre de Jesús
sugiere y dice: No tienen vino, el agua de la aflicción se convierte en
el vino de la alegría, pero cuando se cumplió lo que Jesús ordenó al
decir: Llenad las tinajas de agua. Por tanto, conviene primero llenar las
tinajas de agua, esto es, saciar nuestros corazones más plenamente con
largas efusiones de lágrimas, y satisfacer dignamente por todas las
faltas cometidas, llorar suficientemente todo lo que debe ser llorado, y
así acoger dentro de nosotros la consolación de la devoción interior, el
gozo en el Espíritu Santo, y trocar en alegría la tristeza de nuestro
corazón”. Balduino de Ford, Tract. IX

“Se nos recomienda por lo tanto llevar una vida pacífica en medio de
nuestros hermanos; la cual es menos dulce para los buenos entre los
malos, pero a menudo más provechosa. Mas para los buenos entre los buenos
100
es por un lado provechosa y por otro muy dulce. En efecto, no hay nada
mejor en la vida humana que el amor mutuo; nada más dulce que una santa
compañía. Amar y ser amado es un dulce intercambio, delectación de toda
la vida y premio de la bienaventuranza”.Balduino de Ford, Tract V

“Ahora bien, la luz espiritual que ilumina nuestros ojos, es la


caridad de Dios hacia nosotros. Los numerosos y grandes beneficios de
Dios que se nos han mostrado y concedido anticipadamente, casi reciben en
sí la luz de la caridad y la muestran a nuestros ojos. En ellos aparece
cuánto ama Dios, y cuánto debe ser amado. Pues mientras la grandeza de
sus beneficios se despliega ante nuestros ojos, la inmensa caridad de
Dios se hace conocer ampliamente patente a la vista de todos; y al
contemplarla, también la mirada de nuestro espíritu se difunde con mayor
amplitud; y mientras la caridad con que Dios ama es pensada con mayor
amplitud según la digna apreciación de sus beneficios, ella, introducida
en nuestros sentidos interiores se traduce en dulzura y conmueve el
corazón con la maravillosa suavidad de un mutuo amor y lo dilata en mayor
medida para hacerlo capaz de Dios. Él se adapta y se conforma a la
caridad divina de acuerdo a la reciprocidad del amor, de acuerdo a la
altura y a la profundidad, y también a la longitud y a la anchura”.
Balduino de Ford, Tract XIII

“Después de haber avanzado largo tiempo en el progreso de las


virtudes, y de haberse ejercitado esforzadamente en la tarea de la
disciplina espiritual, encontrará sólo entonces el céntuplo en la paz y
la tranquilidad, la serenidad y la seguridad del corazón, en la
delectación de la justicia y en la inenarrable dulzura de la alegría
espiritual”.Balduino de Ford, Tract XIV

“Misericordia quiero, y no sacrificio. Tienen el resplandor y la


dulzura de la leche aquellos que misericordiosamente van en auxilio de
las necesidades de los indigentes, que les dan a beber leche y los sacian
de los pechos de sus consolaciones”. Balduino de Ford, Tract XVI

“Es el paladar del corazón que te saborea, porque eres dulce; es el


ojo que te ve, porque eres bueno; y es el espacio capaz de acogerte, a ti
que eres inmenso. Pues quien te ama te contiene, y te contiene en la
medida que ama, porque tú eres amor, eres caridad. Esa es la opulencia de
tu casa de la que se embriagarán tus amados, los que se pierden a sí
mismos para pasar a ti. ¿Y cómo se realiza eso, ¿Señor, sino amándote?
Pero con todo el ser. Descienda, Señor, te ruego, a mi alma una partícula
de esta inmensa dulzura tuya, con la que se endulcen los panes de su
amargura. Guste de antemano con la prueba de un pequeño sorbo aquello que
desea, lo que ansía, por lo que suspira en esta peregrinación. Saboree y
siga con hambre, beba y siga con sed, pues los que te comen tendrán más
hambre, y los que te beben tendrán más sed. Pero se saciarán cuando
aparezca tu gloria, cuando se manifieste el cúmulo inmenso de tu dulzura,
que reservaste para los que te temen, porque sólo lo revelas a los que te
aman”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 2

“Únicamente la criatura racional es capaz de bienaventuranza. Creada


a imagen de su Creador, posee la capacidad de adherirse a aquel de quien
es imagen, y esto es un bien exclusivo de la criatura racional, como dice
el santo David: Para mí lo bueno es adherirme a Dios. Esta adhesión no es
de la carne sino del alma pues el Creador de las naturalezas infundió en
ella tres facultades para hacerle capaz de la eternidad divina, partícipe
de la sabiduría y saboreador de la dulzura. Estas tres son la memoria, la

101
ciencia y el amor o voluntad. La memoria es capaz de eternidad, la
inteligencia lo es de la sabiduría, y el amor de la dulzura”.
S. Elredo de Rieval, Spec I, 9

“Al alma que está llena de la dulzura de la caridad no la cohíbe el


temor, no la mancha la sensualidad, no la desgarra la ira, no la encumbra
la soberbia; no la agita el humo fatuo de la vanagloria, ni le turba la
pasión, ni la consume el vértigo de la ambición; no le halaga la
avaricia, ni le hunde la tristeza, ni le corroe la envidia”.
S. Elredo de Rieval, Spec I, 50

“Pero ¿cómo puede esperar eso un miserable? Buscaré, buscaré este


Sábado, pues tal vez tú, Señor, escucharás el deseo del pobre, y
sacándolo un día de la fosa fatal y de la charca fangosa, le concedas
saborear un poquito y ver qué inmensa es la dulzura que reservas para tus
fieles, porque sólo se la manifiestas a los que te aman”.
S. Elredo de Rieval, Spec I, 51

“¡Oh dulce Señor! ¿Qué daré por todo lo que me has concedido? ¡Qué
suave es tu espíritu para con todos! Ciertamente, Señor, tu misericordia
es inmensa para conmigo: extendiste tu mano desde arriba, me sacaste y
libraste de las aguas caudalosas y del poder de los hijos de la
perdición; libraste mi alma del abismo profundo, donde probé una gota de
tu dulzura y oí tu voz como de lejos:¿Qué haces, indigno y manchado? ¿Por
qué te revuelcas en estas inmundicias? ¿Por qué te recreas en estas
torpezas? En mí está la dulzura, la suavidad y el regocijo. ¿Desesperas
ante la enormidad de tus crímenes? Si voy tras del que huye ¿voy a
rechazar al que vuelve? Si te abrazo y atraigo cuando apartas de mí tu
rostro ¿despediré al que se cobija bajo las alas de mi misericordia?”
S. Elredo de Rieval, Spec II, 27

“Me parece oportuno advertir que, aunque en la primera visita la


dulzura de la suavidad suele mezclarse con el temor, y en la segunda se
advierte muchas veces el estímulo del temor unido a la suavidad, sin
embargo, propiamente hablando en la primera predomina el temor, y en la
segunda la dulzura del consuelo. Porque en la tercera el amor perfecto
expulsa el temor”. S. Elredo de Rieval, Spec II, 29

“Quien está saturado de esta virtud ése es quien celebra por


excelencia este Sábado, porque al adentrarse su corazón en la dulzura de
la caridad fraterna se dilata el espíritu, y fundido en un suavísimo
afecto con los que tanto ama, experimenta qué bueno y gozoso es convivir
los hermanos unidos”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 12

“El afecto espiritual puede entenderse bajo dos aspectos, es decir,


el alma se siente impulsada por un afecto espiritual cuando la mente,
estimulada por una visita oculta y casi imprevista del Espíritu Santo, se
entrega a saborear el amor divino, o la dulzura de la caridad fraterna”.
S. Elredo de Rieval, Spec III, 31

“Contemplemos lo que es la belleza suprema, deleitémonos en lo que


es la dulzura suprema, luchemos vehementemente contra lo que se opone a
ello”. Isaac de Stella, Sex VIII [25], 7

“¿Y por qué muchos juntos? Juntos, porque todavía no nos bastamos
para la soledad. Juntos, para que si alguien cae no le falte quien lo
levante Juntos, porque el hermano que ayuda a su hermano será exaltado

102
como ciudad fortificada y poderosa. Juntos, finalmente, porque es bueno y
dulce habitar los hermanos en la unidad”. Isaac de Stella, PP II [50], 14

“Pero si, cuando siento el asalto, retengo mi sentimiento, no caeré


en la muerte. Me envolverán tinieblas de muerte y se ofuscarán mis ojos
con el polvo de pensamientos frívolos, pero mi memoria evocará la dulzura
de mi Dios. Aunque camine por sombras de muerte, nada temo si tú estás
conmigo”. S. Bernardo de Claraval, Adv 8, 11
“Sea la sabiduría de Cristo tu mayor dulzura, para que no te
arrastre ni la gloria del mundo ni los placeres carnales”.
S. Bernardo de Claraval, SC 20, 4

“Los dos pechos del esposo son las señales de esa bondad connatural
suya: la paciencia con que aguarda al pecador y la clemencia con que
acoge al penitente. Es una dulzura doble, exuberante y halagadora, que
brota del pecho del Señor Jesús su gran aguante para esperar y su
facilidad para perdonar.
…Por ello, la esposa confiesa que por haber experimentado esta doble
bondad se ha consolidado en su confianza, hasta llegar a pedirle el beso,
y parece decirle: Te extrañará, esposo mío, que me fíe tanto de ti,
conociendo por experiencia el caudal de delicias que brotan de tus
pechos? Es la dulzura de tus pechos la que provoca mi audacia, no la
confianza en mis propios méritos”. S. Bernardo de Claraval, SC 9, 5

“Amale, pues, al Señor, con todo el afecto de tu corazón entero;


ámale con toda la atención de tu mente circunspecta; y ámale con todas
tus fuerzas, sin que te atemorice morir por su amor, como se nos dice con
estas palabras: Es fuerte el amor como la muerte, es cruel la pasión como
el abismo. Sea el Señor Jesús tierno y dulce para tu afecto. Así
neutralizará la seducción halagadora y torpe de la vida, y una dulzura
sobrepasará a la otra, como un clavo extrae otro clavo.
S. Bernardo de Claraval, SC 20, 3

“Porque conforme a la variedad de deseos de cada alma, varía el


gusto de su divina presencia; y el sabor infuso de la dulzura celestial
deleita de muy diversas maneras las variadas apetencias del alma. Además
habréis caído en cuenta, cuántas veces ha mudado el Verbo de semblante en
este cántico amatorio, y de cuántos modos se ha dignado transformar sus
infinitas dulzuras ante su amada. Unas veces, como esposo deferente,
solicita los íntimos abrazos de la esposa santa y la delicia de sus
besos; otras, como un médico se presenta con sus bálsamos y ungüentos a
las almas delicadas, que necesitan estos fomentos y medicinas; por ello
se les designa con el delicado nombre de doncellas. Y si alguno lo
critica, escuche que no necesitan médico los sanos, sino los enfermos.
Otras veces se aparece como un caminante que se une a la esposa y a
las doncellas peregrinas, para aliviar e cansancio del camino a toda la
comitiva, con una conversación tan agradable que, cuando se ausenta,
exclaman: ¿No estábamos en ascuas mientras nos hablaba por el camino?
Ameno compañero, que por la dulzura de su palabra y sus modales, invita a
correr detrás de sí, como en pos de cierta fragancia suavísima que
exhalan sus perfumes. Y por eso dicen también: Correremos al olor de tus
perfumes”. S. Bernardo de Claraval, SC 31, 7

“Dichoso el espíritu a quien el Verbo, como alguien que le acompaña,


se le muestra siempre afable. Por ello se deleita sin cesar con la
dulzura de sus palabras y se siente liberado en todo momento de las
molestias de la carne y de los vicios, redimiendo así el tiempo, porque

103
corren días malos. No se fatigará, no se sentirá molesto, porque como
dice la Escritura: Al honrado no le pasa nada malo”.
S. Bernardo de Claraval, SC 32, 7

“No fluyen con la misma abundancia el amante y el Amor, el alma y el


Verbo, la esposa y el Esposo, el Creador y la criatura, el sediento como
la fuente. ¿Entonces qué? ¿Se resentirá por ello y se anulará totalmente
el deseo de la futura esposa, el anhelo de la que suspira; el ardor del
amante, la confianza anticipada, porque no puede correr al paso del
gigante, competir en dulzura con la miel, en suavidad con el cordero, en
blancura con el lirio, en claridad con el sol, en amor con el amor? No.
Pero, aunque la criatura ama menos porque es menor, sin embargo, sí ama
totalmente con todo su amor; nada falta cuando se entrega todo. Por eso,
como he dicho, amar así es desposarse; porque no puede amar de esa forma
ser poco amada, ya que en el consenso entre dos se apoya la conyugal
íntegra y perfecta.
No creo que nadie dude que el alma es amada antes y más por el
Verbo. Sí, siempre se le adelanta el amor y la vence. ¡Feliz quien
mereció ser sorprendida con la bendición de tal dulzura! ¡Dichoso aquel a
quien se le concede experimentar el encanto de tal abrazo! No es otra
cosa que el amor santo y casto, el amor suave y dulce, el amor tanto más
claro cuanto más sereno, el amor mutuo, íntimo y fuerte que une a dos no
en una carne sino en un espíritu, y que hace de dos uno, como dice Pablo:
El que se une a Dios es un espíritu con él”.
S. Bernardo de Claraval, SC 83, 6

“En este segundo caso el alma a veces es arrebatada y se aleja de


los sentidos corporales, de modo que no percibe nada de sí misma, porque
siente al Verbo. Esto sucede cuando el espíritu se sumerge en la dulzura
inefable del Verbo y en cierto modo sale de sí mismo, o se siente
arrebatado y liberado de sí para gozar del Verbo.
De muy distinta manera es afectado el espíritu cuando fructifica
para el Verbo que cuando goza del Verbo. En el primer caso urge la
necesidad del prójimo; en el segundo, invita la dulzura del Verbo”.
S. Bernardo de Claraval, SC 85, 13

Dulzura

S. Bernardo de Claraval
- Adv 8, 11
- SC 9, 5
- SC 20, 3
- SC 20, 4
- SC 31, 7
- SC 32, 7
- SC 83, 6
- SC 85, 13

Beato Guerrico de Igny


- Nat I [6], 4
- Asc [37], 1
- Quad II [21], 1
- Ben I [22], 4
- Ben III [24], 2

S. Elredo de Rieval
- Spec I, 2
104
- Spec I, 9
- Spec I, 50
- Spec I, 51
- Spec II, 27
- Spec II, 29
- Spec III, 12
- Spec III, 31

Gilberto de Hoyland
- SC 45, 2

Balduino de Ford
- Sac alt II,1
- Tract III
- Tract IV
- Tract V
- Tract. IX
- Tract XIII
- Tract XIV
- Tract XVI

Isaac de Stella
- PP II [50], 14
- Sex VIII [25], 7

Escuela de Cristo

“Con gusto nos acercamos a ti, Señor Jesús, como discípulos al


maestro, como enfermos al médico, como los siervos al Señor. Tú eres
Maestro y Señor, tu escuela está en la tierra, y tu cátedra en los
cielos”. S. Bernardo de Claraval, Div 40, 1

“Estamos en la escuela de Cristo, en la que se nos enseña con una


doble doctrina. Una cosa nos enseña aquel verdadero maestro por sí mismo,
otra por sus ministros. Por los ministros enseña temor, por sí mismo
amor. Por eso al faltar el vino, manda a sus ministros que llenen las
hidras de agua; de igual modo, al enfriarse diariamente la caridad, los
ministros de Cristo llenan las hidras de agua, esto es, llenan de temor
las mentes de los hombres. Y ciertamente, con mucha propiedad se entiende
en el agua el temor, porque así como el agua apaga el fuego, así el temor
apaga la pasión; y así también como el agua limpia las manchas del
cuerpo, así también el temor purga los lunares del espíritu. Llenemos,
pues, con esta agua las hidras, esto es, nuestras mentes, porque quien
teme, nada descuida; y, en verdad, está bien lleno aquél en quien no
puede caber la negligencia. Mas, porque el agua pesa, esto es, tiene pena
el temor, debemos acercarnos a Aquel que hace vino del agua, esto es,
convierte el temor penal en amor para que podamos oír lo que Él mismo
enseña del amor. Dice así: Este es mi precepto, que os améis mutuamente.
Como si dijese: Muchas cosas mando por los ministros, mas esto os
recomiendo especialmente yo mismo. Y en otra parte: En esto conocerán
todos que sois mis discípulos: en que os amáis unos a otros. Por lo tanto
para demostrar que somos discípulos de la Verdad amémonos mutuamente”.
S. Bernardo de Claraval, Div 121

105
“No permitas, Dios, que el enemigo se regocije con aquellos que
viven en la escuela de Cristo bajo el magisterio del Espíritu Santo y se
sienta orgulloso de su discordia”. S. Bernardo de Claraval, Ep 320

“Así me gusta, carísimos. El discípulo que progresa es el orgullo de


su maestro. El que no adelanta en la escuela de Cristo es indigno de su
magisterio, el hecho de no avanzar es un verdadero retroceso. Nadie diga
pues: basta ya, aquí me quedo, me conformo con ser como ayer y anteayer.
El que tal hace es el que se sienta en el camino o el que se detiene en
la escalera. Yo diría a ese tal: El que se ufana de estar en pie, cuidado
con caerse”. S. Bernardo de Claraval, Ep 385, 1

Escuela de Cristo

S. Bernardo de Claraval
- Div 40, 1
- Div 121
- Ep 320
- Ep 385, 1

Escuela del Amor

“En Prima, suplica al Señor que te introduzca en la escuela del


amor, donde tú aprenderás a conocer y a amar a Jesús con esta oracióny
este versículo: Soy tu esclava, oh Jesús amante, concédeme la
inteligencia para que aprenda tus mandamientos.
En Sexta ora al Señor que te haga progresar en el arte del amor de
tal forma que su amor te posea como propio instrumento para hacer su
voluntad. Y di esta oración y versículo: Que en la escuela de la caridad
no quede sola como tierno polluelo de tu educación que todavía está en el
huevo, sino que en ti y por ti, más bien contigo, progrese de día en día,
de virtud en virtud, cada día lleve fruto para ti, mi Amado.No me basta
saber sólo deletrarte; deseo, quiero , anhelo mil veces conocerte incluso
según la teoría, quererte ardientemente, no sólo dulcemente; amarte
tambiénsabrosamente; para empezar ya no a vivir en mí sino en ti y sólo
para ti. Ahora, oh amor, hazme conocerte de verdad, y establece tu sede
en mi alma con toda santidad”. Sta. Gertrudis, Ex 5

Escuela del Amor

Sta. Gertrudis
- Ex 5

Escuela de la filosofía cristiana

“Dichosos vosotros hermanos inscritos en la disciplina de la


sabiduría y en la escuela de la filosofía cristiana, pero sólo si
permanecéis perseverantes en la sabiduría.
Aun en caso de pareceros muy duro su lenguaje, esto es, muy duros
los mandatos del que gobierna o corrige, no haya entre vosotros ningún
corazón incrédulo que quiera separarse del Dios vivo, antes diga… ¿a
quién iremos?

106
…Sabemos cuán grande es la abundancia de tu dulzura, Señor,
escondida para los que te temen. Perfeccionarás a cuantos esperan en ti.
Aun cuando me mates yo esperaré siempre, digo más, entonces esperaré con
más vehemencia; cuando me azotes, persigas, abrases o hagas desaparecer
todo cuanto vivía en mí, con el fin de que no viva yo sino que Cristo
viva en mí. No nos separaremos de Ti de manera alguna porque matándonos
nos das vida, nos sanas hiriéndonos. Verdaderamente dichoso el que
permanece en la sabiduría soportando en constancia y fe, en obediencia
generosa y fiel hasta la muerte, no abandonando su puesto toda vez que el
ánimo del superior se muestre contrario a él, teniendo presente que el
medicamento de la disciplina hará desaparecer los más grandes pecados”.
Beato Guerrico de Igny, Ben I [22], 4

“Esta es la filosofía, la más sutil, la más secreta: conocer a


Jesús, y Jesús crucificado”. S. Bernardo de Claraval, SC 43, 4
“Esta es la verdadera sabiduría, este el consejo del sabio, que
quiere que se guarde el corazón con todo el cuidado posible, porque de él
procede la vida”. S. Bernardo de Claraval, QH VII, 12

“No consideremos ya cuál sea la voluntad de Dios para nosotros, sino


cuál sea en sí misma
La vida está en su voluntad, para que no dudemos que es más útil y
completamente más cómodo para nosotros lo que está conforme con su
voluntad. Y si procuramos con toda solicitud conservar la vida de nuestra
alma, debemos procurar con tanta mayor solicitud no aportarnos, en cuanto
podamos, de ella”. S. Bernardo de Claraval, Div 5, 5

Escuela de la filosofía cristiana

S. Bernardo de Claraval
- Div 5, 5
- QH VII, 12
- SC 43, 4

Beato Guerrico de Igny


- Ben I [22], 4

Escuela de la humildad

“Pero veo (no sin mucho dolor) a algunos que, después de haber
dejado la pompa del siglo, aprenden a ser soberbios en la escuela de la
humildad, y bajo de las alas del manso y humilde Maestro muestran mayor
altivez y se hacen más impacientes en el claustro que hubieran sido en el
siglo”. S. Bernardo de Claraval, Miss IV, 10

“Ya ha sido digna de superar la escuela de la humildad. Aquí,


enseñada por el Hijo, aprendió a entrar en sí misma, según aquella
advertencia que le habían insinuado: Si no te conoces, vete y apacienta
tus cabritos. Ha sido digna, repito, de pasar de la escuela de la
humildad a las despensas de la caridad, que son los corazones de los
prójimos. El Espíritu Santo la ha guiado e introducido a través del sello
del amor. Se alimenta con pasas y se robustece con manzanas, las buenas
costumbres y las santas virtudes. Por fin, se le abre la cámara del rey,
por cuyo amor desfallece”. S. Bernardo de Claraval, Hum 21, 3

107
“A Cristo le horrorizan más las asperezas de las costumbres y la
lengua mordaz que las puntas de las espinas, especialmente en aquéllos
que son llamados a la simplicidad del silencio, a la actividad del amor,
a la calma del reposo, a la escuela de la humildad, al voto de
obediencia, al vínculo de la unidad” Gilberto de Hoyland, SC 20, 7

Escuela de la humildad

S. Bernardo de Claraval
- Hum 21, 3
- Miss IV, 10

Gilberto de Hoyland
- SC 20, 7

Escuela de la Iglesia primitiva

“Una vez que el Señor padeció en su carne la pasión y después de


resucitar de entre los muertos y subir al cielo, envió a sus discípulos
el Espíritu Santo que les había prometido, y cuando multiplicándose el
número de los creyentes, comenzó a brillar con mayor esplendor la pureza
de la vida del Espíritu, que llamamos perfecta penitencia, según leemos
en Lucas, la multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola
alma y nadie llamaba suyo a nada, sino que lo poseían todo en común; los
que tenían campos o casas lo vendían y ponían todo su importe a los pies
de los apóstoles.
El mismo san Lucas atestigua el gran respeto que despertaba en el
ánimo de los creyentes aquel admirable género de vida cuando dice que de
los demás nadie se atrevía a mezclarse con ellos; pero la gente les tenía
en gran estima.
Y no sólo brillaba en Jerusalén esta escuela de la Iglesia primitiva
con las enseñanzas celestiales, sino también y de forma muy singular, en
Antioquía con los maestros Pablo y Bernabé, donde por primera vez los
discípulos recibieron el nombre de cristianos.
Filón, el más brillante escritor de los judíos, en el libro que
lleva por título ‘De la Vida Especulativa´, dejó muchas cosas escritas
acerca de los fervorosos deseos de aquellos para con el Señor, así como
dejó de manifiesto que el nombre, la vida, y la institución de los monjes
y cenobitas tomó de ellos origen” EM I, 2

Escuela de la Iglesia primitiva


- EM I, 2

Escuela de la Palabra

“Si se encuentra entre nosotros algún hermano indolente… vaya a


Belén y contemple allí al Verbo de Dios… ¿qué otra cosa podrá de modo
semejante edificar las costumbres, fortalecer la esperanza, inflamar la
caridad?
¿Qué cosa recomienda la disciplina del silencio con tanto peso y
tanta autoridad, qué cosa frena con tanto temor el mal inquieto de la
lengua y las tempestades de las palabras, como la Palabra de Dios
silenciosa en medio de los hombres?
¡Ojalá me fuera permitido enmudecer y humillarme y callar aun de
cosas buenas, para poder prestar un oído más atento y diligente a las
108
palabras misteriosas y a los sentidos sagrados de este divino silencio,
aprender en la escuela de la Palabra permaneciendo en silencio al menos
tanto tiempo como permaneció en silencio bajo la educación maternal!”.
Beato Guerrico de Igny, Nat V [10], 2

Escuela de la Palabra

Beato Guerrico de Igny


- Nat V [10], 2

Escuela de la virtud

“Progresando, pues, continuamente en estas vicisitudes, entre la


visitación de la gracia y la probación de la tentación, en la escuela de
las virtudes, haciendo la visitación que no desfallezca y la tentación
que no se ensoberbezca; finalmente, cambiando el ojo interior con tal
ejercicio, al punto se hace la luz y, deseando adherirse a ella
fielmente, mas no pudiendo por la presión del cuerpo, contra su voluntad
y dolorido, se repliega hacia sí. Gustando un poco cuán suave es el
Señor, retiene su sabor en el paladar del corazón cuando vuelve a su
casa. Con ello sucede que ya no desea ningún bien suyo, sino a Él mismo”.
S. Bernardo de Claraval, Div. 3, 1

Escuela de la virtud

S. Bernardo de Claraval
- Div 3, 1

Escuela pobre

“¡Qué pena tan terrible ver cómo se aleja y desaparece aquel por
quien todo lo han dejado! Privados del novio, los amigos del novio lloran
desconsolados. Y qué angustia la suya, al verse desamparados frente a los
judíos, y sin recibir todavía la fuerza de lo alto. Al separarse de ellos
los bendice, estremecido tal vez en su entrañable ternura, por dejar
menesterosos a los suyos y a su escuela pobre Pero va a prepararles un
sitio, y les conviene estar privados de su presencia humana.”
S. Bernardo de Claraval, Asc II, 3

Escuela pobre

S. Bernardo de Claraval
- Asc II, 3

Espíritu Santo

“El que una vez fue dado al mundo bajo la forma de la carne, también
en ciertos días y horas se da a los fieles bajo la apariencia de pan, es
decir, en el banquete del sacramento; y con mucha frecuencia a horas
inciertas se da a los fervorosos en la dulzura de su Espíritu”.
Beato Guerrico de Igny, Nat II [7], 3

109
“Conserva, por lo tanto, dichoso pecador, conserva con gran
solicitud y diligencia este espíritu, este sentimiento perfectísimo de
humildad y piedad, a fin de sentir de ti según la humildad y del Señor
según la bondad. Nada hay más grande que eso entre los dones del Espíritu
Santo, nada más preciosos en los tesoros de Dios, nada más santo entre
todos los carismas, ni más saludable entre todos los sacramentos”.
Beato Guerrico de Igny, Quad II [21], 4

“1. Hoy diste la benignidad del Espíritu Santo para que nuestra
tierra diera el fruto bendito de su vientre y, al destilar los cielos
desde las alturas, brotara del seno virginal el Salvador.
5. Gracias a ti, Espíritu, que soplas donde quieres. Estoy viendo
con tu ayuda, no una, sino innumerables almas de fieles que están
grávidas de aquel generoso germen. Guarda tu obra, no sea que haya
peligro de algún aborto y quede frustrada la concepción del germen
divino, o nazca muerto”. Beato Guerrico de Igny, Ann II [27], 1.5
“La carne de Cristo es provisión para el camino, su Espíritu,
vehículo”. Beato Guerrico de Igny, Res I [33], 6

“Los que fueron hechos partícipes de Cristo por la comunidad de fe,


la participación en el sacramento y la comunión en el Espíritu Santo, no
sólo deben mantener firme hasta el último día el comienzo de su
naturaleza, sino también procurar aumentarlo diligentemente”.
Beato Guerrico de Igny, Res II [34], 5

“Os digo esto, hermanos: si él no encuentra en nosotros el reposo


que busca, tampoco nosotros encontraremos en él el reposo que anhelamos.
Si Dios mira como hecho a sí mismo todo acto de humanidad para con
uno de sus miembros, ¿cuánto más recordará con gratitud lo que se hace a
su mismo Espíritu diciendo: fui peregrino y me recibisteis? ¿Acaso la
pobreza de muchos santos que no les permite recoger vagabundos ni
alimentar a los hambrientos, podrá mostrarse inhumana e inhospitalaria
con el Señor, que acostumbra a hospedarse principalmente entre los
pobres? ¿En quién reposaré, dice, sino en el humilde? En todas las cosas
busqué reposo, pero lo encontré en mi humilde esclava. No se ha
encontrado otra semejante a ella por la gracia de la humildad. Y ello
hizo que en esta plenitud de humildad reposara corporalmente toda la
plenitud de la divinidad, si bien reposó de otra manera en el Hijo,
porque aunque la Madre es humildísima mucho más humilde es el Hijo.
Por tanto, el Espíritu Santo septiforme, no sólo reposó sobre él,
sino también preparó diversas mansiones de felicísima quietud para
aquellos que aprendieron de él a ser mansos y humildes”.
Beato Guerrico de Igny, Asspt III [49], 4

“¡Oh Dios pródigo de sí más allá del deseo del hombre! ¿Acaso no es
pródigo el que da no sólo sus bienes, sino también a sí mismo para
recuperar al hombre, no tanto para sí como para el propio hombre? ¿Acaso
no es pródigo quien, así como no perdonó a su propio Hijo, sino que lo
entregó por todos nosotros, tampoco perdonó al Espíritu Santo, por así
decirlo, antes lo derramó sobre toda carne con nueva y admirable
largueza?” Beato Guerrico de Igny, Pent I [38], 1

“Pero antes de declarar: La carne no sirve para nada, Jesús había


comenzado por afirmar: Es el espíritu el que vivifica. Una palabra para
los buenos, otra para los malos. Porque el Espíritu de Dios, por la
inteligencia espiritual, es decir, por la verdadera fe en Cristo y por la
sabiduría espiritual, o sea, por el verdadero amor de Cristo, vivifica a
los justos, les da el comprender espiritualmente, el vivir
110
espiritualmente. A ellos van dirigidas estas palabras: Es el espíritu el
que vivifica, y las precedentes: Mi carne es verdadera comida.
Pero los que permanecen ajenos a la inteligencia espiritual, es
decir, a la fe en Cristo, o los que, teniendo fe, están vacíos de
sabiduría espiritual, esto es, de amor a Cristo, estos no son vivificados
por el Espíritu de Dios y no comen espiritualmente la carne de Cristo que
les haría vivir y permanecer en Él y Él en ellos. A ellos, pues, a
quienes la carne no les sirve para nada, Cristo les dice: La carne no
sirve para nada.
Estas sentencias al parecer contradictorias, afirman que la carne es
útil e inútil, dicen que es útil a los espirituales, vivificados por el
Espíritu de Cristo, pero que no sirve absolutamente de nada a los
carnales que no son conducidos por el Espíritu de Dios.
… Cristo dijo: El que cree en mí, según dice la Escritura, ríos de
agua viva brotarán de su seno. Dijo esto del Espíritu que debían recibir
los que creyeran en Él. Y el Apóstol: Todos nosotros hemos bebido de un
mismo Espíritu. He aquí el agua que brotó de la piedra, he aquí la bebida
espiritual que bebieron todos los justos. Ella sacia la sed ardiente, es
el don de ese Espíritu que colma con gozo el deseo de los santos.
Porque el Espíritu es consolador y devuelve la alegría a los corazones
afligidos. Todos los santos se han regocijado en este Espíritu, todos han
recibido este Espíritu. Así pues todos bebieron la misma bebida
espiritual
… Pero si se prefiere referir esas palabras a la roca, la frase
significa que ellos bebían de la roca espiritual que los seguía como se
dice que alguien bebe de una cisterna o de una viña cuando bebe el agua
de esa cisterna o el vino de esa viña. La roca espiritual es Cristo. La
bebida espiritual es el Espíritu Santo que procede de Cristo y es dado
por Cristo a los que creen en Él, según la distribución de las diversas
gracias”. Balduino de Ford, Sac alt II, 4,

“Nuestra fe posee un testimonio mayor que el que procede de la razón


humana. Se apoya en la autoridad divina, que es, sin duda, la razón
suprema, superando, incomparablemente, a la inteligencia del hombre. No
se ha de dar más crédito a lo que llega al corazón desde la razón humana
que a lo que proviene del Espíritu de Dios, quien sugiere toda verdad y
la transmite por una inspiración secreta”.Balduino de Ford, Tract I

“Este impulso de deseo sagrado puede estar expresado con la palabra


alma cuando dice: Amarás con toda tu alma. Y hay en ello razón, pues el
alma es espíritu y, bajo el soplo del Espíritu Santo, ella desea y
suspira, hasta que respire en aquel hacia el cual aspira. Por ello los
santos muy a menudo hacen mención de su alma para expresar sus
deseos”.Balduino de Ford, Tract III

“Así pues, la virtud de los pobres de espíritu debe ser considerada


como una falta de espíritu y una abundancia del mismo. Cuanto menos tiene
alguien de su propio espíritu, tanto más abunda en él el Espíritu de
Dios; cuanto más carece de su propio espíritu, tanto más aprovecha según
el Espíritu de Dios. De ahí que si se busca según qué espíritu son
proclamados los pobres, pareciera corresponder más al Espíritu de Dios
que hace pobres y enriquece, es decir que humilla y enaltece”.
Balduino de Ford, Tract IX

En el momento de nuestra conversión comenzamos a humillamos bajo la


poderosa mano de Dios, a permanecer en reposo ante el Señor y a
estremecernos ante sus palabras. Entonces, también él reposa en nosotros,
como lo atestigua diciendo: ¿Sobre quién descansará mi Espíritu, sino
111
sobre el humilde y reposado, y que tiembla ante mis palabras? Y nosotros
descansamos en él, como dice de nuevo: Aprended de mí porque soy manso y
humilde de corazón y encontraréis reposo para vuestras almas”
Balduino de Ford, Tract V

“Ciertamente, la anchura de esta caridad es la dilatación del


corazón, la cual es también la delectación que se experimenta en la
justicia. Esta difusión de la caridad en nuestros corazones dilatados, es
obra de la caridad de Dios, la del Padre y del Hijo, que obra por el
Espíritu Santo que nos ha sido dado, que también él es el amor del Padre
y del Hijo, la unión de ambos.
… Silenciando por ahora los otros beneficios de Dios, ¡qué exigente
es para nuestra caridad, que Dios nos haya dado a su Hijo único para
hacernos gratos en él, y también nos haya dado al Espíritu Santo para que
preparara nuestro corazón, de modo que el mismo Padre junto con el Hijo y
el Espíritu Santo viniera e hiciera morada en nosotros . Por cierto hay
diversidad de gracias pero la más excelente de todas es la caridad ,
cuya difusión se hace por el Espíritu Santo, y se nos dice, no en vano,
no sin motivo, que el mismo Espíritu nos es dado. Grande y eximio es el
don de la gracia, con el cual el mismo Autor del don se da a sí mismo, no
tolerando ser separado de este don suyo, ni separar de sí este don. Quien
recibe la caridad como don, puede gloriarse con razón en Dios y decir: La
caridad de Dios ha sido derramada en mi corazón por el Espíritu Santo que
me ha sido dad. Y el que tiene palabra de sabiduría, o palabra de
ciencia, o genero de lenguas, o interpretación de palabras inspiradas, o
alguna gracia de dirección u obra caritativa, aunque estos dones sean del
Espíritu Santo, sin embargo, si no tiene caridad, de tal modo no tiene en
sí al Espíritu Santo, cuanto es verdadero aquello que está escrito: El
Espíritu Santo que nos educa huye del engaño”.
Balduino de Ford, Tract XIII

Nosotros tenemos el entendimiento turbio, por no decir ciego; y el


afecto muy sucio y manchado. Pero Cristo da luz al entendimiento, el
Espíritu Santo purifica el afecto”. S. Bernardo de Claraval, Asc III, 2

“El quería darnos un camino a recorrer, un molde que nos moldeara.


Los dejó llorando y subió al cielo. Y envió el Espíritu Santo que unificó
su afecto, es decir su voluntad; y la transformó de tal modo que los que
antes querían retenerle junto a sí, ahora se alegran de su marcha. Se ha
hecho realidad lo que les había dicho: vosotros estaréis tristes, pero
vuestra pena acabará en alegría. Tanto iluminaba Cristo su inteligencia y
tanto purificaba el Espíritu su voluntad, que conocían el bien y lo
amaban de corazón. Ahí está la religión perfecta y la perfección
religiosa”. S. Bernardo de Claraval, Asc III, 4

“Así, pues, los apóstoles no pudieron recibir el Espíritu Santo


hasta que se vieron privados de la carne del Señor, a pesar de ser
santísima y de Santo por excelencia. Y tú, que estás amarrado y hundido
en una carne asquerosa y repleta de quimeras y sueños impuros, ¿cómo vas
a recibir ese Espíritu purísimo, si no te decides y renuncias
incondicionalmente a os consuelos humanos? Es verdad que al principio te
invadirá la tristeza; pero si perseveras, esa tristeza se convertirá en
gozo. El afecto se purificará y se renovará la voluntad. Mejor dicho, se
creará otra nueva. Y lo que antes te resultaba difícil o imposible, lo
harás con gusto y grandes deseos.
Envía, Señor, tu Espíritu, y renueva la faz de la tierra. Al hombre
se le conoce exteriormente por el rostro, e interiormente por la
voluntad. Cuando viene el Espíritu se crea y renueva la faz de la tierra,
112
es decir, la voluntad terrena se convierte en celeste, dispuesta a
obedecer antes de que le manden. ¡Dichosos estos que no sienten el mal, y
viven siempre con el corazón dilatado!”.
S. Bernardo de Claraval, Asc III, 8

“Hermanos, hoy nos han llevado a nosotros el novio, y nuestro


espíritu no está completamente tranquilo. Lo han hecho para enviarnos el
Espíritu de la verdad. Oremos e imploremos que nos encuentre preparados,
y que él mismo nos prepare y llene la casa en que vivimos. Que no sea la
inquietud, sino la unción la que nos enseñe todas las cosas. Y así, una
vez iluminado el entendimiento y purificado el afecto, venga a nosotros y
viva con nosotros.
La serpiente de Moisés devoró las serpientes de los adivinos: así
hará también éste cuando venga, absorberá todos los consuelos terrenos y
encontraremos solaz en el trabajo, gozo en las dificultades y gloria en
los ultrajes. Lo mismo que los Apóstoles, ebrios del Espíritu, salieron
del consejo contentos de haber merecido aquel ultraje por causa de Jesús.
El Espíritu de Jesús es un espíritu bueno, santo, recto, dulce y
poderoso; lo que nos parece ingrato, difícil y austero lo convierte en
fácil y agradable. De la injuria hace una fuente de gozo, y del desprecio
la mayor alabanza”. S. Bernardo de Claraval, Asc III, 9

“San Lucas nos recomienda, en breves palabras, tres virtudes de la


Iglesia primitiva. Después de la ascensión del Señor nos dice que todos
se dedicaban a la oración en común esperaban el consuelo celestial que
les había prometido.
…Pero perseveraban también con gran longanimidad, como dice el
Profeta: Aunque tarde, espéralo, que ha de llegar sin retraso. Y la
unanimidad está tan a la vista que ella sola merece los carismas del
Espíritu divino. Dios no quiere la desunión sino la paz, y que todos
vivan en una casa con idénticas costumbres”.
S. Bernardo de Claraval, Asc, V, 1

“Para prepararnos a recibir esta gracia en la medida de nuestra


pequeñez, procuremos, hermanos, humillarnos en todo y vaciar nuestro
corazón de los míseros y caducos consuelos. Y ante la proximidad de este
día tan solemne, perseveremos unidos en la oración; con todo fervor y
confianza, para que el Espíritu se digne visitarnos, consolarnos y
confirmarnos. Que ese Espíritu suave, dulce y fuerte fortalezca nuestra
debilidad, suavice nuestras asperezas y unifique los corazones. Es una
misma cosa con el Padre y e Hijo, pero es distinto de ellos: los tres son
una realidad y esa única realidad son tres. Así lo confiesa fielmente la
Iglesia católica, adoptada por el Padre, desposada por el Hijo y
confirmada por el Espíritu Santo. En ellos hay una misma substancia y una
misma gloria por los siglos de los siglos. Amén”.
S. Bernardo de Claraval, Asc VI, 15

“Siempre lo he dicho y la sostengo: lleváis una forma de vida santa,


honesta, dechado de castidad, singular por su discreción, fundada por los
Padres, inspirada en el Espíritu Santo, especialmente idónea para la
salvación de las almas”. S. Bernardo de Claraval, Apo 4, 1

“A fin de hacernos conformes a su imagen es preciso que nos vayamos


transformando en su imagen, de gloria en gloria, movidos por el Espíritu
del Señor. Por lo tanto, si es por el Espíritu del Señor no es por el
libre albedrío. Y nadie piense que el libre albedrío tiene ese nombre
porque tiene idéntico poder y facultad para hacer el bien o el mal. Puede

113
caer en el mal y no puede salir del mismo si no es por el Espíritu del
Señor”. S. Bernardo de Claraval, Gra 35, 1

“Entre el Espíritu divino y el espíritu carnal se encuentra en el


hombre lo que se llama libre albedrío, es decir, la voluntad humana. Está
suspendida entre ambos como en el fondo de una abrupta montaña. Y se
encuentra tan debilitada por el apetito carnal que, si el Espíritu no
acudiera continuamente en auxilio de su debilidad con la gracia, no
podría subir de virtud en virtud hasta la cumbre de la justicia o a los
montes de Dios de que habla el profeta”.
S. Bernardo de Claraval, Gra 41, 2

“Fíjate ahora en la obra del Espíritu Santo: La caridad inunda


nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado. La caridad
es un don del Espíritu Santo. Por ella, todos los que han seguido las
enseñanzas del Hijo y se han iniciado en el primer grado de la verdad
mediante la humildad, comienzan a progresar y llegan, aplicándose en la
verdad del Espíritu Santo, al segundo grado por medio de la compasión al
prójimo”. S. Bernardo de Claraval, Hum 20, 3

“De esta primera unión entre la Palabra y la razón nace la humildad.


Luego el Espíritu Santo se digna visitar la otra potencia llamada
voluntad, todavía inficionada por el veneno de la carne, pero ya
ilustrada por la razón. El Espíritu la purifica con suavidad, la sella
con su fuego volviéndola misericordiosa. Lo mismo que una piel, empapada
por un líquido, se estira, la voluntad, bañada por la unción celestial,
se despliega por el amor hasta sus mismos enemigos. De esta segunda unión
del Espíritu Santo con la voluntad humana nace la caridad”.
S. Bernardo de Claraval,Hum 21, 2

“Cuando el enfermo se haya limpiado de estas siete especies de


lepra, con siete baños, pida los siete alimentos o dones del Espíritu
Santo. Así como antes de la pasión del Señor encontramos en su vida siete
purificaciones, también en las siete apariciones que siguieron a la
resurrección podemos ver los siete dones del Espíritu Santo. En la
primeras manifiesta el espíritu de temor: un ángel desciende del cielo
ante las mujeres y tiembla la tierra. Ellas se atemorizan y el ángel las
anima. A Simón se apareció en el espíritu de piedad: condescendencia
grande y digna de Jesús el Señor, querer aparecerse a él personalmente y
antes que a los demás; a conciencia le atormentaba más que a ninguno,
pero donde proliferó el pecado sobreabundó la gracia.
Con el espíritu de sabiduría explicó las Escrituras a los peregrinos
de Emaús, comenzando por Moisés y siguiendo por los Profetas. Por el
espíritu de fortaleza entró en casa con las puertas cerradas, y mostró
las manos y el costado, lo mismo que se muestran en señal de valor los
agujeros de los escudos. Con el espíritu de consejo indicó a los que no
habían pescado nada que echaran la red a la derecha. Con el espíritu de
inteligencia les abrió el entendimiento para que comprendieran las
Escrituras. Y con el espíritu de sabiduría se apareció a los cuarenta
días y vieron su ir al Hijo del hombre a donde estaba antes. Hasta ese
día salvaba a quienes creían en él por la locura de la predicación; mas
cuando subió al Padre comenzó a manifestarse como verdadera sabiduría”.
S. Bernardo de Claraval, Res 3, 6

“Contemplad a la nueva esposa recibiendo un beso nuevo, pero no de


la boca, sino del beso de la boca: Sopló sobre ellos Jesús sobre los
apóstoles, esto es, sobre la primitiva Iglesia y dijo: Recibid el
Espíritu Santo. Este fue el beso. ¿Cuál? ¿Aquel soplo? No; el Espíritu
114
invisible, infundido con el soplo del Señor, como para dar a entender con
ello que también procede del Padre como un verdadero beso, común para el
que lo recibe y para el que lo da. La esposa se satisface con ser besada
con el beso del esposo, aunque no sea directamente con la boca. Ser
besada por el beso no lo considera baladí ni trivial, porque no es ni más
ni menos que la infusión del Espíritu Santo. Si pensamos que es el Padre
quien besa y el Hijo quien recibe el beso, concluiremos rectamente que el
beso es el mismo Espíritu Santo, paz imperturbable, nudo indisoluble,
amor inseparable, unidad indivisible del Padre y del Hijo”.
S. Bernardo de Claraval, SC 8, 2

“4. Alguno dirá: Si ha dicho que la vida eterna es reconocer al


Padre y al Hijo, pero no ha mencionado al Espíritu Santo, ¿será necesario
conocerlo? Sí; porque si se conoce perfectamente al Padre y al Hijo,
¿cómo es posible ignorar al Espíritu Santo, que es la bondad mutua de
ambos? Tampoco puede conocer una persona íntegramente a otra, si se le
oculta su buena o mala voluntad. Además, al afirmar: Esta es la vida
eterna, reconocerte a ti como verdadero Dios y a tu enviado Jesús como
Mesías, si esa misión manifiesta tanto la obediencia voluntaria del Hijo
como la benignidad del Padre, indudablemente no se omitió al Espíritu
Santo, ya que expresamente se revelaba en la gracia que los dos nos
dispensaron. Porque el Espíritu Santo es el amor y la benignidad del
Padre y del Hijo.
5. Por esta razón, cuando la esposa pide el beso ruega que se le
infunda la gracia de este triple conocimiento, en cuanto esta carne
mortal puede recibirla. Mas la pide al Hijo, pues corresponde al Hijo
revelarlo a quien le plazca. Se revela, por tanto, el Hijo a sí mismo a
quien él quiere, y revela también al Padre. Y lo revela sin duda mediante
el beso que es el Espíritu Santo. Así lo atestigua el Apóstol: A nosotros
nos lo reveló Dios por medio de su Espíritu. Pero al comunicar el
Espíritu mediante el cual se manifiesta, revela también a ese Espíritu:
dando, revela; y revelando, da. Es más: la revelación verificada por el
Espíritu Santo, no sólo es una iluminación del conocimiento, sino también
fuego del amor, como dice el Apóstol: El amor que Dios nos tiene inunda
nuestro corazones por el Espíritu que nos ha dado”.
S. Bernardo de Claraval, SC 8, 4.5

“Finalmente, el Señor promete a los que presiden rectamente la


administración de todos sus bienes. Pero son pocos los que saben presidir
bien, y muy pocos los que gobiernan con humildad. Cumplirá fácilmente
ambas cosas el que haya alcanzado la discreción, madre de todas las
virtudes, porque se embriagará con el vino del amor hasta despreciar su
propia gloria, olvidarse de sí mismo y no buscar sus intereses; todo lo
cual se consigue dentro de la bodega del vino, bajo el magisterio
exclusivo y maravilloso del Espíritu Santo”.
S. Bernardo de Claraval, SC 23, 8

“No ignores que también el Espíritu Santo sigue este mismo proceso
en la formación espiritual del alma; a saber, antes de recrear la vista
educa el oído. Por eso dice: Escucha, hija, y mira. ¿Por qué fuerzas la
vista? Dispón tus oídos. ¿Deseas ver a Cristo? Primero debes oírle, oír
lo que te dicen de él”. S. Bernardo de Claraval, SC 28, 7

“¿Quién será capaz de vigilar y observar con diligencia sus


estímulos internos, que se agitan en él o nacen de él, de modo que en
cada sentimiento ilícito de su corazón pueda discernir claramente entre
la pasión de su espíritu y la mordedura de la serpiente? Yo creo que no
lo consigue ningún mortal, a no ser que, iluminado por el Espíritu Santo,
115
reciba aquel don especial que el Apóstol designa como discernimiento de
espíritus entre los diversos carismas que enumera”.
S. Bernardo de Claraval, SC 32, 6

“Si te sientes movido por estos impulsos del Espíritu Santo y te


apasiona convertir tu alma en esposa de Dios, esfuérzate por embellecer
las dos mejillas de tu intención”. S. Bernardo de Claraval, SC 40, 4

57.Esta mutua dilección entre el Padre y el Hijo es amor mutuo,


abrazo entrañable, caridad dichosísima: por ella el Padre reposa en el
Hijo y el Hijo en el Padre. En efecto, ese reposo imperturbable de ambos,
esa paz sincera, tranquilidad eterna, bondad incomparable y unidad
indivisible, eso que es único para los dos, o que más bien los unifica, a
ese espíritu dulce, suave y jubiloso lo llamamos Espíritu Santo. Y se
cree que asumió con toda propiedad este nombre porque consta que es común
a los dos.
58. Es verdad que el Padre y el Hijo son Espíritu y ambos son
santos; pero el que es propio de ambos, esto es, la caridad y unidad
consustancial de ambos, se llama con propiedad Espíritu Santo”.
S. Elredo de Rieval, Spec I, 57.58

“Y la misma voluntad de Dios es su propio amor, el cual no es sino


el Espíritu Santo por el cual se derrama la caridad en nuestros
corazones. Esta efusión del amor es la unión de la voluntad divina y
humana, o más bien la sumisión de la voluntad humana a la voluntad
divina. Esto sucede cuando el Espíritu Santo, que es la voluntad y el
amor de Dios, y es Dios, se introduce e infunde en la voluntad humana y
elevándola de las realidades inferiores a las superiores, la transforma
totalmente en su condición y cualidad, para que adhiriéndose a él con el
aglutinante indisoluble de la unidad llegue a ser un espíritu con él,
como lo dice claramente el Apóstol: El que se adhiere al Señor se hace un
espíritu”. S. Elredo de Rieval, Spec II, 53

“Toda obra buena se inicia por la fe en el único Dios, y se realiza


por los siete dones del Espíritu Santo, para culminar en aquel que es
verdaderamente uno y todo lo que somos se haga una sola cosa con él”.
S. Elredo de Rieval, Spec III, 1

“El afecto espiritual puede entenderse bajo dos aspectos, es decir,


el alma se siente impulsada por un afecto espiritual cuando la mente,
estimulada por una visita oculta y casi imprevista del Espíritu Santo, se
entrega a saborear el amor divino, o la dulzura de la caridad fraterna”.
S. Elredo de Rieval, Spec III, 31

“El Espíritu Santo, amadísimos, ha sido dado hoy desde el cielo, él


que otrora fuera dado en la tierra; el mismo es el don, él mismo es quien
lo da, y los que lo reciben son los mismos. Y por eso, pareciera que hay
que indagar por qué obró así aquél que no pudo obrar en nada sin causa
razonable. Sin embargo, aquél que recibió al mismo tiempo y de una sola
vez la plenitud de este Espíritu Santo por el cual fue concebido, lo
distribuyó a quienes quiso, cuando quiso y cuánto quiso. Él, que no lo
recibió con medida, lo distribuyó solamente con medida. De ahí lo que
dice el Apóstol: A cada uno de nosotros ha sido dada la gracia en la
medida del don de Cristo”. Isaac de Stella, Pent I [43], 1

“8. Porque cincuenta días después de la santa Pascua, el Espíritu


Paráclito -en el cual reside todo el reposo sabático de los santos, en la
tranquilidad y la paz, apartados de toda obra mala y entregados a toda
116
obra buena y por encima de toda obra- invadió copiosamente los corazones
de los discípulos con la plenitud de la vid verdadera, de la cual el
Padre es el viñador; quien, a sus almas, como toneles sumamente
purificados y sujetos por el Hijo de Dios, las llenó con el vino fuerte y
claro.
9. Ciertamente, el Espíritu del señor enviado por el Padre y el Hijo
llenó el universo; y en su fuerza, reivindicando todo para sí: la
memoria, el sentido, la voluntad, abarcó todo a la vez; poniéndolo
completamente fuera de sí, a modo de un vino fortísimo, le enseñó su
propia ciencia de la palabra, de modo que, sobriamente ebrio, no fuese
más su sentido y su espíritu los que lo impulsaran, lo rigieran, lo
hicieran hablar, sino que todo se obrase por el calor, el aroma y la
fuerza del vino.
10. Con razón pues, también los judíos consideraban que están llenos
de vino nuevo, aquéllos a los que el Espíritu había llenado. Ciertamente,
estaban embriagados, pero de la abundancia de la casa de Dios. Ahora
bien, la casa del Padre es el Hijo, y la casa del Hijo es el Padre. ¿No
sabéis, dice, que el Padre está en mí y yo en el Padre? Pero la
abundancia y la plenitud de ambos es el Espíritu Santo, torrente también
de sus delicias, donde los discípulos se habían abrevado y embriagado. En
el Padre y el Hijo, el Espíritu es la fuente inagotable de abundancia;
torrente de delicias para los discípulos, y a partir de ellos, torrente
desbordante de gloria para las naciones”.
Isaac de Stella, Pent II [44], 8-10

“Por consiguiente, de algún modo Cristo es mediador para la


justicia; el Espíritu, para la caridad. Cristo, para la remisión; el
Espíritu, para la conservación. Cristo, para la indulgencia; el Espíritu
para la perseverancia. Cristo, para la absolución; el Espíritu para la
unión. Sin embargo, indivisamente, Cristo obra todo y todo obra el
Espíritu”. Isaac de Stella, Pent III [45], 14

“264. Por eso al enumerar los ejercicios espirituales, el Apóstol


introduce sabiamente al Espíritu Santo cuando dice: En castidad, en
ciencia, en longanimidad, en suavidad, en el Espíritu Santo, en caridad
no fingida, en palabras de verdad, con fortaleza de Dios. Fíjate cómo
coloca al Espíritu Santo en medio de importantes virtudes, como el
corazón en medio del cuerpo, como autor, ordenador y vivificador de todo.
265. Él es, en efecto, el artífice omnipotente que crea la voluntad
buena del hombre hacia Dios y la benevolencia de Dios hacia el hombre; Él
enciende el afecto, otorga la virtud, alienta las buenas obras, ordena
todo con firmeza y lo dispone con suavidad.
266. Él es el que vivifica el espíritu del hombre y lo mantiene
unido, como el alma vivifica y mantiene unido el cuerpo. Los hombres
pueden enseñar a buscar a Dios y los ángeles a adorarle; pero sólo el
Espíritu Santo enseña a encontrarle, poseerle y gozarle. Él es la
diligencia del que busca el bien, la piedad del que adora en espíritu y
en verdad, la sabiduría del que encuentra, el amor del que posee, y el
gozo del que disfruta”. Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 264-266

Espíritu Santo

Guillermo de Saint-Thierry
- Ep frat 264-266

S. Bernardo de Claraval
- Apo 4, 1
117
- Asc III, 2
- Asc III, 4
- Asc III, 8
- Asc III, 9
- Asc V, 1
- Asc VI, 15
- Gra 35, 1
- Gra 41, 2
- Hum 20, 3
- Res 3, 6
- SC 8, 2
- SC 8, 4.5
- SC 23, 8
- SC 28, 7
- SC 32, 6
- SC 40, 4

Beato Guerrico de Igny


- Nat II [7], 3
- Quad II [21], 4
- Ann II [27], 1.5
- Res I [33], 6
- Res II [34], 5
- Asspt III [49], 4
- Pent I [38], 1

S. Elredo de Rieval
- Spec I, 57.58
- Spec II, 53
- Spec III, 1
- Spec III, 31

Isaac de Stella
- Pent I [43],1
- Pent II [44], 8-10
- Pent III [45], 14

Balduino de Ford
- Sac alt II, 4
- Tract I
- Tract III
- Tract V
- Tract IX
- Tract XIII

Estabilidad

“De la misma manera, no es posible que el justo, plantado en la casa


del Señor pueda arraigarse ni establecerse en la caridad si no se detiene
y permanece en su lugar. Porque si no está enraizado, no podrá florecer
ni dar fruto que permanezca.
…¿quieres saber cuál es la estabilidad necesaria en un lugar para
permanecer en la sabiduría, a fin de poder arraigar y fructificar en su
tiempo? Pregunta a tu padre Benito y te dirá que el claustro del
monasterio y la estabilidad en la comunidad es el lugar idóneo para
producir fruto de todas las virtudes”.
Beato Guerrico de Igny, Ben I [22], 2
118
“Por consiguiente, para que repose en vosotros, hermanos míos; aquel
que ama y da la quietud, conforme al consejo del apóstol, trabajad por
vivir en tranquilidad. ¿De qué manera conseguiréis esto? [Pablo] añade;
Cumplid vuestro deber y trabajad con vuestras manos. El trabajo es un
peso que, así como el lastre nivela a la nave, comunica descanso y
estabilidad a los corazones inquietos, y además afirma y pone en orden el
estado del hombre exterior”. Beato Guerrico de Igny, Asspt III [49], 5

“Es imposible que el hombre se consagre con fidelidad a una obra, si


antes no ahínca tesoneramente su cuerpo en algún lugar. El que por huir
de la enfermedad de su espíritu, anduviese de un lugar para otro, sería
como el que quisiera escapar de la sombra de su cuerpo. Huye de sí mismo,
da vueltas en rededor de sí mismo: trueca el lugar, mas no el ánimo. En
todas partes se encuentra igual, si no es que el cambio lo hace peor,
como suele empeorar el enfermo que es llevado con violencia de una parte
a otra. Dese cuenta de que está enfermo y trate de hallar la causa de su
enfermedad. Si el descanso no se rompe, los remedios aplicados
continuamente pronto aprovecharán y el espíritu se verá libre de
divagaciones, de servidumbre, para entregarse todo a Dios. Muchos y
enérgicos cuidados exige una naturaleza no ya manchada sino infectada.
Manténgase, pues, en completo reposo en su enfermería –así suelen llamar
los médicos al lugar donde se curan las enfermedades- y continúe tomado
los remedios recomendados hasta su completa curación”.
Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 53

“Veamos ahora hasta qué punto debemos mantener la estabilidad en el


lugar los que hemos firmado la cédula de profesión, y si se dan motivos
por los que se pueda o convenga infligir lo prometido. En toda esta
cuestión, por lo visto, también tenéis vuestros reparos. En líneas
generales os digo que a nadie se le permite apearse de un bien al que se
consagró de una vez para siempre; y todo para cambiarse del lugar que
cada cual libremente eligió y al que se comprometió con toda su alma con
una promesa pública. No puedo admitir semejante actitud. El santo papa
Gregorio opina lo mismo que yo. Dice: Los perfectos se controlan con una
enorme clarividencia para no deslizarse hacia lo peor en sus obras o en
sus pensamientos. Lo que en cierto modo presintió este hombre apostólico
había llenado ya de satisfacción a Pablo cuando decía: Olvidando lo que
está atrás, me lanzo a lo que está delante. El mismo profeta Ezequiel se
refería a esto mismo cuando trataba sobre los animales santos: No se
volvían al caminar, caminaban de frente. Coinciden todos en la misma
forma de sentir. Así se cumple el aforismo del Maestro expresado en el
Evangelio: El que pone la mano en el arado y sigue mirando atrás, no vale
para el Reino de Dios. Exíjase, por tanto, el compromiso de la
estabilidad al flojo y apocado, al evasivo contencioso, al holgazán y
curioso, y a todos los tocados por la ligereza de la inconstancia.
Manténgase una cierta indulgencia con los profesos, fieles a la
conversión de costumbres y a la obediencia según la Regla. Y si el
ambiente de maldad y la carencia de espíritu religioso en las comunidades
fuese un obstáculo serio, yo aconsejaría sin dudar un cambio de lugar,
impulsado por el Espíritu de libertad, donde la persona pueda sin
tropiezos ofrecer a Dios los votos que pronunciaron sus labios. Aquí
viene aquello de que con el santo santo serás, y con el perverso te
pervertirás”. S. Bernardo de Claraval, Pre 44

“Aquello que prometimos, y en cuya observancia y perseverancia


hemos puesto como testigos a Dios y a los santos. ¿De qué se trata? De la

119
estabilidad en nuestro monasterio, de la conversión de nuestras
costumbres y de la obediencia según la Regla de San Benito”.
S. Elredo de Rieval, Spec III, 83

Estabilidad

Guillermo de Saint-Thierry
- Ep frat 53

S. Bernardo de Claraval
- Pre 44

Beato Guerrico de Igny,


- Ben I [22], 2
- Asspt III [49], 5

S. Elredo de Rieval
- Spec III, 83

Experiencia de Dios

“Sabéis que, según enseña el Apóstol, en la resurrección, después de


haber sido revestidos de cuerpos nuevos, seremos arrebatados sobre las
nubes al encuentro de Cristo en los aires y así estaremos siempre con el
Señor.
Tampoco al presente -si no somos perezosos o estamos demasiado
apegados a las cosas terrenas- faltan nubes que eleven nuestros espíritus
hacia las regiones más altas; y entonces podremos estar siempre con el
Señor, o por lo menos media hora. Si no me engaño, vuestra experiencia
sabe muy bien de lo que estoy hablando: cuando en otro tiempo las nubes
hicieron oír su voz, es decir, resonaron en la Iglesia las voces de los
profetas y de los apóstoles, vuestros espíritus como llevados por las
nubes se elevaron hacia aquellas alturas sublimes. Y algunas veces fueron
arrebatados hasta contemplar, aunque sólo fuera un poquito, la gloria del
Señor”. Beato Guerrico de Igny, Adv II [2], 3

“Sin embargo para que esto suceda, es decir, para que veamos como en
un espejo, es preciso, no sólo que la superficie de nuestro espejo esté
exenta de toda imagen o sombra de las cosas corporales, sino también que
el Ser sublime que habita en una luz inaccesible se digne inclinarse
hasta nosotros y manifestársenos, al menos por la sombra de su
imagen...no podemos ver a Dios ni en espejo ni en imagen si su majestad
no se inclina y no aparece el favor de su gracia.
En realidad, lo que se llama sombra en comparación con la verdad
manifiesta es, de ordinario, de una gloria y un esplendor inefables, esto
es, en aquellos cuya alma es un espejo transparente. Pablo, consciente de
esta feliz experiencia, habla de sí mismo y de sus semejantes: Todos
nosotros, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, somos
transformados en la misma imagen de claridad en claridad, como por el
Espíritu del Señor”. Beato Guerrico de Igny, PP III [46], 4

“¿Acaso no gustaron el don celestial y se hicieron partícipes del


Espíritu Santo? ¿No gustaron la palabra buena de Dios y los prodigios del
mundo futuro? Y si no gustaron la palabra buena de Dios ¿por qué tantas
veces brotó de su corazón una palabra buena, cuando del recuerdo de la
abundancia de su suavidad sus labios prorrumpieron en un himno? Ahora
120
asisten a las divinas alabanzas y dormitan, o bien su imaginación se
entretiene en cosas ociosas o aun perniciosas; sentados ante el libro,
bostezan; escuchan la palabra de exhortación, y de sólo escucharla se
cansan; pasan de unos pastos a otros, y tanto éstos como aquéllos les
causan hastío; se hallan de continuo en medio de alimentos de vida, y se
mueren de hambre.
Después de aquella feliz experiencia, del suave gustar de la dulzura
celestial, ¿cómo se introdujo tan grande olvido, tanto descuido del bien,
tanta languidez en el espíritu?”. Beato Guerrico de Igny, Pent I [38], 4

“Aquel a quien el Señor visita, no puede verlo antes de poseerlo,


cumpliéndose lo que el santo Job declaraba de sí mismo: Si viene a mí, yo
no lo veo; si se retira, no lo conozco. No se lo ve venir, ni se conoce
cuándo se retira; sólo mientras está presente se conoce lo invisible y se
comprende lo ininteligible.
Por lo demás, cuán admirable sea esta venida del Señor aunque
oculta, cuán suave y agradable sorpresa causará y cómo arrebatará al alma
que lo contempla, cómo todos los huesos del hombre interior exclamarán:
Señor, ¿quién es semejante a ti?, esto lo saben quienes lo han
experimentado y ojalá lo deseen experimentar también quienes no lo han
hecho, con tal de que no sea una curiosidad temeraria lo que los induzca
a escrutar la majestad, a riesgo de ser ofuscados con su gloria, sino más
bien que un amor lleno de respeto los haga suspirar por el Amado para ser
acogidos en su gracia.
…Así pues, hermanos, nosotros, que aún no hemos tenido el consuelo
de tan sublime experiencia, mientras esperamos con paciencia la venida
del Salvador, consuélenos entre tanto una fe firme y una conciencia
pura”. Beato Guerrico de Igny, Adv II [2], 4

“No alegra el gozo de la visión si primero no seduce el favor de lo


que se cree, ya que si no creemos no entenderemos, ni gustaremos qué
suave es el Señor. La fe exhala el perfume; la experiencia gusta y
disfruta”. Beato Guerrico de Igny, Nat BVM I [51], 4

“Si después de estos tres grados, fe, justicia y ciencia, y a través


de ellos alguien llega a la sabiduría, es decir al sabor y gusto de las
realidades eternas, y puede reposar y ver y, viendo, gustar cuán suave es
el Señor, y le es revelado por el Espíritu lo que ni el ojo vio, ni el
oído oyó ni el corazón del hombre llegó a sospechar, diré que sin duda
éste ha sido magnífica y gloriosamente iluminado como quien contempla al
descubierto la gloria del Señor y sobre quien nace a menudo la gloria del
Señor. A él le habla, no el profeta, sino el Espíritu de los profetas:
Levántate, Jerusalén, resplandece, porque ha venido tu luz y la gloria
del Señor ha nacido sobre ti.
Hermanos, no todos entendemos esta palabra, pero el que pueda
entender que entienda. No será condenado quien no entiende; pero el que
desea entender será inculpado de negligencia. El que lo desea, sepa que
una oración fervorosa enciende la luz de la sabiduría, así como la
lectura frecuente enciende la luz de la ciencia, con tal de que cuando
leas emplees una antorcha ardiente, es decir, la justicia de las obras y
la experiencia de los sentidos espirituales”.
Beato Guerrico de Igny, Epi III [13], 7

“Podéis tomar el ejemplo de la misma oración diaria: siempre el fin


de la oración es mejor que el comienzo, para justificar aquel consejo tan
reiterado del Señor, confirmado con multitud de ejemplos, de la
perseverancia en la oración”. Beato Guerrico de Igny, Ben I [22], 5

121
“Pero tú no desconocías mis huesos -dice el santo de Dios- cuando me
formaste en lo oculto del corazón, tras el secreto del silencio.
No os está oculto este misterio, hermanos míos; de vuestra
experiencia y de vuestras confidencias soy testigo. El espíritu pacífico
y modesto se fortalece, crece y florece con el silencio; en cambio las
conversaciones, como la parálisis, lo disipan y relajan, lo enflaquecen y
desecan hasta que muere de aridez”.
Beato Guerrico de Igny, Ann III [28], 5

“Jesús no sólo se digna salir al encuentro y manifestarse a quienes


se entregan a la contemplación, sino también a los que andan justa y
piadosamente por los caminos de la acción.
La experiencia de algunos de vosotros -si no me equivoco- sabe que a
menudo Jesús, a quien buscaron como en un sepulcro junto a los altares
sin encontrarlo, inesperadamente les salió al encuentro en el camino de
sus trabajos. Entonces [éstos de quienes hablo] se acercaron a él y
retuvieron sus pies, ya que la pereza no retuvo sus pies a causa de su
deseo de Jesús. Por lo tanto, hermano, no ahorres a tus pies las idas y
venidas de los trabajos, cuando Jesús a causa tuya no ahorró a sus pies
ni aun el dolor de los clavos, y ahora no rehúsa recompensar y aligerar
las fatigas de tus pies dejándote abrazar y besar los suyos. En efecto,
qué gran consuelo si él se une a ti como compañero de camino y con el
admirable deleite de su conversación te quita la sensación de fatiga,
abriéndote el espíritu para que comprendas las Escrituras, que tal vez
sentado en tu casa leías y no entendías.
Os pregunto, pues, hermanos míos a quienes algunas veces el favor
divino concedió tal experiencia: ¿acaso vuestro corazón no ardía en
vosotros a causa de Jesús, cuando os hablaba en el camino y os abría el
sentido de las Escrituras? Recuérdenlo quienes han tenido esta
experiencia y canten en los caminos del Señor cuán grande es la gloria
del Señor. Procuren experimentarlo los inexpertos para que también ellos
puedan cantar alguna vez las justicias del Señor en el lugar de su
peregrinación y aflicción”. Beato Guerrico de Igny, Res III [35], 4

“No te serviré, dijo el hombre al Creador. Por lo tanto yo te


serviré a ti, dijo el Creador al hombre. Tú recuéstate, yo te serviré, yo
te lavaré los pies. Tú descansa; yo llevaré sobre mí tus enfermedades,
cargaré con tus debilidades. Utilízame según tu voluntad en todas tus
necesidades, no sólo como siervo, sino también como jumento tuyo y
peculio tuyo. Si estás cansado o agobiado por la carga, yo te llevaré a
ti y a tu carga para cumplir, yo primero, mi ley, Llevad los unos de los
otros y así cumpliréis la ley de Cristo. Si padeces hambre o sed, y no
tienes a tu disposición nada mejor, ni tampoco un ternero cebado
preparado para ti, heme aquí dispuesto a ser inmolado para que comas mi
carne y bebas mi sangre. Y no temas que por la muerte del siervo su
servicio sufra detrimento, aun después de ser comido y bebido permaneceré
para ti entero y vivo, y te serviré como antes. Si eres llevado cautivo o
vendido, heme aquí, véndeme y con mi precio, o conmigo mismo como precio,
rescátate. Parezco un esclavo de poco valor, pero, si bien soy capturado
de noche y a escondidas, si bien soy comprado por los avarísimos
sacerdotes judíos, no obstante podré ser valorado en treinta monedas de
plata. Con este precio mío se podrá comprar una sepultura destinada a los
peregrinos, y mi vida será el precio para comparar la vida de los
sepultados. Si te enfermas y temes la muerte, yo moriré por ti, para que
con mi sangre te prepares medicamentos de vida”.
Beato Guerrico de Igny, Palm I [29], 1

122
“1. Cubres también con aguas los espacios más altos, con los cuales,
a través de secretas cataratas empapas la tierra de nuestro corazón, para
que abunden sus frutos de trigo, vino y aceite y no nos afanemos
inútilmente en busca de nuestro pan, sino que quienes buscamos
encontremos, los que encontramos nos alimentemos y experimentemos qué
dulce eres, Señor
2. Resuene, pues, buen Jesús, tu voz en mis oídos, para que aprenda
cómo debe amarte mi corazón, te ame mi mente y te amen hasta las entrañas
de mi alma. Que te abrace la médula de mi corazón, pues eres mi bien
único y verdadero, mi gozo dulce y exquisito. Pero ¿qué es el amor, Dios
mío? Si no me engaño es una admirable complacencia del alma, tanto más
dulce cuanto más pura, tanto más suave cuanto más verdadera, tanto más
gozosa cuanto más amplia. Es el paladar del corazón que te saborea,
porque eres dulce; es el ojo que te ve, porque eres bueno; y es el
espacio capaz de acogerte, a ti que eres inmenso. Pues quien te ama te
contiene, y te contiene en la medida que ama, porque tú eres amor, eres
caridad. Esa es la opulencia de tu casa de la que se embriagarán tus
amados, los que se pierden a sí mismos para pasar a ti”.
S. Elredo de Rieval, Spec I,1-2

“Los que te aman, descansan en ti; allí está el verdadero descanso,


la verdadera tranquilidad, la verdadera paz, el verdadero sábado del
alma”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 52

“Ese sueño es aquel en que tras sosegarse los sentidos carnales y


alejar de lo íntimo del corazón las preocupaciones temporales, el alma
santa descansa en la suavidad de Dios, saboreando y percibiendo qué dulce
es el Señor, y qué dichoso el que confía en él”.
S. Elredo de Rieval, Spec I, 67

“En toda nuestra mendicidad, pobreza, indigencia, necesidad y


tribulación, no hay quien nos parta el pan, nadie que nos alimente, nadie
que nos dé fuerza, nadie más que tú, Dios nuestro.En toda consolación que
nos envías, recogemos las migajas de este pan que tú partes, y gustamos,
por experiencia, cuán dulce es tu misericordia”.
Balduino de Ford, Sac alt II, 1

“¡Sostenedme con flores! ¡Ojalá se endulce en nosotros y nosotros en


él, el rocío del Hermón que desciende sobre los montes de Sión y
elaborara en nosotros esa miel, como la que se encuentra en la Tierra
prometida! ¡Que gustemos de antemano ahora, y después, al gustar más
plenamente, podamos decir por experiencia los que gustamos y vemos cuán
suave es el Señor: ¡Qué grande, Señor, la abundancia de la dulzura que
reservas a los que te temen, tú la brindas a los que esperan en ti!”.
Balduino de Ford, Tract IX

“Podrás ciertamente, oh alma, conocer a Dios íntimamente en tu misma


naturaleza, como en su imagen, si no estás envuelta en las mismas
tinieblas del pecado”. Balduino de Ford, Tract XV

“Se me dio todo entero, y se entregó sin reservas para mi bien”.


S. Bernardo de Claraval, Circ 3, 4

“Dije más arriba que el motivo de amar a Dios es Dios Y dije bien,
porque es la causa eficiente y final. El crea la ocasión, suscita el
afecto y consuma el deseo. El hace que le amemos, mejor dicho, se hizo
para ser amado. A él es a quien esperamos, él a quien se ama con más gozo
y a quien nunca se le ama en vano. Su amor provoca y premia el nuestro.
123
Lo precede con su bondad, lo reclama con justicia y lo espera con
dulzura. Es rico para todos lo que le invocan, pero su mayor riqueza es
él mismo. Se dio para mérito nuestro, se promete como premio, se entrega
como alimento de las almas santas y redención de los cautivos”.
S. Bernardo de Claraval, Dil 22, 1

“En cambio, los verdaderos creyentes saben por experiencia cuán


vinculados están con Jesús, sobre todo con Jesús crucificado. Admiran y
se abrazan a su amor, que supera todo conocimiento, y se sienten
contrariados si no le entregan lo poquísimo que son a cambio de tanto
amor y condescendencia”. S. Bernardo de Claraval, Dil 7, 1

“6. ¿Me preguntas entonces cómo conozco su presencia si sus caminos


son totalmente irrastreables? Es vivo y enérgico, y en cuanto llegó
adentro despertó mi alma dormida; movió, ablandó e hirió mi corazón que
era duro, de piedra y malsano. También comenzó a arrancar y destruir,
edificar y plantar; a regar lo árido, iluminar lo oscuro, abrir lo
cerrado, incendiar lo frío. Además, se dispuso a enderezar lo torcido, e
igualar lo escabroso para que mi espíritu bendijese al Señor y todo mi
ser a su santo nombre. Así entró en mí el Verbo esposo varias veces y
nunca me dio a conocer las huellas de su entrada: ni en su voz, ni en su
figura, ni en sus pasos.
No se me dejó ver ni en sus movimientos, ni penetró por ninguno de
mis sentidos más profundos: como os he dicho, sólo conocí su presencia
por el movimiento de mi corazón. Advertí el poder de su fuerza por la
huida de los vicios y por el control de los afectos carnales. Admiré la
profundidad de su sabiduría por el descubrimiento o acusación de mis
pecados más íntimos. Experimenté la bondad de su mansedumbre por la
enmienda de mis costumbres. Percibí de algún modo su maravillosa
hermosura por la reforma y renovación del espíritu de mi mente, es decir,
de mi ser interior; y quedé espantado de su inmensa grandeza al
contemplar todas estas cosas.
7. Pero cuando se aleja el Verbo todo se vuelve inmóvil e insulso
por cierta languidez, como si sacaras del fue o una olla hirviente; esta
señal de su partida entristece inevitablemente mi alma, hasta que vuelve
de nuevo y mi corazón se enardece otra vez dentro de mí, mostrándome en
esto la prueba de su regreso. Con esta experiencia del Verbo ¿será
extraño que haga mías las palabras de la esposa cuando lo llama en su
ausencia si me devora un ansia, no igual pero semejante en parte al menos
a la suya? Mientras viva, será para mí algo familiar esa palabra con que
llama al Verbo para que vuelva: vuélvete.”.
S. Bernardo de Claraval, SC 74, 6.7

“Siempre que me asomo a mí mismo, mis ojos se cubren de tristeza.


Pero si miro hacia arriba, levantando los ojos hacia el auxilio de la
divina misericordia, la gozosa visión de mi Dios alivia al punto este
desconsolador espectro y le digo: Cuando mi alma se acongoja, te recuerdo
desde el Jordán. Y no es fruto de una visión engañosa experimentar su
ternura v su compasión, porque es realmente benigno y misericordioso y se
arrepiente de las amenazas; su naturaleza es la bondad: compadecerse
siempre y perdonar. Dios se da a conocer saludablemente con esta
experiencia y esta disposición, si el hombre se descubre a sí mismo en su
indigencia radical; clamará al Señor, que le escuchará y le responderá:
Yo te libraré y tú me darás gloria. De esta manera el conocimiento propio
es un paso hacia el conocimiento de Dios. Por la imagen que se reproduce
en ti se descubre él mismo, cuando llevas la cara descubierta y reflejas
la gloria del Señor, transformándose en su imagen con resplandor
creciente por influjo del Espíritu del Señor”.
124
S. Bernardo de Claraval, SC 36, 6

Experiencia de Dios

S. Bernardo de Claraval
- Circ 3, 4
- Dil 7, 1
- Dil 22, 1
- SC 36, 6
- SC 74, 6.7

Beato Guerrico de Igny


- Adv II [2], 3
- Adv II [2], 4
- Epi III [13], 7
- Ben I [22], 5
- Ann III [28], 5
- Palm I [29], 1
- Res III [35], 4
- Pent I [38], 4
- PP III [46], 4
- Nat BVM I [51], 4

S. Elredo de Rieval
- Spec I, 1-2
- Spec I, 52
- Spec I, 67

Balduino de Ford
- Sac alt II, 1
- Tract IX
- Tract XV

Fe

“Ciertamente te conocemos por la fe y la tenemos como anticipo


seguro hasta que te conozcamos por la visión. Mientras tanto, auméntanos
la fe que nos conduzca de fe en fe, de claridad en claridad, como guiados
por tu Espíritu, para penetrar más profundamente de día en día en los
tesoros de la luz. Así se desarrollará nuestra fe, se perfeccionará
nuestra ciencia y se hará más ferviente y amplia nuestra caridad, hasta
que por la fe seamos conducidos a la visión…”.
Beato Guerrico de Igny, Epi II [12], 3

“Creo, sin embargo, que se obtiene no menos mérito -y hasta tal vez
se consiga mayor purificación- si aquello que rara vez y a muy contados
se concede contemplar como en espejo y en enigma, esto es, el poder
comparecer en Jerusalén ante el Señor, nos lo representamos de continuo
por la fe, procurando tenerlo siempre presente en el obrar.
…pasaréis caminando -según promete el Esposo a la esposa- desde el
comienzo del temor, de virtud en virtud, de claridad en claridad como por
el Espíritu del Señor, progresando desde la visión por la fe hasta
aquella otra por espejo y enigma, y por último ascenderéis desde la
contemplación en imagen y figura, a la contemplación real del objeto, es
decir cara a cara.

125
Si, pues, procuráis llevar constantemente en vosotros la presencia
del Señor por la fe, aunque sea velada, algún día os será concedido
también llegar a contemplar a cara descubierta la gloria del Señor,
aunque sea a través de espejos y enigmas. Mas una vez transcurridos los
días de la purificación, llegará lo más perfecto, poder estar cerca del
Señor en Jerusalén, vivir en su compañía y contemplarlo cara a cara por
toda la eternidad”. Beato Guerrico de Igny, Pur V [19], 6

“Traed presto -dice- el mejor vestido y ponédselo, ponedle un anillo


en el dedo y calzadle las sandalias; y traed un becerro cebado, matadlo y
comamos y celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha
resucitado. Pasando por alto todas estas cosas: el mejor vestido, es
decir la santificación del Espíritu por la cual el bautizado es vestido y
el penitente revestido; el anillo de la fe que le es dado como arras; las
sandalias con las cuales se protege para pisotear el veneno de la
serpiente o bien para prepararse a evangelizar; el becerro cebado que se
inmola para él sobre el altar; el gozoso festín que se celebra en el
cielo entero por el retorno del hijo”.
Beato Guerrico de Igny, Quad II [21], 2

“Ciertamente, esta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe,


con tal de que ella no sea lánguida, ni vacilante, sino firme, es decir,
fe no fingida, esperanza sana. Por ella son sólo se vence al mundo, sino
también se posee el cielo, el hombre fija su morada en la eternidad y se
afianza en el Señor por la caridad”.
Beato Guerrico de Igny, Ben II [23], 2

“Entonces la fe que ahora se preocupa de vivir en la presencia de


Dios para conocer su voluntad, se sentirá muy segura luego contemplando
su gloria”. Beato Guerrico de Igny, Ben IV [25], 6

“En el corazón, la antorcha brille para vosotros, la mano y en la


boca, brille para los prójimos. La antorcha en el corazón es la piedad de
la fe; la antorcha en la mano, el ejemplo en las obras; la antorcha en la
boca, el lenguaje edificante”. Beato Guerrico de Igny, Pur I [15], 3
“Que la fe sea tenida por antorcha, nos lo asegura Salomón cuando
habla de la mujer fuerte: No se apagará su antorcha durante la noche,
esto es, no se apagará su fe en la tentación”.
Beato Guerrico de Igny, Pur I [15], 4

“Acercaos, hermanos, a la fuente de la luz y seréis iluminados. Me


refiero a Jesús que brilla en los brazos de Simeón; para que ilumine
vuestra fe, haga brillar vuestras obras, os sugiera palabras buenas,
inflame vuestra oración, purifique vuestra intención…”.
Beato Guerrico de Igny, Pur I [15], 5

“Con estos cuatro modos, creo será posible conseguir oportuna y


convenientemente la purificación deseada en estos días de purificación.
Tales son contrición de corazón, maceración del cuerpo, diversas obras de
piedad y fe, y paciencia en las adversidades”.
Beato Guerrico de Igny, Pur IV [18], 4

“Los pecados se purifican mediante la misericordia y la fe ¿Qué cosa


podemos encontrar más suave que la misericordia? ¿Qué más agradable que
la fe? La primera es óleo de suavidad para los miembros, la segunda, luz
para los ojos.

126
…De la fe, el Apóstol afirma que con ella purifica el Señor nuestros
corazones. Y el Señor de los apóstoles, por su parte, ordena al que hasta
entonces era ciego: Vete, tu fe te ha salvado”.
Beato Guerrico de Igny, Pur IV [18], 5

“3.La visión por espejo y en enigma, ¿a quién o cuándo o por cuánto


puede ser dada? Cuán misericordiosamente se obraría conmigo, cuán
felizmente iluminado me vería, si pudiera ver mis pecados que cada día me
es necesario llorar.
…Has venido, luz de los fieles, y hoy nos concedes alegrarnos por la
iluminación de la fe, es decir, de nuestra antorcha. Concédenos también
alegrarnos siempre por la iluminación de las tinieblas que aún quedan en
nosotros. Nos diste la luz de la fe; danos también la luz de la justicia,
danos la luz de la ciencia y también la de la sabiduría.
4.Yo creo que debes caminar por estos grados, seguir por esta senda,
alma fiel, para que desembarazada de las tinieblas del mundo, llegues a
la patria de la claridad eterna donde tus tinieblas se convertirán en
mediodía y la noche se iluminará como el día… Nosotros que ya estamos en
la luz por la fe, desde ella avancemos hacia la luz más resplandeciente y
más serena, primero de la justicia, luego de la ciencia y por último de
la sabiduría. Lo que creemos por la fe, a continuación hemos de ponerlo
en práctica y merecerlo por la justicia, luego entenderlo por la ciencia
y finalmente contemplarlo por la sabiduría.
En primer lugar, pues, se enciende la antorcha de la fe, a cuya luz
debemos obrar en la noche de este mundo”.
Beato Guerrico de Igny, Epi III [13], 3.4

“Con tal que el discípulo ante todo crea, es decir, aprenda los
primeros elementos de la doctrina de la justicia. Por eso aquel discípulo
de la unción ordenaba su oración tan prudentemente: Enséñame la bondad,
la disciplina y la sabiduría, pues creí en tus mandamientos. Como si
dijera: aprendí los primeros elementos, o sea, una fe sincera; a
continuación enséñame la justicia, es decir, la bondad y la disciplina,
para finalmente alcance la ciencia de los santos”.
Beato Guerrico de Igny, Epi III [13], 6

“En nosotros, [Cristo] primeramente es germen cuando la fe prorrumpe


en la confesión o en las obras edificantes”.
Beato Guerrico de Igny, Ann II [27], 3

“En cuanto a la virtud y al mérito de la fe, la Virgen nos sirve de


modelo al concebir a Dios por la fe, por la cual mereció de él que se
cumpliera todo lo que le había prometido: Dichosa la que ha creído, dijo,
porque se han de cumplir las cosas que le han sido dichas por el Señor. Y
para que lo comprendas con más claridad, el fruto de la Virgen no sólo es
místico, sino también un ejemplo.
Porque la que concibió a Dios por la fe, otro tanto te promete a ti
si tienes fe”. Beato Guerrico de Igny, Ann II [27], 4

“…Pero a menudo la fe centellea y la justicia refulge, y sin embargo


la inteligencia aún está entenebrecida, de modo que no puede explicar el
misterio de la fe que venera teniéndolo aun por así decir envuelto;
sellado está para ella el libro de las Escrituras como si no supiera
leer; tampoco tiene los sentidos ejercitados para discernir el bien del
mal, lo verdadero de lo falso”.
Beato Guerrico de Igny, Epi III [13], 5

127
“Verdaderamente dichoso el que permanece en la sabiduría soportando
en constancia y fe, en obediencia generosa y fiel hasta la muerte, no
abandonando su puesto toda vez que el ánimo del superior se muestre
contrario a él, teniendo presente que el medicamento de la disciplina
hará desaparecer los más grandes pecados”.
Beato Guerrico de Igny, Ben I [22], 4

“Bendito el varón que confía en el Señor, Jeremías lo compara con el


árbol plantado junto a las aguas, el cual extiende las raíces de su
corazón hacia la humedad del amor, y no temerá cuando llegue el estío de
la ira y de la tribulación; antes, en tiempo de sequía, cuando el cielo
se mantenga cerrado largo tiempo, sin descender de él rocío ni lluvia de
gracia, a pesar de ello no estará preocupado como si Dios lo hubiera
rechazado. Sentirá, en cambio, que está plantado en la fe, enraizado en
la caridad sobre las aguas de la vida”.
Beato Guerrico de Igny, Ben II [23], 5

“Porque ¿dónde encontrar una fe más firme que la suya cuando en


plena niñez, burlándose del mundo que le sonreía, pisoteó con desprecio
tanto la gloria del mundo como sus atractivos personales, prefiriendo
padecer por Dios males en este mundo antes que verse colmado de bienes
temporales”. Beato Guerrico de Igny, Ben IV [25], 2

“Por medio de la fe y la mansedumbre vosotros podéis ser también


santos, y la mansedumbre no se hará sospechosa si está precedida de la
fe, con tal de que ésta sea verdadera, no fingida, fe no muerta, sino
viva y vívida. La fe de Moisés no sólo era viva y vívida, sino también
constante e intrépida, y de ella escribe Pablo: Por la fe dejó Egipto sin
temer el ardor del rey. Los reyes son ardorosos, pero mucho más ardorosa
es la fe, la cual ve que el poder de aquéllos es nulo y desde un plano
superior se burla de todo su furor; ella se muestra más pronta y valerosa
para soportar, que el furor de ellos para perseguir.
… A su vez, siendo una prueba de las cosas que no se ven, demuestra,
persuade y convence de que Dios, aun cuando no aparezca, está presente.
Para aquel que decía: Y nos resucitó con él y nos hizo sentar sobre los
cielos en Cristo, la fe era el fundamento de las cosas que se esperan;
para aquel que tuvo firme confianza en el Invisible como si ya lo viera,
era la prueba de las cosas que nos se ven. El que decía: Somos salvos en
la esperanza ¿no demostraba acaso que por la fe ya existía en su corazón
lo que esperaba y aguardaba por la paciencia? El que tenía constantemente
al Señor ante sus ojos ¿no estaría persuadido por la fe de que tenía
presente al Invisible?”. Beato Guerrico de Igny, Ben IV [25], 3

“Ciertamente de estos dos males, negligencia y tristeza, adolece


miserablemente nuestra poca fe, porque o bien, somos negligentes en la
práctica de los mandamientos, o bien, obligados por la necesidad de
reprimir nuestra negligencia, en manera alguna obramos alegremente ni,
como pide la fe, somos consolados en nuestros trabajos con la esperanza
de la recompensa. Dice la Escritura: El que se llega a Dios debe creer
que él existe y que es remunerador de cuantos lo buscan. Si no pasamos
por alto que existe, somos protegidos por el temor; si no pasamos por
alto que es remunerador de cuantos lo buscan, tenemos el consuelo de la
esperanza. Bajo la protección del temor, no hay lugar para la
negligencia, y en el consuelo de la esperanza no cabe la tristeza”.
Beato Guerrico de Igny, Ben IV [25], 4

“No nos engañemos, pues, hermanos, con el término genérico de fe,


como si cualquier forma de fe pudiera ser reputada para la justicia,
128
antes tengamos presente la definición que el doctor de los gentiles en la
fe y en la verdad nos ofrece, de esa fe con la cual podemos agradar a
Dios. La fe -escribe- es el fundamento de las cosas que se esperan y una
prueba de las cosas que no se ven. Esta es aquella fe que obra por el
amor, que consciente de los propios méritos, da origen a la esperanza, a
la vez que es causa y fundamento sobre el cual estriban los bienes
eternos que nos esperan. Sin esta fe es imposible agradar a Dios y con
ella es imposible desagradarle”. Beato Guerrico de Igny, Ben IV [25], 5

“1. Dichosa gentilidad, mira que se te entrega a Jesús, corre con


las manos extendidas, abre tus brazos, dilata tu seno. Manifiesten tu
devoción tantos tus actos como tu afecto, recibe con fe y abraza con amor
al Niño que se te ofrece, procurando que more siempre entre tus pechos.
3. Solamente sed agradecidos porque os ha sido dado y esforzaos para
que os sea dado mejor y más perfectamente. El que una vez fue dado al
mundo bajo la forma de carne, también en ciertos días y horas se da a los
fieles bajo apariencia de pan, es decir, en el banquete del sacramento; y
con mucha frecuencia a horas inciertas se da a los fervorosos en la
dulzura de su Espíritu. Lo primero es para nuestra redención, lo segundo,
para la santificación, lo tercero para consolación. Lo primero exige una
fe recta, lo segundo, una conciencia pura, lo tercero, un fervor
sincero”. Beato Guerrico de Igny, Nat II [7], 1.3

“…Hermanos, en quienes la fe que obra por el amor ha nacido del


Espíritu Santo, protegedla, alimentadla, nutridla como al Niño Jesús,
hasta que sea formado en vosotros el Niño que ha nacido para nosotros”.
Beato Guerrico de Igny, Nat III [8], 5

“Así, cuando la malicia del mundo había llegado casi al extremo y


presagiaba el fin de los tiempos, la venida del Redentor infundió a las
cosas humanas una nueva e insospechada plenitud del tiempo. Cuando el
mundo había envejecido y estaba a punto de perecer por su avanzada edad,
de pronto, a la llegada de su Creador, fue renovado en una nueva e
inesperada juventud de su virtud y un cierto ardor juvenil de su fe. Esa
fe cuya primera etapa, a modo de infancia, se dio en los patriarcas que
vivieron en la aurora de la Iglesia naciente; la adolescencia, en los
profetas; finalmente, la plenitud de su fuerza juvenil la alcanzó en los
apóstoles, cuando ofreció al mundo el espectáculo de su ardiente virtud
en los tan preclaros y fortísimos triunfos de innumerables mártires. A
esa edad adulta y plena de la fe, el apóstol la llama plenitud del
tiempo”. Beato Guerrico de Igny, Nat IV [9], 3

“Pero Dios ha dispuesto algo mejor para nosotros. Hoy nos es dado no
sólo escuchar, sino también ver la Palabra de Dios con tal de que vayamos
a Belén y veamos esta palabra que hizo el Señor y que nos ha manifestado.
Dios conocía la incapacidad de los sentidos del hombre para captar las
cosas invisibles, su rebeldía respecto de las celestiales, su dificultad
para creer cuando el objeto de la fe no les es presentado a los sentidos
de un modo visible y convincente. Pues si bien la fe entra por el oído,
mucho mejor y más prontamente lo hace a través de la vista, como nos
enseña el ejemplo de aquel a quien se dice: Porque me viste, creíste, tú
que mientras solamente oías, permanecías incrédulo”.
Beato Guerrico de Igny, Nat V [10], 1

“Hermanos, también vosotros encontraréis hoy un Niño envuelto en


pañales, recostado en el pesebre del altar. Cuidad que la pobreza del
envoltorio no escandalice ni perturbe la mirada de vuestra fe, cuando
contempla la verdad del cuerpo adorable bajo las especies de otras
129
realidades. Así como María, envolvió al Niño con unos pobres lienzos, así
también la madre gracia nos oculta la realidad del sagrado cuerpo bajo
especies apropiadas, y así también la madre sabiduría cubre la misteriosa
majestad de la Palabra divina con enigmas y figuras, de manera que tanto
la simplicidad de la fe en el primer caso, como el estudio diligente en
el segundo acumulen méritos para la salvación”.
Beato Guerrico de Igny, Nat V [10], 5

“Para que la demora impuesta a la esperanza no enfríe nuestra fe ni


haga vacilar nuestra paciencia, y comencemos a ser de aquellos que creen
por un tiempo, más al venir la tentación vuelven atrás, nos da la voz de
alerta desde el cielo el que da la fe y, después de haberla dado, la
prueba, y después d haberla probado la corona: El que cree no se apresure
por ver el objeto de su fe. Pues si esperamos lo que no vemos lo
esperamos con paciencia.
…Es verdaderamente aguardar al Señor: conservarle nuestra fe y, a
pesar de carecer del consuelo de su presencia,… estar pendientes de su
regreso. Así nos lo dice el Señor por el mismo profeta: El pueblo estará
pendiente de mi regreso. Se dice bellamente y con toda propiedad que
estará pendiente como entre el cielo y la tierra, porque aun cuando no le
sea dado todavía disfrutar las cosas del cielo, rehúsa tocar las
terrenas; y si alguna vez las toca, no lo hace sino con la punta de los
pies, esto es, con las partes inferiores del alma, por causa de la
necesidad de nuestra naturaleza corruptible a la cual nos vemos
precisados a servir mientras la creatura esté, contra su voluntad, sujeta
a la vanidad. Dice el adagio: Mal espera el que está pendiente. Pero yo
digo: Felizmente espera el que está pendiente del Señor. Por eso mi alma
ha elegido estar pendiente, y mis huesos, la muerte en este estar
pendiente. Ojalá merezca permanecer pendiente de esta cruz hasta morir en
ella”. Beato Guerrico de Igny, Adv I [1], 3

“Yo ciertamente una vez para siempre he creído en tus mandamientos,


pero ayuda mi incredulidad, para que, permaneciendo allí inmóvil, te
espere y te espere de nuevo hasta lograr ver al fin lo que creo. Pues
espero ver los bienes del Señor en la tierra de los vivientes”.
Beato Guerrico de Igny, Adv I [1], 4

“Nosotros mientras esperamos con paciencia la venida del Salvador,


consuélenos entre tanto una fe firme y una conciencia pura, prorrumpiendo
como Pablo con tanta felicidad como fidelidad: Sé en quién he puesto mi
confianza y estoy cierto de que es poderoso para conservar mi depósito
hasta aquel día, es decir, hasta la llegada de la gloria del gran Dios y
Salvador nuestro Jesucristo, a quien sea la gloria por los siglos de los
siglos. Amén”. Beato Guerrico de Igny, Adv II [2], 4

“Parece lógico y razonable que el ejemplo del Crucificado se


manifieste, para la justicia, en las costumbres de aquellos que imprimen
en sus frentes el signo de la cruz como defensa; [parece lógico que]
vivan según la ley de aquel que los arma con la fe”.
Beato Guerrico de Igny, Palm II [30], 4

“Hosanna al Hijo de David, Grito de alegría y Salvación, grito de


gozo y piedad, grito de fe y amor que festeja la venida del Salvador y
proclama con gozo profético la alegría de la ansiada redención”.
Beato Guerrico de Igny, Palm IV [32], 1

“Gran testimonio de fe del pueblo hebreo; al ver al Señor, pobre,


sentado en un asno, y por añadidura prestado, sin embargo le prestaba con
130
toda confianza y devoción, no sólo extendiendo para él sus vestidos en el
camino, sino también poniendo todo de su parte para tributarle honor.
[Israel] conoció muy bien al pobre y desvalido porque el profeta había
dado como signo para reconocer al Salvador esa pobreza que lo llevó a
despreciar a los soberbios. Es pobre, dicen, y está sentado en un asno.
En este signo puedes reconocer que viene tu Rey, cuyo reino no es de este
mundo; él, para vencer la soberbia que reina en el mundo, predicó la
pobreza y la humildad, tanto por la palabra como por el ejemplo”.
Beato Guerrico de Igny, Palm IV [32], 3

“Habitación segura, hermanos míos, y torre fuerte frente al enemigo


es morar mediante una piadosa y asidua meditación en las llagas de Cristo
nuestro Señor, y por la fe y el amor al Crucificado proteger el alma
contra el ardor de la carne, los torbellinos del siglo, los asaltos del
diablo”. Beato Guerrico de Igny, Palm IV [32], 5

“Sed agradecidos por la abundante gracia de Dios, y así como por los
remedios pascuales habéis sido transformados en una nueva creatura,
caminad siempre en una nueva vida. Los que fueron hechos partícipes de
Cristo por la comunidad de fe, la participación en el sacramento y la
comunión en el Espíritu Santo, no sólo deben mantener firme hasta el
último día el comienzo de su naturaleza, sino también procurar aumentarlo
diligentemente”. Beato Guerrico de Igny, Res II [34], 5

“Jesús me trae del sepulcro una ganancia no pequeña de fe y un


caudal no pequeño de alegría cuando reconozco en él al Dios vivo aquel
que poco antes era llorado como hombre muerto. Mi corazón se lamentaba
porque lo habían matado, pero ahora, al verlo vivo, no sólo exulta mi
corazón, sino también mi carne, segura de su propia resurrección e
inmortalidad a causa de él”. Beato Guerrico de Igny, Res III [35], 1

“En una palabra, no sólo en el contenido, en los sentidos y en las


partes de la Escritura, en los géneros y modos de expresión, sino,
también en la finalidad de las mismas, hallarás cierta trinidad de panes
también en ella muy sabrosa y saludable, a saber, la fe, la esperanza y
la caridad. Todo cuanto se ha escrito y dicho está orientado a que
creamos, esperemos y amemos”. Beato Guerrico de Igny, Rog [36], 4
“Pero a vosotros, hermanos, se os ha dado, según dice el apóstol, no
sólo el creer en él, sino también el padecer por él. La fe en la promesa
de Cristo no os hace negligentes por la seguridad, sino más fervorosos
por el entusiasmo, y en la lucha cotidiana contra los vicios os merece la
corona de un martirio incesante”. Beato Guerrico de Igny, Asc [37], 3
“Sin embargo vosotros, hermanos, que, así como tenéis un solo haber
y una sola casa, tenéis un solo corazón y una sola alma, vosotros,
repito, debéis gloriaros de un modo especial en ellos, puesto que como
retoños de olivo sacasteis de su raíz no sólo la savia de la fe, sino
también un modelo de vida y un ejemplo de observancia regular”.
Beato Guerrico de Igny, PP I [44], 3

“Esta es, a no dudarlo, la perfección de la disciplina, tanto de la


mente como del cuerpo: tener al Señor siempre ante nuestros ojos, siempre
y en todas partes estar con temor y reverencia, con fe vigilante y
devoción continua ante la majestad eterna que nos mira y nos juzga sin
cesar…
… Esta fe vigilante, no fingida, no disfrazada, es la misma que a mi
modo de ver conduce, por sí sola y por un atajo fácil, a la perfección.
Ella da la gravedad de la observancia, la sobriedad de la modestia, tanto
interior como exterior, y nos hace estar siempre ante el Señor como
131
servidores sujetos a disciplina. Por esta virtud los apóstoles merecieron
ser llamados hijos del aceite del esplendor. Así como permanecieron ante
el Señor en la tierra contemplándolo por la fe, así ahora están ante él
en el cielo contemplándolo por la visión, y sus ojos ven al Rey en toda
su hermosura, al Rey cuyo temor era aquí el objeto de la meditación de su
corazón.” Beato Guerrico de Igny, PP II [44], 5

“Si, también sus hijos la reconocen como Madre, llevados de modo


natural por cierta piedad proveniente de la fe, de manera que en todas
sus necesidades y peligros se refugian ante todo y sobre todo en la
invocación de su nombre, como niños en el seno de su madre”.
Beato Guerrico de Igny, Asspt I [47], 4

“Si no creemos, tampoco entenderemos y no gustaremos cuán suave es


el Señor. Si es verdad que la fe siente el perfume, es la experiencia la
que gusta y se goza. Por eso quizás María, hablando de su Jesús por sus
poderes y acciones lo nombra ante todo como suavidad del perfume; porque
verdaderamente Jesús comienza a existir en nosotros, cuando nos atrae a
sí mismo mediante el aroma penetrante de lo que creemos santamente de
él”. Beato Guerrico de Igny, Nat BVM I [51], 4

“Hermoso por cierto es el amor que brota de un corazón puro, de una


buena conciencia y de una fe no fingida. Pues donde el corazón es puro no
hay ninguna arruga; donde la conciencia es buena no hay ninguna mancha;
donde la fe es sincera no hay nada que desagrade a los ojos del Esposo,
de manera que él puede presentar a su Iglesia llena ahora de gracia,
luego llena de gloria”. Beato Guerrico de Igny, Nat BVM II [52], 5

“Si después de estos tres grados, fe, justicia y ciencia, y a través


de ellos alguien llega a la sabiduría, es decir, al sabor y gusto de las
realidades eternas, y puede reposar y ver, y viendo gustar cuán suave es
el Señor, y le es revelado por el Espíritu lo que ni el ojo vio ni el
oído oyó ni el corazón del hombre llegó a sospechar, diré que éste ha
sido magnífica y gloriosamente iluminado como quien contempla al
descubierto la gloria del Señor y sobre quien nace a menudo la gloria del
Señor. A él le habla, no el profeta, sino el Espíritu de los profetas:
Levántate, Jerusalén, resplandece, porque ha venido tu luz y la gloria
del Señor ha nacido sobre ti”. Beato Guerrico de Igny, Epi III [13], 7

“… la fe nace por la predicación de los astros celestiales, se


fortalece por la visión de ciertas imágenes que nos muestran por espejo y
en enigma a Dios como encarnado para nosotros, y se consumará cuando la
realidad verdadera presente y desnuda sea vista por los que la
contemplarán cara a cara -lo cual ahora apenas alcanzan a columbrar
escasa y furtivamente en enigma-, cuando esa misma fe se transforme en
conocimiento, la esperanza en posesión y el deseo en fruición”.
Beato Guerrico de Igny, Epi II [12], 5

“Bienaventurada por cierto la fe de los sencillos pastores: al


encontrar al Niño envuelto en pañales, en manera alguna se escandalizó
por incredulidad al punto de formarse de él una opinión baja, antes bien
se edificó por la piedad, tornándose más agradecida ante una dignación
tan grande”. Beato Guerrico de Igny, Nat V [10], 4

“Cristo, en efecto, edificó su Iglesia sobre la piedra de la fe.


Cristo reveló a la Iglesia los misterios de los sacramentos celestiales;
él instituyó este Sacramento para unirse más estrechamente a la Iglesia.

132
El inspiró a la Iglesia la fe en este Sacramento; por sus Palabras enseñó
esta fe y dio a la Iglesia la inteligencia de sus palabras.
…Así pues, tal como la Iglesia cree y comprende, quiere Cristo que
se comprenda. Eso es lo que el Espíritu de verdad, que sugiere toda
verdad, le ha inculcado; eso es lo que ha recibido y como lo ha recibido
nos lo entrega. En la persona de los Apóstoles recibió la palabra de la
fe, que es la palabra de Dios, cuando oyó de Cristo: Esto es mi cuerpo”.
Al escuchar la palabra de la fe, concibió la fe en esta palabra; porque
la fe viene de lo escuchado, y lo que se ha escuchado es la palabra de
Cristo”. Balduino de Ford, Sac alt II, 1

“La fe es la posesión de las cosas que esperamos, con lo cual


quiere decir que la fe es la causa por cuya eficacia y mérito se nos
otorga la posesión, la propiedad y la abundancia de todos los bienes,
temporales y espirituales, presentes y venideros, que nosotros
necesitamos y que debemos pedir a Dios y esperar de Él”.
Balduino de Ford, Sac alt II, 2

“El alimento imperecedero es la justicia, aquella que viene de la fe


en Jesucristo, y es el mismo Jesucristo el que da esta justicia. Cuando
Jesucristo era pan de los ángeles junto al Padre, quiso hacerse hombre
entre los hombres para que el hombre comiera el pan de los ángeles. Al
darnos la fe que obra por la caridad nos concede que creamos en Él, que
le amemos, que le sirvamos como a verdadero Dios.
… por la fe somos justificados y llegamos a ser amigos de Dios; por
la fe Cristo habita en nuestros corazones, se da a nosotros para que le
conozcamos y nos unamos a Él. Los ángeles conocen por la visión al Verbo
de Dios coeterno con el Padre, un solo verdadero Dios con el Padre.
Nosotros, al conocerle por la fe, comemos según nuestra medida el pan de
los ángeles que está en el cielo. Al conocer por la fe al Hijo Único que
está en el seno del Padre, que nos ha sido enviado desde el cielo y se ha
encarnado por nosotros, comemos el pan vivo bajado del cielo. Al conocer
por la fe la carne que ha asumido por nosotros, comemos esta carne de
Cristo que nos ha sido dada en alimento.
… Pero el que es vivificado por la fe en la encarnación y en la
pasión de Cristo para vivir en la justicia, es decir, no para sí mismo
sino para Cristo y en Cristo, éste come la carne de Cristo y bebe su
sangre con la boca de la fe.
En la fe adoramos el remedio de nuestra salvación, la carne y la
sangre de Cristo”. Balduino de Ford, Sac alt II, 3

“¿Qué es la fe sino nuestro vehículo para ir a la patria? ¿Qué es la


esperanza sino el viático con que nos sustentamos en esta vida miserable?
¿Qué son esas cuatro virtudes, la templanza, la prudencia, la fortaleza y
la justicia, sino las armas con que combatimos? Pero cuando la muerte
quede absorbida totalmente por la caridad –cuya perfección es la visión
de Dios y cuyo comienzo se inicia en la fe– ya no habrá fe, porque ya no
es preciso creer en aquel a quien se ve y se ama. Ni existirá la
esperanza, porque a quien abraza a Dios con los brazos de la caridad no
le queda ya nada por esperar”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 88

“Que tu fe sea como una semilla de mostaza, que cuanto más se la


pisa, tanto más perfuma; esto es, que cuanto más te desprecien y parezca
que Dios te rechace, con mayor confianza esperes conseguir lo que pides”.
S. Bernardo de Claraval, Adv VIII, 9

“El primer fruto de la fe que se traduce en el amor es la compunción


del corazón: arranca el pecado y expulsa el demonio”.
133
S. Bernardo de Claraval, Asc I, 3

Por eso atendió el Señor su deseo y no defraudó su esperanza: eran


magnánimos, longánimos y unánimes. Pruebas inconfundibles de la fe,
esperanza y caridad. ¿La magnanimidad no es fruto de la fe? Sin duda
alguna, y además exclusivo de ella. Si se pretende algo sin fe, eso no es
grandeza de espíritu, sino vano engreimiento y esfuerzo inútil. Si
quieres saber cómo siente un hombre magnánimo, escucha: Para todo me
siento con fuerzas, gracias al que me robustece.
Hermanos, hagamos nuestro este triple modo de prepararnos, si
deseamos recibir la medida rebosante del Espíritu. A todos se da el
Espíritu con medida, menos a Cristo. Pero cuando la medida es tan
desbordante es imposible calcular. La magnanimidad de nuestra conversión
fue un hecho evidente. Que la longanimidad sea ilimitada, y reine la
unanimidad en toda nuestra vida. La Jerusalén celestial quiere
restaurarse con almas de fe robusta que soporten la carga de Cristo, de
esperanza invencible para perseverar, y unidas por el amor que es el
cinturón perfecto”. S. Bernardo de Claraval, Asc V, 2

“¿Cómo podré corresponder yo con el Señor por todos estos


beneficios? La razón y la justicia natural obligan a entregarse sin
reservas a aquel de quien todo lo hemos recibido, amándole con todo
nuestro ser. Pero la fe me intima a amarle mucho más porque me hace ver
claramente que debo amarle más que a mi mismo. No sólo me ha dado todo lo
que soy, sino que se me ha entregado a sí mismo”.
S. Bernardo de Claraval, Dil 15, 1

“Aprende también de la Madre del Señor a tener una gran fe en los


milagros y a conservar una cierta timidez respecto a esta enorme fe.
Aprende a revestir la fe de modestia y a sofocar la presunción. No tienen
vino, dice. ¡Qué lacónica y reverente sugerencia! Es expresión de su
tierna solicitud. Una buena lección que aprender en situaciones
parecidas, donde siempre es mejor llorar con piedad que pedir con
presunción. María moderó el ardor de la piedad con la sombra de la
modestia; atemperó humildemente la plena confianza que su oración le
inspiraba.
… No tienen vino, dice. ¿Es posible mayor modestia, una fe más
profunda? A su piedad no le faltó la fe; tampoco gravedad a las palabras
ni eficacia al deseo”. S. Bernardo de Claraval, Hum 53, 1

“Porque la victoria que vence al mundo es nuestra fe. Por la fe


somos hijos adoptivos de Dios; la fe es lo que odia y persigue en
nosotros este mundo perverso; y la fe consigue la victoria, como dice la
Escritura: ellos con su fe subyugaron reinos. Si la vida procede de la
fe, también el triunfo: el justo vive de la fe.
… Por lo tanto, siempre que resistes a la tentación y vences el mal,
no te lo atribuyas a ti mismo, ni te gloríes de ti mismo, sino del Señor.
Ese enemigo tan fuerte no se rendiría jamás ante tu flaqueza. Escucha las
palabras del que ha sido nombrado por el Señor pastor del rebaño: vuestro
adversario el diablo, rugiendo como un león, ronda buscando a quien
devorar. Hacedle frente firmes en la fe. Los testigos de la verdad
coinciden plenamente: Pablo dice que los santos han vencido por la fe;
Pedro exhorta a resistir al Jefe de este mundo con la fortaleza de la fe;
y Juan proclama: la victoria que vence al mundo es nuestra fe”.
S. Bernardo de Claraval, O Pasc I, 2

“¿Quieres saber cuál es la fe que da vida y consigue la victoria?


Aquella por la cual Cristo habita en lo íntimo de nuestro ser”.
134
S. Bernardo de Claraval, O Pasc I, 4

“Sin duda hay un parecido como de hermanos entre la fe y la


esperanza: lo que la primera cree como algo futuro, la otra comienza ya a
esperárselo para un más allá. Con razón, el Apóstol definió la fe como
anticipo de lo que se espera, pues nadie puede esperar lo que no cree,
como nadie puede pintar sobre el vacío”. S. Bernardo de Claraval, QH X, 1

“Nos dice el Apóstol que Cristo vive por la fe en lo íntimo de


nuestro ser. Podemos afirmar en consecuencia que si tenemos una fe viva
Cristo vive en nosotros. Pero si nuestra fe está muerta, Cristo no vive
en nosotros. La prueba de una fe viva son las obras, como dice la
Escritura: Las obras que el Padre me ha encargado realizar, me acreditan
como enviado del Padre. Lo mismo enseña el que afirma que la fe, si no
tiene obras, es un cadáver. El movimiento demuestra que nuestro cuerpo
está vivo, y las buenas obras que la fe vive.
La vida del cuerpo procede del alma, por la cual se mueve y siente;
y la vida de la fe es el amor, que le hace capaz de obrar. Recordemos
aquello del Apóstol: La fe actúa por el amor. Si se enfría el amor la fe
muere, como ocurre con el cuerpo al separarse el alma. En consecuencia,
cuando vemos que una persona se dedica con ardor a las buenas obras, a
una vida honesta, estamos convencidos de que tiene una fe viva, porque
tenemos pruebas evidentes”. S. Bernardo de Claraval, Res 2, 1

“La fe y la memoria hacen justo al hombre… el recuerdo de Dios se


abre a su presencia. El que aquí recuerda los mandatos de Dios y los
practica, allí merece también gozar un día de su presencia. Que gocen los
ángeles en el cielo de la presencia y del conocimiento de Dios. Y que
también nosotros conservemos la fe y su recuerdo en esta vida”.
S. Bernardo de Claraval, Sent I, 12

“Vosotros, por lo demás, si apeláis a vuestra experiencia, ¿no


cantáis también al mismo Señor un cántico nuevo, porque ha hecho
maravillas en vuestra fe que ha derrotado al mundo, sacándoos de la fosa
fatal y de la charca fangosa?” S. Bernardo de Claraval, SC 9, 1

“¿De dónde crees que llega la luz tan intensa y veloz de la fe a


todo el mundo, sino de la predicación del nombre de Jesús?”.
S. Bernardo de Claraval, SC 15, 6

Pero el perfume de tu justicia se difunde por todas partes con tales


aromas; no sólo eres justo, sino la justicia misma: la justicia que hace
justos. Y eres tan poderoso para justificar como rico para perdonar. Por
esta razón, todo el que, compungido por sus pecados, sienta hambre y sed
de justificación, haga un acto de fe en ti, que justificas al impío, y
justificado por esa fe estará en paz con Dios”.
S. Bernardo de Claraval, SC 22, 8

“Para que el alma sea perfecta debemos distinguir entre sentir y


consentir. Yo diría que tú eres recto de verdad si en todo sientes
rectamente, y no disientes de la fe con tus hechos. La fe y las obras
delatan el estado de tu alma invisible. Eres recto de verdad si
demuestras ser católico por tu fe y justo por tus obras. De lo contrario,
no dudes en creerte encorvado. Así te lo dicen: Si inmolas a Dios
rectamente y no lo divides rectamente, pecaste. Porque ofreces a Dios
cualquiera de las dos, la fe y las obras, y no separas, rectamente una de
la otra. No seas un oferente recto y luego un mal distribuidor. ¿Por qué
separas las obras de la fe? Las separas pecaminosamente matando tu fe
135
porque la fe sin obras está muerta. Ofreces a Dios una ofrenda muerta. Si
el amor es como el alma de la fe, ¿qué es la fe que no obra por amor sino
un cadáver exánime?” S. Bernardo de Claraval, SC 24, 7

“La muerte de la fe es la exclusión del amor. ¿Crees en Cristo? Haz


las obras de Cristo para que tu fe sea viva: que el amor sea el alma de
la fe, y las obras su prueba.
… no hace recto al hombre la fe recta, si no obra por amor. Y el que
carece de amor, no tiene con qué amar a la esposa. Pero tampoco las obras
rectas pueden hacer recto al corazón, si falta la fe.
… Por tanto, si ni la fe sin obras, ni las obras sin la fe son
suficientes para mantener recta el alma, nosotros, hermanos, que creemos
en Cristo, tratemos de enderezar nuestros caminos y nuestros afanes.
Levantemos nuestros corazones y nuestras manos a Dios, para que él nos
halle enteramente rectos, demostrando la rectitud de nuestra fe con
nuestras buenas obras, como amantes de la esposa, amados por el Esposo,
Jesús, Cristo, nuestro Señor, bendito por siempre. Amén”.
S. Bernardo de Claraval, SC 24, 8

“Cuando leo este texto suelo reprocharme que he asumido el servicio


de las almas, yo que no soy capaz de cuidar la mía, interpretando las
almas por las viñas. Si estás de acuerdo con esta interpretación, piensa
también si en consecuencia no deberemos decir con razón que la fe es la
vid; las virtudes, los sarmientos; el racimo, las obras; la devoción, el
vino. Porque el vino no existe sin la vid, ni la virtud sin la fe”.
S. Bernardo de Claraval, SC 30, 6

2Pero si, ateniéndote al sentido moral, prefieres aplicar las flores


y los frutos a un alma particular, entiende por flor la fe y por fruto
las obras. Y pienso que no te parecerá una ocurrencia inconveniente,
pues, así como la flor precede necesariamente al fruto, también las
buenas obras deben ser una consecuencia debía fe. Ya que sin la fe es
imposible agradar a Dios, como lo atestigua Pablo. Además, él mismo nos
dice: Todo lo que no procede de la fe es pecado. No hay, pues, fruto sin
flor, ni buenas obras sin fe. La fe sin obras es un cadáver, igual que la
flor cuando despunta y no trae fruto. Reanimadme con flores, dadme vigor
con manzanas, porque desfallezco de amor. Por tanto, el alma habituada a
la quietud sólo se consuela con las buenas obras arraigadas en una fe no
fingida, cuantas veces se le oculta la luz de la contemplación, como
suele suceder”. S. Bernardo de Claraval, SC 52, 2

“Que nadie me diga que el niño no tiene fe, si su madre le comunica


la suya, envolviéndolo con el sacramento hasta que sea idóneo para
percibirla desarrollada y pura, no ya con su propia sensación, sino con
su asentimiento. ¿Acaso es tan corto su manto que no pueda cubrir a los
dos? Grande es la fe de la Iglesia. ¿Por ventura es menor que la fe de la
mujer Cananea, que, como sabemos, fue suficiente para ella y para su
hija? ¡Qué grande es tu fe, mujer! que se cumpla lo que deseas. ¿Acaso es
menor que la fe de los que llevaban en la camilla al paralítico, para
conseguir la salud del alma y del cuerpo? Ya sabes el final: Viendo Jesús
la fe que tenían dijo al paralítico: hijo, se te perdonan los pecados. Y
poco después: Carga con tu camilla y echa a andar. Quien crea estas
cosas, fácilmente se persuadirá que la Iglesia puede prever con razón la
salvación no sólo de los niños bautizados en su fe, sino la coronación
del martirio de los niños matados por Cristo”.
S. Bernardo de Claraval, SC 66, 10

136
Fe

S. Bernardo de Claraval
- Adv VIII, 9
- Asc I, 3
- Asc V, 2
- Dil 15, 1
- Hum 53, 1
- O Pasc I, 2
- O Pasc I, 4
- QH X, 1
- Res II, 1
- SC 9, 1
- SC 15, 6
- SC 22, 8
- SC 24, 7
- SC 24, 8
- SC 30, 6
- SC 52, 2
- SC 66, 10
- Sent I, 12

Beato Guerrico de Igny


- Adv I [1], 3.4
- Adv II [2], 4
- Nat II [7], 1.3
- Nat III [8], 5
- Nat IV [9], 3
- Nat V [10], 1
- Nat V [10], 4.5
- Epi II [12], 3
- Epi II [12], 5
- Epi III [13], 3.4
- Epi III [13], 5
- Epi III [13], 6
- Epi III [13], 7
- Pur I [15], 3
- Pur I [15], 4
- Pur I [15], 5
- Pur IV [18], 4
- Pur IV [18], 5
- Pur V [19], 6
- Quad II [21], 2
- Ben I [22], 4
- Ben II [23], 2
- Ben II [23], 5
- Ben IV [25], 2
- Ben IV [25], 3
- Ben IV [25], 4
- Ben IV [25], 5
- Ben IV [25], 6
- Ann II [27], 3
- Ann II [27], 4
- Palm II [30], 4
- Palm IV [32], 1
- Palm IV [32], 3
- Palm IV [32], 5
- Res II [34], 5
137
- Res III [35], 1
- Rog [36], 4
- Asc [37], 3
- PP I [44], 3
- PP I [44], 5
- Asspt I [47], 4
- Nat BVM I [51], 4
- Nat BVM II [52], 5

S. Elredo de Rieval
- Spec I, 88

Balduino de Ford
- Sac alt II, 1
- Sac alt II, 2
- Sac alt II, 3

Forma de Cristo

“Defórmame de la forma del siglo a la que me he conformado;


confórmame a tus ciudadanos para que no me encuentre deforme en su
compañía”. Guillermo de Saint-Thierry, Med IV, 12

“1. Entre la forma de la carne y la forma del Verbo existe una


especie de grado intermedio, como una tercer forma de Cristo, la
espiritual, pero que se mostró claramente en su carne. Tal es la forma de
vida que él llevó en su cuerpo para servir de ejemplo a los que habrían
de creer. Pues si Cristo fuera formado en nosotros según el modelo de
vida y costumbres que se nos mostró en él, entonces indudablemente
estaremos capacitados para ver no sólo la que fue formada a causa
nuestra, sino también aquella otra que nos formó.
4. Desde allí (de Jerusalén) nos fue enviado el evangelio, en el
cual se revela un rostro hermoso de Cristo: la forma de su vida y su
doctrina que nos transmitió por su palabra y expresó en sí mismo por el
ejemplo”. Beato Guerrico de Igny, Nat BVM II [52], 1.4

“Se dan en Cristo una forma corporal, otra moral y otra intelectual.
En la forma corporal es nuestro hermano; en la moral es nuestro maestro;
en la intelectual es nuestro Dios. Asumió la forma corporal para cumplir
el misterio; presentó la forma moral para dar ejemplo; revelará la forma
intelectual o divina a manera de recompensa”.
Beato Guerrico de Igny, Nat BVM II [52], 2

“Solamente sed agradecidos porque os ha sido dado y esforzaos para


que os sea dado mejor y más perfectamente. El que una vez fue dado al
mundo bajo la forma de carne, también en ciertos días y horas se da a los
fieles bajo apariencia de pan, es decir, en el banquete del sacramento; y
con mucha frecuencia a horas inciertas se da a los fervorosos en la
dulzura de su Espíritu. Lo primero es para nuestra redención, lo segundo,
para la santificación, lo tercero para consolación. Lo primero exige una
fe recta, lo segundo, una conciencia pura, lo tercero, un fervor
sincero”. Beato Guerrico de Igny, Nat II [7], 3

“Un Niño ha nacido para nosotros. En verdad para nosotros y no para


sí o para los ángeles. …naciendo en el tiempo para nosotros se hizo
nuestra redención, porque nos veía fatigándonos solos a causa de la
antigua deuda de nuestro nacimiento”.
138
Beato Guerrico de Igny, Nat III [8], 1

“Dudo que pueda existir ejemplo más eficaz y suave para las
costumbres que el de este misterio, es decir, la consideración fiel y
piadosa del Verbo encarnado. ¿Qué cosa puede haber más capaz de excitar
al hombre al amor de Dios como el amor de Dios que se anticipa al hombre,
amor tan vehemente hacia el hombre que a causa del hombre quiso hacerse
hombre? ¿Qué puede nutrir tanto el amor al prójimo como la naturaleza y
semejanza del prójimo con la humanidad de Dios? Creo que no puede
pensarse ejemplo mayor de humildad que el anonadamiento de un Dios en
forma de siervo, y de esclavo más que de siervo”.
Beato Guerrico de Igny, Ann II [27], 4

“Cristo no es sólo aquel a quien amamos, tememos y conocemos y en


quien esperamos. Él también realiza en nosotros todas estas cosas y por
estas virtudes -como por tantos miembros y partes- él se perfecciona y se
forma en nosotros”. Beato Guerrico de Igny, Nat BVM II [52], 4

“El nombre de madre… os compete igualmente a vosotros que hacéis la


voluntad del Señor. Sí también vosotros sois madres del Niño que ha
nacido para vosotros y en vosotros, en cuanto por el temor del Señor
habéis concebido y dado a luz el espíritu de salvación. Vigila, pues,
madre santa, vigila solícita sobre este recién nacido, hasta que sea
formado en ti Cristo…
…Hermanos, en quienes la fe que obra por el amor ha nacido del
Espíritu Santo, protegedla, alimentadla, nutridla como al Niño Jesús,
hasta que sea formado en vosotros el Niño que ha nacido para nosotros.
Éste, en efecto, no sólo en su nacimiento, sino en su vida y en su muerte
nos ha dado el modelo según el cual debemos conformarnos siempre, si no
hubiera sido para nosotros, no habría nacido; si no hubiera sido para
nosotros, no habría querido vivir; si no habría sido para nosotros, no
habría querido morir -ya que no necesitaba hacerlo para sí-, a fin de que
nosotros renaciéramos por él, viviéramos conforme a él y muriéramos en
él”. Beato Guerrico de Igny, Nat III [8], 5

“Vosotros también madres afortunadas de tan gloriosa prole, cuidaos


hasta que Cristo se forme en vosotros. Cuidaos, no dañe el feto tierno
cualquier golpe fuerte desde el exterior, no entre nada en vuestro seno,
esto es, en el espíritu, que pueda acabar con la vida del concebido.
Tratad con delicadeza, si no a vosotros, ciertamente al Hijo de Dios en
vosotros. Tratadlo con delicadeza, repito, no sólo alejando toda obra y
palabra mala, sino también los pensamientos nocivos, los deleites
mortales que indudablemente ahogan el germen de Dios.
Guardad, por tanto, con todo esmero vuestros corazones, porque de
allí procederá la vida, es decir, cuando se desembarace del parto ya
maduro y la vida de Cristo -ahora escondida en vuestros corazones- se
manifieste en vuestra carne mortal.
…Dios que ahora ha sido concebido en nuestros corazones,
configurándonos con su espíritu de amor, nacerá entonces como hombre en
nuestros cuerpos configurándolos con la claridad de su cuerpo, en el cual
vive y es glorificado como Dios por los siglos de los siglos”.
Beato Guerrico de Igny, Ann II [27], 5

“En realidad, lo que se llama sombra en comparación con la verdad


manifiesta es, de ordinario, de una gloria y un esplendor inefables, esto
es, en aquellos cuya alma es un espejo transparente. Pablo, consciente de
esta feliz experiencia, habla de sí mismo y de sus semejantes: Todos
nosotros, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, somos
139
transformados en la misma imagen de claridad en claridad, como por el
Espíritu del Señor”. Beato Guerrico de Igny, PP III [46], 4

“Cuando el heredero de Dios y coheredero de Cristo, una vez adulto y


emancipado, sea introducido en la posesión plena de la herencia esperada,
entonces sin duda tendrá derecho absoluto y libre imperio sobre todas las
creaturas.
Entonces el mundo reconocerá al justo y legítimo heredero [al
hombre] como su señor, a causa de quien fue creado; reconocerá, repito,
que [el hombre] ya no se conforma con el mundo, sino que está reformado
en la novedad de su espíritu, a la imagen de Dios según la cual fue
hecho”. Beato Guerrico de Igny, OS [53], 3

“¿Qué cosa se puede predicar con más convicción, escuchar con más
provecho para la salvación, pensar con más fruto? En verdad ¿qué hay más
piadoso para los afectos de los fieles, tan medicinal para las
costumbres, qué cosa destruye los pecados, crucifica los vicios, alimenta
y fortalece las virtudes como el recuerdo del Crucificado?”.
Beato Guerrico de Igny, Palm II [30], 1

“Yo soy la resurrección y la vida. Él es, en efecto la primera


resurrección, Él también es la resurrección segunda. Cristo, al resucitar
de entre los muertos como primicias de los que durmieron, por el misterio
de su resurrección realizó para nosotros la resurrección primera y,
conforme al modelo de ésta realizará nuestra segunda resurrección.
La primera es la de las almas, cuando con Él las resucita para sí a
una vida nueva; la segunda será la de los cuerpos, cuando transforme el
cuerpo de nuestra humilde condición y lo haga conforme al suyo glorioso.
Con razón Cristo se proclama resurrección y vida, dado que resucitaremos
por Él y en Él, para vivir según él y junto a él. Ahora, ciertamente
según Él en santidad y justicia; después junto a Él en la bienaventuranza
y la gloria”. Beato Guerrico de Igny, Res II [34], 1

“Cristo primicia de los que duermen, primogénito de entre los


muertos con su resurrección, que es la primera de todas, inauguró a un
tiempo nuestra primera resurrección, la de las almas, y la segunda, la de
los cuerpos, cuando en su cuerpo -que resucitó de entre los muertos-
inició para las almas el sacramento de la resurrección y para los cuerpos
el modelo según el cual habían de resucitar”.
Beato Guerrico de Igny, Res III [35], 1

“Ahora habitando en ella y con ella en una vida sin fin y de un modo
incomprensible, la sacia de la gloria de la visión beatífica,
manifestándole en el exterior la forma corporal de su humanidad
glorificada e imprimiendo en su interior la forma del Verbo que
glorifica”. Beato Guerrico de Igny, Asspt I [47], 1

“Esta única Virgen Madre, que puede glorificarse de haber engendrado


al Hijo único del Padre, abraza a este mismo Hijo único en todos sus
miembros y no se sonroja de ser llamada Madre de todos aquellos en
quienes reconoce que Cristo está ya formado o en vías de formación
En verdad es la Madre de la Vida de la que todos viven, pues al
engendrarla reengendró en cierto modo a todos los que de ella habían de
vivir esa vida. Sólo uno fue el engendrado, pero todos nosotros fuimos
reengendrados, porque, en razón del germen por el que se transmite la
regeneración, ya entonces todos estábamos en él [en Cristo]. Como
estábamos desde el principio en Adán, a causa el germen de la generación

140
carnal, mucho más lo estábamos en Cristo antes del comienzo, a causa del
germen de la regeneración espiritual”.
Beato Guerrico de Igny, Asspt I [47], 2

“Así como ella sola recibió la gracia de engendrar a Dios, así


también sólo ella posee la prerrogativa de gloriarse en aquel a quien
engendró. Gloria absolutamente única e incomparable la de la Virgen
Madre: poder ver a Dios, Rey de todas las cosas, llevando como diadema la
carne con que ella lo coronó, de tal manera que confiesa y adora a Dios
en su propio cuerpo, y ve en Dios su propio cuerpo glorificado”.
Beato Guerrico de Igny, Asspt IV [50], 3

“Os ofrecemos leche del pecho de los apóstoles siempre que


comentamos sus palabras para vuestra edificación. Ahora,… basta avisaros
que, así como amáis estos pechos, así deseéis siempre leche de los
mismos. De este modo creceréis por ella para la salvación, hasta poder
mostrar formado en vosotros al Salvador Jesucristo nuestro Señor”.
Beato Guerrico de Igny, PP II [45], 6

“Sagrada y dulce infancia que restituye a los hombres la verdadera


inocencia, gracias a la cual toda edad puede retornar a una dichosa
infancia y hacerse conforme a ti… por la humildad de corazón y la
santidad de vida”. Beato Guerrico de Igny, Nat I [6], 2

“Nos precede mostrándonos ejemplos de humildad y paciencia; que


ahora nos siga ayudándonos a imitar lo que nos ha mostrado.
Qué felices somos nosotros, hermanos míos, si acerca de esto
escuchamos el consejo del apóstol: Tened en vosotros los mismos
sentimientos de Cristo Jesús, el cual lo sabéis, nos ha precedido.
Esto es, que nadie se eleve por encima de sí mismo, antes bien, se
humille por debajo de sí; el que es mayor que sirva a los otros; si
alguno es ofendido, sea el primero en perdonar; cada uno obedezca hasta
la muerte. Por estas huellas, sigamos a Cristo en la forma de siervo y
llegaremos a verlo en la forma de Dios, en la que vive y reina por los
siglos de los siglos”. Beato Guerrico de Igny, Palm I [29], 3

“3. En realidad esta venida del Señor que media entre la primera y
la última será para nosotros de mayor o menor eficacia, según el mérito y
la diligencia de cada uno: nos dispone para la primera venida y nos
prepara para la última. Con este fin ahora viene a nosotros para que su
primera venida no nos resulte estéril ni la última se vea precisado a
mostrarse airado contra nosotros. En esta venida procura reformar nuestro
espíritu lleno de orgullo conformándolo a los sentimientos de humildad de
que nos dio ejemplo en la primera venida, para así transformar el cuerpo
de nuestra humilde condición y hacerlo conforme al suyo glorioso que
manifestará después cuando vuelva por segunda vez.
4. De [la última venida] afirma el Apóstol: Contemplando la gloria
del Señor somos transformados en esta misma imagen de gloria en gloria,
por el Espíritu del Señor. ¡Qué cosa maravillosa y amable cuando
Dios-Amor penetra en el alma que ama, cuando ella es transformada en esa
misma imagen por la que contempla como en un espejo la gloria del
Señor!”. Beato Guerrico de Igny, Adv II [2], 3.4

“En su naturaleza inmutable no puede darse otro anonadamiento que


asumir nuestra naturaleza, la cual es una tierra vacía y desierta.
Profundo anonadamiento es éste a los ojos de quien lo contempla: [el que
es] el esplendor de la gloria y figura de la sustancia del Padre tomó
forma de esclavo carente de vistosidad y hermosura. Como si fuera poco
141
anonadamiento hacerse solamente hombre, también se vació de la gloria de
la carne humana, tornó necia su sabiduría, debilitó su fuerza, disminuyó
su grandeza tan profundamente que en su nacimiento se mostró el más
pequeño, y en su pasión el último de los hombres; por eso no hicieron
ningún caso de él”. Beato Guerrico de Igny, Nat III [8], 2

“Si llegase a acontecer, hermanos, que las entrañas de nuestra madre


[la Iglesia] se quejaran de alguno de nosotros mucho me temo que hubiera
sido mejor que tal hombre no hubiera sido concebido, a no ser porque no
nos permite desesperar de tales personas el que también suscita de las
piedras hijos de Abraham. Si tal vez hubiera alguno, suavice el Señor su
corazón de roca para que no lastime el seno de su madre. El mismo [Dios]
se digne consolar el corazón materno para que no le resulte gravoso
llevarlos, cualesquiera que sean, hasta que sea formado en ellos Cristo,
quien, siendo Dios perfecto y hombre perfecto, vive y reina por lo siglos
de los siglos. Amén”. Beato Guerrico de Igny, Ann III [28], 7

“Eran párvulos aquellos a quienes alimentaba como cierto comienzo de


su creación, pero sólo un comienzo; se necesitaba después mucha solicitud
y esfuerzo para conducirlos hasta la perfección y que Cristo fuera
formado en ellos”. Beato Guerrico de Igny, PP II [45], 2

“Y si el servidor de Cristo engendra una y otra vez a sus hijitos


por su solicitud y el deseo de su piedad, hasta que Cristo sea formado en
ellos, ¿cuánto más la misma Madre de Cristo? Y Pablo los engendró
predicándoles la palabra de la verdad por la cual fueron reengendrados;
pero María lo hace mucho más divina y santamente, engendrando a la
Palabra misma. Por cierto alabo en Pablo el ministerio de la predicación,
pero más admiro y venero en María el misterio de la generación”.
Beato Guerrico de Igny, Asspt I [47], 3

“Pero como dice en pos de ti creo que más bien pide que le permita
seguir tras las huellas de su vida, para emular sus virtudes, guardar las
normas de su conducta y abrazar la perfección de su forma de vida”.
S. Bernardo de Claraval, SC 21, 2

“Cuando llegue el Salvador, transformará la bajeza de nuestro ser,


reproduciendo en nosotros el esplendor del suyo; a condición de que el
corazón quede previamente transformado, reproduciendo la humildad del
suyo”. S. Bernardo de Claraval, Adv IV, 4

“Queréis que os explique por qué, entre las distintas formas de


penitencia, la disciplina monástica ha merecido que se la considere como
un segundo bautismo. Creo que es debido a su renuncia total del mundo y a
la especial excelencia de su vida espiritual. La vida monástica supera a
todos los géneros de vida humana. Los que se comprometen con ella y la
aman, se vuelven semejantes a los ángeles y se hacen distintos de los
demás hombres. Más aún: el compromiso monástico reforma la imagen divina
del hombre, configurándolo con Cristo, como si fuese un bautismo. Es como
si nos bautizáramos por segunda vez. Y mientras matamos lo que hay de
terreno en nosotros nos revestimos de Cristo, incorporados a Él de nuevo
por una muerte semejante a la suya. Del mismo modo que en el bautismo se
nos saca del poder de las tinieblas para trasladarnos al reino de la
claridad sin fin, en esta especie de segunda regeneración que supone la
profesión escapamos del ámbito de las tinieblas -no de la única y
original, sino de las innumerables y actuales de nuestros delitos- hacia
la luz de las virtudes. Hacemos realidad lo que escribe Pablo: La noche
está avanzada, el día se avecina”. S. Bernardo de Claraval, Pre 54
142
“Más aún: el compromiso monástico reforma la imagen divina del
hombre, configurándolo con Cristo, como si fuese un bautismo”.
S. Bernardo de Claraval, Pre 58

“2. Pero esta desemejanza no es una extinción de la naturaleza, sino


un vicio que cuanto más se realza por contraste el mismo bien de su
naturaleza, tanto más la desfigura al mezclarse con ella. Ahora bien, el
regreso del alma es su conversión al Verbo, para ser reformada por él y
conformada a él. ¿Cómo? En el amor. Escuchadlo: Procurad pareceros a Dios
como hijos queridísimos y vivid en mutuo amor, igual que os amó Cristo.
3. Esta conformación desposa al alma con el Verbo, pues ya que es
semejante a él por naturaleza procura también ser semejante a él por el
amor, amando como es amada. Y si ama perfectamente, se desposa. ¿Hay algo
más gratificante que esta conformación? ¿Hay algo más deseable que el
amor?”. S. Bernardo de Claraval, SC 83, 2-3

“Porque si tienes necesidad de ser purificado por un sacrificio ¡es


que eres impuro! Pero si consideras la dignidad original de tu condición
primera, tu precio ya no será un macho cabrío o un carnero, a los cuales
fuiste asimilado por tu insensatez desde el día en que perdiste tu forma,
sino que lo será el Hijo único de Dios por quien la imagen de Dios ha
sido formada en ti. Él mismo, y no otro será tu precio; con su sangre
debes ser redimido para que la imagen de Dios sea reformada en ti, por el
mismo Hijo que es la imagen del Dios invisible”.
Balduino de Ford, Sac alt I, 2

“El número cuatro representa los cuatro evangelios, o las cuatro


virtudes principale cuya perfección es enseñada en el Evangelio, o los
cuatro misterios del nacimiento, la pasión, la resurrección y la
ascensión de Cristo que tiene por efecto conformarnos a Cristo
haciéndonos renacer, sufrir, resucitar con Él, y subir con Él de virtud
en virtud”. Balduino de Ford, Sac alt III, 2

“Los beneficios de Dios se refieren: unos, a la creación; otros, a


la reparación y a la consolación de todos los días. Son beneficios de la
creación: el haber sido formados a su imagen y semejanza; el hecho de que
en él vivimos, nos movemos y existimos, y somos de su linaje; que nos
haya regalado un cuerpo, un alma y todos los sentidos corporales y
espirituales de una manera completa”. Balduino de Ford, Tract III

“De nuestra doble resurrección, tanto de la primera como de la


segunda, la resurrección de Cristo es la causa y la forma, el ejemplo y
el sacramento. En efecto, por la fe y por la imitación de la resurrección
de Cristo somos reformados, justificados, santificados, resucitados de la
muerte, para que muertos al pecado, vivamos para la justicia; para que
caminemos en una vida nueva, en espera de la adopción de los hijos de
Dios y de la redención de nuestro cuerpo. Pues en la segunda
resurrección, Cristo reformará nuestro cuerpo de miseria, conformándolo a
su cuerpo de gloria”. Balduino de Ford, Tract IV

“Cuando estas tres realidades concuerdan en un corazón -de modo que


simultáneamente se entienda, se crea y se ame la Palabra de Dios- Cristo,
que es la Palabra del Padre, del cual también el propio Padre dice: Me
brotó del corazón una palabra buena, habita en él por la fe, y por
admirable condescendencia, él que es Dios en el corazón del Padre
desciende hasta el corazón del hombre, a fin de ser concebido y formado
allí de una manera nueva, como dice el Apóstol a los Gálatas: Hijitos
143
míos, a quienes doy a luz de nuevo, hasta que Cristo sea formado en
vosotros”. Balduino de Ford, Tract VI

“Pues la misma caridad es un mandamiento claro, que ilumina los


ojos. En efecto, nada hay en nosotros más semejante a la caridad que es
Dios, como la propia caridad que Dios ha puesto en nosotros. Por ella, la
imagen de Dios es reformada en nosotros; por ella Dios es visto y sentido
en nosotros mucho más plenamente de lo que es conocido por la sola fe”.
Balduino de Ford, Tract XIV

“¿Y cómo se realizará esta renovación sino con el precepto nuevo de


la caridad, del que afirma el Salvador: Os doy un mandamiento nuevo? Así
pues, si el espíritu se reviste perfectamente de esta caridad reformará
las dos facultades que dijimos están corrompidas, es decir, la memoria y
el conocimiento. Por eso se nos inculca como muy saludable para nosotros
el contenido de este único precepto, del cual depende el despojo del
hombre viejo, la renovación del espíritu y la reforma de la imagen
divina”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 24

“Quien aspira a la cumbre de la perfección en el orden voluntario


dirija sin cesar su mirada a la caridad, con la cual nos acercamos de
modo particular a Dios, más aún, nos adherimos a Dios y nos conformamos a
él”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 96

Forma de Cristo

Guillermo de Saint-Thierry
- Med IV, 12

S. Bernardo de Claraval
- Adv IV, 4
- Pre 54
- Pre 58
- SC 21, 2
- SC 83, 2-3

Beato Guerrico de Igny


- Adv II [2], 3.4
- Nat I [6], 2
- Nat II [7], 3
- Nat III [8], 1
- Nat III [8], 2
- Nat III [8], 5
- Ann II [27], 4
- Ann II [27], 5
- Ann III [28], 7
- Palm I [29], 3
- Palm II [30], 1
- Res II [34], 1
- PP II [45], 2
- PP II [45], 6
- PP III [46], 4
- Asspt I [47], 2
- Asspt I [47], 3
- Asspt IV [50], 3
- Nat BVM II [52], 1.4
- Nat BVM II [52], 2
144
- Nat BVM II [52], 4
- OS [53], 3

S. Elredo de Rieval
- Spec I, 24
- Spec III, 96

Balduino de Ford
- Sac alt I, 2
- Sac alt III, 2
- Tract III
- Tract IV
- Tract VI
- Tract XIV

Humildad

“¿Qué es la virtud de la piedad, sino la caridad sincera, la


humildad verdadera, la paciencia magnánima, la obediencia solícita?”.
Beato Guerrico de Igny, Epi IV [14], 3

“Mi alma se turba, oh Dios dentro de mí, recordando sus pecados; por
eso me acordé de ti en la tierra del Jordán, es decir, cómo purificaste a
Naamán el leproso por su humilde descenso. Descendió, dice, y se lavó
siete veces en el Jordán según la palabra del hombre de Dios, y quedó
limpio. Desciende también tú, alma mía, del carro de la soberbia a las
aguas saludables del Jordán… esta es realmente la humildad propia del
arrepentimiento, que, fluyendo de la gracia y del ejemplo de Cristo, es
predicada en todo el orbe y purifica los crímenes del mundo entero.
… Nuestro Jordán es un río puro; y no podrán calumniarte los
soberbios, si te sumerges totalmente en él y por así decir te sepultas en
la humildad de Cristo”. Beato Guerrico de Igny, Epi IV [14], 5

“La humildad de Cristo que debemos imitar si queremos ser


perfectamente purificados tiene siete efectos. El primero, siendo rico se
hizo pobre. El segundo, llevando la pobreza al extremo, fue puesto en un
pesebre. Tercero, se sometió a una Madre. Cuarto, hoy bajó la cabeza ante
las manos de su siervo. Quinto, soportó a su discípulo ladrón y traidor.
Sexto, se presentó lleno de mansedumbre ante el juez inicuo. Séptimo,
intercedió con gran clemencia ante el Padre por los que lo crucificaban.
Seguirás las huellas de este gran gigante, aunque sea de lejos, si
amas la pobreza, si entre los pobres eliges el último lugar, si
permaneces sometido a la disciplina del monasterio, si soportas tener por
superior a uno menor que tú, si sufres con ecuanimidad a los falsos
hermanos, si mediante la mansedumbre sales victorioso del juicio, si
retribuyes con caridad a quienes te hacen sufrir injustamente.
Esta humildad rebautiza sin hacer injuria al único bautismo, porque
no repite la muerte de Cristo, sino que instaura la mortificación y
sepultura de los pecados, y lo que en aquel bautismo se realiza en figura
aquí se cumple en verdad.
… descender día tras día más profundamente, sumergirnos por entero
en Cristo y ser completamente sepultados en él. Démosle gracias porque su
humildad santificó hoy el rito del bautismo de los creyentes y reserva
una gracia semejante para los penitentes”.
Beato Guerrico de Igny, Epi IV [14], 7

145
“Hermanos quisiera no obstante recordaros cómo la verdadera y
bienaventurada pobreza de espíritu se halla más en la humildad del
corazón que en la carencia de cosas materiales; ella consiste más en
arrojar de sí la soberbia que en el desprecio de los bienes”.
Beato Guerrico de Igny, OS [53], 5

“La Sabiduría buscó el reposo en todas las cosas, pero solamente la


halló en los humildes”. Beato Guerrico de Igny, Asspt III [49], 3

“Mirad que también ahora la Sabiduría clama en las plazas: -En todas
las cosas busqué el reposo; golpeé y no hubo quien me abriera, llamé y no
hubo quien respondiera.
… si Dios mira como hecho a sí mismo todo acto de humanidad para con
uno de sus miembros, ¿cuánto más recordará con gratitud lo que se hace a
su mismo Espíritu, diciendo: Fui peregrino y me recibisteis? ¿Acaso la
pobreza de muchos santos, que no les permite recoger a los vagabundos ni
alimentar a los hambrientos, podrá mostrarse inhumana e inhospitalaria
con el Señor, que acostumbra a hospedarse principalmente entre los
pobres?
¿En quién reposaré, dice, sino en el humilde y tranquilo, y que teme
mis palabras? Oh humildad, estrecha para ti, amplía para la divinidad,
pobre e insuficiente para ti, suficiente para aquel, a quien el mundo no
puede contener; tú alimentas abundante y deliciosamente al que alimenta a
los ángeles.
¿En quién reposaré, dice, sino en el humilde? En todas las cosas
busqué el reposo, pero lo encontré en mi humilde esclava. No se ha
encontrado otra semejante a ella por la gracia de la humildad. Y ello
hizo que en esta plenitud de humildad, reposara también corporalmente
toda la plenitud de la divinidad, si bien reposó de otra manera en el
Hijo, porque aunque la Madre es humildísima mucho más humilde es el Hijo.
Por tanto, el Espíritu septiforme no sólo reposó sobre él, sino que
también preparó en él diversas mansiones de felicísima quietud para todos
aquellos que aprendieron de él a ser mansos y humildes”.
Beato Guerrico de Igny, Asspt III [49], 4

“¿En quién reposaré, sino en el humilde y tranquilo?… Porque ¿cómo


podría descansar sobre lo que está agitado [inquietum]? ¿Cómo podría
permanecer inmóvil una columna sobre una base insegura y vacilante? ¿Y
quién puede estar tranquilo [quietum], sino el humilde? ¿Quién, a no ser
el humilde, puede poseerse a sí mismo en la paz de un espíritu tranquilo
y modesto?”. Beato Guerrico de Igny, Asspt III [49], 5

“María, al cumplir la ley, no tanto fue purificada cuanto recomendó


el misterio de la purificación, significando la del espíritu.
La Madre de toda pureza se sometió a los ritos de la purificación
legal, para hacernos comprender el valor de la humildad plenamente
obediente y la verdad de la purificación evangélica ¿En dónde está aquel
presuntuoso de santidad fingida que rehúsa contumazmente someterse a la
purificación de la penitencia?” Beato Guerrico de Igny, Pur I [15] ,1
“¡Dichosa humildad la de los penitentes! ¡Feliz esperanza la de los
que se acusan!
El hijo pródigo extremadamente culpable, todavía no se había
confesado, sino sólo proyectaba confesarse, aún no había reparado sus
extravíos, antes solamente disponía su ánimo para dar satisfacción...el
simple propósito de humildad le obtuvo el perdón, esperado durante tanto
tiempo con ardientes ansias, implorado con lágrimas, solicitado con
instancia”. Beato Guerrico de Igny, Quad II [21] ,1

146
“Conserva este sentimiento perfectísimo de humildad y piedad, a fin
de sentir de ti según la humildad y del Señor según la bondad.
La humildad es la más grande de las virtudes, siempre y cuando se
ignore que es virtud”. Beato Guerrico de Igny, Quad II [21] ,4

“Dichoso el vientre que te llevó, Señor Jesús. ¡Feliz castidad del


seno virginal que suministró materia para realizar esta obra! Feliz,
hermanos míos, el resplandor de aquel marfil, es decir, la blancura de la
castidad, a quien ni el oro de la sabiduría mundana ni la plata de la
elocuencia ni las piedras preciosas de alguna gracia excelente fueron
preferidas por nuestro Salomón; antes bien, se recomienda la castidad con
la humildad, por cuanto el Señor miró la humildad de su esclava. Por eso
Salomón, al ponderar en su cántico de amor la castidad virginal, bien sea
de la esposa, bien del Esposo -por cuanto aquellos que son un mismo
espíritu y una misma carne en muchas, coinciden en merecer una misma
alabanza- para dar a entender la castidad de que debe estar adornada la
esposa y cómo también nuestra castidad debe estar adornada de otras
virtudes, dijo: Su pecho es marfil cuajado de zafiros”.
Beato Guerrico de Igny, Ann I [26], 5

“Nos precede mostrándonos ejemplos de humildad y paciencia; que


ahora nos siga ayudándonos a imitar lo que nos ha mostrado.
Qué felices somos nosotros, hermanos míos, si acerca de esto
escuchamos el consejo del apóstol: Tened en vosotros los mismos
sentimientos de Cristo Jesús, el cual lo sabéis, nos ha precedido.
Esto es, que nadie se eleve por encima de sí mismo, antes bien, se
humille por debajo de sí; el que es mayor que sirva a los otros; si
alguno es ofendido, sea el primero en perdonar; cada uno obedezca hasta
la muerte. Por estas huellas, sigamos a Cristo en la forma de siervo y
llegaremos a verlo en la forma de Dios, en la que vive y reina por los
siglos de los siglos”. Beato Guerrico de Igny, Palm I [29], 3

“Reconociendo en la humildad de la carne la majestad divina,


prorrumpen: Verdaderamente éste es nuestro Dios, lo hemos esperado y él
nos salvará. Este es el Señor, pacientemente lo hemos esperado;
exultaremos y nos regocijaremos en la salvación que viene de él”.
Beato Guerrico de Igny, Adv I [1], 1

“Con este fin ahora viene a nosotros para que su primera venida no
nos resulte estéril ni la última se vea precisado a mostrarse airado
contra nosotros. En esta venida procura reformar nuestro espíritu lleno
de orgullo conformándolo a los sentimientos de humildad de que nos dio
ejemplo en la primera venida, para así transformar el cuerpo de nuestra
humilde condición y hacerlo conforme al suyo glorioso que manifestará
después cuando vuelva por segunda vez”.
Beato Guerrico de Igny, Adv II [2], 3

“Por lo demás, cuán admirable sea esta venida del Señor aunque
oculta, cuán suave y agradable sorpresa causará y cómo arrebatará al alma
que lo contempla, cómo todos los huesos del hombre interior exclamarán:
Señor, ¿quién es semejante a ti?, esto lo saben quiénes lo han
experimentado y ojalá lo deseen experimentar también quienes lo han
hecho, con tal de que no sea por curiosidad temeraria lo que los induzca
a escrutar la majestad, a riesgo de ser ofuscados con su gloria, sino más
bien que un amor lleno de respeto los haga suspirar por el Amado para ser
acogidos por la gracia. Pues el Señor acoge a los humildes y abate hasta
el suelo a los pecadores; resiste a los soberbios y da su gracia a los
humildes”. Beato Guerrico de Igny, Adv II [2], 4
147
“Si hay algo tortuoso y torcido en nuestra voluntad, es preciso que
lo corrijamos y rectifiquemos según la regla de la voluntad divina. … es
necesario aplanar toda aspereza en tus costumbres para convertirla en esa
igualdad de ánimo necesaria en la vida de comunidad. El que es manso y
humilde (Jesús) no descansa sino en el manso y humilde”.
Beato Guerrico de Igny, Adv IV [4], 4

“¿Y tú te enorgulleces, tierra y ceniza, después que Dios se ha


hecho humilde? ¿Aún eres grande a tus propios ojos después que Dios se ha
hecho pequeño ante tus ojos? ¿Tú te hinchas, te elevas creyéndote ser
algo cuando en realidad no eres nada? Te engañas a ti mismo, te grita el
Apóstol; porque aun cuando fueras algo, y algo muy grande, tanto más
deberías humillarte. Cuanto más grande seas -dice el sabio- más debes
humillarte en todo; y hallarás gracia ante Dios, que resiste a los
soberbios y da su gracia a los humildes, y que para darles ejemplo,
siendo el mayor de todos, se hizo el más humilde y el más pequeño de
todos”. Beato Guerrico de Igny, Nat I [6], 2

“Yo te glorifico, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque


ocultaste estas cosas a los sabios y prudentes y las revelaste a los
pequeños. Sí, Padre, porque así fue de tu agrado, que a los pequeños les
fuera dado este Pequeño que ha nacido para nosotros. Ciertamente la
altivez de los soberbios en gran manera desdeña la humildad de este Niño
y lo que es encumbrado ante los hombres es abominable ante aquel que
siendo verdaderamente encumbrado se hizo pequeño por nosotros.
Este Niño sólo se entiende con los niños; sólo descansa en los
humildes y apacibles”. Beato Guerrico de Igny, Nat V [10], 3

“Él [Dios] oculta la inmensidad de su dulzura a los que le temen


sólo por este motivo: conservarlos así siempre humildes, los mantiene
dignos de su amor”. Beato Guerrico de Igny, Ben III [24], 2

“Creo que no puede pensarse ejemplo mayor de humildad que el


anonadamiento de un Dios en forma de siervo, y de esclavo más que de
siervo”. Beato Guerrico de Igny, Ann II [27], 4

“Por lo demás, para aquellos que han de salvarse, esto es para


nosotros, era de todo punto necesario que Cristo, al pasar por el sendero
de esta vida, dejara trazada una senda para sus seguidores, tanto
respecto de las cosas prósperas como de las adversas. Al mismo tiempo, al
ser enaltecido y luego humillado, nos quiso enseñar mediante su ejemplo
que hemos de conducirnos con humildad en medio de honores y con paciencia
en las afrentas y sufrimientos”. Beato Guerrico de Igny, Palm III [31], 4
“Dichosa, por tanto, hija de Sión, Tú aprendiste a venerar la
humildad de Cristo como una armadura celestial, como distintivo del
reino”. Beato Guerrico de Igny, Palm IV [32], 4

“Entonces, como olvidándose de su majestad y como haciéndose injuria


a sí mismo -aunque para el que ama es un honor humillarse en favor de sus
amigos- por una condescendencia inefable del Señor, ¡y qué Señor! lavó
los pies de sus siervos y con este único acto les dejó un modelo de
humildad y un sacramento de perdón”. Beato Guerrico de Igny, Asc [37], 1

“Esta fue la grandeza de Juan, la que lo constituye grande entre los


grandes: si bien sus virtudes eran grandes e innumerables, no teniendo
par entre todos los mortales, les añadió la mayor de todas las virtudes,
la humildad. Cuando era tenido por el mayor de todos, la prefirió con tal
148
ahínco que pronunció aquella sentencia llena de devoción, confesándose
indigno de quitarle el calzado.
¡Con cuánto mayor provecho imitarían la humildad de Juan! Él se
abajaba para añadir a otro y se esforzaba en pasar por menor de lo que se
creía, a fin de que el otro comenzara a demostrar que era lo que no se
pensaba de él”. Beato Guerrico de Igny, JB III [42], 3. 6

“A vosotros, que tenéis por amiga a la pobreza y os es grata la


humildad de espíritu, la Verdad inmutable os ha asegurado la posesión del
reino de los cielos, aseverando que es vuestro y guardándolos fielmente
en depósito, con tal de que también vosotros guardéis firmemente hasta el
fin esta esperanza depositada en vuestro corazón, con la ayuda de nuestro
Señor Jesucristo”. Beato Guerrico de Igny, OS [53], 7

“Existe, como acabamos de decirlo, cierta compunción que proviene


del dolor del arrepentimiento, que conviene a los pecadores que se
convierten a Dios. Existe también la compunción que proviene del rigor de
la prueba que Dios impone a todos los justos por medio de mil
tribulaciones. Muchas son las tribulaciones de los justos, y no es justo
el que no sufre. Por esta compunción Dios, como si derramara vino, cuida
las llagas que pueden tener los justos, cura su debilidad, conserva su
humildad o ejercita su paciencia. Éste es el vino de compunción, o, según
otra versión, el vino que aguijonea.
… Esta masa nueva se compone de harina aglutinada por el agua, sin
fermento. … En cuanto a nosotros, si somos quebrantados por el temor y la
humildad, mojados por las aguas del bautismo o de la penitencia,
impregnados por la gracia celestial, aglutinados por la caridad, a fin de
que la multitud inestable de las concupiscencias vanas no nos divida,
somos entonces masa nueva y ácimos”. Balduino de Ford, Sac alt II, 4

“Confesar la propia fe es anunciar a Cristo con la lengua y la vida,


la palabra y el ejemplo, las conversaciones y las costumbres; es llevar
la humillación de Cristo, no avergonzarse de la humildad, la pobreza y
todo abajamiento soportado por Cristo”. Balduino de Ford, Sac alt III, 1

“Cuando el Señor dio la vista al ciego de nacimiento, los fariseos,


en su incredulidad, se cegaron aún más, y sus ojos se velaron para no
ver. Pero el Señor comprendió lo insólito que era para ellos un milagro
tan grande, y dijo: Yo he venido a este mundo para que los que no ven,
vean y los que ven se vuelvan ciegos. Para que los que no ven a causa de
la soberbia, vean por la humildad; y los que ven a través del orgullo, no
vean, al serle retirada la gracia.
… En el sacramento de la Eucaristía, toda la razón humana debe
someterse a una fe respetuosa. Fue necesario, y el orden de nuestra
redención así lo exigía, que la imagen de Dios, deformada por el orgullo
de la razón, fuera corregida, en el sacramento mismo de nuestra
redención, por la humildad de la razón. De esta manera el hombre,
humillando toda su inteligencia ante Dios, creería, de este sacramento,
lo que el Señor dispuso que se creyera cuando dijo: Este es mi cuerpo”.
Balduino de Ford, Tract I

“Cada vez que animado de un buen celo, uno da al otro un buen


ejemplo, le sirve de modelo, o, por cualquier servicio de caridad y
humildad se hace amable a sus ojos, es una cítara que resuena y cuyas
cuerdas se responden armoniosamente.
… No hay melodía más arrebatadora en un instrumento encantador, como
la dulzura y el encanto de una vida en común, en la reunión de una santa
comunidad. En Cristo y por Cristo, uno se aplica mutuamente a ajustarse a
149
los otros y, para guardar la paz, se adapta al temperamento de otro por
la humildad y la paciencia”. Balduino de Ford, Tract IV

“Pero los que son conducidos por el Espíritu de Dios, cuanto más
son movidos por él, tanto menos se hinchan y tanto más se humillan; como
pobres de espíritu no se complacen en la altivez, sino que se complacen
en la humildad.
… Sólo la humildad de la fe puede curar la presunción o la hinchazón
del espíritu, ella sopla sobre todo lo que inspiró el espíritu del
orgullo que se opone siempre a Dios, al que Dios resiste siempre, él, que
da su gracia a los humildes.
Esta humildad de la fe, reivindica los primeros lugares en la virtud
de los pobres de espíritu. Ella muestra una digna reverencia por las
palabras de Dios; las cree y se contenta con ellas. Cualquiera que la
posee perfectamente, no confía en sí mismo, sino que confía su espíritu a
Dios, su espíritu está confiado en Dios. Pero también Dios se confía a
él, le entrega como a fiel suyo los secretos de sus designios; y el
espíritu del hombre es informado por el Espíritu de Dios mediante la
gracia que este le inspira para que sea fiel y confíe en el Dios fiel,
que es fiel en todas sus palabras.
… La santa pobreza debe ser estimada más según la humildad del
espíritu, que según la escasez del patrimonio. Pobres de espíritu se les
dice más a los que sienten pobremente de sí que a los que tienen una
fortuna exigua. Quienes saben orgullosamente y orgullosamente sienten,
aunque carezcan de recursos pertenecen menos a los pobres de espíritu que
aquellos que poseen como si no poseyeran”. Balduino de Ford, Tract IX

“Oh alma fiel! Si Por este ejemplo te sintieras protegida contra la


soberbia, de tal modo que sigas mediante la humildad las huellas de tu
Maestro se te dice: ¡Qué hermosos son tus pies en las sandalias, hija de
príncipe!. Escucha, hija, e inclina tu oído para humillarte; y el Rey se
prendará de tu belleza. ¿Quién es el Rey, sino aquel que es el solo Rey?
Te harás apetecible, deseable y amable a él, si inclinas tu oído, si te
humillas y tanto más cuanto mayor fueres. Cuanto más te humillas, tanto
más engrandeces al Señor”. Balduino de Ford, Tract VII

“Por eso va pregonando: Aprended de mí, que soy sencillo y humilde


de corazón. Fíjate en esta expresión, porque hay una doble humildad.
Humildad de conocimiento y humildad de afección, llamada aquí de corazón.
Por la primera reconocemos que no somos nada; la vamos aprendiendo en la
experiencia de nuestras propias debilidades. Por la segunda pisoteamos la
gloria del mundo; la aprendemos de aquel que se anonadó a sí mismo
tomando la condición de esclavo”. S.Bernardo de Claraval, Adv IV, 4

“Y, en el corazón, la caridad sale al paso de los bajos deseos,


mientras la humildad se opone a los instintos de dominación”.
S.Bernardo de Claraval, Adv V,3
“La humildad reúne a las virtudes, las mantiene unidas y las
perfecciona. El cimiento se oculta en tierra, no puede conocerse su
consistencia hasta que los muros se asienten o se desmoronen. La humildad
clava su raíz en lo profundo del corazón. No puede conocerse su ausencia
o su debilitamiento hasta que los muros del edificio se disuelven por el
desorden o se disgreguen y desmoronen”.
S.Bernardo de Claraval, Adv VIII, 6

“¿qué vaso podremos presentar que sea receptáculo digno de la


gracia? Bálsamo purísimo es y requiere un solidísimo vaso. ¿Y cuál es tan
puro, cuál es tan sólido como la humildad de corazón? Por eso justamente
150
da la gracia Dios a los humildes; por eso justamente miró a humildad de
su sierva. ¿Preguntas en qué estuvo su mérito? En que no ocupó su ánimo
humilde ningún mérito humano, para que de este modo no se impidiese que
entrara libremente en la plenitud de la gracia divina. A esta misma
humildad debemos subir nosotros por diversos grados”.
S.Bernardo de Claraval, Ann III, 9

“Mucho afán por llevar túnica y cogulla sobre el cuerpo, como si el


que no las llevara dejase de ser monje, para prescindir luego
interiormente de la comprensión y de la humildad, que son las verdaderas
prendas del alma”. S.Bernardo de Claraval, Apo 12, 3

“Por eso, hermanos, perseverad en la disciplina que abrazasteis y


subid por la pequeñez a la grandeza: es el único camino. Quien elige otro
desciende, no asciende, porque únicamente la humildad encumbra y sólo
ella nos lleva a la vida”. S.Bernardo de Claraval, Asc II, 6

“Excelente patrimonio es el de la humildad. Todo edificio espiritual


que se levante sobre él llega a convertirse en el templo santo del Señor.
Gracias a la humildad, destruyeron algunos hasta los baluartes de sus
enemigos. Ninguna otra virtud es capaz como ella de aplastar la soberbia
de los demonios, que tiranizan al hombre. Por lo demás, aun siendo cierto
que toda clase de personas debe contar con esta virtud como refugio y
bastión contra el enemigo, no sé por qué, pero la experiencia dice que su
fuerza es mucho mayor para los grandes y más manifiesta entre los más
esclarecidos. Para el atuendo de un sumo pontífice no encontrarás otra
piedra preciosa más espléndida. Cuanto más elevado estás sobre todos,
tanto más insigne serás por la humildad que poseas incluso ante ti
mismo”. S.Bernardo de Claraval, Csi 13, 1

“Porque si falla la humildad, las virtudes acumuladas se vienen


abajo”. S.Bernardo de Claraval, Csi 32, 1

“Nuestra Orden es abyección, es humildad, es pobreza voluntaria,


obediencia, paz y gozo en el Espíritu Santo”.
S.Bernardo de Claraval, Ep 142, 1

“Cuando el Señor dice: Yo soy el camino, la verdad y la vida, nos


declara el esfuerzo del camino y el premio sl esfuerzo. A la humildad se
le llama camino que lleva a la verdad. La humildad es el esfuerzo; la
verdad, el premio al esfuerzo. ¿Por qué sabes?, dirás tú, que este pasaje
se refiere a la humildad, siendo así que dijo de un modo indefinido: Yo
soy el camino? Escúchalo más concretamente: Aprended de mi, que soy manso
y humilde de corazón”. S.Bernardo de Claraval, Hum 1, 2

“La humildad podría definirse así: es una virtud que incita al


hombre a menospreciarse ante la clara luz de su propio conocimiento. Esta
definición es muy adecuada para quienes se han decidido a progresar en el
fondo del corazón. Avanzan de virtud en virtud, de grado en grado, hasta
llegar a cima de la humildad. Allí, en actitud contemplativa, como en
Sión, se embelesan en la verdad; porque se dice que el legislador dará su
bendición. El que promulgó la ley, dará también la bendición; el que ha
exigido la humildad, llevará a la verdad”.
S.Bernardo de Claraval, Hum 2, 1

2. El mismo hecho de la aparición del Señor en lo más alto del


aquella rampa que, como tipo de la humildad, se le presentó a Jacob, ¿no
indica acaso que el conocimiento de la verdad se sitúa en lo alto de
151
humildad? El Señor es la verdad, que no puede engañarse ni engañar. Desde
lo más alto de la rampa estaba mirando a los hijos de los hombres para
ver si había alguno sensato que buscase a Dios. Y ¿no te parece a ti que
el Señor, conocedor de todos los suyos, desde lo alto está clamoreando a
los que le buscan: Venid a mí todos los que me deseáis y saciaos de mis
frutos; y también: Venid a mí todos los que estáis rendidos y abrumados,
que yo os daré respiro?
3. Venid, dice. ¿Adónde? A mí, la verdad. ¿Por dónde? Por la
humildad. ¿Provecho? Yo os daré respiro. ¿Qué respiro promete la verdad
al que sube, y lo otorga al que llega? ¿La caridad, quizá? Sí, pues,
según San Benito, una vez subidos todos los grados de la humildad, se
llega en seguida a la caridad. La caridad es un alimento dulce y
agradable que reanima a los cansados, robustece a los débiles, alegra a
los tristes y hace soportable el yugo y ligera la carga de la verdad”.
S.Bernardo de Claraval, Hum 3, 2-3

“La humildad tiene también sus complementos en esta misma mesa. El


pan del dolor y el vino de la compunción es lo primero que la verdad
ofrece a los incipientes”. S.Bernardo de Claraval, Hum 4, 2

“1. El primer plato es, pues, el de la humildad, una purga amarga.


Luego, el plato de la caridad, todo un consuelo apetitoso. Sigue el de la
contemplación, el plato fuerte.
2. Bueno es, por tanto, el camino de la humildad; en él se busca la
verdad, se encuentra la caridad y se comparten los frutos de la
sabiduría”. S.Bernardo de Claraval, Hum 5, 1.2

“Por esto, cuando todavía desconocía la verdad, me tenía por algo,


no siendo en realidad nada. Pero desde que me fié de Cristo, esto es,
desde que imité su humildad, empecé a conocer la verdad; ella ha sido
enaltecida en mí, por causa de mi propia confesión. Pero yo me siento en
el colmo de la humillación, es decir, que la propia consideración de mí
mismo me ha suscitado mucho desprecio”. S.Bernardo de Claraval, Hum 15,4

“Ya ha sido digna de superar la escuela de la humildad. Aquí,


enseñada por el Hijo, aprendió a entrar en sí misma, según aquella
advertencia que le habían insinuado: Si no te conoces, vete y apacienta
tus cabritos. Ha sido digna, repito, de pasar de la escuela de la
humildad a las despensas de la caridad, que son los corazones de los
prójimos. El Espíritu Santo la ha guiado e introducido a través del sello
del amor. Se alimenta con pasas y se robustece con manzanas, las buenas
costumbres y las santas virtudes. Por fin, se le abre la cámara del rey,
por cuyo amor desfallece”. S.Bernardo de Claraval, Hum 21, 3

“Señor Jesús, también yo, con muchísimo gusto, me gloriaré, si lo


permite mi debilidad, en la rigidez de mi articulación, para que tu
fuerza, la humildad, llegue en mí a su perfección; pues cuando mi fuerza
desfallece, me basta tu gracia. Apoyando con fuerza el pie de la gracia y
retirando con suavidad el mío, que es débil, subiré seguro por los grados
de la humildad; hasta que, adhiriéndome a la verdad, pase a los llanos de
la caridad”. S.Bernardo de Claraval, Hum 26, 1

“Hermosa es la mezcla de la virginidad y de la humildad; y no poco


agrada a Dios aquella alma en quien la humildad engrandece a la
virginidad y la virginidad adorna a la humildad. Mas ¿de cuánta
veneración, te parece, que será digna aquella cuya humildad engrandece la
fecundidad y cuyo parto consagra la virginidad? Oyes hablar de una
virgen, oyes hablar de una humildad; si no puedes imitar la virginidad de
152
la humilde, imita la humildad de la virgen. Loable virtud es la
virginidad, pero más necesaria es la humildad: aquélla se nos aconseja,
ésta nos la mandan; te convidan a aquélla, a ésta te obligan. De aquélla
se dice: El que la puede guardar, guárdela; de ésta se dice: El que no se
haga como este párvulo, no entrará en el reino de los cielos. De modo que
aquélla se premia, como sacrificio voluntario; ésta se exige, como
servicio obligatorio. En fin, puedes salvarte sin la virginidad, pero no
sin la humildad. Puede agradar la humildad que llora la virginidad
perdida; mas sin humildad (me atrevo a decirlo) ni aun la virginidad de
María hubiera agradado a Dios”. S.Bernardo de Claraval, Miss I, 5

“A más de estas cosas que se han dicho de la vida común y caridad


fraternal, de las buenas obras y fervor santo, la excelsa virtud de la
humildad es principalmente necesaria para que nos adelantemos a honrarnos
mutuamente, de suerte que cada uno no sólo prefiera a sí a los mayores,
sino también a los más jóvenes, en lo que está la perfección de la
humildad y la plenitud de la justicia”. S.Bernardo de Claraval, Pur II, 3

“Sabemos que con los que aman a Dios, él coopera en todo para su
bien. ¿No redundan nuestras caídas en el bien, haciéndonos más humildes y
cautos? ¿No es el Señor quien sostiene al que cae, si éste se apoya en la
humildad? Empujaban, y empujaban para derribarme, dice el Profeta; pero
no consiguieron nada, porque el Señor me ayudó. Por eso puede decirle el
alma fiel: Tú eres mi refugio”. S.Bernardo de Claraval, QH II, 2

“Esta verdad, en definitiva, es la humildad que purifica la


intención y consigue todo mérito más auténtica y eficazmente cuanto menos
lo atribuye a sí mismo”. S.Bernardo de Claraval, QH XIV, 10

“Márchese pues al claustro, el que mora en el mundo para negociar


dentro de él, y el que reside en el claustro, que no se adormezca ni se
atrofie por su pereza; como el criado indolente y malvado. La vida brinda
el mérito, pero el lugar sin más no da la dicha. Es preciso comerciar lo
más posible, ambicionar con libertad, desear lícitamente las riquezas
deliciosas de los hermanos; su paciencia, su humildad, su mansedumbre, su
silencio, su obediencia y todo lo demás”.
S.Bernardo de Claraval, Sent III, 91

“¿No ves cómo la humildad nos hace justos? He dicho la humildad, no


la humillación. ¿Cuántos son humillados y no son humildes? Unos acogen la
humillación con rencor, otros con paciencia y otros con gusto. Los
primeros son reos de pecado, los siguientes son irreprochables, y los
últimos, santos. La inocencia pertenece a la justicia, pero sólo el
humilde la posee en plenitud. El que puede decir: Me estuvo bien el
sufrir, así aprendí tus mandamientos, ése es verdaderamente humilde. No
puede decirlo el que lo aguanta contra su voluntad, y mucho menos el que
se queja murmurando. A ninguno de los dos le garantizamos la gracia sólo
por el hecho de su humillación, aunque se diferencien entre sí; porque
uno es dueño de sí mismo por su paciencia y el otro perece en su
murmuración. El segundo merece la ira de Dios; pero ninguno de estos dos
se gana su favor, porque Dios de la gracia a los humildes, no a los
humillados. Es humilde el que convierte la humillación en humildad; ése
es el que dice Dios: Me estuvo bien el sufrir”.
S.Bernardo de Claraval, SC 34, 3

“¿No percibes ahora con qué acierto pensaba el Apóstol que la


ciencia hincha? Yo deseo que el alma, ante todo, se conozca a sí misma,
como lo exige el sentido de utilidad y la lógica del orden. El orden,
153
porque nosotros somos los primeros interesados; nuestro bien, porque ese
conocimiento no infla, humilla; es una disposición previa para nuestra
edificación. No podría mantenerse nuestro edificio espiritual, si no es
sobre el cimiento sólido de la humildad. Y para humillarse a sí misma no
encontrará el alma nada tan estable y apropiado como encontrarse a sí
misma en la verdad”. S.Bernardo de Claraval, SC 36, 5

“Agradable perfume el de la humildad, que asciende sobre este valle


de lágrimas y, después de haber perfumado todo su entorno, difunde en el
trono real su deliciosa suavidad. El nardo es una hierba insignificante,
pero es muy rica en calorías, según afirman los entendidos. Por eso
podemos compararla ahora con la virtud de la humildad, esa que se inflama
con las emanaciones del amor santo. Lo digo porque hay una humildad que
la caridad alimenta y la hace arder; pero hay otra engendrada en nosotros
por la verdad, y es fría. Esta consiste en el conocimiento, aquélla en el
afecto. Si miras tu interior a la luz de la verdad, examinándolo con
valor y sin contemplaciones, no dudo que te humillarás considerándote
despreciable a tus propios ojos, gracias a este verdadero conocimiento de
ti mismo, aunque tal vez no puedas aún tolerar que los demás tengan en
cuenta tu vileza.
Serás humilde, sí, pero sólo por obra de la verdad, no por la
infusión del amor”. S. Bernardo de Claraval, SC 42, 6

“Indaguemos esta doble hermosura del alma; creo que eso es lo que se
quiere indicar. La belleza del alma es la humildad. No lo digo yo; lo
dijo antes el Profeta: Rocíame con el hisopo y quedaré limpio,
refiriéndose a la humildad con esta hierba sencilla y purgante. El Rey y
Profeta confía purificarse con ella después de su grave caída, esperando
recuperar el candor de la inocencia, parecida a la blancura de la nieve.
Pero no podremos admirar la humildad, aunque debamos amarla, en aquel que
pecó gravemente. Mas si alguien conserva su inocencia y además es
humilde, ¿no crees en la hermosura de su alma?
Santa María no perdió su santidad ni careció de humildad; por eso el
Rey quedó prendado de su belleza; vínculo la humildad a la inocencia. Por
ella dice: Ha mirado la humillación de su esclava. Luego son dichosos
quienes conservan limpias sus vestiduras por la sencillez y la inocencia,
complementándola con la belleza de la humildad. En ese caso podrá
escuchar: ¡Qué hermosa eres, amada mía, qué hermosa eres! Ojalá, Señor
Jesús digas a mi alma siquiera una sola vez: ¡Qué hermosa eres! ¡Si me
mantuvieses humilde! Porque yo he cuidado muy mal mi primera túnica”.
S.Bernardo de Claraval, SC 45, 2

“Si no me engaño, está claro que la soberbia humana se malogra a sí


misma y corrompe la imagen de Dios que hay en ella, cuando se aleja del
sumo bien, no con los pasos de los pies sino con los afectos del
espíritu; y que la humildad humana se renueva a imagen de quien la creó
cuando se acerca a Dios con el afecto del espíritu. Por eso dice el
Apóstol: Renovaos en el espíritu de vuestra mente y revestíos del hombre
nuevo, que fue creado a imagen de Dios. ¿Y cómo se realizará esta
renovación sino con el precepto nuevo de la caridad, del que afirma el
Salvador: Os doy un mandamiento nuevo? Así pues, si el espíritu se
reviste perfectamente de esta caridad reformará las dos facultades que
dijimos están corrompidas, es decir, la memoria y el conocimiento. Por
eso se nos inculca como muy saludable para nosotros el contenido de este
único precepto, del cual depende el despojo del hombre viejo, la
renovación del espíritu y la reforma de la imagen divina”.
S. Elredo de Rieval, Spec I, 24

154
Humildad

S.Bernardo de Claraval
- Adv IV, 4
- Adv V, 3
- Adv VIII, 6
- Ann III, 9
- Apo 12, 3
- Asc II, 6
- Csi 13, 1
- Csi 32, 1
- Ep 142, 1
- Hum 1, 2
- Hum 2, 1
- Hum 3, 2-3
- Hum 4, 2
- Hum 5, 1.2
- Hum 15, 4
- Hum 21, 3
- Hum 26, 1
- Miss I, 5
- Pur II, 3
- QH II, 2
- QH XIV, 10
- Sent III, 91
- SC 34, 3
- SC 36, 5
- SC 42, 6
- SC 45, 2

Beato Guerrico de Igny,


- Adv I [1], 1
- Adv II [2], 3
- Adv II [2], 4
- Adv IV [4], 4
- Nat I [6], 2
- Nat V [10], 3
- Epi IV [14], 3
- Epi IV [14], 5
- Epi IV [14], 7
- Pur I [15] ,1
- Quad II [21] 1
- Quad II [21] ,4
- Ben III [24], 2
- Ann I [26] ,5
- Ann II [27], 4
- Palm I [29], 3
- Palm III [31], 4
- Palm IV [32], 4
- Asc [37], 1
- JB III [42], 3. 6
- Asspt III [49], 3
- Asspt III [49],
- Asspt III [49], 5
- OS [53], 5
- OS [53], 7

155
S. Elredo de Rieval
- Spec I, 24

Balduino de Ford
- Sac alt II, 4
- Sac alt III, 1
- Trac I
- Trac IV
- Tract VII
- Trac IX

Justicia

“La justicia regula las costumbres, la abundancia, junto con la paz,


procuran una vida tranquila y gozosa”.
Beato Guerrico de Igny, Nat IV [9], 1

“Las obras buenas, si bien a veces se hacen ocultamente para evitar


la vanidad, se hacen no obstante bajo el dictamen de la luz interna y
eterna, es decir, bajo el juicio de la fe y el testimonio de Dios por ser
obras de la luz, antorchas encendidas en las manos de los que trabajan y
aguardan la llegada del Esposo, el cual sacará a plena luz tu justicia a
vista de los hombres y de los ángeles; y así como la luz de mediodía es
radiante, así hará brillar tus obras porque fueron hechas en Dios, de
manera que a juicio de todos Dios sea glorificado en ti y tú en Dios.
Con cuánta claridad resplandece la justicia aun en el presente, con
cuánta luz alegra la conciencia del justo, os lo enseñará más íntima y
dulcemente el testimonio de vuestra conciencia”.
Beato Guerrico de Igny, Epi III [13], 4-5

“La primera virtud de los principiantes es, en efecto, la renuncia


al mundo, por la que nos tornamos pobres de espíritu. La segunda es la
mansedumbre, por la que nos sometemos y habituamos a la obediencia. Luego
viene la tristeza, por la cual se lloran los pecados o se imploran las
virtudes. Entonces gustamos la justicia, con lo cual aumenta nuestra
hambre y sed de ella, tanto en nosotros como en los demás, y comenzamos a
sentir celo contra los pecadores. Y para que un celo inmoderado no nos
conduzca al vicio, sigue la misericordia para atemperarlo. Mediante estos
esfuerzos o ejercicios, con los que el hombre había aprendido a ser justo
y misericordioso, tal vez esté preparado para dedicarse a la
contemplación y lograr un corazón puro por el que se ve a Dios”.
Beato Guerrico de Igny, OS [54], 2

“Todo el contenido de la Escritura está dividido en tres partes, a


modo de tres panes. Ella trata de la justicia natural, de la justicia
bajo la ley y de la justicia espiritual; quiero decir: antes de la ley,
bajo la ley y después de la ley, o sea, bajo la gracia. La naturaleza nos
da una inteligencia recta, la ley nos enseña a obrar y la gracia nos
obtiene además el afecto”. Beato Guerrico de Igny, Rog [36], 4

“Confiesa íntegramente lo pasado, en lo sucesivo, ten buena


voluntad, pues la paz es patrimonio de los hombres de buena voluntad, y
con este juicio y esta justicia habrás preparado un trono para el
Altísimo”. Beato Guerrico de Igny, Adv III [3], 4

156
“Por lo tanto, si hay algo tortuoso y torcido en nuestra voluntad,
es preciso en primer lugar que lo corrijamos y rectifiquemos, según la
ley de la voluntad divina.
Cuando de este modo hayas enderezado los caminos tortuosos ten en
cuenta que no es menos necesario nivelar lo ásperos, es decir aplanar
toda aspereza en las costumbres, para convertirla en esa igualdad de
ánimo necesaria a la vida de comunidad, no sea que el viajero lleno de
mansedumbre y dulzura, molesto por las asperezas del camino, se aparte de
él.
Pero si has progresado en el camino del Señor hasta el punto de
poseer una voluntad recta y suavidad de costumbres, mucho progresaste,
sí, pero aún no has llegado al término, a no ser que la palabra de Dios
sea lámpara para tus pasos y luz en tus senderos.
Esto afirma el Señor: Quien anda en tinieblas, no sabe adónde va.
Por el contrario el precepto es una lámpara, la ley una luz y la
corrección de la disciplina es el camino de la vida. El que se aparta de
la corrección se equivoca. Si deseas ser tenido por sabio, no te
constituyas en tu propio instructor y guía en un camino por el que nunca
anduviste; antes bien, inclinarás tu oído a los maestros, aceptarás sus
correcciones y consejos, y te entregarás al estudio y a la lectura para
no tener que arrepentirte más tarde diciendo: ¿Por qué detesté la
disciplina y mi corazón no aceptó las correcciones, ni escuché la voz de
los que me instruían, ni presté oído a mis maestros? A punto estuve de
caer en la desgracia en medio de la asamblea y de la comunidad”.
Beato Guerrico de Igny, Adv IV [4], 4

“¿Qué significa practicar lo que es justo, sino hacer penitencia,


exigir de nosotros el pago de las deudas contraídas con Dios y restituir
lo que hayamos usurpado? Esta es la justicia que marcha delante del Señor
y le prepara un camino de su agrado, según está escrito: La justicia
marchará ante él y pondrá sus pasos en el camino.
…Seguramente en este camino de la penitencia, la justicia y la paz,
saliendo al encuentro la una de la otra con paso grato y festivo, se
besan, es decir, la justicia del hombre que se castiga a sí mismo y la
paz de
Dios que perdona; y por este beso santo celebran la alianza alegre y
gozosa de la reconciliación”. Beato Guerrico de Igny, Adv V [5], 2

“…David decía: Yo no conozco los negocios, Señor, me acordaré


solamente de tu justicia. En modo alguno me acordaré de mi justicia
exagerando mis trabajos, proclamando mis méritos; más bien me acordaré
sólo de tu justicia, de ti, que gratuitamente te constituiste en mi
deudor. En tu verdad, escúchame por tu justicia y no entres en juicio con
tu siervo, que si quiero justificarme, mi boca me condenará. Por eso,
dice, entraré en las potencias del Señor, pues no haré valer mis
justicias; por eso él me hará poderoso ahora en el combate y luego en el
reino, porque siempre confesaré mis debilidades. En efecto, cuando soy
débil, entonces soy fuerte”. Beato Guerrico de Igny, Nat IV [9], 2

“En este sentido se puede entender convenientemente lo que está


escrito en Salomón: La senda de los justos es como una luz brillante que
va en aumento y crece hasta el mediodía. Primero los magos entraron en el
camino de la justicia siguiendo la luz del astro brillante, bajo cuya
guía progresaron hasta ver el nuevo nacimiento de la luz matutina; y
finalmente llegaron a contemplar el rostro del sol de mediodía rutilante
en el día de su poder”. Beato Guerrico de Igny, Epi II [12], 3

157
“… Has venido, luz de los fieles, y hoy nos concedes alegrarnos por
la iluminación de la fe, es decir, de nuestra antorcha. Concédenos
también alegrarnos siempre por la iluminación de las tinieblas que aún
quedan en nosotros. Nos diste la luz de la fe; danos también la luz de la
justicia, danos la luz de la ciencia y también la de la sabiduría”.
Beato Guerrico de Igny, Epi III [13], 3

“Si después de estos tres grados, fe, justicia y ciencia, y a través


de ellos alguien llega a la sabiduría, es decir, al sabor y gusto de las
realidades eternas, y puede reposar y ver, y viendo gustar cuán suave es
el Señor, y le es revelado por el Espíritu lo que ni el ojo vio ni el
oído oyó ni el corazón del hombre llegó a sospechar, diré que éste ha
sido magnífica y gloriosamente iluminado como quien contempla al
descubierto la gloria del Señor y sobre quien nace a menudo la gloria del
Señor. A él le habla, no el profeta, sino el Espíritu de los profetas:
Levántate, Jerusalén, resplandece, porque ha venido tu luz y la gloria
del Señor ha nacido sobre ti.
Hermanos, no todos entendemos esta palabra, pero el que pueda
entender que entienda. No será condenado, quien no entiende; pero el que
no desea entender será inculpado de negligencia. El que lo desea, sepa
que una oración fervorosa enciende la luz de la sabiduría, así como la
lectura frecuente enciende la luz de la ciencia, con tal de que cuando
leas emplees una antorcha ardiente, es decir la justicia de las obras y
la experiencia de los sentidos espirituales”.
Beato Guerrico de Igny, Epi III [13], 7

“Si no hubiera envejecido Simeón en esta ancianidad, seguramente


nunca habría merecido llevar la corona de los ancianos, a Cristo,
Sabiduría de Dios. Pues está escrito: Corona de honra es la vejez que se
encuentra en los caminos de la justicia. Y ¿cuál es esta vejez que se
encuentra en los caminos de la justicia, la cual merece ser coronada,
sino Cristo, Sabiduría de Dios? Porque él mismo otorga al mérito de las
obras ejecutadas por los justos, los cabellos blancos de la sabiduría,
que luego se transforma en corona de gloria para los justos”.
Beato Guerrico de Igny, Pur III [17], 1

“Es conveniente que nosotros cumplamos toda justicia -responde-, con


objeto de que, habiendo sido yo elegida Madre de la Justicia eterna, sea
también espejo y modelo de toda justicia. Conozco la soberbia de los
hijos de Eva, más prontos a excusar los delitos cometidos que a
purificarlos; estimo necesario hacer frente a estos vicios de origen
antiguo con ejemplos patentes de la generación nueva. La madre de la
trasgresión pecó y se disculpó descaradamente; la Madre de la Redención
no ha de cometer pecado y satisfará humildemente, a fin de que los hijos
de los hombres que heredaron de la primera madre la propensión al pecado
tengan ejemplos de humildad que aprender de la segunda”.
Beato Guerrico de Igny, Pur IV [18], 1

“De esta suerte, tomándose venganza y juzgándose a sí mismo al


comparecer como reo tendrá por abogado justo a aquel Dios a quien temía
como juez. Porque el Señor es justo y ama la justicia, y no es posible
que salga en defensa o tome a su cargo las causas injustas aquel que,
cuando llegue la hora juzgará las mismas justicias. Con todo, el que
amenaza ha de ser juez de quienes presumen arrogantemente de justicia; él
promete ser abogado de quienes confiesan humildemente sus pecados; pues
ante él, en cuya presencia ningún hombre puede parecer justo, de ninguna
otra manera podemos manifestar nuestra causa mejor que acusándonos y

158
castigándonos a nosotros mismos, ejerciendo su justicia contra nosotros,
haciendo las veces de un juez contra el reo”.
Beato Guerrico de Igny, Quad I [20], 3

“No hay nada más eficaz para obtener del Padre favores, que este
lenguaje humilde, ni nada mejor para hacer de ti un hijo digno que
siempre confesarte indigno. Esta humildad justifica no sólo a los
pecadores, sino también lleva a la perfección a los justos colmándolos de
justicia, con tal de que confiesen ser siervos inútiles, aun cuando
hubieren cumplido todas las cosas mandadas. Ten siempre delante de los
ojos tu pecado y, conforme el consejo del sabio, aun del pecado perdonado
no quieras estar sin temor. Siendo los juicios de Dios insondables y
ocultos, nada de presumir temerariamente, pues nada tenemos por más
cierto que esto: en presencia de Dios ningún mortal puede aparecer justo,
sino en cuanto se considera pecador. Por lo demás, todas nuestras
justicias son como paño manchado”.
Beato Guerrico de Igny, Quad II [21], 4

“El temor del Señor piensa siempre en este ojo eterno, que ve y
juzga todas las cosas de continuo y solicita nuestros pensamientos; él
aparta no sólo de las malas obras, sino también de los malos
pensamientos, enseñándonos a meditar más bien en la justicia,
reteniéndonos para que permanezcamos con la sabiduría.
De aquí procede que quien primero fue castigado con el temor del
juicio y de la pena, sea alimentado después con el amor y la meditación
de la justicia, y en definitiva descanse y se regocije en el banquete y
abrazo de la sabiduría”. Beato Guerrico de Igny, Ben I [22], 6

“Quien no se sienta con valentía para disfrutar de la alegría de la


contemplación, aspire a la perfección de la vida activa. Así engordarán
las raíces del amor, se dulcificarán las costumbres y se renovará todo el
comportamiento de tal persona, de suerte que no se marchitarán sus hojas
ni caerán, es decir, no proferirá palabra vana o inútil ni dejará de dar
fruto en la vida. Bendito el árbol cuyas hojas sirven de medicina y su
fruto, para la vida, a saber, el hombre cuya palabra otorga gracia al
oyente y cuya obra da vida a quien la cumple”.
Beato Guerrico de Igny, Ben II [23], 6

“Qué perfecto me consideraría, qué adelantado en sabiduría, si al


menos pudiera reconocerme como oyente idóneo del Crucificado, a quien
Dios hizo para nosotros no sólo sabiduría, sino también justicia y
santificación y redención. Ciertamente, si estás clavado con Cristo en la
cruz, eres sabio, eres justo, eres santo, eres libre. ¿Acaso no será
sabio el que, elevado de la tierra con Cristo, saborea y busca las cosas
de arriba? ¿No será justo aquel en quien ha sido destruido el cuerpo del
pecado, para no servir más al pecado?”.
Beato Guerrico de Igny, Palm II [30], 1

“Con razón tú que te glorías sabiamente, te gloriarás en la cruz de


tu Señor. Por su triunfo fuiste liberado, por su misterio vivificado, por
su ejemplo justificado, protegido por su signo. Parece lógico y razonable
que el ejemplo del Crucificado se manifieste, para su justicia, en las
costumbres de aquellos que imprimen en sus frentes el signo de la cruz
como defensa; [parece lógico que] vivan según la ley de aquel que los
arma con la fe”. Beato Guerrico de Igny, Palm II [30], 4

“El temor de Dios, en efecto, a modo de clavos fijados


profundamente, nos clava en la cruz y nos retiene como clavados a la
159
justicia, para que no ofrezcamos nuestros miembros como armas de
iniquidad, sino de justicia; [este sentimiento busca que]aunque exista,
no reine el pecado en nuestro cuerpo mortal”.
Beato Guerrico de Igny, Palm II [30], 5

“La primera [resurrección] es la de las almas, cuando con él las


resucita para sí a una vida nueva; la segunda será la de los cuerpos
cuando transforme el cuerpo de nuestra humilde condición y lo haga
conforme al suyo glorioso. Con razón Cristo se proclama resurrección y
vida, dado que resucitaremos por él y en él, para vivir según él y junto
a él. Ahora, ciertamente según él en santidad y justicia; después junto a
él en la bienaventuranza y la gloria”.
Beato Guerrico de Igny, Res II [34], 1

“Escuchen y alégrense cuantos van por los caminos de la justicia.


Escuche, repito, porque Jesús no sólo se digna salir al encuentro y
manifestarse a quienes se entregan a la contemplación, sino también a los
que andan justa y piadosamente por los caminos de la acción.
La experiencia de algunos de vosotros -si no me equivoco- sabe que a
menudo Jesús, a quien buscaron como en un sepulcro junto a los altares
sin encontrarlo, inesperadamente les salió al encuentro en el camino de
sus trabajos. Entonces [éstos de quienes hablo] se acercaron a él y
retuvieron sus pies, ya que la pereza no retuvo sus pies a causa de su
deseo de Jesús. Por lo tanto, hermano, no ahorres a tus pies las idas y
venidas de los trabajos, cuando Jesús a causa tuya no ahorró a sus pies
ni aun el dolor de los clavos, y ahora no rehúsa recompensar y aligerar
las fatigas de tus pies dejándote abrazar y besar los suyos. En efecto,
qué gran consuelo si él se une a ti como compañero de camino y con el
admirable deleite de su conversación te quita la sensación de fatiga,
abriéndote el espíritu para que comprendas las Escrituras, que tal vez
sentado en tu casa leías y no entendías.
Os pregunto, pues, hermanos míos a quienes algunas veces el favor
divino concedió tal experiencia: ¿acaso vuestro corazón no ardía en
vosotros a causa de Jesús, cuando os hablaba en el camino y os abría el
sentido de las Escrituras? Recuérdenlo quienes han tenido esta
experiencia y canten en los caminos del Señor cuán grande es la gloria
del Señor. Procuren experimentarlo los inexpertos para que también ellos
puedan cantar alguna vez las justicias del Señor en el lugar de su
peregrinación y aflicción”. Beato Guerrico de Igny, Res III [35], 4

“Tanto más clara y eficazmente aprovecha para la resurrección el que


comienza a bostezar con frecuencia por el deseo y cierta hambre de
justicia, como bostezaba quien decía: Abro la boca y atraigo al espíritu,
pues deseo tus mandamientos. Tal bostezo es esa distensión del afecto
para hacerlo más capaz del Espíritu de vida, a fin de que, después de los
otros carismas de la gracia septiforme, infundido también el espíritu de
entendimiento y sabiduría pueda abrir los ojos para contemplar a Dios.
El primer calor propio del que vuelve a la vida es realizar obras
buenas; el segundo progreso en la resurrección se da cuando el afecto se
dilata por la oración; la perfección se alcanza cuando el entendimiento
es iluminado para la contemplación. Por estos grados de virtud, por estos
progresos en una vida santa, esforzaos, hermanos míos, por resucitar más
y más para poder llegar, como dice el apóstol, a la resurrección de
Cristo de entre los muertos”. Beato Guerrico de Igny, Res III [35], 5

“Con razón es motivo de alegría para nosotros el nacimiento de aquel


cuyos tiempos son tan afortunados que desde entonces el reino de Dios se
nos ofrece para ser arrebatado; y se nos ofrece a nosotros, a quienes
160
nuestra justicia no bastaba para merecerlo. Con razón muchos se alegran
de su nacimiento, según prometía el ángel, pues desde entonces los
tiempos cambiaron con tanta felicidad que el reino de Dios, antes
imposible de obtener por la justicia de los inocentes, ahora es invadido
y poseído por la violencia de los penitentes”.
Beato Guerrico de Igny, JB II [41], 1

“El segundo cambio, el del agua en vino, puede significar el paso


del temor al amor de la justicia. Existe, en efecto, el agua de la
sabiduría saludable y el principio de la sabiduría es el temor del Señor.
Temer a Dios es ser sabio, pero el temor sin el amor no tiene todavía el
sabor del vino, es como agua insípida. Porque el temor supone un castigo,
y el que teme, en cierto modo siente o presiente ese castigo que él teme.
En cambio, el amor de la justicia es el vino de la alegría que alegra el
corazón del hombre. La justicia del Señor, en efecto, es recta y alegra
el corazón. Este cambio se realiza en las bodas porque la Iglesia está
desposada con Dios en la fe y en la justicia, en esa justicia que procede
de la fe en Jesucristo, justicia de amor y no sólo de temor como la
justicia de la ley.
… Ahora bien, el amor de la justicia anima a una vida buena y hace
que sea buena; pero no la consuma, a no ser que él mismo sea perfecto.
¿De qué consumación o perfección se trata allí, sino de aquella de la que
Jesús dice: “Nadie tiene mayor amor que éste de dar la vida por sus
amigos?”. El vino se transforma en sangre cuando amamos la justicia, y a
tal punto la amamos, que estamos decididos a resistir hasta la sangre
contra la injusticia. Esta es la perfección de la justicia”.
Balduino de Ford, Sac alt II, 1

“El alimento imperecedero es la justicia, aquella que viene de la fe


en Jesucristo, y es el mismo Jesucristo el que da esta justicia.
… Todo lo que en nosotros es fuerte, robusto y sólido, gozoso y
alegre para cumplir los mandatos de Dios, soportar el sufrimiento,
practicar la obediencia, defender la justicia, todo esto es fruto de la
fuerza de este pan y de la alegría de este vino. Felices los que obran
fuerte y gozosamente. Y como nadie lo puede conseguir por sí mismo,
felices los que desean ávidamente practicar lo justo y lo honesto y ser
fortalecidos y alegrados en todas las cosas por aquél que dijo: Felices
los que tienen hambre y sed de justicia. Si Cristo es el pan y la bebida
que aseguran desde ya la fuerza y la alegría de los justos, ¿cuánto más
lo será en el cielo, cuando se dé sin medida a los justos?”.
Balduino de Ford, Sac alt II, 3

“… o bien de ser una masa nueva practicando la justicia, caminando


en una vida nueva ya que hemos sido liberados de la vieja vida
corrompida”. Balduino de Ford, Sac alt II, 4

“Untamos el dintel, cuando creemos que el poder de esta sangre nos


salvará a los que no confiamos en nuestra justicia.
… La justicia pura e incorruptible es el pan, la refección vital que
hace vivir con justicia. Está escrito de ella: Bienaventurados los que
tienen hambre y sed de justicia. Y aquél que había desertado de la
justicia por la desobediencia, pero que más tarde volvió en sí por la
penitencia, dice: Mi corazón está seco porque me he olvidado de comer mi
pan. Los panes ácimos son todas las virtudes de un alma bien constituida,
siempre que sean virtudes verdaderas y sinceras; son también las obras
mismas de la justicia, si se hacen sin hipocresía, sin mezcla de pecado.
Come del pan sin levadura, el que hace obras rectas sin mezclar allí la

161
corrupción de la vanagloria, quien vigila con cuidado en no perder, por
una intención viciada, el bien que hace”.
Balduino de Ford, Sac alt III, 1

“El comienzo de la justicia consiste en alejarse del mal, en


refrenar las manos de la obra injusta, en cerrar los ojos para no ver el
mal, en taparse los oídos para que no oigan las proposiciones
sanguinarias, y en alejar los otros sentidos de cosas prohibidas.
Balduino de Ford, Sac alt III, 2

“Pero la justicia se aumenta según incrementos que le son propios y


se ordena en grados metódicos: el acuerdo, la afección, la ejecución del
bien, la práctica de las buenas obras, el hábito y el fruto. La justicia
comienza por el acuerdo; cuando el espíritu ha concebido odio por la
iniquidad y comienza a ponerse de acuerdo con la justicia por el amor al
bien, experimenta un sentimiento que la impulsa a obrar bien. Y cuando la
ejecución del bien sigue a la afección por el bien, deleitada por el bien
obrar anda solícita por habituarse a las buenas obras; después ha de
consolidar este hábito por la perseverancia”. Balduino de Ford, Tract IX

“Que el día sexto nos lo marque la justicia, y revestidos con ella


de la semejanza divina, dominemos con noble autoridad las bestias crueles
de los vicios, los reptiles de los deseos terrenos y los jumentos de los
impulsos corporales; y de este modo el cuerpo se someta al espíritu y
éste a Dios; y con el dictamen de la justicia se dé a cada uno lo suyo”.
S. Elredo de Rieval, Spec I, 91

“A la justicia por la que se da a cada uno lo suyo según dice al


Apóstol. Dad a cada uno lo debido, impuesto, respeto, honor, yo la
llamaría estímulo del amor fraterno; su primera condición es no dañar a
nadie, y va creciendo si se convive en paz con todos”.
S. Elredo de Rieval, Spec I, 96

“Ya ves, si no me equivoco, cómo la perfección de la justicia


depende de la perfección de la caridad, de tal modo que la justicia no es
otra cosa que la caridad ordenada, y cuanto más se progresa en ella más
paz se halla”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 97

“Por tanto, en el primer estado el alma se despierta, en el segundo


se purifica y en el tercero goza de la tranquilidad del sábado. En el
primero actúa la misericordia, en el segundo la piedad y en el tercero la
justicia. La misericordia busca al perdido, la piedad reforma al
encontrado y la justicia premia al que ya es perfecto. La misericordia
levanta al caído, la piedad ayuda al que lucha y la justicia corona al
vencedor”. S. Elredo de Rieval, Spec II, 26

“Pasando ya a la virtud de la justicia, una de las cuatro


cardinales, sabemos que, antes de formarse en ella el espíritu, ya ha
sido poseído previamente por la consideración. Porque es menester que
primero se recoja en sí mismo, para sacar de su interior esa norma de la
justicia que consiste en no hacer a otro lo que no se desea para sí y en
no negar a los demás lo que uno quisiera que le nieguen. Sobre estos dos
polos gira toda la virtud de la justicia. Pero ésta nunca va sola”.
S. Bernardo de Claraval, Csi I, 10

Justicia

162
S. Bernardo de Claraval
- Csi I, 10

Beato Guerrico de Igny


- Adv III [3], 4
- Adv IV [4], 4
- Adv V [5], 2
- Nat IV [9], 1
- Nat IV [9], 2
- Epi II [12], 3
- Epi III [13], 3
- Epi III [13], 4-5
- Epi III [13], 7
- Pur III [17], 1
- Pur IV [18], 1
- Quad I [20], 3
- Quad II [21], 4
- Ben I [22], 6
- Ben II [23], 6
- Palm II [30], 1
- Palm II [30], 4
- Palm II [30], 5
- Res II [34], 1
- Res III [35], 4
- Res III [35], 5
- Rog [36], 4
- JB II [41], 1
- OS [54], 2

S. Elredo de Rieval
- Spec I, 91
- Spec I, 96
- Spec I, 97
- Spec II, 26

Balduino de Ford
- Sac alt II, 1
- Sac alt II, 3
- Sac alt II, 4
- Sac alt III, 1
- Sac alt III, 2
- Tract IX

Lectio Divina

“69 …durante ciertas horas, es necesario dedicarse a lecturas ya


determinadas. La lectura vagosa, inconstante, al acaso, no nutre, sino
que hace al ánimo veleidoso; y hecha a la ligera, con facilidad se
desprende de la memoria. Preciso es, más bien, estudiar detenidamente a
determinados autores y habituarse a ellos.
70. Las Escrituras santas han de leerse y entenderse con el mismo
espíritu con que fueron escritas. Nunca podrá llegarse al sentido íntimo
de san Pablo, mientras no se logre imbuirse de su espíritu por medio de
una lectura colmada de buena intención y de una meditación asidua. Nunca
llegarás a entender a David, si tu experiencia no se halla transida del
mismo afecto que domina los salmos. Y así podría decirse de todos los
demás libros. En todo escrito hay entre su estudio y, su simple lectura
163
tanta distancia como entre la amistad y la hospitalidad, entre el trato
afectuoso y el saludo casual. Por eso en la lectura diaria se ha de
procurar que quede siempre algo en el fondo de la memoria, para que, bien
asimilado, sea, a la mera evocación de su recuerdo, frecuentemente
rumiado, un pasaje que convenga a nuestra vocación, vigorice nuestros
deseos y mueva el ánimo, para que así no se detenga en vanos y extraños
pensamientos.
71. La lectura ha de engendrar el afecto y formar la oración, que
aunque aparentemente interrumpa la dicha lectura, no es interrupción que
obstaculice sino más bien purifica el ánimo para mejor volver sobre ella.
La lectura se pone de este modo al servicio de la intención. Así el que
leyendo busca a Dios, todo cuanto lea le ayudará a ello y el sentimiento
que en este ejercicio ponga, cautivará su pensamiento en obsequio de
Cristo”. Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 69-71

Si el amor de Dios es engendrado en el hombre por la gracia, la


lectura espiritual lo cría, la meditación lo nutre, la oración lo
vigoriza e ilumina”. Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 105

“120. Además también hay que dedicarse a una lectura concreta en


horas determinadas. La lectura al azar, sin continuidad, de lo primero
que se encuentra, no edifica sino que hace el ánimo inestable; y hecha
con ligerza se va de la memoria con la misma precipitación. Hay que
acostumbrar el espíritu a determinados autores y familiarizarse con
ellos.
121. Las Escrituras hay que leerlas y entenderlas con el mismo
espíritu que fueron escritas. No asimilarás el espiritu de san Pablo
mientras no te empapes del mismo leyéndole con atención frecuéntándole
con meditación asidua. Nunca llegarás a comprender a David hasta que el
amor a los salmos te lleve a sentir la misma experiencia que él. Y así
los demás libros sagrados. Porque en toda la Sagrada Escritura existe
tanta diferencia entre la aplicación amorosa y la lectura, como la que
hay entre la amistad y la hospitalidad, entreel afecto de la convivencia
y el saludo casual.
122. De lo que se lee cada día se deberá guardar algo en el seno de
la memoria para que bien asimilado, y recordado de nuevo, pueda rumiarse
a menudo. Un pasaje que sea provechoso a nuestra vida, fomente los
deseos, modere el espíritu y así no busque pensamientos extraños.
123. De la lectura brotarán los afectos y surgir la oración, que
interrumpa la lectura; esta interrupción no la obstaculiza, sino que hace
al alma más pura para comprender mejor la lectura.
124. La lectura depende de la intención. Si el lector busca
verdaderamente a Dios en la lectura, todo lo que lee le ayudará en esta
búsqueda, cautivará susu sentidos y orientará todo el contenido de la
lectura hacia el servicio de Cristo. Pero si el lector busca otra cosa…”.
Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 120-124

“Ahora bien, al amor de Dios engendrado en el hombre por la gracia,


lo amamanta la lectio,lo nutre la meditatio y lo ilumina y fortalece la
oratio”. Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 171

“… Se entregarán a meditaciones espirituales y asiduas, a útiles


lecturas y no a lecturas curiosas”. Guillermo de Saint-Thierry, Nat am 8

“36. ¡Que me bese con los besos de su boca! ¿Por qué dice: que me
bese, como si hablara de un ausente, y no más bien: bésame? Podemos
suponer que en las habitaciones la esposa se ha esforzado por llegar al
cara a cara, a contemplar al Esposo tal cual es y a conocerlo como Él
164
mismo la conoce, este es el beso perfecto. Pero el Esposo, por medio de
los profetas, de los apóstoles o de otros doctores, le ha concedido, por
el conocimiento de las Escrituras, dones diversos que eran como los besos
de su gracia, luego, como si la hubiera satisfecho completamente, la ha
dejado y se ha ido.
37. Siguiendo, después con la mirada al fugitivo, en la medida en
que puede hacerlo, encuentra un dulce consuelo en decirle, aunque no
alcance a oírla: porque tus pechos son mejores que el vino. Como si, al
preguntársele de dónde procede tan impaciente presunción, tan osado
reclamo del beso, ella respondiera: De los pechos, Señor de tu consuelo,
porque tus pechos son mejores que el vino, más dulces de mamar, más
capaces de dar alegría, más, más embriagadores. Ellos me han hecho crecer
hasta desear el beso, me han embriagado hasta el punto de osar
reclamarlo.
69. Al decir: A mi cabalgadura te comparo, amiga mía, la piadosa
sabiduría del Esposo invita todavía a la esposa, que ha salido de sí
misma, a retornar a sí y reprende por su falta de inteligencia a la que
creía abundar en sabiduría, indicándole el peligro que corre su vida y el
daño que sufre su amor, cuando busca solamente sus delicias y rehúye el
esfuerzo que éste exige.
En efecto, sucede que los espíritus todavía tiernos de los
principiantes se dejan envolver por la incuria espiritual que les impide
el acceso a la perfección, porque apenas han comenzado a gustar la nueva
suavidad de la contemplación se creen liberados de la obligación de
luchar contra todo los vicios de la carne y del espíritu ¡Cuántas veces
sueñan solamente con el encanto de las virtudes, naturalmente atractivas
por sí mismas y descuidan afirmar y asegurar su posesión, al rehuir su
necesario ejercicio!
… Por eso el Esposo, después de haber indicado el camino de la
pureza y de haber abierto la puerta de la libertad contemplativa, agrega:
A mi cabalgadura, entre los carros de Faraón, yo te comparo amiga mía. Si
eres amiga y aun que los seas. Debes saber, sin embargo, que tienes que
cabalgar y correr, trabajar y luchar, y no por eso eres menos amiga.
Debes evitar el vicio de la curiosidad y las concupiscencias del mundo y
de la carne que inevitablemente te acompañan; sin embargo, no debes
negarte al reclamo de una necesidad personal de tus hermanos, ni la
obligación de la caridad”. Guillermo de Saint-Thierry, Exp Cant 36-37.69

“2. Hay dos únicos vicios o al menos los más peligrosos que luchan
contra el alma: el vano amor del mundo y el excesivo amor de sí mismo…
3. Superados, pues estos dos vicios… nos encontramos ya preparados
para asistir a este dialogo sagrado y contemplativo…
…De no ser así, si antes no se ha enderezado la carne con el
esfuerzo de la ascesis, sometiéndola al espíritu, ni se ha despreciado la
ostentación opresiva del mundo, es indigno que el impuro se entrometa en
esta lectura santa. Como la luz invade inútilmente los ojos ciegos o
cerrados, así el hombre animalizado no percibe lo que compete al espíritu
de Dios”. S. Bernardo de Claraval, SC 1, 2.3

“En nosotros, hermanos, no hay excusa posible de ignorancia:


abundamos en la doctrina celeste, en la lectio divina y en la instrucción
espiritual. Todo lo que es verdadero, respetable, justo, limpio,
estimable; todo lo de buena fama, cualquier virtud o mérito que existe,
lo aprendéis y recibís, lo oís y os veis, en los ejemplos y palabras de
los hermanos más adelantados. Sus consejos y su vida instruyen
maravillosamente a todos. Ojalá todo esto que enriquece el entendimiento
llegara a conmover el afecto, y se acabara esa dolorosa contradicción e

165
insoportable división de sentirnos atraídos hacia arriba y arrastrarnos
por el suelo”. S. Bernardo de Claraval, Asc VI, 6

“Temo que entre nosotros vivan algunos cuyas ofrendas no las acoja
el Esposo, porque no exhalan el aroma de los lirios. Si ayuno por
satisfacer mi voluntad propia, al esposo no le seduce ese ayuno ni le
gusta, porque no percibe el aroma del lirio de la obediencia, sino el
vicio de la voluntad propia.
Digamos lo mismo del silencio, las vigilias, la oración, la lectura,
el trabajo manual, en fin, de todas las observancias del monte en las que
se satisface su voluntad y no la obediencia al maestro. Esas
observancias, buenas de suyo, no puedo considerarlas como lirios, es
decir, como virtudes; tendrá que escuchar al Profeta que dice: ¿A eso
llamáis ayuno agradable al Señor? Y añadirá: en todas esas obras buenas
he descubierto tus propias voluntades”.
S. Bernardo de Claraval, SC 71, 13

“No descansaré, dijo, basta que me bese con besos de su boca.


… Mas este amor tan apasionado no se atiene a razones, ni lo
equilibra la sensatez, ni lo frena el pudor, ni se somete a la razón. Y
pido, y suplico, e imploro: Que me bese con besos de su boca.
Os aseguro que gracias a él hace muchos años me esfuerzo por vivir
en castidad y sobriedad, me entrego a la lectura, lucho contra los
vicios, me postro con frecuencia para orar, me mantengo alerta contra las
tentaciones, huye de mí el sueño por la amargura de mi alma. En lo
posible, me parece que no creo conflictos y convivo con mis hermanos. Me
someto a la autoridad de mis superiores, salgo y regreso a casa conforme
me lo ordenan. No codicio lo ajeno; al contrario, entrego mis cosas y me
doy a mí misma; como mi pan con el sudor de mi frente. Pero todo ello se
reduce a mera disciplina, sin dulzura alguna. ¿No soy, como dice el
Profeta, esa novilla domesticada de Efraín que trilla con gusto? Y por
añadidura el Evangelio llama pobre criado al que ha hecho lo que tenía
que hacer. Yo creo que cumplo con todo lo mandado. Pero mi alma se siente
en todo eso como tierra reseca. Por eso, para que le agraden mis
sacrificios, que me bese con besos de su boca”.
S. Bernardo de Claraval, SC 9, 2

“Mas el nombre de Jesús no es sólo luz, también es alimento. ¿No te


sientes reconfortado siempre que lo recuerdas? ¿Hay algo que sacie tanto
el espíritu del que lo medita?”. S. Bernardo de Claraval, SC 15, 6

“Porque en el tiempo que llevo viviendo en este lugar de mi


peregrinación, me he acostumbrado a pastorear y ser pastoreado bajo tu
cuidado en la Ley, en los Profetas, en los Salmos y en los pastos del
Evangelio; y también descansé junto a los apóstoles”.
S. Bernardo de Claraval, SC 33, 7

“Guarda la Palabra de Dios como si fuese la mejor manera de


conservar tus víveres naturales, porque la Palabra de Dios es el pan
vivo, el alimento del espíritu. El pan material, mientras queda en el
armario, puede ser robado; lo pueden roer los ratones e incluso puede
echarse a perder. Pero, si lo hubieres comido, ¿temerías todo esto?
Guarda así la Palabra de Dios: Dichosos los que la guardan. Métela en las
entrañas de tu alma; que la asimilen tus afectos y tus costumbres. Come a
gusto, y tu alma saboreará manjares sustanciosos.
No te olvides de comer tu pan. Que no se seque tu corazón, y tu alma
se saciará con enjundia y manteca.” S. Bernardo de Claraval, Adv V, 2
166
“En el segundo grado ama a Dios, pero por sí mismo, no por él. Sus
miserias y necesidades le impulsan a acudir con frecuencia a él en la
meditación, la lectura, la oración y la obediencia. Dios se le va
revelando de un modo sencillo y humano, y se le hace amable”.
S. Bernardo de Claraval, Dil 39, 1

“Hemos de quitar, hermanos míos, la herrumbre de la plata, para que


ésta brille con mayor claridad… En la plata están significadas las
palabras divinas y, aunque pasara esto en silencio, no por eso vosotros
lo ignoraríais. Por eso dice el salmista: Las palabras del Señor son
castas como plata probada por el fuego. La herrumbre de esta plata es la
superficie de la letra, o sea el sentido histórico. Si dejándolo de lado,
quieres dilucidar más profundamente la Sagrada Escritura, resaltará el
sentido espiritual, el cual te alimentará. Por eso dice Salomón Quita la
herrumbre de la plata y saldrá un vaso purísimo Quita la herrumbre de la
plata quien sin adherirse por completo a la superficie de la letra no se
abraza a ella, antes bien abraza la inteligencia espiritual oculta debajo
de ella, con la cual el alma se alimenta llena de gozo, y elevada por el
amor de Dios, se sacia con esta piadosa refección”.
S. Bernardo de Claraval, Sent III, 111

“Nos dicen las Escrituras, que unos escucharon la Palabra, otros la


proclamaron y otros la cumplieron”.
S. Bernardo, de Claraval, Nat BVM 4, 11

“Si has huido lejos y permaneces en la soledad persevera allí y


espera a aquel que te salvará de la pusilanimidad de espíritu y de la
tempestad. Entonces tu desierto se convertirá en delicias… así cualquier
pasaje de la Escritura que antes te parecía estéril y árido, de pronto
por la bendición de Dios rebosará de una abundante y admirable riqueza
espiritual”. Beato Guerrico de Igny, Adv IV [4], 1

“Si todo tu interior guarda el silencio de medianoche, entonces del


trono del Padre la Palabra omnipotente descenderá secretamente a ti.
Feliz quien así se aleja huyendo del tumulto del mundo, quien se ha
retirado a la soledad más recóndita de su alma acallada, para merecer oír
no sólo la voz del Verbo, sino al mismo Verbo, no a Juan sino a Jesús”.
Beato Guerrico de Igny, Adv IV [4], 2

“Abre el oído para oír al Verbo de Dios, tal es el camino para


concebir en espíritu en el seno de tu corazón de tal manera que los
huesos de Cristo que son las virtudes, reciban cohesión en el vientre de
su madre”. Beato Guerrico de Igny, Ann II [27], 4

“5.Por lo demás, si preguntasen en qué se debe ocupar el alma cuando


está en silencio, no te imponemos nada pesado: come tu pan como tu Señor
te lo ejemplifica en su concepción. En efecto, ¿qué dijo el profeta de
él, al hablar de la puerta oriental siempre cerrada en la casa del Señor,
que no obstante dejó entrar y salir al Dios de Israel? El príncipe mismo,
dice, se sentará en ella para comer el pan en la presencia del Señor.
6. …Verdaderamente es cosa admirable, pero verdadera, que Cristo
para alimentarse no tenga otro pan que a sí mismo, puesto que él todo
entero es pan; en cuanto Verbo, por su misma naturaleza; en cuanto carne,
por su unión con el Verbo.
…De este modo, pero con una dicha inefable y felicidad incomparable
aquel príncipe sentado a la puerta del seno virginal comía del pan del
Verbo en presencia del Señor. Si tú entiendes de estas cosas, también
167
tratarás en tu silencio de comer el pan del Verbo divino en presencia del
Señor, conservando como María las cosas que se dicen de Cristo,
rumiándolas en tu corazón. Cristo se regocijará de comer contigo este
pan, cuanto más se come, más abundará en nuestra mesa, por cuanto la
gracia no se disminuye con el uso, antes se acrecienta”.
Beato Guerrico de Igny, Ann III [28], 5.6

“Para llegar a la sabiduría de permanecer en la sabiduría, estimo


que debemos tener presente que ni la inquietud ni cualquier otra leve
molestia nos debe hacer abandonar fácilmente cualquier obra de sabiduría,
quiero decir… la lectura santa… Si no te entregas con asiduidad al
estudio de la Escritura, de manera que se te haga familiar, ¿cómo esperas
que se te revele el sentido? Al que tiene amor a la palabra -dice- se le
dará inteligencia y abundará, mas a quien no tiene, se le quitará aun lo
que tiene por naturaleza, a causa de su negligencia”.
Beato Guerrico de Igny, Ben I [22], 5

“El que lo desea, sepa que una oración fervorosa enciende la luz de
la sabiduría, así como la lectura frecuente enciende la luz de la
ciencia, con tal de que cuando leas emplees una antorcha ardiente, es
decir la justicia de las obras y la experiencia de los sentidos
espirituales”. Beato Guerrico de Igny, Epi III [13], 7

“En verdad ¿qué hay más piadoso para los afectos de los fieles, tan
medicinal para las costumbres, qué cosa destruye los pecados, crucifica
los vicios, alimenta y fortalece las virtudes como el recuerdo del
Crucificado?”. Beato Guerrico de Igny, Palm II [30], 1

“A vosotros, hijos de los hombres, a vosotros hablaba ya entonces


con su silencio la Palabra de Dios para que fueseis niños en la malicia,
perfectos en los sentimientos”. Beato Guerrico de Igny, Pur III [17], 2

“La Escritura Sagrada, al referir los misterios de nuestra


redención, de tal manera narra aquellos realizados históricamente en
provecho nuestro, que nos hace ver con claridad los deberes que ellos nos
imponen. Al recordarnos en el presente día la purificación de María
Santísima, nos invita manifiestamente a nuestra propia purificación”.
Beato Guerrico de Igny, Pur IV [18], 1

“Podrías describir de tres maneras no sólo a aquel que nos creó, no


sólo a nosotros y las cosas que creó a causa nuestra, sino también las
cosas que fueron escritas para nosotros, a fin de que en los tres panes
de la historia, la alegoría y la interpretación moral encuentre una
copiosa refección.
En una palabra, no sólo en el contenido, en los sentidos y en las
partes de la Escritura, en los géneros y modos de expresión, sino,
también en la finalidad de las mismas, hallarás cierta trinidad de panes
también en ella muy sabrosa y saludable, a saber, la fe, la esperanza y
la caridad. Todo cuanto se ha escrito y dicho está orientado a que
creamos, esperemos y amemos”. Beato Guerrico de Igny, Rog [36], 4

“¡Oh hastío, tiña de los corazones, herrumbre de los espíritus,


languidez perniciosa de las almas, que nos hace detestar la palabra buena
de Dios, menospreciar el don celestial, hastiarnos del maná a causa de
las ollas de carne!
¿Acaso, insisto, no gustaron el don celestial y se hicieron
participes del Espíritu Santo? ¿No gustaron la palabra buena de Dios y
los prodigios del mundo futuro? Y si no gustaron la palabra buena de
168
Dios, ¿por qué tantas veces brotó de su corazón una palabra buena, cuando
del recuerdo de la abundancia de su suavidad sus labios prorrumpieron en
un himno? Ahora asisten a las divinas alabanzas y dormitan, o bien su
imaginación se entretiene en cosas ociosas o aun perniciosas; sentados
ante el libro, bostezan; escuchan la palabra exhortación, y de sólo
escucharla se cansan; pasan de unos pastos a otros, y tanto éstos como
aquéllos les causan hastío; se hallan de continuo en medio de alimentos
de vida, y se mueren de hambre.
Después de aquella feliz experiencia, del suave gustar de la dulzura
celestial, ¿cómo se introdujo tan grande olvido, tanto descuido del bien,
tanta languidez en el espíritu?”. Beato Guerrico de Igny, Pent I [38], 4

“Vosotros sois, si no me engaño, los que habitáis en los jardines,


los que día y noche meditáis la ley del Señor. Cuantos libros leéis,
otros tantos jardines recorréis; cuantas máximas elegís, otros tantos
frutos recogéis.
Escrutad las Escrituras. No sin verdad pensáis tener la vida en
ellas, vosotros que no buscáis en ellas sino a Cristo, del cual dan
testimonio las Escrituras. Bienaventurados quienes escrutan sus preceptos
y lo buscan de todo corazón. Tus preceptos, Señor, son admirables, por
eso los escruta mi alma. Es necesario escrutarlas no sólo para extraer el
sentido místico, sino también para beber el sentido moral. Por eso
vosotros, que recorréis los jardines de las Escrituras, no queráis
negligente y ociosamente pasar de modo superficial sobre ellas;
escrutando cada cosa como abejas diligentes que sacan miel de las flores,
recoged el espíritu en las palabras. Porque mi espíritu, dice Jesús, es
más dulce que la miel, y mi herencia más que el panal de miel. Así,
habiendo gustado el sabor del maná escondido, prorrumpiréis en aquellas
palabras de David: ¡Qué dulce tu palabra a mi paladar, más que la miel y
el panal a mi boca!”. Beato Guerrico de Igny, Excit [54], 2

“Ciertamente palabra fiel y digna de todo crédito es tu Palabra


omnipotente, Señor, que, habiendo descendido en medio del más profundo
silencio, desde el trono real del Padre, al pesebre de los animales,
ahora nos habla mejor con su silencio. El que tenga oídos para oír que
oiga lo que habla este piadoso y misterioso silencio de la Palabra
eterna”. Beato Guerrico de Igny, Nat V [10], 2

“Hermanos, también vosotros encontraréis hoy un Niño envuelto en


pañales, recostado en el pesebre del altar. Cuidad que la pobreza del
envoltorio no escandalice ni perturbe la mirada de vuestra fe, cuando
contempla la verdad del cuerpo adorable bajo las especies de otras
realidades. Así como María, envolvió al Niño con unos pobres lienzos, así
también la madre gracia nos oculta la realidad del sagrado cuerpo bajo
especies apropiadas, y así también la madre sabiduría cubre la misteriosa
majestad de la Palabra divina con enigmas y figuras, de manera que tanto
la simplicidad de la fe en el primer caso, como el estudio diligente en
el segundo acumulen méritos para la salvación”.
Beato Guerrico de Igny, Nat V [10], 5

“La diestra del Altísimo, os ha trasplantado junto a las aguas


tranquilas, a vosotros hermanos míos, a quienes la generación carnal y
las costumbres del mundo había plantado en tierra árida y salobre ¿Acaso
no son aguas tranquilas las Escrituras del Espíritu Santo en las cuales
meditamos día y noche?”. Beato Guerrico de Igny, Ben II [23], 7

“Por tanto, Virgen fiel, mantén tu oído abierto para escuchar y tu


espíritu para creer; por el oído escucha la palabra del ángel, en el
169
corazón recibe al Verbo del Altísimo y en tu seno concibe al Hijo de
Dios”. Beato Guerrico de Igny, Ann II [27], 3

“La Madre… desempeñó el papel de Marta al cuidar y alimentar al


Niño, cumpliendo al mismo tiempo la ocupación de María por su asiduidad
en conocer a [quien es] la Palabra”.
Beato Guerrico de Igny, Asspt IV [50], 3

“En efecto, qué gran consuelo si él se une a ti como compañero de


camino y con el admirable deleite de su conversación te quita la
sensación de fatiga, abriéndote el espíritu para que comprendas las
Escrituras, que tal vez sentado en tu casa leías y no entendías.
Os pregunto, pues, hermanos míos a quienes algunas veces el favor
divino concedió tal experiencia: ¿acaso vuestro corazón no ardía en
vosotros a causa de Jesús, cuando os hablaba en el camino y os abría el
sentido de las Escrituras? Recuérdenlo quienes han tenido esta
experiencia y canten en los caminos del Señor cuán grande es la gloria
del Señor. Procuren experimentarlo los inexpertos para que también ellos
puedan cantar alguna vez las justicias del Señor en el lugar le su
peregrinación y aflicción”. B. Guerrico de Igny, Res III [35], 4

“Sin duda, en algún tiempo debemos realizar las tareas propias de la


vida de Marta, pero en otros momentos aquéllas que son propias de María,
a menos que interponga la necesidad que no tiene ley. Por lo mismo
debemos cuidar solícitamente esos tiempos que nos prefijó el Espíritu
Santo para que, en efecto, en el tiempo de la lectura estemos tranquilos
y reposados, no entregándonos al ocio y al sopor, ni nos separemos de los
pies de Jesús, sino que nos sentemos allí y escuchemos su palabra”.
S. Elredo de Rieval, STemp Asspt I [17], 6

“Nosotros, los profesionales de la cruz de Cristo, empuñando la


llave de la palabra divina, cerrados los claustros de nuestro pecho y
penetrando hasta la división del alma y del espíritu, de la coyuntura y
de la médula, distingamos los pensamientos y las intenciones del corazón;
y, sin lisonja adulatoria, viendo lo que hay en los más recónditos
repliegues del alma, procuremos descubrir mejor las mismas raíces de las
enfermedades”. S. Elredo de Rieval, Spec II, 1, 3

“Quien aspira a la cumbre de la perfección en el orden voluntario


dirija sin cesar su mirada a la caridad, con la cual nos acercamos de
modo particular a Dios, más aún, nos adherimos a Dios y nos conformamos a
él; y como en ella reside la plenitud de toda perfección, propóngaselo
como el fin al que se oriente toda su vida, y después diríjase con
infatigable audacia a su plenitud por el camino que le indican las normas
de su voto y profesión. A este fin sirva la abstinencia, ayuden las
vigilias, colabore la lectio y coopere el trabajo manual. Si resulta que
en algún ejercicio de estos se viola la caridad, por cuya causa han sido
establecidos, entonces el responsable tiene la obligación de moderar y
disponer todo de tal modo que no se dañe la caridad, sino que se busque
siempre sus frutos. Pero no se omita nada de lo establecido, ni se
cambien los tiempos consagrados para determinados ejercicios, a no ser
por una extrema necesidad; pues en caso contrario no se tratará de una
dispensa sino de una destrucción. Pero para realizar unos ejercicios en
su momento apropiado, háganse las modificaciones que pidan la condición
personal y el sano juicio”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 96

“Algunos medios, como la lectio, la meditación, el trabajo corporal,


el ayuno, la oración íntima y otros semejantes, pueden dispensarse,
170
variarse, cambiarse, e incluso a veces suprimirse, por salvar a un
hermano. De ellos dice el Apóstol: Nadie busque su interés sino el de los
demás: Y también: Como yo, que intento agradar a todos, no buscando mi
ventaja sino la de todos, para que se salven”.
S. Elredo de Rieval, Spec III, 102

“Por estas razones, yo quisiera, mi querida hermana, que tú jamás te


creas inmune, sino que temas siempre y desconfíes de tu fragilidad. Como
tímida paloma, mírate en la tersura de las aguas y descubrirás en ellas,
como en un espejo, la silueta del ave rapaz. Así estarás siempre sobre
aviso. Esas aguas cristalinas son las sentencias de la Escritura que
brotan del limpísimo manantial de la sabiduría. En ellas se delatan los
rasgos de las sugestiones diabólicas y despiertan el instinto previsor
hasta conseguir desviarlas. Nada es tan eficaz para eliminar los
pensamientos ociosos y reprimir los obscenos como la meditación de la
palabra de Dios. Será algo tan familiar para la virgen que, aun
pretendiendo lo contrario, le resulte imposible meditar otra cosa. El
sueño debe sorprenderla pensando en las Escrituras. Sean también ellas su
primer pensamiento al despertarse y en el momento de dormirse fije en su
memoria alguna sentencia de las mismas para que ocupe sus sueños”.
S. Elredo de Rieval, Inst 73

“Pues también tú, si le buscas de veras, es decir, en el lecho de tu


descanso, o bien sea leyendo, orando o meditando,... irás em espíritu con
frecuecia al templo”. S. Elredo de Rieval, SIned 4

“Gracias te sean dadas, Señor Jesucristo, que has concedido a mi


paladar saborear tus sabrosas palabras, que son en mí boca más dulces que
la miel. Apenas rumiadas largamente, dejan la boca lista para que vengan
otras con su delicioso ir y venir con el fin de ser nuevamente rumiadas”.
Gilberto de Hoyland, SC 5, 1

“Advertid esto, vosotros, que oráis de paso y leéis con


detenimiento; que sois fervientes, para leer y tibios para orar. La
lectura debe servir a la oración y preparar el corazón, pero no debe
acaparar las horas dedicadas a la oración ni cercenar los tiempos
dedicados a ella. Cuando lees, te instruyes acerca de Cristo, pero cuando
oras inicias un coloquio familiar con él. ¿Y no es mucho más dulce hablar
con él que hablar de él?”. Gilberto de Hoyland, SC 7, 2

“¡Cuántas veces he buscado al Señor Jesús! meditando, le he invocado


orando, pero ni mi meditación fue dulce, ni mi oración un éxito. No le he
encontrado a Él y Él no me ha contestado. No he encontrado ni a Él ni
cuanto le pertenece, sin embargo, me ha dado una contestación que rebasa
toda dulzura, ¡ojalá! Que me conteste a menudo de esta manera; sí buen
Jesús, contéstame indicándome todas mis iniquidades y pecados, mis
crímenes y delitos muéstramelos.
Escóndeme un poco tu rostro, para que mi ser corrupto, se revele a
mí, para mi bien, en la meditación, o en la lectura de las santas
escrituras.
Es la hora en la cual me encuentran los guardias de la ciudad,
cuando encuentro en sus escritos mi comportamiento. Me encuentran cuando
me hacen la descripción de mis costumbres y vicios, me pegan cuando me
encuentran, me hieren cuando me engañan. Cada vez que les veo, me siento
apresado. Me quitan el manto de la vanguardia, descubren las enfermedades
de mi conciencia”. Gilberto de Hoyland, SC 45, 2

“15. Sobre el modo y orden para leer las Sagradas Escrituras.


171
Lee las Santas Escrituras no sólo para conocerlas, porque es
curiosidad, ni tampoco para ser reconocido y gloriarte vanamente, porque
es vanidad, ni, mucho menos, para injuriar a aquellos a los que amas
menos, porque es iniquidad, sino aplícate a la lectio divina como si
fuera para ti un espejo donde el alma mira como una imagen suya, ya sucia
para que la corrija, ya hermosa para que la adorne. Y recuerda que lo que
lees son palabras de Dios, quien prescribió su ley no sólo para que sea
leída y conocida sino también practicada y cumplida. Por tanto: tienen
buen juicio todos los que la practican. Procura, además, retener en la
memoria lo que lees.
Los escritos de nuestro Padre Benito, las Confesiones de Agustín, el
Tratado sobre el salterio -sobre todo desde el salmo: A ti Señor me
acojo, hasta el salmo: Dijo el Señor a mi Señor, y desde el salmo: En mi
aflicción clamé al Señor hasta el final. Los escritos de Gilberto sobre
el Cantar tenlos como hechos para ti y muy convenientes para la salvación
de tu alma para empapar tu espíritu y fortalecer tu mente con el alimento
de la caridad más pura. Por eso lee y medita estos escritos más que todos
los demás. Añade a esto las Colaciones de Casiano, algunas cartas del
bienaventurado Jerónimo sobre la vida monástica y en elogio de la vida
solitaria, los escritos de Elredo, los de Guillermo de Saint-Thierry -
Carta a los Hermanos del Monte de Dios-; y otros escritos que educan y
estimulan a la vida espiritual, las leerás con interés, pero las
seleccionarás con mucha discreción y cautela, de modo que coseches de
ellos moderación en las costumbres, conocer la naturaleza de las virtudes
y los ejercicios de las buenas obras y que perseveres en el estado
religioso que un día abrazaste.
Para resumirlo brevemente: de todos los escritos que examines
procura sacar provecho para el bien; pero nunca se te ocurra postergar o
cambiar la profesión que elegiste. Como dice Juan Casiano: Se permite
arrancar alguna flor de la pradera que recorres pero no la pradera
entera. Graba en tu memoria aquel consejo admirable dirigido a los
Hermanos del monte de Dios y ponlo en práctica: -Cada día se debe enviar
al vientre de la memoria algo de lectura para digerirlo fielmente y
recordarlo varias veces para rumiarlo con frecuencia. Medita esto,
entrégate con alegría a esto y durante mucho tiempo.
17. Después deja el libro y entrégate a la meditación solitaria.
Hazlo en cuanto encuentres un lugar a propósito para esto, es decir, allá
donde encuentres la bondad de Dios. Y exclama: -¿Cómo pagaré al Señor?-,
etc. Esto es lo primero y más importante. Lo segundo es semejante a eso:
¿Cuánto debes, alma mía, a mi Señor? Y volviéndote hacia los ángeles di:
Venid, escuchad y os contaré. Y dirigiendo dulcemente los ojos al mismo
Jesús di: En verdad, Señor, que tu misericordia es inmensa para conmigo.
Después cambia de tema y di: ¿Dónde descansas, dónde sesteas al medio
día? ¿Dónde habitas Rabbi? ¿A dónde vas Señor? ¿Por qué no puedo seguirte
ahora?
Pero si cuando el corazón está suspirando de este modo y llama a la
puerta del paraíso, surge algún pensamiento malo, hazle frente al
instante y di: ¿De quién es esa imagen e inscripción? Y al oír que del
César, el príncipe de este mundo, es decir el diablo, concluye y di: Que
tu dinero, oh malvado, sea tu perdición. Aléjate, Satanás. La puerta ya
está cerrada y el Señor está comiendo aquí la Pascua. No puedo abrirte la
puerta.
Todo esto parece una tontería y frivolidad, pero sólo para los
necios; y no fue así para aquel que estuvo impidiendo durante diez días
que el diablo entrara, perseverando día y noche en coloquios divinos y en
la oración.
Y si persiste el mal pensamiento, enfréntate a él con el signo de la
cruz”. Esteban de Salley, Espejo de novicios 15-17
172
“6. Hermanos dilectísimos, ¿cuál es –os ruego por la caridad de
Cristo-, cuál es esta paz que debe ser tan amada, tan deseada, esta paz
tan cara o esta pacificación que debe ser colocada por encima de todos
los grados de la virtud, que debe ser puesta por encima de todos los
méritos, que alcanza la cima de todo, que otorga la bienaventuranza más
alta y más excelente de todas? Busquemos junto a los hombres, busquemos
junto a los santos ángeles, que se interesan por nosotros y por nuestras
cosas. Y, sobre todo, puesto que esta sabiduría nos es absolutamente
necesaria, pidámosla a aquél que da con abundancia y sin reproche.
7. Busquemos en la oración, en la meditación, en la lectura, sin
desfallecer jamás. Porque si insistimos en la búsqueda ciertamente
encontraremos; lo ha afirmado esa misma Verdad que buscamos: Buscad y
encontraréis. Este es el tesoro escondido en el campo, la perla
preciosísima que debe ser buscada con ahínco, adquirida a un alto precio,
y guardada con cuidado. Es el monte de los montes, en el cual sólo el
Hijo existe, por naturaleza, con el Padre. Pero, para no ser él el único
heredero, se dignó adoptar hermanos. Debe buscarse pues, con el mayor
cuidado, todo aquello que hace que podamos ser hermanos de Cristo e hijos
de Dios: Herederos de Dios coherederos de Cristo”
Isaac de Stella, OS V [5], 6.7

“7. Hay tres ejercicios la lectura, la meditación y la oración. Por


la lectura o el sermón, que es también una especie de lectura, Dios te
habla. Por eso dice el Señor: El que tiene oídos para oir, que oiga. Por
la meditación, tú interrogas. Por la oración, le ruegas. Por lo cual dice
la Escritura: Pedid y se os dará, llamad y se os abrirá. La oración pide,
la meditación llama.
8.… en estas tres prácticas, a saber: en la lectura, en la
meditación, en la oración, consiste toda la ejercitación del sentido
espiritual”. Isaac de Stella, 4p Epi II [14], 7.8

“En efecto, si la caridad por la que obra la fe es la plenitud de la


Ley, y si toda la Ley y los profetas penden del único mandamiento de la
caridad, ¿por qué no habría de estar permitido transformar para
edificación de la caridad o de la fe todo lo que ha sido escrito con
miras a la salvación? Por la caridad todo ha sido escrito, del mismo
modo que todo ha sido hecho por ella. Entonces, cuando en tu lectura
encuentres la palabra de Dios tomada y como usurpada en otro sentido que
el que parece tener en primer lugar, y esto por el testimonio de la fe o
la edificación de la caridad, acuérdate que el pueblo de Dios hacía
tortitas con el maná desmenuzado. Por eso está permitido, en vistas de la
fe o de la caridad, transformar el sentido histórico, literal y obvio en
un sentido místico, profundo y espiritual, y deducir de todo lo que ha
sido hecho o escrito lo que hay que hacer por la salvación.
…En lo que atañe al maná espiritual, ningún sabor le falta… tiene un
sabor dulce cuando allana las dificultades, cura las enfermedades,
rechaza las tentaciones; cuando secunda los esfuerzos y afirma la
esperanza. Jesús es dulce, y su nombre es dulce y su recuerdo es el deseo
del alma. Es dulce cuando acoge nuestros deseos, calma nuestros sollozos,
pone fin a nuestros suspiros y seca nuestras lágrimas. Es dulce en la
pureza de la vida, en la paz de la conciencia, en la esperanza de la
visión. Dulce en la oración dulce en el sermón, dulce en la lectura,
dulce en la contemplación, dulce en la compunción, dulce en la alegría
del corazón. Dulce en la boca, dulce en el corazón, dulce en el amor:
dulce amor, y dulzura que nace del amor. Su inestimable dulzura es el
primero de los dones, y la más elevada de las delicias. Los que lo han
gustado tienen todavía hambre los que tienen hambre serán saciados, y
173
saciados, siempre lo alabarán, y siempre brotará de su corazón el
recuerdo de su dulzura”. Balduino de Ford, Sac alt III, 2

“Levantad una señal sobre el monte en tinieblas. Creo que esta voz
se dirige a los ángeles a quienes el Señor mandó fueran guardianes de
nuestras almas a fin de que impongan el recuerdo de la Cruz en los
corazones de aquéllos a quienes todavía deleita o tienta el mundo, y
opongan todas las virtudes de la Cruz a todos los vicios que devastan y
luchan en el alma. Estos son los administradores del espíritu, enviados
para prestarnos su ayuda. Están entre los que salmodian y asisten a los
que oran, y están junto a los que leen y meditan”.
S. Elredo de Rieval, Oner 5, 3

Lectio Divina

Guillermo de Saint-Thierry
- Ep frat 69-71
- Ep frat 105
- Ep frat 120-124
- Ep frat 171
- Exp Cant 36-37.69
- Nat am 8

S. Bernardo de Claraval
- Adv V, 2
- Asc VI, 6
- Dil 39, 1
- Nat BVM 4, 11
- Sent III, 111
- SC 1, 2.3
- SC 9, 2
- SC 15, 6
- SC 33, 7
- SC 71, 13

Beato Guerrico de Igny


- Adv IV [4], 1
- Adv IV [4], 2
- Nat V [10],
- Nat V [10], 5
- Epi III [13], 7
- Pur III [17], 2
- Pur IV [18], 1
- Ben I [22], 5
- Ben II [23], 7
- Ann II [27], 3
- Ann II [27], 4
- Ann III [28], 5.6
- Palm II [30],
- Res III [35], 4
- Rog [36], 4
- Pent I [38], 4
- Asspt IV [50], 3
- Excit [54], 2

S. Elredo de Rieval
- STemp Asspt I[17], 6
174
- Inst 73
- Oner 5, 3
- SIned 4
- Spec II, 1,3
- Spec III, 96
- Spec III, 102

Gilberto de Hoyland
- SC V, 1
- SC VII, 2
- SC XLV, 2

Isaac de Stella
- OS V [5], 6.7
- 4p Epi II [14], 7.8

Balduino de Ford
- Sac alt III, 2

Esteban de Salley
- Espejo de novicios 15-17

Lucha espiritual

“1. Cuando los poderosos de este mundo emprenden alguna guerra,


suelen animar a sus soldados, para combatir bien, no sólo con palabras,
sino, también, con promesas. Pero cuando los ven obrar menos sabia y
prudentemente, les ponenen de manifiesto el valor de sus enemigos. Cuando
los ven ceder por causa del excesivo trabajo, suelen estimularlos con
promesas.
Así nuestro Señor, como conoce cuán astuto y fuerte es nuestro
enemigo, nos exhorta a que seamos valientes y dice: Sed fuertes en la
guerra. Si es grande el trabajo, se nos promete un gran premio diciendo:
…y tendréis gran recompensa. Grande es el combate, grande es la lucha.
Nadie está seguro Mientras vive, si vive bien, está combatiendo. De ahí
que dice el santo Job: Milicia es la vida del hombre sobre la tierra.
Pues aquel que aquí no milita en la lucha espiritual no debe ser llamado
hombre sino animal, ya que, si no lucha contra los delitos y deseos de la
carne, sino que los consiente, ciertamente no vive como hombre sino como
animal.
Sabed, hermanos, por cierto, que desde el día que vinisteis aquí y
comenzasteis a servir a Cristo, habéis entrado en el lugar de la batalla.
Por ello dice Salomón: Hijo determinándote a servir a Dios, persevera con
fortaleza, prepara tu alma para la tentación. Esta es la lucha. Sed,
pues, fuertes en la guerra.
2. Vosotros hermanos, permaneced fuerte en la guerra. No queráis
abandonar el campo de batalla. El lugar de la lucha está aquí.
Fortificáos een éste vuestro castillo, en esta, vuestra casa, y que cada
uno permanezca en su lugar y lo defienda.
S. Elredo de Rieval, STemp PP I [15], 1.2

“Es cierto que la templanza lucha contra la concupiscencia, la


prudencia contra los errores, la fortaleza contra las adversidades y la
justicia contra las desigualdades; pero en la caridad se halla la
castidad perfecta, y por eso no hay sensualidad contra la que luche la
templanza; en la caridad está la ciencia perfecta, o ningún error que
combata la prudencia; en la caridad se encuentra la verdadera felicidad,
175
y por ello ninguna adversidad que deba ser vencida por la fortaleza; en
la caridad reina la paz, y no existe desigualdad contra la que vigile la
justicia”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 89

“Quienes abandonan la tibieza para entregarse inmediatamente a sudar


y luchar por Cristo, son acogidos en aquel género más excelente de
compunción que sana a los enfermos, fortalece a los débiles y anima a los
desesperados. Es el consuelo de los que gimen, reposo para los cansados,
escudo de los tentados y viático de los caminantes”.
S. Elredo de Rieval, Spec II, 24

“Por tanto, en el primer estado el alma se despierta, en el segundo


se purifica y en el tercero goza de la tranquilidad del sábado. En el
primero actúa la misericordia, en el segundo la piedad y en el tercero la
justicia. La misericordia busca al perdido, la piedad reforma al
encontrado y la justicia premia al que ya es perfecto. La misericordia
levanta al caído, la piedad ayuda al que lucha y la justicia corona al
vencedor”. S. Elredo de Rieval, Spec II, 26

“Llamo energías interiores a aquellas con que se lucha en los


ejercicios diarios en el combate de las tentaciones; y energías externas
aquellas con que se soportan con infatigable generosidad el peso de los
trabajos corporales. Aunque el ejercicio interior y exterior sea siempre
necesario en cualquier estado para el que quiera progresar, los
corporales purifican especialmente al alma de las manchas de las
pasiones, y los espirituales derraman sobre ella una especie de aromas
celestiales por la suavidad de las fragancias espirituales”.
S. Elredo de Rieval, Spec III, 81

“El alma busca al Verbo para consentirle que la corrija, para que
ilumine su entendimiento, para que la sostenga en la virtud, para
reformarse para la sabiduría, para conformarse Él para el decoro, para
desposarse con Él para la fecundidad, para la felicidad gozándolo.
Puse en primer lugar que el alma acepta la corrección. Escuchemos al
Verbo que dice en el Evangelio: Ponte de acuerdo con aquel que te pone
pleito, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al
alguacil y este al carcelero. ¿Cabe mejor consejo? Es un consejo del
Verbo, si no me equivoco, y afirma que Él es ese enemigo que nos hace la
guerra contra nuestros deseos carnales, cuando dice: Siempre tienen
extraviado el corazón. Si tú que lo escuchas, comienzas a temblar y nace
en ti el deseo de huir ante la cólera que se te echa encima, creo que
estarás dispuesto a pensar en el modo de reconciliarte con ese enemigo,
que parece dirigirse contra ti de modo tan espantoso. Pero eso será
imposible si no estás en desacuerdo contigo mismo, si no te enfrentas a
ti mismo, si no luchas en seria y tenaz batalla contra ti mismo sin
cansarte. En una palabra: si no te despides e tu hábito envejecido y de
tu innata afección.
¿Qué hacer? Busca al Verbo, para que consiga que te pongas de
acuerdo con Él. Huye hacia aquel que es tu enemigo y déjale que se
convierta en amigo”. S. Bernardo de Claraval, SC 85, 1

“4 Tres son los enemigos que amenazan al que está en pie: el diablo
con su envidiosa malicia, el mundo con la brisa de la vanidad y el hombre
que se induce a sí mismo con el peso de su corrupción. El diablo empuja
pero no derriba si se le niega la colaboración, tu asentimiento. Por eso
se dice: resistid al diablo y huirá de vosotros. Éste es el que por
envidia empujó a los que estaban en el paraíso de pie y los derribó, pero
porque consintieron y no resistieron. Ése es el que se arrojó a sí mismo
176
desde el cielo sin que nadie lo empujara. Lo cual te enseña una cosa: lo
que hace más inminente la propia caída del hombre es el peso de su misma
naturaleza.
También lo empuja el mundo que está en poder del malo. Induce a
todos, pero sólo derriba a sus amigos, es decir, los que asienten con él.
No deseo ser amigo del mundo, para no caer: porque la amistad con el
mundo es enemistad contra Dios. Y esta es la caída más grave. De lo dicho
queda claro que el hombre mismo es su propio demoledor, pues puede caer
por su propio impulso sin que nadie lo empuje, y no cae por el ajeno si
falta el suyo ¿A cuál de ellos debe resistir más? Sin duda al que es
tanto más importuno cuanto más íntimo, al que es capaz de derribarle, y
sin cuya cooperación los demás no pueden conseguir nada.
5. ¿Quién subirá al monte del Señor? Todo el que se esfuerce en
subir a su cumbre, que es la perfección de la virtud, debe saber bien qué
ardua es la subida, qué inútil es empeñarse sin la ayuda del Verbo.
…El alma exenta de presunción y confortada por el Verbo podrá
conseguir perfecto dominio sobre sí misma, y no reinará en ella
injusticia alguna. Sostenida por el Verbo y revestida con la virtud de lo
alto, no hay violencia, ni fraude, ni halago capaces de derribarla cuando
está en pie ni de sujetarla cuando es dueña de sí misma”.
S. Bernardo de Claraval, SC 85, 4-5

“¿Dónde podrá encontrar nuestra debilidad un descanso seguro y


tranquilo, sino en las llagas del Salvador? En ellas habito con plena
seguridad, porque sé que Él puede salvarme. Grita el mundo, me oprime el
cuerpo, el diablo me tiende asechanzas; pero yo no caigo, porque estoy
cimentado sobre la roca firme. Si cometo un gran pecado me remorderá la
conciencia, pero no perderé la paz acordándome de las llagas del
Salvador.
Él, en efecto, fue traspasado por nuestras rebeliones ¿qué hay más
mortífero que no haya sido destruido por la muerte de Cristo? Por eso, si
me acuerdo de este remedio tan poderoso y eficaz, ya no me atemorizará
ninguna dolencia por maligna que sea”. S. Bernardo de Claraval, SC 61, 3

“Hay dos únicos vicios o al menos los más peligrosos que luchan
contra el alma: el vano amor del mundo y el excesivo amor de sí mismo”.
S. Bernardo de Claraval, SC 1, 2

“…continuamente experimentareis en vosotros la necesidad de renovar


cada día vuestros cantos por las victorias que os apuntáis a diario en
vuestras batallas y esfuerzos, que nunca cejan para los que viven en
Cristo, luchando contra la carne, el mundo y el diablo. Porque la vida
del hombre sobre la tierra es una milicia.
Cuantas veces se supera una prueba, se domina un vicio, se aleja un
peligro inminente, se descubre el lazo del cazador, se cura de repente y
totalmente una pasión vieja e inveterada, o por la gracia de Dios se
consigue al fin una virtud afanosamente deseada y mil veces solicitada
¿no resuena otras tantas la acción de gracias al son de instrumentos y se
bendice a Dios en sus dones por cada beneficio?”.
S. Bernardo de Claraval, SC 1, 9

“Nosotros no podemos estar libres del pecado y de la miseria, pero


sí podemos luchar y no sucumbir ante ellos”.
S. Bernardo de Claraval, Gra 29, 2

¿Quién de nosotros es el que, según la interpretación del nombre de


Jacob, hace caer con industria de su corazón al. diablo y lucha contra
sus vicios y deseos malos para que no reine el pecado en su cuerpo,
177
mortal, sino Jesús en él, ahora por la gracia y después eternamente por
la gloria?”. S. Bernardo de Claraval, Miss IV, 2

“Lucha con el ángel, como Jacob, para que no seas vencido, porque el
reino de los cielos se alcanza a viva fuerza y sólo los valerosos le
arrebatan. ¿Por ventura, no indican lucha aquellas palabras: Mi amado es
para mí y yo para él? Te dio Él muestras de su amor, experimente también
el tuyo. En muchas cosas te prueba el Señor tu Dios; se desvía muchas
veces, aparta de ti su rostro; pero no llevado de ira. Lo hace para
probarte, no para reprobarte. Te sufrió el amado, sufre tú al amado,
sostén al Señor y obra varonilmente. No le vencieron a Él tus pecados, a
ti tampoco te superen sus castigos, y alcanzarás la bendición”.
S. Bernardo de Claraval, Nat BVM 16

“Yo soy flor del campo y el lirio de los valles. La esposa le


muestra el lecho; el esposo la llama al campo y la invita a trabajar.
Cree que nada hay tan convincente para comenzar el combate, como
presentarse él mismo como modelo y premio de la batalla. Yo soy la flor
del campo. Esta expresión abarca las dos cosas: cuál es el modelo de la
lucha y la gloria del triunfo. Tú eres para mí ambas cosas, Señor Jesús;
espejo de sufrimiento y premio del que sufre. Lo uno y lo otro es una
fuerte llamada y un apasionante estímulo. Tú adiestras mis manos para la
pelea con el ejemplo de tu virtud; tú coronas mi cabeza tras la victoria
con la presencia de tu majestad. O porque te miro a ti cómo combates o
porque espero en ti que no sólo me coronas, sino que eres mi corona. En
cualquier caso, me seduces maravillosamente o me atraes inexorable, con
ambos lazos irresistiblemente. Llévame en pos de ti: te seguiré a gusto y
más gustosamente gozaré de ti. Si eres tan bueno, Señor, con los que te
siguen, ¿cómo serás con los que te consiguen? Yo soy flor del campo: el
que me ama, salga al campo, no rehúse combatir conmigo y por mí y podrá
decir: He competido en noble lucha”. S. Bernardo de Claraval, SC 47, 6

“Pero a vosotros, hermanos, se os ha dado, según dice el Apóstol, no


sólo el creer en él, sino también el padecer por él. La fe en la promesa
de Cristo no os hace más negligentes por la seguridad, sino más
fervorosos por el entusiasmo, y en la lucha cotidiana contra los vicios
os merece la corona de un martirio incesante. Incesante pero fácil, fácil
pero sublime. Fácil porque no se nos manda nada superior a las fuerzas;
sublime porque se triunfa del poder de aquel fuerte armado”.
Beato Guerrico de Igny, Asc [37], 3

“Por eso os decimos, hermanos, a vosotros que habéis comenzado a


arrebatar el cielo, que habéis entablado combate con el ángel encargado
de custodiar el camino del árbol de la vida, a vosotros, repito, decimos
que os es de todo punto necesario luchar constantemente sin desfallecer,
no sólo hasta el debilitamiento de la cadera -donde tiene su origen la
propagación de la carne-, sino también hasta que todo el cuerpo haya
muerto. No obstante, vuestro esfuerzo no alcanzaría a tanto sin el toque
y el beneficio del poder divino, cuando [Dios] haya comprobado que
vuestra constancia frente a él es invencible.
Sí, está escrito: Cuando vio que no lo podía vencer, toco el nervio
de su cadera e inmediatamente se secó. ¿Acaso no te parece estar luchando
contra un ángel, incluso contra Dios, cuando cada día él resiste a tus
más ardientes deseos? Te lavas como con aguas de nieve para ser puro de
cuerpo y de corazón, y él te sumerge en inmundicias. Dices: Llegaré a ser
sabio, y él se aleja más de ti. Clamas a él y no te escucha, quieres
acercarte a él y te rechaza. Propones algo y te sucede lo contrario, y en
casi todas las cosas su mano se opone a ti duramente.
178
¡Oh clemencia llena de astucia, que te disfrazas de dureza! ¡Con qué
amor combates contra aquellos en favor de quienes combates! En efecto,
aun cuando ocultes esto en tu corazón sé muy bien que amas a los que te
aman e inmensa es la abundancia de dulzura que tienes reservada para los
que te temen. Por lo tanto, no desesperes, sé constante, alma dichosa que
empezaste a luchar contra Dios; él ansía que le hagas violencia, desea
ser vencido por ti”. Beato Guerrico de Igny, JB II [41], 2

“Pertréchate, por tanto, con la fuerza del amor, quienquiera que


seas, invasor piadoso que luchas por arrebatar el reino de los cielos;
ten la seguridad de que vencerás fácilmente al mismo rey de los cielos Si
ves que te sale al paso alguna dificultad o aspereza, no te acobardes,
antes bien, entiende por qué hace él esto: para que por la misma
contrariedad se agudice tu ánimo -esa es la reacción natural de las almas
fuertes y magnánimas-, para ejercitar tus fuerzas, probar tu constancia,
multiplicar tus victorias y aumentar tus coronas”.
Beato Guerrico de Igny, JB II [41], 3

“Oh vosotros, los que trabajáis, los que soportáis el peso del día y
del calor. A la sombra de las alas de Jesús hallaréis reposo para
vuestras almas, pues, como está escrito, es apoyo fuerte, protección
contra el ardor del sol, sombra contra el calor del mediodía. De los
sentimientos del corazón procederá así aquella confesión de la boca:
Señor Dios, mi fuerte, Salvador, que das sombra a mi cabeza en el día de
la batalla, en el día del calor y del trabajo, de la lucha y de la
tentación. En efecto, cuando la meditación del reposo eterno da sombra a
las cabezas de los que trabajan, no sólo los refresca en el calor de la
tentación, sino que también renueva sus bríos para el trabajo”.
Beato Guerrico de Igny, Asspt III [49], 1

“Para corresponder a la reciprocidad del amor hacia mí, desnuda tus


brazos, ejercita tu vigor; ponme como sello sobre tu brazo, lucha por mí
como yo por ti. No me lisonjees con adulación falsa de modo que digas:
¡Señor, te amo! Si amas, muestra que amas. No ames de palabra ni de
lengua, sino con obras y de verdad. Yo vencí al mundo luchando por ti;
pero ahora el mundo y el príncipe de este mundo están contra ti, también
la carne está contra ti, de modo que cuando luches con estos por mí, más
lo hagas por ti. Porque un peligro tuyo se vuelve contra ti, es una lucha
de tu alma, de tu salvación; y no podrás ser vencido sino a causa de ti;
ni podrás vencer, sino a causa de mí. Por eso, no confíes en ti, sino en
mí. No asirás al enemigo con tu espada, ni te salvará tu brazo; sino mi
diestra y mi brazo y la luz de mi rostro. Si me pusieras como sello sobre
tu brazo, la victoria se inclinaría hacia ti. Lucha, no como azotando el
aire, sino castiga tu cuerpo y redúcelo a servidumbre; prívate de todo,
como quien combate en la lucha”. Balduino de Ford, Tract X

Lucha espiritual

S. Bernardo de Claraval
- Gra 29, 2
- Miss IV, 2
- Nat BVM 16
- SC 1, 2
- SC 1, 9
- SC 47, 6
- SC 61, 3
- SC 85, 1.4-5
179
Beato Guerrico de Igny
- Asc [37], 3
- Asspt III [49], 1
- JB II [41], 2
- JB II [41], 3

S. Elredo de Rieval
- Spec I, 89
- Spec II, 24
- Spec II, 26
- Spec III, 81
- STemp PP I [15], 1.2

Balduino de Ford
- Tract X

Luz

“Este día de las luces lo hizo luminoso para nosotros y lo santificó


el que es luz de luz, porque hoy el que permanecía oculto y desconocido
se dignó revelarse al mundo para iluminar a todos los pueblos... Miren a
la luz eterna que se adaptó a sus ojos, de manera que el mismo que habita
una luz inaccesible, se tornara accesible a los ojos débiles y lagañosos.
Descubran la luz en una antorcha de arcilla, al sol en la nube, a Dios en
el hombre, en la vasija de barro de su carne, al esplendor de la gloria y
fulgor de la luz eterna”. Beato Guerrico de Igny,Epi II [12], 1

“Pero si bien en la Iglesia los justos y santos se alegran de haber


sido iluminados, con todo se afligen al ver en sí tinieblas no pequeñas;
por eso; necesariamente, aunque han sido iluminados, piden serlo aún más.
Cuanto más luminosa es su antorcha, tanto más manifiestamente perciben,
gracias a esa luz, sus tinieblas. Y no pienses que esto es contrario a lo
que la Verdad dice en el evangelio: Antorcha de tu cuerpo es tu ojo; si
tu ojo es sencillo, todo tu cuerpo estará iluminado. No porque todas
nuestras obras sean luminosas, a causa del ojo de nuestra intención pura,
se sigue de inmediato sean iluminadas todas las tinieblas de nuestros
errores y nuestras ignorancias. Hasta el presente la medida de nuestra
iluminación es tal que podemos considerarnos muy aventajados, respecto a
la luz de la verdad, si llegamos a conocer nuestra imperfección y a saber
cuánto nos falta”. Beato Guerrico de Igny, Epi III [13], 1

“Tengamos ceñidos nuestros lomos para imitar la purificación de


María; tengamos en las manos lámparas encendidas para representar en
nosotros, también mediante un signo visible, el gozo de Simeón que lleva
la luz en sus manos. Es decir, seamos castos de cuerpo y puros de
corazón, y habremos reproducido la purificación de María; seamos
ardientes por la devoción y resplandecientes por las obras, y con Simeón
llevaremos a Cristo en nuestras manos”.
Beato Guerrico de Igny, Pur I [15], 1

“Has venido, luz de los fieles, y hoy nos concedes alegrarnos por la
iluminación de la fe, es decir, de nuestra antorcha. Concédenos también
alegrarnos siempre por la iluminación de las tinieblas que aún quedan en
nosotros. Nos diste la luz de la fe; danos también la luz de la justicia,
danos la luz de la ciencia y también la de la sabiduría”.
Beato Guerrico de Igny, Epi III [13], 3.
180
“El que lo desea, sepa que una oración fervorosa enciende la luz de
la sabiduría, así como la lectura frecuente enciende la luz de la
ciencia, con tal de que cuando leas emplees una antorcha ardiente, es
decir la justicia de las obras y la experiencia de los sentidos
espirituales”. Beato Guerrico de Igny, Epi III [13], 7

“Gracias a ti Padre de las luces, por habernos llamado de las


tinieblas a tu luz admirable. …Esta es la luz verdadera, más aún la vida
eterna; conocerte a ti, único Dios, y a tu enviado, Jesucristo. Te
conocemos a ti, porque conocemos a Jesús, pues el Padre y el Hijo son
uno. Ciertamente te conocemos por la fe y la tenemos como anticipo seguro
hasta que te conozcamos por la visión. Mientras tanto, auméntanos la fe
que nos conduzca de fe en fe, de claridad en claridad, como guiados por
el Espíritu, para penetrar más profundamente de día en día en los tesoros
de la luz”. Beato Guerrico de Igny, Epi II [12], 3

“Mira los astros del cielo, levanta los ojos hacia los montes de
donde te vendrá el auxilio si temes levantarlos a aquel que habita en el
cielo…este comienzo de iluminación es óptimo y adecuado a nuestra
flaqueza, con tal de que fijemos la mirada en los que han sido
iluminados. Es un camino rectísimo, para encontrar a Jesús seguir la luz
de los padres que nos precedieron”.
Beato Guerrico de Igny, Epi II [12], 6

“Acercaos, hermanos, a la fuente de la luz y seréis iluminados. Me


refiero a Jesús que brilla en los brazos de Simeón, para que ilumine
vuestra fe, haga brillar vuestras obras, os sugiera palabras buenas,
inflame vuestra oración, purifique vuestra intención”.
Beato Guerrico de Igny Pur I [15], 5

“Esta es la verdadera discreción, el verdadero discernimiento: la


unión del pensamiento recto y de la intención santa. No te asombres de
que llame unión a la discreción, al discernimiento, cuando ella indica
división.
En efecto, esta unión no se da sin división, porque quien une estas
dos realidades divide la luz de las tinieblas. El error y la simulación
son tinieblas; la santidad y la devoción son luz en el Señor”.
Balduino de Ford, Tract VI

“Por medio de él también Dios nos selló como está escrito: La luz de
tu rostro nos ha sellado con tu sello, Señor. Nos selló también en el día
de nuestra creación, cuando nos formó a su imagen y semejanza. Nos selló
en el día de nuestra redención, cuando nos reformó según su imagen”.
Balduino de Ford, Tract X

“Ahora bien. la luz espiritual que ilumina nuestros ojos, es la


caridad de Dios hacia nosotros. Los numerosos y grandes beneficios de
Dios que se nos han mostrado y concedido anticipadamente, casi reciben en
sí la luz de la caridad y la muestran a nuestros ojos. En ellos aparece
cuánto ama Dios, y cuánto debe ser amado”. Balduino de Ford, Tract XIII

“Si para la recomendación de la vida común es poco que llegue hasta


nosotros sin interrupción de los apóstoles, y a los apóstoles de los
Ángeles de Dios, tenemos aún para añadir sobre toda alabanza que la vida
común emanó en realidad de la fuente misma de la vida. Hablo ahora de
aquella fuente de la cual está escrito: En ti está la fuente de la vida,
y en tu luz veremos la luz. Realmente la vida común es como un cierto
181
resplandor de la luz eterna, una cierta emanación de la vida eterna, como
una cierta derivación de la fuente perenne, donde manan las aguas vivas
que saltan hasta la vida eterna”. Balduino de Ford, Tract XV

“Irrumpa la prudencia como la luz del día cuarto, con el cual


separemos lo que se debe y no se debe hacer, como se distinguen el día y
la noche; con su ayuda brille la luz de la sabiduría como el resplandor
del sol, y la luz de la ciencia espiritual, que en algunos de nosotros
crece y en otros mengua, aparezca como la belleza de la luna. Y por ella
el alma ferviente reciba los ejemplos de los padres antiguos como una
multitud de estrellas, y divida por su medio los días y los años, los
meses y las horas”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 90

“Nosotros tenemos el entendimiento turbio, por no decir ciego; y el


afecto muy sucio y manchado. Pero Cristo da luz al entendimiento, el
Espíritu Santo purifica el afecto”. S. Bernardo de Claraval, Asc III, 2

“Un abismo llama a otro abismo; el abismo de luz y de misericordia


llama al abismo de miseria y tinieblas. Mayor es la bondad de Dios que tu
iniquidad, y donde abunda el delito, El hace sobreabundar su gracia.
Lázaro, dice Jesús, sal afuera. Como si dijera más claramente: ¿Hasta
cuándo te detiene la oscuridad de tu conciencia? ¿Cuánto tiempo te
compungirás en tu interior con un corazón pesado? Sal afuera, anda,
respira en la luz de mis misericordias”.
S. Bernardo de Claraval, Asspt IV, 3

“El que sinceramente desee conocer la verdad propia de sí mismo,


debe sacarse la viga de su soberbia, porque le impide que sus ojos
conecten con la luz. E inmediatamente tendrá que disponerse a ascender
dentro de su corazón, observándose a sí mismo en sí mismo, hasta alcanzar
con el duodécimo grado de humildad el primero de la verdad”.
S. Bernardo de Claraval, Hum 15, 1

“Del mismo modo que en el bautismo se nos saca del poder de las
tinieblas para trasladarnos al reino de la claridad sin fin, en esta
especie de segunda regeneración que supone la profesión escapamos del
ámbito de las tinieblas -no de la única y original, sino de las
innumerables y actuales de nuestros delitos- hacia la luz de las
virtudes. Hacemos realidad lo que escribe Pablo: La noche está avanzada,
el día se avecina”. S. Bernardo de Claraval, Pre 54

“De dónde crees que llega la luz tan intensa y veloz de la fe a todo
el mundo, sino de la predicación del nombre de Jesús? ¿No nos llamó Dios
a su maravilloso resplandor por la luz de este nombre? Iluminados por su
luz, que nos hace ver la luz, exclamará Pablo con razón: Antes, sí erais
tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor. A este mismo Apóstol se le
encargó que diera a conocer este nombre a los paganos y sus reyes, y a
los hijos de Israel. Lo llevaba como una antorcha para iluminar la
patria, gritando por todas partes: La noche está avanzada, el día se echa
encima, abandonemos las actividades de las tinieblas, pertrechémonos para
actuar en la luz; comportémonos con decoro como en pleno día. Y mostraba
a todos la luz sobre el candelero, anunciando a Jesús por donde pasaba, y
a éste crucificado. ¡Cómo brilló esta luz, hiriendo los ojos de cuantos
la miraban, cuando salió de la boca de Pedro con el fulgor de un
relámpago y robusteció las piernas y los tobillos de un paralítico, hasta
quedar iluminados muchos espiritualmente ciegos! ¿No despidió fuego
cuando dijo: En el nombre de Jesús, el Nazareno, levántate y anda”.
S. Bernardo de Claraval, SC 15, 6
182
“Pero entremos en nosotros mismos y examinemos nuestra conducta;
invoquemos al Espíritu de la verdad, para hacerlo en la verdad.
Traigámoslo desde lo alto, a donde nos había llevado, para que nos
preceda también en el regreso a nuestro interior, pues sin él nada
podemos. No temamos que se niegue a descender con nosotros; al contrario,
le ofende que nos empeñemos en prescindir de él para lo más
insignificante. Él no es aliento fugaz que no torna; nos guía y acompaña
con resplandor creciente, como Espíritu del Señor. A veces nos arrebata
consigo en su luz, o emerge alumbrando nuestras tinieblas, para que, bien
sobre nosotros, bien a nuestro lado, pero siempre en la luz, nos
comportemos como hijos de la luz”. S. Bernardo de Claraval, SC 17, 8

“Sea la luz de Cristo tu verdad, para que no te engañe el espíritu


de la mentira o del error”. S. Bernardo de Claraval, SC 20, 3

“¿No percibes ahora con qué acierto pensaba el Apóstol que la


ciencia hincha? Yo deseo que el alma, ante todo, se conozca a sí misma,
como lo exige el sentido de utilidad y la lógica del orden. El orden,
porque nosotros somos los primeros interesados; nuestro bien, porque ese
conocimiento no infla, humilla; es una disposición previa para nuestra
edificación. No podría mantenerse nuestro edificio espiritual, si no es
sobre el cimiento sólido de la humildad. Y para humillarse a sí misma no
encontrará el alma nada tan estable y apropiado como encontrarse a sí
misma en la verdad. Con una condición: que no encubra nada, que su
espíritu sea sincero, que se coloque ante su propio rostro, que no huya
de sí misma de repente. Si se contempla a la luz clara de la verdad, ¿no
se encontrará alejada en la región de la desemejanza, suspirando al ver
su miseria e incapaz de ocultar su verdadera situación? ¿No clamará al
Señor con el Profeta: Me has humillado con la verdad?”.
S. Bernardo de Claraval, SC 36, 5

“No hay, pues, fruto sin flor, ni buenas obras sin fe. La fe sin
obras es un cadáver, igual que la flor cuando despunta y no trae fruto.
Reanimadme con flores, dadme vigor con manzanas, porque desfallezco de
amor. Por tanto, el alma habituada a la quietud sólo se consuela con las
buenas obras arraigadas en una fe no fingida, cuantas veces se le oculta
la luz de la contemplación, como suele suceder. Pues ¿quién goza de esa
luz, no digo continuamente, sino siquiera por largo tiempo, mientras more
en este cuerpo? Ya he dicho que siempre que cae desde la contemplación se
refugia en la acción; pero vuelve de nuevo confiadamente a ella, porque
ambas son compañeras y habitan juntas; al fin Marta es hermana de María.
Aunque cae desde la luz de la contemplación, no tolera ir a parar en las
tinieblas del pecado o la desidia de la ociosidad; se mantiene a la luz
de las buenas obras. No olvides que las obras son también luz, se un
aquel texto que dice: Alumbre vuestra luz a los hombres; obviamente se
refiere a las obras que pueden contemplar los hombres”.
S. Bernardo de Claraval, SC 51, 2

Luz

S. Bernardo de Claraval
- Asc III, 2
- Asspt IV, 3
- Hum 15, 1
- Pre 54
- SC 15, 6
183
- SC 17, 8
- SC 20, 3
- SC 36, 5
- SC 51, 2

Beato Guerrico de Igny


- Epi II [12], 1
- Epi II [12], 3
- Epi II [12], 6
- Epi III [13], 1
- Epi III [13], 3.
- Epi III [13], 7
- Pur I [15], 1
- Pur I [15], 5

S. Elredo de Rieval
- Spec I, 90

Balduino de Ford
- Tract VI
- Tract X
- Tract XIII
- Tract XV

Obediencia

“7. ¿Por qué vivir bajo obediencia? El diablo es el primer inventor


de este por qué. En efecto el diablo es el primero en discutir el
precepto de la obediencia ¿Por qué, dijo, les ha ordenado Dios no comer
del árbol de la ciencia del bien y del mal? Antes de eso, el hombre
simple obedecía simplemente no tanto a causa de un precepto muy razonable
como la autoridad de aquel que lo había ordenado.
8. Sin embargo ¿quieres saber por qué según el parecer y el imperio
de otro ora trabajamos, ora descansamos? Porque haciendo esto, somos sin
ninguna dudad imitadores de Cristo, como hijos muy queridos y andamos en
el amor con el cual nos amó aquel que en todo se hizo obediente a causa
de nosotros no sólo para servirnos de remedio sino también para servirnos
de ejemplo a fin de que nos comportemos en este mundo como Él se
comportó. En esto -como dice el bienaventurado Juan- estriba nuestra
confianza.
9. Él se hizo obediente, no sólo al Padre hasta la muerte, sino a
María y a José hasta que ocupó el lugar de preeminencia. En efecto,
cuando por la voz del Padre que decía: Este es mi Hijo amado, en quien me
complazco, escúchenlo; era llamado a ocupar el lugar de preeminencia,
entonces comenzó a mandar, después de haber aprendido a obedecer.
10. Además, parece una justa reparación, que aquel que en el paraíso
desdeñó reinar como señor sometido a su Señor, en el exilio sirva ahora
como siervo sometido a un compañero de servicio. La condición de
naturaleza estableció al hombre bajo el Señor, la transgresión de la
obediencia lo colocó bajo el yugo del enemigo, la reconciliación por la
gracia empero, lo sometió a su hermano, compañero de servicio. La
naturaleza lo sometió a Dios, el pecado al diablo, la reconciliación a un
hombre amigo”. Isaac de Stella, PP II [50], 7-10

“En cuanto a los que hemos profesado la castidad, sin mujer ni


hijos, y también sin nada propio, vivimos en común, obedeciendo todos a
uno solo, esperando todo de él según las necesidades de cada uno,
184
indudablemente eso es conforme al ideal de los bienaventurados apóstoles
y de aquella primitiva Iglesia de Jerusalén; ellos ponían en común los
bienes y tenían un solo corazón y un alma sola”
Isaac de Stella, PP II [50], 20

“Yo no dudo en llamar cruz al rigor de nuestra profesión en este


desierto perdido. Porque, así como la soledad os separa de los demás, la
obediencia os separa de vosotros mismos.; y ya no podéis hacer lo que os
agrada. Porque nada de lo que os agrada os está permitido, no tenéis
bienes, ni la propiedad de vuestros cuerpos, ni obras, ni libertad de
reposar. ¿Qué es esto, os pregunto, sino estar clavados, por Cristo, al
rigor del mandato ajeno por los clavos de la obediencia? ¿qué es sino
estar crucificado con Cristo?” Isaac de Stella, 4 p Epi III [15], 7

“Por lo tanto, lo esencial de toda vida religiosa y de toda


obediencia es amar lo que Dios ama porque Dios lo ama; aborrecer lo que
Dios aborrece porque Dios lo aborrece; querer lo que Dios quiere porque
Dios lo quiere; no querer lo que Dios no quiere porque Dios no lo quiere.
Cuando aprendamos todo esto en las cosas de afuera, es como si
escucháramos a través de su voz la voluntad de Dios”.
Isaac de Stella, Nat JB II [47], 14

“Si ayuno por satisfacer mi propia voluntad, al esposo no le seduce


ese ayuno ni le gusta, porque no percibe el aroma del lirio de la
obediencia, sino el vicio de la voluntad propia. Digamos lo mismo del
silencio, las vigilias, la oración, la lectura, el trabajo manual, en
fin, de todas las observancias del monje en las que se satisface su
voluntad y no la obediencia al maestro”.
S. Bernardo de Claraval, SC 71, 13

“Si se ha de tener tanto cuidado por evitar el escándalo de los


niños, ¡cuánto más el de los superiores! Dios les ha elevado a un rango
semejante al suyo. La reverencia o el desprecio que se les confiere
repercute en el mismo Dios. A ellos dice: Quien os escucha a vosotros, me
escucha a mí; quien os desprecia a vosotros, me desprecia a mí. Nuestra
Regla nos pone en guardia sobre esto mismo cuando dice: La obediencia que
se tributa a los superiores, al mismo Dios se tributa.
Los preceptos de los superiores, que no van contra la voluntad de
dios, han de obedecerse como órdenes divinas. Todo lo que mande el hombre
que ocupa el lugar de Dios, mientras no estemos ciertos que le desagrada,
ha de aceptarse con toda el alma, como si lo mandara Dios mismo. ¿Qué más
da si Dios por sí mismo o mediante sus colaboradores, hombres o ángeles,
manifiesta su voluntad a los hombres?
… Ahí está el que ha recibido en garantía los secretos de Dios.
Ocupa el puesto de Dios. Debemos escucharle como al mismo Dios en todo
aquello que no va claramente contra el mismo Dios”.
S. Bernardo de Claraval, Pre 21

“Exíjase, por tanto, el compromiso de la estabilidad al flojo y


apocado, al evasivo contencioso, al holgazán y curioso, y a todos los
tocados por la ligereza de la inconstancia. Manténgase una cierta
indulgencia con los profesos, fieles a la conversión de costumbres y a la
obediencia según la Regla. Y si el ambiente de maldad y la carencia de
espíritu religioso en las comunidades fuese un obstáculo serio, yo
aconsejaría sin dudar un cambio de lugar, impulsado por el Espíritu de
libertad, donde la persona pueda sin tropiezos ofrecer a Dios los votos
que pronunciaron sus labios”. S. Bernardo de Claraval, Pre 44

185
“Márchese pues al claustro, el que mora en el mundo para negociar
dentro de él, y el que reside en el claustro, que no se adormezca ni se
atrofie por su pereza; como el criado indolente y malvado. La vida brinda
el mérito, pero el lugar sin más no da la dicha. Es preciso comerciar lo
más posible, ambicionar con libertad, desear lícitamente las riquezas
deliciosas de los hermanos; su paciencia, su humildad, su mansedumbre, su
silencio, su obediencia y todo lo demás”.
S. Bernardo de Claraval, Sent III, 91

“Escoja permanecer en la casa de Dios sometido a un maestro que


quebrante su voluntad y reprima la concupiscencia con la brida de la
obediencia, que se cumpla lo que dice el Profeta: Has puesto hombres
sobre nuestras cabezas. Que el siervo no desdeñe imitar a su amo, ya que
no es el siervo mayor que su dueño. Él iba creciendo en saber, en
estatura y en favor de Dios y de los hombres; y al cumplir sus doce años
se quedó en Jerusalén. Lo encontraron la santa Virgen y José, de quienes
se decía hijo, dialogando con los doctores, escuchándoles y
preguntándoles. Sin embargo, bajó con ellos y siguió bajo su autoridad.
Permanece tú también sumiso por amor a Él”.
S. Bernardo de Claraval, Circ 3, 7

“El primer grado es obedecer con gusto. Desde su primera


transgresión, el hombre siente un amor innato a su voluntad propia… esto
quiere decir que le es difícil dejar su voluntad y someterse a la de
otro. Mas por penoso que le sea, es imposible subir el primer grado de la
obediencia sin hacer nuestra la voluntad del que manda. Recíbanse con la
voluntad los mandatos de los superiores, y evítese que el corazón haga
reflexiones personales; hasta llegar a sacrificar la voluntad propia y
amar el precepto del superior. Obedecer con gusto es cumplir de manera
voluntaria la voluntad de los superiores”.
S. Bernardo de Claraval, Div 41, 4

“Compremos, pues, estos tres aromas del espíritu con el precio de


nuestra propia voluntad. Al desprendernos de ella no perdemos nada.
Salimos ganando, porque la cambiamos por otra mejor: la voluntad propia
se hace común. Y la voluntad común es el amor. Compramos sin dinero,
porque recibimos lo que no teníamos, y aumentamos con creces lo que
teníamos. ¿Podrá compadecerse del hermano el que, llevado de su propia
voluntad, sólo se compadece de sí mismo? ¿Amará el bien y odiará la
maldad el que se ama a sí mismo? Movido por el amor propio o el odio,
creerá que practica sentimientos de compasión o aplica el rigor de la
justicia; y de este modo engañará a los hombres y se engañará a sí
mismo”. S. Bernardo de Claraval, Res 2, 8

“En el corazón existen también dos clases de lepra: la voluntad


propia y el juicio propio. Ambas son pésimas, y además muy peligrosas
porque son internas. Llamo voluntad propia a la que no es común con Dios
y con los hombres, sino únicamente nuestra. Queremos algo, no para gloria
de Dios o utilidad de los hermanos, sino para nuestro provecho personal;
nuestro fin no es agradar a Dios y ser útiles a los demás, sino
satisfacer nuestras ambiciones. La caridad es otra cosa diametralmente
opuesta: la caridad es Dios”. S. Bernardo de Claraval, Res 3, 3

“¿Quién de entre vosotros, hermanos, desea preparar en su alma un


trono para Cristo? Piense en las sedas, alfombras y almohadas que debe
prepararle. Está escrito que la justicia y el derecho preparan su trono.
La virtud de la justicia consiste en distribuir a cada cual lo que le
corresponde. Por tanto, distribuye tú a tres lo que es de ellos. Devuelve
186
al superior, devuelve al inferior, devuelve al compañero lo que les
debes. Entonces celebrarás convenientemente la venida de Cristo,
preparándole en la justicia su trono. Devuelve, insisto, reverencia y
obediencia al superior; la primera, en cuanto disposición de corazón; la
segunda, como actitud externa”. S. Bernardo de Claraval, Adv III, 4

“La humildad reúne a las virtudes, las mantiene unidas y las


perfecciona. El cimiento se oculta en tierra, no puede conocerse su
consistencia hasta que los muros se asienten o se desmoronen. La humildad
clava su raíz en lo profundo del corazón. No puede conocerse su ausencia
o su debilitamiento hasta que los muros del edificio se disuelven por el
desorden o se disgreguen y desmoronen. Esta es la torre que David posee
con mano fuerte.
Esta torre o ciudad tiene por muro la obediencia, que reúne a los
dispersos; contiene a los vagabundos, para que salgan sólo por la puerta,
esto es, por el mandato del superior.
…La obediencia presenta cinco aspectos. El primero es la acción
recta. Lo que va contra Dios no es obediencia. El segundo es lo
voluntario, pues lo que se hace por la fuerza no es bueno. El tercero, lo
puro. Que la intención sea pura; porque, si tu ojo es sencillo, toda tu
persona quedará esclarecida. El cuarto, lo discreto. Que no haya excesos.
Si se ofrece algo bueno, pero no se reparte como es debido, habrá pecado.
El quinto, lo estable. El que es constante, lo posee todo dispone de
todo. No hay bien sin perseverancia. Para que a perseverancia tenga el
muro de la obediencia necesita pertrecharse con los baluartes de la
paciencia, como los defensores de las murallas necesitan baluartes para
estrellar los dardos del enemigo. Quienes se empeñan en mantener la
obediencia necesitan de la paciencia, que protege al hombre contra las
palabras desabridas y los trabajos agitadores”.
S. Bernardo de Claraval, Adv VIII, 6

“Nuestra Orden es abyección, es humildad, es pobreza voluntaria,


obediencia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Nuestra Orden es ser sumiso
al maestro, al abad, a la Regla, a la disciplina. Nuestra Orden es amar
el silencio, ejercitarse en los ayunos, las vigilias, la oración, el
trabajo manual y sobre todo mantenerse en el camino más excelso: el amor.
En una palabra: progresar así hasta el final de la vida”.
S. Bernardo de Claraval, Ep 142, 1

“Aquella muerte, aquella cruz, aquellos oprobios, salivazos y azotes


que soportó nuestra cabeza, Cristo, ¿qué otra cosa fueron para su cuerpo,
para nosotros, sino preclaros ejemplos de obediencia? Cristo, dice San
Pablo, se hizo obediente al Padre hasta la muerte, y muerte de Cruz. ¿Por
qué? Nos lo dice el apóstol Pedro: Cristo padeció por vosotros, dejándoos
ejemplo, para que sigáis sus pasos; esto es, para que imitéis su
obediencia”. S. Bernardo de Claraval, Hum 7, 3

“¡Qué preciosa es la humildad! La misma soberbia procura revestirse


de ella para no envilecerse. Pero ese subterfugio es descubierto muy
pronto por el superior si no se ablanda fácilmente ante esa soberbia
humildad, disimulando la culpa o difiriendo el castigo. El horno prueba
los vasos del alfarero; la tribulación selecciona a los auténticos
penitentes. El que hace penitencia de verdad, no aborrece el trabajo de
la penitencia; acepta con paciencia y sin la menor queja cualquier orden
que le impongan para reparar una culpa que detesta. Y si en la misma
obediencia surgen conflictos duros y contrarios, si tropieza con
cualquier clase de injurias, aguanta sin desmayo. Así manifiesta que vive
en el cuarto grado de humildad. S. Bernardo de Claraval, Hum 47
187
“El olvido es la muerte del alma. El que resucita se comporta de la
siguiente manera: siente por la memoria; oye por la obediencia, ve por la
inteligencia, huele por la sensatez y gusta por el amor”.
S. Bernardo de Claraval, Sent II, 19

“Por esta causa, en la primera bodega debe someterse el desenfreno


de la conducta con el yugo de la disciplina, hasta que la voluntad
rebelde, triturada en el largo y duro magisterio de los mayores, se
humille y recupere la salud. Así recobrará, mediante la obediencia,
aquella bondad natural que perdió por su engreimiento”.
S. Bernardo de Claraval, SC 23, 6

“Ahora, aquí, mientras no esté dispuesta la visión, debemos abrir el


oído y ejercitarlo, para que acoja la verdad. Feliz aquel a quien la
Verdad le dice, como testigo: Me escuchaba y me obedeció. Seré digno de
esa visión si antes he sabido obedecer lo que escucho; contemplaré
confiado al que antes he rendido el obsequio de mi obediencia. ¡Qué feliz
el que dice: El Señor me abrió el oído; yo no me resistí ni me eché para
atrás.
Aquí tienes una forma de obediencia voluntaria y un ejemplo de
magnanimidad. Porque el que no se resiste es espontáneo: y el que no se
echa atrás, persevera. Ambas cosas son necesarias, pues Dios se lo
agradece al que da de buena gana, y quien persevera hasta el fin ese se
salvará”. S. Bernardo de Claraval, SC 28, 6

“No creas que el amor de tu propia quietud pueda ser incompatible


con la práctica de la santa obediencia o con las tradiciones de los
mayores. De lo contrario, el esposo no dormiría conmigo en el mismo
lecho, especialmente si lo has cubierto no con flores de obediencia, sino
con cicutas y ortigas de desobediencia. En ese caso, no escuchará tu
oración, no acudirá a tus llamadas, no prestará ayuda al desobediente,
pues él amó tanto la obediencia, que prefirió morir antes que rebelarse”.
S. Bernardo de Claraval, SC 46, 5

“No basta someterse sólo a Dios, sino también a toda humana criatura
por Dios: sea al abad, por ser el primero, sea a los encargados por él. Y
os digo más: a los iguales e inferiores igualmente. Así es como nos
corresponde cumplir todo lo que Dios quiera. Si deseas ser perfecto en tu
santidad, corre hacia el menor: doblégate ante el más joven, muestra tu
deferencia al inferior. Con este proceder, atraerás hacia ti lo que dijo
la esposa: Mi nardo despedía su perfume”.
S. Bernardo de Claraval, SC 42, 9

“Ama a Dios de verdad y, en consecuencia, todo lo que es de Dios.


Ama con pureza, y no le pesa cumplir un mandamiento puro, porque la
obediencia del amor purifica su corazón”.
S. Bernardo de Claraval, Dil 26, 3

“En el segundo grado ama a Dios, pero por sí mismo, no por él. Sus
miserias y necesidades le impulsan a acudir con frecuencia a él en la
meditación, la lectura, la oración y la obediencia. Dios se le va
revelando de un modo sencillo y humano, y se le hace amable”.
S. Bernardo de Claraval, Dil 39, 1

“¿Qué consejo se da a los amigos? No trabajen por el alimento que se


acaba, sino por el alimento que dura dando una vida nueva sin término.
Aunque nos entreguemos a los trabajos materiales, en espíritu de
obediencia o caridad fraterna, no dejemos de trabajar por este alimento,
188
porque nuestra intención es distinta de aquellos que se afanan en
trabajos perecederos”. S. Bernardo de Claraval, Div 27, 2

“Tus principales caminos [del Señor] son dos: confesión y


obediencia. En la confesión se lavan todas las cosas, en la obediencia
solidifican las virtudes”. S. Bernardo de Claraval, Div 40, 2

“A Cristo le horrorizan más las asperezas de las costumbres y la


lengua mordaz que las puntas de las espinas, especialmente en aquéllos
que son llamados a la simplicidad del silencio, a la actividad del amor,
a la calma del reposo, a la escuela de la humildad, al voto de
obediencia, al vínculo de la unidad”. Gilberto de Hoyland, SC 20,7
“¿Qué es la virtud de la piedad, sino la caridad sincera, la
humildad verdadera, la paciencia magnánima, la obediencia solícita?”.
Beato Guerrico de Igny, Epi IV [14], 3

“Verdaderamente dichoso el que permanece en la sabiduría soportando


en constancia y fe, en obediencia generosa y fiel hasta la muerte, no
abandonando su puesto toda vez que el ánimo del superior se muestre
contrario a él, teniendo presente que el medicamento de la disciplina
hará desaparecer los más grandes pecados”.
Beato Guerrico de Igny, Ben I[22], 4

“No es un alimento insignificante para el alma fiel ver a su


alrededor tantos lirios que florecen con tanta belleza y gracia, y de los
cuales puede tomar ejemplos de todas las virtudes, diferentes en cada uno
de ellos Éste se halla mejor cimentado por la humildad, aquél por su
mayor caridad. Uno es más vigoroso para la paciencia, otro más veloz para
la obediencia. Este es más parco en la comida, aquél más desenvuelto para
el trabajo. Éste es más fervoroso en la oración, aquél más aplicado en la
lectura”. Beato Guerrico de Igny, PP II [45], 4

“La primera virtud de los principiantes es, en efecto, la renuncia


al mundo, por la que nos tornamos pobres de espíritu. La segunda es la
mansedumbre, por la que nos sometemos y habituamos a la obediencia. Luego
viene la tristeza, por la cual se lloran los pecados o se imploran las
virtudes”. Beato Guerrico de Igny, OS [53], 2

“Esto es, que nadie se eleve por encima de sí mismo, antes bien, se
humille por debajo de sí; el que es mayor que sirva a los otros; si
alguno es ofendido, sea el primero en perdonar; cada uno obedezca hasta
la muerte. Por estas huellas, sigamos a Cristo en la forma de siervo y
llegaremos a verlo en la forma de Dios, en la que vive y reina por los
siglos de los siglos”. Beato Guerrico de Igny, Palm I [29], 3

“Sin duda, en algún tiempo debemos realizar las tareas propias de la


vida de Marta, pero en otros momentos aquéllas que son propias de María,
a menos que interponga la necesidad que no tiene ley. Por lo mismo
debemos cuidar solícitamente esos tiempos que nos prefijó el Espíritu
Santo para que, en efecto, en el tiempo de la lectura estemos tranquilos
y reposados, no entregándonos al ocio y al sopor, ni nos separemos de los
pies de Jesús, sino que nos sentemos allí y escuchemos su palabra. Pero
en el tiempo del trabajo estemos diligentes y prontos, no omitiendo de
ningún modo, por el pretexto del reposo, las tareas del trabajo. Y nunca
cambiemos uno por otro, a no ser a causa de la obediencia a la que ni el
reposo, ni el trabajo, ni la acción, ni la contemplación, ni ninguna cosa
debe anteponerse sino obligar a todos éstos a quedar a los pies de Jesús
por la obediencia”. S. Elredo de Rieval, STemp 17, Asspt I, 6
189
“Participar en los sufrimientos de Cristo es someterse a las
observancias regulares, mortificar la carne con la abstinencia, las
vigilias y trabajos, someter la voluntad al juicio ajeno, no preferir
nada a la obediencia; y para lo todo en una palabra: participar en los
sufrimientos de Cristo es cumplir la profesión que hemos hecho de vivir
según la regla de San Benito, como lo afirma nuestro mismo legislador: Y
así, perseverando en el monasterio hasta la muerte, participemos de los
sufrimientos de Cristo por la paciencia y merezcamos también acompañarlo
en su Reino. Lo mismo había dicho el Apóstol: Sabemos que como compartís
nuestros sufrimientos, así compartiréis nuetro consuelo”.
Elredo de Rieval, Spec II, 15

“Ahora debes sufrir por Cristo, ejercitar la virtud de la paciencia,


castigar la insolencia de la carne con vigilias continuas y ayunos,
soportar las tentaciones, alejar tu espíritu de toda solicitud terrena,
y, sobre todo, mortificar tu voluntad propia con la virtud de la
obediencia. Y siempre que tu espíritu se fatiga excesivamente en todo
esto, debes correr con la devoción solícita de las oraciones a los pechos
maternales de Jesús, de cuya abundancia sorberás la leche del maravilloso
consuelo, y dirás con el Apóstol: Bendito sea Dios que nos consuela en
todas nuestras tribulaciones; y: Si los sufrimientos de Cristo rebosan
sobre nosotros, gracias a Cristo rebosa también nuestro consuelo”.
S. Elredo de Rieval, Spec II, 59

“El modelo de nuestra obediencia es Cristo, quien es también el


mandamiento del Padre que nos lo ha dado para que lo escuchemos, lo
recibamos, lo amemos. Porque en Él ha dado la bendición y la vida”.
Balduino de Ford, Sac alt I, 1

“La obediencia hasta la muerte debe entenderse no sólo de la muerte


de la carne, sino de toda perfecta mortificación y penitencia corporal, y
especialmente de toda perfecta renuncia a la voluntad propia. Porque se
da muerte a sí mismo el que inmola su propia voluntad. El que por Dios se
aparta de todo placer prohibido, odia su alma por Dios, la pierde en este
mundo, y, odiándola y perdiéndola, la gana para la vida eterna. El que en
la alegría de su alma y la dulzura del amor deja de lado su propia
voluntad, y por una prudente opción prefiere la de su hermano, éste da su
alma por su hermano. La obediencia hasta la muerte se encuentra en todo
género de martirio, ya sea que nos mate la espada del perseguidor, ya sea
que lo haga la espada del espíritu que es la palabra de Dios. Esta es la
obediencia perfecta que no se daba en la ley, porque la ley no condujo a
nadie a la perfección. Éste es el vino nuevo que Cristo Jesús bebió con
sus discípulos. Quienquiera que se goce en esta obediencia bebe con
Jesús, bebe el vino aromático de su cáliz, el vino dulce de sus granadas
… Todo lo que en nosotros es fuerte, robusto y sólido, gozoso y
alegre para cumplir los mandatos de Dios, soportar el sufrimiento,
practicar la obediencia, defender la justicia, todo esto es fruto de la
fuerza de este pan y de la alegría de este vino”.
Balduino de Ford, Sac alt II, 1

“El amor a Dios y la obediencia están unidos por un nexo


indivisible; no es posible separarlos. Que el amor no puede existir sin
la obediencia, lo señala el Señor al decir: Si alguno me ama, guardará mi
Palabra. Por lo tanto, quien ama obedece, y el que no ama, no obedece. No
hay amor sin obediencia, ni obediencia sin amor.
…la intención y la disposición del ánimo engendran distintos tipos
de obediencia. En efecto, según la intención hay una obediencia verdadera
190
y una obediencia simulada. La verdadera pone su esperanza de recompensa
en la verdad, esto es en Dios. La simulada finge sumisión a Dios y,
llevada por la codicia, pone su esperanza fuera de la verdad.
…Según la disposición del ánimo hay una obediencia forzada y una
obediencia voluntaria. El temor engendra la primera; la segunda brota a
impulsos del amor.
Considerando entremezclados el sentimiento y la intención, existe
una obediencia forzada y verdadera: es la que surge del temor a Dios y se
dirige. a él. Una obediencia de esta clase tiene, en unos, un poco más de
temor y menos de amor; en otros, más amor y menos temor. Pero siempre
tiene un poco de ambos elementos; pues, así como sin temor nunca es
forzada, del mismo modo sin amor nunca es verdadera.
Existe una obediencia forzada y simulada; la produce el miedo y no
está orientada a Dios. Existe también una obediencia voluntaria y
simulada, como la de los hipócritas. Hay una obediencia voluntaria y
verdadera, que procede de la caridad y, por la caridad, tiende hacia
Dios. Es esta obediencia la que Dios reclama, la que ama, la que nos
recomienda con su mandamiento y su ejemplo. Y a esta obediencia la
recompensa del mismo modo que la ama”. Balduino de Ford, Tract III

“En el amanecer de nuestra resurrección, esto es, en el comienzo de


nuestra conversión de las costumbres vanas del siglo, comienzan todas
estas cosas a ordenarse en nosotros y a apaciguarse por las leyes de la
santa obediencia, el ejercicio cotidiano de la disciplina, y por el
gobierno de la razón.
… El alma por amor a la obediencia está maravillosamente unida a
Dios. En él y por él vive y siente, y encuentra una cierta similitud a lo
que ha experimentado por los sentidos del cuerpo. Mediante la gracia de
una íntima inspiración que siente en sí misma, toca espiritualmente por
la fe, aspira por la esperanza, gusta por la caridad, oye por la
obediencia, ve por la contemplación al Dios que siente en sí misma.
… Para nosotros que resucitamos con Cristo, esta misma palabra puede
ser aplicada a nuestra primera y a nuestra segunda resurrección; porque
es la palabra del penitente que retorna a la obediencia y promete
obediencia: Dispuesto está mi corazón, oh Dios, dispuesto está mi
corazón. Dispuesto para hacer buenas obras, dispuesto para soportar las
malas; dispuesto para comenzar, dispuesto para perseverar; dispuesto a la
obediencia del alma que debe servirte, oh Dios; dispuesto a la obediencia
de la carne que debe ser sometida al espíritu.
Mas al obediente que sirve a Dios, por una doble obediencia se le
infunde una doble alegría: una, la obediencia y la paz de la carne
respecto del espíritu, y se dice que esta es la cítara; otra, la paz y la
obediencia del espíritu a Dios, y se dice que esta es el arpa”.
Balduino de Ford, Tract IV

“Sin embargo, los cabellos de la esposa están reunidos en el cuello,


donde se encuentra el yugo de la obediencia, y atados en una sola trenza
con el nudo del temor; porque la obediencia a Dios en todas las cosas
siempre debe ser pensada en el temor, como está escrito: Lo que te
encomienda Dios, eso medita siempre”. Balduino de Ford, Tract VIII

“La virtud de la docilidad del hombre para consigo mismo, abarca la


paciencia y la obediencia, tanto de la voluntad respecto de la razón,
como de la carne respecto de la voluntad. Porque la razón, ora impone a
la voluntad dócil —y esta a la carne dócil y sometida— ciertas cosas
duras que deben ser toleradas, y he aquí la virtud de la paciencia,
porque se trata de tolerar sufrimientos; ora impone algunas obras buenas

191
que deben realizarse, y he aquí la virtud de la obediencia porque son
hechas con humildad.
… Para dar a los dóciles esta tierra, el Señor, que se sienta sobre
querubines, viene dócil, humilde, sentado sobre un asno, animal que
denota la docilidad en toda obediencia y paciencia; en el cual Dios puso
y propuso para nosotros un ejemplo de docilidad, a fin de que en
obediencia y paciencia también nosotros llevemos a Cristo como jinete,
los dóciles al dócil”. Balduino de Ford, Tract IX

“Los justos, dondequiera se encuentren sea que vivan aislados, sea


en comunidad, en razón de unidad de paz de la Iglesia y de la comunión de
obediencia y caridad, como miembros de un mismo cuerpo no admiten la
división.
… Este vino de la voluntad propia y de la desobediencia les está
prohibido beber a los nazareos y a los hijos de Jonadab. Bueno es al
hombre no beber de este vino. Saben esto quienes desconfían de todos sus
actos de voluntad, quienes no se fían de sí mismos, sino que se entregan
al arbitrio de otro para ser guiados; los que siempre temen querer algo
de sí mismos y como por sí mismos. Y por esto se ligan con los vínculos
de la obediencia, y se estrechan dentro de las leyes de la disciplina
regular y convierten su voluntad en necesidad, y reducen su libertad a
servidumbre; pero todo esto por Cristo, a fin de que su servidumbre sea
libre en Cristo, y la obligación, sea voluntaria. Pues son tanto más
libres en Cristo, cuanto más se obligan a obedecerle por propio
compromiso”. Balduino de Ford, Tract XV

Todo lo que en nosotros es fuerte, robusto y sólido, gozoso y alegre


para cumplir los mandatos de Dios, soportar el sufrimiento, practicar la
obediencia, defender la justicia, todo esto es fruto de la fuerza de este
pan y de la alegría de este vino.
… Pero a la criatura racional, la única capaz de justicia y de
felicidad, -si no se aparta de Él por propia voluntad, sino que se vuelve
a Él por amor de la obediencia a fin de vivir no para sí misma sino para
Él—, a esta criatura, digo, le da la comida de la cual debe vivir, de tal
modo que Él mismo es esa comida que le procura una vida buena y feliz”.
Balduino de Ford, Sac alt II, 3

“El hombre, creado a imagen y semejanza de Dios por el juicio de su


razón y la libertad de su voluntad, debe someter a Dios estas facultades.
Su voluntad debe siempre obedecer a aquel de quien ha recibido la
existencia. Debe el hombre inclinar su razón ante Dios para creer en
todas sus palabras; y su voluntad para acatar todos sus preceptos. Una
fe respetuosa doblega la razón del hombre y la obediencia, su voluntad”.
Balduino de Ford, Tract I

“Ahora bien, el justo que se convierte a Dios, tiene mediante la


gracia a Dios que inhabita y reposa en él, de modo que, recibiendo
reverentemente sus mandatos, y obedeciéndolos, merece mediante la
obediencia reposar en él. Pues por medio de la obediencia a sus preceptos
prepara el reposo deseado, y después del trabajo —al que Dios ha modelado
en el precepto— obtiene el reposo en mérito a la obediencia”.
Balduino de Ford, Tract V

“Este vino de la voluntad propia y de la desobediencia les está


prohibido beber a los nazareos y a los hijos de Jonadab. Bueno es al
hombre no beber de este vino. Saben esto quienes desconfían de todos sus
actos de voluntad, quienes no se fían de sí mismos, sino que se entregan
al arbitrio de otro para ser guiados; los que siempre temen querer algo
192
de sí mismos y como por sí mismos. Y por esto se ligan con los vínculos
de la obediencia, y se estrechan dentro de las leyes de la disciplina
regular y convierten su voluntad en necesidad, y reducen su libertad a
servidumbre ; pero todo esto por Cristo, a fin de que su servidumbre sea
libre en Cristo, y la obligación, sea voluntaria. Pues son tanto más
libres en Cristo, cuanto más se obligan a obedecerle por propio
compromiso. Esta es la primera, esta es la principal abstinencia de los
nazareos”. Balduino de Ford, Tract XVI

“Tu enfermería, hombre enfermo y débil, es tu celda; y el remedio


con el que comenzaste la cura es la obediencia, cuando es verdadera
obediencia. Has de saber que los remedios cambiados a menudo dañan,
perturban la naturaleza y prolongan la enfermedad. Quien se dirige a un
lugar si toma un camino recto llega enseguida donde desea, y termina
pronto el camino y la fatiga; pero si toma varios caminos, se equivoca y
no termina nunca su fatiga, porque el error no tiene fin. Así pues, no
cambies de lugar, no tomes un remedio por otro, usa el remedio medicinal
de la obediencia hasta recuperar perfectamente la salud. Una vez curado
no la rechaces como ingrato, antes bien, sigue usándola, aunque de forma
distinta”. Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 97

“Por ello el mejor guardián de la voluntad es la obediencia, sea


como mandato, como consejo, como sumisión o simplemente por caridad.
Según el apóstol san Pedro, los hijos de la obediencia purifican sus
corazones con más eficacia y dulzura sometiéndose sus iguales y aún a sus
inferiores en una obediencia de caridad, que acatando a sus superiores
con una obediencia de necesidad. En el primer caso, es únicamente la
caridad quien manda, aconseja y obedece; en el segundo, se teme el
castigo o se cede a la amenaza de una autoridad imperiosa o de una
necesidad ineludible. En la primera el obediente merece mayor gloria, en
la segunda se amenaza al desobediente con mayor castigo”.
Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 240

Obediencia

Guillermo de Saint-Thierry
- Ep frat 97
- Ep frat 240

S. Bernardo de Claraval
- Adv III, 4
- Adv VIII, 6
- Circ 3, 7
- Dil 26, 3
- Dil 39, 1
- Div 27, 2
- Div 40, 2
- Div 41, 4
- Ep 142, 1
- Hum 7, 3
- Hum 47
- Pre 21
- Pre 44
- Res II, 8
- Res III, 3
- SC 23, 6
- SC 28, 6
193
- SC 42, 9
- SC 46, 5
- SC 71, 13
- Sent II, 19
- Sent III, 91

Beato Guerrico de Igny


- Ben I[22], 4
- Epi IV [14], 3
- OS [53], 2
- Palm I [29], 3
- PP II [45], 4

S. Elredo de Rieval
- Spec II, 15
- Spec II, 59
- STemp Asspt I [17], 6

Gilberto de Hoyland
- SC 20, 7

Isaac de Stella
- 4 p Epi III [15], 7
- Nat JB II [47], 14
- PP II [50], 7-10
- PP II [50], 20

Balduino de Ford
- Sac alt I, 1
- Sac alt II, 1
- Sac alt II, 3
- Tract I
- Tract III
- Tract IV
- Tract V
- Tract VIII
- Tract IX
- Tract XV
- Tract XVI

Observancias

“Debes saber ante todo cuáles fueron las causas y razones que
movieron a nuestros padres a instituir o poner en práctica este género de
vida. Para algunos, vivir en sociedad es una fuente de peligros. A otros,
aunque no los encuentran, la vida social les resulta fastidiosa. Otros,
finalmente, sin ninguna de estas razones, estiman más provechosa la vida
escondida”. S. Elredo de Rieval, Inst 2

“El amor divino comprende dos cosas: el afecto interior y llevarlo a


efecto a través de las obras; éste consiste en la práctica de las
virtudes y el afecto en la dulzura del gusto espiritual. La práctica de
las virtudes implica un cierto modo de vivir: ayunos, vigilias, trabajo,
lectura, oración, pobreza y otras obras semejantes; el afecto se nutre
con la reflexión saludable. Por eso, para que ese amor a Jesús crezca en
tu afecto, necesita esta triple meditación: sobre las cosas pasadas,
presentes y futuras”. S. Elredo de Rieval, Inst 104
194
“Sin duda, en algún tiempo debemos realizar las tareas propias de la
vida de Marta, pero en otros momentos aquéllas que son propias de María,
a menos que interponga la necesidad que no tiene ley. Por lo mismo
debemos cuidar solícitamente esos tiempos que nos prefijó el Espíritu
Santo para que, en efecto, en el tiempo de la lectura estemos tranquilos
y reposados, no entregándonos al ocio y al sopor, ni nos separemos de los
pies de Jesús, sino que nos sentemos allí y escuchemos su palabra. Pero
en el tiempo del trabajo estemos diligentes y prontos, no omitiendo de
ningún modo, por el pretexto del reposo, las tareas del trabajo. Y nunca
cambiemos uno por otro, a no ser a causa de la obediencia a la que ni el
reposo, ni el trabajo, ni la acción, ni la contemplación, ni ninguna cosa
debe anteponerse sino obligar a todos éstos a quedar a los pies de Jesús
por la obediencia”. S. Elredo de Rieval, STemp Asspt I [17] 6

“Participar en los padecimientos de Cristo es someterse a la


disciplina regular, mortificar la carne con abstinencias, vigilias y
trabajos, someter la voluntad propia al juicio ajeno, no preferir nada a
la obediencia. Resumiendo todo en pocas palabras, seguir nuestra
profesión, que hicimos según la regla de san Benito, es precisamente
participar en los sufrimientos de Cristo”.
S. Elredo de Rieval, Spec II, 15

“Si hay fervor en los trabajos, si pureza en las vigilias, parquedad


en las comidas, humilde taciturnidad ¿de dónde estas cosas sin de Aquel
de quien procede todo don perfecto y óptimo? Luego, el ama santa, que ha
recibido primeramente todas estas cosas de Dios, con razón debe
devolverlas”.
S. Elredo de Rieval, STemp De la bienaventurada María [25], 6

“Amurallada ciudad es nuestra Orden, fortificada por todas partes


con buenas observancias como si fueran muros y torres para que no nos
engañe nuestro enemigo ni nos aparte del ejército de nuestro Emperador.
¡Oh, qué muro es la pobreza! ¡Cómo nos defiende contra la soberbia
del mundo, contra las vanidades y superfluidades nocivas y condenables!
¡Qué torre es el silencio, que frena el asalto de la controversia, riña,
disensión y retractación! ¿Por qué la obediencia, la humildad y la rudeza
de la ropa? ¿Por qué la austeridad de las comidas? Son muros, son torres
contra los vicios, contra los asaltos de nuestros enemigos”.
S. Elredo de Rieval, STemp Nat [2], 2

“Si ya somos hijos espirituales de Israel, si espiritualmente hemos


salido de la tierra de Egipto, ofrezcamos todos para la construcción de
este tabernáculo y cada uno dé de lo que tiene: Pues cada uno tiene de
Dios su propio don, uno de una manera y otro de otra.
Este puede ofrecer más trabajo; aquel más vigilias, ése más ayunos;
uno más oración, otro lectura y meditación.
Aquel Moisés estableció seis ciudades de refugio para los hijos de
Israel: tres fuera de la tierra de promisión, y tres en la misma tierra
de promisión, para que cualquiera que hubiera cometido algún homicidio
por ignorancia, refugiándose en éstas se salvara.
Me parece que estas seis ciudades pueden significar aquellos seis
ejercicios generales que tenemos establecidos: tres son corporales, esto
es: trabajo, vigilias, y ayunos y estas cosas corresponden especialmente
a los que todavía son atraídos por las pasiones carnales y están aún casi
fuera de la tierra prometida, para quienes no se ha dicho: Nuestra morada
está en los cielos, y otros tres, más bien espirituales: la lectura, la
oración y la meditación….Nos refugiamos en estas ciudades para librarnos
195
de nuestros perseguidores… que son el demonio y la concupiscencia… Nadie
encuantra en estos ejercicios exactamente la misma gracia. Cada uno,
pues, en el momento de la tentación debe refugiarse en el ejercicio que
mayor gracia le reporte a él”. S. Elredo de Rieval, STemp Ben III [7], 4

“El lugar de los claustrales, que ellos mismos deben defender y


proteger contra los enemigos es la regular observancia. Ellos deben
procurar que en la observancia regular no pueda encontrar el enemigo
ningún agujero por el que pueda penetrar. Deben evitar cualquier desidia
en el trabajo por la que el enemigo entre y desmorone aquel gran muro que
suele separar a los malvados de nosotros: la pereza y la tristeza.
Deben procurar diligentemente que ninguna superficialidad destruya
nuestra abstinencia, ni el sopor excesivo disminuya las vigilias. Estas
constituyen las dos excelentísimas torres mediante las cuales nos
defendemos de los encendidos dardos de la lujuria y, por lo mismo, se han
de guardar bien para que el enemigo no encuentre en ellas ningún lugar de
entrada. Así mismo tendrán que guardar con diligencia el silencio el que,
si llegase a ser perforado o destruido, al instante entraría el enemigo a
través de pleitos, discusiones y discordias”.
S. Elredo de Rieval, STemp PP [15], 2

“Así pues, si movido por esos aguijones de los afectos has rechazado
las míseras ollas de los egipcios, y has preferido la pobreza de Jesús a
todas la riquezas del mundo; si has cambiado la mesa real con panes
exquisitos por un plato de verduras; si antepones la sumisión y abyección
a los honores; si te has alejado de las preocupaciones y negocios del
mundo y has decidido procurarte el alimento no abusando de los campesinos
sino con tu propio trabajo y el de tus hermanos; si has cambiado la
locuacidad por el silencio y te has cubierto con el afecto del amor
fraterno en vez de las riñas constantes; si ya has comenzado a cumplir
los votos que pronunciaron tus labios; en una palabra, si con estos
indicios y otros semejantes adviertes que has salido de Egipto y has
cruzado como verdadero israelita las olas de este mar ancho y dilatado,
es decir, de este mundo; aunque no haya descendido sobre ti al instante
el maná de la dulzura celestial, no murmures contra Dios, no le tientes,
ni digas: ¿Está Dios con nosotros o no? Porque el cumplimiento de sus
preceptos es la señal más evidente de su presencia, como él mismo dice:
Si alguien me ama cumplirá mi palabra, mi Padre lo amará, vendremos a él
y habitaremos en él”. S. Elredo de Rieval, Spec II, 36

“No haya duda, dije yo, que derramar lágrimas es un sacrificio muy
grato y acepto a Dios, y un holocausto capaz de perdonar todos los
pecados reconocidos; pero para aquellos que se arrepienten y confiesan,
para quienes no vuelven a recaer en lo que se arrepienten, para quienes
se acogen con espíritu de humildad y espíritu contrito a las piadosas
entrañas de Jesús, para quienes hacen todos los frutos de penitencia que
pueden. Por eso, tú y todos los que se preocupan de su salvación, deben
esforzarse en que la mortificación de la carne, la diligencia en las
vigilias y en el trabajo, la rusticidad del vestido, la sobriedad de la
comida, el peso del silencio, y todo lo relacionado con los miembros del
hombre exterior e interior esté empapado como holocausto agradable con
lágrimas abundantes y con la suavidad de los devotos afectos, para que
exhale su aroma en el ara del corazón por el fuego de la caridad, y como
dice el profeta: Tu sacrificio sea sabroso”.
S. Elredo de Rieval, Spec II, 63

“1. Había allí seis tinajas de piedra destinadas a la purificación


de los judíos. Podemos interpretar estas seis tinajas como las seis
196
observancias propuestas a los consagrados por Dios, en las cuales deben
purificarse los verdaderos judíos. Me refiero al silencio, la salmodia,
las vigilias, el ayuno, el trabajo manual y la integridad personal.
En la tinaja del silencio nos purificamos de los pecados que
cometemos por la locuacidad. Este vicio tiene ocho variedades: la palabra
estúpida, vana, mentirosa, ociosa, astuta, detractora, deshonesta y la
que siempre busca excusa. La peste originada por la locuacidad se cura de
raíz con el rigor del silencio, o al menos evita que sea muy nociva.
La salmodia es una confesión con dos facetas: el pecador reconoce
sus pecados y alaba a Dios por sus justos mandamientos. En esta tinaja
cualquier judío, es decir, el que se reconoce verdaderamente pecador,
queda limpio del espíritu impuro de la blasfemia que le domina antes de
la conversión. ¿No blasfeman los que dicen: El proceder de Dios no es
justo? ¿Y no es un blasfemo el necio que piensa: no hay Dios? Mas cuando
se abraza a la conversión y confesión, y se entrega a las divinas
alabanzas, esa vida disciplinada le ayuda a corregir sus palabras. Al
acusarse a sí mismo reconoce el mal que ha hecho. Y, al contrario, al
glorificar a Dios le atribuye a él, y no a sí mismo, el bien que ve en
sí. Todo esto hace al salmodiar. Porque salmodiar significa todo lo que
se ofrece a Dios con melodía del espíritu, sean salmos, himnos o
cualquier otro canto.
2. La tercera tinaja dije eran las vigilias. Éstas deben ir siempre
acompañadas de una oración intensa. Por eso leemos en el Evangelio que él
pasaba las noches en oración; y en una exhortación a sus discípulos unió
ambas cosas: Vigilad y orad, para no caer en tentación. Unas vigilias así
nos lavan las manchas que contraemos por la somnolencia, es decir por
vivir insensibles y olvidar el camino de la salvación arrastrados por la
tibieza y negligencia.
La cuarta tinaja es el ayuno ¿quién pone en duda su eficacia
purificadora? ¡Cuánta verdad encierra aquella sentencia, el mejor remedio
de un exceso es su contrario! Si hemos pecado por gula o glotonería, nada
mejor que repararlo con la continencia y el ayuno, el Señor nos dice que
es una fuente de energía para expulsar el demonio: esta ralea no sale más
que a fuerza de oración y ayuno.
3. Viene ahora la quinta tinaja, el trabajo manual. Si buscamos en
él alguna eficacia de purificación, encontraremos fácilmente motivos y me
ciño a esto: ¿existe un elogio, un encanto y un encomio mayor que vivir
de su propio trabajo y no depender en nada del vecino? Y para que nadie
sospeche que digo eso por pura oratoria y no a impulsos de la verdad,
escuchad a nuestro doctor en la fe y en la verdad, el apóstol Pablo. En
su carta los Tesalonicenses les da esta doctrina y estas normas: Os
exhortamos, hermanos a seguir progresando, a poner todo ahínco en
conservar la calma, en ocuparos de vuestros asuntos y trabajar con
vuestras manos según nuestras instrucciones: así vuestro proceder será
correcto ante los de afuera y no tendréis necesidad de nadie…
4. Nos queda la integridad corporal. Con ella nos purificamos de
aquellas cinco seducciones corporales, que son la vista, el oído, el
gusto, el olfato y el tacto. Lo que hemos dicho anteriormente: el
silencio, la salmodia, las vigilias, el ayuno y el trabajo manual, puede
practicarse sin aquella. Pero en ese caso son inútiles. Se reducen a unas
simples lámparas que sólo dan luz. Si no está bien ceñida la cintura y
falta la integridad corporal, de nada vale que brillen las lámparas. Esto
nos hace ver lo imprescindible que es purificarse en estas tinajas: ella
sola tiene eficacia de salvación como las otras juntas.
Advertimos, por otra parte, que las cuatro primeras observancias es
algo que nos debemos a nosotros mismos, la quinta al prójimo y la sexta a
Dios. El silencio, la salmodia, las vigilias y el ayuno debe practicarlo
cada uno en provecho propio, es decir para su disciplina personal. El
197
trabajo manual se realiza en beneficio del prójimo, para poder repartir
con el necesitado. Y la integridad corporal es por Dios, para agradarle y
cumplir su voluntad. Escuchemos la Escritura: Lo que Dios quiere es que
viváis consagrados a él, que os apartéis del libertinaje, que sepa cada
cual controlar su propio cuerpo santa y respetuosamente.
El detalle de que estas tinajas sean de piedra, indica que no es
fácil observarlas y que el camino que lleva a Dios es costoso y áspero.
También puede referirse a su solidez: no conviene que se rompan o se
deshagan fácilmente, pues se derramaría el líquido precioso de gracia
interior que contienen. Lo cual sucedería en cualquier momento si fueran
de barro, madera u otra materia frágil. Y finalmente, son de piedra
porque son cristianas, labradas de la piedra que es Cristo, practicadas
en la fe en Cristo”. S. Bernardo de Claraval, Div 55, 1-4

“Podemos aducir un salmo para probar lo que hemos dicho sobre el


examen de Jerusalén. Porque dice en la persona del Señor: Cuando elija la
ocasión, yo juzgaré rectamente. Si no me engaño, dice que él examinará y
juzgará las sendas y obras de los justos.
Juzgará pues, mis malas obras, juzgará también las buenas. Trataré
de corregir las obras malas con otras buenas, lavarlas con mis lágrimas,
castigarlas con ayunos y otras obras de santas observancias. Me mantendrá
humilde ante mis buenas obras, y siguiendo el precepto del Señor me
tendré por un criado inútil, que no hizo sino lo que debía.”.
S. Bernardo de Claraval, SC 55, 3

“Si ayuno por satisfacer mi propia voluntad, al esposo no le seduce


ese ayuno ni le gusta, porque no percibe el aroma del lirio de la
obediencia, sino el vicio de la voluntad propia. Digamos lo mismo del
silencio, las vigilias, la oración, la lectura, el trabajo manual, en
fin, de todas las observancias del monje en las que se satisface su
voluntad y no la obediencia al maestro”.
S. Bernardo de Claraval, SC 71, 13

“Respecto a los súbditos, toda la observancia regular, al menos en


lo concerniente a las observancias corporales es voluntaria antes de la
profesión y necesaria después de profesar. Respecto a los superiores, hay
una parte voluntaria, en cuanto hechura humana; otra necesaria, en lo que
ha establecido el mismo Dios”. S. Bernardo de Claraval, Pre 3

“Nuestra Orden es es abyección, es humildad, es pobreza voluntaria,


obediencia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Nuestra Orden es ser sumiso
al maestro, al abad, a la Regla, a la disciplina. Nuestra Orden es amar
el silencio, ejercitarse en los ayunos, las vigilias, la oración, el
trabajo manual y sobre todo mantenerse en el camino más excelso: el amor.
En una palabra: progresar así hasta el final de la vida”.
S. Bernardo de Claraval, Ep 142, 1

“Es muy posible que alguien se tenga por muy fervoroso porque se
entrega denodadamente a las vigilias, ayunos, trabajos y demás
observancias, hasta llegar a creer que ha acumulado durante largos años
muchos méritos. Y por fiarse de eso ha aflojado en el temor de Dios”.
S. Bernardo de Claraval, QH I, 1

“Dura es, por cierto, esta cautividad. No la normal que sufrimos por
el hecho de ser hombres, sino esa otra que nosotros mismos hemos elegido:
mortificar nuestras propias voluntades y empeñarnos en perder hasta la
propia vida en este mundo, entre los grilletes de rígidas observancias,
en esta cárcel de dura penitencia. Esclavitud miserable de verdad si se
198
abraza por coacción y no libremente. Pero como ofrecéis a Dios un
sacrificio voluntario y violentamos voluntariamente la voluntad, es que
existe por medio una razón: la razón suprema por excelencia. ¿Puede
pesarnos lo que hagamos por él, aunque nos resulte difícil y trabajoso?”.
S. Bernardo de Claraval, QH IX, 1

“Distribuye a cada hora los ejercicios que corresponden según la


norma establecida comunitariamente: los ejercicios espirituales a su
tiempo y lo mismo los corporales; de este modo a través de ellos el
espíritu tributará a Dios lo que le es debido , y lo mismo el cuerpo al
espíritu; si algo se omite o se hace con negligencia o imperfección, no
deje de repararse o corregirse en el tiempo, modo y lugar debidos”.
Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 109

“Jamás hay que alejarse o apartarse totalmente de los ejercicios


espirituales: Opus Dei, lectio divina, examen de conciencia, etc. para
darse a los corporales; trabajo manual, ayuno, vigilias, austeridades. El
alma debe poder volver a aquellos fácilmente y como por costumbre, y
prestándose a unos, permanecer siempre adherida a los otros… Los
ejercicios espirituales no son para los corporales, sino los corporales
para los del espíritu”. Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 125

“Vengamos a esta comunidad espiritual de la que habla el Apóstol y


al elogio de esta vida regular, a este bien, a este encanto de la
convivencia de hermanos que viven juntos.
Deseando esta forma de vida inspirada por los Apóstoles, los hombres
no han querido tener otras moradas, ni retiros, más que la casa de Dios,
casa de oración. Todo lo que hacen, lo hacen en nombre del Señor; forman
una comunidad, viviendo todos bajo el mismo techo, siguiendo el mismo
reglamento de vida, no poseyendo nada personalmente, ni su propio cuerpo,
no teniendo ningún poder sobre sus voluntades individuales. Duermen
juntos, se levantan juntos, salmodia o leen juntos.
Guillermo de Saint-Thierry, Nat am 24

“Para llegar a la sabiduría de permanecer en la sabiduría, estimo


que debemos tener presente que ni la inquietud ni cualquier otra leve
molestia nos debe hacer abandonar fácilmente cualquier obra de sabiduría,
quiero decir la salmodia solemne, la oración, la lectura santa, el
trabajo diario, el silencio.” Beato Guerrico de Igny, Ben I [22], 5

“Esta fe vigilante, no fingida, no disfrazada, es la misma que a mi


modo de ver conduce, por sí sola y por un atajo fácil, a la perfección.
Ella da la gravedad de la observancia, la sobriedad de la modestia, tanto
interior como exterior, y nos hace estar siempre ante el Señor como
servidores sujetos a disciplina. Por esta virtud los apóstoles merecieron
ser llamados hijos del aceite del esplendor. Así como permanecieron ante
el Señor en la tierra contemplándolo por la fe, así ahora están ante él
en el cielo contemplándolo por la visión, y sus ojos ven al Rey en toda
su hermosura, al Rey, cuyo temor era aquí objeto de la meditación de su
corazón”. Beato Guerrico de Igny, PP II [44], 5

“La mirra en tu corazón es el dolor, la mirra en tu cuerpo es la


ascesis, con tal que uno y otra tengan carácter penitencial.
La mirra tiene sabor muy amargo… preserva de la corrupción. ¿Qué hay
más amargo al gusto ni más saludable en sus efectos que el dolor que
entristece al pecador invitándole a la penitencia?
Ascesis corporal… manojito de mirra… ayuno, vigilias regulares,
trabajo manual cotidiano, aspereza de los vestidos y casi todas las
199
observancias amargas… propuestas para ser llevadas atadas como un
manojito de mirra”. Beato Guerrico de Igny, Epi I [11], 3

“Para esto, la regeneración divina, o mejor la mutación de la


diestra del Altísimo, os ha trasplantado junto a las aguas tranquilas, a
vosotros, hermanos míos, a quienes la generación carnal y las costumbres
del mundo habían plantado en tierra árida y salobre. De este modo,
quienes estabais sentenciados al hacha y al fuego a causa de vuestra
esterilidad, plantados ahora en la casa del Señor, en los atrios de
nuestro Dios, floreceréis y daréis fruto, para que vuestro fruto
permanezca. ¿Acaso no son aguas tranquilas las Escrituras del Espíritu
Santo en las cuales meditamos día y noche? ¿Acaso no son aguas tranquilas
las lágrimas de compunción que constituyen nuestro pan día y noche? ¿Por
ventura no son aguas tranquilas los sacramentos y demás auxilios
espirituales, de los cuales nos alimentamos en el altar?
Realmente en todas estas cosas la fuente de la sabiduría que brota
en medio del paraíso, como a través de otros tantos arroyos, distribuye
por las plazas sus aguas: Yo, dice la Sabiduría, como acueducto, salí del
paraíso. Dije: regaré los plantíos de mi huerto y hartaré de aguas los
frutales de mi prado.
Por aquí podéis colegir, de boca de la misma Sabiduría que planta y
riega, que el huerto de frutales es la reunión de los hijos. ¿Acaso yo,
que doy a los otros el hacer nacer, seré estéril, dice el Señor?: El hace
nacer cuando produce en nosotros la buena voluntad; planta cuando infunde
la vida; riega cuando derrama la gracia en los corazones; cultiva cuando
aplica la disciplina a las costumbres”.
Beato Guerrico de Igny, Ben II [23], 7

“La austeridad en la comida y el vestido, la gravedad del silencio,


la disciplina del trabajo y las vigilias, el freno de la continencia,
esas son las insignias de la santa milicia”. Juan de Ford, SC 45, 6

“Así, hermanos míos, os pido que el sudor de vuestro trabajo, la


aspereza de la soledad, vuestro esfuerzo vigilante en los ejercicios
corporales o en los estudios espirituales, no tiendan a otra cosa que a
expulsar los vicios, ordenar las costumbres, promover las virtudes, de
modo que, como buenos trabajadores que viven sobria, justa y piadosamente
en este siglo, purifiquéis vuestro corazón para contemplar, os inflaméis
para amar la bienaventurada esperanza de la divina visión en la cual os
será concedida la plenitud de la paz, gracias a la auténtica filiación
divina. Dígnese concedérnosla por el Hijo, en el Espíritu Santo, aquél
que vive y reina, Dios por los siglos de los siglos infinitos. Amén”.
Isaac de Stella, OS V [5], 24

“Así pues, hermanos, toda nuestra vida regular, si es verdadera,


procura entregarse a la dulzura de la contemplación o bien a la
dilección, ya sea por el libre reposo en Dios solo, ya sea por el
servicio bien ordenado del prójimo. En efecto, sólo esta solicitud por el
prójimo, aceptada por una caridad bien ordenada, inclina al alma, sin
falta de su parte, y a veces con provecho, a apartarse de esta
contemplación continua y vigilante. Y el hecho de entregarse al trabajo y
a las tareas materiales, para tener con qué ayudar a quien padece
necesidad, es decir a nuestro propio cuerpo, todavía animal, no es, a
nuestro parecer, del todo extraño a la caridad hacia el prójimo”.
Isaac de Stella, Sex VIII [25], 10

200
Observancias

Guillermo de Saint-Thierry
- Ep frat 109
- Ep frat 125
- Nat am 24
S. Bernardo de Claraval
- Div 55, 1-4
- Ep 142, 1
- Pre 3
- QH I, 1
- QH IX, 1
- SC 55, 3
- SC 71, 13

S. Elredo de Rieval
- Inst 2
- Inst 104
- Spec II, 15
- Spec II, 36
- Spec II, 63
- STemp Nat [2], 2
- STemp Ben III [7], 4
- STemp PP I [15], 2
- STemp Asspt I [17], 6
- STemp [25], 6

Beato Guerrico de Igny


- Epi I [11], 3
- Ben I [22], 5
- Ben II [23], 7
- PP II [44], 5

Isaac de Stella
- OS V [5], 24
- Sex VIII [25], 10

Juan de Ford
- SC 45, 6

Oficio Divino

“4. Con todo, rebosando de amor, no se dirige de inmediato al


esposo, sino a otros, como si él estuviese ausente: ¡Que me bese con
besos de su boca! Y es que como pide lo más maravilloso, envuelve la
súplica con el pudor para dar más ascendiente al que lo demanda. Por eso
busca a los amigos e íntimos del esposo; para que la lleven a su
intimidad, hasta conseguir lo que ardientemente ansía. ¿Quiénes son estos
amigos?
Yo pienso que son los santos ángeles que asisten a los que oran,
para presentar a Dios las súplicas y deseos de los hombres, pero cuando
ven que, sin iras ni querellas, alzan sus manos inocentes. Así lo
atestigua el ángel, que decía a Tobías: Cuando tú estabas rezando con
lágrimas y enterrabas u los muertos. Cuando te levantabas de la mesa para
esconder en tu casa a los muertos y los enterrabas de noche, yo
presentaba al Señor tu oración. Pienso que para convenceros os sea
suficiente este testimonio de la Escritura. Así lo afirma también
claramente el Salmista: Iban delante los príncipes unidos a los cantores
201
de salmos, y en medio las muchachas tocando panderos. Por eso decía: En
presencia de los ángeles te cantaré salmos.
Por esta circunstancia, me duele mucho que algunos de vosotros se
duerman profundamente durante las sagradas vigilias. Faltan a la
reverencia debida a los conciudadanos del cielo, como cadáveres ante los
príncipes de la gloria, mientras ellos, conmovidos por el fervor de los
demás, gozan participando de vuestro culto. Temo que un día abominen
nuestra desidia y se retiren indignados. Entonces será ya tarde para
comenzar a decir acongojados: Has alejado de mí a mis conocidos y me has
hecho repugnante para ellos. O también: Has aleja o de mí amigas y
compañeros, mi compañía son las tinieblas.
O aquello otro: Los que estaban Junto a mí se alejaron y me amenazan
de muerte los que atentan contra mí. Por cierto: si los espíritus buenos
se alejan de nosotros, ¿quién podrá resistir la violencia de los malos?
A los que se comportan así les digo: ¡Maldito el que ejecuta con
negligencia la obra de Dios! También dice el Señor, no yo: ¡Ojalá fueras
tibio o caliente! Pero como estás tibio, voy a escupirte de mi boca.
Reparad en vuestros príncipes, manteneos reverentes y recogidos mientras
oráis o salmodiáis, rebosantes de satisfacción, porque vuestros ángeles
están viendo siempre el rostro del Padre. Además de ser enviados para
servirnos, porque hemos heredado la salvación, llevan al cielo nuestra
devoción y nos traen la gracia. Aprovechémonos de su oficio y
compartiremos su gloria, para que de la boca de los niños de pecho brote
una alabanza perfecta. Digámosles: Salmodiad a nuestro Dios. Y escuchemos
cómo ellos nos responden: Salmodiad a nuestro Rey.
5. Y unidos en la alabanza a los celestiales cantores, como
conciudadanos de los consagrados y familia de Dios, salmodiad sabiamente:
como un manjar para la boca, así de sabroso es el Salmo para el corazón.
Sólo se requiere una cosa: que el alma fiel y sensata los mastique bien
con los dientes de su inteligencia. No sea que, por tragarlos enteros,
sin triturarlos, se prive el paladar de su apetecible sabor, más dulce
que la miel de un panal que destila. Presentemos con los Apóstoles ese
panal de miel en el banquete celestial y en la mesa del Señor. La miel se
esconde en a cera y la devoción en la letra. Sin ésta, la letra mata,
cuando se traga sin el condimento del Espíritu. Pero si cantas llevado
por el Espíritu, como dice el Apóstol, si salmodias con la mente, también
tú experimentarás qué verdad es aquello que dijo Jesús: Las palabras que
yo os he dicho son espíritu y vida.”. S. Bernardo de Claraval, SC 7, 4-5

“Según nuestra Regla nada podemos anteponer a la Obra de Dios. Así


quiso denominar nuestro padre Benito a las solemnes alabanzas que cada
día se celebran en el oratorio, para enseñarnos mejor cómo debemos
entregarnos a ellas. Por eso os exhorto, amadísimos, a que siempre
asistáis a las divinas alabanzas con pureza y diligencia. Con diligencia,
para que sirvamos al Señor con reverencia y gozo, no a desgana o
somnolientos, ni bostezando, escatimando vuestra voz, o pronunciando la
mitad de las palabras o saltándolas por entero, ni con voz afeminada,
nasal y gangosa, apocada o retumbante, sino virilmente, como se lo
merece, pronunciando las frases del Espíritu Santo con sonoridad y amor.
Y también puramente, de modo que mientras salmodiáis no penséis en
ninguna otra cosa sino en ello. No sólo debéis eludir los pensamientos
vanos y ociosos, sino también, al menos en ese momento y lugar, los que
necesariamente deben ocupar por el bien común a los hermanos oficiales.
Yo os aconsejaría que en ese tiempo no deis acogida a esas ideas
recientes, recogidas quizás en la lectura de los códices, sentados en los
claustros, o esas otras que me escucháis a mí ahora, disertando en este
auditorio del Espíritu Santo. Son saludables, mas no para recordarlas

202
mientras salmodiáis. En ese momento el Espíritu Santo no acoge con agrado
sino lo que debes ofrecerle, desechando todo lo demás”.
S. Bernardo de Claraval, SC 47, 8

“7. Sobre la reverencia en la oración hemos leído en capítulo un


pasaje de la Regla, cuya autoridad acaba de avivar vuestra atención.
Aprovecho esta oportunidad para deciros algo sobre la oración. Para ser
breves, creo que algunos suelen experimentar en la oración aridez y
entorpecimiento de espíritu. Rezan sólo con los labios, pero sin pensar
en lo que dicen ni a quien se lo dicen. Y el motivo está en que van a la
oración como por rutina y sin la reverencia y preparación que requiere.
Lo único que debe pensar el hermano cuando va a la oración es
aquello del Profeta: voy a entrar en el maravilloso tabernáculo y en la
casa de Dios. Realmente, durante la oración nos conviene entrar en la
corte celeste, esa corte en la que el Rey de los reyes está sentado en un
trono de estrellas, rodeado de la multitud inefable e incontable de los
espíritus bienaventurados. Uno que lo vio, acuñó la cifra más alta que
pudo encontrar y dijo: Miles y miles le servían y miríadas de miríadas
estaba a sus órdenes.
¿Con qué reverencia, temor y humildad no deberá acercarse, pue, ese
pobre renacuajo que sale a rastras de su charca? ¿Con qué actitud de
temblor, súplica y humildad, y con qué cuidado y atención de todo su ser
no se presentará este miserable hombrecillo ante la majestad gloriosa, en
presencia de los ángeles y en medio de la asamblea y compañía de los
santos?
8. Todas las acciones nos exigen gran atención; pero sobre todo la
oración. Como nos dice nuestra Regla, en todo momento y lugar nos mira el
Señor, pero muy particularmente en la oración. Es cierto que siempre
estamos bajo su mirada; pero en ese momento nos presentamos y acercamos
nosotros mismos para hablar directamente con Dios. Él está en todas
partes, pero cuando oramos está en el cielo y allí debe estar nuestra
mente al orar. Es decir, nuestro espíritu no se detenga en el techo del
oratorio, ni en la atmósfera, ni en la espesura de las nubes, sino que
cumpla lo que Cristo nos enseñó: Orad así: Padre nuestro que estás en los
cielos.
…Véase así, repito, y convencido que está ante el Señor de la
majestad, diga con Abraham: Hablaré a mi Señor, aunque soy polvo y
ceniza. Y me atrevo a ello, Señor, fuente de misericordia, porque me lo
mandas con tus preceptos y me lo enseña tu palabra”.
S. Bernardo de Claraval,Div 25, 7.8

“Había allí seis tinajas de piedra destinadas a la purificación de


los judíos. Podemos interpretar las seis tinajas como las observancias
propuestas a los consagrados a Dios, en las cuales deben purificarse como
verdaderos judíos. Me refiero al silencio, la salmodia, las vigilias, el
ayuno, el trabajo manual y la integridad personal.
…La salmodia es una confesión con dos facetas: el pecador reconoce
sus pecados y alaba a Dios por sus justos mandamientos. En esta tinaja
cualquier judío, es decir, el que se reconoce verdaderamente pecador,
queda limpio del espíritu impuro de la blasfemia que le domina antes de
la conversión. ¿No blasfeman los que dicen: El proceder de Dios no es
justo? ¿Y no es un blasfemo el necio que piensa: no hay Dios? Mas cuando
se abraza a la conversión y confesión, y se entrega a las divinas
alabanzas, esa vida disciplinada le ayuda a corregir sus palabras. Al
acusarse a sí mismo reconoce el mal que ha hecho. Y, al contrario, al
glorificar a Dios le atribuye a él, y no a sí mismo, el bien que ve en
sí. Todo esto hace al salmodiar. Porque salmodiar significa todo lo que

203
se ofrece a Dios con melodía del espíritu, sean salmos, himnos o
cualquier otro canto”. S. Bernardo de Claraval, Div 55, 1

“…Si se usa el canto, esté lleno de gravedad y no sea lascivo ni


rudo. Sea dulce, pero no muelle; recree los oídos y conmueva el corazón.
Disipe la tristeza y mitigue la ira. No encubra la letra, sino que la
llene de vida. Supone una gran pérdida espiritual que la ligereza del
canto distraiga del sentido de las palabras y que se preste más atención
a las modulaciones de la voz que al contenido que se celebra”.
S. Bernardo de Claraval, Ep 398, 2

“Advertimos, por otra parte, que las cuatro primeras observancias es


algo que nos debemos a nosotros mismos, la quinta al prójimo y la sexta a
Dios. El silencio, la salmodia, las vigilias y el ayuno debe practicarlo
cada uno en provecho propio, es decir para su disciplina personal. El
trabajo manual se realiza en beneficio del prójimo, para poder repartir
con el necesitado. Y la integridad corporal es por Dios, para agradarle y
cumplir su voluntad”. S. Bernardo de Claraval, Div 55, 4

“No procuran ser mejores, sino parecerlo. No desean vivir mejor,


sino aparentar el triunfo para poder decir: No soy como los demás. Se
lisonjea más de ayunar un solo día en que los demás comen que si hubiese
ayunado siete días con toda la comunidad. Les parece más provechosa una
breve oración particular que toda la salmodia de una noche”.
S. Bernardo de Claraval, Hum 42, 1

“Como quiera que muchas veces después de la confesión él se hace


presente aun antes que se le invoque, otras espera a que tú lo invites
primero y a fin de aumentar tus méritos, con frecuencia se hace el
desentendido por largo tiempo para que tú, salmodiando con más atención y
orando con mayor instancia, lo fuerces a entrar haciéndole dulcemente
violencia.
Cuando puedas decir: Preparado está, Dios mío mi corazón, porque
está vacío de todo mal, preparado está mi corazón porque rebosa de santos
deseos, entonces haz diligentemente lo que sigue: Cantaré y entonaré
himnos. Y sea cual fuere la melodía que cantes o salmodies, la intención
de tu alma debe ser ésta: Levántate, gloria mía, levántate, ven a mi
encuentro, porque en cuanto me fue posible, yo salí a tu encuentro.
Entonces se realizará lo que dices: salmodiaré y comprenderé el
camino inmaculado cuando vengas a mí. Despierta, Señor, tu poder que
sacuda nuestra tibieza en salir a tu encuentro: y ven a salvarnos
Salvador del mundo que vives y reinas por los siglos de los siglos”.
Beato Guerrico de Igny, Adv III [3], 4

“¡Oh hastío, tiña de los corazones, herrumbre de los espíritus,


languidez perniciosa de las almas, que nos hace detestar la palabra buena
de Dios, menospreciar el don celestial, hastiarnos del maná a causa de
las ollas de carne!
¿Acaso, insisto, no gustaron el don celestial y se hicieron
participes del Espíritu Santo? ¿No gustaron la palabra buena de Dios y
los prodigios del mundo futuro? Y si no gustaron la palabra buena de
Dios, ¿por qué tantas veces brotó de su corazón una palabra buena, cuando
del recuerdo de la abundancia de su suavidad sus labios prorrumpieron en
un himno? Ahora asisten a las divinas alabanzas y dormitan, o bien su
imaginación se entretiene en cosas ociosas o aun perniciosas; sentados
ante el libro, bostezan; escuchan la palabra exhortación, y de sólo
escucharla se cansan; pasan de unos pastos a otros, y tanto éstos como

204
aquéllos les causan hastío; se hallan de continuo en medio de alimentos
de vida, y se mueren de hambre.
Después de aquella feliz experiencia, del suave gustar de la dulzura
celestial, ¿cómo se introdujo tan grande olvido, tanto descuido del bien,
tanta languidez en el espíritu?”. Beato Guerrico de Igny, Pent I [38], 4

“Dichosos ciertamente aquellos a quienes el amor y la dilección por


las alabanzas divinas llenan el corazón de gozo y la boca de júbilo”.
Beato Guerrico de Igny, Pent II [39], 2

“El Esposo -si no me engaño- os trasladará entonces de estos


jardines a otros donde el reposo es más íntimo, el deleite más feliz, la
vista más admirable. Cuando estéis aplicados a sus alabanzas con cantos
de alegría y acción de gracias, él os arrebatará al lugar del tabernáculo
admirable, hasta BBeato la casa de Dios, hasta la luz inaccesible donde
él habita, donde se alimenta y sestea a mediodía. Porque si la devoción
de quienes salmodian y oran posee algo de aquella amante curiosidad de
los que preguntaban: Maestro, ¿dónde habitas?, pienso que lograrán
escuchar al Señor que les responde: vengan y vean. Ellos fueron,
puntualiza el Evangelio, y vieron, y se quedaron con él aquel día.
¡Mientras…permanecí con él en el jardín, reverdecí y florecí como
paraíso de Dios! Con él soy un jardín de delicias; sin él, un lugar de
horror y vasta soledad.
A mi modo de ver, el que entra en aquel jardín se convierte también
él en un jardín y su alma se asemeja a un jardín bien regado”.
Beato Guerrico de Igny, Excit [54], 3

“De dos maneras puede entenderse lo que dice el Esposo: Tú que


habitas en los jardines, los amigos te escuchan, hazme oír tu voz. Bien
porque invita al amante devoto a salmodiar o a orar, bien porque estimula
al predicador santo a hablar. Y para mayor persuasión evoca a los amigos
que escuchan, bien a los ángeles si se trata del que ora o salmodia, bien
a los fieles si se trata del que predica.
Consideremos en primer lugar con qué disciplina de corazón y de
cuerpo debemos salmodiar u orar en presencia de los ángeles.
Por eso también nosotros mostrémonos amigos suyos, de manera que
cuando la voz del Esposo se deje oír por la boca del que habla, lee o
canta, de tal modo permanezcamos de pie para escuchar, que por ella
nuestros oídos se llenen de gozo y alegría, y no sólo recibamos la
palabra con gozo, sino que también produzcamos fruto por la paciencia”.
Beato Guerrico de Igny, Excit [54], 5

“Grande y dichoso el que ha hallado la sabiduría y es rico en


prudencia. Sabiduría para contemplación de los bienes eternos, prudencia
para la administración de los temporales o con una definición más propia:
el sabio es el que sabe gobernarse a sí mismo y a los demás.
El sabio -cual hombre rico en todas las virtudes- puede ofrecer el
oro de una contemplación sublime o de una administración prudente, no
descuidará, sin embargo, ofrecer el incienso de su devoción en la obra de
Dios, ni la mirra de su propia mortificación”.
Beato Guerrico de Igny, Epi I [11], 7

“Para llegar a la sabiduría de permanecer en la sabiduría, estimo


que debemos tener presente que ni la inquietud ni cualquier otra leve
molestia nos debe hacer abandonar fácilmente cualquier obra de sabiduría,
quiero decir la salmodia solemne, la oración, la lectura santa, el
trabajo diario, el silencio”. Beato Guerrico de Igny, Ben I [22], 5
205
“Vosotros habéis conocido cuán verdadera es aquella palabra que el
Señor hizo llover de esa nube y por la que él nos proporciona cada día un
medio de elevarnos: El sacrificio de alabanza ése me honra y ese es el
camino por el cual le mostraré la salvación de Dios”.
Beato Guerrico de Igny, Adv II [2], 3

“Dichosos ciertamente aquellos a quienes el amor y la dilección por


las alabanzas divinas llenan el corazón de gozo y la boca de júbilo.”
Beato Guerrico de Igny, Pent II [39], 2

“No creas tú tampoco que la ofrenda voluntaria de tus labios -sean


salmos u oraciones-privadas- será agradable a Dios, si a causa de eso
cumples con negligencia el número de salmos establecido por la Regla.
¿Acaso no pecarás si ofreces rectamente la víctima, pero no la divides
rectamente? Enderezad los senderos vosotros que preparáis los caminos del
Señor”. Beato Guerrico de Igny, Adv V [5], 2

“3. Levantad una señal sobre el monte en tinieblas. Creo que esta
voz se dirige a los ángeles a quienes el Señor mandó fueran guardianes de
nuestras almas a fin de que impongan el recuerdo de la Cruz en los
corazones de aquéllos a quienes todavía deleita o tienta el mundo, y
opongan todas las virtudes de la Cruz a todos los vicios que devastan y
luchan en el alma. Estos son los administradores del espíritu, enviados
para prestarnos su ayuda. Están entre los que salmodian y asisten a los
que oran, y están junto a los que leen y meditan. Ellos se oponen a los
espíritus inmundos; oponen la bondad de la paciencia del Señor y, a los
que se hallan sumergidos en la altivez y soberbia, sugiere la humildad
del humilde Jesús para imitarla.
Por lo tanto, hermanos queridos, permaneced en la Iglesia con
reverencia y temor y dad honor a Dios estando agradecidos a estos
bienaventurados y amigos espirituales vuestros, no sea que por la
resistencia o liviandad vuestra, o por alguna indignación, por la ofensa
de unos contra otros se alejen y así den libre acceso en vuestros
corazones a los ángels malos.
4. Dichosa el alma que, cuando salmodia, se enciende en deseos de
Aquél a quien se dirige su canto. Les dice a éstos, a los que sabe que
están presentes en espíritu por el afecto excitado y por la lágrimas que
nacen: Hijas de Jerusalén anunciad a mi amado que desfallezco de amor.
Considera con qué rostro alegre,con qué voz placentera parecerán
responder aquellos felices de espíritu: Ved cómo viene saltando por los
montes, brincando por los collados. Vueltos, al instante, al que se
acerca al alma: Esa es -dicen- la más hermosa entre las hijas de
Jerusalén”. S. Elredo de Rieval, Oner 5,3-4

“Vosotros sabéis, hermanos carísimos, que celebramos hoy la


Natividad de Nuestra Señora Santa María, por lo que es justo que nos
alegremos en el Señor trayendo a nuestra memoria cuánto gozo nos ha
venido por este nacimiento pues, con él, comenzó a manifestarse toda
nuestra alegría. Por lo mismo, preciso es que nos estimulemos a nosotros
mismos para alabar a Nuestro Señor en esta festividad.
Como ya esta noche habéis sido animados por los cantos, por las
lecturas, por los salmos y por las demás cosas que atañen a esta Fiesta,
para que no os falte nada, queremos también, en cuanto lo podamos,
estimularos con nuestra palabra. Espero que, aunque ésta no aumente el
ardiente afecto de vuestra devoción, al menos no lo mengüe”.
S. Elredo de Rieval, STemp Nat BVM III [21], 1

206
“Esta es también la causa de que si nos damos todo el día a
espectáculos inútiles o nos entretenemos en escuchar noticias, viviendo
en cierto modo fuera de nosotros mismos, al volver a nuestro interior
introducimos las imágenes de las vanidades, llevamos al lugar de nuestra
quietud un corazón repleto de fantasías, y perdemos el sueño por
estúpidas vanidades; con necia presunción nos imaginamos como si lo
viéramos las peleas entre los reyes y las victorias de los jefes, y
durante la salmodia o nuestras oraciones solucionamos todos los asuntos
del reino con fantásticas arengas”. S. Elredo de Rieval, Spec II, 72

“¿Dónde reside, pues, la diversidad de preceptos de las distintas


Reglas? No hay duda que, en el modo de comer, vestir, trabajar, leer,
vigilar, salmodiar, corregir y ser corregido, y demás cosas que cada
regla establece de un modo diverso. Por tanto, lo que se dice ser propio
de Basilio, Agustín o Benito no lo impone a todos los cristianos la
autoridad del Evangelio, sino que se propone; pero a quienes profesan
dichas reglas, no sólo se les propone, sino que también se les impone”.
S. Elredo de Rieval, Spec III, 89

“Como más arriba demostramos acerca de los sentidos del cuerpo y de


los sentidos del alma, armonizados entre sí mediante la obediencia de la
carne sometida al espíritu, ellos forman una cítara espiritual. En
efecto, con los cinco sentidos espirituales por los cuales el alma
percibe a Dios y se armoniza con Dios, y con los cinco modos con los
cuales espiritualmente Dios percibe al alma, forman como un conjunto de
diez cuerdas, un arpa espiritual de diez cuerdas, en la cual Dios,
tocando las cinco cuerdas superiores salmodia al alma; pero el alma,
tocando las cinco inferiores salmodia a Dios, deleita a Dios y es
deleitada en Dios.
Dios toca el arpa, cuando inspira la gracia; porque es Espíritu y
sopla donde quiere y el alma oye su voz; y para que la cuerda inferior
responda a la superior, la gracia proveniente da la gracia, tocando al
que la toca, respirando al que la respira, gustando al que la gusta,
oyendo y contemplando al que la oye y la contempla.
Pero Dios se adelanta y se deja oír, y como un arpista que arranca
al arpa melodías armoniosas dice: Suene tu voz en mis oídos, porque tu
voz es dulce. Pues Dios obra el querer y el hacer y mueve al alma desde
el interior, para que crea, espere, ame, obedezca, para que ella vea
siempre a aquel a quien ama, para que sienta a aquel que la percibe, esto
es, para que consienta siempre en la voluntad de Dios.
No es en vano, no es sin motivo que el Salmista repite cinco veces
su invitación a salmodiar cuando dice: ¡Salmodiad a nuestro Dios,
salmodiad, salmodiad para nuestro Rey, salmodiad! ; porque Dios es el rey
de toda la tierra, salmodiad a Dios sabiamente!
Alguna razón subyace por la cual al final se añade sabiamente: El
principio de la sabiduría es el temor del Señor; pues salmodia sabiamente
quien exulta en el Señor, y sin embargo, siempre teme el peligro de la
caída. Bienaventurado el hombre que persevera en el temor. De aquí que
el Profeta diga: Que mi corazón se regocije y tema tu santo nombre; y
también: Servid al Señor en el temor y exultad en él con temblor”.
Balduino de Ford, Trac IV

“Exaltad al Señor, dice la Escritura, mientras podéis: nunca es


demasiado. ¡Rica materia, dulce ocupación! ¿Qué hay más dulce, qué hay
más agradable que esta ocupación que por sí sola representa aquí abajo la
imagen de la dicha de los ángeles y de la vida futura? Es bueno, dice el
salmista, alabar al Señor y cantar tu nombre, oh Altísimo”
Gilberto de Hoyland, Trac I, 1
207
Oficio Divino

S. Bernardo de Claraval
- Div 25, 7.8
- Div 55, 1
- Div 55, 4
- Ep 398, 2
- Hum 42, 1
- SC 7, 4-5
- SC 47, 8

Beato Guerrico de Igny


- Adv II [2], 3
- Adv III [3], 4
- Adv V [5], 2
- Epi I [11], 7
- Ben I [22], 5
- Pent I [38], 4
- Pent II [39], 2
- Excit [54], 3
- Excit [54], 5

S. Elredo de Rieval
- Spec II, 72
- Spec III, 89
- STemp Nat BVM III [21], 1
- Oner 5,3-4

Gilberto de Hoyland
- Trac I, 1

Balduino de Ford
- Trac IV

Oración

“¿Cuál es la región del incienso, sino la devoción de la oración, la


frecuencia de la oración, la pureza de la oración y la vehemencia de la
oración?”. Juan de Ford, SC XII, 1

“La esposa sufre demoras en su búsqueda, y el Esposo le opone sus


riquezas. Ella, sin embargo, con ardoroso afán, persiste en su celo y
redobla su queja: No lo encontré.
Hermanos si es rechazado el celo ¿cuándo será admitida la desidia?
Si no encuentra el amor ¿cuándo encontrará la tibieza? ¿cuándo la poca
oración, cuando la indolencia? No es necesario que les ofrezca un remedio
para una enfermedad de la que no padecen.
Estos vicios les son extraños. Porque ¿quién de ustedes no es
constante y fervorosos en la oración? Aunque la pereza esté ausente,
procuren que las dilaciones enojosas no los fatiguen, ni quebranten
tampoco los deseos.
Si el alma de ustedes fuese remisa en sus peticiones, o se
desalentase en la espera, en ambas cosas habría falta.
Sabes que los deseos de la esposa son diferidos; y tú si al primer
latido de tu oración no te sientes inundado por las delicias de la
208
inspiración divina ¿te pones quejumbroso? Recién has comenzado, ¿y tan
pronto se muda la dirección de tu espíritu? ¿qué sería se te reprochara
aquello del Evangelio: No han podido velar conmigo una hora? Vigilen,
pues, y oren, porque no saben a qué hora vendrá su Amado.
La oración perseverante alcanza su fin. Y aunque a los comienzos te
parezca seca y como de piedra, con todo sacarás de esta piedra durísima
el aceite de la gracia siempre que perseveres, que la mucha demora no te
canse, que sus deseos no disminuyan por la dilación”.
Gilberto de Hoyland, SC 6, 1

“Advertid esto, vosotros, que oráis de paso y leéis con


detenimiento; que sois fervientes, para leer y tibios para orar. La
lectura debe servir a la oración y preparar el corazón, pero no debe
acaparar las horas dedicadas a la oración ni cercenar los tiempos
dedicados a ella. Cuando lees, te instruyes acerca de Cristo, pero cuando
oras inicias un coloquio familiar con él. ¿Y no es mucho más dulce hablar
con él que hablar de él? Si los que se se entregan con excesivo ardor a
la lectura sufren la pérdida de las visitas espirituales por su escasa
oración ¿qué diremos de aquellos a quienes las conversaciones
interminables los disipan o las cuestiones intrincadas los dividen?”.
. Gilberto de Hoyland, SC 7, 2

“Para llegar a la sabiduría de permanecer en la sabiduría, estimo


que debemos tener presente que ni la inquietud ni cualquier otra leve
molestia nos debe hacer abandonar fácilmente cualquier obra de sabiduría,
quiero decir la salmodia solemne, la oración, la lectura santa, el
trabajo diario, el silencio.”. Beato Guerrico de Igny, Ben I [22], 5

“Respecto a la oración, que ella sea también una antorcha, máxime


cuando se halla iluminada por la luz divina, se extrae de aquellas
palabras de Salomón: El Espíritu del hombre es una antorcha divina que
penetra todos los secretos del corazón. En efecto, la luz de lo alto que
se nos comunica cuando oramos o cantamos es un hálito de vida en el cual
respiramos más suavemente”. Beato Guerrico de Igny, Pur I [15], 4

“El que lo desea, sepa que una oración fervorosa enciende la luz de
la sabiduría, así como la lectura frecuente enciende la luz de la
ciencia, con tal de que cuando leas emplees una antorcha ardiente, es
decir, la justicia de las obras y la experiencia de los sentidos
espirituales”. Beato Guerrico de Igny, Epi III [13], 7

“Y no sólo la Madre Iglesia a quien escuchas, sino mucho más la


Madre gracia te ofrecerá al Niño en la oración para que lo abraces”
Beato Guerrico de Igny, Pur III [17], 2

“El primer calor propio del que vuelve a la vida es realizar obras
buenas; el segundo progreso en la resurrección se da cuando el afecto se
dilata en la oración; la perfección se alcanza cuando el entendimiento es
iluminado para la contemplación. Por estos grados de virtud, por estos
progresos en una vida santa, esforzaos, hermanos míos, por resucitar más
y más para poder llegar, como dice el apóstol, a la resurrección de
Cristo de entre los muertos. El que vive y reina por todos los siglos.
Amén”. Beato Guerrico de Igny, Res III [35], 5

“Sabemos que la doctrina se alcanza no sólo por la inocencia de la


vida, que nos hace amigos tuyos, sino también por un estudio asiduo y una
oración instante que nos torne importunos”.
Beato Guerrico de Igny, Rog [36], 2
209
“No sólo hemos de invitarlo, sino también atraerlo por la violencia
de la oración y por la vehemencia del fervor, a la posada de nuestro
corazón”. Beato Guerrico de Igny, Adv III [3], 3

“Porque es necesario que no sólo resplandezcamos delante de los


hombres por nuestras obras y palabras, sino también delante de los
ángeles por la oración y delante de Dios por la intención.
Nuestra antorcha ante los ángeles es la devoción sincera al cantar
sabiamente u orar fervorosamente en presencia de los ángeles, antorcha
ante Dios será la intención pura de agradar a aquel a quien juzgamos
merecedor de nuestro afecto”. Beato Guerrico de Igny, Pur I [15], 3

“Acercaos, hermanos, a la fuente de la luz y seréis iluminados. Me


refiero a Jesús que brilla en los brazos de Simeón, para que ilumine
vuestra fe, haga brillar vuestras obras, os sugiera palabras buenas,
inflame vuestra oración, purifique vuestra intención”.
Beato Guerrico de Igny, Pur I [15], 5

“Del mismo modo el Esposo habla a la esposa -que es su cuerpo y


vestido-: El olor de tus vestidos es como olor de incienso. La piedad de
vuestros corazones hermanos, exhalará un olor de incienso gratísimo al
Esposo cuando sea tan ardiente y devota que vuestra oración se eleve en
presencia del Altísimo y suba delante de Él, cual columna de humo formada
de perfume de mirra e incienso”. Beato Guerrico de Igny, Ann I [26], 6

“Hermanos, velad intensamente en oración, velad con prudencia sobre


vuestras acciones, porque se ha levantado la aurora de ese día sin ocaso.
Velad, repito, a fin de que nazca para vosotros la luz matutina,
esto es, Cristo -cuyo advenimiento está preparado como la aurora-,
dispuesto a renovar a menudo el misterio de su resurrección matutina para
quienes lo aguardan velando”. Beato Guerrico de Igny, Res III [35], 3

“1. Señor clemente y compasivo, paciente y muy misericordioso,


suave eres Señor, para todos, y tus misericordias sobre todas tus obras.
Nos exhortas, Señor, tú y tu mismo Espíritu Santo a que oremos y
vigilemos en la oración. Nos exhortas y enseñas porque eres piadoso,
misericordioso, porque deseas compadecerte y nos preparas la causa,
haciéndonos juicio y justicia de tal modo que, orando como conviene,
tengas ya una causa justa de compadecerte. Y también nos has enseñado la
forma de orar para que no nos falte en nada a nuestra causa, tú el mismo
juez y abogado. Además nos mandaste que confiadamente pidiéramos en tu
nombre y que creyéramos, porque todo cuanto pidiéramos lo recibiremos y
se nos dará.
2. A ti, Señor, esto te lo sugiere tu bondad, a nosotros en cambio
nos incumbe una gran necesidad y sin embargo, cuando tú nos exhortas,
nosotros nos descuidamos y cuando tú nos prometes, nosotros no creemos.
Mas en tu misericordia e inmensa conmiseración espoleas a los perezosos y
negligentes en tu paciencia disimulas a los incrédulos. Aún más, puesto
que no sabemos ni podemos orar como conviene, nos envías tu Espíritu
Santo para que ayude nuestra debilidad e interceda por nosotros con
gemidos inenarrables.
Oramos así porque tú exhortas, pedimos con confianza porque tú
prometes, inmediatamente sales al encuentro y escuchas a los que oran,
encontrando, porque tú mismo lo sugieres en qué puedas compadecerte de
nosotros.
13. Ahora, tierno Padre, mi alma te da las gracias. Cuando le
hablas, comienza a reconocer tu voz, más aún no capta exactamente lo que
210
tú le dices. Tu voz no resuena al exterior, sino que enérgica y
dulcemente obra en el interior. Cuando yo te hablo, hacia ti tiendo y en
esto precisamente consiste mi bien. Sea cual fuere mi oración estoy
cierto que nunca te oraré o adoraré en vano, ya que el solo hecho de orar
me resulta una gran recompensa.
14. Enséñame, oh Espíritu Santo, a orar sin interrupción, así me
darás el gozar de ti sin cesar. Y si tu pobre espíritu, llora cuando ora,
bien recordando sus pecados o cercado de angustias, cuanto más
intensamente sufre, tanto más goza. Como por el contrario, quien goza en
el siglo, si es que algo saborea, cuanto más intenso es su gozo, tanto
más se tortura y acongoja en lo íntimo de su conciencia. De ahí que nunca
se dará una oración ferviente y pura desprovista de gozo”.
Guillermo de Saint-Thierry, Med IV, 1-2.13-14

“1. Deseando enardecer, ejercitar y acostumbrar mi corazón a una


oración continua y eficaz, en este magisterio por nadie quiero ser
enseñado sino por ti, Señor Jesús, Sabiduría de Dios Padre.
Considero las diversas maneras de tu oración. Cuando tú orabas a
vista de los hombres de la tierra, nos mostrabas la forma de la oración
perfecta. Algunas veces te encuentro solo en oración; otras, en medio de
la turba; alguna vez, en el alborozo del espíritu; o bien en sudor de
sangre; y finalmente, levantado en cruz.
2. Alborozo del espíritu y soledad en la oración son para mí modelos
muy dulces, pero si no me previenes con las bendiciones de tu dulzura
aunque fácilmente encuentre un lugar, no tan fácilmente un corazón
solitario.
El alborozo del espíritu es fruto de la pureza de conciencia que por
cierto no siento en mí, y de la abundancia de tu gracia de la que soy
indigno.
3. Solamente tú oraste en medio de la muchedumbre sin deficiencia
alguna; nosotros, cuando nos impelen las mismas circunstancias, tampoco
lo rehusamos.
Comprendo, Señor, comprendo, que me es imprescindible aquella
oración de sangre y de cruz, pues cuando presiento qué debería transpirar
la oración, cuánto me tortura la cruz, confieso ciertamente no tener
sudor de sangre; sin embargo, mi corazón transpira lágrimas
sanguinolentas delante de ti”. Guillermo de Saint-Thierry, Med V, 1-3

“La caridad es el fin de la Ley, también el fin de mi oración. Dame,


Señor, la caridad, tú que quisiste llamarte caridad para que te amé más
que a mí mismo y que en modo alguno me preocupe qué deba hacer de mí
practicando siempre lo que es agradable en tu presencia.
Dame, Padre, no me atrevo a llamarme hijo, el ser siempre tu fiel
siervecillo y oveja de tu rebaño. Habla, Señor, alguna vez al corazón de
tu siervo y que tus consolaciones alegren mi alma, enséñame a hablarte
con más frecuencia a fin de poner a tu servicio, Señor y Padre mío, toda
mi pobreza e indigencia. Fortaleza, sometida a tu servicio, sea tu gran
gloria. Amén”. Guillermo de Saint-Thierry, Med XIII, 9

“Si el amor de Dios es engendrado en el hombre por la gracia, la


lectura espiritual lo cría, la meditación lo nutre, la oración lo
vigoriza e ilumina”. Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 105

“De la lectura brotarán los afectos y surgirá la oración, que


interrumpa la lectura; esta interrupción no la obstaculiza, sino que hace
al alma más pura para comprender mejor la lectura.
Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 123

211
“176. Hay unas oraciones breves y sencillas que la voluntad formula
o la necesidad incidentalmente dicta; otras oraciones son más prolijas y
razonadas, que, en ansia de verdad, piden, buscan, llaman hasta recibir,
encontrar y lograr que se le abra; otras son vívidas, espirituales y
fecundas, en el afecto que goza, en la alegría de la gracia que fulgura.
177. Aunque en otro orden, estas oraciones son las mismas que
enumera el Apóstol: peticiones, oraciones, súplicas y acciones de
gracias.
La petición es la primera que ponemos: su fin es conseguir los
bienes temporales y lo necesario para esta vida, en ella, aprobando Dios
la buena voluntad del que pide, hace sin embargo, lo que juzga mejor,
alentando de buen grado a seguir pidiendo al que sabe pedir. Es la
oración de la que dice el salmista: Incesantemente está mi oración en lo
que es de su agrado. Esta oración conviene también aun a los impíos,
porque todos, y con mayor razón los hijos de este siglo desean la paz, la
salud del cuerpo, el buen tiempo y todo lo que se refiere a las
costumbres y necesidades de la vida presente, y a los placeres, de los
que se abusa. Los que con confianza piden esto, aunque lo hagan al acoso
de la necesidad, empero someten siempre su voluntad a la voluntad divina.
178. La súplica, en los ejercicios espirituales, consiste en un
ansia de acercarse a Dios. En estos ejercicios, antes del socorro de la
gracia, todo lo que la ciencia puede aportar no es más que dolor.
179. La oración es una amorosa adhesión del hombre a Dios; una
conversación familiar y piadosa, una estación del espíritu iluminado para
gozar durante el tiempo que sea posible.
180. La acción de gracias consiste en el conocimiento de la gracia
divina, junto con una voluntad en tensión hacia Dios, a pesar de que
alguna vez falte o se detenga la acción exterior o el afecto interior. De
ella dice el Apóstol: El querer el bien está en mí, pero el hacerlo no.
Como si dijera: Cierto que siempre tengo esa voluntad de hacer el bien,
pero a veces se abate, se hace ineficaz, porque deseo hacer el bien, pero
no puedo. Esta es la caridad que nunca desfallece. Es la oración
ininterrumpida, la acción de gracias de la que habla el Apóstol cuando
dice: Orad sin cesar y dad siempre gracias a Dios. Es como cierta bondad
permanente del alma y del espíritu bien ordenado, imagen de la bondad del
Padre impresa en los hijos de Dios, que ora siempre por todos y en todo
da gracias; que tiene en la oración y acción de gracias tantos modos de
lanzarse con fruición hacia Dios, cuantas ocasiones le presta el afecto
interior en sus necesidades y consuelos o en las penas y alegrías del
prójimo. Es enteramente una continua acción de gracias, pues el que la
posee está ya en el gozo del Espíritu Santo
181. Se une a Él mediente la oración y la acción de gracias de
tantas maneras cuantas encuentra su tierno afecto, ya sea en las
necesidades y consolaciones propias, o en la compasión y el gozo
compartido con las del prójimo”.
Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 176-181

“Ya tienes, por fin, una doble experiencia del favor divino con
estos dos besos: ahora no vacilarás en aspirar a lo más santo. Pues
cuanto más crezcas en gracia, tanto más se dilatará tu confianza. Amarás
más apasionadamente y llamarás más seguro a la puerta cuando añores lo
que te falta: Porque al que llama se le abrirá.
Espero que con estos sentimientos no se te niegue ya el beso más
maravilloso de todos, porque es el supremo favor y la más sublime
dulzura. Este es el camino: éste es el proceso. Primero caemos postrados
a sus pies y lloramos lo que nosotros hemos hecho ante el Señor que nos
hizo. Después buscamos la mano que nos levante y robustezca nuestras
rodillas vacilantes. Por fin, cuando lo hemos conseguido a fuerza de
212
oración y lágrimas, nos atrevemos ya quizá a levantar nuestra cabeza
hasta su misma boca gloriosa, con pavor y temblor. para contemplar, más
aún, para besar al Ungido del Señor, aliento de nuestra boca, al que nos
unimos con el ósculo santo, para ser por su gracia un Espíritu con él”.
S. Bernardo de Claraval, SC 3, 5

“Ya dije que cuando estaba hablando ella de su esposo, se presentó


éste en persona. Accede a sus deseos, la besa y se cumple lo que dice el
salmo: le has concedido el deseo de su corazón, no le has negado lo que
pedían sus labios. De esta manera manifiesta que sus pechos están
rebosantes. Y es tan prodigioso este beso que en cuanto lo recibió
concibió la esposa, y como señal se le hincharon visiblemente los pechos
llenándose de leche.
Los que se entregan con frecuencia a la oración experimentan lo que
acabo de decir. Cuántas veces nos acercamos al altar o nos postramos en
oración con el corazón frío y reseco. Mas a los que perseveran se les
infunde de repente la gracia, se les inunda el pecho y se sienten llenos
de piedad en las entrañas. Si alguien os oprimiera entonces no tardaría
en correr copiosamente la leche de la dulzura que han concebido. Y
podrías decirle: ya tienes, esposa, lo que pedías; ésta es la señal de
que tus pechos son más sabrosos que el vino; puedes estar segura de que
ya has recibido el beso, porque sientes que has concebido. También se
hincharon tus pechos, convertidos en leche copiosa, mejor que el vino del
saber mundano que embriaga, pero de curiosidad, no de amor. Hincha, pero
no alimenta; infla, pero no edifica; harta, pero no conforta”.
S. Bernardo de Claraval, SC 9, 7

“Tú también, si nos haces gustosamente partícipes del don que has
recibido de lo alto a los que convivimos contigo, si entre nosotros te
muestras siempre servicial, afectuoso, agradecido, tratable y sencillo,
puedes estar seguro que tendrás en nosotros testimonio de que exhalas
delicados perfumes. Cualquiera de vosotros que no sólo soporte las
debilidades físicas y morales de sus hermanos, sino que además los ayuda
con sus servicios, los conforta con sus palabras, los orienta con sus
consejos, o si la disciplina monástica le impide todo esto, no cesa de
consolar al débil por lo menos con su oración; todo el que así se
comporte entre vosotros, repito, difunde entre sus hermanos el bálsamo
excelente de un perfume de gran precio. Este hermano es en el seno de su
comunidad como aroma en el aliento de la boca. Se le señala con el dedo y
todos dicen de él: Este es el que ama a sus hermanos y al pueblo de
Israel, e intercede continuamente por el pueblo y la santa ciudad”.
S. Bernardo de Claraval, SC 12, 5

“¿Dónde queda aquella terrible y estruendosa voz que tantas veces


escucharon los antiguos: Yo soy el Señor, yo soy el Señor?. Ahora me
enseñan una oración que comienza con el dulce nombre de Padre, y me da la
confianza de que conseguiré las demás peticiones que prosiguen. A los
siervos se les llama amigos y la resurrección no se anuncia a los
discípulos, sino a los hermanos”. S. Bernardo de Claraval, SC 15, 2

“Mas escuchad ya qué cosas y hasta dónde son necesarias para nuestra
propia salvación, de qué y hasta dónde hemos de llenarnos, antes de tener
el valor de derramarlo. Lo resumiré cuando pueda, porque la hora avanza y
urge acabar este sermón. El médico se acerca al herido; el espíritu al
alma. ¿Habrá alguien a quien no le encuentre herido por la espada del
diablo aun después de curada su herida del primer pecado con la medicina
del bautismo? A esa alma que exclama: Mis llagas están podridas y supuran
a causa de mi insensatez, ¿Qué es lo que más le urge cuando llega el
213
espíritu? Que le estirpe el tumor o le cierre a úlcera que quizá se le
formó en la herida y está minando su salud. Que le ampute la úlcera de la
vetusta costumbre con el hierro penetrante de la compunción. Será
dolorosísimo; pero le aliviará el ungüento de la devoción, que es el gozo
engendrado por la esperanza del perdón. Esta engendra el control de la
continencia y la victoria sobre el pecado.
Ya puede cantar agradecido: Rompiste mis cadenas. Te ofreceré un
sacrificio de alabanza. Aplica después la medicina de la penitencia, con
las cataplasmas de los ayunos, las vigilias y la oración y otros
ejercicios de penitencia. Mas por su debilidad necesita una
sobrealimentación de las buenas obras, para que no desfallezca. Así te lo
indica el que dijo: Para mí es alimento cumplir el designio de mi Padre.
Vayan, pues, unidos los sufrimientos de la penitencia y el consuelo de
las obras de piedad. El que hace limosna presenta al Altísimo una buena
ofrenda.
La comida da sed y hay que beber algo. Añádase la bebida de la
oración al alimento de las buenas obras; así el estómago de la conciencia
digerirá bien las buenas acciones y agradarán a Dios. La oración es el
vino que alegra el corazón de hombre; ese vino es el Espíritu que
embriaga hasta relegar al olvido los deleites carnales. Empapa el
interior de la conciencia reseca; ayuda a digerir las buenas obras y
distribuye su fuerza entre los diversos miembros del alma: robustece la
fe, conforta la esperanza, vitaliza y equilibra la caridad, y vigoriza
las costumbres”. S. Bernardo de Claraval, SC 18, 5

“5. …Quizá apetezcas la paz de la contemplación y haces bien: pero,


como la esposa, perfuma el lecho con cinamomo. Procura, pues, cuajar el
tuyo de buenas obras con el ejercicio de las virtudes, para preparar el
santo ocio, como la flor al fruto.
…No creas que el amor de tu propia quietud pueda ser incompatible
con la práctica de la santa obediencia o con las tradiciones de los
mayores. De lo contrario, el esposo no dormiría conmigo en el mismo
lecho, especialmente si lo has cubierto no con flores de obediencia, sino
con cicutas y ortigas de desobediencia. En ese caso, no escuchará tu
oración, no acudirá a tus llamadas, no prestará ayuda al desobediente,
pues él amó tanto la obediencia, que prefirió morir antes que rebelarse.
6. …El Príncipe de los Apóstoles exclama: Apártate de mí, Señor, que
soy un pecador ¿Y tú le dices: Entra dentro de mí, Señor, que soy un fiel
tuyo? Permaneced, dice, en la oración todos con la misma actitud y con
afecto de hermanos. Y el Vaso de elección dice: levantando manos
inocentes, sin ira ni rencores. ¿Ves cómo concuerdan entre sí el Príncipe
de los Apóstoles y el Doctor de las Gentes, hablando del mismo Espíritu
de paz y del corazón pacífico que debe poseer todo el que ora?”.
S. Bernardo de Claraval, SC 46, 5-6

“¿Quién duda que el hombre habla con Dios en la oración? Pero


¡cuántas veces, por exigencia de la caridad, nos arrancan y nos separan
de él los que necesitan nuestra presencia y nuestra palabra! ¡Cuántas
veces la paz santa tiene que ceder por piedad al tumulto de las
preocupaciones! ¡Cuántas veces se dejan tranquilamente los libros para
sudar en el trabajo manual! ¡Cuántas veces interrumpimos justísimamente
la misma celebración solemne de la misa, para atender a los asuntos
terrenos! Se invierte el orden; pero la necesidad no sabe de leyes. El
amor efectivo sigue su orden, tal como lo dispone el dueño, comenzando
por los últimos, entrañable y justamente sin favoritismos, sin valorar
las cosas, sino las necesidades del hombre”.
S. Bernardo de Claraval, SC 50, 5

214
“Avanzaba sin problemas; pero de repente tropecé en el camino con
una piedra y caí. Quedó al descubierto mi soberbia y el Señor rechazó con
ira a su siervo. Esta es la causa de la sequedad de mi alma y la frialdad
de mi entrega. ¿Cómo se ha secado así mi corazón, se ha coagulado como la
leche, como tierra reseca? Me siento incapaz de enternecerme con lágrimas
de compunción: hasta ese extremo llega la dureza de mi corazón. No
saboreo un solo salmo; me repugna la lectura, me desencanta la oración,
no me halla en la meditación de cada día. ¿Qué ha sido de mi embriaguez
espiritual? ¿Dónde ha ido la quietud del alma, la paz y el gozo en el
Espíritu? Por eso voy al trabajo con pereza y a las vigilias con sueño;
me arrastra la ira, me obstino en el odio; soy complaciente con la lengua
y la gula, pero indolente y torpe para encomiar a los demás. ¡Ay, el
Señor visita a todos los montes que me rodean, pero no se acerca a mí!
¿No seré un collado rechazado por el Esposo? Efectivamente, veo que
los demás se destacan por su abstinencia, o por su admirable paciencia, o
por su extrema delicadeza y mansedumbre, o por su gran misericordia y
bondad, o por el frecuente éxtasis de su contemplación, o por la
insistencia de su oración para llamar y atravesar los cielos, o por la
eminencia de sus virtudes. A todos ellos los tengo por fervorosos,
devotos unidos a Cristo, henchidos de gracia y dones del cielo, como si
fuesen en realidad esos montes espirituales que visita el Señor y acogen
con frecuencia los saltos del Esposo. Pero yo, que no encuentro en mí
nada de esto, ¿no debo considerarme como un monte de Gelboé, del que pasa
de largo por su ira e indignación el que visita con su gran bondad a
todos los demás?”. S. Bernardo de Claraval, SC 54, 8

“…podemos decir que estas hendiduras no las encontrarás; más bien


las crean los espíritus ávidos por su piedad. ¿Cómo?, me dirás. Con su
meditación y su anhelo. Porque la cerca espiritual se desmorona con la
añoranza del alma, como una construcción removida, que cede ante la
contemplación pura y la oración continua. La oración del pobre atraviesa
los cielos. No porque pueda hendir en dos las espaciosas cumbres de este
aire material, como la avecilla con el movimiento de las alas, o como la
espada afilada que perforase el sólido y elevado vértice del firmamento
mismo. No, me refiero a esos otros cielos santos, vivos, dotados de razón
y que proclaman la gloria de Dios. Por eso se abajan gustosamente a
nuestros deseos con cierta ternura propicia, y doblegándose a nuestro
contacto, nos acogen en sus entrañas por los afectos de nuestra devoción,
cuantas veces llamemos a ellos con digna intención. Al que llama, se le
abrirá”. S. Bernardo de Claraval, SC 62, 2

“2. Hasta tal punto es la vergüenza el bien genuino del alma, que
aun los que no se sonrojan de hacer el mal se ruborizan si se les
descubre, como dice el Señor: Todo el que obra el mal odia la luz. Y
también: Los que duermen, duermen de noche y los borrachos se emborrachan
de noche, ocultando en las tinieblas las obras de las tinieblas y dignas
de la oscuridad. Sin embargo, hay diferencia entre el proceder de los que
obran desvergonzadamente, pero se avergüenzan una vez descubiertos, y el
de la esposa, cuyo pudor no oculta nada de eso porque lo abomina y
repugna. Por eso dice el Sabio: Hay un pudor que conduce al pecado y hay
otro que lleva a la gloria. La esposa busca al Verbo, pero con recato; es
decir, en el lecho y por las noches. Este rubor implica gloria, no
pecado. Lo busca para purificar la conciencia, como testimonio para poder
decir: Mi orgullo es el testimonio de mi conciencia. En mi lecho busqué
por las noches al amor de mi alma.
Si te fijas, el rubor te indica dónde y cuándo lo busca.
¿Hay algo tan codiciado por el pudor como el secreto?
Efectivamente, el lecho y la noche ocultan un secreto. Por eso a los que
215
deseamos orar se nos manda que entremos en el aposento por razón del
secreto para evitar que, si oramos en público; la gloria humana nos robe
el fruto de la oración y frustre su efecto. Pero esta orden te sugiere
también el recato. ¿Hay algo tan propio del rubor como evitar la gloria
personal y la jactancia? Queda muy claro que el hijo y maestro del pudor
les invitó expresamente a cerrarse en la soledad para orar. ¿Hay algo tan
poco elegante, máxime para el adolescente, como hacer ostentación de
santidad, cuando especialmente esa edad es la más propia y oportuna para
dar los primeros pasos en religión? Así lo dice Jeremías: Le irá bien al
hombre si carga con el yugo desde joven. Un buen consejo para entrar en
oración es prepararse con la modestia: Soy joven y despreciable, pero no
olvido tus decretos.
3. El que desea orar no debe tener en cuenta sólo las circunstancias
del lugar, sino también las del tiempo oportuno. El tiempo totalmente
libre es el más cómodo y apto, especialmente cuando la noche impone un
profundo silencio. Entonces la oración es más libre y más pura. Levántate
de noche, al relevo de la guardia, derrama como agua tu corazón en
presencia del Señor. ¡Qué secreta sube de noche la oración, ante la única
presencia del Señor y del ángel que la recoge para presentarla en el
altar del Cielo! ¡Qué grata y lúcida, sonrojada por la timidez del pudor!
¡Qué serena y plácida, no perturbada por el vocerío clamoroso! ¡Qué
limpia y segura, desempolvada de toda preocupación terrena, sin ninguna
mirada que la alabe, ni tentación alguna que la adule!
Por eso mismo la esposa, tan tímida como cauta, buscaba el secreto
del lecho y de la noche cuando quería orar, es decir buscar al Verbo, que
es lo mismo. En cambio, no orarás rectamente si en la oración buscas algo
más que al Verbo o no lo buscas por el Verbo, porque en él se encierra
todo: el remedio de las heridas, la ayuda en las necesidades, la
compensación de los defectos, la facilidad para avanzar y, finalmente,
cuanto el hombre debe recibir y poseer, cuanto le conviene y necesita.
Por tanto, es inútil pedir algo distinto del Verbo, porque él es todo. Si
pedimos las cosas temporales necesarias, las pedimos si al Verbo así le
place, como debe ser; no las buscamos en sí mismas, sino más bien por la
causa que nos mueve a pedirlas. Esto lo saben los que suelen encauzarlo
todo para alcanzar al Verbo”. S. Bernardo de Claraval, SC 86, 2-3

“Escucha, finalmente, cómo continúa el salmo: Me invocará y lo


escucharé. Este es el fruto del conocimiento de su nombre: el clamor de
la oración. Y el fruto de nuestro clamor es que nos escuche él Salvador.
Porque no puede ser escuchado el que no lo invoca, ni puede invocarle el
que no conoce el nombre del Señor. Demos gracias al Señor, que manifestó
a los hombres el nombre del Padre, disponiendo que en su invocación
encontremos la salvación, como está escrito: Todos los que invoquen el
nombre del Señor se librarán”. S. Bernardo de Claraval, QH XV, 3

“Me invocará y lo escucharé. Aquí encontramos una clara alianza de


paz, un pacto de piedad, un acuerdo que misericordia y compasión. Espera
en mí, lo libraré; conoce mi nombre, lo protegeré; me invocará, y lo
escucharé. No dice: Fue digno, fue justo y recto, hombre de manos
inocentes y puro corazón; por eso lo libraré, lo protegeré, lo escucharé.
¿Quién no desconfiaría si hablase así? ¿Quién se atreve a decir: Tengo la
conciencia pura? Pero de ti procede el perdón y tu ley infunde respeto,
Señor. Dulce ley, que establece el clamor de la oración como único mérito
para ser escuchado. Me invocará y lo escucharé. No es escuchado el que
encubre su clamor, o no pide absolutamente nada, o lo pide tibia o
débilmente. El deseo inflamado es como un gran clamor para los oídos del
Señor; pero el ánimo desganado es como voz apagada. ¿Cuándo atraviesa las
nubes? ¿Cuándo se escucha en los cielos? Para que el hombre sepa cómo
216
debe gritar, antes de comenzar a orar se le advierte que va a dirigirse
el Padre que está en los cielos. Así recordará que la oración debe ser
como disparo impetuoso del espíritu. Dios es espíritu, y todo el que
desee que su clamor llegue hasta él deberá clamar en espíritu. El no mira
al rostro del hombre como nosotros, sino que penetra en su corazón. De la
misma manera, escucha, más bien, la voz del corazón que la de la boca”.
S. Bernardo de Claraval, QH XVI, 1

“Que tu fe sea como una semilla de mostaza, que cuanto más se la


pisa, tanto más perfuma; esto es, que cuanto más te desprecien y parezca
que Dios te rechace, con mayor confianza esperes conseguir lo que pides.
Y, si no por amistad, al menos por tu impertinencia, se levantará y te
dará cuanto necesitas. Por eso añade el Apóstol: Con la ayuda del
Espíritu, resistid en la oración y en la vigilancia. No debemos
entregarnos a la oración esporádicamente, sino con frecuencia y
asiduidad, explayando ante Dios los deseos de nuestro corazón; y en
determinados momentos servirnos de la expresión de los labios. De aquí
que Pablo escriba en otro pasaje: Presentad ante Dios vuestras
peticiones. Esto se verifica en la insistencia y asiduidad en la oración,
unas veces dirigida a él, otras a su Madre gloriosa, y en ocasiones a los
santos, de tal forma que se les obligue a decir: Atiéndele, que viene
detrás gritando”. S. Bernardo de Claraval, Adv VIII, 9

“¿Puede imaginarse una ayuda más útil y eficaz que la oración


fervorosa por él, sin pasar por alto sus faltas?
S. Bernardo de Claraval, Adv III, 5

“Se apareció Jesús a los once cuando estaban a la mesa. Se hizo


visible la bondad de Dios y su amor a los hombres. Si se digna compartir
con los que están a la mesa, con mucho más gozo se unirá a los que hacen
oración. S. Bernardo de Claraval, Asc I, 1

“Así, pues, sabiendo que en la oración se nos da la buena voluntad,


cuando sepas qué debes hacer, haz oración para ser capaz de realizarlo:
ora con empeño y perseverancia, como aquel que pasaba la noche orando a
Dios, y el Padre dará el buen espíritu a los que se lo piden. Fíjate
también que nos conviene buscar un lugar retirado para la oración: nos lo
enseñó de palabra: métete en tu cuarto, echa la llave y rézale a tu
Padre; y con el ejemplo, subiendo solo a la oración sin admitir ni a sus
más íntimos”. S. Bernardo de Claraval, Asc IV, 11

“San Lucas nos recomienda, en breves palabras, tres virtudes de la


Iglesia primitiva. Después de la ascensión del Señor nos dice que todos
se dedicaban a la oración en común esperaban el consuelo celestial que
les había prometido. ¡Admirable grandeza de ánimo la de este pequeño
rebaño, privado de la protección de su pastor! Convencidos de que se
cuida de ellos y les prodiga las atenciones de un padre, insisten con sus
fervientes plegarias al cielo. Saben muy bien que la oración del justo
atraviesa las nubes, y que el Señor atiende los ruegos del pobre y los
colma con toda clase de gracias.
Pero perseveraban también con gran longanimidad, como dice el
Profeta: Aunque tarde, espéralo, que ha de llegar sin retraso”.
S. Bernardo de Claraval, Asc V, 1

“Tal vez me objetes: pero mientras él vuelve, yo no puedo vivir sin


algún apoyo. Desde luego. Si tarda espérale, que ha de llegar sin
retraso. Los Apóstoles permanecieron diez días en esta espera: se
dedicaban a la oración en común, junto con algunas mujeres, además de
217
María, la Madre de Jesús. Aprende tú también a orar, a buscar, a pedir y
a llamar, y hallarás, recibirás y te abrirá. El Señor conoce tu barro: es
fiel y no permitirá que la prueba supere tus fuerzas. Esto seguro de que
si eres constante no tardará ni diez días. Y colmará de gracias inefables
al alma que vive en soledad y oración. Y tras haber renunciado a los
falsos placeres disfrutarás de su recuerdo, te nutrirás de la enjundia de
su casa y beberás del torrente de sus delicias”.
S. Bernardo de Claraval, Asc VI, 14

“7. Sobre la reverencia en la oración hemos leído en capítulo un


pasaje de la Regla, cuya autoridad acaba de avivar vuestra atención.
Aprovecho esta oportunidad para deciros algo sobre la oración. Para ser
breves, creo que algunos suelen experimentar en la oración aridez y
entorpecimiento de espíritu. Rezan sólo con los labios, pero sin pensar
en lo que dicen ni a quien se lo dicen. Y el motivo está en que van a la
oración como por rutina y sin la reverencia y preparación que requiere.
Lo único que debe pensar el hermano cuando va a la oración es
aquello del Profeta: voy a entrar en el maravilloso tabernáculo y en la
casa de Dios. Realmente, durante la oración nos conviene entrar en la
corte celeste, esa corte en la que el Rey de los reyes está sentado en un
trono de estrellas, rodeado de la multitud inefable e incontable de los
espíritus bienaventurados. Uno que lo vio, acuñó la cifra más alta que
pudo encontrar y dijo: Miles y miles le servían y miríadas de miríadas
estaba a sus órdenes.
¿Con qué reverencia, temor y humildad no deberá acercarse, pue, ese
pobre renacuajo que sale a rastras de su charca? ¿Con qué actitud de
temblor, súplica y humildad, y con qué cuidado y atención de todo su ser
no se presentará este miserable hombrecillo ante la majestad gloriosa, en
presencia de los ángeles y en medio de la asamblea y compañía de los
santos?
8. Todas las acciones nos exigen gran atención; pero sobre todo la
oración. Como nos dice nuestra Regla, en todo momento y lugar nos mira el
Señor, pero muy particularmente en la oración. Es cierto que siempre
estamos bajo su mirada; pero en ese momento nos presentamos y acercamos
nosotros mismos para hablar directamente con Dios. Él está en todas
partes, pero cuando oramos está en el cielo y allí debe estar nuestra
mente al orar. Es decir, nuestro espíritu no se detenga en el techo del
oratorio, ni en la atmósfera, ni en la espesura de las nubes, sino que
cumpla lo que Cristo nos enseñó: Orad así: Padre nuestro que estás en los
cielos”. S. Bernardo de Claraval, Div 25, 7-8

“La tercera tinaja dije eran las vigilias. Éstas deben ir siempre
acompañadas de una oración intensa. Por eso leemos en el Evangelio que él
pasaba las noches en oración; y en una exhortación a sus discípulos unió
ambas cosas: Vigilad y orad, para no caer en tentación. Unas vigilias así
nos lavan las manchas que contraemos por la somnolencia, es decir por
vivir insensibles y olvidar el camino de la salvación arrastrados por la
tibieza y negligencia.
La cuarta tinaja es el ayuno ¿quién pone en duda su eficacia
purificadora? ¡Cuánta verdad encierra aquella sentencia, el mejor remedio
de un exceso es su contrario! Si hemos pecado por gula o glotonería, nada
mejor que repararlo con la continencia y el ayuno, el Señor nos dice que
es una fuente de energía para expulsar el demonio: esta ralea no sale más
que a fuerza de oración y ayuno”. S. Bernardo de Claraval, Div 55, 2

“Nuestra Orden es abyección, es humildad, es pobreza voluntaria,


obediencia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Nuestra Orden es ser sumiso
al maestro, al abad, a la Regla, a la disciplina. Nuestra Orden es amar
218
el silencio, ejercitarse en los ayunos, las vigilias, la oración, el
trabajo manual y sobre todo mantenerse en el camino más excelso: el amor.
En una palabra: progresar así hasta el final de la vida”.
S. Bernardo de Claraval, Ep 142, 1

“He aquí, dice, la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.


Esta palabra hágase significa el deseo que la Virgen tenía de este
misterio, y no que tuviese duda alguna sobre el cumplimiento de lo
prometido. Aunque nada impide que digamos que es palabra de oración, en
que pide lo que la prometen. Pues nadie pide orando sino lo que cree y
espera. Quiere Dios que le pidan aun aquello que promete. Y por eso acaso
muchas cosas que dispuso dar las promete primero, para que se excite la
devoción por la promesa; y así, lo mismo que había de dar graciosamente,
sea merecido por la oración devota. De esta suerte, el piadoso Señor, que
quiere que todos los hombres sean salvados, saca de nosotros para
nosotros mismos los méritos, y, anticipándose a darnos aquello con que
nos recompensa, graciosamente hace que no sea graciosamente. Esto sin
duda entendió la Virgen prudente, cuando, al anticipado don de la
gratuita promesa, juntó el mérito de su oración diciendo: Hágase en mí
según tu palabra. Hágase en mí del Verbo según tu palabra; el Verbo, que
en el principio estaba en Dios, hágase carne de mi carne según tu
palabra. Hágase en mí, suplico, la palabra, no pronunciada que pase, sino
concebida que permanezca, vestida ciertamente no de aire, sino de carne.
Hágase”. S. Bernardo de Claraval, Miss IV, 11

“¿Queréis saber cómo su nombre y su memoria está en nosotros y su


presencia en las alturas? Oíd al Salvador cuando dice: Habéis de orar
así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea el tu nombre.
Fiel oración, cuyos principios nos avisan de la divina adopción y de la
terrena peregrinación, a fin de que, sabiendo que mientras no estamos en
el cielo vivimos alejados del Señor y fuera de nuestra patria, gimamos
dentro de nosotros mismos aguardando la adopción de tus hijos, o sea, la
presencia del Padre”. S. Bernardo de Claraval, Nat BVM 1

“Escucha, finalmente, cómo continúa el salmo: Me invocará y lo


escucharé. Este es el fruto del conocimiento de su nombre: el clamor de
la oración. Y el fruto de nuestro clamor es que nos escuche él Salvador”.
S. Bernardo de Claraval, QH XV, 6

“Diré también una cosa que fácilmente percibiréis, pues la habréis


experimentado, si yo no me engaño, en vosotros mismos muchas veces. El
ayuno da a la oración devoción y confianza. Y mira cómo mutuamente se
ayudan estas dos virtudes entre sí, como está escrito: Si un humano ayuda
a su hermano, ambos recibirán consuelo. La oración alcanza virtud para
ayunar y el ayuno merece la gracia de orar. El ayuno esfuerza a la
oración y la oración santifica el ayuno y le presenta a Dios. ¿Qué nos
aprovecharía el ayuno si se quedase en la tierra, lo que Dios no permita?
Levántese, pues, a lo alto el ayuno, sirviéndose de la oración como de un
ala; pero a ésta añadamos otra, porque acaso una sola no será bastante.
La oración del justo, dice la Escritura, penetra los cielos. Tenga, pues
nuestro ayuno, para que fácilmente penetre los cielos, dos alas, que son
la oración y la justicia”. S. Bernardo de Claraval, Quad IV, 2

“Si se le ofrece a Dios una hostia viva que le agrada, en olor de


suavidad; si el incienso de la devoción, o el de la oración pura se
enciende en el turíbulo del corazón con los carbones de la caridad; si el
humo de los perfumes sube hasta la presencia de Dios, entonces él aspira

219
un olor suavísimo y siente la devoción del alma en sí abrazada en santo
deseo, y ella misma siente el perfume del Señor”.
Balduino de Ford, Tract IV

“El Señor examina tan atentamente la conducta de cada hombre, cuenta


tan bien sus pasos, que ni sus mínimos pensamientos, ni su parecer, ni
sus palabras pobrísimas que nos parecen insignificantes en su empleo,
permanecen sin ser examinadas a fondo. Por consiguiente, ¿qué discurso
podrá defenderme o qué razón puedo alegar en mi favor? Con el Profeta
diré: Conociste mis pensamientos de lejos, examinaste mi sendero, mi
camino; has previsto todas mis sendas, no se te escapa ninguna palabra
brotada de mis labios. Jesús bueno, no me basto para dar razón; tú recibe
como razón mi oración y no entres en juicio con tu siervo, porque no es
justo ante ti ningún viviente”. Balduino de Ford, Tract VI

“El ojo anda con fingimientos cuando con una mirada a hurtadillas,
furtiva, no se abre del todo, sino que cerrándose un poco, con un
sencillo guiño, revela el secreto del pensamiento. En efecto, este amor
santo tiene para expresarse signos apropiados, diferentes de aquellos de
los que está escrito: Por cuanto son altivas las hijas de Sión, y andan
con el cuello estirado y guiñando los ojos; ellos son misteriosos y
favorecedores de una santa reserva, con los cuales la esposa y el Esposo
se aprueban y hacen señas mutuamente. En el guiño que él le hace, ella
quiere o no quiere, según que él mismo quiera que ella quiera o deje de
querer. El Esposo hace señas, cuando sugiere en secreto lo que quiere
aprueba cuando escucha los ruegos de la que le suplica. La esposa
aprueba, cuando obedece a los mandamientos de Dios que le son impuestos.
Hace señas, cuando en sus buenas obras secretas, mediante una intención
secreta, casi a escondidas, ve a aquel solo de quien pretende ser vista.
Hace señas, cuando expone secreta y reverentemente la voluntad de su
deseo en la humildad de su oración”. Balduino de Ford, Tract VIII

“El temor de Dios debe comprimir la esperanza, a fin de deshincharla


de su presunción; para que no quede vacía en su vanidad y no quede
frustrada su esperanza. Se infiere de esto que el espíritu del hombre se
aproxima a Dios cuando ora y espera, y cuando aparta de sí la presuntuosa
esperanza que hay en sí, de modo que pueda decir con el Profeta: Con mi
voz al Señor clamé, con mi voz al Señor supliqué. Derramo mi oración en
su presencia y expongo ante él mi tribulación, cuando el aliento en mí
desfallece. Y también: Rápidamente escúchame Señor, desfallece mi
espíritu”. Balduino de Ford, Tract IX

“Señor Dios mío, dicho sea sin ofenderte, ¡cuántas veces, en las
oraciones que te dirijo por mis penas y mis tentaciones, si bien no digo
que eres duro, lo pienso! ¿Cuántas veces revuelvo en mi corazón este
pensamiento: La piedra era Cristo? ¿Cuántas veces exclamo: ¿Por qué Señor
rechazas mi oración, apartas de mí tu rostro? ¿Hasta cuándo permaneceréis
enojado ante la oración de tu siervo? Pero porque tú has dicho: Hay que
orar siempre sin desfallecer jamás; porque tú no te cansas de la
indiscreción y de la importunidad de quien busca, pide y llama, no te
dejaré hasta que me bendigas. Trataré, con tu ayuda, de ver si puedo
chupar la miel de la piedra y el aceite de la roca más dura. Y si me
golpeas con el bastón de la prueba me serviré de él para golpear dos
veces la roca de tu cólera, por la rectitud de mis acciones y la rectitud
de mi corazón; y sé que brotarán torrentes de agua y que el pueblo podrá
beber, y también las bestias, y yo entre las bestias. Pero el ejemplo de
Moisés me hace temer la vacilación del corazón; tú la detestas. En
verdad, debo pedir con fe y no vacilar: Tú, Señor que pruebas la fe ayuda
220
a mi incredulidad”. Conserva lo que te agrada, arranca lo que te
desagrada”. Balduino de Ford, Sac alt II, 4

“Este maná tiene un sabor dulce cuando … Dulce en la oración, dulce


en el sermón, dulce en la lectura, dulce en la contemplación, dulce en la
compunción, dulce en la alegría del corazón”.
Balduino de Ford, Sac alt III, 2

“¿Qué utilidad puede reportar tu vida para el prójimo? Nada tan


valioso como la buena voluntad. Dásela ¿Hay algo tan útil como la
oración? Concédesela. ¿Hay algo tan humano como la compasión? Entrégasela
y así abrazas al mundo entero en el regazo de tu amor. Ten presente a
todos los hombres que en él son buenos y alégrate. Mira a los malos y
duélete. Recuerda a los afligidos y oprimidos y compadécete.
Vayan desfilando por tu espíritu las miserias de los pobres, los
sollozos de los huérfanos, el vacío de las viudas, la tristeza de los
atribulados, la indigencia de los peregrinos, las ilusiones de las
doncellas, los peligros de los navegantes, las tentaciones de los monjes,
las preocupaciones de los prelados, los esfuerzos de los militantes. A
todos debes abrir el corazón de tu amor; por ellos derramarás tus
lágrimas y por ellos elevarás tu oración”. S. Elredo de Rieval, Inst 100

“Esta limosna (la oración) es la más grata a Dios, la más aceptable


para Cristo, la más conforme a tu estado de vida y la más provechosa para
sus destinatarios”. S. Elredo de Rieval, Inst 101

“La oración deberá fomentar también las buenas obras, aumentar la


devoción y estimular el amor.
Nunca se le perdonarán los pecados al que pretenda que se le diga lo
mismo sin esfuerzo personal, sin contriccción, confesión u oración”.
S. Elredo de Rieval, Inst 120.121

“Levantad una señal sobre el monte en tinieblas. Creo que esta voz
se dirige a los ángeles a quienes el Señor mandó fueran guardianes de
nuestras almas a fin de que impongan el recuerdo de la Cruz en los
corazones de aquéllos a quienes todavía deleita o tienta el mundo, y
opongan todas las virtudes de la Cruz a todos los vicios que devastan y
luchan en el alma. Estos son los administradores del espíritu, enviados
para prestarnos su ayuda. Están entre los que salmodian y asisten a los
que oran, y están junto a los que leen y meditan”.
S. Elredo de Rieval, Oner 5,3

“Por eso, cuando gustes la dulzura espiritual no te entregues de


inmediato al ocio, porque aparecerá muy pronto por un costado el Amalec
espiritual, al que debes vencer no con armas sino con la oración”.
S. Elredo de Rieval, Spec II, 39

“6. Hermanos dilectísimos, ¿cuál es —os ruego por la caridad de


Cristo—, ¿cuál es esta paz que debe ser tan amada, tan deseada, esta paz
tan cara o esta pacificación que debe ser colocada por encima de todos
los grados de la virtud, que debe ser puesta por encima de todos los
méritos, que alcanza la cima de todo, que otorga la bienaventuranza más
alta y más excelente de todas? Busquemos junto a los hombres, busquemos
junto a los santos ángeles, que se interesan por nosotros y por nuestras
cosas. Y, sobre todo, puesto que esta sabiduría nos es absolutamente
necesaria, pidámosla a aquél que da con abundancia y sin reproche. 7.
Busquemos en la oración, en la meditación, en la lectura, sin desfallecer
jamás. Porque si insistimos en la búsqueda ciertamente encontraremos; lo
221
ha afirmado esa misma Verdad que buscamos: Buscad y encontraréis. Este es
el tesoro escondido en el campo, la perla preciosísima que debe ser
buscada con ahínco, adquirida a un alto precio, y guardada con sumo
cuidado. Es el monte de los montes, en el cual sólo el Hijo existe, por
naturaleza, con el Padre. Pero, para no ser él solo el heredero, se dignó
adoptar hermanos. Debe buscarse pues, con el mayor cuidado, todo aquello
que hace que podamos ser hermanos de Cristo e hijos de Dios: Herederos de
Dios, coherederos de Cristo”. Isaac de Stella, OS V [5], 6-7

Oración

Guillermo de Saint-Thierry
- Med IV, 1-2.13-14
- Med V, 1-3
- Med XIII, 9
- Ep frat 105
- Ep frat 123
- Ep frat 176-181

S. Bernardo de Claraval
- Adv III, 5
- Adv VIII, 9
- Asc I, 1
- Asc IV, 11
- Asc V, 1
- Asc VI, 14
- Div 25, 7-8
- Div 55, 2
- Ep 142, 1
- Miss IV, 11
- Nat BVM 1
- QH XV, 3
- QH XV, 6
- QH XVI, 1
- Quad IV, 2
- SC 3, 5
- SC 9, 7
- SC 12, 5
- SC 15, 2
- SC 18, 5
- SC 46, 5-6
- SC 50, 5
- SC 54, 8
- SC 62, 2
- SC 86, 2-3

Beato Guerrico de Igny


- Adv III [3], 3
- Epi III [13], 7
- Pur I [15], 3
- Pur I [15], 5
- Pur I [15], 4
- Pur III [17], 2
- Ben I [22], 5
- Ann I [26], 6
- Res III [35], 3
- Res III [35], 5
222
- Rog [36], 2

S. Elredo de Rieval
- Inst 100
- Inst 101
- Inst 120.121
- Oner 5, 3
- Spec II, 39

Gilberto de Hoyland
- SC VI, 1
- SC VII, 2

Isaac de Stella
- OS V [5], 6-7

Balduino de Ford
- Sac alt II, 4
- Sac alt III, 2
- Tract IV
- Tract VI
- Tract VIII
- Tract IX

Juan de Ford
- SC XII, 1

Paz

“Ojalá se enderecen mis caminos, Señor, para guardar tus caminos, de


modo que a causa de las palabras de tus labios pueda guardar aun caminos
duros. Si bien parecen duros a la carne que es débil, parecerán suaves y
hermosos al espíritu, si estás pronto. Sus caminos, dice la Escritura,
son hermosos y todas sus sendas son pacíficas. Los caminos de la
sabiduría son no sólo apacibles, sino también pacíficos, porque si fuere
grato al Señor el camino del hombre, aun a sus enemigos los convertirá a
la paz. Si Israel -dice- hubiese seguido mis caminos yo hubiera reducido
a la nada a sus enemigos y vuelto mi mano contra sus adversarios. ¿Por
qué hay quebranto y calamidades en sus caminos, sino porque no conocieron
el camino de la paz? Beato Guerrico de Igny, Adv IV [4], 2

“Como Juan precedió a Jesús, así la penitencia precede a la gracia,


esta gracia por la cual, una vez reconciliados mediante la satisfacción,
somos recibidos en el beso de la paz. Seguramente en este camino de la
penitencia, la justicia y la paz, saliendo al encuentro la una de la otra
con paso grato y festivo, se besan, es decir, la justicia del hombre que
se castiga a sí mismo y la paz de Dios que perdona, y por este beso santo
celebran la alianza alegre y gozan de la reconciliación”
Beato Guerrico de Igny, Adv V [5], 2

“Simeón indudablemente había colocado su morada en la paz y, dejando


a un lado toda clase de cuidados en su corazón meditaba únicamente en
Jesús y allí lo reclinó también para recibirlo. Había caminado por
senderos rectos el que era justo y temeroso, y anhelando la consolación
de Israel, salía cada día, por el deseo, al encuentro de aquel que estaba
por llegar”. Beato Guerrico de Igny, Pur III [17], 3
223
“3. Siéntese tu pueblo -según está escrito- rebosante de hermosa paz
y en tabernáculos de confianza, en descanso magnífico y seguridad
sempiterna. Paz realmente bella y seguridad sempiterna poseen los que
habitan al amparo del Altísimo, los que moran bajo la protección del Dios
del cielo.
5. Ciertamente es agradable aquel clima primaveral de paz y alegría,
deseable aquella lluvia copiosa que Dios derramó sobre su heredad. Mas si
fuera necesario, el fuego de la tribulación lo abrasa todo, conforme al
testimonio de Jeremías sobre la sequía espiritual; con todo no temerá
quien cimentó su confianza en el Señor sobre aguas tranquilas, o sea la
gracia del Espíritu Santo”. Beato Guerrico de Igny, Ben II [23], 3.5

“No quiero que busquen esta plenitud del tiempo en la abundancia de


los bienes temporales sino en la de los eternos. El reino de Dios, en
efecto, no es otra cosa que justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo.
La justicia regula las costumbres, la abundancia, junto con la paz,
procuran una vida tranquila y gozosa”.
Beato Guerrico de Igny, Nat IV [9], 1

“No te arredre el haber pecado gravemente: el Niño que ha sido


ofendido no sabe airarse, y si se irrita, fácilmente se lo puede aplacar.
En verdad nada hay tan fácil de aplacar como el corazón de este Niño, el
cual se anticipa a determinar tus ofrendas de paz y de satisfacción y él,
el primero, envía mensajeros de paz a fin de que tú, el culpable,
consientas en reconciliarte con él. Te basta quererlo verdadera y
perfectamente; no sólo te concederá su perdón, sino que te colmará de su
gracia”. Beato Guerrico de Igny, Nat I [6], 3

“Simeón cuyos días de purificación habían transcurrido,… en otro


tiempo. En el presente día se colmaron también los de su espera, de
suerte que nada le restaba después de haber visto al Cristo del Señor, a
Cristo paz de Dios y de los hombres, sino irse en paz, esto es, ser
llevado a Jerusalén, visión de paz eterna y ser presentado al Señor, para
contemplar la paz que supera todo sentido”.
Beato Guerrico de Igny, Pur V [19], 1

“¡Feliz el que en todos sus trabajos y caminos busca el reposo


celestial! Se apresura siempre por entrar en aquel reposo, afligiendo su
cuerpo a causa de tal deseo, preparando y ubicando ya el alma en aquel
reposo, teniendo paz con todos los hombres, en cuanto dependa de él.
Prefiere espontáneamente el reposo y el ocio [otium] de María, pero asume
por necesidad el trabajo y las ocupaciones [negotium] de Marta, aunque lo
cumple en lo posible con paz y quietud de espíritu, recogiéndose de las
múltiples distracciones en lo único necesario.
Beato Guerrico de Igny, Asspt III [49], 2

“Pero habría que examinar también la razón y conveniencia de estas


palabras: ¿En quién reposaré, sino en el humilde y tranquilo? Porque
¿cómo podría descansar sobre lo que está agitado [inquietum]? ¿Cómo
podría permanecer inmóvil una columna sobre una base insegura y
vacilante? ¿Y quién puede estar tranquilo [quietum], sino el humilde?
¿Quién, a no ser el humilde, puede poseerse a sí mismo en la paz de un
espíritu tranquilo y modesto?”. Beato Guerrico de Igny, Asspt III [49], 5

“5. Está escrito: Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán


llamados hijos de Dios. Por la contemplación, los limpios de corazón han

224
conocido todo lo que el Hijo ha oído del Padre porque ellos, también por
ser pacíficos serán llamados hijos.
6. Hermanos dilectísimos, ¿cuál es -os ruego por la caridad de
Cristo-, ¿cuál es esta paz que debe ser tan amada, tan deseada, esta paz
tan cara o esta pacificación que debe ser colocada por encima de todos
los grados de la virtud, que debe ser puesta por encima de todos los
méritos, que alcanza la cima de todo, que otorga la bienaventuranza más
alta y más excelente de todas? Busquemos junto a los hombres, busquemos
junto a los santos ángeles, que se interesan por nosotros y por nuestras
cosas. Y, sobre todo, puesto que esta sabiduría nos es absolutamente
necesaria, pidámosla a aquél que da con abundancia y sin reproche. 7,
Busquemos en la oración, en la meditación, en la lectura, sin desfallecer
jamás. Porque si insistimos en la búsqueda ciertamente encontraremos; lo
ha afirmado esa misma Verdad que buscamos: Buscad y encontraréis. Este es
el tesoro escondido en el campo, la perla preciosísima que debe ser
buscada con ahínco, adquirida a un alto precio, y guardada con sumo
cuidado. Es el monte de los montes, en el cual sólo el Hijo existe, por
naturaleza, con el Padre. Pero, para no ser él solo el heredero, se dignó
adoptar hermanos. Debe buscarse pues, con el mayor cuidado, todo aquello
que hace que podamos ser hermanos de Cristo e hijos de Dios: Herederos de
Dios, coherederos de Cristo.
8. Y he aquí que uno de los serafines, en quien se encuentra la
plenitud de la dilección, y tal vez la misma que buscamos dice: A cuantos
le recibieron les dio el poder de devenir hijos de Dios.
¿Acaso dice: A cuantos le vieron? Los puros de corazón son los que
ven, pero los pacíficos son los que reciben. Tal vez es éste, más aún,
verdaderamente es éste el campo donde se encuentra escondido el tesoro.
Dice: A cuantos le recibieron”. Isaac de Stella, OS V [5], 6-8

“Así, hermanos míos, os pido que el sudor de vuestro trabajo, la


aspereza de la soledad, vuestro esfuerzo vigilante en los ejercicios
corporales o en los estudios espirituales, no tiendan a otra cosa que a
expulsar los vicios, ordenar las costumbres, promover las virtudes, de
modo que, como buenos trabajadores que viven sobria, justa y piadosamente
en este siglo, purifiquéis vuestro corazón para contemplar, os inflaméis
para amar la bienaventurada esperanza de la divina visión en la cual os
será concedida la plenitud de la paz, gracias a la auténtica filiación
divina. Dígnese concedérnosla por el Hijo, en el Espíritu Santo, aquél
que vive y reina, Dios por los siglos de los siglos infinitos. Amén”.
Isaac de Stella, OS V [5], 24

“Por lo que se refiere al que dice: Me alegré de lo que se me decía:


Vamos a la casa del Señor, luego nos muestra a qué fuerza se confía:
dirigiéndose al autor de la salvación, que estableció el testamento de la
paz le dice: Venga la paz, gracias a tu fuerza. Nuestra paz, en efecto,
es él, que nos ha abierto el cielo y cerrado el infierno, que en la
sangre del Nuevo Testamento ha destruido el testamento del infierno. Por
eso dice en Isaías: Vuestra alianza con la muerte será destruida, vuestro
pacto con el infierno no subsistirá”. Balduino de Ford, Sac alt II, 1

“No hay melodía más arrebatadora en un instrumento encantador, como


la dulzura y el encanto de una vida en común, en la reunión de una santa
comunidad. En Cristo y por Cristo, uno se aplica mutuamente a ajustarse a
los otros y, para guardar la paz, se adapta al temperamento de otro por
la humildad y la paciencia”. Balduino de Ford, Tract IV

“Cristo es la fuerza de Dios y la sabiduría de Dios. Dios es cierta


paz suprema y el reposo supremo, puesto que siempre es el mismo, siempre
225
inmutable e invariable: En quien no hay cambio —porque no cambia, con
respecto a lo que fue antes— ni tiene sombra de variación, porque no
cambiará con respecto a lo que ahora es. La variación es; en efecto, el
estado mudable de un ser sujeto a mutación, y esto es absolutamente
imposible en Dios.
… Señor Dios, tú solo eres el reposo de las almas, y no hay paz para
nosotros en medio de toda esta miseria, sino por ti, y en ti. Yo, por
cierto, para encontrar el reposo en ti, me volví hacia tu heredad donde
reposas y dije: Moraré en la heredad del Señor. Esto lo dije por el
propósito de mi espíritu, el deseo de mi corazón, mi voto de profesión;
concédeme ahora que pueda decirte: Quien me creó, reposó en mi tienda.
Haz en mí tu tienda, y reposa en mí, para que yo repose en ti. En efecto,
este es tu reposo, el obrar nuestro reposo. Obra pues en mí, para que yo
te amé ante todo y, sobre todo; para que no desee nada fuera de ti, nada
sino a ti o por ti: y habrá paz para mí, y habrá para mí reposo en mi
corazón; basta de malos deseos, de malicia de mi corazón, de
preocupaciones tan numerosas, tan malas, tan acerbas que devoran mi
corazón como aves con picotazo amarguísimo”. Balduino de Ford, Tract V

“Además de su enfermedad la esposa tiene el sostén de sus propios


méritos y de la recompensa de sus méritos. Presta atención ya que son
tres los bienes que le promete el Señor cuando dice: Nadie que haya
dejado esto o aquello por mí y por el Evangelio, quedará sin recibir el
céntuplo ahora en este tiempo, con persecuciones, y la vida eterna en el
siglo venidero.
Después de haber avanzado largo tiempo en el progreso de las
virtudes, y de haberse ejercitado esforzadamente en la tarea de la
disciplina espiritual, encontrará sólo entonces el céntuplo en la paz y
la tranquilidad, la serenidad y la seguridad del corazón, en la
delectación de la justicia y en la inenarrable dulzura de la alegría
espiritual”. Balduino de Ford, Tract XIV

“Guárdame, Señor, como a la pupila del ojo, guárdame del pecado


grave al que temo mucho, del odio de tu amor, que podría hacerme pecar
contra el Espíritu Santo que es amor, vínculo, unidad, paz y concordia.
Que no esté en desacuerdo con la unidad de tu Espíritu, en desacuerdo de
paz contigo, pecado culpable que no será perdonado ni aquí ni en el
futuro. Consérvame, Señor entre mis hermanos y mis prójimos, para que
pueda hablarles de la paz que está en ti; consérvame entre aquellos que
guardan la unidad del espíritu mediante el vínculo de la paz.
Amadísimos hermanos, en cuanto a la práctica de la vida común
conviene que obremos solícitamente; que guardemos la unidad del espíritu
mediante el vínculo de la paz, por la gracia de nuestro Señor Jesucristo,
la caridad de Dios y la comunicación del Espíritu Santo. La unidad del
espíritu procede de la caridad de Dios; el vínculo de la paz de la gracia
de nuestro Señor Jesucristo; en cuanto a la comunicación del Espíritu
Santo ella es el origen de aquella comunión necesaria a los que viven
juntos para que vivan en comunidad.
… Esta unidad que realiza en nosotros la caridad de Dios, es
conservada mediante el vínculo de la paz por la gracia de nuestro Señor
Jesucristo. El es nuestra paz, que hizo de ambos pueblos uno solo en cuyo
nacimiento cantaron los Ángeles: gloria a Dios en las alturas, y en la
tierra paz a los hombres de buena voluntad. Quien al ascender al cielo
dice a sus discípulos: La paz os dejo mi paz os doy.
… ¿Cuál es esta paz que Cristo nos ha dado, paz cuyo vínculo
conserva la unidad del espíritu? Es la caridad mutua, por la cual nos
amamos mutuamente, que no se rompe si hablamos todos de acuerdo y no
hay disentimiento entre nosotros. … Consultemos a nuestra propia
226
naturaleza, a la naturaleza de nuestro cuerpo acerca de la concordia en
la caridad mutua: ella nos estimula a conservar la paz. Ciertamente,
siendo muchos, somos un solo cuerpo pero cada miembro es miembro de los
otros. Un solo espíritu vivifica a todo nuestro cuerpo mediante sus
articulaciones y ligamentos, y procura la paz mutua, en la cual se
conserva la misma unidad espíritu; pero la procura por las mutuas
atenciones de los miembros y la paciencia mutua”.
Balduino de Ford, Tract XV

“Pues quienes te aman descansan en ti; y allí se halla el verdadero


descanso, la auténtica tranquilidad, la paz verdadera, el auténtico
sábado del espíritu”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 52

“Así pues, el amor a sí mismo sea para el hombre el sábado primero,


el amor al prójimo sea el segundo, y el amor de Dios el Sábado de los
Sábados. Como dije ya antes, el Sábado espiritual consiste en el descanso
del alma, la paz del corazón y la tranquilidad del espíritu. Este sábado
se siente alguna vez en el amor a uno mismo, otras veces brota de la
dulzura del amor fraterno, y alcanza su plenitud en el amor de Dios. Es
preciso cuidar que el hombre se ame a sí mismo cual conviene, que ame al
prójimo como a sí mismo, y a Dios más que a sí mismo; porque sólo por
amor a él se amará a sí mismo y al prójimo”.
S. Elredo de Rieval, Spec III, 3

“Debemos calzar nuestros pies para anunciar el mensaje de la paz.


Con el fin de mantener la paz y comunicarla a otros, debemos calzar los
pies de nuestros pensamientos. De este modo podremos recorrer el mundo
entero recordando nuestros trabajos estériles, para que no se nos clave
la espina de la soberbia al experimentar las debilidades del prójimo”.
S. Bernardo de Claraval, Adv VIII, 8

“Formemos todos la misma túnica, para que sólo tengamos una, tejida
por todos. Sí, una única entre todos. Aunque seamos muchos y muy
distintos, para él sólo existe una paloma mía, hermosa mía y sin defecto.
Por lo demás, ni yo solo ni tú sin mí, ni el otro sin nosotros dos, sino
todos a la vez, tejemos esa túnica, si de verdad nos empeñamos en guardar
la verdad con el vínculo de la paz”. S. Bernardo de Claraval, Apo 7, 1

“Si prestáis atención, el Apóstol nos recomienda una doble


ascensión: buscar y estar centrados arriba, no en la tierra. Y el Profeta
parece insinuar esta misma distinción al decir: busca la paz y corre tras
ella. Buscar la paz y correr tras ella equivale a buscar y centrarse en
lo de arriba, no en lo de la tierra. Mientras tengamos los corazones
divididos tendremos muchos rincones y nos faltará la unidad. Debemos
levantarlo cada uno de nosotros, como miembros de un cuerpo, para que se
unan en la Jerusalén celeste, la ciudad bien trazada. Así cada uno en
particular y todos los hermanos vivirán unidos sin estar divididos
consigo mismos ni con los demás”. S. Bernardo de Claraval, Asc VI, 5

“Nuestra Orden es abyección, es humildad, es pobreza voluntaria,


obediencia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Nuestra Orden es ser sumiso
al maestro, al abad, a la Regla, a la disciplina. Nuestra Orden es amar
el silencio, ejercitarse en los ayunos, las vigilias, la oración, el
trabajo manual y sobre todo mantenerse en el camino más excelso: el amor.
En una palabra: progresar así hasta el final de la vida”.
S. Bernardo de Claraval, Ep 142, 1

227
“Pero si todavía deseas violentar el reino del amor hasta destacarte
como un buen invasor, y pretendes ocupar hasta sus últimos reductos,
entonces no cierres tus entrañas de bondad ni siquiera a tus enemigos.
Haz el bien incluso a los que te han odia o, ruega por los que te
persiguen y calumnian, empéñate en hacer la paz hasta con los que la
rechazan. De esta manera, la anchura del cielo será la anchura de tu
alma, y no serán desiguales en altura; ni serán distintas por su belleza,
cumpliéndose aquello que dice: Extiendes los cielos como una tienda.”.
S. Bernardo de Claraval, SC 27, 11

“¿Dónde podrá encontrar nuestra debilidad un descanso seguro y


tranquilo, sino en las llagas del Salvador? En ellas habito con plena
seguridad, porque sé que él puede salvarme. Grita el mundo, me oprime el
cuerpo, el diablo me tiende asechanzas; pero yo no caigo, porque estoy
cimentado sobre roca firme. Si cometo un gran pecado me remorderá mi
conciencia, pero no perderé la paz acordándome de las llagas del
Salvador. El, en efecto, fue traspasado por nuestras rebeliones. ¿Qué hay
tan mortífero que haya sido destruido por la muerte de Cristo? Por esto,
si me acuerdo de este remedio tan poderoso y eficaz, ya no me atemoriza
ninguna dolencia por maligna que sea”. S. Bernardo de Claraval, SC 61, 3

“El apacible y humilde encuentra la paz donde el hinchado y el que


se desvive por la gloria vana se siente oprimido”.
S. Bernardo de Claraval, SC 62, 4

Paz

S. Bernardo de Claraval
- Adv VIII, 8
- Apo 7, 1
- Asc VI, 5
- Ep 142, 1
- SC 27, 11
- SC 61, 3
- SC 62, 4

Beato Guerrico de Igny


- Adv IV [4], 2
- Adv V [5] ,2
- Nat I [6], 3
- Nat IV [9], 1
- Pur III [17], 3
- Pur V [19], 1
- Ben II [23], 3.5
- Asspt III [49], 2
- Asspt III [49], 5

S. Elredo de Rieval
- Spec I, 52
- Spec III, 3

Isaac de Stella
- OS V [5], 6-8
- OS V [5], 24

Balduino de Ford
- Sac alt II, 1
228
- Tract IV
- Tract V
- Tract XIV
- Tract XV
Peregrinos

“Y éste de quien hablo -lo digo para confusión mía- digna y


justamente se constituyó maestro de la humildad. Si bien no la ignoraba
-por su origen la recibió de su Madre, y por su naturaleza, de su Padre-,
sin embargo la aprendió desde el mismo seno materno por lo que tuvo que
padecer. Nació en un albergue de caminantes para que nosotros,
aleccionados por su ejemplo, nos reconociéramos huéspedes y peregrinos en
la tierra”. Beato Guerrico de Igny, Nat V [10], 4

“Si Dios mira como hecho a sí mismo todo acto de humanidad para con
uno de sus miembros, ¿cuánto más recordará con gratitud lo que se hace a
su mismo Espíritu diciendo: fui peregrino y me recibisteis? ¿Acaso la
pobreza de muchos santos que no les permite recoger vagabundos ni
alimentar a los hambrientos, podrá mostrarse inhumana e inhospitalaria
con el Señor, que acostumbra a hospedarse principalmente entre los
pobres?” Beato Guerrico de Igny, Asspt III [49], 4

“Contuviste en tu seno al niño, contendrás en tu alma al que es


inmenso. Fuiste posada del peregrino, serás palacio del Rey, fuiste
tienda del que venía a combatir en el mundo, serás trono del que triunfa
en el cielo; fuiste tálamo el Esposo encarnado, serás trono del Rey
coronado”. Beato Guerrico de Igny, Asspt I [47], 5

“Quién no ve que las tiendas coinciden, sin embargo, con la misma


correlación? ¿Qué son las tiendas sino nuestros cuerpos con los que
peregrinamos? No tenemos aquí una ciudad permanente, sino que buscamos la
futura, Pero luchamos en ellas, como en las tiendas, para violentar el
Reino. Por eso la vida del hombre es una batalla sobre la tierra. Y
mientras combatimos con este cuerpo somos peregrinos del Señor, es decir,
de la luz”. S. Bernardo de Claraval, SC 26, 1

“3. La voz de la tórtola se deja oír en nuestra tierra. Lo cual es


un síntoma de que ha pasado el invierno y anuncia que ha llegado el
tiempo de la poda. Ese es su sentido literal. Por lo demás la voz de la
tórtola no es muy dulce que digamos, pero es un signo de otras realidades
dulces. Si compras esta avecilla no es cara, pero si ajustas su precio no
es insignificante. Su voz se parece más a un gemido que un canto, y nos
recuerda que somos peregrinos.
4. La voz de la tórtola se ha dejado oír en nuestra tierra.
Mientras los hombres tuvieron sólo la tierra como única merced de su
culto a Dios, aunque manaba leche y miel, no advirtieron que caminaban
por ella como peregrinos, y no gimieron como la tórtola añorando la
patria”. S. Bernardo de Claraval, SC 59, 3-4

Peregrinos

S. Bernardo de Claraval
- SC 26, 1
- SC 59, 3-4

Beato Guerrico de Igny


- Nat V [10], 4
229
- Asspt I [47], 5
- Asspt III [49], 4

Permanecer

“Es verdaderamente aguardar al Señor: conservarle nuestra fe y, a


pesar de carecer del consuelo de su presencia,… estar pendientes de su
regreso. Así nos lo dice el Señor por el mismo profeta: El pueblo estará
pendiente de mi regreso. Se dice bellamente y con toda propiedad que
estará pendiente como entre el cielo y la tierra, porque aun cuando no le
sea dado todavía disfrutar las cosas del cielo, rehúsa tocar las
terrenas; y si alguna vez las toca, no lo hace sino con la punta de los
pies, esto es, con las partes inferiores del alma, por causa de la
necesidad de nuestra naturaleza corruptible a la cual nos vemos
precisados a servir mientras la creatura esté, contra su voluntad, sujeta
a la vanidad. Dice el adagio: Mal espera el que está pendiente. Pero yo
digo: Felizmente espera el que está pendiente del Señor. Por eso mi alma
ha elegido estar pendiente, y mis huesos, la muerte en este estar
pendiente. Ojalá merezca permanecer pendiente de esta cruz hasta morir en
ella”. Beato Guerrico de Igny, Adv I [1], 3

“Señor Jesús, cuando libremente ibas a dar tu vida y dependía de tu


arbitrio el género de muerte que realizaría este don, tu alma eligió
estar pendiente, para que siendo elevado sobre la tierra nos atrajeses
hacia ti y nos enseñases a estar pendientes por encima de las cosas de la
tierra. Y no permitiste ser bajado de la cruz antes de la muerte para que
también nosotros perseveremos en ella hasta la muerte, y desde ella, como
elevado escabel, nos sea más fácil remontarnos al cielo. Gracias a ti,
Señor Jesús, allí estamos, allí te esperamos.
…Yo ciertamente una vez para siempre he creído en tus mandamientos,
pero ayuda mi incredulidad, para que, permaneciendo allí inmóvil, te
espere y te espere de nuevo hasta lograr ver al fin lo que creo. Pues
espero ver los bienes del Señor en la tierra de los vivientes”.
Beato Guerrico de Igny, Adv I [1]], 4

“Si has huido lejos y permaneces en la soledad, persevera allí y


espera a aquel que te salvará de la pusilanimidad de espíritu y de la
tempestad” Beato Guerrico de Igny, Adv IV [4], 1

“Seguirás las huellas de este gigante (Jesús), aunque de lejos, si


amas la pobreza, si entre los pobres eliges ser el último, si permaneces
sometido a la disciplina del monasterio, si soportas tener por superior a
uno menor que tú, si sufres con ecuanimidad a los falsos hermanos, si
mediante la mansedumbre sales victorioso del juicio, si retribuyes con
caridad a quienes te hacen sufrir injustamente. Esta humildad rebautiza
sin hacer injuria al único bautismo, porque no repite la muerte de
Cristo, sino que instaura la mortificación y sepultura de los pecados”.
Beato Guerrico de Igny, Epi IV [14], 7

“Os decimos, hermanos, a vosotros que habéis comenzado a arrebatar


el cielo, que habéis entablado combate con el ángel encargado de
custodiar el camino del árbol de la vida, a vosotros, repito, decimos que
os es de todo punto necesario luchar constantemente sin desfallecer, no
sólo hasta el debilitamiento de la cadera –donde tiene origen la
propagación de la carne-, sino también hasta que todo el cuerpo haya
muerto. No obstante, vuestro esfuerzo no alcanzaría a tanto sin el toque

230
y el beneficio del poder divino, cuando [Dios] haya comprobado que
vuestra constancia frente a él es invencible”.
Beato Guerrico de Igny, JB II [41], 2

“Así como al principio debemos castigar el cuerpo para vencer las


tentaciones, a fin de que no reine en él el pecado, así también, una vez
vencidas las tentaciones, se ha de persistir en ello, no sólo por miedo a
reincidir, sino también por el deseo de progresar. De esta suerte, merced
a la mortificación de la carne, el espíritu se torna vigoroso y, cuanto
más ligera y tenue se vuelva la cadena que lleva, tanto más libremente se
elevará hacia las realidades espirituales”.
Beato Guerrico de Igny, JB IV [43], 3

“No te vuelvas a todos los vientos, ni quieras ir por cualquier


camino, enseña el sabio, pues de eso se encuentra reo a todo pecador que
usa lenguaje doble; tú mantente firme en el camino del Señor, no sea que
el viento te arroje de la faz de la tierra, del lugar donde has profesado
o del reino para el cual debes prepararte”.
Beato Guerrico de Igny, JB IV [43], 5

“Si queremos aplacar la merecida ira del Señor, nos es necesario


crucificarnos mediante la continencia. Nuestro Jesús, que nos ha de
introducir en la tierra prometida, crucificará en nosotros los vicios de
los cinco sentidos, más aún los extinguirá; pero con tal de que, según lo
ordenado, permanezcamos suspendidos de los patíbulos hasta la tarde. El
Salvador quiso ofrecerte un ejemplo de esta perseverancia en la cruz: no
quiso consumar su obra sino en la cruz, ni ser bajado de la cruz antes de
la tarde, tanto de ese día como de toda su vida”.
Beato Guerrico de Igny, Palm II [30], 6

“Me basta que Jesús viva. Si él vive, vivo yo, porque de él pende mi
alma, es más, él es mi vida, él sólo me basta. Pues ¿qué podría faltarme
si Jesús vive? Que me falten todas las cosas –nada me importa-, con tal
de que Jesús viva. Por tanto, si fuere de su agrado que yo me faltara a
mí mismo, me basta que él viva, aunque sólo fuera para sí. Cuando el amor
de Cristo haya absorbido todo el afecto del hombre, hasta el extremo de
que, despreocupado y olvidado de sí, no tenga otro sentimiento que el de
Jesucristo y las cosas de Jesucristo, entonces, a mi modo de ver, la
caridad en este hombre es perfecta. A quien se halla penetrado de este
afecto, la pobreza no le es gravosa; no siente las injurias, se ríe de
los oprobios, tiene en poco los perjuicios, estima la muerte como
ganancia, digo más, no piensa que muere, cuando sabe de cierto que pasa
de la muerte a la vida”. Beato Guerrico de Igny, Res I [33], 5

“Sé bien que deseas que seamos importunos contigo. Aunque parezca
que no nos atiendes, aunque te excuses alegando que ya estás en el cielo
y tus apóstoles se hallan contigo en el lecho, con todo perseveraremos
pidiendo, buscando, llamando”. Beato Guerrico de Igny, Rog [36], 2

“El Esposo -si no me engaño- los hará pasar, entonces, a otros


jardines en los que el reposo es más íntimo, el deleite más placentero,
el panorama, más maravilloso aun. Cuando ustedes estén ocupados en cantar
sus alabanzas entre cantares de júbilo y acción de gracias, él los
arrebatará al lugar de su tienda admirable, hasta la casa de Dios, es
decir hacia aquella luz inaccesible, dado que allí habita, repone sus
fuerzas y al mediodía reposa. Porque si la devoción de quienes salmodian
y oran posee algo de aquella amante curiosidad de los que preguntaban:
Maestro, ¿dónde habitas?, pienso que lograrán escuchar al Señor que les
231
responde: vengan y vean. Ellos fueron, puntualiza el Evangelio, y vieron,
y se quedaron con él aquel día.
Mientras permanezcamos junto al Padre de las luces, en quien no hay
cambio ni alternancia de oscuridad, ignoraremos la noche y gozaremos de
un día que únicamente será de bienaventurada felicidad. Cuando nos
apartamos de allí, recaemos en nuestra noche ¡Pobre de mí!, ¡cuán pronto
se deslizaron mis días, cuán presto me sequé como la hierba, yo, que,
mientras permanecí con él en el jardín, reverdecí y florecí como paraíso
de Dios! Con él soy un jardín de delicias; sin él, un lugar de horror y
vasta soledad”. Beato Guerrico de Igny, Excit [54], 3

“Dichoso -dice- el que permanece en la sabiduría. Ciertamente, esta


es la bienaventuranza, esta la sabiduría, si permaneces en la sabiduría
para abrazarte con perseverancia a ella, porque no es dichoso el hombre
en seguida que la encuentra, sino cuando la retiene. Pues dice la
Escritura: Dichoso el hombre que ha encontrado la sabiduría. Mas no para
ahí, antes añade: y que abunda en prudencia. O sea, no basta haberla
encontrado para creerte al punto bienaventurado, sino que es preciso que
cuando la hayas encontrado, no sólo permanezcas con ella y en ella, sino
que también te deleites compartiendo su morada y su mesa”.
Beato Guerrico de Igny, Ben I [22], 1

“La soberbia del corazón aleja a unos por la sabiduría que habían
hallado; a otros, como lo vemos en Salomón, los aparta por los placeres
de la carne; todos en una palabra, irritados contra ellas (las virtudes),
la dejan por ligereza e inconstancia de ánimo, heridos por una leve
perturbación; son aquellos que creen por un tiempo y a la hora de la
tentación se vuelven atrás. ¿Por qué se vuelven atrás? Por carecer de
raíces que los sostengan. ¿Y cómo podrán arraigar si no permanecen? Jamás
planta alguna pudo arraigar a no ser permaneciendo en el lugar donde fue
colocada.
No es posible que el justo, plantado en la casa del Señor, pueda
arraigarse ni establecerse en la caridad si no se detiene y permanece
estable en el lugar. Porque si no está enraizado no podrá florecer ni dar
fruto que permanezca. Y si pareciera vislumbrarse un comienzo de
esperanza de que va a florecer, se dirá de él: Antes de la mies se ha ido
en flor y todo brotará antes de la sazón, o bien, según otro profeta: Si
diera fruto, se lo comerán los extraños. Ahora bien, ¿quieres saber cuál
es la estabilidad necesaria en un lugar para permanecer en la sabiduría,
a fin de poder arraigar y fructificar a su tiempo? Pregunta a tu padre
Benito y te dirá que el claustro del monasterio, y la estabilidad en la
comunidad, es el lugar idóneo para producir fruto de todas las virtudes,
de las cuales en el mismo pasaje nos teje un largo catálogo”.
Beato Guerrico de Igny, Ben I [22], 2

“Dichosos igualmente vosotros, hermanos, que os habéis inscrito en


la disciplina de la sabiduría y en la escuela de la filosofía cristiana,
pero sólo si permanecéis perseverantes en la sabiduría. Aún en caso de
pareceros muy duro su lenguaje, esto es, muy duros los mandatos del que
gobierna o corrige, no haya entre vosotros ningún corazón incrédulo que
quiera separarse de Dios vivo, antes diga firmemente con el apóstol: Tú
tienes palabras de vida: ¿a quién iremos?
…Sabemos cuán grande es la abundancia de tu dulzura, Señor,
escondida para los que te temen. Perfeccionarás a cuantos esperan en ti.
Aun cuando me mates yo esperaré siempre, digo más, entonces esperaré con
más vehemencia; cuando me azotes, persigas, abrases o hagas desaparecer
todo cuanto vivía en mí, con el fin de que no viva yo sino que Cristo
viva en mí. No nos separaremos de Ti de manera alguna porque matándonos
232
nos das vida, nos sanas hiriéndonos. Verdaderamente dichoso el que
permanece en la sabiduría soportando en constancia y fe, en obediencia
generosa y fiel hasta la muerte, no abandonando su puesto toda vez que el
ánimo del superior se muestre contrario a él, teniendo presente que el
medicamento de la disciplina hará desaparecer los más grandes pecados”.
Beato Guerrico de Igny, Ben I [22], 4

“Para llegar a la sabiduría de permanecer en la sabiduría, estimo


que debemos tener presente que ni la inquietud ni cualquier otra leve
molestia nos debe hacer abandonar fácilmente cualquier obra de sabiduría,
quiero decir… la lectura santa… Si no te entregas con asiduidad al
estudio de la Escritura, de manera que se te haga familiar, ¿cómo esperas
que se te revele el sentido? Al que tiene amor a la palabra –dice- se le
dará inteligencia y abundará, mas a quien no tiene, se le quitará aun lo
que tiene por naturaleza, a causa de su negligencia”.
Beato Guerrico de Igny, Ben I [22], 5

“El temor del Señor piensa siempre en este ojo eterno, que ve y
juzga todas las cosas de continuo y solicita nuestros pensamientos; él
aparta no sólo de las malas obras, sino también de los malos
pensamientos, enseñándonos a meditar más bien en la justicia,
reteniéndonos para que permanezcamos con la sabiduría. De aquí procede
que quien primero fue castigado con el temor del juicio y de la pena, sea
alimentado después con el amor y la meditación de la justicia, y en
definitiva descanse y se regocije en el banquete y abrazo de la
sabiduría”. Beato Guerrico de Igny, Ben I [22], 6

“Esperen, por tanto, en ti cuantos conocen tu nombre, pues tú,


Señor, no abandonas a los que esperan en ti. Siéntese tu pueblo –según
está escrito- rebosante de hermosa paz y en tabernáculos de confianza, en
descanso magnífico y seguridad sempiterna. Paz realmente bella y
seguridad sempiterna poseen los que habitan al amparo del Altísimo, los
que moran bajo la protección del Dios del cielo. Descanso totalmente
magnífico sentarse ocioso bajo la verdadera vid, bajo la higuera, bajo el
olivo, para poder saturarse de la variedad de sus frutos y saborear en el
interior del alma aquel epitalamio de amor: Me senté a la sombra de aquel
que había deseado y su fruto es dulce a mi paladar. Fruto enteramente
dulce al paladar aquel que provoca tan dulce exhalación”.
Beato Guerrico de Igny, Ben II [23], 3

“Esta fe vigilante, no fingida, no disfrazada, es la misma que a mi


modo de ver conduce, por sí sola y por un atajo fácil, a la perfección.
Ella da la gravedad de la observancia, la sobriedad de la modestia, tanto
interior como exterior, y nos hace estar siempre ante el Señor como
servidores sujetos a disciplina. Por esta virtud los apóstoles merecieron
ser llamados hijos del aceite del esplendor. Así como permanecieron ante
el Señor en la tierra contemplándolo por la fe, así ahora están ante él
en el cielo contemplándolo por la visión, y sus ojos ven al Rey en toda
su hermosura, al Rey, cuyo temor era aquí objeto de la meditación de su
corazón”. Beato Guerrico de Igny, PP II [44], 5

“Permanezcamos en esta nave (esta Orden); adhirámonos a la Cruz de


Jesús para poder llegar a el que nos llama y dice: Venid a mí”
S. Elredo de Rieval, STemp Nat BVM I [19], 2

El gozo de la sabiduría sólo puede ser buscado con un espíritu
apacible, y el ojo inquieto no se dirige a ella”.
Gilberto de Hoyland, SC 1,2
233
“Escoja permanecer en la casa de Dios sometido a un maestro que
quebrante su voluntad y reprima la concupiscencia con la brida de la
obediencia, que se cumpla lo que dice el Profeta: Has puesto hombres
sobre nuestras cabezas. Que el siervo no desdeñe imitar a su amo, ya que
no es el siervo mayor que su dueño. Él iba creciendo en saber, en
estatura y en favor de Dios y de los hombres; y al cumplir sus doce años
se quedó en Jerusalén. Lo encontraron la santa Virgen y José, de quienes
se decía hijo, dialogando con los doctores, escuchándoles y
preguntándoles. Sin embargo, bajó con ellos y siguió bajo su autoridad.
Permanece tú también sumiso por amor a Él”.
S. Bernardo de Claraval, Circ 3, 7

“Veamos ahora hasta qué punto debemos mantener la estabilidad en el


lugar los que hemos firmado la cédula de profesión, y si se dan motivos
por los que se pueda o convenga infligir lo prometido. En toda esta
cuestión, por lo visto, también tenéis vuestros reparos. En líneas
generales os digo que a nadie se le permite apearse de un bien al que se
consagró de una vez para siempre; y todo para cambiarse del lugar que
cada cual libremente eligió y al que se comprometió con toda su alma con
una promesa pública. No puedo admitir semejante actitud. Se cumple el
aforismo del Maestro expresado en el Evangelio: El que pone la mano en el
arado y sigue mirando atrás, no vale para el Reino de Dios.
Exíjase, por tanto, el compromiso de la estabilidad al flojo y
apocado, al evasivo contencioso, al holgazán y curioso, y a todos los
tocados por la ligereza de la inconstancia. Manténgase una cierta
indulgencia con los profesos, fieles a la conversión de costumbres y a la
obediencia según la Regla. Y si el ambiente de maldad y la carencia de
espíritu religioso en las comunidades fuese un obstáculo serio, yo
aconsejaría sin dudar un cambio de lugar, impulsado por el Espíritu de
libertad, donde la persona pueda sin tropiezos ofrecer a Dios los votos
que pronunciaron sus labios”. S. Bernardo de Claraval, Pre 44

“Es imposible que el hombre se consagre con fidelidad a una obra, si


antes no ahínca tesoneramente su cuerpo en un lugar. El que por huir de
la enfermedad de su espíritu, anduviese de un lugar para otro, sería como
el que quisiera escapar de la sombra de su cuerpo. Huye de sí mismo, da
vueltas en derredor de sí mismo: trueca el lugar, mas no el ánimo. En
todas partes se encuentra igual, si no es que el cambio lo hace peor,
como suele empeorar el enfermo que es llevado con violencia de una parte
a otra. Dese cuenta de que está enfermo y trate de hallar la causa de su
enfermedad. Si el descanso no se rompe, los remedios aplicados
continuamente pronto aprovecharán y el espíritu se verá libre de
divagaciones, de servidumbre, para entregarse todo a Dios. Muchos y
enérgicos cuidados exige una naturaleza no ya manchada sino infectada.
Manténgase pues, en completo reposo en su enfermería –así suelen llamar
los médicos al lugar donde se curan las enfermedades- y continúe tomando
los remedios recomendados hasta su completa curación”.
Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 53

“Pero está el amor con el cual Dios nos ama, y el amor con el cual
nosotros amamos a Dios. Permaneceremos en el uno y en el otro si
perseveramos en amar a Cristo. Porque el Señor conserva a todos los que
le aman.
… Al decir: El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y
yo en él, Cristo declara abiertamente que el que cree en Él y le come, no
recibe al comerle más que la fuerza de permanecer en Él hasta que Él
venga en la vida eterna. De ahí que el justo ore: Confirma, oh Dios, lo
234
que has hecho en nosotros. Cuando se come este alimento con una fe
perfecta y con la debida veneración, da la justicia, la perseverancia y
la vida eterna; justificados por la fe, arraigados en el amor,
permaneceremos con seguridad en aquél que se ha hecho por nosotros
refugio y “fortaleza, y que, también él, permanece en nosotros para
siempre, como está escrito: Que se alegren todos los que esperan en ti.
Estarán en la alegría para siempre y tu habitarás en ellos”.
Balduino de Ford, Sac alt II, 3

“Así estuvo con los justos del Antiguo Testamento.Ahora está con
nosotros participando de nuestra naturaleza por el misterio de la
Encarnación. No bastó a Jesús, como prueba extrema de su amor, permanecer
con nosotros. Él nos estrecha con un vínculo más fuerte y nos une más
maravillosamente a él por el sacramento de la comunión, a fin de estar él
en nosotros y nosotros en él, según sus palabras: Quien come mi carne y
bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él”. Balduino de Ford, Tract I
“En el momento de nuestra conversión comenzamos a humillamos bajo la
poderosa mano de Dios, a permanecer en reposo ante el Señor y a
estremecernos ante sus palabras. Entonces, también él reposa en nosotros,
como lo atestigua diciendo: ¿Sobre quién descansará mi Espíritu, sino
sobre el humilde y reposado, y que tiembla ante mis palabras?. Y nosotros
descansamos en él, como dice de nuevo: Aprended de mí porque soy manso y
humilde de corazón y encontraréis reposo para vuestras almas
… Amemos pues al prójimo ya sea en Dios, si es bueno; ya a causa de
Dios, si es malo. Amémoslo para poder habitar así en Jacob, es decir,
para permanecer en la comunión de los justos, y alejarnos de la comunión
de los malos; para que nunca seamos de ellos, ni cuando debemos vivir
entre ellos o con ellos”. Balduino de Ford, Tract V

“A veces, empero, quien siente y no consiente, tiene resuelto en su


corazón no consentir en absoluto, y tiene el deseo de no sentir en
absoluto la tentación. Pero lo que siente, proviene de su debilidad; lo
que no consiente, de su fuerza. El hecho de desear no sentir
absolutamente nada, es empeño de permanecer en paz y seguridad”.
Balduino de Ford, Tract XI

“El amor no puede no ser generoso, odia permanecer solitario. En el


exceso de su prodigalidad, como por el amor de la comunión, se esfuerza
por merecer la comunión del amor. ¿Cuál sería la generosidad del amor si
quisiera retener sus bienes sólo para sí y no quisiera compartirlos? ¿O
cuál sería el consuelo del amante, si permaneciera amando él solo sin ser
amado a su vez? Escrito está: ¡Ay del solo!.
El amor solitario es un tormento para sí mismo, y en cierto modo se
odia a sí mismo, puesto que no quiere en absoluto permanecer solitario,
ni tampoco no ser mutuo: y, así como no puede ser despojado de su
generosidad y de su naturaleza, así tampoco puede dejar de amar la
comunión de los bienes, y la comunión respecto de sí mismo.
… Esta unidad del espíritu que se encuentra en nosotros por la
caridad de Dios, se guarda en nosotros por el amor al prójimo, a fin de
que permanezcamos simultáneamente en el amor a Dios y al permanecer en
este amor permanezcamos en Dios, y Dios en nosotros. En el amor al
prójimo se revela, se incrementa y se arraiga el amor a Dios”.
Balduino de Ford, Tract XV

Permanecer

235
Guillermo de Saint–Thierry
- Ep frat 53

S. Bernardo de Claraval
- Circ 3, 7
- Pre 44

Beato Guerrico de Igny


- Adv I [1], 3
- Adv I [1]], 4
- Adv IV [4], 1
- Epi IV [14], 7
- Ben I [22], 1
- Ben I [22], 2
- Ben I [22], 4
- Ben I [22], 5
- Ben I [22], 6
- Ben II [23], 3
- Palm II [30], 6
- Res I [33], 5
- Rog [36], 2
- JB II [41], 2
- JB IV [43], 3
- JB IV [43], 5
- PP II [44], 5
- Excit [54], 3

S. Elredo de Rieval
- STemp Nat BVM I [ 19], 2

Gilberto de Hoyland
- SC 1, 2

Balduino de Ford
- Sac alt II, 3
- Tract I
- Tract V
- Tract XI
- Tract XV

Pobreza

“Cristo que era rico se hizo pobre por nosotros y nos dio el
precepto de la pobreza voluntaria. Se dignó dársenos él mismo como modelo
de esta pobreza”. Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 160

“¿de qué nos serviría una sobriedad tan austera en nuestras comidas,
una pobreza tan notable en el hábito que vestimos, tantos sudores en el
diario trabajo manual, tanto rigor de ayunos y vigilias constantes, una
vida monástica tan especial y tan dura, si al fin todo lo hacemos para
ser admirados por los hombres?”. S. Bernardo de Claraval, Apo 1, 4

“Una Orden (nuestra) que fue la primera en toda la Iglesia. Con ella
precisamente nació la Iglesia. No había en la tierra otra como ella, tan
parecida a los coros angélicos. Ninguna más próxima a la Jerusalén
celestial, nuestra Madre, por la nitidez se su pureza y por el fuego de
su amor, pues sus fundadores fueron los Apóstoles y a sus iniciadores les
236
llama santos muchas veces el apóstol Pablo. Nadie en aquella comunidad
guardaba para sí lo que era suyo; todo lo distribuían según lo que
necesitaba cada uno, y no para satisfacer sus pueriles caprichos. Como
nadie recibía más que lo necesario, no tenían ni siquiera ocasión de
poseer nada superfluo o especial, y menos aún nada singularmente
llamativo.
Aplicando la frase según lo que necesitaba cada uno a las prendas de
vestir, significa que eran las imprescindibles para cubrirse y
abrigarse…. Se le daba a cada uno lo necesario. No podrían preocuparse
demasiado del precio, de la calidad o del color de la ropa si pusieran
toda su alma en la mutua concordia, en su unidad espiritual y en el
cultivo de la virtud. En el grupo de los creyentes todos pensaban y
sentían lo mismo”. S. Bernardo de Claraval, Apo 24, 2

“La virtud que practicamos no es verdadera si es completamente ajena


a la de nuestro modelo. Y nuestras alas no sirven para nada si no están
plateadas. Ala de envergadura es la pobreza, que de dos batidas se
remonta hasta el Reino de los cielos. Las restantes virtudes nos orientan
en la promesa hacia el futuro del Reino. A la pobreza no se promete el
Reino; se le da. Por eso alude a la vida presente: Tiene ya el Reino de
los cielos. Mientras que en los otros enunciados se dice: Van a heredar,
Serán consolados, o alto semejante.
… Vemos, sin embargo, a algunos pobres que no viven la verdadera
pobreza; de lo contrario, no estarían tan apocados y tristes, como
corresponde a reyes, y reyes del cielo. Quieren ser pobres a condición de
que no les falte nada. Les gusta la pobreza, pero no aguantan ninguna
privación.” S. Bernardo de Claraval, Adv IV, 5

“Plateemos, por tanto, nuestras plumas en la vida de Cristo, como


los mártires lavaron sus vestidos en la pasión del Señor. Imitemos, según
nuestro alcance, a aquel que se abrazó a la pobreza y, aunque tiene en
sus manos los goznes de la tierra, no tuvo nada para reclinar su cabeza”.
S. Bernardo de Claraval, Adv IV, 7

“En ti sola aquel Rey rico y riquísimo se abatió, el excelso se


humilló, el inmenso se abrevió y se hizo como algo menor que los ángeles;
encarnó en ti el verdadero Dios e Hijo de Dios. Pero ¿con qué intento?
Sin duda con el fin de que con su pobreza fuéramos todos enriquecidos,
con su humildad ensalzados, con su abatimiento engrandecidos, y
juntándonos a Dios por su encarnación comenzáramos a ser un mismo
espíritu con El”. S. Bernardo de Claraval, Ann III, 8

“¿Acaso no valoráis mucho más vuestra pobreza que todos los tesoros
del mundo? Efectivamente, la pobreza os libera de toda palabra cruel.
¿Cómo podría exigiros Dios lo que habéis abandonado por su amor? Y, por
añadidura, con el trabajo de vuestras manos alimentáis y vestís al mismo
Cristo en los pobres para que nada le falte. Dad, pues, gracias a Dios;
vivid alegres, diciendo: Porque él me libró de la red del cazador y de
toda palabra cruel. Estad alegres, os lo repito; pero, de momento, seguid
temiendo. Quiero que viváis alegres, pero no seguros; con la alegría que
viene de Espíritu Santo, pero con temor y precavido contra la recaída”.
S. Bernardo de Claraval, QH III, 4

“Cristo emplea la misma táctica. Para que sus soldados defiendan


mejor lo que de suyo es inferior, su propia carne, la sacrifica con una
mayor estrechez, por así decirlo, mediante la pobreza de los bienes
materiales. Pues no quiere verlos sobrecargados por el exceso de

237
riquezas, sino que estén contentos teniendo lo suficiente para comer y
vestirse, como dice el Apóstol”. S. Bernardo de Claraval, QH V, 2

“¡Feliz la pobreza voluntaria de los que todo lo dejaron para


seguirte sólo a ti, Señor Jesús!”. S. Bernardo de Claraval, QH VIII, 12

“El trabajo, la vida oculta, la pobreza voluntaria, son auténticos


signos que ennoblecen la vida monástica”.
S. Bernardo de Claraval, Ep 42, 37

“Nuestra Orden es abyección, es humildad, es pobreza voluntaria,


obediencia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Nuestra Orden es ser
1.sumiso al maestro, al abad, a la Regla, a la disciplina. Nuestra Orden
es amar el silencio, ejercitarse en los ayunos, las vigilias, la oración,
el trabajo manual y sobre todo mantenerse en el camino más excelso: el
amor. En una palabra: progresar así hasta el final de la vida”.
S. Bernardo de Claraval, Ep 142, 1

“¿Qué diré del mismo hábito, en que ya no se busca el calor, sino el


color, y se cuida más del lustre de los vestidos que de las virtudes?
¡Vergüenza da el decirlo! Queda muy atrás la viva afición a adornarse,
propia de las mujeres del siglo, cuando con tanto cuidado solicitan los
monjes el precio en los vestidos, no la necesidad; a lo menos dan a
entender en esto que, despojándose de la forma de religión, desean no ser
armados, sino adornados los mismos que hicieron profesión de soldados de
Cristo; los cuales, cuando debían prevenirse para la batalla y poner
delante, contra las potestades del infierno, las insignias de la pobreza
(que ciertamente ellas temen mucho), mostrando más en la delicadeza de
sus vestidos las señales de paz, voluntariamente se entregan, sin haber
recibido herida y desarmados, al enemigo”.
S. Bernardo de Claraval, Miss IV, 10

“Ya hemos consumido el tiempo y urge que marchemos al trabajo


manual, según lo exige nuestra pobreza y nuestro género de vida”.
S. Bernardo de Claraval, SC 1, 12

“Y la pobreza de Cristo supera, con mucho, a todas las riquezas y


tesoros juntos.
¿Qué puede hallarse más enriquecedor y de más valor que la humildad?
Por ella se compra el reino de los cielos y se alcanza la gracia divina,
como dice el Evangelio: Dichosos los que eligen ser pobres, porque tienen
el reino de los cielos. Salomón añade: Dios se enfrenta con los
arrogantes, pero concede gracia a los humildes. El nacimiento del Señor
te inculca la humildad: le ves anonadado, tomando la condición de esclavo
y viviendo como un hombre cualquiera”.
S. Bernardo de Claraval, V Nat IV, 6

“¡Pobreza rica, desnudez opulenta! Pero con tal que lo seas


cristiana y voluntariamente”. Beato Guerrico de Igny, Epi I [11], 1

“Bienaventurado Jesús, ¡cuán distinto es el gozo tuyo con que


consuelas ahora a quienes renuncian a aquel gozo falso y falaz! ¡Cuánto
mejor es tu misericordia que la vida!¡Cuánto mejor es un día en tus
atrios que mil fuera de ellos !¡Cuánto más felices haces a tus pobres con
tu pobreza que lo que puede hacerlos el mundo con tan grande afluencia de
bienes, donde todo lo que afluye se esfuma y arrastra consigo a quien le
está unido! Otras delicias eran las que se derramaban sobre la familia
pobre de Cristo, a la cual inundaba el ímpetu del río que alegra la
238
ciudad de Dios, cuando en este día el Espíritu, a manera de torrente,
llenó toda la casa donde estaban sentados los apóstoles”.
Beato Guerrico de Igny, Pent I [38], 3
“Cuando el amor de Cristo llena de tal modo todo el afecto del
hombre, que olvidándose y perdiéndose a sí mismo, sólo le preocupa Cristo
y lo que quiera Jesús, entonces creo que la caridad ha llegado en él a la
perfección. A quien se halla penetrado de este afecto, la pobreza no es
gravosa; no siente las injurias, se ríe de los oprobios, tiene en poco
los perjuicios, estima la muerte como ganancia; digo más, no piensa que
muere, cuando sabe de cierto que pasa de la muerte a la vida. Por eso
asegura confiadamente: Iré y lo veré antes de que yo muera”.
Beato Guerrico de Igny, Res I [33], 5

“Aunque sepáis muy bien todo esto, hermanos quisiera no obstante


recordaros cómo la verdadera y bienaventurada pobreza de espíritu se
halla más en la humildad del corazón que en la carencia de cosas
materiales; ella consiste más en arrojar de sí la soberbia que en el
desprecio de los bienes. A veces es útil poseer bienes; retener la
soberbia es siempre nefasto.
Poco aprovecha renunciar a las riquezas del siglo si no se renuncia
a sus costumbres. Digo más, es necio y ridículo despojarse de las
riquezas y enredarse en los vicios de los ricos; hacerse pobre de bienes
y no enriquecerse de virtudes; abandonar todas las cosas y no seguir a
Cristo…
Gloriémonos, pues, hermanos, de ser pobres por Cristo, pero
trabajemos para ser humildes con Cristo”.
Beato Guerrico de Igny, OS [53], 5

“Por lo tanto, quienes poseen riquezas difícilmente entrarán en el


reino de los cielos y los que atesoran plata prefieren más sopesarla en
sus manos que emplearla en panes, es decir, en los ácimos de sinceridad y
verdad con los cuales debe ser comido el Cordero pascual. Dichosos
vosotros, los pobres, hijos del Crucificado pobre, vosotros, repito, que
no tenéis dinero, apresuraros, comprad y comed…
Cuando falta la posibilidad de comprar, basta la buena voluntad por
la cual a menudo son más ricos quienes son más pobres en bienes
temporales. Ciertamente a esto invita con razón la Escritura: Venid,
comprad sin dinero, y sin ninguna otra permuta, vino y leche”.
Beato Guerrico de Igny, Res II [34], 4

“Se contentó en todo con la pobreza materna y en todo se sometió a


su Madre, para que ya en su nacimiento pareciera nacer el modelo de toda
vida religiosa”. Beato Guerrico de Igny, Nat V [10], 4

“Gran testimonio de fe del pueblo hebreo; al ver al Señor pobre,


sentado en un asno, y por añadidura prestado, sin embargo le prestaba
toda su confianza y devoción, no sólo extendiendo para él sus vestidos en
el camino, sino también poniendo todo de su parte para tributarle honor.
Israel conoció muy bien al pobre y desvalido porque el profeta había dado
como signo para reconocer al Salvador esa pobreza que lo llevó a
despreciar a los soberbios. Es pobre, dicen, y está sentado en un asno.
En este signo puedes reconocer que viene tu rey, cuyo reino no es de este
mundo; él para vencer la soberbia que reina en el mundo, predicó la
pobreza y la humildad, tanto por la palabra como por el ejemplo”.
Beato Guerrico de Igny, Palm IV [32], 3

“A los discípulos, que se habían hecho pobres para seguir a Cristo


pobre, [el mismo Señor] les hablaba diciendo: En el día de la
239
regeneración, cuando el Hijo del hombre se siente en el trono de su
majestad, os sentareis también vosotros sobre doce tronos”.
Beato Guerrico de Igny, Asspt I [47], 5
“Dejando a un lado otras leyes naturales, todo cuanto produce la
madre tierra está destinado para ser repartido entre todos sus moradores.
Según esto, para aquellos que participan de la misma hermandad de
adopción y de una única herencia ¿cómo no les ha de ser común el uso del
pan proporcionado por el Padre celestial? Tal derecho, no obstante, sea
hijo de una caridad bien ordenada que, conforme al mandato evangélico,
remedie en primer término las propias necesidades; mas ¿quién será capaz
de medir con exactitud las propias necesidades? O ¿Quién podrá emitir un
juicio ecuánime entre lo necesario y lo superfluo?
Prestemos atención, hermanos, no vaya a suceder que seamos
inculpados de la muerte de nuestros hermanos los pobres, bien por retener
lo superfluo, bien por gastar aquello que podría emplearse en el sustento
de su vida. Y pues la fiesta presente de la purificación de la purísima y
la más pobre Virgen María nos movió a tratar de nuestra propia
purificación, tengamos presente que en esto consistirá de manera
indubitable la purificación: en desterrar de nosotros todo cuanto es
superfluo, de modo que no sólo en la perfección de la castidad, sino
también en la simplicidad de la pobreza, imitemos de alguna manera a la
Madre pobre de Cristo pobre, a quien sea el poderío y la dominación ahora
y por todos los siglos. Amén”. Beato Guerrico de Igny, Pur IV [18], 6

“La humildad de Cristo que debemos imitar si queremos ser


perfectamente purificados es tiene siete efectos. …siendo rico se hizo
pobre,… llevando la pobreza al extremo que puesto en un pesebre.
Seguirás las huellas de este gran gigante, aunque sea de lejos, si
amas la pobreza, si entre los pobres eliges el último lugar”.
Beato Guerrico de Igny, Epi IV [14], 7

“Ciertamente son felices los que, habiendo arrojado de sí la carga


de este mundo, vil, pero pesada, no ambicionan otra riqueza fuera del
Creador del mundo, por cuya causa, no teniendo nada, lo poseen todo.
Cuando el heredero de Dios y coheredero de Cristo, una vez adulto y
emancipado, sea introducido en la posesión plena de la herencia
esperada…el mundo reconocerá el hombre ya no se conforma con el mundo,
sino que está reformado en la novedad de su espíritu, a la imagen de Dios
según la cual fue hecho”. Beato Guerrico de Igny, OS [53], 3

“Ninguna de estas cosas te corresponde a ti, porque tú debes mas


bien recibir lo que necesitas como pobre entre los pobres, en vez de
andar buscando lo ajeno ¿No te has desprendido ya de lo tuyo por amor a
Cristo? Es un síntoma de notable infidelidad que la reclusa ande agobiada
por el día de mañana. Porque ya ha dicho el Señor: Vosotros buscad su
reino y todo se os dará por añadidura”. S. Elredo de Rieval, Inst, 9
“En realidad, si tienes algo más que el sustento y el vestido
necesarios, ya no eres monja y entonces ¿Qué puedes dar de limosna?”.
S. Elredo de Rieval, Inst 11

“Y si temes el escándalo porque no socorres a los pobres ni das


acogida a los huéspedes, nadie te acusará cuando conozcan tu
desprendimiento y la santidad de tu vida”. S. Elredo de Rieval, Inst 15

“Confórmese la reclusa con los vestidos necesarios par defenderse


del frío… como fiel guardiana de la pobreza, procure incluso algo menos
de lo que una justa necesidad puede exigir”. S. Elredo de Rieval, Inst 53

240
“Unos aman la pobreza por Cristo, son imitadores de la pobreza de
Cristo y de ellos es el Reino de los cielos. Otros no la aman, sino que
pacientemente la soportan y son purificados en el crisol de la pobreza, a
fin de que, probados, puedan entrar en el Reino de los cielos. Otros,
empero, ni aman la pobreza para sí, ni la soportan: no les falta nada
como para ser pobres; pero aman a los pobres por Cristo, les dan
fácilmente, comparten, y no esperan en lo inseguro de las riquezas, sino
que atesoran para sí un buen capital para el futuro, a fin de conquistar
la vida eterna. Estos, en virtud de la pobreza han de entrar en el Reino
de los cielos, pero serán recibidos por los pobres, y para consuelo de
estos han de acoger la alternativa de un feliz intercambio.
Pero si todos los buenos han de entrar en el Reino de los cielos,
tanto los que aman la pobreza, como los que la soportan, como también los
que la remedian: ¿qué significa que este Reino que todos deben compartir,
sólo es prometido a aquellos que abrazan la pobreza voluntaria, si sólo
estos son considerados como pobres de espíritu? Y es por esta diferencia
que no se dice de ellos: Entrarán en el Reino de los cielos, sino lo que
parece mayor aún: De ellos es el Reino de los cielos.
…Los pobres de espíritu que no abajan su corazón hacia las cosas de
la tierra sino que desean las del cielo, suspiran y se abrasan por ellas;
estos elevan su alma hacia Dios. Allí está su vida escondida con Cristo,
allí va su mirada y su amor, allí está su tesoro y su corazón. ¡Oh feliz
pobreza, que ha de ser recompensada no sólo en el Reino de los cielos,
sino con el mismo Reino de los cielos! ¡Oh feliz pobreza, aunque
despreciable para el mundo, digna de ser honrada, sin embargo, para Dios!
Él se apiada del pobre y del indigente, y salvará las almas de los
pobres, y hará su nombre digno de honra ante él”.
Balduino de Ford, Tract IX

“Como si dijera: vosotros buscáis la bienaventuranza, pero ella no


se encuentra donde la buscáis. Corréis, pero fuera del camino. Éste es el
camino, por donde se va a la felicidad. La pobreza voluntaria por causa
de mí, ésta es la felicidad. Mucho corréis, pero mal; cuanto más
velozmente, tanto más os apartáis de él. El camino es la pobreza, no es
la felicidad. Por el camino se ha de ir, para poder llegar”.
Isaac de Stella, OS I [1], 18

“Vigilemos, pues, hermanos, y muchísimo, contra la peste de la


acedia que suele ser engendrada por una seguridad inmadura; los más
perfectos, seguros de haber desdeñado los vicios, se adormecen en su
buena conciencia como si no tuvieran nada que temer; los imperfectos se
adormecen en la seguridad de las cosas materiales, todas las cosas les
viene sin trabajo, los otros se las procuran.
He aquí amadísimos, por qué los santos Padres, de los cuales
nosotros, hombres hartos y robustos, por no decir llenos de grasa,
engorados, hemos osado seguir sus huellas por senderos arduos y
estrechos, colocaron como piedra angular de los dos muros del edificio
espiritual la pobreza, dividiéndola en dos clases y orientándola en dos
direcciones: la pobreza efectiva y la espiritual, a fin de que quien ve
su incapacidad en la una y en la otra, sea circunspecto y solícito en
ambas y no pueda descuidar ninguna de las dos”.
Isaac de Stella, 4p Epi [14], 10

“Sigamos el modo de vida de aquel que nació pobre, vivió pobre y


murió pobre. Porque nuestra confianza estriba en que como él fue en este
mundo, así también lo seamos nosotros, y así como él anduvo, así ande
quien dice que permanece en él”. Isaac de Stella, O Epi I [8], 14

241
“Confesar la propia fe es anunciar a Cristo con la lengua y la vida,
la palabra y el ejemplo, las conversaciones y las costumbres; es llevar
la humillación de Cristo, no avergonzarse de la humildad, la pobreza y
todo abajamiento soportado por Cristo. Balduino de Ford, Sac alt III, 1

Pobreza

Guillermo de Saint-Thierry
- Ep frat 160

S. Bernardo de Claraval
- Adv IV, 5
- Adv IV, 7
- Ann III, 8
- Apo 1, 4
- Apo 24, 2
- Ep 42, 37
- Ep 142, 1
- Miss IV, 10
- QH III, 4
- QH V, 2
- QH VIII, 12
- SC 1, 12
- V Nat IV, 6

Beato Guerrico de Igny


- Nat V [10], 4
- Epi I [11], 1
- Epi IV [14], 7
- Pur IV [18], 6
- Palm IV [32], 3
- Res I [33], 5
- Res II [34], 4
- Pent I [38], 3
- Asspt I [47], 5
- OS [53], 3.5

S. Elredo de Rieval
- Inst, 9
- Inst, 11
- Inst, 15
- Inst, 53

Isaac de Stella
- O Epi I [8], 14
- OS I [1], 18
- 4p Epi [14], 10

Balduino de Ford
- Sac alt III, 1
- Tract IX

Quietud - Reposo

“Sin duda, la divina providencia por una gracia admirable dispuso


que en estos desiertos que habitamos tengamos la quietud de la soledad
sin carecer, no obstante, del consuelo de una agradable y santa compañía.
242
Cada uno puede sentarse solitario y callar, ya que nadie le dirige la
palabra, por otra parte, no puede decir: Pobre del que está solo, porque
no tiene a nadie que lo reanime ni levante si llegara a caer”.
Beato Guerrico de Igny, Adv IV [4], 2

“La quietud es agradable para los que están cansados. Por eso, grata
y oportunamente os llega este día de reposo y de fiesta a vosotros que
estáis cansados, para que, a la vez que celebramos el reposo de la santa
Madre de Dios, no sólo se recreen nuestros cuerpos por esta quietud del
trabajo de las mieses, sino también los corazones respiren con el
recuerdo y amor de aquella quietud eterna.
El fruto de este trabajo será aquel reposo; reposo del trabajo,
recompensa por el trabajo, cuyo fiel recuerdo repara las fuerzas durante
el trabajo”. Beato Guerrico de Igny, Asspt III [49], 1

“¡Feliz el que en todos sus trabajos y caminos busca el reposo


celestial! Se apresura siempre por entrar en aquel reposo, afligiendo su
cuerpo a causa de tal deseo, preparando y ubicando ya el alma en aquel
reposo, teniendo paz con todos los hombres, en cuanto dependa de él.
Prefiere espontáneamente el reposo y el ocio [otium] de María, pero asume
por necesidad el trabajo y las ocupaciones [negotium] de Marta, aunque lo
cumple en lo posible con paz y quietud de espíritu, recogiéndose de las
múltiples distracciones en lo único necesario.
Tal hombre aun cuando trabaja descansa…
…todo lo que se desvía de la simplicidad y unidad de su centro está
en movimiento y agitación. Y con tanto mayor rapidez gira un círculo
cuanto más se aparta de la inmovilidad de su principio, es decir, de su
eje.
En todas las cosas busqué el reposo, o sea, que, en la multiplicidad
de sus acciones por las cuales son turbados y turban a los demás;
deberían considerar y buscar lo único necesario”.
Beato Guerrico de Igny, Asspt III [49], 2

“En todas las cosas busqué el reposo… es la voz de la Sabiduría, la


voz de la Iglesia, la voz de María, la voz de toda alma sabia.
La Sabiduría buscó el reposo en todas las cosas, pero solamente la
halló en los humildes. La iglesia buscó el reposo en todas las naciones
del mundo, pero solamente lo halló en los creyentes. María, al igual que
toda alma fiel, buscó el reposo en todas sus acciones, pero sólo lo halló
hoy cuando…, al fin le es dado decir: Alma mía recobra tu reposo, porque
el Señor ha sido bueno contigo.
Reposa, pues, oh dichosa, en los brazos de tu Esposo. Él…reposó en
la tienda de tu cuerpo, y… en el aposento secreto de tu corazón.
Dios no es injusto, no olvida ni una sola obra buena, tiene siempre
en la memoria el recuerdo de un beneficio recibido. Bienaventurado aquel
en quien Dios encontró reposo siquiera una sola vez en cuya tienda reposó
al menos una hora”. Beato Guerrico de Igny, Asspt III [49], 3

“… ¿Quién de entre nosotros será tan humano y hospitalario que se


levante, le abra y lo conduzca a su aposento, y le muestre una sala
grande y preparada, donde pueda comer la nueva pascua con sus discípulos?
Os digo esto, hermanos: si él no encuentra en nosotros el reposo que
busca, tampoco nosotros encontraremos en él el reposo que anhelamos.
Si Dios mira como hecho a sí mismo todo acto de humanidad para con
uno de sus miembros, ¿cuánto más recordará con gratitud lo que se hace a
su mismo Espíritu diciendo: fui peregrino y me recibisteis? ¿Acaso la
pobreza de muchos santos que no les permite recoger vagabundos ni
alimentar a los hambrientos, podrá mostrarse inhumana e inhospitalaria
243
con el Señor, que acostumbra a hospedarse principalmente entre los
pobres? ¿En quién reposaré, dice, sino en el humilde? En todas las cosas
busqué reposo, pero lo encontré en mi humilde esclava. No se ha
encontrado otra semejante a ella por la gracia de la humildad. Y ello
hizo que en esta plenitud de humildad reposara corporalmente toda la
plenitud de la divinidad, si bien reposó de otra manera en el Hijo,
porque aunque la Madre es humildísima mucho más humilde es el Hijo.
Por tanto, el Espíritu Santo septiforme, no sólo reposó sobre él,
sino también preparó diversas mansiones de felicísima quietud para
aquellos que aprendieron de él a ser mansos y humilde”.
Beato Guerrico de Igny, Asspt III [49], 4

“Pero habría que examinar también la razón y conveniencia de estas


palabras: ¿En quién reposaré, sino en el humilde y tranquilo? Porque
¿cómo podría descansar sobre lo que está agitado [inquietum]? ¿Cómo
podría permanecer inmóvil una columna sobre una base insegura y
vacilante? ¿Y quién puede estar tranquilo [quietum], sino el humilde?
¿Quién, a no ser el humilde, puede poseerse a sí mismo en la paz de un
espíritu tranquilo y modesto? … Por consiguiente, para que repose en
vosotros, hermanos míos; aquel que ama y da la quietud, conforme al
consejo del apóstol, trabajad por vivir en tranquilidad. ¿De qué manera
conseguiréis esto? [Pablo] añade; Cumplid vuestro deber y trabajad con
vuestras manos. El trabajo es un peso que, así como el lastre nivela a la
nave, comunica descanso y estabilidad a los corazones inquietos, y además
afirma y pone en orden el estado del hombre exterior.
Beato Guerrico de Igny, Asspt III [49], 5

“Procuremos, pues, darnos todos al trabajo para vivir en


tranquilidad, a fin de que en nuestro reposo nos ocupemos en la
meditación del reposo eterno, y por el deseo de él estemos dispuestos
para todo trabajo. Que la bienaventurada Madre de Dios, cuyo reposo
celebramos, nos lo obtenga de aquel que reposó en la tienda de su cuerpo
y de su corazón. Él es el reposo eterno, Cristo Jesús”.
Beato Guerrico de Igny, Asspt III [49], 6

“Sólo un espíritu en reposo puede buscar el deleite de la


sabiduría”. Gilberto de Hoyland, SC 1, 2

“Allí donde hay humildad y reposo, allí en el ocio espiritual del


silencio, la paz y la tranquilidad celebran ciertamente su fiesta”.
Adam de Perseigne, Ep XXIX

“Pero el día sexto recogió cada uno el doble, a saber, dos gomor por
cabeza. Los principales del pueblo vinieron a decírselo a Moisés, que les
contestó: esto es lo que ha ordenado el Señor: el reposo del sábado
estará consagrado al Señor.
… Pero también en el estado actual puede decirse que hay en la
Iglesia o en el alma un desierto, porque huyendo del tumulto y de la
multitud de los errores y de los vicios, se vuelven hacia el reposo del
espíritu. Por eso decía un penitente: He venido a ser como pelicano en el
desierto. Y también: He aquí que he huido a lo lejos y he quedado en la
soledad.
… La justicia perfecta es el gomor del sábado, porque los que la
recogen poseen el reposo sabático del corazón en la paz y el reposo, en
el gozo y la alegría
… Moisés añade; El reposo del sábado estará consagrado al Señor. El
Señor ama el reposo; ama descansar en nosotros, y mediante esto que
nosotros reposemos en Él. Pero hay un reposo del tiempo venidero del cual
244
está escrito: En adelante, dice el Espíritu, que descansen de sus
trabajos. Y hay un reposo del tiempo presente del cual dice el Profeta:
Descansad de hacer el mal. Se llega al reposo del tiempo futuro por las
seis obras de misericordia enumeradas en el Evangelio en el pasaje en que
se dice: Tuve hambre y me disteis de comer, etc.; o por la perfección que
indica el número seis, según la medida de justicia más o menos grande que
tiene cada uno. Porque hay seis días durante los cuales hay que trabajar;
a continuación viene la noche, es decir la muerte, donde nadie puede
trabajar. Después de estos seis días viene el sábado, porque después de
la consumación de las buenas obras viene el reposo de las almas”.
Balduino de Ford, Sac alt III, 2

“¿Qué quiere decir en sí esta promesa: Bienaventurados los mansos,


porque ellos poseerán la tierra?
… ¿Es que la virtud de los mansos es de tal mediocridad y de un
mérito tan mezquino que deba otorgársela la recompensa en la tierra?
Cuánta sea la alabanza que se hace de ella, escuchémoslo cuando el Señor
se propone a sí mismo como ejemplo de la mansedumbre que debe aprenderse:
Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis reposo
para vuestras almas. Y dónde reposa su espíritu, lo muestra al decir:
¿Sobre quién reposará mi espíritu, sino sobre el humilde y tranquilo, que
teme mis palabras? Si pues el espíritu de Dios reposa sobre los mansos
para que ellos mismos también reposen en él, como quienes encuentran
reposo para sus almas, más y más nos puede mover a pensar por qué a esta
virtud tan alabada y de tanto mérito el Señor le promete la tierra, él
que defiende a los dóciles de la tierra; que conduce en el juicio a los
dóciles y a los dóciles enseña sus caminos, él que se levanta en el
juicio, para salvar a todos los dóciles de la tierra”.
Balduino de Ford, Tract IX

“¿Cuándo me apartaré de mi miseria tan cuantiosa, tan grande? ¿Hacia


dónde me volveré, para encontrar el reposo? Pues en todas las cosas
busqué el reposo, pero en donde lo buscaba nunca lo encontré. ¡Oh reposo!
¿Dónde estás y dónde te encontraré? Sé que no te encontraré, si tú no
vienes a mí.
Señor Dios, tú solo eres el reposo de las almas, y no hay paz para
nosotros en medio de toda esta miseria, sino por ti, y en ti. Yo, por
cierto, para encontrar el reposo en ti, me volví hacia tu heredad donde
reposas y dije: Moraré en la heredad del Señor. Esto lo dije por el
propósito de mi espíritu, el deseo de mi corazón, mi voto de profesión;
concédeme ahora que pueda decirte: Quien me creó, reposó en mi tienda.
Haz en mí tu tienda, y reposa en mí, para que yo repose en ti. En efecto,
este es tu reposo, el obrar nuestro reposo. Obra pues en mí, para que yo
te amé ante todo y, sobre todo; para que no desee nada fuera de ti, nada
sino a ti o por ti: y habrá paz para mí, y habrá para mí reposo en mi
corazón; basta de malos deseos, de malicia de mi corazón, de
preocupaciones tan numerosas, tan malas, tan acerbas que devoran mi
corazón como aves con picotazo amarguísimo.
¡Oh! cuán dichoso me diría y me sentiría en lo profundo de mi
corazón, si encendido en el sólo deseo de ti, ardiendo y suspirando, he
aquí que pudiera decir con el Profeta: ¿A quién tengo yo en los cielos?
Fuera de ti, nada deseo sobre la tierra. Si pudiera decir esto, ¿por qué
no añadir enseguida lleno de agradecimiento: idos, idos bonísimas
preocupaciones mías, y perturbaciones mías: porque es en vano que se
conturba todo hombre?. Idos inquietudes mías, y dad lugar a mi paz y a mi
reposo; porque: Dios de mi corazón, y mi porción es Dios para siempre.
¡Oh Señor Dios, reposo de las almas, si me dieras el reposo de mis
malos deseos, que son la raíz de todos mis males!, ¿qué depravación
245
extraña podría perjudicarme, cuando ya no fuera dominado por mi propia
iniquidad?”. Balduino de Fod, Tract V

“Ese sueño es aquel en que tras sosegarse los sentidos carnales y


alejar de lo íntimo del corazón las preocupaciones temporales, el alma
santa descansa en la suavidad de Dios, saboreando y percibiendo qué dulce
es el Señor, y qué dichoso el que confía en él”.
S. Elredo de Rieval, Spec I, 67

“Unas veces se siente quietud y gozo por la pureza de la propia


conciencia; en otro momento procede de la dulzura del amor fraterno, y
otras veces se adquiere más plenamente en la contemplación de Dios”.
S. Elredo de Rieval, Spec III, 5

“Pero como la caridad ha sido derramada en nuestros corazones,


precisamente por el Espíritu Santo que se nos ha dado, siempre se
mantiene el número siete, aunque al multiplicarse el siete por sí mismo
se nos revela el progreso de la caridad. Porque el día séptimo es como el
inicio de la caridad, el año séptimo su progreso, y el año cincuenta, que
es el siguiente al resultado de siete por siete, su plenitud. En todos
hay reposo, en todos holganza, en todos cierta fiesta espiritual.
Primeramente, el descanso consiste en la pureza de la conciencia, después
en la dulcísima unión de muchos espíritus, y finalmente en la
contemplación de Dios. En el primer sábado se está libre de delito, en el
segundo de la codicia, y en el tercero de toda clase de ocupación. En el
primero la mente saborea qué dulce es Jesús en su humanidad, en el
segundo ve qué perfecto es en su amor, y en el tercero cuán sublime en su
Divinidad. En el primero se recoge en sí mismo, en el segundo se abre al
exterior, y en el tercero es arrebatado sobre sí mismo”.
S.Elredo de Rieval, Spec III, 19

“Mi destierro se ha prolongado. ¿Quién me diera alas de paloma para


volar raudamente hacia la verdad y hallar el reposo en la caridad? Pero
como no las tengo, enséñame, Señor, tu camino, para que siga tu verdad; y
la verdad me hará libre”. S. Bernardo de Claraval, Hum 26, 1

“La fe sin obras es un cadáver, igual que la flor cuando despunta y


no trae fruto. Reanimadme con flores, dadme vigor con manzanas, porque
desfallezco de amor. Por tanto, el alma habituada a la quietud sólo se
consuela con las buenas obras arraigadas en una fe no fingida, cuantas
veces se le oculta la luz de la contemplación, como suele suceder. Pues
¿quién goza de esa luz, no digo continuamente, sino siquiera por largo
tiempo, mientras more en este cuerpo? Ya he dicho que siempre que cae
desde la contemplación se refugia en la acción; pero vuelve de nuevo
confiadamente a ella, porque ambas son compañeras y habitan juntas; al
fin Marta es hermana de María”. S. Bernardo de Claraval, SC 51, 2

“¡La voz de mi amado! La esposa descubre que otra vez se ruborizan


las muchachas con un temor respetuoso, Y que de nuevo comienza a
embargarles el miedo de importunar su santo ocio. Ella advierte que no le
molestan en su contemplación como en días anteriores, y cae en cuenta que
eso se lo debe a la solicitud e intervención del esposo. Su espíritu se
alegra por su progreso, pues no se dejan llevar de su excesiva e
injustificada inquietud; y también por la futura quietud de que en
adelante le dejarán gozar. Percibe la bondad y el favor del esposo, que
pone tanto interés por su propia paz, empeñándose en depender el dulce y

246
ferviente ocio de su contemplación. Por eso dice que todo se debe a la
voz de su amado, que les habló en ese sentido”.
S. Bernardo de Claraval, SC 53, 1

Quietud - Reposo

S. Bernardo de Claraval
- Hum 26, 1
- SC 51, 2
- SC 53, 1

Beato Guerrico de Igny


- Adv IV [4], 2
- Asspt III [49], 1
- Asspt III [49], 2
- Asspt III [49], 3
- Asspt III [49], 4
- Asspt III [49], 5
- Asspt III [49], 6

S. Elredo de Rieval
- Spec I, 67
- Spec III, 5
- Spec III, 19

Gilberto de Hoyland
- SC 1, 2

Balduino de Ford
- Sac alt III, 2
- Tract V
- Tract IX

Adam de Perseigne
- Ep XXIX

Recuerdo de Dios

“Ya que todo don acabado tiene de arriba, del Padre de los astros.
Este perfume se extrae de los beneficios divinos otorgados al género
humano. ¡Feliz el alma que los recoge minuciosamente y se esmera para
reunirlos ante la mirada de su espíritu con digna acción de gracias!
Cuando los haya molido, triturándolos en el almirez de su corazón con el
mortero de su meditación continua, cuando los ponga a hervir en el fuego
de los santos deseos y los rocíe con óleo de júbilo, resultará un perfume
más valioso y exquisito que el primero. Para demostrarlo baste el
testimonio del que dice: El que me ofrece acción de gracias, ése me
honra.Es indudable que el recuerdo de los beneficios suscita la
alabanza”. S. Bernardo de Claraval, SC 10, 7

“Mas los que viven en acción de gracias, sólo miran a Dios que atrae
toda su atención, y por eso conviven realmente entre sí. Su actitud es
buena, porque toda la gloria se la dan al Señor, a quien corresponde en
justicia, y además es agradable por el gozo que reporta.
Los exhorto a que intenten salir del molesto y angustioso recuerdo
de los pecados y caminen por las sendas más cómodas del recuerdo sereno
247
de los beneficios de Dios. De este modo contemplándolo a él se aliviarán
de su propia confusión. Mi deseo es que experimenten el consejo del santo
Profeta cuando dice. Sea el Señor tu delicia y él te dará lo que pide tu
corazón. Ciertamente es necesario el dolor de los pecados pero no
continuo. Hay que variarlo con el recuerdo más agradable de la ternura
divina.
Pero jamás hombre alguno será capaz de atraer a la memoria y
recoger todos los bienes que el Señor piadoso y clemente derrama sin
cesar sobre los mortales. Que al menos los redimidos nunca olvidemos su
obra primordial y más sublime, la de nuestra redención”
S. Bernardo de Claraval, SC 11, 1-3

“A veces yo me he reclinado a los pies de Jesús, compungido por el


recuerdo de mis pecados, para ofrecerle como sacrificio un espíritu
quebrantado. Alguna que otra vez me he levantado hasta su cabeza,
exultante de gozo por el recuerdo de sus beneficios”.
S. Bernardo de Claraval, SC 12, 8

“Cuando pronuncio el nombre de Jesús evoco el recuerdo de un hombre


sencillo y humilde, bueno, sobrio, casto, misericordioso, el primero por
su rectitud y santidad. Evoco al mismo Dios Todopoderoso, que me
convierte con su ejemplo y me da fuerzas con su ayuda. Todo esto revive
en mí, cuando escucho el nombre de Jesús”.
S Bernardo de Claraval, SC 15, 6

“… uno siente compunción y compasión por la pasión de Cristo, se


conmueve ante el recuerdo de todo cuanto padeció, se embriaga con la
dulzura de esta devoción y saca fuerzas para toda obra salvífica, honesta
y piadosa”.S. Bernardo de Claraval, SC 20, 8

“Pero no todos corremos igualmente al olor de todos los aromas. Unos


arden en deseos de sabiduría. Otros se animan más a la penitencia con la
esperanza del perdón. Otros se sienten más bien invitados al ejercicio de
las virtudes, por el ejemplo de su forma de vida. Otros se abrasan en la
piedad por el recuerdo de la pasión. ¿Podríamos hallar ejemplos de cada
una de estas posibilidades?”. S. Bernardo de Claraval, SC 22, 9

“2. En uno de mis sermones anteriores dije que los dos pechos de la
esposa son la congratulación y la compasión, según la doctrina de Pablo:
Con los que están alegres, alegraos; con los que lloran, llorad. Como ha
de vivir en la prosperidad y en la adversidad, sabe que nunca le faltarán
peligros y quiere tener así a su amado entre sus pechos. Su continua
protección le mantendrá firme en ambas situaciones y no se engreirá por
sus alegrías, ni se dejará abatir en sus tristezas. Si eres sensato
imitarás la prudencia de la esposa, y no consentirás que te arranquen
jamás de tu pecho esa querida bolsita de mirra, reteniendo siempre en tu
memoria y acariciando en su asidua meditación todos los dolores que por
ti padeció, hasta que puedas decirle también tú: Mi amado es para mí una
bolsita de mirra, que descansa entre mis pechos.
3. Yo también, hermanos, cuando me convertí me di cuenta que me
faltaban toda clase de méritos. En su lugar traté de hacerme con esa
bolsita para colocarla entre mis pechos, introduciendo en ella todas las
ansiedades y amarguras de mi Señor: todas las limitaciones de su
infancia, el cansancio de su predicación posterior, la fatiga de sus
correrías, las vigilias de su oración, las tentaciones en sus ayunos, las
lágrimas de su compasión, las asechanzas que le tendían cuando hablaba,
los peligros de sus falsos hermanos, las afrentas, los salivazos, las
bofetadas, las mofas, las acusaciones, los clavos y todos los demás
248
sufrimientos que sabemos padeció hasta la saciedad así lo detalla la
narración evangélica para la salvación de nuestro linaje.
Entre tantas ramitas de esta planta balsámica no olvidé la mirra que
bebió en la cruz, ni aquella con que lo ungieron en el sepulcro. Con la
primera se apropió la amargura de mis pecados; con la segunda consagró a
futura incorrupción de mi cuerpo. Mientras viva, saborearé el recuerdo de
su penetrante perfume; no olvidaré jamás tanta conmiseración con la que
me diste la vida. S. Bernardo de Claraval, SC 43, 2-3

“La frase siguiente: Mi recuerdo perdurará en la serie de los


siglos, quiere decir que mientras dura este mundo con generaciones que
vienen y se van, siempre serán consolados los elegidos con la experiencia
prolongada de su recuerdo, ya que no pueden saciarse con su presencia.
Por eso quedó escrito: Saborearán el recuerdo de tus inmensas bondades.
¿Quiénes? Los mismos que son mencionados un poco antes: Una generación
pondera tus obras a la otra. El recuerdo corresponde al tiempo presente;
la presencia, en cambio, al reino de los cielos. La presencia es la
gloria de los elegidos, recibidos ya en la eternidad; el recuerdo sirve
de consuelo para los que todavía peregrinan en este mundo.
Pero me acordé de Dios y me deleité. Justo es que, por no gozar de
su presencia, se recreen con el recuerdo de sus bienes futuros; y que
cuantos rechazan el consuelo de lo transitorio se sientan compensados con
el recuerdo de la eternidad. Estos son los que buscan al Señor; no los
que buscan sus intereses, sino el rostro del Dios de Jacob. Los que
buscan a Dios y anhelan su presencia, gozan de su continuo y dulce
recuerdo, no para saciarse, sino para suspirar por la saciedad plena.
Precisamente el que es nuestro verdadero alimento lo dice de sí mismo: El
que me come, siempre quedará con hambre de mí. Y uno que se alimentó de
él, exclama: Me saciaré cuando aparezca tu gloria.
El alma que le es fiel anhela su presencia, y con su recuerdo
siente un dulce descanso. Hasta que no sea digna de contemplar cara a
cara la gloria de su Dios, encuentra hasta encanto en la ignominia de la
cruz. Así, así es cómo la esposa paloma de Cristo descansa en este
ínterin y duerme tranquila en su parcela. Por el recuerdo de tu
inagotable dulzura, Señor Jesús, tiene ya desde ahora cubiertas sus alas
con la plata de la inocencia y de la castidad; espera embriagarse de gozo
con tu presencia, cubierta de plumas de oro, cuando la lleven con alegría
entre esplendores sagrados, para verse inmersa en el fulgor de la
sabiduría”. S. Bernardo de Claraval, Dil 10-13

“La fe y la memoria hacen justo al hombre… el recuerdo de Dios se


abre a su presencia. El que aquí recuerda los mandatos de Dios y los
practica, allí merece también gozar un día de su presencia. Que gocen los
ángeles en el cielo de la presencia y del conocimiento de Dios. Y que
también nosotros conservemos la fe y su recuerdo en esta vida”.
S. Bernardo de Claraval, Sent I, 12

“El olvido es la muerte del alma. El que resucita se comporta de la


siguiente manera: siente por la memoria; oye por la obediencia, ve por la
inteligencia, huele por la sensatez y gusta por el amor”.
S. Bernardo de Claraval, Sent II, 19

“2. ¿Quieres oír cuán cerca está? A tu alcance está la Palabra, en


tus labios y en tu corazón, con tal que la busques con rectitud de
corazón. Levanta el corazón, sal de tu cama y no te hagas sordo al
consejo de tener alerta el corazón. Así encontrarás la sabiduría en tu
corazón y de tus labios fluirá la prudencia.

249
4. Busquemos la sabiduría en nuestro corazón, pero la sabiduría que
mana de la fe, como dice el Apóstol. Sin ser más sabios de lo que
conviene, sino siendo sobrios en el saber. Esta sobriedad en la sabiduría
consiste en dolerse de los pecados pasados, despreciar las comodidades
presentes y desear los premios futuros Encuentras la sabiduría cuando
lloras los pecados, no das valor a las ambiciones del mundo y todo tu
deseo se lanza a la felicidad eterna. Encuentras la sabiduría cuando
distingues el sabor de cada cosa: rechazas lo primero porque es amargo,
desprecias lo otro como efímero y pasajero, y consideras que lo más digno
y perfecto es anhelar aquellos bienes. En este juicio y discernimiento te
guía un gusto secreto del espíritu”. S. Bernardo de Claraval, Div 15, 2.4

“Que la turba impetuosa de pensamientos que suelen afluir a la plaza


como chusma infame, no expulse a Dios de la memoria. Para ello póngase un
buen guardián a la puerta, que se llama el recuerdo de la propia
profesión. Y de ese modo, cuando el espíritu se sienta agobiado por
pensamientos deshonestos, repréndase a sí mismo y dígase. ¿Son esos los
pensamientos propios de un sacerdote, clérigo o monje? ¿El enamorado de
la justicia debe admitir eso en sí mismo? ¿Es lícito al siervo de Cristo
y al amante de Dios pensar en eso ni un solo segundo? Con estas palabras,
el recuerdo de la propia profesión cortará el flujo de los pensamientos
ilícitos.
Haga otro tanto a la puerta de la voluntad. Allí suelen detenerse
los deseos carnales como una familia en su propia casa. Que el portero de
ella sea el recuerdo de la patria celeste. Éste puede arrojar el dedo
perverso, como un clavo expulsa a otro clavo, y acoger sin tardanza al
que dice: He aquí que estoy a la puerta y llamo”
S. Bernardo de Claraval, Div 32, 4

“Tal vez me objetes: pero mientras él vuelve, yo no puedo vivir sin


algún apoyo. Desde luego. Si tarda espérale, que ha de llegar sin
retraso. Los Apóstoles permanecieron diez días en esta espera: se
dedicaban a la oración en común, junto con algunas mujeres, además de
María, la Madre de Jesús. Aprende tú también a orar, a buscar, a pedir y
a llamar, y hallarás, recibirás y te abrirán. El Señor conoce tu barro:
es fiel y no permitirá que la prueba supere tus fuerzas. Esto seguro de
que si eres constante no tardará ni diez días. Y colmará de gracias
inefables al alma que vive en soledad y oración. Y tras haber renunciado
a los falsos placeres disfrutarás de su recuerdo, te nutrirás de la
enjundia de su casa y beberás del torrente de sus delicias”.
S. Bernardo de Claraval, Asc VI, 14

“La tercera contemplación se ocupa, o más bien halla su ocio en el


recuerdo de los beneficios, y para no caer en la ingratitud, induce a la
memoria al amor del que los concedió. Dirigiéndose al Señor, dice a este
respecto el Profeta: Difunden la memoria de tu inmensa bondad.
Pienso que ya está clara la correspondencia entre estas cuatro
clases de contemplación y las cuatro expresiones del Apóstol. La
meditación de las promesas corresponde a la largura, el recuerdo de los
beneficios a la anchura, la de su majestad divina a la altura y la de los
juicios a la profundidad. Pero deberíamos buscar todavía más al que aún
no hemos hallado del todo, ni jamás puede ser buscado suficientemente”.
S. Bernardo de Claraval, Csi V, 32

“Entre tanto, cuán dulce y sabroso es pensar y meditar en el Niño


Dios. Más aún, nada hay más eficaz ni operante para curar y suavizar lo
que en nosotros pudiera haber de rencor en los espíritus, amargura en las
palabras, rigidez en las costumbres. No acierto a creer que quien haya
250
gustado el sabor y el recuerdo de esta dulzura pueda estar triste o
irritado. Por el contrario, toda indignación y amargura, toda suerte de
malicia se alejará de nosotros”. Beato Guerrico de Igny, Nat I [6], 4

“Recibid con docilidad la palabra sembrada en vosotros que puede


salvar vuestras almas y la palabra de Cristo habite en vosotros con toda
riqueza, es decir, el amor y el recuerdo de la Palabra encarnada; a fin
de que podáis cantar con tanta felicidad como fidelidad: La Palabra se
hizo carne y habitó entre nosotros”.
Beato Guerrico de Igny, Nat V [10], 5

“En primer lugar se enciende la antorcha de la fe, a cuya luz


debemos obrar en la noche de este; en mundo. En torno a esta antorcha no
se hacen obras tenebrosas; en cuanto éstas se realizan ella se paga. El
que obra mal aborrece la luz, es decir apaga la antorcha de la fe, deja a
un lado el recuerdo de Dios, no hay temor de Dios ante sus ojos”.
Beato Guerrico de Igny, Epi III [13], 4

“¿Qué hay tan piadoso para los afectos de los fieles, tan medicinal
para las costumbres, qué cosa destruye los pecados, crucifica los vicios,
alimenta y fortalece las virtudes, como el recuerdo del Crucificado?”.
Beato Guerrico de Igny, Palm II [30], 1

“Habitación segura, hermanos míos y torre fuerte frente al enemigo


es morar mediante una piadosa y asidua meditación en las llagas de Cristo
nuestro Señor, y por la fe y el amor al Crucificado proteger el alma
contra el ardor de la carne, los torbellinos de los siglos, los asaltos
del diablo”. Beato Guerrico de Igny, Palm IV [32], 5

“¿Acaso, insisto, no gustaron el don celestial y se hicieron


participes del Espíritu Santo? ¿No gustaron la palabra buena de Dios y
los prodigios del mundo futuro? Y si no gustaron la palabra buena de
Dios, ¿por qué tantas veces brotó de su corazón una palabra buena, cuando
del recuerdo de la abundancia de su suavidad sus labios prorrumpieron en
un himno? Ahora asisten a las divinas alabanzas y dormitan, o bien su
imaginación se entretiene en cosas ociosas o aun perniciosas; sentados
ante el libro, bostezan; escuchan la palabra exhortación, y de sólo
escucharla se cansan; pasan de unos pastos a otros…
Vean si el enemigo -que acostumbra sembrar cizaña sobre la buena
simiente del padre de familias-, después de aquel suave alimento de
Cristo, no habrá impregnado con su hiel el paladar de ellos, quitándoles
no sólo el deseo, sino hasta el recuerdo del sabor gustado anteriormente.
Pero veamos si esta terrible sentencia no alcanza también a aquel
que, después de haber sido colmado -por la gracia de la devoción- con los
bienes de la casa de Dios, no retiene absolutamente nada de ellos en su
memoria, nada que pueda hacer brotar para nosotros la memoria de la
abundancia de la suavidad divina.
Les he dicho (estas cosas) para que os salvéis y, haciéndoos más
prudentes con el ejemplo de los otros y lavando vuestras manos en la
sangre del pecador, procuréis conservar con toda solicitud la gracia del
Espíritu Santo -que otros pierden por su negligencia-”.
Beato Guerrico de Igny, Pent I [38], 4-5

“27. La piedad a la que nos referimos es una constante memoria de


Dios, un esfuerzo continuo dirigido a conocerlo, una tensión infatigable
del corazón hacia su amor, de modo que, no digo un día, ni siquiera una
hora, deje de encontrar al servidor de Dios ocupado en ejercitarse y
progresar, o bien, sumergido en la dulzura de la experiencia y el gozo de
251
la fruición. Esta es la piedad a la que el Apóstol exhorta a su discípulo
amado cuando dice: Ejercítate en la piedad. Los ejercicios físicos son de
poca utilidad; la piedad, en cambio es útil para todo, porque encierra
una promesa de vida para el presente y para el futuro.
30. El que está con Dios, nunca está menos solo que cuando está
solo. Entonces libremente se dilata en su gozo, dispone de sí mismo con
toda amplitud para gozar de Dios en sí y de sí en Dios.
Entonces, a la luz de la verdad, en la limpia serenidad del corazón,
la conciencia aparece tersa y pura y el recuerdo henchido de Dios
libremente se derrama en el alma; la inteligencia se esclarece y la
voluntad regusta el bien poseído o llora los propios defectos y las
debilidades todas de la humana naturaleza”.
Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 27.30

“En efecto, es sobre todo en estas horas cuando debemos colocarnos


delante de Dios, como frente a frente, examinarnos a la luz de su rostro,
encontrar en nosotros mismos motivos de aflicción y de dolor, e invocar
el Nombre del Señor, excitando nuestro espíritu hasta que se inflame,
volviendo sin cesar al recuerdo de la abundante suavidad del Señor, hasta
que él mismo llegue a ser dulzura de nuestro corazón”.
Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 112

“Señor, buscaré tu rostro cuando pueda y cuanto tú me hagas capaz,


Señor, siempre escudriñaré tu rostro. Señor Dios mio, mi sola esperanza,
¡escúchame!, no sea que por el cansancio ya no quiera buscarte; ¡que
ardientemente te busque siempre! Dame tesón al rastrearte, ya que me
diste el deseo de hacerlo, y cuando no pueda más, acrecienta el deseo que
me diste. ¡Que siempre te recuerde, te conozca y te ame, con ardor! ¡Oh
Dios-Trinidad, refórmame hasta llegar a esa plenitud, que tu sabes y para
la cual me creaeste conforme a tu imagen, para que así te recuerde
fielmente y sobriamente piense en ti y verdaderamente te ame sobre todas
las cosas”. Guillermo de Saint-Thierry, Enig fid III, 23

“30. Que me bese con el beso de su boca. He visto, dice,


resplandecer sobre mí su faz y he concebido la alegría de su rostro, he
sentido la gracia derramada sobre sus labios. ¡Qué nadie intervenga si se
interponga! Que Él mismo me bese con el beso de su boca; porque ya no
puedo soportar ni recibir el aliento de un beso extraño. Todos los demás
son para mí exhalaciones malolientes, mientras que el beso del Esposo
exhala un perfume divino.
El beso es una unión exterior y afectuoso de los cuerpos, signo y
estímulo de la unión interior. Usa de la boca como de un intermediario y
por el contacto mutuo realiza la unión, no solo de los cuerpos, sino de
las almas. El Cristo-Esposo ofreció un beso del cielo a la Iglesia, su
Esposa, cuando, como Verbo hecho carne, se le aproximó tanto que se unió
a ella en una unión tan íntima que llegaron a ser una sola cosa; Dios se
hizo hombre, el hombre llegó a ser Dios; este es el beso que ofrece e
imprime a su esposa, el alma fiel, cuando produce en ella un gozo
personal y exclusivo, que nace del recuerdo de los beneficios comunes y
la inunda con la gracia de su amor, mientras atrae el espíritu de ella
hacia Él y le infunde el suyo, para hacer de los dos un solo espíritu.
42. Excluida de las habitaciones y abandonada por el Esposo, la
condición de la Esposa es casi la misma que la de las doncellas, porque
no puede alimentarse sino de los perfumes del Esposo. Por eso, nos parece
que también ella dice: Corramos tras el olor de tus perfumes. La que, con
pleno consentimiento, es provocada al amor, se ve arrastrada a una
carrera y mientras la gracia del perfume favorece la virtud de la unción,
no encuentra ninguna demora ni dificultad en el camino de su progreso
252
espiritual. Persigue, pues, al fugitivo, por la proclamación y el
recuerdo de sus beneficios, es decir, los pechos y los ungüentos, el
perfume y el óleo derramado; porque es una forma excelente y racional de
orar, agradable a Dios y eficaz para obtener futuros beneficios, el
recordar con gratitud los favores pasados.
43. …Pues la presencia del Esposo es su recuerdo mantenido con
ahínco, el alma iluminada por la luz de su rostro y la unción del
Espíritu Santo que enseña todas las cosas, el olor de los perfumes, que
se marchó con Él, es todavía una impresión de la suavidad del fugitivo,
que permanece en la memoria y el recuerdo festivo de los consuelos
experimentados, que queda en los pensamientos.
Corramos, dice entonces, tras el olor de tus perfumes; en tanto que
permanezca y nos atraiga, podremos continuar corriendo, pero, si
desapareciera, tendríamos que detenernos”.
Guillermo de Saint-Thierry, Exp Cant 30.42.43

“…cuando la Trinidad infundió en el rostro del hombre recién formado


-e infundiendo creó- el aliento de vida,… colocó como una especie de
ciudadela el dinamismo de la memoria para que el hombre recordara siempre
el poder y la bondad del Creador. De inmediato, sin demora alguna, la
memoria y la razón de sí mismas produjeron la voluntad.
La memoria, en efecto, tiene y retiene el fin hacia el cual hay que
tender; la razón muestra que hay que tender; la voluntad es la que
tiende, y estos tres elementos no hacen más que un todo, siendo no
obstante tres energías, al igual que aquella soberana Trinidad donde una
es la sustancia, pero tres las personas. En esta trinidad, así como el
Padre engendra, el Hijo es engendrado, y de ambos procede el Espíritu
santo, así la razón es engendrada por la memoria, y de la memoria y la
razón procede la voluntad.
Para que el alma racional creada en el hombre pudiera adherirse a
Dios, el Padre se arrogó la memoria, el Hijo la razón, el Espíritu Santo
-que procede de ambos- la voluntad, que de ambas procede”.
Guillermo de Saint-Thierry,Nat am 3

“Nuestro primer padre, dotado del libre albedrío, con la ayuda de


Dios podía deleitarse perpetuamente, amando siempre a Dios con su
recuerdo y conocimiento, y ser siempre dichoso”.
S. Elredo de Rieval, Spec I, 11

“Mientras tanto, Señor Jesús, te pido que mi alma se emplume en el


nido de tu disciplina, descanse en los huecos de la peña y en las grietas
del cercado. Que te abrace ahora a ti crucificado y beba un sorbo de tu
dulcísima sangre. Que esta meditación apacible llene ahora mi memoria,
para que el olvido no la oscurezca por completo; que declare no saber
ahora otra cosa sino a mi Señor y a éste crucificado, y así la vanidad
del error no desvíe mi conocimiento de la solidez de la fe. Que tu amor
admirable se apodere de todo mi amor, y no lo arrastre la codicia del
mundo. ¿Pero qué digo?
¿Deseo esto sólo para mí? Que se cumpla, Señor, que se cumpla por
favor lo que dijo el profeta: Se acordarán y volverán al Señor todos los
confines de la tierra. Dice que se acordarán. Por tanto, comprende que el
recuerdo de Dios está escondido, pero no totalmente sepultado en la mente
racional, para que sientas que no se trata de algo nuevo que se incluye
sino de lo antiguo que se restaura. Pues si la razón humana no
resplandeciera al menos un poco y de modo casi espontáneo con el recuerdo
de Dios, creo que ni siquiera el insensato diría en su corazón. No hay
Dios”. S. Elredo de Rieval, Spec I, 16

253
“Él añade otra razón: Cada uno se apresura, antes de la cena del
Señor, a tomar su propia cena —es decir su refección corporal— para
comerla y no para darla a los pobres. Lo que él llama : Cena del Señor,
es la recepción de la Eucaristía, que no se debe tomar después de haber
comido sino en ayunas, en honor de un tan grande Sacramento. Sin duda que
Cristo la ha dado a sus discípulos después de la cena, para ponerla más
en evidencia, porque quería que ella fuese el último recuerdo suyo
grabado en el corazón y en la memoria de ellos; pero reservó a sus
Apóstoles el enseñar cómo había que recibirla en lo sucesivo”.
Balduino de Ford, Sac alt II, 3

“Este maná tiene un sabor dulce cuando allana las dificultades, cura
las enfermedades, rechaza las tentaciones; cuando secunda los esfuerzos y
afirma la esperanza. Jesús es dulce, y su nombre es dulce y su recuerdo
es el deseo del alma. Este maná tiene un sabor dulce cuando allana las
dificultades, cura las enfermedades, rechaza las tentaciones; cuando
secunda los esfuerzos y afirma la esperanza. dulzura es el primero de los
dones, y la más elevada de las delicias.
…Los que lo han gustado tienen todavía hambre los que tienen hambre
serán saciados , y saciados, siempre lo alabarán, y siempre brotará de su
corazón el recuerdo de su dulzura.” Balduino de Ford, Sac alt III, 2

“Por esto dice: Ponme como sello sobre tu corazón, como si dijera:
Ámame como yo te amo. Tenme en tu espíritu, en tu memoria, en tu deseo,
en tus suspiros, en tus gemidos y sollozos. Acuérdate, hombre, cómo te
hice, cuánto te preferí a las demás criaturas, con qué dignidad te
distinguí, cómo te coroné de gloria y honor, cómo te hice poco menor que
los ángeles, cómo sometí todas las cosas bajo tus pies. Acuérdate, no
sólo de cuánto hice por ti, sino de cuán duro, cuán indigno es lo que
soporté por ti; y fíjate si no obras inicuamente contra mí al no amarme.
Porque ¿quién te ama tanto como yo? ¿Quién desea ser amado por ti tanto
como yo? ¿Quién te creó, sino yo? ¿Quién te redimió, sino yo? ¿Quién como
defensor de tu vida afrontó el peligro del combate, sino yo?”.
Balduino de Ford, Trac X

Recuerdo de Dios

Guillermo de Saint-Thierry
- Enig fid III, 23
- Ep frat 27.30
- Ep frat 112
- Exp Cant 30.42.43
- Nat am 3

S. Bernardo de Claraval
- Asc VI, 14
- Csi V, 32
- Dil 10-13
- Div 15, 2.4
- Div 32, 4
- SC 10, 7
- SC 11, 1-3
- SC 12, 8
- SC 15, 6
- SC 20, 8
- SC 22, 9
- SC 43, 2-3
254
- Sent I, 12
- Sent II, 19

Beato Guerrico de Igny


- Nat I [6], 4
- Nat V [10], 5
- Epi III [13], 4
- Palm II [30], 1
- Palm IV [32], 5
- Pent I [38], 4-5

S. Elredo de Rieval
- Spec I, 11
- Spec I, 16

Balduino de Ford
- Sac alt II, 3
- Sac alt III, 2
- Trac X

Resucitar con Cristo

“Sabéis que, según enseña el Apóstol, en la resurrección, después de


haber sido revestidos de cuerpos nuevos, seremos arrebatados sobre las
nubes al encuentro de Cristo en los aires y así estaremos siempre con el
Señor”. Beato Guerrico de Igny, Adv II [2], 3

“Cristo, al resucitar de entre los muertos como primicias de los que


durmieron, por el misterio de su resurrección realizó para nosotros la
resurrección primera y, conforme al modelo de ésta realizará nuestra
segunda resurrección.
La primera es la de las almas, cuando con Él las resucita para sí a
una vida nueva; la segunda será la de los cuerpos, cuando transforme el
cuerpo de nuestra humilde condición y lo haga conforme al suyo glorioso.
Con razón Cristo se proclama resurrección y vida, dado que resucitaremos
por Él y en Él, para vivir según él y junto a él. Ahora, ciertamente
según Él en santidad y justicia; después junto a Él en la bienaventuranza
y la gloria.
Por lo tanto, así como la resurrección primera de nuestra cabeza,
Jesucristo nuestro Señor, es causa y prueba de la segunda resurrección,
que será la de todo el cuerpo, así para cada uno de nosotros la primera
resurrección del alma -por la que ésta revive de la muerte del pecado- es
prueba y causa de su segunda resurrección -por la que el cuerpo se verá
libre no sólo de la corrupción de la muerte, sino también de la
corruptibilidad de la muerte-”. Beato Guerrico de Igny, Res II [34], 1

“Bienaventurado y santo el que participa de la primera resurrección.


Santo a causa de la primera, que ya consiguió por la resurrección de su
alma, bienaventurado a causa de la segunda, que aguarda con alegría en la
restitución de su cuerpo”. Beato Guerrico de Igny, Res II [34], 2

“Cristo, dice el apóstol, murió por nuestros pecados y resucitó para


nuestra justificación. Al morir saldó la pena debida por nuestros pecados
y al resucitar creó el modo y la causa de nuestra justificación eterna de
suerte que, así como Cristo resucitado de entre los muertos ya no muere
más y la muerte no tendrá dominio sobre él, así el cristiano al resucitar

255
con Cristo, no pecará para no caer en la muerte y el pecado no tendrá ya
dominio sobre él.
¿Quién dudará, de que es un comercio lucrativo sembrar un cuerpo
mortal, animal, abyecto, para resucitar inmortal, espiritual, glorioso?;
¿morir al mundo para poder decir: Mi vivir es Cristo y el morir una
ganancia?”. Beato Guerrico de Igny, Res II [34], 3

“Reconoce cuánta ganancia es no tener parte en la ruina del mundo,


para tenerla en la resurrección de Cristo.
El mismo Cordero pascual invita a sus amigos al banquete delicioso
de su cuerpo y de su sangre. Comed amigos, dice, bebed y embriagaos,
carísimos. Esta comida y bebida es un misterio de vida, una medicina de
inmortalidad, causa de la primera resurrección y garantía de la segunda,
por ser ella en nosotros el comienzo de la naturaleza divina”.
Beato Guerrico de Igny, Res II [34], 5

“Cristo, primicias de los que duermen, primogénito de entre los


muertos con su resurrección, que es la primera de todas, inauguró a un
tiempo nuestra primera resurrección, la de las almas, y la segunda, la de
los cuerpos, cuando en su cuerpo -que resucitó de entre los muertos-
inició para las almas el sacramento de la resurrección y para los cuerpos
el modelo según el cual habían de resucitar.
Incluso a las mismas almas la única resurrección de Cristo les
deparó una doble resurrección: [una] cuando reviven cada día de la muerte
del pecado gracias a la acción de este misterio y [otra en la fiesta de
hoy], cuando resucitan más especialmente del sueño de la indolencia,
gracias a la devoción gozosa.
Jesús me trae del sepulcro una ganancia no pequeña de fe y un caudal
no pequeño de alegría cuando reconozco en él al Dios vivo, aquel que poco
antes era llorado como hombre muerto. Mi corazón se lamentaba porque lo
habían matado, pero ahora, al verlo vivo, no sólo exulta mi corazón, sino
también mi carne, segura de su propia resurrección e inmortalidad a causa
de él”. Beato Guerrico de Igny, Res III [35], 1

“También tú, si velas a las puertas de la sabiduría y estás


observando junto a sus umbrales y montas guardia velando como la
Magdalena a la puerta de su sepulcro experimentarás al igual que María
cuán cierto es lo que se lee acerca de la Sabiduría misma, que es Cristo:
Se deja ver fácilmente por aquellos que la aman y hallar de los que la
buscan. Se anticipa a quienes la codician, poniéndoseles delante ella
misma. Quien madrugue en busca de ella no tendrá que fatigarse porque la
hallará sentada a la puerta. Así lo prometió el Señor mismo al afirmar:
Yo amo a los que me aman, y los que velan desde la mañana para buscarme,
me encuentran. María encontró a Jesús junto al sepulcro porque velaba con
él, porque, cuando aún era de noche, había acudido a velar a su sepulcro.
Pero tú, que ya no debes conocer a Jesús según la carne, sino según
el espíritu, podrás encontrarlo espiritualmente si lo buscas con idéntico
deseo, si él advierte que como [Magdalena] velas continuamente en
oración”. Beato Guerrico de Igny, Res III [35], 2

“Hermanos, velad intensamente en oración, velad con prudencia sobre


vuestras acciones, porque se ha levantado la aurora de ese día sin ocaso.
La luz eterna volvió ya de los abismos más serena y grata para nosotros,
y la aurora nos depara un nuevo sol. Ya es hora, pues, de levantarnos
del sueño porque la noche está muy avanzada y se acerca el día. Velad,
repito, a fin de que nazca para vosotros la luz matutina, esto es, Cristo
-cuyo advenimiento está preparado como la aurora-, dispuesto a renovar a

256
menudo el misterio de su resurrección matutina para quienes lo aguardan
velando
… Pero para vosotros, que teméis mi nombre, nacerá el sol de
justicia, quien camina en la justicia sus ojos contemplarán al rey en su
gloria. Y esta es en verdad la bienaventuranza de la vida futura, que en
cierto modo se nos concede también para consuelo de la vida presente,
como lo demuestra manifiestamente la resurrección de Cristo”.
Beato Guerrico de Igny, Res III [35], 3

“Escuchen y alégrense cuantos van por los caminos de la justicia.


Escuchen, repito, porque Jesús no sólo se digna salir al encuentro y
manifestarse a quienes se entregan a la contemplación, sino también a los
que andan justa y piadosamente por los caminos de la acción.
La experiencia de algunos de vosotros -si no me equivoco sabe que a
menudo Jesús, a quien buscaron como en un sepulcro junto a los altares
sin encontrarlo, inesperadamente les salió al encuentro en el camino de
sus trabajos. Entonces se acercaron a él y retuvieron sus pies, ya que la
pereza no retuvo sus pies a causa de su deseo de Jesús. Por lo tanto,
hermano, no ahorres a tus pies las idas y venidas de los trabajos, cuando
Jesús a causa tuya no ahorró a sus pies ni aun el dolor de los clavos, y
ahora no rehúsa recompensar y aligerar las fatigas de tus pies, dejándote
abrazar y besar los suyos”. Beato Guerrico de Igny, Res III [35], 4

“Resucite y reviva el espíritu de todos nosotros, sea para velar en


oración, sea para perseverar en el trabajo, a fin de mostrar que hemos
participado una vez más de la resurrección de Cristo.
La primera señal de vida en un hombre resucitado es estar pronto y
decidido para la acción, ya que su resurrección, en cuanto es posible en
este cuerpo mortal, consiste en abrir los ojos a la contemplación. No
obstante, el entendimiento no puede obtener esto mientras el afecto no se
dilate con frecuentes suspiros y vehementes deseos, a fin de tornarlo
capaz de tan excelsa majestad.
Pienso que esta resurrección progresiva, efectuada como por grados,
está claramente figurada en aquel muerto resucitado por Eliseo.
El primer calor propio del que vuelve a la vida es realizar obras
buenas; el segundo progreso en la resurrección se da creando el afecto se
dilata por la oración; la perfección se alcanza cuando el entendimiento
es iluminado para la contemplación. Por estos grados de virtud, por estos
progresos en una vida santa, esforzaos por resucitar más y más para poder
llegar, como dice el apóstol, a la resurrección de Cristo de entre los
muertos”. Beato Guerrico de Igny, Res III [35], 5

“Él llegó a la resurrección por los oprobios, por las injurias, por
los azotes, por la cruz, por la muerte. En la resurrección dejó el
fermento y, entonces, nos ofrece su Carne pura e inmortal.
… El Señor nuestro, en la resurrección del cuerpo, dejó el fermento
de la inmortalidad. Nosotros por la resurrección del alma, deponemos el
fermento de la iniquidad. Ahora bien, si Él llegó a la resurrección de la
carne por las tribulaciones de la vida, con mayor motivo necesitamos
nosotros llegar a la resurrección del alma por las mismas tribulaciones
de la vida y, de esta forma, podremos dejar el fermento del pecado por la
resurrección del alma, como dice el Apóstol para que seamos una nueva
masa.
La antigua masa era el pecado con el que todos fuimos amasados y
fermentados. La nueva masa es la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, con
la que fuimos amasados y, por eso, purificados de aquel mal fermento.
Como la harina, cuando es amasada con agua, se junta y hace una
masa, así nosotros, cuando fuimos amasados en el bautismo, nos hemos
257
hecho como una masa con Cristo, como dice el Apóstol: Porque un pan, un
cuerpo, somos todos los que de un Pan participamos.
Sin embargo, como por nuestra negligencia, nosotros mismos nos
manchamos después de aquella purificación, es preciso que nos acojamos a
la Sangre de Cristo, esto es, que por la imitación de su Pasión podamos
ser partícipes de su resurrección: primero en el alma; y en el día del
juicio, en el cuerpo juntamente con el alma.
Como ello no puede hacerse por nosotros, nos obliga a que imploremos
su misericordia para que se digne obrar esto en nosotros el mismo
Jesucristo Nuestro Señor el cual, con el Padre y el Espíritu Santo, vive
y reina por los siglos de los siglos. Amén.”
S. Elredo de Rieval, STemp Pasc II [12], 6

“Este sacramento logra que Cristo viva en nosotros y nosotros en él.


Consigue que nosotros demos la vida por Cristo, así como él la dio por
nosotros. Todos los que mueren en Cristo o por Cristo se duermen
piadosamente y reciben la incomparable recompensa que les ha sido
prometida y reservada la gloria de la resurrección. Con la virtud del
sacramento eucarístico dignamente recibido transformará Dios este
miserable cuerpo nuestro en un cuerpo glorioso como el suyo.
¿Cómo podremos retribuir dignamente al Señor la gracia tan grande
que nos ha concedido? ¿Qué le daremos a cambio de tal honor? Es en vano
preguntar si él nos ama, cuando vemos que, en prueba de su inefable
afecto, se nos ofrece como pan de vida eterna y como cáliz de perpetua
salvación”. Balduino de Ford, Tract I

“Cristo murió una sola vez, y una sola vez resucitó. Para una única
muerte, convenía una única resurrección. En cambio, para nosotros una
resurrección no podría bastar. Estamos de tal modo postrados en las
profundidades, con nuestra deuda de una doble muerte, estamos de tal modo
postrados que con una sola resurrección no podríamos quedar satisfechos.
Una doble resurrección nos es necesaria, la primera y la segunda.
¡Bienaventurados los que participan de la primera!. La primera
resurrección es parcial: del alma más que del cuerpo, aunque el cuerpo
participa algo de ella; y porque es imperfecta, no se da más que en forma
parcial. Pero cuando llegue lo perfecto, desaparecerá lo parcial. La
segunda resurrección debe ser de una perfección absoluta; a la cual
absolutamente nada le faltará.
Estas dos resurrecciones se distinguen por la palabra del Señor que
dice: llega la hora, cuando los muertos que están en los sepulcros, oirán
la voz del Hijo de Dios, y los que la oyeren vivirán.
… De nuestra doble resurrección, tanto de la primera como de la
segunda, la resurrección de Cristo es la causa y la forma, el ejemplo y
el sacramento. En efecto, por la fe y por la imitación de la resurrección
de Cristo somos reformados, justificados, santificados, resucitados de la
muerte, para que muertos al pecado, vivamos para la justicia; para que
caminemos en una vida nueva, en espera de la adopción de los hijos de
Dios y de la redención de nuestro cuerpo. Pues en la segunda
resurrección, Cristo reformará nuestro cuerpo de miseria, conformándolo a
su cuerpo de gloria.
… La primera resurrección comienza por la obediencia, y se consuma
por la perseverancia. La segunda comienza por la gloria, y se estabiliza
por la eternidad. Quien perseverará en la obediencia hasta el fin,
perseverará sin fin en la gloria. Porque la perseverancia, en cierto modo
es semejante a la eternidad. Pues, así como la eternidad es como una
perseverancia en la gloria, así también la perseverancia es como una
eternidad en la obediencia: porque quien perseverará hasta el fin, ese
será salvo”. Balduino de Ford, Tract IV
258
“3. Tal vez necesitemos explicar en qué consiste levantar el
corazón, o cómo conviene levantarlo. Damos la palabra al Apóstol: si
habéis resucitado con Cristo, buscad lo de arriba, donde Cristo está
sentado a la derecha de Dios; estad centrados arriba, no en la tierra. Es
decir: si habéis resucitado con él, subid con él; si vivís unidos a él,
reinad con él.
Hermanos, acompañemos siempre al Cordero: cuando sufre, cuando
resucita y más aún cuando asciende. Que nuestro hombre viejo esté
crucificado con él, para que se destruya el individuo pecador y ya no
seamos esclavos el pecado. Extirpemos cuanto de terreno hay en nosotros.
Y así como él fue resucitado de la muerte por el poder del Padre,
emprendamos también nosotros una vida nueva. Si murió y resucitó fue para
que abandonemos el pecado y nos entreguemos a la Justicia.
4. Y como una vida nueva exige un lugar más seguro, y la
resurrección pide un estado superior , acompañemos al que sube: busquemos
lo de arriba, no lo de la tierra. ¿Quieres conocer ese lugar? Escucha al
Apóstol: la Jerusalén de arriba es libre y ésa es nuestra madre. ¿Deseas
saber qué hay allí? Allí reina la paz: glorifica al Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios Sión: ha puesto paz en tus fronteras.
¡Oh paz que superas todo razonar! ¡Paz sobre toda paz! ¡Medida sin
medida, colmada, remecida, rebosante! Alma cristiana: sufre con Cristo,
resucita y asciende con él. Es decir: apártate del mal y haz el bien,
busca la paz y corre tras ella. En el libro de los Hechos, Pablo recuerda
a sus discípulos la continencia, la justicia y la esperanza de la vida
eterna. Y la Verdad por excelencia manda en el Evangelio tener siempre el
delantal puesto y encendidos los candiles, y parecernos a los que
aguardan la vuelta de su amo”. S. Bernardo de Claraval, Asc VI, 3.4

“El que después de los rigores de la penitencia no vuelve a los


consuelos humanos, sino que vive confiado en la misericordia divina y
respira el fervor y gozo del Espíritu Santo; el que ya no se angustia con
el recuerdo de los pecados pasados, sino que se deleita y se inflama con
el recuerdo y deseo de los premios eternos, ése es el que resucita con
Cristo, el que celebra la Pascua, el que corre a Galilea.
…Vosotros, hermanos, si habéis resucitado con Cristo, buscad lo de
arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; estad centrados
arriba, no en la tierra, para que así como Cristo fue resucitado de la
muerte por el poder del Padre, así también vosotros empecéis una vida
nueva. Cambiad las alegrías y consuelos humanos por la compunción y
tristeza que Dios quiere, para gozar de la devoción santa y espiritual.
Nos la concederá aquel que pasó de este mundo al Padre, y nos llama a
Galilea para manifestarse a nosotros. El es Dios por los siglos”.
S. Bernardo de Claraval, Res I, 18

“El olvido es la muerte del alma. El que resucita se comporta de la


siguiente manera: siente por la memoria; oye por la obediencia, ve por la
inteligencia, huele por la sensatez y gusta por el amor”.
S. Bernardo de Claraval, Sent II, 19

“Y dije: Me levantaré y recorreré la ciudad por las calles y plazas,


buscando al amor de mi alma. Fíjate cómo está echada la que dice: Me
levantaré: ¡qué bello! ¿Cómo no iba a levantarse cuando se enteró que ha
resucitado el amado? Por lo demás, dichosa tú, si has resucitado con
Cristo y buscas como debes lo de arriba, no lo de abajo. Necesitas buscar
a Cristo arriba, donde está sentado a la derecha del Padre”.
S. Bernardo de Claraval, SC 75, 12

259
Resucitar con Cristo

S. Bernardo de Claraval
- Asc VI, 3.4
- Res I, 18
- Sent II, 19
- SC 75, 12

Beato Guerrico de Igny


- Adv II [2], 3
- Res III [34], 1
- Res III [34], 2
- Res III [34], 3
- Res III [34], 5
- Res III [35], 1
- Res III [35], 2
- Res III [35], 3
- Res III [35], 4
- Res III [35], 5

S. Elredo de Rieval
- STemp Pasc II [12], 6

Balduino de Ford
- Tract I
- Tract IV

Sabiduría

“Busquemos la sabiduría en nuestro corazón, pero la sabiduría que


mana de la fe, como dice el Apóstol. Sin ser más sabios de lo que
conviene, sino siendo sobrios en el saber. Esta sobriedad en la sabiduría
consiste en dolerse de los pecados pasados, despreciar las comodidades
presentes y desear los premios futuros.
Has encontrado la sabiduría si tu deseo se concentra por completo en
la felicidad eterna” S. Bernardo de Claraval, Div 15, 4

“La caridad es un manjar excelente. Es el plato principal en la mesa


de rey Salomón. Exhala el aroma de las distintas virtudes, semejante a la
fragancia de las especias más sorprendentes. Sacia a los hambrientos,
alegra a los comensales. Con ella se sirven también la paz, la paciencia,
la bondad, la entereza de ánimo, el gozo en el Espíritu Santo y todos los
demás frutos y virtudes que tienen por raíz la verdad o la sabiduría”.
S. Bernardo de Claraval, Hum 4, 1

“Sea la sabiduría de Cristo tu mayor dulzura, para que no te


arrastre ni la gloria del mundo ni los placeres carnales”.
S. Bernardo de Claraval, SC, 20, 4

“Quizá la palabra sabiduría se deriva de sabor, porque al caer en el


ámbito de la virtud, como si fuera su condimento, la vuelve sabrosa,
cuando de suyo es insulsa en cierto sentido y parece agria. Tampoco
corregiría al que defina la sabiduría como sabor del bien. Hemos perdido
este sabor casi desde nuestros orígenes: desde que el veneno de la
serpiente primordial, por prevalecer los sentidos carnales, emponzoñó el
paladar del corazón y el alma comenzó a no saborear el bien y se le
introdujo el sabor del mal”. S.Bernardo de Claraval, SC 85, 8
260
“Es decir, entre todos los afanes mundanos y deseos terrenos, opta
por temer a Dios y seguir sus mandatos. Y con toda razón. Porque ese
temor es el principio de la verdadera sabiduría; y esa fidelidad, su
culminación. Al fin, sabido es que la sabiduría auténtica y consumada
consiste en apartarse de todo mal y hacer el bien. Además, nadie puede
evitar el mal adecuadamente sin el temor de Dios; ni obrar el bien sin
observar los mandamientos”. S. Bernardo de Claraval, SC 1, 2

“Tampoco deben arrogárselo quienes sienten un celo de Dios que no se


inspira en su sabiduría. Porque el don del beso lleva consigo estos
presentes: la luz del conocimiento y el ungüento de la devoción. Eso es
precisamente el Espíritu de ciencia y entendimiento que, cual abeja
portadora de cera y de miel, lo tiene todo: fuego para iluminar con su
sabiduría y gracia para infundir su sabor. Que no crea, por tanto, haber
recibido este beso el que entiende la verdad, pero no la ama; o bien el
que la ama, pero no la entiende. Con este beso son incompatibles el error
y la tibieza.
Así pues, para recibir la doble gracia de ese beso, la esposa
presenta sus dos labios: la luz de la inteligencia y el deseo de la
sabiduría. Radiante con este beso cumplido, merece escuchar: En tus
labios se derrama la gracia, el Señor te bendice eternamente”.
S. Bernardo de Claraval, SC 8, 6

“Suspiran ciertamente y anhelan el espíritu de sabiduría y


entendimiento; entendimiento para comprender y sabiduría para saborear lo
que captaron con la inteligencia. Yo creo que el santo Profeta oraba con
este mismo afecto, cuando decía: Me saciaré como de enjundia y de
manteca, y mis labios te alabarán jubilosos. Pedía claramente el beso,
ese beso a cuyo contacto sus labios quedan impregnados de la fecundidad
de la gracia espiritual y experimenta lo que expresa en otro lugar:
Llénese mi boca de tu alabanza para cantar todo el día tu gloria y tu
grandeza”. S. Bernardo de Claraval, SC 9, 3

“El cielo es mi trono, creo que debe entenderse de este cielo


cambiante y visible, y no recuerda lo que más claramente dice en otro
lugar la Escritura: El alma del justo es el trono de la sabiduría. Asigna
sin duda un trono espiritual a Dios el que por la enseñanza del Salvador
saborea que Dios es espíritu, que hay que adorarlo en espíritu y en
verdad”. S. Bernardo de Claraval, SC 27, 8

“La sabiduría recta y verdadera es interior y totalmente oculta,


como lo siente el santo Job. ¿Por qué la buscas fuera en los sentidos
corporales? El sabor se percibe en el paladar; y en el corazón la
sabiduría. No busques la sabiduría en la visión carnal, porque no la
revelan ni la carne, ni la sangre, sino el espíritu. No se encuentra en
el sabor de la boca, ni está entre aquellos que viven deliciosamente. Ni
en el tacto de las manos como lo dice el Santo: No me be besado mi propia
mano, porque es un gran delito y renegar de Dios. Yo creo que esto ocurre
cuando el don de Dios, que es la sabiduría, no se adjudica a Dios, sino a
los méritos de las obras”. S. Bernardo de Claraval, SC 28, 8

“Por tanto, debes conocerte a ti para temer a Dios. Debes igualmente


conocerle, para amarle. Un conocimiento te inicia en la sabiduría y el
otro te consuma en ella, porque primicia de la sabiduría es el temor del
Señor y la plenitud de la ley es el amor. Debes evitar esas dos clases de
ignorancia, porque sin el temor y el amor no puedes salvarte. Lo demás es

261
indiferente; sépase o no, en nada influyen para la salvación o
condenación”. S. Bernardo de Claraval, SC 37, 1

“Si alguien llega a la sabiduría, es decir, al sabor y gusto de las


realidades eternas, y puede reposar y ver, y viendo gustar cuán suave es
el Señor, y le es revelado por el Espíritu lo que ni el ojo vio ni el
oído oyó ni el corazón del hombre llegó a sospechar, diré que éste ha
sido magnífica y gloriosamente iluminado como quien contempla al
descubierto la gloria del Señor y sobre quien nace a menudo la gloria del
Señor.
…El que lo desea, sepa que una oración fervorosa enciende la luz de
la sabiduría, así como la lectura frecuente enciende la luz de la
ciencia, con tal de que cuando leas emplees una antorcha ardiente, es
decir, la justicia de las obras y la experiencia de los sentidos
espirituales”. Beato Guerrico de Igny, Epi III [13], 7

“Dichoso totalmente, repito, por haber escogido permanecer en la


sabiduría y, con sus domésticos, alimentarte a su mesa del pan del
sacramento, hasta que mediante el progreso desde la fe hasta el
conocimiento se te dé para alimentarte el pan de vida y de inteligencia,
y beber el agua saludable de la sabiduría.
Dichosos igualmente vosotros, hermanos, que os habéis inscrito en la
disciplina de la sabiduría y en la escuela de la filosofía cristiana,
pero sólo si permanecéis perseverantes en la sabiduría. Aún en caso de
pareceros muy duro su lenguaje, esto es, muy duros los mandatos del que
gobierna o corrige, no haya entre vosotros ningún corazón incrédulo que
quiera separarse de Dios vivo, antes diga firmemente con el apóstol: Tú
tienes palabras de vida: ¿a quién iremos?.
…Sabemos cuán grande es la abundancia de tu dulzura, Señor,
escondida para los que te temen. Perfeccionarás a cuantos esperan en ti.
Aun cuando me mates yo esperaré siempre, digo más, entonces esperaré con
más vehemencia; cuando me azotes, persigas, abrases o hagas desaparecer
todo cuanto vivía en mí, con el fin de que no viva yo sino que Cristo
viva en mí. No nos separaremos de Ti de manera alguna porque matándonos
nos das vida, nos sanas hiriéndonos. Verdaderamente dichoso el que
permanece en la sabiduría soportando en constancia y fe, en obediencia
generosa y fiel hasta la muerte, no abandonando su puesto toda vez que el
ánimo del superior se muestre contrario a él, teniendo presente que el
medicamento de la disciplina hará desaparecer los más grandes pecados”.
Beato Guerrico de Igny, Ben I [22], 4

“Creo, sin embargo, que se obtiene no menos mérito -y hasta tal vez
se consiga mayor purificación- si aquello que rara vez y a muy contados
se concede contemplar como en espejo y en enigma, esto es, el poder
comparecer en Jerusalén ante el Señor, nos lo representamos de continuo
por la fe, procurando tenerlo siempre presente en el obrar.
…pasaréis caminando -según promete el Esposo a la esposa- desde el
comienzo del temor, de virtud en virtud, de claridad en claridad como por
el Espíritu del Señor, progresando desde la visión por la fe hasta
aquella otra por espejo y enigma, y por último ascenderéis desde la
contemplación en imagen y figura, a la contemplación real del objeto, es
decir cara a cara.
Si, pues, procuráis llevar constantemente en vosotros la presencia
del Señor por la fe, aunque sea velada, algún día os será concedido
también llegar a contemplar a cara descubierta la gloria del Señor,
aunque sea a través de espejos y enigmas. Mas una vez transcurridos los
días de la purificación, llegará lo más perfecto, poder estar cerca del

262
Señor en Jerusalén, vivir en su compañía y contemplarlo cara a cara por
toda la eternidad”. Beato Guerrico de Igny, Pur V [19], 6

“Para llegar a la sabiduría de permanecer en la sabiduría, estimo


que debemos tener presente que ni la inquietud ni cualquier otra leve
molestia nos debe hacer abandonar fácilmente cualquier obra de sabiduría,
quiero decir la salmodia solemne, la oración, la lectura santa, el
trabajo diario, el silencio”. Beato Guerrico de Igny, Ben I [22], 5

“El temor del Señor piensa siempre en este ojo eterno, que ve y
juzga todas las cosas de continuo y solicita nuestros pensamientos; él
aparta no sólo de las malas obras, sino también de los malos
pensamientos, enseñándonos a meditar más bien en la justicia,
reteniéndonos para que permanezcamos con la sabiduría. De aquí procede
que quien primero fue castigado con el temor del juicio y de la pena, sea
alimentado después con el amor y la meditación de la justicia, y en
definitiva descanse y se regocije en el banquete y abrazo de la
sabiduría”. Beato Guerrico de Igny, Ben I [22], 6

“Qué perfecto me consideraría, qué adelantado en sabiduría, si al


menos pudiera reconocerme como oyente idóneo del Crucificado, a quien
Dios hizo para nosotros no sólo sabiduría, sino también justicia y
santificación y redención. Ciertamente, si estás clavado con Cristo en la
cruz, eres sabio, eres justo, eres santo, eres libre. ¿Acaso no será
sabio el que, elevado de la tierra con Cristo, saborea y busca las cosas
de arriba? ¿No será justo aquel en quien ha sido destruido el cuerpo del
pecado, para no servir más al pecado?”.
Beato Guerrico de Igny, Palm II [30], 1

“Alégrate en gran manera tú que hasta ahora estabas en la tristeza;


sáciate ahora, si es que puedes saciarte del gozo inefable que de tal
modo sacia el deseo que torna tu hambre más ávida y más feliz. Que tu
boca se llene de alegría y tu lengua de exultación y si ni tu boca ni tu
lengua te son suficientes, que tu júbilo haga desbordar lo que no cabe en
tu corazón. Salta de júbilo, dice hija de Jerusalén; pues es dicho el
pueblo que sabe aclamarte. En verdad, dichoso el pueblo que sabe y
comprende que hoy debe alegrarse de modo inefable porque llega para él el
Salvador prometido y esperado desde el comienzo del mundo”.
Beato Guerrico de Igny, Palm IV [32], 2

“Tanto más clara y eficazmente aprovecha para la resurrección el que


comienza a bostezar con frecuencia por el deseo y cierta hambre de
justicia, como bostezaba quien decía: Abro la boca y atraigo al espíritu,
pues deseo tus mandamientos. Tal bostezo es esa distensión del afecto
para hacerlo más capaz del Espíritu de vida, a fin de que, después de los
otros carismas de la gracia septiforme, infundido también el espíritu de
entendimiento y sabiduría pueda abrir los ojos para contemplar a Dios.
El primer calor propio del que vuelve a la vida es realizar obras
buenas; el segundo progreso en la resurrección se da cuando el afecto se
dilata por la oración; la perfección se alcanza cuando el entendimiento
es iluminado para la contemplación. Por estos grados de virtud, por estos
progresos en una vida santa, esforzaos, hermanos míos, por resucitar más
y más para poder llegar, como dice el apóstol, a la resurrección de
Cristo de entre los muertos”. Beato Guerrico de Igny, Res III [35], 5

263
“Después de aquella feliz experiencia, del suave gustar de la
dulzura celestial, ¿cómo se introdujo tan grande olvido, tanto descuido
del bien, tanta languidez en el espíritu?”.
Beato Guerrico de Igny, Pent I [38], 4

“Vean si el enemigo -que acostumbra sembrar cizaña sobre la buena


simiente del padre de familias-, después de aquel suave alimento de
Cristo, no habrá impregnado con su hiel el paladar de ellos, quitándoles
no sólo el deseo, sino hasta el recuerdo del sabor gustado anteriormente.
Les he dicho (estas cosas) para que os salvéis y, haciéndoos más
prudentes con el ejemplo de los otros y lavando vuestras manos en la
sangre del pecador, procuréis conservar con toda solicitud la gracia del
Espíritu Santo -que otros pierden por su negligencia-”.
Beato Guerrico de Igny, Pent I [38], 5

“Mis labios prorrumpirán en un himno, pero cuando me instruyas en


tus mandatos, es decir, cuando me des a gustar cuán suave eres, para que
aprenda a amarte con todo mi corazón, con toda mi alma, con todas mis
fuerzas. Tú eres bueno, y en tu bondad enséñame tus mandatos. Tu bondad
es tu unción con la cual instruyes a aquellos de quienes se predijo:
Todos serán instruidos por Dios. Dichoso el hombre a quien tú educas,
Señor, y a quien enseñas tu ley”. Beato Guerrico de Igny, Pent II [39], 1

“Grande y dichoso el que ha hallado la sabiduría y es rico en


prudencia. Sabiduría para contemplación de los bienes eternos, prudencia
para la administración de los temporales o con una definición más propia:
el sabio es el que sabe gobernarse a sí mismo y a los demás.
El sabio -cual hombre rico en todas las virtudes- puede ofrecer el
oro de una contemplación sublime o de una administración prudente, no
descuidará, sin embargo, ofrecer el incienso de su devoción en la obra de
Dios, ni la mirra de su propia mortificación”.
Beato Guerrico de Igny, Epi I [11], 7

“¡Oh judíos! …¿por qué no salís a recibir al que se ofrece a


vosotros? … Por cuanto no buscáis perfectamente, por lo mismo no lo
encontráis, aunque lo tengáis presente, pero no lo encontrarán aunque
esté presente, porque odiaron la luz que les daba en rostro sus malas
obras, ya que la sabiduría no puede ser buscada, ni hallada sino por el
amor. En cambio, Simeón como lo buscaba con un deseo piadoso y fiel lo
encontró y reconoció a aquel a quien buscaba”.
Beato Guerrico de Igny, Pur II [16], 2

“…siendo así que el temor de Dios es el comienzo de la sabiduría. Si


es el comienzo de la sabiduría, ciertamente lo es también del buen
camino. Porque el temor de Dios produce en el corazón del hombre esa
sabia resolución que le permite decir: He examinado mis caminos y
enderezado mis pasos hacia tus testimonios”.
Beato Guerrico de Igny, Adv V [5], 2

“Dichoso el que permanece en la sabiduría. Ciertamente, esta es la


bienaventuranza, esta la sabiduría, si permaneces en la sabiduría para
abrazarse con perseverancia a ella, porque no es dichoso el hombre
enseguida que la encuentra, sino cuando la retiene.
No basta con haberla encontrado, para creerte bienaventurado, sino
que es preciso que cuando la hayas encontrado, no sólo permanezcas con
ella y en ella, sino que también te deleites compartiendo su morada y su
mesa”. Beato Guerrico de Igny, Ben I [22], 1

264
“¿quieres saber cuál es la estabilidad necesaria en un lugar para
permanecer en la sabiduría, a fin de poder arraigar y fructificar en su
tiempo? Pregunta a tu padre Benito y te dirá que el claustro del
monasterio y la estabilidad en la comunidad es el lugar idóneo para
producir fruto de todas las virtudes”.
Beato Guerrico de Igny, Ben I [22], 2

“La sabiduría vence a la maldad, ¡cuánto más a la flaqueza y a la


imprudencia! La caridad de los hombres espirituales no achaca a malicia
la contradicción de los hombres carnales, sino más bien lo atribuye a la
ignorancia o flaqueza de su condición”.
Beato Guerrico de Igny, Ben III [24], 6

“Tened paz entre vosotros, pero una paz condimentada con la sal de
la sabiduría; buscad con empeño la mansedumbre, mas una mansedumbre
rebosante de fe”. Beato Guerrico de Igny, Ben IV [25], 2

“En tu rostro, Señor Jesús, por más que aparezca cambiado, ya


glorioso, ya humillado, fulgura la sabiduría; de tu rostro irradia el
candor de la luz eterna. Ojalá nos ilumine, Señor, la luz de tu rostro.
Tanto para los tristes como para los alegres, tu rostro aparece
constantemente apacible, sereno y radiante por la secreta luz del
corazón; para los justos se muestra alegre y jovial, para los pecadores
clemente y misericordioso”. Beato Guerrico de Igny, Palm III [31], 5

“Hermanos, una y otra vez vayamos a Belén y contemplemos atentamente


la Palabra que se hizo carne, al Dios inmenso que se hizo pequeño, para
que en esta Palabra visible y abreviada aprendamos la Sabiduría de Dios
que se hizo toda humildad. Por un tiempo la sublime Sabiduría no quiso
saber otra cosa sino esa humildad de la cual después quiso proclamarse
maestra”. Beato Guerrico de Igny, Nat V [10], 4

“También tú, si velas a las puertas de la sabiduría y estás


observando junto a sus umbrales y montas guardia velando como la
Magdalena a la puerta de su sepulcro experimentarás –si no me engaño- al
igual que María cuán cierto es lo que se lee acerca de la Sabiduría
misma, que es Cristo: Se deja ver fácilmente por aquellos que la aman y
hallar de los que la buscan. Se anticipa a quienes la codician,
poniéndoseles delante ella misma. Quien madrugue en busca de ella no
tendrá que fatigarse porque la hallará sentada a la puerta”.
Beato Guerrico de Igny, Res III [35], 2

“Él abrió su boca, esa boca de la cual la Esposa implora un beso; la


boca del vaso precioso en el que se encuentran ocultos todos los tesoros
de la sabiduría y de la ciencia, la boca por la cual el día trasmite al
día la palabra. Muchos han indagado acerca de la sabiduría; muchos,
acerca de la bienaventuranza; pero por no haber escuchado a esta boca
santa ni haber visto el día, incurrieron en las tinieblas palpables del
error, donde la noche anuncia a la noche una ciencia engañosa”.
Isaac de Stella, OS I [1], 13

“Del mismo modo que si nosotros tuviéramos la facultad de volar


hacia este cielo visible, sería necesario abandonar la tierra, y también
las aguas que -se dice- están por encima de la tierra, e incluso aquellos
elementos más ligeros que están suspendidos con arte admirable y forman
las nubes; así también ciertamente, quien eleva la mirada del alma para
ver al ser puramente incorpóreo, debe trascender no sólo todo cuerpo o
semejanza de cuerpo, sino también toda agitación de los pensamientos.
265
¿Por qué os asombráis? Cuando hayáis atravesado todas estas nubes que
hemos dicho por la vigilancia del alma y la pureza de corazón, después de
haber hecho callar todo pensamiento, es más, habiéndolo dejado atrás,
aparecerá por fin la nube brillante, la nube luminosa, no ya la agitada,
la densa, no ya la nube de la ignorancia sino la de la sabiduría”.
Isaac de Stella, OS IV [4], 4

“Sólo en los sabios reposa la Sabiduría. El tesoro deseable, dice el


Sabio al hablar de la Sabiduría, reposa en la boca del sabio. Para el
necio es gravosa y antipática, y por eso la aborrece; y esa riqueza que
junto con su padre y con su hermano podría poseer en forma apacible y
aundante,prófugo la dilapida viviendo disolutamnte, en una región lejana.
Pero no sólo el conocimiento de las cosas hace al sabio, sino también la
elección de las buenas y la reprobación de las malas”.
Isaac de Stella, Asspt I[51], 12

“¡Qué admirable es, Señor, el conocimiento que tienes de mí! Es


inmenso y no puedo abarcarlo. Mientras tanto te abrazaré, Señor Jesús.
Como pequeño al pequeño, como débil al débil, como un hombre a otro
hombre, y aún más, como pobre a pobre. Porque tú, Señor, eres un pobre,
te montaste sobre una borrica y sobre una cría de borrica. Así te
abrazaré, Señor. Pues toda mi grandeza proviene de tu pequeñez, toda mi
fortaleza de tu debilidad, toda mi sabiduría de tu necedad. Señor:
correré tras el aroma de estos ungüentos”.
S. Elredo de Rieval, Spec I, 22

“El comienzo de la sabiduría es el temor del Señor, y la plenitud de


la sabiduría es el amor del Señor. Se comienza por el temor y se consuma
en el amor. Aquí el esfuerzo, allí el premio. Con el temor se sube al
amor, pero no se llega a la sabiduría sino por el amor”.
S. Elredo de Rieval, Spec II, 29

“Por eso, cuando gustes la dulzura espiritual no te entregues de


inmediato al ocio, porque aparecerá muy pronto por un costado el Amalec
espiritual, al que debes vencer no con armas sino con la oración.
Alternándose, de este modo, los consuelos que proceden de la piedad
divina con las numerosas penalidades de las propias concupiscencias, tras
no pocos combates merecerás ascender a esa clase especial de visita, en
la cual te inflamarás íntegramente en el ardor de la caridad por entrar
de lleno en la gloria de Dios, y te saciarás felizmente del fruto de la
tierra prometida; y al consumir totalmente el fuego del amor divino el
yugo de la concupiscencia, descansarás en el fulgor del oro, en el
resplandor de la sabiduría, en la suavidad de la contemplación divina, y
experimentarás qué suave es el yugo del Señor y qué ligera su carga".
. S. Elredo de Rieval, Spec II, 39

Sabiduría

S. Bernardo de Claraval
- Div 15, 4
- Hum 4, 1
- SC 1, 2
- SC 8, 6
- SC 9, 3
- SC 20, 4
- SC 27, 8
- SC 28, 8
266
- SC 37, 1
- SC 85, 8

Beato Guerrico de Igny


- Adv V [5], 2
- Nat V [10], 4
- Epi I [11], 7
- Epi III [13], 7
- Pur II [16], 2
- Pur V [19], 6
- Ben I [22], 1
- Ben I [22], 2
- Ben I [22], 4
- Ben I [22], 5
- Ben I [22], 6
- Ben III [24], 6
- Ben IV [25], 2
- Palm II [30], 1
- Palm III [31], 5
- Palm IV [32], 2)
- Res III [35], 2
- Res III [35], 5
- Pent I [38], 4
- Pent I [38], 5
- Pent II [39], 1

S. Elredo de Rieval
- Spec I, 22
- Spec II, 29
- Spec II, 39

Isaac de Stella
- Asspt I[51], 12
- OS I [1], 13
- OS IV [4], 4

Silencio

“Pero tú no desconocías mis huesos –dice el santo de Dios- cuando me


formaste en lo oculto del corazón, tras el secreto del silencio.
No os está oculto este misterio, hermanos míos; de vuestra
experiencia y de vuestras confidencias soy testigo. El espíritu pacífico
y modesto se fortalece, crece y florece con el silencio; en cambio las
conversaciones, como la parálisis, lo disipan y relajan, lo enflaquecen y
desecan hasta que muere de aridez”.
Beato Guerrico de Igny, Ann III [28], 5

“¿Qué cosa recomienda la disciplina del silencio con tanto peso y


tanta autoridad, qué cosa frena con tanto terror el mal inquieto de la
lengua y las tempestades de las palabras, como la Palabra de Dios
silenciosa en medio de los hombres? No hay palabras en mi lengua, parece
proclamar la Palabra omnipotente, mientras está sujeta a su Madre…
aprender en la escuela de la Palabra permaneciendo en silencio al menos
tanto tiempo como ésta permaneció en silencio bajo la educación materna”.
Beato Guerrico de Igny, Nat V [10], 2

267
“Para llegar a la sabiduría de permanecer en la sabiduría, estimo
que debemos tener presente que ni la inquietud ni cualquier otra leve
molestia nos debe hacer abandonar fácilmente cualquier obra de sabiduría,
quiero decir la salmodia solemne, la oración, la lectura santa, el
trabajo diario, el silencio.
Respecto al silencio, escucha la promesa del Señor por Isaías: En el
silencio y en la esperanza está vuestra fortaleza. Si, pues, practicas la
justicia en el silencio y dices con Jeremías que es bueno esperar en
silencio la salvación de Dios, en medio del silencio te penetrará en lo
más íntimo la palabra del Señor omnipotente que desciende de su real
solio y las aguas de Siloé que se deslizan en silencio, regarán con
agradables raudales el valle tranquilo y pacífico de tu alma. Esto lo
experimentarás con tal de que tu silencio sea un culto a la justicia, es
decir, si meditas en la justicia para perseverar en la Escritura que te
he propuesto y consideras en la mente la mirada de Dios presente en todas
partes”. Beato Guerrico de Igny, Ben I [22], 5

“Si todo tu interior guarda el silencio de medianoche, entonces del


trono del Padre la Palabra omnipotente descenderá secretamente a ti.
Feliz quien así se aleja huyendo del tumulto del mundo, quien se ha
retirado a la soledad más recóndita de su alma acallada, para merecer oír
no sólo la voz del Verbo, sino al mismo Verbo, no a Juan sino a Jesús”.
Beato Guerrico de Igny, Adv IV [4], 2

“Allí donde hay humildad y reposo, allí en el ocio espiritual del


silencio, la paz y la tranquilidad celebran ciertamente su fiesta.
…El silencio consiste, no por cierto en no decir nada, sino en poner
una custodia a la boca y rodear los labios de una clausura, a fin de
hablar cómo y cuándo es necesario, dónde y cuándo se debe, qué cosa y por
qué motivos. Hay, pues, un tiempo para hablar y otro para callar”.
Adam de Perseigne, Ep XXIX

“Debemos tener un cuidado más constante y una vigilancia mayor sobre


nuestros pensamientos; sobre nuestros pensamientos, digo, a los que se
administra continuamente materia de tan santas meditaciones. Día y noche
se nos cantan y se nos leen las voces proféticas, evangélicas y
apostólicas; las cuales amenazan con la pena eterna y prometen la gloria
del reino eterno. ¿De dónde, pues, a nosotros pensamientos tan vanos, tan
dañosos, tan obscenos, que nos atormenta ya con la inmundicia y la
vanagloria, ya con la soberbia y la ambición, ya con las demás pasiones;
de tal suerte que apenas si alguna vez podemos respirar en santos
pensamientos”. S. Bernardo de Claraval, Div 16, 1

“2. Aunque ya estén purificadas las manos no se puede pasar


seguidamente al corazón, se deben limpiar los labios.
3. ¡Qué sentencia más verdadera aquélla: En el mucho hablar no
evitarás pecado! Si precisamente es ociosa una palabra porque no tiene
ninguna causa razonable, ¿qué gran cuenta debemos dar de aquella que es
contra razón? Ninguno estime en poco el tiempo que gasta en ociosidades,
pues es tiempo aceptable y de salvación.
4. ¡Ojalá que sólo se perdiese en palabras, el tiempo de la vida!
Mas se comprueba que muchos pierden en las palabras también la vida, y
que no sólo la pierden, sino también la hacen perder, y esto a sus
hermanos. ¿Acaso no pierden la vida los detractores, odiosos de Dios,
odiosos a la vida?
5. Ni te avergüences de decir que esta lengua es más cruel que la
lanza que traspasó el costado del Señor. La lengua también traspasa el

268
Cuerpo de Cristo, un miembro del Cuerpo místico; ni le traspasa ya
muerto, sino traspasándole lo mata”. S. Bernardo de Claraval, Div 17, 2-5

“1. Había allí seis tinajas de piedra destinadas a la purificación


de los judíos. Podemos interpretar las seis tinajas como las observancias
propuestas a los consagrados a Dios, en las cuales deben purificarse como
verdaderos judíos. Me refiero al silencio, la salmodia, las vigilias, el
ayuno, el trabajo manual y la integridad personal.
En la tinaja del silencio nos purificamos de los pecados que
cometemos por la locuacidad. Este vicio tiene ocho variedades: la palabra
estúpida, vana, mentirosa, ociosa, astuta, detractora, deshonesta y la
que siempre busca excusa. La peste originada por la locuacidad se cura de
raíz con el rigor del silencio, o al menos evita que sea muy nociva.
4. …El silencio, la salmodia, las vigilias y el ayuno debe
practicarlo cada uno en provecho propio, es decir para su disciplina
personal.
…Y finalmente, son de piedra porque son cristianas, labradas de la
piedra que es Cristo, practicadas en la fe en Cristo”.
S. Bernardo de Claraval, Div 55, 1.4

“Cualquiera de vosotros que no sólo soporte las debilidades físicas


y morales de los hermanos, sino que además los ayuda con sus servicios,
los conforta con sus palabras, los orienta con sus consejos; o si la
disciplina monástica le impide todo esto, no cesa de consolar al débil
por lo menos con la oración; todo el que así se comporte entre vosotros,
repito, difunde entre sus hermanos el bálsamo excelente de un perfume de
gran precio”. S. Bernardo de Claraval, SC 12, 5

“Ya sabemos que no todos tienen ese amor que se fía siempre. Pues la
imaginación del hombre y su pensamiento son más propensos para sospechar
el mal que para confiar en el bien Especialmente cuando la observancia
del silencio no permite, ni defenderse al acusado ni descubrir al herido
su falsa interpretación para curarse. Por eso vive como abrasado y muerte
por esa herida mortal, y gime interiormente, carcomido por la ira de sus
juicios, pues en su silencio sólo piensa en la injuria que le han hecho.
Y no puede orar. Es incapaz de leer y meditar en algo santo o espiritual.
Suspendido su aliento vital y privado de todo alimento, ved cómo camina a
la muerte un alma por la cual murió Cristo”.
S. Bernardo de Claraval, SC 29, 4

“4. Retírate a la soledad espiritual, al no poder disfrutar de la


corporal; permanece solitaria con la intención, con la devoción interior
y con el espíritu; pues Jesucristo, que quiere honrarte y regalarte con
su presencia, es puro Espíritu y pide soledad espiritual, no corporal;
aunque ésta hay que procurarla también en lo posible sobre todo en tiempo
de oración.
5.Por lo demás, sólo te exige la soledad del corazón y del espíritu.
Estarás solo si no piensas en torpezas, si no te afecta lo presente, si
desprecias lo que angustia a muchos, si te aburre lo que todos desean, si
evitas la discusión, si no te impresionan las desgracias, si no recuerdas
las injurias. De lo contrario, no te encontrarás solo ni en la soledad
más absoluta. ¿Ves cómo puedes vivir solo rodeado de muchos y entre
muchos solo?”. S. Bernardo de Claraval, SC 40, 4-5

“Igualmente, respecto a nuestros hermanos, con los que compartimos


la vida, estamos obligados a prestar ayuda y consejo por un mismo derecho
de paternidad y de solidaridad humana. Incluso nosotros deseamos sus
servicios: consejo que instruya nuestra ignorancia, y ayuda que sostenga
269
nuestra debilidad. Quizá alguien de vosotros pensará: ¿Qué consejo puedo
yo dar al hermano, si no se me permite ni musitar una palabra sin
permiso? ¿Qué ayuda puedo ofrecer, cuando debo contar, hasta en lo más
mínimo, con el superior?
Yo te respondo: Nada echarás en falta si vives el amor fraterno.
Creo que el mejor consejo es tu actitud de enseñar a tu hermano lo que
conviene y lo que no conviene hacer; estimulándolo y aconsejándole en lo
mejor no con palabras ni con la lengua, sino con la conducta y la verdad.
¿Puede imaginarse una ayuda más útil y eficaz que la oración fervorosa
por él, sin pasar por alto sus faltas? De este modo no le pones tropiezo
y además, en la medida de lo posible, te preocupas, como el mensajero de
paz, de arrancar de raíz los escándalos y de evitar las ocasiones de
escándalo en el reino de Dios. Si te portas con tu hermano como consejero
y amparo, le devuelves lo que le debes, y él ya no podrá quejarse de
nada”. S. Bernardo de Claraval, Adv III, 5

“Nuestra Orden es es abyección, es humildad, es pobreza voluntaria,


obediencia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Nuestra Orden es ser sumiso
al maestro, al abad, a la Regla, a la disciplina. Nuestra Orden es amar
el silencio, ejercitarse en los ayunos, las vigilias, la oración, el
trabajo manual y sobre todo mantenerse en el camino más excelso: el amor.
En una palabra: progresar así hasta el final de la vida”.
S. Bernardo de Claraval, Ep 142, 1

“Márchese pues al claustro, el que mora en el mundo para negociar


dentro de él, y el que reside en el claustro, que no se adormezca ni se
atrofie por su pereza; como el criado indolente y malvado. La vida brinda
el mérito, pero el lugar sin más no da la dicha. Es preciso comerciar lo
más posible, ambicionar con libertad, desear lícitamente las riquezas
deliciosas de los hermanos; su paciencia, su humildad, su mansedumbre, su
silencio, su obediencia y todo lo demás”.
S. Bernardo de Claraval, Sent III, 91

“Alejen, sin embargo, los hermanos, del juicio de su conciencia, de


su pequeñez y humildad,y también de su boca, toda presunción; porque el
gusto por las alturas es mortal, y al verse en las cimas, es fácil sentir
vértigo y poner en peligro la vida”.
Guillermo de Saint-Thierry, Ep Frat 17

“18. De modo muy especial encarecemos a la reclusa que guarde el


silencio muy seriamente, en esta moderación encontrará gran paz y fruto
espiritual, ya que la obra de la justicia será el silencio. Y como dice
Jeremías: Es bueno esperar en silencio la salvación del Señor. Y a
continuación: Bueno es para el hombre soportar el yugo… para que se
siente solitario y silencioso. Por eso está escrito: Guarda silencio y
escucha Israel. Cumple, pues, lo que dice el Profeta: Yo dije: Vigilaré
mi proceder para que no se me vaya la lengua; pondré una mordaza a mi
boca. Por temor a la lengua a la que, como dice el Apóstol, ningún hombre
es capaz de domar, ponga una mordaza a su boca, permanezca solitaria y
silenciosa con la boca para hablar con el corazón, y crea que no está
sola cuando está sola.Porque entonces estará con Cristo, el que no
consiente en estar con ella en medio de la muchedumbre.
19. Permanezca, pues, solitaria, silenciosa, escuchando a Cristo y
hablando con Cristo.
Ponga una mordaza a su boca, en primer lugar, para hablar raras
veces. Luego para ver qué es lo que debe hablar. Y finalmente, para saber
cómo lo debe decir y con quiénes hablar.

270
20. Hable raras veces, esto es: en horas bien determinadas y
establecidas, de las que trataremos después ¿De qué debe hablar? De lo
que sea necesario por las exigencias de la vida y para la edificación del
espíritu ¿Con quiénes debe hablar? Con personas determinadas y que le
hayan sido designadas ¿Cómo deberá hablar? Con humildad y moderación,
evitando las palabras altisonantes o violentas, halagadoras o que muevan
a la risa. Pues si esta moderación es propia de un hombre honrado, mucho
más corresponderá a una mujer, más todavía a una virgen y, no qué decir
tiene, a una reclusa.
21. Vive, pues en soledad, querida hermana, permanece silenciosa, y,
si te ves en la necesidad de tener que hablar, sé parca en palabras,
hablando con humildad y modestia, ya se trate de las cosas de la vida
presente o de la salvación del alma.
28. Sea la honestidad ornato de todos los movimientos y palabras de
la reclusa. Esa honestidad será quien modere la lengua, aquiete la ira,
evite los pleitos…
Debe esforzarse sobre todo la reclusa por conservar la serenidad del
espíritu y la paz del corazón, para que pueda poseer como eterno huésped
de su corazón a aquel de quien se ha dicho: Su tabernáculo está en la
paz….
Por donde podrás advertir que nada debes buscar con tanto interés
como el silencio, porque este sacratísimo estado de tu espíritu se pierde
no sólo con conversaciones inútiles, sino también por la excesiva
locuacidad.
47. Anhelando agradar a Cristo de un modo más perfecto en estos
santos días (de cuaresma) renuncie a todo coloquio y considere este
tiempo como un día de bodas, para suspirar con toda la intensidad del
corazón por el abrazo de Cristo.
97.Muerta al mundo y escondida, debes hacerte sorda a sus voces y
enmudecer tu lengua. No debes derramanerte al exterior, sino recogerte.
Tú no eres para vaciarte, sino para llenarte”.
S. Elredo de Rieval, Inst 18.19.20.21.28.47.97

“Así pues, si movido por esos aguijones de los afectos has rechazado
las míseras ollas de los egipcios, y has preferido la pobreza de Jesús a
todas la riquezas del mundo; si has cambiado la mesa real con panes
exquisitos por un plato de verduras; si antepones la sumisión y abyección
a los honores; si te has alejado de las preocupaciones y negocios del
mundo y has decidido procurarte el alimento no abusando de los campesinos
sino con tu propio trabajo y el de tus hermanos; si has cambiado la
locuacidad por el silencio y te has cubierto con el afecto del amor
fraterno en vez de las riñas constantes; si ya has comenzado a cumplir
los votos que pronunciaron tus labios; en una palabra, si con estos
indicios y otros semejantes adviertes que has salido de Egipto y has
cruzado como verdadero israelita las olas de este mar ancho y dilatado,
es decir, de este mundo; aunque no haya descendido sobre ti al instante
el maná de la dulzura celestial, no murmures contra Dios, no le tientes,
ni digas: ¿Está Dios con nosotros o no? Porque el cumplimiento de sus
preceptos es la señal más evidente de su presencia, como él mismo dice:
Si alguien me ama cumplirá mi palabra, mi Padre lo amará, vendremos a él
y habitaremos en él”. S. Elredo de Rieval, Spec II, 36

“Purificada el alma por este doble amor, desea ardientemente los


dichosos abrazos de la misma divinidad, con tanta más devoción cuanta
mayor es su seguridad; de tal modo que, abrasada en un gran deseo, se
desprende del velo de la carne y entra en aquel santuario donde Cristo
Jesús es un espíritu ante él, para ser absorbida totalmente por aquella
luz inefable y aquella inusitada dulzura. Y hecho un total silencio de
271
todo lo corporal, de todo lo sensible, de todo lo mudable, fija su mirada
en el Uno que es y permanece siempre el mismo, se dedica sólo a
contemplar que el Señor es Dios, y celebra el Sábado de los sábados entre
los tiernos abrazos de la caridad”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 17

“El orden necesario consiste en que quien ha hecho algo ilícito se


abstenga del uso de lo lícito…
La pasión carnal se reprime fácilmente con la sobriedad en el comer,
el corazón flojo y veleidoso se fortalece con el rigor de las vigilias,
el silencio mitiga la ira, y la laboriosidad fustiga el tedio del
espíritu. Pero no debe insistirse con tanta vehemencia en extinguir una
pasión que el instrumento corporal se debilite para luchar contra las
demás; ni hay que esforzarse indiscretamente en no sentir ya pasión
alguna, sino en moderarlas con el juicio de la razón cuando se sientan”.
S. Elredo de Rieval, Spec III, 79

“Pero vosotros enmudecisteis y os humillasteis, a causa de la


gravedad de la taciturnidad y por el bien del silencio, que es homenaje a
la justicia, calláis incluso las palabras buenas”.
Isaac de Stella, OS III [3], 14

“11. Por eso, carísimos, os hemos conducido a esta soledad apartada,


árida y áspera. Sagazmente, por cierto, donde podéis ser humildes, pero
no podéis ser ricos. A esta soledad de soledades, repito, tendida en el
mar lejano, que no tiene de ordinario nada en común con el resto del
mundo, a fin de que privados de toda consolación mundana, y por así decir
humana, haya en vosotros silencio absoluto del mundo; en vosotros, para
quienes fuera de esta pequeña isla, la última en la tierra, ya el mundo
no existe más.
12. Para ser más hábiles y estar más habituados a hablarte sólo a
ti, nos obligamos una y otra vez a no hablar entre nosotros”.
Isaac de Stella, 4p Epi II [14], 11.12

“Contemplemos lo que es la belleza suprema, deleitémonos en lo que


es la dulzura suprema, luchemos vehementemente contra lo que se opone a
ello. Que todas nuestras actividades, el trabajo el reposo, la palabra
como el silencio, estén encaminados a este fin para el cual fuimos hechos
por Dios”. Isaac de Stella, Sex VIII [25], 7

“5. ¿Por qué en silencio? Porque en el mucho hablar no faltará el


pecado; porque el Apóstol nos advirtió esto; porque antes que el Apóstol
el profeta dijo: Enmudecí, y me humillé, y callé también del bien, y mi
dolor se renovó. Nada disipa tanto el corazón del hombre, como el mucho
hablar. Nada conduce más rápidamente al discurso vano o a la necedad en
el hablar o incluso a la conversación grosera como el mucho hablar. Por
eso, para huir del mucho hablar, callemos también del bien, a fin de no
dar ocasión al mal. 6. Dice el poeta: Cubierto, el fuego arde más. De ahí
que el movimiento del alma, si no se derrama fuera por la verbosidad,
gira interiormente en una ronda continua, como una llama de fuego, y
recorriendo lo más recóndito de la conciencia, encuentra motivos de
renovar en él el dolor de una saludable compunción. También el corazón,
porque no se evapora fuera, se abrasa dentro con el fuego ardiente de la
compunción, crea un fuego luminoso que en su meditación dirige hacia lo
alto. Y en mi meditación, se ha dicho, se inflamará el fuego. Y así
sucede que aquél que aprendió a callar exteriormente con los hombres,
comienza interiormente a hablar a Dios. Está escrito: Hablé con mi
lengua: Señor, hazme conocer mi fin. Menospreciador del presente y

272
olvidado de lo que está detrás pregunta acerca de su fin. He aquí por qué
en silencio”. Isaac de Stella, PP II [50], 5.6

Silencio

Guillermo de Saint-Thierry
- Ep frat 17

S. Bernardo de Claraval
- Adv III, 5
- Div 16, 1
- Div 17, 2-5
- Div 55, 1.4
- Ep 142, 1
- SC 12, 5
- SC 29, 4
- SC 40, 4-5
- Sent III, 91

Beato Guerrico de Igny


- Adv IV [4], 2
- Ann III [28], 5
- Ben I [22], 5
- Nat V [10], 2

S. Elredo de Rieval
- Inst 18.19.20.21.28.47.97
- Spec II, 36
- Spec III, 17
- Spec III, 79

Isaac de Stella
- OS III [3], 14
- 4p Epi II [14], 11.12
- PP II [50], 5.6
- Sex VIII [25], 7

Adam de Perseigne
- Ep XXIX

Soledad - Desierto

“1. Pienso que hemos de reflexionar en primer lugar sobre la gracia


del desierto, la felicidad del yermo que, desde los albores de la era de
la gracia, mereció ser consagrada al reposo de los santos. Ciertamente la
permanencia en el desierto fue santificada por la voz de aquel que
clamaba en el desierto, de Juan que predicaba y administraba el bautismo
de penitencia en el desierto, si bien ya antes de él profetas santísimos
tuvieron a la soledad por amiga, en cuanto auxiliar del Espíritu.
Jesús… durante los cuarenta días que vivió en el desierto, queriendo
en cierto modo purificar y consagrar para una vida nueva este lugar
renovado, venció al tirano que lo ocupaba, junto con toda la malicia y
astucia, no tanto para sí como para los futuros moradores del yermo. Por
lo tanto si has huido lejos y permaneces en la soledad persevera allí y
espera a aquel que te salvará de la pusilanimidad de espíritu y de la
tempestad. Por más que en el desierto padezcas escasez aún del sustento
273
necesario, no retornes a Egipto con el pensamiento, cediendo a la
pusilanimidad de espíritu. El desierto te alimentará con el maná, es
decir con el pan de los ángeles, de un modo más admirable que Egipto con
sus ollas de carne. El mismo Jesús ayunó en el desierto pero a menudo
alimentó admirablemente a la multitud que los seguía en el desierto. Pero
más menudo y más admirablemente te saciará a ti que lo has seguido en el
desierto con tanto mérito cuanto tu decisión ha sido santa.
2. Sin duda, la divina providencia por una gracia admirable dispuso
que en estos desiertos que habitamos tengamos la quietud de la soledad
sin carecer, no obstante, del consuelo de una agradable y santa compañía.
Cada uno puede sentarse solitario y callar, ya que nadie le dirige la
palabra, por otra parte, no puede decir: Pobre del que está solo, porque
no tiene a nadie que lo reanime ni levante si llegara a caer. Vivimos
rodeados de muchas personas y a pesar de ello no estamos en medio del
tumulto; vivimos en una ciudad y sin embargo ningún ruido nos impide oír
la voz del que clama en el desierto, con tal que guardemos el silencio
interior tanto como el exterior.
Así pues, si todo tu interior guarda silencio de medianoche,
entonces del trono del Padre la Palabra omnipotente descenderá
secretamente a ti. Feliz quien así se aleja huyendo del tumulto del
mundo, quien se ha retirado a la soledad más recóndita de su alma
acallada para merecer oír no sólo a la voz del Verbo sino al mismo al
Verbo, no a Juan sino a Jesús”. Beato Guerrico de Igny, Adv IV [4], 1.2

“… no es pequeño el progreso el haber comenzado a andar si es que


realmente hemos comenzado y encontrado el camino de la ciudad donde
habitaremos. ¡Qué pocos son, dice la Verdad, los que lo encuentran! Pero
cuán numerosos los que vagan errantes en la soledad. Éstos son todos los
solitarios soberbios que se imaginan estar solos. Ninguno de ellos puede
decir todavía: Ahora comienzo; de la derecha del Altísimo proviene este
cambio”. Beato Guerrico de Igny, Adv V [5], 2

“4. ¡Oh alma santa!, permanece solitaria y resérvate exclusivamente


para el Señor, a quien has elegido para ti entre todos. Huye de las
gentes, huye hasta de las familiares; aléjate de los amigos e íntimos,
hasta del que te sirve. ¿No sabes que tienes un esposo muy pudoroso, que
de ninguna manera te regalaría con su presencia delante de otros?
Aléjate, pues, pero con el corazón, no corporalmente; con tu intención,
con tu devoción, con tu espíritu. El Santo Ungido del Señor, tu aliento,
busca la soledad de tu espíritu, no la del cuerpo; aunque a ratos no está
mal que te separes también corporalmente, cuando puedas hacerlo con
discreción, en especial durante la oración.
El Señor te ha mandado cómo debes cumplirlo: Tú, cuando quieras
rezar, métete en tu cuarto, echa la llave y ora. El cumplió lo que dijo:
pasaba las noches orando a solas. No sólo se escondía de las turbas,
tampoco admitía consigo a ninguno de sus discípulos ni familiares. Al
final, cuando se le venía encima la muerte, llevó consigo a sus tres más
íntimos. Pero se arrancó de ellos, porque deseaba orar. Haz tú lo mismo
cuando quieras orar.
5. Por lo demás, sólo te exige la soledad del corazón y del
espíritu. Estarás solo si no piensas en torpezas, si no te afecta lo
presente, si desprecias lo que angustia a muchos, si te aburre lo que
todos desean, si evitas toda discusión, si no te impresionan las
desgracias, si no recuerdas las injurias. De lo contrario no te
encontrarás solo ni en la soledad más absoluta. ¿Ves cómo puedes vivir
solo rodeado de muchos y entre muchos solo? Puedes estar solo por
frecuente que sea tu trato con los hombres. Líbrate únicamente de
ocuparte en vidas ajenas como juez temerario, o como espía curioso.
274
Aunque sorprendas a alguien en la mayor atrocidad, no juzgues a tu
prójimo, más bien excúsalo. Si no puedes excusar su acción, excusa su
intención; piensa que ha sido por ignorancia, por sorpresa o debilidad.
Cuando la certeza ha a imposible toda excusa, amonéstate a ti mismo y haz
esta reflexión: “Ha sido una tentación muy fuerte. ¿Qué habría hecho yo,
si hubiese sido tan violenta conmigo?”.
S. Bernardo de Claraval, SC 40, 4-5

“Dichoso el que puede decir: Me alejé huyendo y permanecí en la


soledad. No contento con salir de sí mismo, huye lejos para poder
descansar. Saltaste por encima de los deleites carnales, para no obedecer
más a sus concupiscencias, ni dejarte dominar por sus hechizos”.
S. Bernardo de Claraval, SC 52, 3

“5. Saliste, te separaste, pero aun no te has alejado, si es que no


has podido elevarte con la pureza de tu espíritu sobre la fantasía de las
imágenes materiales que irrumpen por doquier. Te equivocas si piensas
encontrar junto a ti mismo el lugar del descanso, el retiro de la
soledad, la paz apacible, la mansión del a paz.
6.Recuerda que a esta soledad se ha retirado la esposa, y en ella se
durmió plácidamente entre la frondosidad del lugar y los abrazos del
esposo, es decir, se quedó arrobada en su espíritu”.
S. Bernardo de Claraval, SC 52, 5-6

“Respondamos por medio del ministerio de la palabra viva a aquellos


que se han comprometido con el retiro de una vida solitaria, cuando les
vemos escalar la cumbre de la imitación apostólica, deseándoles la doble
firmeza de la quietud y del a paz, cuyas primicias ya presienten incluso
corporalmente”. S. Bernardo de Claraval, Sent II, 2

“Márchese pues al claustro, el que mora en el mundo para negociar


dentro de él, y el que reside en el claustro, que no se adormezca ni se
atrofie por su pereza; como el criado indolente y malvado. La vida brinda
el mérito, pero el lugar sin más no da la dicha. Es preciso comerciar lo
más posible, ambicionar con libertad, desear lícitamente las riquezas
deliciosas de los hermanos; su paciencia, su humildad, su mansedumbre, su
silencio, su obediencia y todo lo demás”.
S. Bernardo de Claraval, Sent III, 91

“Tal vez me objetes: pero mientras él vuelve, yo no puedo vivir sin


algún apoyo. Desde luego. Si tarda espérale, que ha de llegar sin
retraso. Los Apóstoles permanecieron diez días en esta espera: se
dedicaban a la oración en común, junto con algunas mujeres, además de
María, la Madre de Jesús. Aprende tú también a orar, a buscar, a pedir y
a llamar, y hallarás, recibirás y te abrirán. El Señor conoce tu barro:
es fiel y no permitirá que la prueba supere tus fuerzas. Esto seguro de
que si eres constante no tardará ni diez días. Y colmará de gracias
inefables al alma que vive en soledad y oración. Y tras haber renunciado
a los falsos placeres disfrutarás de su recuerdo, te nutrirás de la
enjundia de su casa y beberás del torrente de sus delicias”.
S. Bernardo de Claraval, Asc VI, 14

“Según esas tres diversas clases de flores, una flor es la


virginidad, otra el martirio y otra la buena obra: la virginidad hállase
en el jardín, el martirio en el campo y la buena obra en la cámara
nupcial. Con toda propiedad la virginidad se asigna al jardín, porque es
de suyo pudorosa, rehúye el trato, le agrada la soledad oculta y soporta
la disciplina. La flor se encierra en el jardín, se expone en el campo y
275
se derrama sobre el lecho. Por eso leemos: Eres jardín cerrado, fuente
sellada. Este claustro del pudor se sella en la virgen, como guardián de
la santidad inviolada, si llega a ser santa en el cuerpo y en el
espíritu”. S. Bernardo de Claraval, SC 47, 4

“Si te fijas, el rubor te indica dónde y cuándo lo busca.


¿Hay algo tan codiciado por el pudor como el secreto? Efectivamente,
el lecho y la noche ocultan un secreto. Por eso a los que deseamos orar
se nos manda que entremos en el aposento por razón del secreto para
evitar que, si oramos en público; la gloria humana nos robe el fruto de
la oración y frustre su efecto. Pero esta orden te sugiere también el
recato. ¿Hay algo tan propio del rubor como evitar la gloria personal y
la jactancia? Queda muy claro que el hijo y maestro del pudor les invitó
expresamente a cerrarse en la soledad para orar”.
S. Bernardo de Claraval, SC 86, 2

“El que está con Dios, nunca está menos solo que cuando está solo.
Entonces libremente se dilata en su gozo, dispone de sí mismo con toda
amplitud para gozar de Dios en sí y de sí en Dios.
Entonces, a la luz de la verdad, en la limpia serenidad del corazón,
la conciencia aparece tersa y pura y el recuerdo henchido de Dios
libremente se derrama en el alma; la inteligencia se esclarece y la
voluntad regusta el bien poseído o llora los propios defectos y las
debilidades todas de la humana naturaleza”.
Guillermo de Saint-Thierry, Ep Frat 30

“Dame, Señor, el consuelo de mi soledad, un corazón solitário y un


coloquio frecuente contigo. No quedaré solo mientras tú, Señor Dios mío,
estés conmigo, mas si me abandonas, ¡ay del solitário! Porque si me
duermo, no habrá quien me despierte y me reanime; y si cayere, nadie que
me levante”. Guillermo de Saint-Thierry, Med IV, 4

“Salgan, hijas de Sión y vean al rey Salomón.


Son dignos de esta visión quienes se encierran por la ley de la
penitencia, se coartan por la guarda de la disciplina y rehúsan todo
consuelo. ¿Quieren comprender las ventajas de esta reclusión? Eres huerto
cerrado, fuente sellada. Levántate, apresúrate, amiga mía, y ven. Ves
cómo el Esposo la invita y llama amiga a la que sabe encerrarse a sí
misma. Por eso si estás encerrada no salgas hasta que Cristo te invite.
Dina salió de sí misma, sin guía, y salió no para ver al rey Salomón sino
a las mujeres de la región. Ya saben lo que encontró.
Ustedes no salgan sino cuando las invite el Esposo o los amigos del
Esposo. Salió Lázaro cuando el Señor lo llamó a la vida. Salió Noé del
arca que lo encerró y conservó ileso en medio de las olas de este mundo,
pero salió cuando el Señor le abrió la puerta. Salió Abraham de su tierra
para ver la tierra prometida, pero salió después de ser llamado.
Salgan también ustedes, hijas de Sión, que han sido invitadas a una
visión más feliz. Está encerrado, miserablemente encerrado quien no se
esfuerza ni merece salir para alcanzar esta bienaventurada visión. Estar
recluido es propio del esclavo; salir, del que es libre”.
Gilberto de Hoyland, SC 20, 3

“1. Jesús viendo a la muchedumbre subió al monte. ¡Ojalá nos


sucediera a veces también a nosotros ver a la muchedumbre y, alejarnos de
ella preparar ascensiones en nuestro corazón! Es difícil entre la
muchedumbre ver a la muchedumbre; es inevitable sentirse turbado en medio
de ella; y en la turbación, es imposible a la mirada ver con claridad,
discernir, juzgar. Por eso , es necesario alejarse de la muchebumbre para
276
poder verla, para poder juzgarla. Quienquiera que la mira con atención la
desdeña por completo, la rehúye de buen grado y la abandona
espontáneamente. 2. Quien nunca vio la luz , tampoco conoció las
tinieblas. Así el Omnipotente, después de decir : De las tinieblas brille
la luz, entonces separó la luz de las tinieblas, entonces las dividió,
entonces las distinguió, entonces llamó a la luz día y a las tinieblas
noche. Y vio, dice, como si antes no hubiera visto. De igual modo, sin
duda, no vio a la muchedumbre quien no se elevó por sobre ella. No
experimentó la turbulencia de la muchedumbre, ni oyó el tumulto de la
muchedumbre, quien no gustó el silencio de la soledad.
4. Por eso, hermano, aléjate a escape, no vuelvas a la muchedumbre
sino permanece en la soledad, sigue a Jesús, sube al monte, di a la
muchedumbre: Adonde yo voy, no puedes venir”.
Isaac de Stella, OS I [1], 1-2.4

“11. Por eso, carísimos, os hemos conducido a esta soledad apartada,


árida y áspera. Sagazmente, por cierto, donde podéis ser humildes, pero
no podéis ser ricos. A esta soledad de soledades, repito, tendida en el
mar lejano, que no tiene de ordinario nada en común con el resto del
mundo, a fin de que privados de toda consolación mundana, y por así decir
humana, haya en vosotros silencio absoluto del mundo; en vosotros, para
quienes fuera de esta pequeña isla, la última en la tierra, ya el mundo
no existe más. ¡Oh Señor!, al alejarme hui, y al huir me alejé, de manera
que más allá no sé en absoluto, tú lo sabes, adonde huiré y me alejaré.
12. En otro tiempo, en mi deseo de huida y en mi sed de soledad, me
dirigí por fin a este desierto, tan vasto y tan apartado, por cuya causa
algunos de los que podría llamar cómplices de esta expedición me
abandonaron, poquísimos me siguieron; ellos también experimentaron
horror, el mismo horror de la soledad que a veces, lo confieso,
experimento a veces en mí mismo. Añadí soledad a soledad, silencio a
silencio. Porque para ser hábiles y estar más habituados a hablarte sólo
a ti, nos obligamos una y otra vez a no hablar entre nosotros”
Isaac de Stella, 4 p Epi II [14], 11.12

“13… Él es para mí el campo en el cual trabajo, él es para mí el


fruto por el cual trabajo. Él es para mí la causa, es para mí el efecto,
es para mí el principio, es para mí el fin que no tiene fin; él es mío
eternamente; y dice: mi porción es Dios por siempre.
15. He aquí, hermanos míos, en qué campo, con qué manos y con qué
esperanza tenéis que trabajar, vosotros que habéis entrado no sólo a la
soledad del lugar, sino también a la del espíritu y también a la de Dios,
allí donde él ha dejado las noventa y nueve ovejas.
24. Así, hermanos míos, os pido que el sudor de vuestro trabajo, la
aspereza de la soledad, vuestro esfuerzo vigilante en los ejercicios
corporales o en los estudios espirituales, no tiendan a otra cosa que a
expulsar los vicios, ordenar las costumbres, promover las virtudes, de
modo que, como buenos trabajadores que viven sobria, justa y piadosamente
en este siglo, purifiquéis vuestro corazón para contemplar, os inflaméis
para amar la bienaventurada esperanza de la divina visión en la cual os
será concedida la plenitud de la paz, gracias a la auténtica filiación
divina”. Isaac de Stella, OS V [5], 13.15.24

“Prevenido gratuitamente por la gracia de Dios, me retiré, con el


corazón contrito, no sólo de los pecados y de toda ocasión de pecar, sino
también como puede verse , de casi toda sociedad y de todo el mundo de
los hombres hasta este desierto perdido y árido, a fin de castigar en mí
los placeres pasados y las curiosidades vanas y frívolas, mediante las
arideces, las privaciones y las desolaciones de ahora, y poder en
277
adelante desembarazarme de toda materia y ocasión de este género, y más
fácil y libremente olvidado de lo que está detrás, tender hacia lo que
está delante”. Isaac de Stella, Quad II [33], 13

“¿Por qué apartados de los hombres? Porque las conversaciones malas


corrompen las buenas costumbres.¿Y por qué muchos juntos? Juntos, porque
todavía no nos bastamos para la soledad.” Isaac de Stella, PP II [50], 14

“Tú has aprendido por experiencia cómo la soledad es amiga del


amor. Quien se consagra al amor del cielo huye de la muchedumbre, evita
el ruido y, frecuentemente, como María, no sigue el trajín de Marta, pues
sabe que cuanto mayor sea la soledad, más seguro estará de poder escuchar
y esperar al Señor. Ciertamente, nada favorece mejor el amor que el ser
solitario, esto es, ser monje.
La vida religiosa y llena de paz del monje constituye precisamente
esta soledad tan querida por el amor de Dios. Y sin embargo, la devoción
de este amor no arraiga en el descanso de un retiro de tal modo que
ignore el deseo de una soledad llena de piedad. Antes bien, el alma que
ama está siempre temerosa de no alcanzar, de permanecer inactiva y de
este modo disminuir en su amor por Dios y este estado del alma es fruto
del amor.
En verdad, el amor no está nunca ocioso, el amor dirige la mirada
hacia donde fijó el afecto, y sus ojos, insaciables, no soportan no poder
ver lo que aman con un afecto tan intenso y tenaz”.
Adam de Perseigne, Ep 9, 91-93

“Quien ama la soledad no rechaza el servicio fraterno de la caridad”


Juan de Ford, SC 100, 3

“2. Debes saber ante todo cuáles fueron las causas y razones que
movieron a nuestros Padres a instituir o poner en práctica este género de
vida. Para algunos vivir en sociedad es una fuente de peligros. A otros,
aunque no los encuentren, la vida social les resulta fastidiosa. Otros
finalmente, sin ninguna de estas razones estiman provechosa para ellos la
vida escondida.
3. Y las razones que a los antiguos impulsaron hacia la vida
solitaria fueron las siguientes: huir de los peligros que consigo lleva
la convivencia, evitar sus graves inconvenientes o poder anhelar y
suspirar con mayor libertad el abrazo de Cristo. Estas son las razones
que llevaron a muchos a vivir solitarios en el desierto.
34.Hemos de proteger nuestra soledad con la alternante sucesión del
trabajo.
56. Ante todo no dejes de considerar las razones por las que debes
preferir la soledad al trato con los hombres La virgen -dice el Apóstol-
se preocupa de las cosas del Señor, para ser santa en el cuerpo y en el
espíritu.
97. Muerta al mundo y escondida, debes hacerte sorda a sus voces y
enmudecer tu lengua. No debes derramanerte al exterior, sino recogerte.
Tú no eres para vaciarte, sino para llenarte”.
S. Elredo de Rieval, Inst 2.3.34.56.97

“Cuando el hombre se recoge de este tumulto exterior a la soledad de


su espíritu, y cerrando la puerta a la multitud de vanidades que le
rodean contempla las riquezas interiores, nada le inquieta, nada está
desordenado, nada le remuerde ni alborota; al contrario, todo es gozo,
concordia, paz y tranquilidad, y a semejanza de una familia ordenada y
pacífica, la multitud de sus pensamientos, palabras y obras sonríen a su
espíritu como la casa al padre de familia. De esto surge inmediatamente
278
una admirable seguridad, de la seguridad un gozo maravilloso, y del gozo
un júbilo que prorrumpe en alabanzas a Dios con tanta más devoción cuanto
más claramente percibe que es puro don divino lo bueno que halla en sí
mismo”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 6

“La Iglesia o el alma fiel puede en su primer estado ser comparada


al desierto, porque antes de su conversión sólo las bestias feroces
habitaban en ella. Dicho de otro modo, en la gentilidad había hombres
cuyas costumbres los hacia semejantes a las bestias, y que tenían en el
alma tendencias bestiales. Pero también en el estado actual puede decirse
que hay en la Iglesia o en el alma un desierto, porque huyendo del
tumulto y de la multitud de los errores y de los vicios, se vuelven hacia
el reposo del espíritu. Por eso decía un penitente: He venido a ser como
pelicano en el desierto. Y también: He aquí que he huido a lo lejos y he
quedado en la soledad”. Balduino de Ford, Sac alt III, 2

Soledad - Desierto

Guillermo de Saint-Thierry
- Med IV, 4
- Ep Frat 30

S. Bernardo de Claraval
- Asc VI, 14
- SC 40, 4-5
- SC 47, 4
- SC 52, 3
- SC 52, 5-6
- SC 86, 2
- Sent II, 2
- Sent III, 91

Beato Guerrico de Igny


- Adv IV [4], 1.2
- Adv V [5], 2

S. Elredo de Rieval
- Inst 2.3.34.56.97
- Spec III, 6

Gilberto de Hoyland
- SC 20, 3

Isaac de Stella
- 4 p Epi II [14], 11.12
- OS I [1], 1-2.4
- OS V [5], 13.15.24
- PP II [50], 14
- Quad II [33], 13

Balduino de Ford
- Sac alt III, 2

Juan de Ford
- SC 100, 3

279
Adam de Perseigne
- Ep 9, 91-93

Trabajo

“¡Qué cosa maravillosa y amable cuando Dios-Amor penetra en el alma


que ama, cuando ella es transformada en esa misma imagen por la que
contempla como en un espejo la gloria del Señor!
Dichosos aquellos cuya ardiente caridad ya los hizo dignos de
obtener esta prerrogativa. Pero dichosos también aquellos cuya santa
simplicidad les garantiza que alcanzarán un día la misma gracia. Aquéllos
ya gozan del fruto del amor gustando de sosiego en sus trabajos; éstos en
cambio tendrán tanto más mérito cuanto con menos consuelo sobrellevan el
peso del día y del calor y esperan la llegada de la recompensa”.
Beato Guerrico de Igny, Adv II [2], 4

“La quietud es agradable para los que están cansados. Por eso, grata
y oportunamente os llega este día de reposo y de fiesta a vosotros que
estáis cansados, para que, a la vez que celebramos el reposo de la santa
Madre de Dios, no sólo se recreen nuestros cuerpos por esta quietud del
trabajo de las mieses, sino también los corazones respiren con el
recuerdo y amor de aquella quietud eterna.
El fruto de este trabajo será aquel reposo; reposo del trabajo,
recompensa por el trabajo, cuyo fiel recuerdo repara las fuerzas durante
el trabajo.
Cuando la meditación del reposo eterno da sombra a las cabezas de
los que trabajan, no sólo los refresca en el calor de la tentación, sino
que también renueva sus bríos para el trabajo, como está escrito…por el
deseo de aquella quietud y herencia se sometió voluntariamente al
trabajo”. Beato Guerrico de Igny, Asspt III [49], 1

“El trabajo es un peso que, así como el lastre nivela a la nave,


comunica reposo y estabilidad a los corazones inquietos, y además afirma
y pone en orden el estado del hombre exterior”.
Beato Guerrico de Igny, Asspt III, [49], 5

“Procuremos, pues, darnos todos al trabajo para vivir en


tranquilidad, a fin de que en nuestro reposo nos ocupemos en la
meditación del reposo eterno, y por el deseo de él estemos dispuestos
para todo trabajo”. Beato Guerrico de Igny, Asspt III,[49], 6

“Jesús no sólo se digna salir al encuentro y manifestarse a quienes


se entregan a la contemplación, sino también a los que andan justa y
piadosamente por los caminos de la acción.
La experiencia de algunos de vosotros -si no me equivoco- sabe que a
menudo Jesús, a quien buscaron como en un sepulcro junto a los altares
sin encontrarlo, inesperadamente les salió al encuentro en el camino de
sus trabajos. Entonces [éstos de quienes hablo] se acercaron a él y
retuvieron sus pies, ya que la pereza no retuvo sus pies a causa de su
deseo de Jesús”. Beato Guerrico de Igny, Res III [35], 4

“…Y si la debilidad de mi cuerpo me dispensa del trabajo manual,


ciertamente el alma del trabajador trabajará para él, a fin de decir con
David: Mi gemido era mi trabajo. ¡Oh si me fueran dados aquellos gemidos
inefables con los cuales el Espíritu pide para los santos, de manera que

280
yo trabaje con ellos! Sin duda el trabajo de tales gemidos compensaría
ampliamente en mí el trabajo manual cotidiano”.
Beato Guerrico de Igny, Pent II [39], 4

“La mirra tiene sabor muy amargo… preserva de la corrupción. ¿Qué


hay más amargo al gusto ni más saludable en sus efectos que el dolor que
entristece al pecador invitándole a la penitencia?
¿Qué diremos de la ascesis corporal? No es tanto mirra como manojito
de mirra, si hemos de creer a quienes hace poco que llegaron del mundo:
para ellos los ayunos y las vigilias regulares, el trabajo manual
cotidiano, la aspereza de los vestidos y casi todas las observancias
amargas -por lo insólitas para ellos- les son propuestas para ser
llevadas atadas como un único manojito”.
Beato Guerrico de Igny,Epi I [11], 3

“Rigor de las privaciones y del trabajo libran nuestra vida de la


corrupción. Sabéis muy bien cómo se agusanarían nuestros corazones, cómo
se agusanarían nuestros cuerpos, si cada día la mirra no destilara de
nuestras manos laboriosas. ¿Acaso no es un gusano la lujuria? ¿Acaso no
son gusanos la acedia y la tristeza?”.
Beato Guerrico de Igny, Epi I [11], 4

“Para llegar a la sabiduría de permanecer en la sabiduría, estimo


que debemos tener presente que ni la inquietud ni cualquier otra leve
molestia nos debe hacer abandonar fácilmente cualquier obra de sabiduría,
quiero decir la salmodia solemne, la oración, la lectura santa, el
trabajo diario, el silencio”. Beato Guerrico de Igny, Ben I [22], 5

“La Madre… desempeñó el papel de Marta al cuidar y alimentar al


Niño, cumpliendo al mismo tiempo la ocupación de María por su asiduidad
en conocer a [quien es] la Palabra.
Pienso que de estas contemplaciones se alimentaba María; esta fue la
mejor parte que eligió y que no le fue quitada, antes bien, hoy le es
dada en plenitud. No habiendo sido negligente ni perezosa en el oficio de
Marta, en manera alguna ha sido privada del fruto correspondiente a
María. El trabajo es propio de la vida activa, el fruto, o la recompensa,
de la contemplación. Porque su alma trabajó, dice, verá y será saciada”.
Beato Guerrico de Igny, Asspt IV [50], 3

“Así, hermanos, si aspiráis aquel riego superior, deseáis


indudablemente algo digno de alabanza; con todo, si aún no lo habéis
alcanzado, incrustad mientras tanto las raíces en la humildad, remedio
saludable. Quien no se sienta con valentía para disfrutar de la alegría
de la contemplación, aspire a la perfección de la vida activa. Así
engordarán las raíces del amor, se dulcificarán las costumbres y se
renovará todo el comportamiento de tal persona”.
Beato Guerrico de Igny, Ben II [23], 6

“5. La Sagrada Escritura presentándosenos con rostro placentero, nos


invita y atrae suavemente a su lectura, por donde, si hay trabajo en
descubrir sus sentidos, este trabajo se trueca en delicias; pues la
dulzura del lenguaje y de la expresión suaviza el trabajo de entenderla.
12. Ya hemos consumido el tiempo y urge que marchemos al trabajo
manual, según lo exige nuestra pobreza y nuestro género de vida”.
S. Bernardo de Claraval, SC 1, 5.12

“¿Qué consejo se da a los amigos? No trabajen por el alimento que se


acaba, sino por el alimento que dura dando una vida nueva sin término.
281
Aunque nos entreguemos a los trabajos materiales, en espíritu de
obediencia o caridad fraterna, no dejemos de trabajar por este alimento,
porque nuestra intención es distinta de aquellos que se afanan en
trabajos precederos. El trabajo es idéntico, pero se alimenta de otra
raíz; y no está llamado a perecer porque está enraizado en la eternidad,
que es inmortal”. S. Bernardo de Claraval, Div 27, 2

“El trabajo, la vida oculta, la pobreza voluntaria, son auténticos


signos que ennoblecen la vida monástica”.
S. Bernardo de Claraval, Ep 42, 37

“Hermanos míos, el trabajo que hacemos nos recuerda nuestro exilio,


nuestra pobreza, nuestra iniquidad. ¿Por qué caminamos sin descanso hacia
la muerte, con ayunos constantes, vigilias frecuentes, con fatigas y toda
clase de penalidades? ¿Hemos sido creados para esto? ¡No por cierto! Pues
si el hombre ha nacido para trabajar no ha sido creado para el trabajo.
Su nacimiento se realiza desde el pecado, he aquí por qué es también
castigo: Tenemos que gemir con el Profeta y decir: He sido concebido en
la iniquidad, y mi madre me ha concebido en el pecado. Nuestra creación
era extraña a una y otra, porque Dios no ha creado ni la aflicción ni la
falta”. S. Bernardo de Claraval, Div 39, 1

“En casi todas las comunidades religiosas encontrarnos hombres


llenos de entusiasmo, rebosantes de gozo, siempre alegres y contentos;
fervientes de espíritu, volcados día y noche sobre la ley del Señor, su
mirada fija en el cielo y sus manos siempre levantadas en oración.
Examinan atentamente su conciencia y se entregan a las buenas obras. La
disciplina les resulta amable, el ayuno ligero, las vigilias breves, el
trabajo manual agradable, y toda la austeridad de nuestra vida les parece
un descanso”. S. Bernardo de Claraval, Asc VI, 7

“Nuestra Orden es es abyección, es humildad, es pobreza voluntaria,


obediencia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Nuestra Orden es ser sumiso
al maestro, al abad, a la Regla, a la disciplina. Nuestra Orden es amar
el silencio, ejercitarse en los ayunos, las vigilias, la oración, el
trabajo manual y sobre todo mantenerse en el camino más excelso: el amor.
En una palabra: progresar así hasta el final de la vida”.
S. Bernardo de Claraval, Ep 142, 1

“1. Había allí seis tinajas de piedra destinadas a la purificación


de los judíos. Podemos interpretar las seis tinajas como las observancias
propuestas a los consagrados a Dios, en las cuales deben purificarse como
verdaderos judíos. Me refiero al silencio, la salmodia, las vigilias, el
ayuno, el trabajo manual y la integridad personal.
3. Viene ahora la quinta tinaja, el trabajo manual. Si buscamos en
él alguna eficacia de purificación, encontraremos fácilmente motivos y me
ciño a esto: ¿existe un elogio, un encanto y un encomio mayor que vivir
de su propio trabajo y no depender en nada del vecino? Y para que nadie
sospeche que digo eso por pura oratoria y no a impulsos de la verdad,
escuchad a nuestro doctor en la fe y en la verdad, el apóstol Pablo. En
su carta los Tesalonicenses les da esta doctrina y estas normas: Os
exhortamos, hermanos a seguir progresando, a poner todo ahínco en
conservar la calma, en ocuparos de vuestros asuntos y trabajar con
vuestras manos según nuestras instrucciones: así vuestro proceder será
correcto ante los de afuera y no tendréis necesidad de nadie…
4. …El trabajo manual se realiza en beneficio del prójimo, para
poder repartir con el necesitado.

282
…El detalle de que estas tinajas sean de piedra, indica que no es
fácil observarlas y que el camino que lleva a Dios es costoso y áspero. …
Y finalmente, son de piedra porque son cristianas, labradas de la piedra
que es Cristo, practicadas en la fe en Cristo”.
S. Bernardo de Claraval, Div 55, 1.3.4

“… de qué nos serviría una sobriedad tan austera en nuestras


comidas, una pobreza tan notable en el hábito que vestimos, tantos
sudores en el diario trabajo manual, tanto rigor de ayunos y vigilias
constantes, una vida monástica tan especial y tan dura, si al fin todo lo
hacemos para ser admirados por los hombres?”.
S. Bernardo de Claraval, Apo 1, 4

“No tengo la menor duda de que vuestro entendimiento está iluminado.


Si me fijo en cambio en pruebas evidentes, vuestro afecto no está tan
purificado. Conocéis el bien, el camino a seguir, y cómo debéis caminar.
Pero la voluntad no es idéntica en todos. Algunos andan, corren y vuelan
en todos los ejercicios de este camino y de esta vida: las vigilias se
les hacen breves, las comidas sabrosas y el pan excelente, los trabajos
llevaderos y agradables. Otros todo lo contrario: tienen un corazón tan
árido y un afecto tan pertinaz, que nada de esto los atrae. Son tan
pobres y miserables que únicamente les mueve algo el temor del infierno.
Comparten todas las miserias, pero no las alegrías”.
S. Bernardo de Claraval, Asc III, 6

“Es muy posible que alguien se tenga por muy fervoroso porque se
entrega denodadamente a las vigilias, ayunos, trabajos y demás
observancias, hasta llegar a creer que ha acumulado durante largos años
muchos méritos. Y por fiarse de eso ha aflojado en el temor de Dios. Tal
vez por su seguridad perniciosa se desvía insensiblemente hacia la
ociosidad y las curiosidades: murmura, difama y juzga a los demás. Si
realmente habitase al amparo del Altísimo, se fijaría sinceramente en sí
mismo y temería ofender a quien debería recurrir, reconociendo que
todavía lo necesita mucho. Tanto más debería temer a Dios y ser más
diligente cuanto mayores son los dones que de él ha recibido, pues todo
lo que poseemos por él no podemos tenerlo o conservarlo sin él”.
S. Bernardo de Claraval, QH I, 1

“Efectivamente, la pobreza os libera de toda palabra cruel. ¿Cómo


podría exigiros Dios lo que habéis abandonado por su amor? Y, por
añadidura, con el trabajo de vuestras manos alimentáis y vestís al mismo
Cristo en los pobres para que nada le falte. Dad, pues, gracias a Dios;
vivid alegres, diciendo: Porque él me libró de la red del cazador y de
toda palabra cruel. Estad alegres, os lo repito; pero, de momento, seguid
temiendo. Quiero que viváis alegres, pero no seguros; con la alegría que
viene de Espíritu Santo, pero con temor y precavido contra la recaída”.
S. Bernardo de Claraval, QH III, 4

“Dame un alma que sólo ame a Dios y lo que debemos amar por Dios,
cuyo vivir sea Cristo ya desde hace tiempo, cuyos trabajos y ocios los
llene siempre el Señor, cuyo propósito no sólo mayor sino exclusivo sea
caminar atentamente con el Señor su Dios, y que sea capaz de realizarlo;
dame un alma como ésa y yo no negaré que es digna de los cuidados del
Esposo…” S. Bernardo de Claraval, SC 69, 1

“Digamos lo mismo del silencio, las vigilias, la oración, la


lectura, el trabajo manual, en fin, de todas las observancias del monte
en las que se satisface su voluntad y no la obediencia al maestro. Esas
283
observancias, buenas de suyo, no puedo considerarlas como lirios, es
decir, como virtudes; tendrá que escuchar al Profeta que dice: ¿A eso
llamáis ayuno agradable al Señor? Y añadirá: en todas esas obras buenas
he descubierto tus propias voluntades. Grave desgracia es tu propia
voluntad por la que tus buenas obras no son buenas para ti. Por eso es
menester que se conviertan en lirios, pues el que se apacienta entre
lirios no podrá gustar cuanto está manchado por la voluntad propia”.
S. Bernardo de Claraval, SC 71, 13

“83. Te preguntas ¿qué hacer, en qué ocuparte? …


84. Hay que hacer el trabajo prescrito -incluso manual- no tanto
para entretenerse un rato deleitando el ánimo sino más bien porque
conserva y alimenta el gusto por los ejercicios espirituales. En él el
alma se distiende un momento, sin perder su vigor, puede liberarse
fácilmente sin la oposición de la voluntad demasiado apegada y sin riesgo
de ser contaminada por el placer experimentado o por las imágenes de la
memoria.
86. En cuanto a los trabajos y ejercicios al aire libre, así como
distraen los sentidos, a menudo también agotan el espíritu, a no ser que
con el pesado trabajo de los campos, por el cansancio corporal se
quebrante y humille el corazón y el peso de la fatiga haga surgir
frecuentes sentimientos de devoción más intensa, como observamos que
sucede también con los ayunos, las vigilias y todo lo que entraña fatiga
corporal.
87. Sin embargo, el espíritu sano y prudente está dispuesto para
todo trabajo y no se disipa, sino más bien se sirve de él para recogerse
mejor en sí mismo; teniendo siempre ante los ojos no tanto lo que hace
como lo que busca con su obrar; tiende hacia el límite de toda
perfección. Cuanto más real es su empeño en este sentido, tanto más
fervorosa y fielmente trabajan sus manos, sometiendo las energías de todo
su cuerpo. Bajo el yugo de la buena voluntad los sentidos se ven
obligados a unificarse y el peso del trabajo no les permite holgar.
Sometidos y humillados al servicio del espíritu, aprenden a conformarse a
él en la participación de sus fatigas y en la esperanza del consuelo.
158. A decir verdad, no acierto a encontrar un nombre con que
llamarlos, hombres celestiales o ángeles terrenos, que viviendo en la
tierra, anticipadamente eran ya ciudadanos del cielo. Trabajan con las
propias manos y de su trabajo alimentan a los pobres, necesitados ellos,
socorrían con lo que sacaban de las vastedades del yermo a los presos y
enfermos de las ciudades; y a todos los que hallaban en una necesidad
prestaban ayuda, viviendo siempre del trabajo de sus manos y habitando
las moradas que eran de sus manos también”.
Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 83.84.86.87.158

“Cuando vayas al trabajo, dispondrás la obra a realizar de tal modo


que la solicitud por las tareas no aparten la atención de tu espíritu de
las cosas que son de Dios”. Esteban de Saley, Espejo de novicios 11

“No despreciemos las obras serviles, ni tengamos por servil nada que
lleve a la abyección y eduque en la humildad” Juan de Ford, SC 89, 1

“Al ir con otros al trabajo se debe preocupar más del por qué se va
a eso que de lo que se hace. Cuando las manos descansan, la mente debe
trabajar en la oración y meditación, que siempre debe hacerse durante el
trabajo”. Arnoldo de Bohérie, Espejo de Monjes 6

“10. Hay que conseguir, pues, que el Espíritu se libere de la


solicitud afanosa por lo temporal. Para conseguirlo, procure la reclusa
284
vivir, en cuanto le sea posible, del trabajo de sus manos, porque esto es
más perfecto.
12. Se recomienda a la reclusa que cuanto le sobre de su diario
sustento conseguido con el trabajo de sus manos, se entregue a una
persona de confianza, para que ella lo entregue a los pobres.
27. Trabaja en lo que la necesidad exija de tus manos o sea más
útil, su importe lo invertirás en cubrir tus necesidades y si no lo
necesitas, entrégalo a la Iglesia o a los pobres.
34. Hemos de evitar la ociosidad mediante una ordenada variedad de
ocupaciones y proteger nuestra soledad con la alternante sucesión del
trabajo.
39. La reclusa que no sepa leer entréguese con mayor diligencia al
trabajo manual, pero de tal manera que después de trabajar un rato,
suspenda el trabajo y de rodillas, eleve alguna breve oración al Señor e
inmediatamente reanude la tarea. Esto mismo lo hará durante el tiempo
consagrado a la lectura y al trabajo; repita el frecuencia el Padre
nuestro en medio de sus ocupaciones e intercale algunos salmos que haya
aprendido de memoria.
40. Entonces inicia prima y la ofrenda de su trabajo cotidiano hasta
la hora de tercia.
47. Una vez concluidas las alabanzas de Tercia, entréguese
fervientemente la reclusa al trabajo manual hasta la hora décima,
intercalando de vez en cuando breves oraciones.
S. Elredo de Rieval, Inst 10.12.27.34.39.40.47

“Participar en los padecimientos de Cristo es someterse a la


disciplina regular, mortificar la carne con abstinencias, vigilias y
trabajos, someter la voluntad propia al juicio ajeno, no preferir nada a
la obediencia. Resumiendo todo en pocas palabras, seguir nuestra
profesión, que hicimos según la regla de san Benito, es precisamente
participar en los sufrimientos de Cristo”.
S. Elredo de Rieval, Spec II, 15

“Quien aspira a la cumbre de la perfección en el orden voluntario


dirija sin cesar su mirada a la caridad, con la cual nos acercamos de
modo particular a Dios, más aún, nos adherimos a Dios y nos conformamos a
él; y como en ella reside la plenitud de toda perfección, propóngaselo
como el fin al que se oriente toda su vida, y después diríjase con
infatigable audacia a su plenitud por el camino que le indican las normas
de su voto y profesión. A este fin sirva la abstinencia, ayuden las
vigilias, colabore la lectio y coopere el trabajo manual. Si resulta que
en algún ejercicio de estos se viola la caridad, por cuya causa han sido
establecidos, entonces el responsable tiene la obligación de moderar y
disponer todo de tal modo que no se dañe la caridad, sino que se busque
siempre sus frutos”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 96

“Así pues, si movido por esos aguijones de los afectos has rechazado
las míseras ollas de los egipcios, y has preferido la pobreza de Jesús a
todas la riquezas del mundo; si has cambiado la mesa real con panes
exquisitos por un plato de verduras; si antepones la sumisión y abyección
a los honores; si te has alejado de las preocupaciones y negocios del
mundo y has decidido procurarte el alimento no abusando de los campesinos
sino con tu propio trabajo y el de tus hermanos…”.
S. Elredo de Rieval, Spec II, 36

“Pero no sólo ha de mantenerse el modo de la satisfacción, sino


conocer la necesidad de la purificación. Y no sólo se debe abstener de lo
lícito para satisfacer, sino también entregarse a duros trabajos para
285
eliminar o reducir las pasiones arraigadas con malas costumbres. Los
ejercicios externos son instrumentos del hombre interior, con los cuales
se arrancan fácilmente las pasiones viciosas que manchan el alma y se
diluyen por completo las manchas del rostro interior por una especie de
pócima amarga”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 79

“¿Dirá alguien que esto puede hacerse alguna vez de manera laudable,
o al menos sin culpa? Quien comete algo digno de condena o deja de hacer
algo necesario para la salvación, se aparta del amor de Dios.
Algunos medios, como la lectio, la meditación, el trabajo corporal,
el ayuno, la oración íntima y otros semejantes, pueden dispensarse,
variarse, cambiarse, e incluso a veces suprimirse, por salvar a un
hermano”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 102

“Así, hermanos míos, os pido que el sudor de vuestro trabajo, la


aspereza de la soledad, vuestro esfuerzo vigilante en los ejercicios
corporales o en los estudios espirituales, no tiendan a otra cosa que a
expulsar los vicios, ordenar las costumbres, promover las virtudes, de
modo que, como buenos trabajadores que viven sobria, justa y piadosamente
en este siglo, purifiquéis vuestro corazón para contemplar, os inflaméis
para amar la bienaventurada esperanza de la divina visión en la cual os
será concedida la plenitud de la paz, gracias a la auténtica filiación
divina”. Isaac de Stella, OS V [5], 24

“Porque no debemos venir al sermón para no trabajar, sino más bien


debemos moderar a veces el trabajo para consagrarnos a la palabra de
Dios: Porque el hombre no es sólo carne ni sólo espíritu, ni es todavía
enteramente espiritual en el espíritu vivificante, ni puede vivir sólo de
pan por el cual trabajamos, ni sólo de la palabra, a la que nos
consagramos, mientras vive aún en parte como animal, y en parte como
ángel, hasta que desaparezca toda semejanza con el animal y devenga igual
a los ángeles de Dios, por Cristo nuestro Señor”.
Isaac de Stella, III p Epi I [11], 17

“Pero aquí, dilectísimos, debemos detenernos hoy, fatigados como


estamos por el trabajo y por el sermón. Porque es con el sudor de nuestro
rostro como nos alimentamos de ambos panes, mientras peregrinamos lejos
de la casa donde, entre cantos de júbilo y alabanza, resuenan los acentos
del banquete”. Isaac de Stella, Sex II[19], 24

“Con el sudor de nuestra frente, más que con la de nuestros criados


o la de los bueyes, debemos comer nuestro pan”.
Isaac de Stella, IV p Epi II[14], 13

“Cuando trabajamos con nuestras manos, seguimos el ejemplo de


nuestro primer padre Adán, no el que pecó en el paraíso, sino el que hizo
penitencia cuando fue expulsado.
En el ocio del paraíso y la abundancia de todas las cosas, fue
cometido el pecado que provocó la cólera del Señor. Fuera del paraíso,
fue aplicado el castigo que golpea justamente al hombre convertido en
esclavo. El castigo sufrido en el exilio, vale más que la falta cometida
en el paraíso. Ya que nosotros somos también pecadores, y según la carne,
hijos de un pecador, no nos libramos de la sentencia dictada contra la
carne y con el sudor de nuestras frentes comemos nuestro pan. Para que el
trabajo del hombre no alimente sólo su boca, trabajamos también con
nuestras manos para adquirir con qué socorrer las necesidades de otros”.
Isaac de Stella, PP II [50], 3-4

286
“13. Pero dices: Si hay tanta restricción y rigor en el alimento y
en el vestido, ¿por qué tanta fatiga física en los trabajos, tanta
actividad por adquirir las cosas? Porque el que trabaja mucho y adquiere
mucho con el único fin de comer mucho, sólo sirve a su vientre y para él
solo se pone en actividad; por consiguiente, es a fin de tener de donde
dar a quien padece necesidad, para que otros puedan compartir el fruto de
nuestros trabajos, sea con nosotros o después de nosotros.
15.Dijimos que con el trabajo de nuestras manos, con el sudor de
nuestra frente, comemos nuestro pan a semejanza del penitente Adán;
además, si tenemos jornaleros y rebaños, es a semejanza de los
patriarcas. En efecto, nuestros padres, como dice alguien, fueron
pastores de ovejas. Vivir del propio trabajo y del de los jornaleros, y
de la cría de animales, no es apartarse del camino recto, ni tampoco
obrar sin precedentes autorizados. ¿Por qué entonces, algunos comercian y
mendigan, apiñándose en el mercado y frecuentando las cortes? Respondo
brevemente: Lo que pasa de aquí, viene del Maligno.
19. Por eso, consideremos más aquella conocida sentencia donde la
Verdad declara: Hay mayor felicidad en dar que en recibir, y trabajemos
con muchos sudores en lo que podremos dar con mucha caridad. Atendamos
también diligentemente lo que de buen grado podamos distribuir. Con lo
nuestro, más bien que con lo ajeno, edifiquemos un templo a Dios y una
morada digna a sus servidores, teniendo siempre más alegría y
agradecimiento por haber dado que por haber recibido, por haber acogido a
los otros que por haber sido acogidos por ellos, porque está escrito: Dad
limosna, y todas las cosas serán puras para vosotros. Y en otro lugar:
Parte tu pan con el hambriento, y a los pobres y sin hogar recíbelos en
tu casa. Así también nuestros padres, practicando el bien de la
hospitalidad, merecieron hospedar incluso a ángeles”.
. Isaac de Stella, PP II [50], 13.15.19

“Hay que amar a Dios con toda el alma en sus promesas. Él nos ha
concedido grandes dones, pero nos ha prometido otros mayores aún.
Nos ha prometido el descanso del trabajo libertad en vez de
esclavitud, seguridad en lugar de temor, consuelo en la tristeza,
resurrección de la muerte; y una alegría plena en la resurrección, una
alegría suprema e inagotable. Finalmente, se ha prometido él mismo: juró
a nuestros padres que él mismo se entregaría a nosotros”.
Balduino de Ford, Tract III

“Que aumente entre tanto en nuestros corazones la voz de Jesús que


nos invita. El invitatorio ya ahora nos canta diciendo: Quien quiera
venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. El
autor de la vida nos invita a la Vida; del trabajo nos llama al descanso
clamando asiduamente: Venid a mí, todos los que estáis fatigados y
cargados que yo os aliviaré”. Balduino de Ford, Tract IV

“Si consideramos el curso del tiempo desde el comienzo, encontramos


a Dios tanto obrando sin fatigarse, como fatigándose sin obrar; tanto
fatigándose al obrar como obrando al fatigarse. En la creación del mundo
Dios obra y no se fatiga, y reposa en el séptimo día no de la fatiga sino
de la obra: con esto propuso al hombre, antes del pecado, un ejemplo de
trabajo sin fatiga, seguido de un reposo. Puso al hombre en el paraíso
para que lo trabajara y cuidara”. Balduino de Ford, Tract V

“En esta caridad, asimismo, se endulzan las cosas amargas, y se


mitigan las duras, en ella sola tu yugo es suave y tu carga ligera. Pues,
¿qué es difícil para el que ama? Todo lo que es mandado más severamente

287
resulta más leve por el fervor de la caridad. La caridad es paciente, es
fuerte, no se fatiga por el trabajo ni se abate por las cargas”.
Balduino de Ford, Tract XVI

Trabajo

Guillermo de Saint-Thierry
- Ep frat 83.84.86.87.158

S. Bernardo de Claraval
- Apo 1, 4
- Asc III, 6
- Asc VI, 7
- Div 27, 2
- Div 39, 1
- Div 55, 1.3.4
- Ep 42, 37
- Ep 142, 1
- QH I, 1
- QH III, 4
- SC 1, 5.12
- SC 69, 1
- SC 71, 13

Beato Guerrico de Igny


- Adv II [2], 4
- Epi I [11], 3
- Epi I [11], 4
- Ben I [22], 5
- Ben II [23], 6
- Res III [35], 4
- Pent II [39], 4
- Asspt III [49], 1
- Asspt III [49], 5
- Asspt III [49], 6
- Asspt IV [50], 3

S. Elredo de Rieval
- Inst 10.12.27.34.39.40.47
- Spec II, 15
- Spec II, 36
- Spec III, 79
- Spec III, 96
- Spec III, 102

Isaac de Stella
- OS V [5], 24
- III p Epi I [11], 17
- IV p Epi II [14], 13
- PP II [50], 3-4
- PP II [50], 13.15.19
- Sex II[19], 24

Balduino de Ford
- Tract III
- Tract IV
- Tract V
288
- Tract XVI

Juan de Ford
- SC 89, 1

Esteban de Saley
- Espejo de novicios 11

Arnoldo de Bohérie
- Espejo de Monjes 6

Simplicidad

“La naturaleza divina es simple, requiere la simplicidad del


corazón” S. Bernardo de Claraval, Div 37, 9

“Yo creo que para que se tengan interiormente ojos sencillos se


necesitan dos cosas: caridad en la intención y verdad en la elección. Si
alguien ama lo bueno, pero no elige lo verdadero, tiene celo de Dios,
pero sin un criterio recto… la verdad maestra quiere instruir por fin a
los discípulos en la verdadera simplicidad y les dice: sean prudentes
como serpientes y sencillos como palomas. Antepone la prudencia, sin ella
nadie puede ser sencillo”. S. Bernardo de Claraval, Pre 36

“A veces, la misma contrariedad del esfuerzo provoca compasión;


pero, mirando a sus motivaciones, suscita una felicitación, mucho más si
todas las buenas obras se realizan no sólo por Dios, sino gracias a Dios.
Porque es Dios quien activa en vosotros ese querer y ese actuar que
sobrepasan la buena voluntad. Él es el autor y el remunerador de la obra,
él es la recompensa total. Así, ese Bien sumo, cuya simplicidad es tan
perfecta en sí misma, viene a ser en nosotros la causa de todos los
bienes, la eficiente y la final. Felices, amadísimos, porque, bajo el
peso de todos estos trabajos, no ya os mantenéis firmes, sino que lo
superáis todo gracias al que os amó. ¿No es también por él? Evidente. Ya
lo dice el Apóstol: Si los sufrimientos de Cristo rebosan en vosotros,
gracias al Mesías rebosa en proporción vuestro ánimo.”
S. Bernardo de Claraval, QH IX, 2

“Hermanos, también vosotros encontraréis hoy un Niño envuelto en


pañales, recostado en el pesebre del altar. Cuidad que la pobreza del
envoltorio no escandalice ni perturbe la mirada de vuestra fe, cuando
contempla la verdad del cuerpo adorable bajo las especies de otras
realidades. Así como María, envolvió al Niño con unos pobres lienzos, así
también la madre gracia nos oculta la realidad del sagrado cuerpo bajo
especies apropiadas, y así también la madre sabiduría cubre la misteriosa
majestad de la Palabra divina con enigmas y figuras, de manera que tanto
la simplicidad de la fe en el primer caso, como el estudio diligente en
el segundo acumulen méritos para la salvación”.
Beato Guerrico de Igny, Nat V [10], 5

“Y pues la fiesta presente de la purificación de la purísima y la


más pobre Virgen María nos movió a tratar de nuestra propia purificación,
tengamos presente que en esto consistirá de manera indubitable la
purificación: en desterrar de nosotros todo cuanto es superfluo, de modo
que no sólo en la perfección de la castidad, sino también en la
simplicidad de la pobreza, imitemos de alguna manera a la Madre pobre de

289
Cristo pobre, a quien sea el poderío y la dominación ahora y por todos
los siglos. Amén”. Beato Guerrico de Igny, Pur IV [18], 6

“Benito estableció una disciplina simple, penetrada toda ella de la


pureza del evangelio”. Beato Guerrico de Igny, Ben IV [25], 1

“Toda palabra procedente de la boca de Dios es la única y unigénita


Palabra del Padre que, siendo de suyo simple, contiene sin embargo en sí
la razón y la forma de toda palabra divina”.
Beato Guerrico de Igny, Ann III [28], 6

“¡Feliz el que en todos sus trabajos y caminos busca el reposo


celestial! Se apresura siempre por entraren aquel reposo, afligiendo su
cuerpo a causa de tal deseo, preparando y ubicando ya el alma en aquel
reposo, teniendo paz con todos los hombres, en cuanto dependa de él.
Prefiere espontáneamente el reposo y el ocio [otium] de María, pero asume
por necesidad el trabajo y las ocupaciones [negotium] de Marta, aunque lo
cumple en lo posible con paz y quietud de espíritu, recogiéndose de las
múltiples distracciones en lo único necesario.
Tal hombre aun cuando trabaja descansa…
… todo lo que se desvía de la simplicidad y unidad de su centro está
en movimiento y agitación. Y con tanto mayor rapidez gira un círculo
cuanto más se aparta de la inmovilidad de su principio, es decir, de su
eje.
En todas las cosas busqué el reposo, o sea, que, en la multiplicidad
de sus acciones por las cuales son turbados y turban a los demás;
deberían considerar y buscar lo único necesario”.
Beato Guerrico de Igny, Asspt III [49], 2

“La simplicidad de la fe implica pues un piadoso conocimiento y una


piadosa ignorancia; conoce piadosamente las cosas que Dios nos ha dado
para que las creamos, ignora piadosamente las que él ha ocultado a
nuestra curiosidad. Piadoso conocimiento y piadosa ignorancia, ambas
cosas tienen su gloria y su alabanza junto a Dios: el espíritu humano se
humilla ante Dios para creer lo que él ha dicho, y reprime las cuestiones
de una curiosidad orgullosa para no buscar lo que no ha dicho. En uno y
otro caso, la fe crece en mérito y en una y otra simplicidad aspira
confiadamente a la recompensa: Quien anda en simplicidad, anda
confiadamente.
Así, con simplicidad y confianza, con firmeza y constancia,
sostengamos, creamos y confesemos que la sustancia de pan es convertida
en la sustancia de la carne de Cristo, que la apariencia de pan, sin
embargo, permanece, según un modo admirable, inefable, incomprensible.
Creamos sin la menor duda que esto es así; en lo que respecta al cómo, lo
ignoramos con simplicidad. Todavía no sabemos el cómo, pero lo sabremos
más adelante cuando el efecto de este misterio se haya consumado en
nosotros. Esta consumación, el cambio mismo del pan en el cuerpo de
Cristo, lo indica; porque es místico, y significa la gracia misma que
obra en nosotros”. Balduino de Ford, Sac alt II, 1

Simplicidad

S. Bernardo de Claraval
- Div 37, 9
- Pre 36
- QH IX, 2

290
Beato Guerrico de Igny
- Nat V [10], 5
- Pur IV [18], 6
- Ben IV [25], 1
- Ann III [28], 6
- Asspt III [49], 2

Balduino de Ford
- Sac alt II, 1

Vida cenobítica

“2. Con razón vamos de dos en dos, porque de este modo, a fin de
recomendarles la caridad fraternal y la vida común fueron enviados por el
Salvador los discípulos, como testifican los Evangelios sagrados. Turba
la procesión el que presume andar solitario, ni sólo se hace daño a sí
mismo, sino que también es molesto a los demás. Estos son los que se
separan a sí mismos de los demás como los animales, que no tienen
espíritu ni cuidan de conservar la unidad de espíritu con los lazos de la
paz.
3. A más de estas cosas que se han dicho de la vida común y caridad
fraternal, de las buenas obras y fervor santo, la excelsa virtud de la
humildad es principalmente necesaria para que nos adelantemos a honrarnos
mutuamente, de suerte que cada uno no sólo prefiera a sí a los mayores,
sino también a los más jóvenes, en lo que está la perfección de la
humildad y la plenitud de la justicia. Y porque Dios ama a quien da con
alegría y el fruto de la caridad es el gozo del Espíritu Santo, cantemos
como se ha dicho, mientras vayamos recorriendo los caminos del Señor un
cántico nuevo, porque ha hecho cosas maravillosas”.
S. Bernardo de Claraval, Pur 2, 2.3

“Tus principales caminos [del Señor] son dos: confesión y


obediencia. En la confesión se lavan todas las cosas, en la obediencia se
solidifican las virtudes”. S. Bernardo de Claraval, Div 40, 2

“El segundo país es el paraíso claustral. Sí, el claustro es un


auténtico paraíso, un territorio protegido con el muro de la disciplina,
y abundante en exquisitas mercancías. Es algo extraordinario ver tantos
hombres vivir unidos en una misma casa y con idénticas costumbres. Es una
dulzura y una delicia convivir los hermanos unidos.
Uno llora sus pecados, otro se regocija alabando a Dios; éste sirve
a todos, aquel instruye a los demás, éste ora y aquel lee; éste practica
la misericordia y el otro castiga sus pecados; uno se inflama de amor y
el otro avanza en la humildad; éste es humilde en la prosperidad y aquel
fuerte en la adversidad; uno se entrega a la actividad y el otro reposa
en la contemplación. Puedes afirmar muy bien: Este es el campamento de
Dios. ¡Qué terrible es este lugar! Es nada menos que la morada de Dios y
la puerta del cielo”. S. Bernardo de Claraval, Div 42, 4

“2. Cuando hayas encontrado el tesoro, ponte a negociar y busca las


perlas preciosas. Si encuentras una de gran valor, vende todo lo que
tienes y cómprala ¿Cuál será esta perla de gran valor? Yo creo que esta
única perla es la unidad.
Busca perlas de gran valor quien no se contenta con los bienes
elementales de la salvación, sino que persigue los más excelentes y
sublimes. y como lo más valioso que encuentra es la unidad, no escatima

291
nada por ella: tiene la audacia de preferir la unidad a los ayunos,
vigilias y oraciones.
3. ¡Ojalá permanezca en ella, no como uno de tantos, sino como uno
en relación con todos! Abra de par en par su corazón y llene sus entrañas
con todos los afectos posibles: hágase todo para todos, dispuesto siempre
a sufrir y gozar con todos: Alegrarse con los que están alegres y llorar
con los que lloran”. S. Bernardo de Claraval, Div 65, 2.3

“ …nada anticipa tanto aquí en la tierra la paz de los conciudadanos


del cielo como alabar a Dios con vivo entusiasmo. Así lo dice la
Escritura: Dichosos los que viven en tu casa, alabándote siempre. Pienso
que a este perfume se refiere principalmente el profeta cuando dice: Ved
qué dulzura, qué delicia, convivir los hermanos unidos. Es ungüento
precioso en la cabeza…
Los que viven en acción de gracias, sólo miran a Dios que atrae toda
su atención, y por eso conviven realmente entre sí. Su actitud es buena,
porque toda la gloria se la dan al Señor, a quien corresponde en
justicia, y además es agradable por el gozo que reporta”.
S. Bernardo de Claraval, SC 11, 1

“Dame un hombre que ame a Dios con todo su ser; a sí mismo y al


prójimo en cuanto ama a Dios; a su enemigo, porque algún día quizá lo
ame; a sus padres carnales con intenso amor natural, y a los espirituales
y maestros más profusamente por la gracia. Ese mismo amor ordenado por
Dios se extenderá a todo lo demás; despreciará la tierra mirando al
cielo; gozará de este mundo sin poseerlo, discierne con sabor íntimo del
espíritu lo que se puede usar y lo que se puede disfrutar, considerando
lo transitorio como transitorio, atendiendo sólo a lo necesario en cuanto
necesario, para entregarse a lo eterno con igual anhelo. Dame un hombre
así y me atreveré a afirmar que es sabio y que realmente saborea cada
cosa como es en realidad. Ese es el que puede gloriarse y asegurar en
verdad: Ha ordenado en mí el amor”. S. Bernardo de Claraval, SC 50, 8

“Se crearon y se establecieron no en contra de un legítimo


pluralismo sino en virtud de una conveniencia, para mejor fomentar y
custodiar la caridad. En tanto que fomentan la caridad, son inmutables.
Nadie las puede cambiar, ni los mismos superiores, sin hacerse culpables.
Y si, en alguna circunstancia, pareciesen obstáculos a la caridad,
tocaría revisarlas a quienes les incumbe y aplicar el remedio.
Evidentemente que todo lo que se establece como fomento de la caridad se
puede abrogar, omitir, suspender o sustituir por algo mejor. En cambio,
sería del todo inaceptable que lo establecido a favor de la caridad fuese
un obstáculo”. S. Bernardo de Claraval, Pre 5

“6. Buscamos la verdad en nosotros, en el prójimo y en sí misma. En


nosotros, por la autocrítica; en el prójimo, por la compasión en sus
desgracias; y en sí misma, por la contemplación de un corazón puro.
Te he indicado el número de los grados; ahora observa su orden. En
primer lugar quisiera que a misma verdad te enseñara por qué debe
buscarse antes en los prójimos que en sí misma. Después entender por qué
debes buscarla en ti antes que en el prójimo. Al predicar las
bienaventuranzas, el Señor antepuso los misericordiosos a los limpios de
corazón. Y es que los misericordiosos descubren en seguida la verdad en
sus prójimos. Proyectan hacia ellos sus afectos y se adaptan de tal
manera, que sienten como propios los bienes los males de los demás. Con
los enfermos, enferman; se abrasan con los que sufren escándalo; se
alegran con los que están alegres, y lloran con los que lloran.
Purificados ya en lo íntimo de sus corazones con esta misma caridad
292
fraterna, se deleitan en contemplar la verdad en sí misma; por cuyo amor
sufren las desgracias de los demás.
En cambio, los que no sintonizan así con sus hermanos, sino que
ofenden a los que lloran, menosprecian a los que se alegran, o no sienten
en sí mismos lo que hay en los demás por no sintonizar con sus
sentimientos, jamás podrán descubrir en sus prójimos la verdad.
A todos éstos les viene bien aquel dicho tan conocido: Ni el sano
siente lo que siente el enfermo, ni el harto lo que siente el hambriento.
El enfermo y el hambriento son los que mejor se compadecen de los
enfermos y de los hambrientos, porque lo viven. La verdad pura únicamente
la comprende el corazón puro; y nadie siente tan al vivo la miseria del
hermano como el corazón que asume su propia miseria. Para que sientas tu
propio corazón de miseria en la miseria de tu hermano, necesitas conocer
primero tu propia miseria. Así podrás vivir en ti sus problemas, y se te
despertaran iniciativas de ayuda fraterna. Este fue el programa de acción
de nuestro Salvador quiso sufrir para saber compadecerse; se hizo
miserable para aprender a tener misericordia. Por eso se ha escrito de
él : Aprendió por sus padecimientos la obediencia. De este modo supo lo
que era la misericordia. No quiere decir que Aquel cuya misericordia es
eterna ignorara la práctica de la misericordia, sino que aprendió en el
tiempo por la experiencia lo que sabía desde la eternidad por su
naturaleza.
13. Volvamos ya a nuestro asunto. Si el que no era miserable se hizo
miseria para experimentar lo que ya previamente sabía, ¿cuánto más debes
tu, no digo hacerte lo que no eres, sino reflexionar sobre lo que eres,
porque eres miserable? Así aprenderás a tener misericordia. Sólo así lo
puedes aprender.
Si consideras el mal de tu prójimo y no atiendes al tuyo, te
sentirás arrebatado por la indignación, nunca movido por la compasión;
tendemos a juzgar, no a ayudar; a destruir con violencia, no a corregir
con suavidad. Vosotros los espirituales, dice el Apóstol, corregid con
toda suavidad. El consejo o por mejor decir, el mandato del Apóstol
consiste en que ayudes a tu hermano enfermo con la misma suavidad con la
que tú quieres te ayuden a ti cuando enfermas. También consiste en que
comprendas cuánta dulzura de trato debes tener con el pecador; caer en la
cuenta, como dice el mismo Apóstol, de que también tú puedes ser tentado.
14. Conviene considerar con qué perfección sigue el discípulo de la
verdad el orden establecido por el Maestro. En las bienaventuranzas a que
me refería antes, preceden los misericordiosos a los limpios de corazón;
y los mansos a los misericordiosos. El Apóstol exhorta a los espirituales
que corrijan a los carnales; y añade: con toda suavidad. La corrección de
los hermanos corresponde, sin duda, a los misericordiosos; hacerlo con
suavidad, a los mansos. Como si dijera: no puede ser contado entre los
misericordiosos el que no es manso en sí mismo. Mira cómo indica
claramente el Apóstol lo que antes prometí yo demostrar. La verdad hemos
de buscarla antes en nosotros que en los prójimos. Cayendo en la cuenta
de ti mismo, es decir, siendo consciente de la facilidad con que eres
tentado y de lo propenso que eres para pecar; por esta toma de
conciencia, te harás manso y podrás acercarte a los demás para
socorrerles con toda suavidad. Si no eres capaz de escuchar al Discípulo
que te aconseja, teme al Maestro que te acusa. Hipócrita, quita primero
la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar a brizna del ojo de
tu hermano”. S. Bernardo de Claraval, Hum 6.13.14

“Quien pide la misericordia obtiene esta oportuna respuesta: Dichoso


los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Compadécete de
tu alma, tú que aspiras a que Dios se compadezca de ti. Llora cada noche
sobre tu lecho. Acuérdate de regar tu cama con tus propias lágrimas. Si
293
te compadeces de ti mismo, si te esfuerzas en gemir con el llanto de la
penitencia, estarás ya en el primer grado de la misericordia, y con toda
seguridad la alcanzarás. Si eres muy pecador y buscas una gran
misericordia y una inmensa compasión, afánate en acrecentar tu propia
misericordia. Reconcíliate contigo mismo, pues eres una carga para ti al
ser enemigo de Dios. Y restablecida ya la paz en la propia casa, deberás
comunicarla, en primer lugar, a tus allegados. Entonces, el Señor te
besará con su misma boca, como está escrito y, reconciliado, tendrás paz
con Dios.
Perdona a los que te han ofendido, y se te perdonarán tus propios
pecados. De este modo podrás orar confiado al Padre y decir: Perdónanos
nuestros pecados como nosotros perdonamos a nuestros deudores. Si acaso
has defraudado a alguien, repáralo; lo que te sobre, dalo a los pobres.
Así, dando misericordia, alcanzarás misericordia. Aunque nuestros pecados
sean como púrpura, blanquearán como nieve; aunque sean rojos como
escarlata, quedarán blancos como lana. Si no quieres avergonzarte más de
la conducta con que ofendiste, y que ahora te avergüenza, da limosna de
tus mismos bienes. Si no los tienes que no te falte al menos el deseo.
Así todo quedará limpio en ti. Tu razón será lúcida y tu voluntad quedará
enmendada, incluso tu memoria tan limpia, que podrías oír al Señor que te
llama y te dice: Dichosos los limpios de corazón porque verán Dios”.
S. Bernardo de Claraval, Conv 29

“Haya también en nosotros, carísimos, unidad de espíritus; que


nuestros corazones estén unidos, amando al único, buscando al único,
apegándonos al único y teniendo unos mismos sentimientos. De este modo la
misma división exterior evitará el peligro y no caerá en el escándalo.
Esto no impide que cada uno tenga sus penas y manifieste también alguna
vez su propio modo de ver las cosas, e incluso distintos dones de la
gracia. Tampoco todos los miembros obran del mismo modo, pero la unidad
interior y la unanimidad fusionan la multiplicidad y los estrecha con el
aglutinante de la caridad y el vínculo de la paz”.
S. Bernardo de Claraval, Sept II, 3

“Igualmente, respecto a nuestros hermanos, con los que compartimos


la vida, estamos obligados a prestar ayuda y consejo por un mismo derecho
de paternidad y de solidaridad humana. Incluso nosotros deseamos sus
servicios: consejo que instruya nuestra ignorancia, y ayuda que sostenga
nuestra debilidad. Quizá alguien de vosotros pensará: ¿Qué consejo puedo
yo dar al hermano, si no se me permite ni musitar una palabra sin
permiso? ¿Qué ayuda puedo ofrecer, cuando debo contar, hasta en lo más
mínimo, con el superior?
Yo te respondo: Nada echarás en falta si vives el amor fraterno.
Creo que el mejor consejo es tu actitud de enseñar a tu hermano lo que
conviene y lo que no conviene hacer; estimulándolo y aconsejándole en lo
mejor no con palabras ni con la lengua, sino con la conducta y la verdad.
¿Puede imaginarse una ayuda más útil y eficaz que la oración fervorosa
por él, sin pasar por alto sus faltas? De este modo no le pones tropiezo
y además, en la medida de lo posible, te preocupas, como el mensajero de
paz, de arrancar de raíz los escándalos y de evitar las ocasiones de
escándalo en el reino de Dios. Si te portas con tu hermano como consejero
y amparo, le devuelves lo que le debes, y él ya no podrá quejarse de
nada”. S. Bernardo de Claraval, Adv III, 5

“La aurora representa el mantenimiento de la unidad. En la vida de


comunidad antepón siempre los deseos de los demás a los tuyos propios.
Convive con tus hermanos sin quejas y con alegría, soportando a todos y
orando por ellos. Así podrá decirse de ti: Este es el que ama a sus
294
hermanos y al pueblo de Israel, e intercede continuamente por el pueblo y
por la ciudad santa de Jerusalén”. S. Bernardo de Claraval, V Nat III, 6

“3. Mirad cómo le duele esto también a su esposa, cuando con los
mismos sentimientos se queja de los hijos de su madre:
Mis hermanos de madre se declararon contra mi. Por eso dice en otro
lugar: Mis amigos y compañeros se alejan de mí, mis parientes se quedan a
distancia.
Alejad de vosotros, por favor, en todo momento esa abominable y
horrorosa desgracia, vosotros los que habéis experimentado y veis qué
dulzura, qué delicia es convivir los hermanos unidos; si vivís unidos y
no divididos. De lo contrario no será una dulzura, ni una delicia, sino
algo pésimo: una tortura. ¡Ay de aquel que perturbe el gozo de la unidad!
Cargará con su sanción quienquiera que sea. Yo preferiría morir antes que
escuchar a cualquiera de vosotros este justo lamento:
Mis hermanos de madre se declararon contra mí. ¿O no sois todos
vosotros en esta comunidad hijos de la misma madre, hermanos unos de
otros? Por tanto, ¿quién podrá turbaros y afligiros desde fuera, si
convivís felices en vuestra casa y gozáis de la paz fraterna? ¿Quién
podrá haceros daño, si os dais con empeño a lo bueno? Ambicionad los
dones más valiosos, para que vuestra emulación sea laudable.
Por eso el don más incomparable es el amor; es el mayor de todos, el
que con tanta insistencia inculcaba siempre a la esposa el esposo
celestial, y ahora lo repite: En esto conocerán que sois mis discípulos:
en que os améis unos a otros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis
unos a otros. Este es el mandamiento mío: que os améis unos a otros. E
igualmente pedía que todos sean uno, como el Padre y él son uno.
4. Por eso, amadísimos, vivid entre vosotros en paz, no os hiráis ni
de obra, ni de palabra, ni con cualquier otra señal. Que nadie,
exacerbado quizá y abatido por la flaqueza de su corazón y por la
persecución, se vea en la necesidad de invocar a Dios con este grave
lamento: Mis hermanos de madre se declararon contra mí. Pues el que así
ofenda a su hermano, ofende a Cristo que dice: Cada vez que lo hicisteis
con un hermano mío, conmigo lo hicisteis”.
S. Bernardo de Claraval, SC 29, 3.4

1. …Si le amáis, os alegraríais porque va al Padre, y a qué Padre.


Él, ciertamente, marcha hacia Dios; pero no lo perdéis. Al contrario,
tendréis por él muchos hijos. Todos los que vivimos en Claraval o son de
Claraval lo acogemos a él como hermano y a vosotros como padres.
2. …Yo seré su padre, su madre, su hermano y su hermana. Yo haré que
lo torcido se le enderece y lo escabroso se le iguale; yo le suavizaré y
le arreglaré todo, de manera que avance su espíritu sin que desfallezca
su cuerpo: En fin, servirá a Dios con alegría y gozo, y cantará en los
caminos del Señor que la gloria del Señor es grande”.
S. Bernardo de Claraval, Ep 110, 1.2

“En casi todas las comunidades religiosas encontrarnos hombres


llenos de entusiasmo, rebosantes de gozo, siempre alegres y contentos;
fervientes de espíritu, volcados día y noche sobre la ley del Señor, su
mirada fija en el cielo y sus manos siempre levantadas en oración.
Examinan atentamente su conciencia y se entregan a las buenas obras. La
disciplina les resulta amable, el ayuno ligero, las vigilias breves, el
trabajo manual agradable, y toda la austeridad de nuestra vida les parece
un descanso.
Mas también se hallan hombres cobardes y apocados, abrumados por el
peso; necesitan la vara y la espuela. Su escasa alegría es una tristeza
encubierta. Su compunción es fugaz y esporádica. Su manera de pensar
295
puramente animal. Viven con tibieza, obedecen de mala gana, hablan a la
ligera, rezan sin interés y leen sin aprovecharse. No les conmueve el
temor del infierno, ni el pudor les reprime, ni la razón les frena, ni la
disciplina es capaz de dominarlos. Su vida es prácticamente un infierno,
porque su entendimiento y afecto están en lucha perenne. Necesitan
desplegar toda su fuerza y se alimentan pobremente. Soportan los trabajos
y no saborean las alegrías del espíritu. Abandonemos esa maldita tibieza,
si no porque es peligrosa y suele provocar a Dios como solemos decir, al
menos porque es insoportable, ruin y lamentable. Podemos llamarla
antesala del infierno y fantasma de la muerte”.
S. Bernardo de Claraval, Asc VI, 7

“Te engañas, Tomás, te engañas si pretendes ver al Señor alejándote


del Colegio apostólico. A la Verdad no le gustan los rincones ni los
escondrijos. Está en el medio, esto es en la observancia, en la vida
común y en la voluntad de la mayoría. ¿Hasta cuándo, miserable, irás
haciendo rodeos, y buscarás con tanto afán e ignominia satisfacer tu
propia voluntad?” S. Bernardo de Claraval, Asc VI, 13

“Pero no sólo ellos: también lo exhalan todos aquellos que en esta


vida muestran su benevolencia para hacer el bien y se esfuerzan por ser
humanitarios con los hombres, siempre que ponen en común la gracia que
han recibido y no la guardan para sí mismos. Saben que se deben a amigos
y enemigos, instruidos e ignorantes. Y al sentirse útiles para todos, se
mantienen en la humildad siempre y en todo, amados de Dios y de los
hombres; por eso es bendita su fragancia. Todos los que nos precedieron
con esas virtudes exhalaron maravillosos perfumes en su tiempo y en
nuestros días.
Tú también, si nos haces gustosamente partícipes del don que has
recibido de lo alto a los que convivimos contigo, si entre nosotros te
muestras siempre servicial, afectuoso, agradecido, tratable y sencillo,
puedes estar seguro que tendrás en nosotros testimonio de que exhalas
delicados perfumes. Cualquiera de vosotros que no sólo soporte las
debilidades físicas y morales de sus hermanos, sino que además los ayuda
con sus servicios, los conforta con sus palabras, los orienta con sus
consejos, o si la disciplina monástica le impide todo esto, no cesa de
consolar al débil por lo menos con su oración; todo el que así se
comporte entre vosotros, repito, difunde entre sus hermanos el bálsamo
excelente de un perfume de gran precio. Este hermano es en el seno de su
comunidad como aroma en el aliento de la boca. Se le señala con el dedo y
todos dicen de él: Este es el que ama a sus hermanos y al pueblo de
Israel, e intercede continuamente por el pueblo y la santa ciudad”.
S. Bernardo de Claraval, SC 12, 5

“Sería extraño que esta higuera y estas viñas careciesen de alguna


edificación. Yo creo que encierran un sentido moral. Quiero decir que
por la gracia de Dios que mora en nosotros, también poseemos higueras y
viñas. La higuera representa las buenas costumbres, y las viñas el fervor
del espíritu. Todos los que entre nosotros se comportan cariñosamente en
comunidad, los que conviven sin disensiones con los hermanos y se esmeran
con gran mansedumbre hacia todos para cumplir todos los deberes de amor,
¿porqué no pueden considerarse perfectamente como un higuera? Pero con
una condición: antes tendrán que mostrar y arrojar sus higos inmaduros, a
saber, el temor del juicio de ser expulsado por la caridad perfecta; la
amargura de los pecados debe dejar sitio a una verdadera confesión, a la
profusión asidua de las lágrimas y a la infusión de la gracia; y otras
cosas más que preceden como tempranas a los sabrosos frutos, y que
nosotros mismos podéis imaginaros”. S. Bernardo de Claraval, SC 60, 9
296
“Lo que no podemos obtener por nosotros mismos lo obtiene la
comunidad, lo obtiene la caridad. Busquemos por lo tanto lo unánimemente
y busquemos útilmente”. Gilberto de Hoyland, Tratado ascético 2, 1

“3. La caridad no es jactanciosa, no se engría, es amante del


equilibrado término medio. La caridad no busca su interés. Goza en
compartir y pone todos los bienes en común… Pues el bien de la caridad no
le pertenece exclusivamente; si la posee, la ama; si no la posee, la
desea. No quiere aventajar a los demás ni poseer este bien
exclusivamente.
4.¿Por qué tú, con la envidia, quieres corromper el bien que está en
los otros? ¿Acaso añades a lo tuyo lo que quitas a los otros? Tal vez sea
así, si le sacas algo de su riqueza material. Pero no es en los claustros
donde tema este vicio de la rapacidad.
La envidia es una especie más refinada de la rapacidad. ¿Por qué no
piensas que es rapacidad, respetar las riquezas, pero quitar la fama? No
deseas sus posesiones, pero hieres su renombre ¿Qué ganas con rebajar a
los demás? Tal vez la evidente virtud de los demás quiebra en tu boca los
dientes que habías preparado para rebajarlos.
Entonces no te atreves a corroer, y sin embargo no puedes alabar ¿Y
acaso no es robar, no alabar el bien de los demás? ¿Cómo no habrá robo
cuando niegas el debido testimonio a un bien manifiesto; y aun no
corrompiendo con la mentira la gloria verdadera del otro, la ocultas con
el silencio?
¿Quieres oír cómo en la sola apreciación puede haber robo? Dice el
Apóstol: No consideró como una rapiña el ser igual a Dios. En el alma
envidiosa no puede entrar una apreciación buena de las cualidades de los
demás. No quiere admitir que el otro obre el bien, y aunque no se atreve
abiertamente a decirlo, disimula o atenúa los méritos del otro.
¿Por qué esto, sino porque la envidia, pensando siempre en la propia
excelencia, oscurece la de los demás? Mas la caridad no piensa en el mal
recibido, no se alegra con la injusticia, y por así decirlo, de la
desigualdad; se alegra con la verdad. No piensa en nada personal, se
alegra con el bien de todos, no busca sus propios intereses sino los de
Jesucristo. En todas las cosas ama o desea la gloria de Cristo. Pues
Cristo es de todos, Él es el mediador y por eso todo lo que no es de
todos, todo lo que es individual, no viene de Jesucristo.
¿Por qué tú, por envidia, quieres hacer de Cristo un bien
individual? ¿Quieres que la gracia del Espíritu sea avara, reduciendo
exclusivamente a ti sus beneficios? Deja que crezca, desborde y se
derrame en toda carne el Espíritu del Señor, y que llene el mundo. No
intentes aprisionar en la estrechez de tu corazón un beneficio que es
común a todos.
Dios es rico para con todos ¿y tú procuras disminuir la abundancia
de la gracia y reducir casi a la nada su intensidad? Cristo desdeña los
límites de los avaros de un corazón envidioso. Su bondad no se deja
aprisionar por los celos. Ella fluye, y no sólo para ti mismo sino que
también derrama su aceite en los vasos cercanos a ella. Haz que esos
vasos sean también los tuyos, y lo serán si lleno de alegría te gozas del
bien común. De lo contrario, dejas escapar de tu alma el aceite, y Cristo
mediador no deja de darse a los demás. Porque Él quiere que todo lo que
es suyo sea de todos. En esto conocerán todos que son mis discípulos
-dice- si se aman también ustedes los unos a los otros”.
Gilberto de Hoyland, SC 19, 3.4

“¿No hay en esta comunidad tantos jardines como almas? La unanimidad


que reina ha hecho un solo jardín, la diversidad de gracias ha hecho
brotar varios. Que sea grato a Dios, que en estos jardines no germine
297
ninguna raíz de amargura, ningún bosque estéril que cause vergüenza en le
vergel de la Esposa”. Gilberto de Hoyland, SC 37, 3

“…Mira los astros del cielo, levanta los ojos hacia los montes de
donde te vendrá el auxilio si temes levantarlos a aquel que habita en el
cielo…este comienzo de iluminación es óptimo y adecuado a nuestra
flaqueza, con tal de que fijemos la mirada en los que han sido
iluminados. Es un camino rectísimo, para encontrar a Jesús seguir la luz
de los padres que nos precedieron”.
Beato Guerrico de Igny, Epi II [12], 6

“Ciertamente el Señor me ha colocado en un lugar de pastos cuando me


asoció a la Iglesia de los santos, cuyo vientre es como un montón de
trigo cercado de lirios, para que me apaciente a la vez con el sabor del
trigo y con la contemplación de los lirios.
… No es un alimento insignificante para el alma fiel ver a su
alrededor tantos lirios que florecen con tanta belleza y gracia, y de los
cuales puede tomar ejemplos de todas las virtudes, diferentes en cada uno
de ellos. Éste se halla mejor cimentado por la humildad, aquél por su
mayor caridad. Uno es más vigoroso para la paciencia, otro más veloz para
la obediencia. Este es más parco en la comida, aquél más desenvuelto para
el trabajo. Éste es más fervoroso en la oración, aquél más aplicado en la
lectura. Éste es más prudente en la administración, aquél más santo en el
reposo. Pero si bien admiras en cada uno una gracia que florece de modo
más notable, sin embargo en cada uno no hay una, sino muchas virtudes,
como hay muchas flores en cada [planta de] lirio. Porque hay tantos
lirios como almas justas y tantas virtudes en los justos como flores en
los lirios. En consecuencia, quien al ver estas flores se alegra de ellas
y aprovecha gracias a ellas, ¿qué hace, sino apacentarse entre lirios?”.
Beato Guerrico de Igny, PP II [45], 4

“La humildad de Cristo que debemos imitar si queremos ser


perfectamente purificados tiene siete efectos. El primero, siendo rico se
hizo pobre. El segundo, llevando la pobreza al extremo, fue puesto en un
pesebre. Tercero, se sometió a una Madre. Cuarto, hoy bajó la cabeza ante
las manos de su siervo. Quinto, soportó a su discípulo ladrón y traidor.
Sexto, se presentó lleno de mansedumbre ante el juez inicuo. Séptimo,
intercedió con gran clemencia ante el Padre por los que lo crucificaban.
Seguirás las huellas de este gran gigante, aunque sea de lejos, si
amas la pobreza, si entre los pobres eliges el último lugar, si
permaneces sometido a la disciplina del monasterio, si soportas tener por
superior a uno menor que tú, si sufres con ecuanimidad a los falsos
hermanos, si mediante la mansedumbre sales victorioso del juicio, si
retribuyes con caridad a quienes te hacen sufrir injustamente.
Esta humildad rebautiza sin hacer injuria al único bautismo, porque
no repite la muerte de Cristo, sino que instaura la mortificación y
sepultura de los pecados, y lo que en aquel bautismo se realiza en figura
aquí se cumple en verdad.”. Beato Guerrico de Igny, Epi IV [14], 7

“Nos precede mostrándonos ejemplos de humildad y paciencia; que


ahora nos siga ayudándonos a imitar lo que nos ha mostrado.
Qué felices somos nosotros, hermanos míos, si acerca de esto
escuchamos el consejo del apóstol: Tened en vosotros los mismos
sentimientos de Cristo Jesús, el cual lo sabéis, nos ha precedido.
Esto es, que nadie se eleve por encima de sí mismo, antes bien, se
humille por debajo de sí; el que es mayor que sirva a los otros; si
alguno es ofendido, sea el primero en perdonar; cada uno obedezca hasta
la muerte. Por estas huellas, sigamos a Cristo en la forma de siervo y
298
llegaremos a verlo en la forma de Dios, en la que vive y reina por los
siglos de los siglos.” Beato Guerrico de Igny, Palm I [29], 3

“Vosotros, hermanos que, así como tenéis un solo haber y una sola
casa, tenéis un solo corazón y una sola alma, vosotros, repito, debéis
gloriaros de un modo especial en ellos, puesto que como retoños de olivo
sacasteis de su raíz no sólo la savia de la fe, sino también un modelo de
vida y un ejemplo de observancia regular”.
Beato Guerrico de Igny, PP I [44], 3

“Sin duda, la divina providencia por una gracia admirable dispuso


que en estos desiertos que habitamos tengamos la quietud de la soledad
sin carecer, no obstante, del consuelo de una agradable y santa compañía.
Cada uno puede sentarse solitario y callar, ya que nadie le dirige la
palabra, por otra parte, no puede decir: Pobre del que está solo, porque
no tiene a nadie que lo reanime ni levante si llegara a caer”.
Beato Guerrico de Igny, Adv IV [4], 2

“Si hay algo tortuoso y torcido en nuestra voluntad, es preciso que


lo corrijamos y rectifiquemos según la regla de la voluntad divina. …
(también) es necesario nivelar los ásperos, es decir aplanar toda
aspereza en tus costumbres para convertirla en esa igualdad de ánimo
necesaria en la vida de comunidad. El que es manso y humilde (Jesús) no
descansa sino en el manso y humilde”. Beato Guerrico de Igny, IV [4], 4

“Para llegar a alcanzar este amor santo, algunos han recibido de


Dios un don particular que alegra su rostro con óleo, infunde en ellos
cierta paz y atractivo, y vuelve todas las palabras y obras agradables a
los ojos de todos, mientras que las de otros muchos, que quizás aman
tanto, y aun tal vez más, difícilmente encuentran la misma simpatía.
Por eso nos atañe a todos hacer el bien no sólo ante Dios, sino
también ante los hombres, y no descuidar la conciencia por amor a la
estima ni la estima fiados de la conciencia”.
Beato Guerrico de Igny, Ben III [24], 5

“Cualquiera que se empeña en procurar la paz a los demás, no


poseyéndola en sí, todavía no toca la cítara en su propia cítara, aunque
pareciera tocarla en la de los demás. Quien consigo mismo no está
concorde, ¿con quién lo estará? Quien en sí mismo está dividido, y
disiente de sí mismo y está en discordia y en desacuerdo consigo mismo:
¿con quién podrá concordar? El que siempre es turbulento e inquieto como
la agitación del mar, que nunca está en reposo ¿a quién podría aportarle
la paz?
…Pero, ¿por qué es que en otro lugar se dice: Salmodiad al Señor con
la cítara, con la cítara…? ¿Qué significa esta repetición? ¿Habrá al lado
de la cítara que representa nuestra conducta individual, otra que
significa nuestras relaciones de unos con otros? Ciertamente, así como
en la cítara son muchas las cuerdas, mas no todas las cuerdas tienen un
mismo sonido, sino que muchos sonidos se unen por la armonía en un sonido
casi único, así también todos nosotros no somos más que una cítara;
frente a frente los unos de los otros, somos como cuerdas que se
responden las unas a las otras. Cada vez que animado de un buen celo, uno
da al otro un buen ejemplo, le sirve de modelo, o, por cualquier servicio
de caridad y humildad se hace amable a sus ojos, es una cítara que
resuena y cuyas cuerdas se responden armoniosamente.
No hay melodía más arrebatadora en un instrumento encantador, como
la dulzura y el encanto de una vida en común, en la reunión de una santa
comunidad. En Cristo y por Cristo, uno se aplica mutuamente a ajustarse a
299
los otros y, para guardar la paz, se adapta al temperamento de otro por
la humildad y la paciencia.
Allí no se hincha la soberbia, no aparece la bilis de la envidia, no
se inflama la ira, no litiga la discordia, no murmura la impaciencia;
allí no se encuentran ni las interpretaciones malévolas de la sospecha,
ni la menor palabra deshonesta. He aquí, dice el Profeta, ¡qué bueno, qué
dulce habitar los hermanos todos juntos!.
…Pero aquellos, a los que el amor de Cristo congregó en comunidad,
para que se amen mutuamente y se obedezcan unos a otros; si por los
mutuos ejemplos y exhortaciones que se dirigen cotidianamente para amar a
Dios; si sirven a Dios con un mismo yugo y con labios puros cantan
unánimemente las alabanzas divinas; si todos tienen el mismo querer y no
querer; si todos sienten lo mismo y gustan lo mismo y tienen un solo
corazón y una sola alma, ¿acaso no se dará en esto una cítara espiritual
con la que todos aclaman a Dios y se aclaman a sí mismos?”.
Balduino de Ford, Tract IV

“Origen y ejemplar de la vida común: la vida de la primitiva


Iglesia:
La institución de la vida común no está sostenida ni apuntalada por
una pequeña, ligera ni mediocre autoridad. La Iglesia está fundada en la
vida común primitiva, en la vida común nació la Iglesia y en ella comenzó
su infancia. La vida común recibió de los mismos apóstoles el modelo de
su profesión, el título de su honor, el privilegio de su dignidad, el
testimonio de su autoridad, la protección que la hizo inatacable, el
sostén de su esperanza.
. Vida cenobítica, vida de comunidad; un solo corazón, una sola alma
y la puesta en común de todo:
Existe todavía una cierta comunión entre aquellos que viven en
comunidad, de los cuales se ha dicho: La multitud de los creyentes tenía
un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba sus bienes como
propios, sino que todo era común entre ellos Lo que crea la vida común es
pues tener un solo corazón, una sola alma y una comunión en todo. Ésta
vida representa en la tierra la vida de los ángeles tanto cuanto lo
permite la fragilidad humana.
El bien común antepuesto a los intereses particulares:
Tienen un solo corazón, una sola alma y todo lo tienen en común, en
todo se muestran concordes y unánimes, siempre anteponen la utilidad
general y el bien común a los intereses particulares de tal manera que
renuncian a sí mismos y a los suyo, que ninguno, se trate de esto o de
aquello, ya en sus juicios, ya en sus consejos, presume defender,
pertinazmente su propia opinión, ni intenta imponer con vehemencia los
deseos de su corazón, su propia voluntad, ni tener algo aunque mínimo
bajo pretexto de propiedad. Sino que, como siervos de Dios se humillan a
sí mismos por Dios, bajo la mano de su consiervo (su abad); de manera que
de su solo arbitrio, al cual y para el cual todo poder le ha sido
concedido, depende el pensamiento de todos, se regula la voluntad, se
atemperan las necesidades de todos.
Sólo el pecado no es admitido en la comunión de la caridad:
Si las necesidades de los justos son comunes, es lógico que también
lo sean los consuelos Quien sabe por el sentimiento de la caridad llorar
con los que lloran, sabe también alegrarse con los que se alegran. Cuánto
abundaba el Apóstol en sentimientos de amor y en entrañas de caridad
cuando decía: ¿Quién desfallece que no desfallezca yo? ¿Quién se
escandaliza que yo no me abrase? .Y lo que él hace, eso aconseja que se

300
haga al decir: Llevad las cargas los unos de los otros; y no se
contradice cuando añade: Cada uno llevará su propia carga. Pues se debe
entender esto convenientemente respecto de la carga del pecado. Sólo el
pecado no es admitido a la comunión de la caridad.
Esta caridad mutua también debe ser continua
En esta caridad se conserva la unidad del espíritu como un vínculo
de paz .Esta es pues la ley de la vida común, unidad del espíritu en la
caridad de Dios, el vínculo de la paz en la mutua y continua caridad de
todos los hermanos, comunión de todos los bienes que pueden ser
compartidos, relegando lejos del propósito de la vida religiosa toda
ocasión de poseer una propiedad cualquiera. Para que estas realidades
estén en nosotros y nosotros permanezcamos como quienes tienen un solo
corazón, una sola alma y todo en común: la gracia de nuestro Señor
Jesucristo y la caridad de Dios y la comunión del Espíritu Santo estén
siempre con todos nosotros. Amén
La caridad mutua entre aquellos que viven en comunidad
Consultemos a nuestra propia naturaleza, a la naturaleza de nuestro
cuerpo, acerca de la concordia en la caridad mutua: ella nos estimula a
conservar la paz. Ciertamente, siendo muchos, somos un solo cuerpo pero
cada uno es miembro de los otros.
Paciencia, humildad, caridad mutuas
Un solo Espíritu de Dios nos vivificará a todos como si se tratara
de un solo cuerpo, a fin de que ninguno de nosotros viva para sí sino
para Dios, y a fin de que todos nosotros vivamos simultáneamente en la
unidad del espíritu por la unidad de este único Espíritu que habita en
nosotros”. Balduino de Ford, Tract XV (algunos trozos)

“2. Pero nosotros, hermanos, si ya somos hijos espirituales de


Israel, si espiritualmente hemos salido de la tierra de Egipto,
ofrezcamos todos para la construcción de este tabernáculo y cada uno dé
lo que tiene: Pues cada uno tiene de Dios su propio don, uno de una
manera y otro de otra.Este puede ofrecer más trabajo; aquél más vigilias;
ése más ayunos; uno más oración, otro, lectura y meditación.
Hágase, por tanto, un tabernáculo con las ofrendas de todos para
que, según el precepto de nuestro Legislador nadie diga o presuma de algo
suyo, sino que todas las cosas sean comunes para todo. Lo cual, hermanos,
no sólo se ha de entender de la cogulla y túnica, sino mucho más de las
virtudes y dones espirituales. Nadie se gloríe de ninguna gracia que le
conceda Dios como si fuese propia. Nadie envidie a su hermano por ninguna
gracia como si la quisiera propiamente suya pero no dude que es suyo lo
que estime de todos sus hermanos y que, cuanto es de su hermano, también
es suyo.
3.Podría, ciertamente, el Dios Todopoderoso querer promover
enseguida a la perfección a cualquiera y dar, a cada uno, todas las
virtudes; pero, por piadosa disposición, hace que cada uno necesite del
otro y lo que no tienen en sí lo tenga en el otro para que, de este modo,
se conserve la humildad, se aumente la caridad, y sea reconocida la
unidad.
Sea, por consiguiente, cada cosa de todos, y todas de cada uno; el
fruto de las virtudes útilmente se recoge cuando, por la consideración de
la propia debilidad, se conserva la humildad. No se contristen pues los
hermanos legos porque no salmodian ni velan como los monjes. No se
entristezcan los monjes porque no trabajan tanto como los legos. Lo digo
con toda verdad que aquello que uno hace es de todos y aquello que todos
hacen es de cada uno, ya que, como los miembros de un cuerpo, no todos

301
tienen un mismo oficio, según dice el Apóstol: Siendo muchos no formamos
más que un solo cuerpo en Cristo siendo cada uno, por su parte, los unos
miembros de los otros. Por eso, el débil diga soy fuerte porque, así como
uno tiene paciencia en su debilidad, así tiene firmeza en la fortaleza
del otro.
Guardémonos, por tanto, no sea que las moscas que mueren eliminen la
suavidad del óleo. La suavidad del aceite es la dulzura de la caridad
fraterna que extermina a las moscas que mueren, o sea: la concupiscencia,
la envidia y la sospecha.
Nadie pues que apetece algo de este siglo, ama perfectamente. De la
concupiscencia nace la envidia, pues lo que uno desea para sí lo envidia
en el otro, y, con frecuencia, el ánimo tiende a sospechar de aquél al
que envidia”. S. Elredo de Rieval, STemp Ben III [7], 2-3

“Si, pues, hay entre vosotros unidad y caridad, sin duda lo que hace
uno será de todos y lo que todos hacen será de cada uno de tal manera que
el alma de cada uno de vosotros pueda decir: Hermosa soy como los
pabellones de Salomón. Únicamente quien se aparta de esta sociedad, o da
lugar a división por discordias, envidias o culpas graves, ése tal no
puede decir esto”. S. Elredo de Rieval, STemp OS II [23], 10

“La soledad del claustro es el paraíso terrenal, realmente no


inferior, a mi modo de ver, sino más hermoso que aquel paraíso en el cual
fue colocado Adán, Colocados todos nosotros en este paraíso, debemos
ofrecer copiosamente, cual árboles fructíferos, abundancia de frutos
espirituales: mientras uno da pruebas de profunda humildad, otro está
impregnado de caridad; éste sobresalen la paciencia, aquél está adornado
de castidad; uno desliega actividad en la labor de manos, el otro aparece
más tranquilo saboreando la quietud y el silencio; finalmente, hay quien
se entrega a las lágrimas y compunción del corazón, mientras el de más
allá prefiere la lectura y meditación”.
S. Elredo de Rieval, SIned X En la Anunciación de la Santísima
Virgen María

“ Apacentar por el ejemplo


Por lo tanto, hermanos, si amáis A Dios Nuestro Señor, vivid de tal
modo que, por vuestro ejemplo, sean apacentadas las ovejas de Cristo,
como dice el Señor: Así resplandezcan vuestras obras delante de los
hombres que glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.
Nuestro Señor tiene en cada alma santa algunas ovejas, es decir
virtudes, que conviene alimente quien ama Cristo. Estas ovejas son:
caridad, humildad, gozo espiritual, y otras semejantes.
Apacentamos, por consiguiente, tales ovejas, cuando llevamos a cabo
aquellas obras por las que crecen estas virtudes en nosotros.
Debe cada uno, también, apacentar las mismas virtudes en los demás.
Y lo hacemos si de tal manera nos comportamos ante nuestros hermanos que,
con nuestro ejemplo, crece su caridad, su gozo, su humildad y su
paciencia ¿Cómo, por lo tanto, apacentaría a mi hermano si fuera soberbio
ante él, si hablara soberbiamente, le respondiera soberbiamente y
caminara soberbiamente? ¿Cómo podré apacentar la obediencia en mi
hermano, si él mismo me ve contradictorio y desobediente? ¿Cómo
apacentaré su paciencia si yo murmuro, o me irrito, o hablo duramente y
me impongo ante él?
El que hace estas cosas ante su hermano no apacienta en él las
ovejas de Cristo, sino que, en cuanto de él depende, destruye y mata
porque lo escandaliza. Mas el que escandaliza a su hermano, peca contra
Cristo como dice el Apóstol. El que peca contra Cristo, no ama a Cristo.

302
Por tanto, si amáis a Cristo, apacentad las ovejas de Cristo y
perteneceréis a esta columna que está afirmada por el amor de Cristo”.
S. Elredo de Rieval, STemp PP II [16], 3

“Hermanos, que sea éste para vosotros el modelo de vida, la


verdadera norma de vuestra vida santa: vivir con Cristo por el
pensamiento y el deseo en esta patria eterna; en esta fatigosa
peregrinación no rehusar, por Cristo, ningún ejercicio de caridad. Seguir
a Cristo, el Señor, subiendo al Padre; afinarse, simplificarse,
vivificarse en el ocio de la meditación; seguir a Cristo bajando hacia el
hermano, distenderse por la acción, dividirse de mil maneras, hacerse
todo a todos. No menospreciar nada de lo que concierne a Cristo; no tener
nada más precioso que Cristo; tener sed de una sola cosa, ocuparse sólo
de una cosa, cuando se trata del Cristo único; querer estar al servicio
de Cristo, cuando se trata del Cristo múltiple”.
Isaac de Stella, 3p Epi [12], 6

“18. ¿Por qué, hermanos, tenemos menos solicitud en buscar los unos
para los otros ocasiones de salvación, de manera de socorrernos entre
nosotros, allí donde vemos que sería más necesario, y en llevar como
hermanos, mutuamente nuestras cargas? El Apóstol nos exhorta a esto
diciendo: Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas, y así cumpliréis
la ley de Cristo, y en tora parte: Soportándoos mutuamente en la caridad.
Ella en efecto es la ley de Cristo. 19. Cuando en mi hermano percibo algo
incorregible a consecuencia de dificultades o debilidades físicas o
morales, ¿por qué no soportarlo con paciencia, por qué no consolarlo de
todo corazón, según la palabra de la Escritura: Sus niños serán llevados
en brazos y consolados sobre las rodillas ¿Será que me falta esa caridad
que soporta todo, que es paciente para sostener, indulgente para amar?
Ésta es, ciertamente, la ley de Cristo, quien por su pasión tomó
verdaderamente sobre si nuestros sufrimientos y por su compasión cargó
con nuestros dolores, amando a los que llevó, y llevando a los que amó.
Aquel que por el contrario se muestra agresivo con su hermano en
dificultad, aquel que tiende una trampa a su debilidad, cualquiera fuere,
se somete manifiestamente a la ley del diablo y la cumple. 20. Así pues,
seamos compasivos unos con toros y llenos de amor fraterno, soportémonos
las debilidades y persigamos los vicios, sobre todo nosotros, que, siendo
poco numerosos, con miras a un género de vida ideal más austero, nos
hemos evadido a esta lejana soledad y a esta isla apartada del resto del
mundo. En efecto, todo género de vida que permite entregarse más
sinceramente al amor de Dios y, por él, al amor del prójimo -cualesquiera
fueren las observancias y el hábito- es también más agradable a Dios.
21. La caridad es aquélla por la cual todo debe hacerse o no hacerse,
cambiarse o no cambiarse. Porque es el principio por el cual, y el fin
hacia el cual, conviene que todo sea dirigido. No hay ninguna falta en lo
que, con toda verdad, se hace por ella y según su espíritu. Dígnese
concedérnosla aquél quien no podemos agradar sin ella, y sin quien no
podemos absolutamente nada, que vive y reina, Dios por los siglos
infinitos. Amén”. Isaac de Stella, Quad II [31], 18-21

“¿Y por qué muchos juntos? Juntos, porque todavía no nos bastamos
para la soledad. Juntos, para que si alguien cae no le falte quien lo
levante. Juntos, porque el hermano que ayuda a su hermano será exaltado
como ciudad fortificada y poderosa. Juntos, finalmente, porque es bueno y
dulce habitar los hermanos en la unidad”. Isaac de Stella, PP II [50], 14

“En cuanto a los que hemos profesado la castidad, sin mujer ni


hijos, y también sin nada propio, vivimos en común, obedeciendo todos a
303
uno solo, esperando todo de él según las necesidades de cada uno;
indudablemente eso es conforme al ideal de los bienaventurados apóstoles
y de aquella primitiva Iglesia de Jerusalén; ellos ponían en común sus
bienes y tenían también un solo corazón y un alma sola. Su fervor
inestimable, encendido por el Espíritu Santo, de camino hacia Jerusalén
en el día santo de Pentecostés como está escrito: Su fuego está en Sión,
y su horno en Jerusalén se ha evaporado de día en día, durante un largo
período donde la caridad se enfrió y donde la iniquidad abundó. En
comunidades como ésta, todavía humea débilmente, y hace ver por así decir
algunos vestigios del incendio casi extinguido, y muestra como pequeñas
partículas de las grandes brasas”. Isaac de Stella, PP II [50], 20

“24. Vengamos a esta comunidad espiritual de la que habla el Apóstol


y al elogio de esta vida regular, a este bien, a este encanto de la
convivencia de hermanos que viven juntos.
Deseando esta forma de vida inspirada por los Apóstoles, los hombres
no han querido tener otras moradas, ni retiros, más que la casa de Dios,
casa de oración. Todo lo que hacen, lo hacen en nombre del Señor; forman
una comunidad, viviendo todos bajo el mismo techo, siguiendo el mismo
reglamento de vida, no poseyendo nada personalmente, ni su propio cuerpo,
no teniendo ningún poder sobre sus voluntades individuales. Duermen
juntos, se levantan juntos, salmodia o leen juntos.
25. Todos y en todo tiempo, permanecen en silencio y no hablan entre
ellos más que por las afecciones del corazón. Las frecuentes
exhortaciones de los superiores echan aceite sobre el fuego, pero lo que
les inflama sobre todo es el mutuo ejemplo que se dan. Son precavidos,
vigilan el deseo del honor y de sus signos, como lo recomienda el
Apóstol, se estimulan mutuamente y se entusiasman en el amor, se muestran
acogedores los unos con los otros. No soportan que uno de ellos quiera
ser el solitario, pues atraerá hacia sí el reproche de Salomón: Maldito
el que está solo.
Se considera solitario aquél que rehúsa abrir la conciencia a un
hermano, o el que obra inadecuadamente y con sus originalidades turba a
la comunidad”. Guillermo de Saint-Thierry, Nat am 24.25

Vida cenobítica

Guillermo de Saint-Thierry
- Nat am 24.25

S. Bernardo de Claraval
- Asc VI, 7
- Asc VI, 13
- Adv III, 5
- Conv 29
- Div 40, 2
- Div 42, 4
- Div 65, 2.3
- Ep 110, 1.2
- Hum 6.13.14
- Pre 5
- Pur II, 2.3
- SC 11, 1
- SC 12, 5
- SC 29, 3.4
- SC 50, 8
- SC 60, 9
304
- Sept II, 3
- V Nat III, 6

Beato Guerrico de Igny


- Adv IV [4], 2
-.Epi II [12], 6
- Epi IV [14], 7
- Ben III [24], 5
- Palm I [29], 3
- PP I [44], 3
- PP II [45], 4

S. Elredo de Rieval
- SIned X
- STemp Ben III [7], 2-3
- STemp PP II [16], 3
- STemp OS II[23], 10

Isaac de Stella
- 3p Epi [12], 6
- Quad II [31], 18-21
- PP II [50], 14
- PP II [50], 20

Gilberto de Hoyland
- SC 19, 3.4
- SC 37, 3
- Tratado ascético 2, 1

Balduino de Ford
- Tract IV
- Tract XV

Vigilias

“1. Hermanos míos, el trabajo que hacemos nos recuerda nuestro


exilio, nuestra pobreza, nuestra iniquidad. ¿Por qué caminamos sin
descanso hacia la muerte, con ayunos constantes, vigilias frecuentes, con
fatigas y toda clase de penalidades? ¿Hemos sido creados para esto? ¡No
por cierto!.
4. … El silencio, la salmodia, las vigilias y el ayuno debe
practicarlo cada uno en provecho propio, es decir para su disciplina
personal”. S. Bernardo de Claraval, Div 39, 1.4

“La tercera tinaja dije eran las vigilias. Éstas deben ir siempre
acompañadas de una oración intensa. Por eso leemos en el Evangelio que él
pasaba las noches en oración; y en una exhortación a sus discípulos unió
ambas cosas: Vigilad y orad, para no caer en tentación. Unas vigilias así
nos lavan las manchas que contraemos por la somnolencia, es decir por
vivir insensibles y olvidar el camino de la salvación arrastrados por la
tibieza y negligencia”. S. Bernardo de Claraval, Div 55, 2

“Si todo esto fuera verdad, ¿de qué nos valdría que nos
mortifiquemos en vano todo el día y se nos tenga por ovejas para el
matadero? Pienso que, si con esta jactancia de fariseos despreciáramos a
los demás y, lo que todavía es mayor soberbia, a quienes son mejores que
nosotros, ¿de qué nos serviría una sobriedad tan austera en nuestras
305
comidas, una pobreza tan notable en el hábito que vestimos, tantos
sudores en el diario trabajo manual, tanto rigor de ayunos y vigilias
constantes, una vida monástica tan especial y tan dura, si al fin todo lo
hacemos para ser admirados por los hombres? Cristo mismo nos juzga: En
verdad os digo, ya recibieron su recompensa. Y si tenemos puesta la
confianza en Cristo sólo para este mundo, ¿no somos entre todos los
hombres los más dignos de lástima? Porque sólo esperamos en Cristo para
esta vida si es que únicamente buscamos como recompensa por el servicio
de Cristo la gloria temporal”. S. Bernardo de Claraval, Apo 1, 4

“No tengo la menor duda de que vuestro entendimiento está iluminado.


Si me fijo en cambio en pruebas evidentes, vuestro afecto no está tan
purificado. Conocéis el bien, el camino a seguir, y cómo debéis caminar.
Pero la voluntad no es idéntica en todos. Algunos andan, corren y vuelan
en todos los ejercicios de este camino y de esta vida: las vigilias se
les hacen breves, las comidas sabrosas y el pan excelente, los trabajos
llevaderos y agradables. Otros todo lo contrario: tienen un corazón tan
árido y un afecto tan pertinaz, que nada de esto los atrae. Son tan
pobres y miserables que únicamente les mueve algo el temor del infierno.
Comparten todas las miserias, pero no las alegrías”.
S. Bernardo de Claraval, Asc III, 6

“En casi todas las comunidades religiosas encontrarnos hombres


llenos de entusiasmo, rebosantes de gozo, siempre al gres y contentos;
fervientes de espíritu, volcados día y noche sobre la ley del Señor, su
mirada fija en el cielo y sus manos siempre levantadas en oración.
Examinan atentamente su conciencia y se entregan a las buenas obras. La
disciplina les resulta amable, el ayuno ligero, las vigilias breves, el
trabajo manual agradable, y toda la austeridad de nuestra vida les parece
un descanso”. S. Bernardo de Claraval, Asc VI, 7

“Nuestra Orden es abyección, es humildad, es pobreza voluntaria,


obediencia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Nuestra Orden es ser sumiso
al maestro, al abad, a la Regla, a la disciplina. Nuestra Orden es amar
el silencio, ejercitarse en los ayunos, las vigilias, la oración, el
trabajo manual y sobre todo mantenerse en el camino más excelso: el amor.
En una palabra: progresar así hasta el final de la vida”.
S. Bernardo de Claraval, Ep 142, 1

“2. Según todo esto, la consumación ha de suceder en nosotros y de


nosotros, mas no por nosotros. La creación se ha hecho sin nosotros.
Solamente en la re-formación tenemos mérito, puesto que de algún modo se
hace con nosotros, es decir, mediante el consentimiento de nuestra
voluntad.
3. Estos méritos provienen de nuestros ayunos y vigilias, de la
continencia y de las obras de misericordia, así como de todas las
prácticas virtuosas. Sabemos que mediante ellas nuestro hombre interior
se renueva de día en día, a medida que nuestras intenciones -siempre
encorvadas hacia los cuidados terrenos- se yerguen poco a poco desde el
abismo hasta el cielo”. S. Bernardo de Claraval, Gra 49, 2.3

“Es muy posible que alguien se tenga por muy fervoroso porque se
entrega denodadamente a las vigilias, ayunos, trabajos y demás
observancias, hasta llegar a creer que ha acumulado durante largos años
muchos méritos. Y por fiarse de eso ha aflojado en el temor de Dios. Tal
vez por su seguridad perniciosa se desvía insensiblemente hacia la
ociosidad y las curiosidades: murmura, difama y juzga a los demás. Si
realmente habitase al amparo del Altísimo, se fijaría sinceramente en sí
306
mismo y temería ofender a quien debería recurrir, reconociendo que
todavía lo necesita mucho. Tanto más debería temer a Dios y ser más
diligente cuanto mayores son los dones que de él ha recibido, pues todo
lo que poseemos por él no podemos tenerlo o conservarlo sin él”.
S. Bernardo de Claraval, QH I, 1

“Por esta circunstancia, me duele mucho que algunos de vosotros se


duerman profundamente durante las sagradas vigilias. Faltan a la
reverencia debida a los conciudadanos del cielo, como cadáveres ante los
príncipes de la gloria, mientras ellos, conmovidos por el fervor de los
demás, gozan participando de vuestro culto. Temo que un día abominen
nuestra desidia y se retiren indignados”.
S. Bernardo de Claraval, SC 7, 4

“Porque después de haberlo buscado durante largas vigilias y


oraciones, y con torrentes de lágrimas, de repente, cuando creía
poseerlo, se le escapa; pero se deja alcanzar de nuevo cuando ve que le
acosa llorando, aunque nunca consigue prenderle, pues otra vez se le va
de las manos, por así decirlo”. S. Bernardo de Claraval, SC 32, 2

“Has sembrado para ti la justicia, si mediante el verdadero


conocimiento de ti mismo cultivas el temor de Dios, te humillas a ti
mismo, te deshaces en llanto, prodigas las limosnas, te entregas a las
demás obras de piedad, afliges tu cuerpo con ayunos y vigilias, golpeaste
tu pecho y cansaste a los cielos con tu clamor: todo esto equivale a
sembrar según justicia”. S. Bernardo de Claraval, SC 37, 2

“Temo que entre nosotros vivan algunos cuyas ofrendas no las acoja
el Esposo, porque no exhalan el aroma de los lirios. Si ayuno por
satisfacer mi voluntad propia, al esposo no le seduce ese ayuno ni le
gusta, porque no percibe el aroma del lirio de la obediencia, sino el
vicio de la voluntad propia.
Digamos lo mismo del silencio, las vigilias, la oración, la lectura,
el trabajo manual, en fin, de todas las observancias del monte en las que
se satisface su voluntad y no la obediencia al maestro. Esas
observancias, buenas de suyo, no puedo considerarlas como lirios, es
decir, como virtudes; tendrá que escuchar al Profeta que dice: ¿A eso
llamáis ayuno agradable al Señor? Y añadirá: en todas esas obras buenas
he descubierto tus propias voluntades. Grave desgracia es tu propia
voluntad por la que tus buenas obras no son buenas para ti. Por eso es
menester que se conviertan en lirios, pues el que se apacienta entre
lirios no podrá gustar cuanto está manchado por la voluntad propia”.
S. Bernardo de Claraval, SC 71, 13

“¡Qué buenos centinelas! Cuando nosotros dormimos ellos velan, y


pasan toda la noche en vela porque tienen que dar razón de nuestras
almas. ¡Qué buenos guardianes, que velan en su corazón y pasan toda la
noche en oración, exploran las asechanzas de los enemigos, prevén los
planes de los malvados, sueltan los cepos, eluden las trampas, separan
las redes e inutilizan los artificios! Son los que aman a los hermanos y
al pueblo cristiano, los que oran mucho por el pueblo y por toda la santa
ciudad. Son los que, solícitos por las ovejas que el Señor les ha
encomendado, madrugan para entregar su corazón al Señor que los creó y
rezan delante del Señor. Velan y oran, porque conocen su incapacidad para
guardar la ciudad Y porque si el Señor no guarda la ciudad, en vano
vigilan los centinelas”. S. Bernardo de Claraval, SC 76, 7

307
“El que desea orar no debe tener en cuenta sólo las circunstancias
del lugar, sino también las del tiempo oportuno. El tiempo totalmente
libre es el más cómodo y apto, especialmente cuando la noche impone un
profundo silencio. Entonces la oración es más libre y más pura. Levántate
de noche, al relevo de la guardia, derrama como agua tu corazón en
presencia del Señor. ¡Qué secreta sube de noche la oración, ante la única
presencia del Señor y del ángel que la recoge para presentarla en el
altar del Cielo! ¡Qué grata y lúcida, sonrojada por la timidez del pudor!
¡Qué serena y plácida, no perturbada por el vocerío clamoroso! ¡Qué
limpia y segura, desempolvada de toda preocupación terrena, sin ninguna
mirada que la alabe, ni tentación alguna que la adule!
Por eso mismo la esposa, tan tímida como cauta, buscaba el secreto
del lecho y de la noche cuando quería orar, es decir buscar al Verbo, que
es lo mismo.”. S. Bernardo de Claraval, SC 86, 3

“110.Fuera de aquellas horas a las que se reifere el Profeta cuando


dice: Siete veces al día te he alabado, se debe observar con la mayor
fidelidad el sacrificio de la mañana y de la tarde y el de la media
noche.
111. También inserta en la trama de un testimonio semejante las
vigilias nocturnas, que nos levantamos a celebrar a media noche para
alabar el Nombre del Señor. En el día de la tribulación, he buscado al
Señor, extendiendo mis manos, por la noche, en su presencia y no fui
defraudado.
112.Es sobre todo en estas horas (por la madrugada) cuando debemos
instalarnos delante de Dios, como cara a cara examinarnos a la luz de su
rostro, encontrar en nosotros mismos motivo de aflicción y de dolor, e
invocar el nombre del Señor, excitando nuestro espíritu hasta que se
inflame, volviendo sin cesar al recuerdo de la abundante suavidad del
Señor, hasta que él mismo llegue a ser la dulzura de nuestro corazón.
114. Durante la preparación para las vigilias nocturnas no conviene
atiborrar la inteligencia con gran número de salmos, ni agotar el
espíritu o sofocarlo, sino aprovechar mientras se encuentra sobrio para
disponerlo a la devoción y dirigirlo al Señor por sus propios caminos
hasta que comience a correr con el corazón dilatado y llegue al fin a la
Obra de Dios perseverando en ese mismo fervor, no sea que se irrumpa por
una gran negligencia o que falte por una debilidad voluntaria”.
Guillermo de Saint-Thierry, Ep frat 110.111.112.114

“La Esposa busca al Esposo y no halla sosiego ni de día ni de noche.


En efecto, aún en sentido literal, los que se ejercitan en las vigilias
saben cuántas oportunidades proporcionan las vigilias nocturnas para
entregarse a las prácticas espirituales y qué frutos del espíritu logran
los que esperan vigilantes el regreso del Esposo. Ese tiempo, en efecto,
pertenece al alma y a las cosas que le son propias. Los sentidos reposan
y nada viene a turbar el alma a través de ellos. Así con el estómago que
está en ayunas y consume con eficacia los alimentos primeros que recibe,
los digiere mejor, los asimila con mayor provecho, así la mente todavía
en ayunas del que se ha levantado del sueño se fija y se adhiere con más
fuerza al pensamiento que primero se le presenta, sobre todo, si
consiente con él. Por lo cual, al despertarse, el alma-esposa, después de
un sueño moderado, debe poner todo su empeño en unirse inmediatamente a
su Esposo como una virgen, todavía sin mancha; adherirse a Dios y ponerse
totalmente, en cuanto le es posible, bajo su acción, para que, en
adelante, permaneciendo toda la noche y todo el día santa e inmaculada de
cuerpo y espíritu, no esté dividida, sino que sea totalmente de aquel a
quien se ha entregado y no admita que se mezcle allí ningún otro afecto
indigno”. Guillermo de Saint-Thierry,Exp Cant 187
308
“Deben procurar diligentemente que ninguna superficialidad destruya
nuestra abstinencia, ni el sopor excesivo disminuya las vigilias. Estas
constituyen las dos excelentísimas torres mediante las cuales nos
defendemos de los encendidos dardos de la lujuria y, por lo mismo, se han
de guardar bien para que el enemigo no encuentre en ellas ningún lugar de
entrada”. S. Elredo de Rieval, STemp PP [15], 2

“El orden necesario consiste en que quien ha hecho algo ilícito se


abstenga del uso de lo lícito…
La pasión carnal se reprime fácilmente con la sobriedad en el comer,
el corazón flojo y veleidoso se fortalece con el rigor de las vigilias”.
S. Elredo de Rieval, Spec III, 79

“Participar en los sufrimientos de Cristo es someterse a las


observancias regulares, mortificar la carne con la abstinencia, las
vigilias y trabajos, someter la voluntad al juicio ajeno, no preferir
nada a la obediencia; y para resumirlo todo en una palabra: participar en
los sufrimientos de Cristo es cumplir la profesión que hemos hecho de
vivir según la regla de San Benito, como lo afirma nuestro mismo
legislador”. S. Elredo de Rieval, Spec II, 15

“Ahora debes sufrir por Cristo, ejercitar la virtud de la paciencia,


castigar la insolencia de la carne con vigilias continuas y ayunos,
soportar las tentaciones, alejar tu espíritu de toda solicitud terrena,
y, sobre todo, mortificar tu voluntad propia con la virtud de la
obediencia. Y siempre que tu espíritu se fatiga excesivamente en todo
esto, debes correr con la devoción solícita de las oraciones a los pechos
maternales de Jesús, de cuya abundancia sorberás la leche del maravilloso
consuelo, y dirás con el Apóstol: Bendito sea Dios que nos consuela en
todas nuestras tribulaciones; y: Si los sufrimientos de Cristo rebosan
sobre nosotros, gracias a Cristo rebosa también nuestro consuelo”.
S. Elredo de Rieval, Spec II, 59

“Por eso, tú y todos los que se preocupan de su salvación, deben


esforzarse en que la mortificación de la carne, la diligencia en las
vigilias y en el trabajo, la rusticidad del vestido, la sobriedad de la
comida, el peso del silencio, y todo lo relacionado con los miembros del
hombre exterior e interior esté empapado como holocausto agradable con
lágrimas abundantes y con la suavidad de los devotos afectos, para que
exhale su aroma en el ara del corazón por el fuego de la caridad, y como
dice el profeta: Tu sacrificio sea sabroso”.
S. Eledo de Rieval, Spec II, 63

“Quien aspira a la cumbre de la perfección en el orden voluntario


dirija sin cesar su mirada a la caridad, con la cual nos acercamos de
modo particular a Dios, más aún, nos adherimos a Dios y nos conformamos a
él; y como en ella reside la plenitud de toda perfección, propóngaselo
como el fin al que se oriente toda su vida, y después diríjase con
infatigable audacia a su plenitud por el camino que le indican las normas
de su voto y profesión. A este fin sirva la abstinencia, ayuden las
vigilias, colabore la lectio y coopere el trabajo manual. Si resulta que
en algún ejercicio de estos se viola la caridad, por cuya causa han sido
establecidos, entonces el responsable tiene la obligación de moderar y
disponer todo de tal modo que no se dañe la caridad, sino que se busque
siempre sus frutos. Pero no se omita nada de lo establecido, ni se
cambien los tiempos consagrados para determinados ejercicios, a no ser
por una extrema necesidad; pues en caso contrario no se tratará de una
dispensa sino de una destrucción”. S. Elredo de Rieval, Spec III, 96
309
Vigilias

S. Bernardo de Claraval
- Apo 1, 4
- Asc III, 6
- Asc VI, 7
- Div 39, 1.4
- Div 55, 2
- Ep 142, 1
- Gra 49, 2.3
- QH I, 1
- SC 7, 4
- SC 32, 2
- SC 37, 2
- SC 71, 13
- SC 76, 7
- SC 86, 3

Guillermo de Saint-Thierry
- Ep frat 110.11.112.114
- Exp Cant 187

S. Elredo de Rieval
- Spec II, 15
- Spec II, 59
- Spec II, 63
- Spec III, 79
- Spec III, 96
- STemp PP [15], 2

Virgen María

“4.En cuanto a la virtud y al mérito de la fe, la Virgen nos sirve


de modelo al concebir a Dios por la fe, por la cual mereció de él que se
cumpliera todo lo que le había prometido. Dichosa la que ha creído, dijo,
porque se han de cumplir las cosas que le han sido dichas por el Señor. Y
para que comprendas con claridad que el fruto de la Virgen no sólo es
místico, sino también moral: este misterio, orientado a la redención, es
también ejemplo propuesto a tu imitación, de manera que perderás sin duda
la gracia del misterio si no imitas la virtud de su ejemplo. Porque la
que concibió a Dios por la fe, otro tanto te promete a ti si tienes fe.
Si quieres recibir fielmente la palabra de la boca del mensajero
celestial, puedes tú mismo concebir a Dios, a quien todo el orbe no puede
contener, concebirlo en el corazón, no en el cuerpo; y aun en el cuerpo,
aunque no de manera corpórea y tangible, pero sí conforme nos manda el
apóstol glorificar y llevar a Dios en nuestro cuerpo.
Por tanto, aplica cuidadosamente el oído, como está escrito, pues la
fe proviene del oír, y el oír de la palabra de Dios. Indudablemente te lo
enseñará el ángel de Dios, predicador fiel, cuando trate contigo sobre el
temor y el amor de Dios, sin que debas dudar en absoluto de que se trata
del ángel del Señor de los ejércitos. ¡Dichosos los que pueden decir: En
tu temor, Señor, hemos concebido y dado a luz el espíritu de salvación!
Porque en realidad este espíritu no es otro que el espíritu del Salvador,
la verdad de Jesucristo. Fíjate en la inefable dignación de Dios y a la
vez en el poder de este incomprensible misterio: el que te creó es creado
en ti y por si fuera poco que lo tengas a él por Padre, quiere también
310
tenerte a ti por madre. Cualquiera que haga la voluntad de mi Padre, ese
es mi hermano, mi hermana y mi madre. Alma fiel, abre tu seno, dilata tus
afectos, no te angusties en tu corazón, concibe al que la creatura no
puede contener. Abre el oído para oír al Verbo de Dios, tal es el camino
para concebir en espíritu en el seno de tu corazón de tal manera que los
huesos de Cristo que son las virtudes, reciban cohesión en el vientre de
su madre.
5. Gracias a ti, Espíritu, que soplas donde quieres. Estoy viendo
con tu ayuda, no una, sino innumerables almas de fieles que están
grávidas de aquel generoso germen. Guarda tu obra, no sea que haya
peligro de algún aborto y quede frustrada la concepción del germen
divino, o nazca muerto. Vosotros también, madres afortunadas de tan
gloriosa prole, cuidaos hasta que Cristo se forme en vosotros. Cuidaos,
no dañe el feto tierno cualquier golpe fuerte desde el exterior, no entre
nada en vuestro seno, esto es, en el espíritu, que pueda acabar con la
vida del concebido. Tratad con delicadeza, si no a vosotros, ciertamente
al Hijo de Dios en vosotros. Tratadlo con delicadeza, repito, no sólo
alejando toda obra y palabra mala, sino también los pensamientos nocivos,
los deleites mortales que indudablemente ahogan el germen de Dios.
Guardad, por tanto, con todo esmero vuestros corazones, porque de
allí procederá la vida, es decir, cuando se desembarace del parto ya
maduro y la vida de Cristo –ahora escondida en vuestros corazones- se
manifieste en vuestra carne mortal. Habéis concebido el espíritu de
salvación, pero todavía estáis de parto. La mujer cuando da a luz está
triste por el trabajo, pero cuando ha dado a luz un niño no se acuerda de
las angustias, por el gozo de que ha nacido un hombre, Cristo, en el
mundo exterior de nuestro cuerpo, llamado de ordinario mundo en
miniatura.
Por último, Dios que ahora ha sido concebido en nuestros corazones,
configurándonos con su espíritu de amor, nacerá entonces como hombre en
nuestros cuerpos configurándolos con la claridad de su cuerpo, en el cual
vive y es glorificado como Dios por los siglos de los siglos”.
Beato Guerrico de Igny, Ann II [27], 4.5

“Hermanos míos el nombre de madre no es exclusivo de los prelados,


aun cuando a ellos incumba ejercer los cuidados de una piedad y solicitud
maternal. Os compete igualmente a vosotros que hacéis la voluntad del
Señor. Sí también vosotros sois madres del Niño que ha nacido para
vosotros y en vosotros, en cuanto por el temor del Señor habéis concebido
y dado a luz el espíritu de salvación. Vigila, pues, madre santa, vigila
solícita sobre este recién nacido, hasta que sea formado en ti Cristo,
nacido para ti, porque cuanto más débil es, más fácilmente puede perecer
para ti el que nunca perece para sí…
Por tanto, vosotros, en quienes la fe que obra por el amor, ha
nacido del Espíritu Santo, protegedla, alimentadla, nutridla como al Niño
Jesús, hasta que sea formado en vosotros el Niño que ha nacido para
nosotros. Éste en efecto, no sólo en su nacimiento, sino en su vida y en
su muerte nos ha dado el modelo según el cual debemos conformarnos
siempre de que si no hubiera sido por nosotros, no habría nacido, si no
hubiera si no hubiera sido para nosotros, no habría querido vivir; si no
habría sido para nosotros, no habría querido morir -ya que no necesitaba
hacerlo para sí-,a fin de que nosotros renaciéramos por él, viviéramos
conforme a él y muriéramos en él, que vive y reina por los siglos de los
siglos”. Beato Guerrico de Igny, Nat III [8], 5

“Esta única Virgen Madre, que puede glorificarse de haber engendrado


al Hijo único del Padre, abraza a este mismo Hijo único en todos sus

311
miembros y no se sonroja de ser llamada Madre de todos aquellos en
quienes reconoce que Cristo está formado o en vías de formación.
…María, al igual que la Iglesia, de la que es figura, es Madre de
todos los que renacen a la vida.
…En verdad es la Madre de la Vida de la que todos viven, pues al
engendrarla reengendró en cierto modo a todos los que de ella habían de
vivir esa vida. Sólo uno fue el engendrado, pero todos nosotros fuimos
reengendrados, porque, en razón del germen por el que se transmite la
regeneración, ya entonces todos estábamos en él [en Cristo]. Como
estábamos desde el principio en Adán, a causa el germen de la generación
carnal, mucho más lo estábamos en Cristo antes del comienzo, a causa del
germen de la regeneración espiritual”.
Beato Guerrico de Igny, Asspt I [47], 2

“No rehusó las deficiencias propias de la infancia y no quiso entrar


en la existencia humana de modo diferente del de la condición común, con
la excepción de que naciendo inmaculado de una Madre inmaculada por obra
del Espíritu Santo, purificó la mancha de nuestro origen e instituyó el
misterio de nuestro segundo nacimiento”.
Beato Guerrico de Igny, Nat I [6], 1

“En verdad, este Hijo único de María, es el primogénito de toda


creatura, a quien el Padre dice: Pídeme, y te daré las naciones en
herencia y extenderé tus dominios hasta los confines del orbe”.
Beato Guerrico de Igny, Nat II [7], 1

“Yo llevaré el hacecillo de mirra que María recogió para mí y


envuelto en pañales recostó en el pesebre”.
Beato Guerrico de Igny, Nat III [8], 3

“2. ¿Qué cosa recomienda la disciplina del silencio con tanto peso y
tanta autoridad, qué cosa frena con tanto terror el mal inquieto de la
lengua y las tempestades de las palabras, como la Palabra de Dios
silenciosa en medio de los hombres?. No hay palabras en mi lengua, parece
proclamar la Palabra omnipotente, mientras está sujeta a su Madre…
aprender en la escuela de la Palabra permaneciendo en silencio al menos
tanto tiempo como ésta permaneció en silencio bajo la educación materna.
4.… Este de quien hablo -lo digo para confusión mía- digna y
justamente se constituyó maestro de la humildad. Si bien no la ignoraba -
por su origen la recibió de su Madre, y por su naturaleza, de su Padre-
sin embargo la aprendió desde el mismo seno materno por lo que tuvo que
padecer”. Beato Guerrico de Igny, Nat V [10], 2.4

“Tengamos ceñidos nuestros lomos para imitar la purificación de


María… Seamos castos de cuerpo y puros de corazón y habremos reproducido
la purificación de María… Sin embargo, María, al cumplir la ley, no tanto
fue purificada cuanto recomendó el misterio de la purificación,
significando la del espíritu. A decir verdad ¿qué podía haber en ella que
necesitase ser purificado?
Virgen concibió, virgen dio a luz y permaneció virgen; más aún esta
concepción la purificó plenamente si es que pudo haber en ella algo menos
puro…
A pesar de ello, la Madre de toda pureza se sometió a los ritos de
la purificación legal, para hacernos comprender el valor de la humildad
plenamente obediente y la verdad de la purificación evangélica”.
Beato Guerrico de Igny, Pur I [15], 1

312
“A mí me agrada ver en este marfil tan precioso, más aún
inapreciable, la castidad virginal de aquella a quien el que se sienta
sobre querubines eligió para sí como su propio asiento diciendo: Esta es
mi mansión por siempre, aquí me sentaré porque la elegí.
…María es más blanca que la nieve, más roja que el marfil antiguo,
pues la castidad le comunicó un brillo incomparable, y la caridad o el
martirio un rubor fulgurante, mayor que el de los elegidos de la antigua
ley. Porque también su alma fue traspasada por una espada, con objeto de
que la Madre de Cristo, Virgen y Mártir por excelencia, fuera virgen y
mártir, blanca y roja a la manera de su Amado blanco y rojo…
María halló ante Dios una gracia singular sobre todos los elegidos,
tanto ángeles como hombres, a saber, la de concebir y dar a luz al Hijo
de Dios, y que del marfil de su cuerpo la virtud del Altísimo esculpiera
su trono glorioso sin intervención humana”.
Beato Guerrico de Igny, Ann I [26], 4

“En verdad María fue llena de gracia. Era manifiesto que estaba en
ella el Dios de toda gracia, de cuya liberalidad copiosa y magníficamente
manaba la abundancia de la gracia, primero hacia su Madre, luego de su
Madre a Juan y de Juan a sus padres. Así del seno de María fluían ríos de
agua viva, y una fuente de vida y de gracia brotaba en medio del paraíso
para regar los árboles del paraíso”. Beato Guerrico de Igny, JB I [40], 2

“1. María es indudablemente la más bienaventurada de todos los


bienaventurados, por haber sido elegida y preelegida entre todos ellos de
una manera singular. Porque el Señor la eligió, la eligió por habitación
suya, diciendo: Este es mi reposo por siempre, aquí viviré porque la
elegí. Habitó en ella nueve meses, habitó con ella y sujeto a ella muchos
años. Habitando en ella la colmó de gracia y carismas singulares,
habitando con ella la alimentaba con la incomparable suavidad de su vida
piadosa y con la deleitable sabiduría de sus palabras divinas.
Ahora, habitando en ella y con ella en una vida sin fin y de un modo
incomprensible, la sacia de la gloria de la visión beatífica,
manifestándole en el exterior la forma corporal de su humanidad
glorificada e imprimiendo en su interior la forma del Verbo que
glorifica.
¡Oh María! En lo sucesivo, dice el Señor, ya no serás llamada
“desamparada”, ni tu tierra será llamada “desolada” como si por ser
virgen hubieras de ser infecunda. Antes bien, serás llamada “mi Voluntad
-es decir, mi Hijo amado- en ella”, porque el Señor ha puesto en ti sus
complacencias y tu tierra seráhabitada. Pues habitará el joven con la
virgen y tu Hijo habitará en ti. Más aún, si prefieres, para no
apartarnos de las palabras de la Escritura, tus hijos habitarán en ti.
4. Tus hijos habitarán en ti, por más que esta profecía deba
referirse principalmente a la Iglesia. Ahora en efecto habitamos al
abrigo de la Madre del Altísimo, vivimos bajo su protección, como bajo la
sombra de las alas, y luego seremos abrigados como en su propio regazo en
la participación de su gloria.
6. ¡Hijo de Dios! Nada, nada seguramente te desagradó en aquella
posada tuya que tan gustosamente te dignaste buscar y tan abundantemente
recompensar. Nada manchado hallaste en ella, porque no había allí ninguna
concupiscencia, sino castidad purísima; nada ruinoso, porque no había
ninguna soberbia, antes bien, una profunda humildad; nada oscuro, porque
estaba excluida toda infidelidad; nada estrecho, porque estaba derramada
la caridad. La Virgen prudentísima había adornado su tálamo no sólo para
recibirte a ti, Cristo, como huésped, sino también para tenerte como
Esposo. Lo había adornado, repito, con la variada belleza y gloria de las

313
virtudes y quizás tanto más segura y verdaderamente cuanto que todo era
más interior.
… Señor a tu casa le corresponde esta santidad y esta hermosura.
Esta hermosura te invitó a venir a ella y te sedujo para hacerte volver.
Al entrar, multiplicaste las gracias de la bendición, pero al volver la
colmaste. Cuando entraste, naciste en ella como hombre, cuando
regresaste, fuiste glorificado en ella como Dios. Entonces pusiste en
ella el santuario de tu gracia, ahora el trono de tu gloria”.
Beato Guerrico de Igny, Asspt I [47], 1.4.6

“María, que era la Madre de Jesús según la carne, fue reconocida por
él bajo otro concepto, ya que de tal manera cumplía la voluntad del
Padre, que éste pudo decir de ella: Tú serás llamada: Mi-voluntad-en-ella
(Is. 62,4). Por tanto, donde el Hijo parecía ignorarla, allí se lo ve
honrarla de modo sublime, esto es, duplicándole el título de su
maternidad: al mismo Hijo a quien había llevado encarnado en su seno,
también lo llevó espiritualmente en su alma”.
Beato Guerrico de Igny, Asspt IV [50], 2

“5. …como el corazón nada me reprocha en toda mi vida, no considero


presuntuoso suplicar la gracia de las alegrías del beso de la boca ¿Por
qué se me tacharía de presunción si pido el beso de la boca de aquel que
la ha tomado de mí, el mismo que es a un tiempo criatura y Creador?
Cuando de niño lo tenía en mis brazos, cada vez que yo deseaba besar al
más hermoso entre los hijos de los hombres, lo hacía con entera libertad;
él nunca apartaba su rostro, nunca rechazaba a su Madre. Y si alguna vez
me excedía en mi deseo, él acataba, según su costumbre, la voluntad de su
Madre. Gozaba en colmarla de la gracia que se derramaba en sus labios y
la dulzura de que estaba lleno él, que es deleite y deseo de las almas
castas…
6. …Cuando al regresar anunciaron los ángeles todas estas cosas a su
Señor, qué pudo haberles respondido Jesús sino algo así: Yo fui el que
ordené a los hijos que honrasen a su padre y a su madre. Yo, para
practicar lo que mandé y servir de ejemplo a los demás, a fin de honrar a
mi Padre bajé a la tierra; pero para honrar a mi Madre ascendí al cielo.
Subí y preparé un lugar, un trono de gloria, para que a la derecha del
Rey se sentara la Reina coronada, revestida de oro recamado, con un manto
de variados colores. Y no digo con esto que su trono está colocado en
alguna parte, porque ella misma será mi trono.
Ven, pues, elegida mía, y pondré en ti mi trono. En ti he de colocar
la sede de mi reino, por ti dictaré sentencia, por ti escucharé los
ruegos. Nadie me ha servido más en mi humillación; a nadie quiero servir
más abundantemente en mi gloria”.
Beato Guerrico de Igny, Asspt II [48], 5.6

“Con todo, si alguno quisiera averiguar con mayor diligencia a quién


se refiere especialmente aquella voz: En todas las cosas busqué el reposo
respondemos que es la voz de la Sabiduría, la voz de la Iglesia, la voz
de María, la voz de toda alma sabia.
… María, al igual que toda alma fiel, buscó el reposo en todas sus
acciones, pero sólo lo halló hoy, cuando, después de la persecución de
Herodes y la huida a Egipto, después de tantas asechanzas y atrocidades
de la impiedad de los judíos, después de tantos sufrimientos a causa de
la pasión y muerte de su Hijo, después de haber sido traspasada su alma
con tantas y tan crueles espadas, hoy al fin le es dado decir: Alma mía,
recobra tu reposo, porque el Señor ha sido bueno contigo. El que me creó
y fue formado de mi carne, reposó en la tienda de mi cuerpo; no podrá

314
negarme el reposo de su cielo. En efecto, el que colma de gracias a los
demás, ¿cómo no pagará con la misma moneda a su Madre?
Reposa, pues, oh dichosa en los brazos de tu Esposo. Él te
comentará, no lo dudo, entro abrazos y besos, cuán suavemente reposó en
la tienda de tu cuerpo, y cuánto más suavemente en el aposento secreto de
tu corazón”. Beato Guerrico de Igny, Asspt III [49], 3

“¿En quién reposaré, dice, sino en el humilde? En todas las cosas


busqué reposo, pero lo encontré en mi humilde esclava. No se ha
encontrado otra semejante a ella por la gracia de la humildad. Y ello
hizo que en esta plenitud de humildad reposara corporalmente toda la
plenitud de la divinidad, si bien reposó de otra manera en el Hijo,
porque aunque la Madre es humildísima mucho más humilde es el Hijo”
Beato Guerrico de Igny, Asspt III [49], 4

“… María recibió al Señor en el tálamo de su seno. Y el que me creó,


dice, reposó en su tienda.
… María solícita en los cuidados debidos a su condición humana (del
Señor), conservaba todas las palabras referentes a él, meditándolas en su
corazón.
Además, cuando Jesús recorría -evangelizando- ciudades y aldeas,
María se adhería a sus pasos como compañera inseparable y estaba
pendiente de los labios del Maestro, de tal suerte que ni la tempestad de
la persecución, ni el horror del suplicio fueron capaces de separarla del
seguimiento de su Hijo, y Maestro. Junto a la cruz del Señor estaba de
pie María, su Madre. Madre ciertamente, que no abandonaba a su Hijo ni en
los terrores de la muerte. ¿Cómo hubiera podido aterrar la muerte a
aquella cuyo amor era fuerte como la muerte, mejor dicho, más fuerte que
la muerte? Ciertamente permanecía de pie junto a la cruz de Jesús: el
dolor de esta cruz crucificaba su mente y al mismo tiempo atravesaban su
alma tantas espadas cuantas eran las heridas veía en el cuerpo traspasado
de su Hijo. ¡Con razón fue proclamada Madre y fue confiada a los cuidados
de un protector adecuado allí donde se manifestó tanto el amor sincero de
la Madre para con su Hijo como la verdad de la naturaleza humana que el
Hijo había recibido de su Madre!”.
Beato Guerrico de Igny, Asspt IV [50], 1

“Por lo demás Jesús, habiéndola amado, la amó hasta el fin,


queriendo no sólo morir junto ella, sino también dirigirle sus últimas
palabras. Quiso dictar, por decirlo así, su testamento, legando a su
discípulo más querido el cuidado de su Madre, de la cual se reconocía
deudor.
… Convenía que la Madre del Señor no fuera asistida por ningún otro
más que por el amado de su Hijo… Sin embargo, después que su Hijo subió
adonde estaba en un principio, la Madre, libre de toda preocupación
terrena e iluminada más plenamente por el Espíritu Santo (a quien recibió
junto con los apóstoles, además de haberlo recibido de una manera única
con las primicias de la concepción virginal) se alegraba lo indecible en
contemplar y ver que Jesús es Dios. Visión ciertamente de gozo inefable y
de sumo deleite para todos los que aman a Jesús, pero sobre todo para
aquella que engendró a Jesús. Así como ella sola recibió la gracia de
engendrar a Dios, así también sólo ella posee la prerrogativa de
gloriarse en aquel a quien engendró. Gloria absolutamente única e
incomparable la de la Virgen Madre: poder ver a Dios, Rey de todas las
cosas, llevando como diadema la carne con que ella lo coronó, de tal
manera que confiesa y adora a Dios en su propio cuerpo, y ve en Dios su
propio cuerpo glorificado”. Beato Guerrico de Igny, Asspt IV [50], 3

315
“Coseche, por tanto María de sus bendiciones y la que sembró la
bendición para todas las naciones reciba de modo singular la bendición de
todas las naciones: Me llamarán bienaventurada todas las generaciones…
Por ti hemos participado del fruto de vida en la mesa de los
sacramentos de este tiempo presente; que por ti seamos partícipes de ese
mismo fruto de vida en la mesa de los gozos eternos de Jesús, fruto
bendito de tu vientre, a quien sea el honor y la gloria por los siglos de
los siglos”. Beato Guerrico de Igny, Asspt IV [50], 5

“Ven, dice, elegida mía, y pondré en ti mi trono. No podía describir


con más claridad y elegancia la prerrogativa de su gloria que llamándola
trono de Dios.
… Como si dijera: Poco es para ti sentarte con el Juez; tú misma
serás mi trono. Así contendrás en ti la majestad del Rey, tanto más feliz
cuanto más íntimamente, y podrás comprender al Incompresible con mayor
perfección que los demás. Contuviste en tu seno al niño, contendrás en tu
alma al que es inmenso. Fuiste posada del peregrino, serás palacio del
Rey, fuiste tienda del que venía a combatir en el mundo, serás trono del
que triunfa en el cielo; fuiste tálamo el Esposo encarnado, serás trono
del Rey coronado”. Beato Guerrico de Igny, Asspt I [47], 5

“2. Buena y consoladora es a no dudarlo tu omnipotente Palabra,


Señor. Ella descendió hoy desde su trono real al seno de la Virgen, donde
también se construyó para sí un trono real; y si bien se sienta en él
ahora en los cielos como Rey, rodeado de los ejércitos angélicos, sin
embargo es consuelo de los afligidos en la tierra.
3. La Virgen fue escogida, en efecto, de estirpe real; noble retoño
descendiente de reyes, pero más noble aún por su virtud real. De esta
suerte la nobleza materna contribuyó a salvaguardar la dignidad real del
Rey eterno, Hijo del Rey, el cual, procedente del trono real de su Padre,
colocaría también su trono real en el aula virginal de su Madre reina. En
ella sin duda, y de ella la sabiduría se edificó una casa, en ella y de
ella preparó para sí, cuando tomó en ella y de ella su propia carne, un
trono tan perfecto y adecuado para todo, que es a un mismo tiempo casa
para descansar y trono para juzgar; el cual le sirvió primero de
tabernáculo para luchar y de cátedra para enseñar.
6.… Me refiero a la Virgen de las vírgenes llena de todas las
gracias, entre las que despedía de manera especial olor agradable para el
Esposo -si no me engaño- la mirra de la castidad y el incienso de la
piedad. Este olor, hermanos supera el de todos los aromas. Este olor
atrajo e invitó al Señor de la majestad a inclinarse desde las alturas
del cielo y descender… al seno de su Madre, el que siempre permanece en
el seno del Padre con quien vive y reina por los siglos de los siglos”.
Beato Guerrico de Igny, Ann I [26], 2.3.6

“Señor, hoy has bendecido a tu tierra, a aquella bendita entre las


mujeres. Hoy diste la benignidad del Espíritu Santo para que nuestra
tierra diera el fruto bendito de su vientre y, al destilar los cielos
desde las alturas, brotara del seno virginal el Salvador. La tierra fue
maldita por la obra del prevaricador y aun siendo cultivada produce
abrojos y espinas para los herederos de la maldición. Ahora, en cambio,
es bendita por la obra del Redentor, la cual produce para todos la
remisión de los pecados y el fruto de vida, quitando de los hijos de Adán
la maldición original que pesaba sobre ellos.
Bendita a todas luces aquella tierra que, hallándose totalmente
intacta, ni cavada ni sembrada, con sólo el rocío del cielo brota al
Salvador, proporcionando a los mortales el pan de los ángeles, el
alimento de vida eterna. Esta tierra, indudablemente, por hallarse
316
inculta parecía estar desierta, pero se encontraba rebosante de frutos:
aparentaba ser un desierto solitario, pero era un paraíso de felicidad.
Realmente jardín de delicias, desierto de Dios, cuyos campos brotaron el
vástago odorífero, desierto ubérrimo desde el cual el Padre envió al
Cordero dominador de la tierra”. Beato Guerrico de Igny, Ann II [27], 1

“Abre sin miedo, Virgen inmaculada, puerta del santuario siempre


cerrada, abre sin miedo al Señor Dios de Israel que te está suplicando
desde hace largo tiempo: Ábreme hermana mía, amiga mía. No tienes por qué
temer por tu integridad virginal, Dios es incapaz de violar lo que se
halla intacto, pero sí sabe consolidar la integridad violada. Si te abres
al Verbo de Dios, entonces no sólo quedarás cerrada, aun serás sellada,
como dice la Escritura: Ponme como sello sobre tu corazón, como sello
sobre tu brazo. Efectivamente Jesús impreso en el corazón, manifestado en
las obras, es a todas luces sello y señal inviolable de castidad para la
esposa, y así como imprime su propia fisonomía, es al mismo tiempo
defensa contra la corrupción.
Virgen fiel mantén tu oído abierto para escuchar y tu espíritu para
creer; por el oído escucha la palabra del ángel, en el corazón recibe al
Verbo del Altísimo y en tu seno concibe al Hijo de Dios. Di también tú,
oh bienaventurada humilde y fiel: El Señor Dios me abrió el oído y yo no
me resistí, no me volví atrás. He aquí la esclava del Señor, estoy presta
a cumplir su voluntad. Es más, ayudaré con mis ruegos, si puedo: Hágase
en mí según tu palabra. Este lenguaje, ofrecer de este modo la propia
devoción, ciertamente equivale a abrir el corazón al Señor y también a
abrir la boca y atraer el Espíritu”.
Beato Guerrico de Igny, Ann II [27], 3

“No obstante lo que puedan propalar los infieles, que la Virgen


conciba y dé a luz para nosotros a su Hijo, porque nosotros tenemos por
signo bueno tanto a la Madre como al Hijo. Indudablemente para nosotros
todo en la Madre es milagroso, por ser únicamente ella, Madre y Virgen.
Para nosotros todo en el Hijo es milagroso, al ser únicamente él Dios y
hombre, y esto de modo incomprensible. La Madre Virgen que concibe y da a
luz es señal para nosotros, porque el hombre que ella concibe y da a luz
es Dios; el Hijo, haciendo obras divinas y soportando las debilidades
humanas, es señal para nosotros, porque conduce hasta Dios al hombre por
cuya causa es concebido, nace y también padece”.
Beato Guerrico de Igny, Ann III [28], 4

“Abraza, pues, feliz anciano, a la Sabiduría de Dios, y tus sentidos


de nuevo se calentarán y recobrarán vida. Aprieta contra tu pecho a la
Misericordia de Dios y tu ancianidad transcurrirá en una abundancia de
misericordia. Entre mis pechos, dice, morará. Aun cuando yo lo devuelva a
su Madre permanecerá conmigo; y cuando esté entre los pechos de su Madre,
no obstante morará entre mis pechos y los embriagará de la abundancia de
su misericordia, si bien no tanto como a los de su Madre. Porque así como
ella es singularmente Madre de la excelsa misericordia, así también posee
de modo excelente unos pechos colmados de misericordia. Te felicito y te
doy el parabién, oh llena de gracia, por haber engendrado a la
misericordia que he recibido, por haber preparado el cirio que he tenido
en mis manos. Tú proporcionaste la cera a la luz que he recibido -tu,
Virgen, un cirio virgen, a la luz virgen- cuando, permaneciendo Madre
incorrupta, revestiste con tu carne incorrupta al Verbo incorruptible”.
Beato Guerrico de Igny, Pur I [15], 3

“La Escritura Sagrada, al referir los misterios de nuestra


redención, de tal manera narra aquellos realizados históricamente en
317
provecho nuestro, que nos hace ver con claridad los deberes que ellos nos
imponen. Al recordarnos en el presente día la purificación de María
Santísima nos invita manifiestamente a nuestra propia purificación.
Porque, ¿a quién no moverá la autoridad de un ejemplo tan estupendo,
cuando veis que la más santa entre las santas, que no tenía nada que
purificar, sin embargo no rehusó cumplir el mandamiento de la
purificación legal? ¡Madre inmaculada, Madre sin mancha! ¿Acaso no eres
consciente de tu pureza, quiero decir, que ni en el concebir, ni en el
dar a luz sufrió detrimento tu integridad, antes quedó consagrada? ¿A
qué, pues, te pones en el trance de confundirte con una mujer cualquiera,
al acudir como ella en busca de los remedios previstos para la
purificación? Es conveniente que nosotros cumplamos toda justicia -
responde-, con objeto de que, habiendo sido yo elegida Madre de la
justicia eterna, sea también espejo y modelo de toda justicia. Conozco la
soberbia de los hijos de Eva, más prontos a excusar los delitos cometidos
que a purificarlos; estimo necesario hacer frente a estos vicios de
origen antiguo con ejemplos patentes de la generación nueva. La madre de
la trasgresión pecó y se disculpó descaradamente; la Madre de la
Redención no ha de cometer pecado y satisfará humildemente, a fin de que
los hijos de los hombres que heredaron de la primera madre la propensión
al pecado, tengan ejemplos de humildad que aprender de la segunda”.
Beato Guerrico de Igny, Pur IV [18], 1

“…Pero inmensamente más clemente y tierno se mostró [el Señor] en


purificar a aquella a quien pregonan bienaventurada las hijas de Sión,
como está escrito: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la virtud del
Altísimo te cubrirá con su sombra. Este hacer sombra el poder divino
significa la verdadera purificación de María, no esta que por misteriosa
dispensación celebramos en el presente día tan sólo en figura. Esa fue a
todas luces entera y realmente la santificación de la Madre y del Hijo,
conforme a la predicción del ángel: Por eso el santo que nacerá de ti
será llamado Hijo de Dios. Para concebir a Dios, la naturaleza mortal
debería ser purificada antes, no después de haberlo concebido. Siendo la
suma santificación el concebir al Santo de los santos, se comprende,
ninguna criatura pudo haber más santa que aquella que fue elevada a la
maternidad de la misma Santidad”. Beato Guerrico de Igny, Pur IV [18], 3

“La fiesta presente de la purificación de la purísima y la más pobre


Virgen María nos movió a tratar de nuestra propia purificación, tengamos
presente que en esto consistirá de manera indubitable la purificación: en
desterrar de nosotros todo cuanto es superfluo, de modo que no sólo en la
perfección de la castidad, sino también en la simplicidad de la pobreza,
imitemos de alguna manera a la Madre pobre de Cristo pobre, a quien sea
el poderío y la dominación ahora y por todos los siglos. Amén”.
Beato Guerrico de Igny, Pur IV [18], 6

“… de la cual quiso nacer la salvación para todos”.


Beato Guerrico de Igny, Nat BVM I [51], 1

“Ella también ansía formar a su Unigénito en todos sus hijos


adoptivos. Si bien éstos fueron engendrados por la palabra de la verdad,
no obstante, [Nuestra Señora] los da cada día a luz por el deseo y la
solicitud de su piedad”. Beato Guerrico de Igny, Nat BVM II [52], 3

“Acuda [el fiel] al templo con Simeón y reciba en sus brazos al Niño
que ofrece María, su Madre; quiero decir, abrace con afecto al Verbo de
Dios que ofrece la Madre Iglesia … Y no sólo la Madre Iglesia a quien
escuchas, sino mucho más la Madre gracia te ofrecerá al Niño en la
318
oración para que lo abraces … El mismo a quien la Iglesia ofrece a
nuestros oídos a través de la predicación, la gracia iluminante lo
introduce en nuestros corazones, tanto más presente y más suave cuanto
que propone la verdad desnuda, a las inteligencias puras. Porque la
verdad –que es Cristo-, revestida de la carne de María, ataviada del
ropaje de elocuencia de la Iglesia, el Espíritu Santo la presenta escueta
para ser aceptada por la infusión de la gracia”.
Beato Guerrico de Igny, Pur III [17], 2

4. “Ved, hermanos, la hermosísima conformidad entre el Hijo y la


Madre. Fue escrito en la Ley de Moisés: Maldito todo el que pende del
madero. No evitó el Hijo la maldición de la Cruz, no evitó la Madre la
maldición de la esterilidad.
En efecto, Él nos redimió por la Cruz de la maldición de la Ley,
haciéndose maldito por nosotros; y Ella, porque eligió, también, la
esterilidad virginal, mereció la fecundidad y engendró al Hijo de Dios.
… Ved, por lo mismo, cuán convenientemente es llamada “oveja” por lo
cual nació Aquel cordero celestial que quita los pecados del mundo”.
5. Así, pues, dice el Evangelista: Entrando el ángel, le dijo: Dios
te salve, llena de Gracia, el Señor está contigo.
¿A dónde llegó hasta Ella? Sin duda, adonde Ella misma se había
separado de las vanidades del mundo; de los cuidados del mundo había
pasado a su aposento privado y, cerrada su puerta, oraba en secreto a su
Padre. Sacaba para sí aguas, con gozo, de las fuentes de la salvación,
esto es, de las Sagradas Escrituras, en donde había leído sobre el parto
de la Virgen y la llegada del Salvador.
6. Ciertamente es verdadera aquella castidad de la mente que tuvo en
plenitud la Bienaventurada María. Y así, escuchad qué humilde fue en
todas estas gracias espirituales que las tenía por sobre todos los demás
hombres. Dijo María al Ángel: He aquí la esclava del Señor. Escuchad,
aún, al evangelista: Levantándose, dice, María, con presteza, fue hacia
la montaña, a la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Añadamos todavía
esto: Subió José hacia Belén, con María, su esposa, que estaba encinta.
Considerad en todo esto la admirable humildad. La llena de Dios,
mayor en el mundo, más excelsa en el cielo, la más fecunda en el Paraíso,
el decoro de las vírgenes, la gloria de las mujeres, la alabanza de los
hombres, la alegría de los ángeles: Aquélla a quien el Hijo de Dios se
eligió como Madre, se llama “esclava”; la que saludó el ángel, con gran
obediencia se somete al carpintero. Ella, Reina de los Cielos, Señora de
los Ángeles, que llevaba a Dios en su seno, saludó humildemente a su
pariente porque era de edad avanzada. Justísimamente, por tanto, se ha
dicho de María: ¡Qué hermosa eres, ¡qué bella, qué castísima en tus
delicias!”. S. Elredo de Rieval, STemp Ann I [8] 4.5.6

“1. …Aun diré más: la misma Virgen María, cuya gloriosa Asunción hoy
celebramos sin duda fue dichosa porque concibió al Hijo de Dios en su
cuerpo; pero fue tanto más dichosa porque lo había recibido en el
corazón. Me engaño si el mismo Señor no dice esto. Ayer se leyó cómo una
mujer dijo al Señor: Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te
alimentaron. Y el Señor respondió: Bienaventurados más bien los que
escuchan la Palabra de Dios y la cumplen.
2. Por consiguiente, hermanos, preparemos la casa espiritual para
que venga a nosotros Nuestro Señor. Lo digo sin rodeos: si la Virgen
María no hubiera preparado en sí este castillo no habría entrado el Señor
Jesús en su seno ni en su corazón.
…cavemos en nuestro corazón en donde haya tierra vil. Saquemos la
tierra que está adentro y arrojémosla afuera. Así, efectivamente, se hace
la zanja.
319
La tierra que debemos sacar y arrojar afuera es nuestra terrena
fragilidad. Que ésta no permanezca oculta en lo interior sino que esté
siempre presente ante nuestros ojos para que exista la zanja en nuestro
corazón, es decir la tierra profunda de la humildad.
¡Oh, qué perfectamente había hecho para sí esta zanja la
bienaventurada María! De hecho, consideró más su propia fragilidad que
toda su dignidad y santidad. Sabía en efecto, que lo que tenía de frágil
procedía de sí misma; aquello por lo que era santa, por lo que era Madre
de Dios, Señora de los Ángeles y Templo del Espíritu Santo, no era sino
por gracia de Dios. Por lo mismo, cuanto era por sí lo confesaba
humildemente diciendo: He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según
tu palabra. Y, de nuevo, afirmaba: Miró la humildad de su esclava.
3. Ella es, efectivamente, la Virgen santa e intacta cuya
virginidad, como firmísimo muro nunca pudo ser penetrado por ningún
semejante, ni por ningún medio, es decir, por las tentaciones del diablo.
Era virgen antes del parto, virgen en el parto, virgen después del
parto.
Pero si ya habéis imitado a María y tenéis esta zanja de la humildad
y el muro de la castidad, es necesario, ahora, que edifiquéis la torre de
la caridad.
4. ¿Quién puede explicar cuán perfectamente tenía esta torre la
dulcísima María? Si Pedro amó a su Señor ¡cuánto la feliz María amó al
Señor e Hijo suyo!
…Este es el castillo en el que entró Jesús. Entró con la puerta
cerrada y salió con la puerta cerrada, como profetizó el santo Ezequiel:
Me sacó, dice, a la puerta que miraba al Oriente y estaba cerrada. La
puerta oriental es la Santísima Virgen María pues la puerta que suele
estar hacia el Oriente recibe, primera, la claridad del sol, Así, la
beatísima María, que siempre miraba hacia el Oriente, es decir, hacia la
claridad de Dios, recibió la primera, en sí el rayo, aún más, toda la
plenitud de aquella claridad del verdadero Sol, es decir, al Hijo de
Dios, del cual dice Zacarías el profeta: Nos visitó el sol que nace de lo
alto”. S. Elredo de Rieval, STemp Asspt I [17], 1.2.3.4

“2. Hasta este día, hermanos, María conoció a su dulcísimo Hijo


según la carne porque, aun después que su queridísimo Hijo y Señor subió
al cielo, Ella tenía todo su deseo y su amor allí donde Él estaba. Sin
embargo, mientras Ella permanecía en esta carne corruptible, no podía
apartarse de su memoria las cosas que había visto en Él según la carne,
pues siempre vendrían a su mente sus hechos, sus palabras y, sobre todo,
aquella imagen de su Rostro que se le había grabado en el corazón.
Hoy ha salido de este mundo y ha subido a los cielos en donde
comienza a contemplar la claridad y la divinidad del Padre. Y se ha
colmado su gozo y su deseo de tal manera que, con razón, podría decir:
Encontré al amado de mi alma. Lo encontró y no lo deja.
…Hoy encontró al que ama su alma lo encontró según el espíritu, lo
ama según el espíritu, lo tiene según el espíritu y por lo mismo, nunca
jamás lo dejará. Hoy lo encontró porque hoy se ha retirado la sombra de
la muerte y ha nacido en Ella la Luz de la Luz. Por la noche lo buscó
pero no lo encontraba. Por eso dice: En mi lecho busqué por las noches al
que ama mi alma, lo busqué y no lo encontré.
3. Primeramente lo buscaba y lo deseaba antes de la venida del
Señor. Buscaba para que viniera a la tierra, como había prometido, para
redimir al mundo y librar a Ella, con todos los demás, de aquella
miserable cautividad. Lo buscó, no en las plazas o en las ferias, sino en
su lecho, en el tálamo secreto de su corazón.
9. Levantemos hermanos nuestros corazones hasta ésta Nuestra Señora,
nuestra abogada. Consideremos cuánta esperanza podemos tener en Ella
320
pues, tanto como Ella es la más excelente de todas las criaturas, así es
más benigna y misericordiosa. Oremos a Ella con confianza; a Ella que nos
puede socorrer por su excelencia y lo quiere por su misericordia
Seguramente Ella intercederá ante su Hijo por nosotros de tal forma
que, así como se dignó nacer de Ella por nosotros, por Ella se digne,
también, compadecerse de nosotros Quien con el Padre y el Espíritu Santo
vive y reina por los siglos de los siglos. Amén”.
S. Elredo de Rieval, STemp Asspt II [18], 2.3.9

“1. No basta, sin embargo, ofrecer solamente nuestras súplicas.


Busquemos el auxilio de Aquélla cuyos ruegos de ninguna manera puede
desdeñar el Señor.
2. Acudamos, por tanto, a su Esposa, acudamos a su Madre, acudamos a
su mejor Esclava; que todo esto es la Bienaventurada Virgen María.
… Si, por gracia de Dios, hemos hecho algo bueno, al ser presentado
por Ella ante su Hijo, no podrá desdeñarlo. Sin duda ninguna, impetrará
el perdón del mal que hayamos obrado. Esto es necesario para nosotros:
que así nos presentemos ante Ella a fin de que pueda recibir nuestra
causa.
… Le debemos honor, nosotros le debemos servicio, nosotros le
debemos amor, nosotros le debemos alabanza.
Le debemos honor, por ser la Madre de nuestro Señor. Quien, en
efecto, no honra a la Madre, sin duda deshonra al Hijo. Dice la
Escritura: Honra a tu padre y a tu madre.
¿Qué diremos pues hermanos? ¿No es Ella nuestra Madre? Sí, hermanos,
Ella es nuestra verdadera Madre, porque de Ella nacimos, por Ella nos
nutrimos, por Ella crecemos.
De Ella nacimos no para el mundo sino para Dios; por Ella nos
alimentamos no con la leche de su carne, sino con aquélla de que habla el
Apóstol: Les dio leche como bebida, no como alimento; por Ella crecemos
no en el cuerpo, sino en la virtud del alma.
Estuvimos todos, como creéis y sabéis, en la muerte, en la vejez, en
las tinieblas, en la miseria. En la muerte, porque habíamos perdido al
Señor; en la vejez, porque estábamos en la corrupción; en las tinieblas
porque habíamos perdido la luz de la sabiduría, y así habíamos perecido
del todo.
Pero, por Santa María, mucho mejor que por Eva, hemos nacido, ya que
Cristo ha nacido de Ella. En lugar de la vejez, recuperamos la juventud,
en lugar de la corrupción, la incorrupción; en vez de las tinieblas, la
Luz.
Ella es nuestra Madre, de nuestra vida, de nuestra incorrupción,
Madre de nuestra Luz.
Dice el Apóstol refiriéndose a nuestro Señor. El cual fue
constituido por Dios para nosotros como sabiduría, justicia,
santificación y redención. Ella es, por consiguiente, la Madre de Cristo,
la Madre de nuestra Sabiduría, la Madre de nuestra Justicia, la Madre de
nuestra Santificación, la Madre de nuestra Redención, y por lo mismo es,
para nosotros, más Madre que la madre de nuestra carne.
Por lo tanto, por Ella es mejor nuestro nacimiento pues de ella
misma procede nuestro nacimiento y nuestra santidad, nuestra sabiduría,
nuestra santificación, nuestra redención. Celebremos, pues, con alegría
su Natividad de la que nos viene a nosotros un tan feliz nacimiento”.
S. Elredo de Rieval, STemp Nat BVM II [20], 1.2

“2. Hermanos, fuerte es aquella alma que abandona el mundo, que


pisotea los deseos de la carne, que desprecias la gloria del mundo.
¿Quién la encontrará? Ni Moisés, ni Josué, ni David, ni el mismo Salomón,
sino Aquél que dice: Si quieres ser perfecto, ve y vende todas las cosas
321
que tienes, dalo a los pobres, y ven y sígueme. Él encontró tal alma y,
así fuerte, porque Él mismo, el primero, le enseñó esta fortaleza.
Esta fortaleza resplandecías de modo especial en la beatísima Madre
de Dios, María, que, sin ejemplo de otro, despreció los halagos del
mundo, desechó la bajeza de la carne y, lo que ninguna otra hizo antes
que Ella, eligió el pudor y la pureza. El mismo encontró esta mujer
fuerte, a la que dispuso como Madre para Sí antes de la constitución del
mundo.
6. De la gracia que se le confió, y de la que en nada se
ensoberbeció, es testigo aquella respuesta humilde que dio al ángel: He
aquí la esclava del Señor. Que en nada se prefirió a los demás, lo
demuestra aquella humilde visita en la que, llevando en su seno a Dios,
fue a servir mostrándose como esclava. Con cuánta reverencia guardó los
bienes de su Esposo lo muestra el evangélico texto que dice: María
conservaba todas estas palabras en su corazón para meditarlas. Cuán
fielmente hablaba no callando, lo muestra en el delicado himno que dice:
Engrandece mi alma al Señor”.
S. Elredo de Rieval, STemp 25, De la Bienaventurada María, 2.6

“14-16. …de Santa María, que no conoció varón, que mantuvo


inmaculado su lecho, que vivió en el mundo permaneciendo virgen, de
cuerpo y alma ¿Quién podrá comprender dignamente, cómo se alegrarán y
regocijarán los justos en la presencia del Señor?
21. No causará la menor admiración si la Madre Santa de Dios, que
desde la cuna permaneció con él [el Señor] en sus tentaciones, fuera
elevada al cielo aún en el cuerpo y exaltada sobre los coros de los
ángeles.
27-30. ¿Quién se atreverá a sondear el peso eterno de gloria de
Santa María, llegada a este mundo cual aurora naciente, bella como la
luna, brillante como el sol, y de la cual nació la luz verdadera que
ilumina a todo hombre que viene al mundo? Si dijo el Señor: El que me
sirve sígame, que donde yo estoy, allí estará el que me sirve, ¿dónde
creéis debe estar su Madre que tan cuidadosa y fielmente le sirvió? Si le
siguió a él y le siguió hasta la muerte, no tiene nada de extraño que
ahora siga al Cordero delante de todos a donde quiera que vaya.
Acerquémonos, por tanto, llenos de confianza al trono de su gracia,
a fin de obtener misericordia y hallar gracia en el auxilio oportuno
(87). Imposible que su Hijo le niegue nada. Si alguno padece tentación,
que le pida ayuda y le será dada, pues a todos la presta rápidamente. Es
también madre de misericordia, por eso siempre está dispuesta a atender
de buena gana las súplicas y prestarles la ayuda deseada. Si alguno, una
vez calmadas las tentaciones, desea agua para regar la tierra norteña y
árida de su corazón, o las tierras altas irregables (88), pídalo con fe a
Santa María, sin dudar lo más mínimo, y le dará en abundancia del rocío
del cielo y de la fertilidad de la tierra (89), y su alma será cual
jardín bien regado (90) incrustará sus raíces en la tierra y dará fruto
arriba”. S. Elredo de Rieval, SIned XXIV, Asspt

“Nuestro Salomón tiene su trono en el que se sienta a la derecha del


Padre donde reina por los siglos. Tiene también su trono en los santos
ángeles, por medio de los cuales rige y gobierna todas las cosas con
justicia. También hizo para sí un trono en el cuerpo y alma de la
Santísima Virgen en el cual administra y distribuye los tesoros de su
amor y misericordia. El primer trono es de gracia, el segundo de
justicia, el tercero de gloria. (8)
Acerquémonos llenos de confianza al trono de su gracia, es decir, al
regazo de la gloriosa Virgen… Acerquémonos, repito, a este trono, a su

322
dulcísima Madre en la cual se dieron cita la misericordia y la verdad.
(11)
Si toda alma santa es trono de Dios ¿cuánto más santa será aquella
en la cual habitó la plenitud de la divinidad? (12)
Tú, oh dulcísima, trono excelso de marfil, que posees al Todo, que
rodeas al Todo, al sublime, has hallado en él la plenitud de la gracia,
la anchura de la caridad, la perfección de toda virtud. Ojalá
participáramos todos de su plenitud, (23) para ser partícipes de aquella
gracia y bendición de las cuales habló el ángel: Dios te salve, María,
llena de gracia, el Señor está contigo, bendita eres entre las mujeres
(24), a fin de ser también nosotros constituidos trono de Salomón y de
marfil.
¡Oh hermanos! esta Santísima Virgen no sólo nos fue dada para
auxiliarnos, sino propuesta como modelo, porque era necesario, carísimos,
que nuestro Salomón construyera también en nosotros su trono, sino tan
grande como aquél, más pequeño. (21)”.
S. Elredo de Rieval, SIned XX, Sobre la Santísima Virgen María

“… Según esto, si la mujer se halló tan débil en el mismo paraíso,


en este valle de miseria, ¿quién hallará una mujer fuerte? Hoy sin
embargo, Dios Padre encontró una a quien santificaría; Dios Hijo halló
una a la cual adornaría con sus gracias; el ángel encontró una a quien
saludaría con estas palabras: y habiendo entrado el ángel adonde ella
estaba le dijo: Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo (27).
Aquí tenemos la mujer fuerte en la cual vemos gravedad en lugar de
curiosidad, humildad en vez de vanidad, virginidad en lugar de
sensualidad. (28)”.
S. Elredo de Rieval, SIned X, Anunciación la Santísima Virgen María

“Dios te salve, dulce Señora, Dios te salve, llena de gracia,


totalmente llena, de cuya plenitud todos nosotros hemos participado (8)
En una palabra, habiendo pecado Adán, toda criatura, fue despojada
igualmente, en cierto modo, de su dignidad, toda la posteridad de Adán se
veía sentenciada al suplicio, se había dilatado la restauración de la
ciudad celeste, el cielo, la tierra, el mar, los astros se hallaban como
infeccionados por la servidumbre del pecado. Mas en el presente día toda
criatura recobró su honor, le fue devuelta la dignidad perdida.
Tal es la gracia que todo el mundo recibió hoy de la Santísima
Virgen María, cuando le dijo el ángel: Dios te salve, llena de gracia, el
Señor es contigo (9).
Llena de gracia, cuya memoria en nadie pensaba fuera de Dios, cuya
inteligencia penetraba en él, cuyo amor lo saboreaba”.
S. Elredo de Rieval, SIned XI, En la Anunciación del Señor

“El principal modelo para nosotros de todas las virtudes es la


Santísima Virgen María, según el testimonio angélico: Dios te salve llena
de gracia (32) Llena, ciertamente de cuya plenitud todos hemos
participado (33) No existe humildad más verdadera, ninguna obediencia más
eficiente, ninguna justicia más exacta, ninguna misericordia más copiosa,
ninguna pureza más fructífera, ninguna caridad más ardiente. A todas
estas virtudes en modo alguno faltó el pan, es decir, la gracia del
Espíritu Santo para alimentarse, ni las ropas, es decir, las obras, y
ejercicio de las mismas, para adornarse (34)”.
S. Elredo de Rieval, SIned IX, En la Anunciación del Señor

“En esta tierra están plantados los cistercienses, que rinden


pleitesía a tan gran Dama, y se comprometen para siempre en su servicio.

323
Nuestra Orden no ha querido otra por patrona, y ha decretado que
todas las Iglesia se amparen bajo su nombre”.
Helinaldo de Froidmont, In Natalis Domini I

“4. Ya habéis advertido, si no me engaño, quién quiero decir que es


este acueducto que, recibiendo la plenitud de la misma fuente del corazón
del Padre, nos la franqueó a nosotros, si no del modo que es en sí misma,
a lo menos según podíamos nosotros participar de ella. Sabéis, pues, a
quién se dijo: Dios te salve, llena de gracia. Mas ¿acaso admiraremos que
se pudiese encontrar de que se formase tal y tan grande acueducto, cuya
cumbre, al modo de aquella escala que vio el patriarca Jacob, tocase en
los cielos, más bien, sobrepasase también los cielos y pudiese llegar a
aquella vivísima fuente de las aguas que están sobre los cielos.
5. Pero ¿cómo llegó este nuestro acueducto a aquella fuente tan
sublime? ¿Cómo? Con la vehemencia del deseo, con el fervor de la devoción
y con la pureza de la oración, según está escrito: La oración del justo
penetra los cielos. A la verdad, ¿quién será justo, si no lo es María, de
quien nació para nosotros el Sol de justicia? ¿Y cómo hubiera podido
llegar hasta tocar aquella majestad inaccesible, sino llamando, pidiendo
y buscando? Sí, halló lo que buscaba aquella a quien se dijo: Has hallado
gracia a los ojos de Dios. ¿Qué? ¿Está llena de gracia y todavía halla
más gracia? Digna es, por cierto, de hallar lo que busca, pues no la
satisface la propia plenitud, ni está contenta aún con el bien que posee,
sino que, así como está escrito: El que de mí bebe, tendrá sed todavía,
pide el poder rebosar para la salvación del universo.
7. Con todo lo íntimo, pues, de nuestra alma, con todos los afectos
de nuestro corazón y con todos los sentimientos y deseos de nuestra
voluntad, veneremos a María, porque ésta es la voluntad de aquel Señor
que quiso que todo lo recibiéramos por María. Esta es, repito, su
voluntad, pero para bien nuestro. Puesto que, mirando en todo y por todo
al bien de los miserables, consuela nuestro temor, excita nuestra fe,
fortalece nuestra esperanza, disipa nuestra desconfianza y anima nuestra
pusilanimidad.
…Hijos amados, ésta es la escala de los pecadores, ésta es mi mayor
confianza, ésta es toda la razón de la esperanza mía.
8. ¿Para qué deseamos nosotros, hermanos, otras cosas? Busquemos la
gracia, y busquémosla por María, porque ella encuentra lo que busca y no
puede verse frustrada.
9. ¿No veis cómo también de este modo nuestro acueducto sube a la
fuente, ni ya con sola la oración penetra los cielos, sino igualmente con
la incorrupción, la cual nos une con Dios, como dice el Sabio? Era la
Virgen santa en el cuerpo y en el espíritu, y podía decir con
especialidad: Nuestro trato es en el cielo. Santa era, repito, en el
cuerpo y en el espíritu, para que nada dudes acerca de este acueducto.
Sublime es en gran manera, pero no menos permanece enterísimo. Huerto
cerrado es, fuente sellada, templo del Señor, sagrario del Espíritu
Santo.
En su corazón había dispuesto los grados para subir hasta el lugar
santo por medio de la asidua oración y una vida santísima.
10. ¿Cómo, dice, se hará esto, porque yo no conozco varón?
Verdaderamente es santa en el cuerpo y en el espíritu, teniendo no sólo
la integridad de la virginidad, sino el propósito firme de conservarla
incólume.
11. El meditar, pues, estos misterios lo llamé sabiduría, y juzgué
por prudencia el refrescar incesantemente la memoria de la suavidad de
estos dulces frutos, que produjo copiosamente la vara sacerdotal que
María fue a coger en las alturas para difundirlos con la mayor abundancia
en nosotros.
324
12. Contempla, pues, cómo se elevó hasta los ángeles por la plenitud
de la gracia.
… A ella la encontró la gracia, llena de gracia, para que fervorosa
en la caridad, en la virginidad íntegra, en la humildad devota concibiese
sin conocer varón y diera a luz igualmente sin dolor ni menoscabo de su
virginidad. Más aún, el fruto que nació de ella se llama santo y es Hijo
de Dios.
… Cosa excelsa es para el ángel el ser ministro del Señor, pero otra
cosa más sublime mereció María, que fue la de ser Madre del Señor.
13. En lo demás, hermanos, debemos procurar con el mayor cuidado que
aquella Palabra que salió de la boca del Padre para nosotros por medio de
la Virgen, no se vuelva vacía, sino que por mediación de Nuestra Señora
volvamos gracia por gracia”.
S. Bernardo de Claraval, Nat BVM 4.5.7.8.9.10.12.13

“2. Así, pues, ya no parecerá estar de más la mujer bendita entre


todas las mujeres, pues se ve claramente el papel que desempeña en la
obra de nuestra reconciliación, porque necesitamos un mediador cerca de
este Mediador y nadie puede desempeñar tan provechosamente este oficio
como María. ¡Mediadora demasiado cruel fue Eva, por quien la serpiente
antigua infundió en el varón mismo el pestífero veneno! ¡Pero fiel es
María, que propinó el antídoto de la salud a los varones y a las mujeres!
Aquélla fue instrumento de la seducción, ésta de la propiciación; aquélla
sugirió la prevaricación, ésta introdujo la redención.
… Ella se hizo toda para todos; a los sabios y a los ignorantes, con
una copiosísima caridad, se hizo deudora. A todos abre el seno de la
misericordia, para que todos reciban de su plenitud: redención el
cautivo, curación el enfermo, consuelo el afligido, el pecador perdón, el
justo gracia, el ángel alegría; en fin, toda la Trinidad gloria, y la
misma persona del Hijo recibe de ella la sustancia de la carne humana, a
fin de que no haya quien se esconda de su calor.
3. Con razón, pues, se nos representa a María vestida del sol, por
cuanto penetró el abismo profundísimo de la divina sabiduría más allá de
lo que se pueda creer, de suerte que, en cuanto lo permite la condición
de simple criatura, sin llegar a la unión personal, parece estar
sumergida totalmente en aquella inaccesible luz, en aquel fuego que
purificó los labios del profeta Isaías, y en el cual se abrasan los
serafines. Así que de muy diferente modo mereció María no sólo ser rozada
ligeramente por el sol divino, sino más bien ser cubierta con él por
todas partes, ser bañada alrededor y como encerrada en el mismo fuego.
4. Sin duda, ella es aquella mujer prometida otro tiempo por Dios
para quebrantar la cabeza de la serpiente antigua con el pie de la
virtud,
5. Abracemos las plantas de María, hermanos míos, y postrémonos con
devotísimas súplicas a aquellos pies bienaventurados. Retengámosla y no
la dejemos partir hasta que nos bendiga, porque es poderosa. Ciertamente,
el vellocino colocado entre el rocío y la era, y la mujer entre el sol y
la luna, nos muestran a María, colocada entre Cristo y la Iglesia.
8. ¿Qué es, pues, lo que brilla, comparable con las estrellas, en la
generación de María? Sin duda el ser nacida de reyes, el ser de sangre de
Abraham., el ser de la generosa descendencia de David.
11. Y después de haber nacido Jesús en la cueva de Belén, ¿acaso no
leemos que vinieron los pastores y encontraron la primera de todos a
María? Hallaron, dice el evangelista, a María y a José, y al infante
puesto en el pesebre. También los Magos, si hacemos memoria, no, sin
María su Madre encontraron al Niño, y cuando ella introdujo en el templo
del Señor al Señor del templo, muchas cosas ciertamente oyó a Simeón, así
relativas a Jesús como a sí misma, pero, como siempre, se mostró tarda en
325
hablar y solícita en escuchar. María conservaba todas estas palabras,
ponderándolas en su corazón; y en todas estas circunstancias no profieren
sus labios una sola palabra acerca del sublime misterio de la encarnación
del Señor.
… Últimamente leemos en los Hechos de los Apóstoles que los
discípulos perseveraban unánimemente en la oración. ¿Quiénes? Hallándose
presente allí
María, parece obvio que debía ser nombrada la primera, puesto que
era superior a todos, así por la prerrogativa de su divina maternidad
como por el privilegio de su santidad. Pedro y Andrés, dice, Santiago y
Juan, y los demás que se siguen. Todos los cuales perseveraban juntos en
oración con las mujeres, y con María, la madre de Jesús. ¿Se portaba
acaso María como la última de las mujeres, para que se la pusiese en el
último lugar? … María, siendo la mayor de todos y en todo, se humilló en
todo y más que todos. Con razón, pues, fue constituida la primera de
todos, la que siendo en realidad la más excelsa escogía para sí el último
lugar. Con razón fue hecha Señora de todos la que se portaba como sierva
de todos.
Os ruego, hijos amados, que imitéis esta virtud; si amáis a María,
si anheláis agradarla, imitad su modestia. Nada dice tan bien al hombre,
nada es tan conveniente al cristiano y nada es tan decente al monje en
especial.
12. Y sin duda que bastante claramente se deja ver en la Virgen, por
esta misma mansedumbre, la virtud de la humildad con la mayor brillantez.
Verdaderamente, hermanas son la mansedumbre y la humildad, unidas más
íntimamente en aquel Señor que decía: Aprended de mí, que soy manso y
humilde de corazón. Porque, así como la altivez es madre de la presunción
así la verdadera mansedumbre no procede sino de la verdadera humildad.
Mas ni sólo en el silencio de María se recomienda su humildad, sino que
resuena todavía más elocuentemente en sus palabras. Había oído: Lo santo
que nacerá de ti se llamará Hijo de Dios, y no responde otra cosa, sino
que es la sierva de Él. De aquí llega la visita a Isabel, y al punto se
le revela a ésta por el espíritu la singular gloria de la Virgen.
Finalmente, admiraba la persona de quien venía, diciendo: ¿De dónde a mí
esto, que venga a mi casa la madre de mi Señor? Ensalzaba también la voz
de quien la saludaba, añadiendo: Luego que sonó la voz de tu salutación
en mis oídos saltó de gozo el infante en mi vientre. Y alababa la fe de
quien había creído diciendo: Bienaventurada tú que has creído, porque en
ti serán cumplidas las cosas que por el Señor se te han dicho. Grandes
elogios, sin duda, pero también su devota humildad, no queriendo retener
nada para sí, más bien lo atribuye todo a aquel Señor cuyos beneficios se
alababan en ella. Tú, dice, engrandeces a la Madre del Señor, pero mi
alma engrandece al Señor. Dices que a mi voz saltó de gozo el párvulo,
pero mí espíritu se llenó de gozo en Dios, que es mi salud, y él mismo
también, como amigo del Esposo, se llena de gozo a la voz del Esposo.
Bienaventurada me llamas porque he creído, pero la causa de mi fe y de mi
dicha es haberme mirado la piedad suprema, a fin de que por eso me llamen
bienaventurada las naciones todas, porque se dignó Dios mirar a esta su
sierva pequeña y humilde.
13. Sin embargo, ¿creéis acaso, hermanos, que Santa Isabel errase en
lo que, iluminada por el Espíritu Santo, hablaba? De ningún modo.
Bienaventurada ciertamente era aquella a quien miró Dios, y
bienaventurada la que creyó, porque su fe fue el fruto sublime que
produjo en ella la vista de Dios. Pues por un inefable artificio del
Espíritu Santo, a tanta humildad se juntó tanta magnanimidad en lo íntimo
del corazón virginal de María, para que se volvieran igualmente estas
dos estrellas más claras por la mutua correspondencia, porque ni su
profunda humildad disminuyó su magnanimidad ni su excelsa magnanimidad
326
amenguó su humildad, sino que, siendo en su estimación tan humilde, era
no menos magnánima en la creencia de la promesa, de suerte que aunque no
se estimaba a sí misma otra cosa que una pequeña sierva, de ningún modo
dudaba que había sido escogida para este incomprensible misterio, para
este comercio admirable, para este sacramento inescrutable, y creía
firmemente que había de ser luego verdadera madre del que es Dios y
hombre.
14. El martirio de la Virgen ciertamente está expresado así en la
profecía de Simeón como en la historia de la pasión del Señor. Está
puesto éste, dice
Simeón al párvulo Jesús, como blanco, al que contradecirán, y a tu
misma alma (decía a María) traspasará la espada. Verdaderamente, ¡oh
madre bienaventurada!, traspasó tu alma la espada.
Tu alma traspasó la fuerza del dolor, para que no sin razón te
prediquemos más que mártir, habiendo sido en ti mayor el afecto de
compasión que pudiera ser el sentido de la pasión corporal.
15. ¡oh Madre de misericordia!, postrada humildemente a tus pies,
como la luna, te ruega la Iglesia con devotísimas súplicas que, pues
estás constituida mediadora entre ella y el Sol de justicia, por aquel
sincerísimo afecto de tu alma le alcances la gracia de que en tu luz
llegue a ver la luz de ese resplandeciente Sol, que te amó verdaderamente
más que a todas las demás criaturas y te adornó con las más preciosas
galas de la gloria, poniendo en tu cabeza la corona de hermosura”.
S. Bernardo de Claraval, O Asspt 2.3.4.5.11-15

“Espada escogida es el amor de Cristo que se clavó y atravesó el


alma de María, para que no abrigase en su pecho virginal ni una sola
partícula vacía de amor. Ella amó con todo el corazón, con toda el alma,
con todas las fuerzas, y fue la llena de gracia. La atravesó aquella
espada para poder llegar hasta nosotros y todos recibiéramos de su
plenitud. Así pasó a ser la madre del amor, cuyo Padre es Dios amor; ella
nos dio a luz y puso su tienda al sol, para que se cumpliera la Escritura
que dice: Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance
hasta el confín de la tierra”. S. Bernardo de Claraval, SC 29, 8

“A esta ciudad, pues, fue enviado el ángel Gabriel por Dios. ¿A


quién? A una virgen desposada con un varón, cuyo nombre era José. ¿Qué
virgen es ésta tan respetable que un ángel la saluda? ¿Tan humilde, que
está desposada con un artesano? Hermosa es la mezcla de la virginidad y
de la humildad; y no poco agrada a Dios aquella alma en quien la humildad
engrandece a la virginidad y la virginidad adorna a la humildad. Mas ¿de
cuánta veneración, te parece, que será digna aquella cuya humildad
engrandece la fecundidad y cuyo parto consagra la virginidad? Oyes hablar
de una virgen, oyes hablar de una humildad; si no puedes imitar la
virginidad de la humilde, imita la humildad de la virgen.
¿Sobre quién descansará mi espíritu, dice el Señor, sino sobre el
humilde y manso? Sobre el humilde, dice, no sobre el que es virgen. Con
que si María no fuera humilde, no reposara sobre ella el Espíritu Santo;
y, si no reposara sobre ella, no concibiera por virtud de Él. Porque,
¿cómo pudiera concebir de Él sin Él? Es claro, pues, que para que de Él
hubiese de concebir., como ella dice: Miró el Señor a la humildad de su
sierva mucho más que a la virginidad; y, aunque por la virginidad agradó
a Dios, con todo eso, concibió por la humildad. De donde consta que la
humildad fue la que hizo agradable su virginidad también”.
S. Bernardo de Claraval, Miss I, 5

“¿Acaso a tu juicio o, más bien, al juicio de la verdad, no será


digna de ser ensalzada sobre todos los coros de los ángeles la que tuvo a
327
Dios por hijo suyo? ¿No es María la que confiadamente llama al Dios y
Señor de los ángeles hijo suyo?, diciéndole: Hijo, ¿cómo has hecho esto
con nosotros? ¿Quién de los ángeles se atrevería a esto? Es bastante para
ellos y tienen por cosa grande que, siendo espíritus por su creación, han
sido hechos y llamados ángeles por gracia, testificando David: El Señor
es quien hace ángeles suyos a los espíritus. Pero María, reconociéndose
madre de aquella Majestad a quien ellos sirven con reverencia, le llama
confiadamente hijo suyo. Ni se desdeña Dios de ser llamado lo que se
dignó ser; pues poco después añade el evangelista: Y estaba sujeto a
ellos. ¿Quién?, ¿a quiénes? Dios a los hombres. Dios, repito, a quien
están sujetos los ángeles, a quien los principados y potestades obedecen,
estaba obediente a María, ni sólo a María, sino a José por María.
Maravíllate de estas dos cosas, y mira cuál es de mayor admiración, si la
benignísima dignación del Hijo o la excelentísima dignidad de tal Madre”.
S. Bernardo de Claraval, Miss I, 7

“Al fin del verso dice el evangelista: Y el nombre de la virgen era


María. Digamos también, acerca de este nombre, que significa estrella de
la mar, y se adapta a la Virgen Madre con la mayor proporción. Se compara
a María oportunísimamente a la estrella; porque, así como la estrella
despide el rayo de su luz sin corrupción de sí misma, así, sin lesión
suya dio a luz la Virgen a su Hijo. Ni el rayo disminuye a la estrella su
claridad, ni el Hijo a la Virgen su integridad. Ella, pues, es aquella
noble estrella nacida de Jacob, cuyos rayos iluminan todo el orbe cuyo
esplendor brilla en las alturas y penetra los abismos; y, alumbrando
también a la tierra y calentando más bien los corazones que los cuerpos,
fomenta las virtudes y consume los vicios. … ¡Oh!, cualquiera que seas el
que en la impetuosa corriente de este siglo te miras, mas antes fluctuar
entre borrascas y tempestades, que andar por la tierra, no apartes los
ojos del resplandor de esta estrella, si quieres no ser oprimido de las
borrascas. Si se levantan los vientos de las tentaciones, si tropiezas en
los escollos de las tribulaciones, mira a la estrella, llama a María. Si
eres agitado de las ondas de la soberbia, si de la detracción, si de la
ambición, si de la emulación, mira a la estrella, llama a María. Si la
ira, o la avaricia, o el deleite carnal impele violentamente la navecilla
de tu alma, mira a María. Si, turbado a la memoria de la enormidad de tus
crímenes, confuso a vista de la fealdad de tu conciencia, aterrado a la
idea del horror del juicio, comienzas a ser sumido en la sima sin suelo
de la tristeza, en el abismo de la desesperación, piensa en María. En los
peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a
María. No se aparte María de tu boca, no se aparte de tu corazón; y para
conseguir los sufragios de su intercesión, no te desvíes de los ejemplos
de su virtud. No te desviarás si la sigues, no desesperarás si la ruegas,
no te perderás si en ella piensas. Si ella te tiene de su mano, no
caerás; si te protege, nada tendrás que temer; no te fatigarás, si es tu
guía; llegarás felizmente al puerto, si ella te ampara; y así, en ti
mismo experimentarás con cuánta razón se dijo: Y el nombre de la virgen
era María”. S. Bernardo de Claraval, Miss II, 17

“4. Dice, pues: Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo.


No solamente el Señor Hijo es contigo, al cual distes tu carne, sino
también el Señor Espíritu Santo, de quien concibes; y el Señor Padre, que
engendró al que tú concibes. El Padre, repito, es contigo, que hace a su
Hijo tuyo también. El Hijo es contigo, quien, para obrar en ti este
admirable misterio, se reserva a sí con un modo maravilloso el arcano de
la generación y a ti te guarda el sello virginal. El Espíritu Santo es
contigo, pues con el Padre y con el Hijo santifica tu seno. El Señor,
pues, es contigo.
328
8. De aquel mismo serás Madre de quien Dios es Padre. El hijo de la
caridad paterna será la corona de tu castidad; la sabiduría del corazón
del Padre será el fruto de tu virginal seno; a Dios, en fin, darás a luz
y concebirás de Dios”.
S. Bernardo de Claraval de Claraval, Miss III, 4.8

“Mira que el ángel aguarda tu respuesta, porque ya es tiempo que se


vuelva al Señor que le envió. Esperamos también nosotros, Señora esta
palabra de misericordia, a los cuales tiene condenados a muerte la divina
sentencia, de que seremos librados por tus palabras. Ve que se pone entre
tus manos el precio de nuestra salud; al punto seremos librados si
consientes. Por la palabra eterna de Dios fuimos todos criados, y con
todo eso morimos; mas por tu breve respuesta seremos ahora restablecidos
para no volver a morir. Esto te suplica, ¡oh piadosa Virgen!, el triste
Adán, desterrado del paraíso con toda su miserable posteridad. Esto
Abraham, esto David con todos los santos Padres tuyos, los cuales están
detenidos en la región de la sombra de la muerte; esto mismo te pide el
mundo todo postrado a tus pies Y no sin motivo, aguarda con ansia tu
respuesta, porque de tu palabra depende el consuelo de los miserables, la
redención de los cautivos, la libertad de los condenados, la salud,
finalmente, de todos los hijos de Adán, de todo vuestro linaje. Da, ¡oh
Virgen!, aprisa la respuesta.
¡Ah!, Señora, responde aquella palabra que espera la tierra, que
espera el infierno, que esperan también los ciudadanos del cielo. El
mismo Rey y Señor de todos, cuanto deseó tu hermosura, tanto desea ahora
la respuesta de tu consentimiento; en la cual sin duda se ha propuesto
salvar el mundo.
… Abre, Virgen dichosa, el corazón a la fe, los labios al
consentimiento, las castas entrañas al Criador. Mira que el deseado de
todas las gentes está llamando a tu puerta. ¡Ay si, deteniéndote en
abrirle, pasa adelante, y después vuelves con dolor a buscar al amado de
tu alma! Levántate, corre, abre. Levántate por la fe, corre por la
devoción, abre por el consentimiento”.
S. Bernardo de Claraval, Miss IV, 8

“… ésta es la singular prerrogativa de María, que mereció tener por


hijo al mismo que es Hijo de Dios Padre, la cual gloria no tendría, como
es claro, si el Hijo no se hubiera encarnado”.
S. Bernardo de Claraval, Ann II, 2

“Fue enviado el ángel Gabriel por Dios a una ciudad de Galilea


llamada Nazaret. ¿Te admiras de que la pequeña ciudad de Nazaret sea
honrada con un embajador de tan gran Rey? En esta ciudad se oculta un
tesoro riquísimo, se oculta, digo, pero a los hombres, no a Dios. ¿Por
ventura no es María el tesoro de Dios? En cualquier parte que ella esté
está el corazón de Dios. Sus ojos están puestos en ella; en todas partes
mira la humildad de su sierva”. S. Bernardo de Claraval, Ann III, 7

“No temas, María, porque hallaste gracia en los ojos de Dios ¿Cuánta
gracia? Una gracia llena, una gracia singular. ¿Singular o general? Una y
otra sin duda, pues por ser gracia llena, por eso mismo es tan singular
como general, pues que la misma gracia general la recibiste
singularmente. Es tan singular, repito, como general, pues tú sola
recibiste más gracia que todas las demás criaturas. Es singular, por
cuanto tú sola hallaste esta plenitud; es general, porque de esa plenitud
reciben todos”. S. Bernardo de Claraval, Ann III, 8

329
“Nos precedió nuestra reina, nos precedió, y tan gloriosamente fue
recibida, que confiadamente siguen a su Señora los siervecillos clamando:
Atráenos en pos de ti y correremos todos al olor de tus aromas. Subió de
la tierra al cielo nuestra Abogada, para que, como Madre del Juez y Madre
de misericordia, trate los negocios de nuestra salud devota y
eficazmente”. S. Bernardo de Claraval de Claraval, Asspt I, 1

“Reina de los cielos es, misericordiosa es; finalmente, Madre es del


Unigénito Hijo de Dios”. S. Bernardo de Claraval, Asspt I, 2
“María es nuestra mediadora, ella es por quien recibimos, ¡oh Dios
mío!, tu misericordia, por ella es por quien recibimos al Señor Jesús en
nuestras casas”. S. Bernardo de Claraval, Asspt II, 2

“Una cosa hay en la cual ni tuvo antes par ni semejante, ni la


tendrá jamás, y es el haberse juntado en ella los gozos de la maternidad
con el honor de la virginidad”. S. Bernardo de Claraval, Asspt IV, 5

“Cese de ensalzar tu misericordia, ¡oh bienaventurada Virgen!,


quienquiera que, habiendo invocado en sus necesidades, se acuerda de que
no le has socorrido. Nosotros, siervecillos tuyos, te congratulamos a la
verdad en todas las demás virtudes, pero en tu misericordia más bien nos
congratulamos a nosotros mismos. Alabamos la virginidad y admiramos la
humildad, pero la misericordia sabe más dulcemente a los miserables; por
esto abrazamos con más amor la misericordia, nos acordamos de ella más
veces y la invocamos con más frecuencia. Porque ésta es la que obtuvo la
salud de todo el mundo, ésta la que logró la reparación del linaje
humano. No cabe duda que anduvo solícita a favor de todo el linaje humano
aquella a quien dijo el ángel: No temas, María, porque has hallado
gracia, o sea, has hallado la gracia que buscabas. ¿Quién podrá
investigar, pues, ¡oh Virgen bendita!, la longitud y anchura, la
sublimidad y profundidad de tu misericordia? Porque su longitud alcanza
hasta su última hora a los que la invocan. Su anchura llena el orbe de la
tierra para que toda la tierra esté llena de su misericordia. En cuanto a
su sublimidad, fue tan excelsa que alcanzó la restauración de la ciudad
celestial, y su profundidad fue tan honda que obtuvo la redención para
los que estaban sentados en las tinieblas y sombras de la muerte. Por ti
se llenó el cielo, se evacuó el infierno, se instauraron las ruinas de la
celestial Jerusalén, se dio la vida que habían perdido a los miserables
que la aguardaban, de suerte que tu potentísima y piadosísima caridad
está llena de afecto para compadecerse y de eficacia para socorrer a los
necesitados; en ambas cosas es igualmente rica y exuberante”.
S. Bernardo de Claraval, Asspt IV, 8

“A esta fuente abundante corra sedienta nuestra alma; a este cúmulo


de misericordia recurra con toda solicitud nuestra miseria. Mira ya con
qué afectos te hemos acompañado, subiendo tú al Hijo, y te hemos seguido
a lo menos de lejos, Virgen bendita. Que en adelante tu piedad tome a
pecho el hacer manifiesta al mundo la misma gracia que hallaste con Dios,
alcanzando con tu intercesión perdón para los pecadores, remedio para los
enfermos, fortaleza para los débiles de corazón, consuelo, para los
afligidos, amparo y libertad para los que peligran. Y en este día que
celebramos con tanta solemnidad y alegría, a estos siervecillos tuyos que
invocan con sus alabanzas tu dulcísimo nombre, ¡oh María!, reina piadosa,
alcánzales los dones de la gracia de Jesucristo, tu Hijo y Señor nuestro,
quien es sobre todas cosas Dios bendito por los siglos de los siglos.
Amén”. S. Bernardo de Claraval, Asspt IV, 9

330
“Pero sea lo que fuere aquello que dispones ofrecer, acuérdate de
encomendarlo a María, para que vuelva la gracia por el mismo cauce por
donde corrió, al dador de la gracia. No le faltaba a Dios, ciertamente,
poder para infundirnos la gracia, sin valerse de este acueducto, si Él
hubiera querido, pero quiso proveerte de ella por este conducto. Acaso
tus manos están aún llenas de sangre o manchadas con dádivas
sobornadoras, porque todavía no las tienes lavadas de toda mancha. Por
eso aquello poco que deseas ofrecer, procura depositarlo en aquellas
manos de María, graciosísimas y dignísimas de todo aprecio, a fin de que
sea ofrecido al Señor, sin sufrir de Él repulsa. Sin duda candidísimas
azucenas son, ni se quejará aquel amante, de las azucenas de no haber
encontrado entre azucenas todo lo que El hallare en las manos de María.
Amén”. S. Bernardo de Claraval, Nat BVM, 18

“Dios no quiso que tuviéramos nada sin que pasara por manos de
María”. S. Bernardo de Claraval, V Nat III, 10

“Me parece que con esta expresión queda claro quién es esta vara que
brota de la raíz de Jesé y quién es la flor sobre la cual reposa el
Espíritu Santo. La Virgen Madre de Dios es la vara; su Hijo, la flor:
Flor es el Hijo de la Virgen, flor blanca y sonrosada, elegido entre mil;
flor que los ángeles desean contemplar; flor a cuyo perfume reviven los
muertos; y, como él mismo testifica, es flor del campo, no de jardín. El
campo florece sin intervención humana. Nadie lo siembra, nadie lo cava,
nadie lo abona. De la misma manera floreció el seno de la Virgen. Las
entrañas de María, sin mancha, íntegras y puras, como prados de eterno
verdor, alumbraron esa flor, cuya hermosura no siente la corrupción, ni
su gloria se marchita para siempre”. S. Bernardo de Claraval, Adv II, 4

“Ya habéis caído en la cuenta, si no me equivoco, que la Virgen es


el camino real que recorre el Salvador hasta nosotros. Sale de su seno,
como el esposo de su alcoba. Ya conocemos el camino que, como recordáis,
empezamos a buscar en el sermón anterior. Ahora tratemos, queridísimos,
de seguir la misma ruta ascendente hasta llegar a aquel que por María
descendió hasta nosotros. Lleguemos por la Virgen a la gracia de aquel
que por la Virgen vino a nuestra miseria.
Llévanos a tu Hijo, dichosa y agraciada, madre de la vida y madre de
la salvación. Por ti nos acoja el que por ti se entregó a nosotros. Tu
integridad excuse en tu presencia la culpa de nuestra corrupción. Y que
tu humildad, tan agradable a Dios, obtenga el perdón de nuestra vanidad.
Que tu incalculable caridad sepulte el número incontable de nuestros
pecados y que tu fecundidad gloriosa nos otorgue la fecundidad de las
buenas obras. Señora mediadora y abogada nuestra, reconcílianos con tu
Hijo. Recomiéndanos y preséntanos a tu Hijo. Por la gracia que recibiste,
por el privilegio que mereciste y la misericordia que alumbraste,
consíguenos que aquel que por ti se dignó participar de nuestra debilidad
y miseria, comparta con nosotros, por tu intercesión, su gloria y
felicidad. Cristo Jesús, Señor nuestro, que es bendito sobre todas las
cosas y por siempre”. S. Bernardo de Claraval, Adv II, 5

“Es a la madre de Dios, a la reina del cielo y garantía de nuestra


esperanza a quien pretendemos enaltecer”.
S. Bernardo de Claraval, Sent III, 111

“Los pecadores alcanzan el perdón de nuestra Señora, los justos la


gracia y los ángeles la alegría”. S. Bernardo de Claraval, Sent II, 177

331
“Pero dirás, la Madre de Dios debe ser muy honrada. Dices bien; pero
el honor de la Reina ama el juicio. La Virgen regia no necesita de un
falso honor, cargada como está, de títulos verdaderos y grandes
dignidades. Honra la integridad de la carne, la santidad de la vida;
admira la fecundidad en la Virgen; venera la divina prole; ensalza a la
que no experimentó ni concupiscencia al concebir ni dolor al dar a luz;
encomia a la reverenciada por los ángeles, a la deseada de las gentes, a
la prevista por los patriarcas y los profetas, a la elegida de todos;
engrandece a la inventora de la gracia a la mediadora de la salvación, a
la restauradora de los siglos”. S. Bernardo de Claraval, Ep 174, 2

“Faltando el vino, la Madre de Jesús le dijo: No tiene vino. Tuvo


compasión del sonrojo que tendrían al faltarles el vino para la mesa,
como misericordiosa, como benignísima. ¿Qué había de proceder de la
fuente de la piedad sino piedad? ¿Qué maravilla que muestren piedad las
entrañas de piedad?”. S. Bernardo de Claraval, Epi I, 2

“En ti hallan los ángeles la alegría, los justos la gracia, los


pecadores el perdón para siempre. Con razón ponen en ti sus ojos todas
las criaturas, porque en ti y por ti y de ti la benigna mano del
Omnipotente rehizo todo lo que había creado”.
S. Bernardo de Claraval, Pent II, 4

“El cuello, que domina a los otros miembros y, transmite a las demás
partes del cuerpo el influjo vital de la cabeza, expresa su elevación,
por la que, presidiendo a los miembros de la Iglesia, une la cabeza al
cuerpo, pues une a Cristo con la Iglesia e infunde en los otros miembros
la vida que ella recibió primero”. S. Amadeo de Lausana, Hom II

“¿Seguiré recordando (personajes bíblicos)? Tú a todos superas;


dominas no sólo sobre todos los hombres, sino también sobre las virtudes
soberanas de los cielos; de ahí que hayas heredado un nombre más glorioso
que el de todos ellos, pues, si uno es llamado Ángel de Dios, Profeta el
otro y otro Precursor, teniendo así su nombre cada uno, conforme a su
orden y dignidad, tú sola este nombre especial de Madre de Dios llevas,
y, por consiguiente, madre de salvación, madre de gracia, madre de
misericordia. …Te rogamos, pues, Señora, Madre dignísima de Dios, no
deseches a los que temblando te suplican y te buscan con ternura,
llamando a la puerta de tu amor”. S. Amadeo de Lausana, Hom III

“Llena de la ciencia del Señor, como las aguas del mar cuando se
desbordan, es arrebatada fuera de sí misma y, mientras el espíritu se
eleva hacia las alturas, ella permanece en la más sublime contemplación.
La Virgen se asombra de ser madre, se asombra gozosa de ser la Madre de
Dios. Comprende que en ella se cumplen las promesas hechas a los
patriarcas, los oráculos de los profetas, los deseos de los antiguos
Padres, que habían anunciado que Cristo nacería de una virgen y que con
todas sus fuerzas aguardaban su nacimiento.
Ella vio que era enviado el Hijo de Dios y se alegró de que se le
confiara la salvación del mundo. Oyó al Señor Dios hablar de ella y
decirle: He aquí que te he elegido entre toda carne y te he bendecido
entre todas las mujeres. He aquí que te envío a mi Hijo, te confío a mi
Unigénito. No temas amamantar al que has engendrado, educar al que has
dado a luz. Reconócelo no sólo como Señor, sino también como Hijo. Es mi
Hijo, es tu Hijo. Mi Hijo por la divinidad, tu Hijo por la humanidad que
ha tomado.
¡Con qué afecto y con qué cuidado, con qué humildad y respeto, con
qué amor y devoción respondió María es llamada! …
332
Oremos a la Madre del Amor, por las secretas alegrías y los
inefables amores merecidos por inaudito privilegio; que vuelva hacia
nosotros su amor maternal e interceda por nuestros pecados ante su propio
Hijo”. S. Amadeo de Lausana, Hom IV

“Bienaventurado el seno de María en el que tal semilla echó raíces.


Bienaventurada aquella a quien se le dijo: Tu vientre es como un cúmulo
de trigo, rodeado de lirios. ¿Acaso no es un cúmulo de trigo ese vientre
que crece bajo la acción de ese grano y en el que nace la cosecha de los
rescatados?”. S. Amadeo de Lausana, Hom VI

“Elevada en medio de aclamaciones de regocijo y alabanza sobre todo


cuanto bajo Dios está, se le designa en la gloria un trono preeminente
sobre el de todos los habitantes del cielo.
Recuperada allí la sustancia de su carne –pues no es lícito creer
que experimentara su cuerpo la corrupción- contempló con los ojos del
cuerpo y los del alma, con ardiente, con clarísima mirada, al Hombre-Dios
en su doble naturaleza.
Abajándose, después, hacia el género humano, con caridad inefable,
tornando hacia él sus ojos misericordiosos, esos ojos que son la luz del
cielo, elevó por todos nosotros una plegaria.
Allí permanece y del cielo aparta, con su intercesión gloriosa,
omnipotente, todo lo nocivo y, al tiempo otorga todo cuanto de bueno en
él existe, ofreciéndose como apoyo para la vida así presente como futura
a todos cuantos le ruegan de corazón.
No echa en olvido, efectivamente, la razón porque fue elegida Madre
del Redentor, de ahí que acoja de muy buen grado las oraciones de un
pecador cualquiera y ante su Hijo implore de los pecados la remisión.
Sin duda alguna, Madre tan querida obtendrá cuanto desee, Ella cuyo
castísimo seno eligió, para llegarse a nosotros el Verbo, Jesucristo,
Nuestro Señor, que venía a extirpar los pecados del orbe y a lavar con su
propia sangre la cédula del pecado antiguo”.
S. Amadeo de Lausana, Hom VII

“María, cuanto más su mirada eleva contemplando el corazón del gran


Rey, más hondamente, por un don de la piedad divina, sabe apiadarse de
los afligidos y socorrer a los miserables.
… A los que navegan por el mar del presente siglo y la invocan con
confianza plena, los salva del ímpetu de las tormentas y del furor del
huracán, conduciéndolos con Ella victoriosos a las playas de la patria
más feliz”. S. Amadeo de Lausana, Hom VIII

“1. En todos busqué reposo, y en la heredad del Señor moraré…


Acerca de la solemnidad de hoy, es decir la Asunción de la
bienaventurada Virgen María, es difícil encontrar algo que se pueda decir
con propiedad. Porque para permanecer en los límites fijados por los
Padres, que está prohibido sobrepasar, no osamos explicar otra cosa sino
que un día como hoy –sea en su cuerpo, sea sin su cuerpo, no lo sé, Dios
los sabe- ella fue arrebatada no por cierto tiempo, ni sólo hasta el
tercer cielo –si es que hay muchos cielos- sino a la morada feliz para
siempre, al supremo cielo de los cielos.
2. La Virgen fue elevada al cielo por Aquél que de ella asumió su
carne en la tierra, ocupando el primer lugar después de Él. Creo que la
ha destinado a los cielos y la ha colocado, o si no ha resucitado, será
colocada, lo más cerca posible del alma querida de Cristo, para disponer
su alma al goce de la visión; y su cuerpo junto al cuerpo de Cristo para
participar igualmente de la gloria.

333
7. La cabeza y el cuerpo de Cristo son realmente un todo, un ser
único. He aquí el Hijo único, en el cielo, de un Dios único; en la
tierra, de una madre única; muchos hijos, y a la vez, un solo Hijo,
siendo muchos hijos, así María y la Iglesia son una sola madre y a la vez
dos madres. Ambas madres, ambas vírgenes, ambas han concebido sin pasión
y del mismo Espíritu; ambas han dado descendencia a Dios Padre sin
pecado. Aquélla, sin pecado alguno, engendró la cabeza para el cuerpo;
ésta, con la remisión de todos los pecados (en el bautismo), da a luz el
cuerpo para la cabeza. Ambas son madres de Cristo, pero ninguna sin la
otra lo engendra entero. 8 - De aquí que cuanto en las Escrituras
divinamente inspiradas se dice universalmente de la Iglesia, virgen y
madre, vale singularmente de la Virgen María; y cuanto se dice de María,
Virgen y Madre, de modo especial, con razón se entiende de modo genérico
de la Iglesia, virgen y madre; y cuando se habla de una de las dos se
entiende sin distinción en ambos sentidos.
26. Y como si hubiese buscado de entre todas las mujeres aquélla de
la que había de nacer, escogió para sí a María; por lo que dice: Bendita
entre las mujeres. Y así por un movimiento interior del espíritu Santo le
ordenó prescindir de toda intimidad conyugal, y le conminó el amor a la
virginidad, y exteriormente por el arcángel Gabriel le dijo que
concibiera del Espíritu Santo a Cristo, a quien ya llevaba en su
interior. Y el Verbo que la había concebido en sí mismo, como nueva
creatura después, como Verbo encarnado, Cristo descansó en su seno”.
Isaac de Stella, Asspt I [51],1.2.7.26

“3. …con mucha fuerza y alegría admirable sube del desierto, no digo
que rodeada o llena, sino sobreabundando y desbordando de delicias; la
cual por su excesiva delicadeza no puede sostenerse a sí misma, como la
reina Ester que sube de la sala común de las mujeres al palacio del rey
Asuero, recostada y apoyada en su Amado.
4. …es esa Reina del mundo que hoy es arrebatada de este mundo y de
este siglo malo. En un rango más alto que las esposas y las viudas, ella
deja la sala común de la Iglesia de aquí abajo, en compañía de las
vírgenes, lavada y adornada pero mucho más que todas ellas -porque si
muchas hijas acumularon riqueza ella las sobrepujó a todas. Para
interceder a favor de su pueblo, entra en la presencia del Rey, su Hijo y
su esposo, cuyo rostro majestuoso ni la propia madre soportaría a no ser
que el rey hubiera extendido su cetro de oro como señal de clemencia.
5. …la madre avanza hacia su Hijo, y no tanto porque ella sola lo
engendró, cuanto porque de un modo singular lo amó. Apoyada, está
escrito, no sobre su Hijo, sino sobre su Amado. En efecto, uno puede ser
hijo o hermano o padre o esposo o quienquiera fuere, y no se amado; pero
de ningún modo puede ser el Amado sin ser amado.
7. Así como en el tiempo de los frutos maduros, arrojada la corteza,
abierta la cáscara, se llega finalmente a la dulzura y a la suavidad de
la nuez y se recoge con beneplácito y alegría lo que durante largo tiempo
se trabajó con ahínco y se esperó; así también, por cierto, después de
esta vida, una vez abolidos totalmente los ejercicios que exigen las
virtudes, sólo en ellas, simples y desnudas, nos deleitaremos y, ya que
la bienaventurada Virgen María, durante estas vida floreció más que todos
en estas virtudes (es muy justo que sea Nazaret donde haya concebido
inmediatamente del Espíritu Santo), así también, en esta morada
celestial, como en “la casa del pan” se ve colmada de delicias más
abundantemente que todos en todo apoyada en su Amado, al cual por su fe y
su dilección llevó felizmente en su corazón más que en su carne. De ahí
este texto de la Escritura: Bienaventurados más bien los que oyen la
palabra de Dios y la guardan”. Isaac de Stella, Asspt II [52], 3.4.5.7

334
“1. Tomaste mi mano derecha, y me condujiste según tu voluntad, y
con gloria me acogiste. Tres cosas dice: tomaste, condujiste, acogiste.
Tomó para que no cayera, condujo para que no errara, acogió para que no
desfalleciera. Tomó para la estabilidad, condujo para el progreso, acogió
para la perfección.
3. Que María, Virgen y Madre diga estas palabras y cante este salmo
con voz alta, ella que ha sobrepujado a todas las creaturas. Que dé
gracias al Hijo de su carne, al hermano de su gracia, en cuanto que es el
primogénito entre muchos hermanos, al padre de su naturaleza, al señor de
su vida, al redentor de su alma; en síntesis, al que mantuvo su
estabilidad, al que guió su progreso, al que hoy acoge su espíritu, y, si
ella resucitó en su carne, igualmente su cuerpo que diga pues: Tomaste mi
mano derecha.
11. Hoy pues acoge en el cielo a esta madre que acogió a este Hijo
en la tierra; y la que lo acogió en su seno, fue acogida por él en su
reino ¿Y qué más? Como cada uno acoge, así también será acogido; y como
rechaza, así también será rechazado. Por tanto como ésta acogió de un
modo único, así también de un modo único fue acogida. Marta lo acogió en
su casa, ésta, en su seno. Marta sirvió no sé qué alimento exterior;
ésta, con su propia leche alimentó a su Hijo. No sé quién lo revistió con
un vestido; ésta lo revistió con su carne. A María Magdalena se le
perdonó mucho porque amó mucho, y ella amó mucho porque se le perdonó
mucho; a ésta le fue dado inmensamente porque amó inmensamente, y amó
inmensamente porque recibió inmensamente”
Isaac de Stella, Asspt III [53], 1.3.11

“4. …en el principio del primer mundo, Dios creó el cielo y la


tierra, y en el principio del segundo mundo, Dios creó la tierra y el
cielo, y de la tierra el cielo. María en efecto, cuya Natividad
celebramos hoy es según la procedencia de su carne, terrena, sacada de la
tierra, tierra ella misma, empero de ella proviene el fruto de su
vientre, celestial, venido del cielo y cielo él mismo.
7. Allí en el sexto día, el hombre fue hecho a imagen y semejanza de
Dios; aquí en la sexta edad, Dios se hizo a imagen y semejanza del
hombre. Allí, de la tierra todavía incorrupta y virgen, el hombre recto y
él mismo virgen; aquí, de María siempre incorrupta y virgen, Dios justo,
el mismo que hace vírgenes. Allí, del costado del hombre, sin mujer, fue
creada la mujer; aquí del seno de una mujer, sin hombre, fue engendrado
un hombre”. Isaac de Stella, Nat BVM [54], 4.7

El llanto de la Santísima Virgen


“… Ésta fue, en verdad, quien llevó dentro de sí al Rey de la
Gloria. Cristo le otorgará todo lo que su alma le pida. Ella le engendró;
Ella le amamantó; al octavo día lo circuncidó; y a los cuarenta lo
presentó en el Templo, ofreciendo por Él en holocausto dos pichones o
tortolillas. Huyendo de Herodes se lo llevó a Egipto. Ella lo alimentaba
con su propia leche y se preocupaba de Él.
…¡Señora del mundo, amadísima Madre del mismísimo Cristo! ¿Qué
piensas tú de esto? ¿Es verdad lo que digo?
¡Anda, dímelo por favor, gloria del Paraíso y alegría del Cielo!
Pluguiera a Dios que el día en que fuiste elevada al Cielo, a fin de
gozar por siempre con tu querido Hijo, me hubieras mostrado con tus
lágrimas cuánta amargura te costó Cristo, -tan querido para ti y tan poco
amado por mí en tiempos pasados- …
… Pero, puesto que tú ya fuiste glorificada por Él, y con gran gozo
vives ya en el Cielo, aunque también fuiste crucificada en tu alma por
los clavos y participaste así de su dulcísima muerte, te pido que me
cedas a mí las lágrimas que tú vertiste en su Pasión.
335
La Madre sentía el dolor de Cristo; la Virgen, que dio a luz a
Cristo, se ve traspasada de dolor. Las llagas de Cristo agonizante eran
también las de María. Los dolores de Cristo fueron crueles verdugos para
el alma de la Madre.
¡Oh Señora de la Gloria, oh Reina de la alegría, fuente de piedad y
manantial de misericordia! ¡Oh torrente de santidad, exultante delicia,
celestial resplandor, dulcedumbre del Paraíso! ¡Oh gloria de los ángeles,
dicha de los santos, perla de las vírgenes! ¡Feliz y dichosa Señora mía,
a ti me entrego todo entero: mi cuerpo, mi alma, toda mi vida, mi muerte
y mi resurrección!
Eternamente y por siempre seas bendita, con tu Hijo Jesucristo que,
con el Padre y el Espíritu Santo, vive y reina por los siglos de los
siglos. Amén”. Beato Oglerio de Locedio, Laud :(Planctus B M Virginis)

La Inmaculada Concepción
“¿Cuál es el ser humano nacido de la raíz pervertida de nuestros
primeros padres, que ha podido o podrá jamás observar, no dejando lugar
más que a la obra de la caridad y sin la menor trasgresión, los
mandamientos inconmovibles e inmaculados de Cristo; como Él mismo, en
conjunto y en detalle ha guardado los mandamientos de su Padre, Él que no
cometió pecado y que jamás pudo ni quiso cometer un solo pecado?
No hay entre los hijos de los hombres, grande o pequeño alguien que
haya sido dotado de una santidad tal, que haya recibido un tal privilegio
delante de Dios, por haber sido concebido sin pecado, sino es la Madre
Inmaculada, del que no cometió pecado, pero quita el pecado del mundo”.
Beato Oglerio de Locedio, Coen 13,1

Dios glorificado por María


“Verdaderamente, ¡oh María!, Estrella de la mañana, más brillante
que todos los astros, más santa que todos los mortales, más gloriosa, a
la mirada del Esplendor eterno, que los ángeles, por ti el Señor es
glorificado, pues por ti es conocido como Dios de todos en las zonas de
la ignorancia, de la ceguera, en el abismo de la confusión inveterada, en
la amargura de nuestra fragilidad.
Antiguamente sólo en Judea era conocido, pero, gracias a ti, su
nombre ha resonado en toda la tierra. De la salida del sol hasta su
ocaso, por ti es alabado, ahora, el nombre del Señor, cuando antiguamente
sólo los judíos le veneraban. Al presente, el mundo entero, a una sola
voz, grita: ¡Del señor es la tierra y cuanto la llena!, y, batiendo
palmas, todas las criaturas aclaman: ¡Señor, dueño nuestro, qué admirable
es tu nombre en toda la tierra!
Por ti, toma posesión de las naciones y de toda la tierra, todos los
reyes lo adoran, y todos los pueblos, tribus y lenguas lo sirven; no
porque le hayas concedido los dones por ti misma, sino que los has
adquirido al nacer e ti.
Pues muriendo, resucitando, subiendo al cielo, ha adquirido estos
dones entre los hombres, quiero decir que el Señor Dios ha encontrado
albergue en aquéllos que no creían”. Beato Oglerio de Locedio, Laud

“Engrandece, dijo María, mi alma al Señor. Considera primero dónde


engrandece al Señor. Ciertamente en la montaña, en la ciudad de Judá, en
la casa de Zacarías. En la montaña se engrandece al Señor…
Levantándose pues María del valle de la mundana vanidad, del abismo
de la corrupción, sube con rapidez a la montaña. La montaña es la cumbre
de la perfección; esa cumbre es la verdad de una mente esclarecida, la
virginidad de una carne purísima, la virtud del Altísimo que la cubre con

336
su sombra para fecundar su vientre. Esta es la montaña a la que sube
María; aquí está la ciudad de Judá, la casa de Zacarías”.
Adam de Perseigne, Ep 2, 2

“El alma de María proclama la grandeza del Señor, porque también


ella es engrandecida por el Señor; si antes no fuera enaltecida por el
Señor, el alma de María no podría ensalzar al Señor. Enaltece a aquel por
quien es enaltecida; enaltece no sólo con la alabanza de la boca, no sólo
con la santidad del cuerpo, sino con la singularidad del amor”.
Adam de Perseigne, Ep 2, 4

“Pero lo engrandeces porque lo alabas; lo ensalzas porque, al ser


tú, en medio de las tinieblas del mundo, más brillante que el sol, más
hermosa que la luna, más fragante que la rosa y más blanca que la nieve,
dilatas el esplendor del divino conocimiento. Engrandeces, por tanto, no
añadiendo más grandeza a tan excelsa grandeza, sino ofreciendo a este
mundo entenebrecido la luz ignorada de la verdadera Divinidad”.
Adam de Perseigne, Ep 2, 5

“¿Por qué engrandece tu alma al Señor sino porque eres tan


engrandecida por él, que no sólo consigues magníficamente la plenitud de
la gracia sino que además expandes la grandeza de tu gloria singular en
tus gloriosas e incomparables virtudes? Digo que te expandes porque estás
toda llena del rocío del Espíritu Santo, toda empapada de la unción
celestial, de modo que, a manera de una piel empapada, tu alma se dilata
tanto por el deseo del amor, que hasta ella llega el
Verbo de Dios. Tú eres la cestita de Moisés, tú eres el vaso del
Verbo, tú la bodega del mosto nuevo, donde se embriaga la sobriedad de
los creyentes. Tú eres madre de Dios, el final del pecado, por la que se
emerge de lo profundo de los vicios y se alcanzan los gozos de los
ángeles”. Adam de Perseigne, Ep 2, 6

“¡Qué maravillosas son tus obras, Señora nuestra, pero por aquél a
quien engrandece tu alma! Aquí desfallece mi pequeñez, cuando pretendo
hablar de tu grandeza. Pues, mientras tú subes a la montaña de la
grandeza de las virtudes, para que allí tu alma engrandezca al Señor, yo
infeliz me precipito en lo profundo de la miseria y de los vicios, y mi
alma miserable no guarda la medida en los deseos mundanos. Pero tú, madre
de misericordia, porque soy como quien ata una piedra a la honda, como el
plomo dentro de las aguas caudalosas, estoy pesado y no me puedo mover:
atráeme en pos de ti, para que pueda correr al olor de tus perfumes,
respirar con el ejemplo de tus virtudes, con las alas de tus oraciones, y
así, por tu intercesión, primero aprenda mi alma a apartarse del mal por
el temor de Dios y luego, amando y obrando la justicia contigo,
engrandezca al Señor, a quien pertenece el honor, la gloria, el imperio y
el poder por los siglos de los siglos. Amén”. Adam de Perseigne, Ep 2,7

“¡Oh salvación segura, oh compendio de la vida, oh esperanza única


de perdón, oh manantial singular!
Eres todo para mí, Señora. En ti tengo depositada la plenitud de
todos los bienes. En ti están escondidos los tesoros inagotables de la
verdad y la gracia, de la paz y de la misericordia, de la salvación y de
la sabiduría, de la gloria y del honor. Eres para mí áncora en la
vacilación, puerto en el naufragio, ayuda en la tribulación, consuelo en
el dolor. Para los tuyos eres socorro en la opresión, auxilio en el
momento oportuno, moderación en la prosperidad, alegría en la espera,
descanso en el trabajo. Todo lo que puedo balbucir en alabanza tuya es

337
menos de lo que mereces, muy digna de toda alabanza. Sin embargo, siento
necesidad de alabarte”. Adam de Perseigne, Ep 3, 10

14. “Por lo tanto, querido hermano, pongamos nuestra confianza en el


fruto de nuestra Virgen, y yo, aunque me sienta indigno, no dejaré de
insistir en su alabanza. Si tienes necesidad de misericordia, en las
entrañas de la Virgen la encontrarás abundante. Si cultivas la verdad, da
gracias a la Virgen, porque de la tierra de su carne virginal ha nacido
la verdad a que te dedicas. Si eres partidario de la paz, da gracias a la
Virgen, porque de ella ha nacido para ti la paz, que sobrepuja todo
entendimiento. Si practicas la justicia, no seas ingrato con la Virgen,
pues en su vientre la justicia la miró desde el cielo. Si tu fe se
cuartea ante el ataque del enemigo, mira a María, y lo que en ti había de
duda encontrará solidez.
15. Si te atrae la concupiscencia de la carne, mira a María y
desaparecerá el peligro de la castidad. Si el orgullo agita tu mente,
vuelve tu mirada a la Virgen, y el tumor del alma se deshinchará con la
humildad virginal. Si ardes de ira, levanta los ojos a la Virgen, y con
su serenidad te aplacará. Si tu ignorancia o error te aleja del camino de
la vida, mira a María, estrella del mar, y a su luz retornarás al camino
de la verdad. Si el vicio de la avaricia te lleva a la idolatría,
recuerda la longanimidad de la Virgen, y con el amor de la pobreza te
vendrá el deseo de la generosidad. Ante cualquier peligro te auxiliará la
Virgen bondadosa que tiene poder para hacerlo. Da gracias a su Hijo, del
que emana la plenitud de todos los carismas. Para nosotros parió la
Virgen, su parto es nuestro, nos ha nacido un niño, un hijo nos ha sido
dado”. Adam de Perseigne, Ep 3, 14-15

“Si nos parece dura la empresa del camino emprendido, acudamos al


auxilio de nuestra Virgen; a quien acompañe como protectora la toda llena
de misericordia, será fuerte en la tribulación y en las dificultades. Con
una conciencia limpia atraigamos hacia nosotros el candor de su inocencia
virginal y no nos falte con la pureza de la carne el fruto de una obra
fructífera, para honrar su fecundidad virginal. Debemos estar muy atentos
al parto de nuestra Virgen; y si queremos ser verdaderos novicios y
renovarnos de verdad, tendamos con deseo pleno y renovado a la gracia de
un nuevo parto. Si por ella podemos conseguir el don de la justificación,
también por su guía podremos llegar a la gloria, concediéndonoslo, quien
de ella nació, Jesucristo nuestro Señor, que con el Padre y el Espíritu
santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén”.
Adam de Perseigne, Ep 17, 35

“Si llamamos olivo a nuestra Virgen, ¿por qué no llamar aceite a su


fruto? Nuestra Virgen es, en efecto, un hermoso olivo campestre, porque
es la belleza singular de las Iglesias. Es en verdad hermosa y suave; de
ella nace el más hermoso de los hijos de los hombres, la suavidad de la
santa unción. Se pueden llamar convenientemente campo de la Iglesia de
Cristo, a quienes labran el arado de la disciplina celestial, fecunda la
doctrina del Evangelio y hace fértiles la práctica de la justicia. En
este campo está el olivo fructuoso, la madre de misericordia, la Virgen
María. De este olivo mana la enjundia del aceite: la madre de Cristo
derrama la plenitud de la gracia y ofrece la unción de la misericordia”.
Adam de Perseigne, Ep 21, 5

“Es agradable y dulce unirse a ella, saludable morar con la Madre.


… Como está llena de gracia y toda desbordante de delicias, no
recibimos en absoluto gracia alguna que no sea fruto de su parto: con

338
toda seguridad nos puede conferir la gracia, quien, al recibir la
plenitud de la gracia, no puede sufrir mengua alguna”.
Adam de Perseigne, Ep 21, 6

“La Virgen es nuestra, nuestras las entrañas de la Virgen, nuestro


el fruto de la Virgen, nuestro cuanto de celestial se fragua en ella.
Morar con ella es seguridad, peligroso apartarse lo más mínimo de ella,
porque en ella reposa la dulzura más exquisita. Las riquezas de la
salvación, la sabiduría y la ciencia se guardan para nosotros en la
Virgen. En el fruto de la Virgen están escondidos todos los tesoros de la
sabiduría y de la ciencia, para enriquecimiento de los pobres; por la
miseria de los indigentes y el gemido de los pobres, vino del corazón del
Padre al corazón de la Virgen, y en el vientre de la Virgen colocó el
tesoro de los pobres”. Adam de Perseigne, Ep 21, 7

“9. Toda esperanza y consuelo están en el nacido de nuestra Virgen,


en la flor de fragancia singular. … ¡oh vara de la Raíz de Jesé! ¡Oh
Virgen, digna de toda alabanza, quien al darnos esta flor quedando ella
intacta, sacia con maravillosa dulzura el corazón de todos los ángeles y
los hombres! Es para nosotros protección singular en los vaivenes del
mundo, en las tormentas el mar proceloso. Ella es puerto para el
náufrago, solaz para el desolado, consuelo del triste, reparación del
perdido, medicina del enfermo.
10. Es la vara, que utiliza la Unción Magistral de la verdad, para
corregir con la disciplina a sus seguidores, esto es, el Espíritu Santo
que, asumiendo plenamente el oficio de la disciplina, la hace flexible
por la misericordia y perfecta por la rectitud de la justicia. Es vara
flexible, amplia, grácil, recta, tenue, fructífera, fértil, olorosa y
suave; flexible por la misericordia, amplia por la excelencia, grácil por
la humildad, recta por la equidad, tenue por la inmunidad del pecado,
fructífera por la fecundidad, fértil por la plenitud de virtudes, olorosa
por la fama y suave por el amor. Dirige a ella la mirada, abrázala,
alábala y ámala, porque quien quiera tener a María por abogada, vencerá a
todos los enemigos. Alaba a la Virgen con tu boca y que tu vida no la
contradiga como digna de toda alabanza, no dejes nunca de alabarla porque
creo que nada hay de más encomio que dedicarse a su alabanza, ya que
ella es honor y gloria del Creador, alabanza y alegría de los ángeles”.
Adam de Perseigne, Ep 29, 9-10

“Reverencia y ama a María; venérala y alábala; dale culto y procura


agradarla con delicados obsequios; no dudes en preferirla como a la
plenitud por excelencia de la dulzura y la fragancia. Acógela como a
madre, entrégate como a nodriza, elígela como esposa, hazla tu amiga.
Estrechándola con el don de tu caridad, y al sentir el suavísimo deleite
de su amor dulcísimo, nada malo te podrá ocurrir. ¡Oh feliz violencia con
que se arrebata el reino de los cielos! Porque realmente se requiere gran
vigor para mantener constante el propósito de la pureza, en la carne
frágil y corrompida. Sin embargo, es muy fácil para quienes son movidos
por el amor de nuestra Virgen; ella ejerce en todas partes su imperio y
poder; pero su compasión la hace también liberal; si la amas y le
consagras tu cuerpo, tampoco te faltará mi amor, si no es así ¿cómo
podría mirar a quien veo indiferente ante las delicias de tanta dulzura?”
Adam de Perseigne, Ep 31, 7

8. “… Hay que decir llanamente que no es monje, es decir uno, quien,


esclavo de su vientre y seguidor de la carne, se implica en los negocios
del mundo; si en nombre de monje viene de unidad, con toda falsedad
usurpa tal nombre quien no es simple sino doble o múltiple.
339
9. Pero tú, hijo mío, mantén el sentido de este nombre, de lo
contrario no amarás a la Virgen de las vírgenes, que como abogada
especial de los monjes, acoge abajo su patrocinio a quienes en virtud del
nombre de monje cultiva la unidad. Acude a ella, mírala como estrella del
mar, y en medio de los peligros del mar del mundo tendrás al resplandor
de su luz una navegación feliz.
El esplendor de la Estrella, el Hijo nacido de la Virgen, será para
ti puerto seguro; si lo amas con pureza y perseverancia, después del
naufragio de la vida presente conseguirás un descanso gozoso”.
Adam de Perseigne, Ep 37, 8-9

“Pero pregunto, ¿de dónde salió para sembrar? El sembrador –dice-


salió, pues de donde no se alejó, y vino adonde no tuvo que llegar. Salió
del seno del Padre sólo como Verbo al mundo, como sembrador en el campo,
como Hijo del Hombre. Los que siembran suelen extraer la semilla del
fondo de los graneros, suelen llenar cestos portátiles de donde sacan
para la siembra, y así salen al campo para sembrar. Así esta Semilla, y a
la vez Sembrador, saliendo del granero misterioso e impenetrable de la
divinidad, donde habita la plenitud, fue introducida mediante la
maternidad de la Virgen, en el cesto de la carne, donde se puso él mismo
para sembrarse, siendo a la vez semilla, sembrador y cesto”.
Isaac de Stella, Sex I [18], 7

“En efecto , así como el Dios eterno, devenido Hombre nuevo,


apareció Hijo del hombre, sin tener en modo alguno pecado, no de la nada,
ni de otra raza, sino del viejo hombre, y sin embargo no por el hombre,
sino por el Espíritu Santo y la Virgen María; así no es asombroso, o más
bien es el asombro de los asombros, que el viejo hijo del viejo hombre
renazca hijo de Dios para remisión de todos los pecados, ni de la nada,
ni de otra raza, sino del propio hombre viejo y no por el hombre, sino
por el propio Espíritu y la Iglesia, Virgen Madre, Pero este Hijo de Dios
está oculto en nuestro interior como estaba oculto en él; mientras que en
el exterior aparece en nosotros la imagen terrena del hombre terreno la
vieja imagen del hombre viejo en la realidad de la carne de pecado, como
ella apareció también en él, pero sólo en la semejanza de la carne de
pecado”. Isaac de Stella, Quad I [27], 8

“…mucho antes de nacer María, el Espíritu que había de habitar en


ella asumía su causa y defendía contra las blasfemias de los impíos tanto
la divinidad del Hijo como la integridad de la Madre (ambas su propia
obra), y en nombre de ella decía…: Yo como la vid, di un fruto de suave
olor”. Beato Guerrico de Igny, Nat BVM I [51], 2

Virgen María

S. Bernardo de Claraval
- Adv II, 4
- Adv II, 5
- Ann II, 2
- Ann III, 7
- Ann III, 8
- Asspt I, 1.2
- Asspt II, 2
- Asspt IV, 5
- Asspt IV, 8
- Asspt IV, 9
- Ep 174, 2
340
- Epi I, 2
- Miss I, 5
- Miss I, 7
- Miss II, 17
- Miss III, 4.8
- Miss IV, 8
- Nat BVM 4.5.7.8.9.10.11.12.13
- Nat BVM, 18
- O Asspt 2.3.4.5.8.11-15
- Pent II, 4
- SC 29, 8
- Sent II, 177
- Sent III, 11
- V Nat III, 10

Beato Guerrico de Igny


- Nat I [6], 1
- Nat II [7], 1
- Nat III [8], 3
- Nat III [8], 5
- Nat V [10], 2.4
- Pur I [15], 1
- Pur I [15], 3
- Pur III [17], 2
- Pur IV [18],1
- Pur IV [18] 3
- Pur IV [18], 6
- Ann I [26], 2.3.6
- Ann I [26], 4
- Ann II [27], 1
- Ann II [27], 3
- Ann II [27], 4.5
- Ann III [28], 4
- JB I [40], 2
- Asspt I [47], 2
- Asspt I [47], 1.4.6
- Asspt I [47], 5
- Asspt II [48], 5.6
- Asspt III [49], 3
- Asspt III [49], 4
- Asspt IV [50], 1
- Asspt IV [50], 2
- Asspt IV [50], 3
- Asspt IV [50], 5
- Nat BVM I [51], 1.2
- Nat BVM II [52], 3

Helinaldo de Froidmont
- In Natalis Domini I

S. Elredo de Rieval
- SIned IX, En la Anunciación del Señor
- SIned X, Anunciación la Santísima Virgen María
- SIned XI, En la Anunciación del Señor
- SIned XX, Sobre la Santísima Virgen María
- SIned XXIV, Asspt
- STemp Ann I [8], 4.5.6
- STemp Asspt I [17], 1.2.3.4
341
- STemp Asspt II [18], 2.3.9
- STemp Nat BVM II [20], 1.2
- STemp 25, De la Bienaventurada María, 2.6

S. Amadeo de Lausana
- Hom II
- Hom III
- Hom IV
- Hom VI
- Hom VII
- Hom VIII

Isaac de Stella
- Sex I [18], 7
- Quad I [27], 8
- Asspt I[51], 1.2.7.26
-.Asspt II[52], 3.4.5.7
- Asspt III [53], 1.3.11
- Nat BVM [54], 4.7

Beato Oglerio de Locedio


- Laud
- Laud:(Planctus BM Virginis)
- Coen 13, 1

Adam de Perseigne
- Ep 2, 2.4.5.6.7
- Ep 3, 10. 14-15
- Ep 17, 35
- Ep 21, 5.6.7
- Ep 29, 9-10
- Ep 31, 7
- Ep 37, 8-9

342
TEMAS
Afecto
Amor ardiente
Apertura de corazón
Atraídos por Cristo
Ayuno
Buen celo
Capaz de Dios
Ciencia
Ciudadanos del cielo
Contemplación
Conocimiento de sí
Conversión de vida
Corazón
Corrección
Deseo de Dios
Dignidad - Imagen
Dulzura
Escuela de Cristo
Escuela del Amor
Escuela de la filosofía cristiana
Escuela de la humildad
Escuela de la Iglesia primitiva
Escuela de la Palabra
Escuela de la virtud
Escuela pobre
Espíritu Santo
Estabilidad
Experiencia de Dios
Fe
Forma de Cristo
Humildad
Justicia
Lectio Divina
Lucha espiritual
Luz
Obediencia
Observancias
Oficio Divino
Oración
Paz
Peregrinos
Permanecer
Pobreza
Quietud - Reposo
Recuerdo de Dios
Resucitar con Cristo
Sabiduría
Silencio
Soledad - Desierto
Trabajo
Simplicidad
Vida cenobítica
Vigilias
Virgen María
hna. Graciela Guzmán

343

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