RESUMEN
El término suelos de altura, usado para identificar aquellos suelos ubicados a cierta altitud sobre el
nivel del mar en América del Sur y América Central, no describe adecuadamente las principales
características que determinan su manejo. Existe la noción general que suelos de altura son solamente
aquellos suelos poco productivos conocidos también como Puna. Sin embargo, la presencia de los
Andes en el trópico ha permitido el desarrollo de muchos microclimas que han promovido la
formación de suelos particulares, muy productivos, que satisfacen las demandas de alimentos de un
gran segmento de la población.
En contraste, los suelos ubicados baja altitud, en la misma zona de influencia de los Andes,
comúnmente se identifican como suelos tropicales. El término suelos tropicales se usa como sinónimo de
suelos rojos ácidos e infértiles. Es verdad que los suelos rojos, ácidos e infértiles están localizados en los
trópicos, pero no todos los suelos de los trópicos tienen estas
características, particularmente en las regiones donde coexisten
con suelos denominados de altura. Las diferentes
características de todos estos suelos hacen que sean necesarias
formas diferentes de manejo, aun cuando los suelos se
encuentren a la misma altura sobre el nivel del mar y a la
misma latitud. Quizá sean más importantes para el manejo el
material parental y la influencia del clima local. Este artículo
discute las diferencias en distribución, uso y manejo de los
suelo de la región Andina.
presencia de los Andes (Figura 1). Sin embargo, la mayoría de suelos de esta región son suelos
jóvenes formados sobre los Andes y sobre las cadenas montañosas de América Central. Los suelos
característicos de estas zonas son Entisoles, Inceptisoles clásicos y Andisoles formados en
deposiciones recientes de ceniza volcánica. Estos suelos sostienen un alto porcentaje de la población
de los diferentes países de la región.
Los páramos son ecosistemas ubicados a alturas superiores a los 3000 metros sobre el nivel del mar
(msnm) y que se distribuyen en forma discontinua desde el norte del Perú hasta Costa Rica. El clima
de los páramos es frío y húmedo (2 a 10 °C), con fluctuaciones súbitas de temperatura que pueden ir
de < 0 a 30 °C (Hedberg, 1964). Estas fluctuaciones tienen un efecto marcado en la formación de los
suelos.
Bajo los páramos, a una altitud entre 1000 y 3000 msnm, se localizan una variedad de valles
interandinos, tierra ondulada y pie de monte que se extiende desde Perú hasta Venezuela. Estas tierras
altas del trópico mantienen una concentración poblacional alta que se ha localizado en estos sitios por
el clima y por la fertilidad de los suelos. Esta condición produce una alta presión sobre la tierra que se
observa claramente el los acelerados procesos de degradación, principalmente erosión. Los grandes
proyectos de investigación y desarrollo en América del Sur han tendido a ignorar estos suelos debido a
que representan un bajo porcentaje del área total en la región. Las grandes áreas de Ultisoles y
Oxisoles y las Pampas han recibido gran atención durante mucho tiempo por ser las áreas de
expansión y soporte económico de vastas áreas de esta parte de América. Sin embargo, por la
concentración de población y por el uso intenso, las tierras altas debieron merecer más atención.
La altitud modifica el clima radicalmente y este hecho es evidente en las tierras altas de América
tropical. En estos sitios es fácil encontrar una diversidad de microclimas que cambian en distancias
relativamente cortas. Esta es la razón para la gran diversidad de cultivos, que son posibles en el trópico
solamente gracias a la modificación del clima por la altitud (Foto 2). Además, si existe disponibilidad
de agua, se puede producir todo el año ya que el efecto de las estaciones es apenas perceptible.
Las condiciones de clima por supuesto han afectado el desarrollo de los suelos de tierras altas. Las
condiciones que normalmente se hubiesen promovido el desarrollo de los suelos hacia Ultisoles y
Oxisoles (típicos de los trópicos) fueron modificadas por el clima, haciendo más lento el desarrollo de
estos suelos y permitiendo la presencia de Entisoles, Inceptisoles y Aridisoles. Además de la
modificación del clima, es importante indicar la modificación importante del aporte de ceniza
volcánica a la formación del suelo en vastas áreas de América del Sur ubicadas en la zona de actividad
Los Andisoles cubren una apreciable área de América tropical. La fracción arcilla de estos suelos está
dominada por alofana, imogolita y halloisita (minerales amorfos de rango corto) que provienen de la
meteorización de los materiales piroclásticos producto de las deposiciones volcánicas. Una de las
características más importantes de los Andisoles es su capacidad para inmovilizar (fijar) fósforo (P) en
la superficie de los minerales amorfos. Esta es quizá la principal limitante química de los Andisoles.
Sin embargo, la capacidad de fijación de P de los Andisoles varía con el tipo de arcilla presente,
condición que a su vez parece está determinada por la altura a la cual se encuentran los depósitos de
ceniza que formaron el suelo.
Inicialmente se consideró que la fijación de P en los Andisoles ocurría solamente en las superficies
activas de la alofana y la imogolita. Los mecanismos de fijación de P en la alofana e imogolita
incluyen procesos como quemiadsorción, desplazamiento de silicio (Si) estructural y precipitación.
Sin embargo, se ha reconocido la importancia de los complejos humus-Al en este proceso. La fracción
humus en Andisoles forma fácilmente complejos con metales como el Al. El C atrapado en estos
complejos es inactivo y deja de ser parte del C activo de la fracción orgánica. Por otro lado, los grupos
hidroxilo combinados con el Al acomplejado entran en reacciones de intercambio de ligandos con
HPO4= y H2PO4- fijando fuertemente el P aplicado al suelo.
De igual manera, este fuerte acomplejamiento del Al con el humus limita la posibilidad de
coprecipitación de Al con Si, liberados de la descomposición de la ceniza volcánica, lo que a su vez
limita también la formación de alofana. Estos procesos se han documentado en Andisoles de Japón,
Colombia y Ecuador (Wada y Kakuto, 1985; Inoue y Higashi, 1988; Benavides y Gonzáles, 1988;
Zehetner et al., 2003). Estudios de evaluación de la fijación de P en Andisoles han demostrado que en
efecto la fijación es más fuerte en suelos de altura que tienden a acumular complejos humus-Al. La
acumulación de humus es mayor en suelos volcánicos localizados a mayor altitud (> 2000 msnm).
Evidencia indirecta obtenida en Andisoles de Ecuador y Colombia permite concluir que la fijación de
P está estrechamente relacionada con el contenido de C en el suelo (complejos humus-Al).
Indirectamente, esto también indicaría cuales minerales arcillosos se formarían a partir de la ceniza
volcánica en determinadas condiciones y la intensidad de la fijación de P. Aparentemente los suelos
alofánicos tienden a fijar menos P.
Datos recientes de un estudio de pedogénesis de un transecto del volcán Cotacachi en Ecuador (Tabla
1) confirmaron el hecho de que la fijación de P está asociada directamente con la presencia de C
orgánico en el suelo (Zehetner et al., 2003). Se encontraron dramáticas diferencias altitudinales con
respecto a la formación pedogenética de los minerales del suelo. Se determinó que la fracción arcilla
de las zonas situadas a elevaciones superiores a 3200 msnm (sobre el nivel del mar) estaban
dominadas complejos humus-Al, las zonas entre 3200 y 2700 m snm por complejos humus-Al y
alofana y que bajo 2700 msnm no existe presencia de complejos humus-Al. Diferencias en la
zonificación se pueden presentar por efecto de las cambiantes condiciones de humedad y temperatura
en las diferentes áreas desarrolladas sobre ceniza volcánica en América Latina.
Uno de los cultivos que refleja el efecto contrastante del material parental en la fijación de P es la papa
(Espinosa, 2004). En la Tabla 2 se presenta una comparación de la respuesta a la aplicación de P en
Este hecho podría permitir una mejor caracterización de la fijación de P en suelos derivados de ceniza
volcánica. El comportamiento de P es diferente en los suelos de las tierras altas de América tropical
desarrollado sobre rocas metamórficas y sedimentarias (Inceptisoles) ubicadas predominantemente en
Perú y Venezuela. Las dosis de P para la producción de altos rendimientos de papa son
substancialmente más bajas y el efecto residual es alto (Tabla 2).
Tabla 2. Comparación de la respuesta al fósforo de la .papa en El efecto del material parental sobre
Andisoles e Inceptisoles de tierras altas de América tropical el tipo de suelo desarrollado en las
(Adaptado de Villagarcía et al., 1991 y Espinosa, 2004). tierras altas de América tropical
tiene otras implicaciones en el
-------------- Andisoles -------------- Inceptisoles manejo de los cultivos. Los
Sitio 1a Sitio 2b Sitio 3c Inceptisoles y otros órdenes de
P2O5 Rendim. P2O5 Rendimiento P2O5 Rendim. suelos formados de roca
kg/ha t/ha kg/ha t/ha kg/ha t/ha metamórfica y sedimentaria tienen
en general un alto contenido de
0 6.4 0 4. 4 0 10.2 arcillas de tipo 2:1
150 11.7 75 15.8 80 19.3 (montmorillonita, vermiculita, illita)
300 31.2 150 20.5 160 30.3 y se comportan en forma diferente a
450 33.4 300 25.8 los típicos suelos tropicales rojos
a
Andisol de Ecuador, b Andisol de Colombia, c Inceptisol de Perú (Ultisoles y Oxisoles) dominados
por óxidos e hidróxidos de Fe y Al
y caolinita y a los suelos derivados de ceniza volcánica (Andisoles) que están dominados por arcillas
amorfas de rango corto (alofana, imogolita y complejos humus-Al).
En los suelos dominados por arcillas de tipo 2:1, la reducción en saturación de bases (pérdida de K, Ca
y Mg) desarrolla acidez. Este incremento en acidez (reducción del pH) conduce a la ruptura de la
estructura de los cristales arcillosos y a la liberación del Al estructural. Este Al ocupa los sitios de
intercambio dejados por las bases desplazadas. Estos suelos, por tener arcillas de superficies de baja
reactividad pueden fácilmente encalarse hasta llegar a pH 7.0, valor alrededor del cual se obtienen los
mejores rendimientos de los cultivos. El incremento de pH logrado con el encalado incrementa poco o
nada la CIC del suelo (suelos de carga permanente).
Los Andisoles tienen una alta capacidad tampón (resistencia al cambio de pH) y una moderada CIC y
estos factores hacen que la determinación de los requerimientos de cal en estos suelos sea más
complicada. La intensidad de la capacidad tampón varía de un sitio a otro de acuerdo a los factores
que controlan la meteorización de la ceniza como la altitud, precipitación, temperatura y edad del
material. Por esta razón no existe una regla simple para evaluar los requerimientos de cal en estos
suelos. El uso del criterio del Al intercambiable o la saturación de bases en ciertos casos subestima la
necesidad de cal.
La alta capacidad tampón de los Andisoles se debe a que las arcillas resultantes de la meteorización de
las cenizas volcánicas (alofana, imogolita y complejos humus-Al) tienen una superficie muy reactiva.
En este caso los OH- producidos por hidrólisis del ión CO3 crean carga en la superficie de las arcillas
por deprotonización (pérdida de H+) y consecuentemente no se incrementan el pH de la solución del
suelo, pero se incrementa la CIC (carga variable). Esta resistencia al cambio de pH de los suelos de
carga variable obligaría a utilizar cantidades muy altas de cal para llegar a pH 7.0. Obviamente esto no
es necesario y solamente es conveniente el elevar el pH hasta valores un poco más arriba de lo
necesario para precipitar el Al3+ (5.3-5.5). En Andisoles, la cantidad de cal necesaria para precipitar el
Al o la magnitud de la capacidad tampón, varía con la edad y el estado de meteorización de la ceniza
volcánica y por esta razón es necesario conducir experimentos simples que determinen exactamente
los requerimientos de cal de un sitio específico (Espinosa, 1987; Espinosa y Molina, 1998).
La violenta actividad volcánica ocurrida en el pasado envió cenizas a la atmósfera, las cuales se
movieron largas distancias antes de depositarse en la superficie. Esta es la razón por la cual existen
suelos derivados de cenizas volcánicas a considerables distancias del punto de origen. Algunos de
estos suelos se han desarrollado en ambientes de alta humedad y temperatura localizados en zonas
bajas. Se sospecha que en estos suelos la cantidad de alofana e imogolita es alta, pero el color del
suelo continua siendo oscuro y en la clasificación taxonómica antigua estaban clasificados como
Dystrandepts, exactamente igual a los Andisoles de mayor altura que supuestamente tienen mayor
contenido de complejos humus-Al. En el caso de estos suelos, desarrollados en diferentes ambientes,
la fijación de P es baja y el efecto residual es alto. Esto se observa en cultivos como maíz y arroz y en
cultivos perennes como café, banano y palma aceitera, predominantes en las zonas bajas de América
tropical.
Durante la formación geológica de los Andes aparecieron las dos grandes cadenas de cordilleras
características de Chile, Perú y Ecuador, sin que aparezcan valles profundos en el medio de las dos
cadenas y más bien se formaron planicies y paisajes de tierra ondulada de altura. Sin embargo, en
Colombia los Andes forman tres cordilleras y entre estas cadenas se forman los profundos valles del río
Cauca y Magdalena (Figura 1). Una apreciable superficie de estos suelos son Vertisoles, o por lo menos
tienen un alto contenido de arcillas tipo 2:1 que les confiere propiedades vérticas. La presencia de estos
suelos en América tropical es posible por el efecto del clima en la formación del suelo. La escasa lluvia en
apreciables áreas de estos valles no permitió el desarrollo pedogenético de los suelos hacia Ultisoles u
Oxisoles, característicos de las sabanas ubicadas al oriente de los Andes en Colombia y Venezuela o de la
selva Amazónica del resto de Sur América. Existen varios parches de este tipo de suelos en todos los
países de América tropical que se caracterizan por tener alta fertilidad.
Dentro de estos suelos son dignos de mencionarse aquellos ubicados en la planicie de la costa de Perú. La
profunda influencia de la corriente de Humbolt que corre paralela a la costa de América del Sur, hasta
voltear en dirección al este frente a Ecuador, modifica radicalmente el clima de planicie costera de Chile y
Perú. La ausencia de lluvia en toda esta angosta franja limita severamente la producción agrícola que
solamente se puede desarrollar en los valles regados por los ríos que bajan de los Andes. Esta es la
conexión de estos suelos con las zonas de altura, simplemente se benefician del agua producida en sitios
lejanos. La mayoría de los suelos de estas áreas están dominados por arcillas de tipo 2:1 y son
naturalmente fértiles. La restricción de agua se compensa, en cierta forma, con la excelente luminosidad y
noches de bajas temperaturas que permiten acumular rendimientos muy altos en los valles donde se
dispone de agua. No es raro encontrar rendimientos superiores a 12 t/ha de arroz y mayores a 200 t/ha de
caña de azúcar que son difíciles de conseguir en otras tierras bajas de América tropical.
Sin lugar a dudas, el principal factor de degradación de los suelos de altura en América tropical es la
erosión. El proceso es muy grave y tiene profundas repercusiones en la vida de todos los habitantes de
estas regiones y de las regiones ubicadas en las zonas bajas que indirectamente también sienten el impacto
del problema (Foto 5).
La degradación del suelo ocurre a través del tiempo por la pérdida gradual de suelo por erosión
causada por la lluvia o el riego y por agotamiento de los nutrientes del suelo debido a la producción de
cultivos sin la suficiente aplicación de fertilizantes e incorporación de materia orgánica. En general la
degradación gradual es reversible y se puede manejar con prácticas sencillas de conservación de
suelos y manejo de cultivos.
En todas las tierras altas de América tropical se ha conducido abundante investigación para desarrollar
tecnología para conservar y mejorar o por lo menos mantener la productividad del suelo. La erosión se
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