Para poder lograrlo habría que revisar bien el concepto de Evaluación Formativa, concepto que
muchos investigadores lo vienen estudiando hace ya muchos años, por lo que podríamos decir
que no es nuevo; y poder aplicarlo ya que el propósito de nosotros como docentes es brindar una
educación de calidad donde principalmente el alumno sea el protagonista de su propio aprendizaje
y sienta el gusto y la necesidad de aprender, reconociendo que todos tienen un gran potencial.
Acertadamente Brookhart define la EF como “un proceso mediante el cual se recaba información
sobre el proceso de enseñanza aprendizaje, que los maestros pueden usar para tomar decisiones
instruccionales y los alumnos para mejorar su propio desempeño, y que es una fuente de
motivación para los alumnos”.
Para ello, “no sólo el maestro puede usar los resultados de la evaluación formativa sino también
los estudiantes”. Los alumnos para mejorar su propio desempeño deben saber: el objetivo a
alcanzar (aprendizaje esperado); la situación en que se encuentra el alumno según su evaluación
realizada (resultado); y, la forma de pasar del segundo al primero (indicaciones precisas para
lograr alcanzar el aprendizaje esperado), Sadler, 1989.
Ya para la década de 1990 surge “la revolución cognitiva, la evaluación no debe estar centrada en
lo que es más fácil de medir, sino más bien en los que es más importante de aprender” (Shepard,
2006). “El propósito de la EF es conducir a los estudiantes a desarrollar sus propias habilidades
de ‘aprender a aprender’, que a veces se denominan también ‘estrategias metacognitivas’ (CERI,
2005). Si se quiere lograr “comprensión profunda”, se necesita metacognición y autorreflexión
(McMillan).
Es importante enfatizar que, el termino EF es una frase muy trillada por lo que proponen el uso
de la expresión “evaluación para el aprendizaje” que denota el proceso de identificar rasgos del
aprendizaje a medida que se desarrolla, empleando cualquier proceso formal o informal que ayude
a hacerlo, en primer lugar para que el aprendizaje mismo pueda mejorar…”donde exista el
diálogo, la observación y la respuesta de los aprendices a tareas y preguntas…” (TICAL, 2009).
Finalmente, los docentes debemos dar una mirada a cómo estamos enseñando, si estamos usando
la evaluación como una forma de enseñanza o no, se requiere pues una transformación de nuestras
prácticas, de hecho una “verdadera revolución” en materia de evaluación de los aprendizajes de
los alumnos . Surgen ideas como la integración de la EF en el proceso de enseñanza aprendizaje.
La diferenciación pedagógica. El compromiso del alumno en su propia evaluación:
autoevaluación, evaluación mutua entre pares y la coevaluación y la noción de regulación (Mottier
López, 2010).
Como vemos pues, el CNEB apunta a seguir una EF. “Aunque este énfasis no es nuevo, ya que
las prácticas de EF han estado asociadas desde hace tiempo con las concepciones que valoran la
diferenciación de la enseñanza y la igualdad de oportunidades de aprendizaje para todos los
estudiantes. La introducción de programas basados en competencias, sin embargo, ha exigido
rediseñar los instrumentos de EF e incluir métodos adicionales de reunir información sobre el
aprendizaje de los alumnos (Laveault, 2010).
De todo ello se desprende que, hay mucho trabajo por hacer y debemos empezar cambiando
nosotros mismos desde nuestras aulas, no por las regulaciones o normas que plantea el CNEB,
sino porque cuando decidimos ser docentes, asumimos el compromiso de impartir conocimientos
que lleven a nuestros alumnos a ser mejores personas, generando cambios de mejora en su familia
y en la sociedad. Sin duda un gran reto, pero todos los docentes dispuestos al cambio y mostrando
empatía, podemos hacerlo.
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