EL SIGLO DE LA ILUSTRACIÓN
RESUMEN: Al igual que el resto de los siglos modernos, la centuria del XVIII está plagada de
numerosos Cuerpos de seguridad en los que el ejército, ganador de la Guerra de Sucesión, jugó un
papel esencial. Un abigarrado mosaico de instituciones en un doble marco de actuación: rural y
urbano, de efectividad muy limitada y que llevaron a los ministros ilustrados de finales del siglo
a solicitar un único Cuerpo nacional como garante del orden público.
ABSTRACT: Like other centuries in Modern Age, the eighteenth century is full of numerous
Security forces where the army, winner of the War of Succession, placed an essential role. A mot-
ley mosaic of institutions in a double area of action, rural and urban, with a very limited effective-
ness, which forced the enlightened ministers of the end of the century to ask for a single national
Corps as the guarantor of public order.
XVI Jornadas de Historia en Llerena
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EL SIGLO DE LAS LUCES
El Siglo de las Luces
Pgs. 117-127
ISBN: 978-84-608-8037-0
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Los cuerpos de seguridad durante el Siglo de la Ilustración
I. INTRODUCCIÓN
En España, como en cualquier otro país de nuestro entorno, el Estado
siempre ha estado muy preocupado por mantener el orden público y la se-
guridad en el territorio que controlaba. Sobre este aspecto se había estado
trabajando desde hacía varios siglos y, fundamentalmente, desde la implan-
tación de lo que entendemos como Edad Moderna en el inicio de las monarquías
autoritarias luego convertidas en absolutas.
Aunque no son demasiadas las investigaciones de carácter global que nos acer-
can los Cuerpos encargados de velar por el orden público en España, tanto en su
espacio rural como en su espacio urbano, sí que existen algunos trabajos que se
acercan a la problemática de la seguridad. De la misma forma analizan lo inseguro
de su desconexión entre unas instituciones y otras, y sacan a la luz las peticiones
que los ministros ilustrados de los reinados de Carlos III y Carlos IV elevaron a ins-
tancias reales para poder unificar unos Cuerpos como mejora de servicio al súbdi-
to1. Una unificación que nunca llegó a producirse a diferencia de otros ámbitos de la
administración borbónica en el que el centralismo fue la norma básica de gobierno
y cuya normativa más explicita fueron los Decretos de Nueva Planta.
Hubo que esperar a los inicios de la contemporaneidad, y más concretamente
a los albores del reinado de Isabel II, para que aflorara el Cuerpo genuino de la
seguridad en España y de ámbito territorial de todo el Estado: la Guardia Civil. Pero
hasta que ello se produjo, la modernidad está plagada de numerosas instituciones
de seguridad que fueron “levantadas” por iniciativa particular, por señores laicos o
eclesiásticos o bien por alguna iniciativa del poder central o sus aledaños.
Lo particularmente importante en estos Cuerpos es que casi su totalidad es-
taban en permanente desconexión los unos y los otros, la mayor parte de ellos
tuvieron una efectividad tan limitada que el bandolerismo, que era la actividad
que principalmente tenían que combatir, siguió como un mal endémico por toda la
geografía peninsular, un asunto enquistado por todas las regiones españolas y que
llegó languideciendo hasta los inicios del siglo XX.
La llegada de la nueva dinastía francesa a nuestro país trató de abordar esta
problemática. La búsqueda de un modelo policial español sería uno de los asuntos
en los que trabajaron todos los reyes del siglo ilustrado. Es obvio que el punto de
partida en esa búsqueda de la seguridad fue la Guerra de Sucesión a la Corona
española. Como también es cierto que la victoria de las armas borbónicas ofreció
el protagonismo necesario al ejército para que fuese éste el encargado de reprimir
a los posibles disidentes y, además, el que tuviese que afirmar el control del orden
público en todo el territorio nacional.
Y es que, la “traición” que algunos reinos peninsulares manifestaron ante la nue-
va dinastía, les llevó a los Borbones a identificar su propia seguridad con el Estado.
XVI Jornadas de Historia en Llerena
1 MARTÍNEZ RUIZ, E. Policías y proscritos. Estado, militarismo y seguridad en la España borbónica (1700-1870), Madrid,
Actas, 2014.
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público que los Borbones quisieron imponer2. Por otro lado, fueron instituciones que
en muchos casos habían apostado por el pretendiente austriaco en la Guerra de
Sucesión, lo cual provocó que la nueva dinastía los suprimiera una vez que se hizo
con todos los resortes del poder a partir de 1715.
Por consiguiente, la llegada de los Borbones a España provocó, después de la
Guerra de Sucesión (1702-1713), o bien por las derivaciones de la misma, la apro-
bación de los Decretos de Nueva Planta y el inicio de la militarización del orden
público en muchos de los Cuerpos existentes y, especialmente, en la mayor parte
de los que se van a crear a lo largo del siglo XVIII3.
De esta forma, podemos afirmar que fue aquella victoria sobre los reinos “trai-
dores” lo que incorporó al ejército a las esferas del orden público y coadyuvó a su
militarización; es decir se utilizó al ejército en las misiones tanto de seguridad para
la Corona, como en la consecución del orden social. Convirtiéndose de esta forma el
ejército como el gran vertebrador de todas las instituciones de seguridad del siglo
XVIII, quizás con la excepción de los Caudillatos gallegos.
Por consiguiente, los grandes retos que tuvieron todos los Cuerpos creados en
esta centuria, y que analizaremos en los siguientes apartados, fueron, además de
la “paz política”, el control sobre los gitanos, bandoleros, malhechores, ladrones y
contrabandistas. Una dinámica tan abierta, que es lo que probablemente provocó
que estas instituciones sean tan dispares las unas de las otras, y de efectividad
ante los delitos tan limitadas.
Todos los Cuerpos creados por los Borbones desarrollaron instrumentos de ac-
tuación muy diferentes aunque con el mismo objetivo, tratar de conseguir la “paz
social”. En los ámbitos urbanos, especialmente en la capital del reino, serán fuerzas
policiales que derivaron hacia la génesis de la policía, y que serán fuerzas que ten-
dieron hacia la no militarización, generalmente. En los ámbitos rurales, en cambio,
y desde el primer Borbón, fue el ejército sobre el que descansará la búsqueda de
la paz ciudadana por la que estos cuerpos siempre llevaron la impronta del mili-
tarismo. En este sentido es apreciable señalar como cada vez que disminuye la
“delincuencia común” se reduce la militarización, y a la inversa.
Fue entonces cuando surgió, y no es baladí, el debate permanentemente abierto
sobre la naturaleza que deben tener las instituciones de seguridad en España: civil
o militar. Una disputa tan antigua como los años que tienen estos Cuerpos. Se trata
de un debate no resuelto ni siquiera en la actualidad, ya que la institución señera de
la seguridad en España, la Guardia Civil, aún debate en su seno, y en los aledaños
del Instituto armado, la posibilidad de que sea un Cuerpo civil o militar.
Lo más sobresaliente de todo este análisis es que, finalizando el siglo nos encon-
tramos con todo un mosaico de instituciones, todas tendentes a buscar la seguridad
pública, pero que provocaron en los inicios de la contemporaneidad una “atomiza-
ción” de fuerzas a la postre poco prácticas y de tendencias completamente diversas
con gravísimas deficiencias internas y con una ausencia total de coordinación que
2 Las instituciones de seguridad más sobresalientes desde el inicio de la modernidad fueron las Hermandades,
Apellido, Somatén, Guardas del Reino de Aragón o Ballesteros del Centenar, entre otros.
El Siglo de las Luces
3 Sobre este tema, véanse los trabajos de MARTÍNEZ RUIZ, E. “Felipe V y los inicios de la militarización del orden
público en España” en PEREIRA IGLESIAS, J.L. (coord.) Actas del Congreso de San Fernando (Cádiz), del 7 de
noviembre al 1 de diciembre de 2000, Córdoba, Universidad de Córdoba, 2002, pp. 641-654; GIMÉNEZ LÓPEZ,
E. “El debate civilismo-militarismo y el régimen de Nueva Planta en la España del siglo XVIII” en Cuadernos de
Historia Moderna, nº 15, Madrid, Universidad Complutense, 1994, pp.41-75; PALOP RAMOS, J.M. “La militarización
del orden público a finales del reinado de Carlos III. La instrucción de 1774” en Revista de Historia Moderna, nº 22,
2004, pp. 453-486; y MELÓN JIMÉNEZ, M.A. Los tentáculos de la hidra. Contrabando y militarización del orden público
en España (1784-1800), Madrid, Sílex Universidad, 2009.
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Los cuerpos de seguridad durante el Siglo de la Ilustración
llevaron a los ilustrados de finales del XVIII y principios del XIX a solicitar, en una
serie de expedientes e informes, la creación de un único organismo de seguridad
que abarcase todo el territorio nacional4.
Era evidente que no tenía ningún sentido que mientras los Borbones trataban
de levantar el edificio de una monarquía centralizada en todos sus elementos ins-
titucionales, recuérdese los Decretos de Nueva Planta aragoneses, valencianos y
catalanes, en el aspecto policial y de orden público, la “descentralización” fuese la
norma que imperaba durante los reinados de Carlos III y su hijo Carlos IV5.
Por otro lado, como fue norma habitual durante los siglos de la dinastía de los
Austrias, el grado de efectividad en el sistema de seguridad borbónico fue muy
diferente de unos cuerpos a otros, de tal forma que junto a la eficacia de algunos,
los Mozos de Escuadra, se organizaron otros donde la inoperancia fue el elemento
consustancial al mismo.
Esta situación originó que a finales de siglo, concretamente en 1799, se confec-
cionara un expediente, anteriormente mencionado, que analizaba la información
que se poseía sobre los distintos cuerpos policiales en aquel instante, solicitando, a
su vez, una profunda restructuración de los mismos, cuando no su total supresión
y la creación de un nuevo y único cuerpo policial6.
Entre las instituciones creadas en el siglo XVIII contabilizamos compañías suel-
tas y compañías fijas. Su distribución por zonas geográficas es la que reflejamos
en la tabla número 1. Su número, excesivo, ofrece una idea de la inoperancia que,
en líneas generales, ofrecía el aparato policial de seguridad español de finales del
setecientos. Obviamente, no todas tuvieron la misma trascendencia ni influencia
posterior, pero las mismas conformaron las instituciones policiales más represen-
tativas del siglo de la Ilustración. En las siguientes líneas analizaremos las más
sobresalientes.
TABLA I
CUERPOS DE SEGURIDAD ESPAÑOLES A FINALES DEL SIGLO XVIII
4 MARTÍNEZ RUIZ, E. y DE PAZZIS PI CORRALES, M. “Milicia y orden público. Crisis en el sistema de seguridad
español del siglo XVIII y el Expediente de Reforma” en Cuadernos de Historia Moderna, nº 29, 2004, pp. 7-44 (para
esta cita, p. 8).
5 Véase MARTÍNEZ RUIZ, E. “Apuntes sobre la policía de Madrid en el reinado de Carlos IV”, en Cuadernos de
Historia Moderna y Contemporánea, VII, Madrid, Universidad Complutense, 1986, pp. 65-84.
6 MARTÍNEZ RUIZ, E. y DE PAZZIS PI CORRALES, M. “Milicia y orden público…”, pp. 12 y ss.
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-Caudillatos de Galicia
OTRAS COMPAÑÍAS -Compañía del Señorío de Vizcaya
Fuente: Martínez Ruiz, E. y de Pazzis Pi Corrales, M., “Milicia y orden público…”, pp. 10-12.
8 Sobre la importancia de los capitanes generales en el entramado borbónico con posterioridad a la Guerra de
Sucesión nos remitimos al trabajo de BALTAR RODRÍGUEZ, J.F. La Capitanía General de Aragón (1711-1808),
Zaragoza, El Justicia de Aragón, 2009.
9 SALES, N. Historia dels Mossos…, p.112.
10 MARTÍNEZ RUIZ, E. “Las fuerzas de seguridad y orden público en la primera mitad del siglo XIX” en Cuadernos
de Historia, T. IV, Madrid, Instituto Jerónimo Zurita, 1973, pp. 83-161(para esta cita, pp. 91 y ss.).
11 PALOP RAMOS, J.M. “La militarización del orden público a finales del reinado de Carlos III. La instrucción de
1784” en Revista de Historia Moderna. Ejércitos en la Edad Moderna, nº 22, Anales de la Universidad de Alicante,
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2004, pp. 453-486. Separata de la revista, pp. 1-90 (para esta cita, p. 35).
12 Los mejores trabajos sobre este cuerpo lo encontramos en PALOP RAMOS, J.M. “Creación y establecimiento de
la Compañía de Fusileros de Valencia” en Revista Estudis, nº 24,Valencia, Universidad de Valencia, 1998, pp. 339-354;
y del mismo autor, pero mucho más reciente, “Militares y civiles ante el control del orden público: la Compañía
Suelta de Fusileros del reino de Valencia” en Revista Estudis, nº 32,Valencia, Universidad de Valencia, 2006, pp. 321-
362.
13 Gaceta de Madrid, nº 3512, 26 de abril de 1844.
14 COLÓN de LARRIÁTEGUI, F. Juzgados militares e España y sus Indias, t. II, Madrid, Imprenta Real, 1817, p. 464.
15 Ibídem, p. 463.
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Con el paso del tiempo, en cambio, y descartada la invasión inglesa, los esco-
peteros se emplearon, como otras tantas unidades, en el mantenimiento del or-
den público y colaboraron con el ejército en sus combates en diferentes conflictos
armados como por ejemplo durante la Guerra de la Independencia. A punto de
ser disueltos, en 1819, la compañía apostó abiertamente por el constitucionalismo
durante el Trienio Liberal. De hecho, fue una de las partidas más activas en el sur
peninsular en la defensa de la Constitución de 1812 llegando a ocupar el pueblo de
Jimena que se había declarado absolutista17.
II.6. Compañía de Escopeteros Voluntarios de Andalucía
Se trata de una institución creada en la segunda mitad del siglo. Esta compañía
estuvo específicamente dedicada a combatir el bandolerismo tan característico en
los campos andaluces. Fue fundada en 1776 después que diversos jefes políticos
elevaran diversas peticiones al Consejo del Reino durante el mandato del rey Carlos
III. Se constituyeron dos compañías con sede en las ciudades de Granada y Sevilla.
No obstante, según una nota explicativa del Expediente de Reforma de 1799 es-
tos Cuerpos andaluces recorrían también las provincias de Jaén y Córdoba ya que
estas provincias tenían “espacios y cañadas muy transitables y transitadas por los
contrabandistas a caballo”18. Gozaron, como otras tantas instituciones, del ansiado
fuero militar19. La manutención de los escopeteros según el expediente anterior-
mente aludido correspondía a los pueblos y su importe a finales del siglo XVIII se
cifró en más de 380.000 reales20.
La compañía granadina fue disuelta al concluir el Trienio Liberal en 1823 ya que
la monarquía absolutista de Fernando VII la identificó claramente con la Milicia
Nacional, mientras que su homónima de Sevilla subsistió hasta septiembre de
1845, permitiéndoles a sus integrantes, si lo deseaban, incorporarse al naciente
Cuerpo de la Guardia Civil. Su desaparición fue a propuesta de la Diputación sevi-
llana, tal y como se pone de manifiesto en el siguiente documento oficial:
“Sevilla 30 de diciembre de 1844. Podemos asegurar que la Excma.
Diputación Provincial ha pedido al gobierno la supresión de las compañías
de escopeteros de Andalucía, ya que la creación de la Guardia Civil ha veni-
do a sustituir el servicio que aquellas estaban prestando”21.
16 SARRIÁ MUÑOZ, A. Tarifa a comienzos del siglo XVIII, una sociedad conflictiva en la encrucijada de Gibraltar, Málaga,
El Siglo de las Luces
22 Para un mejor conocimiento de este cuerpo remitimos a los siguientes estudios: MARTÍNEZ RUIZ, E. y de
XVI Jornadas de Historia en Llerena
III. CONCLUSIÓN
El Siglo de las Luces
Durante las primeras décadas del siglo XIX, y hasta que se cree el Cuerpo único
de seguridad y que abarcaba toda España en 1844, la Guardia Civil, tanto el rey
francés José I, como el último de los reyes absolutistas españoles, Fernando VII,
continuaron buscando esa institución que pusiese equilibrio en uno de los aparta-
dos básicos para la estabilidad de cualquier Estado, el de la seguridad y el orden
público.
Fueron intentos, al igual que todos los que hemos señalados para este artí-
culo poco provechosos y edificantes. Ni la Milicia Nacional ni, por supuesto, los
Voluntarios Realistas, o los Salvaguardas Nacionales fueron Cuerpos de trascen-
dencia duradera y verdaderamente efectivas para la historia de España en materia
de seguridad, aunque por motivos completamente distintos.
Por consiguiente, hubo que esperar a los inicios del reinado de Isabel II, ins-
tante en el que el liberalismo moderado se hizo con las riendas del Estado (Década
Moderada), cuando se pudo hacer realidad, el anhelo de aquellos ilustrados que
apostaron por ese Cuerpo único que sustituyese a todas las instituciones inoperan-
tes a las que hemos hecho referencia.
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