1. La "Presencia" revelada.
2. La "Visión" percibida.
4. El juramento.
Estos puntos son enumerados en su debido orden y debe recordarse que tal orden
no es arbitrario y conduce al iniciado de una revelación a otra, hasta la etapa
culminante donde se le comunica uno de los secretos y una de las cinco palabras de
poder que le abren los distintos planos, con todas sus evoluciones. Todo lo que aquí se
intenta es indicar las cinco etapas principales que abarcan lógicamente la Ceremonia
de la Iniciación: el estudiante debe tener presente que cada una es en sí una ceremonia
completa, factible de ser clasificada en forma detallada.
La Revelación de la "Presencia".
Durante los períodos finales del cielo de encarnaciones, donde el hombre hace
malabarismos con los pares de opuestos y que, a través de la discriminación está
siendo consciente de la realidad y de la irrealidad, surge en su mente la comprensión
de que él mismo es una Existencia inmortal, un Dios imperecedero y una parte de lo
Infinito. Cada vez se hace más evidente el eslabón entre el hombre en el plano físico y
este Regidor interno, hasta que sobreviene la gran revelación. Llega un momento en la
existencia del hombre en que se encara conscientemente con su yo [e100] real, y sabe
que él es ese yo en realidad y no en teoría. Adquiere conciencia del Dios interno, no por
medio del oído ni de su atención a la voz interna que dirige y controla, denominada la
"voz de la conciencia", sino por medio de la percepción y de la visión directa. Ahora
responde no sólo a lo que oye sino también a lo que ve.
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Sabemos que los primeros sentidos que el niño desarrolla son: el oído, el tacto y la
vista. El niño percibe el sonido y vuelve la cabeza; palpa y toca; finalmente ve
conscientemente y estos tres sentidos coordinan la personalidad. Éstos son los tres
sentidos vitales. Le siguen el gusto y el olfato, pero no son indispensables, en la vida y
aunque carezca de ellos, el hombre no tiene ningún obstáculo para establecer
contactos en el plano físico. En la senda del desarrollo interno o subjetivo, rige la misma
secuencia.
La vista --esa visión interna que se adquiere por medio del proceso de la iniciación y
que después de todo sólo es el reconocimiento de las facultades siempre presentes
aunque desconocidas. Así como el niño nace con los ojos perfectamente sanos y llega
un día en que lo primero que se observa es su reconocimiento consciente de lo que ve,
así también ocurre con el individuo que se está desarrollando espiritualmente. El medio
para la visión interna siempre existió y lo que puede verse está siempre presente, pero
la mayoría de las personas no lo reconocen.
El ego, reflejo de la mónada, es en sí una triplicidad, como lo es todo en la naturaleza. Refleja los tres
aspectos de la divinidad, así como la mónada refleja, en un plano superior, los tres [e101] --voluntad,
amor-sabiduría e inteligencia activa- de la Deidad. Por lo tanto:
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ciencia con dicha Vida y se hace uno con ella, a fin de que en el plano físico, mediante
e1 yo personal, esa Vida se vea como amor inteligente, expresándose a sí mismo.
Como radiante existencia angélica, vista con el ojo interno, con la misma exactitud y
criterio, análogamente a como un hombre enfrenta a otro. El gran ángel solar, que
constituye el hombre real y su expresión en el plano de la mente superior, es li-
teralmente su divino antecesor, el "Observador" que, durante largos ciclos de
encarnaciones, se ha sacrificado para que el hombre pueda SER. [i116]
Como esfera de fuego radiante, vinculada con el iniciado que está ante ella, por el
hilo de fuego magnético que pasa a través de todos sus cuerpos y termina en el centro
del cerebro físico. Este "hilo de plata" (como se lo llama inexactamente en La Biblia, al
describir su liberación del cuerpo físico y la subsiguiente abstracción) emana del centro
cardíaco del Ángel solar, vinculando así corazón y cerebro -esa gran dualidad que
manifiesta amor e inteligencia en este sistema solar. La esfera ígnea está
análogamente vinculada del mismo modo, con. muchas otras que [e102] pertenecen al
mismo grupo y rayo. Este hecho concreto demuestra que todos somos uno en los
planos superiores. Una sola vida palpita y circula a través de todo, mediante hilos
ígneos y es parte de la revelación que el hombre recibe, ante la "Presencia”, con sus
ojos ocultamente abiertos.
Como policromo Loto de nueve pétalos, que están colocados en tres círculos
alrededor de un conjunto central de tres pétalos herméticamente cerrados, los cuales
protegen lo que en los libros orientales se denomina "la Joya en el Loto". Este Loto es
de rara belleza, palpitante de vida y radiante, en todos los colores del arco iris; en las
tres primeras iniciaciones los tres círculos se revelan por orden correlativo hasta que en
la cuarta iniciación el iniciado se encuentra ante una revelación mayor y conoce el
secreto de lo que encierra el capullo central. A este respecto, la tercera iniciación difiere
algo de las otras, pues por el poder de un Hierofante aún más excelso que el
Bodhisattva, se conoce por primera vez el fuego eléctrico del espíritu puro, latente en el
corazón del Loto.
Las palabras "ángel solar", "esfera de fuego" y "loto", ocultan un aspecto del misterio
central de la vida humana, pero sólo será evidente para quienes tienen ojos para ver. La
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significación mística de estas frases gráficas constituirá una celada o motivo de
incredulidad para el hombre que [i117] intente materializarlas en forma indebida. En
estos términos se oculta la idea de una existencia inmortal, de una Entidad divina, de un
gran centro de energía ígnea y del pleno florecimiento de la evolución, y así deben ser
considerados.
La mónada se manifiesta en el plano mental en forma triple, por medio del ego; pero
todavía faltan todos los aspectos de la mente, tal como la comprendemos. El ángel
solar con quien estaba en contacto, se retira; la forma mediante la cual actuaba (el
cuerpo egoico o causal) desaparece y sólo queda el amor-sabiduría y esa voluntad
dinámica que es la característica principal del espíritu. El yo inferior sirvió para los
propósitos del ego y fue descartado; de igual modo el ego sirvió a los designios de la
mónada y ya no hace falta; el iniciado se ve libre de ambos, plenamente liberado y es
capaz de entrar en contacto con la mónada, así como anteriormente aprendió a entrar
en contacto con el ego. Para las restantes manifestaciones en los tres mundos, [e103]
está regido sólo por la voluntad y el propósito autoiniciados y crea su cuerpo de
manifestación, controlando (dentro de las limitaciones kármicas) sus propios períodos y
ciclos. El karma que aquí se menciona es el planetario, no el personal. En la cuarta
iniciación entra en contacto con el aspecto amor de la mónada y, en la quinta, con el
aspecto voluntad, así completa sus contactos, responde a todas las vibraciones
necesarias y es el amo de los cinco planos de la evolución humana.
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En forma gradual el iniciado llega frente a la Verdad y a la Existencia. Será evidente
para los estudiantes reflexivos, que la revelación de la Presencia tiene que preceder a
las demás revelaciones. Esto introduce en la mente del iniciado los conocimientos
fundamentales siguientes:
La unicidad con sus hermanos queda comprobada, y reconoce el lazo indisoluble que en todas
partes lo vincula a sus semejantes. La hermandad ya no es una teoría, sino un hecho [i119]
científicamente [e104] comprobado, del cual no puede dudarse, como tampoco de la separatividad de los
hombres en el plano físico.
La inmortalidad del alma y la realidad de los mundos invisibles quedan para él comprobados y
establecidos; antes de la iniciación esta creencia estaba basada en una breve y fugaz visión y en firmes
convicciones internas (resultado del razonamiento lógico y de la intuición, en gradual desarrollo), ahora se
basa en la percepción y en el reconocimiento de su propia naturaleza inmortal, fuera de toda
controversia.
La Revelación de la Visión.
a. su Ego,
b. su grupo egoico,
c. su rayo grupal,
d. su Logos planetario.
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En esta cuádruple captación está descripto el conocimiento gradual que
corresponde al proceso de las cuatro iniciaciones que preceden a la liberación final.
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Se le revela una parte de los planes del Logos planetario y esta visión incluye la
revelación del plan y del propósito en lo que al planeta concierne, aunque todavía la
[i122] visión sea confusa respecto a esos planes, en su relación planetaria. Esto lleva
al iniciado, por medio de una serie de graduados conocimientos, a los portales de la
cuarta iniciación. Con la total liberación del iniciado de las ataduras en los tres mundos
y la ruptura de todas las ligaduras de las limitaciones kármicas, amplía enormemente la
visión y puede decirse que por primera vez se da cuenta de la amplitud del propósito
planetario y del karma en el esquema. Habiendo ya ajustado su karma personal,
relativamente de poca importancia, puede dedicarse a agotar el karma planetario y tam-
bién abocarse a desarrollar los planes de largo alcance de esa gran Vida que incluye a
todas las vidas menores. No sólo alcanza el pleno reconocimiento del propósito y los
planes de toda la evolución en su propio esquema planetario, la Tierra, sino que incluye
en su radio de conocimiento, ese esquema planetario que es el complemento o polo
opuesto de nuestra Tierra. Comprende la interrelación existente entre los dos esquemas
y se le revela el vasto propósito dual. Se le demuestra que este plan debe convertirse
en un solo plan unido y de allí en adelante dedica todas sus energías a colaborar en
forma planetaria, a medida que el plan se desarrolla, mientras trabaja con las dos
grandes evoluciones en nuestro planeta, la humana y la dévica, y a través de ellas. Esto
concierne al establecimiento de los reajustes y a la aplicación gradual de la energía
para estimular los diversos reinos de la naturaleza y, mediante la fusión de todas las
fuerzas de la naturaleza, acelerar la interacción de la energía entre los dos esquemas.
De este modo los planes del Logos solar pueden consumarse a medida que se
desarrollan por medio de los dos Logos planetarios. El manejo de la energía solar, en
pequeña escala, es ahora privilegio del iniciado, pues no sólo se lo admite en la cámara
del concilio de su propia Jerarquía, sino que se le permite asistir cuando otros agentes
planetarios están [i123] reunidos con el Señor del Mundo y los dos grandes dirigentes
departamentales.
Cuando el adepto de la quinta iniciación puede actuar de acuerdo con los planes de
los tres Logos implicados, colaborando con ellos cada vez con mayor capacidad a
medida que transcurre el tiempo, está preparado para la sexta iniciación, que lo admitirá
a cónclaves superiores. Así llega a participar no sólo de los propósitos planetarios, sino
también de los solares.
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En la sexta iniciación posee la más maravillosa visión de toda la serie. Ve el sistema
solar como una unidad y recibe una breve revelación que abre ante su asombrado
entendimiento los propósitos fundamentales del Logos solar, viendo por primera vez el
conjunto de planes con todas sus ramificaciones.
En la séptima iniciación su visión penetra más allá del "círculo no se pasa" solar y
puede ver lo que ha conocido como fundamental hecho teórico, que nuestro Logos
solar está implicado en los planes y propósitos de una Existencia superior y que el sis-
tema solar es sólo uno de los numerosos centros de fuerza y por su intermedio se está
expresando una Entidad cósmica mucho más grande que [i124] nuestro Logos solar.
En todas estas visiones subyace un gran propósito: la revelación de la unidad esencial
y el descubrimiento de esas relaciones internas que, una vez conocidas, tenderán, en
forma cada vez más plena, a impulsar al iniciado a servir abnegadamente y lo
convertirá en un trabajador de la síntesis, la armonía y la unidad fundamental.
[e108] y así sucesivamente, hasta que se identifica con el pasado de la Vida una, que
fluye a través de todos los esquemas planetarios y evoluciones del sistema solar, lo
cual despierta en él la resolución de agotar karma y de saber (al ver las causas del
pasado) cómo debe realizarlo.
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perfeccionado grupo egoico y, posteriormente, la radiación de un determinado tipo y
color, que fluye del rayo que lleva en su seno a los perfectos hijos de los hombres y, aún
más tarde, obtiene una vislumbre de la perfección de ese gran Ser, que es su propio
Logos planetario, hasta que finalmente se le revela la perfección de toda belleza y la
radiación que incluye a todos los otros rayos de luz , el sol brillando en toda su fuerza,
el Logos solar en el momento de la consumación del propósito.