El ser humano, al igual que muchos animales, tiende a vivir en sociedad. Las
relaciones sociales e interpersonales constituyen una auténtica necesidad para
lograr un desarrollo adecuado y expansivo de la personalidad, aunque también
pueden ser una fuente de conflictos.
El concepto de trabajo enajenado fue planteado por Carlos Marx, filósofo, sociólogo,
político y economista del siglo XIX, en el marco de su crítica a las consecuencias
negativas del capitalismo y su concepción de la propiedad privada, con respecto a
la clase obrera.
Es por ello que el trabajo no es parte del ser humano en el capitalismo, es algo
externo (enajenado) que no le pertenece, y por lo tanto lo degrada en lugar de
complementarlo, como debería ocurrir. Es así que la plenitud no la logra trabajando,
sino cuando no lo está haciendo, por lo tanto, el trabajo rutinario, solo alcanza
sentido a través de la paga, que no debería ser el fin, sino que debería serlo, el
trabajo en sí mismo. Sin embargo él sabe que la ganancia no es para él, que haga
lo que haga solo cobrará un salario que le permitirá subsistir, mientras que la
plusvalía, fruto de su esfuerzo, será cobrada por su patrón.