El film comienza con unos títulos de créditos; indicando, mediante una pantalla, el
contenido de la obra: “Historia sobre la industria, y la cruzada de la humanidad en busca
de la felicidad”. ¿Pero acaso plantea la felicidad como algo que se puede encontrar?
¿Un objetivo claro, definido para la humanidad, teniendo a la industria como
mediadora? Si tomamos esta premisa al pie de la letra podemos determinar que el film
desde el comienzo sugiere esto. Evidentemente en los primeros minutos de metraje
podemos dar cuenta el camino a esta “búsqueda”. Chaplin, inteligentemente, nos dirige
al corazón de la fábrica moderna, que si bien adquiere este adjetivo con respecto a la
cualidad de modernidad, se pueden encontrar paralelos con alguna cárcel: grandes
ventanas podrían emular a los barrotes de una celda; O si, tomáramos la escena inicial,
las ovejas dirigiéndose hacia algún corral, siendo las ventanas, las cercas del mismo.
Las relaciones dentro de esta fabrica son conflictivas, con los patrones manteniendo un
control riguroso sobre sus operarios, y los mismos también siendo participes de
conflictos laborales dentro del mismo. La fábrica es su “vida”, siendo la que, con sus
horarios definidos, organiza su horario de comienzo de labores y además de su tiempo
de descanso. La división del trabajo es clara: los operarios, en la línea de montaje; cada
uno realizando la tarea que se le es asignada por un patrón, indicando además, el
carácter de efectividad y eficiencia que se precisa para el trabajo.
Viendo todas las características que adquiere el trabajo, el empleado (en este caso el
mismo Chaplin) ve como su vida, de pronto, es automatizada. Luego de extenuantes
cargas a las que es impuesto, inclusive en su tiempo de “descanso”, él mismo, es un
autómata; con continuos espasmos, que recuerdan la tarea que le fue asignada, inclusive
en su salida de la fábrica donde realiza numerosos gags en referencia.