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Malenka Ramos

LA INICIACIÓN

SEGUNDA PARTE: LA VENGANZA


Créditos legales
Título: La iniciación 1. CELOS
Texto: © Malenka Ramos, 2013 T odo lo que nos r odea, cariño mío, siempr e t iene
www.sb-ebooks.com una razón de ser y tú er es demasiado impulsiva para
razonar las cosas que ves, sólo por eso te quiero tanto.
ISBN: 978-84-9071-002-9 ***
Su corazón galopaba a cien por hora mient ras mi raba
Diseño de cubierta: Esther Maré el ani l lo que
bri l laba en su dedo. El hombre que t iempo at rás le
Created in the European Union. había dest rozado el
Queda prohibida, salvo excepción prevista por la ley, alma ahora era todo lo que el la deseaba. Había sido duro y
cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación posiblemente lo
pública y transformación de esta obra sin contar con sería más; sin embargo, la idea de ser su mujer la
autorización de los titulares de la propiedad intelectual. encandi laba y a la vez la
aterraba. Dominic Romano, el pequeño niño taci turno
del que tanto se
había reído, había devorado su vida y su moral .
¿Cómo negarse a aquel lo?
¿Acaso se imaginaba una vida como la que antes tenía
después de todo lo
que había pasado? ¿Con ot ro hombre? ¿Una vida
normal? Cómo expl icarlo
al mundo, cómo deci rles que pasaba ent re aquel las
paredes y que lo
entendieran, cómo expresar que todo lo que el las
hacían era algo que
aunque a veces dol ía hasta l ími tes insondables
deseaban con toda el alma.
Imposible. Y él ... ¡A veces se sent ía tan poco a su
lado! Su rost ro siempre
digno, su espalda ancha y su elegancia. Sus modales y
su seguridad,
siempre metódico y correcto rozando una perfección
que secretamente
ocul taba un alma atormentada por su amor . Pensó en
su fami l ia, su madre
y su padre, si algún día supieran la verdad se mori
rían del di sgusto pero…
¿por qué? Porque no era lo correcto, no al menos en escaleras arriba para que no la viera. Al l legar a la
el mundo real , ese en habi tación se quedó
el que las personas viven una vida monocromát ica y pensat iva. Lo cierto es que él siempre le había sido fiel ,
forman fami l ias mient ras la cedía y
est ructuradas y simples hasta que la vejez les l leva al ot le hacía di sfrutar jamás le vio con ot ra y sabía que
ro mundo sin saber no eran justos sus celos
sin embargo que siempre puede haber algo más... pero no podía remediar sent i rse mal . Dominic ent ró a
Bajó las escaleras de dos en dos buscando a Lui s, los pocos segundos
estaba ansiosa por en la habi tación y la mi ró con gesto ceñudo.
enseñarle la preciosa y enorme joya que Dominic le había —Te conozco muy bien para saber que algo te pasa.
regalado, cuando —T e acabo de ver con Cat inca —musi tó mi rando su
algo la dejó pat idi fusa. Dominic hablaba con Cat inca ani l lo—. Pasé por
en el jardín, esta lo el salón y os oí .
abrazaba con fuerza y met ía su cabeza ent re su cara —No está bien escuchar det rás de las ventanas, Samara.
y su cuel lo. No, se han Se acercó a el la y meneó la cabeza negat ivamente.
criado juntos, di jo su cabeza, pero el corazón se le aceleró —Creo que sigo sin conocerte…
más si cabe ante —Está bien, Samara… V en aquí . Es increíble, acabo
la escena. Las úl t imas escaleras las bajó más de pedi rle que se
despacio, Cat inca l loriqueaba case conmigo y tengo mi primera escena de celos —
como una niña mient ras él la volvía a abrazar y la hizo una mueca y la
mecía ent re sus anchos volvió a mi rar fi jamente.
brazos. —Mi padre murió cuando yo tenía ocho años, eso lo
Se acercó a la ventana más próxima y afinó el oído; sabes, te lo conté
estaba l igeramente hace mucho t iempo. Mi única fami l ia di recta era él ,
abierta y podía escuchar con di ficul tad sus palabras. mi madre y mi abuela
—No seas tonta, nada va a cambiar —di jo—. T e materna, mi padre era huérfano, creció en el orfanato.
quiero mucho, Que conociera a
chiqui t ina. Antón no fue casual idad, él me estaba buscando
—Yo también te quiero, Dominic —sol lozó. realmente… Mi padre y él
Samara abrió los ojos como platos cuando lo vio se criaron juntos desde niños y cuando murió mi madre
besarla con efusividad estaba embarazada
en la boca. Sí , en Quimera todo era normal pero el la de una niña. Mi madre no podía sacarnos a los dos
no estaba adelante y Antón le
acostumbrada a ver a Dominic de aquel la forma. ofreció la posibi l idad de hacerse cargo de mí , quería
Apretó las mandíbulas un varón y no podía
con fuerza y cuando lo vio di rigi rse hacia la puerta, tener hi jos con su mujer pero mi madre no podía
sal ió di sparada desprenderse de mí , me
quería demasiado y yo ya era un niño… Le ent regó a loca de Carlo cerca y respetaba demasiado a Antón
mi hermana y como para fol larme a
pactaron no verse más para que el la no se enterara y Cat inca y te puedo asegurar que no fue por fal ta de
sufriera. Eso oportunidades y
consumió a mi madre año t ras año y yo me sent í ganas…
culpable de todo el lo —¿Lo sabe?
durante mucho t iempo. Intenté buscarla al menos para —Oh, no… Y nadie se lo di rá. Antón le dio todo lo
saber si estaba bien, que t iene y la quiere
cuando conseguí todo lo que tengo y cuando Antón más que a su vida y Cat inca es demasiado inmadura.
me encont ró, sabes la No soportaría la
hi storia ya y las condiciones por las que pasaba de verdad. T odos mant ienen esa leve di stancia con el la,
descont rol y la vi por es l ibre, nadie la
primera vez al ent rar en Quimera no fui capaz de intentó jamás. Y a me ent iendes. Pero eso es un arma de
deci rle la verdad. No era doble fi lo la hemos
justo el la era fel iz, lo tenía todo. No podía hacerle consent ido tanto que cuando se descont rola es casi
eso al hombre que se imposible hacerla ent rar
había desvivido por el la toda su vida. Pero Cat inca en razón.
era caprichosa, Samara no sal ía de su asombro.
provocadora y t remendamente alocada. Y yo pasaba —De lo único que se arrepiente Antón es de los años
largas temporadas en que dejó sola a mi
Quimera. madre, no podía verla, si mi madre veía a la niña
Hizo una pausa y gi ró su cara para observar su gesto. sufri ría más. Iba a
—Me buscaba constantemente, desde que tenía ya l lamarla como el la Gloria pero al final se l lamó Cat
doce años se me inca como la esposa de
met ía en la cama con cualquier excusa y yo pasaba la Antón. En fin, para no dormi r.
época en la que me —Si provoca a Carlo un poco más y tú no…
daba igual todo, ni siquiera la veía como lo que era —No voy a hacer nada más por el la. Que asuma las
por eso ent iendo y consecuencias de sus
entendí siempre a tu hermano. actos. Ya es mayorci ta, Samara.
—¿Te acostaste con el la? —Samara no sal ía de su Una inmensa calma se apoderó de Samara. Se sol tó
asombro. el cinturón del
—No… Nunca pasó del juego, de lo que tú conoces. albornoz y t repó por sus piernas hasta quedar frente a él .
A medida que —Tenía celos de el la.
pasaron los años creció en mí una necesidad de —Lo sé.
protegerla de nosot ros, de Frotó su sexo cont ra el pantalón, era tan fino que
apartarla de todo lo que nos rodeaba pero era bastante notaba su miembro
di fíci l con la cabra debajo crecer a medida que se movía sobre él .
—Estaba rabiosa.
—También lo sé. Dominic movió la cabeza en un gesto de consternación y se
—Eres un buen hombre, Dominic. levantó de la
—Eso ya no lo tengo tan claro. cama.
—Y sí , claro que me casaré cont igo —di jo sonriéndole. —¡Sam! —la meneó por los hombros —. ¡Vamos!
—Me hace muy fel iz, señori ta. —¡Ah Lui s! —di jo—. Él ya lo sabe... Claro que sí .
Pasó las manos por su espalda y descendió con el la Dominic mi ró a t ravés de la ventana. Sí , era cierto, él ya lo
hasta sus caderas. sabía.
T enía una piel ext remadamente suave. Repasó cada 2. UNA VISITA INESPERADA
cent ímet ro de el la y Has aceptado mi pr oposición una vez más, me has
volvió a mi rarla a los ojos. hecho el hombr e más
Samara le sonrió, pasó la lengua por su boca y fel i z del mundo; aun así , princesa, aún te queda
empezó a descender mucho que apr ender a mi
mient ras le besaba el pecho. Dominic seguía sus lado.
movimientos, sus ***
contoneos, le desprendió de la cinta que apretaba la Durante el resto de la semana siguiente, la calma
goma del pantalón y pareció cerni rse en
bajó levemente la tela hasta l iberar su sexo. Su lengua todos y cada uno de el los. Y el ina había pagado un
pasó levemente enorme error pero
rozándolo y luego volvió a subi r y lo besó. La cogió la cara también había conseguido una recompensa mucho
con una mano y mayor por el lo, el amor
la apretó con fuerza mient ras la met ía la lengua en la boca. incondicional de su Señor . La pequeña Sara empezaba
—Mi vida es para escribi r una pel ícula Samara… a ceder poco a poco
Pero esta es mi a los antojos y deseos de Lui s, que sut i lmente la
fami l ia… y la tuya… embriagaba con sus
Sonó la puerta y Lui s at ravesó el pasi l lo a gran suaves órdenes y las atenciones que le daba. Pero una
velocidad en tarde algo generó un
calzonci l los. gran revuelo en casa de Dominic. Antón había l lamado
—Hablando de fami l ia…. por teléfono bien
Sal tó en la cama y se met ió debajo de las sábanas ent rada la noche y una ext raña not icia generaba di st
empujando con el culo intas reacciones.
a Dominic. Samara había observado la i rascibi l idad de Dominic,
—Volvió a la vida —di jo mi rándolo. la i ronía en el rost ro
—Me lo ha dicho Cat inca. ¡Me lo ha dicho Cat inca! — de Carlo y la confusión en Roberto. Por ot ro lado,
cogió la mano de Mateo aparecía aquel la
su hermana, mi ró el ani l lo y la besó. noche algo desorientado, pues para él la ext raña l
—Pasa, hombre, no te cortes… Tú como en tu casa…. lamada poco sent ido
—Vamos, Sam —di jo eufórico—. Di rás que sí , ¿verdad? tenía.
—Lui s —balbuceó colorada —, ¡me avergüenzas!
—¿Qué pasa, Lui s? —le preguntó—. ¿Le ha pasado algo a soportado. No suele veni r , el la t iene su vida, sus
Antón? negocios, siempre fuera
Samara estaba desconcertada y el i r y veni r de los del paí s. Lo poco que viene, pueden pasar incluso
hombres la ponía años, es algo que
nerviosa. provoca cierto recelo, Carlo lo toma con i ronía, Roberto
—T enemos que i r a Quimera este fin de semana. Antón di rectamente pasa
recibe una vi si ta pero Dominic…
y le gustaría que fuéramos. —¡Vaya! —exclamó—. ¿Las chicas saben de el la?
Seguía sin entender nada. V io a Dominic di scut i r con —Claro. Han sido contadas las ocasiones que la han vi sto,
Carlo, mient ras calcula que en
Roberto rompía a reí r lanzándose a la boca frutos secos los diez años que Roberto l leva con sus mujeres han
animadamente. coincido un par de
—Es un tema algo del icado, Sam… Conoces el recelo de veces, Carlo tan solo una.
Dominic por el Estaba descolocada y sorprendida. ¿Una mujer? Era
mínimo poder de una mujer , no le gusta, siempre hemos increíble, no podía
sido una fami l ia y imaginar una si tuación tan pecul iar.
no exi ste nadie que cambie ese equi l ibrio. Pero Antón —Es lógico, Sam, nosot ros vivimos a poca di stancia
no solo ha sacado de Quimera, un par
de… —hizo una pausa intentando expl icarse lo mejor de horas de viaje como mucho, pero alguno ha vuel to
posible — de la a su paí s o ha creado
espi ral de locura a los que ves, ha habido ot ros que negocios fuera y resul ta di fíci l segui r en contacto.
con el t iempo se han —Dominic está furioso —di jo observándolo.
separado de Quimera, es lógico, nosot ros formamos —Sam, soy imparcial , pero te di ré que la mujer que vi
una fami l ia pero eso si ta Quimera fue
no signi fica que después de un t iempo haya ot ras años at rás una excepcional sumi sa, piensa que los
personas que sigan su mejores sumi sos a veces
vida con un pequeño contacto por el cariño y el son los mejores dominantes cuando encuent ran su camino.
agradecimiento. En este Aquel la confidencia la dejó totalmente int rigada. Llegó
caso una de esas personas vi si ta Quimera. el fin de semana
Samara arrugó la frente y mi ró a Lui s. y todos l legaron casi al mi smo t iempo a la finca.
—¿Por eso se enfada? —preguntó—. No lo comprendo. Antón como siempre con
Mi ró la puerta abierta del despacho, donde seguían di su figura imponente esperaba sonriente en lo al to de
scut iendo las escaleras de
acaloradamente. mármol que daban a la ent rada principal . Cuando
—Sam, es una mujer . La única, pero el la se supone que Dominic lo saludo sol tó
ostenta el mi smo una ri sa involuntaria y le dio varias palmadi tas en la
poder que cualquiera de nosot ros y eso es algo que espalda. Meredi t
Dominic nunca ha
cuchicheaba con las ot ras mujeres y Mateo junto a —. Dominic, hi jo mío. Ese muchacho puede enseñar a
Sara no sabía muy bien vuest ras propias
de qué iba todo aquel lo aunque ya se lo habían expl mujeres mucho más de lo que vosot ros las t rasmi t i ríai s
icado varias veces en años…
reunidos. Natacha no estaría ese fin de semana por su Samara mi ró a Meredi t , en el la no había ninguna
t rabajo, era la única expresión. Mi ró a
que fal taría, cosa que a Sara le encantó. Dominic y se aferró a Lui s con fuerza. T enía tal
—Bueno, mi s chicos —di jo Antón—, aun sabiendo que gesto de enfado que hasta
este pequeño a el la la atemorizaba abri r la boca en ese momento,
viaje no es gusto de mi primogéni to más dominante aunque estaba l lena de
es necesario. Nuest ra dudas y la curiosidad la mataba.
hermosa Romina vi si ta la ciudad y no sería justo —Bueno —Carlo prosiguió—. Entonces sigue con el la…
recibi rla sin vuest ra —Fi rmó voluntariamente un cont rato por siete años. —
presencia. Antón sonrió a
—Sara aprenderá muchas cosas este fin de semana —di jo Samara y volvió a mi rar a Carlo.
Carlo con tono —Es lo que no ent iendo —prosiguió Roberto.
burlón dejándose caer en el sofá. —Creo que es mejor que expl ique un poco a vuest ras
Dominic le di rigió una mi rada feroz y meneó la cabeza. La damas de qué
joven levantó hablamos antes de que l leguen, ¿no? —se gi ró hacia
la vi sta t ímidamente y asió la mano de su hermano con Samara y Meredi t—.
fuerza. Alexi s es un joven de muy buena fami l ia, cuando
—La he vi sto dos veces —di jo Roberto—. He de reconocer acabó la carrera en el
que me l lena ext ranjero conoció a Romina y lo dejó todo por pasar varios
de curiosidad, más que nada por el hecho de ver en años a su lado.
una mujer mi propia Nadie lo ent iende, es cierto pero debe respetarse —
imagen elevada al cubo. rió—. Sólo serán dos
—No es parte de Quimera —di jo Lui s —, pero días, Dominic, luego se i ra, ambos se i rán. Piensa en
lógicamente ha formado cómo es Alexi s y
en su medida parte de esto. Dominic siempre acabas dime si realmente qui tando que es un hombre no es
enzarzado con el la, al una lección exqui si ta
final creo que di sfrutas con esas peleas cada cierto t iempo. de buen comportamiento.
—No di sfruto, la provoco. No me molesta su presencia, —En fin —musi tó ofuscado—. Dos días…
hasta puedo ***
tolerarla, me ofende lo que t rae con el la. Eran las dos del medio día y un coche sonó en la ent
Antón sol tó una carcajada y se balanceó en la butaca. rada de la finca.
—¿Hablas del joven Alexi s? —dio una calada a su T odos estaban en el salón, esperaban que l legaran
puro y volvió a reí r los nuevos invi tados
para pasar al comedor . Oyó a Antón en el exterior , El joven Alexi s ent ró t ras Antón. Samara sint ió un
una voz femenina al escalofrío por el
fondo y unos tacones retumbar en el mármol t ravent ino cuerpo, era un niño realmente adorable. T enía el pelo
del hal l . En todo el repleto de caracoles
t iempo que l levaba al lado de Dominic fue el primer castaños que le caían por la frente formando bucles,
día que realmente unos enormes ojos
sint ió celos. Al l í estaba el la, de pie bajo el umbral verdes que bri l laban quizá por la vergüenza y un
de la puerta, una mujer cuerpo esbel to, al to y
que no l legaba a los t reinta años de mi rada feroz y sonri sa definido. El muchacho se quedó a pocos cent ímet ros de
digna. T enía una aquel la diva y bajo
inmensa melena caoba que caía por delante de sus la mi rada.
pechos hasta casi rozar —Bien… ¿Sigues tan impert inente Carlo? —le espetó.
sus caderas, rasgos marcados y angulosos, boca —Mi impert inencia es di rectamente proporcional a tu
enorme y perfi lada. Se zorrería querida
mantenía de pie con una inmensa pierna est i rada mía.
hacía la derecha y las Romina sol tó una carcajada y dio un t rago a su copa.
manos en la cintura. Un sombrero colocado de lado al —T u dami ta es una bel leza Dominic... Y veo caras
más exqui si to est i lo nuevas…—mi ró a
francés y un pantalón de raya diplomát ica ajustado con Mateo y Sara y una fi la de dientes blancos emergió del
un corsé que inmenso ori ficio—.
apretaba sus pechos bajo una cami sa blanca. Boni ta niña.
—Romina… —musi tó Dominic levantándose con pereza —¿Por qué no presentas al muchacho Romina? —Antón
—. Sigues tan se adelantó y le
«mona» como siempre… pasó la mano por el hombro.
Su tono i rónico la provocó una ri sa fal sa. Samara se dio cuenta que el joven apenas levantaba
—Y tú tan perverso y sobrado querido. la mi rada del suelo.
La mujer di rigió una mi rada rápida a todo el salón y Estaba a tan sólo unos cent ímet ros de Dominic y esté
sonrió con le di rigía mi radas de
elegancia a todo el mundo. Sus pi sadas hacían vibrar curiosidad. Ni siquiera había abierto la boca y
a Samara, era toda permanecía quieto y
una bel leza y aquel gesto de prepotencia quizá la expectante.
hacía más hermosa de lo —Mi chico no esta acostumbrado a tanta ropa —di jo—
que era. Sara permanecía totalmente obnubi lada. Se . V uest ras
sentó en la butaca de mujeres deberían estar desnudas, desprovi stas de todo y
Antón y se si rvió una copa de ron rápidamente. post radas. Respeto
—V amos querido —di jo entonces —, no te quedes ahí vuest ros métodos y me adapto, que conste que lo
. Pasa y saluda hago por educación pero
cortésmente, no tenemos toda la mañana. Se educado. no lo comparto.
—Es todo un detal le por tu parte —di jo con sarcasmo Romina lo mi ró con humor y siguió provocándolo. Le
Dominic—. hizo un gesto al
Siempre hay t iempo para todo, Romina. joven y este se puso de rodi l las al lado del brazo tapizado
La cabeza de Samara funcionaba a doscientos por de la butaca.
hora. ¿Acaso el joven —Deberías acostumbrarte Dominic, no es la primera vez
Alexi s pasaba las horas desnudo junto a aquel la que
mujer? ¿Cómo podría compart imos techo. No sé que más té molesta, si mi
soportar esa si tuación? ¿Acaso le gustaba? No se at poder , o el hecho de
revió tan siquiera a que un hombre, bel lo, fuerte e intel igente como
moverse, Lui s se reía ante la ext raña conversación y cualquiera de vosot ras se
al ambiente caldeado post re ante mí ansiando mi s cast igos y mi s órdenes.
de la sala. Romina est i ró el brazo y el joven Alexi s dio un Dominic se levantó y se acercó al muchacho con gesto de
paso al frente. enfado. Alexi s
—Alexi s, mi joven y hermoso alumno. V eint i siete permanecía de rodi l las sus rizos rozaban el pantalón
años, esclavo en su de Dominic
total idad, obediente, algo terco y orgul loso, le cuestan suavemente. Este se agachó y le levantó la cara con suma
ciertas ordenes, curiosidad.
sobre todo cuando t iene que ejecutarlas fuera de la int —¿Qué te da esta víbora? —di jo—. Podrías tener lo mi smo
imidad de mi casa — que nosot ros
le dio una palmada en el t rasero y este avanzó un y prefieres estar… ¿Así?
paso—. Por eso he Alexi s t ragó sal iva y di rigió una suave mi rada que
querido t raerle en este viaje de t rabajo. ¿Qué mejor si pareció hasta i rónica
t io para mi precioso a Samara, rápidamente volvió a bajarla al ver a Romina incl
esclavo que la finca Quimera? inarse hacia él .
—¡Hola, Alexi s! —la voz inocente de Sara emergió —Contesta niño —di jo—. Sé educado con los Señores
cortando la de la casa.
incomodidad del momento. Siempre.
El muchacho levantó levemente la vi sta y la sonrió. —Señor… Adoro a mi Señora…
—Pequeña, mi chico está bien educado, no hablará a —Y o adoro a mi s perros y no me pongo de rodi l
menos que yo le las… —Carlo se rió—,
diga que lo haga —sol tó— No se moverá ni respi rará a menos que me t i ren claro…
a menos que yo se lo —Con el la no tengo que pensar , no tengo que decidi r
permi ta. ¿Verdad, Alexi s? , sólo obedezco —
Asint ió con la cabeza y volvió a mi rar al suelo. En di jo—. Necesi to no pensar , he tenido una vida l lena de l
ese momento ibertad y poder , me
Dominic estaba tan tenso que pareció hervi r como una ol la he agotado de decidi r por todo el mundo. Necesi to que
a presión. decidan por mí .
—¡Ahí que joderse! —farful ló—. Esto es increíble…
—Habla con total l ibertad —Romina se levantó y terror cuando sus ojos reflejan ese miedo tan del icioso. La i
siguió bebiendo de su ra de mi señora
copa. Su pantalón revoloteaba cont ra sus muslos al es algo que a veces busco inconscientemente.
compás de sus pasos. Meredi t apenas pestañeaba, Y el ina y Xiamara
—¿Qué te l levó a fi rmar siete años de cont rato? —le permanecían de rodi l las
preguntó. con los ojos abiertos y fi jos en el joven Alexi s.
—Al principio fue la curiosidad, sus cast igos me exci —Estas conversaciones son las que fal taban en esta
taban pero a la vez casa —susurró
me l lenaban de i ra. Cuanto más me enfadaba más Antón.
cruel era el la y a la vez —Y o quiero ser como el la —di jo en bajo Sara a su
más di sfrutaba. Supongo que todos tenemos un lado hermano. Este le
ocul to que di rigió una mi rada para que cal lara y la joven frunció
desconocemos de nosot ros mi smos y del cual nos el ceño—. V ale... ya
avergonzamos. lo pi l lo...
Samara estaba alucinada. El muchacho ni siquiera —¿Y tú, Dominic? —di jo Romina gi rando con
había mi rado elegancia mient ras
di rectamente a Dominic, de vez en cuando levantaba di Cat inca que acababa de ent ra la abrazaba con ternura
scretamente los —. V eo por lo poco
ojos y la mi raba, hasta creyó ver que la guiñaba el que hablé con Antón que tu pequeño tesoro ya forma parte
ojo pero pensó que era de la fami l ia.
producto de su imaginación. Samara sint ió un leve recelo en sus palabras, al mi
—Subl ime —di jo Roberto—, he de reconocer que si rarla, sus ojos
mi s hermosas parecían bri l lar con fuerza bajo aquel manto caoba
vampi ras fueran tan francas en sus sent imientos todo que la cubría. Sus
hubiera sido mucho pezones se marcaban por debajo de la cami sa blanca
más fáci l para todos… ajustada, su corsé le
—¿T e gusta que te humi l len? —preguntó Dominic—. hacía una curvatura casi erót ica y mantenía los ojos fi
Un hombre como jos en el la como un
tú que podría tener cualquier mujer… animal salvaje.
Alexi s mi ró a Samara y apoyando las nalgas en sus —Siempre has cri t icado mi s métodos, pero yo no obl
tobi l los bajo más la igó a mi s pupi los a
cabeza. nada, tu crueldad supera mi s actos —hizo una mueca
—Me gusta. Por eso mi smo. Supongo que mi Señora cómica —. Tú los
valora del mi smo ejecutas sin más...
modo que yo lo que la he dado por voluntad, me —Este es el momento en el cual yo me bajo los
gusta el dolor Señor , pantalones y
di sfruto con él como puede usted di sfrutar de su di rectamente me corro —se oyó deci r a Carlo—. ¡Oh, sí !
hermosa esclava y su Dominic mi ró por úl t ima vez a Alexi s y se gi ró hacia el la.
—T u despecho por no ser lo que yo buscaba te hace la mano y lo paró en seco.
ser la t i rana de las —T ranqui lo mi muchachi to... mi querido «hermani to»
proles... Romina, sigo conociendo tu lado más mezquino no me va a tocar
y amoral , te un pelo, es su forma de desafiarme, no debes
aseguro que en estos dos días necesi taras de mi s favores preocuparte... V uelve a tu
mucho más que yo posición.
de los tuyos... Así que deja tu zorrería habi tual conmigo y —Creo que este fin de semana va a ser ent retenido
dedícate a segui r —di jo al fin sin
coleccionando príncipes azules que l lenen tu fal ta de un separarse de su cara.
dominante... —¡V amos todos a comer! —Antón sal tó de la si l la e
La mujer sol tó tal carcajada que Samara dio un intentó mediar en
brinco. ¿Lo había aquel momento de tensión—. Vamos...
entendido bien? ¿Acaso Romina había estado con Romina se gi ró con elegancia y chasqueó los dedos,
Dominic? ¿Fue quizá su Alexi s se levantó y
sumi sa? Le ardía la cara como nunca, se mordió el la siguió a paso l igero, el la movía las caderas como
labio inferior y deseo si fuera a romperse en
que algo enorme y grotesco se t ragara aquel la mujer dos. T odos ocuparon un si t io al rededor de la
tan impresionante, inmensa mesa, Romina no
ambos se mantenían de pie mi rándose uno al ot ro con un aceptaba que las mujeres se sentaran como el los pero no
gesto de odio casi tuvo más remedio
paral izante y mient ras Carlo con la boca ent reabierta que ceder y su joven sumi so ocupó la si l la más
movía la cabeza próxima a Sara. V erles a
mi rando primero a uno y luego a ot ro como ansiando los dos juntos, era como ver dos querubines. Parecía
que se t i raran de los que incluso para
pelos en mi tad del salón. Alexi s era ext raño comer como todos, mi ró
—Oh mi querido Dominic... ¿Quizá tu rencor no será desorientado a todas las
por que sabes que mujeres y se colocó con educación la servi l leta en las
soy así por que tú me hici ste así? —di jo—. Mi rodi l las. Samara
mentor ... ¿Qué has creado? mient ras tanto hervía por dent ro, observaba cada gesto
—una ri sotada resonó de nuevo y Dominic se aproximó y movimiento de
a el la —. T e debo Romina sin perder un detal le. Era odiosamente
tanto... hermosa, odiosamente
Samara estaba a punto de sal tar como un cohete segura de si mi sma y le atormentaba la idea de
explosivo, Dominic pensar o levemente
estaba a mi lésimas de su cara y tensaba las imaginarla en los brazos de Dominic.
mandíbulas como nunca, el —Samara —como siempre Dominic se adelantaba a su
joven Alexi s hizo el ademán de levantarse hacia el la pensamiento.
pero la mujer levantó
Pasó su brazo por los hombros y acercó su boca a la —Eso estaría bien... —farful ló tan débi lmente que
oreja —. T ranqui la, hasta Sara le resul tó
princesa, es lo que busca, recuerda lo que te di je di fíci l no reí r.
cuando conoci ste a Carlo, Por suerte Romina no lo había oído.
no ent res en sus provocaciones, el la no puede —Puedes hablar con las chicas, si alguno de los
conmigo por lo tanto, i rá a Señores te pregunta
por t i . contestarás con total sinceridad. V iendo el ambiente, creo
—Estuvo cont igo... —susurró angust iada. más oportuno de
—Eso es el pasado, que no te afecte. Y o nunca he momento que te comportes con un poco de l ibertad,
recelado de tus ot ros... siempre y cuando no te
hombres. diga lo cont rario.
Y era cierto, pero no podía soportar la idea de saber que —¿Sabrá sujetar con la nariz una pelota y gi rarla? —di
aquel la dama de jo Carlo con
modales refinados y gesto al t ivo había dormido en la mi sorna.
sma cama que él . Lui s sol tó una suave ri sa y bebió. El único que
Cent ró su atención en Alexi s, intentó respi rar observaba con detal le al
profundamente y al tenerlo joven Alexi s era Mateo, era como si la curiosidad por
de frente pudo observar con detenimiento todo lo que aquel muchacho le
el joven hacía. invadiera o quizá t ramaba ya algún plan maquiavél ico para
Estaba torpe, no mi raba a nadie en la mesa y ni ent retenerse.
siquiera hablaba con Sara. ***
A veces un rizo de su frente se met ía en los ojos y Durante gran parte de la tarde todos permanecieron
lo soplaba con gracia charlando en el
para apartarlo. Su piel era muy dorada, bri l laba con salón. Era cierto que el «odio» ent re Romina y
la mi sma intensidad Dominic sólo exi st ía en el
que su cabel lo. Su rabia dio paso a una enorme ámbi to personal de sus respect ivos papeles, cuando el
curiosidad por aquel chico. tema de
Se preguntó si tendría la oportunidad de hablar con él , de conversación fueron los negocios, ambos mantuvieron
preguntarle cosas una charla t ranqui la
y saber que sent ía un hombre en su mi sma si tuación o al y apacible para mayor recelo de Samara. Pasó mucho
menos simi lar. t iempo cerca de
—Alexi s —la voz de Romina retumbó en la mesa y el el los, Meredi t le había pedido que fuera con todas las
muchacho casi jardín pero no quería
estuvo a punto de derramar su copa de agua —. dejar a aquel la odiosa mujer cerca de él . Era cierto
Esclavo torpe, ten cuidado que jamás se había
o te pondré en el suelo para que así te sientas más encont rado en aquel la si tuación, le resul taba di fíci l
cómodo. di simular sus celos,
pero a veces pensaba en la posibi l idad de estal lar e —Perdí la vergüenza hace t iempo querida. No, no
imaginar el enfado de siempre hago lo que
Dominic la l lenaba de estupor . El joven Alexi s estuvo me pide, a veces me gusta provocar su enfado. Di
bastante t iempo sfruto como un loco
hablando con Antón, supuso que el hombre di sfrutaba cuando se le encienden las mej i l las y me cast iga. Es del
de sus experiencias iciosa...
recordando quizá las que el tuvo con Alexander, el padre —Es increíble, si te ponen desnudo en el salón me
de Mateo. Cuando muero de vergüenza.
este se fue con Cat inca, Alexi s se quedó solo en la ¿Te imaginas? —Sara rió con t imidez.
mesa del porche. Sara —¿Por qué? —mi ró fi jamente a Sara y sus ojos
no tardó en acompañarlo junto con Meredi t y Samara verdes bri l laron por el
que a duras penas sol . Una sonri sa algo depravada se dibujo en su cara
consiguió dejar a Dominic con los demás. —. ¿T e da vergüenza
—¡Alexi s! —di jo la t ierna niña —. ¡Es increíble, un ver a un hombre desnudo? ¿O quizá de rodi l las? Igual te
chico sumi so! Eres gusta...
fascinante... —Eres osado —di jo la joven—. Seguro que te cast igan a
—Linda —di jo de golpe —. No te cal ientes con mi menudo.
Señora —mi ró a —Mucho... Me encanta...
Samara y la sonrió—. Tienes la cara roja de la i ra. —Algún día seré como Romina —di jo hinchando el
Le sorprendió el tono burlón de su voz. Era increíble que pecho—. Sí , aunque
aquel joven tan me pelee todos los días con Dominic —Sara empujó
servicial y sumi so pasara de pronto a un tono casi suavemente a Samara
provocador. que todavía hervía por dent ro.
—¿Me dices a mí? —di jo ofuscada. —Y dime —Samara cent ró la atención en el joven.
—Claro —se lanzó una acei tuna a la boca y sonrió—. Cada vez le parecía
Desde que ent ré mas hermoso—. ¿Qué le gusta a Romina? Digo, como
por la puerta la has devorado con los ojos, mi Señora es dominante...
muy hermosa pero —Mi rar ... —se rió—. Le encanta ordenarme que
nada t iene que hacer con el tuyo. Redeci l las pasadas... embelese a alguna
sólo eso. jovenci ta y observar como la hago mía sin que el la se
Samara farful ló algo en bajo y mi ró a t ravés de los dé cuenta. Es una de
cri stales, Dominic se sus pequeñas depravaciones —frunció el ceño—. Cast
reía por algo que decía Romina y Carlo movía las manos igarme, le gusta
como un loco. pegarme, es fuerte, aún con esos brazos tan delgados
—¿Es verdad que cuando estas con el la en casa y femeninos pega
siempre estas desnudo? como un hombre.
¿Siempre haces lo que te pide? ¿No te da vergüenza? —di —¿Qué más? —insi st ió Samara.
jo Meredi t .
—El protocolo que ya conocéi s... Atarme, atormentarme ¿Su mentor Dominic? ¿Acaso le había atormentado
cuando ya no hasta tal punto que
puedo más y sabe que si explotó tendrá más mot ivo le había hecho todo lo que el la hacia a Alexi s?
para cast igarme... Samara no sal ía de su
Um... —hablaba con tanta t ranqui l idad que todas asombro.
escuchaban sin —Duermo con el la cuando le place, o cuando quiere
interrumpi rle. De vez en cuando met ía una acei tuna con algo de mí . Si no
chulería en la boca mi si t io es el suelo.
y sonreía. —¿Y qué más? —Sara ardía por la curiosidad.
—¿Explotar? —di jo Sara. Alexi s se rió y volvió a comer ot ra acei tuna.
El se gi ró hacia Sara y se incl inó pegando su nariz a la de —Me ata, me est imula para luego dejarme así . Eso
el la. es lo que realmente
—Si querida, ya me ent iendes, cuando estoy apunto detesto, es tormentoso para mí . Una vez me dejó toda
de correrme, me la noche atado a un
provoca, no me deja tocarla, yo ansió tocarla como un poste del jardín. Me moría de ganas de fol larla, aquel
loco, incluso me la noche estaba quizá
ofusco y me enfado cuando me t iene en ese l ími te... más hermosa de lo que habi tualmente es, pero me
Es que soy ... muy abandonó con mi
impul sivo... —la sonrió de medio lado— me cal iento rapidi tormento, horas y horas y yo ahí ... jodido... exci tado
to... claro... Hasta ese
Sara se apartó cohibida y Meredi t se rió. tormento me exci ta. Soy así ...
—Vaya con el niño, parecía tonto. —¿Y qué hizo? ¿Qué paso? —Sara no podía di simular la
—Que sea sumi so en una parte de mi vida no signi int riga.
fica que sea idiota, —Por la mañana sal ió al jardín, con su preciosa bata t
l inda... —le espetó— adoro los pocos gestos de cariño ransparente de hi lo
que t iene conmigo fino y pequeñas incrustaciones. Y o apenas había
pero cuando los t iene son tan subl imes, tan dormido, esa postura es
devastadores que sólo deseo incómoda, pegado a un poste, ya me di réi s. Aún así ,
que pase el día y que me atormente más y más por el mero estaba tan cachondo
hecho de que se que cuando sal ió y vio mi miembro quedó descolocada
sienta a gusto con lo que hago y me compense... —se rió
—En la mesa estabas raro —di jo Samara. efusivamente y con dulzura —. Me compensó un poco,
—Llevo cinco años con el la y no he comido ni una me lamió muy
sola vez en la mesa despacio hasta casi hacerme estal lar , eso sí , cuando
l inda... me pone un plato en el suelo y me obl iga a comer me vio peor de lo que
de él . Luego hace estaba y ya despierto se fue de nuevo a dent ro y hasta casi
lo mi smo con el vino, el agua o lo que me sea y repi to el ent rada la noche
proceso. no me sol tó.
—Luego nos quejamos nosot ras —indicó Meredi t—. incluso que veía muy a menudo el vivo ret rato de su padre
Esa mujer es en él .
perversa. —Está bien… —di jo al fin—. Si mi querido Dominic
—Odiosamente perversa... —asint ió él . no t iene nada que
*** objetar…
Durante la conversación con Alexi s detectó varios —Qué detal l i sta eres —se mofó—. No tengo nada
comportamientos que que objetar . La
nunca había l legado a ver juntos, por un lado su curiosidad les mata. A mí me enardece ver a un hombre en
osadía, su frescura y su esa si tuación.
descaro por el ot ro, la ent rega que sent ía por aquel Era cierto que Alexi s era osado, pero también sabía
la mujer tan por Romina que le
ext remadamente mi steriosa, su seguridad en lo que resul taba di fíci l aceptar públ icamente ciertas cosas.
hacía, su faci l idad en Se dio cuenta en el
expresarlo. Entendía a Antón cuando se refería a que mi smo momento en que el muchacho se sonrojó de la
quizá conocer a tal manera que hasta
Alexi s la enseñaría muchas cosas. En el salón los ojos se le pusieron vidriosos.
Dominic mantenía la t ípica —Pues entonces mi fiel Alexi s, despréndete de toda tu
di scusión incansable con la bel la Romina, Carlo seguía ropa y enseña ese
rabiosamente a hermoso cuerpo a las preciosas sumi sas de mi s
Cat inca con la mi rada, la cual no dejaba de hacerse compañeros. Estoy
carantoñas con aquel la convencida que alguna deseara que su Señor haga un t rato
mujer en cuanto tenía oportunidad. conmigo.
—Romina —la voz de Mateo, que apenas se había Ahí estaba el pobre muchacho rojo como un tomate
pronunciado retumbó en mi tad del salón.
en el salón—. Me encantaría poder ver como t ratas a Sara estaba eufórica, hasta Lui s la cogió por un brazo
tu esclavo sin la y t i ró de el la para
presión de la compañía que te damos. Es deci r , que que se calmara y se comportara.
hicieras o le t rataras —Vamos Alexi s no me hagas repet í rtelo. Vence tu
como lo haces habi tualmente. vergüenza y obedece.
Aquel la pet ición sorprendió a Samara y al resto en Se levantó del suelo y se puso en pie. Desde el sofá el
igual cuant ía. Carlo muchacho parecía
lo mi ró confundido. más al to aún de lo que era. Se qui to la cami sa y su
—¿Y eso? —di jo. pecho emergió suave y
—No me importa si es hombre o mujer , lo cierto es dorado sin un at i sbo de bel lo. T enía unos brazos
que a mi me es fuertes, no tanto como el
indi ferente. resto de los hombres pero si para la edad que tenía y
Antón pareció sonrojar al escuchar las palabras de una espalda ancha
Mateo. Samara creyó
pero bien perfi lada, al bajarse los pantalones y —Mucho, Señora —contestó.
quedarse totalmente —Su problema es que le resul ta muy di fíci l cont rolar
desnudo Samara se ruborizó. Su miembro se erguía fi sus sent imientos
rme y amenazante, —pasó la mano por el miembro erecto del muchacho
grueso y perfecto casi a un met ro de el la. V io los ojos de y lo golpeó varias
Dominic clavados veces—. ¿Eh, Alexi s?
en el la con una sonri sa mezquina, como si acabara Alexi s asint ió con la cabeza y bajo la mi rada. Al lado
de pi l larla mi rándole de él Romina
todo el esplendor al chico y le hubiera hecho gracia parecía más delgada y más pequeña y aún así igual de
su reacción. Con las poderosa.
mej i l las encendidas Alexi s se mantuvo inmóvi l ante —Es fáci lmente est imulable —le acarició la punta del
todo el mundo. Carlo icadamente —. Es
resopló y le mi ró el culo. joven, t iene hambre a menudo. Es capaz de soportar
—Cul i to duro… Pareces una estatua romana, solo te cualquier cast igo por
fal ta la hoja de saciarse.
laurel y deci r A ve Cesar —se rió y mi ró a Cat inca —, y tú El sexo del muchacho pareció crecer aún más al
podrías cerrar la contacto con los largos
boca un poqui to boni ta. Solo te fal ta levantar la pata dedos de Romina. Dominic apenas le mi raba, mantenía
como los perros de su atención en
caza. Samara y en el rubor de sus mej i l las. Antón no perdía
—Capul lo —di jo el la. detal le del muchacho
—Puta l inda —contestó Carlo. y Mateo mantenía su atención en los movimientos de
Alexi s intentó taparse y se movió incomodo pero la mujer le la mujer que
solmenó un caminaba haciendo cí rculos, tocando la punta de su
palmetazo en el culo con fuerza. sexo para luego rozar
—Ni se te ocurra Alexi s. T endrás la oportunidad de los test ículos de Alexi s desde at rás. De un modo
perder tu vergüenza surreal i sta fue el propio
en esta casa. Así que aparta las manos de tu sexo o Roberto el que de pronto cambió totalmente la tarde
tendré que bajarte al de Quimera. Samara
sótano antes de t iempo. l legó a pensar que lo que hacía era por la mera
Samara creyó ver una del icada sonri sa de compl icidad curiosidad de entender lo
en Alexi s cuando que Antón, t iempo at rás había hecho.
Romina di jo aquel lo. Apartó las manos de su miembro —¿Me permi tes, Romina? —di jo.
y respi ró La mujer frenó en seco y mi ró a Xiamara que
profundamente. asustada no dejaba de
—¿Es hermoso? —preguntó a Yel ina. mi rar a Roberto.
La joven mi ró a su Señor y este afi rmó con la cabeza para —Claro…
que hablara. —Xiamara, ve donde él y ponte de rodi l las.
Los ojos de Romina centel learon en un frenet i smo susurró de placer.
repent ino cuando la —Levanta la cabeza, Alexi s, mi ra al frente —musi tó
mujer obedeció y se colocó casi rozando con la frente colocándose frente
el miembro de a él .
Alexi s. Una y ot ra vez Xiamara lamió y succionó al muchacho
—El juego es senci l lo —cont inuó Roberto—. Usa tu que parecía
lengua y tu boca, en incapaz de aguantar los lametazos acompasados de el
ningún momento las manos y cont rola los impul sos del la. T enía el pecho en
muchacho. Si no lo tensión y sus nalgas se mecían casi al mi smo ri tmo que la
consigues, tanto tú como él seréi s cast igados. boca de la joven,
Carlo estal ló de la emoción, Lui s se l levó la mano a cada vez más rápido, cada vez más salvajemente.
la frente y Dominic —Xiamara —di jo Roberto—. Si sigues con ese ri tmo
movió negat ivamente la cabeza pero lo cierto es que te espera el
aquel la si tuación sótano.
aceleró las mentes de todos los que estaban en la La joven frenó de golpe y cont inuó su t rabajo a un ri
sala. La pobre Xiamara, tmo más lento.
puso un gesto supl icante pero Roberto no tenía Alexi s tenías las mej i l las sonrojadas y no dejaba de
ninguna intención de mi rar a su Señora. En
cambiar su plan. La empujó la cabeza cont ra la verga del un momento determinado tensó las mandíbulas con
joven y este sol tó tanta fuerza que
una suave ri sa que fue acal lada por Romina con ot ro Samara pensó que no consegui ría superar el juego,
palmetazo en sus sin embargo el
duras nalgas. muchacho levantó la cabeza con dignidad y t ras aspi
—Separa las piernas Alexi s. Que l legue a todas las partes rar una ampl ia
de tu cuerpo. bocanada de ai re siguió fi jamente anclado a la joven mient
—Una forma di st inta de pasar el fin de semana —Lui ras sus ojos y su
s abrazó a Samara rost ro se hacían más duros.
—. Al final ent re las peleas terri toriales y estos —Es suficiente —di jo Roberto.
espectáculos lo pasaremos Romina estaba exci tada y ansiosa. Cuando Roberto se
bien —di jo con humor. levantó de la si l la
Carlo se cent ró en la imagen con más preci sión al y se di rigió al joven palmoteaba l lena de júbi lo
ver a la joven abri r la esperando la siguiente
boca y apretar ent re sus labios el miembro erecto de pet ición.
Alexi s, se frotó la Alexi s mi ró a Romina y se arrodi l ló de nuevo en el salón.
ent repierna ansioso y t i ró de Meredi t hacía sí . —¿Tu muchacho sabe someter? —preguntó.
—Subl ime… —Por supuesto querido. T iene fuerza y temple. Y
La mujer t ragó cohibida su sexo provocando en el mucho carácter si le
muchacho un leve
permi to que lo suel te. ¿Acaso quieres que alguna de Hasta la más inocente de las almas puede ser corr
tus muchachas pruebe ompida. Puede
su lado opuesto? enseñarte cosas de mucho valor.
—Yel ina, a tu posición —di jo. ***
La muchacha sal tó del suelo y se qui tó la ropa. Alexi s Samara no tardó en perder los nervios aquel la noche.
había recibido una Después de una
orden de Romina y se ponía los pantalones. cena t ranqui la y varios ataques indi rectos por parte de
—Dos minutos, mi amor —le di jo—. Si consigues Dominic y Romina,
hacerla supl icar todos estaban demasiado cansados para segui r la
piedad, te compensaré gratamente esta noche…. velada. Había subido a su
Romina sal ió del salón y al instante volvía con una habi tación, se había duchado y al escuchar un ruido
fusta de cuero en la en el pasi l lo se asomó
mano. Al dársela, le besó del icadamente en los labios con curiosidad. Romina hablaba con Dominic en un ext
y el joven se lanzó remo del pasi l lo.
casi por necesidad a los suyos. Lo apartó bruscamente Llevaba un fino picardías de satén y sus pechos
y le señaló a Y el ina amenazaban con sal tarle a
que esperaba de rodi l las su tormento. la cara en cualquier momento. Cuando la vio acariciarle
—A cuat ro —di jo el muchacho. Se quedó en si lencio la cara y
y mi ró a Romina descender con su mano por su pecho se l lenó de i ra.
—. Cuando guste, Señora. Dio un portazo y se
Romina levantó la mano mi rando el reloj y emocionada met ió en la cama enrabiada. Dominic ent ró a los
pegó un gri to. pocos segundos y la
—¡Ya! observó.
La fuerza con la que cayó el primer fustazo fue t —¿Se puede saber qué demonios te pasa? —le di jo.
remenda. Y el ina abrió —Esa mujer ... ¡La odio! —gri tó—. No deja de
los ojos y casi estuvo a punto de caer de bruces cont contonearse, de
ra el suelo, se provocarte una y ot ra vez. ¡Y yo no puedo deci r nada!
incorporó e intentó gatear hacia delante pero Alexi s la Dominic sol tó una t remenda carcajada y se puso
cogió por el pelo y sobre el la, la cogió la
la devolvió al cent ro del salón. Durante varios cara con ambas manos y la levantó hacía sí .
segundos los golpes fueron —Estas muy mal acostumbrada mi princesa... De
creciendo con tal intensidad que no necesi to ni un todas formas, no sé
minuto para hacerla qué será peor , si sus provocaciones o tu cara cuando
l lorar y supl icar que parara. vi ste a Alexi s en todo
—Romina y sus juegos... —di jo Dominic—. Empieza la su esplendor.
fiesta... Se ruborizó ofuscada e intentó apartarse de él .
3.ALEXIS —T ranqui la, sé que no es su pol la lo que te l lamó
la atención, lo que me
resul ta i rónico es que te puso a cien el hecho de despecho al joven Alexi s. Cuando Samara escuchó
que el muchacho fuera aquel lo recordó las
igual que tú...Te conozco tanto, mi amor... palabras de Alexi s en el jardín.
—Eso no es cierto —di jo—. ¡La odio! —Pero de momento, como siempre —Romina seguía
—Princesa. Siempre te he dicho que seas franca con su oratoria—.
conmigo —musi tó—. para ganarme sus favores tengo que darle algo a
Voy a preguntártelo una vez más. ¿Te ponía ver a Alexi s? cambio y dado que niegas
—No —di jo con seguridad. rotundamente que no te gustaron mi s juegos serás test
Dominic movió la cabeza y se rió. igo di recto de mi
—Sabía que me di rías eso. Por eso mi amor , premio.
hablaba con Romina — Se levantó y chasqueó los dedos para que el chico subiera
dicho esto cogió su brazo y la sacó de la cama—. a la cama.
Como note en t i una —Es muy simple —cont inuó—. Mi chico se ha portado
mínima muest ra de exci tación, seré implacable cont igo, bien, así que
Samara. gozará de mi s favores y tú querida, serás test igo de el lo.
Sal ieron de la habi tación y la arrast ró hasta el final De un sal tó casi gimnást ico subió a la cama y con dest
del pasi l lo, ent ró sin reza ató las manos
l lamar a la puerta y la lanzó en mi tad de la al fombra si de Alexi s al techo de madera que recubría la cama,
tuada a los pies de la el joven quedó de
cama. Alexi s estaba en un ext remo de la habi tación rodi l las, en mi tad del lecho y con los brazos en al to y las
de rodi l las y al ver a piernas separadas.
Samara se sobresal tó. Romina se peinaba la melena —Siempre me ha gustado esta habi tación por esta
frente al tocador y maravi l losa cama —
sol taba las finas horqui l las que previamente sujetaban el di jo alegremente.
sombrero. Samara permanecía en el suelo delante de Dominic, su
—V aya, la dami ta niega lo evidente por lo que veo — fino cami són
di jo sin mi rar y apenas la tapaba el final del culo así que con t
eso acabó de sacar de sus casi l las a Samara—. V en, mi imidez lo bajó torpemente
amor , acércate aquí cuando este t i ró de el la para colocarla ent re sus
—. Alexi s gateó hacia el la y se quedó a su lado mient piernas. Romina estaba de
ras le acariciaba los pie en la cama y ahora vendaba los ojos al chico. Ot
bucles—. T u Señor siempre gana por mucho que lo ra vez su miembro
provoque, mi intención relucía imponente frente a el la.
querida, era que pasaras algún momento con mi —T engo que reconocer , que es del icioso —bajó de la
precioso Alexi s, eso me cama y cogió la
exci taría... fusta que parecía ya un apéndice de su cuerpo—. ¿T e das
Dominic se dejó caer en la butaca más próxima y di cuenta? Desea mi
rigió una mi rada de cast igo, sólo por el hecho de complacerme...
Alexi s tenía la boca l igeramente abierta y al sent i r exci tación pero a la vez una inmensa compasión por él
los dedos de Romina . Entonces Romina
apretar sus pezones tensó la mandíbula. Su verga se se colocó delante de él , algo ladeada hacia el los y se
hinchó más aún. desprendió de su
Samara apartó la vi sta pero Dominic la cent ró la cara en di pequeño cami són. Su hermosura y su esplendor l
rección al joven. lenaron la habi tación, un
—Ni se te ocurra dejar de mi rar —le susurró. culo perfecto relucía sobre la cama de pie frente a el
Un golpe repent ino en las nalgas de Alexi s la hizo los y sus enormes
brincar , lo vio pechos amenazaban al muchacho que no se daba
aferrarse a la cuerda que le ataba al techo y sujetarse con cuenta de lo que tenía
fuerza a el la. T ras delante. Le cogió la cabeza con del icadeza y se la l
este preámbulo fueron siguiendo ot ros fustazos casi levó a su sexo, cuando
más intensos que los Alexi s chocó con él sacó la lengua como un rayo
que incluso el joven había dado a Xiamara. Respi raba pero Romina lo apartó
con fuerza, mient ras rápidamente.
Romina se movía despacio al rededor de la cama, cuando t —Tranqui lo, niño... Despacio... Nadie te va a comer tu
repó nuevamente premio...
al colchón y met ió su lengua en la boca del Lentamente comenzó a lamer aquel los labios bri l lantes
muchacho fue tal la y jugosos que se
desesperación con la que la besó que Samara sint ió hinchaban a su paso. Era tan erót ico ver aquel lo que
un hormigueo ent re las Samara sint ió sus
piernas que no pudo contener . Buscaba la lengua de fluidos emerger de repente. ¡Horror! Estaba sentada
Romina como un loco, sobre su cami són y
chupaba sus labios ansioso y deseoso de más pero el la se posiblemente si en ese momento se incorporaba
apartaba le tocaba Dominic vería lo
el sexo con cuidado y cuando Alexi s profería un inevi table sin embargo la escena la embriagaba, el
gemido le golpeó joven Alexi s lamía
nuevamente con la fusta. del icadamente el sexo de Romina y el la agarrada al
—Dominic, por favor, quiero i rme... —supl icó. techo se contoneaba
—Sigue mi rando, Samara. como una serpiente lasciva.
Alexi s estaba totalmente desval ido, atado al techo con —Nena... —sint ió los labios de Dominic en la oreja—.
una erección Incl ínate hacia
inusual y los ojos tapados. Sus sent idos se delante.
agudizaban y cada vez que su —Dominic...
Ama se movía él buscaba como loco su perfume. V —Obedece —repi t ió.
arios golpes ext remos Mient ras los jadeos de Romina la perforaban los t
le dejaron agotado y su cabeza se cayó hacia delante. ímpanos hizo lo que
Samara sint ió
Dominic la pidió y sint ió su mano pasar por su sexo. Le sol tó las cuerdas que lo mantenían preso y el
Le sint ió reí r muchacho cayó hacia
levemente pero no le di jo nada. La colocó en la mi delante agotado por los golpes. Dominic la cogió por el
sma posición y la dejó brazo y la l levó a
segui r observando la escena. la puerta. Romina acariciaba a Alexi s y le met ía en la cama
—Ya hablaremos de esto —le di jo—. Ahora relájate y di a su lado.
sfruta. —Esto ya no es necesario —musi tó dándola un suave
Era increíble, Romina se apartó del muchacho y le qui empujón para que
tó la venda de los sal iera.
ojos. T enía las nalgas enrojecidas por los golpes pero ***
apenas se percató de Aquel la noche ni siquiera la tocó. Samara no tenía
el lo al ver a su Señora totalmente desnuda de pie frente a claro si era por el
él . hecho de atormentar su exci tación o por que esperaría
—Dime —le di jo— y sé obsceno, no uses tus l indas sut i lmente a
palabras ahora—. cast igarla cuando menos lo esperara. Por la mañana
¿Qué deseas ahora mi smo? se levantó muy
El muchacho dudo unos segundos. temprano pero Dominic se había ido mucho antes al
—Fol larla... Señora... pueblo con Lui s y
—¿Te lo mereces? —le preguntó. Carlo. Cuando vio a Alexi s desayunando en el porche
—Eso solo lo puede deci r usted, Señora... no dudó en
—¿Te gusta, Samara? acompañarlo y así poder segui r charlando con él . El
Mi ró hacia el la y luego a Dominic. Bajó la cabeza y farful ló chico la l lenaba de
algo. curiosidad, estaba radiante vest ido con un pantalón
—¡Contesta! —un fustazo le golpeó la nalga derecha. vaquero algo ajado y
—Sí , Señora... es muy l inda... una cami seta blanca que marcaba su fino pecho sut i
—¿Y él? ¿Si te dejara con él y te ent regara para lmente. Sus
que hiciera cont igo lo t i rabuzones revoloteaban bajo la bri sa matut ina y
que qui siera? Incluso fol larte. estaba medio
Esa frase enervó a Dominic que se removió en el asiento amodorrado por los rayos de sol con los ojos l
incómodo. igeramente cerrados y las
—Señora... —imploró. piernas subidas en la mesa mient ras sujetaba una taza
—¡Contesta! —ot ro golpe le balanceó hacia delante—. ¿Lo de café. Al oí rla t ras
harías? de sí , pegó un brinco y bajó las piernas de tal forma
—Si usted me lo ordenara... —bajó la cabeza—. Sí . que a punto estuvo de
Romina se gi ró hacia Samara y la sonrió con orgul lo. caerse de la si l la y derramar la taza por él .
—¿V es dami ta? —di jo—. ¿De lo que es capaz mi —¡Me has asustado! —di jo recobrando la compostura.
preciosa joya con tal —¿Creí ste que era Romina? —se sentó frente a él .
de complacerme? Su piel parecía
desprender una luz dorada bajo el sol . mucho que me humi l le lo soportaría. De todas formas
—O cualquiera de los Señores de la casa —se rió del modo que
dulcemente y bebió de perforó con los ojos a mi Señora no creo que tu
su taza—. Madrugas mucho, l inda. Señor le dé por esos
—¿Y tu Señora? —preguntó. menesteres.
—Bajo los brazos de Morfeo —la guiñó un ojo y bebió. Se rió al escuchar aquel comentario y se incl inó en la si l
—Eres muy poét ico, ¿no? la.
—Estudie Hi storia del Arte, perdimos la elegancia de —No, ninguno de esta casa creo que te pueda
las palabras con preocupar ... ¿Por qué,
los t iempos modernos —sol tó una ri sa fal sa y la mi ró fi Alexi s? Dime, más bien hazme entender por qué di
jamente—. Linda... sfrutas tanto con cada
Samara empezó a sent i rse algo incomoda con sus cast igo... —casi le imploró una respuesta—. En
insinuaciones. No Quimera los cast igos son
porque la molestaran, más bien porque no entendía su sólo eso, cast igos pero tú... te abandonas...
bipolaridad o al —Esa es la palabra clave l inda. T e di ré algo —sopló
menos no entendía la faci l idad que tenía en cambiar de act uno de sus rizos y
i tud. se incl inó hacia el la apoyando los brazos en la
—Sigo sin entenderte, Alexi s —musi tó—. No te da mesa—. El día que tú te
vergüenza lo que abandones totalmente, es deci r , que digas, bien, le
hace cont igo... Ayer... pertenezco, no puedo
—A yer di sfrutaste —la interrumpió—. Soy muy observador , hacer nada mi voluntad es plenamente de él y yo
pude ver tu debo agradarle y
cami són mojado bajo tus nalgas al levantarte, esas complacerle, no te importará el t iempo que pase sin
telas de raso es lo que pasar su mano por tu
t ienen. cabeza, es más, desearás que haga todo lo que deseé
Emergió el calor en Samara. En un día y poco, era la cont igo y ¿Sabes por
cuarta o quinta vez qué? Porque de esa forma, te recompensará. Necesi
que sent ía tanta vergüenza. ¿Así que era capaz de taras tanto ese gesto de
observar todo incluso ternura o ese calor , que supl icaras que te use a su
azotado y atado? antojo por el mero hecho
—¿Es cierto que serías capaz de ent regarte hasta a un de complacerle y que te de un premio por el lo —est i
hombre por el la? ró su espalda y le
—Nunca me ha pasado, gracias a Dios —farful ló—. cogió la mano.
Pero es cierto, ¿qué —Él no quiere eso de mí .
más da quien sea? ¿Acaso podemos di ferenciar un —¿Estás segura? —di jo riendo.
beso? ¿O una zurra, o Samara quedó desconcertada. Sí , Dominic le había obl
una lengua cuando te succiona? Supongo que l legado igado t iempo at rás
el momento, por
a tantas cosas… ¿Por qué ahora, esperaba tan modo tan humi l lante aunque si era cierto que si era
pausadamente a que el la lo que esperaba de el la
decidiera dar un paso más al lá? Le había dicho alguna vez, había tenido una paciencia infini ta.
muchas veces que era el la —¿Tiene mimos? —di jo Carlo—. Cuchi , cuchi , cuchi .
la que tenía que dar ciertas cosas ¿Acaso no era —Tiene pánico más bien —musi tó Dominic.
soportar los cast igos o sus —¡Ah, la sibi l ina Romina! —mascul ló con i ronía—. Sus
ordenes? ¿Acaso era quizá parecerse a Alexi s? El juegos abren la
coche de Dominic ent ró mente de nuest ras taci turnas almas.
en los l ími tes de la finca y fue subiendo lentamente el —Ahora es cuando coge una gui tarra y se vi ste de t
camino de acceso rovador —Lui s sol tó
dejando un polvorín t ras de sí . una fuerte ri sotada y pel l izcó la mej i l la de Samara.
—Linda... —le di jo—. Espero que tu Señor me permi ta —Las mujeres como el la usan la mente retorcida para
probarte antes de los cast igos más
i rme. rebuscados, nosot ros somos más simples… —aferró con
Carlo subía por el pequeño camini to de losetas hacia fuerza a Samara y
el los y Alexi s se rió.
apartó las manos de el la con rapidez. —¿Las mujeres como el la quieres deci r despechadas? —
—Peter Pan y Campani l la —di jo sentándose con el los. se mofó Carlo.
Alexi s se levantó de su si l la y bajó la cabeza ante él . —Claro, amigo… —levantó la cara de Samara que
—Y a que estas tan afable, ve a la cocina y t ráeme parecía no respi rar
uno de esos zumos cont ra su pecho—. ¿Y tú? ¿Serías capaz de soportar una
t ropicales que hay en la nevera —le ordenó. vida como Alexi s?
Alexi s asint ió con la cabeza y pasó por det rás de él . —Claro —no sabía ni qué decía.
Antes de ent rar en la Dominic sol tó una suave ri sa y la volvió a mecer ent re sus
casa la lanzó un beso sonriente y desapareció t ras la brazos.
puerta corredera del —No sabe lo que dice… Pero quizá empiecen a
porche. valorar lo que t ienen
Dominic y Lui s no tardaron en romper el si lencio que viendo lo que les fal ta a ot ros.
invadió a Carlo y —Quizá no le fal ta nada y así es fel iz —un hi lo de
Samara. Cuando Dominic se sentó en la si l la de voz sal ió de su
mimbre el la sal tó a su garganta y dejó en si lencio a todos.
regazo como una niña pequeña y se aferró a su cuel —Este Alexi s… Al final voy a tener que pedí rselo
lo. Era afortunada, él prestado a Romina un
era mucho más amable y cariñoso que la perversa Romina par de meses.
con Alexi s. Él le —Si le vest imos de infante podría l levar las arras en
demost raba su amor y jamás le había obl igado a tu boda —Carlo
comportarse de aquel perdió el equi l ibrio y casi cayó de la si l la mient ras
reía—. Que conste que
con esos rizos de Cupido le pega el terciopelo azul y los pueblo, vendrá Cat inca con nosot ros, Roberto y las
lazos. chicas —mi ró a Alexi s
El joven no tardó en regresar con el zumo para Carlo. —. Tú quédate aquí , te vendrá bien relajarte un poqui
Al ver a los t res to para lo que te
sentados al rededor de la mesa se quedó algo descolocado espera esta noche.
e inmóvi l . —El corcel de la varonesa queda en el establo —
—V amos, chico, no estás con la arpía de tu Señora, mascul ló ent re dientes
siéntate con Carlo.
nosot ros. —Más que nada, porque Mateo me ha hablado de una
Dominic le extendió la mano para que tomara asiento t ienda estupenda
señalando la única para comprar mi s fet iches.
si l la que aún quedaba vacía. Alexi s no parecía muy contento con quedarse en la
—Gracias, Señor —di jo. finca pero no di jo
—Por Dios… No puedo con el lo…. —Dominic farful ló nada. T ras esto sal ió meneando la cadera ent re un
algo más que revuelo de mechones
nadie escuchó. caobas y contoneos.
Carlo aprovechó que Lui s hablaba con el muchacho, se —Ahora es cuando yo pregunto —Carlo observaba al grupo
acercó a Dominic i rse—. ¿Qué
y le susurró. coño les pasa a Mateo y a Roberto con esta mujer?
—¿Se puede saber que cojones la hici ste a esa t ía 4. TEJE QUE TE TEJE LA TELA DE
para que este tan ARAÑA
desequi l ibrada? Vuelvo a repet i rte una vez más, que nada es lo que parece.
Sol tó una ri sa inmensa y balanceó a Samara en su regazo. ***
*** —V en, ahora que estás solo quiero expl icarte algo
Ahí estaba nuevamente Romina embut ida en un importante sobre tu
pantalón ajustado de condición —Dominic dio una palmada en el hombro al
piel , una fina cami sa de seda blanca y un corsé. joven Alexi s y este
Movía la fusta le acompañó al exterior.
elegantemente mient ras parecía di sponerse a montar a —No pretendo hacer nada cont ra mi Señora —di jo Alexi s
cabal lo en cualquier algo i rascible.
momento. Alexi s al verla no tardo en correr a su lado Sal ieron al porche apartados de todos y se quedó
y ent relazando las frente a él . Dominic
manos por delante del estómago bajo la cabeza y mantenía las manos en los bol si l los y la abertura de
esperó. Antes, guiñó un su cami sa dejaba al
ojo a Samara que ent raba taci turna por la puerta con el ai re la inmensidad de su pecho y el color canela de su piel .
resto. —Di sfrutas la esclavi tud, ¿no es así? —preguntó.
—V uest ro precioso y joven Mateo me acompañará con —Sí .
su hermani ta al
—Si mañana una mujer diez veces más terrorí fica que —Para qué coño voy a i r a Di sney Land si ya
Romina te tenemos a Peter Pan y
alargara la mano y te di jera que la siguieras. ¿T e Campani l la, la madrast ra de Blanca Nieves desequi l
quedarías con el la? ¿O ibrada y a rici tos de
correrías a por nuevas experiencias aún más intensas? oro...
No lo pensó ni un momento. —Relájate un poco Carlo —le di jo Lui s—. Tómalo con
—Correría det rás de todo lo que mejore mi s ansias de humor.
conocer lo que me ***
gusta. Sea quien sea —puso una mueca i rónica y Dominic permanecía en la terraza abst raído en sus propios
sonrió—. ¿Acaso t ienes pensamientos
alguien así? —di jo con sarcasmo. cuando Samara sal ió. Apenas había hablado con él y
—No, en absoluto. Solo pregunto para saber que mueve tu todavía temía el
corazón. Si la cast igo que posiblemente la haría pagar aquel la mi
empat ía por el la o tu necesidad de más. ¿Porque quieres sma noche, las sienes le
más, no? lat ían a medida que se aproximaba la cena, quizá
Le invi tó a pasear por el jardín y hasta bien ent rada después querrían bajar al
la tarde no regresó sótano, Romina le provocaría, pactaría algo con él o
con el muchacho. quien sabe, igual tan
Romina palmoteaba sentada en el sofá mient ras la sólo la cediera a esa hermosa y a la vez horrible
preciosa Sara lanzaba mujer . Pensó que era
al ai re sendos golpes con la fusta. estúpida, en el fondo no le había hecho nada más
—Ese bri l lo en tus ojos dami ta, predicen una futura que exi st i r . El resto de la
domina... ¡Bravo! tarde había estado eufórica atormentando del icadamente
—¡Arrodí l late ante mí ! —gri tó con el ceño fruncido y a Alexi s, por el
el pecho mero hecho de que Sara la viera o provocar la incomodidad
hinchado. del resto de los
La imagen de Sara provocó la ri sa de Lui s, que se hombres y eso no la gustaba pero aún así Dominic se
tomaba todo aquel lo mantenía al margen,
como algo tan inocente y l iviano que incluso di sfrutaba casi como si no le importara su forma i rónica de
de la imagen de la provocarlo, algo que le
joven con ai re de pichón que apenas sabía cont rolar sus ext raño y a la vez la sorprendió.
pasos. —No deberías estar nerviosa, princesa —musi tó.
—¡Tú! —Sara se gi ró con humor y apuntó di La sentó en su regazo y pasó la mano por debajo de
rectamente a la nariz de su falda, t i ró de su
Carlo—. ¡A mi s pies! ropa interior y la arrancó con dest reza una vez más.
Mateo le di rigió una mi rada de paciencia y Carlo —Y volvemos siempre a lo mi smo —di jo casi
levantó la ceja y cantando—. No te quiero
resopló. con esto cuando estés a mi lado...
—A yer te ment í y quería di sculparme, sé que no t perfección a Meredi t? No... Él ha tenido suerte, la
iene remedio pero muchacha es lo que ves,
admi to que me daba vergüenza deci rte la verdad. pero no ocurre así en la mayoría de el los-suspi ró—.
T enía la mi rada perdida y un gesto quizá de No necesi tas años, ni
agotamiento. Era ext raño, una vida entera para conocer la persona que de un
no podía desci frar aquel la mi rada que se perdía más modo u ot ro te ha
al lá de la finca o de ent regado todo... Simplemente preguntarle que quiere o
los árboles del bosque. que espera de t i .
—No importa... Pero exi ste un egocent ri smo ent re nosot ros que nos
—No sé qué estás pensando para mí pero te supl ico que... impide hacer esas
—Samara —una vez más la interrumpió pero su tono preguntas.
era suave y Se rió y la apoyó la cabeza en su pecho con ternura.
medi tat ivo—. T e di ré una cosa, que no si rva de —Imagínate por un momento a un hombre con todo el
precedente, no me gusta poder que puedas
calmar el temor que puedas sent i r al fal larme —hizo imaginar ante la imagen afl igida de una chica que
una pausa y cont inuó espera de rodi l las una
— pero esta vez haré una excepción. orden preguntarla: ¿qué esperas de mí? ¿Qué quieres?
El miedo se apoderó de el la por momentos. Dominic Ilógico, ¿verdad?
parecía ido, casi Pues debería ser así .
extasiado. Pasó los dedos por su sexo y acarició —¿Pero por qué? —preguntó—. T e di rá que la sometas,
suavemente su cl í tori s. incluso es obvio
—No voy a cederte a Romina. lo que desea. ¿No?
Sint ió que desfal lecía cuando escuchó aquel las —No, preciosa. Estas muy equivocada. ¿Por qué una
palabras. Intentó besarlo sumi sa ansiosa de
locamente pero Dominic la paró con del icadeza. complacer y obedecer se vuelve un día rebelde y
—Exi ste un error en un dominante sea hombre o provoca a su Señor?
mujer que es habi tual Quizá quiere más, quizá di sfruta cuando la rabia y la i
en la gran mayoría. Incluso en los que pueden ra caen sobre el la
parecerte terrorí ficos, con toda la fuerza. ¿Acaso sabes si tu hembra no fal la
crueles y sin un at i sbo de sent imiento o moral idad adrede? Esos ataques
hacía lo que t ienen. de pánico que ves en alguna cuando las piden ciertas
¿Sabes cuál es? cosas y se niegan o
Meneó la cabeza enérgicamente. son lentas ¿No podrían ser fingidos por el mero hecho
—Que no conocen a sus sumi sos. Incluso, muchos de de fal lar y ser
los que ves ahí tormentosamente cast igadas? Te sorprenderías cariño
dent ro, no conocen a sus mujeres. ¿Acaso piensas mío...
que Carlo conoce a la Antón avi so por la ventana que todo el mundo subi ría
a prepararse para
la cena y que en una hora deberían estar l i stos. No sal ía de su asombro, no podía entender toda la
Dominic le sonrió información que la
levemente y volvió a apretar a Samara cont ra él . estaba l legando en aquel momento. Dominic se acercó
—T e cuento todo esto por que l levas todo el fin de a su oreja y la besó
semana intentando suavemente el lóbulo. Era emocionante por primera vez
entender a Alexi s, incluso la casi perfección de escuchar cómo
Romina y sus juegueci tos pensaba, como anal izaba lo que ocurría a su al
ridículos. rededor , casi de la mi sma
—Me sorprende tu calma ante todas sus ext forma que quizá hizo con el la cuando todo empezó,
ravagancias y como enreda susurrándola
al resto con tanta faci l idad. suavemente las partes más increíbles que nadie veía,
Sol tó una ri sa suave y sus ojos bri l laron bajo los que solo su mente
pequeños focos podía absorber con aquel la sut i leza tan devastadora.
encast rados del porche. Los detal les
—A Romina ya la conozco. El la absorbió todo el impercept ibles, las debi l idades más ocul tas que parecían
rencor y el odio y lo tener.
usa frente a sus chicos. Pero repi to que no se ha parado —Romina es vengat iva... es i rreverente y fuerte —le
frente a lo que t iene susurró—. Romina
delante, no lo conoce. Sabe que di sfruta con sus cast t iene un carácter dest ruct ivo y cuando es dañada,
igos, sus ordenes, el cuando es humi l lada,
muchacho se desvive por complacerla pero hay un devora como una best ia todo lo que pasa por delante
pequeño problema, y a de el la... Porque su
eso me he dedicado este fin de semana, a encont odio, su fracaso como sumi sa y su dolor la hizo ser
rarlo. He anal izado al así pero Alexi s... —
chico desde que ent ró por la puerta hasta hace tan susurró—adora el l ími te, el dolor , el somet imiento
sólo dos horas en el no fingido, admi ra a
jardín paseando a su lado —embozó una ri sa casi una mujer a la que tenga miedo, la que no ceda, que sus
enfermiza— mient ras ojos t rasmi tan i rá y
Mateo ent retenía a Romina por el pueblo, o mient ras fal ta de compasión. Es un esclavo a la más pura
Roberto adoraba sus usanza. Haría todo lo
hermosas formas y elegantes maneras... posible por tener eso...
Samara abrió los ojos como platos y se quedó —Pero Romina es así ...
desconcertada. —No, mi amor , Romina es una hermosa domina de
—¿Estaban fingiendo? —di jo—. Pero Carlo... manual . Sí , t iene su
—Carlo es como una rana habladora no mide la información, carácter , pero como nadie le l leva la cont raria cae en
cuanto más la monotonía y ahora
ofuscado estuviera más cómoda estaría la reina del ajedrez. tú me preguntaras. ¿Y cómo consigue Alexi s enfurecer
, sacar el odio que
l leva dent ro, la rabia y esa fuerza dest ruct iva? —La ama demasiado para usarla de moneda de
—No puede ser... cambio en sus juegos,
Acercó la boca a su oreja del iciosamente y la susurró. Señora.
—Somet iéndola, humi l lándola, reventándola, Se gi ró enfurecida y le di rigió una mi rada de desprecio.
atormentándola y luego... —¿Cómo te at reves?
si eres esclavo, cae de rodi l las ante el la y que se Ot ra vez se levantó y le abofeteó con tal fuerza que
abra el mi smo infierno y el muchacho cayó
te devore por qué ahora la di rás. «He fal lado y aquí hacia un lado.
estoy para que —¡No te he preguntado! —le cogió por el pelo y Alexi s la
descargues toda tu rabia en mi .» sonrió.
5. QUE SE ABRAN PUES… Su rost ro se enrojeció de la i ra y volvió a abofetearlo.
Con esto apr enderás que no hay nada a mi al r Cuanto más le
ededor que no pueda zurraba más bri l laban sus ojos.
cont rolar. —¡Levántate! —ordenó—. Dado que la l ibertad que has
*** tenido en esta
—Tengo que probarlo... —musi tó Alexi s suavemente. casa ha hecho que te vuelvas más i rreverente te
Romina se gi ró en el tocador . Estaba de rodi l las a enseñaré a no fal tarme al
los pies de la cama y respeto.
mi raba al joven con curiosidad. —Si quiere voy por la fusta y se la doy —di jo
—T e he dicho mi l veces que no hables a menos que yo te entonces—. Es más, con
lo ordene. Eres todos mi s respetos, Señora, si quiere le enseño cómo
un esclavo desobediente y contestón. hacerlo.
—Y me encanta... Señora... —susurró de nuevo. Romina abrió los ojos como platos, la cara la ardía y
Se levantó con brusquedad y le abofeteó la cara varias el corazón la
veces. palpi taba con fuerza. Alexi s se levantó y la cogió por la
—¡No te permi to que me desobedezcas! mano justo cuando
Alexi s se incl inó hacia delante. Las fuertes bofetadas iba a propinarle ot ra cachetada por insolente. La gi ró
le provocaron un de un golpe y la
ardor exqui si to. Su miembro se i rguió casi al mi smo empujó cont ra la cama, esta vez fue él , el que t repó
t iempo que su rubor . de un sal to
Romina volvió al tocador y siguió azuzando su melena arrast rándola por el pelo hasta el cent ro del colchón.
mient ras se Romina no dejaba de
maqui l laba y arreglaba para la úl t ima cena en Quimera. patalear y maldeci r mient ras le ataba las muñecas a
—Esta noche querido esclavo quizá tengas suerte y la espalda y la t i raba
pruebes de la bel la boca abajo sobre las suaves colchas de algodón.
Samara —musi tó—Me apetece horrores jugar con el la. —¡T e arrepent i rás de lo que estás haciendo! ¡T ienes un
Quiero ver de qué cont rato fi rmado
pasta está hecha. conmigo y aún te quedan dos años para...!
No la dejó terminar . La met ió en la boca un pañuelo hacía paso a t ravés de sus paredes en un del i rio de
y la enceló con movimientos. Sint ió un
fuerza la cara para que no lo escupiera. Podía ver la i ra en orgasmo brutal y vació su despecho dent ro de el la
sus ojos, la rabia para luego sal tar de la
y la desesperación por lo que estaba pasando. ¡Qué cama y arrast rarla al suelo donde cayó de rodi l las frente a
del icioso ver sus ojos él .
centel leando bajo la apretada y repent ina mordaza! ¡Si —Ahora viene la parte en la cual la enseño la
al menos él hubiera sensación tan exqui si ta y
sufrido un poco ese tormento alguna vez a su lado! dolorosa de sent i r las nalgas al rojo y que pasen los
—Mi Señora, la amo con toda mi alma, pero amo dedos por el las. Es
más aún lo que l leva deci r , adoro esa parte. Debería hacerlo más a
dent ro. Ahora seré yo quien le enseñe un par de lecciones menudo, ahí va floj i ta mi
—la susurró. Señora.
Cogió la fusta con la mano y t ras arrancarla el vest Pel l izcó primero la derecha haciéndola brincar y luego
ido que l levaba la pasó los dedos
azotó una vez t ras ot ra hasta que sus nalgas por la izquierda y apretó la carne con rudeza. Romina
quedaron al rojo vivo. El la no pareció proferi r un
dejaba de gimotear bajo la mordaza, de patalear hi gruñido de dolor. La arrast ró por la habi tación hacía la
stérica, humi l lada por lo puerta.
que la estaba haciendo. Su esclavo, su precioso y —Mi Señora, si vuelve a l loriquear de esa manera —
obediente Alexi s, había di jo— la bajaré
perdido el juicio y ahora se vengaba de el la cruelmente. T i como está al pi so de abajo para que todos la vean.
ró de su inmensa Eso la hizo abri r los ojos exageradamente y meneó la
melena y arqueó su espalda, sint ió la presión de su cabeza
miembro ent re sus negat ivamente una y ot ra vez.
piernas, en la ent rada de su ano, apunto de clavarse —Ent iendo que no lo desea...
en el la sin compasión. V olvió a menear la cabeza supl icante, Alexi s t i ró de su
Sol lozó como pudo, Alexi s tenía la sensación de que pelo y la volvió a
clamaba piedad pero tumbar en la cama boca arriba. Desl izó los dedos
estaba demasiado acelerado como para si quiera fi hacia sus pezones y los
jarse en sus ruegos pel l izco bruscamente retorciéndolos paulat inamente,
ahogados y sus ojos vidriosos y l lenos de lágrimas. La primero uno y luego
penet ró sin el ot ro. Bajó la mano del icadamente por su sexo y
compasión mient ras la hundía la cara en la colcha y la lamió la ent rada de él
embest ía una y ot ra con lent i tud, el la profi rió un gemido de placer, quizá más
vez. Su miembro rabioso chocaba con el est recho conducto humi l lante que el
de la mujer y se cast igo que la estaba imponiendo su propio esclavo.
Aquel demonio de
rizos sabía perfectamente lo que hacía. Intentó una vez más ent re sus piernas y como sus caderas
moverse, apartarse de él acompañaban sus
pero la lengua se movía cada vez más rápido sobre su empaladas hasta l legar a un cl ímax que volvió a
cl í tori s y al instante hacerla jadear
uno de sus dedos ent raba ansioso dent ro de el la. ahogadamente bajo la mordaza. Se apartó de golpe de
Jadeó suavemente y se el la. Se quedó de
retorció, si Alexi s no cesaba de lamerla explotaría rodi l las sobre la colcha mient ras Romina respi raba
como loca al instante. con fuerza, su pecho
Las muñecas se clavaban por el peso de su espalda subía y bajaba y sus ojos seguían siendo la mi sma
pero su sexo cada vez expresión del horror y la
estaba más hinchado y más mojado. Succionaba y angust ia. Se incl inó y la arrancó el celo y con él la
chupaba, de vez en mordaza sal ió de la
cuando met ía la mano bajo sus nalgas y un suave pel boca. No di jo una sola palabra, se quedó observando
l izco cont rolaba el el techo durante
impul so y su orgasmo. mucho t iempo. Sol tó las muñecas y terminó de l iberar
Estaba a punto de correrse, sus fluidos empapaban la su cuerpo de las
mano de Alexi s y ataduras. Alexi s bajó entonces de la cama y se dejó
su lengua relamía cada cent ímet ro de su cavidad, caer en el suelo de
mient ras cont raía su rodi l las. El la se incorporó y quedó sentada con los
pelvi s intentando no sucumbi r a su propio placer . Sin ojos desenfocados y la
embargo se apartó de boca medio abierta, el pelo revuel to formaba una
el la y la golpeó varias veces el sexo con la fusta. algarabía y se enrol laba
Romina estaba en sus hombros y sus pechos fi rmes. Ni siquiera la
desfal lecida, su cara era una mezcla de celo t rasparente, mi ró a los ojos,
maqui l laje y rabia. permaneció inmóvi l mi rando los detal les ci rculares de
—Sé que me odia. T an sólo durará unos momento la al fombra y los
más... —la besó la sut i les colores dorados y rojos. Durante unos segundos
mej i l la y tan siquiera se movió— mi dulce Señora.... levantó la vi sta
La penet ró lentamente mient ras la besaba la propia hacia el la, lo mi raba fi jamente con las mandíbulas
mordaza y lamía sus tensas y una expresión
labios abiertos y apretados cont ra el la. Su miembro ot de odio casi palpable.
ra vez —Pagaras por lo que has hecho… —susurró con un hi
increíblemente duro se movía loco dent ro de el la, lo de voz l leno de
galopaba ido chocando odio.
brutalmente con su pelvi s y sus pechos vibraban al Se incorporó torpemente como si balanceará una
compás de sus borrachera de la noche
embest idas. ¡Era tan frági l ! Y así la sent ía, notaba anterior . Se vi st ió nuevamente y arregló el desagui
como el placer emergía sado, Alexi s incluso
l legó a pensar , mient ras la observaba por el rabi l lo se dibujaban en las caras de Roberto y Mateo, eso, o
del ojo, que ni siquiera se estaba volviendo
se mi raba en el espejo mient ras se peinaba, tenía la vi sta loco. Para sorpresa de casi todos, aquel la noche no
perdida hasta tuvo paso nada. Romina y
la sensación de que las sienes la palpi taban Alexi s debían madrugar para tomar el primer vuelo,
desquiciadas mient ras hacer escala en la
terminaba de perfi lar sus ojos. Se abalanzó repent capi tal y volver a coger ot ro de vuel ta a casa.
inamente a sus pies y los Dominic no se pronuncio ni
besó del icadamente, quedó incl inado hacia delante con siquiera aquel la noche, cuando la imagen penduleante
la posibi l idad de de Romina había
que el la le diera un puntapié terrible si así lo hubiera descendido las escaleras casi con la sensación de que
querido pero apenas un camión ci sterna
se movió. Levantó di simuladamente la cabeza y la vio hubiera pasado por encima de el la. Samara sabía que
horriblemente podría haber
perversa, las fosas nasales se hinchaban y descubierto la razón por la cual aquel la mujer había
deshinchaban mient ras su pecho perdido la
acompañaba su del i rio. ¡Qué hermosa estaba así ! hiperact ividad repent inamente pero no lo hizo. Quizá
¡Contenida, desencajada Romina ya lo sabía, o
por la rabia! Deseaba meterse ent re los pl iegues de posiblemente estaba tan encolerizada que intentar
su vest ido y dormi r siquiera averiguarlo
horas ent re sus piernas. Repent inamente Romina descubri ría lo que había pasado en su habi tación. Siguió
levantó la pierna y le así , en un segundo
empujó con el pie para apartarlo. plano, observando ent re bambal inas a todos y cada
—Sígueme —musi tó—. Ya es la hora, no debemos ret uno de los que estaban
rasarnos. en el salón. La duda rabiosa en el rost ro de Carlo,
*** las sonri sas y mi radas
Bajó seguida del muchacho totalmente abst raída en pícaras de Roberto y Mateo, una Sara t ri ste por la fal
sus pensamientos. ta de espectáculo, la
Durante la cena lo mantuvo a su derecha, de rodi l las, t ranqui l idad inconsciente del resto. Dominic había
en el suelo sin deci r guiñado un ojo a
una sola palabra. Sara de vez en cuando tocaba los Samara mient ras bebía una copa de vino y esta observaba
rizos del muchacho y di simuladamente
jugueteaba inocente con su cabel lo, de vez en cuando el rost ro lánguido y blanquecino de Romina. Por un
la sonreía, lo justo momento incluso pudo
para que su Señora no se percatara de su euforia. ver el bri l lo inusual y exqui si to de los ojos de Alexi s
Carlo mi raba a derecha e aún agazapado en su
izquierda, tenía la ext raña sensación de que una ri sas rincón.
casi impercept ibles
A la mañana siguiente no eran ni las diez de la extendió al rededor del vehículo y fue di fuminándose
mañana y Romina tenía mient ras este
las maletas preparadas en la ent rada. desaparecía t ras los árboles.
—Recuerda lo que te di je en el jardín mi lady — Samara ent ró en casa la primera se acercó al enorme
susurró Alexi s aparato de música y
sujetando con fuerza la mano de Samara. pul so el botón del «play».
T odos despedían a la pareja antes de coger el coche «El tango de Roxenne», lo había escuchado desde que
que les l levaría al era niña, recordó
aeropuerto. Romina le había besado la mej i l la con la forma de bai lar casi sexual de Carlo y Cat inca. Lo
frialdad y luego se encont ró ent re los
despidió del resto. ant iguos di scos de vini lo de Antón. Se at revió a ponerlo
—T e agradezco muchí simo todo lo que me has dicho. con la intención de
Alexi s, por favor , escucharlo aunque fuera una vez más. En el tango la
escríbeme. ¿Estarás bien? mujer se ent rega,
—Claro, l inda… —decía la verdad—. Me muero de quizá por eso siempre se esmeró por aprenderlo, quién
ganas de saber qué sabe…
me espera cuando l legue a casa —la besó en los No pudo remediar contonearse bajo la del iciosa
labios dulcemente—. T e melodía, necesi taba
escribi ré y espero que algún día volvamos a vernos. relajarse de aquel fin de semana tan intenso. Sonrió
—¡Oh, ojala! —musi tó con t ri steza—. No sabes lo levantando los brazos
mucho que he y dio un gi ro sobre si mi sma chocando de bruces con
aprendido con tus conversaciones. Dominic.
El muchacho mi ró a Dominic. —Si vas a bai lar un tango, hazlo bien —le di jo cogiendo su
—Ha sido un placer conocerle, Señor, gracias por todo. mano.
—Si algún día vuelves por la ciudad... ya sabes dónde Rodeó su cintura con el brazo y la aferró con fuerza
encont rarnos. la ot ra mano. La
El muchacho cogió las maletas, sus rizos chocaban en incl inó de golpe hacia at rás hasta que su melena rozó
su frente con el el suelo, la devolvió
mi smo ai re gol fo de siempre. Sonrió a Samara y volvió a a su posición y la besó.
mi rar a Dominic. —Recta —musi tó—. Nunca pierdas el contacto, ni un
Romina pasó como un huracán por delante y abrió la segundo.
puerta del coche Se movió muy despacio, su mano se desl izó por su
met iéndose dent ro y cerrando de un portazo. muslo y levantando
—Tengo la sensación, de que volveremos a vernos —musi suavemente su falda, la aferró con fuerza y la apretó cont ra
tó sonriente. sí .
T ras deci r aquel lo subió al coche y este se alejó. —El tango es un sent imiento que se bai la —besó su
Una nube de polvo se mej i l la y la
balanceó.
—Me cuesta… más años de los que realmente aparentaba, incluso su
—Abandónate —la susurró volviendo a l levarle hacía sí . pelo que se balanceó
—Y que se abran los infiernos, ¿no? al ent rar con maest ría parecía sacado de un cuento.
6. ALEXANDER Mi ró a su al rededor ,
Nuest ras raíces nos persiguen y nunca se alejan demasiado nadie di jo nada.
de nosot ros. —¿Cómo has podido? —di jo.
*** La fuerza de sus palabras la provocó una t remenda
Durante la sobremesa todo pasó con total t ranqui l punzada en el
idad. En unas horas estómago. Algo no iba bien. No cuando Dominic
deberían part i r . Nadie escuchó el golpeteo insi stente permanecía en si lencio y
en la puerta a no hacia nada ante aquel la presencia que había
excepción de Cat inca que volvía de la cocina con una aparecido rompiendo la
enorme copa de calma de Quimera y permanecía digna, ante el los.
helado en las manos. Ni siquiera entendió o pudo Antón se levantó de su si l la y se quedó plantado en
reaccionar cuando lo vio. la cabecera de la
Pasó a su lado como una exhalación y se quedó con mesa justo en el momento que Mateo intentaba
la mi sma expresión de incorporarse y era agarrado
asombro que cuando abrió la puerta. Cuando se qui so por Dominic.
dar cuenta de lo que —Alexander… —musi tó Antón.
pasaba el hombre ya estaba en mi tad del salón, justo —¿T an di fíci l era para t i mantenerte alejado de mi s
en frente de la hi jos? —di jo con
inmensa mesa de madera que tantas horas de charlas les despot i smo—. ¿Acaso no eran suficientes ya? ¿T anta
había regalado. necesidad tenías de
El si lencio se apoderó de todos los que al l í estaban. vengarte de mí? ¡Mi hi ja no t iene ni dieciocho años!
Samara no entendía —golpeó la mesa y
que sucedía. Lo contempló de pie, en mi tad de la esta vibró con ferocidad.
estancia. El ext raño tenía —Y o nunca me he querido vengar de t i , Alexander —
una tupida melena de color marfi l hasta los hombros, el di jo con suavidad
rost ro muy moreno —. Tus hi jos están aquí porque así lo desean.
y aunque era un hombre mayor , su rost ro era jovial . Abrió —Padre —Mateo se incorporó—. Aquí no, por favor.
los ojos y fi jó la Le di rigió una mi rada desafiante y apretó con fuerza las
mi rada hacia un punto de la mesa. Samara no mandíbulas.
entendía nada. ¿Quién era —Tú… —el odio invadió sus palabras—. Debías
aquel hombre? Era como uno de esos reyes sin proteger a tu hermana,
armadura que sal ían en las debías haberla apartado de todo esto —le apuntaba
pel ículas ant iguas, tenía una const i tución fuerte pero amenazadoramente con
estaba claro que tenía el dedo mient ras mantenía el puño sobre la encimera—. ¡T
e pedí mi l veces
que no te acercaras a esta gente! Alexander parecía que iba a estal lar en cualquier
—Formaste parte de lo que reniegas —di jo Antón—. momento. Mi ró a su
No ent iendo tu hi ja y luego di rigió una mi rada inqui si t iva al resto.
odio, no ent iendo tu miedo. ¿Acaso fuimos nosot ros lo Nadie abrió la boca.
que te hicimos Ambos hombre permanecían en sendos cabeceros, uno en
daño? No… Ni siquiera me mi ras por la cal le y he frente del ot ro.
soportado tu arrogancia —Aquí sufrimos por nuest ras necesidades….
durante más de t reinta años, vienes a mi casa, y me —No sigas —musi tó.
reprochas. ¿El qué? —¿Qué no siga? —Antón señaló a Mateo—. T u hi jo
¿Qué cuide de el los? ¿Qué me preocupe de tus hi conoce tu pasado
jos? ¿De los hi jos de tus mejor que tú. ¿Te ha juzgado? ¡No!
amigos? Le di rigió una mi rada casi de estupor , Sara estaba
Las sienes de Alexander empezaban a lat i r. aterrada, temblaba
—Son mi s hi jos, ¡maldi ta sea! —gri tó. como una hoja y se aferraba con fuerza a Meredi t .
—¿T us hi jos? —di jo Antón—. ¡Mi ra al resto —¡Cál late! —le gri tó—. ¡No te permi to que les hables a mi
Alexander! ¿Acaso no te s hi jos…!
suenan sus ojos? ¿Acaso no ves en el los lo que fueron tu —¿De qué? —volvió el tono agotado y t ri ste en sus
fami l ia hace tanto palabras—. ¿De tu
t iempo? vida…? Casualmente en la mi sma que la mía, la de
—No tengo por qué escuchar todo esto… sus padres, la de sus
—¡Oh, claro que sí ! —Antón pareció encolerizarse—. madres. ¿Quién eres tú para impedi r que sepan sus
Mi ra a Romano, raíces? ¿Quién,
el hi jo de tu amigo. Mi ra aquel muchacho del fondo, Alexander?
Carlo ¿Acaso no te —Enterré mi vida el día que sal í de aquí —le
suena su cara? ¿O quizá no ves a Roberto? Que señaló—. Y tú me lo
casualmente se l lama como recuerdas cada vez que bajas al pueblo y paseas a
su padre ¡T u amigo! T iene los ojos de su madre tus chicos provocando a
Eleonor , si… La mi sma la gente que te cruzas.
que te curaba las heridas por las cont inuas pal izas, —No puedes cambiar tu pasado.
¡El la! ¿Acaso no la Alexander avanzó con pasos fi rmes hacia Antón.
recuerdas? ¿Acaso no recuerdas las horas que paso a Dominic hizo un
tu lado cuando amago con la intención de levantarse pero este le hizo
l lorabas desconsoladamente? —apoyó las manos en la un gesto para que
mesa y bajo la permaneciera quieto. Llegó hasta él y se quedó inmóvi l .
cabeza—. Todavía no sé qué te hicimos… No sé qué te —Mi pasado solo me hizo sufri r.
hice… Maldi ta sea. —¿Dónde quedó lo que fui ste una vez? ¿Dónde quedó tu
*** humanidad?
—Enterrado bajo este mi smo suelo.
Se gi ró y avanzó de nuevo hacia la puerta, se quedó cabel lo y jugó con sus rizos. Estaba pensat ivo, pero
de espaldas unos su rost ro no reflejaba
momentos y se alejó por el pasi l lo hacia la puerta. tensión alguna, tan solo serenidad.
7. EMPIEZA EL JUEGO —Hay algo que no me dices —la susurró—. Y debieras….
Dudaba de la posibi l idad… pero sí , al f inal , te pudo la Samara frunció el ceño e hizo una mueca de curiosidad.
curiosidad. —¿Por qué piensas eso?
*** —Porque te conozco muy bien princesa…
Dominic había hablado con Cat inca. Antón se había —No creo que sea el momento —contestó el la.
acostado un rato —Siempre es buen momento, cariño mío —pasó el dedo
muy afectado por aquel enfrentamiento. Estaba t ri ste, por sus labios y
era una de las pocas la sonrió con dulzura. —Habla.
cosas en las cuales él no podía hacer nada. —Y o también quiero probarlo —sint ió un leve rubor
Consolarle hubiera sido por sus mej i l las y
ridículo, nadie había dicho una sola palabra el resto de bajó la mi rada.
la sobremesa, cada —¿El qué?
uno se ret i ró a preparar sus cosas o acostarse un —Lo que decía Alexi s, ese sent imiento de abandono.
rato antes de part i r . La Desde que hable
pequeña Sara se había ido l lorando con su hermano el con él me he dado cuenta que jamás lo he sent ido.
cual t rataba de —Porque estás a la defensiva frente a t i mi sma.
consolarla sin ningún resul tado. Sentado en la butaca —No sé cómo hacerlo, es deci r , no sé cómo alguien
de la habi tación se abandona, como
permanecía en si lencio mient ras Samara preparaba las l lega un momento en el que sientes eso…
cosas para regresar . T i ró de su mano y la sentó en su regazo. La hizo
La imagen de Alexander l leno de i ra frente a su apoyar la cabeza en su
mesa, aquel hombre tan hombro y met ió la mano por debajo de su falda
imponente y pragmát ico. Ni siquiera Carlo había acariciando su sexo
abierto la boca aquel la del icadamente. La besó en la frente y se rió.
tarde. El respeto que profesaban por Antón había —No sabes lo que estas pidiendo…Te di je que no necesi
hecho mel la en todos. taba eso de t i .
¿Qué podía hacer? Nada… —No —musi tó—. Quizá no lo sepa pero quiero
T erminó de preparar su bol sa. Dominic era un hombre conocerlo. Probar si soy
tan ordenado y capaz de pasar por el lo.
pulcro que ya tenía todas sus pertenencias l i stas para —Es duro —le di jo—. Muy duro, Samara.
i rse, en cambio el la —Necesi to vivi rlo Dominic. Quiero probar lo que se
sol ía dejarlo para úl t ima hora. Lo mi ró y se acercó siente, Alexi s era
colocándose ent re sus tan apasionado cuando hablaba de el lo que no puede
piernas de rodi l las, pasó las manos por sus muslos y ser tan malo… Era
le sonrió. Acarició su intenso, me l lenó de curiosidad.
Dominic negó con la cabeza y sonrió. a ot ro mundo y la l lenaba de deseo. Met ió la lengua
—Si fracasas quizá sea más doloroso que superarlo… Tu en su boca y se aferró
carácter te hará a su pecho.
pasar por malos momentos, Samara, debes estar —Necesi to saber si soy capaz Dominic…
segura de lo que me pides La abrió la cami sa y lamió sus pechos, los mordió y
antes de decidi r algo. subió con la lengua
Notó como sus dedos jugaban con la ent rada de su por su cuel lo.
vagina, empezaba a —Recuerda entonces algo importante… —la susurró
mojarse al contacto con su cl í tori s y le resul tó di fíci l no pasionalmente al
moverse. oído—Pase lo que pase… Recuerda siempre que te amo.
—Esto… —la susurró— te costaría mucho más de lo que El primer bochorno para Samara fue nada más l legar
ahora te cuesta a casa. Dominic la
—le clavó los dedos— y tu eres cal iente y pasional… pidió que se qui tara la ropa y se colocara en el cent
¿Comprendes? ro de la habi tación con
La besó y los movió dent ro, las yemas de sus dedos las manos en la nuca. Quería conocer que sent ía Alexi
chocaron con las s, saber qué
paredes de sus ent rañas. sensación producía abandonarse como él lo había
—Necesi to probarlo…—musi tó jadeando—. Es como un descri to y para el lo,
reto para mí perdería su condición, sus privi legios y su l ibertad y
ahora. ¿Y si lo consiguiera? —se movió nerviosa—. ¿Si conocería lo que era
pudiera hacerlo? vivi r como una esclava. Se sint ió ext raña frente a Dominic,
Dominic la besó apasionadamente y apretó su cl í tori s él estaba de pie
haciéndola gemi r frente a el la y la observaba en aquel la posición tan
de placer. incómoda. Estaba
—Quizá no aguantes ni una semana nena… No cederé segura que él no confiaba en su aguante pero quería
a nada y lo sabes. demost rarle que podía
Una semana entera, con sus noches y sus días amor… ser capaz y que aunque lo pasara mal superaría esa
—¿Y si la aguanto? —separó las piernas ansiosa. semana.
Dominic la levantó en el ai re y la deposi tó sobre la —Samara voy a darte la oportunidad de volver a medi
cama poniéndose tar tu deci sión
sobre el la. cuando te expl ique las normas —musi tó—. En el
—¿Qué sent i rías si lo soportara? momento que aceptes, si
Sint ió su miembro, ent raba despacio mient ras la mi así lo haces, no hay marcha at rás. Claro está, a menos que
raba con gesto de te rindas.
curiosidad. —Podré con el lo… —di jo digna.
—Orgul lo… Cariño mío. ¿Es suficiente para t i? —No lo tengo claro.
La envi st ió suavemente mient ras la presión de su En aquel momento lo único que deseaba era demost rarle
cuerpo la t ransportaba que al menos lo
intentaría, pensó por un momento superar aquel la que te indique, si qui siera lo cont rario, como debes
semana, y sint ió una expresarte, respuestas
emoción casi fuera de lo normal en el la. Ser mejor cortas y conci sas: sí Señor , no Señor . Si deseara
que las demás, ser que te extendieras,
incluso mejor que Romina. Su orgul lo, no defraudarle también te lo haré saber... No es tan boni to, ¿verdad?
ante aquel la —Podré con el lo —repi t ió.
si tuación. Dominic sonrió y se frotó los ojos.
—Está bien —cont inuó—. Hoy dormi rás y descansaras —¿Por qué, Samara? No necesi tas pasar por esto.
como siempre. —Lo hici ste con Romina, estoy segura.
Mañana es lunes, avi sará Carlo en tu t rabajo que —Romina me retó estando en Quimera, se pavoneaba
estarás una semana fuera de lo capaz que
por causas fami l iares, necesi to tenerte aquí las veint era de servi r a un hombre pidiera lo que pidiera, la di
icuat ro horas. Escucha je lo mi smo que a t i .
atentamente las normas, porque si incumples cualquier No aguantarás una semana —hizo una pausa y sonrió—. Y
pequeño detal le no lo consiguió.
serás cast igada, también serás cast igada si así me Aguantó t res días.
apetece, no t iene que El corazón le lat ía a dos mi l revoluciones por minuto.
haber una causa, simplemente que yo lo decida. Iras Dominic tenía una
siempre desnuda, expresión de i ronía y perplej idad. Estaba segura de
como cualquier esclava, a menos que te diga lo cont que pondría todos los
rario permanecerás de medios para que el la no soportara esa semana.
rodi l las siempre, incluso para i r a cualquier parte de —T e voy a ser muy franco princesa —se acercó a tan
la casa, te desplazaras sólo unos
así y cuando tengas que pararte o escuchar , lo harás cent ímet ros de sus rodi l las y se agachó—. V oy a
como estas, con las poner todo mi empeño en
manos en la nuca y la mi rada en el suelo. No permi t este juego. Es deci r , lo considero un juego, una
i ré que me mi res a prueba, yo no quiero una
menos que yo te diga que lo hagas, no hablaras a menos mujer a mi lado que actúe como lo vas a hacer tú
que yo te digas que ahora, pero sí que es
lo hagas. No comerás, no te moverás a menos que te cierto que me l lena de curiosidad verte en si tuaciones
lo ordene y no te l ími tes para ver
tocaras ni un cent ímet ro de la piel a menos de que como reaccionas.
yo lo haga por t i . ¿Me —T e aseguro que lo consegui ré —volvió a repet i r
sigues? con la mi sma
—Sí —musi tó. dignidad.
—Si te preguntó algo, asent i rás con la cabeza sin mi La mi ró y pudo ver una leve sonri sa de provocación
rarme, seré yo el en el la, incl inó la
cabeza y sonrió con la mi sma mueva provocadora.
—Está bien… Será como tú desees. las cosas cambiaran...
Aquel la mi sma noche Dominic reunió a todos en su —Sara aún no terminó el inst i tuto... Le queda un t
casa. Mateo l legó rimest re y tendrá que
totalmente derrumbado, al principio había mantenido la volver —se frotó la frente—. Joder...
entereza frente a —No sé qué problema hay , que se quede en Quimera
su hermana, pero la había dejado en su casa y al l legar se —le sonrió con
derrumbó. i ronía.
—No sé cómo solucionar esto Dominic, es bochornoso —se —Que divert idi to —Carlo se rascó la cabeza—. Sari ta
dejó caer en y Natachi ta con
el sofá al lado de Carlo—. Mi hermana está muy sus mochi l i tas en la Universidad, la recogen los papás
afectada, no creo que adopt ivos a la
pueda volver a casa de momento. No, estando mi padre sal ida... —sol tó una ri sa pero cesó al ver la cara de
como está. Mateo y Dominic de
—T iene casi la mayoría de edad. Mat ricúlala en la inmediato—. Vale, era para romper el mal rol l i to que hay,
Universidad aquí — joder.
le di jo. ***
—Eso he pensado pero tengo la cabeza como un Samara estaba medio dormida cuando lo oyó ent rar en
bombo. Ent iendo la habi tación. El
también a mi padre, comprendo que t iene todo el derecho ruido de la ducha la medio despertó nuevamente y se
a estar así ... incorporó. Dominic
Carlo levantó la ceja y lo mi ró. sal ió del baño con la toal la en la cintura y una
—Además —prosiguió—, no sé si el t iempo mejorará expresión algo apagada,
lo que ha pasado supuso que la conversación con el resto no había sido
este fin de semana... No sé, estoy hecho un l ío. No sé qué muy animada. Pensó
hacer. en Mateo, en su gesto de t ri steza cuando su padre di
—Dejar que pase el t iempo y ver cómo evolucionan las scut ía acaloradamente
cosas. —Roberto con Antón, en Sara y sus ojos empañados en lágrimas.
se levantó y paseó por el salón—. Es normal que alguien Quizá no tardaría en
os haya vi sto y se pasar por algo simi lar , sus padres apenas le habían
lo comentara, ese pueblo no es más que eso, un pueblo. vuel to a l lamar y eso
—Con respecto a Sara creo que devolverla al pueblo tan siquiera la preocupaba. T enía cierto rencor aún por
no la beneficiará. su padre, no podía
Mat ricúlala aquí , ocúpate de el la y mantén cierta di pensar en el sufrimiento de su hermano y en los años
stancia con tu fami l ia que había pasado
un t iempo hasta que pase la tensión inicial —Dominic solo, privado de todo lo que era una fami l ia y vagando por
se aproximó a la las cal les siendo
ventana— el resto no debe preocuparte, aunque por tan joven. Eso la ent ri stecía, Lui s era una persona
Antón me gustaría que tan humana que incluso
t ras aquel sufrimiento había conservado la esencia de por ser mejor que Romina, l lámalo como quieras...
una personal idad pero no vuelvas a dar
pura y buena sin embargo, algo le decía que no iba a quedar por hecho que me conoces bien... o te demost raré...
así . que estás equivocada
Dominic se sentó en la cama y se incl inó hacia delante. «mi amor».
—Esto es como un pat io de colegio—susurró—. 8. LA INICIACIÓN
Cuando no pasa algo No te haces una idea de lo mucho que di sf rutaré cont
con uno, pasa algo con ot ro... Es como tener diez hi igo princesa, qui zá
jos incont rolables y pague un precio por el lo, pero te di je un día que te lo daría
cada día un problema con uno de el los. todo…
—Os protegéi s —le di jo—. Eso es bueno Dominic —se rió ***
por lo bajo le Sint ió como apartaba la sábana de un t i rón y la
resul taba graciosa la comparación—. Es una época mala, bajaba de la cama. Casi
pasará. no le dio t iempo a reaccionar , estaba medio dormida y
— Eso espero —se gi ró hacia el la y la mi ró con su mano la aferró
curiosidad—. ¿Echarás hasta hacerla caer de rodi l las en el suelo. Recordó la
de menos la cama? —la espetó—. Lo digo porque será conversación del día
la úl t ima vez que anterior y colocó las manos en la nuca. Bochornoso, se
duermas en el la... a menos que seas eficiente y cal sent ía algo ridícula
ladi ta, que lo dudo — y desangelada. Él estaba de pie, l levaba un pantalón
hizo una mueca i rónica. vaquero y una fina
—Me provocas... No caeré en tu t rampa. Te conozco bien... cami sa blanca, fue lo único que pudo ver , bajo la mi
Se rió al escucharla y bajó la cabeza, est i ró uno de rada al suelo y se
sus brazos y con la mantuvo expectante mient ras Dominic permanecía de
mano le hizo un gesto para que se acercara. pie en uno de los
—Ven... —di jo sin mi rarla. ext remos de la habi tación.
Samara alargó el brazo y de un t i rón la l levó hacia él . —Sígueme —la ordenó.
—T e di ré una cosa mi amor —la cogió por la cara y No estaba segura de lo que iba a hacer , se quedó
la besó, luego totalmente paral izada y
aproximó la boca a su oreja y cont inuó—. Ot ra cosa pensó en incorporarse pero volvió a darse cuenta de
que no debes olvidar que eso sería un error
—susurró—. No t ienes ni la menor idea de hasta dónde inmenso y gateó por la al fombra hasta la puerta. Quizá
puedo l legar. estuviera preciosa,
La sonrió con dulzura y la besó en la frente. quizá ridícula, el corazón la lat ía por la vergüenza a
—Así que... no lo conviertas en una guerra personal gran velocidad y las
conmigo... hazte a la mej i l las empezaron a arder a medida que avanzaba
idea de que quieres experimentar ese abandono del det rás de él por el
que hablas o compet i r
corredor de la primera planta. Se repet ía que era muy segura de que eso ocurriera. Cuando Dominic regresó,
capaz de hacerlo, que se incl inó hacia
podría con aquel la prueba que tan horrible se le el la y la mi ró.
presentaba ya a primera —Mí rame princesa —le di jo.
hora, del primer día. Dominic frenó en seco y abrió la Levantó la mano como si fuera a chasquear los dedos.
puerta de la —Atenta —di jo con i ronía—. Recuerda este sonido —
habi tación de Lui s. chasqueó los
—No puede hacerme eso —pensó Samara. dedos—. V oy a hacerlo ot ra vez por si no lo has
Lui s estaba frente al espejo de la pared arreglándose oído —ot ra vez chasqueó
la corbata. Al verla y la mi ró—. ¿Oyes ese sonido? Contesta.
su rost ro se tornó cri spado. —Sí ... —susurró.
—¿Qué coño...? —di jo. Le dio una suave bofetada y volvió a coger su mentón.
—Está convencida de que es capaz de superar la —Sí Señor... Ot ra vez.
semana que Romina no —Sí Señor.
pasó hace años —oyó deci r a Dominic—. ¿Qué te parece? —Muy bien —incl inó la cabeza a la derecha y su rost
Lui s se agachó hacia su hermana y la levantó la cara con la ro pasó de la
mano. alegría a una seriedad casi cortante—. Recuérdalo
—Pero Sam... —se frotó los ojos y volvió a mi rarla—. Estás bien, cuando lo oías te
loca... quiero a mi lado siempre. Estés donde estés... ¿Lo has
No le di jo nada, tan sólo le sonrió y le guiñó un ojo. entendido?
En aquel momento —Sí ... Señor...
Lui s apenas prestaba atención a sus gestos, la mi raba No era la orden, ni siquiera su postura y el hecho de estar
totalmente desnuda. Era la
descolocado sin entender por qué hacía todo aquel lo. V forma i rónica que usaba con el la, eso era algo que la
olvió a incorporarse sacaba de quicio y él
y ambos hombres se quedaron de pie uno frente al ot lo sabía. Se incorporó y avanzó hacia la puerta, la
ro. Se alejaron lo abrió y sal ió, Samara se
suficiente para hablar ent re el los sin que el la se diera quedó durante unos segundos ofuscada sin saber que
cuenta de lo que hacer hasta que se dio
decían. Samara permanecía de rodi l las, con la cara la vuel ta y la mi ró.
roja de la vergüenza y —No fi jes tus ojos en él —se repet ía una y ot ra
una expresión algo desorientada. Pensó por momentos vez— es lo que quiere,
que si pasaba esa que le retes y cast igarte. No le des ni un mot ivo, eso le
vergüenza con Dominic y su hermano no quería imaginar desquiciará.
con el resto, pero Se rió para sus adent ros y avanzó hacia la puerta
esperaba que Dominic no hiciera part icipes a los mient ras su hermano,
demás aunque no estaba que seguía sin sal i r de su asombro, contemplaba la
imagen con los ojos a
punto de sal i rse de las orbi tas se gi ró levemente Samara frunció el ceño y colocó la rodi l la en el primer
hacía él y sonrió. En ese peldaño mient ras
momento se sint ió fuerte, incluso creyó que Dominic no la mano descendía hacia la siguiente, así una y ot ra
la había vi sto muy despacio fue
hasta que al cerrar la puerta de la habi tación volvió a descendiendo torpemente las escaleras hasta que t
incl inarse y la agarró ropezó y bajó de golpe
por el pelo. dos escalones.
—¿Qué te hace tanta gracia? —le di jo—. Habla... —Mal , sube al principio y empieza de nuevo.
—Me... me despedía de él ... Quería matarlo lentamente, subi r era más senci l lo. Ot
—Conmovedor —musi tó—. T e recuerdo que a menos ra vez estaba en la
que te permi ta parte superior y empezó a descender haciendo lo mi
hacer o deci r algo no puedes ni tan siquiera gest smo. Una mano en el
icular , así que deja los peldaño inferior , sus rodi l las se clavaron en el suelo
detal les cariñosos para cuando verdaderamente se te y empezaban a
permi ta tenerlos. ¿Me dolerla. Comprobó que era más cómodo colocar las
ent iendes? manos en un peldaño
—Sí Señor —tensó las mandíbulas. Le t i raba del pelo con dejando ot ro en medio, ent re sus rodi l las y las
fuerza. palmas, así que t ras
—Bien, sígueme gat i ta... Vamos a aprender lo básico... descubri r aquel t ruco bajó más rápidamente hasta
Avanzó hacia las escaleras y se quedó frente a el la. rozar las piernas de
—A bajar las escaleras como una buena zorra. A ver qué tal Dominic. Este descendió el resto de las escaleras y esperó
se te da. al final mient ras
—¡Santo cielo! —pensó—. Lo más senci l lo que di fíci l el la seguía descendiendo lentamente. Cuando l legó a
se torna en esta la planta de abajo se
posición. l lenó de orgul lo. Lo había conseguido. Dominic se incl inó y
Avanzó hacia el primer escalón y la ent ró el pánico. la cogió por la
¿Cómo lo haría? Era mej i l la.
horrible, colocó las manos en el primer escalón y —Qué l i sta es mi niña... —parecía como si azuzará
avanzó, cuando intentó a un caniche—.
colocar la rodi l la en el mi smo si t ió ya tenía que Sígueme —repi t ió ya con más autoridad.
bajar la ot ra mano al —Capul lo —pensó—, Samara uno, Dominic cero —rió
siguiente escalón y se veía rodando escaleras abajo. para sus
Dominic se había adent ros y avanzó t ras él emocionada por superar
parado en el primer descansi l lo y se apoyaba en la algo tan senci l lo como
barandi l la de madera bajar unas escaleras.
con gesto cómico. Dominic ent ró en la cocina y la hizo sentarse sobre
—Vamos, nena, no es tan di fíci l —di jo con sorna. sus tobi l los, sus
nalgas se apoyaron en los pies y colocó las manos de su asombro y cada vez le resul taba más
nuevamente en la nuca. bochornosa la si tuación, avanzó
—Aquí será el único si t io donde podrás incorporarte, un poco más y acercó la cara al cuenco, sacó la
siempre y cuando lengua y lamió el agua,
no estemos ninguno de nosot ros dent ro. pensó en que sería más fáci l tomar el cuenco con
—¿Nosot ros? ¿Quiénes? —pensó. las manos y beberlo
—Ahora te ocuparás tú de preparar desayuno, comida y cuando no la viera, luego pensó en la posibi l idad de
cena, lo servi rás ser cazada y se l lenó
en esa bandeja, volverás a dejarla y cuando tus manos de pánico. Poco a poco fue lamiendo el agua hasta que la
estén l ibres volverás mandó parar.
a tu posición. Desayuno siete de la mañana, comida dos —¿Ves qué fáci l?
y media, cena diez Se l impió la nariz con la mano y suspi ró.
de la noche, ni un minuto más ni un minuto menos. ¿Ves —V amos Mici fú... —di jo con humor—. Sígueme, queda
aquel lo? mucho aún por
Le señaló dos cuencos de plást ico blanco en el suelo, uno enseñarte.
tenía agua y el Samara descubrió algo revelador el primer día de su
ot ro estaba vacío. En aquel momento le hi rvió la sangre. semana; di sfrutaba
—Ahí beberás y comerás. horrores superando cada una de las pruebas que le
—No me lo puedo creer —farful ló. hacía pasar . No por el
—¿Has dicho algo? —la mi ró con curiosidad. hecho en sí de hacerlas, más bien por el hecho de
Meneó la cabeza negat ivamente y observó ganarle a él . Eso le dio
minuciosamente los dos fuerzas para no desmoronarse, aquel primer día,
cacharri tos. Era humi l lante, se incl inó un poco con la preparó la comida a la
intención de medi r el hora exacta y t ras comer en aquel los horribles
perímet ro, estaba claro que quería que met iera hasta cuencos y superar su
la nariz dent ro del vergüenza nuevamente volvió a sent i rse radiante.
cuenco. Siempre conseguía mi rar
—Con la lengua, se femenina... No vayas a abri r la por el rabi l lo del ojo a Dominic, sus gestos eran realmente
bocona e intentar algo nuevo para
engul l i r las cosas que queda poco elegante y sería una el la pues el no poder observarlo con total l ibertad le
torpeza por tu parte. hacía fi jarse más en
Estaba di sfrutando como un niño aquel la si tuación. los pequeños detal les. Lo mi smo ocurrió t ras la
—Poco a poco... Como un gato... V amos, acércate y comida, al no i r a la
bebe, veamos cómo empresa en toda la semana Lui s le había t raído
se te da. bastante documentación
Se apoyó en la pared y cruzó los brazos a la espera. que debía mi rar y solucionar , así que desde su rincón
Samara que no sal ía observó
minuciosamente lo que hacía y como se comportaba y repletas de tomos de derecho y cuando encont raba el
fue realmente l ibro adecuado
revelador . Jamás había tenido la oportunidad de anal paseaba ensimi smado leyéndolo hasta que encont raba
izar a Dominic en su algo y sonreía
día a día, sin aquel la pose digna y cont roladora que involuntariamente como diciendo: «Y a son míos» .
también sabía Entonces se gi raba,
mantener . Era doloroso mantener la postura tanto t iempo, a parecía observarla, avanzaba varios pasos y luego
veces bajaba el volvía a su mesa
peso de su cuerpo sobre sus piernas pero cuando retomando su t rabajo sin deci rla nada. Y cierto era,
Dominic levantaba la que aquel la si tuación
cabeza del escri torio se erguía rápidamente y se tan simple era una tortura, pasadas dos horas de rodi l
tornaba digna, bajaba la las el dolor era más
mi rada y di simulaba y cuando oía nuevamente los intenso y cada vez le costaba más mantener la
papeles, levantaba la compostura y las manos en
vi sta y lo cont rolaba. ¡Y que increíble! T enía muchos al to y aun así , aguantó.
detal les que nunca —V eo que las cosi tas senci l las las aguantas sin
había percibido, fruncía el ceño al leer , a veces farful problema cariño —
laba y se reía musi tó sin levantar la vi sta del escri torio.
suavemente leyendo alguna sentencia o lo que pedía alguna Mi ró el reloj y se incorporó, Samara seguía sus
parte cont raría. zapatos por la
Lo más gracioso fue ver una fi la de lápices de colores habi tación. Se acercó a la mesa baja frente a los
pulcramente sofás y cogió algo de la
colocados frente a las hojas y la forma de elegi r los colores encimera, luego se acercó a el la y se agachó, comía
para marcar las algo que parecían
cosas que parecían importantes. No pudo más que reí frutos secos.
rse, le recordaba sus —¿Tienes hambre? —la preguntó.
años de estudio en la Universidad y sus manías que al igual —Un poco... —dudó—. Señor.
que él parecían Est i ró la mano y la abrió. T enía varios cacahuetes y
persegui rles aún pasado los años. Ot ro detal le avel lanas que
gracioso que descubrió en desprendían un olor exqui si to.
sus horas de tormento de rodi l las fue la forma de —Come —di jo acercando la mano.
sujetar el bol ígrafo Samara observó su palma y luego le di rigió una mi
cuando estaba concent rado, lo mantenía en la boca de rada t ímida e
lado, con el ceño inocente.
fruncido mient ras abría los ojos como platos al leer —Vamos... —repi t ió—. Come.
algo que no le gustaba Abrió la boca y con la lengua tomó una de las avel
en exceso, luego se levantaba rabi laba por las lanas, el olor de su
innumerables estanterías
piel al pegar la nariz a su palma la embriagó por Samara respi ró profundamente y con dignidad se incl
momentos mient ras inó hacia delante y
mast icaba el fruto. Alexi s tenía razón en algo, necesi taba comenzó a coger una a una las pequeñas avel lanas y
de una forma casi frutos que había en el
enfermiza una simple caricia de él . Lo vio sentarse en suelo. T erminó de recogerlas todas después de
la butaca de cerciorarse que no había
enfrente, separar las piernas y colocar la mano ent re ninguna debajo del sofá o en algún rincón y dio
ambas. La mi ró con la gracias a Dios de que no
cabeza incl inada hacia adelante y la sonrió. Aquel la mi fuera así , estaba segura que hasta aquel las se las
rada, aquel la hubiera hecho comer .
sonri sa desequi l ibrada como cuando un loco se ríe y V olvió junto a él y esperó l lena de i ra a su lado. Y
te mi ra, era algo que como se reía para sus
hacía t iempo que no veía en su rost ro. Gateo hacia él adent ros, veía a Dominic aguantar la ri sa de una
, estaba algo forma casi dolorosa. Se
entumecida pero sint ió al ivió al poner su peso en las frotaba los ojos y apretaba la boca mient ras la rabia
palmas. Abrió la boca aumentaba en el la de
y volvió a coger cuidadosamente una avel lana de su mano. una forma que casi estuvo a punto de hacerla estal lar
—¿Está buena? —preguntó con humor. pero pensó
El la meneó la cabeza afi rmat ivamente. nuevamente en superar aquel la semana y volvió a
—¿Quieres más? tomar ai re con la
V olvió a menear la cabeza y cuando se di sponía a intención de relajarse.
lamer la siguiente —Está bien —pensó—. Me está mi rando, espera que
avel lana Dominic incl inó la mano y dejó que todas las me rebele y me
avel lanas cayeran vuelva loca, pero no voy a darle ese gusto. Aguantaré,
por la al fombra. ¡Horrible! Apenas sabía dónde habían que haga lo que
acabado algunas de quiera, sus ojos bri l lan, espera ansioso que fal le... —se
el las y la mi raba esperando que se incl inara y decía una y ot ra vez
cogiera una a una con la —. Es el primer día, se recrea con las pequeñas e insigni
boca. La cara comenzó a arderla e hinchó las fosas nasales ficantes cosas pero
inst int ivamente. t iene mucho más guardado... ¡Oh dios! Tengo que consegui
—Cómelas —di jo entonces—. Todas... rlo...
El pudor se apoderó de el la y tuvo que darse cuenta, Mient ras pensaba todo aquel lo Dominic no dejaba de
pues se rió mi rarla, primero
suavemente al ver su cara o quizá le cambió el color con humor luego su rost ro se l lenó de curiosidad y
de tal manera que pareció observarla con
incluso a él le resul tó imposible di simular la gracia deseo, con una leve picardía casi palpable. ¡Cuánto le
que tuvo aquel lo. deseaba! Qué
hermoso estaba así , medio tumbado en la butaca, La había dicho que se bañara y le esperará en el
como si se hubiera suelo de la habi tación.
desplomado sobre el la y esperara que le besara Eran las doce de la noche y estaba agotada, la cena
dulcemente. ¿Por qué le le había dado mucho
hacía aquel lo? ¿Por qué no la acariciaba o al menos le t rabajo, sobre todo por la necesidad de complacerle y
decía que la quería? que quedara
«Recuerda que pase lo que pase te amo» sat i sfecho con el menú. Había fregado los platos, recogido
Eso había dicho y ahora la mi raba con tanta ternura todo y cuando el
que fue peor aún agua cal iente cayó por su piel creyó mori r de placer
soportar aquel lo que recoger los frutos del suelo y no por momentos. Ahora
meterse ent re sus estaba de nuevo de rodi l las en un lateral de la cama,
brazos para que la abrazara. Ahí estaba el la, de rodi l se apoyaba sobre sus
las frente a él , ent re talones y permanecía con las manos en las piernas a
sus piernas deseando horriblemente que pasara al esperas de que él
menos su mano por el ent rara. Cuando oyó sus pasos el corazón se le aceleró.
cabel lo y la besara en la frente pero no lo hizo, se incorporó ¿Por qué lo veía tan
y caminó hacia arrebatador? ¿Acaso las horas observándolo le hacían
la puerta, oyó el chasquido de sus dedos y lo siguió hacia el contemplar detal les
salón. que hasta ahora no se había percatado? Estaba de pie
—Sube al pi so de arriba y prepárame el baño —le con un fino pantalón
ordenó—. Y no te de pi jama de seda negro y su inmenso pecho al ai re.
tenses tanto mi amor ... hoy es el primer día y son cosas Llevaba unas l laves en
senci l las... Siéntete las manos y las zarandeaba mient ras caminaba en di
orgul losa de que tenga la del icadeza de i r despacio rección a el la, al l legar
cont igo —cogió de la a su al tura las lanzó sobre la mesi ta y la levantó del suelo.
encimera de la mesa del salón una manzana y le dio —¿Sabes por qué una esclava o un esclavo agradece
un mordi sco—. cada cast igo de su
T odavía no ha empezado la semana y ya has hinchado esa Señor? —la cogió por los hombros y pego su nariz—.
vena de la frente Contesta...
como cinco veces —se rió—, si aguantas la semana, —No Señor...
que lo dudo, —Ponte a cuat ro patas en la cama —la ordenó—. Por
descubri rás alguna cosa importante. qué su t iempo, es
Comenzó a subi r los peldaños de las escaleras y muy preciado, y cuando se cast iga, ese t iempo se lo dedica
chasqueó nuevamente a su posesión. A
los dedos sin mi rarla. algunos les exci ta sent i r dolor , sin más, no se paran
—Vamos... l igereza... —musi tó dando ot ro mordi sco a la a pensar que ese
manzana. t iempo t iene un gran valor , incluso no se paran a
*** pensar que ese cast igo es
algo que a su Señor le place hacer y tampoco —Uno... Dos... T res... —era horriblemente doloroso lo
agradecen que lo hagan con hacía con una
el los o el las. intensidad inhumana—. ¡Cuat ro! ¡Cinco!
Pasó las yemas de los dedos por sus nalgas y caminó No lo soportaba, era brutal , apenas la daba t iempo a
al rededor de la aferrarse a la colcha
cama. y recibía uno y ot ro y no la daba t iempo a contar .
—Ot ros piensan, que después de un cast igo siempre Las lágrimas empezaron
viene algo bueno, a brotar en sus ojos y la tensión en sus mandíbulas le
igual su Señor , esta tan contento de su somet imiento provocó un dolor en
que les compense de la sien que la taladró. Dominic seguía golpeándola las
algún modo... Entonces... esperan ansiosos los cast nalgas una y ot ra
igos, porque t ras el los, vez sin intención de parar.
les dedicaran un gesto de ternura, una caricia, quizá placer —¡Veinte! —gri tó—. No... no más... No más...
... o no. O tal vez Ot ro golpe seguido de varios más la derrumbó sobre la
les dejen con su tormento y ni siquiera puedan complacerse colcha, pero él la
a sí mi smos, es incorporó y la colocó de nuevo a cuat ro patas. Le
tan ambiguo... ardían las piernas, el
Oyó el ruido de un cajón pero no se at revió a darse culo, era como un volcán a punto de erosionar.
la vuel ta, el pelo la —¡T reinta y cuat ro! —pensó en la posibi l idad de
caía por la cara y ni siquiera podía ver donde estaba. Se desmayarse, o quizá la
sobresal tó al sent i r posibi l idad de apartarse de él pero eso era fal lar—.
su mano por la espalda acariciándola. Rozó su sexo con los Treinta... y ocho...
dedos subiendo Cuando l legó a los cincuenta ya no sent ía nada.
suavemente por la raja de su culo, se apartó y al —Dios mío... Dios mío... —susurraba—. Que pare, no lo
momento volvió a sent i r soporto...
su dedo en él . La cogió por un brazo y la l levó al ext remo de la
—T e di je que no tenía por qué tener una razón para habi tación, ancló sus
cast igarte lo muñecas a la pata del «sinfonier» y quedó hecha un
recuerdas, ¿verdad? ovi l lo en el suelo.
—Sí Señor... Cuando se dio cuenta de que pretendía dejarla toda la
—¿Recuerdas todo lo que te di je mi amor? —la susurró al noche en el suelo su
oído mient ras i ra se apoderó de el la e intentó l iberarse.
sus dedos se colaban dent ro de el la. —¡No puedes dejarme aquí ! —l loriqueó—. ¿No es
—Si ... —jadeó—. Señor... suficiente todo lo
—Pues cuenta... —musi tó. que has hecho hoy conmigo?
De golpe sint ió un terrible varazo en la nalga derecha Se gi ró y la mi ró totalmente desencajado. Incl inó la
que la abalanzó cabeza y abrió los
hacia delante. ojos como platos.
—¿Cómo has dicho? imposible atada a las pat i tas del «sinfonier», no tenía
¿Ni una caricia? ¿Pretendía que durmiera así sin un margen de
simple gesto de movimiento. V olvió a quedarse dormida y cuando
cariño? Estaba rabiada y dolorida, comenzó a l lorar como despertó Dominic ya
una loca. estaba vest ido y esperaba sentado en la butaca
—¡Nada! ¡No di je nada! leyendo la prensa. La mi ró
Se di rigió al baño y volvió con algo en la mano, la fi jamente y ni siquiera la sonrió. Dobló pulcramente el
enceló la boca y la periódico y se
volvió a dejar en el suelo. incorporó.
—Y a me parecía a mí que tanta calma era ext raño. —¿Te encuent ras bien? —la preguntó.
Así , cal ladi ta, Movió la cabeza afi rmat ivamente. Se acercó a el la y
mañana tengo que madrugar y no tengo ganas de oí rte. la movió hacia un
Al l í de pie frente a el la, a tan sólo unos cent ímet lado para verla las nalgas. Seguían resquemándola, no
ros de su cuerpo era quería imaginar la
como un t i tán. Permanecía observando sus ojos, imagen que tendrían.
intentando leer aquel la —¿Quieres segui r con esto? —la volvió a preguntar.
rabia que aumentaba en el la a medida que avanzaba Meneó nuevamente la cabeza. La qui tó el celo de la
la noche. La sonrió y boca y la sol tó las
se met ió en la cama con su t ranqui l idad habi tual . El muñecas, la ayudó a levantarse y la l levó a la ducha.
la apenas durmió en —Entonces prepárate —le di jo antes de i rse—. Serán días
toda la noche, el culo la ardía y aquel la postura de intensos.
lado en el suelo 9. SIGUE EL TORMENTO
resul taba incomoda pasadas unas horas, cuando la Er es como una piedra pr eciosa, demuest ra que mer
claridad comenzó a ece la pena
invadi r la habi tación, lo observó dormi r plácidamente, admi rarte.
su pecho subía y ***
bajaba, bri l laba bajo los leves rayos de sol matut inos El día siguiente no hizo más que acrecentar la
y parecía emerger necesidad de Samara por
amenazador en cada movimiento. El la había decidido la atención de Dominic. La noche anterior ni siquiera la
pasar por eso, podía había tocado, Lui s
pararlo en cualquier momento, era cierto, pero ya había permanecía alejado quizá porque así lo quería Dominic,
pasado un día. No quizá por su
pudo remediar sent i r su sexo lat i r al imaginar tan t rabajo y la atención a Natacha y Sara, no lo tenía
sólo un minuto de claro pero el amor de su
ternura que sal iera de él . Deseaba tanto que la amara hermano tampoco era algo que se notara y eso no
un poco, con aquel la hacía más que aumentar
pasión que emergía y era tan dest ruct iva... Intentó la soledad que sent ía y su deseo. El rincón del
incorporarse, pero era despacho se convi rt ió en
habi tual , parte de la mañana Dominic la pasaba t —¿Te aburres? —preguntó sonriente.
rabajando, esta vez le El la negó con la cabeza y levantó la vi sta.
sorprendió haciendo malabares con dos manzanas mient —Como un l i rón —pensó—, pero no te lo di ré. No te daré
ras hablaba por el ese placer.
manos l ibres del teléfono del escri torio, por lo poco —¿Quieres comer algo?
que entendió —A t i —volvió a pensar—. Sólo a t i .
preparaba un juicio con uno de sus empleados y le Negó con la cabeza y le sonrió. ¿Por qué estaba tan
expl icaba los puntos hermoso aquel la
importantes donde debía hacer hincapié. Así que mañana? Quizá se estaba volviendo loca, el sexo la
comenzó a acostumbrarse lat ía y empezaba a
a mantenerse de rodi l las durante horas, sin una mínima notar su humedad ent re las piernas. Se movió
atención y plantada torpemente y suspi ró.
como una figura de porcelana que no hablaba ni se Aquel lo era una tortura, rezaba porque ese día al
movía. ¿La desearía? menos la dedicara unos
Claro que sí , Dominic sabía cont rolar sus impul sos minutos de ternura. Bajo la fina cami sa de seda se
pero eso no signi ficaba marcaban las formas de
que no sint iera necesidad de hacerla suya, estaba su cuerpo, al estar agachado a su lado su brazo se
convencida y eso la apoyaba en la rodi l la y
animaba que él estaba casi igual que el la, a veces la mi tensaba la inmensa masa de músculo bajo la tela.
raba de arriba abajo Samara repasó sus
ferozmente como si en cualquier momento fuera a sal brazos, la cadeni ta de su cuel lo de la que jamás se
tar sobre el la y se desprendía, sus
decía «que lo haga», «necesi to tanto sent i rte» sin inmensas manos y su boca, mast icaba despacio la
embargo Dominic volvía manzana sin perderla de
rápidamente en sí y se abst raía en su t rabajo mient ras vi sta un segundo.
pasaba lentamente el —No te preocupes —le di jo con humor—, ahora saldrás a
t iempo para el la. dar un paseo.
Se agachó frente a el la y mordió una de las manzana, Dicho esto la puerta sonó y para su sorpresa en el
era i rónico hasta que estaba en el
que punto una persona necesi ta de la ot ra, que el senci l lo umbral de la puerta no era su hermano como esperaba si
gesto de pegar los no Carlo. ¡Horror!
labios en aquel la fruta y mi rarla la exci taron Ni siquiera había pasado un día y ya estaba al l í
horriblemente. Su sexo se plantado con las pupi las
encendió como un mi si l , si en aquel momento di latadas una mueca i rónica y a la vez de sorpresa por no
Dominic hubiera pasado los creerse todavía lo
dedos por él posiblemente se hubiera enfadado. ¿En que veía. T enía la boca l igeramente abierta y sobre la
qué creería que mano una fina
pensaba? Simplemente en él .
cadeni ta precedida de un col lar que hacía gi rar —Pipi fuera, caca en jardín —le dio un ataque de ri sa
despacio sobre su dedo y volvió a
índice. arrast rarla hacia el cent ro del campo—. Puedes
—Llegó el encantador de perras para tu paseo matut marcar los rosales, así las
ino —sol tó ot ras perras no te qui taran el terri torio.
hi st riónico—. ¡Tachán! —Maldi to cabrón egocént rico —musi tó—. Me las pagarás,
¡No podía creerlo! ¡No serían capaces! Pegó un leve Carlo…
sal tó y la colocó —Esclava mala y contestona… Qui ta esa cara de odio
con maest ría el fino col lar de cuero al rededor del y ol i squea un
cuel lo, a cont inuación la poco. V amos —dio varios pasos y Samara lo siguió
enganchó la cadeni ta y la meneó suavemente. maldiciendo ent re
—Creo que voy a tener un orgasmo en cualquier dientes—. Ahí hay una rocal la preciosa l lena de flores
momento —di jo con y plantas para que
humor. mees.
—V amos princesa, al jardín —Dominic se levantó y se —Esto es humi l lante —susurró.
apartó de el la—, —Tengo una erección —sol tó una ri sotada y se tocó la ent
hace un día estupendo para dar una vuel ta. repierna.
Si la vergüenza tenía una foto en las enciclopedias su T i ró nuevamente de el la y la l levó al rededor de la
foto sería la finca varias veces, lo
portada. ¡Carlo la iba a sacar a pasear como un peor fue pasar por la parte de piedras decorat ivas del
chucho! ¡Santo cielo, era jardín, las piedreci tas
humi l lante! Sint ió el t i rón y gateó hundida hacía su se la clavaban en las rodi l las y las manos y le hacían
pierna. Pensó que daño, luego la l levó a
aquel lo era lo peor que podía hacerle, darle a Carlo la la zona de at rás donde el sol pegaba con fuerza y al
oportunidad de hacer pasar por las losetas
lo que la diera la gana. Le siguió hasta la ent rada y casi se quemó con el las y paró en seco. Carlo se dio
sal ió t ras él al jardín, la vuel ta y le dio un
iba haciendo pompas con un chicle y era realmente horrible t i rón.
verlo. Su gesto — Te avi so de que no te dejaré ent rar hasta que no mees
digno, la forma chulesca de mast icar la goma de mascar y —musi tó.
su mano elevada —¡No! —gri tó angust iada—. No puedes hacerme eso
a modo de «soy el rey de lo absurdo» con el la al Carlo, no puedes
final de la cadeni ta de obl igarme a…
plata a cuat ro patas. Dio gracias a Dios de no tener —Claro que sí puedo, vas a mear en el jardín. Y solo
vecinos, la arrast ró cuando termines te
fuera del porche y notó la hierba húmeda y el olor a dejaré ent rar en casa, es más se me pone dura
primavera. pensar en el lo, si te digo la
verdad nunca vi una mujer orinar a cuat ro patas debe —¡Sí ! —di jo con gozo—. ¡Oh Dios mío! ¡Sí ! ¡Mi primera
de ser ... subl ime… vez!
¡Vamos! —Si lbó con sorna—. Un dos, un dos. Samara se colocó de cucl i l las y obedeció. El t iempo
Era horroroso, no se cansaba de repet i rlo una y ot ra que duró aquel la
vez. ¿Cómo eran tortura le pasó como si fueran diaposi t ivas de una pel
capaces de aquel lo? Orinar en el jardín. ¿Y luego ícula, Carlo con los
que más? La furia se ojos muy abiertos sin perder detal le, su inmenso bul to
apoderó de tal manera de el la que se imaginó varias veces del pantalón
coger la cadeni ta emergió con la imagen como un monst ruo amenazante.
y est rangularlo lentamente. La mi raba riéndose, dieron El la se sent ía
cinco vuel tas a la horriblemente mal pero en cambio Carlo la mi raba
casa y el la no estaba di spuesta a orinar al l í como si fascinado ¡Lo estaba
fuera un perro, no le haciendo! ¡Sí !
daría ese placer . A la décima vuel ta ya no tenía Cuando termino la extendió un pequeño pañuelo de
fuerzas para pasar por el papel y Samara se
maldi to camini to de piedras decorat ivas y se dio l impió.
cuenta que tenía solo dos De vuel ta a casa l loraba humi l lada y atormentada. Él
opciones, obedecer o levantarse rabiada y ent rar en la se quedó en la
casa con la puerta pero no ent ró. Se dio la vuel ta y la mi ró
consecuencia de la reacción de Dominic y su fracaso. durante unos segundos
No… había l legado hasta que se incl inó y la cogió por los hombros.
hasta al l í y no iba a rendi rse tan fáci lmente. —Escúchame —le susurró con una fuerza inmensa—.
—Está bien, Carlo… Escúchame
Se gi ró y la mi ró sorprendido. porque será la única vez que te lo diga.
—¡Va a mear! Samara se asustó por la pasión que emanaban sus
Cerró los ojos y asint ió con la cabeza. Estaba a punto palabras pero tenía la
de l lorar de la cara surcada de lágrimas y tuvo que l impiarse con la
impotencia, no soportaba más aquel t rato. mano para verlo
—Sí… pero no me hagas pasar más por las piedras… Te lo mejor.
supl ico… —No te rindas… No lo hagas… El la no fue capaz de
Carlo se cruzó de brazos con la boca medio abierta pasar esto… ¿Lo
por la emoción y ent iendes?
dejó de mast icar el chicle. Estaba ansioso por ver aquel lo. Hablaba en bajo, sus ojos se movían velozmente y
—Espera, espera… —di jo emocionado— hazlo de cucl i repasaban su rost ro.
l las, que te vea —No ent iendo…
bien…. —Sigue adelante, puedes hacerlo…
—Estás enfermo —musi tó de nuevo agotada. —Vale —sol lozó.
La sonrió y se incorporó. Ent ró t ras él nuevamente en el dormi taba en el sofá ajeno al mundo, a su dolor por
salón. la ausencia, a sus ojos
—Oh, nena, vini ste a mi mundo volando… —frenó de l lorosos por el mal momento de la mañana. Quizá era
golpe y la mi ró lo que quería, que se
mient ras la di rigía una sonri sa—. Papi… La cachorri l desesperara, de todas formas, él tenía una larga
la ya está en casa… semana para atormentarla,
—di jo ent rando en el despacho. y esos leves detal les eran quizá más dolorosos que un
Podría expl icar de mi l maneras lo que sent ía en cast igo: su ausencia,
aquel los momentos. no amarla, no necesi tar de el la. Ot ra noche sin
Podría deci r que era horrible, que jamás en su vida se tocarla, durmiendo en el
sint ió tan suelo anclada al «sinfonier» y la mañana siguiente
avergonzada como aquel los días, podría deci r que nuevamente la rut ina,
después de cada prueba empezó a pensar ext rañamente. ¿Cómo podía l lamar su
superada se sent ía bien, orgul losa de pasar a ot ro atención?
día, a ot ro nuevo reto o Estaba en el salón peleándose con los mandos de la
como qui siera l lamarlo Dominic, a ot ro juego. ¿Y si televi sión buscando
lo lograba? ¿Cómo como siempre el canal de economía. Samara gateo
reaccionaría él? Se part i ría la espalda para que no lo hacia la cocina, se
superara ¿O quizá incorporó torpemente y t roceó pequeñas porciones de di st
deseaba más que el la que lo lograra? ¿Qué pensarían intas frutas en un
los demás? Carlo la plato: manzana, piña, melocotón, fresas, plátano... Lo
había ayudado. ¿Por qué? ¿Realmente la quería? ¿Le colocó en la
tenía la est ima que bandej i ta de plata y caminó hacia el salón. Al l legar
parecía tenerla cuando abrió los ojos y se compadeció de el se arrodi l ló frente a él
la? T odo pasaba y deposi tando la bandeja en el suelo la empujó del
y se mezclaba en su cabeza una y ot ra vez, a fin de icadamente. Se quedó
cuentas, tenía mucho inmóvi l , con la cabeza incl inada hacia el suelo y las
t iempo para pensar en su rincón. Durante el resto del manos en la al fombra.
día no hizo más que Dominic bajó la mi rada y observó la imagen. Un si
esperar , ni siquiera la sonrió un momento. Era como si lencio devastador se
el la no estuviera en cernió ent re el los y bajó el volumen de la televi sión
la casa. Preparó la comida, preparó la cena y recogió de golpe. Elevó la
todo pulcramente vi sta di scretamente para mi rarlo, observaba el plat i to
para luego comer en el suelo como él se lo había repleto de fruta con
indicado. Luego volvía a el ceño fruncido. No lo dudó, lo elevó con las manos y
la esquina, unas veces en el despacho, ot ras en el sin levantar la vi sta
salón mient ras él del suelo se lo ofreció.
—Un regalo para t i , mi Señor...
¿Y si no lo quería? ¿Abría met ido la pata o quizá el Se incorporó y se l levó a la boca el úl t imo t rozo de
detal le valdría la fruta y la observó
pena? ¡Estaba tan necesi tada de que viera que estaba con curiosidad.
ahí ! ¡Maldi ta sea —Lo importante es... ¿Por qué?
exi st ía! —No sé, creo que no solo es obedecer , ¿no?
Dominic extendió la mano y lo cogió sin deci r una sola Supongo que un hombre,
palabra. Lo espera ser atendido, cuidado. Incluso que se adelanten
apoyó sobre la mesi ta auxi l iar y t ras volver a dar el a sus deseos... —se
volumen comenzó a puso nerviosa y se angust ió— o igual es absurdo lo que
comer los pedazos rabi lando nuevamente con el mando. digo y...
—Buena chica... —Está bien... —susurró—. No sigas. Es suficiente—.
Por alguna ext raña razón se l lenó de gozo, est i ró el ¿Para qué? —fue
cuerpo y le beso la la siguiente pregunta.
pierna para volver a su posición. ¿Qué era aquel lo? Maldi jo su intel igencia, que era algo que la desesperaba
No lo sabía, solo muchas veces.
necesi tó hacerlo sin más. V olvió a mi rarla pero siguió —Para que me veas... —balbuceó—. Solo eso.
sin deci r una sola Aquel «sinfonier» era el objeto odioso que se había
palabra y cuando cent ró la atención nuevamente al convert ido en su
televi sor cont inuó peor enemigo en la casa, sin embargo, cuando Dominic
devorando la fruta. la mandó i r a la
Y entonces pensó. ¿Y si debo no solo hacer lo que habi tación ya ent rada la madrugada se colocó en la
me dice y demost rar mi sma posición y
que soy su esclava? Quizá así consegui ría algún t rato esperó que volviera a encadenarla a las dichosas pat i
de favor . ¡Exacto! tas de madera.
Gateó nuevamente por el salón y t repó escaleras Aguardó inmóvi l mient ras se duchaba y se le ocurrió
arriba hacia la habi tación, en ese momento ot ra
Dominic se gi ró ext rañado y levantó las cejas idea. Sal tó velozmente al armario y sacó su precioso pi
sorprendido al verla bajar de jama de seda negro,
nuevo a los pocos minutos. T raía sus zapat i l las en dejó el pantalón sobre la cama, bajó corriendo a la
una mano, eso provocó cocina y subió con un
que varias veces estuviera a punto de caer por las vaso de agua en un plat i to que deposi tó en la mesi
escaleras pero la daba ta de su lado y a
igual . Llegó a sus pies y le qui tó los zapatos y se las colocó cont inuación volvió al lado del mueble y esperó. ¡El
con cuidado. Él mando! Seguro que
no sal ía de su asombro. quería mi rar la televi sión un rato como cada noche,
—¿Pero qué haces? —la preguntó. gateó hacia la
—Cuidarte... —di jo t ímida. encimera de la mesa cercana a la ventana y lo deposi
tó sobre su mesi ta al
lado del plato y el vaso. Ot ra vez gateó a su rincón Se quedó paral izada ¿Podía dormi r con él? ¿Entonces
y se mantuvo era eso? ¿Debía
expectante. Sal ió del baño y quedó plantado en mi tad compensarle, buscar algo que le complaciera aunque
de la habi tación pero hubiera mi l cast igos
luego avanzó hacia la cama y apartó la ropa que dejó sobre horribles esperándola? Sal tó como una exhalación y se
el la. Se qui tó la met ió en la cama
toal la que le cubría la cadera y pasó casi rozándola casi l lorando de la emoción, la rodeó con el brazo y
hasta l legar a la cama. la besó en la frente.
¿Por qué demonios tenía ese culo tan horriblemente ¿Cómo podía sent i r aquel lo? Emoción, nervios, deseo,
apet i toso? Dicen que necesidad...
los hombres son más feos desnudos que vest idos, ¿Agradecimiento? Se estaba volviendo loca pero era fel
pero él la había hecho iz. Met ió la cabeza
sent i r tantas veces tan poco a su lado. Lo tenía de por su brazo, ol ió su estómago, besó su pecho
espaldas, haciendo gi rar desaforadamente, se
la rueda del despertador totalmente desnudo y era acurrucó ent re sus brazos y aspi ró una inmensa bocanada
desquiciante, lo mi ró de ai re.
durante los segundos que dedicó a aquel detal le, sus —Samara t ranqui la...
piernas tensas, esas Quizá en aquel la si tuación en la que el la estaba
nalgas morenas y desequi l ibrantes que apetecía inmersa se comprendían
morder y no parar , su muchas cosas que en la vida de la gente normal no
inmensa espalda, sus brazos fuertes y bien signi fican nada. Cosas
proporcionados. que se hacían monótonas y no adqui rían el valor que
Defini t ivamente, se estaba volviendo loca, por un debieran. La cogió la
momento estuvo a punto cara con la mano y la mi ró.
de ponerse a reí r como una enferma; luego recordó que ot —Dime, ahora... hoy, esta noche ¿Qué esperas de mí?
ra vez la esperaba Se quedó mi rándolo alelada.
el duro suelo y pensó. —Que me quieras...
—Bien, es el tercer día —musi tó—. El la no aguantó ni t La sonrió y la mordió el labio inferior , su lengua se
res días. ¡Sí ! coló en su boca y
Mient ras medi taba todo aquel lo no se dio cuenta que buscó la suya como loca. Su mano, por fin acariciaba cada
se había met ido en cent ímet ro de su
la cama y no la había atado al «sinfonier» y en aquel piel , su estómago, sus piernas, pasaba veloz por su
momento lo que se le cuel lo y sujetándola de
abrió fueron los cielos cuando golpeó con la palma de la la nuca la l levaba más a él . T i ró de la sábana y la destapó
mano la cama y la bruscamente, t i ró
mi ró. de su mano y la gi ró poniéndola a cuat ro patas pero
—Al t rote —ordenó. en vez de mantenerla
con las manos en el colchón la levantó hacia él hasta entonces que era capaz de cambiar el curso de las
dejar su espalda cosas cuando todo
pegada a su pecho y su forma de morderla la nuca, parecía cerni rse en una calma casi perezosa, ese día
de lamer su oreja y culminó su tortura.
besarla la mej i l la ladeándola la cara, su forma de —Hoy es un día especial , cocinarás para cinco personas.
separarle las nalgas y Caminaba por el despacho con las manos a la espalda
penet rarla con la mi sma pasión que aferraba su como si pasara
cadera y la enroscaba el revi sión a un batal lón de infantería. Samara, como
ot ro brazo apresándola cont ra él , la envolvieron en un siempre, de rodi l las, en
torbel l ino de su rincón con los ojos abiertos como platos y una expresión
sensaciones. Apretaba su pecho izquierdo pel l izcándola, dubi tat iva.
la cogió la cara y —Pregunta lo que quieras —asint ió—, es más,
gi rándosela aún más la mordía la boca hambriento. No interrumpe si t ienes
dejaba de moverse dudas porque es muy importante que lo tengas todo
dent ro de el la, no soportaba ni un minuto más aquel claro cuando salgas de
la si tuación, estaba tan aquí .
necesi tada de él que a veces pensó que le resul taría Meneó la cabeza y esperó.
di fíci l mantenerse —Servi rás la mesa a las dos y media. He mandado
lúcida en aquel t rance tan del icioso. Horrible cuando que t raigan por
desl izó la mano por encargo una buena cant idad de ent remeses que
su estómago y separó los labios para clavarse más en colocarás al principio y el
el la. Sus fluidos le resto que prepares es cosa tuya. No seas simple, es
empararon los dedos y se los met ió en la boca para una comida de
que los chupara. El la negocios.
lamió sus dedos, ansiosa, hambrienta de más. No podía —¿De negocios? —se l lenó de espanto—. ¿Pero no
dejar de gemi r. son Carlo Roberto y
—Tranqui la... —la susurró pero eso fue peor—. No tengas los demás?
tanta pri sa... —No, amor mío —la sonrió de medio lado y cont inuó
—No puedo... caminando—.
—Claro que sí ... —volvió a deci r pegado a su oreja— Son cl ientes especialmente escogidos para poder permi
y debes hacerlo, t i rme este pequeño
por qué no sabes cuándo volverás a tener esto ot ra lujo cont igo... ¿Acaso piensas que soy tan mediocre?
vez... así que... ¿Qué sería tan
di sfrútalo. senci l lo para t i? —sol tó una suave ri sa—. Me subest
*** imas, cariño mío...
Día cuarto, el peor de su vida. Si Dominic había —¡Oh Dominic, pero por Dios! —estaba horrorizada—.
demost rado hasta ¿Desnuda?
¿Delante de gente que jamás vi en mi vida? ¿Humi l lada?
—No tenemos la mi sma vi sión —di jo—. Estarás asegurar que te l levarás muchas sorpresas. Deja de
preciosa, delante de pensar en tonterías,
gente que efect ivamente no has vi sto en tu vida, pero que preocúpate de cumpl i r y actuar como lo que pretendes
valora y comulga ser —su soberbia le
con lo que van a ver , y tu única humi l lación es t hacía daño—, y olvídate de qué pensarán los demás o como
ragarte tu orgul lo y acatar te ven.
las cosas que te pidan sin más. —Señor... —suspi ró angust iada—. No ent iendo por qué lo
Se l leno de estupor y de vergüenza. El simple hecho haces...
de imaginarse, con —Lo entenderás... —la mi ró con dulzura y la sonrió
su cuerpo totalmente expuesto a las mi radas de ot ros con mal icia—, si
hombres la l leno de acabas la semani ta... y ahora me escuchas atentamente...
cólera, miedo, terror y vergüenza. Demasiados sent ***
imientos se mezclaron T enía la mesa preparada y perfecta. T odas las exqui
en el la, aquel lo era una si tuación horrible. Si era si teces que había
cierto que en Quimera encargado Dominic estaban di st ribuidas en plat i tos
pasó quizá por lo mi smo pero se había acostumbrado a coquetos con mucho
todos y cada uno de gusto, había todo t ipo de productos exót icos. La
el los y jamás la expuso de aquel la forma a comida estaba l i sta, el
desconocidos. Comenzó a horno mantenía el calor del segundo plato. Cuat ro
temblar como una hoja y su corazón lat ió bruscamente. horas encerrada en la
T uvo la sensación cocina pero lo había conseguido y ahora, t ras
durante unos minutos que la habi tación daba vuel tas ducharse, se decoró el pelo
delante de el la y se con un broche de piedras de colores y él solo le
apoyó en el suelo para tomar ai re. permi t ió ponerse unos
—No me hagas esto... Dominic... voy a ser tu mujer... boni tos pendientes, una fina cadeni ta en la cintura que
Se gi ró con una expresión de indignación y pestañeó varias bri l laba bajo la luz
veces. del día y una pul seri ta en el tobi l lo y sendos
—Gracias por recordármelo, se me había olvidado —la i brazaletes. Se observó en el
ronía la perforó espejo nerviosa, sus pechos estaban encendidos, sus
los t ímpanos—. ¿Y? pezones se erizaban
—Me verán como... por los nervios y permanecían cont raídos tan nerviosos
—Al to —di jo tajantemente —. T e voy a deci r una como el la. ¡Horror!
cosa. Si por un La cara la ardía y estaba muerta de miedo y de
mi lagro, que repi to, lo dudo, terminas esta semana, no vergüenza pero era lo que
t ienes ni la mejor había, eso o renunciar y dejarle ganar.
idea de las cosas que descubri rás incluso de t i mi No, no podía derrumbarse ahora, no cuando era el
sma... Es más, te puedo cuarto día y se
imaginaba todas las noches a Dominic levantando el se abría con ai re chulesco profi riéndole un semblante
teléfono y diciendo a más juveni l y
Romina que el la lo había superado todo. Se sint ió macarra. Pero lo que más miedo le dio fue el cuarto
levemente emocionada hombre, plantado en el
dado el nivel de nervios en su cuerpo y cuando sonó umbral de la puerta, parecía el mayor de todos, casi
la puerta pensó que se de la mi sma edad que
iba a desmayar . Dominic hablaba con alguien en la Antón, tenía el pelo cano, un gesto de enfado en el
planta de abajo, varias rost ro, nariz afi lada y
voces de hombres emergieron desde abajo, se piel oscura. Sujetaba ent re ambas manos un bastón
aproximó a la barandi l la y de madera con una
met ió levemente la nariz por los barrotes agachada de empuñadura en plata y mi raba con ai re agresivo a su
tal forma que no al rededor . En aquel
pudieran verla. El corazón se le hizo un puño. Dos momento creyó que perdía el conocimiento, mient ras
hombres vest idos de todos hablaban
t raje negro permanecían de pie junto a Dominic, uno de el afablemente el ext raño hombre levantó ferozmente la
los, de una al tura vi sta hacia el la y
descomunal parecía de fuera, remarcaba la «erre» con clavó sus ojos en el la como si supiera desde un
fuerza, como lo principio que estaba al l í .
hacía Natacha. Pensó en Alexi s. ¡Cuánto necesi taba El la reculó de cucl i l las y se mantuvo expectante.
en aquel momento su ¿Cómo era posible? El
consejo! El hombre ext ranjero tenía una al tura poco hombre se mantenía inmóvi l apoyado sut i lmente en el
habi tual , fuerte, de bastón que más que
pelo cano y facciones muy agresivas y mentón ancho, una ayuda era un detal le ornamental para su egocent
a su lado había ot ro ri smo, tenía una
hombre que parecía más joven que él , permanecía complexión at lét ica, incluso más que lo más jóvenes y
inmóvi l con las manos aún así , seguía con
en los bol si l los del pantalón, el pelo rizado y una la vi sta en al to y el ceño fruncido sin deci r una sola
sonri sa hipócri ta que le palabra.
recordaba a Carlo horriblemente. Samara se movió en —Me ha vi sto... —pensó—. ¿Cómo es posible? Dios mío...
si lencio hacia la Elevó el bastón y profi rio un golpe sordo cont ra la
derecha para consegui r ver a un tercer hombre de tarima de madera, en
unos t reinta años de ese momento un Doberman descomunal ent ró en el
complexión más delgada que el resto apoyado en la salón y se sentó a su
pared peleándose por derecha.
encender un fino cigarro, l levaba un t raje color gri s —Argas —oyó deci r al ext ranjero—. T u perro t iene
perla y tenía el pelo más años que tú, no
algo largo y engominado que le daba un ai re gol fo y te servi rá de mucho si t iene que defenderte —rió.
achi spado, su cami sa
—¡Estupideces! —musi tó con arrogancia—. Darko es Así comenzó una conversación de la cual no tardó en
más val ido que perderse. Dudaba
todos esos guardaespaldas que te custodian las pelotas. que hacer , esperaba nerviosa a que Dominic la l
Dominic le di jo algo que no l legó a escuchar , estaba lamara. Durante unos
más apartado y minutos pensó que el demonio del bastón le di ría a
apenas podía verlo, calculó que lo tenía justo debajo y Dominic que su esclava
apenas podía verle torpe espiaba desde las escaleras pero incluso parecía
más que el brazo cuando gest iculaba. El hombre del que di sfrutara con el
perro, Argas, meneó la miedo que reflejaban sus ojos. Mient ras charlaban
cabeza negat ivamente con el mi smo gesto de mal genio y pensó en mi l cosas
farful ló algo. totalmente ridículas, en que el perro la ol iera y subiera
—Dios mío, ayúdame a pasar esta noche... —susurró. descubriéndola, en
—¡Romano! —di jo Argas—. V amos, muchacho ¿A qué que se le quemara la comida del horno y entonces el
esperas? Ese demonio del bastón la
maravi l loso vino que guardas recelosamente en tu echaría al perro para que la devorara, en sal i r
pequeña bodega y que corriendo de al l í ,
tanto me gusta, debería ser servido por ese tesoro del incorporarse y deci r: V ale, estoy acojonada, con esto
que tanto hablan las no puedo me rindo.
malas lenguas... —se rió mezquinamente. Ninguna era buena idea, de ninguna saldría bien
El joven rubio que la recordaba a Carlo meneó la cabeza parada. Se rió por lo bajo
con aprobación. y con eso dejó constancia de que ya se había vuel to loca
—Siempre con tanta pri sa —musi tó él—. Pasad a la totalmente, porque
mesa. T enemos si era capaz de reí r en aquel la si tuación es que
mucho de qué hablar. había perdido la cabeza.
—Los cuat ro j inetes de la Apocal ipsi s —pensó Pero oyó la voz de Dominic y volvió a la real idad y el
Samara—, y ese Argas, terror se apoderó
el mi smo demonio. una vez más de el la. Su nombre, Samara, era el momento.
Oyó el golpe brusco del bastón justo cuando se di —Camina siempre —recordó sus úl t imas palabras en
sponía a caminar , el el despacho—. No
perro se incorporó y lo siguió y cuando el hombre se es necesario que bajes de cabeza, sé digna, sé tú.
sentó este se colocó Sabrás cuando debes
nuevamente a su derecha. incl inarte, saldrá de dent ro de t i post rarte. No te
—Mi s negocios —musi tó el hombre moreno con pinta sientas inferior , imagínate
chulesca—, han que eres una piedra preciosa que debe ser admi rada y
tenido beneficios este úl t imo semest re, pero la cosa sonríe como tal ...
esta mal , la cri si s se Se incorporó y cerró los ojos unos segundos. En el
nota hasta en los bienes de lujo. No debiera, mi s momento que pusiera
propiedades pierden valor.
el pie en el primer escalón todos la verían. Unas la cabeza incl inada hacia delante. Supl icó que alguno
inmensas ganas de l lorar de el los di jera algo,
se apoderaron de el la, respi ró profundamente y Dominic ni siquiera se había movido, incluso creyó si
comenzó a bajar las quiera haberlo vi sto
escaleras. pestañear . Pensó, que l legado ese punto donde se
10. LA GRAN NOCHE encont raba totalmente
Y ahí estabas tú… desnuda e indefensa, qué más daba todo. Debía
*** intentarlo, demost rar de
Un si lencio demoledor emergió en mi tad del salón, a algún modo que el la podía con esa prueba aunque ni
su paso, tan solo siquiera supiera las
los cruj idos de la madera bajo sus pies descalzos. Sus decl inaciones de aquel los t ipos, lo que pretendía
manos estaban Dominic de el la o incluso
heladas, rozaba con las yemas de los dedos su piel y lo que simplemente esperaba de el la sin más.
sent ía la gél ida —¡Qué bel la Mat rioska! —el hombre descomunal se
sensación, los nervios en el estómago, los ojos de los incl inó hacia
hombres clavados en delante y la observó minuciosamente.
cada cent ímet ro de el la. Por un momento creyó —No hables si no te preguntan, compórtate como una
desvanecerse, sus pasos verdadera esclava
acompasados se hicieron cada vez más sonoros. Y a —pensaba para sí—. Es más, lo has leído infinidad de
estaba a los pies de la veces, incluso
escalera, justo en la parte inferior , el úl t imo peldaño, Alexi s te enseñó ciertos detal les que desconocías,
el suelo frío del recuerda a Natacha, sus
salón. Creyó oí r una melodía más al lá de las paredes de la formas, su humi ldad que a la vez la hacen segura, por
casa, más al lá de qué no se siente
su cabeza. avergonzada de ser lo que es.
—Roxenne —pensó—, si al menos tú estuvieras aquí ... —Levanta la cabeza Mat rioska —elevó la mano por
Carlo... debajo de su
Gi ró y quedó frente a el los. El horrible si lencio que mentón y la hizo mi rarlo—. Del iciosamente tensa, del
se cernía sobre sus iciosamente nerviosa
cabezas resul taba incómodo. Dominic permanecía algo y avergonzada ¿Me equivoco? —la sonrió.
más apartado del —No Señor —di jo.
grupo, un grupo que se l imi taba a observarla de arriba Dominic se mantenía a un lado del salón, con una
abajo como en su copa de vino dando
vida lo habían hecho. Colocados casi formando una pequeños sorbos apoyado en la pared.
semi ci rcunferencia —¿Y eso? —volvió a preguntar.
perfecta quedó plantada en mi tad de los cuat ro y se —Simplemente humi lde —musi tó.
post ró de rodi l las con Se dibujó una sonri sa bonachona en el hombre ruso y
la sol tó la cara,
el la volvió a bajarla. —¡Pampl inas! —Argas elevó el bastón y lo apoyó en
—Incorpórate —el tono cavernoso de Argas emergió de su barbi l la
la nada y levantando su cara y haciéndola mi rar hacia él—. Abre la
avanzó dos pasos al frente aferrado a su bastón— y mí boca...
rame. ¿Qué estaban haciendo? Parecía como si se di
Se levantó con torpeza, realmente eran más al tos de spusieran a comprar un
lo que pensaba. cabal lo y buscaran el menor defecto para rechazarlo,
Si tuada frente a el los a penas les l legaba por la Dominic aún no se
nariz, bajó los brazos y se había pronunciado y las pocas veces que le di rigía una mi
quedó plantada nuevamente frente a el los mient ras los rada eran simples
dos hombres más y sin ningún t ipo de gesto que pudieran deci rla algo.
jóvenes anal izaban hasta el más mínimo detal le de su Lo vio acercarse a la
cuerpo. Era horrible, mesa y picar algo haciendo caso omi so a lo que hacia
¿Qué mujer por muy segura de sí mi sma es capaz el resto, la mi ró y se
de soportar aquel lo? Sus lanzó a la boca lo que parecía una almendra y se
manos, el hombre más joven y rizoso alargó el brazo y la apoyó en el canto sin
tomó la palma de sol tar su copa. El hombre engominado se aproximó a
la mano con suma del icadeza, repasó su brazo, sus dedos, él y le acompañó.
se acercó a el la y Parecían hablar ent re el los con murmul los impercept
pasó por det rás haciendo lo mi smo con el ot ro brazo ibles mient ras los
y dejándola con el los ot ros t res seguían su anál i si s exhaust ivo con suma
en cruz mient ras acariciaba su espalda como si buscara un atención.
defecto, como si —Mat rioska —musi tó el ruso—. T u Señor nos ha
fuera a comprar una joya y no estuviera seguro que dado plena l ibertad
fuera real o una copia. para ordenarte lo que deseemos. ¿T ienes algo que
La apartó el pelo hacia delante y sint ió sus fríos objetar al respecto?
dedos por debajo de su ¿Algo que debamos saber?
espalda, las nalgas. Una leve palmadi ta le provocó una —No Señor —musi tó—. Si él lo ha dicho no tengo
suave ri sa, casi nada que añadi r . Así
dulce y aniñada y volvió a colocarse frente a el la. será.
—Algún día tu bel leza desaparecerá —tenía unos ojos —Dicen que t ienes carácter —Argas arrugo su cara y
bri l lantes y una ladeó la boca con
sonri sa del icada y afeminada—. Ese es el gran i ronía—. que eres terca y orgul losa, no hay nada más
momento para una esclava, exqui si to que una
cuando no se posee la bel leza de la juventud y tus vi mujer así para enseñarla donde está el l ími te de su l
rtudes deben ser más ibertad.
intensas... Observó que tenía un pequeño colgante dorado que se
balanceaba en su
cuel lo bajo la cami sa ent reabierta, sus canas pasó la mano por la cabeza. No fue nada, incluso podría
resplandecían sobre la deci rse que en ot ro
lámpara del salón. No era un hombre feo pero si mayor y momento hubiera sido frust rante pero en aquel instante
algo ajado por los agradeció con toda
años. Frunció el ent recejo y la sonrió con despot i smo. su alma aquel pequeño detal le del desconocido. Lo
—Bien, tengo un hambre voraz. Así que si rve la cena mi ró, si , era cierto que
que nos t ienes le recordaba a Carlo, volvió por segunda vez a echarlo
preparada con rapidez y elegancia, luego da de cenar de menos y le
a Darko —al oí r su ent raron de nuevo las ganas de l lorar.
nombre el perro levantó las orejas y gimió—, puedes —¿Cómo está Antón? —di jo el ruso—. T engo
incluso acompañarlo entendido que se medio
para que el animal no se sienta solo... en la al jubi ló.
fombra. Y no le toques, no le —Ivanov , Antón es imposible que se jubi le, se mori ría
gustan los desconocidos. en dos días —
Mi ró al perro y suspi ró en si lencio. Asint ió con la di jo Dominic.
cabeza y se di rigió a No era necesario que hicieran nada para hacerla sent i
la cocina mient ras los demás se iban sentando en sus r pequeña, por
si l las momentos la daban ganas de gri tar «Estoy aquí»
correspondientes. Con sumo cuidado si rvió el del icioso «¿Acaso no me vei s?».
consomé que había Rozó con los dedos l igeramente la pierna de Dominic
preparado, no era una buena cocinera pero por suerte justo por debajo del
tenía una cant idad pantalón, así podía tocar la piel y acariciarle sin que
mínima de platos que su madre le había enseñado a nadie se percatara.
preparar y elaboraba Este pegó un l igero bote y la di rigió una mi rada
con perfección. feroz. Se rió hacia sus
Mient ras los hombres cenaban y hablaban de negocios adent ros, pensó que no podría deci rla nada, no
preparó un par de cuando el resto charlaba sin
platos para aquel endemoniado chucho que no hacía darse cuenta que la sumi si ta mantenía su postura sin
más que segui rla con moverse como habían
la mi rada. Dominic estaba sentado en la cabecera de ordenado.
la mesa rectangular , —¿Qué harás? —pensó para sí con humor —No
se colocó de rodi l las junto a él y volvió a percatarse puedes reñi rme, te
que ni siquiera la dejaría en evidencia y todos se enterarían que soy una
prestó atención cuando hizo aquel lo, sin embargo, el desobediente.
hombre que la había V olvió a sonreí s con di simulo. Desl izó los dedos por
cogido la mano, el joven de mi rada más dulce y sonri encima de su
sa algo afeminada, le tobi l lo hacia arriba y l legó casi a la rodi l la, luego cambió
de idea, Dominic
estaba en la cabecera, el tal Ivanov en uno de los lados a —Mat rioska —la voz de Ivanov les hizo pegar un bote a
su izquierda y más ambos—. ¿Qué
próximo a el la, en el lado derecho, el chico de mi tenemos de post re?
rada dulce aún así , la Bajó con rapidez la mano y levantó levemente la cabeza.
mesa no le permi t ía ver lo que hacía con las manos, —Fresas con nata nueces y caramelo, Señor —di jo—.
como mucho donde Es nata casera, y
mi raba o si movía la cabeza y con respecto a Argas, el caramelo también lo he preparado con una receta fami l
estaba demasiado iar.
alejado como para preocuparse de el la. El muchacho de mi rada más dulce y más cercano a el la la
—T engo que fi rmar el cont rato después del post re que pasó de nuevo
me has preparado la mano por la cabeza. Ot ra vez vio a Carlo reflejado
—di jo Argas—. Aprovecharé para preguntarte varias en sus ojos y una
dudas con respecto a mezcla de la dulzura de Alexi s en su sonri sa.
unas clausuras jurídicas que me anotaste al final . —Recoge pues boni ta —di jo—. Seguro que nos encantará.
—Sin problema —Dominic se movió incomodo. Se di sponía a incorporarse cuando Dominic la mi ró
Ahora era el momento, desl izó la mano por debajo del desafiantemente. El
mantel y le rozó gesto que puso predecía una catást rofe futura.
la ent repierna. Iba a matarla, pero que bien se sent ía —No, princesa —negó—. Dado que aún sigues torpe
una cuando podía para actuar como
provocarlo de aquel la manera sin darle opción a una verdadera esclava, recoge la mesa y si rve el post
reprochárselo. re sin incorporarte, a
—Así dejamos l i sto los avales y todos los documentos cuat ro, te elevas, y de rodi l las. Seguro que tardas un
que tenía poqui to más, pero
pendiente. estoy convencido que mi s invi tados no t ienen mucha pri
—Perfecto —contestó Dominic mi rándola de refi lón y l sa...
impiándose la —Maravi l loso —musi tó Ivanov—. Darío —confi rio mi
boca con la servi l leta. rando al chico de
Se movió ansiosa al notar que su sexo empezaba a mi rada dulce—, seguro que tu hambre es compensada.
despertar a su —Seguro que sí ...
contacto. Lo mi ró con mal icia de soslayo y luego se Y al l í estaba el la, maldiciendo ent re dientes, con la
balanceó suavemente cara como un
para acomodar sus doloridas rodi l las en la al fombra. pimiento, intentando mantener el equi l ibrio con los
Poco a poco y sin platos en las manos.
perder de vi sta a ninguno de los dos hombres más cercanos Llegaba a la mesa y luego avanzaba con las rodi l las
fue acariciando hasta la cocina, t ras
su ent repierna por encima del pantalón, para su esto, volvía a gatas para repet i r la operación una vez
desgracia su erección era más. Humi l lante,
di rectamente proporcional a su exci tación.
realmente en el t iempo que l levaba con Dominic chiqui l la. —Esto me sube el colesterol . Creo que voy
había pasado mi l a prescindi r de esta
momentos desquiciantes, quizá el hecho de estar exqui si tez.
siempre con los mi smos —Entonces es buen momento para hablar de lo nuest
había tapado lo que realmente podía sent i r una mujer ro. —Dominic se
en su si tuación. La levantó de la mesa—. Acompáñame.
vez que volvió de la cocina le vio sonreí r con mal icia, —Perfecto —di jo al t iempo que le seguía y cerraban
acomodándose en su la puerta del
si l la como un rey poderoso. Qué tontería, aquel lo se despacho.
había convert ido en ***
una guerra part icular del más fuerte, por mucho que —Nyotaimori —la voz casi desconocida del hombre
Dominic la hubiera más alejado
avi sado de que no debía verlo así , no se equivocaba. provocó en Samara un escalofrío por todo el cuerpo.
Si , no podía negarlo, —Dante... —di jo Darío con gesto de humor.
mient ras recogía cada uno de los platos y colocaba las —V en, Samara —est i ró la mano y esperó a que el la
preciosas copas se acercará a él—.
decoradas con fresas cortadas en láminas finas, Voy a expl icarte en qué consi ste la técnica del Nyotaimori .
pensaba que el la lo había Dante, su nombre por primera vez. Est i ró el brazo hacia el
pedido. Si pasaba por aquel lo era única y exclusivamente la y la levantó
culpa suya. sentándola sobre la mesa, quedó con las piernas algo
Darko, el perro de Argas, que no se había movido del separadas y el hombre
lado de su dueño ent re el las.
más que para comer , la mi raba i r y veni r . Pensó —¿Sabes lo que es el Nyotaimori? ¿Has oído hablar de él
para sí que hasta el perro alguna vez?
tenía más privi legios que el la. Deposi tó todas las Meneó la cabeza negat ivamente y se sint ió algo
copas con cuidado descolocada. El hombre
decoradas con una boni ta forma de nata modelada con tenía el pelo oscuro, sus facciones eran más angulosas
t roci tos de nueves y que las de Dominic
unas hebras del icadamente dibujadas sobre todo el lo. pero poseía unas mej i l las muy elevadas haciéndole
Darío, que parecía el hermoso, se dio cuenta
más agradable de todos saboreó gustoso el post re y de que l levaba un pequeño pendiente con un diminuto
asint ió con la cabeza. bri l lante en una de
Argas observaba la copa con gesto ceñudo como si en su sus orejas. La mi ró fi jamente y levantó una ceja.
vida hubiera vi sto —Es una costumbre japonesa. Comer en el cuerpo de
tal rimbombancia. una mujer . Se
—Santa Madonna —musi tó—, qué cosa más ext suele ent renar durante muchas horas para no moverse,
ravagante pone esta es un error
imperdonable hacerlo, pues el sushi , en su caso, que Asint ió con la cabeza y notó escurri rse la nata un poco más
mant iene casi la hacia abajo.
mi sma temperatura que el cuerpo podría est ropearse. —¿Li sta?
Darío sol tó un suspi ro y comenzó a reí r. Estaba aterrada, le quemaba el pezón por el pel l izco
—Aparta las cosas de la mesa y túmbate. tan brutal y meneó
Obedeció algo lenta, pues estaba totalmente la cabeza con lent i tud por miedo a derramar el resto del
descolocada. Dante se post re.
levantó con su ai re prepotente y deposi tó sobre su sexo —Bien... Darío, juega —di jo Dante.
toda la copa. El frio Darío apartó su copa de la mesa y pasó el dedo por
la hizo pegar un leve gemido y se movió nerviosa. el cent ro de su sexo.
—No... —musi tó pel l izcando su pezón con una fuerza Notó como se desl izaba suavemente y con faci l idad
horrible—. Eso por sus labios y sint ió
no, t ienes que estar muy quieta, lo único que puedes como la rozaba con dest reza hasta alcanzar después
mover en tu pecho y un pedazo de fresa. Se
eso porque no te queda más remedio que respi rar. lo l levó a la boca y lo saboreó con humor. Ivanov optó por
Empezaba a sent i r como la nata escurría por sus pasar la pequeña
labios. Las pequeñas cuchari l la por encima del monte, alcanzó una lámina
láminas de fruta se esparcían por su monte y alguna de fruta y luego para
se había quedado su sorpresa int rodujo suavemente la cuchari ta un poco
encajada en su ingle. Ivanov sol tó una est repi tosa en su sexo hasta
carcajada y se balanceó empaparla con la nata y se la l levó a la boca. En ese
en la si l la, el la sólo pudo ladear la cara y cerrar los ojos momento Samara no
por la vergüenza y pudo contener un leve movimiento y ot ra vez se vio
su imposibi l idad a quedarse totalmente quieta. torturada por los dedos
—V eras Samara, es muy importante que ent iendas de Dante que la apretaron cruelmente el pecho. Aquel
que no debes hombre di sfrutaba
moverte, en Japón se cast iga con mucha severidad haciéndola daño, ni siquiera se cent ró en comer de el
que una mujer no sea la, se mantenía cerca
capaz de educar su cuerpo y su mente para este t ipo de su cabeza y observaba sus gestos vorazmente,
de placeres. Ahora es como si esperara ansioso
más extendido en los paí ses europeos, no exi ste la un fal lo para cast igarla. Nuevamente los dedos de
esencia de la di scipl ina Darío se abrieron paso
Nyotaimori , pero yo l levo muchos años fuera, veremos por el cent ro de su sexo, la separó con cuidado un
si tu eres capaz de poco más las piernas y
hacer lo que te estoy pidiendo. Ni un leve gemido, ni los met ió con suavidad hasta rozar ese punto que le
un suspi ro ni hacía enloquecer .
movimiento... ¿Comprendes? Samara comenzó a respi rar nerviosa, intentó cent rar la
imagen en el
horrible Doberman que permanecía tumbado en la al ano y se movió de nuevo haciendo que Dante la
fombra para al iviar su torturara nuevamente y
exci tación de alguna forma pero era imposible, aquel esta vez con mayor saña los pezones. Ivanov sol tó
muchacho sabía muy una carcajada y se
bien lo que hacía, sacó los dedos y se los l levó a la cambió de si l la para estar det rás de el la. La cuchari l
boca para dejar pasó a la está vez fue más
Ivanov que ya jugueteaba con varias piezas de fresa prudente, pero notó que a la vez sus dedos se met ían dent
que se habían ro y arrast raban la
escurrido por la cara interna de sus nalgas hacia el horrible fruta hasta sus ent rañas para luego sacarla y
culo. Sint ió el metal de empaparla en la nata
la cuchari ta rozar su ano, subi r lentamente hacia con maest ría. Se preguntó ansiosa y desesperada por
arriba y recoger las qué no aparecía
láminas que quedaban encajadas en su sexo. Dominic e interrumpía aquel la tortura. Era imposible
Nuevamente se movió al permanecer quieta,
sent i r el metal dent ro y ot ra vez Dante apretó su cuanto más notaba la lengua de Darío, cuanto más
pezón con violencia hasta sent ía la cuchari ta
que la hizo gri tar. moverse en torno a su sexo, más ganas de moverse y
—Shh... —la susurró con el dedo en los labios. arquearse la ent raban.
—Mi copa —musi tó Darío. Ot ra vez el horrible pinchado que acompañaba a sus
La hizo levantarse y la colocó a cuat ro patas en la pel l izcos la hizo
mesa. Le separó las gri tar , Dante mantenía l igeramente la boca ent re
piernas tanto que le dol ían las ingles, luego volcó su abierta y se pasaba la
contenido sobre el lengua por los labios di sfrutando cada gemido de dolor
culo y fue escurriendo por la raj i ta hasta la mesa. Las que profería su
fresas se garganta.
amontonaban ent re su espalda y él lamía sus nalgas —¡Por Dios....no...! —intentó deci r.
pero la nata a medida En ese momento Dante la besó con violencia y la pel l
que pasaba el t iempo impregnaba cada cent ímet ro de izco con tanta
su sexo. Estaba a tan fuerza que creyó romper a l lorar de dolor pero a su
solo dos cent ímet ros de Dante, mi rándole de frente y vez uno de el los lamía
no sabía muy bien el resto de la nata con tanta sut i leza que aquel lo se
que haría det rás Darío. Pero Dante alargó sus dedos y convert ía en una orgía
colocó sus índices y de sensaciones dolorosas, placenteras, vergonzosas y
pulgares al rededor de sus pechos. despiadadas.
—Recuerda, se obediente...No te muevas... Se apartó de el la y la rodeó el cuel lo con una de
¡Horror! La lengua de Darío recorrió su sexo desde el sus manos. La ot ra se
cl í tori s hasta su mantenía sujeta a uno de sus pezones y se
acomodaba a su vez en la si l la
con regodeo. La úl t ima copa fue una tortura, ya no cascarrabias y parecía un hombre que como Antón se
soportaba el juego y era mantenía al margen
cada vez más di fíci l no moverse, así que Dante la de ciertos ent retenimientos pero ¿Y Darío? Lo había
profi rió varios pel l izcos estado observando
que acabaron por hacerla l lorar desconsoladamente. durante los minutos que pasó de rodi l las junto al sofá
Cuando terminaron su y el hombre no
post re los pezones la lat ían como si tuviera dos t rasmi t ía esa sensación de prepotencia y egocent ri
inmensos corazones en smo que el resto. Quizá
cada uno. Ivanov la ordenó i r al baño y l impiarse, y cuando eran perfi les muy di st intos, era normal , en Quimera
regresó recogió también exi st ían.
la mesa y esperó de nuevo hasta que Dominic y Argas Dante di sfrutaba con el dolor , era claro, solo había
aparecieron por el que ver la expresión de
lateral del salón haciendo que el perro sal tará de su cara cuando la apretaba con saña sus doloridos pezones.
alegría al ver a su dueño. Ivanov encajaba
Los demás se habían servido unos pequeños vasi tos de l más con el dominante elegante y sibari ta que podía
icor de la camarera asemejarse al est i lo de
auxi l iar y se mantenían charlando animadamente como Roberto pero Darío, el más joven de todos no era
si nada hubiera capaz de clasi ficarlo, la
pasado en el salón. acarició la cabeza con cariño varias veces y luego había
—¿Todo bien? —di jo Dominic—. Veo que os gustó el post jugado con el la sin
re. hacerla daño.
—No lo dudes —confi rió Dante y se rió sardónicamente. Dominic seguía absorto en sus pensamientos
Juegos… estaba segura de que no era lo único que balanceando su copa de
tenía preparado para vino, con las piernas separadas y algo taci turno. ¿Qué
el la. No t ratándose de Dominic, esos hombres eran t pasaba por su
ranqui los, no estaban mente? Se movió di scretamente hacia la derecha para
ahí para torturarla ni ponerla a prueba, solo era una rozar su pierna. «Sí ,
cena de negocios, estoy aquí . Acuérdate que te quiero y por mucho que
donde el tener a una mujer sumi sa di spuesta a recibi te provoque estoy
r cualquier orden era muerta de miedo.»
normal para el los, igual sus casas tenían pequeñas Le golpeó el recuerdo de aquel las palabras que
mazmorras para sus Dominic había dicho
innumerables esclavas, quizá no concebían una vida más al cuando le pidió sent i r el abandono del que hablaba
lá de las puertas Alexi s: «Recuerda
de sus hogares sin ese pequeño complemento decorat siempre que te amo». ¿Acaso lo podría olvidar? Era
ivo. Dante e Ivanov demasiado pronto
encajaban a la perfección con ese perfi l de hombre, aquel la noche, la cena se había adelantado y el reloj ni
Argas era más siquiera marcaba las
once, Argas levantó el bastón apartándola de l leno de Argas se gi ró repent inamente como si de un demonio
sus pensamientos y se t ratara y sus
le apunto a la cara di rectamente. ojos bri l laron con una intensidad casi diaból ica. Alargó
—Bueno, muchacha —di jo— , aunque estás realmente la mano y tomó
encantadora al una copa de cri stal .
lado de mi perro creo que empiezo a tener cierta —Entonces, sáciate —le di jo ent regándosela a Samara.
curiosidad por conocer —Señor, no ent iendo—di jo el la al t iempo que cogía el cri
ese carácter del que haces gala. stal .
Se levantó del sofá con rapidez. Ese hombre pasaba —T ienes sed de conocimientos, quieres conocer el l
de los cincuenta y ími te de la
aún así tenía un fí sico envidiable, su rost ro estaba humi l lación, pues sáciate —se rió y una inmensa
surcado de finas arrugas dentadura marfi l se
por los años pero eso le conferían un at ract ivo dibujo en su rost ro—. Llénala y bebe.
maduro y elegante, en Dominic sonrió negando con la cabeza. El rubor
cambio cuando se qui tó la chaqueta del t raje observó emergió en su cara y
que tenía una espalda empezó a sent i r el rabioso calor de la desesperación.
casi de la mi sma anchura que Dominic y sus brazos eran ¿Acaso pretendía
joviales, quizá por que...? ¡Dios mío, era horrible!
el ejercicio o por una vida moderada, una complexión —Y o se lo pondré más fáci l , si me permi t í s —
at lét ica de un Dante se recl inó en el
hombre que se cuida y que había sido muy hermoso sofá y t i ró de su muñeca arrast rándola y colocándola
en su juventud. Su ent re sus piernas—.
mano derecha portaba en uno de sus dedos un sel lo Hoy no t ienes un Señor , t ienes cinco. Ardua tarea,
de inmensas debes complacernos a
proporciones con una especie de detal le encat rado en todos, uno a uno, con nuest ras decl inaciones y vicios.
el metal formando La primera orden es
una est rel la. clara, sáciate...
—No dudes, Argas —oyó deci r a Dominic—. T enéi s Se sol tó los botones de su pantalón y l iberó su
plena l ibertad para inmenso miembro. Este
lo que est iméi s oportuno. El la lo ha pedido. bri l ló ferozmente bajo la tenue luz. La tomó la mano y
—¿La Mat rioska lo ha pedido? —preguntó Ivanov con la hizo rodearle el
humor. sexo con la mano. Empujó su cabeza y Samara abrió
Dominic se incorporó y la empujó con el pie hacia el la boca clavándose
cent ro del salón, bruscamente cont ra él . Dante la movía a su antojo
dejándola de rodi l las en medio de los dos módulos de haciendo que se t ragara
sofás. cada cent ímet ro de su inmenso miembro, incluso l legó
—Sí . más de una vez a
sent i r arcadas cuando la empujaba la cabeza con momento como un desequi l ibrado. Al terminar , movió
tanta crueldad. Notaba la cabeza hacia el
como el resto mi raban ent retenidos la escena, sofá y la señalo a Ivanov
Dominic a veces parecía —Y ahora sigue con la ruta... T ienes mucho t rabajo y
perder el interés y hablaba con Argas, mient ras el la seguro que mucha
se esforzaba en no sed...
perder la concent ración, Dante cont inuaba mient ras Repi t ió el proceso uno a uno. Argas se reía cuando
asfixiándola con la copa se l lenaba
movimientos cada vez más violentos. Entonces supo más de lo normal y el la ponía una expresión de repul
que quería deci r sión y agonía. Bebió
Argas, lo supo en el mi smo momento en el que el semen de todos y cada uno de el los hasta que l
Dante la apartó legó a Dominic sin
violentamente y cogiendo su mano at rajo la copa a la embargo la paró cuando se di sponía a bajar su
punta de su sexo y bragueta y arrast rándola
descargó su contenido en el la. Lo había pensado, le por un brazo la met ió en el baño y la l leno la boca
resul taba algo cruel de pasta de dientes. Fue
pero era cierto. El l íquido lechoso l leno a penas dos cent vergonzoso sent i r sus dedos ent rando dent ro y
ímet ros la copa, la lavándola los restos de lo
hizo chupar los restos y la empujó nuevamente al cent ro. que había bebido. Intentó hablar y deci rle algo pero era
—Cuidado no derrames el contenido —musi tó—. Bebe. imposible.
—Por Dios... —¿No pretenderás apenas tocarme después de esto?
—Bebe —fi jó sus ojos en el la y su orden fue lenta y seca—. —Mmm —musi tó—. Dominic, por favor... yo...
Vamos... Le resul taba imposible hablar , cada vez que intentaba deci
Samara apretó los labios y mi ró a Dominic, la mi raba rle algo, met ía
con los ojos muy más adent ro los dedos y la pasta la picaba la campani
abiertos y creyó ver una mueca de i ronía casi impercept l la. La empujó la
ible. cabeza al cent ro del fregadero y le dio un cepi l lo.
—No puedes hacerme esto... —pensó mient ras le mi Samara se cepi l ló los
raba supl icando dientes nerviosa y aceleradamente bajo su atenta mi rada.
compasión—. No lo permi tas... no me hagas esto... —Sigue —la ordenó—, y esmérate... Rapidi to.
—Dominic... —susurró last imosamente. Cuando terminó volvió a l levarla al salón y ot ra vez
Dante se levantó del sofá y se colocó frente a el la. la colocó en el
—No me hagas repet i rlo una vez más. Bebe. cent ro de todos y se sentó. Ivanov estaba de pie y
Se acucl i l ló frente a el la y esperó a que ejecutara su sostenía en las manos
orden. Mient ras una cuerda. Se acercó a el la y le ató las muñecas a
Samara bebía aquel l íquido infernal la mi raba con la espalda, luego la
sorna di sfrutando el empujó con suavidad hacia adelante hasta que su cara
quedó apoyada en la
al fombra y el culo levantado. Ni siquiera buscó a Dominic. Solo le dio t iempo a
—Una esclava pasa por di ferentes fases a lo largo de observar al joven
su adiest ramiento. Darío a su izquierda si tuado con la mi sma expresión
Uno cont rolar su rabia cuando se siente humi l lada, de dulzura de
obedece las órdenes, siempre. Durante minutos la azotó con tanta intensidad
sean las que sean. Como has hecho tú hace un que creyó que
momento. Aguantando tu jamás se borrarían las marcas de las hi leras
asco, tu odio, eso se refleja en los ojos de una mujer sonrosadas que empezaban a
por mucho que dibujarse en sus piernas. Cuando el enorme ruso creyó
di simule su tormento —se alejó de el la y tomó algo conveniente cesó su
que Darío le ent rego cast igo y se si tuó frente a el la.
—. Ot ra el dolor, pero no el leve dolor de un cast igo, a —Injusto, pero cuando perteneces a alguien tu dolor
veces una esclava es depende de sus
cast igada por mero placer, por mero capricho del que si caprichos —la pasó la mano por la mej i l la con cariño
rve. y la sonrió—. No
La golpeó la cara interna de las piernas con lo que parecía l lores... Mat rioska... —di jo con amor—. Lo mejor de
una vara y eso todo esto es el cariño
la hizo gri tar de dolor . Estaba acostumbrada a que los que recibes por tu aguante y sacri ficio. Algún día
golpes que Dominic desearás ser cast igada
la profería siempre fueran en el culo y aquel lat igazo solo por esa recompensa.
la pi l ló desprevenida Con los ojos l lenos de lágrimas recordó lo que le di jo Alexi
y fue asestado en una zona demasiado sensible para el la. s, las mi smas
—Ahí ... —di jo—, en esa fina piel casi inmaculada... palabras que sentados en el jardín de Quimera, él intentaba
Ent re la parte expl icarle.
interna de tus rodi l las y el culo... ¿Duele, verdad? En ese momento y l legado a ese punto ya no le importaba
—¡Sí ! —gimió angust iada. nada. Fuera lo
—Di scipl ina, Mat rioska, debes deci r «Gracias Señor». que fuere lo que querían de el la, le daba igual . Sint ió un
Ot ro golpe brutal la hizo l lorar . Un hi lo de voz sal ió inmenso dolor por
de sus labios y la lejanía de Dominic, ese abandono al que la estaba
repi t ió sus palabras ent re balbuceos. A medida que la exponiendo, sin
azotaba con aquel la pronunciarse, solo observando lo que hacían sin deci r
fuerza tan descomunal como su al tura, el sudor o hacer nada.
comenzó a caerle por la Entonces sint ió rabia, eran sent imientos cont radictorios,
frente y l loró con más intensidad. agotamiento,
—¡Gracias Señor! —se sent ía mal , muy mal . El dolor abandono y ahora rabia. Rabia por él , rabia por el
era insoportable y hecho de aguantar
no tenía intención de parar—. ¡Gracias Señor! aquel lo y por no saber aún como terminaría la noche.
—¿Compraste las acciones del Banco Cent ral al del agua cal iente.
final? —di jo entonces —Estate quieta Samara —le di jo—. Solo voy a lavarte
Dante a Dominic. un poco,
Eso era lo humi l lante, ni siquiera era el cent ro de intentaré no tocar las marcas de tus piernas...
atención de aquel los —¿Por qué eres agradable? —le di jo—. ¿Qué escondes tú?
individuos. Estaba en mi tad del salón con las piernas Darío se rió y empapó una esponja con un poco de
hi rviendo en una jabón, luego la
orgía dolorosa y aquel los seres sin sent imientos humedeció con cuidado y se la pasó por el sexo
comenzaban una suavemente.
conversación que nada tenía que ver con el la, como si —No escondo nada niña...
en ese momento no —¿Tienes esclavas? —Samara lo mi raba curiosa y
fuera importante o lo suficientemente ent retenida para el acelerada—. Dime...
los. Elevó un poco —Hablas mucho y preguntas demasiado.
la cabeza y mi ró a Darío. El hombre se mantenía El calor del agua la hizo pegar un l igero bote. Darío
concent rado en su rost ro era del icado en su
y no había dicho ni una sola palabra en varias horas. tarea, pasaba la esponja por el la con cuidado y luego la
Mient ras el resto se sumergía en el agua
enzarzaba en ot ra de sus conversaciones de negocios se que se iba acumulando bajo su sexo.
agachó hacia el la y —¿Qué vai s a hacer? —al no notar enfado alguno en
la levantó la cara. él siguió
—¿Te encuent ras bien? —la peguntó. bombardeándolo de preguntas—. Dime, por favor, te lo supl
—Necesi to i r al baño... ico.
Darío se incorporó y la levantó del suelo. —Samara —se incorporó y la levantó en el ai re
—Voy a l levarla al baño... sentándola sobre la
Ninguno puso ningún reparó y la acompañó al aseo. encimera de mármol del lavabo, se colocó ent re sus
Samara se sint ió piernas y la mi ró
bastante violenta cuando el hombre permaneció en el fi jamente—. No me tutees, aunque mi carácter no sea
umbral de la puerta y colérico o agresivo,
el la intentaba sentarse en la taza con la incomodidad no te confundas. Sabes bien que cada uno usa sus
de l levar los brazos a métodos. V ienes de
la espalda. Quimera, debieras dar por hecho las cosas.
—¿Vas a quedarte ahí? —preguntó. —Lo siento, Señor —susurró cabizbaja—. Necesi to
—No lo dudes. tanto consegui r
—Por Dios, esto es de locos... pasar esta noche, es algo tan personal ...Y me siento tan
Darío la sonrió apoyando su peso en el marco de la ridícula a veces.
puerta y cruzó los Darío era una mezcla de Carlo, Alexi s y su hermano.
brazos. Cuando terminó de orinar la hizo sentarse en el vide Sint ió cierta
y abrió el gri fo
empat ía hacia él cuando la acarició la cara con ternura y la sus piernas y no la daba opción a escapar del
sonrió. tormento al que la estaba
—Preciosa esclava —la mi raba como un padre mi ra a exponiendo.
su hi ja—. No —Señor, por favor...
exi ste nada en tus actos ridículo, no al menos para —T emer que te cedan y luego darte cuenta que te
nosot ros. Eres hermosa, encuent ras en una
provocas cuando puedes. ¿O crees que no he vi sto lo si tuación que si lo hiciera, te ent regara, di sfrutarías
que hacías a Dominic como una perra... ¿Me
en la mesa cenando? —la apartó el pelo de la cara y equivoco?
la besó en los labios A medida que hablaba se iba empapando más. Ahí
—. Esa frescura y esa osadía es lo más preciado que estaba él , Darío el
t ienes pero úsalo con poeta, quizá el mayor tormento que pudieran darle en
prudencia, si no de nada te valdrá... aquel momento.
Darío se río y volvió a mi rarla. Su mano acarició sus pechos Del icado y tenaz, diaból icamente exci tante. No iba a
y descendió dejarla que se
por su estómago con cierta del icadeza, cuando l legó a corriera, estaba totalmente segura que aquel hombre
sus labios y aún sin tan sólo la provocaba
apartar la vi sta de el la la int rodujo uno de sus dedos muy un placer indescript ible para luego apartarla de su lado.
despacio. —Podría... —di jo entonces.
—T e enciendes tan rápido... —se acercó a su cara y la —¿No ent iendo, Señor? —jadeó ansiosa.
besó en la mej i l la —Podría fol larte ahora mi smo... —gi ró el dedo y la
—. Es angust ioso mori r de deseo y no poder saciarte penet ró con ot ro
como antes en la mient ras hacía suaves cí rculos en su cl í tori s con el
mesa. ¿V erdad? —la susurró—. Estar empapada, pulgar— delante de tu
ansiosa cuando sientes la Señor , te sent i rías sucia... Eres demasiado cal iente e
lengua en tu coño y que no te den la posibi l idad de correrte. impul siva para no
¿No es así? ceder a los placeres que te dan, ¿verdad, Samara?
En aquel la postura, atada y sentada, con la cabeza A eso se había dedicado, a observar los detal les más
casi a punto de pequeños. Si no
golpear el espejo del baño apenas podía mover la paraba de tocarla de aquel la manera iba a explotar en
cadera, aquel hombre cualquier momento y
empezaba a mover los dedos con una maest ría que la sus mej i l las empezaban a adqui ri r un color casi rojo
estaban volviendo por el placer . Él lo
loca, sus susurros, el roce de sus labios en la oreja veía, mantenía su suave sonri sa y de vez en cuando
eran dolorosamente se apartaba de su oreja
exci tantes. Respi ró profundamente e intentó moverse para mi rarla di rectamente a los ojos.
en vano, estaba ent re —Por favor...
—Incluso ahora te sientes mal ... empapada por un cuenta de lo que realmente era Quimera para el la,
desconocido. echó de menos a todos y
Nerviosa por si Dominic ent ra en el baño y te encuent cada uno de los que formaban esa fami l ia, con sus
ra gozando ent re mi s defectos, sus vi rtudes,
manos... pero mí rate... no lo puedes remediar ... a tan solo ese apoyó casi t ransparente y necesario que la t rasmi
unos segundos de t ieron siempre que se
correrte... encont ró en una si tuación del icada y que ahora al l í
—¿Por qué me hace esto? —susurró a punto de estal lar. de rodi l las, no tenía.
Darío se rió, sacó los dedos de dent ro y se los chupó con Pensó en su hermano, si estuviera en aquel la habi
del icadeza. tación la abría susurrado
—Para que te des cuenta preciosa que a veces, lo al oído que todo iba a sal i r bien, Carlo la provocaría
más sut i l , es lo que con su ai re burlesco
más puede tocar la moral de una esclava... pero luego la guiñaría un ojo para que la serenidad
11. NADA ES LO QUE PARECE volviera a su cuerpo, y
Y no acabas de entenderlo… Roberto, con su ai re lust roso y su semblante sibari ta,
*** la sonrei ría o incluso
No era su semblante impertérri to, ni siquiera la sonri mandaría a Y el ina o Xiamara para que la pasaran el
sa dulce y pausada brazo por el hombro.
que la di rigió durante toda la noche, sus ojos azules Quizá Mateo la observara anonadado como siempre,
redondos le proferían preguntándose por
un aspecto casi angel ical , un hombre que t rasmi t ía qué una mujer como el la regalaba aquel don tan
calma o al menos eso preciado, su voluntad y
era lo qué pensó de él cuando lo vio. No, no tenía la Meredi t , su gran amiga y confidente... ¡Cómo echaba
mi sma mi rada de menos a todos en
provocadora de Carlo, ni tampoco la serenidad y la aquel momento!
pasión de su hermano, «Recuerda siempre que te amo». ¿Por qué di jo aquel
era algo di st into, algo que la desorientaba, quizá Darío lo? ¿Por qué la
aún no había rebotaban esas palabras en la cabeza de aquel modo
enseñado sus cartas y solo jugaba con la posibi l idad tan doloroso? Lo mi ró
de atormentarla de durante breves segundos, la forma de mover sus
forma sut i l , como él bien di jo en el baño. Cuando manos cuando hablaba, su
sal ió del aseo t ras sus gesto osado y pensat ivo al escuchar , sus rasgos
pasos fi rmes se volvió a sentar en el sofá mient ras el amenazantes que tanta
la volvía al lado de bel leza la proferían, su boca, perfecta y del icadamente
Dominic, él tenía una expresión de calma, inmerso en perfi lada, la nariz
una conversación de respingona que arrugaba cuando se enfadaba. Repul
balances, acciones y números. Por primera vez en todo sión por lo que había
ese t iempo, se dio
hecho, esa maldi ta copa que bebió l lena de su l pelo de la cara y la sonrió de una forma que se le
íquido, l lena de cerró el corazón y por
humi l lación. Ni siquiera en ese momento Dominic la momentos pensó que aquel músculo había dejado de lat i r.
mi ró de una forma —Princesa... —alargó la mano y la qui tó los dos
determinada, tan sólo observó lo que hacía sin deci r brazaletes que l levaba
una sola palabra o dar —. Ahora t ienes que i rte con el los.
a entender un gesto aunque fuera de asco. ¿T an —¡No! —le sal ió de la garganta como un mi si l . No podía
capaz era de cont rolar sus creer lo que la
emociones? ¿O quizá es que no había nada que cont estaba diciendo—. No... Dominic... No puedes hacer
rolar? Decidió dejar de eso... no puedes
pensar en todas esas cosas o se volvería loca antes dejarme sola con el los, fuera de aquí ...
de que terminara la —T e i rás con Dante y Darío. Ivanov y Argas están
noche. Una noche demasiado larga para el la, lo peor de alojados en un hotel ,
todo estaba aún por mañana madrugan y se van rápido pero ahora t ienes
l legar.... que i r con el los. Se
*** ocuparán de t i hasta mañana.
—¿La casa de los Cross sigue siendo tan acogedora? La aferraba por los brazos con fuerza mient ras Samara
—Dominic mi ró a negaba con la
Darío, que seguía sin perder de vi sta a Samara. cabeza una y ot ra vez. Comenzó a l lorar
—Impoluta, mi ra que pensé en venderla mi l veces, pero desconsoladamente, jamás se
cada vez es más había apartado de el la ni un minuto, lo poco que
habi tual cuando vengo que t i re de el la, y no me recordaba en soledad
provoca un gasto excesivo, había sido un mero capi tulo sin importancia con Carlo
así que he optado por mantenerla. y él estaba a tan
—Tu t ía cuidó esa casa en vida como si fuera oro. solo unos met ros de aquel la habi tación. ¿Cómo
—Es muy i sabel ina, demasiado para mi gusto podía? ¡Sola! ¡Con
personal pero para lo que aquel los hombres que apenas conocía! ¿Por qué?
la uso... —No —susurró—. No t ienes ningún derecho a supl
—Bien, entonces no hay más que deci r . Si no os icarme nada, tú lo
importa dejarme un pedi ste.
momento a solas con Samara. —¡Jamás me has dejado sola! —gri tó—. ¡No puedes
Aquel lo le provocó una punzada en el vient re. Mient dejarme sola con
ras los hombres se el los!
ret i raban al despacho de Dominic, este se levantó y —Entonces deja todo esto ahora —la mi ró con dureza
la puso de pie frente a y la apretó más
él . Lo mi ró desorientada, tenía un bri l lo en los ojos los brazos—. Puedes pararlo todo con una sola
inusual , la apartó el palabra, incluso puedes
pararlo en mi tad de la noche y te i ré a buscar de quedó durante unos segundos pegado a el la con los
inmediato ¿No te das ojos cerrados—. Claro
cuenta que todo depende de t i? que no serán el los... Pero esta noche conocerás lo
—¡No es justo! —una rabia como jamás había sent ido se que buscabas. Esta vez
apoderó de el la no puedo hacerlo yo... Mañana lo entenderás.
—. ¡No es justo! ¿Eso es lo que quieres? ¿Qué me ***
rinda como Romina? Ni siquiera la permi t ieron coger nada de casa. Dante
¿Para sent i rte mejor cont igo mi smo? sal ió del despacho
—Estas equivocada... y la colocó un col lar en el cuel lo con una pequeña
—¿Quieres que haga eso? —volvió a gri tar—. ¡No! correa corta. Ni siquiera
¡No! —gri taba—. lo mi ró con la intención de despedi rse, la abandonaba
¡Me niego! a su suerte, para
La meneó para que se calmara pero eso no hizo más aprender algo de aquel la noche que aún no entendía.
que acrecentar su Ilógico, Darío se sentó
l lanto. en el asiento del copi loto, Dante conducía su boni to
—¡Basta, Samara! —su tono autori tario la hizo parar coche deport ivo, de
de l lorar al esos que l laman baja bragas, igual de egocént rico
instante—. Basta... que él mi smo. Estaba
Su voz pasó de la dureza a la t ranqui l idad. La mi ró aterrada, desnuda y sentada en el asiento de at rás,
unos segundos y ¿Acaso la sacarían a la
cont inuó. cal le así? ¿Por qué la dejaba sola? ¿Qué era lo que
—¿Qué pensabas que era una esclava? T odavía no t aquel lo podría
ienes ni la menor enseñarla? Humi l lación y sí abandono, pero por parte
idea de lo que pretendes sent i r , ese abandono, esa de Dominic. Una
sensación que tanto hora y media de viaje a t ravés de la carretera
l lenaba la boca de tu amigo ¿T e crees que se siente secundaría para l legar a la
en dos días bajo la casa de los Adams. Pensó en la casa Cross, la casa
protección de la persona y del entorno que conoces? heredada de Darío, tenía
El problema es que que ser aquel la, la arqui tectura era claramente Isabel
aún no sabes lo que me has pedido, no t ienes la menor idea ina, una puerta
de nada... enorme arqueada y dos torres frontales a cada lado.
—No ent iendo por qué haces eso... ¡El los no me harán sent Pensó que si escapaba
i r nada! de al l í , se perdería en el bosque o la comerían los
Se apartó de el la y luego volvió a avanzar cogiendo lobos. Le dio por reí rse
su cara con ambas sin ganas. Aquel lo era un mal sueño y no podía despertar.
manos. —Señori ta... —Darío se gi ró levemente pero no la mi
—Mi amor ... no serán el los, t ienes razón —la besó ró—. Bienvenida a
en los labios y se
mi hogar de verano, en el momento que bajes del coche, a incluso la arrast raba. Darío iba det rás, con su calma
cuat ro patas. pausada y como
—No… no me encuent ro bien... siempre sin abri r la boca. Al l legar a la planta
—Se l lama «estar acojonada lady» —di jo con segunda las rodi l las la
sarcasmo Dante—, pero ardían, la piedra le había golpeado varias veces los
se te pasará... huesos y tenía
Aparcaron justo delante de la puerta, el la gateó atada rozaduras en las dos piernas, abrió una de las puertas
por la correa hasta más próximas a la
la ent rada y al t raspasar la puerta se dio cuenta que escal inata y la arrast ró dent ro., enganchó la correa a
todo el recibidor , un una argol la de una de
inmenso suelo de piedra se extendía bajo sus rodi l las. las paredes que sobresal ía y se apartó encendiendo un
Dante t i ró con fuerza cigarro. Samara mi ró
de la correa y la provocó un gemido last imero. a su al rededor . Era una habi tación, con una cama
—Animal —susurró el la. mat rimonial inmensa,
—¡Oh! Y a vemos el carácter de la niña, perfecto, una mesa de madera tal lada y ribeteada en las patas
ahora que no está tu con mot ivos florales,
Señor sácalo, no nos debes plei tesía —se incl inó varias al fombras en los ext remos y cent ro del piecero
hacia el la y se acucl i l ló y dos inmensos
—. T u zalamería, tu bel leza, no vale una mierda en ventanales de doble puerta. Las paredes estaban
esta casa, me importas tapizadas en papel de
t res cojones y yo... no te quiero... por lo que... me t i ra del colores clásicos, le recordó a la casa de su abuela en
rabo tus gestos de el pueblo, a las
pena, tus posibles l lantos y tú... cari ta de niña buena... bombi l las pelonas que pendían del techo y solo se
—Me da igual —Samara lo mi ró con odio. Darío la encendían con una
observaba a poca pequeña peri ta colgante con la que una se est rel laba
di stancia mient ras se qui taba la chaqueta y la dejaba cuando se incorporaba
en un perchero—. Me en la cama en mi tad de la anoche.
da igual ... —Dominic... ¿Por qué me has dejado sola? —musi tó l
Dante se rió y dio ot ro brusco t i rón que la empujó lorando anclada a
hacia delante. El la la pared absurdamente.
intentó mantenerse de rodi l las pero a punto estuvo de caer Observó a los dos hombres, Dante se había sentado
de bruces cont ra frente al escri torio y
el suelo. buscaba en los cajones suspendidos a ambos lados,
—Camina, zorri ta, te quedan dos pi sos para l legar. algo que no tardo en
La subió con dureza peldaño a peldaño sin darla t iempo a encont rar . Darío la mi raba, como si fuera un espí ri tu
veces a apoyar de ot ro mundo, en
las manos en las escaleras, de esa forma, iba a t mi tad de la habi tación con las manos en los bol si l los y un
rompicones y a veces gesto relajado.
—¡Las encont ré! Se acercó algo más y la propinó una fuerte bofetada en la
Se acercó a el la y la pel l izcó ambos pezones. Se cara.
encendieron con mayor —Cál late, Samara.
fuerza y este aprovechó la dureza para colocarle dos —¡Cál late tú! —gimió.
pinzas que la Sol tó una carcajada est repi tosa y en ese momento se
apretaban con violencia y se clavaban en su piel . De dio cuenta que
el las colgaban dos Darío estaba di sfrutando viéndola así . Intentó
pequeños cascabeles. devolvérsela, que más la
—Así no te nos pierdes... la casa es muy grande... No los daba, el los no eran Dominic, no eran nadie. No les
pierdas. debía nada y no iba a
—Duelen... ponérselo fáci l . En aquel momento mient ras él
—Al principio. Luego pasa y si no te pasa, es lo que hay. seguía observando cómo se
La sonrió con burla y la besó en la frente. Samara intentó rebelaba consigo mi sma la ent raron unas inmensas ganas
apartarse de él de part i rle la cara
pero sus manos la sujetaban con fuerza el cuel lo y la y sal i r corriendo de al l í . Deci rle a Dominic «T us
mantenían t iesa como amigos inút i les no han
un poste. podido retenerme», «No han sido capaces de cont
Dante se incorporó y sin mediar una sola palabra sal ió rolarme», «No han
de la habi tación. podido conmigo».
Samara fi jó su atención en Darío. Seguía inmóvi l en —Me habían hablado de tu carácter ... En casa de tu
mi tad de la al fombra, Señor lógicamente
con el rost ro algo tornado y una mi rada penet rante y era imposible verlo, pero ahora, es... increíble el genio
concent rada en el la. que sacas...
—¿Y ahora qué? —preguntó desesperada. Le ardían Tremendo...
los pezones y —¿Y de qué vale? ¿Me volverás a abofetear? Me
aquel los cascabeles t int ineaban como la pul sera de importa una mierda.
Cat inca del tobi l lo—. No soi s nada para mí ... No os debo nada...
¡Dime algo! ¿Qué vai s a hacer conmigo? Creí que tú —Cierto... pero no te olvides preciosa esclava, que tu
eras di ferente... — tampoco eres nada
sol lozó. El hombre no hablaba y eso la angust iaba y para mí —la dulzura de sus palabras empezaba a darla
rabiaba más—. ¡Dime miedo—, como bien
algo! di jo Dante, aquí nadie te quiere. Ponte de rodi l las y
Avanzó dos pasos hacia el la y la sonrió. estate quieta, no voy a
—Intenta no moverte de esa manera, solo provocarás volver a decí rtelo ot ra vez.
que te duelan Le obedeció por inercia, luego se arrepint ió de haberlo
más... hecho y se
—¡Me importa una mierda! —l loró. incl inó hacia delante para intentar sol tarse del anclaje.
Darío se acercó a
el la y la sol tó el col lar del cuel lo. Quedó l iberada y No me tutees.
esto la provocó Se incl inó hacia su cara y la besó en la mej i l la con fuerza.
confusión. Estaba de rodi l las pegada a la pared y lo —Por favor... Te lo pido una úl t ima vez... Deja tu odio...
tenía delante de pie. hacia él ahora...
Había agachado l igeramente la cabeza y la observaba. Comenzó a l lorar nuevamente bajo su peso. Darío se
—¿Lo pondrás fáci l o di fíci l? —le di jo—. Hagas lo apartó de el la y se
que hagas, acercó al escri torio. V olvió al poco y la colocó de
consegui ré hacer cont igo lo que me plazca, por un rodi l las ent re las dos
camino o por ot ro. Tú barras de madera que sobresal ían del piecero de
decides. madera. Ató sus muñecas,
—Te odio... una a cada lado, quedando de rodi l las con las piernas
—Pon la manos en el suelo Samara... mantente a cuat separadas mi rando
ro patas... No te lo hacía la pared en el ext remo de la cama.
digo más veces... Sint ió su mano ent re las piernas, algo duro la penet
—Te odio... Eres odioso... raba. Ni siquiera
—Eso no era lo que parecía en el baño. Es más, creo intentó ver que era, estaba demasiado agotada hasta
recordar que me para eso. Meneó la
pedías que no dejara de... cadera, el aparato la tensaba los músculos vaginales
—¡Cál late! horriblemente.
—¿Te duele recordarlo? —Intenta que no te caiga —di jo—, ahora no te costará
—¡No quiero oí rte! dent ro de un
T i ró de su pelo con fuerza y la arrast ró hacia la t iempo será algo incómodo.
cama. El somier era tan Lo mi ró con rabia y sint ió una palmotada en el culo
al to que la levantó como un saco. Pasó su brazo por la que la t i ró hacia
cintura y la elevó de delante.
lado como si pesara unos gramos para luego lanzarla —Qui ta esa expresión de odio de tu cara —ot ro golpe
con fuerza. Los la obl igó a
cascabeles t int inearon, se puso sobre el la y le sujetó avanzar con las rodi l las más al ext remo de la cama.
los brazos por encima —Separa más las piernas y abre la boca —al deci r
de la cabeza. esto la int rodujo una
—Dios, me otorgó una paciencia de Santo, pero, madre bola con dos t i ras de cuero en la boca. Las t i ras
mía... niña, estas pasaban por sus mej i l las y
a punto de acabar con el la... Cálmate... Sé que es di se unían at rás por una hebi l la. Lo apretó con fuerza
fíci l , te sientes mal , y la amordazó—
sola, rabiada, pero lo único que consegui rás mi Preciosa... Eres como una muñeca de porcelana...
preciosa esclava es que Meneó con los dedos los cascabeles de sus pezones y
todo sea más di fíci l y todavía queda demasiada noche t i ró levemente de
para que sufras así ...
el los. Samara puso un gesto de dolor y cesó. Se colocó por esa mordaza —el la meneó la cabeza afi rmat
det rás y la ató el ivamente—, pero te advierto
pelo en una cola. Así no la molestaría. Fue del icado, que si me engañas te la pondré toda la noche.
recogió sus mechones —Mmm...
más cortos con sut i leza y los pegó por det rás de sus —Está bien, recuerda lo molesta que es.
orejas y luego volvió Dicho esto la desprendió de la bola y se sentó en una
con dos horqui l las que ajustaron más el cabel lo hacia si l la de respaldo
at rás. La mi ró unos redondo tapizada que había frente a la cama.
momentos y sonrió. Samara se revolvía pero con menos —Me he pasado horas escuchando, viéndote interactuar
fuerza. ent re todos —se
—Li sta... ¡No! Fal ta un detal le... desprendió de la chaqueta del t raje y la colocó en el
Se movió con rapidez y buscó en un armario encast rado en respaldo con sumo
la pared algo. cuidado—, he anal izado tus gestos, que te da miedo,
Era un boni to corsé de cuero que colocó con cuidado con que gozas...
bajo sus pezones, Soportas las humi l laciones, eso está claro, te cuesta digeri
apretó las t i ras ent relazadas con fuerza y la volvió a rlo, pero lo haces
observar unos aún así , t ienes un pequeño punto débi l —hizo una
segundos. pausa y se levantó
—Desde at rás una mujer con un corsé t iene un culo avanzando hacia el la—, estás perdidamente enamorada
realmente de Dominic... —
apet i toso... Mi ra... eres como una muñeca de rozó con los dedos su ent repierna y Samara se movió
porcelana pero algo incómoda—. Este es
plateresca... a juego con la casa... Del iciosa... su tesoro... ¿Verdad?... que nadie lo toque...
Se rió y Samara intentó moverse con rabia. —No me...
—No puedes hablar , como las muñecas —sol tó una —Shh... Recuerda lo que me has promet ido hace un
carcajada y sal tó momento...
encima de la cama—. Ni darte la vuel ta, ni quejarte... Se quedó frente a el la y volvió a rozar su sexo sin apartar la
que paz... vi sta de el la,
muñequi ta... la cual no podía di simular su incomodidad ante aquel la si
Darío el poeta era un demente, lo pensó durante tuación.
segundos mient ras lo —Su flor ... que nadie más que él lo encienda... quizá
observaba moverse de un lado a ot ro de la cama Quimera puede
contemplando su obra de permi t í rselo siempre que él lo acepte... pero ahora, te
arte. Se puso frente a el la a los pies de la cama, la toca un hombre que
cabeza le l legaba por el no conoces y él no está... Samara... —met ió el dedo
pecho, la levantó la barbi l la y la mi ró con dulzura. dent ro de el la y
—Si me prometes que no vas a escupi r tonterías por permaneció inmóvi l— esto —sacó el dedo empapado
la boca te qui taré en flujo— es lo que
te devora el alma... lo que te humi l la... lo que te —No parara hasta que cedas muñequi ta de porcelana
hace sent i r realmente —musi tó—. ¿Me
sucia... servi rás como debe servi r una esclava?
—No t ienes derecho a... —¡No! ¡No! ¡No! —gri tó desaforadamente.
Cogió su barbi l la con fuerza y la apretó las mej i l las con Los varazos cont inuaron durante minutos. Estaba
los dedos. agotada, le dol ía todo
—Hoy tengo todo el derecho del mundo, mañana será el cuerpo y el pelo ya no era un peinado recatado y curioso,
ot ro día —la era una maraña
sonrió con una mueca que se parecía a una sonri sa burlona de t i rabuzones que se desparramaban por su cara y
y volvió a pasar sus pechos
los dedos por su sexo—. Una vez más. T e lo desordenadamente.
preguntaré una sola vez. Y o. —¿Me servi rás como debe servi r una esclava?
Ahora. Antes de que todo empiece. ¿Quieres i rte de aquí? —No... —susurró apenas sin fuerza.
—¡No! No quiero i rme de aquí —gri tó—. ¡Me importa Ot ra vez Dante descargaba su fuerza sobre sus nalgas y de
una mierda vez en cuando
que...! pasaba las manos por las marcas resquemándola más aún.
La profi rió ot ra terrible bofetada que la ladeó la cara. —Está... está bien...
—Con el «no» bastaba. Darío avanzó dos pasos y se incl inó hacia su boca.
Dio un si lbido largo e intenso y a los pocos segundos —No te oigo muñequi ta...
apareció Dante, —Si ... te servi ré... haré lo que me pidas pero di le
con su expresión de t riunfo y una vara en la mano. que pare... te lo
—Pues que empiece la fiesta, lady —di jo Dante. supl ico...
Se colocó det rás de uno de los laterales y la asestó Levantó el brazo hacia Dante justo cuando estaba a
un golpe certero en punto de lanzarle
las nalgas, Samara mi ró di rectamente a los ojos a Darío y ot ro de sus varazos y se apartó. Se sentó en la mesa y se
apretó con fuerza columpió.
las mandíbulas. —Tiene carácter, la put i ta —di jo encendiendo ot ro cigarri l
—Si te suel to... ¿Gatearás hasta mi s botas y te lo.
comportarás con una —Bien, te sol taré, pero recuerda que debes
verdadera, zorri ta? ¿Eh, muñequi ta? comportarte como una
—No. esclava, si algo no me gusta volveré a atarte y seré
Ot ros dos golpes la zarandearon hacia él . yo quien pase la noche
—¿Me servi rás como debe servi r una esclava? azotando ese culo tan perfecto que Dios te ha dado.
—Antes muerta... —le sonrió con odio al mi smo t iempo Liberó sus muñecas y cayó sobre el colchón agotada.
que recibía ot ro Lo vio sentarse en
golpe en el culo. la si l la y esperar su reacción. Estaba claro que hiciera
—Me encantas... lo que hiciera, al
Dante volvió a azotarla varias veces.
final de un modo u ot ro consegui ría lo que quería. empezaban a exci tarla horriblemente. Separó con los
Descendió torpemente dedos ambos labios y
de la cama y a gatas se acercó a él y le besó las lo dejó totalmente al ai re.
botas. Primero una y luego —Fí jate... Esto es envidiable...
ot ra. Se quedó ent re sus piernas respi rando Dante se rió. Samara se estaba encendiendo de una
aceleradamente y sin al iento. manera aterradora,
—¿Te portarás bien? sus dedos abrían el capuchón y con la ot ra mano
—Sí ... rozaba del icadamente su
La molestaba horrores el aparato que l levaba dent ro cl í tori s.
de el la. Se movió —Qué sabia es la naturaleza... Este es el botón de la
last imosamente y lo mi ró. Darío tenía una expresión sumi sión —sol tó
pensat iva y algo una ri sa pausada y la mi ró—. Qué di fíci l , ¿eh? Es
di stante. Era como si intentara meterse en su cabeza pasar la yema por el
y buscar esa parte cent ro y todo se nubla, la fidel idad, el amor, la rabia, los
ocul ta que podría sal i r de su genio incont rolable. principios...
Pasó la mano por su —Por favor... —supl icó desesperada—. Déjeme...
mej i l la y la apartó la maraña de pelo. —Si pasara la lengua por él te correrías como una
—Incorpórate —la ordenó— y separa las piernas. loca en mi boca... por
Obedeció. Su cabeza estaba a la al tura de sus pechos muy dura que seas... ¿Me equivoco?
y observaba las No contestó y apretó las mandíbulas con rabia.
pinzas con curiosidad. Descendió hacia su sexo y palpó —Samara contesta...
el aparato —No... No se equivoca... «Señor» —ese final fue con odio.
empujándolo hacia dent ro, al hacerlo presionó Darío se rió con más fuerza y la sacó el aparato que l
suavemente su cl í tori s y dio levaba dent ro.
un pequeño bote intentando apartarse de él . —Abre la boca —le di jo—, dado que sigues con tus
—Quieta... ademanes vamos a
Una vez más rozó su cl í tori s y Samara se ruborizó. No ponértelo más di fíci l .
podía remediarlo, De un movimiento la encajó el pequeño consolador o
su pequeña zona sensible era algo que no podía cont rolar lo que demonios
por mucho que lo fuera y la mi ró con humor.
intentara y aquel hombre sabía cómo hacerlo y hasta —Como te caiga, te meto en el coche y te dejó tal cual
qué punto la gustaba. estás en el primer
Se humedeció el dedo y volvió a pasar la yema por él . bar de carretera l leno de camioneros que vea.
—Pon las manos en la nuca y repi to, no te muevas. Samara se dio cuenta que hablaba en serio, era la
Mient ras jugaba con el la presionó un poco más aquel primera vez que veía
monst ruo que tenía esa expresión de rabia en sus ojos y su voz tajante
dent ro, está vez apenas notó su roce pues el contacto que nada tenía que ver
con su cl í tori s con la dulzura que hasta ahora mantenía.
—¿Me has entendido? agotada. La qui tó el aparato de la boca y se levantó
—Mmmm... besándola
—Separa más las piernas y no hagas que me levante de la apasionadamente.
si l la... —¿Te das cuenta que estas aquí porque quieres? —musi
Mient ras Darío observaba aquel la imagen algo ridícula tó.
de el la no podía —Sí Señor...
ver donde se encont raba Dante sin embargo en aquel —Porque él , también quiere.
momento le daba Se percató de que Dante había desaparecido.
igual , nadie la había humi l lado tanto como aquel los —Lo sé...
dos hombres. De pie, —Ahora compórtate como una esclava y haz tu t
con las piernas separadas, mojada por sus propios rabajo... dame placer ...
fluidos y con aquel y di scúlpate por tu osadía....
inst rumento en la boca y las manos a la nuca se sent Rendida, esa era la palabra, rendida. Era cierto, el la estaba
ía terriblemente ahí para hacer
ridícula. ¿Qué más daba ya todo? Dominic no estaba lo que la pidieran. Se sentó en la si l la y el la descendió ent
al l í , Lui s no estaba re sus piernas, no
al l í , ni siquiera Carlo podía verla, nadie vendría a había escapatoria, sol tó con cuidado los botones de su
ayudarla y fuera lo que pantalón y l iberó su
fuese lo que querían hacer con el la de un modo u ot ro, sexo. Hermoso, hinchado y del icadamente tenso para
Darío tenía razón, lo el la. Lo mi ró unos
harían. En ese momento, se derrumbó. Cerró los ojos y segundos, los suficientes para darse cuenta que sus
se di jo «Está bien, ojos volvían a proferi r
deja de mi rarme, sé que estoy ridícula y segui ré esa dulzura que poseía. Se met ió su miembro en la
estándolo hasta que tú boca y lamió con
quieras», luego al abri rlos y ver que aún seguía mi cuidado todo su perímet ro. Notó su mano acariciando
rándola con humor se su cabeza, sus dedos
derrumbó, pero no por el odio, ni por la t ri steza de rozando la mej i l la cuando se t ragaba su sexo
encont rarse sola con hinchado, su respi ración que
el los, simplemente porque era obvio que no podía hacer iba acelerándose de la mi sma forma del icada con la
nada. que la tocaba. Estaba
Darío era como un radar para sus expresiones. En ese exci tada, no podía remediarlo, aquel hombre era sensual y
momento se del icado, pasaba
incorporó en la si l la y se incl inó hacia delante los dedos por sus labios tensos, acariciaba su boca
apoyando las manos en la recreándose quizá en la
piernas. Frunció el ceño y pestañeó varias veces. ¡Qué forma de lamerle y devorarle. Su sabor , la invadió
hermoso era, tan como un torrente sin
hermoso como perverso! Si , lo había notado, había apenas darla t iempo a t ragar aquel l iquido lechoso.
notado que estaba Se quedó durante unos
segundos quieto, la mantenía con el la en la boca a la vida que le daban por que no exi st ía nada que la l
medida que iba lenara más que eso.
deshinchando casi impercept iblemente su tamaño. Cerró los ojos y se quedó dormida...
Apenas un poco, pero lo ***
suficiente para notar que se estaba relajando. No iban —Despierta...
a permi t i r que Despertó desubicada sin saber donde estaba. Le dol ía
di sfrutara. T ras esto se levantó y arregló la ropa. Abrió la espalda
la puerta y la hizo terriblemente y el costado, había dormido toda la
bajar a gatas al pi so inferior . Dante se peleaba con algo en noche en posición supina
el salón, parecía sobre aquel la piedra perversa y protegida de el la por
unos cables que conectaban el televi sor . Mi ró a una fina manta. Se
Darío y luego a Samara incorporó como pudo y gateó hasta lo que parecía la
que se mantenía de rodi l las a su derecha. cocina. Mi ró el reloj ,
—Al l í —la señaló un rincón de la ent rada donde tan apenas eran las siete. Preparo zumo, t roceó algo de
solo había una fruta, café con una de
manta en el suelo—dormi rás al l í , cuando despiertes esas cafeteras ant iguas que casi le estal la en la cara
prepararas el desayuno y unas tostadas. Luego
y lo servi rás. Procura que no pase de las ocho. Hay mucho decidió que unos huevos revuel tos les encantaría, así
que hacer. que se apresuró a
—¿Alguna duda? —preguntó Darío. rebuscar en la nevera encont rando sin problema todo
—No Señor... lo que necesi taba.
—Pues a tu si t io —musi tó. Media hora más tarde estaba en la segunda planta con
Obedeció y se acurrucó en el suelo. Mient ras el las dos bandejas que
sueño y el recuerdo de subió en dos veces. Abrió la única habi tación que
Dominic se iban apoderando de el la observó a los dos conocía y lo encont ró
hombres en la sala profundamente dormido boca abajo. Podía divi sar sus
anexa. Estaba muy pegada a la ampl ia escal inata pero curvi tas juveni les
podía ver con bajo la fina tela de la sábana y el culo respingón.
claridad a ambos. Darío se había incl inado sobre el Apenas le tapaba, se
mueble del televi sor y quedó de rodi l las con la bandeja en el suelo y
t ras conectarlo se qui taba la cami sa y se sentaba carraspeó sut i lmente. Darío
junto a Dante. Igual abrió los ojos y tensó los músculos de la espalda est i
exi st ía ot ra Quimera en algún lugar y el los eran rándose.
parte de una fami l ia —Buenos días Señor —musi tó—, su desayuno....
parecida a la que ahora el la tenía y tanto necesi taba Levantó medio dormido la cabeza y la dejó caer con pereza.
en aquel momento. —Por dios Samara... son las siete y media... Maldi to
Igual había alguna mujer perdidamente enamorada de Dante —levantó el
el los, que soportaba
brazo y señaló con el dedo una puerta que estaba en dormido, sentado en la cama con el pelo revuel to. En
un lateral—, ent ra por aquel momento la
ahí ... es la ot ra habi tación se comunican ent re si ... fuera... imagen que le vino a la cabeza fue Alexi s, sus mi
—di jo. smos remol inos
Gateó hacia la ot ra bandeja que había dejado en el revol tosos por la cabeza. ¿Cómo podía un hombre con
umbral de puerta y un talante tan dulce
abrió la puerta con torpeza, sujetar una bandeja de rodi ser tan cruel en determinados momentos? Le acercó la
l las era di fíci l . Y a bandeja e hizo lo
no tenía vergüenza, después de todo, eso, era una mi smo que con Dante. Dobló la sábana, colocó el
tontería. Dante estaba almohadón y le puso
ocul to bajo el enorme almohadón de plumón. Apenas sobre las piernas la bandeja. Se fi jó en que l levaba
le veía. Se levantó y un pezón perforado con
l levó la bandeja hasta la mesi ta, la deposi tó encima y un pendiente diminuto y plateado.
volvió a ponerse de —¿Tienes hambre?
rodi l las, luego t i ró de la sábana y meneó el brazo Meneó la cabeza y bajó la mi rada. Darío lanzó al suelo
de Dante que parecía unas cerezas y la
engul l ido por la almohada y el edredón. En cambio, mi ró.
este pegó un bote y se —Come —la espetó.
incorporó como una bala. Por momentos dudó pero al instante gateó hacia una
—Coloca el almohadón, quiero estar cómodo —le di jo de el las y
incorporándose. cogiéndola con la boca la mast icó con dignidad, Darío no
Samara obedeció azuzó la almohada y se la colocó en dejaba de mi rarla
la espalda. Dante mient ras daba largos t ragos al zumo de naranja. El la
era más at ract ivo recién levantado que con aquel ai re gateó hacia el ot ro
chulesco que le lado de la habi tación y cogió ot ra, luego ot ra y por fin la úl t
caracterizaba. Frunció el ceño y sus enormes ojos ima.
castaños anal izaron —¿Tienes más hambre?
minuciosamente la bandeja. Mient ras decidía o al V olvió a menear la cabeza. Darío part ió un pedaci to de
menos parecía decidi r tostada untada en
por dónde empezar le dobló la sabana bajo su mantequi l la y la puso sobre su mano, se acercó sut i
estómago y le colocó con lmente y la cogió con
cuidado la bandeja, el t i ró de uno de sus enganches cuidado.
del pecho y el t int ineo —¿Qué edad t ienes, Samara?
del cascabel sonó nervioso. —Treinta y dos años...
—¿Necesi ta algo más? —Y o tengo dos menos que tú —la sonrió
—No, vete. sardónicamente y devoró el
Sal ió de la habi tación y ot ra vez se di rigió a la de resto de la tostada—. ¿Te molesta?
Darío. Estaba medio
El hombre que la estaba torturando era más joven que supongo... No me importa lo que haga conmigo, pasaré
el la, eso haría lo que sea con tal
daño a cualquiera, pero en ese momento no sint ió un de demost rar que...
ápice de malestar en —¿Sabes lo que signi fica eso, Samara?
todo aquel lo. —Sí , que me rindo.
—No Señor... —Que te abandonas... —la mi ró fi jamente y dio un
Acercó el zumo a sus labios y la ofreció beber del vaso. largo sorbo a la taza
—Me alegro. No se suele encajar bien... bebe y dame de café humeante—. T an senci l lo y a la vez tan
las pepi tas que compl icado... ¿Y sabes por
t ienes en la mano... —se rió con mal icia y est i ró la mano. qué estás aquí? Porque no hubiera sido lo mi smo con él a
Samara obedeció y se quedó algo descolocada, oyó el tu lado.
televi sor en la Se quedó pet ri ficada mi rándolo, aquel joven de nariz
habi tación de al lado y a Dante sol tar varios afi lada y mej i l las
improperios en lo que parecía doradas, más joven que el la, la dejó totalmente
una carrera de coches. descolocada.
—¿Cómo te sientes? Habla, no te cal les nada. —Mí rate, de rodi l las al lado de mi cama, con esas
—De ninguna manera, ni bien, ni mal . cosi tas juguetonas
—¿Te molesta que te lance la comida en el suelo y sigas de colgando de tu pecho, el corsé y repleta de marcas.
rodi l las? Me mi ras y me dices
—Me da igual Señor... Estoy bien... No me importa, no. que no te importa lo que venga que lo asumes y lo
La acarició la cara y el la sonrió sin darse cuenta. acatas hasta volver al
—¿No temes que pueda pasar hoy? lado de tu Señor. ¿Qué más quieres aprender?
Se quedó pensat iva unos momentos. Mordi squeó un t rozó de manzana como si le estuviera
—No... lo que venga lo soportaré. Llegado a este punto... contando una
—Posiblemente me apetezca cast igarte, volver a azotarte anécdota y se incl inó en el almohadón.
las marcas que —Cuat ro hombres, cuat ro terrores representados en
ya te l lenan el cuerpo. cada uno de el los.
—No me importa, Señor. Argas la vejez, no pareció importante, Ivanov la fuerza,
—¿Por qué? te dio igual , Dante
—Supongo... —apoyó las manos en las piernas y bajó la mezquindad retorcida l levado al sadi smo, ahí
la cabeza— que dudaste y luego estaba yo,
haga lo que haga, no valdrá más que para compl icar las el más sut i l pero que detectó tu miedo: fal larle y gozar
cosas. con ot ro hombre, es
—Pero ayer , aún dol ida por los golpes y por todo lo deci r, tenías miedo de t i mi sma… ¡Qué paradoja! ¿No?
que pasó te —¿Quiénes soi s? —di jo descolocada—. ¿Quién eres?
mojaste... Darío cogió la bandeja y la colocó sobre la cama con
—Lo sé... Una mujer que pasa por eso no sería cuidado. Golpeó el
capaz... cedí y me rendí colchón y la invi tó a subi r.
—Recuerda que Quimera fue el hogar de más gente Met ió la lengua en su boca y la aferró con fuerza ent re sus
que ahora t iene su brazos.
vida fuera de este paí s. Argas también fue un niño de —¿Os... os volveré a ver?
orfanato, solo que su —T odos estamos unidos por nuest ro pasado, has
vida le alejó de aquí . Pero siempre que necesi tan tenido que escucharlo
algo, no dudamos en alguna vez. Estoy seguro que sí ...
veni r. Como también han hecho el los en su momento. 12. DE VUELTA A CASA
Sol tó con cuidado sus pinzas, la l iberó del corsé y Y que Dios me perdone por lo que voy a hacer…
sal tó de la cama. ***
Abrió el cajón del armario y se vi st ió t ranqui lamente Dante la mi ró con cortesía y le profi rió una sonri sa
bajo la atenta mi rada enternecedora. Le
de Samara que permanecía de rodi l las totalmente tomó la mano y la besó, sus ojos denotaban calma y
bloqueada. Mi ró el reloj . serenidad.
—Las nueve y media —la besó con pasión y la —A tus pies Samara —le susurró frente a la puerta de
acarició la cara con ent rada—. Ha
dulzura—. Eres l ibre, Samara. En una hora te sido un placer conocerte.
recogerán. Debes ducharte y Estaba l i sta para i rse, portaba en la mano su
vest i rte. T ienes tu maleta en la habi tación de al pequeña maleta de viaje.
lado. En el la encont raras Darío la est rechó con fuerza ent re sus brazos.
tus pertenencias y tu ropa. —Suerte muñequi ta. Espero que todo te salga bien. Ha
Dante sol tó un gri to de enfado y a punto estuvo de volcar la sido un honor
bandeja. poder part icipar en esta prueba que tú mi sma te has
—No, no ent iendo nada... Señor... impuesto.
—No me l lames Señor , ya no soy tu Señor , l lámame —Gracias
Darío —la besó la Que i rónico pero que gran lección que siempre habían
mano y la ayudó a bajar de la cama—. Quedan dos días repet ido en
para que final ice tu Quimera, eran hombres normales, podían tener fami l ia,
semana, ya no depende nada de mí . hi jos, una vida
—¿Me recogerá Dominic? plena y senci l la, incluso un carácter t ierno y apacible
—No lo sé, preciosa. y sin embargo
La acompañó a la habi tación de al lado y sacó la modi ficar esa parte de el los, cuando ejercían su papel
maleta del armario. . Esa era una de las
Estaba claro que Dante la había met ido en la habi cosas que había vi sto con sus propios ojos esos dos
tación la noche anterior . días. Los verdugos que
Darío abrió los ventanales y la mi ró con cariño. la habían aterrorizado aquel la noche estaban frente a
—Te hubiera encantado hacerte mía aunque fuera una sola el la, como dos seres
vez... maravi l losos y la despedían deseándola lo mejor.
—Yo también de conoceros y espero volver a veros de hermano que sal tó por ent re los si l lones delanteros para
verdad... sentarse con el la.
Estaba agotada pero ansiosa, Darío había l lamado a la casa —Sam... Mi amor... ¿Cómo estás? —la abrazó con fuerza.
y sabía por él —Bien... Tranqui lo todo está bien... ¿Y Dominic?
que Dominic no sería quien la recogiera, vendrían su —En casa cariño —di jo—. Estuve a punto de veni r
hermano y Carlo. Por por t i ayer de
una parte lo agradeció, estaba tan agotada que necesi madrugada... No... no estás mal , ¿no?
taba unos minutos de —Estoy bien, Lui s. De verdad. No te preocupes.
respi ro antes de verle de nuevo. Cuando el coche pi —Nos ha jodido —Carlo se dio la vuel ta y se qui tó
tó más al lá de la puerta las gafas—. ¿Qué?
de forja corroída se apresuró a at ravesar los ampl ios ¿Yo de chofer? Pasa para adelante, Lui s.
jardines a paso l igero, Durante parte del t rayecto Samara rodeó el asiento
Carlo estaba de pie junto al coche, l levaba unas gafas del copi loto para
de sol , unos abrazar a su hermano, Carlo la mi raba de reojo algo
pantalones de t raje impolutos y una cami sa blanca. No descolocado y de vez
se pudo contener , en cuando el la le besaba la mej i l la antes de darle t
t i ró la maleta en el suelo, sal tó a sus brazos como iempo a qui tarla de
una niña que acaba de encima. Era increíble. Hasta ese momento no tenía ni
ver a su madre por primera vez en meses y rodeó su cintura la menor idea de lo
con las piernas. mucho que les quería a todos. Su hermano de vez en
Empezó a besuquearlo insi stentemente. cuando la mi raba
—¡Cómo me alegro de verte, Carlo! —gimoteaba. ext rañado como intentando comunicarse telepát icamente
Carlo estupefacto casi perdió el equi l ibrio mient ras con el la. Estaba
Lui s permanecía en eufórica, fel iz por verlos de nuevo, ansiosa por l legar
el coche con los ojos abiertos como platos. a casa y ver a
—¡Cómo te quiero! ¡Cómo te quiero! —decía ansiosa. Dominic sin embargo, sent ía temor por el momento.,
—A y ... Dios... que nos la han cambiado —la apartó todavía quedaban dos
descolocado y la días y no tenía ni idea de lo que la esperaba.
mi ró—. ¿Estás loca? ¿Pero qué demonios...? Posiblemente se derrumbaría,
—Carlo... Estás aquí ... Estás aquí ... habían sido dos días terribles, pero en ese momento
La bajó del cuel lo intentando mantener la compostura. estaba acelerada y
Frunció el ceño y emocionada. ¡Les había echado tanto de menos a todos!
Samara se enroscó a su cuel lo ot ra vez. —¿Te ha dicho algo de mí? —le preguntó a su hermano.
—¿Quieres subi r al coche pesadi ta? Se ha vuel to loca... —Nada. A yer l legué a casa después de i ros todos y
Ot ra vez la descolgó de su cuel lo y la empujó del estaba encerrado en
icadamente hacia la el despacho. Esta mañana hizo lo mi smo...
parte de at rás, Samara ent ró y se aferró con la mi —No deberías hablar tanto —Carlo lo mi ró de reojo.
sma intensidad a su —No sé más que el la Carlo. ¿Qué más da?
—Os eché mucho de menos... ***
—Sam... Para esto ya... Te lo pido, te lo imploro... Cerró la carpeta de ani l las sobre el escri torio y sal ió al
Samara se incl inó hacia at rás y frunció el ceño. jardín. Era uno de
—No... No quiero. No puedes pedi rme eso. He l legado casi esos días de mi tad del año que parecía pleno verano,
hasta el final , el calor era
¿sabes lo que signi fica para mí consegui rlo? ¿Demost insoportable y una suave bri sa le movía el pelo
rar que soy capaz de acompasadamente. ¡Ah,
todo lo que me imponga? qué recuerdos el olor a hierba! Cuando pasaba largas
Lui s mi ró a t ravés de la ventana y se frotó los ojos, tardes con su madre
exhausto. en aquel pequeño campo anexo a la pi scina municipal
—Es una locura... —susurró—. Una maldi ta locura que , los pequeños
no va a acabar bocadi l los de crema de cacao que le hacía merendar
bien. y aquel enjuto y
—¡Ayer me t rataron como en mi vida! —se sent ía confusa achicado salvavidas que siempre se dormía cuando más
y ofuscada—. l lena estaba la
Y lo soporté, l legué aquí muerta de miedo y sola pi scina. Caminó por el suelo de baldosas, su pantalón
pero también pase por de l ino revoloteaba
el lo. por la bri sa y la cami sa se abría por su parte inferior
Lui s meneó la cabeza negat ivamente. dejando ent rever su
—¡Pi jadas psicológicas! ¿No te das cuenta que está estómago. «Jamás te querrán como te quiero yo y ni
mermando tu cabeza siquiera te has dado
para asestarte un golpe final? cuenta aún». «Si supieras lo que me duele...» No lo
—¡Basta! —Carlo frenó el coche de golpe y lo met ió sabía, jamás lo sabría,
formando una nube al menos no era consciente de su dolor . La amaba, la
de polvo en el arcén—. Baja del puto coche conmigo había amado desde el
ahora mi smo —le primer día en que la vio, dejó de verla y siguió
espetó a Lui s—. ¡Ya! amándola con la mi sma
Bajaron del coche y se met ieron casi en mi tad del intensidad. «¿Qué me estas pidiendo Samara?» Su l ími te,
campo. Los observó quería l legar a lo
di scut i r acaloradamente durante minutos, su hermano más profundo de su l ími te, quería conocer que se
se frotaba la cabeza sent ía en la si tuación de
y daba vuel tas sobre sí mi smo haciendo cí rculos Alexi s, ¿cómo negarse a eso? Por amor quizá. Lo
mient ras Carlo parecía hubiera hecho,
echarle en cara algo. Al regresar , ninguno abrió la posiblemente unos días antes se vio tentado a deci rla
boca el resto del viaje, que no segui ría con
Samara no tardó en quedarse dormida del agotamiento. aquel juego, sin embargo, superó los primeros días y
13. DUELE le dejó descolocado.
Jamás te querrán como te he querido yo…
Para qué negarlo, nunca apostó un duro por sus alma y le susurrara algo boni to al oído. Estaba de pie
primeros días pero sabía en mi tad del salón y
que lo hacía por el rencor a Romina, por sent i r que observó cómo deposi taba la bol sa de mano en el
el la era mejor , que suelo. El juego seguía,
había elegido bien y solo pensaba en deci rla: «No estaba segura de el lo, su mi rada imperturbable se lo decía
seas estúpida. No una vez más.
necesi to que me demuest res que eres la mejor , —¿Te encuent ras bien? —preguntó.
aunque no lo fueras te —Sí ...
segui ría amando con toda mi alma». Pero volvió a Carlo ni siquiera había ent rado, posiblemente tomaría un
sorprenderle y logró par de cervezas
pasar ciertas cosas que no esperaba, ayer había sido con su hermano y volvería a reprocharle sus
una noche terrible, comentarios que no había
había apostado la cabeza a que no se i ría con el los. entendido tan siquiera.
No lo hizo, le daba una —No quiero saber que te han hecho... recuérdalo.
lección, quizá era él quien no la conocía tanto como —No... Si crees que...
creía. Apretó con —No quiero saber nada —la interrumpió—. Nada.
fuerza las mandíbulas y respi ró profundamente, había Samara lo observó durante breves momentos. La cami sa
momentos en los que blanca vaporosa
la rabia, aquel la que t iempo at rás le envolvieron en se abría cont rastando con su piel oscura, como
una oscuridad de odio, siempre, las manos en los
emergía en su cabeza. «¿Quieres sufri r?» ¿Envolverte bol si l los, su semblante serio, su mi rada fi ja.
en esa sensación de —¿Seguimos adelante? —le preguntó.
desamparo que tanto deseas sent i r? ¿Me conoces?». —Seguimos.
Sol tó una suave —Entonces desnúdate y póst rate.
carcajada y se gi ró hacia la casa. Oyó el coche de Obedeció rápidamente y con sol tura Nunca había sido
Carlo junto al portón tan rápida en
principal . «Es el momento, mi amor , voy a qui tártelo aquel las ci rcunstancias pero empezaba a ser habi tual y
todo... aunque con no le costó más que
el lo sea yo el que me quede sin nada...» segundos obedecer sus órdenes. Dominic pasó a su
14. DAME ALGO DE TI lado y fue lo único y
Per dóname, mi amor , por lo que estoy a punto de necesario para sent i r exci tación al oler su perfume.
hacer . Sin embar go, tú ¡Por dios, cuánto
me lo pedi ste y aun sabiendo a lo que me exponía… Yo te deseaba que la tocara! ¡Qué tormento más aterrador! V
lo doy. endó sus ojos con
*** fuerza, tanto que la tela oscura se clavaba en su piel
Necesi taba que la di jera algo, que la abrazara, que la provocándole un leve
amara con toda su dolor punzante en las mej i l las.
—Sigue mi s pasos, a cuat ro princesa...
Gateó torpemente escaleras arriba, no ver nada di ficul Parecía agotado, al menos esa era la sensación que
taba la tarea. Gi ró sacaba de su tono de
a la derecha y avanzó por el pasi l lo hasta la que voz, eso o que la calma que le invadía era ext
parecía por la di stancia la remadamente paral izante.
úl t ima habi tación que había en la casa. Al l legar se Hablaba despacio, con suavidad, sin pri sa y con
mantuvo expectante cariño. Sint ió como se
oyendo diversos ruidi tos que no ident i fico, luego la alejaba de el la, quizá se mantuviera a unos met ros
cogió por el brazo y la observando su figura o
levantó para colgarla del techo. Se quedó de punt i l como bien decía Darío la muñeca de porcelana. Qué i
las, demasiado justo rónico, se sent ía
para estar cómoda, sus dedi tos apenas rozaban la nerviosa por el no saber que vendría pero sus fuerzas
tarima y si se mantenía y su valent ía habían
así mucho t iempo sería horrible para el la. Creyó sent i r un aumentado con el paso de os días y las pruebas
leve calambre en superadas. Estar de
una de sus piernas y la movió. punt i l las sobre una pierna era algo demasiado
—Es incomodo pero para una chica preparada como tu incomodo. Se sobresal tó al
es una tontería, notar su mano rozar su cl í tori s.
¿verdad, mi amor? —Ahora no te muevas —la susurró—. T e empieza a
Rozó con los dedos sus piernas y la ent rada de su sexo. crecer el bel lo y es
—¡Tócame! —pensaba ansiosa—. Tócame una y ot ra algo que no soporto... Mantente quieta o te cortaré.
vez, quiero Fue en ese momento cuando sint ió como la impregnaba de
sent i rte, quiero sent i r como te mueves dent ro de mí . crema, la fina
¿Cuánto l levo así? cuchi l la se desplazó suavemente por su pubi s mient
Una semana... necesi to tanto de t i ... ras con un paño
Las correas o lo que fuera que apresaban sus húmedo algo cal iente la qui taba los restos. Era
muñecas la apretaban con horrible, sus dedos
dureza y la rozaban la piel cuando intentaba mantener el separaban sus labios y aquel lo la provocaba una exci
equi l ibrio, Para su tación que en vi sta a
sorpresa la levantó la pierna derecha, flexionándosela y su si tuación era inmensa. Sí , él era quien la tocaba,
atándola con eso era suficiente para
maest ría ajustando ot ra cuerda a su cintura. enloquecer de la emoción, como jamás lo había sent
—No puedo apenas... ido, valorando quizá
—Lo sé, mi amor. más si cabe que fuera él y nadie más que él quien la
—¿Me vas a dejar así? estaba acariciando. Por
—T al cual ... No des sal t i tos... eso solo incrementará un lado sint ió una necesidad de su calor insoportable,
el dolor de tus por ot ro la calma de
brazos cuando tu peso caiga de nuevo hacia el suelo. sent i rse segura, no amenazada por la posibi l idad de
que ot ro hombre la
hiciera suya. Ot ra vez una orgía de sensaciones que mi sma y volvió a poner su peso en los dedos de los pies—.
se ent remezclaban y No puedo más...
aceleraban por momentos. no puedo... no puedo... ¡No! Tengo que poder... tengo que
—Te eché mucho de menos —di jo ansiosa. hacerlo...
—Y o a t i también mi amor ... —era como si la contestara Aquel jolgorio moral era devastador . Las muñecas la
en un estado de ardían quizás
concent ración y pasot i smo—. No te muevas, Samara... despel lejadas por su propio peso, pensó que su pierna
—No me hicieron nada que tú... debía tener el color
—Por favor... obedéceme, no quiero saber nada del tema. de las orquídeas y si a eso le unía las marcas de
Sacudió en algún si t io la cuchi l la, oyó los suaves Dante era todo un cuadro
golpeteos del metal picasiano. La puerta, la oyó cuando casi estaba a
sobre algo y volvió a pasarla suavemente por su sexo. punto de ponerse a gri tar
—Li sto —susurró y sint ió sus labios besarle la ent como una descosida. Los pasos, sus pasos. Era capaz
raba de su sexo—. de rast rear su olor a
Ahora ten paciencia... muchos met ros a esas al turas y el taconeo de sus pi
Al deci r esto le sint ió cerrar la puerta y le oyó sadas fi rmes eran
alejarse por el pasi l lo. incomparables a ningunas ot ras.
Pasaron las horas, estaba claro que Lui s tenía razón, —Sigo pensando que no serás capaz de superar este
si venía totalmente fin de semana —lo
descolocada psicológicamente ahora en aquel la postura, oyó deci r mient ras parecía sentarse frente a el la.
su agotamiento —¿Cómo puedes deci r eso? Mi ra cómo estoy... lo que he
fí sico iba pasándola factura lentamente. No veía nada, pasado...
no oía ni un sonido —¿Por qué lo haces, Samara?
que la avi sara de que él estaba en casa, durante Se balanceó a punto de mori r del dolor y el agotamiento y
horas permaneció de sonrió con las
punt i l las sin saber cómo soportar aquel lo con pocas fuerzas que tenía.
dignidad. De vez en cuando —Por orgul lo, porque tú crees que no soy capaz.
se sujetaba a las correas y se colgaba para descansar —Pero en el fondo, ayer , cuando estabas expuesta a
la pierna pero eso era aquel los cuat ro
quizá más doloroso dado su bajo tono muscular . ¿Dos hombres y creí que saldrías corriendo di sfrutaste...
horas? ¿T res, Samara se quedó en si lencio.
cuat ro? Había perdido la cuenta y los calambres —Princesa, sé franca conmigo... es importante.
empezaban a emerger —Sí , di sfruté... Me avergüenzo cada hora pero me
como t iburones desde abajo, abriendo sus fauces afi ladas y exci tó sent i r que no
devorándola los podía cont rolar nada, pero no por el hecho de sent i
músculos. rme invadida por el los,
—¡Dios mío! Qué horror ... —estaba rota y agotada, se sino porque cumpl ía lo que tú querías... —sint ió su ri
balanceó sobre sí sa y el despecho
emergió en el la—. ¡Suél tame ya, por favor, no puedo más! —Podré con todo Dominic... pero te supl ico que me
—sol lozó. hagas el amor ... no
—Cuando seas franca, en todo. lo soporto más... es tormentoso...
—¡Soy sincera! Es cierto, he sent ido dolor porque me —T e di ré que voy a hacer , más bien te di ré qué va
dejaste sola, pero a pasar —dio una
mi ra donde estoy . T odavía tengo... —se balanceó—. T inmensa calada y volvió a coger el cigarro apoyando
engo fuerzas para lo los brazos en el
que sea. respaldo—. Mañana vence la semana, es cierto que
—¿Estás segura de eso? has l legado hasta un
Samara se rió. punto que no te creía capaz, soy un hombre que sabe
—Has conseguido que sea más fuerte... Más no puedes qui tarse el sombrero
hacerme... cuando le demuest ran que estaba equivocado...
—No digas eso —su voz se tornó melodramát ica—. No —Puedo con todo, puedo con todo... —rió como una
vayas por ahí ... desequi l ibrada—.
¿Acaso parecía intentar razonar con el la? Dudó unos ¡Con todo!
segundos, su —No vas a pasar de esta noche...
percepción de la real idad empezaba a di storsionarse. —¡Sí ! —le pudieron los nervios y el agotamiento—. Y lo
—Hazme el amor... Necesi to sent i rte.... No me has sabes...
tocado... —Es más, en media hora abras roto... te doy la
—Ponte recta, Samara... oportunidad de
—¡Por Dios, suél tame! enmendarte y abandonar...
Le oyó levantarse y aproximarse a el la. La qui tó la —¡Jamás!
venda de los ojo, Dominic se incorporó, la acercó el cigarro a los labios
sol tó su pierna y volvió a sentarse frente a el la, en y Samara aspi ró
una si l la que había una inmensa bocanada.
colocado en mi tad de la habi tación. Parpadeó dolorida, —Medí talo...
intentando —No... —lo mi ró con rabia e i ronía—. No voy a
adaptarse a la luz de la estancia con torpeza. Parecía dejarlo, no exi ste nada
que ya era de noche, que pueda humi l larme más, lo has hecho todo... ¿Cast
había estado todo el día anclada al techo y empezaba igos? Puedo con
a no sent i r apenas el el los, abandono, me has tenido horas aquí colgando,
dolor de sus brazos y la pierna entumecida. Dominic me has duchado con
encendió un cigarro y agua helada más de una vez, he servido a tus amigos
la observó con los ojos l igeramente cerrados. El como una esclava...
respaldo de la si l la estaba todo... —se rió de nuevo y lo mi ró.
al revés, sus manos se apoyaban en la parte superior —No dudaré en i r a buscarte al fin del mundo... T
y sujetaba con la boca ampoco lo olvides
el cigarro en un gesto chulesco. nunca, mi amor...
La besó con pasión y Samara sint ió que un escalofrío te ducharás en el baño y volverás a ponerte esos boni
la recorría todo el tos brazaletes que
cuerpo. Pasó por det rás de el la y la acarició la decoran tu cuerpo...
espalda, sint ió su mej i l la —Sí ... Haré lo que me pidas... No pares...
rozarla la nuca, apartó su pelo y la besó en el cuel lo, Separó las piernas, sent ía tal descarga de placer a su
el hombro, acarició contacto que se
sus brazos doloridos y aún tensos por las correas. Su aferraba a las correas con fuerza tensando su cuerpo.
boca, su t ierna y —Esta noche demost rarás todo lo que has aprendido
mal iciosa boca se pegó a su oreja y un cosqui l leo en tu semana de
desquiciante se apoderó caut iverio... Una preciosa esclava, que di sfruta con lo que
de el la y de su sexo. hace porque sabe
—Te sol taré de tu tormento... te di ré qué vas a hacer esta que al final del día si es obediente recibi rá su premio...
noche y cuando Sol tó una de sus manos, besó sus labios y sol tó el
lo asimi les será cuando complazca tus ganas de mí ... ot ro brazo. Samara se
Rozó con las yemas de los dedos su coño y lo abrió sint ió desfal lecer en sus brazos. La levantó en el cuel
del icadamente. lo y la l levó a la
Ahora estaba frente a el la, la besaba la mej i l la y la cama, volvió a est i rar sus brazos y la ató al cabecero
acariciaba suavemente con cuidado sin dejar
el cl í tori s. Samara estaba empapada, tan solo necesi de besarla.
tó unos segundos para —¿Eres una buena esclava? —la susurró volviendo a
sent i r que sus fluidos la inundaban cuando su boca meter sus dedos
rozó la oreja y sus dent ro de el la—. Dímelo...
susurros comenzaron. —Sí ... lo soy...
—Eso es lo que va a pasar esta noche... en ese orden, Movía la cadera como loca, Dominic se qui tó la cami
primero te di ré qué sa y se colocó
t ienes que hacer , luego sol taré tus correas y te fol sobre el la, notaba el bul to de su ent repierna clavado
laré... pero creo mi en su pelvi s lat i r con
amor .... —su dedo se coló con faci l idad dent ro de el brutal idad.
la— creo que no va a —Entonces será senci l lo para t i ... Estas empapada...
ser como esperabas... a menos que abandones ahora mi T ienes hambre,
smo... ¿verdad?...
—No... no... —jadeó—. No voy a abandonar... —Sí ... Haré lo que me pides... pero fól lame.
—Lo suponía —met ió la lengua en su boca y mient ras El ruido de un coche y las luces de sus faros se reflejaron
la clavaba más en la ventana.
los dedos la movía dent ro una y ot ra vez. La mordió —Mi ra —volvió a susurrarla—. Ahí esta nuest ro invi
el labio inferior y la tado, al que debes
mi ró con la mi sma duda que minutos antes—. Entonces servi r hoy como has aprendido…
deberás prepararte, —Sí ... ¿Quién es?...
Cogió la venda que previamente había colocado en los t regua hasta que aquel calambre que tanto ansiaba la
ojos y la pasó at ravesó por dent ro y
suavemente por su boca. la hizo jadear debajo de la fina tela que ahogaba su
—Tu padre... —la susurró apretándola con fuerza la gri to ensordecedor .
mordaza. Paró de golpe y se quedó mi rando sus ojos durante
Samara pegó un bote y lo mi ró estupefacta. Se meneó segundos. Estaba
bruscamente asustada, respi raba nerviosa con una expresión de pánico
mient ras él le hacía un gesto con el dedo para que en su mi rada.
se cal lara, movía la —T u hermano estuvo quince años en la cal le por su
cabeza en señal de negat iva con los ojos abiertos de culpa —le di jo—,
par en par y una quince años sin nada, tu padre pasó mi l veces por delante
expresión de terror que no pudo contener . La penet ró de la destartalada
muy despacio, la casa que su madre tenía y lo veía sentado en las
besaba suavemente la mej i l la mient ras la susurraba maldi tas escaleras de un
que se calmara, que porche que se caía y ni siquiera paró una sola vez por sus
todo iba a sal i r bien. Samara estaba exci tada, era remordimientos...
imposible no estarlo y por —¡No quiero escucharte! —gimoteó para adent ro—. ¡Cál
mucho que intentara patalear por el miedo a lo que late!
venía tenerlo dent ro de —Le sobraba el dinero de aquel la y no fue capaz de
el la después de tantos días de tormento era algo que no pagarle una maldi ta
podía cont rolar. educación, solo paseaba por al l í asegurándose de que
—No vas a hablar ... no quiero escucharte, piensa... su perfecta vida no
piensa si merece la fuera tocada por su ot ra fami l ia y ¿sabes qué? T
pena... enseñar a tu padre en que se ha convert ido su odavía ayer tu hermano le
niña del alma... —la l lamó y teniendo la posibi l idad de qui társelo todo, de
envi st ió con dureza sujetando su cara con la mano. dejarle sin nada
Balbuceó algo inintel igible, se preguntaba. ¿Por qué? como él , le ha perdonado... No perderá su casa, que
¿Por qué usaba podría ser derruida,
aquel lo cont ra el la? ¿Por qué su padre venía aquel la Roberto puede comprar el terreno de esa maldi ta casa
noche a su casa? ¿Lo y t i rarla abajo, no
había l lamado él? ¿Para hacerlo aquel lo sin más? perderá su vida... y me pregunté: ¿Por qué cojones hace
—T e odio...T e odio en estos momentos pero no eso Lui s? Por t i ...
pares... —pensó— en La sol tó la mordaza y la besó con rabia la boca.
que me he convert ido... ¡Eres perverso, no puedes —¿Por qué haces esto? ¿Por qué? —gimoteó.
hacerme esto! —se di jo —Crees que es porque no pases esta noche, por
para sí . ponerte a prueba y que
La rabia y el placer la engul l ían, Dominic se clavaba abandones pero no, es más sut i l que todo eso, lo
en el la sin darla que te ofrezco, lo que te
expongo y te dejó a tu merced es la posibi l idad de juntes con los niños de tu nivel .
ser tú quien le haga Se imaginó a Lui s con sus años, ocho o nueve, quizá
pagar el daño a tu hermano. T u moral , tu amor por doce. El la lo había
Lui s, tu vida nueva, él tenido todo, ni siquiera sabía que exi st ía. ¿Cómo
le ha perdonado por t i . Ahora mi smo está en el puedes hacerme esto,
despacho ent regándole sus Dominic? «No puedo bajar así y exponerme de esta
maldi tos papeles para que su casa no sea dest ruida, forma, es mi padre....
vivi rá como mi padre me qui so siempre más que a su vida. Le
siempre...La única peni tencia que t iene es hacer entender a romperé el corazón y el
tu madre lo que alma.» «Como también se lo rompió a tu hermano.»
hizo pero tú.... —le gi ró la cara para que lo mi rara—. ¿Qué Un nido de avi spas se agolpaba en su cabeza, la
harás por él? había sol tado y estaba
Se rió sardónicamente y se apartó de el la. Parecía un debajo del chorro del agua, l loró como una loca, gri
t i tán a los pies de tó con desesperación.
la cama abrochándose los pantalones, fi ja su mi rada en el Golpeó la pared con los puños y se dejó caer de rodi l
la. las mient ras se
—Esa es tu úl t ima prueba. Hacer lo que tu hermano balanceaba aferrándose el estómago con las manos.
no se at reve por t i . Porque dol ía, dol ía lo
Lo que haría ahora mi smo si no te qui siera como te que la pedía, si abandonaba, abandonaba a su
quiere... ser tú... la que hermano, si seguía mataría a
le haga pagar... su dolor. su padre del di sgusto por verla así . ¿Qué hacer? ¿Cómo
15. APOCALIPSIS podía hacerla pasar
La cuerda que siempre se tensa termina desaf inando. (P. por aquel la lucha exi stencial? Se aferró a los bordes
Coelho) de la bañera y sal ió
*** torpemente. Dominic se mantenía frente a la ventana
Se vio veinte años at rás, con su vest ido de paje de la habi tación en
blanco ribeteado, sus total si lencio, había sal ido al pequeño balcón y
flores rosas bordadas en hi lo, sus zapatos de charol a mantenía las manos sobre
juego, su padre la barandi l la de madera y una expresión ausente más
siempre la había l levado a todas las ferias, las al lá del jardín, de los
caravanas ambulantes de árboles y los pequeños arbustos que rodeaban la casa.
at racciones la l lamaban la atención. Sol ía comprarla —T u padre te vio —musi tó dándose la vuel ta y fi jando su
un enorme caramelo mi rada en el la
de colores que devoraba con ahínco. —. T u hermano le ent regó un video que grabé hace
—No te acerques al barrio de det rás. La gente es meses estando con
mala, la pobreza les ambos en la cama.
hace ser malos —le decía—. Tú eres una niña con Se quedó paral izada con la toal la enroscada en el
clase, es bueno que te cuerpo y el pelo
goteando sobre su pecho. —Serás capaz... —le di jo asombrado.
—Supongo que te preguntaras porque lo hicimos. En el —Te odio... Acabas de romperme el corazón...
fondo no t ienes —No me digas eso...
la culpa de todo lo que hizo sin embargo eres lo más A vanzó hacia la puerta y la abrió con brusquedad, Dominic
preciado que t iene, la la siguió y la
única forma de hacerle daño y obl igarle a contar a tu empujó hacia at rás apartándola de el la y volviéndola a
madre la verdad eras cerrar.
tú. —¿Por qué, Samara? ¿Todo esto por Romina? ¿Por tu orgul
—No puedo creer lo que me estás diciendo... lo?
Se tapó la boca con la mano y abrió los ojos de par en par. —Aparta de mi camino. Voy a terminar lo que he
—Ese era el fin... Recuerda que tu hermano te reconoció, empezado...
que se acercó a —Antes contéstame.
t i para vengarse de él , es ot ra hi storia lo que aconteció —¡No!... No... Porque tú me lo has pedido, voy a hacer
después, que te ame por t i , por mi
y no sea capaz de segui r su venganza... hermano lo que queríai s, me importa una mierda este
Avanzó varios pasos hacia una Samara, totalmente ida y juego ya —comenzó
desconcertada. a sol lozar con rabia—. Ahora se t rata de lo que has
—No es como yo, le pueden los remordimientos y después pedido ¡Tú! Lo que tu
de aquel lo no estas pidiéndome que haga.
ha querido segui r . Ahora lo t ienes abajo, casi di La agarró por el brazo y volvió a apartarla de la puerta.
sculpándose con él — —¡Suél tame! —gri tó enrabiada—. ¿Eso es lo que
hinchó las fosas nasales como si la rabia no le dejara quieres? ¡Pues
cont inuar—. No es también lo haré!
justo... Se merece la mayor de las mi serias y él no —Basta, Samara...
es capaz de hacerlo por Forcejeaba con él intentando sol tarse de sus manos.
t i —sol tó una suave ri sa y meneó la cabeza—. Y —¡Déjame bajar! —gri tó. Comenzó a l lorar como una
tengo que respetarle sin loca—. ¡T e he
más... dicho que me suel tes!
Lo mi ró con un odio casi palpable, su estado medio —¡Basta! —su gri to la pet ri ficó. Jamás en todo el t
catatónico se iempo que l levaba
t ransformo poco a poco es una expresión de rencor , con él lo había oído levantar la voz de esa forma—.
aversión por todo lo Se acabó... —di jo con
que estaba escuchando. Al menos esa era la tono suave— es suficiente, lo acabas de deci r ... eso
sensación de Dominic, sus era lo único que debías
mej i l las sonrosadas empezaban a adqui ri r un tono deci r desde el principio...
casi rojo, apretó los —¿De qué demonios hablas?
labios con despreció y sol tó su toal la quedando totalmente La tenía sujeta por los brazos y clavaba los dedos en su
desnuda. carne.
—Porque yo te lo pido —susurró—. Era tan senci l lo como en dos. Su bata de raso revoloteaba al ri tmo de su
eso, no por tu fino cinturón pasando
orgul lo, no por tu envidia o necesidad de superar a como un rayo por delante de Dominic.
Romina, te di je que no —¡Hi ja! —le di jo—. ¡Me alegro de verte, cariño!
era una guerra, tu fin era abandonarte... y esto es lo Le asestó una bofetada que a punto estuvo de hacerle caer
que signi fica. Incluso en el suelo del
con la rabia que te consume y el odio que dices salón. Su padre se l levó la mano a la cara y la mi ró
tenerme, aceptas mi confundido. Lui s se
capricho y te ent regas a una causa que no te beneficia a t i l levó la mano al pecho y se apoyó en la barandi l la,
en absoluto... daba la sensación de
Lo mi ró aturdida y desorientada. Sus fosas nasales que le iba a dar un infarto en cualquier momento.
subían y bajaban al —Tú —le espetó con rabia—, no quiero volver a verte en
compás de su pecho. T enía el pelo revuel to, los t i toda mi vida...
rabuzones le caían por la —le señalaba amenazadoramente con el dedo.
cara y le ardían los brazos por la presión de sus dedos en la —Hi ja...
carne. —¿Cómo pudi ste engañar a mi madre, engañarme a mí de
—Esa es la esencia que buscabas... ¡Esa! ese modo?
—Me estoy mareando... No puedo más... —No entenderías nada... No es tan fáci l —se
La arrast ró hacia el armario y la puso una bata corta enderezó con dignidad y
de raso negro. cerró el puño en señal de cri spación—. Las cosas no
Samara ató el cinturón con torpeza con la mi rada ida son tan senci l las,
como si fuera una Samara. Yo solo buscaba lo mejor para t i y para tu madre.
especie de pelele. —¿Lo mejor para mí y para mi madre o lo mejor para t i?
—Piensa lo que te acabo de deci r mient ras despido a tu —No me des lecciones de moral , Samara... No tú...
padre. No lo esperaba, pero lógicamente estaba preparada. Su
*** padre dio un paso
Sal ió por la puerta y descendió las escaleras hacia el la con la intención de acariciar su cara pero
lentamente. Lui s sal ía del Samara se apartó con
despacho delante del padre de Samara. T enía un gesto rabia.
algo apagado aunque —No me toques, estás podre por dent ro...
se esforzaba en sonreí r a Dominic cuando lo vio. —Es tu hermano y te acostaste con él aún
—Os agradezco lo del edi ficio. Yo... sabiéndolo... No me des
—Es mejor que se vaya —di jo Dominic— antes de lecciones de vida correcta... Comet í un error pero tú...
que sea yo quien Dominic se mantenía en el úl t imo peldaño de la
me... escalera y no qui taba
No acabó la frase, Samara bajó las escaleras de la planta de ojo a Lui s, que permanecía inmóvi l aferrado a su
arriba de dos pecho mi rando a su
hermana.
—Yo volvería a hacer lo mi smo una y ot ra vez... —di jo— —Dominic... —Lui s se desmoronó cuando lo vio de pie
padre... junto a la
El hombre mi ró a Dominic y se gi ró con despreció para mi ventana de la habi tación con el ani l lo de Samara en la
rar a Lui s. mano.
—Estái s todos locos. —Déjame solo, Lui s —le musi tó.
—Sal de mi casa —di jo Samara—. No quiero volver a 16. EN EL INFIERNO
verte en mi vida. T e di lo que me pedi ste, algún día lo entenderás,
—No puedes deci r eso. sabiendo que qui zá te
—Sal de aquí . perdería para siempre.
—Si lo haces, no volverás a verme más, Samara. ***
—¡Fuera! —le gri tó. Lui s at ravesó el cal lejón de la A venida y se di rigió
Su padre avanzó hacia el la, por un momento pensó en hacia la puerta de
abrazarla, pero local , la ventani ta del cent ro se abrió y Ray asomó
t ragó sal iva y rozando su hombro bajo la cabeza y se la nariz por el pequeño
alejó hacia la puerta espacio rectangular.
para después i rse. —T ienes muy mala cara —le di jo abriendo la puerta—
Permaneció inmóvi l de espaldas a el los. Su delgadez y son las nueve
era quizá más de la noche de un domingo... malo...
remarcada pasados aquel los días tan duros. Bajó la —Ponme una copa, ponme t res mejor . No, ponme la
cabeza y se quedó botel la entera,
pensat iva. Lui s empezaba a incorporarse como intentando necesi to emborracharme.
recomponerse de Se desplomó en el si l lón de terciopelo rojo. El local
un golpe en pleno vient re por el cont rario Dominic estaba vacío. El
permanecía con las inmenso hombre dejó la botel la en la mesa y se sentó a su
manos en los bol sos y una expresión de t ri steza en la mi lado.
rada. —Natacha no ent ra hasta las diez.
—Me voy de aquí ... —susurró sin darse la vuel ta—. T —Mejor, para entonces estaré lo suficientemente borracho
engo que sal i r de para no verla.
aquí ... —¿Qué te pasa, amigo?
Lui s avanzó con la intención de acercarse a el la pero Dio un t rago a la botel la y la dejó sobre la mesa. Se
Dominic le paró en frotó los ojos y se
seco. El la se gi ró y subió los peldaños de la escalera, incl inó hacia delante apoyando los brazos en la
despacio, sin fuerzas, encimera y bajando la
como si no qui siera l legar al final . Su enjuta figura cabeza.
desapareció t ras la —Me muero por dent ro, Ray —musi tó.
puerta del primer pi so y se encerró en la habi tación. Antes Lo mi ró desconcertado y le qui tó la botel la de las manos.
de que los rayos —No es la solución a tus problemas —se levantó y le
de sol dieran vida a la casa aquel domingo se había ido. puso un vaso—
con calma... —Perdóname... —le di jo.
—No me jodas... papi . La joven pasó las manos por sus pantalones y le sol tó
Se bebió el vaso de un golpe y se si rvió ot ra copa. del icadamente los
T arareaba algo botones de su cami sa.
inintel igible mient ras se afanaba por no derramar una —¿Por qué? Señor, no tengo nada que perdonarle.
gota de l icor en la —Oh, claro, sí ... —Estaba como una cuba pero
mesa. mantenía la compostura
Natacha apareció por la puerta y al verlo, abrió los ojos y su talante.
asustada. Dejó su pecho al ai re, su fina piel color dorado y su vient re
—Señor, ¿qué le pasa? l i so. Lo besó
Sol tó una ri sa sardónica y meneó la cabeza. del icadamente y sint ió el calor de su estómago, el lat ido
—¡Ah!, si empiezo no acabo... mi reina... te quiero l i de su corazón bajo
sta para mí en la piel , la carne y sus huesos.
quince minutos abajo... Ayúdame a olvidar... —No... No te quiero de rodi l las, ven aquí conmigo.
Ray la hizo un gesto de aprobación. El la tenía que t rabajar Natacha se sentó en sus rodi l las y lo mi ró preocupada y
aquel la noche asustada.
pero vi sta la si tuación debía i rse con él . —¿Qué le pasa, Señor?
—Te sust i tui rá ot ra camarera niña, vete t ranqui la —le di La levantó en el ai re y la colocó sobre sus piernas mi
jo. rando hacia él . Su
—Y a lo di jo Pablo Coelho... «El amor es una fuerza pequeño sexo se apoyaba en el bul to de su pantalón
salvaje, cuando y se rozaba
intentamos cont rolarlo nos dest ruye, cuando intentamos di scretamente.
apri sionarlo nos —Mi obediente sumi sa... Perdóname por apartarte de
esclaviza»... Y o soy un esclavo... ¿Natacha? —se rió y mi lado y no darte
bebió—. T odos al la importancia que mereces...
final somos esclavos de nuest ras necesidades... de vosot Se ruborizó pero el sal tó sobre su boca y la besó con
ras... pasión.
Sol tó una suave carcajada y cogiendo la botel la la —Me está asustando, Señor...
arrast ró por la —No te asustes, ya estoy yo bastante asustado por los
encimera hasta avanzar con el la por la planta superior del dos. Sí , me suelo
local . Natacha no asustar a menudo —se incl inó hacia at rás apoyando la
sal ía de su asombro, estaba claro que algo había espalda en el sofá y
pasado con su hermana dejó caer los brazos uno a cada lado de él—. No soy
pero no le iba a preguntar nada. Bajó con él al pi so un hombre fuerte,
de abajo, donde tantas tengo muchos defectos. Mí rame, a punto de l lorar
veces habían pasado horas intensas. Se qui tó la como un niño y si no lo
chaqueta y lo mi ró hago —se rió— no es por t i . Es que si empiezo no
mient ras se sentaba en el sofá de la primera sala. paro. V amos,
consuélame... Dime al menos tú que algo he hecho bien en caderas. Mordió su barbi l la y se aferró a su espalda
esta vida... como si le fuera la
Se volvió a incorporar y pasó la mano por ent re sus vida. Sint ió su pasión, su dolor , la forma de besarla,
piernas. Arrancó sus de hacerla suya. Su
bragas con sut i leza y las dejó en un lado del sofá. miembro erecto, aún después de engul l i r la inmensa
—Dime que no soy un mal hombre, dime que una botel la de alcohol se
mujer es capaz de movía locamente ent re sus piernas.
perdonar cualquier cosa cuando ama porque si no me lo —Señor, si sigue así no podré....
dices, me mori ré... —No me importa...
La agarró por el cuel lo y l iberó su miembro. Natacha sint ió —Pare... —le supl icó. Él apenas escuchaba—. Pare, por
la presión de favor...
su sexo clavándose dent ro de el la, rozando las —Gri ta para mí ...
paredes de su vagina y Clavó los dedos en su espalda y la envi st ió con más
abriéndose paso a t ravés de sus ent rañas. fuerza. Natacha se
—Dime... Dime que me quieres... est remeció mient ras le mordía los labios y ahogaba su
—Señor claro que lo quiero —sint ió sus labios pegarse gri to de placer .
a el la con fuerza Sint ió como la l lenaba, como el l íquido lechoso
y su lengua moverse dent ro como una serpiente. golpeaba sus paredes,
—Dime que todo va a sal i r bien. como se aferraba a el la y al mi smo t iempo... se venía
—Señor... abajo.
—Vamos, Natacha... Miénteme... No te lo ordeno, te lo supl 17. SOLEDAD
ico... Dónde estás….
Natacha se movía sobre él mient ras sus manos se ***
clavaban en su cadera. Hacía años que no viajaba sola en avión. Un par de
La mordía el cuel lo y lamía cada cent ímet ro de él . veces siquiera por el
El la incl inó la cabeza t rabajo y su úl t ima vez en vacaciones. Ahora se
hacia at rás y se dejó hacer . Puro fuego, quizá por la encont raba sola, se enjugó
desesperación o por la di simuladamente las lágrimas con un pequeño pañuelo
angust ia que lo acompañaba. Succionó sus pechos del de hi lo blanco y se
icadamente y la quedó medio dormida. Por suerte tenía el asiento de la
levantó con suavidad para clavarse en el la ventana, podía
nuevamente. Una de sus manos observar las nubes blancas y el ala izquierda del
se desl izó por debajo de sus nalgas y la separó el avión surcando el ai re
sexo para abri rse paso imponente y en todo su esplendor . El sueño empezó
con más dest reza. Que intenso placer , que pasión a apoderarse de el la y
más dolorosa y sin soñó con él . Aquel la noche en su apartamento cuando
embargo, cuanto sufrimiento veía en sus ojos. T i ró de el se vino abajo,
la y la apretó a sus
cuando la decía con la pasión más dolorosa y palpable chapurreas al menos el inglés, será fáci l que te
que la amaba con desenvuelvas aquí . No
toda su alma y que no sabía hacerlo de ot ro modo. l inda... Nadie sabe qué estás aquí . Sabes que puedes
Soñó con sus besos, con confiar en mí .
el tacto de sus dedos y sus escasas sonri sas. Cuando —Tengo miedo.
se encerraba en la —Lo sé —al ot ro lado del teléfono se hizo el si
cocina con su hermano sentado en la encimera lencio—. T odo pasa,
hablando como un loro Samara. Hay mucho t iempo para hablar . Di le al taxi sta
mient ras él se peleaba con los botes de especies. que te l leve al hotel
Fue una mezcolanza de Gold Inn Anglet terre.
recuerdos, de pequeños detal les carentes de sent ido —Gracias por todo...
pero intensos. Cuando —A t i , l inda, y bienvenida a Berl ín.
despertó el sobrecarga avi saba que l legaban a dest Llegó una hora después, el t ráfico era intenso y el
ino. Se abrochó el hotel se hal laba en
cinturón y cerró los ojos. Apagó el móvi l . No había mi tad del casco urbano. Era precioso, un botones la
recibido ninguna ayudó a bajar el
l lamada. ¿Qué pasaría en la casa? Ni siquiera se equipaje y la acompañó a la recepción. Un hotel con
despidió de el los. Su una fachada de
hermano estaría dest rozado y Dominic... Sint ió la principio de siglo con una ampl ia recepción en madera
necesidad de l lorar de de cerezo. Había
nuevo. Un joven de unos veinte años la mi raba con varias personas esperando en la ent rada y se sentó
dulzura. «V es mi en unos si l lones de
t ri steza, pero no te preocupes. T odo pasa.» «No cuero negro. La recepcioni sta la hizo una señal y la
dudaré en i r a buscarte al sonrió con dulzura.
fin del mundo si es necesario.» «No... No me encont Chapurreó su inglés habi tual y la ent regó las l laves
rarás...No quiero que de la habi tación, el
lo hagas...» botones se apresuró a subi rle las maletas y la
*** acompaño por los ampl ios
Se quedó dormida pero esta vez no soñó. pasi l los tapizados con al fombras rojas hasta la habi
—Júrame que no le has dicho a nadie que estoy aquí — tación. Era exqui si ta, el
musi tó sujetando suelo estaba tapizado con una al fombra cont inua color
el móvi l mient ras un taxi la l levaba al cent ro de la burdeos, un vi si l lo
ciudad—. Por favor... crema ocul to por unas hermosas cort inas en tonos
—V e al hotel que te reserve, yo tardaré dos minutos amari l los que daban
en l legar ... Está paso a una terraza con mesa y unas si l las. Podrían cenar
si tuado en Mi t te, al lado de una cal le comercial en el balcón aquel ,
bastante interesante. Si las vi stas a la cal le principal eran maravi l losas y la
temperatura no bajaba
de los veinte grados. Mi ró al botones y le ent regó Había escuchado ese fragmento de la opera del
una buena propina que Payaso mi les de veces
aceptó sonriente para luego i rse. Abrió las puertas de la desde niño. Sol ía sentarse en el regazo de su madre
terraza y respi ró el y dormi tar bajo la
ai re. En un par de horas la algarabía de abajo melodía y la voz magi st ral de Pavarot t i . Canio
desaparecería con la ent rada descubría la infidel idad de
de la noche. El nudo del estómago no había cesado su esposa Nedda, aún así , debía interpretar su papel
desde que había subido de payaso, roto por el
al avión, era angust ia, dolor y t ri steza. La imagen del dolor y la desesperación. ¡Qué t rágico le resul tó siempre!
espejo que pudo ver Zarandeó el dedo
era francamente horrible. T enía ojeras y su cara estaba índice como si di rigiera un coro y se rió. ¿Por qué
pál ida y sin bri l lo. Nedda tenía que mori r?
Se di rigió al baño y sacando de su bol so un pequeño ¡Ponte el t raje! La función debe cont inuar ... Suspi ró
neceser intentó bajo la tenue luz de la
solucionar el desast re. T enía los nervios a flor de piel lampari ta de mesa y dio un t rago a su copa. Lui s l
, el golpeteo de la lamó a la puerta y ent ró
puerta la hizo volcar el neceser y sus pinturas se interrumpiendo aquel momento del aria en donde el
esparcieron por el suelo. tenor l loraba
Sal ió del aseo y abrió la puerta. Sus caracoles, sus labios desconsoladamente por su amor t raicionado.
de querubín y sus —Ha l lamado a Meredi t —musi tó de pie t ras el inmenso
mej i l las juveni les. si l lón de piel .
—Linda mía... —susurró abrazándola. —Ridi , Pagl iaccio, sul tuo amore inf ranto, ridi del duol
—Alexi s... —di jo rompiendo a l lorar. che t ’avvelena i l
18. SIN TI cor!... —meneó la copa ent re los dedos y el hielo t int
Actuar , mient ras pr eso del del i rio no sé ya lo que ineó—. Me alegro...
digo ni lo que hago y —Dominic —no soportaba verlo así .
sin embargo... es necesari . —Muda en pantomimas la congoja y el l lanto; en una
*** mueca los
¡Actuar! sol lozos y el dolor . ¡Ah! —meneó la cabeza y se
¡Mient ras preso del del i rio, acomodó en el sofá—.
no sé ya lo que digo ni lo que hago! Qué quieres, Lui s...
Y sin embargo, es necesario... ¡esfuérzate! —¿No vas a preguntar cómo está?
¡Bah! ¿Acaso eres tú un hombre? —El la siempre estará bien...
¡Tú eres payaso! Se colocó frente a él y lo mi ró con rabia.
¡Ríe, Payaso, sobre tu amor despedazado! —Maldi ta sea, Dominic... ¡Reacciona!
¡Ríe del dolor que te envenena el corazón! —Ríe, payaso... y todos te aplaudi rán —di jo fi jando
(Opera del Paglacci -Leoncaval lo) su mi rada en él
***
mient ras apoyaba los labios en el cri stal de la donde por nuest ra culpa. Esta maldi ta semana...
copa—. Es subl ime... Me —Me parece que voy a l lorar ... —di jo con un tono l
encanta esta ópera... Sí rvete una copa. ineal y fal to de
—No quiero una copa, quiero que reacciones. Llevas sent imiento—. Ot ra vez... ¿Puedo?
días encerrado —¿Estás borracho?
aquí . —¿Eres idiota? —frunció el ceño—. De el la... No, Lui
Le sonrió sut i lmente, el bri l lo de sus ojos le daba un s, no estoy
ai re casi borracho, solo te hablo como un hombre débi l . V oy a
desequi l ibrado. l lorar ... Déjame
—No le di jo dónde está, solo que está bien y que se solo... Mañana me pondré también yo mi t raje de
i ra, que viajará un actuar , y me pintaré la
t iempo. cara de blanco y saldré al escenario. No te preocupes,
—Mi Nedda quiere viajar... amigo, mi
—¡Dominic! —le ent raron unas inmensas ganas de part melancol ía será tapada por la máscara melodramát ica que
i rle la cara para siempre l levo.
ver si así le volvía la cordura. —Te estás volviendo loco, Dominic...
Cerró levemente los ojos y mi ró a Lui s de reojo. Si —Hace t iempo que lo estoy, amigo. Por eso me amas.
aquel gesto lo —¡No puedo con esto!
hubiera hecho en ot ras ci rcunstancias hubiera parecido —T ranqui lo, me hincaré de rodi l las ante el la. No me
hasta cómico. importa. Daría la
—Dime que lo t ienes todo cont rolado como siempre vida por el la, todo lo que tengo y más con tal de que
por el amor de sea fel iz, aún lejos de
Dios, amigo mío, dime algo... mí .
—No puedo deci rte eso —susurró. —Me empiezas a dar miedo...
Lui s se frotó la cara y se sentó en el canto de la —Vete...
mesa. Dominic daba —Dominic... —supl icó.
pequeños sorbos a su copa y mantenía la mi rada perdida. —Vete, por favor.
—Joder... 19. OSADÍA
—No tengo nada cont rolado Lui s, nada... Solo tengo Te di je una vez que me pasé toda la vida amándote…
roto el corazón, ***
déjame acostumbrarme a este dolor y cuando lo asimi Ent ró en el edi ficio a primera hora de la mañana,
le quizá piense con absorto en sus
mayor claridad... Ahora no puedo pensar , solo me pensamientos. Mateo le había dejado todos los informes
compadezco de mi sobre la mesa de
mi smo —bajó la mi rada al suelo y se rió suavemente—. la sala de reunión con sumo orden. Eso le gustaba,
Debe ser así ... Mateo se mantenía
—¿Así? —no podía creer lo que decía—. Mi hermana di stante a su si tuación algo que también le agradaba,
está sola a saber no soportaba que la
gente, su entorno, se compadeciera de él . Su —Sí —se incorporó y se sentó en el canto de la
secretaria apareció casi mesa a su lado—.
derrapando por uno de los pasi l los perpendiculares a Dominic... ¿Tanto me odias? No ent iendo por qué te
la zona de comportas conmigo de
admini st ración. esa forma tan frívol—. Pasó los dedos por su mej i l la—. Yo
—Señor , t iene una vi si ta —apost i l ló nerviosa—. Le no te odio...
di je que no podía —No voy a comenzar una conversación que no i rá a
pasar a su despacho, pero la señori ta di jo que... ningún lado —le
—No pasa nada —la vio de espaldas balanceándose di jo.
en la si l la —¿Crees que volverá? —acarició su pecho por encima
confidente y no necesi tó más expl icaciones—. No de la cami sa.
importa, me ocupo de Dominic seguía su mano de reojo—. ¿Qué opinas...?
el la. —No lo sé. Es un riesgo que todos corremos, incluso tú.
Ent ró en el despacho y la cabel lera caoba de Romina —¿Me qui si ste alguna vez, Dominic?
revoloteó al gi rar la —Romina...
si l la. Se levantó con gesto de t ri steza y se acercó a Se incl inó hacia él y lo mi ró con deseo, su pelo
él con la intención de brincaba al ri tmo de sus
abrazarlo. movimientos.
—No hace fal ta que finjas, Romina —le espetó—. ¿Qué —T an poco estuvo tan mal Dominic, éramos más jóvenes,
quieres? cierto, pero tú
El la sol tó un suspi ró mezquino y se volvió a sentar en la si siempre mantuvi ste la esencia de tu carácter , aun
l la. teniendo veinte años eras
—Ver como estabas. Me enteré de que Samara se ha ido lo que ahora eres... Por eso me exci tabas tanto, por
y... eso me ent regué a t i
—Y di j i ste, voy a consolar a Dominic —se dejó caer como en mi vida.
en la si l la y rió sin La cogió por el brazo y la mi ró fi jamente a los ojos.
ganas—. Ent iendo... Un detal le por tu parte si no —Romina. No pierdas más t iempo —musi tó con suavidad.
fuera porque no me lo —Igual no vuelve, maldi ta sea...
creo. ¿Qué quieres? —No me importa —sonrió y la pasó la mano por la cara—.
—¿T endría que querer algo? —se rió suavemente Hay un error
hinchando el pecho inmenso cuando una mujer se ent rega por «morbo»
como un pavo y haciendo que los botones de su cami Romina, que nunca
sa verde amenazaran l lega a estar a la al tura de lo que intenta ofrecer —se
con estal larle en la cara—. Repi to que solo quería ver como acercó a su oreja y
estabas. ent reabrió los labios—. Como en tu caso... —susurró.
—Bien, Romina, estoy bien. Apuesto a que l lamaste a Lo mi ró con rabia y sus ojos empezaron a destel lar.
Quimera y —Nadie te querrá como yo —se incorporó y se di rigió
Cat inca te puso al día. a la puerta—. No
lo olvides nunca, Dominic. luto. Alexi s no la interrumpía, mantenía un si lencio
Sal ió empujando a Lui s que venía por el pasi l lo. absoluto mient ras el la
Dominic se recl inó en forjaba un monólogo que solo era interrumpido por sus
la si l la y mi ró los papeles de su mesa, se levantó y l lantos o incluso
se aproximó a la por sus si lencios pausados. No encendió su teléfono
ventana. aunque a veces se vio
—¿Todo bien? —le preguntó en la puerta. tentada a hacerlo, sent ía una inmensa preocupación por su
—T odo bien —musi tó sin apartar la vi sta de la cal le hermano, por él .
y el est ruendo de No podía regresar.
los coches. —¿Qué harás cuando te vayas de aquí? —le preguntó.
Se quedó solo y cerró los ojos. Recordó el día que —Necesi to viajar . Hay muchos si t ios que aún quiero
estando en esa mi sma conocer . Ital ia,
ventana la podía ver sentada en la terraza de enfrente, cuando estudiaba hice el t ípico viaje de estudios y conocí
mi rando el teléfono, Roma, Florencia,
haciendo t iempo para subi r a verlo, su pelo Niza y V enecia pero era un viaje escolar , me quedé
acaracolado brincando con la con las ganas de
bri sa, su nerviosi smo, su sonri sa. Recordó un poema regresar y pasear por las cal les tan t ípicas...los
que de niño leía a museos, los monumentos...
menudo. No lo sé... Estoy perdida.
—«Ot ras me amaron más y sin embargo...» —reci tó —Un buen si t io —Alexi s se balanceaba en la si l la,
melancól icamente su pelo era
— a ninguna la qui se, como a el la... « zarandeado por la bri sa juguetonamente—. Lo conozco.
20. TODO SIGUE SU CURSO —¿Qué opinas de todo lo que te he contado?
No soporto la di stancia, la impotencia que jamás sent í me l —Muchas cosas...
lena el alma. Lo mi ró algo confusa y se incl inó para coger su mano.
*** —Si he venido aquí es por el lo. No perteneces a
Dos semanas conociendo el precioso Berl ín, sus Quimera, estás al ot ro
noches, sus museos. lado de la cal le desde donde el los mi ran, solo tú podrías...
Dos semanas en las cuales cada atardecer , sentados —Linda... ¿Por qué me preguntas algo que ya sabes?
en alguna terraza del No finjas que no
barrio de Mi t te donde se elevaban las suntuosas t ienes la respuesta. Él solo hizo lo que tú le pedi ste, lo que
oficinas de empresas buscabas.
internacionales, la vida nocturna o el epicent ro de las —¿Por qué de esa forma?
compras, le contaba Alexi s sol tó una suave ri sa y se apoyó en la mesa
todo lo que había pasado. En ningún momento se con los brazos
quedó de noche con el la, extendidos y aferrando su mano.
ni siquiera se acercó con la intención de besarla —Cuando quieres someter a un hombre, es senci l lo.
respetando claramente su Anulas su fuerza, su
vi ri l idad. Una mujer domina al hombre menguando su —Me i ré mañana. T e agradezco tu t iempo y todo lo
poder , el la te que has hecho por
cast iga, tú eres un hombre que la dupl icas en peso pero mí .
aun así , de rodi l las, —No era la forma que deseaba verte de nuevo pero sabes
le rindes plei tesía y no eres nada. Con una mujer es dónde estoy.
di st into, la mujer es —¿Y Romina?
románt ica, cariñosa y afect iva, t ienes que qui tarle —V iaja mucho l inda... y yo también tengo una vida
esos valores, no por la que l levar . No le
fuerza, ni por el capricho, t ienes que menguar sus expl ico que hago cada día, no es así como l levamos esto.
pasiones... Si fueras un —Te supl ico que no le digas nada.
hombre como yo lo hubiera tenido fáci l , cast ígalo, —Dominic la l lamó t res días antes de que vinieras.
somételo y prémialo Se quedó sorprendida ante aquel la afi rmación.
con sus vicios, tu sexo.... En t i , eso no vale. T ienes —Sí , le di jo que habías pasado la prueba, se dedicó
unos valores como a romper todos los
mujer más profundos, eres menos inst int iva, más floreros de casa —sol tó una ri sotada y bebió su copa—. T
mental ... no buscas el enías que haberla
sexo como premio, buscas el amor y el cariño por vi sto, era como un perro de presa en mi tad de una t
encima de las cosas y lo ienda de figuri tas de
que más temes es fal lar a los que amas... —di jo—. porcelana.
Samara... T e supl icaría —Pero yo t res días antes de veni r estaba en la casa de
ahora mi smo incluso de rodi l las que me dejaras Darío...
hacerte el amor aunque —Supongo que ya dio por hecho que lo que te pidiera
solo fuera una vez si exi st iera un at i sbo de posibi l idad, lo harías o quizá
una brecha en t i , sin ya te sent ía lejos de él por lo que vendría...
embargo me has contado cada día que has vivido y Se quedó pensat iva y le ent raron ganas de l lorar.
aun sint iendo tu dolor , —Había decidido contarme lo de la cinta... —pensó en
no la hay. al to— porque
—No te ent iendo. aún no sabía lo de mi hermano... —lo mi ró con los
—Él solo te dio lo que le pedi ste, te lo di jo el día ojos inundado en
antes l inda... «No lágrimas—. No superé la prueba, me fui al día siguiente...
dudaré en i r a buscarte al fin del mundo si es preci —Lo que tu hicieras no t iene por qué ser igual a lo
so.» Sabía que con el lo que él viera —di jo.
te perdería. Tú lo sabes... Meneó la cabeza y con el lo sus rizos se desparramaron por
Meneó la cabeza negando sus palabras y se perdió vi la frente—. ¿De
sualmente más al lá dónde sacaste mi teléfono? ¿Cómo di ste conmigo?
de los edi ficios de cemento que emergían al final de la cal —Me lo dieron...
le. —Es deci r, alguien sabe dónde estás, ¿no?
—Sí , pero no di rá nada. Tengo plena confianza en esa pasado con él . ¿Qué haría? ¿Sufri ría su ausencia
persona. igual que el la? Para qué
21. SIGUE MI TORMENTO negarlo, observaba las parejas sentadas en alguna
Y pasa lento… Sin embargo, recuerda lo que te di je… pequeña mesa de las
*** diminutas terrazas, sus mi radas cariñosas y sus palabras
Llevaba casi un mes alejada de él y sufría su tan habi tuales y no
ausencia más de lo que le hacían sent i r nada. Si , podrían quererse mucho,
había creído. Las cal les de Florencia atestadas de turi jurarse amor eterno en
stas eran el lugar una ciudad tan románt ica como aquel la, deci rse boni
perfecto para perderse sin que nadie interrumpiera con tas cosas, amarse
preguntas como todos los mortales y ¿para qué? ¿Acaso su
inadecuadas sus largos paseos, sus medi taciones, sus forma de amarla era peor
horas de soledad que aquel la?
observando los preciosos monumentos y edi ficios que t Durar todo puede dudar menos o más sin ser lo pol í t
iempo at rás siendo icamente correcto...
niña había conocido por primera vez. Ni una sola l Samara observó los ojos de uno de los jóvenes más
lamada de él , no era que cercanos a el la,
deseara que lo hiciera, quizá así era todo más senci l sujetaba con cariño las manos de su pareja, la sonreía,
lo sin embargo no quizá le estaba
podía dejar de mi rar el teléfono con la idea de que diciendo que la quería. Se quedó pensat iva unos
en algún momento segundos saboreando su
sonara y escuchará su voz al ot ro lado del aparato. café y sonrió. Ni siquiera los ojos de aquel hombre
Sin embargo Dominic reflejaban la pasión que
parecía respetar su deci sión, al menos la necesidad Dominic era capaz de demost rar con el la muchas
de pasar un t iempo veces. No, no la veía, no
sola, pensar en todo lo que había pasado y si en veía ese amor tan desequi l ibrante, esa necesidad de deci
algún momento decidía rla tantas cosas que
volver que fuera porque el la así lo había querido. no sabía expresar con palabras y lo hacía con sus
¿Cómo podía ser tan ojos, como si estuviera a
duro? Quizá estaba equivocada, quizá era cierto lo que punto de acabarse el mundo y solo tuviera unos
Alexi s decía y segundos para deci rle todo
Dominic tan solo había hecho lo que el la le pidió, a lo que sent ía. Por momentos se vio tentada a coger
fin de cuentas, no la su móvi l y l lamarle,
hubiera dejado bajar las escaleras y most rarse de posiblemente su hermano no la l lamaba por qué él se
aquel la manera ante su lo había pedido,
padre, solo era una prueba, una más de todas las que porque Meredi t les había t ranqui l izado, pero necesi
día t ras día había taba oí r su voz, en
aquel la terraza, en aquel mi smo momento, casi frente —¡Joder! Me va a dar un infarto —ot ra pausa que la
al suntuoso hizo pensar que su
bapt i sterio junto a la catedral de Fiore, a más de mi l hermano l loraba—. Sam, dime que me has perdonado
ki lómet ros de él , se por lo que he
dio cuenta que el la jamás le había dicho que le quería hecho...
de la mi sma forma —T odos necesi tamos de nuest ra venganza Lui s... por
que Dominic lo había hecho con el la. mucho que me
Y soñó con él . La noche que ent ró en su casa, la pese, hasta tú tenías derecho...
forma de hacerla suya —Sam... —Se derrumbó y comenzó a l lorar como un niño—
de aquel la manera tan desequi l ibrante. Sint ió de . Vuelve...
nuevo el pavor al notar su —Lui s, no me hagas esto ahora....
presencia en la habi tación, su peso sobre el la mient —Hay algo más que debo contarte, también le he dejado
ras le susurraba que varias l lamadas
nada podía hacer , que ahora todo cambiaría. Samara a Dominic pero t iene el teléfono apagado y no soy
despertó de capaz de ¡dar con
madrugada sudando y respi rando a gran velocidad, mi ninguno de vosot ros en el peor momento! —levantó la
ró el reloj , tan sólo voz con
había dormido un par de horas y parecía como si la noche desesperación y enfado—. ¡Maldi ta sea!
no tuviera fin. Su —¿Qué pasa, Lui s? —comenzó a asustarse.
teléfono parpadeaba, lo cogió apresuradamente y leyó —Antón está mal ... A yer Cat inca me l lamó, le tuvieron
el mensaje de texto: que ingresar de
«Sam, por favor l lámame es urgente». Marcó el número de urgencias y está en observación, aunque no sabe nada
su hermano y al de todo esto ya t iene
oí r su voz se le abrió el mundo. muchos años... Joder... ¿Por qué todo t iene que juntarse?
—¡Sam! ¿Estás bien? —su voz era ansiosa y desesperada. Sint ió un nudo en el estómago y comenzó a ponerse
—Estoy bien, Lui s, solo necesi to pensar... nerviosa.
—V ale, respeto lo que haces, siento mucho todo lo —¿Y dices que Dominic no sabe nada? —susurró.
que ha pasado Sam —No, Sam, mi móvi l me avi saría si encendiera el
pero por Dios, no puedes i rte así ... suyo pero no soy
—¿Cómo está él? capaz de hablar con él ... Por el amor de Dios, Sam...
Se hizo un leve si lencio y lo oyó suspi rar. Regresa a casa...
—¿Cómo quieres que esté? Sam, hace una semana —Dame un poco más de t iempo, Lui s...
que no sé dónde está. —Te daría la vida si así pudiera solucionar todo.
Me dejó todas las cosas importantes del t rabajo y Colgó y se quedó pensat iva. V olvió a coger el móvi l
desapareció. Dime que y l lamó a Cat inca.
está cont igo o me va a dar algo. La joven al oí r su voz comenzó a l lorar.
—No... No está conmigo, no sabe dónde estoy... —No te preocupes, Samara, de momento está bien, ha
sido un bajón de
tensión muy grande, creí que era serio pero quieren de que tenía unas ojeras inmensas. Pidió un taxi para i r
hacerle unas pruebas hasta el aeropuerto,
estos días para quedarnos más t ranqui los. prefería reservar el bi l lete al l í mi smo y asegurarse
—Siento no poder estar ahí , Cat inca... de un buen horario para
—Escúchame bien. —su voz sonó autori taria —No volver a España. La terminal estaba abarrotada de
sabemos dónde está gente, la algarabía de
Dominic, pero te supl ico... rel igiosos era la que más se notaba a esa hora,
—Cat inca, por favor… grupos de jóvenes con
—No, escúchame —la interrumpió—. Si por un cami setas idént icas con las let ras «Amanecer , la
momento exi ste la esperanza de la juventud»
posibi l idad de que vaya a buscarte estés donde estés... corrían ansiosos con sus maletas a cuestas de un lado
—Eso es imposible.... a ot ro, varias monjas
—Si fuera así , no le digas nada y si hay una mínima pasaron a gran velocidad por la escalera mecánica y la
posibi l idad de que empujaron, aquel los
todo se arregle. ¡Hacedlo, maldi ta sea! lugares tan atestados de gente eran claust rofóbicos
—Júrame que Antón está bien... para el la. Llegó a la
—Aún no lo sé, Samara. zona de most radores y al ver una mul t i tud inmensa
—Te l lamaré mañana —susurró a punto de l lorar—, pero él agrupada en fi las
no vendrá... decidió parar a tomar algo en una de las pequeñas
—Samara... Dominic encont raría una aguja en mi tad cafeterías menos
de la nada si se lo abarrotadas. Cinco minutos más arriba o abajo no la qui
propusiera, si su marcha ha sido para encont rarse cont igo, tarían el vuelo y su
por favor , zanjar estómago empezaba a pedi rla algo de comer
esto antes de veni r a Quimera, decidái s lo que decidái urgentemente. Mi ró a t ravés
s, mi padre no está de la cri stalera, los aviones i tal ianos tenían colores l lamat
ahora mi smo para un di sgusto... ivos en sus colas,
—Hace una semana que se fue, si como tú dices qui siera verdes y rojos, incluso alguno de la aerol ínea A vianca,
encont rarme... mezclaban el rojo,
—Hubiera tardado dos días, lo sé. el azul y el amari l lo en una algarabía mul t icolor . At
—Os quiero a todos —di jo con t ri steza. ravesó la ampl ia zona
—Nosot ros a t i también, Samara. de mesas y pidió un café cargado y un par de
*** tostadas, le dio un vuelco al
No durmió en toda la noche. Cuando el reloj marcaba corazón al ver un hombre de espaldas idént ico a Dominic
las nueve de la pero al gi rarse de
mañana ya estaba l i sta para bajar a desayunar , tan dio cuenta que se estaba volviendo loca y lo peor de
solo tomó un zumo de todo, que deseaba que
naranja natural , se mi ró en uno de los espejos de hubiera sido él . T ras desayunar bien volvió a la zona
recepción y se dio cuenta de bi l letes y se puso
la úl t ima en la cola, era increíble la cant idad de aún a met ros podía verlos bri l lar con intensidad. No
adolescentes hi stéricos que fue capaz de dar un
corrían de un lado a ot ro en grupi tos precedidos de paso adelante, sent ía sus finas piernas temblar como
un profesor , después de hojas de papel y un
pasar dos horas en la cola consiguió reservar su vuelo calor inmenso comenzó a subi rla por la cara. Parecía que el
para el día siguiente universo entero
y regreso de nuevo al hotel , en el taxi se preguntó dividía el espacio ent re el los, un túnel inmenso y al final :
dónde habría ido él .
Dominic, por qué no la había l lamado ni una sola vez Dominic avanzó lentamente por el pasi l lo pero parecía
y con quién estaría no acercarse
en aquel momento. Posiblemente él se hacía las mi nunca, tenía la cabeza l igeramente incl inada hacia
smas preguntas o quizá delante y sus ojos se
ya no... mantenían fi jos en el la con el gesto casi enfermizo que le
La recepción aquel la mañana estaba abarrotada de caracterizaba. En
gente, varios aquel momento que parecía pasar a cámara lenta para
congresos se habían estado anunciando toda la semana Samara vio su
en los tablones de cadeni ta dorada bri l lar a cada paso, sus manos ocul
anuncios de la planta baja y parecía que todos se tas dent ro de sus
habían congregado a la bol si l los aparecieron de repente, gi ró las manos
mi sma hora. Apenas pudo l legar al most rador para poniendo las palmas hacia
pedi r su l lave sin arriba y est i ró los brazos como si se di spusiera a
t ropezar con varios hombres que la mi raron de arriba comprobar que estaba
abajo, se abrió paso l loviendo, pero por el cont rario la mi ró en mi tad de
de nuevo ent re el los y tomó el ascensor en di rección su recorrido y cuando
a su habi tación. El el la comenzaba a avanzar algo la paró en seco. Dominic
pasi l lo revest ido en al fombras cont inuas de color rojo cayó de rodi l las en
y dorado ol ía a mi tad de la al fombra y quedó plantado delante de el la
l impio. Gi ró para la zona de habi taciones pares y con los brazos en la
comenzó a temblar . De mi sma posición.
pie al fondo del inmenso pasi l lo, justo delante de la —¿Qué haces? —consiguió preguntar pero apenas le
puerta estaba él , sal ió un murmul lo
inmóvi l apoyado en la pared con las manos en los bol —. Dominic...
si l los y perdido en —Si tengo que supl icarte de esta forma que vuelvas a
sus pensamientos. Al verla se incorporó y pareció mi lado me
ocupar todo el ancho del quedaré así hasta que lo hagas.
pasi l lo, su cami sa blanca perfecta, sus pantalones —Por Dios… —estaba a un met ro de él y apenas se
oscuros y sus ojos que at revía a avanzar
más ni moverse—. No hagas eso…
—No puedo vivi r sin t i —levantó más los brazos y su cami murmuraba en el oído—, pero no me abandones ahora...
sa se tensó—. Ahora no...
¿Esto es lo que se siente? —preguntó—. Mí rame, Samara... —¡Oh, Dominic! Levántate, por favor.
—No t ienes que... —avanzó varios pasos y lo mi ró a punto —No hasta que me digas que regresaras conmigo —la
de l lorar. apretó con más
—No puedo cambiar princesa... pero tampoco puedo fuerza y mi ró hacia el pasi l lo con rabia—. T e esperé
dejar de amarte... más de veinte años,
Te di je que i ría a buscarte al fin del mundo si era tengo el resto de mi vida para quedarme así hasta que
necesario. vuelvas a mi lado.
Se agachó frente a él y lo mi ró con t ri steza. Dominic —Me hici stei s mucho daño.
t i ró de su brazo y Movió su cara mient ras presionaba con las manos las mej i l
la hizo caer de rodi l las, parecían dos monagui l los en mi las de Samara
tad del pasi l lo. y la mi ró.
—Ahora dime... dime que no quieres volver a verme —Jamás hubiera permi t ido que tu padre te viera así .
nunca más en tu —No lo sabía.
vida y me i ré sabiendo que he hecho lo imposible —Nunca qui se una esclava, ¡maldi ta sea! Fui ste tú la
para recuperarte —di jo que pidió algo de
con rabia cogiendo su cara con ambas manos—. Dímelo, lo cual yo te avi se —negó con la cabeza, sus ojos
Samara. estaban vidriosos y sus
—¿Por qué haces esto? mandíbulas tensas—. No soportaría perderte ahora.
—Un mes, Samara —apoyó la frente en la suya y cerró los Samara no podía asimi lar lo que estaba pasando, era i
ojos—. Dime lógico comprender
que no has estado con ot ro porque no podría soportarlo. que aun viéndole así frente a el la de rodi l las supl
—¡No! —di jo ofendida—. Dominic, yo... icándola que regresara a
Al escucharla se aferró con fuerza a el la y pareció al iviado. su lado no había perdido en ningún momento la
—Dime que me vaya —la repi t ió al oído—, pero autoridad que emanaba su
dímelo ya, porque no presencia. Si hubiera sido ot ro hombre el que se hincara
soporto un día sin t i así ... de rodi l las frente a
Samara comenzó a l lorar desconsoladamente. el la quizá parecería di ferente pero Dominic era incapaz
—No quiero que te vayas —sol lozó—, pero no puedo más. de perder su
¡Ya no sé qué esencia.
más puedo darte! —V i a Alexi s en Berl ín —musi tó—. Me di jo que
La abrazó con fuerza y Samara empezó a l lorar con más Romina recibió tu
intensidad. l lamada días antes de acabar la semana.
—Te di lo que me pedi ste, Samara. —T e conozco lo suficiente para saber que serías
—Lo sé. capaz de todo,
—Y sabía que con el lo pasaría esto —la sujetaba con princesa... Me quedaba la duda de lo de tu padre, si
fuerza mient ras la te hubieras negado
también la hubieras pasado. Tu hermano se merecía un habi tación y se sentó al borde de la cama. Dominic
minuto de gloria. se incl inó ent re sus
Mi ró al suelo pero Dominic levantó su cara y volvió a piernas de cucl i l las y la mi ró fi jamente, estaba agotada, el
tensar las rímel surcaba su
mandíbulas. T enía el bol so en el suelo y su fina cara como si de una muñeca del pasado se t ratara.
tarjet i ta de la puerta en —No vuelvas a devolverme esto nunca más...
mi tad del pasi l lo. La cogió la mano y colocó el ani l lo de oro blanco en
—Has tenido mucho t iempo para pensar y comprender ... el dedo. Samara se
No podría creer rió del icadamente y suspi ró al sent i r el metal en su
que te resul tara senci l lo imaginar tu vida sin nosot piel . Su expresión
ros. No me puedes impertérri ta apenas la decía nada, no podía soportar tenerlo
ment i r en eso. tan cerca y que
—No, no lo haré. Es cierto —respi ró profundamente y apenas la rozara con las manos. Deseaba tanto que
lo besó—. sal tara sobre el la y la
Levántate, por favor... No soporto verte así . hiciera suya una vez más... Notó sus manos desl izarse
—Regresa a mi lado, Samara... Te lo ruego. por sus rodi l las, la
Movió la cabeza afi rmat ivamente y comenzó a l lorar forma sut i l que añoraba de repasar los cent ímet ros
ot ra vez de su piel con exqui si to
desconsoladamente, mient ras lo mi raba. cuidado, como si buscara un leve fal lo, un leve detal le que
—Claro... Claro que volveré... no le gustara. Al
—No vuelvas a abandonarme —susurró pegando la sent i r sus dedos por los muslos un escalofrío la
frente en la suya—. invadió todo el cuerpo y
No vuelvas a apartarte de mí de esa forma porque me mori creyó desfal lecer de placer . Sus pezones se
ría. encendieron horriblemente y
—No... levantó la vi sta hacia el la incorporándose, t repando
Pudo ver que de su bol so sal ía un bi l lete de vuelo y ent re sus piernas y
lo cogió con los pasando la lengua por su boca con suavidad. Le abrió
dedos, se rió suavemente y lo rompió en pedazos la cami sa, tocó su
desparramándolos por el piel cal iente, la suavidad de su pecho y el calor que
pasi l lo. Cogió la tarjeta de la habi tación y se quedó emanaba de él . Intentó
varios segundos abalanzarse ansiosa pero se recreaba lentamente como
mi rando los ribetes dorados de la al fombra mient ras si jamás la hubiera
sujetaba con la mano vi sto, apartando su pelo con cuidado, desabrochando
la maneta de la puerta y se incorporaba, t i ró de su uno a uno y sin pri sa
brazo y la levantó, la los botones de su cami sa como si el t iempo se
puerta se abrió a su paso. Samara dejó caer el bol so hubiera parado para ambos.
en mi tad de la Le pasó los brazos por encima de la cabeza y la sujetó
suavemente con una
mano mient ras con la ot ra le desl izaba las bragui tas anal izaba sus formas y como en sus palabras añoraba
con del icadeza. cada uno de los que
Observó su sexo unos segundos y respi ró profundamente. la rodearon todo este t iempo con él y dudaba si
—Si te hubiera tocado alguien... sería fel iz en una vida
—¡No! —musi tó—. Sería incapaz, Dominic... senci l la. Dominic permanecía tumbado de lado con el
Su boca la hizo cal lar , su lengua se colaba ansiosa brazo flexionado
en el la mient ras sobre la cabeza, la observaba con gesto ceñudo
notaba como sol taba la hebi l la de su pantalón. Mient intentando t raduci r la
ras se colocaba sobre expresión de su cara. El la permanecía en si lencio mi
el la y su miembro resbalaba hambriento ent re sus rando al techo, la
piernas, la besó en la mi rada perdida, su pelo desparramado por la almohada,
mej i l la y susurró suavemente en su oreja. sus eternos bucles
—Cásate conmigo, princesa... que él tanto amaba enredados en el la. Dedujo la
—Ya sabes que lo haré, Dominic —jadeó. lucha interna que podría
—Mañana.... estar viviendo, aun así , le había dicho que si , que se
—Mañana —susurró el la aferrándose con fuerza a sus casaría con él , que lo
brazos. quería desde el día que lo conoció y la obl igó a
22. SINCÉRATE CONMIGO amarlo a su manera. El la,
La sinceridad es parte de nuest ra vida, sin el la no Samara, el amor de su vida, la única mujer que había
somos nadie. querido. Movió
Necesi tamos conocer vuest ras ent rañas para sacar de levemente la cabeza y lo sonrió. Dominic solo vio t ri steza
el las lo que en sus ojos.
necesi tamos. —¿Por qué me mi ras así? —se gi ró hacia él en una
*** postura idént ica y
Le hizo el amor sin más, no porque tuviera miedo a su apoyó la mano en la cabeza—. Me anal izas
rechazo, al temor , constantemente, lo sé, ya te
al daño que podría ocasionarla después de su conozco bien.
sufrimiento, no era eso —Anal izo tu t ri steza. Los ojos de la gente dicen mucho de
siquiera. Senci l lamente era lo que necesi taba de el la, su alma.
quererla sin más. De —¿Mi t ri steza? —sonrió con una mueva vaga y sus
una forma senci l la, como el resto del mundo, de la mechones galoparon
mi sma forma que la por su pecho.
hubiera querido cualquier hombre que no fuera él . Así —Sí , princesa, tu t ri steza, ahora dudo si es porque
le sent ía a veces, te has dado cuenta de
que estaba mejor lejos de él , con una persona que la que no eres fel iz o... —pestañeó mient ras cerraba
diera el cariño y el levemente los ojos.
afecto de una forma l impia y sin dobles caros pero —Siempre he creído que me lees la mente de alguna forma.
luego la observaba,
—T ienes terror a lo que crees que te has convert ido, —¿Quieres sinceridad? —preguntó angust iada.
lo que has sido —Por supuesto —contestó.
capaz desde que me conoces de hacer —susurró—. —No concibo una vida sin vosot ros, sin t i , sin tu
Samara... entorno, eso me aterra,
Meneó la cabeza negat ivamente y la apartó un rizo de la me aterra pensar de lo que he sido capaz desde que
cara. te conocí , esa fal ta de
—¿Qué te hace pensar eso? amor propio cuando me pides algo y te obedezco sin
—Fal té a mi palabra de no tocar tu fami l ia ni tu pensarlo, pasar el día
vida personal — intentando averiguar qué te gustaría que hiciera, como
cont inuó—. No lo hice por mí , los acontecimientos me debería
hicieron decidi r comportarme, ser mejor que el resto, tu eres el mejor de
fal larte en ese punto por tu hermano, me siento culpable todos debería estar
cada día que pasa. a la al tura de lo que esperaste siempre, es horrible…
—No... No quiero hablar de eso ahora —le interrumpió. —se quedó en
—No has tenido, no hemos tenido una conversación si lencio y apoyó la cabeza en la almohada de nuevo—
«humana» desde horrible i rme un
que nos conocemos, no huyas de eso, no puedes, ya mes y darme cuenta que soy capaz de dest rozar hasta mi
no. T engo que deci rte fami l ia si tú me lo
cómo me siento, es el momento ¿No te das cuenta? No soy pidieras. ¿Sabes lo horrible que me siento? —hizo una
un personaje de pausa y cont inuó—.
una hi storia, no soy i rreal , soy un hombre como No te puedes hacer a la idea... Creí que si me iba
cualquier de los que te vería las cosas de ot ra
cruzas cada día, con las mi sma debi l idades, los mi smos manera, sería capaz de l lamar a mi padre, di
fal los y las mi smas sculparme con él , calmar a mi
carencias y tormentos... T ienes que entenderme, saber madre y volver a casa a abrazarlos pero no quiero, no
la razón por la que soy capaz de ver mi
hago las cosas y tomo deci siones... vida con el orden que antes tenía por vuest ra culpa.
—Me resul ta ext raño escucharte hablar así —le di ¡Me acosté con mi
rigió una mi rada hermano! No ha sido fáci l aceptarlo pero lo peor de todo es
t ímida y se tapó con la sábana—. Supongo que os he que después de
perdonado a ambos. saberlo aún le quiero del mi smo modo y volvería
—No, no nos has perdonado a ninguno —rió melancól hacerlo una y ot ra vez...
icamente y la besó ¡Eso es horrible moralmente! Me expuse a gente que ni
—. Lo has aceptado sin más. No soy un t i rano, Samara, no siquiera conocía y
soy un dictador , ¿sabes? Me sent í orgul losa de el lo porque te demost raba
solo soy una persona que ama de una forma... que era mejor que
dolorosa. Es todo lo que las demás, eso también es una locura ¿Quién que esté
puedo darte... Eso y todo lo que tengo.... en su sano juicio
ent iende eso, Dominic? Tú, yo... Quimera... nadie más... impul so.
—¿Y qué te importa la gente? ¿Lo moralmente —Entonces no intentes auto convencerte de que algo con lo
correcto? ¿T e piensas que di sfrutas
que el mundo que te rodea no se mata a pajas está mal ... No eres la única mujer en este mundo que
pensando en aberraciones gozaría como lo haces
cuando nadie los ve? ¿Que sus fantasías son más tú con esta vida, la mayoría solo fantasean por que los
púdicas que las tuyas o lo hombres que las
que tú haces? —sol tó una ri sa y se dejó caer en la rodean no son lo suficientemente val ientes para sol tar
almohada—. Si supieras su al ter ego y darles
las veces que todos nos hemos preguntado lo mi smo que lo que necesi tan... —volvió a sonreí r y t i ró de el la
tú... con más fuerza—.
Samara se incorporó y apoyó la cabeza en el ¿Prefieres que te haga el amor con del icadeza? Puedo
cabecero, se frotó la cara y hacerlo... Pídemelo...
meneó la cabeza negat ivamente. Eran más de las Se ruborizó, aún después de tanto t iempo era capaz
doce de la noche y el de ponerla nerviosa
ruido sonoro de los coches perforaba el suave si lencio de en tan solo segundos.
un hotel dormido. —V amos... pídemelo... Pídeme que te hable con
Dominic se frotó los ojos y se rió. dulzura, que te diga
—Nunca... —musi tó—. Nunca seas hipócri ta cont igo mi esas boni tas palabras que te di ría cualquier ot ro si te
sma, princesa. tuviera en su cama.
—¿Qué quieres deci r con eso? La besaba en la mej i l la mient ras la apartaba el pelo
Dominic se incorporó y t i ró de el la hacía sí . Apoyó su con del icadeza y
frente en la suya y bajaba a su cuel lo para segui r besándola.
la mi ró con dureza. —Para Dominic... No es eso lo que...
—Si durante el t iempo que l levas a mi lado hubiera —Y o podría deci rte eso pero no es lo que quieres...
vi sto en t i un at i sbo —notó como la
de que algo de lo que te rodea no te gustara, no apretaba la nuca y la met ía la lengua con más fi rmeza en la
hubiera seguido con esto. boca—. Lo que
Sí , es cierto que hay ciertos momentos en los que no pasa es que aún no eres capaz, de deci r con la boca
lo has pasado bien, l lena lo que realmente
reconozco que si me enfado di sfruto con ciertas cosas deseas de mí ...
poco ét icas pero —Si soy capaz... Ya sí ...
volvías a mí una y ot ra vez a por más. Dominic se apartó de el la y abrió los ojos con i ronía.
—Eso es cierto. —Pues di lo.
La sujetó del cuel lo y la besó en la frente, los —No... No seas así ahora.
músculos de sus brazos se —Dímelo —repi t ió de nuevo sin sol tarla mient ras desl
tensaron como si pretendiera cogerla por el pelo e intentara izaba la mano por
cont rolar aquel debajo de la sábana y rozaba su sexo ya empapado.
—Lo sabes ya... ***
—También sabes que te quiero y aun así necesi tas que te Lui s viajó en el primer vuelo a Florencia y antes de
lo recuerde. las nueve de la
—Dominic... No me hagas esto ahora... No me siento... mañana estaba en el hotel . Dominic había dejado una
—Mí rame a la cara, Samara, no te lo estoy copia de la l lave de la
ordenando, te lo estoy habi tación para él en recepción, ent ró indicando al
pidiendo sin más. No te voy a obl igar a... botones que t rasladaran
Samara dio un sal to al notar los dedos dent ro y se pegó las maletas de la habi tación de Romano, a la habi
más a su cuerpo. tación de Samara, algo
—A nada... —susurró con suavidad—. Hoy no, mañana que el muchacho de apenas veinte años no
tampoco pero sé comprendió inicialmente ni
franca conmigo... tampoco la recepcioni sta que lo mi raba ext rañada y
La pasó la lengua por la boca y clavó los dedos. con gesto de no
—Dime que no di sfrutas cuando te pongo de rodi l las, entender nada.
dime que no es lo —Señor , pero la habi tación mi l veint icinco solo t iene
que quieres... una cama
Notaba sus dedos jugar dent ro de el la, como rozaba mat rimonial y ustedes...
esa fina zona det rás —Señori ta, baje las maletas de Dominic Romano a la
de su cl í tori s donde el placer y el tacto aumentaban los habi tación de mi
calambres cada vez hermana y haga lo que la digo. ¿No es una sui te?
más. Separó las piernas, casi lo tenía encima y su ¿Hay alguna norma que
mano apenas la daba impida que t res personas estén en una habi tación de
t regua mient ras ol ía su pelo, su mej i l la, mient ras la más de mi l euros la
susurraba en la noche?
penumbra de aquel la forma que tanto había echado de Meneó la cabeza nerviosa y sonrió.
menos. —No, Señor, lo decía por su comodidad, si quieren que les t
—No puedo deci rte eso —jadeó—. Lo sabes. raslademos a
—Entonces deja de compadecerte de t i mi sma —le una que posea dos camas para que puedan...
dio la vuel ta y la —Nos arreglaremos señori ta —La sonrió con sut i leza
puso boca abajo— y demuést rame en que has mient ras la daba
cambiado en todo este dos bi l letes de veinte —Siempre se nos dio bien los
t iempo Samara... —susurró en su oído mient ras se puzzles.
abría paso ent re sus La joven mi ró de reojo al botones y le hizo una señal
piernas. para que
23. TODO VUELVE A LA CALMA obedeciera.
Siempr e hay una razón para todo, un gesto, una pr —Que l leven las maletas dent ro de dos horas, no
egunta, incluso una quiero que nos
simple mi rada…
molesten, el desayuno ahora mi smo, de esos que se l besó en la mej i l la, el mero roce de su sexo cont ra
laman cont inental , que su cadera le provocó una
tenga de todo, vengo muerto de hambre —notó la mi erección de mi l demonios y se aferró a su pecho
rada ruborizada de la pasando el brazo por
muchacha mient ras se di rigía al ascensor y como una debajo de su costado hasta t i rar de el le hacía él .
de sus compañeras —Sam... mi Sam... —murmuró. El la se movió lentamente y
cuchicheaba con el la—. Por cierto —se gi ró y la mi sonrió quizá
ró—, tendrás dos más soñando con algo boni to—. T e quiero tanto —la besó
de esos si subes tu mi sma a l levarlo —por el mero nuevamente en la
hecho de ponerla mej i l la y apretó sus pechos con fi rmeza.
nerviosa no se perdería su cara por todo el oro del —Que t ierno... —Dominic seguía de lado y t i ró de la
mundo—, buenas sábana hacía sí—.
tardes... Me alegró de que estés aquí Lui s —farful ló medio dormido
No tardó en estar delante de la puerta de la habi y sin gi rarse.
tación, ver a su hermana —Me duelen las pelotas de tanto avión...
después de un largo mes de ausencia le l lenaba de Samara abrió los ojos y al ver a Lui s pegó un suave
fel icidad, verlos juntos, gemido de alegría
la l lamada de su amigo para que cogiera el primer pero este la tapó la boca con la mano y la besó.
vuelo a las dos de la —¿Qué hora es? ¡Has venido rapidí simo! —musi tó
mañana casi lo mataba de un infarto la noche anterior desperezándose.
pero ahora estaba —Sí —apenas la escuchaba, se enredaba ent re sus
ahí , delante de la cama, su hermana profundamente piernas ansioso por
dormida con los bucles poseerla—, muy rápido...
desparramados por las sabanas y aferrada a Dominic Dominic se levantó, camino desnudo por la habi tación
mient ras la sábana y se acercó a la
resbalaba sut i lmente por su cadera dejando ent rever ventana apartando con cuidado los vi si l los pero al
una de sus piernas y instante, apartó la
parte de su maravi l losa nalga. cabeza agobiado por los rayos de sol .
Se mantuvo durante un minuto en si lencio ent re la —Es muy temprano —di jo di rigiéndose al baño.
penumbra de la —Sam, voy a fol larte —se puso sobre el la y la
habi tación, se qui tó la chaqueta y la ropa y se coló besó— o me va a dar
desde el lado izquierdo algo aquí mi smo.
por det rás de su hermana. ¡Qué sensación más apacible —Tenía ganas de verte...
sent i r el calor de su —Abre las piernas Sam o te las abro yo —se estaba
piel ! No se daba cuenta, se movió acercándose más si volviendo loco.
cabe a Dominic y —Lui s... —Samara le sonrió con sut i leza y se puso sobre
respi ró profundamente aún dormida. Lui s la apartó el él rápidamente
pelo de la cara y la
—ábrelas tú... —rió mient ras se clavaba en él muy t rinidad —meneó la mano—. ¿V es esa chaqueta? Saca
despacio. la cartera, y coge lo
La puerta sonó suavemente t res veces, Lui s recordó la que te di je que te daría.
joven muchacha Dominic se est i ró y se tumbó en la cama.
de mej i l las sonrosadas y pelo dorado de la recepción. —Señor, es... ¿Es esto?
—Mierda —gruñó—. El desayuno —bajó a su hermana —Sí , saca el dinero. ¿Ves todo lo que hay?
de encima y se —Sí , Señor —no entendía, se aferró a su falda de
gi ró. tubo y lo mi ró
—Abro yo —di jo Dominic sal iendo del baño. nerviosa.
Y ahí estaba la pobre muchacha, con el carri to de —Lui s... ¿Vienes, tocapelotas?
acero inoxidable de —V engo contento como en mi vida Dominic —
varias bandejas supletorias repletas de comida y una susurró—. Solo estoy
expresión de pavor provocándola un poqui to...
cuando Dominic abrió la puerta totalmente desnudo y —Y a lo tengo, Señor , me di jo cuarenta —dobló los bi
se quedó mi rando a l letes con sumo
la joven con el ceño fruncido. cuidado y los dejó a la vi sta de su cl iente. La habían
—¡Oh, Dios mío! Señor , perdón —carraspeó levemente enseñado bien, ciertos
y bajó la cl ientes podían permi t i rse muchas cosas en un hotel
mi rada. Era tan baj i ta que el carri to la tapaba medio tan caro como aquel y
cuerpo y quedaba a la no dudo en sonreí r aún con aquel la imagen en la ret
al tura perfecta para sent i rse todavía más abochornada ina y dar un paso at rás
—V engo, vengo con —. Gracias, Señor.
el ... —No hay de qué. Joanna...
—Pasa —Lui s se incorporó en la cama y la sonrió con el —Dígame, Señor.
pelo totalmente —Cada vez que necesi te algo si eres tú quien viene
descont rolado —déjalo ahí mi smo—. ¿Cómo te l lamas? tendrás lo mi smo.
La pobre chica apenas sabía cómo ponerse y dónde mi —Buenos días —di jo abriendo la puerta—. Gracias, Señor...
rar . Aquel Samara sal tó de la cama y se abalanzó hacia el
inmenso hombre la mi raba de pie totalmente desnudo zumo de naranja, cogió
y aunque no era la un bol lo dulce y se lo l levó a la boca. Estaba muerta
primera vez que algún cl iente le abría la puerta de de hambre, todos
esa gui sa, ninguno le aquel los días apenas había probado bocado pero esa
había impactado tanto. V olvió a carraspear y un suave mañana se sent ía bien.
hi lo de voz emergió Devoró el paneci l lo bajo la atenta mi rada de Dominic,
de su garganta. que se mantenía
—Joanna... sentado en una de las butacas con el periódico en la
—T e promet í algo pero si salgo de la cama vas a mano y con unos
parecer la divina pantalones de satén oscuro que acababa de ponerse.
—¿Todo bien por la ciudad? —preguntó Dominic a Lui s. de café de la mano.
Este carraspeó suavemente y sin apenas mi rarlo bebió —No sé a qué te refieres...
su zumo a gran —Nos conocemos muy bien. T e he preguntado si todo
velocidad. está bien y no me
—Sí ... —susurró—. Nada... nuevo... has mi rado a la cara.
—¿No se te habrá ocurrido deci r nada al resto de la boda, Lui s suspi ró y frunció el ceño.
no? —Antón tuvo una leve bajada de tensión y esta hospi
—No te preocupes, si di jera algo Carlo fletaría un tal izado. Nadie ha
avión entero l leno de querido deci rte nada hasta que vuelvas porque está mejor.
ci rcenses con tal de tocar las pelotas. Cada vez me —¿Cómo? —abrió los ojos como platos y buscó su
recuerda más a House y móvi l pero Lui s le
su humor sardónico. paró al instante y sal tó sobre él para apartarle del
—No tengo nada que ponerme ni ... teléfono.
—Por eso no te preocupes, princesa —musi tó Dominic —Cat inca no me perdonará que te lo haya dicho, por
doblando el favor Dominic,
periódico—. Ya me he ocupado yo. deja que pase hoy... Está bien, de verdad... Hoy es tu día,
—T enemos hora a las cuat ro de la tarde, como la por favor...
niña es catól ica Lo mi ró algo sorprendido y se apartó dudoso del aparador.
apostól ica fue algo más compl icado —rió Lui s—, pero —Está bien —di jo confuso—, pero no vuelvas a ocul tarme
nada que no haga algo así ...
algo de dinero y alguna l lamada a las dos de la —Dominic.
madrugada... Le cogió por los hombros y lo mi ró con dureza.
Samara mi ró a Dominic y le preguntó. —Nunca.
—¿No eres creyente? —V ale... pero relájate por favor ... lo úl t imo que supe
—No —confesó—. Soy ateo. Aún así , tendrás una hace unas horas es
boda rel igiosa que esta mejorando. Mañana regresaremos, un día amigo,
t ranqui la... con cura y esas cosas... —suspi ró y se solo un día.
incorporó de la butaca —¡V ale! —di jo levantando algo la voz y frotándose la
sentándose a su lado—, aunque tú de blanco.... Mejor ibas frente—. V ale...
de rojo... —susurró.
—Y tú de verde —di jo Lui s terminando su tostada —Té envidio —di jo mi rándolo— con toda mi alma,
mient ras se chupaba Dominic...
los dedos—. Te favorece el verde. No sería mala opción.... —¿Por qué dices eso ahora?
—V oy a ducharme —di jo Samara al t iempo que se —Por qué vas a casarte con el la —meneó la cabeza—
levantaba y . No quiero
desparecía t ras la puerta. perderla...
—Y ahora dime que cojones pasa —le espetó Dominic qui —No digas chorradas, Lui s. ¿Perderla?
tándole la taza
—No quiero que me la qui tes... Prométeme que no la —Tu noche de bodas....
alejaras de mí Dominic perfi ló una sonri sa casi maquiavél ica y
nunca... meneó la cabeza en
—Esta conversación ya la hemos tenido. No vas a tono afi rmat ivo.
perder a nadie — —¿Qué pasa con mi noche de bodas?
meneó la cabeza sin entender su arrebato pero lo veía —¿Qué t ienes preparado, amigo? Y o me quedaré aquí
melancól ico y algo y os veré en el
t rágico—. Joder, Lui s... qué obsesión con perderla. Nada aeropuerto pero donde i rás con el la, eso no me lo has
va a cambiar... dicho.
—Samara Romano.... Me alegro y a la vez me muero... —Ni pienso hacerlo.
No lo puedo —Solo dime que no tengo que estar preocupado...
remediar . —se colocó frente a la ventana y empezó a Dominic mantenía esa sonri sa inquietante y se apartó de él
divagar—. Igual de repente.
tenéi s hi jos y luego el t ío Lui s sobrará, seguro que... —No t ienes que estarlo.
—¡Para! Frena —di jo—. ¿Eres tonto del culo? ¿Qué dices? —No te creo.
—Pequeños Romanos repelentes que me impedi rán tocar a —Me da igual Lui s... Como tú dices... es mi día... solo
su madre... voy a di sfrutar lo
—No... ¡Joder! ¿Pero qué coño dices? —no podía creer que signi fica para mí que el la fi rme ese papel . Tú
lo que oía, asegúrate que Antón este
comenzó a reí rse aunque le apetecía darle una bien el resto es cosa mía. T u hermana no va a sufri r
bofetada para que más de lo que ha
reaccionara—. Lui s, estás muy mal de la cabeza. ¿Hi jos? sufrido estos días.
Tú corres mucho, Met ió las manos en los bol si l los del pi jama y se colocó
no quiero hi jos. dando la espalda
—Eso lo dices ahora. a Lui s frente a la ventana, gi ró levemente la cabeza y le
—Basta —le frenó—, nadie te va a qui tar nada, ni sonrió.
sobrarás en ningún —Regresará a Quimera sin su apel l ido ent re ot ras cosas...
si t io. T u hermana té necesi ta —suspi ró—, no de la 24. QUÉDATE CONMIGO
forma que te gusta pero Ninguno de nosot r os somos nada sin vosot ras. Nuest r
bueno, partamos de la base que al final acaba siempre o poder aumenta
igual la hi storia... con vuest ra grat i tud.
Lui s se gi ró y lo cogió por los brazos con fuerza. ***
—No me la qui tes. Carlo derrapó por el pasi l lo de la casa y se est rel ló
—Que no... cont ra uno de sus
—¡Júralo! perros. Maldi jo en varios idiomas y aterrizó sobre el
—Esto es ridículo teléfono fi jo que no
—¡Júralo! paraba de sonar.
—Joder, lo juro —di jo mi rándolo de reojo—. Estás chi flado.
—¿Cat inca? —di jo aceleradament —. ¿T odo bien? —No —la contestó—, pero no creo que tardemos en
Joder , menos mal… saber algo, Lui s a
sí ... dos días más, bueno me parece normal que desaparecido y eso me dice que algo se está cociendo
quieran que quede un poco conociéndolos.
más, es una medida de prudencia. Iré a buscarte. Dame —Me alegraría mucho que fuera así Carlo —notaba su
veinte minutos. cansancio en
La not icia de que Antón empezaba a mejorar le l lenó cada palabra que sal ía de su boca—. Llévame pronto
de júbi lo, Meredi t a casa. Necesi to
había sal ido a primera hora de la mañana para pasar darme una ducha y descansar.
el día con sus padres, —Come primero, has bajado mucho peso.
empezaba a ponerse nervioso. No sabía dónde estaba Cuando l legaron a casa, se quedó profundamente
Lui s, Dominic no dormida en la bañera,
daba señales de vida y Mateo había regresado con su fue Carlo el que la despertó casi una hora después.
hermana al pueblo La ayudó a sal i r y la
con la intención de solucionar el momento estelar con rodeó con una toal la.
su padre. Cogió la —Quédate conmigo —le pidió mient ras comenzaba a
chaqueta del t raje del perchero de pie y sal ió al dormi rse en la
jardín, el día parecía cama. Luego se hizo la nada.
mejorar y una tenue bri sa de mayo le golpeó la cara 25. UNA BODA ÍNTIMA
despeinando sus finos Por que sé que con esto aún estás incompleta, todavía
mechones rubios. Los sábados a esa hora la autopi sta guar do una baza
estaba medio vacía que no te esperas.
así que no tardó en l legar al Hospi tal y ver a Cat ***
inca sentada en uno de los Nunca había imaginado su boda como un espectáculo
peldaños que conducían a la puerta principal . Se de desconocidos y
compadeció de el la, de su una algarabía de niños corriendo por un jardín, no.
t ri steza, del agotamiento que reflejaba su mi rada y bajó Casi más bien, todo lo
del coche. cont rario. Un si t io int imo, un momento ent re dos,
—V amos, niña —le di jo acercándose—. Sube al quizá alguien más de
coche, te l levaré a confianza y un pai saje hermoso donde respi rar un ai
tomar un desayuno decente y vendrás a casa a descansar. re di ferente. Estaba
La joven se levantó y le sonrió sin ganas. radiante y contenta, la pequeña capi l la a las afueras
—Estoy tan cansada.... de Florencia era
La abrió la puerta del coche y pocos minutos después idí l ica, su vest ido de organza con un escote palabra
ent raban en una de honor y una leve
cafetería bastante coqueta. cola ribeteada era precioso. Su hermano estaba hi
—¿Sabes algo de Dominic y Samara? stérico, Dominic como
siempre rozando una t ranqui l idad casi inhumana —¿Li sta? —musi tó.
permanecía ent re el cura —Li sta —contestó el la.
y ot ro hombre mient ras hablaban en bajo sobre los 26. JUGANDO
veinte papeles que No intentes buscar expl icación a nuest r os
había tenido que fi rmar sin apenas leer. comportamientos, tenemos
—Nos fal ta un test igo —musi tó el hombre que muchas formas de cuidar de los nuest ros, de amarlos, de
parecía un funcionario jugar…
del Ayuntamiento. ***
Lui s mi ró la hora y pestañeo nervioso. —«Oh, nena... vini ste a mi mundo volando... pero te
—¿Dónde coño se habrá met ido? corté las alas... mi
—¿Quién? prenda...
Samara quedó totalmente a cuadros cuando la puerta Cat inca despertó al oí r a Carlo tararear en el aseo. Había
chi rrió y un dormido cuat ro
hombre at ravesó la galería renacent i sta a paso l igero. horas y se incorporó algo atontada.
Abrió los ojos como —¿Carlo?
platos, si había algo que la podría sorprender en aquel —¿Cat i? —contestó con sorna asomando la cabeza por
momento era verle a la puerta—.
él al l í . Qué… ¿Mejor?
—¿Tú? —musi tó. —Sí ... Me duele un poco la cabeza pero estoy mucho
—Hola, muñequi ta —Darío la besó en la mej i l la y dio mejor . ¿Qué hora
la mano a es?
Dominic—. Me perdí un poqui to... di sculpad el ret —Las siete de la tarde —sal tó a la cama y se puso
raso —clavó sus sobre el la—. Me
inmensos ojos azules en el la y la profi rió una sonri sa angel alegro de que estés mejor.
ical—. Divina... —¿Dormi ste conmigo algo?
—¿Qué haces tú aquí? Empezó a besarla con del icadeza.
—Oh, vamos, Sam... —susurró Lui s—, si les digo algo —No... Me quedé a tu lado escuchándote hablar en
a Roberto y sueños. Decías,
Carlo se monta un ci rco y t ienes aquí a doscientos invi Carlo... fól lame duro... Necesi to que me rompas el culo...
tados en lo que canta —¡No seas idiota! —intentó apartarlo con humor.
un gal lo. —¡De veras! T e retorcías de placer cuando te di un
Darío se colocó la chaqueta del t raje y se al i so la cami sa. besi to... Estabas
—Por nada del mundo me perdería un acontecimiento teniendo un sueño de zorri ta y decías mi nombre una y ot
de este cal ibre y ra vez...
más t ratándose de la muñequi ta y mi buen amigo. —Baja de encima de mí , Carlo.
—Señor Cross, su carné de ident idad, por favor —di jo el La subió los brazos por encima de la cabeza con
funcionario. humor y la separó las
Dominic avanzó varios pasos y la ofreció la mano. piernas con la ot ra mano.
—Vale, pero antes déjame preguntarle a mi amigo si quiere te t rate como una zorra... Solo tengo que pasar la
lo mi smo mano por tu coñi to... —
—¡Carlo! pasó los dedos por él y un fino hi lo t rasparente se
—¡Cat i ! —incl inó la cabeza y sonrió con mal icia. Sus balanceó—. Sí ... esto es
bragui tas de seda lo que me mata... que seas tan... predecible....
estaban empapadas y al rozar con la yema su cl í tori —Carlo... Ya está bien...
s se movió nerviosa—. —V oy a fol larte antes de que te vayas... Mi hospi tal
¡Ah! Mientes... Estás mojada... idad nunca es
Se movió nuevamente intentando zafarse de su mano gratui ta —susurró besándola—. De t i depende... ten
que la mantenía cojones... por una vez
inmóvi l pero pesaba demasiado para el la y le costaba en tu vida...
respi rar si se Lo mi ró tensando la mandíbula y le mordió la boca.
incl inaba más. —Está bien —di jo al fin con rabia—. Hazlo...
—Carlo... —¿Cómo?
—Cat i ... —Sin compasión...
—Deja de repet i r lo que digo y quí tate de encima — —¡No me digas! —contestó con sorna.
volvió a moverse Cat inca le dio una bofetada y se rió.
pero no consiguió nada. —No, como una nena...
Carlo comenzó a reí r y se sentó sobre sus piernas, Carlo ladeó la cara y se l impió el labio mient ras se
sol tó sus manos pero reía. La agarró del
de poco la val ió con aquel peso sobre el la. Sol tó los cuel lo y la levantó levemente.
botones de su cami sa, —Bienvenida a mi mundo, mi preciosa puta...
la cogió la mano y se la l levó a la ent repierna. T i ró de el la y la lanzó fuera de la cama. La agarró
—Mi ra... cómo me pones... Ahora tendré que fol larte o por el pelo y la
me subi rá la lefa empot ró cont ra la pared, la cara de Cat inca chocó
a la cabeza... cont ra el pladur y sint ió
—Y te dejará más imbéci l de... como la arrancaba la ropa interior de un t i rón.
—Shhh… —puso los dedos en sus labios y la hizo un —Abre la boca...
gesto para que La met ió las bragas en la boca y la lanzó sobre la
cal lara—. Lo nuest ro es una guerra cont inua... y eso cama. Ató sus manos
amor mío es algo que al cabecero y separó sus piernas. Colocó un coj ín sobre su
me provoca más ganas de fol larte... Si alguna vez cadera y la elevó
cedieras a mi s deseos y del icadamente.
no me resul tará tan di fíci l meterte la pol la ent re las —Ummm...
piernas… —se incl inó —¿Hace cuanto no te la meten por el culo, Cat i?
y acercó la boca a su oreja—. T odo sería di ferente y —Mmm —negó con la cabeza y movió las piernas
sé que te encanta que intentando qui társelo
de encima.
—Mucho, ¿verdad? Creo que la úl t ima vez fui yo en —Solo quería jugar un poco...
verano y mi ra tú... —Y eso hacemos —la guiñó un ojo y meneó la cabeza—. V
estamos en mayo... T el i ta —le dio una bofetada y la enga que me
cogió la cara—. duermo...
Mí rame.... —Dios...
—Mmmm. —Y la vi rgen... V amos, no lo digo más veces...
Ot ra bofetada la hizo mi rarle mient ras sus fosas Muérdeme... —se rió y
nasales se hinchaban y meneó la cadera—. Mi preciosa gi tana at revida...
deshinchaban y parecía sonreí r con odio. Cat inca gateó sobre la cama y gi ró sobre sí mi sma,
Se puso de rodi l las ent re sus piernas y met ió los mordió el cinturón
dedos en su sexo. de metal y t ras pelearse varios minutos con él consiguió
Frunció el ceño y algo le i lumino la cara. Sol tó sus sol tarlo. Lo di fíci l
muñecas y la puso a fue después para qui tar la hebi l la del pantalón y el botón,
cuat ro patas, abrió la mesi ta y sacó un consolador y t tuvo la suerte que
ras sacarle las bragas t ras varios minutos de pelea con él , el ojal era más
de la boca se lo hizo chupar. ampl io y consiguió
—Espera, Carlo, espera un momento... sol tarlo y bajar la cremal lera. Era horrible, su inmensa
—Abre la boca... —t ras mojarlo se lo met ió dent ro y melena la daba un
volvió a atarle las calor t remendo y Carlo se mantenía expectante hasta
manos sobre la espalda. Cat inca quedó de rodi l las que al bajar su ropa
casi con la cabeza en la interior su inmenso miembro sal tó como un resorte y
colcha y aquel lo penet rándola la vagina—. Eso es... y por primera vez se
ahora me vas a sol tar alegró de el lo.
el pantalón con esa bocaza que t ienes... sí ... no me —Te ment í —di jo entonces—, te la voy a meter por el culo
mi res así ... usa tu igual .
lengua, los dientes, pero como tenga que ser yo quien —¡No!
me saque la pol la te —Sí ... sí ...
la voy a encajar en el culo sin sacarte el juguet i to y La arrast ró hacia el cent ro de la cama y la apoyó la
créeme... con lo cara sobre las
cerrado que lo t ienes todo te va a doler un poqui to... sábanas. Sint ió como movía el consolador y apoyaba
—¡Carlo! la punta en la ent rada
—Vamos... nena.... de su ano y empezó a sudar del terror . Iba a supl
Cat inca lo mi ró descolocada. Estaba de rodi l las con icarle que fuera del icado
ai re chulesco sobre pero apenas le dio t iempo, notó como su verga se abría
la cama, la cami sa abierta y las manos en la cintura. paso hacia dent ro y
—Venga... tú puedes, zorra... un dos un dos... una punzada de dolor la perforó cada cent ímet ro de su
—Eres un puto cabrón... cuerpo.
—Haberlo pensado antes de darme esa ost ia en la boca...
La cogió las muñecas por donde se unían y t i ró de el la —. Cuando seas buena.
hacia sí . Met ió la lengua en su oreja y la mordió el lóbulo t i rando de
—Joder... Presión... su pendiente
—¡Para, Carlo, me haces daño! con fi rmeza.
—Llora... —Si no meneas el cul i to un poco, tardaré en
—¡Carlo! correrme y te dolerá más...
No la oía, bombeaba como un demente chocando con vamos, zorra... hazlo... t rabaja un poqui to... Acorta tu
fuerza cont ra su tormento...
culo y clavándole más si cabe el consolador dent ro de el —¡Carlo...! Por favor...
la. Cat inca gi ró levemente la cadera y lo sint ió resbalar
—¡Carlo, por Dios! —supl icó. más dent ro de el la.
—Llora... —jadeó cogiendo sus pechos y levantándola La tenía totalmente inmovi l izada, sus pechos apretados
hacia él hasta en su mano, la
chocar con su espalda—. Supl ica... Cat i ... me la pone cabeza incl inada hacia at rás. Sent ía su pecho chocar
más dura... Llora... y en su espalda y sus
supl ica... y puede que me apiade de tu dolor... jadeos en la oreja cada vez más ansiosos de más.
—Por dios, Carlo... para, por favor... para… para.... —Muévete, Cat i ... Ahora...
—Di jo caperuci ta al lobo. Obedeció y comenzó a mover la cadera, el dolor era
—¡Cabrón! cada vez menos
—V oy a l lenarte ese cul i to de leche y cuando ní t ido y el roce del consolador comenzaba a dejar de
empiece a escurri r por tus molestarla.
piernas te haré lamerlo... todo... —Muévete como una zorra para mí ...Eso es... Así ...
La bombeaba con más intensidad. De vez en cuando movía Notó su semen cal iente en las ent rañas, sus convul
el consolador siones y sus jadeos y
y la provocaba un gri to de dolor. las embest idas violentas hasta que se quedó quieto casi
—Algún día di latarás y esto será el cielo para t i ... temblando.
—Para, por favor... —Ya está... ahora viene lo peor... sacarla… despaci to...
—Cuando me corra y me chupes las pelotas. —¡No!
Cat inca comenzó a sol lozar . Le ardía el culo, le —Oh sí ... —se l impió con lo que parecía una toal l i ta
ardían hasta la ent rañas y la arrast ró hacia
y Carlo no paraba de golpearla con la cadera sin él sacando el consolador con t ranqui l idad—. Pobre
compasión. La sujetó por Cat i ... ¿Quieres darme
el pelo y la besó en la nuca sin sol tar sus pechos con la ot ot ra host ia?
ra mano. —No...
—Y estas tetas grandes y redondas... Duras... Cuando —¿Quieres correrte? —se rió—. Vamos... dime…
seas...buena... —Sí ...
dejaré que te metas mi pol la ent re el las...pero solo... —Pídemelo bien.
—la embi st ió y jadeo
Lo mi ró con rabia y se mordió el labio inferior. Mient ras, le cerca, en alguno de sus negocios, cont rolada. Dominic
dio la vuel ta es así , apostaría la
y la tumbó boca arriba. cabeza.
—Dímelo... Cat i ... —Samara Romano —musi tó Darío—. Esa muñeca es
—Quiero correrme... por favor... Te lo supl ico... preciosa... Me
—No. suena hasta raro... Lo consiguió...
La pasó la lengua por ent re las piernas como si —¿Te fol laste a mi hermana?
lamiera un helado y la Darío se rió y dio un t rago a su copa.
volvió a mi rar. —Ojala... Pero no. Es tan cal iente... tan dulce… y aún
—Hazlo mejor, gi tana. así cuando se
—Permí teme correrme, por favor ... T e lo supl ico — enfada esa mi rada enciende hasta a un muerto... Me
era bochornoso para encantaría haberla
el la. probado —mi ró a Lui s y se encogió de hombros—. Joder,
—Bueno... No está del todo bien pero... me vale... soy sincero.
27. YO TAMBIÉN SOY OSCURO —Se lo pedi rás... Lo sé.
Incluso los que más cr een conocerme a veces se —No lo dudes —musi tó—. No sé qué di rá pero tengo
equivocan; dent r o de que probarla... Lo
cada uno duerme algo oscur o, nuest r os demonios son siento, Lui s... es como algo pendiente que no me deja dormi
parte de nuest ras r y sé que no te
vidas. hace gracia pero deci rte lo cont rario sería ment i rte.
*** —No te preocupes... ¿Volverás a España?
Darío mi ró de reojo a la joven empleada del hotel y —Posiblemente —di jo—. Una de las empresas que
luego observó a tengo con Roberto
Lui s. funciona demasiado bien, no necesi to estar fuera y he
—No estarás pensando... —frunció el ceño y se rió—. ganado suficiente
Joder, Lui s... dinero como para rascarme los cojones el resto de mi
—Es una cría... vida. Quiero estar en
Dio un t rago a su copa y apoyó la espalda en la pequeña mi casa, l levo mucho t iempo fuera y solo.
barra del bar. —¿Volverás por Quimera?
—¿Dónde han ido? Darío sonrió y bebió de su copa.
—No tengo ni idea, Darío... Mejor así . —Si . T odos estái s medio casados pero bueno... T
—Trami tó el cambio de apel l ido, ¿no? engo ganas de conocer
—Y el la lo fi rmó sin mi rar . Estaba ansiosa no vio a esa Sara y al nuevo fichaje, Mateo, se que t ienes
los veinte papeles, una preciosa sumi sa
creo que no vio ni el primero. también y Carlo sigue igual de desequi l ibrado que
—Pero lo sabía ya, así que... cuando tenía veinte
—La impedi rá que t rabajé en la mul t inacional donde años... Dominic me di jo que anda persiguiendo a Cat inca.
está. La quiere —Se aburre y la amarga aunque el la mal no lo pasa.
—No pararé hasta consegui r lo que quiero ¿Lo sabes pueblo que descansaba en todo su esplendor sobre las
verdad? —di jo col inas. Lo había
adqui riendo un semblante serio. elegido por su encanto arqui tectónico, sus mural las, el
—Lo daba por hecho ya, Darío. enorme anfi teat ro
—Mi s parafi l ias estas cont roladas. donde en verano sol ían real izar espectáculos
—Eso di jo Hi t ler antes de incinerar a media población medievales. Su cercanía a
judía. Florencia y porque él ya había estado al l í muchos
Darío lo mi ró y le profi rio una sonri sa amable. años at rás. En el mi smo
—¿Qué dice Dominic? hotel , quizá en la mi sma habi tación aunque no lo
—Que t iene un cast igo pendiente y yo soy el primero de la recordaba con claridad
fi la —se rió. pero sin el la. Ahora la observaba caminar por el suelo
—Esto no acabará nunca —le cogió por el brazo y lo tapizado en una
apretó con fuerza al fombra gri s perla, con un pequeño vest ido blanco
—, Darío... que había puesto t ras
Se gi ró y lo mi ró durante breves segundos. cambiarse, su cabel lera revuel ta por la bri sa del viaje
—Cuando l legue el momento quiero estar presente. y sus pequeños
—Aún no te fías de mí , te recuerdo que estuve solo pezones rozando suavemente con la fina tela de
con el la en la casa y algodón veraniego. No era
vino entera... la época, aún así , hacía demasiado calor para i r de
—Aún no me olvido de la úl t ima noche de caza que ot ro modo. A vanzó
pase hacia el interior de la habi tación, cenarían posiblemente en
cont igo...Dominic te dejará al l ibre albedrío y eso... alguna pequeña
—Eso no debe preocuparte pero si te quedas más t terraza cercana al hotel pero antes la mecería ent re
ranqui lo, no tengo sus brazos con la
ningún problema. intención de calmar el dolor que estaba a punto de
—Me quedaría más t ranqui lo. sent i r . Por que era
—Ha pasado mucho t iempo desde aquel lo Lui s, teníamos necesario, una vez más...
veinte años. Si —Samara —se acercó a la butaca de piel flor oscura
no empiezas a olvidarte del pasado acabará cont igo poco a y se sentó con
poco... elegancia. La cami sa se abría juguetona y su eterna
28. SOY MÁS LISTO QUE TÚ cadena de oro bri l laba
Jamás me subest imes… cont ra su piel canela—. Ven...
*** Se aproximó radiante frente a él y se acucl i l ló ent re
Deposi tó la pequeña maleta sobre la cama del hotel sus piernas. Le
y se acercó a la regalo una sonri sa enigmát ica y fue en ese momento
ventana. Era maravi l loso respi rar ese ai re tan puro cuando vio con
en aquel diminuto claridad que no iba a equivocarse aquel la noche.
—Ahora no quiero tus ment i ras —la espetó—. No —Se me agota la paciencia... Creí perderte cuando te
quiero oí rte deci r que fui ste, pero has
todo pasa y que ent iendes y comprendes cada cosa vuel to demasiado rápido a mi lado y eso me ha
que te he dicho como recordado que si te escogí
siempre. no era por lo maleable y sumi sa que podías l legar a ser...
—No ent iendo a donde quieres l legar —desvió su mi Lo mi ró enfurecida y le devolvió nuevamente una suave
rada en di rección a sonri sa forzada.
algún lugar del suelo y dudó. —He pasado tus pruebas... ya no tengo miedo... no
—Si te he repet ido todo este t iempo que te conozco tengo vergüenza, no
demasiado bien no me siento ridícula con la posibi l idad de alguna si
juegues con mi intel igencia... No soy idiota, princesa... tuación que puedas —
Ahora eres mi Dominic levantó las cejas y la sonrió con un gesto que
esposa, tú lo has querido así , aún rota por el daño que la invi taba a segui r
te hemos ocasionado hablando—. Prepararme...
has sonreído en menos de dos días y no ha sal ido de t i ni Casi sin darla t iempo a reaccionar le dio una bofetada que
un reproche. Deja la t i ró sobre la
de ment i r ya y enséñame de una vez lo que l levo al fombra.
buscando todos estos —Sigues mint iéndome...
años. Dame una carta para mi siguiente jugada o seré yo Samara se apartó el pelo de la cara y lo mi ró
quien la saque... tumbada de lado sobre sus
Samara apretó las mandíbulas con fuerza y apartó el brazos.
pelo de su frente. —No te lo voy a poner fáci l ...
Sus ojos estaban vacíos y su mi rada era fría como nunca. —Vamos... eso es... sal ya de dent ro...
—Eres un hombre intel igente no lo dudo... —No voy a dejar que siempre consigas lo que quieres por
—No lo hagas. que ahora... no
—Y no dudo que sabes perfectamente lo que has te tengo miedo...
hecho en todo este —Más... dame más...
t iempo... —hizo una pausa y dejó caer sus rodi l las —Y si ... hay algo que me has enseñado en todo este
sobre la al fombra t iempo, amar tanto
rozando con sus dedos la ent repierna de Dominic—. Y como a odiar , yo también tengo la vi rtud de hacerlo,
a no tengo miedo al me odio a mí mi sma,
que vendrá... por todo lo que he hecho, pero ya no me importa,
—Ahora estás casada conmigo. ahora no tengo miedo
Sol tó una suave ri si ta y jugueteó con el dedo ent re ¡No tengo miedo! —se empezó a reí r como una loca y
su bragueta y la piel se incorporó sobre
de su estómago. Dominic la cogió la muñeca y la acercó sus nalgas hasta sentarse en el suelo—. No te lo voy
hacia él . a poner fáci l ... ¿Y
sabes por qué?
Dominic se meneó en la butaca y sonrió suavemente. Sol tó una carcajada y se incl inó en la butaca sin dejar de mi
—No tengo ni idea, pero sí ... dímelo tú... rarla.
—Porque ya no te temo —pestañeó con humor y se —Mi amor... Lo que siempre he estado buscando.
arrodi l ló gateando Samara se movió nerviosa y abrió los ojos.
hacia él—. Ni a t i ... ni a tus métodos... ni lo que —Tu odio, tu rencor, tu amor, tu osadía, tu esencia...
venga... ni como.... Creía Se levantó de la butaca y se colocó a dos cent ímet ros de el
que no podría, hable con Alexi s y dudaba de si al la.
verte sería capaz de —Por ejemplo... —cont inuó—. Quí tate la ropa.
asimi lar el dolor pero te vi ... sent í una angust ia y —Quí tamela tú.
un amor incont rolable y Ot ra carcajada retumbó en sus oídos y le impregnó
cuando al día siguiente desperté a tu lado me di todos los poros de la
cuenta que no te había piel . Le hubiera abofeteado en aquel momento pero se
perdonado y quizá no lo haga nunca pero eso... t iene contuvo con fi rmeza
que sonarte de algo. sin moverse de su lado mient ras seguía riendo como
¿No, Dominic? un loco. Cuando
Sol tó una suave ri sa y la mi ró con incredul idad. acercó las manos a su cara y la rozó con los labios la
—Me suena... boca con la intención
—Tú jamás me has perdonado que ni siquiera te viera de besarla, Samara se dejó hacer y le devolvió con
siendo un niño, pasión aquel beso
jamás lo harás por mucho que te esfuerces. Ahora senci l lo y casi etéreo.
empiezo a entenderte... —Quí tate... la ropa... mi amor...
Ahora comprendo como eres capaz de quererme y a la vez —¿Por qué tendría que hacerlo?
sent i r ese rencor —Porque yo te lo pido... —susurró en su oído—. Y porque
que l levas dent ro... ¡Yo también lo tengo! me respetas y
—Duele, ¿verdad? —rió. me amas... Y porque si tengo que romperte la ropa
El la lo mi ró perpleja y se apartó descolocada. cada vez que no me
—Mucho. obedezcas, mañana saldrás en pelotas de esta habi
Samara se levantó del suelo y lo mi ró desde arriba. tación al aeropuerto... y
No pudo contener eso no lo quieres, ¿verdad, mi amor?
una suave ri sa cuando levantó la vi sta hacia el la y la vio Se mordió los labios y meneó la cabeza mient ras lo mi raba
tan rabiada. con rabia.
—¿No vas a deci r nada? —le di jo fríamente. —Contesta —di jo con una seriedad casi palpable.
—No me lo va a poner tan fáci l ... —susurró casi con —No, no es lo que quiero.
un suave hi lo de —Entonces obedece —susurró—, me encantará
voz. comprobar tu fal ta de
—No. Soy tu mujer y he pasado tus pruebas. ¿Qué té miedo, será maravi l loso descubri r lo mucho que me
queda ahora, odias, no t ienes ni la
Dominic?
menor idea del t iempo que esperaba este momento — —¿Estás segura de eso?
la observó —Sí ...
desprenderse del vest ido sin apartar la vi sta de él La sonrió mezquinamente y volvió a sol tar su brazo. Sus
con dignidad—. T e lo dedos aflojaron
pondré muy fáci l , cariño mío... Revélate lo que el cinturón del pantalón y fue sol tando los botones y
quieras, no voy a censurar después la cremal lera.
lo que l leves dent ro, nunca ha sido mi intención. —Me estas retando —la volvió a deci r.
—Siempre has tenido este fin. La boda no era más —Quizá quiera más ot ra vez...
que la necesidad de —Quizá no sepas ni lo que está diciendo.
tener plenamente el cont rol de mi vida. Lo he sabido —Quién sabe —musi tó met iendo la mano por debajo
siempre. de su ropa interior
—Nunca te subest imé. Quizá el resto sí y por eso —, puede ser...
jamás te t raté como a La apartó la melena de los pechos y la observó
las demás mujeres de Quimera. minuciosamente bajo la
—T ambién has sabido que pasaría las pruebas, una a tenue luz de la lampari l la del techo. Samara seguía
una, y con el lo mi rándole mient ras
perdería mi miedo y t ras carcomerme por dent ro acariciaba su sexo bajo el pantalón, sus ojos bri l laban
reaccionaría así —se rió juguetones, carentes
suavemente. Sus cabel los resbalaron por sus pechos y del pudor que siempre la había acompañado.
los ocul taron —T e he querido desde el día que te conocí , desde
l igeramente—. Siempre tan calculador... que me obl igaste a
Pasó sus largos dedos por la cara de Dominic y le vivi r en ese mundo de locos del que vienes... Y
besó suavemente la jamás he sido capaz de
mej i l la. Ni siquiera se movió, se mantenía alerta y decí rtelo, por qué jamás se lo he dicho a nadie más
expectante que a t i —le pasó la
observándola jugar con su cami sa, sol tando los botones lengua por los labios y sonrió con mal icia—, pero no
uno a uno mient ras voy a ponértelo
se mantenía tan hermosa frente a él . fáci l ... ya no.
—No t ienes ni idea de la calma que se siente cuando La tenía en la mano y se aproximó a él mient ras le besaba.
una no t iene miedo —Puedes hacer lo que quieras... Ponerme de rodi l las,
a nada... —desl izó las yemas por su pecho y le usarme a tu antojo,
acarició el estómago—. cast igarme de la forma que te plazca pero no te lo
Cuando ya no queda un resquicio de pudor ... porque pondré fáci l ... porque ya
nada queda peor que no te tengo miedo, Dominic...
puedas hacerme... La sonrió de una forma un tanto ext raña y la acarició
Cuando se di sponía a desl izar la mano por su ent la mej i l la con
repierna la cogió con dulzura. No la interrumpió en ningún momento, dejó
fi rmeza la muñeca. que le acariciara y
hablara sin perder un detal le de cada palabra y expresión por encima de tus posibi l idades, podría ponerte de
que sal ían de el la. rodi l las cuando me
—Y porque te odio, con la mi sma intensidad que te apeteciera aunque tuviera que part i rte la cara dos
quiero, quizá sea de veces antes de que
la mi sma forma que lo has hecho tú hasta ahora. Si obedecieras... Ni siquiera el miedo que «ya no t ienes»
tú hubieras intercedido sería la razón,
mi hermano no hubiera hecho lo que hizo, no le incluso el amor podría ser la razón de que
exculpo, pero sabemos obedezcas... —se agachó a su
ambos que tú... al tura y la mi ró con dureza—. Lo haces sin más porque yo
—Y o fui el culpable de todo y aunque me arrepiento te lo he pedido y
volvería a hacerlo porque sabes que de un modo u ot ro, consegui ré lo
las veces que fuera necesario. Lo mi smo que tú... si que quiero de t i .
tuvieras que meterte en Siempre...
su cama ot ra vez... —Te di ré que no muchas veces... que esté casada cont
Aquel las palabras la enfurecieron. Intentó apartarse de igo...
él pero la sujetó —Será un placer contestarte... No espero menos de t i .
por los brazos con fi rmeza. 29. DARÍO Y SUS TERRORES
—¿Has terminado? —le espetó. Ot ro vendrá que bueno te hará, así dice el ref rán y aun
—Sí así…
Creyó que sal taría sobre el la pero para su sorpresa la ***
besó con Darío gi ró por el pasi l lo en di rección a su habi
del icadeza y la apretó ent re sus brazos. El la mantenía tación, jugaba con la
los ojos abiertos pequeña tarjeta de plást ico ent re los dedos como si
como platos y las pupi las fi jas en el suelo. Parecía fuera una moneda. El
una niña asustada y a bar del hotel a esas horas estaba animado y él tenía
punto de encolerizar por una pataleta en cualquier momento. toda la noche por
—¿Qué vas a hacer? delante para di sfrutar al menos unas horas de t ranqui
—Nada... l idad con una copa de
—¿No estás enfadado por todo lo que te he dicho? un buen coñac y quizá unos cigarri l los que le permi t
—No. ieran fumar dent ro. A
—¡Te he dicho que no te tengo miedo! ¿Acaso eso no te fin de cuentas aquel era un hotel de ricos y en ese t
molesta? ipo de si t ios nadie le
—Ponte de rodi l las —di jo—. No, no me molesta. preguntaría por que fumaba un cigarro dent ro de un
—¡No voy a...! local o si su tarjeta de
—Princesa... Ponte de rodi l las... crédi to era vi sa oro o plat ino.
Obedeció ofuscada y se quedó inmóvi l frente a él . No era un hombre ostentoso, ni siquiera le gustaba
—¿T e das cuenta? —le preguntó—. No se t rata de la que la gente supiera
fuerza que tengo
que venía de buena fami l ia pero tenía que reconocer mart i l leaba su vida con fiestas de hermandades, fútbol
que era exqui si to americano y
escogiendo los si t ios y los restaurantes donde comer o animadoras chi l lonas que no dejaban de enseñar las
cenar . Le bragas y eso a Darío
encantaban las servi l letas de tela con let ras bordadas, jamás le interesó. Ahí estaba lo ext raño, ahí estaba la
los platos de carencia de juventud
porcelana fina y las cri stalerías tal ladas y aunque resul que quizá le l levó a vagar por los locales de adul tos, los
tara cursi , los hi los salones privados y
musicales de fondo, un buen camarero y la soledad. las conversaciones con octogenarios podres de dinero
Luego estaba su hasta al tas horas de
bel leza, algo de lo cual no era del todo consciente, la mañana mient ras fumaban sus inmensos puros y
sus inmensos ojos hablaban de la vida
azules redondos como avel lanas, su nariz respingona y como si se dieran cuenta que la suya ya había
afi lada como si terminado. Dos relaciones
acabara de sal i r del mejor ci rujano plást ico y una nefastas para su vida marcaron los siguientes años, la
boca inmensa y casi primera una mujer
femenina que relamía despacio cuando algo que l quince años mayor que él que jamás abandonó a su
lamaba su atención le marido rompiéndole el
hacía concent rarse demasiado. Eso era lo que las corazón y la segunda la cual jamás olvidaría, Mel i sa...
mujeres les gustaba, su la joven de pelo
ai re inocente de niño bien con el pelo revuel to en cobre y pecas mortecinas.
bucles castaños claros Mient ras fumaba uno de sus cigarros y esperaba a Lui
que se balanceaban a cada paso, un día engominado y de t s, recordó a
raje, ot ro con sus Mel i sa, el la siempre sonreía, siempre di sculpaba sus
eternos pantalones vaqueros desgastados y una cami sa errores, su obsesión
de manga corta que por el orden, por los estudios, su fal ta de t iempo
le hacía aún más joven si cabe. Darío Cross no había para el la. Hasta di sculpo
tenido una juventud aquel la nefasta noche que pasó a su lado, cuando no
normal , sus padres le habían mandado a los mejores escuchaba sus l lantos,
colegios de Suiza, cuando le decía que le hacía daño y no quería segui r
sabía varios idiomas, una formación superior a la media con aquel juego tan
y un coeficiente horrible. Y Darío lo sabía y aún así di sfrutó cada
intelectual por encima del ciento veinte y aun así , segundo, di sfruto
nunca fue fel iz. El resto demasiado para no volver a la real idad y al apartarse
de los alumnos le veían ext raño, normalmente se de el la darse cuenta
alejaba de la real idad, se de lo que había hecho. Sus ojos hinchados por el l
perdía durante horas ent re los l ibros de hi storia mient lanto, sus manos
ras el resto
temblorosas y su decepción. Eso le había superado y con —No... y quizá no quiera ni saberlo...
gran pesar para su —Mejor.
corazón no volvió a verla más. Lo peor de todo fue —¿Por qué has vuel to?
comprobar que recordar —Por melancol ía y aburrimiento —lo mi ró con empat ía y
aquel los momentos eran realmente exci tantes para él volvió a beber
¿Podía ser cierto? —. Porque necesi to di sculparme con Antón, necesi to
Sí ... «Sí , mi pequeña y del icada Mel i sa, te he que me perdone
hecho daño, te he escuchado Lui s...
l lorar desconsoladamente y aún así he di sfrutado con —Creo que ya te perdonó hace mucho t iempo.
cada una de las cosas —Ojalá sea así amigo —musi tó de nuevo absorto en sus
que te hice, pero no soy un monst ruo, al menos no, pensamientos.
como tú piensas ***
¿Puedes creer que aún así te quiero? Ilógico quizá Cenaron en el pequeño restaurante del hotel , tomaron
pero real . T e quiero con un par de copas
toda mi alma y aún así volveré a hacerte lo mi smo más y pasaron varias horas hablando de su vida y
cada vez que te haga poniéndose al día. A la
mía, no puedes quedarte a mi lado, no si no me una de la mañana Lui s estaba demasiado cansado
comprendes y di sfrutas de para cont inuar la noche,
la mi sma forma que yo». Aquel pensamiento le seguía al lá mañana regresarían a España y pasarían por el hospi tal .
donde fuera. —Estoy agotado, creo que me ret i ro a dormi r amigo
En Suiza conoció a Argas, ent re copas de coñac y —se levantó de la
puros le contó sus si l la y cogió su chaqueta—. ¿Vendrás con nosot ros?
temores y fue él quien a su regreso a España le —Es mi intención pero antes debo pasar por mi casa,
mando a Quimera, por qué poner al día un
al l í el hombre que vivía, comprendía su dolor como poco todo, he cont ratado una empresa de l impieza, l leva
nadie. Ni siquiera tanto t iempo vacía
Antón pudo ayudarlo, no después de aquel la terrible que necesi ta un repaso urgente, luego os l lamaré.
noche que pasó en la Darío se quedó absorto en sus pensamientos, cuando
capi tal , no después de lo que hizo... volvió a la real idad
—V uelve al mundo —Lui s se sentó a su lado y levantando creyó conveniente no beber más a menos que qui siera
el brazo pidió regresar a la
lo mi smo que él—. Eres como un fantasma en mi tad habi tación a t rompicones. V io a Mel i sa al fondo del pasi l
de una algarabía. lo, más al lá de los
¿Dónde estabas? ascensores que daban a la planta.
—En mi mundo —suspi ró y bebió de su copa —No deberías estar aquí . Es imposible —susurró en el
repasando a una joven que ot ro lado del
pasaba frente a él—. ¿Sabemos algo de la muñequi ta y pasi l lo.
Romano?
La imagen era ní t ida, la joven permaneció inmóvi l me acompañas posiblemente te haga daño, eres
mient ras Darío demasiado apet i tosa y
intentaba cent rar la vi sta. boni ta para resi st i rme y yo... no soy una buena persona.»
—Vete, no eres real ... —Mañana madrugo, cojo un vuelo muy temprano...
—Perdone. ¿Me dice a mí? —Una joven pasó a su —¡V amos! —insi st ió—. Una copi ta, solo un rat i to, mi
lado y lo mi ró hotel está a dos
dudosa. manzanas, acabo de sal i r de esa maldi ta boda y estoy
Darío se gi ró y meneó la cabeza con rotundidad. Al harta y agobiada —lo
volver a mi rar al mi ró con desdén—. Por favor...
pasi l lo Mel i sa había desaparecido. —Está bien —sonrió nuevamente y la hizo pasar al
—No, perdona —di jo—. Pensé que había vi sto a alguien ascensor—. En la
conocido. quinta planta hay una terraza estupenda con una barra
—¿Eres español? —preguntó—. Me gusta encont rarme fuera, las pi scinas
a mi gente están cerradas, estaremos bien. Mi nombre es Darío Cross
cuando viajo. —di jo.
Darío la repasó de arriba abajo y la sonrió con dulzura. —Yo me l lamo Elena —contestó—. Encantada.
Parecía sal ida de «No, esta noche te l lamarás Mel i sa.»
una boda, los zapatos de tacón empezaban a molestarla y —Un placer Elena.
aquel vest idi to de ***
seda fino y de t i rantes resbalaba del icadamente por Media hora más tarde Elena estaba borracha y bai laba
los hombros haciendo cí rculos
enseñándole un escote aterrador. al rededor de la pi scina. Su precioso vest ido de fiesta
—Sí . amenazaba con
La muchacha le estudiaba curiosa mient ras le di rigía una resbalar por sus pechos y dejar al ai re aquel los dos
sonri sa pícara. hermosos bul tos que
—Oye, es la una de la mañana, estoy harta de mi s dormían debajo. Solo con mi rarla sent ía aquel la
primos y tampoco necesidad innata de
tengo mucho sueño. ¿T e tomarías algo conmigo? Llevo abalanzarse sobre el la y hacerla suya. La muchacha
varios días sin estaba contenta, era
hablar con un español y de verdad... —suspi ró—. una de esas finas borracheras que apenas se notarían
Sería estupendo poder si no fuera por el
relajarme aunque fueran una hora fuera de aquí ... desparpajo y la fal ta de vergüenza que la
Durante mi lésimas de segundos varias imágenes se caracterizaban y él la deseaba
agolparon en su horriblemente. Deseaba olvidarse del recuerdo de Mel i
cabeza, la joven enseñó una fi la de dientes blancos y sa, olvidarse de lo
aquel la sensación mucho que deseaba probar a Samara Romano, de la posibi
horrible volvió a apoderarse de él . «No es lo l idad de volver a
adecuado», pensó para sí . «Si encont rarse con Cat inca.
—No quiero que termine esta noche —canturreó contenta. boca. Darío sint ió como su exci tación iba en aumento,
—Si no quieres, no t iene que terminar. a medida que sus
Se gi ró alegre y se quedó frente a él con el moño dedos jugueteaban con su sexo el bul to de su
casi a punto de pantalón crecía
desparramar su cabel lera dorada. considerablemente.
—¿Me estás proponiendo algo? —Hay gente mi rando niña...
—Sería una osadía por mi parte, acabas de —Pues l lévame a tu habi tación o segui ré tocándote
conocerme, podría ser ... un delante de el los.
enfermo mental , un loco... Deposi tó un bi l lete de veinte sobre la barra y t i ró de
Elena sol tó una suave carcajada y apoyó un brazo su brazo con
torpemente en la fi rmeza. Eso era lo que quería, la muchacha tarareaba
barra. alguna canción de
—No t ienes pinta de eso. Más bien pareces un chico moda, se sent ía realmente hermosa, realmente
bien que nunca ha desinhiba y deseaba que la
roto un plato. fol lara aquel la noche. «Mel i sa... perdóname por lo que voy
«Ese es el problema, que todo el mundo se fía de mí .» a hacerte.»
Besó sus labios y se apretó cont ra él . Sus pechos se Ent ró en la penumbra de la habi tación y quedó
aplastaron cont ra su alejado de el la. Deposi tó
cami sa y pudo percibi r l igeramente uno de sus las l laves en la mesa junto a la cartera, se qui tó la
pezones asomando por el chaqueta del t raje y la
fino borde bordado de punt i l la. vio caer sobre su cama alegremente, el la retozaba
—Propón... —le susurró. juguetona, había sol tado
—¡Ah, niña! ¿Qué años t ienes? Dieciocho, diecinueve... las horqui l las del pelo y sus largos cabel los se
Eres demasiado desparramaban por la
osada con los desconocidos para tener más... colcha. Su vest ido fiestero se desl izaba por sus
—V einte —di jo algo ofuscada, luego volvió a sonreí rle muslos, lo mi raba
y le rozó la hambrienta y ansiosa por que sal tara sobre el la en
ent repier—. Me quedo cont igo... cualquier momento.
—No lo hagas. Darío se qui tó la cami sa y se aproximó al mueble bar.
—¿No te gusto? —Eres hermoso... Seguro que hay una mujer esperándote
—Me encantas, pero mañana apenas recordaras quien en casa...
era, has bebido La mi ró con melancol ía y le si rvió ot ra copa. Se
demasiado, eres inconsciente y ... me provocas sentó a su lado y sint ió
demasiado para resi st i rme a sus largos brazos enrol lándose en su cuel lo.
t i ... —V amos, Señor Cross... Seguro que es usted infiel ...
—Vamos a tu habi tación. Piensa demasiado
V olvió a frotar su ent repierna con la mano y le pasó el siguiente paso para no ser así ... No me importa...
la lengua por la —No seas tonta...
—Fól lame... —Necesi to oí rtelo deci r...
Se gi ró y la besó. Desl izó sus finos t i rantes y la —¿El qué...? —jadeó nerviosa.
desprendió —Qué puedo hacer cont igo lo que quiera... Necesi to tu
del icadamente de su vest ido. Ahí estaba el la, en todo su permi so...
esplendor , con una La met ió dos dedos dent ro y le mordió los pechos
fina piel joven, unos pechos turgentes y exqui si con del icadeza. No
tamente redondeados que tardó ni dos segundos en desprenderse de su ropa, la
todavía se mantenían perfectamente torneados. La muchacha lo mi raba
desprendió de su embelesada, su pecho suave y del icadamente bronceado
pequeño fular de fiesta, la sonrió y ató sus manos con él a se apoyó sobre el la
la cama. y notó cómo su sexo se precipi taba en sus ent rañas muy
—Qué juguetón... despacio.
—Si lencio —la susurró. —Dímelo...
*** —Sí —susurró el la—. Puedes hacer conmigo lo que
La joven se retorció de placer , sus muñecas asidas al quieras... claro que
cabecero apenas la sí ...
dejaban maniobrar , movía su cadera envuel ta en un —¿Cualquier cosa? —lamió su boca y mordió su labio
fino tanga de color inferior.
rosáceo mient ras le invi taba a hacerse paso ent re sus —Sí ... cualquier cosa... pero no pares, por favor…
piernas. Darío desl izó sigue moviéndote...
los dedos por el hi lo y t i ró suavemente de él . más... depri sa...
Estaba mojado, sint ió un Sus manos se desl izaron suavemente por sus pechos,
lat ido intenso ent re sus piernas y se incl inó hasta se retorcía sobre
rozar con la nariz la fina el la con t ranqui l idad, su cadera jugaba con la suya y
tela. Besó su sexo, aspi ró ese aroma tan embriagador se clavaba despacio
que empapaba el hasta sent i r sus nalgas rozar sus pelotas. La sujetó
algodón terriblemente. Elena lo mi ró con humor y se por el cuel lo. ¡Qué
encendió más aún. suave y del icado parecía! «No romperé esta muñeca. No
—Oh, vamos... fól lame... ¡Eres tan obsceno! esta vez...» Apretó
—No te muevas —apartó con el dedo la tel i ta y los dedos y su piel , el la jadeaba ansiosa, la humedad
observó su sexo de su sexo empapaba
depi lado—. Quiero ver cómo eres. su pelvi s, le supl icaba una y ot ra vez que no parara
Su dedo se coló con faci l idad dent ro de el la y la mient ras sus piernas se
hizo gemi r de placer al enrol laban a su cintura at rayéndole con ansias hacia
notar su lengua sobre el cl í tori s. Darío paró de el la. Lo mi ró durante
inmediato y observó las breves segundos.
palpi taciones que hacían moverse del icadamente su —Me haces daño...
pequeño sexo. —Lo sé...
—Para, me ahogas. La besó en la boca y puso su dedo en los labios
A medida que la embest ía y sus ganas de correrse haciéndola saber que
aumentaban sus debía cal larse. La muchacha estaba totalmente
manos apretaban con fuerza su fino cuel lo, la muchacha descolocada, en aquel
empezó a patalear , momento empezaba a darse cuenta de que él no era lo que
intentaba zafarse de él pero su peso la impedía moverse. parecía y que no
—¡No! —susurró—. ¡Para, me vas a...! sabía si quiera… dónde se había met ido. Sol tó sus
—Ahora... manos y la arrast ró al
Al sol tar sus manos y moverse más rápido la joven cent ro de la habi tación dejándola de rodi l las.
sint ió un Nuevamente, ató las manos a
incont rolable subidón que le provocó un gemido casi la espalda y la empujó hacia delante de un golpe
aterrador . Darío le haciendo que su cara
tapó la boca, ahogo con su mano aquel alarido y chocara con la al fombra de la habi tación.
cogiendo su cara con una —Quizá esto te enseñe a no i rte con el primero que ves...
mano la elevó hacia él . —No me hagas daño.
—Ahora... vas a ser una buena zorra y hacer lo que te diga... —Eres demasiado joven para darte cuenta de lo
—¡Qué te pasa! —gimoteó exhausta—. ¿Estás loco? horrible que el mundo a
Notó un fuerte bofetón que le ladeó la cabeza. tu al rededor.
—Contesta simplemente sí ... o no... Lo observó ponerse los pantalones, la mi ró mient ras
—¡No! —gri tó—. Quiero i rme de aquí ... encendía un
Un brutal pel l izco en uno de sus pezones la hizo cigarri l lo. Se aproximó a el la y la colocó el fi l t ro en
revolverse de dolor . los labios para que
T odavía se mantenía sobre el la y la sujetaba la qui fumara. Elena tenía el rímel corrido, empezaban a
jada mient ras la mi raba asomar las lágrimas del
con una expresión de vacío. miedo en sus ojos y absorbió el tabaco, temerosa de su
—¡Por favor! —supl icó—. Suél tame... reacción.
—No hasta que te dé lo que has venido a buscar —t i —¿Por qué haces esto? —preguntó angust iada.
ró de su pelo y la —Me gusta delei tarme de las pequeñas cosas... T ienes
levantó casi hasta retorcerla los brazos aún atados—. miedo, lo notó en
Mi preciosa Mel i sa... tus ojos... Eso me exci ta tanto...
—murmuró. —No se lo di ré a nadie pero suél tame.
—Darío... Me empiezas a dar miedo... Por favor... —No lo harás —se aproximó a la ventana y volvió de
—¿Serás una buena zorra? nuevo hacia el la,
—¡No! se acucl i l ló y le hecho el humo en la cara—. ¿Y
Ot ro golpe ladeó su cara. sabes por qué? Porque te
—¿Serás una buena zorra? sent i rás tan avergonzada de lo que vas a hacer esta
—¡Sí ! ¡Sí , lo seré, pero para! noche que no te
at reverás a contárselo a nadie... y porque quizá mañana t i rar de la cadena gri tó de nuevo y esto le provocó
sea un término muy ot ro t i rón casi peor que
lejano para t i . el primero.
—¿Qué vas a hacer? —No me hagas taparte la boca... Intenta no ser tan
—Te voy a hacer mucho daño. escandalosa... Al
La muchacha comenzó a l lorar desconsoladamente y sus principio molestan, luego todo pasa...
ojos se l lenaron V olvió a la bol sa y se aproximó de nuevo, esta vez
de terror . Darío la mi ró con cariño, ese era el las pinzas que t raía
momento maravi l loso que las colocó en los labios vaginales y esto la hizo l lorar
siempre había deseado, esa expresión de miedo que con más intensidad.
tanto le exci taba, Las cadenas colgaban juguetonas ent re sus muslos, se
cuando anunciaba que quizá mañana no l legara. apartó unos pasos y
—No estés t ri ste... la observó.
—¡Estás loco! —¡Oh, Dios mío, esto duele mucho!
—La locura es ambigua... Solo quiero enseñarte a di —Lo sé...Estas muy boni ta pero si gri tas ot ra vez t i raré
sfrutar de algo que de el las, el pecho
desconoces... es soportable, podrías aguantarlo pero las de tu sexo
—Darío, por favor. te dolerán demasiado,
—Separa las piernas para mí ... —Mordió su labio con tanta se buena chica...
fuerza que la Se sentó en la butaca y dio un t rago a la copa que
hizo sangrar—. Ahora. había dejado al l legar ,
Observó el fino hi lo de sangre, pasó la yema de su el hielo se había derret ido y el frescor del l icor le devolvió
dedo por él y se lo a la vida.
met ió en la boca para que lo chupara. Ot ra vez sus —T e di ré lo que voy a hacer cont igo... Quiero que
dedos se colaron en su me mi res a la cara
sexo mient ras pel l izcaba uno de sus pezones con dureza. cuando lo haga... Es importante, quiero ver tu expresión
—Oh, Dios mío.... ¡No!... en todo momento
—Si te portas bien, será todo más senci l lo. y por favor ... —di jo con dulzura—. No l lores... —V
—Lo haré, pero por favor no me hagas daño... olvió a beber y se
—Eso es imposible... revolvió con pereza—. ¿Te han fol lado el culo alguna vez?
—¡Por favor! —l loriqueó. —¡No! ¡Jamás! —gri tó.
Se aproximó a su maleta y con una t ranqui l idad —Hoy estás de suerte, será lo primero que haga,
devastadora revolvió en pasaré la cadeni ta que
el fondo hasta sacar algo. V olvió donde el la y la te cuelga ent re la piernas por mi s pelotas, es más ínt
colocó unas terribles imo —se rió al ver su
pinzas unidad por una cadena que la apretaban en ext cara—. Cada vez que me separe de t i para embest i
remo los pezones. Al rte sent i rás un dolor
horrible, es parte del juego, sé que gri taras como una relaciones personales no vuelvan a ser más que una
loca, así que será amenaza para t i . ¿Me
mejor que te amordace, no quiero que algún inqui l ino de la has entendido?
planta se asuste —Sí ... —Estaba tan asustada que apenas un hi lo de
y l lame a seguridad. voz sal ió de su
—¡Por favor te lo pido! No hagas eso... garganta.
—Cuando termine de fol larte el culo, me l impiarás la pol la, —Sí , Señor... Por favor...
eso generará Se incl inó hacia el la y pasó los dedos por el cl í tori s.
que tenga que meterte la boca debajo del chorro del —Justo ahí ... ahora que tus labios se di latan por el
agua, es bastante peso de las pinzas
desagradable y me gustaría besarte... ¿Me comprendes, puedes verlo mejor ... ¿Lo notas, verdad? —susurró—.
verdad? —volvió a Sólo un roce y tus
acercarse a la bol sa y sacó algo largo que parecía flujos empiezan a sal i r ansiosos pidiendo más...
una fusta. Golpeó la Se colocó de rodi l las delante de el la y t i ró de la
cadena de sus pechos con dureza y la mi ró—. Luego fina cadena de los
segui ré con tus pechos mient ras movía su cl í tori s con cuidado.
pechos, estarán tan sensibles que cualquier cosa que —Separa más las piernas... Obedece, suél tame el
haga te provocará pantalón y empieza a
dolor , no patalees, para mí es muy fáci l romperte la hacer tu t rabajo... si no pararé de tocarte y empezaré
cara, me la pone dura, tu tormento, pequeña
no sabes hasta qué punto, puedo l legar a perder Elena...
totalmente la noción del La muchacha separó nerviosa la piernas, su sexo
t iempo y el espacio si eso ocurre. Y me darás las estaba abierto por los
gracias cada vez que lo metales y el cl í tori s asomaba amenazante y bri l laba
haga porque solo de esa forma me sent i ré bien, permi bajo la presión de sus
t i ré aunque ahora te dedos, era una sensación increíble, intentaba guardar la
resul te muy di fíci l que te corras... Gozaras... t ienes compostura pero
un coño sensible, tu movía el dedo sobre él con tanta del icadeza que creyó
pequeño tesoro late con faci l idad cuando lo rozas correrse varias veces
adecuadamente y yo sé pero cuando el placer se intensi ficaba, el hombre t i
cómo hacer que gri tes de placer ... que no vuelvas a raba de la cadena y un
gozar de la mi sma dolor punzante cortaba sus escalofríos para empezar de
forma si te portas bien y me obedeces, eso será lo cero ot ra vez.
que te remueva el alma —Eso es... tócala... juega con el la, pónmela dura, prepárala
si mañana amanece para t i , no te estoy amenazando, para t i ...
solo quiero que sepas La muchacha cogió su sexo torpemente y empezó a
la di ferencia ent re que te parta el culo y di sfrutes o te dest acariciarlo con
roce la vida y tus
temor , Darío t i ró de la cadeni ta y la incl inó la cabeza exagerado en toda la habi tación pero se acercó a la cama
hacia el la. Levantó la mient ras Darío se
pelvi s y la empujó con dureza haciendo que se la t ragara frotaba los ojos y descubrió un fino pelo rubio
entera. demasiado largo para ser de
Su sal iva empezaba a empapar hasta su pelvi s, tenía él .
una erección —T e pi l lé... Por eso estas con esa cara de
inmensa. Abrió los ojos y volvió a verla, su cabel lo agotamiento... ¿Dónde está la
cobrizo, sus pecas chica?
infant i les en el fondo de la habi tación, en un rincón. —No sé de qué me hablas...
Lo mi raba en la —V enga... Me cuelga de los dedos un cabel lo de
penumbra mient ras agarraba a la chica por el pelo y medio met ro —lo
hacía que se la t ragara balanceó y sonrió—. Confiesa...
entera. —La mandé a su hotel en un taxi a las cinco de la
«Y o no quería que hicieras lo que hici ste, no quería mañana. Una
hacerte daño, tontería...
Mel i sa.» Lui s abrió los ojos como platos y sal tó sobre la cama en di
La rabia se apoderó de él y la gi ró violentamente. rección al ot ro
Empujó su cabeza lado de la habi tación.
cont ra el suelo y la clavó brutalmente en su pequeño —¡Qué me parta un rayo! —se incl inó sobre la al
culo al t iempo que la fombra y afino la vi sta
tapaba la boca con fuerza y aferraba su cuel lo hasta —. ¿Esto no será...?
ahogarla. —Se mordió el labio —frunció el ceño mient ras se
«Vete Mel i sa... Ahora no debes ver esto... » acercaba a él—, deja
30. LA VUELTA A CASA de sacar conclusiones precipi tadas... No he hecho nada
V olvemos a casa y aún queda mucho que hacer , mucho realmente perverso
que vivi r y mucho con el la.
que suf ri r. Lui s se incorporó desconcertado y se dejó caer en la
*** butaca más
Lui s recogió la maleta y mi ró el reloj . Eran casi las siete próxima.
de la mañana, a —V amos, no hay t iempo que perder , tenemos aún
las nueve saldría el avión de regreso a España. Se que at ravesar la
apresuró por el pasi l lo y ciudad hasta l legar al aeropuerto —sol tó un resopl
subió a la planta superior . Llamó varias veces a la ido— y todavía tengo
puerta hasta que Darío que l lamar a Carlo para que t rasmi ta la «buena
asomó con gesto de enfado, medio desnudo. nueva» en la casa... Creo
—Joder... ¿Acaso no has dormido en toda la noche? que no le va a gustar, tendré que oí r sus juramentos hasta
Mi ró a su al rededor , no vio nada fuera de lugar , que baje del taxi .
había un orden casi
Una hora más tarde ya estaban rumbo hacia el Dominic que t iene todos los papeles arreglados por si eso l
aeropuerto internacional . legara a ocurri r.
Francesco Redi , la carretera que comunicaba Perentola —Argas ha hecho lo mi smo. Me lo comunicó hace t
con la ciudad, iempo en una de sus
estaba abarrotada de coches y camiones a esas horas. vi si tas a Suiza. No pretenden que su pat rimonio
Darío mantenía la mengue en abogados y
vi sta perdida mient ras escuchaba di scut i r a Lui s por notarios por no dejarlo todo arreglado —se peinó los
teléfono con Carlo. rizos con la mano y
—¡V amos, Carlo! Celebrarán ot ra en Quimera. Dí selo movió la cabeza—. No t iene fami l ia, sólo hace
al resto y no referencia a una prima
hagas un drama de una tontería —si lencio—. Está bien, me lejana que vive en Dubl ín y un par de sobrinos pol í t
alegro que este icos en San franci sco.
mejorando —pausa—. Perfecto. Nos veremos en unas Les deja lo justo para que no tengan que preocuparse
horas. más por t rabajar .
—¿Cómo le ha ido a Cat inca estos úl t imos años? Todo lo demás...
Lui s sonrió sin apartar la vi sta de la ventana. —Te lo da a t i , ¿verdad?
—Le ha ido. Lo ha pasado un poco mal cuando —Nunca me ha interesado su dinero.
conoció a Samara pero —Lo sé.
afronta la si tuación bien, la quiere. Es importante —se —Me pasé varios meses buscando a más fami l iares
frotó la barbi l la—. pero o fal lecieron
Será una sorpresa para todos verte después de tanto t sin hi jos o sus bastardos no t ienen su apel l ido y no
iempo. Sara es una lo sabe. Ha sido un
niña muy especial , t iene la maldad de Romina sin pul hombre que vivió locamente, estoy seguro que su l ínea
i r —sol tó una ri sa de sangre se
suave y meneó la cabeza negat ivamente—. Odia ext iende más al lá de cualquier frontera —rió con
profundamente a mi sarcasmo—. Divide el
sumi sa, es celosa y caprichosa, me encanta su pat rimonio ent re Dante, Ivanov y yo.
carácter de mujer en un —Algo parecido pasa con nosot ros, reparte las
cuerpo de niña. empresas ent re todos, las
—Si le pasara algo a Antón... acciones las ent rega integras a Cat inca, también las
—No digas eso. Antón aguantará muchos años más. propiedades se las deja
—No me mal interpretes, Lui s, no digo que le tenga a el la pero la casa y la finca queda en manos de
que pasar nada, Dominic para uso y
simplemente preguntó si os habéi s planteado esa posibi l di sfrute del resto. No quiero imaginarme ese momento.
idad. ***
—Hace unos años tuvo un amago de infarto y nos Durante el resto del viaje se cernió un si lencio casi
reunimos. Sé por incomodo ent re
ambos. Llegaron a la terminal y t ras facturar las maletas acontecido. Mando subi r un ordenador a su habi tación,
decidieron pasar a varios l ibros de la
la zona VIP . Al l í estaba Dominic enfrascado en su bibl ioteca y puros. Cat inca no dejaba de recriminarle
lectura matut ina de que debía guardar
prensa, con un refresco enorme en un ext remo de la reposo y no fumar pero el hombre estaba tan animado
butaca espatarrado por la not icia de la
como un adolescente. Samara no tardó en aparecer por boda de Dominic y Samara que apenas prestaba atención a
una de las puertas su hi ja.
del aseo. Darío no pudo di simular la necesidad de —Debe hacerse en Quimera —decía una y ot ra vez—.
repasarla cuando En los jardines,
at ravesó la sala con aquel la diminuta faldi ta de punto y con nuest ros amigos y mejores cl ientes. ¡Ah, tengo
una cami sa a juego que mandar tantas
en tonos verdes. Dominic lo mi ró fi jamente y meneó la invi taciones!
cabeza con sorna. —Padre, estás débi l todavía... —Cat inca le colocó la
—Voy a i r a comprar un l ibro para el viaje. ¿Os t raigo mesa supletoria
algo? con ruedas en un lateral de la cama y extendió la
—No gracias muñequi ta —di jo con mal icia. Samara encimera hasta sus
sint ió una leve piernas—. No creo que sea conveniente este t raj ín.
incomodidad que no pudo di simular ante él—. Muy —Vamos, vamos. Estoy de maravi l la. ¿Cuándo l legan?
amable... —No tardaran mucho —di jo Roberto—. Han aterrizado
—La pones nerviosa —Dominic observaba alejarse a hace media
Samara a t ravés de hora, no creo que les l leve más de una hora estar en la
los cri stales de la sala—. Mucho... finca.
—No tengo el carácter explosivo de Carlo, debe estar muy —No vienen solos Antón —Carlo que estaba apoyado
acostumbrada en el aparador
a defenderse de todos por lo que pude anal izar en el la. met ió las manos en los bol si l los y se encogió de hombros.
—No lo sabes bien —contestó Lui s. —¿Ah, no? —di jo Antón—. ¿Quién viene?
31. LA HISTORIA DE DARIO CROSS Cat inca sal ió de la habi tación al oí r el teléfono y
Aunque no te lo cr eas, mi amor , exi ste una hi storia Carlo aprovechó ese
casi tan hermosa momento y cerró la puerta.
como la nuest ra. Quimera guar da demasiados secr etos —Darío Cross está con el los; Dominic le pidió ser su
y ent r e el los… test igo en
todos nosot ros. Florencia, sé que primero pasará por la casa de los
*** Cross pero t iene
Antón fue t rasladado a casa a primera hora de la intención de veni r a la finca a hablar cont igo.
mañana. Pasó gran Antón apretó los labios y se revolvió en la cama.
parte del día hablando con Carlo y Roberto, Pestañeó pensat ivo y
poniéndose al día de todo lo volvió a mi rar a Carlo.
—Eso sí es una sorpresa —di jo medi tat ivo. él no pude ayudarlo —hizo una pausa y carraspeó—.
—No sé lo que pasó con él , Antón, ent iéndeme. Ni El pasado es el
siquiera sé qué pudo pasado hi jos, dejemos los fantasmas de esta finca y
hacer para desaparecer de la finca, es un tema que... cont inuemos nuest ras
—Eso no t iene importancia ahora hi jo. Darío será bien vidas.
recibido. Roberto mi ró a Carlo algo descolocado.
Roberto se acercó a la cama y se sentó a su lado. —Antón —di jo Carlo al fin—, no estás diciendo todo lo que
—Antón, ¿qué fue lo que paso? pasó.
El anciano se incl inó hacia at rás y colocó la cabeza El hombre meneó la cabeza con lent i tud y volvió a
en el almohadón de revolverse en la
satén y encaje. Parecía perdido en sus pensamientos, cama.
tenía el rost ro algo —Abandonó Quimera porque yo se lo pedí .
tenso y se frotó la fina peri l la blanquecina. —¿Qué paso, Antón? —Carlo empezaba a perder la
—El muchacho l legó de Suiza a t ravés de Argas. paciencia con aquel
Estaba dest rozado, su secret i smo—. Si tenemos que estar presentes en detal
novia de la Universidad se suicidó varios meses después de les ext raños creo que
i rse él y toda la es justo que nos cuentes que pasó. Dominic nos di jo
fami l ia se lo ocul tó. Habían roto; Argas me contó que que regresó a Suiza,
una noche Darío se pero en ningún momento nos habló de que hubiera pasado
sobrepasó excesivamente con el la, la muchacha sufrió algo.
muchí simo, era —Y o se lo pedí , hi jo. Por aquel entonces Lui s
int rovert ida, le hizo daño y él intentó no hacerla sufri r estaba en su apogeo,
más y rompió la Dominic no pasaba su mejor momento y varios
relación. Se tomó un bote de past i l las y la encont raron miembros estaban en una
varios días después. si tuación personal del icada, si se hubiera sabido...
No lo superó nunca. Aquí estaba desquiciado, vosot ros Roberto pestañeó nervioso y mi ró a Antón; este dio
coincidi stei s alguna un suspi ro y
vez con él ... cont inuó:
—Sí —musi tó Carlo—, pero jamás dio a entender que —Darío t iene pocos años más que Cat inca, no lo
tuviera ningún recuerdo bien, el la
problema de ese t ipo. siempre ha sent ido como sabéi s una debi l idad por
—Cierto, es lo que le caracteriza, que nunca parece lo Dominic que jamás él ha
que realmente es, correspondido, ahora es di st into, es una mujer pero
ni para sus vi rtudes y lo que es peor, ni para sus defectos. por aquel entonces era
—¿Pero qué le hizo abandonar Quimera? una niña caprichosa y ansiosa por consegui r todo lo
—Estaba descont rolado, pero no como Dominic, que se le que se proponía.
veía veni r ... A Cuando Darío venía a pasar unos días a la finca, la sacaba
por la noche, era
habi tual verlos por los clubes más exqui si tos de la Lui s, Cat inca pataleaba como una loca por i r con el
ciudad, yo siempre los, le prohibí que
conseguía saber dónde estaban y no porque me sal iera, le supl iqué que entendiera que no era un
preocupara saberlo, capricho, que no tenía
simplemente no se ocul taban antes mi s amigos más ínt edad para ciertas cosas ante los demás y la sociedad.
imos. Me gustaba su Cuando Darío regresó
compañía por que sacaba de Cat inca el recuerdo de yo no me enteré, Cat inca debió de recibi rlo ofuscada
Dominic cuando se iba y enfadada por no
durante largo t iempo. Sé que hacían mucho más, Darío haber hecho nada por l levarla y se pelearon...
era asiduo a las Carlo se acercó a la mesi l la de noche y le si rvió un vaso de
fiestas poco recomendables, algo que nunca permi t í en agua.
esta fami l ia, si algo —Lui s ya dormía la borrachera y nadie más había en
he intentado en esta vida es que os mantengái s alejados la casa, el servicio
de alardear por eso estaba de vacaciones y cuando a la mañana siguiente
os brinde Quimera. Pero Darío amaba la noche, los me levanté mi hi ja
burdeles de lujo donde estaba totalmente dest rozada. Conozco a Cat inca a la
sé que le recibían como un Señor , se l levaba a Cat perfección sé que le
inca, pagaba atenciones provocó y la demost ró de lo que era capaz. T uve que
especiales y más de una vez casi acaba con alguna dejarla dos días en la
pobre muchacha por cl ínica más privada que conocía, aquel los golpes nos
culpa de sus juegos. Le pedí que dejara de most rarse hubieran buscado la
de esa forma, Cat inca ruina a todos, rompió las reglas, rompió el respetó por
era una cría y no era bueno para nosot ros que la lo que signi fica una
vieran por lugares de mujer l ibre en esta casa, incluso lo que signi fica una
adul tos con esa faci l idad, se volvió desconfiado mujer que no era
conmigo, mient ras seguía suya.
con aquel est i lo de vida —hizo una pausa y los mi —¿Dominic se enteró de todo eso y no hizo nada?
ró—. Imaginaros por un —Dominic lo supo varios meses después cuando
momento a ese muchacho rodeado de mujeres con una niña apenas quedaban
a la cual solo la marcas vi sibles. Fue a verlo a Suiza —cogió uno de sus
fal taba un lazo en la cabeza y un vest ido de puros y comenzó a
enaguas. Si , tenían la mi sma encenderlo con calma—. Lo cierto es que eran tan
edad casi pero Cat inca era diminuta e infant i l , él ya parecidos que creo que
portaba un aspecto de en aquel la conversación se vio reflejado así mi smo
hombre y una expresión de odio en su cara como si con casi diez años
por él hubieran pasado menos. La deci sión de que se enterara más tarde y
las mayores catást rofes y tuviera veinte años más. Una aflojar el impacto de la
noche se fue con
not icia fue por el hecho de proteger a Darío. T odos —Ahora es un hombre pero eso como en el caso de
habéi s tenido una mala Dominic es un doble
época y Cat inca es como es... Caprichosa y testaruda. problema, t iene la calma de los años y la maldad que viene
Dominic tuvo con el los. Darío
siempre mucha paciencia con el la por lo que es, yo Cross.... —Dio una inmensa calada al puro y se
siempre he sabido que recostó hacia at rás—.
vuest ros arranques nos podrían t raer problemas pero Siempre sonriente y del icado en las formas, di screto y
Darío no era fino... Argas le
Dominic... enseñó bien. Fue su sufrimiento por Mel i sa y la
Ambos hombres se mi raron perplejos. culpabi l idad de su muerte
—Lo cuentas como si lo protegieras de lo que hizo—añadió lo que le desvió de lo correcto mucho t iempo... Mi hi
Roberto. ja lo ha querido
—Hi jo, l levo luchando toda mi vida para que podái s tanto...
ser como soi s, para —No puedo censurar lo que hizo —di jo Carlo
que no os sintái s monst ruos por vuest ras incorporándose—. Es
necesidades. ¿Cómo no voy a deci r , no puedo si no pensar que aquí todos la
proteger lo que yo permi t í siempre? ¿Cómo sentaros hemos «cagado» en algún
a todos y contaros en momento... De una forma o de ot ra, mi ra Roberto...
aquel momento lo que había pasado? No podíai s —Oye —di jo con gesto de enfado—, habla de t i…
pagar el error de uno, ni —Sí , tu pasión por las ví rgenes, la mía con el dolor ,
siquiera dejaros influenciar por mi amargura en aquel Dominic que es
momento cuando la como Maquiavelo al cubo y luego tenemos a Lui s,
vi todas aquel las marcas. que pierde el norte
—¿Acaso fue peor que la época de Dominic? cuando se coloca det rás de una sumi sa que le diga
—No... En absoluto, Dominic ha sido el más problemát «Pégame».
ico de todos pero —Cierto —contestó Antón—. Por eso no os comuniqué lo
Darío comet ió el error de romper el equi l ibro de la que pasó, solo
casa, de la fami l ia, de le pedí que se fuera para alejarlo de Cat inca un t iempo.
los vínculos que hay en Quimera. Si una mujer no es —No es lo mi smo Carlo —contesto Roberto.
tuya y no se te otorga —De todas formas —cont inuó Antón—, el problema fue
ese derecho, no puedes cast igarla. Si una mujer no es tuya volver a dar el
y juegas con el la equi l ibrio a la casa y para el lo él debía i rse, tened
un solo «basta» debe ser suficiente para cesar en tus actos. en cuenta que cuando
—Ha cambiado mucho desde entonces, le vi varias vosot ros os habéi s equivocado siempre ha sido con
veces en la sede de alguien ajeno a esta
Suiza —Roberto se frotaba la cabeza mient ras jugaba fami l ia, en este caso el error t raía consecuencias
con los cuel los de la importantes.
cami sa. —Eso es verdad.
—Aun así le perdoné el mi smo día que abandono Cat inca sal ió a la puerta y sal tó sobre Dominic
Quimera, quiero a ese emocionada, besó a
muchacho casi como a vosot ros y si no le quiero más Samara y pasaron dent ro, todo estaba preparado para
no es por lo que hizo comer ya. Antón pasó
sino porque no se dejó jamás querer... mucho t iempo hablando con Dominic, Y el ina y Xiamara
32. SARA CAMBIA no se despegaban
Jóvenes imprudentes que anhelan demasiado pr onto lo de Samara y Meredi t que l legó la úl t ima apenas la
que debe dejaba respi rar de la
esperar… emoción. V arios reproches sarcást icos de Carlo y poco
*** más, estaba
Cuando Lui s bajó del coche la pequeña Sara ya demasiado preocupado por la vuel ta de Darío como
estaba en la puerta de para pensar en
Quimera dando pequeños brincos de los nervios. Una provocaciones en aquel momento aunque hizo lo
faldi ta de tablas y posible para di simular lo
una cami seta de algodón y lo peor de todo, dos que sabía ante Cat inca, que no dejaba de l loriquear
coletas. Lui s no pudo emocionada abrazando
contener aquel espasmo en la ent repierna cuando la a su padre mient ras por fin todos tomaban posición en la
vio, sal tó a sus brazos mesa.
enroscando las delgadas piernas en su cintura y comenzó a —Debo buscar un momento para hablar con mi hi ja si
besuquearlo por viene Darío —le
toda la cara. Mateo sal ió bastante más animado de lo que di jo Antón a Dominic.
creían. —Desde mi punto de vi sta, si la pones en guardia,
—¿Todo bien por tu casa? —le preguntó Dominic. quizá sea peor que
—Digamos que por lo menos he hablado con mi padre — asimi larlo sobre la marcha... Cat inca es muy impul siva.
contestó. El anciano se quedó pensat ivo y afi rmó con la cabeza.
—¡Lui s! ¡Mi Lui s! ¡Qué ganas tenía de verte! ¡Dime —Tienes razón, que sea lo que Dios quiera...
que no vendrá —Señora Romano, señora Romano —Carlo en el ot ro
Natacha! ¡Dímelo! —gimoteó ansiosa. ext remo de la
—No puedo con esta niña... No, Sara... Hoy no vendrá... mesa se peleaba con el segundo plato sin mi rarla—.
—¡Dormi ré cont igo! ¡Qué alegría verte! Páseme la sal , señora
—Sara... —su hermano le lanzó una mi rada de Romano...
desesperación y besó a —levantó el tenedor , hinchó el pecho y ent recerró los
Samara—. Fel icidades a los dos, Carlo se subía por ojos levemente—.
las paredes pero creo Romani ta... —Sol tó una carcajada—. ¡Oh Romi , vini
que lo l leva mejor después de saber que volveréi s a ste a mi mundo
celebrarlo en Quimera. volando pero te corté las alas, mi prenda!
Samara Romano... ¡Guau! —exclamó abrazándola. La tarde avanzaba calurosa, la mayoría de las mujeres
—¡Oh, vamos!—di jo Samara—. No seas picotero... decidieron sal i r a
dar una vuel ta por el pueblo a excepción de Samara los meses era más notable su cambio de imagen.
que estaba agotada por —Pensé que querías ser como las mujeres de
el viaje y Sara que no quería separase de Lui s. Quimera, Sara —le di jo
—¿Me has echado de menos? —la pequeña sonreía con i ronía— y cada vez te pareces más a esos
mient ras se colgaba personajes de manga
de su cuel lo en el sofá—. ¡Dime! erót icos.
—Mucho —frunció el ceño y mi ró sus coletas—. Si te —Lo sé —se gi ró con dignidad mient ras se subía la
pones esos moños cremal lera de un
parece que t ienes quince años, Sara... vest ido azul y su nariz respingona apunto di
Sonrió con picardía y le besó en la mej i l la. rectamente a él—. Creo que
—Por eso lo hago, sé que te gusta. tengo t iempo de ser como el las, a fin de cuentas,
—No digo que no, pero si salgo cont igo así a la cal le me como yo no puede ser
van a detener si ninguna.
no enseñas el carné... —Gran verdad...
—V amos arriba, quiero enseñarte todo lo que he Se acercó a él y poniéndose de punt i l las le besó en los
comprado con Cat inca labios.
mient ras estabas fuera —t i ró de su mano y lo arrast —Cat inca me enseña cosas muy interesantes.
ró por el salón hasta Lui s suspi ró al notar sus pequeños pechos apretarse cont
l legar a las escaleras principales—. Vamos, corre. ra él .
Ent ró corriendo en su habi tación y sacó de los —Me resul taría imposible t ratarte como a el las ahora mi
armarios varias perchas smo...
con vest idos de colores. Lui s se mantenía de pie mi —No quiero eso —musi tó rozando con sus dedos la
rando por la ventana, ent repierna—. No
Sara se qui tó la ropa repent inamente y su diminuto quiero que hagas conmigo lo mi smo que con Natacha,
cuerpo emergió como yo soy especial .
un rayo frente a él . ¿Verdad, Lui s?
—Me voy a probar este, ya verás cómo te gusta. —Lo eres, Sara...
—¿Por qué no l levas ropa interior? —Quiero que seas tú quien me el i ja la ropa, sé que
Lo mi ró con humor y se sonrojó. te gustan mi s
—Porque venías tú. vest idos pomposos, las faldas con lazos y mi s coletas.
Era imposible para él no fantasear con la infinidad de —¿A quién no... ? —no sabía si aquel la frase la
cosas que le había dicho en al to o
pasaban por la cabeza, si tuviera una imagen de más para sí—. Tus vest idi tos...
mujer , sería fáci l para —Que me peines y me cuides y me enseñes todo lo que
él ejecutarlas; sin embargo, Sara se había emperrado sabes.
en explotar la vi rtud Lui s la mi ró sorprendido y se quedó con el ceño fruncido.
de su infant i l figura, sabía que eso los enloquecía y —Incluso he estado pensando que igual ... podríamos
a medida que pasaban jugar cuando
salgamos a la cal le, yo sería tu sobrina, nadie t iene ***
por qué pensar lo Cat inca siempre caminaba descalza bajo la hierba,
cont rario... desde niña era algo
—Sara... por favor... que no podía dejar de hacer siempre que el t iempo
Desl izó los dedos con cuidado bajo la bragueta de su acompañaba, más en
pantalón mient ras una tarde como esa, cuando el sol era lo
la abría. suficientemente intenso pero a la
—Así podrías l levarme de la mano —sol tó una vez el calor del verano todavía no había l legado.
carcajada y se relamió Levantó su falda e hizo
—. Me podrías comprar helados, me gustan los helados t int inear la pul seri ta del tobi l lo, siempre la l levaba
de l imón. Ir a consigo, su madre se la
buscarme al inst i tuto, solo me queda un mes para había regalado cuando era pequeña. Mi ró hacia la
terminar. ¿Te imaginas? casa, desde el jardín
—No. podía ver cómo se balanceaba la tumbona donde dormi
—Sería divert ido. ¡V amos, Lui s! Nunca l levaría ropa taba Dominic y
interior , mi s Samara, suspi ró con melancol ía, aun así ya no dol ía
faldi tas son cortas, mi s vest idos con vuelo se elevan tanto como antes.
siempre por encima de Quizá se había acostumbrado, quizá se conformaba al
los muslos si me agacho... Sería di ferente a lo que t menos con tenerlo
ienes, incluso podría siempre cerca. Oyó la puerta metál ica de la ent rada y
gustarte más que lo que haces ahora... era raro pues poca
—Niña mía —suspi ró y la cogió por los hombros—. No gente ent raba a pie en la finca a menos que fuera el
me arrast res a cartero o algún turi sta
un abi smo que no sé cómo me hará reaccionar, podría despi stado preguntando por el pueblo, no obstante, le
hacerte daño. qui tó importancia y
—¡No me importa! —bajó la mi rada y tensó el rost se sentó en el césped. Las ri sas del resto sonaron al
ro—. Conmigo fondo, el ruido de la
quiero que tengas lo que nunca has tenido —di jo, lo música del ant iguo tocadi scos del salón sonaba más
mi ró de nuevo y al lá de las puertas
sonrió como una cría caprichosa—. Así te enamorarás correderas de cri stal . Posiblemente todos estuvieran
de mí y dejarás al tomando un café con
resto. su padre. Se tumbó hacia at rás y apoyó la cabeza en
33. PEQUEÑA SU el suelo, el sol tapaba
Y aunque quieras pr oteger con tu vida a lo que más la poca vi sibi l idad que podía tener . Cerró los ojos y
amas, el dest ino es se quedó medio
lo que decide. Muchos estamos condenados a estar dormida, oía el t int ineo de las copas, más voces y ri
solos, muchos estamos sas y creyó escuchar a
condenados a una sola persona… Carlo tararear algo que no conocía.
—Carlo... Carlo... —pensó para sí—. En el fondo no intentará no asustarla. La mi raba fi jamente con aquel
sé qué haría sin t i los ojos redondos y
ahora. —se repi t ió. profundos, meneó la cabeza para apartarse el pelo de
Oyó el cruj i r de las hojas secas en el suelo, las la cara y la volvió a
piedreci l las del camino sonreí r.
bajo las suelas de los zapatos y se gi ró torpemente —T e has convert ido en toda una mujer —musi tó con
intentando vi sual izar el ternura—. ¿Qué
camino. La claridad la impedía ver , frunció el ceño y años tenías cuando me fui? ¿Quince? —suspi ró con
colocó la mano sobre melancol ía y volvió a
los ojos para protegerse del sol . Al final del camino encogerse de hombros.
empedrado había —Catorce años, Darío —di jo Cat inca—. ¿A qué has
hombre, no tenía ni idea de quien era así que se venido? No creo
incorporó y se al i só la que sea buena idea que estés aquí .
falda larga para sacudi rse las briznas del campo. A —Aún no me has perdonado lo que hice y no te culpó
vanzó varios pasos y —movió un pie
volvió a fi jar la vi sta en él . sobre las piedras y met ió las manos en los bol si l los
—¡Di sculpe! —gri tó—. ¿Busca a alguien? del pantalón—. Han
Nada, el hombre se mantenía inmóvi l , movió la pasado muchos años, Cat inca... V engo a hablar con tu
cabeza en gesto padre, necesi to
afi rmat ivo y avanzó hacia el la. Cuando apenas fal taban verlo.
unos met ros algo la Cat inca comenzó a notar cómo el corazón la mart i l
hizo dar un paso at rás. leaba el pecho. Le
—Hola, Su. di rigió una mi rada inqui si toria y zarandeó la cabeza
Lo mi ró desconcertada, había pasado tantos años que sorprendida. No tenía
apenas lo habría claro cómo reaccionar , no cuando nadie la había dicho
reconocido si lo hubiera vi sto en cualquier ot ro lugar . que aquel hombre
Sus rizos, su sonri sa iba a aparecer después de más de diez años. Se
inocente, aquel las mej i l las sonrosadas que parecían quedó muda, en esas
las de un querubín, su si tuaciones en las que el t iempo no pasa,
mi rada t ierna y aquel la forma de encogerse de observándolo de arriba abajo.
hombros como cuando un Apenas había cambiado, la mi sma al tura, la mi sma
niño dice» no tengo ni idea» que t iempo at rás habían nariz afi lada y
sido tan fami l iares punt iaguda que le hacía tan gracioso, la mi sma manía
para el la. de balancearse sobre
—¿Darío? —dio ot ro paso at rás y dudó—. ¿Qué haces tú sus pies de adelante a t ras cuando se mantenía quieto, algo
aquí? que pocas veces
Darío no hizo ningún gesto con la intención de moverse, lograba siendo un crío.
parecía como si
—Dime dónde está tu padre y después me i ré —su sal i r de la facul tad, apenas la prestaba atención y
voz grave rompió el pocas veces la dejaba
si lencio que emanaba de ambos y avanzó hacia el la. dormi r con él . Darío acababa de l legar de Suiza y
—No deberías haber venido, Darío —di jo al fin. era como un toro salvaje
—La Baraka... —aquel nombre emergió de su boca y desbocado al que no le importaba pasearse con una
la hizo cambiar la chiqui l la joven por
expresión de su cara—. No todo fue tan malo... ¿Verdad, aquel los lugares.
Su? —Eso fue hace mucho t iempo —volvió en sí y lo mi
Cat inca recordó la música maravi l losa que sonaba en ró—. Apenas lo
aquel local , las recuerdo.
noches rodeada de terciopelos burdeos, los sofás —No mientas —di jo y se aproximó más a el la
tapizados de est i lo inglés quedando a un palmo—.
y las al fombras persas que decoraban aquel local . Nadie se olvida de su adolescencia, no cuando la vivió como
Cuando se era tan tú...
pequeña todo impactaba, recordó su primera copa de coñac —Te aprovechaste de mi inocencia.
en la Baraka, la —Te di lo que querías —le di jo con un gesto de t ri steza—.
forma terrible de toser cuando él l iquido at ravesó su Todo.
garganta y aterrizó de —A una niña no hay que darla todo lo que pide —se
l leno en su estómago. Darío no dejaba de deci rla apartó hacia at rás y
«despacio, no seas mi ró hacia la casa sin encont rar a nadie.
ansiosa, esto se bebe con cuidado» pero el la quería —Y o no era tu padre para negarte tus caprichos, ni
sent i rse mayor , mayor Dominic para
para todo, para los hombres, para las copas de coñac y la protegerte del mundo, era tu amigo —volvió a caminar
música de Jocelyn hacia el la y la
Pook, los espectáculos de danza india que una vez al cogió la mano—. Como un t ío... —di jo con humor.
año l levaban a aquel —No t iene gracia, Darío, casi me matas.
lugar , la gramola de colores y canciones de los V olvió a mi rarla con t ri steza, alzó la vi sta y pudo
cincuenta que tanto la ver a Dominic que se
embelesaban y sobre todo porque Darío, era como un aproximaba por el camino que bajaba del porche en
Señor al l í , nada le di rección a el los. Se
fal taba, las jovenci tas del lugar le recibían con ansias y apartó de Cat inca y la sonrió con la intención de i r hacía él .
todas deseaban que —Me quedaré un t iempo en la ciudad... Espero poder
Darío las escogiera para pasar la noche di spuestas a hablar cont igo con
cualquier cosa por más calma.
aquel los inmensos fajos de bi l letes que siempre l T ras deci r esto comenzó a subi r el empedrado, Cat
levaba. Por aquel inca ni siquiera se
entonces Dominic estaba demasiado ocupado con su gi ró. Se quedó mi rando al suelo, fi ja la mi rada en
nueva empresa t ras las pequeñas piedras
ocres. T odavía guardaba la muñeca de porcelana y estaba forrado con papeles de colores tenues, era
vest ido de antel ina azul como ret roceder un siglo,
que la regaló, en el fondo del armario, sí , al l í tenía aquel los locales de fumadores ingleses elegantes y
que estar la pequeña sibari tas donde los
Su... Señores de la al ta burguesía di scut ían sus acciones
*** en bol sa. Había
Soñó con La Baraka, aquel la noche había l lorado preciosas mujeres elegantemente vest idas, con los cuel
desconsoladamente los decorados con
porque Dominic no volvería hasta pasado un mes. joyas y muchos hombres. Luego supo que eran prost i
Darío se había acercado tutas de nivel y el la
a el la. Ol ía a perfume caro y l levaba un precioso estaba al l í con su vest ido pomposo y una expresión
pantalón de seda gri s desorbi tada por todo lo
perla y una cami sa holgada blanca medio abierta. Su sueño que veía. Soñó con el momento en el cual la l levó con él
era idént ico a la a la habi tación del
real idad pasada, quizá retazos de recuerdos que aún úl t imo pi so, le di jo que amar a una mujer de la
dormidos se hal laban forma que fuera era algo
en el la. Su boca perfi lada color rosáceo, aquel diminuto que algún día debería de probar , lo vio jugar con aquel la
lunar color marrón mujer mucho más
que tenía sobre el labio superior y que a menos que mayor que él , cierto que no tendría ni t reinta años
te acercaras mucho no pero de aquel la era una
detectabas a simple vi sta. Era tan sexy su boca con aquel mujer adul ta en todos los sent idos. Al principio la mujer de
decorat ivo detal le cabel lo cobrizo
que aquel la noche cuando se sentó a su lado en la había puesto gesto de desaprobación cuando vio a Cat
cama para consolarla inca al l í . Darío le
sint ió deseos de acostarse con él . Sin embargo tenía había dicho que si los padres l levaban a sus hi jos de putas
catorce años, pocos ¿por qué no iba a
para que el mundo comprendiera su madurez sexual y l levar a su dulce «hermani ta» a conocer las artes? El
Darío era tan joven y la observaba con ojos
tan adul to a la vez... Soñó con el momento en el cual la vivarachos cómo Darío dejaba que la mujer le qui tara la
susurró al oído que ropa, ot ra mujer se
si se portaba bien y dejaba de l lorar dejaría que le había unido a el los al poco de l legar y comenzaba a
acompañara a un si t io mordi squear sus
especial donde podría jugar a ser adul ta. Aquel la pantalones con la intención de sol társelos mient ras le
noche la l levó por toqueteaba el pecho
primera vez a La Baraka, el precioso local est i lo y jugaba con la lengua en sus pezones. Cat inca sint ió
inglés con ampl ios techos un escalofrío ent re
abovedados cuyas paredes eran de madera hasta las piernas cuando vio la imagen, la forma que lamerlo,
media al tura y el resto de rozar
del icadamente con los labios su miembro mient ras se mi La mujer ret icente meneó la cabeza con un gesto de
raban y después la desaprobación.
mi raban con gestos obscenos a el la. Balanceaba los pies Darío se acercó en todo su esplendor y la abofeteó hasta t i
que la colgaban de rarla en el suelo.
la si l la y se movía nerviosa en cada movimiento de —Escucha a la niña y obedece —musi tó con dulzura—
las muchachas en la . Si no... Seré yo
cama. ¡Ah, aquel la forma lasciva de moverse sobre él ! quien te lo pida...
Cómo las arrast raba Darío canturreaba cuando hablaba, no era el tono
con movimientos más fuertes y bruscos a cada minuto severo y calmado de
que pasaba, su Dominic, él entonaba las frases cuando estaba
miembro, duro y goteante a punto de mori r por ordenándolas. Era casi más
poseerlas mient ras el las aterrador escuchar aquel la especie de melodía de su
jugaban con sus lenguas, lamían su boca tocaban su boca mient ras las
sexo y contoneaban el mi raba fi jamente y con ternura que escuchar el t imbre de
culo dejando ver su sexo en todo su esplendor ante una orden di recta
Cat inca y luego aquel la y cortante.
forma de lamerse la una a la ot ra, de darse un placer —Puta estúpida y engreída —di jo al fin—, no volveré a
casi aterrador repet í rtelo, lame
mient ras él no dejaba de mi rarlas de aquel la manera el zapato de la niña, es más, lame los dos zapatos de la
tan sucia, el las no niña ahora...
dejaban de gemi r exqui si tamente y jamás perdían La chica comenzó a lamer a Cat inca. En su sueño la
aquel la clase y muchacha no
sensual idad que las acompañaban. l loraba, pero el la sabía que había l lorado
—No son putas, Cat i ... —le decía mient ras las cogía desconsoladamente. Estaba
por el pelo y las sentada en la si l la con aquel la joven lamiendo sus zapatos
hacía mi rar hacia el la—. Solo son niñas de papá aburridas y mient ras Darío
de su monotonía había vuel to a sentarse en la cama y dejaba que la ot ra lo
y con ganas de ganar dinero... ¿Y ves, pequeña Su? devorara.
—t i ró de una de las —Ven conmigo pequeña Su... Deja que mi amiga te enseñe
mujeres y la puso de rodi l las en el suelo mi rando a di sfrutar de
hacia el la—. T e lamería t i mi sma... V en, siéntate aquí , en mi s rodi l las,
ese zapat i to de charol si se lo pidieras ahora mi smo. separa las piernas, así ...
Cat inca lo había mi rado con humor y se había ruborizado. ahora quí tate esas bragui tas de algodón y abre más las
—Prueba... Pídeselo —se sentó en la cama y empujó a piernas. Deja que su
la mujer con más lengua juegue cont igo, yo estoy aquí , apoya tu espalda en
fuerza hacía el la—. Di la... «Lámeme el zapato». mi pecho y cierra
—Lámeme el zapato —había dicho el la con gracia. los ojos. Así pequeña Su. ¿Ves?... Hoy eres un poco más
mayor que ayer...
*** padre, está Carlo y todos.
Despertó chorreando de sudor . Mi ró la hora, se había Cat inca se colocó sobre sus rodi l las y se arrast ró hacia el
quedado fri ta sobre la.
la cama y todo el mundo seguía abajo. Oyó el golpeteo de —T en cuidado con Darío Cross, esperó que haya
la puerta. cambiado, nadie
—¿Sí? desearía tanto como yo que fuera así ... pero no lo
Samara asomó por el la y la sonrió con curiosidad. tengo claro... Es un
—Cat i . ¿No bajas? demonio...
Se incorporó en la cama y se secó la frente. —Cat inca, estuve el úl t imo día de cast igo con él
—No quiero ver a Darío, Sam... una noche y se portó
—Algo me contó Dominic pero... vamos a cenar , tu como un cabal lero. No lo vi perverso ni me hizo daño.
padre lo ha recibido —¿Y no vi ste nada raro? ¿Algo, no sé, grotesco y ext raño?
muy contento y creo... —Samara se sentó a su lado—. Se quedó pensat iva un segundo.
Creo que deberías —Bueno, lo único esa manera de decorarte y di
olvidarte de todo y fingi r que te da igual . sfrutarlo, decía que era
—Lo ves muy fáci l , Sam —bajó la vi sta con t ri steza. como...
—V amos, saca ese carácter y ríete de todo. Hazlo por tu —Una muñeca de porcelana...
padre y el resto, 34. DE VUELTA A QUIMERA
sabes que las demás no saben nada y no comprenderían A veces nuest r os demonios nos susurran al oído e
que te pasa... intentamos no
—Dominic no sabe ni la mi tad de las cosas que viví con escucharlos, es esa parte de nosot ros que nos hace ser
ese demonio... como somos.
Se acercó a el la y la mi ró sujetándola por los hombros. ***
—Sam... No sé si ha cambiado pero algo me dice que Qué sensación más ext raña volver a estar sentado en aquel
no está aquí por salón después
casual idad... Ten cuidado. ¿Vale? de tantos años. Sent i r la mano de Antón, ver a Carlo
—¿Yo? —preguntó sorprendida—. ¿Y tú? del cual apenas
—Y o sé lo que es. Por mucho que se esfuerce en di recordaba nada salvo pequeños detal les, Roberto y sus
simular su locura es muchachas, unas
capaz de engañar hasta el mi smo Dios. No sé si desconocidas para él , esa pequeña niña de ojos que
habrá cambiado pero todo lo saben y nariz
¡vamos! La gente no cambia del todo con los años, respingona, la pequeña Sara, como la l lamaban y su
solo sabe guardar sus hermano Mateo,
mi serias... Cat inca hecha una mujer . El t iempo pasaba para
—¿Por qué estás tan nerviosa? —Samara la observó todos, Antón tenía buen
mover los ojos en aspecto, su piel tenía un color cál ido y sonrosado y
toda las di recciones—. No te puede hacer nada, está eso era señal de que se
Dominic, está tu
recuperaba con rapidez, Dominic se mantenía en el decorados de brazaletes y sandal ias marrones con t i
porche, de espaldas a ras. Se río suavemente
las puertas correderas de cri stal que daban al salón y cuando aquel pensamiento le t raspaso la cabeza sin
que al permanecer embargo no era esa
abiertas le permi t ían, sin duda alguna, escuchar todo bel leza lo que le at raía rabiosamente, eran sus rasgos
lo que se hablaba en feroces, la intensidad
la estancia. El olor de la casa era exqui si to, tal cual de su mi rada cuando fi jaba la vi sta en él como si se
lo recordaba. Nada sint iera en pel igro y le
había cambiado, los sofás seguían siendo los mi smos, avi sara telepát icamente que estaba preparada y que
las habi taciones no podría con el la. La
mantenían la estét ica de hacía diez años y sin noche que la conoció era una esclava obediente pero
embargo, que a gusto estaba no era real . No poseía
al l í . En su casa. Antón le bombardeó a preguntas la humi ldad de una sumi sa, no mi raba con temor
casi toda la noche, su esperando una palabra
pasado, su t rabajo, cuáles eran sus planes a corto y para obedecer . Era como si en el momento que la
largo plazo, las vio descender por las
reuniones con Roberto para defini r sus competencias escaleras aquel la noche todos sus sent idos se
en el negocio, Suiza, hubieran puesto en alerta.
la vida... Notaba la atención de todos, la curiosidad de Una mujer que ejerce el papel de esclava y es obl
las mujeres, esa igada a presentarse ante
hermosa Meredi t de aspecto senci l lo y bel leza di el los «sin nada» reflejaba inseguridad y temor . En
screta, pensó que Mateo cambio, Samara había
posiblemente era desconocedor de su vida, en parte aparecido digna, con la mi rada fi ja en el los, los ojos
era lógico, l levaba bri l lantes y esa
poco t iempo con el grupo y había ciertas cosas que sensación de «me tocas porque no me queda más
no merecía la pena remedio» en su cara que
contar . Samara era su cent ro de atención, Samara y su tanto le había l lamado la atención. Luego estaba el
marido, su amigo, su momento del baño, era
confidente al teléfono durante tantos años. Y pensar como acorralar a un animal salvaje y exci tante, que le
que le había daba mot ivos para
perdonado su catast rófica noche... cualquier cosa. Digna, prepotente y hermosa... El la lo
Los observó durante la cena, durante gran parte de la tenía todo. Ahora
noche. El la poseía desde el sofá del salón la mi raba con curiosidad.
una bel leza griega, le recordaba aquel las musas con —Me fulminarías con un rayo si tuvieras ese poder muñequi
vest idos largos y ta —susurró
cinturones dorados que sal ían en las pel ículas de mi rándola desde el ot ro lado del salón.
antaño con los brazos Sara apareció repent inamente, levantó las cejas con
dignidad y le sonrió
con osadía. —¡V amos, Lui s! Seguro que hacen una pareja maravi l
—Yo soy Sara —extendió la mano como una niña bien y losa. ¡No quiero
sonrió. que venga! ¡No quiero bajo ningún concepto!
—Hola, Sara —casi no tenía pecho y las coletas le Mateo la mi ró furiosamente, Sara bajo la cabeza y se
caían por los mordió el labio
hombros hacía adelante. Le dio la mano y sonrió—. Y inferior.
o, Darío Cross, —Ei ... —Darío levantó su barbi l la y la mi ró con
mucho gusto conocerte. dulzura—. Deja que las
—Así que vivías fuera… Suiza me gusta, los suecos cosas avancen, pequeña Sara. Paciencia...
no, son demasiados —La odio... —di jo con rabia—. Yo quiero ser la única para
rubios y blancos. él .
Darío embozó una sonri sa y la dejó si t io en el sofá —Lo serás.
para que se sentara. Lo mi ró con curiosidad y sonrió. Se levantó del sofá y
Observó sus coletas y no pudo contener la necesidad de corrió con Lui s.
ajustarle las gomas Darío mi ró a Cat inca, que no dejaba de observarlo.
de cada una de el las, la volvió a dejar ambas en su Como tú de caprichosa y ansiosa, pensó.
posición y la pasó la Le guiñó un ojo y sonrió. El la apartó la mi rada y
mano por la cabeza. siguió hablando con el
—En Suiza hay de todo, no solo pál idos y rubias plat ino resto.
niña... 35. SIN TREGUA
—¿Vienes para quedarte? No pienses nunca que dejaré de ponerte a prueba.
Te pareces a Cat i rabiosamente, pensó. ***
—Sí , es la idea. Se mantuvo inmóvi l frente a la ventana inmerso en
Cat inca observó a ambos desde uno de los ext remos una oscuridad casi
del salón y se aterradora, eran la una de la mañana, quizá más tarde,
mantuvo alerta. se había dejado el
—¿Tienes sumi sa? reloj sobre la mesi ta y no tenía intención de
—¡Sara! —Lui s frunció el ceño y puso gesto de di comprobarlo en aquel
sculpa—. Perdónala, momento. Samara ent ro con la mi sma expresión de i
no puedo con el la. rri tabi l idad que la
—T ranqui lo, no me molesta su pregunta. Deja que acompañó toda la noche y ahora que todos dormían o
pregunte —di jo y al menos estaban en
mi ró a Cat inca—. ¿Hay que veni r emparejado para que te sus habi taciones no lograba desprenderse de el la. La
dejen pasar? observó revolver en la
—Si no t ienes algo mejor, te presentaré a Natacha, es una maleta incl inada hacia delante y farful lar algo inintel
chica que... igible, luego se gi ró
—¡Sara! —Lui s golpeó la mesa con el puño. hacia él y gri tó.
Darío no dejaba de reí r.
—¡Díos Santo, Dominic, me has asustado! —se l levó la favor... apriétalo fuerte, hazme caso.
mano al pecho y El final de su frase resul tó algo amenazante, Samara
se incl inó hacia adelante. estaba demasiado
—Te noto i rascible y nerviosa —musi tó sin moverse. cansada para ponerse a pensar y aunque el estómago
—Estoy cansada, solo eso —cerró la maleta y se empezaba a bai lar
acercó hacia la puerta dent ro de el la respi ró profundamente y sacó ese at i
del baño intentando sol tarse el vest ido. sbo de valor que hacía
—No —la paró en seco, y avanzó un paso—. No te desvi t iempo no sent ía.
stas aún, no vas —Está bien —di jo obedeciéndole.
a acostarte ahora. —No t ienes miedo, buena chica... —contestó Dominic.
Samara puso gesto de asombro y parpadeó. No era ***
capaz de verle con Dominic condujo durante más de media hora, podía
total claridad, solo un leve rayo de luz exterior i notar el cambio de
luminaba parte de su rasante y de terreno cuando las ruedas del coche
rost ro, su ojo izquierdo, la mej i l la y parte de la boca. comenzaron a t raquetear
—No te ent iendo… ¿Por qué? al compás de las piedras. Diez minutos más tarde el
A vanzó hacia el la y se colocó los cuel los de la cami sa. T coche se paraba,
ocó su mej i l la y Samara permaneció en el interior del vehículo sin
le apartó los cabel los de la cara, sonrió con suavidad y la moverse hasta que la
besó en la frente. puerta del copi loto se abrió y la mano de Dominic la
—Vamos a i r a dar una vuel ta, princesa. agarró el brazo con
T i ró de su mano y la sacó de la habi tación, descendieron contundencia y la bajó. Le resul taba di fíci l caminar ,
las escaleras de el sueño estaba l leno
la casa y sal ieron al exterior . Se quedó frente al de piedras y sus tacones se atascaban ent re el las,
coche y alzó los brazos en Dominic parecía tener
al to como si se di spusiera a rezar. pri sa, t i raba de el la con fuerza y no la daba t iempo a
—¿Has vi sto qué noche más maravi l losa? —di jo con un buscar a t ientas donde
tono i rónico. Se colocar el pie.
gi ró hacia el la y sonrió—. Sube al coche. —Ahora sube los peldaños, cuanta cinco mi vida —le di jo.
—¿Adónde vamos a estas horas? —sint ió la fuerza de Cada vez ut i l izaba un tono más t ierno con el la, eso
su mano cont ra la no hacía más que
espalda invi tándola a subi r y cerró la puerta t ras el la. est remecerla, la di ficul taba la posibi l idad de saber en
—Me gustan las noches así —di jo arrancando el qué estado de ánimo
coche—. V uelven las se encont raba en aquel momento. Subió torpemente
noches veraniegas, la suave bri sa —abrió la guantera aquel los peldaños y
y sacó lo que parecía oyó el ruido de una puerta pesada abri rse. El destel
un pañuelo oscuro— . Tápate los ojos y no preguntes lo de luz interior la
más mi amor y por
cubrió los ojos por debajo de la tela. Un olor a l i rio y apretó el brazo de Dominic con fuerza. Este, t i ró de
vaini l la la inundo las el la y la acercó una
fosas nasales, oyó una música lejana más al lá de la copa a los labios para que bebiera. T enía que sacar
estancia donde se fuerzas, la estaba
encont raba y el calor. Se aferró al brazo de Dominic y se provocando de alguna forma y con alguna de sus ideas
pegó más a él . y recordó la noche
—¿Dónde estamos? —preguntó nerviosa. en el hotel después de la boda, cuando le di jo que ya no le
—Avanza a mi paso y no se te ocurra intentar sol tarte la tenía miedo.
venda. —Bebe, amor —susurró.
Bajo sus pies notaba la suavidad de una al fombra, los Samara casi se t ragó la copa entera, Dominic la apartó con
acordes de la brusquedad la
música comenzaban a sonar cada vez más cerca y a mano y la qui tó el fino cri stal de los labios. Luego sint ió
medida que avanzaba que se apartaba de
el olor del l i rio y la vaini l la aumentaba. el la y se balanceó de nuevo desorientada.
—Dominic... —No me he ido, princesa... —oyó a su derecha.
—Avanza, Samara —le susurró al oído. Ot ra vez el ruido de gente, voces que hablaban más
Oyó movimiento a su al rededor , el choque del cri stal al lá de la habi tación
de unas copas, oyó y ri sas femeninas que parloteaban, la canción de la
una puerta abri rse, el taconeo nervioso sobre una diva había terminado y
tarima y una suave voz ahora sonaba una t rompeta muy al est i lo swing.
femenina que susurraba algo en francés. Dominic Alargo el brazo y tocó lo
contestó con un simple que parecía la barra. Sabía que Dominic la observaba
saludo y avanzó arrast rándola más hacia delante. Un así que respi ró
poco más al fondo de profundamente y sint ió un leve al ivió hasta que le vino
donde estuvieran oyó la melodía que ya había a la mente la idea
escuchado con más de que estaba en mi tad de un ext raño lugar y quizá
intensidad, era una música suave, una cantante el la era la única idiota
femenina cantaba en con los ojos tapados que hacía el ridículo.
i tal iano, algo que no conocía y en aquel la si tuación —Señori ta —di jo una suave voz femenina con acento
era hasta tét rico francés—.
escuchar aquel la melodía, como si tuviera delante una ¿Quiere un cigarri l lo?
de aquel las escenas Samara meneó la cabeza y asint ió nerviosa.
en las que una diva de los años cuarenta con un vest —No se apure, señori ta, yo se lo daré encendido.
ido de fiesta se La ext raña le acercó a los labios el cigarro que aspi ró
contoneara y no viera el espectáculo. ¿Qué hacía al l ansiosa y nerviosa.
í? Se balanceó —Gracias.
torpemente, empezaba a sent i r un calor insoportable —No hay de qué.
por los nervios y
—Apóyese en la barra, señori ta —las erres no eran su preparada para todo. ¡Qué demonios! Esto es una
fuerte—. Se tontería para t i después
sent i rá más cómoda hasta que regrese el Señor Romano... de todo lo que has pasado. ¿Verdad, mi amor?
—¿Dónde estoy? —preguntó. Notó sus manos desl izándose por sus muslos y desl
Notó como la mujer la cogía la mano y la ent regaba izó sus bragui tas
una copa alargada hacia abajo.
con lo que parecía cava. —Fuera esto... —Se las qui tó y met ió la mano ent re
—Beba —di jo—. Está en un si t io seguro, no se preocupe sus piernas desde
por nada. at rás—. Esto... —musi tó con más fuerza en su oído
Oyó alejarse a la mujer y se bebió media copa de met iendo los dedos
cava. No entendía que dent ro— que no se te olvide... que me pertenece...
ocurría, ni siquiera entendía que hacía al l í un sábado Jadeó di scretamente, las voces eran cada vez más
a las dos de la cercanas. Sent ía la
madrugada. Sint ió que alguien pasaba a su lado, horrible necesidad de desprenderse de la venda y
incluso tuvo la sensación observar todo lo que la
de que alguien la soplaba en el hombro por det rás y se gi rodeaba. Notó cómo alguien con voz grave le decía
ró nerviosa. algo a Dominic y este
—Hola, boni ta... —La voz de Dominic la hizo pegar un se apartaba de el la para segui r hablando. Luego notó
bote. Lo tenía ot ra vez aquel la
det rás y rozó su hombro con los labios—. V eo que ya sensación de que alguien le soplaba en el hombro, sint ió
t ienes tu copa, tu como la apartaban
cigarro y los nervios a flor de piel ... el pelo y la besaban la nuca.
—¿Dominic, dónde estamos? Si lo que pretendes es —Si supieras lo hermosa que estas en estos
ponerme nerviosa momentos —la voz era
ya lo estoy, pero de ahí a que tenga miedo... fami l iar—. Me alegra verte aquí , muñequi ta...
—¿Miedo? —se rió suavemente—. No digas tonterías, —¿Darío? —Samara se gi ró pero t ropezó y a punto
no pretendo que estuvo de caer al
tengas miedo a nada, todo lo cont rario. T us manos suelo. Est i ró el brazo y tanteó su pecho, su hombro
están l ibres, puedes y rozó su mej i l la—.
desobedecerme en cualquier momento y qui tarte la ¿Qué, qué haces aquí , dónde estamos?
venda de los ojos, eso —Quí tate la venda y lo verás.
es lo bueno de no tener miedo. —¡No! ¿Dominic? —sint ió su brazo rodearla la cintura
«Cuidado», sonó en la cabeza de Samara como un hasta apoyar la
espasmo, un preavi so. palma en la espalda y la zarandeó como si bai lara
Sint ió su respi ración en la oreja y su susurro. con el la—. ¿Dónde
—Solo te he sacado del cuartel general un poqui to... estamos?
Eres una mujer —Dominic, ahí cerca —la besó la mej i l la—. Bai la
conmigo,
muñequi ta... lo clásico me apasiona, odio la música est decantador o sin él . A vanzó arrast rada por la mano
ridente y aquí de Dominic y oyó ot ra
siempre ponen buena música. puerta. Palpó la pared y notó que la luz había
—¿Por qué me puso esta venda? ¿Qué tenéi s ent re desaparecido de su campo
manos? l imi tado de vi sión. Ahora ol ía a rosas, a pétalos de
—Bai la... rosas. Intentó palpar de
Samara estaba mareada, las copas y los gi ros nuevo las paredes pero no l legaba a el las. Dominic la sol
comenzaron a hacer que su tó de la mano y se
cabeza se volviera loca. acercó a el la.
—¡Darío! —Incl ínate hacia delante, princesa —susurró besando su
—Y o no tengo nada preparado, es más, no tengo ni idea mej i l la.
de por qué estás Afino el oído, pero no había ni un ruido que pudiera ponerla
aquí . Ni siquiera formo parte de lo que tenga en alerta.
preparado para t i ... —acercó —No l levo las...
la boca a su mej i l la y la besó suavemente. Luego —Hazlo, mi amor —volvió a deci r.
rozó su lóbulo y lo lamió Se alejó de el la y Samara obedeció.
con del icadeza—. No tengo la suerte... —Un poco más —le oyó deci r al fondo—. Más, Samara...
—No ent iendo nada. Separó las piernas para mantener una postura más
—Estoy de paso... Y acompañado... cómoda y se incl inó.
La hizo gi rar y la sol tó de repente, Samara quedó en mi tad Su vest ido era corto, tenía claro que si había alguien
de algún si t io en aquel la habi tación
totalmente desorientada y ciega. Sint ió la mano de Dominic tenía una perspect iva t remenda de sus vi rtudes.
y su voz. —No te muevas.
—Vas a caerte —la susurró. Era la decimoquinta vez que hubiera arrancado la
—Dominic, ¿qué hacemos aquí? ¿Quién es esta gente? venda, sin embargo
T i ró de su mano y parecieron i r a ot ra habi tación, el sabía que la estaba provocando. No iba a darle una razón
olor a vaini l la era para sal i rse con la
más suave, ol ía el aroma de los cigarri l los, notaba suya. Le había dicho que se lo pondría di fíci l y esa
las voces de la gente era su intención, en
murmurando ent re el los más abajo de el la, debían aquel momento podría haberse negado, pero estaba
estar sentados pero no desubicada, tenía claro
parecía que hablaran de el la. Intercepto dos hombres que Dominic esperaba su negat iva, su osadía y un
que di scut ían mot ivo para cast igarla,
acaloradamente de negocios, una voz femenina que era eso lo que buscaba, eso era lo que al menos el la
reía como loca al final estaba convencida de
de la estancia y un camarero que preguntaba si el que deseaba. Se mordió el labio y con gesto de
vino lo querían con dignidad apoyó las palmas
de las manos en su nuca. Oyó su ri si l la provocadora —Decía... que puedes qui tarte la venda si no te
y arrugó la nariz con sientes capaci tada para
desdén. segui r sin ver la si tuación...
—No sé qué pretendes pero no te saldrás con la tuya Su paciencia y templanza la pusieron más nerviosa aún. A
—musi tó con veces deseaba
orgul lo. que se al terara o demost rara su enfado, al menos
—No espero menos de t i mi amor —le di jo—. Quí tate el sabría a qué se exponía
vest ido. con él . Mient ras avanzaba buscando el al t i l lo
—¿Estamos solos? pensaba que jamás le
Lo oyó suspi rar y moverse. Estaba claro que si había conocería del todo, ya no tenía claro si deseaba que
alguien más en la se qui tara la venda, no
habi tación era como una figura de mármol pues era tenía claro si lo hacía con la intención de que su
casi imposible que no orgul lo la hiciera
lo detectara. cont inuar y de este modo consegui r lo que se
—Totalmente. Quí tate el vest ido —recalcó con fuerza—. proponía con el la pero ¿qué
Ahora. podía hacer? Se le escapó una leve ri sa cuando se est rel
Se sol tó los t i rantes apresuradamente y lo dejó en el ló con la elevación,
suelo. En aquel palpó con la mano, colocó ambas palmas y t repó
momento pensó en lo fel iz que se sent ía por la poca torpemente.
luz que parecía haber —Sigue mi voz... —era melodiosa, di st inta esa noche su
en la estancia, l levar unos tacones que le hacían más esbel forma de hablar
ta y tonterías así . — y mí rame, cariño mío...
Movió las manos nerviosa y esperó. Se dio cuenta que Gi ró hacia la derecha y se quedó a cuat ro patas mi
jamás se rando hacia donde
acostumbraría totalmente a determinadas si tuaciones sent ía su voz.
por muy senci l las —Separa las piernas —lo sint ió moverse— un poco más,
que parecieran y estar ciega, era realmente sobrecogedor. Samara...
—A vanza —le oyó deci r— varios pasos, chocarás con un al ¿Por qué se había vuel to tan dulce? Samara
t i l lo. Así que empezaba a sudar de los
vete despacio. Oye mi voz, t repa por él y ponte a nervios y un montón de preguntas pasaron por su
cuat ro patas. Mi ra hacia cabeza. ¿Era acaso
mi voz, solo síguela y si túate en di rección a el la. realmente así cuando le decía que no lo conocía?
Tomó una bocanada de ai re y resoplo. Recordó sus arranques y
—T e recuerdo —cont inuó— que puedes qui tarte la su furia, apenas la sacaba desde hacía t iempo, eso quizá
venda cuando era peor. Saber que
quieras. Si no te sientes capaci tada para... Dominic poseía esa tempestad la avi saban de lo que
—No me la voy a qui tar —interrumpió. vendría pero aquel la
forma retorcida e i rónica de susurrarla era como el —Darío —intentó zafarse de él y Dominic la sujetó con
preámbulo a la más fuerza—.
tormenta del siglo, pensó. Una luz suave i luminó su venda, ¿Darío? Sé que estás aquí , no me vai s a...
parecía como si —Samara... Es mejor que te cal les...
se hubiera encendido un foco sobre el la y enfocara di —¿Acerté? —se rió y meneó el culo con gracia pero
rectamente su cabeza. Dominic la cogió
Meneó la cabeza hacía ambos lados y se movió por la nuca y la agachó la cabeza cont ra la base dura
nerviosa. Notó el olor de del al t i l lo hasta
Dominic cerca, sint ió el roce de sus dedos por su dejarla con el culo elevado y la cara en el suelo—. Acerté...
espalda avanzar despacio Notó como si una especie de col lar la rodeaba el
hasta rozar su sexo descendiendo por su culo. cuel lo, una especie de
—¿Estamos solos? —volvió a repet i r. metal que la ancló el cuel lo a la superficie dura.
—Estas mojada... ¿Nerviosa? Quedó inmóvi l incapaz de
—Un poco —se arqueó levemente al sent i r que int mover la cabeza, Dominic colocó sus brazos en cruz y
roducía un dedo ambas muñecas
dent ro de el la—. Dominic... quedaron fi jadas de la mi sma forma, era como argol
La besó en los labios haciéndola cal lar y se apartó. las metál icas que
—Oh, claro, sí ... Estás muy mojada... ¿T e gusta sent i inmovi l izaban los brazos cont ra el al t i l lo y la
r esa sensación de impedía moverse. Intentó
desamparo? levantar la cabeza y mover los brazos pero aquel
—No... metal sal ía del mi smo
—¿Y por eso estás tan húmeda? suelo y la impedía incorporarse.
Gi ró la cabeza y jadeó al sent i r sus dedos dent ro ot ra —¿Qué es esto?
vez. Era su voz, esa —Estas clavadi ta al suelo... y con el culo en pompa...
maldi ta y del icada voz que ahora usaba. si vieras la
—Juegas con los regi st ros de tu voz —se rió y movió imagen... es... del iciosa...
el culo ansiosa—. —¡Suél tame, por favor! Dominic... No, no puedo moverme...
Te conozco bien... —Esa es la idea mi amor.
—Qué l i sta eres... —¿Qué vas a hacer? No t iene gracia —las rodi l las
Le dio varias palmadi tas en el culo y la cogió por el pelo. se clavaron al suelo,
—¿Y por qué no te qui tas la venda? era una postura realmente incómoda—. ¿Dominic?
—Es lo que quieres —di jo riendo—, luego tendrás un Algo se movió det rás de el la. No podía moverse en
mot ivo para ninguna di rección y
cast igarme. —Notó la presión de su mano en la su mej i l la derecha se apoyaba con fi rmeza sobre la
cabeza. —Estoy superficie fría. Su
convencida de que tu amigo está aquí ... corazón empezó a lat i r a cien por hora al notar que
—¿Qué amigo? alguien pasaba la
lengua por su sexo.
—¡Dominic! —jadeó nerviosa—. No t iene gracia. empezaba a temblar de placer se apartaba y mordi
—Sigue hablando —le oyó deci r algo apartado—, tú sigue squeaba sus nalgas y los
hablando... — muslos. Ol ía las rosas, notaba manos en sus pechos, su
le di jo con sarcasmo. espalda, acariciaban
Ot ra vez la lengua rozó su cl í tori s y pasó despacio cada cent ímet ro de su piel y la volvían loca. Qui so
por todo su sexo. Lo supl icar que pararan
único que podía hacer era juntar las rodi l las pero si pero tenía la boca ocupada y apenas podía moverse
lo hacía su cuel lo se para pedi r que la
tensaba sobre el arco de metal que la rodeaba y le hacía dejaran. Notaba su flujo, sent ía la necesidad de
daño. correrse y cuando volvió a
—Por favor... por favor... di le que pare... sent i r aquel pel l izco horrible en el pecho se le
—No veo que te di sguste, veo desde aquí que no es el escapó un gri to que se
caso... confundía con un jadeo. Ahora notaba algo dent ro de
—¿Quién es? su coño, sint ió el frío
Ot ra vez la lengua abría su sexo, se movía juguetona por la de lo inanimado, el movimiento osci lante de algo duro
ent rada de su que se abría paso a
vagina y subía hacia arriba hasta l legar a su ano. Notó t ravés de sus paredes mient ras la lengua se
un leve mordi sco en desplazaba hacia el cl í tori s y
la nalga derecha y como dos manos separan sus presionaba en el cent ro provocándola un espasmo de
labios y la lengua ent raba placer . El roce de la
dent ro de el la. yema de un dedo en la ent rada de su culo la avi so
—Dominic... que pare... que pare... de lo inevi table y sint ió
¡Horror! Ahora algo la pel l izcó el pezón derecho y la que la l lenaban por todos los lados.
hizo dar un leve —¡Díos mío! —gimió—. No... no... eso... no...
gri to de dolor . Era imposible que fuera la mi sma —Tranqui la, princesa...
persona, sent ía la lengua Las rodi l las la dol ían pero apenas le importaba, sent
en su sexo y su pezón empezaba a ser atormentado ía que mi l manos,
para luego cont inuar mi l lenguas la estaban invadiendo. Apretó los puños
con el ot ro de la mi sma forma e intensidad. Sint ió con fuerza y se movió
unos labios cál idos y nerviosa, los músculos de sus piernas se tensaron e
jugosos en los suyos, como alguien la apartaba el pelo intentó inút i lmente
de la cara y la sol tarse de aquel tormento tan exqui si to.
besaba la mej i l la con ternura. Luego sus pechos eran —No veo que lo pases mal —Dominic se colocó
apretados con fi rmeza delante de su cara.
y una lengua ent raba en su boca. Aquel lo era horrible, Seguramente se había acucl i l lado, oía su voz a tan
estaba desesperada y solo un palmo de su
a la vez exci tadí sima. La lengua de su sexo no paraba de nariz—. ¿No, nena?
moverse y cuando
—Dominic, quién... qué... —no podía soportarlo más. Dominic se acercó a su oreja y comenzó a aflojar la venda
Estaba a punto de de sus ojos.
correrse si aquel la endiablada lengua no cesaba de —Suél tame las manos. —supl icó dolorida. Y a no sent
jugar con el la—. Que ía ninguna lengua
paren... que paren. ¡Oh Díos! Que… paren... juguetona ni manos por ninguna parte de sus cuerpo—. Por
Le sol tó el arco de metal del cuel lo y le l iberó la favor...
nuca. Sus manos —Todo a su t iempo... ¿Li sta?
seguían ancladas pero al menos podía gi rar la cara. —¿Para qué?
Se arqueó nerviosa y La luz ent ró de l leno en los ojos. Una luz fría que sal
ansiosa cuando notó que una mano sacaba el objeto ía de un único foco
duro de su vagina e anclado en el techo y que i luminaba única y
int roducía sus dedos. exclusivamente aquel al tar
—No puedo más. Que paren... donde se encont raba. Parpadeo varias veces y gi ró la
—Relájate —le susurró él . cabeza. Lo primero
—Di les que paren... que vio fueron sus manos. T enía las muñecas
—V amos, nena... Chorreas como una perra... Di sfruta ancladas al al t i l lo por una
el momento... especie de puentes metál icos que sal ían de él . Mi ró
Goza un poqui to... para mí ... al rededor , estaba
—V oy a correrme... —susurró buscando su boca pero demasiado oscuro y el foco la impedía vi sual izar lo
notó como se que la rodeaba. A
apartaba y se alejaba de el la—. Dominic... —No medida que sus ojos empezaban a habi tuarse a la
aguantaba más—. claridad empezó a sent i r
Dominic —repi t ió a punto de estal lar. el corazón sal í rsele del pecho. Era una habi tación
Notó la presión en el cl í tori s, como las manos inmensa, el la estaba en
magreaban sus glúteos y el cent ro y al rededor había infinidad de si l las con
los separaban para ent rar más en el la. Sus pechos hombres y alguna mujer
estaban sujetos por ot ras sentados en el las. La observaba con sus copas, gi ró
manos, sint ió como un orgasmo espantoso se la cabeza y pudo ver
apoderaba de el la y gri tó t res muchachas que la sonreían en ot ro ext remo de
como loca mient ras una boca la cal laba y la met ía la la habi tación. Dominic
lengua con fi rmeza. estaba en un rincón apoyado en la pared y parecía
Tembló como loca y se arqueó como pudo hasta quedar hablar con alguien que
exhausta. estaba sentado en la si l la más cercana.
—Cada vez eres más escandalosa, mi amor ...Y no es El calor subió por sus mej i l las a una velocidad
que me moleste, espantosa. Habría como
todo lo cont rario... —la sorna de sus palabras la perforó los t veinte personas en aquel la habi tación mi rándola,
ímpanos. veinte ext raños que la
repasaban con gesto de curiosidad como si fuera un oro en las mangas de la cami sa. Le sol tó una fuerte
mercado de ganado y cachetada en el culo y
el la fuera la mercancía que subastaban. la mi ró con el ceño fruncido.
—No puede ser ... no puede ser —susurró pegando la —Y o pagaría el doble que la vieja bruja —di jo. Rió mi
cabeza sobre la rando a Samara y
madera. le guiñó un ojo— por esta zorri ta ansiosa...
Comenzaron a hablar ent re el los. Una mujer de ai re —¡Dominic! —gri tó Samara cuando notó que la mujer
digno se levantó de la cogió por la
la si l la y avanzó hacia el la. Llevaba un vest ido de mandíbula y empezaba a observarla como si comprara
noche y unas inmensas un pastor alemán
perlas al rededor del cuel lo. T endría unos cincuenta con pedigrí .
años y el pelo recogido El resto de los hombres y mujeres seguían observándola
en un moño. Se incl inó hacia delante y la acarició la mient ras bebían
cara. Samara no sabía y charlaban. Un muchacho de unos t reinta años se acercó a
dónde meterse, estaba horriblemente nerviosa pensando el la y la sonrió.
en el espectáculo —No vale tanto —di jo con humor—. A menos que
que acababa de hacer para aquel los individuos. seas un enfermo con
—T iene genio la niña —di jo la mujer apretándola las ganas de educar , prefiero una sumi sa más maleable
mej i l las con gesto —abrió su boca—.
de inst i tut riz—. ¡Romano! ¿Qué pides por el la? Buena dentadura.
—¿Cómo? —le sal ió del fondo de la garganta y se —¡Romano! —la mujer se empezaba a poner
movió nerviosa—. nerviosa—. ¿Cuánto pides
¡No! Vieja bruja suél tame... por la niña?
La mujer sol tó una carcajada, se puso unas gafas sin Dominic se acercó al grupo que rodeaba a Samara y la mi
montura y le meneó ró.
la cara. —Dominic... —di jo supl icante Samara.
—Put i ta contestona... Me encantan las muchachi tas —¿Para qué la quieres, Marina?
engreídas como tú. La mujer bajó las gafas hasta la punta de la nariz y lo
¡Romano! —gri tó—. ¿Qué pides por el la? ¿Dos mi l? ¿Tres mi ró por encima
mi l? de el las.
—¡Suél tame! —Como mascota por supuesto querido. ¿Qué pides por
Dominic se gi ró con curiosidad. Un hombre que estaba el la? Me la
alejado de el los l levaría un mes, dime Romano —di jo con orgul lo.
se levantó y pasó por delante de Samara. Era todavía Samara se movió rabiada cuando un hombre de pelo
más mayor que la gri s y rasgos
mujer , l levaba un t raje de rayas diplomát icas y unos realmente hermosos se acercó a el la y la acarició la
inmensos gemelos de cara. Se sent ía ridícula
en aquel la postura, ridícula por el espectáculo gratui to La gi ró y Samara observó a Darío apoyado en la
que había dado sin pared al ot ro lado de la
saberlo. estancia.
—Doce mi l por t res días —una voz i rrumpió en la —Si l legan a supera la puja, estábamos jodidos —di jo
sala e hizo gi rar la riendo.
cara a la mujer y los hombres que la rodeaban. —Imposible —musi tó Dominic.
—¡Oh, venga ya! —Marina golpeó con la mano la Darío recogió el vest ido y se lo ent regó a Samara.
tarima y gruñó ent re —¿Fui ste tú? —di jo el la—. ¿Tú pujaste?
dientes—. No es lógico, no pagaré tanto por superar su puja. —El mi smo muñequi ta —contestó, abrió la puerta y mi ró
—¿Alguien da más? —di jo la voz. el reloj—. Son
—¡Dominic! —gri tó Samara—. No puedes hacerme esto... las cinco de la mañana, mañana me acordaré de vosot
—Adjudicada —di jo Dominic riendo. ros y tus inventos,
T odos los de la sala empezaron a sal i r , la mujer maldecía Romano...
ent re dientes y Se vi st ió encolerizada y sal ió de la habi tación con el
los hombres que la acompañaban se reían de sus los. Era una enorme
desai res. Poco a poco se casa est i lo i sabel ino, cada habi tación tenía una
quedó vacío, Samara movía las manos con rabia mient decoración en dorado y
ras Dominic se rojo, parecía aquel los locales ant iguos de fumadores o las
sentaba en una si l la con el respaldo hacia delante y salas de té donde
fumaba un cigarro sin se reunían a charlar en las pel ículas. Sofás y
dejar de mi rarla. pequeñas mesas di st ribuidos
—¿Cómo puedes...? por el las se extendían por todo su perímet ro, todas
—Nena... Shh... Si t raes a una mujer aquí y la con pequeñas barras
expones de esta forma es tapizadas en un rincón y camareros que atendían a los cl
para eso... ientes. Las paredes
—¿Para alqui larla? —se movió enrabiada—. ¡Por Dios! estaban repletas de papeles de colores, la música
—Bueno, doce mi l por t res días es un piqui to mi suave emergía de cada
amor ... —sol tó una rincón y daba un ai re cál ido y di st inguido a cada
carcajada y t i ró la ceniza al suelo—. Relájate o te sala. V arias mujeres de
dejó atada así toda la t raje de noche pasaron por delante de el los y
noche... sonrieron. En la ent rada un
—No puedes hacerme esto... No puedes... hombre vest ido de uni forme les ent rego los abrigos y
Dominic se levantó y sol tó sus muñecas. Samara sal tó les abrió una
como un león inmensa puerta de doble hoja. Ampl ios ventanales i
para abofetearlo pero Dominic la cogió las muñecas y la luminados daban vida a
apretó cont ra él . una enorme finca repleta de árboles frutales. Samara
—Eh... calma... leona. Nunca me subest imes... mi amor... se gi ró al bajar las
escaleras y leyó el let rero de la ent rada, «La defectos y sus vi rtudes como un pequeño animal a la
Baraka», mi ró a Dominic y espera de un nuevo
t i ró de su brazo. amo. No era eso, ni siquiera la rabia que se apoderó
—¿Por qué? de el la que la dotaba
Abrió la puerta del coche y la besó en la frente. de una bel leza violenta, no era la presión de su
—Porque conmigo, amor mío... nada es lo que parece mandíbula, la posibi l idad
—se aproximó a de ponerse a l lorar . No. Era la faci l idad por
su oreja y suspi ró—. Si me conocieras tan bien como asustarla, por poseer la
dices ya lo deberías dest reza de sorprenderla con algo aún más retorcido
saber. de lo que esperaba.
36. DIVAGACIONES ¿Lo conocía? Conocía el amor que le profesaba,
¿Sigues creyendo que me conoces? conocía sus ataques de i rá
Yo les advierto, a todas las mujeres, porque con el la había tenido muchos, conocía sus
que habi tan bajo la máscara de esposas, miedos, era lógico, era
y a las dulces y t iernas madres, un hombre de carne y hueso igual de débi l que el
que el dest ino nunca es justo. resto, un hombre que
Son las damas las que abandonan sus vidas l loraba, que tenía miedo a muchas cosas. Un hombre real .
por la locura que brota de la desesperación. ¿Lo conocía? Lo suficiente. ¡T enía tanto t iempo para
Como la brasa que en la chimenea consume su calor, segui r most rando
el desdén derriba todos las mural las. cómo era! Mucho... Quizá más del que había soñado
El mundo es cruel al juzgar estas cosas, nunca, el mi smo
un gran mal y un gran bien t iempo que tenía él para conocerla a el la porque a
se al imentan del mi smo seno. veces lo desconcertaba,
El Amor nos convoca y nos desgarra, Samara actuaba por impul sos y lo sabía, un día era
cubriendo nuest ros hombros con sus alas; una niña asustada, ot ro
Y lo mejor bien puede ser lo peor, una mujer mezquina fabricada de cri stal . De el la le
y lo odioso ser lo deseable. molestaba un detal le
Usted debería agradecer que esta pena se haya ensañado sin importancia, pues ese defecto le daba una ventaja
así , a él . No acababa de
pues el Demonio ha enterrado al Ángel que hay en mí . preocuparse por descubri r más de él . Jamás la
El la Wheeler Wi lcox. hubiera cedido a aquel los
*** individuos, no lo había hecho de ese modo con los
No era el candor que aún brotaba en el la, ni siquiera suyos ¿Cómo iba a
la fuerza de su ent regarla de aquel la forma? Y él se lo había dicho
mi rada cuando lo observaba desorientada subida en poco antes. «Esto me
aquel al tar . El terror al pertenece», había apost i l lado. ¿En qué estaba
abri r los ojos y ver tanta gente desconocida pensando su hermosa
observándola, anal izando sus
Samara? En defenderse de él . Como siempre. Debería mera observación matut ina.
preocuparse por —Darío, Darío —susurró—. Ha pasado tanto t iempo... —
anal izarlo del mi smo modo que él hacía con el la. De se rió para sí e
most rarse más incl inó la cabeza hacia at rás—. Oh Darío…
preocupada en descubri r a su adversario en un tablero de Su falda se movió juguetona por la bri sa y cruzó las
juego que era más piernas como un
simple de lo que parecía. «No me digas jamás que no indio mient ras el balancín se movía. ¿Podía sent i r
t ienes miedo, no lo celos de Sara? ¿De la
hagas mi amor». Hoy había dudado de la posibi l idad forma de mi rarla aquel la noche? Posiblemente, también
de cederla a la prole sent ía celos de
¡Ah, había dicho tantas veces que eso era algo que Meredi t cada vez que Carlo la besaba con ternura y
jamás haría! No era un eso sin mencionar a
maest ro en el dolor , odiaba el dolor . El daño fí sico Dominic con Samara. ¿Qué iba a hacer con su vida?
era algo que nunca le Era a veces tanta la
aportó nada pero podía ser más terrible, tenía una vi rtud soledad que sent ía...
muy desagradable, ¿Se sent i ría igual de solo Darío? Quizá por eso
era capaz de provocar en mi lésimas de segundos el caos había vuel to. Era muy
en la mente de una ext raño su carácter , podría deci rse que bipolar , Dominic
mujer , hacerla dudar de todo lo que había creído hasta no l loraba con una
el momento y aun pel ícula de amor como él , sol ía emocionarse cuando
así ... Sabía que jamás dejaría de amarlo. se aproximaban las
37. DUDAS Navidades y se pasaba horas delante de las t iendas
Pr oteger a mi hermana era parte de mi vida del mi smo de muñecas con las
modo que hacerte manos pegadas al cri stal hasta elegi r una. Recordó
parte de mí . Me di cuenta de que ni siquiera he la noche en la cual lo
podido pr otegerla ni de mí encont ró l lorando en el salón. Ni siquiera se ocul tó de el
mi smo. la, no le importaba
*** que lo viera l lorar , sol ía hacerlo aunque él no se
Sal ió al jardín muy temprano. La finca dormía diera cuenta que el la lo
profundamente. Apenas veía. Ot ras veces se encerraba en la habi tación y se
un leve ruido, algún pájaro, el ai re, las ramas de los pasaba horas leyendo
árboles. Aspi ró su taza l ibros, le gustaba escribi r una especie de diario, lo
de café y se sentó en un balancín que su padre había sabía aunque nunca dio
instalado de cara al con él y lo había buscado, claro que lo había buscado
verano. El tapizado del asiento y del respaldo era como loca. Había
algo espantoso, nunca le sido cruel con él aquel la noche pero tenía catorce
gustaron los colores chi l lones y las rayas pero no era años, nadie puede
importante, solo una
reprochar la pataleta de una niña que deseaba ext un hombre sensible demasiado atormentado por el
remadamente no estar dolor de una perdida y
sola. Dio un sorbo al café y suspi ró, sí , recordaba el la le hería de muerte simplemente por ser el la.
perfectamente sus —¡No t ienes ni idea de lo sola que me siento!
palabras V olvió a pedi rla que le dejara i rse pero no estaba di
—¡No me ext raña que el la se suicidara! ¡T e odio! — spuesta a terminar la
había dicho. Darío di scusión y volvió a empujarlo con sus delgados brazos.
se había l levado la mano al pecho dando un paso at rás, la —¡Todos me abandonái s! —gri taba mient ras le
había mi rado con empujaba—. ¡Todos!
odio y se dejaba caer en el suelo apoyado en la pared. No tardó en acabar con su paciencia. La agarró por los
—Me promet i ste que i ría cont igo, pero soi s todos brazos y la meneó
unos maldi tos con fi rmeza.
cobardes. ¡Yo soy como vosot ros! ¡Soy como el las! —¡No eres como el las, eres una maldi ta niña caprichosa y
La versión oficial había sido la que Darío dio, había arrogante!
bebido y el la le —¡Y tú un estúpido que se merece lo que le pasó!
provocó, sin embargo no fue así . No había tomado Le dio un bofetón que la t i ró al suelo. Nunca nadie
una sola copa aquel la le había pegado así .
noche, el la lo sabía, porque nunca bebía en La Cat inca se levantó con rabia pero Darío ya estaba
Baraka. Bajó las escaleras totalmente
levantando su cami són de algodón y se puso frente a descont rolado.
él . Estaba —¿Quieres que te t rate como a el las? ¿Eso es lo que
profundamente herido y la mi ró decepcionado sin deci r una quieres, estúpida?
sola palabra. La arrast ró por el brazo hacia el sótano y la empujó
—¡Háblame! ¿Por qué te fui ste sin mí? ¿No soy como al interior de una de
el las? ¿Acaso no las salas de su padre.
haces lo mi smo con el las que haces conmigo? —¿Quieres ver lo que papá guarda aquí? ¿Eso quieres? —
—No... la cogió por el
Darío se levantó del suelo e intentó subi r las pelo y la l levó hasta uno de los ganchos que colgaban
escaleras pero el la lo había del techo anclando
empujado con los ojos l lenos de lágrimas. sus manos a las esposas que pendían de él . Apenas l
—No lo hagas... —susurró—, no vayas por ahí porque legaba de punt i l las, su
si sigues... no cami són la daba un ai re sobrecogedor—. No t ienes ni
podré protegerte... idea de lo que hago
—¿De quién? —gri tó el la. yo, solo juegas cuando estás conmigo. Juegas a ser
—De mí mi smo... mayor porque a la niña
Cat inca se sint ió mal al recordar sus ojos l lenos de de papá todos respetan, pobre niña... siempre sola.
lágrimas. Darío era Asimi la que así es la
vida, estúpida, nadie habrá para consolarte cuando su mi rada, de su forma de acariciar sus mej i l las
realmente estés jodida. mient ras sonreía como un
—¡No me dan miedo vuest ros juegos! loco desequi l ibrado.
Ot ra bofetada le volvió a gi rar la cara y Darío rasgo —No pretendía verte así ... —le susurró—. Estás tan
el cami són por boni ta, mi pequeña
det rás. La azotó en la espalda una y ot ra vez, notaba el Su... —le besaba la cara una y ot ra vez—. No puedo verte
calor de las heridas, así ...
notaba la humedad de lo que posiblemente era sangre —¿Vas a sol tarme? —le había preguntado nerviosa.
y que luego —No... —se aproximó—. Querías ser como el las y esta
comprobó. Era horrible el dolor , no paraba de supl noche te
icarle que cesara pero complaceré... Vas a ser mi muñequi ta...
Darío apenas la escuchaba, la oscuridad se había Cat inca buscó en el bol so de su falda el paquete de
apoderado de él de una tabaco. Encendió uno
forma casi i rreal y ahora la enseñaba realmente que de los cigarros y aspi ró con ansia.
había en todo aquel —Mi muñequi ta... —musi tó.
submundo que les rodeaba. 38. CONFÍA EN TI MISMA
Se apartó de repente, no olvidaría jamás la expresión de su Jamás sientas temor por lo que me has dado, cualquier
cara, sus ojos detal le para mi
abiertos terriblemente, sus pupi las di latadas como si t iene un valor que tú jamás l legaras a comprender.
hubiera tomado algún ***
t ipo de droga y ahora viera un fantasma frente a él . Cuando despertó le dol ía terriblemente la cabeza. Mi ró
Estaba aterrorizado a su lado
pero por el cont rario de lo que el la pensó comenzó a reí Dominic no estaba, se levantó y t ras asomarse a la
rse con frialdad. No ventana solo pudo ver a
era Darío, al menos no era el dulce y amable Darío Cat inca sentada en el porche. Mi ró el reloj , eran tan
que la arropaba cuando sólo las nueve de la
Dominic no estaba y la abrazaba con ternura cuando veía la mañana y se dejó caer en la cama de nuevo. De
televi sión. golpe los recuerdos de la
—¡Mi ra! Pareces una de esas muñecas ant iguas vest noche anterior se agolparon en su cabeza y sint ió
idas de terciopelo y rabia. Aquel las
tul ... muchachas la habían lamido delante de unos viejos decrépi
Cat inca recordó como la apartó el pelo de la cara y tos y él se había
la mi ró con una reído de su inconsciencia. Dio un sal to al sent i r la
mezcla de sorpresa e i ronía. El la no dejaba de l lorar puerta del baño y ver a
e hipar , no era eso lo Dominic ent rar de repente.
que quería, no quería que la pegara de esa forma. Sint —¿Tan feo estoy? —le di jo con humor.
ió miedo, miedo de —Déjame —contestó, se gi ró en la cama y le dio la espalda.
—Ah, la niña está enfadada... Vaya por dios...
Samara no contestó. Sint ió el peso de Dominic sobre que la vi t rina te lo impide, querer comprar una joya e
la cama y su mano intentar bajar el
gi rarla hacia él . precio era lo que hacían sin embargo yo les vi cuando
—V en —le di jo y la hizo apoyar la cabeza en su te movías y te
pecho sentándose a su relamías los labios al compás de esas muchachas que
lado—. Hay dos formas de ver lo que pasó ayer . Una jugaban cont igo y
es la que tú t ienes créeme amor ... Estabas radiante —volvió a besar su frente
ahora, no debiera ser así . y la at rajo más a
—¡Fue horrible! —di jo agobiada. él—. Se sincera, princesa... ¿No hubo un momento en el
—¿Horrible? —rió—. No, mi amor , fue un espectáculo cual te sent i ste, no
increíble. ¿Oí ste sé, bien?
a alguien reí rse o tan siquiera pestañear? —suspi ró—. Samara lo mi ró con gesto de curiosidad y frunció el ceño.
Estaban —¡Oh Dominic! El impacto vi sual fue horrible... No
embelesados con tu bel leza, la forma de moverte sin sé... si realmente...
saber que estaba —hizo una pausa y suspi ró—. No lo sé, en esos momentos
pasando y di sfrutando de aquel la si tuación, te no veo las cosas
relamías los labios, te con claridad, en la si tuación no pienso, luego, pasado
contoneabas... —desl izó los dedos por su pecho y la un t iempo anal izo lo
apretó suavemente el que ocurre y me doy cuenta si realmente me exci tó o no...
pezón—. Deseaban terriblemente l levarte con el los, —Pues entonces, cariño mío... espera unos días,
esos hombres y guarda tu rabia y ya me
mujeres están hartos de ver mujeres hermosas, di rás...
esclavas o como quieras La elevó sobre él y la sentó sobre sus piernas. T enía
l lamarlo remarcando sus vi rtudes pero tú... eras todo la espalda apoyada
natural idad... en el cabecero de la cama y la toal la le cubría la
—Me t rataron como un animal cuando se acercaron a cintura. Sol tó sus t i rantes
mi rarme —di jo y dejó caer el cami són, acarició sus pechos moviendo
ofuscada. los ojos de un lado a
Dominic se rió suavemente y la besó en la frente. ot ro como si no qui siera perderse un cent ímet ro de su
—Lo importante no es como se most raron cuando ya piel .
fui ste consciente —Mí rate, Samara... Ni siquiera tú eres consciente de
de su presencia, cariño mío, si no como se most raban lo hermosa que
cuando estabas en el eres... T u prepotencia frente al mundo siempre fue por tu
cent ro de esa habi tación expuesta de aquel la forma y cabeza pero no te
no podías verlos... Es das cuenta de la bel leza que i rradias estés en la si tuación
como mi rar una obra de arte en un museo y no poder en la que estés —
tocar sus t razos por cogió su cara con ambas manos y la at rajó hacía si
besándola.
—Tengo muchos defectos, Dominic. en los labios, su lengua pasó por el contorno mient ras
—Y eso es parte de tu encanto —la susurró mient ras la apretaba las
lamía sus labios—, caderas cont ra él . La sint ió respi rar acaloradamente,
es como tal lar una estatua y a medida que lo haces pegó sus pechos
el iminas las cosas que cont ra él y sus pezones le rozaron del iciosamente. V
no te gustan —sol tó la toal la y la cogió las manos l olvió a mordi squear
levándoselas a su sexo y uno de el los, el color sonrosado y la dureza de su piel le
haciendo que lo acariciara suavemente—. Puedes el volvían loco. Y era
iminarlos todos de esa candidez... la que surgía cuando la hablaba con
golpe... algunos lo hacen, ot ros prefieren i r cincelando ternura. Sí ,
los detal les poco a posiblemente se enfrentaría a él muchas veces y quizá
poco. tendría que
—Has cambiado, Dominic —empezaba a sent i r la dureza cast igarla y ser injusto con el la en muchas ocasiones.
de su miembro La mera idea de
ent re las manos, su voz suave la relajaba, sent ía la imaginarlo le exci tó. Se incorporó levemente y la clavó
necesidad horrible de más cont ra su
sent i rle ent re las piernas pero él no tenía pri sa—. Estás... miembro. Samara se movía suavemente y respondía a
di st into... sus besos sin
—No... —lamió su pecho y rozó con los dedos su cl í importarle la noche ni lo que podría veni r . Esa era la
tori s—. idea, la esencia de
Simplemente ahora tengo mucho t iempo. Soy como era todo el juego. Apretó con ambas manos su cul i to diminuto
pero ahora vives y respingón y la
conmigo y estás más horas a mi lado... elevó con del icadeza. Le dieron unas inmensas ganas
Jadeó cuando sint ió que sus dedos ent raban dent ro de reí rse pero no lo
de el la y la mordía la hizo, la levantó de su cuel lo y la t i ró en la cama
boca para que cal lara, eso la provocó un calambre de para colocarse encima de
dolor pero presionó el la. Su pelo se desparramó por las sábanas, su boca
las yemas cont ra las paredes de su vagina y la ent reabierta intentaba
provocó un espasmo absorber el ai re que la fal taba y le rodeaba nerviosa para
exqui si to. que la poseyera...
—Y lo más importante —susurró clavándose en el la —Despacio...
del icadamente—. —No juegues así conmigo... No pares ahora...
Hay muchas formas de consegui r lo que uno quiere... Samara notaba el roce de su sexo en la ent rada. Era
Ni siquiera le escuchó, su sexo golpeó la ent rada de horrible, la mi raba
sus ent rañas y se con curiosidad sin apenas moverse mient ras el la
mantuvo quieto durante breves segundos. La penet ró apunto estaba de supl icar
lentamente y la besó que la fol lara.
—Dominic —di jo supl icante.
La besó con una expresión de i ronía y apoyó su frente en la ayer, te parecerá poesía...
de el la Se incorporó como un t i tán y la mi ró. Samara no sal ía de
—Vas a ser obediente. ¿Sí ...? su asombro.
—¡Oh, sí , Dominic, no me hagas esto ahora... Estoy ... —¿Pero Dominic...? —recordó el baño y a Darío.
Estoy muy Dominic cogió la toal la y la enroscó a la cintura de nuevo.
cal iente! —No es justo, Dominic... Él me tocó, él me provocó y
Empujó un poco hacia dent ro pero nuevamente volvió en aquel
a frenar a mi tad momento no supe reaccionar ... —gimoteó—. No me
de camino. dejes así . ¡No es
—Intentaras buscar el sent ido a las cosas desde ot ra justo!
perspect iva. Se gi ró y la observó en si lencio.
¿Verdad, princesa? —Lo siento... —cont inuó—. Yo no puedo cont rolar
Le agarró por la cadera e intentó en vano clavarlo a el la. cuando...
—Samara. Contéstame y no seas tan ansiosa... —Claro, mi amor —ot ra vez su tono suave—, para
—Sí . ¡Sí ! eso estoy yo... para
—Aceptarás los cast igos porque siempre serán enseñarte...
enfundados... Se dio la vuel ta y se di rigió al baño. Samara golpeó
—¡Sí ... Fól lame. ! Te lo supl ico... con los puños la
La cogió la cara con la mano y apretó su mentón con cama y sol tó varios juramentos, se incorporó y lo
fuerza pasando la siguió. Empezaba a
lengua por su boca y besando su frente. afei tarse y mojaba la maquini l la bajo el chorro del agua.
—¿Tienes hambre, verdad? Claro que sí ... —Dominic, eso no es justo, tú fui ste quien le dio esa l
—Sí ... No puedo más por favor acaba ya... Fól lame... ibertad y yo... mi
Lo necesi to... cuerpo reaccionó a sus caricias.
Dominic... —jadeó al notar su sexo. Ahora solo —Y o puedo decidi r muchas cosas y de t i depende
deseaba que se moviera reaccionar de la forma
dent ro de el la, que la fol lara una y ot ra vez sin correcta —pasó la maquini l la por la cara y sacudió la
compasión—. Dominic... crema—. Cont rola tu
Sigue... No pares ahora... pasión... Si no, tendré que cont rolarla yo...
La mi ró sin sol tarle la cara y arrugó la nariz profi —¡Oh, joder! —se quejó enrabiada—. ¡No es justo!
riendo un gesto de —Y cont rola tu boca, eres una señori ta...
asco. —¡Dominic no es... No es justo!
—Que sea la úl t ima vez que te pones como una Se l impió los restos de crema, la cogió por la cara y la besó
perra en un baño con nuevamente.
alguien que no sea yo —le di jo. Se acercó a su oído —La vida es tan injusta…
y sacó despacio su Rodeó con su mano la nuca de Samara, la at rajo
miembro de dent ro de el la—, porque si vuelvo a verte hacia él y la susurró en
así ... lo que vi ste la oreja.
—Permí teme que te diga... que te quiero... —No —le di jo—. No quiero que cojas un autobús,
Se rió y sal ió del baño. Samara se quedó de pie sin toma un taxi y
saber qué deci r , él cuando estés a punto de l legar l lámame, yo te
mient ras tanto se vest ía y canturreaba algo. El la ni recogeré —Mateo hizo una
siquiera sabía el qué. pausa y cont inuó—. ¡Oh, por Dios, Sara! Olvídate del
39. CARLO Y SU HUMOR dinero. Que te cobre
Hasta el más i rónico de nosot r os dota a nuest ra lo que quiera —colgó algo molesto y observó a Carlo que se
fami l ia del ai r e que a sentaba frente
veces nos fal ta. a él y mi raba a María con gesto ceñudo.
*** —¿Qué le pasa a la neni ta? —levantó el brazo y
Mateo bajó al pueblo acompañado de Carlo. Quería pronunció sin hablar la
comprar varios palabra «café».
l ibros, el periódico y tomar un buen desayuno en la —No se acostumbra a su nueva vida —contestó—. Que
cafetería de la anciana el taxi costaría
María. Hacía mucho que no iba por al l í , adoraba aquel mucho, que mejor venía en autobús, yo la mato, Carlo...
lugar y desde que se Carlo sol tó una carcajada est ridente y se apol t ronó en el
había mudado a la ciudad no había vuel to a delei tarse respaldo.
del café colombiano —Bueno... Meredi t , si t iene que veni r desde la
y las gordi tas y sabrosas tostadas que María ciudad, igual cogía un
preparaba para él cada avión. Que mi ren por tu pat rimonio es bueno amigo —
mañana. No es que fuera un bar muy elegante, más bromeó—. No es
bien era uno de esos caprichosa. Buena señal ... ¡Oh Dios! —Carlo mordi squeó
locales algo americanizado, con bancos corridos la tostada y sal tó
tapizados en escay y una di recto a la gramola—. Voy a animar un poco este local .
inmensa barra que at ravesaba el local . Había incluso —Carlo, son las once de la mañana —agradeció que el
una gramola cerca de local estuviera
los baños y la gente podía elegi r la canción que medio vacío en aquel momento.
desearan siempre y cuando —Y los hi jos del pecado han bajado al pueblo —
pagaran los cincuenta cént imos que eso les costaba. T Guiñó el ojo a una
odas las mesas muchacha que pasaba por la cal le y está ruborizada le
descansaban frente a la ventana, podías desayunar t apartó la mi rada—.
ranqui lamente, María, V enga... veamos, tema, tema, tema. No, por orden al
una mujer de unos sesenta años y moño canoso te fabét ico, que si no me
servía el café con una vuelvo loco. Oh sí ... ¡The Rol l ing Stone! —sol tó una ri sa
enorme cafetera de metal sat inado y podías observar nerviosa y mi ró a
el pai saje, las cal les la anciana María, tenía las mej i l las sonrosadas y
del pueblo y las pequeñas t iendas del ot ro lado de la cal regordetas y lo observaba
le.
por encima de las lentes con curiosidad—. ¡Esta! Sympathy montados en la cal le, buscaban ent re las revi stas y
for the devi l ... hablaban ent re el los—.
La música empezó a sonar , dos muchachas Ahora ya ni me saludan, bueno, lo hacen pero pasan de
acompañadas de dos chicos largo.
ent raron y se colocaron cerca de la su mesa dónde la —¿Y te importa mucho?
barra. Carlo tarareaba —No, no es eso es un mero detal le que...
la canción mient ras movía el culo con la intención de —Entonces, qué coño —cantó algo en ingles y pidió
provocar la más café—. Este
vergüenza de Mateo que no tenía si t io donde esconderse. café es buení simo. Mari Trini —di jo mi rando a la anciana.
—Joder , aquí no me hagas esto —farful ló para sí mi —Se l lama María —le corrigió.
rando a los jóvenes —Eso, María —afi rmó levantando la taza.
que observaban divert idos la escena. 40. UNA COMIDA PARTICULAR
Se gi ró y cogió la mano de una de las chicas. Una Sí , aunque te parezca ext raño somos una fami l ia.
mulata de rasgos ***
preciosos y pelo lacio y bri l lante. A mediodía todos bajaron al pueblo en varios coches.
—Por favor —canturreó—, permí teme que me presente, Antón había
soy un hombre reservado mesa en el Lusinda, un restaurante bastante
de riquezas y buen gusto —le sonrió, besó su mano y concurrido donde
siguió cantando por sol ía comer los fines de semana con algún amigo o cl
el pasi l lo hacia la mesa. iente. Cat inca se
—Carlo, estás como una puta cabra. había unido al grupo casi en la mi sma puerta del
—Me encanta esta canción —frunció el ceño y se restaurante y no se sol taba
terminó la tostada. de Mateo el cual no qui taba ojo a su hermana. Sara
Mi ró a las chicas en la barra y volvió a sonreí r—. Ahora, estaba radiante,
dime qué te pasa. precedía al grupo aferrada al brazo de Lui s, mi rando
Mateo se movió nervioso. al t iva la cal le y la
—Nada, pensaba en mi padre, aún tengo mucho que gente, era la primera vez que sal ía con el los al
solucionar en casa y pueblo y aquel lo era una
luego Sara... —se quedó pensat ivo y mi ró por la experiencia del iciosa para el la. Sabía que la gente la
ventana—. Está mi raba, el la tan solo
cambiando demasiado rápido, en unos días termina el media un met ro cincuenta y de mi lagro y su hermoso
inst i tuto y vendrá cabal lero andante la
conmigo a la ciudad... acompañaba por primera vez a el la sola. Se sent ía
—¿Y qué problema hay? envidiada, deseaba
—Mi ra... —di jo, señaló con el dedo la cal le y suspi horriblemente encont rarse con alguna compañera de inst i
ró—. Aquel los eran tuto, que la vieran
mi s amigos hace un año —había t res chicos en uno incluso sus profesores o alguno de esos novios
de los tenderetes zoquetes con los que se
había besuqueado en las fiestas locales. Al l í estaba el gi raron, uno de el los sonrió a Yel ina y recibió un empujón
Lusinda, sus ampl ias de su mujer.
cri staleras y sus mesas ci rculares con finos manteles —V amos, muchacho —Antón, que l legó el úl t imo a
de hi lo y copas la mesa, no dejaba
enormes tal ladas con hojas de acanto. Sara cent ró de saludar a gente que sal ía de todos los rincones
rápidamente su atención para ver cómo se
en el comedor y divi só a una compañera con sus encont raba—. Pidamos, tengo un hambre voraz.
padres y más al lá dos —Sí , papi—musi tó Carlo.
hermanos que estudiaban en el mi smo inst i tuto. , era —¿Y Darío? —preguntó Lui s mi rando a la puerta.
lógico, el pueblo no Cat inca se gi ró hacia la cri stalera y lo vio en uno de
era más que eso, una diminuta ciudad donde todos comían y los puestos que
cenaban en los colocaban de la cal le. Parecía hablar con una mujer
mi smos si t ios. La clase al ta en el Lusinda, la menos mayor mient ras
boyante, en la pizzería jugueteaba con una especie de peonza ant igua en su mano
de Port í o en el restaurante del cent ro comercial . Saludó derecha.
con educación a su —Al l í , en el puesto de ant igüedades de la esquina.
compañera y sonrió a los dos muchachos que no Darío había dejado la peonza sobre la mesa exposi tora
daban crédi to y el la y observaba
hinchada como un papagayo se acomodó en su si t io ansioso los demás objetos con las manos colocadas como si
mient ras Lui s, sin rezara.
prestar atención a su momento de t riunfo la apartaba la —Este muchacho no cambia, siente pasión por las ant
si l la y la invi taba a igüedades —Antón
sentarse. lo observaba a t ravés de las gafas.
Dominic la mi ró de refi lón y la puso gesto de Darío palmoteaba nervioso por una hermosa caja de
desacuerdo, el la le sonrió música de madera
inocentemente y se aferró a Lui s con fuerza. que hacía gi rar una bai larina con un tutú color blanco,
—¿Di sfrutas, eh? —di jo Dominic. la mujer del puesto
—¡Sí ! —gri to, sonrió y se removió ansiosa en la si l la. sonreía mient ras hablaba enseñándole las piezas de
Llevaba un boni to los engranajes, y el
vest ido veraniego de t i rantes y unas sandal ias a juego. terciopelo que cubría el interior pero Darío ya estaba
—Pareces su padre, Lui s... —Carlo le dio una palmadi ansioso por
ta en la espalda— comprarla, Cat inca estaba segura que así lo haría.
y eso me la pone dura... —La va a comprar —di jo Antón.
—Qué raro que a t i algo te la ponga dura —le contestó. Carlo farful ló algo inintel igible y Cat inca sonrió.
Roberto sol tó una carcajada y se aferró como siempre, —Es muy parecida a la que tenía mamá en el tocador —di
sin importarle jo a su padre.
nada, a sus mujeres. V arios de los hombres que Pagó la caj i ta de música y at ravesó la cal le dando
comían con sus fami l ias se sal t i tos. Lo cierto es
que a Samara le resul taba casi imposible pensar que fami l ias...
aquel hombre tuviera —Soplapol las —gruñó Lui s.
algún t ipo de maldad más al lá del juego que ya —¡Ah! ¡Se me olvidaba! Y no olvidemos el incesto —
conocía. Se había parado palmoteó con
delante de la cri stalera y releía la carta que aparecía sorna y se l levó las manos a la cabeza—. Madre
expuesta en una mía... Me encanta esta
vi t rina de puertas correderas anclada a la pared fami l ia. Vamos a i r todos al infierno.
elegantemente. Se frotaba —Oh sí ... —Roberto empezaba a l lamar la atención sobre
la barbi l la con gracia mient ras parecía decidi r que las mesas más
tomar . Samara recordó cercanas—. Podría preñaros a las dos a la vez... —susurró
las palabras de Cat inca y la mi ró, el la era la única que besando a Yel ina
seguía observándole y luego mordiendo el hombro de Xiamara—. El dos
minuciosamente, el resto ya hablaban ent re el los y di por uno se pondría de
scut ían sobre que moda de nuevo —frunció el ceño y las mi ró de soslayo—.
comer o beber . Darío arrugó la nariz para fi jar la vi sta Cumpl i ré t reinta
con torpeza y eso la y sei s dent ro de poco, mi s amores, mi s preciosa y
hizo gracia, era como un niño grande con un pasado hermosas sumi sas...
de adul to y mi l poneros las pi las, hay que mantener el apel l ido,
pecados. Se mantenía inmóvi l aferrando ent re sus quiero descendencia antes
brazos la caj i ta de de cumpl i r los cuarenta.
música como si tuviera miedo que se golpeara cuando ***
un grupo de niños T ras la comida, el comedor estaba casi vacío a
pequeños pasó corriendo a su lado. excepción de una mesa
—Di sculpad, me ent retuve enfrente —di jo con un mat rimonio que se mantenía a la espera de
aceleradamente mient ras que sus pequeños
deposi taba la bol sa sobre un pequeño sal iente de la pared. acabaran sus juegos en el pat io interior del restaurante.
—Y a te vimos ya... —Roberto mordió el cuel lo de Cat inca se di sculpó
Xiamara y mi ró a la y se di rigió al aseo. Hacía varios minutos que no veía
fami l ia más cercana por encima del hombro de esta— a Darío y a Carlo,
. Mí ralos... papi s debían estar en la zona de la barra peleando por quien
zambul l idos en la monotonía, hi jos hiperact ivos que te pagaba la cuenta,
chupan la sangre y pensó. Descendió las escaleras y gi ró a la derecha.
la vida. Mi s amores —mi ró a ambas mujeres—. Se topó de frente con él
¿Cuándo me daréi s una que sal ía del baño y chocaron.
camadi ta de cachorros, mi s preciosas zorras? —No... Espera...
Carlo pegó un brinco y casi derramó la copa de vino. —Darío —intentó esquivarlo sin exi sto. Ocupaba parte
—Eso sí sería cómico —di jo—. Lui s el pederasta y del pasi l lo y era
Roberto con dos imposible pasar por él .
—No puedes estar esquivándome siempre. En algún Cat inca sint ió ganas de l lorar , intentó zafarse de él ,
momento pero la agarró por
tendremos que hablar. los hombros y la acercó hacía sí .
—No tenemos nada que deci rnos —se apartó la —¿Por qué has tenido que volver? ¡Dime! —le gri tó—.
melena de la cara y se ¿Para l impiar tu
encogió de hombros. conciencia? ¡Maldi ta sea!
Se acercó a el la y está se pegó a la pared. T enía la La cara de Darío se ensombreció. Meneó negat
nariz casi rozando su ivamente la cabeza y
mej i l la, apoyaba la palma de la mano en la pared suspi ró.
impidiéndola hui r hacia —No sabes lo que dices... T e he vi sto crecer desde
la izquierda. lejos, apenas un par
—Eras mi pequeña Su y te gustaba. ¿Acaso no de fotos que Dominic me pasaba. ¿Sabes lo duro que
recuerdas los buenos fue para mí
momentos? —le rozó la mej i l la con los dedos—. Y o... marcharme?
—murmuró —¡Ja! —di jo—. Al final todos hacéi s lo mi smo. Me
desgarradoramente—. fui el primero para t i ... Eso abandonái s, uno
jamás se olvida. No más... —agachó la cabeza—. Déjame, Darío, por favor.
puedes ment i rme en eso. —No puedes quedarte con esa maldi ta noche y
Cat inca apretó las mandíbulas con fuerza y su pecho olvidarte de todo lo
subió y bajó pasaste a mi lado. Me niego a que sea así ...
nervioso. —T uvi ste diez años para l lamarme y no lo hici ste —
—Por favor, Darío... lo mi ró con orgul lo
—Me intentaste engañar aquel la noche... ¿Lo y despecho—. ¡T e fui ste de la casa y ni siquiera me
recuerdas? Con tu vest ido vini ste a ver una
de muñeca y tu pelo de princesi ta. Ol ías a colonia de bebe, maldi ta vez, ni siquiera me l lamaste para despedi rte de mí
estabas asustada !
y aun así , decías que no era la primera vez —pegó la —Estaba muy mal , tu padre me supl icó que me fuera
nariz a su sien y y que no me
aspi ró el olor de su piel—. T e temblaban las piernas acercara a t i . ¡Joder Cat i ! ¡Me acosté cont igo y
y te morías de ganas tenías catorce putos años y
por tener mi pol la ent re el las... ¿Lo recuerdas, verdad? tu padre era mi mentor! ¡T e l levaba a todos los lados
—Darío, por favor , no lo hagas —le imploró. No podía conmigo! La gente
moverse, su hablaba, la gente no podía entender que una niña bai
nariz rozaba su mej i l la y la provocaba un cosqui l leo lara en los burdeles
aterrador. con un vest ido de tul mient ras su «hermano» la
—Cat i ... No puedo borrar lo que pasó aquel la noche, dejaba segui r el
me arrepiento cada espectáculo. ¿No te das cuenta de lo que hice? —
día de aquel lo, necesi to que me perdones. golpeó la pared con el
puño y se quedó en si lencio durante unos momentos—. Y Estaba en la cocina a primera hora de la mañana.
lo peor , es que te Dominic y su hermano
arranqué la inocencia, te forcé aquel la noche por tus acababan de marcharse a la oficina y jugueteaba con
dolorosas palabras y una bol i ta de pan
te somet í de una forma aberrante y ¡Santo Dios! Eras mient ras leía la prensa. Darío ent ro con cara de
una niña... Cómo no sueño. Llevaba una
iba a i rme... cami seta blanca y un vaquero, se dejó caer en la si l la de
—T e perdoné aquel la pal iza el mi smo día que me la enfrente y bostezó.
di ste Darío Cross. —Buenos días —le di jo el la—. ¿Un café?
Lo que nunca te perdonaré es que tú también me —Te lo ruego...
abandonaras... Le si rvió de un termo el café con un poqui to de
—Rompí las reglas, Su. leche, luego sacó unos
—Me rompi ste el corazón —apost i l lo con recelo—. bol los dulces y un poco de zumo de naranja.
Renegué de los —¿Has dormido bien?
hombres, prefería el amor de una mujer a la mierda —He dormido —di jo devorando un bol lo—. Al menos, he
que recibía de dormido.
vosot ros. —Dominic me ha dicho que comienzas las obras de tu casa
—T enía que protegerte —la cogió la cara y acercó su esta semana.
frente a el la—. Si necesi tas que te ayude o acompañe, estaré encantada
Cat i ... de hacerlo.
—No te acerques a mí por favor ... —le supl icó. Era Darío tenía los carri l los l lenos y la mi raba con los oj
necesario, sent ía i l los bri l lantes.
elect ricidad inusual a su contacto—. Déjame... Mast icó rápidamente y sonrió.
Darío apartó las manos y las elevó como si fuera a rezar. —Será estupendo que me acompañes —se chupó un
—No te preocupes, Dominic vigi la que no me acerque a t i . dedo y luego se
Cat inca se apartó de él y se di rigió al aseo. l impió con la servi l leta—. Me ayudarás a escoger las cort
—Cat inca —di jo haciéndola gi rarse—. Necesi to hablar inas nuevas.
cont igo a solas, Lo mi ró confundida y le devolvió la sonri sa. V olvió a l
cuando tú quieras, pero por favor , concédeme unas lenarle la taza y
horas... al menos por se columpió en la si l la observándole con curiosidad.
todo lo bueno que pasó ent re nosot ros... —¿Qué mi ras?
V olvió a darle la espalda y ent ró en el baño. Se lavó —Me l lamas mucho la atención. Conozco tu pasado,
la cara, se apoyó en Dominic me lo
el lavabo y rompió a l lorar desconsoladamente. contó pero...
41. CONOCIENDO A DARIO CROSS —¿Pero qué? No encajo con la hi storia, ¿no?
Protégete de la oveja suave, pues al lobo lo ves veni r en la Se rió y se encogió de hombros ante él .
di stancia. —Bueno, la noche que pasé cont igo fui ste amable y
*** moderado. Me
jugaste una mala pasada en el baño pero qui tando ese —Claro, sí . Cleopat ra. Se enamoró perdidamente de él .
detal le... —Bien, ¿recuerdas la ant igua Roma? ¿Sus
—Tengo mi s momentos y mi s momentos como todos emperadores? ¿Los griegos?
muñequi ta. T odos eran hombres poderosos, hombres cul tos y
—¿Qué hici ste todos estos años fuera de tu paí s? arrogantes. T enían
Quiero deci r , aparte de amantes, mujeres, hombres...
t rabajar... —¿Quieres deci r que te acostaste con ot ros hombres?
—Perderme en un abi smo tan profundo como negro, —Bueno, me gustaba despertarme con una mujer y un
experimentar , vivi r , hombre. Dos
sufri r… —embozó una mueca muy simi lar a una sonri sa—. mujeres, ot ro hombre —se empezó a l iar solo—. T res
Llorar… mujeres, ot ro
—Diez años es mucho t iempo. ¿Y siempre estuvi ste hombre... ¿O eran t res y...?
solo? Es duro vivi r —Para, para...
fuera y no tener a nadie. —No soy homosexual . Amo la feminidad por encima
—Estaba Argas, pero sí . Realmente estaba solo, de todo pero
bueno... —hizo una cuando tu vida es un abi smo donde no haces más
pausa y bebió un sorbo de café—. T enía mi s que caer y nada es
amantes, un perro que me suficiente, buscas el amor en todas sus formas,
acompañaba al parque... —cogió ot ro bol lo de pan y experimentas muchas
se lo l levó a la boca clases de cariño, muchos t ipos de sexo —se quedó
—. Pero sí , al final siempre estaba solo. El los no me pensat ivo unos
aportaban más que momentos y pestañeó—. A fin de cuentas solo es eso...
momentos de placer , locura y algún que ot ro susto sexo. ¿Te gustan las
por mi s impul sos, mujeres, Samara?
hi storia que algún día te contaré. —No.
—¿El los? —Pero te acuestas con el las si es necesario y lo di
Darío se apoyó en el respaldo de la si l la y mast icó sfrutas, ¿no? —se
despacio un t roci to de levantó y l impiándose la boca con una servi l leta se
pan, luego abrió los ojos y meneó la cabeza afi rmat sentó en el canto de la
ivamente. Era un mesa junto a el la —es deci r , di sfrutas del placer que
hombre ext remadamente expresivo, le resul taban te dan pero jamás te
graciosos sus gestos pondría una mujer , ni te gi rarías a mi rarla cuando
inocentes y su sonri sa de niño bueno. pasa por la cal le y
—¿Te gusta la hi storia? mucho menos tendrías una relación con el la. Sería —
—Sí . —no entendía a dónde quería l legar—. ¿Por qué? medi tó mi rando al
—¿Recuerdas a Marco Antonio? ¿El gran guerrero que techo— simplemente sensaciones y poco más. ¿Me
cambió la equivoco?
hi storia? ¿Sus t riunfos? ¿Su vi ri l idad y hombría? —Tienes razón, sí .
—Pues entonces me comprendes. Mi s amantes mascul inos —La coloqué una noche delante del espejo, la senté
eran hombres en mi s rodi l las de
sin amaneramientos, ni gestos femeninos, todo lo cont espaldas a mí y separé sus del icadas piernas para que
rario, era imposible observara todo lo que
sospechar que de vez en cuando apartaban sus iba a hacerla —acercó la cara a una de sus piernas y ol ió su
responsabi l idades y su piel .
fami l ia y se met ían en la cama con ot ro como el los —Darío —Samara bajó las manos y se aferró a la falda—.
y alguna mujer ... — Detente...
di jo, frunció el ceño y la acarició la cabeza—. Y o La mi ró con humor y se apartó de el la.
enseñé a Cat inca a —No abuso de la hospi tal idad de los míos —di jo
di sfrutar del amor de una mujer como el la. A incorporándose—.
abandonarse, el placer es Podría sentarte encima de la mesa y hacerte gemi r
maravi l loso en todas sus formas, brinde quien te lo brinde. como una loca, tengo
Se bajó de la mesa y se acucl i l ló frente a el la. ese poder . No lo dudes, tú marido, tu Señor , es claro
Movió la si l la hacia él y cuando abre la puerta
se si tuó ent re sus piernas. Samara sent ía un leve de su casa pero no lo voy a hacer...
dolor de estómago. —V aya, es un detal le por tu parte —se colocó la ropa
Apenas podía moverse, aquel hombre era terriblemente y carraspeó
sensual , la palabra incomoda y nerviosa. Estaba exci tada y mucho—. ¿Y
que la invadió la cabeza fue «Demonio». Sí , era así , ese detal le? —se
un demonio levantó y quedó frente a él .
desagradablemente provocador que jugaba con la Darío la cogió por los brazos y la at rajo hacia él . La
sensual idad y la beso en los labios y
del icadeza. Se movió incomoda cuando colocó las luego por toda la cara como si fuera un padre y solo
palmas de las manos en deseara esos del icados
sus pantorri l las y las desl izó por debajo de su falda cariñi tos.
levantando ésta unos —Todo a su t iempo…
veinte cent ímet ros, dobló a modo de dobladi l lo el 42. JUEGOS
borde y dejó al desnudo Clar o que sí . Det rás de nuest r os defectos, nuest r os
un poco más de su piel . Luego, acarició estas con las demonios y nuest r o
manos y la mi ró con pasado, exi ste un buen hombr e, aunque a veces par
dulzura. ezca que duerme
—Y o la enseñé a tocarse con tan solo catorce años, no es demasiado.
que no supiera, ***
ya conoces a Cat i ... era at ropel lada, ansiosa y acelerada... El día fue agotador para Samara. Darío tenía una vi tal
para todo... idad devastadora,
—No deberías hacer eso. No sigas... era como segui r a un hombre hiperact ivo con tacones
por innumerables
cal les y comercios de la ciudad. Cuando se le —¡Oh mi ra, mi ra! —t i ró de su mano y la arrast ró cal
antojaba algo era imposible le abajo hasta un
despegarlo del cri stal del escaparate, luego ent raba y escaparate l leno de muebles—. Si no te hubieras
mantenía puesto esos tacones de
conversaciones interminables con los ant icuarios, que si reina estarías menos agotada querida —colocó la nariz
esta pieza era del en el escaparate y
siglo pasado, que si los detal les ornamentales bien pul ent recerró los ojos—. No me gustan, son muy actuales.
idos y barnizados V amos al
darían un ai re más clásico al butacón i sabel ino, las restaurante.
cort inas no las quiero —¡Sí , por Dios! —gimoteó desesperada.
cremas, quiero un color más tostado porque no pega con las Darío la mi ró compungido y frunció el ceño.
al fombras... Lo —Deberías hacer más deporte. Estas floj i ta —sonrió y
cierto es que Darío era encantador con todo el mundo, volvió a t i rar de
incluso con aquel los su mano.
propietarios de t iendas algo cortantes y secos, era capaz de Samara iba como una marioneta cal le arriba, por un
envolverlos con lado Darío la
su manera de mover las manos, la forma de hablar y arrast raba por un brazo, el ot ro caía muerto como si
arrugar la nariz no qui siera i r con él y
cuando veía una pieza interesante y sobre todo los la obl igara. Era gracioso, no podía consigo mi sma y él
conocimientos, muy por todavía podría
encima de los mi smos propietarios, sobre la hi storia correr una maratón si lo quería.
de ciertos objetos que —¿De dónde sacas las fuerzas?
vendían. Luego estaba el hecho de que a Darío le —Es la energía por la fal ta de sexo. Si fol laras
apasionaran las muñecas, menos, estarías más
pasaron dos horas en una de las t iendas más act iva.
importantes de juguetes y era —Qué ri sa —di jo con sarcasmo.
cómico verle decidiéndose por una, cuando más de una vez —Es verdad. No te miento —gi ró la cabeza y la guiñó el
se vio tentado a ojo.
l levárselas todas. A las t res de la tarde Samara le —Qué l levas... ¿Dos días... t res?
supl icó que pararan a —¿De veras quieres saberlo?
comer algo, gracias a Dios, Dominic les había l lamado —¡Claro! —fal taba poco para l legar al restaurante—. V
y se reuni ría con amos, confiesa.
el los y Lui s en uno de los restaurantes del cent ro Una semana —apost i l ló.
más próximos a la —Meses… Aunque en Ital ia tuve un pequeño encuent
empresa. ro… —contesto y
—¿Darío, no te cansas? —le preguntó agotada paró en seco frente a un escaparate.
dejándose caer en un —¿Qué dices? ¿En serio? ¿Por qué? Por favor, Darío, más t
banco de la Avenida Cinco—. Tengo las piernas... iendas no...
—Estoy depurando mi alma —la sol tó, cerró los ojos e hizo —Tú sí que estas agotada... Si no conociera el ri tmo de
un gesto con Darío...
las manos como si hiciera yoga—. Cont rola la mente, —¿Mucho t rabajo?
canal iza tus —Demasiado.
impul sos —abrió los ojos, agarró su brazo y t i ró de Lui s se enroscó en el la y la abrazó por det rás.
el la—. V amos, que —Sam —di jo besuqueando su hombro—. T e supl ico
l legamos tarde. que lo encierres en
Llegaron a la terraza casi derrapando y tomaron casa y me lo qui tes de encima... Tú marido está loco. Es un
asiento en la mesa t i rano.
reservada, Dominic y Lui s aún no habían l legado. Aún le sonaba raro «marido».
—Me tomas el pelo. Me estás mint iendo —mi ró al —Di sculpadme un momento —les di jo—. Necesi to i r
rededor y saludó a al aseo, Darío no
dos de las secretarias del bufete que comían muy cerca de me ha dejado parar ni un minuto.
el los. Bajó al pi so de abajo y at ravesó un pequeño salón
—No, l levo mucho t iempo sin compañía cont inua. Necesi en di rección a los
taba una purga. baños. Era bastante tarde, todo estaba vacío y ol ía a l
Mi ra, por ahí l legan tu marido y tu hermano. impio, cosa que
Ent raron como dos balas. Dominic con su habi tual agradeció. Se mojó la nuca y se sol tó las t i ras de
semblante serio, su los zapatos de tacón.
t raje impecable y su gesto impertérri to. Era como ver Estaba agotada y le dol ían los tobi l los. Se abrió l
a un rey di rigi rse a igeramente la cami sa y se
su t rono, con paso fi rme, las manos en los bol si l los y la colocó la falda. El suelo era de mármol t ravent ino,
mi rada fi ja en el la. cosa normal en ese t ipo
Samara sonrió y sal tó a sus brazos. Su gesto cambio de restaurantes caros. Se qui tó los tacones y se
y la besó en la mej i l la quedó descalza sobre él .
con cariño. T iempo at rás se hubiera muerto de Sint ió un placer inmenso al notar el frío de las losetas.
vergüenza por las mi radas —Por Dios... qué gusto —susurró suspi rando.
furt ivas de la gente, ahora no le importaba, era su El ruido de la puerta la sorprendió. Se dio la vuel ta y
esposa, no una simple vi a Dominic
compañía de la cual nadie sabía nada. Le rodeó el apoyado en el la con las manos por det rás de la espalda.
cuel lo y jugueteó con su —¡Señor, qué susto me has dado!—di jo calzándose.
pelo, estaba cansado y era lógico, l levaba mucho t A vanzó sin deci r una palabra hacia el la y le abrió la
iempo fuera y era cami sa. Samara no
demasiado cont rolador como para no al terarse cuando reaccionó, mi ró sus pechos y luego a él , que se
algo no sal ía a su recreaba con sus pezones y
manera. observaba de arriba abajo, su cuel lo, su pecho, su cintura...
—Tienes mala cara —le di jo—. Te veo cansado. —Pero...
—Cál late —apost i l ló con suavidad.
Se oyeron pasos, dos mujeres se di rigían al aseo, delante del espejo. Samara rezó porque se fueran
Dominic le tapó la rápido. Dominic le dio la
boca con la mano y la agarró cont ra él . La puerta se vuel ta y empot ró su cara cont ra la pared. V olvió a
abrió quedando ambos taparla la boca justo en
det rás de el la. Las mujeres charlaban animadamente el momento que iba a sol tar un leve gemido de dolor.
sin percatarse de su —Ni se te ocurra. Shh...
presencia. Meneó la cabeza supl icando que parara.
—Ni te muevas... —le susurró al oído mient ras met ía —Hoy vamos a aprender a cont rolar esa forma de gri
su mano por tar que t ienes por
debajo de la falda y empezaba a desl izar sus bragas hacia tonterías —pel l izcó uno de sus pezones con fuerza y la
abajo. besó en la mej i l la.
No podía hablar , abrió los ojos como platos y él le Samara movió el culo hacia fuera para apartarlo de el
hizo un gesto con el la, Dominic
dedo para que guardara si lencio. Su mano la apretaba mantenía la presión en su pezón y la sent ía respi rar
la boca y sus bragas con más intensidad a
iban desl izándose hasta que quedaron a la al tura de medida que pasaban los segundos.
sus rodi l las. Las —Eso es... ¿Ves que fáci l? Separa las piernas, cariño mío...
mujeres se met ieron en sus respect ivos aseos y Llevaba una falda tan corta que no necesi tó siquiera
Dominic aprovechó para levantarla, l iberó su
qui tarle las bragas. Apenas podía moverse, la tenía miembro y la penet ró despacio mient ras observaba sus
cont ra la pared y la pupi las di latadas y
puerta formaba un ángulo muerto con un hueco muy la expresión de sus ojos. Las dos mujeres se lavaron
reducido. Se las manos, parecía
incorporó sin l iberar su boca y sonrió. interminable su conversación. El ruido de los secadores
—T e recomiendo que ni murmul les... Sería... horrible murales fue
que vieran que te perfecto para empujarla con más fuerza cont ra la pared
estoy fol lando como una vulgar puta en un baño. ¿No crees, y clavarle su
cariño? miembro hasta chocar con su cul i to respingón. Samara
Samara meneó la cabeza y abrió los ojos como platos apoyó las manos en
cuando notó sus la pared y creyó dejarse las uñas cuando empezó a
dedos colarse best ialmente dent ro de el la. moverse
—Era lo que querías, ¿no? —le susurró al oído—. ¿O acompasadamente dent ro de el la. Era horrible, movía
te piensas que su cadera con tal
porque seas la Señori ta de Romano, solo puedo usarte dest reza que notaba la punta de su capul lo al final
de noche y en la de su sexo, rozaba de
cama? —sonrió y se chupó los dedos. una forma desquiciante. Su mano izquierda se desl izó
Las mujeres sal ieron del aseo y parecieron entablar por delante y le
una conversación separó con los dedos los labios.
—Anda... Aquí tenemos tu perdición... —rozó su cl í tori Dominic volvía a taparla la boca y la embest ía
s y pasó brutalmente, ahogando sus
suavemente la yema por él—. Justo ahí ... gri tos. Cerró la puerta de un portazo que retumbó en
—Mmm... toda la planta y la
—Cal la, Samara... Shh... arrast ró hacía él obl igándola a ponerse de rodi l las
Las mujeres parecieron caminar en di rección a la mient ras todavía sent ía
puerta, sus tacones los calambres del placer.
cont ra el mármol sonaron est repi tosamente mient ras —¡Dominic, puede ent rar...!
hablaban de las Se la encajó de un movimiento en la boca y la sujetó
gangas en las t iendas de moda del cent ro. Una de el con fuerza la
las se paró y Samara cabeza.
sint ió su corazón reventar por momentos. Si lencio. —Que te cal les... Samara... —susurró ansioso— y date
Notó la tela de su ropa pri sa... si abren
moverse y luego siguió avanzando hasta desaparecer t la puerta van a ver a toda una profesional ...
ras la puerta. T enía De cucl i l las, con aquel los tacones que ya la
el corazón en un puño y Dominic seguía moviendo atormentaban la falda
desenfrenadamente su enroscada y la cami sa abierta lamió su miembro
miembro en sus ent rañas. La l iberó la boca y Samara jadeó desaforadamente mient ras
como una loca. sus manos la presionaban la cabeza y la t raían y l levaban
—Dominic, por Dios... No... No hagas esto nos puede sin cont rol . Sint ió
ver cualquier el chorro cal iente en la campani l la y un hi lo de
cl iente... semen se desl izó juguetón
—Tengo una preocupación... por la comi sura de su boca. A punto estuvo de at
La agarró por el pelo y t i ró de su cabeza hacia at ragantarse cuando intentó
rás. Samara apenas separarse y él se lo impidió de nuevo.
podía respi rar, la tenía totalmente bloqueada y no podía —Quieta, loba...
moverse. La levantó por el pelo y la arrast ró al lavabo, la obl
—Muéveme ese culo, princesa... igó a l lenar la boca
Sent ía un placer horrible, apoyó de nuevo las manos en la de agua y escupi r varias veces y cuando quedó sat i
pared y separó sfecho la sentó sobre la
más las piernas, su pol la ent raba y sal ía húmeda, encimera de mármol y le separó de nuevo las piernas con el
empapada de sus flujos, ceño fruncido.
notaba el calor de su piel chocando cont ra el la, su —¿Qué vas a hacer?
mano jugando, Sacó una bol i ta del bol si l lo y se la met ió con cuidado
separando sus labios mient ras su cl í tori s era mient ras la sonreía
atormentado del iciosamente. y observaba su gesto de estupor.
Su orgasmo era inminente, se retorció de placer al mi —¡Dominic! —se quejó—. Déjame al menos —sol lozó
smo t iempo que supl icante—
ponerme las bragas, por favor... y parecía que la habían pasado un vent i lador por la cabeza.
Movió el hi lo que colgaba de su coño y sol tó un —Caramba... —di jo Lui s—. Ya decía yo que tardabai s.
suspi ro. Mi ró al rededor Dominic est i ró la mano sobre la mesa y colocó el
y cogió sus bragas, abrió la puerta de uno de los pequeño mando a
aseos, las t i ró por el di stancia sobre la servi l leta de Darío.
ret rete y t i ró de la cadena. —Tú eres más cabrón que Lui s —musi tó dando un t
—Vaya... se me cayeron... Lo siento. rago a su copa de
—No... No puedo sal i r ahí con esta falda tan corta y vino.
esa bola dent ro, se —Samara, vete a la barra y t rae las cartas, cariño.
me puede caer... ¡Por favor, te supl ico que...! Samara abrió los ojos como platos y sint ió pánico.
La besó con pasión, la abrochó la cami sa y la bajó —Dominic, por favor. Me niego. No... No...
del lavabo. El la no La di rigió una mi rada furt iva y pestañeó varias veces.
dejaba de supl icarle que se compadeciera de el la, que la Darío pul só con
terraza estaba muy curiosidad el botón del mando y Samara sal tó en la si l la.
l lena y que podían verla desnuda si se incl inaba lo —Ouh... perdón—di jo.
más mínimo o el ai re —V ale —di jo Dominic—. T ienes dos opciones;
soplaba lo justo. levantar el culo de la
—La próxima vez no te pongas una falda tan corta y si l la y hacer lo que te digo...
verás cómo no —No lo haré —contestó ent re dientes—. No. ¡No!
t ienes esos problemas. —O... no hacerlo, perfecto. No pasará nada. Dejaremos
Ti ró de su mano y la sacó del aseo. comiendo a tu
—Procura vest i rte así , cuando salgas conmigo... hermano y Darío e i remos di rectos a casa.
—Por favor, por favor, Dominic, te lo supl ico. —No puedes obl igarme, no es justo —l loriqueó.
—Camina —la mi ró de arriba abajo y se encogió de —T e haré la maleta, te l levó a tu local preferido y te
hombros— y ponte ent rego al viejo
recta. más asqueroso que hayas vi sto en tu vida, con suerte
Horrible fue poco. At ravesó la terraza rezando en bajo solo tendrás que
que por favor no hacerle una mamadi ta y eso siendo posi t ivos.
le cayera aquel la cosa. T enía la sensación de que —Alejandro t iene noventa años y t iene cierta devoción
todo el mundo la mi raba, por la l luvia
eran tal los nervios que t ropezó varias veces hasta l dorada.
legar a la mesa. Se Samara mi ró a Darío con odio y luego a su hermano
sentó rápidamente y colocó su servi l leta en las rodi l que intentaba no
las. Darío y su cruzar la vi sta con el la.
hermano la mi raban ext rañados y no porque l levara —Lui s...
una bol i ta diaból ica —¿Lui s? —preguntó indignado Dominic—. Deja a Lui s
dent ro de el la, más bien porque de los nervios no se había —sacó la l lave
arreglado el pelo del coche y la deposi tó sobre el mantel .
—T ienes dos segundos para decidi rte —ladeó la boca Ot ra vibración la hizo sal tar y dar un leve gri t i to.
en un intento de Dos hombres de una
reí r—. l ibremente claro... mesa cercana se gi raron ext rañados y Dominic sonrió
Se quedó en si lencio, Dominic apartó la si l la de repente y moviendo la cabeza
se levantó. de izquierda a derecha.
—¡No! —gri tó—. No... —repi t ió bajando la voz—. Está —Es que se ha emocionado con la carta de los post
bien... Está res —les di jo con
bien. Iré por las cartas. humor.
Estaba a punto de l lorar de los nervios, se al i só su —Oye —Darío ent re cerró los ojos—. ¿Este botón para qué
diminuta falda y es?
at ravesó las mesas hasta la barra. Al l legar , se tuvo Apretó con cuidado y la bola comenzó a moverse
que incl inar un poco eufórica aumentando
para l lamar al camarero y sint ió la primera descarga la vibración a pasos agigantados. Samara se puso roja,
ent re sus piernas. La luego pál ida y clavó
vibración la paral izó, la bola temblaba tanto que el cul i to en la si l la.
parecía resbalar por sus —No... No eso no... —susurró apretando los dientes—.
paredes hacia abajo. Cruzó las piernas y sonrió al Eso no... Para
camarero mient ras pedía Darío, apágalo por Dios.
las cartas. Ahora era peor . La bola golpeaba la parte de at rás de
—Por Dios, date pri sa —di jo para sí . su cl í tori s y la
Se gi ró con el las, parecía que había ki lómet ros hasta provocaba descargas de placer que iban y venían.
su mesa, pasó por Samara junto las rodi l las
delante de varios t rabajadores del bufete y volvió a y se est remeció. Lui s cent ró la vi sta en sus pezones,
sent i r la descarga de la estaban totalmente
vibración que desl izó la bola hacia la ent rada. encendidos y se podían ver a t ravés de la tela
—Madre mía... por favor... no, no. Maldi to cabrón. tensando la blusa sin
Parecía una de aquel las muñecas Barbi sin art compasión. Se aferró al mantel , Dominic leía la carta sin
iculaciones en las rodi l las, prestarla atención
caminaba muy despacio di simulando la vergüenza como y Darío se reía gi rando una especie de ruedeci l la que
podía. Notaba la no hacía más que
bol i ta en la ent rada de su vagina, apretó los acrecentar el meneo interno de Samara que empezaba
músculos de su sexo hasta que a mojarse y
l legar a la mesa y se sentó como un relámpago. posiblemente con el los, empapando la tela de la si l la.
—¿V es que fáci l fue? —Dominic se l impió la boca —Sam... Madre mía —Lui s se movió en la si l la
con la servi l leta ansioso. Por momentos
después de beber de su copa y la sonrió—. Esa es mi hubiera sal tado sobre el la para mordi squearle los
chica... pezones sonrosados que
ladraban bajo la cami sa—. Al final me pongo yo peor que después de un día de t rabajo excesivo, relajarse con
el la... un baño de sales y
—¿Qué vai s a comer? —preguntó Dominic. acei tes con perfumes. Su hermana ent ró en el baño y lo
—Oh, Dios mío… Para esto... acompañó. Se qui tó
—Y o ent recot —Darío meneó la rueda un poco más y la ropa y se sumergió a su lado, colocando la espalda
levantó el dedo en en su pecho y
di rección a Samara—. ¿Y tú, muñequi ta? apoyando la cabeza en su hombro.
—Parad ya... Os lo supl ico… —Sam —le di jo abrazándola—, qué poqui to nos vemos
—Y o también comeré lo mi smo que tú —di jo ahora.
Dominic—. Y mi querida Samara estaba encantada, sumergida en aquel la agua
esposa también. ¿Lui s? tan cal iente. Se
—Esos pezones... acurrucó en su pecho y cerró los ojos.
—Lui s, cént rate. —Sara te absorbe —se río—, pero te veo fel iz con el
—Lo mi smo, t iene buena pinta la carne hoy —suspi ró la, esa niña es
y la acarició la fuego.
mej i l la con la mano—. Sam, ponte recta, se nota mucho —Estoy bien pero apenas me queda t iempo para
que va a darte algo Natacha, no sé qué voy
y la gente empieza a mi rar. a hacer . Mi vida es un carnaval de sustos —la besó
—Que lo pare... No aguanto más... Di le que… —jadeó en la sien—. Sam,
en bajo— lo paré ¿leí ste las capi tulaciones mat rimoniales después de tu
por dios... —apretaba el brazo de su hermano con la mano. boda?
Dominic la mi ró y t ras dejar un poco más la bola —No, aún no —musi tó jugando con la espuma.
temblando dent ro de —Sam —se encogió de hombros—. Deberías leer lo que fi
el la cogió el mando y lo paró casi cuando estaba a rmaste, sé que
punto de correrse. Mi ró fue todo muy acelerado pero ahora, es necesario que lo
al rededor , no vio nada fuera de lugar . Guardó el hagas...
mando en el bol so interior —Lui s, qué más da. Supongo que serán normas, tema
de la chaqueta y se colocó la cami sa y la corbata. de dinero,
Levantó la copa y mi ró a Darío. privacidad de la información de las empresas de
—Por tu vuel ta, amigo —di jo entonces. Dominic si algún día yo
43. EL CONTRATO me...
T ienes la suerte de tener un hermano que suf r e por t —Sam —la interrumpió—. Fi rmaste casi veinte papeles, no
i más que nadie. solo fue eso
Como no… Lo ent iendo mejor que nadie. Y siempre le lo que aceptaste.
dejo… —Lui s, ¿qué pasa? Dímelo tú si lo sabes.
*** Lui s se mojó la cara y se frotó la cabeza. Se incl inó
Lui s dormi taba en la bañera casi ocul to por la hacia at rás y la
espuma. Le gustaba
sumergió en el agua para luego volver a incorporarse y separación o divorcio íntegramente a Dominic y la pat ria
abrazarla. potestad.
—T ienes que leerlo, solo puedo resumi rte un poco los —Pero Dominic no quiere hi jos. Nunca los qui so —musi tó
puntos que más el la.
pueden afectarte. —Te equivocas. Dominic los quiere en su momento. Hombre
—Vale, dime entonces. y heredero.
Suspi ró y la mi ró. Samara no sal ía de su asombro. Estaba perpleja. ¿Un
—Sam, tus bienes están paral izados, mient ras estés niño? ¿Y si tenía
casada con él no dos niñas? ¿O si no las tenía?
podrás di sponer de nada de lo que ganaste fuera de —Sam, ¿qué pensabas que fi rmabas?
tu mat rimonio, ni tu —No me caso todos los días, pensé que era normal
dinero ni tu casa ni tus acciones. Sí que es cierto que el hombre del
que casada con él Ayuntamiento estuviera al l í .
di spones de una cuenta que manejaras a tu l ibre albedrío —¿Hombre del A yuntamiento? Joder , nena, era un
con mucho dinero notario. T ienen que
y sin tener l ími te pero tus movimientos están cont estar presentes.
rolados por Dominic en —Lui s sigue —se gi ró hacia él y flexiono las rodi l las.
todo momento, él t iene la deci sión de cancelar esa —Déjame pensar , era mucho —suspi ró agobiado y la mi
cuenta, ampl iarla o lo ró—. No podrás
que le dé la gana. t rabajar . Has renunciado a el lo. No podrás dar
—Lo suponía, eso es una forma de local izarme si me información de los negocios
fuera —sonrió y de tu marido, tus bienes quedan admini st rados por
meneó la cabeza—. Mi marido es intel igente... Romano y asociados y
—No te rías Sam, hay mucho más —hizo una pausa y si tu mat rimonio funciona bien, pasaran di rectamente a tus
frunció el ceño—. hi jos, perdón tu
Eres tonta, nunca deberías fi rmar las cosas sin leerlas. hi jo varón.
¿Sabías que t ienes T enía los ojos abiertos y una cara de espanto terrible.
que darle descendencia antes de que cumplas los cuarenta? Y no era por el
—¿Cómo? Estás de broma —se rió. contenido, el dinero la importaba muy poco y l legado
—Ríete, pero es así . T e has compromet ido y fi rmado el momento si
tener un chico, no realmente tenía hi jos lo que Dominic decía no era muy
vale niña, si tuvieras una hi ja, no heredaría nada. Si insensato a
no t ienes un varón excepción de la tutela. Lo que realmente la daba pavor
pierdes tu parte de los beneficios generados durante el , era que lo tenía
mat rimonio, si te todo calculado, tenía su vida planeada de una manera
divorcias, tus hi jos vivi rán con el padre, has cedido la casi enfermiza y
tutela en caso de sabía la forma de arrast rarla con él .
—Es deci r, que si tuviera hi jas...
—Si tuvieras hi jas, vivi rían como vives tú, nunca les estaba tan agradable y t ranqui lo... Dios mío, soy una
fal tará de nada estúpida. Lo fi rmé sin
pero no heredaran los negocios, solo dinero y eso si… no más... ¿Y si no lo hago?
sé... —Fi rmaste ante un notario.
—Lui s. Sí… no sé. ¿Qué? —¿Si no quiero tener hi jos? O si no quiero... No sé, lo que
—Si tus hi jas el día de mañana se casan con sea.
personas ajenas a Quimera, —T ienes una mul ta mi l lonaria. Lo has fi rmado
lo pierden todo. Es una locura pero fue una especie de delante de un notario y
pacto que fi rmaron sin coacciones. Sam, no tendrías el suficiente dinero
hace muchos años todos. para pagar , ni tú, ni
—No me puedo creer lo que estás diciendo. ¿Me estás tus padres, nadie en dos vidas.
diciendo que mi s Sal ió de la bañera y se tapó con una toal la.
hi jas t ienen que casarse con los hi jos de Carlo o —No me lo puedo creer —di jo ofuscada—. ¿Qué más, Lui
Roberto o Mateo y si no, s?
no heredan nada? Lui s se hundió en el agua y al poco asomó la
—Más o menos, los hi jos siempre tendrán parte del cabeza y se l impió los
pat rimonio de sus restos de espuma.
padres, sin embargo, sería lo mínimo aún —T odo me toca a mí siempre, no sé cómo me las
desheredados. Es una forma de arreglo —se lamentó
proteger todo de posibles maridos aprovechados, con —. No sé, eran tantas cosas... No puedes dormi r fuera
algún t ipo de interés de tu casa, tus hi jos
o incluso que no l leven el negocio que hereden de la por parte paterno serán adoptados por Antón si fal
mi sma forma. Y leciera su padre antes de
bueno…no es que tengan que casarse con los hi jos de su mayoría de edad. No puedes abri r una cuenta bancaria
Carlo o Roberto, más paralela y desviar
bien, hay muchos más que... Los conocerás cuando dinero a el la... No puedes recuperar tu apel l ido mient
celebres tu boda en ras sigas casada del
Quimera... Los de Argas, vendrán, somos más gente Sam. mi smo modo que tus hi jos... yo que sé Sam... No
—¡Esto es una locura! —se l impió los ojos del jabón debí deci rte nada —se
y pestañeó—. ¿Es encogió de hombros y farful ló algo—. A veces todavía
como una secta? No doy crédi to. me pierdo en
—No, Sam... No, protegen sus pat rimonios, de detal les jurídicos, sobre todo cuando Dominic lo redacta, es
divorcios, herencias y como si bajara
sobre todo protegen Quimera, bueno, Dominic fue un Satanás y hablara en arameo.
poqui to más radical —¡Lui s, tenías que haberme avi sado!
pero... —No seas tonta, lo hubieras fi rmado igual . No tuve t
—¡Ja! —di jo con sarcasmo—. ¿Y qué más hay , Lui s? iempo, no sé si
¡V amos! Por eso
recordarás que viajé de madrugada y tú estabas pegadi —Sam —le di jo—. ¿Habría cambiado algo si te lo
ta a él todo el hubiera dicho?
t iempo. Además, tu vida si te separas no cambiaría, V amos, todo esto se mantendrá mient ras estés casada
recuperarías todo, con él , de lo
estas medidas son estando casada con él . Bueno — cont rario tu vida volvería al mi smo punto de part ida.
suspi ró—, si t ienes —Eran veinte hojas —musi tó pensat iva—. ¿Qué más hay?
hi jos, es más compl icado pero... Sal ió de la bañera, se enroscó la toal la en la cintura y se
—Voy a matarlo lentamente... aferró a Samara
—Eso. Tú como un toro. Luego el chivato soy yo por det rás. La mi ró a t ravés del espejo y musi tó:
como siempre. Pídele —Nada que no puedas hacer —besó su mej i l la.
la copia y que te deje leerla, t ienes derecho, él lo sabe. Levantó la cabeza y lo mi ró.
—¿Por eso estaba tan calmado? —Por eso Darío ha vuel to —di jo riendo—. Increíble...
Lui s se rió y meneó la cabeza negat ivamente. —Sam, no le des más vuel tas eso ya es una guerra
—No, Sam —di jo—. Eso le da igual , tus reacciones que no te
son algo que corresponde.
esperaba desde el día que me dio los documentos —Por eso fue mi padrino de boda —repi t ió—. Lo
para que los pasara a su peor de todo es que
secretaria. Él es así , pero ahora úl t imamente me cuenta el la ni siquiera lo sabe y piensa que es por mí .
muy poco, sabe que 44. LA CONVERSACIÓN
me compadezco de mi hermana y le recrimino a veces Es muy di f íci l cont r olar nuest ras pasiones cuando
sus actos y me aleja somos tan vi scerales
de sus planes más que nunca... en nuest ro día a día. La razón es incompat ible con la
—¿Y por eso está aquí Darío? pasión.
—No creo. Darío iba a volver , coincidió. Si es cierto ***
que habla mucho Se quedó observando a t ravés de la ventana mient ras
con él , pero más que por t i es por Cat inca. Lo tuyo oía de fondo las
es de rebote, ahora se not icias.
ocupa el sólo de sus peleas internas, está t ranqui lo, —¿T e preocupa algo? —Darío se dejó caer en el
sí . Aun así , no sé qué sofá. Mi ró a Dominic
vendrá. Yo estoy demasiado absorbido por la niña, por que permanecía inmóvi l—. Sí , te preocupa.
Natacha... No sé. —Debes de ser prudente con Cat inca —se gi ró en el
*** si l lón y apoyó las
Intentó pensar con claridad, se mantenía delante del manos sobre el escri torio de madera—. Si te lanzas
espejo con la toal la con el la, si no
enroscada en el cuerpo observando a su hermano a t cont rolas los t iempos, pueden pasar dos cosas, que te
ravés de él . Se incl inó odie o que se os vaya
sobre la repi sa de mármol y suspi ró. de las manos.
Darío suspi ró y mi ró al techo. Apoyó las palmas de las Se había colado en su despacho nada más i rse a
manos en la parte primera hora de la
t rasera de la cabeza y se recl inó en el asiento. mañana. Darío aún dormía, leyó los documentos uno a
—Y a me odia, al menos de momento. Solo pretendía uno, pero algo la
habla con el la l lamó la atención, fal taban varias páginas numeradas
Dominic. que no pudo
—No puedes arreglar en dos días diez años de encont rar por ningún lado. Ordenó la subcarpeta con
ausencia. T ienes que cuidado, Dominic era
hablar con Carlo, él ha... muy organizado y estaba segura de que si no dejaba
—No me lo recuerdes —le interrumpió—. ¿Cuántos, todo como estaba se
Dominic? Dime — daría cuenta. Cerró el cajón suspendido y volvió a la
se incl inó hacia adelante y apoyó las manos en las rodi l las. cocina. Mient ras
—No seas tonto. ¿Hubieras preferido que siguiera como preparaba el desayuno se quedó pensat iva, había veinte
estaba? ¿Qué páginas, la quince y
sal iera de noche por ahí y se l iara con cualquier la dieci séi s fal taban. Buscaría el modo de segui r invest
imbéci l del pueblo? igando cuando él no
¿Preferías que estuviera l iándose con mujeres y estuviera. Durante esa semana sería arriesgado dada la
odiando a los hombres? presencia de Darío
V amos Darío —se levantó—. ¿Quién se iba a ocupar? sin embargo, cuando se fuera tendría t iempo y mient ras
¿Y o? todo quedara como
¿Para machacarla aún más? lo había dejado Dominic nadie sospecharía de sus
Darío se levantó y se encogió de hombros, caminó por incursiones. Y lo cierto
la al fombra es que sabía que él le daría aquel la copia, aun así quería
pensat ivo y suspi ró. jugar con ventaja.
—Antón ya les contó a Roberto y Carlo lo que os 46. FRENTE AL ABISMO
pasó. Al menos contó T odo vuelve, y si no viene solo, nos ocupamos de
la parte más digerible. El los no son idiotas, el resto lo que así sea. No hay
suponen. T e apoyan, nada casual… Nada.
Carlo hasta te di sculpó. ***
—Tengo que hablar con el la, Dominic. ¿Y si hablaba con él? No estaba segura, tampoco
—Lo ent iendo —se acercó a él—, pero con prudencia. Si tenía mucho que
cometes el más perder . Sería una mera conversación, incluso, podría
mínimo error, todo se i rá al t raste. quedar con Darío en
—Lo sé... una cafetería concurrida, un si t io donde no le diera la
45. CURIOSIDAD oportunidad de
Y eso mató al gato… acercarse mucho a el la. Sabía la dest reza que tenía,
*** no es que estuviera
segura de sus formas pero recordaba bien aquel la terriblemente. Azuzó la melena cobriza y sonrió con las
zalamería con las manos en la
mujeres, aquel la dulzura y pasión que ponía cuando cintura.
algo le interesaba y no —Qué conste, que solo he parado en tu ciudad para
le iba a dar la faci l idad de consegui r un perdón tan fel ici tarte por tu...
senci l lamente. Recordó unión —sonrió y se aproximó a él .
la caj i ta de música y su forma de protegerla de los Levantó la vi sta del papel y se puso en pie. La sonrió y se
niños. No había acercó a el la.
cambiado nada, pero quería verlo interactuar con todos. —Gracias Romina, muy amable —la contestó avanzando
¡Ah, si alguno le hacia el la.
diera la oportunidad de acercarse a alguna de las Repent inamente le dio una bofetada que la t i ró al
chicas! ¿Qué estaba suelo. Romina quedó
diciendo? Se estaba volviendo loca. No debía desear de lado sobre la al fombra hasta que la levantó por el
exponer a las demás brazo y la colocó
ante él , pero... sería una forma tan rápida de saber en frente a él .
qué se había —T u cachorro regresó a casa y te di jo que había estado
convert ido Darío, sería una forma de comprobar qué t con el la, es más,
ipo de hombre era te di jo dónde estaba y tú... —la agarró por la
ahora, que había cambiado en él aquel los años lejos mandíbula— cal laste como
de Quimera y de su una zorra despechada, haciendo que yo tuviera que at
influencia. Mi ró el teléfono y suspi ró. ravesar medio paí s
—Está bien, una hora. Comeré cont igo mañana a las para encont rarla. No, no, no...
dos y media en el —¡De que hubiera val ido! —gri tó l lorando—. Solo
Lusinda. pretendía darla
Dudó antes de enviar el mensaje. Cerró los ojos y pul só la t iempo para...
tecla de envío. —Claro... Romina, la del gran corazón, la bondadosa,
47. ROMINA, ROMINA... fiel y maravi l losa
Me molesta horriblemente que subest imen algo de mí . «hermana» de la prole... ¿Cómo te at revi ste? —le reprochó
Una mujer es un con rabia.
juguete pel igroso, letal si cabe. —No era mi guerra —gimoteó ent re dientes—. ¡Suél tame!
*** —No encajas la derrota, ¿verdad? —t i ró de el la y la
Dominic estaba en el despacho cuando el la apareció, empujó cont ra la
vest ida con una pared del despacho, la arrancó la falda, la gi ró frente
falda, unas inmensas botas al tas de tacón afi lado, una a él y la desgarró la
fina cami sa blanca parte de arriba—. ¿Esto es lo que quieres? ¿Y a no te
de volantes y un chaleco ajustado que apretaba sus l lenan tus chicos? O
pechos y los elevaba es que no puedes —la cogió por el cuel lo y pegó su
boca a su oreja— vivi r
sin mí ... escuche lo que te estoy diciendo, te saco al pasi l lo así .
—¿Qué haces? —¡No te at reverás!
La obl igó a ponerse de rodi l las y sujetándola por la —Oh, sí ... nena —le di jo pasando la mano por su nalga—.
nuca hundió la Claro que sí ...
cabeza cont ra la al fombra. Romina abrió los ojos y pestañeó nerviosa.
—Esta es tu condición —le espetó—. Una sumi sa —Vamos —di jo—. Quiero oí rtelo deci r.
podre y despechada —Soy una puta despechada y no merezco —sol lozó—.
que no admi te que estén por encima de el la... ¿Te sientes ¡Una mierda!
mejor? Se revolvió rabiada pero él la sujetaba con fuerza la
—¡Dominic! —intentó l ibrarse de él pero apenas podía cara en el suelo.
moverse. Notó T enía el culo en pompa, la cara aplastada y el pecho
un golpe en la nalga y tuvo que poner las manos en el suelo rozando la al fombra.
para no caerse. Pataleó varias veces pero Dominic no tenía intención de sol
—A cuat ro patas, como una vulgar zorra, pero esta tarla. Ti ró de su
vez sin clase pelo y la levantó haciéndola gri tar de dolor.
Romina, tú no t ienes la clase que crees —se incl inó —¡Dios, no! —jadeó.
más hacia el la de La mi ró sujetándola por el cuel lo y pasó la nariz por
cucl i l las y le pegó más la cara en la al fombra— y lo peor sus labios, la besó
de todo es que no en los labios y al apartarse se rió.
eres capaz de pedi r perdón. —Espero verte en mi boda... Ví stete con un poqui to
—¡Eres un maldi to hi jo de puta! más de clase, así
—Y no t ienes ni idea hasta qué punto lo soy —se rió, la podrás pasar por una de nuest ras mujeres... Zorra, con
apartó el pelo de mayúscula claro —
la cara y la besó en la sien—. Y ahora, quiero oí rlo, di jo.
Romina: soy una puta —Maldi to seas Romano —di jo l lorando—. Tú y toda tu
despechada y no merezco una mierda... prole...
—¡No pienso deci r eso, maldi to hi jo de...! Se arregló la cami sa como pudo y apretó el chaleco, se
Un golpe feroz la at ravesó la nalga y clavó las uñas en el colocó la falda de
suelo. Dominic nuevo y se l impió las lágrimas. Se di sponía a sal i r
negó con la cabeza. cuando Dominic la paró
—Soy... —le repi t ió— una puta despechada y no merezco en seco.
una mierda. —Y di sfruta de Quimera ese día. Es el úl t imo que pi saras
—¡Qué te den, Romano! esa casa.
De improvi so, la arrast ró por la al fombra por el pelo —No puedes hacer eso... —su cara se desencajó
y t i ró de el la repent inamente y puso
dejándola de nuevo en la mi sma posición. gesto last imero—. No... No puedes hacerme eso
—V oy a decí rtelo una vez más y te juro por mi Dominic —sol lozó. Se
madre, que como no aferró a su cami sa pero Dominic la sol tó.
—Sal de mi despacho, Romina. —Señor , que raro me suena —se oyó a la afable
—Dominic te lo supl ico no me hagas eso, te pido por favor secretaria. Al no recibi r
que… contestación, carraspeó nerviosa—Sí , Señor , ahora mi
—Fuera. smo —una pausa y
—Dominic por favor ... —le cogió la cara con ambas volvió a hablar—. Señor, le paso.
manos y apoyó su —Gracias.
frente en la de él—. Perdóname te lo supl ico, no —¿Sí?
podía soportar que la —Princesa. Coge un taxi y ven al despacho.
prefi rieras. No puedes vetarme en Quimera, es lo único que —¿Pasó algo? —la voz de Samara se tornó preocupada.
tengo. —¿Tendría que pasar algo para di sponer de t i?
La besó en la boca, lamió su lengua y mordi squeó el labio —No, claro que no —una pausa—. Está bien, ahora voy.
inferior. —Te espero.
—Y o te hubiera ayudado siempre que me lo hubieras T ras deci r esto, colgó. Se frotó la cabeza y se asomó
pedido Romina... a la cri stalera.
—di jo, besó su mej i l la, luego la ot ra y volvió a Media hora más tarde, mient ras tomaba una infusión
besarla en los labios—. Mi apoyado en la ventana
chica rebelde... —pasó la lengua por sus labios y la la vio descender del taxi y at ravesar la cal le
rozó la nariz con la corriendo. No tardó en sent i r
suya. los golpeci tos di scretos de sus nudi l los en la puerta
—Lo sé —susurró dejándose querer—. Lo siento, lo siento y su cara asomó por la
tanto... puerta.
La abrazó con fuerza, besó su cabeza y apretó su —Pasa cariño —di jo levantando el brazo y haciendo
cuerpo cont ra él . Mi ró un gesto con los
al frente y arrugó la nariz con odio. dedos—. Hoy tengo para todas.
—Sal de mi despacho, Romina —di jo con fi rmeza—. —¿Cómo?
Ahora... —Siéntate —se apoyó en el borde de la mesa y la mi
Se apartó de el la y se dio la vuel ta. Romina temblaba ró desde arriba—.
de la angust ia, se ¿Todo bien?
l impió las lágrimas y se colocó la ropa ot ra vez, t ras —Sí —contestó—. ¿Qué ocurre?
esto, abrió la puerta y Se cruzó de brazos y la observó.
despareció por el pasi l lo. —¿Tienes algo que preguntarme o contarme?
Dominic se quedó durante minutos mi rando por la Samara frunció el ceño y lo mi ró desorientada. Negó
ventana. Se gi ró y con la cabeza. Por
apretó el botón del telefoni l lo. segundos pensó que era imposible que se hubiera dado
—¿Señor? ¿Qué desea? —la voz de su secretaría rompió el cuenta de lo del
si lencio. despacho.
—Póngame con mi mujer —di jo—. Es urgente. —No... No ent iendo tu pregunta. No.
—Bien. Era una mera pregunta. Sin más. Quí tate la ropa.
—¿Aquí? —Quinientas veces.
—No, baja abajo y en la acera... —suspi ró—. Claro. Aquí . —¿Cómo?
Se levantó, corrió las cort inas muy despacio y gi ró la l lave —Quinientas —suspi ró—. Qué paciencia, por favor ...
de la puerta. Quinientas veces
—Samara, no l levo un buen día. Obedéceme. —repi t ió con serenidad.
Se levantó de la si l la y se desprendió de la cami sa, Apretó el botón del telefoni l lo.
la falda y la ropa —¿Señor? —la voz femenina volvió a emerger.
interior. Se quedó de pie con sus zapatos de tacón y la mi —Que nadie me moleste ahora. Por favor , estaré
rada fi ja en él . reunido durante un
—De rodi l las. buen rato.
—Dominic, creo que... La secretaria asint ió y colgó al momento.
La mi ró con ferocidad y obedeció. La tenía a dos cent —De acuerdo, Señor.
ímet ros y la —Vamos, Samara, no tengo toda la tarde.
mi raba desde arriba con las manos en la cintura. Se sentó en un si l lón y siguió t rabajando.
—Igual en esta postura te l levan mejor los recuerdos 48. PRIMER CONTACTO
—se encogió de Y lo que t iene que ser será…
hombros y mi ró al techo—. Una vez más... ¿T ienes algo ***
que preguntarme o Se vi st ió como era habi tual en el la, una falda larga
contarme, princesa? est i lo enagua de
—T e he dicho que no —sal ió de su garganta como color oscuro con pequeños detal les plateados en los
un rayo sin pensarlo bordes inferiores, una
—. Quiero deci r que no. cami seta ajustada al pecho y dos preciosos brazaletes
—V ale —di jo. Se acercó al escri torio y sacó una hoja en los brazos. El
y un bol ígrafo. Se Lusinda estaba práct icamente vacío salvo por dos
la t i ró en el suelo y la mi ró—. Escribe. parejas que comían al
—¿Cómo? fondo del local . Era martes, durante la semana, raro
—Sí , escribe. Apoya las manos en el suelo, el papel era ver el t raj ín
y escribe lo que te habi tual de la semana. El camarero la recibió con un
voy a dictar —se volvió a sentar en el canto de la ai re algo pelotesco y
mesa y cruzando los la di rigió a la mesa reservada. Darío ya había l legado y
brazos medi to unos segundos—. No volveré a ment i r observaba la cal le a
a mi marido y a t ravés de la ventana. Al verla, se levantó y la movió
revolverle los papeles de la mesa. la si l la para que se
Samara levantó la vi sta con temor y parpadeó varias veces. sentara.
—Dominic... —Muy cortés —di jo Cat inca—. Eso no ha cambiado en t i .
—Cál late y escribe... Ya. Darío la sonrió y volvió a sentarse.
Copió nerviosa la frase y se volvió a si tuar derecha de rodi l —Gracias por veni r. Me alegra que estés aquí .
las.
Estaba incomoda y algo desorientada. La servi l leta se Darío la escuchaba atentamente. El camarero se
enroscaba acercó y pidieron la
pintorescamente dent ro de la copa, así que la saco, la comida.
deposi to sobre la —La forma que tenías de enredar a todas las mujeres que
mesa y comenzó a jugar con uno de los ext remos te interesaban,
ribeteados. cómo bai labas con el las, cómo jugabas y las
—No tengo claro qué hago aquí —musi tó. manejabas para que hicieran
—Su, vamos a vernos muy a menudo, no podemos lo que deseabas —rió para sí—. Era una técnica di
pasarnos los días ferente y aun así , igual
ignorándonos —cogió la carta que le ofrecía el de pel igrosa que cualquiera de las ot ras.
camarero y la mi ró—. Sé —Lo pasábamos bien, Su.
que pedi rte perdón por abandonarte quizá no valga de Cat inca dio ot ro t rago a su copa y comenzó a sent i
nada pero ¿vale de rse mejor . Darío la
algo que estemos así? si rvió una y ot ra vez vino y aunque sabía que lo
—La adolescencia marca la vida Darío. Tú marcaste la hacía para que se sol tara
mía. Tú, en ese momento le dio igual .
Dominic... —suspi ró y bebió un t rago de agua. —Sí , lo pasamos bien. Y o era una niña embelesada
—Deja el agua y toma un poco de este vino, es por vosot ros. Por t i ,
blanco y suave —apartó por Dominic. Él era el guerrero —sol tó una
la copa de agua y le si rvió el vino. carcajada— serio, oscuro y
—Lo que te quiero deci r —cont inuó el la— es que no perverso. Exci tante y provocador , frío y a veces
vamos a arreglar déspota pero pasional y tú
nada, podría deci rte que te perdono. No valdrá de eras la ant í tesi s, la dulzura, la sensual idad y la del
mucho, nada volverá a icadeza, eras
ser igual . perversamente manipulador ... Os observaba interactuar
—Lo sé, pero igual va mejor . No tendría que i r igual con las mujeres
o peor —sonrió que os interesaban en un momento puntual y cada
mi rando la copa—. Han pasado diez años, nos separamos uno a su manera tenía
siendo unos críos una mecánica increíblemente retorcida y yo solo era
y ahora tú —la mi ró—. Eres toda una mujer y yo ya una niña con unas
no soy un niño — inmensas ganas de ser parte de vuest ra vida, de ser como
volvió a l lenarle la copa. el las.
—Lo pasé tan bien cont igo, Darío. Tú me hacías Darío se incl inó en la mesa e hincó los codos sobre
olvidar a Dominic, me el la. Ent recruzó los
hacías compañía en ese maldi to cast i l lo de piedra y dedos de las manos y apoyó la barbi l la en el los.
soledad. Eras cariñoso, —Eso era justamente lo que no eras… —musi tó— a el
bondadoso, desequi l ibrado y testarudo... las no las
queríamos. Nunca lo entendi ste. Eras una cría y no no estabas. Me fal tabas tú, bai lando, tú observando
sabías que solo te con aquel los ojos
protegíamos. curiosos todo lo que pasaba al rededor.
Cat inca bebió un t ragó y sonrió. —Eso no me lo di j i ste nunca.
—Hasta que te acostaste conmigo y perdi ste la —¡Claro! No me dio t iempo, sal taste como una t igresa
cabeza, ¿no? —se despechada
ent ri steció—. Yo no buscaba protección, Darío, buscaba encima de mí . Me empujaste, l loraste, te sent ías t
que me amaran. raicionada y yo solo
—T ouche —se rió pero al momento su gesto se regresaba para estar cont igo... Me pasé la noche
ensombreció—. T e veía dando vuel tas como un
bai lar en mi tad del salón principal de La Baraka y el alma en pena intentando comprender por qué no podía di
resto carecía de sfruta de la mi sma
importancia para mí . Gi rabas con esos vest idos forma si me fal taba mi pequeña Su. Me di j i ste
pomposos, tus lazos y tus cosas horribles, Cat inca —
zapatos de charol bajo la música y eras como una frunció el ceño—. Me hici ste daño, me dest rozaste
princesi ta. Levantabas moralmente y no
los brazos, mi rabas al techo y dabas vuel tas y vuel soporté ese dolor.
tas una y ot ra vez. Y yo —Y fui como el las —apartó el plato sin apenas probar
solo pensaba: vamos, Darío, cómo puedes ser tan bocado.
monst ruoso, muriéndote —Te enseñé qué signi ficaban para mí las demás.
de ganas por devorarla, es una niña y no puedes La cogió la mano y se la besó. Cat inca lo observó
apartar la vi sta de el la. inmóvi l y comenzó a
Eres un enfermo… cada vez me resul taba más di fíci l ponerse nerviosa. Al momento se apartó de el la y
y realmente —di jo— carraspeó. Se l levó a la
cada vez que te met ías en mi cama y te pegabas a boca un t rozo de pan y sonrió.
mí como una lapa creía —¿Eres fel iz con Carlo? —le preguntó de improvi so.
que me iba a dar algo. Y sí , al final consegui ste lo —¿Cómo? No, no estoy con Carlo yo...
que deseabas, ser como —Perdona, igual no hice bien la pregunta. Quería deci
el las... r , si eres fel iz con
Cat inca se quedó estupefacta y lo mi ró fi jamente a lo que Carlo te da.
los ojos. La sonreía Meneó la cabeza con desdén y comió.
del icadamente, era como si la estuviera diciendo, estoy —Me lo paso bien de vez en cuando... Son juegos —
cansado, no puedo bebió. Estaba
más. Tú ganas, será como tú quieras. nerviosa y no entendía por qué—. Solo eso.
—No me mi res así , Su —di jo al fin—. La noche que me fui —Lo ent iendo.
sin t i , se me Se quedó pensat ivo mi rándola unos segundos y luego
cayó el mundo encima, aquel las mujeres no signi ficaban volvió en sí y
nada para mí si tú sonrió.
—Vamos, come, Su. Apenas has probado bocado. —Olvídate de los papeles que fi rmaste y mí rame,
—¿Y tú, Darío? ¿Qué buscas en Samara, qué te t Samara —la sentó
raes ent re manos con sobre la mesa y se colocó ent re sus piernas. Cogió su
Dominic? cara y la cent ró la
—Samara es la mujer de Dominic, Su, juego con el la, vi sta en él—. Mí rame. Nadie te va a obl igar a nada
del mi smo modo que no quieras hacer
que juegas tú con Carlo... —la mi ró fi jamente y princesa.
esbozó una mueca simi lar —¿Y para qué fi rmo todo eso?
a una ri sa. —Estoy seguro que jamás necesi taré usarlo cont igo.
—V ale —di jo algo i rri tada—. ¿Y qué se supone que Son meros papeles
quieres de mí? ¿Mi que de nada vale si mañana decides i rte de mi lado.
perdón? —¿Para qué?
—T u ami stad, Su. Necesi to part i r de un punto neut ral —T odos nos amamos hasta que dejamos de hacerlo.
cont igo. He vuel to Pon el ejemplo de
a casa, te he pedido perdón por el daño que te hice mi hermana, imagínate que se hubiera enamorado de un t
y me he apartado del ipo que gastase su
mundo que me l levó a la oscuridad más absoluta. Solo dinero y se met iera en los negocios de su padre. Imagínate
quiero —la mi ró por un momento
apasionadamente y sonrió— volver a verte bai lar. esa si tuación. ¿Cómo protegerlo todo? De esta forma.
49. DIGNA Nunca usas ese t ipo
Así , contenida, hermosa y desbordada, te quiero. de papeles hasta que un día necesi tas acogerte a algo
*** para sal i r de un
La levantó del suelo y le peinó la melena. T ocó sus problema o un error ajeno. Ni siquiera t iene que ser el
pechos, estaba tuyo, puede ser el de
enrabiada y del mi smo modo estaba preciosa con tus hi jos, tus fami l iares...
aquel gesto de odio y las Samara lo mi ró desconcertada. Dominic tenía la
mandíbulas apretadas marcando más, si cabe, sus capacidad de manipular
pómulos. Ira, esa era la hasta la catást rofe más horrible y convert i rla en una
palabra, l lena de i ra por todo, la si tuación, el hacer lo bendición. Se rió al
que la decía y no por darse cuenta de aquel detal le y negó con la cabeza
qué temiera su enfado, más bien porque sabía que era dándose por vencida.
capaz de sacarla al Era imposible cont inuar aquel la conversación, de nada la
pasi l lo en aquel la gui sa sin importarle que di jeran valdría con él .
todos. Era el dueño, —Eres el mejor en tu t rabajo por algo, Dominic. ¿No
quizá estaban acostumbrados a sus excent ricidades y es así? —rió—.
si no fuera así Me gustaría vest i rme y leer las páginas que fal tan de
cal larían de igual modo. ese cont rato, aunque
realmente, en el fondo, me da igual .
—Todo a su t iempo. Se incl inó hacia el la y la besó en los labios. V olvió a mi
—T e di je que no te lo pondría fáci l —lo mi ró de medio rarla e incl inó la
lado y frunció el cabeza.
ceño. —Igual te apetece copiar ot ras quinientas veces «no
—Lo recuerdo. daré por el culo a
—No lo olvides —di jo, digna. mi marido en el t rabajo» —mi ró el reloj—. Y o tengo
Sonrió y la observó confuso durante unos momentos. t iempo todavía antes
Había apoyado las del juicio —se apartó de el la y se dio la vuel ta—. Ví stete.
palmas de las manos en la mesa y zarandeaba las —Qué detal le también por tu parte —bajó de la mesa
piernas con aquel los y se incl inó a
tacones inmensos de un lado a ot ro. Dejó caer uno de coger la ropa—. Amable... —susurró.
sus zapatos y apoyó Dominic se dio la vuel ta y la mi ró con ferocidad.
los dedos de los pies en su ent repierna. —¿Qué has dicho?
—Ahora no quiero pensar . Estoy enfadada y ofuscada. No —Nada.
me servi ría de —Muy bien, cariño.
nada enfrentarme a t i ... Samara dio un paso at rás y lo mi ró.
—Veo que usas la astucia. Buena técnica. —No puedes, no puedes hacer nada, estás en la oficina. Te
—Me duele la muñeca de tanto escribi r e incluso la pueden...
cabeza de dar La agarró por el brazo, la arrast ró al sofá y la tumbó
vuel tas a lo que no t iene sent ido. De momento. boca abajo sobre
—¿Me amenazas? —se aproximó a el la y se colocó ent re sus rodi l las.
sus piernas. —¿Qué haces? ¡Dominic! —pataleó pero la sujetaba por
—Te avi so. la cintura y no
Dominic abrió los ojos y se apoyó en la mesa quedando a un podía moverse ni zafarse de él .
palmo de su —Mi ra que tengo un juicio importante y, aun así , vaya
cara, ent recerró los ojos como si estuviera anal izando mañani ta.
sus pensamientos y —¿Qué haces? —en su vida se había vi sto en tal tesi
luego embozó una sonri sa burlona. tura—. ¡No!
—Ent iendo. Me avi sas —repi t ió él—. Qué detal le por —Si te comportas como una niña, habrá que t ratarte como
tu parte —respi ró tal .
profundamente—. Qué paciencia... —Le dio un golpeci to Abrió la mano y le dio el primer cachete en el culo.
en la pierna para La fuerza del
que las separara—. Levanta el culo, me vas a poner impacto la hizo gri tar.
perdidos los papeles. —Puedes gri tar lo que té de la gana, las mamparas están
Lo mi ró y le profi rió un gesto despect ivo. insonorizadas.
—¿Eso lo pone en el cont rato también? Ot ro golpe seco y después ot ro. Samara no dejaba de
—No te pases de graciosa, Samara, que l levo un día patalear pero de
cargadi to. nada le val ía.
—Dominic, para, por favor —jadeó. El r espeto por lo de uno jamás se al tera, aunque esa
Siguió azotándola consecut ivamente durante varios posesión todavía no
minutos hasta que lo sepa.
las marcas rosáceas de las nalgas le indicaron que era ***
suficiente. —Mi intención era verte a solas, te has adelantado,
—¿Más t ranqui la? —preguntó—. ¿O seguimos? amigo —Carlo le
La sentó en sus rodi l las mi rando hacia él y la apretó si rvió una copa y le ofreció un cigarri l lo.
con fuerza ent re los —Gracias, acabo de comer con Cat inca en el Lusinda,
brazos. he conducido una
—Escúchame bien... —di jo con rabia—. Ten un poco de fe hora y media y pensé en pasar a verte.
en mí —pegó Se sentó en el sofá y observó a Meredi t que
los labios a su oreja—. Olvídate de esos maldi tos ordenaba los l ibros de una
papeles, esos maldi tos de las estanterías del salón. Uno de los perros de
formal i smos que todos en algún momento tenemos Carlo ol fateaba su
que hacer . ¿No te das pernera, luego le di rigió una mi rada de moloso y se
cuenta de que mi s negocios dependen de gente, cl tumbó torpemente en
ientes recelosos de sus el suelo.
posesiones? ¿No te das cuenta que Quimera es un —¿Ha servido de algo?
enjambre de pequeños —Está di spuesta, aunque no lo ha dicho, a aceptarme
conductos que se comunican ent re sí? T odos al en la fami l ia —se
imentamos nuest ras rió con sarcasmo y dio una calada al cigarro—. No
empresas a t ravés de nuest ros contactos, Samara, tengo pri sa, me da
todos cuidan sus igual , Carlo... Estoy cansado.
pat rimonios, hay pactos morales... —Adoro a la gi tana —mi ró de soslayo a Meredi t y la
—¡No es justo! ¡Es machi sta y mezquino! hizo un gesto para
—Shh... T en... un poco de fe —le repi t ió—. que se fuera—, pero no estoy enamorado de el la. Es
¿Recuerdas lo que te di je terca, encarada y
una vez de la balanza? Si pesa más por un lado que osada. Di sfruta con los juegos pero teme terriblemente
por ot ro se que estos se
desestabi l iza... Siempre compensaré tu sufrimiento, cariño prolonguen como algo habi tual . Le cuesta aceptar que la
mío... dominen, es como
Sol lozó y lo mi ró pensat iva. un animal salvaje y eso vuelve loco a cualquier cuerdo.
—T engo algo preparado para t i . T en paciencia... y —Me vuelvo loco solo de pensar en cómo es ahora...
olvídate de esos cómo se moverá...
papeles. cómo pedi rá más, sus susurros, sus jadeos —hizo una
—¿Algo preparado para mí? pausa y suspi ró—.
—Será tu regalo de boda. Ten un poco de fe, princesa... Incluso cómo supl ica o cómo l lora o se compadece de
50. QUIERO SABER DE TI sí mi sma. T engo un
vago recuerdo de cuando era una niña en ese aspecto que habrá mucho empresario y alguno incluso puede l
y no dejo de pensarlo levar pegado al culo
desde hace años. algún fotógrafo o periodi sta sin saberlo. No queremos
Carlo lo mi ró con cara de susto y se frotó la ent repierna. que alguno se
—Me la estas poniendo dura. desmadre y salgamos en los telediarios al día siguiente
Darío puso gesto de desagrado y bebió un t rago de con la frase «así va
su copa. T enía la el paí s» —se rió de pronto y suspi ró—. A y ... En fin,
mi rada perdida y fumaba muy despacio. la cuest ión ahora es,
—¿Cómo va la boda? que ese pueblo va a l lenarse de excént ricos durante
—Roberto está cont ratando las t res carpas, se cerrará la una semana y sus
parte de at rás de ví rgenes corren pel igro.
la finca. —¡Ah, Carlo! —Darío rió—. Estás chi flado.
—¿Tres? Carlo se levantó del sofá y se sentó a su lado, le
—Sí , una cent ral donde se hará la boda, y dos pasó el brazo por los
unidas por pasi l los. Una hombros y lo besó en la frente.
para las mesas y ot ra para el salón de pensar —se —Anímate, Darío. Se te nota agotado psicológicamente.
rió—, como digo yo, —La finca me t rajo demasiados recuerdos, buenos y
sofás unas pantal l i tas de plasma ancladas o malos. Ambos
suspendidas al techo y una desconcertantes.
música relajante, hay mucho anciano, no sea que tanta —Antón se sorprendió de tu vuel ta. Supongo que sabía
fiesta les mate de un que algún día
infarto. Luego la de la boda será ot ra zona de música, tenía que l legar sin embargo está muy fel iz.
es la idea, pero poco —Supongo que sí —musi tó levantando los hombros.
puedo deci rte, eso lo l leva Roberto. Carlo le apretó con el brazo hacia él y le besó en la mej i l
—Ent iendo. la.
—Mateo está reservando los hoteles más cercanos. Son —Hermani to... —susurró—. Y no te olvides de mí ... cuando
casi t rescientas sea tuya...
personas, el pueblo va a arder. Ent re cl ientes, amigos y Darío se rió y negó con la cabeza. Bebió de su copa y mi ró
compromi sos... al techo.
—¿Os puedo ayudar en algo? —No t ienes remedio —contestó.
—Cént rate en Cat i , lo demás es cosa nuest ra, ya 51. QUE DIOS SE APIADE DE MI ALMA
tendrás t iempo de Y las dos soi s mi vida. Mi miedo, mi único temor radica en
organizar la tuya. vosot ras.
—No me jodas, anda —le di jo ofuscado. ***
Carlo lo mi ró de reojo y bebió un t rago. Llamó a la puerta muy tarde. Lui s asomó la cabeza y quedó
—Lo importante es cerrar la finca donde este la fiesta. sorprendido.
T en en cuenta —Necesi to ver a Dominic —musi tó.
—¡Cat i ! —abrió la puerta rápidamente. Hacía mucho frío y cabeza, se me cae la finca encima al l í con mi padre,
comenzaba a enloquecido con tu
l loviznar —Por Dios, ¿qué haces aquí? boda y me siento sola y desorientada más que nunca —
—He venido en taxi . ¿Darío? comenzó a l lorar de
—No lo sé, debió l iarse en su casa con las obras o nuevo.
colocando cosas, aún —Bueno, pues te vienes a casa, o a la de Carlo o a
no ha vuel to. la de Roberto. ¿Qué
—¿Qué pasa? problema hay? También está Mateo.
Dominic bajó las escaleras y se sorprendió al verla en —Siempre de acogida —gimoteó haciendo un puchero—
el salón. T enía un , como la
gesto de agotamiento poco habi tual en el la, el pelo hermana idiota de todos.
revuel to y mojado por Dominic sol tó una carcajada.
la l luvia y un ai re algo salvaje y desal iñado. —¡Oh, vamos, nena! —la zarandeó—. No digas tonterías.
—T engo que hablar cont igo —comenzó a l lorar —Vas a ser un novio muy guapo y elegante y yo estaré
desconsoladamente—, ¡horrible!
un momento solo —sol lozó. Volvió a reí rse y la apretó cont ra su pecho con más fuerza.
La abrazó y la meció suavemente. —Tu problema es Darío. ¿Me equivoco?
—Cat inca, será mejor que te des un baño y te quedes aquí —No dejo de darle vuel tas al asunto Dominic, su vuel
esta noche. ta me
Samara también bajo al salón y se sorprendió al verla desconcierta, creí que la razón sería tu boda, tus
en casa. Puso favores o incluso Samara
gesto de ext rañeza, mi ró a su hermano y este se pero ahora no tengo nada claro —se l impió la nariz con la
encogió de hombros. mano y met ió la
Cat inca no dejaba de l lorar aferrada a Dominic, la cabeza por su cuel lo—. Sus ademanes, su dulzura ot ra
imagen era bastante vez. Me hizo mucho
sorprendente, nunca había demost rado un talante daño. ¡Y lo había olvidado por completo! Y ahora... —
excesivamente cariñoso cerró el puño con
con el la y en ese momento era todo lo cont rario. Mi cri spación— vuelve y me recuerda todo de nuevo y no
ró a Samara y luego a sé qué hacer , ni qué
Lui s algo confundido y se sentó con su hermana en el sofá. deci r...
—V oy a prepararte algo de comer , Cat i —di jo —Calma, Cat inca.
Samara —, y a buscarte —¿Sabes que comimos juntos hoy?
algo de ropa, esta que t raes está empapada. —No sabía nada, no.
—Voy cont igo —di jo Lui s con prudencia. —Dejé que me expl icara, quería abofetearle la cara
La cogió por la cara y se la l levó a su pecho. cuando escuchara
—¿Qué pasa, Cat i? sus tonterías. Estaba segura de que serían verdaderas
—Estoy hecha un l ío, Dominic —susurró—. ¡Un l ío! tonterías pero luego
Me duele la me contó su hi storia. ¡Maldi ta sea! No sé qué pensar.
—Que todos tenemos un poco de culpa en lo que simi lar al suyo por aquel entonces.
paso, Cat i —musi tó él ***
— y que ahora debes dejar que pase el t iempo, dale Darío regreso de madrugada. Ent ró en penumbra y dejó la
un voto de confianza y chaqueta en el
deja que las cosas sigan su curso. perchero de pie det rás de la puerta. V io luz a t ravés
—Es tan odiosamente dulce, Dominic, y tengo esa ext de la puerta del
raña sensación de despacho de Dominic y ent ró.
que manipula, que manipula la real idad —suspi ró—, —Trabajas demasiado, Dominic.
pero luego lo —T e esperaba —se levantó est i rándose y se peinó—.
escuchas, lo mi ras y ese odio que siento, esa rabia por Mi hermana está
haberme dejado sola en casa, duerme arriba.
y lo que hizo… ¡Se va! ¡Y no quiero! —¿Di sculpa? —preguntó desconcertado.
Samara apareció con una bandeja, un plato con —No —le aferró por el brazo y lo mi ró con dulzura—.
comida, algo de fruta y Calma, deja que
unos yogures. descanse, solo está desorientada y enfadada consigo mi
—Estas a la defensiva con algo que paso hace diez sma pero todo
años, Cat inca —le marcha bien, Darío.
acercó la bandeja y se la puso sobre las rodi l las—. Come. Apoyó la mano en la barandi l la de madera y subió.
—Lo peor de todo —di jo l lenando la boca de pan— —V oy a acostarme, estoy agotado y mi casa parece
es que me resul ta el ci rco del sol .
horriblemente di fíci l odiarlo y por el cont rario... Mañana pensaré con más claridad.
—T e mueres de ganas por qué te abrace —Samara Ent ró en la habi tación ofuscado, se desnudó y se met
se quedó ida y ió en la cama. No
pestañeó. dejaba de darle vuel tas a la si tuación. Sin embargo
Dominic la mi ró de reojo y volvió a fi jar la vi sta en su estaba agotado, la casa
hermana. estaba desordenada, los obreros habían manchado las
—Sí , bueno. ¡No! Solo que me gustaría abofetearlo y me es muñecas de la
imposible... habi tación de abajo con pintura y ahora tendría que arreglar
Cenó aferrada a Dominic y luego se dio un baño. el desagui sado.
Samara la dejó un Era tan ordenado que le resul taba despiadada esa fal
boni to cami són de seda. Estaba rendida y no tardó en ta de organización. Se
quedarse dormida empezó a quedar dormido pensando en si restaurar
profundamente mient ras la acariciaba el pelo. T iempo primero los muebles
at rás, cuando el la se nuevos o arreglar las muñecas que habían manchado.
había refugiado en Quimera, Cat inca no la había dejado Pensó en Cat i
sola, ahora era el la segundos antes de quedarse dormido.
la que estaba perdida y confundida, pasaba quizá por Debía haber dormido una hora cuando algo lo despertó.
un di lema emocional Abrió los ojos
torpemente y se l levó la mano al pecho. Cat inca estaba —Dime, Su —tenía tantas ganas de abrazarla que le
de pie delante de la iba a estal lar el
cama y lo observaba minuciosamente mient ras dormía. Era pecho en cualquier momento.
como la V i rgen —¿Te volverás a i r?
María con aquel cami són blanco, es más, por —No, Su —contestó sin desviar la vi sta de la lámpara
momentos dudó si estaba suspendida.
despierta o tenía un epi sodio de sonambul i smo. Se Sint ió que se desl izaba por las sábanas y notó su
frotó los ojos y sint ió brazo enrol larse en el
que el corazón se le estabi l izaba. suyo, luego una pierna se encaramó en su cintura y le
—Me has asustado, Su—di jo. provocó una especie
—No podía dormi r. de descarga eléct rica por todo el cuerpo. Su cabeza
La imagen de años at rás le vino de golpe al cerebro se apoyó en su pecho y
y se incl inó hacia notó el calor de su al iento en la piel
adelante sentado en la cama asegurándose de si estaba o —Estoy muy cansada...
no dormida. Pasó la mano por su frente y la acarició el pelo. Pegó
—¿Estas dormida? la nariz a los
—No soy sonámbula Darío —di jo ofendida—. Es que mechones y aspi ró su perfume. En ese momento sint
no puedo dormi r . ió el deseo
¿Puedo? i rrefrenable de sal tar sobre el la. Era incómodo, si se
No supo que contestar . Meneó la cabeza a lo tonto y gi raba estaba perdido,
se apartó a un lado si se mantenía boca arriba no tardaría en darse cuenta
de la cama. del espectáculo.
—Claro... Es, es grande la cama me apartaré y así Dobló la rodi l la para di simular su exci tación, la erección
podrás dormi r a gusto era descomunal y
—se t rabó y se sint ió un poco estúpido. el la mantenía la pierna a pocos cent ímet ros de su
Cat inca se coló bajo las sábanas y lo mi ró de reojo. miembro. Durante
Darío estaba segundos deseo rezar , deseo supl icar que si l legaba
descolocado, la si tuación repent ina lo pi l ló de improvi el momento se pudiera
so y no sabía muy cont rolar con el la. ¡Hacía tanto t iempo que no se
bien cómo reaccionar . La arropó con cuidado de no abrazaba a una mujer por
tocarla y apagó la luz. miedo a hacerla daño! Pensó que quizá hubiera sido
Se quedó mi rando al techo con la ext raña sensación mejor haber quemado
de que si la tocaba, o sus ansias en La Baraka, aquel las mujeres hubieran
como mínimo la rozaba, saldría despavorida. soportado cualquier
—Darío —se gi ró hacia él y sus ojos bri l laron en la cosa a cambio de un puñado de bi l letes. Luego recordó a la
oscuridad como dos joven del hotel ,
focos. en el fondo solo la había atormentado un poco,
asustado si cabe para luego
dejarla i r. durante horas mient ras mordi squeaba suavemente sus
—¿Qué piensas? pezones hasta
—Nada. hacerla gri tar de dolor.
Quería mori rse. ¿Acaso no era consciente de lo que le —Oh, Señor —susurró agobiado.
estaba haciendo Usar por breves momentos la mujer de ot ro, como
pasar? Notó como el peso de su cabeza comenzaba a algo que di sfrutas
hacerse más intenso y para luego ent regarlo a su dueño era senci l lo. Pero aquel
se quedaba dormida. Gi ró la cabeza y contempló uno de lo, ¿cómo hacerlo?
sus pechos asomar ¿Cómo no parecer un degenerado o un monst ruo si al
levemente por el contorno del cami són, el pezón final su intención era
sobresal ía enredado en hacerla suya para el resto de sus días?
sus mechones y no lo soportó. Rozó con los dedos el Acercó la cara a sus labios y abrió levemente la boca.
fino cami són y Cerró los ojos y
acarició el sonrosado caramelo sint iendo la fina piel deseó besarla con todas sus fuerzas sin embargo no lo
en las yemas. Estaba hizo. Incl inó la
totalmente dormida y lo estaba mart i rizando sin piedad. cabeza hacia adelante y volvió a rozar su pezón
Deseaba apretarlo imaginando por momentos
ent re sus dedos, presionar con fuerza aquel la bel leza que sal ía de su mormera y le supl icaba ansiosa que
diminuta hasta sent i r acabara de una vez con
el temblor de su cuerpo bajo sus dedos. ¡Ah, qué el deseo que lo corrompía y mart i rizaba.
placer más exqui si to! Era —Darío... —apenas fue un susurró pero di jo su nombre—, y
tan maravi l losa y tan mujer . Desl izó el dedo por su yo a t i ...
pecho y el cami són de No lo soportó. Lo sabía, estaba profundamente dormida
raso cayó suavemente hasta descubri r totalmente el pero iba a sufri r
seno, redondo, suave y un infarto. Se gi ró y la besó con intensidad. Pegó con
cál ido. Él no recordaba que fuera así . Lógico, por fuerza sus labios a
aquel entonces tenía el la y la besó sint iendo que el pecho le iba a estal lar en mi
catorce años, sus pechos aún no estaban desarrol lados del l pedazos.
todo y sus curvas Cat inca abrió los ojos como platos y apartó la cabeza
no eran más que leves proyectos de lo que ahora era. asustada.
¿Y esa cadera? —No lo soporto... No me pidas que pare porque no lo
Desl izó la mano por su contorno y Cat inca se movió voy a hacer —
inconscientemente, el sol lozó angust iado y sin sol tar su cara.
cami són apenas la tapaba el final del culo y al alzar Lo mi ró con los ojos muy abiertos y el pelo
la pierna se le veía la desparramado por todos los
nalga. Inmensa pierna, si pudiera arrancarla el cami lados. Pestañeó confusa varias veces y él volvió a besarla
són, la observaría una vez más.
—Si vas a darme una bofetada hazlo ya o sal taré sobre t i .
Cat inca no abrió la boca. Se quedó desconcertada, mi —¡Cat inca!
ró a derecha e —Fól lame, Darío...
izquierda y no se movió. Ot ra vez volvió a besarla —Por favor —ahora era él el que estaba a punto de
pero esta vez met ió la sal i r corriendo de
lengua en su boca y mordi squeó su labio inferior . El la al l í .
dejó la boca ent re —Acaba de una vez con esto... úsame... no me
abierta, sus labios carnosos se humedecieron sut i importa de qué manera,
lmente al pasar la lengua no me importa de qué forma lo hagas pero hazlo ya... No lo
por el los inocentemente. Estaba perdida, por un soporto...
momento pudo ver aquel la Agarró sus las mej i l las con una mano y la besó con
mi rada infant i l y desconcertante que tenía cuando ferocidad. Su
algo no acababa de miembro rozaba la ent rada de su sexo y se mojaba
entenderlo. Darío desl izó la mano muy despacio por su con aquel los sut i les
cadera sin dejar de jugos que le volvían loco. Enroscó las piernas en su
mi rarla, dudaba de la posibi l idad de que sal tará sobre cadera y le arrast ró
él con un ataque de hacia el la repent inamente.
hi steria, lo mi raba desconcertada, asustada, como si —Y mañana si te vas me da igual ...
anal izara que sent ía —No me voy a i r, Su.
cada vez que la tocaba y no entendiera que pasaba. —Fól lame —repi t ió ansiosa—, sin compasión... Y a no
Levantó su cami són y soy una niña...
acarició sus piernas, su sexo emergió en la penumbra Ahora ya no tengo miedo... —lamió su boca— y tú
y se desl izó para tampoco...
besarlo. El la estaba totalmente ida, era como una —Que dios se apiade de mi alma... —di jo antes de
especie de loca con la abalanzarse sobre
mi rada perdida y el pecho acelerado. Mordi squeó sus el la.
muslos y lamió la 52. PREPARATIVOS
ent rada de su sexo. Besó su vient re, ol ió sus pechos, No t ienes ni idea de lo que estás a punto de vivi r.
sint ió el deseo ***
i rrefrenable de volver a pel l izcarlos pero se contuvo. La semana que l legaba iba a ser terrible. Carlo había l
Cat inca seguía con la lamado a Dominic
mi rada perdida y el corazón a cien por hora. a primera hora de la mañana y le había informado que
—Por favor, dime que pare, Su... ya empezaban a
Lo mi ró fi jamente y le acarició el pecho. Estaba sobre l legar al pueblo gente de fuera del paí s. Roberto ya
el la y lo mi raba se había t raslado con
ahora curiosa como si acabara de conocerlo. Pasó los sus dos chicas a la finca y organizaba el montaje de
dedos por sus brazos, las carpas mient ras
rozó con las yemas sus labios y acarició su pelo Mateo por su parte cont rolaba que no fal tara ninguna
cuidadosamente. habi tación para
ninguno de los invi tados. Samara debía i r a la modi abarrotadas a esa hora. Eran los primeros invi tados
sta. El miércoles ya se alojados en el hotel
había t raslado todos a la finca. Y el ina, Xiamara y Palas Monfort ya habían quedado para cenar con
Meredi t absorbieron a Antón en el Lusinda. El
Samara nada más ent rar por la puerta. Se la l levarían a la restaurante entero estaba cerrado a cal y canto, había
ciudad y pasarían fami l ias que
varios días terminando de escoger todo lo que necesi intentaban comer algo pero el encargado les había
taba. Sara, por su pedido di sculpas
parte, ya tenía su precioso vest ido de raso con un indicándoles que había una reunión de empresarios y el
boni to cinturón del salón de abajo al
mi smo tej ido que iba ceñido a su cintura de avi spa completo estaba reservado. La gente no estaba
en color azul celeste. acostumbrada a aquel
El la sería la encargada de l levar los ani l los sobre un fol lón. Un grupo de hombres enfundados en t rajes
pequeño coj ín de había l legado a la
terciopelo y no hacía más que pasear en l ínea recta ent rada principal precedidos por un anciano de pelo
con aquel diminuto cano y peri l la gri sácea
t rozo de tela nerviosa por t ropezar y perder las al ianzas. A que se apoyaba en un bastón y farful laba algo en i tal
Lui s le resul taba iano. Antón había
gracioso verla, con gesto concent rado, se colocaba un sal ido a la ent rada del Lusinda y est rechó la mano al
l ibro en la cabeza y pintoresco anciano.
caminaba digna por el salón mient ras Antón reía y —Llosa —le zarandeó con humor—. Me alegra teneros
fumaba su puro. El que en casa. ¿T u
peor lo l levaba era Dominic, t ropezaba una y ot ra vez con mujer?
los empleados de —V iene det rás con mi s hi jas —frunció el ceño y mi
Roberto y aquel fol lón le resul taba demasiado ró la terraza y a la
ostentoso y exagerado. Lui s gente que no perdía detal le—. Menudo l ío que has
le repet ía que era por Antón, que sería un día montado, Antón. Espero
especial y que debía tener que tus puros y tus vinos sean igual de buenos que
paciencia y soportar la algarabía, él met ía las manos hace años, no dejo de
en los bol si l los pensar en aquel rioja.
mi raba las inmensas telarañas de metal que —Tendrás el mejor vino, amigo mío.
soportarían las carpas y —Soy demasiado viejo para estos t raj ines, pero que
suspi raba resignado. diant res, todo sea
El miércoles por la tarde un retén de diez coches por el vino. ¿Dónde está tu muchacho, Romano? Ese
aparcó en el cent ro del chico hubiera sido
pueblo y causaron un revuelo terrorí fico. Las terrazas perfecto para cont rolar a mi s rebeldes hi jas.
del cent ro estaban —A Dominic no le gustan estos fol lones. Mi chico es
i rri table y de
costumbres fi jas. Le vi marcharse en coche con Darío antes había puesto de pie pero había vuel to a caer en la si l la
de bajar. como un monigote.
—¿Darío Cross? —preguntó—. ¡V aya! Ha vuel to el —Carlo Armani —di jo una de las mujeres de más edad—.
pequeño demonio, Es la primera
el binomio Argas-Antón, es realmente sut i l —se rió vez en veinte años que te veo borracho.
grotescamente, cerró —Es que ya no fi l t ro, me hago mayor —Sonó algo
el puño con humor y lo levantó en el ai re—. ¡Que no gangoso pero se
se pierda la l ínea de entendió—. Si solo tomé dos copi tas...
sangre! —rió y mi ró el reloj—. Maldi ta sea, ¿dónde —Y ot ras dos que te puso Antón sin que lo vieras —
se habrán met ido mi musi tó ot ro hombre
mujer y mi s dos pequeñas víboras? al final de la mesa.
A las diez de la noche el Lusinda era un hervidero de —Bueno... —suspi ró y levantó la copa—. Por nuest ras pol
ricos egocént ricos. las. Que duren
La gente del pueblo se api laba di simuladamente en la mucho...
terraza para cot i l lear, Una carcajada monumental se oyó en el salón. Los
Carlo y Roberto l legaron con Mateo y acompañaron en camareros no sal ían
la sobremesa a los de su asombro.
invi tados. A las doce Carlo estaba como una cuba y —¡Amén! —gri tó Llosa.
le decía a Mateo lo 53. TRAMANDO
mucho que lo quería. Mateo l loraba de la ri sa y T e di je un día que podía dártelo todo del mi smo
Roberto le di rigía mi radas modo que podía
inqui si torias intentando que no se pusiera a cantar en qui tártelo todo.
cualquier momento, ***
cosa que no consiguió. Un muchacho nórdico con los Era una pequeña terraza de un puebleci to perdido.
ojos enormes y Habían parado al l í
azules turquesa tarareaba una cancionci l la pegadiza y con el coche de vuel ta de la ciudad y cenaban algo t
Carlo no tardó en ranqui lamente.
poner cara de ci rcunstancia y entonar a duras penas Dominic había l lamado a Samara, acababan de l legar
haciendo de coro. a la finca y estaban
—Señor… Cualquiera lo mete en la cama ahora. con Sara y Cat inca comiendo algo. Estaba muy
—Deja que di sfrute —le di jo uno de los ancianos más cansada pero contenta. Le
próximos. Un t ipo había preguntado varias veces por el supuesto regalo
enjuto, de mi rada fulminante y dentadura blanca. T enía de bodas pero no
las cejas pobladas había conseguido información alguna.
y las mej i l las sonrosadas. —Increíble —musi tó Dominic—. Y cuando te
—Vamos a quemar el pueblo —di jo Carlo. despertaste no estaba,
Roberto suspi ró y se rascó la cabeza. Mateo no ¿no?
dejaba de reí r . Carlo se
—No— suspi ró— Ha sido un error, no debí dejarla meterse diez años. Su cama de madera de nogal , su escri torio
en la cama. lacado y finamente
—No digas tonterías. Buscaba compañía, l legó muy barnizado con cajones suspendidos y lampari ta de pol
afectada a casa. ipropi leno gri s
Posiblemente buscaba cariño y ni siquiera se daba cuenta. sat inado... Se dejó caer en la cama. ¿Dónde estaría la
—Se cruzó conmigo varias veces en la casa y apenas muñeca que compró
me ha mi rado. en Oporto antes de i rse de Quimera? La que se
Supongo que se ha arrepent ido, no fuerzo las cosas, parecía a Cat inca, la
me mantengo a la pequeña Su, por eso la l lamó así . Debía estar en el
espera. ¿Estás nervioso? armario de la planta de
Dominic se rió. arriba, sí , subi ría a su vuel ta y la buscaría, peinaría
—En absoluto, estoy i rri tado. No me gustan estas movidas. sus t i rabuzones y se la
—Sabes que se hace por Antón. regalaría a Cat inca, estaba convencido que el la creía
—Está claro que si no fuera por él , en una como que aun la tenía en
esta no me pi l lan — Quimera. Aquel la muñeca le había costado una fortuna
mi ró el teléfono, había vibrado— Roberto dice que pero cuando la vio
Carlo está como una en el escaparate le recordó tanto a el la que pagó una
cuba y cantando a gri to pelado con los Malbaseda. suma indecente para
Los i tal ianos. Mañana l levársela. Se levantó y se dio una ducha. Se enroscó la toal
agonizará. Nunca le he vi sto beber más de una copa. la a la cintura y
—¿Tienes ya l i sto tu regalo de bodas? decidió bajar a la cocina a beber algo. La casa estaba
—Sí . Hoy lo dejé l i sto todo —afi rmó con mal icia. totalmente en
—La vas a matar de un susto, Dominic. si lencio. El viento soplaba y se oía una especie de si seo
—Todo sea por el amor de mi vida. en las ventanas.
54. ERES TAN BONITA... Abrió la nevera y se si rvió un vaso de agua fría. Dudó
T enemos corazón aunque a veces nos olvidamos de unos segundos
que está ahí si no pero subió arriba de nuevo y abrió la puerta de la habi
fuera por su lat ido. tación de Cat inca.
*** Dormía profundamente aferrada a la almohada. Se
Cuando l legó de madrugada pasó por delante de la sentó con cuidado en el
puerta de Cat inca y borde de la cama, intentando no despertarla y la
estuvo tentado a ent rar , al menos para observarla acarició el pelo. Era como
dormi r durante un rato. un ángel cuando dormía, normalmente su expresión era
Apoyó la mano en el pomo de la puerta y la apartó siempre más
de nuevo. Mi ró al final agresiva, más a la defensiva pero cuando sus facciones
del pasi l lo. Era como un túnel sin fin. Su habi tación se relajaban
estaba igual que hacía realmente era como una niña. La besó en la frente y rozó
con la punta de la
nariz la suya. Se levantó y se di rigió a la puerta. ot ra vez —suspi ró y se acarició los pechos—. Lo
—No te vayas —le oyó deci r torpemente. demás no me importa,
Darío tensó las mandíbulas aferrado al pomo de la Darío.
puerta y cerró los A vanzó hacia el la con paso fi rme y se quedó de pie
ojos. a pocos cent ímet ros
—Es lo mejor... de la cama. Su sexo totalmente rasurado era como una
Cat inca se incorporó y lo mi ró desperezándose. fruta del iciosa que
—A yer apenas té vi ... Quí tate la toal la, me gustaría ver solo invi taba a devorarla, observó sus pechos, simét
cómo eres ahora, ricos y redondos, sus
apenas recuerdo tu cuerpo. pezones duros y pequeños. Suspi ró.
Se quedó paral izado de espaldas a el la. Estaba —Déjame verte, Darío. Concédeme al menos ese
seguro que no era capricho. Después
consciente de lo mucho que lo estaba atormentando. puedes hacer conmigo lo que quieras. Estoy cansada,
Bajó la cabeza y la no tengo fuerzas para
meneó lentamente. enfrentarme a vosot ros...
—Su... No me hagas esto ahora. No te vengues así de mí . Respi ró profundamente. Mi ró al vacío y creyó ver de nuevo
El la se puso de rodi l las en la cama y se qui tó el la imagen de
cami són. Apenas tenía Mel i sa det rás de las cort inas. Cerró los ojos.
expresión en la cara. ¡Qué ri sa! Era i rónico, nadie «Desvanécete, ya no necesi to
tenía ni idea que como tu recuerdo.» Se qui tó la toal la y tensó los músculos.
era realmente el la en la int imidad. Est i ró los brazos El la desl izó la mano
en cruz y su pelo se por su estómago, rozó suavemente sus nalgas y jugó
desl izó por delante de sus pechos. con la pelvi s mient ras
—Ahora puedes verme —di jo el la. Darío se dio la vuel rozaba sensualmente con las uñas su piel . Subió por
ta y levantó la su pecho, su sexo
cabeza con dignidad—. A yer lo deseabas. Y o soy así , inmenso la apuntaba di rectamente al estómago,
nada tengo que ver acarició sus pezones,
con lo que recordabas. sonrió al pel l izcarlos y no recibi r respuesta por su
—Lo sé —apost i l ló. La mi ró fríamente y dio un paso at parte. Sus suaves rizos
rás. comenzaban a secar y se enredaban en su frente
—Déjame verte Darío —volvió a pedi r , sonrió sin juguetones, recordó las
expresión alguna y estatui l las griegas y sol tó un leve suspi ro. Era lógico,
luego lo mi ró con t ri steza. Darío podía
—Si sigues por ese camino no podré cont rolarme enamorar a hombres y mujeres por igual , era perfecto
como lo hice ayer , en todos los
Su... Y no quiero hacerte daño... aspectos, ya no era aquel chico delgado y vivaracho
—No me importa. El único daño que puedes hacerme que conoció una vez.
es dejándome sola
Ahora era un hombre. Levantó la cabeza y lo mi ró. Su La cogió por el pelo y la besó brutalmente, notó su
pecho subía y bajaba mano desl izarse por
ansioso, nervioso. Era un hombre imponente y , aun así , sus pechos y la presión en su pezón la hizo gri tar
tenía una expresión bajo su boca. Su sexo
de terror en la cara. Rozó con las yemas su miembro empapado sint ió la tensión de su miembro, temblaba
y lo acarició nerviosa y el dolor
lentamente. Darío la aferró la muñeca con fuerza y la mi ró cada vez era más intenso e insoportable. No era capaz
con rabia. de gri tar , su boca la
—Basta Cat inca —musi tó—. No sé si eres consciente tenía presa, sus piernas terriblemente separadas la
de lo que estás impedían moverse y sus
haciendo. suaves movimientos pélvicos cont rastaban con el dolor
—Te deseo... que la estaba
—No juegues conmigo —t i ró de su brazo y la at rajo hacía provocando. Apretó con fuerza su pecho y la mordió la
sí . boca con tal fuerza
—Tócame como ayer. que la hizo sangrar , un fino hi lo de sangre brotó de
—No... creo que sea capaz... —di jo con angust ia—. el la y cayó por su
Llegará un momento mentón casi al mi smo t iempo que la daba la vuel ta y la
en el que no... —sol lozó— pueda... embest ía por det rás
Cat inca t i ró de él y Darío cayó sobre el la. Le cogió repent inamente. Sujetaba su cuel lo con una mano, su
la cara y lo besó con espalda estaba pegada
pasión. a su pecho y notaba su mano en ot ro de sus senos. La
—Hazlo, Darío... Hazlo... Enséñame en lo que te has convert cubría e inmovi l izaba
ido... Quiero por completo, su peso era aterrador y sus dedos
verlo todo... Quiero notar tu pol la clavada en mi s ent torturaban su pezón
rañas y saber que izquierdo ahora y lo hacían lat i r sin compasión. La
estoy viva... ladeó la cara, el
—Basta —intentó apartarse de el la pero Cat inca le aferró pequeño hi lo de sangre la daba un ai re casi vampí rico,
con fuerza. observó su mej i l la y
—¡Hazlo! —repi t ió retorciéndose bajo él—. A eso vini la acaricio con dulzura, sus dedos l impiaron los restos
ste. ¿No es así? y se los met ió en la
Pues hazlo ya... No finjas que te es suficiente lo de boca para que los lamiera. Darío abrió lentamente la
ayer , a mí no me boca y lamió con
engañas... —se incl inó hacia delante, notaba su miembro obscenidad su cara.
ent rando despacio —Su... —le susurró de repente.
dent ro y jadeaba ansiosa para que siguiera. Pegó la —Darío...
boca a su oreja—. —Te haré gri tar tantas veces...
Darío... Jadeó al notar ot ra embest ida y puso expresión de
dolor al notar un
pel l izco at roz en su pecho. volver loco...
—No me importa... —Fól lame, Darío... —di jo ansiosa y arqueó la espalda
—Y nada me detendrá... Ni tus lamentos, ni tus súpl moviendo el culo
icas... Ni tu l lanto en cí rculos.
conmoverá mi corazón —la volvió a lamer la cara y —¿Qué voy a hacer cont igo?
mordi squeó su oreja La aferró con fuerza los pechos y se movió ansioso.
—. ¿Estás di spuesta a eso? Su cara ladeada
—No pares, Darío... no soporto esta lent i tud... hazlo buscaba su lengua como loca, su cadera se movía
rápido... ¡T e lo hambrienta con la
supl ico! intención de saciarse.
Su piel canela. Era maravi l loso acariciar cada cent —No te vayas nunca...
ímet ro de el la Darío apoyó los labios en su oreja, lamió suavemente su
mient ras temblaba por el dolor . Apenas la sent ía sol lóbulo y mi ró al
lozar , respi raba vacío.
convul sivamente como si en cualquier momento se la —Su... Ent régate a mí ...
terminara el ai re. Su —No pares... —jadeó.
sexo estaba empapado, Darío se mantenía inmóvi l —Y no pasaras ni un minuto de tu vida sola...
dent ro de el la y Sint ió un dolor intenso en el pecho derecho y se
observaba su vient re subi r y bajar , besaba su sien y aferró con fuerza a él .
se enredaba en sus Sent ía sus calambres, sus ansias y su humedad, se
mechones de cabel lo mient ras intentaba mantener la movía exci tada una y
calma. ot ra vez y apenas se daba cuenta del daño que la estaba
—No pares, Darío... Te lo supl ico... haciendo. La agarró
—¿Por qué, Su? Por qué me haces esto... por el cuel lo y a la apretó con fuerza, la sint ió retorcerse de
—Porque tú no eres como los demás —jadeó al sent i placer mient ras
r ot ro pinchazo en se clavaba con ansias en él . Sal ió de el la y la
el pecho y se arqueó terriblemente—. Tú... empujó sobre la cama hasta
—Santo cielo estás empapada —pasó la mano por el hacerla caer , la abrió las nalgas y apoyó su sexo en
interior de sus la ent rada de su culo.
muslos, su miembro lat ía dent ro y el flujo descendía Su peso la impedía moverse, pataleó brevemente hasta
infame por sus notar el dolor
piernas que temblaban ansiosas. punzante y como la at ravesaba sin compasión.
—Eres tan di st into... —¡No!
La mordió el cuel lo y clavó su sexo hasta notar sus —Pasará...
nalgas golpearse —¡Darío! Por favor....
brutalmente con su pelvi s. —Pasará... Shh...
—Cál late, Su... —la susurró enredándose en su Lo tenía encima y su peso la asfixiaba. Cubría su espalda y
melena— o me voy a la sujetaba la
cara con la ot ra mano mient ras besaba su mej i l la y at ravesaba las sienes y Meredi t se afanaba con
la susurraba con humor a prepararle algo de
dulzura. comer antes de que su eterno temperamento empezara
—No l lores... a asomar . Mateo
—¡Me duele! —gimoteó. había vuel to a los hoteles para segui r acogiendo a
—No importa... invi tados que iban
—¡Oh, Dios mío, por favor , no lo soporto! —el dolor l legando. Dominic ent ró en la cocina y al verlo suspi ró.
la perforaba las —Eso te pasa por beber como una esponja.
ent rañas. Aún no estaba acostumbrada a aquel tormento. —Oh, nena, vini ste a mi mundo volando... —cantó sin
—Te quiero tanto... ganas—, pero te
Aquel la sensación de presión lo embriago por corté las alas, mi prenda... Voy a vomi tar.
momentos. ¿Hacía cuánto —Ni se te ocurra —se rió y se sentó a su lado.
t iempo? Apenas lo recordaba, se movió ansioso, apretó —Tú protegido numero uno ha tenido pelotera telefónica con
con fuerza la Natacha —
mandíbula y cerró los ojos. Se clavó por fin en el la y movió la mano—. Tu protegido numero dos está durmiendo
se quedó parado con la gi tana.
sint iendo los lat idos de sus paredes en su sexo —Vaya —di jo pensat ivo.
enloquecido y ansioso por —T u protegido numero t res —meneó la cara cont ra la
reventar . Así era mejor , despacio, notando el temblor madera de la
que la invadía, mesa—. O sea, sé está muriendo. Los demás t
saboreando esa necesidad de que todo termine y el rabajando en tu boda. Oh,
dolor se acabe pronto. Señor, apiádate de mí ... —balbuceó.
No, no es tan senci l lo, despacio es mucho mejor . La —Señor, su café —Meredi t le ent regó la taza a Dominic y
golpeó con la cadera sonrió.
con rabia, se quedó observando sus pupi las di latadas y su —Menudo ci rco nada más empezar el día —susurró
gesto de dolor. Dominic.
—Darío... —Y lo que te queda, hermano.
La embi st ió con dureza y la desplazó en la cama cont ra el —¿Qué le pasa a Lui s?
cabecero. —Que no puede con la mocosa. Bueno, realmente no
—¡Darío! quiere —se rió—.
—Y yo a t i , Su... Ha decidido tomarse un t iempo con Natacha hasta que
55. RESACA cont role los
Ese corazón nos hace tan humanos como cualquiera… impul sos de Sara y no se lo ha tomado bien.
*** —Lógico —terminó el café, y se levantó.
Por la mañana Carlo agonizaba en la cocina con la —Voy a despertar al tortol i to.
cabeza apoyada en la ***
mesa y los brazos extendidos por delante. Una terrible Subió a la planta de arriba y ent ro en la habi tación
jaqueca le de Cat inca.
Ciertamente, ver al l í a Darío le provocó una duchaba en el baño anexo. Se qui tó la ropa, abrió la
sensación de t ranqui l idad que puerta corredera de
no esperaba. Se sentó al borde de la cama y observó cri stal de la ducha y le dio un susto de muerte.
a Cat inca dormi r . La —¡Dominic! —lo mi ró desconcertada—. Me asustaste.
acarició el pelo y apartó sus pechones de los ojos. Se aferró a su espalda y apretó sus pechos con las manos.
Besó su frente y la Notó la dureza
acarició la cabeza. de su miembro cont ra su culo y la besó en el hombro.
—Dominic... —Ya tengo tus preciosas al ianzas —susurró bajo el chorro
—¿Estás bien, Cat i? del agua.
Se desperezó al t iempo que Darío se daba la vuel ta —¿Al ianzas? —se ext rañó—. Es una, ¿no? Bueno, la tuya
y seguía durmiendo y la mía.
como un t ronco. —No... yo l levo una, tú t res.
—Sí ... ¿Qué pasa? —No comprendo.
—Nada —hablaba en bajo y la mi raba con dulzura. La Bajó con la mano por su brazo y le cogió la mano.
destapó de golpe —Una en tu dedo —musi tó. Luego pel l izcó su pezón
y observó minuciosamente su cuerpo—. T ranqui la. Solo izquierdo—. Ot ra
comprobaba una en el corazón —descendió con la mano por el vient re
cosa. y rozó su cl í tori s y
—¿Qué...? sus labios— y ot ra en tus ent rañas...
—Duerme —la tapó y la arropó. Beso su mej i l la y se Lo mi ró confundida y se qui tó el jabón de la cara.
dio la vuel ta hasta —¿Me vas a perforar?
l legar a Darío. —Son di scretos y muy pequeños, pero así es. Y o no,
—Despierta, bel la durmiente —musi tó dando un golpeci ese placer se lo
to en su dejo a Roberto, di sfruta. Es un detal le que tendré con él ...
hombro. se lo debía...
Cat inca se gi ró hacia Darío y se aferró a él con fuerza. —¡Dios mío! Dominic, eso me dolerá mucho...
—Voy... —le oyó deci r—. Voy... voy... dame... unos —Lo sé cariño mío, pero será tan solo un momento —la
minutos... apretó cont ra él
56. LAS ALIANZAS y la pasó las manos por el pelo aclarando el jabón
¡Tres, eran t res… que tenía en él— y lo
*** harás porque es parte de este ci rco... parte de la
Llegó tarde de la ciudad con Darío. Los demás estaban ceremonia... En privado...
demasiado tú, él y yo... Solamente... Nadie más...
ocupados con todo el revuelo e invi tados y sabía que —Estoy muy nerviosa, Dominic...
el único que —Lo sé, pero yo estaré cont igo en todo momento.
realmente necesi taba sal i r de aquel caos era él . —¿No me vas a deci r que es mi regalo de bodas?
Cuando regresó Samara se Se rió y la empujó cont ra la pared, separó sus piernas
y met ió los dedos
con cuidado mient ras acariciaba su espalda y Mi pr eciosa niña, aunque no te lo cr eas, yo sé que
observaba sus curvas bajo el es lo que quier es en
agua. todo momento. No necesi to oí rlo de t i , lo veo en tus ojos.
—No... es una sorpresa... Ten fe, princesa, y confía en mí . ***
—Dominic... Estaba radiante con aquel vest ido de seda de voi le y
—Voy a fol larte... Necesi to olvidarme de todo... Estoy pedrería fina, un
cansado... escote de palabra de honor enmarcaba sus pechos y
Apoyó su sexo en la ent rada de sus labios y empujó en sus bordes unas
suavemente hasta pequeñas piedreci l las casi impercept ibles que solo se veía
tenerla dent ro por completo. Samara sint ió una su bri l lo si la luz
descarga de placer cuando adecuada enfocada exactamente los detal les coral inos.
sus manos se aferraron a su cadera y la empujaron Cat inca le había
hacia arriba con regalado unos pendientes increíbles de oro blanco,
ferocidad. diminutos diamantes de
—Y cuando todo termine... Cuando esta maldi ta semana corte de bri l lante y perlas, colgaban finos hasta casi
pase y toda esta su mentón
gente se hayan marchado de aquí ... —la embi st ió con meneándose al compás de sus pi sadas. La casa era
fi rmeza y la sujetó como una especie de
por el pelo hacia él besando su cuel lo y su mej i l mansión algodonera a la ant igua usanza, había
la— nos i remos solos, sin personas desperdigadas por
nadie... tú y yo... donde nadie nos moleste, donde el jardín, sentadas en el césped en grupos, con sus
pueda quererte a mi palmeras rimbombantes
manera... Unos días... y sus t rajes de corte i tal iano. Las carpas eran una
—Oh, Dios mío... algarabía de camareros,
—Necesi to olvidarme de todos y todo... invi tados, orquestas y t ronar de copas. Ot ros invi
—No, no pares —el agua le caía por la cara y se tados ocupaban mesas al
aferraba a la pared ai re l ibre en la parte más cercana a las carpas. El servicio
descont rolada —. No pares... no hacía más que
—Necesi to hacer cosas normales... aunque sea tan sólo i r y veni r si rviendo bebidas y canapés a todos los
unos días.... comensales. T odo estaba
La besó ot ra vez en la cara, se apartó de el la y la l i sto para el gran momento.
levantó en el cuel lo Argas había l legado con Dante e Ivanov a primera
empot rándola cont ra la pared de la ducha y hora de la mañana.
clavándose ot ra vez hasta Alexi s, que había l legado con Romina de madrugada
chocar con sus pechos. la había ayudado a
—Necesi to hablar cont igo de tantas cosas... ajustarse el vest ido y la sorprendía con un colgante
57. LA GRAN BODA precioso en tonos
azules y piedras preciosas.
—Recuerda l inda, que t ienes que l levar algo nuevo, un grupo de hombres en la parte de adelante. Habían
algo viejo y algo puesto dos guardias
azul v—se rió—. Creo... ¡Ah!, y algo prestado. de seguridad en la ent rada de la casa y al comienzo del
—¡No tengo algo viejo! —le daba igual , estaba demasiado camino por si algún
nerviosa y no despi stado se equivocaba de cal le y parecía que
había vi sto a Dominic aún. comprobaban que todo
Romina la había besado en la mej i l la y sonreía con estaba bien. Respi ró hondo, se mi ró las manos, la
amargura, luego se temblaban de los nervios.
había marchado al salón y se mantenía en un segundo ¡Había sido tan senci l lo en Ital ia! Pero había
plano con Argas y el demasiada gente, demasiada
resto mient ras se bebía a t ragos las copas de cava que tensión acumulada y no se encont raba bien. La puerta sonó.
caían en sus manos. —¡Por favor necesi to un minuto de calma! —estaba
Y el ina y Xiamara andaban hi stéricas arreglándola el agobiada.
pelo, Meredi t y Dominic abrió la puerta y al verle sint ió calma.
Sara repasaban los anclajes de los ani l los para que —Oh, Dominic, estoy muy nerviosa...
no cayeran por el —T ranqui la, es todo este l ío —la abrazó—. Estás preciosa,
camino y Mateo, se había sol tado de tal manera que era relájate, si te
como el relaciones si rve de consuelo, hay gente que yo no había vi sto en mi
públ icas de la fiesta aquel la mañana. vida.
Darío ent ró en la habi tación y la abrazó con fuerza. Samara se rió y se aferró a su pecho con cuidado de
—Muñequi ta... Estás impresionante. no mancharle el
—¿Dónde está Dominic? t raje.
—Di scut iendo con dos ancianos sobre el capi tal i smo —Algo prestado... —le cogió la mano y le colocó una
—se rió—. Creo pul seri ta de oro
que está harto de todo esto, pero viene ahora. blanco—. Era de mi madre, luego me la devuelves —se
—¡De eso nada! —apost i l ló Lui s sal tando a los brazos de rió—, no es que no
su hermana—. te la quiera regalar, es que si no, no sería algo prestado.
No puede ver a la novia antes del momento —la —¡Dominic! —se emocionó de los nervios—. Es preciosa.
besuqueó por todos los Pero me fal ta
lados hasta que Cat inca lo apartó. algo viejo... Bueno, da igual —bajó la mi rada con t ri
—La vas a desmaqui l lar —di jo poniéndola más polvos steza y luego le
en la cara—. sonrió.
¡Fuera todos! —Queda media hora princesa, creo que es el momento
—Necesi to quedarme sola unos momentos —necesi de darte mi
taba ai re y había regalo de boda.
demasiada gente a su al rededor—. Por favor. —¿Sí?
Mi ró por la ventana mient ras todos sal ían. Carlo y Roberto La cogió por los hombros y la mi ró con cariño.
hablaban con
—Te lo daré, sí , pero quiero que ent iendas que cuando te dicho que si tú hubieras conocido a Lui s en cualquier
lo dé me i ré. ot ro si t io sin saber ...
—¿Cómo? ¿No vas a quedarte mient ras lo abro? que era tu hermano... ¡Santo cielo!
—No, cariño mío, es algo muy personal que debes di —Da igual , hi ja, he comet ido muchos errores y todos
sfrutar tu sola. T e perdimos los
esperaré para el gran momento que Antón a montado —se nervios. Hoy no es el momento de hablar , tendremos t
rió—, seguro... iempo... Si tú quieres
—¡Dominic, me estás asustando! —le cogió la mano.
—Seguro —cont inuó— que dejas de tener esa mi rada de t —Papá, te quiero mucho...
ri steza... Su padre sacó del bol so del pantalón un reloj ant
La besó en la frente y la acarició la cara. iguo y se lo puso en la
—¿Li sta, princesa? mano.
—Sí ... —empezaba a sent i r un l igero pánico. —Algo viejo, hi ja... Creo que era lo único que te fal taba...
Dominic se di rigió a la puerta y la abrió. Samara se ***
quedó pet ri ficada. Cuando sal ió de la habi tación en di rección a la ent
Su madre ent ró como un rayo y t ras el la su padre. rada t rasera que
Se aferró a el la y la comunicaba a t ravés de un pasi l lo con la carpa
mujer comenzó a l lorar desconsoladamente. principal sus t res
—Mi niña, mi pequeña niña —le besó la cara nerviosa compañeras de t rabajo sal taron como locas sobre el la.
por no est ropear Incluso el las estaban
su boni to maqui l laje—. T e queremos tanto, hi ja, te al l í .
echamos tanto de —¡Sami ! —gri tó una de el la—. ¡Madre mía, Sami !
menos, Samara... ¿Pero tú has vi sto lo
—Mama... —mi ró a su padre, se mantenía en un segundo que hay ahí fuera? ¡Me estoy enamorando!
plano sin saber —Sami , es estupendo, no sabíamos que tenías un
muy bien que hacer, pero claramente emocionado—. Papá... hermano tan
—Lo siento mucho, tesoro —susurró—. Siento mucho encantador , la verdad es que cuando vino a la
todo lo que ha empresa y nos dio las
sucedido, todo lo que ha pasado y todo lo que hice... invi taciones no sal íamos de nuest ro asombro.
—¡Oh cal la! —di jo su madre—. Han pasado t reinta y cuat —Qué cal ladi to te lo tenías —di jo ot ra.
ro años ya por —Chicas —el corazón la iba a estal lar y volvía a
el amor de Dios... tener esa l igera
Su padre se acercó a el la y la besó con ternura. sensación de que la casa daba vuel tas en torno a el la—,
—¿Cómo habéi s...? —estaba a punto de desmayarse, qué i lusión veros.
su madre tuvo que —¿Sami , pero quién es toda esta gente? —la más
agarrarla y la sentó en una de las butacas. rubia no dejaba de
—T u hermano y Dominic hablaron con tu padre, hi ja... Y o mi rar en todas di recciones—. ¡Es increíble! Esto es el
siempre le he paraí so. Mi ra aquel
moreno que está donde la puerta —golpeó a ot ra en susurros y comentarios, alguno podía escucharlo. «Es
un hombro— y aquel muy boni ta», decía
del fondo, el de la copa de cava... ¡Madre mía! una mujer , «qué elegante va», decía una voz mascul
Cat inca apareció colérica y nerviosa embut ida en un ina. Dominic estaba de
vest ido de raso espaldas a la mul t i tud, hablaba con Antón que estaba
plateado y con unos inmensos zapatos de tacón de a su lado casi
aguja a juego. T enía el enfrente de un cura decrépi to que sonreía apoyado en
pelo l leno de bri l lant i tos que destel laban y una al mesa cent ral y
gargant i l la que las hizo hacía gestos con la nariz mient ras se subía y bajaba
mi rar a todas. las gafas. A medida
—¡Samara! —musi tó—. Por el amor de Dios. ¡Que te que avanzaban hasta la fi la principal , la primera del
están esperando salón fue viendo a
ya! V amos... —t i ró de su brazo y la arrast ró a la todos, su madre a la izquierda con sus amigas, a la
puerta—. Chicas, pasad a derecha Carlo que la
sentaros con la madre de Samara. sonrió con cariño, Roberto, junto a Mateo y su hermano. Y
Un joven pasó por delante de el las y las sonrió sut i lmente, el ina, Xiamara y
todas sal ieron Meredi t , vest idas del mi smo modo que Cat inca, si
en t ropel y at ravesaron el pasi l lo desapareciendo ent tuadas en el lado
re la mul t i tud. Samara derecho, con sendos ramos de flores en las manos.
se aferró al brazo de Cat inca y se tambaleó ante la Darío sentado casi
puerta. Estaba tan frente a Cat inca, que de pie, le di rigía mi radas de
nerviosa que pensó que en cualquier momento tendrían compl icidad, quizá
que reanimarla. deseando que algún día, el la pasara por aquel lo,
Mi ró al final del pasi l lo, veía mucha gente sentada quien sabe. V arios niños
en butacas que habían aparecieron de la nada y formaron una pequeña
sido tapizadas en un blanco roto. Su padre apareció por uno algarabía. Uno de los
de los laterales hombres del final del salón sal tó como un rayo y los
de la casa y la cogió del brazo. arrast ró farful lando
—Bueno, chiqui t ina. ¿Li sta? algo mient ras se di sculpaba. ¡V aya! Niños en Quimera, era
—Li sta. increíble verlos
A vanzó por el pasi l lo sin apenas mi rar a los lados. tan normales y humanos. Su padre la aferraba con
La temblaban las fuerza, con la cabeza
piernas y apenas alcanzaba a ident i ficar a parte de al ta, no entendía quizá quien era toda esa gente sin
los invi tados. T odos la embargo estaban al l í
mi raban, eso sí , con una sonri sa y un gesto de aprobación, por el la y eso a fin de cuentas era lo importante.
como si en aquel Dominic la mi ró. Se dio la vuel ta y la observó. Al l í
momento pasara un examen colect ivo de todos los al l estaba él , el hombre
í presentes. Había
que una noche se había colado en su casa y la había manos a la cabeza. La banda paró de tocar y Carlo se
demost rado que las qui tó la chaqueta del
cosas en esta vida t ienen muchas perspect ivas. Que t raje.
el amor y el odio no —Va a cantar...
son tan di st intos, que las personas poseen una —¡No me fast idies! —sol tó una ri sotada y se encogió
naturaleza corrompida en lo de hombros—
moral y que se puede amar con tal intensidad que Dime que al menos canta bien—. Darío no sal ía de su
hasta duele el alma asombro.
cuando pasa. Al l í estaba él , la persona que más —Bueno, lo cierto es que sí , pensamos en mandarlo a
daño la había hecho y sin «operación
embargo la única que realmente la amaba hasta la t riunfo» pero pasaba de la edad...
locura. ¡Qué cómico! Y —No t iene gracia, Lui s —Roberto pestañeó mient ras se
era su esposa y sin embargo, no se había sent ido tan bebía un vaso de
bien y tan serena y vino.
segura de lo que hacía en toda su vida. La cogió la —Va a cantar —repi t ió Lui s asimi lándolo—. Lo va a hacer.
mano ent relazando los —¡V enga, tócame Radiohead, Creep! —le oyeron farful
dedos con los de el la y se la besó con cariño. lar dando un
—Ahora sí —susurró. t rago a su copa y poniendo cara de ci rcunstancia. Mi
Lo mi ró curiosa y emocionada sin entender muy bien lo que ró a Meredi t y levantó
decía. el dedo señalándola.
—Ahora ya puedo preguntarte si eres fel iz. Dominic abrió los ojos como platos y t i ró de Samara
58. TODO SIGUE hasta l legar a la
Por que el amor , Samara, t iene di st intas formas, por carpa. Era surreal i sta, se aflojó la corbata, carraspeó
que hasta la mayor un poco y se aferró al
de las venganzas t iene su pausa. micrófono como un demente. Uno de los ancianos más
*** próximos se apoyó
—Esa banda de rock de la carpa dos me está en el bastón y mi ró desconcertado a Carlo que
poniendo los dientes largos empezaba a canturrear la
—di jo Carlo mient ras besaba la mano de Meredi t—. let ra de la canción.
Zorri ta mía, te la —¡Qué dice el chico! —di jo el anciano frunciendo el ceño.
dedico. —Está en ingles, abuelo —Roberto se gi ró. No sabía dónde
Se levantó de la mesa, había un joven con el meterse.
micrófono cantando a gri to —¡Pero qué dice el chico! Traduce —repi t ió con enfado.
pelado en el escenario mient ras varias chicas sal taban —Eres como un ángel ... T u piel me vuelve loco... Tú
encantadas al son de flotas como una
la música. pluma... Eres tan maldi tamente especial ... Tan jodidamente
—¿Qué demonios va a hacer? —Darío mi ró a Lui s especial ...
que se l levaba las
—Romant ici smo. ¡Puag! —se gi ró carraspeando y se alejó que ni siquiera su fí sico era lo que envolvía a
torpemente. cualquier mujer , eran sus
—Canta muy bien —di jo Samara, pero decidió cal lar al formas, la manera lasciva de observar cada detal le, de
verlos a todos deci rte aún sentados
mi rarla con gesto de ci rcunstancia—. Y le pone sent en un ext remo opuesto de la habi tación que te estaban cont
imiento —se rió. rolando y que no
—T ienes demasiado sent ido del ridículo Roberto —Mateo escaparías de al l í , lo que realmente hacía del icioso a
se movió y le aquel los individuos.
besó en la mej i l la—. Lo hace bien. ¡Lo hace jodidamente T odo había cambiado ext rañamente, a medida que
bien! —sol tó una intentaba l legar a la
carcajada—. ¡Creep, Creep! —cantó—. ¡Quiero tener el parte delantera de la casa, para sentarse en la pi scina
cont rol ! —le y quedarse sola con
meneó con humor. sus pensamientos la gente la interceptaba y la
59. SOLOS abrazaba. Gente que no
Empiezas a entender muchas cosas… conocía, que jamás había vi sto, eso sí , aquel lo era lo
*** que había cambiado,
At ravesó los pasi l los de las carpas. El la siempre no la t rataban como creía. ¿Qué suponía ser la
había pensado que esposa de Dominic? Aún no
quizá una boda así sería impensable. Estaba cansada. lo sabía. Los hombres la besaban con del icadeza y
Sus amigas estaban respeto, alguno incluso
desquiciadas ent re tanto hombre, dudaba si al final había hecho más de una reverencia, incl inando la
de la noche cuando cabeza con cortesía
todos se fueran podrían soportar lo que vendría. Se rió, cuando pasó por delante. Llegó a la pi scina y se
la daba sentó en el borde, se
exactamente lo mi smo, ahora aquel la era su vida, si descalzó y met ió los pies en el agua fría. Empezaba
mañana regresaban a a oscurecer y al ai re
la oficina y contaran lo que podría suceder al l í nadie t ransportaba un olor a lavanda que la embriagaba. Llevaba
las creería, estaba un rato sin ver a
convencida de el lo. ¿Cómo lo expl icas? Imposible, y Dominic, lo absorbían de un modo ext remo, él no
eso sin contar con la decía nada, tan solo se
posibi l idad de una leve part icipación por parte de el encogía de hombros y ent re cerraba los ojos con gesto de
las. Las mi raba y las enfado. Sabía que
veía anonadadas por el lujo, por la bel leza de todos aquel lo no le gustaba, aunque en el fondo se sent ía fel iz
aquel los hombres que por Antón.
más que empresarios parecían demonios t raídos del —Si me lo pides nos vamos de aquí ahora mi smo —
infierno para tentar un se dio la vuel ta.
mundo excesivamente confiado. No eran sus facciones, Dominic descendía el pequeño camino con las manos
Samara tenía claro en los bol sos
mi rando el pai saje. nosot ros. Le di je que hoy sería el úl t imo día que pi saba
—Sería una buena idea. Quimera.
—T us amigas están bai lando en mi tad de la pi sta —¡Vaya! ¿Y eso?
como desequi l ibradas, —T iene muchos defectos, aunque te puedo deci r que
t ienen al rededor a cinco o sei s pel igros... me recuerda en
—Son mayorci tas, que hagan lo que quieran —se rió— temperamento a mí en muchas ocasiones, pero no
. Espero que no permi to la t raición,
se asusten mucho hoy. somos como una fami l ia, no tenemos nada más fuera
Se sentó a su lado y encendió un cigarro. de esta casa Samara.
—¿Todo bien? Si no nos apoyamos los unos a los ot ros. ¿Qué nos queda?
—Estoy cansada, pero todo ha sal ido de maravi l la. —Soledad —se apoyó en su hombro—. Estás raro.
Ha sido el mejor día —¿Por qué no te arrast ro por el jardín? —se rió—.
de mi vida. Gracias por el regalo que me has hecho, Samara, te di je hace
Dominic, no sabes lo t iempo que conocías lo peor de mí . El viaje, el t
que ha signi ficado para mí . Lo importante que era... rabajo, todo el fol lón que
—Lo sé —ni siquiera la mi raba, contemplaba el se armó con tu «escapadi ta» y todo lo que conl levó
campo más al lá de los organizar esto no me
l ími tes de la finca—. Me alegro. han permi t ido relajarme un minuto —hizo una pausa—.
—¿Y tú? Hasta hoy , cuando
—Y o no necesi taba todo este ci rco princesa, pero me te vi ent rar por ese pasi l lo. Nunca te había vi sto tan
ha alegrado juntar fel iz. Había olvidado
a tanta gente que es muy di fíci l reuni r durante años. cómo era tu cara sin un at i sbo de miedo o dolor.
Antón está fel iz, es Se incorporó y lo mi ró fi jamente.
viejo y nunca sabremos si volverá a vivi r algo así — —Siempre me segui rán molestando las mi smas cosas,
se rió y la mi ró—. reaccionaré del
Quién te iba a deci r hace dos años que acabaría todo así , mi smo modo y cast igaré de la mi sma manera porque
¿verdad? soy así , pero no solo
—Dios mío... —suspi ró. soy eso, Samara... Y por supuesto que siempre tendré
—La vida es demasiado corta para pararse a pensar si algo premedi tado
hacemos lo para t i , no hay nada que más me plazca que l levarte
correcto —suspi ró y dio una calada al cigarro. al l ími te —le pasó el
Lo mi ró con una leve mueva de i ronía. ¿Era ese, brazo por el hombro y la movió con humor —, pero nuest ra
Dominic? Frunció el vida no se va a
ceño y asint ió con la cabeza algo confundida. reduci r a eso. Creo que ha l legado el momento de
—Romina esta rara. ¿No te has dado cuenta? Apenas se que conozcas realmente
acercó al grupo. con quien te has casado.
—Romina t iene mucho que pensar sobre su forma de Samara le cogió la cara con ambas manos y lo mi ró con
actuar hacia dulzura.
—T ienes tanto miedo a most rarme tus debi l idades... y aún inmóvi l sin deci r nada y cuando lo vio gi rar el cerrojo
así ... no sabes frunció el ceño.
la necesidad de el lo que i rradias a veces... —¿Qué haces?
—Mi debi l idad siempre fui ste tú —le di jo qui tando —Cerrar la puerta —sonrió sut i lmente y luego avanzó
importancia a su hacia el la—, así
comentario. Se sent ía incomodo. nadie nos molestará.
Se levantó y t i ró de su mano. Samara se calzó y —Darío... La gente espera y...
avanzó con él por el —La gente sabe cuidarse sola. No te necesi tan para nada.
camino. Ot ra vez la pasó el brazo por los hombros y Se colocó frente a el la y le pasó las palmas de las
la presionó cont ra su manos por los
costado mient ras subían. hombros bajando del icadamente por los brazos hasta casi
—No te has l ibrado de las al ianzas... no lo olvides bel rozar sus manos.
leza... —se rió y la —Haz conmigo lo que quieras —le susurró—.
besó en la mej i l la. ¿Recuerdas lo que
—¡Dominic! —di jo supl icante. di j i ste?
—Y mañana nos i remos lejos. Cat inca tensó las facciones y se movió algo incómoda.
60. DIME QUE SÍ —Sí , lo recuerdo, Darío.
Cuando no estái s todo es más di f íci l , el amor con la Sint ió como desl izaba los t i rantes de su vest ido y
intensidad adecuada los dejaba caer
nos atormenta. del icadamente.
*** —¿Qué se supone que debo hacer cont igo, Su? —di jo
Se met ió en la casa algo más relajada. Subió a su habi suavemente.
tación y ent ró en el —No sé qué me pasó, realmente estaba... estaba exci
baño. Aquel vest idi to plateado la ahogaba, echaba de tada y esas cosas
menos su falda y su suelen deci rse cuando...
l igereza, no es que se viera horrible pero i r tan Pasó la mano por det rás y desl izó la cremal lera. Su
ajustada nunca le había espalda quedó al
agradado. Se mojó la nuca y arregló el maqui l laje. ¡V aya, ai re, sint ió como sus yemas la acariciaban con
todo había sal ido cuidado y abrían el vest ido,
bien! La gente estaba contenta, Samara parecía fel iz con la que empezó a caer.
part icipación de —Comprendo —repasó sus pechos, su cintura y las
sus padres y todo marchaba como realmente debía de finas bragui tas de
sal i r . Bien. Respi ró raso que tapaban su sexo. Rozó con las yemas el cent
profundamente y se peino, oyó la puerta de la habi tación ró de su monte y notó
cerrarse y dudó. la humedad bajo el las.
—¿Hola? —di jo desde el baño—. Ya voy... —Darío...
Sal ió del aseo. Darío estaba de pie delante de la —Dime, Su —acarició sus pezones y pel l izcó ambos
puerta. Se quedó con los dedos—.
Dime... Elevó la mano por det rás de su cabeza y la aferró el
Cat inca se quedó en si lencio. Iba a deci rle algo pero pelo at rayéndola
apenas recordaba el más a él .
qué. Colocó ambas manos en los ext remos de las —Dímelo —apost i l ló en su t ímpano—, y eso no volverá a
bragui tas y empezó a pasar...
bajarlas muy despacio. Se agachó y observó su monte Estaba empapada, sus dedos bai laban locos dent ro de
de venus, rasurado, el la y su mano la
finamente enmarcado ent re sus piernas. Lo besó y sujetaba con fuerza. Pasó las manos por su nuca y lo besó.
pasó la lengua por su —¿Y qué harás sí ...?
cl í tori s haciendo que Cat inca pegara un bote. Le dio la vuel ta poniéndola de espaldas. Sus bragui tas
—Supongo que debo de exci tarte... —la susurró cayeron hasta sus
pasando la lengua de tobi l los, intentó qui tarlas pero Darío la paró.
nuevo por él— para consegui r de t i una ent rega... tan ext —Déjalas ahí ... No sabes lo preciosa que estas así ... —
rema... susurró.
—Oh, Darío, por favor no sigas... no. No es eso... —Darío, por favor, para esto ya.
Enmarcada en sus sandal ias plateadas y con las — No puedo.
bragui tas a juego por Le mordió el hombro y apartó el pelo de su espalda.
debajo de las rodi l las parecía un ret rato de Lui s Separó con las
Royo, sint ió un leve manos su culo y rozó con el miembro su sexo. Cat
escalofrío por el cuerpo y ot ra vez su lengua pasó inca apenas podía
con maest ría desde el moverse, sent ía una humedad horrible, sus piernas
cent ro de su sexo al cl í tori s. Darío se incorporó, le temblaban y cada vez
cogió la cara con una que notaba el roce de su sexo en el la se exci taba más y
mano y t ras besarla clavó sus dedos dent ro de el la más.
lentamente. —¡Darío!
—Ahora, repí temelo... una vez más, Su... Empujó hasta clavársela y la agarró por los pechos.
—No... —¿Qué, Su?
Los movió dent ro y volvió a meter la lengua en su boca. —Para, por favor —no era una orden, era una súpl ica, el la
—V amos, Su... dímelo... dime que puedo hacer cont igo lo era incapaz de
que me plazca apartarse de él .
—había pegado la boca a su oreja, la sujetaba la cara —Voy a fol larte hasta l lenarte las ent rañas y cuando... —
y mient ras movía los empujó una vez
dedos del icadamente una y ot ra vez—. Vamos... más y respi ró con fuerza —cuando termine de hacerlo,
—Darío, esto no es justo... No puedes —jadeó—, no solo te lo
puedes hacerme preguntaré una vez más, Su.
esto. Darío se movió despacio dent ro de el la, la empujó
—Fui ste tú la que se met ió en mi cama, Su. hacia la ventana y
—Me sent ía sola.
Cat inca se aferró al marco de esta desesperada. de una vez. Se colocó sobre el la, su cara a dos
Notaba como su miembro palmos de la suya y la
resbalaba una y ot ra vez cont ra sus paredes, el sonrió. Cat inca notaba su sexo a punto de resbalar ,
sonido desquiciante de sus ese era su juego, ese
fluidos resbalando por el t ronco y el chasquido de su siempre había sido su diaból ica forma de hacer las
pelvi s cont ra el la. cosas. Su sonri sa
T i ró de su cabeza hacia at rás y la besó en la mej i l inocente, su pol la resbalando lentamente a t ravés de
la. Mordi squeó su lóbulo sus paredes y esa
y la gi ró la cara para meterle la lengua en la boca. El expresión de t riunfo que la decía.» Ahora dime que paré, si
la se dejó hacer , sus puedes»
bragui tas se tensaron cuando separó las piernas y —Darío... no puedo más —jadeó a punto de gri tar como una
arqueó la espalda loca.
levantando el culo. ¡Horrible! Era imposible zafarse de Él le levantó los brazos por encima de la cabeza, se
aquel hombre, de clavó con fuerza en
sus formas, de sus suaves movimientos y sus susurros el la y la besó en los labios.
pasionales que la —Dámelo, Su, gri ta para mí ...
perforaban el t ímpano cada vez que la decía algo. Sint ió —Darío —volvió a jadear, nerviosa.
un calambre por la —Eso es... vamos... quiero oí rte... —le pasó la lengua
espalda, se aferraba al marco como si le fuera la vida mient por los labios y
ras él no dejaba volvió a sonreí r mezquinamente— quiero verte...
de moverse dent ro de el la. Cat inca se est remeció como una loca, jadeó ansiosa y
—Vas a consegui r que me.... gri tó. Darío la
—¿Que te corras? —le di jo mi raba sin apenas pestañear , con su sut i l sonri sa y
—Sí ... una dulzura casi
Se apartó de golpe, t i ró de su brazo y la empujó terrorí fica mient ras el la gozaba.
sobre la cama. Se qui tó —Serás mía, ¿verdadn Su? —musi tó mient ras se corría
la ropa y cayó sobre el la mient ras la l iberaba de las loca y ansiosa.
bragui tas y le separaba —Sí ... sí ... Lo seré.
las piernas. Besó sus muslos, la parte interna de sus —Siempre, ¿verdad, Su?
piernas y volvió a —¡Sí !… ¡Pero no pares!
pasar la lengua por su sexo provocando en Cat inca un —Y serás obediente...
movimiento —¡Sí !
compul sivo que la hizo gemi r . Su lengua subió por su —Serás mi preciosa muñequi ta...
estómago, mordía su —Sí ... —se moría de placer—. Sí ... sí ... lo seré...
cadera, lamía sus pezones y los mordi squeaba mient Darío la mordió los labios y bombeó con más fuerza.
ras el la no dejaba de Comenzó a
jadear ansiosa, a punto de supl icarle que dejara de descargar en el la con tanta fuerza que apenas podía
atormentarla y la fol lara mantener el cont rol de
sus embest idas que la lanzaban hacia delante cont ra botel la y a Carlo t i rado en uno de los sofás al est i
el cabecero de la lo romano mient ras
cama. Meredi t le daba de comer unas frutas rojas que no
Se desplomó sobre el la, respi raba ansiosa ident i ficaba, Roberto
recuperándose del momento, con sus mujeres, su hermano el cual la di rigió una
las muñecas la dol ían de la presión de sus manos y mi rada de compl icidad
su peso la asfixiaba. mient ras la pequeña Sara, agotada, dormi taba junto a
Cat inca mi raba al techo con la boca l igeramente él . Mateo se
abierta y el pelo encont raba en mi tad de una conversación de cinco. T
desparramado por la colcha. ¿Y ahora qué? odo parecía segui r su
—Darío... —susurró—. ¿Y ahora qué? curso hasta que un hombre de unos cuarenta años, de
Se incorporó y la mi ró. T enía una expresión de miedo en pelo negro y rasgos
sus ojos. Como marcados subió al escenario y cogió el micrófono.
si lo que hubiera dicho no fuera lo acertado y temiera —Un poqui to de atención —di jo con un acento i tal
su reacción. Darío iano. Era muy al to y
frunció el ceño y la mi ró con t ri steza, la apartó el at lét ico y l levaba la cami sa l igeramente abierta—.
pelo de la cara y la besó ¡Un poqui to de
en la frente con ternura. atención! —di jo elevando el tono—. Bien, Romano —le
—Ahora ya no está sola, Su. hizo un gesto de
61. CAE LA NOCHE respeto—, mi s fel ici taciones a t i y a tu preciosa
No pier das nunca detal le de todos los que comienzas mujer , toda una bel leza...
a conocer , puede sí ... —un tono profundo y depravado sonó de
que algún día vuelvas a cruzarte con el los. repente—. Bueno, a lo que
*** voy , es raro sobre todo en esta época de cri si s,
Eran las once de la noche cuando los invi tados más poder juntarnos todos. Más
ancianos y los padres cuando nuest ros t rabajos nos impiden coincidi r en la
de Samara se despidieron de la gente y abandonaron la mayoría de los
fiesta. La carpa t res casos... como qui siéramos —gi ró la cabeza en di
repleta de sofás con las pantal las de plasma rección a la derecha y
desperdigadas por todo el mi ró a un grupo que estaba sentado con dos de las
perímet ro estaba l lena de gente. Cuando ent ró en el amigas de Samara en
la vio a sus amigas una zona de sofás alejada de todos —los Malbaseda
tomando una copa con un grupo de hombres. ¡Maldi ta nos hemos permi t ido
sea! ¿Es que no se la l ibertad de t raer ... un pequeño detal le de boda
cansaban? Se rió y meneó la cabeza negat ivamente. V para todos los invi tados.
io a Dominic al Para los que lo deseen claro... V eo que no hay niños, los
fondo peleándose con un camarero que no era capaz mayores ya se han
de descorchar una
ret i rado, una pena, y las fami l ias di rectas han crédi to a lo que veían. Uno de los que parecía
abandonado Quimera. Que pertenecer al grupo de los
empiece pues... ¡La fiesta! «Malbaseda», un hombre de pelo castaño engominado,
La carpa se abrió en un lateral y aparecieron varias ojos verdes
muchachas vest idas bri l lantes y rasgos marcados se abrió paso ent re los
con un pequeño tanga, los pechos descubiertos sofás y t i ró de una de
adornados con pedrería fina las bai larinas poniéndola a cuat ro patas sobre la mesa baja
y el rost ro y el cuerpo con pequeñas incrustaciones de cent ro.
bri l lantes pegados por —La van a armar —di jo Carlo con tono calmado— y
la piel a modo decorat ivo. T odas l levaban finas pul seri tas aquel las niñi tas
de tobi l lo muy al del fondo van a sufri r un infarto.
est i lo de Cat inca, la música étnica empezó a sonar y —¡Oh, Dios mío! —di jo Samara.
las muchachas, al —T ranqui la, señori ta de Romano —di jo Carlo con
menos veinte, danzaban exhibiendo sus encantos por humor mast icando
las mesas, ent re los una frambuesa—. Están clavadas a la si l la, bien
hombres, las mujeres y todo aquel que se cruzaba en rodeadas y en estado
su camino. Samara catatónico igual nos sorprenden —sol tó una ri si l la y
di rigió una mi rada taci turna a sus amigas, que abrió la boca para que
observaban la escena algo Meredi t le diera ot ra fruta.
descolocadas. Llevaban fi las de piedras bri l lantes El hombre de ojos verdes se dejó caer en el sofá,
pegadas en todo lo largo parecía un mafioso,
de sus piernas haciéndolas interminables e increíblemente l levaba la cami sa abierta los brazos se extendían por
exuberantes. Las el respaldo y
muchachas t repaban a las mesas de cent ro de los observaba serio a la muchacha bai lando apuntando di
sofás, se arrodi l laban con rectamente con el
elegancia y bai laban medio tumbándose en la mesa culo a él . La mujer l levaba unos diminutos aros en los
para luego gatear hasta pezones y se movían
alguno de los hombres que las mi raban. Alguno de los al compás de sus movimientos y al rededor de la
chicos más jóvenes aureola pequeños cri stales
derramaba alguna copa de cava en el cuerpo de una blancos incrustados formado un cí rculo. Al censar de
de las muchachas y moverse, le sol tó una
lamía juguetón el l íquido que escurría por encima de palmotada en el culo que retumbó en la sala y está riéndose
el la. Sara palmoteaba volvió a danzar
animada por el espectáculo, la niña di sfrutaba de los arqueando su espalda, contoneándose y moviéndose de
golpes vi suales más una forma casi
incluso que las amigas de Samara que ya pasados los diaból ica. Dos met ros más al fondo, ot ra de las bai
t reinta no daban larinas permanecía de
rodi l las en la mesa y por sus pechos caía cava mient —Ha dicho que «vamos, que empiece la subasta» —
ras un chico que no contestó Roberto
l levaba a los t reinta lamía sus pezones. Samara no riéndose.
podía qui tar la vi sta de —¿Subasta? —Samara dudo unos segundos antes de
sus amigas que cada vez abrían más los ojos y la ver a una de sus
buscaban ent re todos los amigas abriéndose paso en di rección a el la.
asi stentes. Se escondió ent re Dominic y Lui s, y di —Yo no tengo nada que ver en esto —musi tó Dominic
simuló como pudo su riendo.
presencia. Dos mujeres lamían con ansias la boca de —Ya me parecía a mí que estaban floj i tos los Malbaseda
ot ro asi stente que —Lui s observó
sentado en el sofá con las piernas abiertas se dejaba como las bai larinas iban subiendo en fi la al escenario,
toquetear por las se colocaban en
muchachas, el joven di rigió una mi rada obscena a hi lera y se sol taban sus fini tos tangas quedando totalmente
una de sus amigas y le desnudas.
guiñó un ojo con humor . La música no dejaba de —¡Samara!
sonar , las bai larinas eran —Ana...
cada vez más exuberantes y hermosas, danzaban como —Samara, ¿qué es esto? —gri tó su amiga—. Estoy
locas sobre los alucinando.
asi stentes, se contoneaban y jugaban con sus —Los amigos de mi ... marido... que... —no sabía
movimientos, ot ro palmetazo dónde meterse, en el
del hombre de ojos verdes brutal las hizo mi rar hacia fondo aún importándole poco le resul taba violento.
donde estaba. Parecía —Es alucinante —la meneó emocionada—. ¡Alucinante!
di sfrutar como un demente, sin embargo su expresión —¿Qué?
seria y t ranqui la no —Es increíble, si lo cuento no me creen. ¡Me encanta tu
variaba en su cara. Di jo algo en i tal iano y la joven boda!
sal tó de la mesa y se No tenía claro si lo decía por las veinte copas que debía de l
puso frente a él . legar encima
—Al la tua posi zione, ragazza —musi tó. o por que realmente le estaba encantado su boda.
—Signore, quel lo che ordini —contestó la preciosa bai Suspi ró l igeramente
larina poniéndose al iviada y la vio alejarse a galope en di rección a la mesa
de rodi l las ante él . con el resto.
T i ró de los aros de los pezones y sonrió con mal icia. —V es, tont i ta —musi tó Carlo—. Moraleja: soi s todas
Mi ró al frente y unas zorras en
levantó el brazo. potencia... —sonrió con pereza y se lanzó una frambuesa a
—Andiamo che incominci l ’asta! —levantó la voz y se di la boca.
rigió a todos. 62. YO SÍ TE CONOZCO
—¿Qué ha dicho? —Sara se había perdido. Todo vuelve…
***
Dominic observó a Romina descender por el camino. —¿Y mi esposa? —rió con humor.
Estaba claro que se —Preciosa.
iba sola, había vi sto a Alexi s parlotear con dos de las —Pues vamos a por el la. Son las doce. La hora bruja
amigas de Samara —le dio una
muy ent retenido. La siguió y cuando se di sponía a palmadi ta con humor en la espalda y subieron por el
subi r al coche sujetó la camino en di rección a
puerta asustándola. la carpa.
—Una se despide por educación al menos de la gente 63. PROMESA
ajena a todo esto Eres toda mi vida…
Romina —di jo. ***
Lo mi ró ofuscada y le di rigió una sonri sa fal sa. —Benzocaína —le susurró sonriéndola—. Es un
—No pinto nada aquí ya. analgésico que te
—Por qué así lo has querido —encendió un cigarro y la servi rá para aminorar el dolor , aunque nada t iene
observó. Romina que preocuparte,
era hermosa, sus rasgos se marcaban cuando estaba querida... Te dolerá poco... Espero...
enfadada realzando su Lo mi ró asustada, Roberto la observaba mient ras
bel leza—. ¿No se va cont igo Alexi s? doblaba las mangas de
—No, debo i rme por t rabajo, él se quedara unos días aquí su cami sa y buscaba algo en la habi tación. Oyó los
—le arrancó la pasos de Dominic al
puerta de la mano—. ¿Y a t i qué te importa realmente? ot ro lado de la puerta, abrió y ent ró sentándose en la mesa.
—Ese orgul lo... te consume. —Termina rápido, estoy nerviosa.
—El Dominic moral i sta... qué poco creíble eres, el Observó al rededor . Aquel la debía ser la única habi
Dominic t ranqui lo... tación del sótano que
—se rió—. A el la quizá la engañes... pero a mí no me la la quedaba por conocer y era sórdida, una cami l la,
das... una mesa de escri torio
—No sabes lo que dices, te pierde la boca para variar. de est ructura metál ica, una vi t rina de dos puertas de
—Papa y mama ¿en su boda? Qué l indo... Qué detal cri stal y una lámpara
le por tu parte, de pie con base de ruedas.
Romano... —volvió a reí r y subió al coche. —Vamos a qui tarte el vest idi to, así no ensuciaremos esta
—Adiós, Romina —apost i l ló t ranqui lo. hermosura.
Lo mi ró, arrancó el coche y se alejó por el camino La bajó la cremal lera del t raje y levantándola los
desapareciendo t ras el brazos la sacó el
ampl io portón metál ico que comenzaba a cerrarse de vest ido con cuidado. Una fina bragui ta-tanga de raso
nuevo. blanco era lo único
—Me encanta esa mujer —Roberto observaba la polvareda que l levaba debajo, se quedó mi rando sus pechos y suspi
det rás de él . ró.
—¿Cómo va la subasta? —Túmbate, primero te pondré el del pezón —le
—Tremenda... enseñó una bol i ta
diminuta plateada—. Es provi sional , no puedes ponerte de Dominic y cerró los ojos.
los de oro blanco —Princesa, por Dios —di jo él—, no seas exagerada —
hasta dent ro de t res meses mínimo. le apoyó la mano
—Mucho sabes —le espetó Dominic riendo. en la frente y la hizo mi rar hacia él—. Mí rame, Samara.
—Qué haga edi ficios no qui ta que tenga aficiones cont —Me muero...
rarias —le —Mí rame —repi t ió gi rando su cara hacia él y
palpaba el pecho como si fuera un médico y apretaba su colocando la mano en su
diminuto pezón—. mej i l la,se incl inó hacia el la y la besó en la frente—.
Soy un chico l i sto, Dominic... Tranqui la.
—No lo dudo, doctor Amor... Cogió su mej i l la y la sonrió. La sujetaba con
Lo mi ró con sorna y volvió a cent rar su atención en suavidad, sent ía como
Samara, temblaba temblaba bajo su mano, como lo mi raba nerviosa e
como una hoja, desnuda en mi tad de la habi tación, intentaba buscar a
tumbada en la cami l la Roberto que tarareaba una cancionci l la mient ras palpaba
con cara de ci rcunstancia. su pecho.
—Estoy muerta de miedo, Dominic —Me va a doler mucho —susurró a punto de l lorar.
—T ranqui la, tesoro —musi tó acercándose y pasando —Nada —le di jo—. No seas tonta.
la mano por su —¡Por Dios! —supl icó nerviosa.
frente—, será solo un segundo. Dominic la besó en el mi smo momento que Roberto
—T e expl ico —di jo Roberto—, primero te pondré el perforaba su pecho.
del pecho, luego el Su gemido fue ahogado y apenas se escuchó en la
de abajo —rió—. No va en el labio, no te asustes. V a habi tación. Se tensó con
encima del cl í tori s, fuerza y se aferró a los lados de la cami l la.
aquí —desl izó la bragui ta hacia abajo y apuntó justo —V es tont i ta —di jo Roberto—. Y a está... —cerró el
sobre el monte de pendiente y
V enus, a mi lésimas del comiendo de su cl í tori s. Es observó su obra de arte, había quedado perfecto y
mucho más higiénico apenas se veía la
que ponerlo dent ro, y elegante, claro —frunció el pequeña bol i ta diminuta clavada en el la con del
ceño—. No pongas esa icadeza—. No te muevas,
cara, Samara, que parece que estás de parto. voy a l impiarte con betadine.
—¡Oh, por Dios! —susurró—. Estoy hi stérica. —Dios mío y aún fal ta el ot ro —sol lozó sudando—.
—No te va a doler —repi t ió él—. Confía en mí . Dominic, por
Se colocó los guantes y roció con el analgésico el favor... No puedo, estoy muy nerviosa...
pezón izquierdo. —¿Cómo no te pones tu uno en la punta del ca...?
Samara creyó marearse cuando lo vio sacar de una bol Mi ró a Roberto y este meneó la cabeza sin acabar la frase.
si ta la aguja de —Vale, vale... Era una idea.
perforación. El calor le subió por la mej i l la, se aferró Se di rigió hacia la si l la del escri torio metál ico y
con fuerza al brazo sacó del bol so interior
de su chaqueta una pequeña petaca. intentando taparse, se veía ridícula en aquel la postura.
—A ver , morena, vas a darle un t rago a esto. T e Este frunció el ceño
sent i rás mejor y no y mi ró al techo.
parecerá que estamos de parto. —No me fast idies, Samara —se quejó—. ¿Ahora te sale el
Samara se había agarrado a la mano de Dominic y pudor?
apretaba con tanta —Es una postura que...
fuerza que le clavaba las uñas sin darse cuenta. —Separa las piernas —le di jo—. Vamos...
—T oma, pimpla un poco —di jo con sorna—, luego té Suspi ró y obedeció. Roberto buscaba algo en la vi t
qui to las bragas rina, cogió la si l la del
—rió con humor. escri torio y se sentó en medio.
—Me sangra un poco el pecho —se mi ró y observó —¡Qué vi sión! —le abrió más las piernas—. Boni to
una fina got i ta de coño... Rasurado,
sangre que emanaba del pezón. Roberto observaba pequeñi to...
sonriente la imagen—. —Roberto —Dominic lo mi raba de reojo con los ojos
¡Roberto! ent recerrados— .
—Y a... Es normal —pasó la gasa y la besó en el ¿Podemos describi rlo luego?
cent ro del pecho—. —Bien —di jo este—. Dale ot ro l ingotazo a la petaca
Lógico, nena... Te acabo de perforar. ¡Qué mujer! querida, mient ras
Samara cogió la petaca y dio un largo t rago a algo te pinto el coñi to.
que le provocó una Cogió un pequeño bol ígrafo y la marcó justo donde se
quemazón horrible en la garganta, tosió como una suponía que debía
desaforada y se incl inó i r el pendiente. Samara sint ió como sus dedos
de nuevo hacia at rás. Dominic se colocó en ent re sus palpaban su cl í tori s, como
piernas y t i ró de el la desl izaba con cuidado la yema enguantada por encima de
hasta dejarla el culo al borde de la cami l la. Samara él y se cercioraba
tenía la sensación de con exact i tud y perfección de su si tuación.
estar en el ginecólogo. Le subió el calor por las mej i l —No quiero mi rar —sol lozó tapándose los ojos—. No
las cuando empezó a quiero, no quiero.
desl izar sus bragui tas con cuidado y se las sacó. Dominic se rió y se incl inó hacia el la. Observó su
Sacó de los laterales unos pezón dolorido,
pequeños est ribos que ni se había fi jado que exi st ían al apenas parecía que se había hecho nada si no l lega
sentarse y le colocó a ser por la bol i ta
los pies en el los. Era horrible, tenía a Roberto con la metál ica que se veía.
mi rada clavada en su —Roberto...
sexo y lo cierto es que pensándolo era la primera vez —Dime.
que la veía en esa —¿Te pone hacer esto?
gui sa. Se puso nerviosa y al apartarse Dominic pegó Levantó la vi sta de su sexo y se rió, luego volvió a fi jar su
las rodi l las ent re sí atención ent re
sus piernas como si la estuviera haciendo un examen —V eamos si lo notas... —di jo con humor desl
médico y meneó la izándolos dent ro de su
cabeza. coño—. ¿Lo notas?
—Mi s niñas están perforadas —di jo—. Me encanta... —Claro...
—¿Por qué? —V oy a rozarte el cl í tori s, no te asustes, no tocaré
—Porque os duele... porque sufrí s... porque sangrái s... De la zona —Movió el
todo un poco... dedo y presionó suavemente—. ¿Bien?
—Eso...eso es... —se aferraba con fuerza a Dominic—. Eso —Sí ...
es sadi smo... La mi ró al l í tumbada, con aquel la expresión de
—Moderado. miedo, las piernas le
—Pero lo es.... temblaban e intentaba taparse de alguna manera, más
—Sí —mojó su sexo con la gasa impregnada en por el frío de su
anestésico y ladeó la destemple que por la vergüenza. Se acercó a el la
cabeza—. No te muevas, hará efecto en unos minutos. arreglándose la cami sa
—Dominic... —lo mi ró y puso cara de dolor. del t raje y la besó en los labios.
—Y a no queda nada —le di jo con dulzura poniendo la —Porque hoy es tu boda... Si no te fol laría en este
palma de la mano precioso momento...
en su frente—. Ahora vuelve a mi rarme, princesa. —besó su frente y sal ió de la habi tación—. Es algo
—No puedo... estoy muerta de miedo... pendiente, sin pri sas...
—Claro que puedes, no queda más que un minuto... Dominic se mantenía apoyado en la mesa con los
Notó un dolor agudo que la hizo gri tar . Fue tan solo brazos cruzados y un
unos segundos, los gesto i rónico.
suficientes para sent i rlos con tal intensidad que no —¿Estás mejor?
pudo contenerse y —Ahora no me duele... pero me da la sensación que
comenzó a l lorar. mañana será
—Ya está... Ya está.... —decía sujetándole la cara—. Para... horrible —di jo mi rándose.
quieta... Se acercó a el la y la ayudó a bajar las piernas de
—¡Dios mío, qué dolor! aquel los aparatos
—Shhh..... metál icos tan horribles, cogió una de sus piernas y la
—Perfecto —di jo Roberto—. Radiante... Qué preciosidad... besó. Su empeine, su
—Bebe, Samara —acercó la botel l i ta y levantó su tobi l lo, la rodi l la y la pantorri l la.
cabeza para que diera —Estás helada.
un t rago—. Eso es... Bebe... —la voz de Dominic era suave Observó su sexo decorado con aquel la fina bol i ta y
y t ranqui la. pasó suavemente los
Roberto se levantó y l impió con cuidado la zona. dedos por él . Samara t repó l igeramente por la cami l la un
Luego volvió a poco más arriba y
sentarse y le pasó los dedos por el sexo. observó a Dominic mient ras se delei taba con la
imagen de su sexo,
acariciaba suavemente la zona dolorida, luego t repaba Cogió sus manos y se las l levó a su miembro, estaba
con dest reza hacia duro, inmenso,
su pecho y rozaba su pezón hasta que la provocó una leve desl izó una de sus manos hacia at rás y acarició sus
punzada de dolor pelotas con suavidad.
y paró. Samara dejaba que la guiara, no era habi tual que
—Estarás preciosa cuando cambies estas bol i tas por Dominic se dejara tocar
los pendientes de de aquel modo.
oro blanco —di jo. —Luego perderán el norte la mayoría —cont inuó—. Las
—¿Por dent ro ponen tu nombre como el ani l lo? fiestas romanas
—Claro —contestó—. ¿Lo dudabas? Bueno mi serán mínimas comparado con la posibi l idad de l iada de
nombre... Son muy algunos —se rió y
pequeños, déjalo en iniciales y mínimas... volvió a lamer su boca mient ras la sujetaba la cara—.
Sonrió y lo besó en los labios, Dominic la sentó en la cami l No pares, Samara...
la y se colocó sigue haciendo lo que hacías...
ent re sus piernas. Acarició su miembro con una mano mient ras con la ot
—¿Dónde nos vamos mañana, Dominic? ra jugaba, estaba
—Al fin del mundo —le mordió el labio inferior bri l lante, hinchado y notaba las veni tas por toda su
cogiéndola por la nuca largura. Dominic se
y la met ió la lengua en la boca—. Es lo de menos... ya lo desabrochó la cami sa, su pecho emergió ent re la tela
sabrás... blanca, sus pantalones
—Y ahora... abiertos y aquel la imagen de él la exci taron
—Ahora voy a fol larte —lamió su boca y se apartó de rabiosamente. Su piel suave,
el la dándola la canela, Samara besó su estómago, su pecho, sint ió
espalda, cerró la puerta con l lave y se gi ró—. Por si como se movía
acaso —di jo bruscamente al mover la mano y desl izar la piel de
sol tándose el cinturón. su sexo hacia at rás. Se
La empujó sobre la cami l la y pasó la lengua por su qui tó la cami sa y la cogió repent inamente en el cuel
sexo, lo sent ía lat i r lo, se sentó sobre la
por el dolor , notaba el calor que emanaba de su piel cami l la y la colocó encima. La mi ró y comenzó a
, el miedo de el la clavarla en él despacio.
porque le hiciera daño, su forma de tensarse al sent i r El la colocó las piernas al rededor de su cintura y se aferró a
la lengua, mezcla de su pecho.
placer y miedo. —No te muevas... —le susurró en el oído— quédate
—Luego nos i remos a la fiesta, no sea que tus quieta... Espera...
amigas pierdan el norte y Notó como su pelvi s chocaba con sus muslos. Estaba
tengamos un problema. totalmente dent ro
—Es cierto. de el la y apenas se movía. Ol ía el perfume sut i l
que siempre le
acompañaba, sus brazos se tensaron al aferrarse a cu culo sus manos por su espalda, se desl izaron despacio
y t i ró hacía él . hasta su culo para abri rlo
—Si te mueves rozaras con la herida... Quieta, Samara... y clavarse en el la con brusquedad.
—Lo sé... —jadeó. —Voy a correrme, Dominic...
—Quieta... Apenas la oía, se movía cada vez más rápido dent ro
Aquel la forma de susurrarla la ponía a mi l . Sint ió de el la. La at raía
como se movía hacia él , la levantaba un y ot ra vez mient ras no dejaba de
suavemente y se clavaba más en el la. Jadeó ansiosa e basarla.
intentó moverse pero —Dominic...
al hacerlo notó una leve descarga de dolor y paró. —Shh....
Dominic pasó las manos —No lo soporto más, yo...
por debajo de sus nalgas y la levantó suavemente La levantó, la t i ró boca arriba en la cami l la y se
haciendo que cayera colocó sobre el la. Su
cont ra él y se volviera a clavar . Estaba casi de cucl i sexo bri l laba hambriento de el la, se clavó despacio y
l las sus manos la respi ró
movían de arriba abajo, veía como ent raba su sexo, profundamente mient ras la apartaba el pelo de la cara y
como desaparecía observaba su pecho
dent ro de el la para volver a emerger una vez y ot ra. perforado. Se empezó a balancear lentamente hasta
El la se aferraba a su que apoyó los brazos a
cuel lo, lamía su boca ansiosa y respi raba cada lado de su cabeza y se incl inó hacia el la. Sus
aceleradamente, sent ía la músculos se tensaron
del icadeza poco habi tual que sal ía de Dominic, como la cuando la besó y la embi st ió. Samara rodeó su culo
mordía y la besaba con las manos y
igual de acelerado o más que el la, notaba su exci empujó hacía sí . La mi ró fi jamente mient ras
tación, el calor de su empezaba a perderse de la
pecho pegado a el la mient ras sin apenas esfuerzo la subía real idad, sus mej i l las adqui rían ese tono rosáceo que
y bajaba sobre él . le anunciaban lo
Le dio una palmadi ta en el culo para que se moviera inevi table.
el la sola. Ahora podía —Dominic...
balancearse sin rozar su herida. —Ya lo sé —lamió su boca y se clavó en el la—. Ya lo sé...
—Vamos, nena, bai la... Más rápido... Gri tó como una descosida, se retorció bajo él y al
Ot ra palmada la hizo jadear , se moría de ganas de notar como la
correrse. El dolor inundaba creyó mori r de placer . Lo sint ió temblar
apenas era un leve destel lo ya de lo que había sido, quizá sobre el la, notó su peso
por la exci tación, sobre su delgado cuerpo y su respi ración ent recortada.
quizá por lo reciente aún. Se ancló a su cuel lo y le Suave y ext raño...
mordió la oreja. Sint ió Parecía ot ro hombre... o quizá dormía sin más.
64. LOS MALBASEDA
Las colmenas se unen… —¿No eres muy niña para estar aquí?
*** Sara frunció el ceño y arrugo su nariz respingona.
La fiesta comenzaba a subi r de tono por momentos. —No, tengo dieciocho años.
Era cómica la Los hombres de al rededor sol taron una carcajada y mi
si tuación. Carlo encima del escenario, como no, raron a Lui s.
aferrado al micrófono con —¡Una Donna! —di jo con humor—. Bel la... T oda una
la cami sa medio abierta y la corbata colgada sobre los mujerci ta... y
hombros. El grupo parece que con carácter ... —se levantó del sofá y se
de i tal ianos del lado norte era el más animado, el acercó a el la. Sara dio
hombre inmenso de ojos un paso at rás y frunció el ceño—. Tranqui la, ragazza...
verdes y rasgos árabes jugaba con una de las Force vergine?
muchachas de la subasta, que El hombre se gi ró hacia Lui s y este negó con la cabeza.
parecía haber «comprado» mient ras las amigas de Samara —¡No! —sonrió—. Mol to bene —la mi ró y le acarició la
no daban crédi to cara—. Eres
a lo que veían. Met ió los dedos en el sexo de la muchacha muy boni ta, Sara, y joven...
que estaba frente —Usted me da miedo —le di jo sin pudor.
a él , sobre la mesa de cent ro a cuat ro patas y los chupó. Ot ra carcajada retumbó en el pabel lón y varios de los
—Braví simo —di jo recl inándose en el sofá. asi stentes mi raron
Ot ro de los chicos más cercanos a él , que se encont hacia la zona de los i tal ianos.
raba al lado de Dante —Questa è una buona cosa piccola... —ol ió su pelo y
tomando una copa de cava tenía a una joven encima la mi ró—. Eso es
de las rodi l las y bueno... —se acucl i l ló frente a el la y al i só su vest ido de
comentaba algo con Dante mient ras anal izaba raso—. V e a jugar ,
minuciosamente el cul i to de ragazza, creo que voy a tener una conversación con tu
la joven. Signore...
—¡Bambina! —gri tó a Sara que pasaba a su lado—. V Sara abrió los ojos como platos y mi ró a Lui s que
en... eres muy dormi taba con una
joven. ¿Cuál es tu nombre? —su acento i tal iano era copa en la mano y un gesto de pasot i smo por el
marcado. cansancio.
Sara mi ró a Lui s que le hizo un gesto para que fuera y se —Andiamo... Vamos... Obedece, pequeña.
acercó. El hombre se dejó caer en el sofá con Lui s. Besó su
—Me l lamo Marco —la besó en la mano y le sonrió. frente y brindó con
—Yo, Sara. su copa.
El hombre tenía unos rasgos tan agresivos que daba —Alexi s —una de las amigas de Samara lo meneó en
miedo, aquel los la si l la—. ¿Qué
enormes ojos verdes más que parecer boni tos le conferían hacen?
un ai re aterrador —Negociar.
e int imidatorio.
Las ot ras mi raron hacia los dos hombres. Lui s se reía cant idad de cosi tas que saben hacer los i tal ianos
por algo que el cuando están cachondos,
i tal iano le decía al oído a modo cariñoso mient ras le te lo pensabas tú.
señalaba a dos —¡Por dios! —exclamó ot ra de las mujeres roja como
mujeres de la zona donde estaba sentado. la grana—. Soi s
—¿Negociar el qué? la leche. ¿Estái s de broma, no?
Carlo apareció de la nada y se dejó caer en una de —No... —Alexi s negó con la cabeza y la regaló la
las si l las del grupo de mejor de sus sonri sas
mujeres. Mi ró a Alexi s que intentaba evadi r la —. Ese es el problema. Que no lo está...
pregunta y sonrió a las —¿Cederla? —di jo ot ra de las chicas—. Eso es como
amigas de Samara. muy machi sta,
—Hola, niñas... Y o soy Carlo Armani —dio un t ragó a ¿no?
su copa y la mi ró Carlo mi ró al techo y suspi ró.
—. Si queréi s os lo expl ico yo... Tengo ganas de cohibi r —Y esto es machi tolandia —meneó la cabeza—. Son
inocentes... juegos... no os
—¿Cómo? asustéi s. Nadie está aquí obl igado. ¿Vei s a alguien sufri
—Atentas —Carlo señaló a Sara que estaba con r?
Meredi t , Y el ina y —Tiene pinta de ser muy agresivo —di jo la mujer más
Xiamara—. La niña, por la expresión de la cara de Lui cercana a Carlo.
s, será cedida al —Y eso es la host ia en la cama, nena...
i tal iano, que se la fol lará sin compasión a cambio de —Por favor —la mujer se rió y bajo la mi rada—. Es
su inmensa grat i tud y increíble, no os
dos de aquel las preciosas morenas l lenas de purpurina cortái s un pelo...
—sol tó una ri sotada —V en... que te digo un secret i to... —Carlo t i ró de la
y mi ró la expresión de las mujeres—. Debe ser jodido si l la de la joven y
lamer a esas t ías, se se pegó a su oreja—. Imagínate un t ipo de esos, poniéndote
te pone la lengua bri l lante... a cuat ro patas y
Alexi s carcajeó y mi ró el gesto de susto de las muchachas. clavándote la pol la hasta la ent rañas... mient ras te
—Mi amigo es poco del icado... dice al oído... «voy a
—¡Es una niña! —di jo una de el las. reventarte, nena»...
—Es mayor de edad, si no, no estaría aquí . Y su Señor ... —¡Carlo! —se había puesto como un tomate y mi raba
—Carlo frunció a sus amigas que
el ceño—. Su novio —carraspeó— t iene pinta de no pestañeaban—. ¡Estái s todos locos!
aburri rse, la regalará un —Oh sí ...
rato al i tal iano cachondo con pinta de sicario —se —Carlo —Alexi s meneó la cabeza y señaló hacia la
acercó a el la puerta—, Cat inca.
ruborizándola—. Anda, tontona... te mueres de envidia... —Si me di sculpan, preciosas...
Si supieras la
Se levantó y se di rigió a la puerta de la carpa. Cat —Sí ... Aunque no te lo creas todavía no estoy
inca ent raba algo agotada. Deben ser los
desubicada por la puerta. La cogió por la cintura y la hizo nervios.
gi rar mient ras la El i tal iano incl inó la cabeza y la puso una copa de cava en
abrazaba. la mano.
—Sonríe, gi tana... —Bel la, tu boda es perfecta —le susurró—. La gente
—Carlo —di jo con cariño—, Carlo... estoy agotada... lo está pasando
—Lo que estas es muerta de miedo mi gi tani ta loca... muy bien, hacía t iempo que no nos juntábamos.
—la besó en la —Me alegro.
frente y volvió a pegar sus labios a su mej i l la—. Bai —Soy Marco Malbaseda —la besó en la mano y se incl
la conmigo... —cogió inó—. Un placer ,
su cintura y la balanceó hacía at rás—. Fel icidades, mi gi Samara Romano...
tana... —El gusto es mío...
—Carlo —gimoteó y le sonrió. —Negociaba con tu hermano la posibi l idad de di sfrutar
—No olvides que te quiero —di jo y la rozó la nariz de la pequeña
con la suya—, bambina de nariz respingona.
pero... intentaré aprovecharme de mi posición con —¿Sara? —mi ró a la niña dos mesas más al fondo
respecto a Darío... mi que vigi laba a Lui s
amor... di simuladamente—. Está muy verde...
—Oh, Carlo... qué tonto eres... —No... No pretendía nada violento con la ragazza...
La balanceó incl inándola hacia at rás y luego la colocó solo jugar con el la.
derecha y la besó Tu hermano me ha puesto al tanto de sus ai res...
en los labios. dominantes...
—Sonríe, gi tana... Hoy también es tu día. T uvo la sensación de tener una conversación poco
*** habi tual , estaba
A medida que pasaba la noche todo parecía resplandecer segura que aquel hombre no la t rataba como una más
con más fuerza. de todas aquel las
Quedaban varios camareros que parecían de plena mujeres o al menos era la percepción que tenía en aquel
confianza. Samara fue momento. Frunció
varias veces interceptada por sus amigas, bastante el ceño y lo relacionó a la posibi l idad de que aquel día era
perjudicadas ya por el su boda.
alcohol . Encont ró a su hermano sentado con el i tal —¿Qué opina la señora de Romano? —abrió los ojos
iano de la finca inmensos y
Malbaseda y se desplomó a su lado aferrándose a él con pestañeando con humor.
fuerza. —Bueno... Es rebelde... Si part icipara una mujer más
—Sam... —di jo abrazándola—. Todo ha sal ido de maravi l sumi sa, Sara quizá
la. se sol tara más...
—¡Claudia! —gri tó, se gi ró y chasqueó los dedos a una de elegante. Sonreía mal iciosamente a medida que le
las bai larinas. seguía y de vez en
Una joven morena de larga melena lacia y ojos cuando mi raba con una sonri sa pícara al resto de las
rasgados—. Ot tenere mujeres que se
pronto per un incont ro. cruzaba. Malbaseda le di jo algo a Dominic, el cual ,
—Il mio Signore... —la mujer se levantó y se di rigió a el los. se levantó y volvieron
Se colocó de rodi l las y se quedó quieta al lado del donde estaba Lui s. Casi nadie se dio cuenta de su
hombre que volvió a sal ida de la carpa,
mi rar a Samara. Lui s sol tó una leve ri sa y meneó la estaban demasiados ent retenidos con los pequeños
cabeza negat ivamente. focos de espectáculos
—No puedo con vosot ros —di jo mi rando a Malbaseda. que se procuraban en di st intas zonas del recinto. Al l
—¿Y qué opina la señora de Romano de su hermano? —se legar al salón del
removió en el sótano se encont raron con Darío que tomaba una copa
sofá y encendió un cigarro mient ras pasaba la mano junto a Cat inca.
por la cabeza de la Marco Malbaseda se dejó caer en el sofá y repasó de
joven sumi sa—. Dime. arriba abajo a la
—Opino que está agotado y necesi ta un chute de energía. pequeña Sara que no se separaba de Samara y Lui s.
Lui s se rió y la abrazó con fuerza. Marco Malbaseda —T us amigas «vaini l la» no permi ten ciertos excesos
levantó la vi sta y al l í arriba, señora
respi ró resignado. de Romano...
—Me deja una semana, solo y abandonado y se va —Dudo mucho que se acuerden de la mi tad de la noche
con Dominic al con el ciego que
quinto coño... —di jo con pucheros. l levan —Darío, que apenas había hablado en toda la cena,
—Tonto, estás con Sara... dio un sorbo a su
—Cuando volvái s tendréi s que l lamar a una grúa para copa y sonrió.
sacarme de tu —¿T odo bien? —Dominic pasó la mano por la cara de
cama —le mordió la boca y afi rmó rotundamente—. Sí Cat inca, esta le
, sí . Así que di le a sonrió y asint ió con la cabeza—. Me alegro.
tu marido que sea compasivo y me deje di sfrutar de mi —V amos, ven aquí , pequeña Sara, suél tate de tu
hermana. Señor nadie va a
—Luego somos los Malbaseda los desequi l ibrados — comerte. Me gustaría ver lo que sabes hacer con mi
añadió el i tal iano pequeña bai larina.
—. Madonna... Hizo una señal a la muchacha y esta se si tuó en mi
65. EL ESTILO MALBASEDA tad del salón, Sara
El espectáculo está servido. pestañeó varias veces, la joven era muy boni ta y bri l
*** laba como una bola de
Se levantó del sofá y la muchacha gateó t ras él a un Navidad con aquel la purpurina y piedreci l las decorat
ri tmo lento pero ivas por todo el
cuerpo. Se puso a cuat ro patas y levantó la cabeza con Este la sonrió mezquinamente y se cruzó de brazos
elegancia. apoyándose en el canto
—¡No! —Sara se aferró a Lui s el cual rió y la acarició la de la mesa. Sara se acercó a la joven y la asestó un varazo
cara. en el culo que la
—No seas tonta —di jo, la sentó sobre la mesa—, hizo jadear y sonreí r . Lo mi ró y volvió a golpear a la
nadie va a hacerte chica. Con humor se
nada. gi ró hacia Malbaseda y le apuntó con la vara en la nariz.
Marco Malbaseda se levantó, se qui tó la chaqueta, se —Me gustaría más azotarte a t i —di jo provocando una
puso una copa en sonora carcajada
la pequeña barra anexa y volvió donde el la. Apoyó el del resto.
vaso sobre la El hombre abrió los ojos como platos y tensó la
encimera y las palmas de las manos a ambos lados de mandíbula, ent recerró
Sara y repasó su los ojos y se dejó caer de rodi l las en el suelo con
cuerpeci l lo diminuto. Samara y Cat inca hablaban ent re los brazos extendidos y
el las y mient ras con gesto de sorna.
Dominic se había apartado con Darío hasta la barra y —Vale, ragazza —le di jo—. Te veo val iente, hazlo.
charlaban. El i tal iano —A cambio de qué —di jo desconfiada—. No me creo
cogió la copa le dio un t rago y la sonrió diaból que sea así de
icamente. Aquel los simple.
inmensos ojos verdes bri l laron horriblemente en su cara. Se rió y la mi ró sin moverse, levantó la cabeza y la
—No querrás defraudar a tu Signore, ¿verdad, ragazza? incl inó hacia at rás
—se gi ró, mi ró cerrando los ojos y respi rando con fuerza como si ol
hacia el paragüero de pie det rás de la puerta y se di iera algo apet i toso y
rigió a él . Sacó una di sfrutara con el lo.
especie de vara de madera la gi ró con elegancia en —Luego me tocaría a mí .... —la mi ró di rectamente a la
una mano haciendo una cara y sonrió.
acrobacia y se golpeó el zapato con el la. —¡No!
—Andiamo... Cógela, niña —le di jo. Marco Malbaseda se qui tó la cami sa, tensó los
Sara estaba nerviosa, aquel hombre la daba un miedo músculos de la espalda y
inmenso. la volvió a mi rar con mal icia, luego se levantó y la
—¿Te da vergüenza? —le di jo con i ronía. arrancó de la mano la
—V enga, Sara... La muchacha está esperando tus vara.
caricias. Demuest ra tu —Voy a enseñarte cómo se hacen las cosas en Florencia,
energía —Dominic se apoyó en la barra y siguió bambina...
conversando con Darío. Dicho esto levantó a Claudia del suelo y la colgó del
Se levantó de la mesa y cogió la vara de la mano de techo. La joven
Marco Malbaseda. separó las piernas y mi ró al frente. Era preciosa,
apenas parecía temer al
hombre y sonreía a Sara. de un demonio se t ratara. La hablaba en bajo y la
—Ven aquí —le espetó. expl icaba despacio cada
La cogió del brazo y la colocó det rás de la mujer , le detal le.
puso la vara en la —Ahora... Una vez más... Cast igo.
mano y se colocó det rás de el la. Sara la golpeó en las piernas y Claudia gri tó suavemente.
—Si dudas al azotar a una mujer , notará tu temor y —Di scipl ina...
jamás te respetará... La azotó en la espalda, la muchacha se aferró a las
No t i tubees, sé di recta y sobre todo preci sa...Adelante... correas y levantó la
Andiamo. vi sta mi rando fi jamente a Lui s que estaba a punto de
Sara levantó el brazo y lo dejó caer con fuerza sobre sal tar como un miura
el culo de Claudia, al verla sonreí r.
el golpe fue tan sonoro que hasta el la se asustó al oí rla gri —Respeto...
tar. Esta vez la golpeó en la espalda con tanta fuerza que la
—Bene! Ot ra vez. marca rosácea de
Una vez más la golpeó en las nalgas con fuerza y la la piel se coloreó rápidamente dejando una estela que at
muchacha se ravesaba de lado su
zarandeó anclada al techo. Reforzó su posición cuerpo.
clavando los tacones en el —Bene! —le di jo, se acercó a Claudia y la ladeó la cara.
suelo y se puso recta. Marco Malbaseda la cogió la —Signore... —murmuró el la— mi sono ben.
mano y la hizo apoyar —Perfet to... bel l i ssima... en castel lano, Claudia.
la vara en el culo. —Estoy bien, Señor —repi t ió.
—Respeto... —di jo, luego elevó la vara hacia la La besó en la mej i l la y la apartó el pelo. Sacó del
espalda y cont inuó—: bol so del pantalón
di scipl ina... —desl izó su mano hacia las piernas—. unas pinzas unidad por una cadena metál ica ent re sí
Cast igo... T res puntos, y las colocó en cada
t res intensidades... Bambina, la piel de una mujer es uno de sus pezones. T i ró de la cadena con un dedo y la
más sensible que la de sonrió mient ras el la
un hombre. Debes cuidarla por encima del cast igo que ponía gesto de dolor . Malbaseda se pasó la lengua
la infrinjas, el la es por los labios mient ras
tuya, él es tuyo... es tua r esponsabi l idade. .. — lo hacía y mi ró de reojo a la joven Sara que
mezclaba palabras del observaba la cara de la sumi sa
i tal iano y su acento empezaba a resul tar meloso para con curiosidad y mal icia.
Sara. —¿Quieres probar?
Era cómico observar a la niña con aquel vest ido infant —Nos la estas acostumbrando mal —di jo Dominic desde la
i l sujetando la barra.
vara con aquel inmenso hombre det rás ayudándola y —Ven, Sara, con cuidado... No seas brusca...
susurrándola como si Sara se colocó delante de la chica y alargó el dedo hacia
la cadeni ta, t i ró
un poco y la muchacha sol lozó. Malbaseda se colocó junto a Lui s y se acurrucó en su regazo, sentada de lado
det rás de el la y sobre sus rodi l las.
acarició su espalda, rodeó por abajo los pechos de la joven y —¿Qué pasa, Sara, te pones cachonda?
se rió. —Un poco.
—Suave, Sara... Eres ansiosa e impul siva...Modera tus —Eso es bueno... —contestó, levantó su vest ido y le
ganas. Sé apartó la ropa
prudente... interior.
—¡Es divert ido! Las piernas de Sara apuntaban a Malbaseda que
—Exci tante, más bien... Si te divierte pequeña, rozarás estaba al lado de Lui s y
el sadi smo, si te se había incl inado por su copa.
exci ta... es más moderado... Vamos... ot ra vez, t i ra de el —Niña, estás pingando...
la... —Y a te lo di je —Malbaseda mi ró su sexo y se rió.
Sara t i ró de la cadena y Claudia emi t ió un gri to. Luego volvió a
Malbaseda pasó a su cent rar la vi sta en Claudia se incorporó la sol tó y
lado y se colocó det rás de el la. Mi ró a Lui s y desl esta le siguió hasta
izó las bragui tas a un quedar ent re sus rodi l las cuando volvió a sentarse.
lado hasta rozar su sexo. Sara se asustó pero al sent i r su Sara mi ró a Claudia y susurró a Lui s en el oído con
yema acariciar sus humor . Este abrió
labios suavemente se detuvo. los ojos como platos y sol tó una sonora carcajada.
—T e exci ta... Buena señal ... —acercó la boca a su —¿Qué dice, la niña?
oreja y la susurró —Oh, Sara... No puedo cont igo... —mi ró al rededor ,
nuevamente—. Ti ra de nuevo, hazla sufri r, vamos todos los demás
pequeña... estaban a su ai re, volvió a mi rar a Malbaseda y rió—. Dí
Estaba nerviosa y exci tada. Sent ía los dedos del selo, Sara, no seas
hombre jugando con su tonta.
cl í tori s y al t i rar ot ra vez de la cadeni ta y oí r su —No...
gri t i to se emocionó más —Vamos... —di jo meneándola—. No seas tonta.
aún. Malbaseda sacó los dedos y los chupó, se gi ró —Quiero que te la chupe.
hacia Lui s y emi t ió un Malbaseda abrió sus inmensos ojos verdes como dos
suspi ro. focos y ent reabrió
—Um... Lei sa Vergine... Sabe a vi rgen —repi t ió. la boca.
Lui s se rió y siguió observando a Sara que jugaba —¿Di sculpa?
mezquinamente con la Sara tomó ai re y lo mi ró nerviosa.
cadena de Claudia, t i raba con más fuerza y sonreía, —Que te la chupe, quiero verlo.
mient ras la mujer la Sol tó una ri sotada y se frotó la frente.
retaba con la mi rada de una forma sut i l y provocadora. —Mal di reccionada la frase. Lo correcto sería —bebió de la
Rápidamente volvió copa y mi ró
al frente meneando la cabeza—. Claudia, sé buena y lengua con cuidado. Malbaseda la mi raba con
cómele la pol la a tu curiosidad mient ras de vez
Señor . Pero quizá no te ent ienda —se incl inó hacia el en cuando movía la pelvi s hasta clavarle el miembro y
la y la cogió por la desaparecer por
nuca at rayéndole hacía él—. A ver , pel igro de niña... completo en su boca.
repí tele lo que te voy —Ah, los placeres... Qué haríamos... sin el los... —dio un t
a deci r... rago a su copa
—Sí ... y ent recerró los ojos.
—Claudia, cómesela al tuo Signore. Obbedi Sara no podía apartar la vi sta de aquel la mujer , la
sce...Andiamo... exci taba
Sara la mi ró y se lo di jo con humor. horriblemente ver como t ragaba como loca, lamía y jugaba
—Andiamo, andiamo —repi t ió provocando la ri sa de los con su sexo con
dos. dest reza, lo mi raba con obscenidad y sonreía mient ras
La muchacha sol tó los botones del pantalón del i tal mordi squeaba la
iano y l iberó su punta y lamía el t ronco de arriba abajo una y ot ra vez.
miembro que sal tó como un resorte hacia el la. Apoyó los —¿Quieres probar su lengua? —inqui rió Lui s—. V
labios en la punta amos, Sara... estás
y pasó la lengua con cuidado sobre el rosáceo capul lo. empapada...
—Andiamo —di jo Sara ansiosa—. Toda, toda. —Me da vergüenza...
—T ranqui la, Sara —Lui s la hizo apoyarse en su Malbaseda se rió y t i ró de sus bragui tas desl
pecho y la zarandeó—. izándolas hasta la rodi l la,
Calma... luego de ot ro t i rón se las sacó. Lui s la cogió por la
Malbaseda apoyó la mano en la frente de la mujer y la paró cara interna de los
en seco. muslos y la levantó las piernas. Sara, estaba sobre sus
—Un momento... Pequeña Domina...—di jo con humor—. rodi l las, con la
T e concedo tu espalda apoyada en su pecho y las piernas en al to y
deseo pero recuerda que luego has de concederme tu uno a se sint ió avergonzada
mí ... Bene? al notar que su sexo estaba totalmente expuesto hacia
—Bene, andiamo —apenas se entero estaba demasiada el ot ro hombre y su
ansiosa por verla sumi sa.
succionar aquel miembro tan exci tante para su vi sta. —Relájate, Sara...
Se rió y movió la La lengua de Claudia pasó por el cent ro de su coño y le
mano mient ras se aferraba a Lui s—. Vamos, Claudia —repi hizo dar un sal to.
t ió con mal icia. —T ranqui la —le susurró desl izando sus dedos por la
Claudia abrió con del icadeza la boca y se int rodujo su cara interna de sus
sexo hasta la muslos hasta casi rozar las ingles—. Abre más las piernas,
mi tad, succionó suavemente hasta l legar a la punta y Sara. Así ...
luego le pasó la —Es raro... —jadeó.
—Pero te gusta, ¿verdad? —sent ía cómo se retorcía di lataron, la imagen era increíble. Aquel inmenso
de placer , cómo la hombre de aspecto
vergüenza y el rubor le hacían intentar di simular lo terrorí fico y morboso la embi st ió brutalmente a pocos
inevi table—. Eso es, cent ímet ros de el la.
relájate... Claudia ahora sol taba los botones del pantalón de Lui
—Oh, Madonna —Malbaseda dio una palmotada en el s y l iberaba su
culo a Claudia—. miembro met iéndosela en la boca y chupando
Quien diga que esto no es una obra de arte miente desaforadamente. Sara se
como un loco... Bene... incorporó y observó sentada la imagen, era increíble,
Sigue, Claudia... Cómetela... entera... —agarró su no podía apenas
melena, t i ró de su pelo y cerrar la boca y notaba su flujo gotear ent re sus
se la l levó a su miembro, la hizo chuparlo y luego piernas de su exci tación.
volvió a l levarla al sexo Oyó a Lui s y se puso aún más exci tada.
de Sara que lat ía bri l lante bajo la luz de la lámpara—. —Joder... —musi tó él—. Suave… suave... Despacio,
Lame...Así ... Bene... zorra...
Sara estaba ida, sent ía las manos de Lui s abriéndola el —Signore... Perdón.
sexo, la lengua de Malbaseda t i ró de su pelo y la empujó con más
la mujer lamiendo y devorando su sexo, jamás había sent fuerza cont ra el sexo de
ido nada igual , los Lui s hasta pegar sus labios a la pelvi s de este.
ojos de Malbaseda clavados en el la, di sfrutando de la —Sara es una depravadi ta —musi tó Malbaseda—. ¿Se
imagen. dice así?
Repent inamente Sara volvió en sí y mi ró a Malbaseda. Depravadi ta... —jadeó y golpeó con fuerza a la chica—
—Fól latela... —jadeó. . No... No... —se
—Como manda la niña —se rió él—. Segundo deseo... apartó de el la y se subió los pantalones—. No aún...
¿Segura? Lui s levantó a Sara y Malbaseda pasando el brazo
—Sí ... Hazlo, por favor... quiero verlo... por su cintura la
—No sabes lo que estás haciendo, Sara —le susurró levantó en el ai re.
Lui s—. No pidas —Tú te vienes conmigo —musi tó—. Deja a tu Señor ,
tanto... di sfrutad de mi
—Quiero verlo —sol lozó nerviosa y exci tada—. No me bai larina.
importa... —¿Adónde?
—No vendas tu alma al diablo, Sara... —Al paí s de las maravi l las —rió y se la l levó en los
—No me importa —repi t ió mient ras Malbaseda se brazos.
levantaba y se Ent ró en la puerta de al lado y la t i ró sobre una cama
colocaba det rás de Claudia. metál ica que jamás
Clavó su verga en el la y Claudia jadeó ansiosa. Las había vi sto. El la nunca había estado en aquel las habi
pupi las de Sara se taciones tan ext rañas.
Mi ró el techo, las paredes y el suelo, hacía frío y era Pórtate mal y te l levaré a la carpa, lo haré delante de
tét rica aquel la sala. los cien individuos
Malbaseda la observaba en la penumbra, sus ojos bri l laban que están arriba, de tu hermano, de tu gente... T e t
bajo la luz de la rataré como una zorra
lampari l la suspendida y aquel verde profundo en el los más y te haré l lorar ... —met ió sus dedos dent ro de
le daba una el la—. T e haré tanto
expresión sobrecogedora. daño que mañana todo lo demás te parecerán juegos
—Andiamo, fuera ese vest ido…. ¡Ya! de mesa Sara... Pero
—¿Qué vas a hacer? estoy seguro... que serás buena niña, ¿verdad, Sara?
—Querida, agotar mi s dos deseos... —anunció, t i ró de su —Por favor...
brazo y la puso —¿Verdad, Sara?
de pie sobre la cama—. Date la vuel ta —desl izó la —Sí —sol lozó—. Está bien...
cremal lera y el vest ido —¿Quieres abri rme ese cul i to aquí y ahora o prefieres
empezó a caer—. Un cuerpo de niña... puro y perfecto... subi r arriba?
Sara empezó a sent i r miedo y vergüenza, el hombre —¡No! Aquí ... Aquí ...
la mi raba de arriba La hablaba en la oreja mient ras la masturbaba.
abajo mient ras el la se mantenía torpemente de pie —Y vas a pedi rme que no pare, ¿verdad, ragazza?
sobre la cama que —Sí ...
temblaba. Le dio la vuel ta y la hizo bajar . La apoyó —Que te encantará como te la meto por el culo, sé
la cabeza cont ra la que es la primera
pared y la puso las manos cont ra la pared con las palmas vez... Oh claro que sí ... ¿Lo di rás, verdad?
abiertas. Notó sus —No sé...
manos apretando su culo, sus piernas. Sus pezones se La golpeó en el culo con fuerza y la agarró del pelo.
erizaron y sint ió la —Sara, Sara... ¿Creías que los Malbaseda jugaban al
presión de sus dedos en el los. parchí s con sus
—Separa las piernas —le susurró—. Más... perras? —di jo eufórico—. Ponte de rodi l las y cómeme
—Quiero que venga Lui s —sol lozó. la pol la y cuando
—Ahora mi smo viene, t ranqui la. acabes, colócate cont ra la pared y más te vale no quejarte o
—¿Qué vas a hacer? te reventaré por
—Fol larte el culo, Sara... dent ro, bel l í sima bambina... Andiamo... A cuat ro.
Se gi ró nerviosa pero él pegó su frente cont ra la pared con Sara obedeció y cuando estaba lo suficientemente
dureza. lubricada, la incl inó
—No... Eso no... Me di ste la l ibertad de escoger lo de pie cont ra la cama, la hizo apoyar las manos en la
que quería. Si juegas base y la escupió en
al póquer es lo que t iene Sara... Pórtate bien, el culo. Se rió y observó la imagen. T i ró de el la y la
pónmelo fáci l y todo acabará apoyó cont ra la pared.
rápido —le volvió a pegar la cara a la pared y se Met ió un poco los dedos y Sara pegó un sal tó y se estampó
acercó a su oreja—. cont ra la pared.
—Por favor... por favor... me va a doler... lo sé... dent ro, serás una privi legiada... —le susurró besando su
—Claro... —apuntó con su sexo la ent rada de su culo mej i l la.
y la besó en la —Dios mío...
mej i l la. —Tranqui la, el dolor pasa, luego te mojaras como una
La presión de su verga empezó a doler , sent ía cómo perra en celo...
resbalaba T i ró de su pelo y la incl inó la cabeza hacia at rás, le
lentamente, cómo ent raba torpemente y la presión la temblaban las
empezó a quemar de piernas y el culo le ardía. Poco a poco su sexo dejó de
tal manera que se movió intentando por inercia l iberarse de presionar las paredes
él . y el dolor comenzó a remi t i r hasta el punto de
—Quieta —susurró—. Cuando salgas de aquí ... tendrás desaparecer por completo.
tanta rabia Lui s pareció darse cuenta. Hizo un gesto y Malbaseda
dent ro de t i que será el mejor momento para la l levó sin
enseñarme cómo se coge una descolgarla de él hasta la cama, la puso de lado y la
vara y se cast iga a una mujer ... Ese será mi levantó una de las
segundo deseo —la clavó más piernas hacia arriba.
adent ro y Sara gri tó. Malbaseda cerró los ojos delei —Ahora viene lo di fíci l ... —musi tó en su nuca.
tándose de su dolor y Lui s se clavó por delante de el la y gri tó de tal manera que
empujó más—. No separes las manos de la pared o te la tapó la boca
reviento, Sara... para que no se la oyera.
—Me duele... —Ei ... Ei ... calma... Espera. Ahora viene lo bueno…—di jo
—Y me encanta. el i tal iano.
—Por favor, me haces mucho daño —jadeó—. ¡Por favor! Estaba totalmente empalada por los dos. Sent ía ambos
—Y a no queda nada —empujó una vez más y su gri movimientos
tó le provocó una sincronizados moviéndose sin parar , el dolor , aquel
erección de mi l demonios—. Eso es...ya está... Joder horrible dolor
... qué cerrado lo desapareció y empezó a notar una sensación casi tan
t ienes... ext raña como
Apretó sus pechos con las manos y empezó a exci tante. Mi ró a Lui s, esté la besó mordiéndola el
bombearla golpeándola labio hasta hacerla
cont ra la pared. Sara sent ía un dolor horrible, jamás sangrar.
había experimentado —Ahora la cosa cambia, ¿eh, mi preciosa niña?
tal sensación de angust ia. Mi ró a la puerta, Lui s —Oh, Dios mío... Me gusta... —jadeó— me... gusta...
acababa de ent rar y la —Claro que le gusta —rió el hombre—. Parecía tonta.
observaba abrochándose aún los pantalones. —No paréi s.
—Cuando tengas el cul i to abierto vas a probar lo que —Cal la, Sara. —le di jo Lui s.
es tener dos pol las —Sí , no sea que me concedas ot ro deseo —contestó
Malbaseda.
*** Marco Malbaseda chasqueó los dedos y la joven bai
Subió a la carpa con gesto descompuesto y el pelo larina se subió sobre
alborotado. Det rás iba la mesa de cent ro y se puso de rodi l las. Colocó las manos
Marco Malbaseda con Lui s, la preciosa bai larina en la nuca y mi ró
caminaba det rás hacia abajo. Sara era todo un espectáculo, caminaba a
prudentemente separada de ambos hombres. paso l igero con la
—¡Sara! —Mateo se sorprendió de su expresión—. ¿Qué vara en la mano y aquel los ribetes en di rección a el
demonios te ha la. Levantó la vara y la
pasado? —mi ró a Lui s y tensó la mandíbula. asestó tal golpe que la muchacha se abalanzó hacia
Este se acercó a él y le cogió por el brazo. adelante y tuvo que
—Mateo... Confía en el grupo del mi smo modo que apoyar las manos en el canto de la mesa para luego
nosot ros lo hemos subi rlas ot ra vez a su
hecho cediéndote a nuest ras mujeres. nuca. El ruido del golpe hizo poner gesto de dolor a
—Es mi hermana. ¡Maldi ta sea! todas las mujeres, los
—¿Y la mía dónde está? —lo cogió por la nuca y pegó la hombres se echaron a reí r , alguno puso gesto de
boca a su oreja sorpresa y observo a la
—. No me jodas, Mateo... pequeña que volvía a levantar la vara y asestaba su
Meneó la cabeza y suspi ró. segundo golpe, esta vez
—Joder, Lui s, es muy di fíci l para mí no protegerla. en los muslos, donde más podía dolerla.
—No t ienes que protegerla de nadie, Mateo, yo la —Signore... per favor —sol lozó la joven.
cuido, todos la —Si lencio, Claudia —Malbaseda se adelantó varios
cuidamos, pero el la está aquí porque ha querido. Como el pasos—. Sigue,
resto... Sara.
—Lo sé. Ot ro golpe en el culo la volvió a lanzar hacia
—Entonces —prosiguió—, relájate. Lo ha pasado bien, solo adelante, Sara tenía las
se asustó un pupi las di latadas, era el cent ro de atención en aquel
poco. momento y nada la
Se gi ró hacia su hermana. Y el ina le peinaba la agradaba más. Sonrió a Lui s y volvió a lanzar ot ro de
melena y le colocaba el sus golpes. La
vest ido. muchacha l loraba desconsoladamente, se aferraba con
—Sara. las rodi l las
—Estoy bien, Mateo. aguantando el equi l ibrio mient ras uno de los
Malbaseda se acercó con un cigarro en la boca y la lanzó la Malbaseda se levantaba y le
vara. hacía una reverencia diciendo algo en i tal iano.
—Ragazza... —le di jo—, prueba ahora. Bene? Malbaseda se acercó a Lui s
Lo mi ró con dureza y se colocó la parte inferior del vest ido. y dio una calada a su cigarri l lo.
—Bene —contestó. —Tiene genio...
—Mucho —contestó Lui s.
—Te costará adiest rarla... —sol tó una carcajada y ent —La niña es terrorí fica —decía una joven cercana a Y el
recerró los ojos. ina con gesto de
—T engo todo el t iempo del mundo y esa esencia, no susto.
quiero que la —Lo mejor de todo —Carlo apareció por un lado de
pierda. Siempre si rve. Lui s y señaló a las
—Ven a Florencia alguna vez. Será estupendo teneros de amigas de Samara—. Es que ya no ven... No di
invi tados. ferencian un berberecho de
—Lo haré —contestó él riendo. un autobús —di jo—. Están como cubas.
—Hazlo pronto —le dio una palmada en la espalda y se fue —Mejor —musi tó él—. No quiero ni pensar que
hacia Sara. contarían en la oficina
—Calma —le cogió la vara, tenía a la pobre bai larina el lunes. Aunque las tendrías que aguantar tú.
sol lozando de —¡Samara! —una de sus amigas al galope pasó por
tanto varazo sobre la mesa—. Qué pel igro t ienes, Sara... delante de Dominic
Mateo la observaba algo desconcertado, su hermana y la cogió por los hombros zarandeándola—. Tía, cómo
estaba en medio de me gusta tú boda.
una especie de nido de t iburones y en aquel momento ¡Es la leche! —ent recerró los ojos—. T odos están buenos,
su nariz respingona algo rari tos pero
emergía con dignidad, se cogió los bordes del vest ido, t remendamente macizos...
ent recruzó la pierna —Oh, Ana... me alegro que...
por det rás de la ot ra y se incl inó a modo de saludo —¡Y ricos! —gri tó. Mi ró a Carlo que la observaba con
teat ral . V arios de los humor y luego a
hombres más próximos a el la se rieron y aplaudieron, Dominic—. Cuida de Sami —di jo, resopló y se acercó
era todo un a Dominic
espectáculo. La niña corrió contenta hacia Lui s y sal tó a apoyando las manos en su pecho.
sus brazos. —Veras —farful ló Carlo—. Veras qué l iada.
—¿Has vi sto? —di jo nerviosa—. ¿Has vi sto cómo la —Tú... cuida de Sami o te las verás con sus amigas...
azoté? —cerró el macizo... qué rico
puño con humor y frunció el ceño. estás... —gruñó y lo repasó.
—Eres de lo que no hay , Sara —le di jo—. Sé Ot ra de las amigas menos perjudicada que el la t i ró
prudente, Malbaseda sabe de su brazo,
lo que hace y por qué lo da... Nada es grat i s, Sara. di sculpándose.
La niña apenas lo escuchó, estaba emocionada mient —No pasa nada, t ranqui la —Dominic la sentó en una si l la
ras varios de los y se agachó.
Malbaseda levantaban la copa en di rección a el la y la —Vas bebidi ta... igual dormías en la finca por si ...
sonreían. —¡No! —gri taron a coro Lui s, Samara y Mateo.
—¡Braví simo! —decía uno de los hombres más próximos a Dominic frunció el ceño y se rascó la barbi l la. Carlo
Marco. sol tó una
est repi tosa carcajada y zarandeó la mano.
—V enga, va, que las l leven al hotel los de de las Sui te pero los demás que se di st ribuía por el
seguridad. No sea que algún resto de hoteles de la
hombre del saco Malbaseda se cuele en su coche. zona ya desayunaban en las terrazas del Palas mient ras
—Mejor —Samara respi ró hondo y se desplomó en la los más mayores se
si l la. Mi ró agrupaban en torno a la mesa de conferencias de una
al rededor , sus amigas volvían a mezclarse con la de las salas de la
gente y parecían no planta baja. Un hombre del hotel le sonrió afablemente
cansar y el la estaba ya agotada—. Madre mía, qué energía. mient ras avanzaba
—Será que nunca salen y lo pi l laron con ganas —Lui s se hacia la puerta. V io a Argas en uno de los ext remos
rió. sentado junto al mayor
—Será que todavía no saben que son como un grupi to de los Malbaseda y cuat ro hombres más. Antón ya
de hormigui tas estaba al l í , permanecía
rodeadas de osos hormigueros, suerte que son algo ido mient ras el resto hablaba poniéndose al día de
intocables. Y a estarían de sus negocios.
rodi l las comiendo pol las —Carlo la mi ró de soslayo y se —Pasa, Dominic, hi jo —di jo un anciano de cabel lo
alejó por la carpa. cano y cejas
66. POR TI pobladas encorvado—. Aprovechamos tu boda para
T e di je que mi vida gi raba en torno t i . Cuando te reuni rnos, Antón te
odiaba, cuando solo te di ría la razón de esta pequeña asamblea.
amé. Siempre… Se rió suavemente y se sentó junto a Antón. Ot ros
*** cuat ro hombres de
Había sal ido todo como realmente había esperado. Se edad avanzada ent raron a paso l igero y tomaron sus
levantó muy asientos.
temprano, Samara dormía profundamente y aún tenían —Bien, al grano —di jo ot ro—. Muchos deben tomar
que tomar el vuelo vuelos de regreso
que les l levaría lejos de al l í . Mi ró la hora, apenas las ocho —apoyó sus manos huesudas en la encimera de
y todos dormían madera y frunció el ceño
en Quimera. No era el mejor momento para dejar sola —. Muchacho, sabemos que tu esposa ha fi rmado los
a Cat inca, tenía papeles que toda
muchas cosas que hablar con el la y con Darío pero lo mujer que se casa con un heredero debe fi rmar .
necesi taba tanto... Se Perfecto. ¿No ha puesto
duchó y vi st ió y cogió el coche en di rección al Hotel impedimentos?
Palas Confort . Al Dominic se balanceó en la si l la y sonrió.
l legar al aparcamiento ya había más de un miembro —En absoluto —di jo.
de los más ancianos —Bien —cont inuó ahora el anciano Malbaseda—. La
aparcando sus flamantes coches. Los Malbaseda habían reunión es más
fletado las plantas informat iva que ot ra cosa, una de las empresas Malbaseda
se fusionará con
ot ra de Quimera, Antón ha aceptado pero lógicamente sombra de nadie. Y si así fuera, sería única y
quien l levará y exclusivamente deci sión mía.
gest ionará dicha unión serás tú y no Cat inca. ¿También Todos susurraron algo y Jeremías encolerizó.
estás al tanto? —No sabes lo que dices, Romano, una mujer no va a
Dominic ent relazó los dedos de las manos y apoyó la modi ficar las
barbi l la en el las, reglas que durante siglos esta...
frunció el ceño y meneó la cabeza afi rmat ivamente. —En mi casa las reglas las pongo yo —se recl inó
—Entonces perfecto, antes de i rnos fi rmaremos todo lo hacia delante y mi ró
concerniente a con frialdad a Jeremías—. Repi to que mi esposa no
ese tema. va a perder nada si
—Recuerda mandar por fax los papeles que fi rmó la decide i rse. Mi s hi jas no quedaran relegadas a ser un
muchacha —un objeto que ri farse
anciano se apoyó en el bastón y meneó la cabeza con pri ent re los Malbaseda y...
sa. Más murmul los y varios comentarios de enfado
—No creo que sea posible, Jeremías —musi tó de repente. emergieron ent re los
—¿Di sculpa? ancianos.
Antón cerró los ojos y negó con la cabeza al escuchar aquel —Y mi hermana Cat inca heredará íntegramente lo que
lo. a mí me
—Que no creo que sea posible —repi t ió buscando corresponda.
algo en su bol so—. —T u negocio perderá sus cl ientes potenciales si
No voy a pasar ningún papel a nadie. haces eso Romano —
—Dominic-Argas lo mi ró fi jamente—. Esto es una gran ot ro de los ancianos se levantó y lanzó el bastón
fami l ia, sobre la mesa—. Seré el
nuest ras empresas son la madre nut ricia de las vuest primero en cancelar los cont ratos de Roberto con la const
ras, todos nos rucción de...
ayudamos siempre y cuando cumplamos los requi si tos —No puedes —negó Dominic riendo.
y cuando un —¿Ah, no? —rió con una mueca grotesca—. ¿Lo dices tú?
heredero se... —Sí , porque soy abogado, el mejor —lo mi ró y le
—No me repi tas la oratoria, Argas. La sé. sonrió—, y si
—Dominic... —Antón empezaba a ponerse nervioso. incumples dichos cont ratos i ría a por t i ... Lo gracioso
—No. Tú empresa... de todo esto es que
—Mi empresa —cont inuó él— se al imenta un cuarenta sabes que soy el mejor , no porque tu fami l ia haya
por ciento de pagado mi s servicios
vuest ros contactos, no he querido jamás depender de no... Si algo hice desde niño es no depender de la
una organización al gracia de mi l lonarios
completo —sacó los papeles y los rompió—. Mi mujer como tú.
no va vivi r a la —¡Esto es inaudi to, Romano!
Dominic se levantó y lanzó los papeles sobre la mesa.
—Creo —ot ro anciano que no se había pronunciado de su número.
acento francés se —¿Sí? —la voz de Samara le devolvió a la real idad.
levantó— que estamos sacando las cosas de quicio —¿Li sta para i rte?
cabal leros. Nunca —Sí —contestó—. ¿Dónde estás?
hemos necesi tado cont rolar las fami l ias, este caso fue —A unos minutos de la finca. Un tema de t rabajo,
por lo que fue — princesa. Despídete
mi ró a Dominic—. Muchacho, ¿sabes a lo que te expones? de tu hermano, si no le tendré que aguantar dos meses
—Me da igual , Castal la —contestó dando una palmada quejándose.
a Antón, que Samara se rió con t imidez, parecía cansada aún por la
estaba paral izado en su si l la—. Me da igual ... Mi noche anterior.
imperio no depende de —Está bien, así lo haré. ¿Dónde vamos?
vosot ros, sí , os debo mucho, pero no voy a ser una —Y a te lo di je, al fin del mundo —se quedó en si
marioneta de cuat ro lencio y arrancó el
ancianos que temen el poder de una mujer. Quimera no coche—. V oy para al lá, estate l i sta, nos queda poco
necesi ta eso. t iempo para coger el
—No me lo puedo creer —Argas sol tó una carcajada. vuelo.
—Es mi úl t ima palabra —caminó hacia la puerta y la abrió. 67. TERROR
—¡Romano! —Jeremías le señalaba con el dedo Y exi st i rá el miedo, exi st i rán las dudas, per o nadie
amenazadoramente—. os dará lo que
¡No toleraré esto, hundi ré vuest ras empresas! nosot ros os podemos dar.
Se gi ró y lo mi ró. ***
—Pues entonces nos veremos en los t ribunales, viejo Despertó temprano y lo oyó en el baño. Durante unos
amigo. segundos sint ió
Se alejó por el pasi l lo. Argas no dejaba de reí r como dolor en el estómago recordando lo que di jo la noche
un loco. Antón anterior . El la jamás
estaba pál ido y Jeremías tenía un l igero temblor en el se había imaginado que ocurri ría todo aquel lo. Darío había
párpado mient ras i rrumpido en su
todos cuchicheaban ent re sí . vida una vez más, a su est i lo y a su modo, volvía a
—V amos, Jeremías —di jo Argas—. ¿No lo esperabas? poner patas arriba sus
—rió ot ra vez—. planes y sus proyectos. ¿Y ahora qué? Era tan senci l
Es Romano. ¿Qué pretendías? lo como no tener ni
—Acabaré con él ... idea de lo que podría pasar , el la tan solo era la niña
Sal ió al aparcamiento y se puso las gafas de sol . La bri sa consent ida de un clan,
soplaba y el sol siempre a su ai re, di sfrutando de los momentos
aquel la mañana amenazaba con ser colérico. Mi ró el reloj , cuando a el la le apetecía y
las diez. La hora de pronto pasaba a formar parte de aquel la rueda
perfecta para volver a casa coger las cosas e i rse. Mi desequi l ibrante que todos
ró el teléfono y marcó
tenían en torno a su vida. Era parte de Darío, parte de «Domina mi alma, domina mi voluntad, da igual de
una si tuación que qué forma, solo
jamás le había tocado vivi r y no sabía si quiera por debes ser intel igente para averiguar, que me hace est
dónde empezar . Se remecer a tus deseos.»
incorporó y mi ró a t ravés de la ventana. ¿Cómo era ***
capaz de t ransformar Se levantó de la cama y se apuró al arreglarse un
su rebeldía de tal manera? T odos los que la conocían poco. T enía el pelo
sabían que el la era revuel to, estaba más pál ida de lo habi tual y eso la di
una mujer de carácter , acostumbrada a tener todo lo sgusto. Darío no tardo
que deseara y a vivi r en sal i r del aseo con la toal la enroscada a su cintura y el
bajo la protección de Quimera. Ahora todo era di pelo empapado.
ferente, cuando la tocaba, —Buenos días, pequeña Su —la besó en la frente y se di
cuando la mi raba con aquel los ojos bri l lantes y ent rigió al armario.
recerrados le provocaba —Buenos días —di jo t ímidamente.
la t ímida sensación de ser pequeña, sus suaves —¿Has dormido bien?
palabras, sus sut i les formas —Sí ... Gracias.
y la dest reza de consegui r en el la una respuesta Lo observó revolver en los cajones. Su espalda aún
inmediata sin necesidad de estaba empapada por
atemorizarla. Darío era así , había cambiado mucho desde la las gotas de agua y al moverse bri l laban bajo la luz
úl t ima vez que que ent raba por la
lo vio sin embargo, aún más maduro, mantenía aquel la ventana. Cat inca permanecía inmóvi l frente a la cama,
esencia y aquel la se dio la vuel ta y
calma que solo invi taba a deci r: «Me da igual lo que frunció el ceño.
me pidas, no me —Pareces una aparición. Cat i ... ¿Dónde estás?
mi res así , susurra con esa suavidad y esa dulzura lo —Perdona, me duele un poco la cabeza y...
que quieras, deseo Sonrió y se acercó a el la. Llevaba en la mano una
complacer cada palabra que salga de tu boca» ¡Ah, cami sa y la dejó sobre
qué estúpida era! la cama. La cogió de la mano y se sentó con el la
¿Acaso no se daba cuenta de que tan sólo era ot ra forma sobre la colcha a su lado,
de l legar al mi smo apartó sus cabel los de la cara y volvió a sonreí rle.
si t io que el resto? Claro que sí . Aun así , era —Borra de tu cabeza por un momento Quimera, Su...
imposible resi st i rse a aquel la —No comprendo qué quieres deci r con eso.
ternura, aquel la mi rada inocente de niño bueno que —Olvídate de todos, olvida lo que has vi sto o vivido
con tan solo una aquí —besó su
sonri sa y esa t imidez que parecía tener lograba mano y apoyó su mej i l la en el la—. Su... ¿Por qué te
envolverla en un torbel l ino cohíbes conmigo hoy?
de sensaciones que pocos hombres habían conseguido con Cat inca meneó la cabeza y mi ró al suelo, ni siquiera
el la. podía mantener la
mi rada en sus ojos durante unos segundos. sol ías bai lar conmigo cuando eras niña. Es lo mi smo
—Me siento ext raña, avergonzada, no sé qué quieres ¡Sí ! —se levantó y la
ahora de mí , no me dejó sobre la cama. Se di rigió al armario y rebuscó
veo como las demás, no... sus pantalones, su ropa
—Qué tontería, Su —t i ró de el la y la sentó en su y se la puso rápidamente—. Imagínatelo —sus ojos bri l
regazo—. Y o no soy laban, estaba
Dominic, ni siquiera Carlo —di jo, meneó negat perdida y Darío parecía eufórico—. ¿Recuerdas?
ivamente la cabeza y dejó —Darío, me pierdo cont igo, no ent iendo qué quieres deci
escapar un suspi ro—. Su... Mi preciosa Su... Podría rme.
expl icarte muchas Darío se apretó el cinturón y est i ró la mano hacia el
cosas y quizá comprenderías… sin embargo, no merece la la invi tándola a
pena... levantarse.
Aquel la dulzura acompasada, aquel la melodía en sus —Señori ta... —musi tó con elegancia haciendo una
palabras reverencia—.
empezaron a envolverla nuevamente. ¿Quiere bai lar conmigo?
—No merecería la pena. ¿Por qué? —musi tó el la. Cat inca se rió y negó con la cabeza.
—Porque no hay nada más claro que verlo o vivi rlo. —¡V amos, Su! —di jo con humor—. T e ofrezco bai lar
Hay una cosa en conmigo…
esta casa común a todos, no hace fal ta ser muy intui t ¿Aceptas?
ivo para verlo, soi s el —Darío —rió—. ¿Qué t iene esto que ver con lo que
freno a nuest ros impul sos, la esencia que nos estamos hablando?
completa como personas y —Todo.
nos hace ser mejores. Su... No quiero que nadie me El la est i ró la mano y t i ró de su brazo. Cat inca se
idolat re, he sido una levantó y chocó con él .
persona horrible durante todos los años que he pasado Le rodeó la cintura y tomó la palma de su mano haciéndola
fuera de aquí . He gi rar.
hecho daño, he di sfrutado con el lo y sin embargo — —Vas a bai lar conmigo. ¿No es así?
hizo una pausa y —Sí ...
cont inuó—. Sin embargo ent ré por la puerta de —Soy el hombre, yo l levo el ri tmo, pero ¿quién ha
Quimera, te vi y sent í algo aceptado?
que hacía años que no había sent ido, una calma inmensa. —Yo...
—¿Pero ahora qué va a pasar? ¿Soy tu sumi sa? —¿Y si te cansas? Pararías, te sentarías y quizá
¿Qué soy? Me siento mañana bai laras
ridícula. nuevamente. ¿No es así?
Darío se rió y la apretó con fuerza cont ra él . —Sí , pero...
—¡Ah, qué tonta eres! Su, esto es como una de esas —Es lo mi smo, pequeña Su, vas a bai lar conmigo —
piezas de bai le que le dio una vuel ta y
la hizo gi rar—. Tú decides cuando parar , hay piezas —¡Dominic! Qué pri sas...
lentas, hay piezas más —Quiero i rme de aquí ya.
rápidas... —besó sus labios y sonrió—. Pero solo tú Se sentaron en sus respect ivos asientos y la azafata
decides cuándo no tardó en servi les
termina la canción... unas bebidas frías. Dominic cogió su mano y la besó con
68. TE PERDONO fuerza.
Porque ahora y solo ahora te perdono. —¿Seremos fel ices? —Samara apoyó la cabeza en su
*** brazo y sonrió.
—Bal i —musi tó pestañeando mient ras señalaba la ent —No te quepa la menor duda.
rada al avión—. El ***
paraí so esmeralda… así medi taras —Dominic se rió y la Estaba apoyado en la barandi l la de madera de la terraza.
meneó—. V uelve, Desde ahí podía
Samara, te has quedado ida. ver las ampl ias pi scinas, los bananeros, los árboles de
—¿Bal i? —preguntó sorprendida—. Madre mía, Dominic, teca, en un lugar
nos vamos al como ése la vegetación es inmensa. Sí , con un poco
ot ro ext remo del mundo. de suerte podría
—Esa era la idea... l levarla mañana mi smo al jardín botánico de Bogor . Le
—¿Por qué Bal i? había hablado muy
—Me gusta su cul tura, su calma, sus selvas, sus pai bien de ese lugar algún que ot ro cl iente. Seguro que a el la
sajes. Es el único le gustaría.
si t io donde aún no he estado… y porque me da la gana. Samara sal ió a la terraza junto a él . Durante el viaje,
Lo di jo tan serio mi rando los horarios fi jamente que Dominic parecía
Samara comenzó a ausente, preocupado, o quizá perdido en sus pensamientos,
reí r. Dominic la mi ró confundido y frunció el ceño. en su t rabajo.
—¿Qué pasa? —Dominic. ¿Y ahora qué va a pasar?
—Nada, nada... —rió de nuevo—. Me parece perfecto. —¿A qué te refieres? —preguntó sin mi rar hacia el la.
Ti ró de su brazo y la arrast ró hacia la ent rada al avión. Samara apoyó la cabeza en su brazo y le besó la fina
—Vamos, nena, que lo perdemos. tela de la cami sa
A Samara le resul taba cómico verlo tan acelerado. Y a vaporosa.
habían facturado —¿Cuál es el siguiente paso? Ya sabes, tú, yo… ¿Qué
las maletas y apenas quedaba t iempo para subi r al queda ahora?
avión. Ent ró como un Dominic se rió suavemente y meneó la cabeza como si se
rayo y lanzó los bi l letes a la azafata. sacudiera.
—Primera clase —di jo la joven—. Que tengan buen viaje, —Supongo que ser fel ices, Samara. Sin más.
señores. —Cuando quieres puedes ser realmente —hizo una
—Gracias, rica —di jo secamente y volvió a t i rar de pausa con humor—.
Samara l levándola Normal y encantador.
al t rote. —¿Es un cumpl ido?
—¡Claro! —exclamó—. Necesi to preguntarte algo, Dominic. esté escri to en ningún cont rato, ni guardado en ninguna
Frunció el ceño y la mi ró. Estaba realmente boni ta, hacía caja fuerte…
mucho que sus —Siempre te he dicho que eres un buen hombre, Dominic.
ojos no centel leaban tan intensamente, y por un —Y yo que no lo tengo claro —le besó la frente, la
momento deseó que jamás mi ró con humor y
se fuera de su rost ro aquel la expresión de fel icidad. ent recerró los ojos—. Señora de Romano, recuerde el
—Adelante. primer día que ent ré
—¿Qué ponía en las hojas que arrancaste del cont en su casi ta de muñecas. Eso no lo hace un buen hombre.
rato? ¿T an malo era Samara se rió.
para ocul tármelo? —Samara. No era un buen hombre. Quería hacerte
Se encogió de hombros y curvó los labios hacia abajo. mucho daño, quería
—No, princesa, no era… malo. hacerte sufri r día t ras día.
—¿Qué ponía? —Un comienzo muy pecul iar y poco convencional.
Dominic apoyó las manos en la barandi l la y se —T odo lo que nos rodea no es normal, nena. No creo
balanceó pensat ivo sobre que ninguno de
el la. nosot ros pueda contarle a sus hi jos cómo se conocieron
—Habla conmigo, Dominic, dímelo, por favor. sus padres.
—Nada. —¡Oh, no! Podríamos inventarlo cuando l legue ese
—¿Nada? —preguntó. momento.
—Sí , nada. No ponían nada. Eran dos hojas vacías. —Llegaría Carlo y la cagaría….
En blanco —se rió Samara sol tó una suave carcajada y suspi ró. Mi ró las
suavemente y cont inuó—. Se t rataba de que tú ampl ias pi scinas,
completaras el acuerdo. Qué el ruido de la gente agolpada en los toboganes, los
dabas, qué ofrecías, qué ent regabas, a qué te niños jugando, la bri sa
compromet ías… —mi ró al golpeó su cara y respi ró una ampl ia bocanada de ai re.
vacío y suspi ró—. Ya no era necesario aquel lo. —El mundo no está preparado para nuest ra hi storia
—No, no ent iendo… Samara.
—Escribi ste esas páginas en la semana que duró tu
prueba. Realmente
con todo lo que fui ste capaz de hacer pudieras haber
escri to un l ibro —
di jo, y la mi ró con dulzura —. Y lo demás… prefiero…
Samara abrió los ojos con expectación, notaba lo di fíci
l que le resul taba
a Dominic hablar de sus sent imientos.
—Lo demás prefiero conocerlo el resto de mi vida
cont igo… Sin que
26. JUGANDO
27. YO TAMBIÉN SOY OSCURO
28. SOY MÁS LISTO QUE TÚ
29. DARÍO Y SUS TERRORES
30. LA VUELTA A CASA
31. LA HISTORIA DE DARIO CROSS
32. SARA CAMBIA
33. PEQUEÑA SU
Table of Contents 34. DE VUELTA A QUIMERA
35. SIN TREGUA
36. DIVAGACIONES
Título
37. DUDAS
Créditos legales
38. CONFÍA EN TI MISMA
1. CELOS
39. CARLO Y SU HUMOR
2. UNA VISITA INESPERADA
40. UNA COMIDA PARTICULAR
3. ALEXIS
41. CONOCIENDO A DARIO CROSS
4. TEJE QUE TE TEJE LA TELA DE ARAÑA
42. JUEGOS
5. QUE SE ABRAN PUES…
43. EL CONTRATO
6. ALEXANDER
44. LA CONVERSACIÓN
7. EMPIEZA EL JUEGO
45. CURIOSIDAD
8. LA INICIACIÓN
46. FRENTE AL ABISMO
9. SIGUE EL TORMENTO
47. ROMINA, ROMINA...
10. LA GRAN NOCHE
48. PRIMER CONTACTO
11. NADA ES LO QUE PARECE
49. DIGNA
12. DE VUELTA A CASA
50. QUIERO SABER DE TI
13. DUELE
51. QUE DIOS SE APIADE DE MI ALMA
14. DAME ALGO DE TI
52. PREPARATIVOS
15. APOCALIPSIS
53. TRAMANDO
16. EN EL INFIERNO
54. ERES TAN BONITA...
17. SOLEDAD
55. RESACA
18. SIN TI
56. LAS ALIANZAS
19. OSADÍA
57. LA GRAN BODA
20. TODO SIGUE SU CURSO
58. TODO SIGUE
21. SIGUE MI TORMENTO
59. SOLOS
22. SINCÉRATE CONMIGO
60. DIME QUE SÍ
23. TODO VUELVE A LA CALMA
61. CAE LA NOCHE
24. QUÉDATE CONMIGO
62. YO SÍ TE CONOZCO
25. UNA BODA ÍNTIMA
63. PROMESA
64. LOS MALBASEDA
65. EL ESTILO MALBASEDA
66. POR TI
67. TERROR
68. TE PERDONO

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