Se permite al lector la reproducción parcial o total de estos escritos y/o fotografías siempre
y cuando se respeten los derechos de la propiedad intelectual de los autores y/o coordina-
dores del proyecto.
Coordinador
Colaboradores
ColeCtivo oCosingo, Chiapas-grupo 2: Elodia Cruz Cruz, Lola Cruz Cruz, Oralia
Cruz Cruz, José Alfredo Gómez Díaz, Daniel Gómez Encino, Ma. Luisa Gómez Estrada,
José Luis Gómez Pérez, Genaro Gutiérrez Guzmán, Mario Hernández Aguilar, San-
tiago Hernández Hernández, Francisca López Domínguez, Miguel López Gómez, José
Alfredo López González, Juan Gabriel López Sánchez, Patricia López Sánchez, Oscar
Luis López Sánchez, Petra Celene Mayorga Zepeda, Mateo Moreno Gómez, José Ar-
mando Ovando Lara, Fernando Peñate Guzmán, Belisario Pérez Martínez, José Aure-
lio Sánchez Gómez, Julio César Sánchez Sánchez, Elvia Sántiz Encino, Patricia Sántiz
Gómez, Luis Guillermo Sántiz López, Javier Sántiz Morales, Ma. Aurelia Ton Méndez,
Carlos Isaías Torres Martínez
ColeCtivo oaxaCa: Nicanor Martínez Núñez, Baltazar Hernández García, Lidia Gas-
par García, Daniel García Manuel, Eustorgio Zárate López, Gabriela Salinas Delgado,
Leonardo Martínez Cruz, Xavier Lenin Morales, Armando Martínez Ruiz, Ismailia Sa-
linas López, Lidia Idalia Reyes Manuel.
Acá todo es tristeza.
El aire huele a miedo
Alguien se ha robado el tiempo
Secuestraron la historia
Intentan borrar la memoria
Silenciar nuestra palabra
Nuestra tierra sangra
Seguimos cosechando cuerpos
Las montañas, mares y
desiertos lloran sus nombres
(fragmento de Sonámbula)
Morgan, 2015
El rostro es palabra que inaugura toda relación.
Lévinas
Contenido
Presentación 11
nanCy letiCia hernández reyes
Prólogo 17
rosario Chávez Moguel
Introducción 23
Adán Hernández Morgan y Diana del Rosario Izquierdo Mora
Kerem 131
ranulfo sántiz lópez
Genarito 155
adán hernández Morgan
E
ducación y narrativa. Voces y vivencias de profesores de
Chiapas y Oaxaca, es un texto que muestra la riqueza de sa-
beres pedagógicos construidos desde la experiencia vivida. El
uso de la narrativa como herramienta metodológica que permite ac-
ceder a los contextos, a los significados y sentidos de los profesores
y profesoras que comparten su vida con el mundo, recordándonos
que la vida en colectivo se construye y se reconstruye de manera per-
manente. Este colectivo 43 X 43 inicia sus actividades reflexivas
a partir de un hecho doloroso como el ocurrido a los jóvenes de
Ayotzinapa, ahí donde se encuentra aquello que nos hace saber
que las cosas no están bien, que no estamos más cómodos con lo
que ocurre a nuestro alrededor, que la vida de 43 jóvenes silen-
ciados se multiplica cada vez que no son respetados los derechos
educativos de los niños mexicanos menos favorecidos, de los ni-
ños pertenecientes a diferentes pueblos originarios que conforman
este México diverso.
Este libro, sin duda, es la apuesta ético-política de un grupo
de educadores que, conscientes de su realidad y contexto, en-
tienden la educación como proyecto de transformación a través
del reconocimiento del otro como “legítimo otro” con quien se
construyen en relación simétrica de comunicación y de acción.
En este texto existe un yo colectivo, un yo que invita a unirnos
al grito de indignación que surge de sus entrañas.
Las narrativas
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Voces y vivencias de los profesores de Chiapas y Oaxaca
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Educación y narrativa.
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Voces y vivencias de los profesores de Chiapas y Oaxaca
17
Prólogo
C
ontar nuestras historias es regresar a nuestro origen e
identificar los hechos que nos han ayudado a construir
nuestra identidad. Es así como creo que se consolida la
narrativa. Es así como creo que se configuran las narrativas que
integran este documento.
Pero más allá de este acto de poner al autor frente a su histo-
ria, las narrativas que se presentan nos permiten adentrarnos en
las vivencias de los autores, de esas vivencias imposibles de olvi-
dar por la huella que han dejado en sus emociones y constructos
respecto del ser maestro.
Es hacer un viaje al pasado y volver a andar el camino para
identificar esos momentos luminosos que han permitido cons-
truir visiones para la docencia y lograr autodefiniciones cercanas
a la formación de lo alumnos. Sentir temor, amar intensamente,
vivir en la incertidumbre, cambiar la ideología y buscar en el pa-
sado la certeza de quienes somos y para qué estamos.
La lectura de estas narrativas nos ponen ante un mundo dife-
rente que muchos no hemos tenido oportunidad de conocer, pero
que a través de las historias contadas nos acercan a esas realida-
des y nos hacen estremecer. El recuerdo del maltrato que motiva
a hacer las cosas diferentes, que permite construir la convicción
de ofrecer a los alumnos experiencias diferentes, mas agradable y
menos grotesco que lo recibido, fortaleciendo la idea en el recuer-
do del miedo y el dolor, de la rabia y la impotencia por sentirnos
violentados.
Un referente triste que nos hace, al menos intentar ser mejo-
res; recuperando las experiencia más gratas, las enseñanzas de
quienes lograron comprometerse con nuestra causa educativa
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Educación y narrativa.
22
Voces y vivencias de los profesores de Chiapas y Oaxaca
23
Introducción
E
l orden de las políticas neoliberales no sólo ha impactado
en la dinámica y reestructuración de nuestro país, cada
vez más desinteresado en el bienestar social, sino que
también lo hace directamente en los procesos de individualiza-
ción de la vida cotidiana. La educación, la formación, la enseñan-
za, las relaciones con los “otros” se circunscriben a la lógica de la
productividad, de la empresa, de la competitividad.
Desde el nivel de educación básica hasta la universidad co-
existe una dinámica de credencialización, de competitividad,
donde el ranking y la evaluación convierten lo educativo en es-
tándares de calidad. Los modelos educativos actuales ya no nu-
clean las relaciones humanas entre los niños, profesores, padres
de familia o la comunidad, estos se concentra en las condiciones
de estandarización, medición, evaluación y administración de los
centros educativos. Lo que parece nuevo para algunos, distante
para otros, no es la intensidad con que esto impacta en la vida de
las personas, sino en la implementación de políticas insensibles
vinculadas a la lógica de las empresas, donde se promueve la cali-
dad de la educación como un bien de uso material, como un pro-
ceso de internacionalización de manufacturas, servicios y capital.
Términos como eficiencia, éxito, competitividad o producti-
vidad se asocian al concepto de calidad y todos ellos se instalan
en ámbitos diversos de una sociedad que se encuentra moviliza-
da por estas políticas. Escuelas de calidad, visión, misión, política
de calidad, etc., son y siguen orientando los estándares, algunas
veces sólo en las paredes de las instituciones educativas, otras
más en los proyectos para otorgamiento de recursos que se tie-
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Educación y narrativa.
1
García, N., (1999). La globalización imaginada. México: Paidós
2
Sennett, R., (2005). La corrosión del carácter. Las consecuencias personales del trabajo en el nuevo
capitalismo. Barcelona: Anagrama.
3
Beck U., (1998). La sociedad del riesgo. Hacia una nueva modernidad. México: Paidós
4
Pérez, C., (2000). “El cambio tecnológico y las oportunidades de desarrollo como objetivo móvil”. En
Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo. X-UNCTAD, TD (X) RT 1/9
27
Educación y narrativa.
5
Tiene por objeto evaluar hasta qué punto los alumnos cercanos al final de la educación obligatoria
han adquirido algunos de los conocimientos y habilidades necesarios para la participación plena en
la sociedad del saber. PISA saca a relucir aquellos países que han alcanzado un buen rendimiento y,
al mismo tiempo, un reparto equitativo de oportunidades de aprendizaje, ayudando así a establecer
metas ambiciosas para otros países. Las pruebas de PISA son aplicadas cada tres años. Examinan el
rendimiento de alumnos de 15 años en áreas temáticas clave y estudian igualmente una gama amplia
de resultados educativos, entre los que se encuentran: la motivación de los alumnos por aprender, la
concepción que éstos tienen sobre sí mismos y sus estrategias de aprendizaje. Cada una de las tres
evaluaciones pasadas de PISA se centró en un área temática concreta: la lectura (en 2000), las mate-
máticas (en 2003) y las ciencias (en 2006); siendo la resolución de problemas un área temática especial
en PISA 2003. El programa está llevando a cabo una segunda fase de evaluaciones en el 2009 (lectura),
2012 (matemáticas) y 2015 (ciencias).
6
La prueba ENLACE se aplica en todas las escuelas de Educación Básica (Primarias y Secundarias) del
país para obtener información diagnóstica del nivel de logro académico que los alumnos han adquirido
en temas y contenidos vinculados con los planes y programas de estudio vigentes.
7
De acuerdo con López (2013) uno de los poderes fácticos internacionales es la Organización para
el Comercio y Desarrollo Económico (OCDE), empresa trasnacional lucrativa que vende políticas
educativas como: la Alianza por la Calidad Educativa (ACE) presentada el 15 de mayo de 2008 que
representó el pacto político electoral entre Gordillo y Calderón; “Acuerdo de Cooperación México-
OCDE para mejorar la calidad de la educación de las escuelas mexicanas” presentada en septiembre de
2010; “Avances en las reformas de la educación básica en México. Una perspectiva desde la OCDE” de
2012; “Panorama Educativo (2012); “México. Mejores políticas para el desarrollo incluyente” contiene
109 recomendaciones que inciden directamente en la reforma tributaria, energética y especialmente en
la educativa de las que se derivan las 3 leyes secundarias (INEE, LGE y LGSPD) fue entregada a Peña
Nieto previo a la posesión presidencial en septiembre de 2012.
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Educación y narrativa.
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Voces y vivencias de los profesores de Chiapas y Oaxaca
Giro narrativo
Narrativas:
Narrar se consideró un arte de transgredir lo banal para conver-
tirlo en epifánico, en un momento donde al cambiar las formas
como se comprendía la experiencia didáctica en el aula, se convir-
tió en un acontecimiento. Es decir, la narración misma de lo que
acontecía en las aulas les permitió hacer un antes y un después
de su práctica pedagógica. Con el narrar y escuchar las narracio-
nes de los otros maestros, no solamente lograron complejizar su
perspectiva sobre el fenómeno educativo, sino que les posibilitó
ver mundos educativos posibles.
Como lo expone Bruner (2003), narrar es una actividad pe-
ligrosa para el status quo. Porque permite entrever problemas
educativos donde antes se normalizaban, permite entrelazar las
distintas dimensiones del proceso educativo desde lo macro has-
ta lo íntimo, permite crear comunidades de sentido sobre la edu-
cación y por tanto, permite que colectivos piensen otros mundos
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Educación y narrativa.
Comunidades de práctica
37
Educación y narrativa.
39
Educación y narrativa.
Bibliografía
H
ablar sobre mí, de mi experiencia docente, es indagar
sobre la manera en que ésta se ha constituido, es poner
en el centro elementos insospechados: miradas, expre-
siones, dolor, coraje, posibilidad, nuncia, apuestas, solidaridad,
contexto, el “otro”. Definitivamente, implica hacer un ejercicio
de memoria personal, buscar en los resquicios de historia mi pre-
sencia, echar una mirada al pasado con toda la carga emotiva que
implicaban aquellos días en Oaxaca, en mi paso por la primaria,
situarme en mi pueblo Chontecomatlán con sus días soleados,
recordar los rostros de maestros y compañeros.
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Educación y narrativa.
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45
Educación y narrativa.
1
Grupo étnico de la sierra sur del estado de Oaxaca.
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Educación y narrativa.
jaba a todos por igual. Hasta el día de hoy, tengo que reconocer
que ese es el rostro que quiero presentar, que mi mirada busque
la mirada del otro que sufre, que está en condiciones de vulnera-
bilidad, la solidaridad.
Propongo que los puntos centrales para la educación huma-
nizada sean: la comprensión, el acogimiento de la historia per-
sonal de nuestros niños, del intempestivo reclamo del otro, de
su rostro, de la diferencia, de la inclusión de rostros chontales,
indígenas como el mío, éste que intento mostrar en esta historia.
48
Didáctica del guanacastle
E
l techo de mi casa era un despertador natural, apenas
amanecía y la luz se colaba entre las rendijas de las tejas
haciendo pequeños destellos, era como si alguien desde lo
alto sostuviera entre sus manos un pedazo de espejo y lo apunta-
ra directo a mi rostro. De inmediato abría los ojos pero no hacía
ruido, me gustaba escuchar a mamá y a papá acostados en la ha-
maca contando historias antes de levantarse.
Con las distintas actividades que realizaba mi madre durante
el día y las ausencias de mi padre durante la pesca, era muy difícil
encontrar momentos de coincidencias. Así que aprovechaban la
madrugada para platicar lo que habían soñado durante la noche.
Yo los sentía muy cerquita y supongo que se amaban en esos ins-
tantes, porque notaba un tono distinto en sus palabras, él por
ejemplo suavizaba la voz y ella sonreía continuamente con las
ocurrencias de él.
Eran algo raros porque tenían creencias sobre los sueños, por
ejemplo, afirmaban que si los sueños malos se contaban antes del
amanecer no lograban realizarse. Para mí en cambio, más que creer
esa teoría, escuchar lo que soñaban era la forma de hacer de los
suyos mis propios sueños.
Mientras la luz de las tejas tejía mis sueños cada día, para mi
padre un fallo que no logró cubrir por malos cálculos, la casa sig-
nificaba todo su esfuerzo, para mí las tejas eran pequeñas venta-
nas que el cielo olvidaba cerrar cada mañana.
Pero aun así, él no perdía la oportunidad. Si alguien lo visita-
ba, de inmediato colocaba sus dos brazos a la altura de la cintura
y detallaba la hechura de la casa: “Toda la casa está hecha de for-
ma natural”, decía.
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El viejo Antonio, café y educación
P
ermanecí largas horas sentado junto a la ventana, me gus-
taba escuchar el lamento de la lluvia anunciando su caí-
da sobre el tejado. Pensé entonces: “El agua cae llorando
su despedida, lágrimas brotan del cielo proclamando el fin de
algo, pero en un ligero tiempo retorna, sube nuevamente, aunque
esta vez no son lágrimas sino vapor, aliento de vida”. Todos estos
eventos los pensaba, cuando intempestivamente me interrumpió
el asiduo mesero del lugar, estaba yo en un café repleto de gentes
parloteando efusivamente sobre los desdenes de la vida itinerante
que les acontecía.
–¿Desea ordenar algo?, preguntó.
El mundo que comenzaba a entretejer resultaba tan apetito-
so que lo miré con ganas infames de decirle: –¡Déjeme en paz!–
No sé qué ocurrió después, tal vez aquel joven pudo entender que
se entretejía un verdadero momento de energía vital.
Seguí pensando sobre los ciclos de la vida, que una circuns-
tancia lleva a la otra, y que no terminamos de saber cuándo se
transforma la dificultad en oportunidad. La abrumadora lluvia en
un ligero vapor, al instante, como burbuja, detonó un pensamien-
to, apareció la voz del viejo Antonio, mi abuelo. Recordé, cual
destello de luz, esas pláticas alrededor del fogón. El viejo Anto-
nio siempre se me presenta en la memoria con la cara iluminada,
ojos pálidos por las cataratas y el humo de leña de toda una vida.
Siempre regresaba y nos contaba las dificultades que había teni-
do durante el día, sobre su deseo de querer hacer trámites para
optar a un puesto como docente.
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Educación y narrativa.
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Voces y vivencias de los profesores de Chiapas y Oaxaca
Había pagado la cuenta del café, pero no podía salir del encanta-
miento memorístico que me inundó ese día. El lugar estaba atibo-
rrado, la gente había hecho filas por entre las mesas y sillas, y los
niños se colgaban entre las piernas de los incómodos asistentes.
El joven mesero con notable desespero, se acercó y dijo:
–¿Quiere usted pedir algo más?
Pensé: “¡¿Y quién se ha creído este joven para querer sacar-
me de esta alucinación viviente?! ¡Qué falta de educación!...”.
Sin embargo, salí rápidamente y me incorporé al andador.
Mientras caminaba rumbo a no sé dónde, me quedé pensando:
“¿Qué pensará el joven mesero de mí? ¿Quién soy yo? ¿Y qué tiene
que ver su educación, o bueno, más bien la mía?”
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Educación y narrativa.
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Estudiar, trabajar y aprender:
contradicciones y verdades.
La historia de Luisito
C
onocer a Luisito, un particular estudiante, fue al tiempo
un querer contar la historia de otra forma, contada de
abajo hacia arriba, al revés, con un matiz distinto. Les
diré mis razones. Pero resulta que para poder contarles esta his-
toria, se me hizo necesario presenciar la vida de Luisito en varios
episodios. Luisito es un digno trabajador, se dedica al comercio.
Esto lo digo con algunos presagios, pues cuando vi aquel niño
trabajador realizar sus actividades, lo primero que pasó por mi
cabeza fue hacerme algunas preguntas, producto de los prejui-
cios que tenía sobre la situación del trabajo infantil, ya saben, las
típicas preguntas: “¿Por qué un niño está trabajando? ¿No debe-
59
Educación y narrativa.
ría más bien estar jugando? ¿Los padres no deberían velar por una
infancia feliz? ¿Acaso no debería sólo estudiar?”
Todo comenzó una mañana, el sol aumentaba, nos miraba
sin reparo y con ganas. Traía el cansancio puesto en la ropa, ha-
bía logrado un maltrecho viaje, pues para llegar al destino final
tuve que caminar un buen trayecto. Cuando llegué vi a lo lejos
dos figuras sentadas con despropósito: el ímpetu desolador del
paisaje de la ribera “El Rosario” y Luisito, los dos descansando
bajo el techo de la cancha de juegos ubicada frente a la primaria
“Cristóbal Colón”, municipio de Copainalá.
Luisito llevaba entre sus manos una vasija de plástico semi-
transparente. Cuando lo vi me acerqué y pregunté:
–¿Qué haces?
No respondió y se quedó mirándome fijamente a los ojos. Me
dio la impresión que se reía de las tonterías que reflejaba mi ros-
tro, un inútil cuestionamiento de la situación, de su trabajo, de
su presencia.
No habían pasado unos cuantos minutos cuando intempes-
tivamente se acercó una niña y dirigiéndose a él, le dijo:
–Luisito, ¿todavía no terminas de vender?
Inmediatamente contestó:
–No, pero solo me faltan poquitos y ya.
Aproveché para preguntarle a Luisito:
–¿Qué haces? ¿Qué vendes?
La niña sin darle tiempo, me contestó:
–Vende puntas de chayotes y también guineos.
Acerqué el recipiente muy despacio y le pedí que me dejara ver
lo que vendía. Él, sin pronunciar palabra, bajó cuidadosamente la
vasija hacia mi cuerpo, con el objetivo de que viera su contenido.
–Te compraré algo, le dije.
La compra obedecía más bien a un gesto de compasión, más
que a un intercambio comercial. Los guineos tenían un mal as-
pecto, algunos a punto de podrirse y aplastados, otros, muy ver-
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Voces y vivencias de los profesores de Chiapas y Oaxaca
–¿Cómo vas a sacar fotos con un teléfono?, sólo sirve para ha-
blar con la gente que está muy lejos.
Las palabras del niño me provocaron una sonrisa, sabía que
en el fondo la conversación no era una conversación llena de cu-
riosidad, buscaba exclusivamente la posibilidad de hablar, de
acoger al recién llegado, al que llegaba de fuera.
Frente a la invitación de acogimiento encomendada por el
pequeño, se me ocurrió responderle con otro amable gesto. Le
dije:
–¿Si quieres, te acompaño a vender?
Lo pensó un poquito, pero me dijo:
–Bueno, está bien.
Comenzamos a caminar y en las casas que encontrábamos a
nuestro paso, se acercaba a las puertas y con sus manitas tocaba.
Con voz bajita decía:
–“¿Va´sté a comprá punta de chayote y guineo?”.
Después de varios intentos, por fin terminó la venta del día.
El calor prometía deshidratarnos. Tanto él como yo estábamos
envueltos en sudor, por momentos hasta nos dolía ver, reír, cami-
nar, y teníamos mucha sed.
Creo que el niño notó mi cansancio, no dejaba de hacer aire
con el pedazo de tela que cargaba conmigo y de pronto dijo:
–En mí casa podemos tomar un poco de agua, ¡vamos pues!
Mientras caminábamos rumbo a su casa, que estaba un poco
retirada del lugar, Luisito me iba contando enérgicamente el iti-
nerario de su trabajo:
–Siempre salgo a vender porque con ese dinero mi mamá
compra comida. Esta última venta que usté me acompañó a hacer
la voy a guardar, es que estoy juntando dinero para comprarme
colores. En la escuela la otra vez me regalaron unos, pero están
desgastados, bien pequeños y como la maquinita de sacar puntas
no servía, todas las puntas se rompían, así que se acabaron.
La casa de Luisito estaba construida con tablas, cubierta con
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Voces y vivencias de los profesores de Chiapas y Oaxaca
tros y alumnos que trabajan ahí, por eso yo le digo a mi hijo que
aproveche ahora que todavía está la escuela, que aprenda todo lo
que yo no sé. Aunque, ¡¿qué cree?! Luisito, aunque está pequeño,
me ayuda bastante, él sale a vender acá en la ribera, está haciendo
su ahorrito para comprar sus útiles escolares, su lápiz de color o
algunas cositas que va a querer cuando entre a segundo grado. El
otro día le conté un ahorrito, 28.50 pesos que ya tenía.
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Ser “maestro” es ser verbo, es nombrarse a uno mis-
mo como acción-reacción
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mayor; amo mi pasado con sus lágrimas y risas, con sus errores y
aciertos, y mi presente con sus vivencias diarias, dentro y fuera
del aula.
Hoy mis casi 34 años saben bien, saben a esperanza, han lle-
gado con la certeza de que soy la mujer, la madre, la compañera,
la amiga, la maestra que se ha construido y reconstruido a sí mis-
ma cada nuevo día.
72
Mi infancia y mis raíces como urdimbre
para seguir adelante
M
i testimonio como docente en la escuela de educación
indígena comienza a bordarse desde mi niñez, conoz-
co el medio porque lo he vivido en carne propia. Hoy
soy una sobreviviente de esta vida, amo mi trabajo, pues me con-
sidero un eslabón importante en y de la formación de los niños
de la comunidad, mi comunidad, nuestra comunidad de Santo
Domingo Narro, municipio de San Juan Juquila Mixes, Oaxaca.
Si me pienso, regreso a la niña de tan solo siete años, quien vi-
vía con sus padres y su hermanita de tres años, retorno al lugar
de origen, esa ciudad del norte de la república mexicana que vio
mis primeros pasos. Regreso a mi padre, al hombre honesto, res-
petuoso y muy trabajador nacido en algún estado del sur, quien se
desempeñaba como trabajador de la educación en un tecnológico
agropecuario internado de hombres en la década de los ochenta.
Retorno también a la abuela-madre costurera, dedicada y entrega-
da a su familia y al hogar.
1985 se convirtió en un año potencial para mi padre y la fa-
milia, pues el traslado de trabajo de mi padre nos llevó a vivir y
a establecernos en San Baltazar Chichicapam. Año de grandes
cambios, pues pasamos de vivir en una ciudad a vivir en una co-
munidad indígena, con carencia de servicios básicos y ausencia
de comodidades. Sin embargo, creo que los grandes cambios
siempre se acompañan de felicidad. Una mañana de aquel año,
mi hermana de cuatro años sufrió un accidente que marcó la
vida de todos, las quemaduras de segundo y tercer grado en el
cuerpo de mi hermana ocasionaron momentos de angustia y
desesperación a mi familia.
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“Manuel Kant”: de jubilaciones
y nuevas ilusiones
R
opa percudida, juguetes de madera y espadas de carrizo,
papalotes en el cielo, libros de texto y cuadernos des-
teñidos es todo lo que constituye mi mayor tesoro. Me
llevo conmigo un puñado de sonrisas, pies descalzos, manitas su-
cias y rostros que fueron configurando mi cotidiano, los mismos
rostros que fueron tan míos cuando niño. Y es que es difícil no ver
el reflejo de mi rostro en estos espacios, la suciedad, el olor a su-
dor, los pies y las manos llenas de cemento, mi cara con una capa
semitransparente brillosa porque el sol y el aire se fueron encar-
gando de fundirla, como cuando mi madre dejaba calentando el
comal sobre el fuego y así tardaba días porque no había masa para
hacer tortillas, era como si ella quisiera engañar el hambre con el
solo acto, con la pura finta, como decía mi padre.
Acá se quedan mis años, en el ritual de siempre, el descubri-
miento de lo nuevo y la resistencia a lo desconocido, se quedan
como clavados a la pared como los clavos corroídos y las tablas
empotradas que fui acomodando para que el aire no se colara por
las rendijas. Me llevo conmigo el aire puro, el recuerdo de los árbo-
les que trepaban mis niños, la tierra y el maíz como fundamento de
este pueblo. Para donde se voltee, por todas partes se constituyen
mis años, años de gloria y derrota, años de sueños, de resistencia y
lucha. La labor de vida, los tiempos añejos, la rutina del diario, el
oficio de ser albañil y constructor de sueños y esperanzas se han
quedado aquí en la memoria que me constituye, en el recuerdo.
Mis días como profesor terminaron, la jornada fue larga,
como larga ha sido mi vida, una vida que ahora encuentra
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La Escuela secundaria General “Donají”:
un proyecto de sueños y posibilidades
S
oy maestra de educación secundaria en Tuxtepec, Oaxaca.
Donají significa “alma grande”, como grande es el alma de
maestros y maestras que participaron en la fundación de
esta escuel, haciendo realidad lo que parecía un sueño imposi-
ble, para llevar la luz del conocimiento a jóvenes de escasos re-
cursos económicos de más de doce colonias aledañas a la colonia
Insurgentes Segunda Etapa.
El primer ciclo escolar del entonces módulo de nueva crea-
ción fue el 2008-2009, el cual se inició el día 18 de Agosto de
2008. Se empezaron labores en las oficinas del comité de la colo-
nia Moderna, Sección el Manguito, con un grupo de 18 alumnos
de primer grado.
Comencé esta aventura un 15 de junio de 2009 durante el re-
ceso del ciclo escolar, visitando una a una las casas de diversas
colonias cercanas a la colonia Moderna de Tuxtepec, Oaxaca,
reclutando jóvenes que principalmente por falta de recursos eco-
nómicos habían dejado de estudiar.
En agosto de 2009 inicié junto a mis compañeros el ciclo es-
colar 2009-2010, la escuela funcionaba en las instalaciones de la
casa de una señora llamada Eulalia, en la misma colonia Moder-
na. Pagábamos la renta cooperándonos entre los maestros, de los
cuales solo dos tenían ya una plaza en el magisterio. Los demás,
entre los que me encontraba yo, no percibíamos sueldo alguno.
Nos unimos con la ilusión de fundar la escuela y de ingresar como
docentes.
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1
En Oaxaca el servicio o apoyo común se conoce como tequio, es una forma de colaboración que los
habitantes del lugar acostumbran para hacer beneficios en comunidad y para la comunidad.
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algo me decía que si estaba ahí era por algo. Creo que así fue por-
que en el año 2007, después de que mi esposo sufriera un penoso
accidente automovilístico, me vi obligada a deshacerme de nues-
tro coche y con el dinero que recuperé decidí comprar un lote en
la colonia Insurgentes Segunda Etapa, donde vive mi suegra.
Una persona vendía dos lotes y me ofrecí a comprar el que
estaba en esquina. Sin embargo, la dueña me pidió que le com-
prara los dos lotes y que le fuera pagando en abonos, por lo que
accedí y fue así como adquirí dos lotes para mi familia. Meses
después mi esposo fue invitado a formar parte del Comité de Co-
lonos y “eureka”, ya podíamos opinar y presentar ideas.
Regresé de entrevistarme con la autoridad municipal, la cual
nos dijo que siempre no podría comprar el terreno para la escue-
la, entonces triste, viendo a mis compañeros desmoralizados, le
comenté a mi esposo:
–Pregunta si ahí en la colonia Insurgentes Segunda Etapa no hay
áreas verdes, aunque sea un pedazo para que ya no paguemos renta.
Después de varias entrevistas entre directora, Comité de la
Colonia y lograr la aprobación de los habitantes de la Col. Insur-
gentes Segunda Etapa, el 11 de abril del año 2010 se dio un paso
gigantesco al lograr la donación del terreno para que se instalara
nuestra institución.
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Una pedagogía de Nos-otros es sentir el
aprendizaje con los otros y en contexto
Y
es que más allá de esperar, Nos-otros, es decir “yo con los
otros”, niñas, niños, profesores, profesoras, madres y pa-
dres de familia no esperamos nada, desde hace mucho hi-
cimos nuestra una iniciativa, una escuela para todos, una escuela
incluyente, una escuela autosuficiente, una escuela que no es del
gobierno, una escuela de nos-otros, porque somos nos-otros res-
ponsables de educarnos. Para lograr una escuela de nos-otros no
se necesita de reformas educativas, ni mucho menos de evalua-
ciones, porque nos-otros nos reconocemos no solo como parte
de la comunidad, sino como parte de cada persona, de cada ser
humano que forma parte de nuestro entorno.
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Voces y vivencias de los profesores de Chiapas y Oaxaca
Ese día don Pánfilo nos dio una clase, fue toda una conferencia
sobre las víboras. Desde el tipo, las características, la temporada,
la forma de reproducción, etc. Con cada palabra y detalle que los
niños escuchaban atentos, se sorprendían, reían o se ponían ner-
viosos. Podía ver que en ese momento ellos no estaban tratando
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Silverio y Jerónimo
S
on dos pequeños gigantes con escasos 6 y 4 años, que cami-
nan más de una hora para llegar a la escuela, dos pequeños
gigantes a quienes no les importa atravesar las montañas,
con el miedo aguijoneándoles el corazón, pero dispuestos a se-
guir de frente, dos pequeños gigantes que se abrazan para no
sentir la distancia, que tararean la única canción aprendida, dos
pequeños gigantes con la habilidad del jaguar para atravesar las
veredas, que superan las dificultades con una hermosa sonrisa en
los labios.
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Xelito, nombre tseltal para Jerónimo.
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Hacemos magia para que
los niños aprendan
H
ace unos días visité la comunidad Ti’akil, Oxchuc, Chia-
pas, una comunidad que se encuentra al noroeste de la
cabecera municipal, un lugar que uno tiene que recorrer
por tramos, como lo dijeran por acá los lugareños cuando pregunté:
–Buenos días, disculpe, ¿cómo hago para llegar a Ti’akil?
–Está todavía lejos, hay que ir por tramo. Se toman las ca-
mionetas que se van rumbo a Tsontealja o los taxis que se van
a Tolbilja. Si toma la primera, que lo dejen en la entrada a Patria
Nueva, toma esa carretera y antes de llegar a ella hay una entrada
de vereda al lado izquierdo y sigue todo derecho. Pero tenga cui-
dado, si no se va perder porque hay mucho cruce de veredas. Solo
dígale al chofer que lo baje en la entrada a orilla de la carretera de
terracería y de ahí hay que caminar como varias horas, pero no
camine de noche, si se apura llega a tiempo.
Soy honesto, sentí miedo y preocupación, no solo por lo des-
conocido del camino, sino por el tiempo que me llevaría llegar
al lugar, pensaba en lo que pasaría si me agarraba la noche, si no
lograba llegar a tiempo a la comunidad y si el camino fuera muy
solitario. Todos los temores juntitos cayeron en ese momento,
pero me llené de valor pensando que es un recorrido que hacen
los profesores. En otra ocasión la profesora Roxana me había co-
mentado de esos andares y con su sonrisa discreta me decía:
–Ya estamos acostumbrados, cada 15 días caminamos a nuestro
centro de trabajo, a veces lo hago sola, otras veces con mis dos com-
pañeros, hay ocasiones que hay transporte, y muchas veces más te-
nemos que hacerlo caminando. En estos tiempos es más tranquilo,
pero en los meses de lluvia es muy complicado porque tenemos
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Por eso cada vez que escucho hablar de que los gobiernos y las
autoridades educativas proponen una reforma de calidad de me-
joramiento, siempre me pregunto: “¿A qué se refieren con calidad
educativa?” No sé qué quieren decir con calidad, le soy honesta,
desde hace varios días he buscado información que me permita
entender a qué se refieren nuestras autoridades con esas dos pa-
labras. Me parece que son palabras de gran importancia porque
están determinando el destino de nuestra educación en México
(en discurso), es interesante que la mayoría de los documentos
y papeles que nos mandan acá como libros, planes de estudios,
programas indican que somos nosotros los responsables de esa
CALIDAD EDUCATIVA. Le soy honesta, eso me da un poco de
preocupación, porque entonces algo quieren meternos en la ca-
beza las autoridades, algo nos quieren hacer creer, no es que sea
desconfiada, pero eso de que digan que nosotros somos los res-
ponsables no me parece justo.
Y no solo nos lo quieren hacer creer a nosotros para ponernos
en contra de nuestros mismos compañeros, también se lo meten
en la cabeza a los padres de familia, pero en eso se equivocan por-
que quienes estamos cerca de los padres de familia somos nosotros
y ellos conocen, viven y sufren con nosotros las carencias que se
tienen para lograr eso que llaman calidad de la educación. Algo es-
pecial que me llama la atención es la forma en que el discurso no
concuerda con la realidad; por ejemplo, actualmente, los libros de
texto traen actividades y lecturas complementarias para los cuales
se tienen que hacer visitas en páginas web, ejemplos de internet,
uso de tecnologías, medios de comunicación, como si acá eso se
diera como hoja de los árboles, eso es contradictorio, acá con qué
trabajo tenemos luz, qué podemos decirle a los niños que tienen
que hacer ejercicios con internet, eso es ilógico, es poco ético por
parte de quienes planean la educación en nuestro país.
Nos queda claro que para hacer eso se necesitan aulas mul-
timedia, acá las computadoras todavía son una aspiración, mien-
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Fui alumno de panzazo…
F
ui alumno de panzazo, luché por la sobrevivencia coti-
diana, un seis fue bendición para continuar en el camino,
mantenerme obediente en la esquina fue plegaria, otras
veces salvación y, otras tantas, cautiverio.
Bailé el ratón vaquero, el son de la negra, el baile de los diver-
tidos viejitos y por algún momento observé de reojo la sonrisa de
mis padres entre las multitudes.
Perdí el miedo al jugar basquetbol con mis primos y compañe-
ros, el futbol me lo inculcó mi hermano, pero tardé poco tiempo en
la cancha por temor al “gordo” que siempre agredía y decidía ju-
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Kerem1
P
otente es el pasado cuando uno tiene la voluntad de volver,
volver no solo sobre recuerdos, volver y detenerse sobre lo
que aún adolece, lo que forma parte de nuestra memoria
biológica, cultural, celular. Memoria que no podemos borrar y se
queda como parte de nuestra existencia. Y es que la existencia
puede estar marcada por lo que particularmente me esforcé por
hacer de mi, pero que logró ser gracias a los otros, los que forman
parte de mi historia y ese presente potencial que ahora mismo me
constituye.
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Es una palabra en tsotsil y significa “Hijo”.
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Y es que los pasajes de la vida, las personas, las cosas, los lugares
pueden estar dispersos en la memoria, algunas pueden no ser re-
cordadas, hasta pueden aparecer, por momentos, como pequeños
destellos que no tienen gran importancia. Algunos de esos pasajes
se olvidan, se guardan en ese enorme baúl de cosas pasadas, pero
es imposible que nuestro cuerpo deje de sentir al nombrarlos, y ese
sentir, eso que tiene un síntoma es lo que potencia lo que ahora
somos, por eso digo: soy, y no precisamente en lo individual, soy
gracias a los “otros”, a mis padres, a mis hermanos, a mis tíos, los
seres humanos que fueron tejiendo esos pasajes en mi piel, en el
corazón, en mi pecho. Pasajes, historias, recuerdos, memoria que
se activa cada vez que vuelvo a ellos, cuando los pienso, no desde
mi, sino desde ellos, los “otros” que han sido parte fundamental de
lo que ahora soy: un profesor.
De ahí mi historia y el presente, que más que pasado o presen-
te, es eso, lo que soy y quiero narrar.
Como cualquier otro día, hoy mi mamá me despertó muy
temprano y me habló quedito al oído diciéndome:
“Hijo, ¿ya escuchaste el canto del gallo?... Dice que ya está amaneciendo
y que es hora de levantarse… Levántate, me vas a ayudar a cargar agua para
que pueda lavar el nixtamal, me vas a ayudar a moler y a tortear… Además
,hoy vas a clases y vas a llevar tus tortillitas a la escuela, en cuanto te dé ham-
bre, las comes… ¿Me escuchaste?... Es hora de levantarse…”.
Generalmente, mi madre me hablaba al oído antes de levan-
tarme, decía que era para que me despertara bien y pudiera hacer
las cosas con muchas ganas, incluyendo las muchas cosas hermo-
sas que vería en la escuela, porque ahí iba a aprender lo que en
casa no aprendía.
Recuerdo muy bien otra vez cuando mi madre me dijo:
“Tienes que ir a la escuela aunque te quede un poco lejos, ya veremos cómo
le hacemos cuando esté lloviendo; no te preocupes, te acostumbrarás a cami-
nar poco a poco. Tienes que echarle muchas ganas a la escuela, aunque seas
muy pequeño. Te veo como una persona grande, con muchas cosas que hacer
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en la escuela. Sabes hijo, quiero que aprendas a hablar español, ya ves que no
sé hablarlo, si alguien viene aquí y me habla en español, no le voy a entender,
y entonces ahí quiero que tú le hables en español a esa persona… Estoy segura
de que lo vas a lograr y de que te voy a ver muy grande, pero antes tienes que
ir a la escuela todos los días y aprender mucho...”.
Ese día me levanté y cargué mi ánfora roja y me dispuse a ca-
minar. Apenas podía ver mi camino, no porque hubieran apagado
las luces más temprano, simplemente porque no teníamos servi-
cio de energía eléctrica en casa. A veces, cuando era necesario,
llevaba un manojito de ocote para alumbrar el camino. Después
de caminar unos ocho minutos, llegué al “ojo de agua”, llené con
mucho cuidado mi ánfora procurando no derramar el agua, por-
que mi abuelita siempre me decía que el agua se debe cuidar. Es
sagrada, decía, sin ella no hay vida, es nuestra sangre… Yo lo hacía
aunque no comprendía del todo.
Como mi abuelita no sabía hablar español y se le dificultaba
pronunciar mi nombre, me decía siempre Turumpu’2, decía que
así me llamaba y que me quedaba bien… Algunas veces también
mi mamá me llamaba así pero más me llamaba por Kerem y me
gustaba.
Era un niño inquieto como cualquier otro niño, me gustaba ju-
gar y compartir momentos inolvidables con mi hermano. Jugába-
mos, corríamos, gritábamos, llorábamos, compartíamos nuestras
pocas cosas, nos contábamos nuestros sueños e ilusiones. Era un
niño que vestía la ropa de su papá cuando a él ya no le quedaba –
por supuesto ajustada por mi mamá–, porque no había dinero para
que me compraran camisa nueva y a mi talla, no sabía qué era tener
cinturón, caminar descalzo era lo más común aunque soñara con
tener zapatos algún día. Pero en esos tiempos no era posible. Ha-
bía que seguir viendo dónde caminar y evitar lastimarse.
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Equivalente a Ranulfo.
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Lo desconocido: punto de partida
para todo acto pedagógico
La indecisión
L
os aprendizajes que se arraigan o se quedan en lo profun-
do de nuestro interior están siempre vinculados a algo
que nos ha significado mucho. Tengo por ejemplo aún
presente cada palabra de mi abuela Tinita, mi madre de crianza,
la mujer, la señora que desde mis primeros días, no sólo cuidó
de mí, sino que siempre aconsejó sobre las decisiones de la vida.
Tinita nunca me dijo qué hacer con regaños, fue una mujer de
pocas palabras. Desde las 6 de la mañana se levantaba y sólo al
mover los trastes, sacar el agua para lavar el maíz, dar de comer a
las gallinas, yo sabía que era la señal de que también debía acompa-
ñarla en sus quehaceres. Ésa era su forma de educar, con ejemplos y
siempre con una plática pausada, como sus movimientos, siempre
con una sonrisa en los labios y masticando la hoja de tabaco.
Me decía
–No esperes a que te digan qué hacer, tu guía es tu corazón; las
buenas decisiones se piensan mejor haciendo y andando, las dos
cosas al tiempo. Recuerda, hija, que la holgazanería es mala con-
sejera. Si tengo preocupación, si tengo que decidir sobre algo, es
cierto que me acuesto con ese pensamiento, pero por las mañanas
desde que ya prendo el fogón, lavo el maíz, doy de comer a las
gallinas, desde ese momento se van aclarando mi pensamiento y
mis ideas.
Y es cierto, llevaba días con el desasosiego en el pecho, había
días que sentía nervios en el estómago, me sentía enferma por no
poder decidir sobre un cambio de escuela, un cambio de Zona
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El trayecto
Rumbo a la ribera Vista Hermosa del municipio de Copainalá, se
encuentra anclada, casi escondida, la escuela primaria “Venustia-
no Carranza”. Así que abordé la camioneta de ruta que va a “La
Nueva”, una comunidad cercana al municipio que les acabo de
mencionar.
En medio del trayecto en carretera, le pregunté a uno de los
pasajeros, un viejo cabizbajo y meditabundo:
–¿Sabe usted cuánto tiempo me llevaría llegar a Vista hermosa?
Aquel hombre, de expresión sencilla y pausada, se quedó
pensando…
–¡Pues depende de cómo camine usted, porque es pura subida
pero más o menos una hora!, señaló con su cuerpo, un cuerpo azo-
tado por el cansancio de la edad que lo contemplaba sin rezagos.
La llegada
Sin pensarlo me decidí por uno de los caminos que tenía frente
a mí y a pocos metros pude ver un rótulo viejo hecho de madera,
que colgaba de dos clavos oxidados, pero firmes. “Bienvenidos”,
decía abajito con letra maltrecha y se dejaba entrever la ubicación
de la comunidad.
Antes de llegar a las primeras casas, escuché a distancia el la-
drido de los perros y el ruido ensordecedor de las ondas radiales
mal emitidas por la escasa señal de radio.
Hacían eco en el aire, al unísono del cacaraqueo de las gallinas,
que celebraban la aparición de un nuevo huevo en los gallineros.
Así, entre el silencio de las montañas y colinas, el ladrido de
los perros que anunciaba la llegada de una advenediza, las ondas
radiales mal emitidas de una vieja radio y el cacaraqueo de las
gallinas, fue aquel momento una verdadera llegada al lugar, difícil
de no guardar en la memoria, como un bien preciado.
muy triste. El maestro nos dijo que iba a comprar la pintura y que
entre todos lo íbamos a pintar, así que nos pusimos de acuerdo y
le ayudamos al maestro con la cooperación. Como ve, falta aún,
es poquito, porque solo la fachada es la que está buena.
Fíjese usted, acá no ganamos mucho dinero y no podemos
tener una escuela grande y bonita, esa escuelita nos ha costado
mucho, porque hemos buscado ayuda, pero siempre nos ponen
pretextos para no ayudarnos, si no es un papel es otro, la cosa
es que no se puede. Mi comadre, la maestra Laurita, trabajó este
año, pero cómo sufrió porque el piso era de tierra. Para que los
niños estuvieran en cosa limpia, la pobre maestra juntaba con sus
manos el polvo, pero cuando llovía y entraba agua en el salón,
otra vez se descomponía.
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De tecnologías y otros cuentos
E
l sol aún no toca las montañas, son las seis de la mañana y
ya rodean el fogón que arde lentamente, juegan un poco,
se frotan las manos y las ponen frente al fuego, luego se las
llevan a las mejillas y sonríen. Esperan, no esperan mucho, pero
esperan, esperan una jícara de café bien llenita, como dicen ellos,
galletitas de animalitos o de esas ovaladas que vienen siempre en
la despensa que les regala el gobierno cada dos meses. Las galle-
tas y un bote de pozol son todo el alimento hasta que regresan a
la casa, casi siempre a las dos o tres de la tarde.
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que trae en el corazón, ese corazón que se apachurra cada vez que
sus hijos piden una pelota, o cuando llenos de emoción esperan la
tableta prometida, o tener un juguete nuevo.
Los mira con tristeza, con ternura, pues no sabe qué es eso
que sus hijos tanto mencionan, por eso en con voz baja me dice:
–No sé dónde escucharon eso, dicen de tabletas, no sé si
es pastilla de tabletas, o tabla para mi comida, pero ellos se
emocionan, dicen que es un juguete nuevo, que va a servir para
hacer tareas en la escuela. ¿Acaso ya no van a llevar cuader-
no pues maestra? Si acá con trabajo tienen para el cuaderno,
¿cómo es que van a dar un regalo de esos nuevos? Dicen que el
hijo del presidente municipal tiene uno y que escucharon que
les dijo que van a regalar a todos los niños de la comunidad.
Pero si esa cosa funciona con luz entonces qué caso tiene, me-
jor que les den su cuaderno y su lápiz, y unos colores porque
en la tarde quieren pintar y ahí andan cortando las flores de la
chicoria, las hojas del guaco o las raíces del enebro para hacer
sus propias pinturas o dibujos.
Hace ya un año que por acá nos llegó la noticia de regalos de
tecnología para maestros y alumnos, nosotros no lo creemos, pero
los niños se emocionan cuando escuchan que hay regalos para
ellos, aunque no sepan qué es, se ponen felices. Carlos, el mayor
de los tres hijos de Margarita, siempre anima a sus hermanos con
sus historias, les comenta que cuando llegue su regalo se los va a
prestar, pero tendrán que respetar turnos y turnos, los mellizos
sonríen y se ponen felices mientras caminan hacia la escuela.
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Genarito
G
enarito es de esos niños que se traen en el pensamiento
todo el tiempo. Juguetón, servicial, con una sonrisa an-
gelical que trasmite paz, confianza. Sube a los árboles
con gran facilidad, corre a jugar en cuanto suena la campana del
recreo, en minutos trae su bote de pozol blanco, comparte con
sus compañeros, siempre ofreciendo lo poco que carga con él.
–Profe, acá le voy a dejar la mitad en mi bote. No tiene azúcar,
porque no hay en la casa, dice mi mamá que la otra semana va
comprar, pero así está sabroso, profe.
–Pruébalo! Jajajaja… ¿Verdá tú, Rafa? ¡Está sabroso!
Se pasea por el salón ofreciendo su pozol a cada compañero,
acomoda su silla, su mochila y regresa al escritorio, agarra el bo-
rrador y mientras tararea una canción se dispone a dejar limpio el
pizarrón.
–¡Ya, profe, ya quedó el pizarrón! Ahora ya puede usted dar su
clase profe. Pero primero una adivinanza…
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Narración: un acto pedagógico
de lo inenseñable
A
travesé rápido el sendero de bosque tupido que llevaba
a la escuela, con ganas de alcanzar el toque de la campa-
na que anunciaba el inicio de la jornada escolar. Atrave-
sé una especie de límite desconocido, porque en principio, nada
pretendía y nada buscaba. Eso pensé, mientras sentía el roce del
pasto húmedo sobre mi pantalón.
Buscaba solo un encuentro, buscaba obtener en el rostro del
profesor José Luis, aquellas cosas imposibles de describir y de atra-
par. La entrada a una reclamada relación sensible.
Y ahí estaba, plantado frente al vapor de la vida y del día que
aparecía entre las distancias de nuestros cuerpos fatigados.
–Buenos días, profesor José Luis –le dije!
–Buenos días, maestro, –contestó con sofocación pretendida.
Dicen por ahí que estamos hechos de átomos, más bien esta-
mos hechos de historias, como esta.
–Por eso –dijo el profesor José Luis–, la conversación es
un acto genuinamente pedagógico, un acto de reconocimien-
to del “otro”.
Nuestra conversación, la que quiero alentar, comienza en este
sentido, fíjese maestro, esta situación, aquí todos son hablantes
de tsotsil, son pocos los que hablan el castellano. Esta escuela
primaria bilingüe se llama “Ignacio Zaragoza”, con clave O7DP-
B1260I, se ubica en la comunidad Sisim, que pertenece al munici-
pio de Chalchihuitán, Chiapas. En ella laboramos cinco maestros
de primaria, con cinco aulas.
Bueno, pero quisiera compartirle algo, es que casi siempre ando
provocando preguntas sin respuestas:
–¿Quién es ese otro que aprende?
–¿Cuál es el contexto que constituye a ese otro, tsotsil, estu-
diante, y lo hacen singular?
–¿Será que si narramos y aprendemos a conversar con los
otros, podemos obtener una educación comprometida, justa y
acorde a las necesidades del contexto?
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Proyecto, trabajo y sueños: una comunidad
de práctica educativa desde lo femenino
P
royecto, trabajo y sueños, tres apuestas, tres palabras, tres
pensamientos y tres razones que sostienen el proyecto
que venimos haciendo. Esta es la enfática impronta de la
profesora Luisa Gómez Díaz, guerrera, maestra, lideresa y em-
prendedora. De corazón y pensamiento tsotsil, también hablante
de otras tres lenguas, tres mundos distintos, tres formas de cons-
truir realidad. Tal vez ese sea su secreto, tal vez eso dice mucho
de ella, cuatro mundos entendidos, cuatro formas de hacer las
cosas. Así es como esta mujer recia resume la labor emprendida
durante toda su vida.
Por esta misma razón, contar la vida, contar la experiencia de
esta mujer, de la maestra y constructora de sueños, es al tiempo
contar con la injusta brevedad de los detalles, esos que no caben
en las letras ni en la tinta, pero que se graban en los corazones
de quienes la pudieran escuchar. Vamos a hablar en primera per-
sona, a hablar sobre la maestría con la que esta mujer construyó
una escuela de posibilidades, de anhelos de muchos niños, de
otras mujeres, de una comunidad entera. Se trata del proyecto
escolar Centro Educativo Preescolar José Vasconcelos Calde-
rón, en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas.
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Señala Luisa: ese lugar del que hablo era usado para hacer re-
uniones de la comunidad, solo me lo prestaron temporalmente.
La verdad, al llegar sostuve tres situaciones. Por un lado, me llené
de ilusión, siempre pensé que tenía que soñar, quería no solo co-
menzar, sino sobre todo terminar. Pero para lograr todo eso, tenía
que trabajar arduamente, como lo he venido haciendo hasta este
momento. Por otro lado, sentía mucha desesperanza, no había
condiciones, no había por dónde comenzar. Los padres de familias
no creían, sentían desconfianza, era un sueño lejano, imposible de
alcanzar. Y por fin, mire usted, lo que más me dolía en el corazón,
era sobre todo ver la necesidad de los niños y entonces me recon-
fortaba, me volvían la ilusión y las ganas de trabajar por ellos.
Por lo tanto, no teníamos nada más que hacer. Esa noticia fue
como un balde de agua fría, fue una respuesta negativa y desespe-
ranzadora. Pero seguíamos insistiendo, insistiendo, no bajamos
la guardia. Curiosamente, la situación se agudizó cuando entró
una presidenta municipal, una maestra, hubo intransigencia, ne-
gligencia y hasta grosería, al parecer le molestaba que estuviéra-
mos gestionando la aparición de la escuela.
Una de las estrategias para enfrentar dicha negativa fue hacer
alianza con la zona norte, entramos en diálogo con un regidor de
Oxchuc, tseltal fuerte y de armas tomar, sabía en qué consistía la
situación, la problemática. Así, juntamos fuerzas, luchas, y obje-
tivos comunes. Él siempre estuvo presto a brindarnos ayuda.
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Educación y narrativa.
Además, hemos pensado con las demás mujeres, con las ma-
dres, la posibilidad de convertirnos en escuela tiempo completo.
¿Sabe por qué? Como lo dije desde el inicio de mi historia, soy tsot-
sil, pero también hablo tseltal, chol y español. Cuatro mundos me
constituyen, cuatro compromisos de realidad me convocan. Una
buena parte de las madres, de las familias de los niños son tsotsi-
les, choles o tseltales. Estas familias muchas veces no tienen para
desayunar, no tienen nada que comer. Son familias sumidas en la
pobreza, traen a cuestas historias de desplazamiento, por razones
de búsqueda de trabajo y mejores oportunidades de vida. Estas
familias llegan a San Cristóbal, se asientan en barrios periféricos,
viven la ciudad en condiciones precarias y de extrema pobreza.
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eduCaCion y narrativa
Voces y vivencias de los profesores de Chiapas y Oaxaca
Obra coordinada por Adán Hernández Morgan
Se terminó de imprimir en enero de 2016
en los Talleres Gráficos del Estado de Chiapas
Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, 2015
El cuidado de la edición y la maquetación estuvo a cargo de
María de Lourdes Morales Vargas.
1 000 ejemplares